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Los Nueve Desconocidos

No es pecado creer que, en otras civilizaciones, se haya producido, no una ausencia de


ciencia, sino un secreto impuesto a la ciencia. Tal parece ser el origen de la maravillosa
leyenda de los Nueve Desconocidos.

La tradición de los Nueve Desconocidos se remonta al emperador Asoka, que reinó en la


India a partir del año 273 a.C. Era nieto de Chandragupta, primer unificador de la India.
Ambicioso como su antepasado, cuya labor quiso completar, emprendió la conquista del país
de Kalinga, que se extendía desde la actual Calcuta a Madras. Los kalingueses resistieron y
perdieron cien mil hombres en la batalla. La vista de esta multitud sacrificada trastornó a
Asoka. Desde entonces, le tomó horror a la guerra. Renunció a proseguir la integración de
los países insurrectos, declarando que la verdadera conquista consiste en ganar el corazón
de los hombres por la ley del deber y la piedad, pues la Majestad Sagrada desea que todos
los seres animados disfruten de seguridad, de la libre disposición de sí mismos, de la paz y
de la felicidad.

Convertido al budismo, Asoka, con el ejemplo de sus propias virtudes, propagó esta religión
por toda la India y por todo su imperio, que se extendía hasta Malasia, Ceilán e Indonesia.
Después, el budismo conquistó Nepal, el Tibet, la China y Mongolia. Asoka respetaba,
empero, todas las sectas religiosas. Predicó el vegetarianismo y proscribió el alcohol y los
sacrificios de animales. H. G. Wells, en su historia del mundo abreviada, escribe: «Entre las
decenas de millares de nombres de monarcas que se apretujan en las columnas de la
Historia, el nombre de Asoka brilla casi solo, como una estrella.»

Se dice que, conocedor de los horrores de la guerra, el emperador Asoka quiso prohibir para
siempre a los hombres el mal uso de la inteligencia. Bajo su reinado, entra en el secreto la
ciencia de la Naturaleza, pasada y por venir. Las investigaciones, desde la estructura de la
materia a las técnicas de la psicología colectiva, se disimularán en adelante, y durante
veintidós siglos, detrás del rostro místico de un pueblo al que el mundo considera dedicado
sólo al éxtasis y a lo sobrenatural, Asoka funda la más poderosa sociedad secreta de la
Tierra: la de los Nueve Desconocidos.

Se dice aún que los grandes responsables del destino moderno de la India, y sabios como
Bose y Ram, creen en la existencia de los Nueve Desconocidos, e incluso reciben de ellos
consejos y mensajes. La imaginación entrevé la fuerza de los secretos que pueden detentar
nueve hombres que se lucran directamente de las experiencias, de los trabajos, de los
documentos acumulados durante más de diez decenas de siglos. ¿Cuáles son los fines de
estos hombres? No dejar que caigan en manos profanas los medios de destrucción.
Proseguir las investigaciones beneficiosas para la Humanidad. Estos hombres se supone que
se renuevan para guardar los secretos técnicos venidos de un remoto pasado.

Las manifestaciones exteriores de los Nueve Desconocidos son raras. Una de ellas tiene
relación con el prodigioso destino de uno de los hombres más misteriosos de Occidente: el
Papa Silvestre II, conocido también por el nombre de Gerbert d'Aurillac. Nacido en
Auvernia, el año 920, y muerto en 1003, Gerbert fue monje benedictino, profesor de la
Universidad de Reims, arzobispo de Rávena por la gracia del emperador Otón III. Se dice
que estuvo en España y que un misterioso viaje lo llevó a la India, de donde sacó diversos
conocimientos que llenaron de estupefacción a los que le rodeaban. Así fue como poseyó en
su palacio una cabeza de bronce que respondía «sí» o «no» a las preguntas que le hacían
sobre la política y la situación general de la cristiandad.
Según Silvestre II (volumen CXXXIX de la Patrística latina de Migne), el procedimiento era
muy sencillo y correspondía al cálculo con dos cifras. Se trataría de un autómata análogo a
nuestras modernas máquinas binarias. La cabeza «mágica» fue destruida a la muerte del
Papa, y los conocimientos registrados por ésta, cuidadosamente disimulados. Sin duda la
biblioteca del Vaticano reservaría algunas sorpresas al investigador autorizado. En el
número de octubre de 1954 de Computers and Automation, revista de cibernética, podemos
leer: «Hay que suponerle un hombre de saber extraordinario, de un ingenio y una habilidad
mecánica sorprendentes. Esta cabeza parlante debió de ser modelada bajo cierta conjunción
de las estrellas que se sitúa exactamente en el momento en que todos los planetas van a
comenzar su curso.» No era cuestión de pasado, de presente ni de futuro, pues este invento,
aparentemente, superaba con mucho el alcance de su rival: el perverso espejo en la pared
de la reina, precursor de nuestros cerebros mecánicos modernos. Se dijo, naturalmente, que
Gilbert fue sólo capaz de producir esta máquina porque estaba en tratos con el diablo y le
había jurado eterna fidelidad.

¿Estuvieron otros europeos en relación con la sociedad de los Nueve Desconocidos ? Hay
que esperar al siglo XIX para que resurja este misterio, al través de los libros del escritor
francés Jacolliot.

Jacolliot fue cónsul de Francia en Calcuta bajo el Segundo Imperio. Escribió una obra de
anticipación considerable, comparable, si no superior, a la de Julio Verne. Ha dejado además
varios libros consagrados a los grandes secretos de la Humanidad. Esta obra extraordinaria
ha sido saqueada por la mayoría de los ocultistas, profetas y taumaturgos. Completamente
olvidada en Francia, es célebre, en cambio, en Rusia.

Jacolliot se muestra positivo: la sociedad de los Nueve Desconocidos es una realidad. Y lo


más extraordinario es que cita, a este respecto, técnicas que eran del todo inconcebibles en
1860, como, por ejemplo, la liberación de la energía, la esterilización por radiaciones y
también la guerra psicológica.

Yersin, uno de los más próximos colaboradores de Pasteur y de Roux, pudo haber tenido
acceso a secretos biológicos a raíz de un viaje a Madras, en 1890, y puesto a punto, gracias
a las indicaciones que recibieron, el suero contra la peste y el cólera.

La primera vulgarización de la historia de los Nueve Desconocidos se produjo en 1927, con


la publicación del libro de Talbot Mundy que perteneció, durante veinticinco años, a la
Policía inglesa de la India. El libro está a medio camino entre la novela y la investigación.
Según él, los Nueve Desconocidos emplearían un lenguaje sintético. Cada uno de ellos
estaría en posesión de un libro constantemente escrito de nuevo y que contendría la
exposición detallada de una ciencia.

El primero de estos libros estaría consagrado a las técnicas de propaganda y de guerra


psicológica. «De todas las ciencias —dice Mundy— la más peligrosa sería la del control del
pensamiento de las multitudes, pues ella permitiría gobernar el mundo entero.» Hay que
observar que la Semántica general de Korjibski sólo data de 1937, y que hay que esperar la
experiencia de la última guerra mundial para que empiecen a cristalizar en Occidente las
técnicas de psicología del lenguaje, es decir, de propaganda. El primer colegio de semántica
americano no ha sido creado hasta 1950. En Francia, apenas si conocemos más que Le Viol
des Foules, de Serge Chokotin, cuya influencia ha sido importante en los medios
intelectuales politizantes, aunque no haga más que rozar la cuestión.
El segundo libro estaría consagrado a la fisiología. Como cosa más importante, explicaría el
medio de matar a un hombre con sólo tocarle, produciéndose la muerte por inversión del
influjo nervioso. Se dice que el «judo» pudo nacer de «infiltraciones» de esta obra.

El tercero estudiaría la microbiología, y especialmente los coloides de protección.

El cuarto trataría de la transmutación de los metales. Según una leyenda, en tiempos de


penuria, los terapíos y las organizaciones religiosas de caridad reciben, de fuente secreta,
grandes cantidades de un oro muy fino.

El quinto comprendería el estudio de todos los medios de comunicación, terrestres y


extraterrestres.

El sexto contendría los secretos de la gravitación.

El séptimo sería la más vasta cosmogonía concebida por nuestra Humanidad.

El octavo trataría de la luz.

El noveno estaría consagrado a la sociología, formularía las reglas de la evolución de las


sociedades y permitiría prever su caída.

Con la leyenda de los Nueve Desconocidos, se relaciona el misterio de las aguas del Ganges.
Multitudes de peregrinos, portadores de las más espantosas y diversas enfermedades, se
bañan sin ningún peligro para los que están sanos. Las aguas sagradas lo purifican todo. Se
ha querido atribuir esta extraña propiedad del río a la formación de bacteriófagos. Pero,
¿por qué no se forman también en el Brahmaputra, en el Amazonas o en el Sena?

La hipótesis de una esterilización por radiaciones aparece en la obra de Jacolliot, cien años
antes de que se sepa que tal fenómeno es posible. Estas radiaciones, según Jacolliot,
provendrían de un templo secreto excavado bajo el lecho del Ganges.

Al margen de las agitaciones religiosas, sociales y políticas, resueltas y perfectamente


disimuladas, los Nueve Desconocidos encarnan la imagen de la ciencia serena, de la ciencia
con conciencia. Dueña de los destinos de la Humanidad, pero absteniéndose de emplear su
propio poderío, esta sociedad secreta constituye el más bello homenaje de la libertad en las
alturas. Vigilantes en el seno de su gloría oculta, estos nueve hombres contemplan cómo se
hacen, deshacen y rehacen las civilizaciones, menos indiferentes que tolerantes, prestos a
ayudar, pero siempre en este orden del silencio que es la medida de la grandeza humana.

¿Mito o realidad? Mito soberbio, en todo caso, surgido de lo más hondo de los tiempos... y
resaca del futuro.

Extracto del libro EL RETORNO DE LOS BRUJOS de
Louis Pawels y Jaques Bergier (1959)

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