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VU ATRACCION ¥ TRANSACCION flema de actualidad tenemos para plato de este dfae —Ciertamente, y con salsa que se me figura : tos, al presente, los estragados...! —En verdad; mas vamos al caso, sin otros preliminares. @Habéis notado la analogia y casi igual fisonomia ortogrifica y hasta el parecido eufonico que ofrecen las dos palabras satraccién y transaccién,» sobre las cuales nos hemos pro- puesto hoy amigablemente departir? —Es verdad, y se me habia pasado por alto esta observa- cidn. Qué pretendéis, empero, sacar de ella para vuestro asunto? —Poca cosa; solamente haceros notar que si tal es el pa- recido material de los vocablos dichos, mayor es por des— gtacia, en nuestros dias sobre todo, la analogia y casi iden- tidad de su significado. —~No tanto, amigo mio; y en eso paréceme os dejais le- var, algo por lo menos, de vuestra acostumbrada exageracion. —Gracias por el obsequio; pero me explicaré un poco, y puede que a la postre acabéis por darme razon, aun en estas que 4 vos y 4 tantos otros, por nuestra desdicha, parecen exageraciones. —Empezad. —Sabéis, amigo mio, que hay palabras de moda entre los hombres del sexo feo mas barbados y barbudos, que en / evens marcas ve viemene ay eso de veleidades y antojos nada tienen que envidiarnos,” para vergdenza nuestra, las sefioras mujeres. Con la sola diferencia, y no por cierto en nuestro favor, de que 4 ellas les da ordinariamente por aplicar la moda 4 los sombreros, botitas y otras zarandajas de vestir. En cambio a nosotros se nos pega la moda en cosas mas serias y que debieran es: tar por su naturaleza y trascendencia fuera de tan caprichosa jurisdiccién, Digo eso porque la palabra «atraccién» es una de las que obtienen hoy dia esos favores de la moda mascu- lina, y hartos estan vuestros oidos y los mios también de oir esta palabra con que se nos alborota, y hasta 4 muchisimos infelices se pervierte de algun tiempo para aca. —Adivino perfectamente 4 donde va yuestra punteria. —No es muy dificil la adivinanza; empero, dejadme pro- seguir. —Adelante con los faroles. —Digo, pues, que es la famosisima «atracciény palabra de moda, y que ojala no fuese mas que palabra Palabrilla curiosa, bonitica, simpatica, de las que saben a mie y al- mibar, y gozan del privilegio, como esto Ultimo, de atraer asi multitud de aficionados a duices y golosinas, :Sabe V. aquello de la fabulilla? Aun panal de'rica miel Diez mit moscas acudieron, - Que por golosas muri¢ron Presas de patas en él. —jJa! ya! jJal ;Dulces recuerdos de 1a infancial —Si, y también verdadero retrato de nuestra situacion actual. . —El diablo sois para buscar similes y comparanzas. De~ ciais, pues... }, sefior, que esta palabra es la miel con que la Revo- lucién artera engolosina 4 muchos y los tiene caulivos en su red, ya que no siempre para que la Siryan activamente 4 ella, como muchas veces sucede, al menos para que no se la combata y hostilice como debieran todos los hombres hon— wados y de buena voluntad. Reparad para eso que en tres 50 “ CONVERSACIONES DE HOY sentidos se usa, y lo que es peor se practica, la palabra aatraccién,» y son los siguientes: 1.° Como simple atenua- cidn de formas. 2.° Como simple pretericién 6 silencio so- bre alguna verdad. 3.° Como simple manera de presentarla bajo cierto aspecto 4 Jos amigos 6 4 los adversarios. —Perfecta division de simples, de los que, amigo mio, re- sultaran al fin otras tantas simplezas. Y perdonadme la ex - presion. —Né, amigo mio, né simplezas como decis, juzgando por encima, demasiado por encima, el caso presente. No, no simplezas, sino verdaderos peligros y frecuentemente gravi- Simos desastres para la santa causa de Dios. Porque, vamos 4 ver? desgranemos algo cada uno de aquellos tres puntos, para que veéis, clara como la tuz del dia, su espantosa gra~ vedad. Es el primero, la atenuacién en las formas. —Pues esta, en verdad, me parece muy poca cosa. —No os lo parecera si considerais que por ahi se empieza el juego malvado de Ia «atraccién.» gSabéis lo qué es acos~ tumbrar fas almas 4 que oigan, sin horror, las mas grandes infamias? ,Sabéis lo qué es acostumbrar al pueblo 4 ver tra- tados con respeto 4 los peores enemigos de la verdad? Sa~ béis lo qué es acostumbrar el corazon propio 4 que no se subleve contra ninguna injusticia? ,Sabéis lo qué es acos- tumbrar los oidos 4 que reciban como exageracién cuales quier varonil arranque 6 impetuosa arremetida? gSabeis lo qué es acostumbrar los espiritus 4 ese perfecto equilibrio ¢ igualdad de formas comedidas entre lo que es intrinseca— mente malo y lo que es intrinsecamente bueno, entre lo que de veras se debe siempre odiar y combatir y lo que de veras (de veras, repito) se debe siempre amar y defender? ¢Sabéis lo qué es todo eso? Pues es la primera etapa de los triunfos del mal sobre el bien; es lo primero 4 que aspira aquél como prenda segura de su definitivo triunfo; es el homenaje del respeto, es la consideracién social, es la carta pacifica de ciudadania, es cuando menos el pleno reconocimiento en su favor de legitima beligerancia. ,Y todo eso os parece friolera y grano de anis? Pues 4 mi parécerne, amigo mio, que tal manera de «atraccién» es sencillamente la primera y mas comin y mas desastrosa manera de «transaccidn.» Ya sé que SOBRE MATERIAS DE SIEMPRE 51 se aducen aqui las reglas de urbanidad y cortesia; ya sé que hasta se invocan los sdcratisimos fueros de la caridad. ;Men- tira! ;Desvergonzada mentira! No se ha dado jamais verda— dera caridad en dafio de Ja verdad. Ni se ha estimado jamas digna la cortesia en ofensa y menoscabo del honor y de la virtud. Y {cuan frecuente es hoy dia esta fementida «atrac— cidn,» que no es en el fondo mas que vil y cobarde «transac- cidnt» . . —Lo es, en efecto. Mas pasemos ya al segundo de los pun- tos que sefalastcis. : —Tras la atenuacién de las formas, que fué el primero de vuestros tres puntos de vista, sefialabais como segundo «la simple pretericion 6 silencio sobre alguna verdad.» — También eso os parece baladi? —No tante, ciertamente, como lo anterior. —La verdad es que aqui sube ya algunos grados mas el concepto que llamaremos «atraccionista;» y por tanto la «atracciéa» es también aqui algo mas criminal y desembo- zada. Para muchos no basta, en efecto, conceder al error iguales miramientos y consideraciones que se conceden (y no siempre) 4 la verdad. Temiendo que alguna parte de ésta, aun con tales miramientos presentada, ha de atragantarsele 6 indigestarsele al enemigo, procuran bonitamente prescin- dir (asi dicen ellos en su vocabulario especial) de esa parte de la verdad cruda é indigesta, y para salir del paso y no herir susceptibilidades 6 crearse antipatias, callanse como muer— tos sobre ella, dejandola en ja oscuridad 6 penumbra de un calculado silencio; creyendo hasta tal vez que rinden con eso mas glorioso tributo 4 la verdad alejandola de la lucha, que exponiéndola 4 los percances y contrariedades de ella. Asi que en muchas cuestiones toman como mejor partido el de callar, —Excelente partido, por cierto, si hemos de atenernos 4 aquel viejo refran: «Al buen callar aman Sancho:» 6 tam- bién a aquel que, aunque turco, no deja de ser aplicable en tierra de cristianos: «La palabra es plata, y el silencio es oro.» —Muy turco es en el presente caso el iltimo refran, y lo invertirla yo del modo siguiente: «la palabra es valor y leal- tad; el silencio es desercién y cobardia.» sCon qué otros 5a CONVERSACIONES DE HOY ~ nombres calificariais, en efecto, la conducta del soldado que en lo mejor del combate plegase la bandera del castillo 6 la arriase 4 media asta por temor, 6' mejor, por el ruin pre- texto de que asi la ponia mas 4 cubierto de las balas del ene- migo, cuando en realidad Io unico que pretendetia el mise- rable fuera poner a cubierto de tales tiros su pellejo? —Razén tenéis. —Si, que la bandera de combate para eso se did al sol- dado, para que la acometiesen enemigos y la asaltasen para hacerla girones, y ta destifiesen iluvias y soles y la afeasen poivo y sangre de los combatientes. Que asi atacada y asi destrozada y asi afeada es cuando resulta gloriosa y enno- Dlecida, no cuando metida cuidadosamente dentro la funda 6 guardada en el arcén, atiéndese sélo por manos femeninas 4 que conserve su lustre y sus pliegues de aparador. Asi la verdad bajo del cielo y se nos did 4 nosotros, soldados de ella, no para que la tuviésemos guardada y archivada (caw- iiva, dice el Apdstol con frase mas enérgica) en el fondo del corazon 6 4 lo mas en los libros de las bibliotecas ; sino para que la lanzésemos 1a arena social, para que embistiesen con ella sus enemigos, para que entre la griteria y denues- tos y tiroteo de todos ellos ondease a todo viento y a toda borrasca, y fuese, asi como tersor y espanto de unos, con- suelo y aliento y firmisima esperanza de otros. Signum cui contradicetur ; este es el caracter esencial de ella, como lo fué de Cristo Nuestro Seftor y de cuantos en pos de FI fue- ron sus dignos porta-estandartes. —Va pareciéndome fundado lo que decis. j Toma! Tan fundado, que en muchisimos casos, en los mas, el mero callar constituye verdadera negacién y formal * apostasia, que ya veis es algo mis duro ue simple «tran- saccion.» —s Cuando? —Cuando es ley el hablar, —Y icuando es ley el hablar? —Cuando la verdad vejada y oprimida y escarnecida pide a voz en grito salgan los buenos a dar piblico testimonio de ella. Cuando con el culpable silencio pueden creer los incau- tos que se hace vergonzosa entrega de ella al enemigo por SOBRE MATERIAS DE SIEMPRE 53 falta de armas sdlidas con que defenderla. Cuando envalen— tonado éste, proclama ya su triunfo sobre ella, desamparada por quien debia con mas entereza sostenerla. Entonces es deber de cuantos tienen lengua ei hablar; entonces es cri- men imperdonable el haber callado; entonces bienaventura- dos los que por haber hablado y por no haber callado sufren vilipendio y persecucién, siquiera se les inflija ésta en nom- bre de halagiefias teorias «atraccionistas.» Bienaventurados, ha dicho el Sefior, Jos que padecen persecucién por la justicia, —Bien, muy bien. Estoy con vos. No se dira que perte- necéis al grupo de los melifluos y acaramelados. —No por cierto, jvalgame el cielo ! mientras Dios nos con- serve integra la {é catdlica y sano el uso de razon. —£sta bien. Pero os queda todavia el tercero de los pun tos de vista que ofrecisteis tratar. —Este ultimo es de no menor importancia, ni de menos frecuente aplicacién que los anteriores, —Vos diréis. —En efecto: nada mas comin en el dia que este singular procedimiento atraccionista. Rediicese 4 presentar de lado, y naturalmente siempre del lado mas simpatico, una verdad cualquiera de la cual se sospecha que presentada de frente ha de serle enojosa al enemigo. —Pues esto, ala verdad, no me parece gran culpa, sino solamente habil estrategia de retérico, que podria legar a ser, en casos dados, procedimiento muy recomendable. —Ciertamente, si no tuviese el inconveniente muy serio de engafiar al adversario en vez de convencerle, exponiendo mas tarde la polémica 4 todas las contingencias de] desen- gafio, en vez de lograr con ella lo que primariamente procu- rarse debe, que es la firmeza de la conviccion. —No acabo de verlo de esta suerte. —Pues jo versis muy pronto si no os ciega, como 4 tan- tos infelices del dia, voluntaria y miserabilisima ceguedad. —Daos prisa, por Dios, en alumbrarme. —No lo toméis 4 broma, amigo mio; que vos mas que otro alguno puede que andeis un tantico necesitado de esta tuz. Decidme; suponed que se habla de la Unidad catélica, tema tan controvertido en nuestros tiempos, Y suponed que ‘7. 1z.—-5 un defensor de ella, mas 6 menos resabiado de Liberalismo, deseoso de que no se haga aborrecible dicha Unidad, aun a los mas empedernidos liberales, pone todo su esfuerzo y ci- fra toda su habilidad en de ta! modo presentarla 4 los ojos prevenidos, que no les parezca dicha Unidad tan fiera, tan intolerante, tan intransigente con el error como debe natu- ralmente serlo, para que ldgicamente sea lo que debe ser. Suponed que de tal suerte se las compone el habil apolo- gista guiado por sus ideales de atraccién, que la tal Unidad, sin dejar de Hamarse tal y aun sin dejar de serlo material- mente, puede Slegar a disfrutarse sin renuncia de ninguna de las famosas ventajas de la libertad 6 tolerancia; Unidad muy solemnemente enaltecida en proclamas, muy grave— mente afirmada en los cédigos, con letras de oro escrita en las banderas de los ejércitos y en los frontispi ios de los pa- lacios; pero muy compatible con la secreta urdimbre de las logias, con la pretendida inviolable autoridad de ta ciencia, con el fuero diplomatico de los extranjeros, por no hablarse poco ni mucho de sancign alguna penal que la tal Unidad proteja, adiriais vos en este caso que es nuestro retorico un verdadero y leal defensor de la Unidad catélica, como la en- tendieron siempre los buenos amigos de nuestra patria y de su vieja bandera? —Es claro que no. —Y sin embargo, el tal defiende la Unidad catolica. —Es verdad. —Levantad, pues, acta del caso, y vamos a otro, Tratase de Ia Inquisicién. —Sucede, como sabéis, que para un atraccionista de los que hoy se usan es el mayor de los apuros hablar de la Santa Inquisicidn. {Qué congojas asaltan al infeliz al tener que ha- bérselas con tal espantajo! Mas aqui de los listos: nuestro hombre sale bonitamente del Jance por medio de su socorrido camodin, Dice sencillamente que no quiere para su patria el espionaje religioso, que tal vez le acusan de querer restable- cer los enemigos de su programa. Con lo cual se os queda tan fresco y campante el buen atraccionista, que en rigor ni ha hablado mal de a Inquisicién, como podria siendo por otra parte tan buen cat6lico? ni tampoco ha dicho qui- SOBRE MATERIAS DE 35 siese admitirla; como atreverse 4 eso tratando de atraer? Hé agui, pues, otro caso de los varios en que se aplica, 4 las mil maravillas, este procedimiento que Hamaremos de ter- giversacion, —Lo cual, y dispensadme, no es, como vos pretendéis, pecado de transaccién. —Extrafio a fe vuestra inocencia, y siento mucho, amigo mio, tener que quitaros las mas bellas ilusiones de ella. Transaccion es, y de Jas mas pérfidas y ruines que pueden inspirar e! miedo y la cobardia, cuando no el calculo, que seria movil peor. Es la transaccion que disfraza la idea con nombre postizo, 6 que viceversa os da un nombre hueco, sonoro como todas las cosas huecas, pero sin la idea que pretende representar. Transaccién vilisima que sdlo tiene una ventaja, y es, la de que no consigue sostener por mucho tiem- po su farsa y embeleco. Es natural, en efecto, que receloso el contrincante 6 adversario 4 quien con ella se pretende embobar, pida al poco rato explicaciones, teniendo forzosa— mente que romperse con éstas todo el artificio del disfraz. —Resumiendo, pues... —Si, que es hora ya de resumir el debate. Resumiendo, pues, diremos en conclusion que las artes atraccionistas que hoy, por desgracia, se estilan entre muchos, no son mas 4 la postre, que verdaderas aunque vergonzantes transacciones. Que la famosa hipotesis de marras era al fin mas digna y eal, porque se Namaba con este su propio nombre, admi- tido en Jas escuelas y en la controversia, aunque por for— tuna no exigido todavia por las condiciones actuales de nues- tra patria. Que mas noble y de mejores resultados para la verdad es ja atraccién verdadera que ejerce ella sobre los espi- ritus presentada con su esplendor y varonil entereza, por mas que 4 los apocados espante 6 desaliente, que no esotra atraccion mentirosa que se pretende ejercer sobre Jos adver- sarios, apocandola, encogiéndola, mutilandola, mal disfra~ zandola para ponerta 4 su baja talla. —Atraccién por atraccién, vale sin duda mas la de Ia in- transigencia viril y castiza, que la de la componenda feme- nina 6 afeminada. —~Y si de eso necesitasemos experiencia prictica, la ten- driamas hoy al ojo, como vulgarmente se dice, CONVERSACIONES DE HOY —Pues, en los recientes errores del Iamado Americanis- mo, que ea famoso y por mil titulos celebérrimo Documento acaba de condenar nuestro Santisimo Padre Leon XHl. El Americanismo de que se trata no venia 4 ser, entre nuestros hermanos de! Norte- América principalmente, mas que un especiosisimo y 4 todas luces seductor sistema de atraccién y de transaccién entre cl Catolicismo y las sectas disidentes. No se trataba, al parecer, mas que de acortar distancias para la mutua aproximacién, mas que de suavizar asperezas, mas que de aunar voluntades. Se pretendia allanar caminos, fa- cilitar abrazos, conciliar gustos y puntos de vista. Mas jay! no partiendo de los intangibles sacrosantos derechos de la verdad hija de Dios, sino de los antojos acomodaticios del hombre, y en eso estuvo el herctical error que tan 4 tiempo ha desenmascarado, siempre vigilante y perspicaz, el infalible magisterio de la Iglesia. Rudo golpe ha recibido con eflo el atraccionismo en Religién: gran victoria la tan maldecida y maltratada y mal comprendida intransigencia catolica. .

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