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Existen muchas razones por las cuales hay tanto desencanto e indignación con la clase política,
pero la más frecuente, por no decir la que es más evidente, es la multiplicación de los casos de
corrupción. En Honduras los niveles de corrupción se han incrementado a sumas tan
exorbitantes y de formas tan abiertas y descaradas que sí no se aplica la ley y la justicia, se
amenaza severamente la vida democrática de nuestro país.
Ciertamente, todas las sociedades son capaces de tolerar algún grado de corrupción en los
gobiernos pero cuando quienes gobiernan le enrostran los saqueos y defienden la impunidad
de los delincuentes, entonces aquello se convierte en tiranía y genera paulatinamente la
anarquía. Además, cuando quienes deben respetar la ley se mofan de ella, podemos concluir
con suma tristeza, lo que bien decía San Agustín hace más de mil años: “cuando los
gobernantes no respetan la justicia se convierten en una banda de ladrones”.
La sola pretensión de que la Corte Suprema de Justicia ignore el hurto de los dineros del
pueblo sacados en carretillas de las bóvedas del Banco Central, la repartición de billetes sin
fin a lo largo y ancho del país, la onerosa campaña publicitaria que buscaba la instalación de
una dictadura y la lista inacabable de delitos, es a todas luces un acto no solo de traición a la
patria sino además motivo del más alto repudio de toda la ciudadanía.
Frente al nuevo fenómeno político que golpea a Honduras, en el que por un lado, encontramos
a quienes buscan congraciarse con la izquierda internacional y, por el otro, aprovecharse del
torbellino de las confusiones para su bienestar y lucro personal e instalarse en el poder, no
queda otro camino sino el de buscar la unidad ciudadana y apoyar incondicionalmente la
institucionalidad remanente como el referente insustituible de la vida democrática.
La historia esta plagada de ejemplos que nos demuestran como cuando las estructuras
políticas estan puestas la servicio de los intereses egoístas y se despegan del bien común y de
la verdad, se derrumban. Es por ello que la solución frente a esta nueva tiranía de los
gobiernos irrespetuosos de la ley no es otra más que la inminente participación ciudadana.
El irrespeto a la ley y la ironía de los políticos, no solo imposibilitan superar la crisis del año
pasado sino que contribuyen a agravar aún más la incipiente paz social, el Estado de Derecho
y el porvenir de nuestros hijos. Debemos asumir este reto histórico y sumarnos a la lucha
ciudadana.