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Terremotos de Lima
CRÓNICA HISTÓRICA
(Artículos recopilados por Álvaro Arditi)
Acta de fundación de la Ciudad de los Reyes (LIMA).
Ciudad de los Reyes, 18 de enero de 1535.
Archivo del Cabildo Municipal de Lima, vitrina.
En el diario “El Comercio” de Lima, con fecha de 18 de enero de 1935, publicó
Carlos J. Bachmann el siguiente laborioso artículo, que resume y acota los movimientos
sísmicos limeños, que nosotros reproducimos en sus partes más destacadas:
SIGLO XVI
1513—De 1513 a 1515 dice un cronista: “Hubo por esos tiempos grandes
terremotos y cayeron muchos cerros altos. De los indios de la Costa se supo a ese
mismo tiempo, que la mar con sus crecientes y menguantes salía muchas veces de sus
términos comunes. Viéronse en el Cuzco muchos cometas espantosos, y una noche
vieron la luna con tres cercos: uno de color de sangre, el segundo negro y el tercero de
color de humo.- (“Anales de la ciudad del Cuzco”).
1586.—El 9 de julio, a las 7 de la noche, fuerte temblor en Lima, que asoló gran
parte de la ciudad e hizo caer la torre de la Catedral. Al temblor precedió un gran ruido,
que alborotó a los vecinos y los hizo salir de sus casas. Murieron solo de 14 a 22. El
temblor se extendió 170 leguas por la costa y 20 al interior, según parte que pasó a la
Corona el Virrey Conde de Villordonpardo, que estaba en el Callao despachando la
Armada Real. El mar, en este puerto, subió 14 brazas y avanzó como 300 pasos en la
playa, destruyendo lo que encontró. Este temblor, según Carrasco del Saz, fue tan
terrible, como el de 19 de octubre de 1609. La ciudad hizo voto de ayunar la vigilia y
guardar el día de la Visitación haciendo una procesión el mismo día, como se hacía
hasta 1680, “con majestad y grandeza”, como dice Meléndez en “Tesoros verdaderos de
las Indias”.
“Luego el año de ochenta y seis a nueve de julio fue el de la Ciudad de los Reyes,
que según escrivió el Virrey que entonces governaba, avía corrido en largo por la costa
ciento y sesenta leguas. y ancho la sierra adentro cincuenta. En este temblor fue grande
la misericordia del Señor prevenir la gente con ruido que sintieron poco antes del
temblor, y como están allí advertidos por la costumbre, luego se pusieron en cobro,
saliéndose a las calles, plazas y huerta, que son partes descubiertos; y así aunque
arruynó mucho aquella ciudad y los principales edificios della los derrivó o maltrató
mucho, pero de las gentes sólo refieren ayer muerto hasta catorce o veinte personas.
Hizo también entonces la mar el mismo movimiento que había hecho en Chile que fue
después de pasado el temblor de tierra salir ella muy brava de sus playas y entrar la
tierra adentro casi dos leguas, porque subió más de catorce brazas y el agua (que dixe)
las higas y madera que allí havía. Después en el año siguiente uvo otro temblar
semejante en reyno y ciudad de Quito, que parece an ydo sucediendo por su orden en
aquella costa todos estos terremotos notables; y en efecto es sujeta a este trabajo, por
que ya que no tiene en los llanos de Pirú la persecución del cielo de truenos y rayos no
les falte de la tierra que temer”.
De uno obra inédita de la Compañía de Jesús en el Perú, citada por don José
Toribio Polo tomamos la versión que sigue del mismo terremoto de 1586:
Entre los muchos temblores que ha padecido la ciudad de Lima se alzó éste con el
nombre de grande, o porque asta entonces no se avía sentido otro mayor, o porque
realmente lo fué entre cuantos asta hoy an aflixido a esta ciudad, como es plaga en los
llanos y costas del Sur, Sucede el año de 1586. Miércoles a las siete de la noche 9 de
julio, día octavo después de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Ysabel, porque se
votó esta fiesta como de Patrona y se hace solemne en la Cathedral a la Sma. Virgen y
su dichosa Prima con processión a la tarde en contorno de la playa. Governaba entonces
el Perú el Conde del Villar Exemplarissimo Cavallero, y el Arzobispado el Venerable y
Santo Don Toribio Alfonso Mogrovexo, y nuestra provincia el P. Juan de Atienzo,
aunque estos dos Prelados ausentes en su visita y el Virrey en el Callao despachando la
Armada. Fué el temblor de los más violentos, y dilatados, que se refieren y ponderan en
historias, la hora y el tiempo que era de vela salvó a los más las vidas, muriendo solo
veinte personas fuera de muchos heridos y lastimados. A Nuestro Colegio se le cayeron
los altos y la techumbre de la Yglesia. y todo el quedó amenazando ruina. Luego que
cessó el primer susto, y riesgo, ordenó el P. Juan Sebastián, Rector que era entonces de
S. Pablo saliessen todos los Padres de el Colegio por la Ciudad de dos en dos, con
sendas linternas, por ser la noche muy oscura y aunque no lo fuese por ser estilo
prudentemente introducido de los que salen de noche a administrar sacramento o que
administrasen el de la confesión a los que hallasen necesitados de él.
“Fué muy oportuna esto acción porque encontraron muchos mal heridos de las
ruinas de el terremoto, y muchos más bien heridos de los estímulos de sus conciencias,
y assi tan deseosos de confessarse, que en las mesmas calles pedían de rodillas ser oídos
y absueltos. Mucho se edificó la ciudad de ver el fervoroso zelo de los PP. ya
confesando a unos, ya consolando a otros para que se entrasen con intrepidez santo por
las rocosas arruinadas y paredes caídas, con no poco riesgo de sus vidas por dar la del
alma con lo gracia del sacramento a no pocos, que peligraban por lo mortal de los
golpes o heridas habían recibido.
“El miedo a los temblores duró algunos días, como continuaron ellos; pasando la
noche todos a Cielo descubierto asta el mesmo Virrey, que se vino a aquella hora del
Callao, temiendo el mar que salió de sus límites e inundó mucho del pueblo. Los Naos
que estaban surtos arrancaron las anclas y los que las guardaban dándoles vela se
hicieron a la mar adentro, por no encallar y hacerse pedazos. Cogió Dios de este golpe,
y fracasó el fruto que suele de otros y pretende en primer lugar, la justificación de
muchas almas que necesitaban de empellones como lo es un temblor para salar del
atolladero de sus vicios.
1593.—En este año sufrió capital, Lima, una lluvia nunca vista por su abundancia
e igualdad durante hora y cuarto.
SIGLO XVII
“Cabildo del 23 de febrero de 1619. Sobre que se hagan pozos en las caso desta
ciudad paro la seguridad della por los temblores—En este cabildo, llegó don Nicolás de
Ribera propuso y dixo como ya hera notoria a este cabildo la ruyna que abía tenido La
ciudad de Truxilio y villa de santa de un terremoto y temblar grande que abío abido a
Los catorce días deste presente mes que también se sintió en esta ciudad que por la mi-
sericordia de dios nuestro no hiso daño ninguno en ella y que para asegurarla de
semejantes riesgos Le parece ser muy buen remedio hacerse muchos pozos por donde
pueda ober rrespiración El bien de que an procedido y proceden Los dos temblores se a
experimentado y que ansi Lo propone y pide se de borden y mande que se hagan pozos
en todas las casas desta ciudad y abiéndose tratado sobre ella se acordó y mandó que se
comunique con el Excmo. señor virrey destos reynos y se de cuenta de Lo contenido en
esta propusión para que su Exa. probea y hordene Lo que mas combenga y sea serbido
para queste Cabildo Ejecute su voluntad y para ello se nombraron por comisarios a los
dos alcalde don diego de carbajai y alguacil mayor don albaro de torres”.
“Todos sabemos que en aquello fecha no existía la Plaza de Acho, construida más
tarde por el Virrey don Manuel de Amat (1766). Pero se daban corridas de toros en la de
Armas, cerrando las esquinas y alzando tabladillos.
“Eran las once de la maña del citado 27 de noviembre de 1630 cuando se hallaban
encerrando el ganado que debía lidiarse aquella tarde en la Plaza de Armas, para lo que
se encontraba convenientemente dispuesto.
En esos precisos momentos comienza la tierra a temblar, y, desde luego, los
encerradores a correr. Quedáronse, pues, los veinte soberbios toros que entonces
constituían una corrida, en completo libertad para tomar, como tomaron, las im-
provisados revuelcos a su regalado gusto.
Los edificios se desplomaron y los bichos, espantados, hacían su agosto por todos
partes.
El señor Virrey Conde de Chinchón, lo mismo que el Reverendísimo Arzobispo
Arias de Ugarte, salieran de sus respectivos palacios, y como éstos se hallaban, y se
hallan en la mismo plazo, diéronse tales señorones con el espectáculo taurino en lo más
culminante. El conde huyó azorado, pero el Arzobispo, digno hijo de don Hernando
Arias Torero, quedó airoso en la demanda haciéndose respetar de los furiosos ejecutados
con arte y sereno valor”.
“El año de 1630, a 27 de noviembre antes de mediodía, estando una gran parte de
los habitantes de Lima estregada al regocijo de un encierre de toros en la Plaza Mayor,
aconteció un terrible sacudimiento de tierra, que repentinamente conturbó los ánimos,
causando muertos y graves contusiones, aparte de la ruina de algunos edificios y
maltrato de otros muchos. Este calamitoso suceso dió origen a la ferviente y nunca
entibada devoción a lo imagen titulada del Milagro. Refiérese que a impulsos del
temblor, salió del lugar que ocupaba dando frente a su lado derecho, y que al tiempo que
los religiosos de San Francisco entonaban un himno, volvió por sí sola a ocupar su
anterior posición. Dando fe ellos mismos de un hecho tan extraordinario, repetían las
tradiciones de otros portentos que se contaban de esa margen de la Concepción. Los
primeros frailes de esa orden que hubo en el Perú, lo trajeron de España y lo llevaron al
Cuzco, donde dijeron que había aplacado y extinguido el voraz incendio que amenazó
consumir la ciudad cuando los españoles estuvieron allí asediados por los indios. De
regreso en Lima los citados religiosos, la colocaron en su convento sobre la puerta que
se denominó de la Concepción, donde permaneció mucho tiempo al descubierto.
“Contemplando atónito el prodigio advertido el 27 de noviembre y prestándole
entero crédito el vecindario de Lima, se apresuró a dar culto a la Virgen del Milagro,
que fue venerado con edificante religiosidad. Muchas personas pudientes hicieron largas
erogaciones para fabricar la capilla que se consagró a la imagen; toda la población
concurrió con sus limosnas, y pronto se vió acabada una obra en la cual no se emitió
gasto ni costoso adorno que sirviera de esplendor al pequeño templo. En él quedó la
Virgen del Milagro, ocupando el mismo punto en que estuvo el arco antiguo o portada
de la Concepción; instituyéndose la fiesta anual que le está dedicada el 27 de
noviembre. El año de 1641 se siguió, por el notario apóstolico Fray Diego de Córdoba.
No decayó el culto por la pérdida del capital de más de cien mil pesos que reconocía el
Tribunal del Consulado y que desapareció con otros muchos en la revolución de 1821.
Dos siglos habían pasado, cuando el 13 de enero de 1835, la capilla del Milagro
fué presa de las llamas que a destruyeron (salvándose la virgen) y entonces el
inextinguible celo devoto de la ciudad de Lima, la levantó de nuevo y con no menor
magnificencia, invirtiéndose en la obra cerca de cincuenta mil pesos; tiene dicho iglesia
35 varas de longitud y nueve y medio de ancho”.
Por los datos que contiene, reproducimos aquí la siguiente relación de esta ruina
que corre impresa en los “Anales del Cuzco” (Lima 1903. pág. 378 a 389):
“En viernes 28 de octubre de 1746, a las 10 horas y 30 minutos de la noche,
estando el Sol en 5 grados y diez minutos de Escorpión y la Luna un poco menos que
Tauro (faltando solo 5 horas 22 minutos para que se verificara la oposición, que fué a
las 3 y 50 minutos de lo mañana), acaeció en Limo un gran terremoto que duró cuatro
minutos horarios, en los que perecieron más de 10,000 personas. Se cayó la iglesia
Catedral. En el Monasterio del Carmen Bajo de Santa Teresa perecieron 12 religiosas de
los 21 que componían la congregación. En el Hospital de Santa Ana 70 enfermos
murieran oprimidos por las paredes. En el Puente de Piedra se cayó y destruyó
completamente el magnífico arco que daba entrada a la ciudad. El Palacio del Virrey
quedó arruinado en su mayor parte, la Inquisición completamente destruida y
sucesivamente casas y casi todos los templos caídos. El terremoto se sintió a 100 leguas
distantes de Lima, hacia la parte del N., y otras tantas a Mediodía por la costa que sigue
al mar. Desde el Viernes 28 o las 10 y media de la noche, hasta las mismas horas del
sábado 29 se contaron más de 200 temblores. A las mismas horas se salió el mar,
inundando completamente el puerto del Callao, donde 4,000 habitantes que tenía
salvaron la vida poco menos de 200 personas, pereciendo las demás. El domingo 30 el
alboroto y llanto fué grande, huyendo de la ciudad casi toda la gente, por haber corrido
la noticia de que el mar seguía saliéndose, y por consiguiente avanzando sobre Lima. El
Virrey y demás personas caracterizadas calmaron o las gentes, manifestándoles la
falsedad de la noticia, hasta que se persuadieron.
El lunes 21, no podía resistirse el mal olor que despedían no sólo la infinidad de
cadáveres sino también el inmenso número de caballos, perros y jumentos muertos que
habían, Los cuerpos eran conducidos de treinta en treinta a los cementerios, donde eran
enterrados en grandes zanjas. Los heridos fueron innumerables, habiendo muerto los
más. Se siguió el hambre; faltó el pan y demás abastecimientos para la vida por muchos
días.
El martes 1º de noviembre, que fueron cada uno a sus casas, encontraron que los
ladrones habían robado hasta las puertas de madera, y se les habían llevado.
En este día hubo un movimiento de tierra, siguiendo después una copiosa lluvia,
que duró hasta las siete de la mañana del día siguiente, de lo cual resultaron muchas
enfermedades.
El miércoles 2 llegaron a Lima noticias de todo lo acontecido con motivo del
terremoto, en los lugares circunvecinos se arruinaron. Se hicieron muchas rogativas y
salieron muchas procesiones de penitencia.
Desde el 28 de octubre hasta el 1º de noviembre, tembló la tierra 220 veces.
Después siguieron hasta 46 los movimientos contados. El Virrey dio un decreto el día
10 mandando a don Luis Godin, catedrático de matemáticos que diese su parecer sobre
el piano o diseño de la forma, regla y medidas que debían tomarse en las fábricas
arruinadas, cuyo respuesta fué el 14, y remitió su proyecto el Gobierno al Cabildo”.
El decreto del Virrey, siguiendo la opinión del profesor Godin, prescribía: Que las
paredes se construyesen con un talud por ambas caras de 1/10 su altura; que se hicieran
las habitaciones interiores de quincha, sus techos de tijera (caballetes); darles un ancho
de diez metros a las calles; se prohibieron los balcones, los arcos de bóveda, las torres
redondas, los miradores, las galerías, se mandó rebajar las torres; se recomendó aislar
los casas y construirlas de quincha en forma de un cuadrado abierto o cerrado; se
recomendó construir las esquinas en la forma redonda de Palermo; se decidió destruir
las murallas, a fin de que se extendiese la población; mandó que sólo ciertas iglesias
pudieron tener tres naves.
Del 28 de octubre de 1746 hasta la misma fecha del siguiente año, dice el
ingeniero señor E. Delgado, a quien ya hemos citado, Lima sufrió 568 temblores,
Desde el 10 de noviembre hasta el 28, tembló la tierra 64 veces, y a las 11 de la
noche de este día, fué la conmoción y novedad de la gente de que se salía el mar.
El 19 hubo tres temblores,
El 30, a las 4 de lo tarde, volvió a temblar la tierra.
El 2 de diciembre hubo cuatro y sacaron lo procesión de la Recoleta de
Dominicos.
El 6 se sintió Otro temblor a las 4 de la mañana.
El 7 hubo tres temblores.
El 10 dos remezones fuertes,
El 11 otro a las 9 y cuarto de la noche.
El día 13, a las tres y media de la mañana; otro a las cuatro y media de la tarde.
El 15 hubo cuatro temblores, El 18 otro a las 8 de la noche.
El 19 tembló la tierra a las 5 de la tarde.
El 20 hubo tres: uno a las tres de la mañana, otro a las cuatro y otro a las seis de la
mañana.
El 21 a las 3 de la mañana, alas 11 del día y a las 12 de la noche.
El 22 a las doce de la noche.
El 23 a las tres de la mañana.
El 24 a los tres y cuarto de la tarde.
El 25 a las cuatro de la mañana y a lo una y media del día.
El 26 a las diez del día,
El 27 a las seis y cuarto de la tarde.
En la noche principió a llover desde los 12 hasta las 5 y medio de la mañana.
Hubo muchas enfermedades.
El 28 temblor a las 12 y cuarto de la noche.
El 30 a las 9 del día, a las 3 y seis de la tarde; y a las 11 de la noche hubo dos
remezones.
El 31 otro a las 5 y media de lo tarde.
Murieron en Lima, después del terremoto, más de dos mil personas, por la
epidemia de tabardillo, dolores pleuríticos, profluvios de vientre y hepáticos:
enfermedades que también se experimentaron después del gran temblor de 1687;
habiéndose notado en otros países en caso idéntico, la misma plaga.
Otra versión:
Tan hermosa población (Callao) sucumbió por entero el día viernes 28 de octubre
de 1746, a los 19 ½ de la noche, al furor de las ondas, perecieron más de cinco mil
habitantes. He aquí una rápida ojeada del espantoso cataclismo, que también derribó la
ciudad de Lima, desde sus cimientos, con muy pocos excepciones. El terremoto que tan
desastrosos efectos produjo, tenía un movimiento horizontal de Este a Oeste, abrió la
quebrada minera del río Hiseca en la provincia de Lucanas, brotando por entre las
grietas multitud de animales subterráneos que nunca habían visto la luz del día: en la
quebrada de Totopo, a 11 leguas de Pativilca, se rajaron los cerros denominados Julcán:
en Huallas y en Ayapata (esta última en la provincia de Carabaya y la otra en la de su
nombre) abrió también la tierra su seno, despidiendo agua cenagosa, que infeccionando
lo de los ríos y la atmósfera, causó la muerte de muchos individuos. Pocos cataclismos
son comparables con el que nos ocupa.
El Padre Lozano, de la Compañía de Jesús, dirigió una carta al Padre Bruno
Morales, de la misma compañía residente en Madrid, dándole razón de este espantoso
cataclismo, uno de los mayores que recuerda la historia de las naciones modernas, He
aquí un extracto de lo más importante de dicha carta, que está de acuerdo con la relación
del Virrey de esa época, Conde de Superando, con diferencia de detalles. Hemos visto
original relación.
En menos de tres minutos cayeron todos los altos de lo ciudad de Lima: sólo
quedaron en pie 25 casas, y de 60,000 habitantes que había en ello perecieron como
cinco mil. Todos las iglesias fueron o entradas o derrumbadas: de las dos torres de la
Catedral, lo una cortada al igual de la bóveda de la nave y la otra hasta donde estaban
las campanas: el resto del edificio fue arruinado Estos dos torres en su caído destrozaron
las bóvedas de las capillas. Lo mismo sucedió con cinco magnificas iglesias de
diferentes religiones u órdenes las de los agustinos y mercedarios fueron las que
experimentaron mayor daño. El gran colegio de San Pablo perdió sus dos torres la
bóveda de la sacristía y la capilla de San Ignacio. Casi todas las iglesias, conventos,
monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos. Contenían
riquezas inmensas de oro, plata, piedras preciosas, etc. El Colegio de San Pablo, recién
acabado de edificar, la casa del Noviciado, su iglesia y capilla interior cayeron del todo
por tierra. La casa de los Desamparados quedó inhabitable. La caída de los grandes
edificios envolvió en sus ruinas a las casas inmediatas convirtiendo en escombros casi,
todo la ciudad.
En medio del universal espanto que tan horrible catástrofe produjo, buscaban
todos su salvación como podían; pero unos caían bajo las paredes y otros en su
atolondramiento se estrellaban contra los ruinas.
El magnífico arco triunfal que hizo construir sobre el puente el Marqués de
Villagarcía haciendo colocar encima una estatua ecuestre del Rey de España Felipe V,
obra admirable por la magnificencia de su arquitectura, fue reducido a polvo.
El Palacio de los Virreyes, que comprendía las salas de la Audiencia, el Tribunal
de Cuentas, la Cámara Real y las demás oficinas de Administración pública, sufrieron
tal destrozo y ruina, que de ellas no han quedado vestigios.
Durante este terremoto según testigos (Toribio Polo, 1904), la tierra crujia y
ondulaba siendo difícil permanecer en pie. En Lima se sintió fuerte, E. Meddendorf
escribe: ".. estaba trabajando en mi escritorio, cuando repentinamente tuve la sensación
de un vértigo, me puse de pie y creí tambalear, cuando el movimiento de las cortinas en
las ventanas me dio a entender que la tierra temblaba, salí apresuradamente y vi que las
torres de San Agustín y Santo Domingo se movían como dos grandes péndulos, en
amplias y largas ondulaciones, era como si toda la ciudad fuera zarandeada como una
balsa sobre el agua, sin que se sintiese sacudida. Esto duró cinco minutos debilitándose
el movimiento después de los tres primeros...".
El Dr. Toribio Polo se refiere a este terremoto como uno de los mayores que se
hayan verificado en el Perú desde su conquista. Siguió a este terremoto (17:30) un
tsunami con olas de 12 y 16 metros que arrasó completamente el puerto, llevándose en
su vaciante todo lo que encontró al paso
SIGLO XX
1902— Sismo del 2 de Enero de 1902. A las 09:08 horas. Fuerte y prolongado
movimiento de tierra en Casma y Chimbote, donde causó alarma. Se le sintió desde
Paita hasta Lima.
1904.—El 4 de marzo de 1904, a las 05:17 horas, fuerte sismo en Lima con
derrumbes de viviendas, siendo sus efectos sentidos en Casma, Trujillo, Huanuco,
Pisco, Ica y Ayacucho.
1926.—El 11 de marzo de 1926, a las 6:20 horas fuerte sismo en Lima con efectos
en Chosica, Cañete, Chiclayo e Ica. Se produjeron derrumbes en la ruta del ferrocarril
central.
1932.—El 19 de Enero de 1932, a las 21:33 horas. Violento sismo que causó
muchos daños en Huacho y Lima.
1945.—Sismo del 15 de Junio de 1945. A las 4:10 horas. Temblor muy fuerte en
Lima, causó cuarteaduras en el Barrio Obrero del Rímac. Sentido desde Supe hasta
Pisco en la costa, en Canta, Matucana, Morococha, Casapalca y Huaitará en el interior.
El 21 de Agosto de 1945, a las 11:30 horas. Sismo en la Sierra Central y
vertientes orientales de los Andes. En las ciudades de la costa, entre Lima y Mala se
sintió ligeramente, estimándose un área aproximada de percepción de unos 210,000
Km2.
1970.—El evento que sin embargo muchas personas adultas aún recuerdan es el
terremoto del 31 de mayo de 1970, entre las 3 y 3.30 p.m., cuyo epicentro se dio en el
Océano Pacífico frente a las costas de Chimbote. El terremoto se sintió en toda la costa
y sierra central del Perú, pero los efectos más devastadores ocurrieron en el Callejón de
Huaylas, en el departamento de Ancash. Producto del movimiento sísmico, un pedazo
de la cornisa norte del nevado Huascarán se desprendió e inmediatamente 400 millones
de metros cúbicos de hielo y agua se encausaron en la quebrada de Yungay
conformando un gigantesco aluvión que barrió la ciudad de Yungay. En esta desgracia
murieron 67.000 personas, desaparecieron un estimado de 250.000 y hubo un total de
180.000 heridos. Además de ello, 255 poblados y caseríos fueron destruidos.
Ese día fue sorprendido por el terremoto y aluvión que siguió, el Ing. Mateo
Casaverde, que en misión de servicio se encontraba recorriendo el Callejón de Huaylas,
en compañía de un geofísico francés relataba días después su versión: "...nos dirigíamos
de Yungay a Caraz, cuando a la altura del cementerio de Yungay se inicio el terremoto.
Nuestro vehículo, una camioneta Chevrolet, modelo 1969, de tres cuartos de tonelada,
saltaba verticalmente con tal fuerza que era difícil su control. Observamos desde el
cerro cómo se desplomaban las casas de adobe y un puente próximo sobre la carretera.
Se podía advertir con mucha mayor claridad la componente vertical de las ondas
sísmicas, produciéndose ligeramente grietas sobre el asfalto de la carretera.
Simultáneamente se observaron deslizamiento de tierra de pequeña magnitud con
bastante polvo sobre la Cordillera Negra. Abandonamos nuestro vehículo prácticamente
cuando el terremoto estaba terminado. Escuchamos un ruido de baja frecuencia, algo
distinto, aunque no muy diferente, del ruido producido por un terremoto. El ruido
procedía de la dirección del Huascarán y observamos entre Yungay y el Nevado, una
nube gigante de polvo, casi color arcilla. Se había producido el aluvión; parte del
Huascarán Norte, se venia abajo. Eran aproximadamente las 15:24 horas.
En la vecindad donde nos encontrábamos, el último lugar que nos ofrecía una
relativa seguridad contra la avalancha, era el cementerio, construído sobre una colina
artificial, una huaca incaica. Corrimos unos cien metros de carretera antes de ingresar al
cementerio, que también había sufrido los efectos del terremoto. Ya en éste, atiné a
voltear la vista a Yungay. En ese momento, se podía observar claramente una ola
gigantesca de lodo gris claro, de unos sesenta metros de alto, que empezaba a romperse
en cresta y con ligera inclinación e iba a golpear el costado izquierdo de la ciudad. Esta
ola no tenia polvo. En nuestra carrera sobre las escalinatas, logramos alcanzar la
segunda terraza y encontramos la vía a la tercera terraza, más obstruida, y con un
hombre y una mujer y tres niños tratando de alcanzarla. Nos desviamos a la derecha,
sobre la misma segunda terraza, cuando como un golpe seco de látigo, una porción de la
avalancha alcanzó el cementerio en su parte frontal, prácticamente a nivel de la segunda
terraza. El lodo pasó a unos cinco metros de nuestros pies. Se oscureció el cielo por la
gran cantidad de polvo, posiblemente originado de las casas destruídas de Yungay.
Volteamos la mirada: Yungay con sus veinte mil habitantes habían desaparecido..."
Con la evaluación de daños que esta entidad realizó la CRYRZA se puede tener una idea
de la catástrofe:
- 60,000 viviendas necesitan reconstrucción.
- 38 poblaciones fueron afectadas, 15 quedaron con viviendas destruídas en más del 80%,
el resto sufrió daños de consideración.
- En 18 ciudades con un total de 309,000 habitantes los alcantarillados quedaron
destruídos.
- 6,730 aulas fueron destruídas.
- La capacidad de energía eléctrica de Ancash y La Libertad quedó reducida a un 10%,
por la serie de daños causados en la Central Hidroeléctrica de Huallanca.
- Quedaron dañadas las facilidades para irrigar 110,000 ha.
- El 77% de los caminos de La Libertad y Ancash se interrumpieron, así como el 40% de
los existentes en Chancay y Cajatambo.
Dentro de las características del sismo, se puede mencionar que en la zona de la costa
cercana al epicentro, se produjeron fenómenos de licuación, deslizamiento de los taludes de la
Cordillera y el gran aluvión que arrasó con la ciudad de Yungay al desprenderse la corniza
norte del Nevado Huascarán, arrastrando piedras, nieve y lodo.
En el Callejón de Huaylas los deslizamientos y escarpas fueron muchos; a la altura de
Recuay se represó el Río Santa; en la zona de la costa se agrietó el suelo con eyección de agua,
arena y lodo, hasta una altura de un metro.
El sismo fue sentido desde Tumbes hasta Ica y desde la costa hasta Iquitos
1993.—El 18 de Abril de 1993, las 04:16 horas, ocurrió un fuerte sismo de 5,8
grados en la escala de Richter, que sacudió la ciudad de Lima y alrededores. El sismo
originó daños considerables en las viviendas construidas con materiales inestables en
los alrededores de la ciudad, y en las zonas altas de Lima.
El día 19 de agosto, se registró otro movimiento con 5,7 grados de magnitud a las
15.11 horas cuyo epicentro fue ubicado a 53 kilómetros al oeste de Pisco, con una
profundidad de 30 kilómetros.
Las zonas más afectadas por el movimiento telúrico corresponden a las ciudades
del departamento de Ica y de la provincia de Cañete, especialmente Pisco, Chincha Alta,
Chincha Baja, Tambo de Mora, Ica y San Luis de Cañete. Durante las primeras horas,
las informaciones daban cuenta de 16 muertos y más de 200 heridos, pero con el paso
de las horas y días, la cifra llegó a un saldo de 510 muertos, 1.500 heridos, 17.000
viviendas destruidas y 85.000 damnificados. También fueron afectados varios pequeños
poblados de la sierra sur del departamento de Lima así como del occidente del
Huancavelica.
En Ica, parte de la iglesia del Señor de Lurén colapsó tras el movimiento sísmico,
al igual que el coliseo deportivo de dicha ciudad. Lo mismo ocurrió en la iglesia de San
Clemente de Pisco, que se derrumbó mientras se realizaba una misa.
La región afectada por este terremoto contribuye con el 3% del Producto Bruto
Interno del país, dado por el crecimiento del sector de la agroexportación y de la
confección de textiles. En el ámbito de la agroindustria, fueron afectados principalmente
la producción de mangos, páprica, espárragos y el sector vitivinícola de la zona. Sin
embargo, la más afectada fue la industria textil que quedó completamente paralizada
dejando a más de cinco mil personas sin empleo (Wikipedia).
La presente información solo se limita hasta el año 2007. La lista de terremotos
continuará, indudablemente.
Apéndice
El puerto del Callao, aparte de los estragos del sismo, sufrió las gravísimas
consecuencias de la salida del mar, que elevó a más de 600 el número de personas
fallecidas. En Lima murieron unas 100 personas, aparte del total de muertos en Cañete,
Chancay y Pisco, sobre todo en este último lugar, que también fue inundado por el mar,
a punto tal que posteriormente hubo de trasladarse y refundarse a una legua del mar. En
Trujillo se sintió también el temblor, que según se dice esterilizó el valle de Chicama
para la producción del trigo, del que se recogía allí antes hasta 18,000 fanegadas. Se
esterilizaron también los terrenos para la cosecha de ese cereal en la provincia de Lima,
en una extensión como de 200 leguas. El trigo encareció y dejó de producirse en la costa
del Perú y desde entonces se tuvo que importar de Chile.
Asimismo, fue a raíz del terremoto de octubre de 1687, cuando empezó a salir en
procesión por las calles de Lima una réplica de la venerada imagen del Cristo de
Pachacamilla. El terremoto produjo resquebrajaduras y desmoronamientos en la Capilla
del Santo Cristo de los Milagros pero el portentoso mural del Redentor Crucificado
quedó incólume, como ya había ocurrido en el anterior sismo de 1655, lo que fue
considerado como un prodigio. Se inicio así la tradicional manifestación de fe que
vivimos hasta hoy, conocida como la Procesión del Señor de los Milagros.
EL GRAN TERREMOTO DEL AÑO 1746
Casi a comienzos del gobierno del Virrey D. Antonio Manso de Velasco tuvo lugar
una de las mayores catástrofes que han afligido al Perú colonial. El viernes 28 de
Octubre de 1746, a las diez y media de la noche, los habitantes de Lima fueron
sorprendidos por las violentas sacudidas de la tierra que arrojó a los unos de sus lechos
y a todos obligó a buscar los lugares descampados. Por desdicha no todos pudieron
hacerlo y aun aquellos que habían abandonado sus casas y buscado un refugio en plena
calle vinieron a sucumbir al derrumbarse los muros fronterizos. La confusión y el
espanto cundió por toda la ciudad e hizo que fuese mayor el desconcierto la
circunstancia de la hora, aun cuando la lobreguez no era tanta por la iluminación de la
luna.
La duración del seísmo, según las relaciones del tiempo, fue de tres a cuatro
minutos, tiempo más que sobrado para la destrucción de la capital. No es posible dar
otras indicaciones del fenómeno porque no las traen las noticias de la época, salvo lo
que dice el Marqués de Obando sobre la dirección del movimiento, a saber que su
mayor ímpetu parecía venir del Noroeste (aunque según las descripciones debió ser de
grado 9 en la escala de Richter). La noche fue verdaderamente trágica, aun sin saberse
todavía en Lima la desgracia del vecino puerto del Callao. Muchos, así para no quedar
sepultados entre las ruinas como para hallar amparo en la compañía de los demás, se
refugiaron en la Plaza Mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que
en las casas que aún permanecían en pie o entre los escombros de otras reinaba un gran
silencio, como lo advierte en su relación el autor antes citado.
Un amanecer de espanto
Lo que contaron los sobrevivientes fue algo dantesco. Media hora después del
terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible
estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, que la inundó y barrió todo
lo que encontró a su paso. Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la
muralla y el arranque de las paredes de algunos edificios. El Marqués de Obando, Jefe
de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dice que los cuatro mayores navíos que
había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y
vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia
del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los
baluartes. Llamábase uno de éstos San Fermín y era una fragata de 30 cañones.
El número de los que perecieron en el puerto se calcula en unos cuatro a cinco mil
prácticamente toda la población; en un lienzo de muralla lograron salvarse un religioso
y unas treinta personas. Otros, en su mayoría pescadores o marineros, acogidos a las
tablas y maderos que sobrenadaban fueron arrojados más tarde a las playas o bien a la
isla de San Lorenzo. El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo.
Como se deja entender, en estos días y en los que se siguieron, las rogativas,
procesiones de penitencia y públicas manifestaciones de piedad fueron casi ordinarias y
los predicadores de uno y otro clero llenaban las calles con sus voces de gemido,
excitando a todos al dolor y al arrepentimiento. A su vez, el Virrey encomendó a los
hermanos de la cofradía de la caridad la piadosa tarea de sepultar los cadáveres y de
asistir a los muchos enfermos que no bastaban a contener los hospitales, en ruinas la
mayor parte de ellos, pues en el de Santa Ana para indios perecieron 60 de estos
infelices, al caer sobre sus lechos la pesada techumbre de las salas.
Pillajes y saqueos
Así por la confusión y desorden que reinaba en todas partes como por haber
abandonado sus casas los dueños, lo más soez y bajo de la plebe se entregó al robo y
saqueo. Hubo que recurrir a la tropa y el Virrey destinó tres patrullas de soldados con
sus correspondientes cabos para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a
los malhechores. En el Callao se hizo más necesaria esta providencia por los muchos
objetos que iba arrojando el mar a la playa, despertando la codicia de los truhanes y
buscones. Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del
Consulado velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de
restituirlo a los interesados. En esta tarea le había de auxiliar el Maese de Campo del
presidio, D. Antonio de Navia Bolaños, y asimismo, el Corregidor del Cercado, D. Juan
Casimiro de Beytia, bajo cuya jurisdicción caían los pueblos de Surco, Barranco,
Chorrillos y Miraflores. Como en toda la extensión de las playas que se suceden desde
el Morro Solar hasta La Punta y también por el lado de Bocanegra varaban los restos de
la ruina no era fácil evitar la audacia de los merodeadores, pero a fin de reprimirla se
publicó un bando amenazando con pena de la vida al que hiciera alguna sustracción y se
fijaron dos horcas en la ciudad y otras dos en el Callao, para contenerlos.
Los días que se siguieron al terremoto fueron de angustia, tanto por no cesar de
temblar la tierra como por las enfermedades que hicieron su aparición. Dice Llano
Zapata en su Carta o Diario que hasta mediados de Febrero del 47 habían muerto en la
ciudad, de tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos hasta dos mil
personas, número excesivamente crecido para la Lima de entonces. Muy poco a poco
volvieron las cosas a tomar su ritmo habitual, aun cuando el recuerdo de días tan
funestos quedó por mucho tiempo grabado en el espíritu de los que sobrevivieron a la
catástrofe.
El Virrey desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las
medidas que pudieran contribuir a tajar el desorden y hacer menos grave la desgracia.
En los años siguientes se dedicó todos sus esfuerzos a la reedificación de la capital y de
su puerto, de las que se puede considerar con razón el segundo fundador. Por todos estos
servicios y por la construcción de la estupenda fortaleza del Callao, que elevó en el
terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, recibió del rey Fernando VI con
fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, son la expresiva denominación de
Superunda, “sobre las olas”.
El terremoto del año 1746 puede decirse que conmovió a todo el mundo
civilizado. Las Relaciones que del mismo se publicaron en castellano fueron traducidas
al inglés, italiano y portugués y circularon abundantemente, pues se hicieron de algunas
varias ediciones. Casi a los seis años, el señor Arzobispo Pedro Antonio Barroeta
recordaba en Lima que en ese espantoso terremoto cayeron buena parte de los edificios
de la ciudad y que perecieron entre sus ruinas miles de personas. Se refirió del Callao
como de un emporio del comercio que fue enteramente destruido y arruinado por las
furiosas olas, quedando innumerables cadáveres insepultos y huesos que aun
blanqueaban por esos días. (Pastoral de 16 de agosto de 1752 con motivo del Jubileo
concedido por Benedicto XIV,—Lima; 4.º)
Fuente:
“Historia General del Perú” Tomo 4 - Rubén Vargas Ugarte – Tercera Edición, Editorial Milla Batres, 1981.
“Historia General de los peruanos” Tomo 2 – El Perú Virreinal – Varios autores, PEISA, 1973
Peligro sísmico en Lima
La ciudad de Lima, con más de 8 millones de habitantes, se emplaza sobre el
abanico fluvial de los ríos Rímac y Chillón en la Costa de la Región Central del Perú.