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Alfonso XIII no se opuso al golpe de Estado y ligó con ello el futuro de la monarquía al
de la dictadura. El final de ésta, en 1930, certificaría la soledad del monarca y su
seguro exilio.
Pero el gran éxito del Directorio tuvo lugar en África. El Desembarco de Alhucemas en
1925 puso fin de la resistencia de las cabilas del Rif. Su líder Abd-el-Krim se entregó a
las autoridades del Marruecos francés. El fin de la guerra en Marruecos le dio gran
popularidad al dictador.
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A fines de 1925, un gobierno civil, presidido por Primo de Rivera, sustituyó al Directorio
Militar.
Anciano, enfermo y sin apoyos sociales, el 27 enero 1930, Primo de Rivera presentó su
dimisión al monarca, quién se apresuró a aceptarla. Dos meses después, el dictador
fallecía en el exilio en París. Mientras, Alfonso XIII nombraba jefe de gobierno al
general Berenguer, iniciándose un periodo conocido, humorísticamente, como la
“Dictablanda”, mediante el cual se trató de volver a la situación previa a 1923.
Ello fue aprovechado por republicanos, socialistas y otros grupos de oposición, que en
agosto de 1930 firmaron el denominado Pacto de San Sebastián, por el que se
comprometían a derrocar la monarquía e instaurar un régimen democrático. Para
coordinar la labor de oposición crearon un Comité Revolucionario presidido por Niceto
Alcalá Zamora, republicano bastante conservador.
Alfonso XIII se vio cada vez más aislado y muchos militares empezarona ver con
buenos ojos la posibilidad republicana. Incluso la CNT apoyo a la conspiración para
traer la República.
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BASES DOCTRINALES
No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano manda e impone.
Asesinatos de prelados, exgobernadores, agentes de la autoridad, patronos, capataces
y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de moneda, francachela de
millones de gastos reservados, sospechosa política arancelaria…, rastreras intrigas
políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos; incertidumbre ante este
gravísimo problema nacional; indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo;
precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune la propaganda comunista;
impiedad e incultura; justicia influida por la política; descarada propaganda separatista;
pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades, y, por último,
seamos justos, un solo tanto a favor del gobierno, de cuya savia vive hace nueve
meses1, merced a la inagotable bondad del pueblo español, una débil e incompleta
persecución del vicio de juego….
Virtualmente quedan fuera de esta unión nacional los que todo lo fíen al
desorden y a la violencia, como medios, y a la anarquía disolvente o al comunismo
tiránico, como fin; así como los que, autoritarios o déspotas, quieran anular la voluntad
popular, sustituyéndola por el capricho o el personalismo en el poder, estrangulante de
energías y aspiraciones; pero, descartados todos los extremismos de acción, la honrada
profesión de las convicciones es un título, lejos de constituir un obstáculo, para quienes
lealmente vengan con ellas a la Unión Patriótica.
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Se refiere al último gobierno de la Restauración, encabezado por Manuel García Prieto, del Partido Liberal.