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DOS GRANDES NOVENAS A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA

Atención: Estas dos grandes Novenas no son oraciones sino que se trata de comulgar los Primeros Viernes y Sábados de Mes
durante NUEVE meses seguidos en reparación a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
HISTORIA:
La Santísima Virgen favoreció con abundantes locuciones y visiones extraordinarias, durante varios años,
a Sor Natalia Magdolna (1901-1992), religiosa húngara, nacida cerca de Pozsony (en la actual
Eslovaquia), perteneciente a la congregación de Hermanas del Buen Pastor de Sta. Mª Magdalena de
Keeskemet.
Su vida estuvo llena de gracias sobrenaturales y de una intensa comunicación con Dios. Murió en olor de
santidad, siendo de edad ya avanzada.
Las promesas que a continuación ofrecemos, están entresacadas de varios mensajes que Jesús y María
le comunicaron, y que fueron editados en el libro "La Victoriosa Reina del Mundo" por Ediciones
Xaverianas, S.A. de C.V. - Ave. Juan Palomar y Arias 694 - Prados Providencia - A.P.1/133-44100
Guadalajara, Jal. (MÉXICO). Puede leer o descargar el libro completo "La Victoriosa Reina del Mundo",
haciendo clic aquí.
El Padre Jeno Krasznay, Director Espiritual de Sor María Natalia por algún tiempo, renombrado teólogo
europeo y Auxiliar del Obispo Isvan Hasz, declaró verídicas estas experiencias místicas, así como las
visiones y mensajes, tras un largo período de investigación y examen.
Dice Sor Natalia:
El 15 de agosto de 1942, Jesús me dio una enorme gracia. Durante una visión me dio una gran promesa
para aquellos que hicieran una novena en honor de su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de
María. Me dijo:
-Hija mía, mira a tu Madre como Reina del Mundo. Ámala y trátala con la confianza de un niño. Esto lo
quiero de ti y de todos.
Entonces levantó un poco el manto de su Madre, me mostró su Inmaculado Corazón y, volteándose hacia
el mundo, dijo:
-He aquí el Corazón Inmaculado de mi Madre en el que he puesto mis gracias para el mundo y para las
almas. Este Corazón es la fuente de mis gracias, del que fluyen la vida y la santificación del mundo.
Como el Padre celestial Me lo dio todo a Mí, del mismo modo Yo le di mi victorioso poder sobre el mundo
y sobre el pecado al Inmaculado Corazón de mi Madre. A través de mi hija, Margarita María Alacoque, la
prometí al mundo grandes cosas, pero como mi bondad es infinita ahora ofrezco todavía más.
-Si la gente desea ganar los beneficios de mis promesas debe amar y venerar el Inmaculado Corazón de
mi Madre. La señal más grande de esta veneración es que comulguen, bien preparados y arrepentidos
en nueve sábados primeros, paralelamente con los nueve viernes primeros. Sus intenciones deberán
consolar a mi Corazón al mismo tiempo que al Corazón Inmaculado de mi Madre.
Entendí que Jesús estaba pidiendo lo mismo para su Madre que lo que había pedido a santa Margarita
para sí mismo. Le pregunté a Jesús:
-¿Debemos consolar también a tu Madre, ya que ella recibe tantas ingratitudes?
Jesús respondió:
-Querida hija, si alguien me hiere, esta persona hiere también a mi Madre. Si alguien me consuela,
consuela al mismo tiempo a mi Madre, porque mi Madre y Yo somos uno en el amor.
Cuando el Salvador me dijo esto, entendí muchas cosas sobre la unidad de los dos Sacratísimos
Corazones.
Jesús me dijo también que si alguien se confiesa con regularidad una vez por mes, no hace falta que se
confiese para ir a la comunión, si no ha cometido ningún pecado mortal desde la última confesión. Jesús
me enseñó esta oración para los primeros sábados:
«Sacratísimo Corazón de Jesús,
te ofrezco esta santa comunión
por medio del Corazón Inmaculado de María,
para consolarte por todos los pecados
cometidos contra Ti».
Las 33 promesas de Jesús para aquellos que hagan la doble novena

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1. Todo lo que me pidan por medio del Corazón de mi Madre –a condición de que la petición
sea compatible con la voluntad del Padre- lo concederé durante la novena.
2. Sentirán en cada circunstancia la extraordinaria ayuda de mi Madre, junto con sus
bendiciones.
3. Paz, armonía y amor reinarán en sus almas y en las almas de los miembros de sus
familias.
4. Protegeré a sus familias de contrariedades, engaños e injusticias.
5. Los matrimonios se mantendrán juntos y, si uno ya se ha ido, él o ella, volverá.
6. Los miembros de sus familias se comprenderán unos con otros y perseverarán en la fe.
7. Las madres, en particular las que esperan, recibirán una especial protección para ellas, así
como para sus hijos.
8. Los pobres recibirán alojamiento y comida.
9. Los llevaré a amar la oración y el sufrimiento. Aprenderán a amar a Dios y a sus prójimos.
10. Los pecadores se convertirán sin dificultad aunque sea otra la persona que hace esta
novena por ellos.
11. Los pecadores no volverán a caer en su estado anterior. No solamente recibirán perdón
por sus pecados sino que, a través de una perfecta contrición y amor, recuperarán la inocencia
bautismal.
12. Aquellos que hagan esta novena en su inocencia bautismal (especialmente los niños)
nunca ofenderán a mi corazón con pecados graves.
13. Los pecadores que se arrepientan sinceramente escaparán no sólo del infierno sino
también del purgatorio.
14. Los creyentes tibios se volverán fervorosos, perseverarán y alcanzarán la perfección y la
santidad en un corto tiempo.
15. Si los padres u otros miembros de la familia hacen esta novena, ninguno de esa familia
será condenado al infierno.
16. Mucha gente joven recibirá el llamado a la vida religiosa y al sacerdocio.
17. Los descreídos se volverán creyentes y aquellos que andan sin dirección volverán a la
Iglesia.
18. Los sacerdotes y religiosos permanecerán fieles a su vocación. Los que no fueron fieles
recibirán la gracia de una sincera contrición y la posibilidad de regresar.
19. Los padres y la gente en posiciones de mando recibirán ayuda en sus necesidades
espirituales y materiales.
20. El cuerpo estará libre de tentaciones del mundo y de la carne.
21. El orgulloso se volverá humilde; el impetuoso se volverá amoroso.
22. Las almas fervorosas sentirán la dulzura de la oración y el sacrificio; nunca serán
atormentadas por la inquietud o la duda.
23. Las personas agonizantes no sufrirán los ataques de Satanás. Se irán súbitamente, con
una muerte inesperada.
24. Los moribundos experimentarán un deseo vehemente de la vida eterna; de este modo,
ellos se abandonarán a mi voluntad y se irán de la vida en los brazos de mi Madre.
25. Sentirán la extraordinaria protección de mi Madre en el juicio final.
26. Recibirán la gracia de tener compasión y amor hacia mi sufrimiento y el de mi Madre.
27. Aquellos que se esfuerzan por ser perfectos obtendrán como un privilegio las principales
virtudes de mi Madre: humildad, amor y pureza.
28. Estarán acompañados con cierta alegría exterior e interior y con paz a lo largo de sus
vidas, estén enfermos o sanos.

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29. Los sacerdotes recibirán la gracia de vivir en la presencia de mi Madre sin ninguna
adversidad.
30. Aquellos que progresen en su unión Conmigo recibirán la gracia de sentir esta unión.
Sabrán lo que significa: «ellos ya no vivirán, sino que Yo viviré en ellos». Es decir, amaré con sus
corazones, oraré con sus almas, hablaré con sus lenguas, y serviré con todo su ser.
Experimentarán que lo bueno, hermoso, santo, humilde, manso, valioso y admirable en ellos, soy
Yo. Yo, el Omnipotente, el Infinito, el único Señor, el único Dios, el único Amor.
31. Las almas de aquellos que hagan esta novena estarán radiantes como lirios blancos
alrededor del Corazón de mi Madre por toda la eternidad.
32. Yo, el Divino Cordero de Dios, unido con mi Madre y con el Espíritu Santo, nos
regocijaremos para siempre viendo las almas que a través del Inmaculado Corazón de mi Madre,
ganarán la gloria de la eternidad.
33. Las almas de los sacerdotes avanzarán siempre en fe y en virtud.
La gran promesa de María
«Las puertas del infierno estarán cerradas el primer sábado de cada mes. Nadie entrará al infierno en
ese día. Sin embargo, las puertas del Purgatorio estarán abiertas. Así muchas almas podrán alcanzar el
cielo. Ésta es la obra del Amor misericordioso de mi Hijo. Ésta es la recompensa para esas almas que
veneran a mi Inmaculado Corazón».
Cuando el Salvador me habló de los primeros sábados no estaba yo enterada que la Santísima Virgen en
Fátima había pedido solamente cinco primeros sábados, en comparación con los nueve de los mensajes
que yo había recibido. Por lo tanto, las autoridades de la Iglesia quisieron saber por qué el Salvador pidió
nueve mientras la Virgen María en Fátima había pedido sólo cinco.
El Divino Salvador contestó: «La petición de mi Madre de cinco sábados es signo de su humildad. Aunque
Ella es glorificada en el cielo, vive en el espíritu de la humildad y por lo tanto Ella no se considera
merecedora de recibir ninguna devoción que sea igual a la Mía. Mi petición es una señal de mi amor, que
no puede soportar la idea de recibir más que Ella quien está tan unida a Mí en este amor».
Por esto entendí que la razón por la que debe hacerse reparación en los nueve primeros sábados es
porque Jesús pidió nueve viernes para Él a santa Margarita María Alacoque. Con eso nosotros
consolaremos a Jesús y honraremos a Nuestra Señora, entregándonos a ella, y así por medio de su
Inmaculado Corazón llegaremos a Jesús.

INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


La Santísima Virgen pide que hagamos Cenáculos (clic aquí)
Lea todos los días un texto para vivir mejor la Consagración a María. CLIC AQUÍ
Si usted ya está consagrado a la Virgen, puede formar parte del Grupo CONSAGRADOS A MARÍA. CLIC AQUÍ
Dijo el Señor a la Beata María Encarnación: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás lo que deseas".
En estos tiempos es urgente que nos consagremos al Inmaculado Corazón de María para ser defendidos y consolados en
todo lo que pueda ocurrir en nuestra vida y en el mundo. La Virgen desde Fátima nos viene pidiendo esta consagración.
Si desea consagrarse a la Virgen, puede obtener más información haciendo clic aquí.
Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella nos guiará hacia Jesús.
Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos
dormir tranquilos en sus brazos de madre. Consagrarse a María significa vivir permanentemente en su Inmaculado
Corazón, dentro del Corazón divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como prestarle nuestra
lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por nuestro medio. En una palabra, es vivir
en unión total con María para que podamos llegar a decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María.
Por eso, un consagrado a María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condiciones.
Padre Ángel Peña, O.A.R.

Para profundizar en la Consagración a la Santísima Virgen, lea los siguientes maravillosos libros:
- Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María
- El secreto de María
- Fundamentos y Práctica de la Vida Mariana ¡Muy recomendado!

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Si bien estos libros tratan sobre la esclavitud mariana, leamos las siguientes palabras del Padre Gobbi en donde nos habla sobre la
esclavitud mariana y la consagración al Inmaculado Corazón de María.
Estas son sus palabras tomadas del Prólogo del Libro "A los Sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen":
"Un Sacerdote de Irlanda ha observado que en el libro están compendiados la doctrina de Montfort sobre
la consagración a María, el camino de la infancia espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús y la
actuación del mensaje de Fátima. Cada uno tiene la tarea de verificarlo por sí mismo. Yo creo, que
verdaderamente, se da esta síntesis en el libro porque, para vivir la consagración a María, es
necesario ofrecerse a Ella en una esclavitud de amor, la cual se realiza concretamente si
vivimos como hijos confiados a su Corazón Inmaculado y con la mayor docilidad nos dejamos
nutrir, vestir y conducir por Ella en todo momento."

Descargue la presentación sobre el triunfo de María - Clic aquí


MENSAJES DADOS POR LA VIRGEN AL P. GOBBI DEL MOVIMIENTO SACERDOTAL MARIANO:
13 de mayo de 1976
Aniversario de la primera Aparición en Fátima
Consagraos a mi Corazón Inmaculado.
“Hoy, hijos míos predilectos, recordad mi venida aquí a la tierra, en la pobre Cova de Iria, en Fátima. Bajé del Cielo para
pediros la Consagración a mi Corazón Inmaculado.
Por medio de vosotros, Sacerdotes de mi Movimiento, cuanto os pedí entonces se está ahora realizando. Vosotros os
consagráis a mi Corazón Inmaculado y conducís las almas a vosotros encomendadas a esta consagración querida por Mí misma.
Desde aquel día ha pasado mucho tiempo: ya son cincuenta y nueve años.
Aconteció también la segunda guerra mundial, predicha por Mí como castigo permitido por Dios para una Humanidad que
no se ha arrepentido, por desgracia.
Ahora estáis viviendo los momentos en que el Dragón rojo, a saber, el ateísmo marxista, se ha propagado por todo el mundo
y hace estragos cada vez mayores entre las almas.
Logra verdaderamente seducir y precipitar un tercio de las estrellas del cielo.
Estas estrellas, en el firmamento de la Iglesia, son los Pastores: sois vosotros, pobres hijos míos Sacerdotes.
¿Acaso no os ha confirmado también el Vicario de mi Hijo que hoy son los amigos más queridos, incluso sus mismos
comensales, los Sacerdotes y Religiosos, los que traicionan y se ponen contra la Iglesia?
Ésta es, pues, la hora de recurrir al gran remedio, que el Padre os ofrece, para resistir a las seducciones del Maligno y para
oponeros a la verdadera apostasía que cada vez se extiende más entre mis pobres hijos.
¡Consagraos a mi Corazón Inmaculado!
A quien se consagra a mi Corazón Inmaculado, vuelvo a prometerle la Salvación: la salvación del error en este mundo y la
salvación eterna.
La obtendréis por mi especial intervención de Madre. Así impediré que podáis caer en las seducciones de Satanás. Seréis
protegidos y defendidos por Mí misma; seréis consolados y robustecidos por Mí.
Ésta es la hora en que todo Sacerdote, que quiera mantenerse fiel, debe atender mi llamada.
Cada uno se consagre a mi Corazón Inmaculado: y por medio de vosotros, Sacerdotes, muchos hijos míos harán esta
Consagración.
Es como una vacuna que, a título de buena Madre, os doy para preservaros de la epidemia del ateísmo que contamina a
tantos hijos míos y los conduce a la verdadera muerte del espíritu.
Éstos son los tiempos predichos por Mí misma; ésta es la hora de la purificación (...).”
25 de marzo de 1984
Fiesta de la Anunciación de María Santísima
Pido a todos la consagración
“Contemplad el momento inefable de la Anunciación cuando el Arcángel Gabriel, enviado por Dios, recibe mi “sí” para
realizar el eterno designio de Redención, y el gran misterio de la Encarnación del Verbo en mi seno virginal, y comprenderéis
entonces el porqué os pido consagraros a mi Corazón Inmaculado.
Sí, Yo misma he manifestado mi voluntad en Fátima, cuando me aparecí en 1917. Se la he pedido repetidas veces a mi hija
Sor Lucía, que se encuentra aún sobre la Tierra para cumplir esta misión que le he confiado. En estos años la he pedido

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insistentemente, a través del mensaje confiado a mi Movimiento Sacerdotal. Hoy pido de nuevo a todos la consagración a mi
Corazón Inmaculado.
La pido, ante todo al Papa Juan Pablo II, mi primer hijo predilecto, que con ocasión de esta fiesta, la realiza de manera
solemne, después de haber escrito a los Obispos del mundo para que la hagan en unión con Él.
Por desgracia la invitación no ha sido acogida por todos los Obispos. Especiales circunstancias no le han permitido todavía
consagrarme expresamente Rusia, como repetidamente he pedido. Como ya os he dicho, esta consagración me será hecha cuando ya
estén en vías de realización sangrientos acontecimientos.
Bendigo ese valeroso acto de “mi” Papa, que ha querido consagrar el mundo y todas las naciones a mi Corazón Inmaculado;
lo acojo con amor y gratitud y, por él, prometo intervenir para abreviar mucho las horas de purificación y para hacer menos dura la
prueba.
Pero pido también esta consagración a todos los Obispos, a todos los Sacerdotes, a todos los Religiosos y a todos los fieles.
Ésta es la hora en que toda la Iglesia se debe recoger en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
¿Por qué os pido la consagración?
Cuando se consagra una cosa, se la sustrae a todo otro uso profano para destinarla sólo al uso sagrado. Así sucede con un
objeto cuando se le destina al culto divino...
Pero puede serlo también una persona cuando Dios la llama a rendirle un culto perfecto. Comprended, por tanto, cómo el
verdadero acto de vuestra consagración fue el del Bautismo.
Con este Sacramento, instituido por Jesucristo, se os comunicó la Gracia, que os injerta en un orden de vida superior al
vuestro, esto es, en el orden sobrenatural. Participáis, así, de la naturaleza divina, entráis en una comunión de amor con Dios, y
vuestras acciones tienen, por esto, un nuevo valor, que supera al de vuestra naturaleza porque tienen un verdadero valor divino.
Después del Bautismo estáis ya ordenados a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad y consagrados a vivir en el
amor del Padre, en la imitación del Hijo y en la plena comunión con el Espíritu Santo.
El hecho que caracteriza el acto de la consagración, es su totalidad: cuando os consagráis, desde ese instante lo estáis
enteramente y para siempre.
Cuando os pido la consagración a mi Corazón Inmaculado, es para haceros comprender que debéis entregaros
completamente a Mí, de manera total y perenne, para que pueda disponer de vosotros según el Querer de Dios.
Debéis entregaros de modo completo, dándomelo todo. No debéis entregarme algo y retener todavía alguna cosa para
vosotros; debéis ser verdadera y solamente del todo míos.
Y luego os debéis entregar a Mí, no un día sí y otro no, o por un período de tiempo, hasta que vosotros queráis, sino para
siempre. Es para subrayar este importante aspecto de completa y duradera pertenencia a Mí, vuestra Madre Celeste, el por qué Yo os
pido la consagración a mi Corazón Inmaculado.
¿Cómo debéis vivir vuestra consagración?
Si meditáis el inefable misterio, que hoy recuerda la Iglesia, comprenderéis cómo debe vivirse la consagración que os he
pedido.
El Verbo del Padre, por amor, se me ha confiado completamente. Después de mi “sí”, descendió del Cielo a mi seno virginal.
Se me ha confiado en su divinidad. El Verbo eterno, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, después de la
Encarnación, se ha escondido y recogido en la pequeña morada, milagrosamente preparada por el Espíritu Santo, de mi seno
virginal.
Se me ha confiado en su humanidad, de manera tan profunda, como cualquier otro hijo se confía a su madre de la que todo lo
espera: sangre, carne, respiración, alimento y amor para crecer cada día en su seno y luego –después del nacimiento– cada año
crecer siempre junto a su madre.
Por esto, así como soy Madre de la Encarnación, así también soy Madre de la Redención, que tuvo aquí su admirable
comienzo.
Vedme aquí, por ello, íntimamente asociada a mi Hijo Jesús; colaboro con Él en su Obra de salvación, durante su infancia,
adolescencia y sus treinta años de vida oculta en Nazaret y su ministerio público; durante su dolorosa pasión hasta su Cruz, donde
ofrezco y sufro con Él, y recojo sus últimas palabras de amor y de dolor, con las cuales me da como verdadera Madre a toda la
humanidad.
Hijos predilectos, llamados a imitar en todo a Jesús porque sois sus Ministros, imitadlo también en esta su total entrega a la
Madre Celeste. Por esto os pido que os entreguéis a Mí con vuestra consagración.
Podré ser así para vosotros madre atenta e interesada en haceros crecer en el designio de Dios, para realizar en vuestra vida el
gran don del Sacerdocio, al que habéis sido llamados; os llevaré cada día a una cada vez mejor imitación de Jesús, que debe ser
vuestro único modelo, y vuestro mayor y único amor. Seréis sus verdaderos instrumentos, fieles colaboradores de su Redención.
Hoy esto es necesario para la salvación de toda la humanidad, tan enferma y alejada de Dios y de la Iglesia.

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El Señor la puede salvar con una extraordinaria intervención de su Amor Misericordioso, y vosotros, Sacerdotes de Cristo y
mis hijos predilectos, estáis llamados a ser los instrumentos del triunfo del Amor Misericordioso de Jesús.
Hoy esto se hace indispensable para mi Iglesia, que debe ser curada de las llagas de la infidelidad y de la apostasía para
retornar a una renovada santidad y a su esplendor.
Vuestra Madre Celeste quiere curarla a través de vosotros, mis Sacerdotes. Pronto lo haré, si me dejáis obrar en vosotros, si
os confiáis, con docilidad y sencillez, a mi misericordiosa acción materna.
Por esto, una vez más hoy, con dolorosa súplica, os pido a todos que os consagréis a mi Corazón Inmaculado.”
7 de junio de 1986
Fiesta del Inmaculado Corazón de María
Áncora de Salvación.
"Hoy quiero expresaros mi gratitud maternal por haber acogido la invitación a consagraros a mi Corazón Inmaculado.
En gran número habéis respondido de todas las partes del mundo. Seguid respondiéndome con generosidad y dejaos
conducir por Mí al seguro refugio, que mi amor maternal ha preparado para vosotros.
En estos tiempos, todos necesitáis correr al refugio seguro de mi Corazón Inmaculado, porque graves peligros de males os
amenazan.
Son ante todo males de orden espiritual, que pueden dañar la vida sobrenatural de vuestras almas.
El pecado se extiende como la peor y más perniciosa de las epidemias, y lleva a todas partes la enfermedad y la muerte a
muchísimas almas. Si vivías habitualmente en pecado mortal, estáis espiritualmente muertos; y si llegáis al término de vuestra
existencia en ese estado, os aguarda la muerte eterna en el infierno.
El infierno existe, es eterno, y hoy muchos corren el peligro de caer en él, por estar contagiados por esa enfermedad
mortal.
Hay males de orden físico, como enfermedades, desgracias, accidentes, sequías, terremotos, males incurables que se
propagan. También en esto que sucede en el orden natural, ved una señal de aviso para vosotros.
Debéis ver en todo una señal de la Justicia Divina, que no puede dejar impunes los innumerables delitos que se cometen
cada día.
Hay males de orden social, como la división y el odio, el hambre y la pobreza, la explotación y la esclavitud, la violencia,
el terrorismo y la guerra.
Para protegeros de todos estos males, os invito a guareceros en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
Pero en estos tiempos, tenéis necesidad, sobre todo de ser defendidos de las terribles asechanzas de mi Adversario, que ha
logrado instaurar su reino en el mundo.
Es el reino que se opone a Cristo, el reino del Anticristo. En el último período de vuestro siglo su reino llegará a la cumbre
de su fuerza, de su poder, de su gran seducción.
Se acerca la hora en la que el hombre inicuo, que se quiere poner en el puesto de Dios, para hacerse adorar él mismo como
Dios, se manifestará con todo su poder.
Bajo el flagelo sangriento de esta terrible prueba, ¿cómo podréis evitar la dispersión y el abatimiento y permanecer fuertes
en la fe y fieles sólo a Jesús y al Evangelio?
Mi Corazón Inmaculado será vuestra defensa fortísima, el escudo de protección, que os salvará a todos de los ataques de
mi Adversario.
Pero hoy tenéis especial necesidad de ser consolados.
¿A quién podréis recurrir, en los dolorosos momentos que os aguardan, cuando llegue al culmen la gran apostasía y la
humanidad llegue al vértice máximo de la negación de Dios y de la rebelión, de la iniquidad y de la discordia, del odio y de la
destrucción, de la maldad y de la impiedad?
¡En mi Corazón Inmaculado seréis consolados!
Por esto os repito hoy a cada uno de vosotros lo que dije en Fátima a mi hija Sor Lucía: -Mi Corazón Inmaculado será tu
refugio y el camino seguro que te conducirá a Dios.
En este día, en que la Iglesia me venera de modo particular, deseo que mi Corazón Inmaculado se muestre como el áncora
de salvación para todos".
Rubbio (Vicenza), 30 de julio de 1986
Arca de la Nueva Alianza
“Hijos predilectos, Yo os llevo cada día por el camino hacia la perfecta imitación de mi Hijo Jesús.
Sólo así podréis ser hoy una señal de alegría y de consolación para todos.

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Éstos son los años dolorosos de la prueba. Ésta os ha sido ya preanunciada por Mí de tantos modos y con muchas señales.
Pero, ¿quién me cree?, ¿quién me escucha?, ¿quién se empeña de verdad en cambiar de vida?
Dos son las espadas que atraviesan mi Corazón de Madre. Por una parte veo el gran peligro que corréis, porque el castigo
está ya a la puerta; y por otra veo vuestra incapacidad para creerme y aceptar las invitaciones a la conversión, que Yo os doy, para
que podáis eludirlo.
Ahora me dirijo todavía a vosotros, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, y os invito a levantaros sobre este mundo, de
vuestras diarias preocupaciones, de los desordenados apegos a las criaturas y a vosotros mismos, de la mediocridad y de la tibieza,
de una aridez más vasta cada día.
Entrad en el refugio, que la Madre celestial os ha preparado para vuestra salvación para que podáis pasar a salvo en mi
Corazón Inmaculado los días terribles de la gran tempestad, que ya ha llegado.
Éste es el momento de refugiaros todos en Mí, porque Yo soy el arca de la Nueva Alianza.
“En los tiempos de Noé, inmediatamente antes del diluvio, entraban en el Arca aquellos que el Señor destinaba a sobrevivir a
su terrible castigo. En vuestros tiempos Yo invito a todos mis hijos a entrar en el Arca de la Nueva Alianza, que Yo he construido en
mi Corazón Inmaculado, para ser ayudados por Mí a sobrellevar el peso sangriento de la gran prueba, que precede a la llegada del
día del Señor”.
No miréis a otra parte. Sucede como en el tiempo del diluvio y nadie piensa en lo que os espera.
Todos están muy ocupados en pensar solamente en sí mismos, en los propios intereses terrenales, en el placer, en satisfacer
de todos los modos sus pasiones desordenadas.
¡Incluso en la Iglesia, qué pocos son los que se preocupan de mis llamadas maternales tan dolorosas!
Al menos vosotros, mis predilectos, debéis escucharme y seguirme. Entonces por medio de vosotros, Yo puedo llamar a
todos a entrar lo más pronto en el Arca de la Nueva Alianza y de la salvación, que mi Corazón Inmaculado os ha preparado para
estos tiempos del castigo.
Aquí estaréis en paz y podréis convertiros en señales de mi paz y mi maternal consolación para todos mis pobres hijos.”
(Leer más sobre la Consagración a María y a su Inmaculado Corazón)

ORACIONES PARA CONSAGRARSE AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Hay varias oraciones que podemos decir para consagrarnos al Inmaculado Corazón de María. Elijamos alguna para rezarla
el día de nuestra consagración a María, que conviene que sea un día de fiesta mariana, por ejemplo, Inmaculada Concepción, Virgen
Niña, Anunciación, Asunción, primer sábado de mes y muchas otras que hay en el calendario. Y luego es conveniente que la
recemos todos los días para renovar nuestra consagración.
Podemos elegir una de estas cuatro oraciones:
MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS, ARGENTINA:
“¡Oh Madre! Quiero Consagrarme a Ti.
Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti.
Siento necesidad constante de tu presencia en mi vida,
para que me protejas, me guíes y me consueles.
Sé que en Ti mi alma encontrará reposo
y la angustia en mí no entrará,
mi derrota se convertirá en victoria,
mi fatiga en Ti fortaleza es. Amén”.
MOVIMIENTO MARIANO:
Virgen de Fátima, Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores, nosotros, adhiriéndonos
al Movimiento Mariano, nos consagramos de un modo especialísimo a Tu Corazón Inmaculado.
Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti, todos los compromisos asumidos con nuestra
consagración bautismal; nos comprometemos a realizar en nosotros aquella conversión interior, tan requerida por el Evangelio,

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que nos libre de todo apego a nosotros mismos y a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, sólo disponibles
para hacer siempre la Voluntad del Padre.
Y mientras queremos confiarte, Madre dulcísima y misericordiosa, nuestra existencia y vocación cristiana, para que Tú
dispongas de ellas para Tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirla
según Tus deseos, en particular por lo que se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la participación fervorosa
en la celebración de la Eucaristía y al apostolado, al rezo diario del Santo Rosario y a un austero modo de vida, conforme al
Evangelio, que sea un buen ejemplo para todos en la observancia de la Ley de Dios, en el ejercicio de las virtudes cristianas,
especialmente de la pureza.
Te prometemos también estar unidos al Santo Padre, a la Jerarquía y a nuestros Sacerdotes, para oponer así una barrera al
proceso de contestación al Magisterio, que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia.
Bajo Tu protección queremos también ser los apóstoles de esta hoy tan necesaria unidad de oración y de amor al Papa
sobre el cual invocamos de Ti una especial protección.
Finalmente, te prometemos llevar a las almas con las cuales entremos en contacto, en cuanto nos sea posible, a una
renovada devoción hacia Ti.
Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, de que la desacralización ha entrado
en el Templo Santo de Dios, de que el mal y el pecado se propagan cada vez más en el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados,
los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, y también hoy, invocar y esperar de Ti la salvación para
todos tus hijos. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Y para los Sacerdotes es la siguiente oración:
Virgen de Fátima. Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores. Nosotros miembros del
Movimiento Sacerdotal Mariano llamados a formar el ejército de tus sacerdotes, hoy nos consagramos de un modo especialísimo a
tu Corazón Inmaculado.
Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti todos los compromisos asumidos con nuestra
consagración bautismal y sacerdotal. Nos comprometemos también a realizar en nosotros aquella conversión interior que nos libre
de todo apego humano a nosotros mismos, a hacer carrera, a las comodidades, a los fáciles compromisos con el mundo, para estar,
como Tú, dispuestos a cumplir sólo la Voluntad del Señor.
Y mientras queremos confiarte. Madre Dulcísima y Misericordiosa, nuestro Sacerdocio, para que Tú dispongas de él para
tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirlos según tus deseos; en
particular, en cuanto se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la celebración fervorosa de la Sagrada
Eucaristía y de la Liturgia de las Horas, al rezo diario del Santo Rosario, al ofrecimiento a Ti de la Santa Misa el primer sábado
de cada mes, y a un religioso y austero modo de vida, que sirva a todos de buen ejemplo.
Te prometemos, también la máxima fidelidad al Evangelio, del cual seremos siempre anunciadores íntegros y valientes, si
fuese necesario hasta el derramamiento de nuestra sangre y fidelidad a la Iglesia, para cuyo servicio hemos sido consagrados.
Sobre todo queremos estar unidos al Santo Padre y a la Jerarquía con la firme adhesión a todas sus directrices, para
oponer así una barrera al proceso de oposición al Magisterio que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia.
Bajo tu maternal protección queremos ser también los apóstoles de esta, hoy tan necesaria, unidad de oración y de amor al
Papa, para quien te suplicamos una especial protección.
Finalmente, te prometemos conducir a los fieles encomendados a nuestro ministerio, a una renovada devoción hacia Ti.
Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, que la desacralización ha entrado en
el templo santo de Dios, sin exceptuar siquiera a muchos hermanos nuestros sacerdotes, que el mal y el pecado invaden cada vez
más el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, e
invocar también hoy y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh. clemente. oh piadosa, oh dulce Virgen María!.
SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT
CONSAGRACIÓN de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada,
por las manos de María

¡Sabiduría eterna y encarnada!


¡Amabilísimo y adorable Jesús,
verdadero Dios y verdadero hombre,
Hijo único del Eterno Padre
y de María siempre Virgen!

Te adoro profundamente
en el seno y en los esplendores de tu Padre,
durante la eternidad,
y en el seno virginal de María,
tu dignísima Madre,

8
en el tiempo de tu encarnación.

Te doy gracias de que te has anonadado,


tomando la forma de un esclavo,
para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.

Te alabo y te glorifico
porque has tenido la bondad
de someterte en todo a María,
tu Santa Madre,
con el fin de hacerme, por medio de Ella,
un fiel esclavo.

Pero, desgraciadamente,
¡ingrato e infiel como soy!,
no he observado los votos y las promesas
que con tanta solemnidad
te he hecho en mi Bautismo:
no he cumplido con mis obligaciones.

No merezco llamarme hijo tuyo, ni tu esclavo;


y, como no hay nadie en mí
que no merezca tus rechazos y tu cólera,
ya no me atrevo a acercarme por mí mismo
a tu santa y augusta Majestad.

Por eso he recurrido a la intercesión


y a la misericordia de tu Santísima Madre,
que me has dado como Medianera para contigo;
y es por medio de Ella que espero obtener de Ti
la contrición y el perdón de mis pecados,
la adquisición y la conservación de la Sabiduría.

Te saludo, pues, ¡María Inmaculada!,


vivo tabernáculo de la divinidad,
escondida en el cual, la eterna Sabiduría,
quiere ser adorada por los Ángeles
y por los hombres.

Te saludo, ¡Reina del Cielo y de la tierra!,


a cuyo imperio todo está sometido,
todo lo que está por debajo de Dios.

Te saludo, ¡seguro Refugio de los pecadores!,


cuya misericordia no faltó a nadie.
Escucha los deseos que tengo
de la divina Sabiduría,
y recibe para eso los votos y los dones
que mi bajeza te presenta.

Yo...
infiel pecador,
renuevo y ratifico hoy en tus manos
los votos de mi Bautismo:
renuncio para siempre a Satanás,
a sus seducciones y a sus obras,
y me doy enteramente a Jesucristo,
la Sabiduría encarnada,
para llevar mi cruz tras Él
todos los días de mi vida,
y para que yo le sea más fiel
de como lo he sido hasta ahora.

Te escojo hoy,

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en presencia de toda la Corte celestial,
como Madre y Señora mía.

Te entrego y consagro, en calidad de esclavo,


mi cuerpo y mi alma,
mis bienes interiores y exteriores,
y el valor mismo de mis buenas acciones
pasadas, presentes y futuras,
dejándote un entero y pleno derecho
de disponer de mí y de todo lo que me pertenece,
sin excepción, según tu agrado,
a la mayor gloria de Dios
en el tiempo y en la eternidad.

Recibe, ¡Virgen bondadosa!,


esta pequeña ofrenda de mi esclavitud,
en honor y en unión con la sumisión
que la eterna Sabiduría
gustosamente quiso observar
para con tu maternidad;
en homenaje al dominio que ustedes, los dos,
tienen sobre este pequeño gusano
y miserable pecador;
y en acción de gracias por los privilegios
con los que la Santísima Trinidad
te ha favorecido.

Proclamo que desde ahora


quiero, como verdadero esclavo tuyo,
procurar tu honor y obedecerte en todo.

¡Madre admirable!, preséntame


a tu querido Hijo,
en calidad de eterno esclavo,
para que Él, que por Ti me rescató,
por Ti me reciba.

¡Madre de misericordia!, hazme la gracia


de obtener la verdadera sabiduría de Dios
y de colocarme, para eso,
en el número de las personas
a las que amas, instruyes, guías,
alimentas y proteges
como a hijos y esclavos tuyos.

¡Virgen fiel!, vuélveme en todo


un perfecto discípulo, imitador y esclavo
de la Sabiduría encarnada,
Jesucristo, Hijo tuyo,
tanto que por tu intercesión y con tu ejemplo
yo llegue a la plenitud de su edad en la tierra
y de su gloria en los Cielos. Amén.

Lugar .............................................................

Fecha .............................................................

Firma .............................................................

Firma de un testigo .......................................

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN FÁTIMA:

10
–Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después
diré lo que quiero además.
Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió:
–Si se convierte se curará durante el año.
–Quisiera pedirle que nos llevase al cielo.
–Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para
darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la
salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mí a adornar su Trono.
–¿Me quedo aquí solita? –pregunté con pena.
–No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el
camino que te conducirá a Dios.
En este momento abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. En esta luz
nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el cielo y yo en la
que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que
parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que quería
reparación.
DIJO TAMBIÉN MARÍA:
–Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu
amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de
María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra
y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o
bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con
nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio,
entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debía ser a la vista de eso que di
un “ay” que dicen haber oído.) Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a Nuestra
Señora, que nos dijo con bondad y tristeza:
–Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la
devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si
no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche alumbrada por una luz
desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del
hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi
Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz;
si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo
Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me
consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará
siempre, etc. (Aquí comienza la tercer parte del secreto, escrita por Lucía entre el 22 de diciembre de 1943 y el 9 de enero de 1944.)
Esto no lo digáis a nadie. A Francisco sí podéis decírselo.
–Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: “Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva
todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas.”
NOS DIJO MARÍA EN SAN NICOLÁS:
23/11/1987 - Mensaje Nº 1305
Hijos míos: Dad vuestra prueba de que amáis a esta Madre, consagrándoos a Su Corazón.
En la Consagración, el hijo se entrega a la Madre y Ella a su vez, será su Refugio y su Consuelo, porque es el Arca, donde los
hijos depositan el corazón.
Responded a Mi llamado, responded a Mi pedido, veréis que tiernamente seréis conducidos por Mí.
Amén, amén.
13/10/1988 – Mensaje Nº 1534
Hoy hace cinco años que la Santísima Virgen, me habla.
La veo y me dice: Gladys, Soy la Madre, que desde el primer día que te habló, no cesa de pronunciar palabras de confianza en
Dios, de llamar a los hombres a la oración, a la conversión.
Son mensajes, que los hombres deben comprender que encierran, el Amor de la Madre del Cielo, por sus hijos; mensajes, que
deben ser recibidos con humildad, pero también con apertura de corazón.
Deben saber mis hijos, que los llamo a la Consagración, porque siendo Consagrados a Mi Corazón, pertenecen a la Madre y al
Hijo.
Mi Luz, quitará toda oscuridad y ayudará a mis hijos, a caminar el Camino que el Señor, ha establecido.
Bendito sea Dios.
El Mensaje siguiente enuncia lo que podríamos llamar la gran promesa de María a los que se consagran a su Inmaculado Corazón:

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- Esto digo a mis hijos de todo el universo: Volcaos a Mi Corazón y desde allí viviréis con toda docilidad al Señor.
Desde Mi Corazón lo amaréis; desde Mi Corazón, lograréis fidelidad hacia Él; desde Mi Corazón llegaréis a su Sagrado Corazón.
Gloria al Todopoderoso. (M. 1369)
- María promete liberar al Consagrado del demonio y le garantiza la vida eterna:

(Mensaje 275): A todos mis hijos que se Consagren a vuestra Madre, os digo: Mi Corazón recibe gozoso esa entrega, ese amor que
ofrecéis porque son almas que se salvan de las garras del mal mereciendo la Gloria Eterna, la Gloria del Señor.
(Mensaje 1242): Hija mía, como Auxilio de los Cristianos, quiero rescatar a mis hijos, pidiéndoles la conversión y luego la
Consagración a Mi Corazón de Madre.
Yo les digo: Responderé a vuestra consagración con Mi Protección, es decir, os defenderé de toda adversión.
Haceos pequeños e interiormente humildes y entraréis en Mi Corazón.
Gloria a Dios.
6-2-87 1092
Hija: En este tiempo el Arca soy Yo, para todos tus hermanos.
Soy el Arca de la paz, el Arca de la Salvación, el Arca por donde mis hijos deberán entrar, si desean
vivir en el Reino de Dios.
No hay obstáculo para esta Madre y no lo habrá para los hijos.
Amén, amén.
Sea meditado este Mensaje.

Y JESÚS DIJO TAMBIÉN EN SAN NICOLÁS:


19/11/1987 - Mensaje Nº 1302
Veo a Jesús. Me dice: Hoy advierto al mundo, lo que el mundo no parece advertir: Las almas peligran, muchas se perderán, la
salvación llegará a pocas, si no soy aceptado como el Salvador.
Debe Mi Madre, ser recibida, debe Mi Madre, ser escuchada, en la totalidad de sus mensajes; debe el hombre descubrir la riqueza
que Ella trae a los cristianos.
Los hijos del pecado crecerán en él, si la incredulidad se acrecienta en ellos.
Quiero una renovación de espíritu, un desprendimiento de la muerte y un apego a la Vida.
El Corazón de Mi Madre, es el escogido para que se haga realidad lo que Yo pido.
Las almas se encontrarán Conmigo, por medio de Su Corazón Inmaculado.
Y la Reina de la Paz nos dice:
Jueves 25 de MAYO de1995. Ayudar con la oración a que se acerquen más corazones al Corazón Inmaculado de María.
"Queridos hijos, Yo os invito, hijitos, a que me ayudéis, por medio de vuestras oraciones, a fin de que tantos corazones como sea
posible se acerquen a mi Corazón Inmaculado. Satanás es fuerte y con todas sus fuerzas quiere acercar, a tanta gente como le sea
posible, a Él y al pecado. Por eso es por lo que merodea para atrapar más a cada momento. Os ruego, hijitos, que oréis y me ayudéis
a ayudaros. Yo soy vuestra Madre, y os amo y por eso deseo ayudaros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"

NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, SEGÚN LAS REVELACIONES DE FÁTIMA


Puede rezarse esta novena en cualquier época del año. Leemos en la vida del santo Cura de Ars: Su gran práctica era
recomendar a los fieles y peregrinos de Ars una novena al Corazón de María. Por este medio se obtenían innumerables gracias y
favores.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS.

¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en
vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas,
dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta
novena de alabanzas y peticiones.
Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto:
¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo!

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Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare, hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial,
halle y goce aquí la vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.
Día 1º
Reinado del Corazón de María
Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al
Corazón de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que
lo adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno
de pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar
con más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los
rasgos de su semejanza, borrados en el resto de los hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que "para ensalzar los
sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y
santo es!
¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y obsequia
cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre.
Después de la meditación propia del día pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas
en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el
tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os
digo y os diré en todos mis apuros y peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones
y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi
alma y los ataques de mis enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a
defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en
vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.
Día 2º
Desagravio al Corazón de María
La Virgen pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado
Corazón. Pidió en particular la comunión reparadora de los primeros sábados.
Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús
encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.
Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado con la simbólica
espada. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede
responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron".
¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época en que se
niega la gravedad del pecado, se glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida.
No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues,
el clamor de María: ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido Corazón.
Día 3º
El Corazón de María, iris de paz
El mundo desconoce a Dios; es un impío; y está escrito: "No hay paz para los impíos". Habrá en él mucha inteligencia,
mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por eso falta amor, concordia, paz.
En Fátima aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los corazones todos y llevarlos a
Dios.

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"En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz se besaron", porque como explica San Bernardo, "maría
recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al Verbo", que es nuestra paz y reconciliación.
¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es
el corazón de toda madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de paz, cuyos ramitos de olivo
caen y germinan en las tierras ensangrentadas por el odio.
"Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán". Ante ese "áureo altar de
paz" vengan todos a depositar su ofrenda, reconciliados ya con sus hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y
familias; pero más, mucho más a los pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el demonio.
Día 4º
El Corazón de María y los pecadores
No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió
expresamente el culto a su Corazón como medio de conversiones.
Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?". No hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el
pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de satanás. El que muere
en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia!
Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira arrepentimiento,
confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos que
encierra el Corazón Inmaculado de María!" exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre.
"¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de
protegerme".
El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: "Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir
gracias, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno Corazón".
Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.
Día 5º
La Gran Promesa del Corazón de María
Esta promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a través de los siglos y traiga más frutos de salvación.
"Prometo -dijo la Virgen- asistir en la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a los que en cinco primeros
sábados de mes seguidos comulguen y recen el rosario meditado".
Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al
principio de la misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los
fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el
interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.
Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus
detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de
mis devotos en la tierra y en el purgatorio.
¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes:
albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.
Día 6º
El Corazón de María y el Rosario
Como en Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos diariamente, por la paz y por los pecadores, es
decir: "por la paz de las armas y por la paz de las almas", según frase del Papa.
¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora devoción? Dulcísima, pues como dice San
Anselmo de Luca, "debería rebosar célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto de su vientre,
Jesús". Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo ni el porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios,
basta examinar si gusta de rezar el avemaría y el rosario".
Dijo la Virgen al P. Claret: "Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos tiempos". Y él propagó el rosario con celo
indecible, transformando los hogares.
Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: "Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en adelante que haya
sido verdadero devoto de mi rosario".
"¡Reina del Smo. Rosario!": así empieza el Papa la Consagración al Corazón de María, para indicarnos su aprecio al rosario.
Alma fiel: el rosario sea para ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida.
Día 7º
El Corazón de María y la meditación

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La Virgen de Fátima prometió el cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y recen el rosario meditando sus
misterios.
En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la Virgen invita al mundo a la práctica de la
meditación u oración mental. Sabe muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena de desolación, porque no
hay quien medite de corazón.
¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su Corazón -testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y
analizaba todas las palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así se santificaba de día en día?
Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el hombre vive de toda palabra que procede de la
boca de Dios, de ellas se alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía.
Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro de la Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen
imprimía y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser después el archivo divino de la Iglesia naciente.
"Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón, meditémoslo en el nuestro". En los misterios
del rosario está la vida de Jesús y de María: quien los medite bien, no pecará jamás.
Día 8º
El Corazón de María y el Papa
En sus apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y pide se ore mucho por él.
El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María, por ser el "Jesús visible", o como decía Santa
Catalina de Siena, "el dulce Cristo en la tierra".
El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su
consigna "con el Papa hasta la muerte", tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en pleno Concilio Vaticano
manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en defensa de la infalibilidad pontificia!
Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no consentir jamás se le ataque y persiga;
rogar para que el Corazón de María lo ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de gloria en el cielo.
Día 9º
Consagración al Corazón de María
El Papa Pío XII, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María,
secundando de lleno la petición de la aparecida Señora. Y a tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis,
provincias y naciones.
Apareció el foco de la benignidad de la Salvadora del mundo y éste lo ha saludado con transportes de júbilo. De ese foco de
amor maternal no habrá ya quien se esconda.
"Os tengo en mi Corazón", puede decirnos María, mejor que San Pablo a los filipenses. En esa arca de salvación nos ha
refugiado a todos el Papa, por salvarnos del diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: "A vuestro Corazón
Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia... sino también con todo el mundo".
Ahora nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando una conducta
digna de hijos del Corazón de María, una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de mortificación,
virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús, nuestro adorable Redentor, y nos otorgarán derecho
a la eterna bienaventuranza.

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

(Puede descargar las meditaciones para hacer el mes del Sagrado Corazón, o leer el hermoso texto de la Consagración al Sagrado
Corazón. Y al final de esta página vea la Novena de la Confianza al Sagrado Corazón y las Oraciones)
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15
“Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi
Corazón”
El Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque.
El Señor en estos últimos siglos quiso dar a los hombres la prueba suprema de amor y proponerles un objeto muy adaptado
para animarlos a amarle siempre más.
Abrió los tesoros infinitos de su Corazón para enriquecer todos aquellos que le hubiesen tributado todo el honor y el amor
posible.
Para manifestar su corazón, e incendiar al mundo entero de amor, eligió una humilde Religiosa de la Visitación de Paray-le-
Monial, ciudad francesa. Esta alma privilegiada, nació el 22 de julio de 1647 en Laut Lecourt hacia Verosvies en la Borgoña.
Después de haber superado muchas pruebas, en el 1671 ingresó en el Monasterio de la Visitación y en 1672 emitió sus votos
religiosos. Poco después de su profesión religiosa, Jesús Maestro le manifestó muchas maravillas e hizo promesas tan
extraordinarias a las cuales no se hubiese prestado fe si no hubiesen sido convalidadas por un hecho incontestable y palpable.
Tres son las apariciones con las cuales N. Señor quiso consolar a su elegida.
La primera sucedió el 27 de diciembre de 1673. En ella la joven virgencita fue por el mismo Jesucristo consagrada su
apóstol; llamada a difundir y propagar el culto a su adorable Corazón; a manifestar a los hombres su voluntad; y hacerles conocer lo
que el Sacratísimo Corazón de Jesús promete a quien hace conocer y propaga su culto.
La segunda sucedió en la octava de Corpus Christi en el año 1674. En ella Jesús manifestó las inexplicables maravillas de su
amor y el exceso a que, su Corazón, lo había llevado hacia los hombres, de cuyos no recibía más que abandono y ultrajes. Después
añadió: “El abandono en el cual me dejan me es mucho más doloroso de lo que sufrí en mi pasión, tanto que si los hombres me
contracambiaran amor, yo estimaría poco, todo lo que hice por ellos y quisiera si fuere posible hacer aún más; pero los hombres no
tienen más que frialdades y repulsas por todas mis solicitudes. Tú a lo menos dame este consuelo, de suplir cuanto puedas a su
ingratitud”.
La tercera sucedió el 16 de junio de 1675, igualmente en la octava de Corpus Christi. Apareciéndole resplandeciente como
las demás veces, y mostrándole su Corazón, se quejó de los continuos ultrajes y sacrilegios que recibe en el Sacramento de amor; y
agregó con más dolor, que los recibía de corazones a Él consagrados.
Por esto le confió la misión de hacer conocer y amar su adorable Corazón y hacer establecer en la Iglesia una fiesta especial
de reparación. “Es esto lo que yo te pido: que el primer viernes después de la octava de Corpus Christi, sea dedicado a una
fiesta particular para honrar a mi Corazón, participando en aquel día a la Santa Comunión y haciéndole con digna
reparación por los indignos tratamientos que recibe en el Santo Altar. Y Yo te prometo que mi Corazón se dilatará para
esparcir con abundancia las riquezas de su Amor sobre todos los que rendirán dicho honor y procurarán que otros hagan
los mismo”.
En esta tercera revelación se halla todo lo que se refiere a la devoción del Sagrado Corazón; o sea su principio, que no es otra
cosa que amor; su fin, que es de ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo; su carácter, que es el de ser un culto público,
después de haber sido por mucho tiempo, una devoción íntima; y por último sus efectos, que consisten en una nueva efusión de
amor divino sobre la Iglesia y particularmente sobre aquellas almas piadosas que serán de esta devoción promotoras y apóstoles,
puesto que Jesús dijo a la Santa: “Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos
me serán solicitados por mi Corazón”.
Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús en estas varias apariciones a la Santa, son las siguientes:
1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2º Daré paz a sus familias.
3º Las consolaré en todas sus aflicciones.
4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.
7º Las almas tibias se harán fervorosas.
8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.
10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.
11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
Estas promesas expresan, mejor que otra cosa, el deseo ardiente que N. Señor tiene de ser amado; que se conozcan los
tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que trabajan por su gloria.
Santa Margarita María escribió: “Si se entendiese como Jesucristo desea que se propague esta devoción, todos los cristianos,
por muy poco piadosos que fuesen, la practicarían. Puesto que inmensos son los tesoros que el Sagrado Corazón derrama sobre

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aquellos que se ocupan en hacer conocer esta devoción. Yo no conozco ejercicio de devoción más apto para elevar en breve tiempo
a un alma a la más alta perfección que el culto del Sagrado Corazón.
Dulce será morir después de haber practicado una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón.
Condición general para participar de todas estas promesas es la de ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón, o sea amarle,
honrarle y trabajar cuanto fuese posible, para glorificarle, ensalzarle, teniendo aún expuesta su imagen.
Las seis primeras promesas son eficaces para atraer al amor de Jesús y a comunicar las gracias que se refieren
particularmente a esta vida. Con estas promesas Jesucristo acuerda sus bendiciones a las familias en las cuales se honrará a su
Adorable Corazón con plegarias especiales o donde se tuviere expuesta su imagen.
Las otras cinco se refieren a las gracias de orden superior, o sea a las gracias espirituales.
En las promesas los tesoros de gracias están asegurados a todos los devotos del Sagrado Corazón cualquiera sea su estado;
puesto que Jesús quiere ser amado por todos los hombres, ninguno está excluido se aquel océano de Misericordia.
Ahora bien ya que el Maestro bueno nos ha hecho tantas y tan preciosas promesas, qué empeño no debíamos tener para
acercarnos a ellas, y cambiar el amor que Jesús nos tiene. ¡Con qué cuidado debemos propagar, difundir su culto, tener expuesta y
venerar en nuestras casas su imagen, participar a todas sus promesas!
LA GRAN PROMESA
Además de estas once promesas muy queridas al cristiano, hay una más, hecha en el 1674. Es la duodécima y es la
comúnmente llamada la “Gran Promesa” porque es un resumen de todas las demás. Y precisamente de ésta debemos hablar.
Mientras la piadosa Religiosa experimentaba dulcísima éxtasis, recogida e inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho, su
rostro irradiado por una llama interior, una luz celestial, vista por ella solamente, sombreó el altar y ella vio al Adorable Salvador en
el acto de mostrarle su Corazón. Estaba este divino Corazón revestido por llamas, rodeado por una corona de espinas, traspasado por
una profunda herida goteando sangre, sobrepujado por una cruz.
Margarita... –así le habló Jesús– Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso
concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos... la gracia de la Penitencia final; ellos no
morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.
SIGNIFICADO DE LA GRAN PROMESA
Como dice el Vermeersch, el texto de la “Gran Promesa” tuvo varias explicaciones, pero no todas en su justo sentido. En
efecto algunos aprueban sólo la práctica recomendada y anulan la promesa.
Otros, mirando a la inmensidad del beneficio, sienten la necesidad de atenuarlo y que entienden decir, que no morirán en su
desgracia, los que no cayeron en ella; y que la Santa Comunión da sólo una mayor esperanza; pero éstos quitan por completo la
especialidad de la promesa.
Otros, después creen en el sentido literal que es como sigue: “Los que comulgaren el primer Viernes del mes, por nueve
meses seguidos, con las debidas disposiciones, obtendrán con seguridad la gracia de la perseverancia final”. Por lo tanto, los que
se esforzaren en satisfacer las condiciones requeridas, están moralmente seguros de su eterna salvación.
Ahora esta sentencia debe ser preferida a cualquier otra, porque ésta sola demuestra el valor infinito de la Gran Promesa
como ella tiene en el texto de la Santa.
Del mismo modo queda explicado por qué N. Señor hable de la Gran Promesa como de un exceso de su misericordia y de un
triunfo de su amor omnipotente.
Sin la gracia de Dios, no podemos perseverar en la justicia; y aunque Dios conceda a todos las gracias suficientes para
salvarse, no quiere decir que Él no pueda conceder aquellas más eficaces, y hacer esto en virtud de una promesa.
Como la promesa de Jesucristo de conducir la Iglesia al triunfo final, nos asegura tal cosa, así la Gran Promesa puede
garantizar la buena muerte. Puesto que la gracia puede triunfar de la debilidad y de la obstinación humana, así puede evitar la
presunción futura y el endurecimiento en el pecado. Al decir de Milani no se sabe explicar cómo esta promesa tan extraordinaria,
haya quedado oculta hasta el 1869, en que el P. Franuori empezó a difundirla. Se temía quizás no poderla sostener teológicamente o
que los fieles abusaran de ella. Se pudo comprobar que no había razón de temer, puesto que los fieles logran siempre nuevo fervor;
mientras los más sabios teólogos la demuestran conforme a los principios de la doctrina católica.
N. Señor después de haber revelado a su sierva lo que se refería al culto de su Divino Corazón, quiso que las distintas partes
de esta Devoción se desarrollaran según las necesidades. En efecto las revelaciones sucedieron entre el año 1673 y 1691; y la fiesta
del Sagrado Corazón fue concedida a la Francia en el año 1765, y sólo Pío XI concedió mayor desarrollo litúrgico. Así la práctica
del primer Viernes del mes fue introducida en seguida después de las primeras revelaciones; mientras aquella de los nueve primeros
Viernes, “La Gran Promesa” empezó al terminar el siglo XIX, tiempo en que reinaba la incredulidad y se quería destruir la Iglesia y
el Papado, y era necesario dar nuevo fervor a la vida cristiana e inflamar los corazones de puro amor; infundiéndoles mayor fuerza y
confianza. Precisamente en ese tiempo, Jesucristo recordó al mundo su Gran Promesa.
Después de las revelaciones a Sta. Margarita María Alacoque, en el corazón de personas pías y generosas, relumbró como un
incendio de amor, que, con toda la energía de sus almas y desafiando el escarnio, los insultos y las persecuciones del mundo, de este

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enemigo de Dios y de los Santos, empezaron a predicar el amor de Jesús, el culto debido a su Sacratísimo Corazón, y con palabras
llenas de amor divino estigmatizaron la ingratitud humana...
Su voz fue escuchada, y el Corazón de Jesús vio aumentar cada año más, fiel y generosa correspondencia en siempre mayor
número de corazones; y ahora es el objeto de los deseos, de las aspiraciones, del amor de todo buen cristiano.
FUNDAMENTO DE LA GRAN PROMESA
No obstante, no se debe creer que la devoción al Sagrado Corazón se apoye exclusivamente en las revelaciones hechas a
Santa Margarita Alacoque. Ya existía en el seno de la Iglesia; era el culto de Jesucristo, Hombre–Dios. Se apoya sobre bases aún
más firmes y sólidas, o sea sobre la misma infalibilidad de la Iglesia, que nos la propone. Las revelaciones particulares que Dios
hace a los Santos, no pueden de ordinario admitirse prudentemente sino después del juicio de la Iglesia. Pero, cuando ella ha
pronunciado este juicio, nada más nos debe detener en creer; porque la Iglesia, por una parte nos enseña (y en esto su juicio es
infalible), que nada hay en ella que se oponga a la doctrina católica; y por otra aunque no nos obligue a admitirlas, como cosas
divinas, nos asegura poderlas acoger prudentemente; y esto sólo después de haber examinado extenso, minuciosa y rigurosamente,
después de haber buscado y hallado las pruebas más auténticas y seguras.
Esta Maestra infalible estableció realmente un riguroso proceso también para la devoción al Sagrado Corazón, y después de
haber reconocido las revelaciones como auténticas se sirvió de ellas para suscitar mayor devoción hacia el Sagrado Corazón, e
inculcar con mayor eficacia a la que ya existía del Hombre–Dios dándole nueva forma.
Así con su autoridad la confirmó solemnemente asegurándonos al mismo tiempo de la estabilidad y excelencia de esta
devoción.
La forma dudosa en que fue expresada por la Santa, no puede poner en duda la promesa, porque ella no manifiesta más que
su perfecta obediencia a la Superiora que le impuso no hablara de sus revelaciones que en forma dudosa.
La canonización de una persona prueba la integridad de la persona y el juicio de aprobación atestigua que en sus escritos no
hubo nada de contrario a la fe, a la moral y a la piedad. La Gran Promesa fue examinada por teólogos sumos y fue aceptada, tanto
que Benedicto XV el 13 de mayo de 1920 quiso insertarla en la Bula de canonización de la Santa. Y esta inserción, es cierto la
prueba más hermosa de la autenticidad de la Gran Promesa.
LO QUE PROMETE EL SAGRADO CORAZÓN
N. Señor a todos los que comulgaren el primer viernes del mes, por nueve meses seguidos, y con las debidas disposiciones,
promete:
1) La gracia de no morir en pecado mortal, o sea de morir en estado de gracia y por lo tanto salvarse.
2) La gracia de la perseverancia final, o sea de borrar con la penitencia los propios pecados, y a complemento de esto siguen
las palabras: “ellos no morirán en mi desgracia”.
3) Que no morirán sin recibir los Sacramentos, esto debe entenderse que no morirán sin los Sacramentos, si tendrán de ellos
absoluta necesidad; por lo tanto si se hallasen en estado de pecado mortal, asegura que les proporciona medios para hacer una buena
confesión; y en caso de muerte repentina, cuando sea necesario, sabrá a lo menos inducirlos a un acto de contrición perfecta para
devolverle la amistad de Dios.
4) De ser su seguro refugio en los últimos momentos de la vida. A fin de que los hombres no debiesen temer por la
inmensidad del favor, y no dijeran que una causa tan pequeña no puede producir un efecto tan extraordinario, Jesucristo dijo que se
indujo a esta promesa por la infinita misericordia y amor omnipotente que lleva a los hombres! Por lo tanto se interpone el exceso
de la misericordia y el amor de Jesucristo, y esto debe alcanzar para desvanecer todo temor.
A menudo los hombres prometen a personas amigas, más de lo que les pueden proporcionar; no así Jesucristo; Él ama
infinitamente a las almas y les puede dar cuanto desean.
Les quiere dar la gracia de una buena muerte, la promete con su bondad y con su omnipotencia la concede. Quien pues,
comprende el valor de una Comunión, y sabe que nueve Comuniones son nueve íntimas uniones del alma con Dios, y sabe que
alcanza una Comunión para santificar un alma, no se maravillará que Jesús, pidiendo nueve, haga tan gran promesa.
Quien, pues, ejecuta cuanto Jesucristo manda, puede estar moralmente seguro de salvarse.
CONDICIONES NECESARIAS
Para conseguir el fin de la Gran Promesa es necesario:
1) Hacer nueve Comuniones, y para quien está seguro de hallarse en estado de gracia, no son necesarias nueve Confesiones,
pero sólo nueve Comuniones bien hechas. Quien hiciere o hubiese hecho solamente cierto número de Comuniones no podría
alcanzar el fin.
2) En los primeros viernes del mes. No se puede diferir para otro día de la semana, por ej. el Domingo o en otro viernes que
no sea el primer viernes del mes. Ninguna condición nos puede dispensar de esto. No el olvido, no la imposibilidad de confesarnos;
no porque impedidos por la enfermedad u otra causa. Ni el mismo Confesor no puede cambiar el día o permitir su interrupción,
porque la Iglesia no ha concedido esta facultad a nadie.
3) De hacerse por nueve meses consecutivos, y quien la dejara por tan solo un mes, no estaría en regla; y si la hubiese dejado
aún involuntariamente debería empezar nuevamente.

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Aunque teólogos autoritarios digan que tratándose de causa realmente grave, se pueda considerar la interrupción como si no
hubiera sucedido, nosotros decimos que quien ama verdaderamente al Corazón de Jesús y quiere asegurarse su suerte eterna, cumple
generosamente lo que el Divino Maestro pide, sin ir en busca de muchas dispensas.
4) Con las debidas disposiciones. Aquí el Catecismo nos dice que para hacer una buena Comunión son necesarias tres
cosas: 1ª, estar en gracia de Dios; 2ª, estar en ayunas desde una hora antes de comulgar; 3ª, saber lo que se va a recibir y
acercarse a comulgar con devoción, y añade que: quien recibe un Sacramento de los vivos sabiendo de no estar en gracia de Dios,
comete pecado gravísimo de sacrilegio, porque recibe indignamente una cosa sagrada. Pues la Comunión sacrílega antes bien que
honrar, desprecia al Corazón de Jesucristo; y no consigue con toda seguridad el fin. Puesto que no sea necesario un fervor
extraordinario, precisa que las Comuniones honren al Divino Corazón, o sea que sean hechas en gracia de Dios.
Otra disposición es la intención de reparar al Corazón de Jesucristo por las continuas injurias que recibe en el Santísimo
Sacramento de amor y de conseguir el fruto de la Gran Promesa.
FACILIDADES
La intención necesaria para conseguir el fin de la Gran Promesa alcanza formularla una vez al principio para las nueve
Comuniones, con tal que siga con la misma intención hasta el fin.
Es pues, cosa muy buena renovar la intención cada vez. La práctica de los nueve primeros viernes, puede empezarse en
cualquier mes.
Para los estudiantes sería conveniente el mes de abril, para terminar con diciembre; mientras para los demás puede convenir
otro mes, según las personas y empleos que se tengan. Para los Sacerdotes y las personas que comulgan diariamente, alcanza poner
la intención de hacer también ellos las nueve Comuniones reparadoras a este fin.
Para el Sacerdote no es necesario aplicar la Misa en honor al Sagrado Corazón; puede aplicarla para quien desee, con tal que
haga la Santa Comunión también para asegurarse la Gran Promesa, honrar y reparar al Divino Corazón por la continua soledad en
que es dejado.
Asimismo los fieles pueden ofrecer la Comunión para quienes deseen, con tal que tengan también esa intención.
Con estas Comuniones se pueden aún aplicar las indulgencias que se ganan para las almas del Purgatorio, especialmente la
plenaria concedida a quien en el primer viernes del mes medita brevemente antes y después de la Comunión, en la bondad infinita
del Sagrado Corazón de Jesús y ruega según las intenciones del Sumo Pontífice (S. C. de las Indulgencias, 7 de setiembre de 1897).
Terminada esta piadosa práctica, es excelente cosa repetirla para toda la vida. Para esto alcanza poner la intención, una vez
para siempre, de volver a empezar como se haya terminado.

LA CONSAGRACIÓN DIARIA AL SAGRADO CORAZÓN.


(Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús)
Yo, N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones,
penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi
irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda
disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio
de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues,
Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo,
en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo
cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme
separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y
toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.

NOVENA DE CONFIANZA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


La confianza es un acto de la voluntad por el que esperamos conseguir de Dios nuestra salvación y los medios necesarios
para ello. Es una virtud que encierra fe, esperanza y caridad. El fundamento de la confianza está en que Dios es nuestro Padre, que
cuida de nosotros más que de los cuervos y los lirios (Lc. 12, 24-27).

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Nadie disfruta más de la bondad del Corazón de Jesús que el que tiene mayor confianza en Él. El peor y mayor mal que el
demonio nos hace después del pecado, es hacernos desconfiar. "Lo que más le agrada es la confianza en Él" (Santa Margarita).
Necesitamos la confianza y la mejor manera de alcanzarla es pedirla a Dios.
Podemos pedir la confianza y todas las gracias y bienes que necesitamos con "la novena de confianza".
"Vayamos con confianza al trono de la gracia". (Hb. 4, 16).
Modo de hacer la Novena de Confianza:
Oh Jesús, a tu Corazón confío (esta alma, esta pena, este negocio), míralo, después haz lo que tu Corazón te diga; deja obrar
a tu Corazón.
Oh Jesús, yo cuento contigo, yo me fío de Ti, yo me entrego a Ti, yo estoy seguro de Ti.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío (nueve veces).
Oh dulce Jesús, que has dicho: "Si quieres agradarme, confía en Mí; si quieres agradarme más, confía más; si quieres
agradarme inmensamente, confía inmensamente; las almas confiadas son las robadoras de mis gracias". Yo confío inmensamente en
Ti. En Ti, Señor, espero; no sea yo confundido eternamente. Amén.

ORACIONES
ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS
¡Oh Corazón de Jesús!, Dios y hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en
Vos confían; Vos nos decíais amablemente: “Venid a mí”; y nos repetís las palabras que dijisteis al paralítico: “Confía, hijo mío; tus
pecados te son perdonados”, y a la mujer enferma: “Confía, hija; tu fe te ha salvado”, y a los Apóstoles: “Confiad, yo soy, no
temáis”. Animado con estas vuestras palabras, acudo a Vos con el corazón lleno de confianza, para deciros sinceramente y de lo más
íntimo de mi alma: Corazón de Jesús, en Vos confío.
(A cada invocación decimos “CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO”)
En mis alegrías y tristezas,
En mis negocios y empresas,
En mis prosperidades y adversidades,
En las necesidades de mi familia,
En las tentaciones del demonio,
En las instigaciones de mis propias pasiones,
En las persecuciones de mis enemigos,
En las murmuraciones y calumnias,
En mis enfermedades y dolores,
En mis defectos y pecados,
En la santificación y salvación de mi alma,
Siempre y en toda ocasión,
En vida y muerte,
En tiempo y eternidad,
Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en vuestra bondad; y, por el Corazón de vuestra Madre, os pido que
no desfallezca nunca esta mi confianza en Vos, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Vos quisierais
enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seáis mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad.
Amén.
Oración final.
¡Oh, Señor Jesús!, vuestros santos misterios infundan en nosotros un fervor divino, con el que, recibida la suavidad de
vuestro dulcísimo Corazón, aprendamos a despreciar lo terreno y amar lo celestial. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
siglos. Amén.
ACTO DE CONFIANZA DEL BEATO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE
Dios mío, estoy tan persuadido de que velas sobre todos los que en ti esperan y de que nada puede faltar a quien de ti aguarda
todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz
y descansaré, porque Tú, solo Tú has asegurado mi esperanza.

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Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios
de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de
mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela. Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de
su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza
es mi confianza misma. Porque Tú Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor, ha quedado frustrado en su confianza. Por
tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de ti, Dios mío, es de quien lo espero.
En ti esperaré, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco, y demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más
firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme
mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta
invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de ti y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de ti. Así,
espero que me sostendrás en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortalecerás contra los más violentos asaltos y que
harás triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos. Espero que me amarás siempre y que yo te amaré sin interrupción;
y para llegar de una vez con toda mi esperanza tan lejos como puede llegarse, te espero a ti mismo, Creador mío, para el tiempo y
para la eternidad. Así sea.
A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO Y CORAZÓN DE JESUCRISTO.
Benignísimo Jesús, la llaga de tu Sagrado Corazón sea para mí refugio, fortaleza y defensa contra tu ira, y remedio de todos
los pecados, especialmente los mortales, de los engaños del demonio, mundo, carne y amor propio; de todos los peligros del cuerpo,
y, sobre todo, me sirva para evitar la condenación eterna. Sea también abismo donde desaparezcan todos mis pecados, al cual con
perfecto aborrecimiento y dolor de corazón arrojo todas mis imperfecciones, para no volverlas a cometer jamás. Dignaos
concederme, amabilísimo Jesús, aunque no sea más que una gotita de sangre de la llaga de vuestro misericordiosísimo Corazón, en
prenda y señal de que me perdonáis para siempre todos mis pecados. Encerradme en lo más íntimo de vuestro Corazón, y allí
guardadme, aquilatadme, abrasadme, purificadme, encendedme hasta convertirme y sublimarme a vuestra perfecta semejanza en
fuego divino, haciéndome lo más semejante a Vos, de modo que, desapareciendo yo en cuanto sea posible, sólo busque en todas mis
acciones el gusto y voluntad de vuestro purísimo Corazón. Amén.
CINCO PRIMEROS SÁBADOS DE REPARACIÓN

Lucía, vidente de Fátima, era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la
Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Santísima Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras
en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El Niño le dijo: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está
cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para
sacárselas."
Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía:
"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú,
al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la
Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin
de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"

Lucía le habló (a Jesús) de la confesión para los primeros sábados y preguntó si valía hacerla en los ocho días. Jesús contestó: "Sí;
todavía con más tiempo, con tal que me reciban en estado de gracia y tengan intención de desagraviar al Inmaculado Corazón
de María".
La intención de hacer esta reparación al Inmaculado Corazón de María puede ponerse al principio.

¿Por qué 5 Sábados?

Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es
sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1- Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2- Contra su virginidad.
3- Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4- Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio
hacia la Madre Inmaculada.
5- Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”

"He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación,
y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura
incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".

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Reparación Sabatina en honra del Corazón de María

Para fomentar más la devoción al Corazón de María, se agrega este piadoso Ejercicio, muy propio para los Primeros Sábados de
mes, enriquecido con indulgencia plenaria.

ORACIÓN

¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan vuestro santísimo Nombre y
vuestras excelsas prerrogativas! Aquí tenéis postrado a vuestros pies, un indigno hijo vuestro, que, agobiado por el peso de sus
propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas dirigen contra
Vos hombres insolentes y malvados. Deseo reparar con este acto de amor y rendimiento, que hago delante de vuestro amantísimo
Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra vuestro augusto Nombre, todos los agravios que se infieren a vuestras excelsas
prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a vuestro maternal amor e inagotable misericordia.
Aceptad, oh Corazón Inmaculado esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito
que hago de seros fiel en adelante, de salir por vuestra honra cuando la vea ultrajada y de propagar vuestro culto y vuestras glorias.
Concededme, oh Corazón amabilísimo, que viva y crezca incesantemente en vuestro santo amor, hasta verlo consumado en la
gloria. Amén.

Pídanse las gracias que se desean conseguir por intercesión del Inmaculado Corazón de María.
Para obtener las gracias que hemos pedido, haremos las siguientes

DEPRECACIONES

I.- Os venero, amabilísimo Corazón de María, que ardéis continuamente en vivas llamas de amor divino; por él suplico, Madre mía
amorosísima, abraséis mi tibio corazón en ese divino fuego en que estáis toda inflamada.

Rezar Avemaría y Gloria.

II.- Os venero, purísimo Corazón de María, de quien brota la hermosa azucena de virginal pureza. Por ella os pido, Madre mía
inmaculada, purifiquéis mi impuro corazón, infundiendo en él la pureza y castidad.

Rezar Avemaría y Gloria.

III.- Os venero, afligidísimo Corazón de María, traspasado con la espada de dolor por la pasión y muerte de vuestro querido Hijo
Jesús, y por las ofensas que de continuo se hacen a su divina Majestad; dignaos, Madre mía dolorida, penetrar mi duro corazón con
un vivo dolor de mis pecados y con el más amargo sentimiento de los ultrajes e injurias, que está recibiendo de los pecadores el
divino Corazón de mi adorable Redentor.

Rezar Avemaría y Gloria.

Jaculatorias

¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadeceos de nosotros!


¡Refugio de pecadores, rogad por nosotros!
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Un Padrenuestro a intención del Sumo Pontífice.

Para meditar cada primer sábado de mes los 15 minutos en los misterios del Rosario -como nos pide la Virgen-, podemos hacerlo
con las siguientes reflexiones del P. Claret:

MISTERIOS DE GOZO

1.- Encarnación. Mira, alma cristiana, qué humildad tan grande te enseña el Señor: siendo Dios se hace hombre, carga con todas las
miserias humanas, se sujeta a todas las penalidades. Vistió con humildad, nunca con lujo; comió humildemente; huyó los honores;
nunca se alabó; todas las alabanzas las dirigía a su Padre celestial. Aprende de Jesús a ser manso y humilde de corazón... Haz como

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la Santísima Virgen, que no obstante de ser sublimada a la dignidad casi infinita de Madre de Dios, se llama y se tiene por esclava, y
es la que mejor ha imitado la humildad y mansedumbre de Jesús.

2.- Visitación. Alma cristiana, imita a María en las visitas que hagas, no murmures ni pierdas en ellas el tiempo; edifica con el buen
ejemplo, y ejercer la caridad con los padres e hijos de la casa. Si los que visitas son pobres, socórrelos con lo que puedas; y en lo
que no alcances, súplelo con las buenas palabras, consejos y oraciones, pues que no sólo de pan vive el hombre... Y debes saber que
todo el bien que hagas a tus prójimos, el Señor en el día del juicio te lo elogiará y te lo premiará como si lo hubieras hecho a Él
mismo.

3.- Nacimiento. Contempla, alma cristiana, al pobreza de Jesús; siendo riquísimo, y dueño del cielo y de la tierra, se priva de todo, y
para que aun le falten las pequeñas comodidades que podría haber tenido en la casa de Nazaret, quiere nacer en Belén... Es preciso
que nazca en una cueva desabrigada y falta de todo alivio, en una noche de invierno, sin lumbre ni abrigo alguno. Aprende de la
Sagrada Familia a no quejarte cuando te veas despreciado; no te desconsueles cuando te veas sin recurso de ninguna especie...
Piensa que así se halló Jesús; dale gracias porque te hace participante de sus penas, esperando que un día serás compañera de sus
glorias. Si posees riquezas, no tengas pegado a ellas tu corazón: socorre con ellas a los pobrecitos, ya que por esto el Señor te las ha
confiado.

4.- Presentación. Para enseñarnos la obediencia a las santas leyes de la Religión se sujetan a ellas el Hijo y la Madre Virgen. Alma
cristiana, aprende de Jesús y de María a obedecer las santas disposiciones y leyes de la Iglesia; guarda sus mandamientos, oye misa,
confiesa, comulga... Jesucristo y María, pudiéndose excusar de aquellas leyes antiguas, no se excusan, las cumplen puntualmente, y
tú buscas excusas en donde no las hay, dejándote engañar por la pereza, por la soberbia, por los respetos humanos y por la irreligión.

5.- El Niño Perdido. Sin culpa la Virgen y San José perdieron a Jesús; al instante le buscaron, y no reposaron hasta que le hallaron.
Alma cristiana, aprende de María y de José la diligencia que has de tener en buscar a Jesús cuando le hayas perdido por el pecado...
¡Oh, si supieras que el perder la gracia de Jesús es mayor pérdida que si perdieras todas las riquezas del mundo! ¡Ah, si
reflexionaras que además has perdido las riquezas del cielo, y te has hecho merecedor del infierno! ¡Ah, cómo llorarías, cómo
buscarías a Jesús con la solicitud de José y de María!... Tú también lo hallarás en el templo; sí, en el templo lo hallarás, recibiendo
bien los santos sacramentos de penitencia y comunión.

MISTERIOS DE DOLOR

1.- Oración del Huerto. Mira, alma cristiana, a Jesús, puesto en la mayor tristeza, congoja y agonía; compadécete de Él, pregúntale
cuál es la causa de tan grande pena, y te responderá que son tus pecados, y las penas que por ellos tienes merecidas; y queriendo Él
pagar por ti, se ve agobiado por lo mucho que ve ha de sufrir; además, le aumenta la pena el saber tu poca gratitud y mala
correspondencia. Detente, alma cristiana; compadécete de Jesús, arrepiéntete de tus pecados, al ver que con ellos has ofendido a un
Dios tan bueno; trabaja para tu salvación y haz que en ti no se malogren las penas de tu divino Redentor.

2.- Flagelación. Jesús es inocente, y no obstante, le están azotando; es inocente, no tiene delitos propios, pero ha cargado con los
tuyos; por ellos es tan cruelmente azotado... Yo soy el criminal, yo soy el que merezco esos azotes; haré penitencia todos los días de
mi vida en remisión de mis pecados.

3.- Coronación de espinas. Admira, alma cristiana, la paciencia de Jesús en sufrir una corona tan dolorosa... Compadécete de Jesús,
adórale por tu verdadero rey, guarda sus santas leyes, imita sus virtudes de paciencia, sufrimiento, y por lo tanto, cuando te veas
perseguido, burlado, despreciado y calumniado, súfrelo con paciencia como Jesús, y de esta manera conseguirás la corona de la
gloria.

4.- Cruz a cuestas. Alma cristiana, en la persona del enfermo, o del afligido con la cruz de los trabajos y penas, has de mirar la
persona de Jesús, y con la reflexión imita a las hijas de Jerusalén; compadécete de Él; imita a la Verónica, enjúgale al pobre
paciente, enjúgale sus lágrimas y sudores con las tocas de la caridad. Imita, además, a Simón de Cirene; ayúdale a llevar la cruz.
Acompáñale como María Santísima, y no le desampares jamás hasta la muerte. ¡Oh, qué mérito tan grande contraerás para la gloria
del Cielo!

5.- Crucifixión. Sabe, oh alma cristiana, que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el amado: pues Jesús la ha dado por ti;
mira si te ama; amor con amor debe pagarse: ámale de veras. Le amarás si guardas sus mandamientos, y si recibes bien y con
frecuencia los santos sacramentos... Imita a Nicodemo y a José de Arimatea, que desclavaron de la cruz a Jesús; esto harás tú
cuando recibas el sacramento de la penitencia. Dice San Pablo que el que peca, vuelve a crucificar a Jesús; luego el que se confiesa,
lo desclava. Mas José de Arimatea le dio su sepulcro para sepultarlo; tú le darás tu corazón, en el que le colocarás y tendrás por
medio de la comunión, con los aromas de las virtudes de la fe, esperanza, caridad y humildad.

MISTERIOS DE GLORIA

1.- Resurrección. Mira, alma cristiana, cuán desfigurado estaba Jesús en el sepulcro, muerto y amortajado; pero tan pronto como
resucita, deja mortaja y sudario en el sepulcro y sale triunfante y glorioso, sin jamás volver a morir. ¡Qué felicidad! ¡qué hermosura!
Los cristianos que reciben los santos sacramentos de penitencia y comunión con buena disposición, resucitan a la vida espiritual,

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cambiando la fealdad del pecado con la hermosura de la gracia. Así, alma cristiana, resucita de veras como Jesús, y deja todas las
ocasiones de pecar... y te salvarás.

2.- Ascensión. Alma cristiana, piensa que no eres creada para la tierra, sino para el cielo; el cielo es tu patria; allí tienes a tu Padre,
que es Dios; a tu Madre, que es María santísima; a tus hermanos, amigos y compañeros, que son los ángeles y santos. Tú eres sobre
la tierra un peregrino, un viajero que siempre debes suspirar por terminar pronto y felizmente tu viaje y llegar a tu patria... Es este
mundo un verdadero destierro y un triste valle de lágrimas. Ama a Dios de veras, desea con vivas ansias ir al cielo, prepárate con
acopio de buenas obras, y está siempre dispuesto para partir, y el Señor, a no tardar, te llevará a la gloria, en donde serás feliz por
toda la eternidad.

3.- El Espíritu Santo. A la venida del Espíritu Santo los apóstoles quedaron llenos de la gracia que les dio... He aquí lo que debes
hacer tú, alma cristiana: a todos se comunica la gracia, a unos de un modo, a otros de otro; lo que importa es ser siervo bueno y fiel,
no tener escondido el talento, negociar con él hasta que venga el Señor y pedirnos cuenta y a darnos el premio; y tanto mayor será la
paga que se nos dará, cuanto haya sido más profunda nuestra humildad, más constante nuestro trabajo y más heroica nuestra
paciencia.

4.- Asunción. Alma cristiana, imita a María santísima, sé fiel a la gracia, camina siempre a la perfección, nunca digas basta, ni
vuelvas atrás por el pecado; siempre has de perseverar y seguir adelante en el camino de la virtud; no te espantes por tropiezos, no te
arredres por enemigos, no te detengas por respetos humanos. Todos los días oye misa, si puedes; reza el rosario, lee algún libro
bueno, anda siempre en la presencia de Dios, y ofrécele todas tus obras o sufrimientos... y si en este bien obrar eres perseverante
hasta el fin, tendrás una buena y feliz muerte, y después la corona de la gloria, que tanto debes desear.

5.- Coronación de María. Alma cristiana, levanta la vista de la consideración; fíjala en aquel trono de majestad y grandeza colocado
a la derecha del Rey: allí está sentada María, y coronada por Reina y emperatriz de cielos y tierra, y abogada de pecadores... No se
dispensa gracia alguna que no pase por sus manos: a Ella se le ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Esa Señora tan poderosa
es tu Madre la más tierna y cariñosa; confía en Ella, acude a Ella en todas tus necesidades, ámala con fervor, sírvela con fidelidad,
obséquiala con devoción. Te doy palabra que si eres devoto verdadero de María, y eres perseverante en su devoción, alcanzarás en
este mundo todas las gracias que necesitas, y en el otro la eterna gloria, que tanto te deseo. Amén.
VIA CRUCIS

El Vía Crucis o Camino de la Cruz, es una de las formas más expresivas, más sólidas y extendidas de
la devoción del pueblo cristiano a la Pasión de Cristo.
Desde los primeros siglos los peregrinos de Jerusalén veneraban los lugares santos, especialmente el
Gólgota y el Sepulcro. Según las revelaciones de Dios a Santa Brígida, luego de la muerte de Cristo, el
mayor consuelo de su Madre era recorrer los lugares de aquel sagrado camino regados con la sangre de
su Hijo. La imposibilidad de ir a Jerusalén o el deseo de recordar con frecuencia en su propia tierra los
momentos de la Pasión, hizo nacer en la cristiandad diversas formas de representar aquellos lugares
para ser recorridos en una especie de peregrinación espiritual.
Su ejercicio tiene indulgencia plenaria cuando se hace ante estaciones legítimamente erigidas.
Aunque es costumbre laudable leer un texto y rezar determinadas oraciones, puede hacerse
meditando mentalmente lo que propone cada estación.
Dice San Bernardo: “No hay cosa tan eficaz para curar las llagas de nuestra conciencia y purgar y
perfeccionar nuestra alma como la frecuente y continua meditación de las llagas de Cristo y de su Pasión
y Muerte”.
Le dijo Jesús Misericordioso a Santa Faustina Kowalska: "Son pocas las almas que contemplan
Mi Pasión con verdadero sentimiento; a las almas que meditan devotamente Mi Pasión, les
concedo el mayor número de gracias".
Estaciones del Vía Crucis:
1ª: Jesús condenado a muerte.
2ª: Jesús con la cruz a cuestas.
3ª: Jesús cae por primera vez.
4ª: Jesús encuentra a su Madre.
5ª: El Cireneo ayuda a llevar la cruz.
6ª: La Verónica enjuga el rostro del Señor.

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7ª: Jesús cae por segunda vez.
8ª: Jesús consuela a las santas mujeres.
9ª: Jesús cae por tercera vez.
10ª: Jesús es despojado de sus vestiduras.
11ª: Jesús es crucificado.
12ª: Jesús muere en la cruz.
13ª: Jesús en los brazos de su Madre.
14ª: Jesús es sepultado.
Modo de rezar el Vía Crucis:
Recorrer física o mentalmente las estaciones meditando un momento en cada una de ellas. Si
queremos mientras meditamos en cada estación, podemos rezar alguna oración, por ejemplo un
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

EL HERMANO ESTANISLAO (1903 - 1927)


A la edad de 18 años, un joven español ingresó al noviciado de los "HERMANOS DE LAS ESCUELAS
CRISTIANAS", en Bugedo. En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el
cumplimiento de los reglamentos; avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro. El mes de
octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber
hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso se enfermó y fue obligado a descansar.
Murió santamente el mes de marzo, 1927. Según el maestro de novicios, este religioso era un alma
escogida de Dios; y que recibía mensajes del Cielo. Los confesores del joven, así como los teólogos,
reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. El joven se llamaba Hermano Estanislao.
El director espiritual del Hermano Estanislao le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas
por NUESTRO SEÑOR. Esto sería para el bien espiritual de los que fueran devotos al VÍA CRUCIS. Las
promesas son las siguientes:
PROMESAS para los devotos del Vía Crucis
1. Yo concederé todo cuanto se Me pidiere con fe, durante el Vía Crucis.
2. Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Vía Crucis.
3. Durante la vida, Yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la
muerte.
4. Aunque tuvieran más pecados que las hojas de la hierba que crece en los campos, y más que los
granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Vía Crucis. (Nota:
Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de
recibir la Santa Comunión.)
5. Los que acostumbran rezar el Vía Crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el
Cielo.
6. Después de la muerte, si estos devotos llegasen al Purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de
expiación, el primer martes o viernes después de morir.
7. Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas
partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la
eternidad.
8. A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno
le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en Mis Brazos.
9. Si lo rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas
almas en Copón viviente, donde Me complaceré en derramar Mi Gracia.

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10. Fijaré la mirada de Mis Ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos
estarán siempre abiertas para protegerlas.
11. Así como Yo fui clavado en la Cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que Me honran, con
el rezo frecuente del Vía Crucis.
12. Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de Mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer
un pecado mortal.
13. En la hora de la muerte, Yo les consolaré con Mi presencia, e iremos juntos al Cielo. La muerte será
dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.
14. Para estos devotos del Vía Crucis, Mi Alma será un escudo de protección que siempre les prestará el
auxilio cuando recurran a Mí.

Concluimos que es muy beneficioso para nosotros y para nuestros hermanos, rezar el Vía Crucis no
solo en tiempo de Cuaresma sino en todo tiempo.
El Via Crucis
o Camino de la Cruz
Oración para el comienzo
Señor mío Jesucristo, que me invitas a tomar la Cruz y seguirte, caminando Tú delante para darme
ejemplo, ilumina mi alma con la luz de tu gracia para que pueda meditar fructuosamente tus pasos
dolorosos y aprenda a seguirte con decisión y coraje.
Madre de los Dolores, inspíranos los sentimientos de amor con que acompañaste en este camino de
amargura a tu divino Hijo. Amén.

Primera estación:
“Jesús condenado a muerte”
Está el injusto juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de
Dios, juez de vivos y muertos, las manos atadas como un
delincuente, oyendo serenamente su sentencia de condenación.
¡Jesús mío querido! ¡Tú, autor de la vida, condenado a muerte! ¡Tú,
inocencia y santidad, condenado a una muerte humillante, como el
último malhechor! Qué amor tan grande el tuyo y qué ingratitud tan
grande la mía, pues te condeno de nuevo cada día. Y ¿por qué? ¡Por
seguir una mala inclinación, un interés mezquino o el temor a lo que
digan los otros!
Perdóname, Jesús mío, y por ese tribunal injusto que soportaste, no
permitas que caiga un día sobre mí la sentencia de muerte eterna,
que merecían mis pecados.

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Segunda estación:
“Sale Jesús con la cruz a cuestas”
¡Y quieres, inocente Jesús mío, llevar Tú mismo, como otro Isaac, el
instrumento del suplicio! ¡Estás exhausto de fuerzas! ¡Tus espaldas
y hombros están doloridos y rasgados por los azotes! ¡La cruz es
larga y pesada! Y cuánto no acrecientan todavía su peso mis
iniquidades y las de todo el mundo... Sin embargo, la aceptas, y
besándola la abrazas y llevas decididamente por mi amor.
Y yo, pecador, ¿aborreceré la ligera cruz que Dios me envía?
¿Pretenderé yo ir al cielo por los deleites y comodidades, yendo allá
el inocentísimo Jesús por el dramático camino de la cruz?
Reconozco mi engaño, Salvador mío; envíame penas y tribulaciones,
que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de
un Dios que tanto padeció por mí.

Tercera estación:
“Jesús cae la primera vez”
No es extraño, Jesús mío, que sucumbas rendido al enorme peso de
la cruz. Lo que me estremece es ver la inhumanidad con que te
tratan. Hasta los mismos animales inspiran más compasión. Pero
cae el Rey de los cielos y la tierra, quien sostiene el universo, y tus
verdugos no se conmueven. Hay una malicia e insensibilidad que no
parece humana, parece diabólica...
¿Y qué hacías, en qué pensabas entonces, Señor?. En ti pensaba,
pecador, por ti sufría con paciencia lo que tú habías merecido. Para
librarte de tus pecados he querido pasar estos momentos de dolor e
ignominia. ¿No estás todavía satisfecho? ¿Quieres aún que continúe
este camino que ya se me ha hecho tan largo? Aquí me tienes.
¡No, Jesús mío, no!; antes morir que volver a ofenderte.

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Cuarta estación:
“Jesús encuentra a su Madre”
¿Qué sentiste, Madre de dolores, al ver aquél espectáculo? Se ha
dado sentencia de muerte sobre tu Hijo, los amigos lo han dejado
solo y lo siguen a distancia, una multitud que se pliega a las burlas,
injurias y blasfemias. Tu Hijo entre dos malhechores y la guardia
romana. Cuando adolescente, perdido, lo buscaste con angustia,
pero lo encontraste sano y salvo en el Templo. Ahora te lo llevan al
sacrificio como a un cordero. ¡Qué distinto será! ¿Lo conoces,
Madre? ¿Es ése tu Hijo, tu fiel reflejo, el más hermoso de los hijos de
los hombres? ¿Es éste el esplendor de la gloria del Padre, la
admiración de los ángeles? ¡Cómo ha cambiado todo! Ya no están
los reyes ni los pastores ni los ángeles que celebraron su venida con
himnos de alabanza. Ahora hay sudor y sangre en su rostro que no
puedo secar y esa corona de espinas que no puedo quitarle...
¡María, mujer afligida entre todas las mujeres! ¡María, la del corazón
y del amor inmaculado, tu dolor es tan grande como tu amor! ¡Qué
serena fortaleza te da la unión a Dios! ¡Oh Jesús! ¡Oh María!
Perdonad al verdadero causante de tanta aflicción y nunca me dejéis
en el camino de mi cruz.

Quinta estación:
“Jesús ayudado por el Cireneo”
Temiendo los judíos no se le muriese Jesús antes de llegar al
Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tenían de
crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le
encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de
hombres, y sólo Simón Cireneo acepta este favor, y aun por fuerza.
¿Y así te desamparan, Jesús mío? ¿No fueron cinco mil los hombres
que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son
innumerables los ciegos, paralíticos y enfermos que sanaste? ¡Y
nadie quiere llevar tu cruz! ¡Ni siquiera tus apóstoles, ni Pedro! ¡Y
ella, no obstante, nos predica la amplitud de tu misericordia, la
longitud de tu poder y la profundidad de tu sabiduría infinita! ¡Qué
misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu
doctrina, mas pocos gustan de padecer contigo.
Teman, pues, los que eluden la cruz, oyendo a Cristo que dice: “El
que no carga la cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi
discípulo.”

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Sexta estación:
“Verónica enjuga el rostro de Jesús”
¡Qué temple el de esta mujer! Aquel rostro, reflejo de un alma
santísima y de la misma plenitud de la divinidad, está marcado por
el cansancio, cubierto de polvo, sudor y sangre. Pero ella, en un
arranque de nobleza, desafiando los peligros, se quita el pañuelo y
le enjuga el rostro.
¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos
que por respeto humano no se atreven a obrar bien! ¡Dichosa
Verónica! Dios te premia ese gesto de grandeza de alma dejando su
rostro estampado en el lienzo.
¿Quiero yo que Dios restaure mi alma con la imagen de su Hijo? Me
venceré a mí mismo, despreciaré el respeto humano e imitaré el
ejemplo de la Verónica. Quiero ser otro Cristo donde el Padre se
complazca.

Séptima estación:
“Jesús cae la segunda vez”
Cae el Señor segunda vez bajo la cruz; nuevas injurias y golpes,
nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos,
nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el infierno
desahoga contra Él todo su furor. Mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la
empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera
contradicción abandonamos el camino de la virtud? No. Bien podrán
decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la cruz, deja la cruz; por lo
mismo que lo es, allí permanecerá, a ella se aferrará hasta morir.
¿Cuándo, Señor, imitaré tu heroica constancia? No siendo coronado
sino el que combatiendo legítimamente persevere hasta el fin, ¿de
qué me servirá abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algunos
días? Cueste, pues, lo que costare, quiero, con tu divina gracia,
amarte y servirte hasta morir.

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Octava estación:
“Jesús consuela a las santas mujeres”
¡Qué amor tan ardiente! Los que sufren, piensan y hablan de sus
penas. Pero Tú, olvidando tus agudos dolores, te acuerdas de
nosotros. Hijas de Jerusalén, dice a las mujeres que compadecidas lo
seguían llorando, no lloréis por Mí; llorad más bien por vosotras y
por vuestros hijos.
Pero ¿puede haber motivo más digno de llanto que la pasión y
muerte de nuestro Redentor? Sí, hay cosa más digna de lágrimas, y
de lágrimas eternas, y es el pecado. Pues el pecado es la única
causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el
colmo de todos los males; mal terrible, el único mal. ¡Y no obstante
yo peco con tanta facilidad! ¡Y recaigo tan a menudo en el pecado!
¡Y paso tranquilo días, meses, años y hasta la vida entera, si no en el
pecado, al menos en la tibieza y en la mediocridad!

Novena estación:
“Jesús cae la tercera vez”
¿Qué es esto, Jesús mío? ¡En Ti fueron hechas todas las cosas, eres
el recapitulador del universo, vencedor del poder del infierno y de la
muerte, y te vemos nuevamente caído en tierra!
¿Y qué, hijo mío? ¿No has pecado más de dos o tres veces? ¿No
recaes a diario, no eres inconstante en mi seguimiento? Hoy haces
generosos propósitos y mañana ya están olvidados; ahora me
entregas el corazón y un instante después te dejas ganar por los
placeres de la carne, las frivolidades del mundo o los reclamos de tu
amor propio. La historia de Pedro se repite en cada uno de los
hombres. Por eso he caído por segunda y tercera vez, para expiar
tus continuas recaídas. Caigo para que te levantes pronto del
pecado, para que salgas de la tibieza, para que no te expongas de
nuevo al peligro, para que no vayas a caer en el fuego inextinguible
del infierno.
Gracias, Dios mío, por tu inefable bondad; y por esta tan dolorosa
caída, dame fuerza, te lo suplico, para que me levante por fin de mi
vida de pecado, y camine firme y constante en tu santo servicio.

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Décima estación:
“Jesús despojado de sus vestiduras”
Cuando te tratan una herida, por cuidado que tenga la más delicada
madre, ¡qué dolor no sientes al curarte y vendarte! ¿Cuál sería el
tormento de Jesús al quitarle las vestiduras y manipular ese cuerpo
agobiado por el cansancio, herido por la flagelación y la fatiga del
camino? Más aún, ¡te quitan los vestidos, Señor, y te exponen
desnudo en medio de una multitud! ¿En qué pensabas, Jesús mío,
frente a tantos agravios juntos?
En ti pensaba; en tus pecados de impureza y los de todo el mundo.
En tantas faltas que desde la adolescencia comienzan a degradar a
los hombres y los hacen ciegos e incapaces de los bienes del cielo.
Sé cuánto te cuesta deshacerte de aquel mal hábito, privarte de
aquel placer, separarte de aquella mala amistad. Todo esto te quería
decir con aquellos profundos dolores que me afectaron el cuerpo y el
alma.
¡Señor, qué inmensa caridad la tuya y qué grande insensibilidad la
mía! Nunca más, Señor, renovar estos dolores con mis pecados.

Undécima estación:
“Jesús clavado en la cruz”
¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies
y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así
atormentado incluso a su mayor enemigo? Pues este tormento
padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre la cruz, ya le
clavan aquellas manos omnipotentes que tantas veces se habían
levantado para sanar y bendecir, ya brota su preciosa sangre. Así, al
golpeteo del martillo se va consumando el sacrificio del manso
cordero que quita los pecados del mundo.
Ahí está también su Madre. Lo que Tú, Redentor mío, sufres visible e
interiormente, Ella lo padece en su interior, pues siempre guardó tus
cosas en su corazón.
Que no deje, Señor, de contemplarte, y de contemplar a tu Madre, y
siempre recuerde que yo también he estado presente y he tenido
mucho que ver en este doble sacrificio.

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Duodécima estación:
“Jesús muere en la cruz”
Contempla ahora a nuestro Cristo puesto en la cruz y seguirás
oyendo y viendo cosas admirables. La cruz se convierte ahora en
una cátedra, un púlpito de las más profundas enseñanzas y
ejemplos.
Cuando todos esperaban insultos o quejidos, escuchan de sus labios:
Perdónalos porque no saben lo que hacen. Lo ha dicho por los
verdugos romanos, por los paganos, por los judíos entregadores y
todos los de su raza, por ti y por mí. Desde entonces tiene eficacia el
perdón del sacerdote. Ahora el Señor se dirige a aquel hombre que
estaba crucificado junto a Él, despreciado de la sociedad, a quien
nadie valoraba ni acompañaba, para responder no tanto al pedido
de sus palabras como a la sed de su corazón: Hoy estarás conmigo
en el Paraíso. ¿Quién podrá desesperar si el ladrón confía? Pero ahí
está su Madre y el único Apóstol fiel. Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a
tu Madre. En la prueba y el dolor descubrirás la necesidad de María;
Ella estará siempre al pie de tu cruz.
¡Cuántas gracias han brotado de este monte! A través de ellas
hemos llegado a la fuente misma: el sacrificio de Cristo. En este
nuevo Templo de la humanidad puedes ver a la Víctima inmaculada
en el instante mismo del sacrificio de su alma y de su cuerpo: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?; Tengo sed. Ahora
escucha al Sacerdote: Todo está consumado; Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu.Jesús mío, que nunca olvide este momento y
te busque siempre en las fuentes del perdón y de la Eucaristía.

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Decimotercera estación:
“El descendimiento del Señor”
Tu Hijo ha muerto, Madre mía, mis pecados son los verdugos que le
hicieron sufrir y le dieron muerte tan cruel. Sí, yo lo dejé solo en el
huerto, yo lo condené en tres tribunales, yo lo he flagelado, yo he sido
el peso de esa cruz y la agudeza de los clavos. Ese cuerpo tan
hermoso, obra del Espíritu Santo que llevaste en tu seno, ahora lo
recibes tan cambiado. Soy yo también quien atravesó tu corazón con
una espada de dolor. ¿Dónde iré? ¿Dónde me ocultaré?
He pecado, Madre mía, como Pedro y como Judas. Pero he aprendido
que siempre hay perdón si nos acercamos a tu Hijo. Una palabra suya
bastará para sanarme. Sé además que Tú eres mi Madre y yo soy tu
hijo. Jesús acaba de traspasar en mí los derechos que tenía a tu amor.
Recíbeme, entonces, con el amor con que recibiste a tu Hijo hasta los
últimos momentos de su vida. Me amparo, pues, en tus brazos con la
más viva confianza. No me desprecies, refugio maternal de pecadores
arrepentidos, y ampárame ahora y en la hora de mi muerte.

Decimocuarta estación:
“Jesús puesto en el sepulcro”
José de Arimatea y Nicodemo, ungiendo el cuerpo con aromas, le
ponen en un sepulcro nuevo, sellándolo con una losa de piedra.
¡Cuántos sentimientos se mezclan también ahora en el corazón de esa
Madre admirable! Por un lado, los últimos recuerdos de la injusticia de
los tribunales y los padecimientos de la cruz; por otro, el dolor de ya
no verlo ni tocarlo. Pero es aún más fuerte en su alma el consuelo del
valor infinito de este sacrificio. En la cruz ya se han visto los primeros
brotes de una primavera inagotable que se extenderá por todos los
siglos. Sabe Ella también que pronto el Señor ha de resucitar como
primicia para todos los mortales. Aunque los demás duden, para Ella
es una certeza del corazón, sostenida por la palabra misma de su Hijo.
Feliz de Ti que has creído. Esa tumba es para Ti un nuevo seno
materno, semejante al tuyo, de donde esperas que nazca como en los
días de Belén, pero ahora con cuerpo glorioso.
¡Sepulcro afortunado, que encierras el cuerpo del Hijo de Dios y el
corazón de su Madre, guarda también con esos tesoros mi pobre
corazón! Sea éste para ti el sepulcro donde descanses; sean los puros
afectos de mi alma los lienzos que te envuelvan y los aromas que te
consuelen. Muera yo a las fascinaciones y vanidades del mundo para
que, viviendo según el espíritu de tu Hijo, espere confiado la
resurrección gloriosa y la vida eterna.

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SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un
Avemaría en cada dolor).
María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y
poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de
esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a
vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.
Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de
Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.
Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con
siete Avemarías. Santa Brígida.
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida
terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna
consolación y alegría”.
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN
1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón
te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada
traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.
2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas,
trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar
Avemaría.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento
que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las
guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.
4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue
aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados
de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.
5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza
que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros
clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.
6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre?
¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos.
Rezar Avemaría.
7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta,
tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos
perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.
María en San Nicolás, nos dio este mensaje sobre sus siete dolores de hoy:
15-09-89 (fiesta de Ntra. Señora de los Dolores)
“Hija mía, en estos días, son Mis Dolores:
el rechazo hacia Mi Hijo,
el ateísmo,
la falta de caridad,
los niños que no nacen,
la incomprensión en las familias,

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el gran egoísmo de muchos hijos en el mundo,
los corazones aún cerrados al Amor de esta Madre...”
En el libro "Las Glorias de María" de San Alfonso María de Ligorio se dice lo siguiente:
"El mismo Jesús reveló a la beata Mónica de Binasco que él se complace mucho en ver que se siente compasión por su Madre, y así
le habló: Hija, agradezco mucho las lágrimas que se derraman por mi pasión; pero amando con amor inmenso a mi Madre María,
me es sumamente grata la meditación en los dolores que ella padeció en mi muerte.
Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a
Santa Isabel, que San Juan, después de la Asunción de la Virgen, ardía en deseos de verla; y obtuvo la gracia pues se le apareció su
amada Madre y con ella Jesucristo. Oyó que María le pedía a su divino Hijo, gracias especiales para los devotos de sus dolores. Y
Jesús le prometió estas gracias especiales:
1ª. Que el que invoque a la Madre de Dios recordando sus dolores, tendrá la gracia de hacer verdadera penitencia de todos sus
pecados.
2ª. Que los consolará en sus tribulaciones, especialmente en la hora de la muerte.
3ª. Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el cielo se lo premiará.
4ª. Que confiará estos devotos a María para que disponga de ellos según su agrado y les obtenga todas las gracias que desee".

Mensaje de la Santísima Virgen María al P. Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:


15 de septiembre de 1986
Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores
Os formo en el padecer
"Hijos predilectos, aprended de Mí a decir siempre Sí al Padre Celestial, incluso cuando os pide la contribución preciosa de
vuestros sufrimientos.
Soy la Virgen Dolorosa.
Soy la Madre del sufrimiento.
Mi Hijo Jesús nació de Mí para inmolarse, como víctima de amor, para vuestro rescate.
Jesús es el dócil y manso cordero, que mudo se deja conducir al matadero.
Jesús es el verdadero Cordero de Dios, que quita todos los pecados del mundo.
Desde el momento de su descenso a mi seno virginal hasta el momento de su subida a la Cruz, Jesús se ha abandonado
siempre al Querer del Padre, ofreciéndole con amor y con alegría el don precioso de todo su padecer.
Yo soy la Dolorosa, porque, como Madre, he formado, he hecho crecer, he seguido, he amado y he ofrecido a mi Hijo Jesús,
como dócil y mansa víctima, a la divina justicia del Padre.
Así he podido ser la ayuda y el consuelo más grande en su inmenso sufrir.
En estos tiempos tan dolorosas, Yo estoy también como Madre al lado de cada uno de vosotros para formaros, ayudaros y
daros ánimo en todo vuestro padecer.
Os formo en el padecer, al decir con vosotros el Sí al Padre Celestial, que Él os pide, como vuestra personal colaboración a
la Redención llevada a cabo por mi Hijo Jesús.
En esto, Yo, vuestra Madre, he sido para vosotros ejemplo y modelo, porque por mi perfecta cooperación a todo el padecer
de mi Hijo, me convertí en la primera colaboradora de la Obra redentora con mi dolor materno.
Me hice verdadera corredentora, y ahora me puedo ofrecer como ejemplo para cada uno de vosotros al ofrecer el propio
sufrimiento personal al Señor, para ayudar a todos a seguir el camino del bien y de la salvación.
Por este motivo, mi deber materno, en estos tiempos sangrientos de purificación, es el de formaros sobre todo para el
padecer.
Os ayudo también a sufrir con mi presencia de madre, que os solicita transforméis todo vuestro dolor en un perfecto don de
amor.
Por esto os educo en la docilidad, en la mansedumbre, en la humildad de corazón.
Os ayudo a sufrir, con la alegría de entregaros a los hermanos, como se dio Jesús.
Entonces llevaréis vuestra Cruz con alegría, vuestro sufrimiento se volverá dulce y será la vía segura que os conducirá a la
verdadera paz del corazón.
Os conforto en todos los sufrimientos, con la seguridad de que Yo estoy junto a vosotros, como estuve junto a la Cruz de
Jesús.

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Hoy, cuando los dolores aumentan en todas partes, todos advertirán, cada vez con más intensidad, la presencia de la Madre
Celestial.
Porque ésta es mi misión de Madre y Corredentora: acoger cada gota de vuestro padecer, transformarla en un don precioso de
amor y de reparación y ofrecerla cada día a la Justicia de Dios.
Sólo así podemos forzar juntos la puerta de oro del Corazón Divino de mi Hijo Jesús para que pueda hacer descender pronto,
sobre la Iglesia y sobre la humanidad, el río de gracias y de fuego de su Amor Misericordioso, que renovará todas las cosas".

LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN SEGÚN LA OBRA DE MARÍA VALTORTA (Ver sobre María
Valtorta)
1º. La profecía de Simeón
María ofrece el Niño –que se ha despertado y dirige a su alrededor sus ojitos inocentes, con esa
mirada de asombro propia de los niños de pocos días- al sacerdote. Éste le toma y le eleva extendiendo
los brazos, vuelto hacia el Templo, dando la espalda a esa especie de altar que está encima de aquellos
escalones. El rito ha quedado cumplido. La Madre recibe de nuevo al Niño y el sacerdote se marcha.
Algunos miran curiosos. Entre ellos se abre paso un viejecito que camina encorvado y renco
apoyándose en un bastón. Debe ser muy anciano –para mí, sin duda, de más de ochenta años-. Se
acerca a María y le solicita por un momento al Pequeñuelo. María, sonriendo, se lo concede.
Simeón –que yo siempre había creído que pertenecía a la casta sacerdotal y que, sin embargo, a
juzgar al menos por el vestido, es un simple fiel- le toma y le besa. Jesús le sonríe con ese gesto mimoso,
incierto, de los lactantes. Parece que le observa curioso, porque el viejecillo llora y ríe al mismo tiempo, y
sus lágrimas crean todo un bordado de destellos que se insinúa entre las arrugas y que perla su larga
barba blanca hacia la cual Jesús tiende sus manitas. Es Jesús, pero es un niñito pequeñín, y todo lo que
se mueve delante de Él atrae su atención, y se le antoja tomarlo para entender mejor lo que es. María y
José sonríen, como también las otras personas que están presentes, que celebran la hermosura del
Pequeñuelo.
Oigo las palabras del santo anciano y veo la mirada de asombro de José, la mirada emocionada de
María, y las de la pequeña multitud (quién se muestra asombrado y emocionado, quién, al oír las
palabras del anciano, ríe irónicamente). Entre éstos hay algún barbudo y pomposo miembro del
Sanedrín, y menean la cabeza mirando a Simeón con irónica piedad. Deben pensar que ha perdido la
razón por la edad.
La sonrisa de María se difumina en su avivada palidez cuando Simeón le anuncia el dolor. A pesar
de que Ella ya lo sepa, esta palabra le traspasa el espíritu. Se acerca más a José, María, buscando
consuelo; estrecha con pasión a su Niño contra su pecho, y bebe, como alma sedienta, las palabras de
Ana, la cual, siendo mujer, siente compasión de su sufrimiento y le promete que el Eterno le mitigará con
sobrenatural fuerza la hora del dolor. “Mujer, a Aquel que ha dado el Salvador a su pueblo no le faltará el
poder de otorgar el don de su ángel para confortar tu llanto. Nunca les ha faltado la ayuda del Señor a
las grandes mujeres de Israel, y tú eres mucho más que Judit y que Yael. Nuestro Dios te dará corazón de
oro purísimo para aguantar el mar de dolor por el que serás la Mujer más grande de la creación, la
Madre. Y tú, Niño, acuérdate de mí en la hora de tu misión”.

2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto


9 de Junio de 1944.
Mi espíritu ve la siguiente escena.
Es de noche. José está durmiendo en su modesto lecho, en su diminuta habitación. Su sueño es pacífico, como el de quien está
descansando del mucho trabajo cumplido con honradez y diligencia.
Lo veo en la oscuridad de la estancia, oscuridad apenas interrumpida por un hilo de luz lunar que penetra por una rendija de la hoja
de la ventana, que está sólo entornada, no cerrada del todo, como si José tuviera calor en esta pequeña habitación, o como si quisiera
tener ese hilo de luz para saberse medir al amanecer y levantarse diligentemente. Está girado sobre uno de los lados, y sonríe
mientras duerme, quién sabe ante qué visión que está soñando.
Pero su sonrisa se transforma en congoja. Emite el típico suspiro, profundo de quien está teniendo una pesadilla, y se despierta
sobresaltado. Se sienta en la cama, se restriega los ojos, mira a su alrededor, y mira hacia la ventanita de la que proviene ese hilo de
luz. Es plena noche; no obstante, coge la prenda de vestir que está extendida a los pies de la cama y, todavía sentado en el lecho, se

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la pone encima de la túnica blanca de manga corta que tenía sobre la piel. Levanta las mantas, pone los pies en el suelo y busca las
sandalias. Se las pone y se las ata. Se pone en pie y se dirige hacia la puerta que está frente a su cama; no hacia la que está lateral a
la misma y que conduce al salón en que fueron recibidos los Magos.
Llama suavemente con la punta de los dedos: un casi insensible tic-tic. Debe haber oído que se le invita a entrar, pues abre con
cuidado la puerta y la vuelve a entornar sin hacer ruido. Antes de ir a la puerta había encendido una lamparita de aceite, de una sola
llama; por tanto, se ilumina con ella. Entra... En una habitacioncita sólo un poco más grande que la suya, con una cama pequeña y
baja al lado de una cuna, ya ardía una lamparita: la llamita oscilante, en un rincón, parece una estrellita de luz tenue y dorada que
permite ver sin molestar a quien esté dormido.
Pero María no está dormida, está arrodillada junto a la cuna. Tiene un vestido claro y está orando, y velando a Jesús, que duerme
tranquilo. Jesús tiene la edad de la visión de los Magos. Es un niño de un año aproximadamente, un niño guapo, rosado y rubio, y
está durmiendo, con su cabecita ensortijada hundida en la almohada y una manita bien cerrada junto a la garganta.
-¿No duermes? - pregunta José en voz baja denotando asombro - ¿Por qué? ¿Jesús no está bien?
-¡Oh, no! Él está bien. Yo estoy rezando. Luego me echaré a dormir. ¿Por qué has venido, José? Mientras habla, María sigue
arrodillada donde estaba antes.
José, en voz bajísima para no despertar al Niño, pero en tono apremiante, dice:
- Tenemos que irnos de aquí enseguida, enseguida. Prepara el baulillo y un fardo con todo lo que puedas meter en ellos.
Yo me encargo de preparar lo demás, llevaré lo más que pueda... Cuando empiece a clarear huimos. Lo haría incluso antes, pero
tengo que hablar con la dueña de la casa....
-¿Y por qué esta huida?
- Después te lo explico mejor. Es por Jesús. Un ángel me ha dicho: "Toma al Niño y a la Madre y huye a Egipto". No pierdas
tiempo. Yo ya empiezo a preparar todo lo que pueda.
No era necesario decirle a María que no perdiese tiempo. Apenas ha oído hablar de ángel, de Jesús y de huida, ha comprendido que
un peligro se cierne sobre su Criatura, y de un salto se ha puesto en pie; su cara más blanca que un cirio, una mano contra el pecho,
angustiada. Enseguida se ha puesto en movimiento, ágil, ligera, y ha empezado a colocar la ropa de vestir en el baulillo y en un
fardo grande que ha extendido primero sobre su cama aún intacta. Sin duda está angustiada, pero no pierde las riendas; hace las
cosas con rapidez pero no sin orden. De vez en cuando, pasando junto a la cuna, mira al Niño, que duerme ajeno a lo que está
sucediendo.
-¿Necesitas ayuda? - pregunta cada cierto tiempo José, asomando la cabeza por la puerta entreabierta.
- No, gracias - responde siempre María.
Hasta que el fardo — que debe pesar bastante — no está lleno, no llama a José para que la ayude a cerrarlo y a quitarlo de encima
de la cama. No obstante, José quiere hacerlo solo; coge el largo fardo y se lo lleva a su cuarto.
-¿Cojo también las mantas de lana? - pregunta María.
- Coge todo lo más que puedas; todo el resto lo perderemos. Toma todo lo que puedas. Nos servirá porque... ¡porque tendremos que
estar fuera mucho tiempo, María!... - José está muy apenado al decir esto, y María... se puede uno hacer idea de cómo está;
suspirando, dobla las colchas suyas y las de José, y éste las ata con una cuerda.
- Dejamos los bordados y las esterillas» dice mientras está atando las colchas - A pesar de que voy a tomar tres burros, no puedo
cargarlos demasiado, pues el camino será largo e incómodo, parte entre montañas y parte por el desierto. Tapa bien a Jesús. Las
noches serán frías, tanto en las montañas como en el desierto. He cogido los regalos de los Magos, porque en aquella tierra nos
vendrán bien. Todo lo que tengo lo gasto para comprar los dos burros. Debo comprarlos, porque no podemos devolverlos. Voy
ahora, antes de que amanezca. Sé dónde buscarlos. Tú termina de prepararlo todo – Y se marcha.
María recoge todavía algunos objetos. Observa a Jesús y sale, para volver con unos vestiditos que parecen todavía húmedos —
quizás se lavaron el día antes —; los dobla y los envuelve en un pedazo de tela y los coloca junto con las otras cosas.
Ya no queda nada más.
Se vuelve mirando a su alrededor y ve, en un rincón, un juguete de Jesús: una ovejita tallada en madera. La toma en sus manos... un
sollozo entrecortado... un beso: la madera conserva las huellas de los dientecitos de Jesús, y las orejas de la ovejita están del todo
llenas de mordisquitos. María acaricia ese objeto sin valor en sí, de una pobre madera clara, pero de mucho valor para Ella, ya que le
habla del afecto de José por Jesús, y de su Niño. Lo pone también con las otras cosas encima del baulillo cerrado,.
Ahora ya sí que no queda nada. Sólo Jesús, que está en su cunita. María piensa que sería conveniente también preparar al Niño. Va
donde la cuna y la mueve un poco para despertar al Pequeñuelo. Mas Él solamente refunfuña un poco; se da la vuelta y sigue
durmiendo. María le acaricia delicadamente los ricitos. Jesús, bostezando, abre la boquita. María se inclina hacia
Él y leo besa en la mejilla. Jesús termina de despertarse. Abre los ojos. Ve a su Mamá y sonríe, y tiende las manitas hacia su pecho.
- Sí, amor de tu Mamá. Sí, la leche. Antes que de costumbre... ¡De todas formas, Tú siempre estás preparado para mamar, corderito
mío santo!

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Jesús ríe y juguetea, agitando los piececitos por fuera de las mantas, y los brazos, con una de esas manifestaciones de alegría de los
niños pequeños que tan bonitas son de ver. Hinca los piececitos contra el estómago de su Mamá, se curva en forma de arco y apoya
su cabecita rubia en el pecho de Ella, y luego se echa bruscamente para atrás y se ríe agarrando con sus manitas las cintas que ciñen
al cuello el vestido de María tratando de abrirlo. Con su camisita de lino, se le ve a Jesús guapísimo, regordete, rosado como una
flor.
María se inclina. Así, inclinada, sobre la cuna como protección, llora y sonríe al mismo tiempo, mientras el Niño balbucea esas
palabras, que no son palabras, de todos los niños pequeños, entre las cuales se oye nítida y repetidamente la palabra "mamá". La
mira, asombrado de verla llorar. Alarga una manita hacia los brillantes hilos de llanto, que se la mojan al hacer la caricia.
Primorosamente, vuelve a apoyarse en el pecho materno y en él se recoge enteramente, acariciándoselo con su manita.
María lo besa por entre el pelo y lo toma en brazos, se sienta y se pone a vestirlo: ya tiene el vestidito de lana, ya las diminutas
sandalitas. Le da la leche. Jesús mama con avidez la leche buena de su Mamá, y, cuando ya le parece que por la parte derecha viene
menos, va a buscar a la izquierda, y ríe al hacerlo, mirando a su Mamá de abajo arriba, para luego dormirse de nuevo — apoyado
aún el carrillo rosado y redondo en el seno blanco y redondo — sobre el pecho de Ella.
María se levanta muy despacito y lo coloca sobre la manta acolchada de su cama. Lo tapa con su manto. Vuelve a la cuna y dobla
las mantitas. Piensa en si conviene o no coger también el colchoncito. ¡Tan pequeño como es... se puede llevar!
Lo pone, junto con la almohada, con las cosas que ya estaban encima del baulito. Y llora ante la cuna vacía. ¡Pobre Madre,
perseguida en su Criatura!
José regresa.
-¿Estás preparada? ¿Está preparado Jesús? ¿Has cogido sus mantas y su camita? No podemos llevarnos la cuna, pero por lo menos
que tenga su colchoncito. ¡Oh, pobre Pequeñuelo, perseguido a muerte!
-¡José! - grita María agarrándose al brazo de José.
- Sí, María, a muerte. Herodes lo quiere muerto... porque tiene miedo de Él... Esa fiera inmunda tiene miedo de este Inocente, por su
reino humano. No sé lo que hará cuando comprenda que ha huido; pero para entonces nosotros ya estaremos lejos. No creo que se
vengue buscándolo incluso en Galilea. Ya sería difícil para él descubrir que somos galileos; más difícil aún, saber que somos de
Nazaret y quiénes somos exactamente. A no ser que Satanás le eche una mano en agradecimiento de sus fieles servicios. Mas... si
eso sucede... Dios nos ayudará igualmente. No llores, María, que el verte llorar es para mí un dolor mucho mayor que el de tener
que marchar al exilio.
-¡Perdóname, José! No lloro por mí, ni por los pocos bienes que pierdo. Lloro por ti... ¡Ya mucho te has tenido que sacrificar!
Ahora, otra vez, te quedas sin clientes, sin casa... ¡Cuánto te cuesto, José!
-¿Cuánto? No, María. No me cuestas nada. Me consuelas. Siempre me consuelas. No pienses en el mañana. Tenemos el caudal que
nos han dado los Magos. Nos servirán de ayuda al principio. Luego me buscaré un trabajo. Un obrero honrado y competente se abre
camino enseguida. Ya lo has visto aquí. No me da abasto el tiempo para el cúmulo de trabajo.
- Sí, lo sé. Pero, ¿quién te va a aliviar tu nostalgia?
-¿Y a ti? ¿Quién te va a aliviar la nostalgia de esa casa que tanto amas?
- Jesús. Teniéndolo a Él, tengo todo lo que allí tenía.
- Y yo también teniendo a Jesús tengo ya esa patria que he esperado hasta hace pocos meses, y... tengo a mi Dios. Ya ves que no
pierdo nada de lo que más amo. Basta con salvar a Jesús; si es así, todo nos queda. Aunque no volviéramos a ver este cielo, estos
campos, o los aún más amados campos de Galilea, siempre tendremos todo porque lo tendremos a Él. Ven, María, que empieza a
clarear. Llega el momento de saludar a la huésped y de cargar nuestras cosas. Todo irá bien.'
María se pone en pie, obediente. Se arropa en su manto; mientras tanto, José prepara un último bulto, se lo carga y sale.
María levanta delicadamente al Niño, lo arropa en un mantón y lo aprieta contra su pecho. Mira las paredes que durante meses la
han hospedado y, rozándolas apenas, las toca con una mano. ¡Bendita esa casa, que ha merecido ser amada y bendecida por María!
Sale. Cruza la habitacioncita que era de José, entra en la estancia grande. La dueña de la casa, en lágrimas, la besa y se despide de
Ella, y, levantando un borde del mantón, besa al Niño en la frente. Él duerme tranquilo. Bajan por la escalerita exterior.
Hay un primer claror de alborada que apenas permite ver. En la escasa luz se ven tres burros. El más fuerte lleva los enseres. Los
otros van sólo con la albarda. José está manos a la obra para asegurar bien el baulillo y los paquetes en la albarda del primero. Veo,
atados en un haz, y colocados encima del fardo, sus utensilios de carpintero.
Nuevos saludos y nuevas lágrimas. María se monta en su burrillo, mientras la patrona tiene a Jesús en brazos y lo besa una vez más;
luego se lo devuelve a María. Monta también José, el cual ha atado su asno al que lleva los equipajes, para estar libre y poder así
controlar el de María.
La huida comienza mientras Belén, que sueña todavía la fantasmagórica escena de los Magos, duerme tranquila, sin saber lo que le
espera.
Y la visión cesa así.
Dice Jesús:

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- Y también esta serie de visiones terminan así. Hemos ido mostrándote las escenas que precedieron, acompañaron y siguieron a mi
Llegada; no por ellas mismas, que son muy conocidas, sino para aplicación, en ti y en los demás, del sentido sobrenatural que de
ellas deriva, y dároslo como norma de vida. Estas escenas son muy conocidas, aunque haya que decir que han sido alteradas por
elementos que han ido superponiéndose con los siglos, debido siempre a ese modo de ver, humano, que, pretendiendo dar mayor
gloria a Dios — y por ello queda perdonado —transforma en irreal lo que sería tan bonito dejar real.
Porque ello no disminuye mi Humanidad ni la de María, de la misma manera que este ver las cosas en su realidad no ofende ni a mi
Divinidad ni a la Majestad del Padre ni al Amor de la Trinidad santísima; antes bien, con ello resplandecen los méritos de mi Madre
y mi perfecta humildad, y refulge la bondad omnipotente del eterno Señor.
El Decálogo es la Ley; mi Evangelio, la doctrina que os la hace más clara y más atractiva de seguirse. Serían suficientes esta Ley y
esta Doctrina para obtener, de los hombres, santos.
Pero vuestra humanidad os pone tantas dificultades — humanidad que, verdaderamente, en vosotros sobrepuja demasiado al espíritu
— que no podéis seguir estos caminos, y caéis, u os detenéis descorazonados. Os decís a vosotros mismos, y a quienes quisieran
haceros caminar citándoos los ejemplos del Evangelio: "Pero Jesús, María, José... (y así todos los santos) no eran como nosotros.
Eran fuertes; han sufrido, pero han sido inmediatamente consolados; fueron aliviados incluso de ese poco dolor que sufrieron; no
sentían las pasiones... Eran seres que ya estaban fuera de la tierra".
¡Ese poco dolor!... ¡No sentían las pasiones!...
El dolor fue amigo fiel nuestro, con los más variados aspectos y nombres.
Las pasiones... No uséis mal la palabra, llamando "pasiones" a los vicios que os sacan del camino recto. Llamadlos sinceramente
"vicios", y, además, capitales. No es que nosotros ignorásemos los vicios. Teníamos ojos y oídos, y Satanás hacía danzar ante
nosotros y a nuestro alrededor estos vicios, mostrándonoslos en los viciosos con toda su carga de suciedad, o tentándonos con
insinuaciones. Mas estas porquerías y estas insinuaciones, tendida como estaba la voluntad a querer agradar a Dios, en vez de
producir lo que se había propuesto Satanás, producían lo contrario. Y cuanto más insistía él, más nos refugiábamos nosotros en la
luz de Dios, por asco hacia las tinieblas fangosas que nos ponía ante los ojos del cuerpo y del espíritu.
Pero no hemos ignorado las pasiones en sentido filosófico entre nosotros. Amamos la patria, y con ella a nuestra pequeña Nazaret,
más que a cualquier otra ciudad de Palestina. Tuvimos afectos hacia nuestra casa, hacia los parientes y los amigos. ¿Por qué no
íbamos a haberlos tenido? Pero no nos hicimos esclavos de los afectos, porque nada sino Dios debe ser señor; antes bien hicimos de
ellos buenos compañeros nuestros.
Mi Madre gritó de alegría cuando, pasados aproximadamente cuatro años, volvió a Nazaret y puso pie en su casa, y besó esas
paredes entre las cuales su "Sí" abrió su seno para recibir la Semilla de Dios. José saludó con alegría a los parientes, a los sobrinitos,
crecidos en número y en edad. Gozó al verse recordado por sus conciudadanos y al ver que por sus dotes en el oficio lo buscaron
enseguida. Yo fui sensible a la amistad. Sufrí por la traición de Judas como por una crucifixión moral. ¿Y qué?: ni mi Madre ni José
antepusieron su amor a la casa, o a los familiares, a la voluntad de Dios.
Y Yo no escatimé palabras — si había que decirlas — que me habrían de acarrear el rencor de los hebreos o la animadversión de
Judas. Yo sabía — y podría haberlo hecho — que bastaba el dinero para sujetarlo a mí; pero hubiera sido no a mí como Redentor
sino a mí como rico. Yo, que multipliqué los panes, si hubiera querido, habría podido multiplicar el dinero; pero no había venido
para proporcionar satisfacciones humanas. A nadie. Mucho menos a los que había llamado. Yo había predicado sacrificio, desapego,
vida casta, puestos humildes. ¿Qué Maestro habría sido Yo, qué Justo, si hubiese dado dinero a uno para su sensualismo mental y
físico, sólo porque ése hubiera sido el modo de sujetarlo a mí?
Para ser grandes en mi Reino hay que hacerse "pequeños". Quien quiera ser "grande" a los ojos del mundo no es apto para reinar en
mi Reino; paja es para el lecho de los demonios. Porque la grandeza del mundo está en antítesis con la Ley de Dios.
El mundo llama "grandes" a quienes — con medios casi siempre ilícitos — saben conseguir los mejores puestos y, para hacerlo,
hacen del prójimo escabel, y ponen su pie encima y lo aplastan; llama "grandes" a los que saben matar para reinar — matar moral o
materialmente — y arrebatan puestos o se enseñorean de las naciones y se enriquecen desangrando a los demás, arrebatándoles la
riqueza individual o colectiva. El mundo llama frecuentemente "grandes" a los delincuentes. No. La "grandeza" no está en la
delincuencia, está en la bondad, la honradez, el amor, la justicia. ¡Observad qué venenosos frutos — recogidos en su malvado,
demoníaco jardín interior — vuestros "grandes" os ofrecen!
Deseo hablar de la última visión, dejando de lado otras cosas, total, sería inútil, porque el mundo no quiere oír la verdad que le
concierne. Esta visión da luz acerca de un detalle citado dos veces en el Evangelio de Mateo, una frase repetida dos veces:
"¡Levántate, toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto!"; "¡Levántate, toma al Niño y a su Madre y vuelve a la tierra de Israel!".
Y has podido ver cómo en la habitación estaba María sola con el Niño.
La virginidad de María después del parto y la castidad de José sufren muchas agresiones por parte de quienes, siendo sólo lodo
putrefacto, no admiten que uno pueda ser ala y luz. Desdichados, cuyo fauno está tan corrompido y cuya mente está tan prostituida a
la carne, que son incapaces de pensar que uno como ellos pueda respetar a una mujer, viendo en ella el alma y no la carne; incapaces
de elevarse a sí mismos viviendo en una atmósfera sobrenatural, tendiendo no a las cosas carnales, sino a las divinas.
Pues bien, a estos que combaten contra la suprema belleza, a estos gusanos incapaces de transformarse en mariposa, a estos reptiles
cubiertos por la baba de su lujuria, incapaces de comprender la belleza de una azucena, Yo les digo que María fue virgen y siguió
siéndolo, y que solo su alma se desposó con José, como también su espíritu únicamente se unió al Espíritu de

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Dios, y por obra de Éste concibió al Único que llevó en su seno: a mí, a Jesucristo, Unigénito de Dios y de María.
No se trata de una tradición que haya florecido después, por un amoroso respeto hacia mi Bienaventurada Madre; se trata de una
verdad conocida ya desde los primeros tiempos.
Mateo no nació siglos más tarde; era contemporáneo de María. Mateo no era un pobre ignorante que hubiera vivido en los bosques y
que fuera propenso a creerse cualquier patraña. Era un funcionario de hacienda, como diríais ahora vosotros (nosotros entonces
decíamos recaudador). Sabía ver, oír, entender, escoger entre la verdad y la falsedad. Mateo no oyó las cosas por referencias de
terceros, sino que las recogió de labios de María, preguntándole a Ella, llevado de su amor hacia el Maestro y hacia la verdad.
Y no quiero pensar que estos que niegan la inviolabilidad de María piensen que Ella quizás pudo mentir. Mis propios parientes, si
hubiera habido otros hijos, hubieran podido desmentir su testimonio: Santiago, Judas, Simón y José eran condiscípulos de Mateo.
Por tanto éste hubiera podido fácilmente confrontar las versiones, si hubiese habido otras versiones. Y sin embargo Mateo nunca
dice: "¡Levántate y toma contigo a tu mujer!". Dice: "¡Toma contigo a la Madre de Él!". Y antes dice:
"Virgen desposada con José"; 'José, su esposo".
Y que éstos no objeten que se trataba de un modo de hablar de los hebreos, como si decir "la mujer de" fuera una infamia. No,
negadores de la Pureza. Ya desde las primeras palabras del Libro se lee: "... y se unirá a su mujer". Se la llama "compañera" hasta el
momento de la consumación física del vínculo matrimonial, y luego se la llama "la mujer de" en distintos momentos y en distintos
capítulos. Así se les llama a las esposas de los hijos de Adán; y a Sara, llamada "mujer de" Abraham: "Sara, tu mujer". Y también:
"Toma contigo a tu mujer y a tus dos hijas", a Lot. Y en el libro de Rut está escrito: "La Moabita, mujer de Majlón". Y en el primer
libro de los Reyes se dice: "Elcana tuvo dos mujeres"; y luego: "Elcana después conoció a su mujer Ana"; y también: "Elí bendijo a
Elcana y a la mujer de éste". Y también en el libro de los Reyes está escrito: "Betsabé, mujer de Urías Eteo, vino a ser mujer de
David y le dio a luz un hijo". Y ¿qué se lee en el libro azul de Tobías, lo que la Iglesia os canta en vuestras bodas, para aconsejaros
que seáis santos en el matrimonio? Se lee: "Llegado Tobit con su mujer y con su hijo..."; y también: "Tobit logró huir con su hijo y
con su mujer".
Y en los Evangelios, o sea, en tiempos contemporáneos a Cristo, en que, por tanto, se escribía con lenguaje moderno respecto a
aquellos tiempos — por lo que no pueden sospecharse errores de trascripción — se dice, y precisamente lo dice Mateo en el capítulo
22: "...y el primero, habiendo tomado mujer, murió y dejó su mujer a su hermano". Y Marcos en el capítulo 10: "Quien repudia a su
mujer...". Y Lucas llama a Isabel mujer de Zacarías, cuatro veces seguidas; y en el capítulo 8 dice: 'Juana, mujer de Cusa".
Como podéis ver, este nombre no era un vocablo proscrito por quien estaba en las vías del Señor, un vocablo inmundo, no digno de
ser proferido, y mucho menos escrito, donde se tratara de Dios y de sus obras admirables. Y el ángel, diciendo: "el Niño y su
Madre", os demuestra que María fue verdadera Madre suya, pero no fue la mujer de José; siempre fue: la Virgen desposada con
José.
Y ésta es la última enseñanza de estas visiones. Y es una aureola que resplandece sobre las cabezas de María y de José.
La Virgen inviolada. El hombre justo y casto. Las dos azucenas entre las que crecí oyendo sólo fragancias de pureza.
A ti, pequeño Juan, te podría hablar sobre el dolor de María por su doble, brusca separación de la casa y de la patria.
Pero no hay necesidad de palabras. Tú lo comprendes y ello te hace morir. Dame tu dolor. Sólo quiero esto. Es más que cualquier
otra cosa que puedas darme. Es viernes, María. Piensa en mi dolor y en el de María en el Gólgota para poder soportar tu cruz.
Nuestra paz y nuestro amor quedan contigo.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días
22 de febrero de 1944.
Dice Jesús:
“Volvemos muy atrás en el tiempo, muy atrás. Volvemos al Templo, donde Yo, con doce años, estoy
disputando; es más, volvemos a las vías que van a Jerusalén, y de Jerusalén al Templo.
Observa la angustia de María al ver –una vez congregados de nuevo juntos hombres y mujeres- que
Yo no estoy con José.
No levanta la voz regañando duramente a su esposo. Todas las mujeres lo habrían hecho; lo hacéis,
por motivos mucho menores, olvidándoos de que el hombre es siempre cabeza del hogar. No obstante,
el dolor que emana del rostro de María traspasa a José más de lo que pudiera hacerlo cualquier tipo de
reprensión. No se da tampoco María a escenas dramáticas. Por motivos mucho menores, vosotras lo
hacéis deseando ser notadas y compadecidas. No obstante, su dolor contenido es tan manifiesto (se
pone a temblar, palidece su rostro, sus ojos se dilatan) que conmueve más que cualquier escena de
llanto y gritos.
Ya no siente ni fatiga ni hambre. ¡Y el camino había sido largo, y sin reparar fuerzas desde hacía
horas! Deja todo; deja el camastro que se estaba preparando, deja la comida que iban a distribuir. Deja
todo y regresa. Está avanzada la tarde, anochece; no importa; todos sus pasos la llevan de nuevo hacia

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Jerusalén; hace detenerse a las caravanas, a los peregrinos; pregunta, José la sigue, la ayuda. Un día de
camino en dirección contraria, luego la angustiosa búsqueda por la Ciudad.
¿Dónde, dónde puede estar su Jesús? Y Dios permite que Ella, durante muchas horas, no sepa
dónde buscarme. Buscar a un niño en el Templo no era cosa juiciosa: ¿qué iba a tener que hacer un niño
en el Templo? En el peor de los casos, si se hubiera perdido por la ciudad y, llevado de sus cortos pasos,
hubiera vuelto al Templo, su llorosa voz habría llamado a su mamá, atrayendo la atención de los adultos
y de los sacerdotes, y se habrían puesto los medios para buscar a los padres fijando avisos en las
puertas. Pero no había ningún aviso. Nadie sabía nada de este Niño en la ciudad. ¿Guapo? ¿Rubio?
¿Fuerte? ¡Hay muchos con esas características! Demasiado poco para poder decir: “¡Le he visto! ¡Estaba
allí o allá!”.
Y vemos a María, pasados tres días, símbolo de otros tres días de futura angustia, entrando
exhausta en el Templo, recorriendo patios y vestíbulos. Nada. Corre, corre la pobre Mamá hacia donde
oye una voz de niño. Hasta los balidos de los corderos le parecen el llanto de su Hijo buscándola. Mas
Jesús no está llorando; está enseñando. Y he aquí que desde detrás de una barrera de personas llega a
oídos de María la amada voz diciendo: ‘Estas piedras trepidarán...’. Entonces trata de abrirse paso por
entre la muchedumbre, y lo consigue después de una gran fatiga: ahí está su Hijo, con los brazos
abiertos, erguido entre los doctores.
María es la Virgen prudente. Pero esta vez la congoja sobrepuja su comedimiento. Es una presa que
derriba todo lo que pilla a su paso. Corre hacia su Hijo, le abraza, levantándole y bajándole del escabel, y
exclama: “¡Oh! ¿Por qué nos has hecho esto! Hace tres días que te estamos buscando. Tu Madre está a
punto de morir de dolor, Hijo. Tu padre está derrengado de cansancio. ¿Por qué, Jesús?”.
No se preguntan los “porqués” a Aquel que sabe, los “porqués de su forma de actuar. A los que han
sido llamados no se les pregunta “por qué” dejan todo para seguir la voz de Dios. Yo era Sabiduría y
sabía; Yo había “sido llamado” a una misión y la estaba cumpliendo. Por encima del padre y de la madre
de la tierra, está Dios, Padre divino; sus intereses son superiores a los nuestros; su amor es superior a
cualquier otro. Y esto es lo que le digo a mi Madre.
Termino de enseñar a los doctores enseñando a María, Reina de los doctores. Y Ella no se olvidó
jamás de ello. Volvió a surgir el Sol en su corazón al tenerme de la mano, de esa mano humilde y
obediente; pero mis palabras también quedaron en su corazón. Muchos soles y muchas nubes habrían de
surcar todavía el cielo durante los veintiún años que debía Yo permanecer aún en la tierra. Mucha alegría
y mucho llanto, durante veintiún años, se darán el relevo en su corazón. Mas nunca volverá a preguntar:
“¿Por qué nos has hecho esto, Hijo mío?”.
¡Aprended, hombres arrogantes!

4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz


Llega en el preciso momento en que Jesús se vuelve hacia su Madre – sólo entonces Él la ve venir,
y es que caminaba tan encorvado y con los ojos tan cerrados, que era como si estuviera ciego –, y grita:
«¡Mamá!».
Es la primera palabra que expresa su sufrimiento, desde cuando está siendo torturado. Y es que en
ese grito se contiene la confesión de todo su tremendo dolor, de cada uno de sus dolores, de espíritu, de
su parte moral, de su carne. Es el grito desgarrado y desgarrador de un niño que muere solo, entre
verdugos, entre las peores torturas... y que hasta de su propia respiración siente miedo. Es el lamento de
un niño delirante angustiado por visiones de pesadilla... Y llama a la madre, a la madre, porque sólo el
fresco beso de ella calma el ardor de la fiebre, y su voz ahuyenta a los fantasmas, y su abrazo hace
menos temible la muerte...
María se lleva la mano al corazón como si hubiera sentido una puñalada. Se tambalea levemente.
Pero se recupera, acelera el paso y, mientras va hacia su Criatura lacerada tendiendo hacia Él los brazos,
grita: «¡Hijo!». Pero lo dice de una forma tal, que el que no tiene corazón de hiena lo siente traspasado
por ese dolor.
Veo que incluso entre los romanos – y son hombres de armas, no noveles en materia de muertes,
marcados por cicatrices... – hay un impulso de piedad. Y es que la palabra "¡Mamá!" y la palabra "¡Hijo!"
conservan siempre su valor y lo conservan para todos aquellos que – lo repito – no son peores que las
hienas, y son pronunciadas y comprendidas en todas partes, y en todas partes provocan olas de
piedad...

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El Cireneo siente esta piedad... Y dado que ve que María no puede, a causa de la cruz, abrazar a su
Hijo y que después de haber tendido los brazos los deja caer de nuevo convencida de no poder hacerlo –
y se limita a mirarle, queriendo expresar una sonrisa, una sonrisa que es martirial, para infundirle ánimo,
mientras sus temblorosos labios beben el llanto; y Él, torciendo la cabeza bajo el yugo de la cruz, trata, a
su vez, de sonreírle y de enviarle un beso con los pobres labios heridos y abiertos por los golpes y la
fiebre –, pues se apresura a quitar la cruz (y lo hace con delicadeza de padre, para no chocar con la
corona o rozar las llagas).
Pero María no puede besar a su Criatura... Hasta el más leve toque sería una tortura en esa carne
lacerada. María se abstiene de hacerlo, y, además... los sentimientos más santos tienen un pudor
profundo, requieren respeto o, al menos, compasión, mientras que aquí lo que hay es curiosidad y, sobre
todo, escarnio: se besan sólo las dos almas angustiadas.
La comitiva, que se pone de nuevo en marcha, movida por las ondas del gentío furibundo que
desde atrás empuja, los separa, y aparta a la Madre – blanco de las burlas de todo un pueblo – contra la
pared del monte...
5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor
Es ahora el turno de Jesús. Él se extiende mansamente sobre el madero. Los dos ladrones se
revelaban tanto, que, no siendo suficientes los cuatro verdugos, habían tenido que intervenir soldados
para sujetarlos, para que no apartaran con patadas a los verdugos que los ataban por las muñecas. Pero
para Jesús no hay necesidad de ayuda. Se extiende y pone la cabeza donde le dicen que la ponga. Abre
los brazos como le dicen que los abra. Estira las piernas como le ordenan que lo haga. Sólo se ha
preocupado de colocarse bien su velo. Ahora su largo cuerpo, esbelto y blanco, resalta sobre el madero
obscuro y el suelo amarillo.
Dos verdugos se sientan encima de su pecho para sujetarle. Y pienso en qué opresión y dolor debió
sentir bajo ese peso. Un tercer verdugo le toma el brazo derecho y lo sujeta: con una mano en la primera
parte del antebrazo; con la otra, en el extremo de los dedos. El cuarto, que tiene ya en su mano el largo
clavo de punta afilada y cuerpo cuadrangular que termina en una superficie redonda y plana del
diámetro de diez céntimos de los tiempos pasados, mira si el agujero ya practicado en la madera
coincide con la juntura del radio y el cúbito en la muñeca. Coincide. El verdugo pone la punta del clavo
en la muñeca, alza el martillo y da el primer golpe.
Jesús, que tenía los ojos cerrados, al sentir el agudo dolor grita y se contrae, y abre al máximo los
ojos, que nadan entre lágrimas. Debe sentir un dolor atroz... el clavo penetra rompiendo músculos,
venas, nervios, penetra quebrantando huesos...
María responde, con un gemido que casi lo es de cordero degollado, al grito de su Criatura
torturada; y se pliega, como quebrantada Ella, sujetándose la cabeza entre las manos. Jesús, para no
torturarla, ya no grita. Pero siguen los golpes, metódicos, ásperos, de hierro contra hierro... y uno piensa
que, debajo, es un miembro vivo el que los recibe.
La mano derecha ya está clavada. Se pasa a la izquierda. El agujero no coincide con el carpo.
Entonces agarran una cuerda, atan la muñeca izquierda y tiran hasta dislocar la juntura, hasta arrancar
tendones y músculos, además de lacerar la piel ya serrada por las cuerdas de la captura. También la otra
mano debe sufrir porque está estirada por reflejo y en torno a su clavo se va agrandando el agujero.
Ahora a duras penas se llega al principio del metacarpo, junto a la muñeca. Se resignan y clavan donde
pueden, o sea, entre el pulgar y los otros dedos, justo en el centro del metacarpo. Aquí el clavo entra
más fácilmente, pero con mayor espasmo porque debe cortar nervios importantes (tanto que los dedos
se quedan inertes, mientras los de la derecha experimentan contracciones y temblores que ponen de
manifiesto su vitalidad). Pero Jesús ya no grita, sólo emite un ronco quejido tras sus labios fuertemente
cerrados, y lágrimas de dolor caen al suelo después de haber caído en la madera.
Ahora les toca a los pies. A unos dos metros – un poco más – del extremo de la cruz hay un
pequeño saliente cuneiforme, escasamente suficiente para un pie. Acercan a él los pies para ver si va
bien la medida. Y, dado que está un poco bajo y los pies llegan mal, estirajan por los tobillos al pobre
Mártir. Así, la madera áspera de la cruz raspa las heridas y menea la corona, de forma que ésta se
descoloca, arrancando otra vez cabellos, y puede caerse; un verdugo, con mano violenta, vuelve a
incrustársela en la cabeza...
Ahora los que estaban sentados en el pecho de Jesús se alzan para ponerse sobre las rodillas, dado
que Jesús hace un movimiento involuntario de retirar las piernas al ver brillar al sol el larguísimo clavo, el
doble de largo y de ancho de los que han sido usados para las manos. Y cargan su peso sobre las rodillas
excoriadas, y hacen presión sobre las pobres tibias contusas, mientras los otros dos llevan a cabo la

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operación, mucho más difícil, de enclavar un pie sobre el otro, tratando de hacer coincidir las dos
junturas de los tarsos.
A pesar de que miren bien y tengan bien sujetos los pies, por los tobillos y los dedos, contra el
apoyo cuneiforme, el pie de abajo se corre por la vibración del
clavo, y tienen que desclavarle casi, porque después de haber entrado en las partes blandas, el
clavo, que ya había perforado el pie derecho y sobresalía, tiene que ser centrado un poco más. Y
golpean, golpean, golpean... Sólo se oye el atroz ruido del martillo contra la cabeza del clavo, porque
todo el Calvario es sólo ojos atentísimos y oídos aguzados, para percibir la acción y el ruido, y gozarse en
ello...
Acompaña al sonido áspero del hierro un lamento quedo de paloma: el ronco gemido de María,
quien cada vez se pliega más, a cada golpe, como si el martillo la hiriera a Ella, la Madre Mártir. Y es
comprensible que parezca próxima a sucumbir por esa tortura: la crucifixión es terrible: como la
flagelación en cuanto al dolor, pero más atroz de presenciar, porque se ve desaparecer el clavo dentro
de las carnes vivas; sin embargo, es más breve que la flagelación, que agota por su duración.
Para mí, la agonía del Huerto, la flagelación y la crucifixión son los momentos más atroces. Me
revelan toda la tortura de Cristo. La muerte me resulta consoladora, porque digo: «¡Se acabó!». Pero
éstas no son el final, son el comienzo de nuevos sufrimientos.
Ahora arrastran la cruz hasta el agujero. La cruz rebota sobre el suelo desnivelado y zarandea al
pobre Crucificado. Izan la cruz, que dos veces se va de las manos de los que la levantan (una vez, de
plano; la otra, golpeando el brazo derecho de la cruz) y ello procura un acerbo tormento a Jesús, porque
la sacudida que recibe remueve las extremidades heridas.
Y cuando, luego, dejan caer la cruz en su agujero – oscilando además ésta en todas las direcciones
antes de quedar asegurada con piedras y tierra, e imprimiendo continuos cambios de posición al pobre
Cuerpo, suspendido de tres clavos –, el sufrimiento debe ser atroz. Todo el peso del cuerpo se echa hacia
delante y cae hacia abajo, y los agujeros se ensanchan, especialmente el de la mano izquierda; y se
ensancha el agujero practicado en los pies. La sangre brota con más fuerza. La de los pies gotea por los
dedos y cae al suelo, o desciende por el madero de la cruz; la de las manos recorre los antebrazos,
porque las muñecas están más altas que las axilas, debido a la postura; y surca también las costillas
bajando desde las axilas hacia la cintura. La corona, cuando la cruz se cimbrea antes de ser fijada, se
mueve, porque la cabeza se echa bruscamente hacia atrás, de manera que hinca en la nuca el grueso
nudo de espinas en que termina la punzante corona, y luego vuelve a acoplarse en la frente y araña,
araña sin piedad.
Por fin, la cruz ha quedado asegurada y no hay otros tormentos aparte del de estar colgado.
Levantan también a los ladrones, los cuales, puestos ya verticalmente, gritan como si los estuvieran
desollando vivos, por la tortura de las cuerdas, que van serrando las muñecas y hacen que las manos se
pongan negras, con las venas hinchadas como cuerdas.
Jesús calla. La muchedumbre ya no calla; antes bien, reanuda su vocerío infernal.
Con gran dificultad, apoyando una vez más en los pies torturados, encontrando fuerza en su
voluntad, únicamente en ella, Jesús se pone rígido en la cruz. Se pone de nuevo derecho, como si fuera
una persona sana con su fuerza completa. Alza la cara y mira con ojos bien abiertos al mundo que se
extiende bajo sus pies, a la ciudad lejana, que apenas es visible como un blancor incierto en la bruma, y
al cielo negro del que toda traza de azul y luz han desaparecido. Y a este cielo cerrado, compacto, bajo,
semejante a una enorme lámina de pizarra obscura, Él le grita con fuerte voz, venciendo con la fuerza de
la voluntad, con la necesidad del alma, el obstáculo de las mandíbulas rígidas, de la lengua engrosada,
de la garganta edematosa: «¡Eloi, Eloi, lamina sebacteni!» (esto es lo que oigo). Debe sentirse morir, y
en un absoluto abandono del Cielo, para confesar con una voz así el abandono paterno.
La gente se burla de Él y se ríe. Le insultan: «¡No sabe Dios qué hacer de ti! ¡A los demonios Dios
los maldice!».
Otros gritan: «Vamos a ver si Elías, al que está llamando, viene a salvarle».
Y otros: «Dadle un poco de vinagre. Que haga unas pocas gárgaras. ¡Viene bien para la voz! Elías o
Dios – porque está poco claro lo que este demente quiere – están lejos... ¡Necesita voz para que le
oigan!», y se ríen como hienas o como demonios.
Pero ningún soldado da el vinagre y ninguno viene del Cielo para confortar. Es la agonía solitaria,
total, cruel, incluso sobrenaturalmente cruel, de la Gran Víctima.

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Vuelven las avalanchas de dolor desolado que ya le habían abrumado en Getsemaní. Vuelven las
olas de los pecados de todo el mundo a arremeter contra el náufrago inocente, a sumergirle bajo su
amargura. Vuelve, sobre todo, la sensación, más crucificante que la propia cruz, más desesperante que
cualquier tortura, de que Dios ha abandonado y que la oración no sube a Él...
Y es el tormento final, el que acelera la muerte, porque exprime las últimas gotas de sangre a
través de los poros, porque machaca las fibras aún vivas del corazón, porque finaliza aquello que la
primera cognición de este abandono había iniciado: la muerte. Porque, ante todo, de esto murió mi
Jesús, ¡oh Dios que sobre Él descargaste tu mano por nosotros! Después de tu abandono, por tu
abandono, ¿en qué se transforma una criatura? En un demente o en un muerto. Jesús no podía volverse
loco porque su inteligencia era divina y, espiritual como es la inteligencia, triunfaba sobre el trauma total
de aquel sobre el que cae la mano de Dios. Quedó, pues, muerto: era el Muerto, el santísimo Muerto, el
inocentísimo Muerto. Muerto Él, que era la Vida. Muerto por efecto de tu abandono y de nuestros
pecados.
La obscuridad se hace más densa todavía. Jerusalén desaparece del todo. Las mismas faldas del
Calvario parecen desaparecer. Sólo es visible la cima (es como si las tinieblas la hubieran mantenido en
alto y así recogiera la única y última luz restante, y hubieran depositado ésta, como para una ofrenda,
con su trofeo divino, encima de un estanque de ónix líquido, para que esa cima fuera vista por el amor y
el odio).
Y desde esa luz que ya no es luz llega la voz quejumbrosa de Jesús: «¡Tengo sed!».
En efecto, hace un viento que da sed incluso a los sanos. Un viento continuo, ahora, violento,
cargado de polvo, un viento frío, aterrador. Pienso en el dolor que hubo de causar con su soplo violento
en los pulmones, en el corazón, en la garganta de Jesús, en sus miembros helados, entumecidos,
heridos. ¡Todo, realmente todo se puso a torturar al Mártir!
Un soldado se dirige hacia un recipiente en que los ayudantes del verdugo han puesto vinagre con
hiel, para que con su amargura aumente la salivación en los atormentados. Toma la esponja empapada
en ese líquido, la pincha en una caña fina – pero rígida – que estaba ya preparada ahí al lado, y ofrece la
esponja al Moribundo.
Jesús se aproxima, ávido, hacia la esponja que llega: parece un pequeñuelo hambriento buscando
el pezón materno.
María, que ve esto y piensa, ciertamente, también en esto, gime, apoyándose en Juan: «¡Oh, y yo
no puedo darle ni siquiera una gota de llanto!... ¡Oh, pecho mío, ¿por qué no das leche?! ¡Oh, Dios, ¿por
qué, por qué nos abandonas así?! ¡Un milagro para mi Criatura! ¿Quién me sube para calmar su sed con
mi sangre?... que leche no tengo...».
Jesús, que ha chupado ávidamente la áspera y amarga bebida, tuerce la cabeza henchido de
amargura por la repugnancia. Ante todo, debe ser corrosiva sobre los labios heridos y rotos.
Se retrae, se afloja, se abandona. Todo el peso del cuerpo gravita sobre los pies y hacia delante.
Son las extremidades heridas las que sufren la pena atroz de irse hendiendo sometidas a la tensión de
un cuerpo abandonado a su propio peso. Ya ningún movimiento alivia este dolor. Desde el íleon hacia
arriba, todo el cuerpo está separado del madero, y así permanece.
La cabeza cuelga hacia delante, tan pesadamente que el cuello parece excavado en tres lugares:
en la zona anterior baja de la garganta, completamente hundida; y a una parte y otra del
externocleidomastoideo. La respiración es cada vez más jadeante, aunque entrecortada: es ya más
estertor sincopado que respiración. De tanto en tanto, un acceso de tos penosa lleva a los labios una
espuma levemente rosada. Y las distancias entre una espiración y la otra se hacen cada vez más largas.
El abdomen está ya inmóvil. Sólo el tórax presenta todavía movimientos de elevación, aunque fatigosos,
efectuados con gran dificultad... La parálisis pulmonar se va acentuando cada vez más.
Y cada vez más feble, volviendo al quejido infantil del niño, se oye la invocación: «¡Mamá!». Y la
pobre susurra: «Sí, tesoro, estoy aquí». Y cuando, por habérsele velado la vista, dice: «Mamá, ¿dónde
estás? Ya no te veo. ¿También tú me abandonas?» (y esto no es ni siquiera una frase, sino un susurro
apenas perceptible para quien más con el corazón que con el oído recoge todo suspiro del Moribundo),
Ella responde: «¡No, no, Hijo! ¡Yo no te abandono! Oye mi voz, querido mío... Mamá está aquí, aquí
está... y todo su tormento es el no poder ir donde Tú estás...».
Es acongojante... Y Juan llora sin trabas. Jesús debe oír ese llanto, pero no dice nada. Pienso que la
muerte inminente le hace hablar como en delirio y que ni siquiera es consciente de todo lo que dice y
que, por desgracia, ni siquiera comprende el consuelo materno y el amor del Predilecto.

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Longino – que inadvertidamente ha dejado su postura de descanso con los brazos cruzados y una
pierna montada sobre la otra, ora una, ora la otra, buscando un alivio para la larga espera en pie, y
ahora, sin embargo, está rígido en postura de atento, con la mano izquierda sobre la espada y la derecha
pegada, normativamente, al costado, como si estuviera en los escalones del trono imperial– no quiere
emocionarse. Pero su cara se altera con el esfuerzo de vencer la emoción, y en los ojos aparece un brillo
de llanto que sólo su férrea disciplina logra contener.
Los otros soldados, que estaban jugando a los dados, han dejado de hacerlo y se han puesto en
pie; se han puesto también los yelmos, que habían servido para agitar los dados, y están en grupo junto
a la pequeña escalera excavada en la toba, silenciosos, atentos. Los otros están de servicio y no pueden
cambiar de postura. Parecen estatuas. Pero alguno de los más cercanos, y que oye las palabras de
María, musita algo entre los labios y menea la cabeza.
Un intervalo de silencio. Luego nítidas en la obscuridad total las palabras: «¡Todo está cumplido!»,
y luego el jadeo cada vez más estertoroso, con pausas de silencio entre un estertor y el otro, pausas
cada vez mayores.
El tiempo pasa al son de este ritmo angustioso: la vida vuelve cuando el respiro áspero del
Moribundo rompe el aire; la vida cesa cuando este sonido penoso deja de oírse. Se sufre oyéndolo, se
sufre no oyéndolo... Se dice: «¡Basta ya con este sufrimiento!» y se dice: «¡Oh, Dios mío, que no sea el
último respiro!» .
Las Marías lloran, todas, con la cabeza apoyada contra el realce terroso. Y se oye bien su llanto,
porque toda la gente ahora calla de nuevo para recoger los estertores del Moribundo.
Otro intervalo de silencio. Luego, pronunciada con infinita dulzura y oración ardiente, la súplica:
«¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!».
Otro intervalo de silencio. Se hace leve también el estertor. Apenas es un susurro limitado a los
labios y a la garganta.
Luego... adviene el último espasmo de Jesús. Una convulsión atroz, que parece quisiera arrancar
del madero el cuerpo clavado con los tres clavos, sube tres veces de los pies a la cabeza recorriendo
todos los pobres nervios torturados; levanta tres veces el abdomen de una forma anormal, para dejarlo
luego, tras haberlo dilatado como por una convulsión de las vísceras; y baja de nuevo y se hunde como
si hubiera sido vaciado; alza, hincha y contrae el tórax tan fuertemente, que la piel se introduce entre las
costillas, que divergen y aparecen bajo la epidermis y abren otra vez las heridas de los azotes; una
convulsión atroz que hace torcerse violentamente hacia atrás, una, dos, tres veces, la cabeza, que
golpea contra la madera, duramente; una convulsión que contrae en un único espasmo todos los
músculos de la cara y acentúa la desviación de la boca hacia la derecha, y hace abrir
desmesuradamente y dilatarse los párpados, bajo los cuales se ven girar los globos oculares y aparecer
la esclerótica. Todo el cuerpo se pone rígido. En la última de las tres contracciones, es un arco tenso,
vibrante – verlo es tremendo –. Luego, un grito potente, inimaginable en ese cuerpo exhausto, estalla,
rasga el aire; es el "gran grito" de que hablan los Evangelios y que es la primera parte de la palabra
"Mamá"... Y ya nada más...
La cabeza cae sobre el pecho, el cuerpo hacia delante, el temblor cesa, cesa la respiración. Ha
expirado.
La Tierra responde al grito del Sacrificado con un estampido terrorífico. Parece como si de mil
bocinas de gigantes provenga ese único sonido, y acompañando a este tremendo acorde, óyense las
notas aisladas, lacerantes, de los rayos que surcan el cielo en todos los sentidos y caen sobre la ciudad,
en el Templo, sobre la muchedumbre... Creo que alguno habrá sido alcanzado por rayos, porque éstos
inciden directamente sobre la muchedumbre; y son la única luz, discontinua, que permite ver. Y luego,
inmediatamente, mientras aún continúan las descargas de los rayos, la tierra tiembla en medio de un
torbellino de viento ciclónico. El terremoto y la onda ciclónica se funden para infligir un apocalíptico
castigo a los blasfemos. Como un plato en las manos de un loco, la cima del Gólgota ondea y baila,
sacudida por movimientos verticales y horizontales que tanto zarandean a las tres cruces, que parece
que las van a tumbar.
Longino, Juan, los soldados, se asen a donde pueden, como pueden, para no caer al suelo. Pero
Juan, mientras con un brazo agarra la cruz, con el otro sujeta a María, la cual, por el dolor y el temblor de
la tierra, se ha reclinado en su corazón. Los otros soldados, especialmente los del lateral escarpado, han
tenido que refugiarse en el centro para no caer por el barranco. Los ladrones gritan de terror. El gentío
grita aún más. Quisieran huir. Pero no pueden. Enloquecidos, caen unos encima de otros, se pisan, se
hunden en las grietas del suelo, se hieren, ruedan ladera abajo.

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Tres veces se repiten el terremoto y el huracán. Luego, la inmovilidad absoluta de un mundo
muerto. Sólo relámpagos, pero sin trueno, surcan el cielo e iluminan la escena de los judíos que huyen
en todas las direcciones, con las manos entre el pelo o extendidas hacia delante o alzadas al cielo (ese
cielo injuriado hasta este momento y del que ahora tienen miedo). La obscuridad se atenúa con un
indicio de luz que, ayudado por el relampagueo silencioso y magnético, permite ver que muchos han
quedado en el suelo: muertos o desvanecidos, no lo sé. Una casa arde al otro lado de las murallas y sus
llamas se alzan derechas en el aire detenido, poniendo así una pincelada de rojo fuego en el verde
ceniza de la atmósfera.
María separa la cabeza del pecho de Juan, la alza, mira a su Jesús. Le llama, porque mal le ve con la
escasa luz y con sus pobres ojos llenos de llanto. Tres veces le llama: «¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!». Es la
primera vez que le llama por el nombre desde que está en el Calvario. Hasta que, a la luz de un
relámpago que forma como una corona sobre la cima del Gólgota, le ve, inmóvil, pendiendo todo Él hacia
fuera, con la cabeza tan reclinada hacia delante y hacia la derecha, que con la mejilla toca el hombro y
con el mentón las costillas. Entonces comprende. Entonces extiende los brazos, temblorosos en el
ambiente obscuro, y grita: «¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!». Luego escucha... Tiene la boca abierta, con
la que parece querer escuchar también; e igualmente tiene dilatados los ojos, para ver, para ver... No
puede creer que su Jesús ya no esté...
Juan – también él ha mirado y escuchado, y ha comprendido que todo ha terminado – abraza a
María y trata de alejarla de allí, mientras dice: «Ya no sufre».
Pero antes de que el apóstol termine la frase, María, que ha comprendido, se desata de sus brazos,
se vuelve, se pliega curvándose hasta el suelo, se lleva las manos a los ojos y grita: «¡No tengo ya Hijo!».
Luego se tambalea. Y se caería, si Juan no la recogiera, si no la recibiera por entero, en su corazón.
Luego él se sienta en el suelo, para sujetarla mejor en su pecho, hasta que las Marías – que ya no tienen
impedido el paso por el círculo superior de soldados, porque, ahora que los judíos han huido, los romanos
se han agrupado en el rellano de abajo y comentan lo sucedido – substituyen al apóstol junto a la Madre.
La Magdalena se sienta donde estaba Juan, y casi coloca a María encima de sus rodillas, mientras
la sostiene entre sus brazos y su pecho, besándola en la cara exangüe vuelta hacia arriba, reclinada
sobre el hombro compasivo. Marta y Susana, con la esponja y un paño empapado en el vinagre le mojan
las sienes y los orificios nasales, mientras la cuñada María le besa las manos, llamándola con gran
aflicción, y, en cuanto María vuelve a abrir los ojos y mira a su alrededor con una mirada como atónita
por el dolor, le dice: «Hija, hija amada, escucha... dime que me ves... soy tu María... ¡No me mires
así!...». Y, puesto que el primer sollozo abre la garganta de María y caen las primeras lágrimas, ella, la
buena María de Alfeo, dice: «Sí, sí, llora... Aquí conmigo como ante una mamá, pobre, santa hija mía»; y
cuando oye que María le dice: «¡Oh, María, María! ¿Has visto?», ella gime: «¿Sí!, sí,... pero... pero... hija...
¡oh, hija!...». No encuentra más palabras y se echa a llorar la anciana María: es un llanto desolado al que
hacen de eco el de todas las otras (o sea, Marta y María, la madre de Juan y Susana).

6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz


María se levanta, temblorosa, sujetada por las mujeres. Se acerca a la cruz.
Mientras tanto, los soldados, terminada su tarea, se marchan. Pero Longino, antes de superar el
rellano inferior, se vuelve desde la silla de su caballo negro para mirar a María y al Crucificado. Luego el
ruido de los cascos suena contra las piedras y el de las armas contra las corazas, y se aleja.
La palma izquierda está ya desclavada. El brazo cae a lo largo del Cuerpo, que ahora pende
semiseparado.
Le dicen a Juan que deje las escaleras a las mujeres y suba también. Y Juan, subido a la escalera en
que antes estaba Nicodemo, se pasa el brazo de Jesús alrededor del cuello y lo sostiene desmayado
sobre su hombro. Luego ciñe a Jesús por la cintura mientras sujeta la punta de los dedos de la mano
izquierda – casi abierta – para no golpear la horrenda fisura. Una vez desclavados los pies, Juan a duras
penas logra sujetar y sostener el Cuerpo de su Maestro entre la cruz y su cuerpo.
María se pone ya a los pies de la cruz, sentada de espaldas a ella, preparada para recibir a su Jesús
en el regazo.
Pero desclavar el brazo derecho es la operación más difícil. A pesar de todo el esfuerzo de Juan, el
Cuerpo todo pende hacia delante y la cabeza del clavo está hundida en la carne. Y, dado que no
quisieran herirle más, los dos compasivos deben esforzarse mucho. Por fin la tenaza aferra el clavo y
éste es extraído lentamente.

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Juan sigue sujetando a Jesús, por las axilas; la cabeza reclinada y vuelta sobre su hombro.
Contemporáneamente, Nicodemo y José lo aferran: uno por los hombros, el otro por las rodillas. Así,
cautamente, bajan por las escaleras.
Llegados abajo, su intención es colocarle en la sábana que han extendido sobre sus mantos. Pero
María quiere tenerle; ya ha abierto su manto dejándolo pender de un lado, y está con las rodillas más
bien abiertas para hacer cuna a su Jesús.
Mientras los discípulos dan la vuelta para darle el Hijo, la cabeza coronada cuelga hacia atrás y los
brazos penden hacia el suelo, y rozarían con la tierra con las manos heridas si la piedad de las pías
mujeres no las sujetara para impedirlo.
Ya está en el regazo de su Madre... Y parece un niño grande cansado durmiendo, recogido todo, en
el regazo materno. María tiene a su Hijo con el brazo derecho pasado por debajo de sus hombros, y el
izquierdo por encima del abdomen para sujetarle también por las caderas.
La cabeza está reclinada en el hombro materno. Y Ella le llama... le llama con voz lacerada. Luego
le separa de su hombro y le acaricia con la mano izquierda; recoge las manos de Jesús y las extiende y,
antes de cruzarlas sobre el abdomen inmóvil, las besa; y llora sobre las heridas. Luego acaricia las
mejillas, especialmente en el lugar del cardenal y la hinchazón. Besa los ojos hundidos; y la boca, que ha
quedado levemente torcida hacia la derecha y entreabierta.
Querría poner en orden sus cabellos – como ya ha hecho con la barba apelmazada por grumos de
sangre –, pero al intentarlo halla las espinas. Se pincha quitando esa corona, y quiere hacerlo sólo Ella,
con la única mano que tiene libre, y rechaza la ayuda de todos diciendo: «¡No, no! ¡Yo! ¡Yo!». Y lo va
haciendo con tanta delicadeza, que parece tener entre los dedos la tierna cabeza de un recién nacido.
Una vez que ha logrado retirar esta torturante corona, se inclina para medicar con sus besos todos los
arañazos de las espinas.
Con la mano temblorosa, separa los cabellos desordenados y los ordena. Y llora y habla en tono
muy bajo. Seca con los dedos las lágrimas que caen en las pobres carnes heladas y ensangrentadas. Y
quiere limpiarlas con el llanto y su velo, que todavía está puesto en las caderas de Jesús. Se acerca uno
de sus extremos y con él se pone a limpiar y secar los miembros santos. Una y otra vez acaricia la cara
de Jesús y las manos y las contusas rodillas, y otra vez sube a secar el Cuerpo sobre el que caen
lágrimas y más lágrimas.
Haciendo esto es cuando su mano encuentra el desgarro del costado. La pequeña mano, cubierta
por el lienzo sutil entra casi entera en la amplia boca de la herida. Ella se inclina para ver en la semiluz
que se ha formado. Y ve, ve el pecho abierto y el corazón de su Hijo. Entonces grita. Es como si una
espada abriera su propio corazón. Grita y se desploma sobre su Hijo. Parece muerta Ella también.
La ayudan, la consuelan. Quieren separarle el Muerto divino y, dado que Ella grita: «¿Dónde, dónde
te pondré, que sea un lugar seguro y digno de ti?», José, inclinado todo con gesto reverente, abierta la
mano y apoyada en su pecho, dice: «¡Consuélate, Mujer! Mi sepulcro es nuevo y digno de un grande. Se
lo doy a Él. Y éste, Nicodemo, amigo, ha llevado ya los aromas al sepulcro, porque, por su parte, quiere
ofrecer eso. Pero, te lo ruego, pues el atardecer se acerca, déjanos hacer esto... Es la Parasceve.
¡Condesciende, oh Mujer santa!».
También Juan y las mujeres hacen el mismo ruego. Entonces María se deja quitar de su regazo a su
Criatura, y, mientras le envuelven en la sábana, se pone de pie, jadeante. Ruega: «¡Oh, id despacio, con
cuidado!».
7º. La sepultura de Jesús
610 Angustia de María en el Sepulcro y unción del Cuerpo de Jesús.
Decir lo que experimento es inútil. Haría sólo una exposición de mi sufrimiento; por tanto, sin valor respecto al sufrimiento que
contemplo. Lo describo, pues, sin comentarios sobre mí.
Asisto al acto de sepultura de Nuestro Señor.
La pequeña comitiva, bajado ya el Calvario, encuentra en la base de éste, excavado en la roca calcárea, el sepulcro de José de
Arimatea. En él entran estos compasivos, con el Cuerpo de Jesús.
Veo la estructura del sepulcro. Es un espacio ganado a la piedra, situado al fondo de un huerto todo florecido. Parece una gruta, pero
se comprende que ha sido excavada por la mano del hombre. Está la cámara sepulcral propiamente dicha, con sus nichos (de forma
distinta de los de las catacumbas). Son como agujeros redondos que penetran en la piedra como agujeros
de una colmena; bueno, para tener una idea. Por ahora todos están vacíos. Se ve el ojo vacío de cada nicho como una mancha negra
en el fondo gris de la piedra. Luego, precediendo a esta cámara sepulcral, hay como una antecámara, en cuyo centro está la mesa de
piedra para la unción. Sobre esta mesa se coloca a Jesús en su sábana.

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Entran también Juan y María. No más personas, porque la cámara preparatoria es pequeña y, si hubiera en ella más personas, no
podrían moverse. Las otras mujeres están junto a la puerta, o sea, junto a la abertura, porque no hay puerta propiamente dicha.
Los dos portadores destapan a Jesús.
Mientras ellos, en un rincón, encima de una especie de repisa, a la luz de dos antorchas, preparan vendas y aromas,
María se inclina sobre su Hijo y llora. Y otra vez lo seca con el velo que sigue en sus caderas. Es el único lavacro para el Cuerpo de
Jesús: este de las lágrimas maternas, las cuales, aun siendo copiosas y abundantes sólo bastan para quitar superficialmente y
parcialmente la tierra, el sudor y la sangre de ese Cuerpo torturado.
María no se cansa de acariciar esos miembros helados. Y, con una delicadeza mayor que si tocara las de un recién nacido, toma las
pobres manos atormentadas, las agarra con las suyas, besa los dedos, los extiende, trata de recomponer los desgarros de las heridas,
como para medicarlos y que duelan menos, se lleva a las mejillas esas manos que ya no pueden acariciar, y gime, gime invadida por
su atroz dolor. Endereza y une los pobres pies, que tan desmayados están, como mortalmente cansados de tanto camino recorrido
por nosotros. Pero estos pies se han deformado demasiado en la cruz, especialmente el izquierdo, que está casi aplanado, como si ya
no tuviera tobillo.
Luego vuelve al cuerpo y lo acaricia, tan frío y tan rígido, y, al ver otra vez el desgarrón de la lanza -que ahora, estando supino el
Salvador en la superficie de piedra, está totalmente abierto como una boca, y permite ver mejor la cavidad torácica (la punta del
corazón puede verse clara entre el esternón y el arco costal izquierdo, y unos dos centímetros por encima se ve la incisión hecha con
la punta de la lanza en el pericardio y en el cardio, de un centímetro y medio abundante, mientras que la externa del costado derecho
tiene, al menos, siete)-, al verlo otra vez, María vuelve a gritar como en el Calvario. Tanto se retuerce, llena de dolor, llevándose las
manos a su corazón, traspasado como el de Jesús, que parece como si la lanza la traspasara a Ella. ¡Cuántos besos en esa herida!
¡Pobre Mamá!
Luego vuelve a la cabeza -levemente vuelta hacia atrás y muy vuelta hacia la derecha- y la endereza. Trata de cerrar los párpados
que se obstinan en permanecer semicerrados; y la boca, que ha quedado un poco abierta, contraída, levemente desviada hacia la
derecha. Ordena los cabellos, que ayer mismo eran tan hermosos y estaban tan peinados y que ahora son una completa maraña
apelmazada por la sangre. Desenreda los mechones más largos, los alisa en sus dedos, los enrolla para dar de nuevo a aquéllos la
forma de los dulces cabellos de su Jesús, tan suaves y ondeados. Y gime, gime porque se acuerda de cuando era niño... Es el motivo
fundamental de su dolor: el recuerdo de la infancia de Jesús, de su amor por Él, de; cuidados, temerosos incluso
del aire más vivo para la Criaturita divina, y el parangón con lo que le han hecho ahora los hombres.
Su lamento me hace sentirme mal. Su gesto me hace llorar y sufrir como si una mano hurgara en mi corazón; ese gesto suyo, cuando
Ella, al no poder verlo así, desnudo, rígido, encima de una piedra, gimiendo «¿qué te han... qué te han hecho, Hijo mío? - se lo
recoge todo en sus brazos, pasándole el brazo por debajo de los hombros y estrechándolo contra su pecho con la otra mano y
acunándolo con el mismo movimiento de la gruta de la Natividad.
La terrible angustia espiritual de María.
La Madre está en pie junto a la piedra de la unción, y acaricia y contempla y gime y llora. La luz temblorosa de las antorchas
ilumina intermitentemente su cara y yo veo gotazas de llanto rodar por las mejillas palidísimas de un rostro destrozado. Oigo las
palabras. Todas. Bien claras, aunque sean susurradas a flor de labios. Verdadero coloquio del alma materna con el alma del Hijo.
Recibo la orden de escribirlas.
-¡Pobre Hijo! ¡Cuántas heridas!... ¡Cómo has sufrido! ¡Mira lo que te han hecho!... ¡Qué frío estás, Hijo! Tus dedos son de hielo. ¡Y
qué inertes! Parecen rotos. Nunca, ni en el más relajado de los sueños de tu infancia, ni en el profundo sueño de tu fatiga de obrero,
estuvieron tan inertes... ¡Y qué fríos están! ¡Pobres manos! ¡Dáselas a tu Madre, tesoro mío, amor santo, amor mío! ¡Mira qué
laceradas están! ¡Mira, mira, Juan, qué desgarro! ¡Oh, crueles! Aquí, aquí, con tu Mamá esta mano herida, para que yo te la
medique. ¡No, no te hago daño...! Usaré besos y lágrimas, y con el aliento y el amor te calentaré esta mano. ¡Dame una caricia,
Hijo! Tú eres de hielo, yo ardo de fiebre. Mi fiebre se verá aliviada con tu hielo y tu hielo se suavizará con mi fiebre.
¡Una caricia, Hijo! Hace pocas horas que no me acaricias y ya me parecen siglos. Pasaron meses sin tus caricias y me parecieron
horas porque continuamente esperaba tu llegada, y de cada día hacía una hora, de cada hora un minuto, para decirme que no estabas
a una o más lunas lejano de mí, sino solamente a unos pocos días, a unas pocas horas. ¿Por qué, ahora es tan largo el tiempo? ¡Ah,
congoja inhumana! Porque has muerto. ¡Te me han muerto! ¡Ya no estás en esta Tierra! ¡Ya no! ¡Cualquiera que sea el lugar a
donde lance mi alma para buscar la tuya y abrazarme a ella -porque encontrarte, tenerte, sentirte, era la vida de mi carne y de mi
espíritu- cualquiera que sea el lugar en que te busque con la ola de mi amor, ya no te encuentro, no te encuentro ya! ¡De ti no me
queda sino este despojo frío, este despojo sin alma! ¡Oh, alma de mi Jesús, oh alma de mi Cristo, oh alma de mi Señor, ¿dónde
estás?! ¿Por qué le habéis quitado el alma a mi Hijo, hienas crueles unidas con Satanás? ¿Y por qué no me habéis crucificado con
Él? ¿Habéis tenido miedo de un segundo delito? (La voz va tomando un tono cada vez más fuerte y desgarrador.) ¿Y qué era matar
a una pobre mujer, para vosotros que no habéis vacilado en matar a Dios hecho Carne? ¿No habéis cometido un segundo delito? ¿Y
no es éste el más abominable, el de dejar que una madre sobreviva a su Hijo sañosamente matado?
La Madre, que con la voz había alzado la cabeza, ahora se inclina de nuevo hacia el rostro sin vida, y vuelve a hablar bajo, sólo para
Él:
-A1 menos en la tumba, aquí dentro, habríamos estado juntos, como habríamos estado juntos en la agonía en el madero, y juntos en
el viaje de después de la muerte y al encuentro de la Vida. Pero, si no puedo seguirte en el viaje de después de la muerte, aquí,
esperándote, sí que puedo quedarme.

48
Se endereza de nuevo y dice con voz fuerte a los presentes:
-Marchaos todos. Yo me quedo. Cerradme aquí con Él. Lo esperaré. ¿Decís que no se puede? ¿Por qué no se puede? ¿Si hubiera
muerto, no estaría aquí, echada a su lado, a la espera de ser recompuesta? Estaré a su lado, pero de rodillas. Asistí a sus vagidos
cuando, tierno y rosado, lloraba en una noche de Diciembre. A su lado estaré ahora, en esta noche del mundo que ya no tiene a
Cristo. ¡Oh, gélida noche! ¡El Amor ha muerto! ¿Qué dices, Nicodemo? ¿Me contamino? Su Sangre no es contaminación.
Tampoco me contaminé generándolo. ¡Ah, cómo saliste Tú, Flor de mi seno, sin lacerar fibra alguna! Antes bien, como una flor de
perfumado narciso que brota del alma del bulbo-matriz y florece aunque el abrazo de la tierra no haya ceñido la matriz; así
justamente. Virgen florecer que en ti se refleja, oh Hijo venido de abrazo celestial, nacido entre celestiales inundaciones de
esplendor.
Ahora la Madre acongojada vuelve a inclinarse hacia el Hijo, abstrayéndose de cualquier otra cosa que no sea Él, y susurra quedo:
-¿Tú recuerdas, Hijo, aquella sublime vestidura de esplendores que todo vistió mientras nacías a este mundo?
¿Recuerdas aquella beatífica luz que el Padre mandó desde el Cielo para envolver el misterio de tu florecer y para que te fuera
menos repulsivo este mundo oscuro, a ti que eras Luz y venías de la Luz del Padre y del Espíritu Paráclito? ¿Y ahora?... Ahora
oscuridad y frío... ¡Cuánto frío! ¡Cuánto!, ¡y me llena de temblor! Más que aquella noche de Diciembre. Entonces, el tenerte daba
calor a mi corazón. Y Tú tenías a dos amándote... Ahora... Ahora sólo yo, y moribunda también. Pero te amaré por dos: por los que
te han amado tan poco, que te han abandonado en el momento del dolor; te amaré por los que te han odiado. Por todo el mundo te
amaré, Hijo. No sentirás el hielo del mundo. No, no lo sentirás. Tú no abriste mis entrañas para nacer; pero, para que no sientas el
hielo, estoy dispuesta a abrírmelas y envolverte en el abrazo de mi seno. ¿Recuerdas cómo te amó este seno, siendo Tú una pequeña
semilla palpitante?... Sigue siendo el mismo. ¡Es mi derecho y mi deber de Madre! Es mi deseo. Sólo la Madre puede tenerlo, puede
tener hacia el Hijo un amor tan grande como el Universo.
La voz se ha ido elevando, y ahora con plena fuerza dice:
-Marchaos. Yo me quedo. Volveréis dentro de tres días y saldremos juntos. ¡Oh, volver a ver el mundo apoyada en tu brazo, Hijo
mío! ¡Qué hermoso será el mundo a la luz de tu sonrisa resucitada! ¡El mundo estremecido al paso de su Señor! La Tierra ha
temblado cuando la muerte te ha arrancado el alma y del corazón ha salido tu espíritu. Pero ahora temblará... ya no por horror y
dolor agudo, sino con ese estremecimiento suave -por mí desconocido, pero intuido por mi feminidad- que hace vibrar a una virgen
cuando, después de una ausencia, siente la pisada del prometido que viene para las nupcias. Más aún: la Tierra temblará con un
estremecimiento santo, como el que yo experimenté hasta mis más hondas profundidades cuando tuve en mí al Señor Uno y Trino, y
la voluntad del Padre con el fuego del Amor creó la semilla de que Tú viniste, oh mi Niño santo, Criatura mía, toda mía. ¡Toda!
¡Toda de tu Mamá!, ¡de tu Mamá!... Todos los niños tienen padre y madre. Hasta el ilegítimo tiene un padre y una madre. Pero Tú
tuviste sólo a la Madre para formarte la carne de rosa y azucena, para hacerte estos recamos de venas, azules como nuestros ríos de
Galilea, y estos labios de granado, y estos cabellos de hermosura no superada por las vedijas de oro de las cabras de nuestras
colinas, y estos ojos: dos pequeños lagos de Paraíso. No, más bien: del agua de que procede el único y cuádruple Río del Lugar de
delicias (Génesis 2, 8-15), y consigo lleva, en sus cuatro ramales, el oro, el ónice, el bedelio y el marfil, los diamantes, las
palmas, la miel, las rosas, y riquezas infinitas, oh Pisón, oh Guijón, oh Tigris, oh Éufrates: camino de los ángeles que exultan en
Dios, camino de los reyes que te adoran, Esencia conocida o desconocida, pero viviente, presente, hasta en el más oscuro de los
corazones. Sólo tu Mamá te formó esto, con su "sí"... De música y amor te formó; de pureza y obediencia te formé, ¡oh Alegría mía!
¿Qué es tu Corazón? La llama del mío, que se dividió para condensarse en corona en torno al beso de Dios a su Virgen. Esto es este
Corazón. ¡Ah! (Es un grito tan desgarrador que la Magdalena y Juan se acercan a socorrerla; las otras no se atreven, y llorando,
veladas, miran de soslayo desde la abertura).
-¡Ah, te lo han partido! ¡Por eso estás tan frío y por eso estoy tan fría yo! Ya no tienes dentro la llama de mi corazón, ni yo puedo
seguir viviendo por el reflejo de esa llama que era mía y que te di para formarte un corazón. ¡Aquí, aquí, aquí, en mi pecho! Antes
que la muerte me quite la vida, quiero darte calor, quiero acunarte. Te cantaba: "No hay casa, no hay alimento, hay sólo dolor".
¡Proféticas palabras! ¡Dolor, dolor, dolor para ti, para mí! Te cantaba: "Duerme, duerme en mi corazón".
También ahora: aquí, aquí, aquí...
Y, sentándose en el borde de la piedra, lo recoge tiernamente en su regazo pasándose un brazo de su Hijo por los hombros,
poniéndose la cabeza de su Hijo apoyada en un hombro y reclinando la suya sobre ella, estrechándolo contra su pecho, acunándolo,
besándolo, acongojada y acongojante.
Nicodemo y José se acercan y ponen en una especie de asiento que hay junto a la otra parte de la piedra, vasos y vendas y la sábana
limpia y un barreño con agua, me parece, y vedijas de hilas, me parece.
María, que ve esto, pregunta con fuerte voz:
-¿Qué hacéis? ¿Qué queréis? ¿Prepararlo? ¿Prepararlo para qué? Dejadlo en el regazo de su Madre. Si logro darle calor, resucita
antes; si logro consolar al Padre y consolarlo a Él del odio deicida, el Padre perdona antes y Él vuelve antes.
La Dolorosa está casi en estado de delirio.
-¡No, no os le doy! Una vez lo di, una vez lo di al mundo, y el mundo no lo ha recibido. Lo ha matado por no querer tenerlo. ¡Ahora
no vuelvo a darlo! ¿Qué decís? ¿Que lo amáis? ¡Ya! Y entonces ¿por qué no lo habéis defendido? Habéis esperado a decir que lo
queríais cuando ya no podía oíros. ¡Qué pobre el amor vuestro! Pero, si teníais tanto miedo al mundo, que no os atrevíais a defender
a un inocente, al menos hubierais debido confiármelo a mí, a la Madre, para que defendiera al que de Ella nació. Ella sabía quién era

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y qué merecía. ¡Vosotros!... Lo habéis tenido como Maestro, pero no habéis aprendido nada. ¿No es, acaso, cierto? ¿Acaso miento?
¿Pero no veis que no creéis en su Resurrección? ¿Creéis? No. ¿Por qué estáis ahí, preparando aromas y vendas? Porque lo
consideráis un pobre muerto, hoy gélido, mañana descompuesto, y queréis embalsamarlo por esto. Dejad vuestros ungüentos. Venid
a adorar al Salvador con el corazón puro de los pastores betlemitas.
Mirad: duerme. Es sólo un hombre cansado que descansa. ¡Cuánto se ha esforzado en la vida! ¡Cada vez más, ha ido esforzándose!
¡Y, bueno, no digamos ya en estas últimas horas!... Ahora está descansando. Para mí, para su Mamá, es sólo un Niño grande
cansado que duerme. ¡Bien míseros la cama y la habitación! Pero tampoco fue hermoso su primer lecho, ni alegre su primera
morada. Los pastores adoraron al Salvador mientras dormía su sueño de Niño. Vosotros adorad al Salvador mientras duerme su
sueño de Triunfador de Satanás. Y luego, como los pastores, id a decir al mundo: "¡Gloria a Dios! ¡El Pecado ha muerto! ¡Satanás
ha sido vencido! ¡Paz en la Tierra y en el Cielo entre Dios y el hombre!". Preparad los caminos de su regreso.
Yo os envío. Yo, a quien la Maternidad hace Sacerdotisa del rito. Id. Yo he dicho que no quiero. Yo he lavado con mi llanto. Y es
suficiente. Lo demás no hace falta. Y no os penséis que le vais a poner esas cosas. Más fácil le será resucitar si está libre de esas
fúnebres, inútiles vendas. ¿Por qué me miras así, José? ¿Y tú por qué, Nicodemo? ¿Pero es que el horror de hoy os ha entontecido?,
¿os ha hecho perder la memoria? ¿No recordáis? “A Esta generación malvada y adúltera, que busca un signo, no le será dada sino la
señal de Jonás... Así, el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la Tierra". ¿No lo recordáis? "El Hijo
del hombre está para ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, pero al tercer día resucitará.”
¿No os acordáis? "Destruid este Templo del Dios verdadero y en tres días Yo lo resucitaré. Templo era su Cuerpo, ¡oh hombres!
¿Meneas la cabeza? ¿Es compasión hacia mí? ¿Me crees una demente? Pero bueno, ¿ha resucitado muertos y no va a poder
resucitarse a sí mismo? ¿Juan?
-¡Madre!
-Sí, llámame "madre". ¡No puedo vivir pensando que no seré llamada así! Juan, tú estabas presente cuando resucitó a la hijita Jairo y
al jovencito de Naím. ¿Estaban bien muertos, no? ¿No era sólo un profundo sopor? Responde.
-Estaban muertos. La niña, desde hacía dos horas; el jovencito desde hacía un día y medio.
-¿Y dio la orden y ellos se alzaron?
-Dio la orden y ellos se alzaron.
-¿Habéis oído? Vosotros dos: ¿habéis oído? ¿Por qué meneáis la cabeza? ¡Ah, quizás lo que estáis insinuando es que la vida vuelve
antes a uno que es inocente y joven! ¡Pues mi Niño es el Inocente! Y es Siempre Joven. ¡Es Dios mi Hijo!...
La Madre mira con ojos acongojados a los dos preparadores, quienes, desalentados pero inexorables, disponen los rollos de las
vendas empapadas ya en los perfumes.
María da dos pasos -ha dejado a su Hijo sobre la piedra con la delicadeza de quien pone en la cuna a un recién nacido-, da dos
pasos, se inclina al pie del lecho fúnebre, donde, de rodillas, llora la Magdalena; y la aferra por un hombro, la zarandea, la llama:
-María. Responde. Éstos piensan que Jesús no podrá resucitar porque es un hombre y ha muerto a causa de heridas.
Pero ¿tu hermano no es mayor que El?
-Sí.
-¿No estaba llagado por entero?
-Sí.
-¿No se corrompía ya antes de descender al sepulcro?
-Sí.
-¿Y no resucitó después de cuatro días de asfixia y putrefacción?
-Sí.
-¿Entonces?
Silencio grave y largo. Luego un grito inhumano. María vacila mientras se lleva una mano al corazón. La sujetan. Pero Ella los
rechaza. Parece rechazar a estos compasivos; en realidad rechaza lo que sólo Ella ve. Y grita:
-¡Atrás! ¡Atrás, cruel! ¡No esta venganza! ¡Calla! ¡No quiero oírte! ¡Calla! ¡Ah, me muerde el corazón!
-¿Quién, Madre?
-¡Oh, Juan! ¡Es Satanás! Satanás, que dice: "No resucitará. Ningún profeta lo ha dicho". ¡Oh, Dios Altísimo! ¡Ayudadme todos,
espíritus buenos, y vosotros, hombres compasivos! ¡Mi razón vacila! No recuerdo nada. ¿Qué dicen los profetas? ¿Qué dice el
salmo? ¡Oh, ¿quién me repite los pasos que hablan de Jesús?!
Es la Magdalena la que con su voz de órgano dice el salmo davídico sobre la Pasión del Mesías.
La Madre llora más fuerte, sujetada por Juan, y el llanto cae sobre el Hijo muerto, que resulta todo mojado de lágrimas.
María ve esto, y lo seca, y dice en voz baja:

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-¡Tanto llanto! Y, cuando tenías tanta sed, ni siquiera una lágrima te he podido dar. Y ahora... ¡te mojo entero! Pareces un arbusto
bajo un pesado rocío. Aquí, que tu Madre te seca. ¡Hijo! ¡Tanta amargura has experimentado! ¡No caiga ahora el amargor y la sal
del llanto materno en tu labio herido!...
-Luego llama fuerte:
-María. David no habla... ¿Sabes Isaías? Di sus palabras...
La Magdalena dice el fragmento sobre la Pasión y termina con un sollozo: -...Entregó su vida a la muerte y fue contado entre los
malhechores; Él, que quitó los pecados del mundo y oró por los pecadores.
-¡Calla! ¡Muerte no! ¡No entregado a la muerte! ¡No! ¡No! ¡Oh, vuestra falta de fe, aliándose con la tentación de Satanás, me pone
la duda en el corazón! ¿Y yo no voy a creerte, Hijo? ¿No voy a creer en tu santa palabra? ¡Díselo a mi alma!
Habla. Desde las lejanas regiones a donde has ido a liberar a los que esperaban tu llegada, lanza tu voz de alma a mi alma hacia ti
abierta; a mi alma, que está aquí, abierta toda a recibir tu voz. ¡Dile a tu Madre que vuelves! Di: “Al tercer día resucitaré". ¡Te lo
suplico, Hijo y Dios! Ayúdame a proteger mi fe. Satanás la aprisiona entre sus roscas para estrangularla. Satanás ha separado su
boca de serpiente de la carne del hombre porque Tú le has arrebatado esta presa, pero ahora ha hincado el garfio de sus dientes
venenosos en la carne de mi corazón y me paraliza sus latidos y me quita su fuerza y su calor. ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¡No permitas
que desconfíe! ¡No dejes que la duda me hiele! ¡No des a Satanás la libertad de llevarme a la desesperación! ¡Hijo! ¡Hijo! Ponme la
mano en el corazón: alejará a Satanás. Ponme la mano sobre la cabeza: le devolverá la luz. Santifica con una caricia mis labios y se
fortalezcan para decir: "Creo" incluso contra todo un mundo que no cree. ¡Oh, qué dolor es no creer! ¡Padre! Mucho hay que
perdonar a quien no cree. Porque cuando ya no se cree... cuando ya no se cree... todo horror se hace fácil. Yo te lo digo... yo que
experimento esta tortura. ¡Padre, piedad de los que no tienen fe! ¡Dales, Padre santo, dales, por esta Hostia consumada y por mí,
hostia que aún se consume, da tu Fe a los que carecen de fe!
Un rato largo de silencio.
Nicodemo y José hacen un gesto a Juan y a la Magdalena.
-Ven, Madre.
Es la Magdalena la que habla tratando de separar a María de su Hijo y de desligar los dedos de Jesús entrelazados con los de María,
que los besa llorando.
La Madre se yergue. Su aspecto es solemne. Extiende por última vez los pobres dedos exangües, coloca la mano inerte junto al
Cuerpo. Luego baja los brazos y bien erguida, con la cabeza levemente hacia arriba, ora y ofrece. No se oye una sola palabra, pero
se comprende que ora, por todo el aspecto. Es verdaderamente la Sacerdotisa ante el altar, la Sacerdotisa en el instante de la ofrenda.
«Offerimus praeclarae majestati tuae de tuis donis, ac datis, hostiam puram, hostiam sanctam, hostiam immaculatam...
(Ofrecemos a tu superna majestad las cosas que tú mismo nos has dad-esto es, el sacrificio puro, santo
e inmaculado... (del Misal Romano).
Luego se vuelve:
-De acuerdo, hacedlo. Pero resucitará. En vano desconfiáis de mi razón, en vano estáis ciegos a la verdad que Él os dijo.
En vano trata Satanás de tender asechanzas a mi fe. Para redimir al mundo falta también la tortura infligida a mi corazón por Satanás
derrotado. La sufro y la ofrezco por los que han de venir. ¡Adiós, Hijo!, ¡Adiós, Criatura mía! ¡Adiós, Niño mío! ¡Adiós...
Adiós... Santo… Bueno... Amadísimo y digno de amor... Hermosura... Gozo... Fuente de salvación... Adiós... En tus ojos... en tus
labios... en tu pelo de oro... en tus helados miembros... en tu corazón traspasado... ¡oh, en tu corazón traspasado!... mi beso... mi
beso... mi beso... Adiós. Adiós... ¡Señor! ¡Piedad de mí!
Los dos preparadores han terminado de disponer las vendas.
Vienen a la mesa y despojan a Jesús incluso de su velo. Pasan una esponja -me parece; o un ovillo de lino- por los miembros (es una
muy apresurada preparación de los miembros, que gotean por mil partes).
Luego untan de ungüentos todo el Cuerpo, que queda literalmente tapado bajo una costra de pomada. Lo primero, lo han alzado.
Han limpiado la mesa de piedra. En ésta han puesto la sábana, que cae por más de su mitad por la cabecera del lecho. Han colocado
el Cuerpo apoyado sobre el pecho y han untado todo el dorso, los muslos, las piernas, toda la parte posterior. Luego le han dado la
vuelta delicadamente, poniendo atención en que no se desprendiera la pomada de perfumes. Le han ungido también por la parte
anterior: primero el tronco; luego los miembros (primero los pies; lo último, las manos, que han unido encima del bajo vientre).
La mixtura de ungüentos debe ser pegajosa, como goma, porque veo que las manos han quedado estables, mientras que antes
siempre resbalaban por su peso de miembros muertos. Los pies, no: conservan su posición: uno más derecho, el otro más echado.
Por último, la cabeza: la habían untado esmeradamente (de forma que sus rasgos desaparecen bajo el estrato de ungüento), después,
para mantener cerrada la boca, la han atado con la venda que faja el mentón.
María ahora gime más fuerte.
Alzan la sábana por el lado que recaía y la pliegan sobre Jesús, que desaparece bajo su grueso lienzo. Jesús no es ahora sino una
forma cubierta por un lienzo.

51
José comprueba que todo está bien y todavía coloca sobre el rostro un sudario de lino; y otros paños, semejantes a cortas y anchas
tiras rectangulares, de derecha a izquierda, sobre el Cuerpo, que sujetan la sábana bien adherida: no es el típico vendaje que se ve en
las momias, tampoco el que se ve en la resurrección de Lázaro: es un vendaje en embrión.
Jesús ha quedado anulado. Hasta la forma se difumina bajo los paños. Parece un alargado montón de tela, más estrecho en los
extremos y más ancho en el centro, apoyado sobre el gris de la piedra.
María llora más fuerte.
-Dice Jesús (a María Valtorta):
-Y la tortura continuó con asaltos periódicos hasta el alba del domingo. Yo tuve, en la Pasión, una sola tentación. Pero la Madre, la
Mujer, expió por la mujer, culpable de todos los males, repetidas veces. Y Satanás agredió a la Vencedora con centuplicada saña.
María lo había vencido, y Ella recibió la más atroz de las tentaciones. Tentación a la carne de la Madre. Tentación al corazón de la
Madre. Tentación al espíritu de la Madre. El mundo cree que la Redención tuvo fin con mi último respiro. No. La coronó la Madre,
añadiendo su triple tortura para redimir la triple concupiscencia, luchando durante tres días contra Satanás, que quería llevarla a
negar mi Palabra y a no creer en mi Resurrección. María fue la única que siguió creyendo. Grande y bienaventurada es
también por esta fe.
Has conocido también esto. Tormento que es eco del tormento de mi Getsemaní. El mundo no comprenderá esta página. Pero "los
que están en el mundo sin ser del mundo" la comprenderán, y verán aumentado su amor hacia la Madre Dolorosa. Por esto la he
dado.
Ve en paz con nuestra bendición.

611 Cierran el Sepulcro. El regreso al Cenáculo.


José de Arimatea apaga una de las antorchas, da una última ojeada y se dirige a la apertura del sepulcro manteniendo encendida y
levantada la otra antorcha.
María se inclina una vez más para besar a su Hijo a través de los elementos que lo cubren. Y quisiera hacerlo dominando su dolor,
conteniendo éste como forma de respeto al Cadáver, que, estando embalsamado, no le pertenece. Pero, cuando está cerca del rostro
velado, ya no se domina; se sume en una nueva crisis de desolación.
No sin dificultad, la alzan. La alejan, con mayor dificultad aún, del lecho fúnebre. Arreglan las telas desordenadas y, más en vilo
que sujetándola, se llevan a la pobre Madre, que se aleja con la cara hacia atrás, para ver, para ver a su Jesús, ya solo en la oscuridad
de sepulcro.
Salen al huerto silencioso bajo la luz vespertina. Ya la claridad que renació después de la tragedia del Gólgota vuelve a oscurecerse
por la noche que desciende. Y allí, bajo los tupidos ramajes -tupidos aunque carezcan todavía de hojas y estén apenas adornados por
las bocas blanco-rosas de los manzanos que empiezan a echar flores (extrañamente retrasados en este pomar de José, mientras que
en otros lugares están ya enteramente cubiertos de flores abiertas e incluso fecundadas, constituyendo ya minúsculos frutos)-, bajo
esos tupidos ramajes, la penumbra es aún más densa que en otros lugares.
Corren hasta su surco la pesada piedra del sepulcro. Largas ramas de un enmarañado rosal, que penden de lo alto de la gruta,
parecen llamar a esa puerta de piedra y decir: "¿Por qué te cierras ante una madre que llora?". Y parecen verter también ellas
lágrimas de sangre con sus pétalos rojos deshojados, con las corolas distribuidas sobre la superficie de la piedra oscura, con los
botones cerrados que golpean contra el inexorable cierre.
Pero pronto otra sangre humedecerá esa puerta sepulcral, y otro llanto. María, hasta ahora sujeta por Juan y sollozando, aunque
bastante sosegada, se libera ahora del apóstol y, emitiendo un grito que creo que ha hecho temblar hasta las entrañas de las plantas,
se arroja contra la puerta, se agarra al saliente de ésta para descorrerla, se excoria los dedos y se rompe las uñas, sin conseguir
moverla, y hasta hace palanca apretando la cabeza contra este saliente áspero. Su gemido tiene notas del rugido de una leona que se
abra las venas contra el cierre de una trampa donde estén encerrados sus cachorros, compasiva y furiosa por amor de madre.
Nada tiene ahora de la mansa virgen de Nazaret, de la paciente mujer que hasta ahora hemos conocido. Es: la madre; sólo y
simplemente: la madre aferrada a su criatura con todos los nervios de la carne y todas las entrañas del amor. Es la más verdadera
"dueña" de esa carne que Ella generó, la única dueña después de Dios, y no quiere que le roben esta propiedad. Es la
"reina" que defiende su corona: el hijo, el hijo, el hijo.
Toda la rebelión y las rebeliones que en treinta y tres años en cualquier otra mujer habría habido contra la injusticia del mundo hacia
un hijo, toda la santa y lícita ira que cualquier otra madre habría manifestado durante aquellas últimas horas, para herir y matar con
las manos y los dientes a los asesinos de su hijo; todas estas cosas que Ella, por amor al género humano, ha dominado siempre,
ahora se agitan en su corazón, hierven en su sangre, pero, mansa incluso en medio de ese dolor suyo que la hace delirar, ni impreca
ni acomete. Solamente pide a la piedra que se abra, que la deje pasar porque su sitio está ahí dentro, donde está Él; sólo pide a los
hombres, despiadadamente piadosos, que la obedezcan y abran.
Después de haber golpeado y manchado de sangre con los labios y las manos la piedra tenaz, se vuelve, se apoya con los brazos
abiertos, aferrando todavía los dos bordes de la piedra, y, terrible en su majestuosidad de Madre dolorosa, ordena:

52
-¡Abrid! ¿No queréis? Pues yo me quedo aquí. ¿No dentro? Pues afuera. Aquí están mi pan y mi lecho, aquí está mi morada. No
tengo ni otras casas ni otro objetivo. Vosotros marchaos si queréis. Volved al asqueroso mundo. Yo me quedo aquí, donde no hay
ambiciones ni olor de sangre.
-¡No puedes, Mujer!
-¡No puedes, Madre!
-¡No puedes, María amada!
Y tratan de separarle las manos de la piedra, asustados por esos ojos que ellos no conocían con ese destello que los hace duros e
imperiosos, vítreos, fosforescentes.
La sobrepujanza mal conviene a los mansos, y los humildes saben persistir en la soberbia... Y enseguida cede en María el querer
vehemente y el mandar imperioso. Vuelve a Ella su mirada mansa de paloma torturada, pierde el gesto impositivo y se inclina otra
vez suplicante, y une las manos rogando:
-¡Oh, dejadme! ¡Por vuestros difuntos, por los vivos a los que amáis, piedad de una pobre madre!... Oíd... oíd mi corazón. Necesita
paz para que cese en él este latido cruel; así se ha puesto a latir arriba, en el Calvario. El martillo hacía "ton", "ton", "ton".., y cada
uno de esos golpes hería a mi Niño... y golpeaba mi cerebro y mi corazón... y tengo llena de esos golpes la cabeza, y mi corazón late
rápido al ritmo de ese "ton", "ton”, "ton" descargado sobre las manos, sobre los pies de mi Jesús, de mi pequeño Jesús... ¡Mi Niño!
¡Mi Niño!...
Le vuelve todo el tormento que parecía calmado después de su oración al Padre junto a la mesa de la unción. Todos lloran.
-Necesito no oír gritos ni golpes. El mundo está lleno de voces y ruidos. Cada voz me parece ese "gran grito" que me ha petrificado
la sangre en las venas; cada ruido, el del martillo en los clavos. Necesito no ver rostros de hombre. El mundo está lleno de rostros...
Hace casi doce horas que veo rostros de asesinos... Judas... los verdugos… los sacerdotes... los judíos... ¡Todos, todos asesinos!...
¡Fuera! ¡Fuera!... No quiero ver a nadie... En cada hombre hay un lobo y una serpiente. Siento escalofrío ante el hombre, siento
miedo del hombre… Dejadme aquí, bajo estos árboles serenos, en esta hierba poblada de flores... Dentro de poco saldrán las
estrellas... que siempre fueron sus amigas y mis amigas... Ayer las estrellas han hecho compañía a nuestra solitaria agonía... Ellas
saben muchas cosas... Ellas vienen de Dios... ¡Oh! ¡Dios! ¡Dios!... Llora y se arrodilla.
-¡Paz, mi Dios! ¡No me quedas sino Tú!
-Ven, hija. Dios te dará paz. Pero ven. Mañana es el sábado pascual. No podríamos venir a traerte comida...
-¡Nada! ¡Nada! ¡No quiero comida! ¡Quiero a mi Hijo! Sacio hambre con mi dolor; mi sed, con mi llanto... Aquí... ¿Oís cómo llora
ese autillo? Llora conmigo, y dentro de poco llorarán los ruiseñores. Y mañana, con la luz del sol, llorarán las calandrias y los
currucos y los pájaros que Él amaba, y las tórtolas vendrán conmigo a golpear a esta puerta y a decir, a decir:
"¡Álzate, amor mío y ven! Amor que estás en la hendidura de la roca, en el refugio de la escarpada, déjame ver tu rostro, déjame
escuchar tu voz". ¡Aaaah! ¿Qué digo? ¡Ellos, ellos también, los torvos asesinos, se han dirigido a Él con las palabras del Cantar!
(Cantar de los cantares 2, 13-14; 3, 11) Sí, venid, oh hijas de Jerusalén, a ver a vuestro Rey con la diadema, como lo
coronó su
Patria en el día de su desposorio con la Muerte, en el día de su triunfo como Redentor.
-¡Mira, María! Están viniendo guardias del Templo. Aléjate de aquí. No te vayan a injuriar.
-¿Guardias? ¿Injurias? No. Son viles. Viles son. Y si yo saliera a su encuentro, terrible en mi dolor, huirían como Satanás frente a
Dios. Pero yo recuerdo que soy María... y no arremeteré contra ellos, como tendría derecho a hacer. Estaré pacífica... ni siquiera me
verán. Y, si me ven y me preguntan: "¿Qué quieres?", les diré: "La limosna de respirar el aire balsámico que sale por esta fisura".
Diré: “En nombre de vuestra madre". Todos tienen una madre... hasta el ladrón compasivo lo ha dicho...
-Pero éstos son peor que los bandoleros. Te insultarán.
-¿Acaso hay un insulto que, después de los de hoy, yo no conozca?
Es la Magdalena la que encuentra la razón capaz de conseguir la obediencia de la Dolorosa.
-Tú eres buena, eres santa, y crees y eres fuerte. Pero nosotros ¿qué somos?... ¡Ya lo ves! La mayor parte han huido; los que han
quedado estamos aterrados. La duda, ya presente en nosotros, nos haría ceder. Tú eres la Madre. No tienes sólo el deber y el derecho
respecto a tu Hijo, sino el deber y el derecho respecto a lo que es del Hijo. Debes volver con nosotros, estar entre nosotros, para
recogernos, para confirmarnos, para infundirnos tu fe. Tú has dicho, después de tu justo reproche de nuestra pusilanimidad e
incredulidad: "Más fácil le será resucitar si está libre de estas vendas". Yo te lo digo: "Si nosotros logramos reunirnos en la fe en su
Resurrección, resucitará antes. Lo llamaremos con nuestro amor...". ¡Madre, Madre de mi Salvador, vuelve con nosotros, tú, amor
de Dios, para darnos este amor tuyo! ¿Acaso quieres que se pierda de nuevo la pobre María de Magdala, a la que Él ha salvado con
tanta piedad?
-No. Me pesaría. Tienes razón. Debo volver... buscar a los apóstoles... a los discípulos... a los parientes... a todos...
Decir... decir: creed. Decir: os perdona... ¿A quién se lo dije esto?... ¡Ah! A Judas Iscariote... Habrá que... sí, habrá que buscarlo
también a él... porque es el mayor pecador…

53
María está ahora con la cabeza reclinada sobre su propio pecho y tiembla como por repulsa; luego dice -Juan: lo buscarás. Y me lo
traerás. Debes hacerlo. Y yo debo hacerlo. Padre: hágase esto también por la redención de la Humanidad. Vamos.
Se levanta. Salen del huerto semioscuro. Los guardias los ven salir y no dicen nada.
El camino, polvoriento y revuelto por la riada de gente que lo ha recorrido y batido con pies, piedras y palos, dibuja una curva en
torno al Calvario para llegar al camino de primer orden que va paralelo a las murallas. Y aquí las huellas de lo que ha sucedido son
aún más intensas. Dos veces María emite un grito y se inclina para examinar bajo la incierta luz el suelo, porque le parece ver sangre
y piensa que es de su Jesús. Pero son sólo jirones de tela desgarrada (yo creo que con el jaleo de la fuga). El pequeño torrente que
corre a lo largo de este camino susurra un rumor leve en medio del gran silencio que lo envuelve todo. La ciudad, no viniendo de
ella sino un profundo silencio, parece abandonada.
Ahí está el puentecillo que conduce a la empinada vereda del Calvario. Y, frente al puente, la puerta Judicial. Antes de desaparecer
tras ella, María se vuelve para mirar la cima del Calvario... y llora desconsoladamente. Luego dice:
-Vamos. Pero guiadme vosotros. No quiero ver ni Jerusalén, ni sus calles ni sus habitantes.
-Sí, sí, pero démonos prisa. Están para cerrar las puertas y, ¿lo ves?, han reforzado la guardia en ellas. Roma teme alborotos.
-Con razón. ¡Jerusalén es una guarida de tigres! ¡Es una tribu de asesinos! Una turba de depredadores; y no sólo dirigen estos
usurpadores sus colmillos rapaces hacia las riquezas, sino también contra las vidas. Hace ya treinta y dos años que acechan contra la
vida de mi Niño... Era un corderito de leche, un corderito rosa de oro ensortijado... Apenas sabía decir "Mamá", y dar los primeros
pasitos, y reír con sus pocos dientecitos entre los labios de pálido coral, y ya vinieron para degollarlo... Ahora dicen que había
blasfemado y violado el sábado y que había movido a la sublevación y aspirado al trono y pecado con las mujeres...
Pero, en aquellos tiempos, ¿qué había hecho?, ¿qué blasfemia podía haber dicho, si apenas sabía llamar a su Mamá?, ¿qué podía
violar de la Ley, si Él, el eterno Inocente, era entonces también el inocente pequeñuelo del hombre?, ¿qué sublevación podía
promover, si ni siquiera sabía tener un capricho? ¿A que trono podía aspirar? Tenía ya su trono en la Tierra y en el Cielo, y no pedía
otros tronos: en el Cielo, el seno del Padre; en la Tierra, el mío. Jamás tuvo ojos para la carne, y vosotras, jóvenes y hermosas,
podéis decirlo. Pero en aquel tiempo, en aquel tiempo... su "sensualidad” estaba limitada a la necesidad de calor y nutrición, y sus
amores eran sólo con mi tibio pecho, buscando poner encima la carita y dormir así; y con el romo pezón del que mi amor fluía
convertido en leche... ¡oh, Criatura mía!... ¡Y querían verte muerto! ¡Esto querían: quitarte la vida! Tu único tesoro.
La Madre al Hijo; el Hijo a la Madre, para convertirnos en los más míseros y desolados del Universo. ¿Por qué quitarle al Vivo la
vida? ¿Por qué arrogaros el derecho de quitar esto que es la vida: bien de la flor y del animal, bien del hombre? Nada os pedía mi
Jesús. Ni dinero, ni joyas, ni casas. Una casa tenía, pequeña y santa, y la había dejado por amor a vosotros hombres - hiena.
Había renunciado por vosotros a aquello que hasta una cría de animal posee, y fue pobre y solo por el mundo, sin tener siquiera el
lecho que le había hecho el Justo, sin el pan tan siquiera que le hacía su Madre; y durmió donde pudo y comió donde pudo: sobre la
yacija herbosa de los prados, velado por las estrellas; o en las casas de los buenos, como cualquier hijo de hombre.
Sentado a una mesa, o compartiendo con los pájaros de Dios los granos de trigo y el fruto de la zarza silvestre. Y no os pedía nada.
Al contrario: os daba. Quería sólo la vida para daros con su palabra la Vida. Y vosotros, y Jerusalén, lo habéis despojado de la vida.
¿Te has saciado con su Sangre? ¿Te has llenado con su Carne? ¿O todavía no te llena, y quieres -tras vampiro y buitre,
hiena- comer su Cadáver, y, no satisfecha aún de los oprobios y tormentos, quieres ensañarte y gozar arañando sus despojos y
viendo otra vez sus lacerantes dolores, sus temblores, sus lágrimas, sus convulsiones, en mí: en la Madre del Asesinado? ¿Hemos
llegado? ¿Por qué os paráis? ¿Qué quiere de José ese hombre? ¿Qué dice?
En efecto, uno de los escasos transeúntes ha parado a José y, en el silencio absoluto de la ciudad desierta, se oyen muy bien sus
palabras:
-Es sabido que has entrado en la casa de Pilato. Profanador de la Ley. Rendirás cuentas de ello. ¡Tienes censura en orden a la
Pascua! Estás contaminado.
-Tú también, Elquías. ¡Me has tocado y estoy cubierto de la sangre de Cristo y de su sudor mortal!
-¡Ah! ¡Horror! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera esa sangre!
-No tengas miedo. Ya te ha abandonado; y maldecido.
-Tú también estás maldecido. Y no te vayas a pensar que ahora que te entiendes con Pilato vas a poder llevarte el Cadáver. Hemos
tomado medidas para que se termine el juego.
Nicodemo se ha acercado lentamente mientras las mujeres se han detenido con Juan y se han pegado a un profundo portón cerrado.
-Ya lo hemos visto - continúa José - ¡Cobardes! ¡Tenéis miedo hasta de un muerto! Pero de mi huerto y de mi sepulcro hago lo que
yo creo conveniente.
-Eso lo veremos.
-Lo veremos. Recurriré a Pilato.
-Sí. Fornica ahora con Roma.
Nicodemo toma la palabra:

54
-Mejor con Roma que con el Demonio, como vosotros, ¡deicidas! Y, oye, ¿me podrías decir cómo es que te has recobrado? Porque
hace un momento huías aterrorizado. ¿Se te esta pasando? ¿No te es suficiente lo que te sucedió? ¿No se te quemó una casa?
¡Échate a temblar! No ha terminado el castigo. Es más: está llegando. Se cierne sobre tu cabeza como la Némesis de los paganos Ni
guardias ni precintos impedirán al Vengador alzarse y descargar su mano.
-¡Maldito!
Elquías huye y va a toparse con las mujeres. Comprende y lanza un atroz insulto a María.
Juan no dice ni una palabra. Pero, con un salto de pantera, lo aferra fuertemente y lo tira al suelo y, sujetándolo con las rodillas y
apretándole el cuello con las manos, le dice:
-¡Pídele perdón o te estrangulo, demonio!
Y no lo deja hasta que el otro, apretado y medio estrangulado por las manos de Juan, no masculla: «Perdón».
Pero su grito ha atraído a la patrulla.
-¿Quién va? ¿Qué pasa? ¿Más alborotos? Quietos todos o cargamos sobre vosotros. ¿Quiénes sois?
-José de Arimatea y Nicodemo, autorizados por el Procónsul para sepultar al Nazareno al que han dado muerte.
Regresamos del sepulcro con la Madre, el hijo y las familiares y amigas. Éste ha ofendido a la Madre y ha sido obligado a pedir
perdón.
-¿Sólo eso? Debíais haberlo estrangulado. Marchaos. Soldados arrestad a éste. ¿Qué más quieren esos vampiros?
¿También el corazón de las madres? ¡Adiós, judíos!
-¡Qué horror! Pero ya no son hombres... Juan, sé bueno con ellos. Ten presente el recuerdo de mi Jesús y de tu Jesús. Él predicaba
perdón.
-Madre, tienes razón. Pero son unos malhechores y me sacan de mis cabales. Son sacrílegos. Te ofenden a ti. Y esto no puedo
permitirlo.
-Son unos malhechores, sí. Y saben que lo son. Mira qué pocos por las calles; y esos pocos, cómo se escabullen furtivos.
Después del delito, los malhechores tienen miedo. Verlos huir así, entrar en las casas, encerrarse en ellas por miedo, me suscita
horror. Los siento a todos culpables del Deicidio. Mira, María ese viejo. Ya se asoma a la tumba y, no obstante -ahora que la luz de
aquella puerta lo ilumina me parece haberlo visto pasar acusando a mi Jesús, allí, en la cima del Calvario... Lo llamaba ladrón...
¡¿Ladrón mi Jesús?!... Aquel joven, casi niño todavía, pronunciaba torpes blasfemias invocando que cayera sobre él su sangre...
¡Oh, desdichado!... ¿Y aquel hombre? Siendo tan musculoso y fuerte, ¿se habrá abstenido de golpearlo? ¡Oh, no quiero ver! Mirad:
encima del rostro que tienen se superpone el rostro del alma y... y ya no tienen imagen de hombres, sino de demonios... Tanto valor
tenían contra el Atado, el Crucificado…y ahora huyen, se esconden, se encierran. Tienen miedo. ¿De quién? De un muerto. Para
ellos no es más que un muerto, porque niegan que sea Dios. ¿A qué tienen miedo entonces? ¿A qué cierran sus puertas? Al
remordimiento. Al castigo. No sirve. El remordimiento está en vosotros. Y os seguirá eternamente. Y el castigo no es humano; no
valen ni cierres ni palos, ni puertas ni barras contra él. El castigo baja del Cielo, de Dios, vengador de su Inmolado, y atraviesa
paredes y puertas, y con su llama celeste os marca para el castigo sobrenatural que os espera. El mundo irá a Cristo, al Hijo de Dios
y mío. Irá a aquel que vosotros habéis traspasado, pero vosotros seréis signados para siempre, los Caínes de un Dios, marcados
como oprobio de la raza humana. Yo, que he nacido de vosotros, yo que soy Madre de todos, tengo que decir que para mí, vuestra
hija, habéis sido peores que padrastros, y que, en el inmenso número de mis hijos, vosotros sois los que más esfuerzo me imponéis
para acogeros, porque os habéis ensuciado con el delito contra mi Criatura. Y no os arrepentís diciendo: "Eras el Mesías. Te
reconocemos y te adoramos". Ahí hay otra patrulla romana. El Amor ya no está en la Tierra, la Paz ya no está entre los hombres. El
Odio y la Guerra bullen como esas antorchas humeantes. Los dominadores tienen miedo a la muchedumbre desmandada. Saben por
experiencia que cuando la fiera que se llama hombre ha sentido el sabor de la sangre se vuelve ávida de masacre... Pero no temáis a
éstos, que no son ni leones ni panteras reales, sino cobardísimas hienas que se lanzan contra el cordero inerme pero temen al león
armado de lanzas y autoridad. No tengáis miedo a estos chacales reptantes. Vuestro paso de hierro los hace huir y el brillo de
vuestras lanzas los hace más mansos que conejos. ¡Esas lanzas!
¡Una ha abierto el corazón del Hijo mío! ¿Cuál de ellas? Verlas es para mí una flecha en mi corazón... Y, no obstante, quisiera
tenerlas todas entre mis manos temblorosas para ver cuál es la que todavía conserva huellas de sangre y decir: "¡Es ésta!
¡Dámela, soldado! Dásela a una madre en memoria de tu madre lejana, y yo oraré por ella y por ti". Y ningún soldado me la negaría.
Porque los hombres de guerra han sido los mejores ante la agonía del Hijo y de la Madre. ¡Oh, ¿por qué no he pensado arriba esto?!
Me sentía como una persona a la que le hubieran golpeado la cabeza. Yo la tenía atontada por esos golpes... ¡Oh, esos golpes!
¿Quién hará que deje de sentirlos aquí, en mi pobre cabeza? La lanza ¡Cuánto quisiera tenerla!...
-Podemos buscarla, Madre. El centurión me ha parecido muy bueno con nosotros. Creo que no me la negará. Iré mañana.
-Sí, sí, Juan. Soy Pobre. Tengo poco dinero; pero me desprenderé hasta de la última moneda con tal de tener ese hierro... ¡Oh,
¿cómo es que no lo he pedido en ese momento?!
-María amada, ninguno de nosotros tenía noticia de esa herida Cuando la has visto, ya estaban lejos los soldados.
-Es verdad... Estoy ofuscada por el dolor. ¿Y las vestiduras? ¡Nada suyo tengo! Daría mi sangre por tenerlas...

55
María llora de nuevo desconsoladamente.
Y llega así a la calle del Cenáculo; a tiempo, porque ya está agotada y camina verdaderamente a rastras, como una anciana
decrépita. Y además lo manifiesta.
-Ánimo, que ya hemos llegado.
-¿Ya? ¿Tan corto el camino que esta mañana me ha parecido largo? ¿Esta mañana? ¿Ha sido esta mañana? ¿Sólo?
¿Cuántas horas, o cuántos siglos, han pasado desde que ayer noche entré y desde que salí de aquí esta mañana? ¿Soy
verdaderamente yo: la madre cincuenta años o una anciana secular, una mujer que abarca épocas, rica en siglos que pesan sobre sus
espaldas arqueadas y sobre su cabeza cana? Siento como haber vivido todo el dolor del mundo y éste pese enteramente sobre mis
espaldas, que se encorvan bajo su peso. Cruz incorpórea, ¡pero tan pesada...! De piedra. Una cruz quizás más pesada que la de mi
Jesús, porque llevo la mía y la suya con el recuerdo de su agonía y la realidad de la agonía mía. Vamos a entrar. Porque debemos
entrar. Pero no es ningún consuelo. Es un aumento de dolor. Por esta puerta entró mi Hijo para su última cena. Por ella salió para ir
al encuentro de la muerte. Y tuvo que poner pie donde lo puso el traidor, que salió para llamar a los capturadores del Inocente.
Apoyado en esa puerta he visto a Judas... ¡He visto Judas! Y no lo he maldecido, sino que le he hablado como habla una madre llena
de congoja. Llena de congoja por el Hijo bueno y por el hijo malvado... ¡He visto a Judas!
¡He visto al Demonio en él! Yo que he tenido siempre a Lucifer bajo mi calcañar y, mirando sólo a Dios, nunca he bajado los ojos a
mirar a Satanás- he conocido el rostro de Satanás mirando al Traidor. He hablado con el Demonio... ha huido, porque no soporta mi
voz. ¿Lo habrá dejado ahora, de forma que yo pueda hablar a ese muerto y concebirlo de nuevo -yo, la Madre- con la
Sangre de un Dios para darlo a luz a la Gracia? Juan: júrame que lo buscarás y que no serás cruel con él. No lo soy yo que tendría
derecho a serlo... ¡Oh, dejadme entrar en esa habitación donde mi Jesús tomó su última comida!, ¡donde la voz de mi Niño
pronunció en paz sus últimas palabras!
-Sí. Entraremos. Pero, ahora, ven aquí, a donde estábamos ayer. Descansa. Despídete de José y Nicodemo, que se marchan.
-Sí. Me despido de ellos. ¡Oh, sí, me despido de ellos! Les doy las gracias. ¡Los bendigo!
-Pero, ven, ven; ¡lo harás más cómodamente!
-No. Aquí. José... ¡Oh, no he conocido a nadie con este nombre que no me quisiera!... María de Alfeo se echa bruscamente a llorar.
-No llores... También José... Por amor, erraba tu hijo. Quería darme humanamente paz... ¡Pero hoy!... Ya lo habéis visto... ¡Oh,
todos los Josés son buenos con María!... José, yo te digo "gracias". Y a Nicodemo... Mi corazón se postra a vuestros pies, ante esos
pies vuestros cansados por el mucho camino recorrido por Él... por darle los últimos honores... Yo sólo puedo daros mi corazón; no
tengo otra cosa... Y os lo doy, amigos leales de mi Hijo... y... y perdonad a una Madre traspasada las palabras que os he dicho en el
sepulcro...
-¡Oh! ¡Santa! ¡Perdona tú! - dice Nicodemo.
-Estáte tranquila ahora. Descansa en tu Fe. Mañana vendremos - añade José.
-Sí, vendremos. Estamos a tus órdenes.
-Mañana es sábado - objeta la dueña de la casa.
-El sábado ha muerto. Vendremos. Adiós. El Señor sea con vosotros - y se marchan.
-Ven, María.
-Sí, Madre, ven.
-No. Abrid. Me habéis prometido hacerlo después de las despedidas. ¡Abrid esta puerta! No podéis cerrársela a una madre, a una
madre que busca respirar en el aire el olor del aliento, del cuerpo de su Niño. ¿No sabéis, acaso, que ese aliento y ese cuerpo se los
di yo? Yo, yo que lo llevé nueve meses, que le di a luz, que lo amamanté, lo crié, lo cuidé. ¡Ese aliento es mío!
¡Ese olor de carne es mío! Es el mío, pero más hermoso en mi Jesús. Dejádmelo percibir otra vez.
-Sí, querida. Mañana. Ahora estás cansada. Estás ardiendo de fiebre. No puedes así. Estás mal.
-Sí. Mal. Pero es porque tengo en los ojos la percepción de su Sangre y en el olfato el olor de su Cuerpo llagado. Quiero ver la mesa
en que se apoyó vivo y sano, quiero percibir el perfume de su cuerpo juvenil. ¡Abrid! ¡No me lo sepultéis por tercera vez! Ya me lo
habéis ocultado bajo los perfumes y las vendas; luego me lo habéis encerrado tras la piedra. ¿Ahora por qué, por
qué negarle a una Madre que halle el último rastro de Él en el aliento que ha dejado detrás de esa puerta? Dejadme entrar.
Buscaré en el suelo, en la mesa, en el asiento, las huellas de sus pies, de sus manos. Y las besaré, las besaré hasta consumirme los
labios. Buscaré... buscaré... Quizás encuentre un cabello de su cabeza rubia, un cabello no untado de sangre. ¿Sabéis vosotros qué es
para una madre un cabello de su hijo? Tú, María de Cleofás, tú, Salomé, sois madres. ¿Y no comprendéis? ¡Juan!
¡Juan! Escúchame. Yo soy Madre para ti. El me ha constituido tal. ¡Él! Tú me debes obediencia. ¡Abre! Yo te amo, Juan. Siempre te
he amado porque lo amabas. Te amaré más todavía. Pero abre. ¡Abre digo! ¿No quieres? ¿No quieres? ¡Ah, ¿entonces ya no tengo
hijo?! Jesús no me negaba nunca nada. Porque era hijo. Tú niegas. No eres hijo. No comprendes mi dolor... ¡Oh, Juan!, perdona...
perdona. Abre... No llores... Abre... ¡Oh, Jesús! ¡Jesús!... Escúchame... ¡Obre tu espíritu un milagro! ¡Abre a tu pobre Mamá esta
puerta que nadie quiere abrir! ¡Jesús! ¡Jesús!

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María llama con los puños cerrados a la puertecita, a esa puertecita bien cerrada. Está en un momento de paroxismo de su congoja.
Hasta que palidece y, susurrando:
-¡Oh, mi Jesús! ¡Voy! ¡Voy!», se desploma sin fuerzas sobre los brazos de las mujeres, que lloran y la sujetan para impedir que
caiga a los píes de esa puerta; luego la llevan así, a la habitación que hay enfrente.
JESÚS DE LA DIVINA MISERICORDIA

PALABRAS DE JESÚS A SANTA FAUSTINA KOWALSKA:


“Me queman las llamas de la Misericordia, deseo derramarlas sobre las almas, y las almas no quieren creer en mi bondad.
Oh, qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas (...) Dile a la humanidad doliente que se abrace a mi Corazón
misericordioso y Yo la llenaré de paz”. “La humanidad no encontrará la paz hasta que no se dirija con confianza a mi
Misericordia”.
"De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la Fuente de la
Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las gracias para las almas".
“El alma que confíe en mi Misericordia no perecerá, ya que todos sus asuntos son míos. El alma más feliz es la que confía en
mi Misericordia, pues Yo mismo la cuido”.
"Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión".
"Hija Mía, escribe que cuanto más grande es la miseria de un alma tanto más grande es el derecho que tiene a Mi
misericordia e invita a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de Mi misericordia, porque deseo salvarlas a
todas. En la cruz, la Fuente de Mi Misericordia fue abierta de par en par por la lanza para todas las almas, no he excluido a
ninguna".
"Que los más grandes pecadores pongan su confianza en Mi misericordia. Ellos más que nadie tienen derecho a confiar en el
abismo de Mi misericordia. Hija Mía, escribe sobre Mi misericordia para las almas afligidas. Me deleitan las almas que
recurren a Mi misericordia. A estas almas les concedo gracias por encima de lo que piden. No puedo castigar aún al pecador
más grande si él suplica Mi compasión, sino que lo justifico en Mi insondable e impenetrable misericordia. Escribe: Antes de
venir como juez justo abro de par en par la puerta de Mi misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de Mi
misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia..."
“Yo soy el Amor y la Misericordia. Quien se acerque a Mí con confianza recibe mi gracia con tal sobreabundancia, que no la
puede contener y la irradia sobre los otros”.
“Ningún pecado, aunque sea un abismo de corrupción agotará mi Misericordia".
"Escribe de Mi Misericordia. Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo; allí
tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente. Para obtener este milagro no hay que hacer una
peregrinación lejana ni celebrar algunos ritos exteriores, sino que basta acercarse con fe a los pies de Mi representante y
confesarle con fe su miseria y el milagro de la Misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud. Aunque un alma
fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna
de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en
toda su plenitud. Oh infelices que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea
demasiado tarde".
“Por los pecadores bajé a la tierra y derramé toda mi Sangre”.
"Diles a las almas, hija Mía, que les doy Mi misericordia como defensa, lucho por ellas Yo solo y soporto la justa ira de Mi
Padre".
"Escribe: Soy santo, tres veces santo y siento aversión por el menor pecado. No puedo amar al alma manchada por un
pecado, pero cuando se arrepiente, entonces Mi generosidad para ella no conoce límites. Mi misericordia la abraza y
justifica. Persigo a los pecadores con Mi misericordia en todos sus caminos y Mi Corazón se alegra cuando ellos vuelven a
Mí. Olvido las amarguras que dieron a beber a Mi Corazón y Me alegro de su retorno. Di a los pecadores que ninguno
escapará de Mis manos. Si huyen de Mi Corazón misericordioso, caerán en mis manos justas. Di a los pecadores que siempre
los espero, escucho atentamente el latir de sus corazones para saber cuándo latirán para Mí. Escribe que les hablo a través
de los remordimientos de conciencia, a través de los fracasos y los sufrimientos, a través de las tormentas y los rayos, hablo
con la voz de la Iglesia y si frustran todas Mis gracias, Me molesto con ellos dejándoles a sí mismos y les doy lo que desean".
“Los mayores pecadores podrían convertirse en grandes santos si confiaran en mi Misericordia. Encuentro mis delicias
santificando a las almas. Los mayores pecadores tienen particular derecho a mi Misericordia. Es para Mí una alegría
cuando acuden a mi Misericordia. Les colmo por encima de su esperanza”.
"Escribe, hija Mía, que para un alma arrepentida soy la misericordia misma. La más grande miseria de un alma no
enciende Mi ira, sino que Mi Corazón siente una gran misericordia por ella".
“Di a mis Sacerdotes que los pecadores empedernidos se derretirán a causa de sus palabras, cuando hablen sobre mi
insondable Misericordia y sobre la compasión que mi Corazón tiene para con ellos”.

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“Las almas que acudan al Tribunal de la Misericordia encontrarán los más sorprendentes milagros, pues cuando te
acerques a confesar, debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario, oculto en el Sacerdote”.
“Yo no puedo castigar al que confía en mi Misericordia. Castigo cuando se me obliga. Pero antes de venir como Juez el Día
de la Justicia, Yo abro las puertas de mi Amor y concedo el tiempo de la Misericordia”.
“Escribe esto para las almas afligidas: Cuando el alma ve y reconoce la gravedad de sus pecados, cuando se descubre ante
sus ojos todo el abismo de miseria en que ha caído, no se desespere sino que se arroje con confianza en los brazos de mi
Misericordia, como un niño entre los brazos de su madre amadísima”.
"Mi Corazón está colmado de gran misericordia para las almas y especialmente para los pobres pecadores. Oh, si pudieran
comprender que Yo soy para ellas el mejor Padre, que para ellas de Mi Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una
fuente desbordante de misericordia; para ellas vivo en el tabernáculo; como Rey de Misericordia deseo colmar las almas de
gracias, pero no quieren aceptarlas. Por lo menos tú ven a Mí lo más a menudo posible y toma estas gracias que ellas no
quieren aceptar y con esto consolarás Mi Corazón. Oh, qué grande es la indiferencia de las almas por tanta bondad, por
tantas pruebas de amor. Mi Corazón está recompensado solamente con ingratitud, con olvido por parte de las almas que
viven en el mundo. Tienen tiempo para todo, solamente no tienen tiempo para venir a Mí a tomar las gracias".
"Oh, si los pecadores conocieran Mi misericordia no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras
que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia".
"La pérdida de cada alma me sumerge en una tristeza mortal. Tú siempre me consuelas cuando rezas por los pecadores. Tu
oración que más me agrada es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija Mía, que esta oración es
siempre escuchada".
Jesús: "Hija Mía, ¿crees, quizá, que hayas escrito suficiente sobre Mi misericordia? Lo que has escrito es apenas una gotita
frente a un océano. Yo soy el Amor y la Misericordia Misma; no existe miseria que pueda medirse con Mi misericordia, ni la
miseria la agota, ya que desde el momento en que se da mi misericordia aumenta. El alma que confía en Mi misericordia es
la más feliz porque Yo Mismo tengo cuidado de ella".
"Secretaria Mía, escribe que soy más generoso para los pecadores que para los justos. Por ellos he bajado a la tierra... por
ellos he derramado Mi sangre; que no tengan miedo de acercarse a Mí, son los que más necesitan Mi misericordia".
"He abierto Mi Corazón como una Fuente viva de Misericordia. Que todas las almas tomen vida de ella. Que se acerquen
con gran confianza a este mar de misericordia. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el
bien. Al que haya depositado su confianza en Mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con Mi paz
divina".
"Diles a las almas que no pongan obstáculos en sus propios corazones a Mi misericordia que desea muchísimo obrar en ellos.
Mi misericordia actúa en todos los corazones que le abren su puerta; tanto el pecador como el justo necesitan Mi
misericordia. La conversión y la perseverancia son las gracias de Mi misericordia.
Que las almas que tienden a la perfección adoren especialmente Mi misericordia, porque la abundancia de gracias que les
concedo proviene de Mi misericordia. Deseo que estas almas se distingan por una confianza sin límites en Mi misericordia.
Yo Mismo me ocupo de la santificación de estas almas, les daré todo lo que sea necesario para su santidad. Las gracias de Mi
misericordia se toman con un solo recipiente y éste es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las
almas que confían sin límites son Mi gran consuelo, porque en tales almas vierto todos los tesoros de Mis gracias. Me alegro
de que pidan mucho, porque Mi deseo es dar mucho, muchísimo. Me pongo triste, en cambio, si las almas piden poco,
estrechan sus corazones".
"En el Antiguo Testamento enviaba a los profetas con truenos a Mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con Mi
misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que desea sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso.
Hago uso de los castigos cuando me obligan a ello; Mi mano resiste a tomar la espada de la justicia. Antes del día de la
justicia envío el día de la misericordia".
"Escribe sobre Mi bondad lo que te venga a la cabeza. Contesté: Pero, Señor, ¿si escribo demasiado? Y el Señor me respondió:
Hija Mía, aunque hablaras todas las lenguas de los hombres y de los ángeles a la vez, no dirías demasiado, sino que
glorificarías Mi bondad, Mi misericordia insondable, apenas en una pequeña parte".
"Escribe, hija Mía, que para un alma arrepentida soy la misericordia misma. La más grande miseria de un alma no
enciende Mi ira, sino que Mi Corazón siente una gran misericordia por ella".
"Cuánto deseo la salvación de las almas. Mi queridísima secretaria, escribe que deseo derramar Mi vida divina en las almas
humanas y santificarlas, con tal de que quieran acoger Mi gracia. Los más grandes pecadores llegarían a una gran santidad
si confiaran en Mi misericordia. Mis entrañas están colmadas de misericordia que está derramada sobre todo lo que he
creado. Mi deleite es obrar en el alma humana, llenarla de Mi misericordia y justificarla. Mi reino en la tierra es Mi vida en
las almas de los hombres. Escribe, secretaria Mía, que el director de las almas lo soy Yo mismo directamente, mientras
indirectamente las guío por medio de los sacerdotes y conduzco a cada una a la santidad por el camino que conozco
solamente Yo".
ORACIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA

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“Es mi deseo que tengas un conocimiento más profundo del amor que quema Mi corazón, y tú entenderás esto,
cuando medites en Mi Pasión. Pidan Mi Misericordia a favor de los pecadores, yo deseo su salvación. Cuando digas esta
oración, con un corazón contrito y con fe por el bien de algún pecador, Yo le daré la gracia de la conversión. Esta es la
oración:
“¡Oh Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús como una fuente de Misericordia para nosotros, yo confío en
Ti!”.
PROMESAS A LOS QUE PROPAGUEN ESTA DEVOCIÓN:
“A las almas que propaguen la devoción a mi Misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa
protege a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso”.
“Las almas que adoren mi Misericordia y propaguen la devoción a ella invitando a otras almas a confiar en mi Misericordia,
no experimentarán terror en la hora de la muerte. Mi Misericordia les dará amparo en este último combate”.
CONDICIONES PARA ALCANZAR GRACIAS:
CONFIANZA: “Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá”.
“Si tu confianza es grande, mi generosidad no tendrá límites”.
"Las almas que confían sin límites son Mi gran consuelo, porque en tales almas vierto todos los tesoros de Mis gracias".
"Oh, cuánto me hiere la desconfianza del alma. Esta alma reconoce que soy santo y justo, y no cree que Yo soy la
Misericordia, no confía en Mi bondad. También los demonios admiran Mi justicia, pero no creen en Mi bondad".
"Proclama que la misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de Mis manos están coronadas por la
misericordia".
"Todo lo que dices sobre Mi bondad es verdad y no hay expresiones suficientes para exaltar Mi bondad".
"Cuando un alma exalta Mi bondad, entonces Satanás tiembla y huye al fondo mismo del infierno".
"Escribe: Todo lo que existe está encerrado en las entrañas de Mi misericordia más profundamente que un niño en el seno
de la madre. Cuán dolorosamente Me hiere la desconfianza en Mi bondad. Los pecados de desconfianza son los que Me
hieren más penosamente".
“Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi Misericordia”.
“Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán
fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma
con mi paz divina”.
(Si no tenemos suficiente confianza en Dios, podemos pedirla por medio de una Novena de Confianza al Sagrado Corazón de Jesús.
MISERICORDIA CON EL PRÓJIMO: “Si un alma no practica la misericordia de alguna manera, tampoco la alcanzará en
el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia
anticiparía mi juicio”.
Recordemos que las obras de misericordia son las siguientes:
Espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, consolar al triste, corregir al que yerra, perdonar las
injurias, sufrir pacientemente los defectos ajenos, orar a Dios por vivos y difuntos.
Corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos,
redimir al cautivo, enterrar a los muertos.
"Hija Mía, necesito sacrificios hechos por amor, porque sólo éstos tienen valor para Mí. Es grande la deuda del mundo
contraída Conmigo, la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios, practicando la misericordia espiritualmente".
La Misericordia divina es infinita, pero la podemos limitar con nuestra falta de confianza en Dios o nuestra falta de misericordia con
el prójimo.
¡Qué menos que un acto de misericordia hacia el prójimo cada día! Sea de obra, palabra o con la oración.
CUADRO DE JESÚS MISERICORDIOSO: Jesús dijo a Sor Faustina: “Dibuja un cuadro según me estás
viendo, con la invocación: “Jesús en Vos confío”. Quiero que se venere en el mundo entero”. “Los dos
rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo
rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas... Ambos rayos brotaron de las entrañas más
profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza.
Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra
de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios". (Ponerse al amparo de estos rayos)
“Yo preservaré las ciudades y casas en las cuales se encontrase esta imagen”.

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“Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. Prometo ya aquí en la tierra la victoria sobre los enemigos: sobre
todo a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como a mi Gloria. Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han de
venir a la fuente de la Misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Vos confío”.
Jesús promete la salvación eterna y grandes gracias y progresos en la santidad a los que le den culto por medio de esta imagen. En
tu hogar y en tu cartera ponla en un lugar preferente.
"No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia".
FIESTA DE LA MISERICORDIA:
“Debe celebrarse el Domingo siguiente al de Pascua de Resurrección. Ese día, los Sacerdotes deberán predicar a las almas
mi infinita Misericordia”.
"A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré
los corazones a los cuales hablen".
“En ese día estarán abiertas todas las Fuentes de mi Misericordia. Deseo que esta Festividad sea un refugio para todas las
almas, pero sobre todo para los pecadores”.
"Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero".
“El alma que acuda a la Confesión y que reciba la Sagrada Comunión, obtendrá la remisión total de sus culpas y del
castigo... Que el alma no tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como la grana”.
"Hija Mía, como te preparas en Mi presencia, así te confiesas ante Mí; el sacerdote es para Mí sólo una pantalla. No analices
nunca de qué clase de sacerdote Me estoy valiendo y abre el alma al confesarte como lo harías Conmigo, y Yo llenaré tu
alma con Mi luz"
“Toda Comunión recibida con corazón limpio, tiende a restablecer, en aquel que comulga, la inocencia inherente al
Bautismo, puesto que el Misterio Eucarístico es “fuente de toda gracia”.
"Deseo unirme a las almas humanas. Mi gran deleite es unirme con las almas. Has de saber, hija Mía, que cuando llego a un
corazón humano en la Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo dárselas al alma, pero las
almas ni siquiera Me prestan atención, Me dejan solo y se ocupan de otras cosas. Oh, qué triste es para Mí que las almas no
reconozcan al Amor. Me tratan como una cosa muerta".
Al sumergirme en la oración, fui trasladada en espíritu a la capilla y vi al Señor Jesús expuesto en la custodia; en lugar de la
custodia veía el rostro glorioso del Señor y el Señor me dijo: "Lo que tú ves en realidad, estas almas lo ven a través de la fe. Oh,
qué agradable es para Mí su gran fe. Ves que aparentemente no hay en Mí ninguna traza de vida, no obstante, en realidad
ella existe en toda su plenitud y además encerrada en cada Hostia. Pero para que Yo pueda obrar en un alma, el alma debe
tener fe. Oh, cuánto Me agrada la fe viva".
"Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi
misericordia. Si no adoran Mi misericordia, morirán para siempre. Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas
de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia".

LA HORA DE LA MISERICORDIA:
Jesús llamó “La Hora de la Misericordia” a las 3 de la tarde, por ser la hora de su muerte: “A las 3 de la tarde implora mi
Misericordia especialmente para los pecadores y, aunque sea por un momento, contempla mi Pasión; sobre todo el
abandono en el momento de mi agonía. Esta es la hora de la gran Misericordia para todo el mundo. En esta Hora no negaré
nada al alma que lo pida por los méritos de mi Pasión”.
"Son pocas las almas que contemplan Mi Pasión con verdadero sentimiento; a las almas que meditan devotamente Mi
Pasión, les concedo el mayor número de gracias".
"Te recuerdo, hija Mía, que cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia,
adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya
que en ese momento se abrió de par en par para cada alma. En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y para los
demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia. Hija Mía, en esa
hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos
entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no
puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante. Exijo el culto a Mi
misericordia de cada criatura, pero primero de ti, ya que a ti te he dado a conocer este misterio de modo más profundo".
ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA:
El Señor le dedicó 14 revelaciones: “Por el rezo de este Rosario, me complace dar todo lo que me pidan. Quien lo rece,
alcanzará gran Misericordia en la hora de su muerte. Aunque sea un pecador empedernido, si reza este Rosario, aunque sea
una sola vez, logrará la gracia de mi infinita Misericordia”.

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“Cuando los pecadores recen este Rosario, llenaré sus almas de tranquilidad, y será feliz la hora de su muerte. No les
afectará el temor. Mi Misericordia les amparará en esta última lucha”.
“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al
agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira
divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión
de Mi Hijo"
"Cuando recen este Rosario al lado del moribundo, me pondré entre el Padre y el alma moribunda, no como justo Juez, sino
como Redentor Misericordioso".
"A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte".
"Hija mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado. A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo
que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz".
“Los Sacerdotes ofrezcan este Rosario a los pecadores, como el último socorro”.
"Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla. Las entrañas de mi Misericordia se
enternecen por aquellos que rezan la Coronilla. Anota estas palabras, hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que
toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de
la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua
que brotó para ellos".
Dos casos aparecen en el Diario de Santa María Faustina que envuelven tormentas, #1731 y # 1791, y en ellos ella usa la Coronilla
de la Divina Misericordia como un látigo poderoso:
“Hoy me despertó una gran tormenta, el viento estaba enfurecido y llovía como si hubiera un huracán, a cada rato caían rayos. Me
puse a rogar que la tempestad no causara ningún daño; de repente oí estas palabras: Reza la coronilla que te he enseñado y la
tempestad cesará. En seguida he comenzado a rezar la coronilla y ni siquiera la he terminado cuando el temporal ha cesado y oí
estas palabras: A través de ella obtendrás todo, si lo que pides está de acuerdo con Mi voluntad.” (1731)
“Cuando se acercaba una gran tormenta me puse a rezar la coronilla. De repente oí la voz de un ángel: no puedo acercarme con la
tempestad, porque el resplandor que sale de su boca me rechaza a mí y a la tormenta. Se quejaba el ángel con Dios. De súbito
conocí lo mucho que habría de devastar con esa tempestad, pero conocí también que esa oración era agradable a Dios y lo potente
que es la coronilla.” (1791)
Fue el 22 de mayo, cuando ocurrió el siguiente incidente y la Hermana Faustina lo anotó para mostrar el poder que Jesús
mismo le atribuyó a la coronilla de la Divina Misericordia, que Él le enseñó:
“Hoy el calor es tan intenso que es difícil soportarlo. Todos estamos sedientos por la lluvia, y ella todavía no viene. Por
muchos días el cielo ha estado nublado, pero no llueve. Cuando miro a las plantas, sedientas de agua, sentí mucha compasión y
decidí rezar la coronilla, hasta que el Señor nos mandara lluvia. Antes de la cena, el cielo se cubrió de nubes, y una fuerte lluvia
cayó sobre la tierra. Yo había estado rezando esta plegaria por tres horas sin cesar. Y el Señor me ha dado a conocer que a través de
esta oración se puede obtener todo”. (1128)
Viernes 13 XI 1935.
Por la tarde, estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una túnica clara, el rostro resplandeciente; una
nube debajo de sus pies, de la nube salía rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra. Al ver
esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé
a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi suplica era nada comparada con la ira de
Dios. En aquel momento vi a la Santísima Trinidad. La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y no me atreví a
repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta
de esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de Dios. Oh, que grande es el Señor y Dios nuestro e
inconcebible su santidad. No trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos, tal como es. Me puse a
rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mi.
403 Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. Nunca
antes había rogado con tal potencia interior como entonces. Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre
Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por
nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros.

404 A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra capilla, oí esta voz interior: Cuantas veces entres en la capilla reza en
seguida esta oración que te enseñé ayer. Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta oración es para aplacar
Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y
el Ave Maria y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre
Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como
propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave Maria, dirás las siguientes palabras: Por su
dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo
Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.

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PRÁCTICA DEL ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA:
Se reza con un rosario común.
Cada día reza un Padrenuestro, Avemaría y Credo, y luego con las cuentas del Santo Rosario:
Reza 5 decenas. Comienza cada decena así:
“Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo,
como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero”.
Sigue e implora al Padre Eterno 10 veces, en cada decena: “Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo
entero”.
Al final, repite 3 veces:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Y después, es bueno terminar con una Salve a la Virgen.
NOVENA DE LA MISERICORDIA:
Jesús quiere que la Fiesta de la Misericordia vaya precedida de una novena, que puede hacerse con el Rosario de la Misericordia.
Comienza el Viernes Santo. “En esta novena concederé a las almas toda clase de gracias”. Es una promesa sin restricciones...
Viernes Santo, 26 de marzo de 1937, en Pradnik.
“Jesús me ordena hacer una novena, que anteceda a la Fiesta de la Misericordia y que debo comenzarla hoy, por la conversión del
mundo entero y para dar a conocer la Misericordia de Dios”. “Deseo que mis criaturas tengan confianza en Mí”. (III, 16).
Cracovia, agosto 1937. (III, 57 a 65).
Novena a la Misericordia Divina, que Jesús me ordenó escribir y hacer como preparación de la Fiesta de la Misericordia, para
empezar el Viernes Santo.
“Deseo que durante esos nueve días traigas a las almas al manantial de mi Misericordia para que así encuentren la fortaleza,
el consuelo y todas las gracias que necesiten para hacer frente a las dificultades de la vida, especialmente en la hora de la
muerte.
Cada día traerás a mi Corazón a un grupo diferente de almas y las introducirás en la inmensidad de mi Misericordia, y Yo,
a todas esas almas las conduciré a la casa de mi Padre”.
Yo contesté: Jesús, no sé cómo hacer esta novena, ni a qué almas conducir primero a tu Misericordiosísimo Corazón. Jesús, me
contestó que Él, cada día, me haría saber a qué almas debía introducir en su Corazón. (III, 57).
NOVENA
PRIMER DÍA
“Hoy tráeme a toda la Humanidad, especialmente a todos los pecadores y sumérgelos en la inmensidad de mi Misericordia.
De esta forma me consolarás de la amarga tristeza en que me sume la pérdida de las almas”.
Misericordiosísimo Jesús, cuya inclinación natural es la de tener compasión de nosotros y perdonarnos, no mires nuestros pecados,
sino la confianza que depositamos en tu Bondad infinita. Acógenos en la morada de tu Corazón Misericordiosísimo y no permitas
que salgamos jamás de Él. Te lo pedimos por el amor que te une al Padre y al Espíritu Santo.
Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa hacia toda la Humanidad y en especial hacia los pobres pecadores, encerrándolos en
el Misericordiosísimo Corazón de Jesús y, por los méritos de su dolorosa Pasión, muéstranos tu Misericordia, para que alabemos la
omnipotencia de tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 57-58).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
SEGUNDO DÍA
“Hoy tráeme a las almas de los sacerdotes y religiosos y sumérgelas en mi insondable Misericordia. Fueron ellas las que me
dieron fortaleza para soportar las amarguras de mi Pasión. A través de ellas, como a través de canales, mi Misericordia
fluye hacia la Humanidad”.
Misericordiosísimo Jesús, de quien procede todo bien, multiplica tus gracias sobre las almas consagradas a tu servicio, para que
puedan hacer obras dignas de misericordia; y que todos los que las vean, glorifiquen al Padre de Misericordia que está en el Cielo.
Padre Eterno, mira con misericordia al grupo elegido de tu Viña, las almas de los sacerdotes y religiosos, dótalas con la fortaleza de
tus Bendiciones y por el amor del Corazón de tu Hijo, al cual están unidas, concédeles el poder de tu Luz, para que puedan guiar a
otros por el camino de la Salvación y con una sola voz canten alabanzas a tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III,
58-59).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
TERCER DÍA

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“Hoy tráeme a todas las almas devotas y fieles y sumérgelas en el gran océano de mi Misericordia. Ellas me confortaron a lo
largo del Vía Crucis y fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura”.
Misericordiosísimo Jesús, que desde el tesoro de tu Misericordia, distribuyes tus gracias a raudales entre todos y cada uno de
nosotros. Acógenos en el seno de tu muy compasivo Corazón y no permitas que salgamos nunca de Él. Te imploramos esta gracia
en virtud del más excelso amor; aquel con el que tu Corazón arde por el Padre Celestial.
Padre Eterno, vuelve tus ojos misericordiosos hacia las almas fieles, que guardan el legado de Tu Hijo. Y por los méritos y dolores
de su Pasión, concédeles tu bendición y tenlas siempre bajo tu tutela. Que nunca claudique su amor o pierdan el tesoro de nuestra
santa Fe, sino que, con todo el ejército de Ángeles y Santos, glorifiquen tu infinita Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén.
(III, 59).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
CUARTO DÍA
“Hoy tráeme a los que no creen en Mí y a los que todavía no me conocen. Pensaba en ellos durante las angustias de mi
Pasión, y su futuro fervor sirvió de consuelo a mi Corazón. Sumérgelos en la inmensidad de mi Misericordia”.
Misericordiosísimo Jesús, Tú que eres la Luz del género humano, recibe en la morada de tu Corazón lleno de compasión, a las
almas de aquellos que todavía no creen en Ti, o que no te conocen. Que los rayos de tu Gracia las ilumine para que también, unidas
a nosotros, ensalcen tu maravillosa Misericordia; y no las dejes salir de la morada de tu Corazón desbordante de piedad.
Padre Eterno, vuelve tu piadosa mirada hacia las almas de aquellos que no creen en tu Hijo, y hacia las de aquellos que todavía no te
conocen, pero que están presentes en el muy compasivo Corazón de Jesús. Aproxímalas a la luz del Evangelio. Estas almas
desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad de tu Misericordia, por los siglos
de los siglos. Amén. (III, 60).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
QUINTO DÍA
“Hoy tráeme a las almas de nuestros hermanos separados y sumérgelas en la inmensidad de mi Misericordia. Ellas durante
las angustias de mi Pasión desgarraron mi Cuerpo y mi Corazón, es decir, mi Iglesia. A medida que se reincorporan a ella,
mis heridas cicatrizan, y de esta forma sirven de bálsamo a mi Pasión”.
Misericordiosísimo Jesús, que eres la Bondad misma, no niegues la Luz a aquellos que te buscan. Recibe en el seno de tu Corazón,
desbordante de piedad, a las almas de nuestros hermanos separados. Encamínalas, con la ayuda de tu Luz, hacia la unidad de la
Iglesia, y no las dejes marchar de la morada de tu muy compasivo Corazón, que es todo amor; haz que también ellas lleguen a
glorificar la generosidad de tu Misericordia.
Padre Eterno, vuelve tu mirada misericordiosa hacia las almas de nuestros hermanos separados, especialmente hacia las almas de
aquellos que han malgastado tus bendiciones y abusado de tus gracias, manteniéndose obstinadamente en el error. También ellas
están acogidas en el Corazón misericordioso de Jesús; no mires sus errores sino el Amor de tu Hijo y los dolores que para su
provecho sufrió y aceptó por ellas durante su Pasión y haz que también ellas glorifiquen tu gran Misericordia por los siglos de los
siglos. Amén. (III, 60-61).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
SEXTO DÍA
“Hoy tráeme a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños y sumérgelas en mi Misericordia. Estas
almas son las más parecidas a mi Corazón. Ellas me proporcionaron fortaleza durante mi amarga Agonía, ya que las veía
como ángeles terrenales, velando junto a mis Altares. Derramo sobre ellas un torrente de gracias porque sólo el alma
humilde es capaz de recibir mi Gracia. Es a las almas humildes a las que concedo mi Confianza”.
Misericordiosísimo Jesús, que dijiste: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de Corazón”. Acoge en el seno de tu Corazón
desbordante de piedad, a todas las almas mansas y humildes, y a las de los niños pequeños. Estas almas son la delicia de las regiones
celestiales y las preferidas del Padre Eterno, que muy particularmente se recrea en ellas. Son como un ramillete de florecillas que
despiden su perfume ante el trono de Dios y el mismo Dios se embriaga con su fragancia. Ellas encuentran abrigo perenne en tu
Piadosísimo Corazón, Oh, Jesús, y entonan incesantemente himnos de amor y de gloria.
Padre Eterno, vuelve tu mirada llena de Misericordia hacia las almas mansas, hacia las almas humildes y hacia las almas de los
niños pequeños acurrucadas en el seno del Corazón de Jesús rebosante de piedad. Estas almas son las que se asemejan más a tu
Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra hasta alcanzar tu Trono, Señor y Padre de Misericordia y Bondad suprema. Te suplico,
bendigas a toda la Humanidad, por el amor que te inspiran estas almas y el gozo que te proporcionan, para lograr que todas las
almas entonen a la vez, las alabanzas que se merece tu Misericordia, por los siglos de los siglos. Amén. (III, 61-62).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
SÉPTIMO DÍA
“Hoy tráeme a las almas que espacialmente veneran y glorifican mi Misericordia y sumérgelas en mi Misericordia. Estas
almas compartieron los sufrimientos de mi Pasión y penetraron en mi espíritu más profundamente que ninguna otra. Son

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vivo reflejo de mi compasivo Corazón y brillarán con esplendor especial en la vida futura. Ninguna de ellas sufrirá el
tormento del fuego del infierno, porque las defenderé con particular empeño a la hora de la muerte”.
Misericordiosísimo Jesús, cuyo Corazón es el Amor mismo, acoge en el seno de tu Piadosísimo Corazón a las almas de aquellos que
de una manera especial alaban y honran la grandeza de tu Misericordia. Dótalas con el poder de Dios y en medio de las dificultades
y aflicciones, haz que sigan adelante, confiadas en tu Misericordia; y unidas a Ti, Oh, Jesús, carguen sobre sus hombros el peso de
toda la Humanidad; y por ello no serán juzgadas con severidad, sino que tu Misericordia las protegerá especialmente cuando llegue
la hora de la muerte.
Padre Eterno, vuelve tu mirada hacia las almas que alaban y honran tu supremo atributo, la Misericordia infinita, y que están
protegidas dentro del muy compasivo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están rebosantes de
obras de misericordia, y sus corazones, desbordantes de alegría, entonan cánticos de alabanza a Ti, Altísimo Señor, exaltando tu
Misericordia. Te lo suplico, Señor: Muéstrales tu Misericordia, de acuerdo con la esperanza y confianza que en Ti depositan. Que se
cumpla en ellas la promesa hecha por Jesús: “A las almas que veneren mi infinita Misericordia, las protegeré durante toda su
vida, como a mi propia Gloria, y muy especialmente en la hora de la muerte”.(III, 62-63).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
OCTAVO DÍA
“Hoy tráeme a las almas que están detenidas en el Purgatorio y sumérgelas en las profundidades de mi Misericordia. Que mi
Sangre, cayendo a chorros, apacigüe las llamas en que se abrasan. Todas estas almas me son muy queridas. Ellas cumplen el
castigo que se debe a mi Justicia. En tu poder está socorrerlas. Saca todas las indulgencias del tesoro de mi Iglesia y
ofrécelas por ellas. ¡Oh!, si supieras qué tormentos padecen, ofrecerías continuamente por ellas el óbolo de tus oraciones y
así saldarías las deudas que ellas tienen con mi Justicia”.
Misericordiosísimo Jesús, que exclamaste: ¡misericordia!, introduzco ahora en el seno de tu Corazón, desbordante de Misericordia,
las almas del Purgatorio, almas que tanto aprecias pero que, no obstante, han de pagar su culpa. Que el manantial de Sangre y Agua
que brotó de tu Corazón, apague las llamas purificadoras, para que, también allí, el poder de tu Misericordia sea glorificado.
Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que padecen en el Purgatorio y que Jesús acoge en su Corazón
desbordante de compasión. Te suplico, por la dolorosa Pasión que sufrió tu Hijo, y por toda la amargura que anegó su Sacratísima
Alma, que te muestres misericordioso con las almas que se hallan bajo tu mirada justiciera. No las mires de otro modo, sino sólo a
través de las Llagas de Jesús, tu Hijo bien amado; porque creemos firmemente que tu Bondad y Compasión son infinitas. Amén.
(III, 63-64).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
NOVENO DÍA
“Hoy tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de mi Misericordia. Estas almas, son las que más dolorosamente
hieren mi Corazón. Por su tibieza e indiferencia mi Alma sintió una inmensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. Ellas
fueron las que me hicieron gritar: “Padre, si es posible, aparta de Mí este cáliz”. Para ellas, la última esperanza de salvación
será el recurrir a mi Misericordia”.
Piadosísimo Jesús, a Ti que eres la Piedad misma, hoy te traigo al seno de tu compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza.
Que estas almas heladas, que se parecen a cadáveres y que te llenan de repugnancia, se calienten con el fuego de tu puro Amor. ¡Oh,
Jesús!, todo compasión, ejerce la omnipotencia de tu Misericordia, y atráelas a Ti, que eres llama de Amor puro y comunícales el
fuego de tu divino Amor, porque Tú todo lo puedes.
Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a las almas tibias que, a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de su Corazón todo
Misericordia. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que padeció tu Hijo, y por sus tres largas horas de Agonía en la
Cruz: que ellas también glorifiquen el mar sin fondo de tu Misericordia. Amén. (III, 64-65).
ROSARIO DE LA MISERICORDIA.
ALABANZAS A LA DIVINA MISERICORDIA
El Amor de Dios es la flor; La Misericordia el fruto. Que el alma titubeante lea estas consideraciones sobre la Misericordia Divina y
recobre la confianza:
Misericordia Divina, que brotas del seno del Padre, en Ti confío.
Misericordia Divina, supremo atributo de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, misterio incomprensible, en Ti confío.
Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad, en Ti confío.
Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico, en Ti confío.
Misericordia Divina, de donde brotan Vida y Felicidad, en Ti confío.
Misericordia Divina, más sublime que los Cielos, en Ti confío.
Misericordia Divina, manantial de milagros y maravillas, en Ti confío.
Misericordia Divina, que abarcas todo el universo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que bajaste a la tierra en la Persona del Verbo Encamado, en Ti confío.
Misericordia Divina, que manaste de la herida abierta en el Corazón de Jesús, en Ti confío.

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Misericordia Divina, encerrada en el Corazón por nosotros, y especialmente por los más pecadores, en Ti confío.
Misericordia Divina, insondable en la Institución de la Sagrada Eucaristía, en Ti confío.
Misericordia Divina, que fundaste la Santa Iglesia, en Ti confío.
Misericordia Divina, presente en el Sacramento del Santo Bautismo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos justificas por los méritos de Jesucristo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos acompañas a lo largo de toda la vida, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos abrazas, especialmente a la hora de la muerte, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos otorgas la vida inmortal, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos acompañas en cada momento de nuestra vida, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos proteges del fuego del Infierno, en Ti confío.
Misericordia Divina, por quien se convierten los pecadores empedernidos, en Ti confío.
Misericordia Divina, asombro para los ángeles e incomprensible para los santos, en Ti confío.
Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, que nos rescatas de toda miseria, en Ti confío.
Misericordia Divina, manantial de felicidad y gozo, en Ti confío.
Misericordia Divina, que de la nada nos trajiste a la existencia, en Ti confío.
Misericordia Divina, que abarcas todas las obras de tus manos, en Ti confío.
Misericordia Divina, que presides toda la obra de Dios, en Ti confío.
Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos, en Ti confío.
Misericordia Divina, dulce consuelo de los corazones angustiados, en Ti confío.
Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas, en Ti confío.
Misericordia Divina, remanso de corazones y paz ante el temor, en Ti confío.
Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas, en Ti confío.
Misericordia Divina, que infundes confianza cuando perdemos la esperanza, en Ti confío.
Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu bondadosa mirada y
aumenta Tu misericordia en nosotros para que en los momentos difíciles, no nos desalentemos ni nos desesperemos, sino que, con la
máxima confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es Amor y Misericordia.
Oh incomprensible e infinita Misericordia Divina, ¿quién podrá adorarte como Te mereces. Eres la dulce esperanza del pecador.
Uníos estrellas, mar y tierra en un sólo himno y cantad a coro, con vuestra mejor voz, la misericordia Divina, cuya comprensión no
se nos alcanza. (II, 296-297).

DIÁLOGOS DE DIOS MISERICORDIOSO


LA BONDAD DE DIOS
La Misericordia de Dios oculto en el Santísimo Sacramento; la voz del Señor que nos habla desde el trono de la misericordia: Venid
a Mí todos.
DIÁLOGO DE DIOS MISERICORDIOSO CON EL ALMA PECADORA
– Jesús: No tengas miedo, alma pecadora, de tu Salvador; Yo soy el primero en acercarme a ti, porque sé que por ti
misma no eres capaz de ascender hacia Mí. No huyas, hija, de tu Padre; desea hablar a solas con tu Dios de la Misericordia
que quiere decirte personalmente las palabras de perdón y colmarte de Sus gracias. Oh, cuánto me es querida tu alma. Te he
asentado en Mis brazos. Y te has grabado como una profunda herida en Mi Corazón.
– El alma: Señor, oigo Tu voz que me llama a abandonar el mal camino, pero no tengo ni valor ni fuerza.
– Jesús: Yo soy tu fuerza, Yo te daré fuerza para luchar.
– El alma: Señor, conozco Tu santidad y tengo miedo de Ti.
– Jesús: ¿Por qué tienes miedo, hija Mía, del Dios de la Misericordia? Mi santidad no Me impide ser misericordioso
contigo. Mira, alma, por ti he instituido el trono de la misericordia en la tierra y este trono es el tabernáculo y de este trono
de la misericordia deseo bajar a tu corazón. Mira, no me he rodeado ni de séquito ni de guardias, tienes el acceso a Mí en
cualquier momento, a cualquier hora del día deseo hablar contigo y deseo concederte gracias.
– El alma: Señor, temo que no me perdones un número tan grande de pecados; mi miseria me llena de temor.
– Jesús: Mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido Mi bondad? Por ti
bajé del cielo a la tierra, y por ti dejé clavarme en la cruz, por ti permití que Mi Sagrado Corazón fuera abierto por una
lanza, y abrí la Fuente de la Misericordia para ti. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza.
Jamás rechazaré un corazón arrepentido, tu miseria se ha hundido en el abismo de Mi misericordia. ¿Por qué habrías de
disputar Conmigo sobre tu miseria? Hazme el favor, dame todas tus penas y toda tu miseria y Yo te colmaré de los tesoros
de Mis gracias.
– El alma: Con Tu bondad has vencido, oh Señor, mi corazón de piedra; heme aquí acercándome con confianza y humildad
al tribunal de Tu misericordia, absuélveme Tú Mismo por la mano de Tu representante. Oh Señor, siento que la gracia y la paz han
fluido a mi pobre alma. Siento que Tu misericordia, Señor, ha penetrado mi alma en su totalidad. Me has perdonado más de cuanto

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yo me atrevía esperar o más de cuanto era capaz de imaginar. Tu bondad ha superado todos mis deseos. Y ahora Te invito a mi
corazón, lleno de gratitud por tantas gracias. Había errado por el mal camino como el hijo pródigo, pero Tú no dejaste de ser mi
Padre. Multiplica en mí Tu misericordia, porque ves lo débil que soy.
– Jesús: Hija, no hables más de tu miseria, porque Yo ya no Me acuerdo de ella. Escucha, niña Mía, lo que deseo
decirte: estréchate a Mis heridas y saca de la fuente de la vida todo lo que tu corazón pueda desear. Bebe copiosamente de la
fuente de la vida y no pararás durante el viaje. Mira el resplandor de Mi misericordia y no temas a los enemigos de tu
salvación. Glorifica Mi misericordia.

DIÁLOGO ENTRE DIOS MISERICORDIOSO Y EL ALMA DESESPERADA


– Jesús: Oh alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con tu Dios que es el
Amor y la Misericordia Misma. Pero, desgraciadamente, el alma permanece sorda ante la llamada de Dios y se sumerge en las
tinieblas aún mayores.
– Jesús vuelve a llamar: Alma, escucha la voz de tu Padre misericordioso.
En el alma se despierta la respuesta: Para mí ya no hay misericordia. Y cae en las tinieblas aún más densas, en una especie de
desesperación que le da la anticipada sensación del infierno y la hace completamente incapaz de acercarse a Dios.
Jesús habla al alma por tercera vez, pero el alma está sorda y ciega, empieza a afirmarse en la dureza y la desesperación.
Entonces empiezan en cierto modo a esforzarse las entrañas de la misericordia de Dios y sin ninguna cooperación de parte del alma,
Dios le da su gracia definitiva. Si la desprecia, Dios la deja ya en el estado en que ella quiere permanecer por la eternidad. Esta
gracia sale del Corazón misericordioso de Jesús y alcanza el alma con su luz y el alma empieza a comprender el esfuerzo de Dios,
pero la conversión depende de ella. Ella sabe que esta gracia es la última para ella y si muestra un solo destello de buena voluntad
aunque sea el más pequeño, la misericordia de Dios realizará el resto.
– [Jesús]: Aquí actúa la omnipotencia de Mi misericordia, feliz el alma que aproveche esta gracia.
– Jesús: Con cuánta alegría se llena Mi Corazón cuando vuelves a Mí. Te veo muy débil, por lo tanto te tomo en Mis
propios brazos y te llevo a casa de Mi Padre.
– El alma como si se despertara: ¿Es posible que haya todavía misericordia para mí? pregunta llena de temor.
– Jesús: Precisamente tú, niña Mía, tienes el derecho exclusivo a Mi misericordia. Permite a Mi misericordia actuar en
ti, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introducirán luz, calor y vida.
– El alma: Sin embargo me invade el miedo tan sólo al recordar mis pecados y este terrible temor que me empuja a dudar en
Tu bondad.
– Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi Corazón como tu actual
desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi amor y Mi misericordia no te fías de Mi bondad.
– El alma: Oh Señor, sálvame Tú mismo, porque estoy pereciendo; sé mi Salvador. Oh Señor, no soy capaz de decir otra
cosa, mi pobre corazón está desgarrado, pero Tú, Señor...
Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levanta del suelo, del abismo de la miseria y en un solo instante la
introduce a la morada de su propio Corazón, y todos los pecados desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, destruidos por el ardor del
amor.
– Jesús: He aquí, oh alma, todos los tesoros de Mi Corazón, toma de él todo lo que necesites.
– El alma: Oh Señor, me siento inundada por Tu gracia, siento que una vida nueva ha entrado en mí y, ante todo, siento Tu
amor en mi corazón, eso me basta. Oh Señor, por toda la eternidad glorificaré la omnipotencia de Tu misericordia; animada por Tu
bondad, Te expresaré todo el dolor de mi corazón.
– Jesús: Di todo, niña, sin ningún reparo, porque te escucha el Corazón que te ama, el Corazón de tu mejor amigo.
– El alma: Oh Señor, ahora veo toda mi ingratitud y Tu bondad. Tú me perseguías con Tu gracia y yo frustraba todos tus
esfuerzos; veo que he merecido el fondo mismo del infierno por haber malgastado Tus gracias.
Jesús interrumpe las palabras del alma y [dice]: No te abismes en tu miseria, eres demasiado débil para hablar; mira más
bien Mi Corazón lleno de bondad, absorbe Mis sentimientos y procura la dulzura y la humildad. Sé misericordiosa con los
demás como Yo soy misericordioso contigo y cuando adviertas que tus fuerzas se debilitan, ven a la Fuente de la
Misericordia y fortalece tu alma, y no pararás en el camino.
– El alma: Ya ahora comprendo Tu misericordia que me protege como una nube luminosa y me conduce a casa de mi Padre,
salvándome del terrible infierno que he merecido no una sino mil veces. Oh Señor, la eternidad no me bastará para glorificar
dignamente Tu misericordia insondable, Tu compasión por mí.
DIÁLOGO DE DIOS MISERICORDIOSO CON EL ALMA QUE SUFRE
– Jesús: Oh alma, te veo tan doliente, veo que ni siquiera tienes fuerzas para hablar Conmigo. Por eso te hablaré sólo
Yo, oh alma. Aunque tus sufrimientos fueran grandísimos, no pierdas la serenidad del espíritu ni te desanimes. Pero dime,

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niña Mía, ¿quién se ha atrevido a herir tu corazón? Dímelo todo, dímelo todo, sé sincera al tratar Conmigo, descubre todas
las heridas de tu corazón, Yo las curaré y tu sufrimiento se convertirá en la fuente de tu santificación.
– El alma: Señor, mis sufrimientos son tan grandes y diversos y duran desde hace tanto tiempo que el desaliento ya empieza
a apoderarse de mí.
– Jesús: Niña Mía, no puedes desanimarte; sé que confías en Mí sin límites, sé que conoces Mi bondad y Mi
misericordia. Así pues, hablemos, detalladamente de todo lo que pesa más sobre tu corazón.
– El alma: Tengo tantas cosas variadas que no sé de qué hablar primero ni cómo expresar todo esto.
– Jesús: Háblame simplemente, como se habla entre amigos. Pues bien, niña Mía, ¿qué es lo que te detiene en el
camino de la santidad?
– El alma: La falta de salud me detiene en el camino de la santidad, no puedo cumplir mis obligaciones, pues, soy un
sufrelotodo. No puedo mortificarme ni hacer ayunos rigurosos como hacían los santos; además no creen que estoy enferma y al
sufrimiento físico se une el moral y de ello surgen muchas humillaciones. Ves, Jesús, ¿cómo se puede llegar a ser santa en tales
condiciones?
– Jesús: Niña, realmente todo esto es sufrimiento, pero no hay otro camino al cielo fuera del Vía Crucis. Yo Mismo fui
el primero en recorrerlo. Has de saber que éste es el camino más corto y el más seguro.
– El alma: Señor, otra vez una nueva barrera y dificultad en el camino de la santidad: por ser fiel a Ti me persiguen y me
hacen sufrir mucho.
– Jesús: Has de saber que el mundo te odia, porque no eres de este mundo. Primero Me persiguió a Mí, esta
persecución es la señal de que sigues mis huellas con fidelidad.
– El alma: Señor, me desanima también que ni las Superioras ni el confesor entienden mis sufrimientos interiores. Las
tinieblas han ofuscado mi mente, pues, ¿cómo avanzar? Todo esto me desanima mucho y pienso que las alturas de la santidad no
son para mí.
– Jesús: Así pues, niña Mía, esta vez Me has contado mucho. Yo sé que es un gran sufrimiento el de no ser
comprendida y sobre todo por los que amamos y a los cuales manifestamos una gran sinceridad, pero que te baste que Yo te
comprendo en todas tus penas y tus miserias. Me agrada tu profunda fe que, a pesar de todo, tienes en Mis representantes,
pero debes saber que los hombres no pueden comprender plenamente un alma, porque eso supera sus posibilidades. Por eso
Yo mismo me he quedado en la tierra para consolar tu corazón doliente y fortificar tu alma para que no pares en el camino.
Dices que unas tinieblas grandes cubren tu mente, pues, ¿por qué en tales momentos no vienes a Mí que soy la luz y en un
solo instante puedo infundir en tu alma tanta luz y tanto entendimiento de la santidad que no aprenderás al leer ningún
libro ni ningún confesor es capaz de enseñar ni iluminar así al alma? Has de saber además que por estas tinieblas de las que
te quejas, he pasado primero Yo por ti en el Huerto de los Olivos. Mi alma estuvo estrujada por una tristeza mortal y te doy
a ti una pequeña parte de estos sufrimientos debido a Mi especial amor a ti y el alto grado de santidad que te destino en el
cielo. El alma que sufre es la que más cerca está de Mi Corazón.
– El alma: Pero una cosa más, Señor: ¿qué hacer si me desprecian y rechazan los hombres, y especialmente aquellos con
quienes tuve derecho de contar y además en los momentos de mayor necesidad?
– Jesús: Niña Mía, has el propósito de no contar nunca con los hombres. Harás muchas cosas si te abandonas
totalmente a Mi voluntad y dices: Hágase en mí, oh Dios, no según lo que yo quiera sino según tu voluntad. Has de saber que
estas palabras pronunciadas del fondo del corazón, en un solo instante elevan al alma a las cumbres de la santidad. Me
complazco especialmente en tal alma, tal alma Me rinde una gran gloria, tal alma llena el cielo con la fragancia de sus
virtudes; pero has de saber que la fuerza que tienes dentro de ti para soportar los sufrimientos la debes a la frecuente Santa
Comunión; pues ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con el recipiente de la confianza recoge cualquier cosa que
necesites.
– El alma: Gracias, oh Señor, por tu bondad inconcebible, por haberte dignado quedarte con nosotros en este destierro donde
vives con nosotros como Dios de la misericordia y difundes alrededor de Ti el resplandor de Tu compasión y bondad. A la luz de los
rayos de Tu misericordia he conocido cuánto me amas.
DIÁLOGO ENTRE DIOS MISERICORDIOSO Y EL ALMA QUE TIENDE A LA PERFECCIÓN
– Jesús: Me son agradables tus esfuerzos, oh alma que tiendes a la perfección. Pero ¿por qué tan frecuentemente te
veo triste y abatida? Dime, niña Mía, ¿qué significa esta tristeza y cuál es su causa?
– El alma: Señor, mi tristeza se debe a que a pesar de mis sinceros propósitos caigo continuamente y siempre en los mismos
errores. Hago los propósitos por la mañana y por la noche veo cuánto me he desviado de ellos.
– Jesús: Ves, niña Mía, lo que eres por ti misma, y la causa de tus caídas está en que cuentas demasiado contigo misma
y te apoyas muy poco en Mí. Pero esto no debe entristecerte demasiado; estás tratando con el Dios de la Misericordia, tu
miseria no la agotará, además no he limitado el número de perdones.
– El alma: Sí, lo sé todo, pero me asaltan grandes tentaciones y varias dudas se despiertan en mí y además todo me irrita y
desanima.

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– Jesús: Niña Mía, has de saber que el mayor obstáculo para la santidad es el desaliento y la inquietud injustificada
que te quitan la posibilidad de ejercitarte en las virtudes. Todas las tentaciones juntas no deberían ni por un instante turbar
tu paz interior y la irritabilidad y el desánimo son los frutos de tu amor propio. No debes desanimarte sino procurar que Mi
amor reine en lugar de tu amor propio. Por lo tanto, confianza, niña Mía; no debes desanimarte, [sino que] venir a Mí para
pedir perdón, porque Yo estoy siempre dispuesto a perdonarte. Cada vez que Me lo pides, glorificas Mi misericordia.
– El alma: Yo reconozco lo que es más perfecto y lo que Te agrada más, pero enfrento grandes obstáculos para cumplir lo
que conozco.
– Jesús: Niña Mía, la vida en la tierra es una lucha y una gran lucha por Mi reino, pero no tengas miedo porque no
estás sola. Yo te respaldo siempre, así que apóyate en Mi brazo y lucha sin temer nada. Toma el recipiente de la confianza y
recoge de la fuente de la vida no sólo para ti, sino que piensa también en otras almas y especialmente en aquellas que no
tienen confianza en Mi bondad.
– El alma: Oh Señor, siento que mi corazón se llena de Tu amor, que los rayos de Tu misericordia y Tu amor han penetrado
mi alma. Heme aquí, Señor, que voy para responder a Tu llamada, voy a conquistar las almas sostenida por Tu gracia; estoy
dispuesta a seguirte, Señor, no solamente al Tabor, sino también al Calvario. Deseo traer las almas a la Fuente de Tu Misericordia
para que en todas las almas se refleje el resplandor de los rayos de Tu misericordia, para que la casa de nuestro Padre esté llena y
cuando el enemigo comience a tirar flechas contra mí, entonces me cubriré con Tu misericordia como con un escudo.
DIÁLOGO ENTRE DIOS MISERICORDIOSO Y EL ALMA PERFECTA
– El alma: Señor y Maestro mío, deseo hablar Contigo.
– Jesús: Habla, porque te escucho en todo momento, niña amada; te espero siempre. ¿De qué deseas hablar Conmigo?
– El alma: Señor, primero derramo mi corazón a tus pies como el perfume de agradecimiento por tantas gracias y beneficios
de los cuales me colmas continuamente y los cuales no lograría enumerar aunque quisiera. Recuerdo solamente que no ha habido un
solo momento en mi vida en que no haya experimentado Tu protección y Tu bondad.
– Jesús: Me agrada hablar contigo y tu agradecimiento abre nuevos tesoros de gracias, pero, niña Mía, hablemos
quizás no tan generalmente, sino en detalles de lo que pesa más sobre tu corazón; hablemos confidencial y sinceramente
como dos corazones que se aman mutuamente.
– El alma: Oh mi Señor misericordioso, hay secretos en mi corazón de los cuales no sabe ni sabrá nadie fuera de Ti, porque
aunque quisiera decirlos nadie me comprendería. Tu representante sabe algo, dado que me confieso con él, pero tanto cuanto soy
capaz de revelarle de estos secretos, lo demás queda entre nosotros por la eternidad, ¡oh Señor mío! Me has cubierto con el manto
de Tu misericordia perdonándome siempre los pecados. Ni una sola vez me has negado Tu perdón, sino que teniendo compasión de
mí, me has colmado siempre de una vida nueva, la vida de la gracia. Para que no tenga dudas de nada, me has confiado a una
cariñosa protección de Tu Iglesia, esta madre verdadera, tierna que en Tu nombre me afirma en las verdades de la fe y vigila que no
yerre nunca. Y especialmente en el tribunal de Tu misericordia mi alma experimenta todo un mar de benevolencia. A los ángeles
caídos no les has dado tiempo de hacer penitencia, no les has prolongado el tiempo de la misericordia. Oh Señor mío, en el camino
de mi vida has puesto a unos sacerdotes santos que me indican una vía segura. Jesús, en mi vida hay un secreto más, el más
profundo, pero también el más querido para mí, lo eres Tú mismo bajo la especie del pan cuando vienes a mi corazón. Aquí está
todo el secreto de mi santidad. Aquí mi corazón unido al Tuyo se hace uno, aquí ya no hay ningún secreto, porque todo lo Tuyo es
mío, y lo mío es Tuyo. He aquí la omnipotencia y el milagro de Tu misericordia. Aunque se unieran todas las lenguas humanas y
angélicas, no encontrarían palabras suficientes para expresar este misterio del amor y de Tu misericordia insondable. Cuando
considero este misterio del amor, mi corazón entra en un nuevo éxtasis de amor y Te hablo de todo, Señor, callando, porque el
lenguaje del amor es sin palabras, porque no se escapa ni un solo latido de mi corazón. Oh Señor, a pesar de que Te has humillado
tanto, Tu grandeza se ha multiplicado en mi alma y por eso en mi alma se ha despertado un amor todavía más grande hacia Ti, el
único objeto de mi amor, porque la vida del amor y de la unión se manifiesta por fuera como: pureza perfecta, humildad profunda,
dulce mansedumbre, gran fervor por la salvación de las almas. Oh mi dulcísimo Señor, velas sobre mí en cada momento y me
inspiras sobre cómo debo portarme en un caso dado; cuando mi corazón oscilaba entre una y otra cosa, Tú Mismo intervenías, más
de una vez, en solucionar el asunto. Oh, cuántas e innumerables veces, con una luz repentina me hiciste conocer lo que Te agradaba
más.
– Oh, qué numerosos son estos perdones secretos de los cuales no sabe nadie. Muchas veces has volcado en mi alma fuerza y
valor para avanzar. Tú Mismo eliminabas las dificultades de mi camino interviniendo directamente en la actuación de los hombres.
Oh Jesús, todo lo que Te he dicho es una pálida sombra frente a la realidad que hay en mi corazón. Oh Jesús mío, cuánto deseo la
conversión de los pecadores. Tú sabes lo que hago por ellos para conquistarlos para Ti. Me duele enormemente cada ofensa hecha
contra Ti. Tú sabes que no escatimo ni fuerzas, ni salud, ni vida en defensa de Tu reino. Aunque en la tierra mis esfuerzos son
invisibles, pero no tienen menos valor a Tus ojos. Oh Jesús, deseo atraer las almas a la Fuente de Tu Misericordia para que tomen la
vivificante agua de vida con el recipiente de la confianza. Si el alma desea experimentar una mayor misericordia de Dios, acérquese
a Dios con gran confianza y si su confianza es sin límites, la misericordia de Dios será para ella también sin límites. Oh Señor mío,
que conoces cada latido de mi corazón, Tú sabes con qué ardor deseo que todos los corazones latan exclusivamente por Ti, que cada
alma glorifique la grandeza de Tu misericordia.
– Jesús: Hija mía amadísima, delicia de Mi Corazón, tu conversación Me es más querida y más agradable que el canto
de los ángeles. Todos los tesoros de Mi Corazón están abiertos para ti. Toma de este Corazón todo lo que necesites para ti y
para el mundo entero. Por tu amor retiro los justos castigos que la humanidad se ha merecido. Un solo acto de amor puro

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hacia Mí, Me es más agradable que miles de himnos de almas imperfectas. Un solo suspiro de amor Me recompensa de
tantos insultos con los cuales Me alimentan los impíos. Tu más pequeña acción, es decir, un acto de virtud adquiere a Mis
ojos un valor inmenso y es por el gran amor que tienes por Mí. En un alma que vive exclusivamente de Mi amor, Yo reino
como en el cielo. Mi ojo vela sobre ella día y noche y encuentro en ella Mi complacencia y Mi oído está atento a las súplicas y
el murmullo de su corazón y muchas veces anticipo sus ruegos. Oh niña amada por Mí particularmente, pupila de Mi ojo,
descansa un momento junto a Mi Corazón y saborea aquel amor del cual te regocijarás durante toda la eternidad.
Pero, hija, aún no estás en la patria; así pues, ve fortalecida con Mi gracia y lucha por Mi reino en las almas humanas
y lucha como una hija real y recuerda que pronto pasarán los días del destierro y con ellos la oportunidad de adquirir
méritos para el cielo. Espero de ti, hija Mía, un gran número de almas que glorifiquen Mi misericordia durante toda la
eternidad. Hija Mía, para que respondas dignamente a Mi llamada, recíbeme cada día en la santa Comunión – ella te dará
fuerza...

Milagros
MILAGRO DE UGO FESTA
Ugo Festa nació en Vicenza, Italia en 1951. A una edad temprana fue diagnosticado con esclerosis múltiple. Su salud deterioró
gradualmente. Esto condujo a muchos otros problemas en su joven vida joven. A la edad de 39 años él sufría de esclerosis múltiple,
de distrofia muscular y de epilepsia. Temprano en 1990 su espina dorsal se torcía y él tenía ataques diariamente. Él había estado
bajo cuidado médico desde que él primero contrajo la enfermedad, pero no podían hacer nada para él. Él decidía que no había nada
que hacer sino rezar.
El 28 de abril el 28 de 1990, Ugo fue con un peregrinaje a Roma. En esta situación desafortunada conoció a la Madre Teresa que
estaba también en Roma en ese entonces con un grupo que el conoció. Ugo fue invitado junto con este grupo a un retiro en la
capilla de la Divina Misericordia en Trent, pero él rechazó. Al irse, una integrante del grupo, una monja, le dio cinco copias de la de
imagen Divina Misericordia y de una medalla de la Divina Misericordia. El día siguiente el 29 de abril 1990 Ugo usó la medalla y
llevó entre sus brazos las imágenes que se bendecirían en las audiencias papales en el Vaticano. Al comienzo de los escalones de la
Basílica de San Pedro, el Santo Padre pasó cerca. Después de bendecir los cuadros el papa (Juan Pablo II) le preguntó cómo
estaba. Ugo le dijo que él se sentía muy desanimado y que estaba pasando una crisis en su vida. El Santo Padre dijo: "¿Cómo
puede usted tener una crisis con Jesús de la Divina Misericordia en sus brazos?" Encomiéndese a él y ruegue a mi Hermana
Faustina para que interceda.”
Con este consejo Ugo cambió de parecer, y decidió que él iría a la Capilla de la Divina Misericordia en Trent. En el altar lateral en
el chalet O'Santissima Villazzano, Trent, hay una capilla a la misericordia divina con un icono de tamaño normal de la divina
imagen. Al cuarto día de oración delante de este icono Ugo notó repentinamente que los brazos de la imagen se estiraban hacia él y
un enorme calor inundó su cuerpo. De pronto, Él se encontró de pies con sus brazos extendidos al Señor, y él se oyó que elogiaba en
alta voz a Jesús de la Divina Misericordia. Él vio a Jesús venir hacia él, su ropa blanca que soplaba como si en una brisa, y él pensó,
"Dios mío, éste es el hombre de Galilea que viene hacia mí". Él oyó a Jesús decir en una voz clara, "Levántate y Camina”. Él
comenzó a caminar. Todas sus dolencias fueron en ese momento curadas de inmediato y él estaba más físicamente perfecto que en
toda su vida. El 19 de agosto de 1990, Ugo volvió al Vaticano y durante una audiencia Papal en el Pasillo Paul VI, fue llevado a
una reunión con Juan Pablo II nuevamente. Él le dijo la gran gracia que él había recibido y le mostró su agradecimiento por las
palabras de inspiración que lo condujeron a Trent, dando lugar a este gran milagro de la Divina Misericordia. Él dio a Juan Pablo II
una copia de la imagen divina, con las firmas en la parte posterior de las personas que atestiguaron el milagro ese día.
Hoy Ugo Festa dedica su vida a Jesús y trabaja voluntariamente con la gente lisiada y diseminando el mensaje de la Misericordia
Divina a través de Italia.
EL MILAGRO EN LA TUMBA DE SOR FAUSTINA
Antes de la edad de 15, Maureen Digan gozó de una vida sana normal. Poco después, fue diagnosticada con una enfermedad
terminal lentamente progresiva llamada Lymphedima. Ésta es una enfermedad que no responde a ningún medicamento y no entra la
remisión. En los siguientes diez años Maureen fue intervenida quirúrgicamente 59 veces y tenia largas estadías en los hospitales,
hasta de un año a la vez.
Los amigos y familiares le sugirieron a ella que ella rogara y pusiera su confianza en Dios. Pero Maureen no podría entender
porqué Dios había permitido que ella contrajera esta enfermedad en el primer lugar, y había perdido su fe totalmente.
Su condición se deterioraba y fue necesario la eventual amputación de una pierna. Un día mientras Maureen estaba en el hospital, su
esposo Bob fue a ver una película llamada “Divina Misericordia Sin Escape”, y allí él se convenció de las energías curativas de la
intercesión por Sor Faustina. Bob persuadió a Maureen y a los doctores que ella debía ir a la tumba del Sor Faustina en Polonia.
Llegaron a Polonia el 23 de marzo de 1981 y Maureen fue a confesarse por primera vez desde que era muy joven. La confesión
para la primera vez puesto que ella era un firl joven. En la tumba (ahora la Capilla de la Beata Faustina) Maureen recuerda haber
dicho en su estilo único: "O.K. Faustina vengo de muy lejos, ahora haga algo"...... En su corazón ella oyó a Sor Faustina decirle:
"Si usted pide mi ayuda, yo se la daré". De pronto, Maureen piensa que tiene un ataque de nervios. Todo el dolor de su cuerpo se
iba, y su pierna hinchada que debía ser amputada pronto, volvió a su tamaño normal. Cuando ella volvió a los E.E.U.U., cinco
doctores independientes la examinaron y concluyeron que estaba curada. No tenían ninguna explicación médica para la repentina
cura de esta incurable enfermedad. La evidencia acumulada por este milagro fue designada por la congregación sagrada para las

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causas de santos, pasando esta prueba que fue examinada por un equipo de teólogos, y finalmente por un equipo de cardenales y de
obispos. La curación fue aceptada por todos como milagro causado por la intercesión de Sor Faustina a la Misericordia Divina. Sr.
Faustina fue beatificada el 18 de abril de 1993.

ROSARIO DE LAS LLAGAS DE JESÚS

Fue nuestro Señor mismo quien enseñó estas invocaciones a una humilde hermana del Monasterio de la
Visitación de Santa María de Chambery (Francia), sor María Marta Chambón que falleció el 21 de marzo
de 1907.
Este rosario fue aprobado por el Papa San Pío X.
Se reza con un rosario común.
Al comenzar decimos:
– Oh! Jesús, Redentor Divino, sé misericordioso con nosotros y con el mundo entero.
– Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.
– Perdón y misericordia, Jesús mío cúbrenos de los peligros con tu preciosa Sangre.
– Eterno Padre, ten misericordia de nosotros por la Sangre de Jesucristo, tu único Hijo.
En las cuentas del Padrenuestro se dice:
Eterno Padre, yo te ofrezco las Llagas de nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas.
En las cuentas del Avemaría se dice:
Jesús mío, perdón y misericordia: por los méritos de tus Santas Llagas.
Al terminar el rosario se dice tres veces:
Eterno Padre, yo te ofrezco las Llagas de nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas.

PROMESAS que nuestro Señor se dignó hacer a sor María Marta a favor de las almas que

recen estas invocaciones.

Escuchemos al Divino Maestro:


“El camino de mis Llagas es tan sencillo y fácil para ir al cielo”.
“Deseo las súplicas de ustedes”
“Todas las palabras que se dicen con motivo de mis Santas Llagas me causan placer, un placer indecible... ¡las cuento todas!...”
“Con mis Llagas ganan mucho y sin fatiga”.
“De mis Llagas salen frutos de santidad”.
“Concederé todo cuanto me pidan con la invocación de mis Santas Llagas”.
“Todo lo obtendrán por mis Llagas, porque es el mérito de mi Sangre, que es de un valor infinito”.
“Con mis Llagas y mi Corazón pueden conseguirlo todo”.
“El que esté necesitado que venga con fe y confianza, que saque constantemente del tesoro de mi
Pasión y de los agujeros de mis Llagas”.

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“Debes repetir con frecuencia cerca de los enfermos esta invocación: Jesús mío, perdón y misericordia,
por los méritos de tus Santas Llagas. Esta oración aliviará a su alma y a su cuerpo. Muchas personas
experimentarán la eficacia de esta aspiración”.
“El pecador que dijese la oración siguiente: Eterno Padre, yo te ofrezco las Llagas de nuestro Señor
Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas, obtendrá su conversión”.
“Ofréceme a menudo estas dos jaculatorias que te he enseñado, para ganarme pecadores, porque tengo
'hambre' de almas”.
“Mis Santas Llagas son un bálsamo reconfortante en el sufrimiento”.
“Mis Llagas curarán las vuestras”.
“No habrá muerte para el alma que espere en mis Llagas; ellas dan la verdadera vida”.
“Las Santas Llagas tienen un poder maravilloso para la conversión de los pecadores”.
“Por mis Llagas pueden desarmar mi justicia”.
“Mis Llagas cubrirán todas vuestras faltas”.
“Deseo que los sacerdotes den estas aspiraciones de mis Llagas, con frecuencia a sus penitentes en el
Santo Tribunal”.
“Mis Llagas los salvarán a ustedes infaliblemente. Ellas salvarán el mundo”.
“La oración a las Santas Llagas lo comprende todo”.
“El alma que durante su vida ha honrado y aplicado las Llagas de nuestro Señor Jesucristo, y las ha
ofrecido al Padre Eterno por las almas del Purgatorio, será acompañada en el momento de la muerte por
la Santísima Virgen y los ángeles. Nuestro Señor en la Cruz, resplandeciente de gloria, la recibirá y la
coronará”.
“Hija mía, cada vez que ustedes ofrecen a mi Padre los méritos de mis divinas Llagas, adquieren una
fortuna inmensa”.
“Por mis Santas Llagas pueden merecer y obtener lo que sea conveniente para todas sus necesidades,
sin detallarlas”.
“Las Santas Llagas dan valor a todo”.
“Los que honren mis Llagas tendrán un verdadero conocimiento de Jesucristo”.
“Las almas que oran con humildad y meditan mi Pasión, tendrán una participación en la Gloria de mis
divinas Llagas, recibirán una hermosura y una gloria deslumbradora”.
“Así como hay un ejército levantado para el mal, hay también un ejército levantado por Mí”.
“Con estas invocaciones son más poderosos que un ejército para detener a mis enemigos”.
“El rosario de la Misericordia hace contrapeso a mi justicia... detiene mi castigo”.
"Muchos experimentarán la eficacia de esta aspiración: Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos
de tus Santas Llagas".
"Las Santas Llagas satisfacen y aseguran el adelanto espiritual".
"El poder está en mis Llagas, con ellas se hacen poderosos".
"Las Santas Llagas son el tesoro de los tesoros para las almas del purgatorio".
"Cada vez que miren al divino crucificado con un corazón puro, obtendrán la libertad de cinco almas del
purgatorio: una en cada fuente (cada Llaga de las manos, pies y el costado)".
"Obtendrán también, si el corazón de vosotros es puro y desprendido, el mismo favor en cada estación,
por los méritos de cada una de mis Llagas".
"La riqueza de vosotros es mi Santa Pasión".
"Las antas Llagas dan omnipotencia sobre Dios".

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"En verdad esta oración no es de la tierra sino del cielo... y puede obtenerlo todo".
"Mis Santas Llagas sostienen el mundo. Pídanme de amarlas constantemente, porque son fuente de
todas las gracias. Hay que invocarlas con frecuencia y atraer al prójimo para imprimir la devoción en las
almas".
Cuando tengan penas que soportar, llévenlas prontamente a mis Llagas y serán mitigadas".
"Por cada palabra que pronuncian del rosario de las Llagas, yo dejo caer una gota de mi Sangre sobre el
alma de un pecador"
“Es necesario propagar esta devoción”.
CORONILLA A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Un día San Miguel Arcángel apareció a la devota Sierva de Dios Antonia De Astónac. El arcángel le dijo a la religiosa que deseaba
ser honrado mediante la recitación de nueve salutaciones. Estas nueve plegarias corresponden a los nueve coros de ángeles. La
corona consiste de un Padrenuestro y tres Ave Marías en honor de cada coro angelical.
Promesas: A los que practican esta devoción en su honor, San Miguel promete grandes bendiciones: Enviar un ángel de cada coro
angelical para acompañar a los devotos a la hora de la Santa Comunión. Además, a los que recitasen estas nueve salutaciones todos
los días, les asegura que disfrutarán de su asistencia continua. Es decir, durante esta vida y también después de la muerte. Aun mas,
serán acompañados de todos los ángeles y con todos sus seres queridos, parientes y familiares serán librados del Purgatorio.
En esta coronilla invocaremos a los nueve coros de ángeles. Después de cada invocación rezaremos 1 Padre Nuestro y 3
Avemarías. Ofreceremos esta coronilla por la Iglesia, para que sea defendida de todas las asechanzas del demonio, y por los
que están más alejados de Dios.
En el Nombre del Padre...
Se comienza la Corona rezando, la siguiente invocación:
Dios mío, ven en mi auxilio.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, etc.
1. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Serafines, enciende en nuestros
corazones la llama de la perfecta caridad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías
2. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Querubines, dígnate darnos tu
gracia para que cada día aborrezcamos más el pecado y corramos con mayor decisión por el camino de la santidad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
3. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Tronos, derrama en nuestras
almas el espíritu de la verdadera humildad. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
4. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Dominaciones, danos señorío
sobre nuestros sentidos de modo que no nos dejemos dominar por las malas inclinaciones. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
5. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Principados, infunde en
nuestro interior el espíritu de obediencia. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
6. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Potestades, dígnate proteger
nuestras almas contra las asechanzas y tentaciones del demonio. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
7. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de las Virtudes, no nos dejes caer en
la tentación, mas líbranos del mal. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
8. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Arcángeles, concédenos el don
de la perseverancia en la fe y buenas obras de modo que podamos llegar a la gloria del cielo. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.

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9. Todopoderoso y eterno Dios, por la intercesión de San Miguel Arcángel y del coro celestial de los Ángeles, dígnate darnos la
gracia de que nos custodien durante esta vida mortal y luego nos conduzcan al Paraíso. Amén.
1 Padre Nuestro y 3 Avemarías.
Se reza un Padre Nuestro en honor de cada uno de los siguientes ángeles:
*En honor a San Miguel ...... 1 Padre Nuestro
*En honor a San Gabriel...... 1 Padre Nuestro
*En honor a San Rafael........ 1 Padre Nuestro
*En honor a nuestro ángel de la Guarda..... 1 Padre Nuestro
Glorioso San Miguel, caudillo y príncipe de los ejércitos celestiales, fiel custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes,
familiar de la casa de Dios, admirable guía después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dígnate librar de todo mal
a cuantos confiadamente recurrimos a ti y haz que mediante tu incomparable protección adelantemos todos los días en el santo
servicio de Dios.
V. Ruega por nosotros, glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.
Oremos. Todopoderoso y Eterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y misericordia a favor de la común salvación de los
hombres, escogiste por Príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel, te suplicamos nos hagas dignos de ser librados
por su poderosa protección de todos nuestros enemigos de modo que en la hora de la muerte ninguno de ellos logre perturbarnos, y
podamos ser por él mismo introducidos en la mansión celestial para contemplar eternamente tu augusta y divina Majestad. Por los
méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Si queremos, al final de la Coronilla a San Miguel Arcángel, podemos agregar la siguiente oración:
ORACIÓN A MARÍA
REINA DE LOS ÁNGELES
¡Oh Augusta Reina de los Cielos
y Señora de los Ángeles!
Pues habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de la serpiente infernal; dignaos escuchar benigna las
súplicas que humildemente os dirigimos; enviad las santas legiones para que, bajo vuestras órdenes, combatan a los
demonios, donde quiera repriman su audacia y los persigan hasta precipitarlos al abismo.
¿Quién como Dios?
Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos y guardadnos. ¡Oh buena y tierna Madre! Vos seréis siempre nuestro amor y
nuestra esperanza. ¡Oh divina Madre! Enviad los Santos Ángeles para defendernos y rechazar lejos al demonio, nuestro
mortal enemigo. Amén.
Historia de esta oración:
Ante el gran combate espiritual que libramos, Dios ha querido proveer por nosotros. Pero debemos rezar si deseamos su
ayuda.
Escribe acerca de la Reina de los Ángeles el Venerable Luis Eduardo Cestac, fundador de la Congregación de las Siervas de
María:
En 1863 un alma... sintió su mente elevada hacia la Santísima Virgen, quien le dijo que efectivamente, los demonios andaban
sueltos por el mundo, y que había llegado la hora de rogarle como Reina de los Ángeles pidiéndole las legiones santas para combatir
y aplastar los poderes infernales.
–"Madre mía", dijo esta alma, "¿ya que sois tan buena, no podrías enviarlas sin que os rogáramos?"
–"No", respondió la Santísima Virgen, "la oración es condición impuesta por Dios para alcanzar las gracias".
– "Entonces, Madre mía", dijo el alma "¿querrías enseñarme Vos la manera de rogaros?"
Y creyó escuchar la oración “Oh Augusta Reina...”
El señor Cestac fue el depositario de esta oración. Lo primero que hizo fue presentarla a Monseñor Lacroix, obispo de
Bayona, quien le dio su aprobación. Inmediatamente mandó imprimir medio millón de ejemplares, que distribuyó gratis por todas
partes.
No estará demás advertir que, durante la primera impresión, las máquinas se rompieron dos veces. La oración a la Reina de
los Ángeles se extendió rápidamente y fue aprobada por muchos obispos y arzobispos.
San Pío X concedió trescientos días de indulgencia a quienes la rezaren.
(Imprimátur del Vicario General de Buenos Aires, 29 de febrero de 1912)
-“Regina Angelorum”, publicación de la Orden de María Reina, Pascua de 1978

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Mensajes de la Santísima Virgen al P. Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:
Nimega (Holanda), 29 de septiembre de 1979
Fiesta de los Santos Arcángeles
Los Ángeles del Señor.
“Acabas de terminar el Cenáculo con estos hijos míos, tan queridos, que sufren por el estado de laceración y de desorden en
que se encuentra aquí mi Iglesia.
Une tu dolor al mío y sé tú expresión de la maternal benevolencia con que los miro, los acojo, los conforto y los conduzco.
No mires si son pocos y, en su mayoría, frágiles por la edad o la salud; pero son tan fieles y generosos que consuelan el
inmenso dolor de mi Corazón Inmaculado.
Para Mí, son los tesoros más preciosos. Y también aquí, por su medio ¡cuán numerosos son los hijos que responden a mi
invitación, entran en el refugio de mi Corazón y los formo en la heroica fidelidad a Jesús y a su Iglesia!
Así, en este mismo lugar, donde mi Adversario ha iniciado su obra de destrucción solapada de la Iglesia, Yo respondo al
desafío y me formo mi ejército.
Es el ejército de los pequeños, de los pobres, de los humildes, que reúno en mi Corazón Inmaculado para darles mi espíritu
de Sabiduría, para derrotar la soberbia de los que se han dejado seducir por la falsa ciencia y por el espíritu de grandeza y
vanagloria.
También hoy, por medio de esta Obra mía, de la boca de los niños y de los lactantes, el Señor recibe la gloria perfecta.
Con vosotros están también los Ángeles del Señor. Yo soy su Reina y están prontos a mis órdenes, porque la Santísima
Trinidad ha confiado a mi Corazón Inmaculado la obra de renovación de la Iglesia y del mundo.
San Miguel está a la cabeza de todo mi ejército, celeste y terrestre, dispuesto ya en orden de batalla.
San Gabriel está a vuestro lado para daros a todos la misma invencible fortaleza de Dios.
San Rafael os cura de las numerosas heridas que con frecuencia recibís a causa de la tremenda lucha en que estáis
empeñados.
Sentid siempre a vuestro lado a los Ángeles de Dios e invocad con frecuencia su ayuda y protección.
Ellos tienen gran poder para defenderos y sustraeros a todas las insidias que os tiende Satanás, Adversario mío y vuestro.
Ahora su protección se intensificará y la advertiréis de modo particular, porque han llegado los tiempos de la gran prueba y
estáis para entrar en un período de gran angustia como no lo ha habido hasta ahora.
A mis órdenes, sentid a vuestro lado a los Ángeles del Señor, que serán vuestra defensa y guía, para que pueda cumplirse en
cada uno de vosotros, cuanto Yo he establecido para el triunfo de mi Corazón Inmaculado.”
Montevideo (Uruguay), 29 de septiembre de 1981
Fiesta de San Miguel, Gabriel y Rafael
Reina de los ángeles
“En la lucha a la que os llamo, hijos predilectos, os asisten y defienden particularmente los Ángeles de Luz.
Soy la Reina de los Ángeles.
A mis órdenes están reuniendo de todas las partes del mundo, a todos los que llamo a enrolarse en mi gran ejército
victorioso.
En la lucha contra la Mujer vestida del Sol y el Dragón rojo, los Ángeles tienen la parte más importante a desarrollar. Por
esto os debéis dejar guiar dócilmente por ellos.
Los Ángeles, Arcángeles y todas las jerarquías celestes están unidas con vosotros en el terrible combate contra el Dragón y
sus secuaces. Os defienden de las asechanzas de Satanás y de los innumerables Demonios, que están ahora desencadenados con
furia rabiosa y demoledora en todo el mundo.
Ésta es la hora de Satanás y del poder de los Espíritus del as tinieblas.
Es su hora que corresponde al momento de su aparente acción victoriosa.
Es su hora, pero el tiempo de que disponen es breve y los días de su triunfo están contados.
Por esto os tienden asechanzas peligrosas y terribles, y no podéis huir de ellas sin un especial auxilio de vuestros Ángeles
Custodios.
¡Cuántas veces al cabo del día éstos habrán intervenido para sustraeros a las engañosas maniobras que os tiende, con astucia,
mi Adversario!

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Por esto os invito a confiaros cada vez más a los Ángeles del Señor.
Tened con ellos una afectuosa intimidad porque están más cerca de vosotros que los amigos y personas más queridas.
Caminad a la luz de su invisible pero segura y preciosa presencia. Ellos ruegan por vosotros, caminan a vuestro lado, os
sostienen en la fatiga, os consuelan en el dolor, velan vuestro reposo, os toman de la mano y dulcemente os ponen en el camino que
os he trazado.
Orad a vuestros Ángeles Custodios y vivid con confianza y con serenidad las dolorosas horas de la purificación.
En estos momentos, en realidad, el Cielo y la Tierra se unen en una extraordinaria comunión de oración, de amor y de acción
a las órdenes de vuestra Celeste Capitana.”
Curaçao (Archipiélago de las Antillas), 29 de septiembre de 1983
Fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
La función de los Ángeles
“Hoy la Iglesia celebra la fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
Es también vuestra fiesta, hijos predilectos, porque los Ángeles del Señor tienen una parte muy importante que desarrollar en
mi plan victorioso.
He aquí cuál es su función: a mis órdenes libran una terrible batalla contra Satanás y todos los malos espíritus. Es una lucha
que se desarrolla, sobre todo, a nivel de espíritus, con inteligencia y con perfecta adhesión a los planes de los dos grandes y opuestos
caudillos: La Mujer vestida del Sol y el Dragón rojo.
Misión de S. Gabriel es la de revestiros de la misma fortaleza de Dios.
Él, combate contra la asechanza más peligrosa de Satanás, la de debilitaros, llevándoos al desaliento y al cansancio. ¡Cuántos
de vosotros se han parado en el camino de la consagración, que me han hecho, por causa de vuestra debilidad humana!
La debilidad es la causa que os conduce a la duda, a la incertidumbre, al miedo, a la turbación. Ésta es la tentación de mi
Adversario para haceros inofensivos, cerrados en vosotros mismos, detenidos en vuestros problemas, incapaces de un verdadero
empuje apostólico.
El Arcángel Gabriel tiene la misión de ayudaros a crecer en la confianza, revistiéndoos de la fortaleza de Dios. Y así os
conduce cada día por al camino del valor, de la firmeza, de la fe heroica y pura.
Misión de S. Rafael es la de derramar bálsamo sobre vuestras heridas.
¡Cuántas veces Satanás logra heriros con el pecado, golpearos con sus solapadas seducciones!
Os hace sentir el peso de vuestra miseria, de la incapacidad, de la fragilidad y os detiene en el camino de vuestra perfecta
donación.
S. Rafael tiene entonces la misión de acompañaros en el camino que os he trazado, dándoos aquella medicina que cura todas
vuestras enfermedades espirituales.
Cada día él hace vuestro caminar más seguro, más firmes vuestros propósitos, más valerosos vuestros actos de amor y de
apostolado, más decididas las respuestas a mis deseos, más atenta la mente a mi designio materno, y fortalecidos con su bálsamo
celestial, proseguís vuestros combate.
Misión de S. Miguel es la de defenderos de los terribles ataques que Satanás desencadena contra vosotros.
En estos tiempos, mis predilectos que han acogido mi invitación y se han consagrado a mi Corazón Inmaculado, y todos mis
hijos que se han entrado a formar parte de mi ejército victorioso, son el blanco escogido, con particular rabia y ferocidad, por parte
de mi Adversario y vuestro.
Satanás os ataca en el campo espiritual con toda clase de tentaciones y sugestiones para llevaros al mal, a la desorientación, a
la duda y a la desconfianza. Usa con frecuencia su arma preferida, que es la de la sugestión diabólica y la de la tentación impura. Os
ataca con terribles insidias, con frecuencia trata de empujaros al peligro; incluso físicamente atenta contra vuestra vida e integridad.
El Arcángel Miguel, Patrono de la Iglesia Universal, es el que interviene con su gran poder y entra en combate para libraros
del Maligno y de sus peligrosas asechanzas.
Por esto os invito a invocar su protección con el rezo diario de la breve, pero, al mismo tiempo, tan eficaz oración del
exorcismo compuesto por el Papa León XIII.
Ved aquí, por qué los Ángeles del Señor tienen una importante función en la estrategia de la batalla que se está combatiendo:
debéis vivir siempre en su compañía.
Tienen una misión preciosa e insustituible: están a vuestro lado combatiendo vuestra misma batalla; os dan fuerza y valor; os
curan vuestras numerosas heridas; os defienden del mal y forman, con vosotros, la parte más aguerrida del ejército victorioso a las
órdenes de la Celeste Capitana.”
Nápoles, 29 de septiembre de 1986

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Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
Con vosotros en el combate
“Combatid, hijos predilectos, mis apóstoles, en estos últimos tiempos.
Ésta es la hora de mi gran victoria.
Con vosotros en el combate están también los Ángeles del Señor que, a mis órdenes, cumplen la misión que Yo les he
confiado.
Todos los Espíritus Celestiales son seres luminosos y poderosos y se hallan muy cerca de Dios, a quien aman, sirven,
defienden y glorifican.
En la Luz de la Santísima Trinidad, Ellos ven todas las insidias peligrosas y engañosas que os tienden los malos Espíritus,
que luchan contra Dios y contra su real dominio.
Ésta es una batalla terrible, que se libra sobre todo a nivel de espíritus: los buenos contra los malos: los Ángeles contra los
demonios.
Vosotros estáis también comprometidos en esta gran lucha y por esto debéis confiaros siempre a su segura protección e
invocar a menudo, con la oración, su poderosa ayuda.
Todos los Espíritus Celestiales conocen mi designio, saben la hora de mi triunfo, ven como el ataque del infierno, en estos
tiempos vuestros, se hace potente, continuo, universal.
Satanás ha logrado establecer su Reino en el mundo y se siente ya seguro vencedor.
Pero está cercano el momento de su grande y definitiva derrota. Por esto la batalla es cada día más áspera y terrible y también
vosotros, con los Ángeles del Señor, estáis llamados al combate.
Las armas usadas por los demonios son las del mal, del pecado, del odio, de la impureza, de la soberbia y de la rebelión
contra Dios.
Las armas esgrimidas por los Espíritus Celestiales, que están junto a vosotros en el combate, son las del bien, de la gracia
divina, del amor, de la pureza, de la humildad y de la dócil sumisión a la Voluntad del Señor.
Los Espíritus Celestiales tienen también el encargo de fortaleceros, de curaros de las heridas, de defenderos de las insidias de
mi Adversario, de protegeros del mal y de conduciros por la vía luminosa de mi Querer.
El Arcángel Gabriel, enviado por Dios para recibir el Sí de vuestra Madre Celestial, tiene ahora el encargo de recibir vuestro
Sí al Querer del Padre. Él os refuerza y os sostiene; os conduce por el camino del valor y del heroico testimonio a Jesús y a su
Evangelio.
El Arcángel Rafael repara vuestra debilidad, derrama bálsamo en toda herida dolorosa y os alivia el peso del cansancio y del
desaliento para continuar en la lucha, con el escudo de la fe y con la coraza del amor y de la santidad.
El Arcángel Miguel os defiende de todos los terribles ataques de Satanás, que se ha desencadenado particularmente contra
vosotros, que formáis parte de mi ejército y os dejáis guiar dócilmente por vuestra Celestial Capitana.
¡Cuántas veces hubierais sido víctimas de los ataques de Satanás, si el Arcángel Miguel no hubiese intervenido para vuestra
defensa y protección! Invocadlo a menudo, con la oración tan eficaz del exorcismo contra Satanás y los Ángeles rebeldes para que
Él os guíe en esta lucha, de modo que cada uno de vosotros pueda cumplir la tarea que le ha sido confiada por la Madre Celestial.
Uníos, pues, en afectuosa y fraternal comunión de vida, de oración y de acción, a todos los Espíritus Celestiales, que están
empeñados con vosotros en librar la misma batalla y en preparar la gran victoria de Dios en el Reino Glorioso de Cristo, que vendrá
a vosotros con el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.”
Inchon (Corea), 29 de septiembre de 1987.
Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel.
Cielo y tierra se unen.
"Hijos predilectos, os llamo de todas las partes de la tierra.
Los Ángeles de Luz de mi Corazón Inmaculado están ahora recogiendo de todas partes a los elegidos, llamados a formar
parte de mi ejército victorioso.
Os marcan con mi sello.
Os revisten de una fuerte armadura para la batalla.
Os cubren con mi escudo.
Os entregan el Crucifijo y el Rosario, como armas que usar para la gran victoria.
Ha llegado el tiempo de la lucha final.
Por esto los Ángeles del Señor intervienen de manera extraordinaria y se ponen cada día al lado de cada uno de vosotros para
guiaros, para protegeros y para fortaleceros.

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Así como, en estos tiempos, se les ha concedido a los Demonios y a todos los Espíritus del mal una gran libertad para sus
manifestaciones diabólicas, así también éstos son los días en los que a los Ángeles del Señor se les llama a desarrollar la parte más
importante de mi designio.
Cielo y tierra se unen en esta hora de la gran lucha final.
Os invito, pues, a que todos forméis una sola cosa con los Ángeles y con los Santos del Paraíso.
Sobre todo os invito a orar más a vuestros Ángeles custodios, porque están llamados, en estos tiempos, a cumplir una misión
particular, que Yo les he asignado, en relación con cada uno de vosotros, hijos míos predilectos.
Es deseo de mi Corazón, que en el rezo diario del Ángelus, incluyáis también la oración del : "Ángel de Dios".
Os invito a vivir siempre en intimidad y comunicación con vuestros Ángeles Custodios.
Llamadlos en vuestras necesidades; invocadlos en los peligros; asociadlos a vuestro trabajo; confiadles vuestras dificultades;
buscadlos en el momento de la tentación.
Ahora, deben formar una sola cosa con vosotros.
Sobre todo, sentid junto a vosotros a los Arcángeles, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia: a San Gabriel, para que os dé la
misma fortaleza de Dios; a San Rafael, para que sea la medicina de vuestras heridas, y a San Miguel, para que os defienda de las
terribles insidias que, en estos tiempos, os tiende Satanás.
Caminad con ellos en la luz de mi designio y juntos combatid a mis órdenes.
Estáis llamados ahora a ver mis mayores prodigios porque habéis entrado en el tiempo de mi triunfo".
S. Albert (Alberta), Canadá 29 de septiembre de 1990
Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
La hora de las potestades Angélicas
“Hoy celebráis la fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel e invocáis su protección.
En estos tiempos de la gran tribulación os invito a vivir en unión de vida con los Ángeles del Señor.
Ellos tienen, hoy, una misión importante que cumplir a favor vuestro.
–Os iluminan el camino que debéis recorrer, para ser fieles a la consagración que me habéis hecho.
Es un camino difícil y doloroso, marcado por muchos obstáculos y amenazado por muchas insidias de mi Adversario.
Los Ángeles os toman de la mano y os conducen por la senda de la luz, del amor y de la santidad.
–Os dan valor y consuelo en las muchas dificultades que debéis soportar y os sostienen en vuestra debilidad humana.
Están a vuestro lado como verdaderos hermanos, que toman a pecho vuestra persona y vuestra vida.
–Os defienden contra los continuos ataques de Satanás, contra sus numerosas asechanzas, contra los obstáculos que pone en
vuestro camino.
La gran batalla que se está combatiendo ahora es sobre todo a nivel de espíritus: los espíritus malos, contra los Espíritus
Angélicos.
Vosotros estáis involucrados en esta lucha que se desarrolla entre el cielo y la tierra. Entre los Ángeles y los demonios, entre
San Miguel Arcángel y Lucifer. A los Ángeles del Señor ha sido encomendada la misión de defender vuestras personas, la vida de
la Iglesia, el bien de toda la humanidad.
En esta gran Nación, donde te encuentras para celebrar los cenáculos, contempla cómo la humanidad engañada por los falsos
espíritus, corre por la senda del mal y de una gran inmoralidad y cómo la misma Iglesia está cada vez más minada por los errores y
los pecados y corre peligro de perder la verdadera fe, debido a su separación del Papa y la oposición a su Magisterio.
En estos tiempos perversos vosotros debéis orar mucho a los Ángeles del Señor.
Es la hora de las Potestades Angélicas.
Las Potestades Angélicas son las que guían a todos mis hijos en la batalla decisiva, para la derrota definitiva de Satanás y la
venida del Reino glorioso de Cristo, en el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.”
Omaha-Nebraska (U.S.A.), 29 de septiembre de 1994
Fiesta de los Santos Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
Los Ángeles de vuestro tiempo
“Hoy celebráis la fiesta de los Santos Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel.
Son los Ángeles de vuestro tiempo.
Son los Ángeles del tiempo conclusivo de la purificación y de la gran tribulación.

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Son los Ángeles de vuestro tiempo.
A ellos les está confiada una misión especial durante el período de la prueba y del gran castigo.
A ellos toca salvar al pueblo de Dios, recoger de todas partes de la tierra a quien es llamado a formar parte del pequeño resto,
que permanecerá fiel, en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
Son los Ángeles de vuestro tiempo.
Sobre todo son los Ángeles que os revelan las últimas vicisitudes descritas en el Libro sellado.
Al Arcángel San Miguel se le ha confiado la misión de conducir a la batalla los ejércitos de los Ángeles y de mis hijos fieles
contra las aguerridas huestes de Satanás, del mal, de las fuerzas satánicas y masónicas, ya organizadas a nivel mundial en una sola
gran potencia, para ponerse contra Dios y contra su Cristo.
San Miguel intervendrá sobre todo para combatir al antiguo enemigo Lucifer que, en la última hora, aparecerá con toda la
tenebrosa potencia del Anticristo.
Suya es la misión de combatirlo y de vencerlo, de arrojarlo dentro de su reino de tiniebla y de fuego, ofreciendo a vuestra
Madre Celestial la cadena con la que lo sujetará y la llave para sellar la puerta del abismo, del cual no podrá salir ya más para
perjudicar en el mundo.
Al Arcángel San Rafael se le ha confiado la misión de participar, como médico celestial, en la gran batalla, para socorrer y
curar a cuantos son golpeados y heridos.
Como restituyó a Tobías la vista, así a millones de mis pobres hijos, que se han vuelto ciegos por el pecado, por los errores y
por la gran tiniebla de vuestros días, dará la vista, para que puedan volver a creer y a contemplar el divino esplendor de la Verdad.
Al Arcángel San Gabriel se le ha confiado la gran misión de anunciar el retorno de Jesús en gloria, para instaurar su reino en
el mundo.
Como ha venido por Él el anuncio de la primera venida de mi Hijo al mundo, así ahora será Él, el mensajero luminoso de la
segunda venida de Jesús en gloria.
Esta segunda venida sucederá en el poder y la luz, con Jesús que aparecerá sobre las nubes del cielo, en el esplendor de su
divinidad, para someter a Sí todas las cosas. Y así, ante todo el universo creado, aparecerá el divino poder de mi hijo Jesús.
Al Arcángel llamado “fortaleza de Dios” se le ha dado el encargo de anunciar a todos el próximo retorno de Cristo con la
fuerza de su divino poder.
Por esto os invito hoy a orar y a invocar la protección de estos Arcángeles, llamados a desarrollar una misión tan grande en el
tiempo conclusivo de la gran tribulación y a llevaros al corazón de los últimos acontecimientos, que ahora estáis llamados a vivir
con confianza y con una gran esperanza.”
Río de Janeiro (Brasil), 29 de septiembre de 1995
Fiesta de los Arcángeles Gabriel, Rafael y Miguel
Los tiempos serán abreviados
“Mi designio se está cumpliendo ya en todas partes.
Mi pequeño hijo, observa como se realiza el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo.
Todo cuanto aquí sucede es un signo para ti.
Por decenas de millares mis hijos me están respondiendo, con un amor y un entusiasmo tan grande, que conmueve mi
Corazón de Madre.
Por la respuesta que por doquier recibo de estos mis pequeños niños, Yo intervengo para abreviar los tiempos de la gran
prueba tan dolorosa para vosotros.
–Los tiempos serán abreviados, porque soy la Madre de la Misericordia y cada día ofrezco sobre el trono de la divina Justicia
mi oración, unida a la de los hijos que me responden con un sí y se consagran a mi Corazón Inmaculado.
Uno los dolores de mi Corazón a todos los sufrimientos de los buenos, que llevan con paciencia la cruz de estos tiempos de
la gran tribulación.
Los dolores de los pobres y de los frustrados, de los pequeños y de los marginados, de los pecadores y de los alejados, de los
enfermos y de los desesperados, de los abandonados y de los oprimidos, son recogidos en el jardín de mi sufrimiento materno y son
ofrecidos a la divina Justicia en señal de reparación y de perenne intercesión.
–Los tiempos serán abreviados, porque soy vuestra Madre y quiero ayudaros, con mi presencia, a llevar la cruz de los
dolorosos acontecimientos que estáis viviendo.
Cuántas veces he intervenido ya, para retrasar cada vez más el tiempo del inicio de la gran prueba, para la purificación de
esta pobre humanidad, ahora poseída y dominada por el espíritu del Mal.

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–Los tiempos serán abreviados, porque la gran batalla que se combate entre Dios y su adversario es sobre todo a nivel de
Espíritus y se libra por encima de vosotros.
Esta terrible batalla se desarrolla entre los Espíritus Celestes y los espíritus infernales, entre los Ángeles del Señor y los
demonios, entre las Potencias del cielo y las potencias del infierno.
En esta gran lucha, una misión particular se ha encomendado al Arcángel San Gabriel, que os reviste de la misma fortaleza
de Dios; al Arcángel San Rafael, que vierte bálsamo de curación sobre todas vuestras heridas; al Arcángel San Miguel, que conduce
a todas las milicias Angélicas a la completa victoria sobre los ejércitos infernales.
Por esto os confío a la potente protección de estos Arcángeles y de vuestros Ángeles Custodios, a fin de que seáis guiados y
defendidos en la lucha que ahora se libra entre el Cielo y la tierra, entre el Paraíso y el infierno, entre San Miguel Arcángel y el
mismo Lucifer, que aparecerá pronto con toda la potencia del Anticristo.
Así sois preparados para el gran prodigio que se cumplirá cuando, con el triunfo de mi Corazón Inmaculado, descenderá
sobre el mundo la rociada celeste de la divina Misericordia”.
QUINCE ORACIONES

Las Quince Oraciones reveladas por Nuestro Señor a Santa Brígida de Suecia
en la Iglesia de San Pablo, en Roma

Editadas bajo sanción del decreto del 15 de noviembre de 1966, publicado en la Acta Apostolicae Sedis, tomo 58, número 16, del 29
diciembre de 1966.

ORACIONES aprobadas por El Papa Pío IX


Magníficas promesas transmitidas a Santa Brígida de Suecia Tocante a las Revelaciones de Santa
Brígida, el Papa Benedicto XV se expresó de la siguiente manera:

"La aprobación de estas revelaciones implica nada más que esto: Después de un examen lento y
detenido, se permite publicar estas revelaciones para el bien espiritual de todos los fieles. Y, aunque no
se les atribuye el mismo grado de fe, igual a que se les rinde a las verdades de la religión bajo pena; sin
embargo, se les permite creer con fe humana. Es decir, conforme a las reglas de prudencia, por las
cuales son probables. Por tanto, estando ya adecuadamente afirmadas y apoyadas por suficientes
motivos, pueden ser piadosamente creídas."
(Les Petits Bollandistes, Tome XII)

El día 14 de junio de 1303 nació Santa Brígida. En ese momento, el Cura de Rasbo, llamado Benito, oraba por un feliz parto de la
señora Ingeborde. Súbitamente, se encontró el cura envuelto en una nube luminosa y de la cual se la apareció la Santísima Virgen,
diciéndole:
"Una niña ha nacido en Birger y se oirá su voz por todo el mundo." Sagli, die XXlV Aprilis, 1903. Imprimatur "
F. J. GIRARD, V. G.
Estas oraciones fueron copiadas de un libro impreso en Tolosa (Francia) en el año 1740. Fueron publicadas por el Padre Adrien
Parvilliers, de la Compañía de Jesús. El Padre Adrien era jesuita, misionario apostólico, en la Tierra Santa. Este sacerdote obtuvo la
aprobación, el permiso y la recomendación que se requerían para difundir estas oraciones.
El papa Pio IX declaró conocimiento de estas oraciones con el acto de presentar el Prólogo. De esta manera, el Sumo Pontífice
admitió la autenticidad de estas plegarias para el bien de las almas; y firmó la aprobación el día 31 de mayo de 1862.
Los que visitan a la Iglesia de San Pablo en Roma todavía pueden contemplar el Crucifijo Milagroso, colocado arriba del Sagrario,
se encuentra en la Capilla del Santísimo Sacramento. Este Crucifijo Milagroso fue esculpido por Pierre Cavallini. Es el mismo
crucifijo ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones del mismo Nuestro Señor. Además, en esa
misma Iglesia de San Pablo hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: "Pendentis, Pendente Dei verba accepit aure
accipit et verbum corde Bigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL."
Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le
apareció Jesucristo, diciéndole: "Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis
honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes
oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas." (Nuestro Señor mismo le dictó
las oraciones a la santa.)
Éstas son las oraciones que debemos decir todos los días durante un año seguido, sin interrumpirlas, y obtendremos
fabulosas gracias.

79
Primera Oración (Padre Nuestro - Ave María)
¡Oh Jesucristo! ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y
esperanza de todos los pecadores! Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la
tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos
los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la
eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos les habéis lavado los pies; y después, les disteis Vuestro
Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: "Mi alma
está triste hasta la muerte." "
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de
la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo,
Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e
injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara
infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la
columna, desgarrado con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir,
una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.

Segunda Oración (Padre Nuestro - Ave María)


¡Oh Jesús! la verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza que fuisteis oprimido, cuando
Vuestros enemigos como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros
suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración de estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡Oh mi
Salvador, y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo
alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.

Tercera Oración (Padre Nuestro - Ave María)


¡Oh Jesús! Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo; todo es sostenido bajo Vuestra
amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe,
clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor,
agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y
con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
Oh Jesús, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de
temeros y amaros. Amén.

Cuarta Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los
desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor
semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de
tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre
Celestial, diciéndole: "Padre, perdónalos no saben lo que hacen."
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy
amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.

Quinta Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas
que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían,
mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos
que serían condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados
pecadores.
Por este abismo de la compasión y piedad, y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy
estarás conmigo en el Paraíso.", hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí.
Amén.

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Sexta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando, desnudo y como un criminal común
y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También, fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos con la
excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro
fiel discípulo, Juan, diciendo a María: "¡Mujer, he aquí a tu hijo!" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!"
Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis
compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en
todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.

Séptima Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En un profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz:
"¡Tengo sed!" Era sed por la salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador! Os ruego que inflaméis nuestros corazones con el
deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los
apetitos mundanos. Amén.

Octava Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor
a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima
durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.

Novena Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, Virtud Real y Gozo de alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse
la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial,
diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.

Décima Oración (Padre Nuestro - Ave María)


¡Oh Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en
un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de
Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es
amplio y agradable para aquellos que Os aman. Amén.

Undécima Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las Llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos
y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido
que me apartéis del pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras
Llagas hasta que Vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén.

Duodécima Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad, y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis
herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra
adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo
Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús!
Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi
corazón, Vuestro Amor aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos sois el
Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.

Decimotercera Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras
fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: "Todo está consumado."
Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente estará
tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.

Decimocuarta Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación
que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!" Desgarrado
Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por
Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, la carne y al mundo.

81
A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y
desterrada que regresa a Vos. Amén.

Decimoquinta Oración (Padre Nuestro – Ave María)


¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de
Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.
De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota
alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la
Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos.
Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando
yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.

Conclusión
¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme
enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi conversación sea agradable.
Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre
en el Cielo con todos Vuestros santos. Amén.

ACTO DE AMOR

Mensaje de amor que el Sagrado Corazón de Jesús lanza al mundo para salvarlo.

Mientras el mundo se atomiza y desintegra por el odio de los hombres y de los pueblos, Jesucristo quiere renovarlo y
salvarlo por el amor.
Quiere que se eleven hacia el cielo llamas de amor que neutralicen las llamas del odio y del egoísmo.
A tal efecto, enseñó a Sor M. Consolata Bertrone un Acto de Amor sencillísimo que debía repetir frecuentemente,
prometiéndole que cada Acto de Amor salvaría el alma de un pecador y que repararía mil blasfemias.

La fórmula de este Acto es:


"Jesús, María, os amo, salvad las almas"

Allí están los tres amores: Jesús, María, las almas que tanto ama Nuestro Señor y no quiere que se pierdan, habiendo por
ellas derramado Su Sangre.
Le decía Jesús: "Piensa en Mí y en las almas. En Mí, para amarme; en las almas para salvarlas (22 de agosto de
1934). Añadía: la renovación de este Acto debe ser frecuente, incesante: Día por día, hora por hora, minuto por minuto"(21
de mayo de 1936).
"Consolata, di a las almas que prefiero un Acto de amor a cualquier otro don que pueda ofrecerme"... "Tengo sed
de amor"... (16 de diciembre de 1935).
Este Acto señala el camino del cielo. Con él cumplimos con el mandamiento principal de la Ley: “Amarás al Señor Dios
tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente"... y a tu prójimo como a ti mismo.
Con este continuo Acto de Amor damos a Dios lo más excelente: que es amor a las almas. Con esta Jaculatoria nos
podemos comunicar constantemente con Dios. Cada hora, cada minuto, es decir, siempre que lo queremos. Y lo podemos hacer sin
esfuerzo, con facilidad. Es una oración perfecta; muy fácil para un sabio como para un ignorante. Tan fácil para un niño como para
un anciano; cualquiera que sea puede elevarse a Dios mediante esta forma. Hasta un moribundo puede pronunciarla más con el
corazón que con los labios.
Esta oración comprende todo:
Las almas del Purgatorio, las de la Iglesia militante, las almas inocentes, los pecadores, los moribundos, los paganos, todas
las almas. Con ella podemos pedir la conversión de los pecadores, la unión de las Iglesias, por la santificación de los sacerdotes, por
las vocaciones del estado sacerdotal y religioso. En un acto subido de amor a Dios y a la Santísima Virgen María y puede decidir la
salvación de un moribundo, reparar por mil blasfemias, como ha dicho Jesús a Sor Consolata, etc., etc.
"¿Quieres hacer penitencia? ¡Ámame!", dijo Nuestro Señor a Sor Consolata. A propósito, recordemos las palabras de
Jesucristo al Fariseo Simón sobre Magdalena penitente: "Le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho".
Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas" pronunciado al levantarse, nos hará sonreír durante el día; nos ayudará a
cumplir mejor nuestros deberes, en la oficina, en el campo, en la calle, etc. Se pronuncia con facilidad, sin distraerse y con agrado.
Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas", santifica los sudores, suaviza las penas. Convierte la tristeza en alegría.
Sostiene y consuela luchas de la vida. Ayuda en las tentaciones. Hace agradable el trabajo. Convierte en alegría el llanto. Fortalece y
consuela en las enfermedades. Y trae las bendiciones sobre los trabajos y sobre las familias.

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Un "Jesús, María, os amo, salvad las almas". Ayudará a calmar tu indignación, a convertir tu ira en mansedumbre. Sabrás
mostrarte benévolo al que te ofende. Devolver bien por mal. Conduce a efectos nobles; palabras verdaderas, obras grandes y
sacrificios heroicos, iluminará tu entendimiento con luces sobrenaturales; estimulará el bien, retraerá el mal. Obtendrá el
arrepentimiento al pecador; en el justo avivará la fe y le hará suspirar por la felicidad eterna.
Dios merece ser amado por ser nuestro Sumo Bien. Esta Jaculatoria es un dulce cántico para Jesús y María.
¡Cuán dulce es repetirlo frecuentemente! ¡Cuán agradable es avivar el fuego de amor a Dios!
Y habiéndolo pronunciado millares de veces durante tu vida, ¡cuán alegre será tu hora de la muerte, y qué gozosa volará tu
alma al abrazo de Jesús y María en el cielo!
Dijo Jesús a Sor Consolata:
"Recuerda que un Acto de amor decide la salvación eterna de un alma y, vale como reparación de mil blasfemias.
Sólo en el cielo conocerás su valor y fecundidad para salvar almas".
"No pierdas tiempo, todo Acto de amor es un alma". Cuando tengas tiempo libre y no tengas otra cosa que hacer, toma
tu corona del Rosario en tus manos y a cada cuenta repite: "Jesús, María, os amo, salvad las almas"... En cuatro o cinco minutos
habrás hecho pasar por tus dedos todas las cuentas y habrás salvado 55 almas de pecadores, habrás reparado por 55.000 blasfemias.
Dice San Agustín: "Quien salva un alma, asegura su propia salvación", y quien salva centenares y millares y hasta millones
de almas, con un medio tan fácil y tan sencillo, sin salir de su casa, ¿que premio no tendrá en el cielo?
Nuestro Señor le pedía a Sor Consolata que repitiera frecuentemente ese acto de amor hasta ser incesante, es decir,
continuamente, porque continuamente van muchas almas al infierno porque no hay quién las salve... Repitamos todo lo que
podamos este Acto de amor: "JESÚS, MARIA, OS AMO SALVAD LAS ALMAS", para que sean muchas las almas que
arranquemos al infierno para hacerlas felices eternamente en el cielo. Las almas que salvamos con este Acto de Amor, será un día
nuestra corona de gloria en el cielo.
Cuando uno está ocupado con trabajos manuales, se puede repetir este Acto de Amor con la mente y tiene su mismo valor
como lo dijo un día Nuestro Señor Jesucristo a Sor Consolata.
Y nosotros por qué no podríamos hacer lo mismo en lugar de perder un tiempo tan precioso en charlas inútiles; repitamos
frecuentemente este Acto de Amor, y así acumularemos tesoros preciosísimos para el Cielo.
Los que se salvaron están en el cielo por haber amado a Dios. Los grados de gloria en el cielo se miden por la intensidad
del amor que las almas practicaron en la vida.
Sólo entonces nos daremos cuenta de lo que vale un Acto de Amor y de su fecundidad en salvar almas.
Sor Consolata le pidió un día a Jesús: "Jesús enséñame a orar". Y he aquí la Divina respuesta: "¿No sabes orar? ¿Hay
acaso oración más hermosa y que sea más grata que el Acto de Amor?"

Aclaración:
Transcribo aquí la pregunta que hice sobre este Acto de Amor, y la respuesta que me dieron las religiosas:

PREGUNTA:
Quisiera saber si la promesa de salvar un alma y reparar por 1000 blasfemias que tiene cada acto de amor "Jesús Maria os
amo salvad las almas" es valido también si la repito yo o cualquier persona.
Muchas gracias

RESPUESTA:
Querido Cesar, la promesa de salvar un alma y reparar por 1000 blasfemias que tiene cada acto de amor "Jesús Maria os
amo salvad las almas" es valido si tu estás en gracia de Dios.
Para ser una alma pequeñísima no hay que cumplir con ninguna formalidad especial, es suficiente vivir la vida de amor
que Jesús ha enseñado a Sor Consolata. Un alma pequeñísima es un alma que quiere amar a Jesús y, como bien sabes, no se puede
pensar de amar a Jesús sino cumpliendo todo lo que El quiere, viviendo evangélicamente, frecuentando los sacramentos, sobre todo
la confesión frecuente, participando en la Santa Misa, al menos el domingo, rezando diariamente, en fin, viviendo y siendo un buen
cristiano.
El pequeño camino de amor es para todas las categorías de personas que se sientan llamadas a caminar en esta vía, incluso
para los niños.
Unidas en oración en el Sagrado Corazón de Jesús
Jesús, María os amo, salvad almas!
Las Hermanas Clarisas Capuchinas
ESCAPULARIO DEL CARMEN

¿Qué es?
El escapulario del Carmen es el signo externo de devoción mariana, que consiste en la consagración a la Santísima Virgen
María por la inscripción en la orden Carmelitana, en la esperanza de su protección maternal.
El distintivo externo de esta inscripción o consagración es el pequeño escapulario marrón, por todos conocido.
El escapulario del Carmen es un sacramental, es decir, según el Concilio Vaticano II, “un signo sagrado según el modelo de
los sacramentos, por medio del cual se significan efectos sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia”
(S.C. 60).
La “Gran Promesa”

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En un momento de gran aflicción para la Orden del Carmen, San Simón Stock suplicó a la Madre de Dios que le diese una
señal de Su protección. Y el día 16 de julio de 1251 la Santísima Virgen se le apareció con el Niño Jesús y le presentó un
Escapulario, prometiéndole que todos los que con él muriesen no padecerían el fuego eterno. “Es, pues, una señal de salvación,
salvaguardia en los peligros, alianza de paz y de protección sempiterna”, dijo la Madre de Dios.
El sentido de esta promesa es que la persona que muere con el Escapulario recibirá de la Virgen María, a la hora de la
muerte la gracia de la perseverancia en el estado de justicia si está en él, o, en caso contrario, la gracia de la conversión y de
la perseverancia final.
Esta “gran promesa” es válida no sólo para los religiosos que mueren con el Escapulario largo, sino también para los fieles
que lleven el Escapulario pequeño o la medalla–escapulario.
El Privilegio Sabatino
La predilección de María Santísima por el Carmen fue confirmada de modo aún más maternal en el siglo siguiente, cuando
se apareció al futuro Papa Juan XXII, entonces cardenal, en Avignon, Francia. Allí le prometió una especial asistencia para los
que llevasen el Escapulario del Carmen, diciendo que los libraría del Purgatorio el primer sábado después de su muerte.
Para gozar de los privilegios del escapulario es necesario:
1) Haber recibido debidamente el Escapulario, es decir, impuesto por un sacerdote con poder para tal (actualmente cualquier
sacerdote con uso legítimo de órdenes tiene ese poder).
2) Que el Escapulario sea como prescribe la Iglesia, es decir, hecho con dos pedazos de lana (y no de otro material) unidos entre sí
por cordones, de forma cuadrangular o rectangular y de color marrón.
3) Que una parte caiga sobre el pecho y otra sobre la espalda.
4) Guardar la castidad cada uno según su estado (perfecta para los solteros y matrimonial para los casados).
5) Rezar las oraciones prescriptas por el sacerdote que lo impuso.
Protección maternal
Por su profundo simbolismo mariano, por los grandes privilegios y por el gran amor y privilegiada asistencia, que ha
manifestado a través de los siglos la Santísima Virgen del Carmen a quienes vistan devotamente su escapulario, es por lo que tan
prodigiosamente se ha extendido por doquier esta piadosa devoción de vestir el escapulario.
He aquí las razones del valor espiritual de la devoción del santo escapulario:
“Sobre todo por su rico simbolismo: ser hijo de María, ver en él todas las virtudes de María, ser símbolo de nuestra
consagración filial a la Madre Amable. Por morir en gracia de Dios, quien lo vista piadosamente. Porque saldrá del Purgatorio
cuanto antes quien muera devotamente con él. Por llegar su protección a todos los momentos de la vida, a la muerte y aún más allá.
“En la vida protejo; en la muerte ayudo, después de la muerte salvo”, son sus credenciales por los innumerables prodigios que ha
obrado. Por las relaciones con sus apariciones más recientes en Lourdes y Fátima. Por las muchas indulgencias que disfrutan
quienes visten este escapulario”.
Al vestir el escapulario, y durante toda la vida, es muy importante que sepamos apreciar su profundo y rico significado, como
pertenencia a una Orden, a la del Carmen, con obligación de vivir según su rica espiritualidad y su propio carisma. Quien viste el
escapulario debe procurar tener siempre presente a la Santísima Virgen y tratar de copiar sus virtudes, su vida y obrar como Ella,
María, obró, según sus palabras: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.
"Además de la gran promesa de preservar del infierno, del singular privilegio Sabatino y del honroso título de Hermanos de
la Virgen [los frailes del Carmen son llamados 'Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo'] y de la
salvación en los peligros, así como de gran número de indulgencias, los que visten el Escapulario del carmen gozan de la
participación en todas las obras buenas que se practican en toda la Orden del Carmen. Esto quiere decir que en la Orden del
Carmen todo lo que cae bajo el común denominador de "buenas obras" -como virtudes, satisfacciones, Misas, oraciones,
predicaciones, ayunos, disciplinas, inmolaciones, frutos de las Misiones, práctica de los votos, austeridad de la vida del claustro,
efectos saludables del apostolado de la devoción a la Virgen del Carmen y a su santo Escapulario, etc.- forma un acervo común o
un capital social que se reparte entre todos y cada uno de los miembros que, sea por profesión (religiosa) o en virtud del privilegio
de la agregación, pertenecen a dicha Orden de la Virgen del Carmen".
El escapulario del Carmen es un MEMORIAL de todas las virtudes de María. Así lo recordaba a todos: religiosos, terciarios
y cofrades, “que forman, por un especial vínculo de amor, una misma familia de la Santísima Madre”, el Papa Pío XII, el 11 de
febrero de 1950:
“Reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad. Vean, en la forma sencilla de su hechura, un
compendio de modestia y candor. Vean, sobre todo, en esta librea, que visten día y noche, significada, con simbolismo elocuente, la
oración con la cual invocan el auxilio divino. Reconozcan, por fin, en ella su consagración al Sacratísimo Corazón de la Virgen
Inmaculada, por Nos. recientemente recomendada”.
Indulgencias
He aquí las indulgencias plenarias y parciales para los que visten el escapulario:

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A) Indulgencias plenarias: 1. El día que se viste el escapulario y el que es inscrito en la Tercera Orden o Cofradía. 2. En las
fiestas: de la Virgen del Carmen (16 de julio), de San Simón Stock (16 de mayo), de San Elías profeta (20 de julio), de Santa Teresa
de Jesús (15 de octubre), de Santa Teresa del Niño Jesús (1 de octubre), de San Juan de la Cruz (14 de diciembre), y de todos los
Santos Carmelitas (1 de noviembre)
B) Indulgencia parcial: se gana indulgencia parcial por usar piadosamente el Santo Escapulario. Se puede ganar no sólo por
besarlo, sino por cualquier otro acto de afecto y devoción. Y no sólo al escapulario, sino también a la medalla–escapulario.
Recomendación pontificia
Desde el siglo XVI –que es cuando se extiende por toda la cristiandad el uso del escapulario del Carmen– casi todos los
papas lo han vestido y propagado. Baste recordar aquí que Pablo VI, tratando de las líneas señaladas por el Vaticano II, dijo:
“Creemos que entre estas formas de piedad mariana deben contarse expresamente el rosario y el uso devoto del ESCAPULARIO
DEL CARMEN”. Y añade, tomando las afirmaciones de Pío XII: “Esta última práctica, por su misma sencillez y adaptación a
cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual”. Juan Pablo II, que es terciario
carmelita, ha recordado en diversas ocasiones que viste con devoción, desde niño, el escapulario del Carmen.
La fiesta de la Virgen del Carmen –16 de julio– está entre las fiestas “que hoy, por la difusión alcanzada, pueden
considerarse verdaderamente eclesiales” (M.C. 8).
Objetivo principal
María será siempre camino para llegar a Jesús. Entre las devociones que los cristianos dedican a honrar a María –decía Pío
XII el 11 de febrero de 1950– “debe colocarse, ante todo, la devoción del escapulario de los carmelitas”.
Por ello recomendamos vivamente que se lleve día y noche el escapulario –vestido de María–, pero su uso permanente no es
indispensable para ganar las indulgencias.
El escapulario de tela –que se recomienda por simbolizar mejor el vestido y consagración a María– puede ser sustituido por
la medalla–escapulario.
Quien viste el escapulario del Carmen debe distinguirse por una profunda, sincera y filial devoción a la Santísima Virgen,
esforzándose siempre por conocer, amar, imitar e irradiar a María, ya que la Orden del Carmen –a la que pertenece por vestir su
hábito– tiene como finalidad vivir su vida y extender su culto. El título oficial de los Carmelitas es éste: HERMANOS DE LA
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO.
Mi lema
Todo esto debe animar a los cristianos a vestir con devoción el escapulario de la Virgen María que tantos prodigios ha
obrado a través de los siglos y que me promete una ayuda especial y protección maternal de parte de María. Éste será el ideal o lema
que se procurará vivir a toda costa:
“Que MI ESCAPULARIO me acompañe siempre. Que en él vea siempre a mi Madre Celestial. Que al besarlo lo haga con
amor de hijo y como promesa de amarle más y servirle mejor. Que su recuerdo y su presencia en mi pecho me anime a serle más fiel
a su Hijo y a Ella. Que en él vea grabadas todas las virtudes de mi celeste Madre y trate de vivirlas. Que su constante presencia
sobre mi corazón me ayude a evitar el pecado y a practicar la virtud. Que su recuerdo nunca permita que me olvide de Ella y así
puedo estar seguro que Ella no me abandonará”.
Actualidad de esta devoción
La misma Virgen María insistió en su necesidad para los tiempos actuales. La impresionante secuencia de grandes
apariciones marianas que comenzó a partir del siglo XIX, en un llamado acuciante para pedir la conversión y penitencia del mundo
cada vez más pecador, presenta un discreto y constante vínculo con esta devoción que remonta a la Edad Media.
En efecto, en Lourdes, la última aparición a Santa Bernardita tuvo lugar el 16 de julio de 1858, fiesta litúrgica de Nuestra
Señora del Carmen y aniversario de la entrega del Escapulario a San Simón Stock. Y en Fátima, en la sexta aparición, durante la
cual se produjo el milagro del sol para probar su autenticidad, la Virgen quiso aparecer a los tres videntes -Lucía, Jacinta y
Francisco- bajo la advocación del Carmen, con el Niño Jesús en los brazos y el Escapulario.
A este propósito, la Hermana Lucía, en una entrevista concedida el 15 de Agosto de 1950 al R. P. Howard Rafferty, O.C.D.,
confirmó esa visión y que la Virgen quería que el Escapulario fuera tomado como parte del mensaje, añadiendo: "ahora el Santo
Padre lo ha afirmado así al mundo entero, diciendo que el Escapulario es signo de consagración al Inmaculado Corazón. (...). El
Rosario y el Escapulario son inseparables"
Al sernos impuesto el Escapulario nos consagramos a la Virgen y elegimos, así, "el camino fácil, corto, perfecto y seguro
para llegar a la unión con Nuestro Señor, que es en lo que consiste la perfección del cristiano".
Así lo practicaron y enseñaron los santos, particularmente San Luis María Grignion de Montfort, y lo expresó Ella misma en
Fátima. Y a través de la voz de sus pastores, la Iglesia lo reafirma, como lo hizo recientemente Juan Pablo II recordando a Pío XII:
"la forma más auténtica de devoción a la Virgen Santísima, expresada mediante el humilde signo del Escapulario, es la
consagración a su Corazón Inmaculado".
MEDALLA MILAGROSA

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En el año 1830, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, en París, Francia, la Santísima Virgen se
apareció en tres oportunidades a una humilde y piadosa novicia, Sor Catalina Labouré. En las tres oportunidades, Catalina vio a la
Santísima Virgen, recibió mensajes y fue tratada con amorosa y maternal atención.
PRIMERA APARICIÓN: Relató la vidente de la Santísima Virgen a su confesor que hacia las 11:30 horas de la noche del 18 de
julio, oyó que alguien la llamaba por su nombre: "Sor Labouré, Sor Labouré ven a la capilla. Allí te espera la Santísima
Virgen"
Quien la llamaba era un niño pequeño y él mismo la condujo hasta la capilla.
Catalina se puso a rezar y después de oír un ruido semejante al roce de un vestido de seda, vio a la Santísima Virgen sentada al lado
del Altar. Catalina fue hacia Ella, cayó de rodillas apoyando sus manos en las rodillas de la Santísima Virgen y oyó una voz que le
dijo: "Hija mía, Dios quiere encomendarte una misión... tendrás que sufrir, pero lo soportarás porque lo que vas a hacer
será para Gloria de Dios. Serás contradecida, pero tendrás gracias. No temas".
La Santísima Virgen señaló al pie del Altar y recomendó a Catalina acudir allí en los momentos de pena a desahogar su corazón
pues allí, dijo, serán derramadas las gracias que grandes y chicos pidan con confianza y sencillez.
SEGUNDA APARICIÓN: Esta es la aparición en que la Santísima Virgen comunica a Su vidente el mensaje que quiere transmitir.
Esta aparición tiene tres momentos distintos:
Dijo Catalina a su confesor que a la hora de la oración hacia las 5:30 de la tarde del 27 de Noviembre, oyó nuevamente el ruido
semejante al roce de la seda y vio a la Santísima Virgen.
Primer momento (La Virgen del globo): La Santísima Virgen estaba en pie, sobre la mitad de un globo aplastando con sus pies a
una serpiente. Tenía un vestido cerrado de seda aurora, mangas lisas; un velo blanco le cubría la cabeza y le caía por ambos lados.
En sus manos, a la altura del pecho, sostenía un globo con una pequeña cruz en su parte superior. La Santísima Virgen ofrecía ese
globo al Señor, con tono suplicante. Sus dedos tenían anillos con piedras, algunas de las cuales despedían luz y otras no. La
Santísima Virgen bajó la mirada. Y Catalina oyó: "Este globo que ves, representa al mundo y a cada uno en particular. Los
rayos de luz son el símbolo de las gracias que obtengo para quienes me las piden. Las piedras que no arrojan rayos, son las
gracias que dejan de pedirme": El globo desapareció.
Segundo momento (Anverso de la medalla): Cuando el globo desapareció, las manos de la Santísima Virgen se extendieron
resplandecientes de luz hacia la tierra, los haces de luz, no dejaban ver sus pies. Se formó un cuadro ovalado alrededor de la
Santísima Virgen y en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando sobre la cabeza de la Santísima Virgen y
terminando a la altura de la mano izquierda, se leía:
"OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS, QUE RECURRIMOS A TI"
Catalina oyó una voz que le dijo: "Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas
que la lleven en el cuello recibirán grandes gracias: las gracias serán abundantes para las
personas que la llevaren con confianza".
Tercer momento (El reverso de la Medalla): El cuadro se dio vuelta mostrando la letra M,
coronada con una cruz apoyada sobre una barra y debajo de la letra M, los Sagrados Corazones de
Jesús y de María, que Catalina distinguió porque uno estaba coronado de espinas y el otro
traspasado por una espada. Alrededor del monograma había doce estrellas.
TERCERA APARICIÓN: En el curso del mes de diciembre del mismo año, Catalina fue favorecida con una nueva aparición,
similar a la del 27 de Noviembre.
También durante la oración de la tarde. Catalina recibió nuevamente la orden dada por la Santísima Virgen de hacer acuñar una
medalla, según el modelo que se le había mostrado el 27 de Noviembre, y que se le mostró nuevamente en esta aparición. Quiso la
Santísima Virgen que su vidente tuviera muy claros los simbolismos de su aparición, por eso insistió de una manera especial que el
globo que ella tiene en sus manos, representa al mundo entero y cada persona en particular; en que los rayos de luz que arrojan las
piedras de sus anillos, son las gracias que Ella consigue para las personas que se las piden, que las piedras que no arrojan rayos, son
las gracias que dejan de pedirle; que el Altar es el lugar a donde deben recurrir grandes y chicos, con confianza y sencillez, a
desahogar sus penas.
Después de vencer Catalina todos los obstáculos y contradicciones que le había anunciado la Santísima Virgen, en el año 1832, las
autoridades eclesiásticas aprobaron la acuñación de la medalla. Una vez acuñada, se difundió rápidamente.
Fueron tantos y tan abundantes los milagros obtenidos a través de ella, que se la llamó, la MEDALLA que cura, la MEDALLA que
salva, la MEDALLA que obra milagros, y finalmente la MEDALLA MILAGROSA.
SÚPLICA A LA MEDALLA MILAGROSA
Se reza a las 5 de la tarde del 27 de Noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a
esa hora.

Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en
este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los
tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida

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para la manifestación de tu Medalla. Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan
querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y
prenda de protección. Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será
nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean
inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre
sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz
detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio
de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra. Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce
conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también
nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza:
vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.
Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas
manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el
amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira
los males que nos oprimen.
Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé
la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro. Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos.
Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que
por ellos has sufrido, has rogado y has llorado. Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado,
invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo. Amén
EUCARISTÍA

(Vea también Una hora con Jesús, dictado que le hace Jesús Eucaristía a María Valtorta)
La Eucaristía designa una doble realidad. Por un lado, el Santo Sacrificio de la Misa, actualización y presencia del mismo sacrificio
de la cruz. Por otro, el sacramento de la presencia de Cristo bajo los signos de pan y vino, consagrados en el rito de la celebración.
La Santa Misa, compendio y centro de la religión cristiana, no es la pura y simple conmemoración de la pasión y muerte de
Jesucristo, sino un sacrificio propio y verdadero por el que Cristo, Sumo Sacerdote, repite lo que una vez hizo en la cruz. Es
sustancialmente aquel mismo sacrificio, la misma Víctima, el mismo Sacerdote principal, la misma oblación, los mismos fines. Sólo
difieren en el modo de realizarse: cruento en el Calvario, incruento en el altar (Concilio de Trento).
Manantial abundantísimo de gracias, produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz:
Adoración: Dios recibe de una sola Misa una gloria infinita. Sea quien fuere el que celebre, este efecto siempre se produce.
Acción de gracias: Justamente esto significa "eucaristía". El Divino Redentor, como Hijo de Dios, fue el único que pudo darle al
Padre una digna acción de gracias. Lo hizo en la última cena, en la cruz, y no deja de hacerlo en el Sacrificio del altar.
Reparación o expiación: Todos los hombres, por el pecado, contraemos una deuda que es preciso saldar. Tiene este sacrificio un
poder expiatorio infinito. Sin embargo su efecto se aplica según las disposiciones del sujeto que lo recibe. Nada mejor para reparar
nuestros pecados y los de los difuntos.
Petición: No tiene par tampoco en su fuerza impetratoria, ya que es Cristo mismo, "siempre vivo para interceder por nosotros" (Heb
8, 25) quien reclama la gracia.
Para poder participar de ella activamente y con fruto, debemos unirnos cada vez más al Sacerdote y Víctima como lo recomendaba
el Apóstol: "Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2, 5) identificándonos cada vez más con Él hasta poder
decir: "Con Cristo estoy crucificado" (Gal 2, 19).
En ella, por fuerza de las palabras del sacerdote, enseña el Concilio de Trento, "después de la consagración del pan y del vino, se
contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, bajo la apariencia de
aquellas cosas sensibles". Allí se hace presente el Señor, en cada una de las especies, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
La Sagrada Eucaristía es el sacramento por antonomasia, ya que contiene al mismo Cristo substancialmente, mientras que los demás
sacramentos sólo tienen una gracia participada de Cristo. De ahí que los teólogos hayan afirmado que todos los otros sacramentos se
ordenan a la Eucaristía, sea a recibirla (Bautismo, Confirmación, Penitencia, Unción de los enfermos), a figurarla (Matrimonio) o a
realizarla (Orden Sagrado). El Sacramento de la Eucaristía tiene la capacidad de consumar toda la vida espiritual: "Yo he venido
para que tengan vida y la tengan en abundancia", dijo el Señor; y añadió: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros."
Tesoro de la Iglesia que contiene "todas las delicias", si dignamente lo recibimos, es decir, en gracia de Dios y con devoción. La
recepción de la Eucaristía nos une íntimamente a la Santísima Trinidad, a Cristo y a los miembros vivos del Cuerpo Místico; nos da
la gracia que hace crecer las virtudes y dones del Espíritu Santo; borra los pecados veniales y la pena temporal; nos preserva de
nuevas faltas al robustecer la caridad; es, finalmente, prenda de la futura gloria, no sólo para el alma sino también para el cuerpo.
Podríamos resumir tantos frutos con aquellas simples y precisas palabras de Santo Tomás: "Los efectos que la Pasión de Cristo obró

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en el mundo los produce este sacramento en el hombre." Una sola comunión recibida con disposición perfecta bastaría para
llevarnos a las más altas cumbres de la santidad. Si no alcanza a lograrlo es porque no nos hemos dispuesto convenientemente.
Acerquémonos, pues, a comulgar con la debida preparación, ejercitándonos con actos de fe y de caridad; y luego, hagamos una
intensa acción de gracias con actos de adoración, reparación y amor.
Asimismo, fuera de la Misa, está siempre a nuestro alcance prolongar los efectos de la comunión, visitando a Jesús en el Sagrario.
COMPENDIO
de las maravillas del Señor en el
Santísimo Sacramento del altar
Con razón se llama Sacramento del altar compendio de las maravillas del Señor, porque es compendio de los milagros, finezas,
virtudes, misericordias, tormentos y oficios de Jesucristo, que todas son maravillas de su amor. De todas quiere que nos acordemos,
y por eso nos dejó el Sacramento como un compendio o memorial de ellas.
Milagros de Cristo
El primer milagro es convertirse, por virtud de las palabras que dice el sacerdote, la substancia del pan y del vino en el cuerpo y
sangre de Cristo. El segundo es que los accidentes de pan y vino, cantidad, olor, color y sabor, quedan sin sujeto que los reciba,
porque faltó la substancia de pan y vino, y no se sostienen en el cuerpo de Cristo. El tercero, que los accidentes de pan y vino hacen
los mismos efectos en quien los recibe, que haría la subtancia. El cuarto, que Cristo todo entero está en toda la Hostia, y en
cualquier parte de ella; y aunque partan la Hostia, no parten a Cristo, porque queda todo entero en cualquier parte. El quinto, que
Cristo, sin dejar el cielo, está en todas las Hostias consagradas que hay en el mundo.
Finezas de Cristo
La primera fineza de Cristo en el Sacramento, fue, que siendo necesario partirse a donde está su Padre, buscó medio de quedarse
con nosotros a costa de tantos milagros, mostrando cuanta verdad es lo que dice la Escritura: que sus delicias son estar con los hijos
de los hombres. La segunda, fue quedarse en manjar para sustento del hombre, lo cual no hacen aún las madres más amantes de sus
hijos: porque algunas, por no morir de hambre, llegaron a sustentar su vida con la carne y sangre de sus hijos: pero ninguna sustentó
los hijos con su misma carne y sangre. La tercera, darse todo en este bocado; su carne y sangre, alma y divinidad, para mostrar
cuánto ama a los hombres, pues les da cuanto tiene y cuanto es. La cuarta, querer entrar en nuestro pecho, estar con nosotros, y que
nosotros estemos con Él, según la condición de los amantes, que viven más donde aman que donde animan. La quinta, mostrar, con
dársenos en manjar, que quiere hacerse una cosa con nosotros por amor, como el manjar se hace una cosa con quien le come:
aunque no ha de ser convirtiéndose él en nosotros, sino convirtiéndonos en sí.
Pasión de Cristo
Conságrase el Sacramento en especies de pan, que se compone de granos de trigo, molidos y deshechos: y en especies de vino, que
resulta de uvas pisadas y exprimidas; para significar que Cristo, en la Pasión, fue pisado con afrentas y desprecios, y molido y
rasgado con azotes, espinas, clavos y cruz (aunque por estar juntos viene el cuerpo con la sangre a la Hostia, y la sangre con el
cuerpo al cáliz) para significar que en la Pasión y muerte se dividió la sangre del cuerpo. Mas no sólo representa el Sacramento los
tormentos que ya padeció el Salvador, también ahora, aunque ya impasible, sufre en la Hostia, y tolera afrentas y ultrajes de los
judíos y herejes, ofensas y sacrilegios de los católicos que comulgan mal.
Virtudes de Cristo
Ejercita Cristo en el Sacramento muy profunda humildad, encubriendo su infinita grandeza y majestad debajo de las especies de pan
y vino. Obediencia pronta, poniéndose en la Hostia en el mismo punto en que dice las palabras el Sacerdote, aunque éste sea malo y
sacrílego. Paciencia admirable, tolerando no solamente las injurias de los infieles que no le conocen, mas también las que le hacen
comulgando mal o tibiamente, los que saben quién es. Pobreza heroica, morando en iglesias pobres, y hasta mezquinas, desaliñadas
y sucias. Constancia invencible, perseverando en la Hostia y cáliz hasta que se consumen las especies sacramentales, y queriendo
estar con nosotros hasta el fin del mundo, aunque los hombres le traten mal en el Sacramento.
Misericordias de Cristo
Aquí ejercita Cristo las obras de misericordia corporales en modo más excelente, porque da de comer al hambriento y de beber al
sediento su mismo cuerpo y sangre; visita al enfermo para sanarlo, viste al desnudo con la ropa de la gracia, redime al cautivo de la
cautividad de sus pecados, y entierra a los que ya han muerto al mundo, dentro de sus llagas preciosísimas. También ejercita las
espirituales, porque enseña al ignorante con ilustraciones e inspiraciones, da consejo al que lo ha menester, perdona las injurias,
consuela a los tristes, sufre nuestras flaquezas y ruega al Padre por nosotros.
Misterios de Cristo
Representa el Sacrament5o de la Encarnación, porque así como se unió la persona del Verbo hipostáticamente a la naturaleza
humana en el seno de la Virgen, del mismo modo, entrando Cristo en nuestro pecho, se une a nosotros con unión de amor, y por eso
llaman los Santos a la Eucaristía, extensión de la Encarnación. Representa el Nacimiento de Cristo; pues si entonces apareció la
Divinidad abreviada en el cuerpo de un niño, y fue envuelto en pañales, y reclinado sobre las pajas en un establo, ahora en una
pequeña Hostia, envuelto en los accidentes de pan y vino, es aposentado en nuestro pecho, que ha sido establo en pecados. Siendo
niño fue adorado de los Pastores, Reyes y Ángeles, presentado en el Templo, perdido y hallado por María Santísima y San José, y
ahora también es adorado de todos en el Sacramento, es ofrecido en el templo por mano de los sacerdotes, es perdido de los ojos que
sólo ven los accidentes de pan y vino, y hallado por la fe, que le contempla debajo de los accidentes. Aquí predica Cristo al corazón,

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y hace continuos milagros en los que le adoran y reciben. No solamente representa este Sacramento la Pasión de Cristo, sino que
también es figura de su Resurrección y Ascensión, porque la blancura de los accidentes representa los resplandores de gloria de que
se vistió en la Resurrección, y la nube blanca que en la Ascensión le ocultó a los ojos de los discípulos.
Oficios de Cristo
Se quedó en el Sacramento para renovar en provecho nuestro los oficios que ejercitó el tiempo que conversó con los hombres. Es
Rey, que teniendo su corte en el cielo, quiere entrar en mi pecho para que le rinda vasallaje, y le juren por su Rey mis potencias y
sentidos. Es Señor de todo lo criado, que desciende del cielo para enriquecer al siervo pobre desvalido. Es Juez, que no viene ahora
a juzgarme: me juzgará al fin de mi vida y al fin del mundo. Me absolvió en el tribunal de la Penitencia y me convida luego a su
sagrada Mesa. Es Padre amorosísimo, que después de estrechar entre sus brazos al hijo pródigo, le regala con un banquete celestial.
Es Médico, que desea curar todas mis enfermedades y darme la vida eterna. Es Amigo, que me admite a la más íntima comunicación
y después de haberme confiado los secretos que me convienen saber para mi salvación se me da ahora a sí mismo. Es Sacerdote
eterno según el orden de Melquisedec, que haciendo de mi pecho templo y altar, se ofrece por mí al Padre debajo de las especies de
pan y vino. Es Esposo, que viene a dar la mano a mi alma y unirse con ella, de modo que yo esté en Él y Él esté en mí. Es Maestro,
que desea ilustrar mi espíritu con sus divinas enseñanzas. Es Redentor, que visita a su redimido para aplicarle el fruto de su
redención. Es Pastor, que acaricia a la oveja que se había perdido. Es Santificador, que comunica gracia. Es Abogado con el Padre
celestial, y Protector que continuamente vela por mi bien.
Gracias obtenidas por asistir a la Santa Misa
1. La Misa es la continuación del Calvario.
2. Cada Misa vale tanto como la vida, sufrimientos y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecidos en
sacrificio.
3. La Santa Misa es el acto de desagravio más poderoso para expiar los pecados.
4. A la hora de la muerte, el consuelo más grande del alma consistirá de las Misas oídas en vida.
5. Cada Misa bien oída nos acompañará hasta el Tribunal Divino, suplicando perdón.
6. En la Santa Misa, según el fervor con que se asiste, se puede disminuir en grado mayor o menor, la
pena temporal debida por los pecados.
7. Al asistir devotamente a la Santa Misa, se rinde el más grande homenaje a la Sagrada Humanidad de
Nuestro Señor.
8. En la Santa Misa, Nuestro Señor Jesucristo ofrece expiación y desagravio por muchas omisiones y
negligencias nuestras.
9. En la Santa Misa, Jesucristo perdona los pecados veniales que todavía no se han confesado. Además
se disminuye el poder de Satanás sobre el alma.
10. Al asistir a la Santa Misa se proporciona a las almas del Purgatorio, el alivio más grande que sea
posible.
11. Una Misa bien oída durante la vida, será de más provecho al alma, que muchas que se ofrecieran
para su reposo después de la muerte.
12. Por asistir a Misa, el alma se preserva de peligros, desgracias y de calamidades, que de otro modo
hubieran sucedido. Además, se abrevia o reduce la duración de su Purgatorio.
13. Cada Misa bien oída obtiene para el alma un grado más elevado de gloria en el Cielo.
14. En la Misa se recibe la bendición del sacerdote que Nuestro Señor ratifica en el Cielo.
15. En la Misa se arrodilla entre una multitud de los santos ángeles, que están presentes en actitud de
profunda reverencia, durante el sacrificio adorable de la Santa Eucaristía.
16. En la Santa Misa se reciben bendiciones para todos los bienes y empresas temporales.
Acto de reparación (Fátima)
Enseñado por el Ángel a los tres pastores antes de las apariciones de la Santísima Virgen.
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor
Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es
ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los
pobres pecadores”.

Mensajes dados por la Santísima Virgen al Padre Gobbi, sobre la Eucaristía:


Rubbio (Vicenza), 8 de agosto de 1986

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Madre de la Eucaristía.
“Hijos predilectos, cómo rebosa de gozo mi Corazón al veros reunidos aquí en una peregrinación sacerdotal de adoración, de amor,
de reparación y de acción de gracias a Jesús, mi Hijo y mi Dios, presente en la Eucaristía, para consolarle de tanto vacío, de tanta
ingratitud y tanta indiferencia de que se ve rodeado por tantos hijos míos en Su real presencia de amor en todos los sagrarios de la
tierra, sobre todo, por muchos de mis hijos predilectos, los Sacerdotes.
Gracias por la alegría que dais al Corazón de Jesús, que os sonríe complacido y estremecido de ternura por vosotros. Gracias
también por la alegría que dais al Corazón Inmaculado de vuestra Madre Celestial en medio de su profundo dolor.
Yo soy la Madre del Santísimo sacramento.
Llegué a serlo con mi Sí, porque en el momento de la Encarnación, di la posibilidad al Verbo del Padre, de bajar a mi seno virginal
y, si bien soy también verdadera Madre de Dios, porque Jesús es verdadero Dios, mi colaboración se concretó, sobre todo, en dar al
Verbo la naturaleza humana, que le permitiera a Él, segunda persona de la Santísima Trinidad, Hijo coeterno del Padre, hacerse
también Hombre en el tiempo y ser verdadero hermano vuestro.
Al asumir la naturaleza humana le fue posible realizar la obra de la Redención.
Por ser la Madre de la Encarnación, soy también Madre de la Redención.
Una Redención efectuada desde el momento de la Encarnación hasta el momento de Su muerte en la Cruz, donde Jesús debido a la
humanidad asumida, ha podido realizar lo que no podía hacer como Dios: sufrir, padecer, morir, ofreciéndose en perfecto rescate al
Padre y dando a Su justicia una reparación digna y justa.
Verdaderamente Él ha sufrido por todos vosotros, redimiéndoos del pecado y dándoos la posibilidad de recibir aquella vida divina,
que se había perdido para todos en el momento del primer pecado, cometido por nuestros progenitores.
Mirad a Jesús mientras ama, obra, ora, sufre, se inmola desde su descenso a mi seno virginal hasta su elevación en la Cruz, en ésta
Su perenne acción sacerdotal, para que podáis comprender cómo Yo soy sobre todo Madre de Jesús Sacerdote.
Por esto soy también verdadera madre de la Santísima Eucaristía. No porque Yo lo engendre todavía en esta realidad misteriosa
sobre el Altar.
¡Este ministerio está reservado sólo a vosotros, mis hijos predilectos!
Es un ministerio, empero, que os asemeja mucho a mi función maternal, porque también vosotros, durante la Santa Misa y por
medio de las palabras de la Consagración, engendráis verdaderamente a mi Hijo.
Por Mí lo acogió el frío pesebre de una gruta, pobre e incómoda; por vosotros, lo acoge ahora la fría piedra de un altar.
Pero también vosotros, al igual que Yo, generáis a mi Hijo.
Por esto no podéis sino ser hijos de una particular, más bien particularísima, predilección de Aquella que es Madre, verdadera
Madre de su Hijo Jesús
Mas Yo también soy verdadera Madre de la Eucaristía, porque Jesús se hace realmente presente, en el momento de la Consagración,
por medio de vuestra acción sacerdotal.
Con vuestro sí humano, dado a la poderosa acción del Espíritu, que transforma la materia del pan y del vino en el Cuerpo y en la
Sangre de Cristo, hacéis posible que Él tenga esta nueva y real presencia Suya entre vosotros.
Y se hace presente para continuar la Obra de la Encarnación y de la Redención, que le fue posible ofrecer al Padre por causa de su
naturaleza humana, asumida con el Cuerpo que Yo le he dado. Así Jesús, en la Eucaristía, se hace presente con Su divinidad y con
Su Cuerpo glorioso, aquel Cuerpo que le fue dado por vuestra Madre Celestial, verdadero Cuerpo nacido de María Virgen.
Hijos, el Suyo es un Cuerpo Glorioso, pero no uno diverso, o sea, no se trata de un nuevo nacimiento Suyo. En efecto, es el mismo
Cuerpo que Yo le di: nacido en Belén, muerto en el Calvario, depositado en el Sepulcro y desde allí resucitado, pero asumiendo una
forma nueva, Su forma divina, la de la gloria.
Jesús en el Paraíso, con Su Cuerpo Glorioso, sigue siendo hijo de María; así Aquel que, con Su divinidad, vosotros generáis en el
momento de la Consagración Eucarística, es siempre hijo de María.
Yo soy, por tanto Madre de la Eucaristía.
Y, como Madre, Yo estoy siempre al lado de mi Hijo.
Lo estuve en esta tierra; lo estoy ahora en el Paraíso, por el privilegio de mi Asunción corporal al Cielo; estoy también donde Jesús
está presente, en todos los Sagrarios de la tierra.
Así como Su Cuerpo Glorioso, estando fuera de los límites del tiempo y del espacio, le permite estar aquí delante de vosotros en el
Sagrario de esta pequeña iglesia de montaña, le permite al mismo tiempo estar presente en todos los Sagrarios esparcidos por el
mundo; así también vuestra Madre Celestial, con su cuerpo glorioso, que le permite estar aquí y en todas partes, se halla
verdaderamente junto a todos los Sagrarios donde Jesús está custodiado.
Mi Corazón Inmaculado, le hace de vivo, palpitante, materno Sagrario de amor, de adoración, de gratitud y de perenne reparación.
Yo soy la Madre Gozosa de la Eucaristía.

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Vosotros, hijos predilectos, sabéis bien que donde está el Hijo están también el Padre y el Espíritu Santo. Como en la gloria del
Paraíso, Jesús está sentado a la derecha del Padre, en íntima unión con el Espíritu Santo, así también cuando, llamado por vosotros,
se hace presente en la Eucaristía y se custodia en el Sagrario, acompañado por mi Corazón de Madre, junto al Hijo están realmente
presentes el Padre y el Espíritu Santo, morando siempre allí la Divina y Santísima Trinidad.
Y, como ocurre en el Paraíso, también junto a cada Sagrario, está la presencia extasiada y gozosa de vuestra Madre Celestial.
Después están allí todos los Ángeles, dispuestos en sus nueve Coros de Luz, para cantar la Omnipotencia de la Santísima Trinidad,
con diversas modulaciones de armonía y de gloria, como si quisieran exteriorizar, en grados diferentes, Su grande y divino poder.
Junto a los Coros Angélicos, se hallan también todos los Santos y Bienaventurados que propiamente de la luz, del amor, del perenne
gozo y de la inmensa gloria, que brotan de la Santísima Trinidad, reciben un aumento continuo de su eterna y siempre creciente
bienaventuranza.
A este supremo vértice del Paraíso suben también las profundas inspiraciones, los sufrimientos purificadores, la oración incesante
de todas las almas del Purgatorio. Hacia él tienden con un deseo, con una caridad cada día más ardiente, cuya perfección es
proporcionada a su progresiva liberación de toda deuda contraída por la fragilidad y por sus culpas, hasta el momento en que,
perfectamente renovadas por el Amor, pueden asociarse al canto celestial que se forma en torno a la Santísima y Divina Trinidad,
que mora en el Paraíso y en todos los Sagrarios, donde Jesús está presente, aún en los lugares más remotos y apartados de la tierra.
Por esto, junto a Jesús, Yo soy la Madre Gozosa de la Eucaristía.
Yo soy la Madre Dolorosa de la Eucaristía.
A la Iglesia triunfante y a la purgante, que palpitan en torno al centro del amor, que es Jesús Eucarístico, debería unirse también la
Iglesia militante, deberíais uniros todos vosotros, mis hijos predilectos, religiosos y fieles, para componer con el Paraíso y con el
Purgatorio un himno perenne de adoración y alabanza.
Por el contrario, Jesús hoy en el Sagrario está rodeado de tanto vacío, de tanto abandono, de tanta ingratitud.
Estos tiempos han sido predichos por Mí en Fátima por medio de la voz del Ángel, aparecido a los niños, a quienes enseñó esta
oración:
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Te adoro profundamente, Te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, de los sacrilegios y
de la indiferencia de que está rodeado...”
Esta oración fue enseñada para estos tiempos vuestros.
Jesús hoy vive rodeado del vacío formado especialmente por vosotros Sacerdotes que, en vuestra acción apostólica, giráis a menudo
inútilmente y muy en la periferia, yendo a las cosas menos importantes y más secundarias, olvidando que el centro de vuestra
jornada sacerdotal debe estar aquí, delante del Sagrario, donde Jesús se halla presente y se guarda sobre todo por vosotros.
Está rodeado también de la indiferencia de tantos hijos míos, que viven como si Él no existiera, y, cuando entran en la Iglesia para
las funciones litúrgicas, no se percatan de Su divina y real presencia entre vosotros. Con frecuencia Jesús Eucarístico es puesto en
un rincón perdido, cuando debe ser colocado en el centro de la Iglesia y en el centro de vuestras reuniones eclesiales, porque la
Iglesia es Su Templo, que ha sido construido en primer lugar para Él y después para vosotros.
Amarga profundamente a mi Corazón de Madre el modo con que Jesús, presente en el Sagrario, es tratado en tantas iglesias, donde
es arrinconado, como un objeto cualquiera para usar en vuestras reuniones eclesiales.
Pero están sobre todo los sacrilegios que forman hoy, en torno a mi Corazón Inmaculado, una dolorosa corona de espinas.
En estos tiempos ¡cuántas comuniones y cuántos sacrilegios se cometen! Se puede decir que hoy ya no hay una celebración
eucarística en la que no se hagan comuniones sacrílegas. ¡Si vierais con mis propios ojos cuán grande es esta plaga, que ha
contaminado a toda la Iglesia y la paraliza, la detiene, la hace impura y tan enferma!
Si vierais con mis ojos, también vosotros derramaríais Conmigo lágrimas copiosas.
Por tanto, sed hoy vosotros mis predilectos e hijos consagrados a mi Corazón un fuerte llamamiento para el pleno retorno de toda la
Iglesia militante a Jesús presente en la Eucaristía.
Porque sólo ahí está la fuente de agua viva, que purificará su aridez y renovará el desierto a que está reducida; sólo ahí está el
secreto de la Vida, que abrirá para ella un segundo Pentecostés de gracia y de luz; sólo ahí está la fuente de su renovada santidad:
¡Jesús en la Eucaristía!
No son vuestros planes pastorales ni vuestras discusiones, no son los medios humanos en que ponéis tanta confianza y seguridad,
sino sólo es Jesús Eucarístico quien dará a toda la Iglesia la fuerza de una completa renovación, que la llevará a ser pobre,
evangélica, casta, despojada de todos los apoyos en que confía, santa, bella, sin mancha ni arruga, a imitación de vuestra madre
Celestial.
Deseo que este mensaje mío se haga público, sea reseñado y se incluya entre los contenidos de mi libro.
Deseo que sea difundido en todo el mundo, porque de todas las partes de la tierra os llamo hoy a todos a ser una corona de amor, de
adoración, de agradecimiento y de reparación sobre el Corazón Inmaculado de Aquella que es verdadera Madre –Madre Gozosa,
pero también Madre Dolorosa– de la Santísima Eucaristía.

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Os bendigo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Rubbio (Vicenza), 21 de agosto de 1987


Memoria litúrgica de San Pío X
Madre de la adoración y de la reparación.
"Hijos predilectos, estoy contenta de que hayáis subido aquí como niñitos que se dejan llevar en mis brazos maternos.
Haceos cada vez más pequeños, dóciles, puros, sencillos, abandonados y fieles.
¡Qué grande es la alegría que siente mi Corazón de Madre cuando os puedo conducir a todos como homenaje perfumado y precioso,
para ofrecérselo a mi hijo Jesús, realmente presente en el sacramento de la Eucaristía!
Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.
Junto a cada Tabernáculo de la tierra está siempre mi presencia materna.
Ésta compone un nuevo y amoroso Tabernáculo a la solitaria presencia de mi hijo Jesús; construye un jardín de amor a su perenne
permanencia entre vosotros; forma una armonía celeste que le rodea de todo el encanto del Paraíso, en los coros adorantes de los
Ángeles, en la oración bienaventurada de los Santos, en la sufrida aspiración de tantas almas, que se purifican en el Purgatorio.
En mi Corazón Inmaculado todos forman un concierto de perenne adoración, de incesante oración y de profundo amor a Jesús,
realmente presente en cada Tabernáculo de la tierra.
Hoy mi Corazón de Madre está entristecido y profundamente herido porque veo que, en torno a la divina presencia de Jesús en la
Eucaristía, hay tanto vacío, tanto abandono, tanta incuria, tanto silencio.
Iglesia peregrina sufriente, de la que soy Madre; Iglesia, que eres la familia de todos mis hijos, arca de la nueva alianza, pueblo de
Dios, debes comprender que el centro de tu vida, la fuente de tu gracia, el manantial de tu luz, el principio de tu acción apostólica se
encuentra sólo aquí, en el tabernáculo, donde se custodia realmente a Jesús.
Y Jesús está presente para enseñarte a crecer, para ayudarte a caminar, para fortalecerte en el testimonio, para darte el valor para
evangelizar, para ser el sostén de todo tu sufrir.
Iglesia peregrina y paciente de estos tiempos, que estás llamada a vivir la agonía de Getsemaní, y la sangrienta hora del calvario,
hoy quiero traerte aquí Conmigo, postrada delante de cada Tabernáculo, en un acto de perpetua adoración y reparación, para que tú
también puedas repetir el gesto que siempre está realizando tu madre Celeste.
Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.
En la Eucaristía Jesús está realmente presente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. En la Eucaristía está
realmente presente Jesucristo, el Hijo de Dios, aquel Dios a quien Yo he visto en Él en todo momento de su vida terrena aunque
estuviera escondido bajo el velo de una naturaleza frágil y débil, que se desarrollaba a través del ritmo del tiempo y de su
crecimiento humano.
Con un acto continuo de fe en mi hijo Jesús siempre veía a mi Dios, y con un profundo amor lo adoraba.
Lo adoraba cuando aún estaba escondido en mi seno virginal como un pequeño capullo, y lo amaba, lo nutría, lo hacía crecer
dándole mi misma carne y sangre.
Lo adoraba después de su nacimiento, contemplándole en el pesebre de una gruta pobre y destartalada.
Adoraba a mi Dios en el niño Jesús, que crecía; en el joven inclinado sobre el trabajo de cada día; en el Mesías, que cumplía su
pública misión.
Lo adoraba cuando era desdeñado y rechazado, cuando era traicionado, abandonado de los Suyos y negado.
Lo adoraba cuando era condenado y vilipendiado, cuando era flagelado y coronado de espinas, cuando era conducido al patíbulo y
crucificado.
Lo adoraba bajo la Cruz, en acto de inefable padecer, y mientras era conducido al sepulcro y depositado en su tumba.
Lo adoraba después de su resurrección cuando, lo primero, se me apareció en el esplendor de su cuerpo glorioso y en la luz de su
Divinidad.
Hijos predilectos, por un milagro de amor que, sólo en el Paraíso lograréis comprender, Jesús os ha hecho el don de permanecer
siempre entre vosotros en la Eucaristía.
En el Tabernáculo, bajo el velo del pan consagrado, se guarda al mismo Jesús, a quien Yo, la primera, vi después del milagro de su
resurrección; al mismo Jesús, que en el fulgor de su Divinidad se apareció a los once Apóstoles, a muchos discípulos, a la llorosa
Magdalena, a las piadosas mujeres que le habían seguido hasta el sepulcro.
En el Tabernáculo, escondido bajo el velo eucarístico, está presente el mismo Jesús resucitado, que se apareció también a más de
quinientos discípulos y deslumbró al perseguidor Saulo en el camino de Damasco. Es el mismo Jesús que se sienta a la derecha del
Padre en el fulgor de su cuerpo glorioso y de su divinidad, si bien, por vuestro amor se vela bajo la cándida apariencia del Pan
consagrado.

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Hijos predilectos, hoy debéis creer más en su presencia entre vosotros; debéis difundir, con valentía y con fuerza, vuestra sacerdotal
invitación al retorno de todos a una fuerte y testimoniada fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Debéis orientar a toda la Iglesia a reencontrarse ante el Tabernáculo, con vuestra Madre Celeste, en acto de perenne reparación, de
continua adoración y de incesante oración.
Vuestra oración Sacerdotal debe convertirse toda en oración eucarística.
Pido que se vuelvan de nuevo a hacer, por doquier, las horas santas de adoración ante Jesús expuesto en el Santísimo Sacramento.
Deseo que se aumente el homenaje de amor hacia la Eucaristía, y que se haga manifiesto, incluso a través de signos sensibles, pero
tan indicativos de vuestra piedad.
Rodead a Jesús Eucarístico de luces y flores; envolvedlo en delicada atención; acercaos a Él con gestos profundos de genuflexión y
de adoración.
¡Si supieseis cómo os ama Jesús Eucarístico, cómo una pequeña muestra de vuestro amor le llena de gozo y de consuelo!
Jesús perdona muchos sacrilegios y olvida una infinidad de ingratitudes, ante una gota de puro amor sacerdotal, que se deposite en
el cáliz de su Corazón Eucarístico.
Sacerdotes y fieles de mi Movimiento, id con frecuencia delante del Tabernáculo; vivid delante del Tabernáculo; orad delante del
Tabernáculo.
Sea vuestra oración, una perenne plegaria de adoración y de intercesión, de acción de gracias y de reparación.
Sea, la vuestra, una oración que se una al canto celestial de los Ángeles y de los Santos, a las ardientes imploraciones de las almas
que se purifican en el Purgatorio.
Sea, la vuestra, una oración que reúna las voces de toda la humanidad, que debe postrarse delante de cada Tabernáculo de la tierra,
en acto de perenne gratitud y de cotidiano agradecimiento.
Porque en la Eucaristía, Jesús está realmente presente, permanece siempre con vosotros; y esta presencia se hará cada vez más
fuerte, resplandecerá sobre el mundo como un sol, y señalará el comienzo de la nueva era.
La venida del Reino glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de la Eucaristía.
Cristo instaurará su Reino glorioso con el triunfo universal de su Reino Eucarístico, que se desarrollará con toda su potencia y
tendrá la capacidad de cambiar los corazones, las almas, las personas, las familias, la sociedad, la misma estructura del mundo.
Cuando haya instaurado su Reino Eucarístico, Jesús os conducirá a gozar de ésta su habitual presencia, que sentiréis de manera
nueva y extraordinaria, y os llevará a experimentar un segundo, renovado y más bello Paraíso terrenal.
Pero ante el Tabernáculo, vuestra presencia, no sólo sea una presencia de oración, sino también de comunión de vida con Jesús.
Jesús está realmente presente en la Eucaristía porque quiere entrar en una continua comunión de vida con vosotros.
Cuando vais delante de Él, os ve; cuando le habláis, os escucha; cuando le confiáis algo, acoge en su Corazón cada una de vuestras
palabras; cuando le pedís algo, siempre os atiende.
Id ante el Tabernáculo para establecer con Jesús una relación de vida simple y cotidiana.
Con la misma naturalidad con que buscáis a un amigo, os fiáis de las personas que os son queridas, y sentís las necesidad de los
amigos que os ayudan, id así también ante el Tabernáculo en busca de Jesús.
Haced de Jesús el amigo más querido, la persona de más confianza, la más deseada y amada.
Expresad vuestro amor a Jesús; repetídselo con frecuencia porque sólo esto es lo que le contenta inmensamente, le consuela de todas
las ingratitudes, le recompensa de todas las traiciones: "Jesús, Tú eres nuestro amor; Tú eres nuestro único gran amigo; Jesús,
nosotros te amamos; nosotros estamos enamorados de Ti".
De hecho, la presencia de Cristo en la Eucaristía tiene, sobre todo, la función de haceros crecer en una experiencia de verdadera
comunión de amor con Él, de modo que nunca más os sintáis solos, pues permanece aquí abajo para estar siempre con vosotros.
Luego debéis ir ante el Tabernáculo a recoger el fruto de la oración y de la comunión de vida con Jesús, que se desarrolla y madura
en vuestra santidad.
Hijos predilectos, cuanto más se desarrolla toda vuestra vida al pié del Tabernáculo en íntima unión con Jesús en la Eucaristía, tanto
más crecéis en la santidad.
Jesús Eucarístico se convierte en el modelo y la forma de vuestra santidad.
Él os lleva a la pureza del corazón, a la humildad elegida y deseada, a la confianza vivida, al abandono amoroso y filial.
Jesús Eucarístico se hace la nueva forma de vuestra santidad sacerdotal, a la que llegáis a través de una diaria y escondida
inmolación; de una capacidad de aceptar en vosotros los sufrimientos y las cruces de todos; de una posibilidad de transformar el mal
en bien, y de obrar profundamente para que las almas que os están confiadas, sean conducidas por vosotros a la salvación.
Por esto os digo: han llegado los tiempos en que os quiero a todos ante el Tabernáculo, sobre todo quiero a vosotros Sacerdotes, que
sois los hijos predilectos de una Madre, que está siempre en acto de perenne adoración y de incesante reparación.

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A través de vosotros, quiero que el culto eucarístico vuelva a florecer en toda la Iglesia de manera cada vez más intensa.
Debe cesar ya esta profunda crisis de piedad hacia la Eucaristía, que ha contaminado a toda la Iglesia, y que ha sido la raíz de tan
gran infidelidad, y de la difusión de una tan vasta apostasía.
Con todos mis predilectos e hijos a Mí consagrados, que forman parte de mi Movimiento, os pongo delante de cada Tabernáculo de
la tierra, para ofreceros en homenaje a Jesús, como las joyas más preciosas, y las más bellas y perfumadas flores.
Ahora, vuestra Madre Celeste quiere llevar a Jesús, presente en la Eucaristía, un número cada vez mayor de hijos, porque estos son
los tiempos en que Jesús Eucarístico debe ser adorado, amado, agradecido y glorificado por todos.
Hijos míos amadísimos, junto a Jesús que, en cada Tabernáculo se encuentra en perpetuo estado de víctima por vosotros, os bendigo
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO


Estás delante de Jesús, aquel Jesús de corazón tan misericordioso, que iba en pos de los pecadores y sólo tenía para ellos palabras
de generoso perdón; tan compasivo y bueno, que curaba a los afligidos y desgraciados, y con ellos lloraba; tan sencillo, que los
niños, las muchedumbres, podían acercársele hasta tocarlo.
Aviva tu fe. Contémplalo ahí, hecho Hostia, para poder acercarse más a ti, y como si su propia voz, saliendo del Sagrario, te
hablase, óyelo con amor
No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí, sencillamente,
como hablarías al más íntimo de tus amigos, como hablarías a tu madre, a tu hermano.
¿Necesitarías hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus
hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho; no vaciles en pedir; me
gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos para atender a las necesidades ajenas. Háblame
así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados
que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de
amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; ¿y no ha de salir
del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una como lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia.
Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y el regalo; que eres, tal vez, egoísta, inconstante, negligente..., y
pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos!
Pero rogaron con humildad..., y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo
eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy,
¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte!
¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué deseas' ¿Qué
quieres que haga por tu hermano, por tu hermana, por tu amigo, por tu superior? ¿Qué desearías hacer por ellos?
Y por mí, ¿no sientes deseo de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho
y que viven quizá, olvidados de mí?
Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime
si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy
dueño de los corazones y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, a donde me place.
¿Sientes, acaso, tristeza o mal humor? Cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores.
¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para
curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de mí, todo lo perdonas,
todo lo olvidas, y en pago, recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate
en brazos de mi Providencia. Contigo estoy; aquí a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes indiferencia de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti, sin que les hayas dado el
menor motivo? Ruega por ellas y Yo las volveré a tu lado si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Y no tienes, tal vez, alguna alegría que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de amigo? Cuéntame lo que
desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tendio agradables
sorpresas; quizá has visto disipados negros recelos; quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño, has
vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y Yo te lo he proporcionado; ¿por qué no has de
manifestarme por ello tu gratitud y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: ¡Gracias, Padre mío, gracias! El agradecimiento
trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.

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¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se los engaña
fácilmente; a Dios, no; háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de
pecado, de privarte de aquel objeto que te dañó, de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación, de no tratar más a aquella
persona que turbó la paz de tu alma?
¿Volverás a ser amable y condescendiente con aquella otra, a quien por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales: al taller, a la familia, al estudio..., pero no olvides los quince minutos de
grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda en cuanto puedas silencio, modestia,
recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez
mañana con el corazón más ardoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos
beneficios, nuevos consuelos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL:
“Creo Jesús mío que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo y te adoro profundamente y quisiera recibirte, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven a lo menos
espiritualmente a mi pobre corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Vos. No permitas que jamás me aparte de Vos. Amén”.
Oración enseñada por la Virgen al P. Gobbi, para repetirle frecuentemente a Jesús Sacramentado:
"Jesús, Tú eres nuestro amor; Tú eres nuestro único gran amigo; Jesús, nosotros te amamos; nosotros estamos apasionados por Ti"

ESPÍRITU SANTO

Nos dice la Reina de la Paz:


Viernes 21 de OCTUBRE de 1983. "Lo más importante es rezar al Espíritu Santo para que descienda sobre vosotros. Cuando uno
lo posee, lo tiene todo. Las personas cometen un error al invocar a los santos solamente, cuando piden algo".
Adviento 1983. "Comenzad invocando al Espíritu Santo cada día. Lo más importante es rezar al Espíritu Santo. Cuando el Espíritu
Santo desciende sobre la Tierra, entonces todo se aclara y todo se transforma".
OCTUBRE DE 1984. "Lo más importante en la vida espiritual es el pedir el don del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo viene,
entonces la paz se establece. Cuando esto ocurre, todo cambia alrededor de vosotros".
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO (Enseñada por la Ssma. Virgen al P. Gobbi)
(Esta invocación conviene decirla muy frecuentemente, especialmente antes de hacer alguna actividad o de rezar)
VEN ESPÍRITU SANTO. VEN POR MEDIO DE LA PODEROSA INTERCESIÓN DEL CORAZÓN INMACULADO DE
MARÍA, TU AMADÍSIMA ESPOSA.
DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo, como en tiempos de San Pablo, es el Gran desconocido entre los cristianos. Son muchos los fieles que recurren a
los santos y olvidan al autor de la Gracia, al dulce Huésped de las almas.
El Espíritu Santo es el Alma de la Iglesia. La asiste constantemente en su gobierno y en su enseñanza infalible, y la Iglesia lo invoca
antes de emprender sus obras, e invita a los fieles a recurrir al Espíritu Divino en toda actividad.
Somos templos del Espíritu Santo, es nuestro dulce Huésped, el Consolador y Santificador de nuestras almas. Los Apóstoles al
recibirlo quedaron transformados.
¡Cuántas almas deseosas de perfección están como estancadas porque no invocan al Espíritu Santo! ¡Desean ser santas sin pensar
casi en el Santificador!
Sacerdotes difundid por todas partes esta preciosísima devoción. ¡Que todos los fieles reciban este Mensaje!
Experimentarán un gran cambio en sus almas, verán nuevos horizontes, se maravillarán de sus progresos espirituales.
Invocando al Divino Espíritu, fuente de fuerza, luz y consuelo, Él los llenará con sus siete dones y morará en ellos como consuelo y
guía.
¡Felices las almas devotas del Espíritu Santo! Empiezan ya su cielo sobre la tierra, haciéndose acreedoras a gracias escogidas y
recibiendo fuerza especial para corresponder a sus divinas inspiraciones.
El Espíritu Santo es el Dios del Amor.
¡Amemos al Amor!
LOS 7 PRECIOSÍSIMOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO SON:

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EL DON DE SABIDURÍA: le proporciona al hombre una especie de connaturalidad con las cosas de Dios, haciéndole saborear,
con deleite inefable, "las cosas de arriba, no las de la tierra" (Col 3,1-2), dándole un sentido de eternidad que le hace ver todas las
cosas a través de Dios, como por instinto sobrenatural y divino.
EL DON DE ENTENDIMIENTO: proporciona al alma fiel una penetración profundísima en los grandes misterios de la fe: la
inhabitación trinitaria, el misterio redentor, nuestra incorporación a Cristo, el valor infinito de la misa, etc., haciéndoselos vivir con
gran intensidad y perfección.
EL DON DE CIENCIA: le enseña a juzgar rectamente de las cosas creadas, viendo en ellas una huella o vestigio de Dios, que
pregona su hermosura y bondad inefables. Con él veía San Francisco de Asís al hermano lobo, la hermana flor, la hermana fuente.
Es la "ciencia de los santos", que será siempre una locura ante la increíble estulticia del mundo (cf. 1 Cor 3,19).
EL DON DE CONSEJO: marca la orientación que debemos seguir en cada caso para entrar en los designios eternos de Dios sobre
nosotros. Son corazonadas, golpes de vista intuitivos, cuyo acierto y oportunidad se encargan más tarde de descubrir los
acontecimientos.
EL DON DE PIEDAD: tiene por objeto excitar en la voluntad, por inspiración del Espíritu Santo, un afecto filial hacia Dios,
considerado como Padre amorosísimo, y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos
nuestros e hijos del mismo Padre, que está en los cielos. Nos hace sentir también una ternura especial hacia la Virgen María, Madre
de la Iglesia y dulcísima Madre nuestra.
EL DON DE FORTALEZA: brilla en la frente de los mártires y en la práctica callada y heroica de las virtudes de la vida cristiana
ordinaria, que constituyen el "heroísmo de lo pequeño", con frecuencia más difícil y penoso que el de las cosas grandes.
EL DON DE TEMOR: en fin, llena el alma de respeto reverencial ante la majestad infinita de Dios, dejándola dispuesta a morir
mil veces antes que ofenderla por el pecado.
ORACIÓN PARA IMPLORAR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
1. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la SABIDURÍA, que dándonos a conocer la verdadera dicha, nos separe de las
cosas del mundo y nos haga gustar y amar los bienes celestiales.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
2. Venid, os Espíritu Santo, y concedednos el don del ENTENDIMIENTO, para que más fácilmente conozcamos y penetremos las
verdades y misterios de nuestra Santa Religión.
Gloria al Padre, etcétera.
3. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don del CONSEJO, que nos haga elegir en todo momento lo que contribuya más a la
gloria de Dios y a nuestra propia santificación.
Gloria al Padre, etcétera.
4. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la FORTALEZA, que haciéndonos superar todos los obstáculos que se oponen
a nuestra salvación, nos una tan íntimamente a Dios nuestro Señor que nada, ni nadie, pueda separarnos de Él.
Gloria al Padre, etcétera.
5. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la CIENCIA, que nos dé el perfecto conocimiento de Dios y de nosotros
mismos y de los medios que debemos poner en práctica y los peligros que debemos evitar para llegar al cielo.
Gloria al Padre, etcétera.
6. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la PIEDAD, que nos conduzca a cumplir con facilidad todo lo que sea del
servicio de Dios y nos haga encontrar siempre dulce y ligero el yugo del Señor.
Gloria al Padre, etcétera.
7. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don del TEMOR DE DIOS, que nos haga evitar con el mayor cuidado en todos los
instantes de nuestra vida, todo lo que pueda desagradar a nuestro Padre Celestial.
Gloria al Padre, etcétera.
Venid, oh Santo Espíritu Consolador, Padre de los pobres, dulce Esposo y suave refrigerio de las almas; venid y enriquecednos con
las misericordias de vuestros siete dones, y danos con ellos vuestros preciosos frutos, a fin de que con vuestra divina asistencia
guardemos puro nuestro corazón en la tierra y merezcamos después ver a Dios eternamente en el cielo. Así os lo pedimos por Cristo
Señor nuestro que con Vos y el Eterno Padre vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
SECUENCIA DEL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el Cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,

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ven a darnos tu luz.
Consolador lleno de bondad,
dulce huésped del alma,
suave alivio para el hombre.
Descanso en el trabajo,
templanza en las pasiones,
alegría en nuestro llanto.
Penetra con tu santa luz
en lo más íntimo
del corazón de tus fieles.
Sin tu ayuda divina
no hay nada en el hombre,
nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas,
riega nuestra aridez,
cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza,
enciende nuestra frialdad,
corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles,
que en Ti confían,
tus siete sagrados dones.
Premia nuestra virtud,
salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.
¡Amén. Aleluya!
SÚPLICA AL ESPÍRITU SANTO
Oh, Espíritu Santo, dulce huésped de mi alma, apiadaos de mis miserias, sacadme del error y concededme el perdón de mis faltas.
Oh, Espíritu del Padre y del Hijo, haced con vuestra gracia que pueda siempre decir de todo corazón: ¡Hágase Señor tu santa
voluntad!
Espíritu de Sabiduría, reinad en todos mis pensamientos, palabras y obras, desde ahora hasta la hora de mi muerte.
Espíritu de Entendimiento, iluminadme y enseñadme.
Espíritu de Consejo: suplid mi falta de experiencia.
Espíritu de Ciencia: libradme de mi ignorancia.
Espíritu de Fortaleza: hacedme fuerte en el servicio de Dios; dadme valor para proceder en todo con bondad y benevolencia, con
dulzura y fidelidad, con paciencia y amor, con alegría y magnanimidad.
Espíritu de Piedad: hacedme íntimo en mis relaciones con Dios.
Espíritu de Temor de Dios: líbrame de todo mal.
Espíritu de Paz: dadme vuestra Paz.
Espíritu de Santidad, adornad con las celestiales virtudes de pureza el templo de mi alma y preservadla de la mancha del pecado.
Amén.
ORACIONES A DIOS PADRE PARA ALCANZAR EL DON DEL ESPÍRITU SANTO
Oh Dios, Padre amorosísimo, oíd nuestras preces e iluminad nuestra inteligencia con la gracia del Espíritu Santo para que sepamos
servirte en la verdad eterna.
Oh Dios, Amor infinito, purificad nuestro corazón con el amor del Espíritu Divino para que os amemos con todo nuestro ser y sobre
todas las cosas.
Oh Padre Eterno, abrasad con el fuego de vuestro Santo Espíritu nuestros corazones para que os sirvamos con recta intención toda la
vida.
Oh Dios Creador, os pedimos que por tu Espíritu Santo nos concedáis el don de la fortaleza, para que nos preserve de todo pecado.
Oh Dios, Sabiduría infinita, que iluminas los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concedednos que animados de ese
mismo Espíritu conozcamos la verdad y gocemos siempre de tu consuelo. Amén.
PLEGARIA
Oh Divino Espíritu, ¡cuán poco consideramos tu incesante actuación en nuestras almas!. Tú eres en realidad la vida que Cristo quiso
dar a sus ovejas en gran abundancia. Tú, el fuego que Él vino a traer a la tierra, deseando vivamente que ardiese.

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Ven, pues, oh Espíritu Santo a nuestras almas, fuente viva de gracia, fuego de amor, amor personificado, unción espiritual, suave
regalo, santísima luz, padre de los pobres, dador de todo don: haznos tener gusto y sabor y hambre y sed de lo justo y bueno, danos,
en los contratiempos, descanso al trabajo, templanza en lo ardiente, consuelo en el llanto; llena nuestro pecho con un casto amor; y,
ya que en el hombre sin tu ayuda no hay nada que no le dañe: ven, y lava lo manchado, riega lo que es seco, sana lo enfermo,
doblega lo que es duro, gobierna el camino, enciende lo helado, concédenos tus siete dones, aumento en virtudes, feliz descanso y
eterno gozo. Amén.
ORACIÓN DEL CARDENAL MERCIER
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame; dime qué debo hacer, dame tus
órdenes; te prometo someterme a todo lo que desees de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda; hazme tan solo conocer tu
voluntad.
*******
Si esto hacéis, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aun en medio de las penas, porque la gracia será en
proporción a la prueba, dándonos la fuerza de sobrellevarla, y llegaréis así a la puerta del Paraíso cargados de méritos. Esta sumisión
al Espíritu Santo es el secreto de la santidad y de la alegría de la vida.

BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

Dijo Jesús a Sor Natalia Magdolna: “Ustedes no deben estar tan ansiosos acerca del destino de los difuntos. Si quieren orar por
ellos, sólo digan: ¡Jesús mío, yo no me inquieto por esta alma, confío en tu misericordia y bondad. Hágase tu voluntad; Tú sabes
cómo quería esa alma!

Oración enseñada por Jesús a Santa Gertrudes para liberar mil almas del Purgatorio:
"Oh Padre Eterno, os ofrezco la más preciosa Sangre de vuestro Divino Hijo, Jesús, unido a
las Misas celebradas hoy alrededor del mundo, por todas las santas almas del Purgatorio.
Amén".
Las almas del Purgatorio estarán eternamente agradecidas e intercederán por nosotros ante Dios.
Oración por los difuntos (dictada a María Valtorta):
24 de octubre de 1944.
...escribo todo lo que Jesús dicta:
"Llega el mes dedicado a los difuntos. Ruega así por ellos:
¡Oh Jesús!, que con tu gloriosa Resurrección nos has mostrado cómo serán eternamente los 'hijos de
Dios', concede la santa resurrección a nuestros seres queridos, fallecidos en tu Gracia, y a nosotros, en
nuestra hora. Por el sacrificio de tu Sangre, por las lágrimas de María, por los méritos de todos los
Santos, abre tu Reino a sus espíritus.
¡Oh Madre!, cuya aflicción finalizó con la alborada pascual ante el Resucitado y cuya espera de reunirte
con tu Hijo cesó en el gozo de tu gloriosa Asunción, consuela nuestro dolor librando de las penas a
quienes amamos hasta más allá de la muerte, y ruega por nosotros que esperamos la hora de volver a
encontrar el abrazo de quienes perdimos.
Mártires y Santos que estáis jubilosos en el Cielo, dirigid una mirada suplicante a Dios, y una fraterna a
los difuntos que expían, para rogar al Eterno por ellos y para decirles a ellos: 'He aquí que la paz se abre
para vosotros'.
Amados, tan queridos, no perdidos sino separados, que vuestras oraciones sean para nosotros el beso
que añoramos, y cuando por nuestros sufragios estaréis libres en el beato Paraíso con los Santos,
protegednos amándonos en la Perfección, unidos a nosotros por la invisible, activa, amorosa Comunión
de los Santos, anticipo de la perfecta reunión de los 'benditos' que nos concederá, además de gozarnos
con la visión de Dios, el encontraros como os tuvimos, pero sublimad
Mensaje de la Reina de la Paz:
Miércoles 21 de JULIO de 1982. Referente al Purgatorio:

98
"Hay muchas almas en el Purgatorio. También hay muchas personas que se han consagrado a Dios:
algunos sacerdotes, otros religiosos. Rezad por sus intenciones, al menos el Padrenuestro, Avemaría y
Gloria siete veces cada uno, y el Credo. Os lo recomiendo. Hay un gran número de almas que están en el
Purgatorio hace mucho tiempo porque nadie reza por ellas"
También a Mirjana le dijo una vez:
"En el Purgatorio hay diferentes niveles; el más bajo está cerca del infierno y el más alto, gradualmente,
se acerca al Cielo. Es en el día de Navidad y no en el de Todos los Santos, cuando un gran número de
almas abandona el Purgatorio. En el Purgatorio, hay almas que rezan ardientemente a Dios y por las que
ningún pariente o amigo reza en la Tierra. Dios hace que ellas se beneficien de las oraciones de otras
personas. Dios permite que ellas mismas se manifiesten en diferentes formas, cerca de sus parientes en
la Tierra, para recordar a los hombres de la existencia del Purgatorio y para solicitar sus oraciones para
acercarse a Dios que es justo y bueno. La mayoría de la gente va al Purgatorio. Muchos van al Infierno.
Un pequeño grupo va directamente al cielo".
Palabras de Jesús a María Valtorta sobre el Purgatorio:
17 de octubre de 1943
Dice Jesús:
“Quiero explicarte lo que es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo explico Yo de manera que
chocará a muchos que se creen depositarios del conocimiento del más allá y no lo son.
Las almas sumergidas en aquellas llamas sólo sufren por el amor.
Ellas no son indignas de poseer la Luz, pero tampoco son dignas de entrar inmediatamente en el
Reino de la Luz; son investidas por la Luz, al presentarse ante Dios. Es una breve, anticipada beatitud,
que les asegura su salvación y les hace conocedoras de lo que será su eternidad y expertas de cuanto
cometieron contra su alma, defraudándola de años de bienaventurada posesión de Dios. Después,
sumergidas en el lugar de purgación, son investidas por las llamas expiadoras.
En esto aciertan quienes hablan del purgatorio. Pero donde se equivocan es al querer aplicar
distintos nombres a esas llamas.
Éstas son incendio de amor. Purifican encendiendo de amor las almas. Dan el Amor porque, cuando
el alma ha alcanzado ese amor que no alcanzó en la tierra, es liberada y se une al Amor en el Cielo.
Te parece una doctrina distinta de la conocida, ¿verdad? Pero piensa.
¿Qué es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El Bien.
Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene hacia la criatura? Sentimientos de
amor.
¿Cuál es el mandamiento primero y segundo, los dos más importantes, de los que he dicho que no
los hay mayores y en ellos está la llave para alcanzar la vida eterna? Es el mandamiento del amor. “Ama
a Dios con todas tus fuerzas, ama al prójimo como a ti mismo”.
¿Qué os he dicho infinidad de veces por mi boca, la de los profetas y los santos? Que la mayor
absolución es la Caridad. La Caridad consuma las culpas y las debilidades del hombre, porque quien ama
vive en Dios y viviendo en Dios peca poco, y si peca se arrepiente inmediatamente, y el perdón del
Altísimo es para quien se arrepiente.
¿A qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían cometido pocos y leves
pecados, unidos a vuestra debilidad e imperfección pero nunca habrían alcanzado la persistencia
consciente en la culpa, ni siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su Amor y el Amor viendo
su buena voluntad, les habría absuelto incluso de los pecados veniales cometidos.
¿Cómo se repara, también en la tierra una culpa? Expiándola y, cuando es posible, a través del
medio con el que se ha cometido. Quien ha dañado, restituyendo cuanto quitó con prepotencia. Quien ha
calumniado, retractándose de la calumnia, y así todo.

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Ahora, si esto lo requiere la pobre justicia humana, ¿no lo querrá la Justicia santa de Dios? ¿Y qué
medio utilizará Dios para obtener reparación? A Sí mismo, o sea al Amor, exigiendo amor.
Este Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere unirse con sus
criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí mismo.
Todo gira en torno al Amor, María, excepto para los verdaderos “muertos”; los condenados. Para
estos “muertos” también ha muerto el Amor. Pero para los tres reinos –el que tiene el peso de la
gravedad: la Tierra; aquél en el que está abolido el peso de la materia pero no el del alma cargada por el
pecado: el Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos habitantes comparten con el Padre su naturaleza espiritual
que les libera de todo peso- el motor es el Amor. Amando sobre la Tierra es como trabajáis para el Cielo.
Amando en el Purgatorio es como conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando
en el Paraíso es como gozáis el Cielo.
Lo único que hace un alma cuando está en el Purgatorio es amar, pensar, arrepentirse a la luz del
Amor que esas llamas han encendido para ellas, que ya son Dios, pero que, para su castigo, le esconden
a Dios.
Esto es el tormento. El alma recuerda la visión de Dios que tuvo en el juicio particular. Se lleva
consigo ese recuerdo y, dado que el haber tan sólo entrevisto a Dios es un gozo que supera todo lo
creado, el alma está ansiosa de volver a gustar ese gozo. Ese recuerdo de Dios y ese rayo de luz que le
revistió cuando compareció ante Él, hacen que el alma “vea” la importancia que realmente tienen las
faltas cometidas contra su Bien, y este “ver”, junto a la idea de que por esas faltas se ha impedido
voluntariamente, durante años o siglos, la posesión del Cielo y la unión con Dios, constituye su pena
purgante.
El tormento de los purgantes es el amor y la certeza de haber ofendido al Amor. Un alma, cuanto
más ha faltado en la vida, tanto más está como cegada por cataratas espirituales que le hacen más
difícil conocer y alcanzar ese perfecto arrepentimiento de amor que es el primer coeficiente para su
purgación y entrada en el Reino de Dios. Cuanto más un alma lo ha oprimido con la culpa, tanto más
pesado y tardío se hace vivir el amor. A medida que se limpia por poder del Amor, se acelera su
resurrección al amor y, de consecuencia, su conquista del Amor que se completa en el momento en que,
terminada la expiación y alcanzada la perfección del amor, es admitida en la Ciudad de Dios.
Hay que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la Alegría, sean rápidas en
alcanzar el amor perfecto que les absuelve y les une conmigo. Vuestras oraciones, vuestros sufragios,
son nuevos aumentos de fuego de amor. Aumentan el ardor. Pero -¡oh! ¡bienaventurado tormento!-
también aumentan la capacidad de amar. Aceleran el proceso de purgación. Alzan las almas sumergidas
en ese fuego a grados cada vez más altos. Las llevan a los umbrales de la Luz. Abren las puertas de la
Luz, en fin, e introducen el alma en el Cielo.
A cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia quien os precedió en la
segunda vida, corresponde la sorpresa de caridad hacia vosotros. Caridad de Dios que os agradece el
que proveáis por sus hijos penantes, caridad de los penantes que os agradecen el que os afanéis por
introducirles en el gozo de Dios.
Vuestros seres queridos nunca os amaron tanto como después de la muerte de la tierra, porque su
amor ya está impregnado de la Luz de Dios y a esta Luz comprenden cómo les amáis y cómo deberían
haberos amado.
Ya no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las dicen a Mí para
vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros Difuntos que ahora os saben ver y amar como se debe.
Os las traigo junto con su petición de amor y su bendición, que ya es válida desde el Purgatorio porque
ya está animada por la inflamada Caridad que les quema y purifica. Perfectamente válida, además,
desde el momento en que, liberados, salgan a vuestro encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan
con vosotros en ella, si les hubierais precedido en el Reino del Amor.
Fíate de Mí, María. Yo trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu espíritu. Vengo para darte
la alegría. Confía en Mí”.

100
21 de octubre de 1943
Dice Jesús:
“Como veis, si transgredís el decálogo transgredís el amor. Así es para los consejos que os he dado
que son las flores de la planta de la Caridad. Entonces, si transgrediendo la Ley transgredís el amor, es
evidente que el pecado es falta contra el amor. Y por eso debe expiarse con amor.
El amor que no habéis sabido profesarme en la tierra me lo tenéis que dar en el Purgatorio. Por eso
os digo que el Purgatorio sólo es sufrimiento de amor.
Durante toda la vida habéis amado poco a Dios en su Ley. Os habéis echado a la espalda la idea de
Él, habéis vivido amando a todos y amándole poco a Él. Es justo que, no habiendo merecido el Infierno y
no habiendo merecido el Paraíso, os lo merezcáis ahora, encendiéndoos de caridad, ardiendo por cuanto
habéis sido tibios en la tierra. Es justo que suspiréis durante miles y miles de horas de expiación de amor
lo que no habéis suspirado miles y miles de veces en la tierra: por Dios, finalidad suprema de las
inteligencias creadas. A cada vez que habéis vuelto la espalda al amor corresponden años y siglos de
nostalgia amorosa. Años o siglos según la gravedad de vuestra culpa.
Estando ya seguros de Dios, conocedores de su suprema belleza por el fugaz encuentro del primer
juicio, cuyo recuerdo tenéis con vosotros para haceros aún más viva el ansia de amor, suspiráis por Él,
lloráis su lejanía, os lamentáis y arrepentís de haber sido vosotros la causa de tal lejanía y os hacéis cada
vez más permeables a ese fuego encendido de la Caridad hacia vuestro supremo bien.
Cuando, por las oraciones de los vivientes que os aman, los méritos de Cristo son lanzados como
esencia de ardor en el fuego santo del Purgatorio, la incandescencia de amor os penetra más fuerte y
más adentro, y entre el resplandor de las llamas, cada vez se hace más lúcido en vosotros el recuerdo de
Dios visto en aquel instante.
Así como en la vida de la tierra cuando más crece el amor más sutil se hace el velo que cela al
viviente la Divinidad, del mismo modo en el segundo reino cuanto más crece la purificación, y por ello el
amor, más cercano y visible se hace el rostro de Dios. Ya trasluce y sonríe entre el centelleo del santo
fuego. Es como un Sol que cada vez se acerca más, cuya luz y calor anulan cada vez más la luz y el calor
del fuego purificante, hasta que, pasando del merecido y bendito tormento del fuego al conquistado y
bienaventurado alivio de la posesión, pasáis de llama a Llama, de luz a Luz, salís para ser luz y llama en
Él, Sol eterno, como chispa absorbida por una hoguera y como candelero arrojado en un incendio.
¡Oh gozo de los gozos cuando os encontréis elevados a mi Gloria, pasados de ese reino de espera
al Reino de Triunfo! ¡Oh! ¡conocimiento perfecto del Perfecto Amor!
Este conocimiento, María, es misterio que la mente puede conocer por voluntad de Dios, pero que
no puede describir con palabra humana. Cree que merece la pena sufrir toda una vida por poseerla
desde el momento de la muerte. Cree que no hay caridad mayor que procurarla con las oraciones a
quienes amaste en la tierra y que ahora comienzan su purificación en el amor, a quienes en vida tantas y
tantas veces cerraron las puertas del corazón.
Ánimo, bendita a la que son desveladas las verdades escondidas. Actúa, obra y sube. Por ti misma
y por quienes amas en el más allá.
Deja consumar en el Amor el estambre de tu vida. Vierte tu amor sobre el Purgatorio para abrir las
puertas del Cielo a quienes amas.
Serás bienaventurada si sabes amar hasta la incineración de cuento es débil y pecó. Los Serafines
salen al encuentro del espíritu purificado con la inmolación de amor y le enseñan el “Sanctus” eterno
para cantar al pie de mi trono”.

Mensajes de las Almas del Purgatorio a Monseñor Octavio Michelini:


19 de julio de 1976

101
EL ÚNICO DESEO
Somos almas de la Iglesia Purgante en espera de nuestro encuentro con el eterno Juez divino.
Somos almas que esperamos el consuelo de la ayuda fraterna que apresure nuestra liberación.
Consideramos superfluo intentar tratar de haceros comprender nuestra pena.
Si una imagen pudiera servir para daros una idea de ello, entonces os decimos: intentad imaginar a
un hombre que arde entre las llamas y el deseo que tiene de salir para sumergirse en aguas frescas y
limpias.
Es una pálida idea que puede haceros comprender el deseo ardiente de poner fin a la atormentada
espera que nos impide unirnos al solo, único Bien por quien hemos sido creados.
En la tierra, distraídos como estáis continuamente por mil intereses, influidos por los sentidos y
distraídos en tantas exigencias de la vida material, vosotros no podéis comprendernos a nosotros, almas
purgantes. Estamos abrasadas por la única necesidad, por la única aspiración, por el único e inmutable
deseo: reunirnos con Aquel, que es Causa y Fin de nuestra existencia. No podéis comprendernos, porque
vemos de manera diferente a vosotros. Hermano sacerdote, Don O., tú sabes que no podemos hacer nada
por nosotras mismas; pero sabes bien que podemos rezar y obtener para vosotros, todavía militantes en
la tierra.
Esto sucede por un admirable designio de la Providencia que ha querido que circule en toda la
Iglesia, como Cuerpo Místico, el amor que transcurre entre Jesús y los miembros entre ellos.

Llama vivísima
Ahora considera, que si te vas a comprometer a celebrar el Santo Sacrificio por el único fin por el que
Él, el Verbo hecho Carne, lo hizo sobre el Calvario y lo continúa, por medio vuestro, en los altares y es decir
por la remisión de los pecados y de las penas debidas por los pecados, tú puedes comprender, hermano
nuestro, cuántos fermentos de reconocimiento y gratitud suscitarás en nosotras.
Nosotras nos sentiremos obligadas con relación a ti, intercederemos sin descanso, ofreceremos
continuamente nuestro sufrimiento (podríamos llamarlo martirio) por ti y por tus necesidades espirituales,
para estar a tu lado en la dura lucha contra las fuerzas del Infierno.
Será, hermano, como si la llamita que actualmente arde en vosotros y en nosotras de improviso se
transformase en una grande y vivísima llama.
Habrá un aumento de calor, de dolor y de amor que nos unirá a Él y entre nosotros; "Caritas Christi
urget nos” (El amor de Cristo nos apremia).
Hermano sacerdote y ministro de Dios: ¿Por qué no hacemos nunca operantes estos misterios de
gracia y de amor latentes en nosotros y en vosotros? ¿Por qué no hacemos saltar el resorte por ambas
partes para abreviar en nosotros la pena debida a nuestras culpas, y en vosotros hacer brotar una fuente
de tantas gracias insospechadas pero reales?
Hermano Don O., esperamos con ansia que, llevados a término tus compromisos, tu propósito se
haga realidad concreta para todo Cuerpo Místico.
Te damos las gracias por el recuerdo cotidiano en espera de unas relaciones más eficaces entre
nosotras y tú, que consigan hacer más fecundo el Dogma de la Comunión de los Santos.
Hermano, la experiencia te confirmará la verdad de este mensaje y quisiéramos que muchos
sacerdotes llegaran a conocerlo.
Somos Almas purgantes

9 de Junio de 1978
EL DOGMA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS NO BASTA CONOCERLO, SE NECESITA
VIVIRLO

102
Somos las almas del Purgatorio, escribe, hermano.
Somos nosotras almas Purgantes y esperábamos este encuentro que indudablemente traerá bien
a ti y a nosotras, el amor que une a los hijos de Dios, estén en el tiempo o fuera del tiempo como
estamos nosotras, es siempre útil y fecundo de bien.
El Dogma de la Comunión de los Santos, para quien cree en él y se esfuerza en vivirlo, lleva
siempre frutos santos para ambas partes, ciertamente hermano Don Octavio, para nosotras ningún
esfuerzo, ninguna fatiga sea para creer ni para vivir la sublime y estupenda realidad del Dogma que
tratamos, en cambio para vosotros que estáis peregrinando en la tierra, se requiere el ejercicio de la
vida divina de la Gracia, se requiere el ejercicio de las facultades de vuestra alma, ante todo, el
ejercicio de vuestra inteligencia, que debe buscar conocer la existencia del Dogma, conocer el origen,
esto es, de dónde y cómo ha nacido, conocer los efectos que produce en quien lo conoce, y en quien lo
vive, se requiere además el ejercicio de vuestra voluntad, quererlo aceptar y quererlo vivir es acto de
la voluntad, se necesita aún el ejercicio de la memoria, la que siempre debe tenerlo presente a la
inteligencia y a la voluntad para que ellas puedan recordarlo y quererlo.
Hermano Don Octavio, no es todo, el Dogma de la Comunión de los Santos, como por otra parte se
debe decir de tantas otras realidades sobrenaturales, exige, sí, el ejercicio natural del alma, pero sobre
todo el ejercicio de la Vida divina de la Gracia introducida en el alma y, por lo tanto: ejercicio de la Fe,
para que el Dogma se haga operante se necesita creer firme y fuertemente, sin velos ni sobrentendidas
limitaciones, requiere además el ejercicio de la Caridad, del amor, amor verdadero, no ficticio, no
ilusorio, amor real acompañado de obras, y tú, vosotros, sabéis qué obras exige la naturaleza de este
Dogma, requiere el ejercicio de la Esperanza, la que como luz transparente os haga vislumbrar y desear
los benéficos efectos que el Dogma visto, querido y amado lleva a vosotros y a nosotras.

Cuántos tesoros aún por descubrir y valorar


Hermano Don Octavio, hemos hablado de realidades maravillosas, o mejor estupendas, si
tuviéramos otros vocablos más eficaces los usaríamos para haceros comprender cuántos tesoros hay
aún por descubrir y valorar por parte de muchísimos cristianos que ignoran, que no ven y por lo tanto
no obran, para su perjuicio y en este caso también en daño nuestro; Don Octavio, no basta el don de la
vida, aun la física, intelectual, espiritual se necesita vivirla, ¿para qué serviría una vida no vivida?
Cuánto bien no hecho, cuánto bien descuidado por la superficialidad de fe, de esperanza y de caridad,
dones maravillosos, pero muchas veces casi desperdiciados en una tibieza y negligencia
incomprensibles
Vosotros deberíais saber muy bien que vuestras posibilidades de bien con relación a nosotras
constituyen una reserva potencial casi inagotable, cualquier cosa que hagáis bastaría transportarla del
plano natural al plano sobrenatural de la gracia añadiéndole la intención: "por las almas Santas del
Purgatorio", y si son ya cosas de orden sobrenatural, como la Santa Misa celebrada o escuchada, basta
sólo con añadir la intención dicha; si salís para un paseo, para una compra o cualquier otra cosa que
hagáis o penséis, hacedlo por amor al Señor y en sufragio de nuestras almas.

A vosotros, hombres toca dar el "ya"


Tú sabes, hermano, que por parte nuestra la respuesta sería, es inmediata, para nosotras no
podemos hacer "nada", pero para vosotros podemos hacer "mucho", pero sois vos otros, quienes vivís
en la fe y en la prueba, quienes debéis, por así decirlo, dar el "ya" para volver operante este Dogma de
la Comunión de los Santos.
Don Octavio, es cierto que las necesidades materiales y sobre todo espirituales son para vosotros
muchas, pero ¿por qué no tener en cuenta que también nosotras, Almas Purgantes, podemos ayudaros
mucho para resolver todos vuestros problemas personales y sociales? ¡Si supieras lo que quiere decir
Purgatorio!!! ¡Si lo supieran los cristianos, que tan rápidamente se olvidan de nosotras, que tan
fácilmente se olvidan de sus promesas, que tan mal viven su fe, que más que en nosotras, piensan en la
podredumbre y cenizas de nuestros cuerpos!!!
Hermano nuestro Don Octavio, cuánto se podría y se debería hacer por Caridad y por Justicia con
respecto a nosotras... intensifiquemos en mucho nuestra comunión y los benéficos efectos y las
bendiciones de Dios serán abundantes.

103
A la espera…
Las Almas del Purgatorio

TRES AVEMARÍAS

Preocupada la religiosa benedictina que luego fue Santa Matilde por el buen fin de su vida, rogó insistentemente a la Virgen
Santísima "que la asistiera a la hora de la muerte"; y acogiendo benignamente su súplica, la Madre de Dios se manifestó a la
implorante, diciéndole:
"Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder
recibido del Padre Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el Amor de que me colmó
el Espíritu Santo".
Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.
La practica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días tres
Avemarías agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que otorgó a la Virgen Inmaculada, e
instando a María a que use de ellos en auxilio nuestro.
Modo de practicar esta devoción:
Todos los días, rezar lo siguiente:
¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal!
1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un Avemaría)
2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un Avemaría)
3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. (rezar un Avemaría)

Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad,
experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos
medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida
en su corazón por el Espíritu Santo".
Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron
comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo
de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".
María renueva su promesa de protección:
Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas
estimulantes palabras:
"No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de
cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN"
También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de
hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”

HORA DE LA GRACIA

8 de diciembre de 1947
Pierina –la vidente de las apariciones de Rosa Mística– contempló a la madre de Dios decir.- "¡Yo soy la Inmaculada
Concepción!" y con gran majestad afirmó "Yo soy María de las Gracias, esto es, la llena de Gracia, Madre de mi Divino Hijo
Jesucristo". Descendió suavemente por la escala y añadió.- "Por mi venida a Montichiari deseo ser invocada y venerada como

104
Rosa Mística. QUIERO QUE AL MEDIODÍA DE CADA 8 DE DICIEMBRE (SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA) SE
CELEBRE LA HORA DE LA GRACIA POR TODO EL MUNDO, MEDIANTE ESTA DEVOCIÓN SE ALCANZARÁN
MUCHAS GRACIAS PARA EL ALMA Y EL CUERPO. Nuestro Señor, mi Divino Hijo Jesús, concederá copiosamente su
misericordia, mientras los buenos recen por sus hermanos que permanecen en el pecado. Es preciso informar cuanto antes,
al Supremo Pastor de la Iglesia Católica el Papa Pío XII mi deseo de que esta hora de gracia sea conocida y extendida por
todo el mundo. Quien no puede ir a la iglesia que sea en su casa al mediodía y conseguirá mis gracias." Luego mostrándole su
purísimo corazón exclamo: "Mira este corazón que tanto ama a los hombres, mientras la mayoría de ellos lo colma de
vituperios." Calló unos momentos y continuó: "Si todos, buenos y malos, se unen en la oración, obtendrán de este corazón
misericordia y paz. Los buenos acaban de alcanzar por mi mediación la misericordia del Señor, que detuvo un gran castigo.
Dentro de poco se conocerá la eficaz grandeza de esta hora de gracia".
Notando Pierina que la resplandeciente Señora iba a alejarse le imploró fervorosamente: "¡Oh hermosa y amada Madre de Dios, yo
le doy gracias!". Bendiga a todo el mundo especialmente al Santo Padre, a los sacerdotes, religiosos y a los pecadores. Ella contestó:
"Tengo preparado una sobreabundancia de gracia para todos aquellos hijos que escuchan mi voz y toman a pecho mis
deseos". Con estas palabras se terminó la visión.
LA CONSAGRACIÓN A MARÍA

Visite también: www.consagracionmariana.com.ar

Para profundizar en la Consagración a la Santísima Virgen, lea los siguientes maravillosos libros:

- Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María

- El secreto de María

- Fundamentos y Práctica de la Vida Mariana ¡Muy recomendado!

Si bien estos libros tratan sobre la esclavitud mariana, leamos las siguientes palabras del Padre Gobbi en
donde nos habla sobre la esclavitud mariana y la consagración al Inmaculado Corazón de María.

Estas son sus palabras tomadas del Prólogo del Libro "A los Sacerdotes hijos predilectos de la Santísima
Virgen":

"Un Sacerdote de Irlanda ha observado que en el libro están compendiados la doctrina de Montfort sobre
la consagración a María, el camino de la infancia espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús y la
actuación del mensaje de Fátima. Cada uno tiene la tarea de verificarlo por sí mismo. Yo creo, que
verdaderamente, se da esta síntesis en el libro porque, para vivir la consagración a María, es
necesario ofrecerse a Ella en una esclavitud de amor, la cual se realiza concretamente si
vivimos como hijos confiados a su Corazón Inmaculado y con la mayor docilidad nos dejamos
nutrir, vestir y conducir por Ella en todo momento."

Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella nos
guiará hacia Jesús. Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin condiciones, sabiendo que
Ella conoce mejor el camino y que podemos dormir tranquilos en sus brazos de madre.
Consagrarse a María significa vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del
Corazón divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como prestarle
nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por
nuestro medio. En una palabra, es vivir en unión total con María para que podamos llegar a
decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un consagrado a
María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condiciones.
Padre Ángel Peña, O.A.R.
Lea todos los días un texto para vivir mejor la Consagración a María. CLIC AQUÍ

105
Si usted ya está consagrado a la Virgen, puede formar parte del Grupo CONSAGRADOS A
MARÍA. CLIC AQUÍ

Si desea consagrarse a la Virgen, puede obtener más información haciendo clic aquí.

El siguiente es un texto tomado del libro "Fundamentos y Práctica de la Vida Mariana" de J. Mª Hupperts
S.M.M., que habla sobre la consagración a María.
Veremos en estos textos términos como "esclavo" y "esclavitud", pues este libro trata sobre la
consagración a la Virgen con el método de San Luis María Grignion de Montfort. Pero como bien dice el
Padre Gobbi, del Movimiento sacerdotal Mariano (citado más arriba), es lo mismo la esclavitud mariana
que la consagración al Corazón Inmaculado de María. Por lo tanto podemos leer tranquilamente los
conceptos que siguen y aplicarlos a todos los casos de consagración a la Virgen.
He aquí los textos:

V
Darse

Cada vez que nuestro Padre (San Luis María Grignion de Montfort) expone de entrada y con cierta
extensión su perfecta devoción a Nuestra Señora, llama a nuestra consagración una donación. «Esta
devoción consiste en darse por entero a la Santísima Virgen, para ser enteramente de Jesucristo por
Ella» . «Ella consiste en darse por entero en calidad de esclavo a María, y a Jesús por Ella» .
Esta palabra es sencilla. Un niño de seis años la comprende.
Pero es de la mayor importancia entenderla bien aquí. A veces se le ha dado un significado tan
disminuido, que quedaba comprometida la esencia misma de la santa esclavitud.
Nos damos a Jesús por María.
Dar no es pedir.
Es profundamente lamentable que la mayoría de los cristianos no vean en la devoción a la
Santísima Virgen más que una cosa: pedirle su auxilio, particularmente en las horas más difíciles.
Sin duda podemos y, en cierto sentido, debemos, según el consejo de Montfort mismo, «implorar
la ayuda de nuestra buena Madre en todo tiempo, en todo lugar y en toda cosa» . Somos niños
pequeños, y los niñitos tienen siempre la palabra «mamá» en la boca.
Muy bien. Pero si nos detenemos ahí, estamos lejos de practicar la devoción mariana perfecta.
Devoción significa entrega, pertenencia, y el nombre de hiperdulía, consagrado por la Iglesia para el
culto de Nuestra Señora, significa dependencia, servidumbre.
Dar no es tampoco confiar en depósito. Cuando confío una suma de dinero a alguien, ese
dinero sigue siendo mío. Aquel a quien se lo confío no recibe, de suyo, ningún provecho, sino sólo deber
y preocupaciones.
Muy distinto es cuando yo doy un regalo a alguno de mis amigos. Ese objeto, en adelante, pasa a
ser suyo, de modo que puede disponer de él como guste. La donación, en sí misma, va toda en provecho
del donatario, es decir, de aquel a quien se hace, y no del donante, esto es, de aquel que da.
Cuando los cristianos, por ejemplo en el día de la primera Comunión, se consagran a la Santísima
Virgen, no entienden ordinariamente este acto, desgraciadamente, sino en el siguiente sentido: Pongo
mi vida entera bajo la protección de Nuestra Señora, para ser feliz en esta vida y en la otra. Eso es
únicamente confiarse a la Santísima Virgen como un depósito. Este acto se hace directamente con miras
al provecho personal, ya sea temporal, ya sea eterno. Una vez más, está bien. Pero estamos lejos aún de
una devoción perfecta a la divina Madre de Jesús.

106
Nunca lo repetiremos bastante, pues se trata aquí de una diferencia fundamental, esencial, entre
la consagración según San Luis María de Montfort y la mayoría de los demás ofrecimientos: por la
verdadera Devoción no nos confiamos solamente a María con miras a un provecho personal cualquiera,
sino que nos damos a Jesús por María con todo lo que tenemos y con todo lo que somos. Como
consecuencia de este acto, nos consideramos en toda realidad como cosa y propiedad de Nuestra
Señora, de que Ella podrá disponer libremente, siempre según la voluntad de Dios y la naturaleza de las
cosas. En función de la donación que acaba de realizarse, Montfort nos hace decir en el Acto de
Consagración: «Dejándoos entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece…
según vuestro beneplácito…».
Esto es evidentemente una donación con todas sus consecuencias esenciales.

Debemos aquí prestar atención.


Lo damos todo a Nuestra Señora. Montfort lo dice formalmente: nuestro cuerpo y nuestra alma,
nuestros sentidos y nuestras facultades, nuestros bienes exteriores e interiores, nuestros méritos y
nuestras virtudes .
Sería, pues, un error fundamental pensar que le damos a la Santísima Virgen únicamente lo que
Ella puede aplicar a otros, es decir, el valor satisfactorio e impetratorio de nuestras buenas obras, y la
eficacia de nuestras oraciones como tales, y que el resto, esto es, el 95% de la extensión de nuestra
consagración, le sería solamente confiada en depósito, bajo pretexto de que le es imposible utilizar
todo eso en favor de otros. Es una falsa concepción, que arruina la santa esclavitud de arriba abajo. Lo
damos todo, incluso lo que por su propia naturaleza debe forzosamente, en cierto sentido, seguir siendo
nuestro, porque nos es inherente, porque forma parte de nosotros mismos, de modo que dejaría de
existir si fuera separado de nosotros.
Pero la Santísima Virgen, se dirá tal vez, no puede transferir ni aplicar a nadie más que a
nosotros mismos nuestra gracia santificante, nuestras virtudes, nuestros méritos propiamente dichos.
Desde entonces, ¿puede hablarse de verdadera donación en esto?
¡Sí, por supuesto! Le damos algo a alguien desde el momento en que le reconocemos,
libremente y sin obligación de devolución, el derecho de propiedad sobre una cosa que está en nuestra
posesión. Por lo tanto, me doy enteramente a Nuestra Señora cuando le reconozco un derecho de
propiedad sobre lo que soy y sobre lo que poseo.
Está claro que la santísima Madre de Dios tan sólo podrá ejercer ese derecho de propiedad según
la naturaleza de lo que le ha sido cedido. Ella podrá transferir a otros, si lo quiere, mis bienes
temporales. Al contrario, mi cuerpo y mi alma, mis sentidos y mis facultades, en el orden natural, son
bienes intransferibles, que no pueden ser comunicados a otros. En el orden sobrenatural Ella podrá
aplicar a otras almas los valores secundarios de mis acciones, a saber el satisfactorio y el impetratorio,
mientras que la gracia, las virtudes y los méritos propiamente dichos son por su propia naturaleza
inaplicables a otros. Si la Santísima Virgen no puede comunicar estos valores sobrenaturales a otras
personas, no se debe a la ineficacia o a la debilidad del derecho de propiedad que le reconozco sobre
todo esto, sino a la naturaleza misma de lo que es objeto de este derecho.
Y no nos imaginemos que eso sea algo tan raro. Alguien me regala una casa, un auto, un balón
de fútbol y un fajo de billetes de banco. Todo eso es mío en adelante. ¿Por casualidad dejará de ser mía
la casa porque no puedo darle puntapiés como a una pelota, o el balón porque no puedo vivir en él, o los
billetes de banco porque no pueden servirme como medio de transporte?

Se podrá objetar aún que no puede haber aquí donación alguna. En efecto, la Santísima Virgen,
al margen del acto que realizamos, posee ya un derecho de propiedad sobre todo lo que nosotros
podamos ofrecerle.
Y sin embargo nos damos a Jesús por María.

107
Y ante todo, por lo que mira a mis oraciones, mis indulgencias y todos los valores sobrenaturales
comunicables de mis acciones, no sólo tengo el poder, sino también el derecho de disponer de todo
eso según mi voluntad. Por lo tanto, cuando cedo estos derechos a mi divina Madre, le doy realmente
estos bienes sobrenaturales.
Luego, suponiendo —como lo admitimos de buena gana— que la santísima Madre de Dios posee,
juntamente con Jesús, un verdadero poder y un verdadero derecho de propiedad sobre todo lo que está
fuera de Dios, nada nos impide hablar de donación a propósito de nuestra consagración total. En efecto,
la donación, como observa Santo Tomas , no excluye forzosamente la obligación de ceder una cosa, ni
los derechos de aquel a quien entregamos un objeto. Sí, es cierto, Cristo y su santísima Madre pueden
hacer valer verdaderos derechos sobre lo que soy y lo que poseo; pero yo tengo la facultad de reconocer
o ignorar estos derechos; y así, cuando por amor —y no por recompensa— reconozco libremente mi
pertenencia a ellos, me doy realmente a Jesús por María, o en otras palabras me entrego a Ellos, como
dice Montfort en su Consagración.

¡Madre, me he dado a Ti!


Sólo en esta entrega total de mí mismo podía descansar tu amor y el mío.
He oído muchas veces —y jamás sin emoción— a madres preguntar a sus hijitos: «¿De quién es
este niño?». Y cuando el pequeño, apretándose estrechamente contra el corazón de su madre,
contestaba: «De mamá», se podía ver al punto cómo una ola inmensa de ternura invadía y sumergía a la
dichosa madre…
¡Madre, sé que no puedo darte mayor gusto que decirte: Soy tuyo!…
Te lo diré, pues, y te lo diré a menudo, muy a menudo: ¡Madre, soy tuyo!
Te lo diré en cada instante, aceptándolo todo de tu mano, no refiriendo nada a mí mismo,
haciéndolo y soportándolo todo por Ti, viniendo fielmente, como un hijo, a deponerlo todo en tus manos,
en tu corazón.
Un alma de buena voluntad, pero débil, nos escribía: «Digo cada día: Me doy enteramente a
Jesús por María. Pero al minuto siguiente ya estoy retomando por partes lo que había dado. No puedo ser
una verdadera esclava de amor, y sin embargo querría serlo. ¡Ya he tomado tantas veces excelentes
propósitos!».
Madre, así somos todos: de buena voluntad, pero tan frágiles, tan cambiantes…
Cuando de nuevo te haya hurtado una porción de lo que te había entregado, vendré
sencillamente a decirte: «Madre, una vez más volví a caer; una vez más robé algo de la oblación que te
había hecho. Perdón, Madre. Te prometo portarme mejor».
Haré eso cada día, estaré obligado a hacerlo a cada hora, más seguido tal vez… Pero estoy
seguro que en tu incansable bondad sonreirás cada vez que vuelva a Ti. Y además me ayudarás, ¿no es
cierto, Madre? Tú me sostendrás con tu fortaleza; Tú me educarás en tu esclavitud, pues le toca a las
madres educar a sus hijitos.
Y un día, Madre, repetiré definitivamente estas palabras… ¡Qué hermoso será el cielo, aunque
sólo sea por permitirme repetir sin cesar y sin arrepentirme jamás: Madre, soy tuyo!

108
VI
Darse por entero

Nuestra perfecta Consagración a la Santísima Virgen es una verdadera donación: significa


entregarse como propiedad a Nuestra Señora, reconocerle un verdadero derecho de propiedad sobre
todo cuanto somos y todo cuanto tenemos.
Además de lo que se requiere para todo acto verdaderamente humano, a saber, conocimiento y
voluntad libre, esta donación, para realizar la esencia de la santa esclavitud, ha de estar revestido de
tres cualidades indispensables: debe ser total y universal, definitiva y eterna, y desinteresada o
hecha por amor. Nuestro Padre lo enseña formalmente .
En un capítulo anterior hemos resaltado el aspecto de donación en nuestra perfecta
Consagración. Ahora querríamos llamar la atención sobre la totalidad y la universalidad del
ofrecimiento que hacemos de nosotros mismos a Jesús por María.
La enseñanza de Montfort no puede ser más clara al respecto. «Esta devoción consiste en darse
por entero a la Santísima Virgen, para ser enteramente de Jesucristo por Ella…». Lo damos todo, «y
esto sin reserva alguna, ni aun de un céntimo, de un cabello ni de la más mínima buena acción…» .

Madre, con alegría te lo repito: te he dado mi cuerpo con todos sus sentidos y sus miembros:
ojos, orejas, boca y todo lo que es de este cuerpo, la vista, el oído, el gusto, el olfato, el tacto y todas las
potencias que de algún modo dependen de la materia: imaginación, memoria, pasiones, todas las
facultades de conocimiento y de apetito sensibles.
Madre, te he dado mi alma, esta alma tan bella, tan grande, espiritual, inmortal, según la cual he
sido creado a imagen y semejanza de Dios; mi alma con sus magníficas potencias de inteligencia y de
libre voluntad, con todas las riquezas de saber y de virtud que en ella se encierran.
Madre, te he dado mi corazón, mi corazón con sus abismos insondables de amor, con sus
angustias y sus alegrías, con sus tempestades y sus arrebatos.
Madre, yo mismo me he dado a Ti: no sólo mi cuerpo, mi corazón y mi alma, sino también mi
ser, mi existencia, mi subsistencia propia, mi personalidad, que es el último toque dado a un ser
intelectual. La verdad pura es que toda mi persona, yo mismo, soy tu cosa y tu propiedad.

Con lo que soy y lo que seré, te he dado también lo que poseo o lo que podré alguna vez poseer.
Madre, te he dado y te doy de nuevo todos mis bienes materiales y temporales. Otros
hermanos y hermanas mías en la santa esclavitud te han dado muchísimo en este campo: casas y
propiedades, dinero y títulos, ricas joyas y muebles preciosos. Afortunadamente yo soy pobre; pero lo
que poseo o lo que está solamente a mi uso, lo considero como tuyo: los vestidos que llevo, el alimento
que tomo, los muebles y los libros de que me sirvo, el dinero que me es confiado. Madre, todo esto es
tuyo. Como propietaria incontestada, puedes disponer de todo ello para dar o quitar. Todo eso lo recibiré
de tus manos, y no lo usaré sino según tus designios.
Madre, te abandonamos otros bienes preciosos, nuestra reputación, la estima que se nos tiene,
el afecto que se nos muestra, el respeto de que se nos rodea… Madre, todos los lazos de la sangre y
de la amistad, los lazos que nos unen a nuestros compañeros de religión, a nuestros hermanos y
hermanas en la santa esclavitud, a quienes quieren vivir, trabajar, sufrir, luchar y morir con nosotros por
el mismo ideal, el reino de Cristo por María: estos lazos y todos los demás están en tus manos con un
derecho pleno y entero para atarlos y desatarlos. Te damos todas las almas que de algún modo son
nuestras: tuyas son desde ahora en la misma medida en que son nuestras. Sabemos que así quedan
aseguradas bajo tu manto real, dulcemente colocadas en tu Corazón materno.

109
Cuanto más pobres somos en bienes temporales, y sobre todo cuanto más desprendidos estamos
de ellos, tanto más ricos podemos ser, Madre, en bienes interiores, sobrenaturales, que por
consiguiente también tenemos la dicha de ofrecerte.
Madre, tu esclavo de amor se da a Ti con todas las maravillosas riquezas sobrenaturales de que
lo ha gratificado la munificencia de Jesús y la vuestra.
Tuya es, Madre de los vivos, la vida divina que llevamos en nosotros, la gracia santificante,
esta participación maravillosa de la vida misma de Dios, por la cual la Santísima Trinidad viene a morar
en nosotros de manera nueva y misteriosa. ¡Qué tesoro, Madre, podemos ofrecerte de este modo: Dios
mismo en nosotros!
Tuyas son, Amadísima, las potencias de acción del hombre nuevo en nosotros: las virtudes
infusas, teologales y morales, por las cuales estamos capacitados a realizar actos divinos, que merecen
en estricta justicia la eterna visión del rostro de Dios. Tuyas son nuestras virtudes adquiridas, que son
una facilidad y un hábito de vivir según las miras de Dios y las tuyas.
Tuyos son los dones del Espíritu Santo, tu Esposo divino, esos dones que nos hacen dóciles y
maleables a la acción adorable que, por Ti y contigo, ejerce en nuestras almas.
Tuyas son, Soberana amadísima, todas las gracias actuales, todas las influencias divinas que
nos llegan por Jesús y por Ti.
Tuyos son los valores múltiples y preciosos de todas nuestras buenas obras: el valor meritorio,
por el que nos aseguramos el crecimiento de vida divina en la tierra, y el aumento de gloria divina en la
eternidad; el valor satisfactorio, que nos hace expiar los castigos merecidos por nuestras faltas y
saldar las deudas de alma que hemos contraído; el valor impetratorio, por el cual nos aseguramos de
nuevo la acción iluminadora, consoladora y fortificadora del Espíritu de Dios. Y esto te lo ofrecemos
respecto a todas nuestras buenas obras, tanto las que ya hemos realizado hasta ahora, como las que
realizaremos en el futuro.
Tuya es, Tesorera del Señor, la virtud especial de todas nuestras oraciones, este poder
formidable que el Señor nos ha conferido para obtenerlo y realizarlo todo.
Tuyas son, Madre querida, las indulgencias que ganamos, estas letras de cambio preciosas,
emitidas por la Iglesia, en el banco del Padre, contando con el inmenso depósito de las satisfacciones
infinitas de Jesús, de las tuyas, oh María, y de todos los bienaventurados del Paraíso.
Tuyo es, Madre, lo que otras almas, por agradecimiento o por caridad, por deber o por piedad,
nos comunican de la virtud satisfactoria o impetratoria de sus oraciones y de sus buenas obras; tuya es,
María, toda oración hecha por nosotros, todo sufrimiento soportado por nosotros, toda indulgencia
ganada por nosotros, todas las Misas ofrecidas por nuestras intenciones, ahora y más tarde, incluso
cuando nuestros ojos se hayan cerrado a la luz de esta tierra…
Esta enumeración ya es larga, oh María: pero no es suficientemente larga para tu amor… ni para
el nuestro. Tú deseas que aún alarguemos esta lista con algunos «dones»…

¿Dones? ¿Son realmente dones, lo que podemos añadir aquí?


Tú quieres, oh María, que nos demos a Ti tal como somos. Nos entregamos, pues, a Ti, no sólo
con nuestro activo, sino también con nuestro pasivo, con nuestros pecados y nuestras faltas, nuestros
defectos y nuestras debilidades, nuestras deudas y nuestras obligaciones. Querríamos no imponerte esta
miserable carga, pero, juntamente con Jesús, Tú nos lo reclamas.
Como tu Jesús a San Jerónimo en una memorable noche de Navidad en Belén, Tú nos dices
también: «Hijo mío, dame tus pecados».
Madre querida, no podemos negarnos a ello. Sabemos, puesto que eres Corredentora, que has
cargado sobre Ti, juntamente con Jesús, los castigos de nuestras faltas: de mil maneras te las ingenias

110
para que estas penas nos sean perdonadas; juntamente con Jesús has satisfecho por nosotros,
miserables.
Y si la mancha misma del pecado que llamamos venial se pega a nuestra alma, Tú velarás por
que estas manchas sean lavadas y limpiadas por los sacramentos, por la contrición, por la penitencia,
por la oración, por una vida santa, o por mil otros medios.
Madre, casi no nos atrevemos a pensarlo: si uno de tus hijos y esclavos de amor cayese por
desgracia en el pecado grave, Tú no le dejarás ni un minuto de respiro: con tu amor poderoso y con tus
gracias irresistibles lo perseguirás y lo empujarás hacia el buen Pastor, que acoge con un gozo infinito a
la oveja particularmente amada…
Madre, nos damos a Ti con nuestras inclinaciones malas, con nuestra naturaleza corrompida,
con nuestros miserables defectos, con nuestros vicios inveterados: somos impotentes para corregir,
domar y refrenar todo esto. Tu fortaleza nos ayudará a realizar este milagro.
Madre, Tú quieres aceptar también, lo sabemos, nuestras deudas y obligaciones con nuestros
padres y amigos, nuestros benefactores y subordinados, con las almas que nos son confiadas, con las
grandes intenciones de la Iglesia y las necesidades inmensas del mundo entero. Madre, confiadamente
te abandonamos todo esto. Sabemos que Tú sabrás saldar estas hipotecas que recaen sobre nuestras
almas, pagar ricamente todas estas deudas que pesan sobre nosotros, satisfacer regiamente a todas
nuestras obligaciones…
Madre, ahora comprendemos mejor la consoladora palabra de tu gran apóstol: que Tú eres el
suplemento de todas nuestras deficiencias. Queremos rivalizar contigo en generosidad de amor, estando
seguros de antemano, sin embargo, de que seremos vencidos… Si de buena gana abandonamos nuestra
pequeña fortuna espiritual, algunos cientos de pesos apenas, para que Tú dispongas de ellos a tu gusto,
Tú, para colmar nuestros déficits y cubrir nuestras deudas, pones a nuestra disposición tus millones
espirituales, el incomparable tesoro de méritos y de gracias que el Señor te ha concedido.
Cuando, de algún modo, hayamos cometido una falta por nuestra culpa o por inadvertencia, o
dicho una palabra desafortunada, o realizado un acto fuera de lugar, iremos a Ti con la sencillez y la
confianza del niño que lleva a su madre una pequeña obra que acaba de estropear: «Madre, de nuevo
salió mal… He vuelto ha hacer una tontería. No debes extrañarte, ni yo tampoco. ¿No quieres reparar mi
falta, hacer que esta palabra o este acto no tengan consecuencias funestas para mi alma o para otras
almas, y menos aún para la gloria santa de Dios y tu reino bendito, oh María?».
¡Madre, qué contentos estamos de ser tuyos! ¡Qué felices somos de que te dignes aceptar
nuestro pobre ofrecimiento y hacer tuyo el inmenso peso de nuestras deudas y debilidades!
¡Madre, qué bueno es ser tu esclavo de amor!

VII
Para siempre…

Muchas veces nos han preguntado: ¿No puedo hacer mi consagración por algún tiempo, por un
mes, por un año? ¿No puedo hacer un intento antes de comprometerme de manera definitiva?
Por supuesto, nada nos impide entregarnos a la Santísima Virgen a modo de prueba. Ni podemos
censurar tampoco a los directores que piden a sus penitentes que se ejerzan en la práctica interior de la
verdadera Devoción, antes de permitir un compromiso definitivo.
Pero se ha de saber, en todo caso, que con una consagración temporal no se es aún
verdaderamente esclavo de Jesús en María.
Los textos de Montfort no pueden ser más claros: «Se le debe dar… todo lo que tenemos… y
todo lo que podamos tener en lo por venir en el orden de la naturaleza, de la gracia o de la gloria…, y

111
esto por toda la eternidad» . Y una de las diferencias esenciales entre el servidor y el esclavo es
precisamente que «el servidor no está sino por un tiempo al servicio de su señor, y el esclavo lo está
para siempre» .
Nuestro mismo Acto de Consagración no nos deja ninguna duda: «Dejándoos entero y pleno
derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece… en el tiempo y en la eternidad».
¡Es tan natural, cuando se quiere amar con perfección a Nuestra Señora, darse a Ella para
siempre!
No darse para siempre es, a las claras, no darse por entero.
El amor, un gran amor, apunta directamente a esta donación definitiva, aspira a una unión
durable e indisoluble. Para el afecto humano, el «siempre» con que sueña es a veces de muy corta
duración. Nuestro amor a Dios, a la santísima Madre de Dios, toma este «siempre» en serio, a la letra.
Nos damos por toda la eternidad.
Además, para la santificación de nuestra alma, este elemento de continuidad y de estabilidad es
de grandísimo valor. Es uno de los motivos por los cuales los religiosos hacen votos perpetuos, y se
comprometen para siempre a tender a la perfección, a la santidad. Por la santa esclavitud, el alma se
siente fijada en Dios, en la Santísima Virgen. Es una garantía contra la inconstancia, la inestabilidad, la
ligereza, que tanto mal hacen al alma.

¡Madre, somos tuyos para siempre!


Nos es muy provechoso recordarnos y profundizar esta palabra, esta verdad.
Para siempre…
Para toda nuestra vida en este mundo.
Tuyos son, María, los días tranquilos y soleados de nuestra primavera, las riquezas y los
esplendores, la energía y la vitalidad de nuestro verano, pero también los días que vengan luego, que
vienen ya, de actividad reducida, de follaje que cae y de luz que declina…
Tuyos somos, Madre, en las horas fugitivas de alegría y de entusiasmo, y también en las horas de
tristeza y de prueba, de tedio y de disgusto, de duda y de angustia, que a tu Hijo y a tu Dios le plazca
enviarnos.
Tuyos somos, Madre, en las horas tan dulces de la oración consolada y del inefable arrebato de la
unión divina experimentada; pero también somos tuyos —no lo olvides— cuando la tentación nos
acecha, la seducción nos invade y la tempestad estalla; tuyos, Madre, cuando la debilidad humana
prevalece y está a punto de entrar el desaliento…
Tuyos somos cuando la salud robusta alimente en nosotros la llama de la vitalidad y de la
energía; tuyos también, cuando nuestras fuerzas declinen, cuando la enfermedad nos ataque; tuyos en
nuestra última enfermedad, en nuestras luchas supremas, en la agonía, en la muerte…
¡Es tan consolador, Madre divina, saber que rodeas el lecho de muerte de tus hijos y esclavos de
amor con toda clase de precauciones, con mil atenciones maternas, que son otros tantos signos de que
estás y permaneces con ellos! ¡Qué consoladora es la seguridad que nos da tu gran Apóstol, de que
«asistes ordinariamente a la muerte dulce y tranquila de tus esclavos, para conducirlos Tú misma a los
júbilos de la eternidad» ! ¡Es tan conmovedor saber que a veces incluso te muestras de manera visible a
los más fieles de tus hijos en esos momentos temibles…! Todo eso muestra que, por nuestra
consagración, somos tuyos en la vida y en la muerte, y que tienes mucho cuidado de no olvidarlo en esta
hora decisiva y suprema. Confiamos, oh Bendita, en que, porque somos tuyos, nos conducirás por tu
mano, o mejor dicho, nos llevarás en tu corazón, a través del temible túnel de la muerte, hacia la morada
bendita de la Luz.
Para siempre, sí: en la muerte y más allá de la muerte.

112
Cuando, por la purificación suprema, estemos encerrados en las ardientes prisiones del
Purgatorio, seremos tuyos, porque nos hemos dado a Ti para siempre. En cada suspiro de dolor
arrancado a nuestra alma, volveremos a repetir: «Salve, Regina, Mater misericordiæ: Dios te salve, a Ti,
que eres mi Reina en medio de estas llamas purificadoras, como lo fuiste en otro tiempo en medio de las
lágrimas del exilio; pero también mi Madre de misericordia, de la que espero todo alivio y toda
liberación».
Para siempre…
¡Madre, nuestro cielo es tuyo! Nuestra corona de gloria y nuestra palma de inmortalidad la
echaremos a los pies de tu trono. Nuestro corazón no puede contenerse de gozo al pensamiento de que,
como consecuencia de nuestra donación, hecha en la tierra en un día inolvidable, toda nuestra eternidad
será tuya. Piensa, oh María, en esta serie interminable de siglos de gloria y de felicidad, o más bien en
este eterno ahora, este interminable e inmutable instante que abarcará todos los siglos, todos los
millones de siglos…
¡Madre, qué contentos estamos de ofrecerte un regalo tan hermoso! Porque es un magnífico
regalo el que, en un instante único, en un solo grito de amor, reunamos toda nuestra vida, todo nuestro
pasado con los méritos que nos quedan, todo nuestro presente, y también todo nuestro futuro en la
tierra, en el purgatorio y en el cielo; que recojamos y condensemos todo eso en un instante único, en un
acto espléndido, para echarlo a tus pies; no, para encerrarlo en tu Corazón materno. ¡Eso es, Montfort
tenía mucha razón de decirlo, amaros «de la mejor manera»!

¡Ojalá nuestro «para siempre» no sea una fórmula vana, una mentira miserable!
Hay algunos —pocos, a Dios gracias— que retoman la palabra dada, violan un pacto sagrado,
renuncian a su esclavitud. A estos los compadecemos. Son para nosotros, tanto ellos como quienes los
dirigen, un verdadero enigma.
Por nuestra parte, no hemos retractado formalmente nuestra donación. No hemos roto del todo
los lazos que nos ataban a Ella. Pero por nuestras infidelidades pequeñas y grandes hemos retomado lo
ya dado, hemos regateado, hemos partido nuestro «para siempre», hemos disminuido el valor de
nuestra donación.
A Jesús y a María les pedimos perdón por estos hurtos, les ofrecemos una retractación por estos
robos, y les suplicamos humildemente nos concedan la fortaleza necesaria para una mayor fidelidad.
Les prometemos no volver a arrebatarles voluntariamente un solo instante por el pecado, por
muy «venial» que sea; les prometemos guardar intacta, de ahora en adelante, nuestra magnífica
donación, cuanto a su extensión y cuanto a su duración; les prometemos acordarnos frecuentemente de
vivir sin cesar nuestra donación
¡«para siempre»!

VIII
Por amor

Tres son las cualidades requeridas para la esencia misma de nuestra perfecta Consagración a
Jesús por María: que sea total, que sea definitiva, y que sea hecha por amor puro y perfecto a Dios
y a su santísima Madre.
Ahora nos toca examinar esta última cualidad.

113
Desinterés de la esclavitud de amor hacia Nuestra Señora
Nuestro Padre nos señala ya el «desinterés» como una de las cualidades de la verdadera
Devoción a la Santísima Virgen en general: «Un verdadero devoto de María no sirve a esta augusta
Reina por espíritu de lucro o de interés, ni para su bien temporal ni eterno, corporal ni espiritual, sino
únicamente porque Ella merece ser servida, y Dios solo en Ella; no ama a María precisamente porque lo
beneficia, o porque esto espera de Ella, sino porque Ella es amable» .
Y cuando Montfort expone en detalle el Acto de Consagración, se expresa del siguiente modo:
[Hay que dar todo a Nuestra Señora] «sin pretender ni esperar ninguna otra recompensa por nuestra
ofrenda y nuestro servicio, que el honor de pertenecer a Jesucristo por Ella y en Ella, aunque esta
amable Señora no fuese, como siempre lo es, la más liberal y la más agradecida de las criaturas» .
Y al hablar de la última de las prácticas interiores de la perfecta Devoción a María, que son en
suma nuestra Consagración puesta en práctica, nos advierte: «No debe pretenderse de Ella, como
recompensa de los pequeños servicios, sino el honor de pertenecer a una tan amable Princesa, y la
dicha de estar por Ella unido a Jesús, su Hijo, con vínculo indisoluble, en el tiempo y en la eternidad» .
Para comprender todo esto debemos recordar algunos puntos de la doctrina católica sobre este
tema, que no deja de ser difícil.
Debemos amar a Dios con caridad perfecta, es decir, amarlo por Sí mismo y por encima de
todos los seres. Este es el acto de la virtud teologal más elevada y preciosa.
Con esta virtud teologal podemos y debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y
en primer lugar a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre de las almas.
El amor a la Santísima Virgen es, pues, un acto de la más perfecta de las virtudes teologales,
pues la amamos en Dios y por Dios.
La caridad no es perfecta si se la practica directamente a causa de las ventajas o de los
beneficios, incluso espirituales y sobrenaturales, que hemos recibido o esperamos recibir de Dios y de su
divina Madre .
No es que sea condenable o no sea bueno desear o buscar nuestra perfección y nuestra felicidad
personal, con todo lo que a ella se refiere y todo lo que a ella conduce. Al contrario, tenemos el deber de
hacerlo.
Pero no es eso precisamente la caridad: todo eso tiene que ver más bien con la virtud de
esperanza.
El deseo y la prosecución de nuestra esperanza y de nuestra felicidad no son plenamente
perfectos sino cuando son asumidos, informados y sobreelevados por la caridad. Lo cual se hace, por
ejemplo, del siguiente modo: «Deseo y espero la santidad y la felicidad, y todo lo que es necesario y útil
para alcanzarla. Todo eso lo deseo, ante todo, porque en la perfección y en la bienaventuranza consiste
precisamente la unión de mi alma con Dios y con María, a la que aspira esencialmente la divina caridad;
porque de esta manera puedo glorificar más perfectamente a Dios y a su santísima Madre».
De este modo cada acto de esperanza y cada aspiración a nuestra perfección personal, y todo lo
que de cerca o de lejos nos conduzca a ella, se convierte en un acto de puro amor a Dios y a la Santísima
Virgen.
La Iglesia nos enseña que no nos es posible establecernos en un estado habitual de permanente
caridad «pura», de modo que la consideración de la recompensa o del castigo no tenga ya parte alguna
en la vida de un alma .
Por otra parte, es perfectamente conforme al espíritu de la Iglesia que nos ejercitemos en
producir actos de caridad perfecta y pura para con Dios y la Santísima Virgen; que nos ejerzamos en
hacer las propias acciones por la gloria del Altísimo y de Nuestra Señora, sin pensar explícitamente en
las ventajas, incluso sobrenaturales, que pueden resultarnos de estos actos; y cuando este pensamiento
de los provechos personales se presente a nuestro espíritu, captarlo y arrastrarlo en la corriente más rica
de la caridad perfecta: «Dios mío, mi buena Madre, deseo y acepto todos estos progresos y ventajas

114
personales, sobre todo para poder servirte y glorificarte más perfectamente con ellos, y estarte unido
más íntimamente».

Consagración perfecta y caridad perfecta


No se puede dudar de que nuestra Consagración total es uno de los actos más ricos de caridad
perfecta hacia Dios y Nuestra Señora.
Santo Tomás observa muy justamente: «El motivo que nos empuja a dar gratuitamente es el
amor; pues damos algo a alguien gratuitamente porque queremos un bien para él. — [Esta es
justamente la definición del amor: «velle bonum», querer el bien]. — La primera cosa, pues, que le
damos, es el amor: y así el amor es el primer don, gracias al cual se dan todos los demás dones
gratuitos» .
La donación gratuita procede, pues, del amor, y no puede proceder sino de un amor verdadero y
desinteresado.
Ahora bien, por nuestra perfecta Consagración, hacemos la donación más completa y
desinteresada de todo cuanto somos y de todo cuanto tenemos.
Por lo tanto, es absolutamente evidente que esta donación es una de las manifestaciones más
elevadas del amor perfecto a Dios y a su santísima Madre: «Amar perfectamente es darse, es
entregarse… El amor, cuando es perfecto, entrega completamente el amante al amado. Es el acto
distintivo y exclusivo del amor, ya que sólo él lo puede producir; es también su acto capital y decisivo:
no puede producir otro mayor» .
Retengamos, pues, las conclusiones siguientes:
1º Nuestra perfecta Consagración es un acto elevadísimo de caridad perfecta hacia Dios y
nuestra divina Madre.
2º Cada renovación de nuestra Consagración significa igualmente un acto de perfecto y puro
amor a Ellos.
3º Cada ejercicio de la vida mariana, realizado en este espíritu, reviste el valor de un acto de
caridad perfecta.
Este pensamiento contribuirá no poco a hacernos estimar en su justo valor nuestra magnífica
Devoción, y a hacérnosla practicar y vivir fielmente.

Una pregunta se plantea ahora: ¿cómo conciliar esta doctrina con las promesas que San Luis
María de Montfort vincula a la práctica fiel de la perfecta Devoción, promesas que él mismo asigna como
motivos de esta práctica?
En efecto, Montfort consagra decenas de páginas de su querido Tratado a describir los «efectos
maravillosos que esta devoción produce en las almas fieles» . Y los motivos por los cuales nos incita a
esta práctica fiel pueden ser reducidos, en gran parte, a las ventajas espirituales que nos procura . Es
particularmente conocida esta afirmación típica de nuestro Padre en el 8º motivo: «La divina María,
siendo la más honrada y la más liberal de todas las criaturas, nunca se deja vencer en amor y en
liberalidad; y por un huevo, dice un santo varón, da Ella un buey : es decir, por poco que se le dé, da Ella
mucho de lo que ha recibido de Dios» .
Las relaciones entre el deseo, la búsqueda de la recompensa y el puro amor de Dios, son una
cuestión sutil, sobre la cual raramente se encuentra, incluso en los escritores espirituales y en los
teólogos, una exposición clara, completa y satisfactoria.
No es este el lugar para extendernos en consideraciones teológicas profundas sobre este tema.
Daremos solamente lo que nuestros lectores pueden comprender y deben saber sobre este punto.

115
El más perfecto y puro amor de Dios no excluye de ningún modo el amor bien comprendido de sí
mismo; al contrario, debemos amarnos a nosotros mismos con caridad sobrenatural, en Dios y por Dios,
y por lo tanto, desear nuestra propia felicidad y apuntar a nuestra perfección. Esta intención o tendencia
a nuestro perfeccionamiento personal, puede ser una manifestación de la más perfecta y pura caridad
para con Dios. Igualmente, apuntar a la unión con Dios y a todo lo que esta unión supone o comporta, es
una necesidad imperiosa, y por ende una manifestación auténtica, de nuestra caridad divina.
Así, pues, de la práctica de la santa esclavitud podemos esperar muy legítimamente libertad
interior, liberación de los escrúpulos, desarrollo magnífico de nuestra vida divina, adelantamiento hacia
Dios por un camino corto, seguro y fácil: todo eso es unión con Dios y con María, o medio para llegar a
ella; de donde resulta que esta espera, este deseo, esta esperanza, no es en resumen más que un acto
de verdadera caridad para con Dios y para con su santísima Madre.
Nuestra caridad perfecta para con Dios y su santísima Madre no excluye, por lo tanto, el deseo y
la esperanza de la recompensa: este deseo, esta esperanza, son asumidos y arrastrados en la corriente
más rica y preciosa de la caridad. Nuestra santidad y nuestra bienaventuranza, por otra parte, son la
mejor glorificación de Dios y de su divina Madre.
Todo esto se encuentra compendiado en la palabra de Montfort cuando escribe: [No hay que]
«pretender ni esperar ninguna otra recompensa por nuestra ofrenda y nuestro servicio, que el honor
de pertenecer a Jesucristo por Ella y en Ella» . Y en otra parte: «No debe pretenderse de Ella, como
recompensa de los pequeños servicios, sino el honor de pertenecer a una tan amable Princesa, y la
dicha de estar por Ella unido a Jesús, su Hijo, con vínculo indisoluble, en el tiempo y en la eternidad» .

Por ahí mismo cae otra objeción, que a veces hemos oído plantear contra esta Devoción perfecta
a María: «Este amor puro que pide la verdadera Devoción es muy difícil de practicar. Sólo las almas
selectas son llamadas a esta práctica».
Es tal vez muy frecuente exagerar en demasía la dificultad de practicar la pura caridad para con
Dios. Y se olvida que el amor perfecto a Dios, el amor que Dios tiene por Sí mismo, al menos en su
grado inferior, esto es, hasta excluir el pecado mortal, no es de consejo, sino estrictamente obligatorio
para todos los hombres bajo pena de pecado grave. Por lo tanto, ha de ser posible y accesible a todos. Y
si no estamos estrictamente obligados a practicar la caridad perfecta en sus grados superiores, no por
eso dejamos todos de ser llamados e invitados a ellos.
Por eso no hay que exagerar tampoco la dificultad del amor desinteresado y perfecto a María.
La caridad que aquí se requiere no es un amor sensible o sentido, el amor de las facultades
sensitivas en nosotros; sino que se trata del amor razonado o razonable, el amor de voluntad, que es
el verdadero amor humano. Quienquiera reflexiona en las grandezas, en la belleza, en la santidad y en la
bondad de la Santísima Virgen puede, con la ayuda de la gracia que nunca le falta, amar a María por Sí
misma y en Sí misma, o más bien por Dios y en Dios, y no por su propio provecho, y consiguientemente
darse a Ella y servirla por el mismo motivo elevado.
Todos los hombres son llamados al amor puro de Dios y al servicio perfecto de María. Si muy
pocos hombres contestan plenamente a este llamamiento, eso no cambia nada al llamamiento mismo.
Eso muestra solamente nuestra falta de generosidad, nuestra cobardía para olvidarnos y renunciarnos a
nosotros mismos; pues este olvido y renuncia son necesarios para llegar al servicio perfecto de Dios y de
su dulcísima Madre.

Decíamos más arriba que saber que nuestra verdadera Devoción es la expresión elevadísima del
más puro amor, debiera darnos una gran estima por nuestra vida mariana.
La estima no basta.
En la Edad Media se buscó con pasión la llamada «piedra filosofal», que debía permitir
transformar en oro los metales más viles.

116
El puro amor de Dios y de María, cuando nuestra vida queda impregnada de él, es esta verdadera
piedra filosofal, que transforma nuestras acciones más ordinarias en el oro más precioso.
Seamos dichosos de haber encontrado este tesoro, y usémoslo sin cesar.
Introduzcamos frecuentemente en nuestra vida este pensamiento, de manera neta, formal y
explícita: ¡Todo por amor a Dios y a su santísima Madre!
Hagámoslo por medio de una breve fórmula verbal, o mejor aún, por un acto puramente
espiritual e interior; pero digamos y repitamos en cada ocupación que comenzamos, en cada oración que
elevamos, en cada cruz que recibimos:
¡Dios mío, te amo: por amor me entrego a Ti por María!
¡Mi dulce Madre, por puro amor quiero pertenecerte enteramente y para siempre!
¡Todo por amor a Ti, Jesús, y por amor a tu venerada Madre!
¡Todo por amor a Jesús y a María!

IX
A Jesús por María

La base y el punto de partida de la vida mariana en el espíritu del Padre de Montfort consiste en
la donación total y definitiva de sí mismo a la Santísima Virgen, y por Ella a Jesús. Debemos subrayar
ahora este último punto.
Se ha visto de todo. ¿No se ha dicho y escrito, después de la Consagración del mundo al Corazón
Inmaculado de María, que el movimiento mariano montfortano no tenía nada que ver con este
acontecimiento, que la Consagración de San Luis María no se dirigía a la Santísima Virgen, sino a Jesús?
No vamos a contestar extensamente a semejantes aserciones. Hay que estar voluntariamente ciego para
no ver la evidencia misma. El solo texto de la Consagración del Padre de Montfort basta ampliamente
para convencernos de ello.
Más frecuentemente se presenta la siguiente objeción: «Quiero ser y soy de Cristo, de Dios.
¿Cómo y por qué darme a María? Esta Consagración a María, ¿no impide o daña acaso la orientación
obligatoria de nuestra alma hacia Cristo, hacia Dios?».
En el último volumen de esta serie trataremos ex profeso esta cuestión. Recordaremos entonces
la doctrina y daremos indicaciones lo suficientemente detalladas para la práctica. En la presente
explicación de la Consagración misma nos tenemos que limitar a explicaciones más breves; sin embargo,
esperamos que ilustrarán suficientemente que tanto en la Consagración como en la vida de dependencia
y de unión que es su consecuencia, siempre se concede fielmente a Dios y a Cristo el primer lugar, y que
aplicamos aquí leal y plenamente la gran divisa cristiana, universalmente aceptada: A Jesús por María.

Notemos ante todo que nuestra Consagración se hace a Jesús, a Jesús y a María, a Jesús por
María. Los testimonios de San Luis María de Montfort sobre este punto son tan formales como
numerosos.
En el «Tratado de la Verdadera Devoción» nos dice: «Cuando más un alma esté consagrada a
María, tanto más lo estará a Jesucristo… Esta devoción consiste, pues, en darse por entero a la Santísima
Virgen, para ser enteramente de Jesucristo por Ella… Se sigue de ello que uno se consagra al mismo
tiempo a la Santísima Virgen y a Jesucristo; a la Santísima Virgen, como al medio perfecto que Jesucristo
ha elegido para unirse a nosotros y unirnos a El; y a Nuestro Señor como a nuestro último fin, al cual
debemos todo lo que somos, como a nuestro Redentor y a nuestro Dios» .

117
Y en «El Secreto de María» formula una afirmación tan clara como categórica: «[Esta devoción]
consiste en darse enteramente, en calidad de esclavo, a María y a Jesús por Ella» .
No hace falta decir que el texto mismo de la Consagración es aquí el argumento decisivo. En él
se lee: «Me doy por entero a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento
todos los días de mi vida. Y a fin de serle más fiel de lo que le he sido hasta aquí, os elijo hoy, ¡oh María!,
en presencia de toda la corte celestial, por Madre y Dueña mía. Os entrego y consagro, en calidad de
esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones
pasadas, presentes y futuras».
Por lo tanto, nos damos a Jesús y a María, en orden principal a Cristo como a nuestro fin último,
secundariamente a la Santísima Virgen, que es nuestro camino inmaculado y perfecto para ir a Cristo y a
Dios. Y de este modo nos adaptamos totalmente al plan redentor de Dios, libremente decidido por El,
que exige que en el orden sobrenatural lo tengamos todo, absolutamente todo, por Jesús y por María:
por Jesús como causa principal de todo ser y de todo obrar en el orden de la gracia, y también de María,
causa subordinada pero universal, de la Encarnación, de la Redención, de la Santificación y de la gracia.

A algunas personas les parece extraño, cuando no imposible, pertenecer a la vez a Jesús y a su
santísima Madre. Se trata de una dificultad aparente, que no resiste a la reflexión seria. Los mismos
objetos, los mismos muebles, el mismo dinero, la misma casa pertenecen al marido y a la esposa, al
padre y a la madre en nuestros hogares cristianos, que se funden habitualmente en comunidad de
bienes. Nada se opone a esta posesión en común, que no comporta ninguna dificultad cuando la armonía
y la paz reinan en el matrimonio. De modo parecido, no hay el menor inconveniente ni la menor
dificultad en que pertenezcamos simultáneamente a Jesús y a María, que viven en una unidad inmutable
de alma, de amor y de voluntad.
Así lo comprendieron y practicaron —y esto debe tranquilizar a las almas escrupulosas en la
materia— los apóstoles y los privilegiados del divino Corazón de Jesús. El Padre Mateo, incomparable
apóstol contemporáneo del Rey de Amor, es esclavo de Nuestra Señora. Y lo es, «porque sé que al pasar
por María amo más a Jesús; le doy un gusto inmenso, me adapto a sus designios providenciales, y
centuplico el pobre valor de mi ofrecimiento. Realzo el valor de mi holocausto ofrecido sin cesar en el
altar del Corazón de María, mi Reina, mi Mediadora y mi Madre» . Y Santa Margarita María misma, cuya
vida puede presentarse verdaderamente como la personificación del «Per Mariam ad Jesum», declara en
un magnífico Acto de Consagración: «Santísima, amabilísima y gloriosísima Virgen, Madre de Dios y
nuestra querida Madre, Maestra y Abogada, a quien nos hemos dado y consagrado enteramente,
gloriándonos de perteneceros en calidad de hijas, siervas y esclavas en el tiempo y para la eternidad: de
común acuerdo nos echamos a vuestros pies para renovar los compromisos de nuestra fidelidad y
esclavitud hacia Vos, y suplicaros que en calidad de cosas vuestras nos ofrezcáis, dediquéis, consagréis
e inmoléis al Sagrado Corazón del adorable Jesús, con todo lo que hagamos o suframos, sin reservarnos
nada» .

En nuestra consagración, pues, se respeta y se realiza plenamente nuestra pertenencia a Jesús.


En la vida de unión, que tratamos de llevar como consecuencia de esta donación, el Maestro conserva
plenamente el lugar único que le corresponde en nuestra vida. Hemos dicho que en una publicación
ulterior volveremos más extensamente sobre el tema. Nos limitamos aquí a algunos pensamientos
rápidos para tranquilizar a las personas temerosas de que la vida mariana perjudique su vida de
intimidad con Cristo, con la Santísima Trinidad que vive y habita en su alma.
Vivimos nuestra consagración por medio de las prácticas interiores: «Hacer todas las
acciones por María, con María, en María y para María». Pero nuestro Padre nos hace observar que es «a
fin de hacerlas más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo» .
El verdadero esclavo de María no vive solamente en dependencia y unión con la Santísima
Virgen, sino sobre todo en dependencia y unión con Jesús. Por regla general —pueden haber excepciones

118
por atractivos de gracia— el esclavo de amor de Nuestra Señora vive su vida explícitamente con Jesús y
con su Madre, con Jesús por María.
Recordemos además que no sólo la verdadera Devoción puede y debe ir acompañada de la vida
de unión con Cristo, sino también que por los actos directos de amor y de veneración a la Santísima
Virgen honramos, amamos y servimos al adorable Jesús, nuestro Salvador y Señor.
En efecto, somos los esclavos de amor de Nuestra Señora, porque Jesús mismo nos ha dado el
ejemplo acabado de esta vida de pertenencia y dependencia.
Somos también los esclavos de amor de la Reina, y queremos vivir como tales, porque creemos
que así respetamos del mejor modo posible la voluntad de Cristo Dios, que ha querido que su Madre
desempeñe un papel tan grande en todas sus obras de gracia.
Somos los esclavos voluntarios de Nuestra Señora, porque estamos convencidos de que este es
el camino más corto, más seguro y más perfecto para llegar a la unión divina: «Si, pues, establecemos
nosotros la sólida devoción a la Santísima Virgen, no es sino para establecer más perfectamente la de
Jesucristo, no es sino para dar un medio fácil y seguro para encontrar a Jesucristo… Esta devoción nos es
necesaria para encontrar a Jesucristo perfectamente, amarlo tiernamente y servirlo fielmente» .
Finalmente, y sobre todo, todo acto de amor y de respeto para con la Santísima Virgen es
forzosamente, para quien conoce la doctrina cristiana, un homenaje de amor y de veneración para con
Jesucristo. Pues honramos y amamos a Nuestra Señora ante todo en cuanto que Ella es la Madre de
Jesús, la Madre de Dios, y luego en cuanto que es llena de gracia, es decir, llena de la vida de Jesús, en
quien Ella se encuentra transformada mucho más que San Pablo o que cualquier otro santo: ya no es Ella
la que vive, sino que Cristo es quien vive en Ella.
Por eso Montfort tiene razón de escribir: «Nunca se honra más a Jesucristo que cuando se honra
más a la Santísima Virgen» .
Resumiendo, nuestra Consagración es una donación a Jesús por María; nuestra vida es una vida
de unión con Jesús y con María. Lejos de ser un obstáculo para la intimidad con Cristo, la vida mariana
es, al contrario, el mejor medio para llegar a ella.
Dulce Madre de Cristo, revélanos a tu Jesús, haz que lo amemos y vivamos de El. Y con ello
prueba a todos el valor inefable del secreto de gracia que nos has revelado.
Adorabilísimo y amabilísimo Jesús, haznos participar de tu incomparable amor a tu Madre, de tu
vida de dulcísima intimidad y dependencia para con Ella, a fin de que toda nuestra vida sea la realización
de la gran y amada divisa: ¡A Jesús por María!
PROMESAS DE MARIA AL CONSAGRADO
Este Mensaje enuncia lo que podríamos llamar la gran promesa de María:
- Esto digo a mis hijos de todo el universo: Volcaos a Mi Corazón y desde allí viviréis con toda docilidad al
Señor.
Desde Mi Corazón lo amaréis; desde Mi Corazón, lograréis fidelidad hacia Él; desde Mi Corazón llegaréis a
su Sagrado Corazón.
Gloria al Todopoderoso. (M. 1369)
- María promete liberar al Consagrado del demonio y le garantiza la vida eterna:
(M, 275): A todos mis hijos que se Consagren a vuestra Madre, os digo: Mi Corazón recibe gozoso esa
entrega, ese amor que ofrecéis porque son almas que se salvan de las garras del mal mereciendo la
Gloria Eterna, la Gloria del Señor.
- María promete la libertad interior, el crecimiento y la renovación espiritual, su Corazón de Madre y el
amor total a Jesús:
(M. 939): La Consagración no quita la libertad del cristiano, no lo anula, sino que lo hace crecer
interiormente, hace que el espíritu se renueve día a día, se introduzca en Mi Corazón y se alimente

119
completamente de Él. De esta manera se llega a amar a Jesús en forma total, sólo por medio de Mi
Corazón.
Mi Corazón da y exige, más no exige lo imposible.
- María ofrece al Consagrado el vínculo que lo une a Su Corazón y una particular atención:
(M, 973): Que la Consagración, sea el vínculo que una vuestro corazón con el Mío.
Cada hijo necesita una particular atención de la Madre.
- María asegura que el Consagrado fiel jamás será abandonado por Dios:
(M.1042): Deben obrar de manera que Dios, siempre habite en ellos y no se verán por Él, jamás
abandonados.
- María se compromete a conducir al Consagrado por el camino de la fidelidad al Señor.
(M. 1 223): Quieran mis hijos, ser totalmente Míos; eso hará que sean fieles al Señor, porque Yo, los
conduciré a Él.
-María se ofrece a sus hijos como auxilio y protección y ofreciendo al humilde introducirlo en Su Corazón.
(M. 1242): Como Auxilio de los Cristianos, quiero rescatar a mis hijos, pidiéndoles la conversión y luego la
Consagración a Mi Corazón de Madre.
Yo les digo: Responderé a vuestra Consagración con Mi Protección, es decir, os defenderé de toda
adversión.
Haceos pequeños e interiormente humildes y entraréis en Mi Corazón.
-María promete ser para sus hijos refugio y consuelo y los conducirá con especial ternura:
(M.1305): En la Consagración, el hijo se entrega a la Madre y
Ella a su vez, será su Refugio y su Consuelo, porque es el Arca, donde los hijos depositan el corazón.
Responded a Mi llamado, responded a Mi pedido, veréis que tiernamente seréis conducidos por Mí.
El texto de Jeremías 24,7 señala: “Les daré un corazón para que me conozcan a Mí, que soy el Señor.
Ellos serán mi pueblo y Yo seré su Dios, porque volverán a Mí de todo corazón”.
Y agrega el mensaje en su parte final:
(M. 1337): “Benditos sean mis hijos por Consagrar su corazón a María”.
“La Consagración irá directamente al corazón de María y Ella hace promesas concretas de unión con su
Hijo a quien se dirige con amor y con la oración constante del Rosario”.
(M. 1426): Esa Consagración, que no requiere papeles ni fórmulas, porque esa Consagración irá
directamente a Mi Corazón: será única y exclusivamente para Mi Corazón y será recibida por Mi Corazón.
Debéis tener amor y devoción a María; oración constante del Santo Rosario y participación diaria en la
Santa Eucaristía.
En el amor a la Madre, hallaréis al Amor del Hijo; en la oración a la Madre, estaréis en unión con el Hijo y
en la Santa Eucaristía, os encontraréis con el Hijo.
El mensaje nos invita a pertenecer a la Madre Y al Hijo, y la luz de María quitará toda oscuridad en el
camino:
(M. 1534): Deben saber mis hijos, que los llamo a la Consagración, porque siendo Consagrados a Mi
Corazón, pertenecen a la Madre y al Hijo.
Mi Luz quitará toda oscuridad y ayudará a mis hijos, a caminar el Camino que el Señor, ha establecido.

ORACIONES PARA CONSAGRARSE AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Hay varias oraciones que podemos decir para consagrarnos al Inmaculado Corazón de María.
Elijamos alguna para rezarla el día de nuestra consagración a María, que conviene que sea un día de
fiesta mariana, por ejemplo, Inmaculada Concepción, Virgen Niña, Anunciación, Asunción, primer sábado

120
de mes y muchas otras que hay en el calendario. Y luego es conveniente que la recemos todos los días
para renovar nuestra consagración.
Podemos elegir una de estas cuatro oraciones:
MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS, ARGENTINA:
“¡Oh Madre! Quiero Consagrarme a Ti.
Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti.
Siento necesidad constante de tu presencia en mi vida,
para que me protejas, me guíes y me consueles.
Sé que en Ti mi alma encontrará reposo
y la angustia en mí no entrará,
mi derrota se convertirá en victoria,
mi fatiga en Ti fortaleza es. Amén”.
MOVIMIENTO MARIANO:
Virgen de Fátima, Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores,
nosotros, adhiriéndonos al Movimiento Mariano, nos consagramos de un modo especialísimo a Tu
Corazón Inmaculado.
Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti, todos los compromisos
asumidos con nuestra consagración bautismal; nos comprometemos a realizar en nosotros aquella
conversión interior, tan requerida por el Evangelio, que nos libre de todo apego a nosotros mismos y a
los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, sólo disponibles para hacer siempre la
Voluntad del Padre.
Y mientras queremos confiarte, Madre dulcísima y misericordiosa, nuestra existencia y vocación
cristiana, para que Tú dispongas de ellas para Tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa
sobre el mundo, nos comprometemos a vivirla según Tus deseos, en particular por lo que se refiere a un
renovado espíritu de oración y de penitencia, a la participación fervorosa en la celebración de la
Eucaristía y al apostolado, al rezo diario del Santo Rosario y a un austero modo de vida, conforme al
Evangelio, que sea un buen ejemplo para todos en la observancia de la Ley de Dios, en el ejercicio de las
virtudes cristianas, especialmente de la pureza.
Te prometemos también estar unidos al Santo Padre, a la Jerarquía y a nuestros Sacerdotes, para
oponer así una barrera al proceso de contestación al Magisterio, que amenaza los fundamentos mismos
de la Iglesia.
Bajo Tu protección queremos también ser los apóstoles de esta hoy tan necesaria unidad de
oración y de amor al Papa sobre el cual invocamos de Ti una especial protección.
Finalmente, te prometemos llevar a las almas con las cuales entremos en contacto, en cuanto nos
sea posible, a una renovada devoción hacia Ti.
Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, de que la
desacralización ha entrado en el Templo Santo de Dios, de que el mal y el pecado se propagan cada vez
más en el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra
misericordiosa y poderosa, y también hoy, invocar y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh
clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Y para los Sacerdotes es la siguiente oración:
Virgen de Fátima. Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores.
Nosotros miembros del Movimiento Sacerdotal Mariano llamados a formar el ejército de tus sacerdotes,
hoy nos consagramos de un modo especialísimo a tu Corazón Inmaculado.
Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti todos los compromisos
asumidos con nuestra consagración bautismal y sacerdotal. Nos comprometemos también a realizar en
nosotros aquella conversión interior que nos libre de todo apego humano a nosotros mismos, a hacer

121
carrera, a las comodidades, a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, dispuestos a
cumplir sólo la Voluntad del Señor.
Y mientras queremos confiarte. Madre Dulcísima y Misericordiosa, nuestro Sacerdocio, para que Tú
dispongas de él para tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos
comprometemos a vivirlos según tus deseos; en particular, en cuanto se refiere a un renovado espíritu
de oración y de penitencia, a la celebración fervorosa de la Sagrada Eucaristía y de la Liturgia de las
Horas, al rezo diario del Santo Rosario, al ofrecimiento a Ti de la Santa Misa el primer sábado de cada
mes, y a un religioso y austero modo de vida, que sirva a todos de buen ejemplo.
Te prometemos, también la máxima fidelidad al Evangelio, del cual seremos siempre anunciadores
íntegros y valientes, si fuese necesario hasta el derramamiento de nuestra sangre y fidelidad a la Iglesia,
para cuyo servicio hemos sido consagrados.
Sobre todo queremos estar unidos al Santo Padre y a la Jerarquía con la firme adhesión a todas sus
directrices, para oponer así una barrera al proceso de oposición al Magisterio que amenaza los
fundamentos mismos de la Iglesia.
Bajo tu maternal protección queremos ser también los apóstoles de esta, hoy tan necesaria, unidad
de oración y de amor al Papa, para quien te suplicamos una especial protección.
Finalmente, te prometemos conducir a los fieles encomendados a nuestro ministerio, a una
renovada devoción hacia Ti.
Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, que la
desacralización ha entrado en el templo santo de Dios, sin exceptuar siquiera a muchos hermanos
nuestros sacerdotes, que el mal y el pecado invaden cada vez más el mundo, nos atrevemos a levantar,
confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, e invocar también
hoy y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh. clemente. oh piadosa, oh dulce Virgen María!.
SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT
CONSAGRACIÓN de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada,

por las manos de María

Sabiduría eterna y encarnada! en el tiempo de tu encarnación.

¡Amabilísimo y adorable Jesús,

verdadero Dios y verdadero hombre, Te doy gracias de que te has anonadado,

Hijo único del Eterno Padre tomando la forma de un esclavo,

y de María siempre Virgen! para sacarme de la cruel esclavitud del


demonio.

Te adoro profundamente
Te alabo y te glorifico
en el seno y en los esplendores de tu
Padre, porque has tenido la bondad

durante la eternidad, de someterte en todo a María,

y en el seno virginal de María, tu Santa Madre,

tu dignísima Madre, con el fin de hacerme, por medio de Ella,

122
un fiel esclavo. Te saludo, ¡Reina del Cielo y de la tierra!,

a cuyo imperio todo está sometido,

Pero, desgraciadamente, todo lo que está por debajo de Dios.

¡ingrato e infiel como soy!,

no he observado los votos y las promesas Te saludo, ¡seguro Refugio de los


pecadores!,
que con tanta solemnidad
cuya misericordia no faltó a nadie.
te he hecho en mi Bautismo:
Escucha los deseos que tengo
no he cumplido con mis obligaciones.
de la divina Sabiduría,

y recibe para eso los votos y los dones


No merezco llamarme hijo tuyo, ni tu
esclavo; que mi bajeza te presenta.

y, como no hay nadie en mí

que no merezca tus rechazos y tu cólera, Yo...

ya no me atrevo a acercarme por mí infiel pecador,


mismo
renuevo y ratifico hoy en tus manos
a tu santa y augusta Majestad.
los votos de mi Bautismo:

renuncio para siempre a Satanás,


Por eso he recurrido a la intercesión
a sus seducciones y a sus obras,
y a la misericordia de tu Santísima Madre,
y me doy enteramente a Jesucristo,
que me has dado como Medianera para
contigo; la Sabiduría encarnada,

y es por medio de Ella que espero obtener para llevar mi cruz tras Él
de Ti
todos los días de mi vida,
la contrición y el perdón de mis pecados,
y para que yo le sea más fiel
la adquisición y la conservación de la
de como lo he sido hasta ahora.
Sabiduría.

Te escojo hoy,
Te saludo, pues, ¡María Inmaculada!,
en presencia de toda la Corte celestial,
vivo tabernáculo de la divinidad,
como Madre y Señora mía.
escondida en el cual, la eterna Sabiduría,

quiere ser adorada por los Ángeles


Te entrego y consagro, en calidad de
y por los hombres.
esclavo,

mi cuerpo y mi alma,

123
mis bienes interiores y exteriores, para que Él, que por Ti me rescató,

y el valor mismo de mis buenas acciones por Ti me reciba.

pasadas, presentes y futuras,

dejándote un entero y pleno derecho ¡Madre de misericordia!, hazme la gracia

de disponer de mí y de todo lo que me de obtener la verdadera sabiduría de Dios


pertenece,
y de colocarme, para eso,
sin excepción, según tu agrado,
en el número de las personas
a la mayor gloria de Dios
a las que amas, instruyes, guías,
en el tiempo y en la eternidad.
alimentas y proteges

como a hijos y esclavos tuyos.


Recibe, ¡Virgen bondadosa!,

esta pequeña ofrenda de mi esclavitud,


¡Virgen fiel!, vuélveme en todo
en honor y en unión con la sumisión
un perfecto discípulo, imitador y esclavo
que la eterna Sabiduría
de la Sabiduría encarnada,
gustosamente quiso observar
Jesucristo, Hijo tuyo,
para con tu maternidad;
tanto que por tu intercesión y con tu
en homenaje al dominio que ustedes, los ejemplo
dos,
yo llegue a la plenitud de su edad en la
tienen sobre este pequeño gusano tierra

y miserable pecador; y de su gloria en los Cielos. Amén.

y en acción de gracias por los privilegios

con los que la Santísima Trinidad Lugar ..........................................................


...
te ha favorecido.

Fecha ..........................................................
Proclamo que desde ahora ...

quiero, como verdadero esclavo tuyo,

procurar tu honor y obedecerte en todo. Firma ..........................................................


...

¡Madre admirable!, preséntame


Firma de un
a tu querido Hijo,
testigo .......................................
en calidad de eterno esclavo,

124
CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

INTRODUCCIÓN

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús del P. Alcañiz, editada en forma de pequeño folleto en 1951 (20ª Edición) es
un magnífico instrumento para llegar a la intimidad del amor de Jesucristo, que encontramos en su Sagrado Corazón.
Esta devoción ha sido refrendada en numerosas ocasiones por el Magisterio de la Iglesia, y por los Papas Pío XII,
Benedicto XV, León XIII y Juan Pablo II, existiendo tres grandes encíclicas referentes al Sagrado Corazón: Anum Sacrum;
Miserentísimus Redemptor y Haurietis Aquas.
La Consagración del P. Alcañiz está inspirada en los escritos de tres grandes Apóstoles del Sagrado Corazón: Sta.
Margarita María Alacoque -fundamentalmente-, P. Bernardo de Hoyos y Sor María del Divino Corazón. Las transcripciones
directas de sus escritos aparecen en el texto entrecomilladas.
El P. Alcañiz nos pone en contacto directísimo con el Sagrado Corazón utilizando para ello la primera persona, ya que
toda la consagración se basa en revelaciones del Corazón de Jesús a sus elegidos, y de esta manera nosotros al leer el escrito
también nos convertimos en receptores directos de las inspiraciones que el Amor de Jesús sugirió a sus predilectos.
Ramón Horn
Consagración personal
Por
P. Florentino Alcañiz S.I.

I LA IMPORTANCIA DE LA CONSAGRACIÓN

TRES CLASES DE ALMAS

Descansa un poquito, alma cristiana, del tráfago de la vida y escucha las amorosas palabras del Corazón de Jesús, de ese
Dios de amor y misericordia que tanto anhela tu bien.
Dime, hijo mío, ¿eres feliz? ¿Estás contento? ¿Tu corazón tiene paz? ¿Goza de aquella tranquilidad en lo hondo parecida
a la quietud de la arena que descansa en el fondo de los mares muy profundos?
Tal vez eres de esas almas desgraciadas que lloran por encontrarse caídas a cada paso en la culpa, pero que a manera de
palomas que tuviesen las alas apelmazadas de cieno, parece que no pueden acabar de levantarse. Tal vez eres de esas otras que
caminan arrastrando por la senda pendiente y estrecha de la virtud con la fría languidez de esa tisis del espíritu que se llama tibieza.
Tal vez, en fin, seas de aquellas, ni pecadoras ni tibias, pero en cuya mirada triste se ve retratado el desaliento: almas que, o bien a
la manera de águilas, con los vuelos recortados, se pasan toda la vida en lanzarse a los espacios y caer mil veces en tierra
desalentadas, o bien, al modo de caminantes que marchasen por un arenal inmenso, se desaniman y hastían de andar y andar tantos
años y tan poco adelantar. ¡Cuánta compasión me causan todas estas pobrecitas almas! ¡Y son tantas!

UN GRAN REMEDIO

Sin embargo, oye las consoladoras ideas que he comunicado Yo a mis confidentes íntimos para que fuesen como
acueductos de plata o como cables eléctricos, por medio de los cuales se trasmitiesen al mundo las luces y los ardores de mi
Corazón amante.
"Los tesoros de bendiciones y de gracias que este Sagrado Corazón encierra son infinitos; yo no sé que haya ningún
ejercicio de devoción en la vida espiritual, que sea más a propósito para levantar un alma en poco tiempo a la perfección más alta y
para hacerla gustar de las verdaderas dulzuras que se encuentran en el servicio de Jesucristo".
"Yo no sé, mi querida madre (Se dirige a la Madre Superiora), si comprenderá Vd. lo que es la devoción al Corazón de
Ntro. Señor Jesucristo de que le hablo, la cual produce un gran fruto y cambio en todos aquellos que se consagran a ella y se
entregan con fervor".
"Cuanto a las personas seglares, ellas hallarán por medio de esta amable devoción todos los socorros necesarios a su
estado; esto es: la paz en sus familias, el alivio en sus trabajos, las bendiciones del cielo en todas sus empresas, el consuelo en sus
miserias; y en este Sagrado Corazón encontrarán su lugar de refugio durante la vida y principalmente a la hora de la muerte. ¡Oh
qué dulce es morir después de haber tenido una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón de Jesús" "Sobre todo haga Vd.
Porque la abracen las personas religiosas, porque sacarán de ella tantos auxilios, que no será necesario otro medio para restablecer
el fervor primitivo y la más exacta regularidad en las comunidades menos observantes, y llevar al colmo de la perfección a las que
viven en la más perfecta observancia".
Un viernes, durante la sagrada Comunión, dijo Él a su indigna esclava, si mal no recuerdo, estas palabras: "Yo te
prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a cuantos comulgaren nueve
Primeros Viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final, o sea que no morirán en desgracia mía, ni sin recibir los
Sacramentos, y que mi Corazón se constituirá en seguro asilo de ellos en aquel postrer momento".
"Nuestro glorioso protector San Miguel acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, me certificó de
nuevo estar él encargado de la causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de
la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que el mundo es mundo... Este misterio escondido a los
siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado en la mente divina a favor de los hombres y

125
descubierto ahora a la Iglesia, es uno de los que, por decirlo así, se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de
la gloria del Salvador".
"Parecióme ver (interiormente) que esta luz, el Corazón de Jesús, este sol adorable derramaba sus rayos sobre la tierra,
primero en un espacio reducido, y que luego se extendían hasta iluminar el mundo entero. Y me dijo: con el resplandor de esa luz,
los pueblos y las naciones serán iluminados y con su ardor recaldeados".
Dime ahora, con toda sinceridad, hijo mío, si después de leer estas ideas ¿no comienzas casi casi a persuadirte de que la
devoción al Corazón de Jesús es algo grande en el mundo? Sí, hijo mío; si lo dudas, estudia con detención este asunto y te
convencerás por ti mismo; esta convicción personal desearía Yo en todos mis fieles, sobre todo en mis sacerdotes y en mis
religiosos; no creer porque se ha oído, sino conocer porque se ha visto, de esta manera se forman los convencidos, que son los que
hacen algo en la tierra. ¡Oh, si lograse que tú fueses uno de esos convencidos de mi Corazón divino!

DOS CLASES DE DEVOCIÓN

Yacen Mis alhajas más preciosas allá en el fondo del cofre, porque todavía quedan muchos que no han caído
enteramente en la cuenta. Esta devoción divina es un grueso filón de oro que atraviesa todo el campo de la Iglesia; generalmente se
explotan las capas más exteriores que se hallan a flor de tierra, y por eso todo el mundo las descubre, y con muy poco trabajo puede
aprovecharse de ellas; ¿quién no conoce, p. ej., la Comunión de los Primeros Viernes de mes y la Consagración de las familias?
¿Quién no asiste de cuando en cuando a alguna fiesta en mi honor? ¿Quién no tiene su nombre escrito en la lista de alguna
Congregación y cumple con una u otra de sus prácticas más fáciles? Todos estos son viajeros que, al pasar por el filón, se detienen
un momento, remueven algo la arena, hallan algunas pepitas de oro y continúan su camino. Mas son pocos, hijo mío, los que se
lanzan a ahondar de lleno en la mina, los que pudieran llamarse mineros de profesión.

II LA CONSAGRACIÓN

En efecto, la Consagración es la práctica fundamental de la devoción a mi Corazón divino. Pero ¡cuánta rutina se observa
ya en este punto! Cuántas personas piadosas están haciendo cada día consagraciones que hallan en los libros píos, y, sin embargo,
no son almas consagradas de verdad; más bien que hacer consagraciones las rezan, son rezadoras de consagraciones. Oye, hijo mío,
en qué consiste la Consagración completa según Yo mismo enseñé a mis amigos más íntimos, según ellos lo explicaron en sus
diversos escritos, y según lo dejaron confirmado con su ejemplo.

UN PACTO

La Consagración puede reducirse a un pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y
antes, en términos equivalentes, a mi sierva Santa Margarita: Cuida tú de mi honra y de mis cosas; que mi Corazón cuidará de ti y
de las tuyas. También contigo desearía hacer este pacto. Yo, que como señor absoluto podría acercarme exigiendo sin ningunas
condiciones, quiero pactar con mis criaturas. Y tú ¿no quieres pactar conmigo? No tengas miedo que hayas de salir perdiendo. Yo
en los tratos con mis criaturas, soy tan condescendiente y benigno, que cualquiera pensaría que me engañan. Además, es un
convenio que no te obligará de suyo ni bajo pecado mortal, ni bajo pecado venial; Yo no quiero compromisos que te ahoguen;
quiero amor, generosidad, paz: no zozobras ni apreturas de conciencia.
Ya ves que el pacto tiene dos partes: una que me obliga a Mí, y otra que te obliga a ti. A Mí, cuidar de ti y de tus
intereses; a ti, cuidar de Mí y de los míos, ¿Verdad que es un convenio muy dulce?

PRIMERA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN

Principiaremos por la parte mía: Yo cuidaré de ti y de tus cosas. Para eso es necesario que todas, es a saber: alma,
cuerpo, vida, salud, familia, asuntos, en una palabra: todo, lo remitas plenamente a la disposición de mi suave providencia y que me
dejes hacer. Yo quiero arreglarlas a mi gusto y tener las manos libres. Por eso deseo que me des todas las llaves; que me concedas
licencia para entrar y salir cuando Yo quiera; que no andes vigilándome para ver y examinar lo que hago; que no me pidas cuenta
de ningún paso que dé, aunque no veas la razón y aun parezca a primera vista que va a ceder en tu daño; pues, aunque tengas
muchas veces que ir a ciegas, te consolará el saber que te hallas en buenas manos. Y cuando ofreces tus cosas, no ha de ser con el
fin precisamente de que Yo te las arregle a tu gusto, porque eso ya es ponerme condiciones y proceder con miras interesadas sino
para que las arregle según me parezca a Mí; para que proceda en todo como dueño y como rey, con entera libertad aunque prevea
alguna vez que mi determinación te haya de ser dolorosa. Tú no ves sino el presente, Yo veo lo porvenir; tú miras con microscopio,
Yo miro con telescopio de inconmensurable alcance; y soluciones, que de momento parecerían felicísimas, son a veces desastrosas
para lo que ha de llegar; fuera de que en ocasiones, para probar tu fe y confianza en Mí y hacerte merecer gloria, permitiré de
momento, con intención deliberada, el trastorno de tus planes.
Mas con esto no quiero que te abandones a una especie de fatalismo quietista y descuides tus asuntos interiores. Debes
seguir como ley aquel consejo que os dejé en el Evangelio: "Cuando hubiereis hecho cuanto se os había mandado, decid:
siervos inútiles somos". Debes en cualquier asunto tomar todas las diligencias que puedas, como si el éxito dependiera de ti sólo, y
después decirme con humilde confianza: "Corazón de Jesús, hice, según mi flaqueza, cuanto buenamente pude; lo demás ya es cosa
tuya, el resultado lo dejo a tu providencia". Y después de dicho esto procura desechar toda inquietud y quedarte con el reposo de un
lago en una tranquila tarde de otoño.

LO QUE SE DEBE OFRECER

126
Como dije, debes ofrecerme todo sin excluir absolutamente nada, pues sólo me excluyen algo las personas que se fían
poco de Mí.

EL ALMA - Ponla en mis manos: tu salvación eterna, grado de gloria en el cielo, progreso en virtud, defectos, pasiones,
miserias, todo. Hay algunas personas que siempre andan henchidas de temores, angustias, desalientos por las cosas del espíritu. Si
esto es, hijo mío, porque pecas gravemente, está muy justificado. Es un estado tristísimo el del pecado mortal, que a todo trance
debes abandonar en seguida, ya que te hace enemigo formal mío. Esfuérzate, acude a Mí con instancia, que Yo te ayudaré mucho, y
sobre todo confiésate con frecuencia, cada semana, si puedes, que este es un excelente remedio. Caídas graves no es obstáculo para
consagrarte a Mí, con tal que haya sincero deseo de enmienda, la Consagración será un magnífico medio para salir de este estado.
Hay otra clase de personas que no pecan mortalmente, y sin embargo, siempre están interiormente de luto, porque creen
que no progresan en la vida espiritual. Esto no me satisface. Debes también aquí hacer cuanto buenamente puedas según la flaqueza
humana, y lo demás abandonarlo a Mí. El Cielo es un jardín completísimo, y así debe contener toda variedad de plantas; no todo ha
de ser cipreses, azucenas y claveles; también ha de haber tomillos; ofrécete a ocupar ese lugar. Todas esas amarguras en personas
que no pecan gravemente nacen de que buscan más su gloria que la mía. La virtud, la perfección tiene dos aspectos: el de ser bien
tuyo, y el de ser bien mío; tu debes procurarla con empeño, mas con paz, por ser bien mío, pues lo tuyo, en cuanto tuyo, ya
quedamos en que debes remitirlo a mi cuidado. Además, debes tener en cuenta que si te entregas a Mí, la obra de tu perfección más
bien que tú la haré Yo.

EL CUERPO - También Yo quiero encargarme de tu salud y tu vida, y por eso tienes que ponerlas en mis manos. Yo sé
lo que te conviene, tú no lo sabes. Toma los medios que buenamente se puedan para conservar o recuperar la salud, y lo demás
remítelo a mi cuidado, desechando aprensiones, imaginaciones, miedos, persuadido de que no de medicinas ni médicos, sino
principalmente de Mí vendrá la enfermedad y el remedio.

FAMILIA - Padres, cónyuges, hijos, hermanos, parientes. Hay personas que no hallan dificultad en ofrecérseme a sí,
pero a veces se resisten a poner resueltamente en mis manos algún miembro especial de su familia a quien mucho aman. No parece
sino que voy a matar incontinenti todo cuanto a mi bondad se confíe. ¡Qué concepto tan pobre tienen de Mí! A veces dicen que en
sí no tienen dificultad en sufrir, pero no quisieran ver sufrir a esa persona; creen que consagrarse a Mí y comenzar a sufrir todos
cuantos les rodean, son cosas inseparables. ¿De dónde habrán sacado esa idea? Lo que sí hace la Consagración sincera, es suavizar
mucho las cruces que todos tenéis que llevar en este mundo.

BIENES DE FORTUNA - Fincas, negocios, carrera, oficio, empleo, casa, etc. Yo no exijo que las almas que me aman
abandonen estas cosas, a no ser que las llame al estado religioso. Todo lo contrario; deben de cuidar de ellas ya que constituyen una
parte de las obligaciones de su estado. Lo que pido es que las pongan en mis manos, que hagan lo que buenamente puedan, a fin de
que tengan feliz éxito; pero el resultado me lo reserven a Mí sin angustias ni zozobras, ni medio desesperaciones.

BIENES ESPIRITUALES - Ya sabes que todas las acciones virtuosas que ejecutes en estado de gracia, y los sufragios
que después de tu muerte se ofrezcan por tu descanso, tienen una parte a la cual puedes renunciar en favor de otras personas ya
vivas o ya difuntas. Pues bien, hijo mío, desearía que de esa parte me hicieras donación plena, a fin de que Yo la distribuya entre las
personas que me pareciere bien. Yo sé, mejor que tú, en quienes precisa establecer mi reinado, a quienes hace más falta, en donde
surtirá mejor efecto, y así podré repartirla con más provecho que tú. Pero esta donación no es óbice para que ciertos sufragios que o
la obediencia o la caridad o la piedad piden en algunas ocasiones puedas ofrecerlos tú.
Todo, pues, has de entregármelo con entera confianza, para que Yo lo administre como me parezca y, aunque no debes
hacerlo con miras interesadas ya verás cómo, a pesar de que en ocasiones sueltas pondré a prueba tu confianza haciendo que salgan
mal, sin embargo, en conjunto, tus asuntos han de caminar mejor; tanto mejor, cuanto tú le tomes mayor interés por los míos.
Cuanto más pienses tú en Mí, más pensaré Yo en ti; cuanto más te preocupes de mi gloria, más me preocuparé de la tuya; cuanto
más trabajes por mis asuntos, más trabajaré por los tuyos. Tienes que procurar, hijo mío, ser más desinteresado. Hay algunas
personas que sólo piensan en sí; su mundo espiritual es un sistema planetario, en el cual ellos ocupan el centro, y todo lo demás,
incluso mis intereses, al menos prácticamente son especies de planetas que giran en derredor; este egocentrismo interior es mal
sistema astronómico.

SEGUNDA PARTE DE LA CONSAGRACIÓN

Hijo mío, hemos llegado con esto a la segunda parte de la Consagración: cuida tú de mi honra y de mis cosas. Ésta es la
parte para ti más importante, porque en rigor es la propiamente tuya. La anterior era la mía: si en ella te pedía aquella entrega de
todo era con el fin de tener las manos libres para cumplir la parte del convenio que me toca; mas la tuya, en la que debes poner toda
la decisión de tu alma, la que ha de formar el termómetro que marque los grados de tu amor para conmigo, es la presente: el cuidar
de mis santos intereses.
¿Sabes cuales son mis intereses? Yo, hijo mío, no tengo otros que las almas: éstas son mis intereses y mis joyas y mi
amor; quiero, como decía a mi sierva Margarita, establecer el imperio de mi amor en todos los corazones. No ha llegado todavía mi
reinado; hay cierta extensión externa en las naciones católicas, pero este reinado hondo, por el cual el amor para conmigo sea quien
no de nombre, sino de hecho mande, gobierne e impere establemente en el alma, ese reinado ¡qué poco extendido está aún en los
pueblos cristianos! Y no es que el terreno falte; son numerosas las almas preparadas para ello, y cada día serán más, lo que falta son
apóstoles; dame un corazón tocado con este divino imán, y verás qué prontamente quedan imantados otros.

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MANERAS DE APOSTOLADO

¡Qué fácil es ser mi apóstol! No hay edad, ni sexo, ni estado, ni condición que puedan decirse ineptos. ¡Son tantos los
modos de trabajar! Míralos:
1º La oración: O sea pedir al cielo mi reino continuamente: pedirlo a mi Padre, pedírmelo a Mí, a mi Madre, a mis
Santos. Pedirlo en la Iglesia, en casa, en la calle, en medio de tus ocupaciones diarias. "¡Que reines!, Corazón Divino"; esta ha de
ser la exclamación que en todo el día no se caiga de tus labios; repítela diez, veinte, cincuenta, cien, doscientas veces por día, hasta
que se haga habitual; busca mañas e industrias para acordarte.
¿Quién no puede ser apóstol? ¡Y qué buen apostolado éste de oración por instantánea! Dame una muchedumbre de almas
lanzando de continuo estas saetas, y dime si no harán mella en el Cielo; son moléculas de vapor que se elevan, forman nubes y se
deshacen después en lluvia fecundante sobre el mundo.
2º El sacrificio: Primero pasivo o de aceptación. ¡Cuántas molestias, disgustos, malos ratos, tristezas, sinsabores,
pequeños o grandes, suelen sobreveniros a todos, como sobreviniéronme a Mí, a mi Madre y a mis Santos! Pues bien, todo eso,
llevado en silencio, con paciencia y aún con alegría, si puedes; todo eso, ofrecido porque reine, ¡qué apostolado tan rico! Hijo mío,
la cruz es lo que más vale, porque es lo que más cuesta. ¡Cuántas cruces se estropean tristemente entre los hombres! ¡Y son joyas
tan preciosas! En segundo lugar, el sacrificio activo o de mortificación; procura habituarte al vencimiento frecuente en cosas
pequeñas, práctica tan excelente en la vida espiritual. Vas por la calle y te asalta el deseo de mirar tal objeto, no lo mires; tendrías
gusto en probar tal golosina, no la pruebes; te han inculpado una cosa que no has hecho, y no se sigue gran perjuicio de callarte,
cállate, y así en casos parecidos, y todo porque Yo reine. Y si tu generosidad lo pide, puedes pasar a penitencias mayores. Ya ves
¡qué campo de apostolado se presenta ante tus ojos, y éste sí que es eficaz!
3º Ocupaciones diarias: Algunas personas dicen que no pueden trabajar por el reinado del Corazón de Jesús por estar
muy ocupadas, como si los deberes de su estado, las obligaciones de su oficio y sus quehaceres diarios, hechos con cuidado y con
esmero no pudieran convertirse en trabajos apostólicos. Sí, hijo mío, todo depende de la intención con que se hagan. Una misma
madera puede ser trozo de leña que se arroje en una hornilla, o devotísima imagen que se ponga en un altar. Mientras te ocupas en
eso procura muchas veces levantar a Mí tus ojos y como saborearte en hacerlo todo bien, para que todas tus obras sean monedas
preciosísimas que caigan en el cepillo que guardo para la obra de mi reinado en el mundo. Debes también esforzarte, aunque con
paz, por ser cada día más santo; porque cuanto más lo seas, tendrá mayor eficacia lo que hicieres por mi gloria.
4º La propaganda: A veces pudieras prestar tu favor a alguna empresa de mi Corazón divino; recomendar tal o cual
práctica a las personas que están a tu alrededor, ganarlas si puede ser, a fin de que se entreguen a Mí como te entregaste tú. Y si
tienes dificultad en hablar, una hoja o un folleto no la tienen; dalo o recomiéndolo; colócalo otras veces en un sobre y envíalo de
misión a cualquier punto del globo. ¡Cuántas almas me han ganado donde menos se pensaba estos misioneros errabundos!
¡Ya ves si existen maneras de trabajar por mi reino! Si no luchas, no será por falta de armas, no hay momento en todo el
día en que no puedas manejar alguna de ellas. Debes imitar al girasol o al heliotropo, que miran sin cesar al astro rey. Es muy fácil
ser mi apóstol. Y ¡qué cosa tan hermosa una vida de continuo iluminada por este ideal esplendoroso! ¡Todas las obras del día
selladas con sello de apostolado, y del apostolado magnífico del amor! ¡Todas las obras del día convertidas en oro de caridad! A la
hora de la muerte, qué dulce será, hijo mío, echar una mirada hacia atrás y ver cinco, diez, veinte o más años de trescientos sesenta
y cinco días cada uno, pasados todos los días así.

LA REPARACIÓN

¿Quieres amarme de veras? Dos cosas hace el amor: procurar a quien se ama todo el bien de que carezca, y librarle del
mal que sobre él pesare. Con el apostolado me procuras el bien, me das las almas; con la reparación me libras del mal, lavas mi
divino honor de las manchas que le infieren los pecados. Sí, hijo mío, puede una injuria borrarse, dando una satisfacción. Y
¡cuántas podrías tú darle no sólo por tus pecados, sino por los infinitos que cada día se cometen! Yo no quiero agobiarte con mil
prácticas; las mismas oraciones, sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta que sirven de apostolado, sirven de
reparación si con esa intención se hacen, ¡Que reines, perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos, han
de ser jaculatorias que siempre estén en tus labios. Dos oficios principales tuve en mi vida terrestre: el de apóstol, que funda el
reino de Dios, y el de sacerdote y víctima que expía los pecados de los hombres. Quiero que los mismos tengas tú. Con la devoción
a mi Corazón divino pretendo hacer de cada hombre una copia exacta mía, un pequeño redentor. ¡Qué sublime y qué honroso para
ti!

CONCLUSIÓN

Ánimo, pues, ¡lánzate! Si mil personas lo han hecho y eran de carne y hueso cual tú; escoge un día de fiesta, el primero
que ahora llegue; te vas preparando mientras tanto con lectura reposada de todas estas ideas; llegado el día escogido, confiesas y
comulgas con fervor, y cuando dentro de tu pecho me tuvieres, es la mejor ocasión de hacer tu consagración. Para facilitarte el
trabajo, y porque es muy necesario que la consagración sea completa, ya que ha de constituir todo un programa de vida, tienes
abajo un esbozo con todas las ideas necesarias. Pero repito, hijo mío, que no te asustes; no te obliga nada de eso a pecado ni venial,
quiero anchura de corazón, generosidad y amor; sólo pido que te resuelvas a hacer por cumplirla lo que puedas buenamente. ¡Quién
no pude hacer lo que buenamente pueda!
Después no te olvides de volverla a renovar cada día en la Iglesia o en tu casa, porque el hacerla a diario es punto muy
importante, si no la renuevas cada día pronto la abandonarás; si la renuevas, acabarás por cumplirla. Así lo hagas, hijo mío. Si con
decisión abrazas este santo derrotero, ¡Qué brisa primaveral, qué corriente de sangre joven y vigorizante advertirás en tu alma!

128
Y ahora, hijo mío, dos consejos para terminar: Uno es que procures no olvidarme en el sagrario. Me agrada el culto a mi
imagen, pero más vale mi persona que mi imagen. La Eucaristía es mi Sacramento porque es el del amor. Yo quisiera que me
recibieses con alguna más frecuencia, y quisiera también verte alguna vez entre día; ¡no sabes lo que agradezco estas visitas de
amigo!; ¡estoy frecuentemente tan solo! El otro consejo es que procures, si es posible, sacar un ratito al día para leer y meditar
cosas de mi corazón; de este modo poco a poco irás abriendo la ostra en que se guarda la perla de esta devoción divina.

CONSAGRACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

¡Sacratísima Reina de los cielos y Madre mía amabilísima! Yo N.N., aunque lleno de miserias y ruindades, alentado sin
embargo con la invitación benigna del Corazón de Jesús, deseo consagrarme a Él; pero, conociendo bien mi indignidad e
inconstancia, no quisiera ofrecer nada sino por tus maternales manos, y confiando a tus cuidados el hacerme cumplir bien todas mis
resoluciones.
Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de bondad y de amor, gustoso y agradecido acepto con toda la decisión de mi alma ese
suavísimo pacto de cuidar Tú de mí y yo de Ti, aunque demasiado sabes que vas a salir perdiendo. Lo mío quiero que sea tuyo;
todo lo pongo en tus manos bondadosas: mi alma, salvación eterna, libertad, progreso interior, miserias; mi cuerpo, vida y salud;
todo lo poquito bueno que yo haga o por mi ofrecieren otros en vida o después de muerto, por si algo puede servirte; mi familia,
haberes, negocios, ocupaciones, etc., para que, si bien deseo hacer en cada una de estas cosas cuanto en mi mano estuviere, sin
embargo, seas Tú el Rey que haga y deshaga a su gusto, pues yo estaré muy conforme, aunque me cueste, con lo que disponga
siempre ese Corazón amante que busca en todo mi bien.
Quiero en cambio, Corazón amabilísimo, que la vida que me reste no sea una vida baldía; quiero hacer algo, más bien
quisiera hacer mucho, porque reines en el mundo; quiero con oración larga o jaculatorias breves, con las acciones del día, con mis
penas aceptadas, con mis vencimientos chicos, y en fin, con la propaganda no estar a ser posible, ni un momento sin hacer algo por
Ti. Haz que todo lleve el sello de tu reinado divino y de tu reparación hasta mi postrer aliento, que ¡ojalá! sea el broche de oro, el
acto de caridad que cierre toda una vida de apóstol fervorosísimo. Amén.

Hay concedida indulgencia parcial a todos los fieles que devotamente reciten esta CONSAGRACIÓN PERSONAL al
Sagrado Corazón de Jesús.

Forma resumida de pacto con el Corazón de Jesús: "Corazón de Jesús yo cuidaré de tu honra y de tus cosas y tú cuida
de mí y de las mías."
LLAGA DEL HOMBRO DE JESÚS

San Bernardo le preguntó al Divino Salvador, cuál fue Su dolor en la Pasión más desconocido por los hombres. Jesús le respondió:
Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargué mi pesada cruz; esa llaga era la más dolorosa de todas. Los
hombres no la conocen. Honrad pues esta llaga y haré todo lo que por ella pidas...
ORACIÓN
Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por
el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudó los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre
Dolorosa tanto se compadeció. También yo, oh carísimo Jesús, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico
y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra cruz por mi salvación. Ah! por los
sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra cruz, ruégote con mucha humildad, ten piedad de mí pobre
criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el camino de la cruz.

Se rezan siete Avemarías y se agrega:

Madre santísima imprime en mi corazón las llagas de Jesucristo crucificado...


(Indulgencia de 300 días)
Oh dulcísimo Jesús, no seas mi juez sino mi salvador...
(Indulgencia de 100 días)
DIVINO NIÑO JESÚS

En el año 1636 Nuestro Señor le hizo a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento una promesa que se ha hecho muy
famosa: “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y tu oración será escuchada”.
Los Padres Carmelitas y las Hermanas Carmelitas, siguiendo el ejemplo de sus santos fundadores, Santa Teresa y San Juan
de la Cruz, se han propuesto propagar donde quiera que llegan la devoción al Milagroso Niño Jesús, que consiste en honrar los 12
primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios
todos los favores que necesitamos.
Muchísimos devotos en el mundo entero han hecho el ensayo de pedir favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús,
y han obtenido favores admirables.
NOVENA DE LA CONFIANZA AL DIVINO NIÑO JESÚS

129
Niño amable de mi vida, consuelo de los cristianos, la gracia que necesito, pongo en tus benditas manos.
Padre Nuestro...
Tú que sabes mis pesares, pues todos te los confío, da la paz a los turbados, y alivio al corazón mío.
Dios te salve María...
Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a ti en vano, pues eres Hijo de Dios, y auxilio de los cristianos.
Gloria al Padre...
Acuérdate oh Niño Santo, que jamás se oyó decir, que alguno te haya implorado, sin tu auxilio recibir,
por eso con fe y confianza, humilde y arrepentido, lleno de amor y esperanza, este favor yo te pido:
Pedir la gracia que se desea
y decir siete veces:
DIVINO NIÑO JESÚS
BENDICENOS.
CORONILLA DEL DIVINO NIÑO JESÚS
Esta devoción es debida a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, Carmelita Descalza de Beaune (Francia),
devotísima del Niño Jesús, muerta en olor de santidad a la temprana edad de 27 años. El Niño Jesús le prometió otorgar gracias
muy especiales de inocencia y de pureza a todas las personas que la rezasen con devoción.
He aquí dicha Coronilla:
Por la señal...
Adorada y glorificada sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
Adorado y glorificado sea el Padre,
-El Verbo se hizo carne,
-Y habitó entre nosotros.
Padrenuestro...
Adorado y glorificado sea el Hijo,
-El Verbo se hizo carne,
-Y habitó entre nosotros.
Padrenuestro...
Adorado y glorificado sea el Espíritu Santo,
-El Verbo se hizo carne,
-Y habitó entre nosotros.
Padrenuestro...
1º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Encarnación.
-El Verbo se hizo carne,
-Y habitó entre nosotros.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...
2º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de la Visitación. Gloria...
3º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestro Nacimiento. Gloria...
4º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de la Adoración de los Pastores. Gloria...
5º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Circuncisión. Gloria...
6º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Epifanía. Gloria...
7º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Presentación en el Templo. Gloria...
8º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Huida a Egipto. Gloria...
9º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Permanencia en Egipto. Gloria...
10º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestro Regreso a Nazaret. Gloria...
11º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Vida oculta en Nazaret. Gloria...
12º Dulcísimo Niño Jesús, os adoro en el misterio de vuestra Pérdida y Hallazgo en el Templo. Gloria...
ORACIÓN
Vos, oh Dios mío, que os dignasteis constituir a Vuestro Unigénito Hijo Salvador del género humano, y ordenasteis que se
llamara Jesús, conceded propicio que, los que veneramos su Santo Nombre en la tierra, gocemos de su presencia en los cielos. Por el
mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Historia de la devoción al Niño Jesús de Praga

130
Narran las antiguas tradiciones que en Andalucía, España, había hace varios siglos un santo religioso carmelita que se
dedicaba a hacer imágenes, y que deseaba mucho hacer una estatua bien hermosa del Divino Niño Jesús. Y repetía una frase muy
parecida a la de Santa Teresa: “Véante mis ojos, dulce Jesús bueno. Véante mis ojos. Muérame yo luego”. Y que tantas veces pidió
a Nuestro Señor la gracia de poder contemplar cómo era el rostro del Divino Niño, que un día vio que se le aparecía el Niño Jesús,
sonriendo y bendiciéndolo. El santo religioso procuró grabar en su memoria lo mejor que pudo el rostro del Divino Niño y se dedicó
luego a fabricar la estatua que le quedó hermosísima. Murió después muy contento de haber podido contemplar el rostro de nuestro
amable Redentor.
Esta bella imagen fue obsequiada por los Carmelitas a una princesa que se dirigía a Checoslovaquia a casarse con el Príncipe
de Praga en 1556, y allá la llevó ella. Y le colocó después los vestidos más lujosos de su hijito el pequeño príncipe de Praga. Y allí
empezó el Divino Niño a hacer maravillosos prodigios a quienes lo honraban y le tenían fe.
La princesa de Praga dejó al morir su bella estatua del Niño Jesús a los Padres Carmelitas recomendándoles mucho que
honraran al Divino Niño porque ella había notado que las personas que le rezaban al Niño Jesús obtenían favores muy
especiales.
Entonces un Padre Carmelita, el P. Cirilo de la Madre de Dios, se propuso honrar al Niño Jesús, y los prodigios comenzaron
a multiplicarse. Su convento que estaba en ruinas empezó a recibir ayudas inesperadas. Una familia que se dedicó a honrar y hacer
honrar por otros al Niño Jesús, recibió tantos favores y se les alejaron tantos problemas que no se cansaban de narrarlo a todos los
que trataban con ellos. La ciudad de Praga rodeada por miles y miles de protestantes que deseaban destruirla se vio libre de una
manera prodigiosa, después de haberle prometido al Niño Jesús hacerle un gran templo. Y así la devoción al Divino Niño Jesús se
hizo sumamente popular y las gentes obtenían formidables ayudas del cielo al pedirlas por los méritos de la infancia de Jesús. La
paz renacía en los hogares desunidos. Los hijos perdidos volvían a sus hogares. Los negocios que iban hacia el fracaso volvían a la
prosperidad. Los pecadores sumidos en los vicios dejaban su vida de pecado y empezaban a ser buenos... Y por todas partes la gente
entusiasmada narraba favores y más favores del Divino Niño, porque Jesús dijo: “Todo el que pide recibe”: Y el Niño Jesús
apareciéndose en una visión al Padre Cirilo le dijo: “Si me honráis, Yo os honraré. Si sois generosos conmigo, Yo seré generoso con
vosotros”.
ORACIÓN AL NIÑO JESÚS
Acuérdate, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a
todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir,
pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado”. Lleno de confianza en Ti, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad,
vengo a presentarte mis necesidades.
Ayúdame a llevar una auténtica vida cristiana, para conseguir una eternidad feliz. Por los méritos infinitos de tu encarnación
y de tu infancia, concédeme la gracia que te estoy pidiendo (aquí se expresa el favor que se quiere alcanzar). Me entrego a ti, oh
Niño Omnipotente, seguro de que escucharás mi súplica y me fortalecerás en la esperanza. Amén.
ORACIÓN REVELADA POR MARÍA SANTÍSIMA
Al V. P. Cirilo, Carmelita Descalzo
Oh Divino Niño Jesús, yo recurro a Ti y te ruego por la intercesión de tu Santa Madre, me asistas en esta necesidad (se la
puede manifestar), porque creo firmemente que tu Divinidad me puede socorrer. Espero con toda confianza obtener tu santa gracia.
Te amo con todo el corazón y con todas las fuerzas de mi alma. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados, y te suplico, oh
buen Jesús, me des fuerzas para triunfar. Propongo no ofenderte, y me ofrezco a Ti dispuesto a sufrir antes que hacerte sufrir.
De ahora en adelante, quiero servirte con toda fidelidad, y por tu amor, ¡oh Divino Niño!, amaré a mi prójimo como a mí
mismo.Niño omnipotente, Señor Jesús, nuevamente te suplico me asistas en esta circunstancia (se manifiesta).Concédeme la gracia
de poseerte, eternamente con María y José y adorarte con los ángeles de la Corte del Cielo. Amén.

Nos dice la Santísima Virgen en San Nicolás:


23-12-85 Mensaje 759:
Veo a la Santísima Virgen y me dice, muy suavemente: Hija, hoy te revelaré el nacimiento de mi amado y dulcísimo Hijo.
Salió de mi vientre, de la misma manera que fue introducido, quiero decir, sin ser tocado.
Nació impulsado por el Espíritu del Señor Todopoderoso. No sentí ningún dolor, sólo sentí que mi vientre se abría y se
cerraba, mas fue sólo una sensación, porque no me quedó rastro alguno, quedando Yo intacta como antes.
Ese fue su maravilloso nacimiento, por la Gracia de Dios Padre.
Amén.
2-5-85 Mensaje 546:
Hoy me dice la Virgen, cómo era Jesús desde que era pequeño.
Te diré: A los tres años tenía ya, una gran inteligencia, tenía el entendimiento que Dios Padre le daba, creció sabiendo que
El, era el Hijo de Dios. Fue siempre muy callado, siempre estaba meditando, mas cuando hablaba, lo hacía con humildad y una
gran sabiduría, la gran sabiduría de Dios.
Hija, así era mi amado Hijo en la tierra, fue el más fiel predicador y pastor del Rebaño de su Padre.
Amén.

131
11-9-86 Mensaje 964:
Hija: Hoy te diré algo de Jesús cuando tenía doce años de edad, edad en que fue presentado en el Templo. Tenía la
inocencia de niño y ya se reflejaba el amor hacia todo lo creado por el Todopoderoso.
En sus sensatas y sabias palabras, se podía percibir la sabiduría.
Con José mi esposo, solíamos quedarnos horas escuchándolo hablar, lo que El con mucho amor nos decía.
Una de las tantas frases que nos dijo: "Jesús, vida nueva para el alma nueva, mucha sangre correrá para que esto se haga
realidad".
Mi Hijo supo siempre el padecimiento que le esperaba. Que el cristiano sepa reflexionar cuanto te he dicho, son palabras de
la Madre de Jesucristo.
Amén, amén.
DIVINA INFANTITA
(VIRGEN NIÑA)

En México capital, en el convento de San José de Gracia, había una comunidad de monjas Concepcionistas, y entre ellas una
"lega" llamada Sor Magdalena de San José, ella había sido una joven distinguida, ilustre y rica que por humildad donó su dote a otra
joven para que pudiera ser de "coro".
El día de los Santos Reyes del año 1840 estando la madre Magdalena en oración ante el pesebre del Niño Jesús, y mientras
adoraba el sagrado misterio tuvo la siguiente inspiración:
¿Por qué a la Santísima Virgen no se la venera también en su nacimiento, y por qué no se le celebra con cantos de alegría
como se hace con el Niño Jesús?
Y mientras estaba pensando esto se le apareció la Santísima Virgen Recién Nacida sobre las nubes, acostadita y vestida como
una reina y oyó que le decía :
"CONCEDERÉ TODAS LAS GRACIAS QUE ME PIDAN LAS PERSONAS QUE ME HONREN EN MI INFANCIA, PUES
ES UNA DEVOCIÓN MUY OLVIDADA".
Profundamente impresionada la madre Magdalena sintió un gran deseo de dar a conocer a la Virgen Recién Nacida; se lo
comunicó todo a la abadesa la madre Guadalupe de San Lorenzo. Después le pidió permiso para hacer una imagen como la que ella
había visto y le expresó su vehemente deseo de que todos supieran lo que la Virgen le había dicho.
Pero la abadesa, con la intención de probar si todo aquello era realidad, no le hizo mucho caso, pensando que si era verdad y
del agrado de Dios ella volvería a insistir en el caso.
Pues así fue, un día la madre Magdalena estaba limpiando la sacristía y se encontró la cabecita de un ángel que antes había
sido colateral de la Custodia, y que se había roto. Muy contenta le llevó la cabecita a la abadesa para que le diera permiso para hacer
la imagen de la Divina Niña aprovechando la cabecita del ángel. Después de mucho rogar la Madre le dio el permiso e
inmediatamente llamaron al escultor. La madre Magdalena le explicó como era la imagen que ella había visto para que la hiciera
igual. Y por un precio muy bajo el escultor se la hizo. La imagen quedó preciosa del tamaño de una niña recién nacida.
La llevaron a bendecir, y enseguida la Madre Magdalena llena de fervor y de alegría comenzó a promover el culto de la
Divina Infantita, dando a conocer todo cuanto había acontecido cuando ella se encontraba haciendo oración.
Esta devoción de la Virgen en el misterio de su Natividad fue acogida por el pueblo, entre las personas que la iban
conociendo renacía un cariño y ternura especial para la Madre pequeñita de Jesús. Se extendió el culto y también las gracias y
favores extraordinarios que las personas iban alcanzando de Dios por la intercesión de María Niña.
Sin embargo enseguida llegaron las pruebas, pues las autoridades eclesiásticas prohibieron este culto hasta comprobar su
autenticidad.
A pesar de todo la madre Magdalena no se dejó vencer en su profundo amor para con la Divina Niña, y con la ayuda
económica de su familia fue a Roma para entrevistarse con su Santidad el Papa Gregorio XVI. Durante la audiencia le expuso a su
Santidad todo lo acontecido sobre la aparición y lo que la Virgen le había dicho, y los favores que las personas habían recibido por
la intercesión de la Virgen en este misterio de su Natividad.
Aquí de nuevo nuestro Señor probó que era de su agrado esa devoción, ya que la aprobó y hasta la colmó de indulgencias.
Enseguida que volvió la madre Magdalena con este presente de su Santidad, comenzaron a imprimir triduos, novenas, y
oraciones en honor de la Divina Niña, que se repartieron por el pueblo mexicano. Comenzaron a festejar todos los días 8 de cada
mes, como recuerdo especial a la Virgen Niña, y sobre todo la fiesta principal, la de la Natividad, el 8 de septiembre.
Nuestro Señor hizo verdaderos milagros a través de su Reinita. Entre otros le devolvió la vista a una niña que era ciega y que
los médicos habían dejado ya por imposible. Los pecadores volvieron a la fe ; niños enfermos se recuperaron milagrosamente al ser
colocados al amparo de la Divina Niña, los adultos, los ancianos, todos los que le pedían al Señor una gracia por la intercesión de su
madrecita, la recibían. También acontecimientos curiosos.

132
La madre Magdalena era muy sencilla y le hacía demostraciones de amor a la Virgen que demostraban cuanto la quería, con
este cariño la llamó Divina Infantita, porque decía que era una niña toda de Dios. Le colocó un cuarto al lado del suyo con un letrero
que decía :Cuarto de la Divina Infantita. Este cuarto estaba siempre adornado con flores, y mil primores propios de una niñita, con
velas, y con todo lo que los devotos le enviaban en señal de agradecimiento.
En la fiesta del 8 de septiembre los señores Obispos celebraban la Eucaristía de Pontifical. Para todo esto los devotos daban
donativos, y otras veces la madre Magdalena hacía primores y los rifaba o se los regalaba a los devotos que enseguida le enviaban
un donativo. Y así se iba extendiendo este culto tan agradable a los ojos de Dios.
Cuando todo estaba en auge, nuestro Señor llamó para sí a la madre Magdalenita, ella había cumplido su misión y en el año
1859, a la edad de 69 años, abrió sus ojos para la Vida Eterna.
En sus últimos años de vida, le pidió a la abadesa que se encargara de continuar fomentando este culto. Y este fue el deseo de
la madre, pero se fueron pasando los años, y como no estaba tranquila porque no había seguido con aquel culto, pensó en hacer una
imagen más pequeña y colocarla en una urna para enviarla por las casas de los devotos, ya que en el monasterio era cada vez más
difícil continuar con los cultos, y nadie se encargaba de seguir fomentando la devoción entre el pueblo.
Le encargó a un escultor que hiciera otra Divina Infantita pero más pequeñita que la que tenían. El escultor que estaba
haciendo un Niño Jesús, quiso transformarlo en la Divina Niña y salió tan fea que la madre Guadalupe no quiso ni que la vieran, y la
dejó guardada en su armario durante 20 años.
PEQUEÑA HISTORIA DE MARÍA DEL ROSARIO ARREVILLAGA ESCALADA Y CÓMO RENACIÓ EL CULTO DE
LA DIVINA NIÑA EN MÉXICO
Un año después de la muerte de la Madre Magdalena de San José, el día 12 de Noviembre de 1860, nació una niña que sería
la que se encargaría de dar a conocer nuevamente la devoción de la Divina Infantita, y no sólo en México, sino por el mundo.
Vivía en México una familia sencilla y piadosa formada por don Marcos Arrevillaga y por doña Guadalupe Escalada. Habían
tenido dos hijitos y una niña a la que llamaron Nicolasita. Pero la niña murió dejando a los padres desconsolados. El deseo de los
padres de alcanzar del Señor otra hijita los llevó a proponerse el levantarse todas las madrugadas para rezar el Santo Rosario, y así
alcanzar del Cielo otra hija.
Se levantaban todos los días a las 4 de la mañana y le rogaban a la Santísima Virgen que intercediera por ellos ante su hijo
Jesús y les concediera la gracia de tan deseada hijita.
Así fue como don Marcos y doña Guadalupe recibieron a su niña como una verdadera bendición del Cielo y al bautizarla le
dieron el nombre de María del Rosario, porque realmente había sido hija del Rosario. Y la niña correspondió tan bien a esta
devoción de los padres, que dicen que con sólo tres y cinco años de edad ya rezaba perfectamente el Rosario con la letanía y todo.
Cuando María del Rosario era pequeña murió su padre, su madre trabajaba en casa haciendo cuanto podía para sacar a sus
hijos adelante. Desde pequeña M. Rosario tenía un don de gentes extraordinario, atrayéndose el cariño y la amistad de todos. Era
expresiva, amable y educada, y muy cariñosa con todos los que se encontraba. Todas las personas que la conocían la querían.
Pasado un tiempo su madre se casó nuevamente con un gran ingeniero, don Francisco González Cosío. Pero lo nombraron
director de la ferrovía de Oaxaca, al sur de México y se tuvo que ir a vivir lejos de la esposa. Todos los meses le enviaba un
dinerillo a su esposa que mal daba para mantenerla a ella y a los hijos del primer matrimonio. Pero con eso y con los trabajos de
doña Guadalupe iban saliendo aunque estrechamente.
María del Rosario cantaba muy bien y una amiga la llevaba a veces a cantar en las ceremonias de las religiosas que conocía ;
así cuando tenía 19 años su amiga la llevó con las monjas Concepcionistas que vivían en San José de Gracia, en México, pues había
Profesiones religiosas, y a partir de ahí la joven M. Rosario empezó a hacer amistad con las monjas y las visitaba de vez en cuando.
Cuando las monjas descubrieron el gran corazón de M. Rosario y la devoción que tenía por la Santísima Virgen y por el
Santo Rosario, un día la abadesa decidió enseñarle la imagen de la Divina Niña que mandó hacer en vida la madre Magdalena,
aquella imagen primera que era tan preciosa y del tamaño natural de una niña al nacer.
En ese tiempo las monjas ya no vivían en el convento, sino en una casita de la calle del Reloj, pues el Gobierno perseguía a
los religiosos y tuvieron que abandonar los conventos, y vivir donde y como podían. Aquella primera imagen tan milagrosa estaba
en el pasillo adornada con jarrones de flores muy bonitas y con una lámpara encendida de día y de noche.
Al ver a la Virgen tan chiquitita la emoción de M. Rosario fue tan grande que se puso de rodillas diciéndole: "así es como
llena mi corazón" ; y desde aquél día ella se encargó de cuidarla, de arreglarle los jarrones y de que la lámpara estuviera siempre
encendida y limpia. Y la mimaba y le hablaba con tal cariño que parecía que veía a la Virgen recién nacida y viva cada vez que se
aproximaba a la imagen.
Las monjas al ver en la joven Rosarito aquella devoción y aquella locura de amor que eran cada vez mayores, pensaron
regalarle la otra imagen fea que estaba en el armario, pues aunque era feilla y pequeña en definitiva representaba también a la
Virgen Niña, y pensaron que a Rosario le gustaría tenerla para ella sola.

133
Era el mes de octubre, ya habían pasado unos días desde el día del Rosario, y Rosarito fue a visitar a las monjas, al llegar la
abadesa le dijo :"mira Rosarito ve a mi armario y verás allí una cosa, y si te gusta te la quedas para ti como regalo de tu Santo y de
tu cumpleaños".
M. Rosario fue y encontró a la imagen pequeñita y fea que estaba hasta sin vestir pero que representaba a la Virgen recién
nacida, y se conmovió tanto que la cogió con profunda emoción y empezó a hablarle palabras de amor y ternura, y la abrazaba con
la misma devoción como si fuera la imagen bonita que conocía hasta entonces, y así llegó donde estaban las monjas llena de alegría
y agradecimiento, diciendo que la daría a conocer por el mundo entero, que le construiría un templo en el lugar más importante de
México, y que Dios por la intercesión de la Divina Niña haría grandes milagros, que desde las persona más nobles a las más pobres,
todas irían a conocerla y se encomendarían a la Ella, y la venerarían como a una Reina, como a una Princesita Celestial... en fin
tantas cosas decía que las monjas acabaron por mandarla a su casa para que no dijera más tonterías. Y así con su tesoro en los
brazos se fue a su casa y desde ese momento empezó a darla a conocer y a hacer que esa devoción que durante 20 años estuvo
apagada volviera a renacer en el corazón del pueblo mexicano.
CÓMO FUE QUE MARIA DEL ROSARIO LE DIO CULTO A LA DIVINA INFANTITA
M. Rosario vistió la imagen de la Divina Infantita como una Reina, y la llevó para bendecirla, después la colocó en un cuarto
de su casilla de la calle Verde nº 7 en un barrio lejos del centro de la ciudad.
Le contó a su madre todo lo que pensaba llevar a cabo y los milagros que haría la Divina Infantita y los deseos de construir
un Templo en el mejor lugar de México para que honraran la Virgen en su Natividad. Pero su madre lo único que hacía era
preocuparse con esas cosas pues viendo los pobres que eran y que apenas tenían medios para vivir, no sabia como su hija iba a
llevar a cabo todo lo que soñaba ; además de los sufrimientos que eso iba a suponerle a su hija.
Pero M. Rosario no tenía dinero ni siquiera para comprar aceite para la lámpara de la Divina Niña, y esto la entristecía
mucho.
Lloraba amargamente ante la imagen de la Niña y un día llevada por el gran amor que sentía, le dijo a la Virgen : "mira Niña
Divina, ya ves que no tengo medios para comprarte tu aceite, para la lámpara, pero yo voy a decir que tu eres muy milagrosa, que
te pueden pedir cualquier cosa y que te traigan el aceite para la lámpara y tú, tesoro de mi corazón, haces todo lo que te pidan las
personas que vengan con fe, tu se lo pides todo al Señor, por favor".
Con esta extraordinaria sencillez y confianza en la Divina Niña y con la esperanza y fe de que ella haría todo lo que pidieran
con fe, se fue a visitar a los vecinos y conocidos, diciéndoles que tenía una imagen de la Virgen recién nacida que era muy
milagrosa, que fueran a verla y se encomendaran a ella con fe y que le llevaran aceite para la lamparilla.
Como ya dijimos, María del Rosario era muy sociable, delicada, y atenta con las personas, poseía realmente un gran
atractivo, una simpatía extraordinaria, como se suele decir, tenía don de gentes.
Uno de los primeros favores que el Señor concedió en aquel barrio por intercesión de la Divina Infantita fue con un señor
que vivía en la esquina de la casa de Rosarito y que era hojalatero. Mª del Rosario lo saludaba todos los días al pasar y un día le
dijo : "Mire usted tengo una imagen de la Virgen recién nacida y es muy milagrosa, si usted tiene algún día una pena muy grande o
quiere alcanzar algún favor, vaya a casa y pídale lo que quiera con mucha fe y de camino le lleva un poco de aceite para la
lamparilla".
Pues este hombre no tardó en ir y pedirle a la Divina Niña lo que deseaba y nuestro Señor por intercesión de la Virgen le
concedió lo que pedía y así fue como comenzó a alcanzar alguna fama de milagrosa, y las personas empezaron a visitarla y hacer
fila para poder entrar en la casa y rezar.
Estas personas llevan presentes para adornar el cuarto de la Divina Infantita, y así con cosas muy sencillas fueron haciéndole
un altar. Rosarito con los donativos compraba cajas de cartón y las forraba con papel brillante, con botellas vacías también forradas
de papel hacía candelabros y jarrones, y con otros papeles hacía flores y otros adornos.
Poco a poco no sólo las personas pobres y sencillas de los barrios iban a ver a la Divina Infantita y a encomendarse a Ella,
sino que también la aristocracia de México pasó por aquella casita. Así iba realizándose la profecía que Mª del Rosario dijo el día
que recibió la imagen de regalo por sus veinte años y su santo.
Las personas que pedían en agradecimiento a la Virgen le regalaban cosas para adornar aquel cuarto, y poco a poco aquel
cuarto que estaba adornado con cajas de cartón se fue transformando en un pequeño oratorio, digno de la Reina del cielo. Le
regalaron una alfombra roja, unos biombos alrededor del altar, velas que siempre estaban encendidas de día y de noche, aceite de
oliva y de ajonjolí para las lámparas de cristal de colores, etc...de esta manera todo tenía un ambiente singular, recogido, donde se
sentía una profunda piedad, alegría, recogimiento, y una devoción extraordinaria, lo cual favorecía la oración profunda y silenciosa.
Llegó a tener aquel altar 50 lámparas, en candelabros de cristal y níquel. También la Divina Niña tuvo sus ropitas propias de
una Princesita, algunas bordadas en seda, en oro y plata o primorosamente pintadas, le regalaron una cunita de plata y un armario
donde guardaba todo lo que tenía. Los devotos agradecidos no sabían que llevarle a la Divina Niña como muestras del amor que
sentían por ella y del agradecimiento por los beneficios obtenidos...todo les parecía poco para lo que ella merecía y lo más
importante es que no solo le regalaban cosas materiales, sino que ganaba los corazones y el amor de los que la visitaban.

134
Tal era el amor de Mª del Rosario por la Reinita del cielo que consiguió que se celebrara allí el mes de mayo con solemnidad
y devoción, y a pesar de que en México llueve mucho en este mes, siempre estaba la salita llena de personas. Hasta los estudiantes
iban a pedirle favores a la Divina Infantita, a veces las personas llegaban de rodillas desde la escalera o desde el pasillo...
La Novena que antecede a la fiesta principal, la del día 8 de septiembre, se celebraba en algunas iglesias con gran fervor,
entre las que se repartían todos los devotos ya que en la casita no era posible reunirse todos. En el altar de la Divina Niña nunca
faltaban las rosas, que era la flor preferida de Mª del Rosario, porque representaba con ellas las Ave Marías del Santo Rosario, que
como sabemos es la oración preferida de Rosarito.
Una de las oraciones que los devotos rezaban para agradecer a la Divina Infantita todos los beneficios, o para conquistarse su
corazoncito, era el Rosario de 15 misterios, meditando un poquito en cada uno y el significado que encierran. De ahí sacaban una
enseñanza para la vida de cada día. Pero si contáramos todos los milagros que las personas recibieron del Señor por la intercesión de
la Divina Niña y por la oración del Rosario se podrían llenar varios libros además de los milagros, anécdotas y acontecimientos
maravillosos...
Vamos a referir aquí un acontecimiento que nos demuestra el amor y la sencillez tan grandes que Mª del Rosario tenía para
su Niña, y donde se ve como era agradable al Señor todo lo que las personas hacían por la Divina Infantita:
Cuando nuestra joven todavía no tenía medios económicos para ofrecerle a la Divina Niña todo lo que su corazón deseaba y
un día que quería adornar el altar con las mejores flores, se fue llorando ante la virgencita y le decía : "mira mi niñita ya que no
puedo comprarte ni una flor, voy a ir a la floristería y aspiraré el perfume de los mejores ramos que haya, de las rosas, los nardos,
los claveles, las gardenias, y de todo lo que haya y después me vengo corriendo y te traigo todo el perfume para que tu también lo
puedas aspirar. Pues así hizo. Se dirigió a la floristería que estaba lejísimos de su casa y tuvo que ir andando porque no tenía para el
autobús. Al llegar allí se paseó entre las flores y cogía los ramos como si los fuera a comprar, y los aspiraba con cariño y esmero
llenándose lo más posible de los maravillosos olores con la finalidad de llevárselos a su Reinita. En seguida volvió a su casa para
derramar todo aquel perfume místicamente guardado en su corazón enamorado.
Llegó ante el altar de la Divina Niña y en medio de lágrimas de amor, hacia como que se lo daba todo a la Virgen. Después
de un rato de oración ante María, se fue a almorzar y llamaron a la puerta de la casa, inmediatamente se adelantó a abrir, y se
encontró con la criada de una señora que era muy rica y devota de la Divina Niña que en aquel día había recibido un regalo de dos
cestas de gardenias y que se acordó en seguida de su Virgencita y pensó enviárselas para que adornaran y perfumaran aquel altar.
Vieron así como nuestro Señor y como nuestra Reina celestial manifestaron que les había agradado aquel gesto tan sencillo
de Mª del Rosario, de aspirar el perfume de las flores para derramarlo después a los pies de la Virgen.
ORACIÓN
¡Oh! Santísima Virgen Niña, que viniendo al mundo consolaste la tierra que en Ti saludó la aurora de la Redención por los
prodigios de gracia que derramaste entre nosotros, escucha piadosa mis súplicas.
En las penas que me afligen y especialmente en la necesidad que en este momento me oprime, toda mi esperanza está en Ti,
¡oh dulce Virgencita! Muéstrame pues que el tesoro de gracias que dispensas es inagotable, porque ilimitado es tu poder sobre el
Corazón paternal de Dios.
Escucha ¡oh Virgen Niña! mi ardiente súplica y alabaré eternamente la bondad de tu Corazón.
Rezar tres Avemarías y una Salve.
También agrada muchísimo a la Virgen Niña el rezo del Santo Rosario.
SANTA FAZ

Jesucristo Nuestro Señor ha concedido gracias enormes a los devotos de Su Santa Faz. Enraizada en la vida de la Iglesia, ya místicas
como Santa Gertrudis y Santa Mectildis conocieron y divulgaron tan piadosa vía de santificación. La Venerable Sor Maria de San
Pedro obtuvo, por la fuerza de las visiones y revelaciones que el Redentor diera para ella, que S.S. Pío XII conmovido por la
celestial merced, instaurara la fiesta universal de la Santa Faz el martes anterior al Miércoles de Cenizas.
La vía dorada para crecer rápidamente en el amor de Dios fue la devoción predilecta y la que con mayor caridad promoviera Santa
Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Para la Santa de Lisieux, las enormes gracias concedidas a través de esta devoción no son
sino el cumplimiento de las promesas dadas por Nuestro Señor a Santa Gertrudis y a Santa Mectildis en el pasado.
"La saludable reparación a la Santa Faz es una obra divina, destinada a salvar a la sociedad moderna", afirmará posteriormente S.S.
Pío IX a instancias de la venerable Sor María de San Pedro. O.C.D., carmelita como la Santa de las pequeñas almas.
Le dijo Nuestro Señor a esta religiosa: "Quien mira mi Rostro ya me está consolando"
Entre las promesas que fueron dadas por el Dulce Redentor a tan enormes santas y a la carmelita de Tours, figuran:
1. Les concederé una contrición tan perfecta que sus pecados se cambiarán a Mi vista en joyas de oro precioso. Según el cuidado
que tengan de reparar mi Rostro desfigurado por los blasfemos, el mismo tendré Yo del suyo que ha sido desfigurado por el pecado,
transformándole en tan hermoso como si acabase de salir de las aguas del Bautismo.

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2. Ninguna de esas personas será jamás separada de Mí.
3. Ofreciendo Mi Rostro a Mi Padre, apaciguarán Su enojo y comprarán con moneda celestial el perdón para los pecadores. Por esta
ofrenda, nada les será negado.
4. Abogaré ante Mi Padre para conceder todas las peticiones que me presenten. Por Mi santo Rostro harán prodigios.
5. Los iluminaré con Mi Luz. Los consumiré con Mi Amor y los haré fructíferos de buenas obras.
6. Ellos llorarán, como la piadosa Verónica, por Mi adorable Rostro ultrajado por el pecado, y yo imprimiré Mis divinas facciones
en sus almas.
7. Por resemblanza de Mi Rostro, brillarán más que otros en la vida eterna y el brillo de Mi Rostro les llenará de alegría.
8. Todos los que defiendan esta causa de reparación, por palabras, por oraciones o por escrito, recibirán defensa también en sus
causas delante de Dios Padre a la hora de la muerte. Yo enjugaré la faz de sus almas, limpiando las manchas del pecado y
devolviéndoles su primitiva hermosura.
"LA FLECHA DE ORO"
Un acto de alabanza y reparación dictado por Nuestro Señor a sor María de San Pedro.
Nuestro Señor le dijo: "Esta flecha de oro punzará Mi Corazón deleitosamente, y sanarán las heridas causadas por las blasfemias."
"Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Dios sea por siempre alabado, bendecido,
amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios y por el Sagrado Corazón de
Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén".
ORACIÓN
OH SEÑOR Jesucristo, al presentarnos ante Tu adorable Rostro para pedirte a Ti las gracias que más necesitamos, Te rogamos, por
sobre todo, nos concedas la disposición interior para nunca dejar de hacer en ningún momento lo que Tu requieres de nosotros con
Tus santos mandamientos y divinas inspiraciones. Amén.
OH BONDADOSO Jesús, que has dicho "Pide y recibirás, busca y encontrarás, golpea y se abrirá para ti," concédenos, Oh Señor,
esa fe que lo obtiene todo o provéenos de lo que carecemos; concédenos, a través del puro efecto de Tu caridad y por Tu gloria
eterna, las gracias que necesitamos y las que buscamos en Tu
infinita misericordia. Amén.
SÉ MISERICORDIOSO con nosotros, Oh mi Dios y no rechaces nuestras oraciones, cuando en medio de nuestras aflicciones,
rogamos a Tu Santo Nombre y buscamos con amor y confianza Tu adorable Rostro. Amén.
OH TODOPODEROSO y Eterno Dios, mira el Rostro de Tu Hijo Jesús. Te lo presentamos a Ti con confianza, para implorar Tu
perdón. El Defensor Misericordioso abre la boca para pedir por nuestra causa; escucha su llanto, observa sus lágrimas, Oh Dios, y a
través de sus infinitos méritos escúchalo a Él cuando intercede por nosotros pobres pecadores miserables. Amén.
ADORABLE Rostro de mi Jesús, mi único amor, mi luz y mi vida, permíteme conocerte, amarte y servirte sólo a Ti, que yo pueda
vivir Contigo, de Ti, a través de Ti y para Ti. Amén.
ETERNO Padre, a Ti te ofrezco el adorable Rostro de Tu Amado Hijo por el honor y la gloria de Tu Nombre, por la conversión de
los pecadores y por la salvación de los moribundos.
OH DIVINO Jesús, a través de Tu Rostro y Nombre, sálvanos. ¡Nuestra esperanza está en la virtud de Tu Santo Nombre!
PROMESAS DE JESÚS A LOS QUE PRONUNCIAN EL NOMBRE DE MARÍA

Dice San Alfonso María de Ligorio en su libro "Las glorias de María" lo siguiente:
Capítulo X
EL NOMBRE DE MARÍA
Oh dulce, Virgen María
El nombre de María es dulce en la vida y en la muerte
1. María, nombre santo
El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado por la mente humana o elegido
por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen. Este nombre fue elegido por el cielo y se le
impuso por divina disposición, como lo atestiguan san Jerónimo, san Epifanio, san Antonino y otros. “Del Tesoro de la divinidad –
dice Ricardo de San Lorenzo– salió el nombre de María”. De él salió tu excelso nombre; porque las tres divinas personas, prosigue
diciendo, te dieron ese nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo, y lo enriquecieron con tan grande poder y
majestad, que al ser pronunciado tu nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodilla, en el cielo, en la tierra y en el
infierno. Pero entre otras prerrogativas que el Señor concedió al nombre de María, veamos cuán dulce lo ha hecho para los siervos
de esta santísima Señora, tanto durante la vida como en la hora de la muerte.
2. María, nombre lleno de dulzura

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En cuanto a lo primero, durante la vida, “el santo nombre de María –dice el monje Honorio– está lleno de divina
dulzura”. De modo que el glorioso san Antonio de Papua, reconocía en el nombre de María la misma dulzura que san Bernardo en el
nombre de Jesús. “El nombre de Jesús”, decía éste; “el nombre de María”, decía aquél, “es alegría para el corazón, miel en los labios
y melodía para el oído de sus devotos”. Se cuenta del V. Juvenal Ancina, obispo de Saluzzo, que al pronunciar el nombre de María
experimentaba una dulzura sensible tan grande, que se relamía los labios. También se refiere que una señora en la ciudad de colonia
le dijo al obispo Marsilio que cuando pronunciaba el nombre de María, sentía un sabor más dulce que el de la miel. Y, tomando el
obispo la misma costumbre, también experimentó la misma dulzura. Se lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de
María, los ángeles preguntaron por tres veces: “¿Quién es ésta que sube del desierto como columnita de humo? ¿Quién es ésta que
va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias?” (Ct 3, 6; 6, 9; 8, 5). Pregunta
Ricardo de San Lorenzo: “¿Por qué los ángeles preguntan tantas veces el nombre de esta Reina?” Y él mismo responde: “Era tan
dulce para los ángeles oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen tantas preguntas”.
Pero no quiero hablar de esta dulzura sensible, porque no se concede a todos de manera ordinaria; quiero hablar de la
dulzura saludable, consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre de María a los que lo pronuncian con fervor.
3. María, nombre que alegra e inspira amor
Dice el abad Francón que, después del sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la
tierra ni en el cielo resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de esperanza y de dulzura. El nombre de
María –prosigue diciendo– contiene en sí un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para los
corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad. Y la maravilla de este nombre –concluye el mismo autor–
consiste en que aunque lo oigan mil veces los que aman a María, siempre les suena como nuevo, experimentando siempre la misma
dulzura al oírlo pronunciar.
Hablando también de esta dulzura el B. Enrique Susón, decía que nombrando a María, sentía elevarse su confianza e
inflamarse en amor con tanta dicha, que entre el gozo y las lágrimas, mientras pronunciaba el nombre amado, sentía como si se le
fuera a salir del pecho el corazón; y decía que este nombre se le derretía en el alma como panal de miel. Por eso exclamaba: “¡Oh
nombre suavísimo! Oh María ¿cómo serás tú misma si tu solo nombre es amable y gracioso!”
Contemplando a su buena Madre el enamorado san Bernardo le dice con ternura: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de
toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se
inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de
amarte”. Dice Ricardo de San Lorenzo: “Si las riquezas consuelan a los pobres porque les sacan de la miseria, cuánto más tu
nombre, oh María, mucho mejor que las riquezas de la tierra, nos alivia de las tristezas de la vida presente”.
Tu nombre, oh Madre de Dios –como dice san Metodio– está lleno de gracias y de bendiciones divinas. De modo que –
como dice san Buenaventura– no se puede pronunciar tu nombre sin que aporte alguna gracia al que devotamente lo invoca.
Búsquese un corazón empedernido lo más que se pueda imaginar y del todo desesperado; si éste te nombra, oh benignísima Virgen,
es tal el poder de tu nombre –dice el Idiota– que él ablandará su dureza, porque eres la que conforta a los pecadores con la esperanza
del perdón y de la gracia. Tu dulcísimo nombre –le dice san Ambrosio– es ungüento perfumado con aroma de gracia divina. Y el
santo le ruega a la Madre de Dios diciéndole: “Descienda a lo íntimo de nuestras almas este ungüento de salvación”. Que es como
decir: Haz Señora, que nos acordemos de nombrarte con frecuencia, llenos de amor y confianza, ya que nombrarte así es señal o de
que ya se posee la gracia de Dios, o de que pronto se ha de recobrar.
Sí, porque recordar tu nombre, María, consuela al afligido, pone en camino de salvación al que de él se había apartado, y
conforta a los pecadores para que no se entreguen a la desesperación; así piensa Landolfo de Sajonia. Y dice el P. Pelbarto que
como Jesucristo con sus cinco llagas ha aportado al mundo el remedio de sus males, así, de modo parecido, María, con su nombre
santísimo compuesto de cinco letras, confiere todos los días el perdón a los pecadores.
4. María, nombre que da fortaleza
Por eso, en los Sagrados cantares, el santo nombre de María es comparado al óleo: “Como aceite derramado es tu
nombre” (Ct 1, 2). Comenta así este pasaje el B. Alano: “Su nombre glorioso es comparado al aceite derramado porque, así como el
aceite sana a los enfermos, esparce fragancia, y alimenta la lámpara, así también el nombre de María, sana a los pecadores, recrea el
corazón y lo inflama en el divino amor”. Por lo cual Ricardo de San Lorenzo anima a los pecadores a recurrir a este sublime
nombre, porque eso sólo bastará para curarlos de todos sus males, pues no hay enfermedad tan maligna que no ceda al instante ante
el poder del nombre de María”.
Por el contrario los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de tal manera a la Reina del cielo, que al oír su nombre,
huyen de aquel que lo nombra como de fuego que los abrasara. La misma Virgen reveló a santa Brígida, que no hay pecador tan frío
en el divino amor, que invocando su santo nombre con propósito de convertirse, no consiga que el demonio se aleje de él al instante.
Y otra vez le declaró que todos los demonios sienten tal respeto y pavor a su nombre que en cuanto lo oyen pronunciar al punto
sueltan al alma que tenían aprisionada entre sus garras.
Y así como se alejan de los pecadores los ángeles rebeldes al oír invocar el nombre de María, lo mismo –dijo la Señora a
santa Brígida– acuden numerosos los ángeles buenos a las almas justas que devotamente la invocan.
Atestigua san Germán que como el respirar es señal de vida, así invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de
que se vive en gracia de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso tiene fuerza para conseguir la vida de la
gracia a quien devotamente lo invoca. En suma, este admirable nombre, añade Ricardo de San Lorenzo es, como torre fortísima en

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que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él se refugien; por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se
verán defendidos y salvados.
Torre defensiva que no sólo libra a los pecadores del castigo, sino que defiende también a los justos de los asaltos del
infierno. Así lo asegura el mismo Ricardo, que después del nombre de Jesús, no hay nombre que tanto ayude y que tanto sirva para
la salvación de los hombres, como este incomparable nombre de María. Es cosa sabida y lo experimentan a diario los devotos de
María, que este nombre formidable da fuerza para vencer todas las tentaciones contra la castidad. Reflexiona el mismo autor
considerando las palabras del Evangelio: “Y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 27), y dice que estos dos nombres de María y
de Virgen los pone el Evangelista juntos, para que entendamos que el nombre de esta Virgen purísima no está nunca disociado de la
castidad. Y añade san Pedro Crisólogo, que el nombre de María es indicio de castidad; queriendo decir que quien duda si habrá
pecado en las tentaciones impuras, si recuerda haber invocado el nombre de María, tiene una señal cierta de no haber quebrantado la
castidad.
5. María, nombre de bendición
Así que, aprovechemos siempre el hermoso consejo de san Bernardo: “En los peligros, en las angustias, en las dudas,
invoca a María. Que no se te caiga de los labios, que no se te quite del corazón”. En todos los peligros de perder la gracia divina,
pensemos en María, invoquemos a María junto con el nombre de Jesús, que siempre han de ir estos nombres inseparablemente
unidos. No se aparten jamás de nuestro corazón y de nuestros labios estos nombres tan dulces y poderosos, porque estos nombres
nos darán la fuerza para no ceder nunca jamás ante las tentaciones y para vencerlas todas. Son maravillosas las gracias
prometidas por Jesucristo a los devotos del nombre de María, como lo dio a entender a santa Brígida hablando con su
Madre santísima, revelándole que quien invoque el nombre de María con confianza y propósito de la enmienda, recibirá
estas gracias especiales: un perfecto dolor de sus pecados, expiarlos cual conviene, la fortaleza para alcanzar la perfección y
al fin la gloria del paraíso. Porque, añadió el divino Salvador, son para mí tan dulces y queridas tus palabras, oh María, que no
puedo negarte lo que me pides.
En suma, llega a decir san Efrén, que el nombre de María es la llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con
devoción. Por eso tiene razón san Buenaventura al llamar a María “salvación de todos los que la invocan”, como si fuera lo mismo
invocar el nombre de María que obtener la salvación eterna. También dice Ricardo de San Lorenzo que invocar este santo y dulce
nombre lleva a conseguir gracias sobreabundantes en esta vida y una gloria sublime en la otra. Por tanto, concluye Tomás de
Kempis: “Si buscáis, hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María, invocad a María, obsequiad a
María, encomendaos a María. Disfrutad con María, llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente
desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante en los caminos del Señor, ya que María, gustosa
rezará por vosotros, y el Hijo ciertamente atenderá a la Madre”.
6. María, nombre consolador
Muy dulce es para sus devotos, durante la vida, el santísimo nombre de María, por las gracias supremas que les obtiene,
como hemos vitos. Pero más consolador les resultará en la hora de la muerte, por la suave y santa muerte que les otorgará. El P.
Sergio Caputo, jesuita, exhortaba a todos los que asistieran a un moribundo, que pronunciasen con frecuencia el nombre de María,
dando como razón que este nombre de vida y esperanza, sólo con pronunciarlo en la hora de la muerte, basta para dispersar a los
enemigos y para confortar al enfermo en todas sus angustias. De modo parecido, san Camilo de Lelis, recomendaba muy
encarecidamente a sus religiosos que ayudasen a los moribundos con frecuencia a invocar los nombres de Jesús y de María como él
mismo siempre lo había practicado; y mucho mejor lo practicó consigo mismo en la hora de la muerte, como se refiere en su
biografía; repetía con tanta dulzura los nombres, tan amados por él, de Jesús y de María, que inflamaba en amor a todos los que le
escuchaban. Y finalmente, con los ojos fijos en aquellas adoradas imágenes, con los brazos en cruz, pronunciando por última vez los
dulcísimos nombres de Jesús y de María, expiró el santo con una paz celestial. Y es que esta breve oración, la de invocar los
nombres de Jesús y de María, dice Tomás de Kempis, cuanto es fácil retenerla en la memoria, es agradable para meditar y fuerte
para proteger al que la utiliza, contra todos los enemigos de su salvación.
7. María, nombre de buenaventura
¡Dichoso –decía san Buenaventura– el que ama tu dulce nombre, oh Madre de Dios! Es tan glorioso y admirable tu
nombre, que todos los que se acuerdan de invocarlo en la hora de la muerte, no temen los asaltos de todo el infierno.
Quién tuviera la dicha de morir como murió fray Fulgencio de Ascoli, capuchino, que expiró cantando: “Oh María, oh
María, la criatura más hermosa; quiero ir al cielo en tu compañía”. O como murió el B. Enrique, cisterciense, del que cuentan los
anales de su Orden que murió pronunciando el dulcísimo nombre de María.
Roguemos pues, mi devoto lector, roguemos a Dios nos conceda esta gracia, que en la hora de la muerte, la última
palabra que pronunciemos sea el nombre de María, como lo deseaba y pedía san Germán. ¡Oh muerte dulce, muerte segura, si está
protegida y acompañada con este nombre salvador que Dios concede que lo pronuncien los que se salvan!
¡Oh mi dulce Madre y Señora, te amo con todo mi corazón! Y porque te amo, amo también tu santo nombre. Propongo y
espero con tu ayuda invocarlo siempre durante la vida y en la hora de la muerte. Concluyamos con esta tierna plegaria de san
Buenaventura: “Para gloria de tu nombre, cuando mi alma esté para salir de este mundo, ven tú misma a mi encuentro, Señora
benditísima, y recíbela”. No desdeñes, oh María –sigamos rezando con el santo– de venir a consolarme con tu dulce presencia. Sé
mi escala y camino del paraíso. Concédele la gracia del perdón y del descanso eterno. Y termina el santo diciendo: “Oh María,
abogada nuestra, a ti te corresponde defender a tus devotos y tomar a tu cuidado su causa ante el tribunal de Jesucristo”.
EJEMPLO

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La joven María librada del demonio
Refiere el P. Rho en su libro de los Sábados, y el P. Lireo en su Trisagio Mariano, que hacia el año 1465, vivía en
Güeldres una joven llamada María. Un día la mandó un tío suyo a la ciudad de Nimega a hacer unas compras, diciéndole que pasara
la noche en casa de otra tía que allí vivía. Obedeció la joven, pero al ir por la tarde a casa de la tía, ésta la despidió groseramente. La
joven desconsolada, emprendió el camino de vuelta. Cayó la noche por el camino, y ella, encolerizada, llamó al demonio en su
ayuda. He aquí que se le aparece en forma de hombre, y le promete ayudarla con cierta condición. “Todo lo haré”, respondió la
desgraciada. “No te pido otra cosa –le dijo el enemigo– sino que de hoy en adelante no vuelvas a hacer la señal de la cruz y que
cambies de nombre”. “En cuanto a lo primero, no haré más la señal de la cruz –le respondió–, pero mi nombre de María, no lo
cambiaré. Lo quiero demasiado”. “Y yo no te ayudaré”, le replicó el demonio. Por fin, después de mucho discutir, convinieron en
que se llamase con la primera letra del nombre de María, es decir: Eme. Con este pacto se fueron a Amberes; allí vivió seis años con
tan perversa compañía, llevando una vida rota, con escándalo de todos.
Un día le dijo al demonio que deseaba volver a su tierra; al demonio le repugnaba la idea, pero al fin hubo de consentir.
Al entrar los dos en la ciudad de Nimega, se encontraron con que se representaba en la plaza la vida de Santa María. Al ver
semejante representación, la pobre Eme, por aquel poco de devoción hacia la Madre de Dios que había conservado, rompió a llorar.
“¿Qué hacemos aquí? –le dijo el compañero–. ¿Quieres que representemos otra comedia?” La agarró para sacarla de aquel lugar,
pero ella se resistía, por lo que él, viendo que la perdía, enfurecido la levantó en el aire y la lanzó al medio del teatro. Entonces la
desdichada contó su triste historia. Fue a confesarse con el párroco que la remitió al obispo y éste al Papa. Éste, una vez oída su
confesión, le impuso de penitencia llevar siempre tres argollas de hierro, una al cuello, y una en cada brazo. Obedeció la penitente y
se retiró a Maestricht donde se encerró en un monasterio para penitentes. Allí vivió catorce años haciendo ásperas penitencias. Una
mañana, al levantarse vio que se habían roto las tres argollas. Dos años después murió con fama de santidad; y pidió ser enterrada
con aquellas tres argollas que, de esclava del infierno, la habían cambiado en feliz esclava de su libertadora.
ORACIÓN PARA INVOCAR EL NOMBRE DE MARÍA

¡Madre de Dios y Madre mía María! Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre; que nos ha dado para nuestro bien,
pero tú que deseas y quieres mi salvación, este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura, Señora, no me contento
que pueda llamar en mi socorro con sólo pronunciar tu nombre;
tu santo y poderoso nombre, quiero que tu amor me recuerde
que es ayuda en la vida y salvación al morir. que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
¡Dulce Madre, María!
“¡Oh nombre de la Madre de Dios,
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
tú eres el amor mío!”
sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme Amada María y amado Jesús mío,
cada vez que te llame. que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
Pues en cada tentación que me combata, vuestros nombres salvadores.
y en cualquier necesidad que experimente, Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
quiero llamarte sin cesar; ¡María! para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados.
Así espero hacerlo en la vida,
y así, sobre todo, en la última hora, Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado: cuando llegue la hora de dejar esta vida,
“¡Oh clementísima, oh piadosa, concédeme entonces la gracia de deciros:
oh dulce Virgen María!” “Os amo, Jesús y María;
¡Qué aliento, dulzura y confianza, Jesús y María,
qué ternura siento os doy el corazón y el alma mía”.
con sólo nombrarte y pensar en ti!

Dice Jesús a María Valtorta:


Cuando nuestro Enemigo trata de fastidiarte demasiado, di: "Dios te salve María, Madre de Jesús, me confío a ti". El
demonio tiene todavía más aversión del nombre de María que de mi Nombre y de mi Cruz. No lo logra, pero trata de dañarme en
mis fieles de mil maneras. Pero solamente el eco del nombre de María le hace huir. Si el mundo supiera llamar a María, estaría
salvado.
Por tanto invocar nuestros dos nombres juntos es algo poderoso para hacer caer rotas todas las armas que Satanás lanza
contra un corazón que es mío.
Y Jesús en San Nicolás, Argentina:
14-10-87 1276
Veo a Jesús, me dice: Entrego a los pueblos, el Amor de Mi Madre, para que acudan a Ella.

139
Es el Auxilio, que sacará a los cristianos de las sombras, para introducirlos en la Luz.
Sea invocado Su Nombre, con infinito amor.
MEDALLA DE SAN BENITO

La medalla de San Benito, propagada en todo el mundo hace más de 300 años, especialmente por
los monjes benedictinos, es célebre por su eficacia extraordinaria en el combate contra el demonio y sus
manifestaciones; en la defensa contra maleficios de todo género, contra enfermedades, especialmente
las contagiosas, contra picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos; en la protección de
animales domésticos, vehículos, etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza
exorcizante de la Santa Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos
alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda muy indicada para los fieles
católicos.
LA IMAGEN DE LA CRUZ REPRESENTADA EN LA MEDALLA
Basta al cristiano considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para
comprender la dignidad de una medalla en la cual está representada.
La representación de la Cruz despierta en nosotros todos los sentimientos de gratitud para con
Dios, por el beneficio de nuestra salvación.
La Cruz causa terror a los espíritus malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se
apresuran en soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa en primer lugar la imagen
de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del
mayor respeto.
LA IMAGEN DE SAN BENITO REPRESENTADA EN LA MEDALLA
La honra de figurar en la misma medalla junto con la imagen de la Santa Cruz fue concedida a San
Benito con la finalidad de indicar la eficacia que tuvo en sus manos esta señal sagrada. San Gregorio
Magno, que escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo representa disipando con la señal de la Cruz sus
propias tentaciones, y quebrando con la misma señal hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que
la contenía, quedando así patente el perverso designio de los que habían osado atentar contra su vida.
Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a los monjes, les hace ver el Monasterio de Montecasino en
llamas, San Benito desvanece ese prodigio diabólico haciendo la misma señal de la Pasión del Salvador
sobre las llamas fantásticas. Cuando sus discípulos andan interiormente agitados por las sugestiones del
tentador, les indica como remedio trazar sobre el corazón la imagen de la Cruz. Por todo ello, es lícito
concluir que era muy conveniente reunir en una sola medalla la imagen del santo Patriarca y la de la
Cruz del Salvador.
Esto queda aún más claro al considerar que los dos grandes discípulos del siervo de Dios, San
Plácido y San Mauro, cuando realizaban sus frecuentes milagros tenían la costumbre de invocar junto
con el auxilio de la Santa Cruz, el nombre de su santo Fundador, y así consagraron, desde el principio, la
piadosa costumbre expresada más tarde por la medalla.
LOS CARACTERES QUE SE LEEN EN LA MEDALLA
Además de las imágenes de la Cruz y de San Benito, la medalla trae también cierto número de
letras , cada una de las cuales representa una palabra latina. Las diversas palabras reunidas tienen un
sentido que manifiesta la intención de la medalla: expresar las relaciones que existen entre el santo
Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al mismo tiempo, poner al alcance de los fieles un medio eficaz de
emplear la virtud de la Santa Cruz contra los espíritus malignos.
Esas letras misteriosas se encuentran dispuestas en la cara de la medalla en que está
representada la santa Cruz. Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre los brazos de dicha
Cruz:
C S

140
P B

Significan: Cruz Sancti Patris Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre Benito. Esas
palabras explican el fin de la medalla.
En la línea vertical de la Cruz se lee:
C

Lo que quiere decir: Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi luz.
En la línea horizontal de la misma Cruz, se lee:
N. D. S. M. D.
Lo que significa: Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi guía.
Reuniendo esas dos líneas se forma un verso pentámetro, mediante el cual el cristiano expresa su
confianza en la Santa Cruz, y su resistencia al yugo que el demonio querría imponerle.
Alrededor de la medalla existe una inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el
santísimo nombre de Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I. H. S. (En el modelo más
conocido de la Medalla de San Benito el monograma I. H. S. fue reemplazado por el lema benedictino
PAX; en castellano, Paz). Vienen después, de derecha a izquierda, las siguientes letras:
V. R. S. N. S. M. V. S. M. Q. L. I. V. B.
Estas iniciales representan los dos versos siguientes:
Vade retro satana; nuncuam suave mihi vana
Sunt mala quae libas; ipse venena bibas.
En castellano: Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces es el
mal: bebe tú mismo tus venenos.
Tales palabras se supone que fueron dichas por San Benito: las del primer verso, con ocasión de la
tentación que sintió y de la cual triunfó haciendo la señal de la Cruz; las del segundo verso, en el
momento en que sus enemigos le presentaron una bebida mortífera, hecho que puso al descubierto
bendiciendo con la señal de la vida el cáliz que la contenía.
El cristiano puede utilizar estas palabras cuantas veces fuere asaltado por tentaciones e insultos
del enemigo invisible de nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor santificó las palabras
Vade retro, satana –Apártate, satanás– y su valor es cierto, una vez que el propio Evangelio nos lo
asegura. Las vanidades que el demonio nos aconseja son las desobediencias a la ley de Dios, las
pompas y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las tinieblas nos presenta es el pecado,
que da muerte al alma. En vez de aceptarla, devolvámosle tan funesto presente, ya que él mismo lo
escogió como herencia suya.
Basta que alguien pronuncie con fe tales palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para
arrostrar todas las embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los hechos que demuestran
hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple consideración de lo que representa y expresa,
bastaría para que la consideráramos una de las más poderosas armas que la bondad de Dios puso a
nuestro alcance contra la malicia diabólica.
USO DE LA MEDALLA DE SAN BENITO

141
No ignoramos que en este siglo mucha gente considera que el demonio es más bien un ser
imaginario y no real; y así, puede parecer extraño que se acuñe y se bendiga una medalla, empleada
como protección contra los ataques del espíritu maligno. Sin embargo, las sagradas Escrituras nos
ofrecen innumerables pasajes que dan una idea del poder y la actividad de los demonios, así como de
los peligros de alma y cuerpo a que estamos continuamente expuestos por efectos de sus celadas. Para
aniquilar su poder no basta ignorar a los demonios y sonreír cuando se oye hablar de sus operaciones.
No por eso dejará de continuar el aire siempre lleno de legiones de espíritus de malicia, conforme
enseña San Pablo; y si Dios no nos protegiese, aunque casi siempre sin que lo sintamos, por el ministerio
de los Santos Ángeles, sería para nosotros imposible evitar las innumerables celadas de estos enemigos
de toda criatura de Dios.
Ahora bien, el poder de la Santa Cruz contra satanás y sus legiones es tal, que la podemos
considerar un escudo invencible que nos hace invulnerables a sus flechas.
Concluimos entonces cuán ventajoso resulta emplear con fe la medalla de San Benito en las
ocasiones en que más temamos los embustes del enemigo. Su protección, no lo dudemos, será eficaz
contra todo tipo de tentaciones. Numerosos e innegables hechos señalaron su poderoso auxilio en miles
de circunstancias en las cuales, o por acción espontánea de satanás, o por efecto de algún maleficio, los
fieles estaban a punto de sucumbir ante un peligro inminente. Podremos igualmente emplearlo a favor
de otros, como medio de preservación o de liberación, en previsión de los peligros que deban afrontar.
A menudo nos amenazan accidentes imprevistos, en tierra o en mar; si llenos de fe llevamos con
nosotros la medalla, seremos protegidos. No hay circunstancias de la vida humana, por más materiales
que fueren, en que ya no se haya manifestado por su intermedio, la virtud de la Santa Cruz y el poder de
San Benito. Así, espíritus malignos, en su odio contra el hombre, embisten contra los animales
empleados en su servicio, contra los alimentos que deben sustentar la vida; su intervención maléfica es
muchas veces la causa de las enfermedades que padecemos; ahora bien, prueba la experiencia que el
uso religioso de la medalla, acompañado por la oración, opera muchas veces el cese de las celadas
satánicas, y un notable alivio en las enfermedades, y a veces hasta una curación completa.
BENDICIÓN DE LA MEDALLA DE SAN BENITO
El privilegio de bendecir la medalla y aplicarle las indulgencias está reservado a los Bendectinos de
Bohemia, Moravia y Silesia, y se prohíbe absolutamente a cualquier otro sacerdote arrogarse este
derecho sin autorización, bajo pena de nulidad de la bendición e indulgencias. La concesión fue ampliada
posteriormente a diversas Congregaciones de la Orden de San Benito, y más tarde se concedió también
a todos los sacerdotes de la orden benedictina y a determinados sacerdotes seculares y de otras órdenes
y congregaciones. Con relación a la fórmula aprobada para esta bendición, es de rigor; y no basta con
hacer la simple señal de la Cruz, normalmente utilizada para aplicar indulgencias a las medallas, cruces
y rosarios, en virtud de la delegación apostólica.
La falta de una bendición no siempre fácil de obtener, no debe, sin embargo, impedir a los fieles
depositar su confianza en un objeto tan respetable. Es indudable que ese objeto es más digno de
consideración cuando está enriquecido con las bendiciones cuya fuente es la Iglesia, y cuando se abre el
tesoro de las indulgencias en favor de quien lleva la medalla; pero no debe olvidarse que antes de ser
objeto de tan alta distinción por parte de la Santa Sede, numerosas gracias habían sido obtenidas por su
intermedio. La virtud de la medalla es inherente al signo de la cruz con la que está marcada y a la efigie
de San Benito que nos atrae su protección. El santo Nombre de Jesús, las palabras empleadas por el
Salvador para rechazar a Satanás, el recuerdo de las victorias alcanzadas por San Benito sobre este
espíritu maligno, son otros tantos poderosos conjuros frente a los cuales es de esperar que éste
retrocederá, si los utilizamos con fe.
Juzgamos, pues, nuestro deber recomendar a los fieles que hagan todos los esfuerzos necesarios
para obtener la bendición de las medallas; pero si les resulta imposible recurrir a quienes tienen el poder
de bendecirlas, igualmente los exhortamos a poner su confianza en la Santa Cruz y en San Benito

142
ORACIÓN PARA PEDIR LA PROTECCIÓN DE SAN BENITO

Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra
salud del alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas
herejías, de malas lenguas y hechicerías.
Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales. Pídele también por el progreso
de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu
poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas. Amén.
Jesús, María y José os amo, salvad vidas, naciones y almas.
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.

NOVENA BREVE PARA PEDIR UNA GRACIA


Rezar durante nueve días consecutivos la siguiente oración:
OH San Benito, mi protector bondadoso y de cuantos van a ti en sus apuros. Intercede por mí a Dios para
que alivie mis sufrimientos y dificultades que ahora me agobian
(pídase aquí la gracia que se desea obtener)
Te lo pido con toda confianza.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
SAN JOSÉ

Afirma Santo Tomás de Aquino que "hay tres cosas que Dios no podría haber hecho más sublimes
de lo que son: la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, la gloria de los elegidos y la incomparable
Madre de Dios, de quien se dice que Dios no pudo hacer ninguna madre superior. Podéis acrecentar una
cuarta cosa, en loor de San José. Dios no pudo hacer un padre más sublime que el Padre adoptivo del
Hombre-Dios".
A lo que agrega el melifluo San Bernardo: "Ya que todo lo que pertenece a la esposa pertenece
también al esposo, podemos pensar que José puede distribuir como le parezca los ricos tesoros de gracia
que Dios confió a María, su casta Esposa".
"Además, en el transcurso de los años pasados en Nazaret, Jesús colmó el corazón de San José con
ternura de amor tal como jamás ningún padre creado la sintió ni sentirá, 'no sólo - como dice el Padre
Huguet- para que José lo pudiese amar como Hijo, sino para que pudiese amar a todos los hombres
como a sus hijos, pues, del mismo modo que todos somos hijos de María, así lo somos también de San
José. (...) Y después de la devoción a la Santísima Virgen, nada hay más agradable a Dios ni
más provechoso para nuestra almas que la devoción al santo Patriarca San José'".
"Habiéndosele concedido a Santa María Magdalena de Pazzis -una de las más gloriosas Santas hijas
de Nuestra Señora del Escapulario- contemplar en un éxtasis la gloria de San José, exclamó: 'José, unido
como está a Jesús y a María, es como una estrella resplandeciente que protege a las almas que bajo el
estandarte de María, traban la batalla de la vida'".
"Cuando Santa Teresa fundó el primer monasterio de la Reforma del Carmelo, le dijo Nuestro
Señor: 'Deseo que sea dedicado a San José y lleve su nombre. Este santo guardará una de las puertas y
la Santísima Virgen la otra y Yo estaré entre vosotras'".
"Otra vez, se encontraba Santa Teresa en una sencilla iglesia de los Padres Dominicos, cuando
sintió que alguien le colocaba sobre los hombros un hermosísimo manto. Durante unos instantes, no vio
quién se lo ponía, pero poco después reconoció a la Santísima Virgen y a Su bendito Esposo San José. La
Santa experimentó en su corazón una gran alegría. María habló y mientras Santa Teresa escuchaba esa
voz celestial, tuvo la impresión de apretar en su mano la de la Virgen. 'Estoy tan satisfecha de que lo

143
hayas consagrado a San José [a su primer convento de la reforma carmelitana] que puedes pedir
lo que quieras para tu convento, con la certeza absoluta de que lo recibirás'. Los dos Santos
Esposos colocaron entonces en las manos de Teresa una piedra preciosa de gran valor y dejaron a la
Santa inundada de la más pura alegría y del más ardiente deseo de ser enteramente consumida por la
fuerza del amor divino".
"Un día, al salir de su monasterio, dos religiosos carmelitas encontraron a un venerable anciano
que avanzaba en dirección a ellos. Se puso entre los dos y les preguntó de dónde eran. El mayor
respondió que eran Carmelitas.
-Padre- preguntó entonces el desconocido- ¿por qué vosotros, los Carmelitas, tenéis tanta devoción
a San José?
El religioso dio varias razones, subrayando principalmente que Santa Teresa había tenido esa
devoción y la había inculcado en aquellos que la siguieron. Cuando el padre terminó de hablar, el
desconocido dijo:
-'Hacedme caso y tened a San José la misma devoción que tuvo Santa Teresa; todo cuanto le
pidiereis, lo alcanzaréis'.
Y diciendo esto, desapareció".
No me acuerdo hasta ahora, decía Santa Teresa, de haberle suplicado cosa a San José
que haya dejado de hacer.
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este
Bienaventurado Santo.
No he conocido de persona que deveras le sea devoto que no la vea más aprovechada en virtud,
porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan.
Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no lo creyere y verá por experiencia el gran bien
que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.
ORACIÓN A SAN JOSÉ DE SANTA TERESA
Glorioso Patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, venid en mi
auxilio en estos momentos de angustia y dificultad. Tomad bajo vuestra protección las situaciones tan
serias y difíciles que os encomiendo, a fin de que tengan una feliz solución. Mi bienamado Padre, toda mi
confianza está puesta en Vos. Que no se diga que Os he invocado en vano y puesto que Vos podéis todo
ante Jesús y María, mostradme que vuestra bondad es tan grande como vuestro poder. Amén.
ORACIÓN PARA PEDIRLE UNA BUENA MUERTE
Poderoso patrono del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz
auxilio de los afligidos, agradable consuelo de los desamparados, glorioso San José, el último instante de
mi vida ha de llegar sin remedio; mi alma quizás agonizará terriblemente acongojada con la
representación de mi mala vida y de mis muchas culpas; el paso a la eternidad será sumamente duro; el
demonio, mi enemigo, intentará combatirme terriblemente con todo el poder del infierno, a fin de que
pierda a Dios eternamente; mis fuerzas en lo natural han de ser nulas: yo no tendré en lo humano quien
me ayude; desde ahora, para entonces, te invoco, padre mío; a tu patrocinio me acojo; asísteme en
aquel trance para que no falte en la fe, la esperanza y en la caridad; cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios,
tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron a los demonios para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por
estos favores y por los que en vida te hicieron, te pido ahuyentes a estos enemigos, para que yo acabe
la vida en paz, amando a Jesús, a María y a ti, San José. Así sea.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.
Jesús, José y María, recibid cuando muera, el alma mía.
DEVOCIÓN EN HONOR DE LOS DOLORES Y GOZOS DE SAN JOSÉ
INTRODUCCIÓN:

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Toda la vida de S. José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y
oscuras en que le puso Dios. Él es al pie de la letra "el administrador fiel y solícito a quien el Señor ha
puesto al frente de su familia" (Lc 12, 42). Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e
invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera para con su Fundador y Madre. En
los momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin
reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar ese veneración e imitación y para solicitar su ayuda,
ponemos a continuación el siempre actual Ejercicio de los siete Dolores y Gozos.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el Nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. - Acto de contrición.
Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos;
dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros siete dolores y
gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y su madre María os asistieron y consolaron tan
amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la
esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y
vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo.
Amén.
Primer dolor y gozo
Esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de vuestro corazón en la perplejidad
en que estabais sin saber si debíais abandonar o no a vuestra esposa! ¡Pero cuál no fue también vuestra
alegría cuando el ángel os reveló el gran misterio de la Encarnación!
Por este dolor y este gozo os pedimos consoléis nuestro corazón ahora y en nuestros últimos
dolores, con la alegría de una vida justa y de una santa muerte, semejante a la vuestra asistidos de Jesús
y de María.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Segundo dolor y gozo
Bienaventurado patriarca glorioso S. José, escogido para ser padre adoptivo del Hijo de Dios hecho
hombre, el dolor que sentisteis viendo nacer al Niño Jesús en tan gran pobreza, se cambió de pronto en
alegría celestial al oír el armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella
noche tan resplandeciente.
Por este dolor y gozo alcanzadnos que después del camino de esta vida vayamos a escuchar las
alabanzas de los ángeles y a gozar de la gloria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Tercer dolor y gozo
Ejecutor obediente de las leyes divinas, glorioso San José, la sangre preciosísima que el Redentor
Niño derramó en su circuncisión os traspasó el corazón, pero el nombre de Jesús que entonces se le
impuso, os confortó llenándoos de alegría,
Por este dolor y por este gozo alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de expirar
gozosos con el nombre de Jesús en el corazón y en los labios,
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Cuarto dolor y gozo
Santo fiel, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José, aunque la
profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María, os causó dolor, sin
embargo os llenó también de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa
que de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este dolor y por este gozo, conseguidnos ser del número de los que por los méritos de Jesús y
por la intercesión de la Virgen María han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Quinto dolor y gozo
Custodio vigilante del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José, ¡cuánto sufristeis teniendo que
alimentar y servir al Hijo de Dios, particularmente a vuestra huida a Egipto!, ¡pero cuán grande fue
vuestra alegría teniendo siempre con vos al mismo Dos y viendo derribados los ídolos de Egipto.

145
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al demonio, sobre todo
huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para
que ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Sexto dolor y gozo
Ángel de la tierra, glorioso San José, que pudisteis admirar al Rey de los cielos, sometido a vuestros
más mínimos mandatos, aunque la alegría al traerle de Egipto se turbó por temor a Arquelao, sin
embargo, tranquilizado luego por el Ángel vivisteis dichoso en Nazaret con Jesús y María.
Por este dolor y gozo, alcanzadnos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor nocivo, de
poseer la paz de la conciencia, de vivir seguros con Jesús y María y de morir también asistidos de ellos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria,
Séptimo dolor y gozo
Modelo de toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al Niño Jesús,
le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta que lleno de gozo, le encontrasteis en el
templo, en medio de los doctores.
Por este dolor y este gozo, os suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedáis en nuestro
favor para que no nos suceda jamás perder a Jesús por algún pecado grave. Mas si por desgracia le
perdemos, haced que le busquemos con tal dolor que no nos deje reposar hasta encontrarle favorable,
sobre todo en nuestra muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y a cantar eternamente con Vos sus divinas
misericordias.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Antífona
Jesús mismo era tenido por hijo de José, cuando empezaba a tener como unos treinta años. Rogad
por nosotros, San José, para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Oración Final
Oh Dios, que con inefable providencia, os dignasteis elegir al bienaventurado José por esposo de
vuestra Santísima Madre, os rogamos nos concedáis tener como intercesor en los cielos al que en la
tierra veneramos como protector. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ
Por amor de Dios Padre, Tú, San José, has sido llamado padre de Jesús y, unido a la maternidad
espiritual de María, ahora también padre nuestro. A ti consagramos nuestra vida y la misión que Dios
nos ha encomendado. Te pedimos que intercedas por nosotros ante el Señor, que intercedas por la
Santa Iglesia para su salvación, que intercedas en nuestra oración y la lleves a Dios.
Tú, esposo de María, casto, justo, prudente y humilde, haz que estas virtudes, en ti gloriosas,
afloren en nuestro espíritu y, para gloria de Dios, en el mundo.
Haznos dulces y dóciles, tiernos y mansos con nuestro prójimo, especialmente con nuestros
padres, hijos, familia y hermanos, no desde nuestra pequeñez sino desde Dios, dejando que Él sea en
nosotros y nosotros en Él, que todopoderoso es. Amado San José enséñanos a desaparecer, como Tú que
estás presente pero en Ti es sólo el Espíritu Divino el que permanece y Tú desapareces en el silencio del
amor.
Ruega para que en la presencia del Espíritu Santo, reconozcamos que sin Dios nada somos y nada
podemos; ruega para que Dios obre en nuestro corazón como en el tuyo; ruega para que desaparezca
nuestra pequeñez y aparezca tu grandeza, al reconocer nuestra debilidad en presencia de Su Amor. Por
Jesucristo Nuestro Señor, Amén.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio ahora y siempre por los siglos
de los siglos Amén
ROSARIO A SAN JOSÉ
+ Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios nuestro.

146
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Oración: Oh San José, que con amor trabajaste la madera para en esta vida, vida pasajera, a tu familia
el pan de cada día proveer; Oh San José, ahora en el cielo con Cristo, que extendido en el madero en el
que vida eterna al hombre dio, enséñanos a reconocer en el quehacer de cada día el camino hacia Dios.
1-Por el tiempo que a María esperaste, danos la virtud para en silencio pacientemente esperar, esto es
danos la paz.
Padrenuestro, cinco Avemarías, un Gloria y la jaculatoria:
Amado San José haz crecer en mí la fe, que en ella buscaré, la esperanza y caridad.
2-Por aceptar en castidad para María desposar, danos la virtud para vivir en pureza y castidad.
3-Por aceptar la paternidad de Jesús, danos la virtud para sólo hacer la voluntad de Dios.
4-Por el día que todo dejaste para tu Hijo salvar, danos la virtud para cumplir lo que Dios pida y vivir,
como Tú, en santa obediencia.
5-Por el día que tu Hijo encontraste hablando con sabiduría y callaste, danos la virtud de callar y
aprender a escuchar al que en nombre de Dios habla.
Oración: Tú, San José, patrono de las familias, protector de la Iglesia, defensor de la niñez y fiel
guardián de las madres, ayúdanos para recibir la gracia y alcanzar así las virtudes gloriosas de tu
corazón en la castidad, en la prudencia, en la justicia y en la humildad. Amén.
Para terminar: Oración por el Santo Padre para que nos conduzca al triunfo del Inmaculado Corazón de
María y del Sagrado Corazón de Jesús:
Padrenuestro, tres Avemarías y Gloria.
+ En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén
OFRECIMIENTO DE VIDA

HISTORIA:
La Santísima Virgen favoreció con abundantes locuciones y visiones extraordinarias, durante varios años,
a Sor Natalia Magdolna (1901-1992), religiosa húngara, nacida cerca de Pozsony (en la actual
Eslovaquia), perteneciente a la congregación de Hermanas del Buen Pastor de Sta. Mª Magdalena de
Keeskemet.
Su vida estuvo llena de gracias sobrenaturales y de una intensa comunicación con Dios. Murió en olor de
santidad, siendo de edad ya avanzada.
Las promesas que a continuación ofrecemos, están entresacadas de varios mensajes que Jesús y María
le comunicaron, y que fueron editados en el libro "La Victoriosa Reina del Mundo" por Ediciones
Xaverianas, S.A. de C.V. - Ave. Juan Palomar y Arias 694 - Prados Providencia - A.P.1/133-44100
Guadalajara, Jal. (MÉXICO). Puede leer o descargar el libro completo "La Victoriosa Reina del Mundo",
haciendo clic aquí.
El Padre Jeno Krasznay, Director Espiritual de Sor María Natalia por algún tiempo, renombrado teólogo
europeo y Auxiliar del Obispo Isvan Hasz, declaró verídicas estas experiencias místicas, así como las
visiones y mensajes, tras un largo período de investigación y examen.
Una pequeña participación en los sufrimientos de Cristo
Durante el Año santo Mariano (1983-1984) la Santísima Virgen me dijo:
–Ustedes, queridos hijos, deben todavía con mayor fervor compartir los sentimientos del Salvador. Miren con compasión
cómo sudó sangre en el huerto de los Olivos, miren sus cadenas, las sogas, cómo fue arrastrado de un juez a otro, los salivazos en el
rostro, las diferentes torturas, cómo fue azotado, el manto de burla, la corona de espinas, el peso de la cruz, sus caídas y dolorosos
encuentros. De corazón deben ustedes seguirle para llegar hasta el monte Calvario y verle allí, desde que le quitan sus vestidos y lo
crucifican. Colgado de la cruz, empapado en su sangre en la agonía, cuánto dolor, cuánto tormento hasta exclamar: “¡Todo está
consumado!”
–Mi santo Hijo, queridos hijos, realizó la obra de la Redención. Su sacrificio reparador era pleno, pero de él dejó a ustedes
también una pequeña participación en cuanto que elige y llama a algunas almas a ofrecer en unión íntima con Él, el sacrificio de su
vida. Comparte con ellas sus sufrimientos para gloria del Padre y el bien de las almas para que ni una sola de ellas se pierda. Estas

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almas son almas enteramente entregadas y pueden hacer mucho para la gloria de Dios y salvación de las almas. Mi santo Hijo
encuentra su gozo en ellas.
–En el mundo de hoy, hijos míos, mi santo Hijo tiene cien veces mayor necesidad de corderos para el sacrificio. Pero deben
ustedes pensar que la participación en la obra de la Redención sólo puede consistir en el sacrificio. Hay que partir desde el huerto de
Getsemaní y seguir el camino que recorrió mi santo Hijo. Sin esto no habría méritos ni ofrenda de vida fecunda.
–Cuanto más pronta es la entrega de un alma, tanto más glorifica al Padre, y por ello, más almas ayuda a salvar y será
bienhechor de la humanidad entera. ¡Oh cuántas gracias puede alcanzar para la Iglesia y para los sacerdotes! Un alma así coopera
eficazmente a la conversión de los pecadores, al alivio de los enfermos, a la salvación de los moribundos y para que las almas
lleguen a la patria de la eterna felicidad. Un alma así realiza, en unión con mi Santísimo Hijo, una verdadera obra redentora.
–Con todo corazón y con entera confianza pueden ustedes, mis amados hijos, contar con su Madre celestial, quien está
siempre con ustedes para que juntos podamos seguir al divino Redentor hasta el pie de la Cruz a donde su Madre lo siguió.
– ¡Sean ustedes árboles del Señor que producen siempre buenos frutos, bendición para la tierra y alegría de todo el cielo!
¡Bendita sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo por todos los siglos. Amén!
La Ofrenda de Vida lo compendia todo
He sentido gozo al ver cómo una y otra vez los fieles que se encontraban en el templo hacían ofrecimiento de su vida
movidos por el celo de mi padre espiritual. Pensaba para mis adentros: ¿Lo estarán viviendo? ¿Es suficiente entregarse una sola
vez? ¿Lo recordarán luego? Entonces mi Jesús me habló así:
–Si alguien, hija mía, no hace sino una sola vez el ofrecimiento de vida, ¿entiendes, hija mía? una sola vez, en un
momento de gracia se encendió en su corazón el fuego de amor heroico, ¡con esto selló toda su vida! Su vida, aunque no
piense conscientemente en ello, es ya propiedad de ambos Sagrados Corazones. Para mi Padre no existe el tiempo. La vida
del hombre está ante Él como un todo.
Aunque uno haya hecho otro ofrecimiento, la ofrenda de vida por amor lo compendia todo y está por encima de ellos. Esta
será, pues, la corona, el aderezo más precioso y el distintivo de su nobleza espiritual en la Patria Eterna.
A los que tienen la cruz del sufrimiento
La Santísima Virgen dijo:
–Cuando les llega, hijos míos, un gran sufrimiento corporal o espiritual y ustedes lo aceptan con espíritu de oblación, eso
puede ser fuente de gracias innumerables. Pueden pagar con ello los pecados, las omisiones de toda su vida y cuando ya han
cancelado toda su deuda, pueden ustedes alcanzar, con el restante sufrimiento, llevado con paciencia, la conversión de los pecadores
empedernidos y dar gloria a Dios. Las almas salvadas, gracias a los sufrimientos aceptados por ustedes, pueden alcanzar incluso la
santidad.
–Cuando pesa sobre ustedes la cruz del sufrimiento, sea por causa de una enfermedad o de un sufrimiento espiritual,
recuerden que no son sino peregrinos en la tierra. Más allá de la tumba, hay un mundo maravillosamente más bello, que Dios ha
preparado para sus hijos, donde les espera una felicidad muchísimo mayor que la que merecían debido a sus sufrimientos
pacientemente sobrellevados. En un estado de felicidad que “ojo jamás vio, ni oído nunca oyó” estarán sumergidas sus almas
durante toda una eternidad. Aunque la vida de uno esté llena de sufrimiento, será siempre muy corta, y se acabará pronto. Alégrense,
aun cuando estén sufriendo, porque avanzan hacia una meta segura y al final del camino les espera el brazo tierno de su Madre y el
amor eterno de la Santísima Trinidad.
–Los llamo a ustedes, mis queridos hijos, a un apostolado de especial elección, para que soporten el martirio espiritual por
los pecados de los demás, y para que por medio del sacrificio de sus vidas, ofrecido con gran corazón, Dios pueda derramar ríos de
su misericordia. Piensen, mis queridos hijos, qué inmensa multitud de almas pueden salvar de la eterna condenación si llevan con
paciencia esa pequeña astilla de la cruz de mi santo Hijo, que Él les ha dado, para que tomando la mano de su Madre participen
ustedes también de la obra de la Redención. No pidan, hijos míos, el sufrimiento; pero acepten siempre con humilde entrega,
aquellos que el Señor les da.
“No puedo quitar la cruz a las almas escogidas”
Jesús dijo:
–Hijos míos, apóstoles míos: las almas necesitan tanto de los sufrimientos aceptados por ustedes como los enfermos de la
medicina. No puedo descargar la cruz de los hombros de ustedes aunque por momentos les parezca que ya van a caer bajo su peso;
porque si la quitara, se interrumpiría el proceso de curación de las almas y dejaría perecer a aquellas que todavía pueden ser
salvadas. Cuando se cancela la deuda de una o varias almas o termina su tratamiento curativo gracias al sufrimiento ofrecido por
ellas, entonces quito la cruz por algún tiempo para que cobre nuevo vigor mi apóstol, destinado a tan sublime vocación.
–Hijos míos, una sola alma que se pone sobre el altar del sacrificio por amor a mí y a sus hermanos, aumenta cien veces la
gloria de mi Padre y la alegría de mi querida Madre. ¡Levántense, hijos míos, con un fervor más intenso! Mi Iglesia nunca ha tenido
una necesidad tan grande de víctimas generosas como ahora... Hacen falta almas que no estén rumiando sus propios problemas, sino
cuya mirada esté puesta en los demás buscando cómo puedan ayudarles en lo corporal y en lo espiritual. Vuelquen sus pensamientos
y su amor desinteresado sobre cómo poder salvar a los infieles y a los pecadores, porque saben muy bien que no hay nada tan

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precioso en el mundo como las almas... ¡Láncense, hijos míos, una y otra vez hacia la sagrada meta de salvar las almas! ¡Háganse
santos para que puedan ser verdaderamente mis apóstoles revestidos de Cristo ante la faz de mi Padre!
Mensaje de la Virgen para los que hacen la Ofrenda de Vida
La Santísima Virgen dijo:
–Cuando el Eterno Padre escoge un alma para darle la gracia de ser uno de los elegidos, la destina a que ya en la tierra sea
semejante a su Hijo Unigénito. Y, ¿en qué debe ser semejante a Él? En el amor y en la aceptación de los sufrimientos. Si en esto
siguen ustedes a su Jesús, el Eterno Padre reconocerá en ustedes a su santo Hijo.
–Las almas a las cuales el Eterno Padre escogió para que hagan el ofrecimiento de vida deben esforzarse por salvar el mayor
número de almas para Dios. Lo pueden alcanzar con la oración fervorosa, con la práctica de la caridad activa y servicial, con la
mansedumbre, con la humildad, con la mortificación, pero sobre todo con la aceptación paciente de los sufrimientos. Creo que mi
Corazón maternal encontrará entre mis hijos, almas que con el ardor de los mártires amen a Dios.
–Aun en tiempo de las más grandes pruebas, mis queridos hijos, deben tomar con confianza ilimitada la mano de su Madre.
Juntos vayan ustedes al Corazón Eucarístico de Jesús que es su fortaleza en su peregrinación terrenal. Así, fortalecidos diariamente
por Él, continúan ustedes el camino hacia el hogar de la eterna felicidad donde en glorioso éxtasis, se reconocerán entre sí los que
hayan hecho de su vida una ofrenda de amor a gloria de Dios y el bien de las almas.
–Entonces, mi santísimo Hijo les va a estrechar a su Corazón inflamado de amor, para sumergirlos en el gozo de la unidad de
amor de la Santísima Trinidad, en el estado de la eterna felicidad, para que puedan alegrarse sin fin en compañía de las almas para
quienes con su generoso ofrecimiento de vida lograron alcanzar la salvación.
– ¡Amen y tengan confianza, hijos míos, porque Dios está con ustedes! El Señor ama la vida de cada alma que hizo la
entrega de sí misma. Precisamente por eso no pongan límite a sus sacrificios. ¡Dar más, amar mejor! Sea ésta la consigna de su
vida.
El Amor Misericordioso de Jesús
En cierta ocasión recibí un libro y leí en él que nuestro Jesús se quejaba de que las almas caían al infierno como bajan en
invierno los copos de nieve. Al leer esto comencé a ver el mundo que está a mi alrededor y en espíritu lloré a los pies de Jesús.
Entonces Jesús me dijo:
–No llores, porque esto viene del maligno espíritu que quiere denigrar el Amor Misericordioso de mi Padre. Entiende, hija
mía. Si las almas cayeran al infierno como caen los copos de nieve en invierno, mi Padre jamás hubiera creado al hombre. Pero lo
creó porque quiso derramar sobre sus creaturas la felicidad de la Santísima Trinidad.
–Es verdad que el hombre cometió el pecado con su desobediencia, pero mi Padre envió al Hijo, quien con su obediencia lo
reparó todo. Sólo caen en las tinieblas exteriores aquellas almas que hasta el último momento de su existencia rechazan a Dios. Pero
el alma que antes de abandonar el cuerpo sólo dijera con arrepentimiento: “¡Dios mío, sé misericordioso conmigo!”, ya se ha
librado de las tinieblas exteriores.
–Pero mira, hija mía, el Amor Misericordioso de mi Padre alcanza incluso a los pecadores empedernidos. Por eso pido el
ofrecimiento de vida que, cual sacrificio unido a mi cruento sacrificio, alcanza que la Justicia Divina sea satisfecha y de esta manera
pueda haber misericordia también para los empedernidos, al menos en el último día o último momento de su vida. Por eso
convocaré una multitud de almas entregadas para esta pesca apostólica de almas”.
Oración de Ofrecimiento de Vida
Mi amable Jesús, delante de las Personas de la Santísima Trinidad, delante de Nuestra Madre del Cielo y toda la Corte
celestial, ofrezco, según las intenciones de tu Corazón Eucarístico y las del Inmaculado Corazón de María Santísima, toda mi vida,
todas mis santas Misas, Comuniones, buenas obras, sacrificios y sufrimientos, uniéndolos a los méritos de tu Santísima Sangre y tu
muerte de cruz: para adorar a la Gloriosa Santísima Trinidad, para ofrecerle reparación por nuestras ofensas, por la unión de nuestra
santa Madre Iglesia, por nuestros sacerdotes, por las buenas vocaciones sacerdotales y por todas las almas hasta el fin del mundo.
Recibe, Jesús mío, mi ofrecimiento de vida y concédeme gracia para perseverar en él fielmente hasta el fin de mi vida.
Amén.

Jaculatorias de arrepentimiento
Jesús mío, ¡Te amo sobre todas las cosas!
Por amor a Ti, me arrepiento de todos mis pecados.
Me duelen también los pecados de todo el mundo.
¡Oh Amor misericordioso!, en unión con nuestra Madre Santísima y con su Corazón Inmaculado, Te suplico a Ti perdón de
mis pecados y de todos los pecados de los hombres, mis hermanos, hasta el fin del mundo!
¡Mi amable Jesús!, en unión a los méritos de tus Sagradas Llagas, ofrezco mi vida al Eterno Padre, según las intenciones de
la Virgen Santísima Dolorosa.
¡Virgen María, Reina del Universo, Intercesora de la Humanidad y esperanza nuestra, ruega por nosotros!

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Cinco promesas de la Santísima Virgen para los que hacen el Ofrecimiento de Vida
1. Sus nombres estarán inscritos en el Corazón de Jesús, ardiente de amor, y en el Corazón Inmaculado de la Virgen María.
2. Por su ofrecimiento de vida, unido a los méritos de Jesús, salvarán a muchas almas de la condenación. El mérito de sus
sacrificios beneficiará a las almas hasta el fin del mundo.
3. Nadie de entre los miembros de su familia se condenará, aunque por las apariencias externas así parezca, porque antes de
que el alma abandone el cuerpo, recibirá en lo profundo de su alma, la gracia del perfecto arrepentimiento.
4. En el día de su ofrecimiento, los miembros de su familia que estuvieran en el purgatorio, saldrán de ahí.
5. En la hora de su muerte estaré a su lado y llevaré sus almas, sin pasar por el purgatorio, a la presencia de la Gloriosa
Santísima Trinidad, donde en la casa hecha por el Señor, se alegrarán eternamente junto Conmigo.
Mensaje a las madres del mundo (1986)
La Santísima Virgen dijo:
–En el corazón de muchas madres arde el dolor. Se les oprime el corazón, por el estado espiritual de sus hijos, por su
conducta inmoral, por el destino de su vida más allá de la muerte. Por amor hacia ellas, movida de compasión, alcancé con mis
ruegos las cinco promesas. Que se consuelen, que ofrezcan con una entrega total todos los sucesos de su vida, porque el sacrificio
ofrecido por los demás produce frutos de salvación para las almas. Además, no es posible aventajar el amor misericordioso de Dios.
Los hijos más queridos de la Virgen (1986)
La Santísima Virgen dijo:
–Den a conocer, hijos míos, las grandes gracias que aporta el ofrecer la vida por amor: a quienes sufren mucho en cuerpo y
alma, a los enfermos incurables, a los que están impedidos de moverse, a los que yacen postrados en el lecho. Anúncienles que no
sufren en vano. Divisa de oro es para toda la humanidad, y para ellos mismos, porque alcanza a tener en su alma y en su corazón,
paz, fuerza y alivio, al pensar que por la aceptación paciente de sus sufrimientos, gran gozo y felicidad les espera en el cielo.
El alma escogida
Esta petición de nuestra Santísima Madre, por la gracia del Señor, ya la estoy practicando desde hace mucho tiempo, y he
experimentado en qué gran medida han sentido alivio los enfermos graves, cuando a la luz de la gracia han podido comprender los
grandes beneficios que reciben por la aceptación y la donación de sí mismos.
Visitaba en los hospitales a los enfermos graves, especialmente a aquellos a quienes ni sus propios familiares les iban a ver y
a aquellos que han perdido su contacto con los familiares. El mayor sufrimiento lo encontraba en los enfermos que padecían de
cáncer o estaban postrados en el lecho. La mayoría de ellos estaban conscientes de que su enfermedad era incurable, y por ello ya no
tenía sentido para ellos la vida. Creían que ya no podían ser útiles a nadie.
Pero cuando lograron comprender:
– que son ellos los hijos más queridos de la Santísima Virgen,
– que en ellos el Señor Jesús está buscando compañeros,
– que Jesús los llama a que unan sus sufrimientos con los sufrimientos de su sacrificio en la Cruz continuando su Redención,
– que ellos son los verdaderos tesoros de la Iglesia,
– que con sus sufrimientos pueden salvar almas,
– que pueden alcanzar santas vocaciones sacerdotales,
– que pueden contribuir a que se establezca la paz en el mundo,
– que por medio de sus sufrimientos pueden reparar los pecados propios y ajenos,
– que a la hora de su muerte llegarían –sin pasar por el purgatorio- al reino de los cielos: entonces, al tomar conciencia de
esto, la gracia trabajaba admirablemente en ellos. Lloraban de alegría al ver cuánto los ama Dios y la Santísima Virgen. Habían
creído que Dios estaba enfadado con ellos y tomaban su sufrimiento como castigo. Había quienes no creían que existe Dios y
pensaban en quitarse la vida. Cuando reconocieron qué gran gracia se esconde en hacer el ofrecimiento de vida y que la creatura no
puede dar más a su Creador, han experimentado un gran cambio. Se volvieron pacientes y su estado general mejoró. La enfermera
no pudo menos de notar la tranquilidad de los enfermos, su nuevo y hermoso comportamiento. Han llegado a ser santos ocultos del
Señor y han mantenido su ofrecimiento fielmente hasta el fin. Unos recuperaron la salud, otros murieron santamente.
Oramos cada noche junto con nuestra bondadosa y dulce Madre celestial para que aumente el número de los que tienen la
gracia de ofrecer sus vidas por amor, la cual les dará alivio, paz, tranquilidad y fuerza para soportar el sufrimiento de la tierra, y la
eterna bienaventuranza en el cielo. Nuestra Madre celestial ora también por aquellos a quienes han llegado ya la gracia de ofrecer su
vida, para que perseveren en ella fielmente, con fe viva, hasta la muerte.
Oración recomendada por la Santísima Virgen a los enfermos
Jesús mío, sé que Tú me amas. Aquel a quien Tú amas está enfermo. Si es posible, pase de mí este cáliz de sufrimiento. Pero
añado yo también aquello que Tú dijiste en el huerto de Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Fortaléceme y consuélame, Jesús mío. Madre nuestra, Virgen Santísima, Tú que curas a los enfermos, ruega por mí ante tu
Santo Hijo. Amén.
MEDALLA DE MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS

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2-12-84 Mensaje 395
Me dice: Debéis hacer acuñar una medalla, con mi imagen de la Advocación de María del Rosario de San Nicolás, y en el reverso,
la Santísima Trinidad con siete estrellas.

25-9-85 Mensaje 681 Bis


Hija mía: Te diré el significado de las siete estrellas.
"Son siete Gracias, que mi Hijo Jesucristo concederá, a quien la lleve sobre su pecho".
Alabado sea el Señor.
LÁGRIMAS DE JESÚS Y MARÍA

13 de Junio de 1995
Mensaje de Jesús.
El mundo nunca se preguntó, cuantas lágrimas derramé por vosotros durante mi Pasión y cuantas y amargas lágrimas derramó mi
Santa Madre, para ayudar a la Redención, Yo les pido que honren cada lágrima que por vosotros derramé en esas horas amargas,
prometo al que las honre rezando todos los días de su vida cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y cinco Gloria.
1) Asistirle junto a mi Santísima Madre, en la batalla final de su vida.
2) La conversión total de su alma.
3) Una verdadera contrición de sus pecados.
4) En el día del juicio, perdonarlo para que entre Conmigo en la Gloria.
Nuestra Señora de la Confianza

El 25 de junio de 1697, un hogar católico en la Ciudad Eterna celebraba el nacimiento de una hija. No imaginaban los felices padres
que la Divina Providencia había destinado a esa pequeña niña para ser el noble instrumento de sus manos con el fin de introducir en
la Iglesia una de las más hermosas advocaciones de la Santísima Virgen: "Madonna della Confianza" (Nuestra Señora de la
Confianza).
Siendo aún joven, Clara Isabella Fornari se hizo religiosa y llegó a ser la venerable abadesa del convento de las Pobres Clarisas de
San Francisco en la ciudad de Todi, Italia.
Ella adoptó desde el principio una severa vida de penitencia y soportó valientemente pruebas indecibles durante muchos años.
La hermana Clara también nutrió una muy especial devoción a la Virgen María, que dejó representada en cuadros sagrados que la
talentosa sierva de Dios pintó con sus propias manos.
Muchos de los cuadros de la "Madonna" de la hermana Clara -ya sean las copias o los originales- circularon ampliamente debido a
que su confesor los entregó a amigos y conocidos. Los que recibieron los cuadros encontraron siempre auxilio en sus necesidades.
Hasta su muerte en olor de santidad en 1744, la hermana Clara siempre mantuvo consigo un cuadro oval que retrataba la maternal
figura de la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos. Muchas gracias extraordinarias se han atribuido a este cuadro, que
permanece en la ciudad de Todi. Especialmente beneficiados fueron los enfermos que recurrieron a la intercesión de la Madre
Santísima delante del cuadro.
Madre mía, Confianza mía
Una copia de este cuadro se venera actualmente en el Seminario Mayor de Roma, cerca de la Basílica de San Juan de Letrán. La
imagen dio origen a una devoción de la Santísima Virgen, bajo el título de Madre de la Confianza. Esta conocidísima reproducción
de Nuestra Señora de la Confianza llegó a la capital de la Cristiandad acompañada por la copia de un documento escrito por la
Sierva de Dios con una promesa para todo aquel que venerara la imagen.
El seminario ha mantenido siempre a la imagen en gran estima. Los estudiantes que recurrieron a ella en sus necesidades más
apremiantes, fueron siempre atendidos por Nuestra Señora.
Durante la Primera Guerra Mundial, la Santísima Virgen protegió a más de 100 seminaristas que habían recurrido a Ella con
redoblada confianza. Muchos seminaristas fueron enviados a la guerra y hay numerosas cartas escritas desde el campo de batalla
reconociendo las maravillas realizadas por la "Madonna" en aquellos que habían pedido su intercesión.

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La Promesa
Las más grandes gracias reservadas para todos aquellos que tienen esta devoción, están contenidas en la promesa de la Santísima
Virgen a la venerable hermana Clara Isabella:
"La divina Señora se dignó revelarme que cada alma que con confianza se presente delante de este cuadro -teniendo verdadero
dolor y arrepentimiento- experimentará la contrición por sus pecados y obtendrá de su Divino Hijo el perdón. Más aún, mi
Divina Señora me aseguró, con el amor de una verdadera madre, que garantizaría una especial devoción hacia Ella, a todos los
que contemplaran esta imagen".
La devoción a la “Madonna della Fiducia” se muestra particularmente benéfica cuando se reza la jaculatoria “¡Madre mía, confianza
mía!” Muchos son aquellos que se fortalecen en la confianza, o la recuperan, apenas por contemplar esa bella pintura, sintiéndose
inundados por la mirada materna, serena, cariñosa y alentadora de la Reina del Cielo.
Y el Divino Niño, también observando al fiel, apunta su índice a la Santísima Virgen, como diciendo: “Colóquese bajo su
protección, recurra a Ella, sea enteramente de Ella, y Ud. conseguirá llegar hasta Mí”.
He aquí la imagen:

SEIS PRIMEROS JUEVES DE MES

BEATA ALEJANDRINA MARÍA DA COSTA (1904-1955)


Alma víctima de la Eucaristía y de la consagración al Corazón Inmaculado de María

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Promesa hecha por Jesús el 25 de febrero de 1949

“Hija mía, haz que yo sea amado, consolado y reparado en mi Eucaristía. Haz saber en mi nombre que
cuantos hagan bien la comunión con sincera humildad, fervor y amor, durante los seis primeros jueves
de mes consecutivos y pasen una hora de Adoración ante mi sagrario en íntima unión conmigo, les
prometo el Cielo.

Di que honren, por medio de la Eucaristía, mis santas llagas, honrando primero la de mi sagrada espalda,
tan poco recordada.

Quien al recuerdo de mis llagas una la de los dolores de mi Madre bendita y por ellos nos pida gracias
espirituales o corporales, tiene mi promesa que serán concedidas, a menos que no sean daño para sus
almas. En el momento de la muerte traeré conmigo a mi Santísima Madre para defenderlos”.

Resumen de las condiciones

a) comunión con sincera humildad, fervor y amor al menos seis primeros jueves de mes seguidos
b) una hora de adoración al Santísimo Sacramento
c) honrando la llaga de la espalda y las demás (por ejemplo, las de los clavos y la lanza)

Beata Alexandrina Maria da Costa

Nace en el año 1904 en Balasar (diócesis de Braga), pequeño centro rural, en Portugal, y muere en el
mismo lugar en 1955, cuando tenía 51 años de edad.

También ella tiene en su vida puntos de semejanza con Teresa Neumann, Marthe Robin y el Padre Pío.
No tenía los estigmas visibles pero durante 30 años permanece inmovilizada en el lecho. A menudo
revivía la Pasión del Señor, en forma tan patética que impresionaba grandemente a quienes asistían.
Diariamente tenía diálogos con Jesús y con la Virgen. Como Marthe, como el P. Pío, era asaltada y
golpeada por Satanás y los espíritus del mal.

Alexandrina, hija de madre soltera, crece en medio de grandes dificultades económicas y también
psicológicas por su falta de padre y lo que el medio condicionaba en ella por su circunstancia. Sin
embargo, su carácter era abierto, vivaz, optimista. De su madre recibió educación religiosa seria y
profunda. Fue a la escuela sólo durante un año y medio. A los ocho años empezó a trabajar bajo patrón.
A los 12 fue víctima de una muy grave enfermedad y corrió el riesgo de morir. A los 14 era una señorita
y de su persona, fina y delicada, emanaba gran fascinación. En una ocasión unos individuos trataron,
tres en total, tomaron por asalto la casa de Alexandrina, cuando ella, su hermana y una amiga estaban
empeñadas en la costura, con la intención de violarlas. Alexandrina, para salvar su pureza, no hesitó en
lanzarse por la ventana y como consecuencia de la caída se hirió en la columna vertebral con gravísimas
consecuencias. Fue atendida médicamente durante siete años pero inútilmente y terminó por quedar
postrada, paralizada en el lecho.

Al comienzo hizo de todo por sanar. Le rogaba a Dios le diera la gracia de la salud, pero cuando se dio
cuenta que aquella era su misión, es decir el sufrimiento, aceptó de corazón el calvario y lo vivió hasta
su muerte con una sonrisa en los labios.

El 25 de abril 2004 fue proclamada Beata por el Papa Juan Pablo II.

En palabras del Postulador de la causa de beatificación, el P. Pasquale Liberatore sdb, “Alexandrina es


una crucificada. Desde los 21 años y durante 30, queda postrada en el lecho hasta su muerte. Desde
octubre del 38 hasta marzo del 42, es decir por tres años y medio, vive, hasta visiblemente, la Pasión de
Cristo, que duraba cada semana del jueves al viernes. Entraba en éxtasis y revivía varias fases de la
Pasión, así como la relatan los Evangelios. Sus padecimientos llegaban al culmen entre las 12 y las 3 de
la tarde del viernes. A los testimonios se han sumado films y fotos. Sin saber cómo (ya que estaba
paralítica desde 1925), al mediodía Alexandrina descendía de la cama. Cuando revivía la Pasión se movía
como si la parálisis no existía. Repetía la agonía de Jesús en el Getsemaní, que era larga y penosa y
emitía quejidos profundos y sollozos. Luego seguían, como si fuese un film, todos los otros episodios de
la Pasión: la captura por los soldados, el proceso ante Pilato, la flagelación, la coronación de espinas, el
camino al Calvario, la crucifixión. Alexandrina trasuntaba un enorme sufrimiento, estaba pálida, sudaba,

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sus cabellos se le empastaban. Después se notaban heridas en todo su cuerpo. En esos momentos
estaba totalmente insensible a agentes exteriores de dolor. Caía camino al Calvario y quedaba como
aplastada en tierra. Una vez un médico intentó levantarla y no pudo ni con la ayuda de otros dos
colegas. No llegaron a alzarla ni siquiera un milímetro. Terminado el éxtasis quedaba ligera. En aquel
tiempo pesaba sólo 34 kilos. Luego de marzo del 42, después de sufrir la Pasión vino el ayuno total.
Durante los últimos 13 años y 7 meses de su vida no comió ni bebió nada. Su único alimento era la
Eucaristía que el párroco le traía todas las mañanas. Jesús le había dicho: “No te alimentarás más en la
tierra. Tu alimento es mi carne. Tu sangre mi sangre. Grande es el milagro de tu vida”.

Ningún médico creía que pudiese acontecer algo así y querían demostrar que todo era un fraude.
Llegaron a convencer a Alexandrina a someterse a un control científico, en ambiente hospitalario. La
única condición que puso Alexandrina fue la de recibir todas las mañanas la Santa Comunión. En junio
del 43 se hicieron las experiencias en un hospital cercano a Oporto. El especialista, Dr. Henrique Gomes
de Araújo, que guiaba la verificación era profesor miembro de la Real Academia de Medicina de Madrid y
miembro de la Sociedad Portuguesa de Química. Quedó aislada durante 40 días y bajo estricta vigilancia.
Pese a que eran médicos agnósticos debieron concluir que se encontraban ante un hecho absolutamente
inexplicable.

A los sufrimientos del ayuno y de la Pasión se agregaban las vejaciones diabólicas y las incomprensiones
de los hombres, incluso (y esto era lo peor) de Iglesia. El Demonio la tentaba contra la fe, la asaltaba
arrojándola del lecho e hiriéndola.

La misión de Alexandrina era la de sacudir al mundo acerca de los efectos del pecado, invitando a la
conversión, ofreciendo testimonio de vivísima participación a la Pasión de Cristo y por tanto a la
redención del hombre.

La beata quería cerrar el infierno. Sobre su tumba hizo poner este epitafio: “Pecadores, si las cenizas de
mi cuerpo pueden ser útiles para salvaros, acercaos, pasad por encima, pisotead hasta que
desaparezcan. Pero, no pequéis más, no ofendáis más a nuestro Jesús! Pecadores, querría deciros tantas
cosas! Para escribirlas todas no bastaría todo este gran cementerio. Convertíos. No ofendáis a Jesús! No
queráis perderlo para toda la eternidad! Él es tan bueno. Basta con el pecado. Amad a Jesús. Amadlo!”

Su misión fue expiatoria y de intercesión.

Pedidos y promesas del Señor hechos a la Beata Alexandrina Maria da Costa, mensajera de la Eucaristía

Promesa hecha el 25 de febrero de 1949

“Hija mía, haz que yo sea amado, consolado y reparado en mi Eucaristía. Haz saber en mi nombre que
cuantos hagan bien la comunión con sincera humildad, fervor y amor, durante los seis primeros jueves
de mes consecutivos y pasen una hora de Adoración ante mi sagrario en íntima unión conmigo, les
prometo el Cielo.

Di que honren, por medio de la Eucaristía, mis santas llagas, honrando primero la de mi sagrada espalda,
tan poco recordada.

Quien al recuerdo de mis llagas una la de los dolores de mi Madre bendita y por ellos nos pida gracias
espirituales o corporales, tiene mi promesa que serán concedidas, a menos que no sean daño para sus
almas. En el momento de la muerte traeré conmigo a mi Santísima Madre para defenderlos”.

“Habla de la Eucaristía, que es prueba de amor infinito, que es el alimento de las almas.

Di a las almas que me aman, que vivan unidas a mí durante el trabajo, en sus casas, sea de día que de
noche, se arrodillen a menudo en espíritu y con la cabeza inclinada digan:

‘Jesús, te adoro en cada lugar donde moras sacramentado, te hago compañía por aquellos que te
desprecian, te amo por aquellos que no te aman, te doy alivio por aquellos que te ofenden. Jesús, ¡ven a
mi corazón!”

“Estos momentos serán para mí de gran alegría y consuelo. ¡Qué crímenes se cometen contra de mí en
la Eucaristía!

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“Que la devoción a los sagrarios sea bien predicada y propagada, porque por días y días las almas no me
visitan, no me aman, no reparan,…No creen que yo vivo allí. Quiero que en las almas se encienda la
devoción hacia estas prisiones de Amor…Son muchos los que, aún entrando en las iglesias, ni siquiera
me saludan y no se detienen un momento a adorarme.”

“Lejos del Cielo, lejos de Jesús son todos los que están lejos del sagrario… ¡Oh, si el sagrario fuese bien
comprendido! El sagrario es la vida, es el amor, es la alegría, es la paz. El sagrario es el lugar de dolor,
de ofensas, de sufrimiento. El sagrario es despreciado; Jesús del sagrario no es comprendido”

“Yo querría muchos guardias fieles, postrados ante los sagrarios, para no dejar que ocurran tantos y
tantos crímenes!”

“Que me pidan todo cuanto quieran estando ante mi presencia, delante del sagrario. Es de allí que viene
el remedio para todos los males.”

El Señor le explicó el motivo por el cual Alexandrina, viviendo los últimos 13 años de vida de la sola
Eucaristía, sin alimentarse con nada más. Le dijo:

“Hago que tú vivas sólo de mí, para mostrar al mundo el valor de la Eucaristía, y que es mi vida para las
almas… Háblales a las almas, hija mía, háblales del Rosario y de la Eucaristía! El Rosario! El Rosario! El
Rosario! La Eucaristía, mi Cuerpo, mi Sangre!”

Según cuenta Alexandrina en su “Autobiografía”, fue en Póvoa de Varzim que hizo su primera
comunión..”Yo tenía entonces 7 años…Tomé la comunión de rodillas y a pesar de que era pequeña de
talla pude fijarme en la Sagrada Hostia de tal manera que se quedó impresa en mi alma. Creí entonces
unirme a Jesús para no separarme nunca más de Él. Él tomó posesión de mi corazón, así me parece. La
alegría que sentía no se puede expresar. A todos les anunciaba la buena nueva... »

“Tú eres el sagrario que Yo he elegí, para que Yo more en él y en él repose. Quiero saciar tu sed por mi
Sacramento de amor.

Tú eres como el canal por donde pasarán las gracias que quiero distribuir a las almas y a través del cual
las almas vendrán a mí. Me sirvo de ti para que muchas almas vengan a mí. Por tu intermedio muchas
almas serán estimuladas a amarme en la Santísima Eucaristía.”

Novena a la Santísima Virgen María del Rosario de San Nicolás


La Virgen nos pide que hagamos una Novena comenzando el día 17 de cada mes para terminarla el 25 que es su fiesta. Ella
promete que se obtendrán muchas gracias.
Para hacer la Novena primero se pone como intención general la que está en el primer mensaje que citamos abajo (PM 43),
también por las intenciones de la Santísima Virgen y por nuestras propias intenciones; y luego rezamos el Santo Rosario. Veamos
algunos mensajes que hablan sobre la Novena:
14-12-83 (ex 7) PM 43
Pide en tus intenciones, en la manera en que lo estás haciendo:
"Que el Señor tenga misericordia con el mundo entero,
y que el mundo entero responda a su llamado de conversión,
que el hombre se entregue totalmente a Dios
y que no deje pasar este momento tan especial".
"Dad a conocer mi Novena, que todos tengan oportunidad de hacerla y pedir al Señor por todos ellos; vosotros seguidla fielmente,
no la cortéis, unidos debéis rezar y pedir. Yo la mandé, respetadla...".
Leed: Hebr. 10, 19-25; 11, 1-3
15-1-85 443
Hijos míos, comenzad una Novena especial el día diecisiete para terminar el veinticinco.
Digo especial, porque quiero que hagáis peticiones, y os aseguro que ninguna súplica hecha con amor, quedará desoída por
vuestra Madre.

155
Esta Novena, se renovará todos los meses y abundarán Gracias.
Alabado sea el Señor.
18-4-86 857
Hija mía: Que tus hermanos sepan, que de las novenas que hacéis salen conversiones. Las oraciones dan sus frutos.
Muchos más darían, si ellos amaran verdaderamente al Sagrado Corazón de mi Hijo.
Darse a Dios, es amar, pura y exclusivamente a Dios.
Amén, amén.
19-7-86 923
Hija, quiero de tus hermanos una especial devoción al rezo del Santo Rosario, quiero Novenas perpetuas; quiero decir, jamás
interrumpidas. Orando se aleja al maligno, orando se llega a Dios, orando se salvan las almas.
Gloria al Señor.
Leed: Tobías C.13, V.6 - 7
25-2-87 (Día de Peregrinación) 1110
¡Oh hija mía! Mi Corazón participa con todos tus hermanos en cada Novena.
Nadie se detenga jamás, nadie de un paso atrás, nada sea motivo de impedimento para orar.
Voy lentamente llevando adelante, haciendo realidad la obra de mi Hijo, obra perfecta de Redención para la salvación de los
hombres.
Aleluia.
Debes darlo a conocer.

Novena de 24 Glorias, en honor a Santa Teresita del Niño Jesús para obtener una gracia

ORIGEN
El R. P. Putigau, sacerdote de la Compañía de Jesús, el día 3 de diciembre de 1925 comenzó una novena en honor de Santa
Teresita del Niño Jesús, pidiendo a la milagrosa Santita una gracia importante. Con esta intención comenzó a rezar durante la
novena 24 Gloria al Padre, en acción de gracias a la Santísima Trinidad por los favores y gracias concedidos a Santa Teresita del
Niño Jesús, durante los 24 años de su existencia terrena. Pidió el Padre, a Santa Teresita que le diera una señal de que su novena era
escuchada, y esta señal sería recibir él, de alguien, una rosa fresca y entreabierta. En el tercer día de la novena, una persona busca al
P. Putigau y le ofrece una linda rosa, encarnada.
El 24 de diciembre del mismo año el Padre comenzó una segunda novena y pedía ahora, como señal una rosa blanca. En el
cuarto día de la novena, una Hermana, enfermera del hospital, le trajo una linda rosa blanca diciendo:
– Aquí está una rosa que Santa Teresita envía a Vuestra Reverencia.
Sorprendido, pregunta el Padre:
– ¿De dónde viene esta rosa?
– Fui a la Capilla donde se encuentra adornada una bella imagen de Santa Teresita –dice la Hermana–, y al aproximarme al
altar de la Santita, cayó a mis pies esta rosa. Quise colocarla de nuevo en el jarrón, pero me acordé de traerla a Vuestra Reverencia.
El P. Putigau, S.J. alcanzó las gracias pedidas en la novena, y resolvió propagarla formando una cruzada de oraciones en
honor de Santa Teresita.
LA NOVENA
Puede hacerse la novena de los 24 Gloria al Padre en cualquier día del mes, pero es preferible y mucho más ventajoso hacerla
del 9 al 17 de cualquier mes, a fin de participar en la comunión de oraciones de los que la hacen.
Récense, durante los nueve días solamente, 24 Gloria al Padre cada día, a la Santísima Trinidad, en acción de gracias por los
favores y gracias con que enriqueció el alma de Santa Teresita del Niño Jesús durante los 24 años que ella vivió en la tierra,
pudiendo usar la siguiente
ORACIÓN
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo les agradezco todos los favores, todas las gracias con que enriquecisteis
el alma de vuestra sierva Teresita del Niño Jesús durante los 24 años que pasó en la tierra, y por los méritos de tan querida Santita,
concededme la gracia que tan ardientemente os pido, si fuere conforme a vuestra santísima voluntad y para salvación de mi alma.
Amén.
Pídase la gracia que se desea conseguir.
Récense enseguida 24 veces:
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.

156
Pueden añadirse a cada Gloria al Padre las Invocaciones, que en forma de letanía, ponemos a continuación:
INVOCACIONES

1. Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por nosotros. Gloria al Padre etc.
2. Florecita de Jesús...
3. Hija predilecta de María...
4. Esposa fiel de Jesús...
5. Madre de innumerables almas...
6. Ejemplar de santidad...
7. Milagro de virtudes...
8. Prodigio de milagros...
9. Virgen prudente...
10. Heroína de la fe...
11. Ángel de Caridad...
12. Violeta de humildad...
13. Mística pasionaria...
14. Lirio purísimo del Carmelo...
15. Flor selecta de la Iglesia...
16. Rosa deshojada de amor...
17. Mártir de amor...
18. Encanto de cielos y tierra
19. Mensajera de la paz...
20. Patrona de las misiones...
21. Sembradora de rosas...
22. Maestra de Infancia Espiritual...
23. Abogada de los Sacerdotes...
24. Vos que pasáis el cielo haciendo bien sobre la tierra...

NOVENA A SANTA MARAVILLAS DE JESÚS

Incluimos esta Novena porque son muchísimos los beneficios y milagros obtenidos por su rezo, especialmente en los
niños pequeños.
Modo de rezarla:
1) Hacemos la señal de la cruz.
2) Rezamos el Acto de Contrición (Verlo en Oraciones Básicas)
(Pedimos perdón por nuestros pecados y hacemos el firme propósito de confesar nuestras faltas graves)
3) Rezo del Santo Rosario: 3 primeras decenas.
4) Reflexión propia del día.
(Luego en silencio decir la intención por la cual rezamos esta novena y al final: “Santa Maravillas de Jesús; ruega por
nosotros”)
5) Completar las 2 decenas finales del Santo Rosario.
6) Despedida con la Oración a Santa Maravillas de Jesús. (Ver al final)
Día primero
Pidamos en este día, tener siempre plena confianza en la compañía de Dios, en su infinita Misericordia, y en su dulce
Corazón.
Reflexión:
“No se preocupe por nada, déjelo todo en el Corazón de Jesús, no haga las cosas más que por agradarle, y así quédese
tranquilo, sea cual sea el resultado”.
(Madre Maravillas de Jesús)
Día segundo
Pidamos en este día amar al Señor con todo nuestro ser, y encontrarlo en cada persona que comparte la vida con nosotros.
Reflexión:

157
“Yo no quiero saber otra cosa sino amar al Señor... En ese silencio profundo de que se siente toda el alma penetrada, se
rastrea de manera maravillosa su grandeza, su infinito amor y misericordia... ¡Qué pequeño, qué nada se ve el mundo y qué
insensatas todas las luchas y deseos que hay en él!”
(Madre Maravillas de Jesús)
Día tercero
Pidamos en este día, tener siempre plena confianza en la Divina Providencia de nuestro Señor Jesucristo, don de vida, don de
amor.
Reflexión:
“¡Qué tranquilidad de pensar que estamos en manos de Dios, de quien nos ama con ese amor infinito y que él es quien nos
cuida, protege y dispone todo para su mayor bien!”
(Madre Maravillas de Jesús)
Día cuarto
Pidamos en este día, no comprender, sino aceptar la voluntad de Dios. Él sabe muy bien cuáles son realmente nuestras
necesidades.
Reflexión:
“Lo importante es confiar siempre en Dios, haga lo que haga, aunque nos parezca que no puede ser bueno lo que
experimentamos; así que esté muy tranquilo y dedíquese a amarle y cumplir su voluntad en lo grande y en lo chico, a ocuparse de
Él y olvidarse de sí”.
(Madre Maravillas de Jesús)
Día quinto
Pidamos en este día, tener un corazón humilde y poder descubrir a Dios en las pequeñas cosas de la vida, y en cada pequeño
gesto de amabilidad.
Reflexión:
“¡Qué pequeño parece todo lo de esta vida a la verdadera luz, y cómo lo único que importa es que dejemos se cumpla en
nosotros plenamente esa adorabilísima voluntad de nuestro Dios!”
(Madre Maravillas de Jesús)
Día sexto
Pidamos en este día, tener siempre nuestra fe inquebrantable, más aún en nuestros momentos difíciles de grandes pruebas.
Reflexión:
“Si Dios nos diese a escoger en algo, no podríamos más que decirle que lo que preferimos es lo que él quiera, que sabe bien
lo que nos conviene y lo que es a él más agradable; que nosotros no sabemos nada”.
(Madre Maravillas de Jesús)
Día séptimo
Pidamos en este día, confiar plenamente en Dios y abandonarnos por completo a Él, cargando nuestra cruz y siguiéndolo.
Reflexión:
“¡Qué fácil se hace servir y agradar a Dios en cuanto uno se olvida un poquitín de sí mismo y no quiere guiar su vida, sino
abandonarla en manos de Dios!”
(Madre Maravillas de Jesús)
Día octavo
Pidamos en este día, tener un corazón sencillo como los niños, y que nos encontremos como verdaderamente hermanos en
Cristo.
Reflexión:
“Abandonémonos en sus brazos por completo y ahí estaremos seguros, con paz y alegría... Dios tiene en sus manos las
riendas de mi vida, y yo feliz de que él las tenga y me lleve por donde quiera.”.
(Madre Maravillas de Jesús)
Día noveno
Pidamos en este día, ser caritativos hacia las necesidades de nuestros hermanos haciendo por los demás lo que queremos que
hagan por nosotros.
Reflexión:

158
“Complicamos nosotros la santidad y es muy sencilla: nada más que dejarse confiada y amorosamente en los brazos de
Dios, queriendo y haciendo en cada momento lo que creemos que él quiere. Claro que cuesta pero es una cosa muy buena para que
podamos probarle nuestro pobre amor”.
(Madre Maravillas de Jesús)
Oración a Santa Maravillas de Jesús
¡Cristo Jesús, que nos mandaste aprender de tu Corazón humildad y mansedumbre! Te doy gracias por haber glorificado en
la Iglesia a tu humilde sierva, Santa Maravillas de Jesús. De esta manera manifiestas, Señor, que le has dado en el cielo el premio
debido a la fidelidad con que te sirvió en la tierra. Haz que el ejemplo de sus virtudes suscite en muchas almas el deseo de seguir el
verdadero Camino, la Verdad y la Vida que eres sólo Tú. Dígnate concederme ahora por su intercesión el favor que te pido. Así
sea.
Rezar Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Oración a la Santísima Virgen del Carmen


Dulcísima Virgen María, Reina y Hermosura del Carmelo, amorosa protectora de todos los que visten tu Santo Escapulario,
enséñanos a imitar las virtudes de tu Divino Niño, y por la intercesión de tu sierva, Santa Maravillas de Jesús, concédenos la gracia
de cumplir siempre Su Santísima Voluntad, haciendo nuestro el lema de esta fiel Carmelita Descalza: “Lo que Dios quiera... Como
Dios quiera... Cuando Dios quiera...” Así sea.
Santa Maravillas de Jesús
¡Ruega por nosotros!
NOVENA EN SUFRAGIO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO

(Para rezar por los difuntos en cualquier época del año y en especial del 24 de Octubre al 1 de
Noviembre)
PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Por la señal de la santa cruz, etc.
Acto de contrición
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que
merecí y por el cielo que perdí. Pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y
tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido. Y propongo firmemente no
pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Oración al Padre Eterno
Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar las Almas quisiste que tu Hijo unigénito, tomando
carne humana en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y
derramase su Sangre en la cruz por nuestro amor: Compadécete, de las benditas almas del Purgatorio y
líbralas de sus horrorosas llamas. Compadécete también de la mía, y líbrala de la esclavitud del vicio. Y
si tu Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo te ofrezco todas las obras buenas que
haga en este Novenario. De ningún valor son, es verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de tu
Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos han
existido en la tierra. Míranos, vivos y difuntos, con compasión, y haz que celebremos un día tus
misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN PROPIA DEL DÍA
(Día: 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - 6 - 7 - 8 - 9)
ORACIÓN FINAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando
nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de
aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo
bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del
purgatorio. Amén.

159
Dales, Señor el descanso eterno
y brille para ellas la Luz que no tiene fin.
Que descansen en paz.
Amén.
Que las almas de todos los fieles difuntos,
por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
San José, ruega por nosotros.

MEDITACIÓN DÍA PRIMERO


Existencia del Purgatorio
Punto Primero. - Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin
haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los pecados ya perdonados, están detenidas en un
lugar de expiación que llamamos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna infalible de la
verdad: así lo confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran
unánimemente los santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan
Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de
Roma, de Cartago, de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia
no lo enseñase así ¿no lo dice bastante la razón natural?
Supongamos que sale de este mundo un alma con algún pecado venial; ¿qué hará Dios de ella? ¿La
arrojará al infierno, y siendo su hija y esposa amadísima la confundirá con los réprobos y espíritus
infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se opone
igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y
cuyo corazón está limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel
reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: La pondré como
en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya
plenamente satisfecho a la Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de ello, la cosa es, y será así. Negar
el Purgatorio, sólo poner en duda deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta
verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio, y con tus culpas sigues
amontonando leña para arder en el más terrible fuego?
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. - Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas
afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales
entre los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en la tierra, y las almas
que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad, y
mérito nuestro, bajar al Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo, después de su
muerte, librar a aquellas almas, y alegrar al cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando
nuevos príncipes y moradores a aquella patria felicísima.
!Oh admirable disposición de la Sabiduría divina! ¡Oh, que dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios
obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por ellas, a fin
de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de Misericordia infinita. Y nosotros somos estos
dichosos medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas.
Haz, pues, cristiano, con fervor este santo novenario. No faltes a él ningún día; ¿quién sabe si abrirás el
cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que le niegues este
pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca costa?

160
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
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MEDITACIÓN DIA SEGUNDO
Sobre la pena de sentido en general
Punto Primero. - Ven, mortal; tú, que vives como si después de esta vida no te quedase nada que
temer, ni que esperar: ven; penetra con el espíritu en aquellos horrendos calabozos donde la Justicia
divina acrisola las almas de los que mueren con algún pecado venial; mira si, fuera del infierno, pueden
darse penas mayores, ni aun semejantes a las que allí se padecen.
Considera todos los dolores que han sufrido los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo;
¿igualarían todos ellos a los dolores que padece un alma en el Purgatorio? No, dice San Agustín; pues
éstos exceden a todo cuanto se puede sentir, ver o imaginar en este mundo.
Añadamos a todos estos males los suplicios y tormentos que la crueldad de los Nerones, Dioclecianos,
Decios y demás perseguidores de la Iglesia inventó contra los cristianos, ¿igualarían al Purgatorio?
Tampoco, dice San Anselmo, pues la menor pena de aquel lugar de expiación es más terrible que el
mayor tormento que se pueda imaginar en este mundo.
Entonces, ¿qué penas serán aquéllas? Son tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que cualquiera de
aquellas almas querría más ser atormentada hasta el día del juicio con cuantos dolores y
penas han padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar un solo día
en el Purgatorio sufriendo lo que allí se padece. Pues todos los tormentos y penas que se
han sufrido en este mundo, comparados con los que sufre un alma en el Purgatorio, pueden
tenerse por consuelo y alivio.
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo - ¿Y quiénes son esas Almas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio? Este es
un tema profundo para hacernos reflexionar. Son obra maestra de la mano del Omnipotente, y vivas
imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas del Señor; ¡y no obstante, son severamente
purificadas! Dios las amó desde toda la eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama
con un amor infinito, como que están en su gracia y amistad divina: ¡y no obstante sufren penas
imponderables!
El Purgatorio. ¡Qué claramente nos manifiesta la justicia y santidad de Dios! ¡Cuánto horror debe
inspirarnos al pecado! Porque si con tanto rigor trata Dios a sus almas amadas por faltas ligeras, ¿cómo
seremos tratados nosotros, pecadores; nosotros, que vivimos tantas veces abandonados al arbitrio de
las pasiones?
Si con el árbol verde hacen esto, con el seco ¿qué harán? Si el hijo y heredero del cielo es
castigado por faltas que a muchos parecen virtudes, ¿cómo seremos castigado nosotros, pecadores y
enemigos de Dios, por nuestros vicios y pecados tan horrendos y abominables? Pensémoslo bien, y
enmendemos nuestras vidas.
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA TERCERO
Sobre el fuego del Purgatorio
Punto Primero. - Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego abrasador del
Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del hombre, y efecto de la bondad divina, es
ya el más terrible de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques, abrasa edificios,
calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y murallas, derrite metales y ocasiona terribles

161
estragos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo y justísimo, para con él
demostrar el odio infinito que tiene al pecado?
Es tal, dice San Agustín, que el fuego de este mundo, comparado con él, no es más que pintado.
Ahora bien; si tener el dedo en la llama de una vela sería para nosotros insoportable dolor, ¿qué

tormento será para aquellas almas sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San Gregorio,

igual en todo, menos en la duración, al del infierno?

Sí; escuchémoslo bien, almas tibias, y estremezcámonos: Con el mismo fuego se purifica el elegido
y arde el condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya satisfecho por sus culpas,
y éste arderá allí eternamente. ¿Y continuamos nosotros en nuestra tibieza?
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. - Consideremos cuáles son las faltas por las que Dios, infinitamente bueno y
misericordioso, castiga a sus amadísimas Esposas con tanto rigor, y veremos que son faltas leves, y a
veces un solo pecado venial. Qué mal tan grave debe ser éste delante de Dios, cuando es tan
severamente castigado en el Purgatorio!
En efecto; el pecado venial es leve, si se lo compara con el mortal, pero en sí es un mal mayor que la
ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo: es un mal tan espantoso, que excede en
malicia a todas las desgracias y calamidades del mundo: es un mal tan grande, que si cometiéndolo
pudiésemos convertir a todos los pecadores, sacar a todos los condenados del infierno, librar a todas las
almas del Purgatorio, aun entonces no deberíamos cometerlo, pues todos estos bienes no igualarían la
malicia del pecado más leve: porque aquellos son males de la criatura, y éste es un mal y una ofensa
hecha al mismo Creador. ¿Podemos oír esto sin horrorizarnos y sin cambiar de conducta?
Pero ¿qué es nuestra vida, sino una serie ininterrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos,
con los oídos, con la lengua, con las manos, con todos los sentidos! !Cuántas culpas por la ignorancia
crasa y olvido voluntario de nuestras obligaciones! ¡Cuántas indiscreciones por la distracción de nuestro
espíritu; por la violencia de nuestro genio; por la temeridad de nuestros juicios; por la malicia de
nuestras sospechas! ¡Cuántas faltas por no querer mortificarnos, ni sujetarnos a otro, por nuestra
ligereza en el hablar!
Lloremos, nuestra ceguera; y a la claridad del fuego espantoso del Purgatorio, comprendamos por último
qué gran mal es cometer un pecado venial.
Si, es un mal tan grande; ¡y nosotros, lejos de llorarlo, lo cometemos sin escrúpulo a manera de juego,
pasatiempo y diversión!
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA CUARTO
Sobre la pena de daño
Punto Primero. - Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las Animas en el Purgatorio, por
espantosas que sean las llamas en que se abrasan, no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al
verse privadas de la vista clara de Dios.
En efecto; aquéllas constituyen la pena de sentido; ésta, la de daño; aquéllas son limitadas; ésta, infinita;
aquéllas privan a las Almas de un bien accidental, cual es el deleite; por ésta, carecen de un bien
esencial a la bienaventuranza, en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de
Dios.
Ahora no comprenderemos esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita.

162
¡Pobres Animas! Ustedes conocen a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino con una
luz clara y perfectísima; ven que es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas las perfecciones
posibles, y en grado infinito; saben que si cayera en el infierno una sola gota de aquel océano infinito de
delicias que en sí encierra, bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el paraíso más
delicioso.
Comprenden todo esto perfectísimamente, y así se lanzan ustedes hacia aquel Bien infinito con más
fuerza que una enorme piedra separada de la montaña se precipita a lo profundo del valle; ¡y no
obstante, no lo pueden abrazar ni poseer? ¡Qué pena! ¡Qué gran tormento!
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. - Si tan horrible pena sienten las Animas, viéndose privadas del hermosísimo rostro de
Dios, ¿cuál debería ser nuestro desconsuelo como pecadores, si vivimos privados de su gracia y
amistad?
Las almas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están seguras de poseerlo un
día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy queridas. Pero hay mucho que saben que viviendo
como viven, no poseerán jamás a Dios. Saben que, desde el momento que se rebelaron contra El
perdieron su gracia, y con ella la rica herencia de la gloria. ¿Cómo dicen: Padre nuestro, que estás en
los cielos?
¡Cuántos se engañan! Dios ya no es su padre, ni su señor ni su rey. Ojalá no nos encontremos nosotros
en tal situación.
Y si así fuera, deberíamos hacer una buena confesión para recuperar la amistad divina, y poder estar en
paz, sabiendo que el Señor será nuestro deleite para siempre.
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA QUINTO
Remordimiento de un Anima en el Purgatorio
Imaginemos hoy una persona que haya llevado en este mundo una vida semejante a la nuestra: que
haya vivido tibia, inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como nosotros, sin tener horror más
que al pecado mortal y al infierno, en el mejor de los casos. Supongamos, no obstante, que haya tenido
la dicha de hacer una buena confesión, morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en medio de
aquellas penas y tormentos? Seguramente dos pensamientos la afligirán enormemente.
Primer Pensamiento. - Pude librarme de estas penas, y no quise. ¡Yo mismo he encendido estas
llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas! Dios no hace más que ejecutar la sentencia que yo en el mundo
pronuncié contra mí mismo.
¡Cuántos medios me proporcionó Dios para evitarme esto! Caricias, amenazas, beneficios, todo lo había
agotado; gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos, libros piadosos, padres vigilantes,
confesores celosos, maestros y predicadores fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había
empleado.
Pero, ¡qué locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por
divertirme o jugar con tal compañía, por no abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana
complacencia, por hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas y
tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y repetían: ¡pero yo no hacía caso!...
¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño; dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros Santos que,
habiendo satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subieron al cielo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo
podía hacer lo que ellos hicieron, pero no quise! ¡Locuras mundanas, conversaciones frívolas,
pasatiempos, vanidad, qué caro me cuestan ahora! Podría fácilmente haber evitado todo eso y no lo
hice. Y sólo porque no quise.

163
Medita un poco sobre lo dicho.
El Segundo Pensamiento que aflige al alma tibia que vivió como nosotros vivimos, es este: Yo
querría librarme ahora del Purgatorio, y no puedo. ¡Si pudiera yo ahora volver al mundo!, dirá
cada una de aquellas Almas, ¡con qué gusto me sepultaría en los desiertos con los Hilariones y Arsenios!
Haría penitencias más espantosas que las de un Ignacio en la cueva de Manresa, que las de un Simeón
Estilita y de un San Pedro de Alcántara; pasaría noches enteras en oración, como los Antonios, Basilios y
Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre espinas, como los Benitos y los
Franciscos; etc.
Pero, en realidad no era necesario nada de esto; con mucho menos podrían haber evitado esas llamas.
Sin hacer más que lo que debían hacer cada día, pero haciéndolo con perfección, evitaban todo esto. Sí;
los mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores disposiciones; las mismas misas, pero oídas con
más recogimiento y atención; las mismas devociones, pero practicadas con más fervor; las mismas
mortificaciones, ayunos y obras de misericordia, pero hechas con menos ostentación, únicamente por
agradar á Dios, no sólo les hubieran librado de todas esas penas, sino también asegurado a ellas y a
muchas otras almas la posesión del reino de los cielos.
Pero ahora sus deseos son inútiles: ya no es tiempo de merecer: ha llegado para ellas aquella noche
intimada por San Juan, en la que nadie puede hacer obra alguna meritoria: ahora es necesario padecer, y
sufrir penas inexplicables, y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude fácilmente evitar estos
tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora, y no puedo!
¡Dichosos nosotros que oímos esto! Tenemos tiempo todavía: aún no llegó para nosotros aquella noche
tenebrosa. ¿Y seguiremos perdiendo el tiempo, y los días tan preciosos? ¿No tomaremos la seria
resolución de confesarnos bien y de enmendar nuestra vida?
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA SEXTO
Paciencia y resignación de las benditas Almas del purgatorio
Punto Primero. - Es Verdad que las almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito:
pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, lo
aman con amor purísimo, y desean ardentísimamente poseerlo: pero al ver sus faltas, bendicen y adoran
la mano justa y amorosa que las castiga.
¡Y con cuánta más resignación que los hermanos de José, exclaman: Merito haec patimur! Con mucha
razón padecemos, Señor; pues cuando pecamos no temimos tu poder y tu justicia, frustramos los
designios de tu amor y de tu sabiduría, despreciamos tu majestad y tu grandeza, y ofendimos tus
perfecciones infinitas. Justo es que padezcamos.
Hombres sin conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores; Faraón hizo a
José virrey de Egipto porque le interpretó un sueño misterioso. Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros
empleos de Persia porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y los leones y otras fieras
salvajes agradecidas defendieron a sus bienhechores; y nosotros, creados a tu imagen, redimidas con tu
Sangre, honradas y exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratos te abandonamos en vida. Sí;
purifícanos en este fuego; ¡por ásperas que sean nuestras penas, bendeciremos y ensalzaremos tu
justicia y misericordia infinitas. “Justo eres, Señor, y son rectos todos tus juicios”.
Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que sea, que si Dios abriera a esas almas las
puertas del cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están; sino que suplicarían al Señor
las dejara purificarse primero en aquellas llamas. Igual que una joven escogida por esposa de un gran
monarca si el día de las bodas apareciese una llaga horrible en su rostro, no se atrevería a presentarse
en la Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas hasta que estuviera perfectamente curada.

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¿Oh pecado, por leve que parezcas, qué tan grave mal eres que las mismas almas preferirían los
horrores del Purgatorio antes que entrar en el cielo con la menor sombra de tu mancha!
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. – Miremos ahora en nosotros si puede darse incoherencia mayor que la nuestra... Nos
reconocemos merecedores de horribles penas por parte de la Justicia divina, debido a los enormes
pecados que cometimos en la vida pasada, y debido a las innumerables faltas en que al presente
caemos todos los días; reconocemos, además, que no basta confesarse, ya que la absolución borra sí la
culpa, pero no quita toda la pena, y por esto sabemos que es preciso satisfacer a la Justicia divina o en
éste, o en el otro mundo; y sin embargo, jamás nos preocupamos por hacer penitencia.
Ahora podríamos expiar nuestras culpas fácilmente, y con gran mérito nuestro: una confesión bien
hecha, una misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limosna, una
indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría evitarnos espantosos suplicios: y nosotros todo lo
descuidamos, todo lo dejamos para la otra vida.
¿Acaso Hemos olvidado lo horribles que son y cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabemos
que, según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables, varias de aquellas almas
han estado siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el día del juicio final?
¡Qué gran insensatez la nuestra! Las Almas, dice San Cirilo de Jerusalén, querrían mejor sufrir hasta el fin
del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola hora en el Purgatorio; y nosotros
queremos más arder siglos enteros en el Purgatorio, que mortificarnos en esta vida un solo momento.
¡Qué gran absurdo!
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA SÉPTIMO
Descuido de los mortales en aliviar a las Almas del Purgatorio
Punto Primero. - ¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables: no pueden
merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, nosotros, ingratos, no cuidamos de ellas! Tienen
ellas en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que
las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no
encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se
abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallan una solícita Rebeca que se la alivie.
Son infinitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio. Pero no
encuentran un samaritano u otra persona compasiva que las consuele.
¡Pobres almas! ¡Qué gran tormento es para ustedes este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente
aliviarlas y libertarlas del Purgatorio; bastaría una misa, una Comunión y un Vía Crucis, una indulgencia
que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecerlas por ustedes!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Son sus mismos parientes y amigos, sus mismos hijos!. Ellos se alimentan
y recrean con los bienes o posibilidades que ustedes les dejaron, y ahora, como desconocidos, no se
acuerdan ya de ustedes.
¡Pobres almas! Con mucha más razón que David pueden ustedes decir: si alguien que no hubiese nunca
recibido ningún favor de mi parte, si un enemigo me tratara así por doloroso que me fuera, podría
soportarlo con paciencia: ¡pero tú, hijo mío, hermano, pariente, amigo, que me debes tantos beneficios;
tú, hijo mío, por quien pasé tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas
pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes favores: que tú
me trates así; que, descuidando los sufragios que tanto te encargué me dejes en este fuego, sin querer
socorrerme! ¡Ésta sí que es una ingratitud y crueldad superior a todo lo que podemos pensar!
Medita un poco sobre lo dicho.

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Punto Segundo. - ¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las socorremos.
Acuérdate, nos gritan los difuntos a nosotros, de cómo he sido yo juzgado: porque así mismo lo serás tú:
A mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del número de los difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y
poderoso que seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si
son buenas, ¡qué consuelo! Si malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán
contigo.
¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas Almas del Purgatorio, duros e insensibles
serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el
oráculo de la Sabiduría infinita, que nos dice en San Mateo: Con la misma medida con que midiereis,
seréis medidos. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las almas de nuestros prójimos,
se portarán los mortales también con nosotros. ¡Ay de aquel que no hubiese practicado
misericordia, porque le espera, dice el apóstol Santiago, un juicio sin misericordia. ¿Y no tiemblas
tú, insensible para con los difuntos? Si lleno de indignación, el Juez supremo arroja al infierno al que
niega la limosna a un pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor
condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que les pertenecían?
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA OCTAVO
Cómo recompensará el Señor a los devotos de las benditas Ánimas
Punto Primero. - Supongamos que, movidos por estas meditaciones, hacemos una sincera y completa
confesión, y ganando la indulgencia plenaria de este santo novenario, sacamos un alma del Purgatorio.
¡Qué grande será nuestra dicha! Si perseveramos, ¡qué gran retribución recibiremos en el cielo! Si los
reyes de la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con tanta generosidad al que libra a uno de
sus súbditos de un gran peligro, o expone su vida sirviendo generosamente a los apestados, ¿cómo será
el premio que dará el Señor al que libre a una o más almas de las llamas del Purgatorio?
Hagamos esta comparación: Padres y madres, si un hijo de ustedes cayese en un río o en un fuego, y
alguien lo rescatara y se los devolviese vivo, ¿cómo lo agradecerían? Si ustedes fueran ricos y
potentados, y esa persona fuera pobre, ¿cómo lo premiarían?
Ahora bien: ¿qué comparación puede haber entre el cariño del padre más amoroso con el amor que Dios
profesa a aquellas almas, que son sus hijas amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de este mundo,
comparados con las penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación puede haber entre el poder y la
generosidad de un miserable mortal y el poder y la generosidad infinitos de Dios, que promete un
inmenso premio de gloria por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua dado a un
pobre por su amor?
¡Cristianos! No dudemos decir que se ve como asegurada nuestra salvación, si logramos sacar una sola
alma del Purgatorio. Sabiendo esto, ¿no haremos lo posible para lograrlo?
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. - No pensemos que estas sean sólo unas reflexiones piadosas; es una promesa formal
de Jesucristo, Verdad Eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos dice en el sagrado Evangelio:
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia? Fundado en estas
palabras infalibles, dice San Gregorio: "Yo no sé que se haya condenado ninguno que haya usado de
misericordia con el prójimo".
Dios quiere mucho a las almas; todo cuanto se hace por ellas, lo mira, agradece y premia como si a El
mismo se le hiciera; En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos
pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo. Qué dichosos somos los cristianos; si
socorremos a las pobres Ánimas del Purgatorio, un día nos dirá nuestro generosísimo Juez: “venid,
benditos de mi Padre. Aquellas pobres almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis

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alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed, y asistiendo o haciendo celebrar
misas, les habéis dado a beber mi Sangre preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras oraciones y
sufragios las habéis vestido con una estola de inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con
vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado de ella”.
"Y no es precisamente a las Ánimas a quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho:
Conmigo lo hicisteis: pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo
hubieseis hecho por Mí mismo. Por tanto, venid, benditos de mi Padre, a recibir la corona de gloria que
os está preparada en el cielo".
¿No quisiéramos, cristianos, lograr semejante dicha? Está en nuestras manos.
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria
MEDITACIÓN DIA NOVENO
Agradecimiento de las benditas Ánimas para con sus devotos
Punto Primero. – Llegamos hoy al día feliz; hoy, con las Comuniones y sufragios que los fieles han
ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en tantas otras iglesias, muchas de aquellas almas, ayer tan
afligidas y desgraciadas, han pasado a ser dichosos habitantes y príncipes felices de la Corte celestial. Ya
ven cara a cara la Hermosura y Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay de
amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede experimentar ni más alegría, ni
más suavidad, ni más dicha.
Si pudiésemos entrar hoy en aquella dichosa patria y contemplar el paso de aquellos Bienaventurados!
¡Qué alegría, qué abrazos se dan tan afectuosos! ¡Qué cánticos entonan en acción de gracias al Dios de
las misericordias y a los generosos cristianos que las han sacado del Purgatorio! ¡Cómo dan por bien
empleadas las penas que en este mundo padecieron!
¡Con qué alegría está diciendo cada una de ellas: Dichosas confesiones y comuniones; dichosas las
misas que oía, las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas que yo practicaba; dichosas las burlas
y escarnios que yo sufría por ser practicante! !Y con qué generosidad pagas, Señor, hasta los sacrificios
más pequeños e insignificantes que hice por tu amor!
¿No quisiéramos nosotros tener nosotros la misma suerte?
Entonces luchemos contra las pasiones; que sin luchar no se alcanza la victoria; sin pena, no hay
felicidad.
Medita un poco sobre lo dicho.
Punto Segundo. - !Y qué dicha, cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a alguna de
aquellas almas! El cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva gloria accidental que ahora
experimenta. Y aquellas almas dichosas te deben la libertad, y con ella la posesión de una felicidad
infinita. ¿Cómo no suplicarán fervorosamente a Dios por ti? ¿Cómo no van a socorrerte en cualquier
necesidad que te encuentres? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias para vencer
las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los vicios?
Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar y de caer en el infierno, ¡con cuánto celo esas almas dirán al
Señor: ¿Vas a permitir, oh Dios, que se pierda eternamente un cristiano que me ha librado a mí de tan
horribles penas? ¿No prometiste que alcanzarían misericordia los que la tuvieran con el prójimo?
¿Consentirías ahora que cayese en el infierno aquel que con sufragios me abrió las puertas del cielo?
¡Dichoso cristiano, cuántos envidian tu dicha! Persevera, y tienes segura la palma de la gloria.
Medita un poco lo dicho; encomienda a Dios las Animas de tu mayor obligación, y pide, por la intercesión
de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta novena.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria

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Padre nuestro
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no
nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Ave María
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Credo de los Apóstoles
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María Virgen.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos; está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo.
La Santa Iglesia Católica; la comunión de los Santos.
El perdón de los pecados.
La resurrección de la carne.
La vida perdurable. Amén.
Credo Niceno-Constantinopolitano
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por Quien todo fue hecho, que por nosotros,
los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre; y
por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no
tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Salve
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Acto de contrición
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí.
Pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que
haberos ofendido, y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Ángelus
Esta oración, que en su forma actual ya se conocía en el s. XVI, nos recuerda el gran misterio de la Encarnación, por el cual María
fue elevada a la excelsa dignidad de Madre de Dios.
Se reza tres veces al día: al amanecer, al mediodía y al atardecer.
Se debe rezar de rodillas, excepto el Sábado por la tarde y el Domingo, que se reza de pie, en recuerdo de la resurrección de Jesús.
V. El Ángel del Señor Anunció a María.
R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.

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Dios te salve, María...
V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María...
V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María...
V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos:
Infunde, Señor, tu gracia en nuestras almas, a fin de que habiendo conocido por la voz del Ángel el Misterio de la Encarnación de tu
divino Hijo, podamos, por los méritos de su Pasión y de su Cruz, alcanzar la gloria de la Resurrección. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
Regina Coeli
Esta antífona, que data del s. X, se reza durante el tiempo pascual en vez del Ángelus (siempre de pie)
V. Reina del Cielo, alégrate, aleluya.
R. Porque Aquel, a Quien mereciste llevar, aleluya.
V. Resucitó según dijo, aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios, aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.
R. Porque resucitó el Señor verdaderamente, aleluya.
Oremos:
Oh Dios, que has alegrado al mundo por la Resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, concédenos, por la intercesión de su
Madre, la Virgen María, alcanzar los gozos de la Vida eterna. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
V. Envía, Señor, tu Espíritu y serán creados.
R. Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos. Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, danos el gustar todo lo recto según el
mismo Espíritu y gozar siempre de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Ángel de la Guarda
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y
gobiérname. Amén.
San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Magnificat
(Lc. 1, 46-55)
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la
pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono, y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y
de su descendencia para siempre.

Bendita sea tu pureza Virgen sagrada María,


yo te ofrezco en este día
Bendita sea tu pureza,
alma, vida y corazón;
y eternamente lo sea,
mírame con compasión,
pues todo un Dios se recrea
no me dejes, Madre mía.
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa, Letanías Lauretanas

169
Señor, ten piedad de nosotros. Torre de marfil,
Cristo, ten piedad de nosotros. Casa de oro,
Señor, ten piedad de nosotros. Arca de la alianza,
Cristo, óyenos. Puerta del cielo,
Cristo, escúchanos. Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Refugio de los pecadores,
Dios Hijo Redentor del mundo,
Consuelo de los afligidos,
Dios Espíritu Santo,
Auxilio de los cristianos,
Santa Trinidad, un solo Dios,
Reina de los ángeles,
Santa María, ruega por nosotros. Reina de los patriarcas,
Santa Madre de Dios, Reina de los profetas,
Santa Virgen de las vírgenes, Reina de los apóstoles,
Madre de Cristo, Reina de los mártires,
Madre de la Iglesia, Reina de los confesores,
Madre de la divina gracia, Reina de las vírgenes,
Madre purísima, Reina de todos los santos,
Madre castísima, Reina concebida sin pecado original,
Madre virginal, Reina asunta a los cielos,
Madre sin mancha, Reina del sacratísimo Rosario,
Madre inmaculada, Reina de la paz,
Madre amable, Reina de la familia,
Madre admirable,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Madre del buen consejo,
perdónanos, Señor.
Madre del Creador,
Madre del Salvador, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Virgen prudentísima, escúchanos, Señor.
Virgen digna de veneración, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
Virgen digna de alabanza, ten misericordia de nosotros.
Virgen poderosa,
Virgen clemente, V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Virgen fiel, R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Espejo de justicia, nuestro Señor Jesucristo.
Sede de la sabiduría, Oremos: Concédenos, Señor y Dios nuestro, que podamos
Causa de nuestra alegría, gozar de la salud del alma y del cuerpo, y por la intercesión
Vaso espiritual, de la Santísima Virgen María, líbranos de las tristezas de este
Vaso de honor, mundo y danos la eterna alegría. Por Cristo nuestro Señor.
Vaso insigne de devoción, Amén.
Rosa mística,
Torre de David,
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ORACIONES DE LA MAÑANA
+ Por la señal de la Santa Cruz, + de nuestro enemigos + líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Señor y Dios mío, en quien creo, en quien espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón; te doy gracias por haberme creado,
redimido, hecho cristiano y por haberme conservado la vida en esta noche.
Te ofrezco todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos del presente día, a mayor honra y gloria tuya, en penitencia por mis
pecados y en sufragio de las almas del purgatorio.
Dame, Señor, tu gracia para que pueda servirte fielmente en este día, y me vea libre de todo pecado y de todo mal. Amén.
Padre nuestro...
Dios te salve, María...
Consagración al Sagrado Corazón
Oh Jesús mío, por medio del Corazón Inmaculado de María Santísima, te ofrezco las oraciones, obras y trabajos del presente día,
para reparar las ofensas que se te hacen y por las demás intenciones de tu Sagrado Corazón.
Oración a la Santísima Virgen
Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día, mis ojos, mis
oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy del todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme
como cosa y posesión tuya. Amén.

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A San José
Señor, que con inefable providencia te has dignado escoger a San José para esposo de tu santísima Madre, haz que así como le
veneramos cual protector en la tierra, así sea él nuestro intercesor en el cielo. Amén.

Al Ángel de la Guarda
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y
gobiérname en este día. Amén.
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ORACIONES DE LA NOCHE
Señor y Dios mío, en quien creo, en quien espero, a quien amo más que a todas las cosas, te doy gracias por haberme creado,
redimido, hecho cristiano y conservado en este día. Dame luz y gracia para conocer mis pecados y arrepentirme de ellos.
Te adoro, Dios mío, postrado con profunda humildad ante tu presencia soberana. Creo en ti, porque eres Verdad infalible. Espero en
ti, porque eres Bondad infinita, fiel a tus promesas. Te amo con todo mi corazón, porque eres sumamente amable, y amo a mi
prójimo como a mí mismo por amor a ti.
Examen de conciencia
Es indispensable, para la vida normal del cristiano, no descuidar, ni una noche, el examen de conciencia o revisión del día.
Se puede hacer según el siguiente orden:
A. Dar gracias a Dios por los beneficios recibidos.
B. Pedir gracia para conocer los pecados y detestarlos.
C. Examinar brevemente las faltas cometidas durante el día, particularmente el defecto dominante.
D. Pedir perdón a Dios por dichas faltas.
E. Proponer enmienda con su gracia.
Oración de San Bernardo
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos.
Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de nuestros
pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana.
Oh Madre de Dios, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Al Ángel de la Guarda
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y
gobiérname en esta noche. Amén.
A San José
Glorioso San José, padre adoptivo de Jesús y esposo de la bienaventurada Virgen María, te elijo, desde ahora y para siempre, por mi
particular patrono, por dueño y director de mi alma y de mi cuerpo, de mis pensamientos, palabras y obras, de mi vida y de mi
muerte. Te suplico me recibas por servidor tuyo perpetuo, me asistas en todas mis acciones, y me obtengas la inestimable gracia de
vivir y morir como tú, en el amor de Jesús y de María. Amén.

Custódiame esta noche


con tu amor y con tu paz,
en ti hallemos el descanso,
dulces horas de solaz.

Si el sueño cierra los ojos,


te contemple el corazón;
proteja tu suave mano
a cuantos te aman, Señor.

Rechaza a nuestros rivales,


Himno de Completas guárdanos, oh Defensor,
Disipa la densa noche, gobierna a todos los hombres
oh Cristo, día y fulgor, que tu Sangre redimió.
Tú que eres Luz de Luz,
de los justos resplandor. A ti, Cristo, Rey clemente,

171
y a ti, Padre Creador, se tribute siempre honor. Amén.
con el Espíritu Santo

Oración conclusiva
Visita, Señor, esta habitación, y aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y
que tu bendición esté siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
El Señor todo poderoso nos conceda una noche serena y una muerte santa. Amén
Nuestra Señora la que Desata los Nudos
"Eva, por su desobediencia, ató el nudo de la desgracia para el género humano;
en cambio, María, por su obediencia, lo desató"
(San Irineo de Lyon)

Antigua y respetable devoción

Aunque poco difundida en la Iglesia universal, la devoción a Nuestra Señora la que Desata los Nudos
es practicada desde hace mucho tiempo en la ciudad alemana de Augsburg.
A principios del siglo XVIII, el sacerdote responsable de la iglesia St. Peter am Perlach, situada en el
centro de aquella ciudad, resolvió encomendar al pintor Johann Schmittdner un cuadro de la Santísima
Virgen, de 1,10 m de ancho por 1,82 m de alto.
Se trata de un cuadro al óleo, en estilo barroco alemán, muy piadoso y de notable valor artístico.
María Santísima está representada de pie, cercada de luz, con la luna bajo sus pies y con éstos aplastando
la serpiente. Sobre su cabeza se ve, envuelto por una luz aún más intensa, el Divino Espíritu Santo,
representado por una paloma. Del lado izquierdo de la Señora, un Ángel le presenta una cinta larga llena de nudos que la Virgen,
con la mirada compenetrada, pero muy dulce y suave, va deshaciendo; del otro lado pende la cinta, ya desenvuelta, recogida por
otro Ángel cuya faz está vuelta hacia los fieles, como diciendo: "Ved cómo Ella resuelve todos los problemas". En la base del
cuadro, en tamaño mucho menor, se ve otro Ángel que lleva de la mano a un hombre; según algunos, sería el Arcángel San Rafael
conduciendo a Tobías, conforme lo narrado en el Libro de Tobías; según otros, el hombre no es Tobías sino que representa un fiel
que es conducido por su Ángel de la Guarda, bajo la mirada benigna de la Reina de los Ángeles.
Como fondo del cuadro aparecen vuelos de ángeles.
Siempre se entendió que el pintor quiso, con ese conjunto de símbolos, representar a la Santísima Virgen tal como Ella es vista
por San Irineo de Lyon (+202), o sea, como desatando el gran nudo de la Historia que es el Pecado Original.

La primera idea que nos sugiere el título de Nuestra Señora la que Desata los Nudos es Ella desatando nuestros nudos, o sea,
resolviendo las incontables dificultades y problemas que incomodan y perjudican nuestra vida. En este caso, el sustantivo nudos,
está tomado en sentido metafórico, para significar todo cuanto nos enreda y crea dificultades.
Es correcto pensar de ese modo, porque María Santísima, nuestra Madre, efectivamente procede con nosotros como las buenas
madres habitualmente proceden con sus hijos y así, nos libra de innumerables lazos y problemas.
No es ese, sin embargo, el único ni el más alto significado del título de la que Desata los Nudos.
Por más que nuestros nudos individuales, subjetivamente hablando, puedan ser importantes para nosotros, mucho más lo es el
gran nudo de la Historia. Ahora bien, Nuestra Señora efectivamente desató ese gran nudo.

Devoción muy indicada para nuestros días

En esta época de crisis y caos, el hombre vive siempre sobresaltado, cercado de peligros y dificultades: en la vida personal, en la
familiar, en los ambientes de trabajo, en las luchas cotidianas.
Su vida corre a velocidad rápida; más aún, vertiginosa. A todo momento surgen nuevos desafíos, nuevos riesgos y peligros. Un
sentimiento parece dominar su existencia: la aflicción.
Cada vez más los hombres se sienten enredados en innumerables dificultades que lo atormentan; no consiguen "desatar los
nudos" y librarse de los mismos.
Ahora bien, la acción de Nuestra Señora sobre las almas puede ser comparada, metafóricamente, a la de quien deshace un nudo.
Nuestro Señor Jesucristo, en lo alto de la Cruz, se dirigió a su Madre y señalando al Apóstol San Juan, dijo: "Mujer, ahí tienes a
tu hijo" (Juan 19, 26). Unánimemente, los Santos, los Papas y los Padres de la Iglesia comentan que Nuestro Señor, cuando designó
a San Juan como hijo de la Santísima Virgen, estaba confiriéndole la maternidad de todos los fieles representados por San Juan. De
hecho, Nuestra Señora es nuestra Madre, Ella es Madre de todos y cada uno de nosotros individualmente considerados.
En todas nuestras dificultades y aflicciones, siempre sentimos su maternal protección, ayudándonos y aliviándonos como sólo
saben hacerlo las madres. A veces Ella actúa de modo maravilloso y soberano, con una rapidez y eficacia impresionantes; otras
veces, actúa de modo discreto y sereno, pero no con menos eficiencia.
Siempre su acción -es interesante notarlo- produce en nuestras almas el alivio que sentimos cuando conseguimos, después de un
esfuerzo no pequeño, "desatar un nudo".
En todas las circunstancias de nuestra vida, siempre tendremos ocasión de experimentar la bondad misericordiosa de Nuestra
Señora la que Desata los Nudos. En la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte, en el tiempo

172
y en la eternidad, siempre nos será de valor esa Dama celestial que es Madre de Dios y que, en su Misericordia, el Señor quiso
también que fuese nuestra Madre.

Oración

Santa María, llena de la Presencia de Dios, durante los días de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre, y el
Maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones. Ya junto a tu Hijo intercediste por nuestras dificultades y, con toda
sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo desenredar la madeja de nuestras vidas.
Y al quedarte para siempre como Madre nuestra, pones en orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, tú que con corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida, te
pedimos que recibas en tus manos a........................................................................y que lo libres de las ataduras y confusiones con
que lo hostiga el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal, Señora nuestra, y desata los nudos que impiden nos
unamos a Dios, para que, libres de toda confusión y error, Lo hallemos en todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros
corazones y podamos servirle siempre en nuestros hermanos. Amén.

Santo Rosario

Si rezamos todos los días el Rosario, la Virgen estará muy contenta con nosotros y desatará más rápidamente nuestros nudos.

Bendiciones del Rosario


1. Los pecadores obtienen el perdón.
2. Las almas sedientas se sacian.
3. Los que están atados ven sus lazos desechos.
4. Los que lloran hallan alegría.
5. Los que son tentados hallan tranquilidad.
6. Los pobres son socorridos.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los ignorantes son instruidos.
9. Los vivos triunfan sobre la vanidad.
10. Los muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios.
33.ª ROSA – UN ALBIGENSE POSESO (De "El Secreto Admirable del Santísimo Rosario" - San Luis
María de Montfort)
Mientras Santo Domingo predicaba el rosario cerca de Carcasona, le presentaron un albigense
poseído del demonio. Exorcizólo el Santo en presencia de una gran muchedumbre. Se cree que estaban
presentes más de doce mil hombres. Los demonios que poseían a este infeliz fueron obligados a
responder, a pesar suyo, a las preguntas del Santo y confesaron:
1.º que eran quince mil los que poseían el cuerpo de aquel miserable, porque había atacado los
quince misterios del rosario;
2.º que con el rosario que Santo Domingo predicaba causaba terror y espanto a todo el infierno
y que era el hombre más odiado por ellos a causa de las almas que arrebataba con la devoción del
rosario;
3.º revelaron, además, muchos otros particulares.
Santo Domingo arrojó su rosario al cuello del poseso y les preguntó que de todos los santos del
cielo, a quién temían más y a quién debían amar más los mortales.
A esta pregunta los demonios prorrumpieron en alaridos tan espantosos que la mayor parte de
los oyentes cayó en tierra, sobrecogidos de espanto. Los espíritus malignos, para no responder,
comenzaron a llorar y lamentarse en forma tan lastimera y conmovedora, que muchos de los presentes
empezaron también a llorar movidos por natural compasión. Y decían en voz dolorida por la boca del
poseso: “¡Domingo! ¡Domingo! ¡Ten piedad de nosotros! ¡Te prometemos no hacerte daño! Tú que
tienes compasión de los pecadores y miserables, ¡ten piedad de nosotros! ¡Mira cuánto padecemos! ¿Por
qué te complaces en aumentar nuestras penas? ¡Conténtate con las que ya padecemos! ¡Misericordia!
¡Misericordia! ¡Misericordia!”
El Santo, sin inmutarse ante las dolientes palabras de los espíritus, les respondió que no dejaría
de atormentarlos hasta que hubieran respondido a sus preguntas. Dijéronle los demonios que
responderían, pero en secreto y al oído, no ante todo el mundo. Insistió el Santo, y les ordenó que
hablaran en voz alta. Pero su insistencia fue inútil: los diablos no quisieron decir palabra. Entonces, el
Santo se puso de rodillas y elevó a la Santísima Virgen esta plegaria: “¡Oh excelentísima Virgen María!

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¡Por virtud de tu salterio y rosario, ordena a estos enemigos del género humano que respondan a mi
pregunta!” Hecha esta oración, salió una llama ardiente de las orejas, nariz y boca del poseso. Los
presentes temblaron de espanto, pero ninguno sufrió daño. Los diablos gritaron entonces: “Domingo, te
rogamos por la pasión de Jesucristo y los méritos de su Santísima Madre y de todos los santos, que nos
permitas salir de este cuerpo sin decir palabra. Los ángeles, cuando tú lo quieras, te lo revelarán. ¿Por
qué darnos crédito? No nos atormentes más: ¡ten piedad de nosotros!”
“¡Infelices sois e indignos de ser oídos!”, respondió Santo Domingo. Y, arrodillándose, elevó esta
plegaria a la Santísima Virgen: “Madre dignísima de la Sabiduría, te ruego en favor del pueblo aquí
presente –instruido ya sobre la forma de recitar bien la salutación angélica–. ¡Obliga a estos enemigos
tuyos a confesar públicamente aquí la plena y auténtica verdad al respecto!”
Había apenas terminado esta oración, cuando vio a su lado a la Santísima Virgen rodeada de
multitud de ángeles que con una varilla de oro en la mano golpeaba al poseso y le decía: “¡Responde a
Domingo, mi servidor!” Nótese que nadie veía ni oía a la Santísima Virgen, fuera de Santo Domingo.
Entonces los demonios comenzaron a gritar:
“¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos
en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno;
oh camino seguro del cielo!, seamos obligados –a pesar nuestro– a confesar delante de todos lo que es
causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!
¡Oíd, pues, cristianos! Esta Madre de Cristo es omnipotente, y puede impedir que sus siervos
caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre
nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos
obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro
que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los
santos. La tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles
servidores.
Tened también en cuenta que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían
condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. ¡Ah! Si esta Marieta –así la
llamaban en su furia– no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos
derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías!
Tenemos que añadir, con mayor claridad y precisión –obligados por la violencia que nos hacen–, que
nadie que persevere en el rezo del rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la
verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos.”
Entonces, Santo Domingo hizo rezar el rosario a todos los asistentes muy lenta y devotamente.
Y a cada avemaría que recitaban –¡cosa sorprendente!– salía del cuerpo del poseso gran multitud de
demonios en forma de carbones encendidos. Cuando salieron todos los demonios y el hereje quedó
completamente liberado, la Santísima Virgen dio su bendición –aunque invisiblemente– a todo el pueblo,
que con ello experimentó sensiblemente gran alegría.
Este milagro fue causa de la conversión de muchos herejes, que llegaron hasta ingresar en la
Cofradía del Santo Rosario.
REPARACIÓN
¿Queremos amar de veras a Dios? Dos cosas hace el amor: procurar a quien se ama todo el bien de que carezca, y
librarle del mal que sobre él pesare. Con el apostolado le procuramos a Dios el bien, le damos las almas; con la reparación le
libramos del mal, lavamos Su divino honor de las manchas que le infieren los pecados. Sí, debemos saber que puede una
injuria borrarse, dando una satisfacción. Y ¡cuántas podríamos darle no sólo por nuestros pecados, sino por los infinitos que cada
día se cometen! Las mismas oraciones, sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta que sirven de apostolado, sirven de
reparación si con esa intención se hacen, ¡Que reines Jesús, perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos,
han de ser jaculatorias que siempre estén en nuestros labios. Dos oficios principales tuvo Jesús en su vida terrestre: el de apóstol,
que funda el reino de Dios, y el de sacerdote y víctima que expía los pecados de los hombres. Dios quiere que los mismos tengamos
nosotros y pretende hacer de cada hombre una copia exacta de Jesús, un pequeño redentor. ¡Qué sublime y qué honroso para
nosotros!
Mensaje de Jesús y María en San Nicolás, Argentina:
29-12-86 1059
Veo a Jesús, desde el medio de su pecho sale una gran Luz blanca.
Me dice: Mira, este es mi Corazón, herido por la indiferencia de los hombres.
Nada será tan terrible como muchos temen, si las ofensas a Dios son reparadas.
Tus hermanos deberán nutrirse espiritualmente, deberán amar a mi Corazón golpeado tan crudamente.

174
Pido amor a Dios y no desprecio, sin amor a Dios, desaparece el hombre, si hay amor a Dios,
perdurará el hombre.

12-6-87 1197
Gladys, ora por el ateísmo, para que no se extienda. Ora, por la persecución, que está sufriendo la
Iglesia. Ora, por la flaqueza espiritual de tus hermanos. La acción misericordiosa del Señor es tan
grande, que llegará; todo consiste en la oración, en la reparación. No cesaré de pedir a mis hijos:
Dejad ya de ofender a Dios.
Bendito sea El.

6-11-87 1293
Es constante mi preocupación por todos mis hijos; es por eso que intervengo, es por eso que
necesito almas reparadoras, perseverantes en la oración y confiadas en el Amor de Dios.
Ora hija mía, por las almas alejadas del Corazón de Jesús.
Alabado sea.

24-9-88 1522
Veo a la Santísima Virgen, me dice: Cristo Jesús, Cordero sin tacha, Corazón Purísimo, Redentor del
mundo, que lavó con Su Sangre, los pecados de los hombres. ¡Tanto Amor encierra Su Corazón y tanto
dolor!
Amado sea por todas las almas, porque siendo amado, serán reparados los ultrajes que
recibe.
Si es amado, Su Amor, descenderá copiosamente sobre las almas.
Gloria al Señor.
Hazlo conocer.

2-6-89 1666
Más tarde veo a la Santísima Virgen. Me dice: Me dirijo a todos mis hijos: El Sagrado Corazón de
Mi Hijo, quiere ser consolado; mucho Amor hay en El.
Sed conscientes del Gran Amor de Jesús; sed conscientes de que ha llegado la hora en que
los agravios a Su Corazón, deben ser reparados.
Ha llegado la hora de que comprendáis que muy Grande es la Gracia, para que la dejéis escapar.
Podéis retenerla, si sois generosos, si hay humildad, caridad y capacidad de amar en vuestros
corazones.
Si hay verdadero amor a Dios, hay verdadera entrega a Dios,
Las Glorias sean a El.
Predícalo.

22-9-89 1713
Tengo una visión. Veo gente, violencia, sobre todo en gente joven y miseria, mucha miseria; todo pasa
muy rápido frente a mis ojos.
Enseguida veo a la Santísima Virgen; me dice: Los pueblos están sufriendo los más graves estragos
producidos por los mismos hombres.
Hija, quiero reparación por todo lo que es ofendido el Señor; en estos tiempos muchas son
las ofensas que diariamente recibe.
Clame el alma a Dios, y tendrá Dios, Misericordia del alma.
Gloria a Dios Todopoderoso.

13-10-89 1731
Gladys, hace hoy seis años que hablo contigo; seis años que a todos mis hijos, sin excepción les pido:
Amor a Dios, oración, conversión.
Os pido amor a Dios, ya que como verdaderos hijos de Dios, debéis amarle.
Os pido oración, porque la oración es reparadora, consuela y anima el espíritu.
Os pido conversión, porque el alma alejada de Dios, con la conversión, vuelve a Dios.
Lucho por vosotros, almas de Dios, con Mi Corazón Ardiente de Amor.
Las Glorias sean al Salvador.
Predícalo.

3-1-90 1782
Hijos míos: Os llamo a una vida conforme a la Voluntad de Dios.

175
Responded a Mi voz, que crece a medida que crece también la necesidad de reparar las
ofensas a Mi Hijo.
Estáis siendo invitados a orar. Sed generosos en vuestra respuesta.
Sed obedientes a la Madre que viene en vuestro auxilio.
Las Glorias sean al Señor.
Hazlo conocer.

11-2-90 (Nuestra Señora de Lourdes) 1804


Hijos míos: Os invito a vivir paso a paso Mis indicaciones:
Orad, reparad, confiad.
Benditos los que buscan en la oración, un refugio para sus almas.
Benditos los que reparan las graves ofensas que le son inferidas a Mi Hijo.
Benditos los que confían en el Amor de esta Madre.
Todo aquel que confíe en Dios y en María, estará a salvo.
Gloria a Dios.
Predícalo.
Palabras de Jesús a Sor Natalia Magdolna:
Jesús contestó así a los que no creen que Él pueda enviar mensajes:
–Sacerdotes míos, que Me aman, ¿cómo pueden creer que Yo no pueda enviarles mis palabras para que las almas mejoren?
Yo les dije: “Estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). ¿Puedo estar inactivo cuando estoy con ustedes? ¿Puedo estar
mudo cuando sé que mis palabras pueden salvar miles de almas? ¡Puedo desenmascarar a los falsos profetas y lo haré! Si no
pudiera, ¿cómo puedo ser el Dios de amor, luz y providencia? He pedido arrepentimiento hasta con los primeros hombres: Adán y
Eva. He pedido arrepentimiento por medio de mi precursor, Juan el Bautista. ¿No les he puesto Yo mismo el ejemplo de reparación
y vida de sacrificio? Esta es la razón por la que permanezco en los sagrarios, para llevar a las almas al amor y a la penitencia. ¿No es
esto por lo que todavía vivo entre ustedes en los templos, en donde consuelo al Padre celestial tan ofendido? Entonces, si Yo mismo
bajo hasta ustedes con tan noble gesto, ¿por qué se apartan de Mí?
Unos días más tarde, después de la sagrada Comunión, Jesús me dijo: “Si mis sacerdotes pudieran ver al mundo a la luz de la
verdad, verían que lo he conservado solamente por las obras de reparación de los justos. Las oraciones y reparaciones de los justos
mueven mi Corazón a tener misericordia con mi pueblo y a disminuir los bien merecidos castigos”.
Dijo Jesús:
–Muchos que intentan hacer reparación, lo hacen imperfectamente. En algunos casos aún la mentira puede entrar. Hay un
solo camino seguro: unir su esfuerzo de penitencia con mi Madre Inmaculada. Con Ella la reparación será perfecta. Aún si la
oración y penitencia están hechas con distracciones, cansancio y otras cosas, serán corregidas por la ayuda y la fe de la Madre
Inmaculada.
–Yo aceptaré las oraciones y penitencias de tu pequeño grupo de oración. Su esfuerzo de reparación Me es agradable, porque
en la luz de sus imperfecciones ustedes pidieron ayuda a mi Madre Inmaculada. La oración y la reparación traen muchísimas gracias
del cielo, ¡pero son tan raras!
El Salvador una vez me dijo: “Maldecir es como una flecha ponzoñosa que hiere mi Corazón. Hija mía, Yo quiero que tú
hagas reparación por las maldiciones y las blasfemias contra mi Nombre; de esta manera Yo te daré una flecha de oro”. Entonces
Jesús me enseñó la siguiente oración:
Alabanza, veneración,
amor y adoración
sean dados al Santo Nombre de Dios
por todas las creaturas que viven en el cielo,
en la tierra y debajo de la tierra.
Especial adoración y alabanza
sean dadas al Divino Nombre de Jesús,
presente en todos los sagrarios,
y también a su sagrado Corazón
y al Inmaculado Corazón de María.
Oh mi Jesús,
deseo que tu amorosa sed de amor
por las almas sea siempre satisfecha,
y que todos los corazones de los hombres
Te amen y Te consuelen. Amén.
–Deseo perdonar al país de mi Madre, si encuentro suficiente número de almas reparadoras. Tengo mis planes para esta
nación. Hagan penitencia y reparación, de manera que Yo no me vea forzado a aniquilar este país. Deseo perdonarlo. Quiero que el
dulce aroma de reparación surja de este país y se eleve hasta mi Corazón. Esto debe empezar en Hungría y extenderse a todo el
mundo. Quiero purificar el país de mi Madre, quiero bendecirlo y abrazarlo con mi Corazón.

176
FORMAS DE HACER REPARACIÓN:
- Acto de Amor. (Repara 1.000 blasfemias cada vez que se reza)
- Comunión reparadora de los Nueve Primeros Viernes de mes al Sagrado Corazón de Jesús.
- Comunión reparadora de los Cinco Primeros Sábados de mes al Inmaculado Corazón de María.
- Dos Grandes Novenas de Reparación.
- Rezo del Santo Rosario.
- Rezo de los Siete Dolores de María.
- Rezo del Vía Crucis.
- Rezo del Rosario de las Llagas de Jesús.
- Rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia.
- Haciendo obras de misericordia corporales y espirituales.
- Hacer horas santas de adoración a la Eucaristía y estar a junto al Sagrario.
- Ofrecer pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, mortificaciones, ayunos y otras oraciones.
- Aceptar y ofrecer con amor nuestros sufrimientos y enfermedades.
- Cumplir nuestros deberes de estado con espíritu de reparación.
- Hacer todos nuestros actos, hasta los más comunes e insignificantes, por amor a Dios.
Compadezcámonos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María y démosles amor, amor y más amor, para
reparar la ingratitud de los hombres.

Dijo la Santísima Virgen al Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:


Rubbio (Vicenza), 21 de agosto de 1987
Memoria litúrgica de San Pío X.
Mensaje dado de viva voz durante el Rosario
Madre de la adoración y de la reparación
“Hijos predilectos, estoy contenta de que hayáis subido aquí como niñitos que se dejan llevar en mis brazos maternos.
Haceos cada vez más pequeños, dóciles, puros, sencillos, abandonados y fieles.
¡Qué grande es la alegría que siente mi Corazón de Madre cuando os puedo conducir a todos como homenaje perfumado y
precioso, para ofrecérselo a mi hijo Jesús, realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía!
Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.
Junto a cada Tabernáculo de la tierra está siempre mi presencia materna.
Ésta compone un nuevo y amoroso Tabernáculo a la solitaria presencia de mi hijo Jesús; construye un jardín de amor a su
perenne permanencia entre vosotros; forma una armonía celeste que le rodea de todo el encanto del Paraíso, en los coros adorantes
de los Ángeles, en la oración bienaventurada de los Santos, en la sufrida aspiración de tantas almas, que se purifican en el
Purgatorio.
En mi Corazón Inmaculado todos forman un concierto de perenne adoración, de incesante oración y de profundo amor a
Jesús, realmente presente en cada Tabernáculo de la tierra.
Hoy mi Corazón de Madre está entristecido y profundamente herido porque veo que, en torno a la divina presencia de Jesús
en la Eucaristía, hay tanto vacío, tanto abandono, tanta incuria, tanto silencio.
Iglesia peregrina y sufriente, de la que soy Madre; Iglesia, que eres la familia de todos mis hijos, arca de la nueva alianza,
pueblo de Dios, debes comprender que el centro de tu vida, la fuente de tu gracia, el manantial de tu luz, el principio de tu acción
apostólica se encuentra sólo aquí, en el Tabernáculo, donde se custodia realmente a Jesús.
Y Jesús está presente para enseñarte a crecer, para ayudarte a caminar, para fortalecerte en el testimonio, para darte el valor
para evangelizar, para ser el sostén de todo tu sufrir.
Iglesia peregrina y paciente de estos tiempos, que estás llamada a vivir la agonía de Getsemaní, y la sangrienta hora del
Calvario, hoy quiero traerte aquí Conmigo, postrada delante de cada Tabernáculo, en un acto de perpetua adoración y reparación,
para que tú también puedas repetir el gesto que siempre está realizando tu Madre Celeste.
Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.

177
En la Eucaristía Jesús está realmente presente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. En la
Eucaristía está realmente presente Jesucristo, el Hijo de Dios, aquel Dios a quien Yo he visto en Él en todo momento de su vida
terrena, aunque estuviera escondido bajo el velo de una naturaleza frágil y débil, que se desarrollaba a través del ritmo del tiempo y
de su crecimiento humano.
Con un acto continuo de fe en mi hijo Jesús siempre veía a mi Dios, y con un profundo amor lo adoraba.
Lo adoraba cuando aún estaba escondido en mi seno virginal como un pequeño capullo, y lo amaba, lo nutría, lo hacía crecer
dándole mi misma carne y sangre.
Lo adoraba después de su nacimiento, contemplándole en el pesebre de una gruta pobre y destartalada.
Adoraba a mi Dios en el niño Jesús, que crecía; en el joven inclinado sobre el trabajo de cada día; en el Mesías, que cumplía
su pública misión.
Lo adoraba cuando era desdeñado y rechazado, cuando era traicionado, abandonado de los Suyos y negado.
Lo adoraba cuando era condenado y vilipendiado, cuando era flagelado y coronado de espinas, cuando era conducido al
patíbulo y crucificado.
Lo adoraba bajo la Cruz, en acto de inefable padecer, y mientras era conducido al sepulcro y depositado en su tumba.
Lo adoraba después de su resurrección cuando, lo primero, se me apareció en el esplendor de su cuerpo glorioso y en la luz
de la Divinidad.
Hijos predilectos, por un milagro de amor que, sólo en el Paraíso lograréis comprender, Jesús os ha hecho el don de
permanecer siempre entre vosotros en la Eucaristía.
En el Tabernáculo, bajo el velo del pan consagrado, se guarda al mismo Jesús, a quien Yo, la primera, vi después del milagro
de su resurrección; al mismo Jesús, que en el fulgor de su Divinidad se apareció a los once Apóstoles, a muchos discípulos, a la
llorosa Magdalena, a las piadosas mujeres que le habían seguido hasta el sepulcro.
En el Tabernáculo, escondido bajo el velo eucarístico, está presente el mismo Jesús resucitado, que se apareció también a
más de quinientos discípulos y deslumbró al perseguidor Saulo en el camino de Damasco. Es el mismo Jesús que se sienta a la
derecha del Padre en el fulgor de su cuerpo glorioso y de su divinidad, si bien, por vuestro amor se vela bajo la cándida apariencia
del Pan consagrado.
Hijos predilectos, hoy debéis creer más en su presencia entre vosotros; debéis difundir, con valentía y con fuerza, vuestra
sacerdotal invitación al retorno de todos a una fuerte y testimoniada fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Debéis orientar a toda la Iglesia a reencontrarse ante el Tabernáculo, con vuestra Madre Celeste, en acto de perenne
reparación, de continua adoración y de incesante oración.
Vuestra oración Sacerdotal debe convertirse toda en oración eucarística.
Pido que se vuelvan de nuevo a hacer, por doquier, las horas santas de adoración ante Jesús expuesto en el Santísimo
Sacramento.
Deseo que se aumente el homenaje de amor hacia la Eucaristía y que se haga manifiesto, incluso a través de signos sensibles,
pero tan indicativos de vuestra piedad.
Rodead a Jesús Eucarístico de luces y de flores; envolvedlo en delicada atención; acercaos a Él con gestos profundos de
genuflexión y de adoración.
¡Si supieseis cómo os ama Jesús Eucarístico, cómo una pequeña muestra de vuestro amor le llena de gozo y de consuelo!
Jesús perdona muchos sacrilegios y olvida una infinidad de ingratitudes, ante una gota de puro amor sacerdotal, que se
deposite en el cáliz de su Corazón Eucarístico.
Sacerdotes y fieles de mi Movimiento, id con frecuencia delante del Tabernáculo; vivid delante del Tabernáculo; orad
delante del Tabernáculo.
Sea vuestra oración, una perenne plegaria de adoración y de intercesión, de acción de gracias y de reparación.
Sea, la vuestra, una oración que se una al canto celestial de los Ángeles y de los Santos, a las ardientes imploraciones de las
almas que aún se purifican en el Purgatorio.
Sea, la vuestra, una oración que reúna las voces de toda la humanidad, que debe postrarse delante de cada Tabernáculo de la
tierra, en acto de perenne gratitud y de cotidiano agradecimiento.
Porque en la Eucaristía, Jesús está realmente presente, permanece siempre con vosotros; y esta presencia se hará cada vez
más fuerte, resplandecerá sobre el mundo como un sol, y señalará el comienzo de la nueva era.
La venida del Reino glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de la Eucaristía.
Cristo instaurará su Reino glorioso con el triunfo universal de su Reino Eucarístico, que se desarrollará con toda su potencia
y tendrá la capacidad de cambiar los corazones, las almas, las personas, las familias, la sociedad, la misma estructura del mundo.

178
Cuando haya instaurado su Reino Eucarístico, Jesús os conducirá a gozar de esta su habitual presencia, que sentiréis de
manera nueva y extraordinaria, y os llevará a experimentar un segundo, renovado y más bello Paraíso terrenal.
Pero ante el Tabernáculo, vuestra presencia, no sólo sea una presencia de oración, sino también de comunión de vida con
Jesús.
Jesús está realmente presente en la Eucaristía porque quiere entrar en una continua comunión de vida con vosotros.
Cuando vais delante de Él, os ve; cuando le habláis, os escucha; cuando le confiáis algo, acoge en su Corazón cada una de
vuestras palabras; cuando le pedís algo, siempre os atiende.
Id ante el Tabernáculo para establecer con Jesús una relación de vida simple y cotidiana.
Con la misma naturalidad con que buscáis a un amigo, os fiáis de las personas que os son queridas, y sentís la necesidad de
los amigos que os ayudan, id así también ante el Tabernáculo en busca de Jesús.
Haced de Jesús el amigo más querido, la persona de más confianza, la más deseada y amada.
Expresad vuestro amor a Jesús; repetídselo con frecuencia porque sólo esto es lo que le contenta inmensamente, le consuela
de todas las ingratitudes, le recompensa de todas las traiciones: “Jesús, Tú eres nuestro amor; Tú eres nuestro único gran amigo;
Jesús, nosotros te amamos; nosotros estamos enamorados de Ti.”
De hecho, la presencia de Cristo en la Eucaristía tiene, sobre todo, la función de haceros crecer en una experiencia de
verdadera comunión de amor con Él, de modo que nunca más os sintáis solos, pues permanece aquí abajo para estar siempre con
vosotros.
Luego debéis ir ante el Tabernáculo a recoger el fruto de la oración y de la comunión de vida con Jesús, que se desarrolla y
madura en vuestra santidad.
Hijos predilectos, cuanto más se desarrolla toda vuestra vida al pie del Tabernáculo en íntima unión con Jesús en la
Eucaristía, tanto más crecéis en la santidad.
Jesús Eucarístico se convierte en el modelo y la forma de vuestra santidad.
Él os lleva a la pureza del corazón, a la humildad elegida y deseada, a la confianza vivida, al abandono amoroso y filial.
Jesús Eucarístico se hace la nueva forma de vuestra santidad sacerdotal, a la que llegáis a través de una diaria y escondida
inmolación; de una capacidad de aceptar en vosotros los sufrimientos y las cruces de todos; de una posibilidad de transformar el mal
en bien, y de obrar profundamente para que las almas que os están confiadas, sean conducidas por vosotros a la salvación.
Por esto os digo: han llegado los tiempos en que os quiero a todos ante el Tabernáculo, sobre todo quiero a vosotros
Sacerdotes, que sois los hijos predilectos de una Madre, que está siempre en acto de perenne adoración y de incesante reparación.
A través de vosotros, quiero que el culto eucarístico vuelva a florecer en toda la Iglesia de manera cada vez más intensa.
Debe cesar ya esta profunda crisis de piedad hacia la Eucaristía, que ha contaminado a toda la Iglesia, y que ha sido la raíz de
tan gran infidelidad, y de la difusión de una tan vasta apostasía.
Con todos mis predilectos e hijos a Mí consagrados, que forman parte de mi Movimiento, os pongo delante de cada
Tabernáculo de la tierra, para ofreceros en homenaje a Jesús, como las joyas más preciosas, y las más bellas y perfumadas flores.
Ahora, vuestra Madre Celeste quiere llevar a Jesús, presente en la Eucaristía, un número cada vez mayor de hijos, porque
estos son los tiempos en que Jesús Eucarístico debe ser adorado, amado, agradecido y glorificado por todos.
Hijos míos amadísimos, junto a Jesús que, en cada Tabernáculo se encuentra en perpetuo estado de víctima por vosotros, os
bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”
EXAMEN DE CONCIENCIA

(Para ver todo sobre la confesión y demás verdades católicas, recomiendo la lectura del libro PARA SALVARTE)
AL CONFESARTE
Oración antes del examen
Señor mío y Dios mío, que investigas los corazones y conoces las conciencias de los hombres: dame la
gracia de examinar sinceramente mis pecados y de comprender su malicia. Haz que los confiese bien y
me enmiende de ellos, para que merezca tu perdón y tu gracia en esta vida, y después la gloria eterna.
Amén.
EXAMEN PARA LA CONFESIÓN
Nota.- Para que un pecado sea grave hace falta:
1º, que la cosa sea grave, en sí o en sus circunstancias, o yo la tenga por grave, aunque de suyo no lo
sea;
2º, que al hacerla yo sepa que es grave;
3º, que quiera hacer lo que sé que es grave.

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Si falta alguna de estas condiciones, el pecado no será grave.
Un pecado objetivamente grave puede dejar de serlo por alguna circunstancia atenuante.
En este examen para la confesión pondremos en negrita las preguntas que supongan materia grave.
Cuando la gravedad varía según las circunstancias, no va en negrita
Este examen es casi exhaustivo.
PRIMER MANDAMIENTO
1. ¿Has profanado objetos religiosos o consagrados a Dios, o cometido algún otro sacrilegio? -
2. ¿Han sido pequeñas irreverencias con cosas sagradas o en lugares sagrados? - 3. ¿Te has confesado
sin arrepentimiento o sin propósito de la enmienda? (No está arrepentido ni tiene propósito de la
enmienda quien al acercarse a confesar quiere volver a cometer el pecado; pero sí lo tiene el que teme
volver a caer, aunque no quiera volver a pecar). - 4. ¿Te has callado voluntariamente algún pecado
grave en la confesión? - 5. ¿No has tenido sinceridad procurando engañar al confesor en cosa
importante relacionada con pecados graves? - 6. ¿Has confesado las circunstancias
agravantes de los pecados graves? - 7. ¿Sientes tranquilidad de tu última confesión? - 8. ¿Has
cumplido la penitencia? - 9. ¿Has comulgado a sabiendas en pecado grave? - 10. ¿Has recibido el
Sacramento de la Confirmación o del Matrimonio en pecado grave? - 11. ¿Crees en
supersticiones, v. gr.: BRUJAS, HORÓSCOPOS, NÚMERO 13, etc.? - 12. ¿Has consultado en serio
adivinos? - 13. ¿Lees, tienes o prestas libros, revistas o escritos contra la Religión? - 14. ¿Eres
decidido en destruir libros, revistas, postales, etc., contrarios a la fe o la moral? - 15. ¿Rezas de cuando
en cuando? (Nadie debería acostarse sin rezar tres Avemarías a la Santísima Virgen, que son prenda de
salvación eterna, y un Acto de Contrición, pidiendo perdón a Dios de todos sus pecados). - 16 ¿Te
distraes voluntariamente al rezar? - 17. ¿Tu oración es una auténtica conversación -de mente y de
corazón- con Dios, o es un puro rito exterior? - 18. ¿Has ofrecido a Dios tus trabajos, dolores y gozos? (En
los Apéndices tienes el Ofrecimiento de Obras del Apostolado de la Oración). - 19. ¿Procuras completar
tu formación religiosa con lecturas, consultas, sermones, conferencias religiosas, etc.? - 20. ¿Crees lo
que enseña la Iglesia Católica, o has sostenido ideas contrarias a ella? - 21. ¿Has negado o
dudado voluntariamente de alguna verdad de fe? (No es lo mismo una duda admitida
deliberadamente que una ocurrencia involuntaria). - 22. ¿Lo has manifestado a otros? - 23. ¿Evitas
cuanto pueda dañar tu fe? - 24. ¿Has profesado siempre, con vigor y sin temores, tu fe en Dios? - 25.
¿Has manifestado tu condición de cristiano en la vida pública y privada? - 26. ¿Es tu vida un testimonio
de fe ante los hombres? - 27. ¿Te has apoyado en la misericordia de Dios para cometer más pecados? -
28. ¿Te has animado a pecar pensando que ya te confesarás después? - 29. ¿Has acudido a Dios en las
tentaciones? - 30. ¿Tienes desconfianza en Dios dudando de su Amor y Providencia? - 31. ¿Te has
desesperado, o sublevado a sangre fría contra la Providencia de Dios? - 32. ¿Te has quejado de
Dios, no aceptando tus sufrimientos? - 33. ¿Has desconfiado de Dios? - 34. ¿Has soportado son serenidad
y paciencia los dolores y contrariedades de la vida? - 35. ¿Tienes obsesión por las cosas temporales y
olvidas a Dios? - 36. ¿Has tardado mucho tiempo en confesarte después de haber pecado gravemente? -
37. ¿Obras en tus cosas con recta intención? - 38. ¿Has tenido respeto humano para las cosas de la
Religión? - 39. ¿Has sido valiente para defender a la Iglesia siempre que ha sido posible y prudente
hacerlo? - 40. ¿Perteneces a sociedades irreligiosas que maquinan contra la Iglesia?. La
masonería es contraria a la doctrina católica y pecan gravemente los fieles que la profesan.
Según la Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, del 26-XI-83, está
prohibido que un católico se inscriba en la masonería, y el que lo haga está en pecado grave
y no puede acercarse a la comunión, porque «es un afiliación incompatible con la fe
católica». «Los fieles que profesan la doctrina marxista y anticristiana de los comunistas, y,
sobre todo, aquellos que la defienden y propagan, incurren de pleno derecho, como
apóstatas de la fe católica». - 41.¿Has asistido a alguna sesión de espiritismo? (La Iglesia
prohíbe asistir a sesiones de espiritismo, ni siquiera por curiosidad).
SEGUNDO MANDAMIENTO
1. ¿Has jurado en falso? - 2. ¿Has jurado con duda de la verdad de lo que jurabas? (Sobre el
grado de certeza necesario en el juramento, puedes ver el nº 64) - 3. ¿Has jurado con verdad, pero sin
necesidad y por costumbre? - 4. ¿Has jurado hacer algo malo, como vengarse, etc.? - 5. ¿Has
blasfemado a conciencia contra Dios, la Virgen o cosas santas? - 6. ¿Delante de otros? - 7. ¿Has
dicho palabras irreverentes de Dios, la Hostia, la Virgen o los Santos? - 8. ¿Has dicho chistes irreligiosos o
ridiculizando cosas de la Religión? - 9. ¿Has tenido respeto humano en mostrar tu catolicismo? - 10. ¿Has
hablado mal de la Iglesia, o de cosas santas? - 11. ¿Has criticado, sin fundamento y sin razón, a los
sacerdotes? - 12. ¿Has hablado o propagado algo contra la Religión? - 13. ¿Te has burlado de las
personas buenas, por el hecho de ser buenas? - 14. ¿Has faltado al respeto debido en el templo? - 15.

180
¿Has cumplido, pudiendo, los votos y las promesas hechas a Dios? (Si tienes pendiente algo de esto, que
te cuesta cumplir, díselo al confesor, por si conviene cambiarte la obligación).
TERCER MANDAMIENTO
1. ¿Has dejado de ir a Misa algún domingo o fiesta de precepto pudiendo ir? (En el nº 65, tienes
la lista de las fiestas de precepto). 2. ¿Has llegado tarde y te has quedado sin oír Misa entera sin
motivo suficiente? (Cumple con el precepto de oír Misa quien llega al Credo; pero se debe llegar antes
de salir el sacerdote al altar). - 3. ¿Te has distraído voluntariamente durante la Misa o cometido durante
ella alguna irreverencia? - 4. ¿Has dejado el Cumplimiento Pascual? (En el nº 51 tienes el tiempo de
hacer el Cumplimiento Pascual). - 5. ¿Frecuentas la Sagrada Comunión, según tus posibilidades? - 6.
¿Has sido causa de que otros no vayan a Misa o trabajen sin necesidad? - 7. ¿Dedicas alguna parte de tu
tiempo libre en bien de los demás en obras de caridad o apostolado?
CUARTO MANDAMIENTO
a) Hijos. 1. ¿Has contribuido en el seno de tu familia a la alegría de los demás y al buen ambiente
familiar, con tu paciencia y verdadero amor? - 2. ¿Eres culpable de que se rompa la paz y la unidad en la
familia? - 3. ¿Colaboras en las necesidades comunes? - 4. ¿Eres en tu casa un tormento para los demás?
- 5. ¿Has desobedecido a tus padres? - 6. ¿Te has burlado de ellos? - 7. ¿Los respetas? - 8. ¿Les has
respondido con aspereza? - 9. ¿Los has entristecido con tu conducta? - 10. ¿Les has negado la palabra? -
11. ¿Los has insultado? - 12. ¿Los has despreciado? - 13. ¿Los has maltratado? - 14. ¿Los has
amenazado? - 15. ¿Les has deseado algún mal? - 16. ¿Los tratas cariñosamente? - 17. ¿Les has hecho
llorar? - 18. ¿Has procurado atender sus deseos razonables sobre diversiones, amistades, noviazgos,
porvenir y elección de estado? (Los menores de edad tienen obligación grave de no mentir a sus padres
acerca de sus lecturas, diversiones, gastos, amistades, etc., pues esto es necesario para que los padres,
puedan cumplir la obligación grave que tienen de educar a sus hijos) - 19. ¿Te has avergonzado de ellos
públicamente porque son pobres, ignorantes o ancianos? - 20. ¿Los has tratado con dureza o
brusquedad? - 21. ¿Les das disgustos? - 22. ¿Les ayudas en todo lo que puedas? - 23. ¿Los has socorrido
en sus necesidades, tanto materiales como espirituales (Uno de los mayores pecados de los hijos para
con sus padres es no facilitarles a tiempo el que reciban los Últimos Sacramentos) . - 24. ¿Atiendes a tus
padres lo que debes con lo que ganas? - 25. Si han muerto, ¿te acuerdas de rezar por ellos y ofrecerles
alguna misa? - 26. ¿Has obedecido y respetado a tus superiores? - 27. ¿Tienes indisciplina y rebeldía? -
28. ¿Cumples tus obligaciones?
b) Hermanos. 1. ¿Has tratado bien a tus hermanos? - 2. ¿Has reñido con ellos? - 3. ¿Los has
maltratado? - 4. ¿Les niegas el habla prolongadamente? - 5. ¿Habéis hecho ya las paces? - 6. ¿Les tienes
envidia? - 7. ¿Les das mal ejemplo? - 8. ¿Has sido causa de que aprendan a contestar a tus padres, o a
desobedecer, o los has escandalizado en algo? - 9. ¿Has descubierto sus faltas graves a tus padres para
que los corrijan, a no ser que haya otro medio más eficaz? - 10. ¿Ayudas materialmente a tus hermanos
si ellos lo necesitan y tú puedes hacerlo?
c) Padres. 1. ¿Educas convenientemente a tus hijos en religión y en buenas costumbres? - 2. ¿Los
alimentas, vistes atiendes a su salud y desarrollo físico, e instruyes en religión y cultura? - 3. ¿Corriges
con cólera o injustamente a tus hijos? - 4. ¿Los corriges y castigas según merece la falta? - 5. ¿Tratas
cariñosamente a tus hijos? - 6. ¿Los has maldecido o deseado algún mal? - 7. ¿Los maltratas o tienes
atemorizados? - 8. ¿Los tienes mimados y consentidos, y no sabes oponerte a sus caprichos? - 9. ¿Les
ríes sus faltas y desvergüenzas? - 10. ¿Sabes imponer tu autoridad rectamente respetando su
personalidad? - 11. ¿Los dejas andar ociosos y vagos? - 12. ¿Sabes encontrar el equilibrio entre el
ejercicio de tu autoridad y el respeto a los gustos e ideas razonables de tus hijos? - 13. ¿Eres tolerante
con sus pecados? - 14. ¿Les das buen ejemplo en palabras y obras? - 15. ¿Hablas delante de tus hijos de
cosas que les pueden hacer daño espiritual? - 16. ¿Les das buenos consejos para que no peligre su fe y
su moral? - 17. ¿Les evitas los peligros de pecar? («Niños y niñas no deben dormir juntos a partir de los
cinco años). - 18. ¿Vigilas sus diversiones, amistades, lecturas y programas de televisión? - 19 . ¿Cuidas
de que en tu casa no entren revistas que puedan hacer daño espiritual a tus hijos? - 20. ¿Permites que
tus hijas lleven vestidos indecentes o se entreguen a diversiones peligrosas, como bailes deshonestos,
novios para pasar el rato, etc.? - 21. Si tienen novio formal, ¿tomas las debidas precauciones para que en
todo se porten como Dios manda? - 22. ¿Ayudas a tus hijos para que logren un estado de vida
acomodado a su condición? - 23. ¿Tienes preferencias injustificadas, o has perjudicado a tus hijos
injustamente en la herencia que les corresponde? - 24. ¿Has violentado a tus hijos en la elección de
estado o prohibido que se consagren a Dios?.- 25.¿Inculcas a tus hijos rectitud en el proceder, fidelidad
al deber y espíritu de trabajo? - 26. ¿Tienes arreglado tu testamento de modo que si faltas
inesperadamente no haya conflictos?. - 27. ¿Te has asesorado por personas competentes y honestas
para que tu testamento esté de acuerdo con tus principios cristianos, y su redacción no cause problemas

181
y conflictos a tus herederos? (El testamento debe redactarse a tiempo, con plenitud de facultades. Por
ejemplo, ya. Más vale antes que tarde).
d) Esposos. 1. ¿Tratas cariñosa y amablemente a tu cónyuge? - 2. ¿Le ahorras trabajos innecesarios? -
3. ¿Le has maltratado? - 4. ¿Os insultáis, reñís, etc.? - 5. ¿Tratáis en común vuestros problemas,
educación de los hijos, etc.? - 6. ¿Charláis con confianza y lucháis juntos para llevar adelante vuestro
hogar? - 7. ¿Quitas la libertad a tu cónyuge para lo bueno y lo lícito? - 8. Si le tienes que corregir, ¿lo
haces con cariño? - 9. ¿Tienes con tu cónyuge malos modos? - 10. ¿Le has desautorizado delante de tus
hijos? - 11. ¿Le apoyas para que pueda desempeñar cristianamente sus funciones con vuestros hijos? -
12. ¿Tienes celos infundados? - 13. ¿Por despiste pones a tu cónyuge en peligro de infidelidad? - 14. ¿Le
vigilas tanto que pareces un policía? - 15. ¿Le das disgustos sin motivo? - 16. Si eres marido, ¿das a tu
mujer lo suficiente para los gastos de la familia? - 17. ¿Malgastas el dinero en vanidades o vicios? - 18.
En el acto matrimonial, ¿te dejas llevar del egoísmo o el hedonismo? - 19. ¿ Practicas el acto conyugal
con verdadero amor? - 20. ¿Tienes cuidado de no usar del matrimonio con escándalo de los hijos o de
otros? (Los niños deben abandonar el dormitorio de sus padres al cumplir los dos años). - 21. ¿Faltas a
la fidelidad conyugal en obras o en deseos? - 22. ¿Usas rectamente del matrimonio? (Si en esto
tienes dudas, consulta con un sacerdote que sea de tu confianza).
e) Señoras y amas de casa. 1. ¿Das a su tiempo el salario justo y conveniente? - 2. ¿Cumples las
leyes con tus empleados? - 3. ¿Tienes asegurados convenientemente a tus empleados? - 4. ¿Tratas a tus
sirvientes con caridad cristiana, como a tus hermanos? - 5. ¿Te interesas por su bienestar, salud, su
familia..., en cuanto es posible? - 6. ¿Evitas cuanto puedes su perversión moral y los peligros de sus
almas? - 7. Si tienes algún cargo o ejerces alguna autoridad, ¿los usas para tu utilidad personal, o para el
bien de los demás en espíritu de servicio? - 8. ¿Has cumplido tus promesas y contratos? - 9. ¿Te
preocupas de que tus subordinados no perviertan a otros? - 10. ¿Facilitas el ejercicio de los deberes
religiosos de tus empleadas de hogar? - 11. ¿Les pones trabajos superiores a sus fuerzas? - 12. ¿Les
encargas trabajos que ofenden su conciencia? - 13. ¿Procuras que tus empleadas de hogar tengan una
alimentación y habitación dignas? - 14. ¿Vigilas para que tus hijos no encuentren ocasión de pecado
dentro del recinto doméstico? - 15. ¿Admites a tu servicio mujeres de dudosa reputación? - 16. ¿Les
haces trabajar hasta altas horas de la noche? - 17. ¿Les niegas el necesario descanso? - 18. ¿Les
insultas, o maltratas? - 19. ¿Sabes mandar con amabilidad?
f) Superiores y funcionarios. 1. ¿Tratas con justicia y caridad a tus subordinados? - 2. ¿Procuras que
se guarden las leyes justas? - 3. ¿Tienes asegurados convenientemente a tus obreros y empleados? - 4.
¿Has guardado justicia en la distribución de cargos, empleos, privilegios, honores y premios? - 5. ¿Has
dado cargos de responsabilidad a personas que pueden hacer daño? - 6. ¿Has protegido a los pobres y
desvalidos? - 7. ¿Atiendes sin razón a recomendaciones? - 8. ¿Te has dejado sobornar por dinero? (No
son sobornos los regalos y las propinas que se dan por favores que no han sido contra la justicia). - 9.
¿Cumples y haces cumplir las leyes y reglamentos justos? - 10. ¿Mandas lo que debes mandar? - 11.
¿Toleras injusticias que podrías cortar? - 12. Si tienes algún cargo o ejerces alguna autoridad, ¿la usas
para tu utilidad personal, o para el bien de los demás, en espíritu de servicio? - 13. ¿Evitas los
escándalos y abusos de otros, o los toleras por temor a algún poderoso, por respeto humano o por
provecho propio? - 14. ¿Has tomado determinaciones injustas o despachado expedientes injustos? - 15.
¿Haces todo el bien que puedes? - 16. ¿Has cumplido a conciencia tus obligaciones? - 17. ¿Das ejemplo
de puntualidad y laboriosidad en tu trabajo? - 18. ¿Trabajas con honradez el tiempo debido? - 19. El
esfuerzo que pones en tu trabajo, ¿responde al dinero que ganas? - 20. ¿Has perjudicado a alguien con
tu descuido en el desempeño de tu cargo? - 21. Si influyes en las primas, incentivos, etc., que ganan tus
subordinados, ¿das realmente a cada cual lo que merece, o favoreces a los que te son simpáticos y
perjudicas a los que te son antipáticos? - 22. ¿Te has aprovechado indebidamente de tu cargo? - 23. Si
hay mujeres trabajando contigo, ¿encuentran en ti un caballero, o, por el contrario, un tormento o una
tentación? - 24. ¿Has cumplido a conciencia tus obligaciones? - 25. ¿Eres diligente en despachar los
asuntos de otros que están esperando tu tramitación? - 26. ¿Pospones los negocios de los pobres a los
de los ricos, perjudicando a aquéllos con el retraso? - 27. ¿Eres atento y amable con todos los que
acuden a ti? - 28. ¿Cuidas de que tus subalternos no traten mal a los que acuden a ellos? - 29. ¿Son tus
modales duros, despóticos o desagradables? - 30. ¿Repercuten en el trato con tus subordinados tus
disgustos familiares o tu dolor de estómago? - 31. ¿Sabes mandar con amabilidad? - 32. Cuando haya
que reprender, ¿procuras hacerlo constructivamente, sin ofender ni injuriar? - 33. ¿Felicitas a tus
subordinados cuando su trabajo lo merece para que puedan ellos tener la satisfacción de sentirse útiles
a los demás?
g) Patronos. 1. ¿Das a su tiempo el salario justo y conveniente? - 2. ¿Hay armonía entre lo que ganan
tus obreros y los beneficios que tú sacas de ese trabajo? - 3. ¿Eres culpable del hambre de tus
obreros por darles salarios insuficientes? - 4. ¿Tienes bien clasificados a tus obreros pagándoles

182
conforme a la categoría del trabajo que de hecho realizan? - 5. ¿Les pagas equitativamente las horas
extraordinarias, y los trabajos especialmente duros o peligrosos? - 6. ¿Guardas con ellos las leyes? - 7.
¿Tienes asegurados convenientemente a tus obreros? - 8. ¿Has cumplido tus promesas y contratos? - 9.
¿Dotas a tus obreros del equipo suficiente para suavizar en lo posible la dureza del trabajo? - 10. ¿Las
condiciones de higiene y seguridad en el trabajo son tales que tú en su lugar no pedirías más? - 11.
¿Procuras estar informado de las circunstancias en que trabajan tus obreros y las dificultades que tienen,
o tu negligencia en enterarte de las cosas es causa de que ellos sufran injustamente? - 12. ¿Te esfuerzas
en complacer a tus obreros en sus deseos razonables? - 13. ¿Tratas a tus obreros con caridad cristiana
como a tus hermanos? - 14. ¿Te interesas por su bienestar, su salud, su familia..., en cuanto esto sea
posible? - 15. ¿Evitas cuanto puedas su perversión moral y los peligros de sus almas? - 16. ¿Evitas en lo
posible la promiscuidad de sexos? - 17. ¿Te preocupas de que tus jefes de taller o de oficina no
perviertan al personal que tienen a sus órdenes? - 18. ¿Das buen ejemplo con una actitud irreprochable
para con las mujeres que tienes a tu servicio? - 19. ¿Facilitas el ejercicio de los deberes religiosos de tu
personal? - 20. ¿Les encargas trabajos que ofenden su conciencia? - 21. ¿Les impones trabajos
superiores a sus fuerzas? - 22. ¿Aprecias el esfuerzo realizado y reconoces su mérito para que tus
subordinados gocen de esta satisfacción? - 23. ¿Abusas de los necesitados? - 24. ¿Te procuras ganancias
desproporcionadas? - 25. ¿Has perjudicado injustamente a alguna persona con tus negocios? - 26. ¿Te
preocupas de la moral en los negocios y de tener rectamente formada la conciencia profesional? - 27.
¿Cumples con la justicia social y cooperas al remedio de las circunstancias difíciles para los obreros? -
28. ¿Contribuyes, según tus posibilidades, al remedio de la sociedad, empleando tu capital en forma que
proporcione trabajo al obrero? - 29. ¿Das a tus obreros ejemplo de patrono católico por tu piedad, tus
costumbres y tu justicia?
h) Obreros. 1. ¿Obedeces y respetas a tus superiores? - 2. ¿Cumples tus contratos justos? - 3. ¿Cuidas
las cosas de tus patronos? - 4. ¿Les haces daño sin necesidad en sus bienes? - 5. ¿Malgastas sin
necesidad materiales o energía? - 6. ¿Cuidas los instrumentos de trabajo como si fueran tuyos? - 7.
¿Trabajas con diligencia el tiempo debido? - 8. Si otro trabajara para ti, ¿te parecería suficiente si rindiera
lo mismo que rindes tú en el trabajo? - 9. ¿Das buen ejemplo de honradez y de fidelidad? - 10. ¿Guardas
los secretos de fabricación de la empresa en que trabajas o has trabajado? - 11. ¿Impides, sin derecho,
que trabajen otros que lo necesitan? - 12. ¿Son lícitos los medios que empleas para defender tus
derechos? - 13. ¿Das buen ejemplo a tus compañeros de trabajo? - 14. ¿Eres responsable de la
perversión de los jóvenes que trabajan contigo? - 15. ¿Te esfuerzas en mejorar el ambiente como lo
harías si fueran hijos tuyos? - 16. ¿Influyes con tus blasfemias, palabras soeces, conversaciones
inmorales, fotografías obscenas en taquillas, etc., a la degradación de tu ambiente de trabajo? - 17. Si
hay mujeres trabajando contigo, ¿las respetas como te gusta que respeten a tu mujer y a tus hijas? - 18.
¿Ayudas a tus compañeros en lo que necesiten siempre que te es posible? - 19. ¿Haces todo lo que
puedes para acercarlos a Dios?
i) Todos. 1. ¿Pudiste hacer bien a otros y no lo hiciste? - 2. ¿Te portas con los demás como quieres que
los demás se porten contigo? - 3. ¿Cumples a conciencia tus obligaciones profesionales? - 4. ¿Eres
egoísta, olvidándote de los derechos o necesidades del prójimo, cuando entran por medio tus intereses?
- 5. ¿Cumples tu obligación de cristiano de propagar y aumentar la fe de los que te rodean? - 6.
¿Recomiendas y regalas libros religiosos que te hayan hecho bien espiritual a ti y pueden hacérselo a
otros? - 7. ¿Te sacrificas por los demás? - 8. ¿Procuras hacer el bien que puedes a tu alrededor? - 9. ¿Has
denunciado a los malhechores para evitar que sigan haciendo daño? - 10. ¿Has cometido alguna
injusticia? - 11. ¿Algún negocio sucio? - 12. ¿Obedeces las leyes justas? - 13. ¿Pagas los impuestos
justos? - 14. ¿Votas a candidatos políticos que actuarán contra la Iglesia? - 15. ¿Te abstienes en las
votaciones políticas dejando así que ganen los que van contra la Iglesia? - 16. ¿Has hablado de las
autoridades con el respeto debido, reconociendo que el ejercicio del poder es cosa compleja y difícil, y
que también los hombres honrados son capaces de error, o te has dejado llevar de críticas injustas, o
simplemente inoportunas, que destruyen en lugar de construir? - 17. ¿Te portas en todo como ciudadano
ejemplar, como corresponde a un buen católico? - 18. ¿Contribuyes según tus posibilidades al bien
común y prosperidad de tu Patria? - 19. ¿Aceptas con humildad las reprensiones o consejos razonables
que recibas? - 20. ¿Has despreciado injusta y conscientemente la autoridad de un superior legítimo?
QUINTO MANDAMIENTO.
1. ¿Has asesinado a alguien? - 2. Has procurado el aborto? - 3. ¿Se ha producido? - 4. ¿Has
cooperado a él? - 5. ¿Has intentado suicidarte? - 6. ¿Has incitado directamente a otros, al
suicidio, al aborto, o a algún crimen? - 7. ¿Has cumplido la obligación de denunciar a los
malhechores para el bien de la sociedad? - 8. ¿Has puesto en peligro tu vida sin necesidad? - 9. ¿Has
puesto en peligro tu vida o la de otros faltando al código de circulación; por ejemplo: adelantando sin
visibilidad, deslumbrando con los faros, yendo en bicicleta de noche y sin luz, cruzando la calle sin mirar

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antes si viene algún coche, etc.? - 10. ¿Has herido o golpeado a otra persona sin motivo razonable? - 11.
¿Has insultado a otros? - 12. ¿Has injuriado o maldecido? - 13. ¿Tienes odio o rencor a alguien? - 14. ¿Es
odio a muerte? - 15. ¿Niegas el saludo o el habla a alguna persona sin causa razonable o demasiado
tiempo? - 16. ¿Deseas en serio males graves para otra persona? - 17. ¿Te has vengado o deseado
vengarte? - 18. ¿Te has entristecido de su prosperidad o alegrado de su desgracia? - 19. ¿Has maldecido
a otros? - 20. ¿Has sido causa de riñas o enemistades? - 21. ¿Fomentas antipatías? - 22. ¿Tienes
paciencia con las flaquezas del prójimo? - 23. ¿Te dejas llevar de la vanidad y de la vanagloria? - 24. ¿Te
has alegrado del mal ajeno o pesado de su bien? - 25. ¿Te has negado a perdonar y a hacer las paces? -
26. Si has ofendido a alguien, ¿le has dado satisfacción explícita o tácitamente? - 27. Si alguien te ha
injuriado, ¿muestras disposición a la paz y a conceder, por el amor de Cristo, el perdón; o mantienes
odios y deseos de venganza? - 28. ¿Tienes mal genio y riñes sin motivo? - 29. ¿Riñes frecuentemente con
los de tu familia? - 30. ¿Tardas en reconciliarte? - 31. ¿Desprecias a los demás? - 32. ¿Dominas tu mal
genio? - 33. ¿Te enfadas con facilidad? - 34. ¿Tratas al prójimo con altanería? - 35. ¿Te has burlado de
otros ridiculizándolos y faltando a la caridad? - 36. ¿Has dado a alguien un disgusto grave, sin
razón que lo justifique? - 37. ¿Has despreciado a tus prójimos, sobre todo a los pobres, débiles,
ancianos, extranjeros y hombres de otras razas? - 38. ¿Has impuesto tu voluntad a los demás en contra
de su libertad y derechos? - 39. ¿Abusas de tus hermanos usándolos para tus fines, o portándote con
ellos como no quisieras que se portasen contigo? - 40. ¿Molestas con tus burlas o bromas pesadas? - 41.
¿Eres amable y servicial? - 42. ¿Te preocupas del bien del prójimo avisándole del peligro material o
espiritual como pide la caridad cristiana? - 43. ¿Haces el apostolado que puedes conforme a tu vocación
cristiana? - 44. ¿Tratas a los demás con caridad cristiana? - 45. ¿Te has drogado? - 46. ¿Te has
embriagado hasta perder la razón? - 47. ¿Has bebido de manera que, por haberte alegrado
demasiado, has cometido pecados que no hubieras cometido sin beber? - 48. ¿Has dado bebidas con
malos fines? - 49. ¿Gastas demasiado en bebidas o manjares exquisitos? - 50. ¿Has dado mal ejemplo? -
51. ¿Ha sido en algo grave que haya inducido a otros a pecado? - 52. ¿Has escandalizado a
otros enseñándoles o incitándoles a pecar gravemente? - 53. ¿Has sido causa consciente y
voluntaria de pecados graves de otros, pudiendo y debiendo haberlo evitado? - 54. ¿Les has
dado fotografías, libros, revistas, periódicos malos? - 55. ¿Has dejado de mirar por el bien ajeno,
pudiendo fácilmente evitar daño? - 56. ¿Te sacrificas por el bien de los demás? - 57. ¿Eres egoísta y
piensas sólo en ti? - 58. ¿Te interesas por los que te rodean? - 59. ¿Has cumplido tu obligación de
denunciar a los malhechores? - 60. ¿Has dado disgustos sin causa? - 61. ¿Ayudas a los necesitados
según tus posibilidades? - 62. ¿Participas en las obras de apostolado y de caridad de la Iglesia y en la
vida de tu Parroquia? - 63. ¿Has orado por la unidad de la Iglesia, la evangelización de los pueblos, la
realización de la paz y de la justicia? - 64. ¿Te preocupas de acercar a Dios a los demás dando consejos,
recomendando libros y revistas religiosas que te han hecho bien, y sobre todo con el ejemplo de tu vida?

SEXTO Y NONO MANDAMIENTOS.


1. ¿Has cometido alguna acción gravemente deshonesta? - 2. ¿A solas? - 3. ¿Con otra persona?
- 4. ¿De qué clase: soltera, casada, pariente, o del mismo sexo? - 5. ¿Ha sido sólo tocando o
has llegado hasta lo último? - 6. En este caso, ¿la consecuencia ha sido un embarazo? (Esto
trae consigo ciertas obligaciones graves que debes preguntar al confesor). - 7. ¿Te has puesto
voluntariamente en peligro próximo de pecar gravemente, o no lo has evitado pudiendo y
debiendo hacerlo? - 8. ¿Te has rozado con alguna cosa o persona con intención deshonesta? -
9. ¿Has bailado con intención deshonesta? - 10. ¿Has tenido tactos deshonestos por impulsos
de lujuria? - 11. ¿Has besado o abrazado con deseo deshonesto? - 12. ¿Has buscado
conscientemente provocarte una excitación carnal? - 13. ¿Te has puesto en peligro grave,
voluntariamente y sin causa que lo justifique, de provocarte movimientos voluptuosos y de
consentir en ellos? - 14. ¿Procuras rechazar desde el principio las tentaciones deshonestas? - 15. ¿Has
hecho gestos deshonestos? - 16. ¿Has dicho palabras groseras y malsonantes? - 17. ¿Has tenido
conversaciones obscenas, contado chistes verdes o cantado canciones deshonestas? (En el nº 68
encontrarás quienes son los que pecan en las conversaciones deshonestas). - 18. ¿Has fomentado estas
conversaciones? - 19. ¿Oyes cosas gravemente deshonestas, complaciéndote voluntariamente?
- 20. ¿Has leído, escrito o dibujado, por gusto, sin razón que lo justifique, cosas gravemente
deshonestas? - 21. ¿Tienes libros, revistas, fotografías, grabados inmorales? - 22. ¿Los has prestado? -
23. ¿Has seguido leyendo un libro después de advertir que era un peligro para tu alma? - 24. ¿Has
mirado con intención deshonesta? (No es lo mismo mirar detenida y voluntariamente, que ver sin
querer, de paso y sin fijarse, o por necesidad) - 25.¿Has ido a espectáculos gravemente
deshonestos? - 26. ¿Has asistido a diversiones inmorales que son para ti ocasión próxima de pecado?
(En el nº 85, al final, te explico la diferencia entre ocasión próxima y remota). - 27. ¿Cooperas o encubres
acciones deshonestas? - 28. ¿Tienes relaciones amorosas por pasatiempo, sin ánimo de casarte? - 29. En

184
el noviazgo, ¿te portas con seriedad y sabes guardar la moderación debida en las manifestaciones de
amor, evitando el peligro de pecar? - 30. ¿Procuras conocer el carácter, modo de ser, defectos y virtudes
de tu novio (o novia), para enamorarte más del alma que del cuerpo? - 31. ¿Le engañas o impides que te
conozca a ti como realmente eres? - 32. ¿Procuras corregirte de tus defectos para hacerte más digno de
su amor? - 33. ¿Procuras ayudarle espiritualmente, o eres para él (o ella) un tormento y una tentación? -
34. ¿Sabes sacrificarte para atender a sus gustos razonables? - 35. ¿Le guardas la misma fidelidad que te
gusta te guarde a ti? - 36. ¿En vuestras expresiones cariñosas, pierdes el control y haces lo que
es derecho exclusivo de casados? (El funcionamiento voluntario del aparato genital, es sólo lícito
dentro del matrimonio). - 37. ¿Tienes en cuenta los consejos razonables de tus padres sobre tu
noviazgo? - 38. ¿Procuras ganarte su familia y que la tuya también le acepten?. - 39. ¿Tienes amistades
que son ocasión habitual de pecado? - 40. ¿Estás en disposición de dejarlas? - 41. ¿Evitas las ocasiones
de pecar? - 42. ¿Te has puesto voluntariamente en peligro de pecar? - 43. ¿Vas a sitios de perdición?
- 44. ¿Llevas a otros? - 45. ¿Has tenido deseos deshonestos consentidos deliberadamente,
aunque no los hayas ejecutado? - 46. ¿Era una persona casada o que por alguna circunstancia
tenga gravedad especial ? (Pariente, del mismo sexo, etc.). - 47. ¿Has tenido pensamientos
deshonestos deleitándote voluntariamente en ellos? (No es lo mismo sentir malos deseos y
tener malos pensamientos, que consentir deleitándose voluntariamente en ellos). - 48. ¿Has
codiciado deshonestamente y con deliberación a otra persona que no es tu cónyuge?
SÉPTIMO Y DÉCIMO MANDAMIENTOS.
1. ¿Te has apropiado de algo que no sea tuyo? - 2. ¿Ha sido con violencia, o a persona pobre, o en lugar
sagrado, o con cualquiera otra circunstancia agravante? - 3. ¿Has intentado o deseado robar al prójimo,
o hacerle daño en sus bienes, o lo has aconsejado? - 4. ¿Has cooperado al robo en alguna forma,
aconsejando, ayudando, encubriendo, etc.? - 5. ¿Has devuelto lo encontrado, si sabes de quién es? - 6. Si
no lo sabes, ¿has procurado averiguarlo con diligencia proporcionada a la importancia de la cosa? - 7.
¿Has devuelto las cosas prestadas? - 8. ¿Has hecho daño grave voluntariamente a otros en sus
bienes? - 9. ¿Has cooperado a sabiendas al daño del prójimo? - 10. ¿Has sido cómplice o has encubierto
alguna injusticia? - 11. ¿Has rehusado, por egoísmo, presentarte como testigo de la inocencia de
alguien? - 12. ¿Has cumplido los legados y testamentos? - 13. ¿Has comprado a sabiendas lo robado? -
14. ¿Has restituido lo robado y reparado el daño ocasionado según tus posibilidades? - 15. Si no lo has
hecho ya, ¿estás en disposición de restituir? - 16. ¿Te has aprovechado de la necesidad ajena para sacar
el dinero? - 17. ¿Has hecho trampas en las compras o en las ventas? (Aunque lo que se robe cada vez
sea poco, puede llegar a pecado grave por acumulación). - 18. ¿Has jugado cantidades grandes de
dinero? - 19. ¿Has hecho trampas en el juego? (Tienes que devolver lo ganado con trampa, al
perjudicado, o darlo de limosna. Si tienes dudas, pregunta al confesor). - 20. ¿Has pasado monedas
falsas o sisado en las compras? - 21. ¿Has retenido dinero de otros, necesitándolo ellos? - 22. ¿Has
prestado dinero con usura? - 23. ¿Has faltado a la justicia en tus contratos o negocios? - 24. ¿Cumples
tus contratos y compromisos? - 25. ¿Te aprovechas de la ignorancia, debilidad o descuido de otros? - 26.
¿Cumples lo mejor que puedes tus obligaciones profesionales? - 27. ¿Has reparado el daño que has
hecho a otro? - 28. ¿Has dado menos salario de lo justo? - 29. ¿Has cobrado más de lo justo? - 30.
¿Exiges dinero por un servicio al que tienes obligación por tu cargo ya retribuido? (Es distinto un regalo
hecho libremente por quien está agradecido a tu servicio). - 31. ¿Cobras por servicios que no has
desempeñado o desempeñado mal? - 32. ¿Sacas de tu negocio ganancias desproporcionadas? - 33.
¿Cooperas, según tus posibilidades, a la implantación de la justicia social? - 34. ¿Consideras como
problema personal tuyo la tragedia de tus hermanos, los padres de familia sin trabajo, y la de todos
aquellos que no ganan lo suficiente para sustentar a sus hijos? - 35. ¿Das limosna de acuerdo con tus
ingresos o tus gastos superfluos? (Al final del nº 69 tienes una norma orientadora para cumplir esta
obligación). - 36. ¿Has derrochado en lujos y vanidades lo que a ti te sobra y otros necesitan? - 37. ¿Has
cumplido con tus deberes cívicos? - 38. ¿Has pagado sin fraude los impuestos justos, razonablemente
determinados por la ley, en cuanto lo permitan tus posibilidades? - 39. ¿Qué uso has hecho de tu tiempo,
de tus fuerzas y de los dones que Dios te dio? - 40. ¿Los has puesto al servicio del prójimo cuando te ha
sido posible? - 41. ¿Los has usado en superarte y perfeccionarte a ti mismo? - 42. ¿Has tenido pereza y
ociosidad?
OCTAVO MANDAMIENTO.
1. ¿Has mentido con daño grave para el prójimo? - 2. ¿Ha sido una mentira sin importancia? - 3.
¿Has actuado de testigo falso? - 4. ¿Has calumniado, atribuyendo a otros faltas graves falsas? - 5.
¿Has reparado los daños ocasionados por la mentira o la calumnia? - 6. ¿Has descubierto sin justa causa
faltas ocultas, aunque sean ciertas? - 7. ¿Has revelado secretos sin razón seria y proporcionada para
ello? - 8. ¿Has leído cartas de otros contra la voluntad de éstos? - 9. ¿Te has puesto a escuchar
cosas secretas? - 10. ¿Has criticado sin motivo? - 11. ¿Has oído con gusto murmuraciones de otros? - 12.

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¿Has dado pie a esas murmuraciones? - 13. ¿Has sembrado discordia entre otros con cuentos y chismes,
verdaderos o falsos? - 14. ¿Has dejado mal a tus compañeros delante de otros? - 15. ¿Has exagerado
defectos ajenos? - 16. ¿Has tenido medias palabras o insinuaciones, infundiendo sospechas de otros
inmerecidamente? - 17. ¿Has dejado de restituir la fama, pudiendo? - 18. ¿Has juzgado mal de otra
persona sin fundamento suficiente? - 19. ¿Has comunicado a otros tus juicios temerarios? - 20. ¿Has
interpretado mal la conducta del prójimo sin esforzarte por comprenderlo? - 21. ¿Has permitido la
murmuración debiendo cortarla? - 22. ¿Has dejado de defender al prójimo, difamado o calumniado,
pudiendo con facilidad hacerlo?
MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA.
(Nota.- Los tres primeros se han incluido en los Mandamiento de la Ley de Dios). 1. ¿Guardas
el ayuno y la abstinencia conforme lo manda la Santa Madre Iglesia y según corresponde a tu estado?
(En el nº 73 tienes la explicación de cómo y a quiénes obliga el ayuno y la abstinencia). - 2. ¿Colaboras
según tu posición a los gastos del culto y clero, o a obras de apostolado, y a las necesidades de la
Iglesia? - 3. ¿Oras por la unidad de los cristianos, la evangelización de los pueblos, y la libertad de la
Iglesia para que pueda cumplir su misión entre los hombres?
Acto de Contrición
Rézalo despacio y de corazón antes de acercarte a confesar
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre, y Redentor mío; por ser Tú quien eres,
Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa (golpéate el pecho) de todo corazón de
haberte ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de tu divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia
que me fuere impuesta. Amén.
Modo práctico de confesarte
Después de hecho el examen de conciencia y rezado de corazón el Acto de Contrición, te acercas al
confesionario. Si hay tiempo, y tienes a mano una Biblia sería bueno que leyeses algún pasaje que te
ayude al arrepentimiento.
Cuando te llegue el turno, te santiguas, te diriges al confesor y, de pie o de rodillas (según sea la
costumbre) le saludas diciendo: Ave María Purísima. Él te contestará: Sin pecado concebida. (Ritual de
Penitencia, nº 16. 1975)
Enseguida dirás con humildad, sinceridad y arrepentimiento: Hace... (el tiempo que haya pasado poco
más o menos desde la última confesión) que no me he confesado. Cumplí (o no cumplí) la penitencia. No
callé ningún pecado grave (o callé a sabiendas un pecado, dos o tres, etc.). Tampoco me olvidé de
ninguno (o me olvidé de estos pecados: díselos al confesor). Desde entonces he cometido los pecados
siguientes:: ( Dile los que recuerdes según el orden de los mandamientos, añadiendo siempre las
circunstancias agravantes y cuántas veces has cometido cada pecado grave. Si no recuerdas el número
exacto, puedes decirlo aproximadamente, por ejemplo, cuántas veces al día, a la semana o al mes.
Si, gracias a Dios, no tienes pecados graves, al final puedes decir: «Me acuso también y me arrepiento
de todos los pecados de mi vida pasada, principalmente de los que he cometido contra la pureza,
paciencia y caridad».
Es mejor que te confieses tú solo; pero si no te atreves, dile al Padre que te ayude. Y si, al terminar el
confesor de preguntarte, te acuerdas de algún otro pecado grave, díselo tú mismo.
No tengas miedo de decírselo todo. El confesor no se extrañará de nada y te guardará el secreto, aunque
le cueste la vida. Además, tiene obligación de recibir con cariño y misericordia -como hacía el mismo
Jesucristo- a todos los pecadores arrepentidos. Si lo dices todo, te quedará una gran paz en el alma. Si
no, el remordimiento no te dejará vivir tranquilo.
Si no estás en disposición de confesarte con arrepentimiento de todos los pecados graves que has
cometido, es preferible que no te confieses. Si te confiesas mal, no sólo no alcanzarás el perdón de
ningún pecado, sino que añades otro terrible, que se llama sacrilegio.
Tienes obligación de decir -aunque el confesor no te lo pregunte- todos los pecados graves no
confesados todavía o confesados mal. Si callaste algún pecado por olvido, no te preocupes: la confesión
vale. Pecado olvidado es pecado perdonado. Basta con que lo digas, si fue grave, en la próxima
confesión.
Expón al confesor los problemas que tengas para vivir bien tu fe. Atiende a los consejos que el confesor
te dé para ayudarte. Si te queda alguna duda, pregúntasela.

186
Fíjate en la penitencia que te impone. Si no sabes o no puedes cumplirla, díselo para que te imponga
otra distinta.
Mientras el Padre te da la bendición para perdonarte tus pecados, reza el «Señor mío Jesucristo»; y si no
lo sabes, golpéate el pecho, diciendo varias veces de corazón: «¡Dios mío, perdóname!»
Terminada la confesión, procura cumplirla cuanto antes la penitencia. Si se te ha olvidado, pregúntasela
otra vez al confesor. Y si esto ya no es posible, si quieres, puedes hacer lo que en casos semejantes te
suelen poner. Pero basta que en la próxima confesión le digas al confesor lo que te ha ocurrido.
Si terminaste de preparar tu confesión y tienes todavía tiempo, podrías meditar alguna de estas frases:
«Perdóname, que soy un pecador» (Lucas, 18: 13).
«Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Lucas,7:49).
«No vuelvas a pecar más» (Juan, 8: 11).
«Yo soy el Buen Pastor» (Juan, 10:11).
«Arrojaré tus pecados al fondo del mar»(Miqueas, 7: 19)
«Perdonaré su culpa y no recordaré más sus pecados» (Profeta Jeremías, 31:34).
«Dios quiere que todos se salven» (Primera Carta a Timoteo, 2: 4).

Antes de la confesión con el sacerdote, debe hacerse un buen examen de conciencia, por eso también he incluido estos
cuestionarios para realizar el examen:
A. SIGUIENDO LOS MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se refieren más al amor de
Dios y los otros siete más al amor del prójimo (Cat. Igl. Cat.).
¿Cuánto tiempo hace que no me confieso?
¿Callé algún pecado grave por vergüenza o me confesé sin el debido arrepentimiento?
¿Cumplí las penitencias anteriores
Primer mandamiento
¿He dudado de Dios? ¿He negado a Dios?
¿He dudado de las verdades reveladas?
¿Me he preocupado en acrecentar mi formación moral y religiosa?
¿He disipado las dudas con quien tiene autoridad?
¿He leído libros anticristianos aprobándolos?
¿Me avergüenzo de mi religión ante los que se burlan de ella?
¿Me dejo llevar de ideas y consejos de personas inmorales o sin religión?
¿He abusado de la misericordia divina?
¿Me he quejado de Dios en las adversidades?
¿He sido negligente en el servicio de Dios?
¿He dejado de cumplir las promesas o votos?
¿He creído en supersticiones?
¿He acudido a diversos modos de adivinación o de magia?
Segundo mandamiento
¿He dicho palabras ofensivas o burlas contra Dios, la Virgen, los santos o las cosas sagradas?
¿He jurado falsamente o sin necesidad en nombre de Dios?
Tercer mandamiento
¿Falto a Misa los domingos o fiestas de precepto pudiendo asistir?
¿Participo de la Misa con indiferencia?
¿Santifico el día del Señor absteniéndome de las obras que impiden la oración, las buenas obras y el debido descanso del
cuerpo?
¿He hecho ayuno y abstinencia en los días indicados por la Iglesia?
Cuarto mandamiento
¿He faltado a la obediencia a mis padres, superiores o maestros?
¿Les he faltado al respeto o les he causado disgustos?
¿Me he ocupado de las necesidades materiales y espirituales de mis padres?
¿Tengo buena relación con mis hermanos?
¿He sido injusto con mis hijos, empleados o subalternos?

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¿He sido respetuoso y justo con mi cónyuge?
¿He cumplido mis deberes para con la patria?
Quinto mandamiento
¿He causado algún mal físico a otra persona?
¿He aconsejado, colaborado o realizado un aborto?
¿He descuidado mi salud o arriesgado la vida sin necesidad?
¿Me he embriagado o consumido drogas?
¿He deseado algún mal físico o moral a otra persona?
¿Guardo odio, rencor o antipatía a alguien?
¿He alimentado deseos de venganza?
¿He dañado la buena fama de otros?
¿He comentado defectos ajenos sin necesidad o con mala intención?
¿He sido causa de que otros pecaran con consejos o malos ejemplos?
¿He escandalizado con mi conducta individual, familiar o profesional?
Sexto y Noveno mandamiento
¿Me he entretenido con pensamientos y deseos impuros?
¿Me he puesto en ocasión de pecado con miradas, revistas, películas o espectáculos deshonestos?
¿Tengo malas conversaciones y amistades?
¿Llevo con castidad el noviazgo o soy para el otro causa de pecado?
¿He cometido actos impuros solo o con otra persona?
¿casado o soltero, del mismo sexo o pariente?
¿He faltado a la fidelidad conyugal de pensamiento u obra?
¿He regulado la natalidad por egoísmo?
¿He impedido la fecundidad por medios antinaturales que la enseñanza de la Iglesia reprueba?
Séptimo y Décimo mandamientos
¿He robado o he colaborado a un robo?
¿He dañado la propiedad o el trabajo de otro?
¿He hecho dinero por medios ilícitos?
¿He restituido lo ajeno o reparado el daño?
¿He deseado con envidia los bienes ajenos?
¿He contribuido al sostenimiento de la Iglesia?
Octavo mandamiento
¿He mentido; aun para hacer un bien o evitar un mal?
¿He calumniado?
¿He hecho juicios temerarios?
B. SIGUIENDO LOS VICIOS CAPITALES
¿Soy orgulloso?
¿Centro todo en mí mismo?
¿Tengo desordenado apego a mi propia voluntad y mi propia opinión?
¿No reconozco mis errores y defectos?
¿Busco o me complazco en el reconocimiento de los hombres por lo que tengo o soy?
¿Tengo codicia de dinero o de poseer cada vez más?
¿Tengo ambición de fama o poder?
¿He perjudicado a mi familia o a otros por codicia o ambición?
¿Tengo poca confianza en la Providencia y excesiva solicitud por el futuro?
¿Me dejo llevar por la lujuria en pensamientos, palabras y obras?
¿Me aparto de las ocasiones de pecado y pongo los remedios adecuados?
¿Soy irascible, rencoroso o vengativo?
¿He cometido ofensas o injusticias por ira?
¿He buscado negligentemente a Dios en la oración, las buenas obras o los sacramentos?
¿Me he apartado de la vida cristiana porque me resultaba árida o difícil?
¿Me excedo en el comer o en el beber?
¿Me he entristecido del bien de otro?
¿Me he alegrado del mal de otro?

C. SIGUIENDO LAS VIRTUDES DE LA PERFECCIÓN EVANGÉLICA

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Sobre la vida de oración ¿He intentado ordenar la vida según la voluntad de
Dios con todo el corazón y con todas las fuerzas?
¿He rezado cotidianamente mis oraciones?
¿Me he esforzado en participar con fervor en los actos Sobre las virtudes cardinales
de culto? PRUDENCIA
¿Mantengo alguna buena lectura espiritual o
formativa? ¿He obrado con precipitación y poco juicio?
¿Ofrezco a Dios todas las actividades del día? ¿He demorado decisiones importantes de la vida?
¿No he pedido consejo a quien corresponde en
Sobre las virtudes teologales decisiones importantes?
FE ¿Obro con doblez, astucia o engaño?
¿Soy consciente de los obstáculos que hay en mi vida
¿He dudado de Dios, de Cristo, o de lo que enseña la
para la santidad?
Iglesia Católica?
¿He confundido prudencia con mediocridad o
¿Me he preocupado el resolver las dudas y acrecentar
cobardía?
la formación?
¿He puesto en peligro la fe leyendo malos libros o JUSTICIA
revistas, viendo programas de TV o manteniendo ¿He hecho acepción de personas en la familia, los
conversaciones peligrosas? amigos o en otros ambientes?
¿He velado por la formación y vida de fe de los que ¿He quitado la vida, la salud o los bienes a otro?
me están encomendados? ¿Le he hecho perder la fama o el honor?
¿Intento que todos mis problemas se resuelvan a la luz ¿He faltado a la obediencia debida a los superiores?
de la fe? ¿He sido agradecido?
¿Me he rebelado contra Dios en las adversidades? ¿He castigado con exceso o defecto?
ESPERANZA ¿He sido simulador, hipócrita o mentiroso?
¿He sido adulador?
¿Oriento todas las acciones de mi vida hacia la vida
¿He sido poco generoso con mis bienes o cualidades?
eterna?
¿He gastado con imprudencia?
¿Tengo excesivo apego a esta vida?
¿Tengo poca confianza en la Providencia? FORTALEZA
¿Me he desesperado de la salvación o he dudado del ¿He sido cobarde o pusilánime?
auxilio divino? ¿He sido inconstante en las buenas obras?
¿He abusado de la confianza en Dios no poniendo los ¿He sido impaciente con los demás o en la
medios de las buenas obras, la oración y los sacramentos? adversidad?
CARIDAD TEMPLANZA
¿He tenido odio o rebeldía contra Dios? ¿He comido o bebido en exceso?
¿He tenido odio y rencor a alguien? ¿He consentido en deseos, palabras u obras impuras?
¿He dejado de ayudar material o espiritualmente a ¿Me he dejado llevar por la ira o la crueldad?
quien lo necesitaba? ¿Me dejo llevar por la soberbia?
¿He sembrado discordia entre las personas? ¿Por curiosidad he investigado vidas o secretos
¿He discutido o altercado con espíritu de ajenos?
contradicción? ¿Me he preocupado inmoderadamente por la moda?
¿He promovido peleas o disensiones en la sociedad o ¿Soy superficial en mis diversiones?
la Iglesia?
¿He dado escándalo?

ACTO DE CONTRICIÓN
Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; pésame por el infierno que merecí y por el cielo
que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto
que haberos ofendido, y propongo firmemente no pecar más y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amén.
SANTO ROSARIO

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San Pío V atribuyó la victoria de Lepanto, el 7 de octubre de 1571 -con la cual desaparecieron graves
amenazas para la fe de los cristianos-, a la intercesión de la Santísima Virgen, invocada en Roma y en
todo el orbe cristiano por medio del Santo Rosario, y quedó instituida la Fiesta que se celebra el
mismo día. Con este motivo, fue añadida a las Letanías la invocación Auxilium Christianorum. Desde
entonces, esta devoción a la Virgen ha sido constantemente recomendada por los Romanos

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Pontífices como "plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y
extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero".
Siempre, pero especialmente en el mes de octubre, que la Iglesia dedica a honrar a Nuestra Madre
del Cielo especialmente a través de esta devoción mariana, hemos de pensar con qué amor lo
rezamos, cómo contemplamos cada uno de sus misterios, si ponemos peticiones llenas de santa
ambición, como aquellos cristianos que con su oración consiguieron de la Virgen esta victoria tan
trascendental para toda la cristiandad. Ante tantas dificultades como a veces experimentamos, ante
tanta ayuda como necesitamos en el apostolado, para sacar adelante a la familia y para acercarla
más a Dios, en las batallas de nuestra vida interior, no podemos olvidar que, "como en otros
tiempos, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y
para ayudar a todas las almas".
El Rosario "es una conversación con María que, igualmente, nos conduce a la intimidad con
su Hijo". La vida de Jesús, por medio de la Virgen, se hace vida también en nosotros, y aprendemos
a amar a nuestra Madre del Cielo:
Tú que esta devoción supones
monótona y cansada, y no la rezas
porque siempre repite iguales sones...
tú no entiendes de amores y tristezas:
¿qué pobre se cansó de pedir dones,
qué enamorado de decir ternezas?
Todos podemos y debemos rezar diariamente el Santo Rosario: El rezo del Rosario nos acerca a Dios.
El Rosario nos relata la vida de nuestro Señor Jesucristo y de su Madre la Santísima Virgen María.
Mientras desgranamos las cuentas del Rosario contemplemos con sencillez evangélica las alegrías,
los dolores y las glorias de Jesús y de María. La meditación de los misterios del Rosario debe llevarnos
a imitar las virtudes que contemplamos y a sacar de los misterios enseñanzas y propósitos de
mejorar nuestra vida según las normas del Evangelio, cumpliendo fielmente los Mandamientos.
La Virgen en San Nicolás nos pide rezar el Santo Rosario diariamente por las siguientes intenciones:
“QUE EL SEÑOR TENGA MISERICORDIA CON EL MUNDO ENTERO, Y QUE EL MUNDO ENTERO RESPONDA A SU
LLAMADO DE CONVERSIÓN, QUE EL HOMBRE SE ENTREGUE TOTALMENTE A DIOS Y QUE NO DEJE PASAR ESTE
MOMENTO TAN ESPECIAL”. “Y POR LA PAZ DEL MUNDO”.
¿CÓMO SE REZA EL SANTO ROSARIO?
1º Nos hacemos la señal de la Cruz:
“Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.
Nos ponemos en presencia de Dios y para que la oración llegue al Cielo, pedimos humildemente perdón
al Señor por nuestras faltas (silencio...) y decimos:
2º “Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón por haberos ofendido – Pésame por el infierno
que merecí y por el cielo que perdí – pero mucho más me pesa – porque pecando ofendí a un Dios tan
bueno – y tan grande como Vos. – Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo
firmemente no pecar más – y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén”.
3º Decimos: En el primer misterio contemplamos... (nombramos el misterio que corresponde al día (*)
4º Rezamos:
1 Padrenuestro: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre – venga a nosotros tu
Reino – hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la
tentación, y líbranos del mal. Amén”.

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10 Avemarías: “Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo, bendita Tú eres entre
todas las mujeres, - y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. – Santa María, Madre de Dios, - ruega por
nosotros pecadores – ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
1 Gloria: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo – como era en un principio, ahora y siempre y por
los siglos de los siglos. Amén”.
Finalizamos el misterio diciendo: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, presérvanos del fuego del
infierno, lleva al cielo a todas las almas y socorre especialmente a las más necesitadas de tu
misericordia”.
5º Continuamos rezando de la misma forma el 2º, 3º, 4º y 5º misterio.
Al final del Santo Rosario podemos decir la siguiente oración: : “Padre, líbranos de todo mal – con
tu Santa Sabiduría, Señor, sálvanos de todo pecado. En nombre de todos cuantos te
queremos, Señor, llévanos por el camino del bien. Amén”. (Esta oración la enseñó María del
Rosario de San Nicolás, y Ella promete que: “El que reza esta oración nueve días seguidos,
acompañada con un Rosario, le concederé una gracia especial”)
Podemos agregar al final una Salve a la Virgen, un Bendita sea tu pureza, un Padre nuestro y tres Ave
Marías para ganar las santas indulgencias y por las intenciones del Santo Padre. Y si tenemos tiempo le
hacemos un regalo a la Virgen rezando las Letanías Lauretanas
(La oración de la Salve y Bendita sea tu pureza, junto con las Letanías Lauretanas, están en la Sección
Oraciones básicas de este sitio.)
(Puede descargar los pasajes del Evangelio para meditar en los misterios del Santo Rosario, haciendo
clic aquí)
(*) MISTERIOS GOZOSOS: (se rezan los lunes y sábados)
1º La Anunciación del Ángel a la Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios: El Arcángel
Gabriel se presenta ante la Virgen María y le anuncia que será la Madre de Jesús. “María dijo entonces:
Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en Mí lo que has dicho”. (Lc. 1, 38) – Por este misterio
pedimos a la Santísima Virgen aprender a ser humildes y obedientes a la Palabra de Dios.
2º La visita de María Santísima a su prima Santa Isabel: “En aquellos días, María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá”. (Lc. 1, 39), a ver a su prima Isabel. Imitemos a la Virgen
María y aprendamos a sacrificarnos con alegría, en bien de nuestro prójimo. – Pidamos la verdadera
caridad cristiana.
3º El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo en el portal de Belén: “Mientras se encontraban en
Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre”. (Lc. 2, 6-7) – Pidamos a la Santísima Virgen, el desprendimiento de todo lo
terreno.
4º La presentación del Niño Jesús en el Templo: “Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés
para la purificación, llevaron al Niño a Jerusalén, para presentarlo al Señor”. (Lc. 2, 22) – Pidamos a la
Santísima Virgen la virtud de la obediencia.
5º El Niño Jesús, perdido y hallado en el Templo: Jesús se ha perdido. Tiene doce años. Acongojada
y afanosamente la Virgen lo busca con resignación. “Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de
los doctores de la Ley”. (Lc. 2, 46) – Pidamos a María gran resignación cristiana ante la voluntad de Dios.
(*) MISTERIOS LUMINOSOS: (se rezan los jueves)
1º El Bautismo de Jesús en el río Jordán: “Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese
momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia
Él. Y se oyó una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección”. (Mt. 3, 16-17) – Pidamos a la Santísima Virgen, vivir nuestro Bautismo con fidelidad a
Cristo Jesús.

191
2º La autorrevelación de Jesús en las Bodas de Caná: “Y como faltaba vino la madre de Jesús le
dijo: No tienen vino. Jesús le respondió: ¿qué tenemos que ver nosotros?. Mi hora no ha llegado todavía.
Pero su madre dijo a los sirvientes: Hagan todo lo que Él les diga... Éste fue el primero de los signos de
Jesús y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”. (Jn. 2, 3-5, 11)
– Pidamos a María Santísima, saber corresponder al Señor.
3º El anuncio de Jesús sobre el Reino de Dios y su invitación a la conversión: “Allí proclamaba
la Buena Noticia de Dios, diciendo: El Tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse
y crean en la Buena Noticia”. (Mc. 1, 14-15) – Pidamos al Señor, nos envíe su Espíritu, para lograr una
real conversión.
4º La Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor: “Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y
sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante... Desde la nube se oyó entonces una Voz que
decía: Éste es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. (Lc. 9, 29 y 35) – Pidamos a la Santísima Virgen,
reconocer en nuestros hermanos, el rostro de Jesús.
5º Jesús instituye la Eucaristía: “Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomen y coman esto es mi Cuerpo. Después tomó una copa, dio
gracias y se la entregó diciendo: Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza,
que se derrama por muchos para la remisión de los pecados”. (Mt. 26, 26-28) – Pidamos a María
Santísima, ser dignos depositarios del Cuerpo y de la Sangre de Jesús.
(*) MISTERIOS DOLOROSOS: (se rezan los martes y viernes)
1º La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos: La noche antes de su muerte en la Cruz, Jesús,
que siendo Dios sabía que lo iban a crucificar, sube al Monte de los Olivos a rezar. “Y adelantándose un
poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz,
pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Mt. 26, 39) – Pidamos a la Santísima Virgen, aprender a orar.
2º La Flagelación de Nuestro Señor: “Pilatos mandó entonces azotar a Jesús”. (Jn. 19, 1) – Pidamos a
la Santísima Virgen, aprender a sufrir.
3º La Coronación de espinas: Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la
cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: “¡Salud, rey de los judíos!”, y lo
abofeteaban. (Jn. 19, 2-3) – Pidamos a la Virgen, aprender a aceptar pacientemente las humillaciones.
4º Jesús con la Cruz a cuestas camino al Calvario: Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la
ciudad para dirigirse al lugar llamado “del Cráneo”, en hebreo “Gólgota”. (Jn. 19, 17) – Pidamos a la
Virgen, aprender a aceptar y amar nuestra cruz.
5º La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo: “Cuando llegaron al lugar llamado “del
Cráneo”, lo crucificaron”. (Lc. 23, 33). Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió
toda la tierra hasta las tres de la tarde: el velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito,
exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró. (Lc. 23, 44-46) –
Pidamos a la Santísima Virgen llegar al último momento de nuestra vida, habiendo cumplido bien
nuestra misión aquí en la tierra.
(*) MISTERIOS GLORIOSOS: (se rezan los miércoles y domingos)
1º La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo: Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a
la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: “No teman.
Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. (Mc. 16, 5-6) – Si por el
pecado hubiéramos muerto a la gracia, pidamos a la Virgen María resucitar con Cristo, por medio de una
sincera confesión.
2º La Ascensión de Nuestro Señor a los cielos: “Ustedes son testigos de todo esto. Y Yo les enviaré
lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza
que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos,
los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo”. (Lc. 24, 48-51) – Pidamos a
la Santísima Virgen ascender diariamente en nuestra vida espiritual.

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3º La venida del Espíritu Santo sobre María Santísima y sobre los Apóstoles: “Al llegar el día de
Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido semejante a
una ráfaga de viento que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas
lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos
del Espíritu Santo”. (Hechos 2, 1-4) – Pidamos a la Santísima Virgen que el Espíritu Santo nos ilumine
para cumplir siempre la voluntad de Dios.
4º La Asunción de María Santísima a los cielos: “Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada
inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo
y alma a la gloria celestial (Lumen Gentium Cap. VIII 59) – Pedimos a Dios, vivir como lo hizo María aquí
en la tierra, con sencillez y humildad, para alcanzar una santa muerte.
5º La Coronación de María Santísima como Reina y Señora de todo lo creado: “...Y ensalzada
por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor
de los señores y vencedor del pecado y de la muerte”. (Lumen Gentium Cap. VIII 59) – Pidamos a Dios la
verdadera y filial devoción a María y la gracia de imitar fielmente sus virtudes, para alcanzar el cielo.
(Lea los Misterios del Santo Rosario en la Obra de María Valtorta, haciendo clic aquí)

LAS PROMESAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA A LOS QUE REZAN EL SANTO ROSARIO
1. Los que fielmente me sirven mediante el rezo del Santo Rosario, recibirán insignes gracias.
2. Yo prometo mi protección especial, y las más notables gracias a todos los que recitasen el Santo
Rosario.
3. El Rosario será la defensa más poderosa contra las fuerzas del infierno. Se destruirá el vicio; se
disminuirá el pecado y se vencerá a todas las herejías.
4. Por el rezo del Santo Rosario, florecerán las virtudes y también las buenas obras. Las almas
obtendrán la misericordia de Dios en abundancia. Se apartarán los corazones del amor al mundo y
sus vanidades y serán elevados a desear los bienes eternos. Ojalá que las almas hiciesen el propósito
de santificarse por este medio.
5. El alma que se recomienda a Mí por el rezo del Santo Rosario, no perecerá jamás.
6. El que recitase el Rosario devotamente, aplicándose a meditar los Sagrados Misterios, no será
vencido por la mala fortuna. En Su justo juicio, Dios no lo castigará. No sufrirá la muerte improvisa. Y
si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y será digno de alcanzar la vida eterna.
7. El que conserva una verdadera devoción al Rosario, no morirá sin los sacramentos de la Iglesia.
8. Los que fielmente rezan el Santo Rosario, tendrán en la vida y en la muerte, la Luz de Dios y la
plenitud de Su gracia. En la hora de la muerte, participarán de los méritos de los Santos del Paraíso.
9. Yo libraré del Purgatorio a los que han acostumbrado el rezo del Santo Rosario.
10. Los devotos del Santo Rosario, merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo.
11. Se obtendrá todo lo que se me pidiere mediante la recitación del Santo Rosario.
12. Todos los que propagan el Santo Rosario recibirán Mi auxilio en sus necesidades.
13. Para los devotos del Santo Rosario, he obtenido de mi Divino Hijo, la intercesión de toda la Corte
Celestial durante la vida y en la hora de la muerte.
14. Todos los que rezan el Santo Rosario son hijos Míos, y hermanos de Mi único Hijo, Jesucristo.
15. La devoción al Santo Rosario es gran señal de predestinación.
BENDICIONES DEL ROSARIO

1. Los pecadores obtienen el perdón.


2. Las almas sedientas se sacian.

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3. Los que están atados ven sus lazos desechos.
4. Los que lloran hallan alegría.
5. Los que son tentados hallan tranquilidad.
6. Los pobres son socorridos.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los ignorantes son instruidos.
9. Los vivos triunfan sobre la vanidad.
10. Los muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios.
LOS BENEFICIOS DEL ROSARIO

1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.


2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda
clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.
SOR LUCÍA, VIDENTE DE FÁTIMA

El 26 de Diciembre de 1957, el Padre Agustín Fuentes, Postulador de la Causa de Beatificación de


Francisco y Jacinta Marto, entrevistó a Sor Lucía Dos Santos, vidente de las apariciones de Fátima. En el
curso de esa entrevista, le dijo Sor Lucía al Padre Fuentes:
"… La Santísima Virgen nos dijo, tanto a mis primos como a mí, que 2 eran los últimos remedios que
Dios daba al mundo: el Santo Rosario y el Inmaculado Corazón de María…"
"… Mire, Padre, la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una
nueva eficacia al rezo del Santo Rosario, de tal manera que ahora no hay problema por más difícil que
sea: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros
o a la vida de nuestras familias del mundo o comunidades religiosas, o a la vida de los pueblos y
naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo
del Santo Rosario".
"Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y
obtendremos la salvación de muchas almas. Por eso, el demonio hará todo lo posible para distraernos de
esta devoción; nos pondrá multitud de pretextos: cansancio, ocupaciones, etc., para que no recemos el
Santo Rosario".
"Si nos dieran un programa más difícil de salvación, muchas almas que se condenarán tendrían el
pretexto de que no pudieron realizar dicho programa. Pero ahora el programa es brevísimo y fácil: rezar
el Santo Rosario. Con el Rosario practicaremos los Santos Mandamientos, aprovecharemos la frecuencia
de los Sacramentos, procuraremos cumplir perfectamente nuestros deberes de estado y hacer lo que
Dios quiere de cada uno de nosotros".
"El Rosario es el arma de combate de las batallas espirituales de los Últimos Tiempos".

María del Rosario de San Nicolás nos dice:


3/02/1985 - Nº 465
Hija: Quiero que sepáis, el porqué de mi imagen con el Niño y el Rosario.
El Niño, significa pureza y nueva vida, ya que Jesús Niño es el renacer a la Vida, es la fuente
salvadora de toda alma sedienta.
El Rosario, os lo estoy ofreciendo como consuelo, para que, rezando el Santo Rosario,
volquéis todos vuestros dolores, vuestras necesidades y súplicas. Como Madre, os escucho
queridos hijos, grande es mi Amor por vosotros. Amén.

194
19/04/1986 - Nº 850
Veo una enorme corona de Rosarios blancos. Veo a la Santísima Virgen y me dice: Ves esta
corona, porque esto es lo que deseo que hagáis, una verdadera corona de rosarios.
Oración, hija mía, oración, ¡cuántas bocas permanecen aún calladas!, sin conocer siquiera
una oración que los acerque el Señor.
El Santo Rosario es el arma a la cual le teme el enemigo, es también el refugio de los que
buscan alivio a sus pesares y es la puerta para entrar en mi Corazón.
Gloria al Señor por la Luz que da al mundo.
7/10/1986 - Nº 986
Gladys: Con el Santo Rosario se puede enfrentar cualquier peligro, ya que en él está
presente Cristo y la Madre de Cristo.
Es la oración profunda, la inmediata comunicación con el Señor y con María.
Es el regalo que os estoy dando para que vosotros lo aceptéis y lo conservéis mediante su
rezo.
Amén, amén.
29/08/1987 - Nº 1248
La bendición de un Rosario tiene mucho valor; tanto como la oración misma.
Quiero decirte que estando bendecido el Rosario con que se reza, la oración se convierte en
una súplica de amor al Señor y Él a su vez, vuelca en ese hijo que ora, Su Bendición.
Por eso es tan importante, tener el Rosario entre las manos mientras se reza.
Alabado por siempre sea el Señor.
7/10/1988 - Nº 1531
“En este día, responded a Mi pedido: Rezad el Santo Rosario; sea ésta una amorosa
respuesta a la Madre.
La oración, malogra el accionar del demonio, no permite que actúe en las almas.
La oración del humilde, es súplica de amor que, renovada, llega como una ofrenda al Señor.
No dejéis que esta flor, que es la oración, se marchite, regadla constantemente.
Alabado sea el Altísimo.
Predícalo hija mía.”
19/11/1988 - Nº 1557
Gladys, el arma que constituye mayor influencia sobre el mal, es el rezo del Santo Rosario.
Con este rezo, se ahonda en la vida espiritual, el espíritu crece en amor a Dios y lo aleja así,
del pecado.
Disipa las sombras del espíritu y hace que éste permanezca fiel a Dios.
Agradad hijos míos, al Señor, orando, ya que de esta manera, se rechazan las tentaciones
del maligno.
Por siempre sea glorificado el Señor.
Hazlo conocer a todos tus hermanos.
19/11/1988 - Nº 1641
Mi amada hija, es ésta la hora en que Mi intervención de Madre, es más fuerte que nunca.

Es por eso que no quiero que mis hijos estén debilitados, sino protegidos contra todo mal.

Hijos míos: Rezad el Santo Rosario; la oración aclara los más oscuros caminos.

No reneguéis de la oración, sólo orad.

Amén, amén.

Predícalo.

195
28/4/1989 - Nº 1648
Guardad hijos míos, en vuestra tarea diaria, un tiempo para el Señor.

Vuelvo a repetiros: Rezad el Santo Rosario, meditadlo. Dad vuestro sí, como lo dio vuestra
Madre; acompañad a Jesucristo, a beber de Su Cáliz; abrid las puertas de vuestro corazón;
preparad vuestro espíritu para que podáis recibir un día, la Gloriosa Venida de Mi Hijo.

Estad en completa unión con la Madre y no os afectará ningún mal.

Gloria al Altísimo.

Predícalo.

8/7/1989 - Nº 1679
Hija, los dominios de satanás buscan extenderse, pero nada teman los hijos que se
abandonan en esta Madre.

Debe crecer esa fe, ese abandono, esa seguridad en María.

Lo logrará aquél que se apegue frecuentemente al Santo Rosario.

Orad, el Señor escucha.

Glorificado sea su Nombre.

Predícalo.

Leed: San Mateo C. 21, V. 22

22 Todo lo que pidan en la oración con fe, lo alcanzarán.

3/9/1989 - Nº 1701
Hija mía: Quiero el crecimiento espiritual de todos mis hijos.

Muchos son los que están gravemente enfermos espiritualmente porque no oran.

La oración, preferentemente el rezo del Santo Rosario, hace que el alma crezca y vaya hacia
Dios.

No lo olvidéis, socorridos sois por Mí.

Glorificado sea el Nombre de Dios.

Hazlo conocer.

Leed: Romanos C. 8, V. 26

26 Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos


orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables.

La Reina de la Paz nos dice:

196
Martes 25 de JUNIO de 1985. Mensaje a los sacerdotes.
"Queridos hijos, Yo os pido que pidáis a todos que recen el Rosario. Con el Rosario vosotros superaréis
todos los problemas que Satanás está tratando de infligir a la Iglesia Católica". Marija preguntó, "
Nuestra Señora, qué deseas decirles a los sacerdotes?" Nuestra Señora contestó, "Que todos los
sacerdotes recen el Rosario. Dad tiempo para el Rosario. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"
Jueves 8 de AGOSTO de 1985. El Rosario vence a Satanás.
"Queridos hijos, hoy os invito a orar contra Satanás de una manera especial. Satanás quiere trabajar más
ahora que vosotros sabéis que él esta activo. Queridos hijos, vestíos la armadura contra Satanás. Con
Rosarios en vuestras manos, venceréis. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"
Jueves 12 de JUNIO de 1986. Rezad el Rosario
"Queridos hijos, hoy os ruego que recéis el Rosario con fe viva. Sólo de esta manera puedo ayudaros.
¡Orad! Yo no puedo ayudaros porque ¡no queréis moveros! Queridos hijos, Yo os llamo a rezar el Rosario.
El Rosario debería ser vuestro compromiso, rezado por vosotros con alegría y así vais a comprender el
por qué Yo os visito durante tanto tiempo. ¡Yo quiero enseñaros a orar! ¡Gracias por haber respondido a
mi llamada!"
Jueves 25 de FEBRERO de 1988. El arma contra el poder de Satanás es el Rosario.
"Queridos hijos, hoy nuevamente os invito a la oración y el completo abandono a Dios. Vosotros sabéis
que Yo os amo y vengo aquí llena de amor, para poderos mostrar el camino de la paz y la salvación para
vuestras almas. Yo quiero que vosotros me obedezcáis y no permitáis que Satanás os seduzca. Queridos
hijos, Satanás es muy fuerte y, por tanto, os pido que me dediquéis vuestras oraciones para que esos
que están bajo su influencia puedan salvarse. Dad testimonio con vuestras vidas, sacrificad vuestras
vidas para la salvación del mundo. Yo estoy con vosotros y os estoy agradecida, pero en el cielo vosotros
recibiréis la recompensa del Padre que El os ha prometido. Por tanto, hijitos, no tengáis miedo. Si
vosotros oráis, Satanás no podrá dañaros en lo más mínimo, porque vosotros sois hijos de Dios y El vela
por vosotros. Orad, y procurad que el Rosario esté siempre en vuestras manos como una señal para
Satanás de que vosotros me pertenecéis a mí. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"
Viernes 25 de ENERO de 1991. El rosario puede hacer milagros.
"Queridos hijos, Hoy, como al principio, os invito a la oración. Que vuestra oración sea oración por la paz.
Satanás es fuerte y desea destruir, no sólo vuestra vida humana, sino también la naturaleza y el planeta
en el cual vivís. Por ello, queridos hijos, orad para poder, a través de la oración, ser protegidos con la
bendición de la paz de Dios. Dios me ha enviado a vosotros para que os ayude, si queréis aceptar el
rosario. El rosario por sí solo puede hacer milagros en el mundo y en vuestra vida. Yo os bendigo y
permanezco con vosotros hasta que Dios lo quiera. Gracias por no traicionar mi presencia aquí, y gracias
porque vuestra respuesta sirve a Dios y a la Paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"
Miércoles 25 de ABRIL de 2001. La oración obra milagros.
"Queridos hijos, también hoy os invito a la oración. Hijitos, la oración hace milagros. Cuando estéis
cansados y enfermos y no sabéis cuál es el sentido de vuestra vida, tomad el rosario y orad, hasta que la
oración llegue a ser para vosotros, un alegre encuentro con vuestro Salvador. Yo estoy con vosotros e
intercedo y oro por vosotros, hijitos. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!"

Mensajes de la Santísima Virgen al P. Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:


No os asombréis si en esta batalla caen todos los que no han querido o no han sabido utilizar el
arma que Yo misma os he dado: la oración sencilla, humilde y mía del Santo Rosario.

Es oración sencilla y humilde, y, por tanto, la más eficaz para combatir a Satanás, que hoy os
seduce sobre todo con el orgullo y la soberbia.

197
Es oración mía porque ha sido compuesta Conmigo y por medio de Mí. También os ha sido
recomendada siempre por la Iglesia y por mi primer hijo predilecto, el Vicario de Jesús, con palabras tales
que han conmovido mi Corazón de Madre. (28 de mayo de 1976)

No dejéis jamás el rezo del Santo Rosario, esa plegaria por la que tengo predilección y que Yo
misma he venido del cielo a pediros que la recitéis. Os he enseñado a rezarlo bien, haciendo pasar entre
mis dedos sus cuentas, mientras me unía a la oración de aquella pequeña hija mía a la que me aparecí
en la gruta de Massabielle.

Siempre que rezáis el Rosario me invitáis a orar con vosotros, y cada vez que lo hacéis, me uno
verdaderamente a vuestra oración. Sois así los pequeños hijos que rezan en torno a la Madre Celeste.

Por ello el Santo Rosario es el arma más poderosa que habréis de usar en la terrible batalla que
estáis llamados a combatir contra Satanás y su ejército del mal. (11 de febrero de 1978)

Recurrid ante todo a la oración. Rezad más; rezad con mayor confianza; rezad con humildad y con
espíritu de completo abandono.

Sobre todo, rezad cada día el Santo Rosario.

Con vuestra oración impedís una mayor difusión del error, contenéis la acción del Maligno, pasáis al
contraataque y reducís cada vez más su margen de acción.

Con vuestra oración podréis conseguir, finalmente, la victoria, ya que Dios, por medio de vosotros,
será el único vencedor. (12 de junio de 1978)

El Rosario entero que recitáis en los Cenáculos secundando la urgente petición de vuestra Madre,
es como una inmensa cadena de amor y de salvación con la que podéis rodear personas y situaciones, y
hasta influir en todos los acontecimientos de vuestro tiempo.

Continuad recitándolo, multiplicad vuestros Cenáculos de Oración, respondiendo así a la invitación


que con tanta frecuencia e intensidad os ha dirigido mi primer hijo predilecto, el Vicario de Jesús.

Ahora puedo usar la fuerza que me viene de vuestra oración y quiero intervenir como Madre para
abreviar el tiempo de la prueba y para aliviaros de los sufrimientos que os esperan.

Todo puede cambiarse todavía si vosotros, mis pequeños, escucháis mi Voz, y os unís con la
oración, a la incesante intercesión de vuestra Madre Celeste.

Por esto aquí, donde me aparecí como la Inmaculada, os repito que continuéis con más
generosidad y perseverancia el rezo del santo Rosario.

El Rosario es la oración que desde el Cielo Yo misma vine a pediros.

Con ella lográis descubrir las insidias de mi Adversario; os sustraéis a muchos de sus engaños; os
defendéis de muchos peligros que os tiende; os preserva del mal y os acerca cada vez más a Mí para que
pueda ser verdaderamente vuestra guía y protección.

Como ya sucedió en otras ocasiones decisivas, también hoy la Iglesia será defendida y salvada por
su Madre victoriosa, a través de la fuerza que me viene de vosotros, mis pequeños hijos, con el rezo
frecuente de la oración del Santo Rosario. (7 de octubre de 1979)

198
El Arma de combate que os entrego es la cadena que os une a mi Corazón: el Santo Rosario.

Hijos predilectos, recitadlo con frecuencia, porque sólo con vuestra sacerdotal oración, recogida en
mi Corazón Inmaculado, podremos en estos tiempos mover, casi forzar a manifestarse la gran
Misericordia de Dios.

En la hora en que todo parezca perdido, todo se salvará por el amor misericordioso del Padre, que
se hará visible a través de la mayor manifestación del Corazón Eucarístico de Jesús.

El estandarte, bajo el cual os reúno, es el de Jesús Crucificado, que debe ser enarbolado por
vosotros, porque también para vuestra perversa generación, no hay otra salvación sino en la Cruz de
Cristo. Con la corona del Rosario en una mano y en la otra el estandarte del Crucificado, luchad en la
fase decisiva de la batalla. (8 de diciembre de 1980)

Rezad, con frecuencia, la oración del Santo Rosario, que también aquí vine a pediros.

Si no se consigue aún resolver los más graves problemas para la Iglesia y para el mundo, a pesar
de todos los medios humanos puestos en práctica, es señal de que debéis poner ya ahora toda vuestra
confianza en la fuerza de la oración. (13 de mayo de 1982)

Dadme Coronas de Rosarios, recitados con más intensidad y con mayor frecuencia.

Reunid en torno a vosotros a Religiosos, Religiosas y fieles en Cenáculos de incesante y fervorosa


oración hecha Conmigo.

Os pido, sobre todo ahora, que oréis con fervor y con alegría por medio del Santo Rosario. Es el
arma que hoy debéis usar para combatir y para vencer en esta sangrienta batalla; es la cadena de oro
que os liga a mi Corazón; es el pararrayos que aleja de vosotros y de vuestros seres queridos, el fuego
del castigo; es el medio seguro para tenerme siempre a vuestro lado. (1 de mayo de 1983)

“Hijos míos, en la batalla en que cada día estáis empeñados contra Satanás, y sus insidiosas y
peligrosas seducciones contra el poderoso ejército del Mal, además del auxilio especial que os prestan
los Ángeles del Señor, tenéis necesidad de usar un arma segura e invencible. Esta arma es vuestra
oración.

Con la oración podéis siempre arrebatar al enemigo el terreno que os ha conquistado; podéis hacer
brotar renuevos del bien en el desierto del mal y del pecado: sobre todo, podéis rescatar un número
inmenso de almas, que Satanás ha logrado hacer sus prisioneras. La oración tiene una fuerza poderosa y
suscita en el bien, reacciones en cadena más potentes que las mismas reacciones atómicas.

La oración que Yo amo con predilección es la del Santo Rosario.

Por esto, en mis numerosas apariciones, os invito siempre a recitarlo, me uno a los que lo rezan, se
lo pido a todos con ansia y preocupación materna.

¿Por qué el Santo Rosario es tan eficaz? Porque es una oración sencilla, humilde y os formo
espiritualmente en la pequeñez, en la mansedumbre, en la simplicidad del corazón

Hoy Satanás logra conquistarlo todo con el espíritu de soberbia y de rebelión contra Dios, y tiene
terror a todos los que siguen a vuestra Madre Celeste por el camino de la pequeñez y de la humildad.

199
Mientras los grandes y los soberbios desprecian esta oración, la recitan con mucho amor y alegría mis
pequeños: los pobres, los niños, los humildes, los que sufren y muchísimos fieles que han acogido mi
invitación.

La soberbia de Satanás será una vez más vencida por la humildad de los pequeños, y el Dragón
rojo se sentirá definitivamente humillado y derrotado, cuando Yo lo ate, no sirviéndome de una gruesa
cadena, sino de una fragilísima cuerda: la del Santo Rosario.

Es una oración que hacéis junto Conmigo. Cuando me invitáis a rogar por vosotros, escucho
vuestra petición, y asocio mi voz a la vuestra, acompaño vuestra oración con la mía.

Por esto resulta cada vez más eficaz, porque vuestra Madre Celeste es la omnipotencia suplicante.

Cuando Yo pido algo, siempre lo obtengo, porque Jesús jamás puede negar nada que le pida su
Madre.

Es una oración que une las voces de la Iglesia y de la humanidad porque se hace en nombre de
todos, nunca sólo a título personal.

Con la contemplación de sus misterios, llegáis a comprender el designio de Jesús que se delinea a
lo largo de toda su vida, desde la Encarnación al cumplimiento de su Pascua gloriosa, y así penetráis
cada vez más en el misterio de la Redención. Y entráis en la comprensión de este misterio de amor a
través de vuestra Madre Celeste: pasando por la vía de su Corazón, conseguís poseer el inmenso tesoro
de la divina y ardiente caridad del Corazón de Cristo.

En ella os formáis en la perfecta glorificación del Padre a través de la frecuente repetición de la


oración que Jesús os enseñó: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a
nosotros tu Reino.” Os formáis también en la perenne adoración de la Santísima Trinidad con el rezo del
“Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.

Vuestra Madre Celeste os pide hoy usar el Santo Rosario como el arma más eficaz para combatir la
gran batalla a las órdenes de la “mujer vestida del Sol”.

Secundad mi invitación: multiplicad vuestros Cenáculos de oración y fraternidad; consagraos a mi


Corazón Inmaculado; recitad con frecuencia el Santo Rosario.

Entonces el poderoso Dragón rojo será totalmente atado por esta cadena; se reducirá cada vez
más su margen de actuación; y por último se volverá impotente e inofensivo.

Aparecerá a todos el milagro del triunfo de mi Corazón Inmaculado.” (7 de octubre de 1983)

Sobre todo, recitad el Santo Rosario. Podéis así obtener del Señor la gran gracia de la conversión
de los corazones, para que todos se abran a sentimientos de amor y bondad.

De esta manera la paz podrá penetrar en el corazón de los hombres, y después difundirse en las
familias, en las naciones, en todo el mundo. (14 de noviembre de 1984)

“Volved a confesaros con frecuencia y orad más. Orad conmigo, orad con el Santo Rosario.

Lo que el Papa dijo en este lugar (Fulda) corresponde a la verdad. Estáis ya muy cercanos al gran
castigo; entonces os digo: entregaos a Mí, y recordad que vuestra arma más eficaz en estos terribles
momentos es la del Santo Rosario.

200
Formáis, pues, mi ejército, que en estos tiempos conduzco a su mayor victoria.” (8 de septiembre
de 1985)

Orad sobre todo con la oración del Santo Rosario

El Rosario sea para todos el arma poderosa que debe usarse en estos tiempos.

El Rosario os lleva a la paz.

Con esta plegaria vosotros podéis obtener del Señor la gran gracia del cambio de los corazones, de
la conversión de las almas, del retorno de toda la humanidad a Dios por la vía del arrepentimiento, del
amor, de la gracia divina y de la santidad. (7 de octubre de 1986)

Recitad el Santo Rosario con amor y confianza. Con esta oración hecha por vosotros Conmigo,
podéis influir en todas las vicisitudes humanas, incluso en los acontecimientos futuros que os aguardan.

Con esta oración podéis obtener la gracia del cambio de los corazones y podéis alcanzar el don tan
deseado de la Paz. (31 de diciembre de 1986)

Sobre todo, deseo que se recite con frecuencia el Santo Rosario, especialmente por los pequeños,
los enfermos, los pobres y los pecadores.

Envolved al mundo con la cadena del Rosario para obtener sobre todos gracia y misericordia. (10
de junio de 1987)

Así, con el arma poderosa del Santo Rosario, podéis conseguir hoy también, mi mayor victoria en la
historia de la Iglesia y de toda la humanidad. (7 de octubre de 1990)

Me veneráis como la Señora del Santo Rosario.

El Rosario es mi oración; es la oración que he venido a pediros desde el cielo, porque es el arma
que debéis usar en estos tiempos de la gran batalla y el signo de mi segura victoria.

Mi victoria se hará efectiva cuando Satanás, con su potente ejército de todos los espíritus
infernales, será encerrado en su reino de tinieblas y de muerte, de donde no podrá salir jamás para
dañar al mundo.

Para esto debe descender del cielo un Ángel al que se le ha dado la llave del Abismo y una cadena
con la cual atará al gran dragón, a la serpiente antigua, Satanás, con todos sus secuaces.

La cadena, con la que el gran Dragón debe ser atado, está formada por la oración hecha Conmigo y
por medio de Mí.

Esta oración es la del Santo Rosario.

Una cadena, en efecto, tiene primero la misión de limitar la acción, después la misión de aprisionar
y al final la de anular toda actividad del que es atado con ella.

–La cadena del Santo Rosario tiene ante todo la misión de limitar la acción de mi Adversario.

201
Cada Rosario, que recitáis Conmigo, tiene el efecto de restringir la acción del Maligno, de substraer
las almas de su maléfico influjo y de dar mayor fuerza a la expansión del bien en la vida de muchos hijos
míos.

–La cadena del Santo Rosario tiene también el efecto de aprisionar a Satanás, esto es, de hacer
impotente su acción y de disminuir y debilitar cada vez más la fuerza de su diabólico poder.

Por esto cada Rosario bien recitado es un duro golpe dado a la potencia del mal, es una parte de su
reino que es demolida.

–La cadena del Santo Rosario obtiene en fin el resultado de hacer a Satanás completamente
inofensivo.

Su gran poder es destruido.

Todos los espíritus malignos son arrojados dentro del estanque de fuego y azufre, cierro la puerta
con la llave del Poder de Cristo, y así ya no podrán salir al mundo para dañar a las almas.

Comprended ahora, mis hijos predilectos, por qué en estos últimos tiempos de la batalla entre Yo,
Mujer vestida del Sol y el gran Dragón, Yo os pido que multipliquéis por todas partes los Cenáculos de
oración, con el rezo del Santo Rosario, la meditación de mi palabra y vuestra consagración a mi Corazón
Inmaculado.

Con ello dais a vuestra Madre Celeste la posibilidad de intervenir para atar a Satanás, para que así
pueda llevar a cabo mi misión de aplastarle la cabeza, esto es, de derrotarlo para siempre, encerrándolo
dentro de su abismo de fuego y azufre.

La humilde y frágil cuerda del Santo Rosario forma la fuerte cadena con la cual haré mi prisionero
al tenebroso dominador del mundo, al enemigo de Dios y de sus siervos fieles.

Así todavía una vez más, la soberbia de Satanás será derrotada por la potencia de los pequeños, de
los humildes, de los pobres. (7 de octubre de 1992)

–Otro peligro que os amenaza es el de dejaros absorber por una acción desordenada, olvidando así
la fuerza poderosa que tiene la oración, para obtener la gracia de la conversión para tantos de mis
pobres hijos pecadores.

Entonces Yo os he invitado a orar mucho por la conversión de los pecadores, mostrándoos, a través
de mi hijita Bernardette, cómo la oración más eficaz y preferida por Mí, es la del Santo Rosario. (11 de
febrero de 1993)

–El Rosario que recitáis, tiene una potencia fortísima contra el mal y contra las numerosas
seducciones de mi Adversario.

Al dominio de Satanás que se extiende, a la esclavitud del pecado que subyuga a tantos de mis
hijos; al mal que pone su veneno en los corazones; a las insidias del maligno, que se han vuelto
disimuladas y peligrosas; a la fuerza potente de la masonería que consigue insinuarse por doquier; al
culto satánico que se difunde, responded con la oración del Santo Rosario.

Ésta es mi oración y vuestra oración. (1 de mayo de 1994)

202
Mensajes a Monseñor Ottavio Michelini
14 de octubre de 1975
Dice Jesús:

No son muchos los que hacen penitencia, los que rezan como se debe rezar.

Mortificación interior y exterior, penitencia... ¿pero quién adiestra hoy a los soldados, los confirmados
míos para la lucha?

¿Si no se tiene ni siquiera el valor de decir que el Enemigo existe, que el Enemigo es la más tremenda
realidad, que al Enemigo hay que combatirlo con determinadas armas, por ejemplo el Rosario?... El
Rosario hoy tan perseguido, es un arma formidable.

8 de septiembre de 1976
Dice María:

La derrota de Satanás y de sus legiones, marcará el fin de las locuras del orgullo humano. El ateísmo,
arma formidable de Satanás, será borrado de la faz de la tierra. Si muchísimos perecerán material y
espiritualmente, será sólo porque lo habrán querido.

Hijo: ¡Rosario, Rosario, Rosario!

Yo, Reina de las Victorias, protegeré a todos aquellos que, sensibles a mis llamadas, me hayan invocado
la oración amada por Mí en la intimidad del hogar doméstico, y hayan divulgado de algún modo la
devoción, el amor al Rosario.

Protegeré también a aquellos que no se avergüencen de recitarlo en público, dando a los tibios y a los
débiles un ejemplo de valerosa piedad cristiana.

Yo vigilaré en el momento de la prueba sobre las familias y sobre las personas que me hayan
permanecido fieles.

Hijo, propagar el Rosario quiere decir el empeño de buscar ardientemente la Gloria de Dios y la
salvación de las almas.

Un día veréis la potencia y la eficacia de esta oración, veréis los maravillosos frutos de ella en la Casa
del Padre.

Hijo, te bendigo y quiero que esta bendición se extienda a todos mis devotos y a todos aquellos que
tienen celo por el Santo Rosario

7 de diciembre de 1976
Dice María:

La hora no está lejana; preparaos con confianza, Yo, la Inmaculada no abandonaré a las fauces salvajes
de las potencias del mal y salvaré a quien me haya honrado con la fe, la fidelidad y con la oración del
Santo Rosario.

¡Rezadlo todos los días con perseverancia y Yo vuestra Madre, os salvaré!

Hijo, te bendigo; tú sabes que con mi Esposo José estamos a tu lado; los hijos no temen, sino que aman
a la Madre.

14 de marzo de 1977
Dice Jesús:

203
Hijo, la Santa Misa, ¿no es tal vez el exorcismo más eficaz? El Santo Rosario ¿no es, después de la Santa
Misa el arma más mortífera para derrotar y echar por la ventana a los enemigos míos, enemigos de la
Iglesia y enemigos vuestros?

¿No ha sido siempre el Rosario el remedio seguro contra todos los males del espíritu y del cuerpo, de los
males personales y sociales? ¿No ha confirmado todo esto mi Madre en el curso de los siglos con hechos
indiscutibles que han confundido a la necedad humana y que han cambiado el curso de la historia y el
destino de los pueblos y de las naciones?

Todo esto no podía, no debía, ser ignorado, y no puede ser ignorado por mis Pastores ni por mis
ministros que tenían y ¡tienen el deber de recordarlo a los cristianos!

25 de marzo de 1977
Dice María:

Hijos míos, junto a Mí y Conmigo apresuraremos el advenimiento del reino de Jesús, Mío y vuestro, a la
tierra para una Iglesia regenerada a vida nueva; seréis vosotros, hijos míos, levadura y fermento de una
nueva vida, seréis vosotros junto a Mí, que he dado la Luz al mundo, lámparas que resplandecen en las
tinieblas.

Aquí, hijos míos, os he llamado, aquí os he querido para que como Gabriel, embajador celeste me hizo a
Mí la gran Embajada que reconcilió cielo y tierra, así vosotros, embajadores de Dios y de su Madre,
Conmigo reconciliaréis a las almas arrancadas de Dios y de Su Madre con la oración y el ofrecimiento a
Dios y a Mí, Madre de Dios.

Ruge el trueno, presagio de tempestad, pero vosotros no temáis, junto a Mí de nada debéis temer.
Prudencia hijos, pero no miedo.

A vosotros os ha sido dada un arma formidable; si esta arma fuera usada en Mi Iglesia, todo peligro
desaparecería; la he recomendado en Lourdes, en Fátima y en tantos otros lugares, hoy de nuevo la
señalo a vosotros: ¡Rosario, Rosario, Rosario!

Os bendigo, hijos amadísimos, y con vosotros bendigo a vuestras familias, a vuestros hijos, a vuestros
seres queridos. Estoy con Vosotros en el tiempo y en la eternidad.

Mensajes a Sor Natalia Magdolna:

Entonces Jesús me mostró un rosario, en el que en vez de las cuentas había flores y en cada flor vi
brillar una gota de la Sangre de Jesús.

Cuando decimos el rosario, las gotas de la Sangre de Jesús caen sobre la persona por quien lo
ofrecemos. Las almas del purgatorio están implorando continuamente la Sangre salvadora de Jesús.

Jesús nos pide el rezo del rosario. Vi que cuando se reza cada cuenta, una gota de la sangre de
Jesús cae sobre la persona por quien se dice, o sobre aquellas almas que Jesús quisiera salvar. Esto fue
pedido especialmente por las almas del purgatorio.

Mensaje a María Valtorta (8 de mayo de 1947)

204
Dice María Santísima de Fátima apareciéndoseme como Ella se me aparece...:

"Te he dado la visión intelectiva de lo que es un Rosario bien dicho: lluvia de rosas sobre el mundo. En
cada Ave que un alma amante dice con amor y con fe yo dejo caer una gracia. ¿Dónde? En todas partes:
sobre los justos para hacerlos más justos, sobre los pecadores para convertirlos. ¡Cuántas, cuántas
gracias llueven por el Ave del Rosario!

Rosas blancas, rojas, de oro. Rosas blancas de los misterios gozosos, rojas de los dolorosos, de oro de
los gloriosos. Todas ellas potentes de gracias por los méritos de mi Jesús. Porque son sus méritos
infinitos los que dan valor a cada oración. Todo aquello que es bueno y santo existe y acontece por Él.
Yo derramo, pero Él da el valor. ¡Oh, mi bendito Niño y Señor!

Os doy las cándidas rosas de los grandísimos méritos de la perfecta Inocencia de mi Hijo: perfecta por
ser divina y por haberla deseado conservar voluntariamente así el Hombre. Os doy las rosas purpúreas
de los infinitos méritos del Sufrimiento de mi Hijo, tan voluntariosamente consumado por vosotros. Os
doy las rosas de oro de su perfectísima Caridad. Todo lo de mi Hijo os doy, y todo lo de mi Hijo os
santifica y salva. ¡Oh, yo no soy nada, yo desaparezco en su fulgor, yo cumplo sólo el gesto de dar, pero
Él, sólo Él es la fuente inagotable de todas las gracias!".

Mensajes de la Virgen en Salta, Argentina:

31 de Agosto de 1990

Hijos míos:

El Rosario no debe usarse como amuleto de la suerte, mediante el rezo diario del Santo

Rosario, invocamos la protección divina y reverenciamos a Dios.

A nuestros queridos jóvenes, les pido que vuelvan sus ojos a Jesús, para salvar al mundo del pecado en
que está sumergido.

La oración diaria y sencilla, agrada a Nuestro Señor más que nada.

Rezad todos con gran devoción y se os dará la paz a los espíritus que se prepararán para el

Señor.

Os bendeciré. Amén.

5 de Setiembre de 1990

Hija mía:

Debes rezar cada día el Santo Rosario, al elevar esta plegaria a Dios, por la humanidad doliente, me
haces muy feliz.

Esa será la forma en que me darás a conocer a los corazones que me tienen olvidada, y YO haré grandes
cosas por todos mis hijos, cuando me alaben, y alaben a Dios a través mío.

Os bendeciré. Amén.

9 de Agosto de 1995

Amados hijos:

Que la Paz y el Amor del Señor esté con todos ustedes.

205
Hoy he venido a pedirles que todos los días recen el Santo Rosario, para comenzar vuestra conversión, el
segundo paso será la enmienda de vuestras almas, mediante el Santo Sacramento de la Confesión y la
Santa Misa, los que podáis, asistid todos los días sin faltar los domingos perseverad en el rezo diario del
Santo Rosario, este medio tan sencillo de oración, transformará vuestras vidas, sean perseverantes en el
cumplimiento de estos tres pedidos y pronto os veréis transformados; tal vez al comienzo cueste un
poco, pero si lo hacéis os prometo grandes Gracias cumplid pronto este pedido mío, es urgente la
conversión, quiero tener a todos mis hijos; ¡Las puertas del Cielo están abiertas para todos!

¡Abrid vuestros corazones! Amén. Amén.

5 de Septiembre de 1995

Mis hijos:

No os rebeléis a vuestro Padre que está en el Cielo, por el contrario procurad, siempre darle gracias y
alabanzas, sufrirlo todo con gran resignación y paciencia, ya que la virtud de la paciencia es la que os
Santificará, ofrézcanle todo a Nuestro Señor, no busquen las cosas vanas de este mundo, sino por el
contrario hagan oración, recen el Santo Rosario, cuantas veces puedan, mientras más rezan más gracias
alcanzarán.

Si no rezan y se confiesan, por lo menos una vez al mes, ustedes no crecen espiritualmente, y le dan
lugar al adversario, al encontrarlos con pocas fuerzas.

¡Conviértanse todos mis hijos! Da a conocer esto. Amén. Aleluya. Amén.

Que Dios los bendiga.

25 de Setiembre de 1995

Amados hijos:

Os hablo a todos mis hijos que hoy se han reunido en tantos lugares para venerarme,

¡¡Estoy tan Contenta!! por que veo a cada uno de ustedes, os escucho a cada uno en particular, veo las
manos que se extienden pidiéndome Gracias, Yo os prometo llevar todos vuestros pedidos al Cielo y
depositarlos a los pies de la Santísima Trinidad, Yo soy vuestra abogada, poderosa intercesora ante el
Trono de Dios. Os pido Oración y Reconciliación, al que cumpla con este pedido mío, Yo intercederé para
que reciban la paz verdadera del amoroso CORAZÓN DE JESÚS y la sanación del alma.

Quiero reiterar mi pedido en este día tan especial, CONSÁGRENSE TODOS AL

INMACULADO CORAZÓN DE MARIA porque mi Corazón Inmaculado triunfará y ustedes los que se
consagren, triunfarán con él; y conságrense a mi Corazón con el rezo diario del Santo

Rosario. Ay mis hijitos, si supieran todo lo que reciben cuando rezan con devoción el Santo Rosario.

¡Alégrense en la esperanza los que se vuelven a Dios!

Bendito y alabado sea el SACRATÍSIMO CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS

Bendito y Alabado sea JESÚS EUCARISTÍA

Bendita y alabada sea LA SANTÍSIMA TRINIDAD presente en la SAGRADA EUCARISTÍA.

Amén Aleluya, Amén Aleluya.

206
12 de Diciembre de 1995

Amados hijos:

He venido para llevarlos por el camino de la verdadera vida que es “Jesús”.

Esta Madre vuestra les hará más fácil el camino. ¡Abrid los corazones!, escuchad mis mensajes, quiero
que comencemos a caminar juntos, por el camino que conduce al Cielo. ¡Rezad el Santo Rosario! Alabad
la Gloria de Dios con él. Gloria a Dios.

2 de Enero de 1996

Amados hijitos:

Rezad el Santo Rosario en familia, piensen que cuando hacen esto, Yo estoy acompañándolos.
Comiencen ahora, con este nuevo año. Quiero estar en todos los hogares, para ayudarlos en todas las
dificultades. Quiero que todos me conozcan.

Esta Gracia maravillosa os está regalando EL Señor, no permanezcáis indiferentes. ¡Os Amo a todos!.
Amén. Amén.

8 de Enero de 1996

María hijita de mi Corazón:

Orar con el Santo Rosario es estar cerca de mi Corazón, cada vez que lo rezas mi mirada permanece en
ti, mi Corazón escucha y mi súplica se hace más insistente.

Soy puente de unión entre ti y la Santísima Trinidad. Te bendigo. Amén. Amén.

11 de Enero de 1996

¡Orad! Hijos míos. ¡Orad! Con intenso amor, ya se ciernen las tinieblas sobre la Humanidad. ¡Tomad el
arma! Que es el Santo Rosario.

Obedecedme hijos míos para que la Luz venza a las tinieblas. Amén. Amén. Amén.

La Santísima Virgen está toda de blanco y tiene su rostro bañado de Lágrimas y antes de hablarme
permite que mire su rostro.

17 de Enero de 1996

Vi un campo seco, lleno de espinas y malezas, en el medio un jardín precioso, lleno de rosales con
enormes rosas rosadas, contrastando con el campo. También gigantescos árboles de enormes copas,
llenos de enormes rosas rosadas.

Me dice La Madre:

Muchas dificultades os esperan en este momento. El precioso jardín es mi Corazón, en medio del mundo,
las rosas representan a los que rezan el Santo Rosario, y ellos crecen como gigantescos árboles,
elevándose al Cielo con muchos frutos espirituales.

El que me entrega su corazón y reza el Rosario no debe temer a nada de éste mundo, ya que ésta
Santa oración los eleva por encima de toda dificultad y los protege especialmente de todo peligro,
acercándolos con rapidez a Dios, creciendo interiormente, evitando ser contaminados de toda maldad.

Esta es la protección que Dios da a los que rezan el Santo Rosario.

207
Predicad esto. Amén. Amén.

17 de Febrero de 1996

Oren al Señor con el Santo Rosario, invoquen la protección de Dios, mediante esta oración que es
poderosa y pronto sentiréis en vuestras vidas la fuerza y la luz del Espíritu Santo.

El Santo Rosario es el adorno más hermoso del alma, recurran a él en todo momento.

Yo estoy en el Santo Rosario, como Hija de Dios, Madre de Dios, Esposa de Dios y Madre amorosa de
todos ustedes.

¡Os amo mis hijos!

Amén. Amén.

5 de Marzo de 1996

Que la paz y el Amor del Señor esté con vosotros amados hijos.

Hoy he venido a deciros que os mantengáis unidos y en oración. Esto se hará para combatir al maligno
enemigo, que trata por todos los medios de quitarles la paz, especialmente la paz de los hogares.
Sumiéndolos en el desaliento y la angustia, para alejarlos del Amor de Dios.

Orad por las calles con el Santo Rosario en desagravio al Inmaculado Corazón de María.

El Rosario es vuestra tabla de salvación.

Orad con fuerza los unos por los otros, ardiendo en caridad vuestros corazones por el hermano que
sufre.

Poned toda vuestra esperanza en El Señor.

Amén. Amén. Amén.

13 de Abril de 1996

(Hoy vi a la Santísima Virgen en profunda tristeza y aflicción, toda vestida de blanco y su perfectísimo
rostro parecía bañado en sudor).

Mis hijos:

Hoy he venido a pediros que oren y oren con gran urgencia por la Paz del mundo, que está seriamente
amenazada por la iniquidad del terrible enemigo de Dios.

Confiad en mi Inmaculado Corazón que os guiará en medio de terribles tribulaciones. Seré vuestra
Consejera, no os apartéis de mi guía, no os separéis del Santo Rosario y orad permanentemente con él,
Yo Soy vuestra Madre y como Madre os hablo.

El mensaje que hoy os quiero transmitir es muy duro y difícil de entender para los que viven olvidados de
que Dios existe, y aún de los que teniendo conciencia de Dios viven despreocupados de salvar sus
almas, viviendo según la carne y el mundo.

Terribles cosas os esperan mis hijos si no volvéis vuestros ojos a Dios, pues el tremendo castigo que Dios
mandará al mundo va a comenzar.

208
Os revelaré una parte de este y será para llevarlos a la oración y al sacrificio y así tengan la esperanza
de mitigar con vuestros rezos, este castigo tan terrible. Esto es una advertencia llena del AMOR DE DIOS
hacia la humanidad.

Muchas almas religiosas caerán y se apartarán del camino del Señor para vivir en la tibieza del mundo.
Los sacerdotes que queden no se diferenciarán en nada de los seglares, seguirán el camino del mundo
que los llevará a la apostasía, las religiosas seguirán este mismo camino y muchas almas buenas se
perderán por su causa. El mundo sin religión y sin Dios será morada de seres salvajes y animalezcos y
cambiarán la fisonomía humana y así el cuerpo será el reflejo del alma. Estos aterradores humanos
convertidos en discípulos de satanás aprovechando el caos que sobrevendrá por los grandes e
inminentes castigos que caerán sobre el mundo, perseguirán a los buenos en feroz cacería. No habrá
diferencia de sexos y por un tiempo determinado por Dios Padre el infierno reinará en el mundo. Pero mi
INMACULADO CORAZÓN apartará las tinieblas y el horror, de mis hijos consagrados a Mí, El Señor
esperará hasta último momento la conversión a mi Corazón Inmaculado, y así todos tendrán la
oportunidad de salvarse y el perdón de Dios INFINITAMENTE MISERICORDIOSO.

Oren, oren con intenso Amor.

“Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús en Ti confío”.

19 de Abril de 1996

No busquéis remedio para vuestros males, en las cosas del mundo.

¡Aferraos al Santo Rosario!.

El Rosario os ha sido dado para consuelo y alegría vuestra.

Os hacéis muy agradables a Dios cuando lo alabáis con esta sencilla devoción.

Amén. Aleluya. Amén. Aleluya.

13 de Mayo de 1996

Hoy tuve la siguiente visión:

Vi una custodia con el Santísimo Sacramento, ella está en medio de una inmensa luz, multitud de
Ángeles postrados en adoración la rodean totalmente, a los pies vi un rosario. Después de ésta visión vi
a la Santísima Virgen toda vestida de blanco. Ella estaba en medio de la radiante luz que siempre la
precede. Lleva puesta una corona de oro sobre la cabeza, sus manos juntas a la altura del pecho, y en
ellas el Rosario que parece ser de oro. Su mirada permanece hacia abajo y dice:

“Yo Soy la Reina del Santo Rosario”, os pido Oración, Sacrificio y Penitencia para que baje a vosotros la
Paz y Misericordia del Altísimo.

Adorad a Jesús vuestro Dios, como lo adoran la multitud de Ángeles en el Cielo.

Rezad el Santo Rosario todos los días, en desagravio por los ultrajes y sacrilegios con que se ofenden al
Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.

Oren con el corazón para que todos sean sanados espiritualmente.

El inmenso AMOR DE DIOS se está prodigando a vosotros mis hijos.

Atiendan a mis deseos y convertíos pronto (y separando sus manos dio la bendición) Os bendigo a todos.

Amén. Amén. Amén.

209
27 de Agosto de 1996

Yo os amo mis hijitos y acudo presurosa a consolarlos cuando os acercáis a Mí con confianza.

Tenéis un medio poderoso de acercaros a mi Corazón; y es mediante el rezo del Santo Rosario.

Rezando esta gratísima devoción podéis conseguir Gracias.

¡Pedid mis hijitos!.

Pedid la conversión de vuestros corazones y todo lo demás os será concedido.

Os bendigo.

Amén. Amén. Amén.

5 de Setiembre de 1996

Hijitos. Encended vuestros corazones de amor, orando sin cesar.

Ofreced ayunos y sacrificios para que haya Paz en el mundo.

Deseo que seáis pequeños instrumentos del Amor de Dios. Cumplid estos santos pedidos que os hago.

Rezad TODOS el Santo Rosario, arrodillaos humildemente y clamad al Cielo para que reine la Paz y el
amor en el mundo.

Si vosotros oráis con el corazón la paz entrará en vuestras vidas, en vuestras familias y el Amor de Dios
se hará visible en vosotros.

¡No teman!. Estaré siempre velando y orando con vosotros.

Soy la Madre de Dios. Soy vuestra Madre.

¡Benditos sean!.

Amén. Amén. Amén.

8 de Setiembre de 1996

Mis amados hijos:

En este día he venido especialmente a bendecirlos y a deciros que mi Corazón de Madre, está muy feliz,
porque muchos de vosotros habéis comenzado a caminar Conmigo.

Vosotros sois elegidos a crecer en el Amor a Jesús, para Gloria y Alabanza de su Nombre.

Muchas dificultades os esperan, más con mi ayuda todo lo podrán.

Invocad al Señor en oración y experimentaréis su Misericordia que es tan inmensa que jamás os podréis
imaginar.

Os bendigo a todos.

Y vi que la Ssma. Madre levantando su mano derecha junto con su Rosario, bendijo ampliamente
mirando hacia abajo y sonriendo dulcemente.

17 de Setiembre de 1996

210
Mis hijitos:

Rezad el Santo Rosario con Amor.

Ofrecedlo a mi Corazón Inmaculado. De esta manera alcanzaréis sabiduría en las cosas de Dios, me
conoceréis y conoceréis a Dios.

¡Gloria al Altísimo!

7 de Octubre de 1996

Que mejor adorno para el alma, sobre todo para el alma en Gracia de Dios, que me honréis con el rezo
diario del Santo Rosario.

Y cada vez que lo rezáis mis hijos, Yo estoy muy cerca, e intercedo ante Dios Nuestro Señor por vosotros.

¡Bendito sea el Señor!.

¡Benditos sean mis hijos!.

13 de Octubre de 1996

Prediquen siempre mis mensajes, sean obedientes y vivan en paz con todos.

Alaben a la Divina Providencia y agradezcan todos sus beneficios.

Oren y ayunen por amor a Jesús y a su Santísima Madre pidiendo por la urgente conversión y la Paz
del mundo.

Sean humildes y perseverantes al orar por la Paz del mundo. Haceos el firme propósito de rezar el Santo
Rosario por estas intenciones.

No tardéis en predicar mis mensajes.

Os amo y os bendigo a todos.

Amén. Amén. Amén.

25 de Octubre de 1996

Mis hijos:

¡Rezad el Santo Rosario todos los días!.

Pedid por las almas más alejadas del Amor de Dios.

Es necesario orar día a día para rescatar almas que se encuentran sumergidas en el pecado.

Orad por todos los enfermos y afligidos y así seréis instrumentos del Amor de Dios en el mundo.

En este día tan especial muchos hijos están mirando con confianza a mi Corazón maternal.

211
Y mi Corazón escucha a todos los hijos que me aman y confían en mi poderosa intercesión. Más os digo:
Todos sois escuchados por El Sagrado Corazón y especialmente hoy, todos seréis consolados y
animados.

Yo, vuestra Madre he venido a fortalecerlos en el Amor a Jesús.

Obedeced mis mandatos sed dóciles a mis deseos y os prometo un cambio radical en vuestras vidas.

“Seguid al Señor”. El es Dios.

Benditos sean todos.

Amén. Amén.

20 de Noviembre de 1996

Hijos:

Rezad el Santo rosario y estaréis unidos a Mí.

Es necesario que os unáis a mi Corazón por medio de esta sencilla oración. Deseo que comprendáis esto:
si poco rezáis poco estoy con vosotros. Si perseveráis en la oración sentiréis crecer en vuestro interior el
deseo de amar al Señor, vuestro Dios.

De vosotros depende, os estoy esperando mis hijitos.

Meditad esto. ¡Gloria a Dios!

1° de Enero de 1997

¡Yo soy la Madre de Dios!

He puesto mis ojos y mi Corazón en mis hijos de todo el mundo.

Guardo en mi Inmaculado Corazón a todos mis hijos dispersos en el mundo entero.

Por Voluntad del Señor permanezco con vosotros, para exhortarlos a una urgente conversión.

Oren mis hijitos, oren siempre, no se separen del Santo Rosario.

Hoy sean benditos y que descienda sobre todos mis hijos en el mundo entero la Paz, el Amor y la
Bendición del Señor.

Amén. Amén. Amén.

29 de Agosto de 1997

¡Alabado sea El Señor!.

Si los hombres no se convierten y escuchan al Señor, muchas guerras y pestes azotarán a la humanidad,
diles que vuelvan a Dios, que escuchen su Palabra, que recen el Santo Rosario, todos los días.

212
Muchos corazones están muy endurecidos y muchos oídos permanecen sordos a mis mensajes. Deseo
ser escuchada, orad por esta intención..."Oraré al Señor por tus intenciones".

Bendita seas hija de mi Corazón.

Amén. Amén.

Palabras del Cardenal Ratzinger -ahora Papa Benedicto XVI-, sobre el Santo Rosario:
"El origen histórico del rosario se remonta a la Edad Media, una época en la que las oraciones normales
eran los salmos. Pero por entonces muchas personas no sabían leer, lo que les impedía participar en los
salmos bíblicos. Por eso se buscó un salterio para ellas, y se halló en la oración a María con los misterios
de la vida de Jesucristo ensartados a modo de perlas de un collar.
Afectan al que reza de una forma meditativa, en la que la repetición tranquiliza el alma, y aferrarse a la
palabra, sobre todo a la figura de María y a las imágenes de Cristo que pasan ante uno mientras tanto,
sosiega y libera el alma y le concede la visión de Dios.
De hecho, el rosario nos integra en ese saber primitivo en el que la repetición forma parte de la oración,
de la meditación, en el que la repetición significa una forma de adentrarse en el ritmo del sosiego. Lo
que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada palabra de manera racional, sino todo lo contrario:
dejarse llevar por la calma de la repetición, por lo cadencioso. Máxime teniendo en cuenta que no se
trata de palabras vacías. Traen a mis ojos y a mi alma grandes imágenes y visiones y, sobre todo, la
figura de María, y a través de ella la de Jesús.
Esas personas de las que hablábamos tenían que trabajar duramente. Al rezar, no podían emprender
además grandes rutas intelectuales. Al contrario, necesitaban una oración que las tranquilizase, que las
distrajera, que volviera a arrancarlas de sus preocupaciones y les mostrara el consuelo redentor. Creo
que esa experiencia primitiva de la historia de las religiones, la de la repetición, del ritmo, de la palabra
común, del coro que me lleva y se eleva y llena el espacio, que no me atormenta sino que me
tranquiliza, consuela y libera; esa experiencia primitiva se ha cristianizado aquí por entero en el contexto
mariano y en la aparición de la figura de Cristo al hacer rezar a las personas con enorme sencillez,
enterándose al mismo tiempo del rezo, trascendiendo el ámbito intelectual al adentrarse el alma en las
palabras.
Lo rezo (el rosario) con gran sencillez, igual que lo hacían mis padres. A los dos les encantaba el rosario.
Y mucho más a medida que envejecían. Cuanto más envejece uno, menos esfuerzos intelectuales se
pueden hacer, y más se necesita un refugio interno y adentrarse en la oración de la Iglesia. Así que yo lo
rezo tal como lo rezaban ellos".
ORACIONES DADAS POR MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS

Están resaltadas en AZUL algunas oraciones que tienen promesas o son especiales para algún propósito.

2-12-83 Corazón de María Yo espero que lo encuentren Madre mía,


que lo vean como yo, sólo un momento
Eres tan maravilloso
e ilumine la ceguera de los hombres,
que jamás hubiera imaginado
que haya paz y amor fraterno,
conocerlo algún día.
y se borre para siempre el odio de la tierra
Me haces estremecer de dicha
por los siglos de los siglos.
mi corazón estalla de alegría
Amén.
con sólo mirar los destellos que despides.
Brillas cual sol en un día pleno 12-12-83 Jaculatoria a Dios Padre
y eres transparente cual gota de rocío “Padre, líbranos de todo mal.
pero el amor que tiene tu Corazón María,
es tan grande, que alcanza y sobra Con tu Santa Sabiduría, Señor,
para el mundo entero. sálvanos de todo pecado;

213
en nombre de todos cuantos te queremos, Señor, Esta oración no es solamente para ti, también es para todo
llévanos por el camino del bien. Amén”. aquel que está angustiado por algún motivo, debéis leerla y
os aseguro que se aliviará. Hazla conocer.
La Virgen dice: “El que reza esta oración nueve días
seguidos, acompañada con un Rosario, le concederé una 7-1-84 María salvadora
gracia especial”. Madre que todo lo puedes
18-12-83 El Señor es... siempre observas desde el Cielo
si hay alguien que perdió el camino,
“Son muchas las ovejas perdidas del Señor y Él quiere
si un hijo tuyo ha olvidado
recuperarlas; por eso les dice el Gran Pastor a las que están
los mandatos de su Padre.
en su Rebaño, que no salgan de él y no se muevan de su
Tú pones todo el empeño
lado”.
para que esa alma perdida
“El Señor es Luz en las tinieblas, encuentre pronto la salida
es agua en el desierto, de ese pozo en que se encuentra.
abrigo en la intemperie, Halle de nuevo la Luz
da de comer al hambriento, que le indica el Padre Eterno
quien cree en Él gozará de Vida Eterna. Amén”. por eso Madre, Tú
20-12-83 María, nuestra ayuda constantemente vigilas
los pasos que dan tus hijos
Vigilante estás Tú Dulce María, que no se aparten jamás
silenciosa siempre a nuestro lado, de su bendita Palabra.
cuidando nuestro camino El Señor por tu intermedio
y sacando las piedras que hay quiere que su Ley cumplan.
a nuestro paso. Gloria al Altísimo Padre.
Nunca salgas de nuestra vida
Virgen mía, 2-2-84 Dios es amor
perdidos estaremos si no tenemos tu guía, “Dios es amor, don de vida, misericordia y comprensión
a veces nos desviamos de la ruta que nos trazas, total.
o desmayamos ante cualquier tropiezo, Eres Gloria eterna, consuelo de tristeza, liberación del alma.
pero siempre nos sacas adelante, Señor quiero honrarte, cantar alabanzas a tu Nombre.
con la ayuda de nuestro Padre. Hoy quiero decirte: Aquí me tienes Señor.
Amén. Quédate conmigo hoy y por siempre. Amén”.
3-1-84 Oración para el angustiado. 11-2-84 Bendigo al Señor
Siento necesidad de decirle a mi Virgen María: Bendigan al Señor Rey del Universo
“Madre mía Celestial alaben a Dios Padre nuestro
qué me tienes reservado: que todos sepan que es misericordioso
no sé si es dolor o alegría; que perdona y ama sobre todas las cosas.
pero sé que en este día Que su Reinado es eterno
en que me siento agotada, como eterno es su amor por sus hijos.
solo pienso en tu Hijo Él sólo pide fe y vivir en su Palabra,
que llevó su cruz a cuestas, ofrece a cambio la salvación del alma
que cargó todo el dolor y liberación total.
sin expresar una queja. Amén. Amén.
Cuánto sufrió Jesús 19-2-84 Súplica al Señor
por el mundo y sus pecados.
Señor, Tú eres mi fortaleza y mi razón de ser,
Y también pienso por Ti,
escucha mi voz y mi plegaria,
tu dolor no se compara;
tiende tu mano que yo me aferro para poder vivir.
nada ni nadie en la tierra
Yo me refugio en Ti, Señor.
sufrió lo que tú sufriste
Mi corazón está contigo. Amén
y siento que yo, Virgen mía,
tendría que estar llorando 1-3-84 Oh Madre
no de pena, sino de alegría, Oh Madre que con tu misericordia
por la carga que me das. has penetrado en mi corazón
Madre, perdón por tener ten piedad de mí.
estos malos pensamientos. Tú que desde lo alto
Ahora me siento aliviada, me has hecho ver la Verdad
sé que estoy iluminada y me libraste de caer
y me siento resguardada en manos enemigas,
con toda tu protección. eres admirable en tu amor
Amén”. en tu bondad divina.
Por medio de Ti
recibimos la Gloria del Señor.

214
Mi boca pronunciará Madre, por mí murió Jesús
eternamente Tu Nombre padeciendo los horrores
que quede yo impregnada de Ti. que la cruz provocó.
Madre eres como un manantial Se ofreció en sacrificio
emanando sabiduría Su Cuerpo y su Sangre dio,
y el camino hacia el Todopoderoso. lavó los pecados
Alabada siempre seas. por mi salvación.
Amén. Medito la muerte de Cristo Jesús
y sé que por Él redimido soy.
6-3-84 Óyeme Jesús
Amén.
Señor has tomado mi vida
20-4-84 Tocado del Señor
y en Ti confío, óyeme Jesús
consuela mi corazón “Me has tocado mi Señor
fortalece mi espíritu. con tus manos milagrosas,
Aparta de mí todo mal pensamiento e hiciste que mi vida
condúceme con tu rectitud, cambiara por completo.
sé que sólo así Quiero entrar en tu morada
recibiré tu bendición en el juicio final. estar en tu presencia.
Amén. Tú que eres misericordioso
tómame Señor
12-3-84 Ilumíname Señor
que contigo quiero estar.
“Señor, ninguna niebla me cubre ya, Amén”.
todo se aclara a causa de Ti.
25-4-84 Alabanza
Tú me proteges con tu Amor supremo.
Señor yo te alabo y glorifico. Virgen María, eres sosiego y ternura
Has roto mis cadenas. eres la luz y la fe,
Mi corazón clama tu Nombre. rezando tu Santo Rosario,
Que tu Luz siga iluminando encuentro consuelo en el dolor.
mis días por siempre Señor. Perdona mi culpa
Amén”. si en algo te falto,
pido al Señor vivir para alabarte.
23-3-84 Con tu poder Dios mío
Amén.
Con tu poder Dios mío
1-5-84 Oración para rechazar al Maligno
has cambiado todo mi ser,
desde hoy vives en mí. “A mi derecha y a mi izquierda está mi Señor, no hay un
Siempre me das consuelo. tercer lugar, no lo hay para el enemigo”.
Alientas mi vida, Y os lo aseguro que se retirará de vuestro lado. Amén. Amén.
porque sin Ti nada soy. 11-5-84 Das amor
Deja en mi hacer tu Voluntad Señor.
Amén. Comienzo a orar y ya me encuentro ante ti Señor porque sé
que me escucháis. Con tu Divina Gracia, haces posible que
5-4-84 Cristo es amor mi vida encuentre la serenidad deseada. Sin tu ayuda nada
Cristo es Amor, Bondad y Luz es posible, sin tu Luz no se puede avanzar; bendito el
es fuente de vida hombre que te busca y en Ti espera. Oh Señor, porque a tus
Cristo es el camino hijos das Amor a manos llenas. Amén.
a la eternidad. 20-5-84 Oración para bendecir la mesa
Es el Cordero fiel
que nos lleva hacia el Pastor. “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Siempre está a mi lado Amén. Señor Bendice esta mesa, donde están los alimentos
Él responde a mi llamado que nos envías este día y que nunca nos falte tu pan. Amén.
cuando clamo por su ayuda. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Jesús todo lo puede. Amén”.
Amén. 24-5-84 Oración para los enfermos
11-4-84 Redentor “Señor alivia a tus hijos
necesitados de salud
y de tu Amor,
alivia sus almas,
consuélalos Señor.
Perdona sus pecados
y cuando los llames a tu presencia
permite Señor
que entren en tu Reino.
Amén”.

215
29-5-84 Oración al Espíritu Santo que todo se derrumbe sobre mí,
a Ti prometo Señor
Espíritu Santo Luz y Poder,
dedicar mis días.
te agradecemos la fuerza que nos das,
Amén”.
para que en ella podamos apoyarnos y caminar.
Tú que ahondas en lo profundo de nuestro ser, 4-8-84 Jaculatoria a la Virgen
y avivas la llama de nuestra fe, “Oh dulcísima Madre,
libéranos de todo lo impuro que podamos albergar, por todos los sufrimientos que padeciste,
en nuestro pobre corazón. ayúdame a sobrellevar mi cruz”.
Te pedimos que con tu Amor,
nos hagas entrar dignos de entrar 7-8-84 Del Señor
en las puertas del Eterno. Del Señor obtendréis sus dones
Amén. de su espiga la semilla,
9-6-84 Al Espíritu Santo su verdad alejará la mentira
y de su fuente beberéis la Vida.
Espíritu puro Alabado sea el Señor.
que vienes a derramar tus dones
a este pobre pecador, 10-8-84 Súplica
prepara mi corazón “¡Dios mío, convierte mi tristeza en alegría, quita de mí toda
y líbrame de pena. Sé que no cumplo, Señor, como debiera, pero sigo tus
la tentación del mundo, consejos porque me suenan a Gloria. En mi corazón tengo
para poder ser aceptado por Ti. Tu Nombre y grabado queda. Amén”.
El temor ya no me alcanza
porque te has acercado a mí. 14-8-84 Madre
Camino confiado Orad diciendo:
hacia tu gloriosa Luz purificadora. Madre humilde
Alabado seas Madre dolorida
por los siglos de los siglos. Madre del Cordero fiel
Amén. Madre confiada en Dios
15-6-84 Oración por el hermano Consuelo de sus hijos
Madre consejera
Invocad a Dios y decid: Estrella guía hacia Dios
Dios mío escucha esta plegaria, Madre de todos los hijos
Tú que me alivias en mi dolor María manto de amor.
hoy te pido por mi hermano.
Dale fuerzas para resistir 18-8-84 Bendito seas Señor
los malos momentos que le toca vivir, “Bendito seas Señor de la Luz
sácalo de su desesperanza porque tu bendición me das,
condúcelo por tu Divina Senda. me acercas tu Espíritu
Haz que acepte Tu Voluntad como también tu misericordia.
que no ponga en peligro su vida, Maravilloso es tu Amor,
sino que la salve Señor. que engrandece al más pequeño
Amén. derribando al más soberbio,
29-6-84 Oración al Sagrado Corazón alabada sea tu grandeza.
Amén”.
“Sagrado Corazón de Jesús
porque soy débil, 27-8-84 Con Cristo
te pido guíes mis pasos, “Con Cristo a mi lado
ampárame y bendíceme. desconozco la debilidad.
Bendito seas Señor Él me sustenta con su Amor
porque en tu Corazón y mis fuerzas se multiplican.
está la salvación. Le doy gracias a Jesús
Obra en mí por haberme despertado, por enseñarme el camino,
según tu Voluntad. el camino hacia la Vida.
Amén”. Él es toda mi esperanza,
10-7-84 Oración para los incrédulos mi confianza, mi alegría.
Cristo ama, Cristo enseña.
“Dios mío ayúdame Cristo salva, Cristo redime.
a ver con claridad, Aleluia”
que no quede confundido,
sácame de ese laberinto sin salida, 7-9-84 Consagración a la Virgen
auxíliame que estoy perdido. “¡Oh Madre! Quiero Consagrarme a Ti.
Dame la fe que no tengo Virgen María hoy Consagro mi vida a Ti.
quiero creer en Ti, Siento necesidad constante de tu presencia en mi vida,
no permitas que me hunda para que me protejas, me guíes y me consueles.

216
Sé que en Ti mi alma encontrará reposo Amén.
y la angustia en mí no entrará, 18-12-84 Mi salvación
mi derrota se convertirá en victoria,
mi fatiga en Ti fortaleza es. Amén”. En Dios pongo mi vida, en Dios mi esperanza,
lo sigo seguro recibiendo su enseñanza.
4-10-84 Bendita seas Sabiendo de sus dones, confiando en su Amor,
Bendita seas Madre mía en Cristo creo, Él es mi salvación.
esperanza de mi vida, Amén.
radiante luz de mis ojos, 6-1-85 Orad:
redención de mis pecados.
Capullo abierto al amor Señor, haz de mí un hijo nuevo,
de tus hijos hacia el Padre, engrandece mi corazón y llénalo de Amor,
desde el Cielo me bendices, que Tu Bondad de mí se apiade
mi corazón te entrego Madre. y llegue a Ti mi oración.
Amén.
10-10-84 Apertura
13-1-85 Mi compromiso
Renuevo mi espíritu,
abro mi corazón al Señor, Desde hoy rechazo lo malo,
prometo escuchar solamente su voz, desde hoy recibo lo bueno,
guardar Su Palabra y practicarla. Amén. no titubearé ante el llamado del Señor
porque Él, me cubrirá de gloria.
25-10-84 Orad al Señor: Amén.
Te ruego Señor, pongas tus ojos en todos los hijos,
23-1-85 Perdón Señor
para que los perfecciones y encuentren en Ti la razón de
vivir. Amén. “Señor, estás tan cerca y no te vemos,
ofreciéndote, y no te recibimos,
1-11-84 Al Sagrado Corazón de Jesús. sintiendo tu presencia, y te ignoramos,
Dulcísimo Corazón de Jesús, avergonzados te pedimos perdón.
te bendigo, te venero y te pido Amén”.
tengas de mí compasión. 25-1-85 Dice la Virgen:
Que jamás me extravíe
del camino del Señor. Soy aliento de los débiles,
Dame fuerzas Sagrado Corazón, manantial de los sedientos,
para poder enmendar mis faltas abrigo de los pobres,
y merecer la paz del Señor. descanso de los fatigados,
Amén. seguridad de los vacilantes,
acallar de los lamentos,
15-11-84 Busco alegría de los corazones,
Busco tu Gracia sin desmayar, Arca de todos los pueblos
busco tu Luz porque me puede cambiar, y unión entre los hijos y Dios.
a tu divino Amor me encomiendo, Amén.
qué pobre soy sin Ti, Señor. Hija es el Amor por mis hijos expresado así.
Amén.
21-3-85 Entrega
25-11-84 Entrega
Su dulce Nombre nos llega,
“Soy un pobre enfermo pecador su Amor nos quiere tocar,
y he venido a vuestros pies, su Corazón nos entrega,
a pedirte que me sanes y redimas. su Paz, quiere ser nuestra paz.
Toma mi corazón Madre, dame tu Amor”. Amén.
Amén.
10-4-85 María, Madre
1-12-84 Decid confiadamente:
Aquí viene, aquí llega
Si amo al Señor dichoso seré, es María, la Madre,
si puro es mi corazón, su Gloria veré. la humilde, la buena,
Alabado sea el Señor. la que viene cargada de Amor.
8-12-84 Súplica a la Madre La que enjuga cada lágrima de sus hijos
y consuela con su Amor tan Maternal,
“Madre una gracia te pido,
la que da felicidad a cada alma,
que me sanes en cuerpo y alma,
la ampara y le da su Corazón.
sé que debo despojarme de mi orgullo,
La que tiene en los brazos a su Niño
y de todos mis pecados.
y nos lleva a los brazos del Señor,
Qué lejos estaba de Ti,
nos quiere hacer dignos del Cielo
qué negro velo cubría mi alma,
abriendo nuestro corazón.
hoy te descubro y quiero vivir,
¡Con quién te puedo comparar Madre,
detiene tu mano, pósala en mi corazón”.

217
si no tienes ni tendrás comparación! Creo en tus consejos, que nos hará buenos y generosos.
Al verte, todo se borra, todo se apaga, Creo en tu fidelidad a Dios, porque nos hará fieles a
porque veo tu Luz y siento tu Amor nosotros tus hijos.
Creo en Ti que eres la llave que nos abrirá las puertas del
14-5-85 Oradle:
reino del Señor.
Ven Jesús, que estoy arrepentido Creo en tu refugio, porque en Ti lo encontramos.
de mis faltas y mis pecados, Creo en Ti Madre y en tu Manto extendido por el mundo, que
ven a mí, no te detengas, va cobijándonos y salvándonos de la muerte.
que Tú salvarás mi vida. Amén.
Amén.
16-10-85 Oración
Que siempre os acompañe esta oración.
Oh, Señor, Dios mío
24-5-85 Luz, Vida te llamo en mi dolor.
Cristo Jesús es un canto a la Vida, Busca a las almas que me ofenden,
Ya que Él es Vida. acércate y despiértalas.
Sus pies dejan huellas que a caminar invitan, Amén.
Cristo es la completa felicidad, 16-10-85 Alabanza al Señor
Luz por siempre es el Señor.
Amado por siempre seas,
Alabado sea.
bendito Tu Nombre Señor,
5-6-85 Jaculatoria: Tu Corazón nos entregas.
Dios mío, sin condiciones me entrego a Ti, Gloria, Gloria al Señor.
haz de mí según tu Voluntad.
Amén. Tu camino nos enseñas
nos conduces con Amor,
10-7-85 Lléname Señor alabo Señor Tu Nombre.
Fortaléceme Señor Gloria, Gloria al Señor.
con tu inagotable Amor, 10-11-85 Amor
mira mi pobre alma
y de mí ten piedad. ¡Oh Jesús, cuánta dulzura hay en tus ojos!
Llena de fe mi corazón, Qué seguridad da Tu Rostro.
mi espíritu, todo mi ser, Tú que tanto nos amas,
recíbeme y condúceme. perdona nuestra ceguera
Bendito seas. y haz que te amemos cada día más.
Amén. Amén.

12-8-85 Oración para desechar lo malo 12-12-85 Amad

Sagrado Corazón de Jesús, purifícame. Amad el sol cuando nace,


Espíritu Santo, vive en mí. amad la lluvia que moja,
Santísima Trinidad, llega a mí. amad los pájaros y las flores.
Amad los campos y las cosechas,
Orad de este modo y todo lo malo, huirá de vosotros. amad la vida y las cosas bellas,
Amén. amad al mundo, amad la paz.
Todo fue creado por Dios,
27-8-85 Alabanza todo os fue dado por Dios.
Alaben al Señor Amén.
que hizo el Cielo y la tierra, 26-12-85 Aquellos que no logran despegarse del
alábenlo todos los hombres. materialismo, los que caen en las debilidades humanas, los
Bendito el Señor, que son tentados por Satanás deben orar diciendo:
bendito su Amor.
¡Gloria, Gloria a Dios! Señor, llévame de Tu Mano
Amén. no quiero perder Tu Senda.
Quita el enemigo de mi lado
8-9-85 Anhelo sólo Tú puedes hacerlo.
Que los días de mi vida, Sana mi corazón herido,
los viva alabando a Dios. para llenarlo con Tu Nombre.
Madre, libera mi alma Amén.
y reúneme con el Salvador. Esta oración los hará conmover.
Amén.
31-12-85 Gracias Señor
25-9-85 Creo
Gracias por ser mi guía,
Madre, creo en tu Amor, porque es todo en nuestra vida, por el aire que respiro
Creo en tu humildad, ella nos sacará la soberbia y nos hará porque puedo ver el día,
humildes. por estar viva y sentirte dentro mío.

218
Por saber que no estoy sola, Oración (Bendición del automóvil)
por querer a mis hermanos, Quedo en Tus manos, Madre,
por mi familia, mi hogar, guía Tú, no me abandones,
por la Luz que has derramado. que sean Tus Ojos
Gracias por las alegrías, los que miren el camino
por darme a tu Madre, como Madre, y haz que llegue feliz a destino.
por la Cruz de cada día, Amén.
porque con ella quieres salvarme. (Rezar 3 Glorias)
Amén.
13-10-86 Madre de los pueblos
Me dice la Virgen: “Hija, ésta debería ser la oración diaria
de todo cristiano”. Madre, yo quisiera retenerte,
no soltarme de tu mano,
27-2-86 Alabanzas al Padre Celestial (para rezar después que me lleves hasta el Cielo,
del Santo Rosario). y quedarme allí a tu lado.
Camino de los perdidos
Medicina de los enfermos Tu fragancia huele a rosas,
Bebida de los sedientos tu piel se asemeja al terciopelo,
Riqueza de los humildes tus ojos brillan cual luz
Bendición de sus hijos que ilumina al mismo Eterno.
Espíritu consolador
Amor de los Amores Tus brazos, sostén de tu Niño
Vida de lo Eterno y de todo el universo,
Padre de la Divina Misericordia tu manto refugio constante
del hambriento y del sediento.
Se debe decir: Danos la Bendición diaria.
4-3-86 Por María Toda Tú eres ternura,
Dios Padre Todopoderoso caricia, paz y sosiego,
que elegiste a María como Madre de tu Hijo eres prudente, eres buena,
llega hasta nosotros, eres Madre de los pueblos.
por María, medianera de tu Gracia. 23-11-86 Anhelo
Amén.
Señor, ansío encontrarte,
4-5-86 Hija, muchos de mis hijos se sienten solos, Yo les respetar Tu Nombre,
digo: amarte para siempre
Soledad es la penumbra, y heredar tu Reino.
soledad es dejarse estar, Amén.
soledad es la muerte 12-12-86 Amar a Dios
y no vivir nunca más.
¡Cuántas cosas hermosas encierra el amor a Dios!
Soledad es abatirse,
Amar a Dios es querer al prójimo.
es quedarse y no luchar,
Amar a Dios es ofrecerse a Dios.
es dudar que la vida sigue,
Amar a Dios es dar la vida por Dios.
es no amar, es cegarse a la Verdad.
Pensamiento y obra sean de Dios.
Quien ama a Cristo, quien busca a Cristo,
Amén, amén.
sentirá que se ha abierto a la verdad.
Gloria a Dios. 24-1-87 Soy
2-8-86 Frente al Sagrario Madre Auxiliadora
Madre Misionera
Amor que en su desvelo llama,
Madre de los Pobres
Vida que en las almas quiere estar,
Madre del Santo Rosario
presencia viva que a vivir invita,
Alabado sea el Señor.
por los siglos de los siglos.
Amén, Amén. 24-2-87 Entrega
10-8-86 Oración (para el día de la consagración) “Entrégate al Señor, alma buena y generosa,
pon en Sus Manos el corazón,
Dios me conceda la Gracia de vivir para Ti,
aliento de Vida inundará tu cuerpo,
de amar a tu Corazón con todo mi ser,
amor y pureza que emana de Dios”.
y que seas Tu, Madre mía, la que limpie
mi alma y la purifique. 11-4-87 Despierta
Despierta hijo de Dios,
Amadísima Madre, enséñame a amar a Jesús, no duermas más que aquí está Él,
hazme digna de Jesús y de Ti, Madre camina y ve por la Luz,
y que la consagración de este día, me una más que hoy está regalando el Señor.
a Ti y a tu Hijo.
Amén.

219
No te niegues a la Vida, Bendita seas María, por guiar mi vida.
no te apartes de Su lado, Amén.
no desprecies Su calor 19-1-88 Tengo una locución interior:
y te verás por siempre recompensado.
Amén. Oh, Madre mía,
hasta tus pies llego,
25-5-87 Enseguida siento necesidad de escribir: postrándome con inmenso amor;
Madre bendita de Dios, ofreciéndote todo mi ser,
concede a tus hijos, consagrándote mi vida toda.
la fortaleza y el calor Guárdame en tu Corazón,
de tus manos bienhechoras. Sé Tú, mi Dueña absoluta
y Guardiana de mi vida.
Danos el Amor que tu Corazón Sé que unida a Tí,
ansioso quiere darnos, confiando plenamente en Tí,
danos la Luz que del Señor recibes llegaré hasta el Corazón de Tu Hijo.
y la humildad que siempre le entregaste. Amén.
Luego la veo y me dice: Pueden repetirla mis consagrados.
Eres Esperanza y Bienestar del alma;
Contigo gozaremos de paz 10-6-88 Al Corazón de Jesús.
siguiéndote viviremos Corazón de Jesús, Llama Ardiente, Llama de Amor.
amándote llegaremos a Dios. Corazón de Jesús, Humilde Corazón.
7-7-87 Siento necesidad de escribir: Corazón de Jesús, Amante Corazón.
Corazón de Jesús, Todo Fortaleza.
Dios me salve, Corazón de Jesús, Paz del espíritu.
dándome humildad, perseverancia Corazón de Jesús, Esperanza del cristiano.
y amor a su Sagrado Corazón. Corazón de Jesús, Misericordioso Corazón.
Mi Madre, mi tierna Madre,
será la que me acerque a El. 15-12-88 Suplicad al Señor, hijos míos:
Creo en Ella y en su Santo Amor; No pretendo otra cosa
su bendición, me hará merecedora que volver a comenzar,
de la bendición del Padre. ten piedad de mí, Señor
Su humildad, me hará humilde y líbrame del mal.
y me llevará hacia su Hijo. Amén.
Su Amor, me enseñará a amar
al Santo Espíritu.

ORACIÓN AL SEÑOR
POR INTERCESIÓN DE SAN PÍO DE
PIETRELCINA

Oh Dios,
que a San Pío de Pietrelcina, ORACIÓN
sacerdote capuchino, (compuesta por Padre Pío para rezarla después de la
le has concedido comunión”
el insigne privilegio
Has venido a visitarme
de participar, de modo admirable, Como Padre y como amigo
de la pasión de tu Hijo: Jesús, no me dejes solo.
concédeme, ¡Quédate Señor conmigo!
por su intercesión,
La gracia de....... Por el mundo envuelto en sombras
que ardientemente deseo Soy errante peregrino
y otórgame, sobre todo, Dame tu luz y tu gracia
que yo me conforme ¡Quédate Señor conmigo!
a la muerte de Jesús
En este precioso instante
para alcanzar después Abrazado estoy contigo
la gloria de la resurrección. Que esta unión nunca me falte
¡Quédate Señor conmigo!
Gloria al Padre..... (3 veces)
Acompáñame en la vida
Tu presencia necesito
Sin ti desfallezco y caigo

220
¡Quédate Señor conmigo!
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer
Declinando está la tarde
prontamente en los pobres y en los que sufren el
Voy corriendo como río al rostro mismo de Jesús.
hondo mar de la muerte. Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y,
¡Quédate Señor conmigo! si caemos, haz que experimentemos la alegría del
sacramento del perdón.
En la pena y en el gozo Transmítenos tu tierna devoción a María, Madre de
Sé mi aliento mientras vivo Jesús y Madre nuestra.
Hasta que muera en tus brazos
¡Quédate Señor conmigo! Acompáñanos en la peregrinación terrena hacia la
patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Novena a San Pío Día Primero


de Pietrelcina
EL AMOR DEL PADRE PÍO HACIA DIOS

(A) Oraciones para


Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
todos los días.
Reflexión: Dios es amor; Dios es un Padre bueno y
Por la señal de la
misericordioso, lento a la cólera y pronto al
Santa cruz, de
perdón.
nuestros
enemigos, >Dios nos ama –decía el padre Pío- y una de las
líbranos, Señor, pruebas que nos ama es el hecho de que nos tolera
Dios nuestro. En el en el momento mismo en que lo ofendemos. Dios
nombre del Padre es Padre de todos; pero lo es, de modo
y del Hijo y del especialísimo, para los desgraciados y de modo
Espíritu Santo. todavía más singular lo es para ti<
Amén. El padre Pío escribía a su director espiritual: >Me
Acto de siento devorado por el amor de Dios. Dios está,
contrición: Dios para mí, fijo en mi mente e impreso en mi
mío me arrepiento corazón. Nunca lo pierdo de vista; admiro su
de todo corazón de haberte ofendido porque eres belleza, sus sonrisas, sus misericordias<.
infinitamente bueno. Dame tu santa gracia para no El principal atributo de Dios es la misericordia que
ofenderte más. Amén. perdona y remedia los pecados de sus creaturas. Él
Padre Nuestro y Ave María. es rico en misericordia. Su misericordia brota de su
amor desinteresado y gratuito hacia los que no son
Credo: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador
amables ni merecen ser amados.
del cielo y de la tierra, Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por >Siento cada vez la imperiosa necesidad –decía el
obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa Santo- de entregarme con más confianza a la
María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio misericordia divina y de poner sólo en Dios toda mi
Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, esperanza<. Y repetía: >Yo no deseo otra cosa que
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de morir o amar a Dios: o la muerte o el amor, pues la
entre los muertos, subió al cielo y está sentado a la vida sin este amor es peor que la muerte<.
derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha
de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el >Recuerda –escribía a una hija espiritual- que el
Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la gozne sobre el que gira la perfección es el amor;
comunión de los santos, el perdón de los pecados, quien vive del amor, vive en Dios, porque Dios es
la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. amor, como dijo el Apóstol<.
(B) Oración final para todos los días.
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
humildad de corazón, para ser considerados entre
los pequeños del Evangelio, a los que el Padre Oremos: Dios todopoderoso y eterno, a quien
prometió revelar los misterios de su Reino. confiadamente invocamos con el nombre de Padre,
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza intensifica en nosotros el espíritu de hijos
de que Dios conoce lo que necesitamos antes de adoptivos tuyos, y concédenos por intercesión y
que se lo pidamos. ejemplo de san Pío de Pietrelcina, que

221
merezcamos entrar en posesión de la herencia que Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
nos tienes prometida. Por Nuestro Señor Reflexión: Uno de los deberes del sacerdote es la
Jesucristo, tu Hijo. Amén. predicación de la Palabra de Dios. Los presbíteros,
en virtud del sacramento del Orden, han sido
consagrados para predicar el Evangelio. El
Día Segundo sacerdote está acreditado oficialmente por la
Iglesia para predicar la palabra como maestro.
AMOR DEL PADRE PÍO AL PRÓJIMO
Por eso el obispo, en la ceremonia de ordenación,
le dijo: “Recibe el Espíritu Santo”.
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)

Cuando el padre Pío llegó a San Giovanni Rotondo,


Reflexión: Quien ama a Dios, tiene que amar
el provincial lo encargó de la educación de unos
también al prójimo. El amor a Dios y el amor al
treinta muchachitos que se preparaban a la vida
hermano forman un solo mandamiento.
religiosa capuchina. El superior, el Padre Paulino,
>La caridad –decía el padre Pío- es la perla de las nos describe así las ocupaciones en las que
virtudes. Del mismo modo que las perlas se empleaba sus horas el padre Pío: “Se dedica a la
mantienen unidas por el hilo, así las virtudes por la lectura de libros espirituales, de modo especial a
caridad. Y así como las perlas se caen si se rompe la lectura de la Sagrada Escritura”.
el hilo, de igual modo, disminuye la caridad y las
virtudes desaparecen<.
Uno de los niños de aquel tiempo, el padre Manuel
El padre Pío no podía soportar ni la crítica ni el de San Marco escribió:
hablar mal de los hermanos. La murmuración le
daba náusea. >Teniendo tantos defectos que
“La forma de hablar del padre Pío en las
criticar en nosotros, ¿para qué perdernos en contra
conferencias era tan expresiva y conmovedora, que
de los hermanos?<.
superaba todo lo imaginable, porque todo cuanto
Movido por este amor para con los hombres sus decía le salía de su misma vida, de su propio
hermanos, exclamaba ante Dios como Moisés: “¡O corazón. ¡Con qué dulzura nos hablaba de Jesús,
perdonas a tu pueblo o bórrame del libro de la Camino, Verdad y Vida! ¡Con qué ternura se
vida!. expresaba cuando citaba textualmente las palabras
Su amor al hombre lo lleva a dar vida a dos grandes del Señor!”
obras: la Casa Alivio del Sufrimiento y los grupos de Todos los que conocieron al padre Pío y lo oyeron
oración. Hablando de la Casa Alivio del Sufrimiento predicar, afirman que lo hacía con ardor y eficacia.
decía: >Háganla tan bonita como el paraíso,
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
porque en ella va a habitar Cristo enfermo>. A los
médicos y enfermeros recomendaba: >Ustedes Oremos: Dios todopoderoso y eterno, escucha la
tienen la misión de curar al enfermo; pero si no oración de tu pueblo, da fuerza a cuantos predican
llevan amor al lecho de los enfermos, no creo que el Evangelio en el mundo y concédenos que así
las medicinas sirvan de mucho. Sean portadores de como san Pío de Pietrelcina fue en la tierra un
Dios para los enfermos; eso será más útil que ardiente y humilde predicador de tu palabra, ahora
cualquier otro cuidado<. en el cielo sea nuestro poderoso intercesor. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Los grupos de oración tenían que ser de apoyo a la
Casa Alivio del Sufrimiento.
Día Cuarto
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”) EL AMOR DEL PADRE PÍO A LA EUCARISTÍA

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, escucha con Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
bondad la oración de tus fieles, y por la intercesión
de san Pío de Pietrelcina, dígnate visitar con tu Reflexión: La Eucaristía es la acción de gracias por
consuelo a nuestros hermanos enfermos y haz que las maravillas que Dios ha hecho por nosotros con
recobren pronto la salud y te den gracias en la la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo.
Iglesia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Jesús ha querido quedarse con nosotros real y
sustancialmente con su cuerpo, sangre, alma y
Día Tercero divinidad como sacrificio, es decir, memorial de su
muerte y como alimento espiritual en la comunión
AMOR DEL PADRE PÍO A LA PALABRA DE DIOS
sacramental.

222
“Aunque aquel singular confesor trataba a los
Dios llamó al padre Pío a ser sacerdote y víctima. peregrinos con aparente dureza, éstos, tomando
Gentes de todo el mundo acudían a San Giovanni conciencia de la gravedad del pecado y
Rotondo para ver de cerca al estigmatizado padre sinceramente arrepentidos, volvían casi siempre
Pío celebrar la santa misa. para recibir el abrazo pacificador del perdón
sacramental”.
Cristo crucificado se hacía presente visiblemente
en la persona de su ministro: su pasión y su muerte Un penitente tres veces despedido del
se reflejaba durante la celebración del sacrificio confesionario y, finalmente absuelto, comentaba:
del Calvario, celebrada por un sacerdote que en “Ahora sí que he llegado a comprender la gravedad
aquel momento le prestaba voz, manos y corazón. de mis faltas. Hasta este momento nadie había
sacudido mi indiferencia, como ahora lo ha hecho
>Lo que más me hiere –escribe el padre Pío a su
el padre Pío. Ahora comprendo mejor y le
director espiritual- es el abandono en que se
agradezco a Dios que se haya servido para ello del
encuentra Jesús en el Santísimo Sacramento. Mi
pulso firme y, al mismo tiempo, paternal del padre
corazón se siente como atraído por una fuerza
Pío<
superior antes de unirme a él al comulgar. Siento
tanta hambre y sed de recibirlo, que falta poco ¡Cuánto le costaban al padre Pío las confesiones!
para que no muera de ansia. Solía decir: >¡Si supieran cuánto cuesta un alma!.
Las almas no se dan como regalo: se compran.
A veces voy a recibirlo como con fiebre. Y esta
¡Ustedes no saben lo que le costaron a Jesús!.
hambre y sed en lugar que se apague, después que
Ahora y siempre hay que pagarlo con la misma
lo he recibido, se acrecientan siempre más en mí,
moneda<.
al grado de decirle a Jesús: ¡Basta!, Porque no
aguanto más.< Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”) Oremos: Dios todopoderoso y lleno de bondad, que
nos has dado en san Pío de Pietrelcina un modelo
Oremos: Padre celestial, para la mayor gloria de tu
de sacerdote consagrado al ministerio de la
santo nombre y por el mayor bien de las almas, te
penitencia, concédenos, por su intercesión,
suplicamos por intercesión de san Pío de
convertirnos a ti de todo corazón y recibir tu
Pietrelcina, que multipliques el número de tus
misericordia abundante. Por Jesucristo Nuestro
sacerdotes. Derrama sobre ellos tu divino Espíritu,
Señor. Amén
enamóralos de la cruz y haz muy fecundo su
apostolado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
Día Sexto
Día Quinto AMOR DEL PADRE PÍO A LA VIRGEN MARÍA.
EL PADRE PÍO, MÁRTIR DEL CONFESIONARIO Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”) Reflexión: Desde niño el padre Pío tuvo siempre
una tierna, afectuosa y confiada devoción a la
Reflexión: Podemos resumir el ministerio
Virgen María.
sacerdotal del padre Pío, en dos polos luminosos:
el altar y el confesionario. En el altar se inmolaba Cuando sacerdote se consagró totalmente a ella y
con Cristo en la cruz y en el confesionario repartía la consideró “Dulcísima Madre de los sacerdotes,
la infinita misericordia del Señor. mediadora y dispensadora de todas las gracias”.
En el confesionario el padre Pío desempeñó su Cuando pasaba ante una imagen de la Virgen,
paternidad con fuerza y ternura. Era severo y decía: “Te saludo, María, saluda a Jesús de mi
exigente con los penitentes curiosos e hipócritas. parte”.
Era inflexible con los pecados contra la vida, los Festejaba el mes de mayo con mucho fervor.
pecados de la blasfemia y la trasgresión del Decía: >El mes de mayo para mí es el mes de las
precepto dela misa festiva. No era raro que cerrara gracias. Quisiera tener una voz poderosa para
la ventanilla del confesionario en las narices de los invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la
penitentes o les gritara: ¡Fuera de aquí, Virgen<.
desgraciado!.
>Su amor a la Virgen era muy grande –cuenta un
Sus explosiones eran fuertes vibraciones de su sacerdote-. Recuerdo que una vez le pedimos al
espíritu para romper ciertas barreras y sacudir padre Pío, en la fiesta de la Asunción, que nos
ciertos corazones empedernidos. diera un pensamiento sobre la fiesta. Se le iluminó
el rostro y sollozando dijo: “Hijos míos, amemos a
El Papa Juan Pablo II, en la canonización del padre la Virgen, ella es nuestra Madre”. Se emocionó y se
Pío, dijo: puso a llorar. También nosotros nos pusimos a

223
llorar, confundidos ante tanto amor. ocupado?”.
Llamaba el rosario su arma preferida. Lo llevaba Me quedé mortificado y me retiré un poco. Al poco
enrollado en la mano o en el brazo, como si fuera tiempo, el padre Pío me llamó y me dijo: “¿No has
un arma siempre empuñada. visto estos ángeles de la guarda que estaban
alrededor? Eran los ángeles de la guarda de mis
Su devoción a la Virgen era concreta y profunda,
hijos espirituales que venían a traerme sus
que lo llevaba a Cristo. La Virgen Dolorosa lo
mensajes. Debía yo darles las respuestas”.
llevaba al misterio de la cruz, a embriagarse en los
padecimientos de Jesús. El padre Pío no era un hombre que inventara
extrañezas o fuera preso de fantasías neuróticas.
La Virgen lo introdujo también en el misterio
Ahora que la Iglesia ha reconocido su santidad,
eucarístico. Escribió: >¡Pobre madrecita, cuánto
estas “extrañezas” se vuelven verdaderas
me quiere! ¡Con qué cariño me ha acompañado
enseñanzas para nosotros.
esta mañana hasta el altar! Me ha parecido que
ella no tuviera ni siquiera en quién pensar sino sólo
en mí, al llenarme el corazón de santos afectos<. Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”) Oremos: Te pedimos, Señor, que tus santos
ángeles, nos ayuden en el peregrinar de esta vida y
Oremos: Dios omnipotente y eterno, que has hecho
nos conduzcan después a la patria eterna.
grandes maravillas en la Virgen María, madre de tu
Hijo y madre nuestra, por intercesión de san Pío de Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Pietrelcina, renueva en nosotros las maravillas del
Espíritu para que podamos bendecir eternamente Día Octavo
tu nombre. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
Amén. EL AMOR DEL PADRE PÍO A LA IGLESIA Y AL PAPA

Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)


Día Séptimo Reflexión: Ante el “Fenómeno” padre Pío, los
AMOR DEL PADRE PÍO A LOS SANTOS ÁNGELES fieles de todo el mundo llegaban a él en mayores
grupos para oír sus misas y confesarse con él.
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Sin embargo, desde diferentes sectores de la
misma Iglesia surgieron calumnias y falsos informes
Reflexión: Los ángeles de la guarda son seres sobre su vida y actividad, y hasta el mismo Santo
espirituales que Dios envía a los hombres con la Oficio de Roma le prohibió durante un tiempo
misión de custodiarnos y protegernos física y celebrar en público y confesar.
espiritualmente.
¿Cómo reacciona el padre Pío? Con humildad,
>El ángel de la guarda no nos abandona nunca – silencio y oración. Nos cuenta un cohermano suyo:
decía el padre Pío-. Él es nuestro amigo más “Al recibir la noticia de la prohibición de celebrar y
sincero y fiel<. confesar en público, el padre Pío dejó entrever
El padre Pío le tenía mucha confianza y unas lágrimas y un gesto de profundo dolor. Se
familiaridad y con frecuencia le daba encargos retiró a la tribuna del coro y a los pies del crucifijo
especiales. A quien iba a saludarlo antes de estuvo orando hasta la medianoche”.
emprender un viaje, le decía: “El ángel de Dios te Luego él mismo dijo: >La Iglesia es una madre a la
acompañe”. que hay que amar y más cuando nos pega<.
A sus hijos espirituales repetía con frecuencia: A un admirador e hijo espiritual que quería llevar
“cuando me necesites y no puedas venir a verme, una protesta públicamente, dijo: “Si en verdad me
mándame a tu ángel de la guarda con el mensaje”. amas, no debes continuar lo que estás haciendo
El padre Agustín, su confesor, escribió: “El padre por mí. No se puede amar al hijo, mortificando a la
Pío no conoce ni el griego ni el francés, su ángel de madre Iglesia”.
la guarda le explica todo”. El padre Pío amaba al Papa como a Cristo en la
En el libro Envíame a tu ángel de la guarda, el tierra, y diariamente ofrecía su vida por él. >Mi
padre Alejo Parente nos cuenta este hecho primer recuerdo de cada día en la oración de la
asombroso: “Una vez el padre Pío estaba en la mañana –decía- es por el Papa<.
veranda y parecía estar hablando con alguien, La fundación de los grupos de oración tiene como
mientras que en realidad yo no veía a nadie. Me primera y principal intención orar por la Iglesia y
acerqué a él para entregarle algunas cartas. El por el Papa. >Yo quiero que mis grupos de oración
padre me dijo bruscamente: “¿No ves que estoy –decía- oren siempre según las intenciones del

224
Papa, a quien amo tanto, tanto, como al mismo reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Jesucristo<.

Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)


Oremos: Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza,
escucha benignamente las oraciones de tu Iglesia
y, por la intercesión de san Pío de Pietrelcina,
concédenos con abundancia cuanto te pedimos con
fe. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Día Noveno
LA ORACIÓN DEL PADRE PÍO.
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”) Oración de protección a San Miguel Arcángel

Reflexión: El padre Pío repetía con frecuencia: >Se


busca a Dios en los libros, pero se lo encuentra en
la oración. Si hoy no se cree, se debe a la falta de
oración. Más se ora, más aumenta la fe y se
encuentra a Dios<.
El padre Gabriel Amorth, amigo e hijo espiritual
del padre Pío, dijo: “El padre Pío, cuanto más
avanzaba en edad, más sentía la necesidad de
aumentar la oración. La necesidad de la oración le
era sugerida por la conciencia de saberse indigno,
se sentía un gran pecador, con el riesgo de poder
perder la fe. Por ello ha sido siempre un gran
pedigüeño de oración. Yo sabía que sí quería verlo
iluminado de gozo, no tenía más que decirle:
“Padre rezo por usted”.
El padre Pío se había definido a sí mismo: >Un
fraile que ora<. Sus biógrafos lo definen como a
san Francisco de Asís. “Un hombre hecho oración”.
Los continuos llamados del Papa Pío XII a la oración
para que terminara la guerra, encontraron en el San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé
padre Pío una respuesta concreta. Él fundó sus ya nuestro amparo contra la perversidad y las
famosos grupos de oración, que definió:
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos
“Semilleros de fe, hogares de amor en los cuales
Cristo mismo está presente cada vez que se reúnen suplicantes. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial,
para la oración bajo la guía de sus directores arroja al infierno con el Divino Poder a satanás y a
espirituales”. todos los espíritus malignos que andan dispersos
por el mundo para la perdición de las almas.
La oración principal que se reza en estos grupos, es
el santo rosario y una breve reflexión sobre algún Amén.
mensaje espiritual y los ejemplos de la vida santa
del padre Pío.
Pronto tuvieron mucha difusión en Italia y en todo
el mundo. El mismo Santo Padre, Juan Pablo II, Oración al Espíritu Santo
dijo que los grupos de oración son una de las
herencias espirituales más preciosas que nos dejó
el santo.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que nos diste
en san Pío de Pietrelcina un modelo insigne de
oración, haz que nuestra vida transcurra en una
constante y ferviente unión contigo, que vives y

225
Sopla sobre mí, Espíritu Santo, para que todos mis
pensamientos sean santos.
Actúa en mi, para que también mi trabajo sea santo.
Induce mi corazón, para que ame solamente a aquello
que es santo.
Fortaléceme, para defender todo lo que es santo

Oraciones de petición y protección


ROSARIO DE LAS LÁGRIMAS

Con tus lágrimas, oh Madre Dolorosa, destruye el


dominio de los infiernos. Con tu mansedumbre, Oh
Señor Jesucristo, tú que estás desligado de cadenas,
libra al mundo de los errores actuales. Oh Jesús
crucificado, postrados a tus pies, te ofrecemos las
lagrimas de tu Santísima Madre, que te acompañó con
ardiente y compasivo Amor, en el Doloroso camino de
la Cruz. Concédenos, oh Buen Maestro,
que sigamos de todo corazón, las enseñanzas que por
medio de sus lagrimas nos ha dado, para que
cumpliendo con tu Santísima Voluntad en la tierra, nos
hagamos dignos del honor de alabarte en el cielo por
toda la eternidad. Amén.
Los 7 Dolores de la Santísima Virgen:
1) Al oír la profecía de Simeón que su Hijo iba a morir
y que su corazón sería traspasado por una espada.
2) Por la crueldad de Herodes y la huida a Egipto
3) Cuando perdió a su Divino Hijo por 3 días
4) Cuando vio a su Hijo amadísimo cargando la Cruz

226
5) Al ver como Crucificaban a Jesús Madre desolada,Ruega por nosotros
6) Al tener en sus brazos el cuerpo sin vida de su amado Madre de tu Hijo privada,Ruega por nosotros
Hijo Madre por una espada de dolor traspasada,Ruega por
7) Por la soledad en que se quedó al sepultar a su nosotros
Divino Hijo Madre de penas consumida,Ruega por nosotros
Modo de rezarlo: Madre llena de angustias,Ruega por nosotros
Madre con el corazón en la Cruz clavada,Ruega por
En lugar del Padre Nuestro se dirá: nosotros
V. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en Madre tristísima,Ruega por nosotros
la tierra, Fuente de lágrimas,Ruega por nosotros
R. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo. Colina de tormentos,Ruega por nosotros
En lugar del Ave María se dirá (7 veces): Espejo de paciencia,Ruega por nosotros
V. Oh Jesús, oye nuestras oraciones. Peña dura de constancia,Ruega por nosotros
R. Por las lagrimas de tu Santísima Madre la Virgen Ancora de la esperanza,Ruega por nosotros
María Refugio de los desamparados,Ruega por nosotros
Escudo de los oprimidos,Ruega por nosotros
Para concluir se dirá 3 veces (invocaciones): Vencedora de los incrédulos,Ruega por nosotros
V. Oh Jesús, mira las lágrimas de quien tanto te amó en Consuelo de los miserables,Ruega por nosotros
la tierra, Medicina de los enfermos,Ruega por nosotros
R. Y que te ama aún más ardientemente en el cielo Fortaleza de los débiles, Ruega por nosotros
Oración final: Puerto de los que naufragan,Ruega por nosotros
Calma de las tempestades,Ruega por nosotros
¡OH María , Madre del Amor, del dolor y de la
Recurso de los afligidos,Ruega por nosotros
compasión, te rogamos que unas nuestras oraciones con
Temor de los que ponen acechanzas,Ruega por nosotros
las tuyas, para que Jesús, tu Hijo Divino a Quien
Tesoro de los fieles,Ruega por nosotros
invocamos, oiga nuestras súplicas, en nombre de tus
Ojo de los Profetas,Ruega por nosotros
lagrimas Maternales, y nos conceda la Paz que tan
Báculo de los Apóstoles,Ruega por nosotros
ardiente buscamos, para que así podamos obtener la
Corona de los Mártires,Ruega por nosotros
corona de la vida eterna. Amén.
Juez de los Confesores,Ruega por nosotros
Oración final: Perla de las Vírgenes,Ruega por nosotros
¡OH María , Madre del Amor, del dolor y de la Consuelo de las viudas, Ruega por nosotros
compasión, te rogamos que unas nuestras oraciones con Alegría de todos los Santos, Ruega por nosotros
las tuyas, para que Jesús, tu Hijo Divino a Quien Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…
invocamos, oiga nuestras súplicas, en nombre de tus Perdónanos Señor.
lagrimas Maternales, y nos conceda la Paz que tan Cordero de Dios que quitas los pecados del
ardiente buscamos, para que así podamos obtener la mundo….Escúchanos Señor.
corona de la vida eterna. Amén. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…
LETANIAS: Ten piedad de
Señor ten piedad de nosotros Señor ten piedad de… PADRE NUESTRO
Cristo ten piedad de nosotros Cristo ten piedad de… La oración que Jesús nos enseñó.
Señor ten piedad de nosotros Señor ten piedad de…
(Mt. 6, 9-13).
Jesucristo óyenos Jesucristo óyenos
Jesucristo escúchanos Jesucristo escúchanos Padre nuestro, que estás en el cielo,
Padre Celestial que eres Dios, Ten piedad de nosotros santificado sea tu Nombre;
Hijo redentor del mundo que eres Dios, Ten piedad de
nosotros venga a nosotros tu reino;
Espíritu Santo que eres Dios, Ten piedad de nosotros hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Santísima Trinidad que eres un solo Dios, ten piedad de
nosotros Danos hoy nuestro pan de cada día;

Santa maría, Ruega por nosotros perdona nuestras ofensas,


Santa Madre de Dios,Ruega por nosotros como también nosotros perdonamos
Santa Virgen de las Vírgenes,Ruega por nosotros a los que nos ofenden;
Madre en el Corazón Crucificada,Ruega por nosotros
Madre Dolorosa,Ruega por nosotros no nos dejes caer en la tentación,
Madre llorosa,Ruega por nosotros y líbranos del mal.
Madre afligida,Ruega por nosotros
Madre desamparada,Ruega por nosotros Líbranos de todos los males, Señor,

227
Y concédenos la paz en nuestros días, LIBERARME A MÍ, A TU CRIATURA, DE LA
para que, ayudados por tu misericordia, AFLICCIÓN Y TRIBULACIÓN EN QUE ME VEO,
PORQUE TÚ RECIBISTE DE DIOS PADRE
vivamos siempre libres de pecado TODOPODEROSO EL GÉNERO HUMANO PARA
y protegidos de toda perturbación, QUE LO COMPRASES Y, HECHO HOMBRE,
PRODIGIOSAMENTE NOS COMPRASTE EL
mientras esperamos la gloriosa venida PARAÍSO CON TU
de nuestro Salvador Jesucristo. PRECIOSA SANGRE, ESTABLECIENDO UNA PAZ
COMPLETA ENTRE LOS ÁNGELES Y LOS
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
HOMBRES.
ten piedad de nosotros.
ASÍ PUES, DÍGNATE, SEÑOR, INTRODUCIR Y
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, CONFIRMAR UNA PERFECTA CONCORDIA
ten piedad de nosotros. ENTRE MIS ENEMIGOS Y YO Y HACER QUE
SOBRE MÍ RESPLANDEZCA TU PAZ, GRACIA Y
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, MISERICORDIA, MITIGANDO Y EXTINGUIENDO
danos la paz. TODO ODIO Y FUROR QUE CONTRA MÍ
TUVIERON MIS ADVERSARIOS, COMO LO
REFLEXIÓN SOBRE LA ORACION DEL PADRE
HICISTE CON ESAÚ, QUITÁNDOLE TODA LA
NUESTRO.
ADVERSIÓN QUE TENÍA CONTRA SU
No digas, Padre Si cada día no te portas como un hijo. HERMANO JACOB.
No digas, Nuestro Si vives aislado en tu egoísmo. EXTIENDE, SEÑOR JESUCRISTO, SOBRE MÍ TU
No digas, Que estás en los cielos Si sólo piensas en las CRIATURA, TU BRAZO Y TU GRACIA Y
cosas terrenas. DÍGNATE LIBERARME DE TODOS LOS QUE ME
ODIA, COMO LIBERASTE A ABRAHAM DE LAS
No digas, Santificado sea tu Nombre Si no lo honras. MANOS DE LOS CALDEOS; A SU HIJO ISAAC DE
No digas, Venga a nosotros tu Reino Si lo confundes LA CONSUMACIÓN DEL SACRIFICIO; A JOSÉ,
con el éxito material. DE LA TIRANÍA DE SUS HERMANOS; A NOÉ,
DEL DILUVIO UNIVERSAL; A LOT, DEL
No digas, Hágase tu Voluntad Si no lo aceptas cuando INCENDIO DE SODOMA; A MOISÉS Y
es dolorosa. ABRAHAM, TUS SIERVOS Y AL PUEBLO DE
No digas, El pan nuestro de cada día dánoslo hoy Si ISRAEL, DEL PODER DEL FARAÓN Y DE LA
teniéndolo tú, no te preocupas por la gente con hambre, ESCLAVITUD DE EGIPTO; A DAVID, DE LAS
sin cultura ni vivienda. MANOS DE SAÚL Y DEL GIGANTE GOLIAT; A
No digas, Perdónanos nuestras deudas Si guardas SUSANA, DEL CRIMEN Y DEL FALSO
rencor a tu hermano. TESTIMONIO; A JUDIT, DEL SOBERBIO E
IMPURO HOLOFERNES; A DANIEL DE LA
No digas, No nos dejes caer en tentación Si tienes CUEVA DE LOS LEONES; A LOS TRES JÓVENES,
intención de seguir pecando. SIDRAC, MISAC Y ABEDÉNEGO, DE LA
No digas, Líbranos del mal Si no tomas parte activa CALDERA DE FUEGO ARDIENTE; A JONÁS, DEL
contra el mal. VIENTRE DE LA BALLENA; A LA HIJA DE LA
MUJER CANANEA, DE LA OPRESIÓN DEL
No digas, Amén Si no has tomado en serio las palabras DEMONIO; A ADÁN, DE LA PENA DEL
del Padre Nuestro. INFIERNO; A PEDRO DE LAS OLAS DEL MAR; Y
ORACIÓN DE SAN AGUSTIN A PABLO, DE LAS CELDAS DE LA CÁRCEL.
PIDIENDO LA PROTECCIÒN DE DIOS. OH AMABILÍSIMO SEÑOR JESUCRISTO, HIJO DE
AMABILÍSIMO SEÑOR JESUCRISTO, DIOS VIVO, ATIÉNDEME TAMBIÉN A
VERDADERO DIOS, QUE DEL SENO ETERNO MÍ…………(NOMBRE), CRIATURA TUYA, Y VEN
DEL PADRE OMNIPOTENTE, TU FUISTE CON PRONTITUD EN MI AYUDA, POR TU
ENVIADO AL MUNDO PARA ABSOLVER LOS ENCARNACIÓN, POR TU NACIMIENTO, POR EL
PECADOS, REDIMIR A LOS AFLIGIDOS, SOLTAR HAMBRE, POR LA SED, POR EL FRÍO, POR EL
A LOS ENCARCELADOS, CONGREGAR A LOS CALOR, POR LOS TRABAJOS Y POR LAS
VAGABUNDOS, CONDUCIR A SU PATRIA A LOS AFLICCIOINES; POR LOS SALIVAZOS Y
PEREGRINOS, COMPADÉCETE DE LOS BOFETADAS; POR LOS AZOTES Y CORONA DE
VERDADERAMENTE ARREPENTIDOS, ESPINAS; POR LOS CLAVOS, HIEL Y VINAGRE;
CONSUELA A LOS OPRIMIDOS Y POR LA MUERTE CRUEL QUE POR MÍ
ATRIBULADOS; DÍGNATE ABSOLVER Y PADECISTE; POR LA LANZA QUE TRANSPASÓ
TU PECHO; Y POR LAS SIETE PALABRAS QUE

228
DIJISTE EN LA CRUZ, “PADRE PERDÓNALES, SU AUXILIO, PARA QUE NINGÚN ENEMIGO ME
PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN”. DESPUÉS PUEDA CAUSAR DAÑO TANTO EN EL CAMINO,
AL BUEN LADRÓN QUE ESTABA CONTIGO COMO EN CASA, ASÍ EN EL AGUA COMO EN EL
CRUCIFICADO: “YO TE ASEGURO: HOY FUEGO, O VELANDO O DURMIENDO, O
ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”. DESPUÉS HABLANDO O CALLADO, TANTO EN LA VIDA
AL MISMO PADRE: “DIOS MIO, DIOS MIO, COMO EN LA MUERTE.
PORQUÉ ME HAS ABANDONADO.” EH AQUÍ LA CRUZ + DEL SEÑOR, HUYAN
DESPUÉS A TU MADRE “MUJER AHÍ TIENES A POTENCIAS ENEMIGAS. VENCIÓ EL LEÓN DE
TU HIJO” DESPUÉS AL DISCÍPULO: “AHÍ TIENES LA TRIBU DE JUDÁ, DESCENDIENTE DE DAVID.
A TU MADRE”, MOSTRANDO QUE ASÍ QUE !ALELUYA¡
CUIDABAS DE TUS AMIGOS. DESPUÉS SALVADOR DEL MUNDO, SÁLVAME.
DIJISTE:”TENGO SED”, PORQUE DESEABAS SALVADOR DEL MUNDO, AYÚDAME. TÚ QUE
NUESTRA SALVACIÓN Y LA DE LAS ALMAS POR TU SANGRE Y POR TU CRUZ ME
SANTAS QUE ESTABAN EN EL LIMBO.DIJISTE REDIMISTE, SÁLVAME Y DEFIÉNDEME HOY Y
DESPUÉS A TU PADRE.”EN TUS MANOS EN TODO TIEMPO.
ENCOMIENDO TU ESPÍRITU. Y POR ÚLTIMO
EXCLAMASTE “TODO ESTÁ CONSUMADO”, AGIOS O THEÓS, + AGIOS ISCHIRÓS + AGIOS
PORQUE ESTABAN CONCLUÍDOS TODOS TUS AHTÁNATOS, + ELEISON IMÁS. DIOS SANTO, +
TRABAJOS Y DOLORES. DIOS FUERTE, + DIOS INMORTAL, + TEN
MISERICORIDA DE NOSOTROS.
TE RUEGO PUES, QUE POR TODO ESTO Y POR CRUZ DE CRISTO +, SÁVAME. CRUZ DE CRISTO
TU BAJADA AL LIMBO, POR TU GLORIOSA +, PROTÉGEME. CRUZ DE CRISTO +,
RESURRECCIÓN, POR LAS FRECUENTES DEFIÉNDEME.
CONSOLACIONES QUE DISTE A TUS EN EL NOMBRE DEL PADRE + Y DEL HIJO + Y
DISCÍPULOS, POR TU ADMINRABLE DEL ESPIRITU SANTO +.
ASCENSIÓN, POR LA VENIDA DEL ESPÍRITU AMÉN.
SANTO, POR EL TREMENDO DÍA DEL JUICIO,
COMO TAMBIÉN POR TODOS LOS BENEFICIOS SAN AGUSTIN
QUE HE RECIBIDO DE TU BONDAD. Oración de la Sangre de Cristo
TU ME CREASTE DE LA NADA, ME REDIMISTE, Señor Jesús, en tu nombre y con
ME CONCEDISTE TU SANTA FE, ME el Poder de tu Sangre Preciosa
FORTALECISTE CONTRA LAS TENTACIONES sellamos toda persona, hechos o
DEL DEMONIO, Y ME PROMETISTE LA VIDA acontecimientos a través de los cuales
ETERNA. el enemigo nos quiera hacer daño.
POR TODO ESO, REDENTOR MIO, Con el Poder de la Sangre de Jesús
COMPADÉCETE DE MÍ, MISERABLE CRIATURA, sellamos toda potestad destructora
TODOS LOS DÍAS DE MI VIDA. OH DIOS DE en el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego,
ABRAHAM, DIOS DE ISAAC Y DIOS DE JACOB, debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas
COMPADÉCETE DE MÍ….(NOMBRE), CRIATURA de la naturaleza, en los abismos del infierno,
TUYA Y MANDA EN MI AUXILIO A TU SANTO y en el mundo en el cual nos movemos hoy.
ARCÁNGEL MIGUEL, QUE ME
GUARDE Y ME DEFIENDA DE TODOS MIS Con el Poder de la Sangre de Jesús
ENEMIGOS CARNALES Y ESPIRITUALES, rompemos toda interferencia y acción del maligno.
VISIBLES E INVISIBLES. Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen
Y TÚ, MIGUEL, ARCANGEL SANTO DE CRISTO, acompañada de San Miguel, San Gabriel,
DEFIÉNDEME EN LA ÚLTIMA BATALLA, PARA San Rafael y toda su corte de Santos Ángeles.
QUE NO PEREZCA EN EL TREMENDO JUICIO.
ARCÁNGEL DE CRISTO, SAN MIGUEL, TE PIDO Con el Poder de la Sangre de Jesús
POR LA GRACIA QUE MERECISTE Y POR sellamos nuestra casa, todos los que la habitan
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE ME LIBRES (nombrar a cada una de ellas),
DE TODO MAL Y DEL ÚLTIMO PELIGRO A LA las personas que el Señor enviará a ella,
HORA POSTRERA DE LA MUERTE. así como los alimentos y los bienes que
Él generosamente nos envía
SAN MIGUEL, SAN GABRIEL, SAN RAFAEL Y para nuestro sustento.
TODOS LOS OTROS ÁNGELES Y ARCÁNGELES
DE DIOS, SOCORRAN A ESTA MISERABLE Con el Poder de la Sangre de Jesús
CRIATURA. sellamos tierra, puertas, ventanas,
LES RUEGO HUMILDEMENTE QUE ME PRESTEN objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos,

229
y en fe colocamos un círculo de Su Sangre Sin tu inspiración divina los hombres nada podemos y
alrededor de toda nuestra familia. el pecado nos domina.
Con el Poder de la Sangre de Jesús Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y
sellamos los lugares en donde vamos cura nuestras heridas.
a estar este día, y las personas, empresas Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad,
o instituciones con quienes vamos a tratar endereza nuestras sendas.
(nombrar a cada una de ellas).
Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza
Con el Poder de la Sangre de Jesús tus siete sagrados dones.
sellamos nuestro trabajo material y espiritual,
los negocios de toda nuestra familia, Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y
y los vehículos, las carreteras, los aires, contigo el gozo eterno.
las vías y cualquier medio de transporte Oración Personal para sellarse y protegerse con la
que habremos de utilizar. sangre de Cristo:
Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos, Señor, Jesús, hoy quiero que selles mi vida personal
las mentes y los corazones de todos los habitantes con todas mis pertenencias. Sello mi salvación con tu
y dirigentes de nuestra Patria a fin de que preciosa sangre, sello mis sentimientos, para que todos
Tu Paz y Tu Corazón al fin reinen en ella. mis afectos sean cubiertos. Sello con tu sangre mis
Te agradecemos Señor por Tu Sangre inquietudes para estar seguro de alcanzar la respuesta a
y por Tu Vida, ya que gracias a Ellas mis necesidades. Sello mi corazón para que no entre
hemos sido salvados y somos preservados ningún espíritu de rencor, amargura, tristeza o miedo.
de todo lo malo. Yo sello con tu Sangre mi voluntad para que esté presta
Amén. siempre a hacer el bien, sello mi mente para que entren
ORACION “HAZME INTRUMENTO DE TU solo pensamientos que me permitan alcanzar el gozo, la
PAZ” paz y así cambiar mi manera de vivir. Sello con tu
Sangre, Señor, mi cuerpo para que reciba la salud, sea
Oh, Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: protegido del pecado y de las enfermedades, adulterios
Donde hay odio, que yo lleve el Amor. y accidentes.
Donde hay ofensa, que yo lleve el Perdón.
Donde hay discordia, que yo lleve la Unión. Sello mi pasado para que toda herida que aún me haga
Donde hay duda, que yo lleve la Fe, daño sea sanada con tu Sangre bendita. Sello mi
Donde hay error, que yo lleve la Verdad. presente para que todas mis actividades sean cubiertas
Donde hay desesperación, que yo lleve la Esperanza con tu Sangre protectora. Sello mi futuro para que mis
Donde hay tristeza, que yo lleve la Alegría. planes, proyectos sean preservados de todo ataque y
Donde están las tinieblas, que yo lleve la Luz. toda influencia del maligno. Sello mi familia, mis seres
queridos, mis amistades…para que sean protegidos.
Oh Maestro, haced que yo no busque tanto:
A ser consolado, sino a consolar. Sello mi economía, para que se derrame
A ser comprendido, sino a comprender. abundantemente tu Providencia en mi vida. Sello mis
A ser amado, sino a amar. deudas para que el devorador huya y desaparezcan.
Porque: Es dando, que se recibe; Invoco tu Sangre preciosa sobre mi boca y sello mis
Perdonando, que se es perdonado; palabras para que sean sólo bendición.
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna. Tu Sangre preciosa me haga invisible cuando se nos
S. Francisco acerque el enemigo nos permita reconocerlo y vencerlo
por la invocación de tu Nombre. Sello todo mi ser y me
SECUENCIA DE PENTECOSTES coloco bajo tu protección para que me libres de toda
Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu acechanza del mal. Con el poder de la Sangre de
luz, para iluminarnos. Jesucristo rompo y destruyo toda potestad de
Ven ya, padre de los pobres, luz que penetra en las interferencia, la interacción del maligno y prohíbo toda
almas, dador de todos los dones. comunicación entre espíritus.

Fuente de todo consuelo, amable huésped del alma, paz Pido Jesús, que envíes a tu Santísima Madre del
en las horas de duelo. Perpetuo Socorro, para que se haga presente en mi
hogar y en mi trabajo y me acompañe con San Miguel
Eres pausa en el trabajo; brisa, en un clima de fuego; Arcángel, y sus nueve coros angélicos, San Gabriel y
consuelo, en medio del llanto. San Rafael. Gracias Señor porque Tu eres el guardián
Ven, luz santificadora, y entra hasta el fondo del alma que nunca duermes. Gracias Señor, por tu Sangre
de todos los que te adoran. preciosa, porque gracias a ella somos preservados de

230
todo mal. Tu Sangre nos hace invisibles, bendito y
alabado seas por siempre Señor.
Amén.
Oracion de proteccion diaria
Señor Jesús, en tu nombre
y con el Poder de tu Sangre Preciosa
sellamos toda persona, hechos o acontecimientos
a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño.
Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos toda potestad destructora en el aire,
en la tierra, en el agua, en el fuego, debajo de la tierra,
en las fuerzas satánicas de la naturaleza,
en los abismos del infierno,
y en el mundo en el cual nos movemos hoy.
Con el Poder de la Sangre de Jesús
rompemos toda interferencia y acción del maligno.
Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen
acompañada de San Miguel, San Gabriel, San Rafael Oraciones contra el maleficio (del ritual griego)
y toda su corte de Santos Ángeles. Kyrie eleison. Dios nuestro Señor, oh Soberano de los
Con el Poder de la Sangre de Jesús siglos, omnipotente y todopoderoso, tú que lo has
sellamos nuestra casa, todos los que la habitan hecho todo y que lo transformas todo con tu sola
(nombrar a cada una de ellas), voluntad; tú que en Babilonia transformaste en rocío la
las personas que el Señor enviará a ella, llama del horno siete veces más ardiente y que
así como los alimentos y los bienes protegiste y salvaste a tus tres niños santos; tú que eres
que Él generosamente nos envía para nuestro sustento. doctor y médico de nuestras almas; tú que eres la
salvación de aquellos que se dirigen a ti, te pedimos y te
Con el Poder de la Sangre de Jesús invocamos, haz vana, expulsa y pon en fuga toda
sellamos tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes, potencia diabólica, toda presencia y maquinación
pisos y el aire que respiramos, satánica, toda influencia maligna y todo maleficio o mal
y en fe colocamos un círculo de Su Sangre de ojo de personas maléficas y malvadas realizadas
alrededor de toda nuestra familia. sobre tu siervo… haz que, en cambio, de la envidia y el
Con el Poder de la Sangre de Jesús maleficio obtenga abundancia de bienes, fuerza, éxito y
sellamos los lugares en donde vamos a estar este día, caridad; tú, Señor, que amas a los hombres, extiende tus
y las personas, empresas o instituciones con quienes manos poderosas y tus brazos altísimos y potentes y
vamos a tratar ven a socorrer y visita esta imagen tuya, mandando
(nombrar a cada una de ellas). sobre ella al ángel de la paz, fuerte y protector del alma
y el cuerpo, que mantendrá alejado y expulsará a
Con el Poder de la Sangre de Jesús cualquier fuerza malvada, todo envenenamiento y
sellamos nuestro trabajo material y espiritual, hechicería de personas corruptoras y envidiosas; de
los negocios de toda nuestra familia, y los vehículos, modo que debajo de ti tu suplicante protegido te cante
las carreteras, los aires, las vías y con gratitud: “El Señor es mi salvador y no tendré
cualquier medio de transporte que habremos de utilizar. temor de lo que pueda hacerme el hombre. No tendré
Con Tu Sangre preciosa sellamos temor del mal porque tú estás conmigo, tú eres mi Dios,
los actos, las mentes y los corazones de todos los mi fuerza, mi poderoso Señor, Señor de la paz, Padre de
habitantes los siglos futuros.” Sí, Señor Dios nuestro, ten
y dirigentes de nuestra Patria a fin de que Tu Paz compasión de tu imagen y salva a tu siervo… de todo
y Tu Corazón al fin reinen en ella. daño o amenaza procedente de maleficio, y protégelo
Te agradecemos Señor por Tu Sangre y por Tu Vida, poniéndolo por encima de todo mal; por la intercesión
ya que gracias a Ellas hemos sido salvados de la más que bendita, gloriosa Señora, la madre de
y somos preservados de todo lo malo. Dios y siempre Virgen María, de los resplandecientes
Amén. arcángeles y de todos tus santos. ¡Amén!
Oración contra todo mal
Espíritu del Señor, Espíritu de Dios, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, Santísima Trinidad, Virgen inmaculada,

231
ángeles, arcángeles y santos del paraíso, desciendan por el Dios que todo lo puede,
sobre nosotros. te ordenamos demonio inmundo que salgas en el
Fúndenos, Señor, modélanos, llénanos de ti, utilízanos. nombre de Jesús,
Expulsa de esta/s persona/s todas las fuerzas del mal, nuestro Salvador y Señor.
aniquílalas, destrúyelas, para que pueda/n estar bien y Amén.
hacer el bien.
Expulsa de él/ella/s los maleficios, las brujerías, la
magia negra, las misas negras, los hechizos, las
ataduras, las maldiciones, y el mal de ojo; la infestación
diabólica, la posesión diabólica; todo lo que es mal,
pecado, envidia, celos y perfidia; la enfermedad física,
psíquica, moral, espiritual y diabólica.
Quema todos estos males en el infierno, para que nunca
más nos toquen a nosotros ni a ninguna otra criatura en
el mundo.
Ordeno y mando con la fuerza de Dios omnipotente, en
nombre de Jesucristo Salvador, por intercesión de la
Virgen Inmaculada, a todos los espíritus inmundos, a
todas las presencias que molestan a esta/s persona/s que
la/lo/s abandonen inmediatamente, que la/lo/s
abandonen definitivamente y que se vayan al infierno
eterno, encadenados por san Miguel arcángel, por san
Gabriel, por san Rafael, por nuestros ángeles custodios,
aplastados bajo el talón de la Virgen Santísima Oración por un
Inmaculada.
matrimonio en crisis
Oración contra toda influencia maligna
Señor, Dios todopoderoso, misericordioso y
Señor ,
omnipotente, aquí estamos, los dos
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
expulsa de nosotros y de este lugar toda influencia de frente a ti ,
los espíritus malignos. como aquel día en que
Padre, en el nombre de Cristo te pido que rompas toda
cadena recibimos el sacramento
que los demonios tengan sobre nosotros o sobre este del matrimonio.
humilde trabajo nuestro.
Derrama sobre nosotros la preciosísima sangre de tu
Como aquel día en que
Hijo. bendijiste nuestro amor.
Que su sangre inmaculada y redentora quebrante
toda atadura sobre nuestro cuerpo y nuestra mente
o sobre este trabajo nuestro tan modestamente realizado Pero ahora señor
y que hemos puesto bajo tu invocación y protección.
estamos derribados,
Todo esto te lo pedimos por intercesión de la Santísima
Virgen María. secos,
San Miguel arcángel, intercede, ven en nuestra ayuda,
permanece siempre presente en este humilde lugar. lejos de ti ,
En el nombre de Jesús ordenamos a todo demonio que sin el agua de tu amor.
pueda tener
alguna influencia sobre nosotros o sobre este lugar,
que salga y lo abandone para siempre. Y ya nuestro amor se ha
Por su flagelación, por su corona de espinas, por su
cruz, por su sangre,
secado,
por su resurrección, ordenamos a todo espíritu maligno derrama tu Santo
que salga.
Espíritu sobre nosotros,
Por el Dios verdadero,
por el Dios santo,

232
para que nos limpie, nos y la valentía de San
lave, nos restaure y nos José,
renueve, y para que nuestros
para que ese amor que hijos sean como Jesús .
tu bendijiste
brote nuevamente. Mandanos a tus Santos
Ángeles,
Señor corta y libera toda a los Arcángeles San
atadura de ambos al Rafael, San Gabriel y
pecado, San Miguel,
aleja todo espíritu de para que nos protejan.
infidelidad,
paseate por nuestra Derrama tu preciosa
familia, por nuestro sangre sobre este
hogar, matrimonio,
bendice nuestros hijos, sobre el hogar, sobre la
bendice nuestras vidas. familia,.
Escóndenos en tus
Permite señor que yo preciosas llagas,
sea la mujer que mi Y Madre María,cubrenos
esposo anhela, con tu manto.
y que el sea el hombre Amen, amen,amén.
que yo anhelo. Oración para pedir sanación para
Señor restaura ese los matrimonios
Top of Form
sacramento fuerte por el
Calificación del usuario: / 71
que estamos unidos. Calificar
Sana Señor. Malo Bueno
vote 0 com_content
Señor que la Sagrada
Familia se mude a mi 90 1189 /content//index.ph

hogar, Bottom of Form

para que como madre escrito por Coordinación JSMF


Tuesday, 12 de February de 2008
sepa criar a mis hijos, Le pedimos al Señor que sane la negatividad que
hemos heredado de generaciones pasadas, para
al estilo de María . pedirle que sane nuestro matrimonio, para que
seamos más felices que antes.
Y para que mi esposo
tenga la fuerza En el nombre de Jesucristo, rompo todos los
patrones de profunda infelicidad matrimonial de mi

233
árbol genealógico y en el de mi esposo(a). INMACULADO DE MARÍA
(Madre Adela Galindo, SCTJM)
En el nombre de Jesucristo, digo no a todo
sometimiento de la esposa y a todas las expresiones fuente: corazones.org
de falta de amor en el matrimonio. Paro todo odio, "Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de
deseo de muerte, cualquier deseo o intenciones nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti
malas en las relaciones matrimoniales. queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En
estos tiempos de gran batalla espiritual entre los
En el nombre de Jesucristo, acabo con toda valores familiares auténticos y la mentalidad
transmisión de violencia, venganza, rencor, de vicios permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y
y todo comportamiento negativo, toda infidelidad y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor,
del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del
decepción.
servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti,
nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto
En el nombre de Jesucristo, pongo fin a toda virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos
transmisión codificada que impide relaciones lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo,
duraderas. Jesús.
Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos
En el nombre de Jesucristo, renuncio a todo
formes y moldees, para que ambos seamos imágenes
esquema de tensión matrimonial, de divorcio y de vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y
falta de sensibilidad. en el mundo.

En el nombre de Jesucristo, termino con todos los Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre
esquemas que están profundamente arraigados, en nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y
de cuerpo.
ese sentirse atrapado en un matrimonio infeliz y en
todos los sentimientos de vacío y fracaso. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a
crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no
Padre, perdona a mis familiares, a mi y a mi familia, permitas que caigamos en pecado mortal o que
por todas las formas que hemos deshonrado el desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la
sacramento del matrimonio. Cruz.
Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser
Haz que en toda mi familia haya muchos matrimonios dóciles como Tu, para acoger con obediencia y
felices, llenos de amor, fe, fidelidad y cariño. agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en
Bendícelos, llénalos con tu misericordia, tu luz y tu su Palabra y en la Iglesia.
paz. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal
seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de
No apagarán el amor ni lo ahogarán océanos ni ríos. conversión, de amor, de paz, de comunicación, de
(Cantares 8,7) unidad y comprensión.
Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu
CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate
AL CORAZÓN INMACULADO DE siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el
MARÍA milagro del vino que nos hace falta.
Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el
Top of Form uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de
cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio
Calificación del usuario: / 20 bienestar, sino el bien del otro. Que nos
mantengamos fieles al compromiso adquirido ante
Calificar
Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en
Malo Bueno unión a tu Hijo Crucificado.
En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de
vote 0 com_content
María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que
nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el
90 196 /content//index.ph amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la
entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el
Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario
doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos
Bottom of Form con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra
escrito por Coordinación JSMF relación sea, ante todos, un signo visible del amor y
la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de
Saturday, 22 de September de 2007 esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido
de todo mal espiritual, físico o material. Que tu
CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que

234
14. Leer y formarte
así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra
familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos
dispongamos a construir, día a día, la civilización del 15. Hacerte amigo (a) de los Santos, de los Ángeles y
amor: el Reinado de los Dos Corazones. las Almas del Purgatorio.
Amén.
16. Conseguirte un grupo de amigos que te apoye en
Jesús
esto pues el "mundo" no te va a apoyar
y Yo
Top of Form Entre muchas cosas esto es lo mas importante. Por
En este momento te encuentras ante algo que tus ahora te recomiendo lo siguiente, Lee el siguiente libro
fuerzas no van a ser capaces de superar o por lo de los hermanos protestantes te dará muchas luces
menos asi lo crees. No estas solo (a), Jesús te ama, sobre todo esto y los pasos que tienes que dar.
ama a tu esposo(a), a tu familia y dio todo para que
ustedes esten bien, lo que falta es que tomes el
premio, que vayas por él que le des a El las
herramientas para que sus vidas puedan ser Mi Conversion .. " Una Buena Confesion"
cambiadas y restauradas en Dios. Top of Form
"Dios, Padre misericordioso, que reconcilio
Para empezar debes consigo al mundo por la muerte y la resurrección de
su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión
1. Hacer una buena confesión (clic aquí) de los pecados, te conceda, por el ministerio de la
Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus
pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del
2. Visistar mas frecuentemente la santa misa pues en Espíritu Santo"
ella estará tu fuerza
Ritual de la Penitencia
3. Hacer de tu mejor amigo a Jesús, y sobre todo Para una buena confesión...
confiarte tu corazón en visitas frecuentes al Santísimo. estamos invitados a una nueva vida.
Examen de conciencia
4. Rezar el rosario diario, pues es la herramienta El fin del Sacramento de la Reconciliación es ayudarnos
poderosa que te da Mamá María para conquistar, y a recobrar la gracia de Dios, perdida por el pecado
mortal, y a prepararnos a amar intensamente a Dios y a
mantener tu hogar unido.
servirlo a El y al prójimo con nuestra vida.
5. Aumentar la intensidad de tu oración diaria. Todo pecado es, pues, un alejamiento de Dios, un
rechazo del Amor y una destrucción de la obra que el
mismo Amor había realizado en nosotros y alrededor de
6. Ser dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo nosotros.
El Sacramento de la Reconciliación es necesario,
7. Hacer ayunos y sacrificios para el bien tuyo y el de tu
porque el pecado una vez realizado genera la muerte y
hogar (clic aquí) por eso es indispensable para la salvación del pecador
que se le quite el pecado; cosa que ya no se puede
8. Descubrir en que fallaste en tu hogar y cambiarlo sin hacer sin el Sacramento de la Reconciliación, en el cual
importar si vuelve o no el ser amado. actúa la virtud de Cristo por la absolución del sacerdote
junto con las obras del penitente que cooperan con la
9. Esperar en Jesús, el no te dejará solo(a) pero no te gracia para la destrucción del pecado. Así decía San
Agustín: "El que te creó sin ti, no te salvará sin ti".
dará soluciones mágicas, El todo lo hace bien, pero en
su tiempo en su momento y comprender eso va a ser Pasos para una buena confesión
dificil. 1. Examen de conciencia. Esfuerzo sincero en
recordar todos y cada uno de los pecados, repasando
10. Unido con el punto anterior, no perder la esperanza los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia.
y la confianza en Dios. 2. Dolor de los pecados. Reconocer que se ha
ofendido a Dios que nos ama tanto.
3. Propósito de no volver a pecar. La simple y sincera
11.Debes orar, confiar, insistir, persistir, resistir, determinación de no volver a pecar por amor a Dios.
persistir y volver a orar hasta que todo se de. 4. Decir los pecados al sacerdote. De una manera
concreta, concisa, clara, completa y número de veces.
13. Hacer de la biblia tu ayuda y consejera inseparable. 5. Cumplir la penitencia. Cumplirla cuanto antes con
humildad y dolor en reparación de la culpa contraída al
ofender a Dios.

235
Mandamientos de la Ley de Dios otros.
*Pornografía en libros, revistas, cine, videos,
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
espectáculos y diversiones deshonestas e inmorales.
Pecados contra este mandamiento:
*No guardar decoro y pudor en la forma de vestir y
*Dudar voluntariamente de Dios o de algún dogma de
comportarse.
mi fe.
*Callar pecados mortales en la confesión. 7. No robarás.
*Comulgar conscientemente con pecados mortales. Pecados contra este mandamiento:
*Decir palabras irreverentes o blasfemias de Dios, de la *Robar bienes ajenos.
Virgen, los Santos, de la Iglesia o de los sacerdotes. Causar daños graves a los bienes de otros.
*Hacer trampas en las compras o en las ventas.
*Ir a brujería, a que me lean las cartas, el tabaco, el te,
*No utilizar rectamente los recursos que envían tus
etc
padres.
*Ser fiel seguidor de la carta astral, el horóscopo,etc *No pagar las deudas, retener el salario de los obreros.
*Cargar amuletos, pirámide. etc *Malgastar el dinero.

*Darle a adoración a algún poder oculto, o de la nueva 8. No levantarás falsos testimonios ni mentirás.
Era, mágico o de hechicería el lugar de Dios, y creer Pecados contra este mandamiento:
que tiene mas poder que Dios. *Mentir con daño grave para el prójimo.
*Difamar injustamente al prójimo: murmuración,
calumnia, crítica, destrucción, chismes.
2. No jurarás el nombre de Dios en vano. *Atestiguar una cosa falsa.
Pecados contra este mandamiento: *Comunicar información grave que los demás no deben
*Jurar por Dios en falso. saber.
*Prometer algo a Dios con ligereza o no cumplir lo *Escuchar con gusto la calumnia y la difamación.
prometido. 9. No desearás la mujer o el varón que no es tu
3. Santificarás las fiestas. cónyuge.
Pecados contra este mandamiento: Pecados contra este mandamiento:
*No participar en Misa completa y con atención. *Adulterio mental o físico.
*No fomentar la práctica de la religión en la familia y los *Dañar las relaciones afectivas de un buen hogar ajeno
lugares donde convivo. o propio o en la relación de una pareja de novios.
*Ser causante de que mi familia se quede sin asistir y *Aceptar ocasiones o amistades peligrosas.
participar en Misa. 10. No desear los bienes ajenos.
*Aceptar un trabajo remunerado en días festivos sin Pecados contra este mandamiento:
verdadera necesidad. *Avaricia: deseo desordenado de los bienes materiales.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre. *Materialismo excesivo, lujo desenfrenado, desperdicio
Pecados contra este mandamiento: de las cosas.
*Entristecerlos con mi conducta. *Envidiar lo que tienen los demás.
*Insultarlos o despreciarlos. Mandamientos de la Iglesia
*Avergonzarme porque son poco instruidos o están 1. Asistir y participar todos los domingos y fiestas de
enfermos. precepto:
*No saber callar sus defectos. (Corpus Christi, N.S. de Guadalupe, Navidad y Año
*Desobedecer sus mandatos. Nuevo).
*Abandonarlos económicamente. 2. Confesarse por lo menos una vez al año.
*Hacer juicio de ellos. 3. Comulgar por lo menos una vez al año.
5. No matarás. 4. Cumplir con las normas del ayuno y de la
Pecados contra este mandamiento: abstinencia.
*Guardar odio, rencor o envidia a alguien. 5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades (limosna,
*Burlarse o criticar a otros. diezmo).
*Poner en peligro mi propia vida y la de los demás: por Pecados de pensamiento:
descuido, suicidio, embriaguez, uso de drogas, exceso Son los pensamientos que nos hacen ofender a Dios y
de velocidad, etc. al prójimo, que nos hacen juzgar mal, darle vueltas a
*Impedir la transmisión y conservación de la vida: ideas morbosas que van contra el pudor o la integridad
aborto procurado, anticoncepción, esterilización, de las personas y que nos llevan a perder el tiempo y
fecundación artificial y eutanasia. nos incitan al mal, a caer en la tentación y pecar.
*No cuidar mi salud, no atenderme debidamente si Depende de nosotros el tener pensamientos creativos u
estoy enfermo. ociosos.
6. No cometerás actos impuros. Pecados de palabra:
Pecados contra este mandamiento: Son las palabras dichas con coraje y odio, con el fin de
*Pensamientos, palabras, conversaciones y miradas insultar y herir a los demás; las críticas, los chismes y
impuras hacia cualquier persona. los juicios destructivos que hacemos de nuestro
*Realizar acciones deshonestas consigo mismo o con prójimo. Las conversaciones inútiles y los chistes de

236
mal gusto. pecados; me arrepiento de todas mis
Pecados de obra:
maldades, de todos los errores que he
Son todas nuestras obras que van en contra del amor a cometido, de haber caminado en la vida como
Dios y del amor y la justicia al prójimo, son los pecados a mí me ha placido y haber hecho las cosas
que tenemos que reconocer, para arrepentirnos, sentir como a mí se me ha antojado. Reconozco mi
dolor por ellos, confesarlos y hacer el propósito de necesidad de salvación y de que tú tomes el
enmienda, procurando firmemente no volver a
cometerlos.
control de mi vida. Recibo a Jesús en mi
corazón, y con Él, el perdón de mis pecados.
Pecados de omisión:
El bien que estaba a mi alcance hacer y nunca lo hice
Creo que soy justificado delante de Tí, por la
por flojera o por comodidad. fe en el poder de su sangre derramada en la
Reza ahora el "Yo confieso" con plena conciencia y así cruz del calvario. Gracias por hacerme tu
acércate a celebrar el Sacramento de la Reconciliación. hijo/a y gracias por la paz que me das al
GLORIA DE DIOS haberme amistado contigo. Ayúdame a
permanecer en esa paz y a serte fiel siempre,
Yo,__________________________________ como Tú eres Fiel. En el nombre de Jesús,
______ Amén.
Te acepto, Jesús, como mi Salvador y Señor

Dios de misericordia, reconozco que soy


pecador/a y necesito salvación. Perdona mis

Si hiciste esta oración con fe, de todo tu corazón crees que eres amado y perdonado(a) por Jesús, ve a la Iglesia
Católica más cercana, confiesa de todos tus pecados con el sacerdote, recibe a Jesús Eucaristía y comienza a permitir
que Dios cambie tu vida. Vuelve a la misa dominical, aun más, te recomendamos asistir durante un mes seguido a la
Eucaristía allí recibirás la sanación de tu corazón y la liberación de tu vida. Adicionalmente encontrarás la fuerza para
comenzar a restaurar tu familia. Tambien te recomendamos hacerte devoto(a) poco a poco del Santo Rosario Diario,
hallarás alli a nuestra madre María Santísima esperando por tí, con todas las gracias y bendiciones para ayudarte en
este proceso

Consagración a San José


Amado San José, acepta esta consagración de todo mi ser a ti, que tú siempre seas mi padre, mi custodio y mi guía en
el camino de la salvación. Obtén para mi una gran pureza de corazón y una ferviente devoción a la vida interior.
Concédeme que, siguiendo tu ejemplo, pueda dirigir todas mis acciones hacia la mayor gloria de Dios, en unión con el
Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María en unión contigo. Amén.

Oración a San José para obtener un corazón puro


Oh San José, que fuiste bendecido por el Señor con la beatitud prometida a los puros de corazón, ya que durante tu
vida terrena compartiste la vida de Jesús y viviste en Su presencia visible. Dígnate interceder por mi ante tu amado
Hijo. Pídele que me ayude, para que mi conciencia sea recta y veraz, y que mi corazón sea puro.
Libérame de la doblez y la malicia. Llena mi corazón de esperanza para que nunca dilate innecesariamente en mis
pesares. Te pido con fe simple y ardiente para que pueda servir a mis hermanos y hermanas con un corazón generoso.
De esta manera, como tu, me deleitaré en el profundo gozo y en la paz de la presencia misericordiosa de Dios.
Consagración a San José
Amado San José, acepta esta consagración de todo mi ser a ti, que tú siempre seas mi padre, mi custodio y mi guía en
el camino de la salvación. Obtén para mi una gran pureza de corazón y una ferviente devoción a la vida interior.
Concédeme que, siguiendo tu ejemplo, pueda dirigir todas mis acciones hacia la mayor gloria de Dios, en unión con el
Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María en unión contigo. Amén.

Oración a San José para obtener un corazón puro


Oh San José, que fuiste bendecido por el Señor con la beatitud prometida a los puros de corazón, ya que durante tu
vida terrena compartiste la vida de Jesús y viviste en Su presencia visible. Dígnate interceder por mi ante tu amado
Hijo. Pídele que me ayude, para que mi conciencia sea recta y veraz, y que mi corazón sea puro.

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Libérame de la doblez y la malicia. Llena mi corazón de esperanza para que nunca dilate innecesariamente en mis
pesares. Te pido con fe simple y ardiente para que pueda servir a mis hermanos y hermanas con un corazón generoso.
De esta manera, como tu, me deleitaré en el profundo gozo y en la paz de la presencia misericordiosa de Dios.
Bendición de la medalla de San Benito
(deber ser por hecha por un sacerdote)

Exorcismo de la medalla
-Nuestra ayuda nos viene del Señor
-Que hizo el cielo y la tierra.
Te ordeno, espíritu del mal, que abandones esta medalla, en el nombre de Dios Padre Omnipotente, que
hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos se contiene.
Que desaparezcan y se alejen de esta medalla toda la fuerza del adversario, todo el poder del diablo,
todos los ataques e ilusiones de satanás, a fin de que todos los que la usaren gocen de la salud de alma
y cuerpo.
En el nombre del Padre Omnipotente y de su Hijo, nuestro Señor, y del Espíritu Santo Paráclito, y por la
caridad de Jesucristo, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego.
Bendición
-Señor, escucha mi oración
-Y llegue a tí mi clamor

Oremos:
Dios omnipotente, dador de todos los bienes, te suplicamos humildemente que por la intercesión de
nuestro Padre San Benito, infundas tu bendición sobre esta sagrada medalla, a fin de que quien la lleve,
dedicándose a las buenas obras, merezca conseguir la salud del alma y del cuerpo, la gracia de la
santificación, y todas la indulgencias que se nos otorgan, y que por la ayuda de tu misericordia se
esfuerce en evitar la acechanzas y engaños del diablo, y merezca aparecer santo y limpio en tu
presencia.

Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.


Amén

Indulgencias
El 12 de marzo de 1742 el Papa Benedicto XIV otorgó indulgencia plenaria a la medalla de San Benito
si la persona se confiesa, recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en las grandes fiestas y durante
esa semana reza el santo rosario, visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe o participa en
la Santa Misa. Las grandes fiestas son Navidad, Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión,
Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi, La Asunción, La Inmaculada Concepción, el
nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San Benito.
Número de indulgencias parciales: por ejemplo: 1) 200 días de indulgencia, si uno visita una
semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los niños la Fe. 2) 7 años de indulgencia , si uno
celebra la Santa Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los cristianos, o reza por sus
gobernantes. 3) 7 años si uno acompaña a los enfermos en el día de todos los Santos. 4) 100 días si
uno hace una oración antes de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada Comunión. 5) Cualquiera que
por cuenta propia por su consejo o ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de la tercera
parte de sus pecados. 6) Cualquiera que el Jueves Santo o el día de Resurrección,
después de una buena confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la exaltación de la
Iglesia, por las necesidades del Santo Padre, ganará las indulgencias que necesita. 7)
Cualquiera que rece por la exaltación de la Orden Benedictina, recibirá una porción de
todas la buenas obras que realiza esta Orden.
Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la muerte serán protegidos
siempre que se encomienden al Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos
invoquen el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento.
El Crucifijo con medalla de San Benito

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El Crucifijo de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una
ayuda para el cristiano en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en la hora de la muerte. Le
ha dado al Crucifijo con la medalla Indulgencia Plenaria.
La indulgencia plenaria de la Cruz de la Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no será
apartado de El, ganará indulgencia plenaria en la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la
Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de sus pecados, llamando el Santo nombre de
Jesús con devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida de las manos de Dios. Para la
indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo crucificado. Esta cruz también ayuda a los
enfermos para unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.

Doble Novena 1 15 Mins en compañia de

Inmaculado Corazon de Maria 3 Jesus Sacramentado 115

Oraciones para consagrarse al inmaculado Espiritu Santo 116


Corazon de Maria 9
Benditas almas del purgatorio 120
Novena Inmaculado Corazon de Maria 15
3 aves marias 127
Sagrado Corazon de Jesus 19
Hora de la Gracia 128
Oraciones, acto de confianza en
Consagracion a Maria 128
el Corazon de Jesus 25
Oraciones para consagrarse al Inmaculado
5 primeros sabados de mes 26 Corazon de Maria 145

Via Crucis 29 Consagracion al sagrado Corazon de Jesus


149
7 dolores de Maria Santisima 39
Llaga del hombre de Jesus 154
Jesus de la divina misericordia 67
Divino Niño Jesus 154
Novena de la Misericordia 74
Divina Infantita 157
Dialogos de Dios Misericordioso 78
Promesas de Jesus a quienes pronuncien el
Rosario de las llagas de Jesus 84
Nombre de Maria 162
Coronilla a San Miguel Arcangel 86
Oracion para invocar el nombre de
Oracion a Maria Reina de los Angeles 88
Maria 165
15 Oraciones 96
Medalla de San Benito 166
Acto de Amor 100
Oracion para pedir la proteccion
Escapulario del Carmen 100
De San Benito 170
Medalla Milagrosa 104
San Jose 170
Eucaristia 106
Devocion en honor de los Dolores y gozos
Misa 107 de San Jose 172

239
Consagraciona San Jose 174 Examen de Conciencia 213

Rosario a San Jose 174 Acto de contriccion 213

Medalla de Maria del Rosario Acto de contriccion 223

de San Nicolas 180 Santo Rosario 224

Lagrimas de Jesus y Maria 180 Oraciones dados por Maria del Rosario de
San Nicolas 248
Nuestra Sra de la confianza 180
Oracion al Señor por intercession
6 primeros jueves de mes 182
de San Pio 256
Novena santisimo virgin Maria del Rosario
de San Nicolas 184 Novena al Padre Pio 257

Novena de 24 glorias en honor a Sta Oracion de Proteccion a


Teresita del Niño Jesus
185 San Miguel Arcangel 262

Novena a las Santas maravillas de Jesus Rosario de las lagrimas 263


187
Padre Nuestro Reflexionado 264
Oracion a la Santisima virgin del Carmen
Oracion de San Agustin 265
189
Hazme Instrumento de tu paz 268
Novena en sufragio de la almas
Secuencia de pentecostes 267
del purgatorio 189

Oraciones Basicas (Padre Nuestro, Ave


Maria, Gloria, Credo de los Apostoles Oracion personal para sellarse y
199
Protegerse 267
Salve,Acto de contriccion, angelus.
Ragnacell, Espiritu Santo Oracion de proteccion diaria 268
200
Oraciones contra el Maleficio 268
Angel de la guarda,San Miguel Arcangel,
Magnificat, Benidta sea tu pureza, Letania Oracion contra todo mal 269
Lauretanas 201
Oracion por n matrimonio en crisis 270
Oraciones de la mañana, consagracion al
sagrado Corazon, a la santisima Virgen, A Oracion para pedir sanacion
San Jose, 202
de matrimonies 271
Angel de Guarda,oraciones dela noche, de
Buena Confesion 272
san Bernardo 203
Consagracion a San Jose 275
Himno de completas 204
Bendicion de la medulla de Sn Bentio 276
Nuestra Sra desatadora de los nudos 204

Santo Rosario 205

Reparacion 207

Formas de hacer reparacion 208

240
241

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