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INDICE

Introducción (J. Le Galliot)...

PRIMERA PARTE: EL SUBSTRATO


CONCEPTUAL

Capítulo 1: La tópica freudiana


I. Las dos tópicas freudianas
II. Los principios fundamentales de la
vida psíquica
III. El campo pulsional
IV. El deseo y el fantasma
V. Los mecanismos fundamentales
Capítulo 2: El desarrollo de la
personalidad
I. Las etapas
II. El triángulo edípico y los grandes
complejos
III. Escena primitiva y novela familiar
IV. El Yo y el Otro
V. El Eterno Retorno

Capítulo 3: Los instrumentos del análisis


I. El acto fallido
II. El sueño y el trabajo del sueño
III. La creación imaginaria
* Lecturas Complementarias

SEGUNDA PARTE: DEL AUTOR A LA OBRA


(J. Le Galliot)

SECCION 1. — La creación literaria y la re­


lación autor / obra / lector
Capítulo 1: El campo freudiano
I. El psicoanálisis y su aplicación
II. Freud y la estética,
III. ¿Por qué la literatura?
IV. El círculo de las analogías
*Lecturas complementarias

Capítulo 2: La creación literaria y sus


relaciones con el inconsciente
I. Creación literaria y crítica tradicional
II. Creación y psique
* Complementos
* Bibliografía

Capítulo 3: Psicoanálisis, lingüística e


interpretación de la obra literaria
I. El esquema de la comunicación
lingüística
II. Lingüística y "ciencia de la literatura"
III. La subversión del código
IV. La circulación del deseo
SECCION 2: Lecturas de la obra literaria

SUB-SECCION 1: Las representaciones de


la psique

Capítulo 1: El Inconsciente y la
organización de las imágenes
I. La imagen ornamental
II. Imagen y psicoanálisis
III. La doble articulación del discurso
IV. La cadena significante y el
inconsciente
V. La imagen y el sentido

*Prácticas (Renée Park-Leduc):

I. La expresión metafórica del complejo de


castración en La Bataille de Pharsale, de
Claude Simon
II. Pulsión de vida y pulsión de muerte en
Psaume pour une révolte de terre, de
Paul-Marie Lapointe
Capítulo 2: El campo simbólico
I. Las dos acepciones del símbolo
II. Símbolo y metáfora,
III. Las zonas de emergencia del símbolo
IV. Símbolo e interpretación
V. Símbolo, psicoanálisis y literatura
VI. El símbolo y la imaginación: ¿Freud o
Bachelard?
VII. La actividad simbólica del creador
VIII. La lectura simbólica de la obra
literaria
*Práctica (Peter Nesselroth): Lectura
simbólica de La Chevelure, de Baudelaire

Capítulo 3: El dominio mítico


I. Breve recapitulación del mito
II. Mito y psicoanálisis
III. Mito y literatura
*Práctica (Anne Boyman): El mito del
andrógino en la novela Moi Ma soeur, de
Jean Bany
Capítulo 4: Psicoanálisis de la novela
I. El personaje novelesco
II. Lingüística, psicoanálisis y teoría de la
novela.
III. Psicoanálisis y novela
IV. Balance general
*Prácticas: algunos psicoanálisis de la
novela

Capítulo 5: La escena y la "otra escena"


I. Teatro y psicoanálisis
II. Los dos polos de la ilusión teatral: lo
cómico y lo trágico
Complementos: temas de reflexión y
lecturas

SUB-SECCION 2: Psicoanálisis de la
lectura (Deter Nesselroth)

I. El psicoanálisis y el problema de la lec-


tura
II. La afectividad de las figuras del
mensaje
III. El lector y su aparato psíquico
*Práctica: lectura del poema de
Rimbaud, Le bateau ivre

SUB-SECCION 3: Escuelas y prácticas

Capítulo 1: El análisis temático


I. Presupuestos teóricos
II. El método
III. Las prácticas
IV. Apreciación crítica

Capítulo 2: La psicocrítica .
I. Los presupuestos teóricos
II. El método
III. Las prácticas
IV. Apreciación crítica
SECCION 3 : El psicoanálisis existencial
(Roland Le Huenen y Paul Perron)

Capítulo 1: El proyecto sartreano


I: Psicología empírica y proyecto de ser
II. Psicoanálisis empírico y psicoanálisis
existencial
III. Ontología y temporalidad
IV. Ontología y antropología

Capítulo 2: Psicoanálisis existencial y


dialéctica: Baudelaire y Saint-Genet
I. Baudelaire, o la historia de una
conciencia
II. San Genet, comediante y mártir

Capítulo 3: El método regresivo­


progresivo:
I. El Idiota de la Familia Flaubert y
Sartre
II. El método regresivo-progresivo
III. De lo estructural a lo histórico
IV. El proceso descriptivo
V. La "espiral" sartreana
VI. Psicoanálisis y dialéctica

Conclusión-balance de la segunda parte


(Jean Le Galliot)
I. El psicoanálisis del autor
II. La lectura-interpretación de la obra

TERCERA PARTE: EL TEXTO A LA LETRA


(Simone Lecointre)

SECCION 1: La problemática lacaniana

Capítulo 1: De la letra al sujeto


I. El sentido de la letra
II. La crítica del signo
III. El trabajo de la significancia
IV. Los efectos del significante
V. El texto a la letra
VI. El sujeto en la letra
VII. De lo literal a la literatura
VIII. El texto y su verdad

Capítulo 2: El deseo a la letra


I. Verdad y saber
II. El deseo a la letra
III. Efectos de lenguaje, efectos de verdad
IV. El deseo y el texto

SECCION 2: Escritura y textualidad

Capítulo I: La lógica del texto


I. Una teoría del texto
II. La productividad textual

Capítulo 2: La significancia y su ciencia


I. El semanálisis, "ciencia" de la
significancia
II.. Lo semiótico y lo simbólico
III. La efracción de lo poético o el trabajo
de lo poético

Capítulo 3: La experiencia poética


I. La lógica del texto
II. La diferencial significante
III. Los riesgos del sujeto

Capítulo 4: Leer el texto


I. La otra escena
II. La transposición
III.. La negatividad

IV. La escritura paragramática

Anexos

Bibliografía correspondiente a la Tercera Parte

Conclusión general (Jean Le Galliot)


Complementos bibliográficos

Notas

Se indican entre paréntesis quiénes son los


autores a los que pertenecen las diferentes
partes que componen esta obra. El proyecto
inicial de la obra y su organización de conjunto
se deben a Jean Le Galliot.
PSICOANALISIS

LENGUAJES LITERARIOS

Colección EDICIAL
dirigida por ELVIRA ARNOUX

C. FUCHS y P. LE GOFFIC
Introducción a la problemática de las
corrientes lingüísticas contemporáneas

A. M. BARRENECHEA y otros
Estudios lingüísticos y dialectológicos.
Ternas hispánicos.

J. COURTÉS
Introducción a la semiótica narrativa y
discursiva.

N. BRATOSEVICH
Métodos de análisis literario (aplicados a
textos hispánicos
I. D. MAINGUENEAU
Introducción a los métodos de análisis del
discurso. Problemas y perspectivas.

A. M. BORZONE de MANRIQUE
Manual de fonética acústica.

J. LE GALLIOT
Psicoanálisis y lenguajes literarios.

Próxima aparición

D. DELAS y J. FILLIOLET
Lingüística y poética.

F. RECANATI
La transparencia y la enunciación - Intro­
ducción a la pragmática.
D. DELAS y J. J. THOMAS
Poética generativa.

J. BELLEMIN - NOEL
Hacia el inconsciente del texto.

C. KERBRAT - ORECCHIONI
La connotación.

J. MOLINO y otros
La metáfora.

C. SINI
Semiótica y filosofía.
JEAN LE GALLIOT

PSICOANALISIS

Y LENGUAJES

LITERARIOS

Teoría y Práctica

Con la participación de Simone Lecointre,


Roland Le Huenen, Peter Nesselroth y Panl
Perron.

EDICIAL
Edición Impresa
© by Edicial
Rivadavia 739 - Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depósito de Ley 11.723

Edición Digital
Construcción y diseño a cargo de Libronauta
© 2001 by Edicial
Rivadavia 739 - Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depósito de Ley 11.723
I.S.B.N.

Reservados todos los derechos.


Queda rigurosamente prohibida sin la autorización por
escrito de Edicial y Libronauta Argentina S.A., la repro­
ducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o
procedimiento incluidos la reprografía y el tratamiento
informático.
INTRODUCCION

De dar crédito a Didier Anzieu, "la inter­


pretación psicoanalítica de las obras de arte está
a punto de agotarse". Esta afirmación sería más
convincente, sin embargo, si no viniera incluida
en los preliminares de un copioso volumen
titulado Psychanalyse du génie créateur1, título
que vendría a probar a contrario que no es, tal
vez, demasiado tarde, y que la última palabra
todavía no ha sido dicha. Y aun cuando fuera
así, es decir, aún cuando, "interesándose por el
producto finito más que por su génesis, no
detectando en la obra más que el supuesto
fantasma que actúa en ella", el enfoque analítico
se hubiera condenado a sí mismo a la repetición
fatigosa de algunas evidencias, faltaría com­
prender cuáles son las razones de ese callejón
sin salida y descifrar nuevos enfoques. Los
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vínculos entre el arte y el psicoanálisis son


demasiado profundos como para que no se plan-
tee constantemente el problema de la interpre­
tación analítica del objeto cultural y como para
que dejen de ponerse en cuestión las "certezas"
adquiridas y no se hagan surgir nuevas pregun­
tas. Es frecuente recordar que muchos psicoana­
listas encaran con reticencias la extensión del
análisis a.los campos ajenos a la cura. ¿No es
esto de su parte una pequeña muestra de ingra­
titud? Porque, si bien es cierto que la crítica es­
tética adoptó una y otra vez el procedimiento y
los conceptos del psicoanálisis, ¿no fue acaso for­
tificado el psicoanálisis, por su parte, en sus orí­
genes, por el material que le proporcionaba el
arte y que le sirvió, tanto o quizá más que la cu-
ra directa, para afinar la teoría y profundizar
sus primeros postulados? La exploración de los
recursos de lo imaginario a la que el arte siem­
pre procedió, ¿no prefigura de alguna manera
ese descenso a las profundidades de la psique al

—20—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que aspira la búsqueda psicoanalítica? El psi­


coanálisis ¿no tiende acaso, tanto como el arte, a
la captación de lo universal por la prospección
de lo singular? Y aunque los procedimientos de
ambos se presenten como diferentes y, para al­
gunos, como antagónicos ("el psicoanálisis
desmonta mecanismos porque es análisis; el
arte es síntesis: utiliza mecanismos para
crear"2), ¿no concierne tanto a uno como a otro
un doble campo de reflexión .teórica, esto es: por
un lado, la búsqueda de los elementos
específicos que caracterizan la psique del artista
y la diferencian de todas las otras, y por otro
lado, el estudio de la finalidad de la actividad
artística, que condiciona en definitiva la signifi­
cación misma del objeto de arte?

Las reflexiones que preceden justificarían


por sí solas, si ello fuera necesario, la obra que
damos ahora a publicación. Esta obra se inscri­
be en el campo general de la relación del arte

—21—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

con el psicoanálisis y limita su alcance a la cate­


goría particular de objetos culturales constitui­
dos por las obras literarias. El título que hemos
elegido: Psicoanálisis y lenguajes literarios,
sugiere que hemos querido evitar tratar la
literatura como una institución y además
advertir que el material de la literatura es el
lenguaje, lenguaje que obedece a leyes que las
ciencias humanas deben conocer. Por esta ra­
zón, en varias oportunidades, nos fue indispen­
sable articular nuestro estudio con la
lingüística. Por otro lado, si dimos por resuelto
el problema de la especificidad de la obra litera-
ria tanto en el conjunto de las formaciones cul­
turales como en el de los textos, es porque
consideramos que ese presupuesto teórico no era
útil para nuestro objetivo y porque podíamos
aprovechar, sin discutirlo, el consenso general
que se ha instalado a este respecto en nuestra
práctica cultural.

—22—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La justificación teórica de una obra no


acarrea ipso facto su justificación práctica. Nos
parece que, en el caso que nos ocupa, esa justifi­
cación es defendible. Teniendo en cuenta, en
primer lugar, el peso cultural de la literatura y
el psicoanálisis en nuestras sociedades, en
segundo lugar, la importancia del lugar ocupado
por el psicoanálisis y por la lectura de inspira­
ción analítica en el campo actual dé la crítica y,
en tercer lugar, lo dificultoso no sólo de la prác­
tica de esta crítica (tenemos aquí el problema
del "aficionado"), sino además de su enfoque en
sí mismo, nos pareció que no era escandaloso
que un estudiante o un profesor de ciencias
humanas pudiera disponer de una obra que
puntualizara los diferentes aportes hechos por
el psicoanálisis a la lectura de las obras litera­
rias, y que explicara y criticara las principales
aplicaciones de este tipo de procedimiento y
propusiera algunos intentos inéditos. Paradóji­
camente, una obra de estas características no

—23—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

existía hasta ahora. Siempre es posible, por


cierto, leer a Freud directamente, sumergirse en
una bibliografía especializada y consultar al
azar algunos de los numerosísimos títulos que
presentan una relación con el psicoanálisis
aplicado a la literatura. A menos de contar con
el azar, ése es el modo como procede el
especialista. ¿Pero los otros? La dispersión, la
incomprensión, el escepticismo y, para terminar,
el juicio apresu.Cin, ya sea de rechazo en
bloque o de entusiasmo ingenuo, son los efectos
previsibles de esta aventura solitaria. La
presente obra es una guía, nada más ni nada
menos. Esto quiere decir que nos hemos esfor­
zado por dar un carácter "pedagógico" a esta
presentación sintética —a la vez histórica,
conceptual y metodológica— que no ambiciona
de ninguna manera reemplazar una formación
psicoanalítica, ni siquiera proporcionar un
método universal de lectura, sino facilitar una
mayor inteligencia de los lenguajes literarios y a

—24—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la vez un mejor contacto con los métodos críticos


aplicados a estos lenguajes cuando estos
métodos recurren a conceptos elaborados por el
psicoanálisis.

Dentro del marco limitado que acabamos


de esbozar, Psicoanálisis y lenguajes literarios
se articula de acuerdo a cuatro objetivos. El
psicoanálisis aplicado a la literatura, en efecto,
puede concentrar sus esfuerzos:

● en el creador como garante de su


creación: se trata del psicoanálisis del au tor;
● en la obra literaria como producto finito
testigo de "otra escena" que hay que descubrir:
se trata de la lectura—interpretación de la
obra;
● en el texto literario como proceso
lingüístico de productividad: es el trabajo del
texto,

—25—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● en el lector como consumidor de texto


que goza de su consumo: es el aspecto psicoana­
lítico del placer del texto.

El lector encontrará estos cuatro objetivos


en las partes II ("Del autor a la obra") y III ("El
texto a la letra") de la presente obra.

Las partes centrales mencionadas están


precedidas por una primera parte titulada "El
substrato conceptual"; el lugar de encabeza­
miento ocupado por esta primera parte responde
a la interrogación siguiente: ¿había que correr el
riesgo de proponer de entrada a un lector tal vez
no informado por la teoría psicoanalítica un
discurso sobre el vínculo entre el psicoanálisis y
la literatura en el cual se implementan
constantemente los conceptos fundamentales de
una ciencia cuyos rudimentos ese lector podía
llegar a ignorar? Nos pareció que era necesario
a toda costa evitar esto, Por este motivo,

—26—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

preferimos redactar una corta síntesis de la teo­


ría freudiana, conservando de ella lo que es in­
dispensable para un enfoque analítico de los
lenguajes literarios, y dejando de lado lo que
pertenece al resorte estricto de la cura y la tera­
péutica. Esperamos que esta selección, forzosa­
mente arbitraria, inspire al lector diligente el
gusto de profundizar estas cuestiones en las
obras especializadas que nos sirvieron de fuente
en esta oportunidad.

Para concluir esta introducción, quisié­


ramos advertir al lector que los procedimientos
críticos cuyo examen lo invitamos aquí a em­
prender, requieren de su parte una actitud nue­
va ante la literaturr y una nueva aprehensión
de los textos. Esta actitud y esta aprehensión se
instauran en reacción radical contra la tenden­
cia, demasiado extendida todavía, a leer en el
texto nada más que lo que parece decir, posición
ésta falsamente objetiva y reductora, hipotecada

—27—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

por una ideología subyacente cuyo programa era


propuesto no hace mucho tiempo ingenuamente
por Northrop Frye: "Los axiomas y los
postulados de la crítica deben proceder solamen­
te del arte al que ella trata. Lo que el crítico li­
terario debe hacer en primer lugar es leer la
literatura para recorrer su propio campo de ma­
nera inductiva, y dejar que sus principios
críticos se formen por sí mismos, solamente a
partir de su conocimiento de ese campo" (Ana­
tomie de la critique). Si tomáramos al pie de la
letra este catecismo de análisis inmanente
chatamente estructuralista, llegaríamos a
prohibir al discurso crítico cualquier apertura a
las dimensiones de la sociedad, del inconsciente
y, más simplemente aún, del lenguaje. Estamos
de acuerdo en que este discurso, cuando está
informado por el psicoanálisis, se muestra a
menudo molesto y perturbador, pero es ése el
precio de la interpretación. Abrazar el método
analítico no deja de tener sus consecuencias pa-

—28—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ra el que lo hace, aunque más no sea a propósito


de una obra de arte, porque en cuanto interro­
gamos a la teoría freudiana, ésta nos interroga a
su vez. Como lo recuerda Michel Pierssens, en
esta perspectiva la crítica es "como una praxis
que implica el más profundo compromiso, y lo
que ella propone toma la forma de una aventura
personal, siempre renovada y siempre peligro­
sa3". Citemos, además, al crítico norteamericano
Federico Crews, comprometido también en esta
aventura, y que resumió sus riesgos del siguien­
te modo: "El verdadero valor del psicoanálisis
literario reside en que nos da la audacia de que­
darnos solos frente a los libros, de reconocer en
ellos nuestra propia imagen, y en que, a partir
de ese reconocimiento, podemos empezar a com­
prender el poder que tienen para nosotros"4.

Esto implica, se lo adivina, otra manera


de leer que no carece de relación con la escucha
flotante del analista en el proceso de la cura y

—29—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que, por esta razón, nos atreveremos a llamar


"lectura flotante". Esta lectura implica una nue­
va relación con el libro, comparable de alguna
manera con la que sostiene el analista con su
paciente. El discurso del paciente, se sabe, se
desarrolla sin una meta aparente, según el ca­
pricho de las asociaciones, sin preocuparse por
la lógica, y obedeciendo nada más que a la regla
fundamental del análisis, esto es, decirlo todo. A
través de la letra y del sentido de este discurso
manifiesto, la escucha flotante del analista de-
tecta el otro discurso, el discurso latente del de­
seo, reprimido, sin voz, pero insistente, ensorde­
cedor. En ese discurso sin pie ni cabeza, todo
tiene un sentido, tanto los silencios como los
acentos, tanto los lapsus como las repeticiones.
Para el analista, por lo tanto, la linealidad y la
lógica del lenguaje social de la comunicación son
características secundarias respecto de esa otra
lógica a la que oye instalarse poco a poco. Como
una mancha en la pared o como un dibujo sobre

—30—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la alfombra, la otra lengua se constituye a tra­


vés de la primera, dentro y fuera de ella, tanto
en sus zonas más densas como en las más del­
gadas. La atención del analista va a reemplazar
los encadenamientos disparatados del sueño, las
asociaciones enigmáticas del discurso, por otra
coherencia y otra lógica; sobre éstas va a poder
fundar su interpretación, su traducción, su lec­
tura: la misma lengua, pero de otra manera.

Entonces, ¿cómo leer? Leer como escucha


el analista, en una "lectura flotante". Desapren­
der a leer. Escapar al bloqueo impuesto por el
sentido manifiesto y la linealidad de la historia
o la intriga. Jugar con la obra, hacerla jugar con
ella misma. Volver a leer, leer en todas las di­
recciones, al revés, detenerse en los silencios,
hacerse sensible a ciertas reiteraciones, a cier­
tas repeticiones, también a las ausencias, consi­
derar sin ideas preconcebidas tal detalle o tal
conjunto, para volver al movimiento quizá más

—31—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

aparente, así como el analista vuelve a veces a


la letra del discurso, al juego de palabras más
trivial, demasiado enceguecedor como para
percibirlo a primera vista. En una palabra,
aceptar la hipótesis de que existe otro texto, el
mismo que el de la primera lectura, y sin em­
bargo diferente. Es la única manera de lograr
oír esa otra habla, a la que apunta la interpre­
tación. No se trata de ir más allá de la obra, ni
de abandonarla, sino de enriquecer su alcance
y su significación, de volverse más atento a
ella ejerciendo otro tipo de atención. Solamen­
te a este precio la obra literaria, discurso vo­
luntario, compuesto, acabado de acuerdo a
ciertos criterios de forma e interés, se podrá
comparar con el discurso del paciente, inter­
minable, descabellado...

—32—

PRIMERA PARTE

EL SUBSTRATO

CONCEPTUAL
1. LA TOPICA FREUDIANA5

I. LAS DOS TOPICAS FREUDIANAS

Puede definirse de una manera general


una tópica como una teoría de los lugares, que
confiere una localización espacial visible a los
objetos de la ciencia. Referida a la organización
psíquica del hombre, la tópica es una teoría que
implica: "una diferenciación del aparato
psíquico en cierto número de sistemas dotados
de características y funciones diferentes y dis­
puestos uno en relación a los otros en cierto or-
den, lo cual permite considerarlos metafórica­
mente como lugares psíquicos de los cuales
podemos tener una representación espacial"
(Vocab., p. 485). Esta manera de enfocar la vida
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

psíquica está relacionada con las teorías


materialistas del siglo XIX, que explicaban rigu­
rosamente cada función, cada comportamiento o
representación en base a soportes neurológicos
netamente localizados y diferenciados.

1. LA PRIMERA TOPICA:
INCONSCIENTE / PRECONSCIENTE /
CONSCIENTE

Freud sistematizó su primera tópica por


primera vez en 1900 en la Interpretación de los
Sueños (Die Traumdeutung, cap. IV). Esta
tópica postula la existencia de una vida psíquica
inconsciente no unificada y constituida por
varias instancias. El término esencial de la
tópica es, evidentemente, el inconsciente. Es un
término de manejo delicado y que puede ser
objeto de frecuentes equívocos. Usado como

—35—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

adjetivo, se refiere simplemente al "conjunto de


los contenidos no presentes en el campo actual
de la conciencia, entendiendo ese conjunto en un
sentido descriptivo y no tópico" (Vocab. p. 197).
Es ésta una utilización frecuente, como es fácil
comprobar, y que no implica de ninguna mane-
ra que se haya tomado una posición acerca de
la teoría freudiana de la vida psíquica. En
cambio, si utilizamos el término como sustanti­
vo, entramos entonces en un terreno polémico,
ya que postulamos que existe un Inconsciente,
lo cual no constituye todavía una evidencia, y
supone que se haya superado la etapa de las
resistencias ingenuas al psicoanálisis o de los
bloqueos ideológicos. No obstante, aún cuando
admitamos que el Inconsciente es una instancia
constitutiva de la vida psíquica, tendríamos que
tener buen cuidado en no imaginar ese Incons­
ciente como un poder autónomo, concebido como
una verdadera entidad que se opondría a la con­
ciencia o como un misterioso doble del Yo cons-

—36—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ciente y responsable. En la presente obra, nos


limitaremos a utilizar el término Inconsciente
en su acepción puramente técnica, esto es, como
un sistema considerado como la sede de las pul­
siones innatas y de los deseos y recuerdos re­
primidos, los cuales intentan hacerse nueva-
mente presentes en la conciencia y en la acción.

La instancia intermedia entre el sistema


inconsciente y la conciencia es el sistema pre­
consciente. En el sentido puramente descriptivo
del término, los contenidos de este sistema son
inconscientes; no obstante, se diferencian de los
contenidos del Inconsciente en la medida en que
son accesibles a la conciencia y que, por lo tanto,
se puede llegar a disponer de ellos (por ejemplo,
los recuerdos no actualizados que el sujeto pue­
de evocar si se presenta la oportunidad para
hacerlo).

—37—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La censura rige el paso del Inconsciente


al Preconsciente, esforzándose por impedir que
los contenidos inconscientes tengan acceso a la
conciencia. Un segundo efecto de censura, aun­
que más selectivo que deformante esta vez, ase­
gura, por su parte, el paso del Preconsciente a la
conciencia.

En esta primera tópica, el Inconsciente


desempeña la función fundamental. Según
Freud, todo proceso psíquico tiene su fuente en
el Inconsciente. Cuando este proceso llega al
umbral del Preconsciente, puede ser afectado
por el efecto de represión o bien dispersarse de
manera más o menos disfrazada detrás de ideas,
palabras, afectos o comportamientos.

—38—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. LA SEGUNDA TOPICA: EL ELLO, EL


YO Y EL SUPERYO

Para corregir una representación excesi­


vamente espacial y metafórica de las instancias
del psiquismo, Freud propone, en 1923, una se­
gunda tópica en El yo y el ello (Das Ich and das
Es). Freud renuncia entonces a la idea de una
localización estricta y define la personalidad
como el producto de interrelaciones conflictuales
entre tres instancias: el Ello, el Yo y el Superyó.

a) El Ello

La forma neutra del término evoca el


carácter impersonal y no dominado en la orga­
nización psíquica del hombre. El Ello constituye
la fuente energética, el reservorio pulsional
original, un caos inestable y siempre en movi­
miento que escapa a cualquier definición

—39—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

científica rigurosa. Forma originaria e infantil


del aparato psíquico, es la sede de pulsiones
innatas y deseos reprimidos, y se sitúa en el
límite entre lo psíquico y lo somático. Vemos
que las características del Ello son,
aproximadamente, las que en la primera
tópica servían para definir el Inconsciente.

b) El Yo

El Yo, instancia defensiva y protectora de


la personalidad, se sitúa en el punto de con­
fluencia del Ello psicosomático y de la realidad
exterior. Es rico en energías internas (las
pulsiones del Ello) y al mismo tiempo está
atento a los datos exteriores. De ese modo, en
los dos extremos de sus zonas de contacto, debe
por lo tanto amortiguar, adaptar y efectuar de
alguna manera el vínculo entre el Ello y el
mundo exterior.

—40—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En la concepción freudiana, el Yo
corresponde a una transformación total del yo
de la psicología tradicional. Es cierto que mucho
antes de Freud, especialmente a causa de las
observaciones realizadas en el siglo XIX sobre
las enfermedades mentales, se había dejado de
lado la noción de un yo único y estable, lúcido y
responsable. Pero las ideas acerca de este
problema carecían de precisión. El mérito de
Freud consiste en haber mostrado que el Yo es
una instancia particularmente compleja cuyas
actividades se sitúan en tres niveles: consciente,
preconsciente e inconsciente.

En el nivel consciente, el Yo supervisa las


adaptaciones del sujeto al entorno, y esto quiere
decir mucho más que la simple conciencia de sí
de. la psicología tradicional. Pero su actividad es
también inconsciente en una gran parte, ya que
el Yo se encarga de operar los mecanismos
inconscientes de defensa y protección. De esta

—41—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

manera, su vínculo con el Ello es permanente y


conflictivo.

Para resumir ese conflicto, Freud escribe:


"Wo Es war, soll Ich werden". Frase ambigua,
que ha ocasionado dificultades. Ia traducción
francesa de la edición Gallimard indica: "El Yo
debe desalojar al Ello” 6, lo cual implica que la
función del Yo sería esencialmente reprimir al
Ello. Al proponer traducir la frase original como:
"Allí donde estaba, allí debo advenir" (es decir,
donde Ello era, Yo debo advenir), Jacques
Laean7 suprime el aspecto represivo de la fun­
ción del Yo e insiste en la idea de una recupera­
ción que el Yo hace del Ello. El Yo sería enton­
ces, desde este punto de vista, no el gendarme
del Ello sino una verdadera instancia capaz de
asumir el Deseo.
c) El Superyó

—42—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El Ello es originario, el Yo se constituye


progresivamente y el Superyó corona el edificio
de la personalidad. Podemos definirlo como una
especie de instancia moral interiorizada cuya
función "es asimilable a la de un juez o un cen­
sor del Yo. Freud considera que la conciencia
moral, la auto—observación y la formación de
los ideales son funciones del Superyó", que "se
constituyen por medio de la interiorización de
las exigencias y los conflictos parentales" (Vo­
cab., p. 471). El Superyó representa, pues, de
alguna manera, la ideología familiar, con sus
imposiciones, sus censuras y prohibiciones.

En su origen, proviene de una identifica­


ción que el niño efectúa con los padres idealiza­
dos y ulteriormente puede alimentarse con otras
identificaciones. Sería un sin sentido pensar que
el Superyó corresponde a la porción más cons­
ciente y voluntarista de la personalidad. No ocu­
rre para nada así. Establecido desde la más

—43—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

temprana edad de la vida, el Superyó aunque


censure y reprima las pulsiones del Ello, cumple
esta función de una manera perfectamente in­
consciente y no evolutiva.

El Ideal del Yo, instancia secundaria del


Superyó, "resulta de la convergencia del narci­
sismo (idealización del Yo) y de las identifica­
ciones con los padres, con los sustitutos de éstos
o con ideales colectivos. Como instancia diferen­
ciada, el Ideal del Yo constituye un modelo con
el que el sujeto intenta coincidir" (Vocab., p.
184). Se sabe que por alusión al mito de Narciso,
se entiende por narcisismo el amor que se ali-
menta por la imagen de sí mismo.

—44—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. LOS PRINCIPIOS


FUNDAMENTALES DE LA VIDA
PSIQUICA

Acabamos de definir las instancias consti­


tutivas de la personalidad; es importante carac­
terizar los principios fundamentales que rigen
la vida mental y condicionan su economía. Estos
son, según Freud, cuatro: el principio de cons­
tancia, el principio del placer-displacer, el prin­
cipio de realidad y la compulsión de repetición.

1. EL PRINCIPIO DE CONSTANCIA

Este principio designa la "tendencia del


aparato psíquico a mantener la cantidad de ex­
citación en un nivel tan bajo o por lo menos tan
constante como sea posible. Explica tanto los

—45—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

procesos de descarga acompañados de satisfac­


ción como los procesos de defensa contra un ex­
ceso de excitación" (D. Lagache, p. 18).

2. EL PRINCIPIO DE PLACER /
DISPLACER

El principio del placer deriva del principio


de constancia. Si se considera que todo compor­
tamiento está determinado por una excitación
desagradable (la sed me hace beber el hambre
me hace comer, el deseo sexual me incita a in­
tentar satisfacerlo, etc.), se podrá admitir que
ese comportamiento tiende a disminuir la ten­
sión que lo motiva, a evitar el displacer y, en el
caso más favorable, a producir placer. El princi­
pio de placer condiciona los procesos inconscien­
tes y el funcionamiento del Ello. Permite al su-

—46—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

jeto escapar a las tensiones apelando a los en­


sueños, el sueño o a la creación imaginaria.

3. EL PRINCIPIO DE REALIDAD

Este principio se presenta como contra­


punto del anterior. Mientras que el principio de
placer tiende a la satisfacción inmediata y sin
control de las pulsiones (lo cual nos invita a re-
calcar que el concepto de placer en la teoría psi­
coanalítica no está ligado solamente a la satis­
facción de las necesidades vitales sino que se
refiere principalmente a los procesos de realiza­
ción de los deseos inconscientes), el principio
de realidad es un "principio regulador" según el
cual "la búsqueda de la satisfacción deja de efec­
tuarse por las vías más cortas y toma caminos
desviados, postergando sus resultados en fun­
ción de las condiciones impuestas por el mundo
exterior" (Vocab., p. 336). Este principio es,

—47—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pues, el resultado de una serie dé adaptaciones


a las condiciones impuestas por la realidad ex­
terior, por las obligaciones socio—familiares,
etc. De una manera general, está ligado con el
desarrollo de las funciones conscientes de la
personalidad: atención, juicio, memoria. Por lo
tanto, es el principio de realidad el que condi­
ciona el funcionamiento del Yo. Este principio
no suprime, por supuesto, el principio del placer,
el cual sigue rigiendo el campo del fantasma y
del deseo reprimido; solamente limita la aplica­
ción de éste en función de la adaptación y pro­
tección del Yo.

4. LA COMPULSION DE REPETICION

La compulsión de repetición corresponde


a un proceso inconsciente por medio del cual lo
reprimido vuelve a aflorar en el presente del su­
jeto para renovar ciertas experiencias, aun

—48—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cuando estas experiencias se hayan revelado do­


lorosas o traumatizantes. El juego de esta com­
pulsión, que actúa de alguna manera más allá
del principio del placer, significa que la expe­
riencia no sirve, que el fracaso no esclarece al
sujeto sobre sí mismo y que el deseo es el más
fuerte. La compulsión de repetición consagra el
fracaso del Yo y la impotencia del principio de
realidad para regir el conjunto del funciona­
miento de la vida psíquica.

La dialéctica del principio del placer y el


principio de realidad se presenta como esencial
para la comprensión de las formaciones cultura­
les. Las sublimaciones implicadas en las reli­
giones son una renuncia al principio del placer y
una transferencia en beneficio de una gratifica­
ción futura. La ciencia corresponde al puro ejer­
cicio del principio de realidad. La pedagogía es
una especie de adiestramiento del Yo que tiende
a regular el principio de placer por medio de di-

—49—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ferentes ajustes socioculturales. El arte y la li­


teratura ofrecen a estos dos principios un cam­
po de conciliación: el artista y el escritor parecen
renunciar, por cierto, al principio de realidad en
la medida en que exploran los caminos de lo
imaginario; sin embargo, al crear eso real que es
la obra, tienden a reintroducir en la realidad
misma la proyección fantasmática a la cual co­
rrespondía en primera instancia el objeto de ar-
te.

III. EL CAMPO PULSIONAL

Es difícil dar una definición de la pulsión


en tanto la zona de desarrollo de las pulsiones
se sitúa en la articulación de lo biológico y lo
mental y escapa a la observación científica. La
teoría psicoanalítica entiende por pulsión "un

—50—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

impulso energético y motor que hace que el or­


ganismo tienda hacia un fin"; el proceso de ese
impulso comporta tres momentos: "las fuentes,
(que) es un estado de excitación dentro del cuer­
po, la finalidad, (que) es la supresión de esta
excitación, el objeto, (que) es el instrumento por
medio del cual se obtiene la satisfacción" (D.
Lagache, p. 26).

La teoría freudiana de las pulsiones su­


frió algunas transformaciones a medida que pa-
saba por las dos tópicas sucesivas. Hasta 1920,
es decir, durante la etapa en que Freud había
puesto en vigencia la primera tópica Inconscien­
te / Presconsciente / Consciente, las pulsiones se
dividían en dos grupos:

Las pulsiones sexuales, cuyas manifes­


taciones dinámicas corresponden a lo que se
llama la libido, y que se dividen a su vez en dos
clases: las pulsiones sexuales que toman como

—51—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

objeto al sujeto mismo (libido del yo o narcisis­


ta) y las pulsiones sexuales que toman como ob­
jeto un objeto exterior al sujeto (libido de obje­
to).

Las pulsiones del Yo, que representan el


conjunto de todas aquellas fuerzas que contri­
buyen a proteger al Yo de las pulsiones sexua­
les. El conflicto entre las dos categorías de pul­
sión lleva a la neurosis y el triunfo de las pul­
siones del Yo sobre las pulsiones sexuales condi­
ciona la represión.

La elaboración de la segunda tópica del


Ello, el Yo y el Superyó lleva a Freud a corregir
esta primera teoría de las pulsiones. Una de las
causas de esta modificación fue el estudio del
fenómeno narcisista, el cual mostraba que algu­
nas tendencias que podían explicarse teórica­
mente en base a las pulsiones del Yo eran en
realidad pulsiones sexuales que interesaban di-

—52—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rectamente a la libido. La lógica de esta obser­


vación llevó progresivamente a Freud a renun­
ciar a una división estricta entre pulsiones del
Yo y pulsiones sexuales. Prefirió postular enton­
ces que "la libido es la energía general de las
pulsiones sexuales investidas en el Yo, en otro o
en las cosas ... Aunque puedan entrar ulterior-
mente en conflicto, la libido del Yo y la libido
"objetal" poseen el mismo origen y naturaleza.
Así, el progreso dialéctico del pensamiento de
Freud reducía las pulsiones a la unidad" (D.
Lagache, p. 28).

Este trabajo de reorganización conceptual


del origen de las pulsiones lleva por último a
Freud, en una última etapa, a distinguir entre
las pulsiones de vida y las pulsiones de muer­
te.

La finalidad de las pulsiones de vida,


denominadas también genéricamente como

—53—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Eros, consiste en constituir unidades cada vez


mayores y conservarlas. Estas pulsiones corres­
ponden, por un lado, a las pulsiones sexuales (la
sexualidad es la búsqueda del Otro, el deseo de
fusión de dos individualidades en una unidad
más vasta que los trasciende) y por otro lado a
las pulsiones de autoconservación ligadas al
ejercicio de las funciones corporales indispensa­
bles para la conservación de la vida (el hambre o
la sed, por ejemplo).

A estas pulsiones de vida se oponen las


pulsiones de muerte, denominadas con el
término genérico de Tánatosi estas pulsiones
"tienden a la reducción completa de las tensio­
nes" y representan "la tendencia fundamental
de todo ser viviente a volver al estado inorgáni­
co" (Vocab., p. 371—372), es decir, a un estado
anterior de reposo absoluto.

—54—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

IV. EL DESEO Y EL FANTASMA

En la óptica freudiana, el deseo, diferente


de la necesidad es esencialmente inconsciente.
Está ligado a "signos infantiles indestructibles"
(Vocab., p. 121). Su correlato es el fantasma.
Un fantasma es "un escenario imaginario en
que el sujeto está presente y que representa, de
una manera más o menos deformada, la realiza­
ción de un deseo" (Vocab— p. 152). Dentro del
conjunto de los fantasmas, se distinguen varios
grupos diferenciados:

● En primer lugar, los sueños diurnos, los


ensueños, las ficciones que el sujeto inventa y se
relata a sí mismo de manera perfectamente
consciente;

—55—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● En segundo lugar, los ensueños


preconscientes que son susceptibles de entrar en
el campo de la conciencia;

● En tercer lugar, los fantasmas


inconscientes propiamente dichos que sirven
como punto de origen para la formación de los
sueños nocturnos. Por otra parte, el hecho de
que puedan efectuarse pasajes entre estos
diferentes niveles fantasmáticos no modifica
sustancialmente la función primera del
fantasma, que consiste en "la puesta en escena
del deseo, puesta en escena en que lo prohibido
está siempre presente en la posición misma del
deseo" (Vocab., p. 156).

Se deduce de esto que el fantasma es el


lugar de privilegio donde puede verse de más
cerca el deslizamiento entre las diferentes ins­
tancias del psiquismo: represión o retorno de lo
reprimido.

—56—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

V. LOS MECANISMOS
FUNDAMENTALES

Reunimos bajo esta rúbrica algunos de los


conceptos que son indispensables para com­
prender la teoría psicoanalítica.

1. CONFLICTO/CENSURA/DEFENSA/
REPRESION

El conflicto es absolutamente indispen­


sable para la constitución de la personalidad.
Puede ser manifiesto o latente y oponer las dife­
rentes instancias de la vida psíquica, el deseo y
el imperativo moral, las pulsiones entre sí, el
instinto de vida y el instinto de muerte, etc. La
unidad del concepto de conflicto reside en el
hecho de que aunque uno de los dos términos de

—57—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la oposición sea variable, el otro permanece


constante: se trata siempre de la sexualidad.

La censura es una función "que tiende a


impedir que los deseos inconscientes y las for­
maciones que derivan de ellos tengan acceso al
sistema preconsciente/consciente" (Vocab., p.
62). Tenemos que vincular la censura, eviden­
temente, con los mecanismos de defensa, es de­
cir, con "el conjunto de las operaciones que tie­
nen como finalidad reducir o suprimir toda mo­
dificación que pueda poner en peligro la integri­
dad o la constancia del individuo psicobiológico"
(Vocab., p. 108). El Yo es el agente principal de
estos mecanismos de defensa y protección. La
noción de censura prefigura la noción de Super­
yó, "esa instancia de auto-observación, el censor
del yo, la conciencia moral".
Por último, censura y defensa son insepa­
rables de la noción de represión, "operación por
medio de la cual el sujeto intenta rechazar o

—58—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mantener en el inconsciente ciertas representa­


ciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) li­
gadas a una pulsión" (Vocab., p. 392). Puede
considerarse a la represión "como un proceso
psíquico universal en la medida en que estaría
en los orígenes de la constitución del Inconscien­
te como dominio separado del resto del
psiquismo" (Vocab., p. 392).

2. FIJACION E INVESTIMIENTO

Estas dos nociones tienen puntos en co­


mún: la fijación es el "hecho de que la libido se
apega fuertemente a personas o imágenes, re­
produce cierto modo de satisfacción y permanece
organizada según la estructura característica de
una de sus etapas evolutivas" (Vocab., p. 160).

El 'investimiento8 es el "hecho de que


cierta energía psíquica permanece unida a una

—59—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

representación o un grupo de representaciones,


a una parte del cuerpo, o un objeto, etc." (Vo­
cab., p. 211). El origen de todos los
investimientos se sitúa en el Ello, "polo
pulsional de la personalidad", y, las "otras
instancias extraen sus energías de esta fuente
originaria" (Vocal., p. 213).

—60—

2. EL DESARROLLO DE LA
PERSONALIDAD

Uno de los intereses primordiales de la


teoría psicoanalítica consiste en vincular el de­
sarrollo de la personalidad con los diferentes
procesos de transformación biológica que condi­
cionan las grandes etapas del devenir físico del
ser humano, esto es, el nacimiento, la infancia,
la pubertad, la menopausia... Las nociones de
sexualidad y zonas erógenas permitieron reali­
zar conceptualmente ese vínculo.

El concepto de sexualidad, central en la


reflexión de Freud, debe entenderse en sentido
amplio, es decir, que no debe confundírselo con
el de genitalidad, la cual no es más que uno de
los componentes de la primera. Aunque la
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sexualidad concierna, como es natural, y en una


acepción puramente biológica, al conjunto de los
rasgos que diferencian a los dos sexos (órganos
genitales y caracteres secundarios) y a la reali­
zación del acto sexual propiamente dicho, sub­
sume también el conjunto de las manifestacio­
nes, afectivas u otras, que traducen ese apetito
de placer que contiene al orgasmo nada más que
como uno de sus múltiples aspectos. Por esta ra­
zón, en esta acepción más amplia, podremos
hablar, por ejemplo, de la sexualidad del recién
nacido.

El concepto de zonas erógenas interviene,


en la teoría, en estrecho contacto con el de
sexualidad. Las zonas erógenas son "regiones
del cuerpo cuya estimulación condiciona la satis­
facción libidinal; la zona erógena dominante
cambia con la edad y el crecimiento del orga­
nismo (etapas pulsionales); en correlación con
estas etapas, cambia la organización de las rela-

—62—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ciones del organismo consigo mismo, con el en­


torno y con las personas (etapas objetales)" (D.
Lagache, p. 29).

Para comprender mejor el desarrollo de la


personalidad, es conveniente, pues, en un pri­
mer momento, resumir las etapas sucesivas de
este desarrollo.

I. LAS ETAPAS

1. EL TRAUMATISMO DEL
NACIMIENTO

Aunque el terreno en que nos situamos


aquí es algo resbaladizo, es bastante evidente
que muchos sueños o ficciones conllevan el re-

—63—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cuerdo de esa experiencia traumatizante de


haber sido arrancado bruscamente del medio
intra-uterino de la madre; también es evidente
que de esa experiencia resulta necesariamente
una adaptación difícil al universo exterior. No
hay duda de que la angustia que experimenta
tan a menudo el niño cuando se aleja de su
madre proviene del recuerdo de la primera se­
paración.

2. LA ETAPA ORAL

Durante esta primera etapa de la libido


(que abarca aproximadamente el primer
semestre de la vida), "el placer sexual está
ligado de modo predominante a la excitación de
la cavidad bucal y los labios que acompañan a la
alimentación" (vocab., p. 457). Durante esta
etapa, la imagen de la madre dadora de
alimento está estrechamente unida a la de la

—64—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

madre que prodiga los cuidados y manifestacio­


nes de amor. Se deduce de esto que las pertur­
baciones o déficit que pueden intervenir en este
doble nivel Rencran conflictos ulteriores y re­
gresiones.

Un análisis más profundo de la etapa oral


nos obliga a distinguir dos momentos sucesivos:
la etapa oral greco—, de carácter pasivo (suc­
ción) y la etapa sádico—oral en que la agresivi­
dad del niño se manifiesta a través del placer de
morder, y que se relaciona con la primera apari­
ción de los dientes. Este segundo momento de la
evolución puede corresponder a una fase conflic­
tiva con la madre.

3. LA ETAPA SADICO-ANAL

Esta etapa abarca el segundo y tercer año


de la vida. La descarga principa! de la tensión se

—65—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vincula con el proceso de defecación, y el placer


procede de la excitación de la zona erógena
constituida por la mucosa anal. El sadismo
entra en estrecha relación con la analidad en la
medida en que, por un lado, la expulsión de las
materias fecales es experimentada como una
destrucción y, por otro lado, porque el control de
los esfínteres puede generar una serie de con­
flictos con los adultos.

Se pueden diferenciar dos fases en la


etapa sádico—anal: durante la primera de ellas,
el placer anal depende de la expulsión y el
sadismo es correlativo de la destrucción del
objeto. Durante la segunda fase, el placer
resulta de la retención de las materias fecales, y
el sadismo debe entenderse como relacionado
con el control posesivo. Freud puso muy bien en
evidencia los valores simbólicos del don y el re­
chazo que están vinculados con la actividad de
defecación.

—66—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

4. LA ETAPA FALICA

Esta etapa, que comprende el período


entre los dos y cinco años, se caracteriza por el
predominio de una nueva zona erógena: el pene
para el varón y el clítoris para la niña. La
descarga libidinal está vinculada, por lo tanto,
en esta etapa, con la masturbación. La defini­
ción de esta etapa coincide para Freud con la
convicción de la primacía del falo, de lo cual se
desprende que la "libido es de naturaleza
masculina tanto en el hombre como en la mu­
jer", y que no se ha adquirido todavía la noción
de diferenciación sexual, ya que, en efecto, la
oposición no se establece entre un órgano
masculino y un órgano femenino sino entre un
órgano masculino y la falta de este órgano.

Durante esta etapa, las tendencias que


acercan al niño a los adultos que lo rodean van a
adquirir tonalidades afectivas particulares. Esta

—67—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

comprobación nos obliga a mencionar a conti­


nuación los grandes complejos que condicionan
la maduración de la personalidad

II. EL TRIANGULO EDIPICO Y LOS


COMPLEJOS

En psicoanálisis se hace del término


"complejo" un empleo constante. Es importante,
por lo tanto, definirlo con precisión: un complejo
es un conjunto de reacciones afectivas (repre­
sentaciones o recuerdos) parcial o totalmente
inconscientes. La elaboración de un complejo se
efectúa a partir de las relaciones
interpersonales que establece el sujeto en su in­
fancia, y es totalmente normal. El complejo no
es, en consecuencia, patológico en sí mismo; sólo

—68—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

es patológica su persistencia más allá de una


etapa determinada.

1. EL COMPLEJO DE EDIPO

El complejo de Edipo es "un conjunto


organizado de deseos amorosos y hostiles que
experimenta el niño por sus padres. En su
forma llamada positiva, el complejo se presenta
como en la historia de Edipo—Rey, es decir,
como deseo de la muerte de ese rival que es el
personaje del mismo sexo y como deseo sexual
por el personaje de sexo opuesto. En su forma
negativa, se presenta al revés, esto es, como
amor por el padre del mismo sexo y como odio
celoso por el padre de sexo opuesto. De hecho,
estas dos formas se encuentran, en grados
diversos, en la forma llamada completa del
complejo de Edipo" (Vocab., p. 79).

—69—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El complejo de Edipo corresponde a la


etapa fálica. Aparece, pues, por lo general, entre
los dos y cinco años. En el niño, la fijación libi­
dinal en la madre responde perfectamente a la
lógica de la vida afectiva y material anterior,
pero no deja de ser frustrante y agresiva en la
medida en que la posesión total de la madre es
imposible (presencia del padre, de los hermanos
y hermanas). Esta agresividad desencadena
un sentimiento de culpabilidad \ genera una
an—ustia que puede expresarse tanto a
través ele procesos inconscientes (sueños,
fantasmas) como a través de ciertos
comportati]ientos.

En la niña, la elaboración del complejo de


Edipo supone que a la fijación libidinal en el
padre haya precedido una fase de alejamiento
de la madre. Este alejamiento corresponde a la
toma de conciencia de la. diferenciación sexual y

—70—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la bija reprocha inconscientemente a su madre


que no le haya dado un pene.

El esquema que hemos descripto, por su­


puesto, no se verifica siempre con el mismo
rigor. La liquidación normal del complejo de
Edipo consiste, para el niño, en renunciar a su
madre como objeto de deseo sexual y en identifi­
carse con su padre. Se trata de una etapa deci­
siva, ya que el niño renuncia a lo que quiere te­
ner (la madre) para investir en aquello que
quiere ser (su padre). Pero no siempre se asume
esta etapa de una manera tan puntual. Si el pa­
dre está ausente, o carece de autoridad, y la
madre es posesiva y autoritaria, o, por el contra-
rio, víctima de la violencia del padre, la identifi­
cación con el padre resulta imposible o difícil, s
cl niño permanece fijado libidinalmente a su
madre, lo cual puede favorecer la predisposición
a la ltornose rucrlidad: el sujeto renuncia en
ese caso a la mujer, ya sea porque tiene miedo

—71—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de hacerla sufrir, ya sea porque teme ser des­


truido por ella (angustia de castración). Un
apego demasiado tierno y exclusivo al padre en
la primera infancia puede ser, por igual, origen
del trastorno de la sexualidad pasiva (compor­
tamiento en que el sujeto desempeña la función
femenina en la relación homosexual) y, de una
manera general, de la homosexualidad latente
que existe, en grados diferentes, en todos los in­
dividuos.

Las causas de la homosexualidad femeni­


na son más difíciles de explicar. Pueden men­
cionarse, entre las principales, el miedo de una
sexualidad degradante, una culpabilidad edípica
excesiva. la agresividad y el deseo de castrar a
los hombres, la afirmación feminista, etc.

Aunque el complejo de Edipo llegue a su


período culminante entre los tres y cinco años,
existen prolongaciones ulteriores importantes.

—72—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Después del período de lutercia sexual que es


también la edad de la conciencia moral la fase
en que el SuperYo lleva al sujeto a aceptar
voluntariamente las prohibiciones de los padres
v ias imposiciones de la vida en grupo, en el me­
dio escolar y en la sociedad el impulso pulsional
de la pubertad pone al Edipo, por así decir,
nuevamente en ]uego. En este momento capital,
se plantea el problema de la elección del objeto;
en ese momento. el adolescente elige objetos de
amor cada vez huís alejados de los modelos
familiares. El término "normal" de esta progre­
siva adaptación de la libido al objeto va a ser la
convergencia del deseo hacía un objeto de amor
único, coronado por la realización genital de este
amor. Sólo después de esta experiencia y siem­
pre que soa vivida sin trauma puede hablarse de
la liquidación total del complejo de Edipo.

—73—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. EL COMPLEJO DE CASTRACION

Este complejo está en íntima relación con


el Edipo. Freud lo describe como uno de los
componentes de la teoría sexual infantil que
"atribuye un pene a todos los seres humanos y
en consecuencia solo puede explicar la
diferencia anatómica de los sexos en base a la
castración" (Vocab., p. 75). Para Freud, en efec­
to, "existe (en la etapa fálica), un masculino, pe­
ro no hay femenino, la alternativa es: órgano
genital masculino o castrado".
Centrado en el fantasma de castración, el
complejo del mismo nombre se realiza de mane-
ras diferentes según los sexos; para el niño,
corresponde a la crisis terminal del Edipo, ya
que el sujeto teme ser castrado por su padre en
castigo del deseo incestuoso que él experimenta
por su madre. Solo si supera esta crisis de la
castración, el niño puede identificarse con su

—74—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

padre y poner término de ese modo a su fijación


libidinal en la madre.

Para la niña, en cambio, el complejo de


castración resulta del sentimiento de frustración
que resulta del descubrimiento de la diferencia­
ción sexual: "La niña se siente lesionada en
comparación con el niño y desea poseer, como él,
un pene; este deseo del pene toma, durante el
Edipo, dos formas derivadas: deseo de adquirir
un pene dentro de sí (principalmente bajo la
forma del deseo de tener un hijo), deseo de gozar
del pene en el coito" (Vocab., p. 136).

La teoría psicoanalítica se ve llevada


constantemente a recalcar la universalidad del
complejo de castración, el cual se encuentra, ba-
jo manifestaciones diferentes, en la mayoría de
los sujetos. Esta universalidad da lugar a
pensar que el fantasma de castración es tal vez
el eco de una angustia anterior, general y

—75—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

universal, la angustia del nacimiento y separa­


ción de la madre, o también la angustia de la
privación del seno (o su sustituto).

Sin embargo, es indispensable poner en


correlación el fantasma de castración con el
complejo de Edipo y considerar que la amenaza
de castración constituye la fase final de la
prohibición del incesto.

III. ESCENA PRIMITIVA Y


NOVELA FAMILIAR

La escena primitiva (u original) es una


"escena de relación sexual entre los padres,
observada o supuesta en base a algunos indi­
cios, y fantasmada por el niño"; el niño entiende

—76—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la relación sexual entre los padres "como una


agresión del padre en una relación sadomaso­
quista; a la vez que provoca en el niño una exci­
tación sexual, le suministra un soporte para la
angustia de castración" (Vocab., p. 432).

El concepto de escena primitiva pone en


juego el delicado problema de las relaciones
entre lo real y lo fantasmático. ¿es necesario
que el niño haya observado realmente la escena
original, o esta escena está tan profundamente
anclada en la psique que puede por ello mismo
influenciar la vida psíquica del niño, bajo una
forma mítica y fuera de cualquier actualiza ción
de ella? El debate acerca de este problema
queda abierto.

La novela familiar, originada en el com­


plejo de Edipo, es una construcción
fantasmática, una verdadera novela de uso
interno en la cual el rtiño se complace en

—77—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

modificar la naturaleza de las relaciones que lo


unen a sus padres. Se inventa otra familia más
prestigiosa. se imagina niño expósito, bastardo,
etc.

IV. EL YO Y EL OTRO

En sus relaciones con el Otro y durante


las diversas etapas de su Identificación. el Yo se
ve obligado a realizar cios operaciones psíquicas
fundamentales: la idealización y la identifica­
ción.

La idealización un "proceso psíquico en


virtud del cual las cualidades y el valor del
objeto son llevados a la perfección" ( Vol. ub . p.
186). Se distingue de la identificación, "'proceso
psicológico en base al cual el sujeto asimila un

—78—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

aspecto, una propiedad, un atributo del otro y se


transfornia, total o parcialmente, siguiendo el
modelo de ese otro" (vocab.,p.187) El concepto de
identificación es absolutamente central en la
teoría freudiana: mucho más que de un simple
proceso psicológico marginal, se trata de una
operación verdaderamente constitutiva de la
personalidad, que desempecia una función
capitai especialmente en el momento de la liqui
loción del complejo de Edipo.

V. EL ETERNO RETORNO

Freud descubrió tardíamente la idea. que


se volvió luego capital, de un retroceso de la
libido a las etapas anteriores de s!: evolución.
Esta idea se basa en el hecho de que el sujeto no
puede liberarse nunca cumpleamente de su pa-

—79—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sado infantil. Las formas de regresión son muy


abundantes, por supuesto, y el concepto mismo
debe manejarse con precaución. tal como advier­
te C.Backès—Clément: "Es importante saber
que haceer una regresión no debe entenderse en
sentido real: no se trata de un retorno físico a
las etapas primitivas, lo cual supondría una re­
versibilidad del tiempo que es contraria a la teo­
ría psicoanalítica: se trata de un retorno de fic­
ción, que solo puede efectuarse en y por el len­
guaje. Lo que una regresión realiza es una
forma cada vez más arcaica de demanda:
demanda de cuidados maternos, de palizas,
pedidos intantiles que ya no pueden satisfacer­
se. indudablemente, en la edad adulta." (pour
une critique marxista de la psychanalyse, Edi­
tions Sociales, p. 53 .

—80—

3. LOS INSTRUMENTOS DEL


ANALISIS

Entre los instrumentos que utilizó Freud


para veririficar sus intuiciones y aplicar el
método analítico, vamos a considerar aquí el
acto fallido, el sueño y la creación imaginaria.

I. EL ACTO FALLIDO

Un acto fallido es un "acto que no logra


cumplir el resultado al que apuntaba
originalmente, produciendo otro resultado que
remplaza al primero" (Vocab., p. 5). En virtud de
una paradoja fácilmente explicable, el acto falli­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

do solo lo es en apariencia: en la óptica


analítica, en efecto, es un acto logrado, ya que
en él se manifiesta el deseo inconsciente, en un
encuentro precario del Yo y el Ello, que se unen
por un momento en lo que se ha dado en llamar
una fórmación de compromiso (o forma que
toma lo reprimido para poder ser admitido por
la conciencia). Los principales actos fallidos son
el lapsus (al hablar o al escribir), el error de lec­
tura, el olvido, la pérdida de un objeto, un error
de comportamiento, etc. Los actos fallidos, que
revelan un conflicto inconsciente, iluminan de
un modo limitado pero significativo el funcio­
namiento de los mecanismos de defensa,
censura y represión.

—82—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. EL SUEÑO Y EL TRABAJO DEL


SUEÑO

Uno de los aportes fundamentales del


psicoanálisis fue mostrar, por un lado, que la
actividad psíquica inconsciente otorga un
sentido al sueño, y por otro lado, que el
Inconsciente se revela en el sueño solamente
después de haber sido objeto de una transforma­
ción. Esta transformación se debe, en primer
lugar, a la naturaleza débilmente estructurada
y autística de las formaciones oníricas, y en
segundo lugar, a la censura. El postulado fun­
damental es aquí que "todo sueño se revela co­
mo la realización de un deseo" (La science des
réves, p. 112), aunque de manera, evidentemen­
te, muy variable: el sueño agradable, transpa­
rente o interpretable, por ejemplo, carece de
censura. En cambio, el sueño penoso, absurdo y

—83—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

aparentemente indescifrable, es la expresión de


un conflicto entre el Superyó y el Ello; el deseo
irrumpe, en favor del Ello, en el sueño sin tener
en cuenta la censura. La pesadilla, por último,
corresponde al grado más fuerte de censura, ya
que la angustia que experimenta el sujeto es
como el autocastigo por un deseo experimentado
inconscientemente como portador del más alto
grado de culpabilidad.
Es evidente, en consecuencia, que el de­
seo no se manifiesta casi nunca en el sueño de
una manera unívoca. Se añade a ello otra difi­
cultad, esto es, el pasaje necesario del sueño
mismo al relato que hace de él el que sueña, y
este pasaje contribuye a la modificación del ma­
terial primitivo. Nos vemos llevados, pues, a
distinguir tres niveles en el análisis de un sue­
ño:

● el contenido latente, o estructura sub­


consciente del sueño;

—84—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● el contenido manifiesto, o representa­


ción de esta estructura;
● el contenido elaborado, o articulación de
esta representación por medio del lenguaje.

El trabajo del sueño se elabora precisa­


mente entre el nivel latente y el nivel manifies­
to; este trabajo del sueño es "el conjunto de las
operaciones que transforman los materiales del
sueño en un producto, que es el sueño manifies­
to" (Vocab., p. 505). Tres mecanismos principa­
les componen este trabajo: la condensación, el
desplazamiento y la elaboración secundaria.

1. LA CONDENSACION

La condensación es un proceso que hace


que una representación única se sitúe en el pun-
to de intersección de varias representaciones a
las cuales reúne y subsume; el término familio-

—85—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nario, por ejemplo, corresponde a la condensa­


ción de familiar y millonario. Este proceso co­
rresponde a la doble operación de sustitución /
combinación que los lingüistas conocen bien con
el nombre de oposición paradigmática / sintag­
mática. El mecanismo de condensación, por lo
tanto, no es específico del trabajo del sueño, ya
que actúa en el chiste, el lapsus y la obra poéti­
ca; sin embargo, en el sueño constituye el meca­
nismo principal, y termina por hacer del conte­
nido manifiesto una suerte de traducción abre­
viada del contenido latente.
No ha podido aportarse una respuesta de­
cisiva al problema de las motivaciones de este
trabajo. Freud sugirió que podría verse en la
condensación un efecto de la censura y una ma­
nera de escapar a ella, en la medida en que la
condensación hace que el desciframiento del
contenido manifiesto sea más complejo y aleato­
rio.

—86—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. EL DESPLAZAMIENTO

El desplazamiento es un proceso que hace


posible que "el interés o la intensidad de una
representación puedan desprenderse de ésta pa­
ra pasar a otras representaciones originaria­
mente poco intensas, ligadas a primera vista por
una cadena de asociaciones" (Vocab., p. 117).
Aunque este proceso sea característico de todas
las formaciones inconscientes, el trabajo del
sueño constituye su campo privilegiado, ya que
gracias al desplazamiento ocurre a menudo que
los elementos más significativos del contenido
latente estén representados en el contenido ma­
nifiesto por elementos completamente secunda-
rios e insignificantes.

La función del desplazamiento en las


formaciones inconscientes es una función de de­
fensa, y su relación con la censura es evidente,
porque al reprimir en el inconsciente las repre-

—87—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sentaciones preconscientes, la censura entrega


estas representaciones a las leyes de los proce­
sos primarios del sistema inconsciente; estas
leyes hacen que la energía psíquica disponible
corra libremente y pueda desplazarse sin obs­
táculos de una representación a otra. En el caso
de los procesos secundarios, que caracterizan
el sistema preconsciente/consciente, "la energía
está primero `ligada antes de desarrollarse en
forma controlada, y la descarga en las represen­
taciones tiene un carácter más estable" (Vo­
cab., p. 341). Esta distinción puede explicar,
por ejemplo, la oposición entre el sueño noctur­
no y el sueño diurno.

3. LA ELABORACION SECUNDARIA

La elaboración secundaria es '`la modifi­


cación del sueño destinado a presentar a éste en
la forma de un relato relativamente coherente y

—88—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

comprensible" (Vocab., p. 132), análoga a un


ensueño diurno. Esta fase del trabajo del sueño
se aplica, por lo tanto, a productos que flan su­
frido ya los procesos de condensación y despla­
zamiento mencionados más arriba. La elabora­
ción secundaria, al igual que las otras fases del
trabajo, es un efecto de la censura.

Lo que acabamos de exponer nos hace


comprender mejor porqué Freud pudo escribir:
"La interpretación de los sueños es la vía regia
para conocer el inconsciente de la vida psíqui­
ca." Como recuerda Paul Ricoeur en su libro De
l'interprétation, Essai sur Freud (Le Seuil,
1965, p. 161—162)9, el sueño tiene un valor de
modelo para todas las formaciones inconscien­
tes, y esto ocurre por una serie de razones:

● porque el sueño tiene un sentido;


● porque el sueño es la realización disfra­
zada de un deseo reprimido;

—89—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● porque el deseo representado por el


sueño es necesariamente infantil, y nos da acce­
so así a un fenómeno general que está en el co­
razón de toda vida psíquica, que es el fenómeno
de la regresión; por último, porque el sueño per-
mite "elaborar, por medio de intersecciones
intmtnerables, lo que podría llamarse la lemua
del deseo, es decir, 1,112 arquitectónica de la
función simbólica en lo que ésta tiene de típico y
universal". Y sabernos que esta lengua del deseo
es, fundamentalmente, la len,[Id de la sexuali­
dad.

—90—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LA CREACION IMAGINARIA

La característica principal del acto fallido


y del sueño consiste en que escapan a todo con­
trol de la voluntad o la inteligencia. No ocurre lo
mismo con la creación imaginaria (por ejemplo,
la obra de arte) que extrae esencialmente su
inspiración de los deseos inconscientes, sin em­
bargo ello no le impide necesitar una adaptación
ulterior a toda una serie de imposiciones, forma-
les y sociales. Estos problemas constituyen pre­
cisamente el objeto de la presente obra en su
conjunto, y se comprende entonces que ¡lo sea
oportuno desarrollarlos iris ampliamente en es­
te capítulo.

—91—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

E. Berne, La psycltanalvsr à la porté(, di, tous (A

Larntart's Guille to Pst'cftiatry and Psi chnanaly­

sis). traducido del por D. Dilc. Fayard. 1971,

G. Blurn. Les théories psychanalrtìgttes sur la per­

sorzttallté, PUF, 1955.

Freud, Anna, Le moi et les mécanimres de de

tèrtse. PH , 1951 (liay versión castellana).

S. Freud, Abregé de psychanalyse PUF, 1951.

Versión castellana introduccion al psicoanálisis,

Alianza Editorial. Libro de Bolsillo N, 8', Madrid,

1978 o "Introducción al psicoanálisis" in OBRAS

COMPLETAS, Madrid, Biblioteca Nueva, 1967,

trad. de Luis López Ballesteros y de Torres. Volu­

men ti, p. 151 v 55.

Hesnard. L oeuvre de Freud el son, intportance

pour la monde moderne, Payot 1960

E. Jones, Theorié et practique de la psychanalyse

(Papers on Psychoanalysis). traducido del inglés

—92—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

por A. Stronck, Pavot. 1969. (Hay versión castella­


na).
A. Jeauneau, Initiation initiation a la psychana­

lytique, Bezuchesne, 1965.

Nacht, S. (bajo la dirección de), Traité de Pychana­

lyse, 1er. fascículo publicado en 1965 en P.U.F

Robert, Marthe, La révolution psychanalytique,

vol. Payot, 1964; (Hay versión castellana)

Saada, D., L'Héritage de I—reud, Aubier—

Montaigne, 1966.

Waelder Les fondements de la psychanalyse,. Pa­

yot,

—93—

SEGUNDA PARTE

DEL AUTOR A LA OBRA


SECCION PRIMERA

LA CREACION LITERARIA Y LA
RELACION AUTOR / OBRA /
LECTOR
1. EL CAMPO FREUDIANO

I. EL PSICOANALISIS Y SU
"APLICACION"

Se ha cuestionado a menudo que el méto­


do psicoanalítico pueda extenderse a otros do­
minios con fines que no sean estrictamente te­
rapéuticos. En la misma medida en que se ha
podido aceptar que el psicoanálisis se limita a
ser una práctica que tiende a la cura de las neu­
rosis, se ha dudado de que el discurso del ana­
lista pueda aplicarse a un dominio diferente y
pueda adoptar como finalidad no la de curar si-
no la de comprender e interpretar. Desde un
punto de vista simplemente histórico, este re­
proche carece de fundamento, ya que el princi­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pio de la ampliación del campo psicoanalítico


estaba adquirido y había sido reivindicado ya
desde principios de este siglo por Freud mismo y
sus discípulos. La Asociación Psicoanalítica
Internacional, fundada en 1908, afirma, en
efecto, en sus estatutos, que su objetivo consiste
en "profundizar y hacer progresar la ciencia psi­
coanalítica instituida por Freud, enfocada tanto
intrínsecamente como en sus aplicaciones a la
medicina y a las o t ras ciencias humanas" 10 . Sí
tomamos este texto al pie de la letra, llegamos a
la conclusión de que la cura terapéutica no es
más que uno de los aspectos posibles del psicoa­
nálisis y no necesariamente el más importante.
Si el psicoanálisis es una tentativa de explica­
ción del hombre, nada de lo que concierne al
hombre se le escapa, y por lo tanto el arte y la
literatura no se sustraen más que otros campos
a esa tentativa.
Pero justificar históricamente este inten­
to no resuelve el problema teórico que plantea la

—97—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tras posición de un discurso que, en sus oríge­


nes y por elección, se interesa directamente por
la psique del hombre en la medida en que este
último es un ser vivo y real; es decir, o bien exis­
te una teoría psicoanalítica apta, como toda teo­
ría digna de crédito, para definir y constituir sus
objetos específicos —tanto en la literatura, la
religión o el arte como en la sociedad o el indi­
viduo— o bien no existe. En el caso de aceptar
esta última hipótesis, asistiríamos a una apli­
cación puramente empírica de un método y de
sus conceptos a campos resbaladizos y mal de­
limitados. Por el momento, nos limitaremos a
aludir a este problema fundamental, que llega
hasta a cuestionar la finalidad misma de esta
obra, y que sería prematuro, por otra parte,
discutir sin antes haber podido discernir el
desplazamiento y las recaídas de la teoría psi­
coanalítica stricto sensu en el análisis litera-
rio.

—98—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. FREUD Y LA ESTETICA

El arte —y más precisamente, la litera-


tura— parece haber ejercido sobre Freud una
verdadera fascinación. ¿Cuáles son las razones
de este persistente interés? Se puede argu­
mentar, por cierto, que Freud era un letrado y
que su doble formación científica y humanista,
se gratificaba con la conjunción psicoanálisis—
estética. Es interesante observar, por ejemplo,
que su gusto declarado por la tragedia griega y
los autores alemanes del Sturm and Drang le
pudo servir como incentivo placentero, por una
parte, para la definición de algunos grandes
complejos como el de Edipo, y por otra parte,
para la profundización de la teoría del sueño,
por el cual la literatura romántica alemana
mostraba una marcada predilección.
Este gusto de burgués ilustrado no basta­
ría, sin embargo, para explicar la aplicación del

—99—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

psicoanálisis a la estética. De hecho, como lo re­


cuerda Sarah Kokman11, la opinión de Freud
acerca de la capacidad del psicoanálisis para in­
terpretar el hecho estético ha variado. En 1913,
escribe en Múltiple Interés del Psicoanálisis: "El
punto de vista psicoanalítico proporciona escla­
recimientos suficientes acerca de algunos pro­
blemas suscitados por el arte y los artistas; pero
otros se le escapan completamente". Diez años
después, en Introducción al Psicoanálisis, po-
demos leer: "Las investigaciones del psicoanáli­
sis han proyectado una ola de luz en los domi­
nios de la mitología, la ciencia de la literatura y
la psicología de los artistas... La estimación es­
tética de la obra de arte, así como la explicación
del don artístico, no son tareas para el psicoaná­
lisis. Sin embargo, parece que el psicoanálisis
está en condiciones de decir la palabra decisiva
sobre todas las cuestiones que conciernen a la
vida imaginaria de los hombres". Resulta signi­
ficativo cotejar ambos textos, ya que puede ver-

—100—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

se qué gran distancia separa los simples "escla­


recimientos" de 1913 y la "ola de luz" así como la
"palabra decisiva" de 1923. Lo que ocurre es
que, en el intervalo, Freud elucidó un punto ca­
pital: la homología funcional entre el trabajo del
sueño y la elaboración de la obra de arte. La
comprobación de esta homología —homología de
trabajo a trabajo, trabajo del sueño y trabajo del
texto, y no de sustancia a sustancia de uno y
otro, por supuesto autoriza a Freud a sugerir
implícitamente que la extensión del discurso
psicoanalítico a la interpretación de la obra
de arte no es la transposición arbitraria del
método general, sino una de las variaciones
posibles de un enfoque interpretativo único
en sus fundamentos y sus principios.
No es por ello menos cierto que los
trabajos de Freud que están en relación con
la creación artística indican claramente los
límites de la aplicación del psicoanálisis a la
comprensión de la obra de arte. En Un Re-

—101—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cuerdo Infantil de Leonardo da Vinei, Freud re­


conoce por una parte que no quiere emitir un
juicio estético sobre el objeto de arte, y por
otra parte que no puede explicar el fenómeno
del "don" artístico. Recordando estas limita­
ciones voluntarias, Sarah Kofman (op, cit., p.
12—13) añade que si nos atenemos a la pru­
dencia de Freud, "el psicoanálisis solo apor­
taría al arte una contribución subordinada a
la psicología del Ello y sus efectos sobre el
Yo. Quedarían por elucidar el más allá y el
más acá del Ello. El más allá, el trabajo del
artista, sería tributario de una psicología
del Yo, de la ciencia de la estética. El más
acá, el don, el genio, sería un más acá abso­
luto, misterioso enigma, que escaparía a to-
da ciencia". Podemos preguntarnos, en efec­
to, si hay que admitir —e incluso si Freud
mismo admitía— esta concepción ideológica
y casi teológica del artista, y si esta concep­
ción no es algo contradictoria con lo que

—102—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Freud mismo escribió sobre la contribución


del psicoanálisis a la interpretación del fe­
nómeno artístico. Sería conveniente enton­
ces desenmascarar el proceso de autocensu­
ra al cual Freud, por compromiso con la
ideología dominante, habría sometido su
propio discurso; esto nos invitaría "a leer en
(su) texto algo más diferente que lo que dice
en su, literalidad" (Sarah Kofman, op. cit.,
p. 13).

III. ¿POR QUE LA LITERATURA?

Si el trabajo del sueño sirve como mo­


delo en tanto principio de comprensión del
proceso que lleva tanto al mito, a la obra de
arte, a la religión como al texto literario, la
pregunta: "¿Por qué la literatura? ", no pue-

—103—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de menos de atraer como un eco la falsa res­


puesta: "¿Por qué no? " La literatura, en
efecto, solo constituye una de las posibles
extensiones de las que hablamos más arriba.
Pero entonces la pregunta que se plantea, y
que es fundamental, es la siguiente: ¿por
qué la literatura, más que las otras forma­
ciones psíquicas, ha servido como campo de
elección y como punto de referencia para
respaldar las hipótesis de la reflexión analí­
tica general? Las respuestas que pueden
aportarse a esta pregunta llevan a cuestio­
nar la ideología freudiana del arte. Deben
ser enfocadas en una perspectiva doble: las
relaciones del autor y el personaje literario,
y las relaciones de la obra de arte con la
realidad.

—104—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. EL AUTOR Y SU PERSONAJE

Para aclarar mejor el deslizamiento


por el cual Freud pudo pasar del plano del
personaje literario al de su creador y quizá
confundirlo vamos a citar, siguiendo a
Jean—Louis Baudry12, un texto particular-
mente revelador extraído de La Interp ret a ­
ción de los Sueños (Cap. N, 4,2), dedicado al
examen del complejo de Edipo en el personaje
de Hamlet: "El horror que debería llevarlo a la
venganza es reemplazado por remordimientos,
escrúpulos de conciencia, que le dicen que él
no es casi superior al criminal al que debe cas­
tigar. Acabo de traducir en términos conscien­
tes lo que en el alma del héroe permanece in­
consciente; si se dice, después de eso, que
Hamlet era histérico, ello no va a ser sino una
de las consecuencias de mi interpretación. La
aversión por los actos sexuales, revelada en
sus conversaciones con Ofelia, concuerda con

—105—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

este síntoma, aversión que debía apoderarse


cada vez más fuertemente del alma del poeta
en los años siguientes, hasta que pudo expre­
sarse en Timón de Atenas . El poeta no pudo
explicar en Hamlet sino sus propios senti­
mientos. Georges Brandes indica en su Sha­
kespeare (1896) que este drama fue escrito
muy poco después de la muerte del padre de
Shakespeare (1601), por lo tanto en pleno due-
lo, y podemos admitir que en ese momento las
impresiones de infancia referidas a su padre
eran particularmente vivas. Así como Hamlet
trata de las relaciones del hijo con sus padres,
Macbeth, escrito alrededor de la misma época,
tiene como tema la falta de hijos. Así como to-
dos los síntomas neuropáticos y el sueño mis-
mo pueden ser interpretados de varias mane-
ras, e incluso deben ser interpretados de ese
modo si se quiere comprenderlos, cualquier
creación poética verdadera, surgida de las
emociones del autor, va a poder tener más de

—106—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

una interpretación. He intentado aquí inter­


pretar las tendencias más profundas del alma
del poeta."
Al releer este texto capital, nos damos
cuenta de que la aversión por los actos sexua­
les va referida primero, en el espíritu de.
Freud, al personaje de Hamlet, caracterizado
como "histérico". Luego, en virtud de un desli­
zamiento sin transición, se transfiere esta
aversión del personaje imaginario al "poeta"
mismo, el cual la manifiesta igualmente en
otra obra de teatro, Timón de Atenas. De tal
modo que entendemos, después de esta lectura
de Freud, que la neurosis que está aquí en
cuestión no es la de Hamlet sino de la Shakes­
peare, dado que la vida de éste, al fin de cuen­
tas, comporta elementos susceptibles de con­
firmarla. Se adivina, cuáles son las radicales
consecuencias de este deslizamiento del perso­
naje al autor para cualquier psicoanálisis apli­
cado: partiendo de la base de esta "demostra-

—107—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ción" freudiana, la crítica literaria de inspira­


ción psicoanalítica terminará por convencerse
sin que medie en ello ninguna justificación, de
que "el análisis de un personaje de ficción y la
determinación de sus síntomas neuropáticos
coinciden de una manera natural con el análi­
sis de los síntomas del autor" (J. L. Baudry,
op. cit., p. 70). Después de Freud, no se discu­
tirá ya casi este postulado, y las más de las
veces la confusión entre el plano del autor y el
del personaje va a ser voluntaria y total. En­
tendamos que si esta confusión es voluntaria,
es precisamente porque no es sentido como con­
fusión, sino como una evidencia que podría
formularse así: "Dime a quién creas, y te diré
quién eres". Si Hamlet es neurótico, es porque
Shakespeare es histérico.

—108—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. LAS RELACIONES DE LA OBRA


CON LO REAL

Si la literatura interesa al psicoanalista,


es sobre todo porque los contenidos latentes de
los sueños más sintomáticos pueden desplegar­
se en la literatura fuera de toda censura. Se
postula entonces que en el objeto literario pue­
de circunscribirse la verdad del fantasma. Esta
comprobación posibilita otro riesgoso desliza­
miento: que la verdad del fantasma se convier­
ta en el criterio de verdad de la ficción misma.
En la medida en que Freud analice los sueños
imaginados por un novelista como si fueran
sueños reales, solo imperfectamente va a do­
minar ese deslizamiento. Es esto lo que ocurre
especialmente en el trabajo más significativo
que dedicó a la creación literaria: El delirio y
los sueños de la Gradiva de Jensen (1906). La
novela corta de Jensen, Gradiva, contaba la

—109—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

historia de un joven arqueólogo alemán, Nor­


bert Harold, el cual, fascinado por un bajorre­
lieve romano que representa a una joven que
camina, llama a esta joven Gradiva (la cami-
nante) y se deja llevar por el delirio en torno a
esa imagen hasta que. se pone en camino para
Pompeya en busca de ese fantasma. Esta cons­
trucción fantasmática se había operado, de
hecho, a partir de una compañera de infancia
que, en viaje, ella también en dirección a Pom­
peya, logra hacerse reconocer por el joven y ser
aceptada en lugar del fantasma.
En el comentario que hace sobre este
texto, Freud se pregunta por la validez de la
empresa que consiste en tratar un producto de
la imaginación como un objeto real. La natura­
leza del objetivo propuesto (mostrar la analogía
entre el trabajo del sueño real y el proceso de la
creación literaria) incita, por supuesto, a Freud
a legitimar su intento. Pero la lógica de esta
petición de principio lo lleva luego a adherir a

—110—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la idea de que la obra literaria es el reflejo de


algo real, aún cuando tenga la apariencia de
inverosímil. Desembocamos aquí en la teoría de
la mimesis, de la obra-imitación. Porque, al fin
de cuentas, hay que elegir entre estas dos op­
ciones:

● O bien la obra literaria no es la imita­


ción de algo real; y entonces ¿qué valor demos­
trativo tendrían las formaciones inconscientes
que se manifiestan en la obra, y cuál sería el
interés de sacarlas a luz para una interpreta­
ción pertinente del texto?
● O bien la obra literaria es la imitación
de algo real, y entonces esta autenticidad debe
llegar hasta a englobar las formaciones incons­
cientes que se manifiestan en ella. Si el arte no
representa la realidad, la investigación psicoa­
nalítica del objeto literario agota sus energías
en delimitar un fantasma, y el discurso inter­
pretativo no es más que un engaño. Esto es por

—111—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lo menos lo que implica el discurso de Freud


acerca de la creación artística. Y es esta convic­
ción la que le permite afirmar, siempre en la
misma obra, que el novelita sabe más acerca del
hombre que el sabio porque, en la "representa­
ción de la vida psíquica, siempre precedió al
hombre de ciencia", en la medida en que tiene
acceso directamente al conocimiento de lo real.
Es ésta una posición grávida de consecuencias,
es evidente, y cargada de ideología homocentris­
ta, pero que va a tener una posteridad abundan­
te: la mayoría de las críticas que van a tomar a
la literatura como objeto de investigación analí­
tica no van a distinguir casi la línea que separa
la verdad del fantasma y la verdad del texto.
Ahora bien: los dos conceptos son muy diferen­
tes y no se implican en absoluto uno a otro; la
verdad del fantasma es su realidad psíquica, y
es evidente que la obra literaria es una de las
manifestaciones privilegiadas en que esta reali­
dad psíquica adquiere forma y sentido. Pero la

—112—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

veracidad del texto, su verosimilitud, remiten a


otro concepto, que es el de representación, que
está a su vez íntimamente unido al concepto de
referencia. Ahora bien, sobre estos conceptos de
la teoría literaria pesa siempre, en mayor o me-
nor grado, una hipoteca ideológica, ya que el uso
ideológico de las nociones de clase, sujeto, socie­
dad, individuo, etc., lleva a hacer del objeto lite­
rario la representación de un real sociológico y/o
psicólogo. El resultado de ello es, unas veces, el
realismo socialista, otras, la visión humanista
del hombre eterno, etc. Es evidente que la su­
perposición de un concepto psicoanalítico a una
ideología no modifica fundamentalmente esta
ideología. Lo que ocurre es que la investigación
analítica de la obra literaria se basa también
ella en el concepto de representación, aun cuan­
do la representación en cuestión sea la de un
fantasma. Si hiciéramos el esfuerzo de reflexio­
nar sobre el hecho de que el fantasma mismo no
es más que la representación de algo reprimido

—113—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

más profundo, veríamos que, en la óptica freu­


diana, la obra literaria es el producto de una
cadena de representaciones que tiene su ori­
gen en una realidad psíquica incognoscible di­
rectamente y a la que sólo puede hacerse sig­
nificar a través de sus sucesivos desvíos. El
siguiente esquema puede traducir lo que que­
remos decir:

—114—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Es fácil deducir de este esquema que el


texto, en su especificidad literal, no interesa
prácticamente al analista, ya que no es más que
el eco de una verdad por descubrir, la simboliza­
ción última y varias veces diferida de un conte­
nido inconsciente pulsional. Y este real psicoso­
mático es el único pertinente para la elucidación
del sentido. Lo que confiere al texto su unicidad
y especificidad formales queda fatalmente sus­
traído al análisis. Veremos ulteriormente, al
hacer un enfoque global y totalizador del texto
literario, cómo toda una corriente de reflexión
contemporánea pudo intentar remedicar esa ca­
rencia (Véase Parte III, "El texto a la letra").

—115—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

IV. EL CIRCULO DE LAS


ANALOGIAS

Hemos llegado al momento en que se hace


necesario mostrar de qué manera la teoría freu­
diana del arte, por hipotecada que esté por una
concepción realista del objeto estético, constitu­
ye un todo coherente que permite desembocar
en una interpretación global de la cultura.

1. EL PUNTO DE VISTA Y SUS


LIMITES

Hay que recordar aquí y una vez por to-


das que toda interpretación es deudora de sus
primeros postulados. La interpretación de la
cultura remite, pues, a la tópica freudiana (cfr.
supra, p. 17), que hay que aceptar o rechazar en

—116—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

bloque. Pero recordemos que esta tópica (y esto


puede aceptarse o no) no pretende proporcionar
una explicación total de lo humano. En su libro
De llnterprétation, Essai sur Freud (Seuil, Pa­
ris, 1965), Paul Ricoeur advierte que el psicoa­
nálisis se ha prohibido proponer una "problemá­
tica de lo imaginario" (p. 158). Y añade: "Todo lo
que es `primario en análisis —proceso primario,
represión primaria, narcisismo primario, y más
tarde, masoquismo primario— lo es en un senti-
do muy diferente al de trascendental; no se tra­
ta de lo que justifica o fundamenta, sino de lo
que precede en el orden de la distorsión, del dis­
fraz ... Este primer término para el análisis no
será nunca un primero para la reflexión; lo pri­
mario no es fundamento. Es por esta razón que
no hay que pedir al psicoanálisis que resuelva
cuestiones de origen radical, ni en el orden de la
realidad, ni en el orden del valor':;(p.158).
Las consecuencias 'son claramente visi­
bles en lo que hace a una extensión de la inter-

—117—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pretación psicoanalítica a la cultura; si aplica­


mos al modelo psicoanalítico al objeto cultural
(literario), no vamos a pretender de ninguna
manera imponer una explicación total de la
obra: el objeto cultural que ella constituye va a
ser tratado como la representación más o menos
alejada de un lugar diferente que es al mismo
tiempo un primero, pero en el orden de la crono­
logía y no de la trascendencia.

2. EL METODO Y SUS IMPOSICIONES


ESPECIFICAS

Mientras que la perspectiva de la inter­


pretación está limitada por las premisas coerci­
tivas de la tópica freudiana, el método, en cam-
bio, presenta diferencias considerables con la
cura clásica. El crítico que toma en considera­
ción una obra literaria dispone de un material

—118—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fijo, intangible, un producto finito 13 y no suscep-


tible de evolución, que no admite ya retrocesos o
nuevas formulaciones. Estamos lejos, en este
caso, de las asociaciones libres que el paciente
propone al analista durante la cura. Aunque el
crítico recoja informaciones de orden biográfico
acerca del autor, es necesario observar, sin em­
bargo, que el valor de estos datos es muy rela­
tivo. La significación de estos datos no es ma­
yor ni menor —es decir, que es muy escasa—
que la que podrían tener hechos que le fueran
eventualmente referidos al analista por terce­
ros durante la cura del paciente. Como dice Ja­
nine Chasseguet-Smirgel14, "la interpretación
(psicoanalítica de la obra literaria) tiende a po­
ner por la fuerza al autor en el diván y a utili­
zar el método analítico clásico en una situación
que no es la del análisis" (p. 50).

—119—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. LA CADENA DE LAS ANALOGIAS

Pusimos en evidencia en la primera par­


te (cfr. supra p. 32) el lugar eminente que ocu­
pan los mecanismos del sueño entre los "ins­
trumentos del análisis". El estudio del trabajo
del sueño es el que permite, precisamente, an­
ticipar el postulado de que todo sueño tiene un
sentido, y de que este sentido que debe ser des­
cifrado se disimula en la represión del deseo.
La coherencia de la interpretación freudiana de
la cultura consiste en generalizar el modelo
onírico primario a todas las formaciones cultu­
rales. Es éste también un principio de base que
se puede aceptar o rechazar. Pero si lo acepta­
mos, es preciso aceptar también sus consecuen­
cias. Se sabe que el sueño, según las palabras
mismas de Freud, corresponde a una "realiza­
ción de deseos" (Wunscherfüllung). Esto equi­
vale a decir que en la óptica freudiana todas las
formaciones culturales, ya se trate de las reli-

—120—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

giones o los mitos, de los objetos artísticos o las


obras literarias, van a ser "realizaciones de de­
seos", es decir, para decirlo de otro modo, las
expresiones disfrazadas de deseos reprimidos.
La obra literaria, y como ella, todo objeto cultu­
ral, se inscribe entonces, necesariamente, en
este vasto círculo de las analogías percibidas a
partir del modelo onírico primario. Si esto es
cierto, la obra literaria puede comprenderse
perfectamente dentro de los límites de la pri­
mera tópica freudiana (cfr. supra, p. 17), ya que
es el último accidente de un real psicosomático
primero en que se despliega la pulsión. Pero
también tiene su lugar en la segunda tópica
(cfr. supra, p. 18), porque pone en juego roles
(el Yo, el Superyó, el Ello) "que son los roles de
una libido en situación de cultura" (P. Ricoeur,
op. cit., p. 160). Por último, si aceptamos admi­
tir, en una perspectiva también amplia, que el
objeto estético (con inclusión del objeto litera-
rio) se presenta como una de las respuestas po-

—121—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sibles de Eros a la pulsión de Muerte (cfr. su­


pra, p. 22), veremos hasta qué punto la inter­
pretación psicoanalítica de la cultura no consti­
tuye un simple añadido anexo a la teoría prin­
cipal, sino que desempeña dentro de ésta, por el
contrario, una función absolutamente necesaria
y fundamental.
Sin embargo, queda todavía una reserva
por formular; ésta no debe, de ninguna manera,
esterilizar todo esfuerzo interpretativo, sino
que debe inscribirse en el trasfondo teórico de
cualquier psicoanálisis aplicado a la estética.
Nadie mejor que Paul Ricoeur ha sabido formu­
larla: "¿Hasta qué punto puede el psicoanálisis
justificar el someter por igual al punto de vista
unitario de una economía de la pulsión la obra
de arte, que es, como se lo ha dicho, una crea­
ción durable de nuestras vidas diurnas, y el
sueño, que es, como se sabe, un producto fugiti­
vo y estéril de nuestras noches? Sí la obra de ar-
te dura y permanece ¿no es acaso porque enri-

—122—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

quece con nuevas significaciones el patrimonio


de valores de una cultura? " (op. cit., p. 175) .

LECTURAS COMPLEMENTARIAS

A. Los Trabajos de Freud

Nos limitaremos a comentar a continuación los


textos de Freud relativos a la creación artística
disponibles en traducción francesa o castellana,
adoptando el orden cronológico de su publicación
original.
1. Le mot d'esprit et ses rapports avec
1'inconscient, 1905 (Colección "Les Essais", Gal­
limard). Versión castellana: El chiste y su rela­
ción con el inconsciente, in Obras Completas, Vol.
1, Biblioteca Nueva, Madrid, 1967, p. 825 y ss.15.0
en Alianza Editorial, Libro de Bolsillo N° 162,
Madrid, 1968.

—123—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

No hay que buscar en este texto una interpreta­


ción global de la obra de arte o de la creación lite­
raria, sino simplemente el análisis profundo de
un efecto p articular d e l placer, el que proporciona
el Witz (chiste) y que culmina en la descarga de la
risa. Enfocado en esta perspectiva, el chiste se
presenta como un compromiso entre una descarga
pulsional y una represión.
Para explicar este efecto de placer, Freud tiene en
cuenta esencialmente dos órdenes de factores:
● Factores técnicos, que son los mismos que los

del trabajo del sueño, que están centrados en la

condensación, el desplazamiento, la representa­

ción por el contrario, la vinculación insólita entre

ideas dispares, las asociaciones ilógicas, etc.

● Factores tendenciales, que revelan, ca y agresi­

va.

Freud se ve llevado, a lo largo de su puramente

técnico vehiculado por el fundo e instintivo que el

chiste hace libidinal.

En el origen del chiste, una pulsión eróti ensayo,

a distinguir el placer superficial y uso normal del

—124—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

discurso y el placer proaflorar concomitantemente


a la descarga
2. Délire et réves dans la Gradíva de Jensen,
1906 (Colección "Les Essais", Gallimard). Versión
castellana: El delirio y los sueños en la "Gradíva"
de Jensen, in Obras Completas, Biblioteca Nueva,
Madrid, Vol. 1, 1967, p. 585—629. Alianza Edito­
rial, Libro de Bolsillo N° 475, Madrid, 1978.
Comentamos ya en p. 34 de este libro el interés
que presenta este texto, ya que Freud expone en
él su teoría de la represión y utiliza la novela de
Jensen como contra—prueba de su primera tópi­
ca consciente—preconsciente—in consciente, po­
niendo de relieve la relación que existe entre los
dos términos técnicos de inconsciente y represión:
"Inconsciente es el concepto más general, repre­
sión el más particular. Todo lo que se reprime es
inconsciente pero no podemos afirmar que todo
lo que es inconsciente se haya reprimido" (citado
por Anne Clancier, in Psychanalyse et critique
littéraire, Privat, 1972. p. 32).
En este texto, Freud opera un doble deslizamien­
to: por una parte, el que va del personaje ficticio

—125—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

al personaje real, y por otra, del personaje real


al autor. Según Sarah Kofman (L'enfance de l'art,
Payot, 1970), Freud postula en El delirio y los
sueños... que "la obra engendra a su padre, por­
que los personajes deben comprenderse como los
dobles de aquél, como la proyección de sus fan­
tasmas y de sus ideales. Pero el escritor ignora
esa relación, así como ignora que describe "en
verdad" los procesos psíquicos. Aunque Jensen
haya puesto como título de su ensayo: Fantasía,
más le hubiera cabido el de Estudio psiquiátrico.
Sin embargo, más que un saber sobre los proce­
sos psíquicos, el artista tendría de ellos una in­
tuición adivinatoria" (p. 61). En efecto, si bien el
artista tiene un conocimiento superior al de la
psicología tradicional o la psiquiatría, si bien
puede servir, por lo tanto, como garante de la
teoría psicoanalítica, sólo describe los comporta­
mientos, no los interpreta. No hace, por lo tanto,
obra de ciencia. Actúa como si supiera las mis-
mas cosas. ¿Pero entonces se trata de un verda­
dero saber o de un "juego de saber"? Esta pre­
gunta plantea el problema del valor de verdad

—126—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que contiene ese saber. Sarah Kofman advierte


que este tipo de conocimiento "es el privilegio de
los poetas, de los hombres primitivos, de algunos
enfermos y de los supersticiosos. Se trata de un
conocimiento que no se da en ningún caso como
tal sino de un modo indirecto, proyectado en
obras de arte, mitos, o delirios paranoicos; se da
siempre deformado y desplazado desde adentro
hacia afuera" (op. cit., p. 68).
3. La création littéraire et le réve éveillé, 1908
(publicado en Essais de psychanalyse appliquée,
col. "Les Essais", Gallimard, p. 69—81). Versión
castellana: "El poeta y la fantasía", in Freud,
Psicoanálisis aplicado y técnica psicoanalítica, Li­
bro de Bolsillo N° 359, Alianza Editorial, Ma­
drid, 1979. El título francés no traduce fielmente
al título alemán, Der Dichter and das'Phantasíe­
ren. Anne Clancier propone que se lo reemplace
por Le poéte et la réverie, y Sarah Kofman por el
de Le poéte et l'Imagination.
Para Paul Ricoeur (De l'interprétation, p. 167),
"este pequeño ensayo, de apariencia insignifican­
te, ilustra a la perfección el enfoque indirecto del

—127—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fenómeno estético, por medio de un hábil cotejo


progresivo". En efecto, Freud señala en este tex-
to la necesaria vinculación que mantiene la acti­
vidad poética con el juego, el fantasma y el sueño
diurno. El poeta es como el niño que juega, por­
que se crea un mundo imaginario que él toma en
serio. Ahora bien, el adulto reemplaza el juego
infantil por la fantasía que consiste en crearse
sustitutos para jugar con ellos, en una especie de
sueño. La poesía, por lo tanto, es un sueño diur­
no. La novela popular es la que proporciona a
Freud la transición entre el poema y el sueño, ya
que en ella se encuentran —comprueba Freud—
los mismos temas que en los fantasmas de ado­
lescentes (un héroe invencible, "su majestad el
Yo", una oposición simplista entre los buenos y
los malos, etc.). De este modo, "Freud traza ad­
mirablemente el camino más corto que liga los
dos extremos de la cadena de lo fantástico, que
son el sueño y la poesía; tanto el uno como la
otra son víctimas de un mismo destino, el desti­
no del hombre descontento, insatisfecho" (P. Ri-
coeur, op. cit., p. 167).

—128—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Sin embargo, hay que precaverse de asimilar pu­


ra y simplemente el sueño y la poesía; en primer
lugar, porque la analogía pasa por el juego, que es
un control de la ausencia, y en segundo lugar
porque el sueño diurno, contrariamente al sueño
nocturno que traduce el fantasma inconsciente,
"tiene el poder de integrar entre sí el presente de
la impresión actual, el pasado de la infancia y el
futuro de la realización del proyecto" (P. Ricoeur,
op. cit. p. 168).
Queda por comprender porqué el lector logra ob­
tener placer en producciones literarias que, bajo
múltiples formas, representan siempre, en mayor
o menor grado, las manifestaciones del "yo" de
otro, totalmente egocéntrico. Freud explica este
efecto placentero de la manera siguiente: "El es­
critor modera el carácter egoísta de su sueño
diurno por medio de cambios y máscaras; nos se­
duce con un beneficio de placer puramente for­
mal, es decir, con un beneficio de placer estético
que nos ofrece en la representación de sus fan­
tasmas. Se llama prima de seducción o placer pre­
liminar a ese beneficio de placer que se nos ofrece

—129—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a fin de permitir la liberación de un placer supe­


rior que emana de fuentes psíquicas mucho más
profundas. Todo el placer estético que produce en
nosotros el creador presenta este carácter de pla­
cer preliminar, pero el verdadero goce de la obra
literaria proviene de que nuestra alma se siente
aliviada, al contacto con la obra, de ciertas ten­
siones". Habíamos visto que en la producción del
chiste el placer superficial de jugar con las pala­
bras dejaba en libertad a un placer instintivo pro­
fundo ligado a la descarga pulsional. Con estos
dos textos, la reflexión de Freud sobre el placer
estético adquiere toda su coherencia.
4. L e thém e d e s tr oi s coffr ets , 1913 (publicado en
Essais d e Psychanalyse app l iquée, Col. "Les Es-
sais", Gallimard). Versión castellana: "El tema de
la elección de cofrecillo", in Ob r a s Co mp l e ta s,
Vol. 11, Madrid, Biblioteca Nueva, 1967, p.
1063—1969; o en Alianza Editorial, Libro de Bol­
sillo N, 359, Madrid, 1979.
Este artículo ocupa un lugar fundamental entre
los escritos estéticos de Freud. Según los térmi­
nos de Jeffrey Mehlman, anuncia una especie de

—130—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"solución al callejón sin salida" donde la crítica


psicoanalítica corría el riesgo de permanecer
atrapada en tanto se abocara a "hacer del texto el
reflejo de una configuración sintomática o dia­
gnóstica de acuerdo a la ideología del analista"
("Entre psychanalyse et psychocritique, Poétique,
N° 3, p. 368).
En El tema de la el ecci ón d e cofr ecillo, Freud
analiza uno de los motivos del drama de Shakes­
peare, El Mercader de V e necia; como se sabe, el
padre de la bella Portia somete la obtención de la
mano de su hija a una curiosa condición: obliga a
los pretendientes a elegir entre uno de los tres
cofres, uno de oro, el otro de plata y el tercero de
plomo. Aquel que elija el cofre de plomo será el
favorecido, ya que este cofre contiene, a diferencia
de los otros, el retrato de la muchacha. El joven
Bassanio es el que resulta ganador de la prueba
pero, al parecer, después de su elección no puede
explicar sino con suma confusión el haber prefe­
rido el plomo a los otros dos metales más nobles.
Esta confusión es la que resulta problemática pa-

—131—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ra Freud, que va a dedicarse a explicar este sen­


timiento de malestar.
A partir de este punto, Freud insinúa un cambio
de perspectiva crítica respecto de sus escritos
precedentes, porque en vez de darse por satisfe­
cho remontándose desde lo manifiesto hasta lo
latente del discurso de Bassanio, practica una su­
perposición de textos examinando otras obras de
Shakespeare, especialmente El rey Lear, en las
cuales cree detectar el mismo motivo. Amplía lue­
go su horizonte de análisis, y considera algunas
de las manifestaciones del mismo tema en la lite­
ratura universal, como por ejemplo el pastor Pa­
ris que elige a la tercera diosa, Psiqué y sus dos
hermanas mayores, Cenicienta elegida por el
príncipe y preferida a sus dos hermanas. Llega en­
tonces a inferir los rasgos pertinentes comunes a
todos los objetos elegidos; estos rasgos estaban pre­
sentes en el plomo del tercer cofre: la palidez, el
mutismo. Ahora bien: en la mayoría de los sueños
estos rasgos son simbolizaciones de la muerte.
Freud deduce de ello que el cofre de plomo, así como
las terceras hermanas de los cuentos, la tercera

—132—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Parca o la tercera Gracia, son un símbolo de la


muerte. Muy frecuentemente, el efecto fantasmáti­
co del deseo es transformar la realidad en su con­
trario. El símbolo de la muerte, en función de una
extraña fascinación, se revela aquí como siendo el
más deseable. Por medio de este enfoque pluritex­
tual, Freud reconstruyó un mito inconsciente, ex­
pandido en toda la literatura, y que constituye una
de las mayores obsesiones de la psique, y que es el
carácter ineluctable de la muerte. Pero vemos que,
si pasamos de lo latente a lo manifiesto, se opera
una inversión total: la sumisión a la muerte (laten-
te) cedió su lugar a la elección de la Belleza (mani­
fiesta).
5. Quelques types de carac téres dégagés par la
psychanalyse, 1915 (publicado en Essais de psy­
chanalyse appliqués, Col. "Les Essais", Galli­
mard). Versión castellana: "Varios tipos de carácter
descubiertos en la labor psicoanalítica", in Obras
Completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca Nueva,
1967, p. 1082—1083.
En este artículo, Freud describe tres tipos de com­
portamientos nueróticos y coteja luego los resulta-

—133—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dos de sus afirmaciones con algunos héroes litera-


rios.
Entre los otros escritos estéticos de Freud que no
conciernen directamente a la literatura, citaremos:
1. Un Souvenir d'Enfance de Léonard de Vinci,
1910 (Col. "Les Essais", Gallimard). Versión caste­
llana: "Un Recuerdo infantil de Leonardo da Vinei",
in Obras Completas, Vol. II, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1957, pp. 457—495. También: Freud, Psi­
coanálisis del Arte, Alianza Editorial, Libro de
Bolsillo N° 224, Madrid, 1976. Remitimos al lector
al excelente comentario de Paul Ricoeur (De l'in-
terprétatio n, p. 171—175), a l'En fance de l'art, de
Sarah Kofman (p. 221225) y a Freud, de O Manno­
ni (p. 139—141).
2. Le Mosée de Michel—Ange, 1914 (publicado en
Essais de psychanalyse appliquée, Col. "Les Es-
sais", Gallimard). Versión castellana: "El Moisés de
Miguel Angel", in Obras Completas, Vol. II, Ma­
drid, Biblioteca Cueva, 1967, p. 1069—1082. Tam­
bién en volumen citado (No 224) de Alianza Edito­
rial.

—134—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Consúltese Paul Ricoeur (op. cit., p. 170—171), Sa­


rah Kofman (op. cit., p. 20—22, 28—30, 127—129)
y O. Mannoni (op. cit., p. 124—125).

B. Después de Freud

Nos limitaremos en este punto a consignar algunos


títulos de obras francesas de fácil acceso y que po­
drán prolongar la reflexión del lector sobre los pro­
blemas del psicoanálisis aplicado a la literatura:
Baudry, Jean—Louis, "Freud et la création litté­
raire", Tel Quel, 1968, p. 63—85. Versión castella­
na: Redacción de Tel Quel, Teoría de Conjunto,
Seix—Barral, Ensayo, Barcelona, 1971, p. 177—
206.
En este artículo importante, se demuestra que la
concepción freudiana del arte, dominada por el con­
cepto de representación, revela la pertenencia de
Freud a una época y a una clase. Esta sumisión a la
ideología tuvo como consecuencia que Freud y sus

—135—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

discípulos no hayan podido considerar en su especi­


ficidad el fenómeno de la escritura.
Chasseguet—Smirgel, Janine, Pour une psycha­
nalyse de fart et de la créativité, Paris, Payot,
1971.
Después de examinar —y recusar— las resisten­
cias a la aplicación del psicoanálisis fuera del
campo terapéutico, la autora critica algunas faci­
lidades del método llamado biográfico, que se ba-
sa en un sistema de referencias extraído de la vi­
da del autor para interpretar sus obras. El ana­
lista debe aplicarse, por el contrario, a practicar
una suerte de análisis inmanente de la obra, sin
olvidar que esa obra no es solamente un conteni­
do sino una forma específica. Para ilustrar este
método, J. Chasseguet—Smirgel propone un aná­
lisis de la película de Alain Resnais y Alain Rob-
be—Grillet, El año pasado en Alarienbad, y un
análisis de la novela de Patrick Modíano, La pla-
ce de l'Etoile.
Clancier, Anne, Psychanalyse et critique litté­
raire, Privat, 1973. La primera parte de esta obra
constituye un útil resumen del aporte freudiano a

—136—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la estética (p. 29—39). La autora insiste en la


complementariedad de los textos de Freud, ya que
si se hace con ellos un conjunto se llega a la ela­
boración de una verdadera psicología del autor
(como individuo), de la creación (y de sus relacio­
nes con el inconsciente), de la lectura (concebida
como desciframiento de lo latente debajo de lo
manifiesto), del lector (y de su placer), de los sím­
bolos que las obras transmiten, del héroe literario
y de los géneros.
Dracoulidés, Nicolas, "La créatívíté de l'artiste
psychanalysé", in Entretiens sur l 'art et la
psychanalyse, bajo la dirección de A. Berge, A.
Clancier, P. Ricoeur y L. H. Rubtnstein, Mouton,
1968, p. 156—166.
En este artículo se sostienen tres postulados: que
el sufrimiento psíquico estimula la creación artís­
tica, que la creación artística produce un efecto
catártico, que el psicoanálisis perjudica la creati­
vidad del artista.
Dracoulidés, Nicolas, Psychanalyse de l artiste et
de son oeuvre, Ed. du MontBlanc, 1953.

—137—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Kofman, Sarah, L'enfance de Part, Paris, Payot,


1970.
Esta obra estimulante propone una "lectura sin­
tomática" del corpus freudiano e intenta descifrar
este corpus como un compromiso, es decir,
haciéndole decir más que lo que dice literalmente.
Según la autora, Freud está encerrado en una
ideología tradicional del arte, y su actitud respec­
to del artista reitera la de cualquier niño respecto
de su padre: "A un período de fascinación en que
la obra de arte sirve como modelo de comprensión
de los fenómenos psíquicos inconscientes, sucede
el momento del asesinato, es decir, el momento en
que la obra puede ser tratada como un síntoma.
Lo "sublime" obedece a las mismas leyes que lo
patológico. Es entonces que Freud descubre, de­
trás del favorito de los dioses, al niño y luego al
neurótico."
Ricoeur, Paul, De l'Interprétation, Essaí sur
Freud, Paris, Seuil, 1965. Versión castellana:
Freud, una interpretación de la cultura, Siglo
XXI, México, 1978.

—138—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Dentro de esta suma hermenéutica, recomenda­


mos sobre todo la segunda parte de esta última
obra, "L'interprétation de la culture", p. 157—
177, porque se ajusta a los objetivos que nos fija­
mos en esta obra.
Ricoeur, Paul, La psychanalyse et le mou vement
de la culture contemporaine, in "traité de psycha­
nalyse", Tomo I, cap. 6, PUF, 1965.
Revista Euro pe, número especial sobre Freud,
marzo de 1973; véase especialmente los artículos
de Roger Laporte: Freud et la question de fart y
de Bernard Mérigot: Freud et la critique littérai­
re.

—139—

2. LA CREACION LITERARIA Y
SUS RELACIONES CON EL
INCONSCIENTE

Hemos indicado, en el capítulo anterior,


cómo los primeros textos de Freud sobre los
procesos de la creación literaria anticipan el
postulado de la homología funcional entre el
trabajo del sueño y la elaboración de la obra de
arte. Hemos explicado cuál era el interés de es-
ta propuesta y cuáles eran sus presupuestos
ideológicos, hemos indicado también sus lími­
tes, que coinciden con los que sugirió el mismo
Freud al limitar la homología del sueño y la
obra de arte a una simple homología entre dos
tipos de trabajos, el trabajo del sueño y el tra­
bajo de la escritura. Pero, cualquiera sea su in­
terés, hay que tener en cuenta que este psicoa­
nálisis aplicado concierne sobre todo al segundo
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

momento de la creación estética, es decir, al


momento preciso en que la escritura realiza
materialmente el cumplimiento fantasmático
del deseo, y que podríamos llamar, en términos
más tradicionales, la "composición" de la obra.
Si nos atenemos, en efecto, a los textos mismos
de Freud sobre la creación artística, nos con­
vencemos de que el método psicoanalítico no
toma ingerencia, voluntariamente, en dos ele­
mentos esenciales de la creación literaria: por
una parte, en el trabajo puramente formal del
escritor, en lo que este trabajo presenta como
profundamente específico en relación al de otro
escritor u otra obra, y por otra parte, en lo que
la crítica tradicional llama el "don" o el "genio".
Sin embargo, los progresivos refinamientos
operados a partir de los postulados freudianos
por la teoría psicoanalítica han hecho que ésta
no se niegue ya a remontarse más allá de ese
momento de la escritura, y que, por el contra-
rio, trate de circunscribir las premisas mismas

—141—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del acto creador y de exponer los mecanismos


que hacen de este acto un acto operatorio. An­
tes de hacer mención de algunos de estos inten­
tos, y para poner aún más de relieve la origina­
lidad de ellos, vamos a pasar en revista breve-
mente algunos de los problemas que el proceso
de la creación literaria planteaba a la crítica
tradicional.

I. CREACION LITERARIA Y
CRITICA TRADICIONAL

Al mismo tiempo que, en Critique et vé­


rité16 , Roland Barthes recordaba que "el vero­
símil crítico en 1965" implicaba "hablar de un
libro con objetividad, gusto y claridad", mar­
caba la repugnancia de la crítica tradicional

—142—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(universitaria) en aceptar que la obra de arte


fuera algo diferente de "esa especificidad pu­
ramente estética que es necesario defender"
contra esos "otros lugares indignos que son...
los bajos fondos de la psique(p. 37). Barthes
denunciaba esta reivindicación ingenua de la
"obra pura", sustraída así misteriosamente a
todo "contubernio con el deseo" así como a
cualquier interpretación ampliamente simbóli­
ca que pudiera abrir el campo a la pluralidad
de las significaciones.
Desde que se aborda el problema de la
creación literaria, nos encontramos, evidente­
mente, con esta resistencia al psicoanálisis. La
cuestión central es aquí la del "yo". Pero, ¿de
qué "yo" se trata? De hecho, y cualquiera sea el
lugar de inscripción de la obra estudiada en
una tipología de las formas artísticas —es de­
cir, ya se trate de arte subjetivo y personal o de
arte objetivo e impersonal— se trata siempre
de un "yo" consciente y lúcido, que el escritor

—143—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

domina perfectamente, ya sea para expresarlo


en forma directa o indirecta, ya sea para censu­
rarlo en beneficio de un real reconstituido a
partir del pasado o construido a partir del pre-
sente. Partiendo de este postulado de la clara
conciencia de sí, la crítica tradicional propone
una tipología de los géneros: la poesía lírica, la
novela autobiográfica, la novela naturalista, la
poesía del Arte por el Arte, etc., no sin señalar,
sin embargo, el carácter demasiado rígido o sis­
temático de estas clasificaciones en la medida
en que, por ejemplo, la ausencia del escritor de
su obra o su impasibilidad corresponden a
perspectivas algo hipotéticas. Se ve que se
apunta aquí, esencialmente, a las relaciones de
la vida del escritor con la creación de la obra y
no al proceso de la creación literaria: se anali­
zan los efectos de la "expresión" o la "no—
expresión" del "yo" en la obra, no los procesos
inconscientes o preconscientes que pudieron
llevar al "yo" a expresarse o censurarse.

—144—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

No vamos a pretender aquí que este as­


pecto de la crítica sea totalmente inútil o des­
provisto de interés, ya que, cuando se limita a
estudiar las manifestaciones visibles del senti-
do en la simbólica del lenguaje tomado literal-
mente, la crítica tradicional maneja un amplio
campo prospectivo donde se enfrenta a muchos
problemas que atañen a los deseos declarados
y proclamados del escritor respecto de su crea­
ción. Y cuando esta crítica se topa con esta fra-
se de Paul Valéry: "la verdadera condición de
un verdadero poeta reside en aquello que difie­
re por completo del estado del sueño" (Variété
I, p. 56), puede entonces con toda legitimidad
sostener una densa discusión sobre el trabajo
poético. Esta discusión no va a tomar en cuenta
los arcanos de ese trabajo, sino que va a intere­
sarse de manera prioritaria por ese movimiento
creador consciente y lúcido que, a partir de las
premisas ocultadas, culmina en la formalización
de la sustancia del lenguaje. Pero, ya sea que la

—145—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

discusión gire en torno a la naturaleza de la


inspiración (espontaneidad o trabajo, sumisión a
reglas o deseó de liberación) o a su resultado
tangible (promoción de tipos literarios, creación
de un "estilo" o un "universo"), mantendrá
siempre el postulado de que la conciencia inme­
diata y solo ella dirige el juego, tanto en el ori­
gen de la producción literaria (punto de vista del
autor) como en su término final (punto de vista
del destinatario), y no habrá nada que descifrar
o interpretar que no se base en "las certezas del
lenguaje, las implicaciones de la coherencia psi­
cológica, los imperativos de la estructura de gé­
nero" (R. Picard, Nouvelle critique ou nouvelle
imposture, J. J. Pauvert, 1965, p. 69). Sin em­
bargo, Proust se abría a corrientes más sutiles,
cuando escribía: "Lo único que viene de nosotros
mismos es lo que extraemos de la oscuridad que
hay en nosotros y que los otros no conocen". Y
añadía: "Yo había terminado por pensar que de
ninguna manera somos libres ante la obra de

—146—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

arte, que no la hacemos a nuestra voluntad, sino


que, ya que preexiste a nosotros y es, además,
necesaria y oculta, debemos, como haríamos con
una ley de la naturaleza, descubrirla" (A la Re­
cherche du Temps perdu. La Pléiade, Tomo III,
p. 880). El psicoanálisis aplicado a la creación
literaria va a dirigir su atención precisamente
hacia ese estado latente de la obra, no en contra
de una crítica tradicional sino de otra manera y
en otro lugar.

—147—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. CREACION Y PSIQUE

1. CREACION Y REPRESENTACION

La diferencia entre el artista-creador y


los demás no es una diferencia originaria o de
esencia, sino que reside en un tratamiento dife­
rente al cual se somete el material fantasmáti­
co. Entendamos por ello que el artista tanto co­
mo el sujeto "común", desde que abandonan el
estadio narcisista primario, están sometidos por
igual a pulsiones en busca de objetos. Existe,
por lo tanto, una situación de trauma, de la cual
el sujeto tratará de liberarse estableciendo un
proceso de representación. No es el mundo real
el que va ser representado, por supuesto, sino la
situación conflictiva en que se encuentra el suje­
to, que intenta, por medio de esta representa­
ción, volver a encontrar la unidad del "Yo" per-

—148—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dido por el juego de las pulsiones. Va a volverse


hacia su pasado narcisista para intentar recrear
esa síntesis personal constantemente puesta en
peligro. La representación va a ser acompañada
por una producción de imágenes y formas, y el
resultado más favorable de ese proceso va a con­
sistir en el dominio de las pulsiones y la neutra­
lización de las tensiones que eran consecuencia
de aquéllas.

2. EL "PRIVILEGIO" DEL CREADOR

Es así que, partiendo de una situación


conflictiva idéntica en su esquema psicológico
para todos los sujetos, va a esbozarse una pri­
mera división entre el escritor y los otros. La
teoría psicoanalítica postula que el artista es
ese ser "privilegiado" cuya naturaleza particu­
larmente sensible y receptiva le impide resol­
ver inmediatamente los conflictos y las tensio-

—149—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nes nacidas del ejercicio de las pulsiones. Privi­


legio problemático, se dirá, puesto que empieza
por arrojar al futuro creador en un trauma su­
plementario, mientras que el sujeto común, por
tener una sensiblidad menos viva, va a tener
tendencia a bloquear el despliegue fantasmáti­
co y a normalizar el proceso de representación.
Y sin embargo es un privilegio, al menos para
los otros, ya que a partir de una situación
traumática vivida eminentemente como una
drama, el artista va a emprender un proceso de
representación escalonado que va a culminar en
Salammbó o en los Cantos de Maldoror. En
efecto, en un primer tiempo, la representación
de las imágenes y los fantasmas ligados a las
pulsiones es totalmente abundante y anárqui­
ca. Se impone una regulación, so pena de que el
Yo se disperse o estalle. De allí deriva el co­
mienzo del segundo tiempo, en el cual aquel
que no es un creador pero que se encuentra en
vías de serlo alguna vez, va a esforzarse por

—150—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desviar hacia otro lugar la actividad fantasmá­


tica inicial para utilizarla, en definitiva, como
función sublimada de síntesis del "Yo".

3. CREACION Y AUTODESTINO

Se sobreentiende que el proceso general


que hemos descripto más arriba no corresponde
en modo alguno a una voluntad consciente del
artista. Esto equivaldría a hacer de esta opera­
ción la manifestación voluntaria de un instinto
de conservación que llevaría deliberadamente
al creador a transponer sus propios fantasmas
interponiendo técnicas expresivas con el fin de
evitar que el "Yo" se diluya y se pierda en el
movimiento de las representaciones. Hay que
evitar, en este campo, toda interpretación vo­
luntarista que surgiría de una sobreestimación
ingenua de los poderes del creador y que acaba­
ría por olvidar que la posibilidad de crear o no

—151—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

crear no puede resultar de una libre decisión


del espíritu humano.
Tampoco hay que considerar como una
intención voluntaria la necesidad, vital para el
escritor, de "salir de sí mismo" para dirigirse a
un destinatario. La crítica tradicional habla, en
este sentido, de la "finalidad" de la obra y la si­
túa, en parte, en la necesidad que experimenta
el escritor de dirigirse a un público. Puede tra­
tarse del "hipócrita lector", del "semejante" o
del "hermano" 17, de la posteridad o de lo que se
quiera. No puede negarse, ciertamente, que el
público pueda desempeñar un papel en la crea­
ción literaria, pero no en este momento de los
orígenes en que nos situamos aquí, y que es la
etapa de la pretransposición en la simbólica
del lenguaje. Si el público interviene, lo hará
más tarde, en el momento del trabajo de escri­
tura propiamente dicho. Y debe entenderse es-
ta intervención como una intención de agra-
dar, la cual representa para el artista la con-

—152—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dición existencial para olvidar cierta compla­


cencia narcisista.
La teoría psicoanalítica prefiere situar
esta destinatario primero del texto no en una
exterioridad hipotética y falsamente referen­
cial, sino en el fuero más íntimo del escritor
mismo y en una nueva proyección de lo imagi­
nario. La elaboración del destinatario es, en
un primer tiempo, el resultado de un proceso
de identificación que va a hacer de esta figura
interna el equivalente fantasmático del padre
y a la vez del hijo; entiéndase que este desti­
natario imaginario participa, por un lado, de
los atributos y las cualidades que el sujeto pro­
yecta sobre el padre real, y por otro lado, fue
creado por el sujeto mismo de acuerdo á una
filiación fantasmática. En esta perspectiva
puramente genética —y no estructural, como
puede verse— el texto futuro será el hijo que
el escritor va a dedicar a ese padre sublimado.
De hecho, la situación no va a permanecer tan

—153—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cer tan meramente "triangular", porque en un


segundo tiempo, y en virtud de una especie de
retorno a un investimiento narcisista de la li­
bido, el escritor va a identificarse con el desti­
natario interno. Sería el caso de hablar, aquí,
del escritor y de su doble fantasmático. Sólo
después de ese momento capital de la última
identificación y de su logro podrá comenzar
realmente, con perspectivas probables de éxi­
to, el trabajo específicamente material de la
creación literaria, la organización formal. El
escritor, en efecto, habrá roto entonces lo sufi­
ciente con el mundo exterior como para no es-
tar ya sometido intensamente a las pulsiones y
relaciones objetales que ese mundo suscita,
pudiendo crear de ese modo una especie de
universo personal desreferencializado. Pero
también, al haber eliminado fantasmática­
mente al padre real, reemplazado ahora por el
destinatario imaginario, habrá concluistado

—154—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

frente a sí mismo el derecho de crear sus pro­


pias obras.

4. CREACION, IDENTIFICACION,
SUBLIMACION

La exposición que acabamos de hacer


nos ha permitido comprender el papel esencial
que desempeñan los procesos de identificación
en la génesis del acto creador. No hay nada,
por otra parte, que nos impida flexibilizar ese
esquema. Pueden situarse, por ejemplo, en un
estadio intermedio entre el fantasma y el acto
creador toda una serie de identificaciones se­
cundarias con otros artistas. Es el caso de Víc­
tor Hugo cuando exclama, por ejemplo: "¡Quie­
ro ser Chateaubriand o nada! " En este caso, el
escritor sustituye el padre real por un maestro
digno de ser imitado y al que luego va a su-

—155—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

perar. Es más que probable, en efecto, que to-


da obra plenamente asumida pase por el ase­
sinato simbólico del padre real y por su reem­
plazo por una figura espiritual cuya obra per­
sonal (la de Chateaubriand para el joven
Hugo, por ejemplo) constituya un objeto de
identificación secundaria. La función de los
mecanismos de identificación es la de permitir
que el futuro creador se libere de la libido nar­
cisista oral y utilice el pene simbólico que re­
presenta la obra—modelo para forjar su propia
obra. Se trata, específicamente, de ese deseo,
reconocido hace ya tiempo por los psicoanalis­
tas, de tener un hijo del padre. En esta pers­
pectiva, la creación literaria representa la
sublimación de este deseo. El escritor es ese
ser que ha sabido superar el estadio oral del
encierro en la madre (en el cual se complace el
narcisista) para producir una obra, en relación
con la cual es al mismo tiempo madre, padre e
hijo. Madre, porque ha realizado su deseo de

—156—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tener un hijo del padre; padre, porque es, efec­


tivamente, autor de su obra; hijo, en la medi­
da en que la creación de la obra le permite na­
cer por segunda vez. Todos, también en este
plano, somos hijos de nuestras obras.
De esta manera, originada en bases pul­
sionales y por lo tanto sexuales, de la libido, la
creación literaria con donde a una verdadera
empresa de desexualización. El escritor
"ideal", por así ir, sería aquel que, al mismo
tiempo que ha integrado exitosamente los me­
cha linos pulsionales primarios en la identifi­
cación del Yo, ha logrado asimismo creas vín­
culos positivos con su Superyó y con lo real,
sin dejar de preservar la carga libidinal indis­
pensable para el fantasma inicial. Sería super­
fluo añadir que, de todos modos, sin ese fan­
tasma no podría haber obra de arte.

—157—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

COMPLEMENTOS, TEMAS DE
REFLEXION Y LECTURAS

1. Algunos psicoanalistas han puesto en evidencia


la relación existente entre los procesos de la crea­
ción artística y la actividad delirante de los psicó­
ticos (cfr. especialmente P. Racamier, en Revue
Française de Psychanalyse, tome XXIX, 1965, p.
71). La creación sería entonces equiparable al
modelo "normal" de la actividad delirante. Lo que
permite al artista regular el flujo y evitar el deli-
rio sería precisamente la existencia de ese desti­
natario interno primero cuya estructura y función
recordábamos más arriba.
2. La exposición anterior sobre la creación litera-
ria atenuó de alguna manera el componente eróti­
co del proceso creador. Este componente existe y
no hay que subestimar su importancia. Tampoco
hay que olvidar que el escritor es también aquel
que juega con el fantasma y se complace en aco­
gerlo, aún cuando a veces experimente angustia,

—158—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

y aquel que domina perfectamente su creación en


la medida en que logra erotizar esa angustia. En
esta perspectiva, la escritura es goce: "Yo gozo
permanentemente, sin fin, sin término, de la es­
critura como de la producción perpetua, una dis­
persión incondicional, una energía de seducción
que no se arredra ante ninguna defensa legal del
sujeto que arrojo sobre la página" (Roland Bart­
hes, par Roland Barthes, Coll. "Ecrivains de tou­
jours", Paris, Seuil, 1975, p. 140).
3. El psicoanálisis ha hecho del asesinato simbó­
lico del padre una de las etapas importantes del
desarrollo de la personalidad. Habría que re­
flexionar, en este sentido, en la siguiente afir­
mación de C. Stein en la Rev ue França is e de
Psychanalyse, tome XXIX, 1965, p. 74: "El asesi­
nato del padre es el prototipo mítico de la obra".
4. Pusimos ya en evidencia (véase supra, p. 56 )
el papel predominante que desempeña en el pro­
ceso creador la edificación que hace el escritor de
ese destinatario interno que favorece la síntesis
de las tendencias del Superyó y el ideal del Yo.
Es evidente que la repartición de las tendencias

—159—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del Yo y el ideal del Yo en esta figura interiori­


zada varía de un escritor a otro. Siguiendo a Mi­
chel de M'Uzan y su importante artículo "Aper­
gus sur le processus de la création littéraire"
(Revue França is e de Psychan a l ys e, tome XXIX,
1965, p. 4347); podría intentarse una tipología
de los textos literarios tomando esa repartición
como punto de partida, tipología que, por otra
parte, teniendo en cuenta el material, sólo puede
ser aproximativa:
a) Si el destinatario interno se deja invadir por
su tendencia narcisista, resulta de ello una com­
placencia en sí mismo y un rechazo del sentido
crítico que da por resultado textos en que los
fantasmas se transponen directamente, sin or-
den ni limitaciones. Es el caso, por ejemplo, de
algunos textos de Antonin Artaud, como el si­
guiente:

C'est ainsi que l'on

tira de moi

papa et maman

et la friture de ji en

—160—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Cri
au sexe (centre)
du grand étranglement
d'oú fut tiré ce croi sement de la biére
(morte)
et de la matiére
qui donna vie
á Jizo—cri
quand de la fiente de moi mort
fut tiré
le sang
dont qe dore
toute vie usurpée dehors 18

("Ci—git", in OEuvr e s Comp lét e s , XII, p. 87,


Gallimard, 1974).

El espacio de la creación literaria (¿pero


puede hablarse todavía de "literatura" en el sen­
tido culturalmente connotado por este término?)
se presenta aquí como un campo clausurado de
conflicto internos donde las estructuras psíqui­
cas esparcidas en pedazos no pueden ya asegurar

—161—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la integridad del Yo. Si este desequilibrio entre


las tendencias narcisistas primarias y las pul­
siones objetales se acentúa en beneficio de las
primeras; la organización sintáctico—semántica del
discurso corre el riesgo de perturbarse totalmente.
Nos encontramos entonces en presencia de textos—
límites en que un orden primario de significantes
reemplaza la estructura organizada del lenguaje.
Es el caso de este fragmento, también de Antonin
Artaud:

...ratara ratara ratara

alara atara rara

olara olara kalara

otara ratara kana

kurbura kurbura kurbura

kurbata kurbata keyna...

("Lettres de Rodez" in OEuvres Completes, IX, p.


188, Gallimard, 1972)

En una etapa intermedia, donde las pulsio­


nes objetales van acompañadas todavía por un de-

—162—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

seo de comunicabilidad, el texto va a conservar


fragmentos organizados, los cuales, bajo el efecto de
la total subversión del Yo causada por la dispersión
fantasmática, van a ceder su lugar a secuencias
donde las leyes del lenguaje. completamente sub­
vertidas, no van a poder ya asegurar el proceso de
representación:

Pas d'esprit

sans état,

pas d'idées pures,

un étre,

moi.

kha dou

khouda

khounde davagu

ounde

datro

khadou

khoundangu

khounde

datro19

—163—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

("L'execration du Pere—Mere", in "Dossiers d Ar-


taud—le—Mómo", X, in OEuvres Completes, XII, p.
192—193, Gallimard, 1974).

b) Un ejemplo muy diferente de las perturbaciones


de la creación literaria puede observarse en los con­
flictos que se producen a veces entre el Superyó del
destinatario intemalizado y el ideal del Yo. Michel
de M'Uzan nos advierte a este respecto que, en los
casos más favorables, ese conflicto se resuelve por
medio de un compromiso: "El sometimiento a una
exigencia de perfección absoluta que lleva al Super­
yó a integrarse a otros elementos e incluso a ser
engañado lo suficiente como para que pueda debili­
tar su fuerza dominante". De hecho, el componente
narcisista implícito en el Superyó sigue perturban­
do. El esfuerzo por obtener la perfección formal se
volverá cada vez más coercitivo para intentar, pre­
cisamente, reducir aún más ese componente. "La
obra futura se ha convertido por sí misma en un
absoluto y el trabajo se ha vuelto, para el escritor,
el castigo de una justicia inmanente" (op. cit., p.
72).

—164—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Entre los escritores que podrían ilustrar este con­


flicto entre un Superyó reprimido y un Ideal del Yo
nunca colmado, inscribiríamos de buen grado a
Paul Valéry, que escribía en Yariété I (Pléiade, p.
56): "La verdadera condición de un verdadero poeta
reside en aquello que difiere por completo del esta­
do del sueño. Yo no veo en ella más que búsque­
das voluntarias, flexibilización de los pensamien­
tos, consentimiento del alma o molestias exquisi­
tas y el perpetuo triunfo del sacrificio." Arte poé­
tica del esfuerzo y el trabajo, aún cuando este
trabajo se erotice en goce, como podemos verlo en
la secuencia siguiente:
Quel repli de désirs, sa trafne! Quel

désordre

De trésors s'arrachant á mon avidité,

Et quelle sombre soif de la limpidité!

O ruse! A la lueur de la douleur laissée...

Au plus traítre de l'áme, une pointe me

nait;

Le poison, mon poison, m'éclaire et se

connait:

II colore une vierge á sol—méme enlacée,

—165—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Jalouse... Mais de qui, jalouse et menacée?


Dieux! Dans ma lourde plaie une secréte
soeur
Brúle, qui se préfére á l'extréme attentive.
20

(La Jeune Parqu e , versos 38—49).

El trabajo exigente de la escritura no hace sino


hacer más vívida y palpable la tensión entre el
componente del Superyó que lleva al Yo a las
complacencias narcisistas (es la "secreta herma­
na", escondida en el corazón mismo de la carne) y
el Yo 21, testigo lúcido y razonable, aquí emblemá­
tico de un ideal del Yo decepcionado e impotente.
Habría que profundizar más el análisis, por su­
puesto, mostrar, a través del estudio total del
poema, de qué modo el conflicto del Superyó y del
ideal del Yo corresponde a la voluntad inconscien­
te de asegurar el pasaje del universo introvertido
de la fijación libidinal en la madre al universo ex­
travertido del Yo, que va a realizar el trabajo de
la escritura; porque en el texto de Paul Valéry, el

—166—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

poeta será quien reconcilie finalmente a la mu­


chacha con la Parca—Moira. En una perspectiva
conflictual idéntica, Gustave Flaubert representa
un caso particularmente interesante. En su libro
Roma n des or igin es et or igin es du roman, (París,
Grasset, 1972), Marthe Robert considera que la
obsesión formalista es un indicio de un esfuerzo
subconsciente de desculpabilización. De una ma­
nera general, "el éxtasis narcisista del creador,
fuente de una voluntad superior a todos los place-
res que pueden proporcionar los efectos humanos
o los poderes temporales, tiene como contraparti­
da una disciplina de un extremo rigor con la que
el escritor no puede hacer trampa, si es que no
quiere caer inmediatamente de su cielo (...) La
escritura solo cumple su función a condición de
constituir el valor supremo de la vida, la ley a la
que se subordinan todas las demás" (op. cit., p.
352). En el caso singular de Flaubert, si somete
"el contenido de sus ensueños a la perfección de la
escritura", es porque "las historias que él compo-
ne no son inocentes, muy por el contrario, todas
ellas tienen como punto de partida intenciones

—167—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gravemente criminales, y su belleza formal tiene


el mérito inmenso de hacerlo olvidar, al mismo
tiempo que ofrece una reparación a la gente ofen­
dida" (op. cit., p. 353). Evidentemente, lo que está
aquí en cuestión es el litigio con la Madre, y el
mito del segundo nacimiento como violenta salida
de la dulzura del seno materno se perfila nueva-
mente. Pero esta salida necesaria para el verda­
dero nacimiento del Yo está condicionada fatal-
mente por el asesinato simbólico de la Madre:
"Sabiendo que es asesino, mentalmente, de (aque­
lla) que le enseñó el uso del valor de las palabras,
solo puede soportarse a sí mismo ofreciendo a su
lengua materna el sacrificio expiatorio de una vi­
da entera convertida en escritura" (op. cit., p.
353). De esta manera, la creación literaria va a
ser esa catarsis que va a borrar por medio de la
belleza el crimen infantil. Pero esta belleza nunca
será perfecta, el escritor no va a lavarse nunca
completamente de un crimen, el deseo de perfec­
ción va a tener siempre como contrapartida ex­
piatoria el sentimiento de la culpabilidad y del

—168—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fracaso. El caso de Gustave Flaubert constituye


una ilustración ejemplar de este desgarramiento.

5. Surrealismo y psicoanálisis

Era inevitable que el psicoanálisis interrogara a


la corriente surrealista, agente del cuestiona­
miento de todos los racionalismos y todas las poé­
ticas, rebelión contra las ideologías represivas y
los falsos valores, partidario de la imaginación
como motor principal de la creación artística. En
un artículo titulado "Poésie et psychanalyse"
(Cah ier s de l A s s o ciat ion In ternat iona le des
Etudes Françaises, junio de 1955, N° 7, p. 5—22),
Ivon Belaval recuerda que los surrealistas acep­
tan por lo general los principales conceptos freu­
dianos: la espontaneidad del deseo, el sexualismo,
la sublimación, el principio del placer y el princi­
pio de realidad, la oposición entre lo latente y lo
manifiesto, etc. En la obra de Freud, el texto que
atrae la atención de Breton y sus amigos es la in­
terpretación de los sueños (Die Tramdeutung). Se
apasionan especialmente por la teoría de las aso-

—169—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ciaciones libres y por las diferentes técnicas de la


interpretación de los sueños. Es indudable que el
psicoanálisis es el que inspira directamente el
procedimiento de la escr itura automátic a y con­
fiere interés y significación a este tipo de práctica
escritura!. Además, los surrealistas agradecen al
psicoanálisis el haber suprimido la necesidad de
recurrir a una exterioridad trascendente para ex­
plicar el "genio" creador, ya que basta solamente
con postular la fuerza irreprimible de los instin­
tos del sí, ese reservorio común de pulsiones pri­
mitivas de donde surgen también el arte y la su­
blimación, y dejar hablar a esa fuerza sin repri­
mirla con las preocupaciones retóricas de la co­
rrección en el habla. También la reflexión surrea­
lista sobre la imagen está influenciada por la teo­
ría freudiana. Para Aragon, la imagen debe ser
un "estupefaciente" que hay que utilizar de un
modo "desordenado y pasional". Para Reverdy,
deja de ser una comparación para convertirse en
la afinidad de dos realidades alejadas entre sí.
Para Breton, es "intraducible" porque escapa a
las coerciones intelectuales del Superyó para tra-

—170—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ducir directamente los impulsos del Ello. Como


observa Ivon Belaval, la función de la imagen su­
rrealista es siempre hacer prevalecer valores oní­
ricos. La imagen surrealista es una expresión
completa firmada por la condensación de varios
elementos, no puede descomponerse en simboli­
zante y simbolizado, y se sustrae a toda traduc­
ción lineal: "Ella es, en el instante del placer, un
dato existencial tan intraducible como una cuali­
dad sensible o como la sensación del deseo."
Si el psicoanálisis marcó fuertemente al surrea­
lismo, ¿contribuyó éste, a su vez, de alguna ma­
nera, a afinar la teoría psicoanalítica? Ivon Bela­
val duda de que esto sea cierto. El surrealismo
constituyó un momento importante de la sensibi­
lidad contemporánea solamente gracias al psicoa­
nálisis, pero no contribuyó, por su parte, a solidi­
ficar conocimientos acerca del "funcionamiento
real del pensamiento". De todos modos, el desafío
surrealista del automatismo, el cual "abandona
las palabras al deseo", era vano. Como observaba
Eluard, "no podemos tomar el relato de un sueño
por un poema", y un poema, aún cuando fuere su-

—171—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rrealista, no es un sueño. Siempre subsistirá la


distinción formal entre un poema, el relato de un
sueño o un texto automático, ya que, como lo con­
fesara el mismo Breton, la preocupación por la
composición estética corrompe necesariamente la
pureza del mensaje surrealista. Según J. Chasse-
guet-Smirgel, "las relaciones que el surrealismo
estipuló con el psicoanálisis pueden ser conside­
radas, en algunos aspectos, como una resistencia
a la irrupción espontánea e inesperada de los pro­
cesos primarios". Y se pregunta "si lo más valido
de la producción surrealista no reside precisa­
mente en la franja en que el inconsciente se ma­
nifestó a espaldas del artista, más allá del control
o del dominio que éste intentaba, en el fondo, im­
primirle" (Pour une psychanalyse de l'art et de la
créativité, Paris, Payot, 1971, p. 34).
6. Un estudio profundo de la creación literaria no
podrá eludir el interrogarse acerca del nombre del
autor. Remitimos al libro de Guy Rosolato, Essais
sur le symbolique, Paris, Gallimard, 1969, que
aborda este problema. Para el artista, el proble­
ma del Nombre es primordial, ya que el nombre,

—172—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

aunque surja de una ascendencia, constituye


también un origen en la medida en que está aso­
ciado a la primera obra y es, por lo tanto, el índi­
ce y la garantía del segundo nacimiento del Yo.
En torno a los problemas suscitados por esta pa­
ternidad, descubrimos una serie de fantasmas
que sostiene algunos momentos de la experiencia
estética y que son particularmente interesantes
porque algunos de ellos habían aparecido ya en la
infancia como fantasmas organizados y conscien­
tes: el fantasma de la novela familiar (cfr. supra,
p. 32 a infra, p. 150), el fantasma del Doble, ima­
gen de la oposición Yo/Superyó, etc. Sería intere­
sante estudiar en este campo la función fantas­
mática del pseudóninio.
7. Si tomamos a Freud al pie de la letra, debería­
mos pensar que la creación literaria es exclusiva
de la neurosis ya que corresponde a la sublima­
ción del fantasma. Este punto de vista optimista
no es unánime. Para Serge Doubrovsky, por
ejemplo (cfr. La Place de la Madeleine, Paris,
Mercure de France, 1974, p. 148), el arte es ente­
ramente pasión neurótica.

—173—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

8. Una mirada a vuelo de pájaro sobre la evolu­


ción de las formas estéticas desde hace un siglo
evidencia que el arte parece liberarse cada vez
más de las servidumbres de la representación ob­
jetal, lo cual se manifiesta en la novela sin argu­
mento, la pintura y la escultura no figurativas, la
escritura automática, etc. B. Grunberger (in Re­
vue “française de psychanalyse, tomo XXIX, 1964,
p. 782) interpreta esta progresiva liberación como
el resultado de una aceptación cada vez más
asumida por el artista del componente narcisista
oral, o sea, del más arcaico. La primacía del uni­
verso narcisista oral, que podría entenderse como
indicio de una regresión, es experimentada, de
hecho, como una liberación: liberación narcisista
concebida como una emancipación en relación al
mundo objetal, y que debería probablemente vin­
cularse con otros movimientos de emancipación
(grupos de liberación de las mujeres, lucha por el
reconocimiento y la legitimidad del hecho homo­
sexual, etc.). Esta "narcisofilia", por otra parte,
no es general, y su área de dispersión geográfica
es ilustrativa, ya que se limita a los países some-

—174—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tidos a un sistema de democracia llamada "libe­


ral". La planificación socialista no podría adap­
tarse a esa narcisofilia y solo en virtud de una
pura cláusula de estilo se postula a veces, en los
regímenes colectivistas, una "libertad" para el ar-
te. En este tipo de sociedades, el artista solo pue­
de acceder al reconocimiento oficial de su estatus
de creador sometiéndose enteramente a la estéti­
ca objetivista del arte comprometido, la creación
colectiva y el realismo, y por lo tanto, sustrayén­
dose al universo narcisista oral que en ambas so­
ciedades sigue siendo, no obstante, la condición
existencial de la capacidad creadora. No es casual
que los países en que se ignora el arte abstracto
sean los mismos en los cuales el psicoanálisis es
objeto de un rechazo ideológico (Unión Soviética y
democracias populares) o de un desconocimiento
casi total (China popular). En las tierras ilumi­
nadas por los soles marxistas, el frágil Narciso no
podría menos de tener mala (in)conciencia.

—175—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

BIBLIOGRAFIA

1. Bonaparte, Marie, "L'épilepsie et le sadomaso­


chisme dans )'Oeuvre de Dostoievsky", in Revue
Française de Psychanalyse, tomo XXVI, 1962, No
5.
2. Chasseguet—Smirgel, Janine, "Réflexions sur
le concept de réparation et la hiérarchie des acres
créateurs", in Revue Française de Psychanalyse,
tomo XXIX, 1965, No 1, enero—febrero, p. 17—29.
3. Doubrovsky, Serg, La Place de la Madeleine,
Paris, Le Mercure de France, 1974.
Consúltese sobre todo, teniendo en cuenta los
puntos de vista de esa subsección, los pasajes re­
feridos a la autogénesis de la obra de arte (p. 56)
y a la obra de arte como obra de muerto a través
del asesinato simbólico de la madre (p. 65—68 y
104—107).
4. Gillibert, Jean, "la création littéraire", in La
Nef, No 31, 1967, p. 83—100. El autor advierte
que, según Freud, puesto que la belleza es la sus-

—176—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pensión de los poderes de destrucción, los proce­


sos de sublimación explican satisfactoriamente la
fuerza de Eros cuando ésta vincula entre sí una
cantidad cada vez mayor de unidades, otorgando
de ese modo al arte y en especial a la literatura el
poder com petitivo de una escritura y un habla
que anula el poder repetitivo y mortífero de la
Naturaleza (Eros y Tánatos).Entiéndase esto a
condición de no hacer de la literatura una especie
de "antidestino" en un museo imaginario. Esto
equivaldría a tratar la obra literaria como el re­
sultado de una acción intencional donde la técni­
ca y la forma habrían resuelto finalmente los con­
flictos del creador; la obra se convertiría entonces
en un objeto estético devuelto a los criterios obje­
tivos y reificantes de los sistemas y de las signifi­
caciones clausuradas.
5. Luquet, Pierre, "Art et fantasmas", in Revue
Française de Psychanalyse; tomo XXVIII, 1964, p.
581—589 (No 4, julio—agosto, número especial).
Artículo importante, que estudia el nacimiento y
la función de los fantasmas en la elaboración de
la obra de arte y aporta una distinción útil entre

—177—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

los fantasmas inconscientes y los conscientes. La


descarga de la libido, el modo relacional y la for­
ma del Yo se expresan no solamente en los fan­
tasmas conscientes (representación, descripción,
tema, etc.), sino en el modo mismo de la escritura.
Si el "estilo" es el hombre mismo, según la fórmu­
la de Buffon, es porque lo esencial de la descarga
fantasmática reside en la forma y no en el tema.
Observación capital, que podría iniciar en las vías
mal transitadas todavía del psicoanálisis de las
formas.
6. Luquet, Pierre, "La fonction esthétique de la
personnalité et son róle estructurant", in L Art et
la Psychanalyse, bajo la dirección de André
Berge, Anne Clancier, Paul Ricoeur y L. H. Ru­
binstein, Editions Mouton, 1968, p. 133—146.
7. Luquet, Pierre, "Ouverture sur Partiste et le
psychanaliste: la fonction esthétique du moi", in
Revue Française de Psychanalyse, tomo XXVII,
1963, No 6, nov-dic., p. 565—618.
8. Mendel, Georges, "La sublimation artistique",
in Revue “française de Psychanalyse, tomo
XXVIII, 1964, p. 729—808.

—178—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Contribución interesante a la noción de sublima­


ción y sus relaciones con la estética. En el camino
que conduce desde el inconsciente hacia la obra
de arte, encontramos tres momentos: el fantasma,
los procesos de identificación secundaria con otros
artistas y el acto creador en sí mismo. Al primer
momento corresponde el erotismo oral, al segundo
el erotismo anal, al tercero el erotismo fálico.. El
arte corresponde, pues, a la sublimación del ero­
tismo oral.
9. Mendel, Georges, "Le roman comme fiction et
comme ensemble", in Revue “française de Psy­
chanalyse, tomo XXVII, 1963, N° 2, 3, marzo—
julio, p. 301—320.
10. M'Uzan Michel de, "Aperçus sur le processus
de la création littéraire", in Revue “française de
Psychanalyse, tomo XXIX, 1965, p. 43—47.
Artículo fundamental, que sienta las bases de un
verdadero psicoanálisis de la creación literaria,
aun cuando el autor presuponga que la investiga­
ción psicoanalítica no puede circunscribir la esen­
cia misma de la sublimación artística. Postulando
que el proceso creador posee en virtud de su ori-

—179—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gen mismo un carácter dramático que no pierde


nunca totalmente aún cuando el texto no conser­
va ninguna huella de él, M. de M'Uzan estudia
luego el modo general de la representación, el
modo específico de esta representación en la ela­
boración del objeto literario y los diferentes pro­
cesos de identificación (cfr. supra, p. 66).
11. Nacht y Racamier, "La théorie psychanalyti­
que du délire", artículo muy completo, esencial
para comprender en profundidad las estructuras
de la actividad delirante y sus relaciones con el
sueño, el arte y la proyección (in Guérir avec
Freud, p. 80—188, Payot, 1971).
12. Pontalis, J. B., Aprés Freud, Paris, Gallimard,
1961. Versión castellana: Después de Freud, Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 1974.
Interesante análisis de la ambigüedad del "diálo­
go" instaurado por la creación literaria a propósi­
to de dos relatos de Henry James, de la enferme­
dad de Flaubert y del "psicoanálisis sin fin" de
Michel Leiris (p. 293 y ss. de la edición francesa).
13. Rosolato, Guy, Essais sur le symbolique , Pa-
ris, Gallimard,. 1969. Versión castellana: Ensayos

—180—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sobre lo simbólico, Ed. Anagrama, Barcelona,


1974.
Véase en esta obra las relaciones del artista con
el padre en la infancia y la vocación artística (p.
178 de edición francesa), la creación, el Yo y el
ideal del Yo (p. 180), el Padre muerto y el Arte (p.
183).

—181—

3. PSICOANALISIS,
LINGUISTICA E
INTERPRETACION DE LA
OBRA LITERARIA

Al comienzo de su libro De l'interpréta-


tion, Essai sur Freud, Paul Ricoeur nos hace
recordar oportunamente que "existe actualmen­
te un campo hacia el cual confluyen todas las
investigaciones filosóficas", que es "el del len­
guaje" (p. 13). Un poco más adelante el autor
expone su punto de vista respecto del psicoaná­
lisis: "Al hacer del sueño no solamente el primer
objeto de su investigación, sino además un mo­
delo ... de todas las expresiones disfrazadas,
sustitutivas o ficticias del deseo humano, Freud
nos invita a buscar en el sueño mismo la articu­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lación del deseo y el lenguaje, lo cual puede


hacerse de múltiples maneras: al principio, no
vamos a interpretar el sueño soñado sino el tex-
to del relato del sueño; el analista va a rempla­
zar este texto por otro, que sería como la pala­
bra primitiva del deseo; es así que el análisis se
mueve entre un sentido y otro sentido; el len­
guaje del deseo (y no el deseo como tal) es el que
ocupa el centro del análisis" (p. 15).
Es fácil prever que el texto literario ocupa
un lugar privilegiado entre "esas expresiones
disfrazadas del deseo humano" a las que se re­
fiere Paul Ricoeur. Por lo tanto, la interpreta­
ción del texto literario tanto como la del sueño
plantea de manera crucial la articulación del
deseo y el lenguaje. En el presente capítulo, va-
mos a limitarnos a examinar en qué medida el
modelo lingüístico, tal como puede ser deducido
de las principales teorías contemporáneas sobre
el lenguaje, es susceptible de conciliarse con el

—183—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

modelo psicoanalítico y dar cuenta del funcio­


namiento de la obra literaria.

I. EL ESQUEMA DE LA
COMUNICACION LINGUISTICA

Todas las teorías lingüísticas, desde el es­


tructuralismo saussureano hasta la gramática
generativa y transformacional, se basan de ma­
nera más o menos explícita en un esquema de la
comunicación que implica dos términos: un in-
terlocutor-emisor y un interlocutor-receptor. La
característica principal de este esquema es que
el segundo término —el receptor— puede con­
vertirse a su vez en emisor cuando la comunica­
ción logra realizarse. La consecuencia de esta
reversibilidad de la comunicación es que cada

—184—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

interlocutor posee exactamente las mismas pro­


piedades que el otro. Es así que los puntos del
esquema tienen rigurosamente la misma estruc­
tura. Nada nos impide reducir estos dos puntos
a uno solo y considerar que esta dualidad apa­
rente corresponde a un sujeto único, que es el
sujeto lingüístico propiamente dicho:

Este esquema postula que el sistema del


lenguaje se basa en la pluralidad aparente de
los sujetos en una homogeneidad radical de es­
tructura.

—185—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. LINGUISTICA Y "CIENCIA DE


LA LITERATURA"

¿El esquema de la comunicación lingüísti­


ca puede dar cuenta del sistema de la obra lite­
raria? Esta pregunta viene formulándose con
alguna frecuencia desde hace unos quince años,
y la respuesta que se ha dado a ella, por lo me-
nos en los primeros tiempos, ha sido las más de
las veces afirmativa. En 1966, en Critique et
Vérité, Roland Barthes expresaba su preocupa­
ción por fundar una "ciencia de la literatura". Y
como si fuera natural, agregaba: "Su modelo va
a ser, evidentemente, lingüístico" (p. 57). Dos
años después, en un número ya clásico de la re-
vista Communic a tions (n° 8, 1968)22, Roland
Barthes y Tzvetan Todorov presentaban el fun­
cionamiento general de la obra literaria sobre el
modelo de la comunicación lingüística.

—186—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Es explicable que la homología haya sido


tentadora, ya que si se considera la obra litera-
ria como un discurso, es natural dotarla con las
mismas propiedades que posee el discurso. Aho­
ra bien, cualquier discurso contiene en sí las
huellas de un emisor y un destinatario. Es así
que existe un donado r del relato y un destina­
tario del mismo (véase Communic a tions N°
8)2. Cualquiera sea el tipo de discurso literario
examinado (un relato puramente histórico don-
de el yo del autor se borra, o un relato en que la
relación yo/tu interviene de manera explícita y
formalmente detectable), la teoría literaria que
hemos mencionado más arriba postula que el
texto literario puede explicarse por referencia al
esquema de la comunicación lingüística. La
demostración puramente empírica de ello vie-
ne dada por toda la serie de trabajos que se
abocan a la autopsia de la obra literaria a par­
tir del modelo lingüístico.

—187—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LA SUBVERSION DEL CODIGO

Vimos que, en el esquema de la comuni­


cación lingüística, el emisor y el receptor son
idénticos y pueden superponerse. ¿Puede ser
esto válido para la "comunicación" literaria, a
pesar de la presencia, detectable o no, de un
autor y un destinatario? Por cierto que no. Pa­
rece, por el contrario, que el modelo lingüístico
es intrínsecamente contradictorio con lo que la
teoría psicoanalítica permite presentir en
cuanto al modo de funcionamiento de la obra
literaria.
Si aceptamos que el destinatario de la
obra literaria es, en primer término, esa figura
interna fantasmática cuyo perfil hemos esbo­
zado más arriba, es evidente que el esquema
lingüístico no es operatorio. ¿Qué puede apor­
tar la observación estrictamente formal de los
puntos de enunciación en un texto cuando el

—188—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

destinatario que está aquí en cuestión solo


puede recibir, en razón de su estructura mis-
ma, una expresión diferida o transferencial?
Aún cuando limitáramos el concepto de
destinatario a una perspectiva más tradicional
(el público, el lector, el otro, etc.), el esquema
de la comunicación lingüística sería difícil­
mente aceptable. Supongamos que se hayan
detectado en el texto los dos puntos de enun­
ciación, autor/destinatario, planteados como
constituyentes de la obra literaria. Una prime-
ra evidencia se impone: la práctica literaria
(producción/lectura) se efectúa en ausencia de
toda relación inmediata. Vemos entonces la
enorme distancia que separa la práctica litera-
ria de la comunicación ordinaria; la aplicación
del código de la lengua a la obra literaria nos
llevaría inevitablemente a comprobar en esta
última la confusión de los índices, las interfe­
rencias temporales, los juegos y máscaras de
la enunciación, la transgresión de las instan-

—189—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cias de la lengua y de la normatividad semán-


tica.23

IV. LA CIRCULACION DEL DESEO

Es hora ya de volver a la teoría psicoa­


nalítica, de la cual solo en apariencia nos
hemos alejado. El psicoanálisis remplaza el
esquema de la comunicación lingüística, plano
y unívoco, por un modelo más afinado que pos-
tula que todo acto de lengua implica un sujeto
que no solo es hablante, sino también deseante.
En otras palabras, el sujeto hablante se impli­
ca bajo la forma de un deseo. Lo que es cierto
en lo referente a la comunicación ordinaria —
en que el enunciado producido es recibido in­
mediatamente y "consumido"— es cierto a for­
tiori del discurso literario. Pero en este último

—190—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

caso, la red triangular de la relación au-


tor/texto/lector es infinitamente más compleja.
Condenado a salir de sí para evitar la
alienación de una elaboración puramente nar­
cisista de la obra —autarquía que desemboca­
ría en una inevitable disolución del Yo— el es­
critor se ve llevado, en efecto, a proporcionarse
un "punto de referencia" externo, que es el des­
tinatario de la teoría literaria influida por la
lingüística. Pero ese punto de referencia solo
podrá funcionar como destinatario —es decir,
como receptor efectivo de la obras el autor pue­
de pensarlo como imposible de superponerse a
él mismo, contrariamente a lo que ocurre en la
comunicación lingüística. La consecuencia de
esta condición es que la relación que establece
el autor con el destinatario no es del orden de
la comunicación sino del orden de la coerción y
el sometimiento. Es cierto que esta relación es
reversible, pero no en el sentido en que la en­
tiende la teoría lingüística, porque si el autor

—191—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

concibe al destinatario como objeto de someti­


miento, recibe a su vez, de este destinatario
imaginado, una respuesta que también lo hace
objeto de sometimiento. Se trata de un inter­
cambio complejo, que conserva la doble huella
del deseo, y que se sitúa en un punto muy ale­
jado de ese diálogo ingenuo al que algunas teo­
rías semióticas pretendían reducir la "comuni­
cación" literaria.
Si consideramos ahora no ya a ese desti­
natario imaginado por el autor sino al destina­
tario real, es decir, al lector efectivo de la obra,
adivinamos fácilmente hasta qué punto la lec­
tura del discurso literario —discurso que no es­
tá destinado, por naturaleza, a ser absorbido
sino a durar— difiere de la recepción común del
lenguaje. Para el lector, en efecto, la obra lite­
raria es algo real que es preciso afrontar. Su
especificidad reside en el hecho de ser profun­
damente subjeti v o, ya que contiene las marcas
del autor y de su deseo. Resulta de esto que,

—192—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

por lo menos en un primer tiempo, la acción de


afrontar ese real subjetivo va a tener un carác­
ter coercitivo. Pero, en la medida en que el lec­
tor pueda ejercer a su vez su subjetividad por
medio del simple juego de la práctica de la lec­
tura, y deslizar su propio deseo en el texto del
otro, la coerción inicial va a terminar experi­
mentándose como el ejercicio de una libertad.
De este modo, toda práctica literaria remite a
una doble instancia específica irreductible al
texto mismo: "De ese modo gira la palabra en
torno al libro: leer, escribir: toda la literatura
transcurre entre estos dos deseos" (Critique et
Vérité, p. 79).

—193—

SECCION 2

LECTURAS DE LA OBRA LITE­


RARIA

SUB-SECCION 1

LAS REPRESENTACIONES DE
LA PSIQUE
1. EL INCONSCIENTE Y LA
CREACION DE IMAGENES

I. LA IMAGEN "ORNAMENTAL"

La teoría literaria tradicional otorga a la


imagen y a su triple manifestación de uso: la
comparación, la metáfora y la metonimia, un
interés casi exclusivamente estético. Obedecien­
do a la dirección de las retóricas clásicas y neo­
clásicas, tiende a hacer de la imagen el orna­
mento del discurso. Mantiene así una actitud
exterior y superficial que solo muy accesoria­
mente aborda los problemas del sentido, y que,
por otra parte, solo puede sostenerse si se asimi­
la el texto literario a un objeto de pura repre­
sentación en el cual sería posible separar de un
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

modo riguroso el fondo y la forma. No vamos a


juzgar aquí la credibilidad de la crítica formal;
nos limitaremos a una perspectiva genética, y
no estética o estructural.

II. IMAGEN Y PSICOANALISIS

El psicoanálisis insiste en el hecho de que


la psique funciona, esencialmente en base a la
creación y apropiación de imágenes y no en base
a la producción y comprensión de conceptos. To-
do ocurre como si el inconsciente solo recibiera y
formara imágenes a partir de la organización
psíquica profunda. La desvalorización a que la
filosofía occidental y especialmente francesa
somete la imagen en relación con el concepto es
probablemente una de las razones de la resis­
tencia que el psicoanálisis ha encontrado en los

—196—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

medios intelectuales franceses, científicos y lite­


rarios, y de la incapacidad, real o fingida, de la
crítica para comprender la función de lo imagi­
nario en la estética. Toda una corriente de la re­
flexión contemporánea, que culmina en los tra­
bajos de Gaston Bachelard 24 y Gilbert Durand
25, se ha esforzado por mostrar el papel capital
que desempeña la imagen como "dinamismo
organizador" sustraído a la arbitrariedad del
signo y anterior al pensamiento racional en
tanto es condición y al mismo tiempo origen de
éste último. Este clima de revalorización de lo
imaginario nos ayuda a considerar el problema
de la imagen en la teoría psicoanalítica.
La analogía ya comprobada entre el sue­
ño y la obra de arte (cfr. supra, p. 46) ilustra la
importancia de la imagen en los ensayos de psi­
coanálisis aplicado. Ya sea que intervenga en el
sueño, en la construcción mítica o simbólica o en
el texto literario, la imagen depende de un pro­
ceso menos espontáneo que el surgimiento del

—197—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fantasma y menos elaborado que la producción


del símbolo (cfr. infra, p. 83). De todas mane-
ras, corresponde a la proyección de un estado
anterior preconsciente en el flujo de la concien­
cia. De este modo, el psicoanálisis tiende a con­
siderar toda imagen como una proyección del
inconsciente.

Puede adivinarse el interés de esta posi­


ción para un enfoque de la literatura, ya que si
se postula que las imágenes son una revelación
de y sobre el inconsciente, el estudio del funcio­
namiento de lo imaginario va a permitir un en­
foque de los textos que no va a consistir ni en el
repertorio de los efectos de lo real (el mundo de
los fenómenos, en la perspectiva de la filosofía
de la referencia o una visión del mundo) ni en la
definición de un sujeto trascendente (la psicolo­
gía del autor), sino en una tercera vía, estrecha
todavía, que intentará aproximarse a este punto
capital que la crítica contemporánea no ha

—198—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

hecho hasta ahora más que entrever: la articu­


lación del deseo y el lenguaje. Hay que hacer un
desvío, por lo tanto, previamente, por el lengua­
je.

III. LA DOBLE ARTICULACION


DEL DISCURSO

La retórica clásica colocaba la metáfora


y la metonimia entre las principales figuras
del discurso. La lingüística moderna ha vuelto a
definir estas figuras en una perspectiva que
tiende a hacer del proceso de la metaforización
no un desvío posible respecto de una práctica
supuestamente "normal" del lenguaje sino un
elemento propiamente existencial de institución
del lenguaje.

—199—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Puede enfocarse cualquier cadena discur­


siva desde dos puntos de vista: el de la conti­
güidad de las unidades (que remite al concepto
de metonimia) y el de la semejanza de sentido
de esas unidades (que remite al concepto de me­
táfora). Si digo a un amigo: "Vení a tomar un
vaso" en vez de "vení a tomar (el contenida) de
un vaso", procedo a la supresión de algunas
unidades lingüísticas. Esta operación lleva a la
contracción de la cadena sintagmática. La me­
tonimia corresponde precisamente a esa
ruptura en la contigüidad de los términos del
discurso, y el sentido del enunciado solamente
puede resultar del restablecimiento implícito
de los términos suprimidos. Si, manejando mi
coche, digo: `J'ai crevé le plafond"26, no practico
ninguna supresión de términos sino que
procedo a la sustitución, término a término, de
una unidad lingüística por otra. Interviene
aquí el proceso de la metáfora, que implica la
existencia de "otra" cadena significante que

—200—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

subyace a la expresada y que viene a rempla­


zarla. En este caso, sería "superé la velocidad
máxima".
Para traducir este desarrollo en términos
más estrictamente linguísticos, diremos que:

a) la metáfora establece una relación de equiva­


lencia entre dos sustancias gracias a la existen­
cia de un componente semántico común que
permite extender la equivalencia parcial a la to­
talidad de las sustancias:

A partir de este esquema general, son po­


sibles dos formas de discurso:

—201—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. Solo se evoca una de las sustancias, mientras


que la otra se infiere del contexto. Es la
metáfora in absentia, que aparece, por ejemplo,
en la secuencia siguiente:

Ruiseñor de muralla, chispa emparedada


y1 y2

Ese pico, ese dulce gatillo prisionero en la cal (R.

Brock)

y3 y4

donde las cuatro metáforas remiten a un

"conmutador eléctrico" (x) que no está nombrado

en el texto.27

x= y1 y2 y3 y4
2. Las dos sustancias están dichas; es la
metáfora in praesentia.

On voit d'un carrefour livide et monotone,

—202—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Partir vers l'infini les arbres pélerins 28.


x y
(E. Verhaeren, Les Vieux Soirs)

b) la metonimia consiste en "designar un objeto


o una propiedad que se encuentra en una rela­
ción existencial con la referencia habitual de esa
misma palabra. "Llamaron a la puerta una voz y
un nombre" (J. L. Borges)" (Oswald Ducrot —
Tzvetan Todorov, Diccionario Enciclopédico de
las Ciencias del Lenguaje, Siglo XXI, Argenti­
na, 1972, p. 319).

—203—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

IV. LA CADENA SIGNIFICANTE Y


EL INCONSCIENTE

1. SIMBOLISMO ONIRICO Y
SIMBOLISMO DEL LENGUAJE

Hay que admitir, si es que no se quiere


caer en simplificaciones caricaturescas, que
cualquier tentativa por establecer una relación
entre el inconsciente y el lenguaje tropieza con
problemas infinitamente complejos. En un artí­
culo importante 29, Emile Benveniste advertía
no hace mucho y oportunamente que, si bien la
lingüística y el psicoanálisis utilizan ambos la
teoría del símbolo, no pueden hacerlo en la
misma perspectiva. En efecto, el simbolismo del
lenguaje se efectiviza necesariamente en una
lengua, lo cual equivale a decir que se lo apren­
de, que es "coextensivo o la adquisición que el

—204—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

hombre hace del mundo y de la inteligencia, con


los cuales termina por unificarse" (p. 85); el
simbolismo del inconsciente, en cambio, notable
por su universalidad, utiliza un "vocabulario
común a todos los pueblos sin distinción de len­
guas, por la razón evidente de que (los símbolos)
no se aprenden ni se reconocen como tales por
parte de los que los producen" (p. 85). Es así que
todo parece ir en contra de cualquier intento de
correlación sistemática entre la lógica onírica y
la lógica de las lenguas naturales.

La argumentación de Benveniste, que


responde perfectamente a los imperativos del
estructuralismo, es probablemente exacta si se
considera la lengua exclusivamente en su fun­
ción primaria, es decir, como instrumento de
una comunicación unívoca, basada en un siste­
ma de relaciones inseparables del mundo
referencial y de la experiencia que el sujeto ha
adquirido de él. Pero deja de ser exacta si se

—205—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

admite que la lengua no es solamente ese siste­


ma formalizable que, gracias al concepto de la
arbitrariedad del signo, puede concebirse como
pudiendo referirse nada más que a sí mismo,
sino que es también, y sobre todo, el lugar de lo
no—formalizable, el lugar de los impares y las
anomalías, el lugar en que un sujeto específico
manifiesta su deseo. Habrá que entender ese
sujeto de otro modo que como lo hacen por lo ge­
neral las teorías del lenguaje; para estas teorías,
en efecto, el sujeto lingüístico es, por definición,
simple soporte de lo formalizable, y no puede
pensarse como soporte del fantasma.

—206—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. EL TRABAJO DEL SUEÑO O LA


TENTACION DE LA HOMOLOGIA

Si pudo intentar articularse el lenguaje


con el deseo, es, sin ninguna duda, porque el
lenguaje se desarrolla a menudo de manera di­
ferente a esa función de intercomunicación uní­
voca de que hablábamos más arriba. Esa articu­
lación no puede hacerse, no obstante, si no se
toman caminos desviados. Cuando Roman Ja­
kobson establece de manera definitiva que "la
interpretación de toda unidad lingüística pone
en marcha a cada instante dos mecanismos inte­
lectuales independientes: comparación con las
unidades semejantes (= que podrían por consi­
guiente remplazarla, que pertenecen al mismo
paradigma), relación con las unidades coexisten­
tes (=que pertenecen al mismo sintagma)" (O.
Ducrot y Tzvétan Todorov, op. cit., p. 134, a
propósito de Essais de Linguistique Générale,

—207—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Ed. de Minuit, 1963, p. 43—67), la noción de


inconsciente no está todavía, por supuesto, en
juego. Tampoco lo está cuando el mismo Jakob­
son extiende su campo de estudio y subraya
que esta dualidad está dotada de una generali­
dad máxima y que puede aplicarse a toda una
serie de operaciones entre las cuales pueden
clasificarse los procesos metafóricos y metoní­
micos. Sin embargo, a partir de esta extensión,
puede esbozarse una fructuosa reflexión inter­
disciplinaria. Porque en otro lugar— y desde
un punto de vista diferente del de la descrip­
ción del lenguaje o de la literatura, un psicoa­
nalista se ve confrontado, por ejemplo, a un
sueño que le cuenta uno de sus pacientes, que
es el siguiente. 30

"La plaza desierta de una pequeña ciu­


dad; es insólito, busco algo. Aparece, con los pies
desnudos, Liliana —que no conozco— y que me
dice: hace mucho tiempo que no he visto una

—208—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

arena tan fina. Estamos en una selva y los árbo­


les parecen coloreados de un modo curioso.
Pienso que hay muchos animales en este bos­
que, y apenas me dispongo a decirlo, un unicor­
nio atraviesa mi camino; los tres nos encami­
namos hacia un claro que se adivina allá abajo"
(p. 97).

Después de un paciente trabajo, el analis­


ta va a delimitar en el texto de este sueño tres
recuerdos de infancia: la plaza de una pequeña
ciudad de provincia en el centro de la cual esta­
ba la "fuente del unicornio", un paseo por la
montaña y una playa de la costa atlántica; luego
de explicar todo el sueño en base al deseo de be­
ber, un doble mecanismo operado en el texto de
este sueño ya a llamar la atención del analista:
por un lado, un fenómeno de condensación (Ver­
dichtung) ha hecho que el significante plaza
remplace al significante playa, según el proceso
metafórico por el cual una unidad lingüística

—209—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

remplaza a otra. Por otra parte, un fenómeno de


desplazamiento (Verschiebung) ha producido la
supresión de un término y ha utilizado el signi­
ficante unicornio en lugar de fuente del unicor­
nio; recordamos que este procedimiento era el
que actuaba en el proceso metanímico.
De esta manera, el texto del sueño, lejos
de ser un discurso coherente y organizado some­
tido a criterios precisos de lugar y tiempo, está
hecho de un tejido de representaciones hetero­
géneas que dibujan los perfiles del deseo. Estas
representaciones son la sede de operaciones
complejas de sustituciones y desplazamientos:
Liliana se va a convertir en Ana y Lili, el
segmento li va a remitir a licorne y a li(t) 31, la
plaza se convertirá en playa, el unicornio
((li)corne) representará el falo que es llevado
hasta la fuente para saciar la sed reprimida de
un cuerpo prohibido, que es el de la joven mujer
del sueño, etc. La interpretación del sueño lleva
a postular la existencia de dos cadenas: una ca-

—210—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dena manifiesta que reúne los elementos del


sueño y del texto, una cadena inconsciente
compuesta por elementos que es necesario unir.
Las representaciones desplazadas y
condensadas de la cadena manifiesta
corresponden a la irrupción de la cadena
inconsciente en la primera.

3. LA OSCILACION METAFORA /
METONIMIA Y EL INCONSCIENTE

La interpretación del trabajo del sueño ha


permitido, de esta manera, identificar dos me­
canismos fundamentales, análogos en su fun­
cionamiento a los procesos de la t metáfora y la
metonimia, los cuales intervienen, a su vez, en
los dos ejes de sustitución/combinación a partir
de los cuales se desarrolla toda actividad lin­
güística. No se incurre en una extrapolación si

—211—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

se deduce de ello que los procesos primarios del


psiquismo y las leyes del lenguaje mantienen
entre sí una relación de homología. Vamos a li­
mitarnos a precisar esta relación con los dos
puntos particulares de la cadena significante
que constituyen el objeto del presente capítulo:
la metáfora y la metonimia.

a) Metáfora y represión del deseo

Hemos visto que, de una manera general,


toda metáfora desemboca en un efecto de sen­
tido que resulta de una operación de sustitu­
ción. La especificidad de esta sustitución reside
en que no opera sobre términos sinónimos sino
sobre unidades que, al ponerse en relación, pro­
vocan una subversión de la combinatoria se­
mántica. La teoría psicoanalítica se pronuncia
precisamente sobre el origen de esa sustitución;
se postulará que toda cadena significante mani-
fiesta implica paralelamente una cadena la-

—212—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tente, que es imprevisible en sus manifestacio­


nes lingüísticas por depender del inconsciente
del sujeto descante. El término metaforizado
exhibe fragmentos de esta cadena en la sintag­
mática del discurso. Ese surgimiento crea el
efecto de sorpresa donde va a situarse lo
esencial del placer estético, y que debe vincular­
se, en la óptica freudiana, con la descarga libi­
dinal correspondiente al principio del placer,
por oposición al principio de realidad.

El júbilo estético es el producto de una di­


ferenciación significante que hace que la rela­
ción instaurada entre la cadena del discurso y la
cadena inconsciente se sustraiga a las categorí­
as de la representación sensorial y conceptual.
Si leo "los melodiosos ángelus tañen a lo lejos",
no experimento ninguna sorpresa. Pero si leo
"ángelus azules" (Mallarmé), se abre un espacio
simbólico donde el enunciado lingüístico 'pierde
parcialmente su referencia. Entendemos por

—213—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pérdida parcial el hecho de que el uso literario


del lenguaje metafórico, a diferencia de los pro­
cesos que actúan en el discurso esquizofrénico o
en la escritura llamada "automática", mantiene
la presencia de un significado común a los
términos puestos en relación (cfr. supra, p. 71).
El mantenimiento de ese significado no presu­
pone, por otra parte, que la conciencia del
escritor haya premeditado la metáfora. ¿Existen
metáforas puramente conscientes, justamente
entre aquellas que se llaman poéticas, o hay que
postular siempre la intervención incontrolada
del fantasma y del deseo? Es un problema que
no se puede resolver en dos palabras. Jean—
Baptiste Crevier apuntaba ya en 1755 en su
Retórica Francesa: "Las metáforas se crean sin
quererlo y sin saberlo".

¿A qué motivación inconsciente responde


la sustitución metafórica? Es bastante evidente
que esta irrupción no hace sino reforzar la apa-

—214—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rición de lo que la conciencia reprime y que la


pulsión exhibe repentinamente. La metáfora
designa y al mismo tiempo enmascara al deseo,
es decir, refuerza, en definitiva, su carácter
pregnante y obsesivo. En el anexo "Prácticas" de
este capítulo, podrán leerse ejemplos concretos
del proceso de represión fantástico de la
metáfora lingüística a propósito de algunos
textos de Claude Simon y Paul—Marie
Lapointe.

b) Metonimia y deseo de lo que falta

Las relaciones del inconsciente con el pro­


ceso metonímico plantean problemas más com­
plejos. En la medida en que la metonimia
consiste en un desplazamiento de significantes
que culmina en la supresión de algunos
segmentos de la cadena discursiva, puede supo­
nerse que el inconsciente se manifiesta por la
censura a que somete el segmento que

—215—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desaparece. Pero hay que precisar, además, que


el significante desplazado no remite a un objeto
que colmaría el deseo, sino que designa y en-
mascara al mismo tiempo la ausencia que el de­
seo marca en el interior de la cadena significan­
te. Era esto lo que ocurría en el "sueño del uni­
cornio". "Cuando hablamos de función
metonímica del unicornio, lo hacemos
precisamente en el sentido de que este signifi­
cante no remite a un objeto que colmaría la sed
en cuestión sino, por el contrario, en el sentido
de que él mismo es, en tanto metonimia y
portador del símbolo fálico, el que designa, re­
cubre y enmascara el agujero del sujeto o, si se
prefiere, su "castración originaria". Es así que la
metonimia, como la cicatriz, en virtud de su in­
agotable posibilidad de desplazamiento, está
hecha precisamente para marcar y enmascarar
la falla donde nace y adonde se precipitamente
el deseo, contra la roca de la pulsión de muerte"
(J. Laplanche y S. Leclaire, op. cit., p. 108).

—216—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

c) La "otra cadena"

Cuando nos referíamos hace un momento


al proceso metafórico, habíamos postulado que
toda cadena significante iba acompañada por
una cadena latente que representaba de alguna
manera el lenguaje del inconsciente. Conviene
precisar que esta cadena latente no puede com­
pararse ni mucho menos asimilarse a una cade-
na sintagmática estructurada. Es fácil com­
prender porqué: en el nivel de la cadena signifi­
cante manifiesta, la distinción saussureana del
significante y el significado es operatoria; el
discurso se estructura, en efecto, en segmentos
materiales (los significantes) dotados de un
sentido (los significados). En el nivel de la cade-
na inconsciente, en cambio, la distinción signifi-
cante/significado deja de ser operatoria en la
medida en que los materiales vehiculados aquí
son imágenes y no signos lingüísticos. El len-

—217—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

guaje del inconsciente no es, pues, del orden


verbal sino del orden de lo imaginario. Ahora
bien: la metáfora corresponde a la verbalización,
bajo el efecto de las pulsiones subyacentes, del
material—imagen de la cadena inconsciente. Es
el nudo lingüístico donde se enraíza el
fantasma.

—218—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

V. CONCLUSION: LA IMAGEN Y EL
SENTIDO

Lo que acabamos de exponer, por


incompleto que sea para una comprensión total
de los mecanismos de la imagen textual, permi­
tió, por lo menos, discernir el carácter inadecua­
do del discurso crítico tradicional cuando éste
reduce la metáfora y la metonimia a uno de esos
instrumentos retóricos con ayuda de los cuales
el escritor, en un proceso de estetización volun­
taria, explota y organiza como le place los datos
de lenguaje.

Este discurso seguiría siendo insuficiente


aún cuando añadiera que el escritor supera sus
propios límites y logra así decir lo indecible sub­
virtiendo la organización lógico—semántica
prevista. Una vez más, se tomaría el efecto por

—219—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la causa. Solo en una perspectiva ornamental y


puramente decorativa la metáfora y la metoni­
mia ocupan en el sistema de subsistencia de la
obra literaria un lugar privilegiado, porque, si
existe un proceso estético en la imaginería
textual, este proceso depende de un modo de
producción que tiene como función primaria
suspender y mantener el sentido. Entendamos
por ello que todo discurso literario solo puede
manifestarse como tal si oscila constantemente
entre los dos polos por los cuales el inconsciente
aflora en el trabajo de la escritura: la suspen­
sión del sentido producida por la ruptura brusca
que la metáfora abre en la cadena significante y
el mantenimiento del sentido producido por la
vinculación entre los elementos de la cadena
significante a que procede la metonimia. Ocurre,
por cierto, que la figura del discurso diga a veces
lo indecible, pero no del mismo modo que la crí­
tica tradicional pudo entenderlo.

—220—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En efecto, dice el deseo que no se atreve a


confesarse, la pulsión que se reprime, el fan­
tasma que se ignora. Se sabe que el destino del
lenguaje es tropezar con lo imposible, y que la
verdad y la sexualidad no pueden decirse del to-
do; el privilegio de la imagen textual consiste en
poder decir una parte de ellas.

PRACTICAS

El tratamiento psicoanalítico de la metáfora en los


textos literarios pueden revestir formas muy diver­
sas. Presentamos a continuación dos ejemplos inédi­
tos 32, sin que ello signifique que pretendamos consi­
derarlos como modelos. En este campo, cualquier
texto exige un comentario particular, y a cualquier
lector le es lícito emitir su juicio.

—221—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. La expresión metafórica del complejo de castra-


ción en La Bataille de Pharsale, de Claude Simon.
Texto (p. 57): "..pilon rouge entrant et sortant immo­
bilisé soudain dans la posture encore à demi enfoncé
peut—être n'osant plus respirer chiens collés la
sueur refroidissant sur leurs corps nus des oreilles
ennemies vous écoutent mariée troussée relevant sa
longue jupe blanche découvrant ses fesses callipyge
chair d'un blanc bleuté aux ombres vert d'eau sa bite
rouge congestionnée de rouquin enfoncée en Dans le
silence du couloir cela fit un bruit..."
El empleo de la palabra "pilon" para designar el sexo
masculino, aunque no sea totalmente inesperado, no
por ello es menos desconcertante, porque la resonan­
cia dominante y aplastante que pretende connotar
no aparece casi en la continuación del texto. Propo­
nemos ver en este uso de la palabra "pilon" una ma­
nifestación del complejo de castración, articulado,
por otra parte, en el enunciado siguiente: "des oreil­
les ennemies vous écoutent". Sabemos que la oreja
tiene una connotación sexual constante: orificio cor­
poral y por añadidura zona erógena, simboliza el
sexo femenino. Ahora bien: en este fragmento, se

—222—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

describe metonímicamente la oreja como hostil y


amenazadora; por contigüidad, se la designa como la
responsable de la súbita detención del acto de pene­
tración. Esta irrupción de la oreja en el discurso
confirma lo involuntario de la elección —en el nivel
del texto manifiesto— del término "pilon", en vez de
un vocablo de connotaciones más triunfantes para
representar el falo, o una palabra que, al mismo
tiempo que produjera el efecto de sorpresa requerido
no dejara tampoco de generar el placer estético de
una metáfora bien colocada. Porque "pilon" no es
"piston", por ejemplo, que se caracteriza por despla­
zarse en otro cuerpo cilíndrico con un movimiento de
vaivén. La metáfora de Simon no expresa un movi­
miento análogo al de la copulación; aunque la pala­
bra "pilon" funcione en ella como sustituto del sexo
masculino, el "pilon" es un instrumento que penetra
pero su acción se interrumpe bruscamente en cuanto
choca con una pared a la que choca hasta el fondo.
La metáfora del "pilon" orienta por consiguiente el
discurso de acuerdo a una isotopía del obstáculo,
confirmada por el enunciado: "immobilisé soudain".
La parálisis evocada de ese modo se expresa de nue-

—223—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vo por alusión a la "mariée" donde se manifiesta la


intensidad de un deseo no satisfecho. En efecto, el
texto se bifurca justo antes de que el acto sexual
haya sido consumado gracias al uso del término
"congestionnée" que proyecta una significación de
estrangulamiento (circulación interrumpida) y coin­
cide así con la isotopía del obstáculo lanzada por "pi­
lon". La lectura de este fragmento, desde la metáfora
inicial, se encuentra por lo tanto doblemente blo­
queada: por un lado, por la suspensión de sentido
producida por la metáfora como figura del discurso,
y por otro, por el efecto de sorpresa inscripto en el
término "pilon" como sustituto de falo. Este bloqueo
corresponde al hecho de que en el nivel de la repre­
sentación textual la eyaculación no se produce y tra­
duce una manifestación de impotencia , síntoma evi­
dente aquí del complejo de castración.

Otra secuencia de La Bataille de Pharsale es signifi­


cativa en el mismo sentido: "oreille que je frappai
frappai frappai je ne souffrais pas ce fut simplement
plus tard que je sentis quelque chose de cassé sans
doute à l'intérieur" (p. 177): un gesto semejante al

—224—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

impulsado por "pilon" provoca en el discurso la for­


mulación del no—funcionamiento y de la castración
en la rotura.

La angustia de la mutilación vuelve a surgir en otro


pasaje:
"La peau du corps est très blanche, laiteuse, parse­
mée de taches de son sur les épaules. Le corps dans
son ensemble forme une masse bosselée, rocailleuse.
La tête est séparée du tronc par une ligne nette, un
peu au—dessus des épaules, à partir de laquelle la
peau, ainsi que celle du visage, est d'une couleur
brique, comme si la tête était faite d'une autre ma­
tière que celle du corps, comme celle d'un guillotiné,
que l'on aurait recollée, le passage du couperet net­
tement visible dessinant autour du cou entre la peau
blanche et la peau brique la ligne de séparation. Ou­
tre sa teinte sanguine, la peau du visage, ainsi que
celle des mains, est plus rugeuse que celle, très lisse,
du corps. Au bout du membre raidi et tendu, la peau
du fourreau, d'un léger bistre, découvre à demi le
gland, l'entourant d'une couronne hors de laquelle
saille la pointe, en forme d'ogive, d'une teinte rose et

—225—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

percée au centre de son orifice, comme un oeil aveu­


gle" (p. 244-245).

La escritura proclama esta vez el complejo de cas­


tración por medio de varios procedimientos; pero lo
que pone realmente en evidencia el efecto de corte
(suspensión del sentido/ castración) es que un poco
más adelante en el texto el acto sexual es interrum­
pido por miedo a ser oído (p. 247). El complejo de
castración es detectable porque se ha producido una
verdadera represión de la angustia de la pérdida del
pene al ver el órgano femenino 33, y porque este mie-
do aflora ahora en el tejido textual, revelado a pesar
suyo por la elección de las imágenes asociadas a la
copulación.

Los enunciados que manifiestan efectivamente el


complejo de castración alcanzan su paroxismo en
una metáfora deslizada en el texto, cuyo efecto de
sorpresa,, a la vez que efectúa su aporte estético,
traduce la actividad del Inconsciente. Así, aunque la
mutilación sexual no sea explícita en el nivel del re­
lato, la contigüidad de diversos procedimientos de

—226—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

enunciación la mantiene a lo largo de este pasaje en


base a un proceso escritural sorprendente que se
desarrolla de la manera siguiente: primeramente,
con la descripción de "la Téte est séparée du tronc
par une ligne nette" que desemboca en una
comparación inesperada: "comme celle d'un
guillotiné" a la que sigue la revelación metafórica:
"le passage du couperet nettement visible". Esta
alusión al filo mutilante está confirmada por el
adjetivo "sanguine" y sostenida en la secuencia: "au
bout du membre raidi et tendu, la peau du
fourreau", que evoca la imagen del cuello colocado
sobre el tajo de la guillotina, esperando la caída del
instrumento de decapitación representado por el
concepto de espada implícito en "fourreau." Por
último, la castración articulada por la metáfora se
encuentra además afirmada por la alusión al
"orifice", vinculada con el texto por contigüidad y
comparación con la inscripción de "l'oeil aveugle". Se
sabe que para Freud el fantasma de la castración
puede encontrarse a través de varios símbolos, y que
el objeto mutilado puede desplazarse especialmente
desde el pene hasta el ojo (véase el enceguecimiento
de Edipo 34). En el texto simoniano, este proceso de

—227—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

este proceso de desplazamiento es precisamente el


que se pone en acción, y el estado de petrificación
que resulta de la mirada se pone en evidencia por
medio de la descripción de un escudo romano que
reproduce la imagen de la Medusa (p. 194). Esta re­
presentación podría servir como emblema a todo el
texto de La Bataille de Pharsale, novela que sería
entonces como la actualización del complejo de cas­
tración. Y es posible, en efecto, delimitar las diversas
manifestaciones de esta angustia reprimida, que
surge en el discurso simoniano a través de una gran
variedad de imágenes.

Los indicios de mutulación en que abunda este texto


pueden clasificarse en dos categorías: los signos de
impotencia, que representan el concepto de castra­
ción, y los signos de objetos y situaciones que repre­
sentan la acción de la castración. De ese mode
detectamos primero en la constelación de la castra­
ción los términos irrisorios como "cette espèce de
Tuyau" (p. 19, 22, 44, 195), "une épée de carton" (p.
19, 195), fragile organe pendant vulnérable" (p.
61—62); en segundo lugar, las secuencias que evocan

—228—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la parálisis, la impotencia sexual: "faisant le pont"


(p. 121, 213, 245)35,"chacun des vaincus jetant jave-
lots pilums et épées" (p. 39), "glaive étincelant" [...]
"arme mal assurée déséquilibrée tombant sans fin"
(p. 61. Por último, los procedimientos metonímicos
que aseguran la conexión, en una misma secuencia,
de las imágenes que evocan el miembro viril y de las
expresiones que articulan la derrota o la mutilación,
son otros tantos hitos del texto simoniano que reve­
lan la angustia. Por ejemplo; "dard dans la bouche
mort dans l'âme" (p. 22), "foudroyante montée fou­
droyante ascension verticale" (p. 41), "le pinceau dé­
gouline [...] le trait épais et sanglant [...] le pinceau
s'écrase" (p. 58 y 86).

En lo referente al acto mismo de la castración en el


discurso simoniano, las nociones de ceguera, petrifi­
cación con la mirada y corte esmaltado se presentan
con particular recurrencia. El enceguecimiento pro­
piamente dicho, que se exhibe en la reproducción de
la Medusa, y se ve confirmado en las alusiones a
Orión (p. 140—162, 164, 165), a la guillotina, al
corte y decapitación (p. 215, 245, 247). Y la operación

—229—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

castradora se muestra en los significados de estran­


gulamiento: "bite congestionnée" (p. 57, 62), en el
significante "oreille" (p. 24, 57, 58, 75, 176). La petri­
ficación producida por el miedo de ser visto (p. 224,
247, 268), causa—instrumento de inmovilidad (cfr. el
término "méduse": la mirada de la Mesuda fulmina)
se proyectan, por su parte, en las ocurrencias
"sueur", "figée", "glançant", "marbre", "refroidir" (p.
224, 226, 253, 255).

De esta manera, tratando de penetrar en los vacíos


del tejido textual simoniano, hemos podido aislar
algunos hilos de este discurso que corresponden,
evidentemente, a las marcas escriturales de una
formación inconsciente que nos pareció supeditada a
un complejo centrado en el fantasma de la castra­
ción. Este fantasma, omnipresente en el texto, se
manifestó a pesar de la metamorfosis que el sujeto
de la enunciación sufre en la novela: el —él

/ausencia", que caracteriza la escritura de la tercera


y última parte, acentúa la marca de la efracción
inconsciente exhibiendo, incluso a través de la trans­
formación del discurso en relato, el surgimiento de

—230—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

una angustia que no logra ocultarse, como quisiera


no obstante la "objetividad" que se pone en deber de
mostrar cualquier narrador—testigo del desarrollo
de un relato.
2: Pulsión de vida y pulsión de muerte en el poema
de Paul Marie Lapointe, Psaume pour une révolte
de terre 36

Este texto poético, polémico por su título, afirma la


solidaridad del poeta con los oprimidos y vehícula
por consiguiente una realidad social. Denunciando
las condiciones de existencia en que el individuo, se­
parado de la sociedad humana, está condenado a la
angustia de la soledad y al sentimiento de su vulne­
rabilidad, el Salmo intenta adquirir un alcance uni­
versal, aunque se presente fundamentalmente como
la comprobación de cierta condición humana irriso­
ria más que como una indicación a la rebelión:

périssent les hommes et les jours au jour le jour


la poussière couvre l'été
saisons champêtres
repas nécessaires

—231—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

inoubliables morts
(mes villes aux pauvres pauvres dans l'aisselle des
coffres
mes agités
futiles
travailleurs)
les muscles et la force sont pour le coeur
et la colère
sont pour le coeur et le beffroi de la sueur
pour la colère des villes renfrognées
pour le pain des villes
et le pain pour le terreau
le terreau pour les pierres et la pluie
la pluie pour les pierres
et les pierres mêmes s'effritent
et la colère et les muscles et le coeur
petit homme
irremplaçable petit homme
avec ta faim
et la terreur qui te suit et te poursuit
ô psalmodie ô psaumes (p. 208) )37

—232—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Todo proyecto revolucionario, todo proyecto de socie­


dad y, a la inversa, toda renuncia a una dinámica de
cambio y todo abandono a la regresión sociopolítica
pueden descifrarse en términos de dualismo
pulsional. La pulsión (o su ausencia) es una factor
económico revelador de un empuje que es una ver­
dadera exigencia de trabajo impuesta al aparato
psíquico; no es solamente la motivación concreta que
incita al sujeto a la acción política (o al repliegue
sobre sí mismo), sino que es el principio motor
central que condiciona el conjunto de su actividad.

Nada, entonces, nos impide relacionar el análisis de


un texto como Psaume pour une révolte de terre con
la teoría de las pulsiones que, según la expresión de
Freud, "es por así decir nuestra mitología" 38. Mito-
logía en que se enfrentan "esos seres míticos y
grandiosos" que se llaman Eros y Tanatos, pulsión
de Vida y pulsión de Muerte.

La tonalidad general —un lamento 39— y, en el plano


del contenido, el sema global de "resignación" pro­
yectado por el discurso, son indicios de la pulsión de

—233—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

muerte, que surge, por otra parte, en el tejido


textual de varias imágenes que, conectadas de
acuerdo a un enfoque isotópico, articulan una signi­
ficación latente diferente de la de la toma de con­
ciencia de un yugo social que habría que romper.
Así, los lexemas tierra, perecen, polvo, cofre, tierra
abonada y piedra remiten a los semas de "muerte" y
"descomposición", y traducen el vértigo
subconsciente de la tentación del retorno a un estado
anterior de una casi extinción del deseo. Pero, por
otra parte, y como otras tantas situaciones
conflictuales, secuencias como estaciones
campestres, comidas necesarias, músculo, fuerza,
corazón, pan y hambre connotan el impulso de Eros,
el deseo de conservación de las unidades vitales
existentes y la manifestación del principio del placer.
La presencia de los senías "vida" y "muerte" en una
misma secuencia discursiva revela una oposición que
simula la lucha de clases y al mismo tiempo indica la
huella del instinto de muerte que disputa su terreno
a la dinámica de los instintos de vida.

—234—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Paradójicamente, el fin al que tienden las pulsiones


de conservación es la desintegración, la cual implica,
a su vez, una renovación de la especie y su continui­
dad: "Si admitimos como hecho experimental sin ex­
cepción que todo lo que vive vuelve al estado inorgá­
nico, y muere por razones internas, podemos decir: el
fin al que tiende toda vida es la muerte; y a la
inversa: lo que no vive es anterior a lo viviente" 40. El
recorrido vital pero inexorable por el cual lo animado
tiende a volver a lo inanimado se manifiesta en el
ser humano en esos desvíos que son el deseo y la
procreación, que alargan el itinerario y que pueden
detectarse, por cierto, en este texto. Así, el
enunciado irremplazable pequeño hombre evoca, en
una perspectiva inconsciente, la continuidad del
género humano. El efecto de "conservación" que
simula vana lucha contra la caída final en la nada se
dibuja en el discurso con la inscripción de los
términos agitados, fútiles trabajadores, campanario,
sudor y cólera.

Por último, la inexorabilidad de la Muerte y su


triunfo sobre la pulsión de Vida se manifiestan en

—235—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

las imágenes del tiempo cíclico: los días cada día, in­
olvidables muertos y las imágenes de destrucción:
las piedras mismas se pulverizan en competencia
(rivalidad/ simultaneidad) con Eros (y el terror que
te sigue y te persigue), cuya derrota es ineluctable,
ya que la satisfaccón del deseo permite al instinto de
Muerte volver a ocupar el terreno provisoriamente
perdido. (¿No se llama acaso "pequeña muerte" a la
pérdida momentánea de conocimiento que sigue al
orgasmo?)41. Más aún: la afirmación germinal evo­
cada por rebelión de tierra está circunscripta y
compensada por la monotonía y vacuidad de prácti­
cas rituales connotadas por los significados salmo­
dia y salmos.

La conclusión que podemos extraer de las líneas que


preceden es que no sería pertinente reducir este
poema a una comprobación o un testimonio acerca
de las condiciones de vida de cierta colectividad. Pre­
ferimos ver en él la metaforización del conflicto de
Eros y Tánatos, que dibuja dos isotopías confluyen­
tes en el discurso poético. En virtud de un proceso
inconsciente de efracción, la Muerte tiene, paradóji-

—236—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

camente, su última palabra en este llamado ambiguo


a la "rebelión de tierra". En efecto, al designarse a sí
mismo: ó psalmodies ó psaumes, el texto proclama la
ausencia que caracteriza a toda autorrepresentación,
y ésta, por la fuerza de un proceso circular de retor­
no a sí misma, anula todo movimiento de apertura e
impulso hacia nuevas experiencias, es decir, en defi­
nitiva, hacia el Deseo y la Vida.

—237—

2.EL CAMPO SIMBOLICO

Ninguna interpretación de la obra litera-


ria que se base en conceptos elaborados por el
psicoanálisis puede evitar abordar el problema
del símbolo. ¿Una lectura psicoanalítica no es
acaso esencialmente una lectura simbólica al
remitirnos a un más acá del sentido, no inme­
diatamente captable? Es importante delimitar
con precisión el concepto de símbolo y definir
qué se entiende por un análisis de orden
simbólico.
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

I. LAS DOS ACEPCIONES DEL


SIMBOLO

Hay dos modos principales de entender la


palabra símbolo: de manera amplia o de manera
restrictiva. En una óptica amplia, la función
simbólica es la función muy general según la
cual el espíritu humano construye todos sus
universos de percepción y discurso. En este
sentido, todo aquello que concierne a la repre­
sentación, todo lo que confiere un sentido a lo
real, pertenece al orden de lo simbólico. En esa
acepción, el lenguaje depende de lo simbólico,
tanto como el arte, la religión o la ciencia.

No vamos a retener aquí esta acepción


amplia, pese a su interés epistemológico, ya que
es una acepción que no nos permite especificar
un modo particular de lectura entre otros.

—239—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Preferimos, en cambio, adoptar la definición res­


trictiva, que ve en el símbolo un signo que quie­
re expresar una cosa diferente de lo que ex­
presa. En otras palabras, el símbolo es un signo
de doble sentido que, independientemente de la
relación ordinaria del significante con el
significado (función de significación) y de la re­
lación del signo con su referente (función de de­
signación), añade otro sentido al sentido mani­
fiesto. Este otro sentido, construido a partir de
un sentido primero literal, es el que se
transformará en objeto del trabajo de interpre­
tación, susceptible de provocar un efecto, otro
modo de ser leído o escuchado.

—240—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. SIMBOLO Y METAFORA

La definición del símbolo que acabamos


de leer es todavía demasiado general y corre el
riesgo de confundirse con la definición de la
metáfora. Ahora bien: todo análisis textual debe
tener cuidado de distinguir rigurosamente entre
las dos figuras. Una lectura que utilice los con­
ceptos psicoanalíticos escapa todavía menos a
esta obligación en la medida en que los
mecanismos inconscientes que se ponen en juego
en la metáfora y el símbolo no son estrictamente
idénticos.
La metáfora establece una relación de
equivalencia entre dos sustancias: x es y. En
Booz endormi 42 ; la luna es "esta hoz de oro".
Si se toma este esquema general como punto de
partida, pueden establecerse varias relaciones:
de lo concreto con lo abstracto (las alas de la
gloria), de lo abstracto con lo concreto (el pudor

—241—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del lirio), de lo concreto con lo concreto (la cabe­


za del alfiler), de lo abstracto con lo abstracto
(el coraje de la virtud). Aunque la delimitación
lingüística de las metáforas no presenta
problemas, su interpretación psicoanalítica, en
cambio, no es evidente: solo en base a una mera
hipótesis la elección de la metáfora del mazo
para representar el sexo masculino en La Ba­
taille de Pharsale se explica por referencia al
complejo de castración (cf. supra, p. 77).

La identificación del símbolo con el texto


es bastante menos fácil, puesto que un símbolo
no establece explícitamente una relación de
equivalencià entre dos sustancias, sino que solo
implica esa relación, y a veces de una manera
tan alusiva e indirecta que puede muy bien pa-
sar desapercibido para el lector. En el cuento de
Maupassant titulado Le Parapluie 43 , solo
una lectura paciente podrá descubrir que el
objeto "paraguas" implica la referencia al falo.

—242—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El "paraguas" es aquí símbolo del falo, y no


metáfora, ya que la relación de equivalencia pa­
raguas = falo nunca se plantea de manera
explícita, como podía serlo entre mazo y miem­
bro viril en el texto de Claude Simon.

Puede ocurrir, asimismo, que un mismo


término pueda funcionar a la vez como metáfora
y como símbolo. En Au sujet d Adonis 44

(Pléiade, tomo I, p. 484), Paul Valéry escribe:


"Me imagino este poeta como un espíritu lleno
de recursos y astucias, falsamente adormecido
en el centro imaginario de su obra todavía
increada, para poder así esperar mejor ese
instante de su propio poder que es su presa.
Allí... una misteriosa Aracné, musa cazadora,
acecha." El término "Aracné" es en primer lugar
una metáfora, puesto que establece explícita­
mente la equivalencia entre la inspiración,
devoradora de fuego interior, y la araña, insecto
insaciable y voraz.

—243—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Pero también funciona como símbolo en la


medida en que implica la referencia a una po­
tencia misteriosa y vagamente suicida que,
dentro de cierta concepción de la creación
poética, absorbe progresivamente al Yo en una
atracción de muerte. Pero ¿cuál es el factor que
ha llevado a esa interpretación simbólica de la
araña? La razón de ello es que Valéry utilizó el
término "araña" varias veces, y siempre en
contextos que sugerían la referencia a esta no­
ción de atracción maléfica y de absorción del Yo.
La metáfora tiene valor por sí misma y agota de
entrada y en un solo momento ese poder de sus­
pensión del sentido gracias a la transgresión de
la normatividad semántica a que habíamos
aludido más arriba (cf. supra, p. 74). El
símbolo, en cambio, solo tiene valor por su
repetición. Solo un uso reiterativo le permite
decir algo diferente que lo que dice y confirmar
ese decir. Esta repetición es, asimismo, la que
constituye el indicio y la garantía de una

—244—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tituye el indicio y la garantía de una emergencia


del inconsciente. Por lo menos en lo que hace a
los símbolos personales o personalizados como la
"araña" de Paul Valéry o el "paraguas" de Mau­
passant, porque, así como existen metáforas
gastadas que han perdido su poder de transgre­
sión (los pies de la mesa, por ejemplo), existen
también símbolos pertenecientes al fondo
arcaico de las religiones y los mitos que se han
convertido en meras convenciones culturales.
Pero la interpretación psicoanalítica de la obra
literaria no pretende explicar estos últimos.

—245—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III LAS ZONAS DE EMERGENCIA


DEL SIMBOLO

Una vez definido así el símbolo, nos con­


viene determinar las modalidades principales de
la función simbólica. Seguiremos a Paul Ricoeur
(De l´Interprétation, essai sur Freud, Paris,
Seuil, 1965) y distinguiremos tres tipos:
● los símbolos de la fenomenología de la
religión: "ligados a los ritos y a los mitos,
constituyen el lenguaje de lo sagrado", pero
"estas realidades no se inscriben al lado del
lenguaje, sino que adquieren su dimensión
simbólica en el universo del discurso". Aún
cuando los portadores del símbolo sean
elementos del universo —Cielo, Tierra, Agua,
Vida, etc— es la palabra la que dice la
expresividad cósmica por la gracia del doble
sentido de las palabras tierra, cielo, agua, vida,
etc. La expresividad del mundo viene al

—246—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mundo viene al lenguaje por el símbolo como


doble sentido" (op. cit., p. 23—24).

● Los símbolos de lo onírico: son esencia­


les para la teoría psicoanalítica ya que, "dejando
de lado cuestiones de escuela, el sueño da testi­
monio de que queremos decir algo diferente de
lo que decimos" (op. cit., p. 25), aún cuando, y
esto ocurre a menudo, el inconsciente individual
coincida y reproduzca el inconsciente colectivo,
lo cual invitaría a plantear el problema de la
relación del símbolo y el mito.

● Los símbolos de la imaginación poética,


que son, en nuestra perspectiva,
particularmente importantes. Su desciframien­
to, en efecto, va a poder contribuir a hacer fruc­
tuoso un modo singular de la lectura de los
textos.

—247—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Es evidente que no solamente lo que la


teoría literaria llama "poesía" va a concernir la
imaginación poética, sino que ésta va a desarro­
llarse en todos los niveles del uso llamado "lite­
rario" del lenguaje.

IV. SIMBOLO E INTERPRETACION

Lo que hemos expuesto nos hace adivinar


cuál es el interés que puede revestir el concepto
de símbolo para una lectura psicoanalítica de la
obra literaria. Porque, por un lado, el símbolo es
inseparable del lenguaje; no hay símbolo sin
lenguaje; de allí deriva la necesidad de leer; pero
por otro lado el sentido del símbolo se sitúa en
un más acá del lenguaje, en un prelenguaje que
es como el discurso no formulado todavía del de­
seo.

—248—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este hecho nos impide considerar al se­


gundo sentido del símbolo como un mero susti­
tuto analógico del sentido literal, ya que no hay
una vía unívocamente trazada entre lo latente y
lo manifiesto.

Vamos a tener que enfrentarnos, preci­


samente, con este problema de la interpretación.
En cuanto los símbolos están en cuestión, dos
escuelas se enfrentan, que corresponden a dos
ideologías opuestas: la semiología y la teoría in­
terpretativa. Esta división no es ajena a nuestra
presente obra, forma parte, por el contrario, del
debate instaurado hic et nunc acerca de la legi­
timidad de un psicoanálisis de las obras.

La semiología se limita voluntariamente


al análisis de los signos. El símbolo no va a ser
percibido, por consiguiente, como la manifesta­
ción de un contenido latente, sino como un sim­
ple signo cuyo sentido deberá ser aprehendido

—249—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en una red diferencial, un sistema de oposicio­


nes. El símbolo no es ya portador de un sentido
oculto o secreto, sino uno de los elementos de un
sistema significante que sostiene dentro de sí
mismo su coherencia y su unidad estructural,
sin que sea necesario referirlo a una trascen­
dencia cualquiera del ego, del sujeto o del deseo.

La semiología así entendida no se siente


concernida por la teoría psicoanalítica y ésta, a
su vez, no puede considerarse satisfecha con un
enfoque estructural inmanente que le es
perfectamente ajeno. Pero va a conciliarse, en
cambio, con el segundo modo de análisis del
símbolo, esto es, con el trabajo de la
interpretación. Lo que interesa a este último en
el símbolo es lo que éste traduce de una
dinámica expresiva que tiene su fuente en otra
parte —para nosotros, en los arcanos de la
psique— y que transgrede las categorías
habituales de la conciencia cognitiva y reflexiva.

—250—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

V. SIMBOLO, PSICOANALISIS Y
LITERATURA

La búsqueda de los elementos simbólicos


en una obra literaria puede basarse en una in­
terpretación psicoanalítica amplia o en una in­
terpretación restringida.
Si adoptamos la perspectiva restringida,
tomaremos como criterio del enfoque psicoanalí­
tico del símbolo la definición freudiana clásica
según la cual el símbolo está motivado por el
"principio del placer" y constituye por sí mismo
el objeto de fijaciones de la libido en las
diferentes etapas oral, anal y fálica del desarro­
llo de la personalidad (cf. supra, p. 27). Esta
visión restringida trae como consecuencia que el

—251—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

campo de aplicación del análisis simbólico se


limite a la zona de la represión. El símbolo
textual remite entonces a un objeto o a una
parte del cuerpo sobre los cuales el pensamiento
consciente ha hecho pesar una censura (ejemplo
de la "oreja" que connota el sexo femenino en el
texto de Claude Simon, cf. supra, p. 97).

En una perspectiva más amplia, el análi­


sis simbólico trata de evitar la obsesión de la re­
presión y la censura y desarrolla el campo
simbólico en zonas que no están exclusivamente
sometidas al principio del placer. Adler y Jung
se aplicaron, precisamente, a esta especie de
ampliación de la teoría freudiana; el primero
sugería, en Connaissance de l'homme (p.
33) 45 la intervención de un principio de poder
que sería la fuente de una vasta actividad
simbólica como compensación de los sentimien­
tos primitivos de inferioridad infantil; el
segundo explicaba, en Metamorphoses et

—252—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

symboles de la libido (p. 25—45) 4 6 , de qué


manera la libido se transforma bajo el efecto de
factores hereditarios y de arquetipos colectivos.
Los análisis simbólicos basados en esta amplia­
ción de la teoría freudiana (sin obedecer stricto
sensu a las teorías adleriana o jungiana— van
a tender a tomar en consideración una mayor
cantidad y diversidad de elementos simbólicos, a
los cuales van a tratar de correlacionar,
evidentemente, con el fantasma. Se podrá leer
infra, p. 90 un ejemplo de este tipo de lectura.

—253—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

VI. EL SIMBOLO Y LA
IMAGINACION: ¿FREUD O
BACHELARD?

Las dos perspectivas analíticas que


acabamos de exponer disimulan una división en
la consideración de la esencia de lo imaginario.
En la primera, estrictamente freudiana, la ima­
ginación es el lugar de un conflicto entre una
pulsión y su represión social, donde el símbolo
se presenta como uno de los resultados posibles
de este conflicto. Desde el segundo punto de
vista, la imaginación se presenta más bien, se­
gún la expresión de Gilbert Durand 47, "como el
resultado de un acuerdo entre los deseos y los
objetos del entorno social y natural". Si estamos
alertas, veríamos que esta última concepción
puede llevar a vaciar progresivamente el
símbolo de su significación latente y a situarlo

—254—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fuera del campo de las pulsiones de la psi-


que. Sería el caso, entonces, de aventurarse
en dirección a Gaston Bachelard y la filosofía
de la imaginación. Bachelard no niega, por
cierto, la existencia del inconsciente, ni el
papel que éste desempeña en la vida psíqui­
ca, pero se niega, por prudencia teórica y
metodológica, a emprender su prospección.
Se limita, por consiguiente, a hacer un reper­
torio de esos "complejos de cultura" que co­
rresponden a las diversas manifestaciones de
la imaginación en el nivel preciso en que se
articulan naturaleza y cultura, es decir, al
fin de cuentas, en el punto de función entre
lo imaginario y lo racional. Se adivina que
este procedimiento permite a Bachelard
crear una simbólica mucho más flexible y
vasta que la simbólica freudiana. La simbóli­
ca bachelardeana está basada en la procla­
mación de la primacía absoluta de la imagi­
nación. Como escribe Hélène Tuzet 48 , "la

—255—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

imaginación, a partir de Psicoanálisis del


Fuego, y en grado creciente, ha sido (para
Bachelard) la función fundamental del
psiquismo, anterior al pensamiento, a la
emoción, a la voluntad. Ella es surgimiento
primero; esboza la observación de lo real y
determina la contemplación " (p. 204). Se
comprende entonces que para Bachelard el
símbolo no sea, en tanto imagen, tratado co­
mo un síntoma revelador de una formación
inconsciente o preconsciente, sino como la
expresión controlada de la imaginación crea­
dora. También se comprende que esta nueva
ontología del ensueño y el símbolo, que hace
de un imaginario dinámico y prospectivo el
centro de donde irradia toda actividad estéti­
ca, corra el riesgo de producir un discurso
crítico algo alusivo y aproximativo, y envuel­
to en un estilo inspirado. Jean Ricardou re­
cordaba hace poco 49 algunas insuficiencias
de la lectura bachelardeana y la asimilaba,

—256—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

un poco severamente, a un "bluff exegético".


No es nuestra intención aquí tomar partido a
favor o contra Bachelard, sino simplemente
advertir que el autor de El Aire y los Sueños
se inscribe de manera marginal en relación a
los objetivos de nuestra obra. Sería abusivo,
en efecto, considerar a Bachelard como un
partidario del psicoanálisis literario cuando
por un lado, él mismo se declara filósofo y no
crítico literario, y cuando, por otro lado, ya a
partir de La Poética del Espacio había procla­
mado un divorcio definitivo con el psicoanáli­
sis. Tuvimos que elegir, pues, entre Freud y
Bachelard, y en los límites de nuestra obra
hemos elegido

—257—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

VII. LA ACTIVIDAD SIMBOLICA


DEL CREADOR

Si, como lo vimos en la Sección 1 de la


Segunda Parte, el objeto de arte es el producto
de un itinerario que va desde la identificación
hasta la sublimación, podemos interrogarnos
ahora acerca de la función que desempeña la
simbolización en este trayecto. Cualesquiera
sean las divergencias secundarias de interpre­
tación, hay un acuerdo general en reconocer
que la actividad simbólica ocupa un lugar
absolutamente primordial, y en ello seguimos
la lección de Freud, que consideraba que esta
actividad constituía uno de los motores esen­
ciales del funcionamiento subconsciente de la
psique (sueño, chiste, acto fallido, etc.). No po-
demos sino considerar como evidente, en efec­
to, que si "el símbolo es el signo figurado de un

—258—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

deseo o un conflicto de deseos 50", y si el arte,


como el sueño, es una formación de compromi­
so entre el deseo y la defensa, la operación
simbólica debe insuflar necesariamente toda
actividad creadora. Aún cuando, siguiendo a
Freud, redujéramos la función del símbolo a
una traducción de un inventario muy limitado
de obsesiones permanentes y universales (el
cuerpo, la sexualidad, la familia, el nacimiento
y la muerte), nos quedaríamos admirados
frente a la cantidad de símbolos que remiten a
esas obsesiones.
Esta desproporción entre la limitación del
campo simbólico y la proliferación de los signos
permite precisamente a Didier Anzieu
caracterizar el simbolismo como "una suerte de
lengua fundamental universal", que "preexiste
al individuo", el cual "se relaciona con él como
con un orden anterior que lo superar 51 ". De esa
manera, el artista, al igual que todo sujeto
humano, "se inserta en un orden preestablecido

—259—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de naturaleza simbólica 52",y su creación va a


portar reiterativamente las huellas de ese or-
den. Huella de la cual el creador mismo no es,
evidentemente, consciente. En efecto, solo se
puede hablar de símbolo a propósito de una
imagen si uno de los términos de la comparación
ha sido reprimido. Esto equivale a decir que,
puesto que la represión está en acción, la activi­
dad simbólica escapa a la voluntad consciente
del artista, y desempeña a la vez en la creación
un papel esencialmente dinámico.

Durante una de las secuencias narrativas


de Jacques le Fataliste, Diderot procede a una
serie de variaciones estilísticas sobre la oreja de
una joven campesina, que mantiene con reticen­
cias sus relaciones conyugales por temor al em­
barazos 53. En la economía fantasmática del
texto, el término "oreja" proporciona una figura­
ción consciente que corresponde a la representa­
ción inconsciente del sexo femenino, y encierra,

—260—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en su propia estructura, las principales


características del objeto aludido.

Se deriva de ello que el término "oreja" —


volvemos a encontrar aquí el papel a la vez di­
námico y económico de que hablábamos más
arriba— concentra en él investimientos libidina­
les que en principio deberían descargarse sobre
el objeto de referencia —el sexo— y no sobre el
objeto de sustitución. Es ésta una función
capital en la relación triangular autor/
obra/lector, ya que permite desviar las pulsiones
más primitivas de la libido hacia zonas de
transferencia mucho más generales, universales
y neutras,aceptables, además, por un público
más extenso. Diderot responde exactamente,
con estas graciosas variaciones sobre la oreja,
al esquema general esbozado por Jean
Guillaumin a propósito de la función simbólica:
"Fijar, armonizar y por último pacificar los mo­
vimientos confusos de las pulsiones parciales

—261—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ligadas a los fantasmas reprimidos por la re­


presión individual o colectiva", "atraer sobre los
símbolos ... los investimientos del otro", "basar
así en un término desde ahora constituido en
exterioridad una relación de comunión
estética"54.

VIII. LA LECTURA SIMBOLICA DE


LA OBRA LITERARIA

Independientemente de cuál sea el desci­


framiento de la simbólica de un texto, no puede
disimularse que este modo de lectura no en­
cuentra una aprobación unánime por parte de
creadores y críticos. En Le Livre à venir, por
ejemplo, Maurice Blanchot estima que "la lectu­
ra simbólica es probablemente la peor manera

—262—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de leer un texto literario". Al citar esta opinión,


Didier Anzieu la justifica por el hecho de que
esta práctica de desciframiento "olvida la esen­
cial fuerza concreta de la palabra" en beneficio
de aquello a lo que la palabra va referida a
pesar de ella y a pesar del escritor. Y aún cuan­
do el escritor conceda que esa palabra es un
símbolo, "algo resiste en él, protesta y
secretamente afirma: no es una manera
simbólica de decir, era solamente real" (Maurice
Blanchot).

Manera emocionante pero vana de


protestar contra lo ineluctable, esto es, que el
escritor, no más que cualquier otro, no es el
dueño de su inconsciente, y que no tiene un con­
trol directo sobre la simbólica de su arte. La
función de la interpretación, a veces ciega tam­
bién ella y probablemente mortífera, es suplir a
toda costa esa incapacidad existencial. Pero allí
reside también su mayor riesgo.

—263—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

PRACTICAS

Lectura simbólica de La Chevelure, de Charles


Baudelaire 55.

1. O toison, moutonnant jusque sur l'enco-


lure!
2 O boucles! 0 parfum chargé de nonchaloir!
3. Extase! Pour peupler ce soir l'alcôve
obscure
4. Des souvenirs dormant dans cette cheve-
lure,
5. Je la veux agiter dans l'air comme un mou-
choir!
6 La langoureuse Asie et la brûlante Afrique
7 Tout un monde lointain, absent, presque dé­
funt,
8 Vit dans tes profondeurs, forêt aromatique!

—264—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

9. Comme d'autres esprits voguent sur la mu-


sique,
10. Le mien, ô mon amour! nage sur ton par­
fum.
11. J'irai là—bas où l'arbre et l'homme, pleins
de sève,
12. Se pâment longuement sous l'ardeur des
climats;
13. Fortes tresses, soyez la houle qui m'en-
lève!
14. Tu contiens, mer d'ébène, un éblouissant
rêve
15. De voiles, de rameurs, de flammes et de
mâts,
16. Un port retentissant où mon âme peut
boire
17. A grands flots le parfum, le son et la cou­
leur;
18. Où les vaisseaux, glissant dans l'or et
dans la moire,
19. Ouvrent leurs vastes bras pour embrasser
la gloire
20. D'un ciel pur où frémit l'éternelle chaleur.

—265—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

21. Je plongerai ma tête amoureuse d'ivresse


22. Dans ce noir océan où l'autre est enfermé;
23. Et mon esprit subtil que le roulis caresse
24. Saura vous retrouver, ô féconde paresse,
25. Infinis bercements du loisir embaumé!
26. Cheveux bleus, pavillon fr tenebres ten-
dues
27. Vous me rendez l'azur du ciel immense et
rond;
28. Sur les bords duvetés de vos mèches tor-
dues
29. Je m'enivre ardemment des senteurs
confondues
30. De l'huile de coco, du musc et du goudron
31. Longtemps! toujours! ma main dans ta
crinière lourde
32. Sèmera le rubis, la perle et le saphir,
33. Afin qu'à mon désir tu ne sois jamais
sourde!
34. N'es—tu pas l'oasis où je rêve, et la
gourde
35. Où je hume à longs traits le vin du souve­
nir? 56

—266—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

LA CABELLERA

1. ¡Oh vellón encrespado hasta la cadera!


2. ¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de des­
cuido!
3. ¡Extasis! ¡Para poblar esta noche la alcoba
oscura
4 De recuerdos dormidos en esta cabellera,
5. Yo la quiero agitar en el aire como un pa-
ñuelo!
6. La lánguida Asia y la ardiente Africa,
7. Todo un mundo lejano, ausente, casi muer­
to,
8. Vive en tus profundidades, bosque aromá­
tico,
9. Como otros espíritus vagan por la música
10. El mío ¡oh mi amor! Nada en tu perfume
11. Yo iréalla lejos donde el árbol y el hombre
llenos de savia

—267—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

12. Se pasman largamente bajo el ardor de


los climas
13. ¡Fuertes trenzas, sed el oleaje que me lle-
ve!
14. Tú contienes, mar de ébano, un deslum­
brante sueño
15. De velas, de remeros, de gallardetes y de
mástiles:

Un signo de la lengua común, como la palabra cabe­


llera del título, se vuelve simbólico por la adquisición
de un sentido suplementario que le viene impuesto
por una sobre determinación contextual 57 Dicho de
otra manera: al significado que proporcionan las de­
finiciones de los diccionarios de la lengua se añade
otro, que es el que el poema pone en evidencia des­
arrollando; en base a la reiteración, cierta línea de
asociaciones verbales. El símbolo es por naturaleza
plurívoco, nos entrega un sentido latente tanto como
un sentido manifiesto. "La ambigüedad del símbolo,
escribe Ricoeur, no es, entonces, un déficit de univo­
cidad, sino la posibilidad de transportar y engendrar

—268—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

interpretaciones adversas y coherentes cada una en


sí misma" (De l''Interprétation, Essai sur Freud, p.
478).

El poema asegura que la cabellera contiene el pasa­


do y el futuro, que el ideal que ella representa y en­
cierra es a la vez la nostalgia del paraíso perdido y el
sueño de la utopía. "Los símbolos auténticos son
realmente regresivos—progresivos: por medio de la
reminiscencia, la anticipación, el arcaísmo, la profe­
cía ... el símbolo es el que, en razón de su sobre de­
terminación, realiza la idea concreta entre la progre­
sión de las figuras del espíritu y la regresión hacia
los significantes claves del inconsciente" (P. Ricoeur,
op. cit., p. 478—479). El enunciado está organizado,
en el nivel semántico, según las oposiciones (conti­
nente) superficie/(contenido) profundidad, de acuer­
do a lo que A. J. Greimas llama un discurso bi—
isotópicos 58 las dos isotopías corresponden al código
léxico de la cabellera y al código léxico del viaje ma­
rítimo. La relación continente/ contenido se explicita
en el verso 22: en ese negro océano que contiene al

—269—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

otro. Desde la primera estrofa el lector sabe que la


cabellera es una sinécdoque

16. Un puerto rumoroso donde mi alma puede


beber
17. A grandes olas el perfume, el sonido y el
color;
18. Donde los navíos deslizándose en el oro y
en el moaré
19. Abren sus vastos brazos para abrazar la
gloria
20. De un cielo puro donde reina el eterno ca-
lor.
21. Sumergiré mi cabeza amorosa de embria-
guez
22. En este negro océano donde el otro está
encerrado;
23. Y mi espíritu sutil que el balanceo acari-
cia
24. Sabrá encontraron, ¡oh fecunda pereza,
25. Infinitos vaivenes del ocio perfumado!
26. Cabellos azules, pabellón de tinieblas ex­
tendidas,

—270—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

27. Me devolvéis el azul del cielo inmenso y


redondo:
28. En los bordes vellosos de vuestros mecho-
nes torcidos
29. Me embriago ardientemente de olores con­
fusos
30. Del aceite de coco, de almizcle y de brea.
31. ¡Mucho tiempo! ¡Siempre! Mi mano en tu
crin pesada
32. Sembrará el rubí, la perla y el zafiro,
33. ¡Para que a mi deseo no seas jamás sorda!
34. ¿No eres tú el oasis donde yo sueño y la
calabaza?
35. Donde sorbo a grandes tragos el vino del
recuerdo?

que remplaza a la mujer, porque la invocación ;Oh


vellón! se dirige, en la tradición literaria, a la musa,
o por lo menos a una amante. Los dos procedimien­
tos retóricos que engendran el texto, la metonimia
(cl continente por el contenido) y la sinécdoque (la
parte por el todo) corresponden al proceso primario
que el psicoanálisis llama desplazamiento 59. Estos

—271—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

procedimientos permiten que cl tema fetichista del


poema se inscriba en una forma que le es propia y
obligan al lector a volver a situar en su lugar lo que
había sido desplazado, a restituir el significado
latente. Dos veces, el poema hace alusión al sentido
sepultado bajo la apariencia: en cl verso 4: Los re­
cuerdos dormidos en esta cabellera, y en los versos 7
y 8: Todo un mundo lejano, ausente, casi difunto /
Vive en tus profundidades... Este mundo resucita,
textualmente, por la actualización de los semas vir­
tuales, pero olvidados, de algunas metáforas
gastadas, casi difuntas.

Es así que el primer verso: Oh vellón encrespado


hasta la cadera! 60 establece la visagra que va a
permitir la articulación de los dos códigos, porque si
encresparse sobre una cabellera significa ser seme­
jante a la lana encrespada de un cordero, el mismo
verbo se emplea corrientemente para la superficie
del agua; en Fromentin, por ejemplo: Tenemos ante
nosotros, (chato, gris, huidizo y encrespado, el mar
del Norte 61. Los diccionarios de símbolos y los estu­
dios sobre lo imaginario confirman, por otra parte,

—272—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que la asociación del agua con la cabellera es


estereotipada.

Cuando ondula, la cabellera suscita inmediatamente


la imagen acuática, y al revés. Hay, por lo tanto, una
reciprocidad en este isomorfismo, en el cual el verbo
ondular constituye la vinagra. Proceso que la
relaciona con el pasado, siendo el océano la cuna de
la humanidad. En la poesía, asimismo, las ondas de
la cabellera están relacionadas con ese tiempo irre­
vocable que es el pasado. Un tipo similar de uso
figurado debilitado hace resurgir el sentido literal,
aunque adormecido, de las metáforas acuáticas de
los versos 9 y 10: Como otros espíritus vagan por la
música / El mío, oh nu amor, izada en tu perfume, en
los versos 21 y 22: Sumergiré mi cabeza , . . , en los
versos 16 y 17: ... donde mi alma puede beber la
grandes` olas.. . , como también en el verso 11, que
hace presente la energía: ... el árbol y el hombre, lle­
nos de savia. Es también el caso de la última estrofa,
en la cual el procedimiento produce un efecto de iro-
nía, debido al doble sentido de la palabra gourde 62

(verso 34); el poeta indica con este efecto irónico que

—273—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

no se engaña en cuanto a la verdadera naturaleza de


aquella que simboliza el ideal. Sin embargo, en las
estrofas 2 a 5, el sentido literal (manifiesto) y el
sentido figurado (latente actualizado) se confunden
gracias a la fusión sintáctica de los dos sistemas
léxicos. Obedeciendo al tema, lo semejante se con­
vierte en lo idéntico, la cabellera se metamorfosea en
océano, por medio de la exhortación del verso 13:
Fuertes trenzas, sed el oleaje que me lleve y por me­
dio del intercambio de epítetos (verso 14: mar de
ébano; verso 25: cabellos azules) los dos códigos, ya
sea que estén separados o que se combinen, funcio­
nan como sistemas semióticos; es decir, no descri­
ben un viaje real o imaginario, sino que crean una
escenografía estereotipada del erotismo edénico 63.

En la primera estrofa, por ejemplo, el epíteto oscura


no hace sino reformar positivamente el sema sexual
del sustantivo alcoba (una alcoba iluminada sería
un oxímoron), así como no podrían remplazarse la
lánguida Asia y la ardiente Africa por la lánguida
Australia y la ardiente Europa sin que quedara
abolido el sema de voluptuosidad de la secuencia
original. El tiempo futuro de los verbos tiene una

—274—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

función semiótica similar: en Iré (versos 11), su­


mergiré (v. 21) y mi espíritu / sabrá encontraron (v.
24), se opone al tiempo presente de los Spleen cuyo
sistema representa lo real y lo actual, del mismo
modo que en allá lejos del verso 11 significa no
aquí, y así como los lugares que siguen al pronom­
bre relativo donde, en los versos 11, 16 y 18, evocan
un paisaje positivo que es la inversión de los paisa­
jes negativos de la depresión nerviosa. El cielo puro
donde reina el eterno calor (v. 20) y el azul del cielo
inmenso y redondo son los antónimos del cielo bajo
y pesado que pesa cómo una tapa del último Spleen
64.

La sobredeterminación del contexto impone el senti-


do simbólico del título La Cabellera, y el poema
mismo, en virtud del juego de los dobles sentidos, se
convierte en la transcodificación en términos concre­
tos de la teoría de las Correspondencias, un exem­
plum. Representa el bosque de los símbolos 65 el dis­
curso que, por su engendramiento, revela la unidad
profunda y la sinestesia. La descodificación del sis-
tema verbal de La Cabellera obliga al lector a (re)
producir un sentido, pero su comprensión está con-

—275—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

trolada por la alternancia semántica de lo litoral/


figurado a lo largo de la cadena sintagmática. Esta
oposición entre los dos sentidos es análoga a los dos
principios psíquicos —de realidad y de placer——
que gobiernan al sujeto lector. Lo figurado, ya sea
que mantenga una relación metafórica o metonímica
con lo literal, es el equivalente lingüístico de los pro­
cesos primarios del inconsciente, como la condensa­
ción y el desplazamiento. Emile Benveniste había ya
insistido en esta semejanza entre los dos tipos de
procedimiento en 1956: El inconsciente utiliza una
verdadera "retórica" que, como el estilo, tiene sus
"figuras", y el viejo catálogo de los tropos proporcio­
naría un inventario apropiado para los dos registros
de la expresión. La naturaleza del contenido hará
aparecer todas las variedades de la metáfora, ya que
los símbolos del inconsciente extraen su sentido y al
mismo tiempo su dificultad de una conversión meta­
fórica ... En resumen, a medida que se vaya estable­
ciendo un inventario de las imágenes simbólicas en
el mito, el sueño, etc., se verán probablemente con
más claridad las estructuras dinámicas del estilo y
sus componentes afectivos 66

—276—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El placer que provoca el texto proviene de la organi­


zación estilística de sus significantes, que despierta
en el lector los significados lingüísticos y oníricos, es
decir, conscientes e inconscientes.

—277—

3. EL DOMINIO MITICO

I. BREVE RECAPITULACION DEL


MITO

En su acepción más general, el mito es un


relato de los tiempos fabulosos y heroicos. En
consecuencia, solo su significación simbólica lo
diferencia de la leyenda. En su mayoría, los mi­
tos ofrecen una explicación de los fenómenos na­
turales o evocan supuestos episodios de la vida
de nuestros antepasados. El mito permite al
hombre situarse en el tiempo, en relación al pa­
sado y al futuro, y al mismo tiempo lo tranquili­
za al proclamar la pertenencia del hombre a una
realidad continua; no obstante, cada mito cons­
tituye la producción de una sociedad definida,
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dotada de estructuras particulares, cuya legiti­


midad el mito viene a reforzar.
La mitología (o estudio de los mitos) clasi­
fica los mitos en cinco subconjuntos:
a) los mitos teogónicos que relatan el ori­
gen y la historia de los dioses;
b) los mitos cosmogónicos que se refieren
a la creación del mundo;
c) los mitos etiológicos que explican el
origen de los seres y las cosas y se presentan a
menudo en forma de fábulas;
d) los mitos escatológicos que evocan el
futuro y el fin del mundo;
e) los mitos morales que conciernen a la
lucha del bien y del mal.

Hace mucho tiempo que se ha remarcado


la importancia del mito en las sociedades arcai­
cas. La mayoría de las mitologías corresponden
a relatos con valor simbólico cuya función con­
siste en representar un abstracto presentado

—279—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

como verdad absoluta bajo una cobertura lo su­


ficientemente familiar como para producir ad­
hesión. El mito funciona de la misma manera
para los filósofos, los cuales han adoptado este
tipo de procedimiento demostrativo (cfr. los mi­
tos de la caverna o del Banquete en Platón, por
ejemplo).

Cada núcleo geográfico de cultura y de


ideología corresponde a un área específica de
repartición de los mitos. La cultura occidental se
ha nutrido en especial abundamentemente de
las leyendas y mitos de la Grecia arcaica. Podría
suponerse que la difusión de las religiones, el
progreso de las ciencias o la eclosión de las
diversas ideologías socio—políticas hubieran
terminado por relegar los mitos al plano de
simples curiosidades históricas. Pero no ocurre
en absoluto así. Los temas que los mitos encu­
bren, en efecto, son temas universales, no
limitados a una época histórica dada, y fácil-

—280—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mente traducibles. El procedimiento mítico se


nos revela claramente como un procedimiento
inherente al espíritu humano, y corresponde a
la expresión auténtica de la psique, la cual,
curiosamente, se muestra idéntica a sí misma a
través de las épocas y culturas.

II. MITO Y PSICOANALISIS

En 1900, en la Interpretación de los Sue­


ños, Freud propone una interpretación
totalmente nueva del mito de Edipo, al otorgar
un carácter general y transformar en complejo
universal el complejo de Edipo, esto es, el tema
del hijo parricida e incestuoso contenido en la
leyenda griega (cfr. supra, p. 28). De esa mane-
ra, el estudio de los mitos se convierte, con una
coherencia teórica y metodológica perfecta, en

—281—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

objeto del mismo procedimiento analítico apli­


cable al sueño y a la obra de arte: en efecto,
sueño, obra de arte y mito son postulados por
Freud como productos de lo imaginario. Sobre la
base de este impulso inicial, y en menos de
quince años, tres estudios fundamentales que
debemos a F. Riklin, K. Abraham y O. Rank
consolidaban las relaciones de la mitología con
el psicoanálisis 67.

1. LO IMAGINARIO MITICO

Lo imaginario mítico ocupa un lugar in­


termedio entre lo imaginario espontáneo del
sueño y lo imaginario intencional que lleva a la
elaboración del objeto estético. Corresponde a
una elaboración en forma de sistema, bajo la
influencia de las leyes sociales, de los elementos
que actúan en el sustrato afectivo de la psique
individual, elementos que giran en torno a las

—282—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

obsesiones principales del sexo, el amor y la


muerte.

2. MITO Y REALIZACION DEL DESEO

La teoría psicoanalítica clásica plantea


como principio general que todo deseo
inconsciente se transforma en satisfacción
imaginaria. Este principio se aplica tanto al
mito como al sueño, y en los primeros tiempos,
el psicoanálisis terminó por hacer una identifi­
cación casi total entre los dos fenómenos, tal
como puede inferirse de estas citas de. K. Abra­
ham: "El mito es una etapa superada de la vida
psíquica infantil de la colectividad.

Contiene, bajo una forma velada, los de­


seos de la infancia de la colectividad ... Así, el
mito es el vestigio de la vida psíquica infantil de
un pueblo y el sueño es el mito del individuo"

—283—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

("Réve et mythe", in OEuvres Complétes, p.


189 y 214).

En el curso de la evolución de la teoría


psicoanalítica, no siempre se aceptó sin reticen­
cias ni discusión esta teoría de la identificación
del sueño con el mito, ni tampoco, por otro lado,
de la infancia de un individuo con la infancia de
una colectividad.

En Mythologie et Psychanalyse (Otta­


wa, Lemeac, 1969), Henri—Paul Jacques pone
en duda "que una colectividad de individuos
pueda, en tanto colectividad, ser movida por una
red de impulsos instintivos inconscientes idénti­
cos o ni siquiera semejantes a los que se obser­
van en los individuos tomados singularmente ...
Nos parece más exacto ... remplazar la noción de
inconsciente colectivo por la de colectividad de
inconscientes, y suponer que un individuo
inventó en un momento dado y en un medio

—284—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

preciso tal mito particular, en el cual proyectó y


satisfizo deseos personales, y que este producto
imaginario, que se volvió luego anónimo, fue
retomado y modificado por otros individuos per­
tenecientes al mismo medio y fue filtrándose por
así decir en otros inconscientes terminando por
ser aceptado por un conjunto social más amplio
a título de propiedad comunitaria" (p. 29—30).

La distinción recién apuntada no impide


que el mito, como el sueño, sea el lugar de apli­
cación de los mecanismos de la expresión del de­
seo, aunque esa expresión pueda sufrir cierto
número de disfraces. Es imposible, en conse­
cuencia, que la elaboración mítica no evoque la
elaboración onírica o trabajo del sueño (cfr.
supra, p. 44):

a) La censura opera una modificación


más o menos importante entre el deseo original
y su manifestación mítica. Otto Rank advertía,

—285—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a este respecto, que el mito de Edipo constituye


una excepción, ya que su contenido manifiesto
se presenta como unívoco ("Réve et mythe", La
Science des Rêves, p. 413—414).
b) La elaboración secundaria puede,
ulteriormente, transformar todavía más el con­
tenido latente y el deseo que lo suscitó cuando
interpone una reorganización coherente e
intencional. El mito se vuelve relato y obedece a
leyes estructurales imperativas.

III. MITO Y LITERATURA

Es fácil concebir, a partir de las conside­


raciones que preceden, que se pueda descubrir
un sustrato mítico subyacente a una cantidad
considerable de obras literarias. El grado de ge­
neralidad y universalidad de los modelos míticos

—286—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

explica fácilmente este fenómeno. Todo mito


está constituido por un conjunto limitado de
motivos que, en cada caso, son elementos no li­
terarios que definen algunas situaciones o ac­
titudes fundamentales. Durante la elaboración
secundaria, los motivos que componen el mito
dibujan la trama de un relato, y el tema parti­
cular que cristaliza e individualiza el motivo
mítico es potencialmente un objeto literario en
la medida en que podrá generar un número
infinito de transposiciones del modelo inicial.
Estos diferentes procesos pueden dar por re­
sultado dos subconjuntos de realizaciones, los
héroes y las situaciones:

a) El héroe es una creación que tiene sufi­


cientes características personales e individuales
como para hacer que la situación, cualesquiera
sean las circunstancias en que aquél se vea en­
vuelto, sea contingente y secundaria. Ilustran
este caso Prometeo, Hércules u Orfeo y las va-

—287—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

riaciones múltiples que éstos reciben en el nivel


de las obras literarias.
b) La situación mítica es independiente
de las características individuales del héroe y
éstas no se toman en cuenta para definir aqué­
lla. Ejemplos de ellos son Antígona, Medea o
Edipo. No es el héroe quien crea la situación si-
no la situación la que crea al héroe.

No hay objeción posible, aparentemente,


al hecho de que existe una correlación real entre
mito y literatura. No obstante, hay que evitar
caer en sistematizaciones apresuradas. Como
advierte irónicamente el crítico norteamericano
Norman N. Holland: "Virtually any hero —
Faust or Don Juan, the pícaro, the rogue—
artista, the various lords of misrule — can be
felt as gods dying with or without rebirth. Vir­
tually any heroine can find her place in the
Jungian pantheon of Virgin, Mother and Crone.
Even genres become the hardened crusts of

—288—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

myths. Comedy and tragedy (as the death or


triumph of a hero) are where the theory started.
Elegy, too, is obvious enough, as is epic: all
self—respecting epics must have their journey
to the underworld, or, in mythic terms, a
death—and—rebirth. Even pastoral has its link
throug the bonus pastor, the good shepherd, to
Christ, dying and reborn 68" (The Dynamics of
literary response, New York, Norton and C.,
1975, p. 244).

De hecho, y esquematizando un poco,


existen dos maneras principales de pensar la
triple relación del mito, la literatura y la psique:

a) según la primera interpretación, se di­


rá que si los modelos míticos vuelven a encon­
trarse de manera casi universal en todas las
formas de cultura —inclusive y especialmente
en las obras literarias— es porque estos modelos
proceden de un inconsciente colectivo constitui-

—289—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

do por el conjunto de las imágenes arcaicas que


pertenecen a un reservorio común de la huma­
nidad, el cual se encuentra, efectivamente, en
todas las mitologías. Para explicitar este proce­
so, se puede decir que las pulsiones
inconscientes primitivas, al tomar contacto con
el entorno natural y social, determinaron arque­
tipos que, entre otras realizaciones culturales,
dan nacimiento a esos sitemas orgánicos que
son los mitos, algunos de los cuales van a orga­
nizarse en relatos, que, a su vez, en transposi­
ciones y diferenciaciones sucesivas, desemboca­
rán en la creación de obras literarias. El
esquema siguiente puede ilustrar esta explica­
ción genética:

—290—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En este esquema, el nivel esencial es el


nivel arquetípico porque es él el que representa
el punto de convergencia de lo imaginario y lo
conceptual y permite que las formaciones
inconscientes repercutan en el universo del
discurso.

b) según la segunda interpretación, no va


a postularse que la literatura es el producto
derivado del mito sino solamente que mito y
literatura han surgido, en función de procesos
paralelos y homólogos, de un reservorio

—291—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

psicológico común. Por ejemplo, el deseo


particular de un hijo hacia su padre puede pro­
ducir tanto una situación de tragedia como el
mito cristiano del dios sacrificado, ingerido y
resuscitado.

Para comparar mejor las dos interpreta­


ciones, podemos representarlas por medio de dos
esquemas simplificados:

—292—

No nos detendremos más tiempo en con­


siderar esta doble perspectiva; nos contentare­
mos con señalar solamente que la primera in­
terpretación dio lugar, especialmente en el cam­
po de la antropología estructural, a abundantes
comentarios. Catherine Clément recuerda 69 que
"Claude Lévi-Strauss, en las Mitológicas, dedi-
ca largos pasajes a la transformación que lleva
del mito a la novela, y de la novela al folletín en
entregas, escondido por el suspenso, repetitivo e
inventivo, que el novelista no tiene más remedio
que administrar para ganar su pan cotidiano". Y
añade: "Y sin embargo, para Lévi-Strauss, es
una forma degenerada: estado último de la de­
gradación del género novelesco, el folletín reite­
ra las formas más bajas del mito, que son por sí
mismas un primer esbozo de la creación nove­
lesca, en su primera frescura y originalidad"
(L'origine des maniéres de table, p. 106 70).

Además, en esta historia de repeticiones, viene


a realizarse el destino de la estructura: "clausu­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rada y bien formada en sus orígenes, se vuelve


indiferenciada, sin diferencias marcadas, repeti­
tiva, redundante. Como el análisis en algunos
casos. ¿Y sí remontáramos el curso del destino?
Encontraríamos entonces que la raíz de los rela­
tos está en la novela, y, más allá, en el mito" (op.
cit., p. 18).

PRACTICAS

Cuando el análisis literario aspira a incluir entre sus


parámetros al factor mítico, puede elegir entre tres
enfoques principales:
1. En un caso, sin plantear el problema de las articu­
laciones respectivas del mito y la literatura con el
deseo, el análisis literario se esfuerza por descubrir
los arquetipos míticos de la obra literaria. Para este
enfoque, se podrá consultar sobre todo:

—294—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Crochet Monique, Les mythes dans l'oeuvre d'Al-


bert Camus, Paris, Editions Universitaires, 1973.
Davies Margaret, "Le thème de la voyance dans
Après le déluge, Métropolitain et Barbase", Archives
des Lettres Modernes, Arthur Rimbaud, N° 1, 1972,
p. 19—41.
Durand Gilbert, Le décor mythique de la Char­

treuse de Parme, Paris, José Corti; 1961.

Marguliew Henri, "Un décor mythique: Carthage,

dans Salammbó", Circé No 3, Cahier du Centre

de Recherches de l'Imaginaire, Paris, 1971.

2. En el segundo caso, en una perspectiva más abier­

tamente genética, se analiza la obra literaria como

la variante de un arquetipo mítico que remite por su

parte a un inconsciente individual o a una colectivi­

dad de inconscientes individuales. Entre las obras

que ilustran este enfoque, aconsejamos

especialmente:

Aigrisse Gilberte, Psychanalyse de Paul Valéry,

Paris, Editions Universitaires, 1964 (cf. sobre todo p.

195—218, el estudio de —La Jeune Parque).

—295—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Baudouin Charles, Le triomphe du héros, Paris,


1952 (cfr. en especial el análisis de la epopeya La
chute d'un ange, de Lamartine).
El tercer enfoque, sin plantear el problema de la
eventual filiación del mito a la literatura, se limita a
estudiar en la obra literaria los elementos manifies­
tos de un mito y los refiere a un contenido latente.
Para ilustrar este enfoque, proponemos el estudio
del mito del andrógino en la novela de Jean Bany,
Moí ma soeur (Le Seuil, 1975)71.

● El mito del andrógino en Moi ma soeur 72, de Jean


Bany
En Trois essais sur la théorie de la sexualité, Freud
nos hace recordar que la concepción popular del
instinto sexual se ve reflejada en una fábula poética
muy conocida: en su origen, los seres humanos fue­
ron cortados en dos —hombre y mujer— y estas dos
mitades se esfuerzan perpetuamente por unirse
nuevamente por medio del amor 73
La sexualidad expresa, pues, un deseo de
reencontrar un estado anterior, primordial, en que
los dos sexos habrían estado unidos en un solo ser.

—296—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El estado bisexual sería, en consecuencia, un


absoluto, un paraíso perdido, y el amor heterosexual
no constituiría sino una aproximación destinada al
fracaso.

El ser bisexual se basta a sí mismo, y toda existencia


deriva únicamente de él, como de una fuente única,
ya que no necesita un compañero sexual para
engendrar. Es interesante, por otro lado, comprobar
qué la palabra sexo deriva de secare que significa
cortar, separar. El término bisexualidad viene a lle­
var a cabo, pues, en el lenguaje, lo que se ha conve­
nido en llamar la coincidentia oppositorum, es decir,
la conjunción o unión de los contrarios, o lo que
Mircea Eliade llama "la subversión total de los
valores"74.

El andrógino (la expresión corresponde también a


una alianza de términos opuestos) representa esa
coincidentia oppositorum que lleva al hombre a con­
tradecir su experiencia inmediata, constituida
normalmente por parejas de contrarios. En efecto, al
abolir y trascender las oposiciones que forman sus

—297—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

categorías mentales (como por ejemplo, lo alto / lo


bajo, el día / la noche, lo celeste / lo terrestre, lo
masculino / lo femenino), el hombre retorna de algu­
na manera a una totalidad originaria, a un estado
primordial donde todos los antagonismos dejan de
existir. Según Eliade, los mitos de la coincidentia
oppositorum revelan "la nostalgia de un paraíso
perdido, la nostalgia de un estado paradójico en el
cual los contrarios coexisten y donde la multiplicidad
compone los aspectos de una misteriosa unidad" (op.
cit., p. 152).

Esta nostalgia proviene de que el hombre,


atormentado por el deseo de lo infinito, tiene que en­
frentarse, en su condición mortal, con dolorosas fini­
tudes. Una de las más definitorias es el descubri­
miento que hace el niño de la diferencia de los sexos:
debe entonces situarse y aceptarse —ya sea varón o
niñay rendirse a la evidencia de que el mundo
exterior va a considerarlo exclusivamente como de
uno u otro sexo, aún cuando conserve en él rasgos
del sexo opuesto.

—298—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Desde un punto de vista científico, Freud señala la


existencia de una bisexualidad biológica o
constitucional en cada ser humano, es decir, la co­
existencia de elementos o disposiciones viriles y fe­
meninas. En el estado embrionario, ambos sexos son
idénticos, y cada uno de ellos está dotado de los
componentes necesario como para ser
indiferentemente niña o varón. Del mismo modo,
existe normalmente un grado de hermafroditismo
genital aún cuando el ser haya asumido plenamente
su sexualidad específica. De ese modo, debe existir
una relación (que Freud no pudo nunca establecer
con certeza) entre la bisexualidad fisiológica y la bi­
sexualidad psíquica, y esa relación sería la coexis­
tencia en un mismo sujeto de disposiciones de rasgos
masculinos o femeninos, que influyen en la vida
sexual así como en toda la personalidad 75. En conse-
cuencia, la bisexualidad, en todas las acepciones del
término, no iría referida solamente a un mito
etiológico (véase supra, p. 95) sino a una realidad
física y psicológica constitutiva de nuestro ser.

—299—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Quedaría por ver —y esto desbordaría los límites


que perseguimos aquí— de qué manera cada indivi­
duo experimenta este estado ambivalente, y cómo
intenta resolver, sin siempre lograrlo, esa dicotomía
esencial que experimenta en él. En todo caso, es fácil
suponer que el estado andrógino puede volverse
objeto de un deseo inconsciente en la medida en que
restablecería la armonía entre los dos componentes
de la sexualidad de cada ser en vez de obligar a
reprimir uno de ellos.

En la novela de Jean Bany, Moi ma soeur, podemos


ver que se efectúa en el personaje principal una
transformación sexual que manifiesta un deseo de
alcanzar el estado andrógino, a consecuencia del
traumatismo causado por la muerte de su hermana.
El título Moi ma soeur anticipa inmediatamente, a
través de la falta de la conjunción, una fusión, un
vínculo inalterable. Anuncia también la coincidentia
oppositorum, una unión de contrarios: hermano y
hermana. Esta oposición es, no obstante, menos
categórica que la oposición hombre / mujer, ya que se
trata de dos seres que tienen la misma sangre y el

—300—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mismo origen. La unión entre hermano y hermana


sería entonces más estrecha, mas permanente que la
unión entre el hombre y la mujer, frágil y siempre
incompleta. Tomando al estado andrógino como
ideal, es cierto que el amor incestuoso se le asemeja
más que el amor heterosexual codificado por las
normas sociales.

El vínculo amoroso entre él y su hermana le parece


al héroe de Bany más puro, más perfecto que las
relaciones que ha tenido con otras mujeres. Además,
son mellizos, y en consecuencia están unidos por el
vínculo más fuerte que pueda existir entre dos seres.
Y ella muere en un baño de leche, símbolo de la
pureza y al mismo tiempo del líquido uterino en que
ambos estuvieron envueltos. Por otro lado, las aguas,
masa indiferenciada, representan la infinidad de los
posibles. El narrador idealiza sus relaciones con su
hermana y las eleva al plano de un amor único,
absoluto: Había solo una habitación, una sola cama.
La cama de nuestro único y posible amor (p. 18). Con
ella, el protagonista siente que ingresa en otro
mundo, y es lo que hace, en cierto sentido, ya que

—301—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

trasciende las imposiciones de la realidad social:


Estamos de pronto en otro mundo. Un mundo vacío.
[...] Somos amantes para siempre. Y sin embargo,
hermano y hermana. Y sobre todo hermano y her-
mana. Un modo de ser y de haber sido que no puede
cambiar (p. 18).

La desvalorización de las otras mujeres es paralela a


esta idealización de la hermana: percibe el amor
heterosexual "normal" como sucio y feo: ¿Las muje­
res? Yo amé a una mujer. Ahora, se acuesta con
un fiambrero. Es gorda. Lleva un medallón de
Lourdes entre sus grandes senos (...) ] No es tan
fea ni tan gorda. La amé. Yo la veo fea (p. 10). Y
refiriéndose a otra relación: "Duró nada más que
el tiempo de estar triste y ser desgraciado (p. 11).
En cuanto a los amantes de su hermana, son hom­
bres a la manera de animales (p. 11).
Comparadas con la fusión ideal, las relaciones amo­
rosas entre el hombre y la mujer son tentativas irri­
sorias que no pueden menos de resultar lastimosas.
Con su hermana, en cambio, el narrador siente una
unificación concreta en la que se borran los límites

—302—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de cada ser: Su olor es mío. Su descuido, sus sus­


piros, sus dulces mordeduras, nuestras caricias,
nuestras palabras, nuestros gritos, todo es yo (p.
19). Y la finitud sexual va suprimiéndose progresi­
vamente: ¿No éramos hermano y hermana melli­
zos? ¿No habíamos nacido el mismo día? La mis-
ma fragilidad. La misma voz. Casi la misma voz.
También manos largas, las suyas un poco más fi­
nas. Sin cabellos, ella era como un hombre grá­
cil... Y yo, en migran amor, en mi locura, era co­
mo una mujer (p. 40). No podemos menos de citar
aquí a Lou Andréas Salomé, que escribía a propósito
de la unión ideal por el amor: "Dos seres se convier­
ten en uno solo y ya no tienen como finalidad opo­
nerse el uno al otro solamente en virtud de un doble
efecto de cambio de naturaleza entre lo masculino y
lo femenino 76.

El héroe de Bany parece, de este modo, haber supe­


rado la finitud sexual propia de los límites de lo
humano, hasta el momento en que viene a tropezar
con el carácter inexorable de la finitud de la muerte.
Aprende entonces que la fusión con otro ser —aún

—303—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cuando se trate de su hermana melliza— no puede


ser nunca absoluta ya que la muerte viene a destruir
bruscamente el estado ideal en que creía encontrar:
Hubiera querido morir, morir yo también. Al
mismo tiempo, en el mismo segundo. Pero no se
puede (p. 9). Se da cuenta, intelectualmente, de la
finalidad de esta separación, pero no puede afrontar­
la. Freud escribe que cuando un ser humano pierde
el objeto de su amor, cuando la realidad le demues­
tra que el objeto no existe más, debería, lógicamente,
retirar la libido que ha sido depositada en él. Pero la
oposición a esta exigencia puede ser tan intensa que
el sujeto se aparta de la realidad y permanece fijado
desesperadamente en el objeto perdido 77. Este me-
canismo se produce precisamente en la novela de
Jean Bany: inmediatamente después de la muerte
de su hermana, el narrador transporta consigo el
cadáver a todas partes adonde va, rechazando la
idea de separarse definitivamente de él: Sé que no
podía dejarla allí. Abandonarla. Era mi muerta.
Ese era mi deber (p. 41). Emprende entonces un
viaje con ella para recuperar el pasado, para pene­
trar en un más allá en que la realidad de la muerte

—304—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desaparece: Nuestro viaje es un viaje hacia el


agua infinita. Pura (p. 17).

Pero poco a poco se efectúa otro proceso psicoló­


gico, que es el que Freud llama la identificación
con el objeto perdido. En efecto, el héroe se da
cuenta de la imposibilidad de su empresa y opta por
una solución más categórica, en la cual no podrá ya
intervenir la finitud de la muerte: se convertirá en el
ser amado, se convertirá en su hermana: Mi historia
era realmente una locura. Una viaje de sonámbulo.
Un viaje imposible. Demasiado difícil. Había cosas
mejores para hacer. Mi hermana, era yo. Yo era mi
hermana. Empezaba de nuevo desde cero (p. 57).

Cuando reflexiona sobre las condiciones del proceso


de identificación, Freud afirma que para que este
fenómeno pueda producirse, debe haber existido una
fijación muy fuerte al objeto amado, y: la elección de
objeto debe haberse efectuado sobre una base narci­
sista 78. En la novela de Bany, estas dos condiciones
requeridas se cumplen plenamente: la fijación es
evidente, y el hecho de amar a su hermana, que es,

—305—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de hecho, un doble de él mismo, es sin lugar a dudas


el resultado de una elección narcisista. La identifica­
ción se produce con una máxima evidencia: Mi her-
mana ha muerto. Yo soy ella. Soy una mujer (p. 76).

Asistimos entonces, a lo largo de la novela, a la me­


tamorfosis: Cada vez mas soy mujer, a medida que
las horas pasan, a medida que pasan los kilómetros.
Mi sexo se retrae, desaparece. Mis senos se yerguen,
mi pecho se hincha (p. 71). El narrador se pone la
peluca de su hermana, sus medias, sus ligas, se ma­
quilla, imita su manera de caminar e incluso termi­
na hablando en femenino.

Somos dos en uno, nos dice (p. 130). Vemos que se


cumple entonces una transformación sexual que es
un intento por aproximarse al ideal andrógino por el
cual se podría trascender no solamente la finitud
sexual sino además la finitud de la muerte. El/ella
va a emprender ahora un viaje hacia América, tierra
de sus sueños comunes infantiles. Iba a América e
iba sola. Un peregrinaje fuera del tiempo. Un descu­
brimiento. Un viaje organizado para mí, Jeanne Val-

—306—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lon, hombre y mujer a la vez (p. 105). ¿No tiene el


ser andrógino, ser perfecto, acceso simbólicamente a
un más allá ideal? Habría que señalar aquí que se­
gún la teoría psicoanalítica el hecho de la bisexuali­
dad interviene generalmente en casos de homo­
sexualidad patológica, y que la homosexualidad
misma es frecuentemente la resultante de un narci­
sismo hipertrofiado donde el objeto buscado por el
homosexual sería su propio doble.
En la novela de Bany, el amor aparentemente hete­
rosexual del héroe para con su hermana corresponde
de hecho a una homosexualidad narcisista que se
resume en las proposiciones siguientes: amo a mi
hermana porque ella se parece a mí; al convertirme
en ella, la amo amándome a —mí mismo, y en defi­
nitiva, amo a un hombre. Volviéndome bisexual por
medio de la identificación con mi hermana, puedo
entonces, al mismo tiempo, amarme a mí mismo
(narcisismo) y amar a un hombre (homosexualidad).
El hecho de ser autosexual implica ser homosexual,
ya que se elige un objeto amoroso del propio sexo,
pero implica también ser bisexual. Suponiéndose a sí
mismo andrógino, se tiende a la totalidad sexual, ya

—307—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que no se busca ya el objeto de amor fuera de sí


mismo. La superación de la incompletud sexual po­
sibilita entonces, al mismo tiempo, la superación de
la muerte, ya que ésta no vendrá ya a dividir a los
seres que se aman.
A su llegada a América, país de los recuerdos infan­
tiles, el(la) narrador(a) trata de aprehender ese ab­
soluto, ese más allá, que solo en tanto ideal podía
existir. Toda la construcción fantasmática se de­
rrumba en ese momento, y debe por fin afrontar los
límites de lo humano. No puede, en definitiva, hacer
revivir en él a su hermana, y tampoco puede morir a
través de ella: No hay que pensar en la muerte para
morir. Es preciso morir. No se muere de un sueño de
infancia ni de amor (p. 153).

Nuestro análisis no pudo menos que traicionar,


en razón de su rapidez, el texto de Bany, y podría
llegar a hacer creer que en él la teoría psicoanalítica
fue aplicada mecánicamente a lo vivido; la realidad
es que no se trata de ninguna manera de la puesta
en escena pura y simple de conceptos freudianos, y
el discurso novelesco oculta cuidadosamente sus

—308—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fuentes teóricas. Más allá de los temas provocadores


del incesto y el travesti, se plantean cuestiones fun­
damentales, y la principal entre ellas es: ¿no se pue­
de amar nunca a otro ser que no sea uno mismo?
Porque no se trata ya aquí de existir de acuerdo al
deseo del Otro, sino de acuerdo a su propio deseo
volcado sobre sí mismo.

Pero hay que dar un paso más: este relato, que


desorienta al analista por su transparencia
aparente, dice a su manera que los cuerpos no pue­
den unirse y que, si no se unen, es porque una ver­
dadera relación sexual no puede existir. El lenguaje
—el lenguaje de la novela— y no otra cosa, da testi­
monio de esa imposibilidad. Si el ser humano no fue­
ra ese ser sexuado y deseante encerrado en su sole-
dad, si fuera, precisamente, ese andrógino cuyos
componentes, como dos espejos gemelos, serían
idealmente transparentes uno para otro, no necesta­
ría el lenguaje, y la literatura no tendría razón de
ser.

—309—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Cuando más habla el hombre —cuanto más vocifera


tanto más proclama la barrera que se yergue impla­
cablemente ante su deseo y su goce. Toda la
literatura —es allí donde el hombre vocifera más—
es la insistencia sublimada de ese déficit irremedia­
ble. En este sentido, el texto de Jean Bany dice lo
esencial. Todo el resto no es más que un comentario.

—310—

4. PSICOANALISIS DE LA
NOVELA

I. EL PERSONAJE NOVELESCO

En las premisas de su estudio "Pour un


statut sémiologique du personnage" (Littéra­
ture 6, mayo de 1972, p. 86—110), Philippe
Hamon estima que "la boga de una crítica psi­
coanalítica orientada más o menos empírica­
mente ha sobrevalorizado claramente el pro­
blema del personaje" (p. 86). Y agrega que las
razones de esta sobrevaloración tienen también
su raíz en la actitud de los novelistas mismos,
siempre dispuestos a abundar en esas "declara­
ciones de paternidad, gloriosas o dolorosas;
siempre narcisistas", impregnadas de una ideo­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

logía humanista y romántica que los analistas,


por su parte, no están lejos de compartir en la
mayoría de los casos.

Aceptamos, en lo esencial, la opinión de


Philippe Hamon, pero agregamos que la sobre­
valorización del personaje novelesco no es sola-
mente una consecuencia de la crítica psicoanalí­
tica ya que es anterior a la aparición de ésta. En
efecto, una tradición crítica particularmente
larga acostumbró al lector, por lo menos en
Francia, a considerar el personaje como la en­
carnación misma del autor y la síntesis de todos
sus yo. En el ensayo L'Univers du Roman (Pa­
ris, P.U.F., 1969), sus autores P. Bourneuf y R.
Ouellet nos recuerdan que la tradición psicológi­
ca occidental oscila entre dos polos: "El estudio
directo de la vida interior considerada en sí
misma y la observación de los hechos orgánicos
para alcanzar el conocimiento del psiquismo" (p.
157). Los autores evocan primero a Descartes,

—312—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La Mettrie y Helvetius, pasan luego al debate


contemporáneo que opuso a Sartre y Merleau—
Ponty acerca del problema de decidir si el cono­
cimiento del otro es o no superior al conocimien­
to de sí y terminan por concluir que a la psicolo­
gía "en primavera persona" basada en la intros­
pección y a aquella "en tercera persona" basada
en la observación del comportamiento de los se­
res sin referencia a los "estados interiores" o a la
subjetividad sucede una psicología "en segunda
persona", que constituye una síntesis de las
otras dos y considera al otro como sujeto y objeto
a la vez" (p. 160—161).

Es fácil presentir cuáles son las


consecuencias que provoca en esta
sobrevaloración del personaje de que hablaba
Philippe Hamon esta complacencia de que es
objeto la investigación psicológica en Occidente.
Ya sea que se conforme con sugerir la vida
interior o que tenga la pretensión de determinar
sus estructuras profundas, la investigación

—313—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

profundas, la investigación psicológica tendrá


tendencia siempre a hacer del personaje
novelesco un verdadero portavoz. Esta función
podrá ejercerse, por otra parte, en dos direccio­
nes opuestas: el personaje podrá ser una ema­
nación directa del autor y asumirá así
totalmente la personalidad de este último, o
bien se convertirá en una entidad autónoma
liberada de su "creador" y que puede incluso dar
testimonio en contra de éste. Consideremos el
debate que, entre las dos guerras, agitó al
mundo intelectual parisino, desde Thibaudet
hasta Sartre, desde Frangois Mauriac hasta Ro­
ger Caillois 79, y nos daremos cuenta en seguida
de qué manera, a partir de este sustrato de re­
flexión teórica, nuevas prácticas como la sociolo­
gía y el psicoanálisis pudieron reforzar, aprove­
chando lo ya adquirido, este interés conferido al
personaje novelesco, el cual se convirtió, en vir­
tud de un deslizamiento ineluctable, en el
revelador privilegiado ya sea de las formaciones

—314—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

socioculturales (para la sociología), ya sea de las


formaciones inconscientes, individuales o
colectivas (para el psicoanálisis aplicado).

La teoría psicoanalítica justifica este des­


lizamiento valiéndose no solo de argumentos
que conciernen a la validez general de la
disciplina sino de un argumento en particular
referido a la esencia de lo novelesco, y que es la
homología presentida entre la relación autor—
personaje y la relación analista—analizado.

Como escribe el psiquiatra Jean Delay:


"Entre el novelista y su doble se opera
precisamente una transferencia, positiva o
negativa, que lo ayuda a tomar conciencia de su
propio fondo. Interviene aquí una relación de
interpsicología que no por ser ficticia es menos
eficaz y que puede remplazar, ventajosamente
en algunos aspectos, la relación del paciente con
su médico" (Aspects de la psychiatrie mo-

—315—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

derne, P.U.F., 1956, p. 104, citado por


Bourneuf y Ouellet, op. cit., p. 166).

En cuanto al argumento de la crítica lite­


raria tradicional según el cual el personaje
novelesco no puede ser concebido como dotado
de un inconsciente ya que es una criatura de
pura ficción, puede replicarse sin dificultad nin­
guna que, si se toman las cosas al pie de la
letra, este personaje no dispone tampoco de un
"consciente". En estas condiciones, es tan
legítimo (o ilegítimo) atribuir motivaciones
inconscientes a su conducta efectiva como ate­
nerse a las motivaciones conscientes, como lo
hace la crítica tradicional.

Cualquiera de estos procedimientos es


tan aceptable (o tan inaceptable) como el otro. Y
atenerse al estudio del texto negándose a acep­
tar las facilidades de la psicobiografía no
implica de ninguna manera que se adopte uno

—316—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de estos procedimientos y no el otro. Ambos es­


tán igualmente implicados, y de la misma ma­
nera.

II. LINGUISTICA, PSICOANALI­


SIS Y TEORIA DE LA NOVELA

Vamos a considerar brevemente ahora la


eventual compatibilidad, en el campo de la
novela, entre un método inspirado en la
lingüística y un discurso crítico informado por el
psicoanálisis.

Simplificando un poco, puede decirse que


el intento de la lingüística contemporánea por
aplicarse al estudio del texto novelesco produjo,
en medio de una gran cantidad de ensayos

—317—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

caracterizados por un cientismo carente de


rigor, dos categorías principales de trabajos
ligados a dos corrientes de reflexión: la teoría
literaria centrada en el modelo de la comunica­
ción lingüística, ilustrada principalmente por
Roland Barthes, Claude Brémond, Gérard Ge­
nette y Tzvetan Todorov 80 y el análisis actancial
surgido del proyecto de semántica estructural
defendido por A. J. Greimas 81.

a) La primera teoría, mencionada ya


(supra, p. 66), se basa en el principio de que todo
texto de novela, así como todo discurso literario,
supone un punto de enunciación, un emisor y un
destinatario. Pueden, en consecuencia, detectar­
se en él las huellas de ese punto de enunciación
y de ese destinatario. Esto equivale a decir que
el texto novelesco solo puede ser recibido como
tal si se inscribe en el esquema general de la
comunicación. Este postulado se aplica por
igual, por supuesto, al texto denominado

—318—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"histórico", es decir, a ese tipo de discurso en


que el narrador no puede detectarse en base a
marcas formales sino que, por el contrario, se
borra en la objetividad de un relato en tercera
persona 82. En el caso de este discurso histórico,
postularemos que hay un narrador borrado que
es preciso restituir.

Se adivinan cuáles son las razones que


llevan a los partidarios de este teoría a pcstular
la presencia de un narrador aún cuando el texto
no presente ninguna marca efectiva de enuncia­
ción. Estas razones, que pertenecen al orden
ideológico, se nutren en la convicción de que la
literatura solo vale en la medida en que cierta
instancia subjetiva se encuentra implicada en
ella. Es éste, por otro lado, el argumento que
permite comprender porqué la relación con el
objeto literario puede pensarse en términos de
placer. A falta de esta instancia subjetiva, no
hay placer del texto, y no hay literatura.

—319—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Podría pensarse, si nos guiamos por las


afirmaciones precedentes, que la teoría literaria
que acabamos de mencionar es susceptible de
entrar en una relación de compatibilidad con el
método psicoanalítico. ¿Por qué la estructura
comunicacional del yo y el tú, postulada por la
teoría como la condición sine qua non para que
se instituya el texto literario como tal, no sería
útil para delimitar precisamente esta instancia
subjetiva sin la cual sería imposible
conceptualizar el placer literario? En realidad,
el psicoanálisis podría intervenir solamente a
condición de que la teoría literaria basada en la
lingüística revisara sus primeras pretensiones
de cientificidad. No se trata aquí, en efecto, de
estructurar un contenido temático sino de
repertoriar las marcas formales de la enuncia­
ción, y especialmente las del narrador, donador
del relato. Si estas marcas pueden detectarse, es
porque el objeto literario es concebido como un

—320—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

texto clausurado. ¿Cómo extrapolar a partir de


esta clausura? Y sobre todo, ¿cómo podría evo­
carse, una vez que se detectan esas marcas, el
inconsciente del narrador? Es cierto que siem­
pre se puede postular, dentro de los límites de
un discurso homológico, que el sujeto de la
enunciación representa al autor, y se puede en­
tonces hablar del inconsciente del escritor.

También se puede postular, en el caso de


que el sujeto de la enunciación esté oculto, que
el sujeto del enunciado representa un personaje,
y buscar entonces, en un proyecto ingenuo de
realismo literario, las manifestaciones del
inconsciente de un personaje imaginario, como
si se tratara de un personaje real. No podrá
menos de aceptarse que en este caso salimos
fuera del ámbito de una teoría literaria fundada
en la lingüística y entramos en un procedimien­
to analítico totalmente distinto. De hecho, com­
probamos una vez más la incapacidad innata

—321—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del modelo lingüístico para explicar el texto lite­


rario de otro modo que no sea por medio de un
simple repertorio de categorías de lenguaje.
Este enfoque, que sigue siendo deudor de la
ideología estructuralista, va a evitar sobre todo
considerar que la instancia del deseo es la
instancia específica de todo texto novelesco.

El proyecto de la semántica estructural


consiste en determinar las estructuras elemen­
tales de la significación dentro de un universo
cerrado. Es fácil explicarse, entonces, que esta
disciplina haya podido interesarse por las arti­
culaciones significantes que estructuran el texto
del relato o de la novela. Si, como advierte A. J.
Greimas en su Semántica estructural, la propo­
sición simple es "un espectáculo que el homo
loquens se da a sí mismo", donde las funciones
sintácticas no son más que papeles desempeña­
dos por las palabras (función "sujeto", función
"objeto", etc.), es tentador extrapolar esta com-

—322—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

probación trasladándola al conjunto de los


universos semánticos, colectivos o individuales.
Se podrá concebir entonces el texto de la novela
o relato como un universo semántico particular
dentro del cual será necesario repartir los pape­
les dentro de cierto número de actantes. Como
todo micro—universo semántico, solo podrá de­
finirse a ese universo "como tal, es decir, como
un todo de significación, en la medida en que
ese universo (pueda) surgir ante nosotros como
un espectáculo, como una estructura actancial"
(op. cit., p. 173). Entendemos aquí por estruc­
tura actancial la serie de articulaciones
dicotómicas que, en el texto de la novela o del
relato, oponen por ejemplo el sujeto al objeto, el
destinador al destinatario, el oponente al
adyuvante 83

Vemos que este análisis corresponde a la


más rigurosa formulación, en el plano termino­
lógico, del enfoque tradicional que definía la ac­
ción de una novela como una sucesión de

—323—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

relaciones conflictivas o concomitantes entre


fuerzas opuestas o convergentes. Dentro de esta
misma concepción, escribía Etienne Souriau:
"Una situación dramática es la figura estructu­
ral dibujada en un momento dado de la acción
por un mismo sistema de fuerzas" (Deux cent
mille situations dramatiques, p. 55). De este
modo, el actante puede definirse como una suer-
te de función—soporte (la fuerza temática
impulsiva que inspira un deseo, o en caso
contrario, la fuerza antagonista que se opone a
aquél, o también la fuerza de atracción que
representa el objeto deseado, o el beneficiario de
la acción emprendida, etc.), obtenida por la re­
ducción estructural de sus manifestaciones per­
cibidas en el texto y en relación a la cual los
persoajes novelescos son de alguna manera sus
argumentos.

¿Cuál es la compatibilidad del modelo


psicoanalítico y del proyecto de semántica es-

—324—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tructural del universo novelesco? Podría pensar­


se, en un primer momento, que no puede haber
sino una relación evidente y necesaria entre un
modelo actancial que se propone
fundamentalmente articular la búsqueda de un
sujeto—deseante con el objeto de esa búsqueda,
y un modelo psicoanalítico que, por su lado,
postula y define una relación de objeto a partir
de un fantasma que exhibe el deseo. Y es un
hecho que en todo modelo actancial el concepto
de deseo desempeña un papel predominante.
Cualquier intento de estructuración de un
universo novelesco implicaría, por consiguiente,
identificar el sujeto deseante y postular que los
investimientos semánticos manifiestos en el
texto y obtenidos en progresivas reducciones re­
presentarían el universo simbólico latente. Esta
oposición de lo latente y lo manifiesto converge­
ría, pues, aproximadamente, con la dicotomía
inconsciente /consciente. Y casi estaríamos

—325—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tentados de agregar: ya está, la coincidencia es


indudable.

Sin embargo, la correlación que acabamos


de mencionar solo es aceptable al precio de un
comprimiso que lo es mucho menos. Es obvio
que este compromido no va a poder satisfacer al
lingüista consecuente con sus presupuestos.

En realidad, la dicotomía consciente


/inconsciente es ajena al semántico
estructuralista, el cual no opera nunca con
"niveles de conciencia" sino con corpus
realizados y clausurados. El modelo psicoanalí­
tico, como vimos (cfr. supra, p. 18), articula la
estructura de la personalidad en varios estratos,
el Yo, el Superyó, el Ideal del Yo... El semántico
se enfrentaría con dificultades insolubles si tu­
viera que decidir a qué nivel de conciencia, pre­
consciencia o inconciencia debe situar el análisis
o en función de qué estrato debe estructurar el

—326—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

universo semántico manifiesto. Considerar que


los universos semánticos manifiestos represen­
tan la insistencia, en el lenguaje, de un universo
simbólico latente es una hipótesis general que
está supeditada al postulado según el cual el in­
consciente es la condición del lenguaje. Eviden­
temente, la ingenuidad de los partidarios de la
semántica estructural no llega al punto de sacri­
ficar la teoría al mito de un lenguaje unilineal
que se desarrollaría nada más que en un solo
nivel; simplemente, les resulta difícil, en tanto
pretendan preservar la coherencia y el rigor de
la teoría, tener en cuenta la hipótesis apuntada
recién, así como utilizar de un modo demasiado
inductivo para la construcción de los modelos
actanciales los modelos mitológicos utilizados
por el psicoanálisis, como el complejo de Edipo,
el complejo de castración o el fantasma del re­
torno al seno materno. Dos de los colaboradores
en la presente obra estudiaron hace algunos
años, en base a los presupuestos de la semántica

—327—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

estructural, la estructuración del mito personal


de Jean—Jacques Rousseau en las Réveries du
Promeneur Solitaire 84. El intento constituía
una especie de apuesta casi imposible en la me­
dida en que este texto, difícil de definir como re­
lato, intenta menos expresar en un logos cohe­
rente que manifestar un pensamiento salvaje en
el cual los datos de la subconciencia se disper­
san a través de la proliferación de imágenes. De
cualquier manera que sea, los autores lograron
establecer el modelo siguiente, partiendo de la
hipótesis de que el mito personal de Rousseau
en las Réveries era el mito de la persecución:

—328—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este modelo opone un objeto (de persecu­


ción), Rousseau, a un sujeto (perseguidor), que
es la sociedad de los hombres, en una función de
sujeción y constreñimiento (perspectiva inma­
nente). Si se invierte el esquema, el mismo obje­
to Rousseau se opone a un destinador (Dios) que
tiene como función proyectar al objeto en un
universo de la trascendencia donde ese objeto
presiente el sentido de la persecución de los
hombres, a la cual asumirá desde ese momento
como el precio de su futura felicidad.

El modelo presenta, además, un actante­


adyuvante, el destino, caracterizado por su am­
bivalencia, ya que se presenta a la vez como la
manifestación concreta del destinador—divino y
como el símbolo ciego, al mismo tiempo resorte y
resultado, de la persecución de que los hombres
hacen víctima a Rousseau.

—329—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

¡La característica más notable de este


modelo era, ciertamente, su imperfección! En
efecto, exhibía una incompletud molesta: no
había podido encontrar el homólogo del actan-
te—adyuvante "destino", y, habiendo agotado el
corpus referido al mito personal de la persecu­
ción, era vana toda esperanza de instituir un
actante—oponente que pudiera cerrar el modelo
sobre sí mismo. El resultado obtenido revelaba
la inadecuación del procedimiento seguido en
tanto se lo quisiera considerar como soporte de
un principio de explicación total de la obra lite­
raria. Tampoco podía reprocharse esta inade­
cuación a los autores, que se habían propuesto
expresamente reducir lo figurativo a lo práctico,
formalizar el contenido semántico de los actan­
tes, y que no habían tenido la intención de pro­
seguir a través del trabajo de la escritura el iti­
nerario de un proceso creador o los fantasmas de
una imaginación efervescente. Sin embargo, aún
cuando nos hubiéramos atenido a las realizacio-

—330—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nes lingüísticas manifiestas de un mito plantea­


do como sistema cerrado, era inevitable desem­
bocar en una representación actancial insufi­
ciente y esquemática. Se podía, por cierto, for­
mular la hipótesis siguiente: que el ensueño,
elemento singular de los mitos rousseaunianos,
pudiera definirse en base a cualificaciones
homólogas a las del destino, y desempeñar en
consecuencia la función de oponente.

Pero, aún cuando pudiera demostrarse,


por medio del método estructural, que el ensue­
ño es la compensación de la prueba y el acceso a
la verdadera vida, puesta en peligro por un
momento y por fin puesta a salvo, la lectura que
se haría en ese caso de la obra sería superficial.
En una época —el siglo XVIII— en que todavía
podía creerse en el poder del relato, Jean Jac­
ques Rousseau pretende entregarnos una expli­
cación total de sí mismo. Pero esa explicación —
como se sabe actualmente— permanece parcial

—331—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

e inadecuada, al igual que la lectura que


habíamos hecho de ella, ya que todo relato se
basa exclusivamente en una estructuración de
los procesos de lo imaginario, y la "verdad" del
yo no puede reflejarse intacta en la escritura.
¿Para qué, entonces, intentar circunscribirla a
ese nivel? En cambio, si hubiéramos recurrido a
una lectura pluridimensional que abriera a los
orígenes del fantasma, habríamos podido mos­
trar, tal vez, cuál es la función del ensueño en el
texto latente de Rousseau, que es el texto en que
su deseo habla.

Porque cotejando el contexto (en que do­


minan por lo general el elemento líquido y el
acunamiento: el lago, el paseo en barca, la isla
en medio del agua) y las ocurencias en que se
describe el ensueño como esa "felicidad
suficiente, plena y perfecta", ese "comercio con
las inteligencias celestes", ese "sentimiento de
contento y paz", ese "goce", habríamos podido

—332—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mostrar que el ensueño no era más que la tra­


ducción del mito de cierto paraíso perdido, el
que corresponde al universo intrauterino de la
madre, del cual el niño fue arrancado por el na­
cimiento y del que conservala nostalgia
inconsciente a lo largo de los días. Si recordamos
que el nacimiento se Rousseau costó la vida a su
madre, presentimos cuál es la resonancia
particular que pudo haber adquirido para él
esta fijación libidinal en la madre muerta.

Lo que interesa en las Réveries no es, por


consiguiente, el mito de la persecución, ya que
este mito secundario no es más que una de las
consecuencias del trauma infantil del nacimien­
to culpable. El mito esencial de las réveries es el
puro producto de un fantasma, el del retorno al
seno materno. El itinerario del viejo niño herbo­
lario es, en definitiva, el itinerario de una regre­
sión.

—333—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

De esta manera, la semántica estructural


—así como cualquier teoría lingüística— solo
puede abrirse a la profundización de la interpre­
tación analítica al precio de renegar de sus pri­
meros postulados. Este problema, capital para
las ciencias humanas, se resume, en el caso
particular que nos ocupa, en una comprobación,
que es una tautología, y en una pregunta, que
por el momento carece de respuesta: en todo
texto novelesco, así como en todo texto literario,
existe un investimiento del deseo. ¿Procede o no
este investimiento de la función semántica
misma? Mientras esta pregunta quede sin res­
puesta, es de temer que la semántica estructu­
ral de los universos novelescos se vea obligada a
utilizar un concepto fundamental como el de de­
seo de una manera totalmente ingenua y
empírica.
Estamos, en este punto, en el centro de la
oposición producto/producción: una ciencia de
los efectos del sentido como la semántica estruc-

—334—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tural se sitúa en el nivel del análisis del produc­


to. En cambio, solamente en la definición de una
teoría de las condiciones de producción, la apli­
cación del psicoanálisis a la literatura tendría,
tal vez, probabilidades de revelarse operativa.

—335—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. PSICOANALISIS Y NOVELA

Dada la importancia que el género


novelesco fue adquiriendo progresivamente en
la cultura occidental desde hace cerca de tres
siglos, era previsible que la investigación psi­
coanalítica se interesara por la novela más que
por cualquier otra forma de expresión literaria.
Por la falta de imposiciones en el orden del
género, por la extensión de su campo
prospectivo, por sus relaciones obligatorias con
el orden de lo referencial, la novela presenta un
campo más accesible al discurso analítico que el
teatro o la poesía.

También en la medida en que lo


novelesco corresponde, en la tradición cultural
judeo—cristiana, a la última expresión de lo
mítico y lo épico 85, ofrece a lo imaginario
colectivo un espacio de representación

—336—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

particularmente amplio. Por último, en la


medida en que contar(se) una historia es una
constante universal de la actividad psico—
cultural del hombre, el texto novelesco ofrece un
campo especialmente fértil para deliminar con
la mayor precisión posible la articulación del
lenguaje y el deseo.

1. LA FICCION ORIGINARIA

El psicoanálisis aplicado a la novela


postula que toda forma novelesca llevada a cabo
en la edad adulta corresponde a la transposición
de esa ficción de la infancia que Freud denominó
"novela familiar de los neuróticos 86", cuyas mo-
tivaciones y funcionamiento expusimos en p. 30
de esta obra. Recordemos que todo individuo, en
el curso de las etapas constitutivas de su perso­
nalidad, se encontró con la necesidad de
elaborar una ficción mental, una novela no

—337—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

escrita y de uso interno; reprimió luego esa fic­


ción en cuanto la evolución de la psique lo obligó
a no poder creer ya en ella; ya sea durante la
cura, ya sea movido por la sublimación del
fantasma concomitante a toda obra literaria, el
individuo tiene tendencia a sacarla nuevamente
a luz. Se recuerda lo esencial de esta ficción
originaria: conmocionado por la conciencia que
toma de que sus padres no son ya esos poderes
tutelares en los que había depositado su con­
fianza, el niño se inventa una historia en la cual
el conocimiento adquirido de la diferenciación
sexual le permite pensarse como bastardo.
Conserva el vínculo que lo une a la madre,
arroja a su padre natural fuera del— triángulo
familiar y se da un padre sustituto ideal.

Esta sustitución le permite atribuir a su


propia persona las cualidades de ese padre
mítico y codiciar a su propia madre gracias a esa
identificación fantasmática. Situación

—338—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

eminentemente ambigua, ya que solo puede co­


diciar a la madre por haberla desacralizado,
mientras que el verdadero padre, objeto de odio,
conserva su estatuto de excepción. Instalado en
esta situación donde el amor y el odio están in­
disolublemente mezclados, el niño—bastardo
imagina entonces una serie de prolongaciones al
drama originario; en una infinita libertad de
creación, roba a su padre el poder de inventar la
vida, pero paga a su vez, por el remordimiento y
el miedo a la castración, el tributo de ese robo
que es, de hecho, el tributo de un crimen, ya que
se trata del asesinato del padre, aunque sea un
asesinato simbólico.

—339—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. NOVELA FAMILIAR" Y NOVELA


87
LITERARIAS

a) El fantasma novelado

Postularemos en principio que el texto


novelesco, como cualquier objeto de creación
estética, reproduce un fantasma donde puede
leerse el deseo. La especificidad de esa repro­
ducción reside en el hecho de que "en vez de re­
producir un fantasma bruto según las reglas
establecidas por un código artístico preciso (la
novela) imita un fantasma ya novel ado en
sus orígenes, un esbozo de relato que no es
solamente el reservorio inagotable de sus
futuras historias sino la única convención cuyas
imposiciones acepta" (Marthe Robert, op. cit., p.
63). De ese modo, el carácter impuesto del con­
tenido se ve compensado por una absoluta liber-

—340—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tad en la forma. Hace mucho tiempo, la crítica


literaria ha recalcado la indefinición del género
novelesco y la anarquía de su desarrollo, sin
darse cuenta de que esta libertad formal era la
compensación de la reiteración obligada de la
ficción originaria, es decir, de la programación
del fantasma familiar.

b) La ilusión novelesca

Esta sumisión a la reproducción del


fantasma originario explica asimismo porqué el
texto novelesco se presenta de entrada, por su
forma misma, no como una representación de lo
real, sino como lo real mismo, obstinándose e
imitar el aspecto y los perfiles de éste, incluso,
por supuesto, en los casos en que no se proclama
explícitamente referencial. La razón de esta ilu­
sión novelesca no debe ir a buscársela a otro
lado que no sea en el hecho de que toda ficción

—341—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

novelesca se recibe como el eco y la prolongación


de la ficción originaria.

Esta ficción, aunque se haya construido


en un primer tiempo sobre una proyección
fabuladora de lo imaginario, no puede,
ulteriormente, ignorar lo real ni negarse a apro­
piárselo o dominarlo. Como dice Marthe Robert,
"la realidad tiene aquí dos caras: una es hiriente
y es preciso anularla, la otra promete poder y es
de la más alta importancia tomarla en conside­
ración; de esta suerte, el niño solamente logra
su pequeña obra de educación sentimental y
social a condición de mantener esa duplicidad y
de hacer con ella un hábil compromiso entre las
tendencias antagónicas que dominan en ese
momento su pensamiento. Obligado a instalar la
realidad en medio de la quimera, [... ] debe so-
meter la fantasía al cálculo, [... ] o, para retomar
los términos freudianos ya consagrados, someter
"el principio del placer" al "principio de reali-

—342—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dad", lo cual, por cierto, no hace que la fábula


sea más verdadera sino que solamente refuerza
las pretensiones de serlo, e incluso acrece ver­
daderamente su credibilidad" (op. cit., p. 66).
Este juego paradójico entre lo verdadero y lo
falso, entre lo mismo y lo otro, instituye la es­
pecificidad de la novela literaria, porque, no por
surgir de una construcción imaginaria, la novela
deja de ser un proyecto más o menos
reivindicado de actuar sobre lo real y modificar­
lo, al menos como ilustración o propedéutica a
una reflexión sobre la existencia. Pero antes que
nada, al igual que en el fantasma originario de
la novela familiar, se trata de recrear otra vida,
ésto es, una vida soñada, a partir de lo mismo.

c) Tema y modulaciones

Para que la afirmación de que la novela


literaria es la transposición de la novela
familiar sea creíble, es preciso establecer una

—343—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

serie de distinciones ulteriores a este postulado


inicial. Si no es así, sería imposible comprender
cómo textos tan diferentes como Sylvie de Gé­
rard de Nerval o Illusions perdues de Balzac —
para oponer una novela onírica a una novela
realistapodrían proceder de un mismo fantasma
originario. Tomando como parámetro la ilusión
novelesca, la crítica literaria clasifica general-
mente las novelas en dos subconjuntos:

● Por una parte, los textos que se distan­


cian de lo real y exponen explícitamente el
carácter ilusorio de la ficción, siendo por'sí mis-
mos, de algún modo, su propia referencia
(novelas fantásticas, novelas oníricas, cuentos);
● Por otra parte, los textos que fingen
ignorar que se basan en una ficción y se
referencializan directamente al mundo de la
realidad (novelas naturalistas, realistas, etc.).

—344—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Si se considera que la novela literaria es


el eco de la novela familiar originaria, se podrán
ligar los dos subconjuntos novelescos a dos
etapas diferentes de la elaboración de la novela
familiar. Se sabe, en efecto, que la ficción
originaria comporta dos momentos principales.
En una primera etapa, y luego de haber recha­
zado a sus padres naturales, .el niño se imagina
un origen misterioso, algún nacimiento fabuloso.
Tenemos entonces al niño expósito de los cuen­
tos maravillosos. En una segunda etapa, el niño
se resigna a "recuperar" a su madre natural;
acepta entonces una parte de la realidad y se
convierte en el niño bastardo.
Vemos cuál es la homología que se dibuja
entre los grados de maduración del fantasma y
la tipología de la novela. Marthe Robert nos ad­
vierte: "el escritor que imita los conflictos
humanos con sus matices psicológicos y su cro­
nología, los hechos con sus cosecuencias y su
inextricable entreveramiento, las personas con

—345—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sus caracteres y sus variaciones, no tiene la


misma edad psíquica que el novelista cuya
imaginación engendra de entrada mundos
maravilosos, sin darles el menor toque de
realismo" (op. cit., p. 73). En este sentido, podrá
vincularse la novela onírica o fantástica con el
estadio pre—edípico de la novela familiar, y la
novela realista y naturalista con su estado
post—edípico. La distinción entre el niño expó­
sito lleno de sueños quiméricos del primer esta­
dio y el bastardo lúcido y resignado del segundo
marca el punto de pasaje entre los dos modos
principales de la ilusión novelesca y las modula­
ciones del juego entre lo mismo y lo otro. Queda
todavía por evitar el contrasentido que consisti­
ría en creeer que esta distinción entre la novela
del niño expósito y la novela del bastardo
corresponde a dos etapas históricas;
evidentemente, nada de eso ocurre. Cada época
conoce representantes de cada una de esas ten­
dencias: en el siglo XVIII, Marivaux al lado de

—346—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Swift, en el siglo XX, Alain Fournier al lado de


Roger Martin du Gard. Puede ocurrir también
que un mismo novelista extraiga materiales de
su reservorio fantasmático originario unas veces
en la etapa pre—edípica, otras veces, en la
post—edípica: es el caso de Flaubert cuando es­
cribe por un lado la Tentación de San Antonio y
por otro Madame Bovary.

d) Tipología de los universos novelescos

Partiendo del esquema de base


explicitado más arriba, es posible proponer una
tipología sumaria de los universos novelescos:

1.Los cuentos de hadas y otros cuentos


maravillosos representan la fase primitiva de la
novela familiar. Su héroe es un niño expósito
que solamente obtendrá la felicidad después de
una serie de pruebas y obstáculos. El hecho de

—347—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

no tener en cuenta la instancia sexual inherente


a esta fase pre—edípica lo priva de madurez
intelectual pero lo preserva también de las alte­
raciones de la libido.

2. Las formas ficticias surgidas de la co-


rriente romántica deben relacionarse con un
grado de elaboración también primaria de la
novela familiar. Así como el niño se inventa
primero un destino fabuloso a partir de un na­
cimiento misterioso, los textos románticos
transponen la vida del héroe en el cielo, al no
poder soportarla sobre la tierra; como en su in­
fancia, el héroe romántico se consuela de su
destino mediocre construyéndose a partir de la
nada una reyecía puramente espiritual; como en
los tiempos pasados, cree en lo que quiere y
prueba la nulidad del mundo recurriendo a la
soberanía de su imaginación" (M. Robert, Op.
cit., p. 108). El romanticismo hace triunfar el
subjetivismo y el individualismo apelando al

—348—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desprecio por lo real. Nodier así lo proclama:


"Me conservé niño por desprecio de ser hombre".
3. La novela de la experiencia vivida
corresponde a un grado más avanzado de elabo­
ración de la novela familiar: se ha superado la
fase edípica y el mundo tal cual se impone al ni­
ño bastardo. Marthe Robert recuerda que dos
textos novelescos de jerarquía son emblema de
esta toma de conciencia del niño expósito; se
trata de La vida y sorprendentes aventuras de
Robinson Crusoé, de Daniel de Foe, y el Don
Quijote, de Cervantes. La primera de estas
novelas corresponde a esa fase de la ficción
originaria en que el niño rechaza el orden
familiar tutelar. Después, en virtud de un vuel­
co apasionado del esquema de la novela
familiar, el héroe regresa desde el estado edípico
donde lo instalaba el asesinato simbólico del
padre.hacia al estadio pre—edípico adonde lo
confina su soledad en la isla—madre y la
desexualización que es su resultado. A partir

—349—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de su naufragio, Robinson, nuevo niño expósito,


vuelve a sumergirse en el estado de pureza
original. La llegada de Viernes va a permitirle
ejercer su revancha sobre el padre natural re­
chazado asumiendo una función paterna casi
mística con el joven salvaje. El Niño expósito se
convertirá en Maestro 88

En cuanto a Don Quijote, este personaje


es la perfecta ilustración de la regresión infantil
que transforma a un caballero quincuagenario
en un niño constantemente frustrado y
deseante. El Don Quijote es la novela del deseo
infantil que, como tal, traduce primero la fase
pre—edípica de la novela originaria.
Exactamente como el niño de la novela familiar,
que no distingue entre la vida y la fabulación, el
héroe de Cervantes no reconoce límites a las
metamorfosis que hace sufrir al mundo que lo
rodea. Pero la "edad de hierro" va a ser más
fuerte que él, y el Niño expósito morirá a causa
del exceso mismo de su deseo 89

—350—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

4. Los universos novelescos


homológicos de la fase post—edípica son más
abundantes y más diferenciados. Una vez que el
niño se piensa como bastardo en el triángulo
edípico, acepta en ese mismo momento la nece­
sidad de enfrentarse con el mundo exterior,
adaptarse o pesar sobre él, en resumen, desem­
peñar una función en él. Ocurre lo mismo con el
héroe de novela, el bastardo de Balzac, de
Flaubert o Stendhal, y cada texto, en este nivel,
nos plantea un caso particular. La novela de
Stendhal, Rojo y Negro, ofrece un ejemplo inte­
resante en la medida en que se puede concebir
la trágica historia de Julien Sorel como un
intento abortado por construir una novela
familiar invertida. El héroe, dispuesto a renegar
de su familia natural cuya mediocridad le
resulta poco gratificante, trata de construirse un
destino heroico viviendo sucesivamente dos
"novelas familiares" en dos familias diferentes,
y de acuerdo a dos modalidades opuestas: en la

—351—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

primera, se transforma en el amante de una


mujer mayor que él, y que es madre; este amor
de coloración incestuosa realiza uno de los pri­
meros deseos del niño en la ficción originaria,
esto es, la relación sexual con la madre. En la
segunda familia, Julien recorre las etapas nor-
males de una cristalización amorosa
extrovertida, pero el fracaso de su proyecto
matrimonial lo lleva a trasladar el drama a su
primera novela familiar, y es entonces que
intenta asesinar a Madame de Renal. La ruina
sucesiva de estas dos novelas acarrea el retorno
del héroe a la realidad y luego su muerte.

El hecho de que cada novela, dentro de


esta última subclase, representa un caso
particular, ilustra los límites y dificultades de la
aplicación de la teoría de la novela familiar a los
universos novelescos. En efecto, a partir de la
misma motivación inicial —la resurgencia del
fantasma originario en su fase más elaborada—

—352—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cada novelista asume de manera específica la


adaptación de la pulsión inicial a la organiza­
ción de su propio universo.

Conviene aquí advertir acerca del peligro


que acarrean las generalizaciones apresuradas
así como las clasificaciones demasiado rígidas.
Es perfectamente posible, por ejemplo, que las
dos fases de la novela familiar entren en conflic­
to en un mismo universo novelesco. M. Robert
recuerda oportunamente que la novela del siglo
XIX, por ejemplo, es "el teatro de una lucha de
influencia entre dos mitos de omnipotencia
igualmente seductores; uno de ellos pasa por la
imitación de todas las conquistas reales posibles
o simplemente imaginables —conquista de las
mujeres, del poder, del dinero—; el otro vuelve
constantemente a ,la felicidad del paraíso
perdido y a las tentaciones de la utopía" (op. cit.,
p. 232). Esta fluctuación hace aleatoria,
evidentemente, una clasificación demasiado

—353—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rígida donde pudieran contrastarse, por ejem­


plo, el bastardo—edípico en sentido estricto que
limita su universo al triángulo cerrado del de­
seo: yo / tú y el otro (las novelas psicológicas
como La Princesa de Cleves, Adolfo o Domini­
que), el bastardo popular, que "explota
abundamente los misterios del nacimiento" y
"venga a todos los mal nacidos" (novelas de ins­
piración popular, folletines de Eugène Sue o
Alejandro Dumas) o, por último, el creador de
las grandes familias imaginarias que teje
infinitas variaciones sobre la estructura edípica
de base en frescos que pretenden ser socio—
históricos (la comedia humana, los Rougeon—
Macquart, la Búsqueda del Tiempo perdido, los
Hombres de buena voluntad, los Thibault, etc.).
En algunas épocas, y especialmente en la época
actual, la novela responde mal, por lo menos en
las formas de la "nueva novela", al esquema de
oposición entre el niño expósito y el bastardo.
¿Quiere decir esto que la novela familiar ha de-

—354—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

jado de proporcionar al novelista ese trasfondo


fantasmático de vuelta del cual puede desplegar
el juego de la ficción? Esto no es para nada
seguro, pero téngase en cuenta que el proceso
mismo de esa vuelta al fantasma está enmasca­
rado. Es cierto que la deliberada desorganiza­
ción de los universos novelescos que caracteriza
cierto tipo de novelas, la sobredeterminación del
trabajo de la escritura, la exhibición muchas ve­
ces provocativa de los secretos de la fabricación
textual y el refinamiento formal, tienden a
hacer del texto novelesco la novela de una
escritura más que la de una quimera o una ex­
periencia. No hay duda, sin embargo, de que
este tipo de literatura se sitúa en una fase obse­
siva y abiertamente narcisista de la producción
novelesca en la cual el trabajo de la escritura
constituye precisamente el punto de insemina­
ción del fantasma. Es demasiado evidente (y no
hay objeción posible a esto) que Edipo tiene
también en este nuevo campo algo que decir. El

—355—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

problema que se plantea en todo caso es saber si


se puede hablar todavía de "novela", y si la
forma literaria a la que ha aplicado
tradicionalmente esta etiqueta no corresponde a
la presencia, en la estética, de una ideología a la
que precisamente toda una corriente de creación
contemporánea, pone en cuestión. Cuando Le
Clézio declara: "La poesía, las novelas, los rela­
tos cortos, son antigüedades peculiares que ya
no engañan a nadie, o a casi nadie. ¿Poemas,
relatos? ¿Y qué hacer con ellos? La escritura,
no queda nada más que la escritura... 90", re­
chaza, evidentemente, las categorías ideológi­
cas de la producción literaria tradicional. ¿Pero
no rechaza además, por lo menos implícitamen­
te, todo discurso interpretativo basado en esas
distinciones mismas y que estaría, consciente­
mente o no, tan impregnado de ideología como
las formas a las cuales analiza?

—356—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. NOVELA Y DESEO

a) La instancia del deseo

Independientemente de que la novela


responda o no a una u otra fase de la novela fa­
miliar originaria, es siempre el centro de irra­
diación de un deseo. A partir del momento en
que hay un sujeto implicado, y aún cuando ese
sujeto se enmascare, hay deseo. Así como la no-
vela familiar forma el marco en que se despliega
la omnipotencia del deseo infantil, la novela li­
teraria remite a una instancia irreductible al
texto mismo, y que es la instancia del. deseo. No
obstante, es preciso delimitar las modalidadés
de ese deseo y decir porqué la novela, más que
cualquier otra forma literaria, representa el lu­
gar de elección de éste.

b) El triángulo del deseo

—357—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La novela auténtica manifiesta la dimen­


sión existencial del deseo, y plantea implícita­
mente que el sujeto es un sujeto deseante. ¿Có­
mo se dibuja esta problemática del sujeto de­
seante? En los casos más simples, el sujeto des-
ea un objeto. Esta relación objetal
unidimensional, que podría ilustrarse por medio
de una línea recta, subyace a las ficciones más
elementales, y el deseo que se manifiesta en
ellas podría denominarse "deseo según Sí" 91 .

En realidad, esta figura elemental oculta una


estructura más elaborada que hace que la línea
recta sea remplazada por una figura triangular
que simboliza el "deseo según el otro". Enten­
damos por ello que entre el sujeto deseante y el
objeto deseado se interpone un mediador que es
el verdadero lugar de donde el deseo extrae su
motivación profunda. Tenemos el caso de Don
Quijote: "La línea recta está presente en el de­
seo de Don Quijote, pero no es lo esencial. Por
encima de esta línea está el mediador (Amadís

—358—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de Gaula) que se expande al mismo tiempo


hacia el sujeto .y el objeto. El objeto cambia con
cada aventura pero el triángulo permanece. La
vasija del barbero o los títeres del maestro Pe­
dro remplazan las molinos de viento; Amadís, en
cambio, siempre está presentes 92

c) Mediación y distancia

Es fácil demostrar que la mayoría de las


novelas ofrecen esta estructura triangular que
reúne a un sujeto, un objeto y un tercer término
que puede ser tanto el modelo de éste como su
rival. Pero, ya sea modelo o rival, el sujeto desea
siempre a través de ese otro; su deseo es, sin
lugar a dudas, el deseo según el otro. Madame
Bovary, por ejemplo, desea "a través de las
heroínas románticas que llenan su imaginación"
(R. Girard, op. cit., p. 14). La distancia entre el
sujeto y el mediador puede variar,
evidentemente: si es máxima, el mediador del

—359—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

deseo está situado en un universo casi inaccesi­


ble. Es el caso de Amadís de Gaula respecto de
Don Quijote o de la vida parisina intelectual
para Madame Bovary. Si es mínima, el universo
del mediador tiende a confundirse con el del su­
jeto; por ejemplo, en Rojo y Negro, el sujeto—de
se ante, Julien Sorel, despliega su deseo hasta
hacerlo entrar en el universo de Matilde, del que
se va a apropiar progresivamente. Esta distin­
ción permite hacer variar el grado de conciencia
que el sujeto deseante tiene de su propio deseo.
El sujeto en posición de la distancia máxima (o
mediación externa) proclama a voces, porque lo
conoce, el objeto de su deseo, y por eso resulta
siempre un poco ridículo. Es el caso de Don Qui­
jote o Madame Bovary. En posición de distancia
mínima (o mediación interna), el sujeto pierde la
clara conciencia de su objeto. En rigor, como se­
ñala Michel Deguy, "el objeto es lo inesencial en
el deseo" ("Destin du désir et roman", en
Critique N° 176, enero 1962, p. 20).

—360—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

d) Destino del deseo y destino de la novela

De todos modos, lo que la novela revela es


la "naturaleza imitativa" del deseo, aún cuando
se disfrace con pretensiones de singularidad. Y
la novela revela también que el objeto está
siempre sometido a un proceso de transfigura­
ción. Volvemos a encontrar aquí una analogía
con la novela familiar, ya que el deseo del niño
—niño expósito o bastardo— es siempre un de­
seo triangular. Hay que entender por esto que la
existencia de un mediador, eventualmente un
modelo, es la que le permite elaborar la ficción
originaria. Pero la mediación implicada por la
novela familiar es más de orden externo que
interno porque la distancia entre el modelo que
inspira la ficción y el sujeto sigue siendo grande.
Esto ocurre al menos en la fase pre—edípica del
fantasma. Porque en sus formas más
elaboradas, cuando el sujeto postedípico asume

—361—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

su inserción en el mundo, la circulación del de­


seo se efectúa de acuerdo a un esquema de me­
diación mucho menos transparente.

Lo mismo puede decirse de las formas li­


terarias de la novela, cuya evolución histórica es
inseparable, si consideramos el problema en
esta perspectiva, del destino del deseo. Michel
Deguy nos advierte "que el desarrollo de los
tiempos modernos es el reino de la agravación
de la mediación interna... , y el despliegue de
ésta hace víctima a la humanidad de un some­
timiento cada vez más implacable, donde las
diferencias se borran cada vez más" (op. cit., p.
21). Discernimos así una "unidad de la novela
que es el Destino del Deseo" (p. 23). En las
etapas claves de transición de esta evolución,
encontramos primero a Cervantes, cuya obra
es el lugar del conflicto entre el deseo según sí
y el deseo según el otro; encontramos luego a
Stendhal, autor de una obra donde "el héroe

—362—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del Deseo se convierte en el asceta del Deseo


que disimula para obtener poder"; luego a
Proust, creador de un universo en el cual el
deseo tiende a caricaturizarse a sí mismo en el
despliegue del snobismo; y por fin tenemos a
Dostoievsky, en quien el deseo tiende a su
caída y su muerte. Sin embargo, cualquiera
sea el itinerario seguido por el deseo en el
texto de la novela, siempre habrá desempeña­
do la función de catarsis para el novelista. "Al
término de su obra, el novelista "novelesco" se
libera del Deseo. La obra es el recorrido de
esta liberación, es decir, la marca de una caída
que se transforma súbitamente en salvación"
(M. Deguy, op. cit., p. 25).

IV. BALANCE GENERAL

—363—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El conjunto de las consideraciones que


preceden nos ha convencido de que, en compara­
ción con los otros géneros literarios, la novela
mantiene relaciones estrechas y privilegiadas
con el psicoanálisis. Una de las principales ra-
zones de ello es que hay un mismo punto de
convergencia que autoriza a establecer esta afi­
nidad, y ese punto de convergencia es la familia.
Toda novela no es, por cierto, analítica, y en
cambio toda novela es familiar. Desde los anti­
guos relatos míticos hasta las novelas contem­
poráneas, pasando por los cuentos maravillosos
y las seguidillas corteses, la familia ocupa siem­
pre el centro de la escena, ya sea la familia
arcaica, la familia real, la familia aristocrática,
la familia burguesa o proletaria. Ahora bien,
todo discurso analítico extrae necesariamente a
lo largo de la cura elementos del campo familiar.
Y ese discurso, a través de sus redundancias,
sus disfraces y sus retrocesos, elabora una fic­
ción que pertenece necesariamente al orden de

—364—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lo novelesco, y donde el sueño y lo real se yux­


taponen y se confunden. El paciente esboza y
recomienza sin cesar una verdadera novela, que
el analista escribe.
Sin embargo, aunque esta analogía sea
sugerente, no basta para explicar la complicidad
profunda del psicoanálisis y la novela. Si nos
limitáramos a ella, nos veríamos una vez más
reducidos a comprender esta complicidad como
resultado de uno de esos intentos analógicos que
consisten en traducir lo literal de la literatura
en los términos de la teoría que en ese momento
nos influye. Es preciso dar un paso más y buscar
en la esencia misma de lo novelesco lo que lo
predestina a ofrecerse como objeto de la
investigación analítica. Bernard Pingaud define
lo novelesco como "esa cualidad particular in­
herente a cualquier historia escrita que hace
que ésta se parezca más a nuestros sueños que a
la realidad93". Tomando como base esta defini-

—365—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ción, concibe la novela como "un juego sutil


entre lo mismo y lo otro".

Entiéndase por esto que "es necesario que


la novela sea lo suficientemente otro como para
hacer soportable la chata representación de lo
mismo" pero que "también es preciso que sea lo
suficientemente mismo para hacer creíble a lo
otro" (op. cit., p. 21). Una visión a vuelo de pája­
ro de los avatares de lo novelesco desde hace
cuatro siglos nos convence de la realidad y per­
sistencia de este doble juego entre lo mismo y lo
otro, doble juego que ha provocado un intermi­
nable debate acerca de la verdad y la moralidad
de la novela, y del que el siglo XVIII nos ofrece
un —,ejemplo particularmente ilustrativo 94 .
Pero por más que el novelista haga .esfuerzos en
autentificar lo mismo, lo otro se desliza siempre
en el corazón de la ficción. Es aquí donde empe­
zamos a presentir que la complicidad que acerca
entre sí a la novela y al psicoanálisis no es la

—366—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

invención gratuita de un determinado procedi­


miento crítico. Porque, como nos lo hace
recordar Bernard Pingaud, "lo que confiere a la
ficción un carácter sospechoso y al mismo tiem­
po seductor es precisamente su indecisión. Una
indecisión rigurosa: palabras y gestos relatados
nos introducen en un registro en que los concep­
tos de verdadero y falso se vuelven inaplicables.

El ser de lo ficticio no depende ni de uno


ni de otro. Ahora bien, se sabe que Freud hizo
dar un paso decisivo a la teoría psicoanalítica
cuando renunció a aplicar este criterio de lo
verdadero y lo falso al discurso de sus pacientes.
El material con el cual trabaja el analista es
una mezcla indisociable de realidad y fabulación
o, como dice Freud, de fantasía" (op. cit., p. 23).
De este modo, así como el psicoanálisis encuen­
tra su objeto específico en la realidad psíquica
del fantasma, la novela sitúa su justificación de
objeto de consumo cultural en la supuesta reali-

—367—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dad de la ficción. Viene a ser lo mismo


reconstruir el fantasma, en lo cual consiste la
tarea del analista, o analizar la novela, que es a
lo que se dedica el crítico literario. Y téngase en
cuenta que el fantasma solo se da como realidad
psíquica a partir de un acontecimiento—soporte,
y no incumbe al analista pronunciarse sobre su
origen y naturaleza. En otras palabras, el
discurso del analizando, que discurre sobre una
realidad psíquica cortada de su base real, es, se­
gún la expresión de Pingaud, "un discurso
novelesco por esencia. A contrario, lo novelesco
se justifica también como lectura formadora o
deformante de lo real, y la persecución de lo otro
—en que reside todo el sospechoso encanto de la
novela— puede explicarse como el único modo
de apuntar a un mismo que por definición se nos
escapa. La novela encuentra en el análisis el
mismo modelo de trabajo que el novelista ejerce
sin cesar en un real inasible, trabajo que,
precisamente por esa razón, debe volver a em-

—368—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pezar siempre" (op. cit., p. 24). Sería difícil ex­


presar mejor, partiendo del deseo, en qué
consiste el secreto común de la realidad psíquica
y la ficción, esto es, el fantasma.

—369—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

PRACTICAS: ALGUNOS
PSICOANALISIS DE LA NOVELA

El discurso más o menos analógico que, partiendo de


presupuestos psicoanalíticos, desemboca en una in­
terpretación de la obra novelesca, ofrece al análisis
varias modulaciones. Pueden darse, en este campo,
procedimientos muy diversos, que pueden a veces
hasta parecer antinómicos entre sí. De ahí que sea
imposible proponer un procedimiento único de análi­
sis. Vamos a exponer a continuación tres comenta­
rios referidos respectivamente a cuatro novelas de
Robbe—Grillet, a la novela "analítica" de Bernard
Pingaud, La Voix de son Maitre, y a la novela de
Marie Cardinal, Les mots pour le dire.

—370—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. ROBBE—GRILLET Y LA "NUEVA NO­


VELA"

En su ensayo "Le discours de l'obsessionnel dans les


romans de Robbe—Grillet" (Les Temps Modernes,
Nº 233, octubre de 1965, p. 608—637), Didier Anzieu
nos advierte de entrada y sin equívocos cuál es su
propósito: "Tratar el conjunto de las novelas de
Robbe—Grillet como un relato manifiesto, inquirir
acerca de su contenido latente, y una vez que
hayamos creído encontrarlo, definir la articulación
específica entre el núcleo dramático latente y la es­
tructura manifiesta del texto: éste es nuestro
intento. El resultado que creemos haber obtenido es
que esta articulación específica ilustra de una mane-
ra ejemplar la neurosis obsesiva" (op. cit., p. 608).
Didier Anzieu se defiende por anticipado de haber
querido hacer un psicoanálisis del individuo Robbe—
Grillet, pero reivindica, a pesar de ello, su condición
de psicoanalista, reconociendo que ha "escuchado" la
lectura de las novelas de Robbe—Grillet "como el

—371—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

confuso, chato y largo monólogo de un paciente que


se repite interminablemente" (op. cit., p.608).

La teoria del objeto: Didier Anzieu empieza por


recalcar que la crítica literaria ha edificado a
propósito de Robbe—Grillet una "teoría del objeto"
según la cual la "nueva novela" se caracteriza por la
desaparición de la intriga y por la descripción ex­
haustiva de objetos desprovistos completamente de
in, vestimiento de deseo humano alguno. Esta inter­
pretación, racionalista, de la "nueva novela", es de
hecho objetable. Para D. Anzieu, los objetos del uni­
verso novelesco, así como los acontecimientos que
tejen su trama, por insignificantes que sean en apa­
riencia, son significativos de un drama que consiste
específicamente en que no puede ser dicho. Esta no-
vela sin intriga y sin personaje, en el sentido tradi­
cional que se da a estos términos, exhibe, en reali­
dad, "la vivencia de la relación a distancia con el ob­
jeto, relación típica de la neurosis obsesiva.

El mundo real del obsesivo está penetrado entera­


mente por su fantasma; el fantasma no está en su

—372—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mente, la cual resulta así inocente, sino que está en


las cosas, y las cosas lo ocultan, ya que todos piensan
que la realidad exterior existe por sí misma" (op. cit.,
p. 611). Es así que los héroes de Robbe—Grillet co­
rresponden al "despliegue del mundo tal como quie­
re hacérnoslo ver un héroe o un narrador obsesi­
vo" (id), lo cual da como resultado que "el lector
adopte una posición nueva respecto de la novela":
no es ya posible una identificación del lector con
el personaje, factor casi obligatorio para producir
el placer de la ficción, sino que se crea una verda­
dera interlocución entre el lector y el narrador en
la que éste último se esfuerza por introducir al
lector en el juego de su neurosis. Este proyecto
casi sádico va a lograrse totalmente si el lector,
totalmente desalentado, abandona su lectura
deciéndose a sí mismo que en esa novela nada
ocurre en verdad y que no hay nada que com­
prender en ella.

b) El discurso interno del obsesivo: en una segunda


parte, en que procede a analizar cuatro —de las
principales novelas de Robbe—Grillet: Gommes, Le

—373—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Voyeur, La Jalousie y Dans le labyrinthe, D. Anzieu


muestra que cada texto es el lugar de una obsesión.
En Le Voyeur, por ejemplo, el narrador, al hacer
creer que su héroe es un sádico, se revela al analista
como un obsesivo que se defiende contra su
fantasma, esto es, en este caso, contra su deseo de
violar (p. 618); en La Jalousie, "el marido constituye
una buena ilustración del aislamiento del obsesivo.
Está solo incluso en compañía de otros. La angustia
del obsesivo se apodera de él cuando debe enfrentar­
se con el deseo de la mujer hacia él. Pero esta
angustia aparece solo de una manera indirecta, a
través de la proyección y el aislamiento" (op. cit., p.
620—621). D. Anzieu concluye de estos análisis
convergentes que "las novelas de Robbe—Grillet re­
producen el discurso interno del obsesivo" (p. 624).
Como cualquier discurso análogo reconocido como tal
por el clínico, este discurso implica defensas y
fantasmas. En el caso de Robbe—Grillet, el estilo
corresponde a las defensas y la intriga es una trans­
posición del Fantasma. "La función del estilo
consiste en apartar la atención del lector de la
intriga, y del mismo modo, la finalidad de las defen-

—374—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sas reside en apartar al fantasma de la conciencia"


(op. cit., p. 625

● Los mecanismos de defensa:


En el nivel de los mecanismos de defensa, hay varios
elementos de la técnica novelesca que desempeñan
una función esencial: la construcción de la novela,
verdadero sistema cerrado que encierra al fantasma;
los fenómenos de transposición, que desarrollan en
otro lugar los pensamientos, las acciones y los
afectos; la descripción minuciosa de los objetos; el
desdoblamiento de los personajes y su
impersonalidad, la cual se vuelve particularmente
evidente a través del modo como el narrador descri­
be por separado la actitud del héroe y el medio en
que éste se mueve: "De hecho, el mundo exterior se
describe desde la visión del héroe, es decir, tal como
éste lo vive.

Pero el narrador no dice nada acerca de esa visión.


El mundo exterior está presentado, pues, en primera
persona, es el mundo vivido por un sujeto humano.
Pero ese sujeto humano se describe en tercera per-

—375—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sona: para el narrador, es objeto. Resulta de allí un


nuevo desdoblamiento, y un nuevo aislamiento. El
obsesivo no vive en aquello que hace o experimenta,
sino que mira desde afuera lo que hace y
experimenta" (op. cit., p. 629).

●El fantasma
Los cuatro héroes de las novelas analizadas presen­
tan una característica que les es común: por un lado,
son "de padre desconocido o ausente", por otro lado,
son incapaces de experimentar un amor auténtico
por la mujer. Vemos en estas dos características los
indicios de la estructura edípica típica del obsesivo,
es decir, un amor exigente y secreto del niño por su
madre, disimulado cuidadosamente por temor al
castigo paterno imaginado bajo la forma de la cas­
tración.

Este drama íntimo y siempre repetido condena al


sujeto a no poder amar a la mujer de otro modo que
no sea diferido y furtivo. Para el obsesivo, la prohibi­
ción del incesto es doblemente mortal, ya que, al pri­
varlo de la fusión amorosa con la madre, lo condena

—376—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a muerte, y porque, además, desencadena una inten­


ción criminal dirigida a aquel que promulga la
prohibición" (op. cit., p. 637). Contra este "peligro
mortal", el obsesivo va a levantar las defensas, y los
elementos enumerados más arriba representan la
transposición de éstas en el nivel del trabajo de la
composición de la novela y del trabajo de la
escritura.

2. UNA "NOVELA ANALITICA" CONTEM-


PRÁNEA:
LA VOIX DE SON MAITRE, DE BERNARD
PINGAUD

El texto de Bernard Pingaud, Ea Voix de son Mai­


tre (Paris, Gallimard, 1973) se nos revela
particularmente interesante para nuestro propósito
ya que se presenta, según su autor mismo lo confie­
sa, como "una novela que se sitúa de entrada en el
registro del fantasma, pero sin decirlo nunca; como
estamos en el fantasma, no lo vemos" (Revue Fran-

—377—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

çaise de Psychanalyse, tomo XXXVIII, N° 1, enero


de 1974, p. 5). De aquí deriva su apelativo de "novela
analítica". Evitemos cuatro contrasentidos que con­
sistirían en creer:

● En primer lugar, que la novela analítica adopta


como tema el análisis, así como la novela clásica eli-
ge los temas del amor, la ambicón o el resentimiento;
● En segundo lugar, que para interpretar las
relaciones entre los personajes, la novela analítica
remplace la psicología clásica por el psicoanálisis;
● En tercer lugar, que intente simular el discurso de
la cura con sus aproximaciones, sus retrocesos, sus
repeticiones.
Resulta de esto que, por lo menos en un primer
enfoque, nada diferencia la novela analítica de una
novela que no lo sea. Esta novela implica, en efecto,
una historia, una cronología, personajes. La trama
de La Voix de son maitre es simple: en una ciudad
de provincia, un muchacho, Blas, asiste a un
espectáculo de mimo que representa sus relaciones
con su propio padre. El desarrollo de la visión inicial
está constituido por una serie de escenas que trans-

—378—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

curren en las bambalinas del teatrc, en un café, en la


calle, en una habitación. El muchacho intenta
romper el círculo donde lo mantiene prisionero la
relación con su padre iniciando una relación erótica
con Solange, una muchacha encontrada por casuali­
dad, pero el cuerpo de la muchacha no libera a Blas,
que se encuentra, a la madrugada de un nuevo día,
en la misma situación que el día anterior.

Si ésta es la intriga de la novela, ¿cómo es posible


detectar la singularidad de la novela analítica? Es­
cuchemos a su autor: "Simplemente, el lector (e
incluso el autor) van dándose cuenta
paulatinamente, por cierto tono del discurso, por al­
gunas figuras que aparecen en el relato, que el esce­
nario sobre el cual transcurren todas esas escenas no
es el de la realidad objetiva, como tampoco el de la
pura fantasía, sino otro escenario, que es evidente y
al mismo tiempo lejano. Se dan cuenta asimismo de
que el que compone el relato y sus escenas no es el
narrador aparente sino otro, que está detrás de él o
en él, en todo caso en otra parte, y que es el
inconsciente. La novela analítica va haciéndose a

—379—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

través del escritor y de alguna manera a pesar suyo


(aún cuando el narrador se disponga a que así ocu­
rra), así como el discurso analítico pasa a través del
analizando" (op. cit., p. 6).

Estas reflexiones nos llevan a postular tres órdenes


de limitaciones específicas de la novela analítica:

En el nivel del autor: Este último no escribe este tipo


de novela porque lo ha decidido así sino por esa
novela se impuso a él, probablemente como sustituto
o compensación de una verdadera cura, abandonada
o prometida;

En el nivel del lector: este tipo de novela ejerce sobre


el lector un efecto de afecto más o menos violento,
aún cuando el lector no tenga ningún conocimiento
psicoanalítico particular. Este hécho tendría tenden­
cia a probar que el psicoanálisis está tan enraizado
culturalmente en nuestras sociedades que el
inconsciente del lector se siente concernido por una
forma novelesca directamente inspirado por aquél;

—380—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

c) En el nivel de la novela misma: tema, personajes,


objetos, composición, "voz" narrativa ...
● El tema extrae sus materiales del reservorio
arcaico de la "novela familiar", es decir, que pone en
escena al padre/madre/hijo, con la intervención de
un cuarto personaje para romper el círculo;
● Los personajes no están claramente
individualizados y diferenciados, corresponden a una
función y se reducen a ser significantes. El padre es
sucesivamente actor en un teatro, cliente en un café,
músico en la calle, etc. El hijo cambia de nombre de
una secuencia a otra y se encuentra al mismo tiempo
en el escenario y entre los espectadores, etc. Esta
intercambiabilidad no corresponde de ninguna ma­
nera a una intención estética novelesca, como ocurri­
ría, tal vez, en el caso de una novela de Robert
Pinget o Claude Simon, sino a una imposición
proveniente del carácter "analítico" de la narración;
también en el discurso de la cura los actores se redu­
cen a menudo a figuras intercambiables;
● Los objetos evocados adquieren de entrada una
dimensión simbólica que los sitúa en el nivel del

—381—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

fantasma; el violín del padre, por ejemplo, se


transforma, bajo el arco, en el cuerpo de la madre, el
cual puede también encarnarse en el piano, etc.
● Las secuencias narrativas se relacionan las más de
ias veces con las etapas psicoanalíticas del desarrollo
de la personalidad y especialmente con la escena
primitiva (cfr. supra, p. 30). No de manera artificial
y deliberada sino necesaria. Es lo que Bemard
Pingaud llama la "presión primaria" sobre la
elaboración "secundaria" del relato. Y propone como
ejemplo la escena erótica entre Blas y la muchacha
en la habitación: "Yo no había previsto que esta
habitación sería la habitación de mi padre, y muy
precisamente, la habitación en que mi padre vivió en
Besançon durante los años anteriores a su muerte.
Esta habitación surgió a la escritura, si me atrevo a
decir, como una fotografía surge al revelado, y de
golpe, toda la escena cambió de tonalidad, y se volvió
a la vez edípica y fúnebre" (op. cit., p. 10).
● La "voz", por último, es la de un narrador invisible
que acompaña constantemente al hijo y evoca sus
hechos y sus gestos con una distancia algo irónica y
propone acerca de su comportamiento interpretacio-

—382—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nes hipotéticas y a menudo contradictorias: "¿No


puede decirse acaso que está detrás de él como el
analista detrás de su paciente? —pregunta Bernard
Pingaud—. En ese caso, el que habla en la novela
analítica sería el autor mismo, instalado en el sillón
del analista. Puede hacerlo porque escribe. La
escritura realizaría de ese modo el deseo secreto de
la cura" (op. cit., p. 7).

3. LA NOVELA DE UN ANALISIS: LES MOTS


POUR LE DIRE, DE MARIE CARDINAL 95

La novela de Marie Cardinal (que no podemos


resumir aquí por no disponer de espacio suficiente)
ocupa un lugar totalmente peculiar en la producción
literaria de estos últimos años. Quisiéramos, en
primer lugar, no estar obligados a decidir si se trata
de un testimonio auténtico o de una transposición
literaria, ya que ese problema carece de sentido para
alguien que emite un juicio acerca de ese objeto de
consumo cultural que es el libro. Lo que conviene

—383—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

recalcar aquí es que, a partir de un hecho banal en


nuestras sociedades, esto es, la cura psicoanalítica,
ocurre que un texto literario sostiene implícitamente
un postulado que está lejos de ser obvio, a saber: que
el lenguaje puede decir la verdad, y que puede decir­
la enteramente. En este sentido, el título debería
leerse como: Las palabras para decirLA y para
decirLA TODA. El texto de Marie Cardinal, en efec­
to, es un intento casi único por transgredir esta ley
del lenguaje —la Ley— según la cual el lenguaje, al
decir, dice la barrera, es decir, la imposibilidad de la
verdad. Sin lugar a dudas, este intento supone una
creencia casi teológica, y algo ingenua, en los
poderes del decir y del escribir. Norbert Bensaïd 96

nos advierte que en La Náusea Sartre escribía: "Yo


quería que los momentos de mi vida se sucedieran y
ordenaran como los de una vida que se relata. Pero
eso sería lo mismo que querer atrapar al tiempo por
la cola". Y Bensaïd agrega: "El fin de un análisis
otorga un sentido a la vida. Novelesco. Elaborado.
¿Pero se trata de su verdadero sentido? Incluso Sar­
tre, desde las primeras páginas de su Flaubert, sabe
bien, y todos lo sabemos con él, que está condenado a

—384—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dar cuenta de él de una manera inevitablemente


incompleta. Aunque se supiera todo de un hombre,
nunca podría saberse cómo la escena primitiva, la
dulzura de la arena y del sol, las condiciones socia­
les, han hecho de esa persona que lleva un nombre
algo que funciona de tal o tal manera. Inteligible y
explicable". La narradora de Les mots pour le dire
está segura de haber comprendido y de que la com­
prenden.

Esto es cierto, ya que esa certeza es la clave de su


cura. No podemos evitar, sin embargo, pensar que
subsiste una ambigüedad, y que la verdad de una
vida no se reduce a las palabras que la dicen. En
caso contrario, habría que postular —pero en este
caso no sería ya Edipo quien hablara— que a la
angustiosa pregunta ¿Quién soy? el lenguaje podría
dar una respuesta de una manera que no fuera por
efracción y entre líneas.

—385—

5. LA ESCENA Y LA "OTRA
ESCENA"

I. TEATRO Y PSICOANALISIS

Hay dos modos principales de establecer


un vínculo entre el psicoanálisis y el teatro: por
medio de la lectura—interpretación de los textos
y por medio de la toma en consideración de la
especificidad del hecho teatral como espectáculo
entre el conjunto de las producciones artísticas.
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. LA LECTURA-INTERPRETACION DE
LOS TEXTOS

La primera manera que hemos indicado


no se distingue de los procedimientos que veni­
mos analizando hasta aquí, ya que consiste en
un análisis del contenido. Viene a ser lo mismo
interpretar el mito de Edipo en una novela o en
una tragedia. Cuando Charles Kligerman, por
ejemplo, analiza la obra de Luis Pirandello, Seis
personajes en busca de autor 97 , hace lo mis-
mo que haría si la obra fuera una novela, o sea,
comienza por hacer un repertorio de sus temas
principales: el autoritarismo del padre, sus celos
patológicos, su homosexualidad latente, la rela­
ción incestuosa del padre y la hija, el conflicto
de la madre y el hijo, el asesinato del hermano y
el suicidio. Busca luego en la existencia del
dramaturgo los elementos biográficos que pu­
dieran explicar esos temas. Por último, basán-

—387—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dose en el hecho de que en esta obra "las pasio­


nes están llenas de sentimientos muy
primitivos" y corresponden a una "suerte de
rabia elemental que tiene todas las
características de la ambivalencia infantil" (p.
251), hace corresponder la evolución de las si­
tuaciones dramáticas con un itinerario de regre­
siones sucesivas hasta que llega, a los estadios
más primitivos: "Del incesto padrehija
retrocedemos hasta el triángulo edípico
anterior, se produce luego una regresión hacia
la rivalidad fraterna primitiva acompañada por
el deseo fantasmático de asesinato, al que
sucede un suicidio motivado por la vergüenza y
la culpabilidad" (p. 252—253). La conclusión del
ensayo es que en esta obra Pirandello habría
"logrado la cristalización de los conflictos
psíquicos a partir de su infancia hasta la elabo­
ración de los años de madurez" (p. 253).
Dejando de lado cuál sea el interés de una
interpretación de este tipo, vemos que no inter-

—388—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

viene en ella ninguna consideración en cuanto a


la especificidad de la obra como representación
que pudiera producir cierto afecto. En este caso
particular, el modo en que se tiene en cuenta el
elemento "teatro dentro del teatro" es
puramente incidental; aunque se lo mencione,
se lo considera un mero elemento de defensa,
que el autor utilizaría para exhibir los deseos
más reprimidos de su inconsciente y al mismo
tiempo para repudiarlos, en la medida en que
finge desolidarizarse de los personajes que los
experimentan.

Por esa misma razón, se trata de


personajes "en busca de autor", al igual que el
propio autor, y del mismo modo como cada uno
de nosotros, probablemente, está "en busca de
identidad". Es evidente que en esta perspectiva
de análisis, se han dejado de lado
voluntariamente, por considerárselos ajenos a la
elucidación del contenido, el problema de las

—389—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

relaciones entre el autor y los personajes y, de


una manera general, los problemas concernien­
tes a las relaciones del arte, la realidad y lo
imaginario, es decir, en definitiva, la "ilusión
cómica".

2. EL HECHO TEATRAL

En su ensayo Clefs pour Imaginaire ou


l’Autre Scéne (Paris, Le Seuil, 196998), O.
Mannoni indica que "si se aborda el teatro en su
aspecto imaginario, es inevitable poner en pri­
mer plano la noción de ilusión, y por lo tanto, la
noción de identificación que está más o menos
claramente implicada en ella" (p. 161). Esto
equivale a advertir que, aunque las nociones de
ilusión e identificación se apliquen
naturalmente a todas las producciones estéticas,
revisten, en el caso del fenómeno teatral, una
agudeza peculiar. La escena teatral, en efecto,

—390—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

presentándose abiertamente y por definición


como "otro" lugar, reclama directamente el acce­
so a lo imaginario, cualquiera sean los esfuerzos
diametralmente opuestos de un Pirandello y un
Brecht por acentuar el artificio poniendo al
desnudo los mecanismos de la teatralidad o, por
el contrario, por distanciar ai máximo la acción
y los personajes para impedir al espectador toda
posibilidad de identificación.

Es así que la ilusión cómica se sitúa en el


corazón del fenómeno teatral y es su condición
esencial. Y por más que el actor o el escenógrafo
se ingeniaran para enmascarar esa ilusión, na-
die se engaña. Intrigado por este fenómeno, y
fundamentándose en el hecho de que el sueño es
la vía regia de acceso al inconsciente, el psicoa­
nálisis se ve tentado a ver en la ilusión cómica
una interacción entre tres términos: la escena,
el Yo real y un Yo diferente, que procedería de
las formaciones inconscientes y se apoderaría

—391—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de entrada del espectador en cuanto se levanta


el telón, a la manera en que ese Yo del sueño
reina como dueño indubitable durante el sueño.
Como recuerda Freud en la Interpretación de
los Sueños, existe sin duda un saber implícito
que hace que el soñador sepa que sueña, y que
explica que no se sorprenda nunca, al desper­
tarse, de encontrarse nuevamente con la reali­
dad. De la misma manera, el espectador posee
un saber implícito de la misma naturaleza, en
virtud del cual sabe, sin saberlo, que todo no es
sino una ilusión. Pero el saber de esa ilusión
ocupa una franja preconsciente, a la que lo re­
lega el Yo ilusionado, y solo se manifiesta si la
obra es mala, el actor detestable, o si el muerto
se levanta demasiado pronto para saludar al
público. En esos casos, el Yo real desplaza al
otro y recupera sus prerrogativas, lo cual, de to-
das maneras, se produce siempre cuando el es­
pectáculo termina. No se trata de ninguna ma­
nera, pues, de creer o no creer en lo que sucede

—392—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en el escenario, porque si el espectador es el lu­


gar de un proceso psíquico que tiene su origen
en las formaciones inconscientes, el problema no
se plantea en términos de credibilidad —que es
el falso problema del realismo— sino en térmi­
nos de investimiento. La escena se presenta, en
efecto, como un espacio abiertamente simbólico
en que el inconsciente del espectador, liberado
de las imposiciones del Yo y el Superyó suscita­
das por el principio de realidad, puede investir
en toda libertad e identificarse de ese modo con
los personajes. Como observa O. Manoni, el tea­
tro sería entonces "enteramente como la gran
negación, el símbolo de la negación, que posibili­
ta el retorno de lo reprimido bajo su forma ne­
gada" (Op. cit., p. 166). En estas condiciones,
muy poca es la importancia de tal o cual expe­
riencia de verismo o de realismo en el teatro, o
tal o cual esfuerzo de distanciación o estiliza­
ción, ya que ello no modifica sustancialmente la

—393—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

relación triangular de la escena, el Yo real y el


Yo espectador.

Se comprende entonces que cuando el


teatro moderno suprime toda escenografía y to-
do accesorio, e incluso, simbólicamente, la ram-
pa del escenario y el telón, no por ello deja de
ser teatro, ni más ni menos que el teatro tradi­
cional; no son esos detalles materiales los que
marcan lo esencial de la relación entre el orden
de lo real y lo imaginario. Es ésta una relación
que, en última instancia, termina por negar, pa­
radójicamente, la oposición entre los dos órde­
nes; no se trata de ninguna manera, en efecto,
de una relación dialéctica 99 que haría nacer de
la oposición de los dos términos un tercer térmi­
no conciliable con los dos primeros y que defini­
ría la ilusión teatral. Esta ilusión, tal como ocu­
rre, ni más ni menos, en el trabajo del sueño, no
se plantea el problema de la distinción entre lo
real y lo imaginario. Encontramos aquí un fe-

—394—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nómeno análogo, en su naturaleza y sus efectos,


al que planteábamos respecto de la novela (cfr.
supra, p. 122) en el sentido de que la ficción no­
velesca no es verdadera ni falsa, es diferente
u otra, y pone en acción mecanismos psíqui­
cos para los cuales el dilema apuntado carece
de sentido. El Yo implicado en la lectura de
una novela es el mismo que el Yo espectador;
nacido de la demisión provisoria de ese Yo
consciente y estructurado que condiciona las
relaciones del sujeto con lo real, es el "Yo del
narcisismo, el lugar de los reflejos y las identi­
ficaciones" (O. Mannoni, op. cit., p. 171). Se
sigue de ello que el teatro es una oscilación
permanente entre el símbolo y lo imaginario,
un campo de intercambios y corrientes metafó­
ricas, el espacio hacia el cual aspira el deseo
para depararle su decepción final, el lugar en
que el fantasma se despliega en lo inaccesible,
y de donde el Yo "real" vuelve más solo y más
desnudo que antes, en el recuerdo nostálgico

—395—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de esa "otra escena" en la cual había caído la


escena verdadera.

II. LOS DOS POLOS DE LA


ILUSION TEATRAL: LO COMICO Y
LO TRAGICO

Establecer una dicotomía cómico/trágico


en relación con el psicoanálisis no significa
hacer una concesión al concepto de la separación
de los géneros que tiene vigencia, se sabe, en las
ideologías de Occidente 100. Si destacamos aquí
esa dicotomía, es porque lo trágico y lo cómico
corresponden a dos modos de producción de
efectos diferenciados que se enraízan en un fon-
do común donde se despliega la actividad fan­
tasmática del Yo espectador.

—396—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este fondo es común porque cualquier es­


pectáculo presupone las mismas condiciones
esenciales: la puesta fuera de juego del sistema
motor y del Yo; la separación, materializada o
no, de los lugares de la escena y del mundo real;
la existencia de una fantasía, que suministra
material para proyecciones e identificaciones.
Esto no es razón suficiente, sin embargo, para
que, a partir de estos factores comunes, la ilu­
sión teatral no oscile entre dos polos; vamos a
intentar ahora discriminar sus efectos respecti­
vos.

1. EL EFECTO DE LO COMICO

De una manera general, el efecto cómico


es un efecto de placer. Ese placer es producido
por un conjunto de técnicas que constituyen, a
su vez, transformaciones de enunciados (comi-

—397—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cidad verbal como por ejemplo el juego de pala­


bras) o de situaciones (el que tira agua y se
moja él mismo, etc.). Estas transformaciones
producen un sentido nuevo, de donde deriva el
placer. Estamos aquí en presencia de un verda­
dero trabajo, ya que el resultado del proceso es
una formación psíquica provista de un efecto de­
terminado.
Lo que acabamos de decir en lo referen­
te al efecto de lo cómico no concierne solamen­
te, por supuesto, a lo cómico en el teatro. Se
trata, en realidad, de un proceso mucho más
general, que Freud describió sobre todo en El
chiste y sus relaciones con el inconsciente (1905)
y que abarca, entre otros muchos, el efecto de lo
cómico teatral. No pretendemos, por lo tanto,
delimitar las características de lo cómico teatral
—especificidad que no existe— sino la naturale­
za general de un modo de producción que da
lugar al chiste tanto como a un rasgo de humor
o a la escena del amante escondido en el placard

—398—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cuando el marido vuelve más pronto que de cos­


tumbre. Hay un argumento suplementario, por
lo demás, que nos autoriza a establecer esta afi­
nidad entre los diferentes efectos de lo cómico, y
es que el texto de Freud sobre el chiste ... define
una verdadera teoría de la risa, que presenta un
carácter lo suficientemente general como para
que pueda aplicarse a todas las manifestaciones
mencionadas más arriba. Consideraremos, pues,
que lo cómico, y su corolario, la risa, constituyen
elementos comunes a todas estas conductas, y
que el efecto teatral no es más que un caso
particular entre estas últimas.

Para tener una percepción mejor del


fenómeno de la comicidad 101, tomaremos un
ejemplo muy simple. Observo a un hombre que
camina tranquilamente por la calle. Llega co­
rriendo un mozo de panadería transportando
una bandeja con tortas, tropieza con el paseante
y su carga se va al suelo. Me pongo a reír. La

—399—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

comicidad resulta aquí, en primer lugar, de una


observación distanciada de lo real seguida de
una ruptura brusca del esquema previsto (es de­
cir, que el encuentro del paseante y el mozo de
panadería no dé lugar a ningún incidente), y de
la participación emocional del observador, que
implica un comienzo de identificación con la víc­
tima. ¿De dónde proviene entonces la risa,
definida por Freud como una "descarga de ener­
gía"? Tendría su origen, fundamentalmente, en
una diferencia de tensión psíquica entre la si­
tuación 1 (mi observación antes de la caída) y la
situación 2 (que resulta del choque). En la fase
preliminar de su observación, en efecto, el
observador había acumulado inconscientemente
cierto potencial de energía psíquica destinado a
programar en su propia conciencia los efectos de
la marcha del caminante y a prever sus conse­
cuencias normales. La caída imprevista rompe
esa previsión y provoca la intervención de nue­
vos afectos liberando la energía antes

—400—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

acumulada, que no tiene ya razón de ser. Esta


liberación se manifiesta en una descarga
entrecortada, que es la risa. Es éste el mismo
trabajo que actúa en el chiste, y que corresponde
a la ruptura del esquema lingüístico previsto y
provoca la descarga de la risa (o de la sonrisa)
en el lector o el espectador. 102
Pero, ¿en qué incide, para la producción
del efecto de comicidad, el hecho de que la caída
del paciente y del mozo de panadería se produz­
ca en un escenario y no en la calle? En primer
lugar, esta incidencia es débil, y las característi­
cas del efecto cómico son, en ambos casos, idén­
ticas:
● él efecto es un acontecimiento psíquico
que tiene su sede en el espíritu del espectador y
no en la realidad del discurso o la situación; un
chiste o un efecto determinados podrán hacer
reír a mi vecino y dejarme a mí impasible, o al
revés;

—401—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● el efecto supone una distancia y al


mismo tiempo una participación por parte del
espectador;
● el efecto no se concibe sin una risa
liberadora;
● el efecto requiere, para desplegarse con
plenitud, la presencia de un tercer cómplice, ya
que nadie se complace en reírse solo.

La diferencia no radica entonces en los


rasgos intrínsecos del efecto sino en la naturale­
za de la instancia psíquica implicada en el pro­
ceso. La caída en la calle tiene como testigo a un
Yo de la vida real, la distancia para con el hecho
es mínima, y la participación afectiva es máxi­
ma, aunque proyecciones e identificaciones se
esbocen apenas. En el teatro, en cambio, el Yo
espectador es ese Yo segundo, análogo al Yo del
sueño y el juego. La distancia es máxima, la
participación afectiva consciente es mínima, pe­
ro las proyecciones e identificaciones se desplie-

—402—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gan en total libertad, sobre un fondo general de


insensibilidad e incoherencia.

Dos de las características más importan­


tes de lo cómico son, efectivamente, que no soli­
cita los sentimientos altruistas y generosos (la
risa no tiene piedad) y por otra parte, que burla
constantemente la lógica real y se complace en
lo absurdo y el sin sentido. Análogo en esto al
juego, lo cómico adopta la misma libertad de
aquél y utiliza al máximo la reversibilidad de
los valores y los roles (el que tira agua y se moja
él mismo, el ladrón que es robado, etc.). Hasta el
punto de que ha podido preguntarse si lo cómico,
si se lo analiza en su contenido, no correspondía
de hecho a una inversión constantemente repe­
titiva de las situaciones angustiosas 103. Esa in­
versión no es específica, por cierto, del efecto
cómico, ya que interviene permanentemente en
los procesos psíquicos hasta el punto de consti­
tuir uno de los mecanismos de defensa más efi-

—403—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

caces. Un mecanismo de este orden es el que


permite al adulto sobreponerse a ciertas situa­
ciones traumáticas y al niño olvidar su condi­
ción de impotencia y dependencia recurriendo al
juego y a la imaginación.

Al recordar que "en cada uno de nosotros


la personalidad incons— ciente permanece in­
fantil", y que, en consecuencia, pueden ejercerse
mecanismos idénticos tanto en el juego infantil
como en el juego teatral, Charyendo algunos de
sus términos y debilitando su coherencia sin
intervención de la conciencia, y de un Incons­
ciente que aprovecha de la falla así introduci­
da para irrumpir en el sistema Preconscien-
te/Consciente" (J. Guillaumin, op. cit., p.
626). les Mauron se detiene a reflexionar
acerca de "ese fondo banal (y muy limitado) de
tipos y esquemas cómicos". Y añade: "¿No
habría que considerar estos datos previos y ca-
si obligados (ya que los autores más geniales

—404—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

no inventan otros nuevos) como las inversio­


nes triunfantes de situaciones arquetípicas
angustiosas? ... La mitología de la risa puede
ser, tal vez, la de las leyendas, pero elaboradas
infantilmente en un sentido de triunfo y como
efectos de los mecanismos de defensa. Las
angustias infantiles se convertirían así,
invertidas por compensación maníaca, en jue­
gos para los niños y en esquemas de comedia
para los adultos" (Op. cit., p. 31—32). Este
tipo de análisis coincide con la idea común se­
gún la cual la risa es la mejor defensa contra
la angustia y que más vale, como Fígaro, apre­
surarse a reír de todo para evitar llorar. Esto
equivale a decir, en términos analíticos, que
las pulsiones del Yo, y especialmente las
pulsiones de vida y muerte, desempeñan un
papel primordial en la comicidad. La comici­
dad constituye, en esta perspectiva, un triunfo
efímero de la pulsión de vida y con su corola-

—405—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rio, que es la risa, hace las veces del mejor re­


aseguro contra la Muerte.

2. EL EFECTO DE LO TRÁGICO

A condición de que se lo entienda como


teoría prescriptiva de un género literario —la
tragedia—, y por lo tanto como categoría
poética, lo trágico ha sido objeto de abundante
comentario en la literatura crítica. Pero esta
literatura, que se funda en un enfoque
puramente empírico del concepto de género
(¿qué es, precisamente, un género, y cuál es la
naturaleza exacta de la relación que une tal o
cual género con el conjunto de las producciones
estéticas? ) no nos ha proporcionado hasta el día
de hoy una definición pertinente de la tragedia
entendida como modo de producción específica y
provista de formas estructuralmente identifica­
bles de transformación y reproducción.

—406—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El discurso sobre lo trágico, por lo demás,


está entrampado en la asimilación permanente
que la cultura occidental practica entre lo
trágico como expresión literaria y lo trágico
como vivencia, asimilación que no es sino un
resultado incidental de la confusión más general
entre la literatura y la vida. Es de prever que en
esta óptica se acentúen particularmente los
efectos de la ideología y que el concepto le lo
trágico se defina fundamentalmente como la re­
lación dramatizada de un sujeto (el héroe
trágico) con una entidad global mítica por natu­
raleza: la Fatalidad, el Destino, la Muerte, la
Naturaleza, la Divinidad, etc. Esta relación es
concebida las más de las veces en términos
ideológicos, en la medida en que desemboca
siempre y obligatoriamente en la pregunta sobre
el sentido de ... (sentido de la vida, de la muer­
te, de la lucha, de la historia, del hombre, etc.).
No es fácil imaginarse que, en esta perspectiva,

—407—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la conjunción electiva de la literatura y la filoso­


fía haya beneficiado particularmente a la ideo­
logía de lo trágico.
Frente al enfoque del discurso literario o
filosófico y a sus ilusiones comunes con la ideo­
logía, ¿ofrece el psicoanálisis una interpretación
original del efecto trágico? Reiteraremos aquí lo
que tuvimos oportunidad de mencionar ya en p.
119 de esta obra, esto es, que la teoría psicoana­
lítica no pone en cuestión las categorías litera­
rias, filosóficas o históricas sino que se desarro­
lla dentro del marco de esas categorías, y las
utiliza, cuando eso le resulta necesario, como si
hubieran sido objeto de una teoría específica, lo
cual no es cierto en la mayoría de los casos. En
el caso del efecto de lo trágico, la teoría psicoa­
nalítica actúa como si el género trágico hubiera
sido objeto de un análisis pertinente por parte
del discurso crítico literario, y como si existiera
una teoría científica que explicara la tragedia
como modo de producción artística. Como esta

—408—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

teoría no existe, el discurso psicoanalítico no


tiene más remedio que hipotecarse con ese
déficit; entendamos por ello que, aún cuando el
psicoanálisis proporcionara una interpretación
pertinente del efecto trágico, el conocimiento del
modo de relación específico de este efecto de lo
trágico con la estructura formal que se ha dado
en llamar, convencionalmente, y desde hace va-
rios siglos, tragedia, no ha hecho el más mínimo
progreso desde la Poética de Aristóteles.

Dejando de lado esta objeción teórica de


fondo, la teoría psicoanalítica define el efecto
trágico según dos parámetros principales: por
una parte, desde el punto de vista del sujeto en
situación trágica, y por otra, desde el punto de
vista del espectador enfrentado a la representa­
ción de esa situación.

a) El modo de producción del efecto de lo trágico.

—409—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Si adoptamos el primer punto de vista, es


necesario plantear una estructura de conjunto
cuyos elementos principales son una situación
caracterizada por una falta que es preciso
colmar (la demanda de amor, la búsqueda del
Otro), uno o varios sujetos implicados en esa
falta (la pareja Otello - Desdémona, el trío
Roxana – Bajazet - Atalides, el cuarteto
Andrómada – Pirro – Orestes - Hermione, etc.),
una serie de afectos que puedan dar lugar a ar­
ticulaciones dicotómicas (la angustia seguida,
por ejemplo, de una declaración heroica
destinada a superarla), y por último una acción
que corresponde a un intento de solucionar la
experiencia que generó los afectos. A esta es­
tructura de conjunto subyace un conflicto sin
solución entre los dos principios que condicio­
nan la economía psíquica: el principio del placer
y el principio de realidad.

—410—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El sujeto trágico empieza por desinvestir


lo real y por rechazar las adaptaciones a las im­
posiciones de la realidad exterior, la sociedad y
la historia. Se abandona así al principio del pla­
cer con el proyecto de colmar la falta del Otro.
La especificidad de la situación trágica reside
entonces en la inaccesibilidad de ese Otro, y el
sujeto tiene tendencia a sobreinvestir en el Yo lo
que no puede investir ni en el Otro ni en lo real.
Resulta de ello una situación traumática que se
resuelve por lo general en el asesinato, la locura
o el suicidio; se verá así que Otelo mata de una
puñalada a Desdémona, Orestes consulta a las
Furias o Roxana se envenena.
Comentando los elementos de esta estruc­
tura de la producción del efecto trágico, Michel
Tort ve en ellos un esquema homólogo a la si­
tuación de duelo que Freud describió en La
Aflicción y la melancolía: un sujeto inmerso en
una situación de falta, un objeto que se ha vuel­
to inaccesible, afectos de dolor y angustia y un

—411—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

trabajo que corresponde a un intento por


resolver contradicciones apelando a un pasaje a
una posición de tipo maníaco. En esta óptica, la
estructura del duelo sería, pues, "una especifica­
ción que puede servir como modelo a una estruc­
tura mucho más general, que engloba todo aque­
llo que se identifica ideológicamente con el nom­
bre de trágicos" 104

b).El modo de recepción del efecto de lo trágico

Habíamos definido hace un momento el


efecto cómico como un efecto de placer. Pero el
placer no está ausente tampoco del efecto
trágico, y no hay razones para sorprenderse de
ello. Como advierte André Green, después de
Freud "toda obra de arte ofrece para quien hace
su experiencia una prima de seducción" 105.

Freud entiende por prima de seducción "ese pla­


cer preliminar ... que se nos ofrece a fin de
permitir la liberación de un goce superior que

—412—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

emana de fuentes psíquicas mucho más


profundas,106 o", es decir, "una descarga parcial
y desexualizada por inhibición de la finalidad y
desplazamiento del deseo sexual"107.

El efecto de lo trágico es, pues, el efecto


de un placer desviado, que la libido transfiere a
las instancias del Yo y el Superyó. Esta compro­
bación sigue siendo demasiado general, sin
embargo, porque interesa a todas las produccio­
nes artísticas. La especificidad del efecto de lo
trágico es que implica, luego del goce, una iden­
tificación con el héroe y una reacción de terror.
Goce, piedad y terror son los tres términos obli­
gatorios del desarrollo del efecto trágico.
Podemos preguntarnos por qué razón ese
efecto "prende" siempre en el espectador. En la
Interpretación de los Sueños, dice Freud: "si
Edipo-Rey conmociona al público moderno tanto
como a los primeros espectadores de la obra de
Sófocles, la explicación solo puede ser ésta: sus

—413—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

efectos no resultan del contraste entre la volun­


tad humana y el destino sino que deben inter­
pretarse en función de la naturaleza particular
del material en que se basa ese contraste". Si­
guiendo fielmente a Freud, André Green explica
que "el héroe trágico es el lugar de un encuentro
entre el poder del aedo, que da vida al fantasma,
y el deseo del espectador, que ve su fantasma
encarnado y representado"108. Pero esto no
basta; hay que sondear más profundamente en
los arcanos de la psique así como en las infan­
cias del mito, porque si el efecto de lo trágico
está dotado de un tan gran poder, es porque la
estructura formal en que se actualiza —la tra­
gediacorresponde a la representación de un
mito constitutivo de las instancias de la perso­
nalidad: el mito del complejo de Edipo. La tra­
gedia traslada, en efecto, la relación del niño
con sus padres al nivel de las relaciones del
héroe con los dioses. Coincide entonces con la
pesadilla originaria del hijo rebelde y el parri-

—414—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cidio, y modula sus variaciones repetitivas


sobre el tema existencial de la culpabilidad
edípica.

De tal manera, cuando el espectador se


identifica con el héroe trágico, vuelve a enfren­
tarse, inconscientemente, con sus genitores. Se­
rán éstos los que van a castigarlo, así como el
héroe es vencido, en el escenario, por los dioses
todopoderosos. De ahí proviene la tercera fase
del efecto de lo trágico, que es el terror ante la
autoridad del padre que es proclamada
triunfalmente. Cuando Fedra se suicida, el niño
que hay en el espectador grita, junto con ella, su
angustia de castración.

—415—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

COMPLEMENTOS, TEMAS DE
REFLEXION Y LECTURAS

1. Es escaso el lugar que concedió Freud en su obra,


al menos explícitamente, a los problemas específicos
del teatro. En un artículo que data de 1909 (Stan­
dard Edition, p. 305), se pregunta cómo es posible
que el espectador extraiga un placer (paradójico) al
ver actores que representan en el escenario persona­
jes psicopáticos. Responde que en ese caso el
espectador asiste a la manifestación de pulsiones
que reprimiría en circunstancias comunes de la vida,
si viera que él mismo es la sede de ellas. Pero el jue­
go teatral se presenta como una circunstancia
excepcional que le permite tomar conciencia de esas
pulsiones sin tener que censurarlas en él; se deriva­
ría de ello una economía de esfuerzo, que es la que
va a suscitar el placer. Es evidente que aún en un
caso de este tipo las defensas van a ponerse en ac­
ción, y consistirán en la identificación con el héroe.
El espectador extrae de esta situación un doble

—416—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

beneficio y una doble economía: toma conciencia de


pulsiones inconfesadas e imposibles de confesar, y
puede creer, gracias a la identificación, que esas
pulsiones no son las suyas.

2. El fenómeno de la ilusión teatral ha intrigado a


menudo a los creadores mismos. Sería interesante,
en esta perspectiva, estudiar de qué modo los
dramaturgos han representado en el escenario al
personaje que es la víctima de esa ilusión. Un ejem­
plo clásico es el de Corneille que, en una obra de
teatro llamada justamente L'Illusion. Comique,
pone en escena a un personaje, Pridamante, que
preocupado por la ausencia de su hijo Clindor del
cual no recibe noticias, consulta a un adivino, que le
hace ver de lejos la vida de su hijo. Pero no es más
que una treta teatral, ya que Clindor se había hecho
actor y Pridamante no asiste a su vida real sino a
una obra de teatro. Estamos lejos, sin duda, en esta
concepción ingenua donde se confunden el teatro y
Ia realidad, de las sutiles variaciones de un
Pirandello acerca de las relaciones entre lo real y lo
imaginario.

—417—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. En su Clefs pour l'imaginarie ou l autre scène y a


partir de la segunda tópica freudiana, O. Mannoni se
pregunta cuales son las instancias de la personali­
dad implicadas precisamente en el fenómeno de la
ilusión cómica. Al poner en correlato su reflexión con
la evolución del teatro contemporáneo, que remplazó
progresivamente al héroe por el personaje, anota:
"Desde que el héroe ha dejado de ser necesario, ya
que el personaje basta, no nos parece ya esencial
mencionar el Ideal del Yo. La noción de personaje,
por otra parte, es de origen teatral; muchas de las
primeras novelas sin héroes, y que comportaban, por
lo tanto, personajes, son novelas cómicas, y cuando
Balzac se descubrió como inventor de personajes, dio
como título a su obra la Comedia humana. Sería
difícil decir por qué, actualmente, la identificación
con el héroe ha dejado de ser natural.

Encontramos aquí un cambio histórico, una modifi­


cación de la personalidad típica de la época, de la
personalidad "de base", y parecería que esta modifi­
cación se ha producido en las relaciones del Yo con el
Ideal. Para decidir esto, tendríamos que hacer una

—418—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

psicología del honor. Hubo una época en que todo


París tenía para con Rodrigo los ojos de Jimena.
Rodrigo quedaba separado, a la manera del ideal."
Actualmente, "o bien nos tomamos por Rodrigo (y
entonces, ¡cuidado con el ridículo! ) o bien lo elegi­
mos como rol y lo representamos, lo cual tampoco
resulta soportable ya que revela con demasiada cla­
ridad una tendencia megalomaníaca por la fanfarro­
nería" (p. 171). Se deduce de esto que lo imaginario
es exclusivamente el lugar del "Yo narcisista".

4. Debemos a Charles Mauron en su Psychocritique


du genre comique (Paris, José Corti, 1964) el único
intento serio por interpretar el género cómico y su
evolución a la luz de la teoría freudiana del chiste.
Vamos a trazar las líneas más generales de este
intento sistemático:

● Para poder definir el nacimiento en Francia de la


gran comedia, Mauron se basa en la distinción
freudiana entre el ingenio tendencioso (agresivo,
indecente, incluso escatológico) y el ingenio
inofensivo (sutil, basado en el quiproquo y el disfraz,

—419—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en la complicación de la insinuación, en la dosifica­


ción del sentido y el sin sentido). A estos dos tipos de
ingenio corresponden, naturalmente, dos especies de
placer y dos especies de producciones cómicas
institucionalizadas: del primero surgió la farsa, del
segundo derivó la comedia de intriga, de quiproquos
y reconocimientos. La gran comedia va a nacer de la
síntesis armoniosa de ambos ingenios y de ambos
géneros: la Ecole des femmes representa en Francia
la primera gran comedia lograda.

● En un segundo tiempo, Charles Mauron analiza el


fenómeno que constituye, según su opinión, la ver­
dadera profundidad del arte cómico. Esta profundi­
dad debe buscarse "en la fantasía inconsciente de
triunfo que recubre un mito angustiante" (p. 57).
Este mito angustiante es, evidentemente, el mito
fantasmático del complejo de Edipo, que actúa en la
tragedia, como vimos, de una manera seria, y que en
la comedia se invierte y se transforma en triunfo; en
términos lapidarios: el hijo triunfa del padre, la ju­
ventud y el amor ridiculizan al patriarcado. Todo
Molière y todo Plauto se explican de esta manera.

—420—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Basado en esta tesis, Charles Mauron estudia una


serie de esquemas que reproducen, con más o menos
variantes, el mismo conflicto subyacente y
triangular: el padre (autoritario y falócrata), la
madre (sin relieve o "terrible"), el hijo o la hija, pri­
mero perseguidos y al final triunfadores. El género
cómico juega, no obstante, con el fuego originario, en
la medida en que roza constantemente lo trágico y
corre el riesgo de perderse en él; aún cuando la in­
tención parricida no se reprima lo suficiente, la cul­
pabilidad edípica aparece a la luz, y la conciencia
moral del espectador censura la risa. Esto es lo que
ocurre sobre todo en el Don Juan de Molière y aflora
tímidamente en L Avare y Le malade imaginaire.

● Por último, en un tercer tiempo, Charles Mauron


pone en relación el modo de funcionamiento de la
comedia y los principios del placer y de realidad.
"Bajo el disfraz de una intriga cuya mezcla de senti-
do y sinrazón es atribuida a las circunstancias (lo
cual suprime o disminuye la culpabilidad), el princi­
pio del placer, encarnado por los enamorados, afirma

—421—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

su derecho a burlar al principio de realidad ... repre­


sentado por el padre" (p. 76).

LECTURAS

Vimos que, salvo un artículo de 1906 (Standard Edi­


tion, VII, p. 305) Freud no había escrito sobre el tea­
tro. Se diría que esta falta de interés fue compartida
por sus seguidores. De hecho, los trabajos referidos a
una interpretación analítica del fenómeno teatral
como relación específica entre lo simbólico, lo real y
lo imaginario son prácticamente inexistentes. Hemos
utilizado en esta obra uno de los escasos ejemplos de
ese tipo, que es el artículo de 0. Mannoni, "L'illusion
comique", incluido en su Clefs pour l'imaginaire ou l
autre scène (Paris, Seuil, 1969, p. 161—183).
Existe ademas un artículo en inglés que trata, desde
el punto de vista analítico, de algunas de las parado­
jas que implica para un actor la representación de

—422—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

un rol (Fenichel, Otto, "On acting", in Psychoanaly­


tic Quarterly, 15, 1946, p. 144—160); pero la re­
flexión de Fenichel no añade prácticamente nada a
la de Diderot en su Paradoja del Actor.

La mayor parte de los estudios versan, pues, sola-


mente sobre la lectura—interpretación de las obras
teatrales. La escasez de títulos en francés nos ha in­
citado a proponer además algunos títulos en inglés:
Barthes Roland, Sur Racine, Paris, Seuil, 1963.
Grimaud Michel, "Petite Psychanalyse du Cid", in
Sub—Stance, Printemps 1974, p. 77—84.

"Amor y odio de un hijo hacia su padre. Ambivalen­


cia. Aplicación dramática: corte, desdoblamiento del
padre en dos aspectos opuestos. Por una parte, agre­
sión proyectada sobre el padre malo; por otra parte,
amor poyectado sobre el "verdadero padre". Pero al
mismo tiempo, identificación con el padre experi­
mentado como agresivo y de ahí satisfacción de la
hostilidad edípica y a la vez disfraz defensivo de és­
ta. Cuando Rodrigo se identifica con el Conde y des-

—423—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pués rechaza esa identificación, castiga en el otro y

en él mismo el deseo, negado, de asesinato.

Se resuelve así el conflicto edípico en base a un me­

canismo clásico de defensa. Pero la solución del con­

flicto intea—familiar por corte y proyección trans-

forma ese conflicto en un problema inter—familiar y,

teniendo en cuenta el rango y la "sangre" de las fa­

milias, en un asunto de Estado" (p. 77).

Holand Norman, Psychoanalysis and Shakespeare,

McGraw—Hill, 1964.

(Este crítico pasa en revista todas las lecturas psi­

coanalíticas de Shakespeare y de su obra y discute,

al pasar, algunas corrientes de la crítica contempo­

ránea). Dracoulidès Nicolas, Tracé psychanalytique

sur le Hamlet de Shakespeare, Psyché, N° 114—115,

avril—mai 1957, p. 129—155.

Jones Ernest, Hamlet et OEdipe, Paris, Gallimard,

1967.

Mauron Charles, Psychocritique du genre comique,

Paris, José Corti, 1964.

Mauron Charles, Phèdre — La situation dramati­

que, Paris, José Corti, 1968. Mauron Charles, L'in-

—424—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

conscient dans l'oeuvre et la vie de Jean Racine,

Paris, José Corti, 1969.

Miles John—Edward, "Athalie: a study in the

eternal Triangle", in Sub—Stance, Printemps 1974,

p. 85—99.
(Estudiando la estructura de los conflictos persona-
les en Athalie. J. E. Miles muestra que esa estructu­
ra corresponde al entrecruzamiento
extremadamente complejo de cinco relaciones
triangulares: el triángulo de la inmanencia: Dios/el
Templo /el heredero de David; el triángulo del amor
inocente: Joad/Josabeth/ Eliacin; el triángulo del
Profano: Baal/la Corte/el rey Joas, y el triángulo de
lo Sublime: Dios/la nueva Jerusalén/Cristo. Se ve así
que la obra no es solamente un conflicto entre dos
polos (Athalie y Joad) sino además la representación
de un drama cósmico que es el del hombre
enfrentado a los problemas de su herencia y su
entorno.)
Nelson Benjamín, "Avant—Garde Dramatists: from
Ibsen to lonesco", in Psychoanalytic Review, 55,
1968, p. 505—512.

—425—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(Para este autor, el movimiento de la vanguardia


teatral comprende tres momentos principales: el
proto—freudismo, ilustrado por Ibsen y Strindberg,
que pone en escena, en el marco estereotipado de la
familia burguesa, los conflictos del Ello, el Yo y el
Superyó; el freudismo, ilustrado por Tenessee Wil­
liams, Arthur Miller y Albee; para estos autores, los
conceptos freudianos se han vuelto tan familiares
que el teatro se puede convertir en una verdadera
sesión de análisis de grupo, como en ¿Quién le teme
a Virginia Woolf? ; el post—freudismo es el momento
ilustrado por Beckett, lonesco y Genet, y corresponde
a un desplazamiento de la teoría freudiana, ya que
el problema no consiste ya en mostrar las perversio­
nes de la libido o los conflictos entre las instancias
del psiquismo sino en representar las aventuras de
un Yo totalmente diluido que tiende a la pura con­
ciencia vegetativa).

Tolpin, Marian, "Eugene lonesco's The Chairs, and


the Theater of the Absurd", in American Imago, 25,
1968, p. 119—139.

—426—

SUB—SECCION 2

PSICOANALISIS DE LA LECTURA

I. EL PSICOANALISIS Y EL
PROBLEMA DE LA LECTURA

Hasta época muy reciente, la aplicación


de los conceptos psicoanalíticos al estudio de la
literatura (y a los sistemas estéticos en general)
se limitaba al análisis de la producción de los
textos o a la interpretación del sentido latente
de las obras constituidas. Los especialistas han
descuidado, curiosamente, la única psique que
está en realidad presente y activa en el "consu­
mo" literario, que es la del lector. Se justifica en
general esta negligencia afirmando que las reac­
ciones de los lectores son subjetivas y demasiado
variadas para poder autorizar generalizaciones.
Es lo que Wimsatt llamaba en otros tiempos el
error afectivo de algunos críticos literarios an­
glosajones 109 . Este reproche tiene evidente­
mente su fundamento en la medida en que el
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

análisis se limite a la recepción consciente del


lector, con sus variantes personales, y hay ac­
tualmente algunos críticos norteamericanos que
intentan superar esa objeción. Norman Holland,
por ejemplo, pretende haber descubierto que,
pese a la subjetividad de las reacciones, todos
los lectores siguen una ley inexorable en la lec­
tura de un texto literario, ya que recrean su
propia identidad por medio de mecanismos de
defensa y transformaciones de fantasmas 110.

Esta ley, sin embargo, no nos enseña nada que


ya no sepamos intuitivamente en lo que con­
cierne al efecto de la ficción narrativa, y tampo­
co explica el efecto de la organización formal.
Más conocidas en Francia son las tentativas de
Michael Riffaterre por explicar las reacciones de
los lectores ante procedimientos estilísticos codi­
ficados en el texto y que tienen como función
atraer la atención del lector por la forma misma
del mensaje. La oposición de un patern, por
ejemplo, y un contraste en la cadena verbal pro-

—429—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

duce la oposición psicológica de previsibilidad


e imprevisibilidad 111 . Sin embargo, aunque
este método sea eficaz para detectar proce­
dimientos activos, no supera el nivel de una
descripción (intencional) y no intenta
interpretar el sentido de estas oposiciones.
El oximoron, por ejemplo, es, por cierto, una
figura que llama la atención, incluso en
formas muy gastadas (ej.: un "silencio elo­
cuente" o "esta oscura claridad"). Sin
embargo, independientemente de que se lo
identifique como elemento estilísticamente
pertinente en una secuencia dada y percep­
tible en el nivel de la conciencia, ¿no habría
que interrogarse acerca del sentido de estas
fusiones incompatibles? Las formas por sí
mismas poseen un contenido latente.
Intentaremos demostrar justamente que son
manifestaciones de funcionamientos
psíquicos inconscientes, que son idénticos en
el autor y en el lector, pero diferentes desde

—430—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

el punto de vista de la codificación y la des­


codificación.

Las investigaciones que se han hecho


hasta ahora sobre las relaciones entre las
figuras retóricas y el inconsciente son mínimas.
Encontramos solo algunas alusiones a ello en
algunos surrealistas, y en Benveniste, Jakobson
y Lacan. Considérese, pues, la exposición que
presentamos a continuación simplemente como
una toma de posición teórica y un comienzo
incipiente de investigaciones situadas en un
terreno casi inexplorado, y que sin embargo
parece indispensable para poder comprender el
placer del texto.

—431—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. LA AFECTIVIDAD DE LAS


FIGURAS DEL MENSAJE

Como ya vimos en el capítulo referido al


"campo simbólico" (véase más arriba, p. 83), la
interpretación de las metáforas y los símbolos es
la técnica fundamental que el psicoanálisis
utiliza para revelar el contenido latente de la
obra literaria. Vamos a reconsiderar estos
tropos (las figuras que acarrean modificaciones
del sentido), pero en una óptica diferente.
Observemos que la interpretación misma no es
más que un efecto de la forma. Es una conse­
cuencia de la codificación retórica, sobre todo en
los mensajes en que predomina la función
poética.

En cambio, en los textos


predominantemente referenciales, que valorizan

—432—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la monosemia, el sentido resulta claro para


todos aquellos que conocen el código, porque las
palabras poseen pese a todo un sentido propio.
En los textos literarios, por el rantrario, se pro­
duce una alternancia a lo largo de la cadena
verbal entre is literal y lo figurado. El lector se
ve obligado a pasar constantemente de uno a
otro sin perder el hilo de la significancia global
del mensaje. La afectividad proviene justamente
del pasaje de uno a otro de esos sentidos. Se tie-
ne tendencia a olvidar que las relaciones de se­
mejanza y contigüidad que revelan y expresan
la metáfora, la metonimia y la sinécdoque de­
penden del contexto no—metafórico y no—
metonímico en que se encuentran. Por ejemplo,
en esta frase de Proust del Tiempo
reencontrado: "... un libro es un gran cemente­
rio donde no pueden ya leerse, en la mayoría de
las tumbas, los nombres borrados", el lector no
puede tomar cementerio en su sentido literal;
esto carecería de sentido porque libro y cemen-

—433—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

terio no son sinónimos. Sin embargo, la secuen­


cia se comprende perfectamente porque el lector
suple automáticamente los semas que las dos
palabras tienen en común, y que, además, son
actualizados por la metáfora que sigue.
Adoptaremos la terminología de Max Black y
llamaremos centro a la palabra figurada y
marco a la o a las palabras utilizadas en sentido
propio 112.

El marco y el centro de una proposición


metafórica ejercen una influencia recíproca que
modifica el sentido de cada uno de los términos.
La actividad del lector consiste en reconciliar las
diferencias y rellenar los vacíos semánticos. La
psique de éste va a manifestarse, en consecuen­
cia, en el espacio intermedio entre el marco y el
centro, en lo que no se dice. Cuando hay muchos
semas comunes, la metáfora se comprende fá­
cilmente y la descodificación se efectúa en el ni­
vel consciente.

—434—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El valor afectivo está en proporción


inversa a la cantidad de semas comunes. En
última instancia, es posible reducir casi a cero el
cociente sémico y producir tropos cuyo valor
reside en su grado de arbitrariedad. André Bre­
ton, que basó toda su estética en este procedi­
miento, escribe, por ejemplo, en Fata Morgana
(Poésie, Gallimard, p. 44): "La vida sería la gota
de veneno del sin sentido introducida en el canto
de la alondra por encima de las amapolas."

Es evidente que el esfuerzo de descodifi­


cación que exige esta secuencia es mucho mayor
que el requerido por la frase clásica de tipo
proustiano. Podríamos comparar la relación
texto/lector con dos bordes tangentes: cuando la
alternancia literal/ figurado se comprende fá­
cilmente, la superficie de los dos bordes es plana
y el lector, como sujeto cultural y consciente, no
se siente cuestionado; cuando la figura es difícil

—435—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de descifrar, los dos bordes están cortados como


los trozos de un rompecabezas que hay que
rearmar. En casos semejantes, las costumbres
del lector; enraizadas en la cultura, se trastor­
nan y se manifiesta entonces su inconsciente
reprimido.

III. EL LECTOR Y SU APARATO


PSIQUICO

La relación sentido literal/sentido


figurado en una proposición metafórica o
metonímica es análoga, en el plano de la
retórica (es decir, que representa una relación
de semejanza más que una identidad de conte­
nido) a la oposición psicoanalítica principio del
placer/principio de realidad. De hecho, esta opo-

—436—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sición no es más que una de las manifestaciones


de un dualismo más radical aún, que tiene su
fuente en la división de la energía psíquica en
energía libre y energía ligada, en pulsión de
vida y pulsión de muerte. Freud mismo habló
largamente de estos "pares de oposiciones", y no
es inútil que tracemos las manifestaciones de
éstos en la psique humana. El principio del pla­
cer domina en los orígenes pero se subordina
progresivamente, bajo la presión de la vida fa­
miliar y social, al principio de realidad. Sin em­
bargo, el principio del placer sobrevive en varias
actividades de la vida cultural del sujeto: lo
imaginario, lo religioso, lo lúdico, la estética y
especialmente lo oníricos. 113
A estos dos principios corresponden los
dos procesos mentales que Freud llama prima-
rios y secundarios. Los procesos secundarios se
caracterizan por el pensamiento lineal de causa/
efecto, la categorización, la temporalidad, etc.,
mientras que los procesos primarios son aque-

—437—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

llos que son reprimidos por el principio de reali­


dad, y se manifiestan en el pensamiento intuiti­
vo, la asociación libre, las reacciones automáti­
cas, etc. Estos últimos caracterizan el funcio­
namiento mental de los niños y rigen la retórica
del sueño. Freud describió cuatro de estos pro­
cesos en Interpretación de los sueños y Del sue­
ño; se trata de 1) el desplazamiento (la fuerza, el
interés o la intensidad de una idea se despren­
den de ésta y van a intalarse en otras ideas); 2)
La condensación (una sola idea representa va­
rias cadenas asociativas y se convierte en el
punto de convergencia de éstas: 3) la asociación
(se asocian ideas incompatibles); 4) las conside­
raciones de figurabilidad (los pensamientos oní­
ricos sufren transformaciones y selecciones para
poder representarse por medio de imágenes, so­
bre todo imágenes visuales). De alguna manera,
todos estos procesos consisten en transposicio­
nes de una idea a otra, lo cual hace que la idea

—438—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

adquiera un sentido doble; se trata, por lo tanto,


de simbolizaciones 114

En el nivel de las figuras del discurso, la


sinécdoque y la metonimia se definen del mismo
modo que el desplazamiento; la metáfora recibe
la misma definición que la condensación y el
oxímoron la misma que la de la asociación de
ideas incompatibles 115. En cuanto a la figurabi­
lidad, parecería que corresponde a la perceptibi­
lidad formal producida por la codificación retóri­
ca. Esta última categoría es, evidentemente,
mucho más vasta y le falta todavía al psicoaná­
lisis encontrar todos los procesos que puedan
corresponderse con todas las figuras retóricas
existentes.

La lectura invierte la dirección de los pro­


cesos. El tratamiento semántico del texto obliga
al lector a restituir a su lugar el significado des­
plazado (por ejemplo, tendrá que entender el

—439—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

significante Roma como iglesia católica en algu­


nos contextos), a diluir la condensación, a actua­
lizar los semas comunes al centro y al marco de
una metáfora o a tranformar esta última en
comparación explícita (lo cual explica porqué el
discurso interpretativo es tan a menudo más
largo que el discurso interpretado); también
tendrá que racionalizar las incompatiblidades,
haciendo de éstas, por medio de la utilización
de la etiqueta oxímoron, unidades identifica­
bles, o bien rellenando los espacios de los enca­
denamientos elípticos discontinuos.

El lector restablece lo que está ausente,


censurado o prohibido. Si tenemos en cuenta
que en la lectura el emisor del mensaje es el tex-
to escrito, podemos adoptar esta fórmula de La­
can: "... el lenguaje humano constituiría, pues,
una comunicación en que el emisor recibe del
receptor su propio mensaje pero invertido..."116

—440—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Cuanto más difícil es la descodificación


del texto, más atrae la atención sobre su forma y
más facilita el retorno de lo reprimido. Esto
equivale a decir que la participación representa
el inconsciente del lector y permite la restaura­
ción del principio del placer, no ya ahora en el
sueño sino en la lectura. La lectura, como cual­
quier actividad cultural, es sublimación 117,

aunque supere la división común de las otras


manifestaciones, ya que es a la vez juego y tra­
bajo, y por lo tanto fusión. El lector se incorpora
el texto literario y por esa misma razón trans-
forma la literaridad en sexualidad y la sexuali­
dad en literaridad.

—441—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

PRACTICA: PSICOANÁLISIS DE
LA LECTURA

Aplicación al texto de Arthur Rimbaud: Le Bateau


ivre 118.

1. Comme je descendais des fleuves impassi-


bles
2. Je ne me sentis plus guidé par les haleurs:

—442—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. Des Peaux—Rouges criards les avaient pris


pour cibles
4. Les ayant cloués nus aux poteaux de cou­
leurs.
5. J'étais insoucieux de tous les équipages,
6. Porteurs de blés flamands ou de cotons an­
glais.
7. Quand avec mes haleurs ont fini les tapa­
ges
8. Les Fleuves m'ont laissé descendre où je
voulais.
9. Dans les clapotements furieux des marées,
10. Moi, l'autre hiver, plus sourd que les cer­
veaux d'enfants,
11. Je courus! Et les Péninsules démarrées
12. N'ont pas subi tohu—bohus plus triom­
phants.
13. La tempête a béni mes éveils maritimes,
14. Plus léger qu'un bouchon j'ai dansé sur les
flots
15. Qu'on appelle des rouleurs éternels de
victimes,

—443—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

16. Dix nuits, sans regarder l'oeil niais des fa-


lots!
17. Plus douce qu'aux enfants la chair des
pommes sures,
18. L'eau verte pénétra ma coque de sapin
19. Et des taches de vin bleus et des vomissu­
res
20. Me lava, dispersant gouvernail et grap­
pin.
21. Et dès lors, je me suis baigné dans le
poème
22. De la Mer, infusé d'astres, et lactescent,
23. Dévorant les azurs verts; où, flottaison
blême
24. Et ravie, un noyé pensif parfois descend;
25. Où, teignant tout à coup les bleuités, déli-
res
26. Et rythmes lents sous les rutilements du
jour,
27. Plus fortes que l'alcool, plus vastes que
nos lyres,
28. Fermentent les rousseurs amères de
l'amour!

—444—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

29. Je sais les cieux crevant en éclairs, et les


trombes,
30. Et les ressacs et les courants: je sais le
soir,
31. L'Aube exaltée ainsi qu'un peuple de
colombes,
32. Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a
cru voir!
33. J'ai vu le soleil bas, taché d'horreurs mys­
tiques,
34. Illuminant de longs figements violets,
35. Pareils à des acteurs de drames très anti­
ques
36. Les flots roulant au loin leurs frissons de
volets!
37. J'ai rêvé la nuit verte aux neiges éblouies,
38. Baiser montant aux yeux des mers avec
lenteur,
39. La circulation des sèves inouïes,
40. Et l'éveil jaune et bleu des phosphores
chanteurs!
41. J'ai suivi, des mois pleins, pareille aux
vacheries

—445—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

42. Hystériques, la houle à l'assaut des récifs,


43. Sans songer que les pieds lumneux des
Maries
44. Pussent forcer le mufle aux Océans pous­
sifs!
45. J'ai heurté, savez—vous, d'incroyables
Florides
46. Mêlant aux fleurs des yeux des panthères
à peaux
47. D'hommes! Des arcs—en—ciel tendus
comme des brides
48. Sous l'horizon des mers, à de glauques
troupeaux!
49. J'ai vu fermenter les marais énormes,
nasses
50. Où pourrit dans les joncs tout un Lévia-
than!
51. Des écroulements d'eaux au milieu des
bonaces,
52. Et les lointains vers les gouffres catarac-
tant!
53. Glaciers, soleils d'argent, flots nacreux,
cieux de braise!

—446—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

54. Echouages hideux au fond des golfes


bruns
55. Où les serpents géants dévorés de punai­
ses
56. Choient, des arbres tordus, avec de noirs
parfums!
57. J'aurais voulu montrer aux enfants ces
dorades
58. Du flot bleu, ces poissons d'or, poissons
chantat.
59. Des écumes de fleurs ont bercé mes déra-
des
60. Et d'ineffables vents m'ont ailé par ins­
tants.
61. Parfoix, martyr lassé des pôles et des zo-
nes,
62. La mer dont le sanglot faisait mon roulis
doux
63. Montait vers moi ses fleurs d'ombre aux
ventouses jaunes
64. Et je restais, ainsi qu'une femme à genoux
...

—447—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

65. Presque ile, ballotant sur mes bords mes


querelles
66. Et les fientes d'oiseaux clabaudeurs aux
yeux blonds.
67. Et je voguais, lorsqu'à travers mes liens
frêles
68. Des noyés descendaient dormir, à recu­
lons! ...
69. Or, moi bateu perdu sous les cheveux des
anses,
70. Jeté par l'ouragan dans l'éther sans oi­
seau,
71. Moi dont les Monitors et les voiliers des
Hanses
72. N'auraient pas repêché la carcasse ivre
d'eau;
73. Libre, Fumant, monté de brumes violet-
tes,
74. Moi qui trouais le ciel rougeoyant comme
un mur
75. Qui porte, confiture exquise aux bons poè-
tes,
76. Des lichens de soleil et des morves d'azur,

—448—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

77. Qui courais, taché de lunules électriques


78. Planche folle, escorté de hippocampes
noirs,
79. Quand les juillets faisaient crouler à
coups de triques
80. Les cieux ultra—marine aux ardents
entonnoirs;
81. Moi qui tremblais, sentant geindre à cin­
quante lieues
82. Le rut des Béhémots et les Maelstroms
épais,
83. Fileur éternel des immobilités bleues,
84. Je regrette l'Europe aux anciens parapets!
85. J'ai vu des archipels sidéraux! et des iles
86. Dont les cieux délirants sont ouverts au
vogeur;
87. —est—ce en ces nuits sans fonds que tu
dors et t'exiles,
88. Millions d'oiseaux d'or, ô future vigueur?

89. Mais, vrai, j'ai trop pleuré! Les Aubes sont
navrantes.
90. Toute lune est atroce et tout soleil amer:

—449—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

91. L'âcre amour m'a gonflé de torpeurs eni­


vrantes.
92. O que ma quille éclate! O que j'aille à la
mer!
93. Si je désire une eau d'Europe, c'est la fla­
che
94. Noire et froide où vers le crépuscule em­
baumé
95. Un enfant accroupi plein de tristesses, lâ­
che
96. Un bateau frêle comme un papillon de
mai.
97. Je ne puis plus, baigné de vos langeurs, ô
lames,
98. Enlever leur sillage aux porteurs de coton,
99. Ni traverser l'orgueil des drapeaux et des
flammes,
100. Ni nager sous les yeux horribles des pon­
tons.

—450—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

EL BARCO EMBRIAGADO

1. En tanto descendía por impasibles ríos,


2. dejé de sentirme guiado por los remolcado­
res:
3. pieles rojas vocingleros, para hacer punte­
ría,
4. les clavaron desnudos en cipos coloreados.
5. No me importaban nada todas las dotacio­
nes,
6. lleven trigo flamenco o algodón inglés:
7. cuando con los sirgueros se acabó el alboro­
to,
8. los ríos me dejaron a gusto descender.
9. Por los furiosos chapoteos de las mareas,
10. el otro invierno, más sordo que el cerebro
de un niño,
11. ¡corrí! Y las penínsulas desamarradas
12. jamás han soportado un juicio más triun-
fal.
13. La tempestad bendijo mis marinos desve­
los.

—451—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

14. Más ligero que un corcho por las olas bai­


lé,
15. y las llaman eternas arrolladoras de víc-
timas.
16. ¡Diez días sin nostalgia del ojo de los fa­
ros!
17. Más dulces que a los niños las manzanas
acedas
18. penetró el agua verde en mi casco de abe­
to
19. y las manchas azules de vino y vomitonas
20. me lavó,, dispersando mi timón y mi an­
cla.
21. Desde este momento, me bañé en el poe-
ma
22. del mar; lactescente, infundido de estre-
llas,
23. devorando azul verde, en el que flota a ve­
ces
24. pálido y satisfecho un ahogado pensativo.
25. ¡Transformando de pronto el azul en deli-
rios
26. y ritmos lentos bajo la rutilación del día

—452—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

27. más fuertes que el alcohol, más que las li­


ras amplios,
28. fermentando las rojeces amargas del
amor!
29. Sé de cielos que estallan en rayos; sé de
trombas,
30. resacas y corrientes; ¡sé de la noche y del
alba
31. exaltada al igual que un pueblo de palo-
mas,
32. y he visto algunas veces, lo que el hombre
creyó ver!
33. ¡He visto en el ocaso, manchado de horror
místico,
34. el sol iluminando coágulos violeta,
35. igual que los actores de los dramas anti­
guos,
36. las olas rodar lejos con temblor de muaré!
37. ¡Soñé la noche verde de nieves deslum-
brantes,
38. besos que suben lentos a los ojos del mar,
39. las savias inauditas correr, y el despertar
40. amarillo y azul de fósforos cantores!

—453—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

41. ¡Seguí durante meses, como un ganado


histérico,
42. viendo asaltar las olas los firmes arrecifes
43. sin pensar que los pies luminosos de las
Marías
44. pudiesen bridar el morro de los océanos
asmáticos!
45. ¡He embestido, sabéis, increíbles Floridas,
46. ojos de pantera con piel humana, mez­
clando
47. a las flores! ¡arcos iris tendidos como
riendas
48. bajo el horizonte marino, a glaucos reba-
ños!
49. He visto fermentar los enormes pantanos,
50. trampas en cuyos juncos se pudre un Le­
viatán;
51. derrumbarse las aguas en medio de bo­
nanzas
52. en abismos lejanos cayendo en catarata.
53. Glaciares, soles, de plata, olas de nácar,
cielos de brasa,
54. zabordas odiosas al fin de oscuros golfos,

—454—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

55. d
onde sierpes gigantes por chinches
devoradas,
56. de árboles torcidos caen entre negras fra­
gancias.
57. Hubiese querido enseñar a los niños, en
las olas
58. esos peces de oro, esos peces cantores.
59. —Las floridas espumas han mecido mis
fugas
60. y el inefable viento me ha prestado sus
alas.
61. Mártir cansado a veces de polos y de zo-
nas
62. el mar cuyo sollozo mi balanceo amaina,
63. me alzó su flor de sombra de amarillas
ventosas;
64. pero yo seguía, como mujer, de rodillas ...
65. Casi una isla, de mi borda quitaba las
querellas
66. y los excrementos de pájaros cantores de
ojos rubios
67. y bogaba en tanto que por mi endeble cor­
daje

—455—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

68. descendían los ahogados a dormir, recu-


lando.
69. Y yo, barco perdido en la maraña de las
algas,
70. lanzado por el huracán contra el éter sin
pájaros,
71. y a quien los monitores y veleros del Han­
sa
72. no hubiesen salvado el armazón, embria-
gado de agua;
73. libre, humeante, montado de brumas vio­
letas,
74. yo, que agujereaba el cielo rojizo como un
muro
75. que lleva, exquisita confitura para los
poetas,
76. líquenes de sol y mocos de azur?
77. yo que corría, manchado de lunulas eléc­
tricas,
78. tabla loca, escoltada por hipocampos ne-
gros,
79. cuando los julios hacían desplomar a bas­
tonazos

—456—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

80. los cielos ultramarinos de ardientes tol­


vas;
81. yo me temblaba oyendo gemir a cincuenta
leguas,
82. el celo de los behemots y los Maelstrons
espesos,
83. hiladero eterno de inmovilidades azules,
84. siento nostalgia de la Europa de viejos pa­
rapetos.
85. ¡He visto los archipiélagos siderales! Islas
86. en las que los cielos delirantes están
abiertos al viajero;
87. —¿Es en estas noches sin fondo que tú
duermes y te destierras,
88. millón de pájaros de oro, o futuro vigor?
89. ¡Pero, de verdad, lloré demasiado! Las al­
bas son desoladoras.
90. Toda luna es atroz y todo sol amargo:
91. El acre amor me ha hinchado de letargos
embriagadores.
92. ¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Oh, que me
hunda en el mar!

—457—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

93. Si deseo el agua de Europa, es solo el


charco
94. negro y frío donde, en el crepúsculo
embalsamado
95. un niño agachado lleno de tristeza, suelta
96. un frágil barco, como mariposa de mayo.
97. Bañado por vuestras languideces, no pue-
do ¡oh olas!
98. Arrancar su estela a los portadores de al­
godón,
99. ni traspasar el orgullo de las banderas y
los gallardetes,
100. ni nadar bajo los ojos horribles de los
pontones.

(Traducción de J. F. Vidal—Jover. Rimbaud, Obra


completa, Prosa y verso, Ed. bilingüe, Libros Río
Negro. Serie poesía/l. N° edición, febrero de 1979:
EDICIONES 29, Mandri 41, Barcelona, ESPAÑA).

El poema de Rimbaud se presta para ilustrar la teo­


ría expuesta en los desarrollos anteriores, puesto

—458—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que tiene la ventaja de presentar dos partes claras


(el comienzo y el fin) y una parte oscura entre
ambas. Las cinco primeras estrofas, así como las tres
últimas, se comprenden fácilmente y no cuestionan
la cultura del lector, mientras que las estrofas 6 a 22
(versos 21—88) exigen por parte del lector un rigor
capaz de descifrar el desorden sintáctico y resolver
las incompatibilidades semánticas.

Las tres divisiones del poema corresponden a su


progresión temática: 1) el barco desciende hacia el
mar; 2) va a la deriva en medio del océano; 3) desea
volver a encontrar la calma continental. Pero el
barco es también un símbolo, ya que incluso a partir
del título está humanizado. Uno de los semas que
compone la matriz léxica de "ivre" (embriagado) es
"transportado fuera de sí" (véase el diccionario Ro­
bert), y ese serra es el que define los dos sentidos de
barco, el de vehículo y el de persona humana,
fundando así la polisemia del texto. Confirmamos
esta interpretación en los versos 1 y 2, donde la na­
rración se inicia con un "je" que solo puede tener

—459—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

como referente al barco, y con un "mói" que es el del


lector tanto como el del poeta.

El poema es, pues, una alegoría, una metáfora que


va hilándose a lo largo del discurso total, un texto
que se lee simultáneamente en dos niveles. La
aventura del barco es la aventura del Yo, y el código
de la navegación marítima puede traducirse en el
código del psicoanálisis. El "poema del mar" (versos
21—22) en que el barco se sumerge es también el
texto del inconsciente adonde desciende el sujeto lec­
tor. "Mói" y "je" son los pronombres que se reiteran
con más frecuencia, sobre todo al principio de estrofa
o de verso (25 versos sobre los 100 del poema empie­
zan con uno u otro pronombre 119).
El sentido alegórico tiene su propia coherencia y se
lee en filigrana, desde En tanto descendía (versos 1)
hasta la renuncia final (versos 97—100). La zambu­
llida en el inconsciente empieza con la matanza de
los remolcadores, o sea, de los "padres" (versos 2—4),
con la indiferencia por la opinión de los otros (versos
5—6) y la liberación del sujeto (verso 8). El sentido
se oscurece en la estrofa 3, y esto corresponde al

—460—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rompimiento de todos los controles exteriores, al


anuncio de un desorden (semántico y sintáctico)
comparable al caos primitivo, a la confusión ("to-
hu—bohu") bíblica (verso 12) y que, en términos
psicológicos, significa la "desorganización de todos
los sentidos", en todos los sentidos del término
sentido. Pero la liberación total del sujeto requiere
además la abolición de los constreñimientos
internos; de ahí proviene el desprecio por los puntos
de referencia que ofrece la cultura y por lo
consciente (verso 16: sin nostalgia del ojo de los fa-
ros"120 , tanto como por la conciencia y el Superyó
(v. 18—20: el agua verde ... / Me lavó, dispersando
mi timón y mi ancla).

Los versos 21—22 (desde este momento, me bañé en


el poema del mar...) revelan el doble sentido de la
historia del barco y del Yo, y esta revelación no pue­
de en ningún caso pasar desapercibida porque se si­
túa en el encabalgamiento y porque las dos palabras
claves llevan mayúscula. A partir de estos dos
versos, el texto se vuelve cada vez más difícil de leer,
como el inconsciente, cuya retórica imitar 121, y

—461—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

resiste a veces, como veremos, a todo esfuerzo por


producir un sentido. Recién en el verso 84 la sintaxis
se normaliza y el sentido vuelve a clarificarse, y esto
coincide con el momento en que el sujeto
experimenta la nostalgia de su cultura (siendo
nostalgia de la Europa de viejos parapetos). La
aventura termina con un fracaso ya que, a pesar de
la embriaguez, el Yo no logró perder su identidad y
no pudo evitar reintegrarse a la colectividad (v. 92:
¡Oh, que mi quilla estalle! ¡Oh, que me hunda en el
mar! ). El principio del placer tropieza con el deseo
de anihilación del sujeto y se transforma en lo que el
psicoanálisis llama el principio del Nirvana 122.
Si leemos la historia del barco como una alegoría del
descenso del Yo al Inconsciente y de su retorno a la
superficie consciente (la sobredeterminación
simbólica del título nos posibilita una lectura de este
tipo), entonces la progresión narrativa es
relativamente fácil de seguir. Sin embargo, la parte
central, "oceánica" (v, 21—83) sigue siendo oscura,
ya que transpone la retórica del enunciado del
inconsciente en el enunciado poético. Modifica la
retórica tradicional, ornamental, a la que la cultura

—462—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ha habituado al lector, para hacer de ella su conte­


nido, su referente; esto exige por parte del lector una
descodificación que invierte el proceso mencionado
para restaurar el sentido oculto en la forma.

Ocurre esto, por ejemplo, con el oxímoron, que es, al


fin y al cabo, un procedimiento bastante
convencional y facilmente identificable cuando solo
se trata de la yuxtaposición de términos opuestos (v.
22—23): flottaison bléme/Et ravie (en el que flota a
veces, pálido y satisfecho) o el v. 47: Des ares—en—
ciei tendus comme des brides (arco iris tendidos
como riendas); o locuciones estereotipadas en la len­
gua cotidiana, coi, , nuit blanche o breu verte 123, que
tienen un sentido específico.

Pero justamente el texto oscurece el sentido de estas


locuciones cuando opera sustituciones sobre ese tipo
de asociación de palabras, por ejemplo en el verso 23
(azurs verts: azul verde o cielos verdes) o en el verso
37 (la nuit verde: la noche verde) o en el 58, donde
los poissons volants (peces voladores) se convierten
en poissons chantants (peces cantores). El poissons

—463—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dor (peces de oro) del mismo verso, en cambio,


parece ser una transposición del inglés gold—fish,
que significa "peces rojos". En otros casos, la sustitu­
ción puede efectuarse sobre los dos componentes del
oxímoron; así, una paresse féconde (pereza fecunda)
se traduce por torpeurs enivrantes (letargos
embriagadores) (v. 91) o la asociación sinestésica
noirs parfums (negras fragancias) (v.56) se convierte
en yeux blonds (ojos rubios).

El mismo barco ebrio termina por desvalorizarse en


planche folle (table loca) (v. 78). En otros casos, por
último, la sustitución puede operarse solamente so­
bre un fonema, como en el caso de rousseurs amères
de l'amour (rojeces amargas del amor) (v. 28), que
parecen ser una transformación de douceurs amères
de l'amour (dulzuras amargas del amor).

A la dificultad de descifrar estos oxímoron modifica­


dos se añade el problema de la sintaxis ambigua.
Hay que hacer un esfuerzo para descubrir que el
participio presente dévorant (devorando) del verso
23 se refiere al je [omitido en español] de dos versos

—464—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

más arriba: que ... délires/Et rythmes lents sous les


rutilements du jour (deliriosly ritmos lentos bajo la
rutilación del día) de los versos 25—26 debe calificar
a las rousseurs amères de l'amour del verso 28; que
el complemento de objeto directo de Illuminant (ilu­
minando) del verso 34 es les flots (las olas) de versos
36; que Baiser montant aux yeux des mers avec len­
teur (Besos que suben lentos a los ojos del mar) del
verso 38 es una aposición anticipada de la circula­
tion des séves inouiés (las savias inauditas correr)
del verso 39 y no de neiges éblouies (nieves deslum­
brantes) del verso 37, que está en plural. Hay que
llegar al final de la estrofa para descubrir el verbo
cataractant (cayendo en cataratas) del verso 52 o
Choient (caen) del verso 56, para suplir lo que falta
en las construcciones elípticas (en el verso 47) [Mé­
lant] (mezclando) des arcs—en—ciel (arco iris) y !'ai
vu (he visto) en el comienzo del verso 53), y para
darse cuenta de que el qui (que) del verso 75 no tiene
el mismo antecedente que el qui del verso 74.

En el nivel semántico, se producen fenómenos aná­


logos: puede verse fácilmente, sin que sea necesa-

—465—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

riamente erróneo, en Mélant aux fleurs des yeus de


panthères á peaux d homme. . ,: ojos de pantera con
piel humana, mezclando a las flores, un hipálaje de
la idea más previsible de ... yeux d hommes à peaux
de panthères: ojos de hombres con piel de pantera.
También puede discernirse que Quand les juillets
faisaient crouler à coups de triques/Les cieux ultra­
marins aux ardents entonnoirs: cuando los julios
hacían desplomar a bastonazos/los cielos ultramari­
nos de ardientes tolvas (v. 79—80) es una expansión
descriptiva de la frase núcleo orage d'été (tormenta
de verano); pero, ¿cómo dar un sentido a los versos
25—28, que están motivados, aparentemente, nada
más que en el plano fonético, por la acumulación de
las ( u )y de las [ J ]?

Hemos hecho esta explicación del Bateau ivre en dos


movimientos. Sugerimos primeramente una lectura
psicoanalítica del texto, una interpretación de su
contenido, es decir, un tratamiento en el nivel de los
procesos secundarios (conscientes) de la lectura. En
un segundo tiempo, hemos intentado una descrip­
ción del funcionamiento formal de la parte oscura

—466—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del texto y una elucidación de la dificultad de com­


prensión.

Solo en este segundo momento podemos hablar de


un psicoanálisis de la lectura, ya que la retórica ver­
bal, al eclipsar el contenido, hace reflotar a la super­
ficie del texto los procesos primarios por medio de los
cuales el lector reencuentra en el texto la imagen
(invertida) de su Inconsciente.

—467—

SUB—SECCION 3

ESCUELAS Y PRACTICAS
1. EL ANALISIS TEMATICO

I. PRESUPUESTOS TEORICOS

El análisis temático, que ha sido


defendido e ilustrado principalmente por Jean-
Paul Weber 124, declara ser una "doctrina
científica provista de un conjunto de métodos
rigurosos" (W 1966, p. 13). Afirma que "el acto
de la creación literaria puede circunscribirse y
formularse con precisión y rigor. Para ello hay
que aceptar tres condiciones: tener en cuenta la
realidad del inconsciente, aceptar la importan­
cia de la infancia (liberada de los mitos sexuales
y arquetípicos) en la formación de las tendencias
adultas, y por último admitir que un símbolo,
concebido como un analogon indeterminado,
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pueda representar una realidad antigua sin que


el sujeto sea consciente de ello; con esta triple
condición, el análisis temático afirma que la to­
talidad del acto creador puede ser entendida
como modulación, hasta el infinito, de un tema
único; entendamos por tema una experiencia
única, o una serie de experiencias análogas que
forman una unidad y han dejado, desde la in­
fancia, una huella imborrable en el inconsciente
y la memoria del artista; entedamos por modu­
lación cualquier símbolo o "analogon del tema"
(W 1966, p. 18—19).

El concepto de tema es, en esta exposición


liminar, el concepto fundamental, y es necesario
delimitar su sentido. Para esto, utilizaremos
cuatro órdenes de nociones:
a) Un acontecimiento o una situación in­
fantiles pueden manifestarse en la obra literaria
de una manera explícita o simbólicamente, en-

—470—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tendiendo el símbolo en este contexto como el


substrato analógico del tema;

b) el tema no puede menos de evocar en­


tonces lo que el psicoanálisis freudiano llama
complejo (con la diferencia de que no es forzo­
samente inconsciente), en la medida en que, co­
mo el complejo, tiene su origen en la infancia del
sujeto e inspira, sin que éste lo sepa, sus com­
portamientos ulteriores y sus obras. Pero se di­
ferencia del complejo en que es menos general,
menos universal, más específico de un individuo
determinado, y susceptible de ser estructurado
de una manera más flexible: "Aunque todos los
muchachos hayan debido atravesar, en nuestras
civilizaciones, las barreras edípicas, menos fre­
cuentes son los que, como Vigny, presentan una
fijación en el universo del reloj —que es perci­
bido como un ser vivo, secreto y temible— o co­
mo Mallarmé, una fijación en el universo del pá-

—471—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

jaro capturado u obligado a morir" (W 1960, p.


14);

c) si existen temas personales, revelado­


res de un universo mental singular, existen
también temas transpersonales, comunes a va-
rios sujetos, pero no por ello asimilables a los
complejos psicoanalíticos generales como el
complejo de Edipo y el complejo de castración;

d) a diferencia del psicoanálisis freudiano,


que explicita casi exclusivamente las etapas ini­
ciales del desarrollo de la sexualidad y sus re­
percusiones en la evolución del adulto, el análi­
sis temático se interesa por la totalidad de la
psique: "Además de los complejos (o temas) sen­
suales o de los temas (complejos) sociales, otor­
gamos un lugar importante a los temas senso­
riales, es decir, aquellos que están ligados al de­
sarrollo de la sensorialidad infantil, como así
también a los temas afectivos, que interesan a

—472—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

los progresos del ser—en—el—mundo del niño"


(W 1960, p. 14).

II. EL METODO

Antes de definir su método, el análisis


temático se ha provisto de una terminología es­
pecífica, que trataremos de resumir en lo esen­
cial:

● La orquestación o modulación de un
tema constituye las modalidades de surgimiento
simbólico de un tema en el texto literario;
● el motivo es el elemento lingüístico re­
currente y explícito que autoriza al crítico a su­
poner un retorno persistente y casi obsesivo. El
motivo es, por lo tanto, la traducción lingüística
del tema; las ocurrencias de la palabra "pájaro"

—473—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en los textos de Mallarmé traducen el tema


simbólico del Pájaro muerto;
● la temática es el conjunto de los temas
de una obra o un autor.

Una vez explicitados los terminos del


análisis, vamos a interrogar cuál es el método
que va a lograr mostrar que el texto literario es
el lugar de resurgimiento de un tema infantil
único. Los posibles enfoques del texto pueden
resumirse en un doble procedimiento:

a) o bien se toma como punto de partida


un hecho conocido de la infancia del autor que
puede considerarse como un trauma, y se inten­
ta reencontrar en las obras los ecos modulados
de aquél; por ejemplo, conociendo la caída del
joven Valéry en el estanque de los cisnes a la
edad de cuatro años, se buscará en los poemas
de la adultez todas las alusiones explícitas o

—474—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

implícitas a una caída en un elemento líquido


o al ahogo;

b) o bien se practica una lectura atenta de


los textos hasta que puedan observarse recu­
rrencias de palabras o imágenes convergentes
en un tema único. Una vez que se haya sacado a
luz el tema, se intentará verficiar su pertinencia
comparándolo con un acontecimiento o situación
de la infancia; por ejemplo, después de compro­
bar en las obras de Vigny la recurrencia de la
traducción lingüística de la obsesión del reloj y
el tiempo, se va a descubrir en las Memorias
inéditas el relato de un episodio infantil que
esclarece a posteriori esa obsesión e indica
claramente que el reloj ocupó a partir de esa
fecha un lugar central en el inconsciente del
poeta y determinó, sin que el escritor lo sospe­
chara, las líneas de fuerza de su obra (W 1966,
p. 99—100).

—475—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LAS PRACTICAS

En una serie de análisis detallados, Jean


Paul Weber explica las obras de ocho escritores
por referencia a ocho temas centrales que
subyacen a la organización interna de cada una
de ellas; Vigny y el tema del Reloj, Víctor Hugo
y el tema de la Torre de las Ratas, Baudelaire y
el tema del aparecido enamorado de una mujer
viva, Mallarmé y el tema del Pájaro Trágico,
Verlaine y el tema de la procesión de los
Penitentes, Claudel y el tema del Hombre—
Arbol y el Seno dulce y amargo, Valéry y el tema
del ahogo en medio de los cisnes, Apollinaire y el
tema del Alimento adulto. No disponiendo del
espacio suficiente para exponer estos ensayos,
remitimos a su lectura en Génése de l'OEuvre
Poétique. Nos daremos por satisfechos si
resumimos aquí la parte de esta obra dedicada a
Mallarmé, que es quizá la más convincente.

—476—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El análisis temático de la obra de


Mallarmé comprende cinco momentos principa­
les.

1. En un primer tiempo (p. 224—231), J.


P. Weber hace un repertorio de las ocurrencias
que evocan explicitamente los pájaros, las alas y
las plumas. El catálogo es lo bastante impresio­
nante como para que pueda hablarse, tanto con
referencia a los textos de juventud como a los
poemas de la madurez, de una verdadera obse­
sión del "pájaro, de este hombrepájaro que es el
ángel, del ala" (p. 229).

2. En un segundo tiempo (p. 231—241), el


autor estudia las realizaciones léxicas del vuelo
del pájaro, del movimiento alado y la caída. El
análisis deja ver fácilmente que Mallarmé no se
interesa por el cuerpo del pájaro en sí, sino por
los movimientos en los que se despliega su cuer­
po. En un primer balance, J. P. Weber observa

—477—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que "el pájaro y el ala aparecen en cada recodo


de la obra para volar, planear o caer. Estos vue-
los y caídas, por otra parte, inspiran al poeta
metáforas y símbolos notablemente abundan­
tes; extraña y singularmente 125 Mallarme ama
todo aquello que cae, la caída del día, del año,
del Imperio Romano, todo lo que se marchita y
muere ... ¿El pájaro caído sería, en definitiva,
el tema mallarmeano por excelencia, del que
toda su obra surgiría, en sucesivas modulacio­
nes? " (p. 240—241).

3. En un tercer tiempo, J. P. Weber verifi­


ca en la mayoría de los poemas la pertinencia de
su intuición del tema mencionado. Añade, en
este tercer momento, los poemas del ciclo del
Espejo; "interpretados a la luz de la temática
mallarmeana del Niño—Cazador de pájaros, es­
tos espejos no pueden ser otros que los que se
utilizan corrientemente para capturar pequeños

—478—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pájaros enceguecidos y al mismo tiempo atraí­


dos por los reflejos del sol" (p. 270).

4. En un cuarto tiempo, J. P. Weber (p.


284—292) dirige su interés a la estética literaria
de la obra mallarmeana e intenta explicarla con
ayuda de los datos proporcionados por la obse­
sión temática. Esta famosa oscuridad sobre la
cual tanto ha disertado la crítica es voluntaria
en Mallarmé. Y va acompañada por una musi­
calidad que también, como la oscuridad, ha sido
reconocida. Esto permite a J. P. Weber afirmar
que "el verso de Mallarmé tiende progresiva e
ineluctablemente a una oscuridad musical ...
Esta tendencia significa que la palabra (.. .)
pierde progresivamente tanto su inteligibilidad
como su poder de evocación en beneficio de sus
elementos puramente acústicos o vocales; resu­
miendo, puede decirse que la palabra se convier­
te cada vez más completamente en un puro can­
to ininteligible, oscuro, y por eso mismo in-

—479—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

humano, el equivalente, expresado en una ma­


teria verbal que se desverbaliza constantemen­
te, del canto del pájaro. Inconscientemente, la
poesía de Mallarme quiere ser voz musical del
Pájaro cantor" (p. 286). El poeta termina así por
fusionarse con el Pájaro temático.

5. Por último, en una última etapa, J. P.


Weber pone en correlación el destino de Ma­
llarmé y la temática de la obra. En su vida coti­
diana, el poeta es ese profesor humillado del li­
ceo Bonaparte que se obstina en enseñar una
lengua extranjera a adolescentes voluntaria­
mente revoltosos. Como compensación y revan­
cha, "los poemas inmortalizan al Pájaro e imi­
tan, de cien maneras, su vuelo y su canto" (p.
293). Pero hay algo más: varios testimonios
acerca de su infancia dan cuenta de la crueldad
que el joven Mallarme ejercía por costumbre pa­
ra con los animales. ¿Por qué no ver, entonces,
por un lado una expiación del "crimen temático

—480—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

y antiguo", consumada todos los días frente a los


adolescentes, y por otro lado una remisión y
anulación de ese crimen inmortalizando al Pája­
ro cantor? Es fácil concebir que esta oposición,
nacida de la persistencia de un remordimiento
infantil, haya podido a la larga revelarse como
traumatizante, y es tentador ver en ella el ori­
gen de esa lucha contra una "locura incipiente"
que el poeta evocó varias veces en su edad ma­
dura. Citemos, con J. P. Weber, esta carta
particularmente esclarecedora de Mallarmé a
Cazalis: "Pero cuanto más era yo incapaz de dis­
traerme, hace varios meses, primero en mi
lucha con el viejo y malvado plumaje, vencido,
por suerte, Dios mío. Pero incluso esa lucha
había transcurrido sobre su ala huesuda, que,
en una agonía más vigorosa que la que yo
hubiera podido sospechar, me había llevado
hasta las Tinieblas; yo caí, victorioso, hasta
verme por fin un día ante mi espejo de Venecia,
tal como me había distraído unos meses atrás"

—481—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(14 de mayo de 1867). ¿Podrá dudarse todavía,


pregunta J. P. Weber, de que el drama de la
vida de Mallarmé, lo trágico de la poesía
mallarmeana, tengan su entera cabida, acurru­
cados como en el hueco de la mano, en el Re­
cuerdo mal abolido, temático, del Pájaro? " (p.
296).

IV. APRECIACION CRITICA

Los objetivos de la crítica temática son


ambiciosos, ya que no aspiran a nada menos que
a competir con el psicoanálisis freudiano y su­
perarlo en la medida en que los temas presen­
tan más precisión y especificidad que los com­
plejos definidos por Freud y sus discípulos. No
se trataría, en efecto, solamente de elucidar la
psique en su nacimiento sino la totalidad de la

—482—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

psique, en la multiplicidad de sus componentes


sensuales, sensoriales, sociales y afectivos. Se
trata, en resumen, de superar el marco de las
manifestaciones sexuales de la libido para
"curar al psicoanálisis de su gran neurosis obse­
siva".

Todo no es negativo en estos propósitos.


Es perfectamente legítimo, por cierto, postular
que los recuerdos de infancia y los fantasmas
que se articulan con él son susceptibles de
ocupar durablemente el inconsciente del sujeto y
estructurar un proceso mental de creación lite­
raria. Freud mismo no había razonado de otro
modo en su análisis de "Un recuerdo de infancia
de Leonardo da Vinci".

El análisis temático extrae por lo tanto de


una manera válida del psicoanálisis freudiano
tres de sus instrumentos menos cuestionables:
el tema—fantasma, el inconsciente y el recuerdo

—483—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

infantil. Sin embargo, hay que distinguir la


adopción de conceptos y el uso que se hace de
ellos. El psicoanalista Guy Rosolato recuerda
oportunamente que Freud sometió a un examen
riguroso la noción de recuerdo infantil. Y añade:
"Este no es siempre el correlato de un
traumatismo real (ya se trate de una agresión
sexual que el sujeto pueda invocar, o de una "es­
cena primitiva"). Puede resolverse en un
fantasma o llevar a otros fantasmas subyacen­
tes. No puede explicarse todo Baudelaire (aún a
través del tema indicado por Weber) en base a
los amores de una mujer con un muerto por el
hecho de que el padre haya muerto cuando el
poeta tenía seis años" (Les Temps Modernes, N°
186, nov. 1961, p. 592—601).
El error consiste entonces en aislar un
tema y atribuirle una importancia excesiva, al
mismo tiempo que se le niegan posibilidades de
ampliación e implicaciones plurívocas.

—484—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Otra consecuencia de la desconfianza que


profesa el análisis temático respecto de la "neu­
rosis obsesiva del psicoanálisis freudiano" es
que llega al punto de ignorar casi por completo
la sexualidad. Guy Rosolato (op. cit., p. 595) cita
dos tercetos de Mallarmé extraídos de Mysticis
Umbraculis 126 y reprocha a J. P. Weber que
descuide las connotaciones sexuales del poema y
no lo refiera a la obsesión del desfallecimiento
sexual. Y añade: ¿Por qué querer ignorar que el
pájaro tiene en Mallarmé resonancias fálicas y
que su decadencia se sitúa por igual en el plano
sexual, en una falta de correspondencia entre el
nido vacío y el pájaro solitario? " (op. cit., 596).
Una investigación psicoanalítica menos reticen­
te para con los conceptos tomados en adopción
del psicoanálisis no desconocería, ciertamente,
la importancia del tema del Pájaro en Mallarmé
sino que lo prolongaría y esclarecería de modo
de vincularlo con los orígenes oscuros de la psi-
que, en este caso, con la soledad narcisista, en la

—485—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

acepción rigurosa que se confiere a este último


término en psicoanálisis.

Lograría probablemente llegar a una in­


terpretación análoga en el caso de la obra de Va­
léry, donde "el fragmento de agua inquietante
ofrecida como un espejo solidifica el equilibrio de
los deseos de Narciso (que, según las descripcio­
nes de los psicoanalistas, se mantiene entre la
atracción de una madre mortífera (Joven Parca,
hielo del agua) y la eventualidad de una identi­
ficación con el padre, y se fija en una imagen
salvadora, diferente a la suya" (G. Rosolato, op.
cit., p. 598). El análisis temático reconoce el rol
del inconsciente en el funcionamiento del te-
ma—fantasma, pero por eso mismo promete lo
que después no cumple, por la ignorancia volun­
taria de las estructuras de este inconsciente y
sobre todo de sus componentes libidinales.

—486—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Podemos preguntarnos, por último, si el


análisis temático tiene fundamentos para creer
que al término de su análisis detenta un saber
casi absoluto acerca de la obra literaria que fue
objeto de su atención. No hay que olvidar que en
sus premisas el descubrimiento del tema—
fantasma depende esencialmente de la intuición
del analista, independientemente de que esa in­
tuición pueda ser demostrada por medio de re­
pertorios impresionantes. Poco importa que se
trate de intuición o de sistema preconcebido, ya
que, de todos modos, la obra literaria misma cae
fuera del campo de su investigación en su espe­
cificidad propiamente estética. El análisis téma­
tico está lejos de ser, por cierto, la única práctica
literaria a la que pueda aplicarse esta observa­
ción; pero ello no le da derecho para suplantar a
las otras 127.

—487—

2. LA PSICOCRITICA

I. PRESUPUESTOS TEORICOS128

1. LA PSICOCRITICA Y EL
INCONSCIENTE

Para definirse como práctica de análisis


literario, la psicocrítica empieza por tomar
partido acerca de uno de los problemas
importantes que dividen a la crítica contempo­
ránea, y que consiste en preguntarse si existe
una personalidad inconsciente y cuál es la fun­
ción en la creación literaria. A este respecto,
adopta una posición intermedia; a diferencia de
la crítica tradicional, "se propone detectar y es­
tudiar en los textos las relaciones que no han
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sido pensadas o conscientemente queridas por el


autor" (C M 1964, p. 7). Pero este propósito no le
impide diferenciarse de ese "psicoanálisis clínico
(que) interpreta las obras como simples expre­
siones de un inconsciente patológico" (C M 1963,
p. 13). ¿Va a confundirse entonces con la crítica
temática, "que se preocupa por sueños, temas y
mitos más que por pensamientos claros" y que
se aplica a "extraer de la obra de cada escritor
las manifestaciones de un yo profundo"? (C M
1963, p. 1913).

Tampoco podrá identificarse con este


último enfoque crítico que, pese a basarse, en
efecto, en ciertos conceptos psicoanalíticos,
adopta no obstante una actitud ambigua frente
al psicoanálisis, define mal su concepto de "yo
profundo" y "renuncia a los marcos e
instrumentos mentales de la crítica clásica sin
beneficiarse con los que el psicoanálisis podría
suministrarle o sugerirle" (C M 1963, p. 29).

—489—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La psicocrítica no va a situarse, por su


parte, en ese nivel de conciencia naciente y
confusa en que el análisis temático detecta la
eclosión del tema. Aunque no niegue el interés
que puede presentar, para la inteligibilidad de
la obra, ese nivel de ajuste entre los procesos
conscientes e inconscientes, postula, más allá de
esta zona de transición, un "hinterland"
inconsciente y explora sus aventuras. Es ésta
una actitud coherente con la siguiente hípótesis,
por lo demás plausible: "Si admitimos que toda
personalidad comporta un inconsciente, el
inconsciente del escritor debe considerarse como
una frente altamente probable de la obra.

Por un lado, es una fuente externa, ya


que para el yo consciente, que da a la obra lite­
raria su forma verbal, el inconsciente, franca-
mente nocturno, es "otro". Alienus. Pero por otro
lado es también una fuente interior que se liga
secretamente a la conciencia por medio de un

—490—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

flujo y reflujo perpetuos de intercambios" (C M


1963, p. 31).

2. LA PSICOCRITICA Y LA CREACION
LITERARIA

Para la psicocrítica, la creación artística o


literaria es el producto de tres componentes: el
entorno sociocultural, la personalidad del
artista y el material lingüístico de que aquél
dispone. La ruptura entre el "yo" social y el "yo"
creador favorece el proceso creador. Discípula y
exégeta de Charles Mauron, Anne Clancier
resume la concepción psicocrítica de la creación
literaria en el siguiente párrafo (extraído entre
otros textos que podrían serle equivalentes) de
Le dernier Baudelaire (Paris, José Corti, 1966):
"El Yo social de un artista engloba todas las
funciones que no son la actividad creadora, es

—491—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

decir, todas las relaciones y tareas obligadas de


la vida privada y la vida social. El artista, por
su parte, establece un nuevo grupo de relaciones
que ligan entre sí la personalidad con las obras
de arte, obras de los otros, y con el Yo convertido
a su vez en creador." El Yo creador desarrolla
entonces nuevas funciones (Ch. Mauron utiliza
para este esquema la noción de "función
oscilante" de Ernst Kris, que introduce una re­
lación dialéctica entre procesos conscientes e
inconscientes). El Yo creador y el Yo social tie­
nen un mismo inconsciente, y los fantasmas
surgidos de éste buscan salidas en los dos Yo,
que se "comunican a través del fantasma" de
acuerdo al siguiente esquema:

—492—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este esquema ilustra claramente el hecho


de que para Charles Mauron "La existencia y la
creación de un escritor mantienen una vincula­
ción por vías ampliamente inconscientes". En un
estudio sobre los Petit poémes en prose, inclui­
do en Le dernier Baudelaire, Mauron pudo
mostrar que el yo social del poeta "estuvo siem­
pre perturbado en el sentido de una relación
masoquista con el mundo. Sin embargo, durante
mucho tiempo, el Yo creador permaneció libre y
pudo crear obras de arte. Solo a partir de la épo­
ca en que Baudelaire escribió los Petits poémes
en prose, la inhibición pareció extenderse hasta
el Yo creador" (Anne Clancier, Op. cit., 64).

—493—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II EL METODO

La mayor dificultad con que tropieza


cualquier crítica que se base en conceptos elabo­
rados por el psicoanálisis es la de detectar en un
texto cuáles son los efectos que corresponden a
factores conscientes y cuáles los que correspon­
den a factores inconscientes. La psicocrítica pos-
tula que cualquier texto es el lugar de una or­
ganización estructurada de una doble manera:

1 En un primer nivel se sitúan las unida­


des léxicas, producto de una elección voluntaria,
a las cuales se añaden los elementos sintácticos
y rítmicos que organizan aquellas unidades en
un discurso estructurado. Pero la investigación
no va a aplicarse a este nivel de aprehensión
inmediata, ya que conviene dejar a la concien­
cia del escritor la responsabilidad de su discur­
so.

—494—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2. En un segundo nivel, que no es percep­


tible inmediatamente, se sitúan no ya las pala­
bras organizadas en un discurso sino las rela­
ciones que, orientadas hacia un proceso recu­
rrente, van a establecer entre ellas algunas pa­
labras en el marco de redes de asociaciones se­
mánticas que cubren diferentes textos con pres­
cindencia de que hayan sido escritos o no con­
temporáneamente. Estas redes asociativas van
a expresar, con toda probabilidad, no un pensa­
miento voluntario de orden reflexivo sino un
proceso mental preconsciente o inconsciente,
que relaciona las imágenes del texto "de acuerdo
a una carga emocional" (C M 1963, p. 30).
Se pueden resumir así, siguiendo a Char­
les Mauron, los cuatro momentos del método
psicocrítico:

1. Superponiendo textos del mismo autor,


hacer aparecer redes de asociaciones o de grupos

—495—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de imágenes, obsesionantes y probablemente


involuntarias.

2. Buscar, a través de la obra del mismo


escritor, de qué manera se repiten y se modifi­
can las redes o los grupos o, si quiere llamárse­
las así, las estructuras aparecidas en la primera
operación. En la práctica, estas estructuras di­
bujan rápidamente figuras y situaciones dramá­
ticas. Todos los grados imaginables entre la aso­
ciación de ideas y la fantasía imaginativa son
lícitos; es así que la segunda operación combina
el análisis de los temas variados con el análisis
de los sueños y sus metamorfosis, y desemboca
por lo general en la adopción de un mito perso­
nal.

3. Se interpreta el mito personal y sus


avatares como expresiones de la personalidad
inconsciente y su evolución.

—496—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

4. Se cotejan los resultados así adquiridos


en base al estudio de la obra con la vida del
escritor (C M 1963, p. 32).

Vemos que para dar más cohesión y uni­


dad a su teoría, Charles Mauron es llevado a
forjar el concepto de mito personal que va a
ocupar, en el esquema que presentamos más
arriba, el lugar del fantasma. Se trata de un
concepto particularmente difícil de definir, ya
que el mito pesonal no es solamente el conjunto
de los fantasmas más obsesionantes y reiterati­
vos, ni tampoco el conjunto de las escenas
dramáticas interiorizadas revelado por el estu­
dio de las asociaciones de imágenes, sino que
consiste en un lugar de intercambios
permanentes donde el objeto exterior es
interiorizado y en que los grupos de imágenes
internas se proyectan a su vez sobre lo real.
"Una corriente incesante de intercambios pue­
bla, así, el universo interior, núcleos de persona-

—497—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lidad que son enseguida más o menos asimila­


dos e integrados en una estructura total. La
imagen de Déborah, en las Trois Cigognes (de
Mallarmé) sigue siendo un recuerdo de María
(su hermana menor muerta) enriquecido quizá
por aportes externos; pero esa imagen es ya una
parte de Mallarmé, mitad predicador, mitad
bailarina" (C M 1963, p. 210). El mito personal
es, de este modo, una especie de "ser vivo que
reacciona a las excitaciones externas e internas
pero que conserva su equilibrio específico
durante su evolución" (Id., p. 210).

—498—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III LAS PRACTICAS

Entre los análisis propuestos por Ch.


Mauron para ilustrar su teoría, vamos a dete­
nernos aquí en su exégesis de los poemas de
Mallarmé 129. Referencia: Des métaphores
obsedantes au mythe personnel (p. 37-57 y 111­
130).

1. LA BUSQUEDA DE LAS REDES

La superposición de tres sonetos


considerados como tres de los más célebres de
Mallarmé: Victorieusement fui, La chevelure vol
d'une flamme y Quelle soie aux baumes du
temps 130 va a permitir sacar a luz una serie de
asociaciones reveladoras. La red asociativa del

—499—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

primer soneto puede volver a escribirse de la


manera siguiente:

muerte: suicidio - tumba - tizón


combate: sangre - tempestad - casco guerrero
triunfo: victoriosamente - gloria - oro -
púrpura - resplandor - fiesta - tesoro -
triunfo
grandeza: reyecía - emperatriz
risa: risa

Los términos ubicados a la derecha repre­


sentan las ocurrencias léxicas, y el término de la
columna de la izquierda remite a la noción
genérica que los resume.

El segundo soneto, superpuesto al prime­


ro, brinda un grupo de ideas e imágenes que
puede representarse del modo siguiente:

muerte: morir - suspirar

—500—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

combate: rubí - corteza


triunfo: gloria - hazaña - fulgurante -
tutelar
grandeza: diadema - frente coronada
risa: mirada risueña - torcha gozosa

Se ve, pues, que la red permanece estable


pese a que hayan variado las circunstancias y la
anécdota del poema. Lo mismo ocurrirá con el
tercer soneto a poco que se hagan coincidir, en
una misma visión poética, "las cabelleras, el sol
poniente, la torcha y las nubes o banderas":

muerte: sepultar - expirar - ahoga


combate: bálsamos - agujeros de las
banderas - mordedura
triunfo: se exaltan - banderas - Glorias
grandeza: principesco - diamante
risa: ojos contentos

—501—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Una vez que se establece la red, se com­


prueba que:

1. Cada uno de los sonetos representa el


desarrollo de una metáfora que pone en relación
un "objeto actual" (la cabellera) y una "presencia
latente" (sol poniente, recuerdo de mujer
desnuda). Existe por lo tanto una unidad de
composición que "liga y a la vez opone una rea­
lidad y una obsesión" (C M 1963, p. 42);

2. La naturaleza del elemento latente que


organiza la red no es inmediatamente percepti­
ble. Es evidente, en efecto, que el sol poniente o
las banderas solo son elementos simbólicos que
remiten a un componente más secreto de la
psique mallarmeana y que queda por descubrir.
Se anticipa entonces la hipótesis de que "el sol
poniente representa un fantasma y que deberá
explicarse su carácter obsesionante" (C M 1963,
p. 44).

—502—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Es así que en este primer momento del


procedimiento psicocrítico solo puede anticipar­
se esto: "La superposición de los textos pone en
evidencia la autonomía de la red y por lo tanto
de la formación psíquica. Pero todo tiene una
relación interna, ya que la formación es
autónoma porque se mantiene en el
inconsciente, se mantiene en el inconsciente
porque su acercamiento angustiaría al yo, y por
último angustiaría al yo porque está cargada de
afectos contradictorios" (C M 1963, p. 49).

2. LA IDENTIFICACION DE LAS
FIGURAS MITICAS

El segundo momento del análisis está


destinado a vincular las redes asociativas con
una formación inconsciente única. Es éste un
momento delicado por cuanto nos movemos aquí

—503—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en el terreno de lo preverbal, las asociaciones


involuntarias y las imágenes sensoriales o mo-
trices que no se han resuelto todavía en estruc­
turas lingüísticas. Charles Mauron se orienta,
en este terreno, hacia la identificación de varias
figuras míticas: Heriodíada, San Juan, Venus, el
Fauno, y propone la hipótesis de que "la forma­
ción psíquica inconsciente puede ser
provisoriamente asimilada a una especie de
sueño inconsciente con personajes" (CM 1963, p.
112). Mauron se limita a la figura femenina, que
es la que se presenta con más reiteración, y des­
cubre cómo la imagen de la Mujer se asocia con
la de la Muerte y la mutilación.

Busca entonces en la vida del poeta un


episodio que pudiera explicar esta vinculación
entre el erotismo y la muerte. Sabemos que la
madre de Mallarmé murió cuando el poeta tenía
cinco años, y diez años después, murió una de
sus hermanas. Ahora bien, se comprueba que

—504—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Mallarmé no habla nunca en su correspondencia


ni en otros escritos de la muerte de su madre.
No es dudoso entonces que la imagen, mortífera
de la madre ocupe en el inconsciente del poeta
un lugar preponderante. Sin embargo, no hay
razones para vincular todos los poemas de
Mallarmé con la culpabilidad del Edipo, y la
psicocrítica no pretende de ninguna manera lle­
gar a una vía unitaria que redundaría en
definitiva en una reducción de la obra. Por este
motivo, Charles Mauron va a separar, en un
tercer tiempo, los componentes complejos del
mito personal de Mallarmé de tal manera que
los resultados adquiridos durante las etapas
anteriores van a permitir precisar mejor sus
contornos.

—505—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. DE LAS FIGURAS MITICAS AL


131
MITO PERSONAL

Luego de un minucioso análisis de una


serie de textos que van desde los primeros ver­
sos hasta la última obra incompleta; el Libro,
Charles Mauron demuestra que el mito personal
inconsciente de Mallarmé participa estrecha­
mente del mito de Orfeo. La transposición de
este mito al campo de la creación literaria lleva
a postular que el sujeto solo podrá crear el obje­
to si utiliza, sublimándola, una energía cristali­
zada en formaciones inconscientes de la infan­
cia. Según Charles Mauron, hay en el universo
psíquico de Mallarmé dos "fuentes de energía":
"la comunión madre/ hijo que el Yo alcanzaba a
través de la imagen de María" (la joven herma­
na muerta), y "el complejo del doble sombrío,
agresivo, sadomasoquista y edipico" (Introduc­
tion à la psychanalyse de Mallarmé, p. 241—

—506—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

242). Entre estos dos componentes se instaura


una relación dialéctica y la conjunción de ellos
balancea al sujeto alternativamente entre la
regresión y la depresión. Habrá otros compo­
nentes que van a agregarse a los antiguos, co­
mo por ejemplo el tema de la tempestad o el
tema de la reconstrucción de una unidad des­
truida, etc. Estos componentes solo se elucidan
completamente si se los vincula con la escena
primitiva, concepto fundamental de la teoría
psicoanalítica (cfr. supra, p. 30). En el caso de
Mallarmé, la escena primitiva asocia proba­
blemente "la imagen de la madre muerta" y la
de la "tumba devoradora". Como observa Anne
Clancier (op. cit., p. p. 60), "el mito en su con-
junto puede considerarse como un mito órfico
de descenso al Infierno, o sea, búsqueda de una
muerta amada y, más profundamente, búsque­
da de los misterios de la sexualidad y la muer­
te".

—507—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

IV APRECIACION CRITICA

La psicocrítica ha ejercico y ejerce todavía


una influencia profunda en los medios de la
crítica literaria. Trataremos de recoger aquí las
diversas reacciones que suscitó.

No nos vamos a detener en la crítica


ideológica de fondo que consiste en reprochar a
la psicocrítica un intento por descubrir en los
textos el eco de complejos psicoanalíticos; es
evidente que si se rechaza la hipótesis freudiana
acerca del inconsciente y sus consecuencias (y
no importa cuáles sean las razones,
proclamadas o reprimidas, de ese rechazo) se
englobará al análisis psicocrítico en él
descrédito general que afecta a cualquier inter-

—508—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pretación informada por el psicoanálisis. No


hay, pues, motivos para insistir en esto.

Tampoco insistiremos en el otro reproche


que se ha dirigido a menudo a la psicocrítica en
el sentido de que trata el discurso literario como
el monólogo del paciente en la cura. Charles
Mauron respondió a esta objeción en Le Dernier
Baudelaire: "En apariencia, no disponemos ni
de anamnesis, ni de asociaciones libres, ni de
sueños, ni de transferencia.
En efecto, no podemos hacer el psicoaná­
lisis del autor, pero el psicoanálisis de la obra es
posible y muy legítimo. Porque la técnica de las
superposiciones remplaza a la de las asociacio­
nes libres". En el mismo orden de ideas, Charles
Mauron había precisado que la psicocrítica,
entendida por el momento como una tentativa
parcial y no totalizadora, "no pretende rempla­
zar a la crítica clásica sino solo enriquecerla.
Opera su análisis en el nivel de las estructuras

—509—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

inconscientes, pero se sobreentiende que las es­


tructuras conscientes subsisten integralmente y
conservan su valor propio.

Es así que la psicocrítica no explica nada


sino que describe lo que su técnica le permite
descubrir en un nivel determinado; y al descu­
brir formaciones inconscientes, redes de asocia­
ciones, fantasmas, conflictos de tendencias, las
da como presencias o relaciones que hay que
someter a una explicación, pero no como expli­
caciones". Todo ello es evidente; cuando Gérard
Bessette, en su ensayo Trois romanciers
québecois, muestra que en la novela de Gabrie­
lle Roy, La Montagne Secréte, la montaña es el
sustituto simbólico de la madre, esta interpreta­
ción no impide que las descripciones de la mon­
taña, que son tan numerosas en este texto, sub­
sistan "íntegramente, con su valor propio", así
como tampoco elimina su calidad estética en
una lectura de primer grado, que es la lectura

—510—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

con la que va a conformarse la mayoría de los


lectores. Por otra parte, la psicocrítica no ha re­
ducido nunca la obra literaria a una obsesión
sumaria, referida a su vez a algún incidente de
orden biográfico; solamente en el caso de que eso
fuera cierto, debería hablarse de una caricatura
de psicoanálisis.

Una de las mayores obsesiones de la


crítica tradicional consiste en ver en cualquier
tentativa inspirada por el psicoanálisis una de­
formación deliberada de los hechos con la aviesa
intención de alcanzar un objetivo fijado de an­
temano y de reducir la obra a un tipo único 132.

No nos parece que pueda hacerse este reproche


a la obra de Charles Mauron como tampoco a los
trabajos que ella inspiró.

Es evidente que no siempre es fácil


delimitar estrictamente el "psicoanálisis del
autor", que Mauron afirma no querer ni poder

—511—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

practicar, y ese "psicoanálisis de la obra" que él


considera legítimo. Es cierto que es tentador,
una vez que se ha analizado la obra, y sobre
todo si el crítico es psicoanalista, hacer un
diagnóstico del autor. Cuando Anne Clancier, al
término de su ensayo, define "la personalidad
inconsciente de Apollinaire como perteneciente
al tipo descripto como fálico—narcisista" (op.
cit., p. 33), no hace otra cosa, y quizá va más
allá del propósito inicial de la psicocrítica. De
todos modos, el hecho de que algunos discípulos
redunden en la interpretación no justifica que se
condene en bloque la fecundidad de la teoría.

Después de haber examinado estas


críticas de fondo, vamos a señalar, a modo de
final, cuáles son a nuestro parecer, los principa­
les aspectos positivos de la psicocrítica, y vamos
a formular algunas reservas.

—512—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Uno de los puntos positivos es que la


psicocrítica constituye una de las tentativas más
serias entre todas las tentativas de interpreta­
ción psicoanalítica de la obra literaria;
entedemos por ello que se basa de una manera
totalmente explícita en la afirmación de la
cientificidad del psicoanálisis y en un dominio
total de sus métodos y su aparato conceptual. Si
esto es así, su mérito es doble al haber tomado
sus distancias respecto del psicoanálisis clínico
para evitar todo lo que fuera una ocultación de
la dimensión estética del objeto de análisis.

Otro punto positivo consiste en el proce­


dimiento de tipo "estructural" que ha seguido la
psicocrítica; cuando se han detectado relaciones
entre elementos situados en niveles diferentes,
es fácil ceder a"la tematización de estas
relaciones en términos de deseo; la psicocrítica,
sin embargo, prefiere encarar primero estas
relaciones en un proceso dinámico que permita

—513—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la producción de nuevos efectos sobre la estruc­


tura. Lo importante no estanto la significación
de la red cuando su existencia misma y su di­
námica. De esa manera, la interpretación pro­
piamente psicoanalítica es diferida hasta el
momento en que la aprehensión general de la
estructura dé pie al desarrollo del discurso in­
terpretativo en otro nivel.

Comprobamos la misma prudencia


metodológica, cuando se trata de hacer despla­
zar el análisis de las figuras míticas hasta el mi-
to personal, ya que la psicocrítica es más sensi­
ble a la estructura y al dinamismo del mito que
a su origen. No hay duda de que esta última ra­
zón es la que impide a la psicocrítica confundir
el mito personal con una manifestación neuróti­
ca banal y la que le hace situarlo en un trasfon­
do casi consciente del yo creador. Por esta mis-
ma razón, además, la psicocrítica se niega a
hacer del mito personal la expresión más o me-

—514—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nos individualizada de un arquetipo mítico co­


lectivo.

Lo que acabamos de establecer como posi­


tivo no impide, sin embargo, que la psicocrítica
no pueda eludir tres órdenes principales de re­
servas:
● En primer lugar, puede observarse que
el trabajo previo de las metáforas y las redes no
siempre escapa a un apriorismo. ¿Por qué Char­
les Mauron, en su estudio sobre Mallarmé, elige
de entrada tres sonetos? ¿Porqué esos y no
otros? ¿No puede suponerse entonces que una
idea preconcebida guía al exégeta?

● En segundo lugar, es de lamentar que


la definición del mito personal no esté exenta de
ciertas aproximaciones debidas a un factor que
había podido parecer positivo en un primer aná­
lisis, y que es el carácter dinámico y evolutivo
del mito. "¿Cómo vamos a distinguir —se pre-

—515—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gunta, por otra parte, Charles Mauron— entre


la estructura y su modificación en el tiempo?
Estamos obligados a responder que lo haremos
lo mejor posible, en sucesivos tanteos" (L'in-
conscient dans l'oeuvre et la vie de Racine, p.
30). Es cierto que cualquier exégesis estructura­
lista se encuentra confrontada, tarde o tempra­
no, al problema de la dialéctica del sistema y el
movimiento, de la estructura y la historia. El
procedimiento "en tanteos sucesivos" que Char­
les Mauron preconiza como su única salida no
es, tal vez, la mejor manera de resolver el pro­
blema. En su Sémantique structurale, A. J.
Greimas advierte que "ningún análisis puede
operar simultáneamente con dos clases de va­
riables" (p. 189). ¿No se hace necesario entonces,
en vez de inscribir el mito en un perpetuo deve­
nir, definir una situación mítica estable suscep­
tible de materializarse de una manera diferente
según las épocas? Es muy probable que de ese
modo el análisis gane en rigor.

—516—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● Por último, y en tercer lugar, teniendo


en cuenta que uno de los méritos de la psicocrí­
tica era el de tomar en consideración la especifi­
cidad estética de la obra, podemos interrogarnos
no obstante acerca de la validez de la actitud
que consiste, según la expresión de J. Mehlman
133, en "integrar su descubrimiento del mito per­
sonal en una visión global de la obra". Esto no
estaba de ninguna manera implicado en los
primeros postulados de la teoría.

De esta manera, la psicocrítica será lle­


vada, siguiendo el camino trazado por Melanie
Klein 134, a postular que la creación literaria es
la realización adulta de las "tentativas infanti­
les de reparación de un mundo interno
fragmentado" (J. Mehlman, p. 381). "La madre
(interiorizada), restituida a una integridad
amenazada por el sadismo del sujeto, sería un
término análogo a la obra de arte.

—517—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Ahora bien, Charles Mauron articula la


noción kleinena de la madre recuperada con la
noción del yo mediador que encontramos des-
pués de Freud en Kris 135. La obra de arte se
convierte así en un proyecto de integración
psíquica entre un mito personal (inconsciente) y
una visión (consciente) del mundo. ¿Era
realmente necesario transponer en término
analíticos el concepto de belleza de la obra como
ejercicio de un control? " Aunque no sea fácil
responder a esta pregunta, valía la pena por lo
menos hacerla.

Apuntaremos como última reserva que el


término "psicocrítica", aplicado a un método in­
terpretativo del texto literario, corresponde no a
una designación teórica sino empírica. En efec­
to, la psicocrítica, al igual que la gran mayoría
de los intentos críticos, no dispone de una ver­
dadera teoría del objeto. Se reduce por lo tanto

—518—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a un empirismo crítico, aún cuando este


empirismo resulte fecundo y productivo en el
nivel de la práctica textual.

—519—

SECCION 3

EL PSICOANALISIS
EXISTENCIAL
1. EL PROYECTO SARTREANO

Una lectura algo atenta de las obras


críticas y teóricas de Jean—Paul Sartre revela
una preocupación constante por incorporar el
aporte del psicoanálisis a la reflexión sobre la
situación existencial del hombre. Ya desde su
primer artículo de crítica literaria dedicado a
"Sartoris" y publicado en 1938, donde se plantea
el problema de la inteligibilidad del ser
faulkneriano —"¿Qué es exactamente? ¿Tara de
raza o de familia? ¿Complejo adleriano de infe­
rioridad? ¿Libido reprimida? A veces lo uno, a
veces lo otro..." 136- hasta su último texto sobre
Flaubert, Sartre no ha dejado de inquirir acerca
del sentido de la existencia utilizando al mismo
tiempo conceptos marxistas y psicoanalíticos.
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En un artículo de 1939, a propósito de El


Amor y el Occidente, dice: "Pero para mí el inte­
rés de esta obra reside ante todo en el hecho de
que da testimonio de una flexibilización reciente
y profunda de los métodos históricos bajo la tri­
ple influencia del psicoanálisis, el marxismo y la
sociología 137. Los relatos cortos, por su parte, no
olvidan hacer alusión al psicoanálisis, aunque
éste sea presentado, por cierto, en un aspecto
voluntariamente burlón y satírico: a Lucien, lec­
tor atento y aplicado de la Introducción ....
Berliac declara: "Ya me lo suponía, eres un anal
—y le explica la relación freudiana: excrementos
= oro, y la teoría freudiana de la avaricia. Qui­
siera saber algo —dijo: ¿Hasta qué edad tu
madre te limpió? 138 Es, sin duda, una
humorada, pero que revela, sin embargo, una
preocupación muy profunda desde el momento
que se manifiesta en el interior de todas las
instancias del discurso sartreano, por diversas
que éstas sean en su contenido y expresión.

—522—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En realidad, habría que decir que, si Sar­


tre no ha dejado de hacer referencia al psicoaná­
lisis, al mismo tiempo no ha cejado en marcar
sus límites y en insistir en sus insuficiencias
teóricas. Aunque reconoce su exactitud en el
dominio de los hechos, no puede menos que re­
chazar su lenguaje, considerado al mismo
tiempo en sus conceptos y en su lógica. Es así
que puede decir: "Estoy totalmente de acuerdo
en lo referente a los hechos de la sublimación y
la represión en tanto hechos, pero rechazo las
palabras de "represión", "censura", "pulsión",
que en un momento expresan una suerte de fi­
nalismo, y al momento siguiente, una suerte de
mecanismo 139. En resumen, la actitud de Sar­
tre frente al psicoanálisis será la de una
rectificación, un endurecimiento teórico
aplicado a un pensamiento considerado como
demasiado blando, demasiado sincrético y
demasiado poco dialéctico.

—523—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

I. PSICOLOGIA EMPIRICA Y
PROYECTO DE SER

Sartre es llevado a reconocer los progre­


sos realizados por el psicoanálisis después de
una reflexión negativa sobre la validez, en críti­
ca literaria, de la psicología empírica.
1. Sartre rechaza, en primer lugar, la no­
ción de contenido de conciencia. Para él como
para Husserl, toda conciencia es intencional, lo
cual quiere decir, expresado de otra manera,
que no hay interioridad de la conciencia. Este
punto de vista permite sobre todo escapar al es­
collo de la filosofía idealista, para la cual toda
percepción se reduce a una representación. El
mundo exterior conserva entonces su propia

—524—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

existencia, frente y más allá de cada conciencia


individual. La desaparición del mundo significa­
ría la desaparición de la conciencia misma, lo
cual equivale a decir que el conocimiento no
puede ser una simple reconstrucción de la con­
ciencia, ni una especie de digestión interna y
subjetiva, que redundaría en una desaparición.
Para Sartre, todo conocimiento debe tener en
cuenta dos elementos, conciencia y mundo, con­
temporáneos el uno del otro en una misma rela­
ción. Conocer es disparar hacia, apuntar a un
objeto y no disolverlo.
Es en este sentido como puede hablarse
de intencionalidad del conocimiento. Pero el co­
nocimiento no es sino una de las posibles formas
de la conciencia, la cual debe igualmente, en la
totalidad de sus manifestaciones, ser calificada
como intencional. Intencionales son también
conductas tan heterogéneas como el amor, el
temor y el odio. La conciencia tiene entonces
existencia nada más que en su periferia, en su

—525—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

estallar hacia el objeto y no en una vuelta sobre


sí en la que se disolvería el mundo y al mismo
tiempo ella misma se destruiría. En efecto, es
imposible construir lo objetivo como lo subjetivo,
lo trascendente con lo inmanente y el ser con el
no—ser. Es imposible, pues, que haya conteni­
dos de conciencia.

2. En segundo lugar, Sartre reprocha a la


psicología empírica que reduzca la personalidad
del sujeto observado a elementos primeros que
no son, de hecho, sino tendencias abstractas y
generales. De esa manera podrá criticar la des­
cripción psicológica que Bourget dio de Flaubert.
La deficiencia de ese análisis reside en su inca­
pacidad para dar cuenta de la realización
concreta de tal o cual tendencia general. ¿Por
qué la "efervescencia de la sangre joven" de
Flaubert tendría que redundar necesariamente
en pasión literaria?

—526—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

3. Sartre niega, finalmente, que estos


elementos puedan pretender a la
irreductibilidad. Reprocha a los psicólogos tradi­
cionales que hagan una descomposición estruc­
tural en elementos aparentemente primarios,
pero de hecho injustificables porque son
injustificados. Así, la ambición de Flaubert no
sería una propiedad ya constituida de su con­
ciencia, sino más bien el sentido que esta con­
ciencia ha decidido darse.

Es preciso comprender que no se trata de


hacer ilusoria la búsqueda de la
irreductibilidad, sino más bien de negar que las
tendencias psicológicas generales puedan
pretender a ella. Estas no son, en realidad, más
que los significantes de un significado que es el
único que puede aspirar al título de irreductible,
y que va a ser para Sartre la elección original.
El término final de la psicología empírica no se­
ría, pues, más que una dispersión de la persona-

—527—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lidad del sujeto en múltiples tendencias


abstractas, que serían, para el psicólogo, otras
tantas capas sucesivas ligadas entre sí por
relaciones de pura contingencia y exterioridad.

"Los que hay que encontrar, por el


contrario, bajo los aspectos parciales e
incompletos del sujeto, es la verdadera con­
creción, que no puede ser otra que la totali­
dad de su impulso hacia el ser, su relación
originaria consigo, con el mundo y el Otro, en
la unidad de relaciones internas y de un pro­
yecto fundamental"140.

Este proyecto fundamental constituye


precisamente para Sartre el objeto de toda
crítica antropológica. Cada una de las tenden­
cias del individuo expresa enteramente ese pro­
yecto, y éste surge de la confrontación de aqué­
llas sin ser por ello anterior a la tendencia

—528—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

particular que lo manifiesta, sino rigurosamente


contemporáneo a su surgimiento.

En el fondo, no es más que "su más allá y


la infinitud de su trascendencia"141. Cada
tendencia remite de esa manera a un sentido
que la supera, pero que no le es anterior y solo
puede develarse actualizándose.
Se desprende de esto el siguiente
principio general de investigación: detenerse so­
lamente ante la irreductibilidad evidente, es de­
cir, reconocer como proyecto inicial solo aquel
cuyo fin proyectado se identifica con el ser mis-
mo que el sujeto se ha dado como conciencia
libre. Se trata, por cierto, de una búsqueda
ontológica, y no ética, como se lo podría creer
algo apresuradamente. Sartre se adelantará,
por otra parte, a rechazar la distinción de
Heidegger en proyectos auténtico o inauténtico.
La crítica sartreana será, pues, ontológica, es
decir, tratará de elucidar de qué manera un su-

—529—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

jeto individual, en tanto conciencia, apunta a


su ser. Y esta forma específica de relación con
el ser no es otra cosa que el para—sí.
4. El para—sí es este ser, siempre
distante de sí mismo, separado de un posible
que le falta para ser, posible al que apunta sin
cesar pero siempre dejado atrás en la búsqueda
de otros posibles. Sería imposible remontarse
más allá del ser, y como el ser del para—sí es
proyecto de ser, la búsqueda crítica de ese pro­
yecto solamente podrá develar un irreductible.

—530—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. PSICOANALISIS EMPIRICO Y


PSICOANALISIS EXISTENCIAL

1. Fundamentalmente, el psicoanálisis
existencial se acerca al psicoanálisis empírico en
función de algunos principios comunes. El
principio inicial de la investigación reside en la
intención de considerar al hombre no como una
colección sino como una totalidad, en la cual
cada conducta reducida a ella misma es
reveladora de la personalidad total. Se añade a
esto la decisión de descifrar y fijar en conceptos
los comportamientos empíricos por medio de un
método comparativo apto para poner en
evidencia la red simbólica inherente al conjunto
de las conductas. Como el psicoanálisis
freudiano, el psicoanálisis existencial afirma
que la vida psíquica, en sus diversas manifesta­
ciones, se presenta bajo la forma de un universo

—531—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de signos en una relación de simbolización res­


pecto de las estructuras fundamentales
constitutivas de la persona. Tanto el uno como
el otro tienen en común negar la noción de datos
primeros de la afectividad en la medida en que
consideran al ser humano en relación a su in­
serción en un proceso de historización y a su
inscripción en una situación que hay que resca­
tar a partir de huellas objetivas: cartas, testi­
monios, diarios íntimos y documentos de toda
especie.

El psicoanálisis empírico trata de


detectar el complejo, en tanto que el psicoanáli­
sis existencial busca la elección original. Com­
plejo y elección original son anteriores a cual­
quier procedimiento lógico y exigen ser
elucidados con un enfoque que dé lugar a un
abanico amplio de significaciones polivalentes.
Además, en ambos tipos de análisis, una rela­
ción de objetividad liga al observador y al

—532—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

observado. Sartre acota, no obstante, que un su­


jeto puede intentar el examen psicoanalítico
sobre sí mismo, pero a condición de objetivarse,
es decir, de interrogarse exactamente como si
fuera otro.

Es importante comprender que los análi­


sis existencial y freudiano constituyen por igual
métodos objetivos que captan al sujeto desde el
punto de vista de Otro y lo interrogan como a un
objeto. Sin embargo, hay que reconocer una di­
vergencia en sus presupuestos. El psicoanálisis
freudiano parte del postulado de la existencia de
un psiquismo inconsciente que es la sede de un
enigma que no ha sido adivinado, mejor dicho,
imposible de adivinar, de tal manera que el
complejo no puede extirparse más que por los
cuidados de un observador externo.
El psicoanálisis existencial, en cambio,
rechaza la noción de inconsciente en la medida
en que todo hecho psíquico es coextensivo a la

—533—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

conciencia, pero mantiene una distinción entre


lo vivido y lo conocido. Un ser humano puede
tener una comprensión preontologóica de su si­
tuación por el hecho mismo de que goza de ella;
eso no quiere decir que pueda esclarecerla analí­
ticamente y fijarla en conceptos. En otros tér­
minos, el sujeto puede sospechar por sí mismo
su vivencia psíquica, permaneciendo ésta para
él intelectualmente opaca, ya que, si bien la
conciencia es capaz de captar una totalización
exterior, no puede totalizar su propia totaliza­
ción.

2. Estas últimas observaciones anuncian


ya que, más allá de las coincidencias aparentes,
el psicoanálisis existencial va a seguir un cami-
no metodológicamente diferente del utilizado
por el psicoanálisis freudiano. Algunos concep­
tos freudianos van a ser, para Sartre, si no in­
admisibles, por lo menos mal fundados en su ex­
tensión operatoria. Es el ejemplo de la libido,

—534—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

concepto poco claro en sí mismo y cuya defini­


ción se basa, al fin de cuentas, en comprobacio­
nes de experiencia, en resultados empíricos y
contingentes. Podría muy bien concebirse una
realidad humana para la cual la libido no cons­
tituiría el proyecto fundamental. La elección
original, en cambio, es un concepto legítimo en
razón de la libertad, que es el ser mismo del pa-
ra—sí, al mismo tiempo que se funda en la falta
(carencia) que le da la medida de su realidad on­
tológica. Como tal, es absolutamente irreducti­
ble. Además, la libido no es más que un término
abstracto y general que se diferencia, a posterio­
ri, en conductas y complejos concretos, mientras
que la elección es singular, concreción absoluta
(no existe antes de su elección; existir, para ella,
es elegir).

Diremos también de esta elección que es


individual e instantánea y que una simbólica
universal como la del psicoanálisis freudiano no

—535—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

puede serle aplicada; ya que equivaldría a yux­


taponer lo mecánico a lo viviente, a la vida
misma de la conciencia. Toda elección es, en
efecto, libre determinación, no un estado o un
ser de conciencia, sino la conciencia misma en
relación con el mundo. Al fin de cuentas, esta
noción de conciencia es la que delimita los cam­
pos del psicoanálisis empírico y del psicoanálisis
existencial. En el primero, se produce un pasaje
de lo inconsciente a lo consciente, en el segundo,
de lo consciente a lo cognoscente.

Sartre va a reprochar además al psicoa­


nálisis freudiano su sincretismo, que se mani-
fiesta especialmente en la utilización del com­
plejo de Edipo donde, según los momentos, se
creerá detectar unas veces la fijación a la ma­
dre, otras veces el amor o el odio a la madre. La
teoría psicoanalítica sería, entonces, un pensa­
miento "blando", no estructurado y no dialéctico

—536—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ya que se presta a la integración y coexistencia


de significados opuestos.

III. ONTOLOGIA Y
TEMPORALIDAD

Hemos dicho que la elección es instantá­


nea e individual. En efecto, la conciencia apunta
a sus posibles en el tiempo. Definir la relación
de la temporalidad y la ontología es contribuir a
la elucidación del proyecto de ser, y el psicoaná­
lisis existencial solo podrá pretender acceder al
desciframiento de la elección ontológica buscada
en la medida en que acepte ser guiado por los
signos temporales tal cual éstos surgen de un
temperamento particular. Procederemos, por lo
tanto, a poner en evidencia la metodología de la

—537—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

interrogación sartreana sobre el tiempo, para


apreciar luego sus implicaciones.

1. METODOLOGIA

Aunque, en razón de las necesidades del


análisis, Sartre considere separadamente los
tres elementos del tiempo (pasado, presente, fu­
turo), recomienda sin embargo tener siempre
presente en la mente la totalidad en la cual esos
elementos participan.

"El único método posible para es­


tudiar la temporalidad es abordarla como
una totalidad que domina sus estructuras
secundarias y les confiere su significa-
ción"142.

El sentido proviene, pues, de la síntesis y


no de los elementos. Si Sartre estudia el pasado,

—538—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lo hará siempre en la medida en que es solidario


del presente y del futuro. El análisis del elemen­
to está destinado al fracaso en la medida en que,
encerrado en su singularidad, no puede entrar
nunca en relación con lo que él no es. Si acep­
tamos la continuidad del tiempo, es preciso ad­
mitir una síntesis real que es un modo de ser
original.

"Si la remanencia existencial del ser


en forma de pasado no surge originalmente
de mi presente actual, si mi pasado de ayer
no es como una trascendencia hacia atrás de
mi presente de hoy, tenemos que perder toda
esperanza de ligar el pasado con el presente"
143.

Las mismas consideraciones son válidas


para el futuro; el presente estalla no sólo hacia
atrás, sino también hacia adelante. Pasado y fu­
turo no surgen nunca aisladamente, sino que

—539—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

son al mismo tiempo pasado de este presente,


futuro de este presente. Dicho de otro modo, una
relación ontológica original relaciona los tres
elementos del tiempo, que Sartre prefiere lla­
mar las tres ek—stasis temporales. Este presen­
te es su pasado detrás de sí y su futuro delante
de sí.
La originalidad de esta síntesis reside en
su dimensión ontológica. Para precisar su alcan-
ce, sería útil recordar la distinción entre las dos
nociones, esto es, tener un pasado y ser su pasa­
do, distinción que conserva todo su valor para el
futuro. Al interrogarse sobre la primera de
ellas, Sartre observa que no se puede tener un
pasado del mismo modo como se posee un
objeto del mundo. En efecto, la posesión expre­
sa siempre una relación exterior entre el que
posee y lo poseído, pero acabamos de ver que
toda relación de exterioridad introduce una
discontinuidad en la cadena temporal. La rela­
ción entre las ek—stasis temporales, para que

—540—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pueda permanecer interna, no puede ser


pensada como la relación del tener sino como la
del ser. La expresión tener un pasado tiene
que convertirse entonces, para tener un
sentido, en un ser su pasado. Y esta relación
ontológica solo puede establecerse a partir del
presente.

"Por más que el pasado venga a


invadir el presente, no puede ser el presente;
es el presente el que es su pasado. Nunca se
podrán establecer relaciones internas entre
uno y otro mientras se estudien las relaciones
del pasado con el presente a partir del pasa-
do"144.

De ahí esta doble certeza: un en—sí


(objeto del mundo) inmovilizado en su materia­
lidad no puede ser su pasado y por consiguiente
no tiene pasado. Existe en el instante. Solo la
conciencia puede proyectar su ser por detrás de

—541—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sí misma, ser su pasado así como es su futuro.


Solo hay temporalidad propiamente dicha, por
consiguiente, para la realidad humana. Al
reflexionar sobre la continuidad del tiempo, Sar­
tre elabora así una metodología que se expresa
en forma de síntesis ontológica.

2. IMPLICACIONES

Toda conciencia, en su actualidad, es al


mismo tiempo su pasado. Pero, ¿cómo el
presente puede ser el pasado? Para una concien­
cia, es imposible no ser lo que ella fue, por ejem­
plo, ayer. Aun cuando ella rechace su adhesión a
lo que fue; está todavía ocupada por ese pasado.
Ese ser que no se puede eludir ni siquiera por
medio del olvido, ya que el olvido es una conduc­
ta intencional, es lo que Sartre llama la
facticidad. En este sentido, el pasado es en sí.

—542—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Pero, por otro lado, lo que yo era ayer, hoy


ya no lo soy, no ya simplemente a causa del
tiempo transcurrido, sino más que nada porque
soy una conciencia, y en tanto conciencia, sigo
siendo a cada momento mi propio testigo, y me
aparto por consiguiente de toda definición
objetiva de mi ser. En otras palabras, el sentido
de un acontecimiento que se ha instalado en mi
pasado no está fijado una vez por todas sino que
es susceptible de ser reinterpretado en función
de mis actos presentes y futuros. Sin duda, el
hecho subsiste (facticidad), pero su sentido está
constantemente sometido a cuestionamiento (li­
bertad). Es necesario, sin embargo, operar la
distinción entre una conciencia viva y una con­
ciencia neutralizada súbitamente por la muerte.
La muerte encierra definitivamente al para—sí
en su facticidad, es décir, de acuerdo a la
fórmula de Malraux, "transforma la vida en
destino". En el instante mismo de la muerte, la
conciencia se vuelca enteramente en el pasado

—543—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

y se empasta para siempre en el en—sí. Pero


mientras hay vida, permanece disponible, es
decir, capaz de modificar sus proyectos.
Afirmar esto es ya mostrar que, incluso en su
relación con el pasado, la conciencia
desemboca en el futuro.

Vemos así hasta qué punto están


integradas ontológicamente las diversas ek—
stasis temporales. Si el para—sí no tuviera
futuro, perdería la presencia al ser, su poder de
estar a distancia de sí como testigo de sí mismo,
recaería en la materialidad del en—sí y se su­
mergiría en un pasado totalmente definible por
la facticidad. Síntesis original de sus tres ek—
stasis, la temporalidad sartreana remite siste­
máticamente al ser mismo del para—sí y revela
su estructura en diáspora.
"Es decir, la temporalidad no puede
sino designar el modo de ser de un ser que
existe por naturaleza fuera de sí ... La tempo-

—544—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ralidad solo puede existir como infraestructu­


ra de un ser que tiene siempre en suspenso la
realización de su ser, es decir, como infraes­
tructura del Para—sí" 145

IV. ONTOLOGIA Y
ANTROPOLOGIA

Hemos visto que el psicoanálisis


existencial pretende elucidar el proyecto de ser,
es decir, la manera como una conciencia se elige
en el campo de alteridad. Como la temporalidad
remite a la estructura íntima de la conciencia,
interrogarse acerca del proyecto de ser va a lle­
var en una buena parte a describir la tempora­
lidad de ese ser: En esta perspectiva, y según el
grado de integración temporal que sugiera un
texto, ya sea literario, o testimonial, un diario o

—545—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

una carta, será posible para el crítico


determinar bastante exactamente el carácter de
la ontología que ese texto implica.

Incurriendo quizá en una simplificación,


podría decirse que la obra crítica de Sartre va de
una ontología hacia una antropología, de acuer­
do a tres etapas marcadas por la publicación del
Baudelaire en 1947, del SaintGenet, comediante
y mártir en 1952 y de El idiota de la familia en
1971 y 1972. Baudelaire no va más allá,
fundamentalmente, de la historia de una con­
ciencia individual, descripta a partir de una fi­
jación infantil en el marco estrecho de un psi­
coanálisis metafísico. La familia y el entorno
son encarados, en ese libro, no como un
ambiente social, sino bajo la forma abstracta de
la nominación. En una entrevista que Sartre
concedió en 1970, caracteriza este primer estu­
dio como "muy insuficiente, incluso
extremadamente malo"146 El Saint—Genet... da

—546—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mayor preminencia al condicionamiento social,


aunque éste sea objeto menos de análisis que de
alusiones. Sartre esbozó allí la historia objetiva
de Genet, pero la perspectiva histórica sigue
siendo tímida. No se hace allí ninguna mención,
por ejemplo, al contexto particular en el cual vi­
vió el niño Genet, producto del siglo XX, como
tampoco se propone ningún análisis de la
Asistencia Pública en tanto institución y
fuente concreta de alienación. Aunque la
apertura de la ontología hacia la antropolo­
gía se anuncia ya en esta segunda obra, re­
cién en El idiota de la familia se sitúa real-
mente la perspectiva histórica, y se comen­
tan largamente las relaciones de determina­
ción que ésta instituye. La crisis infantil no
resulta — ya simplemente de una falta onto­
lógica sino que es captada en términos de
clase y de ideología.

—547—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La dimensión ontológica, con todo, sigue


estando presente, y no subsiste solamente como
simple residuo sino como constituyendo la reali­
dad misma que el crítico tiene el deber de eluci­
dar. Simplemente, la interpretación se vuelve
más concreta, volviendo sin cesar y obsesiva­
mente a los mismos motivos, y retomándolos en
un sistema de explicación cada vez más vasto,
que hace que el lector vea reconstruirse al sujeto
en la complejidad de su situación histórica.

Una misma elección se repite siempre a lo


largo de los análisis, pero cada vez iluminada de
un modo diferente y progresivamente recons­
truida en su totalidad. No está cuestionada aquí
la verdad de la interpretación original, sino la
amplitud de su intelección. Si Sartre se mostró
tan severo consigo mismo respecto de su Baude­
laire, no es, sin duda, porque ponga en duda la
validez de esa irreductibilidad, constitutiva del
proyecto baudelairiano, sino, más exactamente,

—548—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

porque considera insuficiente la articulación de


la red de sus mediaciones.

En consecuencia, trataremos, en los capí­


tulos siguientes, de dar cuenta de la metodolo­
gía ontológica sartreana recurriendo a una de
sus dimensiones privilegiadas —la temporali­
dad— sin dejar de prestar continua atención a
la integración progresiva de la realidad social.

—549—

2. PSICOANALISIS
EXISTENCIAL Y DIALECTICO:
BAUDELAIRE Y SAINT-GENET

I. BAUDELAIRE O LA HISTORIA
DE UNA CONCIENCIA

No está de más recordar que Sartre, en su


Baudelaire, no pretende de ninguna manera
crear una obra de crítica literaria, y que las ob­
jeciones que le han sido dirigidas en este sentido
tienen poca pertinencia. Como lo admitió Geor­
ges Blin: "No hay, verdaderamente, una sola
página de esta Introducción a los Escritos
Intimos (el Baudelaire había sido concebido, en
sus orígenes, como más tarde lo será el Saint—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Genet, para servir de introducción) que no pue­


da esclarecerse por referencia á El Ser y la Na­
da." 147 Michel Leiris, por su parte, aclaraba en
su prefacio de la colección IdéesPoche; "En este
estudio, no encontramos pretensión alguna de
dar cuenta de lo que hay de único en las prosas
como en los poemas baudelaireanos ... Para Sar­
tre, que eligió como fin explícito de su actividad
construir una filosofía de la libertad, se trata
esencialmente de extraer de lo que se conoce del
personaje de Baudelaire su significación: la
elección que él hizo de sí mismo (ser esto, no ser
aquello) como lo hace cualquier hombre
originalmente y de instante en instante" 148.

Aunque el estudio de Sartre no esté


organizado claramente en capítulos, podemos
proponer una división en tres partes:
1. En una primera parte, Sartre practica
un análisis regresivo; se remonta en el tiempo
hasta la infancia del poeta para concentrarse

—551—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

luego en una serie de actos (actos gratuitos,


francamente inútiles, corno por ejemplo sus
arrebitos de cólera contra Ancelle, de los cuales
desiste apenas iniciados) a los que interpreta a
partir de los escritos autobiográficos, de los
poemas o de los testimonios externos. Muestra
luego de qué modo Baudelaire no superó nunca
al estadio de la infancia, no solamente en sus
relaciones familiares, sino sobre todo por la ma­
nera misma en que interioriza el concepto de
familia. Sartre saca como consecuencia que la
elección fundamental de Baudelaire es la de vi-
vir bajo tutela: "Fue un eterno menor de edad,
un adolescente envejecido, vivió en el furor y en
el odio, pero bajo la vigilancia alerta y
tranquilizadora del otro" (p. 80). De ahí la im­
portancia del motivo de la mirada. Esta elección
de vivir para otro se traduce en un deseo de vol­
verse cosa ante los ojos de los otros, cuya mirada
transforma de una vez por todas la singularidad
en esencia objetiva. En otras palabras, Baude-

—552—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

laire está a la búsqueda de su unicidad, pero so­


lo puede captarla por intermedio del juicio de
otro: es el otro el que lo ve, es el otro el que lo
nombra, el que le da su ser y le asigna su desti­
no.

Sin embargo, Baudelaire no puede satis­


facerse con una originalidad sufrida pasivamen­
te, ni con un ser—objeto cuyo autor no sea él
mismo. Pretende haber hecho de sí lo que es,
quiere realizar de ese modo la síntesis de lo sub­
jetivo y lo objetivo, pide a otro que desempeñe
simultáneamente los papeles de sujeto objeti­
vante y de objeto fascinado, cuando en realidad
él mismo es el que se reserva las funciones de
sujeto fascinador y de objeto de burla. Oscila en­
tre el ser y la existencia, y se niega a vivir uno y
otro hasta el final. Esta descripción de la elec­
ción baudelairiana en términos de mala fe se
presenta como un ejemplo concreto de los análi­
sis más abstractos de El ser y la Nada referidos

—553—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a la contradicción de una libertad que se objeti­


va en el ser y que reivindica al mismo tiempo
sus prerrogativas de sujeto creador 149 . Algunos
rasgos de carácter de Baudelaire —narcisismo,
auto-castigo, dolorismo, satanismo— son pro­
puestos como manifestaciones de esta elección
original: objetividad-subjetividad, ser­
existencia.
2. En un segundo tiempo, Sartre opera
una síntesis progresiva que examina los diferen­
tes datos del carácter de Baudelaire: horror de
la naturaleza, culto de la "frialdad", dandismo ...
Interroga y estudia estos datos empíricos según
el orden de su aparición en la vida del poeta:
"Manifiestan la transformación de la situación
en función de una elección original; son compli­
caciones de esa elección, y en cada uno de ellos
coexisten todas las contradicciones que lo desga­
rran, pero reforzadas, multiplicadas a causa de
su contacto con la diversidad de los objetos del
mundo" (p. 125). De esta manera, la elección

—554—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que va constituyéndose a través de este vaivén


perpetuo entre la existencia y el ser— se revela
y se realiza a través de actitudes concretas y
particulares respecto de los seres y las cosas de
la realidad mundana. En resumen, la multipli­
cidad de la vivencia baudelaireana articula la
elección fundamental.

Este análisis de la vivencia se cierra como


una descripción de la temporalidad del poeta, la
cual se transforma por así decir en la huella
sensible y significante de la elección originaria.
La instancia temporal es concebida en tanto úl­
tima serie de inteligibilidad, que vuelve a apre­
sar en una síntesis concreta el conjunto de las
conductas explicitadas hasta ese momento. Ca-
da conducta, en efecto, se deja interpretar en
términos de temporalidad, o más precisamente,
expresa en el campo de su exterioridad la rea­
lidad interna del sujeto. En este sentido, la
temporalidad es una forma, ya que unifica, pe-

—555—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ro una forma concreta, ya que significa. Analí­


ticamente, podría decirse que la conciencia se
manifiesta en tres niveles: en el nivel factual
de las conductas, que es el grado cero de la sig­
nificación (ejemplo: el narcisismo se presenta
espontáneamente como una excesiva atención a
sí mismo), en el nivel de su temporalidad; en el
nivel irreductible de la elección originaria. En
la realidad, en cambio, estos tres niveles se dan
al mismo tiempo, y el sujeto se define simultá­
neamente por el doble movimiento centrífugo y
centrípeto de su proyecto, cuya articulación
común es el tiempo.

Sartre nos dice que Baudelaire "eligió


avanzar hacia atrás, vuelto hacia el pasado" (p.
206); que en 1846 había escrito ya la mayor
parte de sus poemas, cuyas ideas y cuya forma
no hará después sino repetir; que había dado ya
entonces a sus relaciones familiares su estatuto
definitivo, que repitió las mismas querellas y las

—556—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mismas quejas, que odiaba el progreso, a pesar


de haber vivido sus momentos exaltantes, y que,
en resumen, había elegido "considerar su vida
desde el punto de vista de la muerte, como si un
fin prematuro la hubiera petrificado de pronto"
(P. 204). Encerfandose en el pasado, amputando
su temporalidad de su dimensión de futuro,
Baudelaire rehuye la iniciativa y el proyecto, la
inestabilidad y la responsabilidad de la elección
de los posibles. Ha elegido, sin duda, pero ha
elegido no elegir más; ha decidido de una vez
por todas vivir mal, gozar permanentemente de
su remordimiento y su culpabilidad, extrayendo
del pasado los materiales de su mórbida delec­
tación.
3. La tercera parte del estudio se refiere
al hecho poético baudelairiano tal como aparece
en las obras y en la medida en que mantiene
una relación con el pasado. Para Sartre, cada
creador persigue, a su manera, la síntesis impo­
sible del ser y la existencia. En su vida y sus

—557—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

obras, Baudelaire creó lo espiritual. Ahora bien,


lo espiritual se caracteriza por un lado para él
por la objetividad, la cohesión, la permanencia y
la identidad del ser, y por otro lado, nunca es
totalmente visible, queda en suspenso como una
ausencia. Lo espiritual se deja captar por los
sentidos y es lo que más se parece a la concien­
cia. De este modo, para Sartre, el esfuerzo de
Baudelaire consiste en recuperar la conciencia,
poseerla como una cosa usando como mediación
una poética atravesada de imágenes que ofrecen
la apariencia de una conciencia objetivada:
perfumes, luces tamizadas, músicas lejanas. En
su obra, los términos "perfume", "pensamiento",
"secreto" son casi sinónimos, "todos le sirven por
igual para designar el mundo de la memoria" (p.
233). Hénos aquí, una vez más, en el campo del
tiempo y su dimensión objetiva, el pasado.

—558—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. SAINT-GENET, COMEDIANTE Y


MARTIR

En relación al Baudelaire, que represen­


taba abstractamente la fijación infantil como un
choque o fractura, el estudio sobre Genet
representa una evidente evolución en cuanto al
papel del condicionamiento. La fijación infantil
de Genet es un hecho producido en el marco de
un entorno social dado, encarado en una
perspectiva histórica y cronológica. Desde las
primeras páginas, Sartre indica la dirección
general de su estudio, como así también el
método que debe permitir la aprehensión de la
vivencia del sujeto observado:

"Si queremos comprender a este hom­


bre y su universo, no nos queda otro remedio
que reconstruir cuidadosamente, a través 'de
las representaciones míticas que él nos da, el

—559—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

acontecimiento original al cual se refiere sin


cesar, y que reproduce en sus ceremonias
secretas. Se impone un método: a través del
análisis de los mitos, restablecer los hechos
en su verdadera significación" (p. 12).

En un primer momento, Sartre nos hace


asistir a la decadencia ontológica de la concien­
cia de Genet, a su alienación en el en—sí; las
referencias a la temporalidad están allí explíci­
tamente formuladas, a veces sugeridas implíci­
tamente. En un segundo momento, Sartre evoca
la liberación de esta conciencia por la creación
literaria, y recurre una vez más a una dialéctica
temporal.

—560—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. LA DISOLUCION DEL SER

Podría aplicarse a Genet el dicho de


Descartes según el cual la desgracia del hombre
es haber sido niño. Entendamos por ello que és­
te último vive en un universo de valores esta­
blecidos y que se le imponen. Es así que cuando
la mirada del otro haga bajar su peso sobre el
niño Genet y lo declare ladrón, éste no se deten­
drá una sola vez en dudar de ese ser que le es
asignado y suscribirá sin esfuerzo al juicio
ontológico y terrorífico a que los Justos lo han
sometido. En un solo instante, la vida de Genet
se transformará en una eternidad de ladrón.

El estudio de Sartre se inicia con un es­


clarecimiento explícito de la estructura
temporal de la conciencia de Genet: "Genet se
asemeja a esa familia de espíritus a los cuales
se da actualmente el nombre de pasatistas" (p.
9). El pasatista es precisamente aquel que se ha

—561—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

detenido en su maduración, y se ha inmovilizado


alrededor de un núcleo de pasado, de un
instante, instante fatal, ya que toda la vida está
como hipotecada a partir de ese momento. En
este sentido, el instante equivale aí futuro en­
vuelto por el pasado, el para—sí envuelto por el
en—sí, fatalidad mítica que transforma el tiem­
po en un sueño y la vida en muerte:

"Genet lleva en su corazón un viejo


instante que no ha perdido nada de su viru­
lencia, vacío infinitesimal y sagrado que
consuma una muerte e inaugura una horrible
metamorfosis" (p. 9).

¿Qué es este instante de la mirada sino,


en efecto, la condena a muerte que dicta una
conciencia para otra conciencia, la reducción al
silencio que hace una libertad de otra libertad,
momento sagrado en que el futuro se cae en el

—562—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pasado, el para—sí en el en—sí y el tiempo en la


eternidad? Genet es ladrón, eternamente.

"Así como Jesús no deja nunca de mo­


rir, así también Genet no deja nunca de me­
tamorfosearse en un deshecho: el mismo
acontecimiento arquetípico se reproduce bajo
la misma forma ritual y simbólica a través de
las mismas ceremonias de transfiguración;
para Genet, como para los fieles de una co­
munidad religiosa, el tiempo sagrado es cícli­
co: es el tiempo del Eterno Retorno. Genet ya
ha sido, ya ha vivido" (p. 12).

Asistimos entonces aquí a la metamorfo­


sis ontológica de una conciencia, a su hundi­
miento en el ser; ambos fenómenos se expresan
bajo la forma de un proceso de destemporaliza­
ci6n, donde el instante vacía al tiempo de su
dimensión ek—stática para reducirlo a la eter­
nidad. Instante, eternidad, muerte, son las pa­
labras claves que describen una alienación que

—563—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

va a prolongarse a través de conductas tan di­


versas como el robo, el amor y el estetismo. Son
éstas otras tantas categorías que permiten a
Sartre, como lo veremos en seguida, extraer la
significación de estos comportamientos. ¿Cuál es
el principio del mecanismo?

La aventura de Genet va a ser, en primer


lugar, ontológica. En la búsqueda de esa síntesis
imposible del ser y de la conciencia de ser, Ge­
net va a robar menos para robar que para ser
ladrón.. Para resumir se trata para él de una
tentativa mística para perderse en el ser y al
mismo tiempo reencontrarse en él. Ser y sentir­
se ser, en una total coincidencia. El resultado de
este esfuerzo es un fracaso; a fuerza de acechar­
se constantemente, la conciencia se pierde a sí
misma y descubre sus propias trampas. Pero, al
mismo tiempo, Genet reclama la autonomía de
su voluntad. Sumergido en el ser—ladrón, pre­
tende reivindicar para sí el juicio de los otros y

—564—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

darse de ese modo la ilusión de querer su desti­


no: "Yo era ladrón, seré el ladrón". Como mu­
chos oprimidos, reivindica, por dignidad, el ser
que se le quiere imponer desde afuera; si es así,
la sociedad no lo excluye, él es quien rechaza in­
tegrarse a ella: "He decidido ser lo que el crimen
hizo de mí" (P. 64). Este desafío define por sí so­
lo la ambigüedad de la actitud de Genet, que
mezcla al mismo tiempo una intención de ser y
una intención de hacer.

Puede observarse el funcionamiento de


este mecanismo en el nivel del robo. El robo es
para Genet una especie de ceremonia mágica,
un ritual cumplido con una finalidad ontológica.
Genet roba para verse robar, para sorprender su
ser de ladrón. Lejos de ser un hacer gratuito que
sería el resultado de una voluntad pura, en una
palabra, un acto, el robo se presenta para él bajo
la forma de un gesto por medio del cual Genet
consagra su naturaleza de ladrón. Ritual, con-

—565—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sagración, el gesto es religioso por excelencia.


Genet representa su robo como un espectáculo
ofrecido a su conciencia. Lo representa para ser
visto en el acto del robo, oficiante solitario de
una misa negra en que se consagran, en un
mismo gesto, las dos especies del ser y del cono­
cer.

El mismo mecanismo constituye, además,


la estructura de la conducta amorosa, que toma
en Genet la forma de la homosexualidad pasiva.
La crisis original y el comportamiento amoroso
tienen una característica común, que es la viola­
ción:

"Una verdadera violación puede trans­


formarse, en nuestra conciencia moral, en
una condena inicua y sin embargo ineluctable
y, a la inversa, una condena puede ser
experimentada como una violación. Una y
otra transforman al culpable en objeto, y si

—566—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

éste experimenta su objetivación en su cora­


zón como una vergüenza, la experimenta, en
su sexo, como un coito que le es impuesto" (p.
81).

En otros términos, el sexo del otro, así


como su mirada, impone en Genet la dura ley
del ser. La conciencia se dispersa en un ser reci­
bido, pasivamente experimentado. Mirado,
sodomizado, Genet se vuelve objeto. Es así que
cada una de sus relaciones amorosas no tiene
otro fin que el de repetir la crisis original, el
instante fatal en que la conciencia pasa al ser.
Se ha observado, sin embargo, que por dignidad
Genet reivindica este ser que se le impone desde
afuera. Esta penetración ontológica solo adquie­
re, pues, su sentido si el amado, es decir, el otro,
se perfila como el doble de Genet, el reflejo de su
ser concebido como maléfico. El Genet ladrón y
pederasta quiere ser, en efecto, la encarnación
absoluta del mal, cuya imagen fascinante le fue

—567—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

devuelta en la mirada del otro, fija en su gesto


infantil. Revestirá a su doble amoroso con cuali­
dades fabulosas y maléficas, e intentará incor­
porárselas en un coito simbólico. Sartre acota:
"El amor es un ceremonial mágico por el cual el
amante roba al amado su ser para incorporárse­
lo" (p. 84). Sería más exacto, por otra parte,
hablar de restitución, ya que ese ser no es otro
que el del amante mismo, llevado a lo absoluto.
Como el Ferral de la Condición humana, aunque
en otro contexto, Genet no hace nunca el amor
más que consigo mismo. El amor es ceremonial
mágico y se expresa en una conducta ritual. Al
igual que el robo, el coito es un gesto mítico que
se inscribe en una temporalidad cíclica.
Vimos, con Satre, que la aventura de Ge­
net se define como la búsqueda de una síntesis
del ser y de la conciencia de ser. Pero Genet no
acepta la exterioridad de ese ser que quiere ser,
pretende reencontrarlo en él, y para ser, lo rem-
plaza por un hacer. A partir de ese momento, la

—568—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

conciencia de Genet se escinde en una doble po­


laridad: conciencia de hacer y conciencia de ser,
la primera de las cuales pone en cuestión a la
segunda. Genet se da cuenta súbitamente de
que su ser no es más que un espectáculo
artificialmente montado, poblado de actores cu­
yas cualidades maléficas no son más que
adornos de ballet. Dura revelación: Genet solo
ha logrado diluirse en el producto de su propia
conciencia. Su búsqueda del ser se reduce a una
fábula y se desliza en la apariencia.

2. LA CREACION SALVADORA

La aventura ontológica como tal termina


así por fracasar. Para recuperarla, Genet pasa
al plano estético. Ya que no puede ser su ser,
decide soñarlo y vivirlo en lo imaginario: "Genet
se irrealiza, desempeña el papel de un falso Ge­
net que sería víctima de sus fantasmas. Sabe

—569—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que éstos no son nada, finge creer que poseen


ser" (p. 339). El hacer para ser se matamorfosea,
así, en un soñar para ser.
Sartre recurre, una vez más, a una des­
cripción de la temporalidad para sensibilizar al
lector a esta forma nueva de experiencia
ontológica:
"El tiempo se invierte: no se da el mar­
tillazo para hacer andar la calesita, sino que
la feria, las ganancias futuras con que cuenta
el feriante, la calesita, todo eso solo existe pa­
ra provocar el martillazo; el futuro y el pasa­
do se dan al mismo tiempo para producir el
presente. Este tiempo regresivo interfiere de
pronto el tiempo progresivo que Genet sigue
viviendo, y es entonces que Genet vive en la
eternidad" (p. 349).

Esta temporalidad está concebida nue­


vamente como una eternidad, pero su
significación se ha modificado ligeramente. En
el caso del robo y el amor, un instante pasado

—570—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

hipotecaba el presente y el futuro; eternidad


significaba en esas circunstancias repetición
cíclica de un momento de pasado. Aquí, en
cambio, la eternidad ya no es el producto de un
pasado que se prolonga sino el de un instante
presente que condensa por sí solo la totalidad
del tiempo. Asistimos, pues, a un pasaje que va
de una eternidad de pasado a una eternidad de
presente. Sin embargo, a pesar de este pasaje, la
progresión temporal es más aparente que real.
Ya sea que se fije en el instante pasado o
presente, la temporalidad de Genet comprende
siempre una sola dimensión. Es una temporali­
dad de implosión, aspirada por el instante, y
que se niega a estallar en su pluri—
dimensionalidad. Sigue siendo siempre una
temporalidad amputada, construida para
ratificar el fracaso de esta tentativa estética.
Sartre dirá que es un semi—fracaso, y por lo
tanto, una semi—victoria. Una vez más, la am­
bigüedad del resultado se traduce admirable-

—571—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mente en esta temporalidad que logra, sin duda,


arrancarse al pasado donde parecía eternizarse,
pero para deslizarse en seguida en el instante
presente, sin poder recuperar su dinámica.

La irrealización del ser, en el sueño o en


la imaginación, desemboca en un fracaso
atenuado; Sartre afirma que por esa razón Ge­
net no necesita más que invertir esa operación
para realizar plenamente la verdad ontológica
de su conciencia. Esta nueva tentativa tomará
la forma de una realización o puesta en práctica
de lo imaginario y se concretará en la creación
literaria. ¿Cuál es, en efecto, para Sartre, la
signficación de esa creación? Consiste, antes que
nada, en el pasaje del ser a la existencia. Genet
había estado hasta entonces inmobilizado en un
ser que le venía de los otros, e intentaba reivin­
dicarlo para sí. Pero ya es demasiado tarde, y ha
perdido la iniciativa. Los robos, las conductas
amorosas, los sueños, son por igual gestos y

—572—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mímicas que no llevan a nada. La creación lite­


raria, en cambio, por su libre intencionalidad,
es un verdadero acto. Genet, es cierto, se
muestra las más de las veces en sus obras tal
como los otros lo han destinado a ser, pero el
acto de escribir lo libera. El Genet que descri­
be no es más el Genet que es descripto. Y esta
escritura misma, por el peso de su imagina­
rio, transfigura su objeto y lo impone al otro:
"No es nada más que una libertad sin rostro
que tiende trampas fascinantes para otras li­
bertades" (p. 510). Genet se libera de la con­
ciencia de los otros infectándolas. Su obra es
el lugar de un intercambio: deposita en el
otro, como un desperdicio, su ser de ladrón y
tan pronto como se siente liberado, nace a la
existencia.

Sartre describe nuevamente en términos


de temporalidad esta nueva situación
ontológica:

—573—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

“... pero al mismo tiempo, se deshace


del pasado al darse un pasado nuevo de crea­
dor, y sustituye los recuerdos de infancia por
el recuerdo de las palabras que los cantan; se
libera del presente transformando sus gestos
en actos y sus sueños en motivos literarios;
mientras su futuro pasivo de ladrón
profetizado se deposita en la obra como un
futuro—objeto, y se transforma al instante en
pasado, la obra en proceso de creación o en
proyecto propone al creador un libre futuro de
creación" (p. 511).

Este texto indica la llegada a un término


final; asegura el pasaje de una temporalidad
trunca, unipolar, a una temporalidad dinámica
y pluri—dimensional. Por primera vez, la con­
ciencia liberada de Genet surge a un futuro au­
téntico. A una temporalidad de implosión,
sucede una temporalidad de explosión. Hasta
ese momento, Genet quería ser su futuro a la

—574—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

manera de una coincidencia. Desde ahora, resti­


tuye al futuro su sentido de lo posible: en lugar
de serlo, debe serlo como posibilidad.

3. EL SENTIDO DE LA EMPRESA
SARTREANA

"Mostrar los límites de la interpreta­


ción psicoanalítica y de la explicación
marxista y que solamente la libertad puede
dar cuenta de una persona en su totalidad,
hacer ver esta libertad en lucha con el
destino, cómo es aplastada primero por esas
fatalidades y cómo se vuelve sobre ellas para
digerirlas poco a poco, probar que el genio no
es un don sino la salida que se inventa en
casos desesperados ... retratar en detalle la
historia de una liberación: esto es lo que qui-
se intentar ..." (p. 536).

—575—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Obsérvese, en esta cita, que "destino" es


rectificado primero por "fatalidades" y luego és­
tas son rectificadas por "los casos desesperados".
La corrección se opera aquí partiendo de lo
abstracto en dirección a lo concreto, y recurrien­
do a las categorías de lo plural y de la especie.
Sartre quiere recordar que, aunque la descrip­
ción ontológica constituya ciertamente el
mecanismo fundamental del proceso de
develamiento, ambiciona exponer una realidad
humana en lucha con su situación en el mundo.
El lenguaje de Sartre nos hace quizá olvidar, a
veces, por la tecnicidad de su expresión, que el
sujeto descripto no es un ser metafísicamente
desencarnado sino una persona real, situada en
un momento preciso de la historia y en un espa­
cio socio—cultural dado. El problema de la li­
bertad se convierte entonces en el problema de
una alienación, y el análisis debe dar cuenta
de ella —por medio de la descripción de los
aparatos y mecanismos de coerción.

—576—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Desde el principio de su ensayo, Sartre


evoca al niño Genet abandonado al sistema de la
Asistencia Pública y confiado después a la pro­
tección de campesinos de Morvan; estos datos
son considerados por él necesarios para la plena
comprensión del acto clave y constitutivo de la
existencia de Genet adulto: el robo. Desposeído,
mutilado en su ser, sin identidad, proyectado en
un medio donde el ser se define por el tener, el
niño Genet no roba solamente para apropiarse
de un objeto del mundo, sino para darse, por in­
termedio de este objeto, el ser del que se lo ha
despojado. Dicho de otro modo, la situación del
personaje en un momento dado de la historia
socio—económica desempeña un papel predomi­
nante en la manera en que aquél decide hacerse
cargo de su destino. La elección de Genet res­
ponde a una alienación específica, cuyas marcas
pueden encontrarse, nombrarse y describirse.
Sartre no va a intentar, sin embargo, describir

—577—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

esas marcas, y la designación va a predominar


sobre el análisis. La inserción de los aparatos de
alienación se presenta más bien bajo la forma
deíctica del gesto, indicial y no informante. Más
tarde, Sartre mismo reconocería los límites de
su estudio crítico150 estimándolo como demasia­
do teórico todavía, demasiado alejado de lo que
debería ser la comprensión verdadera de una
personalidad. El ensayo sobre Flaubert va a in­
tentar precisamente alcanzar este objetivo.

—578—

3. EL METODO REGRESIVO-
PROGRESIVO:

EL IDIOTA DE LA FAMILIA

I. FLAUBERT Y SARTRE

El interés de Sartre por Flaubert se des­


pertó desde muy temprano. Ya en El Ser y la
Nada, en un texto que hemos citado, encontra­
mos pruebas sensibles de ello. Sabemos también
por Las palabras que el niño Sartre fue un lec­
tor atento de Madame Bovary y que sabía de
memoria párrafos enteros. Encontramos además
referencias más o menos constantes de Flaubert
en ¿Qué es la literatura? y Cuestiones de Mé­
todo. Por el año 1957, Sartre proyecta estudiar
más en detalle el ejemplo de Flaubert, con el
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ánimo de demostrar las insuficiencias de la ex­


plicación marxista tradicional así como del psi­
coanálisis. En 1966, publica en Les Temps Mo­
dernes dos estudios dedicados al novelista, que
serán modificados ulteriormente y considera­
blemente amplificados. En 1971, publica los dos
primeros tomos de El idiota de la familia y el
tercero sale a la imprenta al año siguiente.

Esta sumaria recapitulación muestra


cuán lentamente germinó el trabajo crítico.
Aunque la decisión de escribir seriamente sobre
Flaubert pueda fecharse en 1957, transcurre un
lapso de 15 años antes de que Sartre haga pú­
blico el resultado de sus investigaciones, quince
años durante los cuales Sartre no dejó de reeva­
luar su comprensión de Flaubert en función de
su propia reflexión sobre la dialéctica. Su rela­
ción afectiva con Flaubert también cambió: su
marcada antipatía inicial por este escritor bur­
gués, reaccionario y limitado, termina por dar

—580—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

paso a una actitud hecha de tolerancia y de neu­


tralidad que Sartre llama empatía.

Vemos, pues, hasta qué punto sería inge­


nuo pretender evacuar, dentro de los límites de
esta presentación, semejante suma de años de
trabajo y semejante cantidad de páginas; El
idiota de la familia 151 consta de más de 2.800.
A ello se añade que el método dialéctico de Sar­
tre no se presta al resumen. En consecuencia,
nos limitaremos por una parte a explicitar el
mecanismo del método regresivo—progresivo
dando prioridad a los análisis del primer volu­
men, y por otra parte a describir, a propósito de
un ejemplo preciso, que es la caída de Flaubert
en Pont—l'Evéque, el movimiento en espiral de
la interpretación sartreana.

—581—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. EL METODO REGRESIVO -


PROGRESIVO

Es en Cuestiones de Método donde


encontramos por primera vez una definición del
método regresivo—progresivo aplicado a un
ejemplo particular, que es precisamente el de
Flaubert. En su parte propiamente regresiva, se
presenta bajo la forma de una interrogación que
la obra dirige a la biografía. Mientras que en
Saint—Genet..., la obra literaria era coextensiva
a la vivencia y era definida en términos de elec­
ción, en El idiota de la familia posee una función
heurística y se convierte en hipótesis y método
de investigación para esclarecer la biografía. En
resumen, "la obra formula preguntas a la vida”
152 Es importante aquí comprender que la obra,
en la medida en que es una objetivación de la
persona, es más total, más completa que la vida.

—582—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Su sentido, sin embargo, sigue siendo opaco y


solo puede ofrecerse al lector bajo la apariencia
de una problemática. Es por esta razón que
parece necesario el tener que interrogar la bio­
grafía entendida como un conjunto de "hechos
acumulados por los contemporáneos y
verificados por los historiadores".

Esta inquisición sobre la vida por medio


de la obra va a llevar a una primera red de res­
puestas concretas, aunque insuficientes y par­
ciales, y que van a requerir por esa misma razón
una nueva profundización por medio de
interrogantes regresivos orientados hacia el
grupo familiar al cual pertenecía el niño
Flaubert; aprehendido entonces en sus
dimensiones sociales. Aparecerán de ese modo
diversas capas de significación: la familia de
Flaubert, su infancia en un lúgubre edificio del
hospital, las contradicciones de la pequeña bur­
guesía contemporánea, la evolución de la fami-

—583—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lia, de la propiedad. La interrogación regresiva


habrá permitido entonces poner en evidencia un
conjunto de estructuras que por insigificantes
que sean no son por ello menos irreductibles
unas a otras por el hecho de que se manifiestan
en niveles de sentido diferentes.

En última instancia, no son más que las


marcas inmovilizadas de un movimiento
dialéctico. Este mismo movimiento exige ser
recreado en su dinámica por medio de una sín­
tesis progresiva, que será la única que podrá
restituir el proceso totalizador, es decir, el pro­
yecto ontológico cuya última objetivación es la
obra.

—584—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. DE LO ESTRUCTURAL A LO
HISTORICO

Aunque Sartre respete, en El idiota de la


familia, las grandes líneas de la metodología
que acabamos de describir, parece, sin embargo,
que agilizara su práctica en función de una pro­
fundización de su pensamiento dialéctico. El
mismo admitió en una entrevista reproducida
en Situations IX (p. 11) que había necesitado
escribir primero sobre la dialéctica antes de
poder hablar sobre Flaubert. El método regresi-
vo—progresivo tal como es definido en Cuestio­
nes de método sigue siendo binario, ya que se
divide en dos momentos distintos: una interro­
gación regresiva cada vez más profunda,
seguida por un procesamiento totalizador. En El
idiota de la familia, esta organización binaria se
encuentra fragmentada en función de un movi-

—585—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

miento de vaivén que va del análisis a la sínte­


sis, luego de la síntesis al análisis, etc.

Se tratará, al fin de cuentas, de saturar el


campo del sentido destotalizando a cada
momento lo que acaba de totalizarse. El proceso
de totalización no será ya aprehendido como sín­
tesis progresiva última, sino que más bien será
captado como el marco dinámico de una totali-
dad—destotalizada. Al mismo tiempo, el proce­
dimiento regresivo se presenta como la restitu­
ción de una falta, como un hacer visibles estruc­
turas significantes que constituyen algo que ha
sido callado y censurado por el discurso objetivo,
tentativa de desciframiento en superficie que
deberá, imperativamente, enriquecerse con una
síntesis progresiva destinada a hacer surgir el
porqué de esa, falta.

En el plano práctico, el análisis regresivo


toma como punto de partida discursos objetivos,

—586—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ya sea testimonios de contemporáneos o escritos


de juventud de Flaubert, en la óptica de una
cronología invertida, ya que se tratará de hecho,
sobre todo en el último caso, de constituir en es­
tructuras la comprensión opaca que el novelista
adolescente tenía de su infancia. El pasaje del
análisis regresivo a la síntesis progresiva será el
pasaje de lo estructural a lo histórico. La tarea
de la síntesis progresiva, que se aplicará en co­
incidencia con la cronología, será la de reprodu­
cir la génesis de la sensibilidad infantil, cuyos
elementos nos habían sido suministrados hasta
ese momento por la descripción fenomenológica.
Su intención será hacer explícito el desarrollo
del sentido recurriendo a la continuidad. Sin
embargo, cada progreso en la intelección
chocará con zonas oscuras, que solo podrán ilu­
minarse por medio de un nuevo análisis regresi­
vo, seguido a su vez por una reconstitución
histórica.

—587—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

IV. EL PROCESO DESCRIPTIVO

Luego de estos preliminares


metodológicos, ha llegado el momento de
abordar, con un ejemplo preciso, el aspecto pro­
piamente descriptivo del ensayo sartreano. Sar­
tre empieza por evocar un testimonio de Caroli­
ne Commanville que relata las dificultades que
experimentaba el niño Flaubert en el aprendi­
zaje de la lectura. Consciente de cierta dupli­
cidad del relato, Sartre retiene, no obstante, el
hecho de la mala relación con las palabras,
.por un lado porque es un hecho confirmado
por otros testimonios y por el mismo Flaubert,
por otro lado, porque se encuentra expresado
en un discurso lacunar que incita al crítico a
hacer una aproximación más estrecha de la
verdad.

—588—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este retraso en el aprendizaje del lengua­


je iba acompañado, según los mismos testimo­
nios, de una ingenuidad muy marcada. Sartre
deduce de ello que esta mala inserción en el
universo lingüístico parece ser el signo de una
dificultad para integrarse en el mundo social y
en el mundo familiar. El relato de Caroline jue­
ga entonces el papel de revelador. A partir de
allí, Sartre interroga al mismo Flaubert en una
obra de juventud, Quidquid voleuris, escrita a
la edad de quince años. El retrato de Djalich, el
hombre—mono nacido de una copulación
monstruosa entre un orangután y una esclava
negra, representa probablemente al mismo
Flaubert. Lo que Sartre retiene más que nada
del retrato de Djalioh es, en efecto, su mutismo,
su inercia y sobre todo su sensibilidad
exacerbada, que compensa la negatividad., de
los primeros rasgos.

—589—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Este monstruo de la naturaleza se opone


al señor Paul, ela "maravilla de la civilización,
portadora de todos los símbolos de ésta,
grandeza de espíritu y sequedad de corazón"
(tomo I, p. 35). Lo que Sartre quiere indicar es
que Gustavo, al trazar el retrato de Djalioh,
nunca dejó de valorizar al animal, que no habla,
porque ese mutismo es la condición del estado
poético, que no tiene denominador común con el
lenguaje. Por otra parte, la inercia de Djalioh
ante el mundo socializado remite a la constitu­
ción pasiva de Flaubert. En este sentido, la re­
sistencia ante el aprendizaje de las palabras
puede recibir otra explicación: da pruebas de un
rechazo de la praxis, de una actividad que
repugna al niño Flaubert, encerrado en su servil
docilidad. Es precisamente esa pasividad la que
hay que explicar, y para ello Sartre continúa
este primer análisis regresivo con una síntesis
progresiva. Se tratará entonces de pasar de lo
estructural a lo histórico remontándose al naci-

—590—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

miento de Flaubert con el fin de reconstituir los


datos de su prehistoria.
Sartre va a aplicarse entonces a detectar
una perturbación de la relación originaria con la
madre, cuyo ser mismo se expresa enteramente
a través de los primeros cuidados prodigados al
lactante en la relación carnal del tacto. "Lo que
el niño interioriza, durante los dos primeros
años de su vida, es a la Genitorá en su totalidad;
eso no quiere decir que será semejante a ella,
sino que va a ser hecho, en su singularidad irre­
ductible, por lo que ella es" (1, p. 61). Para
explicar la pasividad de la que está afectado
Flaubert, será preciso delinear la historia per­
sonal de Caroline Flaubert, lo cual implica que
se pongan en evidencia los rasgos de carácter de
Achille—Cléophas y luego del hermano mayor,
Achille. Gustave nacerá, en efecto, en el seno de
ese triángulo padre-madre-hijo mayor, y es el
ser mismo de esa célula social el que
interiorizará a través de la madre. Esta célula

—591—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

social tiene tales características que el despertar


del niño al mundo no será sino un despertar a la
familia omnipresente: al crecer, el niño no hará
sino vivir la familia en diferentes niveles, pero
siempre como idéntica a sí misma. Al fin de
cuentas, Gustave no salió nunca de la infancia.

Por su nacimiento, Achille—Cléophas


Flaubert conserva una proximidad con los me-
dios campesinos del Antiguo Régimen, y al
mismo tiempo, por sus estudios, toma cierta
distancia con las costumbres de vida de la pe­
queña burguesía rural. O más bien, y Sartre lo
muestra bien, coexisten en él dos universos.
Aunque conserva ciertos lazos con el Antiguo
Régimen, el cirujano jefe se abre al mismo tiem­
po a la ideología liberal y a los dogmas de la ra­
zón analítica. "Está desgarrado, sin saberlo,
entre la permanencia y la historia" (1, p. 71).
Hombre de ciencia, hará de la ciencia su reli­
gión. Sin embargo, constituirá a su familia como

—592—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

una sociedad feudal (el derecho de primogenitu­


ra era para él una evidencia indiscutible) y teo­
crática, dentro de la cual él será el monarca
absoluto por derecho divino. La imagen
dominante es la de un pater familias en la acep­
ción más rígida de esta palabra.

A su lado, su esposa Caroline desempeña


el papel de una mujer relativa. Huérfana de
padre y madre, y por ello mismo desarraigada,
Caroline descubre en su marido, de más edad
que ella, a un padre resucitado. Este se convier­
te en el centro y sentido de su existencia. Cuan­
do da a luz a su primer hijo, Achille, siente que
reproduce la imagen del padre. Gustave, en
cambio, que no es más que el hermano menor,
está investido de un ser inferior, más todavía si
pensamos que es el pequeño varón importuno
que viene a usurpar el lugar de la hija deseada.
Sartre deduce de todo ello que los cuidados
maternos, aun cuando hayan sido vigilantes, ca-

—593—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

recieron de preocupación y de ternura. Incluso


la sobreprotección de que fue objeto el niño de
pecho, que era frágil, es interpretada
negativamente: no fue sino una sensibilización,
a través de gestos impregnados de recelo, a la
inevitabilidad de una muerte próxima. Los
cuidados fueron dados, pero sin amor.
Achille conserva de su padre no solo el
nombre de pila, sino el ser mismo o, más bien,
está condicionado para conservarlos. Alumno
brillante, habiendo aprendido muy temprano a
leer, su carrera está trazada de antemano:
seguirá la huella de su padre. En una palabra,
es el primogénito.

Esta primera síntesis progresiva se


completa. Sartre busca el origen de la pasividad
de Flaubert, fuente de sus estupores, de sus
credulidades y de su mala inserción en el len­
guaje, y en virtud de un procedimiento crítico
del cual no hemos podido dar más que las líneas

—594—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

generales, la descubre en un doble rechazo: el


Amor se escabulló y esta carencia fue
interiorizada por el niño como su propia inercia
vegetativa; la madre no lo valorizó y Gustave
experimenta esa ausencia en la forma de una
contingencia injustificable. Sin embargo, estos
primeros resultados son insuficientes. Explican,
por cierto, el sentimiento de abandono, el males-
tar y la inercia del niño pero no así el estado de
rabia y furia que caracterizarán al adolescente y
al adulto. Por medio de un nuevo análisis regre­
sivo, Sartre va a intentar explicitar la relación
con el Padre. En resumen, si la pasividad de
Flaubert se origina en el condicionamiento
materno, su cólera resulta de la interiorización
del padre.

Para demostrarlo, Sartre procede a un


análisis muy fino de las obras de juventud de
Flaubert, comentándolas en un orden inverso al
de la cronología. Después de una rápida referen-

—595—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cia a Noviembre, de detiene más largamente en


el estudio de Passion et Vertu (1837), que pro-
pone un nuevo marco de referencia para Quid-
quid volueris (1836), de Réve d'entér (marzo
de 1937), de Bibliomanie (noviembre de 1836),
de La Peste à Florence (septiembre de 1836),
de Un parfum à sentir (abril de 1836), de Un
secret de Philippe le Prudent (compuesto se­
gún Sartre en 1835), y finalmente de Mateo
Falcone (en el curso de 1835). No podemos,
evidentemente, seguir en detalle estos análisis.
Retengamos solamente algunos motivos: el en­
vejecimiento, el destino, la recriminación. Vol­
vemos a encontrar el tema corporal como coex­
tensivo al motivo del envejecimiento.

El sentimiento de ser viejo es un síntoma


de superficie que es un doble signo. En el nivel
ontológico, manifiesta una temporalidad trunca;
el pasado lleva al presente, el cual no hace sito
remodelar al primero. "Para el joven Flaubert,

—596—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

uno no se muere porque envejezca, sino que en­


vejece porque muere" (1, p. 196). En el nivel ob­
jetivo, significa la presencia de un Destino o in­
cluso de una predestinación, de la cual el padre
es a la vez instrumento y dador. Como genitor,
Achille-Cléophas provee a su hijo de un Destino
prefabricado de menor y lo condena por eso
mismo a sufrir ese destino hasta la muerte. De
ahí el tema de la recriminación, más dolorosa
aún si pensamos que la figura del padre, al
mismo tiempo que se asocia a la de un verdugo,
es sin embargo fuente de amor:

"Desde sus trece años, Flaubert asocia


Vida y Destino, Sufrimiento y Castigo, Sobe­
ranía adorable del Padre y Diabólica injusti­
cia paterna, Falsa Muerte y Sobrevivencia;
resume todos estos temas, todavía en estado
germinal, en dos motivos: el Mito de la con-
dena original que hace de este mundo el único
Infierno, y el del Niño centenario. Morir es
interiorizar la verdad objetiva, ejecutar la

—597—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sentencia prenatal dictada por nuestro padre


para cada uno de nosotros; envejecer es soma­
tizar el sufrimiento moral y sobrevivir, exan­
güe, con el espíritu vacío y el cuerpo agotado,
hasta la próxima "falsa muerte", y de ésta a
las que seguirán, hasta la totalidad radical,
es decir, hasta la abolición" (1, p. 329).

Este segundo análisis regresivo permitió


explicitar las estructuras objetivas de la familia
Flaubert poniendo el acento sobre el tema ma­
yor del Destino o la predestinación. A partir de
allí, una nueva síntesis progresiva va a intentar
restituir, de acuerdo a un procedimiento crono­
lógico, esta existencia en vías de totalización,
recomponiendo día a día esta vida tal como se la
hizo. Es así que surgirán nuevas estructuras
significantes captadas en la sucesión de la vi­
vencia: el vasallaje, la insuficiencia, la inferiori­
dad, la sumisión, el resentimiento y la envidia.

—598—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Habría que continuar, sin duda, la eva­


luación de la descripción sartre,,i más allá de
estos últimos resultados. Ello no es esencial a
nuestro propósito; recordemos que éste consistía
en hacer explícito el funcionamiento alternado
del método regresivo-progresivo; el desarrollo
que intentamos recién permitió dar una visión
de conjunto.

V. LA "ESPIRAL" SARTREANA

A partir de un ejemplo concreto, que es el


accidente de Pont—l'Evéque de enero de 1844.
vamos a mostrar ahora cómo procede puntual­
mente la explicación sartreana. Luego de
justificar cuidadosa y largamente la fecha del
acontecimiento (entre el 20 y el 25 de enero),
Sartre interroga la correspondencia de Flaubert

—599—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

con el fin de probar que éste interpretaba su


caída no como un accidente sino más bien como
una conducta intencional. Gustave opone, muy
rápidamente, un contra—diagnóstico al que an­
ticipan su padre y su hermano: se trataría más
de una enfermedad nerviosa que de una conges­
tión cerebral. Llega incluso a tener el presenti­
miento de que su enfermedad nerviosa está
ligada de alguna manera a la existencia del
pater familias. En efecto, cuando su padre mue­
re, se siente como curado. La correspondencia
da pruebas de ello153. Poco importa que Flaubert
esté curado o no; lo que vale la pena observar es
que, al relacionar su enfermedad con la existen­
cia de su padre, la define como un proceso
intencional que escapa al control de la concien­
cia. Reconoce implícitamente su neurosis, ya
que su caída y la crisis subsiguiente se definen
como una respuesta a una situación intolerable,
en resumen, como una liquidación, a través del
desorden físico, de una tragedia interiorizada.

—600—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Sartre hace notar que Emma Bovary somatiza


también su desesperación cuando, abandonada
por Rodolfo, cae gravemente enferma y se cura
de la fiebre y al mismo tiempo del amor.
Sartre admite, sin embargo, que Flaubert
no podía tener sino una conciencia oscura de su
situación problemática y de su neurosis. Se pro-
pone entonces interrogar la caída de Pont—
l'Evéque en lo que hace a su sentido y su fun­
ción, con el fin de explicitar su estructura
intencional. Su investigación será regresiva y
revelará varios niveles de intención, niveles
ligados entre sí por una relación dialéctica.

—601—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

1. LA CREENCIA COMO RESOLUCION


PASIVA

Sartre describe a Flaubert, en viaje desde


País hasta Rouen, como presa de una contradic­
ción insuperable. Gustave es en ese momento
estudiante de derecho y ese estado le repugna.
Sin embargo, le es imposible contradecir la vo­
luntad paterna, aunque al mismo tiempo le sea
imposible obedecer. En términos sartreanos, no
puede elegir entre sus posibles ya que, habiendo
sido constituido por su proto-historia en agente
pasivo, no puede asumir la relación práctica con
su medio. Gustave deberá entonces inventar
una solución imaginaria, y la caída le
proporcionará la oportunidad para que aquella
se manifieste.

Esta solución, hecha de elementos


contradictorios, de pasividad y de voluntad, tie-

—602—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ne una afinidad con lo que Sartre llama la


creencia, definida como aprehensión patética
de la verdad por oposición a una captación obje­
tiva del saber. Hay en la creencia una somatiza­
ción de la idea, es decir, una degradación de ésta
en necesidad física. Es en este sentido como
Gustavo cree en la maldición paterna. La creen­
cia en la condena pronunciada por el padre sim­
bólico es por lo tanto el marco necesario en el
interior del cual podrá situarse la solución má­
gica.

2. LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA
CAIDA

Sartre aborda luego el análisis simbólico


de los tres constituyentes del hecho: la caída se
produce 'cuando Flaubert vuelve desde Deauvi­
lle a Rouen; Gustave mismo sostenía las rien-

—603—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

das; Achille estaba presente. Esta vuelta a


Rouen es como un retorno al destierro parisino.
Volver a Rouen quiere decir abandonar Deauvi­
lle, término final de su evasión, donde la pre­
sencia del mar es sentida como un más allá po­
tencial, para volver a encontrar al cabo de algu­
nos días el infierno de París.

El retorno es antes que nada la confirma­


ción de su sumisión permanente, de su dolorosa
dependencia. Además, Gustave sostiene las
riendas, haciéndose así cómplice de su Juez. Se
constituye en agente práctico de su destino, ya
que él mismo se hace responsable de dirigir su
vida, no como él la desearía sino tal como le es
impuesta. Acentúa, de esa manera, la contradic­
ción inherente a su situación. Por último,
Achille está presente. La significación de esta
presencia es doble. Por una parte, este último
encarna la figura del padre, del cual es delega­
do; por otra parte, permite dar testimonio del

—604—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

acontecimiento mismo, aunque no en su signifi­


cación simbólica, por lo menos en su realidad
práctica. Era necesaria la conjunción de estas
tres condiciones en su recíproca interacción (la
vuelta a la prisión, la complicidad de la víctima
y la mirada del juez) para que la neurosis en su
violencia paroxística pudiera desencadenarse.

3. EL ESTIMULO

Ahora el resorte está tenso. Solo falta el


Fiat para actualizar la intención neurótica.
Ahora bien, este Fiat es imposible ya que los
agentes pasivos están privados de poder de deci­
sión. El elemento activo vendrá entonces del
mundo exterior. Al salir de Pont—l'Evéque, un
carretero se adelanta a Gustave por la derecha y
éste se cae instantáneamente. Sartre invoca di-
versos argumentos para eliminar la explicación
por el miedo. La brusca ruptura del equilibrio

—605—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

exterior es experimentada inmediatamente, en


el marco de la estructura de creencia, como un
acto de agresión que tiene como finalidad la des­
trucción del agredido.

...el paso del carro desencadena un


proceso ideativo que no tiene relación con la
naturaleza aparente del proceso que lo produ­
jo. En el mismo momento en que Flaubert se
precipita contra el suelo del vehículo, está ya
en otra parte, y su pensamiento es invadido
por una fantasmagoría que lo aleja de la rea­
lidad presente: eso quiere decir que Flau­
bert se vuelve completamente imaginario"
(p. 1386).
Al mismo tiempo, esta destrucción onírica
se somatiza, el cuerpo imita la caída mortal. Sin
embargo, no es posible matarse por medio del
pensamiento, y el proceso de objetivación o, in­
clusive, de mimetismo corporal, debe ir acompa­
ñado por un proceso inverso de interiorización:

—606—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la muerte representada es también la muerte


captada como posible.

4. NEUROSIS Y NECROSIS

Neurosis y necrosis se convertirán desde


entonces en dos aspectos inseparables de la en­
fermedad, y tomarán para Flaubert una colora­
ción metafórica: cayó "cómo atacado de apople­
jía" y "la parálisis histérica es una imitación de
la muerte" (p. 1841 y 1845).

5. LA DECISION HISTERICA

Sartre encara seguidamente la caída en


su realidad concreta, en su movimiento físico y
en la situación material que resulta de ese mo­
vimiento. Caer, es en primer lugar volver a la

—607—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pasividad originaria de la materia, ceder a las


leyes físicas del peso, elegirse como objeto del
mundo definible por su masa y su peso, es mine­
ralizarse. Además, la caída de Pont—l'Evéque
comporta en sí misma un elemento de irreversi­
bilidad.

No hay duda de que, bajo los cuidados de


Achille, Gustave va a incorporarse y va a hacer
por sus propios medios el camino que va de la
pequeña casa adonde lo habían llevado hasta el
cabriolé. La caída no equivale a la parálisis; sin
embargo, inaugura una serie de caídas futuras
que constituyen un esquema de conductas que
Sartre va a llamar la decisión histérica. Lo que
caracteriza a esta decisión o compromiso es que
hipoteca el futuro. La caída se presenta como un
comienzo absoluto, como el principio de una en­
fermedad que se temporaliza. Resucitará en
forma de crisis referenciales. Así, la doble metá­
fora adquiere jerarquía, y la muerte se convierte

—608—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en el símbolo más apropiado de este nuevo esta­


do. En efecto, después de enero de 1844, Flau­
bert sabe que no está loco, aunque se da cuenta
de que algo ha muerto en él. Lo que ha muerto
"es un joven sano todavía, pero atormentado por
la maldición paterna. Lo que resucita [...] es un
joven enfermo de los nervios [.... ] que debe re­
nunciar para siempre a la vida activa y apasio­
nada de su juventud" (p. 1861).

6. LA NEUROSIS COMO REGRESION

Entre las intenciones inherentes a la


neurosis, Sartre percibe el deseo de culpabilizar
a los otros, de hundir a los suyos en el remordi­
miento. A ello se añade una necesidad de regre­
sión, opción pasiva por excelencia. Enfermo,
Flaubert vuelve a experimentar la impotencia
del lactante. Pero los cuidados ya no son los
mismos, ya que ahora el padre es el único que

—609—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

puede aportárselos. Una de las finalidades de la


opción neurótica, entre otras, es transformar al
genitor en genitora. Por otra parte, tiene poca
importancia lo que se produce a resultas de este
intercambio, ya que la pasividad no resulta alte­
rada. El acontecimiento de Pont—1'Evéque pro­
clama la irrupción de la Eternidad en el tiempo;
ser eso y nada más que eso para siempre. La
inercia es el punto de vista de la muerte sobre la
vida, pero también presenta una implicación
espacial. La enfermedad reintegra a Flaubert en
el medio familiar y obliga a los individuos
miembros de esta familia, solicitados por tareas
que les son propias, a reconstruir en torno al en­
fermo la célula familiar.

A pesar de sus muchas obligaciones, Achi­


lleCléophas dedica su tiempo a Gustave. Lo
mismo hace el hermano mayor, que ha abando­
nado a su familia de origen para fundar la suya
propia. La intención neurótica manifiesta cla-

—610—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ramente un movimiento dirigido a cierto espa­


cio, que es el espacio familiar; es la búsqueda de
un lugar donde poder anclar. La motivación se
vuelve entonces de orden económico. Gustave
goza a partir de ese momento de un espacio que
no puede ser neutro, que es un espacio de clase.
Toma posesión de él no por el beneficio de su
trabajo, sino en virtud de la arbitrariedad del
don. Vive, así, por anticipado, su condición de
heredero.

7. LA ENFERMEDAD DE FLAUBERT
COMO "ASESINATO DEL PADRE"

Las diversas intenciones identificadas


hasta ahora tienen en común el hecho de repre­
sentar un momento crítico de las relaciones de
Flaubert con el pater familias. La crisis se deja
interpretar, en su aspecto más agudo, como el

—611—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

asesinato del padre. Evidentemente, el parrici­


dio solo puede efectuarse bajo la forma del dis­
curso: la crisis dice algo al genitor, algo que éste,
sin duda, no comprende y de lo cual no tiene in­
cluso atisbo alguno, pero basta que Flaubert
sienta que ha objetivado su resentimiento para
que éste adquiera alguna eficacia. Lo que se de­
nuncia y destruye en primer lugar es la autori­
dad paterna en su dimensión educativa y profe­
sional. Flaubert logra maternizar la imagen del
pater familias, destruyendo así la figura autori­
taria del padre simbólico para no dejar subsistir
nada más que la presencia empírica de un Achi-
lle—Cléophas ansioso y lastimosamente dedica­
do a curar a su hijo menor. Un proceso de focali­
zación va a acentuar el cuestionamiento de la
autoridad médica del padre (Gustave pone en
duda su diagnóstico): Achille—Cléophas dejó
caer, por error, agua hirviendo sobre la mano de
su hijo, y esta equivocación dejó huellas indele­
bles. No hay duda de que Gustave no denunció

—612—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nunca objetivamente el acto de torpeza de su


padre, pero su silencio, o más bien, su intención
de callarse no es por ello menos significativa. En
una carta a Louise Colet, habla así de su cica­
triz:

"Me preguntas cómo he llegado a esto.


No lo sabrás nunca, ni tú ni los otros, porque
es imposible de decir. La mano que me que­
mé, cuya piel está arrugada como la de una
momia, es más insensible que la otra al frío y
al calor. Mi alma es semejante..." (p. 1885,
carta del 20 de marzo de 1847, Corresponden­
cia, 11, p. 12).

Sartre observa que la tercera frase es


incorrecta; habría debido escribir "la mano que
mi padre quemó". Se trata por lo tanto de un
lapsus o de la voluntad expresa de reprimir lo
que, en el marco de la creencia, constituye un

—613—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

símbolo evidente de la incompetencia del padre


y de su maldición.

Este asesinato figurado va a encontrar


por así decir un eco en la actitud de Flaubert
después de la muerte de su padre en 1846. La
muerte física de Achille—Cléophas es la del
padre empírico. Queda la imagen, en un recuer­
do obsesionante, del padre simbólico, y es a ella
a la que Flaubert guarda rencor; de ella tendría
que liberarse, a cualquier precio. En esta
perspectiva, es posible explicar las conductas
aparentemente activistas de Gustave a la muer­
te de su padre. En efecto, se interpone entre al­
gunas personalidades oficiales para que el her-
mano mayor, Aquiles, pueda suceder a su padre
en el Hótel—Dieu. A primera vista, esta actitud
parece inexplicable, aún más, absurda. ¿Cómo
entender que Gustave quiera favorecer la
fortuna de un hermano usurpador? Esta deci­
sión de actuar se vuelve lógicamente explicable

—614—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en el marco de la creencia. Gustave se sustituye


a su padre. Actúa como habría actuado
Achille—Cléophas. Sustituyéndolo, se libera del
Padre, lo liquida realmente y cumple así el
último parricidio.

Lo que Sartre ha explicitado hasta aquí


es el aspecto subjetivo de la caída, se aboca
seguidamente a describir su aspecto estratégico
y positivo en relación con el problema del
Artista. En razón de los límites de este estudio,
no podemos seguirlo en esta nueva investiga­
ción. Es suficiente con haber mostrado con un
ejemplo concreto y limitado el funcionamiento
en espiral de la explicación sartreana.

En el tercer tomo que dedica a Flaubert,


Sartre se propone estudiar la dimensión
histórica y social de la neurosis. Esta "constitu­
ye un hecho objetivo y fechado en que se acumu­
lan y se totalizan los rasgos de cierta sociedad,

—615—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que es la Francia burguesa bajo Luis—Felipe"


(p. 2133). Nos limitaremos nada más que a
mencionar la existencia de este otro procedi­
miento, el cual, por sus múltiples indicaciones,
desborda, por otra parte, el marco psicoanalítico
de nuestro actual propósito.

VI. PSICOANALISIS Y
DIALECTICA

Lo que tratamos de demostrar en este


análisis a vuelo de pájaro es el desplazamiento
que sufre el psicoanálisis freudiano a la luz de la
dialéctica. Se trata, de alguna manera, de un
psicoanálisis de segundo grado que deja perci­
bir, en su reformulación teórica, las marcas de
la filosofía que lo informa. En Sartre, la filosofía

—616—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ocupa, en efecto, el primer lugar, en la medida


en que constituye una reflexión crítica cuyo
objeto no puede ser otro que el hombre o, si se
quiere, el conocimiento que puede tenerse hom­
bre. ¿Qué puede saberse de un hombre? Esta era
la pregunta que se formulaba Sartre al interro­
garse sobre la vida de Flaubert. Pregunta fun­
damental, que coincide con la preocupación ex­
presada en el comienzo de una entrevsita sobre
la antropología reproducida en los Cahiers de
philosophie:

"Considero que el campo filosófico es el


hombre, es decir, que cualquier otro problema
solo puede ser concebido en relación al hom­
bre. Ya se trate de metafísica o de fenomeno­
logía, no hay ninguna pregunta que pueda
formularse si no es en relación al hombre en
el mundo. Todo lo que concierne al mundo fi­
losóficamente, concierne al mundo en el cual
está el hombre, y necesariamente al inundo
en el cual está el hombre en relación con el

—617—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

hombre que está en el mundo" (Situation IX,


p. 83).

El problema que se plantea a través de


estas líneas es el problema de la totalidad.
"¿Qué puede saberse de un hombre? " significa
antes que nada: "¿Cómo puede reconstruirse,
más allá de los restos que llegan hasta nosotros,
la totalidad que es o que fue? "

—618—

CONCLUSION Y BALANCE

DE LA SEGUNDA PARTE

Del examen atento de la segunda parte y


de sus ilustraciones se desprende que el proce­
dimiento analítico aplicado a la literatura puede
tomar —y ha tomado de hecho, históricamen­
te— dos direcciones principales que llevan, por
un lado, a un psicoanálisis del autor, y por otro,
a una lecturainterpretación de la obra.
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

I. EL PSICOANALISIS DEL AUTOR

Esta opción crítica encabezó, cronológi­


camente, la lista de intentos de aplicación del
psicoanálisis a la literatura, pero conserva toda­
vía sus adeptos 154. Como nos lo advierte Janine
Chasseguet-Smirgel, "un enfoque analítico de
este tipo está calcado sobre cierta concepción de
la cura psicoanalítica entendida como una in­
vestigación cuya finalidad es decubrir elementos
traumáticos reprimidos, y poner en evidencia los
conflictos pulsionales. El trabajo del psicoanalis­
ta de la obra de arte se basará entonces en un
procedimiento analógico y consistirá en buscar
en la obra la presencia de los elementos pató­
genos de los cuales ha tomado ya conocimiento
a través de los datos biográficos que posee.
Tratará así de explicar el predominio de algu­
nos temas o algunos símbolos, y de establecer
ante todo una relación entre los aspectos sobre

—620—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

todo patológicos de la personalidad del autor y


el contenido de la obra"155.

Para resumir este enfoque en tres propo­


siciones simples, podemos decir que se basa:

● en críticos que son generalmente psi­


coanalistas;
● en una concepción de la obra que
equivale a considerar el objeto de estudio como
un conjunto de síntomas, un producto de
substitución destinados al análisis;
● en una intención que tiende a un
diagnóstico.

La obra del Dr. René Laforgue, L'échec


de Baudelaire, ilustra perfectamente estos tres
aspectos. Leemos, en efecto, en las preliminares:
"Para nosotros, Baudelaire no es sino un hom­
bre entre otros, un enfermo entre otros enfermos

—621—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

...La única razón que nos hace hablar de él


antes de otros es que, gracias a su arte, es más
fácilmente accesible a nuestra investigación y
está más al alcance de nuestros medios de com­
prensión. Su caso constituye un buen ejemplo
para ilustrar algunos hechos que el psicoanálisis
ha permitido descubrir ... El arte de Baudelaire
nos interesa, pues, sobre todo como medio de ex­
teriorización de conflictos psíquicos" (p. 15—16).

El propósito de este tipo de obras no se


confiesa siempre, por cierto, con tanta
franqueza, pero siempre va a tratarse, con más
o menos rigor, de tomar como base una serie de
puntos de apoyo extraídos de la patografía del
autor. Marie Bonaparte, por ejemplo, traduce
literalmente, a propósito de Edgar Poe, los ma­
teriales de la biografía en el lenguaje de la obra.
Como observa J. Casseguet—Smirgel, "el hecho
biográfico ejerce tal fascinación sobre el
intérprete—psicoanalista de la obra que corre el

—622—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

riesgo de entorpecer su búsqueda. La presencia


constantemente renovada de un tema en una
obra puede ligarse a veces, claramente, a un
episodio de la vida del autor; sin embargo, esta
relación entre el tema y la obra no agota las sig­
nificaciones de ésta" (op. cit., p. 50—51).

De este modo, de una manera general, el


psicoanálisis del autor se inscribe en un proyec­
to de psicoanálisis clínico. A menudo se ha
objetado la legitimidad de esta empresa, pero no
siempre se lo ha hecho con razón. J.
Chasseguet—Smirgel, por ejemplo, reprocha a
este enfoque, "que se ocupe nada más que de los
contenidos", el que no constituya una "clave
para la captación de la especificidad de una
obra". Es cierto, pero no se puede reprochar a un
enfoque crítico que no haya cumplido con algo
que nunca se propuso realizar. De hecho, el psi­
coanálisis del autor define de manera explícita

—623—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

su objeto, lo cual es la garantía de todo procedi­


miento científico coherente, y se atiene a él.

Esos objetos, por empíricos que sean, de­


penden directamente de la teoría analítica y
solo con cierta mala fe se puede reprochar a este
enfoque su silencio sobre la especificidad
estética de la obra, ya que esa especificidad y, de
una manera general, la singularidad de las
formas, no competen de ninguna manera al
método clínico. El doctor Laforgue, por ejemplo,
a propósito de un elemento detectado empírica­
mente entre una infinidad de otros —en este
caso, el paciente Charles Baudelaire— detecta
con exactitud y estudia los mecanismos de
autocastigo, el sadomasoquismo, la inhibición
sexual, etc.
Es un hecho patente que la singularidad
de las Flores del Mal como modo único de
discurso escapa totalmente a este propósito

—624—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

clínico, pero la finalidad del análisis no se situa­


ba allí.

El texto de las Flores del Mal no es más


que un soporte, un elemento entre otros en la
economía del deseo, un lugar de equilibrio pre­
cario entre pulsiones y conflictos. Es perfecta-
mente inútil deplorar que el diagnóstico, en
Baudelaire, de una homosexualidad latente (que
se manifiesta en su obra en la transformación
de la mujer en hombre, cuya espada representa
el pene) no contribuya de ninguna manera al
conocimiento de las Flores del Mal como discurso
poético. Resulta de todo ello la evidencia de que
el psicoanálisis del autor va a interesar muy
indirectamente a los que sostienen una crítica
literaria donde la obra es en primer lugar una
forma—sentido; en cambio, va a constituir una
fuente de preciosas informaciones para el psi­
coanálisis mismo.

—625—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. LA LECTURA -
INTERPRETACION DE LA OBRA

Este segundo modo de aproximación


analítico a la literatura plantea problemas más
complejos que el anterior en la medida en que,
al interesarse en principio en una obra y no en
un autor, no puede fingir gnorar que la obra li­
teraria es una estructura de lenguaje terminada
que su autor ha abandonado después de haberla
producido y que, por esta doble razón, remite
antes a sí misma que a cualquier exterioridad —
su autor o el mundo. ¡En este sistema indisolu­
ble que es una forma—sentido, la interpretación
analítica deberá descubrir significaciones! Se
comprende que esta operación no deje de
suscitar serias dificultades, a la vez teóricas,

—626—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

prácticas y metodológicas, algunas de las cuales


mencionaremos a continuación:

1. La lectura—interpretación tiene ten­


dencia a asimilar la obra literaria al relato al
cual ésta se parece y al cual se puede,
efectivamente, reducir si se la relata. En otras
palabras, el sentido de una obra no puede re­
ducirse a sus diferentes significaciones. Descu­
brir el contenido latente bajo el contenido ma­
nifiesto no equivale forzosamente a exhibir el
sentido de la obra, sino que es remplazar una
interpretación por otra.

2. La lectura—interpretación no se plan-
tea realmente el problema de la especificidad del
discurso literario como tal, o sea, lo que lo define
como una configuración de elementos regulados
por las leyes de un sistema ignora o finge
ignorar que cada obra es una totalidad
caracterizada por sus propias transformaciones,

—627—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que dependen de sus leyes internas. Actúa, sin


decirlo, como si todas las tonúaciones
inconscientes pudieran volverse comunicables,
sin querer reconocer que solamente acceden al
lenguaje literario aquellas que pueden adaptar­
se a la realidad de las estructuras formales.
Como advierte Dominique Fernández, "el men­
saje no determina el código, sino que el código
determina al mensaje" 156. Casi todas las contri-
buciones ofrecidas como ejemplo en la presente
obra son pasibles de este reproche. Nos
encontramos aquí, a pesar de las diferencias,
con el mismo déficit que caracteriza a la crítica
formalista cuando extiende horizontalmente la
estructura de la obra literaria: un estudio estric­
tamente lingüístico del estilo indirecto libre en
La Cartuja de Parma dice todo acerca de los
modos de enunciación pero nada acerca de la
novela de Stendhal. Del mismo modo, si leemos
el estudio analítico de la novela Moi ma soeur
(véase supra, p. 129), nos informamos de todo lo

—628—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que respecta al mito de la androginia, pero ¿qué


sabemos del texto de Jean Bany en la medida en
que es un conflicto entre un sistema de repre­
sentaciones y un espacio literario? Y el hecho de
enterarse de que el individuo que desea ser
andrógino sea probablemente un homosexual
narcisita tiene poco que ver, en definitiva, con el
sistema de subsistencia de la novela.

El mismo reproche es aplicable, por ejem­


plo, al análisis que hace Jean Borie de la obra
novelesca de Emile Zola: Zola et les mythes 157.

Al dar cuenta de este ensayo, Henri Mitterand


plantea, para termïnar, una serie de
interrogantes que coinciden totalmente con el
propósito de esta obra: "A partir del momento en
que se ven surgir de la neblina textual algunos
grupos míticos a los cuales se reconoce un valor
fundamental, germinativo, ¿no convendría, si es
que se tienen en cuenta aspectos específicos de
la novela, examinar cómo esos grupos se consti-

—629—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tuyen en patrones estilísticos y narrativos, es­


tudiar, en suma, su funcionalidad novelesca? A
la inversa . ¿no habría que retener que se está
frente a un tipo particular de sistema textual (la
novela), y pesar la influencia de sus formas
canónicas, tal como funcionaban en esa época,
sobre la producción de sus temas y sus figuras?"
(La Quinzaine Littéraire, 1—5 de julio de
1971, p. 15).
3. La lectura-interpretación tiene ten­
dencia a creer que el acto de escribir se redu­
ce a la actividad fantasmática. Pero, como re­
cuerda B. Pingaud, "la escritura tiene una fun­
ción precisa, distinta de la simple representa­
ción... No escribiríamos si pudiéramos confor­
marnos con soñar ... Escribimos para los otros ...
La obra, que se dirige al otro, es al mismo tiem­
po algo diferente"158 Estas tres características
de la lectura-interpretación no son las únicas
reservas que pueden hacerse a este enfoque de
la obra. Por otra parte, no pueden disimular

—630—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

un problema teórico más importante y más


complejo que se extiende a lo largo de dos ejes
principales: las relaciones de la teoría con su
objeto, por un lado, y por otro, con la ideolo­
gía.

a) Adecuación de la teoría al objeto

El problema que se plantea aquí es el de


saber si la transposición del modo como escucha
el analista el discurso de su paciente es adecua­
do o no a la lectura de la obra literaria. Todos
los intentos que han podido leerse en el presente
libro postulan que esta transposición es
legítima, y todos ellos tratan más o menos el
texto literario como el discurso de la cura. Ahora
bien, no es seguro que se haya ganado esa legi­
timidad. En su análisis de las novelas de
Robbe—Grillet (véase supra, p. 124), Didier
Anzieu advierte de entrada que ha "escuchado"
el texto de la novela "como el chato monólogo de

—631—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

un paciente que se repite interminablemente"


159. ¿Qué puede significar la aplicación del punto
de vista psicoanalítico al texto novelesco (o
poético, o teatral, etc.)? ¿No se trata necesaria­
mente de una extensión puramente empírica, en
la medida en que los objetos que hay que alcan­
zar (las obras) no han sido determinados con
precisión? Es evidente, en efecto, que la situa­
ción analítica de la lectura—interpretación no
es definida nunca como un lugar de producción,
regulada teóricamente, de efectos particulares
subordinado al psicoanálisis como ciencia.

No nos asombra entonces que, en esas


condiciones, el discurso interpretativo se des­
arrolle indefinidamente en el campo de la "apli­
cación", ya que se muestra incapaz, al no
especificar sus objetos, de conceptualizar sus
propios límites. Podríamos preguntarnos, llega­
dos a este punto, si esa doble carencia no está
relacionada con un problema más fundamental,

—632—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que concierne al estatuto del psicoanálisis como


ciencia, y que podría formularse lapidariamente
así: ¿existe una teoría psicoanalítica? Es
obvio que la respuesta que puede darse a esta
pregunta corre el riesgo de acarrear cuestiona­
mientos mucho más radicales que los que pue­
den atribuirse a la lectura—interpretación de la
obra literaria.

—633—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

b) La relación de la lectura-interpretación con la


ideología.

De una manera general, la lectura—


interpretación utiliza algunos conceptos extra—
analíticos, que no son nunca discutidos como
tales, y que pertenecen a cierta ideología del
arte y la literatura: los conceptos de autor, de
creador, de obra, de creación, etc., que le im­
ponen, sin proponérselo, cierta visión de la
literatura, que es la que se pone en práctica
desde hace tres siglos en las sociedades
burguesas de Occidente. Esta falta de distancia
crítica respecto de conceptos adoptados por
imitación condena a la lectura—interpretación a
confortar a la ideología dominante y le retira
ipso facto todo poder de cambio. Del mismo
modo, podría discutirse el uso ideológico que
esta lectura hace por lo general de la noción de
sujeto. ¿Qué es, precisamente, ese sujeto del que
ella habla? ¿Se trata solamente del individuo

—634—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

biológico, o del agente—instrumento de las


prácticas y discursos ideológicos en una forma­
ción social dada, o de un sujeto estrictamente
psicoanalítico que no se ha definido todavía, y
que nunca se termina de definir? La confusión
que reina en este nivel es un síntoma de la oscu­
ridad ideológica que rodea a los intentos de psi­
coanálisis aplicado.

Es así que la lectura—interpretación, por


poco que se la interrogue, deja ver en seguda sus
déficit y sus errores. Estos límites y déficit son
tanto más paradójicos cuanto que este enfoque
se desarrolla libremente en el campo inagotable
de las "aplicaciones". Al ignorar orgullosamente
las expresiones sociales de los fenómenos bajo el
pretexto de que la pulsión es anterior y de que
la represión es originaria 160, la lectura­
interpretación confirma la idea de una unión
imperturbable entre lo originario del
Inconsciente y las múltiples estructuras en que

—635—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cae este Inconsciente. Es natural que se prefiera


en lugar de ese discurso analógico-deductivo, un
enfoque:

1. que tenga la ambición de determinar


rigurosamente su objeto y teorrizar su práctica.
2. que no se conforme con superponer
conceptos analíticos a un sustrato ideológico.
3. que cumpla una función deliberada-
mente transformadora, no solamente cuestio­
nando la ideología corriente, sino además pro­
duciendo conocimientos nuevos.

Esta triple petición de deseos puede


servir como transición a la parte siguiente...

—636—

TERCERA PARTE

EL TEXTO

A LA LETRA
SECCION 1

LA PROBLEMATICA LACANIANA
A este tipo de crítica interpretativa cuyas
ambigüedades e insuficiencias acabamos de se­
ñalar, el psicoanalista Jacques Lacan opone el
procedimiento que "hace responder el texto a las
preguntas que nos formula a nosotros", y que lo
trata como "una palabra verdadera, o as¡ debe­
ríamos decir, si conociéramos nuestros propios
términos, en su valor de transferencia" (Ecrits,
p. 381). ¿Transferencia? Entendamos por ello
que el crítico debe considerar el texto como algo
que hace aparecer y actualizar para el sujeto (de
la lectura) sus propias mociones sepultadas,
olvidadas, haciendo así de él un sujeto
"deseante" de acuerdo a los modos permanentes
en que se constituye su deseo, y dando a ese de­
seo el engaño provisorio de un objeto donde fi­
jarse.

Es éste un texto importante ya que nos


indica que, si hubiera para Jacques Lacan una
crítica literaria que pudiera ser reconocida como
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"saber" sobre la literatura, ésta sería una crítica


que considerara el texto no como el discurso (de
un autor) sobre el inconsciente, ni como el
discurso del inconsciente (de un autor), sino en
su inmanencia, en sí, como una palabra verda­
dera donde trabaja el inconsciente. Hay en el
texto un inconsciente en acción, un inconsciente
del texto, cuya exploración solo es permitida al
método analítico. Pero, así como el descubri­
miento freudiano del inconsciente redistribuye
la tópica del sujeto, así también el planteo de un
inconsciente del texto obliga a repensar el con­
cepto de texto, a formular la teoría de su pro­
ducción, es decir, la teoría de la escritura y de
la textualidad.

Esta "mise en abîme"161 debería permitir


responder una vez por, todas al juego de pregun­
tas y proposiciones entrecruzadas que se en­
cuentran –a veces con fuerza sugestiva pero
siempre sin fondo— en los rodeos de los ensa-

—640—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

yos críticos analítico—literarios: ¿qué es el tex-


to literario? ¿El trabajo de una pulsión? ¿Un
puro fantasma, estructura del engaño y de lo
imaginario, soporte de ilusión?. ¿Un síntoma,
repetición que actualiza el retorno de lo repri­
mido? ¿Un modelo mítico, ligado a las formas
regresivas de la subjetividad? ¿Un modelo
sexual sublimado? ¿Un modelo sexual desviado,
fijación perversa, puro fetiche? ¿Una demanda?
... Pero ¿quién la soporta? Y ¿cómo se opera la
transferencia? ¿Cuál es el objeto de la demanda
y dónde se sitúa? Dicho de otra manera, y en
términos directamente analíticos, ¿qué tipo de
relación intersubjetiva constituye el texto?
¿Entre qué sujetos y en qué lugares? Y además:
¿qué tipo de mediación abre la palabra textual
entre el sujeto y el mundo? , etc. (Ya que una
concepción dual gobierna, sin lugar a dudas, la
relación analítica, para la cual toda palabra su-
pone la posibilidad de una respuesta, aún cuan­
do ésta deba reducirse al silencio.)

—641—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Pocos críticos literarios imbuidos de psi­


coanálisis serían capaces de articular entre sí
estas proposiciones, que en más de una zona se
tocan entre sí. (Por lo menos en un punto, todas
ellas se cruzan, ya que todas suponen la función
del deseo. Que el texto estructura y expone el
deseo es algo en lo que todos están de acuerdo).

Pero poco importa. No se puede responder


a estas preguntas sin alterar la problemática
textual. Hay que comprender de otro modo la
pregunta que constituye su fondo común y que
las subsume a todas, esto es: ¿qué es el texto li­
terario? Si la desplazamos de su centro, la pre­
gunta sería: ¿qué es el texto, es decir, qué hace
el escritor al ser escritor? O también: ¿qué rela­
ción entre el sujeto (¿qué sujeto? ) con el lengua­
je (¿qué es el lenguaje? ) supone ese "hacer" en
el acto de la escritura?

—642—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Una franja nada desdeñable de la crítica


sabe actualmente 162 que es poco satisfactorio
iniciar procedimientos nuevos sobre la base de
presupuestos analíticos imprecisos, sin antes
haber definido la especificidad de la palabra así
analizada. Antes de definir enfoques y métodos
susceptibles de producir un conocimiento (¿una
ciencia? ) nuevo del texto, conviene preguntarse
qué es lo que está en juego en la producción del
texto (literario). Y solo puede hablarse legíti­
mamente de "crítica literaria", sin duda, en la
medida en que ésta ponga el texto "en abime".

La problemática que liga hoy psicoanáli­


sis y literatura, en consecuencia, se ha invertido
y se intenta captar lo que el psicoanálisis puede
decir no del texto producido sino de su produc­
ción. Se ha planteado el problema de si había
una relación entre el trabajo del inconsciente y
el trabajo de la escritura que pudiera ligar cual­
quier saber sobre el primero con una aprehen-

—643—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sión del segundo. Si el psicoanálisis toma como


objeto legítimo el trabajo del inconsciente, po­
dría entonces decir la verdad sobre el trabajo
del texto (literario)163

En el marco de esta nueva problemática,


las preguntas que se formulan al psicoanálisis,
como: ¿qué tipo de actividad desarrolla el
escritor cuando produce :n mensaje literario? o
bien ¿qué es ser escritor? no pueden recibir una
respuesta directa. Tampoco puede recibir la
pregunta en forma invertida, a saber: ¿cómo se
manifiesta en el texto este tipo particular de ac­
tividad? o bien ¿qué es la escritura? En rigor, no
es seguro que el psicoanálisis y solo él, esté
actualmente calificado para definir este concep­
to de "Literaridad" 164 con el cual tropieza toda
investigación fundamental. Sin embargo, en el
orden del saber, solo el psicoanálisis posee una
dimensión de desconocimiento, una dimensión
que le permite explorar aquello que constituye

—644—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

un "agujero" en el saber, recorrer la frontera que


une "la historia del sujeto" con "el impensable
innatismo de su deseo", (Ecrits, p. 114),
delimitar "la división del sujeto entre verdad y
saber" (Ecrits, p. 864), leer "el reverso del
discurso" y escuchar el inconsciente. Una di­
mensión que puede permitirle pensar esa im­
pensable "literaridad", esa especifidad del texto
literario que se ha sustraído, hasta ahora, a todo
intento de aprehensión científica.

Si pudo producirse esta inversión de la_


problemática psicoanálisis/literatura, es porque
el psicoanálisis, al punto en que lo había llevado
Jacques Lacan, imponía esa inversión, que
indica claramente el lugar originario desde
donde era legítimo pensar esa articulación.
Legítimo y posible, ya que la teoría de J. Lacan,
al recorrer los caminos del inconsciente (ya tra­
zados por Freud), parecía, en el curso de ese

—645—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

trayecto, echar un puente, un espacio común,


entre la actividad literaria y el inconsciente.

Llamemos a estos caminos "los caminos


de la letra". En "La Instancia de la Letra en el
Inconsciente" (Ecrits, p. 494), J. Lacan llama la
atención sobre el hecho de que la Universidad
de Letras, marcada desde Freud como "lugar
ideal" para la institución analítica, es también
el lugar legítimo donde debe elaborarse el con­
cepto psicoanalítico de "letra". Es en la letra
(cuya insistente presencia está marcada por las
"Letras") donde se engendra el discurso que
confiere al psicoanálisis su verdadera identi­
dad.

—646—

1. DE LA LETRA AL SUJETO

I. EL SENTIDO DE LA LETRA

"Denominamos letra a ese soporte mate­


rial que el discurso concreto extrae del lenguaje"
(Ecrits, p. 495). La letra es, por lo tanto, forma
simbólica y materialidad ("soporte material") del
significante, ese significante a propósito del cual
el psicoanálisis nos advierte que "sus unidades
están sometidas a la doble condición de reducir­
se a elementos diferenciales últimos (los fone­
mas), y "de componer éstos últimos según las
leyes de un orden cerrado" (la cadena significan­
te). Esta perspectiva nos obliga a no confundir,
por un lado, la letra y su huella escrita 165 , y
por otro lado, a no asimilar la letra al significan­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

te: la letra, materialidad del significante, es un


efecto del significante en lo real. Los caminos de
la letra pasan, entonces, por el sujeto de la pa-
labra y por el lenguaje. Más precisamente, por
el sujeto de la palabra en el lenguaje. En cuanto
al lenguaje, vamos a retener solamente ese or-
den, que es el único que funda su estructura, y
que es el orden del significante. Esta proposi­
ción, aun no siendo contraria a la formalización
lingüística de F. de Saussure, no deja de basarse
en una lectura que subvierte el esquema saus­
sureano; de esa lectura, el signo no sale indem­
ne.

II. LA CRITICA DEL SIGNO

La formalización Ste./Sdo. propuesta por


Saussure representaba el Signo como poseedor

—648—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de dos caras, cada una de las cuales no podía


pensarse independientemente de la otra; la
exacta correspondencia (biunívoca) de los planos
del significante y del significado es la condición
para el engendramiento de la significación.
La barra de separación, aun cuando marque
fuertemente "la posición primordial del sig­
nificante y del significado como dos órdenes
distintos y separados inicialmente por una
barra resistente a la significación" (Ecrits, p.
497), instituye también una relación; lo que
interesa a Saussure es que el signo se cons­
tituya como unidad de la significación: si un
significado viene a asociarse a uri significan­
te, un sentido surgirá en una unidad de len­
guaje.
Vemos, pues, que la teoría lingüística
"permite" pensar separadamente el orden del
significante, pero no "incita" de ninguna manera
a ello. En la formulación lacaniana de lo que el
analista llama el algoritmo saussureano S (—)

—649—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nada hay de inadecuado a la teoría de Saussure.


Sin embargo, en la formulación lacaniana, la
barra es metáfora de una "resistencia" y no ya
de una "asociación". De hecho, el concepto
saussureano de signo es objeto, en la
problemática lacaniana, de una crítica decisiva:
● por una parte, es inaceptable decir que
a un significante corresponde (arbitrariamente)
un significado (un concepto), y que el signo así
constituido produce sentido en la medida en que
hace referencia necesariamente auna cosa; el
mundo de las palabras no se modela sobre el
mundo de las cosas.
● por otra parte, el examen de ejemplos
más complejos que el célebre "arbor" de
Saussure muestra que la correspondencia
biunívoca no resiste al análisis, ya que no puede
asignarse regularmente un significado único a
un significante tomado en la cadena discursiva.

—650—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Estas objeciones revisten el carácter de


una crítica fundamental del signo, porque negar
a éste, por una parte, su función referencial, es
destruir el engendramiento de la significación
que le está supeditada y, por otra parte, des­
aprobar el juego de la correspondencia biunívoca
es destruir la idea de que hay un orden en el
significado que es análogo al del significante.
Del signo saussuriano quedan todos los
elementos, pero ha dejado de funcionar. Esto
implica una alteración radical en el pensamien­
to filosófico occidental, en el cual la noción de
signo confería al lenguaje una función de repre­
sentación del mundo para el sujeto. La ruptura
con la filosofía del signo acarrea una revisión
total de la posición del lenguaje.

Es fácil imaginar que esta ruptura en la


continuidad del pensamiento occidental tiene
como corolario una conmoción inmediata en lo
que hace al aporte de la crítica del signo a las

—651—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ciencias humanas, las cuales se ven obligadas a


volver a pensar sus premisas.

III. EL TRABAJO DE LA
SIGNIFICANCIA

Hemos visto que la letra es la consecuen­


cia material del lenguaje habitado por el sujeto,
pero que el lenguaje, en tanto orden, se reduce
al orden, primero y único, del significante. La
función de éste último, por su parte, no es re­
presentar al significado, ya que ninguna signi­
ficación está implicada ni es necesaria para la
transferencia de un significante a otro. Las
modificaciones aportadas al algoritmo saussu­
reano marcan esta preeminencia del signifi­
cante sobre el significado, el cual se desliza in-

—652—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cesantemente bajo el significante, más preci­


samente, bajo la barra que resiste a la signifi­
cación; de ahí S/s.

Sin embargo, las "ligazones propias del


significante" tienen una función en la génesis
del significado. En tanto orden autónomo, el
significante puede "entrar en el significado", es
"capaz" de la significación y la rige. El meca­
nismo de esta entrada está ligado al concepto
lingüístico (convertido en concepto analítico) de
puntuación, que bate en retirada al de signo
en la producción del sentido.

Esta producción es impensable en el nivel


de la unidad de lengua; debe ser pensada como
momento, detención en el flujo del habla, al
término del cual el significante va a franquear
la barra del algoritmo y va a "pasar al terreno
del significado" (Ecrits, p. 503). En la proble-

—653—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mática lacaniana, esta operación lleva el nom­


bre de significancia.

En este trabajo de la significancia, el sig­


nificado está lejos de responder a la imagen del
desarrollo lineal y unívoco que daba de él la teo­
ría saussureana; el significado articula "en pro­
fundidad", como sobre los diferentes pentagra­
mas de una partición: "Basta, dice Lacan, con
escuchar la poesía para que esa polifonía se deje
oír" (p. 503)

Hagamos por un momento una pausa en


los caminos de la letra para anotar qué aporta a
partir de ahora la teoría lacaniana de la signifi­
cancia a la renovación de la teoría literaria. La
significancia se presenta como el sustrato teóri­
co adecuado a la noción de "lecturas plurales",
que la crítica literaria ha adoptado actualmente
de un modo definitivo, y a los conceptos de con­
notación e isotopía, surgidos de la lingüística.

—654—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La noción de significancia suprime así y retira


toda validez a cualquier teoría del desvío y res­
ponde al mismo tiempo a la intuición de una es­
pecificidad (una "esencia propia") del lenguaje
poético.

IV LOS EFECTOS DEL


SIGNIFICANTE

El orden "polifónico" del significado per-


mite, pues, a la palabra, significar "algo total-
mente diferente de lo que ella dice", y en virtud
solamente del juego del significante, hacer oír
esa "otra cosa" "entre líneas". Provista de esta
función, la palabra puede decir lo "verdadero",
concientemente o ... inconscientemente.

—655—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Sin embargo, esta palabra diferente y


verdadera no es solamente el fruto del juego que
relaciona a un significante con otro significante,
sino que resulta de dos efectos significantes de
la letra en la producción de la significancia.

En efecto, el significante trabaja produ­


ciendo "efectos" que le son propios de acuerdo a
dos modalidades:

● La primera es la metonimia. Esta fi­


gura retórica, definida nuevamente como "fun­
ción propiamente significante" ("L'instance", p.
505), reside en la conexión, palabra por palabra,
de dos significantes, independientemente de
cualquier referencia a lo real.

—656—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Esta conexión de significante con signifi­


cante permite la elisión de un significante y el
reenvío de la significación a otra puntuación. La
barra del algoritmo no ha sido atravesada, la
única función de la letra es simbolizar aquí el
"agujero" del significante y la suspensión del
sentido. ¿Pero esta simbolización no es ya, en sí
misma, producción de un sentido? La significa­
ción puede engendrarse, por lo tanto, indepen­
dientemente de todo significado y a partir nada
más que de la letra.

● La segunda modalidad es la metáfora.


También en este caso, el principio de definición

—657—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

consiste en rechazar la referencia a lo real, del


cual haría uso la noción de una afinidad de dos
imágenes (por ejemplo, en el verso de Verlaine:
"La neige tombe à longs traits de charpie" 166 ).
La metàfora reside en la sustitución de un signi­
ficante por otro ("una palabra en lugar de otra")
en la cadena significante, y "el significante ocul­
tado sigue estando presente por su conexión
(metonímica) con el resto de la cadena" (Ecrits,
"L'Instance", p. 507).

"La neige tombe à longs traits de charpie"


filamentos blancos 167

Esta vez, se ha atravesado la barra del


algoritmo, la significancia ha actuado en un
"efecto de poesía o de creación" (Id., p. 515). La
función de la letra es simbolizar, con la entrada
del significante en el significado, la abolición del
significante propio producida por el significante
metafórico.

—658—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Creemos deber observar un comentario


incidental de J. Lacan, ya que estamos situados
en una perspectiva literaria 168). Al recordar que
las experiencias de escritura automática se fun­
daron —o creyeron fundarse— en el descubri­
miento freudiano del inconsciente, J. Lacan po­
ne de relieve el aporte que constituye a su teoría
de la metáfora "la poesía moderna y la escuela
surrealista" al establecer éstas que "toda con­
junción de dos significantes sería equivalente,
si no fuera que para producir la chispa poética
se necesita la mayor heterogeneidad posible de
las imágenes significadas" ("L'instance", p. 506).
(El error doctrinal reside, por supuesto, en la
parte de la cita que no subrayamos.)
La significancia es entonces el trabajo del
significante operándose en el significante para
constituir la significación.

Los efectos propios del significante son,


en el juego regulado del orden significante, des-

—659—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

viaciones (elisión, sustitución) que manifiestan


su eficiencia.
De este modo se explican los poderes
poéticos de la metáfora y de la metonimia, y
también el efecto producido por el "witz" de
Freud, "palabra" del ingenio 169 que es pura
"burla" del significante, juego que, en el signifi­
cante, no apunta nada más que a sí mismo, lite­
ralidad pura, "juego de palabras" o, como lo es­
cribe J. Derrida, "fuegos de muerte" cuya única
función es "consumir los signos hasta las ceni­
zas". (Quinzaine Littéraire, N° 152).

V. EL TEXTO A LA LETRA

El impacto de esta teoría del lenguaje, tal


cual, en una "ciencia" de la literatura ("Esta
literatura denominada exactamente las letras"

—660—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(Mallarmé) ) es ya evidente. No podemos dete­


nernos en ella, sin embargo, sin antes seguir a
la letra hasta el momento en que, al encontrar
la verdad freudiana, produce "todos sus efectos
de verdad en el hombre" ("L'instance", p. 509).
Observemos, no obstante, las dos conse­
cuencias inmediatas que van a afectar a causa
de esta teoría, el lugar de las "Letras":

1) Al presentarse como puro trabajo del


significante en el significante, trabajo
presentificado por la letra, la literatura nos di­
suade de dejarnos fascinar por la (las) significa­
ción (es) del texto, ya que toda "interpretación"
mal comprendida no apunta más que a formas
imaginarias, sombras y reflejos que estarían en
reserva en el texto. Se trata de una condenación
definitiva de cualquier práctica crítica que
considere el texto como "objeto secundario res­
pecto de lo real" o como copia de su autentici­
dad; texto que "quiere—decir—la—verdad" y

—661—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

que por ende define la literatura como represen­


tación (de lo real) y determina la exigencia de la
verosimilitud. Y, más allá, denuncia de la ideo­
logía cultural que recuperó el trabajo de la letra
como "Literatura" y, en este caso, como producto
de consumo de y para esta ideología.

La reflexión sobre el texto (literario) toma


desde ahora como eje la siguiente definición de
J. Kristeva, que introduce el texto de su obra
Semeiotike, Recherches pour une sémanalyse
170: "La literatura nos parece ser actualmente el
acto mismo que capta cómo trabaja la lengua y
que indica lo que ella tiene en el día de mañana
el poder de transformar" (Le texte et sa science",
p. 7. (El subrayado es nuestro.)

2) Si el trabajo del texto sigue las leyes


del significante, el texto es, en sí mismo, efecto
en lo real de este trabajo, o sea, pura estructura
literante. Se explica así (parcialmente) la obser-

—662—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vación de J. Lacan con la que terminábamos


nuestro primer capítulo: "Mi crítica, si es que
puede considerársela literaria, no puede versar
(e intento hacerlo) más que sobre lo que Poe, al
ser escritor, hace para formar un mensaje así
sobre la letra" ("Lituraterre", p. 4). El análisis
exhaustivo de este "mensaje" se encuentra en el
capítulo que abre los Escritos, "el seminario so­
bre la carta robada171 .

Lo que hace Poe en La carta robada 172 es


formar un mensaje sobre la letra 173; manifiesta,
en primer lugar, que sus desplazamientos y re­
envíos producen y estructuran el texto, inde­
pendientemente de todo contenido e "incluso del
significante del que la carta es portadora" ("Li­
turaterre", p. 4): "El cuento consiste en que pasa
en él, escamoteado, el mensaje cuya letra sufre
peripecias, sin él" (Id., p. 4).

—663—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

El texto no es, pues, simple juego regula-


do de los significantes, en cuyo caso equivaldría
a una pura lógica algorítmica que se sostiene
por su propia existencia y opera fuera de toda
determinación espacio—temporal; tampoco es
palabra, sino simple desarrollo formal del len­
guaje. Hay que deshacerse de esta ilusión, de la
que todavía vive actualmente el mito de la
"ciencia literaria". El texto no puede definirse
como ese enunciado cerrado, estructura grama-
tical definible a propósito de la cual podría pro­
ducirse un "saber exacto" ¿qué puede decir la
lingüística del significante, fuera de describirlo
como sistema de diferencias, o analizar sus mo-
dos de articulación en el lenguaje observable,
sus funciones (ubicaciones, faltas), o su consti­
tución en sistema significante? Sería una em­
presa limitada, y que nada dice sobre el origen
del lenguaje.

—664—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La verdad del texto debe captarse en otro


lugar, un lugar en que se niega la "puesta fuera
de juego del sujeto y la pura adherencia del lo­
gos a sí mismo": ése es el lugar del psicoanálisis.
Hay que volver, aquí, a la estricta definición de
la letra, efecto de significante productible por el
hecho de que el sujeto (del discurso) "vive en" el
lenguaje.
En los caminos de la letra encontramos,
pues, al sujeto...

VI. EL SUJETO EN LA LETRA

Expresión inesperada ... ya que pensa­


ríamos más bien que el sujeto "detenta" el poder
significante de la letra y que el significante pue­
de producir sus efectos "gracias a que está pre-
sente en el sujeto". Teóricamente, para el pen-

—665—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

samiento occidental, el sujeto es el soporte de


la significación ya que detenta el pensamiento
consciente.

Su lugar estaría entonces allí donde se


engendra la significación al atravesar la barra.
"Cogito, ergo sum", pienso, luego existo, aforis­
mo cartesiano cuya "evidencia" va a ser subver­
tida por el paso "empírico" que nos hace dar el
descubrimiento freudiano. Este descubrimiento
es el del inconsciente.

1. LA LETRA EN EL INCONSCIENTE

Lo que nos interesa más directamente


aquí de este inconsciente es su estructura. Re­
leyendo rigurosamente a Freud (el "retorno a
Freud"), J. Lacan detecta esta estructura y la
analiza a través de sus efectos más empírica­
mente observables en la elaboración de los sue-

—666—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ños. El sueño es, literalmente, estructura lite­


rante, es decir, que pueden inferirse de él, se­
gún el principio de la significancia, pero con to­
tal independencia de cualquier referencia a lo
real, el mismo juego de elementos significantes
en su sistemática diferencial, su organización
específica en discurso y su producción de efectos
de lenguaje.

Una correspondencia término a término


permite a J. Lacan mostrar rigurosamente la
identidad estructural que hace del sueño, lite­
ralmente, un lenguaje (una forma del lenguaje).

● Transposición: deslizamiento del signi­


ficado bajo el significante,
● condensación: sobreimposición de los
significantes o metáfora,
● desplazamiento: contigüidad de los sig­
nificantes o metonimia,

—667—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● elaboración secundaria: organización y


desarrollo sintáctico lineal en discurso.

Efecto observable del inconsciente en lo


real, el sueño manifiesta la función constituyen­
te del significante para el inconsciente: "El in­
consciente está estructurado como un lenguaje".
Todos los efectos del inconsciente, todo lo que de
él puede captarse, se reduce al lenguaje en sus
efectos: porque no hay "lenguaje del inconscien­
te" que pueda distinguirse del lenguaje mismo.
El mismo algoritmo, S/s, define la tópica del in­
consciente.

Aquí se sitúa, precisamente, el anclaje del


psicoanálisis en una teoría del lenguaje; si ser
escritor es manifestar la letra en sus rodeos y su
destino, ser analista es mostrar "la letra (la car-
ta)que no llegó a destino" y demostrar dónde
"produce un agujero” 174. No hay que olvidar, en
efecto, que el inconsciente es el "capítulo censu-

—668—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rado" de la historia del sujeto, el lugar en que se


ejerce la represión. Como el inconsciente trabaja
(tratando de filtrarse) en el significante, es en
los "agujeros" del significante (lapsus, errores,
chistes) donde el analista podrá intentar desci­
frar la "palabra verdadera" en la cual se mani-
fiesta el inconsciente.

Si la meta de la crítica literaria es actua­


lizar el inconsciente del texto, su "verdadera pa-
labra", es preciso, literalmente, que se aplique
al análisis de su funcionamiento significante.
Debe atenerse ... a la letra del texto.

2.LA TEORIA DEL SUJETO

El inconsciente consiste, entonces, "en


que el hombre está habitado por el significante"
(Ecrits, p. 35). Si nos atenemos a esta conclu­
sión, un problema surge de inmediato, a saber:

—669—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"Una vez que hemos reconocido la estructura del


lenguaje en el inconsciente .¿qué tipo de sujeto
podemos concebir para él? " (Ecrits, p. 800). A la
pregunta: ¿Quién habla? , la respuesta esperada
es: el sujeto de la enunciación. Sujeto cuya defi­
nición nos es dada desde hace más de tres siglos
por el "cogito" filosófico: el que habla es el que
piensa y es, por lo tanto, el sujeto. Pero, ¿admi­
tiremos a este sujeto que aparece en el adveni­
miento del significado también como sujeto del
significante y/o sujeto del insconsciente? Este
sujeto —al que el Yo del enunciado y los embra­
gues de la enunciación 175 designan pero no sig­
nifican—, si se lo puede identificar al sujeto del
inconsciente /lenguaje, ¿dónde se construye?

El inconsciente no puede, por definición,


ser compatible con el sujeto del "cogito"; hay que
renunciar "a la transparencia del sujeto tras­
cendental" en su "afirmación existencial"
(Ecrits, p. 516). El salto de la barra, el juego

—670—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

significante de la metáfora y la metonimia se


producen "allí donde yo no estoy porque no pue­
do situarme allí" (Id., p. 517).

Deduciremos de ello —y esto implica un


vuelco radical— que el lugar del sujeto del signi­
ficante es absolutamente excéntrico respecto del
lugar que ocupa el sujeto (cartesiano) del signi­
ficado: "Pienso allí donde no soy, por lo tanto,
soy allí donde no pienso" (=donde no pienso pen-
sar) [Id., p. 517]. ¿Dónde? En el orden mismo del
significante y/o del inconsciente.

Allí, en y por el significante, va a cons­


truirse el "otro" del sujeto, en esta "excentrici­
dad radical respecto de sí mismo a la que se ve
enfrentado el hombre" (Id., p. 524).

—671—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

VII. DE LO LITERAL A LA
LITERATURA

Volviendo al texto, éste existe en virtud


de ese algo que sin embargo no está presente;
huella inscripta de un sujeto perdido, es el sus­
tituto del inconsciente, perdido o velado.

Es así que "Lacan autoriza un procedi­


miento nuevo, que tratará menos de poner en
evidencia una organización edípica respecto de
la cual el texto sería un fantasma privilegiado,
que de poner de relieve y recorrer una red de
significantes constitutivos del texto (manifiesto
y latente ) " 176 Pero la relación que mantiene la
escritura con el proceso, constituyente del suje­
to, que es la letra producida, no es de ninguna
manera una relación de identidad. Escribir la
letra es, siempre, mimar su producción.

—672—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Esta operación no "prueba nada más que


la fractura, que solo un discurso puede producir,
con efecto de producción " ("Lituraterre", p. S).
Si bien la escritura puede re—presentar esta
fractura que es la inscripción del inconsciente
en el orden simbólico y por la cual se estructura
el sujeto, es incapaz, sin embargo, de reprodu­
cirla. Lo que ella hace aparecer es una aparien­
cia de la falta en la que el sujeto se ubica. Serge
Leclaire expresa más radicalmente todavía este
"fracaso obligado" ("Le réel dans le texte", Lit­
térature, N° 3, p. 32): "La letra escrita sobre
el papel, por el hecho mismo de que intenta (in­
conscientemente) re—producir la ruptura que es
la inscripción inconsciente, realiza de hecho
una borradura, una sutura del corte... Nin­
gún texto puede poner en juego aquello cuya
textura misma está hecha para taponar, ningún
artificio de escritura puede verdaderamente
deshacer esta intrínseca función de vestidura
del texto ... escribir es, en primer lugar, una ten-

—673—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tativa imposible por controlar el texto incons­


ciente."

Esta tentativa hace del texto menos una


"mímesis" que una puesta en escena, que explo­
ra la aventura del lenguaje 177, pero que tam-
bién explora, en el lenguaje, la aventura del su­
jeto.
En cuanto al engaño que hace del autor el
sujeto del texto, y proyección en lo imaginario
de la imagen del sujeto, es ese engaño el que
hace posible el fenómeno de reivindicación lite­
raria. La imagen de un sujeto de la letra viene a
suplantar, por intermedio de lo imaginario, la
verdad del sujeto en la letra 178 . Volvamos a
leer el "Séminaire sur la Lettre volée". la letra
(o la carta) constituye un "personaje" para aquel
que la posee. Este personaje, cuyo alcance es
imaginario, compromete al sujeto en una rela­
ción nacisista. De ahí los prefacios y otros avisos
al lector, en que el escritor intenta abolir toda

—674—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

distancia entre el Yo y el texto, y busca la iden­


tificación total del Yo con el sujeto 179

El productor de la letra no es el sujeto,


aún cuando la letra reproduce "aquello que sub­
siste del sujeto". Esta afirmación sería irrisoria,
sobre todo porque el poder de la letra se ha disi­
pado ya, una vez que se produjo.

Por lo demás, re—producir la letra no es


solamente el privilegio del Yo que escribe; la lec­
tura es también un modo de re—producción de
la letra, y en él, se construye otro sujeto, radi­
calmente heterónomo al primero, y que suscita
su propio imaginario. "El enfoque analítico de
un texto literario ... equivale a denunciar, en
primer lugar, la ilusión crítica que consiste en
omitir al lector, en hacer como si el lector no
fuera, también, un lugar de enfrentamientos
significantes y de significaciones inconscientes"
(M. Pierssens, art. citado, p. 27).

—675—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

VIII. EL TEXTO Y SU VERDAD

La verdad se teje en la huella del sujeto


capturado en la letra; verdad del discurso del
inconsciente, que rige la letra. Verdad que, en la
articulación del discurso, se desliza hacia lo
imaginario (que se enraíza en lo simbólico).
Verdad que practica un "agujero" en el saber.

¿Pero cuál es esta verdad? Si la letra di­


buja los bordes de ésta, y si producirla es hacer
una "tierra litoral" entre verdad y saber, es el
psicoanálisis el que debe decirnos, en primer
término, cómo la letra convoca a producir el
discurso de la verdad, y en segundo término, de
qué modo invoca a colmar el "agujero" del saber.

—676—

2. DESEO A LA LETRA

I. VERDAD Y SABER

Si el otro borde del saber puede llamarse,


en un primer tiempo, verdad, es porque la cien­
cia no puede reconocer en la verdad su propio
fin; lo que interesa al hombre de ciencia es que
el fenómeno que es para él objeto de conocimien­
to sea "comunicable" en algún lenguaje (condi­
ción de orden mental), registrable de alguna
manera (condición del orden experimental), y
que logre insertarlo en la cadena de las identifi­
caciones simbólicas en la cual su ciencia unifica
la diversidad de su objeto específico (condición
del orden relacional) (Ecrits, "Au—delà du prin­
cipe de réalité"; p. 19). La ciencia puede propo­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nerse como objeto la verdad, "su fenómeno y su


valor", pero siempre será discurso sobre la ver­
dad, y en ningún caso discurso de la verdad; en
efecto, "ningún lenguaje puede decir lo verdade­
ro sobre lo verdadero, ya que la verdad se funda
sobre el hecho de que habla, y no tiene otra ma­
nera de hacerlo (Ecrits, "La science et la vérité",
p. 867).

Sin embargo, la verdad sigue siendo la


contrapartida. "sin la cual nada puede concebir­
se del saber" (Ecrits, "D'un syllabaire après
coup", p. 724), ese borde cuyo discurso no puede
menos de ser reconocido. Lo que el psicoanálisis
aisla como su fin propio es la verdad, o por lo
menos sus efectos, su discurso, ya que el incons­
ciente estructurado como un lenguaje es la pa-
labra verdadera.

En la prosopopeya, que se volvió célebre,


de "La cosa freudiana", la verdad sostiene ella

—678—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

misma su discurso (p. 409—411): "Yo, la verdad,


hablo", y esta verdad toma los caminos de la le­
tra, y no los del pensamiento.

Pero se trata de una verdad que se oculta,


al estar capturada en el juego del significante.
Sin embargo, es Ella la que el sujeto articula en
su lugar, es Ella la que lo habla.

II. EL DESEO A LA LETRA

Si "la letra produce todos sus efectos de


verdad en el hombre" (Ecrits, "L'instance", p.
509), es porque "como en derivación de la cade-
na significante corre el arroyuelo del deseo". Por
la necesidad en que el sujeto se encuentra " de
hacer filtrar por los desfiladeros del significante
la satisfacción de toda necesidad, su deseo, mar-

—679—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ca de hierro del significante en el hombro del


sujeto que habla" (Ecrits, "La direction de la cu­
re", p. 629) se construye en él como pura acción
del significante. Sin embargo, aunque inscripto
en la cadena significante, el deseo solo puede
aprehenderse en su interpretación (en la inter­
pretación de los efectos del significante), ya que
el sujeto deseante no se sabe deseante, y el de­
seo consuma el corte que sufre el sujeto "al ser
sujeto solamente en la medida en que habla 180

(Ecrits, "La direction de la cure", p. 634).

El deseo inconsciente que trabaja para


tener acceso al significante es, pues, lo que el
sujeto articula en lugar de él: deseo indestructi­
ble. El símbolo, al ser usado por la subjetividad
para controlar su privación del objeto imposible
del deseo (haciéndolo aparecer/desaparecer en el
orden significante 181), "se manifiesta en primer
lugar como asesinato de la cosa, y esta muerte
constituye, en el sujeto, la eternización de su de-

—680—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

seo" ("Fonction et champ de la parole et du lan-


gage", p. 319).

III. EFECTOS DE LENGUAJE,


EFECTOS DE VERDAD

El sujeto hace visible, pues, en la articu­


lación de la cadena significante, una "falta de
ser" nunca satisfecha 182.

Es la metonimia la que inscribe esta falta


de ser en el orden del significante; por medio de
la elisión de un significante, posterga indefini­
damente la significación; la "falta de ser", lo im­
posible del deseo viene a querer decir que el de­
seo es metonimia, "eternamente tendido hacia el
deseo de otra cosa" (Ecrits, "L'instance", p. 518)

—681—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a lo largo de la cadena significante, y significan­


do, por este "efecto", su perennidad y su inacce­
sibilidad, o sea, su "poco sentido". De la figura
metonímica solo figurará, en lo imaginario, esa
"parte" (en vez del todo), imagen parcial que
"remedia ese momento de falta y viene entonces
a la posición de soportar todo el precio del de­
seo".

El sujeto accede al sentido de su deseo


cuando el otro "efecto" del significante está en
juego, "efecto de sentido positivo" (Ecrits: "La
direction de la cure", p. 622): la metáfora. En la
sustitución de un significante por otro signifi­
cante (independientemente de sus significados
respectivos) el sentido reprimido de su deseo es
significado para el sujeto 183. Esto es lo que hace
del síntoma, significante corporal del deseo im­
posible, una metáfora.
De la estructura del sujeto capturado en
la cadena significante se deduce la estructura

—682—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del deseo y la del síntoma, "porque el síntoma es


una metáfora, quiérase o no aceptarlo, así como
el deseo es una metonimia, aunque el hombre se
ría de ello" (Ecrits, "L'instance", p. 528). Estos
dos efectos significantes dan a la verdad su
campo; toda palabra verdadera es, primeramen­
te, verdad del deseo. Verdad que no puede decir­
se; y porque solo hablando puede decirse ella
misma, no entra en el campo del saber.

IV. EL DESEO Y EL TEXTO

Del deseo en el texto, podemos afirmar de


ahora en adelante que actúa en su relación in­
augural con el significante y que está presente
en todos los puntos del texto como deseo múlti­
ple, según que el texto sea escritura o lectura.184

—683—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

¿Cuál es el deseo? En primer lugar, el que


se articula en el texto entre un sujeto y otro y
entre todos los sujetos en el texto en tanto suje­
tos deseantes; cada uno desea sorprender las
huellas del deseo del otro, cada uno desea al
otro, lo cual implica una transferencia sobre el
eje de este deseo 185

Esto es cierto ya que, en el texto, deberí­


an poder analizarse (en el sentido psicoanalíti­
co) tanto el deseo del "Lector" como el del "au-
tor". "La lectura, escribe M. Pierssens (art. cita­
do, p. 28) es una función del sujeto, a la que el
sujeto no debe sustraerse"; función en la cual
(otro) deseo trata de satisfacerse, y "al hacerlo,
se vuelve escritura, donde ya nada se reconoce
de la escritura fantasmáticamente primera".
Porque, aún cuando la letra depositada en el
texto no cambie, aun cuando intente re-producir
el (¿pero cuál? ) sujeto que vuelve a fracturarse
sobre el eje de lo simbólico, el corpus inconscien-

—684—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

te en el cual la letra toma su referencia varía, y


varía el imaginario que el sujeto suscita, en ese
fantasma privilegiado en que se convierte el tex-
to.

Pero, ¿son detectables las huellas del—


deseo? Para el deseo actuante en texto, el objeto
es ilusorio, siempre ha sido ya perdido, ya que
no se marca nunca el deseo del otro si no es con
el propio deseo. Ninguna objetividad puede
aparecer en la relación intersubjetiva que anu­
da, en virtud del juego del deseo, la lectura y la
escritura. Al buscar el deseo del otro, me es de­
vuelto mi propio deseo.
La crítica literaria es víctima,
precisamente, de este juego paradójico. M.
Pierssens lo explica largamente (art. citado, p.
27): "El deseo del saber objetivo sobre el
inconsciente del otro (el escritor) no es sino una
forma de resistencia a la verdad de su propio
inconsciente, resistencia al deseo ... hacer crítica

—685—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

literaria no es más que uno de los modos de


negar el deseo al tiempo que se intenta
responder a él. El psicoanálisis literario no es,
pues, más que el análisis que el texto mismo
opera, sobre el analista que toma a aquél como
objeto. El "autor" que el crítico quiere sacar de
las tinieblas no es más que el objeto perdido de
su deseo, y el texto, un fantasma múltiple de
objetos...

En este sentido, se justifica lo que antici­


pábamos (p. 283) respecto de la no validez de la
crítica analítica entendida como saber sobre el
texto (como "ciencia literaria"). La crítica, ya sea
analítica o no, es siempre un texto a propósito
de otro texto y que responde a su llamado, y a
ese llamado " cada uno es libre de responder".
También en este sentido se justifica el re­
chazo de Lacan de todo "juicio" literario que esté
fuera del campo del análisis. El psicoanálisis, ya
lo dijimos, no está de ninguna manera calificado

—686—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

para interrogar al texto; esto es desde ahora


obvio.

Es el texto el que debe interrogar al psi­


coanálisis, "medirse" con él, ya que "solo él
detenta el enigma" ("Lituraterre", p. 9). Si la
crítica literaria pudiera renovarse, sería
justamente en función de esa interrogación, que
ya no puede eludirse.

—687—

SECCION 2

ESCRITURA Y TEXTUALIDAD
1. LA LOGICA DEL TEXTO

I. UNA TEORIA DEL TEXTO

La investigación más saliente, surgida del


saludable encuentro de la crítica, la semiótica y
la escritura de vanguardia es responsable, como
ya vimos, dé una reelaboración de un concepto
del texto dentro de un proceso de cambio
ideológico y cultural, cambio que esa investiga­
ción ha contribuido a imponer a nuestra civili­
zación occidental.

Entre estas intervenciones teóricas, rete­


nemos como los más decisivos los trabajos del
grupo "Tel Quel" y los nombres de Roland
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Barthes, Philippe Sollers, Jean Pierre Richard,


Julia Kristeva, etc.

A esta última autora debemos la primera


(y única) tentativa de elaborar una "teoría" del
texto. Se trata de una teoría homogénea, aun­
que esté edificada sobre los fundamentos de un
saber ampliamente interdisciplinario; la ciencia
de las formaciones históricas, la lingüística, la
antropología, la filosofía del lenguaje, la lógica,
etc., y por supuesto el psicoanálisis, se conjugan
para intentar especificar, por medio de sucesivos
enfoques, el objeto de análisis: el texto, o la
escritura. Esta interdisciplinariedad es
altamente legítima si se tiene en cuenta la com­
plejidad del objeto al que apuntan estos diversos
saberes; es legítimo, asimismo, el intento de
amalgamar a éstos en el seno de una teoría
homogénea.

—690—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Las obras de referencia de esta teoría son


Semeiotike, ya citado en p. 295, Le texte du
roman y La révolution du langage poétique 186 ;
en esta última obra, la teoría del texto se reduce
a una teoría de esa escritura cuya producción
manifiesta es la escritura poética.

No es fácil y ni siquiera legítimo disociar,


dentro de una construcción teórica, los princi­
pios que dentro de ésta dependen de un saber
particular; no obstante, trataremos de
demostrar el impacto del psicoanálisis en la
génesis de sus conceptos principales.

II. LA PRODUCTIVIDAD TEXTUAL

La noción de "productividad textual", que


está en el centro de la reflexión común a los

—691—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

teóricos del texto, mantiene en lo esencial una


deuda con los conceptos económicos de trabajo y
producción 187. Sin embargo, sería erróneo no
postular para ella ningún otro horizonte, ya que
el psicoanálisis no puede ser ajeno, como
veremos, a la formulación de esta nueva
problemática, aun cuando el concepto de "texto"
no haya aparecido sino en uno que otro
momento (evidentemente marginal) de su re­
flexión.

El problema de la génesis del objeto—


texto se había planteado ya antes de que apare­
ciera el término de "productividad" en la elabo­
ración teórica de Julia Kristeva, como conse­
cuencia inevitable de:

Las mutaciones teóricas del pensamiento


científico, por ejemplo: la crítica del idealismo, el
impacto del materialismo dialéctico, el rechazo

—692—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del pensamiento del signo, la crítica del


logocentrismo, etc.

La incapacidad de las ciencias del lengua­


je y de la literatura para explicar:

1. Las particularidades objetivas de la


escritura textual, y especialmente poética.

2. El juego de desplazamiento y
pluralización del sentido que hace que el texto
exija lecturas y relecturas.

Los "poderes" del texto en el orden de lo


real, no tanto cultural sino socio—histórico,
poderes de desorden y provocación que colocan
al texto como práctica significante en el seno
del proceso de la historia.

Se denunciaba ya formalmente la ilusión


que considera al texto como un objeto/producto

—693—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de la "literatura" y por lo tanto, no capta más


que un efecto. Esto se debe al hecho de que la
"literatura" es un lugar ideológico cuyos mitos,
en particualr el de literatura/representación,
ocultan la constitución del objeto texto.

El concepto de productividad textual


constituye el primer intento eficaz por romper la
superficie estructurada y terminada que oculta
el espesor del texto y el primer intento por
revelar, al atravesar ese espesor, las leyes de su
engendramiento.

La noción de productividad implica, pues,


una reflexión fundamental sobre la escritura, ya
que solo el trabajo que se efectúa en la escritura
posee un poder generador; el texto no es más
que "una función de que dispone la escritura 188

Este trabajo que se opera en la escritura se


define como una productividad que es, de hecho,
la capacidad productiva de la escritura misma

—694—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(J. Kristeva propone "adoptar el término de


escritura cuando se considera un texto como
producción", Semeiotike, p. 41). El hecho de
que este trabajo pueda desembocar en la pro­
ducción de un "sentido" no puede sino justificar
la oposición teórica entre "texto literario" y
"texto/producción" o escritura.
El psicoanálisis tiene un rol protagónico
en la elaboración del concepto de productividad
textual, ya que hace de la escritura en sí el
lugar de un trabajo específico. El psicoanálisis
indica, en efecto que:

1. La escritura en sí, es decir, indepen-


dientemente del acto de cualquier sujeto de con­
ciencia, resulta de un funcionamiento signifi­
cante que excluye el significado; no podría con­
cebirse, pues, como el instrumento lineal de la
presentación.

—695—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La escritura es el lugar de una práctica


en la letra, cuyos poderes explora. Al mismo
tiempo que "abre la posibilidad de la lengua en
sus diferencias 189, esta escritura en acto se
revela como "exploración y descubrimiento de
las posibilidades del lenguaje" 190, las cuales no
se reducen de ninguna manera, como acabamos
de verlo, a la producción de un sentido.

2. La escritura es el lugar en que se


define la relación del sujeto con su discurso, ya
que en ese lugar se representa el Sujeto, cuya
estructuración frente al objeto perdido de su de­
seo es denunciada por la teoría del inconsciente.
En el juego de la letra, cuyo referente es siem­
pre el inconsciente, se marca el enganche de lo
sexual y se desencadena la producción de goce.

Si el psicoanálisis "tiene como meta dar"


(a la ciencia del texto) "un terreno
materialista.... a las avanzadas de la lógica

—696—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dialéctica"191, no es menos cierto que propone


también, de entrada, a la abstracción lógica la
orientación de su itinerario. Si nos situamos en
ese lugar material donde se apoya la lógica que
recorre el proceso del texto, nos vemos obligados
ya a captar el texto como una productividad
"translingüística"; si la escritura es el juego del
significante, de sus efectos y sus desvíos, el
texto no puede ser otra cosa que un acto signifi­
cante específico que opera a través de la lengua
192, una práctica que, a pesar de producirse en el
lenguaje, "solo es inteligible a través de él". Por
otro lado, el psicoanálisis indica la necesidad de
volver a una anterioridad del lenguaje, con el fin
de captar en la escritura las relaciones del suje­
to con el significante, donde está incluida tam­
bién lá violencia qué los mecanismos
inconscientes producen en el orden significante.

"Medida inherente de la literatura (del


texto), la productividad textual no es la

—697—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

literatura (el texto)", así como la escritura no es


la literatura 193. Ella es lo que precede y supera
al sentido, y lo que deja de lado la realización de
un verosímil; sentido y verosimilitud no son más
que los sustitutos aparentes de su trabajo, que
es una "actividad negativa" (R. Barthes, L e
s y s t é m e d e l a m o d e ) . S i en cada momento
de la práctica significante hacen su aparición
múltiples significados, es el modelo el que, para
"producir" el sentido, opera en el espesor de la
lengua ("en su misma materialidad") explorada
por la productividad textual.

La productividad es también aquello que


se niega a una "literalidad" que se definiría no
en función de los poderes de la letra (en el sen­
tido analítico) sino en función de las determina­
ciones lingüísticas a las cuales finge someterse.
Porque la productividad del texto hace de esa
práctica una pura transgresión de las determi­
naciones de la lengua:

—698—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

● Ella redistribuye el orden de la lengua e


introduce en ella otras categorías, extraídas de
la lógica y del psicoanálisis.
● Viola sus estructuras sintácticas.
● Pulveriza su estructura (su código), en
favor de una organización diferente, compleja,
"infinidad potencial" no c o d i f i c ad a.
● Perturba su "conformismo" (en la medi­
da en que la lengua es una función social).

Por este recorrido a través de la lengua,


el texto adquiere su total autonomía:
Autonomía respecto del sentido: el tex-
to/producción no "relata" ni "describe", no es,
como tal, portador de ningún "mensaje".

No hay ningún sentido que circule en esa


"infinidad potencial", porque en ella no es posi­
ble ninguna conformidad a una supuesta "ver­
dad".

—699—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Autonomía respecto de la lengua: el tex-


to/producción es un "desafío", que produce pri­
meramente, fuera de una estructura, una infi-
nidad de derivaciones 194 posibles y realizables,
aunque solo algunas se realicen efectivamente.

En una escritura que s e representa, en


un texto que escribe su producción " irreductible
a la representación 195, las particularidades del
trabajo en (y a través) la lengua se manifesta­
rán en forma de resplandores, disyunciones, de­
semejanzas, ambivalencias, anáforas, conexio­
nes, permutaciones, intervalos y juegos combi­
natorios múltiples, que abren en el texto un es­
pacio cuya lógica es específicamente textual.

Hay que encontrar el proceso generador


de esta infinita diversidad; este proceso genera­
dor va a equivaler al trabajo que provoca en la
lengua un juego ilimitado de operaciones, traba-

—700—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

jo productor/destructor, unificador/ dislocador, y


que articula el "sentido" en una "infinidad dife­
renciada, cuya combinatoria ilimitada no en­
cuentra nunca límites"196. ". Este trabajo, cuya
lógica puede definirse, es la significancia. El
concepto lacaniano (cfr. p. 289) es utilizado aquí
prudentemente, pero en una visión más amplia,
donde debe mostrar su aptitud para dar cuenta
objetivamente de las particularidades de la es­
critura poética y de la infinitización del sentido
en el texto.

La productividad que constituye la lógica


propia del texto es, pues, lo que hace a éste "ex­
traño" a la lengua. En esta transgresión, puede
leerse la marca de un trabajo que opera sobre
las huellas del inconsciente, excavación practi­
cada en vistas al goce y brecha abierta sobre el
retorno de lo reprimido 197 . Parecería que una
tendencia inherente al lenguaje lo lleva a volver
a ese originario todavía no socializado que pre-

—701—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cede a la instauración de lo simbólico y a la "po­


sición" del Sujeto en el significante, y a denun­
ciar ese lugar y ese momento en que , no existe
como lenguaje, si se entiende por lenguaje una
cadena de significantes estructurada de acuerdo
a las reglas de un código de comunicación198. Es-
ta efracción que el lenguaje hace del lenguaje se
presenta correlativamente como efracción de la
represión inscripta en las huellas. amnésicas
inconscientes (en el significante).

La productividad del texto implica, en


consecuencia, recorrer un borde fronterizo entre
lo preverbal y los postverbal, lo preedípico y lo
postedípico, lo pulsional y lo reprimido, lo dis-
continuo y lo continuo, etc. La experiencia tex­
tual retrotraída a su germen representa "una de
las exploraciones más osadas que el sujeto pue­
da permitirse acerca del proceso que lo constitu­
ye 199

—702—
2. LA SIGNIFICANCIA Y SU
"CIENCIA"

I. EL SEMANALISIS, "CIENCIA"
DE LA SIGNIFICANCIA

No hay ninguna definición más sintética


ni más clara de la significancia en el texto que
la que da J. Kristeva en Semeiotike (p. 9):
"Llamaremos significancia al trabajo de dife­
renciación, estratificación y confrontación que se
practica en la lengua y que deposita en la línea
del sujeto hablante una cadena significante co­
municativa y gramaticalmente estructurada".

La significancia es un trabajo en la len­


gua que llega a modificar hasta su materia (su
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

organización lógica y gramatical); es, por lo tan­


to, el trabajo del (y en el) significante. Para de­
limitar el proceso de la significancia, es preciso
captar de qué manera se engendran, en el sig­
nificante, estos estratos diferenciados que se
confrontan en él, irreductibles a la producción
de un sentido (por parte de un sujeto de con­
ciencia) y resultantes, sin embargo, de un proce­
so que transforma necesariamente toda produc­
ción de sentido (y que "pulveriza" al sujeto). Se
trata de un proceso análogo a la figurabilidad en
el sueño, que "transforma en contenido del sue­
ño la producción de los pensamiento del sueño"
200

Puede verse que los procedimientos son


tan complejos como el objetivo para una ciencia
que, como el semanálisis, toma como objetes (ló­
gicamente complementarios) la crítica del senti-
do y el proceso de la significancia.

—704—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Si extrae del psicoanálisis los modos con­


ceptuales para captar la "figurabilidad" del tex-
to en la lengua, el semanálisis deberá, en un
primer momento, "recorrer en sentido , inverso"
la producción de la significancia hasta llegar al
punto "en que los gérmenes de lo que va a signi­
ficar se conjugan, en la presencia de la len-
gua"201 En un segundo momento, será necesario:
● que se interrogue acerca de las opera­
ciones de transformación que se realizan gracias
al aporte de esos "gérmenes" significantes.
● que explore la infinidad significante
que es la resultante de ese trabajo; y en conco­
mitancia con ello:
● que lea, a través de la superficie que es­
talla en el texto, la "revolución" que éste impone
en la formación histórica. Una sola cita puede
resumir esta función de la textualidad en el es­
cenario de la historia: "La textualidad marca las
transformaciones de lo real histórico y social al
practicarlas en la materia de la lengua 202 ". El

—705—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

texto adquiere, pues, su poder revolucionario en


lo real en virtud del engendramiento de la signi­
ficancia.

II. LO SEMIOTICO Y LO
SIMBOLICO

La deuda que mantiene el semanálisis


con el psicoanálisis se hace visible más que nada
en el recorrido hacia atrás, "vertical", operado
en las fuentes de la signiricancia 203.

Así como Freud detecta un funcionamien­


to preverbal actuante en la producción del sue­
ño, así también todo proceso significante alcan­
za, en sus orígenes, ese momento preverbal, an-

—706—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

terior 'a la identificación del sujeto y a su "posi­


ción" en el lenguaje.

La teoría del inconsciente postula que en


la historia del sujeto (en el proceso de su consti­
tución), así como en su estructura, existe ese lu­
gar, que es a la vez previo y exterior al sujetos
204, donde funcionan las pulsiones; Freud y Me-
lanie Klein describen ese lugar como el de las
cargas energéticas originadas en un estado de
tensión (en una excitación corporal) y tendientes
a suprimir ese estado por medio de la obtención
del objeto al que tiende la pulsión.

La originalidad de J. Kristeva consiste en


apoderarse del campo analítico pulsional para
definir lo que ella llama "la cora semiótica"205
como lugar de funcionalidad preverbal donde se
constituye la significancia.

—707—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Freud mostró que el sistema inconsciente


resulta no solamente de los surcos y estanca­
mientos pulsionales 206, sino fundamentalmente
de las modalidades funcionales que articulan las
pulsiones, mejor dicho, sus representaciones,
que se adaptan a los mecanismos del desplaza­
miento y la condensación 207. Siguiendo este
modelo, J. Kristeva define en un primer tiempo
la motilidad pulsional como un lugar de discon­
tinuidades, donde los estancamientos dividen el
continuum corporal y simultáneamente el "ma­
terial" (voces, gestos, colores) en "marcas discre­
tas, a las que subyacen las pulsiones". Estas
marcas se articulan en un segundo tiempo de
acuerdo a los procesos descriptos por Freud, y la
articulación así obtenida reproduce un conti­
nuum, modulaciones vocales, por ejemplo, "rít­
micas y entonacionales". Lo semiótico se define,
por lo tanto, como un ordenamiento vocálico y
gestual, regulado por imposiciones biológicas,

—708—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sexuales, familiares, espacio rítmico, "musical",


que se hace y se deshace sin cesar 208.
El espacio en que opera esta funcionali­
dad preverbal (lo semiótico) es anterior a la sig­
nificación, al signo, a la posición del sujeto en el
lenguaje: es lógicamente previo a su entrada en
el orden simbólico.

Con la identificación del sujeto 209 se abre


el espacio simbólico, que es también el lugar de
la significación. Se produce entonces un "corte"
que separa al sujeto de sus objetos 210 en el mo­
mento en que el sujeto "coloca" 211 a éstos (es la
fase "tética") en este espacio que se ha vuelto ya
simbólico. Estamos entonces en el umbral del
lenguaje.

Lo semiótico no está ausente del lenguaje,


sin embargo. La motilidad semiótica, al transfe­
rirse a lo simbólico, es lo que articula a partir de
este momento las unidades diferentes del signi-

—709—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ficante; el significante se atribuye al objeto,


mientras que el ego (la imagen del yo) se "colo­
ca" en el significado: el significante significa el
objeto para el ego. Del agujero abierto entre sig­
nificante y significado surge el signo, significa­
ción en germen, que representa al objeto que es
desde ahora significante para el Yo imaginario
separado. Se forma así el orden simbólico como
orden del lenguaje, con su doble organización:
vertical (significante/significado/referente) y
horizontal (sintáctico/semántico).
La historia del sujeto tal como la recons­
truye la teoría del inconsci nte se traduce nor­
malmente en los términos lógicos de la oposición
semiótico simbólico. Hay primeramente una or­
ganización pulsional ("un cuerpo semiotizado,
lugar de división permanente"), sometida a la
negatividad de su proceso de engendramiento
212, ya que toda articulación tendiente a consti-
tuirla como unidad es inmediatamente destrui­
da por el juego de las cargas y estancamientos

—710—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

pulsionales, mientras que de su división surge


una nueva articulación. Luego se produce, en
esta especie de historia (y en dos tiempos, esta­
dio del espejo y descubrimiento de la castración)
el "momento tético" que constituye al Yo imagi­
nado separado (significado) y al objeto signifi­
cante (significante).

¿Qué es entonces del sujeto? Hay que vol­


ver a la teoría analítica de J. Lacan para conce­
bir que el sujeto, ausente de las posiciones signi­
ficada y significante, se encuentra capturado en
el "corte" que marca la separación entre el ego
imaginado y la motilidad pulsional; es lo que
sostiene el orden del significante, aunque el sig­
nificante, que repersenta el proceso de la posi­
ción del ego, sea por lo tanto lo que lo represen-
ta".213
La enunciación solo es posible en este
juego de representación que implica "la falta de
ser" del sujeto en el significante. En cuanto a la

—711—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

significación, es denotación de objeto, y está po­


sibilitada por el advenimiento del significante
que la toma a su cargo 214

El corte significante/significado marca la


escisión entre lo semiótico y lo simbólico. Lo se­
miótico pulsional pierde su autonomía desde
que se convierte en significante para lo simbóli­
co. Pero, y aquí reside lo importante, lo semióti­
co y lo simbólico no son separables en el proceso
de la significancia constitutivo del sujeto. Lo
semiótico es esa modalidad psicosomática de!
proceso de la significancia que es al mismo
tiempo previa (genéticamente) e interna res­
pecto del lenguaje.
Es cierto que la teoría de las pulsiones es­
tá implicada en el sistema freudiano de las teo­
rías sexuales infantiles. M. Klein ve, asimismo,
una función preedípica en la pulsión, y esta fun­
ción "liga y orienta el cuerpo en relación con la
madre 215; sin embargo, el sueño, el fantasma,

—712—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

dan testimonio de la persistencia, más allá del


edipo, del flujo pulsional.

El ritmo semiótico insiste entonces, sub­


yacente, ocultado por el advenimiento de lo sim­
bólico que garantiza la posición del sujeto (pero
como ausente de las posiciones donde se repre­
senta). El lenguaje preserva al cuerpo del asalto
de las pulsiones "encadenándolas" en significan-
te/significado. En este lugar del significante
surgido de la motilidad pulsional, el cuerpo se
significa a través de las posiciones (imaginarias,
especular, narcisista) que lo protegen de la
agresión de las pulsiones. Pero lo semiótico no
deja por ello de estar presente, aunque retenido
en las redes del signo y la sintaxis. Obsérvese
que no es la negación de lo simbólico sino su
condición, así como es la condición del proceso
del sujeto.

—713—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La funcionalidad preverbal se detecta, en


el proceso de la significacóóa, antes y después
del sujeto. Lo semiótico y lo simbólico funcionan
sincrónicamente, y se articulan de modos dife­
rentes según los tipos de discurso. Para J. Kris­
teva, la dialéctica de las dos modalidades es la
que puede explicar la especificidad de los siste­
mas significantes verbales y no verbales (narra­
ción, poesía, música, etc.).

Por lo demás, en las prácticas significan­


tes de este tipo (así como en el sueño) puede ob­
servarse un hecho notable, y es que lo semiótico
atraviesa la barrera de lo tético, y esto implica
una redistribución del orden significante.
J. Kristeva propone que este dominio pa-
radójico de lo semiótico es la condición misma de
la escritura poética. Es importante, en conse­
cuencia, que analicemos sus modalidades y con­
secuencias.

—714—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LA EFRACCION DE LO
SIMBOLICO, O EL TRABAJO DE LO
POETICO

El estudio del fantasma muestra que la


motilidad semiótica puede efectuar un retorno
en lo simbólico; es éste un punto de partida para
un paralelo fecundo con la escritura poética. "En
el sujeto hablante, el fantasma articula la irrup­
ción de la pulsión en el orden del significante; lo
altera y desplaza la metonimia del deseo ... en
un goce que deja de investir al objeto y vuelve al
cuerpo auto-erótico 216...".

J. Kristeva invita a pensar sobre ese mo­


delo "las deformaciones poéticas de la cadena
significante y de la estructura de la significación
217 a. Tanto en el fantasma como en la función
poética, asistimos a un rompimiento de lo "téti-

—715—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

co" y a un retorno a la funcionalidad preverbal


inherente a lo semiótico.

No hay que imaginar, sin embargo, que se


trata de un retorno puro y simple a la "cora ma­
terna" (a un funcionamiento heterogéneo psico­
somático); esto implicaría una desorganización,
que es la misma que se observa cuando el sujeto
sufre en su historia perturbaciones que le impi-
den la constitución de lo simbólico (perturbacio­
nes profundas en el estadio del espejo, rechazo
de la identificación edípica; estaríamos en este
caso en presencia de la psicosis). En el caso de la
escritura (poética) y del fantasma, se produce
solamente un nuevo investimiento de lo semióti­
co pulsional, que vuelve a través de lo simbólico,
que se ha hecho permeable a causa de dificulta­
des producidas en las diversas etapas de la
identificación.

—716—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En el primer caso, 'lo tético no pudo ase­


gurar la posición del sujeto, pero en el segundo
siguió siendo bastante fuerte 218 como para que
el proceso del sujeto no desorganice la función
tética; en este caso, los ataques que sufre la sig­
nificación carecen de poder y la reactivación de
lo semiótico despliega sus efectos dentro del
mantenimiento de la significación.

Pero las consecuencias que tiene para el


texto un "retorno segundo" de la funcionalidad
preverbal a lo simbólico no pueden reducirse a
una mera "dispersión de huellas". En este pro­
ceso transgresivo, asistimos, en efecto, al esta­
blecimiento de un dispositivo nuevo que, sin de-
jar de conservar los elementos posicionales (su-
jeto/objeto) que fundamentan lo tético, articula
una nueva posición, perturbando (remodelando)
la lógica sobre la que se basa la significación y
pulverizando en una infinidad de diferencias

—717—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(susceptibles de otra aplicación lógica 219), toda


unidad lingüística.

Esta infinidad diferencial 220 que se ha


vuelto disponible fuera de toda articulación es
capaz, desde ahora, del significante infinito,
plural, ilimitado, regulado por principios de una
lógica que le es propia. La efracción de lo
simbólico impone una nueva distribución del or-
den significante.
El trayecto que efectúa el texto estará
marcado, entonces, por las operaciones que ga­
rantizan la "figurabilidad" en la lengua del
texto; se trata de operaciones de selección y
transformación que hacen que la infinidad de
los "gérmenes" sea figurable en los elementos
significantes.

El trayecto del texto va a transformar,


así, la incesante germinación que ignora el
sentido en una fórmula, resto caído de esta ger-

—718—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

minación infinita, que en lo real no presenta


nada más que una imagen: la de una "estructu­
ra chata", sistema de signos que componen un
"mensaje", puro fenómeno lingüístico, un
"feno—texto".

Atravesar la imagen en busca de la


fórmula y de su engendramiento equivale a
abrir el feno—texto al proceso dinámico que
engendra la infinidad significante de donde cae,
en él, un "resto", un significante (palabra, sin­
tagma, frase nominal, párrafo). J. Kristeva lla­
ma "geno—texto" a este "proceso de generación
del sistema significante" que puede leerse en el
texto pero solo a través del feno—texto. El
feno—texto oblitera, las más de las veces, el
geno—texto. Hubo que esperar los textos llama-
dos de "la ruptura" (Artaud, Mallarmé, Joyce,
Bataille) para que "la práctica significante ins­
criba en el feno—texto el proceso de la significa­
ción, plural, heterogénea y contradictoria,

—719—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

abarcadora del flujo pulsional, de la disconti­


nuidad material.... y de la pulverización del
lenguaje 221

El proceso de la significancia, que abar­


caba la función simbólica y su negativación
semiótica 222, abarca, desde el punto de vista de
lo real textual, el geno—texto y el feno—texto,
siendo éste respecto del primero una fórmula,
una "recaída desajustada".

—720—

3. LA EXPERIENCIA POETICA

I. LA LOGICA DEL TEXTO

La experiencia de la escritura poética es


la experiencia de la contradicción y de lo hetero­
géneo. Al introducir en la enunciación la co­
rriente de las pulsiones semióticas y al hacerla
significar, el lenguaje poético abre una brecha
en la represión originaria; lo semiótico, origina­
riamente "condición" de lo simbólico, "funciona
en la práctica significante como el resultado de
la transgresión de aquél 223.

En el texto (manifestado en el plano del


genotexto), este resultado aparece a través de la
desorganización del "dispositivo" textual consi­
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

derado en los diferentes niveles (fonético, léxico,


sintáctico) de su ordenamiento.

La efracción que produce lo pulsional en


lo simbólico plantea, pues, al semanálisis, una
cuestión de fondo: ¿de qué manera lo tético
"reúne estos surcos y estos estancamientos pul­
sionales semióticos en la posición de significan­
tes 224 "? ¿Cómo los introduce en una enuncia­
ción desplegándolos en la triple dimensión
significante/significado/referente?

Se hace necesaria aquí una definición de


toda una lógica propia del espacio textual; esta
lógica es extraña al signo y a su estructuración
lineal, es diacrónica e implica una totalidad. Ló­
gica de la escritura, que habrá que pensar en
"su literalidad y su espacio" 225, como el modo en
que ella "dispone" de una infinidad significante,
es decir, de todos los recursos, ilimitados, del
significante.

—722—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

II. LA DIFERENCIAL
SIGNIFICANTE

Al descartar el signo como unidad


textual, Kristeva propone en el texto otra uni­
dad, concreta y localizada, a la cual denomina
"el conjunto significante mínimo 226", unidad
gráfica o fónica, que pertenece al orden del
número en la medida en que inscribe la infini­
dad diferenciada del significante. El conjunto
significante marca esta infinidad como un desli­
zamiento de todo el conjunto diferencial en el
espacio de su clausura 227.

El elemento gráfico o fónico que actualiza


así la infinidad de los significantes, en relación
a los cuales es de alguna manera un "accidente",
es denominada "diferencial significante 228. La
diferencial es, pues, ese "número-elemento

—723—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gráfico y fónico del texto infinito229 que puntúa


todo el registro de la lengua, "actúa como índice
de su polvareda", y recuerda dentro de él la
pluralidad del geno-texto. "Letra-cifra"
manifestada (pero "imposible de localizar")
sobre el eje del feno-texto, abre en éste el
espacio de una significacóóa diferenciada; es al
mismo tiempo significante y significado, sémica
y fónica a la vez, y la significación se produce
en la red de elementos que esa letra-cifra
dispone en el texto, "red tabular 230 de
correspondencias fónicas".
Es conveniente ahora intentar compren­
der de qué modo la diferencial significante re­
distribuye (e infinitiza) la significación del texto.
La diferencial significante opera necesariamen­
te esta nueva disposición en el sistema mismo
de la lengua y en el material significante
(fonémico, léxico y morfo—sintáctico) que le
ofrece la lengua. Pero "utiliza" el código sin "so­
meterse" a él. A pesar de estar constituida (en

—724—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tanto unidad fónica o gráfica) en fonema, es de­


cir, a pesar de ser capaz de funcionar de acuerdo
al carácter distintivo del fonema en el sistema
de la lengua, es más que el fonema 2 3 1 .

El "ritmo" de la diferencial coincide, en­


tonces, con el "ritmo" inconsciente, pulsional,
que definimos como funcionalidad preverbal.
Las diferencias sonoras que ella combina son
portadoras de algunas particularidades
semióticas que les son conferidas por las "bases
pulsionales"; un investimiento vocal vincula la
diferencial al "cuerpo articulado'", se "carga" con
la motilidad corporal que se reproduce en él e
introduce la venida del goce en el orden del len­
guaje, confrontando así el goce y el orden
simbólico en este orden mismo (en la cadena
significante) 232

La diferencial significante une, pues, lo


semiótico a lo simbólico, reproduciendo el en-

—725—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gendramiento de lo simbólico (la emergencia


brusca e inmotivada de lo tético, la "posición"
del sujeto) y evocando en el lenguaje el
inconsciente, que es su condición "no dicha".

Los procesos descriptos por Freud en el


trabajo del sueño son los que articulan las
diferencias sonoras en un nuevo dispositivo y lo
hacen significar. Estas diferencias están des­
provistas en sí mismas de todo valor de sentido,
pero adquieren este valor por desplazamiento y
condensación; se forma de ese modo la
diferencial (fónica y sémica), que remite a
elementos inconscientes múltiples, los cuales
construyen un sentido en base a un juego de
selecciones (desplazamientos) y combinaciones
(condensación).

Los procesos primarios, procesos


formadores del significante, se apoyan en los
fonemas (en sus rasgos distintivos) para

—726—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

constituir en ellos su dispositivo pulsional y


abrir en el texto el espacio sin límites de la
significancia. La diferencial significante se cons­
tituye así, en el sistema de la lengua pero contra
él, ya que no tiene en cuenta las"fronteras
léxicas" ni la "normatividad sintáctica" y quie­
bra la palabra en fonemas o forma grupos
fónicos por "semejanza, armonía, contacto 233 ".
La red, relativamente autónoma, de valores se­
mánticos, organizada por las diferenciales,
comporta:

"Semantizaciones inmediatas de la carga


pulsional (del tipo de la onomatopeya)", inde­
pendientes de cualquier morfema identificable;

Valores semánticos consolidados dentro


de los límites de un morfema o un lexema, que
añaden al valor simbólico de este elemento una
trama semiótica que "pluraliza" y "musicaliza"
el sentido;

—727—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Valores semánticos que pasan (en razón


de su semejanza fónica) de un lexema a otro y
tienden entonces a formar una "constelación
semántica", en la cual participan todos los
lexemas que comportan el elemento sonoro (el
fonema); es lo que se observa tradicionalmente
en el ritmo poético (aliteraciones, paralelismos
234).

La univocidad de la significación desapa­


rece, pues, en la operación que transforma el fo-
nema en diferencial (y que hace dar a lo simbó­
lico un giro hacia el inconsciente, proporcionan­
do así el goce del sujeto en el lenguaje 235). La
rítmica pulsional fónica multiplica el sentido, y
en algunos textos de poesía contemporánea, la
significación va a dar incluso la impresión de
desvanecerse en una pluralización tal que lo
único que permanece es el ritmo, la "musicaliza­
ción" pura. Puede tomarse como ejemplo este

—728—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

verso de Mallarmé, cuyas "particularidades léxi­


cas" casi no se justifican sino en función de "las
bases pulsionales de las diferenciales significan­
tes236 "je n'y hululerai pas de vide nene” 237.

En este ejemplo, no obstante, se ha pre­


servado la gramaticalidad, que permite que
subsista la significación (sintáctica). Porque se
observa en general en la poesía de Mallarmé
que la insistencia del ritmo semiótico acompaña
a todos los modos de ruptura de los encadena­
mientos sintácticos (elipsis, inversiones, aposi­
ciones, suspensiones). La sintaxis recibe el ata­
que de lo pulsional, y éste, sin dejar de mante­
nerla en su principio238, perturba sus desarro­
llos contiguos y lineales y provoca una ambigüe­
dad sintáctica que puede desembocar en la pér­
dida de la significación.

Son éstas las tendencias límites de una


poeticidad verdadera, que intervienen cuando la

—729—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

escritura se realiza en contacto directo con los


surcos inconscientes de la pulsión y cuando, al
producir la liberación de éstos, genera el goce
absoluto. Las dificultades de lectura que ofrece
la poesía de Mallarmé no son ajenas a estas
pérdidas de identidad (de la palabra, del senti-
do) ni a estos desfallecimientos (de la sintaxis).

La experiencia poética a la que se entre-


gan los escritores y poetas de vanguardia que
siguen las huellas de Mallarmé no es una expe­
riencia relacionada solamente con el mero len­
guaje. Porque no se trata sólo de poner a prueba
hasta la ruptura, pero nunca más allá, dentro
del sistema siempre limitativo de la lengua, la
extrema diversidad de sus recursos (ritmos so­
noros, aliteraciones, repeticiones, ambigüedad
sintáctica, etc.), sino de llegar hasta ese umbral
crítico donde la unidad y la normatividad están
"condenadas a muerte" y poder articular enton­
ces ese otro dispositivo que devolverá a la len-

—730—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gua "una de sus capacidades virtuales, aunque


reprimidas, que es la de filtrar las "pasiones" en
el sentido 239

Experiencia única, en que el sujeto acepta


someterse él mismo a juicio, con peligro de per­
derse, y llegar a las puertas de la muerte y a los
límites de la locura.

—731—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LOS RIESGOS DEL SUJETO

Que la experiencia poética implique para


el sujeto una prueba azarosa, no puede sorpren­
dernos. Recordemos que la escritura poética se
orienta hacia un lugar situado más allá del lími­
te del corte tético, allí donde el sujeto encuentra
su identidad en lo simbólico y donde el corte
tético lo preserva justamente de la heterogenei­
dad pulsional; momento crucial, en que el sujeto
se pone a cubierto de la motilidad semiótica en
base a un doble movimiento: representándose en
el significado (es el investimiento imaginario y
narcisista), en tanto que transfiere el falo,
símbolo de todo deseo, desde el cuerpo pleno de
la madre al orden del significante 240. De ese
modo el sujeto es protegido por el lenguaje, que
guarda en reserva su pulsión de muerte 241 (loca-
lizándola "como en un bolsillo narcisista") y la
hace "ir a la deriva" indefinidamente. La

—732—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

escritura poética enfrenta precisamente estas


posiciones (sujeto/objeto del deseo) y la barra
significante/significado.

Pero, ¿cuál es el destino del sujeto cuando


la motilidad pulsional fractura lo simbólico y él
vuelve a surgir emprendiendo el regreso hacia el
cuerpo auto—erótico, arriesgando así su inte­
gridad a través de los surcos de las pulsiones?

El sujeto no cae, por cierto, en este caso,


en la psicosis. Pero todo punto de vista sobre el
texto poético que detecta en él el ejercicio de "es­
tructuras subjetivas perversas" es sensible a los
peligros que corre el sujeto.

No obstante, hacer de la escritura poética


un síntoma fetichista sería dar un paso que J.
Kristeva se niega a aceptar. El fetichismo es un
trastorno en el estado de la castración242 genera
una perversión que se explica, analíticamente,

—733—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

como la imposibilidad para el sujeto de despren­


derse de la madre fálica y de identificarse en el
Ego simbólico.

El sujeto puede entonces "imaginar lo té­


tico en el lugar de un objeto o de una persona
amadas 243 ", y este investimiento imaginario en
un objeto es indispensable para que el sujeto no
se sumerja en la psicosis; en efecto, no hay nin­
gún proceso significante posible si falta la fase
tética; el fetichismo borra, pues, lo tético de lo
simbólico y lo coloca en lo pulsional (el objeto del
culto fetichista está siempre pulsionalmente li­
gado al cuerpo 244).

No puede menos de reconocerse cierta si­


militud entre este proceso y el que operan en la
escritura poética la cora pulsional y el proceso
auto—erótico. Nada impide ver en el libro, o en
la obra como texto cerrado, ese objeto erotizado
que acapara el lugar de la simbolicidad tética. J.

—734—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Kristeva advierte, por otra parte, que el psicoa­


nálisis ha interpretado a ciertos poetas en fun­
ción de la perversión fetichista.

Pero, aunque sea cierto que el texto poéti­


co es una transgresión a lo simbólico y un rein­
vestimiento de lo semiótico, y aunque coloque
forzosamente en su espacio (objeto/texto) y en su
lenguaje (el significante/objeto) a un sujeto para
una práctica significante, no por ello se identifi­
ca al fetiche (aunque sí pueda decirse, en cam-
bio, que el texto poético "encuentra" al fetichis­
mo). No hay que olvidar que la función poética,
lejos de perder la significación, se instala en ella
y la contiene.

Mientras que el fetichismo, al desplazar


el momento tético en un estancamiento pulsio­
nal, engendra solamente un "ersatz" de signo, la
escritura poética persiste en desplegarse en un
espacio donde el signo se mantiene, aún cuando

—735—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

en el seno de este espacio esté presente lo se­


miótico, lo "in—significante", "aquello que igno­
ra el sentido y actúa antes o a pesar de él.245".
Cerremos este capítulo con la advertencia
siguiente: el texto es ese espacio en que se en­
frentan dialécticamente "dos funcionamientos
heterogéneos, cada uno de los cuales es, recípro­
ca e inseparablemente, condición del otro".

El peligro del sujeto es, pues, por así de­


cir, un peligro calculado. Cuando trae nueva-
mente a sí "estos restos de las primeras simboli­
zaciones" (Lacan) que son las pulsiones por me­
dio de las fisuras practicadas en la represión
originaria, y cuando fractura lo simbólico y ex­
plora el proceso por el cual él mismo se constiti­
ye, el sujeto encuentra en esta exploración,
siempre que haya sabido "pulverizar" lo tético
sin por ello "soltarlo", las condiciones de un
"nuevo nacimiento". La negatividad introducida
en la posición tética podía llevarlo a la pérdida

—736—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

de la función simbólica (a la esquizofrenia), pero


al recoger las pulsiones dentro de lo simbólico, el
regular en el verbo la motilidad preverbal, el su­
jeto escapa al puro "rechazo" y a la tendencia
mortal implicada en él 246
En este sentido, puede hablarse de "se­
gundo nacimiento" por referencia al artista (al
poeta y al escritor); cuando franquea ese "límite
interno" del proceso de la significancia donde
reina la pulsión de muerte, se expone a la muer­
te, pero se convierte en el soporte de ese límite y
lo "interioriza"; pero al reconstruir (al represen­
tar) a través de ella ese momento en que lo sim­
bólico lo encadena, ese instante en que la fase
tética capta la pulsión, esboza un "re—
nacimiento". En la práctica poética, el sujeto lo­
caliza la muerte, la violencia, y hace de ellas un
significante.

—737—

4. LEER EL TEXTO

I. LA OTRA ESCENA

Hemos indicado ya en diferentes puntos


de esta exposición cuáles son las implicaciones
que conlleva esta teoría de la escritura para la
lectura del texto (y para la crítica "literaria").

Esas implicaciones se habían presentado


"negativamente", por así decir, como una nece­
sidad de "atravesar" el geno—texto, el signo y la
estructura, ya que la estructura es la pantalla
que oculta el proceso de la significancia y el sig-
no solo consiste en un elemento "especular" que
garantiza la representación del engendramiento
mismo; hay, pues, un hiato entre el signo y su
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

producción. El signo ocupa, en el semanálisis, la


misma posición que detenta el fantasma en el
inconsciente respecto de su causalidad; es ésta
una posición de representación plana, de escena
fija, sin otra movilidad que no sea permutatoria
(con otros signos); el signo es "especular", es de­
cir, refleja y fija algunos aspectos del proceso de
engendramiento.

Puede compararse el desajuste entre la


estructura producida y su producción con el
desajuste e irreductibilidad que existen en el
sueño entre las operaciones de producción y
transformación del sueño y el discurso comuni­
cado.

El trabajo de la significancia supone la


"condensación", en el significante textual, de un
proceso de "producción de sentido" y de "trans­
formación de sentido", y por eso mismo implica
"un excedente en relación a las reglas del dis-

—739—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

curso comunicativo 247 ". La crítica "literaria"


debería buscar, pues, y desde un punto de vista
de positividad, ese "excedente" que en la lengua
precede y es más que su propio sistema, y toda
lectura debería estar atenta a ese más allá.
¿Pero es acaso observable el campo de las
operaciones poéticas? ¿Es posible delimitar las
zonas intermedias entre la palabra y la escritu­
ra, entre la ley y el azar? 248 ¿Cómo definir "esos
parajes indecisos en los que se disuelve toda
realidad"? ¿Cómo delimitar ese lugar en que se
opera otro trabajo sobre el significante, ese es­
pacio en que "el sujeto se disuelve y en que se
instaura, en lugar del signo, un choque de signi­
ficantes que se anulan uno a otro 249 En resu­
men, ¿cómo delimitar en el texto " l a otra esce­
na" (Lacen) donde puede reconocerse el incons­
ciente?

Por más que esta tarea sea difícil, la teo­


ría del texto debe tender a establecer progresi-

—740—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vamente los conceptos (analíticos y textuales)


que permitan, prácticamente, atravesar la ló­
gica del texto y entrever la "otra escena" desde
la escena de la palabra. Se trata de captar de
qué manera, escapando a la lógica de la palabra,
los significantes tropiezan y se unen entre sí,
engendrando así un nuevo sentido infinito.

Uno de esos conceptos es el de diferencial


significante, y su implementación en el estudio
de una rítmica del texto (ritmos de timbre, alite­
raciones, paralelismos investidos pulsionalmen­
te) permite orientarse en dirección a ese límite
donde el sujeto se pierde para hacer aflorar el
inconsciente. Se ha podido notar, sin embargo,
que la distribución de la carga pulsional en el
texto poético puede tomar otras formas ilógicas,
como por ejemplo, las modificaciones sintácticas
que acarrea en el texto la aparición del ritmo
semiótico, el cuál suple con su lógica propia
(desplazamientos, condensaciones, repeticiones,

—741—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nuevas disposiciones del significante) aquellos


desfallecimientos sintácticos.

La emergencia del inconsciente en el tex-


to, emergencia que es siempre sutil, debe apre­
henderse por intermedio de algunos otros con­
ceptos que van a permitir "retroceder" más to­
davía en el trabajo de la significancia.

II LA TRANSPOSICION

Resulta de los análisis que hemos llevado


a cabo hasta aquí que la pluralización del senti-
do en el texto no es solamente efecto de las ope­
raciones (o de los procesos) inherentes a la lógi­
ca inconsciente (desplazamiento, condensación),
sino que es producida, ante todo, por el pasaje
de lo semiótico al campo de lo simbólico.

—742—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

En ese pasaje hay, pues, una "transposi­


ción" de un sistema significante a otro, y este
proceso implica obligatoriamente una nueva ar­
ticulación de la "tesis" sujeto/objeto.

Puede considerarse que la transposición


es la operación clave de la corrupción que lo se­
miótico inflige a lo simbólico Con el desplaza­
miento y la condensación se efectúa la destruc­
ción de la posición tética y se establece una nue­
va posicionalidad, en tanto que un nuevo sis-
tema significante hace su aparición, provisto de
una nueva figurabilidad.

Pero la transposición designa, además, un


aspecto más general de la función poética. A ve­
ces con la denominación de "intertextualidad”
250, marca cualquier pasaje de un sistema de
signos a otro, producido o no en el mismo
"material" significante, y que puede manifestar-

—743—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

se en "entrecruzamientos", en un texto, de
enunciados extraídos de otros textos, o en la in­
tegración de enunciados anteriores, de citas,
reminiscencias, en resumen, en la penetración
de cualquier texto "extraño" en la red de la
escritura.

En Le texte du roman, J. Kristeva mues­


tra cómo esta práctica significante resulta de la
transposición de varios sistemas de signos
diferentes (escena carnavalesca, poesía cortés,
discursó escolástico 251). J. Lacan interroga
precisamente el principio de transposición
cuando pregunta si la literatura "no consiste en
una colocación en lo escrito de lo que en un
principio sería canto, mito hablado, procesión
dramática 252 ("Lituraterre", p. 3).
En cualquier nivel en que se sitúe, la
transposición implica siempre una nueva articu­
lación de las posiciones (sujeto/objeto), ya que el
pasaje de un sistema de signos a otro supone un

—744—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"intermediario pulsional común". Ahora bien,


recordemos que la fase tética plantea la signifi­
cación como una operación doble, que es a la vez
denotación del objeto y enunciación de un sujeto
separado de la cora semiótica (de sus objetos) [p.
235 ) al modificar la articulación tética, se
provoca un "estallido", una pluralización de los
dos términos "colocados", los cuales no pueden
conservar su unidad, o sea, su "identidad" A
partir de ese momento, la significación misma
se pluraliza. El objeto denotado "estalla" en una
multiplicidad de objetos connotados, y la
polisemia se instala en el corazón de la signifi­
cación.

Si se hace del texto una intertextualidad,


el lugar en que se entrecruzan y se recortan
diversos sistemas significantes, se hace
funcionar entonces en él, obligatoriamente, la
pulsionalidad, se hace producir en él lo
reprimido, se hace abrir el espacio textual a la

—745—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

posibilidad del goce. La marca de este fenómeno


debe ir a buscarse en la connotación, la
polisemia y la "polifonía"253. Prácticamente, el
hecho de que el texto sea una transposición
obliga a considerar la unidad (la palabra) en su
relación al conjunto de los contextos; ello
equivale a negar la "unidad" en el lenguaje
poético, ya que cada unidad de lengua, capta­
da en una infinidad combinatoria, es por lo
menos "doble", "una y diferente 254

En Semeiotike, la referencia explícita a


los trabajos de los formalistas rusos, y especial-
mente a la obra de Mikail Bakhtine, le sirve a J.
Kristeva para sostener su análisis de las nocio­
nes de "doble" y "ambivalencia" que afectan al
lenguaje poético. Sin embargo, el concepto de
transposición implementado en La révolution
du langage poétique define "la lógica del doble"
como basada en la teoría analítica, y advierte la
analogía evidente entre la lógica poética y la ló-

—746—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gica del sueño; en ambos discursos, la "unidad"


es la condensación (la metáfora) de múltiples
significaciones, y su "contenido latente" (Freud)
es siempre un contenido plural 255.

Leer un texto, entonces, implica:

● que renunciemos a dar un sentido a la


unidad. La significación del lenguaje poético so­
lo se elabora en la relación, y el sentido no es
nunca más que el efecto de la represión.
● Que delimitemos, para romperlas (o
analizarlas) las asociaciones regidas por la
transposición (y el desplazamiento 256), que for-
jan "la unidad".
● Que reconstituyamos la diversidad de.
las significaciones y el mecanismo de condensa­
ción que las "precipitó en la unidad". Esta ope­
ración pulsional bate en retirada el efecto de la
represión.

—747—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Evocando el texto poético como una "es-


critura/lectura" donde el acto de leer permite
"reunir" en la escritura todas las "reminiscen­
cias" de los textos leídos para transponerlas
(transformarlas) en él, J. Kristeva escribe: "Leer
denota por lo tanto una participación agresiva,
una apropiación activa del otro 257

Esta fórmula se ajusta perfectamente a


toda lectura (en el sentido común de la palabra)
del texto poético.

—748—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

III. LA NEGATIVIDAD

El concepto de negatividad ha aparecido


ya en nuestra exposición entendido varias veces
corno positividad fundamental, como un movi­
miento que disuelve y refunde, "reformula y en­
juicia". Habíamos visto cómo funciona en el pun-
to neurálgico en que se articula la función sim­
bólica; al introducirse en lo tético, la negativi­
dad impedía la fijación de aquél, hacía estallar
en él lo semiótico pulsional condensando en un
solo gesto "lo que existe para la palabra y lo que
es no existente para ella 258.

La negatividad no se confunde ni con la


negación lógica (interna al juicio) ni con la "ne­
gación" freudiana, que es constitutiva (así lo
demuestra J. Kristeva) del juicio en el pensa­
miento de Freud; la negación es, por el
contrario, el procedimiento por el cual un sujeto

—749—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

toma conocimiento de lo reprimido, lo admite


intelectualmente aunque persista lo esencial de
la represión259. "Es evidente que para Freud,
preocupado por la problemática del sujeto
racional, la negación no es un acto de anulación
que desencadene un "inobservable" o
"indeterminado" sino el gesto mismo que consti­
tuye el sujeto racional, el sujeto lógico, el sujeto
que implica la palabra y por lo tanto la
problemática del signo 260".

Aunque sea cierto que la negación


freudiana presuponga el inconsciente, este
último concepto solo puede forjarse a partir del
lugar de la palabra lógica asumida por el sujeto
racional, de tal modo que puede decirse que al­
gunas operaciones "que no están en la palabra"
se producen en otro lugar, de donde se infiere el
inconsciente. J. Kristeva recuerda la frase de J.
Lacan: "El inconsciente es un concepto forjado
sobre la huella de aquello que opera para

—750—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

constituir el sujeto,261", y observa que solamente


se puede hablar de inconsciente en el marco de
un pensamiento del signo.
La negatividad de que tratamos aquí es
precisamente ese "acto de anulación" totalmente
heterogéneo al juicio, a la palabra y a su sujeto.
La negatividad está fuera de lo lógico ("en la
medida en que lo lógico es significante de un
sujetos 262" corresponde a la nada, al vacío, al
cero lógico, y sin embargo solo puede ser
pensada en la separación y la contradicción y es
por esa misma razón inseparable de lo lógico, al
que atraviesa y excede. Heterogeneidad
fundamental, la negatividad engendra una
positividad en la medida en que implica "el es­
tablecimiento de relaciones en el devenir lógicos
263"

El psicoanálisis freudiano da a esta hete­


rogeneidad un fundamento materialista, porque
permite pensar la negatividad "como el movi-

—751—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

miento mismo de la materia heterogénea" en


que ningún sujeto es pensable pero que, al atra­
vesar la "posición" del sujeto en el momento
tético, la trastorna y garantiza el procesamiento
del sujeto en el orden del significante.

El texto poético funciona como negación


de una lógica en la cual, no obstante, no tiene
más remedio que inscribirse. La experiencia
poética capta el movimiento que niega la pala­
bra y simultáneamente el resultado de esa ne­
gación, movimiento que oscila entre el sujeto
"cerológico" y el sujeto hablante, entre un pen­
samiento que se forma y un pensamiento que se
anula; abre así en el texto un espacio (otra esce­
na, escena vacía) donde la significancia se forma
por la junción y el choque de los significantes
que se anulan uno a otro pero inscribe de ese
modo la infinidad del sentido posible.
La negatividad que actúa en el lenguaje
poético le pennite enunciar la simultaneidad de

—752—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lo lógico y lo no—lógico, del ser y el no—ser, de


lo posible y lo imposible, de lo real y la ficción,
de la palabra y la escritura.

El significado poético se convierte en


estos "gramas" dobles, en ambigüedad y discon­
tinuidad puras.

Transposición y negatividad se presentan


en el texto poético como operaciones
complementarias de efectos convergentes. Si el
texto es (por transposición) el lugar en que se
cruzan por lo menos dos sistemas significantes,
la negatividad que se introduce en ese lugar (al
mismo tiempo como destrucción, negación
mutua de estas dos escrituras, y como negación
del espacio lógico en que éstas pretenden
funcionar) viene a completar la definición del.
lenguaje poético como un espacio donde "gramas
móviles" producen el sentido y como una
escritura que es "cuestionamiento escrito del

—753—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

código, de la ley y de sí misma, un vía cero (que


se niega)": la escritura paragramática.

IV. LA ESCRITURA
PARAGRAMATICA

La teoría del texto debe a Saussure el


concepto de paragrama; al estudiar la poesía
védica, F. de Saussure observa, en sus
Anagramas, que pueden encontrarse, disemina­
dos en cada verso y en una disposición
anagramática, las letras (los sonidos) que com­
ponen el nombre de una divinidad o un jefe gue­
rrero; estos nombres propios pueden recons­
truirse sin que sea necesario tener en cuenta el
orden lineal del enunciado, de sus
unidadessignos y su sintaxis. Es así que otro

—754—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

significado se añade al mensaje poético; ese


significado parece relacionarse con el
inconsciente y se constituye en base a un puro
juego del significante.

Saussure llama paragrama a ese conjunto


o "unidad" poética cuya secuencia está formada
por lo menos por un "par", que se forma a fuerza
de atravesar la lengua y sus leyes, cuyos
"sentidos" infiltran la univocidad del mensaje.
F. de Saussure descubría así empíricamente,
pero sin poder interpretarlas, las leyes funda­
mentales de la escritura poética tal como las ve­
nimos planteando hasta aquí, es decir, como un
proceso de desplazamiento y condensación, "que
pone en tela de juicio la barra existente entre el
significante y el significado 264, pulverizando la
unidad y articulando una red de sentidos com­
plejos e infinitos.

—755—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

J. Kristeva se apodera del concepto de


paragrama para hacer de él, explícitamente, la
secuencia poética mínima (la "unidad" poética).
Conjunto de por lo menos dos elementos (el
"doble" es, como ya vimos, la secuencia mínima
de la escritura poética), el paragrama presenta
siempre una ambivalencia (una ambigüedad) y
se somete a una lógica que le es propias 265 La
expansión de la función paragramática en el
texto hace que pueda definirse a éste como "un
sistema de conexiones múltiples" o también co­
mo una red en la cual "cada conjunto (secuencia)
es término y comienzo de una relación pluriva­
lente 266

La función paragramática aparece en to-


dos los niveles del lenguaje poético (fonético,
sémico, sintagmático) y lo desarrolla no de
acuerdo a un modelo lineal sino "tabular". J.
Kristeva lee la palabra "phallus" ("palabrafun­
ción que se ha extendido en un diagrama espa-

—756—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

cial de correspondencia, de juegos combinato­


rios..., para cargar con una significación com­
plementaria los morfemas fijos (borrados) del
lenguaje corriente267") en las siguientes líneas
de los Cantos de Maldoror:

"Il y a des heures dans la vie oú l'Homme à la


chevelure pouilleuse jette, L'oeil fixe, des re­
gards fauves sur les membranes vertes de l'es-
pace; car il lui semble entendre devant lui les
ironiques huées d'un fantôme. Il chancelle et
courbe la tête: ce qu'il a entendu, c'est la voix de
la conscience."268
[analizar las correspondencias f (v) — al (oe) —
s (z).]

El paragramatismo es aquí un efecto de


tipo "rítmico" y establece una red semiótica
(pulsional) subyacente. En el mismo enunciado,
J. Kristeva re—constituye la imagen poética
ampliando (hasta el infinito) la "relación de per-

—757—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tenencia" del lexema o del sintagma a una red


de sentidos:
caballera piojosa = cuerpo, pelos, carne, sucie­
dad, animal ...

El sentido nuevo que se elabora aquí no


puede ser objeto de una representación; es con­
ciencia intuitiva de la relación de pertenencia.
La "nebulosidad de sentido" (Roland Barthes)
resulta de la aplicación hasta el infinito de la
función paragramática.

Sabemos también que el juego del texto


poético como escritura/lectura define al para-
grama como figura doble (por transposi-
ción/negación de otra escritura). Al trabajar este
concepto en las Poesías de Lautréamont, J.
Kristeva nos da varios ejemplos:

Pascal: "Perdemos la vida con alegría


con tal de que se hable de ella".

—758—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Y Lautréamont: "Perdemos la vida con


alegría con tal de que no se hable más de ella".
"El sentido paragramático exige la lectu­
ra simultânea de las dos frases" (Semeiotike,
"Poésie et négativité", p. 257).

Los encadenamientos paragramáticos


pertenecen al orden de la vibración, del ritmo,
"espasmos gráficos que desarman al sujeto así
como su imagen del universo y su lugar en éste
269". Esta afirmación se justifica porque el
paragramatismo solo puede ser efecto de un
hecho semiótico y supone siempre un
investimiento pulsional; para verificarlo, no hay
más que volver a lo que hemos llamado
diferencial significante, transposición y negati­
vidad.

La escena fracturada de la escritura


donde se elabora el paragrama poético tiene que
ver con el trabajo que Freud describe como mo-

—759—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

vimiento entre la represión y la transgresión, y


que no tenemos más remedio, no obstante, que
captar fuera del inconsciente; se trata de un
trabajo significante que se opera en un lugar
cerológico en que las leyes del habla pierden vi­
gencia y en que el sujeto se disuelve. "El
paragramatismo es para nosotros ... un concepto
formado en el camino de lo que opera para ligar
la desconstitución del sujeto con su constitución,
la desconstitución del habla con la constitución
del texto, la desconstitución del signo con la
constitución de la escritura 270"

Al cortar el orden simbólico y hacer esta­


llar la unidad del sentido y la sintaxis, la
escritura paragramática abre una brecha en que
el sujeto se experimenta como cuestionado 271 y
busca su condición (su contradicción
heterogénea) en la significancia.

—760—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

La experiencia poética, si es radical, no es


ni locura ("huida loca") ni fetichismo (retórica,
puro juego del lenguaje), sino que introduce el
exceso en la lógica, la "vehemencia pulsional" en
un orden simbólico que se mantiene a pesar de
su fractura. Para J. Kristeva, Mallarmé, Joyce y
Bataille son los emblemas de esta revolución 272

—761—

ANEXOS

ANEXO 1

La metáfora (una palabra por otra)

(Escritos, "La instancia de la letra en el

inconsciente", p. 507—8 del original francés)

"Sa gerbe n'était pas avare ni haineuse..."273

En el verso de Hugo, es evidente que no surge la más


mínima luz de la comprobación de que una gavilla
no sea ni avara ni rencorosa, por la razón de que no
se trata de que la gavilla tenga el mérito o el
desmérito de estos atributos, ya que uno y otro son
propiedades, con ella, de Booz que los usa disponien­
do de ella, sin comunicarle sus sentimientos.
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Si su gavilla remite a Booz, como es, sin embargo, el


caso patente, es porque sustituye a Booz en la cade-
na significante, en el lugar mismo que la esperaba al
ser levantada apenas por la cosecha de la avaricia y
el rencor. Pero a partir de ese momento, es a Booz al
que la gavilla sacó de su lugar, expulsado ahora a
las tinieblas de afuera, donde la avaricia y el rencor
lo alojan en el hueco de su negación.

Pero, una vez que su gavilla usurpó de ese modo su


lugar, Booz no puede volver a él, y el delgado hilo del
pequeño su que lo liga a ella es un obstáculo más, si
se relaciona esa vuelta con un título de posesión que
lo retendría en el seno de la avaricia y del rencor. Su
generosidad afirmada se ve reducida a menos que
nada por la munificencia de la gavilla, la cual, si la
consideramos en el plano de lo natural, no conoce
nuestras reservas ni nuestras reticencias, y sigue
incluso, según nuestra vara, siendo pródiga.

Pero si en esta profusión el donante ha desaparecido


con el don, es solo para volver a surgir en lo que ro­
dea a la figura donde él se ha diluido. Porque asisti-

—763—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

mos ahora al esplendor de la fecundidad, que es el


que anuncia la sorpresa celebrada por el poema, a
saber, la promesa de su advenimiento a la paterni­
dad, que el anciano va a recibir en un contexto
sagrado.

Entre el significante del nombre propio de un hom­


bre y el que lo anula metafóricamente aparece en­
tonces la chispa poética, aquí tanto más eficaz para
llevar a cabo la significación de la paternidad cuanto
que ella reproduce el acontecimiento mítico en que
Freud reconstruyó el itinerario, en el inconsciente de
todo hombre, del misterio de la paternidad.

—764—

ANEXO II:

El brillo del signo

Extractos de un análisis de un poema de Mallarmé


hecho por Daniel Bougnoux (Littérature II, 1974, p.
83—95).
1 Le vierge, le vivace et le bel aujourd'hui
2 Va—t—il nous déchirer avec un coup d'aile
ivre
3 Ce lac dur oublié que hante sous le givre
4 Le transparent glacier des vols qui n'ont
pas fui! 274,

El primer verso es un amanecer: salida o primera


aparición del sol sobre un paisaje de invierno, mo­
mento propicio para levantar la voz 275 para levantar
la pluma, para romper con un "golpe de ala" ese pa-
pel duro, "olvidado", "visitado"276,, para ennegrecer
con algunos signos la página todavía virgen. Este
epíteto va a ser, pues, el primero en consignar el
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gran acontecimiento del invierno: la primera palabra


se saca necesariamente de una blancura anterior,
por más "visitada" que esté, pero no puede, al anu­
larla, sino significarla, connotar lo que la palabra
suspende en una apariencia de destrucción. Compá­
rese esta apertura del soneto con la antología (Sa­
lut):

Rien, cette écume, vierge vers


A ne désigner que la coupe 277

La densidad de la escritura mallarmeana es


extrema, ya que vemos que estas consideraciones
referentes al problema de la apertura están
encerradas en las dos primeras palabras del soneto:
lo VIERGE arrastra lever, levier, le vers, le verre
(del glaciar) y l’hiver 278 ; encontramos a este último
anagramatizado en ivre y givre 279, y que llevará al
livre. ¿Cómo hacer que el verso se levante y la pluma
'vuele? Por medio de un "aletazo" (coup d'aile), a
golpes, de L—E—V: LEV ierge, LEV ivace y LEB
afile ... Con este incipit, verdadera palanca 280

poética, la letra comenta su despegue de la inercia

—766—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

blanca en el momento mismo en que lo efectúa: pre­


cisión admirable de una escritura atenta a su propio
nacimiento.

Pero podrán provocarse otros encuentros, esta vez


temáticos, si se interrogan otros cuatro semas
igualmente contenidos en VIERGE: verge, por su­
puesto, que connota el deseo de erección, de desga­
rramiento, de fecundación, luego vie, que va a
engendrai el segundo epíteto , "vivace", y air, que
define la aspiración del pájaro, y por último hier 281,
que refuta sordamente la promesa triunfante del
"bel aujourd'hui" y anuncia, en esa medida, el
desenlace del poema: hoy no es sino ayer, y no nos
traerá liberación.

No es, pues, exagerado ver en esta palabra inicial un


muy poderoso generador del soneto. Es así que la
letra v, inicial de la palabra, no aparece menos de
ocho veces en el primer cuarteto, sin contar la que
Mallarmé incluía en el adjetivo "oublié" (verso 3) que
connota "oblivion", "livide" (cfr. "sur les bois oubliés
quand passe l'hiver sombre" 282): se sabe que la

—767—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

forma tipográfica de esta 'letra representaba para


Mallarmé el ala, el abanico, como también—la bifur­
cación, el despliegue de las posibilidades poéticas de
la palabra, el trabajo del sentido (a propósito de la
cuestión del simbolismo natural, visual y sonoro de
las letras, se encontrará un índice recapitulativo al
final del libro de Robert G. Cohn, Toward the poems
of Mallarmé, University of California Press, 1965).
Es impresionante ver cómo toda la primera estrofa
se anima con ese batir de alas o v, e imita el vuelo
latente del cisne. La colocación de la quinta v en
avec, va a parecer quizá como el aditamento de una
palabra inútil, destinada nada más que a la repeti­
ción de v (se espera "d'un" y no "avec"283 ) pero eso
sería desconocer la fuerza figurativa de esta preposi­
ción dotada de un cuerpo de pájaro, avis, de alas en
V y de un pico 284 conforme así al enunciado del
segundo verso. Por otro lado, la primera vocal de
VIERGE, la i, vuelve a encontrarse en cada una de
las catorce rimas (salvo la última, que
comentaremos más adelante) y todo el primer verso
parece enteramente atravesado por rayos, erigido,
suspendido al día por la cabeza de alfiler de la más

—768—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

diurna de las letras; si recordamos la página tan


citada de Crise de Vers 285 acerca de las sonoridades
"perversas" de "jour" y "nuit":

(...) mais, sur l'heure, tourné á de l'es-


thétique, mon sens regrette que le discours
défaille à exprimer les objets par des touches
y répondant en coloris ou en allure, lesquelles
existent dans l'instrument de la voix, parmi
les langages et quelquefois chez un. A côté
d'ombre, opaque, ténèbres se fonce peu;
quelle déception, devant la perversité confé­
rant á jour comme á nuit, contradictoire­
ment, des timbres obscur ici, là clair 286

admiraremos el modo como Mallarmé resolvió la


contradicción al elegir "aujourd hui". ¡Bella lección
de Aufhebung poética! Observemos que al corregir
la noche del día por el día de la noche, esta integra­
ción conserva los elementos de la oposición y no deja
de abandonar una suerte de reguero de sombra en el
corazón de la luz: aujourd'hui; volveremos a encon­
trar el estimulante problema de la secreta negrura

—769—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del día, y del blanco, en la continuación de nuestro


análisis.
El segundo dístico del mismo cuarteto nos invita a
extraer otra lección de un reflejo análogo:

Ce LAC dur oublié que hante sous le gi­


vre
Le transparent GLAcier des vols qui n'ont
pas fui!

"Bajo" el lago, el galciar: bajo la palabra, habitada


("hantée") por fantasmas, la multitud de sus com­
plementos virtuales, metonimias, parónimos, homó­
nimos que se chocan y se apresuran a fundirse en él,
un poco a la manera en que los sentidos latentes in­
quietan al sentido manifiesto en la imagen del sue­
ño. La palabra condensa (condensación freudiana y
glaciar) una cadena asociativa latente, el paradigma
contiene un sintagma virtual, en el doble sentido de
este verbo sugestivo y muy freudiano (¿no contiene
acaso el sentido manifiesto, en virtud de una repre­
sión indisociable de la expresión, el sentido latente

—770—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del sueño? ), así como "lac" de uno a otro verso


condensa y hace brillar el "glacier". El dispositivo es
aquí, otra vez, óptico, y solo funciona extendido en
un espacio de dos dimensiones:

Sentido manifiesto, "lac


"Condensa" " "Hante"
(Freud) (Mallarmé)
Sentido latente, "g. lac. ier"

Observemos una compleja relación de paranomasia


entre "lac" y "glacier": "lac" está fonéticamente en
"glacier"; de metonimia: imaginamos que el lago
helado se ilumina con el reflejo de un glaciar cerca­
no; de sinécdoque ascendente: el lago forma parte de
una cadena glaciar; o descendente: "glacier" no re­
presenta nada más que el hielo contenido en el lago.
Como los cisnes no frecuentan casi los lagos de mon­
taña, ésta última interpretación va a ser la preferida
por los realistas, que exigen del poeta imágenes ade­
cuadas a la naturaleza. (En su comentario a Vingt
poémes de Stéphane Mallarmé, Droz, 1967, Emilie
Noulet anota, a propósito de este pasaje, p. 138:

—771—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

"Hay aquí, tal vez, una sobrecarga de imágenes: el


"lac dur", el "transparent glacier", uno contiene al
otro ..." ¡Sí, precisamente! ).

Se objetará, sin embargo, que "glacier" es en el verso


4 nada más que un término abstracto, ya que carac­
teriza la retención de los "vols" y el hecho de mante­
ner cautivo un impulso. Sin duda, pero tenemos jus­
tamente allí la mejor ilustración de la condensación,
materializada por "glacier", 'y al mismo tiempo de
esa otra función cardinal del trabajo del sueño, que
es la ilustración misma, la "toma en consideración de
la figurabilidad" (glaciar, o la imagen concreta en
lugar de la idea abstracta). Si desarrollamos estos
"vols qui n'ont pas fui" en la perspectiva de Mallar­
mé al escribir este soneto, comprendemos sin esfuer­
zo que se trata de los sentidos que no han podido
tomar vuelo y que permanecen como virtuales, cris­
talizados, reducidos a una concreción espejeante y
subterránea; compárese con esta línea de "Le Mys­
tère dans les Lettres", p. 382):
Si, tout de même, n'inquiétait je ne
sais quel miroitement, en dessous, peu sépa-

—772—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

rable de la surface concédée á la rétine il at­


tire le soupçon ... 287

¿Todo el trabajo del poeta no consiste acaso en de­


volver a su(s) virtualidad(es) las palabras de la tribu
288 (trabajo inseparable de una condensación, de un
enrarecimiento activo)? ¿Y nuestro placer de lector
no reside, a su vez, en mirar con sospecha las pala­
bras que el poeta nos ha concedido avaramente?

—773—

ANEXO III

Un ejemplo de análisis
[J. Kristeva, La Revolución del lenguaje poético,
"El dispositivo semiótico del texto", p. 240—246 del
original francés]

Mallarmé — "La prose pour des Esseintes"

Hyperbole de ma mémoire
Triomphalement ne sais-tu
Te lever aujourd'hui grimoire
Dans un livre de fer vêtu 289

Transcripción semi-fonológica

'ipaRb3l(a)/da ma memwaR
tRijcfalemã na se ty
talave/o3uRdyi gRimwaR
dá zoe livR(a)/da feR vety/
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Estrofa I

Comprobamos [intuitivamente] la frecuencia de las


oclusivas labiales sonoras o sordas, agrupadas con la
líquida /R/ : /pR/, /Rb/, /tR/, /Rd/, /vR/, /f^`R/ de
oclusivas dentales /t/, /d/; de la oclusiva vocálica
velar + la líquida : /gR/; y de la constrictiva labioden­
tal /f/—/v/. Hay otra serie constituida por las labiales
/m/. La pulsión agresiva fálica /tR/, /dR/, /f/, cte., y
anal : gR/ de la primera serie se opone a la pulsión
oral incorporante (succión) de la segunda /m/. La
serie de las vocales empieza con un movimiento de la
glotis delante de la /i/, atraviesa toda la gama de las
cerradas anteriores /i/, /e/, hasta las abiertas
eventualmente posteriores /wa/ de "mémoire" y
"grimoire" y, después de ese descanso, vuelve de
nuevo a predominar /e/, /i/, /y/, esbozando así un
movimiento de tensión [sublimación]: agresividad—
analidad—tensión. Mallarmé define por otra parte
las diferenciales significantes en cuestión de un
modo que se acerca mucho a su base pulsional.
Así, p: ...la intención muy clara de acumulación, de
riqueza adquirida o de estancamiento que contiene

—775—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

esta letra [que se afina y precisa a veces su significa­


ción para expresar tal acto o tal objeto vivaz y neto];
solo muy pocas veces se puede ver en ella la
contrapartida, entre las dentales, de la labial b 75

" 290 b: ...descansa, en el comienzo de cada una de


las palabras, sobre todas las vocales, poco entre los
diptongos y las consonantes simples l y r, para
provocar los sentidos, diversos y sin embargo ligados
todos secretamente, de producción o engendra­
miento, de fecundidad, amplitud, hinchazón y
curbatura, jactancia; [.. .] significaciones más o
menos implicadas por la labial elemental 76"; t : esta
letra, la única entre todas, que representa la deten­
ción [...]. La significación fundamental de fijeza y
estacionamiento [...]. Tr no difiere de un modo
evidente, salvo una vez, cuando transporta la noción
de estabilidad al terreno moral para formar el grupo
verdad y confianza; por último, desemboca en el
sentido de pisotear 77 ". Las dos líquidas 1 y r mar-
can afinidades en la succión [1] o el rechazo [r]: r:
"La elevación, la finalidad obtenida aún al precio del
rapto, la plenitud; por último, por onomatopeya, un
desgarramiento y, según la importancia misma de la

—776—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

letra, algo radical 78 l ...apetencia a la que no sigue


ningún resultado, la lentitud, el estancamiento de lo
que se arrastra, o yace o incluso dura;... saltar [... ]
poder de aspiración [...] de escucha y amar [... ]79 ".
"La constrictiva labiodental sorda indica para
Mallarmé una ambigüedad entre la agresividad y el
alivio [pulsión uretral según Fonagy 80]. f : "indica de
por sí un abrazo fuerte y fijo [...]: unida a las líquidas
comunes b y r, forma con 1 la mayoría de los voca­
blos que representan el acto de volar o recorrer el
espacio, que la retórica ha traspuesto incluso a la
región de los fenómenos luminosos, así como el acto
de correr resbalándose, como en las lenguas clásicas;
con r es unas veces la lucha o el alejamiento, otras
veces varios sentidos que no mantienen entre sí nin­
guna afinidad 81 ". Por último, m es portadora del
deseo de fusión con la madre que ya señalara
Jakobson 82 ; Mallarmé escribe: m "traduce el poder
de hacer, y por lo tanto la alegría, viril y materna; en
un segundo momento, de acuerdo a una significación
venida desde muy lejos en el pasado, la medida y el
deber, el número, el encuentro, la fusión y el término
medio; finalmente, en virtud de un viraje menos

—777—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

brusco de lo que parece, la inferioridad, la debilidad


o la cólera 83".

Además de esta semantización pulsional, las dife­


renciales significantes que constituyen la primera
estrofa se semantizan por condensación o
sobredeterminación, según su pertenencia a otros
lexemas.

Así, /ipeRbal/ es de una importancia capital, como lo


prueba el lugar inicial que ocupa en la segunda ver­
sión del texto, y su aislamiento, por medio de una
exclamación, de la continuación del texto. l-
[p]érebole : los tres grupos se semantizan para
designar la negación de una autoridad. Este último
sema está sobredeterminado por /pER/, por /f£R/ del
libro logogrifo, pero también por /eR/, que volvemos a
encontrar en la estrofa IV, ligada a "autoridad" :
"L'are d'autorité se trouble [... ] 291. El sema de "ne­
gación simbólica" es portado por /bnl/, como lo de­
muestran las siguientes ocurrencias: "Aboli bibelot
d'inanité sonore 84 "292 ; "bassin, aboli 85 "293 " ; "Abolit
le mât dévêtu 86 "; "Le néant —a cet Homme aboli de

—778—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Jadis 87 "294; pero también por /bel/, /bl3k/ : "Calme


bloc icibas chu 88" 295 , así como los muchos "sym­
bole", "parabole". La diferencial /IivRa/ con sus
sobredeterminaciones "ivre", "délivre", "givre", "viere
89 "296 se añade a esta negatividad. /tRijcfalamñ/,
que fue introducido recién en la segunda versión, se
justifica en ésta primeramente por sus característi­
cas fonéticas /tR/, /m/, /f/, que ligan el grupo con el
conjunto. Observemos que todos los cambios
producidos de la primera a la segunda versión
consisten en aproximar fónicamente el elemento o
los elementos [morfemas, sintagmas]
transformados a las diferenciales, significantes más
frecuentes de la estrofa. Así, la estrofa III: "Aurais­
je su dire : les tiens-297 se convierte en : "O soeur, y
comparant les tiens"298, introduciendo /k/, /nasal/, y
/p/ que dominan el resto; además, que /sy/ se haya
desplazado en /soeR/ indica articulatoriamente y
semióticamente la succión y la metáfora de la
madre que la hermana representa en el poema. En
la estrofa IV, "autorité" remplaza "infinité", "midi"
remplaza "climat", volviendo así al registro en /c)R/,
/tR/ y /t/, y también a la significación de la estrofa
que indica la división ["midi"] de la ley ["autorité"]

—779—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la división ["midi"] de la ley ["autorité"] simbólica.


En la estrofa V, "Entre tous ses fastes, l'Eté" 299 se
convierte en "L'or de la trompette d'Eté"300, para
reencontrar los /:)/, /R/ y /tR/ de los versos preceden­
tes. En la estrofa VIII, "connaître le nouveau de­
voir" se convierte en "surgir á ce nouveau devoir"301,
para introducir vocales anteriores cerradas /y/ e /i/,
como así también la /R/ frecuente en la estrofa. En
la estrofa IX, "Ne porta ses regards plus loin /Que
moi—même : et tels, les lui rendre/Devenait son
unique soin"302 se transforma en "Ne porta son re­
gard plus loin/que sourire et, comme à l'entendre/
J'occupe mon antique soin"303 ; la segunda versión
introduce vocales redondas y nasalizadas, aumenta
la frecuencia de las fricativas sordas /s/ y de las
oclusivas palatales /k/. Por último, en la estrofa XI,
"Pour que l'ampleur de l'île arrive/Seul, en mon
jeune étonnement" se convierte en : "A vouloir que
l'ampleur arrive/Parmi mon jeune étonnement"304, y
elimina la sibilante en provecho de la labiodental,
/v/, y de la líquida dorsovelar /R/, produciendo una
baja en la tensión que se conjuga con la frecuencia
creciente, en esta estrofa, de las labiales.

—780—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Pero volvamos a la primera estrofa. "Triomphale­


ment", que no existe en la primera versión, retoma y
acentúa la agresividad contenida ya en el /pR/ del
título, ya que la dental de /tR/ es más apoyada y más
tensa que la labial /p/. Semánticamente, la diferen­
cial /tR/ está sobredeterminada por sus ocurrencias
en lexemas y contextos que denotan la ruptura y el
nacimiento : "Telle que vers quelque fenêtre, / Selon
nul ventre que le sien, / Filial on aurait pu naître 90''

305; ...de ses jours triomphaux 91,306. Esta diferencial


significante se opone, en otros textos, al grupo oclu­
siva labial sonora + líquida /bR/ que connota la
muerte funébres/tenèbres 92. El grupo "phal" contiene
el grafema ph que corresponde al fonema fricativo
labiodental /f/. Esta conjunción se semantiza, sobre­
determinada por varias ocurrencias : en primer lu­
gar, el nombre de pila del poeta, Stéphane, y tam­
bién "porphyre"93, "diaphane 94, "phalange"95 "syl-
phe"96, "blas phéme" 97, éphémére" 98, "Paphos" 99,

"nymphe", etc., "séraphin" 100, etc. 307.


El morfema final "—ment", fonéticamente /m /,
conserva del verso precedente la frecuencia de /m/ y

—781—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

/a/ — /a/ ["ma mémoire"], que va a reiterarse en el


tercer verso [ `grimoire "]. La connotación fálica está
acentuada por la aplicación /p ER/ — /fa¡/ :
"hyperbole"—"triomphalement".

—782—

ANEXO IV:

Las bases pulsionales de la fonación


o la relación timbre/pulsión
[J. Kristeva, La revolución del lenguaje poético, "El
dispositivo semiótico del, texto", p. 225 del original
francés].
Cfr. 1. Fonagy, "Les bases pulsionnelles de la phona­
tion", Revue Française de psychanalyse, enero 1970
— julio 1971.

... si se tiene en cuenta la dicotomía de las pulsiones,


es fácilmente explicable que las oposiciones fonológi­
cas se constituyan a partir de los primeros morfemas
pronunciados por el niño : mamá y papá, /m/ labial,
nasal, líquida, y /p/ labial, explosiva, traducen, por
medios articulatorios, la succión y la explosión, el
"da" y el "fort" freudianos, la oralidad incorporarte y
la analidad destructiva. Obsérvese la pulsión, oral
de las líquidas [l'], [r'], [m] y de las vocales anteriores
cerradas; la pulsión anal de las vocales posteriores
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

abiertas; la pulsión uretral de las constrictivas sor­


das [f], [s], [f ] y, eventualmente, la tendencia a la
falización de esta pulsión en las constrictivas
sonoras [v], [z], [31; la pulsión agresiva, de rechazo,
en las explosivas sordas [p], [t], [k] o sonoras [b1, [d],
[g]; la pulsión eréctil—fálica de la [r] apical.

En resumen, el ritmo semiótico que estamos


examinando dispone de los valores fónicos del orden
del timbre, designando este último término
diferencias fónicas dependientes de la base
articulatoria que las produce.

—784—

BIBLIOGRAFIA
CORRESPONDIENTE A LA
TERCERA PARTE

A). El psicoanálisis lacaniano y la escritura:

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Escritos, Lectura estructuralista de Freud,
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— Le Séminaire, Le Seuil, Paris, 1973—1975.
— Scilicet N° 1, Le Seuil, 1971, "La méprise du su-
jet supposé savoir" y "Raison d'un échec".
— Scilicet N° 2—3, Le Seuil, 1970, "La condensa­
tion et le déplacement : une élucidation", "Pour une
logique du fantasme", "Paraphrase de Kant avec Sa­
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1971.

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de l'inconscient et de la lettre, Le Seuil, 1968. (Hay

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(Hay versión castellana.)

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Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

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Kristeva J., Semeiotiké, Recherches pour une séma­
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Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

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290, 1971.

"La lutte idélogique dans la lutte d'avant—garde",

La Nouvelle Critique N° 39 bis, 1971.

—792—

CONCLUSION GENERAL

Haber llegado al término de esta inquisi­


ción acerca del aporte de la teoría psicoanalítica
a la comprensión del fenómeno literario no es
razón para establecer un balance definitivo
acerca de un problema que está en perpetuo
movimiento; pero sí haremos, en cambio, algu­
nas reflexiones que van a revestir, en algunos
puntos, un carácter de advertencia.

El primer orden de reflexiones concierne


al fenómeno que consiste en que es actualmente
posible en Francia y, más precisamente, en la
universidad, tratar a fondo las relaciones de la
literatura y el psicoanálisis sin que ello sea cau­
sa de pasar sistemáticamente por un sujeto pe­
ligroso, ni por un positivista de estrechas miras,
ni por un maniático sexual. Esto no era obvio
hasta hace muy poco tiempo. Prácticamente
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desconocido en Francia hasta 1939 308, estimag-


natizado como "ideología reaccionaria", en el
momento de la guerra fría por los intelectuales
comunistas 309, reducido cortésmente a una ob­
sesión neurótica de los bajos fondos de la psique
por la Sorbona conservadora de los años 60310, el
psicoanálisis ha dejado, al parecer, de transmi­
tir la peste 311. Los espíritus han evolucionado y
no se hacen ya contra el psicoanálisis, a menos
que se quiera caer en el ridículo, acusaciones de
ostracismo sistemático ni se le dirigen anatemas
moralizadores. Pero a pesar de lo positivo de es-
to, no deja de subsistir cierta ambigúedad. En el
nivel de la práctica donde el trabajo de la
escritura se convierte en la huella literal del
trabajo universitaria, por ejemplo, estudiar en
un manual las relaciones del método analítico y
la crítica literaria puede no resultar inocente
en el plano ideológico. Si el psicoanálisis se ha
vuelto, en efecto, objeto de un consenso casi
general, ¿no será porque, para adoptar la ex-

—794—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

presión de Robert Castel, "ha llegado, en virtud


de una evolución paralela a la de la sociedad, a
ajustarse cada vez mejor a las normas
dominantes 312? " Si es así, toda discusión
aparentemente "objetiva" sobre la relación psi-
coanálisis—literatura ¿no corre el riesgo
"objetivamente" de enfrentar, por un lado, al
establishment psicoanalítico, y de desarmar,
por otro lado, el cuestionamiento ideológico del
aparato socio—político 313? No hemos querido
eludir este problema, aunque no nos
corresponda a nosotros resolverlo, por lo menos
en este libro.

Sin embargo, hay algo cierto.


Contrariamente a la afirmación de Janine
Chasseguet—Smirgel que sirve de preámbulo a
los estudios sobre la Sexualidad femenina 314 el
psicoanálisis no "es revolucionario por defini­
ción"; el psicoanálisis lleva en sí las huellas de
la época particular y de la ideología que predo-

—795—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

minaba en la sociedad en la que fue concebido.


El psicoanálisis tiene por lo tanto, en función de
su elección, la vocación para funcionar en un
aparato sociohistórico determinado, esto es, en
general, las sociedades "liberales" de Occidente
y del capitalismo industrial. Pero, dentro de este
marco general, puede muy bien ser recuperado
por una ideología conservadora o servir de
garantía para un movimiento no conformista.
Esta ambivalencia, que solo en apariencia es
paradójica, explica que no hayamos tomado
partido en este libro en lo concerniente a las
relaciones del psicoanálisis con el poder. Esto no
significa, por supuesto, que el psicoanálisis sea
un cuerpo químicamente puro e ideológicamente
neutro.
Esta última reflexión puede servirnos
como transición para un segundo orden de ob­
servaciones que hacen a un problema
fundamental del pensamiento psicoanalítico,
problema que constituye el hic et nunc de un

—796—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

amplio debate en el campo de las ciencias


humanas y que hemos voluntariamente —
ocultado en este manual, a saber: el problema
de las relaciones del psicoanálisis con la
historia. Hemos ocultado este problema
motivados por la necesidad de presentar un
pensamiento analítico sin hipotecarlo de
entrada con sus faltas, y a este precio hemos
podido brindar una "iniciación pedagógica", Pero
esta necesidad no debe disimular que el discurso
psicoanalítico "porque su tarea exclusiva es la
de conceptualizar lo específico que se emite en
el dispositivo analítico (lo "intra—analítico"),
desconoce las condiciones de orden socio—
histórico que lo hacen posible" y, en consecuen­
cia, "se ciega y ciega respecto de las razones re-
ales que lo hacen ser aceptado ó
"reinterpretado" en el marco de la ideología
dominante 315". Esto es lo que explica que la
crítica de obediencia marxista sea por lo
general muy desconfiada respecto del psicoa-

—797—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nálisis. En efecto, si lo que importa es la lucha


de clases, no se ve qué interés puede tener
para la exégesis de esta lucha histórica una
investigación analítica de la cual está riguro­
samente excluido el proletariado ya sea como
objeto o como agente. La crítica marxista se
propone, en efecto, dar cuenta del modo como
se produce, en el fenómeno literario, una lucha
sociohistórica cuyo origen y mecanismos están
afuera de lo literario. Y aún cuando esta
crítica evite reducir el texto literario a un re­
flejo que traduzca ese enfrentamiento, nunca
va a ver en el enfoque psicoanalítico más que
un parámetro secundario que corre el riesgo
de enmascarar el problema en vez de esclare­
cerlo. Por esta razón, son muy poco
convincentes las tentativas por edificar un
freudo—marxismo donde se integra —el
componente analítico a la exégesis de la lucha
de clases. Esta conciliación se efectúa.las más
de las veces a costa de paralelismos

—798—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

simplistas; se asimila, por ejemplo, el conflicto


socio—político al conflicto padre/hijo, el sujeto
se convierte en el proletariado, ,etc.

Este desciframiento simbólico de la teoría


freudiana se parece más a una conciliación pro­
visoria que a una elaboración conceptual
pertinente. Habrá que esperar la nueva
conceptualización que ha efectuado Luis
Althusser en vinculación con la reflexión
lacaniana para entrever la posibilidad de una
conciliación mejor estructurada entre esa libe­
ración individual que el hombre realiza al reco­
nocer el Deseo (a la que se presta el psicoanáli­
sis) y la liberación colectiva que aportará al
hombre la victoria del proletariado, y de la que
se ocupa el marxismo. Pero como esta doble li­
beración no tiene, al parecer, un futuro inmedia­
to, este neo—freudo—marxismo se aparta
voluntariamente de toda práctica inmediata­
mente utilizable para limitarse a una especula-

—799—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ción extremadamente sofisticada. Por ese


motivo, el presente manual no ha podido hacer­
se eco de ella en el nivel de la crítica literaria.

Al examinar la crítica literaria, que era


nuestro objetivo principal, comprobamos,
efectivamente, una ocultación casi constante de
la dimensión histórica. Al interrogarse acerca de
esta ocultación, G. Delfau y A. Roche 316 se pre­
guntan cuál es el estatuto de la obra literaria en
Freud y cuál es el de la construcción de su histo­
ricidad. Les es muy fácil a estos autores mostrar
que la mayoría de los analistas que siguieron a
Freud tienen tendencia a ver en el texto litera-
rio el mero reflejo de una configuración
sintomática o diagnóstica, lo cual los lleva
evidentemente a descuidar "la inscripción del
texto en la historia". Cuando Freud, por ejem­
plo, "busca y encuentra recurrencias y
similitudes entre Shakespeare y diversos
"relatos" anónimos de la literatura mundial,

—800—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desde la Antigüedad hasta los tiempos


modernos 317 , deja de lado "necesariamente" la
historia "en función del postulado según el cual
el inconsciente ignora el tiempo y la historia".
Este postulado es casi general entre los
discípulos de Freud de estricta obediencia. Alu­
diendo al ensayo de Marthe Robert, Roman des
origines et origines du roman 318, G. Delfau y A.
Roche (p. 249-250) señalan que la autora
"intenta, por cierto, integrar a su problemática
una historia de la novela como género y una
historia de las condiciones sociohistóricas que
rodean a su aparición" pero que "esta afirma­
ción de principio no tiene consecuencias
efectivas en el sentido de que no dicta un
método analítico que pueda integrar los dos
enfoques de una "novela familiar" eterna y de
una novela histórica burguesas 319 ". Esta
crítica es válida también por la casi totalidad
de procedimientos analíticos que han intentado

—801—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tener en cuenta la posición del texto analizado


en el tejido sociohistórico.

Podría verse en esta incapacidad teórica


la consecuencia de una negativa a operar la dis­
tinción entre lo que R. Castel llama por un lado
"una teoría del investimiento de uno o varios in­
dividuos en una formación social" y por otro lado
"una teoría de la constitución de esta formación
social" (Op. cit., p. 340). A lo cual añade la si­
guiente perogrullada: "Que el coronel sea, al
parecer, el padre del regimiento no dice
absolutamente nada acerca de la estructura
objetiva del aparato militar ni de sus funciones
sociales y políticas."

La enumeración poco halagadora de los


déficits del procedimiento analítico —que consti­
tuyen otras tantas reservas en cuanto a su
validez— podría inclinar a cierto escepticismo,
teórico y metodológico. Nosotros seguiremos

—802—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

creyendo, no obstante, que el enfoque psicoana­


lítico es un parámetro importante de la investi­
gación de las obras literarias, siempre que no
nos encerremos en una lectura—interpretación,
cuyas ambigüedades y carencias ya hemos sub­
rayado. Si tomamos una suficiente distancia con
la presente obra, veremos que existen,
esquematizando un poco, dos períodos principa­
les en el enfoque analítico de los textos: un
período antes-de-Lacan y otros después-de-
Lacan 320. Esta distinción está lejos de proponer
un criterio cronológico cómodo sino que subraya
el fenómeno capital que marcó el psicoanalísis a
lo largo de los últimos veinte años, y que
corresponde a una nueva articulación de su
campo teórico, esto es, el hecho de que se haya
sustituido la referencia freudiana al modelo
biológico y fisiológico de la pulsión por una
referencia cada vez más elaborada al modelo
lingüístico. La mutación del psicoanálisis
figurativo de ortodoxia freudiana en un psicoa-

—803—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nálisis estructural representa quizá la última


oportunidad para la interpretación uratica de
los textos. Vimos, en efecto, que esta interpreta­
ción se aplicaba, ya desde Freud, a un análisis
del contenido que consistía en circunscribir, en
una obra literaria, las reiteraciones siempre
desviadas de la escena del Inconsciente (cfr.
supra, p. 44). Los datos del psicoanálisis remití­
an siempre, con más o menos variantes, en el
orden de lo familiar o de lo individual psicoso­
mático, a una vivencia. Recusando este
realismo algo ingenuo y desplazando la inter­
pretación hacia lo "literal" (cfr. supra, p. 215), la
exposición de la nueva conceptualización
lacaniana, el análisis estructural, permite a la
crítica textual, cuando se basa en los conceptos
de este último, "recuperar" lo que había de
positivo en el enfoque formalista (que se aplica­
ba a la especificidad de las formas) y al mismo
tiempo abrirse a "otra" dimensión, que el
formalismo ignoraba. Sabemos que el

—804—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

formalismo constituye, en el campo de la crítica


textual, una tentativa de descripción y análisis
puramente formales del fenómeno literario que
corresponde, en el orden de lo lingüístico, a la
construcción saussureana de esa abstracción
teórica representada por el objeto lengua. Los
dos postulados fundamentales de este doble
enfoque son los siguientes:

1.Constituir la lengua (el texto) como algo


real, es decir, no referirlo a una causa que exis­
tiría fuera de ella (de él). Esto no significa, por
supuesto, que no exista una exterioridad respec­
to de la lengua (o del texto), sino que esa exte­
rioridad no puede tener consecuencias en la len­
gua (en el texto). El concepto lingüístico que
subyace a este postulado es el de la arbitrarie­
dad del signo, y su consecuencia en el nivel del
análisis textual es que no se tenga en cuenta al
referente.

—805—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

2.. Sostener que eso real que es la lengua


(el texto) es representable y formalizable; lo cual
implica que sea posible, en un objeto concebido
como un puro sistema de oposiciones, detectar
con toda seguridad las identidades y las
diferencias.

Vemos que el enfoque formalista 321 omite


voluntariamente tomar en consideración todas
aquellas zonas críticas en que la lengua no se
refiera estrictamente a sí misma, y en que no se
base en el principio de representabilidad
absoluta, como también las zonas en que el suje­
to se implica en. una relación de deseo y no de
comunicación unívoca. El enfoque analítico ba­
sado en la teoría lacaniana no va a recusar,
aunque a veces parezca que le falte poco para
hacerlo, el modelo lingüístico, pero va a
implementar un aparato conceptual que le va a
permitir integrar a ese modelo todo lo que el
formalismo había rechazado como no represen-

—806—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

table, esto es, para decirlo de una manera


general, el deseo. Al pensar positivamente el
objeto "lalangue" 322 (lugar de los impares
lingüísticos y de lo no formalizable) por oposi­
ción al objeto de la lengua (lugar del sistema
cerrado y de la estructura chata), Lacan abre el
camino para una aproximación pluri­
dimensional de los textos, del inconsciente. Nos
parece que la relación psicoanálisis y literatura
merecen profundizarse a partir de ahora en esa
perspectiva.

Por último, no quisiéramos terminar esta


obra sin plantear explícitamente el problema de
su inserción en una colección universitaria con
vocación pedagógica y didáctica. Esta inserción
parecería implicar la idea de que el psicoanáli­
sis, así como cualquier otra disciplina universi­
taria, constituye un objeto de saber y por lo
tanto de enseñanza y que es susceptible en esta
instancia, en todo caso, de transformarse en un

—807—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

complemento para una pedagogía de la


literatura. No es difícil darse cuenta que esto no
es obvio, ya que está lejos de constituir una
evidencia que la literatura pueda enseñarse, en
el sentido tradicional del verbo, y todavía menos
que el psicoanálisis constituya un cuerpo de doc­
trina suficientemente coherente para poder ser
objeto de un discurso pedagógico stricto sensu.
Nunca se repetirá lo suficiente que el psicoaná­
lisis no es una cuenta exacta, y esto debería pre­
servarlo de su anexión pura y simple a cierto
grupo de disciplinas que lo utilizarían como ga­
rantía o como pretexto para construir su teoría y
metodología propias.

Cuando los psicoanalistas reclaman una


especificidad inalienable para su disciplina, tie­
nen conciencia de los peligros de una anexión de
ese tipo, y están perfectamente justificados
cuando denuncian la manipulación ideológica
que consiste en hacer del psicoanálisis un saber

—808—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

transmisible. Como recordaba hace poco tiempo


Catherine Backès—Clément, "el saber es apro­
piación constitutiva de la verdad" y "la verdad
es una relación que une al sujeto y al objeto de
tal manera que hace que el sujeto sea el
fundamento de la operación verídicas 323. Ahora
bien, si es que existe, en la "Verdad" psicoanalí­
tica, una relación de causa a sujeto, el sujeto de-
be entenderse como un mero efecto de la causa,
y ésta última es por supuesto el inconsciente.
Esto equivale a decir que esta "verdad", si
existe, es perfectamente inaccesible a través del
discurso, y que el psicoanálisis, en esas
condiciones, no puede constituir un saber
transmisible. Si, como escribía Roland Barthes,
el crítico es "aquel que no sabe a qué atenerse
acerca de la ciencia de la literatura"324, mucho
menos todavía es lo que sabe respecto de esa
"verdad" que el psicoanálisis entrevé pero que
no puede formalizar aunque sí exhibir su
carácter irremediablemente inverificable. Será

—809—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

comprensible entonces que sobre todo discurso


analítico referido a la literatura pese de entrada
una hipoteca: la de no constituir más que una
interpretación entre otras, una apertura
simbólica entre otras aperturas. Y se compren­
derá también que la cientificidad con que éste
discurso se engaña a sí mismo y con que hace
una concesión al mito moderno de la totalidad,
solo puede producir una relación totalmente
indirecta y desviada con el objeto que pretende
aprehender.

Sostener esta afirmación no significa de


ninguna manera desvalorizar a posteriori el in­
ventario de las teorías y las prácticas que hemos
expuesto en este manual sino poner en guardia
al lector contra los riesgos mayores de cualquier
saber constituido y de cualquier imperialismo
doctrinal e invitarlo a convencerse de que, aún
cuando la teoría analítica logra transformar un
texto en un mensaje unívoco, es ésa una trampa

—810—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

más, inherente inevitablemente a la interpreta­


ción. Es cierto que es fundamental no encerrar
un texto en su letra y liberar su lectura. Pero
sería paradójico que el precio de esta apertura a
la "otra escena" fuera dejarse engañar por una
"verdad" terrorista que con toda seguridad des­
truiría el elemento instaurador del sabor litera-
rio, que es la ambigüedad.

—811—

COMPLEMENTOS
BIBLIOGRAFICOS

El lector encontrará en la presente lista


algunos títulos que no han sido citados en et
cuerpo de la obra pero cuya consulta puede pre­
sentar interés en lo referente a problemas
teóricos generales o particulares:

Amado Lévy—Valensi, Eliane. Les voies


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Universitaires, 1971.

Anzieu, Didier, "Le corpos et le code dans


les contes de J. L. Borges", Nouvelle Revue de
Psychanalyse, N° 3, 1971.

Bastide, Roger, Psychanalyse et sociolo­


gie, PUF` 1950. (Hay versión castellana.)
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Beaudouin, Charles, Psychanalyse de


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les, Blaise Pascal ou l'ordre du coeur, Plon,
1962.

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La Haye, Mouton, 1968, p. 8.
3. Sub—Stance, 1, 1974, p. 65.
4. Psychoanalysis and the Literay process,
1970. 12
5. Extraeremos la mayoría de nuestras citas
del Vocabulaire de la psychanalyse de J.
Laplanche y J. B. Pontalis, Paris, P.U.F.,
1968 (versión castellana: Laplanche y
Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Ed.
Labor, Barcelona, 1971) y de D. Lagache,
La psychanalyse, Paris, P.U.F., 1964
(versión castellana: El psicoanálisis, Bue­
nos Aires, Paidós, 1963).
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

6. La frase en francés de la edición Galli­


mard reza: "Le Moi doit déloger le Ça" (N.
de la T.).
7. El texto original de Lacan es: "LA oú c'é-
tait, lá dois—je advenir". La fórmula que
utilizamos para su traducción: "donde
Ello era, Yo debo advenir" es la adoptada
por la traducción de Obras Completas de
S. Freud de Editorial Amorrortu (en 24
volúmenes, de los cuaies ya se han publi­
cado 14), Buenos Aires, hechos directa­
mente del alemán por José Luis Etcheve­
rry; esta edición reproduce el ordena­
miento, comentarios y notas de la Stan­
dard Edition inglesa, preparada por Ja­
mes Strachey en colaboración con Anna
Freud. (N. de la T.).
8. Traducimos como "investimiento" e "in­
vestir" los términos franceses "investis­
sement" e "investir". En la versión caste­
llana del Vocabulaire de la psychanalyse

—821—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

y en otros textos de psicoanálisis se pre­


fieren los términos "catexis" y "cargar".
(N. de la T.).
9. versión castellana: Freud, una interpreta­
ción de la cultura, Vd. Siglo XXI, España
— Argentina — México, 1978.
10. El subrayado es nuestro. El término ale­
mán Geiteswissenchaften da pie a una in­
terpretación muy amplia.
11. L’enfance de l’art, Payot, París, 1970, p.8-
13.
12. “Freud et la création littéraire”, Tel Quel,
I, 1968, p. 63-65. Versión castellana:
“Freud y la creación literaria”, in Tel
Quel, Teoría de conjunto, Seix Barral,
Barcelona, 1971
13. Deriva de aquí el interés del concepto de
productividad opuesto al de producto.
(Véase III Parte: El texto a la letra).
14. Pour une psychanalyse de l’art et de la
créativité, Payot, Paris, 1971.

—822—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

15. Todas las referencias bibibliograficas a


las obras completas de S. Freud en caste­
llano responden a la edición de Obras
Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 3
volumenes, 1967, traducción de Luis-
Lopez Ballesteros y Torres. (N. de la T).
16. ersión castellana: Crítica y Verdad,
V
Buenos Aires, Siglo XXI, 1973. (N. de la
T.).
17. Alusión a los términos con que Baudelai­
re se dirige a su público en el prólogo de
Las Flores del Mal. (N. de la T.).
18. Es así que / sacaron de mí / a papá y
mamá / y la fritura de ji en / grito / en
el sexo (centro) del gran estrangula­
miento / de donde fue extraído ese cru­
zamiento de la cerveza / (muerta) / y de
la materia / que dio vida / a Jizo—grito
/ cuando de la mierda de / yo muerto /
fue traída / la sangre / con la cual se
dora / toda vida usurpada / afuera.

—823—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

19. No hay espíritu / sin estado / no hay


ideas puras / un ser / yo / etc., etc.
20. ¡Qué repliegue de deseos se esconde
cuando éstos van a la rastra! ¡Qué des­
orden / de tesoros que se sustraen a mi
avidez! / ¡Y qué sed sombría de limpi­
dez! / ¡Oh astucia! A la luz del color de­
jado, / Me sentí conocida aún más que
herida ... / En lo más traicionero del
alma, me nace una punta; / El veneno,
mi veneno, me ilumina y se conoce: / Da
color a una virgen enlazada a sí misma,
/ Celosa... ¿Pero de quién, celosa y ame­
nazada? / ¿Y qué silencio habla a mi or­
gulloso poseedor? / ¡Dioses! En mi pesa­
da herida una secreta hermana / arde,
que prefiere estar atenta al extremo.
21. Usaremos el término yo por oposición a
"Yo" sin subrayar para traducir la dife­
rencia, imposible de expresar en espa-

—824—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ñol, entre "Je" y "Moi" del francés (N.


de la T.).
22. Versión castellana: Roland Barthes, A.
J. Greimas y otros: Análisis es tr uc t ur a l
del relato, Tiempo Contemporáneo, Co­
lección Comunicaciones, Buenos Aires,
1970.
23. Véase S. Lecointre y J. Le Galliot, "Le
je(u) de 1'énonciation", in Langages 31,
septiembre de 1973, p. 64—79.
24. L Air et les Songes, Paris, José Corti,
1943; Versión castellana: El aire y los
sueños, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1958. La Poétique de l'Espace,
P.U.F., 1957; versión castellana: La Poé­
tica del Espacio, México, Fondo de Cultu­
ra Económica, 1965.
25. Les structures anthropologiques de l'ima-
ginaire, Paris, Bordas, 1969. 70
26. Literalmente: "Agujeré el límite" (N. de la
T.).

—825—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

27. Citado en la Réthorique Générale del


grupo de Lieja, Paris, Larousse, 1970, p.
112.
28. Vemos partir hacia el infinito, desde un
cruce de caminos lívido y monótono, los
árboles peregrinos.
29. "Remarques sur la fonction du langage
dans la découverte freudienne", in La
Psychanalyse I, 1965. publicado nueva-
mente en Problèmes de linguistique géné­
rale, Gallimard, 1966, p. 75—87. Versión
castellana: Problemas de lingüistica gene­
ral, México, Siglo XXI, 1971.
30. J. Laplanche y S. Leclaire, "L'incons-
cient", in Les Temps Modernes, 1963, N°
183, p. 85—129. Este artículo está inclui­
do en la versión castellana del Coloquio
de Bonneval: Henry Ey, El inconsciente.
Siglo XXI, 1971.
31. Consignamos en francés los términos "li­
corne" y "lit", ya que los respectivos tér-

—826—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

minos castellanos (unicornio y cama) no


ilustran el juego de los significantes. (N.
de la T.).
32. Debemos este trabajo sobre Claude Simon
y Paul Marie Lapointe a Renée ParkLe­
duc, encargada de cursos en la Universi­
dad Mc Master, Hamilton, Canadá.
33. Freud, "L'inquiétante étrangeté", in Es-
sais de Psychanalyse Appliquée. Versión
castellana: Lo Siniestro, Ediciones Noé,
Buenos Aires, 1973.
34. Cfr. Freud, "Révision de la science du
rêve", in Nouvelles conférences sur la
psychanalyse, Gallimard, Collection
Idées, p. 34. Versión castellana: Nuevas
aportaciones a la interpretación de los
sueños, Alianza Editorial, Libro de Bolsi­
llo N° 423, Madrid, 1976; también en Vo­
lumen II de Obras Completas de
Biblioteca Nueva, Madrid, 1967, p. 880 y
55.

—827—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

35. Freud, op. cit., p. 35.


36. Paul Marie Lapointe, Le réel absolu,
poèmes 1948—1865, Otawa, Ed. de
l'Hexagone, 1971. (Título del poema en
castellano: Salmo para una rebelión de
tierra).
37. perecen los hombres y los días cada día /
el polvo cubre el verano / estaciones cam­
pestres / comidas necesarias / Inolvidables
muertos / (sin ciudades con pobres pobres
en la axila de los cofres / mis agitados / fú­
tiles / trabajadores) / los músculos y la
fuerza están hechos para el corazón / y la
cólera / están hechos para el corazón y el
campanario del autor / para la cólera de
las ciudades resentidas / para el pan de
las ciudades / y el pan para la tierra abo-
nada / la tierra abonada para las piedras
y la lluvia / la lluvia para las piedras / y
las piedras mismas se pulverizan / y la có­
lera y los músculos y el corazón pequeño

—828—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

hombre / irremplazable pequeño hombre /


con tu hambre y el terror que te sigue y te
persigue / oh salmodia oh salmos.
38. Standard Edition, Tomo XII, p. 95.
39. En castellano en el texto original (N. de la
T.).
40. Freud, Essais de Psychanalyse, "Au-delà
du principe de plaisir" Petite Bibliothèque
Payot, 1975, p. 48.
41. Alusión a la expresión corriente del fran­
cés: "petite mort" (N. de la T.).
42. Booz dornúdo, poema de Víctor Hugo (N.
de la T.).
43. El Paraguas.
44. En torno a Adonis.
45. Versión castellana: A. Adler, Conoci­
miento del hombre, Espasa-Calpe,
Madrid, 1975.
46. Versión castellana: C. G. Jung, Símbolos
de Transfórmación (Edición revisada y
aumentada de Transformaciones y

—829—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

símbolos de la libido) — Ed. Paidós,


Buenos Aires, 1962.
47. Les structures anthropologiques de l'ima-
ginaire, Bordas, 1969, p. 36.
48. "Les voies ouvertes par Gaston Bachelard
á la critique littéraire", in Les chemins
actuels de la critique, 10-18, 1968, p. 201­
213.
49. "Un étrange lecteur", in Les chemins ac­
tuels de la critique, 10-18, 1968, p. 214­
221.
50. D. Anzieu, Psychanalyse du génie créa­
teur, Paris, Dunod-Bordas, p. 116.
51. Op. Cit., p. 117.
52. Op. cip. 118.
53. Cf. Jacques le Fataliste, ed. crítica de S.
Lecointre y J. Le Galliot, Ginebra, Droz,
1976, p. 26-28 y 392.
54. "La création artistique et l'Elaboration
consciente de l'inconscient", in Psychana-

—830—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

lyse du génie créateur, Paris, Dunod-


Bordas, 1974, p. 226.
55. Esta lectura es obra de Peter Nesselroth,
profesor asociado en la Universidad de
Toronto.
56. Hemos extraído la traducción española
que consignamos a continuación de Ch.
Baudelaire, Obra poética completa, Edi­
ción bilingüe, Libros RIO NUEVO, Serie
Bolsillo /2, Ediciones 29, Mandri, 41. Bar­
celona, España; traducción de Enrique
Parellada
57. Para la sobredeterminación como regla de
engendramiento textual, véase Michael
Riffaterre, "Modèles de la phrase litté­
raire" in P. León y otros, Problemes de
l'anaIyse textuelle, Didier, 1971, p. 134­
142, e "Interpretation and descriptiva
Poetry": A Reading of Wordsworth's Yew-
Trees", IV, 2, 1973, p. 229-256.

—831—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

58. Sémantique structurale, Larousse, 1966.


Versión castellana: Semántica estructu­
ral, Gredos, Madrid, 1971.
59. Véase Roman Jakobson, "Deux aspects du
langage et deux types d'aphasic", in Es-
sais de linguistique générale, Ed. dc Mi­
nuit, 1963 (versión castellana: Ensayos de
linguistica general, Barcelona, Seix-
Barral. Biblioteca Breve, 1975) y J. La­
cen," "L'instance de la lettre dans l'in-
conscient", in Ecrits I, Seuil, 1966, p. 249­
289 (versión castellana: Escritos, Lectura
estructuralista dc Freud, México, Siglo
XXI, 1971). Jakobson considera que la
metáfora es análoga a la simbolización,
mientras que Lacen la considera análoga
a la condensación. Pero ambos piensan
que los cambios de sentido en base a la
contigüidad (metonimia y sinécdoque) son
equivalentes al desplazamiento.

—832—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

60. La traducción "encrespado" no expresa


plenamente la connotación verbal propia
del participio presente: moutonnant (N.
de la T.).
61. Maîtres d'autrefois, Holande, 1, 1:d. Jan-
vier, p. 124: "On a devant soi, plaie, grise,
fuyante et moutonnante, la mer du Nord".
62. "calabaza" y, como adjetivo, "entumecida".
(N. de la T.).
63. Semiótico se opone aquí a mimético y no a
simbólico. Véase R. Barthes, Sade, Fou­
rier, Loyola, Seuil, 1971, p. 41.
64. Para la organización semántica de Las
Flores del Mal, véase Zilderberg, Une lec­
ture des Fleurs du Mal, Mame, 1972, pas­
sim.
65. Alusión al verso 3 de Correspondances:
"L'homme y passe a travers de forets de
symboles" (N. de la T.).
66. "Remarques sur la fonction du langage
dans la découverte freudienne", in Pro-

—833—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

blemes de linguistique générale, Galli­


mard, 1966, p. 86-87. Versión castellana:
Problemas de lingüística general, México,
Siglo XXI, 1971.
67. F. Riklin, "Wish-Fulfillment and Symbol­
ism in Fairy Tales" (1908) in The Psycho­
analytic Re view, vol. 1, 1913-1914 y vol.
II, 1915. K. Abraham, `Réve et mythe", in
Ouevres Completes, Payot, Paris, 1965, t.
1, p. 164-215. O. Rank, "The Myth of the
Birth of the Hero", in Journal of Nervous
and Mental Disease, New York, N° 18,
1914 (versión castellana: El mito del
nacimiento del héroe, Ed. Paidós, Buenos
Aires, 1961).
68. "En rigor, se puede considerar que todos
los héroes Fausto, Don Juan, el pícaro, el
artista maldito, todos los bufones son dio­
ses mortales, resucitados o no. En rigor,
cualquier heroína puede encontrar un lu­
gar asignado en el panteón jungeano de la

—834—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Virgen, la Madre y la Vieja. Ni siquiera


los géneros se sustraen a ser cristaliza­
ciones de los mitos. La teoría pudo esbo­
zarse considerando la comedia y la trage­
dia, así como la muerte y el triunfo del
héroe. Y la elegía también, como es evi­
dente, y al igual que la epopeya, cristaliza
los mitos: todas las epopeyas dignas de
este nombre deben efectuar su viaje a los
infiernos o, en términos míticos, asumir la
muerte y transfiguración del héroe. Inclu­
so la elegía pastoral, a través del bonus
pastor, el buen pastor, mantiene un vín­
culo con Cristo muerto y resucitado".
69. "Raconter des histoires", Revue Fran­
çaise de Psychanalyse, t. XXXVIII, N° I,
enero 1974, p. 17-20.
70. Versión castellana: Mitológicas III: El
origen de las maneras de mesa, México,
Siglo XXI, 1971.

—835—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

71. Este estudio pertenece a Anne Boyman,


profesora en la Universidad de Toronto.
72. Yo mi hermana
73. Trois essais sur la théorie de la sexualité,
Paris, Gallimard, 1923, reed. 1962 y 1968.
Versión castellana: Ensayos sobre la teo­
ría de la sexualidad, in Obras Completas,
Vol. 1, Biblioteca Nueva, 1967, Madrid, o
Alianza Editorial, Libro de Bolsillo N°
386, Madrid.
74. Méphistophélés et t'androgyne, Paris,
Gallimard, 1962, p. 132. Versión castella­
na: Mefistófeles y el andrógino, Madrid,
Guadarrama, Colección Punto Omega,
1969.
75. Cfr. Christian David, "La bisexualité psy­
chique", in Revue Française de Psychana­
lyse, 5-6, tomo XXIX, p. 723.
76. Citado por André Green: "La sexualisa­
tion et son économie", in Revue Fran-

—836—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

çaise de Psychanalyse, 5-6, tomo XXIX,


p. 986.
77. "Deuil et mélancolie", in Métapsycholo­
gie, Gallimard, 1968, p. 147-174. Versión
castellana: "La aflicción y la melancolía",
in Obras Completas, Vol. I, Madrid, Bi­
blioteca Nueva, 1967, p. 1075 y ss.
78. "Deuil et mélancolie", in Métapsychologie,
Gallimard, 1968, p. 147-174
79. Cfr. A. Thibaudet, Réflexions sur le ro­
man, Gallimard, 1938; H. Masis, Ré-
flexions sur l'art du roman, Plon, 1927; F.
Mauriac, Le romancier et ses personna­
ges, Grasset, 1933; R. Caillois, Puissances
du roman, Le Sagittaire, 1942; J. P. Sar­
tre, Qu'est-ce que la littérature, Paris,
Gallimard, 1948 (versión castellana: Qué
es la literatura, Buenos Aires, Losada,
1972).
80. Cfr. Communications, N° 8, 1968. Ver­
sión castellana: Roland Barthes, A. J.

—837—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Greimas, C. Bremond y otros, Análisis es­


tructural del relato, Ed. Tiempo Con­
temporáneo, Buenos Aires, 1970.
81. Cfr. Sémantique structurale, Paris,
Larousse, 1966; versión castellana, Ea
semántica estructural, Madrid, Gredos,
1971, y Du Sens, Paris, Le Seuil, 1975
82. Cfr. E. Benveniste, Problèmes de
lingüistique générale, Paris, Gallimard,
1966, chap. XVIII, "Structure des
relations de personne dans le verbe" y
chap. XIX, "Les relations de temps dans le
verbe français", p. 225-250. Versión cas­
tellana: Problemas de lingüística
general, México, Siglo XXI, 1971.
83. Para una explicitación más detallada del
modelo actancial, consúltese A. J.
Greimas, op. cit., p. 176-180.
84. Simone Lecointre y Jean Le Galliot, "Es-
sai sur la structuration d'un mythe per­
sonnel dans les Réveries du promeneur

—838—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

solitaire", Semiotica, N, dic. 1971, p. 339­


364.
85. Véase, a propósito de este problema,
supra, p. 100 y J. Kristeva, Le texte du
roman, Mouton, 1968.
86. Der Familienroman der Nevrotiker,
publicado en 1909 en el libro de Otto
Rank, Der Mythus des Geburt des Helden
(El mito del nacimiento del héroe: versión
castellana indicada en p. 96).
87. El desarrollo que exponemos a continua­
ción está enteramente inspirado en el
libro estimulante de Marthe Robert, Ro­
man des origines et origines du roman,
Grasset, 1972. Versión castellana: Oríge­
nes de la novela y novela de los orígenes,
Taurus, Madrid, 1973.
88. Para una interpretación más detallada,
consúltese el excelente análisis de M. Ro­
bert (op. cit., p. 139—160); recomendamos
también la lectura que propone Michel

—839—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Tournier del mito de Robinson en su


relato Robinson ou les limbes du
Pacifique, Gallimard, 1969.
89. Cfr. M. Robert, op. cit., p. 180—227. 118
90. Prefacio a La Fièvre, Paris, Gallimard,
1965.
91. Seguimos aquí a René Girard, Mensonge
romantique et vérité romanesque, Paris,
Grasset, 1961.
92. R. Girad, op. cit., p. 12. 120
93. "Le romanesque comme fantasme", in
Revue française de psychanalyse, t.
XXXVIII, N° 1, enero 1974, p. 21-24.
94. Cfr. Simone Lecointre y Jean Le Galliot:
Edition critique de Jacques le Fata­
liste, de Diderot, Genève, Droz, 1976, p.
CXXX-CXL.
95. Paris, Grasset, 1975.
96. Le Nouvel Observateur, 7-7-1975, p. 51.
128

—840—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

97. "Etude psychanalytique de Six personna­


ges en quête d auteur, de Pirandello" in
Entretiens sur l'art et la psychanalyse, La
Haye, Mouton, 1968, p. 247-257.
98. Versión castellana: La otra escena.
Claves de lo imaginario, Amorrortu,
Buenos Aires, 1973.
99. En el sentido hegeliano del término. De la
oposición dialéctica donde A niega a B y B
niega a A, surge un elemento C compati­
ble con A y B; "se elimina así la hipótesis
de la separación de los tres términos"
(Hegel, Ciencia de la Lógica).
100. Aún cuando el psicoanálisis freudiano,
sobre el cual pesa (¿inconscientemente? )
la ideología dominante, pueda fortificar, a
su vez, esa misma ideología. Es éste un
reproche que los marxistas no han esca­
timado a Freud, a veces no sin legitimi­
dad.

—841—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

101. Para profundizar estos problemas, el lec­


tor puede consultar el sustancial artículo
de Jean Guillaumin, "Freud entre les
deux topiques: le comique après l'amour,
une analyse inachevée", in Revue françai­
se de Psychanalyse, 4, t. XXXVII, julio
1973, p. 607-654.
102. Desde el punto de vista del emisor y en
términos de instancias psíquicas, el rasgo
de humor "requiere el concurso, en un or-
den y relación dinámica bien definidos, de
una Conciencia que garantiza el discurso,
de un Preconsciente que lo modifica
sustra
103. Véase especialmente Charles Mauron,
Psychocritique du genre comique, Pa­
ris, José Corti, 1964, p. 30.
104. Contribution d l'épistémologie de la psy­
chanalyse appliquée et essai de détermi­
nation de son statut dans le domaine de

—842—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

l'esthétique et de l'art, tesis no editada,


Paris, Sorbona, 1969.
105. Un oeil en trop, Paris, Les Editions de
Minuit, 1969, p. 38.
106. "La création littéraire et le rêve éveillé",
in Essais de Psychanalyse Appliquée,
Paris, Gallimard, p. 81. Versión castella­
na fue indicada en p. 48 de esta obra.
107. I bid.
108. A. Green, Op. cit., p. 38.
109. Cfr. The Verbal Icon, Noonday, 1960, p.
21-39.
110. Cfr. The Dynamics of Literary Response,
Oxford, 1968, Poems in Persons: An In­
troduction to the Psychoanalysis of Lit­
erature, Norton, 1973 y Five Readers
Reading, Yale, 1975.
111. Cfr. Sobre tdo sus Essais de stylistique
structurale, trad. D. Delas Flammarion,
1971

—843—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

112. Cfr. Models and Metaphors, Cornell,


1962, p. 27-28.
113. Para las transformaciones de las relacio­
nes entre los dos principios, véase M.
Marcuse, Eros et civilisation, trad. fran­
cesa, Ed. de Minuit, 1963.
114. Véase la discusión de estos procesos en P.
Ricoeur, De l'interprétation, Essai sur
Freud, Le Seuil, 1965, p. 96 y ss. y 137 y
ss.
115. Lacan emplea la terminología retórica pa­
ra precisar los tipos de condensaciones y
desplazamientos: "Con la versión del texto
onírico comienza lo importante, que está
dado para Freud en la elaboración del
sueño, es decir, en su retórica. Elipsis y
pleonasmo, hipérbaton o silepsis, regre­
sión, repetición, aposición, he aquí los
desplazamientos sintácticos; metáfora, ca­
tacresis, antonomasia, alegoría, metoni­
mia y sinécdoque, son éstas las condensa-

—844—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

ciones semánticas en las cuales Freud nos


enseña a leer las intenciones ostentato­
rias o demostrativas, disimuladoras o
persuasivas, retorsivas o seductoras, con
las que el sujeto modula su discurso oníri­
co" (Ecrits, p. 146).
116. Op. cit., p. 180.
117. Para la cultura como represión y sublima­
ción, véase Norman O. Brown, Eros Tha­
natos, trad. francesa, Julliard, 1960. Ver­
sión castellana: Eros y Tánatos, una inter
pretación psicoanalítica de la historia,
Sudamericana, Buenos Aires, 1970.
118. Presentamos et poema completo en fran­
cés seguido de su traducción al castellano.
Pensamos que ello facilitará la compren­
sión del comentario crítico (N. de la T.).
119. Esta observación no es válida para el
texto en castellano, que utiliza solamente
el pronombre "yo" para traducir "mói" (v.
69, 74, 77 y 81) y omite el pronombre per-

—845—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

sonal cuando en francés se emplea "je".


(N. de la T.).
120. La traducción literal es: sin nostalgia del
ojo necio de los faros. (N. de la T.).
121. Véase la cita de Lacan en p. 146 de esta
obra (nota 2).
122. Para la importancia de este principio en
la teoría freudiana, véase Paul Ricoeur,
op. cit., p. 313-317.
123. nuit blanche: noche en vela; breu vert:
Turquesa. (N. de la T.)
124. La referencia (W 1960) remite a Génese
de l'oeuvre poétique, Paris, Gallimard,
1960, y (W 1966) a Paléocritique ou
contre Picard, Paris, J. J. Pauvert, 1966.
125. Extraído de Plante d Automne, Pléiade, p.
270.
126. Elle dormait, son doigt tremblait, sans
améthyste
Et son ventre sembla de la neige oú serait
Cependant qu'un rayon redore la forêt,

—846—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Tombé le nid moussu d'un gai chardonne­


ret.
(Ella dormía, su dedo temblaba, sin ama­
tista / y desnudo, bajo su camisa, después
de una sonrisa triste / Se detiene levan­
tando hasta el ombligo la batista / Y su
vientre pareció nieve donde / mientras un
rayo vuelve a dorar el bosque / Habría
caído del nido lleno de musgo de un alegre
jilguero.
127. Se podrá consultar, en la línea de J. P.
Weber, el muy interesante ensayo de Ju­
lien Guiomar: Inconscient et imaginaire
dans le Grand Meaulnes, Paris, José Cor­
ti, 1964.
128. Las citas que hemos codificado como C M
1963 remiten a Charles Mauron, Des mé­
taphores obsédantes au mythe person­
nel, Paris, J. Corti, 1963. Las citas
codificadas como C M 1964 se refieren a

—847—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Psychocritique du genre comique, Paris,


J. Corti, 1964.
129. Va a ser útil la consulta, además, de un
estudio de Anne Clancier dedicado a
Apollinaire (Archives des Lettres Moder­
nes, N° 327-330, Paris, Minard, 1972, p.
6-39) y el análisis de Albert Chesneau de
los mitos personales de Céline (Essai de
psychocritique de Louis-Ferdinand Céli­
ne, Archives des Lettres Modernes, N°
129, Paris, Minard, 1971).
130. OEvres Completes, Pléiade, Gallimard, p.
68, 53 y 75. Los títulos de los poemas en
español son: Victoriosamente escapado,
La cabellera vuelo de una llama y Qué
seda a los bálsamos del tiempo.
131. El lector podrá consultar igualmente la
Introduction a la psychanalyse de Ma­
llarme, Neuchátel, La Baconniere, 1968.
132. Como ejemplo de este tipo de discurso, cfr.
P. Delbouille, "Les tragédies de Racine,

—848—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

reflets de l'inconscient ou chronique du


siécle? ", French Studies, vol, XV, April
1961, N° 2, p. 103-120.
133. "Entre 'psychanalyse et psycocritique' ",
in Poétique 3, 1970, p. 365-383.
134. "On identification", New Directions in
Psycho-Analysis, London, 1955.
135. Psychoanalitic Explorations in Art, New
York, 1964.
136. "Sartoris", in Situations I, p. 11.
137. "L'Amour et l'Occident", in Situations I, p.
63.
138. Le Mur, p. 182.
139. Situations IX p. 105.
140. L Etre et Le Néant, p. 649-650. Versión
castellana: El Ser y la Nada, Losada,
Bs. As., 1979.
141. Ibid., p. 154-155.
142. L'Etre et le Néant, p. 150.
143. Ibid., p. 154-155. 178
144. Etre et le Néant, p. 156.

—849—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

145. L´Etre et le Néant, p. 165


146. S
ituacions IX, p.113
147. Le sadisme de Baudelaire, Paris, José
Corti, 1947, p. 120.
148. Baudelaire, p. 10-11. Las citas del texto
de Sartre remiten a esta edición.
149. L'Etre et le Néant, p. 350 y ss.
150. Situacions IX, P. 114
151. Hay versión castellana (todavía incomple­
ta): El idiota de la familia, 2 tomos, Ed.
Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires,
1975 (N. de la T.).
152. Critique de la Raison Dialectique, p. 90.
Versión castellana: Crítica de la Razón
Dialéctica, Buenos Aires, Losada, 1963, 2
tomos.
153. Tomo 11, p. 1797, nota 1, carta a Ernesto,
fines de enero de 1846.
154. Dentro de los estudios franceses, que es el
campo al que nos hemos limitado, puede
consultarse:

—850—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

G. AIGRISSE, Psychanalyse de Paul Va­


léry, Paris, Editions Universitaires, 1964.
Ch. BAUDOUIN, l'enfant du désert, Pa­
ris, Plon, 1962. La psychanalvse de Vic­
tor Hugo, Paris, Armand Colin, 1972.
M. BONAPARTE, Edgard Poe, Paris, De-
noël et Steele, 1933. J. DELAY, La jeu­
nesse d André Gide, Paris, Gallimard,
1956.
R. LAFORGUE, L'échec de Baudelaire.
Etude psychanalytique sur la nérvrose de
Charles Baudelaire, Paris, Denoël et
Steele, 1931.
J. LAPLANCHE, Hõlderlin et la ques­
tion du père, Paris, P.U.F., 1961. Versión
española: J. LAPLANCHE, Hólderlin y la
cuestión del padre, Ediciones Corregidor,
Bs. As., 1975.
F. LION, Les Rêves de Racine, Paris,
Robert Laffont, 1948.

—851—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

J. RECANATI, Esquisse pour la psycha­


nalyse d'un libertin: Roger Vailland, Bu­
chetChastel, 1971.
J. RICHER, Nerval, expérience et créa­
tion, Paris, Hachette, 1963.
155. Pour une psychanalyse de l'art et de la
créativité, Paris, Payot, p. 50.
156. L'arbre jusqu aux racines, Paris, Grasset,
1972, p. 28.
157. Zola et les mythes ou De la nausée au sa­
lut, Paris, Seuil, 1971.
158. "L'oeuvre et l'analyste", Les Temps mo­
dernes, N° 233, oct. 1965, p. 644—645.
206
159. "Le discours de l'obsessionnel dans les
romans de Robbe-Grillet", Les Temps
modernes, N° 233, oct. 1965, p. 608,
160. De ahí lo urticante del debate entre Freud
y Marx. Si la represión, de todas mane-
ras, es anterior o primera, ¿para qué sir­
ve edificar una sociedad sin clases? Pre-

—852—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

gunta voluntariamente caricaturesca; sin


embargo todo el problema reside allí.
161. Expresión acuñada por Jean-Pierre Ri-
chard. Transcribimos la definición del
Lexique de Sémiotique, de Josette Rey-
Debove: "Se dice de una obra que se
muestra dentro de otra que habla de la
primera, cuando los dos sistemas signifi­
cantes son idénticos: relato en el relato,
film en el film, pintura representada en
una pintura, etc" (p. 7). (N. de la T.).
162. Desde diez años a esta parte, si hacemos
referencia a los primeros trabajos del
grupo "Te¡ Quel" y a los primeros artícu­
los de J. Kristeva. (Cfr. más adelante, p.
229).
163. Este movimiento de inversión es solidario,
de una manera más general, con una "cri-
sis" del pensamiento occidental, y forma
parte de una "ruptura" en la epistemolo­
gía de las cienicas y de una relativización

—853—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

del concepto de cientificidad; esa crisis y


esa ruptura no han tenido como único
horizonte la inscripción histórica del psi­
coanálisis en la cultura de Occidente. La
historia (la ciencia de las formaciones
históricas), la lógica y la filosofía han con­
tribuido a la abolición de un privilegio,
"en esta circunstancia, aquel que coloca a
la tierra en un lugar central", y han
favorecido "la consecuente destitución del
hombre de un lugar análogo" (Ecrits,
"Subversion du sujet et dialectique du dé­
sir", p. 796). Esto nos da una idea de la
amplitud filosófica que informa al gesto
que animó toda la crítica de vanguardia,
llevándola:
a) A tomar distancia respecto de todo
método formal o lógico que apuntara a la
descripción/interpretación del texto.

—854—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

b) A elegir como problemática


fundamental el concepto de "Productivi­
dad textual".
164. "Literaridad" o "literaturidad": aquello
que permite distinguir lo que es literario
de lo que no lo es. (N. de la T.).
165. La lingüística parecería invitarnos a esta
confusión, al no incluir en su campo de
análisis ni la letra ni la grafía (la escritu­
ra).
166. La nieve cae en largos hilos deshilacha­
dos.
167. Remplazamos aquí (¡y literalmente!) el
ejemplo propuesto por Lacan por un
ejemplo simplista; el interés psicoanalíti­
co y literario del ejemplo de Lacan es tal
que lo hemos reproducido "in extenso" en
uno de los anexos (cfr. p. 346).
168. La crítica literaria ha escrito mucho, en
efecto, estos últimos años acerca de las re-

—855—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

laciones del Surrealismo con el psicoaná­


lisis freudiano.
169. El autor juega aquí con la expresión
francesa "mot d'esprit", que significa
chiste. (N. de la T.).
170. Las citas precedentes están extraídas del
capítulo de esta obra titulado "La produc­
tividad llamada texto", p. 209-10.
171. Lacan coloca deliberadamente este capí­
tulo al comienzo de sus Ecrits, "a pesar
de la diacronía"; "por la gracia de la paro­
dia", ese capítulo es el Todo de su discur­
so. Nunca insistiremos bastante en acon­
sejar su lectura.
172. Edgard Poe, Histoires extraordinaires,
1840, traducción de Ch. Baudelaire.
173. Téngase en cuenta el doble sentido de
"Lettre" en francés, como letra y como
carta. (N. de la T.).
174. "Lituraterre", Litérature, 3, septiembre
1971, p. 4.

—856—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

175. Los embragues o "shifters" son las marcas


enunciadas de la enunciación. Cfr. R. Ja­
kobson, Essais de linguistique générale,
ch. 9, (versión española, Ensayos de lin­
güística general, Seix-Barral, Barcelona,
Biblioteca Breve, 1975) y E. Benveniste,
Problemes de linguistique générale, ch.
5 (versión española, Problemas de lin­
güística general, México, Siglo XXI,
1971).
176. M. Pierssens, "Questions sur le signi­
fiant", Sub-Stance, 1974, p. 27. 222
177. Cfr. R. Barthes, Communications N° 8,
"Introduction à l'analyse structurale du
récit": "La pasión que puede inflamarnos
a la lectura de una novela no es la que
puede suscitar una visión ... es el lenguaje
mismo, la aventura del lenguaje, cuya lle­
gada es constantemente celebrada".
178. El juego de los significantes se efectúa, en
efecto, en la intersección de los dos ejes,

—857—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

simbólico (entre el inconsciente y el suje­


to), e imaginario (entre el Yo y el objeto
del deseo).
179. Encontramos aquí a "ese yo que opone su
irreductible inercia de pretensiones y des­
conocimiento a la problemática concreta
de la realización del sujeto". Ecrits,
"L'agressivité en psychanalyse", p. 109.
180. De ahí que sea necesario insertar lo real
(bajo la forma del objeto parcial del deseo)
en la estructura del sujeto, al lado del or-
den simbólico e imaginario.
Este objeto no es de ninguna manera un
objeto concreto; es el punto inasible que
Freud asigna como término a la "pulsión
parcial" y es para Lacan el objeto a, "índi­
ce sin nombre de lo real". El orden simbó­
lico marca la eternizacion del deseo por la
pérdida del objeto a.
181. Lacan analiza esta simbolización en el
comentario que propone del "Fort/Da" de

—858—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Freud ("Fonction et champ de la parole et


du langage", p. 319).
182. El significante primero de esta "falta de
ser" es el falo, marca de la castración.
183. En "La direction de la cure" se encuen­
tran los ejemplos clínicos, extraídos de
Freud, de la relación del deseo con estos
efectos del significante (Ecrits, p. 621).
184. J. Milner ve, con razón, en la firma del
escritor "el sustituto del deseo, ya que es
sustituto del sujeto constituido por el "de­
seo" (Conferencia no publicada).
185. ¿Cómo opera la transferencia? ¿La des­
cripción de la transferencia en la relación
analítica puede servir para ilustrarla?
Muchas cuestiones quedan todavía en
suspenso.
186. Véase bibliografía, p. 266.
187. El tema de este libro nos obliga a
considerar muy brevemente, a pesar de su

—859—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

importancia, el origen teórico del concepto


de productividad textual.
188. Ph. Sollers, Logiques, Col. Tel Quel, 1968
189. Ph. Sollers, “Lëcriture fonectiomn de
transformation sociale”, Tel Quel Nº 16
190. Semeiotike, "Pour une sémiologie des
paragrammes", p. 178.
191. J
. Kristeva da de este fundamento
materialista (a él reduce el rol del psicoa­
nálisis) la siguiente delimitación: "teoría
de la significación a partir del sujeto, de
su formación y de su dialéctica corporal,
lingüística y social", La révolution du
langage poétique, p. 12.
192. Semeiotiké, "Le texte et sa science", p.
17.
193. Semeiotiké, "La productivité dite texte",
p. 238-239.
194. Derivaciones y no desviaciones: Cfr. "Pour
une sémiologie des paragrammes", Se­
meiotiké, p. 176-180. La escritura textual

—860—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(poética) no es un "desvío" respecto de una


"norma" que estaría determinada por el
código lingüístico. Tampoco es un subcó­
digo particular. Ella obliga a repensar la
noción misma de código lingüístico como
una infinidad ordenada de códigos, un or­
ganismo complejo cuya multiplicidad de
posibles sería exteriorizada por el lengua­
je poético, mientras que otros lenguajes
actualizan solamente un subconjunto par­
ticular de ese código.
195. Semeiotiké, "La sémiotique", p. 41-42. Pa­
ra el semanálisis, el "objeto" ideal será el
texto, que conjuga una "práctica escritu­
ral inclinada sobre su producción con un
pensamiento científico en busca de la pro­
ducción". De ahí proviene que J. Kristeva
haya elegido a Lautréamont y Mallarmé y
que se refiera tan abundamentemente a
Philippe Sollers.
196. Semeiotiké, "Le text et sa science", p. 10.

—861—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

197. Cfr. Semeiotiké, "L'engendrement de la


formule", p. 352.
198. Esta interpretación pone de manifiesto
nada más que una apariencia. Los aspec­
tos transgresivos de la escritura poética
en el plano del lenguaje se explican en un
estudio fundado en el análisis de la "cor­
poralidad" del lenguaje, cfr. p. 265.
199. La révolution du langage poétique, "Se­
miotique et symbolique", p. 67.
200. Freud, La interpretación de los suenos.
201. Semeiotike, "Le texte et sa science", p. 9.
234
202. Semeiotike, "Le texte et sa science", p.
11.
203. La analogía morfológica
(sem/psicoanálisis) es la primera indica­
ción de la necesidad de esa deuda. "Anali­
zar, es decir, poner en posición horizontal,
develar, ordenar lo latente ..." (Miroirs
du sujet, p. 66).

—862—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

204. Previo, porque antes de toda identifica­


ción del sujeto (en el estadio del espejo y
en la etapa de la castración), antes de to-
da "posición" del sujeto en el lenguaje, ese
funcionamiento pulsional está ya presen­
te. Exterior: porque en la estructura del
sujeto la pulsión se manifiesta solamente
en el plano del objeto (perdido) del deseo.
En la "tópica" lacaniana, el lugar de la
pulsión está en lo Real.
205. "Cota": Transposición del original francés
"chora", que J. Kristeva transcribe del
griego "Xwpa" = espacio, lugar (N. de la
T.).
206. "Estancamiento libidinal" es para Freud
la acumulación de la energía pulsional
que "no encontraría ya ninguna vía para
la descarga" (Cfr. Vocabulaire de psy­
chanalyse, véase "décharge"; en la ver­
sión castellana, "descarga").

—863—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

207. Cfr. el concepto de "procesos primarios",


Idem.
208. La exposición que hacemos a continuación
representa una "lectura" de lo que hemos
considerado como los pasajes cruciales de
las obras citadas. Hemos respetado rigu­
rosamente, en especial, la terminología y
las fórmulas de definición.
209. La identificación o acceso del sujeto a su
identidad simbólica, es decir, el acto mis-
mo por el cual se constituye como sujeto.
Para una sistematización de este concep­
to, véase Lacan (más que Freud). Cfr. p.
222.
210. El objeto (tomado en su sentido etimológi­
co) designa todo aquello que es heterogé­
neo al sujeto, y engloba el objeto pulsio­
nal.
211. Traducimos así el término "poser".

—864—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

212. Sobre el concepto de negatividad, su


sentido e importancia en la teoría de la
significación, véase p. 251.
213. "El sujeto es lo que el significante repre­
senta ... para otro significante", cfr. La­
can, sección II, p. 298. Advertimos que la
teoría analítica en la que se basa La ré­
volution du langage poétique, no puede
ser comprendida cabalmente sin un cono­
cimiento preciso de la teoría lacaniana,
que considera el significante como dueño
al que el sujeto está sometido.
214. La sintaxis explicita, por medio de la opo­
sición que ella marca entre sujeto y predi­
cado, la división tética entre las "posicio­
nes" separadas.
215. La révolution du langage poétique, "Sé­
miotique et symbolique", p. 26.
216. Cfr. Sección 1, "La literatura a La Letra".
217. La révolution du langage poétique. "Sé­
miotique et Symbolique", p. 47.

—865—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

218. Puede decirse incluso que Lo tético, asal-


tado, se refuerza y que el texto nace de la
violencia del enfrentamiento semiótico /
simbólico.
219. V
olveremos a tratar esta aplicación
lógica, cfr. cap. III. p. 324.
220. En esta infinidad de diferencias, la uni­
dad mínima "objetal" no es pensable. Se
trata de una función numérica
infinitesimal: el conjunto de las
diferencias pertenece al orden del
número, cfr. cap. III, p. 241 y ss.
221. La
révolution du langage poétique,
"Semiotique et Symbolique", p. 85.
222. Por "negativación" hay que entender la
"negatividad" en acto: el concepto hege­
liano de negatividad tiene un lugar
preponderante en la teoría del texto de J.
Kristeva (véase p. 251). La negatividad
representa "la diferencia absoluta, sin
ninguna relación a otra cosa" (Hegel,

—866—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

Ciencia de la Lógica); es el gesto que nie­


ga los contrarios en un sistema de oposi­
ción. Pero, al reunir, en su funcionamien­
to, simultáneamente, :o positivo y lo
negativo, la negatividad se revela produc­
tiva, constitutiva de un proceso signifi­
cante; ella es "el disolvente que no des­
truye sino que hace surgir nuevas
organizaciones, y en este sentido afirma"
(La révolution du langage poétique, "La
négativité: le rejet", p. 102). Mientras que
la lógica de la palabra (asumida por un
sujeto racional) ignora ese proceso, y lo
considera como una "anomalía", el len­
guaje poético encuentra, en cambio, en
este "fuera de la lógica" (en que el sujeto
se disuelve) el espacio donde desarrollar
su práctica significante.
223. La révolution du langage poétique, "Sé­
miotique et symbolique", p. 67
224. Id., p. 68.

—867—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

225. Ph. Sollers, Logiques, "Programme".


226. Semeiotike,
"L'engendrement de la
formule", p. 294.
227. La relación infinitesimal que está en jue­
go en este conjunto sigue la leyes de la
función numérica (relación, transición y
continuidad). Como hace observar J.
Kristeva (Semeiotike, p. 292), esta con­
cepción de un engendramiento de la
significancia que deja de lado el signo y la
palabra es totalmente compatible con el
punto de vista de Lacan, según el cual el
sentido "insiste" en la cadena significante
pero ninguno de sus elementos "consiste
en la significación de que es capaz en un
determinado momento".
228. La problemática de la diferencial está
planteada en Semiotike, "L'engendre-
ment de la formule" (p. 278-371) y es
puesta en práctica en La révolution du

—868—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

langage poétique, "Le dispositif sémioti­


que du texte", p. 209-263).
229. Semeiotike,
"L'engendrement de la
formule", p. 303. El texto de referencia
que J. Kristeva propone para un ensayo
práctico es precisamente Nombres
(Números), de Ph. Sollers. Este texto tie-
ne la particularidad de "hacer un relato"
con las diferenciales significantes y con el
proceso de producción textual.
230. Semeiotike,
"L'engendrement de la
formule", p. 309. Red tabular (y no lineal),
o sea, dispuesta en cuadros.
231. Para la exposición de este tema, cfr. La
révolution du langage poétique, "Le
dispositif sémiotique du texte", p. 210­
230.
232. En lo que hace al investimiento pulsional
de las distinciones vocales, Kristeva se
inspira prácticamente de un importante
artículo de L. Fonagy: "Les bases pulsion-

—869—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

nelles de la phonation", Revue française


de psychanalyse, janv. 1970 - juillet
1971. En la p. 225 de La révolution du
langage poétique se dan ejemplos de la
relación timbre/pulsiones, que hemos re­
producido en el anexo de este capítulo.
233. Cfr. Freud, La interpretación de los
sueños: "Hay una sola relación lógica
favorecida por el mecanismo de la forma­
ción del sueño; es la semejanza, la armo­
nía y el contacto". Citado por J. Kristeva,
La révolution du langage poétique, p.
234.
234. La exposición que acabamos de hacer está
inspirada en La révolution du langage
poétique, "Le dispositif sémiotique du tex-
te", p. 222.
235. Id., "Le dispositif sémiotique du texte", p.
231.
236. J. Kristeva cita y comenta este verso en
Id., p. 220.

—870—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

237. La traducción literal sería: no aullaré allí


ningún vacío. "Nénie" no existe como vo-
cablo; solo fonéticamente puede equivaler
a la condensación de "né" (nacido) + "ni" o
"nie" (ni o niega). (N. de la T.).
238. Cfr. Mallarmé. "Hace falta una garantía:
la sintaxis" (Le mystère dans les lettres),
citado en La révolution du langage poé­
tique, p. 271.
239. La révolution du langage poétique, p. 227
240. Acerca del falo, significante del deseo,
"destinado a designar en un conjunto los
efectos de significado, en la medida en
que el significante los condiciona por su
presencia de significante", cfr. J. Lacan,
Ecrits, "La signification du phallus", p.
690. Recordemos que la primera fijación
al seno materno pone al niño en simbiosis
autoerótica con la madre fálica. En el
estado de la castración (de la identifica­
ción), el falo se localiza "en una posición

—871—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

inconsciente" (Id., p. 685) y abre en el


lugar simbólico, significante, los caminos
del deseo (simbolizando el deseo
primordial, que es la madre fálica).
241. Este concepto freudiano debe aprehender­
se en la dicotomía "pulsión de vida" /
"pulsión de muerte" que subsume el
conjunto de las pulsiones. La pulsión de
muerte tiende a la "reducción completa de
las tensiones, es decir, a retrotraer al ser
viviente al estado inorgánico" (Vocabu­
laire de la psychanalyse, p. 371). La
pulsión de muerte es, como resume J.
Lacan, "la metáfora del retorno a lo
inanimado que afecta según Freud a todo
cuerpo vivo, este margen más allá de la
vida que el lenguaje confiere al ser por el
solo hecho de que habla" (Ecrits, "Subver­
sion du sujet et dialectique du désir", p.
803. Citado por J. Kristeva, p. 47 de La
révolution du langage poétique.

—872—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

242. El fetichismo es una "denegación" de la


castración de la madre, de la "diferencia
sexual que subyace a ella" y de la "sexua­
lidad genital"; esa denegación puede lle­
gar hasta la "forclusión del momento téti­
co". La révolution du langage poétique,
"Sémiotique et symbolique", p. 63.
243. La révolution du langage poétique, Id., p.
63.
244. El objeto fetichizado está marcado por la
ambiguedad (cfr. G. Rosolato, "Le féti­
chisme dont se "dérobe" l'objet"). Nada
nos prohibe pensar que el lenguaje (el
significante ligado al cuerpo) y más toda­
vía el objeto de "creación" (el libro, la
obra) puedan erotizarse y convertirse en
"el objeto predominante del placer". Cfr.
La révolution du langage poétique, p. 64.
245. La exposición que presentamos ahora
hace referencia a las páginas 64-69 de La

—873—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

révolution du langage poétique, de donde


extraemos también las diversas citas.
246. El proceso de "rechazo" [rejet en el origi­
nal francés] que anima a las pulsiones se
define por la negatividad (véase nota 23
de pág. 239), que gobierna al lugar semió­
tico. La motilidad de las cargas energéti­
cas es primero "separación, escisión, esta­
llido". Pero a fuerza de acumular ruptu­
ras, se inmoviliza en estancamientos; de
ahí que se produzca un "nuevo lanza­
miento" de la pulsión. El movimiento re­
iterativo del "rechazo" pulsional, supone,
pues, esos momentos de relativa inmovili­
zación. "Sin este estacamiento (sobre el
cual va a erigirse la tesis simbolizante),
que Freud descubre en "Más allá del prin­
cipio del placer", pero también en el artí­
culo sobre la Verneinung, el rechazo no
podría funcionar como productor de algo
nuevo ni como desplazamiento de los lími-

—874—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

tes; sería una repetición mecánica de una


"identidad indiferenciada" (La révolution
du langage poétique, "L'hétérogene", p.
155). (El subrayado es nuestro). Esta cita
exige una explicación: el movimiento de
rechazo es una pura motilidad pulsional y
manifiesta la pulsión de muerte. Pero la
acumulación de los rechazos, al autorizar
el estancamiento (la positivación proviso-
ria) permite que esta marca se transforme
en signo y que se establezca lo simbólico,
postergando de este modo la escisión y la
tendencia a la muerte y manifestando el
carácter productivo de la negatividad.
247. Semeiotike, "Le texte et sa science", p.
16.
248. Kristeva extrae la imagen del trabajo
de la escritura como "azar" de Mallarmé
(Igitur, "Un coup de dés"). Véase Se­
meiotike, "Poésie et négativité", p. 269.
Véase también la cita siguiente.

—875—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

249. S
emeiotike, "Poésie et négativité", p.
273.
250. El término de "intertextualidad" para
designar la transposición aparece en
Semeiotike. Término ambiguo, desaparece
en esta acepción en Révolution du lan-
gage poétique.
251. En rigor, el texto transpone y lee "el texto
de la sociedad y de la historia"; todo texto
recorta el conjunto de los textos (sistemas
significantes) sociales, históricos,
políticos, culturales. Al introducir la
ambigüedad en el espacio del texto, la
transposición confiere su carácter
transgresivo en relación a lo real histórico
a esta práctica significante.
252. Lat. Collocare: instalar, disponer, arre­
glar: la respuesta es, por supuesto,
negativa. La escritura no ordena ni arre­
gla, sino que transpone y transforma. Es
necesario considerar la pregunta

—876—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

(¡retórica! ) de J. Lacan como una posición


radical: la escritura, lejos de ser "acomo­
dación de los restos", es creación pura, y
los efectos de lengua que ella determina
solo se sostienen por un retorno al signifi­
cante.
253. Volvemos a encontrar aquí una implica­
ción lacaniana de la teoría del significan­
te.
254. Semeiotike, "Le mot, le dialogue, le to-
man", p. 150.
255. Cfr. en Freud, los conceptos de "condensa­
ción" y "sobredeterminación".
256. E
stas asociaciones pueden producirse
también como efecto de desplazamientos
metonímicos sobre la cadena significante:
un lexema "desplaza" sus valores hacia
otro lexema en virtud del juego de sus
analogías sémicas.
257. Semeiotike, "Pour une sémiologie des pa­
ragrammes", p. 181.

—877—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

258. Semeiotike, "Poésie et négativité", p.


251.
259. Cfr. Vocabulaire de la psychanalyse, p.
112. J. Kristeva da un ejemplo de nega­
ción en la pagina 271 de Semeiotiké.
260. Seméiotike, "Poésie et négativité", p. 272.
261. Ecrits, "Positions de l'inconscient", p.
830.
262. El desarrollo que sigue hace referencia a
La révolution du langage poétique, "La
négativité: le rejet", p. 104-105.
263. Encontramos en esta idea la célebre
dialéctica hegeliana del Ser y la Nada,
términos contradictorios y al mismo tiem­
po inseparables.
264. La révolution du langage poétique, "Le
dispositif sémiotique du texte", p. 239.
265. Lógica de una "cohabitación inseparable"
o dialógica, se sitúa en el espacio 0-2 y
transgrede el 1 (lo monológico) que consti­
tuye el sentido. (Cfr. Semeiotike, "Pour

—878—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

une sémiologie des paragrammes", p.


183).
266. Semeiotike„ "Pour une sémiologie des pa­
ragrammes", p. 184.
267. Semeiotike, "Pour une sémiologie des pa­
ragrammes". p. 186.
268. "Hay horas en la vida en que el hombre,
con la cabellera piojosa y los ojos inmóvi­
les, echa miradas salvajes sobre las mem­
branas verdes del espacio; porque cree es­
cuchar ante él los irónicos alaridos de un
fantasma. Vacila y baja la cabeza, porque
lo que ha oído es la voz de la conciencia."
269. Es
decir, fuera de la topología
consciente/inconsciente. El siguiente
esquema resume la nueva topología que J.
Kristeva establece para poder pensar por
medio de él el proceso de la significancia:

sujeto consciente
juicio

—879—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

desconocimiento inconsciente
de la negación
operaciones paragramatismo
poéticas
sujeto cerológico

270. Semeiotike, "Poésie et négativité", p.


274.
271. Adviértase que el autor emplea la expre­
sión francesa "Mise en procès", que
condensa la doble significación de "cues­
tionar" y "mostrar en su proceso de desa­
rrollo" (N. de la T.).
272. Esta conclusión hace referencia a La ré­
volution du langage poétique, "Sémio­
tique et symbolique", p. 80.
273. Su gavilla no era ni avara ni rencorosa.
274. El virgen, el vivaz y el hermoso hoy en día
¿se dispone a desgarrarnos con un golpe
de ala ebrio?

—880—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

¡Ese lago duro olvidado que hechiza la es­


carcha
El glaciar transparente de los vuelos que
no han huido!
(Traducción española de Pablo Mañó Gar­
zón, Mallarmé, Poesía completa, Ed. bi­
lingüe, Libros RIO NUEVO, Serie Poesía /
XVII, Ediciones 29, Mandri, 41, Barcelo­
na, España, p. 165-167 del Tomo I).
275. Téngase en cuenta que la analogía que el
autor establece entre el amanecer y "le­
vantar" la voz o la pluma se fundamenta
en la homonimia del vocablo francés le­
ver, que significa levantar y también
amanecer (N. de la T.).
276. "Visitado" traduce a "hanté" francés, que
corresponde a "que hante" del tercer ver­
so; el término francés tiene una fuerte
connotación de misterio por referirse a las
"visitas" de los aparecidos. La traducción
que consignamos más arriba en castellano

—881—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

prefiere la fórmula "que hechiza" (N. de la


T.).
277. Nada, esta espuma, verso virgen Que solo
puede designar el corte (P. 67 de Ibid.,
véase nota 2.).
278. En español: levantar, palanca, el verso, el
vaso (o el vidrio) y el invierno (N. de la
T.).
279. En español: ebrio y escarcha (N. de la T.).
280. Recuérdese que "palanca" traduce "levier"
(N. de la T.).
281. En español, los cuatro semas correspon­
den a pene (una de las varias acepciones
de "verge"), vida, aire y ayer,
respectivamente (N. de la T.).
282. En español: sobre los bosques olvidados
cuando pasa el invierno sombrío (N. de la
T.).
283. "D'un" (."con" en español) tendría que
remplazar normalmente a "avec" en poe­
sía (N. de la T.).

—882—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

284. El autor explota aquí la semejanza fónica


de "avec" y "bec" ("pico" en español) (N. de
la T.).
285. Crisis del verso incluido en Oeuvres
Complètes, Collection La Pléiade, 1961
(N. de la T.).
286. "...pero ahora, vuelto hacia lo estético, mi
sentido lamenta que el discurso desfallez­
ca al expresar los objetos por toques que
responden a aquéllos por el colorido o el
movimiento, toques que existen en el ins­
trumento de la voz, en los lenguajes y a
veces en uno sólo. Al lado de "sombra"
opaca, "tinieblas" se oscurece poco; ¡qué
decepción ante la perversidad que confie­
re a "día" tanto como a "noche" contradic­
toriamente, un timbre oscuro en la se­
gunda, claro en el primero!
287. ¡Si, por lo menos, no inquietase no sé qué
espejismo, por debajo, poco separable de

—883—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

la superficie concedida a la retina, y que


merece nuestra sospecha!
288. Alusión a la famosa fórmula de Mallarmé
para definir el lenguaje de la poesía:
"donner un sens plus pur aux mots de la
tribu", dar un sentido más puro a las pa­
labras de la tribu (N. de la T.).
289. Hipérbole de mi memoria
Triunfalmente ¿no sabes
levantarte hoy logogrifo
en un libro de hierro vestido?
290. Las llamadas que empiezan en 75 remiten
a notas a pie de página del texto original
de J. Kristeva (N. de la T.).
291. La era de la autoridad se enturbia.

292. Adorno abolido de inanidad sonora.

293. Estanque, abolido.

294. Abolido el mástil desvestido; La nada a

ese Hombre abolido de antaño.


295. Calmo bloque caído aquí abajo.
296. Ebrio, libera, escarcha, vivir.

—884—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

297. Si hubiera sabido decir: los tuyos.


298. Oh hermana, comparando allí a los tuyos.
299. Entre todos sus fastos, el Verano.
300. El oro de la tompeta de Verano.
301. Conocer el nuevo deber / surgir a este
nuevo deber.
302. No fijó sus miradas más lejos que yo
mismo / y devolvérselas tal cual era su
única preocupación.
303. No fijó su mirada más lejos / que sonreír
y, como si lo oyera, ocupo mi antigua pre­
ocupación.
304. Para que llegue la amplitud de la isla /
Solo, en mi joven asombro / Queriendo
que llegue la amplitud, entre mi joven
asombro.
305. Tal como hacia alguna ventana / según.
ningún vientre que no fuera el suyo / Fi­
lial habríamos podido nacer.
306. De sus días triunfales.

—885—
Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

307. Pórfiro, diáfano, falange, silfo, blasfemia,


efímero, Pafos, ninga, serafín, etc
308. La Sociedad psicoanalítica de París, fun-
dada en 1926, tropieza con la desconfian­
za de los medios científicos y médicos y
con la indiferencia de los intelectuales, de
izquierda o derecha. Los surrealistas (cfr.
supra, p. 73) y, de una manera muy alusi­
va, Gide y la N.R.F. (La Nouvelle Revue
Française) son los únicos en manifestar
algún interés por la teoría freudiana (cfr.
G. Delfau y A. Roche, Histoire Linérature,
Paris, Le Seuil, 1977, p. 181-189).
309. Cfr. La Nouvelle Critique, N° 7, junio
1949: "Autocritique. La Psychanalyse,
idéologie réactionnaire."
310. Cfr. la querella famosa y ya periclitada
Picard-Barthes-Weber y otros, en 1964­
1966.
311. Al desembarcar en los Estados Unidos y
favorablemente acogido, Freud declaraba

—886—

Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

a sus compañeros Jung y Ferenczi: " ¡No


saben que les traigo la peste! "
312. Le psyechanalysme, 10/18, 1976, p. 130.
313. Descontando el hecho de que la literatura
entendida como sociolecto burgués que
funciona inclusive como norma
valorizante forma parte integrante de
esta ideología.
314. Paris, Payot, 1970.

315. R. Castel, Op. cit., p. 51. 270

316. Histoire Littérature, p. 244.

317. Cfr. Supra, p. 49, nuestro comentario so­

bre el "Tema de los tres cofrecillos".


318. Cfr. Supra, p. 115 nuestro comentario
sobre este libro. Hay versión castellana,
Novela de los orígenes y orígenes de
la novela, Taurus, Madrid, 1973.
319. Cfr. esta cita de M. Robert: "Debemos al
genio de Daniel Defoe el haber presentido
hasta qué punto el género novelesco está
ligado por esencia a las ideologías de la

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Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

libre empresa y, aún más, el haberlo dicho


en una fábula cuestionadora donde, bajo
un aspecto edificante, la novela burguesa
persigue conscientemente sus objetivos en
perfecto acuerdo con los planes de la
eterna novela familiar" (p. 143).
320. Esto no significa, evidentemente, que no
se pueda seguir practicando la lectura
analítica de los textos si no se tiene en
cuenta el aporte teórico de J. Lacan
321. Ilustrado, especialmente en Francia, y en
el camino que abrieron los formalistas ru­
sos, por A. J. Greimas, H. Brémond, G.
Genette, T. Todorov y de manera fugaz y
elíptica, como es su estilo habituai; por
Roland Barthes.
322. Literalmente: lalengua. Véase Le Sémi­
naire "Encore", Le Seuil, 1973 o J. A. Mi­
ller, "Théorie de la langue", Ornicar, I, p.
27 (N. de la T.).

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Psicoanálisis y Lenguajes Literarios

323. "La
science psychanalytique", in
L'enseignement de la littérature, Colloque
de Cerisy-la-Salle, 22-29 Julio 1969,
Paris, Plon, 1971, p. 299.
324. Critique et vérité, Paris, Le Scull; 1966, p.
74. Hay versión castellana: Crítica y Ver­
dad, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.

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