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CAPITULO 6: EL PROYECTO EDUCATIVO DE LA MODERNIZACIÓN

(DE 1983 A LOS INICIOS DEL SIGLO XXI)


En el proyecto modernizador de los últimos años del siglo XX y los primeros del siglo
XXI, México se ve envuelto por la ola de la globalización y este no es más que una serie
de procesos que conducen a una sociedad
mundial sin estado mundial y sin gobierno
mundial, en la que no existe ningún poder
hegemónico visible, ni ningún régimen
internacional, pero si un capitalismo
desorganizado. La globalización se caracteriza
como “capital sin trabajo” y, pese a las graves
consecuencias humanas que esto ocasiona, es
defendida y justificada por el globalismo o teoría
neoliberal, este trata de conformar un moderno
sector exportador de manufacturas, reducir el
gasto y déficit públicos, liberar los precios, dar mayor apertura a la inversión extranjera
directa, racionalizar los subsidios, controlar la inflación mediante la concertación y
renegociar la deuda externa.

Por ello la finalidad que tiene los programas educacionales del proyecto educativo
modernizador es “la formación integral de los individuos con apego y principios
nacionales” y el fomento de la “lealtad a México”, sobre todo “formar al hombre nuevo”
el que requieren los nuevos tiempos, es decir, para que se incorporen a la ola
globalizadora. Para el logro de la modernización era necesario elevar la calidad de la
educación con la finalidad de educar para la libertad, para la democracia y para fincar
las bases de una sociedad más igualitaria, pero lo que se apunta como signo de calidad
educativa no hace referencia a estos valores sino a indicadores de gestión, ya que
estos modelos educativos están adecuados a las necesidades de los demandantes.

Lo que queda claro en este periodo es que la educación se pone al servicio de un


desarrollo económico de corte neoliberal y, el hombre nuevo al que se aspira es el que
requiere ese desarrollo económico, pues es éste el que compromete a los usuarios de
los diversos niveles educativos con la productividad para elevar los niveles de
bienestar, en este sentido se entiende a la educación como una inversión, en beneficio
única y exclusivamente de la clase dominante y las políticas aplicadas bajo el criterio
de la modernización operaron en sentido contrario de los fines y principios que el
proyecto planteaba, porque no contribuyeron al desarrollo humano entendido como
logro, ni a la equidad, que habría de igualar a todos en las capacidades de los sujetos
para ampliar su margen de libertad como propone.
En el programa del 2001 – 2006 queda de manifiesto el enfoque educativo basado en
competencias, ésta se define como la aplicación de conocimientos prácticos a través de
habilidades físicas e intelectuales, con respecto a criterios o estándares de
desempeños esperados y, está diseñado para promover el aprendizaje a lo largo de la
vida de todos los ciudadanos, esta capacidad en lugar de significar la ampliación de la
libertad de los sujetos, hace referencia a los saberes que cumplen con las normas de
desempeños surgidas de las necesidades del mercado, este deslizamiento puso énfasis
en el aprender a ser y, el aprender a aprender hacia el aprender a hacer.

Los programas educativos de los últimos tiempos consolidan el proyecto modernizador


y que el sentido funcional que se imprime a esos programas por efecto del criterio
axiológico, tiene como resultado que en los programas se apueste por la sociedad de la
información, de la formación permanente y las calificaciones. Se puede hablar del influjo
de una perspectiva liberal y también de una presencia lejana de filosofía que aportan
elementos para sustentar la educación a lo largo de la vida y el aprender a convivir, sin
embargo se trata de ecos lejanos, de huellas borrosas que dan cuenta de que en la ola
de la globalización, la filosofía académica sufre una especie de asfixia.

El proyecto pareciera haberse construido sobre el convencimiento de la inevitabilidades,


de las desigualdades y la creencia en que las imprecisiones y las falsas identificaciones
permiten superar la fragilidad de su validez practica, social y dialéctica, por ello las
competencia entendidas como capacidades en la educación a lo largo de la vida y la
sociedad de la educación, aparecen como elementos praxeológicos que conviene
rescatar para un proyecto que efectivamente contribuya a la equidad y a la democracia.

Como podemos darnos cuenta la filosofía académica en cada uno de los proyectos
educativos fue mediada por su vinculación con intereses y necesidades de clase, y por
las relaciones de fuerza y la lucha por la hegemonía que se expidió por cada periodo
histórico, por ello es necesario que la filosofía educativa se le atribuya el significado de
praxis educativa en el sentido de que posea un carácter reflexivo, analítico, crítico e
intencional y dejar de ser simple interpretación del hecho educativo para convertirse en
filosofía, que aspira a la transformación del hecho educativo en relación a las
necesidades primordiales de la sociedad.

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