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JOHN H. ARNOLD UNA BREVISIMA INTRODUCCION ALA HISTORIA sprvon: Rogelio Carl Diva JNABREVISIMA INTRODUCCION A LA HISTORIA Cito origina HISTORY. A VERY SHORT INTRODUCTION Chadjo Lams Esai Paco del ci rg ni de Oxford Unies Press sentences 2000, Joba H. Arnold ublcado xginalmente en inglés en 2000 >ublcado sein acuerdo con Oxford Univers Pres >.R.© 2003, EDITORIAL OCEANO DE MEXICO, SA DE CV, Eugenio Sue 59, Colonia Chapultepec Plano ‘Miguel Hidalgo, Cig Pow 11360, Meno, DE. 5279 8000 =) 5279 9006 info@oceanocom ne >RIMERA EDICION SBN 970-651-737-5 2ucdan rigeretamente proibits inl enericacn ‘rita de eto aj sions cabled es ye, | epraduco paral ea de ase per alg mais. prvoliiens comprenider arpa yl taments, ‘forma, ya srbcion de empl del mdiante “puter o prea po -MPRESO EN MEXICO / PRINTED IN MEXICO Para mamé, paps, Ruth y Victoria Los capitulos que aqut presentamos pasaron por rnuchos lectores antes de Hegara su versi6n final. Estoy en euda con todos aquellos que hicieron correcciones sobre liversos temas. En particular, debo agradecer a Barbara MacAllan, experta en migracion inglesa al Nuevo Mun- Jo, quien me introdujo al eamino de George Burdett. Sin uu generosidad extrema no hubiera podido escribir el capi- vo 4. Cualquier rastro de tonteria, en ésta 0 en cualquier otra dea, es entera responsabilidad mia, Entre quienes stin exculpados, pero merecen mi gratitud, se incluyen: iward Acton, Catherine Benson, Peter Biller, Stephen Shurch, Shelley Cox, Simon Crabtree, Richard Crockett, Seoff Cubitt, Simon Ditehtield, Victoria Howell, Chris, Sumphrey, Mark Knights, Peter Martin, Simon Middle ‘on, George Milles, Carol Rawcliffe, Andy Wood, y toda ana pléyade de lectores andnimos de Ia Oxford Univer- sty Press. Tengo que agradecer, asimismo, al personal y 1 os estudiantes del Departamento de Historia, al Cen ro de Estudios Medievales de la Universidad de York, « as escuclas de Historia, ya los departamentos de Estu- dios Norteamericanos y de Inglés en la Universidad de East Anglia por todo lo que me han enseftado de histo- 4a, Por timo, mi deuda més profunda es con mi padre, quien siempre esti dispuesto a hablar del tema ya mos- trarme por qué estoy equivocado, 1, CUESTIONES SOBRE ASESINATO E HISTORIA, sta es una historia veridica. En 1301, Guithem de R des salié apresuradamente de su aldea de Tarascon pueblo de Pamiers, en los Pirincos, al sur de Francia. dirgia a vsitar a su hermano Raimond, monje en un m nasterio dominico. El recorrido era de unos treinta kil ‘metros alo largo de a garganta del rio Ariége, por lo 1 Guilherme levara poo menos un dager we de tino, pues viajaba a pie. El motivo de su viaje era urge te: su hermano le habia enviado una carta donde le a vertia que ambos se encontraban en gran peligro. De saudi de inmedin, EE DS Cuando legs al monasterio de Pamiers, Raimor lo recibis con noticias alarmantes le dijo que un cier Seguin (un tipo de monje que no pertenecia a ningu orden religiosa oficial) acababa de visitar el monaster Se lamaba Guithem Déjean y representaba una autént «a amenaza para los hermanos. Al parecer, Dgjean hat offecido a los dominicos atrapar a dos herejes —Pierre Guilhem Autier-— que vivian en la aldea de Montuille en los Pirineos. Dejean sabia de la existencia de esos h rejes porque un hombre, que le habia dado albergue d rante una noche en las montafs, inocentemente se hab offecido a presentirselos, pensando que quizi se uniri su fe, Dejean se encontré con los hermanos Autier y se ané su confianza. Ahora podiatraicionartos. Pero lo que en verdad aterraba a Raimond era que Déjean también afiemaba que los herejes tenian un espia fentro del monasterio. De acuerdo con lo dicho por el eguin, cl espia tenia nexos con los herejes a través de su ermano, un miembro del licado y amigo de los Auties. “Uhermano era Guillem de Rodes y el supuesto espia era Xtaimond de Rodes. “Es cierto?" inquirié el atemorizado Raimond, “zhas tenido contacto con los herejes?” “No”, espondié Guilher de Rodes, “el beguin miente”. Era mentira. Guithem de Rodes conocis a los he~ sjes por primera vez en la primavera de 1298. Los habia ‘do predicar, les habia dado alimento y refugio y, de he~ hho, estaba emparentado con ellos: eran tios suyos. Los \utier acababan de legar de Lombardia. Antes se habian ledicado al trabajo notarial en las pequemas aldeas y pue- los de los aededores del rio Arigge. En Lombardia se tabjan convertido a la fe cétara, que dominé el sur de Francia durante el siglo XIN pero que en aflos recientes asi habia desaparecido a causa de la atencién mostrada I respecto por los inquisidores, Pierre y Guilhem Antier ran el inicio de su resurgimiento. El catarismo era considerado como una herejia cris- jana. Quienes observaban la fe eftara se autonombraban buenos eristianos” y ereian ser los auténticos herederos le la misién de los apéstoles. También ereian en la ex encia de dos dioses: ef Dios bueno, que exes el espritu, y 1 Dios malo, que creé la materia corporal. Esta creencia clualista" era antitética a la ortodoxia catdlica romana. Y, 1 todo caso, los citaros ereian que la iglesia eatica r0- nana estaba corrompida; incluso la lamaban la “puta de Babilonia’. A principios del siglo xi habia varios cie tos de citaros, y muchos creyentes mas en el sur de Fra in embargo, para iniios del siglo x2V sélo queda catorce, que se habian escondido en diversas partes, sot todo en las aldeas de los Pirineos. Sin embargo, los F deres ortodoxos no toleraban semejantes creencias; de Ia impaciencia de los dominicos de Pamiers por capta alos Autier. De ahi tambin el peligro que representa Guithem Dejean para los hermanos De Rodes. Guilhem de Rodes dej6 a su hermano y regresé a hogar en los Pirincos. Viajé ala aldea de Ax (treinta kil metros mas adelante de Tarascon) para advertirle a Ri mond Autier (hermano de los herejes) sobre Dejean. U vez que hubo regresado a su aldea, también alerté a hombre llamado Guilhem de Area, que vivia en el ase tamiento vecino de Quié, Ignoramos si pretendia por en marcha los eventos que ocurrieron después. Gran partidario de los eétaros, Guilhem de Ar fue de inmediato a buscar al deguin Déjean y le pregun si queria encontrar a los Autier. "Si", respondié Déjec asi que Guilhem de Area se ofreci a levarlo hasta elle ‘Complacido y sin sospechar nada, el bguin accedis. Vi jaron juntos ala aldea de Lara, en las profuundidades las montafas. Guihem de Rodes oyé que mas carde, esa mise noche, cuando el éeguin llegé hasta el puente que se € contraba en las afueras de Larnat, aparecieron dos hor bres: Philippe de Larnat y Pierre de Area (hermano Guithem de Area) y esto fue lo que sucedis: Inmediatamente lo capturaron [a Déjean] y lo gc pearon de modo que no tuvo fuerza para pedir au 4 nisrorta lio. Lo Mevaron a las montafas cercanas a Larnat, y le preguntaron si era cierto que queria capturar alos herejes. Admiti6 que era cierto y, al instante, Philippe y Pierre lo aventaron desde un gran acan- tilado, ala grieta de un glaciar Elasesinato permanecis en secreto durante muchos afios. Guilhem de Rodes, Raimond de Rodes y los Autier sstaban a salvo, por el momento. Qué debemos inferie de este asesinato largamente slvidado? EI hecho fue registrado en los archivos de la Inguisicion en el ato de 1308, cuando Guilhem de Ro- des contesd todo lo que sabia sobre los herejesy la here~ iia. Otros tres testigos lo delataron, Guilhem fue enviado a prisidn junto con otras sesenta personas por su contac~ to con los citaros. Esta anéedota sobrevive como una pequeiia, oscu- ra y fascinante viteta del siglo XIV. Esto, entonces, es “historia”: un recuento veridico de algo que sucedié hace mucho tiempo, relatado en el presente. Una vez mis el pasado adquiere vida, y se ha vuelto a establecer asi el contacto desigual entre el entonces y el ahora. Pero queda el autor exonerado de su labor? zha llegado a su fin esta breve introduccidn ala historia? [No demos por terminado tan pronto nuestro viaje ‘Aiin quedan preguntas especto del asesinato de Guilhem Déjean, y otras mis sobre la historia en general que nos esperan. Como est libro mostrar, el proceso de escribir historia (*historiografia") esti lleno de preguntas. Pode ‘mos usar este primer capitulo para empezar a exarninar~ las; quizd algunas ya surgieron en sus mentes. En muchas formas, la historia empieza y termina con preguntas, lo i woes de Francia on a Fle Mera S span : i i i i i 6 susronta ue equivale a decir que munca termina de verdad, sino que sdlo es un proces Entonces, zesmo Hlegé esta historia a estas pigin Alay varias respuestas. Podemos empezar con la mis sen- sila: Guilhem de Rodes aparecié ante un inquisidor lla nado Geofftoi d’Ablis, en cuatro ocasiones durante 1308 DAblis habia liegado a investigarla herejia en los Pirineos dor orden del Papa. Podia lograr que cualquier persona se oresentara ante él para responder a un interrogatorio so- ore la fe ortodoxa, y podia demandarles que confesaran no x6lo sus propias acciones, sino también las de otros, tanto fivos como muertos. Tras escuchar sus confesiones, el in~ qhisidor podia imponer una penitencia o un castigo que >odia ir desde llevar cruces amarillas en sefal de que el estigo habia sido culpable de actividades heréticas, hasta ser quemado vivo en la hoguera. La investigacién que alean2é a Guilhem de Re des inicialmente estuvo impulsada por Géraud de Rode ‘otro de los hermanos de Guilhem, que acudié de m: nera espontinea ante el inquisidor y denuncis « mucl gente involucrada con el movimiento de los citaros. § confesién, a confesién de Guilhem, y las de, por lo mu tos, otras quince personas, quedaron anotadas en los gistros de la Inquisicion. Los testigos respondieron a ut serie de preguntas hechas por D'Ablis, y proporcionare tun poco de de material propio. Los escribanos del ingu sidor egistraron todas esas respuestas y las resguardare para uso futuro. Algunos de los registros han sobrevivid de modo que su lenguaje del siglo x1V todavia esti ce nosotros. Un historiador moderno ha editado y public: do este registo en particular. Utilicg parte de ese materi para contarles la historia de Guillem Déjean. Sin embargo, las preguntas no acaban aqui. En v capitulo posterior hablaré mis respecto de las evidencia su uso y problemas. Por el momento, volvamos a esta hi: toria. Espero que haya captado su atencién. La elegi po que ciertamente capt6 la mia. Quizd nos atrapa porqt se trata de un asesinato, y estamos familiarizados con placer culpable de compartir historias de horror. Es ck zo que también se trata de una “narraciéa” en el sentid de que tiene principio, medio y fin, lo cual podri hace In atin mis “satisfactoria". Puede interesaros y hasta so prendemos, si es que antes no sabiamos que la gente d ‘medioevo se dedicaba a este tipo de actividades. Los pre tagonistas del relato no eran reyes, principes, santos 6 e: critores famosos sino gente comiin y corriente. Por tant puede divertisnos sélo porque logremos descubrir que ta siquiera sabemos algo de ellos 8 nisronia ‘Tal vec esta historia también nos interesa por aque: lo que la hace extrafia, El escritor L. P, Hartley ha suge- ido que “el pasado es un pais extrafio. Ahi las cosas su- ‘eden de una manera diferente”. Douglas Adams, el autor le ciencia ficcién, postula un caso distinto: el pasado en ‘erdad es un pais extrafio, porque hacen las cosas igual que nosotros. En algtin sitio entre estas dos propuestas ‘e encuentra el elemento elusivo que nos atrae al pasado + nos impulsa a estudiar historia. La anéedota que narré tabla de ambos argumentos. Entendemos y podemos re- acionarnos con el hecho de mandar cartas,visitar a nues- ros parientes, y emprender viajes fuera de nuestro lugar {e origen. Sabemos del temor a la persecucién y hemos >ido hablar de asesinatos, ineluso si no hemos experimen= ‘ado nada de esto de primera mano. Si hubiera traducido 10s nombres de los protagonistas de esta historia a nuestro enguaje verniculo (“Guilhem” se volveria Guillermo en sspaiiol) entonces podrian parecer mis cercanos a n0s0~ ros. Los nombres que he utiizado son occitanos: el idio- ‘ha de esa época, region y periodo. En esto, de hecho, he -eilizado un pequefio truco. Los registros estin en latin, de modo que quiza debi haber empleado esa lengua, que asa la version Guillelmas. Pero, tal como qued6, los nombres nos parecen ex- srafos. Parece raro encontrar tanta gente que se llama Gauithem, y no solemos usar nuestro lugar de nacimiento bara designar nuestro apellido ("de Rodes” significa “del ‘ugar llamado Rodas"). Sabemos de religién, pero es pro- ‘able que no estemos familiarizados con el concepto de ‘herejia,con las obras dela Inquisici6n, y con la creencia en dos dioses. :Vemos esto como una “supersticién” grotesca? Lo consideramos como algo igual de extrafio que la idea del descenso del hijo de Dios a a tierra, su muerte en. cruz y su resurreccién? La “hereja" solo puede existir dor de hay una “ortodoxia” que la defina: tanto los catélice como los citaros del medioevo afirmaban ser “verdadero eristianos, Cualesquiera que sean nuestas filosofias actus les y nuestras creencias religiosas, zresulta posible aduc ‘una conexién real con cualquiera de estos dos grupos? Si leyéramos esos registros mas a fondo, nos salta sian ala vista otras diferencias. Aunque resulta claro qu tanto Guilhem de Rodes como su hermano sabian leer escribir (se comunicaban por carta), esto es muy poco co smiin: la mayoria dela gente de aquella época era analfabe ta. Es mis, el concepto de “alfabetismo” era algo distint cen el siglo XIV: sia uno lo describian como fitteratus (“le trado") eso signifcaba que uno podia leer y escribir Jatt yy por ende, sabia como interpretar las Sagradas Escrita ‘as, La facilidad para hablar o eseribie idiomas vernéculo no contaba como “alfabetismo”, sin importar cuén stil pu dicra ser esa habilidad. Leer y escribir en occitano (0 e1 aleman, francés, inglés, etcétera) lo etiquetarfa a uno com: licteratus "letrado”), Estos elementos de familiaridad ‘extrafieza pueden generar, a su vez, otras preguntas. El asesinato de Guithem Déjean no fue el nic: evento anotado en los registros inquisitorales. Es obvic que tampoco fue el nico acontecimiento del ato 1301 er los Pirineos, al sur de Francia, en Europa, o en el munde en general. Los historiadores no pueden contar éodas Ia historias del pasado, sdlo algunas. Hay huecos en el ma terial existente (faltan algunas de las paginas del registr de D’Ablis) y hay areas sobre las que no queda ningun: evidencia. Pero incluso con la evidencia que si tenemos hay muchas costs que padrian decirse mas de las que este espacio nos permite tratar. Inevitabl jores deciden qué puede y debe de “historia” (las historias verdaderas que ccuentan respecto del pasado) esti he cosas que han captado nuestra atencién; de lo que hemos decidido repetir para oidos modemnos. Como veremos en. un capitulo posterior, las bases ent do ambiando a lo la las que los s han seleccionado sus historias verdaderas han ido Al elegir cl asesinato de Déjean como una historia que queremos sepetis, también es necesario decidir qué lio, Resultaria ul para un historiador modemo presentar una vi papel desemperia en un contexto n poco u no ésta sin decir nada més. A fines del siglo XIX 1 xX, algunos historiadores trabajaban d ese modo, recolectando y traduciendo vide y prineipic santes que aban— podian ser de utilidad para un: es. Esos libros resultan ttle 8, ¥ gracias a ellos, otrog historiade + un trabajo detallado. Leerlos pue~ gama mas amplia de lecto han logrado h de ser un placer agian a los lect asiasmo sobre el pasa historiadores modernos esto no es suficiente. Necesita mos inzerpretar el pasado, no silo presentarlo. Encontrar tun contexto para la historia supone un intento de decir no sélo “lo que ocueris”, sino cud fi nific je Dejean? Hay varias p nis de la Inquisicién y la hergjia, involucrada tanto en la fe ciones y sus creencias, Nos cuenta la historia del cata 2.Santo Domingo combate Tacha. Les las se lanearen realidad. Domingo es cha pie ismo: al leer el registro de D’Ablis, descubrimos algo sobre el nimero de personas que fueron convertidas por 1s herejes Autier. Podriamos notar que las personas que aparecen en la evidencia no hablan de “La Inquisicién” Sino sélo de “inguisidores’. Esto se debe a que duran te este periodo la Inquisicién no existia como institu in formal; solo habia inquisidores individuales (como Geofftoi d'Ablis) con una labor particular qué desem- pefiar (en este caso, investigar la hereia en las aldeas de ios Pisineos). “Inquisiciéa” significaba el proceso legal que D'Ablis y otros levaban a cabo. Se habia estableci- ‘do como método para combatir a hereia a inicios del si lo Xin. Su registro también nos muestra cémo el proce so inquisitorial —Ia forma en que se dedicé a investigar y registrar Ia herejia— cambié desde esa época. Si compa~ ramos la confesién de Guilhem de Rodes con la de otra persona de 1240, hallamos que a Guithem se le alent6 a hablar de un modo mucho mis amplio y detallado que a los testigos de periodos anteriores de la Inquisici6n. Esto se debe a que habia cambiado la gran amenaza que re- presentaba la hereia,y Ia misin de los inquisidores esta- ba cambiando con ella, En forma alternativa, podrfamos insertar el asesina- to de Déjéan dentro de la historia del crimen, Se cono- ‘cen otros recuentos de asesinatos en la Edad Media, al~ {gunos de los cuaies son bastante renombrados. Podriamos contrastar esta historia, por ejemplo, con el asesinato de Thomas Becket en 1170, 0 con la ejecucién de William ‘Wallace en 1304, 0 aun con los supuesto crimenes de Ri- cardo III de Inglaterra. También podrfamos concentrar- nos en crimenes efectuados en los estratos més bajos de Ia sociedad. Para encontratlos utilizariamos otra clase de registros y hablariamos entonees acerca de la prepond fancia del violencia en la Edad Media; los metodox ot se utlizaban, las investigaciones, los castigos y los mot vvos de los ctiminales. Sin embargo, el recuento de nues podria formar parte de la historia de Languedoc. “Languedoc” significa “a lengua o cl idioma de Oc el nombre que se le dio a esta area del sur de Francia po gue antes ssn a pale a" para dc en ver de “oui, que era la palabra que se empleaba ¢ Al ore, Debid la preserva de heres en Langudo cl Papa ordené una ervzada contra esa tierra a iniios d siglo Xl. Languedoc habia sido antes, en gran parte, u pais separado, que se sentia mis afin a Cataluita que a kc alrededores de Paris. Esta eruzada contra la herejia hiz que el norte de Francia dominara politicamente al sur; si embargo, transcurrié un buen tiempo antes de que Lar iguedoc aceptara 2 sus nuevos amos politicos y, en ciert modo, el sur de Francia ain se considers muy distinto norte parisiense. La defensa del catarismo (incluido, ver, el asesinato de Déjean) esta ligada ala historia de 1 politica francesa Por ultimo, podriamos ignorar la rama general d Ia historia y concentrarnos en los pequeiios detalles. An tes mencioné el problema del alfabetismo; éste es un dat interesante para un historiador que se interese en los ni veles de educacién entre la poblacién laica. A Déjean b atacaron en un puente a las afueras de Larnat Al revisa ‘otros registros descubrimos que también habia un puen teen las afueras de Tarascon, y en otras aldeas, Estos he chos nos indican algunos aspectos sobre la geografia d+ «se lugar. En otra parte, Guilhem de Rodes menciona e1 su confesién que alguna vez escondi a los herejes en “ur ny nusrota ugar bajo el piso que se usaba para almacenar granos”, En ‘otras ocasiones los herejes se quedaban en una cabafia que Guilhem tenia en un campo cercano a Tarascon. De esta forma hallamos datos sobre agricultura y arquitectura. En otro lado, Guithem afirma que via ala aldea de Ax por negocios, y que una vez se ausenté para hacer un entre- rnamiento militar con el conde de Foie. Asi, sabemos mis respecto de las actividades de Guilhem y, por extension, de otras personas de su misma clase social. A Guilhem con frecuencia se le pedia que fechara los hechos confe~ sados. Por lo general, él hacia referencia al dia de un san- to. Decia, por ejemplo, que “ocurti6 quince dias antes de la fiesta de san Juan Bautista" (que se celebraalgin dia de junio), lo que nos da una idea de la forma en que Guil- hhem percibia el paso del tiempo, y la importancia de los santos incluso para un simpatizante de los herejes. Si es- tudidramos el resto de los registros inquisitoriales con el fin de extraer més fragmentos, podriamos amasar un util ccimulo de informacién. Todo un mundo rodea las confe~ siones de Guilhem; un mundo que él dio por hecho y que se nos revela en increibles trozos y fragmentos. ‘Estos son algunos de los escenarios que se me ocu- ren como posibles contextos par la historia del asesinaro de Déjean. Otros lectores imaginarin algunos distintos. Como veremos mis adelante, los historiadores de otras épocas habrian interpretado esta historia de un modo di- ferente; incluso, para algunos, no seria ni importante ni curiosa, Estas elecciones no sélo tienen que ver con la ‘oportunidad o la sagacidad, sino con aquello que nos inte esa. Como historiadores, estamos atrapados en nuestros propios intereses, en nuestra propia moral, ética, ideas f- ossficas sobre el funcionamiento del mundo, y sobre todo aquello que orillaa la gente a comportarse de la mam rien que lo hace. La evidencia de los registros nos off ce cuadros y enigmas; de hecho, nos plantea retos. Gui hem de Rodes no expisa cada uno de los detalles de historia. Por ejemplo, la evidencia no noe dive por gt nadie interogd as hemano en el monastero; cu eran los motivos exactos que guiaban a Guilhem Déjea (Gera un ortodoxo devoto o esperaba ganar la aprobacis de los dominicos?); ni qué hizo precisamente que Gui hhem de Area y sus cémplices lanzaran a Déjean a su re cosa tumba (estaban protegiendo a los Autier 0 a si mis mos?) Yo tengo una opinion respecto de todo esto, pet son mis ideas. Mas adelante hablaremos sobre emo Ile ran estos huecos los historiadores,y sobre el arte de ad ‘Advinge™sugiee cierto grado de inceridumbr aceca del proceso hivtoiogrica,Inhuso pod suger oie, ess, los hstoriadowes se quivocan, Dende eg Tb hacen. Al igual que todo el mundo, pueden ler na acordarse mul interpretar ral entende ls con ma ero en un senido mis ampli os hstonadores sem Podemon esr ailitaments en lo ore” Too Tecvenos histo tenon huecos, problemas, contradic Sones y ies de incertunbre. Tain nos “equivoa Imo" porque no siempre estos de acuerdo ente oso tos eneno queequvoctnor (aunque como teem ssc emit dn geen to mad inerprtars cons), Sin embargo equivocal his toriadores siempre tratando acertar™ Patamos de cei nova lo ue sein novo seta evident: amo de buscar odo cl material dsponible, emendet en fom ompleta qué ocurre, y nunca fabricamos “los hechos”. los historiadores les gusta, a veces, comparar su traba- con el del excritor. Un autor de fccién puede inventar snte, lugares y acontecimientos, mientras que el histo- ador esti atado siempre por lo que la evidencia pueda astentar. Esta comparacién podria hacer que la historia + viera como algo seco yfalto de imaginacién; sin embar- ‘9 —como hemos visto y como exploraremos mis ade- unte— la historia emplea a la imaginacion en la forma en ue usa, presenta y explica la evidencia. Para todo histo- _ador, lo que esti en juego es lo que en verdad ocurrid, y ) que exo podria signifcar. Son muy emocionantes estos recarios intentos de asir la “verdad”, una verdad que, en ‘ualquier punto, podria revelarse ilusoria, Estas dudas son necesarias para que exista la “histo- ia". Si el pasado viniera sin huecos ni problemas, el his- oriador no tendria ninguna labor qué completa. Y sila videncia siempre hablara lanamente, apegada a a ver~ lad y con claridad, no s6lo los historiadores no tendrian aada qué haces, sino que eareceriamos de la oportunidad le discutir entre nosotros. Por encima de todo lo demés, a historia es una discusiin. Es una discusion entre distin- (0s historiadores y, quiza, entre el pasado y el presente, ntre lo que ocurrié en realidad y lo que ocurtiri despues. Las discusiones son importantes porque crean la posibi- dad de cambiar ls costs Estos son los motivos por los cuales, a lo largo de zste capitulo y de este libro, utlicé el término “historias verdaderas” para hablar de historia. Existe aqui wna ten- sidn necesaria: [a historia es “verdadera” en el sentido cen que debe coincidir eon la evidencia y los hechos que ‘emuncia; de lo contrario, debe demostrar cudl es la razn ; ‘ ; 3 i j i por Ia que esos “hechos” son incorrectos y es necesa! volver a elaborarlos. A la ver, se le considera na “hist ria’, en el sentido de que es una interpretacn que cole Jos *hechos” dentro de una narracién o contexto mis at pli. Los historiadores cuentan historias en el sentido que su mision es persuadirlo a usted (ya si mismos) de + go. Sus métodos de persuasion dependen en parte de “verdad” —no inventar cosas, no presentar los asunt sis que como son— pero también de crear una narracit interesante, coherente y titi del pasado. En si mismo, pasado no es una narracin. Ea su totalidad, resulta cad <0, no tiene coordinacin y es tan complejo como la vie La historia trata de extracrle un sentido a exe desaste; « encontrar 0 crear patrones y significados, fias a partir del torbellino, Hemos empezado con una serie de preguntas, y presentado una serie de propuestas: que la historia es « proceso; que es una discusiGn, y que esti compuesta « historias verdaderas sobre el pasado. A lo largo del fib exploraremos todo esto mas a fondo, Pero quiero enunct ‘una illtima idea: pensar en la historia (tal y como lo est: mos haciendo aqui) nos brinda tanto aportunidades com peligros. Nos permite reflexionar respecto de nuestra n Iacin con el pasado, revisar el tipo de historias que bi mos elegido contar sobre lo que ha ocurrido en otro tien po, las formas en que hemos Hegado a dichas historia Y los efeos de contarls. Cuando el pasado reingresa presente se convierte en un lugar irresistible. Buena part de pensar en la “historia” consiste en pensar sobre qué — para quign— es la historia, Para dar inicio a esta invest scion puede resultarnos ttl mirar hacia atrés, en un ir tento por entender que ha sido la “historia en el pasads i ends NRUNRUNENNRSIN indie 2, DE LA COLA DE LOS DELFINES ALA TORRE DE LA POLITICA E el siglo v1 a.C. Nabénides, un rey babilonio, re: 26 la busqueda —quizas podriamos decir que la p mera excavacién arqueolégica— de un templo antig un E-Babbar. Lo enconteé y escribis sobre ese descub smiento: ‘Ahi pude leer la inseripeion del antiguo rey Ha ‘murabi, que, setecientos afios antes de Burnak rash, habia construido para Shamsash el E-babt sobre el antiguo Zemenos y comprendi su significa. Lo veneré trémulamente. El rey Bumaburiash habia vivido en el siglo > aC. y el templo del dios Shamash que hallé Nabsnic cera, 4 su vez, setecientos afios mis antiguo. Es decir, templo tenia dos mil afios mas que Nabonides. Esos i ‘reibles huecos de tiempo hacen que sintamos a Nabst des mis cereano a nosottos. Si vemos su descubrimier yysu texto como el comienzo de nuestra historia, como primer fragmento de “historia’ del que tenemos conor rmiento, la sensacién de cercania podria verse fortalect por su papel como “origen’ de la narracién de-este cay es nisronta tulo, Un sentido de conexin como éste resulta iti, sin embargo, podeia causamos problemas: Nabénides esta- ba interesado en halla el E-babbar debido al nexo que le permitia establecer con su propia tradicion real, y el po~ der y la autoridad que ello implicaba. La forma en que entendié su descubrimiento, y sus motivos para registrat- Jo, no son necesariamente los mismos que los nucsttos ePodemos mirae atrs, asi, de esta forma, al inicio de la historia” como una actividad? La pregunta es compleja al hacerla, nos sumergimos en nuestra propia indaga~ ‘ida histérica contemporinea. Podemos miraratris para “historias” a fa historia misma; es decis, para ver cusles son sus raices, de dénde viene, e6mo ha eambiado, y para qué se ha urtilizado en distintas épocas y lugares. Nues~ tro centro de ateneidn, aqui, en este breve recuento, tiene aque ser el presente: sar la historiografia pasada como una comparaciéa sobre lo que kacemos ahora, y como an 12- cordatorio de que si la historia —como sujeto— ha cam- biado a lo largo del tiempo, puede volver a haceslo. En consecuencia, habri grandes huecos en la historia que si _gue; sin embargo, parte de lo que quiero mostrar es que, en cieta forma, fade la historia quiere decir algo sobre el presente, Avancemos un siglo precisamente hacia el primer historiador griego: Herodoto (484-425 a.C.), quien escri- bi sobre las caus histricas de los conflctos entre los griegos y los persas, un tema que Homero ya habia abor- dado en su poesia. Herodoto comienza sus historias ba~ ciendo un recuento sobre la rin por la que dos pueblos Tlegaron a [a violencia. Hace un resumen de la version persa de los acontecimientos: los fenicios secuestraron a To, hija del rey griego;entonces los griegos raptaron a Eu- ropa, hija del rey fenicio, y luego a Medea, otra hija ¢ rei Paris, hijo de Priamo, rey fenicio, se inspir6 en « tas historias para secuestrar a Helena y hacerla su espo Para los ojos fenicios esto era muy importante: secuest mujeres era algo malo, pero nada para irtitarse demasi do, ‘pues resulta obvio que ninguna joven permite que rapten si no quiere ser raptada”. Los griegos, sin embe go, tuvieron una reaccién desmesurada: reunieron un gr «rst con el fin de rescatar a Helena de Troya y dest al ejército de Priamo, Todo esto como represalia por rapto de mujeres. Sin embargo, los historiadores fenici dicen gue incluso éstees un recwento falso: Io (la prim 1m mujer mencionada) no fue levada ala fuerza, sino q, se embarazé del capitin de un barco fenicio y decidis ix con élen ver de humllar asus padres. Eseribe Herodoto’ Eso, en cuanto alo que dicen los persas y los nicios: yno tengo intencién alguna de juzgar suv racidad o falsedad. Prefiero confiar en mi propio c nocimiento, y sefalar quién injuré primeros a | sriegos; luego procederé con mi historia, contind: J mientras recorro ciudades pequefias y grandes. rmayoria de las que alguna ver fueron grandes ah« raison pequefias; yaquellas que en mi propio tien po han alanzado la grandeza, en el pasado fuerc pequefias. No importa si ls ciudades de las que © eribo son pequefas o grandes, pues en este mun nada es préspero durante mucho tiempo. Alrechazar las leyendas persas, Herodoto elige cot fiar en “los hechos” mas que en creencias espurias, M. 3 misronta adelante usa el recuento de una historia oral para mos- trar que Helena y Paris nunca llegaron a Troya, sino que fueron detenidos en Egipto, y analiza algunos pasajes de Homero para argumentar que el gran poeta sabia esto pero prefiri seguir una historia distinta, icticia, Creamos ‘0 no en el nuevo recuento que hace Herodoto de la hi toria de Helena, el hecho de que intentara usar eviden- cias para distinguir una historia fcticia de una real, hace que su recuento histérico lo haga verse mucho mas ce cano a un historiador del siglo XX. El que sus Historias ro estén unidas simplemente a sus circunstancias perso- nales (como Nabinides y el E-babsar), sino que se disi- jan a.un piblico més amplio y tengan un propésito tam- bign mis amplio (registrar y explicar el pasado), sugiere que Herodoto es el fundador de Ia historia eomo la co- nocemos hoy. Es mis, en ocasiones se le llama el “padre de la Historia’ Pero, de nuevo, debemos tener cuidado. Aunque al- sgunas partes de la obra de Herodoto pueden parecernos familiares y “modernas”, otras no. Mucha de Ia historia que cuenta son narraciones que nos parecen increibles: ‘Arion que monts la cola de un delfin; Drasto que prime- 10 maté accidentalmente a su padee, luego consiguis re- fugio con el gobemnante Creso y, también en forma acci- dental, maté al hijo del rey; el oriculo de Delfos, cuyas preicione pin a iti sempre een Tidad,etcétera, Estas y otras historias se mezclan en lo que podriamos reconocer como una historia politica mis “ob- jetiva’ de cémo fueror. a lt guerra los griegos y los per= sas, A Herodoto le encanta salirse de su recuento de los acontecimientos politicos para hablarnos respecto de las ccostumbres locales de la gente, asi como de los extrafios jsruibessauralet de diana pone, tien “aur histor abuloa que cpt au senelon, Porta to, a Herodoto también se le conoce como el “padre te menti Pero limo no advo ninguna fee eee ee ee fax dr ge bo que es pacer emble porque testigos que lo pueden confirmas. Hay ots rezone por ls qu poderos considers Herodoto distinto de nosotros. Por un lado, es poco pr able que Herodoto considerara su escritura de una “hi it cae les pp emia tome ouonsips escritura. La palabra griega que se ha convertido en “hi teen veto org tga “informa” ym cespecificamente, sefialaba a una persona capaz de cles slorcts eis eevee ppycron. Aptis «ners ‘ura sobre el pasado, esto significaba en gran medida qi Denes ee econ io greg rnltaba mene imporunte Ne ex de x sar cue tay consid un oers expec le do ‘itor’; ms ben parece que tee conidentba pu te de un euerpo nis grande deceit “oo Slonder (repay asa oye ene bir son es pasion aloe rcnon que alo de Nab Files ees ses poe tenon eed coe a ieee dae Eee eam oie amir ay See cian ey temot teas y lon imc pobleman suspen una yon vez. Los eventos que acontecen en nu Flisoia «emt do son aus por ils de eareten per tn dich le sempre se eocuntra la ued cela del destne gu an tis Heros WG d'un una Sart 4 | i ye ciudades y pueblos en la misma medida, Por ejemp ‘euenta sobre Creso quien, a pesar de haber recibido u auvertencia en un suef, no pudo prevenir la muerte su hijo (el muchacho que falleié accidentalmente a m tos de Adrasto} perdié todo su reino por su arrogenc 0 bibris (cl engreimiento humano de los propios logr que enardece alos dios). Algunos historiadores del sig x pueden pensar, asimismo, que ciestos temas son rec rrentes en la historia; pero considero que ninguno pien aque la rueda del destino gobierna Ia causlidad. Paria decirse que este concepto del tiempo camb cuando el cristianismo produjo sus primeros historiad res. Eleredo cristiano no dependia de la rueda del destin sino que vela al mundo moverse inexorablemente ent dos puntos fijos: la Creaciny el Apocalipsis. Basados el Antiguo Testament, los primeros historiadores cist tos también daban por cierta las siete edades de lt ht rmanidad, Para cuando estaban escribiendo sus recuente ya hubian pasado cinco edades, y la humanidad hal trado en la sexta: el periodo que va del nacimiento de Cri to asu Segunda Llegada, Todo lo que quedaba por delat te er a septima edad el periodo que va del Apocalipsis el fin de la historia. Este marco sugera una idea bastat te distinea en lo que se refera al significado de la histor yen la forma en que uno deberia acecarse a ell Sin embargo, nose debe hacer una distinc taut te entre el periodoclisco y los albores de la er cristian Tn imagen de la rueda del destino se perperus en la cul ‘3 eristiana, y el concepto de las Siete Edades no dicta todo lo esrito en la historia cristiana. Lo que de hect ener un cambio en Ia historiografa fue un nuevo apremiante propésito de la historia, La historia eclesidett 36 raison |, Ruade dels frtuna de Wiliam de Brales (1295). de Euscbio (escrta c. 325 d.C.) busca persuadir al public co cristiano y pagano de que la crstiandad era mis anti- gua, més racional, mas moral y més vilida que la eeligion pagana. Los primeros crstianos eseribian historia como un recuento poléize del pasado. Lo hicieron porque, en x08 primeros sighs, eran un pueblo asediado que tenia que defender su fe, perseguida por las autoridades roma- ras. Darle una historia a su fe (y en contra de otras ereen- cias) era un intento por ganar autoridad. En su libro La cindad de Dies (c. 436) Agustin de Hipona intents cor binar las luchas histéricas de su iglesia con la eterna bat Ia entre espiritualidad y maldad. Era una mezcla de te Jogia © historia a gran escala, pero resultaba demasia Iniga ¥ compleja para obtener gran influencia inmediai Sin embargo, Orioso, el pupilo de Agustin, eseribio w vyersidn simplificada y més polémica, la Historia contra mas que fue mucho més popular. TE chia y Orlow x dodicaroa eas cua w torizadas copiando documentos originales que ayudariar istiendo en la precisién historica de las Sar tas Escritura, asi como enlazando la historia de si igles a la gran narracién lineal del tiempo, Un elemento m de la historiografia que los habia precedido los ayuds « su proposito: la idea de la retériea, Los eseritores rom nos Salustio y Cicerén habian afirmado que en todos f tipos de escritura se enfrentaban a reglas y cédigos a s. guir,y que la historia tambien tenia los suyos. El “theto (6 narrado:) de historia debia decir la verdad de man 1 imparcial, aunque eso pudiera ofender a alguien; deb ordenar los eventos de manera cronolégica y geogrific debia contar los “grandes hechos” que se hubieran llev do a cabo, prestando atencin a sus causas, a su caricter su oportunidad; v debia “escribir serenamente en un ¢ tilo sencillo y fuido”. El objetivo de estas reglas era qt Ia historia, al ser escrita asi, debia persuadir y ser bien cibida, Este elemento retérico —inventado por los rom: nos y desarrollado por los cristianos— tuvo un largo bs ado historiogriico. En 1607, un autor andnimo terminé de escrib Vida de Eduardo el Conferor. Dedicé su trabajo a sa p: trona, la reina Edith, esposa del monarca ingles. El pre sito de su obra era alabar a ha familia dela rina y, pr Ende a reina misima. Sin embargo, la obra se vio obst talzada por el hecho de que el reinado de Eduardo te mminé en un desastre, y los heemanos de Edith Haro y Tosting— disputaron trigicamente. Su solucion tus un doble efecto: primero el libro dos de Vide de Euan trata sobre la vida reigiosa de Eduardo, ysugiere que rmonatca recorié el camino hacia la salvacién en el ot mando (lo cual compensaba de manera amplia cualqui problema que hubiera tenido en éste). En segundo lage Al cular a la ivalidad familiar de todos los males qu yeron sobre el reino, el autor usa una forma de alaban invertida:jeuin importante debe de haber sido esa farm la, ue sus propios problemas levaron a tantos desastre Sin embargo, lo que el kbro no menciona es la conquis normanda de Inglatera en 2066. E] gran medievalista Richard Southern dijo: “L historiador que pudo escribir sobre los desastees de rot sin mencionas la conquista normanda noes, evidentemet te,un historiador en un sentido muy pedestre de la pal bra’. iY ciertamente no lo es! Como lo sefala Souther el autor de Vida de Eduardo no se habria sentido aludic por esta afirmacién, y aunque no mencioné la conquis normanda, porque no queria empequefiecer de modo a guno el lugar de la dinastia de Eduardo, s se ajust6 a | regla Su utiizacion de la 9 térica para jugar con los “hechos” no fue un truco ni engaso sino una parte legttima del métadshistoriogeit co. Los historiadozes modemos que recurren los escrit ses medievales con frecuencia dudan basta déade puede creeres (luego regresaremos las cuestiones de fuente confibilidad). Pero el escritor de Vida de Eduardo lay toricas” de la historia vvia considerado una cuestion impertinente:a su modo de ex, estaba contando la verdad. del conde de Flandes, intentaba entender Ia importan~ ia de lo ocurtido para su pais; consecuentemente, su es- ritura es cuidadosa y exacta en extremo, Recurramos al siglo XIV Yo, Giovanni [Villani], ciudadano de Florencia, ‘considero conveniente hacer un recuento y un me~ morial de la raiz y los origenes de tan famosa ciu- dad, de sus adversos y felices cambios y de eventos DELACOLA DE LOS DELFINES A LATORRE DEA oLiTICA 4g pasados [..] para dar ejemplo a quienes vendris después, de cambios, y cosas pasadas, y sus razone ¥ causas; a fin que puedan cjercitarse en la prictie de la virtud, y evita vicios, y soportar adversidades con un alma fuerte, para el bien y la establidad de nuestra replica, Italia, y Florencia en particular, empezaba a enamo rarse una vez més de la antiguas Grecia y Roma. En rea Tidad, la tadicin cisica nunca ha desaparecido; sin em: bbargo,« partir del siglo X1v, Italia se convencis asi misms de haber redescubierto y renovado la gloria de la antigua sabiduria en una forma en que los primeros siglos nunca habian logrado hacerlo, Esto afects a a historiografia de varias manerss, Primero, una vez mis, como lo demucs- tra la introduccisn de Villani a su crdnica de Florencia, s¢ via favorecida la idea de aprender lecciones flosofias del pasado, Al leer crénicas italianas posteriores, encontra- mos también la recuperacién de otros elementos clisicos: el destino gobiema los eventos, y tiene una tendencia a disminuir a los ricos y famosos; la historia es una bode~ a de ejemplos para el politico y el gobernante; la retsri- ca de Cicerdn es el estilo esencial del historiador. En este tiempo hubo un répido crecimiento en la produecién de historias, conforme cada ciudad queria su propio re to del nexo que la unta con el pasado, Desde luego, hablamos aqui del Renacimiento, y aunque éste no es el término usado por aquellos esc res para deseribir su propia época, si estaban convencidos de que s “época moderna’ era esencialmente distinta de la anterior debido a su nexo con la antigiedad. Los his- toriadores se abocaron a demostrar que Florencia era des- “ historia zendiente directa de la Antigua Roma, y que los eiudada- tos italianos representaban a los verdaderos herederos del pensamiento clisico. Esta nueva motivacién para eseribir historia trajo consigo —easi de manera accidental— un cambio sismico en la idea del pasado. Los historiadores dejaron de ver su presente como el pentiltimo periodo de las Siete Edades del hombre. Ahora ellos (y nosotros) ha- blaban de tres periodos: Antiguo, Medieval y Modemno, El medieval —Ia “era de la oscuridad”— era el parien te pobre. Aunque las historias medievales se copiaron y publicaron en les siglos XV y X¥1, por la informacién que frecian respecto del pasado antiguo, el sentimiento ge- neral es que no habia ocurrido nada de gran importancia ntre los sigs IV y XV. La renovacidn del conocimiento antiguo afects 3 muchas areas, ademis de la historia. De hecho, quiz una vez més, ls historiografia se estaba volviendo subsidiaria de la filosofia y la poesia. Conforme pasamos por el si- lo xv1, la retdriea gané espacio como la musa dominan- te, De nuevo el estilo conquisté al contenido. La historia sélo debia escribirse en forma bella, pero también debia tratar sobre aquellas cosas, situaciones mas que co- trespondian a su “dignidad”. A los historiadores no les in~ teresaba la “vida cotidiana”, asi como a los artistas no les interesaba pinta: campesinas. La retdrica también convocs a una serie de formas ideales de (algo parecido a la semiformalizada incandenza de la misica barreca). Siguiendo en forma despiadada los modelos clisicos bs historiadores mostraban el “caricter” de los grandes hombres, escenas de batalla imaginativas ¢ hiperbolicasy, lo més importante, grandes discursos. En general, pero sobre todo al enfrascarse en una batalla, las DELA-COLA DE LOS DELFINES A LA TORRE DEA PoLitiCA 4 figuras historicas del Renacimiento se presentan pronun ciando grandes discursos con un vigor ret6rico y una for ‘ma similar a los héroes de Shakespeare. Un historiado hace que un comandante empiece asi Leales soldados y buenos amigos, ahora es themps de borrar cualquier mancha de infamia, si cualquie rade ustedes incurié en aquellacalamitosa derrot de Varna, Ahora es tiempo de recobrar su reputa cién de lealtad y de valor, y de vengartantos agra vios y heridas recibidos a manos de esos maldito turcos ¢ infeles mahometanos. Y continia ast durante algiin tiempo, invocand« tanto a la tirania como ala libertad; aludiendo a las espo sas, alos hijos, a la patria, ya Dios. Es de suponerse que 6 los turcos estaban esperando pacientemente a que ter Jnara este discurso antes de dar inicio a la batalla, o ello ‘mismos estaban disfrutando de su propio discurso. Tras las divisiones dentro del cristianismo a caus: de la Reforma del siglo x01, una vee mas laretorica se alic con la polémica religiosa. Los historiadores protestante: uusaron a la historia para declaray, primero, que su religisr tenia antecedentes mucho mis antiguos que Lutero (in- cluyendo, da la casualidad, a las herejias medievales),y, er segundo lugar, que la Iglesia catdlica romana habia side corrupta desde mucho tiempo atris. Los historiadores ca- tlicos, por su parte, presionaron en sentido opuesto, En ciertas sireas, la lucha historiogrifica nunca ha cermina~ do realmente. Pero con toda claridad la “historia” se es- taba usando para servir a los intereses de quienes la cul- tivaban, gon 2 + Larpresrtcin de Bardo Callen: un capitn merenar ita sa eeraet rman enceesta hac Ta pose hea (Andrea del ‘roeao, 450) a De nuevo, para esos historindores, ése era todo sivo, Sin embargo, ya en esa época comenz6 a st ¢ critic. Sila historia se estaba volviené fitica, o prejuiciosa, tenia algin sentido aferrarse a alg Y si el objetivo era filos« fico —acceder a una verdad ms "elevada’ de la que hab ocurrido en realidad— zacaso la poesia no lo estaba hs ciendo bastante mejor? Estas sospechas empezaron ad rigirse contra los historiadores antiguos y también cont todo tipo de historia, ast como contra los primeros pole mistas modemnos, Sit Phillip Sidney (1554-1586) escribi con sarcasmo sobre “el Historiador (..]eargado de viejc ones que se da autorida asi mismo [..] sobre las historias ct se construye sobre la notable base del rumor”. La histe rin estaba en crisis, La respuesta vino bajo la forma de una serie de de fensas de [a histori elijamos una: El meted para la fc comprensién de la bstoria (1366), de Jean Bodin tan tedioso como “los hechos registras carcomidos por los ‘mayor autorida Aunque la historia tiene muchos panegi ninguino entre ellos la ha ensalzado con cidad y propiedad que el hombre que la llamé “pa trona de la vida" ;Estas son palabras de combate! En un libro exten s0, detallado y despiadadamente met6dico, Bodin afr aque la historia resulta esencial para educar a la socieday sobre la forma correcta de conducir la guerra los asunto del Estado y el gobierno. No era una idea nueva —recor demos a Herodoto— pero la aplicacién tedrica resuleab 2. Jean Bodin, autor del Método para le fe! comprnsin de a DELACOLA DELOS DFLFINES ALATTORRE DELA POLITICA 4 aterradoramente minuciosa. El Métod ineluye una di: usin respecto a las relaciones entre la historia divin fa natural y li humana; un método para decidir qué lee pasado sobre el principio de que uno debe moverse © fo universal a [o particular; una lista exhaustiva de histc riadores, por tema, que va desde el Antiguo Testamer to hasta escritores recientes (aunque resulta sospechos gue incluya pocas obras medievales); yy mas importar te ain, un capitulo dedicado a sefalar de qué manera lector de historia debe desconfiar de los historiadores d pasado, asi como de sus propésitos, métodos y preju La actitud recelosa de Bodin lo hace parecer smu ‘moderno”. Pero también hay diferencias: grandes pat tes del Metedoestin dedicadas a discernir las earacterist cas geogrificas esenciales de distintos pueblos, basinde se en la historia, la astrologia, la teoria de los humores a numerologia. La “Verdad” a la que aspitaba el métod de Bodin resultaba, en forma esencial, entender el pla de Dios, mirando a través del lente de fos conocimiente “cientifcos” de fines del Renacimiento. Ahora todo est nos parece extraft. Sin embargo, gracias a Bodin la “Ver dad” se colocé de vueita en Ta agenda de la historia Asi, para Fines del siglo Xv, la historia aspiraba d nuevo a ser una “historia verdadera” del pasado. Es im portante recordar que en cada época la gente se ha acerca do al pasado a través de diversas formas, como la pintus, la maisica, los objetos, la poesia y la literatura Parte de este capitulo intenta mostrar de dénd provienen algunas partes constitutivas del acto de escri bir historia. Pero también hemos querido mostrar que I “historia” siempre ha significado cosas distintas para pe sonas distint De este capitulo no deberia desprenderse una ide “progresista’, es decir, la ercencia en el mejoramiento inc vitable de las personas y en una visién gradualmente m precisa del pasado. Hacerlo asi resultaria ervéneo. Tode 80s historiadores intentaban comprender de la mejc manera posible el pasado, Desde nuestro punto de vist actual, podriamos darnos cuenta de que algunos de intentos son mis precisos que otros. Pero privilegiar muestra idea de lo que es “cierto”. L: equivale cribir una historia verdadera sobre tiempos pas Parte de todo esto proviene del propésito particule de cada autor al escribir historia. Se ha dicho que ésta e una actividad natural y necesaria; que la historia es a L sociedad lo que la memoria individuo, Ciertamente Ia historia es muy poderosa; pero si miramos atris, ha Nabénies, Puscbio, Galbert de Brunges o Giovanni Vi ani, veremos que escriben sobre el pasado debido a cir cunstancias especificas y a po. Richard Sou wecesidades de su propio tiem n ha sugerida que los 1 ativos por lo flujos particulares de historiografia hacia fine glos Xi y Xvit se debis a que esos periodos experi aban una agitac Aqu la historia siev6 para un propésito: le dio identidad a | gente. En este sentid es como la memoria. :Pero la me~ onda? apitulo el moria de quien? Y zg es lo que hay q) Todos los historiadores de e hombres, «Is iglesia al gobierno Dele pode Hee oe esnan cteapice | 21a politica. En pare, los griegos fueron los que inics thle pit yo Estado ron este patrén: no Herodoto, que tenia interés en temas 4s variados, sino su sucesor Tucidides (c. 460-400 a.C.), sien escribi6 una Historia de la guerra del Peloponeso. Ta- dides sdlo se concentrs en eventos recientes, en los cua~ + podia evadir a las fuentes escritas del pasado que resul- in més engaAosas, y prefirié basarse tanto en los reportes + los testigos como en su propia experiencia de la gue- a. En forma implicita, criticd a Herodoto, haciendo una orreccidn al recuento det historiador con las palabras: “la tayoria de Ia gente, de hecho, no se tomari la molestia + hallar la verdad, sino que esti mucho mis inclinada a ceptar la primera historia que escuche”. Asimismo, de- aré francamente que la historia se reduce a la politica y Estado. Arnoldo Momigtiano (un autor modemo) co- renté que, al encerrarse en su torre de historia politica, ‘ucidides queria encerramos a todos con él. La forma en ‘ue escapamos de esa torre es el tema de nuestro siguien- » capitulo. 3 "COMO OCURRIO EN REALIDAD": SOBRE LA VERDAD, LOS ARCHIVOS Y EL AMOR POR LO VIEJO Eg 2 cite noventa ator Leopold ve Ranke estaba en su estudio de Berlin componienc Ja dltima de sus obras histéricas. Ya no podia leer, la r+ moria le fallaba y le costaba mucho trabajo escribir. Dis tando sus palabras a uno de sus devotos asistentes, de un breve recuento de su vida como historiador. Hab’ de la manera en que, de joven, se habia interesado por historia; sobre sus conferencias, sus lecturas filossficas, el placer que le daban las novelas histsricas de sir Walt Scott, Sobre este iltimo tema, escribis: Lei esas obras con vigoroso interés, pero tambié las objetaba. Entre otras cosas, me ofendis la me nera en que se trat6 a Carlos el Calvo y a Luis X Yy que me parecis [...] completamente contradicte ria con ta evidencia histérica, Estudié [..] los re portes contemporineos [..] y me convenei de qu Carlos el Calvo y Luis XI tal como los retrat Sco: nunca existieron [...] La comparacién me conven i6 de que las fuentes historieas mismas eran mé hhermosas y, en todo caso, més interesantes que 1 ficcién romantica. Me alejé pot completo de la fic + 7 cidn, Resolvi evitar la invencién y la imaginacior en mi trabajo y apegarme estrictamente a los he chos. A menudo, a Ranke se le considera el ps k istoriografia moderna. En el corazén de este patrimos o a “la evider rnaginario esti su lla ja", su exigen fe que los historiadores pueden y deben producir una his fica” si retornan con diligencia oria “objetiva’ y “oi 38 archivos documentales. Su filosofia de Ia historia e: rcapsulada en su muy citada frase: "slo para decir cémo wcurrié en realidad’ En este capitulo usaremos a Ranke como destino y hay bue~ fe la his- ambién como punto de partida. Como veremos tas ruzones para cuestionsa como pad oriografia. Como argumentaré, se presentan poderosos notivos para quiza querer escapar de parte de Ia influen- ia paternal de que atin goza. Pero Ranke un anciano ue recuerda y reimagina su gloriosa vid isin inelerente a lu verdad de las evidencias— consti uye un Gitl destino final. Su fe en una historia o hace parecer inobjetablemente “moderno” en on los escritares que conocimos en el capin Dara los fines de ¢ fe recuento, usaremos a Rank: ‘omo el inicio de la historiografia moderna, y confiare nos en ¢; niticos posteriores para dilucidar ¢ ce capitulo se narrarin algunos desa afia realizados desde el siglo XVI hasta el X mplejo, Conoceremos a una s Jo a si mismos como “historiadores", pero que, 8 El academico y patriarca Leopd von Ranke en su vee b rtribuyer lementos particulares a h 5 particulae hoy lsmamos “historia”. Asi, para simplificar nuestra t rea, tomemos algunos t ticulares como hitos ps n de nomento, sefalarin nuestro

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