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Pollo frito

Soy una hija de cuervo

tengo los sentidos agudos para la muerte

tengo el cielo para rondarlo

aunque nunca entre.

Festejo mis exequias hoy

Y con el permiso de ustedes

deseo nombrarlos mis herederos

en este humilde testamento

presentado en agraciada página

orlada de manzanillas y espinas.

Tengan a bien leerlo,

hasta le he puesto algo de rima:

Querido gobierno

queridos conciudadanos

en vista de mi hambre y mi mala pinta

de mi poca amistad con las vecinas


adelanto para su sosiego

que la parca me alista la mochila

en la que me llevo, entérense,

la hierba buena que me fumaba

para pasar por el tracto afectivo

el mundo y su contenido

dando como resultado,

mis congéneres,

las explosiones de carcajadas

que yo sé, les molestaba

a eso de la una de la mañana

hasta que se encendía el sol

que les informo, como chisme gratuito de vecindad,

funciona ahora a pilas

o por qué creen que alumbra

con luz gélida incluso

cuando no estamos solos?


¿Que desde cuándo no tiene vida?

Miren, desde antes de nacer

me lo dijo el cuervo que me dio el alma

en su primer vuelo sobre el mundo

en su primer instante de locura

después de su única exploración.

Yo le pregunté, es que tienes dos?

plegó entonces sus alas

para responderme

que me la regalaba muy gentilmente

que él mejor se mataba

que sería muy feliz en la muerte.

Entonces llovieron plumas negras

y cayó un ángel con el paracaídas sin abrir

sobre una cruz blanca

en el panteón de los niños.

Así aterrizó mi ex ángel de la guarda


mi alma

mi única compañía.

Me dijo al corazón,

imparable como una tos asmática:

“el mundo está desierto

y morir de tristeza es peor

que el suicidio en primavera”.

Es verdad, gente

para qué iría a mentir un cuervangel?

Si sabemos,

en nuestra colectiva conciencia,

que sin culpa ni odio

sólo la verdad nos queda.

Si sabemos

que no nos amamos

ni somos inocentes

- y me incluyo, sin ofenderles,


porque yo no creo más

que sea algo diferente.

Porque gritamos en onda corta y larga

Por cable y en tecnicolor

Lo felices que somos

Cuando gana el partido nuestro equipo

Sobre los pedidos de una limosnita por favor

Que me estoy muriendo de hambre

Y no me quiero morir así

No todavía señora

Señorita

Caballero

Yo quiero jugar

Quiero jugar

Jugar

¡jugar fútbol en el equipo

Que ha ganado hoy!


Dejo una carta para ustedes

mis malqueridos confidentes

aunque de mí sólo conozcan

mis mañas para emborracharme

en diez minutos de alcoholes

y mis pocas ganas de saludarles

en la puerta de la tienda

que vende gilettes con sobreprecio

Quiero en el fondo, imitando a los inocentes

decir algo correcto

para que me recuerden al día siguiente

y también en las fiestas de brujas

de condenados, de alcahuetes.

En mis pretensiones

al influjo de mi coágulo de soberbia

incluso aspiro a que me extrañen

cuando tengan insomnio


a causa de la última hamburguesa

y murmuren indigestos

“malditas sean las papas fritas

De anteayer”.

En esos momentos

quizá noten el silencio

de la falta de mi canto

ese “no te vayas” tan gastado,

esos murmullos que ni se imaginaban

fueran llanto.

Porque los cuervos no lloramos

- lo tienen por sentado,

yo sé- :

Nos drogamos.

Tal vez sientan

como un agujero molesto en el miocardio,

el aire negro de mi ventana


antes iluminada por mi chispa

de santa María Juana.

¿Saben que a propósito

ahí me la fumaba?

Para que me teman

y piensen en mí

aunque malpiensen

pero de mí.

Finalmente, mis lectores impacientes

- la novela

está pronta a empezar-

es mi deseo dar a conocer

mis planes de ingeniería humana:

Pretendo tender puentes, ya saben,

entre mi mundo y ustedes.

Seré ave de granja de ahora en adelante

abandonaré mis modales de cuervo


y seré un pollo servido a su mesa

frito en abundante aceite

y colesterol asesino

Pronto se darán cuenta

que con mi carne y mi carta

mi hostia y mi vino,

anido en su corazón

grasoso

doloroso

enfermo

muriente

Entonces me acompañarán

en este lado crepuscular

sedoso

sedante

incorpóreo

real
¡Al fin seremos amigos!

Sean por ello

a mi excelente

pollería “Los Puentes”

bienvenidos,

donde encontrarán algo más

que la lenta muerte.

Firma (p.d. ya casi no estoy triste)

Su segura servidora

Shirley.

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