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72 Pensar el cine 2 del espectador de cine en la representaci6n clésica se resolvia por Ja potencia de sus proyecciones, de sus implicaciones en el movi miento de escritura de la pelicula. Aqui, de ahora en més, esta impotencia esta dada como insoportable ¢ insoluble a la vez. Ese falso lugar, ni “bueno” ni “malo”, desplazado, fuera de eje, int- til quiz4, origina un fuerte sentimiento de extrafieza, como no * producfa el cine hace mucho tiempo. Se me pide que acepte ser excluido de la escena porque el actor-personaje, a su vez, esta in- cluido més que nunca, y porque no soy él, porque no puedo ser- Jo, porque el filme no me da los medios de serlo (estamos lejos de “Carlitos” y més cerca de Monsieur Verdoux). Se me pide que enfrente la radicalidad del otro filmado, su exterioridad, su alteridad no reductible por medio de los recursos habituales del cine. En el fondo, lo que aqui esté en juego es la imposibilidad de la proyeccién sobre un personaje (la imposibilidad de la fic- cién). Algo del otro filmado sufre o padece o goza delante de mi, con un goce que no es el mfo y que s6lo se me muestra para ex. cluirme. Como si el cine renunciara a su dimensién.ontologica de resucitar lo que concierne a la muerte. Ya no se trata de sal- var sino de procurar Ia aguda conciencia de que hay algo que perder. El entre-dos deja el lugar vacio, pero lo deja entrever co- mo tal. CUERPO Y CINE Reporte fragmentario sobre extrafias intensidades y mutaciones del orden corporal _Ricardo Parodi INTRODUCCION | algo inquieta, nos inquieta, en el cine, y en el arte moderno sen general, es esa posibilidad, latente en cada imagen, en cada vi- bracién sonora, de comprobar que el cuerpoino es mis.tin-dato- Giese El cuerpo no es mis el diltimo y permanente reaseguro de a realidad, la identidad y el yo. Al contrario, el cuerpo esta aho- ra expuesto-a maltiples variaciones, a diferentes ondulaciones, a — mntaciones radicales. Son sus diversos avatares y devenires los que se sefialan o se les en las mut transfiguraciones actualizadas en la representacién cinematogréfica.\EI cuerpo en permanente movilidad. El. cuerpo en oan [Bon sus‘afecciones, sus cualidades y potencias, sus intensida- des, términos-y-conceptos distintos pero relacionados, los que aportan la energia necesaria para que dicho movimiento sea po- siblgf Asi, pensar el estatuto de la representacién del cuerpo en el cine implica poner en correspondencia, conectar, los conceptos de afecci6n, expresin e intensidad. postuléndolos como int. grantes de aquella porercia capaz de desestabilizar la organiza- cién institucional de lo corporal. Es a través de las fintas invisi- bles e incomunicables que traza la intensidad sobre la geografia re 74 Pensar el cine 2 del cuerpo como éste deviene en otra organizacién, en otros mo- vimientos y latitudes. De eso se tratard en diltima instancia: de un que no consiste més que en movimientos y velocidades Tes. 1 potencia del cine radica en su profunda inversién del pla- tonismo; en ese hacer de la percepei6n el dato primero del cono- imulacro sobre el bilidades del pe -deaquello que siempre remite al orden de lo. ey ibemos que Descar- tes expuls6 el cuerpo del terreno de la filosoffa. Ese cuerpo err6 desde‘entonces entre la fisica y la biologia, entre la hechiceria y la medicina, pero encontré su lugar dentro de una filosoffa que tenia a Tea, abstracts, metafsie y perfect, como su objetaay Al contrario, casi todo el pensamiento contemporineo se empefiado en reintroducir el cuerpo dentro del Ambito de la filo- sofia: “‘Dadme, pues un cuerpo’: ésa es la fOrmula de la inver- sién filoséfica. El cuerpo ya no es el obstaculo que separa el pen- samiento de si mismo, lo que éste debe superar para.conseguir pensar. Al-contratio, es aquello en lo cual el pensamiento se su- merge o debe sumergirse para alcanzar lo impensado, es decir, la vida” 1[No se trata de afirmar que el cuerpo piensa. Lo que ocu- tre es que el cuerpo, sus afecciones, la presentificacién de sus in- tensidades, fuerza a pensar en aquello que, hasta su emergencia, era del orden de lo impensable, del orden del no pensamiento./ El cuerpo fuerza a pensar en otras direcciones y en otras di- mensiones, hasta alcanzar esa extraiia categoria de “la vida” :Pero qué es “la vida” sino una cuasi impensable acumulaci6n de intensidades y percepciones? ¢Qué es la. vida sino aquella afeccién imprevista que desestructura todo esquema previo, que atraviesa todos los t6picos, todos los clichés, que horada todos los discursos, todas las politicas, todas las razones? 1, Deleuze, G.: La imagen-tiempo: Estudios sobre cine II, Barcelona, Paidés, 1987. Ricardo Parodi 75 ANTES DE LA PRIMERA MUTACION Generalmente, el cine de imagen-accién, en su aspecto masi- vo o de mayor difusién comercial, trabajaba simplemente por acumulacién de‘“poses”)detras de las cuales apenas se adivina un cuerpo. El-cuerpo'es simplemente el hilo invisible-e interno {que une una accién efectivamente actualizada con una situacién determinada. El cuerpo es lo que se necesita pero que permanece oculto detras la accién ejecutada. La situacién-acci6n recubre al cuerpo. Fl cuerpo en sé no aparece. Es el desecho arrojado fuera de la representacién para posibilitar la emergencia de la pose y sus vestiduras Incluso cuando el cuerpo-aparece desnudo, en la representa ci6n organica clasica, esta ya (in)vestido por la Idea, Est recu- bierto por la mirada.t6pica-deseantey por los procesos hist6rico- politico-sociales de produ Sin embargo, el cuerpo y sus percepciones, lo sabemos, han sido desde siempre el objeto primero y iiltimo de la politica. De hecho, uno de los primeros gestos del dispositivo cinema- togréfico, la exhibicin publica de La sortie des usines (La sali- da de los obreros de la fabrica, 1895) permite sostener la hip6- tesis de que algunas de las representaciones iniciales del cuerpo en el cine lo supone ya inmerso en la organizacién politica de lo laboral. El cuerpo como cuerpo del trabajo, como cuerpo pro- ductivo. Se sabe, y esto se puede ver también en la pelicula de Harun Farocki, Arbeiter verlassen die Fabrik (Trabajadores saliendo de 1a faébrica, 1995), que la versién que hoy conocemos de La salida de los obreros de la fabrica no es la primera y original. Luego de un intento inicial, Louis Lumiére hizo repetir la salida de los obreros falseando una “camara oculta” para que los trabajado- res vistieran sus mejores prendas. Es asi como vemos, en la versién conocida, obreras vestidas “de domingo”, jugando y riéndose, incluso una que, seguramen- te consciente del registro fotogrifico, sale con un nifio en brazos. ‘Ningtin cuerpo deformado por el trabajo, ningiin cuerpo mutila- do por la m&quina y la produccién (esos “accidentes” del capita- n, registro y_consuma_del deseo Ory. sash A A org Ss 76 Pensar el cine 2 lismo), aparecera en el filme de Lumiére. El cine se olvid6 pron- to del cuerpo en el trabajo? Han de pasar muchos afios, quizas hasta la irrupci6n del neo- rrealismo italiano (aunque el realismo social alemén de la década de 1920 se adentr6 bastante en la representacién de la relacién cuerpo-trabajo-cine, y antes que ellos el cine primitivo briténico), para que el cuerpo acondicionado y mutilado por el trabajo fuese representado en el cine. Esto da certeza a la frase de Godard en su Passion: “No hay representaci6n del trabajo en el cine”. El cine prefirié la pose, la diva, el cuerpo inmévil. Aqui no va- ‘mos a extendernos en lo ya conocido, pero sabemos que el Cuerpo con Organos (en adelante CcO) esta en el centro de esas famosas ue conforman las sociedades.disciphinarias de Fou cault: el reformatorio, el hospital, la cdrcel, etc. Pero el CcO no es Vconcepto o una rracta dificil de encontrar en la vida cotidiana. Nuestra experiencia personal, en la continuidad de nuestra vida laboral, en la fabrica, la oficina, etc., exige de noso- tos ciertas posturas, ciertas acciones. El cuerpo esta determinado por esa cartografia disciplinaria llamada “organigeama”. En altima instancia, un CcO es “esa organizacién de los érga- nos que se llama organismo”.> Pero generar un organismo, el ac- to de producirlo, implica, de manera paralela, generar otro tipo de fuerzas que han de oponerse a dicha organicidad. El cuerpo de Artaud se rebela, andrquicamente, a toda organizacién cuando rita, en su “Teatro de la Crueldad”, que “los organismos son los ‘enemigos del cuerpo” y declara luego que el hombre est enfermo porque esta mal construido, mal organizado: “Cuando se le haya dado un cuerpo sin érganos, entonces se lo habré liberado de to- dos sus automatismos y devuelto su verdadera libertad”.4 2, Primer subtema a desarrollar en fururas investigaciones a partir dela rela- cidn everpo-cine: el cine y el universo del trabajo. 3. Deleuze, G.: Francis Bacon, légica dela sensacién, Madrid, Arena Libros, 2002, pig. 51. 4. Artaud, As Van Gogh, ef suicidado de la sociedad y para acabar de una vez con el juicio de Dios, Madrid, Fundamentos, 1977, pigs. 99-100. Ricardo Parodi 77 Todo organismo, puiblico o privado, toda disciplina, religin © creencia es antes que nada delimitacién y determinacién, y por lo tanto produccién de funciones corporales. En tiltima ins- tancia, todo es cuestién de leyes gramaticales. Todo es una cues- tin de discursos, de lenguajes y, por ende, del poder. El discur- so como el lugar donde se trazan limites y fronteras, donde se establecen funciones y legalidades corporales. Donde se determi- nan las distintas reparticiones administrativas de los érganos. Asf, hay un cuerpo de la medicina, un cuerpo del curandero, un 5. El cuerpo en la tradici6n judeocristiana es aquello que se debe superar, tuascender, para alcanzar lo trascendente. Cristo calma el hambee, el dolor, pero sélo alcanza plenamente el cardcter de divino cuando abandona su entidad cor- poral. Seria una labor de sumo interés, como la que esté encarando en estos mo- ‘mentos el escritor, poeta y ensayista Gustavo Bernstein en un trabajo atin inédi- ‘0, comparar las distintas represemtaciones de Cristo en el cine. Desde La vie et a Passion de Jesus-Christ (La vida y la pasién de Jesucrista) de Pathe hasta The Last Temptation of Christ (La tltima tencaciém de Cristo) de M. Scorsese, desde cl clisico dela TV de Pascua Rey de reyes hasta el rebelde, morocho y carnal [e- sucristo de I! Vangelo secondo Mateo (EI evagelio segsin San Mateo} de Pasoli- ni, la raz6n politica transfigura el rostco de Cristo. Porque “evidentemente la re- ligidn es una dimensi6n de lo politico, incluso cuando éste concepto es entendido en tanto ficién, Todos los procesos de eficacia simbolica despiegan sus redes re- jendo la direecin universal la clisica escalera al cielo. A teavés de su tarea Constante, Dios no sélo funda el lazo social sino que, ademés, da forma a lo in- forme. O sea, que el socius no puede darse forma a si mismo, ni siquiera produ- cir su autofundacién; todo le viene dado de algiin modo, su verdad siempre e5 producida en otro lugar: es extranjera. Se asiste entonces a una I6giea trascen- dente. Poco importa que ella se apoye en lag ‘sagradas escrituras, ya sean las del apasionamiento mistico 0 las del paganismo cientifcista (por ejemplo, el gesto repetido por varias corporeidades en las éltimas décadas del recurso de Godel) Todo ello es consecuencia de lo adelantado (y, en ese sentido, profético) del pen- samiento cristiano, pues el cristianismo ya confundia la noticia con el periodist: en verdad, ni uno ni otro interesaban espectficamente, Por tanto, la modernidad no es mas que continuidad aunque en ella siempre anide la diferencia~ de la ex- periencia de lo politico cristiano; el Estado viene a ocupar el lugar de Dios (o el lugar del Padre ~y con maysscula, siguiendo a los godelianos-). Consecuencia de tal operatoria: el Estado deviene pensamiento, conciencia (incluso * te"), racionalidad que toma el horizonte de la universalidad estat Rati “Dela ingravidez de los éngeles (0 los limites de a angelologia)”, en Pri- ‘mae Noctis, Buenos Aices, aio 1, N° 1, 1999. 78 Pensar el cine 2 cuerpo de Dios y de la Iglesia. Un cuerpo del diablo. Un cuerpo del ejército, del reformatorio y la cércel. Pero lo cierto es que pocas cosas hay mas atractivas que un cuerpo con 6rganos. En él todo es control y efectividad en la produccién. Es la belleza clsica de la accién perfectamente eje- cutada, la conexi6n y el control de cada misculo, de cada érga- Es Prometeo por fin liberado (y con todos sus Srganos). Es la ilusién-afirmaci6n de la posibilidad de construccién del Indivi- duo como un ser totalmente auténomo e independiente de cual- quier otra regulacién o flujo que no sean las suyas y propias in- terioridades.® La sepresentacién cinematogréfica se interes6 distintivamen- te, desde sus comienzos mismos, en promover y sostener esa imagen ideal. Decfamos que el cuerpo de las primeras grandes divas de la historia, Asta Nielsen, Pola Negri, etc., ¢s el lugar, el territorio, donde el cine comienza a organizar su produccién ins- titucional. El cuerpo de la diva es el cuerpo del prodigioso equi- libsio, el de la perfececién de las curvas y redondeces (lo organi- co remite siempre a lo curvo, lo inorganico, al contrario, a la linea quebrada), pero también el de ka mixima inmovilidad. El cuerpo de la diva es la pose. Pero la pose necesita ser estatica Todo movimiento es conspirativo, peligroso, todo movimiento atenta contra el equilibrio ideal. El cuerpo de la diva, la politica de las divas, demanda, reclama, un universo estatico.? 6. Yes el “cerebro sano” de Bergson, ese “instrumento de analisis en tela- «én con ol moviniento reid yun instrument de seleci6n en relac6n cone 1ovimiento ejecutado”. El cercbro organico, presente dentro del cuerpo orga 0, como el instrumento que produce un corte entre dos movimiento, los movi- mientos del “adentro” y los movimientos del “afuera”. Es la institucionalizacién de la diferencia entre lo objetivo y lo subjetivo. Cf. Bergson, H.: Memoria 9 vida, seleccin de textos de Bergson efectuada por Gilles Deleuze, Barcelona, Atalaya, 1995, pig. 75. 7. Buena parte del cine de Herzog, y de Greenaway después, trabaja sobre la imposibilidad o la eclosin de los universos estéticos. Ciertos filmes de Herzog, Fata Morgana (1969-1970), Herz aus Glas (Corezén de cristal, 1976) 0 La Sow. {fritre (1976), por ejemplo, hacen de lor momentos de quietud el presagio de la ‘atstrofe inevitable (que a veces no se produce, como en La Soufritre, 1977), Ricardo Parodi 79 E] CcO alcanza tal vez su grado maximo de exaltacién cine- matogrifica en esa glorificacion de lo apolineo que son las dos partes de Olympiad. Fest der Volker/Feste der Schénheit (Olym- pia, 1936-1938), de Leni RiefenstaBl. Recordemos esos atletas de cuerpos perfectossurgiendo de la niebla del comienzo de los tiempos. Del magma informe y primigenio adviene la gloriosa organizaci6n del cuerpo del atleta de perfil griego. Sin embargo, el cuerpo de la Riefenstahl es un cuerpo que busca desenfrenada- mente la organicidad. Incluso, cuando esa organicidad, como concepto trascendental, no pueda detenerse a observar las “suti- les” diferencias que los nazis querfan sostener entre la raza “aria” y las razas “inferiores”.* Para el pensamiento nazi, alcanzar la perfecccién corporal es aleanzar la perfeccci6n en el dominio de las fuerzas de lo pulsio- nal y afectivo.? Por ello Riefenstahl no cuajaba bien dentro de la donde el espiritu inm6vil del hombre alcanza el movimiento c6simico. Recorde- ‘mos también cémo, en el episodio “La ricota” dirigido por Pasolini en Rogopag (1963), un areibulado Orson Welles necesies que tulus lus actones de la Pasices ‘que esti filmando permanezcan absolutamente estiticos, inméviles, para acceder 8 la representacion Ideal-institucional de Ia ecucifixi6n. El cuerpo, actualizado por el hambee del figurante que devora la ricota, est ausente en esa representa ida “trascendental”. '8. De hecho, dado el maximo grado de gloriicacién que el nazismo daba al CeO, un problema grave lo consttufan aquellos que presentaban deformaciones © imperfecciones en dicha organizaciGn: los minusvalidos, los impedides, los *contrahechos” (Ia palabra lo dice todo}, los débiles mentales, los locos, etc. Esos presentificaban, actualiaban, una falla que el CcO nazi no podiatolerar. El ex- Celente documental de Didi Danquart Der Pannwiteblick (La mirada de Pann twitz, 1991) da cuenta de cémo la propaganda nazi convencia alos padres deni fios minusvélidos para que los entregaran a las autoridades a fin de que fueran exterminades. 9, five ra tal vez el nico lugar real de conflicto entee el ideario nazi y el ea- tolicismo, El filésofo oficial del nacionalsocialismo y “adaptador” de las ideas de "Nietzsche, Alfced Baewmler escribiay tergiversaba: “La conciencia es solamente tuna herramienta, una parte de la totalidad de la vida. En opasicién a a filosofia de la conciencia, Nietasche arguye la aristocracia de la Naturaleza. Pero durante miles de aos una moral de vida se ha opuesto a laaristocracia de la fuerza y de la salud. Como nacionalsocialista, Nietzsche ve en el Estado y en la sociedad ‘el {gran mandatario de la vida" responsable de cada acto en la vida solamente y a SS 9 80 Pensar el cine 2 maquinaria propagandistica nazi (se sabe que Goebbels la detes- taba y que solo la simpatia de Hitler hacia ella y su belleza evits que cayera en desgracia). Su amor por lo orgdnico era demasia- do amplio, demasiado met pmo para detenerse frente a las fronteras raciales. Y por eso era peligroso. La de Riefenstahl, era una organicidad demasiado abstracta, demasiado contamina- da de ese “intelectualismo” que degencraba el arte alemén, se- ‘gin Goebbels, y lo hacia incomprensible para el pueblo. Hay otro modo de darse la organizacién del cuerpo que no debemos olvidar: la del ejército. La practica sobre el cuerpo que I supone representa uno de los grados maximos de eficacia or- ganizacional de los érganos a la vez que sefiala claramente, sin eufemismos ni ambigiiedades, cual es el “deber ser” de su senti- do productivo. Pensemos en esas hermosas formaciones homogé- neas que aplaudimos en los desfiles. Citar aqui el ejemplo de Tri- umph des Willens (El triunfo de la voluntad, 1934), también de Riefenstahl, podria llevarnos al engafio de suponer o querer re- ducir la cuestién a la ideologia nazi. partir de la vida misma. ‘La especie requiere Ia extincin de los inadaptados, los Aébiles y los degenerados; pero el crstianismo tiene una fuerza conservadora es Pecialmente dirigida a ellos’, he aquf el encuentro y la contradiccién baica: tanto siuno proviene de una vida natural como si existe igualdad ante Dios. El chime Aaspecto es el ideal democritico; el primero contiene los fundamentos de una nue. va politica. Y mantiene de forma valiene la hase para establecer el fundamento de la raza. Un nuevo orden de cosas es su consecuencia natural [..}. Es total te diferente el instinto de una aristocritica sociedad del concepto de manada 0 rebafo. El primero se compone de los miembros fuertes que no permiten ni ce- den a los instintos como hace el promedio mediocre de hombres. Son los que co- ‘nocen su misidn y controlan sus pasiones en lugar de adoptar posturas de dil dad o de negacién. Esto no se entiende desde un punto de vista singularisa, Debemos mantener durante mucho tiempo nuesteas emociones bajo un control tirénico. [.] Al ver hoy a lajuventud alemana marchar bajo los estandarses de la cesvéstica, hemos de recordar a Nietzsche y sus meditaciones, en las cuales esta j ventud fue Hamada por primera vez. Es nuestra mayor esperanza que el estado de hoy esté ampliamente abierto a nuestra juventud. Hoy en dia, cuando gritamos ‘Heil Hitler’, al mismo tiempo estamos diciendo “Heil Nietzsche™ (de Alfced Bacumler: Studien zur deutschen Geistesgeschichte, Beelin, Junker Dinnhaup Verlag, 1937, extraido de La cultura nazi compilacién de George L. Mosse, Bar- celona, Grijalbo, 1973, pigs. 125-126), Ricardo Parodi 81 En gran medida, lo que muchas veces conocemos como cine clasico hace descansar sobre la representacién de un CcO toda la posterior escala de su organizaci6n representacional. Dicho en sentido inverso: no se trata de verificar sélo en el nivel narrativo la presencia de la organicidad. Se trata de comprobar que dicha organicidad se apoya ante todo, desde el comienzo mismo de su historia, incluso antes de que el cine primitivo alcanzara esa “Gran Forma Narrativa” que define el centro de operaciones de! cine institucional, !9 en una organizacin del cuerpo desde donde se destilan y otorgan sentido a las posteriores particiones signifi- cantes del filme y a los conceptos de individuo, identidad y yo. En Die Patriotin (La patriota, 1977-1979) de Alexander Kluge, buena parte del relato, inconexo, lacunar, lo leva adelante una r0- dilla, Una rodilla, un fragmento del cuerpo. Una rodilla que algu- na ver pertenecié a la pierna de un soldado aleman muerto en Sta- lingrado. Una nueva redistribucién de las intensidades ha hecho ahora que la rodilla hable, que cuente su historia, Se trata de una rodilla que, antes, estuvo expuesta a los rigores organizacionales del “paso de ganso” en los desfiles militares. Esta rodilla habla de los cuerpos mutilados, podridos, descarnados, en definitiva, desor- ganizados, de los soldados caidos en los campos de batalla. La pa- triota muestra la construcci6n, ya muy avanzada, de un Cuerpo sin Organos (CsO) no sin antes advertir que su maxima intensi- dad, es decir, la desorganizaci6n, adviene sélo con la muerte. “El Cuerpo sin Organos no hay quien lo consiga, no se puede conse- guir, nunca se acaba de acceder a él, en un limite”."! PRIMERA MUTACION: EL ROSTRO Y LA IMAGEN-AFECCION Desde un punto de vista cronol6gico, la construccién del con cepto de primer plano tal vez suponga la emergencia inicial de la 10. Gf Burch, N.: El ragaluz del infinito, Madrid, Cétedra, 1994. 11. Deleuze, G. y Guattac, E Mil mesetas,capitaismo y exquizofrenia, Vo lencia, Pe-Texcos, 1988, pig, 156. 82 Pensar el cine 2 intensidad cinematogréfica de manera directa. No por casuali- dad, Jacques Aumont llama la atenci6n acerca del momento pre- ciso en que el cine deja de presentar simplemente rostros aislados de un cuerpo que se considera pleno para pasar a constituir un ‘nuevo y singular concepto: el de primer plano. En el llamado “cine primitivo”, sefiala Aumont, el rostro ain no es nada mas que un signo entre signos: “El rostro no es nada mas que signos. Tan pronto, cogido al vuelo por una cémara documental, se convertia totalmente en signo, en bloque, a la manera de una tipologia, por ejemplo, como, por el contrario, forjado laboriosamente rasgo a rasgo, se presentara como un en- samblaje, una construccién, un montaje de signos”. Este rostro, totalmente legible, desde el punto de vista discursivo-narrativo, ayuda a organizar el sentido puesto en movimiento por la repre~ sentacién. Sin embargo, este tipo de plano es rechazado con vi- gor por el paiblico de la época porque lo consideraba de mal gus- to, antiestético y vulgar. Tal rechazo, pensamos, tenfa que ver fundamentalmente con el hecho de que el primer plano se presentaba como peligrosa- mente desorganizador de 10 corporal. Por ello, el primutivo pri- mer plano s6lo es aceptado cuando vuelve a remitir a un todo cerrado: “En todos los casos, s6lo es valido porque permite ais- lar la expresin, el sentido, en un significante global o una red de significantes. Es siempre legible. "Esta legibilidad afecta en bloque el cuerpo y el rostro, que deben significar simultaneamente. Por eso el rostro primitivo tie- ne un estatuto legitimo y s6lo uno, el de estar soldado al cuerpo y ser mostrado al mismo tiempo que él. Todo lo demds es ilegiti- ‘mo. [...] Lo que es juzgado ilegitimo, inadmisible o malsano en el primer plano del rostro es precisamente esa ‘extraccién de la e: cena’, esa ‘presentacién aparte’ que le permiten eludir su funci6n de comunicacién y de significacién, y pretender existir por si mismo, fuera del movimiento y el sentido”.12 Este valor no comunicante del priqer plano es lo que nos in- 12, Aumont, J: El rostro en el cine, Barcelona, Paidés, 1998, pig. 69. Ricardo Parodi 83 teresa aqui. Es esa intensidad precipitada en y por el rostro en el primer plano, en los espacios cualificados que se distinguen en la imagen-afecci6n, la que remite a otra instancia, a una nueva cua- lidad no definida ni definible en términos extensivos y cuantita- tivos. El rostro no es palabra ni comunica. La comunicacién sélo se puede dar en un circuito cerrado que asegure la circulacién de Jos mensajes, de los “partes”, de los “comunicados”. Cuando el Primer Plano es utilizado en su funcién especifica, cuando ya ha conseguido engendrar un concepto singular, 8 capaz de evocar esa otra potencia de lo afectivo que degrada el Todo, los marcos © sistemas cerrados. Se trata de un rostro intensivo Abierto que escapa a la organicidad, que escapa al CcO: “Nos encontramos ante un rostro intensivo cada vez. que los rasgos se escapan del contorno, se ponen a trabajar por su cuenta y forman una serie auténoma que tiende hacia un limite o franquea un umbral”.13 El primer plano es un concepto propio y auténomo del cine cuya historia no podemos hacer aqui, pero si dar algunos ejem- plos elegidos casi al azar. Tal vez el primer intento por promover tuna cartografia de la expresin humana, esto es, de la afeccin en el cine, lo constituya Jeanne D’Arc (La pasion de Juana de Arco, 1928) de Carl Theodor Dreyer. Pelicula sobre ia cual se han escrito toneladas de palabras pero, para nuestros fines, diga- mos que si La pasin... es un intento de cartografia expresiva es porque Dreyer afronta la empresa de levar hasta el limite los Fasgos que componen un rostro, haciendo de cualquier otro ele- mento un aditamento secundario. El espacio mismo, como con- secuencia de ese trazado, termina volviéndose abstracto.!4 13, Deleuze, G.i La Imagen-movinmiento: estudios sobre cine I, Barcelona, Paidés, 1984, pig. 134 14, Dreyer parte de lo inmanente de la realidad fisica despojada, pero para Iegar a la trascendencia (no confundir con “lo trascendental”) interna de sus ob- jetos: “La reproduccién cinematogrifiea dela realidad tiene que ser verdadera, pero limpia de elementos innecesarios. También ha de ser realista, peco transfor. ‘mada en la mente del director, de manera que se convierte en poesia. El cineasta no tiene que interesarse por ls cosas de la realidad, sino por la esencia que hay (a 84 Pensar el cine 2 Marie Falconetti, sus ojos. ;Ay de esos ojos que son como el umbral, Ia frontera infranqueable donde se juega el limite entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la santidad y la locura! La santi- dad y Ja locura son, en Dreyer, dos aspectos de la misma mone- da, de la misma fe. Pero esa intensidad no se da, no puede darse ya en el plano de la accién sino, al contrario, s6lo puede darse en el de la expresi6n. “La expresion como esa materialidad cualita- tiva capaz de evocar una esencia, un grado de potencia”,15 que est mas alld de lo expresado. Todo en Ia negritud de los ojos de Falconetti remite a ese flujo, a ese torrente de una potencia que es la del delirio o la del Dios revelado. No, hay primer plano del rostro porque el rostro es primer plano. Es la inmanencia de la exipzesi6n. El PP, en las ondulacio- nes, en los pliegues con los que se construye un rostro, traza un mapa posible y finito de los modos de una potencia infinita, Dentro de esa cartografia también se incluye la frontera de los ojos. Alli, en los ojos, todo se precipita hacia ese otro plano no ac- tualizado (pero del cual conocemos sus atributos y efectos, es de- Gr, sus afecciones) que s6lo puede ser nombrado ambiguamente como plano de lo virtual, de lo espiritual o de lo mental, segin el grado de modernidad o empirismo que queramos emplear en nuestro vocabulari Un rostro es esi in plano de inscripcin de la expresi6n, una dentro y detris de las cosas” (“Imaginacién y color”, conferencia pronunciada «en Edimburgo e129 de agosto de 1955. Citado por Gémez Garefa, Juan Antonio: Carl Theodor Dreyer, Madrid, Fundamentos, 1997. Sabemos también que la ver. sin original de La pasi... sufti6 miltiples murilaciones, algunas de las cuales tenian como fundamento el hecho de que la posicin de abstraccion espacial sus tentada por Dreyer no era nies ficilmente soportada por el espectador poco ha: bituado. Por ese motivo, cuando en 1952 el historiador y apasionado del cine Lo Duca consigue los derechos para la explotacién comercial de una copia en 38 mm, inserta una serie de planos con motivos arquitectnicos adicionales que per ‘itian al espectador reconsttuir un espacio “realista". Como es obvio, Dreyer desaprobé totalmente esa versién, 15. Of Deleuze, G.: Spinoza y el problema dela expresisn, Barcelona, Ata- jos, 1999, pigs. 208 y ses. Ricardo Parodi £5 “pantalla blanca”, y unos “agujeros negros” que son como los bordes por donde se precipita una esencia inevocable. El rostro asi construido, el primer plano cinematografico, se traga la cabe- za del cine primitivo. La cabeza es un érgano en contacto, en re~ Jacién con otra serie de érganos. La cabeza es parte del CcO. Al contrario, el PP es ya una funcién de expresién de la afectividad que puede desprenderse del 6rgano cabeza y comenzar a deam- bular por otras partes del cuerpo, por otros objetos 0 por otras espacios. En ese momento podemos decir que el rostro ha deve- nido funcién, ha devenido extensivo, y, por lo tanto, dejé de ser asignable slo a un cuerpo en particular.1® El cuerpo muta, por vez primera, en funcién de los afectos ue se expresan en el PP. ¢Pero qué es coneretamente un “afec- to”?: “Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la po- tencia de obrar de ese mismo cuerpo, y entiendo, al mismo tiem- Po, las ideas de esas afecciones”.!” La idea de una afeccién es ya un sentimiento, es decir, una representaci6n de la afecci6n. Es el nombre que le panemos a los micromovimientos corporales que constituyen la afeccién, Pero toda idea que tengamos acerca del estado presente de nuestro cuerpo remite siempre a una idea an- terior de su disposicién. Es asi como nuestro cuerpo diira, se me- te en el flujo'del tiempo. Es asi como el cuerpo deviene.1® 16. Elsa Daniel no puede mirar alos ojos a Lautaro Murti. Asciende con la ‘mirada pero se detiene, una y otra vez, en el nudo de la corbata. Ese nudo estd “rostificado”, cuaificado, y remite ahora a otras cualidades y potencias que tie nen que ver con el devenir dela historia de La casa de! dngel de Leopoldo Torre Nilsson. Junto con su padre, Leopoldo Torres Rios, Nilsson, sobre todo en su primera obra, es uno de los grandes constructores de la imagen-afecciGn en elci- ne argentino. 17, Spinoza, B.: Etica demostrada segiin el orden geométrico, Buenos Aires, Hispamérica, 1984, pig. 169, parte tercera, definicin II 18. “Es por ello que a toda idea que indica un estado de nuestro cuerpo esté ligada necesariamente otra especie de idea que engloba la relacién de ese estado ‘on el estado pasado. Spinoza precisa: “No se trata de una operacion intelectual abstract, por la cual el espfritu comparatia dos estados. Nuestros sentimientos, por ellos mismos, son ideas que engloban la relacién del presente con el pasado 86 Pensar el cine 2 No por casualidad esta intensidad de la afeccién se expresa, por lo general, en personajes que estin con muy limitadas 0 casi nulas posibilidades de movimiento, de accién.!? El preso, el conde- nado, que ve reducida su existencia a los pocos metros cuadrados de su celda, entra en contacto, si posee la predisposicin necesaria para ello, con otras potencias que no son las de la accién. 2 Son las acciones en si mismas, su supnesta efectividad delictiva, lo que im- porta del personaje de Pickpocket (EI carterista, 1959), de Robert Bresson, 0 al contrario, se tratara de otra cualidad, otro modo de darse el movimiento? El objetivo parece set alcanzar, mediante la i6n, o.un nifcleo de posturas e intensidades que desborda ya cualquier vinculo sensoriomotor. A partir de Ia mas- rigurosa y ascética desc yn_consigue un més alla de la_ ve resultado maquinico. Es la en wna duracién continua: englobaa variaciones de un modo existente que dura”, Deleuze, Gu Spinoza y el problema .., op. cit, pag. 211 19, Segundo tema a desarrollar como consecuencia de plantear la relaci6n ‘cucapuvtine: la teadtica del Gucepy inuucisy ely reyolaciones del slscema carce lario. Gefingnisbilder (Imagenes de prisién) de Harun Farocki sirve aqui tam: bign de ejemplo, 2pero acaso no tiene mucho de carce la granja en Jutlandia que tirdnicamente dirge el viejo Morten Borgen en Ordet (La palabra, 1955), am- bién de Dreyer? Dreyer allfplantea la cuestin de lo inmanente y lo trascendente 1 partir de la tensi6n extrema entre Johannes, hijo de Morten, y su nicta Maren. Potencia ¢ intensidad que oscilan entre Johannes, que ha abrazado la creencia ‘con toda la pasién de la razén {escudiando sin descanso a Kierkegaard) hasta lle gar ala locura, y Maren, que vive su fe con la frecura e inocencia propias de su condicin de nia, sin preocuparse por dudas o elecciones teolgicas. En medio de esta tensi6n esti en juego toda otza serie de personajes que se debaten entre diversas eleceiones, entre creer en la rigurosidad intelectual o creer en la intensi- dad de sus propias afecciones. Dreyer, como Kierkegaard, se sta fuera de toda eleccin o en la no elecci6n. Deja pendiente la resolucin, hace que tanto Johan- 1nes como su sobrina participen en la resurreccin de Inge, la made de Maren (si es que estaba realmente muerta), Dreyer llega en este filme a la abstraccin lirica por la via de la pasién, no de la resolucién racional de laeleccin del reer o no. Pero, al mismo tiempo, es esa misma potencia la que le sieve para recomponer el ‘mundo segin otras coordenadas: las devenidas de la propia intensidad. Los espa- ios, Ios mundos que habitan los personajes de La palabra ya no son reconoc ‘les como compuestos en un afuera objetivo absoluro, El mundo entero ha deve- nido abstracta oscilaciGn en los claroscuros que componen el filme. Ricardo Parodi 87 insoportable falta de expresién de los sentimientos de la que acusa a su marido la protagonista de Une femme douce (Una mujer dul- ce, 1969).29 Para llegar a este nivel de intensidad, Bresson necesita hhacer de sus personajes verdaderos aut6matas (cf, Le diable pro- bablement (El diablo probablemente], 1977). Entes ya vaciados de toda psicologia y de toda expresién comunicativa, sus rostros no deben expresar-actualizar ningtin sentimiento, ninguna idea en sin- gular, y por ello mismo aspiran a expresarlo todo. La afectividad por fin abierta. Los rostros de Bresson, como su cmara, se tornan inmanentes. Los cuerpos de sus criaturas son miiquinas que bus- can la perfeccién de la maquina pero para acceder ahora, a veces sin conciencia de ello, a otro estatuto.?! Es la mano de Dios, podria prontamente decirse, lo que apa- rece con la forma del azar, en Un condamné & mort s est échappé ow Le vent souffle ott il veut (Un condenado a muerte se escapa, 1956). Pero no es menos cierto que ese Dios es pura intensidad, pura potencia de reordenamiento del cosmos que es la celda del condenado a muerte. Despojado de todo movimiento, de toda acci6n, al prisionero s6lo le restan su propio cuerpo y su propia potencia transformadora. Una potencia que transforma, muta los objetos hasta hacer aparecer en ellos otras funciones. La tabla de una puerta puede transformarse en instrumento de escape, la cu- bierta de un colchén en soga, un alambre en gancho, y asi. Hay, si se quiere, toda una metafisica o espiritualidad de los objetos que se consigue, en Bresson, extremando la perfeccién de la ac- cidn o de la visibn. Llevando la descripcién hasta el limite se fuerza el limite mismo de lo representado. Es habitual que en los filmes de carcel se edifique otra funcio- 20. Una mujer dulce es la reconstruccién, frente al cuerpo yacente de su es posa “suicidada”, que un prestamista hace de sus intensidades reprimidas, averas de expresién. Son las pequefas miserias y crueldades eotidianas las que, por acu ‘mulacién, han arrastrado a su mujer a la muerte. 21. Ya el cuerpo martrizado, autoflagelado, dela monja de Les anges du pe ché (Los dngeles del pecado, 1943) alcanzaba la santidad por otea via que no cf Ia instcucional, por otros senderos de verdadera intensidad, aunque esto la leva- sea la muerte. SS EE 88 Pensar el cine 2 nalidad de los objetos. Le Trou (EI boquete, 1960), la tiltima pe- Iicula de Jaques Becker, es un buen ejemplo de ello. Lo que no es tan comiin es que el orden de lo imaginario y del deseo atravie- sen los muros ¢ invistan Jos cuerpos otorgdndoles nuevas intensi- dades, como ocurre en Un Chant D’Amour (Un canto de amor) (1950) de Jean Genet o en Habeas Corpus (1986) de Jorge Acha En la primera, el deseo demuestra su capacidad de circular a tra- vés de los muros y entre las asignaciones de poder. En la segun- da, el cuerpo fragmentado de un detenido-desaparecido ha de reencontrar en su propia fragmentacién la intensidad necesaria para permitirle plantear una linea de fuga hacia la indistincion del orden de lo imaginario con el orden de la realidad. No podemos dejar este apartado sin recordar a John Cassave- tes. Frente a sus filmes, frente a sus mejores filmes, se tiene la sensacién de que ya no hay nada anterior al rostro. Se pose la extrafia certeza de que el relato va siendo supurado, secretado por el rostro. No hay una narracién, relato o espacio previo a la imposiciGn del rostro. Al contrario, todo se sucede, todo devie- ne, como si la narracién y el espacio fueran una consecuencia ‘mas del despliegue de los primeros planos intensivos y extensi- vos. Se tiene la conviccién de que la soledad de Minnie es gene- rada por el rostro de Gena Rowlands. Que los torrentes de amor que atraviesan a una mujer bajo influencia son producto de esa mirada intensa que los maridos no pueden captar. Que, en fin, las caras, las “faces”, no son otra cosa que la evocacién de un paisaje del alma extraiio y desconocido. | ‘SEGUNDA MUTACION: EL GESTUS Y RITUAL, El gestus y la ceremonia 0 el ritual son los dos polos que defi- nen una de las categorias desde donde se puede pensar la dispo- sicién diferencial del cuerpo en el cine moderno segin Deleuze. 22. Cf. Deleuze, G.: La imagen-tiempo. Estudios sobre cine Il, Barcelona, Pai és, 1987, pig. 251 y sige, cap. 8, “Cine, cuerpo y cerebro, pensamiento” Ricardo Parodi 89 Por un lado, se trata de la concepcién brechtiana del Gestus, que tiene aqui un rol fundamental. En Brecht, el gestus no es s6- lo individual o concerniente al cuerpo de un solo sujeto. El ges- tus marca, sefiala, impulsa el movimiento del cuerpo hacia un nuevo estatuto o instancia desde donde puede abarcar ahora lo social y lo histérico, extendiendo, entonces, los limites de la pro- pia organicidad. Brecht demandaba que este nuevo desborde del afecto y Ia potencia en la expresi6n Ilevase al cuerpo a asumir una concreta misién politica. Deutschland, bleiche Mutter (Alemania, madre pdlida, 1979) de Helma Sanders-Brahms es un filme que hemos utilizado con mucha frecuencia para ilustrar este punto. El personaje central, Marianne (Eva Mattes), desarrolla una parilisis facial después de haber cruzado, en plena Segunda Guerra Mundial, media Ale- mania arrastrando a su pequefia hija hacia un destino incierto. Luego de la capitulacién, su rostro expresa lo que ella no dice: el dolor, la humillacién, la frustracién, la indignacién. Su gestus habla de todas esas afecciones que no caben dentro de ningin discurso, dentro de ninguna palabra. Eso no quiere decir que el gestus no pueda leerse. El gestus también se lee, se presta a una legibilidad que ya no es la del lenguaje. Quien no sabe leer el gestus de su mujer, por no poser la sensibilidad necesaria para entrar en empatia con ella y, desde alli, desentrafiar su angustia y afecciones, es el marido de Marianne, quien s6lo atina a llevar- laa un dentista que le extrae todas las muelas. El gestus de Marianne, su parilisis facial, no es s6lo una cues- ti6n de enfermedad personal o individual. Es un grito, otro mas, que tiene ahora la dimensién de lo histérico. Es ya una fabula- ci6n ética sobre el devenir, sobre el destino de su propio pueblo. Pero es también un punto de encuentro, un “foyer”, 0 una aglo- meracién de marcas de su pasado. Asi, el gestus de Marianne es una sumersién de su propio cuerpo en el cuerpo flujo de Ia histo- ria de su patria devenida paisaje, rostro pélido. El gestus supone tun cuerpo que ces6 de ser orgénico. Se trata de un cuerpo con- densado en el gestus y por ello mismo expandido, disgregado en el tiempo, en la duracién que es la vida misma. 90 Pensar el cine 2 Como acertadamente sefiala Deleuze, esta nueva dimensién del gestus en el cine moderno es, sin lugar a dudas, uno de los mis valiosos aportes del llamado cine feminista: “Las autoras femeninas, las realizadoras feministas, no deben su importancia .un feminismo militante. Lo que cuenta més es la forma en que supieron innovar en este cine de los cuerpos, como si las mujeres tuvieran que alcanzar la fuente de sus propias actitudes y la temporalidad que les corresponde como gestus individual 0 co- miin”.?3 El cuerpo de la mujer como aquello que resiste, que se resiste, a la organizaci6n corporal institucional del Patron Hom- bre Blanco, modelo con el cual se ha organizado el Poder (y el cine) desde siempre en Occidente (y en Oriente también). El ges- tus del cine feminista moderno intenta sacar el cuerpo de la mu- jer de la pose, de la estaticidad donde el deseo, la mirada mascu- lina, lo habian colocado. Mejor dicho: el cuerpo femenino intenta salir del topico Mujer para devenir multiplicidad mujer. Légicamente, Por cierto no todas las mujeres pueden o quieren devenir mujer. No todas buscan o intentan quedar fuera del t6- pico y de la produccién del deseo organizado. Del deseo organizado, y por tanto productivo, sabe sacar provecho econémico la protagonista de Ein ganz und gar ver- wahrlostes Madchen (Una joven totalmente abandonada, 1977), de Jutta Briickner. Ella sabe qué poses adoptar para captar la y mirada masculina y poder cobrar a sus amantes. Conoce el tho- do de doblar una pierna para hacerla mas sensual, c6mo o¢ultar la panza, como disimular los senos caidos, etc. Pero nada de es- to la colma; hay una iancia, un vacfo en su interior que’se expre- sa en detalles minimos, como en el gesto de no baitarse. Si el cine feminista aporta una nueva dimensién de lo corpo- ral a partir de este gestus que comunica lo individual con lo co- lectivo, lo subjetivo con el devenir y la historia de un pueblo, lo cierto es que dicho gestus encuentra su elemento genético en un detalle minimo que se expande para entrar luego en relaci6n con tun rostro extensivo y el orden del “socius”. Es el gesto de lim- 23, Deleuze, G.: op. cits p Ricardo Parodi 91 piar prolijamente una alacena en O neceem jiném (Sobre algo di- ferente, 1963) de Vera Chitilova el que habla de la condicién del ama de casa en la sociedad burguesa de los sesenta, mientras, gracias al montaje paralelo, vemos como una gimnasta descubre fen carne propia que “nadie sabe lo que puede un cuerpo”, Es el pequefio y andnimo gesto sorprendido por la cémara en el rostro de los clientes en los comercios que pueblan la calle Da- guerre en Daguerreotypes (Daguerrotipos, 1975), 0 la forma de recoger la fruta y la basura en Les glaneurs et la glaneuse (2000), ambas de Agnés Varda. Antes fue la forma de presentar la rela- cién entre el suefio, el inconsciente y la danza moderna en Maya Deren. En Meshes of the Aftermoon (Deren, 1943), los cuerpos, junto con la cémara, han perdido la verticalidad y sus determi- naciones. La posibilidad de un cuerpo en posicién horizontal es lo que diferencia la danza moderna de la verticalidad del ballet clésico. El cuerpo erguido, en posicién vertical: tal vez.el primer mandato del CcO,— Asf entendido, el gestus es un nudo o despliegue de actitudes corporales, de ceremonias y actos que trascienden tanto la histo- ria o la narracién como la imagen-acci6n. El gestus llega siempre después de la accién, es lo que resta de ella. Es el cuerpo cansa- do representado a partir de la dispersion de actitudes. Es como tun mapa tejidovo trazado a partir de los indices que han dejado la acci6n y las cicatrices emocionales sobre lo corporal. Se trata de un cuerpo tatuado por la afectividad. La accién puede habernos sido mostrada previamente, como ccurre en Alemania, madre palida, 0 simplemente referida de manera lejana e inconclusa, como en India Song (1975) de Mar- guerite Duras, pero lo que vemos, lo que se actualiza en la repre- sentaci6n, y por lo cual pretendemos vanamente ororgarle una imposible significacién orgénica, son simplemente los restos, los fragmentos de la accién y la afeccin. Es lo que queda del amor. Es en los detalles, en los modos de estos gestus, en la comisu- ra de los labios, en una mirada perdida, en las actitudes corpora Jes que determinan el orden de lo cotidiano, en todo aquello que Descartes quiso inventariar en el Tratado de las pasiones y que s6lo la microfisonomfa cinematografica (para utilizar una expre- ' t 92 Pensar el cine 2 sin cara a Béla Balasz) permitirfa recomponer siglos después, es donde adivinamos particulas de expresin que se pierden en el Pero el gestus y la serie de actitudes corporales que lo consti- tuyen, se coordinan habitualmente en la ceremonia o en el ritual. Incluso podrfa afirmarse que una coleccién de ceremonias 0 ri- tuales sirven para descubrir un “gestus social”. En los ejemplos anteriores partimos del gestus individual para tratar de compren- der su expansién hasta alcanzar el flujo hist6rico-social. Promo- viendo una operaci6n inversa, pretendemos partir del rasgo cul- tural o hist6rico que se condensa en el ritual o la ceremonia para ver, siempre por la via del gestus, c6mo la intensidad determina otras coordenadas corporales. En el ritual, el cuerpo se debe ubicar de cierta y determinada manera, cumplit con ciertos y determinados gestos y signos preestablecidos. Bl ritual implica la sumersion del cuerpo en el campo de lo simbélico. El simbolo-misnrores alli Fepresentado, fe cdjante el cuerpo. En la cultura y el cine japonés, el ritual ha cumplido, desde siempre, un papel tan preponderante que parece captar y absor- ber sobre si todos y cada uno de los instantes de Ia vida. En los filmes de Ozu, por ejemplo,** las ceremonias protocolares son respetadas rigurosamente. Pero, detrés de ellas, de manera indi- recta, advertimos las afecciones intensas que perturban a los per- sonajes ante la irrupcién de la modernidad y la occidentalizaci6n de la vida. En la pelicula més conocida de Ozu, Tokyo monoga- tari (Una historia en Tokio, 1953), la forma ceremonial y tradi 24, Se nos dispensaré, aqui, de promover un analisis profundo de la concep-

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