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Me siento muy orgullosa de ustedes. Seguro que muchas otras personas comparten este
sentimiento, pero hoy quiero hablarles en primera persona.
Estudié sociología en la UCAB entre 1975 y 1980. Lo más cercano que teníamos a lo
que ustedes están haciendo, fue la crisis de octubre de 1972. En ese entonces, la UCAB
“invitó” a 22 estudiantes a buscar “otra universidad de su agrado” (ya ven que desde
entonces, las “invitaciones” estaban de moda). También se rescindió el contrato a 5
profesores. Los profesores expulsados fueron todos de la Escuela de Ciencias Sociales:
José Ignacio Rey S.J., Rafael Baquedano S.J., José Ignacio Arrieta S.J., Antonio Cova y
Clemy Machado de Acedo Mendoza. A pesar de los apellidotes de esta última, a ella y
al resto de profesores y estudiantes los sacaron por el pecado de haber luchado por la
democratización de la UCAB, por su espíritu crítico frente a una UCAB de corte
derechista y por exigencia de ampliación de los espacios de participación estudiantil. En
ese entonces, el Coordinador de Planificación de la Compañía de Jesús en Venezuela
protestó la medida, afirmando que el hecho había sido tomado: “… fuera del campo
académico e impuesto por presiones de los sectores capitalistas, encabezados por
Fedecámaras”. Quien afirmó esto fue nada más ni nada menos que Luis Ugalde S.J.
La crisis culminó con resultados favorables a quienes demandaban una mayor apertura
de la UCAB. Estudiantes y profesores expulsados fueron readmitidos y se aumentó la
representación estudiantil al C.U., Facultades y Escuelas. Cuando yo ingresé, ya los
estudiantes protagonistas de este proceso estaban en 4º. o 5º. año de sus carreras. Poco
conocía de ese movimiento denominado “UCAB Libre”. Para mí, al comienzo no eran
más que los muchachos mayores que nos protegían del salvaje bautizo de ingreso de esa
época. Yo bajaba al cafetín siempre acurrucada bajo el ala protectora de un estudiante
de UCAB Libre, que me cuidaba de las bestias de las tijeras y el betún. Con el tiempo
entendí que yo tenía mucho qué agradecerles, cada vez que pegaba un afiche de
propaganda en época de elecciones estudiantiles; todos los profesores botados me
dieron clases. Ustedes también son herederos de UCAB Libre. Y, quizás sin saberlo,
han seguido dignamente sus pasos, en otro contexto.
Fui llamada a la UCAB en 1999 para dirigir el Centro de Derechos Humanos. He tenido
muchas satisfacciones, pero les confieso que últimamente casi no me sentía defensora
de los derechos humanos, sino conserje del edificio. Luchar contra la burocracia
ucabista se convierte a veces en un ejercicio desgastante: que se acabó la tinta de la
impresora, que no llega el cable de la computadora, que no vienen a reparar el teléfono,
que no alcanzan las resmas de papel, que hay un nuevo procedimiento para presentar el
presupuesto, que ni un clip llega, ni una fotocopia sale sin la firma de la Directora… No
imaginan lo refrescante que ha sido tenerlos en nuestra sede, que seguirá siempre siendo
la de ustedes. Verlos allí, llenos de energía, de valentía, de ganas de trabajar, de angustia
por sus compañeros que marchaban, pero que contaban con el apoyo de ustedes entre
las cuatro paredes del Centro de Derechos Humanos. Qué rico ha sido tenerlos allí! No
dejen de venir. Necesitamos de su frescura, de su vitalidad.
El Padre Baquedano, uno de esos expulsados en 1972 por comunistoide, fue mi profesor
(debería decir Maestro) de ética profesional. De él aprendí algo de pensamiento utópico.
Recuerdo una frase (les debo el autor) que dice, palabras más, palabras menos:
Ligia Bolívar O.
Caracas, 16 de febrero de 2009