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SOTEHD, We AClO. "Estady Aoderna" ox: Rue Alinso; rez Elias, Felosy fra, pubic TE Ll. Tone al tstado. Madad = (aeja Superior ke Lau nas Cieabhu ' 20\'5 L14ty | ESTADO MODERNO Ignacio Sotelo En esta breve visién panoramica del Estado, no lo entendemos, de la forma mas amplia, como la organizacién politica que, con caracter manente, diferencia a los que mandan de los que obedecen, es decir, ‘como una estructura genérica de dominacion (dominion) ' de unos seres humanos por otros, con el fin de ordenar y potenciar la vida comin de sociedades sedentarias, que por lo menos se remonta a casi cinco milenios (Herzog, 1988). Tampoco ha de identificarse con la polis, la forma po- litica que surge en la Antigiedad griega a partir de la organizacién social y politica de la gens, pese a provenir de esta experiencia la primera re- flexin fildsofica sobre su naturaleza. El Estado coincidiria asi con la apa- ricin de la propiedad privada y la diferenciacion social en clases %, y en este sentido, se habla del Estado griego o del Estado islimico. Diferen- ciar, sin embargo, el Estado premoderno del que surge con la moderni- dad resulta imprescindible para entender, no s6lo realidades distintas, sino sobre todo los supuestos teéricos, tan diferentes, que les dan sentido. En lo que sigue, la referencia al Estado se hace siempre en un sentido restringido, entendiendo por tal la forma particular de organizacién po- litica que Surge con la iiltima modernidad. Por consiguiente, estimo equivalentes los términos Estado y Estado moderno. Asi entendido, el Es- tado no tendria una antigiiedad superior a los tres siglos, a la vez. que se itorio de la cultura europea. Queda asi acotado 1. Bl concept corespode al de Horschat com In misma rane lain domi, en slemin Hen: 2. lito mis conacdo eld rgich Engels Der Unprang der ara des Prnatigertns snd des Stat, 1884, ue reclabora,dede materia Naren ee H. Moran, Aci So- ‘ety, or Reaarbe in he Line of Homan ropes rom Sagery tet Barbar so Chitin, Uondon 1872 25 el concepto de Estado que manejamos, tanto en el tiempo —se refiere a una realidad existente en los wltimos siglos— como en Ia cultura en la que surge y se desarrolla, la europea. ELEstado es tanto una idea como una realidad politica. Una y otra se han influido mutuament: en su despliegue histOrico, En una sintesis fi- losofica, como la que aqui se ofrece, ha de predominar la exposicion de las ideas sobre la descripcién de las instituciones establecidas, lo pensado sobre lo realizado. Lo ideal hubiera sido contrastar reflexion con expe- riencia, pero ello hubiera exigido un espacio mucho mayor. En la breve- dad requerida cabe tan s6lo trazar un esbo70 de las ideas claves que han ido configurando la nocién moderna de Estado. 1. ESTADO Y MODERNIDAD Segiin una tradici6n que se inicia a finales del xix en Alemania y cuyo eximio representante es Max Weber, el Estado se habria desarrollado junco con la modernidad capitalista. La idea del Estado que surge en la Italia de finales del siglo xv coincidiria en el tiempo con la que configura cl «espirita del capitalismo, y con los primeros escarceos de lo que luego va a constituir la gran revoluci6n de la modernidad, la ciencia fi- sico-natural. La ciencia moderna, con su correspondiente desarrollo tec~ nol6gico, el capitalismo, desde el mercantil al industria, y el Estado, desde la Monarquia absoluta al Estado democritico, forman el rripode sobre el que se asienta la modernidad. El concepto de Estado, de Estado modemo, para colocar albarda sobre albarda, reposa sobre el tan traido y llevado de «modemnidad. La nocién de Estado, para ser inteligible en este contexto, necesita de la de moderidad. Con el fin de explcitar esta iltima, conviene recordar algo tan lejano que ya esta casi por completo olvidado: el adjetivo modernus, ‘que se deriva de modus, como hodiernus de hodie, y que no conoce el latin clasico empieza a emplearse a partir del siglo 1v d.C.—, hace re- ferencia, como es bien sabido, a lo actual, a lo propio de los dias que vi- vimos, como diferente de lo que ayer fue. Jorge Luis Borges, con el pru- rito de distanciarse, ha definido la modernidad con toda precision y contundencia en su sentido originario: «Me creo libre de toda supersti- cién de modemidad, de cualquier ilusién de que ayer difiera intima- mente de hoy o diferird de maiiana» (Borges, 1985, 11). Pues bien, Ia ‘modernidad consiste en pensar que el ayer difiere radicalmente del hoy y que el mafiana de ningiin modo sera igual al hoy. La historia se concibe como una marcha continua desde un origen a un fin, ambos conocidos en sus lineas generales. El adjetivo «moderno» surge, justamente, cuando se considera‘indis- pensable marcar diferencias sustantivas entre el ayer y el hoy. El que sea 26 a? necesario subrayar el presente con un vocablo nuevo supone que se lo pereibe como algo radicalmente distinto de lo anterior, que toma con ello ef cariz.de lo ya superado. La aparicién de este neologismo implica la conciencia de una ruptura en la continuidad historica: lo que fue ya no es; se viven «tiempos nuevos». Una experiencia tan profunda de ruptura, de discontinuidad, esta ligada, ni qué decir tiene, a la expansién del cristia- nismo en el corazén mismo del mundo antiguo. La irrupei6n del cristia- rnismo en el Imperio Romano termina por imponer a partir del siglo 1v 4.C. la distincion entre los antiguos, veteres, que se adscriben al mundo ‘Pagano, y los modernos, moderni, que se inscriben en el mundo cristiano. Importa dejar constancia de algo ya olvidado, por patente y funda- ‘mental que resulte: la identidad originaria de moderno y cristiano. La pri- ‘mera modernidad, médula de todas las ulteriores, la inicia el crstianismo. De alguna forma, las distintas modernidades —1a carolingia; la que se produce en el sigho xit con la recepeién del derecho romano y la filosofia aristotélica, que impulsa la entonces fundada universidad; la modernidad renacentista de los siglos XV y Xvi; incluso la modernidad ilustrada del siglo Xvtt, que alimenta a Europa hasta la crisis contemporénea de la mo- dernidad— tienen que ver directamente con el cristianismo y sus variadas expresiones —cristianismo oriental (ortodoxo) frente al romano; catoli- cismo barroco frente a protestantismo, mas 0 menos puritano—, asi como, indirectamente, con las distintas formas de secularizacién. Del mismo modo que los cristianismos son varios, diversas también son las. formas de secularizacién que estin en la base de los distintos procesos de _ ‘modernizacién. Dada la conexién original entre cristianismo y modernidad, de ser cierto el pronéstico ilustrado de que el cristianismo se hallaria en una fase terminal, ello supondria el fin defintivo de la modernidad, que quedaria transformada en un mito que, como los demas, hunde sus raices en un pasado con el que ya se han roto todas las amarras. Se explica que en tuna época en la que la modernidad va perdiendo su consistencia real y poco a poco queda reducida a mito, el Estado, uno de sus productos mas ‘caracteristicos, adquiera el mismo status. No en vano el fascismo de los. aijos treinta llevé la mitficacién del Estado a su iltimo extremo (Cassi- rer, 1949). La modernidad surge con la ruptura cristiana del mundo antiguo; el Estado es un producto mucho més tardio que engarza con la cuarta modernidad, la renacentista. Entre el la Antigliedad grecolatina y la mo- dernidad europea, hay un ciclo hist6rico intermedio, con caracteres pro- pios, que los humanistas renacentistas llamaron meditem aevum, Edad Media, pero que los coeténeos conocieron bajo la denominacién de ebris- tianitas, A la modernidad renacentista precede la cristiandad y en ella se forjan los que acabardn siendo sus elementos fundamentales, incluidos Jos que van a posibilitar el nacimiento del Estado. Mas que Edad Media, 27 hhabria que denominarla Edad de los Origenes, pues de ella manan las fuentes que van a constitur la ltima modernidad I. ANTECEDENTES DEL ESTADO EN LA CRISTIANDAD Ya en el siglo 1x encontramos el concepto de «cristiandads en el sentido de marcar limites y diferencias con el mundo islimico (Defensio chris tianitats). A finales del siglo xv, el cristianismo se ha extendido por toda la geografia de Europa hasta conquistar el iltimo reducto pagano, Li- ‘uania, tercada hasta su conversién en 1386, entre el cristianismo latino de Polonia y el ortodoxo de Rusia. A partir del siglo xml y sobre todo en 1 xrv, el término griego de Europa empieza a reemplazar poco a poco al de cristiandad en su significacién politica. Quedan asi marcados los li mites cronol6gicos de la cristiandad: desde la desmembracién del Impe- rio carolingio, en el siglo 1x hasta el xiv, en el que Europa aparece es- tructurada en reinos que han alcanzado su independencia politica, aunque pueda rastrearse esta nocién hasta el xvil. Dentro de este ciclo histérico, que precede al propiamente europeo, se configuran los factores ‘que van a dar nacimiento al Estado moderno entre finales del xv, pri- ‘mera mitad del xv1. Habré que enumerarlos, aunque sea de una manera harto esquema- | desmoronamiento del Imperio romano, a partir de siglo V, por la presidn de los pueblos germénicos y mas tarde, a parti del vi, en vircud de la expansi6n islémica, desplaza el centro de gravedad del Mediterta- neo al Atléntico, a la vez que potencia formas pre-estatales de depen- dencias y vinculos personales entre los que ofrecen y los que necesitan proteccién. La dispersi6n y disparidad de las relaciones personales que constituyen la sociedad feudal configuran el trasfondo social desde el que se van organizando las nuevas formas politicas que se oponen a esta pul- verizacién del poder politico. Para explicar el surgimiento del Estado moderno es preciso tener en ‘cuenta tanto la dindmica politica que pone en cuesti6n las relaciones feu- dales, como el fracaso sucesivo de las construcciones con ambicién wni- versal que representan el Papado y el Imperio. Ambas instituciones, entre si interdependientes, actian sobre una sociedad que, después de las grandes migraciones que anteceden y suceden a la caida del Imperio ro- mano, ha conseguido estabilizarse tanto territorial como socialmente. Para la aparicién del Estado, de cualquier Estado, y no sélo del moderno, ¢s preciso que se vayan conjuntando los que se reconocen como sus tres elementos basicos —poblaci6n, territorio y un poder politico propio—, es decir, la fijaci6n de la poblacidn en un territorio sobre la que se puedan asentar instituciones duraderas que superen el mbito privado-familiar y vayan esbozando uno pablico. 28 El ordo christianus se levanta sobre la distincién de dos sociedades perfectas: una espititual, la Iglesia, a la cabeza de la cual se halla el Papa, y otra temporal, el Imperio. La primera se basa en la revelacién évangélica, y la segunda, en la tradicién todavia no extinta del Imperio romano, que se considera modelo definitivo de cualquier forma de or- ¢ganizacién politica. Ambas tienen su centro en Roma y ambas ponen ér- fasis en su universalidad. La distincion entre el poder espiritual, Papado, y el poder temporal, Imperio, la diarquia ecclesialimperium, constituye tno de los elementos distintivos de la cultura europea —el mundo islé- mico la desconoce— que ha permitido su peculiar evolucion. Por lo pronto, la distincidn entre el poder espiritual y el poder temporal posi bilita el proceso de secularizacién que va a caracterizar a la Europa mo- derna, del que va surgir el Estado como uno de sus principales productos. El que pretenda conocer sus origenes tendra que seguir de cerca el li- tigio del poder papal con el imperial, querella de la que, al fina, sali6 be- neficiado el tercero en discordia, a institucién monarquica, a partir de la cual se configura el Estado moderno. Desde de! siglo Xi, la instituci6n real va creando paulatinamente un ambito propio de autonomia entre la so- ciedad feudal y los poderes con vocacién universal, la Iglesia y el Imperio. La funcién especifica del rey es mantener la paz por medio de la accién de Ja justia. El embridn monsrquico de lo que luego ser el Estado consis- te en un sistema de deberes y derechos que se vinculan a la persona del rey, la que, en virtud de ellos, queda en relacién con el conjunto de sus vasallos, sean cuales fueren la posicién y el status que ocupen en la s0- ciedad. De un lado, el Rey, y de otro, el conjunto de los vasallos —«del rey abajo, ninguno>—, duplicacién que justamente posibilita que, ante el monarca, s¢ perciba a la sociedad como un todo. Obsérvese que el Esta- do, desde su origen y como uno de sus rasgos esenciales, lleva en su seo una capacidad universal de igualacin social: todos, sea cual fuere la posicién y el rango en la sociedad, ante el Estado son iguales. El poder imperial no pudo afianzarse frente al papal y declina ante la consolidacién de la institucién real, cada ver més fuerte y auténoma en su territorio, El poder papal, ya muy debilitado desde el cisma de Avig- non, recibe con la reforma luterana el golpe definitivo. La idea de cris- tiandad deja paso a una de Europa, que en el siglo xv se vive ya como tuna comunidad de pueblos, con organizaciones politicas propias, que ‘mantiene unida una misma religién y una misma espiritualidad. Acaba- do el ciclo de la cristiandad, comienza el propiamente europeo, en el que el viejo continente se constituye como una diversidad de pueblos que for- man entidades politicas diferenciadas, pero sintiéndose parte de una misma tradicién a la que llama Europa, término que no se agota en su sentido geogratico, sino que incluye ya uno histérico-cultural * 3. Para concepto de ersiandad ye concepto de «Europa que eo lo suiaye, Hay, 1987 29 II EL BINOMIO EsTADO-UTOPIA La aparicion del concepto de Estado —primero en italiano, lo stato— su- pone, frente a la tradicion que viene del mundo clisico y que pervive en la Edad Media, que se defina en relacién con el concepto de sociedad, © si se quiere, sociedad civil, para utilizar la categoria que se impone en el pensamiento ingles del siglo xvi Bl Estado, en contraste con la sociedad, que resulta el concepto complementario imprescindible, se define, en primer lugar, como el soporte neto del poder. Su aparicién ha supuesto la onfluencia de dos procesos, uno de concentracién del poder, que lo erra- dica de la sociedad y lo condensa en el Estado, y otro de secularizacion, poor el que este poder estatal se mantiene al margen de cualquier principio moral 0 teol6gico. El poder que caracteriza al Estado —swmma potestas— es asi un poder absoluto —ab-solitus quiere decir disuelto, desatado, desprendi- do—. Desprendido, por un lado, de la sociedad, (concepto que es preci- so introducir para recoger todo lo que queda), cuando se le ha arrebata- do cualquier forma de dominaci6n y de seiiorio; y, por otro, desprendido de cualquier otro poder temporal o espiritual. El poder absoluro que de fine al Estado —Bodino lo llamé soberania— no conoce limites que provengan de la sociedad o del mbito espiritual que cultivan la teologia la filosofia. En consecuencia, el estudio del Estado, a diferencia de la re- flexién sobre la polis, no es ya objeto de la «filosofia préctica», cuyo rasgo definitorio habia sido vincular, a la manera socritica, la ética con la politica, sino dela llamada «filosofia social», que se caracteriza —pré- isamente—, tanto por marcar un ambito propio para la sociedad y ‘otro para el Estado, como por analizar las relaciones entre ambas esferas. La «filosofia social», que surge en la Inglaterra del siglo xvut, culmina asi cn Ia distincién kantiana entre «legalidad y «moralidad+ como dos mbitos diferentes, distincién que constituye uno de los rasgos esenciales del Estado modemo, con lo que su estudio queda fuera de la «filosofia réctica», que habia desarrollado la Grecia clasica. El contrapunto Estado-Sociedad puede seguirse en los origenes mit ‘mos del pensamiento politico de la modernidad en dos pensadores pol ticos coetneos, Nicolas Maquiavelo y Tomas Moro. Maquiavelo centra su mirada en el Estado, desprendido por completo de la sociedad, como poder puro, y se pregunta por las técnicas propias para alcanzarlo y, i sé detenta su poder, para conservarlo y ampliarlo. En Maquiavelo encon- tramos un saber universal sobre el poder, asi como una intencién politi ‘ca: poner este saber al servicio del surgimiento de un Estado italiano, tarea que no reputa hacedera en las condiciones de su tiempo, pero que deja disefiada, en sus postulados te6ricos, para el futuro. El canciller inglés, en cambio, se fija en la sociedad y se pregunta por las condiciones que ésta debe ofrecer para que reine la justicia, plantea- 30 gue, sin embargo, conlleva un momento de ruptura ori: ginal, al crear un concepto y tin género, el de wtopia, que va a resultar ¢gtro de los ejes del pensamiento politico de la modernidad, El inerédulo Maquiavelo y el ereyente Tomas Moro coinciden en un mismo punto de partida: los valores cristianos brillan por su ausencia en la sociedad que les ha tocado vivir. De esta misma experiencia, el flo- rentino y el inglés sacan conclusions polarmente opuestas. Si la sociedad nada tiene de cristiana, argumenta Maquiavelo, al margen de sus condi- ionamientos religiosos, cabe un saber politico que se haga cargo del ver- dadero comportamiento, tanto de los poderosos como de los pueblos so- metidos. Existiia una «naturaleza humana» inmutable a la que se puede atribuir determinados comportamientos privados ¥ piblicos, més alli de las creencias religiosas de cada época. La religiOn, en vez de ser el fun- damento iltimo de la moral y de la politica —supuesto medieval—, se reinterpreta como un mero instrumento politico para mantener el orden. Maquiavelo trastrueca el orden de valores, y produce el natural escén- dalo: de estar la politica supeditada a la religion, pasa a subordinar la re- ligién a la politica Tomas Moro, partiendo de la misma premisa, la sociedad en la que vive es todo menos cristiana, saca la conclusién inversa: la necesidad ur- gente de recristianizarla, Para servir a este objetivo resulta stil mostrar qué rasgos concretos tendria una sociedad regida por los principios cris- tianos, es decir, una en la que la comunidad de bienes hiciera posible la fraternidad. Ahora bien, en ver de recurrir ala teoria clisica del Estado ideal, fja su atenci6n en la experiencia fabulosa que le depara su tiempo ~ con el descubrimiento de América. La isla de Utopia tiene una fuente pre- cisa, Américo Vespucio, quien ha descrito en Mundus Novus * pueblos que viven libre y arménicamente en comunidad de bienes. Pues bien, con- cluye Moro, estos pueblos que habitan en las tierras recién descubiertas, pese a no haber conocido el evangelio, se acercan mucho mas al ideal cristiano de fraternidad que la Europa de su tiempo, y ello porque se han constituido segiin el principio cristiano originario de la comunidad de bienes, omnia sunt communia, comunismo ideal que se concibe consus- tancial con el espiritu cristiano del amor fraterno. Estado y Utopia, con las correspondientes «razén de Estado» y «

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