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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA


ESCUELA DE TEOLOGÍA
MARIOLOGÍA

Nombre: Sebastián Toapanta


Profesor: Dr. Carlos Ignacio Man Ging S.I.
Fecha: 07 de mayo de 2010

LA MADRE DE DIOS SIEMPRE VIRGEN

I
MARÍA, LA MADRE DE DIOS

La teología cristiana se inició con la cristología. La cristología


comenzó con la simple identificación de Jesús de Nazaret con el Mesías
(Mc 8,29). Continuó y culminó con la afirmación de fe: Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios. La afirmación compartida de lo divino y humano en Jesús
involucraba entender su origen divino y humano de forma coherente.
La afirmación de que Jesucristo no sólo fue concebido por obra del
Espíritu, sino que también fue «nacido de mujer», hizo necesario que la
cristología se ocupara también de la Madre de Jesús. “La mariología se
convirtió entonces en «maternología» o doctrina sobre la Madre de
Jesús”1.

Es necesario decir que la Iglesia desde si inicio enseñaba a todos


sus seguidores sobre “la verdadera maternidad divina de María”2, es por
este motivo que la fe de la Iglesia universal se expresa a través de los
símbolos en cada Iglesia local, en los cuales se expresa que “la
1
García, José, Mariología, B.A.C., Madrid, 1995, pág. 243
2
Carol, J.B., Mariología, B.A.C., Madrid, 1964, pág. 9

1
encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo es en el seno de
María Virgen”3, y es más esta afirmación de fe fue asumida en el concilio
de Constantinopla I para darle el valor divino al Espíritu Santo.

1.1. Madre del Hijo de Dios encarnado

Después de esta pequeña introducción nos metemos de lleno en


los dos siguientes subtemas, en los cuales vamos a ver como
desde un principio no fue fácil entender la encarnación del Hijo de
Dios. Creo que es necesario en este punto dividirlo en tres partes:
a) Rechazo a la encarnación, b) «Ex María»: presupuesto necesario
de la redención y c) Maternidad para la kénosis.

a) Rechazo a la encarnación.- Los ebionitas negaban la


concepción y parto virginales. Aún más: rechazaban la
encarnación estricta del Verbo. Admitían una encarnación o
humanización del Espíritu de Dios en el bautismo del Jordán. No
creían en el Hijo de Dios distinto del Padre. Noeto, por ejemplo,
decía que Cristo era el Padre en persona (sometido a humana
generación, pasión y muerte); siempre el mismo, aunque con
nombre distinto. La Virgen María acogió al Padre para revestirlo y
engendrarlo hombre. “Los gnósticos negaban la encarnación del
Hijo de Dios en el seno de María: o porque Jesús no era el Hijo de
Dios según los sofistas o porque el fruto del seno de María no era
rigurosamente suya, no se encarnó en ella, sino que simplemente
pasó por ella según los valentinianos”4. Cabe señalar que este
problema no solo se quedo en estos personajes ya que fue de
capital importancia este tema de la maternidad de la Virgen María
para los primeros Padres de la Iglesia. Pero no hay duda de que la
3
González, Carlos Ignacio, María, Evangelizada y Evangelizadora, CELAM, Bogotá,
1994, pág. 285
4
García, José, pág.244

2
vida de la Sma. Virgen estaba, desde su inicio, bajo la fuerte
influencia del Espíritu de Dios. La Virgen es la Madre de Dios
porque desde el primer momento de su existencia fue “sagrario
del Espíritu Santo”5. Pero su gran encuentro con el Espíritu fue la
Anunciación del ángel que culminó con la encarnación. Allí María
tuvo su primer Pentecostés: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti
y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35). El
Espíritu Santo quiere actuar junto con la Virgen. ¿Y para qué?
Quiere unirse y atarse a María para que de Ella nazca Jesucristo, el
Hijo de Dios. Y quiere que la Sma. Virgen diga su Sí totalmente
voluntario y libre, para entregarse al Espíritu de Dios, para
convertirse en Madre de Dios.

b) «Ex Maria»: presupuesto necesario de la redención.-


Pues bien, negar el «ex Maria» era para Ireneo acusar de
incoherencia (inconstans artificium videbitur) al Artífice del
mundo. Si el Verbo no se hubiera hecho realmente hombre, todo el
sistema de la redención caería por tierra: no habría padecido ni
sufrido. El texto de Gal 4,4 («Dios envió a su hijo, nacido de
mujer») es para Ireneo la ratificación de todo lo que la Iglesia
confiesa. Las respuestas teológicas de Justino e Hipólito a Noeto
clarifican más el sentido de la maternidad de María. Ambos se
oponían a la idea de la auto-encarnación del Padre. “Para Justino,
el Dios Ignoto, sumamente trascendente, actúa sólo a través de su
Verbo. «Uno mismo es el encarnante y el encarnado», decía
Tertuliano”6

c) Maternidad para la kénosis.- Para Hipólito, aun antes de la


encarnación, el Logos era Hijo de Dios; pero sólo a raíz de la

5
http://www.catholic-church.org/iglesia/maria/textos/970528.htm
6
Ídem., pág.244

3
encarnación se vuelve Hijo perfecto de Dios. La perfecta filiación
del Logos requería, según Hipólito, dos cosas: la filiación divina
según el Espíritu y la humana según la carne. La Virgen no
perfecciona al Logos, por hacerlo Hijo, sino por manifestarlo en su
identidad de Hijo: “Sin carne (áaocpKcx;) y en sí mismo, el Logos
no era Hijo perfecto, siendo como era Logos perfecto en cuanto
Unigénito; ni la carne en sí misma sin Logos podía subsistir, por
tener en el Logos la subsistencia. Así pues, se ha manifestado un
único perfecto Hijo de Dios”7. Hipólito sitúa a María en el misterio
de la encarnación del Verbo. Este se encarna para asumir en sí al
hombre caído en el mal y reintegrarlo. Los Padres del siglo II
entendían la maternidad de María como el medio que Dios escogió
para abajarse hasta nosotros, para su kénosis. Las palabras
«condescendencia» (katábasis) y kénosis explicaban esta acción
de Dios. María aportó los medios necesarios para esta katábasis y
kénosis. Jesús recibió de ella la forma de siervo. La significancia de
María reside no tanto en su ser cuanto en su implicación en la
plenitud de los tiempos, en la historia de la redención.

1.2. La maternidad de María al servicio de la obra de su Hijo

En este parte del trabajo es necesario señalar que la primera


norma (dogma) de la Iglesia con lo que concierne al tema de
María, depende en su totalidad poder responder ¿Quién es Jesús?
Y además todo este problema radica en el responder que María
sea la Theotókos es decir la “engendradora de Dios”8. Por todo
esto hay que recordar las palabras que están encitas en las
Sagrada Escritura la cual nos dice: “que aquel que no acepta la

7
Hipólito, Contra Noetum, 15,7
8
González, Carlos Ignacio, pág. 287

4
verdad revelada por Dios, no es fiel en su respuesta a la palabra
de Él”.

Además como ya vivos la primera afirmación de cierto modo


mariológica que encontramos en el Nuevo Testamento es el Gal 4,
4, a simple vista vemos que Él Padre “al final de los tiempos”
envía a su Hijo, por esto es necesario ver este pasaje en dos
perspectivas: “la primera cristológica (“envió a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la Ley”) y soteriológica (“para rescatar a los
que estaban bajo la Ley”9). Con este pasaje vemos que también
recibimos el regalo de ser hijos de Dios y con todo esto vemos que
la vocación de María es algo dado por Dios, es decir que toda su
vida conlleva a la misma vida de Jesús y su obra.
II
LA CONCEPCIÓN VIRGINAL DE JESÚS O LA VIRGINIDAD DE MARÍA

Virginidad y maternidad no son en María dos realidades separadas,


aunque con el tiempo se separaron. En María, la virginidad es maternal y
la maternidad es virginal. Son dos realidades mutuamente referidas. Lo
único, lo genuino de la maternidad divina de María se expresa en el
adjetivo «virginal» Lo único, lo genuino de la virginidad de María se
expresa en el adjetivo «maternal».

La virginidad de María ha sido confesada de modos diferentes a lo


largo de la tradición de la Iglesia. En los tres primeros siglos la virginidad
adquiría el rango de auténtica confesión cristológica, como ya lo he
dicho: era la forma de confesar la maternidad trascendente de María por
ser madre del Hijo de Dios. Posteriormente, la confesión de María como
la «siempre virgen» adquiría otro tono y este se convirtió más bien en
algo moral. Fue desprendiéndose de la maternidad, hasta el punto de

9
Ibíd., pág. 288

5
ser presentada María como modelo de la monja, del monje, en quienes
se da la virginidad sin maternidad o paternidad.

La fe en la concepción virginal de Jesús ha sido siempre un


patrimonio de la fe en la Iglesia. Para Orígenes era un requisito
imprescindible de la santidad necesaria para aquel que tenía la misión
de traer la salvación a este mundo.

2.1. Virginidad de María misterio de Cristo y el desarrollo de la


fe en la concepción virginal

Para tomar este tema quisiera tomar como referencia a San


Ignacio de Antioquia para ver que nos dice en su carta a los
Efesios hace una gran referencia del sentido virginal de María.
Cabe señalar que Ignacio habla más de la encarnación de Jesús es
con lo siguiente que dice él afirma que “María es aquella que ha
engendrado a Cristo, que le ha dado una carne verdadera y real;
por eso él pudo después sufrir, morir. En ese sentido, Cristo es «en
primer lugar» de María y después de Dios. La ausencia de padre
pone de relieve que Ignacio presupone la concepción virginal”10

La virginidad de María no significa el ser o estado virginal de ella,


sino la concepción virginal de Cristo en su seno. La virginidad de
María se ha convertido para Ignacio en un misterio de Cristo, no un
estado o privilegio de María. La virginidad de María pertenece a
Cristo. La virginidad es la forma a través de la cual María
pertenece a Cristo. “El reconocimiento general del nacimiento
virginal quedó plasmado en el símbolo bautismal romano”11, que

10
García, José, pág. 227
11
Hipólito, Traditio Apostólica

6
confesaba a Cristo «nacido del Espíritu Santo y de la virgen
María».

Después de ver como la virginidad de María radica como misterio


de Cristo pasamos a ver cuál es el desarrollo de la fe en la
concepción virginal.

La fe en la concepción virginal, estrechamente vinculada a la fe en


la filiación divina de Jesús, no tuvo grandes contradictores. Los
reformadores protestantes aportaron bellas reflexiones teológicas
y bíblicas para explicar la admirable concepción de Jesucristo por
obra del Espíritu Santo y de María, la virgen. La virginidad de María
surge en ellos como el gran testimonio cristológico, que dice la
identidad del Hijo de Dios, pero nunca revelan en la concepción
virginal un fenómeno encerrado de la acción del Espíritu como
actor. Para Lutero todo esto era algo nuevo, novedoso.

El hecho de la concepción virginal le parecía a Lutero una forma


misteriosa y compleja, de actuar Dios con María, pero lo que en
ese acontecimiento le parece más importante no es tanto la
virginidad cuanto la acción del Espíritu Santo en María.
No solo el Espíritu es el protagonista de la concepción virginal, sino
los Tres, la Trinidad de Personas Ese es el misterio oculto al que se
refería Ignacio de Antioquía y al que también Lutero alude. «Y
ningún hombre, ni siquiera el demonio, tiene que saber cómo
puede suceder que una mujer virgen quede encinta sin varón.
Pues porque ahí estarán las tres divinas Personas. La obra ha de
ser realizada por las tres, aunque esa actuación acabe únicamente
en la persona del Hijo»12.

12
García, José, pág. 233

7
2.2. Virginidad perpetua de María

Este es uno de los signos por el cual se ve la entrega total a Dios


por parte de María, y esta se ve desde el mismo momento que ella
acepto ser la Madre de Jesucristo, es decir verdadero hombre y
verdadero Dios. Además es un ejemplo de vida, el cual nos enseña
a entregarnos totalmente al plan de salvación de Dios (El Reino).

Por todo lo dicho también es un ejemplo al que debemos seguir


todos, pero de una manera especial, todos nosotros que hemos
optado por una vida consagrada, ya sea como sacerdotes,
religiosos, religiosas, misioneros, misioneras, etc.

Finalmente es necesario decir que la virginidad perpetua de María


no es algo que sea totalmente suya, de modo que pareciera que
su santidad se da únicamente porque es virgen. No es así lo que
debemos entender que su virginidad es algo que debemos admirar
como un don maravilloso, es decir la misión tan maravillosa que
Dios le encomendó para que todos nosotros nos liberemos de la
opresión del pecado.

CONCLUSIÓN

Todo este trabajo me ha llevado a ver qué tan maravilloso es el


don que nos ha regalado a todos, el saber que nos envió a su Hijo para
liberarnos de toda esa opresión por causa del pecado, pero que recurrió
a María como el instrumento por el cual el Hijo de Dios se encarnaría.

8
Además es me ha parecido prudente y oportuno topar este tema
frente a todos los problemas actuales que nos acaecen dentro de
nuestra realidad humana y espiritual, el ejemplo de María nos debe dar
ánimos y energías para que nosotros podamos aceptar al igual que ella
la misión que nos encomiende nuestro Padre Dios, el cual siempre nos
llama para que le ayudemos en la construcción de este Reino
inaugurado por su Hijo Jesús y que María también acogió ese mensaje de
Dios y que ella también es ahora parte de ese Reino glorioso.

Finalmente creo que es el momento y la hora de que todos y cada


uno de nosotros aceptemos la voluntad de Dios, pero de manera
especial todos aquellos que hemos optado por una vida consagrada,
responder de una manera humilde y servicial a todo lo que nos
encomiende Dios al igual que María, la madre de Dios siempre Virgen.

BIBLIOGRAFÍA

Apuntes de Clase
Carol, J.B., Mariología, B.A.C., Madrid, 1964
García, José, Mariología, B.A.C., Madrid, 1995
González, Carlos Ignacio, María, Evangelizada y Evangelizadora,
CELAM, Bogotá, 1994
Hipólito, Contra Noetum y Traditio Apostólica
http://www.catholic-church.org/iglesia/maria/textos/970528.htm
http://www.corazones.org/articulos/mother_adela/espiritu_maria.htm

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