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CARL Dé HANS HEINRIC 1 cEXISTE «LA MUSICA»? de una historia universal de la m de | mas y externas, no se ha ab; UNESCO que, cre ndona mpo desa Jo, 0 cuando nelsi tba por pri inconscientemente ala propia, las otras 0 bien se desdi EXISTE «LA Mt viene siendo objeto de una controversia reiterada con los mismos arguments desde hace varios decenios, los pro- blemas terminolégicos estan a tal punto entremezclados con nociones y decisiones que influyen directamente en la practica que casi parecen su reflejo teérico. La polémica so- bre las funciones sociales y los eriterios estéticos de la m ica «clisicam y la miisica «ligera» seria imposible silos fe- némenos sonoros que tal etiquetaje separa y opone no es- tuviesen, por otra parte, aunados entre si por el concepto -a», No es, sin embargo, en modo alg no evidente de por si que una cancién de moda y una com. posicién dodecafénica pertenezcan a una misma categori: segiin demuestra la comparaci6n con otros mbitos. Nadie sma aliteratura> a un ps i6dico, pese a que ese uso ins 0 de la palabra no seria absurdo desde el punto de vista etimolégico, dado que el periddico es un texto impreso. (El concepto genérico que, en lingiistica, agrupa los periédi cos junto a los poemas, el de «géneros de texto», no ha gado a ser de uso comtin). ¥ Ia convencidn lingifstica es a sa y efecto del hecho de que no se suela compa. nes sociales y los criterios estéticos de los pe- riddicos y de los poemas. En cambio, a as composiciones dodecafénicas se les exige que compitan, en las estad cas de «cuotas de audiencia» de las emisoras radiofénic: con los productos de la industria de entretenimiento mu- sical (y de esos recuentos se extraen consecuencias ticas). El wembrujo del lenguaje» (Ludwig Wittgenstein), ‘ocasionado por el precario y cuestionable singular «la mi sica», impide una diferenciacién que en el caso del lenguaje escrito se acepta como evidente. (Con el término «géneros de texto» se pretende, por cierto, que esa distincién parez- casospechosa de parcialidad ideol6gica; pero ese término, pese a su apariencia neutral, expresa también una ideolo- CARL DAHLHAUS sia, aunque de signo contrario: pues reemplaza la ideolo- xia de la inconmensurabilidad por la de la conmensurabi lidad). La categorizacién desigual del lengua y de la mi: sica admite una explicacién pragmatica: en miisica no hay nada equivalente de ahi que ala can- cin de moda y a la composicién dodecafonica las agrupe- mos esponténeamente bajo un mismo concepto, porque tina y otra estan igualmente por encima de la realidad coti sa set lenguaje ordinari na explicacién histérica 0 socio-psicolé- ‘a de la convencién de hablar de «la musica» sin distin- ci6n, pero de esa explicacién dificilmente podra deducitse ‘una justificacién estética. El plural seria més realista, aun- re sigamos dudando. Las consecuencias del singular colectivo influyen, pues, ctay poderosamente en la concepto universal y unitario de misica se manifiestan is en el estudio cientifico que en la practica. En muchas turas no europeas no hay palabra equivalente a nuestro 1 europeo designaria con ese término picrden su sen riginario cuando se los aisla de su contexto «extramu I» Pues en rigor, el contexto en que se insertan esos fe- kenos no es ni «musical» ni «extramusicab»; el primero 10s ensancha los limites del concepto de mii que es de origen europeo, a tal punto que acaba por tarse ya a la misma realidad europea; el otro presu in concepto de miisica no slo europeo, sino propio

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