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Toma ahora, por favor,

Las pequeas obras de los cantos


por un verso redactado
de dos pies,
y t devuelve
las deudas
prestadas por nosotros
de nuestras amabilidades
con frecuencia.

Pues te convienen
Como por un gran ardor
Los vientos australes
a los campos secos las lluvias,
as una hoja
enviada por nosotros
con frecuencia
te alegraba la razn.
Ahora yo no pido
Obras desaparecidas
Del tesoro;
Ni que el avaro,
Siempre movindose,
Rene el oro;
Que una luz
Ciega al que sabe;
Y como la llama
Del fuego consume
A los corazones malvados.

A veces el deseo de oro


Sugiere funestas acusaciones

Impas por muchos,


De quienes ahora revelar
esto, llevadas a ti
Poco tiempo atrs.

Me levant una enorme


Causa de los males
De piel dorada.

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