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Un Verano de Cambios

Llegué exhausta de mi clase de danza moderna, aún así, corrí hacia el


ordenador. Necesitaba chatear con mis amigas, aunque no habría mucho que
decir.
Bueno, así es mi historia me llamo Amanda y este año me cambié de casa y
de escuela. Partamos por lo primero, me cambié de casa porque mis padres
estaban aburridos de los molestos ruidos de cuidad, también porque pensaban
que el apartamento donde vivíamos antes era muy pequeño. Ahora vivimos en
una gran casa cerca de la cordillera. El tema del colegio es otra cosa, me
refiero a que, dejé a mis amigas allá, y el punto es que por más que conozca a
gente aquí no serán como mis amigas, ellas son únicas.
Acá la mayoría del tiempo estaba silencioso, un silencio bastante acogedor,
pero que algunas veces se volvía incómodo. Creo que gracias a eso me he
vuelto una gran amiga de la televisión y la computadora.
- ¡Amanda! – gritó mi mamá desde el piso de abajo.
Me llamaba para pedirme que fuera a devolver unos libros que había tomado
de la biblioteca la semana pasada.
- ¿No puedes ir por ti misma? – pregunté tratando de hacerla cambiar de
parecer.
Ella simplemente me fulminó con una mirada, eso me bastó para saber que
debía ir yo sin quejarme.
Tomé los libros, mi bicicleta y salí de la casa. Eran aproximadamente las 3 de
la tarde, por lo que el calor era infernal. La biblioteca estaba a pocas cuadras
de mí casa, así que en poco rato llegué a mi destino.

La biblioteca era maravillosa, y su estilo rústico lo volvía como de ensueño,


toda era de madera, con grandes estanterías repletas de libros de diferentes
géneros. Las paredes eran algo descoloridas pero hacían juego con lo demás.
Una gran lámpara de cristal colgaba del techo, lo que captó mi atención de
inmediato. Y el aroma a mueble antiguo le daba el toque final.
En una esquina se encontraba una señora de aproximadamente la edad de mi
madre. Por el pequeño letrero que había colgando supe que su nombre era
Lucía. La mujer era alta, delgada, y de rasgos finos. Parecía alguna mujer
sacada de alguna antigua novela romántica.
Me acerqué al escritorio y le entregué los libros.
- ¿No te gustaría tomar algunos más? – preguntó al ver que me dí la vuelta
dispuesta a marcharme.
La verdad, creo que algo dentro de mí pidió quedarse, así que fue a echarles
un vistazo.
Recorrí los estantes con la vista, un libro de tapa negra llamó mi atención, no
tenía deseo de volver a casa de inmediato, así que me senté al fondo en un
sillón color verde musgo, era muy acolchado, así que me acomodé como un
pequeño gatito acurrucado en su manta y comencé a leer. Mi mente iba
volando al pasar cada página, era un libro bastante increíble. Narra la historia
de una chica en una escuela de vampiros, la verdad se que esos seres no
existen, pero me encanta la idea.

Al rato sentí que alguien tenía una mirada fija sobre mí, es claro cuando uno
se siente observado ¿no?
Me volteé rápidamente y vi como un muchacho me miraba fijamente.
Según yo, el debía ser un par de años mayor que yo, era como algunos de los
chicos con los que alguna vez había soñado. Al terminar ese pensamiento solté
una risita. Era alto, su cabello era de un color castaño oscuro, sus perfectos
ojos almendrados eran color miel. Y lo que más me llamó la atención fue su
perfecta sonrisa, poseía unos hermosos dientes, tan blancos como las perlas.
La verdad no entendí que era lo que estaba sucediendo realmente. Me puse
de pie para poder hablarle, pero él en ese mismo instante se dio media vuelta
y se marchó.
Lo primero fue ¿Y a este que le pasa? Pero luego racioné, a lo mejor tenía algo
en la cara que le hizo gracia… ¿que rayos digo? En fin, lo más probable es que
se haya sorprendido a ver a alguien en esa solitaria biblioteca.
Cuando ya se había oscurecido le dije a Lucía que mañana volvería a leer el
tomo que seguía.
Rápidamente llegué a mi casa. La señora (a la cual suelo llamar ‘mamá’) ni se
percató de que yo había llegado. De seguro estaba demasiado ocupada
charlando con Paúl, el extranjero insoportable. Paul es el novio de mi mamá
desde no sé cuando, es cierto, la verdad el de repente apareció en nuestras
vidas y ¡paaf! Lo arruinó todo.
La verdad no es que odie a los novios de mi mamá. La verdad, algunos me
han agradado pero el ¡era un bobo! Siempre se hacía como si no entendiera
las palabras para que mi mamá lo ayudase y luego pensara que es adorable.
¡Eso si era un asco!
Me puse una camisa de dormir y me acosté, no tuve necesidad de ver
televisión para dormirme, estaba tan agotada que al contacto de la almohada
con mi cabeza, caí en un profundo sueño.
A la mañana siguiente tomé una rápida ducha. A las 11 AM ya estaba lista para
salir.

Esta vez, caminé hacia la biblioteca, nunca me había tomado el trabajo de


observar ese hermoso paisaje que me rodeaba, antes miraba, ahora observo.
Los árboles verdes me hacían sentir viva. Iba caminando por la sombra, lo que
hizo que este corto paseo fuera placentero.
En cuanto llegué Victoria me estaba esperando en la entrada. Me pasó una
lista de libros que me recomendaba, y de un momento a otro la conversación
pasó a ser sobre nuestras vidas privadas.
Ella me habló sobre su familia, no tenía hijos, a ella le hubiese encantado
pero ella no podía tener bebés, lo que me entristeció, supongo que tener un
bebé es una de las cosas que uno debe hacer alguna vez en su vida. Le
comenté sobre adoptar, pero ella me dijo que no estaba segura y que buscaba
al niño especial. Claramente la comprendía, la sinceridad de ella me llamó la
atención, era como la madre que nunca tuve, y eso que la conocí hace un
rato.

Al igual que ayer me senté en el sillón con el libro, esperando a ver al


muchacho que no volvió.
Al día siguiente volví a la biblioteca y charlé con Victoria, pero no volví a
encontrar al muchacho. Y así pasé el resto de mi verano implorando volver a
verlo.

La entrada a clases fue un día aburrido, como ya dije, me habían cambiado de


escuela. Muy deprisa me adentré al salón de clases, el cual sería el octavo ‘B’
según mi hoja adjuntada al horario. Mirando a todos lados empecé a buscar un
asiento cómodo y no muy notorio.
Más de alguna persona me saludó, y yo de forma respetuosa respondí con una
sonrisa y un simple movimiento de mano.

A la hora del recreo muchas chicas se me acercaron, eran muy simpáticas.


Pero mi absoluta atención se la llevó un muchacho de rostro conocido… ¡Ya
sé! Era el chico de la biblioteca, al parecer el también me notó, ya que se
alejó de su gran grupo de amigos y se acercó a hablarme, o al menos eso creí.
El desvió su mirada a Magdalena, una de las niñas, que supuestamente eran
mis nuevas amigas. El la saludó con un beso en la mejilla y se largó.
Ella me comentó que había estado saliendo con Cristopher (ese era su
nombre), lo que me deprimió del todo. Lo único bueno es que conocí a una
chica llamada Constanza que me ayudó a superarlo.

Unos días después Christopher se me acercó, me dijo que había hablado con
Magdalena para saber sobre mí. Creo que ambos sabíamos lo que sentíamos
por el otro, pero era un amor no correspondido.

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