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En los primeros treinta años del siglo XVI los españoles que venían al Nuevo
Mundo por la vía de Santo Domingo traían consigo no sólo sus ropas, libros y
enseres domésticos, sino también sus utensilios de cocina y sus recetas
culinarias.
Por ejemplo, el consumo de pan, galletas y bizcocho, tan caro a los españoles,
tuvo que ser reducido hasta que finalmente desapareció de la dieta colonial
dominicana debido a la imposibilidad de producir trigo en la isla o de importar
harina.
Así, el pan terminó siendo sustituido por el cazabe, llamado “pan de las Indias”
desde muy temprano por los colonizadores.
La piña y el maní son plantas aborígenes cultivadas por los taínos. El coco fue
traído desde el Océano Pacífico varias décadas después del descubrimiento,
mientras que el plátano, de origen africano, fue importado a Santo Domingo
desde las Islas Canarias en 1543 por un fraile llamado Tomás de Berlanga, para
reforzar la alimentación de los esclavos africanos.
Con la llegada del plátano, la dieta colonial adquirió nuevas dimensiones, pues
esta fruta no llegó sola. En aquellos mismos años también llegaron de África
otros alimentos como el ñame y la yautía, y algunas curiosidades
gastronómicas como el monicongo y el funde.
Con el tiempo, los habitantes de la isla lograron desarrollar una sopa criolla
compuesta por varias clases de carne, plátanos, yuca, ñame, yautía y maíz,
aderezada con ají y yerbas locales.
Para mediados del siglo XVII la sociedad colonial dominicana había aprendido a
consumir otros productos desconocidos por los europeos antes del
Descubrimiento. Uno de ellos fue el chocolate, un derivado de una planta muy
cultivada por los aztecas en México.
Tan intenso se hizo el gusto por el chocolate que en 1650 había numerosas
familias cultivándolo en las cuencas de varios de los ríos del sur de la isla.