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Metamorfosis de fin de siglo: Crisis, Cambio y Complejidad

Conociendo el conocimiento del conocimiento

Dra. Denise Najmanovich

Esta es una época que -a diferencia de la Modernidad- parece tender más hacia las
tríadas que hacia las dicotomías. Estamos en una época que bien podríamos llamar la
era de las tres "C": Crisis, Cambio y Complejidad.
Comenzaré hablando de la "Crisis", para destacar una sensación global dentro de la
cultura. Algunos dicen que la zozobra se debe a la pérdida de los valores; otros creen que
son las teorías las que han perdido su eficacia, y muchos más apuntan hacia la
imposibilidad de generar y llevar a cabo proyectos. En cualquier caso, lo notorio es el
malestar en la cultura.
Las discusiones académicas sobre el nombre de la crisis tienen para mí poco sentido. No
me interesa discutir aquí si estamos en la Posmodernidad, o se trata del final de la
Modernidad, o si estamos viviendo la Sobremodernidad -como propone el antropólogo
Mark Augé-, yo creo que las etiquetas son relativamente poco importantes en relación a la
sensación global generalizada de que los viejos fundamentos están seriamente
cuestionados.
También es importante destacar que "en Crisis" no quiere decir que los viejos paradigmas
y modos de vida asociados han sido suplantados por otros, sino que ya no nos merecen
una confianza total, y que muchas cosas que resultaban obvias y transparentes hace
unos años, han descendido del pedestal de la certeza para instalarse en las arenas
movedizas de la duda.
En las épocas de crisis se llevan adelante los debates sobre los "fundamentos" de
las disciplinas, sobre la concepción del mundo que implican, del significado de los
términos fundamentales utilizados y las decisiones metodológicas implicadas.
Desde esta perspectiva, la crisis es una oportunidad y una época de alto fermento
creativo, aunque también es un período de vértigo, angustia y confusión.
En las últimas décadas es evidente la amplitud creciente del los debates, el
cuestionamiento y la aparición de fisuras y elementos extraños tanto en la ciencia como
en la filosofía. Las críticas al modernismo y a su enfoque desde la simplicidad, que implica
una concepción del mundo como un conjunto de esencias átomos, neuronas, unidades
económicas, palabras, que debían ser descubiertas gracias a la razón y la observación, y
reflejadas en el lenguaje, comenzaron a tomar fuerza con los trabajos de Wittgenstein
sobre los juegos del lenguaje. Los trabajos de Kuhn sobre el conociminento científico
estructurado en paradigmas , los de Feyerabend sobre la no neutralidad de los lenguajes
"descriptivos", y los trabajos de M. Foucault llevaron aguas profundas y refrescantes a
esta gran ola de pensamiento epistemológico post-positivista.
Otra gran vía de aportes fundamentales para la transformación de nuestra concepción del
mundo y del conocimeitnto que de el tenemos es la que se relaciona con lo que ha dado
en llamarse el "giro lingüístico". Muchos son los autores que han contribuido desde
diversas perspectivas a enriquecer nuestra mirada sobre el lenguaje y el significado,
destacándose las contribuciones de Barthes, el deconstruccionismo de Derrida y a las
nuevas corrientes hermenéuticas de Gadamer y de Rorty. En las últimas décadas esta
mirada se fue enriqueciendo con un gran caudal de investigaciones sobre las bases
metafóricas y retóricas de nuestro conocimiento del mundo en la que podemos destacar
los trabajos de Lakoff y Johnson. Los estudios de G. Bateson junto con el constructivismo
de von Foerster, Maturana y Varela y los desarrollos del construccionismo social de
Berger, Luckmann, K. Gergen y Barnett Pearce han sido otras de las riquísimas vías de
investigación que se han desarrollado en las últimas décasas.
Todos estos movimientos, conspiran desde diversas disciplinas contra la mirada
modernista del lenguaje como una pintura de los elementos esenciales de la
realidad y del conocimiento como reflejo o representación de una naturaleza
completamente independiente.
Por otra parte, es de especial interés el hecho de que los propios científicos se han
comprometido a fondo en las discusiones sobre los fundamentos de su quehacer. En el
campo de la física esta tarea tuvo un pico importantísimo en los años posteriores al
desarrollo de la Teoría Cuántica, para luego declinar y renovarse en las últimas décadas
especialmente en torno de las nuevas Teorías no lineales: las denominadas Teorías del
Caos y la Termodinámica No Lineal de Procesos Irreversibles (TNLPI) de Prigogine.
Especialmente importante ha sido la producción de nuevas herramientas matemáticas
como el desarrollo de nuevas lineas en topología, la profundización creciente en la
investigación en matemáticas no lineales, la Teoría de las Catástrofes de René Thom y la
Matemática Fractal de Mandelbrot. Además, el desarrollo de la informática ha permitido
nuevos enfoques experimentales como los "Modelos de Simulación" por computadoras,
además de que en los últimos veinte años han comenzando a configurarse nuevos
campos de investigación como las Ciencias Cognitivas y las Ciencias de la Complejidad,
que son algunas de las vías que estan llevando a la ciencia hacia terrenos impensados
pocos años atrás. Las Ciencias Cognitivas nacen de un diálogo fecundo entre a
perspectivas disciplinarias tan disimiles como la neurobiología, la informática, la
ingeniería, la epistemología y la psicología cognitiva, entre otras. Bajo el discutido rótulo
de Ciencias de la Complejidad se agrupan experiencias muy discimiles que van desde los
trabajos del Instituto de Santa Fe (USA) sobre algoritmos genéticos y redes neuronales,
hasta los aportes de E. Morin en Francia sobre el pensamiento hipercomplejo.
En suma, aunque no siempre es adecuado hablar de "nuevos paradigmas" en el sentido
de matrices disciplinarias maduras aceptadas por un consenso mayoritario de la
comunidad científica, es notorio el estado de debate, la apertura hacia nuevas
perspectivas y el desarrollo de programas de investigación impensables unas décadas
atrás; lo que puede configurar un estado de crisis con su característica proliferación de
teorías y con la perdida de hegemonía absoluta de los modelos tradicionales .
En la Biología tras la publicación del texto de J. Monod "El azar y la Necesidad " (1970) se
vienen sucediendo ininterrumpidamente los debates sobre los fundamentos, límites y
alcances de las teorías clásicas. En el campo de las ciencias de la salud la situación de
crisis es más llamativa; aunque el establishment este firmemente adherido a la tradición.
Las llamadas "medicinas alternativas" se han desarrollado enormemente tanto cualitativa
como cuantitativamente y han logrado conquistar importantes espacios . En es este caso,
como en muchos otros, solo el debate democrático, la profundización de la investigación,
y el establecimiento de lineas de comunicación que permitan evaluar las distintas
perspectivas, permitirá separar la paja del trigo.
Finalmente podemos decir que la situación no es muy distinta en Psicología que en las
demás ciencias, baste mencionar la renovación lacaniana del campo freudiano, y los
desarrollos teóricos de los post-freudianos, la explosión de las "terapias alternativas":
Gestalt, Sistémica, Transpersonal, y de la proliferación de nuevas técnicas como el
Psicodrama, y el trabajo corporal aplicado a la psicoterapia.
El campo de las ciencias sociales tampoco es ajeno a este fenómeno de aparición de
nuevas perspectivas, es especialmente notorio la influencia del pensamiento ecologista y
de los modelos no lineales en el desarrollo de alternativas en el campo de la economía y
los planes de desarrollo en base a las denominadas " tecnologías blandas ". Los nuevos
desarrollos en antropología y la extensión del pensamiento antropológico a la civilización
urbana contemporánea, los modelos y concepciones sociológicos que dan lugar a la
complejidad, al pensamiento dinámico y a las redes fluyentes de vínculos como
entramado social básico, son sólo algunas de las importantes transformaciones de las
ciencias sociales a fin de siglo. Los desarrollos espectaculares de la historiografía
contemporánea rompieron el chaleco de fuerza de la concepción modernista de la historia
y dieron lugar a la aparición de nuevos actores históricos: mujeres, campesinos, artistas,
científicos y marginales entre muchos otros. Esta nueva mirada abrió las puertas de
temporalidades agitadas que salieran del estereotipado ritmo del progreso ilimitado propio
del historicismo decimonónico.
Es imposible, en el marco de este trabajo mencionar todas las "fracturas" de las
concepciones tradicionales y todas las nuevas perspectivas abiertas, hemos elegido solo
algunos ejemplos que por su importancia teórica, su notoriedad o la polémica que han
generado, nos parecieron más ilustrativos.
En el campo conceptual más general también es notorio un desplazamiento de las
problemáticas y los enfoques, que abarca a todas las disciplinas. Los debates más
importantes han girado en torno a los problemas del determinismo y el azar, complejidad-
simplicidad, linealidad - no linealidad, orden - estructura, el problema del tiempo, de la
continuidad-discontinuidad, holismo - reduccionismo, la racionalidad y el concepto de
causalidad y los límites del conocimiento y en especial en torno a la emergencia de lo
nuevo. La marca de la época parece ser la del debate sobre los fundamentos y la apertura
de muchos investigadores y pensadores hacia nuevas configuraciones teóricas.
Lo que en este último lustro del milenio parece evidente es la amplitud y profundidad del
debate, el desarrollo de nuevos enfoques, el surgimiento de "candidatos a paradigmas",
la desaparición de muchas fronteras disciplinarias y el surgimiento de nuevas disciplinas,
la cada vez más frecuente investigación interdisciplinaria -que en muchos casos implica
una " fertilización cruzada " de los campos involucrados- y el establecimiento de un
diálogo ciencia-filosofía, que esperemos permita establecer puentes, generar nuevas
metáforas y colaborar en la reflexión conceptual.
La segunda "C", a la que quiero referirme es la "C" de Cambio. Hoy sentimos que todo lo
que hasta hace pocos años se mantenía consolidado, se está desarmando: "todo lo sólido
se desvanece en el aire". Desde esta perspectiva el Sujeto también se encuentra
cuestionado en su lugar, en sus formas de producción, en sus formas de vida junto con
sus modelos, sus teorías y sus paradigmas. Barnett Pearce ya nos lo advirtió: no se
puede cambiar de paradigma sin atravesar un terremoto. Recién en las últimas
décadas empezamos a tomar conciencia de que los cambios teóricos están
indisolublemente ligados a los cambios en los modos de vida. En este sentido es
interesante ver a los paradigmas científicos, y a los sistemas de conocimiento en general,
como fuertemente entramados con la vida de los sujetos y las comunidades que los
producen.
A partir de aquí entramos de lleno en el campo de la otra "C" : la Complejidad. La ciencia
y la epistemología de la Modernidad se caracterizaron por intentar explicar el mundo a
partir de un conjunto limitado de axiomas o premisas "indubitables" (para ellos).
Siguiendo el lema de que "la naturaleza no hace nada en vano" se dedicaron a buscar los
componentes elementales del universo, en cada uno de los compartimentos estancos en
que lo dividieron.
La idea de "un conocimiento objetivo" emergió conjuntamente con la ciencia Galileo-
Newtoniana. Galileo, como gesto fundacional de sus "nuevas ciencias" dividió las
cualidades en primarias y secundarias. Las primeras eran -según él- propiedades
intrínsecas de los cuerpos : el tamaño, la forma, el peso, el movimiento. Las secundarias -
como el color y el olor- estaban relacionadas con las capacidades perceptivas de los
sujetos y por lo tanto eran dudosas. La ciencia sólo se ocuparía de las primeras que
tenían la virtud de poder ser cuantificadas. De esta manera la modernidad expulsó del
ámbito de la ciencia a todo aquello que no fuera cuantificable, estandarizable o reducible a
variables de esta clase. La ética y la estética, el perfume y el sabor, la filosofía y el arte,
fueron arrancados del árbol de la ciencia.
En la filosofía esta distinción artificiosa de propiedades fue refutada magistralmente por
Berkeley, quién mostró que es imposible para los seres humanos distinguir entre
propiedades "propias de los cuerpos" y "propiedades influidas por nuestros sistemas
perceptivos", ya que sólo tenemos información de las propiedades del mundo a
través de nuestra experiencia. Sin embargo los físicos siguieron muy orondos haciendo
esta clase de distinciones (que con diversos nombres aún se enseñan en las escuelas y
universidades) que les permitían descartar de su uni-verso buena parte de lo más
interesante que un ser sensible y pensante puede encontrar en él.
Desde una mirada contemporánea el mundo de la simplicidad no es más que un recorte
posible del entramado multidimensional que surge de la interacción de los sujetos
humanos con el multi-verso en que convivimos. Sin embargo, como hemos sido
educados -y aún seguimos educando a nuestros hijos- en este marco conceptual
considero que para poder avanzar en la reflexión sobre la ciencia y la epistemología en
este fin de siglo, es fundamental poder dar cuenta de por qué durante la modernidad, -y
aún hoy, con menos fuerza, pero todavía muy extendidamente-, la dicotomía radical
SUJETO/OBJETO constituye una creencia central de nuestras teorías cognitivas.
Ahora bien, si no concebimos el mundo como algo objetivo, independiente de nosotros,
separado y a la vez cognoscible en términos verídicos y absolutos ¿ cómo lo penamos ?
y ¿ cómo justificamos que muchos de los más grandes pensadores hayan creído en la
objetividad?
El pensamiento complejo es el ámbito desde el cual podemos intentar explorar caminos
alternativos en la búsqueda de respuesta a estas preguntas. En particular, pasar de
modelos estático a descripciones dinámicas, puede ayudarnos a pensar el problema
del conocimiento de una manera completamente distinta a las clásicas. Un primer paso
para lograrlo es dejar de utilizar el sustantivo "objetividad" y comenzar a pensar en
términos de un verbo: "objetivar". Este desplazamiento linguístico-conceptual nos
permite dejar de pensar en el conocimiento como algo instantáneo, imagen especular de
una realidad independiente, representación fosilizada de un afuera estable; para pasar a
pensar en términos de procesos activos de objetivación. Estos procesos son producto de
la actividad de las comunidades humanas. Un sujeto sólo no puede objetivar: puede
delirar. Desde este punto de vista la objetivación es un proceso a través del cual emergen
los significados en la interacción social humana, y en un contexto histórico. Esta forma de
ver las cosas hace que sea natural el hecho de que distintas comunidades produzcan
distintas objetivaciones. Los zulúes producen y mantienen objetivaciones distintas a las
nuestras. Esto no les impide ser eficaces en su mundo. Todos los pueblos viven y
sobreviven con sistemas de creencias muy distintos a los nuestros y esto no les hace
perder su eficacia o su sentido de la coherencia en el contexto de sus propias vidas.
Desde un pensamiento objetivista esto es inexplicable. Los objetivistas tendrán que
especificarnos cómo la humanidad llegó hasta aquí siendo que los únicos que tienen una
"representación correcta del mundo son los occidentales modernos". ¿Cómo sobreviven
los demás pueblos, cómo llegaron los Europeos a la Modernidad, si todas la teorías
antiguas y las de los "pueblos primitivos contemporáneos" son ridículas, si todas las
entidades en las que esta gente creyó o cree no existen, y sus modelos del mundo son un
absurdo completo?
Desde una concepción del conocimiento basado en objetivaciones consensuadas en una
comunidad, no tenemos ninguna dificultad en encontrar, aceptar y -aún - disfrutar de la
diferencia. La objetivación es un proceso que se da en el curso de la interacción social
humana y va definiendo sus propios bordes (como en todos los procesos de auto-
organización.)
T. S. Kuhn comenzó a transitar ese camino de la complejidad cuando rompió con la
epistemología positivista. Los aspectos centrales de su ruptura con "la concepción
heredada" (como ha dado en llamarse a la epistemología positivista de principios de siglo)
incluyen varias puntos claves: a) Kuhn asigna un rol fundamental a la historia de la
ciencia, es decir a las condiciones efectivas en que las teorías científicas se producen y
no exclusivamente a su estructura lógica; b) La ciencia deja de ser considerada un
conjunto de teorías objetivas, neutrales y verdaderas (o a lo sumo aproximadamente
verdaderas ) en el mundo abstracto de la lógica, para pasar a ser un producto de la
actividad humana en el seno de una cultura determinada. c) Kuhn nos propone analizar el
marco de producción, validación y aplicación de las teorías científicas como un sistema
complejo con múltiples interacciones y retroalimentaciones, cuestionando los criterios de
verificación (o de falsación) de las teorías que la epistemología de línea anglosajona
había impuesto. d) Por último, Kuhn cuestiona la posibilidad de la ciencia de acceder a
una verdad absoluta tanto directa como indirectamente y plantea que los criterios de
verdad son propios de cada paradigma e inconmensurables entre sí. Esto nos lleva a una
de las propuestas teóricas más fundamentales de Kuhn que implica una radical
modificación del concepto de "progreso" en la ciencia. En sus trabajos es notoria la
ruptura con la línea tradicional que pintaba a la ciencia como una epopeya del espíritu
humano cabalgando en pos de la verdad y cada vez más cerca de ella.
En su texto " La Revolución Copernicana " (1957) Kuhn comienza un análisis a fondo del
proceso de cambio de teorías científicas; a través de la investigación histórica observa
que la sustitución de una teoría por otra es un proceso mucho más complejo de lo que
habían planteado otros investigadores, que de ninguna manera la nueva teoría triunfa
solamente porque concuerda mejor con los hechos, ya que esta concordancia está
mediada por procedimientos experimentales, decisiones metodológicas y compromisos
que pueden ir desde aspectos metafísicos hasta posibles aplicaciones tecnológicas. La
relación hechos-teoría es altamente problemática, implica decisiones metafísicas,
metodológicas y técnicas. Además, entre un paradigma y otro se modifica el significado
de algunos términos fundamentales, algunas preguntas dejan de tener sentido y algunas
respuestas que en un paradigma eran perfectamente legítimas pasan a ser absurdas ( no
equivocadas sino descabelladas ) en el otro.
Estos trabajos pioneros de Kuhn, junto con desarrollos posteriores del mismo autor, y los
trabajos de Feyerabend, Foucault y muchos otros pensadores fueron abonando un
riquísimo campo de reflexión epistemológica, que cuestionó las bases de la producción
científica y nuestra teoría sobre el conociminto en general. La dicotomía sujeto/objeto
estalló para dar lugar a la complejidad, que en su bucle de objetivación, encuentra
siempre al sujeto y entramado con su comunidad . Desde esta mirada que da lugar a
la complejidad y que implica siempre descripciones dinámicas tanto la objetivación como
la subjetivación son procesos que el pensamiento Moderno cortó arbitrariamente para
separar productos llamados "sujeto" y "objeto". Estos recortes son posibles porque hay
períodos relativamente estables -"islotes temporarios de Orden en un mar de Caos"- Que
sean posibles, no quiere decir que son necesarios, ni deseables en cualquier
circunstancia, hoy estamos empezando a darnos cuenta de lo extremadamente
riesgoso que es confundir recortes verosímiles con esencias universales.
Muchas de los peligros de la dicotomía moderna sujeto/objeto están relacionados con el
problema de la decisión de escala. Para que se den cuenta de la importancia de este
tema, me gustaría llamar la atención en que una de las primeras decisiones de la
Revolución Francesa fue fijar los patrones de pesos y medidas. Este ejemplo clave nos
muestra cómo este ámbito que llamábamos objetividad no es más que una construcción
social consensuada que fue determinando qué cosas iba a aceptar una cierta sociedad
como modelos y patrones de medida. El problema reside en que una vez que se
estabiliza y propaga un sistema de medidas su utilización se "transparentiza" y
"naturaliza".
Al comienzo, en las épocas de germinación de la idea moderna de medida, el debate
mostraba sus aristas filosóficas, técnicas y valorativas. Galileo necesitaba justificar la
distinción entre propiedades primarias y secundarias, las metodologías debían afianzarse
y no era fácil llegar a un consenso, los valores raramente eran compartidos por todos. Sin
embargo, estas polemicas de las primeras épocas suelen olvidarse una vez que se
impone una determinada perspectiva. Veamos un ejemplo, si hoy yo pregunto cuanta
agua hay en una botella cualquiera, me van a contestar en litros o cm.3, no en número de
cañas de bambú. Lo que no nos damos cuenta es que sólo para nosotros es
"natural" medir volúmenes en cm.3, porque nuestra sociedad ya ha consensuado
este modelo. Otras sociedades no lo miden de la misma manera, ni tienen nuestra
misma noción de volumen (ya que desde la mirada de la complejidad el "volumen" no es
un concepto abstracto independiente de nuestros sistemas de medición). Este ejemplo, a
la vez trivial y fundamental, nos muestra que la objetividad no es más que
estandarización y el posterior olvido del proceso de estandarización. Lo "natural" es
entonces lo "naturalizado", el volumen de líquido en la botella no es X cm3 sino que
devino en X cm3, dentro de un particular sistema de medidas e instrumentos de
medición, y una sociedad que los forjó, mantuvo y propagó. Si bien esta perspectiva
epistemológica ya de por sí no es sencilla de entender, debemos sumar el problema de
que nuestro lenguaje cotidiano tiende a escamotear estos planteos dinámicos y no
esencialistas. Siempre es más fácil -y corto- decir "El contenido de esta botella es Xcm3 "
que plantear que "Se ha consensuado históricamente en un sistema de medidas que nos
lleva a pensar que el contenido de esta botella -medido en las condiciones habituales- es
de Xcm3". Los sistemas educativos actuales, inventados también en la modernidad,
han fomentado particularmente esta concepción esencialista y objetivista del
conocimiento, que por otra parte es el fundamento mismo de la existencia de la escuela
tal como la conocemos. La educación ha sido concebida como el ámbito para la
transmisión social de los modelos estandarizados de la cultura (No hace falta ser muy
perspicaz -y sin embargo no solemos darnos cuenta- para entender que estos sistemas
naturales se aprenden "artificialmente" , y a veces con mucha dificultad).
Uno de los trabajos más arduos de los epistemólogos contemporáneos tiene que ver con
revisar las relaciones entre lenguaje, conocimiento y realidad. Es por eso que muchas de
las corrientes contemporáneas post-positivistas hacen hincapié en el término "metáfora".
Éstas ya no son concebidas como un recurso exclusivo de la poesía, sino como un
procedimiento fundante de nuestro sistema cognitivo y por lo tanto también de las
teorías científicas.
G. Lakoff y M. Johnson han trabajado en esta perspectiva y siguiendo su ejemplo,
podemos pensar en que, no sólo definimos la escala al hablar de sistemas de medida,
sino que lo hacemos al utilizar el término "botella". Ustedes se preguntarán qué tiene de
metafórico este término. Entre nosotros su significado esta completamente naturalizado,
pero si tomamos como ejemplo un episodio de la película "Los Dioses deben estar locos"
(1), se darán cuenta que ese objeto que nosotros llamamos botella y que concebimos
como un recipiente para líquidos, cuando cae en un desierto y es recogida por una tribu
aborigen -que nunca vio una "botella"- resulta ser muchas otras cosas inimaginables para
nosotros. El significado de la botella no está encapsulado en una esencia del objeto
físico sino en una red de relaciones cognitivas-actitudinales-emocionales de las
tribus humanas.
Los epistemólogos post-positivistas de distintas corrientes han privilegiado la reflexión
sobre el lenguaje y la percepción como una forma clave de entender el conocimiento, ya
que se dieron cuenta que es imposible abordar el problema de la ciencia
independientemente de los mecanismos cognitivos fundamentales que organizan nuestra
experiencia. Desde esta perspectiva, podemos destacar los aportes de la Cibernética de
Segundo Orden y en particular de las enseñanzas de Heinz von Foerster. Este
extraordinario maestro ha planteado lo que podría llamarse la paradoja fundante de
nuestro sistema cognitivo y es que "somos ciegos a nuestra propia ceguera". Todos
tenemos un punto ciego en nuestro campo visual, es decir, una zona en que no somos
capaces de ver. La fisiología explica perfectamente bien esta característica de nuestro
sistema visual, pero lo que no puede explicar -entre otras cosas porque no atina a
preguntarse siquiera- es por qué, si todos tenemos esta zona ciega, no nos damos cuenta
de ello. Nadie tiene una experiencia visual con un agujero negro. El cerebro ocluye esta
ceguera porque prioriza la coherencia de la experiencia a la fidelidad óptica. A von
Foerster, no le preocupa la explicación fisiológica del fenómeno, le interesa una visión
integrada del proceso cognitivo. Sus preguntas apuntan hacia la actividad integral del
sujeto en su búsqueda de una experiencia significativa. Es el sujeto el que está en la
encrucijada de la producción de significado. Desde una perspectiva que da lugar a la
complejidad, los sujetos humanos son capaces de objetivar y a la vez se van
constituyendo en sujetos en estos procesos sociales de significación compartida.
Aquello que vemos tiene que ver con nuestras expectativas, nuestro fondo de experiencia,
nuestro marco conceptual, nuestras necesidades, que nos hacen funcionar
selectivamente poniendo y sacando cosas del foco, exaltando un relieve y eliminando
otros, observando tanto las ausencias como las presencias. Es por eso, que en la
contemporaneidad resulta absurdo creer que simplemente observamos "lo que hay " en
el mundo independientemente de nosotros .
Para ver la importancia de esta definición de escala y del consiguiente recorte del mundo
cognitivo quisiera analizaar un ejemplo de historia de las matemática. Es interesante
reparar en el hecho de que ni en el sistema de numeración Griego, ni en el Romano,
existió el cero. Esto tiene que ver con la concepción del número que tenían. El UNO, para
ellos, era representante de una cosa, el dos de dos cosas; muchas veces usaban
piedritas (calculus) para ayudarse a pensar relaciones aritméticas. En esta concepción el
cero: ¿qué podría representar? ¿La nada? Pero para los Griegos el no ser...no es. Ni los
Griegos, ni los Romanos, se preguntaron jamás por el cero porque este estaba en su
punto ciego cognitivo.
Prosiguiendo con nuestra historia, quisiera llamar la atención sobre las desventuras de
los Pitagóricos cuando se encontraron con lo que bautizaron como números irracionales.
Esto números fueron hallados sin ser buscados. Los números como "raíz cuadrada de
dos", o "Pi" son irracionales porque no entran en la idea de razón griega. La razón
griega toma como paradigma al cociente entre enteros, cuyo resultado es siempre un
número definido. Sin embargo, los números que acabo de mencionar no son números de
esta especie: son números con infinitas cifras decimales no periódicas (que no se repiten
en ningún orden conocido a priori). Justamente por eso les pusieron irracionales: porque
no entraban en razón. A nosotros esto no nos parece terrible porque las matemáticas no
nos quitan el sueño, pero para los Griegos la idea de "razón" era el centro y el eje de la
inteligibilidad. Y estos números indefinidos ensuciaban la pureza del ser matemático y por
lo tanto del ser.
Ahora bien, no estaría mal que nos preocupemos un poco: ¿qué quiere decir que un
número es indefinido o que tiene infinitas cifras decimales no periódicas? ¿qué implica
respecto de nuestro concepto de número? ¿y respecto de nuestro concepto de la
racionalidad y el conocimiento? Cuando le dije a mi hija que "raíz de dos" era un número
infinito, ella me contestó muy enojada: eso no es un número. Los pitagóricos hicieron algo
parecido, dijeron: eso no es un número (porque recordemos que para ellos el ser es
definido, existente, puro, absoluto y eterno) y prohibieron la difusión del hallazgo. Uno de
los motivos que llevó a la necesidad de negar a los números irracionales fue su
incompatibilidad con la idea razón como conmensurabilidad. Los irracionales ponen en
evidencia los límites de esta razón, nos llevan al reino de lo inconmensurable, de los
distinto: señalan hacia los puntos ciegos cognitivos.
En la actualidad, pasada la modernidad, adoptados los irracionales y la numeración hindú
con el cero incluido ¿hemos superado estas peculiares limitaciones de la razón Griega?
No lo creo. Sin embargo, hoy enseñamos y utilizamos estos números sin problemas.
¿cómo explicamos esta circunstancia? A través de las decisiones de escala. En lugar de
prohibir estos números, los cortamos y de esta manera los definimos por decreto, con
fines operativos. Pero esta solución pragmática sólo nos libra de la angustia de las
preguntas, aunque no de sus efectos. Esta definición de escala, es un recorte
primario, fundante, que produce una constricción sin la cual el pensamiento no
encuentra anclaje: es imposible operar con un número mientras esté indefinido.
Debemos establecer un rango y colapsar el significado. Entonces raíz de dos se convierte
en 1,4142; y Pi en 3,1416. En fin, números respetables, presentables y útiles. Ahora bien,
si salimos del interés por el calculo, sin duda importante, pero no único, y nos deslizamos
hacia un análisis epistemológico, podemos preguntarnos qué implica esta operación.
Implica aceptar un origen, pero un origen enraizado en la producción humana de sentido.
Implica aceptar el poder, y la responsabilidad por estas decisiones. Implica concebir
a los límites o constricciones o recortes de lo real, como condiciones de posibilidad del
conocimiento. Establecer límites y hacerlos cumplir siempre será un actos que requiere
poder. Por eso la Revolución Francesa estaba tan interesada en el sistema de Pesos y
Medidas, y por eso mismo los Ingleses nunca aceptaron los Patrones guardados en París.
Porque definir la escala no es precisamente un acto político menor. Definir la escala es
establecer las reglas del juego, es generar el contexto fuera del cual es imposible
producir conocimiento.
Como hemos podido apreciar se abre ante nosotros un conjunto diverso y rico de
opciones cognitivas, al redefinir los término de esa polaridad radical de la Modernidad que
hacía de sujeto y objeto dos esencias independientes. En la actualidad esta opción está
en crisis y avanzamos hacia un cambio que reconoce la legitimidad de la complejidad.
Desde estas nuevas concepciones sujeto/objeto no son compartimentos estancos sino
que podemos empezar a pensarlos como términos que dan cuenta de un proceso sin fin
de objetivación/subjetivación que producen entidades con una autonomía relativa pero
altamente interdependientes.
En la contemporaneidad es posible la co-emergencia de modos diversos de comunidad,
con distintas posibilidades de interacción, que lleva a nuevos productos y procesos
cognitivos. En la Internet un trabajo puede ir produciéndose entre muchos co-laboradores:
uno comienza, otro agrega algo, un tercero hace una modificación y así sucesivamente
hasta que se arriba a una cierta situación de estabilidad y no se producen más
modificaciones en un lapso de tiempo. Se produce una "isla de orden en el mar de Caos".
Quienes temen al Caos no deben preocuparse demasiado, el hombre necesita orden,
toda su actividad cognitiva tiende a la producción de Orden. Sin embargo, a diferencia de
la Modernidad ya no se trata de pensar el Orden como algo eterno, inmóvil e inerte, sino
que empezamos a pensar el términos de Ordenes creativos, cambiantes y vibrantes.
Como seres cognitivos producimos sentido permanentemente, pero para que estos
sentidos no nos atrapen, necesitamos mantener el contacto con la diferencia, la novedad,
lo marginal, lo informe. Desde una perspectiva dinámica es posible afirmar, conocer,
instituir y simultáneamente dudar, desnaturalizar, reconfigurar el conocimiento. Al
pensarnos como sujetos en un linaje de transformaciones, no como seres o esencias ya
hechas sino como parte de una historia en devenir podemos no sólo aceptar una cuota de
preguntas abiertas, de espacios no saturados, de órdenes no terminados sino también
disfrutar de esa compleja urdimebre entre certeza e incertidumbre y aceptar la presencia
de vacíos pues sabemos que sólo a través de los ellos puede advenir el cambio.

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