PENSAMIENTO
POSITIVISTA
LATINOAMERICANOEL POSITIVISMO
I
1. LATINOAMERICA COMO CONFLICTO
En 1852, el argentino Juan Bautista Alberdi (1810-1884), al referitse al
sistema educativo propio para pueblos como Jos latinoamericanos, que
tratan de rebasar hébitos y costumbres impuestos por ut largo dominio
colonial, escribe: “En nuestros planes de instruccién debemos huir de los
sofistas, que hacen demagogos, y del monarquismo, que hace esclavos y
caracteres disimulados. Que el clero se eduque a si mismo, pero no se en-
cargue de formar a nuestros abogados y estadistas, a nuestros negociantes,
matineros y guerretos. ¢Padrd el clero dar a nuestra juventud los instintos
mercantiles e industriales que deben distinguir al hombre de Sudamérica?
eSacard de sus manes esa fiebre de actividad y de empresa que lo haga
ser el yankee bispanoamericano?’.1 Medio siglo después, en 1902 al otro
extremo de esta América, el mexicano Justo Sierra (1848-1912), se referia
también a la necesidad de formar a los mexicanos dentro de una educacién
que los preparase a resistir las nuevas formas de colonialismo, “México
ha tenido dos tevoluciones —decia—: la de independencia y Ja de refor-
ma”, “Esta segunda revolucién fue determinada por la invasién americana
que demostré la impotencia de las clases privilegiadas pata salvar a la
patria y la inconsistencia de un organismo que apenas si podfa Namarse
nacién. En el fondo de Ja historia ambas revoluciones no son sino dos
manifestaciones de un mismo trabajo social: emanciparse de Espafia fue lo
primero; lo segundo fue emanciparse del régimen colonial: dos etapas de
una misma obra de creacién en una persona nacional dueiia de sf misma”, ?
1 Juan Bautista Alberdi, Bases yp puntos de partida para la organizacicn politica
de la Repdblica Argentina, Buenos Aires, 1852.
Justo Sietra, La evolucide politica del pueblo mexicano, México, 1900. Ultima
Edicién por Ja Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977,
xEl argentino, como sus pares a Jo Jargo de la América Latina de acuerdo
con lo expresado por el mexicano José Maria Luis Mora (1794-1830), se
empefiaba en alcanzar lo que éste lamaba “emancipacién mental”, Lograda
la emancipacién frente al poder politico de la Colonia, necesario era dar
el segunda paso, la emancipacién del espiritu, frente a haébitos y costum-
bres que ésta habia impuesto 2 los americanos, Los mexicanas, al Jado
de un poderoso vecino, los Estados Unidos, sabian ya lo que se puede es-
perar de él: Ja nacién mexicana, en 1847, habia ya sido despojada de més
de la mitad de su territorio y estaba, por la misma debilidad que le habia
conducido a la derrota, expuesta a ser nuevamente objeto de un mayor
despojo; expuesta a ser absorbida en su totalidad. Alberdi, por su lado,
hablaba de Ja necesidad de alcanzar «l progreso, de ingresar a la civiliza-
cién de la que la América del Sur habfa quedado marginada por obra de
Ja colonizacién espafiola. Movido por una mayor urgencia, José Maria Luis
Mora hablaba de la necesidad de pasar del retroceso al progreso. Mora ha-
bia sido testigo de los desastrosos resultados de la guerra con el vecino
del norte. Era menester fortalecer a la débil nacién; fortaleciéndola, en
ptimer lugar, mediante una educacién que permitiese a los mexicanos ser
tan fuertes como sus poderasos vecinos, semejatse a ellos. Sélo semejdn-
dose a ellos, podria resistir cualquier nuevo embate. “Colonizacién, brazos
y capitales para explotar nuestra riqueza —dird décadas mds tarde Sierra—,
vias de comunicacién pata hacerla circular, tal era el desiderdtum social;
se trataba de que la Republica... pasase de la eva militar a la era indus-
trial”. Y todo con utgencia, “que pasase aceletadamente, porque el gigante
que crecia a nuestro lado y que cada vez se aproximaba mds a nosotros a
consecuencia del auge fabril y agricola de sus estados fronterizos y al in-
cremento de sus vias férreas, tendia a absorbernos y disolvernos si nos
encontraba débiles”.* Se trataba, como jo habia dicha Alberdi, de hacer
de los hispanoamericanos los yankees del Sur.
Otro argentino, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) propondréd
este mismo proyecto, mediante el cual los hombres de esta América pudie-
sen incorporarse al progteso como agentes activos de la civilizacién. Habré
que ser como la poderosa nacién al norte de la América, ser como los
Estados Unidos. “Llamaos —escribia en 1850— los ESTADOS UNIDOS
DE LA AMERICA DEL SUR, y el sentimiento de la dignidad humana y
una noble emulacién conspirardn en no hacer un baldén del nombre a
que se asocian ideas grandes”. * Y en 1883 volverd a insistir: “La América
del Sur se queda atrds y perderd su misidn providencial de sucursal de la
civilizacidn moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha;
es lo que en definitiva proponen algunos, Alcancemos a los Estados Unides.
Seamos la América, como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos”. ®
3 Justo Sierra, Opus cit.
+ Domingo F. Sarmiento, Argirépolis, Buenos Aires, 1850. Cf. esta Antologia.
5 Domingo F. Sarmiento, Conjlictos y armonias de las razas en América, Buenos
Aires, 1883, Cf. esta Antologia.México habia sido vencido por la debilidad de sus razas y la cultura que
le habfa sido impuesta en [a Colonia. “El conflicto de las tazas en México
—dice Sarmiento— le hizo perder a California, Tejas, Nuevo México, los
Pueblos, Arizona, Nevada, Colorado, Idaho, que son ahora estados flore-
cientes de los Estados Unidos”.® Habra que cambiar todo esto, habré
que recolonizarse, dice Alberdi; esto es, adelantarse a la ambicién de otras
naciones ante el vacio de poder de una América sin instituciones firmes,
sin pasado propio, salvo el servil, sin una educacién que permitiese a sus
hombres hacer lo que otros habian ya hecho en Europa y Norteamérica.
Sarmiento y Albetdi no tienen la experiencia de los mexicanos, pero sf la
misma pteocupacién cuando el primero escribe: “aSintiéndose varias na-
ciones preocupadas por la necesidad de expansién, no les ocurrird la idea
de recolonizar esta retardataria Amética en su provecho, aunque la huma-
nidad de all4 y los americanos de aqui duden un poco de la eficacia del
remedio?”.7 Alberdi, por su parte, considera que la América toda no es
sino frato de la colonizaci6n europea, tanto los Estados Unidos, como la
América al Sur. Salvo que la iniciativa la tienen ya los pueblos sajones,
los cuales han hecho Ia grandeza de la América del Norte. “Con la revolu-
cién americana —dice— acabé la accién de Ja Europa espafiola en este
continente; pero tomé su lugar fa accidn de la Europa anglosajona y francesa.
Los ameticanos de hey somos eutopeos que han cambiaco de macsiros:
a la iniciativa espafiola ha sucedido la inglesa y la francesa. Pero siempre
es Europa la obrera de nuestra civilizaci6n’’. “La Europa de estos dias
no hace otra cosa em América que completar la obra de la Europa de la
Edad Media... Su medio actual de influencia no seta la espada, no serd
la conquista’’. Europa no puede ser conquistada por la misma Europa, Euro-
pa sdlo se realiza a s{ misma. “Nosotros europeos de raza y civilizacién
somos duefios de América”.® Por ello el conflicto que se plantea a los
mexicanes no se planteatd a los americanas del sur. No se trata como en
México de ser como los Estados Unidos para resistir su expansidn, sino
ser, simplemente, los Estades Unidos, tal y como los Estados Unidos son
Europa, Ja Europa de la cual Espafia es ya una etapa superada de su desarro-
Mo: es la Europa feudal convettida en Ia Europa de Ja civilizacién; tal y
como los Estados Unidos son ya la civilizacién europea Llevada a su méxi-
ma exptesidn en América. La América Latina, si ha de ser parte de la
civilizacién, tendrd que ser deslatinizada, tendra que adquirir la sangre
y la mente de la Europa que encarna esta civilizacidn,
Asf, por caminos paralelos, distintos entre si, pero otientados hacia le
misma meta, los latinoameticanos del norte, los mexicanos, y los latino-
americanos del sur, coma los argentinos, intentardn una especie de entrega
de sf mismos al sistema encarnado en los pueblos sajones, en los pueblos
* D.F, Sarmiento, Opus cit.
7 D. F. Sarmiento, Opus cit.
3 J.B. Alberdi, Opus cit
XIque han dado otigen a la civilizacién. Se propondrd asf la deslatinizacién,
criticada més tarde por José Enrique Rodé, y con ello la sajonizacién de
Latinocamética, Los mexicanos, para resistit al invasor le entregan su alma
confundiéndose con él; los americanos del sur, queriendo cortar los iltimos
lazos de la colonizacién hispana aceptan el tutelaje mental, cultural, po-
litico y econédmico de Ja Europa moderna y su exptesidn en América. En
uno y otro caso la colonizacién que ha originado la supuesta debilidad de
Jos latinoamericanos permitiendo su derrota y su atraso en Ja incorpora-
cidén a la civilizacién, es substituida por otra colonizacién. Una colonizacién
que no sera ya impuesta, sino aceptada libremente. Ser como jos yankees
para no ser dominados por ellos o ser, simplemente, los yankees del sur
pata poder as{ ser parte del mundo que estos, con su accién, han creado.
El instrumento de que s¢ valdrén los Jatinoamericanos para realizar este
cambio serd el positivismo. Esta es Ia filosoffa en la que ha encarnado el
espititu de los hombtes que han hecho posible la civilizacién, la filosofia
que ha dado sentido al progreso logrado por la Europa occidental y los
Estados Unidos. Habré que hacerse de esta filosofia, que apropiarse de
su sentido, tal serd la expresién del positivismo en esta nuestra América.
En un audaz y tremendo esfuerzo los latinoamericanos intentaran deshacerse
de si mismos, de lo que han Megado a ser a lo largo de una historia que
no consideraban propia, de la historia que la colonizacién ibera les habia
impuesto para set distintos. Esfuerzo extraordinario por arrancarse wn
alma que consideran extrafia, por hacer suyo un espiritu que les era, sim-
plemente, ajeno. Ajeno a sus propias experiencias, extrafio a lo que habfan
sido y no querfan seguir siendo, Extrafio siempre y, por ello, yuxtapuesto
a una realidad que, quiérase o no, era la tinica realidad con la que podria
contarse para edificar sobre ella el mundo que se queria construir.
2. CONCIENCIA Y EXCLUSION DE LA REALIDAD
Set como ottos, para poder dejar de ser lo que se habia sido y se era,
va a ser el problema que los latinoamericanos se planteen en los mismos
inicios de su independencia. Independencia que implicard emanciparse, no
sélo de los avios politicos impuestos por la colonizacién sino de todo el
espititu que la imposicién de los mismos habla implicado. La colonizacién
habia dado origen a una realidad que los hombres de esta América con-
sideraran como extrafia, impropia. Realidad servil impuesta por un imperio
que slo querfa servidores. Porque nada querfa saber este imperio de la
participacién de los hombres de sus colonias en la conduccién del mismo.
Las guerras de indcpendencia en esta Amética, que empiezan por ser actos
de desconocimiento de la autoridad que Sa Francia de Napoleén ha im-
puesto a Espaiia, acaban por convertirse en actos de rebeldfa frente a la
XIImisma Espafia que se niega a aceptar que los americanos participen, en on
plano de igualdad, con los metropolitanos, en la lucha contra el invaser.
Cualguiera que fuese la situacién en la Peninsula, los americanos deberdn
aceptarla sumisamente.* El Libertador, Simén Bolivar (1783-1830), se
tefiere a esta situacién cuando escribe: “Los ameticanos en ¢] sistema es-
pafiol que est4 en vigor y quizds con mayor fuerza que nunca, no ocupan
otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuan-
do més el de simples consumidores”. ° Los americanos sélo han sido edu-
cados pata la servidumbre. Nada saben los americanos del gobierno, la mi-
licia, las finanzas, ef comercio, la cultura. Todo lo que saben es cdmo ac-
tuar servilmente en todos estos campos. Libres, los americanos, no tienen
otra postbilidad que Ja de improvisar. La de improvisar en tareas para las
cuales carecen de experiencia. Improvisar tanto en el atte de gobernar
como en el de mantener relaciones con otros pueblos; en el de defenderse
de la agresién, de explotar sus propias riquezas, exportarlas y venderlas.
Improvisacién que implicaré intentar recuperar en afios lo que ha sido
perdido en siglos. Pasar de ja servidumbre a Ja libertad, un paso que la
Europa ha dado a lo largo de varios siglos, ha de ser dado en América
en dfas, semanas, meses, y cuando mds en afios.
A Bolivar se le plantea un problema que se planteard después a los
civilizaderes, los “emancipadores mentales” y los positivistas latinoameri-
canos, geémo improvisar? Esto es, gcémo partir de experiencias que no
sean ya las de la servidumbre? ¢Sobre qué habra que apoyatse para dejar
de ser lo que se ha sido, y ast dar origen a una realidad que no sea ya
Ja que cred el coloniaje? El Imperio Romano al desbaratarse origind al
conjunto de pueblos que forman Europa; el Imperio Ibero, al desbaratarse
sdlo dard origen a pueblos incapaces de formar naciones, a pueblos divi-
didos, internamente, en conflicto. Dice Bolivar: “Al desptenderse Ja Amé-
tica de la Monarquia espafiola, se ha encontrado semejante al Impezio Ro-
mano, cuando aquella enorme masa cayd dispersa en medio del antiguo
mundo. Cada desmembracién, fotmdé entonces una nacién independiente
conforme a su situacién e intereses”. Los americanos no; mientras los
pueblos bajo el Imperio romano “volvian a restablecer sus primeras aso-
ciaciones. Nosotros ni atin conservamos los vestigios de lo que fue en
otto tiempo: no somos europeds, no somos indios, una especie media entre
los aborigenes y los espafioles”. Razas diversas y encontradas, en conflicto,
como diré mds tarde Sarmiento. Y por ello sin amalgama posible. A este
conflicto se refiere Bolivar cuando agrega: “Americanos por nacimiento y
europeos por derechos, nos hallamos en el conflicta de disputar a los
naturales los titulos de posesién y de mantenernos en el pais que nos vio
nacer, contra la aposicién de los invasores: asi nuestro caso es el mds
8 Cf. mi libro, Filosofia de la Historia Americana, Fondo de Cultura Econdémica,
México, 1978.
10 Simén Bolivar, “Carta de Jamaica”, Kingston 6 de septiembre de 1815, La Doc-
trina del Libertador, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1976.
XMextraordinario y complicado”. +} Roma mestizé razas y culturas; el Imperice
Ibero no hizo sino dominar sin asimilar. El ctiolle no es el conquistador,
pero frente a las razas autéctonas conquistadas no es sino la prolongacién
del conquistader. El mestizo, a su vez, se sabe rechazado por el padre
tbero sin sex parte del gentfo materno que lo ve como parte del usurpador;
es el castigador de la raza materna porque asf cree semejarse al padre eu-
ropes. Sobre una tan encontrada realidad étnica y cultural dificil serd le-
vantat no sdélo un pueblo sino construir nacién alguna. 7?
“Qué somos?”, volverd a preguntarse décadas mds tarde Sarmiento-
“‘gSomos europeos? —;Tantas catas cobtizas nos desmienten! »Somos in-
digenas? —Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acase
la tinica respuesta. eMixtos? —Nadie quiere serlo, y hay millares que ni
americanos ni argentinos querrian ser Ilamados. ¢Somos Nacién? —2Na-
cidn sin amalgama de materiales acumulados, sin ajuste ni cimiento? ¢Ar-
gentinos? Hasta dénde y desde cudndo, bueno es darse cuenta de ello”. 7
Alberdi, a su vez, estableceré una tajante divisién entre las razas que for-
man esta América. Para él sdlo hay europeos e indios, conguistadores y
conquistados. “Lo que Iamamos América independiente —dice— no es
mas que Europa establecida en América, y nuestra revolucién no es otta
cosa que la desmembracién de un poder enropeo en dos mitades, que hoy
sé manejan por sf mismas”. ¥ agrega: “En América todo lo que no es
europeo es barbaro: no hay més divisién que ésta: 1) el indfgena, es
decir, el salvaje; 2) el eutopeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido
en América y hablamos espafiol, fos que creemos en Cristo y no en Pillan
(dios de los indigenas)”. !* Sarmiento, radicalizando este punto de vista,
expresa que la barbatie estd formada en América por el indfgena, el negro,
el espafiol y el mestizo que resulta de tan encontradas razas. Razas cuyos
defectos se unen y dan lugar al hombre ameticano, hombre fuera de la
civilizacién, ajeno al progreso, Los positivistas latinoamericanos pondtan
precisamente el acento en este conflicto; conflicto que origina la realidad
que habr4 de ser transformada.
Los mexicanos, sin embargo, aceptando la divetsidad de fas razas que
forman ‘a realidad, consideran que ha sido su fusidn, su meacla, la que
esté dando solucién al ptoblema. El indigena, es también visto come un
elemento negativo, pero cuya sangre se convierte en factor positivo al
mezclarse con ufa taza supetior, potenciando a la misma, El indio, sin
mezcla, dice Justo Sierra, “puede ser un buen suftidot, que es por donde
el hombre se acerca al animal doméstico; pero jamds... un agente activo
de la civilizacién”, En cuanto a los criollos, a su vez, son retrégrados, con-
servadores, tan sdlo preocupados por mantener intocados sus privilegios.
12 Simén Bolfvar, “Discurso ante el Congreso de Angostura’, el 15 de febreto
de 1819, en Opus cit.
42 Cf. mi libro citado.
13° -D. F, Sarmiento, Conflicte...
14 J, B. Alberdi, Opes cit.
XIVTodo lo contrario es el mestizo, que ha resultado de la mezcla de indios
y criollos; este “ha constituide el factor déndyico de nuestra historia”.
La familia mestiza, sigue Sierra, “revolucionando unas veces y organizande
otras, ha movido o comenzado a mover riquezas estancadas de nuestro
suelo; ha quebrantado el poder de las castas privilegiadas”. * Los sudame-
ricanes hablardén de la necesidad de un cambio de sangre, de Ja necesidad
de eliminar la sangre de razas que en América se han mostrado incapaces
para el progteso. Transfusién de sangre y lavado de cetebro. La inmigra-
cién por un lado, Ja educacién positivista por el otro. Alcides Arguedas
(1879-1946) se dolerd del espesor de Ja raza indigena que impide a Bo-
livia, a esta patte de América, incorporarse a la civilizacién. Otros positi-
vistas tratar4n, mediante la educacién, apoyada en el positivismo, de ttans-
formar Ia indole de pueblos que parecian nacidos para perder.
Bolivar también se ha planteado el problema que implica partir de un
vacio de experiencias positivas, de una realidad que no puede ser aceptada
porque tal aceptacién implicard la aceptacién de la situacién que le dio
origen, la servidumbre. Habra que partir de cero, pretender ser algo que
nunca se ha sido, algo que no se es. Sin embargo, este pretender llegar a
ser lo que no se es, no puede ser un puro vacio. Algo ha de existir, aun-
que este algo sea extrafio a quienes se han propuesto apropidrselo. Algo
que esta fuera de Ia historia v la realidad del hombre de la América colo-
hizada por el imperialismo fhero. Habré que ser como alguien distinto
si no se quiere seguir siendo Io que se es. Bolivar, un ilustrado, piensa en
el modelo propio de la Ilustracién, Expresiones realizadas de este modelo
son los Estados Unidos y Europa. Peto Bolfvar, mds realista de lo que
fueran los emancipadores mentales y fos positivistas, considera que ambos
modelos estén fuera del alcance de los hombres de esta su América, Fuera
de esa extrafia y conflictiva realidad en la que han sido formados los
americanos, lo cual les impide ser como ellos. Habra que contar con Ia
propia realidad y construir con ella. Es fa razén lo que ha de poder con-
formar Ia nueva realidad haciendo de la vieja su materia y amasijo. Es la
razén lo que ha permitido que Europa y los Estados Unidos, que la pro-
longan, Ieguen a ser lo que son. Bolfvar, encarnacién de esta cazdén en
América sabe que, como en Europa, ha de ser por la fuerza de la misma
que se alcance el cambio; como lo ptoponian los déspotas ilustrados. Bo-
livar pretende cambiar 1a realidad imponienda la razén, Es el despotismo
ilustrado, el cesarismo del que mds tarde bablaré Laureano Vallenilla Lanz
(1870-1936}. Sobte la nada no se puede construir nada, La razén ha de
actuar sobre la realidad. La realidad que ha sido hetedada, pero haciendo
de ella otra cosa, lo que sefiale la razdn.
No es posible ser —como lo pretenderén después los civilizadozes,
emancipadotes mentales y positivistas— como Europa o los Estados Uni-
13 Justo Sierra, “México Social y Politico”, en Opus cit, Cf. mi libro EF positivis-
mo en México, Fondo de Cultuta Econdémica. México, 1979.
XVdos. En esta América se han dado combinaciones raciales y culturales que
lo impiden. La realidad de esta América es algo excepcional, extraordinaria
y complicado. “Tengamos presente —dice Bolivar que nuestro puebla
no es el europeo, ni el americano del notte, que mds bien es un compuesta
de Africa y de América, que una emanacién de la Europa; pues que hasta
la Espafia misma, deja de ser la Europa por su sangre africana, por sus ins-
tituciones y por su cardcter. Es impesible asignar con propiedad, a qué
familia humana pertenecemos. La mayor patte del indigena se ha aniqui-
lado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste
se ha mezclado con el indio y con el eurapeo”’. Mestizaje, pero um mestizaje
diverso del que dio origen a Europa, mestizaje en el que sus componentes
permanecen irreconciliables, sin alcanzar la integracién que hizo posible a
Europa y sus expresiones. Por ello, los frutos de fa cultuta europea, por
extraordinatios que sean, no pueden ser propios de los ameticanos. Lo que
estos realicen si salvan sus conflictos, ha de ser distinto. La Constitucién
de los Estados Unidos, que todos los puchlos libres de la América Latina
quieren imitar, es extrafia a Ios mismos, al igual que el espiritu que la
hizo posible; refiriéndose a la Constitucién de los Estados Unidos, dice
Bolivar, “... es un prodigio que subsista tan présperamente y no se tras-
torne al aspecto del primer embarazo o peligro”. ** Se trata de un modelo
singular, propio de un “Pueblo tinico en la historia del género humano”,
pero ajeno a los hombres que no tienen experiencia de la libertad. “Se
quiere imitar a los Estados Unidos —agrega— sin considerar la diferencia
de elementos, de hombres, de cosas... nuestra constitucién es muy dife-
tente a la de aquella nacién, cuya existencia puede contarse entre las ma-
ravillas que de siglo en siglo produce ta politica, Nosotros no podemos
vivir sino de la unién”. 1? “Yo pienso —dice en otro lugar— que mejor
seria para la América adoptar el Cordn gue el gobierno de los Estados Uni-
dos, aunque es el mejor del mundo”,?* Y lo misma sucede con Europa.
Las instituciones inglesas, por derivarse de una practica cotidiana pueden
ser, segtin Bolivar, buenos modelos si se mantiene ese mismo espiritu, ha-
ciendo de la costumbre, de ja realidad en marcha, el instrumento de posi-
bilidad de instituciones siempre readaptables. Siempre Ila encontrada reali-
dad de esta Armérica determinando Jas posibilidades de todo cambio. Una
realidad que sdélo la raz6n que pretendié imponer Bolivar, podria trans-
formar.
La tazdn bolivariana, sin embargo, como una utopia mds, fracasard en
su intento por aglutinar, por unificar tazas y culturas en conflicto. “La
sangre de nuestros ciudadanos es diferente: —decia— mezclémasla para
16 Simén Bolivar, “Discurso de Angostura”, Opus cit.
1 Simén Bolivar, “Carta al general Antonio Gutiérrez de la Fuente”, Catacas,
16 de enero de 1827, en Obras Covpletas, Vol. II, Lex, Habana, 1947.
18 “Cartas al general Daniel F. O’Leaty”, Guayaquil, 13 de septiembre de 1829,
en Opus cit.
XVIunirla’, “Unidad, unidad, unidad debe ser nuestra divisa’”. Pero habrd que
acectar, porque si no se acierta “la esclavitud serd el término de nuestra
transformacién”. Habr4 otros amos, otros sefiores, y la libertad sera sdlo
una palabra vana. E] mal estd en los mismos pueblos, en lo que se ha hecho
de ellos y que sdlo una razén fuerte, despdtica, puede transformar. Porque
son los “‘pueblos mds bien que los gobiernos —dice Bolivar—, los que
arrasiran tras de sf Ja tiranfa. El hébito de la dominacién les hace insensi-
bles a Jos encantos del honor y de Ja prosperidad nacional y miran con
indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad, bajo tutela
de leyes, dictadas per su propia voluntad”.1* Bolivar verd cSmo su férrea
razén y voluntad se estrellardén ante una realidad que mantendré sus con-
flictos y que en vez de unirse saltardé explosivamente en multiples pedazos.
La unidad posible bajo el tudo coloniaje se transformard en anatquia. El
siervo que obedecia a létigo, se negaré a obedecer a la razén. Este se vuelve
contra sus libertadores clamando por nuevas cadenas o tratando de impo-
nérselas a otros. “La situaci6n de América —escribe Bolivar poco antes de
su muette— es tan singular y tan horrible, que no es posible que ningdan
hombre se lisonjee de conservar el orden largo tiempo ni siquiera en una
ciudad. Creo mds, que la Europa entera no podria hacer este milagro sino
después de haber extinguido la raza de los americanos, o por lo menos
la parte agente del pueblo, sin quedatse més que con los seres pasivos.
Nunca he considerado un peligro tan universal como el que ahora amenaza
a los ameticanos... Ia posteridad no vio jamds un cuadto tan espantoso
como el que ahora oftece la América. .., porque gdénde se ha imaginado
nadie que un mundo entero cayera en frenesi y devorase su propia taza
como antropéfagos?”. 7° La vispera de su muerte escribe: “Primero, la Amé-
tica es ingobernable para nosotros; segundo, el que sitve a una revolucién
ara en e] mar; tercero, la tinica cosa que puede hacerse en América es emi-
grar; cuarta, este pais cacrd infaliblemente en manos de la multitud desen-
frenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colo-
Tes y razas; quinto, devorados por todos los crimenes y extinguidos por la
ferocidad, los europeos no s¢ dignardn conquistarnos; sexto, si fuera po-
sible que esta parte del mundo volviera al caos primitivo, este seria e]
Ultimo perfodo de América’’. 71
Los emancipadores mentales, en un esfuerzo por hacer posible aquello
en que los libertadores habfan fracasado, partitin de la misma visién pe-
simista de una realidad ingobernable, de razas en conflicto, desunidas de
gente, de pueblo, de realidades negativas de las que habrd que limpiar
esta América para que ésta pueda salyatse. Es el proyecto civilizador, pto-
_J® Cartas diversas escritas por Bolfvar poco antes de su muerte. Opus cité. Cf.
mi libro Filosofia de fa Historia Americana.
20° Simén Bolfyar, “Carta al general Rafael Urdaneta”, Soledad, 16 de octubre de
1830, Obras Completas, II
21 “Carta al general Juan José Flores’, Barranquilla, 9 de noviembre de 1930.
Opus cif,
XVILpio de los emancipadores mentales y de los positivistas, que buscara, por
todos los medios a su alcance, la transformacidn de esta diffcil realidad. La
transformacién por la vfa de su anulacidn o yuxtaponiendo a ia misma otra
realidad, la de otros hombres, de otras mentes. Entregdndose, en este pro-
yecto, a los hombres que ya habfan hecho posible la civilizacién sobre la
barbatie en Europa y en Ja América del Norte y la estaba posibilitando en
diversas partes del planeta. No se buscard un nuevo mestizaje, sino la
anulacién del nefasto mestizaje de la colonia a través de una poderosa
transfusién de sangre y un no menos poderoso lavado de cerebro. El pro-
yecto ilustrado de Bolivar se transforma en civilizador; proyecto que Ile-
vardé a su mdxima expresién el positivismo,
3. CRITICA DE LA REALIDAD HEREDADA
Violentas criticas, y mds que criticas, diattibas, serén las que los “eman-
cipadores mentales”, lancen contra esa realidad ingobernable a la que ya
se refiriera Bolivar en sn Jecho de muerte, Pera, gdénde estaba el mal?
En el pasado impuesto por la colonizacién espafiola, contestan. Pero en este
mismo campo, los brasilefios, por un conjunto de situaciones histéricas
diversas, como el hecho de que Juan VI, Rey de Portugal escape a [a in-
tervencién napolednica y se asile en el Brasil, haciendo de esta tierra pro-
longacién de su propio reino, impide un enfrentamiento semejante. El rey
portugués, por la situacién expuesta otorgaré a fa nueva metrépoli en
ultramar los derechos que en vano reclamard Hispanoamérica a su rey,
prisionero de los franceses, y al gobierno que resiste la invasidn napolednica
en Espafia, En Brasil, la nacién que surgird en 1823 no rompe sus lazos
con la metrdpoli, sino pacificamente; el propio hijo de Juan VI de Portugal,
regitd los destinos de la nueva nacién que se ha declarado independiente.
Se cteé el primer Imperio de esta América, regido por Pedro I. En Hispa-
noamérica la arrogancia espafiola, su terca negativa a considerar a las colo-
nias de ultramar en el plano en que consideraba a sus provincias, los anti-
guos reinos, en la mettépoli, conducirdn a Ja violenta separacién. Separacién,
partiendo de la conciencia ya expresa en Bolivar de que los hombres y
pueblos de esta América no podian set, bajo el sistema espaficl, sino
siervos *7,
De una colonizacién tan sélo destinada a formar siervos al servicio
del imperio no podia derivarse sino esa realidad que, al aleanzar los ame-
ricanos la independencia, les iba a impedir formar parte del conjunto de
las nuevas naciones, incorporarse a la modernidad, la civilizacién y el pro-
greso, de los que Je habia mareinado la propia Espafia, opomiéndose a los
mismos, manteniendo Ia politica de aislamiento que desde Felipe II se
22 CE, Filosefia de la Historia Americana
XVHIpropusiera Espafia en una supuesta defensa de la cristiandad en retirada,
del catolicismo, y que ante el impacto de la Modernidad le ponia cercos a
ésta, extendiendo dichos cercos a las colonias en Ultramar. Una pléyade de
hispanoamericanos se enfrentard erfticamente a las expresiones de la reali-
dad originada en esa actitud impuesta y heredada a los pueblos de esta
América. Una generacién de criticos en los que se adelantar4, en muchos
sentidos, la interpretacién que hatdn suya, aitos después, los positivistas
latinoamericanos, inclayendo ya a los brasilefios. Varios de los miembros
de esta generacién ctitica encontrar4n posteriormente, en el positivismo, la
justificacién filoséfica de sus interpretaciones. Prepositivistas, positivistas
sin saberlo; pero claros antecedentes de una actitud que intentard llevar a
su plena realizacidn el proyecto civilizador que les serd comin con laos
positivistas. Expresién de estas criticas al pasado colonial impuesto, lo
serdn entre otras la Memoria del chileno José Victotino Lastarria (1817-
1888} presentada en 1843, bajo el titulo de Inwestigacién sobre la in.
fluencia de la Conquista y del sistema colonial de los espatoles en Chile.
La obra del mexicano José Matfa Luis Mora, publicada en 1837, titulada
Revista politica de las diversas administraciones que la Repiblica Mexicana
ba tenide hasta 1837. La obra del argentine Domingo Faustino Sarmiento,
publicada en 1845, Civilizecidn y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroge.
Y aspecto fisico, costumbres y habitos de la Republica Argentina. La obta
de otro argentino, Juan Bautista Alberdi, publicada en 1852, Bases y puntos
de partida para la organizacién politica de la Repttblica Argentina. La del
chileno Francisco Bilbao, Sociabilidad Chilena publicada en 1844. La del
cubano José Antonio Saco, (1797-1879) Memoria sobre la vagancia en ta
Isla de Cuba, Mis tarde, en 1883, Sarmiento recogerd ya las ideas de muchas
de las expresiones del positivismo, en el libre Couflictos y armonias de las
razas en América. Igualmente, José Victorino Lastarria, que en £875
publica sus Lecciones de Politica Positiva cuyo titulo hace exptesa la incot-
poracién del maestro chileno al positivismo, manteniendo su critica a la
realidad de esta América a partir de la doctrina positiva.
José Maria Luis Mora se enfrenta a !a herencia dejada por el colonia-
lismo hispano. En esta herencia s¢ encuentran jos que llama intereses de
cuerpo. Los intereses formados por los cuerpos encatgados del orden en la
colonia: el clero y Ja milicia. Sobre ellos fundard su poder la lejana Espafia.
Poder en el que, al alcanzarse la emancipacién de esta América, se mantendré
el mismo espiritu de los intereses de cuerpo. Cuerpos de intereses que
ocuparén el vacio de podet que dejard la metrépoli al verse obligada ésta
a abandonar sus dominios. La emancipacién no dat4 origen a nuevas
saciones; Mora hace expresa la situacién que seguira a la independencia,
diciendo: “Si la independencia se hubiera efectuado hace cuarenta atfios,
un hombte tracido o radicado en el territorio en nada habria estimado el
titulo de mexicano, y se habtia considerado solo y aislado en el mundo
si no contaba sino con él. Para un tal hombre el titulo de oidor, de cand-
nigo y hasta de cofrade habria sido mas apreciable; y es necesario convenir
xIxXen que habria tenido razén, puesto que significaba una cosa mds positiva;
entrar en materia con €1 sobre los intereses nacionales habria sido hablarle
en hebreo; él no conocia ni podfa conoccr otros que los del cwerpo o
c#erpos a que pertenecia, y habria sactificado por sostenertlos los del resto
de Ia sociedad”. “Si entonces se hubiera reunido un Congreso, equién
duda que los diputados habrfan side nombrados por los cwerpos y no por
las juntas electorales, que cada uno se habria considerado como represen-
tante de ellos y no de la nacién...?”. “gNo vemos mucho de esto hoy, a
pesar de que las elecciones se hacen de otra manera y se repite sin cesar
que Ios diputados representan a la nacidn? He aqui el espiritu de cuerpo
destruyendo al espfritu piblico” #°, Cuerpes que deberfan servir a la nacién,
solo se valen de ella para satisfacer sus intereses.
Tal es el orden social heredado, contrario a cualquier intento de formar
una nacidn. Igualmente negativa ha sido la colonizacién, por lo que res-
pecta a Jos prupos raciales que la formaron y se mezclaron. Grupos raciales
que no han logrado integrarse, que no han acertado a mestizarse sin originar
mezclas negativas, atin mds negativas que los elementos que [fa integraron.
Espafia, preocupada por mantener sus intereses en las colonias, sdlo se
interesd por mantener su dominio sobre razas que consideraba esclavas,
haciendo descansar sobre ellas la explotacidn de la tiqueza de sus suelos.
Todo al revés de Ja colonizacién sajona en Norteamérica, la cual puso de
ado cualquicr raza considerada esclava, evitando al mismo tiempo cual-
quier contaminacidn, haciendo que fueran los ptopics colonizadores los
que se entregasen a la tarea de explotar las riquezas de los suelos descu-
Diertos y conquistados °+. La espafiola sdlo traté de evitar la contaminacién
con cualquier trabajo material, por consideratlo inferior a la idea de un
supuesto sefiorfo heredado de la metrdépoli. El trabajo material que le
hubiera permitide la explotacién de sus riquezas, como lo habia permitido
a los colonijzadotes sajones, quedaba en manos setviles que no podrian
tener interés alpuno en alcanzar logros que no tes beneficiaban, como los
indios, y cuando estos se mostraron débiles, recayd en esclavos arrancados
del Africa, E] hombre de Ja colonia no aceptaba sino vegetar en la buro-
ctacia, en Ja empleomania de que hablarfa Mora, Cualquier puesto, inclusive
de conserje; siempre que no implicase trabajo servil, situacién que le
resultarfa de su liga con este o aquel cuerpo de intereses. Es en este sentido
que se enfoca la obra del cubano Saco. Sobre Ja inferioridad de) coloniaje
hispano esctibirdn los argentinos Sarmiento y Alberdi. Para empezar, un
coloniaje realizado por hombres, los espafioles, que estaban ya fucra de
la historia en su pugna con Ios pueblos sajones. Colonizacién impuesta a
los pueblos salvajes de la América, a los que se sumé Ia importacién del
salvajismo africano, para ast completar y mejorar la tarea servil en la que
23 José Maria Luis Mora, Revista politica de las diversas administraciones que
la Reptiblica mexicana ha fenido basta 1837. México, 1838. Cf, esta Antologia.
24 Cf. Juan A. Ortega y Medina, La evangelizacién puritana en Norteamérica,
Fondo de Cultura Econdmiea, México, 1976.
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