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En España también hemos tenido grandes genios del racismo científico para justificar que también
nosotros tenemos nuestros propios genes y, cómo no, el capitalismo es la ley de la jungla: los
nórdicos se creen superiores a nosotros y nosotros, por nuestra parte, nos creemos superiores a los
magrebíes y los negros, y así sucesivamente.
El más conocido de nuestros eugenistas es el doctor Antonio Vallejo-Nájera, que en 1937 publicó en
Burgos un libro titulado Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza, en plena guerra
civil. En él afirmaba entre otras cosas: Agradezcamos a Nietzsche la resurrección de las ideas
espartanas acerca del exterminio de los inferiores orgánicos y psíquicos, de los que llaman
parásitos de la sociedad. La sociedad moderna no admite tan crueles postulados en el orden
material, pero en el moral no se arredra en llevar a la práctica medidas incruentas que coloquen a
los tarados biológicos en condiciones que imposibiliten su reproducción y transmisión a la
progenie de las taras que les afectan el medio más sencillo y fácil de segregación consiste en
internar en penales, asilos y colonias a los tarados, con separación de sexos.
El doctor Antonio Vallejo-Nájera había nacido en Nava (Palencia) en 1889. Estudió Medicina en
Valladolid, ingresó en el ejército, intervino en la guerra colonialista contra los pueblos del Magreb y
fue jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares. Fue también agregado en la Embajada de España
en Berlín y, posteriormente, director del psiquiátrico madrileño de Ciempozuelos, muy cerca de
Madrid.
En agosto de 1938 Franco, ordenó a Vallejo-Nájera psiquiatrizar a la resistencia antifascista,
realizando experimentos con los presos republicanos recluídos en los campos de concentración. La
orden la cursó el 23 de agosto en un telegrama entregado a la Inspección de Campos de
Concentración de Prisioneros, ubicada en Burgos. El remitente era Franco y el destinatario, el
comandante Antonio Vallejo-Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares. El texto decía así:
En contestación a su escrito del 10 del actual proponiendo la creación de un Gabinete de
Investigaciones Psicológicas cuya finalidad primordial será investigar las raíces psicofísicas del
marxismo, manifiesto que de conformidad con su mencionada propuesta, autorizo la creación del
mismo.
El Gabinete comenzó a funcionar. Vallejo-Nájera se convirtió en director de las Investigaciones
Psicológicas de los Campos de Concentración y su investigación duró varios meses. Centenares de
presos fueron analizados, tarea en la que colaboraron algunos agentes de la Gestapo alemana.
Los resultados de los análisis de Vallejo-Nájera fueron publicados en las revistas Semana Médica
Española y Revista Española de Medicina y Cirugía de Guerra, bajo el título Biopsiquismo del
fanatismo marxista. En sus artículos Vallejo-Nájera intentaba determinar las relaciones que pueden
existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político-democrático-comunista.
Para ello estableció varias hipótesis. La primera: La inferioridad mental de los partidarios de la
igualdad social y política o desafectos. La segunda: La perversidad de los regímenes democráticos
favorecedores del resentimiento que promociona a los fracasados sociales con políticas públicas, a
diferencia de lo que sucede con los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los
mejores.
Su primer trabajo se centró sobre dos grupos de detenidos: brigadistas internacionales y 50 presas
antifascistas malagueñas. Logró demostrar científicamente la existencia de una relación entre
determinada personalidad biopsíquica y la predisposición constitucional al marxismo, así como la
presencia de psicópatas antisociales en las masas marxistas. No conforme con ésto, fue capaz de
medir, siempre con ayuda de la Gestapo, la alta incidencia del fanatismo marxista en los inferiores
mentales.
En el ámbito de la personalidad social, Vallejo-Nájera describía al revolucionario nato como un
individuo con cualidades biopsíquicas y tendencias instintivas que, movilizadas por complejos de
rencor y resentimiento, tendían a trastocar el orden social. Para Vallejo, el imbécil social incluía a
esa multitud de seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad e iniciativa, que
contribuyen a formar parte de la masa gregaria de las gentes anónimas.
Del análisis de los Brigadistas Internacionales, procedentes todos ellos de países americanos, dedujo
sagazmente que los marxistas aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a causa de su
inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia. Y por ello se consideran incapaces de
prosperar mediante el trabajo y el esfuerzo personal. Si se quiere la igualdad de clases no es por el
afán de superarse, sino de que desciendan a su nivel aquellos que poseen un puesto social
destacado, sea adquirido o heredado. Tras interrogar y examinar a los internacionalistas realizó otro
de los grandes descubrimientos de la ciencia fascista: Acaso sea la conclusión más aprovechable de
nuestro trabajo, desde el punto de vista de la educación del pueblo, el elevado porcentaje de
marxistas que deben sus creencias a la Prensa revolucionaria, coligiéndose la decisiva influencia
de la prensa diaria y del cinematógrafo sobre las gentes de mediana o inferior inteligencia.
En 1936 publicó en Acción Española otras de sus perlas, de la que sólo reseñaremos el título, que
ya es bastante: Psicopatología de la Conducta Antisocial. Pero el comandante-doctor no se
conformó con breves artículos de revista sobre la guerra nacional revolucionaria, sino que
profundizó mucho más en su investigación. En su libro La locura en la guerra. Psicopatología de
la guerra española, publicado en Valladolid en 1939, Vallejo-Nájera decía lo siguiente: La idea de
las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente
en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político
social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea,
la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible.
Ese era el remedio contra el marxismo: la segregación desde la infancia, la cárcel y el aislamiento
penitenciario. En la posguerra Vallejo-Nájera trató de dar cuerpo científico a buena parte de la
política penitenciaria del franquismo y, de un modo particular, a las relaciones de las presas
republicanas con sus hijos. Muchas de ellas vieron cómo sus bebés morían de inanición. A otras, les
fueron arrancados de su cuidado y nunca más supieron de su paradero. Argentina y Chile
encontraron en los campos de concentración franquistas sus fuentes de inspiración. El nuevo
régimen, empeñado en distanciar a las madres detenidas de sus hijos, puso en marcha una prisión
para Madres Lactantes en donde sólo se les permitían estar en contacto con sus bebés una hora al
día.
El trabajo de Vallejo-Nájera con las presas políticas malagueñas lo tituló Investigaciones
psicológicas en marxistas femeninos delincuentes. Para las mujeres no cabía la consideración de
presas políticas y fueron siempre consideradas como presas comunes en las cárceles franquistas.
Naturalmente que además de fascista, el comandante Vallejo-Najera padecía una misoginia
patológica: Recuérdese para comprender la activísima participación del sexo femenino en la
revolución marxista su característica debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las
influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad [...] Cuando desaparecen
los frenos que contienen socialmente a la mujer [...] entonces se despiertan en el sexo femenino el
instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las
inhibiciones inteligentes y lógicas, característica de la crueldad femenina que no queda satisfecha
con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante su comisión [...] Además, en las revueltas
políticas tienen la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes.
Pero aún iba más allá. Vallejo-Nájera señalaba en sus conclusiones que en el caso de las mujeres no
había realizado el estudio antropológico del sujeto, necesario para establecer las relaciones entre
la figura corporal y el temperamento, que en el sexo femenino carece de finalidad, por la impureza
de sus contornos.
Entre las detenidas malagueñas, 33 de ellas estaban condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua y
siete a penas entre de 10 y 20 años, Vallejo-Nájera diagnosticaba a 13 sujetos que calificaba de
libertarias congénitas, revolucionarias natas, que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas
constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina.
El doctor-comandante había estudiado el caso y establecido el diagnóstico: La Medicina exige una
política, el marxismo es una enfermedad y en nuestras manos está en gran parte su tratamiento.
Pues bien, después de 70 años, los científicos fascistas aún no han cesado en aplicar a los
antifascistas ese tratamiento que, a pesar de ser un tratamiento de choque, sigue sin darles muchos
resultados.
Veamos si han rectificado su ciencia ese pequeño salto histórico de casi 70 años.