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El
ao
pasado,
una
escritora
argentina,
maestra
de
yoga,
ellas, y pasan los aos hasta que nos volvemos a ver, o no volvemos a
vernos ms y si las encuentro en un aeropuerto quiz no las
reconozco, no s quines son, as de falsos y envanecidos suelen ser
los dilogos entre dos personas famosas en la televisin: casi siempre,
una quiere vender algo y la otra finge inters en comprrselo, pero, en
realidad, solo quiere que le paguen su sueldo por hacer preguntas y
no va a comprarle nada.
Pero a la maestra de yoga argentina no la olvid, me qued pensando
en ella, en lo linda y delicada que era, en sus manos, su mirada, sus
silencios, su extraa cadencia, su aire frgil y vulnerable, la aureola de
paz que la nimbaba. No le escrib, sin embargo, porque recordaba que
estaba casada y tena una hija, y porque no quera drmelas de
donjun cuando estaba felizmente subordinado a mi esposa, una
fuente segura de placeres indecibles para m.
Fue ella quien me escribi, pidindome un prlogo para su nuevo libro.
Soy reacio a escribir prlogos, los he negado siempre, me parece que
un buen libro no necesita prlogos ni introducciones ni palabras
laudatorias preliminares de algn escritor o intelectual o vaca sagrada
que quiere exhibir su ego a despecho del libro que en teora
recomienda, pero en realidad considera inferior a cualquiera de los
suyos, y sin embargo esta vez no fui bueno para decirle que no a la
maestra de yoga argentina. Le dije que me encantaba la idea, lo que
era mentira; le ped que me enviase las pruebas de su nuevo libro,
pues me haca mucha ilusin leerlo, lo que tambin era mentira; le dije
que a menudo la recordaba con cario, lo que no era mentira; le dije
que me encantara entrevistarla de nuevo, lo que tampoco era mentira.
las
que
ella
condescendiera.