Relato finalista con mención especial del I Certamen de Relato Breve "El Blog Onanista", escrito por Mikel Gil Sojo. Este documento tiene tamaño A5 y está diseñado para ser imprimido en modo folleto.
Relato finalista con mención especial del I Certamen de Relato Breve "El Blog Onanista", escrito por Mikel Gil Sojo. Este documento tiene tamaño A5 y está diseñado para ser imprimido en modo folleto.
Relato finalista con mención especial del I Certamen de Relato Breve "El Blog Onanista", escrito por Mikel Gil Sojo. Este documento tiene tamaño A5 y está diseñado para ser imprimido en modo folleto.
mencin especial en el I Certamen de Relato Breve El Blog Onanista
En un principio, pareca una fiebre corriente que la
hija de los vecinos haba contagiado a mi hermano Lucius en uno de sus encuentros en el establo. Pero no hubo convalecencia; todo fue a peor. Pronto empezaron las pstulas; ms tarde vinieron los delirios. Lucius sucumbi, pero para entonces el mal que lo aquejaba se haba trasladado tambin a Fabia, la primognita. Noticias similares llegaron de la granja contigua. Luego, del resto de la aldea. Madre rogaba a los dioses que velaran por la salud de su hija. A m, sus plegarias slo me provocaban somnolencia. Prefera confiar en los beneficios de la mandrgora. En casa de los vecinos ya no quedaba nadie. Cuando tambin mis padres comenzaron a padecer irremediablemente esta afeccin, perd la esperanza. Madre deca, lnguida, que era designio de Plutn llevarse a su morada las almas de todos los aldeanos. Nunca me haba interesado la religin, por lo que pens que sus palabras eran meros devaneos espirituales. Madre muri. La honr con el sepulto, y determin que tena que huir. Sin tiempo ni atrevimiento para decir adis a mi hermano Desiderius, que todava cuidaba de padre, agrup unos ligeros brtulos y emprend mi huida a lomos de nuestro caballo. Me desorient cuando, en medio de una profusa niebla, fui incapaz de hallar el camino. Slo tena delante de m un ro, del cual no poda ver la otra orilla. Los chillidos agonizantes de los enfermos que luchaban en su ltimo
estertor aumentaron mi urgencia. De pronto, pude atisbar
una sombra entre la bruma. Una pequea barca se aproxim a m, con su barquero invitndome a abordar. Acced con suma presteza, si bien el anciano me exigi que un peaje le fuera pagado a cambio de la travesa; me pareca justo. Tras retribuirle holgadamente con un denario, tomamos rumbo hacia la ribera opuesta. El sentimiento de alivio tras haber dejado mi aldea vino acompaado de amarga comprensin: era la primera vez que sala de mi pueblo natal, acaso la ltima. Quizs no tendra un hogar al que volver. Todava me era imposible divisar tierra. Qu hay en la otra orilla? pregunt. Para ti, puede que no haya absolutamente nada. Era un anciano parco en palabras y desabrido, pero quise conversar con l para acallar los horrsonos gritos, que todava eran audibles en medio del ro. Le pregunt por qu haba aparecido en un momento tan oportuno. Simplemente respondi: Estabas en la orilla equivocada. El dilogo enseguida muri, aunque pude arrancarle un nombre. En silencio, me concentr en pensar lo que me deparara la tierra al otro lado del ro. No hubo sonido alguno hasta que o varios ladridos.