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Este punto de vista sobre el cambio ola transformacién requiere que sdoptemos una posicién distinta respecto de rucsiros clientes, ello me reffero con la expresion pasture © filoofica—n modo de ser—en relacion con nuestros seme- Jantes, una manera de pensar sobre ellos y de interaetuar © con llas Anderson, 1995). Mi postara filoséficarefleja una | tetitudy un tono que sirven de ton de fondo a mis relacio © nes con los clientes al proceso terapéutico, y determinan © ézno me sito en una conversaci6n, Bs una posieiin autén- Aiea, natural, espontanea ysostenida, que adopta una forma © nica en cada relacisn y diseurso, Reintroduce alas perso- Shas del cliente y del terapouta en cl eonsultori. Me hace enrar no tanto cn mi papel o funcidn como terapeuta, sino fs bien en mis relaciones con mis clientes, Este enfoque de pia se caracteriza por una postura filséfica quo matiza 5, Postura filosofica: posicién, pericia y responsabilidad de los terapeutas «No se puede ayudar a otro sin arriesgarse uno mismo». Carl Rogers ‘La mayoria de las teorfas terapéuticas ven a los terapeu tas como expertos objetivos, neutrales y técnicos, conocedo- res deo normal y lo patolégico, y capaces de «leer el mundo interno de otra persona. Diagndsticos, estrategias y objeti vyos se basan en el supuesto de que los terapeutas poseen wn saber especializado. El interés y la responsabilidad recaen ‘en la produceidn de un cambio que se consigue por influen- cia y sabiendo en qué consiste. Estas teorfas postulan una, relacién entre un experto y alguien que no lo es, ¥ suponen que una persona puede cambiar a otra, 0 por lo menos in: fluirla para que cambie. Hay una desigualdad intrinseca entre cliente y terapeuta. Por su parte, una terapia basada nia ideologia posmoderna de los sistemas lingtiisticos cola borativos propone una posicién muy diferente para el tera: peuta, {Cusil es la diferencia? {Cémo se posiciona un ter peuta respecto del cliente? {Qué se propone el terapeuta? {Cudl es eu funcién, su responsabilidad? {En qué sentidac ‘un experto? ‘En mi enfoque terapéutico, el interés y la intencién det terapeuta consisten en establecer uns oportunidad para ¢l didlogoy, a través del didtogo, en crear oportunidades de aw todeterminacién, libertad y posibilidades tinicas para ean cliente y su situacién, en cuya invencién o perfeccionamicn. o el clignte participa. Estas transformaciones consisten en y resultan de la creacion dial6giea de una nueva narrativa. Tin otras palabras, el cambio! ocurre conforme el diailon Maye. Profiero lamar posture fidosdfica la posicién del terapeu- fi porque representa y alienta una manera de observar y iitir el mundo desde mi vida profesional y personal. Nues- 08 valores y preferencias —nuestra filosofia de vida— luyen en la posicién que adoptamos en relacién con otra te, Es una posicién metafiriea, que transmite nuestros iiributos sociales y personales, y deviene eparte de nuestra 0 én discursiva de historias personales, que otor- ilidad a las acciones de una persona y las deter- 95, pag. 876). Un terapenta se eonstituye en un recurso @ wha manera de ser. uals son las caracteristicas y los aspectos pricticus a postura? {Cémo se expresa en el dominio de la terapia? nanera alienta un proceso ative y promueve una terapia caracterizada por la eo- 60, la coproduccién y Ia construceién? ‘yofiere la polabra eansformotion, que sagiere miés un eo-algo-en- ! Vacilo en utilizar la palalira cambio parque enol diseur ides; pore por la fuerza del habe, endo‘ usar amas. sovele asomie un significado lineal ¢ individualista: alguien © In 137 Caracteristicas de una postura filoséfica Compefieros en un didlogo: cliente y terapeuta como ertos, a lo que aporta cada uno Un enfoque colaborative se centra en el sistema relacio- nal y en el proceso por el cual cliente y terapenta se asocian para contar, preguntar, interpretar y dar forma a las na- trativas. En este enfoque, la pericia del cliente y del tera- peuta se combinan y funden. Pero eudl es el aporte de cada wn cliente es expertoen el érea del contenido, en las expe- riencias vitales que Jo han trafdo a la relacién terapettics Cuando los clientes narran sus historias, pueden sentir y econocer sus propias voces, su poder y su autoridad. Un te- rapeuta es experto en el drea del proceso, en participar con él cliente en un proceso dialégico de narrativa en primera persona, En cierto modo, los papeles de terapeuta,y cliente se invierten: EI cliente se convierte en el maestro.” Bl tere- peuta adopta la postura de «Yo estoy aqui para aprender s0- ‘pre usted, de usted». Como dijo una joven cliente a su tera- peuta que vometia errores, entendia mal y no sabia: «Cuan: do usted sea famosa como Freud, va a tener que decirles que yo fui su maestre> Un terapeuta como creador y facilitador de un espacio y tuna produccidn de didlogo En el proceso colaborativo, Ja terapeuta no es mas que tuna de muchos autores de narrativas todavia no contadal —emergentes y cambiantes—. Participa como una const tora que facilita ¢ indaga, més que como una interventort jinstrumental.® La posicién facilitadora promueve un proce | 0 que mantiene a todas Jas voces en movimiento y contri puyendo. Un aspecto central de esta postara es a capaci sta idea sri de mi colaborci con a clegn Artne Bat $ Antes ulilizaba la nocién de coautor, pero ya no me parece aden [Lae nunca narrativas tambign reeiben Ta influenels de relaciones y {ecliienten externas al consultori; el terapeuts es simp eats unitiples autores esto an el honesta y sincera del terapeuta para recibir, invitar, respo: tar, escuchar y envolverse en la historia del cliente. Un tera peuta quiere que cada participante en la conversacidn sien: ‘ta que su version os tan importante como las otras. Es una posicidn de multiparcialidad,* en la cual se alia simulté neamente con todos los participantes. Es muy diferente de Ja neutralidad, donde se esfuerza por no aliarse con nadie. En mi experiencia, la neutralidad suele hacer que los elien- tes se pregunten, cospechen, y a veces se convenzan de que ‘estamos del lado de alguien ¥ creemos en una versién més que en otras. Cuando esto sucede, la gente puede abalan- zarse a competir por la aprobacién del terapeuta. Lo que un terapeuta colaborativo no es Amemudo me preguntan si el abandonar la posicién de _ sexperta no puede llevar a una actitud pasiva,y si sindagar "al otro» es suficiente. Estas preguntas se basan en una no- ifn cientifica modernista, segsin la cual la btisqueda de la eérdad y el logro del saber son fundamentales, y ayudan a _téclarecer lo que los terapeutas no son. Los terapeutas no son editores de narrativas. Cuando la apeuta es una experta en contenidos —una conocedora, jehistorias humanas y de omo deberian ser contadas 0 ¢s- tructuradas, y recontadas y reestructuradas—, implicita- ‘mente adopta el papel de experta en narrativas enya fun- “tidn es editar —guiar o revisar— la historia del cliente. La spia historia (como si hubiera una historia para contar), ‘el objetivo de resolver el dilema planteado por la narra- del cliente y, de esa manera, cambiar la narrativa. Para Ja terapeuta puede modificar, reordenar y dar forma a toria del cliente, haciéndola més apravechable desde to de vista del terapeuta. O la terapeuta puede «de- iruir- el lenguaje de la narrativa, para reforzar solucio- existentes o permitir la emergencia de nuevas solu- 9. Desde mi punto de vista, estos intentos de modificar iirrativa del cliente constituyen un trabajo de edicién sion, correceién y embellecimiento—. La tarea de la 139 terapeuta no es deconstruir, reproducit o reconstruir la bi toria del cliente, sino facilitar y participar en su narraciin y renarracién, La edicién de narrativas es una cuesta resbaladiva, Lat posicién de editor de narrativas requiere la pericia téenicn del editor. Esto supone ciertos riesgos. Implica que el tera- peut pose miis credibilidad, como experto en historias hu manas, que el cliente. Supone que puede «leer» al cliente. Convierte a los terapeutas en arquedlogos que creen en la existencia de wa historia, con un significado imaginado, que es preciso descubrir 0 volver a contar. Estos terapeutas corren el riesgo de creer que hay historias humanas univer- sales, y que no hay nuevas historias para escuchar, Corren el riesgo de traducir el lenguaje y la metéfora de una narra- tiva en primera persona, al lenguaje téenico profesional, con sus supuestos acerca de la naturaleza humana. Es preciso ser euidadoso. Si creemos que somas parte de tun efreulo interactivo, debemos actuar en consonancia con esa creencia. La posicién del editor de narrativas, con sus riesgos concomitantes, desestima el lugar del cliente como parte del circulo de significado, y hace que la construccién de significado ocurra en una esfera universal en lugar de Ja esfera local. Excluye, por ejemplo, ala mujer negra cuye hijo amenaz6 a un companero de escuela con un revélver. Cuan- do el terapeuta adopta la posicién de editora de narrativas, no hay lugar para esta madre; no es su historia. Ala vez, lt expectativa y el temor de la madre —que el terapeuta no comprenderd su situacién y no podra ayudarla— se ven va- Jidados. Lo que es mas importante, el papel de editor de na- rrativas es un papel dominante, que ubica al terapeuta en ‘una posicidn jerirquica y dualista en relacién con el cliente. El riesgo intrinseco es la marginalizacién de la historia en primera persona de la madre, y el apoyo al discurso social dominante. Incluso los terapeutas que intentan combatir ciertos discursos sociales dominantes pueden, paradéji mente, marginalizar a sus clientes cuando suponen que stta contranarrativas (por ejemplo injusticia social, desigualdad entre los géneres, colonizacién institucional) son mejores. Los terapeutas no son tablas rasas ni pantallas en blan co, Al igual que nuestros clientes, los terapeutas tambien tracmos at la terapia muestro saber, experiencias previns rmeias —nuestras precomprensiones (Gadamel, 1975, 1988; Heidegger, 1962). Sin embargo, debemos tratar de no convertirles en prejuicies; por ejemplo, en un plan preconcebido de céuno el clionte deberia encarar la re- solucién de un problema. En cambio, debemos esperar que esto surja de nuestras conversaciones. _, bos terapeutas no son negociadores a drbitros de diferen- cias.® Tampoco tratan de confrontar o sefialar diferencias El objetivo no es la sintesis 0 ol consenso, sino la mmultiplic. | dad de versiones. bee a ee (as acciones, Son participantes en una conversacién, Los terapeutas no son interventares, ni tampoco son pasi- le: Quiero dostacar que no se trata de un modo mecsinico, Intervencionista, decidido de antemano. Guiado por el clien. el terapeuta es «parte de un sistema circular intoractivos lamer, 1975, pag. 361); no un timonel, sino solamente “una parte de un sistema de influencia mutua. Por ejemplo, terapeuta no controla la conversacién, no establece el te. aurio, ni lo orienta hacia un contenido o resultado espeeifi- ,¥ tampoco es responsable por la direceién del cambio. El ivono es hacerse cargo, ni intervenir; el objetivo es faci- ar el didlogo, ya través de él crear la oportunidad para In iergencia de nuevos significados, narrativas, conductas y nociones. El terapeuta busca estimular el didlogo interno Wersaciones silenciosas con uno mismo o un otro imagi- b}y el externo (conversaciones en vor alta con otro). La icién no intervencionista, no jerarquica, noes necesaria- fe pasiva o inovente. No significa que todo vale, que el ipeuta est a la deriva, o que no influye. Elterapeuta es ero no directivo, siempre influye en el cliente; del 19 modo, el cliente siempre influye en el terapouta, ‘Para mi, neg Ao adversaries, la resolucién de diferencias eanflctivas, conto ea ten, un arbitraje, una iakereesin o una mediacién Una «manera de ser» versus un «sistema para hacer» En este enfoque, la terapia permite el desarrollo y utili zacién del estilo personal de un terapeuta, Cada terapet aplica esta filosofia a sus relaciones terapéuticas de una ‘manera Unica, adaptada a su personalidad y su bagaje de experiencias, y a las caracteristicas singulares de cada si- ‘tuacién terapSutica: los individuos participantes, la impor tancia de la conversacién y su contexto. En otras palabras, Jo que un terapeuta dice y hace cambia de un cliente a otroy de una sesisn a otra, Este hacer lo que la ocasion pider re- quiere elasticidad. Hay que poder y querer cambiar el pen- samiento y la aecién para adaptarlos a las exigencias de ca- da situacién. Lynn Hoffman (comunicacién personal, octu- bre de 1994) lo llama «estar listo para la accién. La incertidumbre que resulta cuando el terapenta trata de adaptar sus palabras, acciones y pensamientos «momen- to.a momento- suele ser perturbadora, porque en el mundo occidental estamos acostumbrados a la certidumbre de las conductas guiadas por recetas. Estamos acostumbrados a identificar las estructuras de pensamiento y accién de wi terapeuta cuando lo vemos en aecién. Cuando no vemos I que esperamos ver, es dificil imaginar lo que el terapeuta hace ova a hacer. Por eso, quienes ebsorvan a un terapeuta que trabaja con un enfoque colaborative acaso no puedaii ver nada que cea diferente de lo que esperaban ver. Es pe: sible, sin embargo, observar a un terapeuta o a varios tera peutas por cierto tiempo y encontrar similitudes y pautas, Como lo demuestra la investigacion, tendemos a observar lo que creemos y a encontrar lo que buscamos (Jones, 1986; Rosenhan, 1973; Scarr, 1985). Esto se aplica a la investiga: cién misma. ‘Con Ia idea de esclarecer esta idea de la postura filos6ti- ca, suelo hacer que mis estudiantes y eolegas que me visita pasen algin tiempo con varios terapeutas cuyas préctican obedecen a una postura coluborativa. Quiero que vean que hay diferencias entre nosotros y entre una y otra circunt tancia, aunque los supuestos que informan nuestras préeti cas sean los mismos. Quiero que aprecien los recursos esp cificos que requiere cada situacién, que entiendan que pus den expresar sus personalidades y estiles en su trabajo (que ni necesitan ni deberian emular los mios o los de otro), y que lan pueden ser tan imaginativos y creativos como quieran. Cuando tratamos de reproducir el estilo de otro, acortamos los pardmetros de nuestro pensamiento y accidn, y por lo tanto limitamos nuestra creatividad y nuestras opciones, y las de otros. ‘Me considero una invitada que visita a los clientes por breve momento, que participa en una pequefia porcidn suivida, y que flota dentro y fuera de las conversaciones ontinnas y cambiantes que ellos tienen con otros. Quiero puna invitada tolerable. La psiquiatra Sue Chance (1987) ara su relacién con sus pacientes con la situacion de ftada a una cena. ‘idea no os que mis idas y venidas se conviertan en el tro de la vida de mis pacientes, Soy una invitada a una Estoy allf porque me convidaron. Hay una etiqueta. Jes ensefie modales. Quiz comparta algunas recetas. tizd traiga un plato que nunea probaron. Sin embargo, 00 en el hogar de ellos. Son ellos los que viven all. ‘Lo mismo vale para mis amigos. Debo ser cortés. Cuan- despido, espero mostrar consideracién. Espero que a a mpo que pasamos juntos. Espero dejar algo de mai. Sé que llevo algo de ellos» (pag. 21). a nce continiia refiriéndose a las conversaciones que an, Jas que se quedan con ella, ¥ las que los pacientes Hlevan consign. rhe tenido mis propios invitades. Y sé cudles no fueron ygor0s, Y sé cuales fueron deseonsiderados. Con el tiempo, de que alguna vez estuvieron aqui. Los que fueron -compalifa permanoeen en mi memoria; recuerdo la riuigidn, recuerdo el placer de compartir mi mesa con ‘Aveces miro hacia a la silla donde se sentaron y casi yerlos, Ciertamente puedo sentir su presencia. Re- vverlos partir con cierta pena, y saber que debian ha- (pig. 21), 14a Hc escuchado el mismo tipo de comentarios en boca de clientes. Lars, reflexionando sobre una conversacién con Harry Goolisbian, dijo: De tanto en tanto lo veo frente a mi, dlicicndo esos, Otra cliente, Alice, quien se encontré con Goo- lishian aos después de su terapia, describié asi stu expe- rieneia con él y sus conversaciones: ‘Cuando estaba en la escuela secundaria, necesitaba ba- blar con usted todas las semanas. Tenia tanto miedo de ira la universidad, de fracasar. No podia imaginarme qué haria si no podia verlo mas que una vez por mes cuando viniera a casa. Usted sabe lo que hice. Lo evé dentro de mi cabeza. Si era necesario, me preguntaba: «{Qué diria el doctor Goolishian?» 0 «ZQué me pregunta- ria?», y usted me contestaba. Después, cuando terminé Ja universidad y me mudé lejos, usted se vino conmigo. Un dia me di cuenta de que ya no necesitaba Hevarlo conmigo porque ya no necesitaba seguir hablando eon usted. Podia hablar conmigo misma, Pero de tanto en tanto, cuando lo necesitaba, lo invitaba a mi cabeza, co- smo se invita a un viejo amigo a cenar. Cambio en el terapouta: riesgos de la posicién de saprendizs Elteraponta que adopta esta postura filoséfica y partici pa en este tipo de proceso dial6gico también corre el riesgo de cambiar. En un proceso de influencia mutua donde et cambio es Ia consecuencia natural del didlogo, el terapeuta std tan sujeto a cambiar como el cliente. Parece ilégico su proceso transformacional y no ser transformada. Como dije- ra una estudiante: «Entiendo. Si no puedo cambiar mi pen- samiento acerea de algo, ge6mo puedo esperar que el clien- to lo haga». Histo significa que podemos cambiar nuestrivs idea mes nceren de un problema, una persona 0 unit ‘Que poilomos cambiar una condueta. Pero tam fea, y entero ‘o, que nuestra ética profi norales mvis profundos ¥ aprecia- saujetos a eambio. Yo wuestra ereatividad Dion signi sionad, nuestros valores oe eqendlns exp arena ad poner lo contrario, pensar que una puede envolverse en us yrnos impulsa auna aventura de continuo aprendizajey ere- ‘cimiento personal. Podemos tomar control activo de esta aventura si operacionalizamos la nocién de «investigacion y aprendizaje en la prictica cotidianar. in y aprendizaje en la priictica cotidiana El posmodernismo, como critics ideolégica y eomo postu- ra filosofica, me exige y permite tomar conciencia de lo que 86 0 creo que sé, cuestionarlo, reflexionar sobre ello. Con- Giencia, cuestionamiento y reflexién se combinan en un pro- £030 de investigacién y aprendizaje en la prictica cotidiana, “que me transforma como profesional y como persona. Lo “que aprendo, y cémo lo aprendo, es un proceso fluido, in- teractivo, y construido socialmente. Incluye mviltiples con- ‘Yersaciones, mutuamente reflexivas, conmigo misma, con clientes, colegas, estudiantes, y otros. Estas reflexiones dizaje, que va més allé del simple «aprender la historia del liente» y més alls de la experiencia de Ia terapia. Ser tera- _ pouita, definirse y desarrollarse como tal es un proceso. Esto ‘Schn (1983) ofrece una valiosa perspectiva sobre el sa- {¥ la investigacién profesionales como parte de la préc- catidiana, en The reflective practitioner: How profes- think in action. Schon cuestiona a los profesionales no reflexionan sobre su practica —que no reflexionan sus pensarnientos y acciones. fuchos profesionales, encerrados en una perspeetiva de si tismos como expertos téenieos, munca encuentran ocasio- :para reflexionar en el mundo de la préctica, Han Nega- a lominar en demasia las técnicas de desatencisn selec- ta, categorfas de chatarra y control situacional, y las usan para preservar la constancia de su conoeimiento-en-la- tica. Para ellos, laincertidumbre es una amenaza, y ad- la, una seftal de debilidads (pag. 69). ‘estas circunstancias, Ja técnica adquiere precedencia Ja persona, 145, saty de acuerdo con Sehén en que la bureeracia profi- sianat nviena y refuerza el conocimiento y 1a pericia tent vin y el aypnuento de que cada profesional es auténome 7 ce sc (piss. 326-38). De ese modo se pierden opar trices part In innovacién, la caproduecién y Ta adaptor cambiantes, Schén exborta a que los profesic- vv reeonzcan que sus conoeimientos son parte de up a ode sentidos, ¥ que sus aeciones pueden tenor dife- ven nontidlos para diferentes personas (pig. 295). Como ie qnera de superar Ia hegemonia de la téenica y 18 pritienaislada —o lo quo yo lamo la pericia en spiel ie tic, Sebdn propone el «saber-en-aceién» (Pag, 49)¥ tain flenion-on-accion» (pég. 126) no s6lo debemos reflexio- ae ere aeeiOn, sino también reflexionar sobre nuestro refle Mionaren accién. La reflexin, y las reflexiones sobre as re" Toxiones, conciernen al conectar, al coproducir y al cons: pete y representan una forma posmoderna de saber. $e thats de una exporioncia auto-educadora constante, donde Ja préctica de Ia terapia es una Jos terapeutas (Schin, 1983, pig. fon la postura de no-saber) es Jo que difereneia a ls tera poutas que no se aburren 0 agotan con su trabajo, eos due sf lohacen. She importante mencionar aqui la extensién de la practi cadel equipo de reflexién (Andersen, 1995a, 1996) a la ev’. oSbe det trabajo clinico, que ejemplifica bellamente la ea de la investigacién como parte de la pritica cotta: ne. Con el apoyo y asesoramiento de Andersen, varios ppeutas y equipos terapéuticos han invitado a sus cline Pojogas de la comunidad no sélo a ayudar en la eval Ge cus précticns, sino también a participar como cosns, iyaddores, Clientes y colegas partcipan en el diseio de Ia a ernaciones, incluyendo las preguntas a formular: Los to: ‘rapeutas Tes preguntan, por ejemplo: «Z@ué preguntas Pe vmque debemos hacerle?y «ZQué tipo de informacién i 66, wn at?» Okjellberg, Edwardsson, Niemela y Oberg, 196) Kjeltberg et al., 1996). Hipte enfoqtue colaborador e inchusivolha contribuido a sclucimen entre profesionales, x entre profesionales y elie) qe Larue css mis importante, eLenfoque eolaborative rp Tatelitiem: en In primora Kinea de la investigacion, y plat anata ta ido tradicional de que ta investixsei® cian mw moe / | debe estar a cargo de académicos alejados de la prtctica cli- | nica. En manos de los clnicos, la evaluacién y la investi ct fe Seeger nen pin Sr para la préctica futura. Es un proceso dialégico a: 2 Seipato. Ho qu, en las palabras de Gergen dps ol dislgoha- Ei lente yo también un proctn colaberativoqus cot Fertonas tienen un sentient de pertanenias Haver piiblico i La nocién de reflexionar (y en general la de tea cereciona con ado ast pblin, Bato sigiton iter re dispussta a revel, a compartir nis didlogosy |g emes mis aint, res eae j lasiones, interrogantes, opiniones, tomores: a aceptar ‘tealimentacién, evaluacién y critica. Por lo tanto, me expon- |) go mas como persona ante mis clientes. Prefiero piiblico a hista) porque no creo que otra mue otra persona pueda realmente avernos», 0 nosotros a ella. Mas bien, 36 > eu ove mper bien, silo podemos ver lo sta postura piiblica difiere marcadament : mi te de la priva- Bia ol secrete unl zients ssocindo ono papel Gel peo Berios). Come dice Schba (1969) ol profesional acretur joa jugar el papel de experto ahora encuentra que de tanto en tanto se es} c spera que revele sus incertidumbres: : ae que de ordinario se espera que roteje swear 7 ae experto como algo privado y misterioeo, ahora secs Y , , ahora se ¢ ee a en palin sabre su Saber-en la préeties ene saber especializado a la curiosidad Bl reflexionar puede estimulas i 2 ; ry garantizar l - | 6a de miltiples voces y perspeetivas en los Sa Bsc intel terapeuta puede tonor muchos ponas- Be 90s eiguncs compatibles, otra emizaicnrae— zl logo holandés Hermans (1995), interesado en la natu- 147 Sénicas de las novelas de Fedor Dostoievski.® Bn sus libres. ‘Dostoievski es sélo uno entre muchos personajes: En layin de ser “esclavos obodientes” al servicio de las intenciones de Dostoievski, los diverses personajes son capaces de erguirse junto a su creador, disentir con él, incluso rebelarse contra ls (pig. 877). Mi reflexionar y mi mostrarme al otro me permiten —y permiten al otro— una mayor flexibilidad para lidiar con as multiples opiniones, a veces conflietivas, sobre las com- plejas situaciones vividas por los clientes. Me permiten te- ner o expresar una opinién fuerte y participar en situacio- nes controvertidas sin adoptar posiciones polarizadas o rigi- das. Todo lo que se dice es provisorio y util. ‘Desde el punto de vista posmoderno, un profesional (por ‘ejemplo un terapeuta) eaboga por y actiia de acuerdo con su propia perspectiva de Ja realidad, al mismo tiempo que Ja somete a la reflexion —adoptando una postura contraria a la de sus oponentes {por ejemplo, los clientes}, y al mismo tiempo tratando de comprenderlos: (Schén, 1983, pag. 350). Ser piblico no se limita a Ja informacién profesional sino que también incluye lo personal. Nome refiero aqui a to que suele lamarse «revelacidn de sf, 0 a una violacién de limi- ‘tes en ol sentido de revelar secretos o intimidades persona- Jes, aunque no me opongo tanto como otros terapeutas a que mis clientes sepan sobre mi, Es natural quo nuestros clien tes sientan curiosidad hacia nosotros; {edmo podria ser de otra manera? Recuérdese el comentario de Sabrina: «No sé nada sobre usted». ¥ que mas tarde se pregunté (refiriéndo: se a su terapeuta) «iEs casada? {Qué clase de relacidn tiene?». Luego, al finalizar la sesién, lo pregunté. tra cliente a quien entrevisté acerca de sus experien cias con tres terapeutas diferentes dijo: «{No es curiaso que ‘una tenga que confiar en la terapeuta, pero no sepa nada so: bre ella? Es como estar desnuda enfrente de alguien con r: — ‘pas. Seria muy bueno saber un poen quién es la terapeutie, Con esta idea, al final de una sesién le dey al cliente, ¥ quienquiera que esté presente, la oportunidad de hacerine © La nocién de Hermans es sizailaraTos eanceptes sobre los persona de Dostojevekd, que se axaminan en el eapttulo 1. 148 proxunts. En una situncn tpi die a un cliente: Le he hecho un montén de preguntas, 3 ahora mi i Iiny alo quo usted me quicra prguttar amas «Me gustaria saber un poco qué hace en Texas, contests Le die Toque hag, y demi interés por aprender mas acerea de personas como él y las situaciones ean taben beyando,yermiag conan -gOksy ne Dijo: «Eso es muy intoresantes. «Algo més que quisiera saber?», pregunté. EI respondid simplemente: «Creo que esti bien. Yo veo esto como una posibilidad de aprender algo més acerea de “tmimiemo y de vor le que ocurre a mi alrededor». Posicionarse de manera mds abierta y refloxiva en re- Aucién eon los clientes requicre vexpandir y profundizar la | cepacidad de reflexién-en-accién, para lo cual los profesio. -nsles han de descubrir y reestracturar la teorias interper- s de accidn que traen a su vida profesional» (Schon, ig. 359). Alo cual yo agregarfa: «Y que traen asu vi. ia personal». Algunas teorias no permiten este tipo de re- n; seria una contradiecisn intrinseea, Por efemple, las flexiones en publico podrian sor consideradas no empiri- , violadoras del principio de confidencialidad, traspasa- de limites, antiéticas, o demasiado relativistas. Lo 1¢ es mas importante, podrian amenazar la certidumbre saber y por lo tanto la existencia mismna de la teoria. Responsabitidad compartida ‘La responsabilidad es un valor de nuestra cultura. Que- 8 que cada uno sea responsable y dé cuenta de si, ante ism y Tos dems, Sin embargo, ls terapoutas no siem- ® ereamos los contextos y las relaciones que hacen posi fablan la responsabilidad. Estamos entrenades a jpar en conversaciones desiguales, para quitarle res- dilidad al cliente, para ser expertos en cémo la gente eri vivir su vida, en las narrativas que son buenas 0 el sponsabilidad se hace compartida, Hay quienes piens: ; piensan Jos Lorapeutas que trabajan colaborativamente abdican muamiente de su responsabilidad; no es asi. Cuando la 149, Iernpmuita asume Ja postura filoséfica reflexiva, el dualismo ‘entre terapeuta y cliente colapsan, y la res- ‘realidad, yo encuentro que en onistas sociales abordan el tema dela ae ebitaa 1975, 1990, 1995c) responsabilidad moral, Shotter (1974, 9 te idad de inerementar y compartir la respon- Quiere «reconstruir Ia psicologia como una cien- accién creadora), mas que como ‘mecénica)> (1995¢, eauestras especia- cia moral de la accién (y la tuna cieneia natural de la conducta (y su srgumento de base es que .s internas” [lo que creemos saber) earecen que podamos hacer pig. 885) Sua les “experiencia aD de valor en e] mundo externo a menos Whe euenten para otros (1995a, pag. 386). Bl fldsofo ana iasdair MacIntyre sefiala que el constraccionismo so- ial tiene la responsabilidad moral de cancelar el control de Jos expertos sobre la vida de la gente, ‘da responsabili ‘en elacién mutua, donde la tarea tos y situaciones en que las mutuamente como seres éticosy (dad por sus formas de vida a las personas es identificar los momen- personas pueden cotcjarse (citado en Shotter, 19950, Otros formulan el mismo cuestionamiento. EI psicdlogo (1995) sostiene que «no hay muchos psicdlo- de la libertad y la responsabilidad J, los supuestos dela disciplina no ‘Frooman hace una distincién entre ‘como «responsabilidad por nucs- «responsabilidad ‘Mark Freeman wpaetuome a fame en gene lo: titen» (pag. 357). la responsabilidad moral pone etary hacia los otros, especial sido eclipsados 0 que 8 Algunas filésofas y psicdl ‘estudios de la mujer que si-mismo (Code, 1988; M. también subrayan la nocién races (pig. 858) y como JImente aquellos cuyos derechos han, sufren innecesariamente» (pag. 858). y especialistas en relacional del jlogas foministas adhieren a la nocién Gergen, 1995; Hughes, 1988) de responsabilidad: Mary Ger 7 hotter (1990), alarmado ‘que a Tams sprosectos mi tar sumeeanisino comoun pretexto para {que a au jueio eran propuestas politicarente re ‘gen (1995) advierte que «el movimiento hacia un sf-mismo relacional no erradica el lenguaje de Ia eleccidn y Ia accion _ morales (...)(sino que) sugiere la necesidad de revisar qué constituye una accion moral, a través de la lente de! plura- ismo- (pag. 366). Lorraine Code (1988) pide un saber res- ponsable; Judith Jordan (1991), la mutualidad de la respon- abilidad, Kenneth Gergen y la investigadora Sheila McNamee (2994) sugioren que el objetivo de una exploracién de la res- ponsabilidad relacional no es cambiar a una u otra persona _ defectuosa, ni resolver un eonflicto. Mas bien, se trata de _ ampliar el espectro de las voces («realidades relacionsles») " que son aceptadas en la conversacién. Hacerse mas respon- sable, y dar mis cuenta de si, es parte de lo que hace posible que ua terapenta sea més priblico, abiorto y franeo. Pero, usted es la expertan Podria objetarse que los clientes esperan certidumbre; ‘pagan a un experto para que les dé respuestas, y que no neeptardn un terapeuta que adopte esta postura filoséfica e ¢ a participar. En mi experiencia, esto no es un proble- tha. He encontrado que a los clientes no les resulta dificil re- Incionarse en forma colaborativa. Como lo sugiere el «senti- ‘miento de pertenencia» de Shotter, los clientes aceptan y {juieren la colaboracién: incluso ruegan por ella, como lo su- © el comentario de la madre de dos muchachas anoréxi en Succia: «Pero nosotros conocemos a nuestras hijas, mejor que nadie. Conocemos sus reaeciones y sus senti- entos(...)sabemos, mejor que cualquier enfermerao mé- go, euando se puede confiar en elas». ‘una desgracia cuando la terapia Lega a un punto en los clientes sienten que los expertos creen conocerlos dc lo que ellos se conocen, y el saber de los expertos ee descripciones suspicaces y tratamientos peyorati- . En 508 casos, los profesionales participan en la crea- Jo que ven. Sia una persona se la escucha y trata con ipicacia, lo mas probable es que su conducta sea vista de manera, o incluso que en efecto comience a actuar sos- wsamente. Un terapeuta que cree que un padre abusé jwuiliiente de su hija y trata de verificar sus sospechas, 151 por ejemplo, trata a ese cliente de un modo muy diferente 1! de un terapenta que quiere establecer un didlogo con él. El escepticismo hacia la voluntad o la eapacidad de un cliente de participar en una relacién eolaborativa tiene mais que ver con nuestras propias expectativas y nuestra poca tolerancia a la incertidumbre, que con el cliente mismo. Es- tono quita que algunos clientes pidan: -Digame qué haecr> Cuando eso ocurre, respeto sus deseos y los tomo seriamen- te. No doy por supuesto, sin embargo, que sé lo que quieren; ni ignoro el pedido y espero que eonfien en mf ciegamente. Respondo a cada pedido, y cada respuesta depende del con- texto conversacional del pedido, Intencionalidad Es importante tener en cuenta que la postura filoséfica es parte de una forma general de ser que se pone en eviden- cia, y que el cliente vive, desde el primer momento de su ‘contacto con el torapeuta. EI escenario para la colaboracién tiene que establecerse en el contacto inicial, y ser manteni- doa lo largo de la relacién. La postura no es una técnica 0 una teoria. No es manipuladora, estratégica 0 artificial, co- sno podria pensarse cuando se la trata de entender cogniti- vamente. No es deliberada en el sentido de ser una actna- cin; sin embango, es intencional.® Yo tengo el propsito de ser abierta, genuina, apreciativa, respetuosa, invitante y curiosa —todo lo cual es importante para estar en una r¢- lacién terapéutica mutual, colaborativa, cooperativa e gu litaria, Hijo expresamente ser de esta manera, porque Ia valoro. El adoptar esta postura filoséfica me permite unirme a tun cliente en una relacién colaborativa y en un proceso dia. logico. Porque es una manera de ser, me da Ia libertad de © Mis experioncias stelen determinar mi leesién de palabras. Per gai ilo, fecusntemente me encuentro ean que la palabra determinarinelaye, ‘on sitonciones terapiuteas, una comnotacidn negativa, porgoe suiere nl ie que se haoe a propisita, Lo mismo ceurre, en realidad, con li palales tntencional. En este libro, sin embargo, nso intencional en el sentido de «gsr xomos sores con intenciones. Fapeeieamente, fous con Ia din Hel Wobster new collegiae dictionary (2972), de estar sdeeidida a nctuae deciorta manera. trabajar en una variedad de contextos (ensei @ organizaciones), independientemente de quiénes sean li personas participants estudiantes, ejceutvos) In agenda {aprendizaje, formacica de un equipo de trabajo) el dilema {caso «atascado», canflicto entre supervisor y supervisade) __ sCémo se pone en préctiea la postura filoséfica? ;Como sirve esta conceptualizacién para dar forma al proceso cola. borative de la terapia y el sistema terapéutico? ¢Qué hace la ferapeuta, on tanto experto.en proceso? Me ocuparé primero de estos temas priicticos, enfocandome en el proceso ters. péntico; luego buscuré ejemplificaciones y consejos en las Yores de clientes y de personajes de ficeién, inza, consullst

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