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001 La Verdadera Adoración

002 ¿Qué estamos haciendo con nuestra herencia musical?


003 Momentos de Crisis
004 La Soledad
004 Fortalezas para tiempos dificiles
005 CUANDO SE PIERDEN LAS GANAS DE VIVIR
006 Guía para el Presupuesto Familiar
007 Como tomar decisiones correctas
008 La importancia de la sujeción
009 El Ministro de Alabanza y su dinero I
009 El Ministro de Alabanza y su dinero II
010 El Ministro de Alabanza y su dinero III
011. EL TEMPLO DE DIOS. (Nuevo)
012.a. Mensajes a la Iglesia: ¡Arrepentíos!
012.b. Mensajes a la Iglesia: La obra de la cruz
012.c. Mensajes a la iglesia: Se entregó por ella
012.d. Mensajes a la iglesia: Como una virgen pura
012.e. Mensajes a la iglesia: A cara descubierta
012.f. Mensajes a la iglesia: De lo tangible a la fe
012.g. Mensajes a la iglesia: El segundo hombre
012.h. Mensajes a la iglesia: Cristo, nuestra victoria
012.i. Mensajes a la iglesia: La vida abundante
012.j. Mensajes a la igleisa: La apostasía que viene
012.k. Mensajes a la iglesia: Las contradicciones de Sansón
012.l. Mensajes a la iglesia: ICABOD, o cuando la gloria de Dios se va
012.m. Mensajes a la iglesia: El peligro de las tres "T
012.n. Mensajes a la iglesia: El carácter de los co-reinantes
012.o. Mensajes a la iglesia: Vuestra justicia
012.p. Mensajes a la iglesia: El imperativo de dar fruto
012.q. Mensajes a la iglesia: Los tripulantes de la nave “Salvación”
012.r. Mensajes a la iglesia: Más que mera obediencia
012.s. Mensajes a la iglesia: ¡Apártate de mí!
012.t. Mensajes a la iglesia: Cuando los sueños se rompen
013. El secreto espiritual de George Müller
014. La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo
014.b. La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo II
014.c. La supremacía y centralidad de Cristo para la iglesia, la cual es
su cuerpo
014.d. La centralidad y supremacía de Cristo como "cabeza de todo
principado y potestad"
015. Dos maneras de conocer al Señor
016. Los enemigos del cristiano: el mundo
017. Los enemigos del cristiano: El pecado
018. El predicador de la cruz
019. Hacia la práctica de la oración
020. Confesión y restitución
021. Filadelfia y Laodicea
022. La corriente del Espíritu
023. El modelo de la vida de Cristo
024. El modelo de la vida cristiana en la vida de Pablo
025. La voluntad eterna de Dios
026. Cristo y la iglesia
027. La iglesia como expresión de Cristo
028. ¿Dónde moras?
029. ¿Qué tienes conmigo, mujer?
030. Limpiando el templo
031. Un trueque de aguas
032. Los que bota la ola
033. El valor de la Palabra
034. Vida a contrapelo
035. La oposición de las sinagogas
036. Sus ovejas oyen su voz
037. Los amigos también tienen que morir
038. El perfume
039. El grano de trigo
040. Las manos más poderosas toman la toalla
041. La perfección del amor
042. Sin él, nada
043. El Espíritu, primero
044. Guardados
045. Santificados
046. Unidos
047. Unidos (II)
048. ¿Cómo morir?
049. El golpe de gracia
050 Evolución
001 La Verdadera Adoración

La Verdadera Adoración La primera condición esencial para la adoración sincera es la sumisión


total. La segunda es que sólo Cristo sea glorificado. Debemos cumplir con estas dos condiciones
sometiéndonos completamente, sin reserva, a Jesucristo como Señor. ¿Qué diría usted? ¿Cuál
sería su respuesta si alguien preguntara: «¿Cuál es la bendición que se obtiene de la adoración
a Dios?» C. S. Lewis, uno de los grandes defensores de la fe que ha contribuido notablemente al
pensamiento evangélico durante este siglo, nos ayuda a responder a esta pregunta. Relatando la
experiencia que lo llevó a descubrir la primacía de la adoración, dice lo siguiente: Cuando recién
comenzaba a acercarme a la fe en Dios, y aun durante un tiempo después de que ella me fue
dada, encontré un escollo en la demanda tan clamorosa de todas las personas religiosas de que
debíamos «alabar» a Dios; más aún, en la sugerencia de que Dios mismo lo reclamaba. Todos
despreciamos al hombre que exige la reafirmación continua de su propia virtud, inteligencia o
encanto. Despreciamos aún más a la multitud que rodea a cada dictador, millonario o celebridad,
y que gratifican esa demanda. De allí que el cuadro de Dios y sus adoradores me resultaba
horrible y ridículo. Los salmos me molestaban mucho en este sentido. «Alabad al Señor», «Oh,
alabad al Señor conmigo», «Alabadle a Él» era como si se estuviera diciendo: «lo que deseo
más que nada es que se me diga que yo soy bueno y grandioso...» e incluso la cantidad de
alabanzas parecía tenerse en cuenta: «Siete veces al día te alabo» (119:164 ). Era
extremadamente penoso. Lo inducía a uno a pensar lo que menos deseaba pensar. Gratitud a
Dios, reverencia hacia El, obediencia a Él, eso sí podía comprenderlo, pero no este perpetuo
elogio. Ni tampoco ayudaba mucho a mejorar las cosas un autor moderno que hablaba del
«derecho» de Dios a ser alabado. He aquí su dilema. Lewis era un joven cristiano que estaba en
la búsqueda con un corazón abierto, honesto, pero el tema de la alabanza se estaba
transformando para él en un gran escollo. ¿Por qué desea Dios ser alabado y elogiado? ¿Por
qué es que El desea ser siempre el centro del afecto y la atención? Entonces obtuvo su
respuesta. Yo no comprendía que era durante el proceso de la adoración que Dios transmitía su
presencia a los hombres... Aun en el judaísmo, la esencia del sacrificio no era realmente que los
hombres entregaban oros y cabras a Dios, sino que al hacerlo Dios se brindaba a sí mismo los
hombres... {el énfasis es del autor} En otras palabras, Dios se transformaba en una realidad para
ellos en aquel acto de adoración. Qué descubrimiento tan maravilloso había alcanzado Lewis en
los comienzos de su experiencia cristiana, Noten cuidadosamente su importante declaración:
«Es durante el proceso de la adoración que Dios comunica su presencia a los hombres». ¿Qué
es la verdadera adoración? ¿En qué consiste la adoración? E1 vocablo en nuestro idioma
moderno significa reverenciar con mucho honor o respeto a un ser; reconocer o atribuir valor a
una persona, Adorar a Jesucristo es atribuirle valor a Él. Puesto que, sobre todos los libros, el
Apocalipsis es la clave de la adoración a Jesucristo, vamos ahora considerar Apocalipsis 4:10-
l1 . Los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al
que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor,
digno eres de recibir la gloria y la honra y el Poder; Porque tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas. He aquí la verdadera adoración, y su orden es significativo. Lo
primero que observamos en el versículo 10 es que todos se Postran: «Los veinticuatro ancianos
se postran delante del que está sentado en el trono». Esto es lo primero, y siempre viene en
primer término. La postración nos habla de sumisión hacia Aquel a quien se adora, puesto que
encontramos que ellos «se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive
por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono». Es imperioso observar que
primeramente tiene lugar la sumisión y, en segundo término, el echar las coronas delante del
trono. En los tiempos en que se escribió el Apocalipsis, cuando las legiones romanas vencían a
un rey, se lo conducía a Roma para que se Postrara a los pies del emperador, o bien, se lo
ubicaba delante de una gran imagen del César, obligándolo a postrarse delante de ella y a echar
su corona a sus pies. Este era un acto de sumisión total, de abdicación ante el emperador. De
modo que Juan, en Apocalipsis 4, nos está revelando las dos primeras condiciones básicas de la
adoración. La primera es la postración, la sumisión total a Aquel a quien se adora. La segunda
es echar la corona a los pies del adorado. ¿Cuál es el propósito de la corona? Atrae la atención
hacia quien la luce; lo enaltece. El adorador sincero de Cristo, al echar su corona a los pies del
Señor, está diciendo: «Yo deseo que sólo Tú seas exaltado, que sólo Tú seas glorificado». El
segundo motivo, pues, es el deseo de vivir para la gloria de Cristo y sólo la de Él. La primera
condición esencial para la adoración sincera es la sumisión total. La segunda es que sólo Cristo
sea glorificado. Debemos cumplir con estas dos condiciones sometiéndonos completamente, sin
reserva, a Jesucristo como Señor. En Apocalipsis 4:11 encontramos a los adoradores
atribuyendo valor a Aquel que está sobre el trono, manifestándole que Él es digno. Esta es la
adoración: la atribución de valora Aquel a quien se adora. Señor; digno eres de recibir la gloria y
la honra y el Poder; Porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron
creadas. ¿Qué han hecho ellos? Han renunciado y echado sus coronas delante del trono,
despojándose de su gloria y diciendo: «Tú eres digno de recibir la gloria, y sólo tú». La honra y el
poder vienen a continuación. Estas son las tres cosas que los hombres procuran: ser
glorificados, exaltados y honrados. Por lo tanto, al adorar a Jesucristo debemos despojarnos de
toda aspiración de gloria, de honor y de poder; pues Él y sólo El es digno de ellas. Apocalipsis 5
es uno de los grandes, sino el más grande capítulo sobre la adoración en toda la Biblia.
Observemos nuevamente el orden en el versículo 8. En primer lugar ellos se postran. Y cuando
hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante
del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los
santos. Nuevamente en el versículo 9 le adjudican valor a Jesucristo. Esta es la adoración. ...y
cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir los sellos; porque tú
fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación. Es evidente, pues, que no podemos adorar a menos que haya una total entrega de
nuestro corazón. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono> y de los ancianos y de
los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios
(Ap. 7:11 ).

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002 ¿Qué estamos haciendo con nuestra herencia musical?

¿Qué estamos haciendo con nuestra herencia musical? Con todo amor y respeto escribo este
artículo, porque siento la necesidad y responsabilidad de hacerlo. Está dirigido especialmente al
liderazgo cristiano, a pastores y ministros de música, aunque el tema compete a todo el cuerpo
de Cristo. Con todo amor y respeto escribo este artículo, porque siento la necesidad y
responsabilidad de hacerlo. Está dirigido especialmente al liderazgo cristiano, a pastores y
ministros de música, aunque el tema compete a todo el cuerpo de Cristo. Creo que todos
reconocemos que el ministerio de adoración y alabanza ha sufrido un cambio notable en la
última década. Estoy de acuerdo con el progreso, la innovación y los cambios positivos en los
diferentes ministerios, siempre y cuando sirvan para acelerar la evangelización del mundo y la
edificación de la Iglesia; por ejemplo, el uso de computadoras, sintetizadores, etc. Pero cuando
pretendemos hacer otros cambios, en particular en el campo de la liturgia, creo que debemos
tomar en cuenta la historia de la Iglesia y la importancia de la Palabra de Dios referente a lo que
a Él le agrada y espera de nosotros, tal como aparece en Efesios 5:18, 19 y otros pasajes
bíblicos. Me pregunto y pienso que a lo mejor muchos también lo han hecho: « ¿Por qué
actuamos como si tuviésemos el control absoluto de la alabanza y la adoración?» Como ya lo
dije antes, creo en la innovación en el campo musical. Pero, ¿será correcto y necesario hacerlo
con la exclusión de la música tradicional, de la himnología? ¿Por qué no pueden convivir o
armonizar dos o más estilos de música dentro de la Iglesia del Dios vivo, tal como lo dice Efesios
5:18 y 19? ¿Con qué autoridad unos desechan los nuevos cantos de alabanza y adoración que
han traído nuevo vigor y alegría a la Iglesia? ¿Y por qué otros, en cambio, desechan los himnos
tradicionales que tanta bendición han traído a generaciones de creyentes en el pasado? ¿Con
qué nuevo coro pretendemos reemplazar himnos que exaltan el poder de la sangre de Cristo
como «Qué me puede dar perdón», « ¿Quieres ser salvo?», «En la Cruz», etcétera, o himnos de
consagración como «Todo a Cristo yo me rindo»? ¿Y por qué consideramos necesario eliminar o
ignorar coros nuevos como «Yo quiero ser un adorador», «Entra al Lugar Santísimo», «Te pido
la paz», etcétera, que nos ayudan a adorar a Dios con un estilo novedoso? ¿Qué tal si
asumiésemos la misma actitud ante la Biblia y suprimiésemos la lectura del Antiguo Testamento,
porque somos la Iglesia del Nuevo Testamento, o viceversa, como lo hacen los judíos no
mesiánicos? Quedaríamos con una Biblia incompleta. Creo que ya es tiempo de que pastores,
compositores y líderes de música oremos, nos pongamos de acuerdo y actuemos con madurez
espiritual y conocimiento bíblico, respecto a este importante tema que ha estado dividiendo a la
Iglesia en la última década. Seamos realistas pero, a la vez, bíblicos. A la juventud (y a muchos
adultos como yo) les agradan los nuevos cantos de alabanza y adoración. Pero no olvidemos
tampoco que en muchas congregaciones asisten adultos como yo, que se levantaron desde
niños y jóvenes alabando a Dios con los himnos tradicionales, que hoy nos sentimos frustrados,
incluso —perdónenme el término— «robados» de una herencia musical, al haberse suprimido
totalmente los himnos que aún amamos, y pensamos que a Dios mismo no le desagradan y
quiere escucharlos. ¿Quién nos puede asegurar, teológicamente, que los nuevos coros son
mejores que los himnos o que los coros no son bíblicamente inspirados? Dios no nos inspira a
través de su Espíritu Santo ni nos da dones o talentos para la competencia sino para el
enriquecimiento y la edificación de su amada Iglesia. El Dios de la revelación, que nos dio el
Antiguo y el Nuevo Testamento, no desecha ni el uno ni el otro. Él no nos dio una rica himnología
y coros para ser sepultada en el mar del olvido o la competencia. Tanto los himnos tradicionales
como los nuevos coros pertenecen como herencia divina a la Iglesia de Cristo y tienen su lugar
dentro del culto de adoración y alabanza. El balance siempre es bueno y damos gracias a Dios
por las iglesias que sabiamente están combinando estos dos estilos de adoración, conforme a
Efesios 5:19. Está bien y es agradable remozar la música de un himno antiguo con un estilo
contemporáneo, tal como lo ha hecho el conocido cantante norteamericano Carman. Me encanta
cuando Marcos Witt presenta en sus conciertos una mezcla y canta himnos tales como «Hay
poder» y «Cuán grande es Él». He visto el regocijo de la gente al acompañarlo, es como si de
pronto hubiesen ejcontrado a un viejo amigo y le dijesen: « ¡Qué gusto verte de nuevo!» Para
finalizar, deseamos resumir lo antes dicho. Los pastores que se aferran sólo a los himnos
tradicionales y no le dan cabida a los nuevos coros de adoración y alabanza se están perdiendo
una gran bendición, lo mismo que aquellos que se aferran solamente a los nuevos coros y
eliminan los bellos himnos del pasado que son también para el presente, sino que lo diga la letra
de «Firmes y adelante». La coexistencia de ambos estilos musicales es esencial, necesaria y útil
para la iglesia triunfante. No olvidemos que «...lo que Dios junta, no lo debe separar la Iglesia».
¡Bendiciones!

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003 Momentos de Crisis

INTRODUCCION Ninguna crisis es agradable, pero esto no quiere decir que todas sean
negativas. Según como nos recuperemos de ellas, y sepamos aprovecharlas, nos pueden
ayudar a conocer mejor dónde estamos, y a dónde queremos llegar. Toda crisis nos plantea un
claro desafío: Conocer la dinámica de los problemas que enfrentamos, comprendernos mejor a
nosotros mismos, y perfeccionarnos en nuestra vocación como hijos de Dios. Este folleto quiere
darle una mano para los momentos de crisis que deba enfrentar, y ayudarle a aliviar el dolor de
los demás. Todo depende de una cosa: reconocer y desarrollar las facultades que posee, para
saber cómo convertir las crisis en ocasiones de crecimiento y en oportunidades para ayudar en
forma responsable a su prójimo. Y recuerde: no hay crecimiento sin dolor. ¿QUE ES UNA
CRISIS? Sufrir una crisis es experimentar un estado temporario de desorientación debido a
algún evento o situación que causa un trastorno emocional y espiritual de efectos profundos. Una
crisis se caracteriza principalmente por la incapacidad del individuo para hacer frente a
situaciones particulares mediante el empleo de los métodos habituales para la solución de
problemas. Las crisis crean un desequilibrio en el que la persona no acierta a dar los pasos que
podrían hacerla salir del atolladero en que se encuentra. Una crisis se caracteriza por la
incapacidad del individuo para hacer frente a situaciones particulares mediante el empleo de los
métodos habituales para la solución de problemas. Los síntomas de una crisis son similares a los
de una depresión. Existe apatía, desgano, dificultades para dormir, para concentrarse, para
reflexionar serenamente. La persona experimenta una sensación de fracaso personal muy
grande. Lamentablemente hay muchas personas que van de una crisis a otra sin poder
resolverlas en forma satisfactoria, quizás por no saber cómo hacerlo o por no haber desarrollado
las habilidades que todos necesitamos para estos momentos de dificultades, cambios y ajustes.
En la medida en que nos recuperemos después de cada crisis, mantendremos un equilibrio, un
estado emocional capaz de resolver crisis futuras y de seguir adelante en la vida. Es a través de
estas experiencias como aprendemos a hacer frente a nuestros futuros problemas. DINAMICA
DE UNA CRISIS Una crisis comienza con una situación que se plantea generalmente en forma
imprevista. Un minuto o unas horas, son suficientes para que se desequilibre toda nuestra vida.
Veamos lo que mayormente sucede en la vida de una persona que atraviesa la secuencia de
crisis y cambio. Una crisis comienza con una situación que se plantea generalmente en forma
imprevista. Un minuto o unas horas, son suficientes para que se desorganice y desequilibre toda
nuestra vida. Esta es la primera fase de una crisis. Esta circunstancia hace que nos sintamos
deprimidos y cuestionemos lo sucedido. Aquí es donde se comienza a buscar culpables y todo
resulta oscuro a nuestro alrededor. Es como si el mundo se hubiese venido abajo. Surgen
exclamaciones cómo: ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que sucederme esto a mí? Esta es la segunda
fase. Luego de esto, y con un poco más de tranquilidad, surge la reflexión. Esto permitirá que
surjan ideas positivas y ganas de solucionar el inconveniente; deseos de seguir adelante. Esta
es la tercera fase. Ya en el período de recuperación, se comienza a superar el problema por
medio de la decisión y la acción. Esta es la cuarta y última fase. TIPOS DE CRISIS De acuerdo
al hecho que provoca la crisis, podemos referirnos a dos grandes grupos: Las crisis provocadas
por alguna situación externa, fuera de nuestro alcance; y las crisis internas que provocamos
nosotros mismos. Las crisis externas comprenden: Las crisis que resultan del proceso natural de
vida, inundaciones, sequías, enfermedades, muertes, etc. Las crisis que surgen por problemas
políticos y gubernamentales. Las crisis económicas. Las crisis que surgen a causa de los
problemas sociales. Las crisis provocadas por problemas vocacionales. Las crisis que surgen por
la pérdida de seres queridos. Las crisis internas surgen de un planteo personal, aunque algunas
veces se producen con la evolución misma de la vida y los cambios de edad. La adolescencia,
los cuarenta, la menopausia, la jubilación, son algunas de las etapas de la vida en las que nos
cuestionamos nuestra existencia. Pero la mayoría de las veces, estas crisis se producen en el
momento que menos las esperamos, tal vez simplemente por la acumulación de problemas, de
pensamientos o sentimientos. En el fondo estamos insatisfechos con el estilo de vida que
llevamos, con las contradicciones que observamos en la sociedad y con nosotros mismos. Nos
cuestionamos nuestros ideales y metas. Se nos quiebra la silla donde nos sentábamos
tranquilamente, y todo nuestro ser se rompe ante la pregunta: ¿Para qué vivo? A veces es fácil
detectar la causa de nuestro sufrimiento y en otras ocasiones es muy difícil. Por eso en vez de
preguntarnos: "¿Por qué me sucede esto?" mejor es que nos preguntemos: "Ahora que me ha
sucedido esto, ¿qué necesito hacer para salir adelante?". Si adoptamos esta actitud podremos
enfrentar con más serenidad los problemas que tenemos en la vida. COMO SUPERAR LAS
CRISIS No todos reaccionamos de la misma manera ante una crisis. Además, la manera como
reaccionamos cambia conforme pasa el tiempo. Algunas personas se desahogan fácilmente,
reflexionan, piensan, recurren al consejo de otros, se organizan y crecen como personas. Otros,
en cambio, se vuelven indiferentes, se echan al abandono, viven tristes y amargados, se tornan
agresivos y violentos, se enferman, y esperan que las soluciones les caigan del cielo. Las crisis
representa tanto una oportunidad, como un peligro. Como oportunidad, deberá llevar a las
personas, familias o comunidades a la reflexión aun en medio del dolor, la confusión y el miedo.
Será una oportunidad si las personas se unen, se organizan, buscan soluciones, salen adelante
y crecen. Y a la vez, la crisis será un peligro cuando las personas se paralizan, se enfrentan,
pierden la confianza en sí mismas y esperan que los demás les resuelvan todos sus
problemas. ... la crisis será un peligro cuando las personas se paralizan, se enfrentan, pierden la
confianza en sí mismas... ¿Qué puede hacer una persona para crecer en medio de una crisis? 1.
Reflexionar: En primer lugar hay que reconstruir mentalmente lo sucedido haciéndonos las
siguientes preguntas: ¿Qué sucedió? ¿Cuál fue mi reacción? ¿Cómo me ha afectado todo esto?
¿Cómo me estoy sintiendo? ¿Hay algún detalle que me preocupa en particular? Luego es
necesario aceptar lo sucedido. Nada se puede hacer para cambiar las cosas que ya han
quedado atrás. Otro aspecto que ayuda a la reflexión es expresar el dolor. Es importante
encontrar alguien a quien poder contarle nuestras penas, alguien que nos escuche y nos permita
desahogarnos de los sentimientos generados por el trauma. 2. Ser sinceros: La franqueza es
uno de los ingredientes más saludables cuando estamos ante una crisis. Digamos directa y
claramente lo que queremos y también lo que no queremos. Defendamos nuestros derechos sin
violar los de los demás. 3. Aprender a cooperar: Para crecer es indispensable relacionarnos con
los demás para que juntos encontremos las mejores soluciones para la comunidad en general y
para cada uno en particular. 4. Actuar: Toda reflexión necesita pasar de una decisión a la acción.
Si solo permanecemos con la idea en la mente, de poco puede servir lo reflexionado. Es
momento de actuar para recuperarse de la crisis, y para hacer de esta una oportunidad de
crecimiento. SI NO HAY RECUPERACION... Cuando la persona se niega a reconocer la realidad
que enfrenta, corre serio peligro de estancarse, hundirse y sufrir otras reacciones secundarias.
Cuando la persona se niega a reconocer la realidad que enfrenta, corre serio peligro de
estancarse, hundirse y sufrir reacciones secundarias. Estas pueden ser: - Negarse a expresar
sus sentimientos, o exagerar alguno de ellos para compensar otra emoción reprimida. Este es el
caso del llanto constante, incluso mucho después del trauma, lo cual sirve para que la persona
evite sentir su ira o sus sentimientos de culpabilidad. - Permanecer deprimida profundamente y
durante largo tiempo. Por lo general ella no se da cuenta de este problema. Por lo tanto es
necesario que otros lo identifiquen para poder ayudarle. La persona que padece de una
depresión crónica necesita la ayuda de un profesional especializado. - Exceso de actividad. Esto
es una forma de huir de los problemas. - Una actitud de evitar la confrontación con la realidad.
Creerse incapaz de hacer frente aun a las responsabilidades mínimas; manifestar apatía, y
aparente "flojera". - Una actitud de autocrítica excesiva y constante. La persona en crisis habla
incesantemente de su problema y no da señal alguna de tener esperanza. - Vivir continuamente
enferma. Si se prolongan las reacciones físicas del impacto emocional, la persona necesitará
ayuda médica y psicológica. - Un comportamiento muy distinto de lo acostumbrado. Es común
que las personas comiencen a llevarse mal con hijos, familiares, amigos, etc. También suele
ocurrir que se vuelvan agresivas, llegando incluso a la criminalidad o a intentos de suicidio. -
Abusos. Es común caer en el abuso de alcohol, tabaco, ciertas medicinas, o el consumo de
drogas ilegales. En estos casos es necesario buscar la ayuda y orientación de personas o
grupos especializados en el tema. Es importante identificar estos síntomas para poder ayudar a
la persona a retomar el camino de la vida. Si está sufriendo algunos de estos síntomas, o nota
que alguien los está sufriendo, ¡haga algo! ¡Busque ayuda! No tenga miedo de actuar. COMO
AYUDAR A OTROS A SUPERAR UNA CRISIS Cuando alguien está en crisis, se halla en una
encrucijada. Pero con amor, paciencia y comprensión podemos darle nuestro apoyo para que
supere la misma. Para ayudar a una persona a iniciar el proceso de recuperación, conviene
tomar en cuenta los siguientes detalles: - Es importante "ponerse en el pellejo del otro". Esto
permite percibir el mundo como la persona en crisis lo percibe. Para lograr esto, es necesario
escuchar pacientemente. - La persona se beneficiará mucho al sentir nuestra solidaridad.
Recuerde que esta solidaridad se puede transmitir en forma efectiva sin necesidad de discursos,
explicaciones, o consejos. Da mejor resultado mostrarla a través de nuestra presencia, un
abrazo, un vaso de agua etc. - Anime a la persona afectada a mirar hacia el futuro. - Ayúdele a
ordenar sus sentimientos. Reflexionen juntos sobre la manera de llegar a una solución, ya que
en la situación en que se halla, es fácil que se instalen en su mente pensamientos sobre la
muerte y el suicidio. - La persona necesita reconstruir sus relaciones interpersonales. Es bueno
plantearle esta necesidad, y animarla a hacerse de un nuevo grupo de amigos donde uno pueda
ayudarle al otro. - Reconozca sus límites al ayudar. Esto implica remitir oportunamente al
afectado por una crisis a un especialista en la materia. LA CRISIS UNA OPORTUNIDAD PARA
CRECER Toda crisis trae consigo un planteo profundo de vida. Es como un hombre que edifica
su casa y un viento fuerte la destruye. Debe comenzar a construirla otra vez. Entonces pone en
duda su construcción anterior, busca los errores que cometió, revisa el material que empleó..
Cuenta la Biblia de dos hombres que construían su casa: uno prudente y otro insensato. El
hombre prudente edificó su casa sobre la roca, en tanto que el insensato lo hizo sobre la arena.
Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos. La casa del hombre prudente permaneció
en pie porque tenía una base firme y permanente, en cambio la casa del hombre insensato se
vino abajo porque su base era inestable. Ante una crisis, todos los seres humanos estamos en la
misma situación. Si tenemos nuestra vida construida sobre una base débil, la crisis nos podrá
vencer y desarmar; pero si nuestra base está en Dios, será más fácil superarla. Si tenemos
nuestra vida construida sobre una base débil, la crisis nos podrá vencer y desarmar; pero si
nuestra base está en Dios, será más fácil superarla. Pero... ¿Qué es una base débil? Muchos
ponen su confianza en cosas materiales. Construyen su presente y futuro sobre cosas que
pierden su valor, se desgastan y desaparecen, como el dinero, el trabajo o la casa. Otros
construyen su vida sobre personas que quieren mucho, como la esposa, los padres, los hijos o
amigos. Pero ellos también tienen su tiempo sobre esta tierra. Otros depositan su fe en ellos
mismos, como si toda su vida dependiese exclusivamente de ellos, incluso su muerte. Pero todo
lo que construyamos sobre alguna base aquí en la tierra, se deshará, se derrumbará y
desaparecerá. Nadie puede negar que muchos de los traumas, y la angustia que
experimentamos en la vida, son manifestación de un desajuste humano más profundo: no
conocernos a nosotros mismos, un mal que se ve agravado por una relación deteriorada con
nuestro Creador. Es fácil tratar de ignorar que tenemos problemas en nuestra relación con Dios,
pero siempre quedan "cicatrices": sentimientos de soledad, incertidumbre y dudas en cuanto a la
razón de nuestra vida. Tal vez sea el momento de desorganizar nuestra construcción, la vida que
hicimos, y analizar sobre que la hemos edificado. ¿COMO PODEMOS PREPARARNOS PARA
FUTURAS CRISIS? A continuación presentaremos una serie de factores que, si se los toma en
cuenta, sirven para estar mejor capacitados, y poder así convertir las crisis en oportunidades de
crecimiento. Confianza en Dios: Es de enorme valor reconocer nuestras debilidades y confiar
nuestra vida al cuidado de Dios. Necesitamos adquirir el hábito de presentarnos ante Dios y
admitir que sin su amor y orientación, no podemos desarrollar nuestro potencial humano. Visión
realista de lo sucedido: Hay que determinar con claridad en qué medida somos responsables de
nuestras acciones. Una apropiada dosis de culpa motiva a pedir perdón y tratar de mejorar. Pero
un excesivo sentimiento de culpa nos lleva a pensar que nunca tendremos perdón. Apoyo de
otras personas: Teniendo con quien hablar y desahogarse permite compartir la sensación de
vacío, el dolor y la confusión. Buena Autoestima: Sentirnos bien con nosotros mismos es
fundamental en toda relación humana. Tener metas personales claras: Planificar metas es
prevenir. A diferencia de resolver problemas, que es un esfuerzo para reconstruir, el planificar es
construir, construir un camino a seguir. Por último, la experiencia recogida en momentos de
sufrimiento nos provee de un potencial de recursos que nos permitirán enfrentar de un modo
muy positivo los diversos desafíos futuros. A raíz del sufrimiento, estaremos mejor preparados
para ayudar a otros que están pasando por momentos difíciles. Las Sagradas Escrituras afirman:
"Dios nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar
también a los que sufren." CONCLUSION La palmera es ejemplo de crecimiento a pesar de las
dificultades y los cambios. Tiene una corteza áspera y llena de cicatrices causadas por el
crecimiento y muerte de cada nueva rama. La intemperie la ha doblado y azotado, pero sigue
firme. Se arraiga en suelos tan diversos como la arena y la roca porque tiene un conjunto masivo
de raíces, cada una haciendo su parte para mantener la palmera de pie y con vida. ¿No existe
una similitud entre la palmera y la persona que crece a pesar de las crisis y el sufrimiento?
Desde luego. Dios es quien nos sostiene. Nuestro Creador siempre nos ha prometido una
renovación íntegra como parte de nuestra necesidad de aprender, por medio de las
oportunidades de crecimiento en nuestras crisis. "A todo puedo hacerle frente, pues Cristo es
quien me sostiene... Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le
aman." (9) La crisis es una oportunidad para crecer; y caminar de la mano de Jesús es la mejor
manera de superarla.

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004 La Soledad

La Soledad INTRODUCCION Los seres humanos fuimos creados como seres sociales, y por ello
necesitamos unos de los otros para desarrollarnos como personas. Precisamente por ello es que
cuando nos sentimos solos nos resulta particularmente difícil encarar nuestra vida. En este
folleto pretendemos, analizar las causas que nos llevan a sentirnos solos, conocer los efectos
que esto produce y buscar la manera de vivir una vida diferente. Y si hablamos de una vida
diferente, necesitamos reconocer nuestros errores y recordar que en Jesucristo podemos
encontrar la compañía de Dios. SENTIRSE SOLO Sentirse solo es ser consciente de que nos
falta un contacto significativo con otras personas. Sentirse solo es ser consciente de que nos
falta un contacto significativo con otras personas. La soledad es un sentimiento de vacío que
suele ir acompañado de tristeza, desánimo, aislamiento, y un deseo intenso de ser amado y
necesitado por alguien. El psicólogo Craig Ellison sugirió la existencia de tres tipos de soledad:
a) La soledad emocional: Involucra la falta o pérdida de una relación íntima con otra persona o
personas. b) La soledad social: Es un sentimiento de falta de propósito, ansiedad y vacío. La
persona se siente como si estuviese "fuera de todo", al margen de la vida. En lugar de una
relación profunda con un compañero específico, la persona precisa de un grupo de apoyo que la
acepte y ayude a relacionarse con otros. c) La soledad existencial: Se refiere al sentido de
aislamiento que se produce cuando una persona está apartada de Dios y siente que la vida no
tiene significado o propósito. Tales personas precisan de una buena relación con Dios,
preferentemente dentro de los límites de una comunidad de creyentes que le den su atención. Es
importante distinguir soledad de estar solo. Estar solo es apartarse voluntariamente de las
personas. Pero sentir soledad es verse obligado a permanecer solo. El estar solo es refrescante,
rejuvenecedor y agradable. La soledad es penosa, exhaustiva y desagradable. Comenzamos o
terminamos de estar solos cuando queramos; pero la soledad nos envuelve y persiste a pesar de
nuestros mejores esfuerzos para expulsarla. CAUSAS DE LA SOLEDAD La soledad tiene
diversas causas que pueden agruparse en estas categorías: CAUSAS SOCIALES Los rápidos
cambios sociales van aislando a las personas y aumentan la soledad. Las influencias sociales
que aumentan nuestra soledad incluyen: Los rápidos cambios sociales van aislando a las
personas... a) Tecnología: A medida que la forma de gobierno, los emprendimientos comerciales
y la forma de educación desarrollan sus estructuras y se hacen más impersonales, las personas
se sienten empequeñecidas y menos necesarias. Como resultado, las relaciones personales son
superficiales y prevalece la soledad. Movilidad: Los transportes modernos, el desarrollo de
grandes corporaciones y la atracción de una vida mejor en otro lugar, facilitan las mudanzas.
Esto rompe amistades, separa las familias, elimina el espíritu de vecindad y hace que las
personas eviten relaciones profundas que más tarde terminan en separaciones penosas.
Urbanización: Existe casi siempre un miedo a los extraños que lleva a la sospecha y la
separación, un sentimiento de incomodidad en medio de las aglomeraciones, y el deseo de evitar
el ruido y la agitación. Como resultado, millares de personas viven muy cerca una de las otras,
pero sintiéndose aisladas y solas. Televisión: A menudo la televisión profundiza la separación
tanto por el contenido de los programas, que parecen promover la superficialidad, como por los
hábitos producidos en las personas que quedan sentadas frente a ella, y casi sin comunicarse.
CAUSAS PERSONALES Todas las personas tienen necesidad de afecto, necesidad de
aceptación y necesidad de relacionarse socialmente. Estas necesidades precisan ser satisfechas
para lograr un desarrollo adecuado de la persona. Afecto: Todos los seres humanos,
especialmente los niños, tienen necesidad de sentirse ligados a sus semejantes. Cuando los
niños son separados de sus padres, sienten ansiedad y un malestar muy grande. Las personas
que carecen de afecto en su infancia, con frecuencia crecen sintiéndose solas. Aceptación: Los
padres comunican su aceptación de varias maneras: abrazando a sus hijos, pasando tiempo con
ellos, oyéndolos, disciplinándolos, amándolos. Cuando no existen estos elementos, o cuando los
hijos son ignorados o muy criticados, comienzan a sentirse sin valor. Adquisición de habilidades
sociales: Las personas socialmente desajustadas son insensibles a las actitudes y necesidades
de otros y no saben construir relaciones agradables. Es posible que intenten manipular o forzar
la aceptación de su persona, y al no lograrlo desarrollan sentimientos de rechazo, frustración y
más soledad. CAUSAS PSICOLOGICAS Las tendencias psicológicas que dan lugar y mantienen
a la persona en soledad incluyen: Muchas personas... a causa de sus miedos, construyen
barreras para protegerse de otras personas. Baja autoestima: Si la autoestima es baja, nos
consideramos de poco valor y nos volvemos introvertidos. Y, si es excesivamente alta,
exageramos nuestro valor a punto de mostrarnos presuntuosos. Ambas reacciones perjudican
nuestra relación con otros. Incapacidad de comunicación: Cuando los individuos no quieren
comunicarse, o cuando no saben como hacerlo, existe un sentimiento de aislamiento y soledad.
Actitudes derrotistas: Cuando entendemos la vida como un gran torneo y vivimos compitiendo
por un lugar, cuando nos comportamos de manera totalmente independiente como si no
tuviéramos nada que ver con Dios ni con nuestros semejantes, y a su vez exigimos de los demás
"justicia" para con nosotros; la soledad se hará parte de nuestra vida. Hostilidad: Algunas
personas parecen estar siempre de mal humor, existe en ellos una actitud subyacente de
venganza y hostilidad. Las causas de esta actitud son complejas, pero algunas veces se da
porque las personas se sienten frustradas, contrariadas o resentidas debido a injusticias reales o
imaginarias. Estas personas se apartan y esto crea tanto soledad como infelicidad continua.
Miedo: Muchas personas se sienten solas porque, a causa de sus miedos, construyen barreras
para protegerse de otras personas. Esto generalmente se hace por miedo a la intimidad, miedo a
dejarse conocer, miedo al rechazo o a ser herido. CAUSAS SITUACIONALES Las personas a
veces se sienten solitarias debido a las condiciones especiales en que se encuentran. Estudios
han mostrado que las personas que más solas se sienten son las que se encuentran solteras, las
que enviudaron, y las que viven solas. Las personas en posición de liderazgo sienten a veces
soledad en virtud de su posición ante el grupo. Los estudiantes universitarios que dejaron su
hogar, los muy ricos que parecen encontrarse en una clase social separada, los extranjeros o
recién llegados a una región, los superdotados, los homosexuales, todos ellos fueron
identificados como personas con tendencia para la soledad. Estos estudios también indican
como personas con tendencia a la soledad a quienes tienen algún tipo de discapacidad o
enfermedad física. Muchas de estas personas son marginadas por una sociedad que no se
ocupa de brindarles las posibilidades necesarias para su desarrollo. CAUSAS ESPIRITUALES
La soledad existencial, surge debido a nuestra indiferencia o rebelión contra Dios, y a los
pecados que no reconocemos Dios nos creó a los seres humanos con tanto amor y respeto que
hasta nos dio la libertad de tomar nuestras propias decisiones. Esto fue naturalmente lo que los
seres humanos hicimos. Y elegimos la rebeldía. Elegimos separarnos de Dios y hacer nuestra
voluntad. Y desde entonces nuestros corazones se sienten inquietos, por haber sido apartados
de nuestro creador. Pero en vez de volvernos arrepentidos a Dios, intentamos encontrar sentido
para nuestra vida en el trabajo, el deporte, el sexo, las experiencias de encuentro, las drogas, y
un centenar de otras actividades que fracasan en resolver nuestra inquietud interior. La soledad,
especialmente la existencial, surge debido a nuestra indiferencia o rebelión contra Dios, y a los
pecados que no reconocemos o confesamos, pecados que no encuentran perdón. Cuando la
culpa no está resuelta produce soledad espiritual y esto afecta negativamente nuestro ser y
nuestra relación con los demás. EFECTOS DE LA SOLEDAD ¿Qué produce la soledad en las
personas? ¿Cuales son los síntomas más comunes? Baja autoestima. Esto puede ser tanto un
síntoma como una causa de soledad. El fracaso en nuestras relaciones y actividades, hacen
decrecer nuestra autoestima y nos traen mayor soledad. Desesperación. La soledad a veces
lleva a la desesperación, y esta a su vez conduce a la aflicción y a los pensamientos suicidas;
tres elementos característicos de la soledad. Alcoholismo y abuso de drogas. Con frecuencia son
medios de fuga y las personas se vuelcan allí en una tentativa de evitar la soledad o encontrar
amigos en otras personas con problemas similares. Violencia. La soledad puede ser expresada a
través de la violencia, e incluso de delincuencia, lo que puede tornarse en una liberación para el
dolor y en un grito desesperado pidiendo atención. Aislamiento. Algunas personas se sienten tan
despojadas emocional y socialmente que no se atreven a pensar que pueden tener alguna
importancia para los demás. Estas personas no alcanzan a comprender la posibilidad de que
otras personas puedan valorarlas y apreciarlas, ni tampoco lo esperan de parte de Dios. Existen
también personas que se aíslan porque fueron aisladas anteriormente y sufrieron mucho. Sólo
esperan ser tratadas así por los demás, entonces tratan de evitar cualquier relación con otras
personas. COMO SUPERAR LA SOLEDAD Superar la soledad requiere... enfrentar los riesgos
que implica cambiar... Mencionamos algunas etapas a tener en cuenta para superar la soledad o
ayudar a otros a superarla. Admitir el problema. Cuando las personas se sienten solitarias, los
primeros pasos en dirección a la cura son admitir la soledad, reconocer que es penosa y decidir
hacer algo sobre el problema. Considerar las causas. La soledad, como vimos, puede tener
diversas causas. Si estas pueden ser identificadas, entonces se podrá trabajar en la fuente de la
soledad en vez de intentar eliminar los síntomas. Aceptar lo que no puede ser cambiado. Es
importante reconocer que algunas cosas pueden ser modificadas, pero existen otros puntos
inmutables. Para aceptar aquello que no se puede cambiar necesitamos: - Desarrollar una vida
positiva, Esto se logra apreciando aquello que es bueno y adquiriendo un buen sentido del
humor. Esto significa el rechazo de la autocompasión, la soledad y el desánimo. - Mantener
contacto con las personas: Si trabajamos, nos divertimos, nos involucramos en actividades, nos
mantenemos al tanto de las noticias del día, nos alejaremos de la soledad y de la tendencia a la
melancolía. - Tener fe: La fe en Jesucristo que nos fortalece con la certeza de la presencia de
Dios en aquellas circunstancias frustrantes que parecen imposibles de cambiar. Cambiar lo que
puede ser cambiado. Algunas causas de la soledad no pueden cambiarse, pero muchas otras sí,
o al menos, son factibles de hacerlo en cierto grado. Para cambiar necesitamos: - Desarrollar la
autoestima: Debemos aprender reconocer nuestros puntos positivos. Cada uno posee
cualidades que pueden desarrollarse, como debilidades que pueden ser toleradas y con la ayuda
de Dios corregidas. - Enfrentar riesgos: Superar la soledad requiere, tomar decisiones, enfrentar
los riesgos que implica cambiar, y animarnos a compartir la vida con otros. - Desarrollar
habilidades sociales: Algunas personas no tienen sensibilidad con relación a otros y les falta
habilidad para comunicarse. Es importante que reconocer estos errores y aprender a
relacionarnos con otros. El problema de la mayoría de las personas que se sienten solas es un
gran vacío que se origina en su separación de Dios. SATISFACER LA NECESIDAD
ESPIRITUAL El problema de la mayoría de las personas que se sienten solas es un vacío que
no se llena con compañía de otras personas, ni con mejorar la autoestima. Un gran vacío que se
origina en nuestra separación de Dios. Sin embargo, pese a habernos alejados de Dios, Él no ha
dejado de amarnos. Dijo Jesucristo: "¿No se venden dos pajarillos por una moneda? Sin
embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que el Padre de ustedes lo permita. Así que no tengan
miedo: ustedes valen más que muchos pajarillos" (3). Somos de mucho valor para Dios; estamos
hechos a su imagen, y hemos sido comprados con el precio de la vida de Cristo. La Biblia dice
que Dios cargó en Jesucristo el pecado de todos nosotros. El pecado es lo que nos aleja de
Dios. Por medio de su muerte Jesucristo pagó por nuestros pecados para que tengamos el
perdón de Dios, y ya no estemos solos y alejados de Él. Jesucristo nos hizo nuevamente amigos
de Dios, a fin de que contemos con su presencia y compañía en todo momento. Jesucristo
puede ayudarnos a superar nuestra soledad. PREVENIR LA SOLEDAD Para que nazca una
relación significativa, precisamos invertir tiempo y esfuerzo... Existen distintos métodos para
combatir las causas de la soledad. Algunos de estos métodos son: Evitar el aislamiento. A fin de
evitar la soledad, las personas pueden ser alentadas a reunirse en grupos de amigos,
involucrarse en actividades sociales y buscar la compañía de otras personas. También se puede
estimular a las personas a involucrarse en una iglesia cristiana. En ella se puede crecer en el
amor, el cuidado mutuo, la aceptación, el perdón. Enfrentar los cambios. Para que nazca una
relación significativa, precisamos invertir tiempo y esfuerzo para construir la misma. Esto implica
enfrentar los riesgos de un cambio y sacrificar nuestros deseos de independencia y
autosuficiencia en pro de una relación más profunda que ayude a evitar la soledad. Instar a la
aceptación mutua. Cuando niños y adultos aprenden maneras de comunicarse, actitudes sanas
en su modo de vivir, y a desenvolverse bien socialmente, son más capaces de entrar en contacto
con otros y evitar la soledad. Estas conductas deben aprenderse en el hogar, pero también
pueden ser aprendidas en escuelas, iglesias, o a través de profesionales, consultorios de
aconsejamiento, libros, cursos y retiros. Aumentar la espiritualidad. La soledad se reduce o se
evita cuando las personas reciben ayuda para construir relaciones profundas con Dios, así como
con otros seres humanos. A través de una buena relación con Dios encontramos fuerzas y
sabiduría para amar y comunicarnos abiertamente con los demás. Ayudar a las personas a
crecer espiritualmente, se convierte en un medio importante y significativo para evitar la soledad.
ESTAR SOLO SIN SENTIRSE SOLO Si se usan bien, los momentos de soledad pueden
proporcionarnos una profunda satisfacción. Nuestra soledad puede ser una oportunidad para
conocernos con profundidad y aceptarnos mejor. ... los momentos de soledad pueden
proporcionarnos una profunda satisfacción. ¿A qué se debe que algunas personas no se sientan
solas aunque estén a solas? En primer lugar ellas escogen estar solas. Deciden alejarse de las
habituales compañías para meditar, despejarse, descansar, analizar, etc. En segundo lugar, las
personas están solas únicamente durante un corto período de tiempo. Es decir no viven solas,
sino que eligen y tienen determinados lapsos de tiempos para estar en soledad. SOLTEROS Y
FELICES Según las estadísticas, el número de solteros en el mundo aumenta constantemente.
La palabra soltero significa solo. Por lo tanto, solteros no sólo son aquellos que nunca se han
casado, sino también aquellos que se han convertido en tales por la muerte del cónyuge, por un
divorcio, o por otras razones. Es normal que una persona soltera tenga deseos de casarse. Este
anhelo de compañerismo es legítimo, natural y pensado por Dios. También es normal que
personas solteras estén contentas con su soltería y no tengan intenciones de casarse, porque
ahora tienen más tiempo para sus cosas. Ambas son actitudes valederas. La soltería es un
estado digno que Dios no sólo acepta, sino que en ocasiones recomienda. La correcta actitud
para con la soltería es decirse: "Mi vida está aquí y ahora, y quiero vivirla plenamente". El
matrimonio nunca tuvo el propósito de satisfacer por completo nuestros anhelos. Si bien el
matrimonio es muy importante en los planes de Dios para el ser humano, no es el único estado
en que podemos sentirnos realizados. Si siente que mientras es soltero es media persona, no se
sentirá diferente cuando se case, el matrimonio no completa. Ninguna relación humana, por
íntima, vital o enriquecedora que sea, puede proporcionar la realización de su potencial supremo
como persona. Estar solo no tiene que ser un mero período de espera antes de que la vida
comience. Dios tiene un plan especial para todos y nadie necesita esperar a estar casado para
cumplirlo. Dios no quiere que vaguemos sin rumbo, entregados a cualquier causa que se
aparezca. Jesucristo quiere que canalicemos nuestra vida en una dimensión específica de
servicio. Para eso, necesitamos tener un sentido de vida acorde a la voluntad de Dios. Esto nos
da objetivos a largo alcance, que nos permiten mantener el rumbo y la dirección aquí y ahora.
CONCLUSION La soledad puede existir por diversos motivos y traer innumerables
consecuencias. Pero es cierto también que todos, y cada uno de nosotros, podemos transformar
esta situación si logramos relacionarnos abiertamente con Dios por medio de Jesucristo. Con
Dios tenemos la posibilidad de tener una relación fuerte y sincera, libre de tapujos y culpas. Una
relación en la que podemos mostrarnos como somos, con nuestras debilidades, miedos y
errores. Una relación en la que no tenemos nada que perder y mucho que ganar. Con Dios, a
través de Jesucristo, podemos tener una maravillosa relación que nos ayudará a superar nuestra
soledad y crecer hacia nuestro máximo potencial.

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004 Fortalezas para tiempos dificiles

Fortalezas para tiempos dificiles CONTENIDO 1. Todos sufrimos 2. El propósito de este folleto 3.
Las razones del sufrimiento 4. ¿Cómo puede Dios ser bueno si permite tanta maldad? 5. ¿Qué
está haciendo Dios mientras nosotros sufrimos? 6. El dolor: un llamado de Dios 7. Refinado
como la plata 8. Aflicciones ejemplares 9. Dios tiene una idea mejor 10. Dios también tiene
cicatrices 11. Dios quiere consolarlo 12. La perspectiva desde la eternidad TODOS SUFRIMOS
No es grato hablar de los sufrimientos que tenemos en la vida, y mucho menos reflexionar sobre
los efectos que éstos tienen en nuestra existencia. El tema del sufrimiento nos obliga a examinar
nuestra vida en profundidad, porque a simple vista sufrir es algo muy injusto. Además, por más
que intentemos calmar nuestras aflicciones consumiendo tranquilizantes o ahogando nuestras
penas en alcohol, igual persiste esa ansiedad profunda que exteriorizamos a través de la
pregunta: ¿Por qué a mí? La lista de pruebas y sufrimientos que podemos tener en la vida es
interminable: * Una joven tiene que cuidar a su conflictiva abuela, lo que la priva de disfrutar con
sus amigos. * Una pareja decide separarse teniendo tres pequeños hijos. * Los padres de un
adolescente descubren que su hijo es adicto a las drogas. * Niños tienen que vivir con padres
alcohólicos. * Un agricultor se angustia por su futuro debido a que la cosecha ha sido pobre. *
Una mujer recibe la noticia de que su esposo ha muerto en un accidente. * Una pareja de recién
casados recibe el diagnóstico de que la esposa padece una enfermedad que la dejará paralizada
por el resto de su vida. * Un preso se sienta en su celda y piensa en los años que tendrá que
pasar en ese pequeño recinto. * Un humilde hombre que trabaja duramente descubre que le han
robado todos sus ahorros. * Una mujer es violada y golpeada. * Una madre muere, dejando a su
hijo adolescente al cuidado de los hermanos menores. * Un terremoto deja un saldo de
centenares de muertos. * Un incendio carboniza a niños inocentes. * Un niño pequeño recibe un
balazo en la cabeza durante un tiroteo entre dos bandas de delincuentes. * Un padre llora porque
no pudo hacer frente a los gastos médicos necesarios para salvar la vida de su hijo. La lista
podría seguir indefinidamente ¿verdad? Sufrimos una gran variedad de enfermedades,
desgracias, problemas, accidentes, desastres. Ninguno de nosotros está libre; nadie puede
protegerse del sufrimiento porque de alguna manera llegará a nuestra vida. Todos soportamos
algún tipo de dolor que doblega nuestras espaldas, llena nuestros ojos de lágrimas y confunde
nuestras desesperadas mentes en busca de una solución. Todo el mundo sufre. Quizás algunos
más que otros, pero todos, lloramos por algo. EL PROPÓSITO DE ESTE FOLLETO Un niño
pequeño se lastima, corre a su madre y le ruega: "Mami, bésala y me sentiré mejor". Ella besa la
parte herida y el niño se va reconfortado y seguro de que ya todo está bien. Así como el dulce
beso de una madre surte efecto en los niños, los adultos a veces anhelamos algo que termine
con nuestro dolor y nos libre de los sufrimientos de la vida. Tal vez espere que este folleto le dé
una respuesta simple y mágica a las desdichas y tribulaciones de su vida. Lo sentimos, pero no
podemos aplicar ese "beso de madre" a las heridas de su vida. Pero lo que sí queremos y
podemos brindarle es nuestra comprensión y aliento. Todos los que hemos contribuido a la
elaboración de este folleto sabemos qué es el dolor. Nos identificamos con usted y sentimos
como nuestras sus necesidades. Y, aunque no podemos alejar de usted el sufrimiento, ni
podemos librarle de las desgracias de la vida, sí podemos reflexionar con usted sobre el
significado del dolor. El sufrimiento sin sentido es insoportable; pero cuando descubrimos una
finalidad en el dolor, podemos soportarlo con valor. LAS RAZONES DEL SUFRIMIENTO Cuando
contemplamos la maldad y la angustia que existen en el mundo, o cuando sufrimos
intensamente, nos preguntamos: ¿Cómo puede un Dios bueno permitir que suceda todo esto?
Con esta pregunta estamos dando a entender que, de alguna manera, Dios tiene la culpa de
nuestro sufrimiento. Él es el responsable, no nosotros. Antes de llegar a conclusiones
apresuradas, veamos la siguiente lista de explicaciones que a lo largo de la historia se han dado
al problema del sufrimiento: * Sufrimos a causa de alguna equivocación que hayamos cometido;
todos estamos propensos al error. * No todo sufrimiento se debe a algo malo que hayamos
hecho; a veces sufrimos porque en nuestro mundo abunda la maldad. Y como dice el refrán:
"Justos pagan por pecadores". * Nuestra existencia, en general, está llena de injusticias sociales.
Es fácil observar que la naturaleza humana es arrogante, egoísta y orgullosa; las consecuencias
son desgracias, desdicha, sufrimiento y dolor. Los que sufren son, por igual, personas inocentes
y culpables, pero siempre duele más ver sufrir al inocente. * Es posible que Dios esté
permitiendo el sufrimiento para que seamos más humildes. Ante tanta autosuficiencia nuestra, a
veces el dolor es el único medio de derribar el orgullo y llegar a nuestro ser interior. De otra
forma no nos daríamos cuenta del mal camino que llevamos. * Quizás sufrimos para que
aprendamos a confiar más nuestra vida al cuidado de Dios. Es común confiar demasiado en
nosotros mismos; el dolor suele hacer que nos volvamos a Dios. * La experiencia indica que para
madurar, a veces es necesario sufrir. Como dice el refrán: Solo por la noche se ven las estrellas,
y en el dolor conocemos verdades. * El sufrimiento nos enseña a tener compasión de quienes
sufren igual o peor que nosotros. * El sufrimiento nos puede mostrar cómo Dios sufre al ver
nuestra rebeldía a su sabia voluntad. * Aún en el sufrimiento más intenso y sin conocer la cusa
del mismo, el dolor sirve para recordarnos que podemos descansar en el cuidado de Dios,
nuestro Creador. * Existen infortunios en la vida, como las desgracias naturales y otras
aflicciones que escapan a nuestro control y responsabilidad y que no podemos evitar. *
Finalmente, es posible que no suframos por ninguna de las razones arriba mencionadas; o
puede ser que sea una combinación de varias o todas de ellas. ¿Qué podemos aprender de todo
esto? Que no siempre existe una respuesta final y acabada al por qué de nuestro sufrimiento.
Todos sufrimos y seguiremos sufriendo, y en cada caso de sufrimiento habrá distintas razones.
Por eso, en vez de preguntarnos ¿Por qué sufrimos? Mejor es preguntarnos: Ahora que me
sucede esto ¿Cómo debo reaccionar? ¿CÓMO PUEDE DIOS SER BUENO SI PERMITE TANTA
MALDAD? En primer lugar, ¿es cierto que Dios permite tanta maldad y tanto sufrimiento?
Veamos el sufrimiento desde el punto de vista de la Biblia. En ella encontramos que Dios hizo al
ser humano bueno, no rebelde y sufrido, como es ahora. Cuando lo creó le dio una cualidad que
no poseía ninguna otra cosa creada; al ser humano le dio voluntad propia. Eso quiere decir que
Adán y Eva, las primeras personas creadas, no eran robots. No eran esclavos ni peones que
tenían que arrastrarse y servir al amo. Por el contrario, fueron libres para elegir, amar y obedecer
a Dios por propia voluntad, simplemente porque Él es digno de tal respeto. Pero junto con esta
cualidad positiva, existía también la posibilidad de una elección contraria. Siendo los hombres
libres para amar y obedecer, también lo fueron para odiar y rebelarse. ¡Qué torpe puede ser
Dios! Protestamos ¿Acaso no sabía lo peligroso que podía ser darnos tanta libertad? ¿Cómo
pudo ser tan descuidado como para poner tanto poder a nuestro alcance? Sin embargo, nuestras
protestas contra Dios suenan huecas cuando pensamos en nuestra actitud general respecto a la
libertad. Generalmente vemos la libertad como algo positivo. Por eso, defendemos la
independencia económica de nuestro país contra naciones que desean obtener la mayor riqueza
posible con nuestros recursos naturales. Damos vivas cuando un régimen opresivo se rinde ante
la voluntad del pueblo. Anhelamos ver que más personas tengan oportunidad de educarse y
trabajar para que dirijan con inteligencia sus vidas. En el deseo de darnos verdadera libertad,
Dios creó al ser humano con voluntad propia. Desgraciadamente, la humanidad entera ha
elegido desobedecer las sabias leyes de Dios, y como resultado, tenemos el atribulado y doliente
mundo de hoy. Abusamos de nuestra libertad y llegamos al extremo de pensar que somos
dueños absolutos del mundo. Pero, como ni siquiera podemos administrar correctamente lo poco
que tenemos, cuando tenemos problemas echamos la culpa a Dios por las fallas que
cometemos, y lo acusamos de despiadado e insensible. ¿Podemos justificarnos echándole la
culpa a Dios? Es hora de ser sinceros con nosotros mismos: somos los responsables de la
maldad y el dolor que se encuentran en el mundo. Dios no fabrica bombas y las deja caer en las
ciudades; el hombre sí. Dios no hace mal uso de las tierras de labranza para que no haya
suficiente producción de alimentos; es el hombre quien toma las decisiones cuyo resultado es la
escasez de alimentos. Dios no maltrata a los niños; personas con problemas lo hacen. Dios no
inventó las mil y una formas de pecar que existen; fue la humanidad, de la cual todos somos
parte. Admitirlo hiere nuestro orgullo, pero no hay duda, la culpa es nuestra. Quizá piense: ¿Me
están pidiendo que crea en esa vieja historia de Adán y Eva en el paraíso, y de la serpiente que
los engañó? Sí. Aunque le sea difícil aceptar esa historia, no puede negar la evidencia actual que
la respalda. El ser humano persigue constantemente sus fines egoístas a expensas de los
demás. Y con estas cualidades poco deseables, por mucho que trate, no puede hacer una
civilización ideal. Después que Adán y Eva desobedecieron, Dios les dijo que a partir de ese
momento la vida sería dura. Adán trabajaría con mucho sacrificio para ganar lo suficiente y poder
mantenerse él y su familia. Eva sufriría intensos dolores al dar a luz. Y sobre todo, cuando
ambos hubieran agotado sus vidas, morirían. No podemos evitar la muerte. Es la última de las
tragedias que sufrimos y nadie escapa de ella. Cada persona que muere es una evidencia más
de que la humanidad no es feliz y que la vida en esta tierra no es como Dios quiso originalmente
que fuera. ¿QUÉ ESTA HACIENDO DIOS MIENTRAS NOSOTROS SUFRIMOS? Aunque el mal
en el mundo sea culpa del hombre ¿Qué hace Dios respecto a los problemas que a diario
enfrentamos? ¿Acaso Dios se ha lavado las manos desentendiéndose de nosotros y nos ha
abandonado a un destino de autodestrucción? O ¿Acaso Dios es como un padre complaciente
que nunca corrige a sus hijos sino que más bien los consiente y les permite causar todo tipo de
daño tanto a sí mismos como a los demás? ¡No! Dios no es así. Él está profundamente
preocupado por el problema del mal en el mundo. Por eso, en su palabra, la Biblia, lo aborda
desde tres ángulos diferentes y promete actuar en consecuencia. Primero. Dios nos dice que no
pasará por alto la maldad. Ningún mal causado a persona alguna quedará sin castigo. Por algún
tiempo puede parecer que las cuentas no están balanceadas. Puede parecer que el mal gana y
el bien pierde. Pero, en el fin del mundo, Dios juzgará a cada persona con perfecta justicia y
todas las cuentas serán saldadas. A través de la historia se ha podido notar la prosperidad del
malo y arrogante. Dios dice que este aparente éxito sólo le durará un tiempo y que el malvado
recibirá justo castigo. (1) Segundo. Dios prometió a Adán y Eva, y a todas sus futuras
generaciones, que enviaría un rescate que corregiría el problema del pecado y el mal. Dios
cumplió esta promesa en la persona de su hijo Jesucristo. Esta es la enseñanza central de toda
la Biblia y veremos este punto detalladamente más adelante. Tercero. Dios nos hace una
sorprendente promesa: «Yo dispongo todas las cosas para el bien de quienes me aman, a los
cuales yo he llamado de acuerdo a mi propósito». (2) Esta promesa no enseña que la vida de
quien confía en Dios estará libre de dificultades. Pero sí afirma que Dios, a través de todos los
hechos de nuestra vida, incluyendo los desastres y las aflicciones, nos brinda oportunidades
para nuestro crecimiento. Los desastres y los sufrimientos no provienen de Dios. Son el
resultado de la condición en que hemos convertido el mundo en que vivimos. Pero Dios es sabio
y todopoderoso. De todo lo malo que nos sucede puede hacer que resulte algo bueno para
nosotros. Él es como un artista que puede tomar desechos y convertirlos en algo hermoso, en
una obra de arte. Él puede tomar el dolor causado por nuestra maldad y odio, y obtener de ellos
resultados agradables para nosotros. Esto parece increíble ¿Verdad? Pero eso es lo que Dios
promete a todos los que le aman y son llamados de acuerdo a su propósito. Muchos hablan
como si sus vidas estuvieran regidas por un oscuro destino, pero no es así. Dios nos ama a
pesar de nuestra desobediencia. Él llega hasta nosotros en medio de nuestra angustia y nos da
ánimo y esperanza. Él promete transformar nuestras desgracias en experiencias que nos traerán
bendiciones, a su manera y según su voluntad. EL DOLOR: UN LLAMADO DE DIOS Cuando
tenemos problemas solemos preguntarnos: ¿Me estará castigando Dios? ¿Por qué a mí? Y nos
dedicamos a buscar desesperadamente el motivo exacto que haya causado nuestra aflicción.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, sería mucho mejor preguntarnos: ¿Me estará
advirtiendo algo Dios? Pensamos que las tribulaciones de la vida nos llegan sólo como castigo.
Pero Dios hace uso del dolor que nos causa nuestro convulsionado mundo con otros fines:
prevenirnos contra la insensatez de vivir sin Él, y llamarnos a Él. El ejemplo de Alfredo Alfredo y
su amigo Omar robaban mercadería cuyo valor equivalía a grandes sumas de dinero. Cuando la
policía comenzó a seguirles los pasos, Alfredo se mudó a otra ciudad, donde se asoció con
personas que lo introdujeron al consumo del alcohol y las drogas. Con el tiempo comenzó a
experimentar incontrolables pesadillas y alucinaciones. Desesperado y cansado de huir, Alfredo
volvió a su pueblo con la esperanza de volver a asociarse con Omar. Pero Omar había
cambiado. Se había dado cuenta de su mal camino y se convirtió en un hombre honesto y en un
cristiano ferviente. Alfredo pensó que Omar se había vuelto loco y lo trató mal para convencerlo y
hacer que volviera a sus viejas costumbres, pero no lo consiguió. En lugar de eso, durante un
año y medio Omar se dedicó a hablarle a Alfredo de Jesucristo, diciéndole que también a él
podía ayudarlo. Alfredo consiguió un buen trabajo y trató de llevar una vida honesta, pero
reincidió en el consumo de alcohol y drogas. Su vida parecía sin sentido. Por último, una noche
en que Alfredo permanecía despierto, sintiendo como la cabeza le daba vueltas, decidió quitarse
la vida. De repente, recordó que Omar le había dicho que Jesucristo podía ayudarlo. En realidad,
Alfredo no sabía quien era Jesús ni cómo orar, pero le pidió que lo ayudara. Cuando terminó de
orar sintió una profunda paz que nunca antes había sentido y se quedó profundamente dormido.
Desde esa noche, poco a poco, día a día, Alfredo comenzó a leer la Biblia y a conocer mejor a
Jesucristo. Y aunque aún le faltaba mucho por aprender y cambiar, en Jesucristo había
encontrado un nuevo propósito para su vida. ¿El sufrimiento y las alucinaciones de Alfredo
fueron simplemente un castigo de Dios, como si le gritara: ¡Tomá sinvergüenza!? ¡No! Dios tenía
en mente un propósito mucho más noble. Le estaba advirtiendo a Alfredo: Tú me has ignorado
demasiado tiempo y yo estoy permitiendo que sufras estas aflicciones para que me busques y
conozcas mi amor. Mientras las cosas nos van bien podemos descansar plácidamente en
nuestros errores y en nuestra insensatez. Pero en el dolor las cosas cambian. Dios nos susurra
en

nuestros placeres, pero grita en nuestros dolores. El dolor es un llamado de Dios para despertar
a un mundo que a menudo le da la espalda. Por eso, cuando pienses en tus dificultades
personales, no preguntes: ¿Estará castigándome Dios? Pregunta mejor: ¿Será que Dios me está
previniendo de algo, e invitando a que me acuerde de Él y viva en su amor? Nuestras aflicciones
pueden tener un propósito, y el mismo puede ser una invitación de Dios a vivir en su amor.
REFINADO COMO EL ORO ¿Alguna vez has observado a un joyero refinar el oro? El artesano
coloca el metal sobre una intensa llama, hasta que se derrite. Cuando las impurezas suben a la
superficie del oro derretido, las retira. El joyero debe sentarse ahí por un tiempo, sacando
periódicamente los desechos hasta que el oro queda puro y listo para ser convertido en bellas
joyas u obras de arte. La Biblia dice que Dios es como un joyero que se sienta y purifica el oro.
El oro simboliza a todos los que somos hijos de Dios, los que hemos confiado en Jesucristo
como nuestro Salvador, pues Él nos considera de gran valor. Las dificultades de la vida son
como la intensa llama que hace que las impurezas salgan a la superficie. Al ser tratados al
fuego, Dios puede remover "las impurezas" de nuestra vida, restaurándonos con renovado
propósito y valor. Con frecuencia somos como niños, que no queremos aceptar la disciplina
necesaria para crecer como adultos responsables. Un buen padre debe imponer la corrección a
su hijo, no como una forma de descargar su ira, sino porque lo ama y quiere que llegue a
madurar. Así mismo ocurre con nuestro Creador. Él nos disciplina para nuestro bien, para que
compartamos su amor con otras personas. El joyero y el oro ¿Cómo sabe el joyero cuándo ya
todas las impurezas han sido retiradas del oro? Lo sabe cuando puede ver su rostro reflejado en
la suave superficie del metal derretido. Esa es también la meta de Dios. A veces permite que las
dificultades lleguen a nuestra vida, no para herirnos ni para desanimarnos, sino para poder
reflejar aún mejor su imagen en nosotros. Cuando nos sometemos al proceso de refinamiento
por Dios, Él nos libera del egoísmo que nos domina, y podemos ver la voluntad de nuestro Padre
Celestial con más claridad en nuestras vidas. Entonces reconocemos que todo lo que hace Dios
es por nuestro bien. Veamos, pues, que Dios nos disciplina porque nos ama mucho. Es por eso
que la Biblia dice: "No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te
reprenda. Porque el Señor corrige a quien ama y castiga a aquel a quien recibe como hijo". (4)
Debido a las dificultades de la vida, hay quienes dudan que Dios nos ame. Pero estas palabras
de la Biblia nos enseñan que las aflicciones que nos disciplinan son evidencia de que Dios es
amor. Él nos ama tanto que no se contenta con vernos sumergidos en la mediocridad de nuestra
indiferencia y arrogancia. Más bien, así como un buen padre enseña a su hijo a ser responsable
y honesto, nuestro Creador, a veces usa las dificultades para hacer de nosotros mejores
personas. Quizás nunca llegaremos a comprender totalmente por qué Dios nos ama tanto. Está
fuera de los límites de nuestra razón explicar por qué siendo tan rebeldes como somos,
tengamos tanto valor a los ojos de Dios. El hecho es que Él nos valora mucho más de lo que
jamás podríamos imaginar y nos lleva a un nivel de amor y bondad que está más allá de lo que
merecemos. AFLICCIONES EJEMPLARES En un tiempo, Job había sido un hombre próspero,
pero un día perdió todas sus riquezas y sus hijos murieron en una terrible tormenta de viento;
sabía lo que significaba estar arruinado. Después se vio atacado por una enfermedad que lo dejó
cubierto de repugnantes llagas. Todo lo que le quedó fue su esposa y ella no hizo mucho para
consolarlo. Su único consejo fue: ¡Maldice a Dios y muérete! Job le respondió: "¡Mujer, no digas
tonterías! Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿Por qué no vamos a aceptar también
los males?" Y la Biblia añade: "Así pues, a pesar de todo; Job no pecó" (5) Tres amigos fueron a
visitar a Job, insistiendo en que algo muy malo debía haber hecho para que le sucediera esta
tragedia. Pero estaban equivocados. Job no había hecho nada malo como para merecer el cruel
tratamiento que recibió. Entonces, ¿qué razón hubo para su desgracia? Job fue el más famoso
ejemplo de lo que se conoce como "sufrimiento ejemplar". Dios permitió que Satanás oprimiera a
Job para demostrar la absoluta confianza de Job en la fidelidad de Dios. En medio de sus
sufrimientos, Job rogaba: "Oh, ojalá mis palabras fueran grabadas, que fueran escritas en un
libro" (6) Dios cumplió con el pedido de Job, ya que millones han sido alentados por su historia,
que aparece en el libro más leído del mundo, la Biblia. El ejemplo de André Thornton El jugador
de béisbol André Thornton perdió a su esposa y a su hija en un accidente automovilístico. André
era un cristiano decidido y aunque la angustia producida por su pérdida era abrumadora, él
siguió confiando en Dios. ¿Por qué? Porque André sabía que aún en medio de la tormenta, Dios
nos sigue animando y fortaleciendo. Su historia fue relatada en muchos periódicos y revistas
deportivas y muchos lectores le escribieron pidiéndole consejo para sobrellevar sus propios
problemas. En este caso, y en muchos otros, podemos ver que: "Dios nos consuela en todos
nuestros sufrimientos para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el
mismo aliento que Él nos da a nosotros" (7) Al principio el sufrimiento ejemplar puede parecernos
injusto. Pero en medio de una guerra, el sufrimiento no es la excepción sino la regla. Nos
referimos a la guerra entre Satanás y Dios. El diablo quiere mantener a la humanidad en su
actual estado de rebelión contra Dios. Mientras tanto, Dios nos está invitando a deponer las
armas y recibir su amnistía. Él promete perdonarnos y nos invita a confiar en Jesucristo. Aquellos
que reciben el perdón de Dios, pasan a ser parte de la Iglesia, dedicándose a ayudar a los que
sufren. Dios nos incorpora a esta tarea mediante nuestro bautismo. Nos corresponde a todos
madurar en nuestra vida espiritual, y valorar verdaderamente el bautismo que hemos recibido.
Como seguidores de Dios, en algún momento podemos ser llamados a experimentar aflicciones.
Si los aceptamos con fe, como lo hizo Job, demostraremos al mundo que Satanás es un
impostor y Dios, el único que verdaderamente nos ama. Otros ejemplos Un joven contrae cáncer.
En lugar de quejarse contra Dios, da testimonio de su esperanza de vida eterna a través de su fe
en Jesucristo. Antes de que el joven muriera, también su descreído padre llegó a conocer a
Cristo. Una pareja pierde todas sus pertenencias en un incendio, pero su aceptación del desastre
y su inagotable deseo de luchar y seguir adelante con esperanza enseña a sus vecinos que la fe
en Dios es más valiosa y más duradera que cualquier riqueza material. Una artista queda
paralítica del cuello hacia abajo. Su confianza en el Señor la anima a no darse por vencida, sino
a aprender a pintar con el pincel entre los dientes. Estos y muchos otros son los "Job" de hoy en
día, proclamando su confianza en Dios a través de sus ejemplares actitudes antes los
sufrimientos. DIOS TIENE UNA IDEA MEJOR Cuando estamos ante las dificultades en la vida,
vale la pena recordar el siguiente relato que una anciana madre dejó en su lecho de muerte para
que su hija, leyéndolo se reanimara: Una noche en sueños vi, como Cristo caminaba junto a la
orilla del mar bajo una luna plateada. Soñé que veía en los cielos mi vida representada, en una
serie de escenas que en silencio contemplaba. Dos pares de firmes huellas en la arena iban
quedando, mientras con Cristo andaba como amigos conversando. Miraba atento esas huellas
reflejadas en el cielo, pero algo extraño observé y sentí gran desconsuelo. Observé que algunas
veces en vez de dos pares de huellas, veía sólo un par de ellas. Y observé también, que aquel
solo par de huellas se advertía mayormente en mis noches sin estrellas, en las horas de mi vida
llenas de angustia y tristeza, cuando necesitaba más consuelo y fortaleza. Pregunté triste a
Jesucristo: "Señor, ¿tú no has prometido que en mis horas de aflicción siempre andarías
conmigo? Porque noto con tristeza que en medio de mis querellas, cuando más siento el sufrir,
veo sólo un par de huellas. ¿Dónde están las otras dos, que indican tu compañía, cuando la
tormenta azota sin piedad mi vida?" Y el Señor me contestó con ternura y comprensión:
"Escucha bien, hija mía, comprendo tu confusión. Siempre te amé y te amaré, y en tus horas de
dolor, siempre a tu lado estaré para mostrarte mi amor. Más, si ves sólo dos huellas en la arena
al caminar, y no ves las otras cuando flaquean tus pasos, no hay huellas de tus pisadas porque
te llevo en mis brazos." En su caso ¿Tiene seguridad de que Dios está con usted durante todas
sus tribulaciones? Recuerde: necesita comprender que Dios lo ama, y necesita responder a su
llamado a confiar en Cristo como su más fiel y eterno amigo. Con una fe así, puede amar a Dios
y estar seguro de que Él está cuidando de usted y nunca estará solo en su sufrimiento. En medio
de los problemas que parecen no tener solución, no se aleje de Dios. Por el contrario, acérquese
más a Él y confíe en esta hermosa promesa de la Biblia: "Pueden ustedes confiar en Dios, que
no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que puedan soportar. Por el contrario, cuando llegue
la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella" (8) DIOS TAMBIÉN TIENE
CICATRICES Todos sabemos de personas que han sufrido injustamente, pero hay un hombre
que fue tratado con más injusticia que ningún otro en la historia. Él era un hombre bueno que no
mereció la muerte que tuvo. Su vida la dedicó a servir a los demás, llegando a los enfermos con
salud para sus males, a los solitarios con amor y a los culpables con compasión. Adonde iba lo
seguían multitudes que buscaban amor, comprensión y escuchar sus palabras que traían alivio
para sus vidas. Podría pensarse que todos debían admirar a un hombre así, pero él tenía
enemigos a quienes no les gustaba la forma en que él les señalaba su hipocresía y falta de
interés por los necesitados. Así que decidieron librarse de él, sobornando a uno de sus amigos
para que lo entregara a la policía. Luego lo sometieron a juicio por acusaciones de crímenes que
no había cometido. El injusto proceso judicial llegó a incluir a dos altos funcionarios de gobierno
que tenían autoridad para dejarlo libre. Pero uno de ellos sólo se burlo de él y el otro se lavó las
manos desentendiéndose del asunto y permitiendo que este hombre inocente y bondadoso fuera
condenado a una dolorosa crucifixión. ¿Quién es este hombre que fue tratado tan injustamente?
Su nombre es: Jesucristo. La gente tiende a reaccionar ante su triste situación diciendo: ¡Qué
gente tan absurda, tan mala la que lo odió! Si yo hubiera estado ahí no hubiera dejado que lo
maten. Hubiera actuado mejor que ellos. Pero ¿Es nuestra indignación la respuesta apropiada?
El pintor holandés Rembrandt reaccionó ante la crucifixión en forma totalmente diferente. En
1633 pintó, "El levantamiento de la cruz". En esta pintura, se ve junto a los soldados romanos, a
un hombre con una boina de pintor, de color azul, levantando a Cristo sobre la cruz. Ese hombre
es el mismo Rembrandt; es un autorretrato. Al pintarse a sí mismo como uno de los verdugos,
Rembrandt estaba declarando, para que todos le vieran, que él también había enviado a Cristo a
la cruz. Jesús no sólo soportó el sufrimiento de la traición de un amigo, la injusticia de un tribunal
irregular y la agonía de la muerte por crucifixión. Su agonía más grande no podía verse. La Biblia
enseña que durante el sufrimiento de Cristo, Dios puso sobre Él toda nuestra maldad. En la cruz,
Jesús sufrió todo el castigo que todos nosotros merecemos por nuestra desobediencia a la
voluntad divina. Nosotros, no Él, deberíamos haber sido castigados. Nosotros, no Él, deberíamos
haber sido crucificados. Nosotros, no Él, deberíamos haber sido condenados al castigo eterno
del infierno. Pero Jesús asumió todo eso sobre sí, en lugar nuestro. ¿Por qué lo hizo? ¿Fue
obligado a sufrir contra su voluntad? ¡No! Jesús mismo declaró: "Nadie me quita la vida, sino que
yo la doy por mi propia voluntad" (9) Él dio su vida para que nosotros no tuviéramos que pagar el
precio de nuestros pecados; sacrificó su vida voluntariamente para librarnos del justo castigo que
merecemos. Mirar a Jesucristo nos obliga a vernos tal como somos. A saber que somos frágiles
y que no hay respuestas fáciles en la vida. Necesitamos mirar hacia Dios, a quien defraudamos a
diario por no tomarlo en cuenta. Miremos las manos de Jesucristo. ¿Qué es lo que vemos?
Podremos reconocer las cicatrices de los clavos, las señales de su amor y de su total entrega
por nosotros. Pero Jesucristo también resucitó para garantizarnos la vida eterna después de la
muerte. Es en Cristo en quien podemos tener verdadera fortaleza y esperanza; una auténtica
renovación de actitud y ánimo ante la vida. Es en Él de quien obtenemos serenidad para poder
sobrellevar las cargas de la vida con paciencia y un renovado propósito. DIOS QUIERE
CONSOLARLO La tristeza y miseria de la vida suele llevar a la gente a dudar del amor y del
interés de Dios por todos nosotros. Pero Dios, es quien convierte el mal que la humanidad ha
causado en oportunidades de crecimiento. Hemos visto que Dios saca algo bueno del
sufrimiento en cinco diferentes maneras: * El dolor actúa como un llamado que nos previene y
nos invita a regresar al amor de Dios. * En la misma forma que el joyero refina la plata, Dios nos
disciplina por medio de pruebas. Su propósito es librarnos de actitudes y hábitos dañinos, para
que reflejemos mejor su amor a los demás. * Algunas personas soportan sufrimientos en tal
forma que su ejemplo demuestra a los demás la fidelidad de Dios. * A veces, Dios nos hace
pasar por pruebas porque sabe que al final, las cosas se tornarán más favorables de lo que
hubiéramos soñado. * Finalmente, Dios mismo eligió soportar el más profundo sufrimiento en la
persona de su Hijo Jesucristo para brindarnos su paz. En todas estas formas se muestra
claramente que: "Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales Él
ha llamado de acuerdo a su propósito" (10) El propósito de Dios a través de la historia es lograr
que nos reconciliemos con Él. Él nos llama para que volvamos a Él y experimentemos su amor.
Dios nos llama para consolarnos. La historia de Sara Sara conocía muy bien el dolor. Sus padres
se habían separado poco después de nacer ella y su niñez fue dura. Cuando creció, se casó y
tuvo siete hijos. Fueron pobres y su vida no era fácil, pero la carga más grande era su esposo,
porque era alcohólico. Sara luchó por mantener unida a su familia, mientras por dentro sentía
deseos de darse por vencida y escapar. Con el paso del tiempo, su tristeza y su ansiedad se
volvieron abrumadoras. Una mañana, mientras escuchaba la radio y hacía las labores del hogar,
de pronto escuchó un programa que la hizo dejar la escoba y escuchar atentamente. El locutor
estaba explicando el significado de la siguiente frase: "No hay perdón de los pecados si no hay
derramamiento de sangre" (11) El programa siguió explicando por qué antiguamente los judíos
habían sacrificado animales, como ovejas, cabras y toros. Dios les había ordenado que los
animales sacrificados no debían tener defectos. Esto simbolizaba el pago que debía hacerse por
los pecados de cada persona. Los sacrificios eran el símbolo del arrepentimiento por causa del
pecado, señalando que algún día Jesucristo, en la cruz del Calvario, iba a dar su vida para
nuestro perdón. Por primera vez, Sara comprendió el significado de la crucifixión. Ella había
asistido a misa toda su vida y se creía muy cristiana. Había oído hablar de Jesucristo, pero
nunca había comprendido el significado personal del por qué había muerto Jesús. Ahora se daba
cuenta de que no había muerto simplemente por los pecados del mundo en general, sino que
también había muerto por los de ella. Sara se aferró a esta enseñanza como un náufrago a un
salvavidas. Ahora creía con todo su corazón que Cristo había muerto por ella y que Dios había
perdonado sus pecados. ¿Qué efecto tuvo este descubrimiento de fe en su vida? Sara sintió un
cambio profundo en su vida que la motivó a buscar lo mejor para su familia. Enfrentó el problema
de su esposo y venció las dificultades de criar a sus hijos con nueva confianza y energía. Sus
problemas no se resolvieron de la noche a la mañana, pero ella había cambiado de tal manera
que pudo luchar contra ellos y hacer frente al futuro con confianza. Un día Sara hablaba de
Cristo a un vecino, y éste le preguntó: Pero Sara, tu religiosidad, tu fe en Jesucristo, ¿no es algo
así como una droga para no darte cuenta de lo mala que es la vida? Sara respondió: ¿Mi
Salvador una droga? ¡De ninguna manera! Las drogas entorpecen a la gente. Las personas las
toman para evitar sus problemas. Pero mírame a mí, mi amigo. Desde que he conocido a Jesús
¿acaso me he vuelto más débil y menos capaz de luchar frente a la vida? Todo lo contrario, el
amor de Dios me da poder para enfrentar la realidad y amar a mi esposo y a mis hijos a pesar de
lo dura que pueda ser la vida. Y nuestra vida, como familia, está cambiando para bien. Por eso,
quiero que te alegres conmigo. Así como Dios llamó a Sara, también lo está llamando a usted a
confiar en su hijo Jesús y a encontrar consuelo en su amor. Para responder a este amor, todo lo
que tiene que hacer es pedirle perdón y poner su confianza en Cristo. LA PERSPECTIVA
DESDE LA ETERNIDAD El gran pintor francés Pierre Renoir se volvió paralítico por la artritis y
quedó eventualmente confinado a una silla de ruedas. Aunque sus manos estaban deformes,
todavía podía pintar, pero sólo a costa de fuertes dolores. Un día un amigo observaba como
pintaba, soportando una dolorosa agonía con cada pincelada. Profundamente conmovido, el
amigo preguntó: ¿Cómo puedes pintar sintiendo tal tortura? Renoir explicó: El dolor pasa, pero la
belleza permanece. El sufrimiento en este mundo continuará. Nuestro sufrimiento puede ser:
muy injusto, consecuencia de nuestras acciones, o simplemente no tener una respuesta que
satisfaga nuestras inquietudes. Pero el cristiano sabe que aún en el dolor más intenso y la
tristeza más profunda, Dios nunca nos abandona. Puede ser que por medio de nuestro
sufrimiento Dios nos prevenga y nos llame hacía Él, así como puede ocurrir que Él nos esté
disciplinando para nuestro bien. Lo cierto es que Él nos guía en los momentos difíciles. ¿Por qué
sufrimos? Quizás nunca lo sabremos, pero su promesa es que nunca nos defraudará. Recuerde,
una buena explicación del por qué sufrimos no aliviará el dolor; nuestro consuelo y esperanza
sólo se encuentran en Dios. Por eso, "...los sufrimientos del tiempo presente no son nada si los
comparamos con la gloria que habremos de ver después" (12) Un día miraremos hacia atrás y
veremos que nuestro tiempo de aflicción fue sólo un breve período previo a la gloria de la vida
eterna en el cielo, al lado de Dios, nuestro Padre Celestial. Sabemos, por el ejemplo de
Jesucristo, que Dios puede darnos a través de toda pena, lágrima o desgracia, algo realmente
bueno para nuestra vida. Nunca lo olvide, querido lector: ¡El dolor pasa, pero la belleza
permanece! BIBLIOGRAFIA 1. Philip Yancey. Where is God when it Hurts? (¿Dónde está Dios
cuando sufro?), Zondervan, Grand Rapids, 1977, 187 páginas. 2. Dios Habla Hoy. La Biblia
versión popular. Sociedad Bíblica Americana. Nueva York. U.S.A. 1986. CITAS BIBLICAS 1.
Salmo 73; Salmo 49. 2. Romanos 8:28. 3. Colosenses 2:14. 4. Hebreos, 12:5 y 6. 5. Job 6. Job
19:23. 7. 2 Corintios 1:4. 8. 1 Corintios 10:13. 9. San Juan 10:18. 10. Romanos 8:28. 11.
Hebreos 9:22. 12.. Romanos 8:18

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005 CUANDO SE PIERDEN LAS GANAS DE VIVIR

CUANDO SE PIERDEN LAS GANAS DE VIVIR Existen muy pocas personas que frente a una
situación de gran agobio emocional puedan abstenerse de pensar en la muerte como una salida.
Claro que hay una enorme distancia entre pensar en quitarse la vida y llevarlo a cabo.
Generalmente la idea de quitarse la vida aparece en personas con estados depresivos graves y
con enfermedades mentales. También puede aparecer cuando alguien se entera que padece
alguna enfermedad incurable o muy dolorosa, ante la falta de afecto, o problemas que traen una
sobrecarga de tensión. "Generalmente la idea de quitarse la vida aparece en personas con
estados depresivos graves y con enfermedades mentales." Es cierto que muchas personas que
pierden las ganas de vivir nunca llegan a quitarse la vida. Con frecuencia, estos intentos son
para llamar la atención de los demás, son pedidos de ayuda, especialmente de afecto. Sin
embargo, nunca hay que desestimar estas intenciones, ya que con algún detonante especial
pueden concretarse. De la mano de Dios, y con la solidaridad que se encuentra en amigos y
profesionales; siempre se puede afrontar y superar las dificultades que se presentan en la vida.
¿POR QUÉ SE PIERDEN LAS GANAS DE VIVIR? Quitarse la vida no es un hecho casual o
fortuito, sino un proceso. Una persona que piensa en quitarse la vida cuenta con una serie de
antecedentes en su vida que la predisponen a que, cuando ocurran ciertos hechos, no sepa
como sobrellevarlos y termine por tomar una decisión drástica. "Quitarse la vida no es un hecho
casual o fortuito, sino un proceso." Para que ocurra un suicidio se deben sumar los siguientes
factores: 1) La predisposición personal o las cosas que le ocurrieron en la vida y no le
permitieron desarrollarse adecuadamente. 2) Un hecho desencadenante, que puede ser una
pérdida, una fuerte presión, un abandono, o cualquier otra cosa que implique tomar una decisión
para sobrellevarla. Estos sucesos no siempre producen un grado de tensión tan elevado. Sin
embargo, es importante entender que dependiendo de cómo ha conducido su vida, la persona
tendrá, o no, las herramientas para superar las tensiones. Con Dios como compañero, no existe
dificultad insuperable. Dios quiere darnos la sabiduría y la fuerza que necesitamos para vivir.
FACTORES QUE PREDISPONEN Nadie pierde las ganas de vivir así como así. Son muchos los
factores que intervienen para que, llegado determinado momento, no se encuentren fuerzas para
seguir adelante. Entre los factores que predisponen al suicidio encontramos: • Inestabilidad en la
pareja. • Falta de armonía en el hogar. • Presiones sobre los jóvenes. • El abuso de alcohol y
drogas. • La violencia transmitida en los medios de comunicación. • El estrés. • La realidad
social. • La falta de valores morales y espirituales. • La falta de autoestima. • La soledad. • La
incapacidad para enfrentar los problemas y fracasos. • La depresión. • La falta de un propósito
de vida. • La culpa y la falta de perdón. Dios puede enseñarnos a conocernos a nosotros
mismos, reconocer nuestras debilidades, admitir nuestros errores y contar con su perdón y el de
otras personas. LO QUE DIOS ENSEÑA La vida es un don recibido por la gracia de Dios. "No
matarás". Dios declaró por medio de estas palabras su deseo de que los seres humanos vivan
en paz, que se respeten unos a otros y que no se maten; pues nadie es dueño de la vida de otro,
ni aun de la suya propia. Dios es nuestro Creador y le pertenecemos por habernos creado. La
vida es la unión de materia y espíritu, de lo físico con lo espiritual. Es un don de Dios. La Biblia
nos enseña que Dios crea la vida y al ser humano y que lo sostiene por medio de su espíritu. "La
vida es... un don de Dios" Más allá de ello, está la realidad de nuestro pecado que nos conduce a
la muerte. Sin embargo, Dios, en su gran amor envió a Jesucristo para librarnos de la
condenación del pecado y la muerte. Por la fe en Jesucristo, somos librados del poder que
reinaba en nuestra vida, y se nos concede el Espíritu Santo. Por medio de Él se genera en
nosotros una nueva vida, con la consiguiente fuerza para superar el pecado y la muerte. COMO
AYUDAR Existen diferentes maneras de ayudar a las personas depresivas que piensan en
quitarse la vida. DETECCION DEL PROBLEMA En primer lugar es importante un diagnóstico
exacto, con una evaluación cuidadosa y completa del comportamiento de la persona en el hogar,
en el trabajo, la escuela y los amigos. Indicios verbales. A veces la persona habla abiertamente y
dice que está pensando quitarse la vida. Tales amenazas deben ser tomadas en serio. La vieja
idea de que "si habla de eso, no lo va a poner en práctica", es un cuento que no tiene base
alguna en los hechos. Declaraciones como "No voy a estar en la reunión la semana próxima" o
"Esta es la última prueba que voy a hacer en los estudios", no mencionan el hecho pero sugieren
fuertemente una posibilidad. Indicios de comportamiento. La mayoría de las personas que
piensan en quitarse la vida están deprimidas y sienten que no hay esperanza. Una vez que
resuelven hacerlo, se sienten más relajadas. Demuestran un cambio repentino y notable en su
estado de ánimo. Los parientes se alegran por estas señales, hasta que ocurre la tentativa.
Actualizar pólizas de seguro, dar en vida posesiones estimadas, dejar de comunicarse con el
terapeuta, también pueden ser indicaciones de que una persona se está preparando para morir.
CONSEJOS UTILES Para ayudar a una persona que está en crisis, trate de conducirse de la
siguiente manera: "Siempre tome en serio cualquier amenaza, comentario o acto tendiente a
quitarse la vida." • Siempre tome en serio cualquier amenaza, comentario o acto tendiente a
quitarse la vida. • Nunca diga: "Vos nunca te vas a matar". Observaciones de este tipo pueden
ser un desafío para una persona. La persona necesita de atención, no de rechazo. • No desafíe a
la persona, diciendo: "Dale, adelante y hacelo". Una observación impaciente de este tipo para
referirse a una persona que ya repitió muchas veces sus amenazas, puede hacerla pensar que
incomoda su presencia. De este modo, sin pensarlo, estará invitándolo a que se quite la vida. •
No procure analizar el comportamiento de la persona y confrontarla con interpretaciones de sus
acciones y sentimientos durante la crisis. Un profesional debe hacer esto en una ocasión
posterior. • No argumente con la persona acerca de si debe vivir o morir. No se puede ganar este
argumento. La única posición posible que se puede asumir es que la persona debe vivir. • No
tome por cierto que el tiempo cura todas las heridas, y que todo mejorará por sí solo. Puede
acontecer, pero no se puede contar con eso. • Esté siempre dispuesto a escuchar. Tal vez ya
conozca la historia que le cuenta, pero escúchela de nuevo. Aparezca genuinamente interesado.
Conocer las señales de aviso o los síntomas que puede mostrar una persona que desea
suicidarse es un paso esencial para poder ayudarla a mantenerse con vida. AYUDAR CON
PREGUNTAS A continuación presentamos una serie de preguntas que ayudarán a la persona a
expresar sus sentimientos y pensamientos, y a encontrar una forma de superar sus problemas.
"Algo importante es procurar que la persona llegue a reconocer el hecho del amor de Dios." 1.
¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que te molesta? ¿Por qué estás enojado? Permita que la
persona defina el problema en sus propias palabras, no importa cuáles sean los términos que
utilice. Su trabajo no es enderezarlo ni juzgarlo. 2. ¿Qué o quién causó el problema? Esta es la
oportunidad que tiene la persona para culpar, acusar y ventilar su ira y frustración. Puede que él
aún no esté listo para admitir su papel en la creación del problema. 3. ¿Qué cosas crees que
hiciste que pudieron haber empeorado la situación? Esto le da la oportunidad para que admita su
papel en el incremento del problema o de la crisis. 4. ¿Qué pensás que podes hacer para
remediar esta situación? No es necesario que se llegue a una solución; más bien, deben
considerarse opciones. 5. ¿Qué vas a hacer? Es el momento del compromiso. Esta declaración
revela que no podemos hacer por la persona lo que ella tiene que hacer por sí misma. Con esto
no se está echando a la persona por la borda, sino ayudándola a que ella resuelva su problema.
6. ¿Cuándo vas a hacerlo? Acordar una fecha. Una vez que una persona se compromete a
actuar en un momento específico, inmediatamente nosotros nos comprometemos a ponernos
nuevamente en contacto con ella para ver cómo va la cosa. Es en el momento en que más
podemos animarla. Nada ayuda más a una persona turbada que sentir que ha podido hacer sus
propias conclusiones y que empieza a dar pasos por sí misma. Algo importante es procurar que
la persona llegue a reconocer el hecho del amor de Dios y de que Dios se preocupa por ella.
Aunque la persona se sienta rechazada por sus seres queridos, puede llegar a comprender la
gracia y el amor divinos y descubrir el sentido de seguridad y bienestar mediante su relación con
Cristo. CONSEJOS PARA LAS COMUNIDADES Todas las comunidades que tuvieron casos de
suicidio colectivo, hallaron que cuando una persona se quita la vida, otras personas que son
vulnerables salen a la superficie. Pero cada comunidad responde de diferentes maneras. Aún
así, este comportamiento puede ser contagioso y estimular un comportamiento autodestructivo.
Como regla general, mientras mayor sea el número de suicidios que ocurren dentro de un cierto
período de tiempo, hay mayor probabilidad de que otros respondan a las crisis personales de la
misma manera. La Clínica Menninger, una organización con base en Kansas que analiza las
comunidades en las que se producen suicidios colectivos y establece pautas preventivas,
recomienda: "La iglesia puede influir en contra del desarrollo de un sentimiento pesimista y de
desesperanza con respecto a la vida." 1. Desvíen su enfoque del suicidio y trabajen juntos para
tratar con los problemas fundamentales de la sociedad. Pongan su énfasis en la salud general y
la vitalidad de la comunidad. 2. Faciliten la creación de un grupo de apoyo para las personas
cercanas a quien se quitó la vida. 3. Las autoridades de la ciudad pueden trabajar con los
estudiantes para identificar temas que preocupan a la juventud y para iniciar programas dirigidos
a tales preocupaciones. 4. Pueden crear una línea de emergencia, formar equipos de respuesta
a la crisis y entrenar a los maestros, a la policía y al personal de emergencia para que
reconozcan los niveles de riesgo de suicidio y cómo responder de manera adecuada. 5. Que las
escuelas escojan e implementen un programa de estudios sobre el suicidio, la depresión, como
manejar los sentimientos, etc. 6. Que las iglesias tomen un papel más activo en: contratar
clérigos jóvenes y entusiastas que sean comprensivos y que desarrollen programas juveniles
más fuertes. La iglesia puede influir en contra del desarrollo de un sentimiento pesimista y de
desesperanza con respecto a la vida. Animar al clero a tomar medidas para mejorar sus
habilidades de consejería. PARA QUIENES QUEDAN Muchas familias niegan que un ser
querido se haya quitado la vida, aún en el caso de que haya una evidencia indiscutible. El
proceso de negación es complicado por el sentido abrumador de la culpa y de la responsabilidad
que siente la familia. Cada miembro se siente responsable por no haber prevenido la pérdida. "...
un sentimiento de culpabilidad excesivo, nos roba nuestra autoestima... Alguien dijo: "Dios te
perdona. El interrogante es: ¿Te vas a perdonar a ti mismo?"" En todos los actos de este tipo
hay un manejo de culpa. Todo suicidio está dedicado a alguien. Como si intentaran una especie
de revancha sobre los otros. Por esto la familia y el núcleo en que se mueve la persona, quedan
con un gran cargo de culpa. Muchas veces los familiares se culpan a sí mismos, y creen que no
deberían o que debieron haber dicho, o hecho algo. A menudo se sienten responsables por la
muerte de la persona. A veces toma años luchar para salir a través de la intrincada telaraña de
culpabilidad en que se encuentran aquellos que quedan atrás. Es normal que las personas que
están heridas se sientan culpables, pero estos sentimientos pueden ser reales o excesivos. La
culpa real es el resultado de las cosas que hacemos intencionalmente para lastimarnos los unos
a los otros; es el deseo de hacer algo por los errores pasados. La culpabilidad excesiva, en
cambio, provoca que la persona se tome toda la culpa y la responsabilidad por la muerte de un
ser amado y de manera irreal asuma que si no hubiera hecho esto o aquello el ser querido aún
viviría. Un sentimiento de culpabilidad correcto hace que las personas traten de ser mejores.
Pero un sentimiento de culpabilidad excesivo, una tendencia de culparnos a nosotros mismos
por faltas que claramente no son nuestras, nos roba nuestra autoestima y nuestra capacidad de
crecer y actuar. Si los sentimientos de culpabilidad atormentan sin misericordia a una persona,
es importante reconocer esos sentimientos. Al ignorarlos o reprimirlos, la culpabilidad sólo se
intensifica. Encontrar el perdón empieza con la decisión de buscar y aceptar el perdón en el
momento en que se ofrece. Alguien dijo: "Dios te perdona. El interrogante es: ¿Te vas a
perdonar a ti mismo?" Al aceptar el perdón de Dios, las personas pueden empezar a perdonarse
y a amarse a sí mismas, y a ser sanados de sus sentimientos de culpa. CONCLUSION Siempre
es mejor vivir, aunque a veces parezca que es sumamente difícil. Sea cual fuere la situación por
la que está atravesando, problemas, soledad, depresión, miedos..., Dios siempre estará
dispuesto a darle lo que necesita. Él puede proveerle de fuerzas para superar sus problemas,
amor para llenar su vacío de afecto, y brindarle un propósito por el cual vivir. Confíe en Dios, Él
quiere ayudarle a valorar su vida y a vivir feliz. "Aunque a veces parezca que es sumamente
difícil... Siempre es mejor vivir."

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006 Guía para el Presupuesto Familiar

Guía para el Presupuesto Familiar Introducción Libertad Financiera • Transfiera sus posesiones •
Libérese de las Deudas • Aprenda a Dar • Conténtese con la provisión de Dios • Mantenga una
conciencia limpia • Coloque a otros en primer lugar • Administre su tiempo • Evite lujos y excesos
• Busque consejo cristiano profesional Pasos para preparar un Presupuesto • Enumere los
gastos o Gastos Fijos o Gastos Variables • Enumere los ingresos • Compare ingresos con gastos
o Vivienda o Alimentos o Automóviles o Pago de Deudas o Seguros o Recreación o Vestimenta
o Gastos médicos/dentales o Ahorros o Gastos diversos Conclusión Introducción Cuando
escuchamos la palabra "presupuesto" por primera vez, muchos de nosotros sentimos una
mezcla de curiosidad e inseguridad. Sentimos la curiosidad de saber cómo funciona un sistema
que promete ayudarnos a controlar el dinero que "se nos va como agua" entre las manos; y, por
otro lado, no estamos seguros de que tengamos los recursos financieros ni la capacidad
personal necesarios para poder poner en práctica un presupuesto familiar en nuestro hogar. Esta
guía tiene dos propósitos: aumentar su curiosidad y disminuir su inseguridad. Por un lado, Larry
Burkett, fundador y presidente de Conceptos Financieros, le animará a visitar el mundo del
manejo financiero familiar y le colocará en la senda que le guiará a explorar conceptos e ideas
que van más allá del análisis presupuestario. Por otro lado, Larry le ofrecerá ideas sencillas y
prácticas para preparar un presupuesto familiar básico. Usted descubrirá que para hacerlo no
necesita tener mucho dinero (recuerde que cuanto menos uno gana, mayor es la necesidad de
controlar nuestros gastos), ni necesita ser profesor de matemáticas o contador para llevar a cabo
los cálculos. Sólo se requiere tener un poco de tiempo y una calculadora a mano. Le
recomendamos que, para un trabajo más detallado, consiga el Cuaderno de planificación
financiera escrito también por Larry Burkett, que le proveerá de mayor información y contiene las
planillas necesarias para un control más ordenado de sus finanzas familiares. Guía para el
Presupuesto Familiar Es cierto que es importante poder reconocer las ataduras económicas que
nos esclavizan, pero también es igualmente importante aprender a liberarnos de ellas. Cuando la
libertad financiera llega a nuestras vidas, se hace evidente en cada aspecto de nuestra
existencia: hay un alivio de las preocupaciones y tensiones por las cuentas retrasadas, una
conciencia limpia delante de Dios y los hombres, y una completa seguridad de que nuestra
situación financiera está bajo control. Esto no significa que la vida del cristiano estará libre de
dificultades económicas. Muchas veces Dios permite que las consecuencias amargas de
nuestros errores del pasado continúen, para así reforzar las lecciones que El quiere que
aprendamos. Dios tampoco nos promete librarnos de toda dificultad, sino que promete que, en
medio de la tormenta, nos dará Su paz. Cuando Dios maneja nuestras finanzas, no tenemos por
qué preocuparnos. El es el dueño del universo y es en Su sabiduría que tomamos nuestras
decisiones. Nosotros seguimos siendo seres humanos y podemos cometer errores en cualquier
momento. Aún cuando comprendemos los principios de Dios, es posible que nos desviemos de
Su voluntad, como lo hacemos todos de vez en cuando. Pero en cuanto admitimos nuestra
equivocación y permitimos que El tome el control de nuestras vidas, volvemos a estar sujetos a
Su liderazgo y las cosas comienzan a marchar como debieran. Cuando un cristiano
verdaderamente acepta y experimenta la libertad financiera bíblica, nunca más deseará estar
fuera de la voluntad de Dios. En nuestra sociedad hay mucha gente que le va muy bien en sus
finanzas, pero nunca he conocido a un incrédulo realmente libre de preocupaciones, ansiedad,
tensión, hostigamiento o amargura en cuanto al dinero. Una vez que alguien experimenta y vive
la libertad financiera (o sea, libertad de las ataduras de deudas, libertad de la opresión de otros,
libertad de la envidia y de la codicia por las posesiones de otros, libertad del resentimiento...) esa
persona se destaca como un faro en medio de la mar. Principios para alcanzar la Libertad
Financiera ¿Cómo podemos lograr la libertad financiera? ¿Qué debemos hacer? Aquí hay
algunos principios bíblicos fundamentales y algunas sugerencias personales para ser
financieramente libres. 1. Entregue la propiedad de sus posesiones a Dios. Como cristianos
tenemos que aprender a ceder la propiedad de todas nuestras posesiones a Dios; incluyendo el
dinero, tiempo, familia, posesiones materiales, educación, carrera e incluso el potencial futuro
para obtener mayores entradas de dinero. No solo debemos reconocer con nuestras oraciones y
cánticos que El es el Señor, sino también debemos aprender a manejar nuestras posesiones
como administradores y no como "dueños". Esta actitud es esencial si deseamos experimentar
una vida llena del Espíritu en el área de las finanzas. Vea cómo Dios nos ha colocado como
administradores de este mundo, por ejemplo, en el Salmo 8, verso 6. Si usted cree que es el
dueño de aunque sea una sola cosa en su vida, entonces su actitud personal con respecto a ella
será muy diferente de la actitud que usted tendría si fuera simplemente administrador de ella.
Dios no nos obligará a cumplir con Su voluntad. El espera que nosotros le cedamos nuestras
vidas voluntariamente. Si le cedemos a Dios todo lo que nos pertence, usted puede estar seguro
de que El nos demostrará Su poder. Dios cumplirá Su promesa de proveer todo lo que
necesitamos en lo físico, material y espiritual, pero para ello, es importante comprender y aceptar
las condiciones que Dios pone para estar en control. Estudie, por ejemplo, el pasaje bíblico de
Deuteronomio 5: 32-33. Es fácil decir: "entrego todo lo que tengo en las manos de Dios", pero no
es tan fácil hacerlo. Al principio, tendremos dificultad en buscar siempre la voluntad de Dios en lo
que respecta a las cosas materiales porque estamos acostumbrados a administrar y controlar
nuestros propios asuntos. Pero cuando aprendemos a obedecer a Dios en el manejo de nuestras
finanzas, empezamos a experimentar lo que realmente significa tener libertad financiera. Es un
gran alivio entregarle nuestras preocupaciones al Señor. Entonces, por ejemplo, si algo le
sucede al automóvil, en vez de enojarnos y gritar, podemos decir: "Padre, te he entregado este
auto. Lo he cuidado tanto como he podido, pero no es mío. Te pertenece, así que haz con él lo
que desees". A partir de ese momento, busque las bendiciones que Dios le dará como resultado
de esta actitud. 2. Libérese de las deudas. Usted y yo debemos liberamos de todas las deudas.
¿Qué es una deuda? Aquí hay una definición: • El pago atrasado de dinero, bienes o servicios
que se le deben a otros. • El total del pasivo excede el total del activo. En otras palabras, si usted
tuviera que convertir en dinero todos sus bienes, habría un saldo negativo en su cuenta. • Hay
ansiedad en el área de la responsabilidad económica, y las necesidades básicas de la familia ya
no se pueden satisfacer debido a los hábitos de gastos, pasados o presentes, del individuo o
familia. Aquí hay algunos secretos para liberarse de sus deudas: A. Confeccione un plan escrito
(un presupuesto familiar). Un plan escrito es absolutamente necesario para cualquier individuo o
familia que vive bajo la esclavitud financiera. Haga una lista de todos los gastos, en orden de
importancia. Colocarlos en orden de importancia es vital, porque últimamente hemos perdido el
punto de referencia entre lo que es una necesidad, un gusto y un deseo. Examinemos sus
diferencias: • Necesidades. Son las compras que hacemos para proveer necesidades básicas en
la vida como el alimento, la ropa, el trabajo, un lugar donde vivir y la salud, entre otras. "Así que,
teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto" (1 Timoteo 6:8). • Gustos. Son aquellas
cosas que satisfacen una necesidad básica en nuestras vidas, pero que son de una mejor
calidad. Por ejemplo, usted necesita vestirse, pero algunas veces puede elegir comprar ropa de
mejor calidad o de una marca conocida, usted puede elegir un bistec en vez de carne molida,
tomar un taxi en vez de caminar al trabajo, etc. El apóstol Pedro en su primera carta nos da un
punto de referencia importante con respecto a los gustos en la vida del cristiano: "Vuestro atavío
no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el
interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de
grande estima delante de Dios". (1 Pedro 3:3,4) • Deseos. Son las cosas que nos gustaría tener
pero que no son necesidades básicas para nuestra subsistencia. De acuerdo con el plan de
Dios, sólo se pueden comprar con fondos excendentes después que todas las otras obligaciones
se hayan cumplido. No está mal comprarlas, si tenemos el suficiente excedente de dinero. En la
primera carta de San Juan, capítulo 2, leemos: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo" (versos 15 y 16). B. Identifique cuáles son las cosas esenciales para la
vida y cuáles no. Una persona que está endeudada debe dejar de hacer gastos que no sean
absolutamente esenciales para vivir. Vea qué tareas de mantenimiento del hogar pueden
hacerse sin pagarle a otros. Comience a adquirir pericia e ingenio para llevar a cabo esas tareas.
Al hacerlo, puede empezar a disminuir algunos de los gastos que en realidad no son esenciales.
Estudie, por ejemplo, en el Antiguo Testamento, el verso 17 del capítulo 21 del libro de los
Proverbios. Debe empezar a desarrollar una actitud de conservación. Empiece a eliminar todos
los gastos que no sean de importancia vital, recordando que a muchos gastos los consideramos
esenciales sólo porque la sociedad nos lo ha hecho creer. "Necesito una computadora",
decimos. Sin embargo, en realidad, "queremos" una computadora, no la "necesitamos". C.
Piense antes de gastar Cada uno de nosotros debemos pensar antes de hacer cada compra.
Cada gasto se debe evaluar de la siguiente manera: • ¿Es una necesidad, un gusto o un deseo?
• ¿Refleja este gasto mi ética cristiana? (Por ejemplo, la subscripción a una revista pornográfica
no la reflejaría). ¿Puedo seguir comprando revistas, enciclopedias, libros o discos aún cuando le
debo dinero a otros? • ¿Es lo mejor que puedo obtener por este precio, o estoy gastando sólo
porque se me hace fácil y me dan la facilidad de pagar con mi tarjeta de crédito? • ¿Es un
artículo que se devalúa rápidamente? ¿Estoy comprando algo que se deprecia rápidamente?
(Las piscinas, las casas rodantes, las lanchas, las computadoras y los automóviles, por ejemplo,
pertenecen a esta categoría). • ¿Es costoso el mantenimiento? (Debemos recordar que no sólo
necesitamos dinero para comprar cosas como un automóvil, una casa rodante o mandar a hacer
una piscina, ¡también tenemos que tener dinero para mantenerlas!) D. Deje de comprar a crédito
Una persona que está endeudada debe empezar a comprar sólo al contado. A menudo una
persona con deudas y que posee alguna cosa de valor que podría convertir en efectivo se
pregunta: "¿Sería mejor vender esto para pagar mis deudas?" Ese es un error normal que sólo
trata los síntomas en vez del problema. Recuerdo a una pareja que estaba muy apretada
económicamente a causa de las deudas por las tarjetas de crédito. Debían más de 20.000
dólares, y pagaban más de 4.000 dólares anuales sólo en intereses. Al preparar nuestro plan,
me pareció razonable que vendieran su casa y utilizaran el dinero para cubrir todas sus deudas
porque esa cantidad de dinero era suficiente para hacerlo. Así lo hicieron, pero en menos de un
año estaban endeudados otra vez, con $6.000 en la cuenta de sus tarjetas de crédito y, esta vez,
¡sin su vivienda! ¿Qué sucedió? Yo había tratado un síntoma en vez del problema. El problema
era su actitud hacia las tarjetas de crédito. Me habían asegurado que no las utilizarían, pero
como no los ayudé a preparar un plan para dejar de usarlas, cayeron de nuevo en la misma
trampa. En cuanto les hacía falta algo y no tenían efectivo para comprarlo, sacaban las tarjetas.
El principio a observar es el siguiente: Si usted está endeudado por el mal uso de las tarjetas de
crédito, deje de usarlas. Y déjelas en forma total. Aquellos que tienen problemas en controlar el
uso de sus tarjetas de crédito deberían comprometerse a pagar cada mes el total de las compras
que han hecho con la tarjeta. Para el primer mes en el que no pueda cumplir con la promesa,
aquí va una receta popular: • Caliente el horno a unos 170°C (350°F) • Unte con aceite una de
sus bandejas para pizzas. • Coloque sus tarjetas en la bandeja y la bandeja en el horno. •
Hornee hasta que se derritan. Después, devuelva las tarjetas a las compañías que se las
otorgaron, y pídales que no se las vuelvan a enviar más. Incluya en su carta un plan para pagar
la deuda de esa tarjeta de crédito, y después comprométase a comprar sólo con dinero en
efectivo. Una vez que haya desarrollado buenos hábitos económicos y haya roto las ataduras
financieras producidas por el mal uso de las tarjetas de crédito y de su comportamiento con
respecto al dinero, evalúe la posibilidad de vender algunas cosas de valor para poder liquidar sus
deudas. De esa manera, no estará tratando sólo los síntomas. E. Evite el "palanqueo" y la
"lotería" financiera Cuando uno está endeudado, debe evitar el así llamado "palanqueo"
financiero: la forma de inversión que permite controlar un activo grande con una pequeña
inversión de capital. Por ejemplo, recuerdo una pareja latinoamericana que vivía en Chicago. El
hombre quería comenzar su propio taller de arreglo de chapa y pintura de autos. Luego de algún
tiempo de búsqueda, los dos se entusiasmaron con un taller que costaba más de un millón y
medio de dólares. Como no tenían esa cantidad tan grande de dinero, el marido le pidió a su
suegra viuda si podía hipotecar su casa (por unos 100.000 dólares) y prestarles el dinero para
comprar el taller. La suegra, muy sabiamente, dijo que no hipotecaría todos los ahorros de su
vida para invertirlos en ese negocio y la joven pareja me llamó para preguntarme qué hacer. A
pesar de poner en juego las relaciones familiares, esta sabia viuda pudo darse cuenta de lo que
muchos jóvenes inexpertos no ven en estos días: que el porcentaje de inversión inicial requerida
para comprar el negocio ($100.000) era demasiado pequeño con respecto al monto total de la
deuda en la que su hija y su yerno se iban a involucrar (menos del 10%). Esto es lo que yo llamo
"palanqueo". Es el mover un gran capital con una muy pequeña inversión. El problema de
"palanquear" es que si algo, aunque sea mínimo, no sale como se planeó, el tamaño y peso de
la deuda puede caer sobre el individuo y pulverizar su vida financiera. Lo que este joven debería
haber hecho es comenzar su negocio en su propia casa, quizá en su propio garage, para luego
en la medida en que sus negocios, crezcan él se pueda ir moviendo hacia lugares más cómodos,
amplios y sofisticados. Debemos, de una vez por todas, olvidarnos de tratar de hacernos ricos
"por la vía rápida". No solamente ponemos en juego nuestros negocios, sino que estamos
poniendo en peligro toda nuestra vida familiar. F. Aprenda a ahorrar Finalmente, para afianzar su
vida financiera en el proceso de pagar sus deudas, uno debería aprender a ahorrar dinero de
manera regular. Incluso aquellas personas que están endeudadas. Aunque sea sólo lo suficiente
para comprar cuatro o cinco kilos de pan o un par de litros de leche por mes. Aprenda a
desarrollar la disciplina del ahorro. Una de las mejores costumbres que una familia puede
desarrollar es la de ahorrar una pequeña cantidad de dinero en forma regular. Todas las
personas que viven por encima del nivel de pobreza tienen la posibilidad de ahorrar dinero.
Muchos no lo hacen porque creen que la cantidad que podrían ahorrar es tan insignificante que
no vale la pena. Para poder salir de sus deudas, sin embargo, usted debe prevenir las
"situaciones inesperadas" que le llevarán a gastar más allá de su presupuesto y le obligarán a
pedir prestado. Estas situaciones no serían tan "inesperadas" o no nos golpearían tan fuerte el
presupuesto familiar si tuvieramos algunos ahorritos que actuaran de "colchón". El sabio
Salomón una vez dijo en su libro de los Proverbios: "Tesoro precioso y aceite hay en la casa del
sabio; mas el hombre insensato todo lo disipa" (21:20). Una gran verdad 3.000 años atrás y una
gran verdad el día de hoy. 3. Acostúmbrese a dar. El tercer principio para aplicar en su viaje
hacia la libertad financiera es el principio de dar. Cada creyente en Cristo debe establecer el
diezmo como testimonio mínimo de que Dios es dueño de todo lo que él posee. ¿Cómo puede
alguien decir que le ha entregado todo a Dios cuando nunca ha dado testimonio de ello? Es al
compartir que adquirimos la perspectiva de Su poder en las finanzas. Dios desea que siempre le
demos la primera parte a El, pero también desea que paguemos a nuestros acreedores. Esto
requiere que se establezca un plan de acción y que probablemente se sacrifiquen algunos
gustos y deseos hasta que todas las deudas se hayan liquidado. Pero usted no puede sacrificar
la porción que le pertenece a Dios. Esa no es su prerrogativa como cristiano. "Pero esto digo: El
que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará" (2 Corintios 9:6). ¿Cuál es la clave, entonces? Si es necesario
un sacrificio, y casi siempre lo es, no sacrifique ni la porción de Dios ni la de sus acreedores.
Sacrifique una porción de sus propios gastos. 4. Acepte la provisión de Dios Para disfrutar de
paz con respecto a las finanzas, reconozca y acepte la provisión de Dios para dirigir su vida.
Muchas veces las personas se olvidan de que la voluntad de Dios se puede llevar a cabo a
través de la falta de fondos. Solemos pensar que El sólo nos bendice cuando hay abundancia de
dinero; pero ese es un entendimiento netamente materialista del concepto de la "bendición". Al
estudiar las Escrituras nos damos cuenta que Dios no permite que todos vivan con gran
abundancia. Lo que no necesariamente quiere decir que estemos obligados a vivir en la pobreza.
En muchos casos, por ejemplo, puede ser que Dios desee que aprendamos a depender más y
más de El cada día. Cada cristiano tiene que aprender a vivir con lo que Dios le provee, y debe
resistir la fuerte presión de los deseos por obtener más riquezas y bienes materiales. Para
lograrlo se requiere planear un estilo de vida de acuerdo con la provisión que Dios ha suplido.
¿Significa esto que usted no debería aspirar a avanzar y mejorar en su vida? ¡De ninguna
manera! Pero lo que sí significa es que, si para avanzar economicamente o en su posición social,
usted tiene que violar uno o más principios bíblicos de mayordomía financiera, probablemente
ese avance social o económico no está dentro de la voluntad de Dios para su vida. Por ejemplo,
si usted va a comprar una casa en un barrio de más categoría y, como no tiene el dinero para
pagar las cuotas de la hipoteca, usted va a "confiar en Dios" para que El le provea, tengo malas
noticias para usted: probablemente Dios no le provea. No porque Dios no pueda proveerle, sino
porque usted no ha confiado en Su provisión ¡antes de tomar el compromiso económico! Dios es
tan poderoso para proveerle a usted con el dinero tanto después como antes de una compra. La
diferencia está en que si usted confía en El para que le provea con el dinero antes de la inversión
económica, usted sabe que Dios está bendiciendo su decisión. Pero si usted se apura y luego de
hacer un compromiso basado en lo que usted "sintió" del Señor, espera ahora por la
confirmación de Dios, puede que El le diga "eso es lo que tú ‘sentiste’ pero no es lo que yo te dije
que era mi voluntad". 5. Desarrolle una conciencia limpia Debemos tener una conciencia limpia
tanto en nuestras prácticas comerciales como en nuestros negocios personales. La liberación
financiera, en este caso, tal vez incluya "restitución" y cambio de actitud. Recuerdo a un amigo
que, antes de convertirse a Cristo, había perjudicado económicamente a alguien. Dios lo
convenció de su culpa y le indicó que hiciera una "restitución". Buscó a la persona, confesó lo
que había hecho, y ofreció arreglar las cuentas. La persona, por su parte, se negó a perdonarle y
se rehusó a aceptar su dinero. Por un tiempo el ego y el orgullo de mi amigo se resintieron; pero
fue entonces cuando reconoció que no se había confesado para el beneficio de la persona
ofendida, sino para beneficio de sí mismo. No había ofrecido la restitución para saldar la pérdida
que había ocasionado, sino para obedecer la voluntad de Dios en su vida. Dios lo había
perdonado y él había hecho exactamente lo que Dios le había pedido que hiciera. No se requería
más. 6. Ponga a otros en primer lugar Si está buscando la liberación económica, siempre debe
estar dispuesto a poner a otros en primer lugar. Esto no implica que tenga que dejarse pisotear;
simplemente significa que no debe obtener ganancia a expensas de otras personas. Trate a los
demás como le gustaría que ellos le traten a usted. Una vez más, la clave está en la actitud. 7.
Administre su tiempo sabiamente Aprenda a limitar el tiempo que dedica a los negocios cuando
no pasa suficiente tiempo con la familia. "No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste.
¿Has de poner tus ojos en la riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de
águila, y volarán al cielo" (Proverbios 23:4-5). Mucha gente está atrapada en el compromiso
excesivo con los negocios o la búsqueda de más dinero o posición social. Es importante recordar
que las prioridades que Dios pone para nosotros son muy claras, y que cada cristiano que busca
la voluntad de Dios tiene que comprenderlas. La primera prioridad en la vida del cristiano es
desarrollar su relación personal con el Señor Jesucristo. La segunda prioridad en el compromiso
de un cristiano es su familia. Esto incluye enseñarles sobre la Palabra de Dios. Esta práctica
requiere un compromiso con la unidad familiar, e indica también un compromiso específico de
tiempo. Cristo merece la mejor parte de nuestro día. Si usted estudia mejor de mañana,
madrugue y dedíquele tiempo al Señor. Sacrifíquese si es necesario. Si se da cuenta de que el
devocional familiar es más provechoso de las ocho a las nueve de la noche, entréguele ese
tiempo a Dios. Apague el televisor, asegúrese de que los niños hayan terminado temprano las
tareas escolares, y empiecen a estudiar la Biblia juntos. Es importante que todos en la familia
comprendan las cosas de Dios y oren juntos. Oren también por las necesidades de otros. Ayude
a sus hijos a ser conscientes de que los cristianos, como intercesores, pueden orar por otros y
esperar respuestas de Dios. La tercera prioridad en la vida del cristiano deben ser las actividades
de la iglesia, los grupos sociales, el trabajo y todos los pasatiempos que pueda tener. 8. Evite los
lujos y los excesos Cada persona que desee lograr la liberación económica, debe evitar los lujos
y los excesos en la vida. Si queremos encontrar un ejemplo de lo que cae dentro de la voluntad
de Dios, podríamos leer Lucas 9:23, donde Cristo dijo, "Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame", y Juan 6:27: "Trabajad, no por la comida
que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará;
porque a éste señaló Dios el Padre". ¿Está su estilo de vida dentro de estos límites? ¿Está usted
dispuesto a confiar en Dios y a negarse algunos lujos? Al hacerlo, El le dará aún más.
Desafortunadamente, la mayoría de nosotros somos egoístas, y rara vez dejamos de lado un
gusto o un deseo, y mucho menos una necesidad. Pero a la luz de las necesidades a nuestro
alrededor, es importante que los cristianos evaluemos nuestro nivel de vida. Muchos podrían
reducir los gastos de manera considerable sin bajar significativamente su estándar de vida. 9. El
consejo profesional cristiano Cuando tenga dudas, es importante buscar asesoramiento cristiano.
"Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; mas en la multitud de consejeros se
afirman" (Proverbios 15:22). Dios nos exhorta a buscar consejo, y no tan sólo a confiar en
nuestros propios recursos. Al preparar su plan financiero, mucha gente se frustra porque no
tienen el conocimiento necesario y terminan dándose por vencidos. Dios ha dotado a otros con la
habilidad de ayudarnos en el área de las finanzas. Busquemos a tales personas. Pasos para
preparar un Presupuesto La información en esta sección tiene el propósito de ser una guía
práctica para ayudarle a establecer un presupuesto familiar. A medida que usted desarrolle y
utilice un plan de finanzas, debe seguir varios pasos lógicos, cada uno de los cuales requiere un
esfuerzo individual. 1. Enumere los gastos mensuales del hogar. A. Gastos fijos Son gastos que
usted tiene todos los meses y las cantidades son siempre las mismas. • Contribuciones a obras
de caridad, iglesias, diezmos, ofrendas • Impuestos a las ganancias (ya sean impuestos
federales, estatales o provinciales, de seguridad social o jubilación). Si son deducidos de su
sueldo automáticamente, no tome en cuenta este punto. • Gastos de vivienda (hipoteca o
alquiler) • Impuestos a la vivienda • Seguro de la vivienda • Seguros (de vida, médico, automotor)
• Pagos mensuales de deudas • Otros gastos fijos B. Gastos variables • Compra de alimentos •
Luz, agua, teléfono, gas • Diversiones, recreación, salidas, paseos • Ropa • Gastos médicos
(remedios, médico, dentista) • Ahorros • Misceláneos, gastos varios NOTA: Para poder
determinar correctamente los gastos variables, sugerimos que coloque en una caja todos los
recibos de sus compras de, por lo menos, 30 días. Si no tiene recibos de las compras, anótelas
en un papel. Apunte cada gasto, incluso los más pequeños. 2. Enumere los ingresos disponibles
por mes. A continuación le proveemos una lista de posibles ingresos. NOTA: Si usted no se
maneja en base a un sueldo fijo, tome la cantidad de ingreso recibido en el último año y divídalo
por doce. Eso le dará su salario promedio mensual que podrá usar para armar su presupuesto
familiar. • Salario • Rentas, Alquileres recibidos • Pagarés • Intereses • Dividendos • Devolución
de impuestos (cantidad anual dividida por 12) • Otros 3. Compare ingresos con gastos Si sus
ingresos totales son superiores a sus gastos, usted sólo necesita implementar un método de
control presupuestario en su hogar para maximizar sus ingresos. Sin embargo, si los gastos son
mayores que los ingresos (o si se desea un control más estricto sobre los gastos), se requieren
pasos adicionales. En ese caso, hay que llevar a cabo un análisis de cada área del presupuesto
a fin de reducir gastos. Examinemos a continuación "los destructores presupuestarios": áreas
con problemas potenciales que pueden arruinar un plan económico a corto plazo. Si fallamos en
el control de siquiera una de estas áreas, el resultado puede ser el desastre financiero del hogar.
Esta evaluación está basada en porcentajes de un presupuesto de 12.000 a 30.000 dólares
anuales (un presupuesto bastante típico para una familia latinoamericana que vive en Estados
Unidos de América). Naturalmente, estos porcentajes son sólo sugeridos y no absolutos. Varían
de acuerdo a los ingresos y la ubicación geográfica. Usted puede averiguar los porcentajes
"normales" de una familia promedio en el lugar donde usted vive consultando con la cámara de
comercio de su zona o llamando a las oficinas del ministerio de bienestar social de su estado,
provincia o país. A. Vivienda (38% del ingreso neto) Por regla general, éste es uno de los más
grandes problemas presupuestarios del hogar. Muchas personas compran una casa que está
fuera de sus posibilidades económicas porque están motivadas por las presiones familiares, de
amigos o de otras influencias negativas. No es necesario que todo el mundo sea dueño de una
vivienda. La decisión de comprar o alquilar debe basarse en las necesidades y capacidad
económica individual, y no en las presiones internas o externas. B. Alimentos (15% del ingreso
neto) Muchas familias compran demasiada comida. Otras no compran la suficiente. Para reducir
los gastos de comida de una familia, hay que tomar en cuenta la cantidad y calidad de los
alimentos. Ideas para ahorrar en la compra de comestibles: • Confeccione siempre una lista
escrita antes de ir al mercado. • Trate de ahorrar combustible comprando comida para un
período más largo, y en mayores cantidades. • No salga de compras cuando tenga hambre
(especialmente si le gustan las cosas dulces). • Si es posible, utilice una calculadora para ir
controlando el total de gastos a medida que realiza las compras. • Reduzca o elimine el uso de
productos desechables: platos, vasos, servilletas de papel, etc. (Use platos de loza o plástico,
servilletas de tela, vasos de vidrio, etc.). • Evalúe dónde conviene comprar los productos de
higiene personal como el champú, el enjuague bucal, etc. (Generalmente se pueden conseguir a
mejor precio en las ofertas especiales que tienen las cadenas de grandes mercados y
farmacias). • Evite los cereales procesados y endulzados. (Son costosos y poco nutritivos). •
Evite los alimentos pre-cocinados y procesados, como comidas para el horno de microondas,
alimentos congelados, pasteles, etc. (Está pagando demasiado por mano de obra que puede
proveer usted). • Vea cuáles son los cortes más económicos de carne que puede encontrar, y
pídale al carnicero que los corte. (Sin embargo, a veces resulta económico comprar bistecs
empaquetados que están de oferta en los supermercados). • Pruebe los productos enlatados que
llevan la marca del mismo supermercado donde está haciendo las compras. (Generalmente,
como no pagan por publicidad, son más económicos e igualmente nutritivos). • Los
supermercados hacen gran publicidad con algunos productos que colocan a muy bajo precio
para atraer clientes y venderles otros productos a precio regular. Aproveche estas ofertas y
compre esos productos con descuento. Pero no se olvide de comparar el precio de las demás
compras porque ¡allí puede perder todo lo que se ahorró en la oferta! • No compre frutas y
verduras que están fuera de temporada. Si están en el supermercado es porque han tenido que
pagar costos de refrigeración o de importación de algún otro país. Probablemente estén más
caras que en temporada. • Si usted vive en una zona residencial donde no hay mercados, tenga
a mano un paquete de leche en polvo para evitar los viajes de emergencia al supermercado y
gastar combustible. • Evite comprar artículos no-comestibles en el mercado, a menos que estén
de oferta. (Por lo general, los precios son más elevados que en otros lugares). • Trate de
comprar alimentos al por mayor. Si hacen un fondo común entre tres o cuatro familias, pueden
comprar cantidades mas grandes de alimentos a los precios que lo pagan los vendedores de las
calles o los mercados minoristas. • Si las hay en su ciudad o pueblo, aproveche las "ferias" en las
que los productores directamente traen los productos para

vender a los consumidores. • Prepare en casa las papillas para su bebé, pasando alimentos
normales por la licuadora. • Deje a sus hijos en casa a fin de evitar presiones innecesarias
cuando sale de compras. • Preste atención a cada artículo mientras se lo cobran en la caja
registradora, y verifique los precios de nuevo al llegar a casa. • Considere la posibilidad de
preparar conservas de sus propias verduras frescas cuando sea posible. Junto con otras
familias, trate de comprar directamente de los puestos de los granjeros y agricultores. (NOTA:
Compre los elementos y aparatos necesarios para preparar las conservas fuera de temporada,
cuando la demanda es más baja). C. Automóviles (no más del 15% del ingreso neto) Los medios
de publicidad nos llaman "consumidores", pero ésa no es siempre la mejor descripción. Creo que
el empresario de circo P.T. Barnum tenía una palabra más apta: "bobos". Es un hecho que los
seres humanos no solemos ser muy sabios en nuestras decisiones económicas que tienen que
ver con las máquinas, especialmente los automóviles. Muchas familias en Estados Unidos, por
ejemplo, compran autos nuevos que están más allá de sus posibilidades económicas, y los
cambian mucho antes de que se haya acabado su vida útil. Los que compran un auto nuevo y lo
mantienen por menos de cuatro años, para entonces cambiarlo por otro nuevo, tienen el record
de haber derrochado la máxima cantidad de dinero posible. Algunas personas, como por ejemplo
los agentes de ventas que conducen bastante, necesitan automóviles nuevos con cierta
frecuencia; pero la mayoría de nosotros no. He visto mucha gente que cambia de auto
simplemente porque quiere, y no porque sea necesario. En este tipo de decisión influyen factores
tales como el ego, la autoestima, la madurez, etc. ARRIBA D. Pago mensual de deudas (5% del
ingreso neto) Sería magnífico si los presupuestos asignaran el 7% o menos para el pago
mensual de las deudas. Desafortunadamente, lo normal en un creciente número de familias
latinoamericanas es mucho más de eso. Como hemos mencionado, las tarjetas de crédito, los
préstamos bancarios y los pagos a plazos han hecho que las familias se endeuden en gran
manera. ¿Qué puede hacer usted una vez que esta situación ya existe? Si usted ya tiene
problema con sus deudas: • Como primer paso, destruya todas sus tarjetas de crédito. •
Establezca un plan de pagos que incluya a todos los acreedores. • Póngase en contacto con
todos los acreedores, explíqueles sinceramente sus problemas, y haga arreglos para un plan de
pago equitativo. • Compre todo al contado y sacrifique sus gustos y deseos particulares hasta
que haya pagado todas sus deudas. Le recomiendo que lea junto a su familia el libro "La Vida
Libre de Deudas" que hemos publicado recientemente. Tome en serio su situación. He visto y
oído muchas historias profundamente tristes en las que la presión económica ha jugado un papel
preponderante en el desmembramiento del núcleo familiar. E. Seguros (5% del ingreso neto)
Muchas de nuestras familias latinas están bastante mal informadas en esta área. Pocos
comprenden cómo funciona el sistema de seguros, cuánto seguro, o cuál es el tipo que uno
necesita. Casi nadie permitiría que alguien le vendiera un Rolls Royce cuando sólo le alcanza el
dinero para un Ford; sin embargo, muchos compran seguros costosos cuando sus necesidades
dictan otra cosa. El seguro debe ser una provisión suplementaria para la familia, no una
protección ni una ganancia. Un plan de seguros no está diseñado para ahorrar dinero (como
algunos vendedores sugieren), ni para ser usado durante su jubilación. Pregúntele a cualquier
persona que pensaba de esa manera y verá que el resultado final fue la desilusión. En algunos
países, el seguro puede ser utilizado como un medio barato a fin de proveer un ingreso futuro y
así liberar fondos el día de hoy para el uso de la familia y la obra del Señor. Pero llevado a un
exceso, este mismo seguro puede dejar endeudada a la familia, puede robar dinero de Dios y
hacer que la dependencia de los individuos esté en las cosas de este mundo. Es vital contar con
un agente de confianza. Por lo general, un buen agente de seguros es aquel que puede
seleccionar de entre varias compañías y brindarle la mejor opción posible. El, además, sabrá
preparar un plan breve y sencillo para analizar sus necesidades reales. F.
Recreación/entretenimiento (4% del ingreso neto) Vivimos en una sociedad inclinada al
entretenimiento. Eso no es malo, si se pone en la perspectiva correcta. Pero los que están
endeudados no pueden utilizar el dinero de sus acreedores para la recreación. Nuestra
tendencia es escapar de los problemas, aunque sólo sea por un corto tiempo...¡aún cuando
como resultado de "escaparnos" los problemas empeoren! Mientras tengan deudas, las personas
deben resistir este impulso y controlar los gastos de recreación y entretenimiento. ¡Qué terrible
es ver a alguien que ya está en aprietos económicos y se da todos los gustos a expensas de
otros! Dios sabe que necesitamos descanso y esparcimiento, y confíe en que El se lo va a
proveer de maneras inesperadas siempre que nuestra actitud en la vida sea correcta. Cada
persona, esté o no endeudada, debe intentar controlar sus gastos de entretenimiento. Esto
generalmente se puede lograr sin sacrificar la calidad del tiempo que dedicamos a la familia.
Ideas para ahorrar en el entretenimiento: • Dentro de lo posible, planee sus vacaciones fuera de
temporada. • Considere la posibilidad de acampar durante las vacaciones para evitar gastos de
hotel y restaurante. (Familias amigas podrían comprar juntos el equipo para acampar y luego
turnarse en el uso). • Elija lugares de vacaciones en sitios cercanos al lugar donde usted vive. •
Trate intercambiar casas con una familia amiga que viva en otra área a fin de poder disfrutar de
vacaciones económicas. • Utilice juegos de mesa en vez de salir de paseo (use, por ejemplo,
algunos de esos juegos que se recibieron en Navidad pero que nunca se utilizaron). • Considere
la opción de ir de vacaciones con otras familias para reducir los gastos y aumentar el
compañerismo. • Si viaja por avión, utilice los vuelos más económicos (por ejemplo, a veces los
viajes de noche o en la madrugada pueden ahorrarle del 10 al 20% del costo del viaje. Pregunte
por otras restricciones que le permitan disminuir los gastos del boleto). G. Vestimenta (4% del
ingreso neto) Muchas familias con deudas sacrifican esta área del puesupuesto a causa de
excesos en otras áreas. Y sin embargo, cuando hay prudencia en los planes y en las compras, la
familia puede vestir bien sin gran costo. Aquí hay algunas ideas: • Ahorrar suficiente dinero para
evitar comprar a crédito. • Educar a su familia en cuanto al cuidado de la ropa. • Disciplinar a los
niños para que cumplan estas costumbres. • Aprender a confeccionar y arreglar ropa en casa.
Aprendamos a utilizar nuestros recursos en vez de ser simplemente consumidores. ¿Cuántas
familias que, sólo porque gozan de una mejor posición económica, tienen guardarropas llenos
con elementos que ya no utilizan porque están "fuera de moda"? Muchas familias con ingresos
elevados gastan excesivamente en vestimenta. Considere si en realidad es importante tener toda
la ropa de última moda. ¿Reflejan sus compras la conveniencia o su ego? ¿Compra ropa para
satisfacer una necesidad o un gusto? Ideas para ahorrar en gastos de vestimenta: • Confeccione
tanta ropa para los niños como su tiempo le permita. (Como promedio, ahorrará entre el 50 y el
60%). • Haga una lista escrita de las necesidades de ropa, y compre las cosas fuera de
temporada, siempre que sea posible. • Escoja conjuntos que se puedan utilizar en múltiples
combinaciones. • Frecuente las tiendas de descuento que venden ropa "de marca", pero sin la
etiqueta. • Para obtener buenos precios en mercadería de calidad, vaya a las tiendas que venden
directamente de fábrica. A veces, puede conseguir a precios mucho más bajos ropa que, por
tener pequeños daños, las fábricas no pueden vender a tiendas regulares. Las fábricas, en
muchos países, llaman a esta ropa de "segunda selección". • Escoja ropa que pueda lavarse en
casa. • Si donde usted vive es posible, cuando tenga que hacer limpieza a seco, utilice máquinas
de las lavanderías públicas en vez de llevar la ropa a tintorerías o negocios especializados. •
Remiende su ropa dañada desde un principio. Aprenda a utilizar al máximo toda la ropa
(especialmente la de los niños). H. Gastos médicos/dentales (5% del ingreso neto) Con el
incremento que han tenido últimamente los costos en el cuidado de la salud en algunos de
nuestros países latinoamericanos y en Estados Unidos, usted debe proveer para estos gastos
dentro de su presupuesto familiar. Tiene que tomar la costumbre de apartar fondos de manera
regular para cuidar de la salud de su familia. Si no lo hace, echará a perder sus planes y estará
abriendo el camino para endeudarse. No sacrifique la salud de su familia por falta de
planificación, pero al mismo tiempo, no vaya al médico en forma excesiva. Recuerde que
"prevenir es mejor que curar". Podrá evitar muchas cuentas dentales, por ejemplo, si le enseña a
sus hijos a comer alimentos adecuados y a cepillarse correctamente los dientes. Su dentista le
suplirá toda la información necesaria sobre este tema. Muchas cuentas de médico se pueden
evitar de la misma manera. Cuide su cuerpo con una sana alimentación, descanso y ejercicio, y
el resultado será una buena salud. Si abusa de su cuerpo, al final tendrá que pagar sus excesos
con la enfermedad. Esto no quiere decir que la negligencia sea la causa de toda enfermedad o
todos los problemas. Pero muchas enfermedades se podrían evitar con una pizca de prevención.
No dude en preguntar de antemano a médicos y dentistas acerca del costo de la atención.
Además, aprenda a discernir cuándo está recibiendo buena atención a cambio de su dinero. La
mayoría de los profesionales honrados no se ofenderán por sus preguntas. Si su médico se
ofende, quizá sea una indicación de que es hora de buscar otro. En el caso de las recetas para
remedios, pregunte precios en varios lugares. En algunos países se sorprenderá al descubrir la
gran variedad de precios de una farmacia a otra. También pregunte si dan descuento por pagar
en efectivo. I. Ahorros (5% del ingreso neto) Es importante implementar algún tipo de ahorro en
el presupuesto. De otra manera, el uso del crédito llega a ser una necesidad permanente y pedir
crédito (y caer en deudas) se convierten en un estilo de vida. Sus ahorros le permitirán hacer
compras con dinero en efectivo, y encontrar las mejores ofertas, sin tener que limitarse a ciertas
tiendas porque sólo ellas trabajan con su tarjeta de crédito. Además, su cuenta de ahorros le
permitirá tener un "colchón" de protección para cuando lleguen las situaciones de emergencia.
Aquí hay algunas ideas para ayudarle a ahorrar: Si es posible, utilice el sistema de ahorro
automático de parte de su sueldo. Así le retirarán el dinero antes que usted lo reciba. • Utilice el
débito automático de su banco a fin de retirar dinero de su cuenta de cheques y depositarlo en
su cuenta de ahorros. • Gire a su propia cuenta de ahorros un cheque como si usted fuera un
acreedor más. De la misma manera que paga la luz, el gas y otros servicios, páguese el dinero
que debe ahorrar todos los meses y deposítelo en su cuenta de ahorros. • Cuando termine de
pagar cierta deuda, empiece a ahorrar esa cantidad de dinero. J. Gastos diversos (4% del
ingreso neto) Estos gastos pueden incluir infinidad de cosas. Son aquellos que no pertenecen a
ninguna otra parte de nuestro presupuesto familiar. Aquí entran los regalos en general (incluso
los de Navidad), gastos de arreglo y corte del cabello, perfumería, cosméticos, lavandería,
tintorería, subscripciones a revistas, etc. Algunos gastos ocurren mensualmente (como las
suscripciones a clubes, revistas o hobbies), mientras que otros, de vez en cuando (como la
compra de cosméticos, regalos de Navidad, etc). Conclusión: Algunas familias sostienen a sus
padres y a sus abuelos. Algunos los tienen viviendo en sus propias casas, otros envían dinero a
su país de origen. Algunas familias han tomado la responsabilidad de ayudar a parientes o a
familias amigas. Si su familia tiene este tipo de gastos, entonces no se olvide de colocarlos
dentro de su presupuesto familiar y deducir los porcentajes de gastos en otras categorías para
que, de esa manera, su presupuesto familiar esté balanceado. Recuerde que usted necesita de
todas las categorías para subsistir. Ninguna familia puede vivir por mucho tiempo sin proveer
vestimenta a sus miembros; o sin recrearse y entretenerse; o sin dinero para el transporte o sin
ahorrar para los imprevistos. Así que, nunca elimine categorías. Simplemente redúzcalas a un
nivel razonablemente bajo. Hágalo solamente con aquellas que cree que puede disminuir y
asegúrese de que sus pronósticos financieros no sean demasiado positivos. Como dicen por
algunos de nuestros países: ¡"Más vale que ‘so-sobre’ y no que ‘fa-falte’"! Finalmente, sume esos
porcentajes de sus gastos ahorrados a la nueva categoría que usted ha creado para balancear
su presupuesto familiar. Uno de los factores más importantes en los gastos del hogar es usted.
Si usted puede hacer tareas de mantenimiento y reparación, por ejemplo, podrá evitar bastantes
gastos. Muchos se justifican diciendo que no lo hacen porque su tiempo vale demasiado.
¡Tonterías! Si cada hora de cada día está comprometida al trabajo para ganar dinero, entonces,
por definición previa, usted es un esclavo. Parte del cuidado y mantenimiento de las cosas de la
casa se relaciona con la vida familiar, en particular, con la instrucción de los hijos. Cuando vean
que mamá y papá están dispuestos a hacer una tarea física para ayudar en el hogar, aprenderán
buenas contumbres. Pero si usted se niega a ocuparse de esos menesteres, ¿por qué habrían
de hacerlo ellos? ¿Dónde aprenderán a bastarse por sí mismos? Algunos hombres evitan el
trabajo y las reparaciones en el hogar porque dicen que les faltan las habilidades necesarias. Sin
embargo, esas habilidades se adquieren, no son naturales. Hay muchos buenos libros que
explican como llevar a cabo cada área del mantenimiento del hogar. Vivir de acuerdo con un
presupuesto no sólo es prudente, sino que puede ser agradable. A medida que tenga éxito en
varias áreas, dígaselo a otros, y estimule a sus hijos a hacer lo mismo. Ahora usted tiene las
herramientas necesarias para establecer su presupuesto. El resto depende de usted. ¡Adelante!
¡Anímese y tome control, una vez por todas, de los recursos que Dios le ha dado para
administrar! Recuerde que Dios bendice a los que viven "decentemente y con orden". NOTA: Si
le interesó el tema de cómo preparar un presupuesto familiar, le recomendamos que ahora
obtenga el Cuaderno de Planificación Financiera. El cuaderno incluye una explicación más
detallada junto a todos los formularios que usted necesitará para manejar exitosamente sus
finanzas. Asímismo, el libro escrito por el Dr. Andrés Panasiuk llamado Cómo llego a fin de mes?
puede cambiar su vida económica y ser de excelente ayuda para usted.

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007 Como tomar decisiones correctas

INTRODUCCIÓN Planificar, resolver problemas, mejorar la eficiencia, reducir los errores; todo
esto depende de que usted sea capaz de tomar e implementar decisiones correctas. Decidir
sobre algo significar hacer una elección o llegar a una conclusión y ninguna de las dos cosas es
fácil. A veces hay que tomar decisiones muy difíciles; por ejemplo, mudarse, cambiar de trabajo,
casarse, divorciarse, etc. Pero es vital poder tomar decisiones correctas, porque el bienestar,
incluso la supervivencia, de una vida o de una familia, depende casi enteramente de la calidad
del proceso de la toma de decisiones. Además, ¡No hay vida tan completa como la que uno elige
vivir! ¿Quién soy? ¿Qué es lo que quiero? Muchos de nosotros vamos por la vida sin hacernos y
sin contestarnos estas cruciales preguntas. Sin embargo todos los días, todas las semanas,
todos los meses y todos los años tomamos decisiones que influyen en gran medida nuestras
posibilidades de fracasar o de tener éxito. ¿Cuáles son las grandes y pequeñas decisiones que
nos gobiernan y qué hacemos con ellas? ¿Cómo podemos evitar el tomar decisiones negativas?
La cuestión de quienes somos y lo que logramos como individuos está determinada en gran
parte por buenas decisiones. Si aprendemos a tomar decisiones correctas, y entendemos el
papel que juegan en nuestra vida habremos descifrado la mayor parte de los fundamentos del
desarrollo personal. ¿QUÉ ES UNA DECISION? Adoptamos y ejecutamos muchas de nuestras
decisiones en segundos. A veces es algo que se da tan rápido que casi no somos conscientes
de ello. Pero es importante analizar lo que sucede y cómo podemos mejorar el procedimiento,
porque las decisiones que tomamos son el medio por el cual hacemos avanzar nuestra vida y
alcanzamos nuestras metas. Tomar una decisión es como estar en un cruce de caminos. Hay
que elegir una opción entre dos o más alternativas. Estas opciones generalmente están limitadas
por condicionantes, por ejemplo: • La situación en la que nos encontramos ahora. • La situación
en la que quisiéramos estar en el futuro. • Los recursos disponibles. • Lo que los demás están
dispuestos a aceptar. • La factibilidad de las distintas opciones. • El factor tiempo. Identificar y
apreciar estos factores correctamente es uno de los aspectos más importantes de la buena toma
de decisiones. Tomar más conciencia de la decisiones que toma le ayudará a analizar el proceso
de la toma de decisiones. Por ejemplo, ¿lleva sobre sus hombros toda la carga de la toma de
decisiones, o hace participar a otra gente? ¿Toma las decisiones claves de un modo planificado
y racional con mucha anticipación, o toma cada decisión sobre la marcha? ¿Se basa en su
intuición para ayudarse a tomar una decisión, o prefiere usar el pensamiento lógico para hacer
una elección apropiada? TIPOS DE DECISIONES Existen distintos tipos de decisiones, por
ejemplo: Rutinarias. Estas son decisiones comunes en relación con una gran variedad de
cuestiones. Muchas veces se ahorra tiempo si estas decisiones las adopta una sola persona.
Urgentes. Algunos problemas se dan rápidamente y pueden traer serias consecuencias si no se
los resuelve inmediatamente. Aquí también muchas veces una persona los resolverá
personalmente y dará explicaciones o se justificará luego. Problemáticas. Este tipo de decisiones
hay que tomarlas cuando emerge una dificultad y no hay una solución evidente. Generalmente
resulta más útil que un grupo tome estas decisiones, e incluso que se consulte a gente externa al
problema. Consultivas. Otras decisiones que uno toma afectarán a otra gente. Muchas veces es
importante hacer participar a los que se verán afectados por los resultados de la decisión.
También se puede distinguir entre decisiones programadas y no programadas. Programadas.
Son las relativamente poco importantes o repetitivas. Comúnmente existen procedimientos o
criterios preestablecidos para tomarlas. No involucran grandes riesgos y por lo tanto se pueden
delegar con mayor facilidad. No programadas. Son las decisiones nuevas y donde los riesgos
son altos. Se dan en situaciones inusuales o mal definidas, donde hay muchos cursos de acción
posibles. ¿POR QUÉ SON IMPORTANTES LAS DECISIONES? Las decisiones son importantes
porque tienen el poder de ser el detonador del proceso que lleva a hacer realidad las
aspiraciones y metas de toda persona. Las decisiones que adoptamos muchas veces afectan a
la gente que nos rodea. Del mismo modo, las decisiones que toma otra gente muchas veces
tienen consecuencias para nosotros. Para evitar problemas potenciales y aprovechar al máximo
las oportunidades que se presentan, usted necesita usar toda una batería de capacidades, que
incluyen pensar con lógica, analizar los riesgos, utilizar la creatividad y la intuición. En ocasiones
no hay una sola decisión "correcta". Puede haber varias opciones y tenemos que usar toda
nuestra capacidad analítica para elegir la mejor opción o la que cause menos daño. Tomar una
decisión es parte de un proceso que incluye reunir información, generar opciones y analizar
riesgos. EVALUE SUS DECISIONES Cuando se le pregunta a alguien ¿Quién es usted y qué es
lo que quiere? La respuesta juega un papel muy importante en las decisiones que toma Un buen
método para conocer la respuesta es descubrir dónde está usted ubicado uno con respecto a
algunas decisiones básicas que toma, consciente o inconscientemente, a lo largo del día y que
determinan su forma de actuar. Veamos algunos ejemplos: El aspecto personal. ¿Qué aspecto
tiene? ¿Qué aspecto quisiera tener? ¿Se ha ocupado de su aspecto físico para ampliar las
oportunidades de lograr objetivos personales y profesionales? ¿Cree que necesita dedicar más
atención a su aspecto personal? Su aspecto personal ¿disminuye o incrementa su autoestima?
El trabajo, la carrera o la posición. ¿Tiene el empleo o la profesión que quiere? ¿Está contento
con el oficio o carrera que eligió? ¿Se queja de lo que tiene o lo disfruta? ¿Considera que está
donde está por su decisión o siente que la decisión se tomo por expectativas de otro? ¿Tiene
planes para hacer cambios? Si pudiera empezar de nuevo, ¿haría todo igual? La relación con
otros. ¿Le satisface la relación que tiene con los demás? ¿Se esfuerza para mostrar lo mejor que
tiene para ofrecer? ¿Sabe escuchar? ¿Se preocupa por los demás y lo demuestra? ¿Habla,
expresa y presenta sus ideas, como quiere hacerlo? ¿La gente lo respeta por la manera en que
usted la trata? Sus relaciones en general, en su casa, en el trabajo, con sus amigos, etc., ¿son lo
que usted desea? ¿Toma decisiones conscientes con respecto a su relación con los demás? La
actitud ante los problemas. Los problemas, ¿lo paralizan o lo ponen en movimiento? ¿Odia ver
aparecer un problema o lo considera como una "cosa propia de la vida"? ¿Busca y encuentra las
oportunidades que hay dentro de los problemas? ¿Elige considerar a los problemas como
escalones para el "éxito" o como obstáculos que le impiden avanzar y no lo llevan a ninguna
parte? La capacidad de enfrentar metas. ¿Elige fijarse metas? ¿Lo hace a menudo? ¿Las
expresa por escrito? ¿Son metas específicas? ¿Se da plazos para cumplirlas? ¿Define
claramente los resultados que espera obtener? La elección de amistades. ¿Elige sus amigos?
¿Se rodea de la gente que más respeta? ¿Sus amigos lo ayudan a superarse o lo mantienen
sumergido? ¿Quiénes son verdaderamente sus amigos? Si pudiera elegir ¿con quién pasaría su
tiempo? ¿Puede elegirlo? ¿Realmente le gusta la gente a quién llama sus amigos? El tiempo
libre. Usted dispone de infinidad de maneras de pasar cada momento del tiempo libre, ¿lo
emplea como usted elige o según la elección de otro? ¿Comparte sabiamente su tiempo libre?
¿Siente que controla conscientemente su tiempo libre o las cosas que hace simplemente
"ocurren"? El nivel de educación. ¿Cuánto sabe usted? ¿Qué más le gustaría saber? ¿Qué
piensa de la posibilidad de saber más? ¿Qué hace al respecto? ¿Cómo estimula su mente?
¿Está verdaderamente informado o elige no estarlo? Lo que espera de sí mismo. ¿Qué espera
de sí mismo? Todos los ejemplos enumerados, son importantes, pero saber qué espera de sí
mismo, es vital, porque requiere decisiones que llegan a la raíz misma de su autoestima, de
quién usted es y de lo que espera de usted. Esta decisión lo confronta con estas importantes
preguntas: ¿Quién es? Y ¿Qué es lo que quiere? Le sugerimos que se Siéntese solo/a en un
lugar tranquilo y se hága esta pregunta: ¿Qué espero realmente de mí mismo/a? Escuche la
respuesta. Esta pregunta, más que ninguna otra, lo enfrentará a lo que está haciendo con su
vida. Lo que responda y elija hacer al respecto podría modificar profundamente el resto de su
vida. Esta es la pregunta, mejor dicho la decisión, que afecta y dirige todas las otras decisiones
que tomará. Hay gente que se ha hecho esta pregunta, pero nunca se tomo realmente el tiempo
necesario para buscar la respuesta. Es lamentable que esto ocurra. No se puede dirigir la vida
significativamente sin enfrentar interrogantes sobre lo que uno está haciendo aquí, lo que espera
de sí mismo y lo que hará al respecto. Póngase de acuerdo con usted mismo acerca de cuál es
su propósito y cuáles son los valores personales que tiene en la vida. Recuerde que Dios lo ama
incondicionalmente y quiere lo mejor para usted. Dele la oportunidad de ser su guía en la
aventura maravillosa de vivir una vida plena y abundante tomando decisiones correctas. LA
ACTITUD AL TOMAR DECISIONES Existen tres modelos o ciclos que establecemos consciente
o inconscientemente, que controlan casi todo lo que sentimos y hacemos cada día. Es muy
probable que usted se ajuste a uno de los tres. Por pequeña y poco importante que parezca
cada simple decisión, cuando se van sumando construyen un modelo. A su vez el modelo crea
un ciclo y ese ciclo dibuja un modelo más grande que define para cada uno de nosotros, nos
demos cuenta de ello o no, una manera de vivir. Es importante saber con qué modelo se
identifica en este momento y en cuál le gustaría encontrarse, para poder decidir algo al respecto.
Estos modelos son: MODELO I - DECISIONES QUE DEBILITAN Las personas del modelo I
toman pequeñas decisiones que debilitan y perjudican. Tienden a quejarse en vez de sacar el
mejor partido de una situación difícil, ven los riesgos y no las oportunidades. Tienen el hábito (es
decir el modelo de toma de decisiones) de pensar primero en lo peor y después en lo mejor.
Contemplan la vida como una serie de luchas y no ven que esas mismas situaciones pueden
significar desafíos y oportunidades de crecer y sentirse mejor. La gente del modelo I tienden a
tener un pensamiento regido por un patrón negativo. Sin siquiera pensarlo suelen decir: "Yo sé
que esto no va a resultar" "Para que voy a abrir el correo, no recibo más que facturas" "Cada vez
que hablo con él, termino peleando" "Hoy no es mi día" "Nunca me atienden bien en este
restaurante" "Nunca voy a tener suerte" o "Nunca tengo nada que ponerme". Las personas del
modelo I ven la oscuridad y nunca el amanecer. Dicen qué cosas no van a funcionar, pero no
saben qué cosas si lo harán. Claro que no viven siempre amargados. Son gente normal, como
todos nosotros pero toman pequeñas decisiones que los debilitan en vez de fortalecerlos, y así,
sin conciencia de lo que hacen, crean un ciclo descendente construido por ellos mismos desde el
cual no pueden ver el horizonte. MODELO II - DECISIONES QUE MANTIENEN Este es el
modelo más numeroso. Se trata de personas que toman decisiones que las mantienen en
permanente situación de empate, sin llevarlas a ningún lado. Andan bien, sobreviven. Debido a
sus decisiones, nunca llegan verdaderamente a ninguna parte ni alcanzan un nivel de
satisfacción personal acorde con su verdadero potencial. La mayor parte de la gente entra en
esta categoría, porque las decisiones de este modelo son siempre las más fáciles y automáticas.
El programa básico de esta gente es el de seguir a la multitud, se amoldan a la mayoría.
Ciertamente no hay nada malo en ser así, pero tampoco nada demasiado bueno. Las
investigaciones psicológicas revelan que estas personas se sienten calladamente frustradas con
la vida, pero sin estar muy seguras de la razón. Este es el modelo que lleva a la deriva por la
vida en vez de establecer una dirección clara. La gente del modelo II procura tomar decisiones
que no creen conmoción. Sobrevive y se las arregla, se limita a existir. Hacen lo que se "supone"
deben hacer y no logran más que una fracción de lo que la vida les ofrece. Decisión por decisión,
día tras día, se aseguran de permanecer en el mismo lugar. Sin ser reconocidos por un notable
nivel de logros, tampoco llegan a un fracaso como los del modelo I. MODELO III - DECISIONES
QUE FORTALECEN Las decisiones que toma la gente que pertenece a este modelo, incluso las
más insignificantes, la ayudan a avanzar, a mejorar a cada instante y en cada día y a prepararse
para el éxito. Por ejemplo: cuando no dan la película que quiere ver, la persona del modelo III, en
lugar de decir "lo que pasa es que nada me sale bien", dice "está bien, podemos ver otra cosa".
Si el servicio no es muy bueno en un restaurante, en lugar de decir: "Este servicio es muy malo"
dice, en forma casi automática "¡es una gran cosa esto de poder salir y descansar!". No es que la
persona del modelo III ve todo "perfecto" o "maravilloso" sólo acepta que la vida no es perfecta.
Las cosas no son siempre como uno quisiera que fueran. Al reconocer este hecho, usa cada
oportunidad que se le presenta productivamente, para construir y mejorar. La gente del modelo
III se queja poco o nada. Sabe que eso no sirve. Enfrenta cada situación, la ve como realmente
es y saca el mejor partido posible de ella. En lugar de deprimirse, elige considerar la vida como
una serie de oportunidades para fortalecerse y crecer. Este es el tipo de persona que vive las
enseñanzas del Apóstol Pablo. Enseñanzas que dejó expresas en la Biblia: "Alégrense siempre
en el Señor. Repito ¡alégrense! He aprendido a contentarme con lo que tengo. Se lo que es vivir
en la pobreza y también lo que es vivir en abundancia. He aprendido a hacer frente a cualquier
situación, lo mismo a estar satisfecho que a tener hambre, a tener de sobra que a no tener nada.
A todo puedo hacerle frente pues Cristo es que me sostiene" (Filipenses 4:4,11-13). ¡Sus
decisiones crean el modelo de su vida! Una pequeña decisión lleva a otra. Cada una de ellas
ofrece la oportunidad de tomar la circunstancia en cuestión en forma productiva o perjudicial.
Recuerde una buena decisión nos prepara para tomar otra buena decisión. A su debido tiempo,
estas decisiones se unen para formar un modelo. Cuanto más a menudo tomemos pequeñas
decisiones favorables, más firme será nuestra tendencia a tomarlas: así se desarrolla el modelo.
ESTABLECIENDO UN RUMBO ADECUADO Las decisiones que tomamos determinan la clase
de persona que seremos. En gran medida, quienes somos en el presente es el resultado de las
decisiones que tomamos en el pasado. Nuestro carácter, valores, prioridades e intereses son
consecuencia de nuestras decisiones. Cuando nos encontremos en situaciones difíciles,
recordemos que podemos elegir cual será nuestra reacción. Existen cuatro palabras que le
pueden ayudar en sus decisiones. La primera es ESPERE. Si debe tomar una decisión y
reconoce que está molesto/a, grábese esta palabra en la mente "esperar" no haga nada por el
momento, la palabra de Dios dice: "todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio
deben ser lentos para hablar y enojarse" (Santiago 1:19). Espere hasta que sus emociones estén
bajo control. No actúe de manera impulsiva porque luego va a lamentarlo. En segundo lugar
COMPARE lo que desea hacer con la Palabra de Dios. Él nos ha creado, nos ama y quiere lo
mejor para cada uno de nosotros. "Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino"
(4). La Biblia es el manual para vivir una vida fructífera, efectiva, y llena de felicidad. Por eso,
espere, y luego corrobore con Las Sagradas Escrituras lo que quiera hacer. En tercer lugar
busque SABIDURIA en la Palabra de Dios y en consejeros sabios. "Cuando no hay consulta, los
planes fracasan; el éxito depende de los muchos consejeros" (Proverbios 15:22) "pues la guerra
se hace con buenos planes y la victoria depende de los muchos consejeros" (Proverbios 24:6).
La cuarta palabra es EVALUE. Deténgase y piense en las decisiones que podría tomar.
Considere sus efectos y consecuencias en el tiempo. Busque perspectiva: "En dos o tres años,
¿cuáles serán las consecuencias de esta decisión, para mi o para los que me rodean?" La vida
entera está hecha de decisiones. Lo que haga de estas decisiones es lo que hará de sí mismo.
No hay duda de que las decisiones que tome hoy y mañana y todos los días crearán una imagen
de lo que usted es, de lo que quiere y de lo que va a hacer con la vida que quiere vivir. Los
viajeros de la vida deben elegir cuidadosamente el camino y pisar con cuidado, pero mientras lo
hacen, Dios no los deja sin guía ni consuelo. El envió a su Hijo para mostrarnos "el camino". Él
envío a Jesús para que nos cuide en los momentos de peligro; nos oriente en los senderos
oscuros y confusos; nos perdone si equivocamos el sendero o nos extraviamos; y para que nos
ayude a retomar el buen camino. "El camino de la vida" comienza y termina con Dios a nuestro
lado. Nacemos gracias a Dios y morimos cuando en su Santa Voluntad así lo dispone. Camine
tomado de la mano de Jesús. Él quiere estar con usted en cada paso que dé. METODOS PARA
TOMAR DECISIONES La enumeración que presentamos a continuación señala que existen
distintos métodos de toma de decisiones: arriba, el estilo es autoritario; abajo, democrático; entre
ellos una gama de acciones que se relacionan con el grado de autoridad utilizado por el líder y la
cantidad de libertad de que dispone el resto del grupo para tomar decisiones. 1. El líder toma
decisiones y las anuncia. 2. El líder le vende la decisión al grupo. 3. El líder presenta la idea e
invita a hacer preguntas. 4. El líder presenta una decisión tentativa sujeta a cambios. 5. El líder
presenta un problema, obtiene el aporte del grupo y luego decide. 6. El líder permite al grupo
tomar decisiones dentro de límites predeterminados. 7. El líder da a los integrantes del grupo
completa libertad de acción. Es importante notar que hay ventajas y desventajas en ambos
extremos. Los líderes que eligen el método autoritario toman decisiones rápidamente y permiten
que los miembros del grupo tengan todo su tiempo disponible para otras tareas. Sin embargo, no
aprovechan al máximo las capacidades del grupo y sus integrantes pueden no sentirse
comprometidos con decisiones que se les imponen. Los líderes que eligen el método
democrático alientan a los miembros del grupo a sentirse responsables de las decisiones y se
aseguran de que todos piensen a fondo en una amplia gama de ideas. Por otro lado, el método
democrático muchas veces se hace lento y pesado. La medida en que se involucra a otra gente
en la toma de decisiones, depende muchas veces de la cuestión a decidirse. Por ejemplo, puede
resultar inapropiado discutir algunas cuestiones de disciplina o situaciones en las que es
importante afirmar la autoridad personal. En realidad, es improbable que una persona adopte un
solo estilo de toma de decisiones. Probablemente use varios de los métodos descriptos en
distintos momentos. Además, no se puede decir que hay estilos "correctos" e "incorrectos" para
tomar decisiones. Sólo existen los que logran o no hacer que la gente se motive y comprometa
con la decisión tomada. COMO RESPONDER A LAS DISYUNTIVAS LA RESPUESTA
MEDITADA Para tomar buenas decisiones es importante dedicar un tiempo a meditar el
problema o la cuestión. Desgraciadamente, muchas personas no dan una respuesta meditada
porque se sienten bajo la presión de tomar decisiones instantáneas. Hay una cantidad de
barreras que impiden pensar con claridad, incluyendo: • Las emociones. No tiene nada de malo
que a uno le importe un problema, pero es vital desligarse de las emociones porque pueden
nublar el entendimiento • Estar demasiado pegado a la decisión. Uno puede tener una mejor
perspectiva en relación con determinad decisión, si toma distancia. • Falta de tiempo. Si
encuentra que toma malas decisiones por el apuro, debe reevaluar sus prioridades. • Presiones
de otra gente. Puede sentir que otros esperan que sea "resolutivo" y actúe rápidamente. Pero ser
resolutivo significa tomar una buena decisión, apreciar las evidencias cuidadosamente antes de
actuar, y no necesariamente tomar una decisión rápida. Pensar a fondo los problemas se parece
al ejercicio físico. Parece más difícil si uno no lo hace mucho, pero cuanto más lo practica, tanto
mayores son los beneficios que trae. LA RESPUESTA INTUITIVA Con tanto énfasis puesto en la
razón y en la lógica es fácil olvidarse de la intuición, esas corazonadas que nos dicen que un
curso de acción particular es el correcto, aunque no podamos explicar por qué. La gente que
ignora su intuición se priva de una fuente poderosa de sabiduría que puede ser extremadamente
útil para ayudarla a tomar decisiones. La toma de decisiones puede exigir el uso de la intuición y
de la razón en distintos momentos. La intuición, a la que a veces se llama instinto o "lo que me
dicen las tripas", es algo que nos puede dar una comprensión directa de una situación sin que
medie un pensamiento o evidencia racional visible. Aunque la intuición no sigue ningún proceso
de pensamiento consciente, casi siempre se basa en experiencias pasadas. Se nos ha enseñado
a respetar el costado racional, lógico, de nuestra naturaleza y desmerecer o negar el costado
intuitivo. Si escuchamos y confiamos en nuestra intuición, tendremos la recompensa de una gran
cantidad de información valiosa y una guía para la toma de decisiones. Recurrir de su intuición
no significa que debe eliminar o no prestar atención a su mente racional. Su intelecto es una
herramienta muy poderosa que tiene su mejor uso en el soporte y refuerzo de su sabiduría
intuitiva. PASOS CLAVES PARA LA TOMA DE DECISIONES Cuando la gente toma malas
decisiones generalmente se debe a que no ha reunido toda la información que necesita o que no
ha pensado en todas las consecuencias de sus decisiones. En síntesis, no ha sido sistemática
en su método. La toma de decisiones malas provoca frustración, hace perder dinero, rebaja la
moral, debilita la disposición a esforzarse y da por resultado un mal desempeño, por lo que vale
la pena asegurarse de recorrer todo el procedimiento metódicamente. Puede sonar trabajoso,
pero se hace más fácil con la práctica. Al fin se encontrará cumpliendo los pasos sin tener que
pensarlo conscientemente. UN METODO SITEMATICO El siguiente es un método que se puede
implementar. Consta de: 1 Fijar objetivos. Identificar los objetivos es el paso más importante de
todos. Una vez que pudo centrarse en su meta, decidir sobre cómo alcanzarla será mucho más
fácil. Hay dos tipos de objetivos de los que tiene que ser consciente: • Objetivos generales o
mediatos, es decir lo que se quiere lograr en el largo plazo. • Objetivos específicos o inmediatos,
es decir lo que se quiere lograr tomando una decisión particular. Saber cuáles son los objetivos
da libertad y claridad para tomar decisiones dentro de las responsabilidades que se tienen
asignadas. 2 Reunir información. El segundo paso del procedimiento de toma de decisiones es
reunir la información que sirva para lograr los objetivos que se buscan alcanzar. Para que la
información sirva tiene que ser: • Relevante. Si es irrelevante hace perder tiempo y oscurece
datos vitales. • Suficientemente detallada. • Precisa. • Completa. • Oportuna. Recuerde que
siempre debe haber un equilibrio entre lo disponible y lo deseable. 3 Identificar opciones
alternativas. Cuando se tiene que tomar una decisión, siempre es tentador elegir la opción más
obvia. Pero, muchas veces, es una de las respuestas menos evidentes la que ayuda a alcanzar
los objetivos deseados. Para poder tomar decisiones de modo efectivo hay que aprender a
buscar bajo la superficie y descubrir ideas innovadoras. Una vez que haya pensado en todas las
opciones posibles, entonces sí reduzca las alternativas sobre la base de los criterios de decisión.
A modo de sugerencia le podemos decir que: • Nunca piense que agotó todas las posibilidades. •
Evalúe los factores condicionantes. ¿Son reales todos los condicionamientos? • Deje a su mente
en libertad. Use la imaginación para pensar más opciones. • Asegúrese de no estar partiendo de
supuestos innecesarios. Encontrar nuevas ideas puede no ser tan difícil como a veces se lo hace
aparecer, simplemente tiene que usar la imaginación. Pensar creativamente es una clave para
generar opciones o soluciones nuevas y diferentes para los problemas. Pensar creativamente es
la capacidad de ver problemas o situaciones de modo distinto, de verlos en una perspectiva
diferente, desde otro ángulo, de costado, de atrás para adelante, incluso patas para arriba. 4
Evaluar opciones. Una vez que ha generado varias opciones, el siguiente paso es evaluar las
más adecuadas. Para las decisiones de rutina o urgentes, puede tener que hacer esta
evaluación rápidamente y de modo informal, guiándose por su experiencia y sentido común. En
cambio, para las decisiones más problemáticas o decisiones que tendrán un efecto significativo
sobre su vida, le resultará útil abordar el proceso de evaluación de modo más sistemático. Podría
intentar usar algunos de los siguientes criterios de evaluación: Factibilidad. Puede evaluar la
factibilidad de una opción tomando en consideración: a) Las capacidades requeridas para
implementarla. b) Los costos. Este a menudo es el criterio de factibilidad más importante.
Aceptabilidad. La aceptabilidad de una opción se da en la medida en que ésta responde a los
objetivos originales de la decisión. Los objetivos le darán algunos criterios para medir la
aceptabilidad de una opción particular. Riesgo. Una de las maneras más directas de analizar los
riesgos es simplemente evaluar el peor resultado posible de la opción. Esto suele llamarse
evaluar el riesgo de "peor variante" de una opción. Si está dispuesto a aceptar las consecuencias
de ese riesgo, puede seguir adelante con esa opción con seguridad. Sí, por el contrario, decide
que los resultados de "peor variante" serían demasiado graves como para soportarlos, lo mejor
sería rechazar esa opción. 5 Elegir la mejor opción. Uno de los pasos finales es elegir la mejor
opción de la gama de soluciones o decisiones posibles que ha generado y evaluado. Las
siguientes metodologías pueden ayudarlo con esta difícil tarea. Evaluar los pro y los contra. Éste
es probablemente el método que más se utilice para llegar a una decisión. Involucra enumerar
las ventajas y desventajas de los distintos cursos de acción y luego elegir el que tiene las
mayores ventajas. Consensuar. Para alcanzar un consenso hay que producir una discusión
hasta llegar a una decisión acordada. Este abordaje no funciona a menos que todos los
participantes: • Puedan decir lo que piensan. • Expresen honestamente lo que sienten y opinan. •
Salgan de la reunión sintiendo que ha emergido una decisión como resultado de una discusión
adecuada y un acuerdo. Votar. Este método se usa generalmente cuando es difícil llegar a un
consenso. Sólo debe usarse si todos los presentes están dispuestos a cumplir con lo que se
vote. Negociar. Negociar es una manera de llegar a un compromiso. Se puede usar cuando las
partes que tienen puntos de vista opuestos han llegado a una decisión aceptable para ambos. Si
adoptó este método, debe apuntar a asegurar que la parte que pierda en un área la compense
con ganancias en otra área. El objetivo de la negociación es asegurarse de que ambas partes se
sientan ganadoras. Por último, antes de dar el paso final de hacer pública su decisión, verifique
que: • Está conforme y confía en esta decisión. • Será aceptable para sus líderes. • Será
aceptable para sus colegas y los miembros de su grupo. • No establece precedentes peligrosos
para futuras decisiones. • Ha tomado en cuenta todas las opciones. • Ha pensado a fondo en
todas las consecuencias de su decisión. Si ha cumplido un procedimiento sistemático y se hizo
todas las preguntas citadas, puede finalmente tomar la decisión con seguridad. 6 Implementar y
monitorear la decisión Tomar una decisión no es el fin del proceso. Hay que actuar y luego
verificar si las cosas funcionan como se las pensó. Hay varios motivos por los que es importante
monitorear los efectos de una decisión una vez que se ha implementado: • Monitorear una
decisión hará que su acción sea lo más efectiva posible. Les demostrará a los demás que usted
tomó seriamente la decisión y está decidido a hacer que funcione. • Las decisiones muchas
veces tienen consecuencias no previstas. No se puede saber siempre cómo va a resultar una
acción particular o si su selección final se demostrará correcta. • El monitoreo le permite
aprender de sus errores así como de sus éxitos. La capacidad para la toma de decisiones se
desarrolla con la experiencia, y el monitoreo lo ayuda a mejorar sus capacidades de toma de
decisiones. LAS DECISIONES - LOS RESULTADOS Todos tomamos malas decisiones de vez
en cuando, no importa cuánto lo hayamos pensado. Sin embargo, es igualmente importante
reconocer el error y estar preparado para cambiar de decisión si no funciona. En algunos casos
esto puede significar: • Revisar los objetivos de la decisión. • Redefinir el problema. • Obtener
más información. • Encontrar opciones que no haya tomado en cuenta antes. • Reevaluar las
opciones. Comúnmente para evaluar algo nos guiamos por los resultados inmediatos, la
satisfacción que nos brinda el momento. Por lo que es igualmente común encontrar personas
atrapadas y golpeadas por las consecuencias posteriores de sus propios actos. La Biblia afirma:
"Lo que se siembra, se cosecha" (Gálatas 6:7) y las cosas se conocen por sus frutos. Un fruto es
un resultado que no aparece de inmediato, sino al final de un ciclo y para el inicio de otro. Un
ejemplo de esto lo tenemos en los hijos; su calidad la vemos en el momento de enfrentar la vida.
Un buen hijo es el que encara su vida con responsabilidad, lo que no significa ser perfecto, sino
haber adquirido la capacidad de asumir los beneficios de los aciertos y el precio de los errores.
En resumen, la persona que sabe tomar decisiones correctas, da buenos frutos y para ello deben
desarrollarse las siguientes cualidades: Ser realista. Es la cualidad que permite aceptar
limitaciones. Si acepta sus limites, descubre el espacio de lo que es realmente posible y el
equilibrio de la vida se encuentra en desarrollar al máximo todas las posibilidades. Sin embargo,
hay quienes se obsesionan queriendo desarrollar ciertas aptitudes, mientras desconocen otras
que enriquecerán su vida. Ser sensible. Es la cualidad de estar atento a las informaciones
recogidas por nuestros sentidos, sin desestimar ningún dato. No es una casualidad que Dios nos
creara con cinco sentidos distintos para percibir lo que sucede, por el contrario, su claro
propósito ha sido proveernos de distintas perspectivas para evaluar un mismo suceso. Ser
ordenado. Es tener la capacidad de reconocer las prioridades (qué va primero y qué va después)
para lo cual se utiliza un sistema de valores. Este sistema es una orden de principios ubicados
de acuerdo a su importancia. Todo ser humano posee un sistema de valores que se forma desde
la infancia y se consolida al llegar a adulto. Ser responsable. Es poder responder a cualquier
circunstancia en forma consciente a nuestra calidad humana. Para poder ser responsable hay
que tener noción de lo que sucede y de lo que uno es, a fin de asumir, las oportunidades de la
vida y las consecuencias, buenas o malas, de nuestros actos. Ser constante. Es la cualidad que
necesita quien está en camino para llegar a su destino. Se puede ser realista, se puede ser
sensible, se puede ser ordenado, se puede ser responsable, pero si no se es constante no habrá
resultado. Ser objetivo. Es la cualidad de percibir las cosas tal como son, lo que implica que
cualquier perturbación en el observador traerá una perturbación en la observación, atribuyéndole
al objeto observado, cosas que no tiene o restándole lo que si tiene.

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008 La importancia de la sujeción

La importancia de la sujeción

Introducción:

Efesios 5: 21-23; 6: 1-9

...Hijos, obedecen en el Señor a vuestros padres, porque estos es justo

...Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de
vuestro corazón, como amo a Cristo

...Someteos unos a otros en el temor de Dios

...Sirviendo de buena voluntad

Desarrollo:


¿Que es sujeción?

Es una actitud de obediencia y servicio, con honestidad y buena voluntad.

Actitud de obediencia

La sujeción no es una práctica fácil

Se requiere de la participación del Espíritu Santo para formarla y


desarrollarla

Actuaremos correctamente por el carácter de Cristo en nosotros

La obediencia se fundamenta en el amor, este actúa como plataforma y


fundamento

Por lo tanto, es una manifestación del amor: benigno, sin envidia, sin
jactancia, sin vanidad, que no busca lo propio, considerando a los demás
como superiores, amando al prójimo.

Con Honestidad

o Algunas veces no estaremos de acuerdo con la manera de hacer y ver las


cosas de las autoridades que dios ha puesto
o No obstante, existen principios claros o canales de comunicacion que nos
ayudarian a mantenernos en una buena linea de conducta, sin caer en el
pecado
o Dialogando con nuestras autoridades aun teniendo discrepancias con
buenas discuciones frente a frente

Buena Voluntad

o Obediencia con buena voluntad


o Sin rebeldía y sin ira
o Sin buscar nuestros propios intereses
o Con transparencia
o Involucrándose totalmente

1. Obedeciendo con energía y vigor


2. Obedeciendo con gozo y alegría
3. Obedeciendo con sencillez de corazón
4. Obedeciendo con corazón de siervo

5. Obedeciendo con compromiso


1. Me Protege De Caer En Orgullo Y Rebeldía (ISAIAS 14:11 / EZEQUIEL 28:12-19)
2.
• Este ser fue el querubín ungido para cubrir el trono de Dios con habilidades como
adorador y músico
• Perfecto, sabio, hermoso, bien vestido con los mejores instrumentos, con riquezas y
gloria
• El empezó a mirar lo que era, alejándose progresivamente de la comunicación con su
creador
• Empezó a confiar en sus habilidades y posesiones, su propia voluntad
• También comenzó a anunciarse a si mismo, creándose su propia fama contaminando a
sus seguidores
• Se creyó Dios y se alejo de su autoridad máxima, cayendo en el orgullo y rebelión
• Aplicación

1. No ser cómplices de Satanás


2. El querer hacer las cosas sin el sometimiento a Dios es sacar a Cristo del trono
de nuestro corazón
3. No debemos confiar en nuestras habilidades, volviéndonos mecánicos en el
momento de ministrar
4. Además, no debemos mirar lo exterior y exitoso de un ministerio imitándolos
5. Debemos mirar la fuente, a Cristo
6. Debemos establecer la voluntad de dios y no la nuestra, confiando en las
direcciones divinas

1.  Me protege de las falsas doctrinas y de ser un falso maestro (Judas 4 y 8)


2.

• Una característica de un falso maestro es el rechazo a las autoridades


• La falta de sujeción es una puerta abierta a un espíritu de error y de engaño
• Comenzando por la comezón de oír
• Dios ha establecido ministerios, autoridades de Dios para perfeccionar al creyente y
prepararlo para edificar el cuerpo de Cristo
• Hebreos: 13:17. Por lo tanto, debemos mantenernos en sujeción a esa palabra. Así
habrá una mayor protección

1.  Nos ayuda a comprender y actuar en la visión del líder pastoral


2.

• El mantenernos cerca de nuestros pastores con una buena comunicación nos


involucrara en la visión
• Hay creyentes de muchos años en las iglesias que se encuentran secos, como en un
desierto, sin ánimos y sin motivación para trabajar por el hecho de estar alejados, sin
comunicación con el liderazgo
• Es responsabilidad nuestra como creyentes acercarnos al liderazgo
• También los líderes tiene que hacer conciencia de los líderes de sus ovejas en el área
de acercamiento
1.  El Fluir De La Unción De Jesucristo En Nuestras Vidas Será Sin Obstáculos
(Salmo 133)
2.

• La unción también fluye hacia el cuerpo de Cristo a través de las autoridades


• Algunas veces esta unción no fluye por la falta de sujeción

1. A los padres
2. A las autoridades, I Pedro 5:5,6 / Romanos 13:1,2
3. A Cristo

1.  Testimonio de conducta que glorifica a Dios


2.

• A través de la sujeción podemos ganarnos para Cristo a esas autoridades". I Pedro


3:1,2

1.  Dependencia de Dios (Santiago 4: 6,7)


2.

• La sujeción me obliga a mantenerme en comunicación con nuestro Dios. Logrando una


mayor autoridad en nuestro ministerio y demás cosas en la lucha espiritual

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009 El Ministro de Alabanza y su dinero I

El Ministro de Alabanza y su dinero I

Antes que toquemos este tema tan tremendo, quiero hacer la aclaración que como pastor
yo predico y enseño en mi iglesia que Dios quiere prosperarnos en todo así como
prospera nuestra alma. Siempre lo espiritual primero y luego la bendición material. Creo
con todo mi corazón que Dios no está tan interesado en cuanto dinero tienes sino más
bien en donde lo guardas. ¿En el banco, o en tu corazón? Tú y yo sabemos que uno de los
grandes problemas de muchos ministros de alabanza está en sus finanzas. "Quisiera tener
un mejor teclado!!"; "¡¡Que lindo sería si el pastor aumentará mi ayuda ministerial!!";
"Pienso que debería vestir mejor, ya que ministro a Dios desde aquí arriba y todos me
ven…"
Estos son algunos de los comentarios que pasan por la mente de muchos músicos. Hoy
veremos cómo el enemigo sutilmente nos ha robado lo espiritual y material por no
conocer a la luz de Palabra la raíz de todos los males: el dinero.

El Dinero y la Gloria de Dios:

¿Qué tienen que ver estas dos cosas juntas?, ¿Por qué no fue Dios el que instituyó el
sistema monetario mundial sino el diablo?

• Por qué Jesús nunca llevó dinero con Él?


• Por qué el que lo entregó era el encargado de guardar las finanzas?,
• ¿Por qué Jesús nació en un lugar de pobreza?,
• ¿Por qué el diablo unió las posesiones y las riquezas de este mundo con la
adoración cuando le dijo a Jesús en el desierto "todo esto(reinos y posesiones del
mundo) te daré si postrado me adorares?";
• ¿Por qué Acán no pudo adorar a Dios después de haber escondido lo que robó?
• ¿Por qué Job adoró cuando lo perdió todo? ¿Qué le quiso decir Job a Dios
adorando en un momento tan trágico
• ¿Por qué a los Levitas, que eran los que ministraban la música, no se les dió
herencia material como a las demás tribus
• ¿Por qué la gran mayoría de líderes de alabanza no tienen para comprar ni
siquiera lo más básico para el grupo musical de su iglesia
• ¿Por qué la mayoría de músicos no diezman ni ofrendan en sus iglesias?

Dios unió todas las cosas en Cristo. Satanás unió todas las cosas en el Dinero

La Biblia nos enseña que Dios ha sometido TODAS las cosas a Cristo

• "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido
con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo." Efesios 1:3
• "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." Filipenses 4:13
• ¿Por qué Jesús nació en un lugar de pobreza?,
• "…Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte." Romanos 8:2
• "El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entrego por nosotros, ¿cómo no
nos dará gratuitamente también con El todas las demás cosas?

Estos son solo algunos textos que nos hablan de cómo Dios nos da todas las cosas en su
Hijo. Nuestra bendición está en Él. Nuestra fortaleza esta en Él. Nuestra liberación está
en Él. Nuestras cosas materiales vienen de Él. De igual manera así como Dios juntó todas
las cosas en Cristo, el diablo unió todas las cosas en el dinero. No hay nada en el
mundo material que no se pueda comprar. Apocalipsis nos habla de como aún el enemigo
hace comercio con las almas. Costa Rica le vende aire a Europa. Los aviones tienen que
pagar cierta cantidad de dinero por volar sobre el espacio aéreo de los países que
sobrevuelan. Al principio Dios nos dió todas las cosas para disfrutarlas y no para
preocuparnos por ellas. Después de la caída, el sistema monetario surgió y desde
entonces todo tiene precio.

Al principio el hombre al ver una colina y una pradera decía, "que hermosa tu creación
Oh Dios". Hoy, miramos lo mismo y decimos,- "¿Cuanto costará ese terreno?" Así como
Dios junto todas las cosas para sus hijos en Cristo, el enemigo unió todo lo del mundo en
una sola cosa, el dinero. Por eso la Biblia no dice que la raíz de todos los males es el
diablo, si no el amor al dinero. Por la misma razón no dice la Biblia que no podemos
servir a Dios y al diablo, si no mas bien dice,- no podemos servir a Dios y a las riquezas.

Si el ministro de alabanza diezma y ofrenda se mantiene fuera del sistema satánico

Dios no nos manda a diezmar porque tenga necesidad o para enriquecer al pastor sino
para guardar nuestra alma. Cómo queremos que las ventanas de los cielos se abran sobre
nosotros cuando ministramos si estamos viviendo en el sistema del diablo. ¿Te das cuenta
que muchos ministros no están viendo la gloria de Dios en sus iglesias porque no honran
a Dios con sus finanzas? Cuando aquella mujer derramó el perfume que le había costado
el sueldo de un año, Jesús dijo que esta historia sería conocida en todo lugar donde el
evangelio fuera predicado.
Aun los discípulos no entendían porque gastar tanto para adorar a Cristo. El mundo
evangélico esta engañado si piensa que puede darle a Dios adoración cuando no le honra
con lo que tiene. Todas las cosas materiales fueron creadas por Dios, el dinero no
pertenece a la creación original de Dios, por lo tanto a pesar de que lo usamos no
debemos darle la importancia que Satanás le da.. Recordemos que la palabra Satanás
significa, "el que se opone". Cuando no honramos a Dios con nuestras finanzas nos
oponemos al sistema de Dios, el cual es que toda bendición nos ha sido dada en Cristo
Jesús.

Esta es la primera parte de tres en este estudio. La otra semana continuaremos con la
segunda parte. Dios hará de nosotros los adoradores y salmistas que cantarán Su canto en
este nuevo milenio.

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009 El Ministro de Alabanza y su dinero II

El Ministro de Alabanza y su dinero II

Uno de los apóstoles más tremendos de nuestra época, Watchman Nee dijo,-"Solamente
hay dos entidades que pueden reunir todas las cosas en sí mismas, Dios y el dinero." Dios
creo todas las cosas, pero fue Satanás el que le puso precio a todo lo que Dios creo, con el
fin de unificarlas en el dinero. Cuando tenemos a Dios nada nos falta. Satanás y sus hijos
necesitan dinero para obtener todo pues no pueden vivir por fe, ya que ésta viene por el
oír de la Palabra de Dios.

• Como adoradores estamos del lado opuesto al sistema de Satanás pues nuestra
confianza total radica en Dios. Colosenses 3:5 y Efesios 5:5 nos hablan que la
avaricia es idolatría. El amor al dinero es idolatría. Como adoradores debemos ser
buenos administradores de nuestras finanzas para no caer en idolatría. ¿Podremos
estar en el lugar Santísimo adorando con un ídolo en nuestro corazón?
Recordemos que el joven rico de Lucas 18, quería servir al Señor pero el ídolo del
dinero en su corazón no se lo permitió.

• "Haceos amigos por medio de las riquezas injustas…" Luc. 16:9. Este es uno de
los pasajes de la Biblia menos entendidos. ¿Cómo puede decir Jesús que hagamos
amigos por medio de las riquezas injustas? La palabra original que se usa para
riquezas injustas aquí es Mammon. Cuando Dios dice, "riquezas injustas" se
refiere al origen del dinero. Es injusto por su origen. Es lo mismo que si Jesús
hubiera dicho,-"hagan amigos por medio del dinero." Jesús le llama injusto por
haber sido creado por Satanás. Esta es la razón por la cual dijo; "dad al César lo
que es del César, y a Dios lo que es de Dios." Si Jesús hubiera sido descubierto
llevando dinero, los fariseos lo hubieran acusado de llevar aquello que es de César
con Él. Jesús no podía llevar dinero pues Él estaba pagando el precio por
nosotros.

• Adán le entrego las riquezas de la tierra al diablo al pecar, por lo tanto Cristo
venía a recuperar lo perdido, en la cruz. Esta es la razón por la cual Cristo nació
en pobreza ya que vino a pagar la cuenta de todos los humanos por el pecado de
Adán. A pesar de esto, Dios a través de los reyes de Oriente le proveyó a José y
María para el viaje de Belén a Egipto y mantener a Jesús allí por un tiempo.
Veamos que José no dijo, "ahora que tenemos oro paguemos un palacio para el
Salvador del mundo!!" ¿Por qué no? Seguramente porque José y María entendían
el propósito por el cual Jesús venía vestido en pobreza.

• "Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin
embargo, por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su
pobreza llegarais a ser ricos." 2 Cor. 8:9.
A pesar de que Jesús vivió en estrechez nunca le hizo falta nada, pues el Padre
siempre proveyó para Él. A pesar de que su ministerio siempre manejaba bastante
dinero no fue Jesús el que lo guardaba. En la cruz Cristo nos devuelve la
autoridad que Adán perdió sobre lo creado. Ahora tu y yo podemos manejar aun
riquezas, pues Dios nos ha dado sabiduría para administrar todo lo que el nos da.
Debemos entender que para que tú y yo tuviéramos abundancia Él se limitó.

• "Con los pobres en su nacimiento, pero con los ricos en su sepultura!!!" Is. 53:9
El precio fue pagado en la cruz!! Ahora Cristo es sepultado con los ricos. Cristo
no llevó dinero pero ahora tú y yo si podemos llevarlo pues Él nos rescató de la
pobreza. Lo que Dios no quiere que olvidemos es que la raíz del dinero no es
santa por lo tanto no debemos amar el dinero. Dios nos dice, "recuerden que el
dinero no fue mi plan original." Por esta misma razón Dios nos enseña a través de
toda su Palabra a no ser codiciosos, ni avaros.

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010 El Ministro de Alabanza y su dinero III

El Ministro de Alabanza y su dinero III

Como pastor, tengo que reconocer que muchos líderes de alabanza se ven cortos en sus
bendiciones materiales porque nosotros no tomamos tiempo para sentarnos con ellos y
hablar de estas cosas. Aún así, nosotros como adoradores tenemos la responsabilidad de
ser buenos administradores de lo que Dios nos ha encomendado.

• El valor de la casa de Dios: Cuando Dios decidió hacer un lugar de adoración,


habló a Moisés y le dio los planos del tabernáculo. Los materiales del tabernáculo
tenían que venir de todo el pueblo. El Señor les pidió oro, plata, bronce, pieles,
púrpura, lino fino, madera de acacia, aceite, especias, piedras preciosas (Ex.25.)
Cuando Aarón hizo el becerro de oro sólo pidió oro de los zarcillos en las orejas
de las hijas de Israel. ¿Por qué Dios pidió mucho más?
Al pedir más, Dios estableció un principio que todos los adoradores debemos
tener en nuestro corazón. Dios dice:
"Yo merezco mucho más de lo que ustedes le dieron al mundo."
En este ejemplo podemos ver que Dios quiere que le probemos con nuestras cosas
materiales que Él se merece más.

• El valor del pecado: ¿Nos atreveríamos a hacer cuentas de cuanto gastábamos en


Egipto en licor, droga, discotecas, y toda clase de pecado? Todavía hay una
pregunta más tremenda que hay que hacernos.- ¿Cuánto gasto hoy comprándome
una nueva Biblia, un buen libro, un cassette de alabanza, o ayudando a una
persona en necesidad? No cabe duda que el enemigo de nuestras almas ha logrado
mucho en los líderes de alabanza y en el pueblo cristiano en general. El diablo ha
mantenido a muchos ministros dentro de su sistema y eso no ha permitido que la
gloria de Dios descienda en nuestras congregaciones.

• El valor de Su Gloria: Cuando en Malaquías Dios nos habla de honrarlo con


nuestras finanzas, nos dice que si lo hacemos Él hará cinco cosas tremendas:

1. Abrirá las ventanas del cielo: Notemos muy bien esto,- "abriré las
ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que
sobreabunde." Abrir las ventanas es una cosa y derramar bendición es otra,
pues no dice, -"abriré las ventanas para derramar…", lee despacio lo que
dice tu Biblia, "abriré, y derramaré". Pongamos mucha atención en la
conjunción "y" que separa una cosa de la otra. Las ventanas son para ver
lo que esta fuera o lo que esta dentro. Al abrir las ventanas del cielo Dios
quiere que veamos lo que hay en el cielo. Él quiere que veamos quien
reina desde el cielo, como se adora en el cielo, y los planes que hay en allí
para su pueblo. El quiere que veamos que de El viene toda buena dadiva y
don perfecto

2. Derramaré bendición…: Estas bendiciones son hasta que sobreabunden.


La abundancia es para nosotros, pero la sobreabundancia es para dar a
otros. Estas bendiciones espirituales pueden ser, unción, dones,
ministerios, etc. Mas adelante en el pasaje Dios nos habla de las
bendiciones materiales.

3. Reprenderé al devorador: Este devorador es el que roba el fruto del


suelo. Lo del suelo nos habla de lo terrenal, aquí es donde Dios nos da lo
material. En realidad en este pasaje no dice que Dios nos da lo material,
sino mas bien reprende al que nos roba lo que Él ya nos dio. Aquí
podemos ver que al no ser fieles en nuestra finanzas Dios permite que el
devorador robe, para hacernos volver a su sistema.

4. Vuestra vid será fértil: La vid estéril nos habla de un lugar que debería
tener uvas pero no tiene. Las iglesias cristianas son lugares que deberían
tener gozo del Espíritu pero porque muchos líderes roban a Dios, lo único
que la gente encuentra son vides estériles, gozo fabricado. El gozo
verdadero será restaurado en nuestras iglesias.

5. Las naciones os llamaran bienaventurados: Nuestro testimonio para con


los de afuera será de bendición. Las gentes sabrán que en nuestras iglesias
hay vida. La gente deseará estar en nuestros servicios. Las delicias de Dios
será lo que abunde en nuestras iglesias.

• Consejo para los líderes de alabanza: Hoy día Dios está buscando líderes que
sean atrevidos como David en confrontar sus pecados. El no diezmar no es un
error sino un pecado. Los líderes del grupo de alabanza deben hablar esto con sus
músicos y cantores. Dios nos da un abogado cuando pecamos.- "Si pecamos
abogado tenemos para con el Padre…" Dios no da abogado para errores o
equivocaciones. Él da abogado para aquellos que reconocemos que pecamos. Días
de gloria y de prosperidad nos esperan si volvemos al sistema de Dios.

"Padre, perdónanos por haber pecado contra ti. Hemos robado lo que es tuyo y
hemos retenido la gloria de tu pueblo. Hemos alejado la bendición para nuestras
iglesias, familias y vidas. Queremos que tengas misericordia de nosotros y nos
ayudes a poner nuestra mirada en Ti y no en lo material. Hoy nos disponemos a
salir del sistema del mundo y nos paramos firmes en tu sistema, en tu Palabra. Hoy
declaramos que como tus siervos viviremos por fe y no por vista. Amen."

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011. EL TEMPLO DE DIOS. (Nuevo)

EL TEMPLO DE DIOS.
1a Corintios 8:10; 2 Co. 6:14-18.

No os unáis en yugo desigual con los no creyentes. Porque ¿qué compañerismo tiene la rectitud
con el desorden? ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿Qué armonía hay entre Cristo y
Belial? ¿Qué parte tiene el creyente con el no creyente? ¿Qué acuerdo puede haber entre un
templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, ¡Salid de en
medio de ellos, y apartaos! dice el Señor. No toquéis lo impuro, y yo os recibiré; y seré para
vosotros Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

INTRODUCCIÓN
Desde el principio Dios ha tenido templos en los cuales manifestarse a su pueblo, por ésta razón
cuando Moisés subió al monte, le mostró el tabernáculo celestial para que se basara en ese
modelo para fabricar el tabernáculo terrenal y los posteriores templos (He. 8:5)

El diablo siempre imita lo que proviene de Dios, por eso también tiene templos en los cuales
habita y por medio de los cuales procura engañar a la Iglesia de Cristo.

DESARROLLO
De acuerdo a Juan 1:14 comprendemos que el tabernáculo que le mostraron a Moisés fue Dios
Hijo, por ello en leemos "Y el Verbo se hizo carne y tabernaculizó entre nosotros" (Biblia
Textual); pero en Apocalipsis 21:22 vemos que Jesucristo es parte del Templo de la Nueva
Jerusalén.
Todos los templos o tabernáculos descritos en el AT fueron hechos por hombres; sin embargo,
en este tiempo, Dios habita en un templo no fue construido por el hombre, en la Iglesia (Ef. 2:20-
22) El cristiano forma parte de este templo desde que abre su corazón al Señor, porque es en
ese momento el Señor entra a habitar en él.

El modelo del Tabernáculo que Moisés construyó, estaba formado por tres secciones:

• ATRIO, era lo que formaba la parte exterior de la casa de Dios. Representa el cuerpo
físico de cada cristiano.
• LUGAR SANTO, era la habitación intermedia y representa al alma.
• LUGAR SANTÍSIMO, era la parte intima del Tabernáculo porque allí estaba el Arca del
Pacto de donde Dios le habla al Sumo Sacerdote. El Arca del Pacto representa a Dios.
Este lugar, representa al espíritu humano, porque en él habita el Señor.

Este mismo modelo utiliza el enemigo para establecer su templo en aquellos que lo permiten.

Una de las palabras que se utiliza en la Biblia para traducir Templo es bayith que significa casa,
grupo familiar, dentro, prisión, lugar y familia. Esto es enseñanza que el enemigo aprisiona por
medio de sus anti-templos, veamos algunas características de estos templos:

• RIMON, 2 Reyes 5:17-18: Era la deidad del viento y las tormentas adorado en
Damasco; esto muestra que en el templo del enemigo hay vientos que representan
falsas doctrinas (Ef. 4:14), duda (1 P. 1:6), miedo (Mt. 14:30), iniquidad (Is. 64:6) y
idolatría (Is. 41:16); las tormentas representan la violencia (Is. 25:4), desobediencia (Jos.
1:4,12) Veamos la enseñanza contenida en el significado del nombre Rimón:

• Exaltado (Diccionario Hitchcock): Es decir que este es un templo de


orgullo (Pr. 16:18), de aquellos que no se humillan delante del Señor para que
los exalte, sino que se exaltan a sí mismos (Stg. 4:10), usurpando autoridades (1
R. 1:5), levantan su voz y proclamación contra del Señor (1 R. 19:22)

• Granado (Diccionario Hitchcock): Esto representa el humanismo que


pretende perfeccionar a las personas por medio de fuerza de voluntad,
psicología, terapias, meditación y otros que son métodos de hombres (Is. 2:17),
que apartan a las personas de Dios porque al seguir ese camino, desechan el
sacrificio de Jesucristo para ser salvos.

Rimón también era considerado como destructor de las cosechas; en el Antiguo


Testamento la cosecha era recogida en medio de la fiesta de la cosecha (Ex. 23:16,
34:22); esto nos enseña que este falso templo destruye las fiestas espirituales que
provienen de Dios (Sal. 137:4), no permite que el cristiano de materialmente al Señor
(Mal. 3:9-10); así mismo representa pequeñeces que destruyen el fruto del cristiano para
Dios (Cnt. 2:15; Jue. 15:4-5)

• BAAL-BERIT, Jueces 9:4: Este nombre significa señor del convenio o contrato (Heb.
Baalbariyth); dicho convenio representa unirse en yugo desigual con los no creyentes o
con personas que no están bien ante Dios, para hacer la Obra (El yugo se coloca sobre
los bueyes para que trabajen la tierra; 2 R. 22:1-35; 2 Co. 6:14), lo que conduce al
engaño, murmuración (Jos. 9:3-19), desobediencia hacia Dios (1 R. 20:31-43), a
maldición del pueblo (Neh. 13:1-2) y a la muerte (Is. 28:15-18)

Baa-Berit representa prostitución espiritual al irse en pos de otros dioses (Jue. 8:33),
ociosidad (Heb. Reyq: vanidad, vacío) y vagabundez (Heb. Pachaz: luz), en donde se
emite luz que proviene de Satanás (Jue. 9:4; 2 Co. 11:14)
• DAGON, 1a Samuel 5:1-2: Dagón se traduce de dagown que significa pez y era un dios
representado por una persona con cuerpo de pez; los filisteos utilizaban el pez para
representar fertilidad sexual y prosperidad.

• Este templo representa falsos conceptos acerca del sexo que hacen
perder la pureza física-sexual en las personas solteras y en el matrimonio,
contaminan el lecho (He. 13:4). Los sacerdotes del culta a este dios utilizaban
una mitra formada por la figura de un pez, esto representa mentes que
únicamente se ocupan en pensar en el sexo.

• Falsa prosperidad, derivada de ganancias deshonestas (Is. 57:17; 1 P.


5:2), injusticias (Pr. 15:27), robos (Pr. 4:17; Ez. 18:12), extorsión (Pr. 28:16; Jer
22:17), balanza falsa (Pr. 11:1; 20:23)

• Representa humillación ante los enemigos (Jue. 16:23), como le sucedió


a Sansón, quien fue utilizado para divertir a los filisteos (Pr. 25:26)

• Representa, el no cumplimiento del propósito de Dios, que de igual


forma le sucedió a Sansón, quien se suicidó en el templo de Dagón, sin cumplir
completamente el propósito para el cual Dios lo había escogido como juez sobre
Israel (Jue. 16:23-30) No despojarse del pasado, es un elemento que influye
fuertemente en esto (Fil. 3:13)

• Filisteo se traduce de palishtiy que significa inmigrante. Inmigrante es la


persona que se ha establecido en un país, procedente de otro. Esto es
enseñanza de que estos templos en ningún momento se transforma o restaura a
la persona, sino que simplemente ha cambiado de lugar, pero sigue en su vida
pecaminosa.

• BAAL, 2 Reyes 10:21-23: Era el dios de la fertilidad de los cananeos, sus templos eran
construidos en lugares altos (Nu. 22:41), la religión que giraba alrededor de este dios
estafa marcada por la fertilidad y el sexo. Este templo representa la esclavitud,
contaminación y degeneración sexual, que al igual como le sucedió a Israel, puede
introducirse en la Iglesia del Señor (Jue. 2:13, 6:28-32)

Baal significa señor, esto representa diferentes tipos de esclavitud con las que el
enemigo sojuzga personas, porque cada quien se hace esclavo de aquello que es
vencido (2 P. 2:19; Ro. 6:16), algunos tipos de esclavitud son los siguientes:

• Legalizmo, Gá. 4:25.


• Corrupción, 2 P. 2:19.
• Pasiones y Placeres, Tit. 3:3.
• Del vino, Tit. 2:3.
• De los hombres, 1 Co. 7:23.
• A la impureza e iniquidad, Ro. 6:19.

Dichas esclavitudes pueden ser consecuencia de seguir una vida en libertinaje (1 Co.
6:12; 10:23)

Los cananeos eran habitantes de la región de canaán; canaán se traduce de kana’an


que significa el que humilla o sojuzga; es decir que son personas que no se humillan
ante Dios (1 P. 5:6), sino que humillan a sus semejantes (2 Cr. 33:21-23), quienes no
tienen pastor (Zac. 10:2 RV60)
• NISROC, 2 Reyes 19:37: Nisroc era el dios adorado por los asirios, su nombre se
traduce de nicrok que significa el gran águila.

Encontramos en la Biblia pasajes en donde se relaciona al águila con aspectos


negativos que nos ayudan a comprender la función del templo de Nisroc, por ejemplo:

• Abominación (Heb. Shaqats: odiar, contaminar, detestar, abominable,


aborrecer Lv. 11:13),
• Muerte (Mt. 24:28),
• Arrogancia (Heb. Tiphlestseth: fatalidad, horror, terrible/ Altanero E.
OCEANO) y
• Soberbia (Heb. Zadown: orgullo, presuntuoso. Jer. 49:16)

• BABILONIA, Esdras 5:14: Babilonia se traduce de babel que significa confusión y se


deriva de balal que significa mezclado, confundir, mixto, dar forraje, desvanecerse.

• Confusión es el estado de ánimo que se caracteriza por la carencia de


pensamientos claros, por trastornos emotivos y, a veces, por trastornos de la
percepción. Confusión mental es el estado caracterizado por torpeza intelectual
e incoherente de ideas, con imposibilidad de coordinar y de apreciar claramente
las sensaciones (E. OCEANO) La confusión puede llegar por los celos y
contiendas (Stg. 3:16), produciendo muerte (1 S. 14:24)

• El significado de mezclas nos enseña que estos templos instruyen en


aquellas cosas que son abominación al Señor (Lv. 19:19; 22:9, 11), dando lugar
al yugo desigual (Jos. 23:7, 12-13; Esd. 9:2; Os. 7:8; 2 Co. 6:14) que conlleva a
aprender las costumbres paganas (Sal. 106:35)

• Leemos en Génesis 10:8-10 que la cabecera del reino de Nimrod fue


Babel. Nimrod era un cazador contra Jehová, era enemigo de Dios. Esto nos
enseña que una de las características de este templo, es que conduce a la caza
de personas y almas en contra de Dios.

• Nimrod significa rebelión, es decir que, las enseñanzas transmitidas en


estos anti-templos, se encaminan a la rebelión, tanto de autoridades físicas,
como espirituales.

• DIANA, Hechos 19:23-28: Es el nombre latino de la diosa llamada Artemisa por los
griegos. En la mitología clásica griega Artemisa era una hermosa cazadora virgen, una
deidad lunar a la que se consideraba protectora de las jóvenes casaderas y ayudadora
de las mujeres en tiempo de parto. Diana (Hch 19.23–41) se parecía a Astarot o a
Astoret; era la diosa madre, símbolo de fertilidad y dadora de los alimentos. Por lo
general, a Diana la representaban de la cintura a los pies por un trozo cónico de madera,
con busto de mujer cubierto con muchos pechos, la cabeza coronada con torrecillas y
cada una de sus manos apoyada en un báculo (Nuevo Diccionario Ilustrado de la Biblia,
Nelson) Esto nos enseña que el templo de Diana representa el templo del sexo ilícito.

El diccionario de nombre bíblicos Hitchcock indica dos traducciones para el nombre


Diana:

• Luz completa: Representa a ministros del diablo que se disfrazan de


ministros de luz (2 Co. 11:14), que engañan a las personas para conducirlas a la
perdición (Mt. 23:15)
• Flujo restringido: Representa aquellas personas, que no cometen el
pecado físicamente porque se reprimen, pero en su interior se deleitan y se
desenfrenan pecaminosamente (2 P. 2:10-15, B al Día)

CONCLUSIÓN
Debemos permitir que el Señor por medio del Espíritu Santo y los ministros edifiquen nuestra
vida para que seamos edificados como Templo santo del Señor; así mismo debemos apartarnos
de todo lo que no es agradable al Señor, incluyendo personas que son parte del templo del
adversario, porque la Biblia indica que no existe ninguna comunión del templo de Dios con el
templo de los ídolos (2 Co. 6:18)

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012.a. Mensajes a la Iglesia: ¡Arrepentíos!

Mensajes a la Iglesia
Eliseo Apablaza F. · Gonzalo Sepúlveda H. · Roberto Sáez F.
Rolando Figueroa E. · Pedro Alarcón P.

¡Arrepentíos!

El arrepentimiento inicial (y el arrepentimiento permanente) son requisitos


fundamentales para entrar en el reino de Dios. Sólo así el corazón es
permanentemente limpiado para que pueda ver a Dios.

Eliseo Apablaza F.

Lecturas: Mateo 3:1-2; 4:17; Romanos 1:18-32; 3:9-18; Isaías 1:2-6

Creo que hoy necesitaremos mucho más que de costumbre el socorro del Espíritu Santo para
que esta palabra sea predicada y para que el corazón de ustedes sea tocado, socorrido,
alentado y –si es necesario–quebrantado por el poder de la palabra de Dios.

El mismo mensaje

Llama la atención que, tanto Juan el Bautista como el Señor Jesucristo, hayan comenzado su
predicación exactamente con las mismas palabras.

«Arrepentíos». Este es un mensaje que con el paso de los años se ha ido perdiendo. En el día
de hoy, no son muchos los predicadores del evangelio que predican el arrepentimiento.
Pareciera que es más fácil predicar otras cosas más agradables de oír: predicar acerca de las
bendiciones de Dios o de la prosperidad que se puede hallar cuando un hombre le cree al Señor.
Sin embargo, Juan y el Señor Jesús no pensaban de la misma manera. Ellos sabían que el
mayor bien que se le podía hacer a la gente era llamarlos al arrepentimiento. Cuando el Señor
envió a los doce a predicar también les encargó que predicasen el arrepentimiento. Pedro, en
Pentecostés, dijo a los judíos: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados» (Hechos 2:38). Pablo, cuando estuvo en el Areópago
discutiendo con esos filósofos griegos -la élite de la intelectualidad de su época-, tampoco
cambió su mensaje. Dijo: «Pero Dios … ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se
arrepientan» (Hechos 17:30).

Los hombres tienen que arrepentirse.

¿Por qué arrepentirse?

¿Por qué es tan importante el arrepentimiento?

Arrepentirse no significa solamente derramar algunas lágrimas para dar a entender que nos
duele lo que hicimos mal. No es sólo un acto emotivo. La palabra ‘arrepentíos’, en griego,
significa un cambio en el modo de pensar, a lo cual debía seguir un cambio en el modo de obrar.
Por eso Juan el Bautista llama a los fariseos a hacer «frutos dignos de arrepentimiento». No sólo
los llamaba para que se bautizaran y para que por medio de ese acto reconocieran que eran
pecadores, sino que era necesario que después ellos dieran frutos dignos de arrepentimiento. Y
el fruto tiene que ver con la conducta, con el actuar. De tal manera que la palabra ‘arrepentirse’,
en castellano, no nos dice todo lo que significaba este arrepentirse cuando lo predicaba el Señor.

Hay cristianos que piensan que luego que han sido perdonados de sus pecados, y han sido
restablecidos en su comunión con Dios, ya no necesitan arrepentirse más. Piensan que, como la
cuenta ya fue saldada en virtud del poder de la sangre de Jesús, de ahora en adelante los
pecados que cometan son limpiados automáticamente. Pero no es así. Es necesario -vez tras
vez- un nuevo acto de arrepentimiento y una nueva confesión.

Tal vez lo que más le convenga saber a un hijo de Dios es que cada vez que él peca entristece
al Espíritu Santo. Y de ahí entonces la explicación de por qué las lágrimas de arrepentimiento
suelen ser tan profundas. Esas lágrimas parece que surgen de las entrañas. Hemos ofendido a
Dios, hemos contristado su Espíritu, hemos afectado su santidad, su gloria, y también hemos
afectado el cuerpo de Cristo, la iglesia.

Luego, el Señor dice: «... porque el reino de los cielos se ha acercado». La causa del
arrepentimiento, lo que lo motiva, lo que lo provoca debe ser la conciencia de que el reino de los
cielos, que es santo, que es digno de la más alta dignidad, que es noble, de la más alta nobleza,
cuyo Rey es el Justo, cuyo Rey es el Santo, ¡se ha acercado!

¿Cómo podríamos pretender participar de su reino sin un reconocimiento de nuestros pecados,


sin un cambio? Todo lo impuro, todo lo torcido, todo lo pecaminoso debe ser reemplazado por
nuevas formas de pensar, de sentir y de actuar. Dios no puede establecer su reino sobre un
corazón tenebroso, pecaminoso, que concibe deseos impuros y que -de hecho- lleva a cabo
muchos de ellos. Sería como poner las bases del reino sobre un sepulcro blanqueado, hermoso
por fuera, pero lleno de podredumbre por dentro.

Para su establecimiento, el reino de los cielos requiere de hombres que hayan reconocido su
ruina, su pecaminosidad, su destitución, su nulidad en sus intentos para agradar a Dios. ¡Oh, hay
muchos cristianos que piensan que ellos pueden agradar a Dios! ¡Hay muchos cristianos que
piensan todavía que en ellos hay muchas cosas buenas que le sirven a Dios! ¡Hay muchos
cristianos que todavía piensan que sus buenas obras son agradables delante de Dios; que sus
limosnas, que sus actos justos van a impresionar a Dios!
Así que, el arrepentimiento es una necesidad no sólo para los pecadores que están sumidos en
los más atroces pecados, sino que también es una necesidad para los cristianos que conocen el
poder de la sangre de Jesús. No sólo necesitan arrepentirse una vez, sino muchas veces,
permanentemente.

Un bautismo para arrepentimiento

El bautismo de Juan es conocido como el “bautismo de arrepentimiento”. Su objetivo, como todo


el ministerio de Juan, era preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. ¿Cómo podía ocurrir
esto? Solamente si el pueblo se arrepentía. La dureza del corazón era muy grande. Hacía
cuatrocientos años que no había profeta en Israel. Se había perdido la luz de Dios, la lámpara se
había apagado, los corazones estaban endurecidos, ¿cómo podrían ellos recibir al Señor? Tuvo
que venir uno delante de él preparando el camino, diciendo: «Arrepiéntanse, su modo de actuar
es pecaminoso, su modo de pensar es intolerable para Dios».

¿Y cuál fue el efecto de la predicación de Juan? La Escritura dice que los publicanos y las
prostitutas recibieron su palabra y se arrepintieron. Sin embargo, aquellos otros, los religiosos,
no se arrepintieron. Ellos pensaron que eran justos, que no necesitaban de arrepentimiento, así
que no se bautizaron. Por eso el Señor Jesús después les hace esa pregunta que no se
atrevieron a contestar: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?»
(Mateo 21:25). Si decían que era del cielo, entonces el Señor les diría: «¿Y por qué no se
arrepintieron?». Y si decían «de los hombres», entonces tendrían que vérselas con el pueblo,
porque el pueblo creía que Juan era un profeta de Dios.

Tenemos que decir algo muy claramente: Es imposible que el hombre entre en el reino de los
cielos tal como está. Es imposible que un hombre pecador, que sólo ha nacido de sangre y de
carne, pueda entrar en el reino de los cielos. La luz que brilla allá es tal, la santidad es tal, que él
ni sería admitido allá, ni se sentiría a gusto allá. Huiría avergonzado, porque su conciencia
estaría cargada. No podría mirar al Señor. Es imposible que un pecador le pueda mirar cara a
cara. Caería muerto, destruido.

El impío delante de Dios

¿Hay alguno que se considere justo? ¿Hay alguno que se considere un buen hombre, un buen
vecino, un buen padre, un buen esposo, y que, por tanto, esté libre de los juicios de Dios? ¿Hay
alguno que jamás haya pecado, que no haya concebido siquiera pensamiento de iniquidad? En
Romanos 1:18 al 32 se nos muestra la condición verdadera del hombre delante de Dios.

Allí se nos muestra que el hombre no sólo peca, sino que tiene la desfachatez de cubrir su
pecado con un poco de tierra, o de reírse sobre él, y en vez de advertir a otros para que no
caigan en lo mismo, se complace con los que pecan igual que él.

Este es el hombre, esta es la condición ineludible, de la cual no hay ni uno que se exceptúe,
cualquiera que sea su condición social, educativa, racial, o de cualquiera otra índole. Y el
hombre no tiene remedio, a menos que Dios lo tome en sus manos y haga algo en su vida. El
hombre está atestado de pecado, está impregnado de maldad. Su mente y su corazón se
inclinan de continuo al mal. Hay filosofías en este día que pretenden convencer al hombre de
que él tiene un trazo de bondad adentro, que lo puede cultivar y desarrollar, y que puede llegar a
ser un pequeño dios. Y dicen: «En ti hay algo bueno y algo malo. Basta que tú cultives lo bueno
y que aplaques un poco lo malo». Sin embargo, como una escritora dijo una vez: «En todo
hombre hay un potencial asesino». Esto es verdad. En todo hombre hay un potencial homicida,
un potencial violador.
Quienes piensan que el hombre tiene remedio, o que puede ser perfeccionado, están
profundamente equivocados. La educación chilena tiene en sus bases la idea de que el hombre
es un ser perfectible. ¿Gracias a la educación, a los principios morales, gracias a la biología,
gracias a la filosofía, a la ética va a ser perfeccionado? Imposible. La sabiduría de Dios dice que
todos los hombres son pecadores. «Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios». (Romanos 3:22-23). Esta es la condición del hombre sin Dios.

El religioso ante Dios

Pero, ¿qué diremos del hombre religioso, el que tiene un sistema de culto, ciertos rituales que
atender, ciertos mandamientos que se enorgullece en cumplir, que va los sábados o domingos a
un templo, que lleva su Biblia debajo del brazo, que trata de cumplir los mandamientos de Dios?
¿Diremos que está en mejor condición?

Romanos 3:9, dice: «¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera;
pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado». No sólo los
gentiles, sino también los judíos, y los judíos son los religiosos, los que tienen supuestamente a
Dios a su favor. Y desde el versículo 10 en adelante está la descripción detallada de lo que ellos
verdaderamente son. Esa es la condición aun de aquellos que tienen el nombre de Dios en los
labios, de aquellos que no se han acogido a la justicia de Dios, que tienen sólo una religión y que
no tienen la verdad de Dios metida dentro de su corazón. Todos han fallado, todos engañan,
todos se apresuran para el mal. No tienen paz en su corazón. Piensan que mediante sus buenas
obras pueden acallar el grito de la conciencia, o frenar la ira de Dios.

Esas palabras del profeta antiguo, en Isaías 1:2-6, siguen sonando muy fuerte. Fueron dichas
con tanto dolor. ¡Dios estaba tan entristecido!: «Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla el
Señor: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y
el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente
pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! ... Toda
cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en
él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas ni vendadas ni
suavizadas con aceite». ¿Podemos percibir el dramatismo de estas palabras del Señor? Era su
propio pueblo, al cual él había sacado de Egipto con brazo poderoso. ¡Y se le habían convertido
en hijos depravados, en gente maligna!

La plomada

Es por eso que es necesario –para que se establezca en la tierra el reino de los cielos– que los
hombres procedan al arrepentimiento. La ley de Dios es como una plomada. Cuando los
albañiles o los carpinteros ponen una plomada junto a un poste, ella de inmediato deja al
descubierto si está torcido. Cuando la plomada de Dios cae sobre la conducta de los hombres –
de todos los hombres– queda en evidencia su pecaminosidad.

Hay algunos a quienes les gusta verse justos a sí mismos, y presumen de su justicia. Cierta vez
le preguntaron al Señor Jesús sobre aquellos galileos que habían muerto aplastados por una
torre. El Señor les dijo: «¿Ustedes piensan que ellos eran más culpables que ustedes?».
También le dijeron: «¿Sabes de aquellos galileos cuya sangre Pilato mezcló con los sacrificios
de ellos?». Y el Señor les dijo: «¿Creen que ellos eran más pecadores que ustedes?». «Os digo:
No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente». (Lucas 13:1-5). Cuando ocurre una
desgracia en algún lugar, tendemos a pensar: «¡Cómo habrán sido de pecadores aquéllos, que
cayeron bajo el juicio de Dios!». Pero todavía resuenan muy claras las palabras del Señor: «No,
no eran más pecadores que ustedes, y si ustedes no se arrepienten, perecerán igual que ellos».

Cuando no hay arrepentimiento


El arrepentimiento es una gracia de Dios. Cuando miramos la Escritura, vemos que no todos,
lamentablemente, se arrepintieron ni pudieron arrepentirse. El discurso de Pablo en Romanos
2:5 concluye con estas palabras: «Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras
para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios». ¿Qué estás
atesorando para ti? ¿Qué estás acumulando para ti, pecador, y también tú, hijo de Dios? ¿Estás
acumulando –con cada pecado que cometes, con cada rebelión, con cada desobediencia–, estás
acumulando ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios? ¡No pienses que
escaparás! ¡Tus pecados te persiguen y corren más rápido que tú! Por tu dureza, por tu corazón
no arrepentido, acumulas juicio para el día del justo juicio de Dios.

¡Qué terrible es tener un corazón no arrepentido! En Apocalipsis se nos muestran los días de la
gran tribulación, que van a venir sobre el mundo. Caen los juicios de Dios: plagas y más plagas.
Ocurren cosas tremendas en el cielo, en la naturaleza, en los hombres. Hay muertes por
millares. Y dice la Escritura que ni aun así los hombres se arrepentirán. (9:20; 16:9). ¡Qué terrible
cosa es la dureza de corazón!

En la Biblia encontramos a un personaje, hijo de uno de los antiguos patriarcas, Esaú, que
después de haber menospreciado su primogenitura, él deseó heredar la bendición, pero no tuvo
oportunidad para el arrepentimiento, aunque lo procuró con lágrimas. (Heb.12:17). A tal extremo
llega la depravación, la dureza del corazón, que un profeta le puede estar diciendo a un hombre,
con lágrimas en los ojos: «¡Arrepiéntete para que no mueras; tu camino es equivocado, tu fin es
el despeñadero, es el infierno, arrepiéntete!». Y él, como si nada.

El Señor ministró en varias ciudades galileas. Corazín, por ejemplo, o Capernaum. Capernaum,
especialmente, fue como su segunda ciudad. Cuando lo expulsaron de Nazaret, él se fue a
Capernaum. Allí hizo milagros, sanó enfermos. Sin embargo, esa ciudad no se arrepintió, y el
Señor la recrimina por eso. «Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades
serás abatida». (Mateo 11:23). Eres honrada con que el Señor ande en tus calles, con que haga
milagros en medio de ti, con que tengas el privilegio de ver al Justo. ¡Capernaum, una ciudad
insignificante de Galilea, tuvo la honra más grande que ninguna ciudad de la tierra! ¡Capernaum,
el Mesías estuvo en ti, durmió en tus casas, caminó por tus calles! ¡Pero tú no te arrepentiste!
¡Ay, Capernaum, no conociste el día de tu visitación!

Pero no sólo estas ciudades fueron reprendidas por el Señor. Toda su generación también lo fue.
A ellos les dice: «Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la
condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás
en este lugar” (Mateo 12:41). Un profeta tan contradictorio como Jonás fue creído en Nínive,
pero el Hijo del Hombre fue ignorado por su propia generación.

Necesidad de arrepentimiento

Los cristianos que tienen un corazón puro, que están acostumbrados a mirar la santidad de Dios,
se arrepienten rápidamente del más mínimo pecado. Porque su pureza es tal, que cualquier
sombra de pecado inmediatamente los afecta, y ven la necesidad de arrepentirse.

Pero hay cristianos que pecan una y otra vez. Sus caminos son torcidos: un pecado más no les
importa. Su conciencia está cauterizada, y llegan a pensar que ser cristiano es eso: invocar el
nombre de Dios de labios y tener una conducta totalmente discordante. Pecan y no se les da
nada. No tiemblan por dentro, no temen los juicios de Dios. No piensan que están entristeciendo
al Espíritu. ¡Oh, el Señor tenga misericordia de los tales!

Pero también hay otros que tienen todo un aparataje, una justicia exterior. Pueden ser ministros
en cualquier ambiente cristiano que sea. Ellos llevan una justicia exterior. Ellos oran muy
pausadamente, ellos caminan y hablan de una manera especial, llevan una vestidura especial;
externamente son muy justos y muy santos. Pero, ¿cómo está su corazón? Dios mira el corazón:
la fuente de la maldad del hombre es el corazón. De ahí manan todos los pecados, todas las
injusticias, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, las envidias, las injurias, las
maledicencias. Todo se genera en el corazón no arrepentido. Es necesario que nos
arrepintamos, para sacar ese pensamiento de pecado rápidamente, antes que se traduzca en
hechos y dé a luz la muerte.

¿Cuántas cosas deben cambiar en la vida de los cristianos? ¿Cuántas cosas deben cambiar en
su mente, en su conducta, en su corazón? En el sermón del monte, el Señor dijo:
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». (Mateo 5:8). ¿Podemos
decirlo nosotros? ¿Somos esa clase de bienaventurados?

Las iglesias deben arrepentirse

En el libro de Apocalipsis encontramos que los mensajes a cinco de las siete iglesias contienen
llamados al arrepentimiento de parte del Señor. Sus ojos como llamas de fuego observan sobre
las iglesias, y se pasea entre ellas. El Señor conoce el corazón, y él juzga.

Yo no sé si podemos ver lo que significa que el Señor nos diga: «Arrepiéntete». No es sólo la
palabra de Dios, no es sólo la Biblia, no es un profeta. Y no es sólo lo que el Señor tenía que
decirle a la iglesia en Éfeso. Es también para ti y para mí. Puede ser que estés como la iglesia
en Pérgamo, admitiendo en tu corazón la doctrina de los nicolaítas, y no la has aborrecido.
Puede ser que estés admitiendo en tu corazón a una fornicaria como Jezabel, a la cual el Señor
le ha dado tiempo para que se arrepienta, y no se arrepiente. Jezabel no se arrepintió.
¿Tampoco lo harás tú?

Hay un peligro en pecar sin recibir el castigo de inmediato. El corazón, en su torpeza, puede
creer que se puede pecar impunemente. Que un segundo pecado no traerá tampoco una
consecuencia. Que el tercer pecado pasará como si nada. ¿Qué significa eso, «que no pase
nada»? Significa simplemente esto: Que el Señor te está dando tiempo para que te arrepientas.

Este no es un mensaje agradable de oír. Pero tenemos necesidad de arrepentirnos. Procedamos


a hacerlo, para que seamos perdonados y «para que vengan de la presencia del Señor tiempos
de refrigerio» (Hechos 3:19).

Para que otros se arrepientan

¿Queremos ver la iglesia llena de gloria? ¿Queremos ver a los pecadores convirtiéndose?
Tenemos que arrepentirnos nosotros primero. Este es el llamado, es la advertencia de Dios en
este tiempo. ¡Arrepiéntete!

Dice la palabra que hay una tristeza según Dios, que el Espíritu Santo produce en el corazón, y
que es una tristeza buena, porque produce arrepentimiento. (2 Corintios 7:9-10). Por eso, al
comenzar esta palabra, dije que necesitaba más que nunca el socorro del Espíritu Santo, porque
sólo el Espíritu puede producir arrepentimiento en el corazón. Nosotros podemos dar una
palabra, podemos abrir la Escritura, decir: «Esto es lo que dice el Señor». Pero, si el Espíritu
Santo no trabaja en el corazón, entonces no hay arrepentimiento. Si el corazón está endurecido,
¡los pecados seguirán ocultos!

Hay una tristeza que es buena. Y es la tristeza por nuestros pecados, por haber fallado tantas
veces, por haber ofendido a Dios, por haber resistido su gloria, por haber impedido que él haga
lo que tiene que hacer. Nosotros hemos estorbado a Dios... ¿Alguien puede decir: «Nosotros
hemos ayudado a Dios»? ¡No! Más bien debiéramos decir esto: Hemos estorbado a Dios. Con
nuestro corazón no arrepentido, con nuestra desfachatez para pecar, para sacudirnos, y decir:
«Aquí no ha pasado nada». El Señor tenga misericordia de todos nosotros y nos conceda un
corazón contrito y humillado para arrepentirnos de verdad.

El trabajo del Espíritu Santo

No sé lo que el Espíritu Santo estará hablando a tu corazón. Pero, seguramente, tú estás oyendo
su voz. Tienes que renunciar, tienes que arrepentirte, tienes que llorar tus pecados, tienes que
volverte al Señor. Aunque seas cristiano, y te reúnas todos los domingos, y lleves la Biblia
debajo del brazo, déjame preguntarte ¿cuánto hace que no lloras delante del Señor? ¿Cuánto
hace que le has estado echando la culpa de todo lo que te acontece a los demás? Eres un
perfecto juez de otros, pero no te has visto a ti mismo. ¡Oh, Espíritu Santo, muestra ahora la
condición de cada corazón delante de Dios!

Así, en el silencio, en el recogimiento, Dios nos puede hablar. Pídele perdón al Señor, ahí donde
estás. Tal vez a algunos les baste con eso. Menciona ese pecado, allí en lo secreto de tu
corazón. Ese pecado que te avergüenza, menciónalo delante de Dios, y dile: «Estoy arrepentido,
te he ofendido con este pecado. He mancillado tu nombre, he contristado a tu Espíritu». Si has
hecho así, debes saber que la sangre de Jesús está disponible para ti. Pero recuerda que
arrepentirse no es sólo una emoción, es tomar una decisión de cambio en el corazón.

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012.b. Mensajes a la Iglesia: La obra de la cruz


Mensajes a la iglesia

La obra de la cruz

La obra de la cruz de Cristo -o Jesucristo crucificado- era todo el mensaje de


Pablo. ¿Qué tiene de grandioso que era capaz de llenar del todo su mensaje?

Eliseo Apablaza F..

Lectura: 1ª Corintios 1:1-2; Gál. 3:11

El relato de los evangelios es insuficiente

El apóstol Pablo parece que tenía una obsesión, una idea fija. Aunque era un hombre muy culto,
y podía echar mano a sus conocimientos de la cultura griega y romana; sin embargo, en estos
dos versículos que hemos leído, él refuerza esta idea que lo cautivaba, esta obsesión que él
tenía de hablar solamente de Jesucristo, de no saber otra cosa sino a Jesucristo, y a Jesucristo
crucificado.

Lo dice a los corintios, que habitaban en una región donde había florecido la sabiduría griega, y
también a los gálatas, estos hermanos que se habían dejado en un momento cautivar por los
judaizantes. A unos y a otros, el apóstol vuelve entonces con éste que era su tema central:
Jesucristo crucificado.
¿Qué misterio se esconde en la cruz de Cristo? ¿Qué cosas sucedieron allí ese día en que el
Señor fue levantado en la Cruz? Ese día el Señor estuvo en su máxima debilidad, había sido
azotado, las espaldas todavía estaban sangrantes. Había sido también herido en su frente. Se le
había puesto una corona de espinas. De seguro, su rostro estaba también lleno de sangre. Y a
causa de la sed, de los golpes y del dolor, su rostro estaba desfigurado.

¿Qué cosas ocurrieron allí mientras él estaba desangrándose, sintiendo que sus fuerzas se
escapaban, con el corazón latiendo cada vez con menos fuerza? ¿Qué cosas ocurrieron allí
aparte de lo que los hombres veían como un espectáculo sangriento, terrible, atroz?

Al finalizar esa larga escena, el Señor entrega el espíritu diciendo: «Consumado es». Dice
también la Escritura que entonces el velo del templo se rasgó de arriba abajo. Luego vinieron
tinieblas sobre la tierra, hubo un terremoto, los sepulcros se abrieron y muchos muertos
resucitaron. ¡Cosas extrañas sucedieron el día que él murió en la cruz!

Sin embargo, el relato de los evangelios todavía es muy escueto e insuficiente. Cuando lo
leemos, sin duda nos conmovemos, pero no logramos percibir lo terrible de ese momento.
Tenemos que saber que, en su muerte en la cruz, el Señor Jesús estaba realizando prodigios,
hechos portentosos, y estaba obteniendo victorias tremendas, aunque los hombres sólo veían a
un malhechor moribundo.

Espiritualmente, lo que ocurrió allí tiene alcances tan trascendentes, que nosotros pasaremos la
eternidad escudriñando, sondeando, profundizando, analizando, describiendo y alabando la obra
portentosa que ocurrió ese día. Como somos nosotros tan frágiles, tendemos a olvidarnos de lo
importante de ese momento.

Quisiera, con la ayuda del Espíritu Santo, compartir con ustedes algunas de las cosas que
ocurrieron –espiritualmente hablando– en la cruz del Calvario.

Nos reconcilió

Nosotros no estábamos ahí, ni para apoyar al Señor ni para burlarnos. Sin embargo, por cuanto
somos hijos de Adán, podemos decir que nosotros también le crucificamos. En esos soldados
romanos –gentiles como nosotros– también estábamos incluidos nosotros, acelerando la causa,
para terminar rápido con el trámite. «¡Que muera luego, para irnos a casa!».

Nosotros éramos enemigos. Lo fuimos desde que Adán cayó y fue expulsado del huerto. ¿Qué
significa ser un enemigo? Un enemigo está muy lejos de nuestro corazón, en el otro extremo de
nuestros afectos. Nadie querría comer con un enemigo, nadie querría dar alojamiento en su casa
a un enemigo. A la luz de las Escrituras –en el Antiguo Testamento, especialmente–
encontramos que el trato dado a los enemigos era un trato proporcional a la ofensa que había
inferido. Un enemigo era una persona a la cual había que tratar de la misma manera como él
había tratado. «Ojo por ojo y diente por diente» era la norma.

Nosotros éramos enemigos en nuestra mente. ¿O tú naciste siendo amigo de Dios? ¿O tú eras
tan bueno que, apenas tuviste conciencia de ti mismo, encontraste que entre tú y Dios no había
ninguna separación? «En otro tiempo, erais extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo
malas obras ...» dice la Palabra. (Col. 1:21). Enemigos. Dios estaba aquí –en un lado– y
nosotros en el lado opuesto.

Pero, ¿saben ustedes qué ocurrió en la cruz del Calvario? Los que éramos enemigos, fuimos
reconciliados con Dios. (Ro. 5:10). De modo que hoy día ya no somos enemigos. Pero para dejar
de ser enemigos y venir a ser cercanos a Dios tuvo que ocurrir algo. Alguien tenía que ponerse
en medio. Dios estaba en un lado, nosotros en el otro. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz –por
decirlo así– tomó con una mano la mano de Dios y con la otra tomó la nuestra, y nos acercó. En
el momento en que Dios tomó nuestra mano, Jesús tuvo que soltar ambas: tuvo que morir. Fue
dejado por Dios y aborrecido por nosotros. Así, el Señor pagó el precio para que nosotros
fuésemos reconciliados con Dios.

La reconciliación no es producto de que nosotros nos hayamos ‘abuenado’ con Dios, de que
nosotros hayamos aplacado su enemistad haciendo buenas obras. Tampoco es producto de que
Dios se haya olvidado de que éramos enemigos. No es producto de ninguna de estas dos cosas.
Es producto de que en medio de ambos se puso Uno que aceptó morir para derribar nuestra
enemistad. ¡En la cruz del Calvario fuimos reconciliados con Dios! «Y a vosotros también, que
erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha
reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte» (Col.1:21-22). ¡Tenía que morir, su
cuerpo de carne tenía que ser herido! No hay reconciliación sin derramamiento de sangre, y sin
que Jesús muriera en la cruz.

Nos redimió

Pero también, además de reconciliarnos allí, el Señor nos redimió. ‘Redimir’ significa ‘comprar’ o
‘rescatar’. Para explicar lo que esto significa, vamos a ir al Antiguo Testamento. Según la ley,
cuando un judío empobrecía, él podía vender sus animales y aun sus tierras a su vecino que era
rico, para pagar las deudas. Podía llegar el momento en que ese judío pobre lo había vendido
todo; no le quedaba nada a qué echar mano, estaba en bancarrota. Pero la ley permitía que él
fuera donde su hermano rico y le dijera: «No tengo nada más que venderte, así que me vendo a
ti como esclavo». Entonces el rico le ponía un precio, y lo compraba. Ya no era más libre, ahora
era un esclavo.

Pero de acuerdo a la ley también podía suceder lo siguiente: que este hombre tuviera un
pariente rico que dijera: «Tengo suficiente dinero. Voy a rescatar a mi pariente para que deje de
ser un esclavo». Ese acto de ir, y comprarlo, y sacarlo a la libertad se llamaba ‘redimir’ o
‘rescatar’.

Ahora, podemos aplicar esto a nosotros. Estábamos en bancarrota, nuestros pecados se habían
amontonado sobre nosotros; no podíamos presentarnos delante de Dios. No éramos libres,
éramos esclavos. Nos habíamos vendido nosotros, y aun nuestra mujer, nuestros hijos, nuestra
casa, todo. ¡Y de pronto aparece un Pariente rico que nos compra! ¡Aparece Uno que es tan
poderoso y tierno que, cuando nos vio cautivos, vino y dijo: «Yo los compro». La Palabra dice:
«Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir ... no con cosas corruptibles,
como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación» (1ª Pedro 1:18).

Con todo, hay una enorme diferencia entre este Pariente rico y todos los parientes ricos que
redimieron en Israel. Todos ellos pusieron su dinero, ¡pero Jesús no puso su dinero: él pagó con
su sangre! ¡Ese fue el precio de nuestro rescate! Fuimos redimidos, no con cosas corruptibles,
sino con la sangre preciosa de Cristo. ¿Alguien podría reclamar ahora que el precio que se pagó
por nuestro rescate fue demasiado bajo, y que por tanto esa transacción hay que invalidarla por
dolosa? El oro puede estar mezclado, y la plata no ser de buena ley. ¡Si hubiésemos sido
pagados con oro o con plata, tal vez podría haberse impugnado el rescate! Pero fuimos
comprados por la sangre de Jesús, así que allí no hay tacha alguna. Nadie, ni el diablo, puede
levantarse para decir: «Esa transacción no es válida».

¡Oh, preciosa es la sangre de Jesús, más que todo el oro y más que toda la plata! ¡Tú y yo
fuimos comprados por alto precio! El Señor estimó que tú eras valioso, te tuvo en gran estima. El
Señor no dijo: «Ah, por ese solamente voy a pagar unos dos talentos, no vale más». No dijo así
el Señor. Consideró que tu alma era valiosa en grado sumo y ofreció lo máximo que podía
ofrecer. ¿Puedes ver esa sangre derramándose desde esa cruz? No sólo cien miligramos, no
sólo un litro. ¡Toda la sangre que tiene un hombre! ¿No es espantoso eso? ¡Si tú caminas debajo
de la cruz, te vas a resbalar, porque ahí está toda su sangre, ofrecida por nuestro rescate! No fue
un precio pequeño. Nos redimió con su preciosa sangre.

Selló el Nuevo Pacto

Pero no sólo eso. La Escritura dice que él, con su sangre, selló un nuevo pacto. Según la Biblia,
todos los pactos tenían que ser sellados con sangre. Cuando Moisés dio la ley al pueblo de
Israel, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos y roció el libro de la ley y roció a
todo el pueblo, diciendo: «Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado». Y, además de
esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. (Hebreos 9:18-
21).

El pacto antiguo fue ratificado por la sangre de los becerros y de los machos cabríos. Sin
embargo, sabemos que ese pacto era un pacto transitorio, establecido para apelar a la justicia de
los hombres, un pacto condicional que esperaba de los hombres un buen proceder para con
Dios. Ahora bien, si la ley, el antiguo pacto, fue ratificado con sangre, ¿cuánto más el Nuevo
Pacto, el pacto eterno, habría de ser ratificado con sangre?

Encontramos en el Antiguo Testamento que Dios hizo también un pacto con Abraham. El día en
que Dios iba a hacer un pacto con Abraham fue un día solemne, porque allí Dios se iba a
comprometer a favor de Abraham, y como señal de ese pacto, habrían de ser sacrificados
algunos animales. Tres animales y dos avecillas fueron inmolados. Y Dios descendió allí, y
ratificaron el pacto, y desde ese día Dios se comprometió para siempre con Abraham. En
realidad, Dios no necesitaba sujetarse a un pacto, porque Dios no miente. Él lo hizo por causa de
Abraham. Y ese pacto, a diferencia del que hizo con Israel a través de Moisés, no era un pacto
condicional. Era un pacto unilateral, en que sólo Dios se comprometía. Dios le hizo una promesa
a Abraham, y esa promesa se ha cumplido hasta el día de hoy, y se cumplirá hasta el fin.

¿Cuánto más no cumplirá Dios el pacto ratificado en la cruz del Calvario por la sangre de
Jesucristo? Es un pacto unilateral también; no como el de Moisés, sino como el de Abraham, en
que Dios por sí y ante sí se obliga a favorecer a todos los que se acojan a esa sangre
derramada.

¿Hay aquí alguna condición? En este pacto, ¿Dios está pidiendo nuestra justicia, nuestras
obras? No, en este pacto él se vacía entero en amor hacia los hombres. ¡Él lo hace todo, él es
todosuficiente! «Para que no se olviden de mí, pondré mis leyes en su mente; para que su
corazón no se aparte, allí también escribiré mis mandamientos; para que no se olviden de mí, yo
seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Para que ninguno diga: Yo no lo sé, no lo
conozco. Ellos me conocerán. Ninguno tendrá que pedirle a otro: Muéstrame a Dios. Sus
pecados los perdonaré; sus iniquidades, las olvidaré». (Hebreos 8:10-12).

¡Oh, bendito es el Dios de nuestra salvación que se ha comprometido con nosotros a través de
este pacto: la sangre del pacto eterno! ¿Hay algo que pueda quitarte a ti la posición privilegiada
que tienes? ¿Puede venir mañana un mentiroso y decirte: «¡Cómo puedes decir que tú eres
salvo! ¡Tienes que esforzarte para no perder tu salvación!» Mira la sangre del Cordero
derramada en la cruz, ¿de qué te habla ella? De que en la cruz Dios selló un pacto de perdón, un
pacto de salvación. ¡Somos el pueblo del pacto, ese pacto que nunca perderá su vigencia!

Los antiguos reyes franceses ponían en los decretos: «Yo, el Rey». Esa era su firma. No había
ningún otro en Francia que pudiera decir «Yo, el Rey». Había uno solo. Pero he aquí que esta
rúbrica que Dios puso tiene mucho más valor que la firma del rey de Francia. ¡Jamás el tiempo
podrá borrar esa rúbrica escrita por la sangre de Jesucristo! ¡Jamás nuestros pecados serán
traídos de nuevo a su memoria!

Nos abrió el camino al Lugar Santísimo

Pero no sólo eso. Seguimos mirando la cruz, mirando esa sangre, mirando al Cordero colgando
de esa cruz vergonzosa.

Ustedes saben, los judíos tenían un lugar santo. Era el templo que estaba en Jerusalén. ¡Qué
privilegio tuvieron ellos! Imaginémonos que tú digas: «Dios está en Jerusalén, tengo ganas de
conocerlo. Aquí donde yo vivo no está Dios». Entonces, reúnes todos tus ahorros, y compras un
pasaje a Jerusalén. Llegas allá, te acercas al templo. Ves que la gente va y viene. Ellos llevan
animales para el sacrificio. Los hombres se acercan a la entrada. Los guardias vigilan
atentamente qué es lo que se trae allí. Y luego, cuando alguien se acerca con su cordero o con
su buey, le preguntan:

–¿Nombre?
–Sadrac.¿Tribu
–Zabulón.
–¿Te toca ofrecer hoy?
–Sí.
–¿De dónde vienes?
–De Galilea.
–Bien, adelante.

Otro, la misma cosa. De Judá, de la tribu de Benjamín, de Isacar, en fin. Pero llegaste tú, de
Chile. (Estamos imaginando). Te acercas a la puerta.

–Y tú, ¡Nombre!
–Pedro González.
–¿Tribu?
–Soy de Chile.
–¿Tribu?
–Mi padre se llamaba Claudio González; mi abuelo, Tomás González. Es todo lo que sé, no me
preguntes por tribu, porque no tengo.

La siguiente pregunta es:

–¿Cómo te atreves a venir aquí, incircunciso, inmundo? ¡Vete!

Tú quedas desolado. ¿Qué posibilidades tienes? No perteneces al pueblo escogido. Te vuelves


a tu casa. ¡Nunca podrás conocer a Dios, nunca podrás tocar a Dios, ni siquiera el borde de sus
vestiduras! ¡El Dios verdadero no está accesible para ti!

Esa era nuestra condición. Sin embargo, ocurrió algo allí en la cruz del Calvario. Cuando el
Señor Jesús murió, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, así que el camino quedó libre
para todo el que quiera acercase a Dios. ¡Ahora puedes volver a Jerusalén! Ahora no sólo
puedes pasar la primera puerta, y la segunda hacia el Lugar Santo. El velo, el de más adentro,
está roto: ¡Jesús lo rompió!

Hebreos 10:19 dice: «Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de
su carne...» Esto significa que ese velo que se rompió cuando el Señor Jesús murió, era una
metáfora, una alegoría. En realidad, ese velo se rompió allí porque había otro –el verdadero
velo– que se rompía en ese momento.

¿Te acuerdas de esa lanza que atravesó el costado del Señor y de las heridas en sus manos?
Sí, fue roto el velo, estaba lleno de heridas, la sangre se escapaba por todos lados. Ese velo que
había entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo era una obra primorosa, tenía querubines
bordados con oro. Era algo sagrado, pero ese día se rompió. Con todo, ese velo era sólo una
sombra.

¿Te imaginas cómo sería el cuerpo del Señor Jesús, lo santo, lo puro? Externamente, estaba
muy delgado. Hacía días que no había comido bien. «Contar puedo todos mis huesos», dice el
salmista. Estaba lleno de sangre. Pero ese cuerpo herido nos abrió el camino al Lugar
Santísimo.

El sumo sacerdote entraba una sola vez al año al Lugar Santísimo. Sin embargo, nosotros, todos
los días, a cada hora, cada minuto, en cualquier lugar, podemos entrar en el Lugar Santísimo,
podemos contemplar la gloria de Dios y postrarnos delante de él. Ese lugar está conectado con
el cielo, ángeles bajan y suben llevando nuestra alabanza y también nuestras plegarias.

Nada nos puede separar de Dios

Estas son algunas de las cosas que ocurrieron en la cruz del Calvario aquel día. Podríamos estar
hablando tanto acerca de esto.

Siendo enemigos, nos reconcilió; se puso en medio para que pudiéramos tomar la mano de Dios.
Estando en bancarrota, nos rescató y nos hizo libres. Siendo ajenos a los pactos y a las
promesas, él selló con su sangre el nuevo pacto para nosotros. Y también nos dio acceso al
Lugar donde el hombre se encuentra con Dios.

¿Hay algo que nos separe de Dios, hay algo que corte nuestra comunión con Dios, hay algo que
nos quite a Dios? Nadie lo puede hacer, porque el Señor Jesús murió en esa cruz vergonzosa
para reconciliarnos, para rescatarnos, para asegurarnos con su sangre, para darnos entrada
para siempre al Lugar Santísimo. ¡Bendita es la sangre de Jesús!

Digno es el Cordero

Digamos de nuevo las palabras de Pablo a los corintios: «Pues me propuse no saber entre
vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado». ¿En qué nos gloriaremos,
hermanos? ¡En la cruz de Cristo! ¡En Jesucristo crucificado! Por eso, cada primer día de la
semana, nos reunimos en torno a la mesa, ¡porque no nos olvidamos!

«¿Viste tú su gran dolor allí?


¡Hay veces que, al pensarlo,
tiemblo, tiemblo, tiemblo!».

¿Viste tú sus sufrimientos? Allí se selló nuestra salvación. No fue fácil, no la alcanzamos
nosotros a un alto precio. Fue la sangre del Justo, del Hijo de Dios, derramada hasta la última
gota.

¡Oh, si el Señor nos diera más elocuencia para decirlo! ¡Oh, si encendiera más nuestros
corazones para que no permaneciésemos nunca indiferentes! ¡Nos postraríamos delante de él, y
le diríamos: Señor, digno eres de tomar el reino, el poder, la gloria y la alabanza!
¡Digno eres de recibir la adoración, porque tú fuiste inmolado, y tu sangre nos ha redimido, y nos
has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos por los siglos de los siglos!

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012.c. Mensajes a la iglesia: Se entregó por ella


Mensajes a la iglesia

Se entregó por ella

Muchos maridos han amado con especial intensidad a sus


esposas. Pero ninguno amó más a su amada como Cristo a la
Iglesia. Amor inefable, jamás parangonado, nunca descrito por
pluma alguna en toda su hermosura.

Eliseo Apablaza F.

Lectura: Efesios 5:25-27

En el día de hoy quisiéramos ver un aspecto de la obra de la cruz de nuestro


Señor Jesucristo, tomando como base estas palabras que hemos subrayado
de nuestro texto: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» (Efesios 5:25). Aquí tenemos a
Cristo, cual un marido, que amó tanto a su amada, que se entregó a la muerte
por ella.

Muchos maridos se han destacado en el amor por sus mujeres. Sin embargo,
ninguno amó tanto a su esposa como Cristo a la iglesia. Quiera el Espíritu
Santo concedernos hoy una impresión muy fuerte acerca del amor de Cristo
por su iglesia, por la cual él se entregó como un marido enamorado.

En las Escrituras encontramos el ejemplo de, al menos, tres maridos


ejemplares que quisiera recoger hoy: Isaac, el marido de Rebeca; Booz, el
marido de Rut; y Oseas, el marido de Gomer. No obstante, quiera el Espíritu
Santo ayudarnos a ver que ni Isaac, ni Booz, ni Oseas –siendo buenos y
amantes maridos–, se comparan con nuestro Señor Jesucristo.

Isaac

Isaac tenía como cuarenta años cuando su padre, Abraham, decidió que era
bueno que su hijo se casara. Y su padre decidió que la esposa de Isaac
habría de ser de su propia familia y no una mujer extraña. Envió a su criado
muy lejos, donde vivían sus familiares, y de allá este criado trajo a Rebeca,
una mujer hermosa y diligente. Era una mujer que no se negaba al trabajo
cotidiano, que podía ir al pozo a sacar agua, y dar de beber a los animales.
Era hermosa, pero también era piadosa y diligente.
Dice la Escritura que cuando este criado trajo a Rebeca a Isaac, éste la
recibió. Al verla, no dijo: «Me hubiese gustado morena» (suponiendo que
hubiese sido rubia), o «Me hubiese gustado más delgada, o un poco más
alta». Isaac la recibió, y en seguida la amó. Isaac amó a Rebeca
profundamente.

Por esos días, había muerto su madre, Sara. Nosotros no podremos imaginar
lo que significaba Isaac para Sara, y lo que significaba Sara para Isaac. Esa
mujer estéril que a los noventa años tuvo un hijo, ese hijo que a medida que
fue creciendo se dio cuenta que su madre era esa mujer anciana, a diferencia
de otras madres jóvenes. Isaac tenía una madre anciana, y seguramente por
eso, la amó más, porque conoció de sus largos años de espera.

Por esos días había muerto Sara. Isaac no se podía consolar por la partida de
su madre. Sin embargo, cuando llegó Rebeca la amó tanto, que se consoló
en ella de la muerte de su madre. Fue un amor a primera vista, pero no de
esos amores a primera vista que vemos en el mundo, que se desvanecen a
los pocos días. Fue éste un amor profundo.

Pasaron veinte años y aún Rebeca no le daba hijos a Isaac. En ese tiempo,
no tener hijos era una desgracia muy grande, porque el sistema de tribus y de
herencias se basaba en los hijos. Veinte años, e Isaac no tenía todavía hijos.
No creo que Isaac haya reprochado a Rebeca: «¿Por qué me casé contigo?
¡Qué error cometí al casarme con una mujer estéril!». Isaac era un varón
paciente, era un hombre amoroso. Esperó veinte años, sin reproches. Y,
cuando consideró que era el tiempo prudente para tomar una decisión, él oró
a Dios por su mujer, y su mujer le dio dos hijos: Esaú y Jacob.

Isaac es un modelo de esposo, porque recibió a su mujer sin haberla elegido,


la amó sin conocerla todavía, y porque supo esperar el tiempo de los hijos
conforme al propósito de Dios.

Sin embargo, Isaac todavía no es el esposo que es Cristo; todavía el ejemplo


es insuficiente. Isaac amó a Rebeca, pero no murió por ella.

Booz

Booz era un hombre muy rico. Tenía grandes campos, mucha hacienda y
criados. Además, era soltero. Un hombre así es un muy buen partido para
cualquier mujer.

Cierta vez, llegó una mujer extranjera a sus campos en el tiempo de la


cosecha. Y tal como se acostumbraba en Israel, mientras los segadores
cortaban el trigo y lo ataban en manojos, las mujeres pobres tenían derecho a
ir detrás de los segadores y recoger las espigas que iban quedando en el
campo. Era un acto de misericordia para los pobres. Y Booz vio a Rut, la
moabita, que iba recogiendo espigas para llevarlas a su suegra Noemí,
también viuda.

Cuando Booz se enteró de la situación de Rut, tuvo misericordia de ella. Les


dijo a los segadores y a los criados: «No la molesten, dejen que recoja la
cebada y el trigo; y aún más, cuando lleven su manojo de trigo, dejen caer
espigas para que ella las recoja». Booz se compadeció de esa mujer pobre
que había sido tan fiel a la memoria de su marido muerto y a su suegra.

Rut era una mujer noble. Amó a su suegra como si fuera su propia madre.
Pero por esos días, su corazón estaba desconsolado. Noemí era ya una
anciana. ¿Qué sería de ella, y de sí misma? ¿Envejecería y tendría que vivir
el resto de sus días a expensas de la misericordia de los demás?

De acuerdo a una costumbre de los judíos, cuando una mujer quedaba viuda,
un pariente rico podía rescatarla; podía comprar la heredad del marido,
incluso podía casarse con ella. Pero el hecho de casarse con la viuda
implicaba que esos hijos llevarían el nombre del marido anterior.

Llegó el momento de mayor necesidad, y Noemí vio que tenía parientes que
podían redimir a su nuera, y que aún podían darle descendencia por su hijo
muerto. Pero quien lo hiciera debería aceptar que sus hijos no llevaran su
nombre. Era como engendrar hijos para otro.

Y Booz lo hizo. Rescató la heredad de Mahlón, el marido, y pagó el precio por


Rut. La ley le autorizaba para que esa mujer pasara a ser su sierva, por
cuanto había pagado por ella. Sin embargo, la hizo su esposa. Desde ese día,
Rut nunca más tuvo que ir detrás de los segadores recogiendo espigas. ¡Ella
era ahora la dueña de los campos! ¡Incluso el dueño de los campos era suyo!

Booz es uno de los caracteres más nobles que hay en toda la Biblia. Booz se
casó con Rut, y nació un hijo, y le pusieron por nombre Obed. Y cuando nació
Obed, Booz sabía que ese hijo era suyo, pero a la vez no era suyo. Era y no
era. Cuando nació Obed, las vecinas se alegraron, vinieron a su casa, e
hicieron fiesta. ¿Pero saben lo que ellas iban repitiendo de boca en boca?:
«¡Le ha nacido un hijo a Noemí!». No dijeron: «Le ha nacido un hijo a Booz».
Decían: «¡Le ha nacido un hijo a Noemí!»

Booz compró a Rut, y pudiendo hacerla su esclava, la hizo su esposa.


Engendró en ella hijos que casi no eran suyos, y lo hizo por amor. Toda su
riqueza, toda su herencia la dio a Rut y a Obed.

¿Y saben qué? Obed tuvo un hijo que se llamó Isaí. Isaí tuvo un hijo que se
llamó David. Y así, por las generaciones, hasta que llegó a José y María, ¡que
tuvo un hijo que se llamó Jesús! Así pues, el Señor Jesús fue un
descendiente de Rut y de su hijo Obed.

Pero la calidad de marido que es Cristo supera con mucho a la calidad de


marido que fue Booz. Booz redimió a Rut con su dinero, y la honró haciéndola
su esposa, pero Booz no murió por ella.

Oseas

Un tercer caso que quisiera referir brevemente es el caso de Oseas, el


profeta. Los estudiosos de la Biblia le han puesto a Oseas un sobrenombre:
«el profeta del corazón destrozado». He aquí la razón de tan extraño apodo.

Hubo un tiempo en que Oseas era un joven feliz, lleno de ideales. Él quería
hacer lo mejor con su vida. Pero un día el Señor le dijo: «Anda, y cásate con
aquella mujer». Oseas miró a la mujer –llamada Gomer– y empezó a
consultar qué clase de mujer era ésa. Y entonces supo que Gomer era una
mujer de mala fama, era una mujer fornicaria.

Oseas seguramente sintió algo así como un dolor en el corazón, pero dijo:
«Sí, Señor, lo haré». Y fue y se casó con ella. Pasaron los años, vinieron tres
hijos. Un día, Oseas la encontró acostada con un hombre. Entonces él le dijo:
«Yo no puedo soportar eso; por tanto, te vas de la casa». La mujer se fue.

Pasó algún tiempo (Oseas se quedó con sus tres hijos), y el Señor le habló:
«Anda, busca a tu mujer, recupérala». Oseas seguramente frunció el ceño,
agachó la cabeza y pensó: «¡A qué extremos voy llegando! Me casé con una
mujer de mala fama, porque Dios me lo dijo. Y ahora que ha pecado contra
mí, ¿debo ir detrás de ella?». Sin embargo, esos argumentos –si es que los
tuvo– se disiparon, porque Oseas amaba al Señor, y salió a buscar a su
mujer. Recorrió las calles, esas calles de mala fama, donde nunca él había
entrado. «¿Vive por aquí una mujer llamada Gomer? Tienes tales y tales
características...». «No, no vive nadie por aquí con ese nombre ni con esas
características».

Un día iba pasando por un comercio, pero ese comercio tenía una
particularidad: Allí se vendían esclavos. Por si acaso, Oseas recorrió el rostro
de los esclavos y esclavas que se estaban subastando en ese momento y...
¡ahí estaba ella!

Oseas esperó que llegara el turno de su mujer. Los hombres, después de


examinarla, hicieron sus ofertas: «¡Cinco siclos de plata!». Otro diría: «¡Yo
doy seis siclos!». Y de pronto, de atrás, se escuchó una voz que dijo: «¡Yo
doy quince siclos de plata!». Todos volvieron la cabeza. ¡Era un precio
desproporcionado! ¡Con ese dinero se podían comprar hasta tres mujeres
como ésa! Oseas compró a Gomer por quince siclos de plata y se la llevó a
casa. ¡Y la amó de nuevo, como antes!

A Oseas le fue dado sentir los dolores agónicos que siente Dios cuando su
pueblo se extravía y se va detrás de sus amantes. Oseas fue un marido
excelente; amó a su mujer noblemente; la perdonó más de una vez. Pero
Oseas no murió por ella.

El ejemplo sin igual

El Señor Jesús supera con mucho a todos estos maridos ejemplares.

Isaac amó a una mujer hermosa y diligente, a una mujer de buena familia.
Booz amó a Rut, una mujer trabajadora y noble. Oseas hizo bien en amar a
su mujer, porque ella era la madre de sus hijos. Isaac le dio todo su amor a
Rebeca, Booz le dio toda su riqueza a Rut, sin embargo, ¡el Señor dio su vida
por la iglesia!

¿Qué tipo de mujer era la Iglesia? ¿A qué la compararemos? No sé qué


ejemplo adecuado pudiera poner. Es difícil porque esto no tiene parangón.
Pero yo creo que la iglesia, antes de que el Señor muriera por ella y la
redimiera, era una mujer peor que la de Oseas. Sí; así éramos nosotros.
Nosotros éramos infieles, habíamos amontonado los pecados por miles. No
sólo un adulterio, miles. No sólo una fornicación, miles.

Imaginémonos esto por un momento: El Padre le dice al Señor Jesús: «He


escogido una mujer para ti». El Señor pudo haber pensado: «Bueno, si
Abraham eligió una buena mujer para Isaac, ¿podría mi Padre elegir mal?».
Así que él dijo: «Sí, Padre, acepto la mujer que tú has escogido para mí».
Pero el Señor pudo ver después la esposa que el Padre le había preparado.

¿Cómo estaba ella? No sé si ha leído usted alguna vez Ezequiel capítulo 16.
Es un capítulo dramático, porque Dios representa a Israel en una mujer que
encontró tirada en un desierto, cubierta de sangre. Dice que tuvo misericordia
de ella, la tomó, la limpió, le puso hermosas vestiduras, le puso joyas, la hizo
una mujer hermosa. Y cuando estaba hermosa, se prostituyó y tuvo amantes.

El capítulo 16 de Ezequiel es angustioso. Es el dolor de Dios como marido de


una mujer infiel –Israel en ese caso. Pero, ¿no éramos nosotros también una
mujer así? Si pudiéramos enumerar nuestros antiguos pecados, no sé cuánto
tiempo tardaríamos. Cuando el Señor miró a esta mujer, pudo haber dicho:
«La única manera de mejorarla –porque está indefectiblemente mal, el
pecado se le ha metido como cáncer hasta los tuétanos–, es que yo muera
por ella, y que al morir yo, todo lo mío le sea comunicado a ella».

Cuesta imaginar, pero seguramente es mucho más que lo que estoy diciendo.
«Lo primero que habría que hacer con esa mujer es cambiarle el corazón. Ella
no piensa otra cosa más que en pecar, pecar y pecar.» Dice la Palabra que el
Señor nos dio un nuevo corazón. «Su sangre está contaminada con cáncer.
Hay que sacarla toda; pónganle la mía».

Ella surgió de su costado herido

Cuando el Señor Jesús fue crucificado, le rompieron su costado con una


lanza, y que de allí salió sangre y agua. El costado del Señor fue roto, y eso
nos recuerda a Adán. El Señor rompió el costado de Adán y le sacó una
costilla para hacer de ella a Eva. La iglesia también surgió del costado roto
del Señor allí en la cruz. Con sangre fue limpiada de sus inmundicias, y con el
agua está siendo purificarla para que no tenga mancha ni arruga, sino que
sea santa y sin mancha.

Sangre y agua. La sangre para sus pecados. El agua para el lavamiento, para
que llegue a ser progresivamente más y más hermosa.

Ustedes seguramente han leído la historia de Ester. Cuando el rey Asuero


recibía a las concubinas en su palacio, esas mujeres debían pasar doce
meses siendo lavadas y perfumadas, para que su piel quedara delicada y
suave. Doce meses. Se les hacía un tratamiento intensivo hasta que
estuvieran listas para comparecer ante el rey.

Lo que el Señor Jesús está haciendo hoy con la iglesia es lavarla, perfumarla,
para que su ser entero sea tan puro, tan santo y sin mancha, que cuando
llegue el día de las bodas el Señor no encuentre en ella tacha alguna.

Ese día todos los seres espirituales mirarán a la novia y dirán: «¿Cómo es
que aquella mujer tan vil llegó a ser esta mujer tan distinguida? ¿Cómo es
que aquella mujer teñida en sus sangres, revolcándose en su pecado, llegó a
ser esta virgen tan delicada?». Ellos quedarán asombrados. Pero esa es la
preciosa obra de Jesucristo en la cruz del Calvario, él pagó el precio más alto:
ofreció su vida por ella. No hay ningún marido así, que sin conocerla la haya
amado tanto; que estando desahuciada, haya aceptado darle su vida.

La dignidad de la amada

Pablo dice en una de sus epístolas que la iglesia es como una virgen pura.
Apocalipsis dice: «He ahí la desposada, la esposa del Cordero, ataviada para
su marido, vestida de lino fino».

Les quiero hacer una pregunta a los hermanos y hermanas: Si el Señor pagó
un precio tan alto por su amada, ¿creen ustedes que él acepte que su amada
sea pisoteada y golpeada por algún amante? ¿Creen ustedes que este Novio
enamorado, podría aceptar que su amada sea ofendida y herida
impunemente? No; ninguno que la hiera quedará sin castigo.

¡Jesús es el mejor enamorado! Si tú, iglesia amada, fuiste herida por alguno
de tus amantes en tus extravíos pasados, el Señor te consuele, el Señor te
sane. Recibe ahora el impacto de su amor. Quien te toca a ti, toca la niña de
sus ojos. ¡Oh, virgen pura, él no ve mancha en ti!

¿Se acuerdan de aquel mensaje de Balaam, cuando le pagaron para que


profetizara mal contra Israel? El Señor habló a través de él, y dijo a Israel:
«Yo no veo mancha en ti» (Números 23:21). ¡Iglesia, el Señor no ve mancha
en ti!

Tú me dirás: «Bueno, hermano, nosotros pecamos, estamos en un cuerpo de


muerte, todavía somos frágiles». Amado, él no ve mancha en ti, porque tiene
mucho más valor la sangre que él derramó, que tus pecados o tus
debilidades. Cuenta mucho más delante de Dios esa bendita sangre que el
Justo, el amado Hijo de Dios derramó en la cruz, que todos tus pecados
presentes o futuros.

¿Sabes por qué la iglesia surgió del costado herido del Señor? Como dijo un
hermano en cierta ocasión: «No fue tomada de la cabeza, como para que ella
tuviera dominio sobre él. No fue tomada de sus pies, como para ser pisoteada
por él. Sino que fue tomada de su costado, para ser igual a él; de debajo de
su brazo, para ser protegida; y de junto al corazón, para ser amada». Las que
aquí son mujeres casadas, ustedes saben lo que es sentirse protegidas por el
brazo fuerte de su amado. ¿Se han recostado sobre su corazón y han sentido
el latir de ese corazón por ustedes? Entonces, ustedes pueden saber mejor
que nosotros los hombres lo que siente la iglesia al sentirse así acunada y
abrazada por su Amado.

Las dulces palabras del Amado

La amada ya no se siente acusada, ya no está vestida de andrajos, ahora


está engalanada. Ella está hermosa, está siendo limpiada, está siendo
perfumada. ¡Ella huele bien! Ahora, ¿puedes sentir que él te dice: «He aquí,
que tú eres hermosa, amiga mía. Amiga mía, he aquí, tú eres bella. Tus ojos
son como palomas. He aquí, tú eres hermosa, amada mía, hermana mía.
Prendiste mi corazón, has apresado mi corazón con uno de tus ojos, con una
gargantilla de tu cuello»? ... «¡Cuán hermosos son tus amores, hermana,
esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, y el olor de tus
ungüentos que todas las especias aromáticas! Como panal de miel destilan
tus labios, oh esposa –él es un poeta también–; miel y leche hay debajo de tu
lengua; y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano... Tus renuevos son
paraíso de granados, con frutos suaves, de flores de alheña y nardos; nardo y
azafrán, caña aromática y canela...»

Hay una distancia tan grande entre el objeto de su amor –en este caso, la
amada– y la entrega del Amado. Tenía mucha más razón Isaac para amar a
Rebeca, Booz para amar a Rut, y Oseas para amar a Gomer, que Cristo para
amar a la Iglesia, si los juzgáramos por la calidad de sus amadas. Con todo,
ninguno amó a su esposa como él. ¿Habrá amor más grande, habrá una
entrega mayor, habrá un sacrificio más pleno? ¡Oh sublime amor, oh
maravilloso amor, inenarrable amor, inefable amor! ¡No hay palabras
humanas ni angélicas que lo puedan describir!

Las palabras de amor de la amada

Pido al Espíritu Santo que nos muestre cuánto él nos ama. ¿Lo sientes tú, lo
crees tú? Si lo sabemos, entonces cantémosle, digámosle lo que él es para
nosotros. Él nos ha dicho lo que nosotros somos para él. ¿Digámosle lo que
él es para nosotros?

Mi Amado es blanco y rubio


señalado entre diez mil.
Su cabeza es como el oro;
sus cabellos negros son.

Tal es mi amado, tal es mi amigo,


oh doncellas de Jerusalén.

No hay dureza en él, no hay terrores en él. ¡Él es dulce, es hermoso; todo él
es codiciable!

He aquí que tú eres hermoso,


Amado mío, y dulce;
nuestro lecho es de flores.
Bajo la sombra del deseado me senté,
y su fruto fue dulce a mi paladar.
He aquí que tú eres hermoso,
Amado mío, y dulce.

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012.d. Mensajes a la iglesia: Como una virgen pura


Mensajes a la iglesia

Como una virgen pura

Llegará el momento en que la iglesia se unirá a su Esposo, y acontecerá la más


grande fiesta que jamás se haya realizado. Nosotros esperamos participar de las
bodas del Cordero; por tanto, necesitamos estar conscientes de que somos
parte de esa virgen pura que se prepara para recibir a su Amado.
Pedro Alarcón P.

Abramos la Escritura en 2 Corintios 11:1-3. Aquí el apóstol Pablo está hablando por el Espíritu
Santo a la iglesia que estaba en la ciudad de Corinto. En la primera epístola Pablo les dice que
ellos son santificados en Cristo (a pesar de todas las irregularidades que estaban viviendo). Les
recuerda que ellos son «llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro».

Y a estos mismos hermanos, en esta segunda epístola, les dice estas palabras: « ¡Ojalá me
toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. Porque os celo con celo de Dios; pues os he
desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que
como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera
extraviados de la sincera fidelidad a Cristo». ¡Qué tremendo privilegio el de ellos! Pese a todo lo
que ellos estaban viviendo, el Señor concibe la iglesia como una virgen pura para Cristo.

Celo de Dios

«Os celo con celo de Dios». ¿Cómo será el celo de Dios? El celo de Dios no es como el celo de
los hombres. Es un celo conforme a ciencia, en el cual está expresado ese deseo de Dios de
ampararnos como a la niña de sus ojos. Y tan grande es el celo de Dios, que él daría cualquier
cosa por la iglesia. De hecho, nos dio todas las cosas, habiéndonos dado lo más hermoso que
tenía: nos dio a su Hijo, para que sea el esposo de la iglesia.

Estamos esperando el pleno cumplimiento de esto. Llegará el momento en que la iglesia –que
ahora es una virgen pura para Cristo– se unirá a su Esposo, y acontecerá la más grande fiesta
que jamás se haya realizado. No va a ser aquí en la tierra, sino en los cielos. Ya no será más la
novia, sino la esposa. Aquellas serán las bodas del Cordero. Nosotros esperamos participar de
las bodas del Cordero; por tanto, necesitamos estar conscientes de que somos parte de esa
virgen pura que se prepara para recibir a su Amado.

¿Cómo es el esposo?

Detengámonos un momento en el Amado. Dice: «Os he desposado con un solo esposo».¿Cómo


es el Esposo? Él es paciente, es amoroso, es humilde, es manso, es perdonador. Hay tantas
características que tiene el Esposo. Yo sé cómo es mi Amado, yo sé cómo es mi Esposo. El que
ha conocido a Cristo, el que lo tiene morando en su corazón, sabe cómo es su Amado. Es fiel, es
dulce, misericordioso, benigno, consolador, sabio. La Escritura dice: «La gracia se derramó en
tus labios» (Sal.45:2). Le conocemos lleno de gracia y de verdad. No le falta nada. ¡Qué perfecto
marido es el que Dios nos ha preparado!

Nuestro Esposo, nuestro Amado, es fiel, incomparable. Realmente, podríamos pasar mucho
tiempo declarando sus virtudes. Un solo nombre no puede definir lo que es el Señor Jesús. El
Señor es valiente. Es vencedor. Es Señor de señores y Rey de reyes. ¡Él será el Esposo de la
iglesia! Él es el que nos ha cautivado. Ese es el Amado al cual esperamos.
¿Cómo es la novia?

Veamos ahora el final del versículo 2: «...para presentaros como una virgen pura a Cristo».
¿Cómo es ella? Primero, es virgen. Ella querrá guardarse, querrá que no haya ninguna mancha,
ninguna cosa de la cual su amado se pueda avergonzar. Ella querrá conservar su virginidad.

Ahora, llevemos eso al plano de la iglesia. Hermanos, ¿nos sabemos parte de esa novia?
¡Somos parte de ella! Y ¿cómo nos estamos preparando nosotros para ese encuentro?
¿Estamos conservando la pureza de esa vida que hemos recibido dentro de nosotros? ¿O será
que en este tiempo nos estamos deslizando en alguna manera, y quizás nuestro corazón ya no
está tan atento al esposo? Jamás debemos perder la expectación de nuestro encuentro con el
Señor, porque hoy está más cerca nuestra redención que cuando creímos.

¿Cómo quiere Cristo hallar a la iglesia? Como una virgen. Eso quiere decir que esta novia no se
ha contaminado con el mundo, con ningún tipo de ídolos, ni con el pecado. Toda la atención de
ella está en el Amado, y se prepara para él como las vírgenes prudentes. Las vírgenes prudentes
tenían no solamente la lámpara: tenían también el aceite para las lámparas. (Mateo 25:3-4).

La parábola de las vírgenes

¿Qué significan las lámparas en las manos de las vírgenes prudentes? La lámpara es la
salvación, y la salvación la tenemos. Hemos sido rescatados de la potestad de las tinieblas y
trasladados al reino del Amado Hijo. Hemos nacido de Dios. Entonces, puede decirse que somos
vírgenes que tienen la lámpara en sus manos.

Pero, qué tremendo sería tener solamente la salvación, conformarse con ella, y no tener el aceite
para la lámpara. Porque esta lámpara tiene que arder. Y las vírgenes prudentes están
representadas en la lámpara y en el aceite. Nosotros necesitamos el aceite de la unción,
necesitamos cada día ser llenos del Espíritu Santo, necesitamos cada día renovar nuestra
consagración por el poder del Espíritu Santo de Dios.

No podemos vivir de las experiencias pasadas. Si en el principio fuiste lleno del Espíritu Santo, y
una y otra vez recuerdas esa experiencia, tal vez estás viviendo con lo que queda de ella. Quiero
decirte que es posible que el aceite esté bajando de nivel, o bien que ya no quede nada. Y tal
vez has hablado tanto de esa experiencia, que ya es como una lucecita que se está apagando.
Y, ¿dónde hallaremos el aceite, sino en Dios mismo, en su Espíritu? Queremos ser como las
vírgenes prudentes, que tienen las lámparas y tienen el aceite.

¿Estamos permaneciendo en una comunión viva con el Señor, o estamos viviendo


descuidadamente? Si estamos viviendo descuidadamente, hermanos, significa que el aceite está
escaseando. Porque cuando la lámpara está llena de aceite de lo único que hablamos es del
Señor Jesús, lo único que llena nuestro corazón es la bendita persona del Señor Jesucristo. No
hay otros amados, como en el caso de Israel (Oseas 2:7). No va el corazón tras los ídolos, no va
el corazón tras las cosas que el mundo le pudiese ofrecer. El corazón está firme en el Amado, y
está esperando en él.

Las vírgenes que se van con el Señor son las que tienen sus lámparas llenas. No seamos
insensatos. Las otras vírgenes no actuaron con sensatez. Y, cuando llegó el momento en que el
esposo se acercaba, y oyeron el rumor, las cinco vírgenes prudentes tomaron sus lámparas con
aceite y fueron a recibir al esposo. Y las otras, recién ahí, después de haber vivido una vida
totalmente descuidada, empezaron a tener cuidado de ese encuentro maravilloso que se iba a
producir. Pero no pudieron estar con el esposo.

¿Qué hacemos con nuestra prosperidad?


¿En qué nos estamos entreteniendo, hermanos? ¿Estamos atendiendo al Esposo? ¿Estamos
cuidando nuestro corazón, nuestra relación con él, y estamos ocupando en él el tiempo
disponible? Yo sé que el enemigo se las ha arreglado en este tiempo para llenar de afanes y de
trabajo al hombre. Dios te ha prosperado a ti, y me ha prosperado a mí. Mira cómo llegaste al
Señor, y mira cómo estás ahora. ¿Nos falta vestido? ¿Nos falta abrigo? ¿Nos falta el pan en
nuestra mesa? Dios nos ha dado abundantemente y sin reproche.

Pero, a veces nos parece que cuando Dios nos prospera es para nuestro propio beneficio. No
pensamos que el Señor nos da para que podamos bendecir también a otros; para honrarnos,
pero para que también nosotros le honremos a él. «Honra al Señor con tus bienes», dice la
Escritura. De tal manera que si el Señor te honra y me honra, es para que perfeccionemos
nuestro servicio a él, para que tengamos los medios para servirle, para que su reino se extienda.
Para que su obra avance.

Una profecía acerca de los cristianos prósperos

Quisiera recordar algunas de las cosas escritas por el hermano David Wilkerson en su libro “La
Visión” en la década de los ‘70. Muchas de ellas se han cumplido plenamente, así que esa
profecía es verdadera. Dios le mostró a David Wilkerson cristianos económicamente muy
prósperos. En ese tiempo, estaba ocurriendo un despertar en el mundo, el Espíritu Santo estaba
siendo derramado para apercibir muchos corazones. Dentro de la visión profética que Dios le
mostraba, veía a Satanás mismo pidiéndole permiso a Dios para tocar a aquellos cristianos muy
fervorosos cuando no tenían muchos bienes. Él le dijo: «¿Por qué tú, Dios, no les das riquezas,
por qué no les das mejores vehículos, por qué no les das mejores casas, mejores bienes, y vas a
ver cómo se olvidan de ti?».

Qué triste sería que en el día de la prosperidad nos olvidáramos de nuestro Hacedor. Cristianos
prosperados, pero que viven para sí mismos, y no ven que si el Señor les prospera, es para que
le honren con sus bienes.¡Toda nuestra vida es del Señor!

La virgen pura que es la iglesia –la que va a ser raptada– está compuesta de hombres y mujeres
espirituales, que han aprendido a ser guiados por el Espíritu de Dios, que viven por el Espíritu y
también andan en el Espíritu. «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu»
(Gálatas 5:25).

El engaño de la serpiente

«Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de
alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (2 Corintios 11:3). Satanás es muy
astuto. Cada vez que vivimos alguna situación incómoda en la iglesia, él querrá utilizarla para
enemistarte con tus hermanos, y trabajará en tu mente y te hará ver que todos están en contra
tuya. Te hará sentir que tú no mereces un trato tan ‘injusto’. Pablo tenía este temor por la iglesia
en Corinto, y también es el temor que hay en nuestro corazón en este tiempo. El temor es que,
de la misma manera, Satanás intente engañarnos. Por eso no tenemos que darle lugar.

También la Escritura habla, en Hebreos, acerca del engaño del pecado. Cuando hay algún
pecado, alguna actitud de tu corazón que no ha sido juzgada, el enemigo se tomará de eso, y
por causa de ese pecado engañará tus sentidos. Luego, tú no sabrás qué te está pasando. Te
irás enfriando, no tendrás deseos de congregarte, no querrás ver a los hermanos, y pensarás
que todo lo que tienes que hacer es estar solo y que así se van a solucionar las cosas. No,
hermano, Dios nos ha puesto en el cuerpo de Cristo, te ha dado hermanos para amonestarte a
través de ellos, y para que seas corregido si es necesario. Debemos ver esto como parte de su
amor para nosotros. Pero también están para que te alienten. Ellos te dirán: «Yo soy tu
compañero, vamos adelante».
Que el Señor nos libre del engaño de la serpiente. El enemigo puede engañar a un individuo y
hacerlo sucumbir con sus ardides. El engaño del cual fue objeto Eva consistió en esto: «Sé tú
mismo, sé independiente, tú puedes vivir independiente de Dios». Ahora, ¿cuál es la astucia del
enemigo en este tiempo? Consiste en decirle a los cristianos: «Tú puedes vivir independiente de
los hermanos». Te dirá: «Tú tienes al Señor; te basta la comunión con el Señor». Y otros dirán:
«Yo tengo al Señor, así que no necesito más». Pero si tú como individuo pretendes mantenerte
fiel al Señor, te expones al más grande fracaso. Porque la promesa del Señor es: «Las puertas
del Hades no prevalecerán contra la iglesia», lo cual implica que un individuo está expuesto a ser
derrotado por el enemigo, pero la iglesia permanecerá firme hasta el fin, porque Su promesa es
fiel. Ahí está el cuerpo de Cristo, para que nos consideremos unos a otros.

Que nuestros sentidos no sean extraviados de la sincera fidelidad a Cristo.

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012.e. Mensajes a la iglesia: A cara descubierta


Mensajes a la iglesia

A cara descubierta

En el Antiguo Testamento los siervos de Dios tuvieron un conocimiento limitado


de Dios. Eran días en que se veía a Dios como a través de un velo. Sin
embargo, en nuestros días, el velo ha sido quitado.

Gonzalo Sepúlveda H.

Lecturas: Job 23:1-9; Éxodo 33:11; 34:29; 2ª Corintios 3:7-18

Los argumentos de Job

Se ha dicho que el libro de Job es el libro más antiguo de la Biblia, y que Job es antes que
Abraham y antes que Moisés en el desarrollo del propósito de Dios. El libro de Job es
controvertido y es uno de los libros más difíciles de entender.

En el capítulo 23:1-9 habla Job. Hasta aquí, se ve a un hombre que ha perdido de vista al Señor.
Él va al oriente, al norte, al occidente, al sur, y dice que en el sur se esconde, y que en el norte
no lo ve, y que en el occidente no lo percibe, y en el oriente no lo halla. Él expone su queja: «Mi
boca se llenaría de argumentos delante de la silla de Dios. Si yo fuese hasta su trono, allí
expondría mi causa, entendería lo que me hablara, y yo razonaría con él». Job está lleno de
reclamos, de amargura y de dolor, y quiere ir donde Dios y discutir con él. Tiene la pretensión de
que el Señor escuchará sus razonamientos.

Job, capítulo 40. El Señor respondió a Job desde un torbellino, y le hizo unas cuantas preguntas.
«¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto.
Entonces respondió Job a Jehová, y dijo: He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano
pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a
hablar».
En el capítulo 42: «Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no
hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento?
Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no
comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído;
mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza».

Entre el capítulo 23 y el 40, hay un tremendo cambio. ¿Cómo se produjo? Primeramente, el


hombre aparece lleno de argumentos de autojustificación, hasta que sus ojos se abren para
conocer al Señor. Recibe revelación, se le ilumina el entendimiento. Antes hablaba cosas que no
entendía, pero una vez que el Señor se le hizo real, sus argumentos se acabaron. Puso su mano
en la boca, y dijo: «Ya no hablaré más». Frente a la santidad, a la gloria y al poder de Dios, se
consideró a sí mismo un hombre vil.

Mientras más lejos esté alguien de Dios, más argumentos, razonamientos y defensas tendrá. Por
el contrario, mientras más cercano esté un hombre de Dios, su corazón se quebrantará y sabrá
que sin el Señor no es nada. ¡Y consideremos que Job era un hombre justo! No nos
encontramos aquí ante un vil pecador, sino ante un hombre bueno. Pero este hombre bueno,
enfrentado con el Dios santo, se arrepiente, se humilla y reconoce su vileza. Toda la grandeza
del hombre se vuelve nada en la presencia del Señor.

No queremos hoy día hacer un estudio grande y profundo. No nos interesa tanto la letra de esta
palabra, sino la experiencia de estar cara a cara con el Señor, de acercarnos hasta darnos
cuenta que ese Dios está ahí. «Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el
que se acerca a él crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (He. 11:6).

El mundo vive hoy como si Dios no existiese. Pero la realidad de los creyentes es otra: ¡Nosotros
amamos al Señor y le estamos conociendo cada día más! Nuestra mayor gloria es que de
verdad hemos entrado en un contacto vivo con el Señor. Si esto no fuese una realidad, cualquier
cosa nos derribaría, cualquier tentación nos seduciría, cualquier pecado nos arrastraría. Sin
embargo, nuestros ojos se han abierto y podemos conocer de verdad al Señor. ¡Cómo reguló
eso la conducta de Job! Qué cambio profundo se produjo en la actitud de su alma. Su soberbia
quedó abatida con el solo hecho de tener conciencia de que ese Dios maravilloso lo veía, lo
conocía, y que no hay pensamiento que de él se esconda.

Moisés, un hombre transformado

En Éxodo 33:11 y 34:29 se dice que no hubo hombre como Moisés que hablase cara a cara con
Dios. Cuarenta días y cuarenta noches estuvo allí con Jehová. No comió pan, no bebió agua, y
recibió los diez mandamientos. Estuvo con el Señor mismo. ¡Qué tremenda experiencia la de
Moisés! Allí él se encontró con este Dios que no se ve con los ojos físicos. Y Moisés hablaba
personalmente con el Señor como quien habla a su compañero.

Qué experiencia más sublime aquélla: un hombre común, como nosotros, hablando con el Dios
eterno. Sin embargo, era un solo hombre el que hablaba, y el resto del pueblo tenía que
quedarse abajo, lejos, esperando la intercesión de Moisés. Qué triste era para los israelitas esa
experiencia de tenerle miedo a Dios. El pueblo vivía lejos de Dios, sin un conocimiento íntimo de
él.

Se dice de Moisés: «Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que
había sobre la tierra» (Números 12:3). ¿De dónde le vino esa mansedumbre a Moisés, si en otro
tiempo era capaz de dar muerte a un egipcio de un solo golpe? Él pensaba que podía libertar al
pueblo de Dios, y quiso hacerlo por su propia mano, transformándose en un asesino. Sin
embargo, llegó a ser el hombre más manso. ¿Qué lo hizo manso?
Fue el estar con el Señor. El vivir en la presencia de Dios modeló su carácter, transformó su vida
y lo hizo apto para ser el líder de un pueblo tan numeroso. ¿Cómo un hombre que mantuviera su
propia vida, su carácter, podría haber gobernado sobre un pueblo tan rebelde como Israel? Pero
un hombre que iba una y otra vez y hablaba con el Señor y recibía instrucciones y llevaba su
carga y toda su preocupación a él, sabía que el Señor le respondería y lo defendería.

Cuando Coré, Datán y Abiram se levantaron en sedición contra Moisés, éste no habló palabra,
no se defendió, no fue como Job buscando la silla de Dios para presentar sus argumentos;
simplemente se postró en tierra y buscó el rostro de su Señor. ¡Y Dios salió en su defensa!

¡Qué glorioso es tener comunión con Dios! ¡Qué tremendo es ver cómo este hombre sacaba
todas sus fuerzas del Señor! El hecho de acercarse al Señor lo transformaba a él tanto en su
carácter como en sus sentimientos más íntimos. Se volvió una persona tan noble, tan dulce, que
pudo gobernar y pastorear a ese pueblo; pudo interceder una y otra vez por ellos para que la ira
de Dios no se derramara y los consumiera a todos. El tener contacto con el Señor, hacía también
de él un hombre misericordioso.

El que tiene comunión con el Señor se va pareciendo a él. Fue tanta la comunión, que no sólo su
alma y sus sentimientos fueron afectados. Dice la Escritura que aun su rostro brillaba, pero él no
se daba cuenta de eso. Hermanos, ¡qué precioso es acercarse al Dios vivo! ¡Qué cambios tan
trascendentales se producen en un hombre que toca a Dios!

Tocar al Dios vivo

¿Qué es lo que nos motiva a nosotros para vivir hoy? ¿Nos estamos guiando por unos cuantos
conceptos de moralidad para hacer lo que es bueno y no hacer lo malo?

Hermanos, si nosotros no tocamos al Dios vivo, si no entramos en comunión verdadera con el


Dios verdadero, nada ni nadie nos puede sostener. La carne se puede levantar con mucha
fuerza. El llanto de una madre no es suficiente. El consejo amoroso de un padre tampoco. Aun
así el hijo se descarría, aun así la hija se va. Ni siquiera la enseñanza bíblica te podrá salvar en
la hora de la tentación cuando tus pasiones se levantan. Tu carne será entonces más fuerte y
herirás a otros sin importarte nada.

Hermano, nada ni nadie te puede salvar, a menos que tú toques de verdad al Señor. Si no nos
encontramos cara a cara con aquél que todo lo conoce; si no entramos en un contacto vivo con
el Señor, ¿quién te va a sostener, qué consejo te va a guardar? ¿Vas a echar mano a tu buena
educación, a tus buenas costumbres, a tu cultura, para tener un buen vivir?

Hermanos amados, esta carne no la sujeta nadie. Ni tú mismo te puedes vencer a ti mismo.
Necesitamos que nuestros ojos se abran como los de Job. Necesitamos subir al monte, como
Moisés. Necesitamos estar cara a cara con Dios. La realidad de la comunión y de la visión que
tuvo Moisés lo capacitó para vivir esos días terribles.

Una gloria más eminente

Siendo gloriosa la experiencia de Moisés, de recibir las instrucciones de Dios y de tener una
impresión directa del Dios todopoderoso, la Escritura nos muestra en el pasaje de 2 Corintios 3:7
al 18 que eso no era todo lo que Dios tenía para el hombre. Porque Dios no sólo tenía leyes para
darle al hombre, no sólo tenía a Moisés como testimonio de que era posible la comunión con el
Dios vivo. Siendo gloriosa la experiencia del Sinaí, hay todavía reservada una gloria más
eminente. En el Nuevo Pacto aparece la gloria más eminente, la gloria que permanece, la cual
es Cristo.
«Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de
ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará». ¡Yo me he convertido a Cristo, el
velo ha sido quitado! ¡Aleluya! «Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos...» ¡Nosotros todos! Antes era un solo hombre,
ahora somos todos nosotros. ¡Bendita gloria es ésta! La gloria de Moisés se extinguió en el
tiempo, hasta quedar reducida a nada; Israel volvió a ser un pueblo cautivo y hasta el día de hoy
está sufriendo. ¡Pero bendita sea la gloria más eminente que ha llegado a todos los que somos
de Cristo! «Todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria, por la acción del Señor
que es el Espíritu» (NVI).

Bendito Espíritu del Dios vivo que nos convenció de pecado, de justicia y de juicio; que trajo la
imagen de Cristo para plasmarla en nosotros. Bendito el Espíritu Santo, que trae los misterios de
Dios y los revela. Bendita dispensación la de la gracia, bendito día el del Espíritu, porque ya no
es un solo hombre, sino todo el Cuerpo, que por la fe subimos a la montaña y a cara descubierta,
podemos venir delante del Señor.

Hermano: es posible ver al Señor cara a cara. Está tan cercano, que no necesito ir a Palestina, ni
necesito ir al Sinaí. Porque no es en ese monte ni en otro monte donde los verdaderos
adoradores adorarán, sino aquí mismo, ahora. ¡Y, a cara descubierta, nosotros le podemos
mirar, y la gloria del Señor puede reflejarse en cada uno de nosotros!

Sacudirse del enemigo

Y en 2 Corintios 4:4 dice que «...el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos,
para que no les resplandezca la luz del evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios».

Tengo la impresión de que el enemigo ha ganado terreno en algunos corazones, que ha venido a
oscurecer el entendimiento, porque ha habido fracasos en algunos de nosotros; como si no fuera
real el Dios que tenemos, como si Dios no fuese capaz de transformar un corazón. Vindicamos el
nombre del Señor, lo santificamos. ¡El Dios santo tiene hijos santos! ¡El Dios justo y verdadero
tiene hijos justos, que viven de verdad en comunión con él, y eso se nota en sus vidas! Si no es
así, es porque de alguna manera el dios de este siglo, Satanás el diablo, ha estado oscureciendo
el entendimiento para que la gloria de Dios no se refleje en la vida del creyente. ¡Es tiempo que
nos sacudamos del enemigo, es tiempo que nos sacudamos del dios de este siglo!

La gloria de Dios regula nuestro carácter

No es simplemente por causa de una enseñanza bíblica. Es más que eso. Las Escrituras nos
alumbran y nos enseñan; pero aquí hay una experiencia: ¡el Dios verdadero nos ha alumbrado!
«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en
nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo». Este es el trabajo de Dios. ¡Dios ha resplandecido dentro de mi corazón! ¡Gracias,
Señor, porque el conocimiento que tengo no es mera letra, es revelación tuya! Ahora no tenemos
argumentos sin entendimiento, ahora tenemos una alabanza con el espíritu y con el
entendimiento.

Y es por la contemplación de esta gloria que Dios regula mi caminar. Ante la primera impresión,
mi carne se quiere levantar, pero hay una gloria más eminente aquí adentro que me regula. ¡Oh,
la tentación de ver pornografía en la televisión, en el cine, en Internet, está latente, está ahí, a un
clic! Porque la carne del hombre es carne, ¡hasta en el más santo! Pero la gloria más eminente
me dice: «¡No, tú eres mi hijo!».
Oh, hermano amado, que sea esto una bendita realidad, porque Cristo dentro de nosotros es
vida y poder. Esa presencia gloriosa de Cristo adentro regula tu caminar. Y antes de dar ese
paso, sientes un freno aquí adentro.

Si no te ha pasado eso, significa, hermano, que estás recién en los bordes, estás abajo del
monte, estás como Israel, dependiendo de que un Moisés te venga a anunciar lo que es bueno y
lo que es malo. Pero la gloria de Moisés se acabó, el tiempo de la ley se acabó y esa gloria
pereció. ¡Este es el día de una gloria más eminente, donde todos podemos mirar a Dios cara a
cara!

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012.f. Mensajes a la iglesia: De lo tangible a la fe


Mensajes a la iglesia

De lo tangible a la fe

Al igual que los discípulos que iban camino a Emaús, los cristianos necesitamos
experimentar una revelación de Jesucristo. Necesitamos que el Señor mismo se
nos revele por el Espíritu Santo a partir de la Palabra de Dios. Desde ese día, ya
no andaremos por vista (buscando apoyo en hechos grandiosos, milagros,
líderes) sino por fe, y agradaremos a Dios.
Gonzalo Sepúlveda H.

Lecturas: Lucas 24:13-35; 2 Cor.5:16.

En este relato de Lucas vemos a dos discípulos del Señor Jesús que iban ‘el mismo día’. Ese
mismo día era el primer día de la semana, el día en que el Señor Jesús había resucitado de
entre los muertos; un día lleno de acontecimientos.

Veremos en esta ocasión un suceso más del cual el Señor es protagonista. Pero no sólo
pondremos la mirada en el Señor, sino también en los discípulos que, de alguna manera, nos
reflejan a nosotros. Que el Señor nos ayude a ver la palabra y lo que él quiere decirnos.

Un forastero camino a Emaús

El mismo día iban a una aldea llamada Emaús, que estaba aproximadamente a unos once
kilómetros de la ciudad de Jerusalén. El Señor Jesús se acerca a dos discípulos que van en el
camino. Ellos no lo reconocen. En ese momento, el caminante es para ellos sólo un forastero.
Entonces él les pregunta: «¿Qué conversaciones tienen entre ustedes mientras caminan, y por
qué están tristes?»

Los discípulos estaban muy tristes, y su tristeza los llevó a abandonar Jerusalén. Atrás habían
quedado los otros discípulos, las mujeres que habían visto el sepulcro vacío, y los demás
hermanos. Era tal su congoja, que no quisieron permanecer allí. Así ocurre con los hermanos
muchas veces, que cuando las cosas no están bien, cuando viene el día de la prueba, se alejan.
Cuando las cosas no son como anhelamos, entonces la fe desciende tanto, el ánimo decae
tanto, que nos alejamos de los hermanos.

Con tristeza ellos caminan y conversan, sin darse cuenta de la persona que va con ellos. Ellos
tienen una excelente opinión de la persona del Señor: Jesús nazareno, un hombre apartado, un
varón profeta que hablaba palabras de Dios, un hombre poderoso en obra y en palabra delante
de Dios y de todo el pueblo. Habían tenido grandes expectativas con todo eso, pero luego vino
su desazón: fue entregado por los principales sacerdotes y gobernantes a sentencia de muerte y
le crucificaron. Con la muerte del Señor murieron también sus esperanzas; murió su fe, murieron
sus expectativas. Con la muerte del Señor para ellos se había acabado todo. «Pero nosotros
esperábamos que él era el que había de redimir a Israel... Pasó algo que no esperábamos que
pasara.

En otros momentos los discípulos estuvieron extasiados con la persona del Señor. Ellos vieron
cuando sanaba a los enfermos, cuando enfrentaba a los religiosos, y les hablaba como quien
tiene autoridad. Vieron cómo calmó la tormenta. Fueron testigos de la resurrección de Lázaro y
de la multiplicación de los peces y de los panes. Vieron los milagros del Señor, las multitudes
que venían tras él, fueron testigos de la algarabía del pueblo el día que el Señor entraba en
Jerusalén. Tuvieron la impresión de que, entrando en Jerusalén, el Señor iba a ser rey
inmediatamente. Pensaban que los romanos iban a caer postrados a los pies del Señor.

Hasta este momento, los discípulos estaban acostumbrados a ver con los ojos visibles. Ellos no
concebían que su Salvador pudiese morir, a pesar de que él les había hablado una y otra vez
acerca de su muerte y de su resurrección. Cuando lo hacía, dice la Escritura que ellos
guardaban la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos. (Marcos
9:10). La resurrección de los muertos no estaba para nada en sus planes. Ellos estaban en el
terreno de lo visible, de lo palpable.

Un relato de incredulidad

Cuando las mujeres les dijeron que el Señor había resucitado, ¡ellos no les creyeron! No podían
ver lo que no se ve; sólo tenían ojos para ver lo visible. Y lo visible les hablaba a ellos que el
Señor no estaba. Su problema más grande es que ¡no lo vieron resucitado! Ellos querían verlo.
Lo habían visto los últimos tres años, día y noche; habían estado con él; habían caminado con él.
Estaban en el plano de lo visible, de lo palpable; por lo cual, aunque se dijera que había
resucitado, no lo creerían mientras no lo vieran con sus propios ojos. Por eso su desazón era
tremenda.

El Maestro les abre las Escrituras

«Entonces él les dijo...» Ahora habla el extraño caminante. Los ojos de los discípulos todavía
están velados. «¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han
dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y
comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las
Escrituras lo que de él decían». No dice aquí qué Escrituras les declaró, simplemente dice que
comenzó desde Moisés. Tal vez les haya mostrado el pasaje de las serpientes ardientes, en que
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta elevada, para que aquel que fuese
mordido mirara arriba. «Así el Cristo tenía que ser levantado, como la serpiente de bronce, para
que el que lo mirara fuera salvo”. “¿Ustedes no lo entienden?” Tal vez les citó a Moisés cuando
dijo: «Profeta os levantará Jehová nuestro Dios de entre vosotros; a él oiréis». ¡Este es el profeta
que había que oír! ¡Cuántos otros pasajes les habrá mostrado, a través de todos los profetas!

Seguramente les señaló en Isaías: «Un hijo nos es nacido, el principado sobre su hombro». O
Isaías 53: «Como un cordero fue llevado al matadero, enmudeció, no abrió su boca, pero
después que haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días».
¡Vivirá! «Después de haber puesto su vida, vivirá». “¡Eso dijo Isaías, que él pondría su vida, sería
llevado al matadero como un cordero, pero eso significaba la salvación de ustedes!”

«¡Insensatos, tardos de corazón para creer!»... Esta es la desgracia del hombre: su corazón es
tardo para creer. El hombre quiere ver con los ojos, quiere palpar, se quiere mover siempre en el
plano de lo que es tangible, lo que es visible; si no, el corazón que es tardo, no quiere creer.

Los discípulos son atraídos hacia la fe

«Llegaron a la aldea adonde iban...» Unos once kilómetros, seguramente unas dos horas de
caminata. Durante estas dos horas fueron escuchando las palabras del Señor. «Llegaron a la
aldea... y él hizo como que iba más lejos». Los probó otra vez. Hizo como que él iba más allá.
¿Qué reacción van a tener? «Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con
nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos».

Pero, pensemos por un momento. Lo que ellos menos esperaban era ver al Señor Jesús, porque
no creían que podía haber resucitado. Sin embargo, a esa altura, después de haber oído las
palabras que ese hombre les estaba hablando, le obligaron a quedarse. No le dejaron
alternativa: «Te tienes que quedar». Consideremos que todavía no lo ven, todavía no lo
reconocen. La fe todavía está fuera de ellos, simplemente están aferrándose de la fe que tiene
Otro hombre. Necesitaban asirse de algo, y aquí encontraron un hombre en quien aferrarse.
Todavía no tenían la fe encendida dentro, todavía la fe estaba en Otro hombre.

Hermanos, aquí hay una palabra para nosotros. ¿En qué, o en quién, está basada hoy nuestra
fe? ¿Será que todavía necesitamos ver muchas cosas? ¿Será que necesitamos aferrarnos de
algo visible? ¿Será que necesitamos una multitud de personas, porque eso visible nos alienta?
O, por último, ¿necesitamos de un buen líder, y decimos «Este hombre sí tiene revelación, este
hombre sí tiene claridad; con él voy a estar»? Pero, ¿no será que tú estás caminando por la
revelación que ese hombre tiene, sin que esa revelación haya entrado en tu corazón?

¿Habrá algún cristiano, algún creyente, alguien que recibe esta palabra, que está necesitando
siempre de cosas externas, cuya fe nunca ha penetrado realmente al interior de su corazón y
que todavía se mueve en el terreno de lo visible y lo palpable? Es decir que, si no hay milagros,
no va; si no hay respuestas, no va; si no hay prosperidad y las cosas no se dan como él quiere,
entonces se va. Y anda errante buscando cosas externas a qué aferrarse. ¡El Señor nos libre de
eso!

«Quédate con nosotros...» Es como si dijeran: «Si tú te vas, si sigues de largo, vamos a volver a
estar tristes. Escucharte nos hace bien, quédate con nosotros. Es hermoso lo que tú dices, pero
si te vas, vamos a volver a quedar solos». ¡Lo obligaron a quedarse!

Los ojos son abiertos

«Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les
dio». Miremos por un momento la escena. El Señor está sentado a la mesa. Está el pan, está su
oración, están los ojos fijos en la persona del Señor que hace eso. Pero ahora cambiemos la
mirada. Miremos a los dos discípulos. Parece que los ojos se empiezan a iluminar, algo empieza
a cambiar. La tristeza se va, es como que hay un destello. ¡Ay! Lo que viene a continuación sería
abalanzarse sobre el Señor, abrazarlo, postrarse a sus pies y adorarlo. «¡Eres tú, Señor, estás
vivo!». En ese momento ocurre algo sobrenatural: ¡el Señor se desaparece de su vista! «¡Era él y
no nos dimos cuenta que andaba con nosotros!».
Sin embargo, aunque desapareció el Señor, no desapareció el gozo en el corazón de ellos. En
ese momento los discípulos cambiaron de plano. Pasaron en su corazón del Antiguo Pacto al
Nuevo Pacto. Antes estaban en el terreno de lo visible, de lo palpable; ahora pasaron al terreno
de lo invisible, al terreno de la fe, al terreno de lo celestial. ¡Bendita experiencia la de los
discípulos!

Este es un hecho de Dios, es un hecho de la persona de nuestro Señor Jesucristo. Él quiso que
esto quedara escrito para que todos lo conozcamos hoy, y sepamos que así ha de ser la
experiencia de cada uno de nosotros. Tenemos que salir de una vez por todas del terreno de lo
tangible, para entrar en el terreno de la fe verdadera, donde no necesitamos ver con los ojos,
sino sólo creer con el corazón.

«Se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el
camino, y cuando nos abría las Escrituras?». Otra versión dice: «¡Como ardía nuestro corazón!
¡Cómo nos hablaba en el camino! ¡Cómo nos abría las Escrituras!». Desde ese momento
comienza a arder el corazón de ellos. Qué contraste: cuando empezaron a alejarse de Jerusalén
camino a Emaús, ellos iban tristes porque se les había desaparecido el Señor. Pero ahora, en
este versículo 31, su corazón está ardiendo. Dejaron de ver y palpar y ahora comenzaron a creer
de verdad. Su corazón empezó a arder.

Trasladados al plano de la fe

Amado hermano, ¿en qué plano nos estamos realmente moviendo? Me acuerdo de Habacuc, el
profeta que habla de la fe, el que declara en el Antiguo Testamento: «El justo por su fe vivirá»
(Habacuc 2:4). Al final del libro dice así:

«Aunque la higuera no florezca,


Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar» (Hab. 3:17-19).

Hermanos, pase lo que pase, nosotros seguimos al Señor. Aunque no haya vacas en los
corrales, aunque no haya mantenimiento, aunque no haya nada visible de qué tomarse, ¡el
Señor sigue siendo real!

¿Qué pasaría, hermanos, si la situación política de nuestro país sufriera una drástica
transformación? Nosotros creemos que a medida que los años pasen, aunque no haya una
transformación política aquí, sí la habrá en el mundo entero (con esto de la globalización, donde
se espera el advenimiento del Anticristo). Bien puede llegar el día en que se nos prohíba
reunirnos. ¿Se derrumbará con eso tu fe? Si no encuentras un predicador que te anime cada
domingo, ¿se enfriará tu corazón? ¿Necesitaremos estar siempre viendo algo, asociándonos con
alguien, necesitaremos la fe de otros, una fe prestada, siempre?

Es tiempo que seamos trasladados. Esto ya ocurrió el día que el Señor Jesús resucitó de entre
los muertos. Cuando él resucitó, nos sacó del plano de lo visible y palpable, para venir a la fe
preciosa del Hijo de Dios. Los discípulos no se lamentaron de que el Señor haya desaparecido.
Ellos entendieron perfectamente que, de ahí en adelante, tenían que acostumbrarse a esta
nueva realidad: ¡Aunque no lo veamos con los ojos físicos, él camina a nuestro lado! ¡Él entró
para quedarse! Ellos le dijeron: «Señor, quédate, que se hace tarde». Y el Señor entró y se
quedó con ellos. Yo puedo decir que un día el Señor entró en mi corazón y se quedó conmigo
para siempre! ¡Bendito sea su nombre!

Amado hermano, a esto nos trae hoy día el Señor. No importa que no veamos nada. A veces,
alguien quiere que el Señor le responda cierto asunto, y como no se lo respondió como él quería,
se aleja, se va. Él está buscando una fe acomodada a su propia medida. ¿Queremos acaso
nosotros manejar a Dios? ¡No podemos! Hermano, si el Señor te dice ¡No!, acéptalo. Si el Señor
no te responde, él sigue siendo Dios. ¡Si las cosas no se dan como el hombre quiere, Dios sigue
siendo Dios! Lo más glorioso que nosotros tenemos, amados hermanos, no es la salud y la vida;
no es el vehículo ni la casa; no es el sueldo ni la posición social. ¡Lo más glorioso que tenemos
es a Cristo revelado en el corazón!

Mientras estamos reunidos aquí, él está aquí. Si él resucitó de entre los muertos, entonces es
verdad que donde hay dos o tres reunidos en su nombre, ¡él está ahí! Si él resucitó de entre los
muertos, entonces es posible que no nos deje huérfanos, que vuelva a estar con nosotros. ¡Por
la fe habita Cristo en nuestros corazones y no nos deja nunca! Él dijo: « ... Y he aquí, yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Desde el día de la resurrección hasta hoy al Señor Jesús ya no le conocemos según la carne.
Los discípulos le habían conocido hasta ese día en el plano de la carne; pero, desde aquel día,
el Señor determinó que ya no se le conocería más así. Necesitamos conocer a Cristo ahora sólo
en el espíritu. Aunque no veamos nada. Basta con que lo hayamos visto a él.

Cuando Cristo está revelado

«Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos y a los
que estaban con ellos». Primero ellos venían tristes y cansados. Pero en esa misma hora –ya
era de noche– el corazón estaba encendido. ¡Qué importa volver inmediatamente de vuelta!
¡Qué importa hacer el camino de noche! Había pedregales, era un camino polvoriento y oscuro.
¡Qué importan las dificultades cuando el corazón está lleno de Cristo! ¡No hay impedimento para
volver a la comunión! «¡Vamos, tenemos una noticia tan grande, tenemos un gozo tan grande, lo
tenemos que compartir!”

¿Con qué fuerza camina usted, hermano? ¿Viene usted porque alguien lo trae? ¿Vienen los
hijos tan sólo porque los traen sus padres? Que nos impulse ese fuego interior encendido por el
Señor. Es tiempo ya que caminemos por ese fuego que arde. Ellos fueron y hallaron a los once
reunidos, y a los que estaban con ellos. Entonces contaron las cosas que les habían acontecido
en el camino y cómo habían reconocido al Señor al partir el pan.

Después vienen otras escenas gloriosas. El Señor vuelve a hacerse visible otra vez y les vuelve
a abrir el entendimiento. Pronto el Señor partiría, pero ya los había trasladado de plano. Ahora ya
no importaba que el Señor se fuese a los cielos. Hermano, ahora no importa que tú no lo veas
con estos ojos, no importa. ¡Porque el Señor igual está!

Después viene la oración de los discípulos, viene el día de Pentecostés, viene la iglesia en
Jerusalén, y viene el evangelio hasta lo último de la tierra, hasta nuestros días. El Señor no
volverá a ser visible, hermanos, hasta el día en que le veamos cara a cara, ya no con estos ojos.
No esperes ver tantas cosas, no esperes ver nada. ¡Que te baste Cristo!

Oh, hermano, si usted todavía no ha cambiado de plano, ¡qué difícil debe ser su caminar! Si
usted todavía está entre lo visible y lo palpable, ¡qué difícil debe ser para usted congregarse!
¡Qué difícil debe ser para usted vencer una tentación! ¡Qué difícil debe ser para usted
mantenerse fiel en medio de un mundo que lo quiere atrapar todos los días! ¿Cómo ha
soportado las tentaciones en sus propias fuerzas? ¿Cómo persevera usted reuniéndose tal vez
por un miedo externo? ¡El Señor le libre en este día y él haga el milagro en su corazón!

Volvamos de Emaús a Jerusalén. Si te has ido lejos, desalentado y triste, es el día de volver con
gozo a la comunión de los hermanos, a abrazarte con los que tienen la misma realidad. Y, ¿cuál
es esa realidad?: «¡Cristo en nosotros, la esperanza de gloria!».

Hermano amado, amada hermana, lo que me une contigo, ¡es que está Cristo en nosotros, la
esperanza de gloria! ¡Compartimos la vida preciosa y poderosa de Aquel que no se ve! Te puedo
abrazar sin esfuerzo, nos amamos, porque hay otra vida adentro. No es una religión externa la
que nos congrega, ¡sino que hemos visto al Invisible! ¡Aleluya! ¡Hemos visto al que resucitó de
entre los muertos! ¡Él es quien nos guarda!

La obediencia a la fe, la obediencia a la palabra, el cumplir con los mandamientos del Señor,
fructificar para Dios, son cosas que no se pueden hacer en el plano de la carne y de la sangre.
Para agradar a Aquel que vive por los siglos de los siglos, se necesita tener la vida de él
incrustada en lo más profundo de nosotros, ¡y eso es lo que el Señor Jesús ha venido a hacer en
nosotros!

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012.g. Mensajes a la iglesia: El segundo hombre


Mensajes a la iglesia

El segundo hombre

En la tierra hay sólo dos descendencias, la descendencia de Adán, el primer


hombre, y la de Jesús, el segundo Hombre. Los descendientes poseen los
mismos rasgos de sus respectivos arquetipos.

Eliseo Apablaza F.

Lectura: 1 Corintios 15:45-49

Dos hombres

Aquí se mencionan dos personas: Adán y el Señor. Y son dos personas que se oponen entre sí.
Lo que se dice de una es lo contrario de lo que se dice de la otra. Y no podía ser de otra forma:
Adán está en un extremo, el Señor está en el otro. Pero esta comparación es digna de ser
examinada con un poco más de atención, porque nos muestra en parte la gran salvación que
Dios nos ha dado. Nos muestra de dónde nos sacó el Señor y adónde nos ha traído; lo que
éramos y lo que somos hoy.

Se dice del primer hombre que era un alma viviente, o sea, uno que vivía por su alma. Adán
decidió, en un momento determinado, centrar su vida en el yo; al pecar, desarrolló su alma, su
mente, sus afectos, su voluntad. Fue el primer hombre, un alma viviente.
Pero luego dice que hay un segundo hombre, y de este segundo hombre –el Señor– se dice que
era «espíritu vivificante». Mientras que Adán vivió por el alma, este postrer Adán, Jesucristo,
vivió para vivificar. No vivió ‘desde’ su alma, no haciendo su voluntad, sino ‘desde’ su espíritu.
Por supuesto, el Señor Jesús no era sólo espíritu, era un hombre perfecto y completo. Pero lo
que aquí se quiere decir es que él vivió por su espíritu y desde su espíritu, y ese espíritu suyo es
un espíritu vivificante.

Se dice también que ese primer hombre, Adán, es de la tierra, es del polvo, pero que este
segundo Hombre es celestial. Jesús vino del cielo. Es diferente a todo lo que hay en la tierra. Se
dice en el versículo 48: «Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales
también los celestiales». Se indica con eso que tanto Adán como el Señor son como modelos, o
cabezas de dos respectivas descendencias. Cada uno de ellos es como una matriz, y de cada
uno de ellos hay una descendencia que tiene sus mismas características. Cual el terrenal –
Adán– tales los terrenales; cual el celestial –el Señor– tales también los que son del Señor.

En toda la raza humana hay sólo dos hombres y dos descendencias. Está Adán y su
descendencia; está Cristo y su descendencia. El primer hombre y el segundo Hombre.

La triste historia del primer hombre

Sabemos la historia del primer hombre. Está en Génesis 1, 2 y 3. Adán vivió en Edén, fue dejado
allí como administrador de Dios en esa tierra hermosa; pero, al poco tiempo, Adán cayó. Su
pecado trajo la maldición y trajo la muerte, y la muerte pasó a todos los hombres.

¿Será necesario hablar de toda la derrota, de toda la desgracia, de toda la frustración que nos
vino por Adán, para demostrar las consecuencias de su caída? ¿Será necesario examinar las
consecuencias de pertenecer a una raza desgraciada, maldita, destituida, impotente e inútil? No,
porque todo eso es evidente.

Miremos cualquier época de la historia humana, miremos el lugar del planeta que queramos, y
vamos a encontrar las consecuencias de la caída. Pero no solamente miremos al hombre impío;
miremos también las consecuencias que tiene esta caída aun en nosotros, los hijos de Dios.
Cuánto hay en nosotros que se resiste a la voluntad de Dios; cuántos fracasos hay en nuestros
intentos por agradar a Dios. «¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?», decía Pablo.

El segundo Hombre

Sin embargo, debemos alabar al Señor, porque hay un segundo hombre. Existe un segundo
hombre en el cual no vemos ninguna de las deplorables características de Adán. Todo lo que en
Adán es negro, opaco, triste, en este segundo hombre es luminoso y feliz. Primero, este segundo
hombre es un hombre resucitado. Y cuando uno ha resucitado, como él resucitó, la muerte ya no
tiene poder sobre él. He ahí su primera característica: es un hombre resucitado. Posee una vida
que no tiene mancha, que no tiene fin.

Así que identificamos a Adán como el primer hombre, y al Señor Jesús como el segundo
hombre. Todo en Adán es caída, todo en Cristo es triunfo. Todo en Adán es pecado, todo en
Cristo es santidad y perfección.

¿Cómo cambiar de familia?

Ahora bien, ¿cómo podríamos nosotros desligarnos de una familia con tan terribles
características como la familia de Adán, para nacer a una nueva familia, la familia del Segundo
Hombre? Al comparar a estos dos hombres, es evidente que todos nosotros nos inclinamos por
el Segundo. ¿Pero, cómo trasladarnos a él?

Pongamos un ejemplo: cada uno de ustedes lleva un apellido y ese apellido significa que
pertenecen a una determinada familia. Ahora bien, ¿cómo yo podría dejar de ser Apablaza y
venir a ser Sepúlveda, por ejemplo? ¿Cómo podría hacerlo? Humanamente hablando, imposible.

Pero, en realidad, hay una posibilidad, una posibilidad extrema: que yo muriera como Apablaza,
y pudiera nacer de nuevo, esta vez como Sepúlveda. Sin embargo eso es un gran problema.
Morirme como Apablaza es posible para mí (en el peor de los casos). Pero nacer de nuevo,
como Sepúlveda, es absolutamente imposible. Porque ustedes entenderán, si yo decido morirme
como Apablaza, yo me muero en pecado, y la paga del pecado es muerte. ¿Y luego, cómo
podría resucitarme? ¿En virtud de qué justicia, si el único que podría resucitar es uno que no
haya sido alcanzado por el pecado? Así que éste es un problema insoluble.

Así también, el camino para salir de la familia de Adán y entrar en la familia de Cristo es la
muerte y la resurrección. Es la muerte a la familia de Adán, y luego la resurrección a la familia de
Cristo. Para mí, esto es imposible. Sin embargo, para Dios, todo es posible, porque «lo que es
imposible para los hombres, es posible para Dios» (Lucas 18:27).

El postrer Adán

Estamos hablando de los hechos de Dios. Vengamos a las proezas de Dios, vengamos a las
maravillas de Dios. ¡Grandes y maravillosas son las obras de Dios! Yo no podía salirme de una
descendencia caída, pero Dios me dio la solución, Dios hizo algo para que esto fuera posible.

En el versículo 45 hay una frase muy interesante: “el postrer Adán”. ¿Quién es el postrer Adán?
Se habla de él que es ‘espíritu vivificante’, y la contraposición es tan clara que es innegable que
se refiere al Señor Jesús. ¿Y qué significa ‘postrer’? Postrer es ‘último’. ¿O sea que hubo uno
que fue declarado ‘el último Adán’? ¿Significa que esa descendencia de pecado tuvo un fin?
¡Esa sí es una buena noticia! Hubo uno de quien se dice que es el ‘postrer Adán’. O sea, que esa
raza caída terminó, se cerró el ciclo de la maldición.

Jesús nació de María. En cuanto hombre, él fue también un miembro de la familia de Adán, pero
como no nació de padre humano, no heredó el pecado de Adán, porque la caída y la herencia de
pecado es por Adán. Así lo hizo Dios para que pudiera nacer un hombre sin pecado, y que fuera,
sin embargo, un hombre. Él perteneció a la familia de Adán, pero no cometió pecado. Como el
postrer Adán, él es el último descendiente de esta familia maldita. Cristo acabó con Adán.

Decir que Cristo acabó con Adán es una verdad que da lugar a muchas otras gloriosas verdades.
Si Cristo terminó con Adán, y yo estaba incluido en esa familia adámica, entonces, cuando Adán
fue destruido, yo también fui destruido. En el postrer Adán nosotros morimos a la familia de
Adán.

Eso soluciona mi problema, así que ya no necesito morirme. ¡Cristo murió, y Cristo me incluyó,
yo morí en él! Cuando Cristo murió, murió como hombre, para que fuera representativo de los
hombres. No murió como ángel, para salvar a los ángeles; murió como hombre, para salvar a los
hombres. ¡Bendito es el Señor Jesús-hombre! (1ª Tim. 2:5).

Muertos con Cristo

Ahora miremos la primera frase de Colosenses 2:20, que dice: «Habéis muerto con Cristo». ¿A
quién le dice eso Pablo? Evidentemente, a los hermanos de Colosas. Pero no es sólo a ellos,
sino también a nosotros. «¡Habéis muerto con Cristo!». Respecto de este punto, no estamos
pidiendo el parecer de nadie. «¿Está de acuerdo usted?». No; ¡simplemente, estamos
declarando los hechos de Dios! Por eso decía antes: ¡Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor Dios todopoderoso! Cuando declaramos los hechos de Dios, entonces nosotros lo único
que podemos hacer es inclinarnos y adorarle. “Señor, tus hechos son magníficos”. ¡Hemos
muerto con Cristo!

Veamos también el capítulo 3, versículo 3 de Colosenses: «Porque habéis muerto...» ¡He aquí
por segunda vez esta verdad en la misma epístola! ¿Le queda a alguien alguna duda respecto
de este hecho de Dios con respecto a nosotros? Hermanos de Colosas, no queda duda;
hermanos de Temuco, no hay duda. Como el postrer Adán, el Señor Jesús nos incluyó.

Veamos Romanos 6. En este capítulo aparecen tres alusiones a este hecho. Romanos 6:3: «¿O
no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en
su muerte?». Esta es una pregunta con carácter afirmativo. Ahora bien, ¿qué significa
«bautizados»? «Bautizado» significa «sumergido». Hermanos, hemos sido sumergidos en Cristo
Jesús. Como postrer Adán, Cristo no murió solo, sino que Dios decretó que nosotros fuéramos
sumergidos en él.

Versículo 5: «Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte...»


Dice aquí que fuimos plantados juntamente con él. Antes dijo: ‘sumergidos en Cristo’, ahora dice
‘plantados juntamente con él’. Y, por si fuera poco, en el versículo 6 dice: «Sabiendo esto, que
nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él». Hermanos, unamos las tres cosas:
fuimos sumergidos en Cristo, fuimos plantados juntamente con él y fuimos crucificados
juntamente con él. Y, ¿de qué nos hablan estas tres cosas? De su muerte y de nuestra muerte.
Hermanos, de verdad hemos muerto.

Así que podemos decir: “Adán, estoy libre de ti, estoy libre de tu hedor. Tú estás descompuesto,
Adán, pero yo estoy libre de ti.” ¡Estamos libres de Adán! ¡Fuimos incluidos en el postrer Adán
para morir a Adán!

No sólo muertos: también resucitados

Pero volvamos a la obra del segundo Hombre. No dice ‘segundo Adán’, sino ‘segundo hombre’.
En realidad, no convenía que hubiera un segundo Adán. Y, a la luz de esta Palabra, a Adán ya lo
despedimos. Jesucristo es el segundo Hombre, no el segundo Adán. 2 Corintios 5:17 dice: «De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas
son hechas nuevas». Todo lo perfecto que yo ansiaba y que en Adán no encontré, lo hallé en
Cristo. ¿Estamos agradecidos del Señor por esta obra preciosa?

Colosenses 3:1 dice: «Si, pues, habéis resucitado con Cristo...» Si nosotros le quitáramos ese
condicional «Si, pues...», que sirve para iniciar el razonamiento que viene, entonces, tenemos
una afirmación: «Habéis resucitado con Cristo». He aquí que no sólo hemos muerto: también
hemos resucitado con Cristo. De tal manera que no hay sólo muerte inclusiva; también hay una
resurrección inclusiva. En Cristo yo puedo morir; pero no sólo eso, en Cristo puedo resucitar. En
Cristo como postrer Adán, muero. En Cristo como el segundo Hombre, resucito. Y aquí está
solucionado del todo mi gran problema. Lo que yo no podía hacer para cambiarme de familia,
Dios lo hizo en Cristo. «Y todo esto proviene de Dios...» (2 Corintios 5:18).

¡El haber resucitado es algo que hizo Dios! Esto es imposible para los hombres, pero es posible
para Dios. Yo no hice nada, todo fue hecho por Dios, en Cristo. Si yo lo hubiese hecho (en el
hipotético caso), podría decir: «Estoy seguro de ello, porque yo lo hice. ¿Cómo no voy a saber lo
que yo he hecho?». Pero, desde el punto de vista de Dios, el que yo lo haya hecho no
representaría ninguna seguridad, no daría ninguna confianza. Fue mucho mejor, indeciblemente
mejor el hecho de que Dios lo haya hecho –que él me haya cambiado de familia– a que lo haya
hecho yo.

El cabeza de familia establece el modelo para todos los descendientes de esa familia. Así que,
mira ahora al Señor Jesús: «Cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos
traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial». Míralo ahora, sin
relación con el pecado; míralo ahora, con esa apariencia que Juan lo vio en Apocalipsis. Míralo a
él sentado a la diestra del Padre, míralo a él siendo coronado, míralo a él siendo adorado por
toda la corte celestial: los ángeles, los seres vivientes. Míralo a él siendo aclamado por la
creación, los planetas y las galaxias. ¡Todo lo alaba, todo lo bendice! ¡Con ese Hombre estamos
asociados!

Cristo es el modelo, él es el patrón. Luego, todos los que venimos detrás de él, traemos su
imagen. No hay derrota en él; no hay tristeza (excepto la tristeza por nosotros, por nuestra
dureza) ¡hay plenitud de gozo en él! Nuestra filiación como miembros de la familia de Dios hoy
es por medio del Cristo resucitado.

Bendito sea el Señor Jesús, el postrer Adán, el que en la cruz pagó por nuestros pecados y nos
incluyó también en su muerte. Pero hoy nuestra asociación no es sólo con Cristo como el postrer
Adán, sino también con el Cristo que es el segundo Hombre. Tenemos su vida, y su vida es
victoriosa; tenemos su imagen dentro de nosotros, y esa imagen se va expresando en nosotros
hasta llegar a la plenitud. Se va resquebrajando el cascarón de afuera, y se va cayendo en
pedazos la imagen opaca y pálida de Adán, para ir aflorando este segundo Hombre que está
adentro. Ver esto trae un tremendo descanso; creerlo es una tremenda bendición.

El ejemplo de Abraham

Pero ¿estaremos hablando como locos? Si alguien de afuera nos escucha decir esto, tal vez
diga: «¿Qué locuras está hablando este hombre?» En esto hemos de ser como Abraham.

Abraham salió de Ur de los caldeos cuando Dios le dijo: «Sal de tu tierra, de tu parentela, a la
tierra que yo te mostraré». Él salió, sin saber a dónde iba. Todo en la vida de Abraham fue una
locura – una locura de fe. Salió a una tierra que nunca poseyó. Tuvo una descendencia que
nunca vio – porque se le dijo: «De ti saldrán reyes». Abraham nunca los vio. «De ti saldrá una
gran nación». Abraham nunca la vio. De modo que si nosotros hacemos el loco hablando estas
cosas, Abraham mucho más.

Refiriéndose a Abraham, a Isaac y a Jacob, la Escritura dice: «Conforme a la fe murieron todos


estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos y creyéndolo y saludándolo y
confesando...» Podemos imaginar la siguiente conversación entre Abraham y Sara. «Viejita, Dios
me dijo que íbamos a tener un hijo». Sara lo mira, extrañada: «Abraham, ¿qué te pasa? ¿No has
visto la edad que tú tienes, y todavía no te das cuenta de que yo soy estéril?». ¡Abraham estaba
loco! Humanamente hablando, era un soñador. Toda su vida lo fue.

«¿Qué andas buscando, Abraham?» — pudiera haberle preguntado un extraño –. «No te


estableces en ningún lugar, no compras un pedazo de tierra para ti. ¡Sienta cabeza alguna vez,
Abraham!». «Es que, ¿sabes?, una vez Dios me dijo...». «¿Dios te dijo? ¡Tú estás loco!». «Sí,
Dios me dijo que saliera de mi casa y que viniera, que me iba a mostrar una tierra, que me iba a
dar un hijo...». «¿Cuál tierra? ¿Cuál hijo?».

Me llama la atención esta frase: «Mirándolo de lejos, y creyéndolo y saludándolo, y


confesando..». Esas son las características de un creyente. Sobre todo, las últimas: creyéndolo,
saludándolo y confesando. Así que creamos esta palabra, despidamos a Adán, digámosle adiós
para siempre ... ¡Y saludemos a Jesucristo, el segundo Hombre! ¡Démosle la bienvenida,
alabemos la proeza de su muerte y su resurrección!

Tal como Abraham, nosotros también creemos, y saludamos y confesamos estas cosas, aunque
no las veamos todavía realizarse plenamente. Declaramos que en ese postrer Adán morimos y
que en el segundo Hombre resucitamos. ¡Declaramos que hemos muerto a una generación
maldita y que hemos resucitado a una generación nueva, a la familia de Dios!

Primero murió como el postrer Adán; luego resucitó como el segundo Hombre. No podía
resucitar sin primero morir. No podía establecer una nueva familia si primero no echaba por tierra
la anterior. Todo tuvo su orden, todo fue perfecto. Él lo hizo todo bien.

Implicancias en la vida presente

Todo lo que hemos dicho hasta aquí tiene tremendas y gloriosas consecuencias en nuestra vida
presente, porque no estamos asociados a un Adán pecador, sino a un Cristo vencedor del
pecado. No pertenecemos más a una familia de muerte, sino a una creación nueva, libre del
pecado y de la muerte. Esto es la base de un caminar en victoria. No hay nada de Adán que nos
sirva, nada de los esfuerzos del viejo hombre por enmendarse. Lo que nos sirve hoy es
enteramente lo que proviene del Cristo resucitado, de su vida poderosa, que nos fue impartida a
nosotros por el Espíritu Santo. Tenemos estos recursos disponibles hoy para nosotros.

Yo estoy contento porque el postrer Adán acabó conmigo. ¿También lo estás tú? ¡Estoy contento
porque el segundo Hombre me levantó! Y tanto el postrer Adán como el segundo Hombre son
una misma persona. No podría haber una obra tan gloriosa fuera de él. ¡Todo lo hizo Dios en
Cristo Jesús!

Así que ahora, hermanos, miremos al Señor ¡Él es el que vence! Es el segundo hombre, y
nosotros estamos incluidos en él.

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012.h. Mensajes a la iglesia: Cristo, nuestra victoria


Mensajes a la iglesia

Cristo, nuestra victoria

La victoria del cristiano sobre la carne y el pecado no depende de los muchos


esfuerzos que haga para vencer, sino de que reciba luz de Dios para ver que la
victoria es Cristo.

Rolando Figueroa E.

Lecturas: Romanos 5:17; 1 Samuel 15:29.

Reinan los que reciben


Leemos en Romanos 5:17 que si por uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por
uno solo... «Reinarán en vida». Reinarán, gobernarán, tendrán dominio en vida, se manifestará
la vida del Señor en vida de los que estamos aquí, ahora. Por uno solo, no por causa tuya o por
causa mía. ¡Por Jesucristo! ¿Quiénes serán los que podrán reinar? «Los que reciben...» ¡Oh, no
son los fuertes, no son los santos o justos en sí mismos, sino aquellos que reciben!

«Los que reciben...» Pareciera tan fácil y simple recibir, ¡pero cuánto nos cuesta recibir! Y,
¿saben cuál es la dificultad para recibir? La soberbia, el orgullo, la dureza del corazón, la justicia
propia, la incredulidad. ¿Por qué una persona encuentra tantos obstáculos para ser salva? Se le
declara: «Todos están muertos en delitos y pecados, pero el Señor ha provisto Su salvación, ha
provisto a Su Hijo quien murió por ti y, si tú le recibes y crees en él, el Señor te salva y te
perdona». La persona responde: «No puede ser tan fácil. Algo tengo que hacer yo. Necesito
hacer algo, yo quiero hacer algo». Y entonces declara: «No estoy preparado (a)».

¿Cuál es la razón por la alguien dice no estar preparado? Se acordó de la pelea que tuvo hace
poco, o de cualquier acto reprobable que pensó o ejecutó días atrás. Contempla a Dios en su
santidad en las alturas, y, al compararse, concluye que no está preparado. Pero si alguien
pudiese estar preparado por sus fuerzas, entonces, por demás vino Cristo; si alguien pudiese
salvarse por obras, no habría sido necesario que Dios enviara a su Hijo a morir por nosotros. La
salvación es por gracia, es por fe y es por Cristo, y en ella no le cabe participación al hombre en
modo alguno.

Pero ahora se habla de reinar, es decir, vivir conforme a lo que sabemos que Dios quiere.
Sabemos que el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza. Los que conocemos al Señor y somos salvos decimos: «Bueno, con
la ayuda del Señor, podemos hacer esto o aquello». Y entramos en un esfuerzo y en un
desgaste propio y particular. Oramos mucho, ayunamos mucho, hacemos muchas cosas, porque
queremos ser santos, queremos alcanzar el fruto del Espíritu, queremos hacer la voluntad del
Señor. Y hay una semana o un mes en que lo conseguimos, y vamos felices a alabar al Señor,
porque hemos visto el resultado de todo nuestro esfuerzo desplegado.

Pero ocurre que a la semana o al mes siguiente, «lamentablemente» tenemos un tropiezo, una
caída, una dificultad, y se nos viene abajo toda nuestra edificación y esquema. No hallamos qué
hacer, ni siquiera tenemos ánimo para congregarnos, porque percibimos – espantados– toda
nuestra falencia e incapacidad. Nuevamente lo mismo.

Pero aquí en Romanos dice categóricamente que reinarán, no por sí mismos, sino por uno solo,
por otra persona, «los que reciben». Es decir que, para reinar, para experimentar la victoria, se
necesita ‘recibir’.

El problema se suscita cuando, al disponernos a recibir, caemos en la cuenta de que ‘nosotros’


quedamos fuera. Esto es contrario al humanismo. Porque el humanismo centra las cosas en el
hombre: las cosas son por el hombre, mediante el hombre y para el hombre. Pero Dios se
propuso, en sí mismo, reunir todas las cosas en Cristo, para que Cristo sea el todo y en todos.

Así que, la vida vencedora –por decirlo de alguna forma– no es algo que se logra, es algo que se
recibe. ¿Y qué significa recibir? Significa apropiarse de algo sin necesidad de pagar un precio a
cambio. La salvación la adquirimos así. Pues bien, la vida por la cual el Señor quiere que
vivamos en el día presente –la cual no hemos podido conseguir con nuestro esfuerzos– quiere
que la recibamos así.

Cristo es nuestra Victoria


En Samuel, cuando se habla de la Gloria de Israel, esta expresión ‘Gloria de Israel’ también
puede traducirse como ‘Esperanza de Israel’ o como ‘Victoria de Israel’. La victoria de Israel, es
decir, la victoria de los hijos de Dios. No es algo que se logra a través de muchas situaciones,
experiencias o circunstancias: la gloria o la victoria de Israel es una Persona. La victoria es en
realidad una Persona: es Cristo.

En este versículo, “gloria” es también equivalente a “fuerza”. ¿Te hace falta fuerza? A veces
tenemos mucha fuerza propia, y el Señor tiene que debilitarnos. Eso es correcto, porque
acuérdense que la victoria es una persona, y él se ha de manifestar. Nosotros somos muy
fuertes también, y ahí tiene sentido la palabra de la cruz, del quebrantamiento, porque el Señor
ya está dentro y es necesario que sea expresado. Y él permite muchas y distintas circunstancias
para que nosotros seamos debilitados. Cuando somos debilitados, el Señor se hace fuerte en
nosotros, él puede aparecer y manifestarse mayormente.

He aquí, él es la esperanza de Israel, él es la gloria de Israel, la victoria, la robustez, la


consistencia, la solidez, la tenacidad, la resistencia, la virilidad, la pujanza, la energía, la virtud, la
eficacia, la potencia, el poder, la validez, la fortaleza, la consolidación de Israel. ¡Todo esto es
Cristo! No somos nosotros, sino Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.

La victoria, entonces, es una Persona. No un asunto a tratar, no una doctrina de la cual hablar,
no un método a seguir, sino una Persona, una persona bendita, ¡Jesucristo! La victoria, en
consecuencia, no es el producto de nuestra experiencia. Digo ‘nuestra’ entre comillas, porque
igual el Señor viene a ser nuestra experiencia, porque él vino a nuestro espíritu y desde allí él se
manifiesta cuando damos el consentimiento a ello voluntariamente. La victoria tampoco depende
de lo que somos, sino que radica en que Cristo viva en nuestro lugar. Y eso, hermanos, no es
una utopía, es una realidad. Es todo posible, porque el Señor es real, su Espíritu es real, su obra
es real, su sangre es real, su muerte es real, su resurrección es real, su exaltación es real. Y el
derramamiento de su Espíritu también es real.

Por tanto, hermanos, no estamos sin armas, ni sin defensa, ni sin gloria, ni sin fortaleza.
¡Tenemos a Aquel que es la fortaleza, el poder, la vida y la victoria de Israel, para que se
alienten también nuestros corazones, y para que el Señor encuentre un pueblo preparado!

PRINCIPIOS PARA UNA VIDA VICTORIOSA

Una vida intercambiada

Ahora bien, en primer término, el significado de esta vida de la cual venimos hablando, es una
vida intercambiada, no una vida modificada. Gálatas 2:20 dice: «Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la
fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». No se trata aquí de un ser
humano corregido. ¿Qué dice el apóstol? «Ya no vivo yo». Es decir, ya su centro no es el yo,
como era la situación de todos nosotros, sino es Cristo. Y lo que vive ahora en la carne, que es
lo que nosotros estamos viviendo en este cuerpo de muerte, lo vive en la fe del Hijo de Dios.

Cuando preguntábamos por qué nos costaba recibir, alguien dijo: «Por falta de fe». Pero mira,
aquí hay un apóstol que vive por fe. A veces, nosotros pensamos que vivir por fe es estar a
tiempo completo sirviendo en la obra, pero vivir por fe es para cada hermano. Vivir por fe es
haber sido salvo por fe, es caminar por fe, es vencer por fe. Y para Pablo, «lo que ahora vivo en
la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual... ¿Qué dice? «¡Me amó!». Quisiera también
impregnar esto en nuestros corazones: ¡El Señor nos ama! Pasarás muchas dificultades, ¡pero
las dificultades son porque el Señor te ama! Y las tristezas que pasarás en el Señor serán
tristezas que van a llevar fruto, ¡porque el Señor te ama y se entregó a sí mismo por ti!
Él no espera de ti grandes cosas. Sabe que, sin él, tú no eres nada. Pero el Señor te ama, y por
eso se entregó, para que ahora tú -que eres nada- puedas manifestar la vida suya. No por tus
fuerzas, sino por lo que él puede hacer. No es un ‘yo’ malo convertido en un ‘yo’ bueno, sino que
nuestra vida ya no está en la esfera del yo. Para eso es la cruz. La cruz como un trato, en
aflicciones, en dificultades, en quebrantos.

Nuestro más grave error es pensar que la victoria supone un progreso. Por ello, pensamos que
todo irá bien si es que no perdemos la paciencia, si es que nos portamos bien en la semana,
siempre que tengamos una comunión íntima con el Señor. No digo que no haya que tener
comunión íntima con el Señor, ni que vamos a dejar que nuestra impaciencia se manifieste como
quiera; pero no es eso el asunto fundamental. La victoria no tiene nada que ver con nosotros.
Nosotros no tenemos ninguna participación en la victoria. Es Cristo. ¡Cristo es la victoria!

Don, no recompensa

Un principio fundamental de esta vida es que constituye un don, no una recompensa. Un don es
un regalo. Cuando nosotros creemos que es una recompensa, entonces hacemos muchas cosas
para conseguirla. Pero, gracias al Señor, muchos ya nos hemos dado cuenta que si bien en otro
tiempo hicimos cosas con buena intención, al final quedamos humillados viendo que –en
realidad– por más fuerzas que hicimos, no conseguimos alterar fundamentalmente nada.

Lo que recibimos como fruto de nuestro trabajo es un pago. Pero lo que recibimos gratuitamente,
sin realizar ninguna labor, es un don. Leamos: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh
sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.
Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1
Co. 15:55-57). “Mas gracias sean dadas a Dios que ¡nos da! … ¿Compramos nosotros la
victoria? De ninguna manera ¡El nos da la victoria! ¿Por quién? Por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Nuestra victoria no se refiere sólo a una situación de carácter; la victoria tiene que ver
con el pecado, tiene que ver con la muerte y tiene que ver con la ley.

Considera la victoria que el Señor nos otorga. Nos da la victoria sobre la ley. Porque dice: «Si
sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gál. 5:18). El Señor nos da la victoria sobre el
pecado, porque derramó su sangre que nos limpia de todo pecado. Y sobre la muerte, ¿qué
decir? ¡Jesús venció la muerte, venció al pecado y cumplió la ley! ¡Él fue el cumplimiento de la
ley! De tal modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas, en Cristo, y sólo en él.

La victoria no consiste sólo en vencer al pecado, sino también la ley y la muerte. Dios nos ha
concedido esta victoria a cada uno de nosotros. ¿Podemos apreciarlo? No estamos sin victoria,
no estamos al desamparo. Si tratas de vencer por cuenta propia, no podrás lograr un cambio,
aun si lo intentares por el resto de tu vida. Tu mal genio no cambiará, tu orgullo aún te
acompañará. Por años, seguirás siendo el mismo. ¡Pero Dios te ha preparado una salvación y
victoria plena!

Nosotros no podemos, y esto nos desagrada. Por eso es necesario que, a través de muchas
circunstancias, el Señor vaya tratando con nosotros, golpe tras golpe, fracaso tras fracaso, caída
tras caída, dolor tras dolor, para que nos demos cuenta que no podemos. Nuevamente es por
Jesucristo, ¡a él sea la gloria! De tal modo que no te aflijas si estás en diversas situaciones,
disciplinas o padecimientos, sino que ten por cierto que, si estas cosas te están ocurriendo, es
porque Dios te ama, porque Dios te trata como hijo, porque Dios te tiene considerado para su
gloria, para su reino y para su voluntad.

No te desanimes sobremanera, no reclames sobremanera; más bien pide al Señor que puedas
humillarte bajo su poderosa mano, para que él te levante cuando fuere tiempo. Y el Señor te
levantará dejándose ver a través de ti; lo que tú no has podido hacer, él lo hará, porque Cristo en
nosotros es real.

Recibir esta vida es un milagro

Podemos decir que recibir esta vida es un milagro. Filipenses 2:13 dice: «... porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad». O sea, no somos
nosotros. Otra vez quedamos fuera. ¡Qué humillante para la carne! Qué terrible para nuestro yo,
que siempre quiere exhibirse. Es Dios, dice, el que en vosotros produce así el querer como el
hacer, por su buena voluntad. Lo que él produzca en nosotros es bueno, porque lo que él
produce ¡es Cristo!

Lo que nosotros producimos es muerte, pero él nos dio su vida en Cristo Jesús. ¡Gracias a Dios
por esto! La vida santa y perfecta no se produce por medio de nuestros propios esfuerzos, sino
que es exclusivamente una obra de Dios. A veces estamos tan fuertes nosotros, mas él quiere
que Cristo se manifieste, pero no le damos la pasada. Él está –como en Laodicea– fuera de la
puerta, y llama, porque quiere manifestar su querer y su hacer, pero estamos tan endurecidos
que no abrimos la puerta de nuestro corazón, ni tenemos fuerzas para hacerlo. Por eso viene su
palabra. Al recibirla, la misma palabra del Señor que es viva y eficaz obra en nuestros
corazones. Su Espíritu la toma y trabaja allí, para que podamos abrir las puertas de nuestro
corazón al Señor. Y él puede entrar y llenarlo todo.

Para muchas personas, nada que no sea un milagro puede librarlas de su iniquidad. Muchos no
son sensibles a sus fracasos, no perciben cuán desesperada es su situación vista desde la
perspectiva del Señor. Otros se han rendido, han vuelto atrás ante la imposibilidad de poder
cambiar su ‘forma de ser’. Forma de ser. Esto lo engloba todo, y cada cual lo podrá aplicar a sí
mismo. «Yo soy así, y esto no lo puedo cambiar». Por ello, o a consecuencia de ello, se han
desanimado, y no han abierto la puerta ni han recibido el don. No han recibido al Señor que es
su victoria.

¿Hay alguien que pueda vencer al pecado en sí mismo? No, absolutamente nadie. Pero Dios
hace un milagro. Quita el viejo hombre, y lo reemplaza por Cristo Jesús. Hay quienes tienen
barreras que consideran insuperables. ¡Pero Dios puede vencer en Cristo! Cuando él hace un
milagro, todo llega a ser posible. Y Dios quiere que recibamos ese milagro, para que todo llegue
a ser posible. Dios quiere que recibamos. ¿Quieres recibir? ¡Dios quiere! Es como con la
salvación. La pregunta es ésta: Dios quiere, ¿quieres tú?

Vida de expresión, no de represión

Finalmente, el resultado de esta vida es que es una vida de expresión, no de represión. Una vida
que se expresa, no que se reprime. El problema humano es que se procura conseguir tal fruto
por la represión. Así, toda la amargura permanece encerrada en una vida reprimida. A veces
vemos hermanos tan amargados, no se les ve el gozo. ¿Saben lo que creo, hermanos? Que
ellos han querido ser fieles al Señor y no han podido. No han visto que su victoria es Cristo.
Entonces tienen la amargura de ese fracaso. Son cristianos, pero han fracasado
miserablemente, y no han podido ver que esa miseria les encamina hacia la verdadera solución.
Se han quedado en su amargura y frustración.

Pero nosotros podemos dar gloria al Señor. Nuestra victoria es una vida de expresión, no una
vida de represión. Una vida de expresión se manifiesta en el vivir lo que uno ya ha recibido.
Filipenses 2:12 dice: «Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi
presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con
temor y temblor». Ocupaos. Ocupaos en vuestra salvación. Ocupaos en Cristo. Ocupaos en esta
vida que habéis recibido. Llevad a cabo, ejerced esta salvación. Ya la habéis recibido, ejercedla.
Ya la tenéis, dejad que se manifieste. Dadle libertad. Antes tratábamos de escondernos todo lo
que pudiéramos; pero ahora la victoria de Cristo se puede expresar. Cuanto más nos
reprimíamos, mejor creíamos estar. Ahora, cuanto más nos expresamos en el Señor, mucho
mejor.

La vida cristiana es diferente

La victoria no tiene nada que ver con nosotros. La vida cristiana es diferente a todas las
religiones. La diferencia no radica solamente en la cruz, en sus aspectos externo e interno. Las
religiones se centran en tu ‘yo’: que lo vayas desarrollando. «En ti están todos los recursos»,
dicen. Esa es una sutileza bien grande, porque esto habría sido así si Adán hubiese comido del
árbol de la vida en Edén: habría tenido a Cristo. Al tener a Cristo, en lo más profundo de su ser
habría tenido la virtud necesaria para dar cumplimiento a la voluntad de Dios, porque nosotros
fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios. Pero, con la caída, quedamos fuera, muertos en
delitos y pecados.

Ahí está la sutileza de la Nueva Era, cuando pone su centro en el corazón del hombre, y dice:
«Si tú te lo propones, todo es posible». Y hay algo de real en eso. Alguno dice: «El querer es
poder». Y hay algo de verdad en eso, y eso es lo peor del caso, porque a algunas personas tales
cosas les resultan, en parte. Pero quiero decir que una naturaleza caída, que está en pecado,
nunca podrá hacer las cosas que a Dios agradan y de la forma como a Dios le agradan. Para
que esto sea real, es necesario que Cristo en nosotros se manifieste, y que él agrade al Padre.
¡Cristo en nosotros es la esperanza de gloria!

La vida cristiana es diferente a todas las religiones, y no sólo por la cruz, sino por el hecho de
que tenemos a un Cristo viviente en nosotros. La victoria es un asunto de quitarse uno de en
medio y que haya una expresión de Cristo. ¡Una vida vencedora no es otra cosa que Cristo
mismo! Cuando hablamos del quebrantamiento, o de la cruz, o de la disciplina del Señor,
tenemos que decir que es una experiencia que no se puede imitar, que es algo que Dios hace.
Cuando se habla de que el creyente ha de ser manso y hay una exhortación a la mansedumbre,
a las virtudes, al fruto del Espíritu, esto no se puede producir por el esfuerzo humano. Y si
alguien lograra avanzar algo en este camino, tarde o temprano –según el grado de presión–
fracasaría. Todo es un asunto de presión. Hay quienes aguantan diez, otros veinte, otros treinta,
pero, finalmente, aunque haya alguno que aguante noventa y nueve, tampoco le sirve al Señor.
El único que aguantó el cien por ciento fue Cristo, y él agradó y venció.

Así es que no menospreciemos al que aguanta diez, si nosotros aguantamos veinte. Líbrenos el
Señor de aquello. ¡Es sólo el Señor el que vence! Entonces, según nuestra experiencia, ningún
logro nuestro tiene validez alguna, ya que lo verdadero es lo que el Espíritu Santo genera, esto
es, Cristo en nosotros. Sólo él conoce nuestra condición y, por ende, prepara las circunstancias
del caso con el fin de quebrantarnos, de tal modo que tengamos la capacidad de hacernos a un
lado, y que él se manifieste.

Nuestra responsabilidad

Nuestra responsabilidad consiste en pedir la iluminación de Dios para reconocer y aceptar su


obra en nuestra vida. Debemos ser sumisos bajo la poderosa mano de Dios y aceptar que él no
se equivoca en nada de lo que nos ocurre. No deberíamos ser semejantes a una mula, sin
entendimiento; por el contrario, deberíamos someternos voluntariamente a los tratos del Señor y
a la corrección que viene de Dios. Cuando presentamos nuestra vida voluntariamente para que
su mano poderosa la moldee, a veces comprendemos que deberíamos haberlo hecho mucho
tiempo atrás, y nos lamentamos por el tiempo perdido. Pero no debemos dejar que pase ni un
día más sin presentarnos a Dios.
Hagámoslo ahora. “Señor, todo este tiempo he sido ciego, no entendía de dónde me querías
rescatar, ni hacia dónde me querías conducir. Ahora entiendo que deseas quebrantarme para
que Cristo pueda manifestarse. Por lo tanto, te rindo mi vida completamente.”

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012.i. Mensajes a la iglesia: La vida abundante


Mensajes a la iglesia

La vida abundante

Isaías 54 es un mensaje de amor y de aliento del Señor a la iglesia. Ella puede


descansar en su Amado, porque él le ha provisto su propia vida para un vivir
victorioso y fructífero.

Roberto Sáez F.

Lectura: Isaías 54:1-17

Un mensaje a la iglesia

En el capítulo 54 de Isaías, Dios habla a la iglesia. Aunque fue dicha a Israel, el cumplimiento de
esta palabra es para la iglesia. Varios pasajes en este capítulo nos permiten pensar que esto es
así.

Aquí se hace una comparación de la estéril con la que daba a luz. La que daba a luz era Israel,
la que no daba a luz era la iglesia. La iglesia –que fue tomada de entre los gentiles– era la que
no tenía marido. Ella no tenía pacto, no tenía promesas. La Palabra dice que los hijos de la que
era estéril serán enseñados por Jehová, y eso es propio del Nuevo Pacto; que en los días del
Nuevo Pacto nadie diría a su hermano: Conoce al Señor, porque desde el más pequeño hasta el
más grande todos le conocerán. Esta palabra es para la iglesia, y ha tenido cumplimiento en
nosotros. Quisiera destacar la frase final que dice: «...Porque esta es la herencia de los siervos
de Jehová» (v.17). Se refiere a todo lo positivo del capítulo 54.

Hay aquí varias parejas de términos que contrastan: la esterilidad y la fructificación; la escasez y
la abundancia; la vergüenza y la honra; la soledad y la comunión; la conspiración y la defensa, la
ira y la misericordia del Señor. Todos estos contrastes nos hablan de cómo el Señor nos hace
pasar de un estado negativo a otro positivo.

La promesa de una vida abundante

Hay en este capítulo unas hermosas palabras que Dios habla a la iglesia como el marido a la
esposa amada: «No seas escasa, alarga tus cuerdas, refuerza tus estacas, porque te
extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda, y tu descendencia heredará naciones».
Dios nos saca de la escasez, para ensancharnos; nos trae de una vida mezquina, a una vida
abundante.
Y es que la vida que Dios dispuso para nosotros es nada menos que la vida de su Hijo. Es una
vida preciosa, una vida poderosa, una vida rica, suficiente por sí misma. No falta nada en ella, lo
incluye todo para ser un vencedor, para dar fruto.

¿Por qué no experimento la vida victoriosa?

Usted tal vez se preguntará: si Dios dispuso esta vida para mí, si esta vida tiene todo lo que yo
necesito, ¿por qué yo no la experimento?

Hagamos un poco de historia. Al conocer a Cristo, se rompieron prisiones, cayeron gruesas


cadenas de nosotros. Nuestra vida cambió, experimentamos una transformación, y pasamos así
un buen tiempo, viviendo gozosos. La vida vieja había terminado, andábamos en vida nueva, con
Cristo. Caminamos por mucho tiempo teniendo la sensación de que no había pecado que
pudiera vencernos. El mundo, el diablo y la carne tentaban; pero la vida del Hijo de Dios en
nosotros nos defendía poderosamente.

Mas un día volvieron a aparecer antiguos pecados que pensábamos estaban vencidos. En ese
momento, empezamos a luchar contra ellos en nuestras fuerzas, y nuestra visión se nubló. Y
cedimos a la tentación, o hubo más de algún pecado, o reapareció aquel viejo carácter heredado
de los antepasados que había sido aplastado por la vida poderosa de Cristo. Entonces vino el
sufrimiento y las lágrimas. En nuestras propias fuerzas, empezamos a orar más, pensando que
así tendríamos victoria. O ayunamos. O nos recriminamos diciendo: «¡Qué malo estuvo lo que
hice, la próxima vez no lo voy a hacer. Esta vez respondí de mala manera, pero la próxima vez
me voy a dominar!». Y no nos damos cuenta que estamos tratando de vivir nosotros la vida que
sólo Cristo puede vivir.

Somos confrontados por la palabra del Sermón de la Montaña, y de las tres peticiones que el
Señor nos hace –que volvamos la mejilla, que andemos la segunda milla y que demos también la
capa– no somos capaces de cumplir ninguna. Y si alguien nos ofende, o respondemos de la
misma manera, o bien tenemos capacidad de controlarnos; pero aun en los que se controlan, su
reacción es nada más que humana –la buena actitud de una persona bien criada, pero todavía
humana.

Lo que el Señor nos enseña en esas tres demandas es algo más profundo que una mera norma
de conducta. Él quiere que efectuemos un acto trascendental, un acto humanamente imposible
de hacer: volver la mejilla, callar, dejar que nos den la otra bofetada, no defendernos, caminar la
segunda milla, entregar la capa además de la túnica. Eso sólo puede hacerlo la vida de Cristo en
nosotros.

Sin embargo, intentamos vivir nosotros. Nos cuesta convencernos que en nuestra carne no mora
el bien, que no tenemos remedio; nos cuesta convencernos que hemos de aborrecer nuestro
carácter. Nos cuesta darnos cuenta que cada fracaso que experimentamos, cada tentación a la
que cedemos, cada falla de carácter que tenemos, son golpes que Dios nos envía para matar
nuestro ego.

Dios sacó a Job de su centro

Un día, Job compareció delante de Dios, después que Satanás lo hirió. Había sido despojado de
sus bienes, sus hijos habían muerto, le vino una sarna maligna, sufría tremendamente. Sus
amigos vinieron a decirle que estaba pasando esa experiencia a causa de algún pecado. Y
cuando argumenta con sus amigos –en el capítulo 29–, él usa el ‘mí’, el ‘me’ y el ‘yo’ más de
treinta veces.
Job presenta una defensa de sí mismo. Podemos ver que su vida estaba centrada en su ego, y
entender por qué le pasó todo aquello. De la misma manera, tendríamos que entender que todo
lo que nos ha ocurrido a nosotros ha sido precisamente por lo mismo, pues la vida del hombre
gira en torno al eje de su ‘yo’. Pero la vida de Dios gira sobre un eje que se llama Cristo.

Y no es casualidad que, cuando Job termina su discurso, Dios aparece en un torbellino, que es
un viento huracanado que gira sobre su centro. Job está girando en otro centro y Dios lo atraerá
desde su torbellino para sacarlo de su eje y traerlo al centro de su voluntad. Desde allí, Dios
muestra sus magníficas obras a Job. «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?». Job no
estaba allí. «Pero has de saber, Job, que todo esto lo hice en Cristo, por Cristo y para Cristo, que
la creación no fue hecha por causa tuya. Entonces tú no puedes girar sobre tu ‘yo’, tienes que
venir al centro de mi voluntad».

Cuando Dios habla desde un torbellino, hermanos, es como si Dios hablara como un viento
abrasivo para purificar, para quebrantar. Cuando estamos viviendo en nuestras fuerzas, es
bueno que Dios nos hable desde un torbellino para sacarnos de nuestro centro.

Mi gracia es suficiente

Nosotros no podemos imitar a Cristo. Esta vida abundante que Dios nos ha dado no es una vida
que nosotros tenemos que vivir: es una vida que Cristo vive en nosotros. No nos ha llamado para
que hagamos obras para él; más bien, él quiere que nosotros le dejemos hacer sus obras a
través de nosotros.

Si fracasamos, es porque cuando las tentaciones vienen, cuando los pecados asoman, cuando
las pasiones aparecen de nuevo, queremos levantarnos nosotros a vivir la vida que sólo Cristo
puede vivir. Hemos dejado de mirar a Cristo, para mirarnos a nosotros mismos, y así, hemos
vuelto a fracasar.

Pablo decía que cuando él estaba enfermo, había rogado muchas veces a Dios para que le
quitara un aguijón que tenía en su carne. Dice: «Tres veces he rogado, pero Dios me ha
respondido: “Bástate mi gracia”. Hay una versión que traduce: «Mi gracia es suficiente». El solo
hecho que diga «Mi gracia es», es una expresión que tiene relación con el verbo ‘ser’, con el ‘Yo
soy’, con lo que Dios es en nosotros. El ‘Yo soy’ es Cristo. Cristo es el que es, y que era, y que
ha de venir. ¡Cristo en nosotros es suficiente!

Hermano, Cristo es suficiente para tu debilidad, para tu enfermedad, para tus tentaciones,
suficiente para esa pasión que se te ha enquistado y que no quiere salir. Cristo es suficiente para
ese pensamiento obstinado. ¡Cristo es suficiente!

«Mi gracia es suficiente», dice el Señor. Cuando estamos orando para vencer un pecado, o
estamos ayunando para vencer una tentación, o estamos consagrándonos y diciendo: «Señor, la
próxima vez no lo voy a hacer así, ¡ayúdame!», estamos obrando mal; porque si estamos
diciendo «¡Ayúdame!», es que todavía pensamos que podemos nosotros hacer algo, y que Dios
hace el resto; pero eso no es así. Es Cristo el que lo hace todo, es él quien vive su vida en
nosotros.

La vida que Dios dispuso para nosotros es una vida abundante, rica, poderosa. No depende de
ninguna circunstancia, no depende de si hay o no trabajo. Podríamos estar viviendo en medio de
la crisis en Argentina. Allá también está el Señor. Pudiéramos estar viviendo en Colombia, en
medio de las guerrillas, donde muchos ministros del evangelio han muerto. O pudiéramos estar
viviendo en Cuba, donde no hay libertad para predicar a Cristo. La vida abundante de Cristo no
depende de las circunstancias, no depende de si hay dinero o no hay dinero, si hay salud o no
hay salud. ¡La vida de Cristo en nosotros es poderosa!
La herencia del Señor para sus siervos

«Pobrecita, fatigada con tempestad, sin consuelo; he aquí que yo cimentaré tus piedras sobre
carbunclo, y sobre zafiros te fundaré. Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de
piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas. Y todos tus hijos serán enseñados
por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos. Con justicia serás adornada; estarás lejos de
opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti. Si alguno conspirare contra
ti, lo hará sin mí; el que contra ti conspirare, delante de ti caerá».

Esta es la herencia del Señor para sus siervos. Ya la iglesia no será más «pobrecita». No estará
más fatigada, nunca más estará sin consuelo. El Señor está por nosotros, nos ha enviado al
Santo Consolador, y nos ha rodeado de piedras preciosas. ¿Puedes mirar a tu lado? El hermano
o la hermana que está a tu lado es una piedra preciosa en la casa del Señor. No estás sola,
hermana; no estás solo, hermano. ¡Estás rodeado de piedras preciosas! El Señor te ha puesto
en un lugar inmejorable, él te ha puesto en su casa. ¡Oh, gracias, Señor, por mis hermanos;
gracias, Señor, por la iglesia, por estas piedras vivas! No estás solo. Ya nunca más te dirán
‘pobrecita’, nunca más estarás desolada. ¡Nunca más! Y si alguno se atreviera a conspirar contra
nosotros, no tengamos cuidado, porque Dios nunca se mezclará con alguien que quiera hacer
daño a los suyos.

Hermano, ¿puedes ver que ésta es la vida resurrecta de Jesucristo para nosotros? ¿Puedes
creer que esta vida es tuya, que Dios la dispuso para ti?

Cuando andamos en la carne

Quien no tiene ojos para ver esta vida, tiene la sensación que Cristo está muerto, que no le oye.
Es como María Magdalena cuando fue a la tumba. Llevaba perfumes, iba a ungir el cuerpo de su
Señor. Y de repente alguien le habla, le dice: «¡María!». Ella confundió esa voz con la voz del
hortelano, del jardinero. ¡No se dio cuenta que era su maestro el que le hablaba!

Es así, cuando nosotros andamos en nuestra fuerza natural, es como si el Señor no estuviera.
Toda nuestra disposición es de tristeza, y sólo podríamos compadecernos del Señor para ir a
ungir su cuerpo. Pero, cuando él le habló otra vez, ella reconoció que era la voz de su Señor.
Entonces fue corriendo, gozosa, a dar la noticia a los discípulos. La vida de María cambió en ese
instante: ya no era la mujer sin visión. Ahora que había visto al Señor resucitado, su vida había
sido transformada completamente.

Sucedió algo semejante con los discípulos de Emaús. Iban cabizbajos, tristes, hacia su aldea.
Tal vez nunca alguien ha caminado doce kilómetros tan largos y tan amargos como los que
anduvieron ellos esa tarde. Aunque el Señor iba a su lado, no lo percibían; aunque el Señor les
iba abriendo las Escrituras y les explicaba la palabra, no tenían oídos para oír.

Cuando andamos en la carne, cuando andamos en la fuerza natural, podemos oír la palabra y no
percibir al Señor. No distinguimos su voz. Puede él parecernos como un forastero cualquiera.
Sólo cuando él partió el pan, les fue abierto el entendimiento y lo reconocieron. ¿Y qué pasó en
seguida? Dejaron todo allí, y volvieron la misma noche a Jerusalén para llevar la noticia a los
discípulos. ¡Se habían encontrado con su Señor, él estaba vivo!

Hermanos, nosotros no vamos a cambiar nunca. Nuestra vida humana, el carácter que
heredamos, no tiene remedio. Todo lo que el Señor espera es que nos convenzamos que por
nosotros mismos jamás podemos cambiar. Pero cuando aparece Cristo resucitado, cuando se
manifiesta su vida poderosa, es él quien hace cambiar todas las cosas. ¡Todo es nuevo y
diferente cuando él está!
Cuando Pedro caminó sobre las aguas, mientras miró a su Señor, se mantuvo a flote; cuando
miró el agua, se hundió. Así nos pasa a nosotros. Cuando nos miramos a nosotros mismos y
miramos las circunstancias, cuando miramos que viene la cuenta del agua, de la luz, del gas, y el
sueldo no alcanza, cuando vemos que se enferma un hijo, nos desestabilizamos. Cuando viene
el pecado, cuando viene la tentación, cuando viene el mal pensamiento, cuando viene aquella
obstinación que quiere arrastrarnos hacia el camino de las tinieblas, entonces es como si el
Señor no estuviera.

Pero si miramos al Señor, y vemos que esa vida que Dios dispuso para nosotros está aquí, está
en nuestro corazón, y que no nos abandona nunca, entonces viene la victoria.

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012.j. Mensajes a la igleisa: La apostasía que viene


Mensajes a la igleisa

La apostasía que viene


Mensaje en AUDIO

Tanto el apóstol Pablo como el apóstol Pedro advierten acerca de la apostasía


que sobrevendrá en los postreros tiempos. Ambos nos dan claras señales que
es preciso tener en cuenta porque ellas se están empezando a cumplir ante
nuestros ojos.

Eliseo Apablaza F.

En 2ª Tesalonicenses 2:3 leemos: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá (el
Señor) sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de
perdición.” Aquí el apóstol está hablando acerca de la venida de nuestro Señor Jesucristo. En la
época en que Pablo escribió esta epístola, parecía muy inminente la venida del Señor, y muchos
estaban vendiendo sus posesiones y dejando sus trabajos.

Pablo se había referido a ello en la primera epístola a esta misma iglesia, pero al ver las medidas
extremas que los hermanos estaban tomando, les hace aquí una advertencia. ¿Qué vendrá
antes de que el Señor regrese? La apostasía. Y luego también, más o menos en el mismo
tiempo, y como una culminación de la apostasía, se va a manifestar «el hombre de pecado, el
hijo de perdición». Más abajo, en el versículo 8 y 9 dice: «aquel inicuo» ¿Quién es ése? Es el
anticristo.

Por tanto, no nos extrañemos de estar comenzando a ver hoy la apostasía, porque ella es la
antesala del regreso de nuestro Señor Jesucristo.

En este ambiente que tenemos aquí, en esta reunión preciosa, parece muy fuera de lugar hablar
de la apostasía, porque nosotros de verdad hemos sido bendecidos; hemos sido traídos a la
casa de Dios. A nosotros nos pueden sonar muy raras estas palabras. La apostasía... ¿de qué
apostasía me habla, si estamos mirando al Señor, si la gloria del Señor ha descendido? Parece
un tema extraño en este ambiente. Sin embargo, no lo es, si miramos el mundo cristiano de hoy
en día.

La cristiandad está comenzando a vivir los días de la apostasía.

Tiempos peligrosos

En 2ª a Timoteo, capítulo 3, se nos muestra en qué consiste esta apostasía de los postreros
días: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos». La
palabra ‘peligrosos’ se puede traducir también como ‘trabajados’.

Tiempos trabajados. Es decir, tiempos donde hay que esforzarse. Tiempos cansadores. Los
postreros tiempos para los cristianos serán tiempos de agotamiento, en que parece que hay un
gran peso sobre el corazón que impide caminar con agilidad, con prestancia. Tiempos
trabajados, porque cuesta mantener la fe, porque el gozo de la salvación pareciera que
rápidamente se pierde, porque cuesta caminar en santidad, porque el ambiente está corrompido,
porque el pecado ha sobreabundado.

Los cristianos de los postreros días deben saber esto: por causa de la apostasía, el amor de
muchos se enfriará y será difícil caminar. Son tiempos peligrosos, agobiantes.

Intelectualmente desarrollados

En el versículo 2 se comienza a explicar por qué serán tiempos trabajados o peligrosos: «Porque
habrá hombres amadores de sí mismos». Ellos son idólatras, y el principal fetiche en su idolatría
son ellos mismos. Ellos tienen un altar en su corazón donde se inclinan ante su propia figura.

Luego dice: «avaros». En otra versión dice así la frase completa: «Amadores de sí mismos y del
dinero». En vez de ‘avaros’ dice ‘y del dinero’. ¿Conoce a alguno de éstos usted? Puede que
tengan mucho, pero no se conforman con lo que tienen. Pese a su mucho dinero, no tienen paz,
no hallan descanso. El dinero es para ellos un ídolo.

También dice que son vanagloriosos. Vanagloriosos, que buscan el aplauso, que buscan
aparecer ante los demás. No aceptan sufrir, les gusta el placer, aman gozar de los deleites del
pecado.

«Hombres soberbios», dice luego. Éstos no se inclinan ante nadie. Los soberbios son altivos,
orgullosos; son duros. Su corazón es más duro que la piedra, es como el pedernal. Tocarlos a
ellos es como tocar un vidrio. Se mantienen siempre muy erguidos aunque la vida los golpee.
Pueden estar derrotados, pero siguen siendo soberbios. Pueden estar al borde de la muerte,
pero siguen muy erguidos. Esos son los hombres de los postreros días, tanto los vanagloriosos
como los soberbios.

Luego dice más abajo: «implacables ... crueles, aborrecedores de lo bueno». Si nosotros
tuviéramos que resumir en qué se parecen todos estos hombres aquí descritos, podríamos decir
que son personas fuertes intelectualmente, autosuficientes, exitosas, personas que tienen una
mente muy hábil. Ellos conocen las ciencias, han alcanzado altas etapas en los estudios. Ellos
consideran que la fe es vana, creen que el hombre se basta a sí mismo, y que, aun si Dios
existiera, no necesitarían de él.

Ellos han llenado los colegios y las universidades. Nuestros jóvenes están siendo víctimas de su
incredulidad, de su altivez, de su vanidad, de su ateísmo, de su humanismo. Nuestros jóvenes y
niños están recibiendo la semilla de muerte en sus mentes. Están siendo conducidos por sus
filosofías extrañas y huecas sutilezas: la Nueva Era, el humanismo, las filosofías orientales.

¡Oh, es una pesada carga soportarlos a ellos con su pedantería! Son impíos. Se burlan de los
que creen, de los que esperan en Dios. Ellos son los burladores que dicen: «Desde el principio
de la Creación las cosas han sido igual. ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?» –
refiriéndose a Cristo. Ellos se ríen, se burlan. Tienen teorías para explicar todas las cosas; con
su vana palabrería envuelven a los incautos para hacer creer que sus teorías son válidas, que
sus demostraciones están comprobadas, que sus asertos son correctos. ¡Oh, la vanamente
llamada ciencia, que ha vuelto engreídos a los hombres, como si sus principios fueran
irrefutables! Son los adoradores de la ciencia.

Son los intelectualmente desarrollados. También están éstos en los ambientes cristianos. Son
los teólogos, los doctores de la ley, que se llenan la mente con teorías, tratando de explicar lo
inexplicable. Son los que tratan con una mente finita de entender a un Dios infinito. Y están
diseminados por toda la cristiandad. Escriben gruesos libros, y tienen cátedra en los principales
lugares de instrucción religiosa.

Tal vez a todo este grupo lo podemos resumir bajo esta característica: tienen un alma
desarrollada, una mente fuerte. Ellos no creen a la Palabra, no le creen al Señor. Conocen
muchas cosas acerca de Dios, pero no conocen a Dios. Conocen muchas cosas acerca de
Jesús; sin embargo, se dan el vano lujo de dudar de su deidad, de su resurrección, de su
nacimiento virginal, de sus milagros. Ellos ostentan la vanidad de poner en duda las sanas
palabras de Dios reveladas en las Escrituras.

Tenemos que denunciarlo: la apostasía ya está llegando. Estamos viéndonos rodeados de ella.

Una invasión de sensualidad

Pero también otra gran característica de la apostasía que se está manifestando consiste en una
expresión de sensualidad, de lascivia, de concupiscencia. Esta es otra caterva de falsos
maestros que introducen herejías destructoras. En 2 Pedro 2:2 dice: «Y muchos seguirán sus
disoluciones». Es decir, sus prácticas lascivas. En el verso 3 dice «Y por avaricia –de nuevo la
avaricia– harán mercadería de vosotros». ¿Conoce usted a alguno de éstos? Si no los conoce,
los conocerá muy luego. Hombres que, por avaricia, harán mercadería de los cristianos. Muchos
han descubierto que los cristianos son un poder adquisitivo considerable. Los cristianos pueden
comprar muchos libros, pueden comprar mucha música, los cristianos necesitan viajar.
Entonces, hay librerías que hacen negocio con los cristianos, hay músicos que hacen negocio
con los cristianos, hay empresas ‘cristianas’ que hacen negocio de los cristianos.

Mercadería, tráfico, comercio. «Sobre los tales» –dice la palabra inspirada– “ya de largo tiempo
la condenación no se tarda y su perdición no se duerme». Hermanos: ¿saben ustedes cuánto
dinero se puede recoger en un estadio lleno de cristianos pagando su entrada? ... ¡Oh, pero no
quiero decir más de eso! ... ¡No quiero decir más de eso! ¿Cuánto dinero puede ganar un escritor
si escribe un libro que se vende por millones? ... «Harán mercadería de vosotros». ¿Sabía usted
que hay libros que se escriben no porque Dios haya dicho una palabra para su pueblo, sino
porque la industria editorial lo necesita? Entonces los escritores cristianos forman grupos de
trabajo y escriben el libro en el más breve plazo.

«Por avaricia harán mercadería de vosotros». Sin embargo, sobre ellos «la condenación no se
tarda, y su perdición no se duerme».

Dios no perdonó
Luego dice que Dios no perdonó a los ángeles que pecaron. Los ángeles estaban muy cerca de
Dios, rodeaban su trono, eran perfectos y hermosos, alababan a Dios con melodías preciosas.
Pero cuando los ángeles pecaron, dice en el verso 4, ¿qué hizo Dios con ellos?: «...arrojándolos
al infierno, los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio». Los ángeles que
pecaron fueron condenados a prisiones de oscuridad.

En los días de Noé, ¿qué pasó? Verso 5: «Dios no perdonó». Dios no perdonó al mundo antiguo
en los días de Noé. Por eso trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos. No perdonó al mundo
antiguo, no perdonó a los ángeles. ¿A quiénes tampoco perdonó? En el verso 6: «No perdonó a
Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir
impíamente».

Podemos hacernos la siguiente pregunta: El Dios que no perdonó a los ángeles, ni tampoco al
mundo antiguo, ni perdonó a Sodoma y Gomorra, ¿perdonará al mundo actual, a la cristiandad
apóstata? ¿La perdonará? El verso 9 dice: «Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos y
reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio». Estas dos cosas Dios las sabe
hacer muy bien. Lo ha hecho en el pasado, lo hará en el futuro, y lo hace en el presente también.

¿En cuál lado estamos nosotros? ¿En el de los piadosos o en el de los injustos? Si estás en el
de los piadosos, entonces el Señor sabrá librarte de la tentación. Sabemos lo que es cuando el
Señor libra de una tentación. Tu pie ya resbalaba, y el Señor te cogió. Tu boca ya se apresuraba
para caer, para proferir maldición y mentira, y el Señor te la cerró. Tu corazón amenazaba con
extraviarse en pos de los ídolos, y el Señor te retuvo. Tu pie ya se iba por la senda del mal y
sentiste que alguien te tiraba la rienda. ¡Ese es nuestro Dios, que sabe librar de tentación a los
piadosos!

Pero él reserva ... Mire, la palabra ‘reserva’, ¿qué significa? Es como que él los aparta. Les dice:
«Quédense aquí un rato. Aquí esperen. Todavía no, pero esperen». «Los reserva para ser
castigados en el día del juicio».

Esta clase de gente que se está introduciendo en la cristiandad, son gente de conducta nefanda.
«Abrumado por la nefanda conducta de los malvados». Esa palabra ‘nefanda’... Es la conducta
depravada de los malvados allí en Sodoma y Gomorra.

Nosotros no tenemos que escandalizarnos de estas cosas, porque Sodoma y Gomorra están a
nuestro alrededor hoy día.

Algunos ejemplos

Hace poco en Estados Unidos, la Corte Suprema de Justicia, decidió anular dos normas que
ponían restricciones a la pornografía infantil en Internet. La Corte Suprema de Estados Unidos
está posibilitando de esta manera que la gente pervertida explote sexualmente a los niños y las
imágenes de esas perversiones aparezcan en Internet. ¡Por seis votos contra tres! ¡Hay seis
hombres allí que pagarán por su pecado! «De largo tiempo su condenación no se tarda y su
perdición no se duerme».

Recientemente tres jueces echaron por tierra la posibilidad de bloquear en las Bibliotecas
Públicas el acceso a la pornografía en Internet. Es decir, cualquier niño norteamericano podrá,
desde la Biblioteca de su pueblo, acceder a Internet y ver allí lo que quiera. Ha aparecido
también un libro escrito por Judith Levin, en que ella defiende los «derechos sexuales» de los
niños. Se inspira en la legislación de Holanda, donde el año 90, el Parlamento legalizó el sexo
entre adultos y niños desde los doce años de edad, «siempre y cuando haya un consentimiento
mutuo». ¿Qué creen ustedes que está pasando a partir de esta legislación? ¿Qué creen ustedes
que ocurrirá con estos libros que se están publicando?
La relajación de muchos cristianos

Nos llegó una noticia sobre un evangelista norteamericano. Se divorció por segunda vez. Él dijo
que la anulación de su matrimonio surgió «como consecuencia de los acontecimientos que
ocurrieron antes del matrimonio y de una situación más allá de su control, y que no había
cuestiones morales implicadas en el asunto». Y agregó que, a pesar de los problemas
personales, su ministerio era muy exitoso, que en enero había «disfrutado» una cruzada, la más
grande en la historia de su ministerio, una campaña de cinco días donde asistieron unas 30.000
personas y donde unas 15.000 personas aceptaron al Señor. (Sin comentarios).

A Anne Graham, una predicadora, hija de Billy Graham, se le ocurrió predicar contra el pecado
en una congregación norteamericana, y específicamente denunció la homosexualidad como un
pecado. Dijo que los ataques del 11 de septiembre eran un mensaje de Dios para Estados
Unidos y que había que arrepentirse. Cuando estaba hablando esto, del coro que estaba detrás,
se pararon ocho de los veinte integrantes, y salieron del lugar en un gesto de protesta por lo que
ella estaba diciendo. Al día siguiente, Anne Graham recibió críticas en el diario local.

¡La apostasía ya viene!

«Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar», -dice el verso 14 del capítulo 2-
«seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de
maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo
de Beor, el cual amó el premio de la maldad».

El camino de Balaam ... Y Judas agrega: “El camino de Caín... el error de Balaam... la
contradicción de Coré.”

El evangelicalismo posmoderno: Una denuncia

El Señor Jesús no vendrá sin que antes se manifieste la apostasía, y el hombre de pecado, el
inicuo. No hay oraciones que puedan detener la maldad, porque el pueblo de Dios se ha olvidado
de orar, de interceder, de clamar, de gemir. El pueblo de Dios está ‘de fiesta’. No tiene tiempo
para la Palabra, ni para la oración, ni para el ayuno. No tiene tiempo para sentirse abrumado
“por la nefanda conducta de los malvados”, como Lot.

Tengo aquí un documento. Voy a leer algunas partes. Ha sido publicado por la agencia de
Noticias ICPress, de España. Es parte de una ponencia que hizo César Henríquez, en una
convención en Venezuela hace un tiempo. Este hermano hace una denuncia: «Las iglesias
cristianas están cayendo en las redes de la ‘posmodernidad’.

“La posmodernidad, esta cultura humanista, esta influencia mundana se está metiendo -dice él-
en las iglesias evangélicas”. Henríquez es evangélico, y él dice esto de las iglesias evangélicas.
Echa de menos los primeros tiempos cuando los cristianos «se reunían como iglesia para
celebrar y vivir la fe de Jesucristo», en torno a Jesucristo. La reunión de la iglesia -dice él- en los
primeros tiempos, en torno a Jesucristo, «orientaba su razón de ser, y era a la vez como un
termómetro que permitía medir la fe de la iglesia». Pero ¿qué pasa ahora -dice- en la
posmodernidad? En estos últimos diez años -dice- se han introducido cambios rápidos «en las
rígidas liturgias anteriores», y se ha instalado un modelo de culto, que «ha uniformado a las
iglesias de las diversas tradiciones». Antes era posible distinguir lo que era una iglesia tradicional
de una iglesia de corte pentecostal, donde había mucha algarabía. Ahora -dice- se está
globalizando todas las iglesias evangélicas en esto, en sus cultos. Desde los días de la llamada
‘renovación de la alabanza’, el culto «ha adquirido características de espectáculo y
entretenimiento» ... «La sociedad posmoderna ha dejado atrás la cultura de la palabra y ha
abrazado la cultura de la imagen» ... «Las megaiglesias posmodernas prefieren utilizar salas de
cinematógrafos, donde tienen facilidades técnicas que requiere el espectáculo, utilizan músicos
profesionales, juegos de luces, butacas cómodas» ... «El sermón ha dejado de ser el centro del
culto, sustituido por la música y el canto».

Esa es una característica de la iglesia posmoderna: ha sustituido la palabra de Dios por la


música y el canto.

«Otra característica -dice él- es la catarsis emocional» ... «Absolutiza los sentimientos. Las
grandes concentraciones no son motivadas por ideas o proyectos, sino por la búsqueda de
sensaciones colectivas. La alabanza, que ahora ocupa el 70% del tiempo del culto, se convierte
en espacio de psicoterapia espiritual» ... «La espiritualidad se confunde con la emoción y la
evasión de la realidad» ... «La Biblia se subordina a la experiencia. Esta producción y búsqueda
de sensaciones y emociones puede ayudar a sentirse bien en el momento, pero no tiene ningún
tipo de trascendencia en la vida» –agrega.

«Y una tercera característica –dice este hermano– se expresa con la palabra inglesa de moda:
‘light’, que significa ligero, frívolo, liviano. La cultura ‘light’ de la posmodernidad expropia los
contenidos fundamentales de las cosas, dejándolas en una vaciedad, repleta de incoherencias y
provoca una vida sin compromisos ni complicaciones».

Cristianos que no se comprometen, ni se complican la vida. Ellos asisten a un show, a un


espectáculo con mucha música, luces, colores, y una buena animación desde el frente, con una
persona carismática que haga conmover las multitudes.

Sigo leyendo: «En esta cultura, el culto se vacía de sus contenidos fundamentales, para que
pueda ser aceptado fácilmente. El evangelio se presenta como un producto que debe ser
ofrecido en un formato que no espante a la clientela. Debe ser atractivo y llamativo, y vaciarse de
todo aquello que signifique compromiso, sacrificio, esfuerzo y entrega.»

Primero, reemplaza la Palabra por la música y el canto. Luego, la vida cristiana se vacía de
espiritualidad para transformarse en un ir y venir de emociones, en una búsqueda de
sensaciones para llenar un momento, nada más. Y la tercera característica, es una iglesia ‘light’,
que no se compromete. El evangelio es un producto: ofertas, bienestar, felicidad. No hay
demandas, no hay compromiso, no hay cruz.

Luego, el hermano Henríquez hace un llamado. Dice: «Estamos obligados por el evangelio de
Jesucristo a celebrar cultos proféticos ...» (¡proféticos!, que digan la verdad, que traigan la luz de
Dios, que denuncien la mentira y la falsedad, que anuncien los juicios que van a venir) «... en el
sentido de denunciar todo aquello que atenta contra la lógica del reino de Dios y a anunciar las
posibilidades que Dios nos ofrece para ser instrumentos transformados para transformar». Y
concluye: «Para que la propuesta salvadora del reino de Dios sea atractiva, no tenemos que
trivializarla y exhibirla como producto, sino profundizarla, encarnarla con todas sus implicaciones
y sus riesgos.» Hasta aquí la cita.

La vida cristiana es una vida de implicaciones, de compromisos, de riesgos, de cruz, de


sufrimientos. No es vanidad, no es una cosa que toca la epidermis, los sentimientos y las
emociones. La palabra de Dios penetra hasta partir el alma y el espíritu. La vida de Cristo vino
para meterse dentro de nosotros. No para llenar un momento, un buen rato, para evadirnos
momentáneamente de los problemas. ¿Esto que describe Henríquez es una excepción, o es la
norma? Véalo usted mismo a su alrededor.

Esta es la apostasía que viene.

Acuérdate de Jesucristo
Hay una palabra en 2ª Timoteo 2:8-10, con la que iremos terminando. La primera frase que
aparece en este versículo es: «Acuérdate de Jesucristo».

Hermanos, ¿está clara la frase? «Acuérdate de Jesucristo...». Sigamos leyendo: «... del linaje de
David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, en el cual sufro penalidades, hasta
prisiones a modo de malhechor, mas la palabra de Dios no está presa. Por tanto, todo lo soporto
por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús
con gloria eterna».

2ª de Timoteo –ya sabemos– fue escrita en tiempos de apostasía. Pablo había sido dejado solo,
le habían abandonado todos los de Asia, y en ese momento su corazón está afligido. ¡Si hemos
leído esta epístola con detenimiento podemos percibir que su corazón está afligido! Le dice a
Timoteo, su hijo amado en la fe: «Acuérdate de Jesucristo». Cuando todos le olvidan, cuando
todos le han vuelto la espalda, cuando la iglesia se ha quedado sin Cristo, sin cruz; cuando
surgen los Demas que aman al mundo, entonces él dice: «Acuérdate de Jesucristo... resucitado
de los muertos conforme a mi evangelio».

Cristiandad, iglesia: ¡Cristo está vivo! ¡No lo ignoremos! ¡No tengamos sólo un slogan con su
nombre! ¡No leamos sólo un versículo con su nombre! ¡Él ha resucitado de entre los muertos, y
él está aquí! ¡Él debe gobernar la vida de la iglesia, él debe ser el centro de atracción, el motivo
de las reuniones! ¡Cristo, y sólo Cristo tiene el primer lugar, Él es nuestro primer amor!

Parece tan raro que Pablo le diga: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de los muertos», como
si Timoteo no lo hubiese sabido. Pero era necesario recordarle: «Timoteo, Jesucristo ha
resucitado de entre los muertos. No te olvides de eso. Por él sufro penalidades, hasta prisiones a
modo de malhechor». Pablo sufre penalidades, hasta prisiones. ¿Se han olvidado de eso los
cristianos? ¿La iglesia de hoy es una iglesia sufriente o es una iglesia contemporizadora, una
iglesia que se confabula con el pecado, que pasa de fiesta en fiesta, una viuda que se ha
olvidado de sus vestidos de viudez? ¿Es la iglesia una mujer que se sienta como reina, como
aquella Babilonia de Apocalipsis? (Ap.18:7).

No, la iglesia hoy sigue siendo como una viuda en la tierra. Su Amado está lejos. Lo único que
ella quiere es el reencuentro con él. Si hay algo que la alegra es el recuerdo de su persona.
¿Qué es lo que nos alegra a nosotros? ¿Cuántos se han reunido hoy a partir el pan? ¿Es para ti
una pesada carga acercarte a la mesa? ¿Es la reunión del partimiento del pan algo que se
puede reemplazar por otra cosa? ¿Saben lo que significa el partimiento del pan? Es una reunión
para esto: para acordarse de Jesucristo.

Iglesia, ¡acuérdate de Jesucristo! Acuérdate de sus dolores en la cruz, de su sufrimiento en


Nazaret, de su humillación, de su rechazamiento.

Participando de su rechazamiento

«Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuereis del
mundo, el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo,
por eso el mundo os aborrece» (Juan 15:18-19).

Esta frase es una rareza hoy, porque los cristianos se codean con los políticos, los cristianos
hacen fuerza para cambiar las leyes de los países, los cristianos aparecen en los escenarios con
los gobernantes, los grandes predicadores han vendido de alguna manera el testimonio de Cristo
por causa de la honra humana. Los cristianos están perdiendo el sabor, la sal se está
desvaneciendo. «A mí me aborreció el mundo, a vosotros os aborrecerán», dijo el Señor. «A mí
me han perseguido, a vosotros os perseguirán».
Les hago una pregunta: Si Cristo fue rechazado y los cristianos de hoy son aceptados, ¿quién
está mal? ¡Alguien está mal! ¿Estará Cristo mal? ¿Debió haberse hecho amigo de Pilato para
escapar de la muerte? ¿O haberse congraciado con Herodes para no morir? Cristo está siendo
olvidado en los propios ambientes cristianos.

Acordémonos de Jesucristo, nacido en Belén en un establo, criado como un niño pobre en


Nazaret, ayudándole a su padre en las labores de su carpintería. Acordémonos de su bautismo
en el Jordán, de la sencillez de su vida. No tenía dónde recostar la cabeza. Y su caminar por los
caminos de Galilea, desconocido, anónimo, rehuyendo la popularidad. Recordémoslo viajando a
Jerusalén la ciudad amada, la ciudad del gran Rey, que le rechazó, que le crucificó, que le
humilló, y por la cual lloró.

Acordémonos de Jesucristo en el sepulcro, acordémonos de Jesucristo apareciéndose a esas


mujeres el primer día de resurrección. Acordémonos de Jesucristo quien restaura a Pedro, y les
dice a las mujeres que vayan a Galilea porque allí le verían. Recordemos a Jesucristo dándoles
de comer a los discípulos a orillas de aquel mar, diciéndole a Pedro «¿me amas?”. Acordémonos
de Jesucristo siendo rechazado.

No, el camino de los cristianos nunca será diferente, nunca será un camino de rosas. ¡No hay tal
cosa como un cristianismo ‘light’! El cristianismo tiene cruz. La cruz donde el mundo me es
crucificado a mí y yo soy crucificado al mundo, la cruz que hace separación entre los muertos y
los que viven, la cruz que me ha despojado a mí de mi viejo hombre, la cruz que nos ha
trasladado de muerte a vida.

Un cristianismo sin cruz es un cristianismo apóstata.

Hagamos preparativos

Hagamos preparativos para esperar al Señor, y no nos descuidemos, que la apostasía ya viene.
El Señor nos libre de las oleadas de inmundicia, de perversión, y de incredulidad que
sobrevendrán, y nos preserve sin mancha para el día de su gloriosa manifestación. Amén.

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012.k. Mensajes a la iglesia: Las contradicciones de Sansón


Mensajes a la iglesia

Las contradicciones de Sansón


Mensaje en AUDIO

Sansón no es sólo una figura bíblica con valor histórico, sino que es una
metáfora de la suerte que puede correr un cristiano -y la iglesia -cuando confía
en sus dones y se hace amigo del mundo. De sus contradicciones y fracasos, de
su liviandad y sensualidad, podemos extraer valiosas lecciones para nosotros.

Eliseo Apablaza F.
Vamos a tener la Biblia abierta en el libro de Jueces, desde el capítulo 13 en adelante. Nuestra
meditación se va a centrar en la figura de Sansón, el juez de Israel. Esperamos obtener de esta
palabra algunas enseñanzas útiles para todos nosotros.

Un hombre carismático

Sansón nació en un hogar piadoso. Unas de las primeras cosas que el ángel de Dios había dicho
a su madre fue que el niño habría de ser un varón apartado para Dios. Es lo que se conoce en
las Escrituras como un nazareo. Él no debería beber nunca vino ni sidra, ni debería comer
ninguna cosa inmunda.

En las páginas siguientes encontramos a un hombre poderoso en su fuerza, que era capaz de
matar un león como se mata a un cabrito, y de matar a muchos hombres con la quijada de un
animal. Era capaz de tomar las puertas de una ciudad y caminar muchos kilómetros con ellas a
cuestas. Era un hombre tan dotado, que aunque lo amarraran con cuerdas, bastaba que hiciera
un pequeño esfuerzo y éstas se rompían. Ninguna cosa podía menguar su poder porque tenía
un don de Dios.

Sansón era un hombre carismático. («Carisma» significa «don»). Él no siguió un entrenamiento


especial para llegar a tener mucha fuerza. Sansón era un hombre que estaba dotado por Dios
para ser un hombre fuerte.

Así ocurre cuando Dios da sus dones. Él los da gratuitamente a quien él quiere. Él no mira la
clase de persona que uno es para darle sus dones. Lo hace porque a él le parece bien. Así
también, ¡a Dios le ha parecido bien darnos a Jesucristo, que es el Don inefable de Dios!
Nosotros alabamos su gracia, y declaramos que el mayor don que hemos recibido es Jesucristo.
Somos más bienaventurados que Sansón: Tenemos a Jesús el Hijo de Dios.

Un mal administrador de los dones

Sansón, sin embargo, no fue un buen administrador de los dones que Dios le dio. Vemos en él a
un hombre muy caprichoso y solitario. Muchas veces usó la fuerza para su propio provecho.
Muchas veces le vemos cometer pecados, pero como era un hombre talentoso de parte de Dios,
él seguía venciendo a los enemigos y seguía librándose de los peligros.

Una metáfora

Sansón no sólo existió en aquellos días de los jueces. Desde allí hasta acá en la historia ha
habido muchos Sansones. Siempre ha habido hombres de Dios que han tenido mucha fuerza
espiritual, una capacidad que deslumbra a los demás. Sin embargo, a la hora de administrar los
recursos que Dios les ha dado, no han sido sabios. Tal vez conozcamos a algunos de los
Sansones de hoy. Nosotros mismos podemos estar en peligro de convertirnos en un Sansón
más. Por eso nos conviene mirar atentamente el caminar de este hombre y obtener las lecciones
que el Señor quiere darnos.

No se sujetó al Dador

Una de las cosas que llama la atención es que Sansón muchas veces hizo uso de su don, pero
nunca le vemos preguntarle al Dador de ese don acerca de cómo debía usarlo. Él vivía su vida
con tanto despilfarro, que jamás le dice a Dios: «Señor, tú me diste esto que es algo maravilloso,
que es algo para mantener a tu pueblo libre de sus enemigos, ¿qué debo hacer con él? ¿Cuál es
la mejor forma de administrarlo?». Él vivía muy confiado en sí mismo. No tenía una actitud sujeta
a Dios.
Un hombre sensual

Además de eso, Sansón tenía una gran debilidad. Era un hombre muy sensual. Fue seducido
una y otra vez por lo deseos de la carne. Cierta vez fue a una ciudad filistea, donde encontró a
una mujer que le agradó. Luego les dijo a sus padres: «Yo he visto en Timnat una mujer de las
hijas de los filisteos. Os ruego que me la toméis por mujer». Fue todo muy rápido.

Él miró a una mujer del pueblo enemigo, como si dijéramos «una mujer del mundo». Los padres
trataron de disuadirlo. Sin embargo, él insistió: «Tómame ésta por mujer, porque ella me
agrada». No dijo: «Dios la escogió para mí». Ni dijo: «Dios me ha dicho que debe ser mi
esposa».

De aquí en adelante comienza –muy tempranamente– un descenso en la vida de este varón de


Dios. ¡Fueron tantas las complicaciones que tuvo con esa mujer! Sansón había sido seducido
por los deseos de los ojos.

La ramera de Gaza

Un poco más adelante, Sansón fue a otra ciudad filistea que se llamaba Gaza. Y allí se metió allí
con una mujer ramera. Cuando los hombres de Gaza lo supieron, le hicieron una encerrona.
«Cuando se levante en la mañana para irse, lo mataremos”. Pero Sansón tenía astucia además
de fuerza. A medianoche él se escapó, tomó las puertas de la ciudad, y se las llevó.

La caída

Después vino la tercera mujer, Dalila. Y la Escritura dice, simplemente: «Después de esto,
aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila.» (16:4).
Aquí comienzan las desdichas con esta mujer. El único objetivo de Dalila fue obtener el secreto
de su fuerza. Sin embargo, él no tuvo ojos avisados para darse cuenta de esa intención, y
comenzó una relación muy superficial con ella.

Los filisteos la amenazaban para que obtuviera el secreto, pero tres veces Sansón se burló de
ellos. Finalmente, aconteció que “presionándole ella cada día con sus palabras e
importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.» Y cayó en la trampa. Cuando él quiso
escapar, no pudo. No sabía que Jehová ya se había apartado de él. Los filisteos lo tomaron, le
sacaron los ojos, le llevaron a la ciudad de Gaza, y le ataron con cadenas para que moliese en la
cárcel, como un esclavo sometidos a trabajos forzados.

La amistad con el mundo

Sansón nos muestra a qué extremos puede llegar un hombre de Dios en su amistad con el
mundo. «Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida no proceden
del Padre, sino del mundo» (1ª Juan 2:16). Y esta es la fuente de mayores dificultades para un
hombre que quiere caminar en rectitud. El mundo le sonríe con el dulce rostro de una mujer. Una
sonrisa angelical, pero un corazón diabólico. El escritor inspirado dice: «¡Oh almas adúlteras,
¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?» (Santiago 4:4).

La tercera mujer provocó la caída de Sansón. Lo que había comenzado como un enamoramiento
fácil, provoca al final de la vida de este hombre, su caída, su ceguera, su esclavitud, su
humillación y su muerte.

El peligro de jugar con fuego


Nosotros leemos en el libro de Proverbios 6:27: «¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que
sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?». Estas dos
preguntas son importantes. Es bueno que nos las hagamos. Tal vez haya alguno que dice:
«Déjenme; yo soy fuerte. Yo no voy a caer. Yo puedo caminar sobre las brasas, y no me voy a
quemar. Yo puedo tomar un poco de fuego aquí en mi pecho y nada me va a pasar». Así tan
ilusos han sido muchos siervos de Dios que han jugado con fuego y se han quemado.

La caída de Sansón nos muestra que tanto puede ir el cántaro al agua que al fin se rompe. ¡La
mujer de Timnat fue tan insistente, que Sansón le declaró el enigma! ¡Dalila fue tan insistente,
que le dijo su secreto! Hay veces en que el mundo viene con forma de una mujer, importunando
una y otra vez, intentando seducir una y otra vez hasta que se provoca el quiebre de la voluntad.
El acoso constante es una de las armas favoritas del diablo. Si él se nos presentara en forma
repentina, diciendo: «Yo soy Satanás; yo te voy a hacer caer», difícilmente va a lograr su
propósito. Pero él actúa de otra forma: Hoy día un poco; mañana otro poco. Al tercer día un poco
más. Al décimo día o al undécimo, se produce la caída.

No podríamos decir que Sansón tuvo un momento de debilidad. ¡Fue una seguidilla de
momentos! Fue un camino que tomó tempranamente y que lo llevó al fracaso.

Más que una figura histórica

Sansón no es sólo una figura histórica. Sansón nos habla de un hombre que ha perdido la
capacidad de decir «no» al pecado, que ha perdido el temor, y se ha llenado de
autocomplacencia. Que confía en sus dones y en su capacidad para resistir hasta el final.

Sansón también nos muestra lo que ha sido la cristiandad a través de los siglos, la iglesia que se
ha prostituido con el mundo, que ha cedido ante la tentación sutil de la carne, de la gloria
humana y el deleite. La iglesia que se ha apartado del temor de Dios; que se ha ido a juguetear
con los filisteos –o con las filisteas– del mundo. La iglesia que debió haberse guardado como un
nazareo para Dios, pero que, como este varón, se deja seducir por los ojos hermosos, o por la
mirada provocativa. «La amistad con el mundo es enemistad contra Dios». No hay términos
medios.

El triste final

El final de Sansón es muy triste. Los filisteos no fueron compasivos con él: Le sacaron los ojos,
los mismos con los que se había llenado de sensualidad y concupiscencia. Allí donde estuvo el
origen de su pecado, allí estuvo su castigo.

Nosotros vemos en Apocalipsis el juicio contra la gran ramera. Las figuras son distintas, pero son
semejantes también. Aquí, es un hombre quien está esclavizado, al que le sacan los ojos y es
juzgado por Dios. Allá, es una mujer la que se sienta como reina, que ha cometido fornicación
con los reyes de la tierra y con el mundo. Este sacarle los ojos a Sansón es similar a aquella
vergüenza que vendrá sobre Babilonia –la cristiandad apóstata– el día en que el Señor la juzgue.
En aquel día, en una hora vendrán los juicios sobre ella, y se llenará de vergüenza la que alguna
vez se codeó con los grandes, la que tuvo acceso a los sitios de honor en el mundo. Entonces
será humillada hasta lo sumo.

“Y le llevaron a Gaza». Allí estuvo cautivo en una ciudad extranjera, la misma donde él había
estado con esa ramera. La misma ciudad cuyas puertas se había echado al hombro y se las
había llevado. Esa misma ciudad fue su cárcel. Todo se le vuelve en contra. Es el pago por su
carnalidad. «Dios no puede ser burlado; lo que el hombre sembrare, eso también segará».
En este día en que nosotros vivimos, la cristiandad está siendo tentada como Sansón por Dalila.
También hay mujeres filisteas que caminan por las calles contoneándose, y que aparecen por las
pantallas de televisión o del cine, exhibiendo una hermosa figura, sin que los hombres incautos
sepan lo que hay detrás de ello. Hay muchas filisteas y filisteos acechando. Las mujeres para
tentar y los varones para destruir. Unas ponen la trampa, y los otros dan el golpe de muerte.
Dalila atrapa, y los filisteos cortan el cabello de la consagración. El mundo ofrece y el diablo
derriba. El mundo y el diablo aliados contra los cristianos.

«Y le ataron con cadenas» Estas cadenas no pudieron ser rotas esta vez. ¿Cómo habrá clamado
Sansón, y habrá forcejeado? Así nos parece que está hoy gran parte del pueblo cristiano en el
mundo. Está ciego, esclavo en el mundo (y por el mundo), y atado con gruesas cadenas.

Pero lo más vergonzoso viene a continuación. Sansón fue obligado a moler, como un esclavo.
¿Podemos imaginarnos un molino de piedra, y a Sansón, con algunos arneses sobre su cuerpo,
dando vueltas y vueltas en torno? ¿Podemos imaginarnos el juez de Israel, al hombre poderoso
de otro tiempo, girando como un asno en torno a una noria? Sus días no tienen alternativa, no
hay cómo salir de esa rutina. Pasa un día y otro día, y lo único que él puede hacer es dar vueltas
y vueltas, sin destino.

El mundo de Sansón es un mundo giratorio. Es un mundo donde no hay una meta. Es un ir y


venir, y en esto nos recuerda a Israel en el desierto, donde vagó 40 años. ¿Para qué? ¿Cuál era
su norte? Israel daba vueltas en el desierto y su fin era la muerte. Dios los llevaba para que
murieran allí.

¿Pueden imaginarse lo que es eso, cuando sobre un hombre hay una sentencia de muerte, y él
sabe que sus días y sus noches son una espera para morir? ¿Qué importa que el sol salga
hermoso un día? ¡Él está dando vueltas y tiene que morir! ¿Qué importa que afuera la vida bulla
en toda su diversidad? Él está dando vueltas y espera la hora de su muerte.

Seguramente los otros presos se burlaban de él. «Hey, tú, ¿no eras el libertador de Israel? ¿No
eras el Juez? ¿No tenías tanta fuerza? ¿No te burlabas de tus enemigos? ¿No matabas con una
quijada de animal a mil filisteos? ¿No tomaste un león y lo desjarretaste como si fuera un
cabrito? ¿Y qué de la historia de los cadáveres amontonados, quinientos a un lado y quinientos
al otro? « Las victorias de otro tiempo se le trocaron en ignominia.

Esta es la condición de un hombre apóstata, de una cristiandad esclavizada, dando vueltas y


vueltas, sin reparar en el futuro que le espera.

Un día los filisteos tuvieron fiesta. Ofrecían sacrificios a su dios Dagón. Querían hacer una gran
algarabía. Ellos decían: «Nuestro dios nos entregó a Sansón en nuestras manos. Hagámosle
fiesta. Rindámosle culto». Después que hubieron bebido un poco y cuando sintieron alegría en
su corazón, dijeron: «Llamen a Sansón para que nos divierta. Llamen a ese payaso para que nos
entretenga». ¡Llevaron a Sansón, el cual sirvió de juguete delante de ellos!

Un cristiano apóstata, por muy bien dotado que haya sido, llega a ser un juguete en las manos
de sus enemigos, un motivo de risa. Esta es una de las frases más tristes de las Escrituras:
«Sirvió de juguete delante de ellos» (Jueces 16:25). Un hombre llamado a ser santo, a una
consagración absoluta.

En ese momento le había crecido algo el cabello. Sansón concibe entonces una idea que va muy
de acuerdo a su personalidad: la venganza. Entonces se pone entre las dos columnas del
edificio, se apoya en ellas y el edificio se viene abajo. Los filisteos murieron. Pero Sansón
también murió.
No fue una venganza perfecta como las que él acostumbraba realizar, porque él también murió.
¿Es ese un fin digno para un siervo de Dios?

Nacido de Dios

Ahora bien, ¿cómo salir de esa encerrona en que el diablo ha metido a muchos hijos de Dios?
Nosotros tenemos que ver que hay una salida. 1ª de Juan capítulo 5. ¿Cómo dice este primer
versículo? «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios». Este versículo
habla de creer algo respecto de Jesús.

Creer que Jesús es un profeta no tiene mucho sentido. Si la gente cree que Jesús es un profeta
meramente entonces nada sucede en su corazón. Pero aquí dice que ocurre algo sobrenatural
con aquellos que creen que Jesús es el Cristo. Esa fe produce un milagro en el corazón: el
milagro del nuevo nacimiento.

Sin embargo, esto no es suficiente para vencer.

Una fe victoriosa

En el versículo 5 de este mismo capítulo tenemos la fe completa, para una victoria completa.
«¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» ¿Están los
filisteos allí amenazando? ¿Están las mujeres filisteas tentando? ¿Está el mundo y sus oropeles
con una red para hacer caer a los hijos de Dios? ¡Tenemos la victoria! ¡Los que creen que Jesús
es el Hijo de Dios ellos vencen al mundo!

Creer que Jesús es el Cristo y creer que Jesús es el Hijo de Dios son dos expresiones que
constituyen una misma realidad, porque Jesús es uno solo. Pero esta fe tiene una doble
expresión y un doble efecto. Los que así creen son nacidos de Dios y también vencen al mundo.

¿Cuál es la causa por la que Sansón, es decir, el cristianismo apóstata, o los cristianos
mundanos en particular, caen en poder de los filisteos, de las mujeres en la tentación, y de los
hombres para su destrucción? Porque la fe de los cristianos hoy en día es una fe ambigua: «Sí,
yo creo que Jesús era un buen hombre, era un profeta”; o bien una fe incompleta: “Yo creo que
Jesús es el Salvador.» Por supuesto, si tú crees que Jesús es el Salvador de tu alma, sin duda
eres salvo, pero eso todavía no te dará la victoria sobre el mundo.

No sólo salvos; también vencedores

Dios quiere que su pueblo no sólo sea salvo de la condenación eterna, sino que sea un pueblo
vencedor. ¡No sólo creemos que Jesús es el Salvador; creemos que Jesús es el Hijo de Dios! Y
esta fe es una fe victoriosa. Sansón no lo supo, pero tú lo sabes, y yo lo sé.

Creer que Jesús es el Hijo de Dios significa que él es como un grano de trigo que murió para que
los muchos recibieran su vida y pudieran vivir su victoria. Jesús en la cruz venció, y nosotros hoy
vencemos también, porque tenemos esta vida victoriosa. Tenemos un privilegio mayor que el
que tuvo Sansón.

¿Alguno de ustedes no tiene esta fe? ¿O ha tenido una fe claudicante, que cree y no cree? ¿Te
has sentido frustrado, con alguna victoria esporádica, pero más que nada con derrotas? Hoy es
el día de creer. No simplemente creer que Jesús es un profeta, sino creer correctamente lo que
él es. Y cuando la tentación venga, ya sabemos lo que tenemos que creer, confesar y declarar:
“¡Yo he creído y confieso que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios!”
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012.l. Mensajes a la iglesia: ICABOD, o cuando la gloria de Dios se va


Mensajes a la iglesia

ICABOD, o cuando la gloria de Dios se va

La pérdida de la gloria de Dios es la peor desgracia que podía ocurrirle a Israel,


y es la peor desgracia que puede ocurrirle también a la Iglesia.

Eliseo Apablaza F.

Lectura: 1 Samuel 4:17-22, Ezequiel, caps. 8 - 10, 40 - 43, 47

Este pasaje que hemos leído se ambienta al final del período de los jueces, un período oscuro en
la historia de Israel. Aquí encontramos a un hombre llamado Elí, un anciano de noventa y ocho
años. En esos días, sus dos hijos, Ofni y Finees, habían corrompido el sacerdocio, por lo que
Dios estaba cansado de soportarlos.

Quitada es la gloria de Israel

En este tiempo se produce una batalla con los filisteos, quienes capturaron el arca. Esta terrible
noticia provoca una serie de descalabros, entre ellos la muerte de Elí y de una de sus nueras,
que estaba embarazada. Antes de morir, la mujer alcanza a decir una palabra, que fue
finalmente el nombre que llevó su hijo: «Icabod». (Sin gloria). Esta palabra refleja muy bien lo
que significaba para ellos la pérdida del arca.

El arca contenía el testimonio de Dios. Para Israel representaba la presencia y la gloria de Dios.
Ahora la gloria de Israel había sido quitada. ¿Qué puede hacer el pueblo de Dios cuando la
presencia de Dios le es quitada? Sin embargo, en aquella oportunidad, Dios intervino para
defender su testimonio, de modo que los filisteos tuvieron que devolver el arca.

Eran los días en que Dios todavía tenía misericordia de su pueblo.

Otra época, pero la misma pérdida

Pero avancemos en las Escrituras, y vayamos al libro de Ezequiel capítulo 10. Aquí encontramos
al pueblo de Israel en otra época histórica, pero con el mismos problema: de nuevo han perdido
la presencia de Dios.

Aquí vemos cómo Dios abandona el templo en Jerusalén. ¿Qué puede haber ocurrido para que
la gloria de Dios abandonase el templo, ese lugar santo donde él había hecho morada? Después
de este capítulo 10 nosotros encontramos sólo desolación y destrucción. Vinieron los babilonios,
Nabucodonosor y sus ejércitos, y luego el templo fue destruido y quemado. Llegó a ser una
ruina, el templo y la ciudad entera.

Las causas de la pérdida


Las causas de esto las encontramos en el capítulo 8. Era el sexto año del cautiverio de Ezequiel
en Babilonia. El profeta estaba en su casa, con los ancianos de Judá, también cautivos; y
entonces el Señor lo tomó y lo llevó en visión a Jerusalén para mostrarle cuál era la causa de por
qué Dios había decidido retirar su gloria de ese lugar.

Un ídolo en la entrada

“Y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta de adentro que mira hacia
el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos». Aquí
encontramos la primera causa: a la entrada misma del templo, por el norte, había un ídolo. ¿No
les había dicho él en la Ley acaso que no se debían crear imágenes de cosa alguna bajo el cielo,
ni menos inclinarse ante ellas y adorarlas?

El Señor le dice a Ezequiel: «¿No ves lo que ellos han hecho? Han construido esa abominación
para alejarme de mi santuario». No es que Dios se quiera ir: ellos le están alejando.

El pecado de los ancianos

En los versículos 6b al 12 tenemos la segunda causa. Los ancianos representaban la autoridad


en Israel, eran los hombres respetables. Ellos, en un número de setenta, estaban contemplando
esa pared llena de imágenes de ídolos, de figuras de reptiles y bestias abominables.

Cuando el pueblo de Dios llega a esa condición de decir: «No nos ve Jehová; podemos hacer lo
que nosotros queramos», es que ha llegado a una total inconsciencia de la presencia de Dios, y
a una falta absoluta de temor. Esta es una de las señales de la apostasía.

El pecado de las mujeres

Sin embargo, no era todo. El Señor le dice al profeta: «Vuélvete aún, verás abominaciones
mayores que hacen éstos. Y me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehová, que está al
norte; y he aquí mujeres que estaban allí sentadas endechando a Tamuz». (v.13). Tamuz era un
ídolo procedente de Babilonia. Tamuz se representaba como un niño en brazos de su madre,
Astarot. Según las fábulas paganas, Nimrod se había divinizado y se había manifestado de
nuevo en su hijo, Tamuz. Los babilonios creían que éste era el salvador del mundo anunciado en
Génesis 3.

Esta teología babilónica se había infiltrado en Israel. Y aquí están estas mujeres israelitas –
llamadas a ser santas, a adorar al único Dios vivo y verdadero– endechando a Tamuz dentro de
la propia área del templo. ¿Qué historias se contarían respecto de él que producían en estas
mujeres tal emoción y llanto?

El pecado de los ministros

«Luego me dijo: ¿No ves, hijo de hombre? Vuélvete aún, verás abominaciones mayores que
estas. Y me llevó al atrio de adentro de la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del
templo de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al
templo de Jehová y sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente».
(vv.15-16).

Cuando se ordenó el servicio levítico en el templo, se establecieron veinticuatro turnos para


servir en la casa. Aquí encontramos en estos veinticinco varones un representante de cada uno
de esos turnos levíticos, más el sumo sacerdote. Éstos eran los que se acercaban para ministrar
delante de Dios. Pero ellos están postrados adorando el sol.
El culto a la imagen

He aquí tres grupos representativos de Israel cometiendo pecados abominables delante de Dios,
y en el mismo lugar santo. Parece increíble. ¿No era suficiente todo esto para que Dios decidiera
retirar su gloria?

Permítanme hacer ahora una aplicación de estas tres abominaciones que vio Ezequiel en el
templo de Jerusalén. Creo que hay un mensaje aquí para nosotros.

¿Qué nos puede hablar a nosotros esos setenta ancianos contemplando la pared pintada con
imágenes diversas, con formas de animales, bestias abominables? Desde lo más recóndito de la
historia hasta el siglo XX, las civilizaciones se habían desarrollado en torno a la palabra. Sin
embargo, en estas últimas décadas, la cultura está cada vez más centrada en la imagen. Desde
los días en que el cine se inventó, a fines del XIX, la forma de comunicación más influyente es la
imagen. «Una buena imagen habla más que mil palabras».

Sin duda las figuras que los setenta ancianos contemplaban eran representaciones de los ídolos
de los pueblos vecinos. ¿Qué formas de pecados, de depravaciones, estarían figurados allí?
Cuando se habla en las Escrituras de culto idolátrico se refiere a las prácticas depravadas que se
realizaban en honor de los ídolos. A cada ídolo se le consagraban sacerdotisas, que estaban allí
para servir el culto con los que acudían a adorar.

Aquellas formas de abominación nos sugieren el moderno culto a la imagen a través del cine y le
televisión. La sexualidad orgiástica –incluido el bestialismo– ya está siendo divulgada
desvergonzadamente. La depravación se sabe cómo comienza, pero no se sabe dónde termina.
Cuando el corazón del hombre se ha depravado, no le basta la normalidad, sino que cae en las
formas más grotescas de sexualidad contra natura. Creo que esto es una advertencia para los
cristianos de hoy. Cuidado con las imágenes que se ofrecen ante nuestros ojos. La
manifestación de esta forma de abominación se está cumpliendo de manera literal, porque ya
existen televisores tan delgados que se pueden colgar en la pared como si fueran un cuadro. Si
usted tiene dinero, puede comprar uno de tamaño gigante que cubra toda la pared.

La idolatría

La segunda de estas abominaciones son las mujeres que lloran a Tamuz. Esto tiene que ver con
la idolatría.

Cuando el catolicismo por allá por el siglo IV quiso abrirse para recibir a todo el mundo en el
seno de la iglesia, entonces adaptó su teología a las teologías paganas permitiendo que dejaran
su huella en el cristianismo. La figura de María con el niño Jesús en brazos no está tomada de
las Escrituras, sino que es herencia del paganismo babilónico.

Aunque no se quiera reconocer, la imagen de María y el niño en brazos es un ídolo al cual no


sólo se venera, sino también se adora. Usted seguramente ha visto imágenes con muchas flores
y velas encendidas. La gente se acerca y se arrodilla frente a ellas. ¿Qué es eso? ¡Eso es
idolatría!

¡Cuánto de Babilonia se ha infiltrado allí! En el libro «Babilonia, misterio religioso», Ralph


Woodrow muestra cómo Babilonia está presente en todas las falsas religiones y también en el
catolicismo, introduciendo varias figuras, símbolos y celebraciones. ¡Esto es asombroso y
espeluznante!

«La reina del cielo»


Cuando se produjo el cautiverio de Israel, un pequeño remanente huyó a Egipto escapando de
Nabucodonosor. El profeta Jeremías fue obligado a ir con ellos. Estando allá, Jeremías llamó al
remanente allí en Egipto a volverse a Dios.

Sin embargo, la respuesta que dieron las mujeres a ese llamado es un discurso desfachatado y
soberbio, en que ellas adhieren desvergonzadamente a “la reina del cielo”, atribuyéndole todas
las bondades que no fueron capaces de atribuir al Dios de Israel. (Jer.45:16-19). Así también,
hay un ídolo hoy día en el mundo cristiano al cual suelen denominar la ‘reina del cielo’. Este es
uno de los muchos títulos que tenía Astarot, la madre de Tamuz.

Puede llegar a tal extremo el extravío y la dureza del corazón idólatra, que se puede defender un
ídolo en contra de Dios. Si a una mujer idólatra tú le tocas el ídolo que tiene ese niño en brazos,
lo más probable es que se haga enemiga de ti, y que diga: «Gracias a él (o ella en este caso) yo
estoy bien». La idolatría se introduce de forma disimulada hasta atrapar el corazón y
encadenarlo.

Las religiones de Oriente

Veamos ahora la tercera abominación. Esos veinticinco varones estaban vueltos hacia el oriente,
postrados ante el sol. La entrada al tabernáculo en el desierto estaba hacia el oriente. En
Ezequiel encontramos que Dios se manifestaba desde el oriente. Sin embargo, aquí ellos
estaban vueltos hacia el oriente no para adorar a Dios, sino para adorar al sol.

Hoy el mundo entero está vuelto también hacia el oriente. El oriente está invadiendo a occidente
con sus filosofías. La Nueva Era está teñida por las filosofías orientales. Ellas tienen en común la
creencia de que el hombre puede llegar a ser dios por medio de ciertas prácticas y disciplinas;
que el hombre puede perfeccionarse por sí mismo.

Esta filosofía se está infiltrando también en la cristiandad apóstata. Muchos de los e-mails que
los cristianos se envían a través de Internet son mensajes de autoperfec-cionamiento. Ellos
instan a los cristianos a desarrollar su potencial: «Mira lo que está en ti, déjalo fluir, déjalo salir.
No busques fuera, busca dentro de ti». Ellos no dicen: «Dentro de ti está el Señor», sino «Mírate
a ti y ve que tú eres capaz si te perfeccionas, si te disciplinas».

Hace poco tiempo se denunció que las Naciones Unidas están intentando formar una nueva
religión, que integra elementos de ecología, de humanismo y, sobre todo, de filosofías orientales.
Creo que los cristianos van a ser tentados más y más por estas filosofías en los días venideros.

Hay libros extraños en la mesa de noche de muchos cristianos, libros con clara influencia
oriental. Hay ahí autores muy conocidos y admirados, que suelen asociarse con la sabiduría y la
prosperidad. Parecen inofensivos, pero son dañinos. ¡Cuidado, son víboras que muerden fuerte!

Los juicios caen

Cuando estas tres clases de abominaciones se introducen en medio del pueblo de Dios,
entonces Dios decide retirarse. En el capítulo 8 de Ezequiel se denuncian las abominaciones, y
en el capítulo 9 vienen los juicios. Los verdugos aparecen con sus instrumentos para destruir,
pero también llega un varón vestido de lino para marcar a aquellos que gemían y clamaban por
las abominaciones que se hacían en medio de Jerusalén. Todos los que no tenían la marca
fueron exterminados, comenzando desde el santuario.

Así también, los juicios de Dios van a caer sobre la cristiandad apóstata, sobre los cristianos
acomodados al mundo, que se han entregado a los placeres y a toda conducta abominable.
La gloria del Señor abandona el templo

El capítulo 10 de Ezequiel muestra cómo el Señor se va. El arca todavía estaba allí; sin
embargo, el Señor se va. La gloria de Dios se posó sobre unos querubines y se fue alejando,
hasta posarse en un cerro cercano a Jerusalén. Y «desde allí, desapareció». No sólo abandonó
el templo, sino también ¡abandonó la ciudad! Ya no había ningún lugar que mereciera tener su
gloria.

Cuando el arca fue robada en los días de Elí, Dios mismo se vindicó y la trajo de vuelta. Sin
embargo, aquí encontramos que el arca todavía está en el templo, pero Dios ya no está allí. El
arca ya no tenía la gloria.

Ved lo que hay en la cristiandad hoy: el arca está allí, pero la gloria no está. El nombre de Cristo
está, y su doctrina; pero la gloria de Cristo se ha ido.

Oh, amados hermanos, ¡no dejemos que la gloria de Dios nos abandone nunca! ¡Él no quiere
irse; somos nosotros los que podríamos alejarle! Guardemos la santidad en el temor de Dios,
librémonos de estas contaminaciones, guardemos nuestra conducta pública y privada, tengamos
paz unos con otros, amémonos, bendigámonos y tengamos comunión.

Dios muestra su plan futuro

Vayamos a Ezequiel capítulo 40. Habían pasado como veinte años desde las visiones anteriores
y Ezequiel tuvo una nueva visión. Versículo 2: «En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel,
y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad,
hacia la parte sur». En la realidad lo que había era una ciudad destruida, un templo quemado.
Pero en la visión, Ezequiel ve un nuevo templo.

Luego, en el capítulo 43 de Ezequiel se anuncia una nueva etapa en el desarrollo del propósito
de Dios. Dios tuvo que desechar una ciudad contaminada y corrupta. Dios tuvo que aceptar que
quemaran el templo sagrado, pero él no se quedó así. Le mostró a Ezequiel lo que habría de
ocurrir en los tiempos futuros: él se habría de conseguir una nueva ciudad, él iba a tener un
nuevo templo.

Versículos 6 y 7: «Y oí uno que me hablaba desde la casa; y un varón estaba junto a mí, y me
dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies,
en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre». ¡He aquí un lugar donde Dios habitará
para siempre! ¡Un lugar del cual Dios no se irá nunca, porque es santo, santo, como Dios es
santo! A la luz del Nuevo Testamento, podemos decir que esta casa nueva y definitiva es la
iglesia.

La primera Jerusalén, aquel santuario terrenal, fracasó. Pero, he aquí, hay un santuario celestial
que no fracasará. Dios habitará en él para siempre. Los judíos pueden pensar que este templo
descrito aquí en Ezequiel es un templo que hay que construir ahora. De hecho, ellos han tomado
estas indicaciones para levantar un nuevo templo en Jerusalén. Pero nosotros hablamos de la
Jerusalén celestial, del santuario celestial, no hecho de manos. ¡La gloria nunca más se irá de
nosotros! ¡Él habitará en medio nuestro para siempre!

Las aguas vivas

En Ezequiel capítulo 47 se muestra que de debajo del umbral de esa casa salían aguas, y que el
profeta es introducido en ese río. ¿Cuál es el templo del cual fluyen las aguas vivas? ¿Cuál es el
lugar donde halla saciedad, reposo y paz todo hombre? ¿Donde recibe sanidad todo aquel que
entra en este río? Este no es un edificio hecho de manos, este es un edificio espiritual. Nosotros
hemos sido saciados con estas aguas salutíferas. Esta es la iglesia del Dios Viviente. En medio
de ella está Aquel que dijo: “El que tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí ... de su
interior correrán ríos de agua viva”.

Nuestra honra presente

Aborrecemos y nos limpiamos de toda contaminación y de toda idolatría. Nos declaramos un


pueblo santo, un pueblo justo, un pueblo para Dios. Que nunca tengamos que decir. «Él ya no
está, él se ha ido».

¿En qué consiste la gloria de Dios? ¿Consistirá en luces, en llamarazos? ¿Consistirá en una
gran humareda? Oh, la gloria de Dios a veces es un viento suave y apacible, es una cosa
delicada que se va transmitiendo de uno a otro cuando damos testimonio, cuando oramos,
cuando juntos adoramos. No es algo visible. Donde Dios está, allí está la gloria de Dios.

La gloria de Dios nos cautiva por dentro. Es una atracción, es un gozo, es un deseo de estar
ante su presencia. Es sentir sus caricias, es saber que nada nos falta, porque estamos en él y
porque él está en nosotros. Es saber que sus cuidados no se han apartado. No lo alejemos
nunca.

No pretendamos imitar la gloria de Dios. Tampoco es necesario que hagamos esfuerzos: la


gloria está, simplemente, porque Dios ha decidido que ésta sea su habitación.

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012.m. Mensajes a la iglesia: El peligro de las tres "T


Mensajes a la iglesia

El peligro de las tres "T"


(Torá - templo - Talmud)

El judaísmo es, sin duda, la mejor religión sin Cristo. Como religión, se basa en
tres pilares: la Torá, el templo y el Talmud. Toda religión tiene su propio libro
sagrado, su lugar santo y su cuerpo de tradiciones. ¿Es así también con su
religión?

Eliseo Apablaza F.

Hay tres palabras que empiezan con la letra T, y en torno a ellas quisiéramos compartir hoy.
Esas palabras tienen que ver con los tres grandes pilares de la religión judía: La Torá, es decir,
la Ley, el Templo de Jerusalén, el lugar donde Dios habitaba, y el Talmud, el libro de la tradición
rabínica.

Los pilares de toda religión


Así como la religión judía tiene una Torá, tiene templo (o aspira a tenerlo hoy en día), y tiene un
Talmud, así también la mayoría de las religiones que hay en el mundo tienen su propia Torá, su
propio templo y su propio Talmud.

Cuando el Señor Jesús vino, se encontró con un Israel que estaba aferrado a estas tres cosas,
las cuales, en vez de ayudarles a reconocer al Mesías, lo ocultaron de sus ojos. Es importante
ver que estas mismas tres cosas están presentes hoy también en la cristiandad. ¿Ayudarán ellas
al pueblo de Dios a esperar al Señor, o, al igual que antaño, serán más bien un tropiezo? El
Señor nos ayude para verlo.

El peligro de la «Torá»

La Torá es la ley de Moisés. Los judíos eran expertos conocedores de la ley. Ellos encontraron
que en la ley había más de seiscientos mandamientos, y procuraban enseñarlos a sus niños. Su
celo por la Torá es un asunto muy conocido. Sin embargo, cometieron un error: ellos tomaron
ese libro sagrado y lo levantaron tan arriba, que lo convirtieron en una especie de ídolo. Cuando
el corazón del hombre se vuelve religioso, las Sagradas Escrituras pueden convertirse en un
ídolo.

Las Sagradas Escrituras son un libro precioso. Hay ahí ochocientas, o mil páginas, que desafían
el ingenio de los estudiosos. Así como hay expertos en obras literarias (como el Quijote, por
ejemplo), que se pasan toda la vida estudiándolas, hay eruditos, grandes teólogos, que hacen lo
mismo con este Libro. Aquí hay profecías, hay misterios, hay cosas ocultas que ellos intentan
desentrañar. Así las Sagradas Escrituras se transforman en un fin en sí mismas.

Ellas tienen un lugar importante en la vida de un cristiano. Sin embargo, tenemos que precisar
cuál es la función que cumplen, para que no nos ocurra lo que a los judíos. Ellos eran
conocedores del Libro; sin embargo, cuando se encontraron cara a cara con la Persona de quien
habla el Libro, no lo supieron reconocer. ¡Qué tragedia! ¡Cuando llegó la hora de la verdad no
supieron aplicar lo aprendido!

El Señor dijo a los judíos: «Ustedes estudian con diligencia las Escrituras, porque piensan que
en ellas hallan la vida eterna...» (Juan 5:39, NVI). Aquí se revela cuál era el problema que tenían
los judíos. Hay un problema cuando se piensa que en la Biblia está la vida eterna, porque en la
Biblia no está la vida eterna. En Juan 5:40, el Señor dice: «... Y no queréis venir a mí, para que
tengáis vida». El Señor cambia el foco de atención: «No en las Escrituras, sino en mí está la vida
eterna». Pero los judíos no lo habían visto. El verdadero sentido y la razón de ser de las
Escrituras es este: “Ellas son las que dan testimonio de mí» – dijo él.

Un peligro complementario

Así como los judíos no supieron discernir la persona de Jesucristo cuando estuvo delante de
ellos, pese a su conocimiento de las Escrituras, los cristianos pueden también conocer la Biblia
sin conocer al Señor Jesucristo. Esto es una desgracia muy grande. ¿Cómo evitar caer en ella?

En Efesios 1:17, encontramos la solución de Dios: «...para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de
él». Pablo ora para que el Padre de gloria les dé a los hermanos de Éfeso algo que era
fundamental para poder conocer a Jesucristo y los misterios de Cristo. ¡Espíritu de sabiduría y de
revelación! El Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, él es el único que puede abrir el
entendimiento de los hombres para que conozcan lo que él puso en ellas.

¿Recuerdan cuando el Señor les abrió el entendimiento a los discípulos después de la


resurrección, para que entendieran las Escrituras? Lo que por años habían estado escuchando
en las sinagogas como una enseñanza respecto del Mesías, recién allí lo pudieron entender
aplicado a Jesús. El «Espíritu de sabiduría y de revelación» es el único que puede abrir el
entendimiento para conocer a Jesús, y para entender espiritualmente las Escrituras.

Para estudiar la Biblia con provecho se requiere algo muy distinto de la capacidad intelectual o la
erudición teológica: se requiere tener el socorro de lo alto, un toque del Espíritu Santo al
corazón.

El reclamo de Dios a Israel

En los días de Jeremías, Dios tenía una reclamo contra Israel. «Los sacerdotes no dijeron:
¿Dónde está Jehová?...y los que tenían la ley no me conocieron...» (2:8). Ellos se preocupaban
de las cosas externas, de estudiar la ley, y de cumplir con el aparataje religioso, ¡pero no lo
conocían a Él! «Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y
cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua» (2:3). ¿Cuál es el mal mayor?
«Me dejaron a mí». Así también, pudiera darse el caso de que nosotros tengamos mucho
conocimiento bíblico, ¡y lo hayamos dejado a él! El gran dolor del Señor es que nadie buscaba
conocerlo a él.

Avancemos unas páginas más en Jeremías. Veamos 9:23-24. «Así dijo Jehová: No se alabe el
sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas.
Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy
Jehová...» A juzgar por estas palabras, en Israel había sabios que se gloriaban en su sabiduría,
valientes que se alababan por su valentía, y ricos que se alababan por sus riquezas, pero no
había quienes se gloriaran en conocer a Dios.

¿Cuál es tu motivo de gloria, amado hijo de Dios? ¿Conocer la Biblia? ¿Tener comprensión
acerca de ciertas cosas espirituales? No; sólo conviene alabarse en entender y conocer al
Señor.

El problema de quedarse a mitad de camino

En Romanos 1 se dice que, habiendo visto los hombres el poder y la majestad de Dios reflejados
en la creación, ellos no fueron más allá para decir: «¿Quién es el maravilloso Ser que hizo estas
cosas maravillosas para darle gloria?».

Fácilmente el hombre se queda a mitad de camino al no discernir lo que son los medios y los
fines. La contemplación de la creación debiera arrojar a los hombres tras la búsqueda de Dios.
Asimismo, el estudio sincero de las Escrituras debiera arrojar al hombre en brazos de Dios, y no
dejarlo enredado en las profundidades y misterios que ellas encierran. La creación y las
Escrituras son sólo medios y no fines en sí mismos. La gran invitación que hace la creación es
que adoremos a Dios por su grandeza. La gran invitación que hacen las Escrituras es que
encontremos a Cristo, que sea donde sea que las tomemos, lo veamos a él.

El problema es quedarse a mitad de camino. La perfección y la hermosura de este libro habla de


la perfección más grande, de la hermosura mayor, ¡del Creador de este libro! Por lo tanto,
rechazamos toda enseñanza que nos deje enclaustrados en un conocimiento meramente bíblico,
porque tenemos que ir más allá, a Aquel de quien ellas nos hablan.

Tres sistemas de interpretación

Cuando el Señor Jesús vino, había tres grandes sectas judías: los fariseos, los saduceos y los
esenios. Cada una de ellas tenía una postura interpretativa particular de las Escrituras. Los
fariseos eran flexibles; los saduceos eran racionalistas; los esenios eran espiritualistas. Sin
embargo, ninguno de estos sistemas de interpretación bíblica capacitó a sus defensores para
reconocer al Mesías cuando vino.

Hoy también existen los fariseos, los saduceos y los esenios. Están los liberales, los racionalistas
y los exclusivistas en materia de interpretación bíblica. ¿Estarán ellos preparándose para recibir
al Señor o ya lo habrán extraviado en su maraña teológica? ¿Volverá a repetir la cristiandad la
triste historia de Israel en tiempos del Señor Jesús?

La segunda «T»

Veamos la segunda «T», el Templo. De todas las ciudades de Palestina, había una ciudad que
era santa: Jerusalén. Y, dentro de ella, había un lugar aún más santo. Allí, sobre una explanada
preciosa estaba construido el templo.

Los judíos en tiempos de Jesús se sentían orgullosos del templo. Marcos 13:1 nos dice:
«Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué
edificios». Al decir esto, el discípulo esperaba un gesto de admiración del Señor, pero su
reacción fue muy distinta de lo que él esperaba. Le dijo: «¿Ves estos grandes edificios? No
quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada».

Esos grandes edificios habían sido levantados por el rey Herodes. Y eran tan majestuosos y
fastuosos que habían demorado cuarenta y seis años en construirlos. Ese era el orgullo de todo
Israel. Sin embargo, ese templo habría de ser destruido pocos años después, igual que los dos
templos anteriores que Israel había tenido en su historia.

Ese lugar tan sagrado había sido para ellos muchas veces causa de tropiezo, debido a su propia
dureza de corazón. En Jeremías 7 encontramos una queja de Dios por causa de que ellos
habían puesto su confianza en el templo, apartando su corazón de él. «Así ha dicho Jehová de
los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este
lugar. No fiéis en palabras de mentira, diciendo: templo de Jehová, templo de Jehová, templo de
Jehová es este» (7:4-5).

Ellos cometían adulterio, hurtaban, mataban, juraban en falso, ofrecían incienso a Baal, oprimían
al huérfano, a la viuda, ellos derramaban sangre inocente. Sin embargo, tenían su templo.
Teniendo el templo, se sentían seguros: Dios estaba allí, ¿quién les podría hacer mal? Sin
embargo, lo que ellos no querían ver era que la permanencia de Dios en el templo era
condicional: dependía de su obediencia.

Desde el momento que el pueblo comenzó a apartarse, ya ese templo no fue un lugar grato para
el Señor. Ellos lo habían convertido en “cueva de ladrones” (v.11). Así que, llegó un momento en
que la nube de Dios, que estaba en el Lugar Santísimo, abandonó el templo. Y cuando Dios
abandona un lugar, ese lugar queda expuesto a la barbarie, al vandalismo, a Satanás. (¿Qué
lugar puede ser inexpugnable cuando Dios ya no vela sobre él?). Vino Nabucodonosor y tomó
Jerusalén, después uno de sus lugartenientes se llevó los utensilios sagrados a Babilonia y
quemó el templo. Sin embargo, había sido profanado mucho antes por los propios sacerdotes y
levitas, y Dios ya no quiso morar allí.

Una buena noticia

Pero nosotros tenemos una buena noticia: el Señor tiene un nuevo templo. El Señor en cierta
ocasión dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan 2:19). Él se refería al
templo de su cuerpo, que fue a la cruz, pero que al tercer día se levantó, incorruptible. Y con la
muerte y la resurrección del Señor surgió la iglesia, el Cuerpo de Cristo, que es la habitación de
Dios en esta dispensación.

¿Habitará Dios hoy en Jerusalén, en ese lugar donde estuvo el templo de Herodes? ¿Habitará
Dios en alguno de los muchos fastuosos templos que hay en la cristiandad? Algún hermano
nuevo podría decir: «Voy a la casa de Dios». Otro pudiera decir: «Voy a la casa de oración». Eso
es incorrecto. Los lugares donde los cristianos se reúnen no son ni casa de Dios ni casa de
oración: son simplemente edificios donde se reúne el verdadero templo de Dios que es la iglesia.

Así que, no es este lugar de reunión un lugar sagrado. Por supuesto, si los creyentes están aquí,
podemos ver la gloria de Dios. Pero también si los creyentes se reúnen debajo de unos árboles a
la orilla del río, allí desciende la gloria de Dios. Si se reúnen en una cancha de fútbol, allí también
desciende la gloria de Dios. Este lugar es santo ahora, porque aquí está la iglesia. Si se va la
iglesia, es un lugar como cualquier otro.

La idea de ‘casa de Dios’ o ‘casa de oración’ es una herencia judía. En la religión judía había un
templo donde Dios moraba, pero en esta era de la iglesia Dios no tiene un templo físico donde
habitar. En el libro de los Hechos, se dice que los cristianos se reunían en «el templo y por las
casas». Ellos eran cristianos judíos, que todavía estaban como tomados por un cordón umbilical
del judaísmo. Pero ese cordón umbilical se cortó con la iglesia en Antioquía. Desde ahí ya no
existe más.

No un lugar, sino adoradores

¿Se acuerdan de la conversación del Señor con la mujer samaritana? La mujer le dijo al Señor:
«Ustedes los judíos dicen que en Jerusalén es donde se debe adorar ... (porque ahí estaba el
templo) ... nosotros creemos que es en este lugar donde se debe adorar». «Jesús le dijo: Mujer,
créeme, que la hora viene cuando ni en este monte (tal vez el monte Gerizim) ni en Jerusalén
adoraréis al Padre». (El templo de Jerusalén iba a ser destruido cuarenta años más tarde). «Mas
la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren». Aquí queda muy claro
que no hay un lugar santo, sino que hay adoradores. Donde se juntan los santos para adorar, allí
hay adoración. Hermanos, no se trata de lugares, se trata de adoradores.

Para terminar esta parte, veamos Hechos 17:24: «El Dios que hizo el mundo y todas las cosas
que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos
humanas». ¿Quién está diciendo esto? El apóstol Pablo. ¿Es Pablo un falso maestro? No. Es el
príncipe de los apóstoles, y él dijo esto a los griegos reunidos en el Areópago. Lamentablemente,
en muchos ambientes cristianos el templo se ha transformado en exactamente lo mismo que
para los judíos. Piensan que Dios habita allí, y que, en consecuencia, es un lugar santo. Hay
cristianos que piensan que el único lugar donde ellos pueden tener comunión con Dios es el
templo. Entonces lo arreglan y lo embellecen con esmero. Incluso piensan que ciertas partes del
templo son más sagradas que otras, como la tarima donde está el púlpito, que es como el
equivalente al Lugar Santísimo. Esa es una imitación del templo de los judíos con su atrio, su
lugar santo y su lugar Santísimo.

Nosotros no juzgaremos mal a los cristianos que se esmeran por tener hermosos templos, pero
tenemos que advertir claramente que el templo puede transformarse en un ídolo y en un objeto
de confusión. Puede hacer creer a los cristianos que Dios tiene lugares físicos especiales donde
él habita. Y la Escritura no nos permite afirmar tal cosa.

Las paredes de un templo son demasiado frías y duras. En cambio, las paredes de tu corazón
son cálidas; allí él quiere habitar. Debes dar siempre gracias al Señor por haber venido a habitar
en tu corazón, y por querer habitar en ti y no en un templo de mármol. Dios prefirió tu corazón a
un templo de oro.

Así que, no nos engañemos ni nos deslumbremos por la fastuosidad de los templos que los
hombres han levantado. No compartamos nosotros la admiración de aquel discípulo por el
templo de Jerusalén, porque esa admiración era una ceguera que anunciaba los juicios de Dios
sobre ese lugar.

La «T» de la tradición

Veamos ahora la tercera «T», el Talmud. El Talmud es un libro que contiene los comentarios que
los grandes rabinos judíos han hecho en diversas épocas sobre la Torá. El Talmud reúne toda la
tradición oral rabínica sobre la Torá. A falta de sacerdote y profeta, la figura del rabino surgió con
mucha fuerza durante el exilio en Babilonia. Desde entonces, las tradiciones orales comenzaron
a ocupar un importante lugar en la vida religiosa judía, hasta el punto que hoy el judaísmo se
apoya en una mezcla de la Torá y el Talmud.

El Talmud no son las Sagradas Escrituras; son comentarios y preceptos agregados a las
Sagradas Escrituras. Un escritor judío cristiano, Barry Rubin, ha dicho que los eruditos judíos se
glorían más en conocer el Talmud que en conocer la Torá. Es más apasionante.

Pero hay un problema con el Talmud. El Talmud, en vez de ayudar a explicar la Torá, suele
hacerla más confusa. Rubin llega a afirmar: «Tristemente, la gente (los judíos) terminó
enredándose tanto en la multitud de reglas y regulaciones religiosas, que algunos de los
significados esenciales en la Torá se perdieron. La tradición oral prevaleció sobre la verdad». (En
“¡Te tengo buenas noticias!”, p.148).

El Talmud representa lo que el hombre agrega a las Escrituras. Son los reglamentos de la
tradición. En tiempos del Señor Jesucristo existía una fuerte tradición oral, y muchas veces él
debió enfrentarla. ¿Se acuerdan cuando el Señor, en Marcos 7, recrimina a los judíos, porque
ellos habían invalidado la palabra de Dios por las tradiciones? «Porque dejando el mandamiento
de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de
beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el
mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición» (8-9). Esta tradición de la que habla el
Señor es el Talmud.

Toda religión que se precie de tal tiene una tradición. Y esa tradición está escrita: reglamentos,
comentarios, interpretaciones. Sin embargo, la tradición no tiene su origen en Dios, sino en el
hombre.

El Talmud enceguece

Barry Rubin plantea una cosa interesantísima: ¿Por qué razón los judíos esperaban un Mesías
político, poderoso, capaz de zafarlos a ellos del yugo romano, siendo que había varias profecías,
como Isaías 53, en que se decía que el Mesías sería un varón de dolores, que moriría y
resucitaría? Simplemente porque las interpretaciones que el Talmud había hecho no
contemplaban la venida de un Mesías como un cordero, sino como rey. ¡El Talmud había
tergiversado la interpretación profética! La tradición oral había logrado opacar la Torá y los
profetas, y confundir a los judíos respecto del Mesías.

Amados cristianos, ¡cuidado con vuestro Talmud! Es fácil atarse a una corriente interpretativa de
las Escrituras, enredarse en las opiniones de los grandes hombres del pasado, y agregarlos a
nuestro bagaje doctrinal. La tradición se convierte fácilmente en una red de cadenas que nos
atan a los hombres y al pasado, y que nos impidan ver la voluntad de Dios para este día.
Tenemos que conservarnos libres de todo ello para servir así al Señor.

El Talmud puede tomar también la forma de un conjunto de procedimientos aceptados por el


grupo. ¿Han escuchado frases como ésta?: «Nosotros nunca lo hemos hecho así. ¿Por qué
tendríamos que hacerlo?». «Nunca hemos creído eso. ¿Por qué tendríamos que creerlo?». ¡Eso
es Talmud!

Cuando una congregación no cree que el Espíritu Santo la esté dirigiendo, entonces tiene que
asegurarse un camino. Ese camino se lo ofrecen los reglamentos y ordenanzas. Si no los tiene,
se extravía y se confunde. Pero si hay una congregación que cree ciertísimamente que hay Uno
de arriba, el Espíritu de verdad, que la conduce, entonces no necesitará consultarle al pasado
para enfrentar el futuro: ¡simplemente le consultará al Señor! Los que tienen una fuerte tradición
piensan que no necesitan preguntarle al Señor. Basta que miren atrás, y lean su Reglamento:
«En el artículo uno dice... ¡de esta manera tenemos que hacerlo!». Para el Espíritu Santo es
sumamente difícil guiar por un camino nuevo a quienes se enorgullecen de su propio camino
largamente recorrido.

Amados hermanos, en el mundo una institución es más o menos respetable si puede decir:
«Desde 1845», o «Desde 1920». Nosotros, más vale que no digamos nada. Nosotros tenemos
que servir a Dios en nuestra generación. Otros tomarán después la antorcha del testimonio y
harán su propio camino. ¡Y si a él le place, que nos interrumpa cuando quiera! Más que
conformar una tradición, la iglesia debe irse zafando de ella, para ser dúctil a la conducción del
Espíritu.

Hemos de tener cuidado, porque la tradición se nos puede ir pegando sin que nos demos cuenta
de ello. Cuesta juzgarnos con objetividad, porque la tradición llega a formar parte de nuestra
subjetividad. Para romper este círculo debemos aceptar el juicio de otros, y el escrutinio
permanente del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos lleva por caminos siempre nuevos. Si reconocemos que el propósito de
Dios es lineal y no circular, tenemos que aceptar que él nos lleve más allá, por caminos nunca
antes andados. A la carne y la sangre le gusta tener todo planificado y bajo control. Sin embargo,
cuando seguimos al Espíritu, el camino se va conociendo sólo paso a paso.

¿Cómo nos encontrará el Señor?

Cuando el Señor vino la primera vez, encontró a su pueblo enredado en estas tres “T”. Cuando
el Señor venga por segunda vez, ¿encontrará a su pueblo tropezando en la misma piedra? ¿Lo
encontrará venerando su Torá, pero sin conocer a Aquel de quien ella da testimonio? ¿Lo hallará
levantando templos para que habite Uno que hace mucho que ya no habita más en templos
hechos por manos humanas? ¿Lo hallará aferrado a su Talmud, para observar con celo los
preceptos de la tradición humana?

Nosotros queremos ser tajantes en rechazar estas tres «T», porque ellas impiden al pueblo de
Dios depender del Espíritu Santo y glorificar al Señor Jesucristo. No queremos las Escrituras por
sí. Queremos al Cristo de las Escrituras. No queremos un templo como un lugar sagrado.
Queremos a Dios que habita en medio de la iglesia. No queremos una tradición, sino buscar la
dirección permanente del Espíritu. ¡Que las cosas santas (y las supuestamente santas) no nos
impidan ver al Santo!
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012.n. Mensajes a la iglesia: El carácter de los co-reinantes


Mensajes a la iglesia

El carácter de los co-reinantes

Cuando Cristo reine, no reinará solo. Él compartirá su reino con una clase
especial de gente, la cual aparece descrita en los primeros versículos de Mateo
5: en las bienaventuranzas.

Eliseo Apablaza F.

Lectura: Mateo 5:1-12.

“Mientras el Rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor” (Cantares 1:12). Cuando el
cristiano es atraído por Cristo para seguirle, en respuesta al clamor “atráeme, en pos de ti
correremos”, lo primero que el Señor hace es introducirlo en sus cámaras, y mostrarle uno de los
aspectos más solemnes y a la vez más terribles de su gloriosa persona: el de Rey.

Hay un libro de la Biblia que nos muestra al Señor Jesucristo especialmente en esta faceta de
Rey. Es el evangelio de Mateo. Allí también se habla mucho del reino de Dios. Y hay tres
capítulos de ese evangelio –el 5, 6 y 7– que algunos denominan “La Carta Magna del Reino de
Jesucristo”, es decir, el conjunto fundamental de leyes, mandamientos y ordenanzas que rigen el
reino de Dios.

Noten ustedes que al final de este cuerpo de enseñanzas, en el último versículo del capítulo 7,
dice: “Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. Estas
enseñanzas fundamentales fueron entregadas con autoridad, la autoridad de Rey.

Llegará un día en que el reino del Señor Jesucristo se establecerá sobre la tierra. Entonces
reinará él sobre todo el planeta; pero no reinará solo, sino con cierta clase de gente. Esta gente
está descrita en los primeros versículos de Mateo capítulo 5.

Preparándose para reinar

Aquí aparecen nueve bienaventuranzas. Estas bienaventuranzas se han interpretado de muchas


maneras. Se ha dicho, por ejemplo, que ellas describen nueve tipos de personas que agradan a
Dios, o que son nueve rasgos de la persona del Señor Jesucristo. Ambas ideas pueden ser
correctas. Sin embargo, quisiéramos ver cómo estas bienaventuranzas caracterizan a los hijos
de Dios que compartirán el reino con Cristo, los cuales hoy están siendo preparados – en la
formación de un carácter, de una cierta forma de ser y de actuar. A esta gente se le
encomendarán grandes decisiones y gran autoridad. Tendrán autoridad sobre ciudades y sobre
naciones.

Cuando los gobiernos en el mundo buscan colaboradores, establecen sus propios requisitos.
Una persona que ha de ser Ministro de Estado debe tener cierto perfil: ser una persona
emprendedora, capaz de tomar decisiones, con habilidad en el manejo de las personas, y con
capacidad de trabajo en equipo.
Un perfil extraño

Si miramos el perfil de una persona exitosa en el mundo, nos imaginamos que así debe ser. Pero
cuando miramos estas nueve bienaventuranzas que describen el carácter de los hombres en
quienes el Señor va a confiar la dirección y el gobierno de su reino, entonces, nos
sorprendemos, porque son características bastante extrañas, sobre todo en el mundo en que nos
movemos.

¿Nos podemos imaginar un reino de este mundo gobernado por este tipo de personas? Las
bienaventuranzas no nos muestran ninguna característica de lo que hoy podemos llamar un
hombre exitoso, sino describen, más bien, a personas que podríamos tildar de ingenuas, que no
son de un carácter sobresaliente, ni de las que se abren paso con resolución.

Son pobres, humildes, vulnerables al dolor (ellos lloran), son mansos; ellos están insatisfechos.
¡Andan por la vida siempre insatisfechos! No de oro ni de plata, ni tampoco de deleites. Ellos no
podrían estar satisfechos en esta tierra. Tienen hambre y sed de justicia. Aman la rectitud. Son
misericordiosos, tienen un corazón limpio, son pacificadores. Están ejercitados en el sufrimiento.
No son victimarios: son víctimas. Son vituperados, perseguidos. Son objeto de mentiras. No
reaccionan con fiereza: ellos padecen.

Pero revisemos, al menos, unas tres o cuatro de estas bienaventuranzas con mayor detalle.

Pobres en espíritu

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (5:3). Los
pobres en espíritu son aquellos que reconocen su necesidad. Ellos no tienen aquello que hoy se
enfatiza tanto en la educación: una buena autoestima. Al contrario. Son quienes, después de
haber luchado por algún tiempo, reconocen que llevan dentro de sí un vacío, una pobreza, una
orfandad que nada sino Dios puede llenar.

El Señor dijo en cierta ocasión que él había venido a predicar buenas nuevas a los pobres.
Cuando uno mira el evangelio pareciera ser que la pobreza en espíritu también está asociada
con la pobreza material. Por eso son los pobres materialmente los que han sido más
enriquecidos por Dios. Ellos están acostumbrados a la escasez. Saben que tienen una
deficiencia crónica, no tienen muchas cosas a qué echar mano para ser felices. Ellos están
restringidos, y en esa pobreza material, con mayor facilidad que otros se arrojan en los brazos
del Señor para encontrar la verdadera riqueza.

La Escritura nos dice que el Señor, siendo rico se hizo pobre, para que nosotros fuésemos
enriquecidos (2ª Cor. 8:9). Un hombre y una mujer pobres de espíritu serán enriquecidos por
Dios. En cambio, un hombre que no conoce la pobreza en espíritu, tendrá muy alto concepto de
sí. Se sentirá satisfecho, tal como se sentía la iglesia en Laodicea; por tanto, nunca conocerá la
verdadera riqueza ni la promesa que el Señor hace a los pobres en espíritu.

Yo no sé si usted sabe lo que es esta pobreza. Una persona pobre en espíritu, en algún
momento de su vida, busca a Dios. No podrá concebir la existencia humana sin Dios. No podrá
seguir intentando llenar el vacío de su alma con las riquezas materiales, porque se da cuenta
que no son suficientes. Llegará el momento en que se quebrantará su alma, en que doblará su
rodilla, en que reconocerá su miseria.

¿Qué promesa se hace a esta clase de gente? Se dice que de ellos es el reino de los cielos.
¿Podemos imaginar lo que significa eso, al menos por un momento? ¡Cuántos luchan en la tierra
por tener un puesto de mando, por un cargo, o por un reconocimiento en algún reino de este
mundo! Pero he aquí los pobres en espíritu poseerán el reino eterno.
Y en aquel día, cuando ya se esfumen las tinieblas que rodean al mundo, cuando dejemos de
ver las cosas como en un espejo, entonces estos hombres anónimos, menospreciados, que
caminaron por la tierra mirando hacia el cielo, que nunca buscaron grandes posesiones, que
nunca pretendieron arraigarse aquí ni que su nombre alcanzara notoriedad, los que en otro
tiempo fueron pobres en espíritu, brillarán con toda la gloria del Señor Jesucristo en su reino.

¿Podemos imaginar eso? Es difícil para nuestra mente, porque nunca lo hemos visto con
nuestros ojos; sin embargo, los que conocemos a Jesús sabemos que sus promesas son fieles y
verdaderas. Nos anticipamos a anunciar el establecimiento del reino de Jesucristo sobre la tierra,
y a asegurar que los pobres en espíritu reinarán con él.

Lloran

“Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). En nuestra
sociedad y en nuestra cultura hay muchas lágrimas falsas. En un filme vemos personas que
lloran y tal vez lloremos nosotros con ellos. Pero los que están en el set de grabación saben de
qué tipo de lágrimas se trata. Esos ojks no lloran de verdad, porque sus corazones no están
destilando lágrimas. En cambio, los bienaventurados son aquellos que tienen un corazón que
llora, que tienen un alma quebrantada. Éstos recibirán consolación. No simulan, sino que lloran
de verdad. Ellos ven su miseria. Han conocido los fracasos. Ellos añoran el día en que se
manifiesten las cosas verdaderas, inconmovibles. ¡Cuántas veces estos bienaventurados han
llorado anhelando la venida del Señor! Están cansados por la adversidad, los padecimientos, la
persecución. Por eso lloran. Ellos no tienen otra reacción cuando son ofendidos; no pueden alzar
la mano para devolver el golpe.

El Señor le dijo cierta vez al rey Ezequías: “He oído tu oración y he visto tus lágrimas” (Isaías
38:5). El rey estaba afligido, clamó al Señor y el Señor oyó su oración, vio sus lágrimas, y le
concedió lo que pedía. ¡Cuán capaces de conmover a Dios son las lágrimas de un hombre o de
una mujer que se derraman delante de él! Recordemos a María, la hermana de Lázaro. Mientras
su hermana Marta recriminó al Señor porque no había llegado antes para evitar que Lázaro
muriera, María se derramó a los pies del Señor y lloró con lágrimas tan angustiosas, que el
Señor, al verla así, también lloró. Fueron las lágrimas de María, y no los argumentos de Marta,
que trajeron –por así decirlo– un milagro a favor de Lázaro.

Recordemos a esa otra mujer pecadora que llegó y comenzó a regar con lágrimas los pies del
Señor. Ella se sentía acusada en su conciencia. Era una mujer de mala vida. No tenía méritos
que exhibir; sólo tenía pecados que llorar. Y el Señor Jesús la acogió. Y cuando ese fariseo se
levanta para apuntar a la mujer con el dedo, el Señor sale en su defensa. ¡Qué poder tienen las
lágrimas delante de Dios! ¡Cómo se apresura su mano para enjugarlas, y para defender a quien
las derrama delante de él!

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”. Hay hombres que tienen tan
endurecido el corazón que sus ojos están secos. Hace mucho que no derraman una sola
lágrima. Y aunque lo quisieran hacer, no pueden. ¡Qué desgracia es tener un corazón de piedra!
Socialmente es mal visto llorar en público. “Cualquier cosa –dicen algunos–, pero que no me
vean llorar”. Ellos nunca recibirán el consuelo de Dios. Ellos no conocen la mano del Señor
cuando acaricia, o su ungüento que sana las heridas. ¡Los que lloran sí tienen esta
bienaventuranza!

Cuando miramos al Señor en los días de su carne ofreciendo ruegos con gran clamor y lágrimas
(Hebreos 5:7), nos damos cuenta que para un cristiano las lágrimas no pueden ser extrañas. No
son algo ocasional tampoco, como no lo era para Pablo, el que solía servir al Señor con muchas
lágrimas, amonestar a los hermanos con lágrimas, y escribir a los hermanos con muchas
lágrimas (Hechos 20:19,31; 2ª Cor.2:4).
¡Bienaventurados los que lloran! Ellos tienen un corazón que puede sentir el dolor ajeno. Y
también pueden sentir su propia desgracia, su propia necesidad, sus propias faltas. ¿Cómo no
llorar después de ver que una y otra vez le hemos faltado al Señor? ¿Cómo no llorar después de
ver que hemos mancillado su nombre, hemos ofendido al hermano, hemos buscado nuestra
propia defensa y vindicación? ¿Cómo no llorar la desgracia de tener un carácter tan terreno?
¿Cómo no llorar la desgracia de ser tan duros todavía?

Lágrimas delante de Dios

Hay un versículo en un Salmo que es muy consolador. Dice: “Pon mis lágrimas en tu redoma.
¿No están ellas en tu libro? Serán luego vueltos atrás mis enemigos el día en que yo clamare”
(56:8). Ninguna de las lágrimas que derrama un hijo de Dios pasa inadvertida para el Señor.
Esas lágrimas que lloraste, él las vio y están anotadas en su libro. Seguramente esa redoma
donde están nuestras lágrimas tiene una medida, y tendremos que llorar todo el tiempo que sea
preciso hasta que esa medida se complete. Seguiremos llorando por los que amamos, pidiendo
por los que nos ofenden, y por todas las circunstancias adversas que no hemos podido superar.

Dice también este versículo: “Serán vueltos atrás mis enemigos el día en que yo clamare.” ¡Qué
confianza tiene el salmista! El día en que yo clamare, algo ocurrirá, vendrá un movimiento desde
los cielos, se moverán los ángeles, el Señor extenderá su mano. Mis enemigos serán vueltos
atrás. ¿Lo has comprobado, amado hijo de Dios?

También dice la Escritura: “Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente” (Salmo 84:6).
Esto es algo que puede parecer extraño a los del mundo. Los cristianos lloran, pero con la
misma facilidad que lloran, ellos ríen. Después del llanto viene el consuelo. Las lágrimas se
lloran en el valle, pero, al final de ese valle, hay una fuente que salta. Hay un frescor en el alma,
hay una risa en la boca. Sí, más allá de las lágrimas, porque ellos reciben consolación.

¿Delante de quién lloramos? Hay dos clases de lágrimas que derraman los hombres impíos, por
las cuales nunca serán consolados: las que derraman ante el policía cuando infringen la ley, o
delante del juez para aminorar el castigo. Y son también las lágrimas que lloran a solas en su
soberbia porque no lograron lo que quisieron. Hay lágrimas de ira, de impotencia, que nunca
recibirán consolación. Pero “bienaventurados los que lloran (delante de Dios), porque ellos
recibirán consolación.”

Mansos

“Bienaventurados los mansos porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5). Los
mansos son los que se someten a los designios de Dios. Son los que inclinando su cabeza,
dicen: “No sé por qué lo hiciste, Señor, pero lo acepto. No entiendo tus razones, pero inclino mi
cabeza ante ti. No sé por qué viene de nuevo esta prueba, este vendaval, pero, Señor, tú eres
Dios, tú eres Rey, y yo sólo soy un siervo.” Los mansos son sumisos, son suaves de tratar, no
tienen aristas. No hay nada en ellos que te hiera a ti. Tú pasas la mano por ellos –hablando en
forma figurada– y hay suavidad en todo lo que tocas. Su alma ha sido quebrada en sus
fortalezas. ¡Cuánto se agrada el Señor en los mansos! El Señor mismo dijo en cierta ocasión
unas palabras que siguen tocándonos a todos nosotros: “Venid a mí los trabajados y cargados,
que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.” Sólo uno manso y humilde
puede hallar descanso para su alma. Aunque lleve el yugo más pesado, lo encontrará fácil,
delicado, suave, y hallará ligera su carga.

Para los mansos hay una promesa preciosa: “Ellos recibirán la tierra por heredad.” Ellos son
herederos. Ellos no tienen dinero en el banco, pero tendrán la tierra, y la tierra es la mayor señal
de riqueza.
Tienen hambre y sed de justicia

Finalmente, veremos la cuarta bienaventuranza: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Tener hambre y sed de justicia no consiste
en querer que se nos haga justicia de alguna injusticia, sino en tener un deseo profundo de
rectitud, de santidad. Los que tienen hambre y sed de justicia son los que quieren ser justos,
perfectos, los que aborrecen la mediocridad de una vida en la carne, los que aborrecen la
inconstancia de su corazón. ¡Éstos serán saciados!

Usted sabe que el hambre y la sed son apetitos físicos, y son recurrentes. Puede saciarlos ahora
y en un rato más volverán. Así también ocurre con estos hombres y mujeres. Aunque ellos han
sido saciados de esa gran hambre y de esa gran sed que tenían antes de conocer a Dios, sin
embargo, aun teniéndolo a Él, siguen experimentando hambre y sed. A diferencia del hambre y
sed física, esta hambre y sed de justicia, cuando es saciada, reclama más justicia, despierta más
hambre y más sed. Uno que conoce al Señor Jesús, que conoce su carácter, su nobleza y su
hermosura, va a querer seguir avanzando en el conocimiento de esa nobleza y de esa
hermosura, va a querer seguir apropiándose de eso que él admira tanto.

Sería terrible no tener más hambre y sed. Sería terrible conformarse con que alguna vez hace
tiempo atrás mi hambre y sed de justicia fueron saciadas. Uno que camina cerca del Señor, uno
que está en la contemplación de Cristo, tendrá hambre y sed una y otra vez, para ser saciado
una y otra vez.

Que el Señor levante una generación de hombres y mujeres sedientos de esta justicia, que se
lancen en una búsqueda de los valores eternos. Que sean capaces de menospreciar las cosas
pasajeras, los afanes de cada día, que pongan la mirada en el trono de Dios y en Quien está
sentado en él. Que se afanen no por las cosas que perecen, sino por las que a vida eterna
permanecen.

Las sanas palabras de nuestro Señor

Una de las palabras de Pablo a Timoteo es: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las
sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, nada sabe ...” (1ª Tim. 6:3). Estas que hoy hemos
compartido son de esas sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo. Suenan a locura, parecen
una ingenuidad en un mundo impersonal donde imperan el dinero, la avaricia, la dureza de
corazón y la mirada fulminante. Pero el Señor sigue diciendo, contra la corriente del mundo,
contra los burladores, contra los triunfadores de esta tierra: “Bienaventurados los pobres en
espíritu ... bienaventurados los que lloran ... bienaventurados los mansos ... bienaventurados lo
que tienen hambre y sed de justicia ...” ¡Qué sanas son sus palabras, aunque al mundo parezcan
una locura!

Hace unos días atrás se hizo una encuesta acerca de religión (la encuesta Gallup) en los
Estados Unidos. Un 80 y tanto por ciento de los norteamericanos se declararon cristianos, pero
la mayoría de ellos no sabía quién había dicho el Sermón del Monte. Las sanas palabras de
nuestro Señor Jesucristo están siendo ignoradas. Por eso hay cristianos tan duros, tan
soberbios, tan altivos, tan amadores de sí mismos, tan avaros, tan rencorosos.

Ellos dicen como Laodicea. “Yo soy rico. No tengo necesidad de nada”. Pero las palabras del
Señor se dejan caer una tras otra como golpes de espada. “He aquí tú eres un desventurado,
miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en
fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza
de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas” (Apoc. 3:17-18).

Esta clase de gente


Amados hermanos y amigos: La gente que hemos descrito esta mañana es la clase de gente
que Dios aprueba, y que reinará con él. Que el Señor, que nos ha dejado al descubierto por su
Palabra, nos socorra a cada uno de nosotros, para llegar a estar entre esos bienaventurados.
Amén

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012.o. Mensajes a la iglesia: Vuestra justicia


Mensajes a la iglesia

Vuestra justicia

Aparte de la justicia de Dios está la justicia del creyente, que es requisito básico
para entrar en el reino de los cielos. Esta justicia es una forma de rectitud y de
santidad que va más allá de los cánones religiosos y humanos en uso.

Eliseo Apablaza F.

“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 5:20).

Cuando el Señor Jesús dijo estas palabras estaba sentado en la cumbre de un monte, y los
discípulos y la multitud estaban a su alrededor, oyéndole. Era un hombre que les hablaba, sin
ningún elemento exterior que revelara la grandeza de su persona.

Sin embargo, para nosotros, este versículo y toda esta enseñanza, tiene el mismo valor que si
hubiese sido dicha desde un trono, en un palacio gigantesco y lujoso, con la presencia de
personalidades connotadas, porque el que lo dijo es el Señor Jesucristo, el cual es el Rey. Estas
son las palabras del Rey.

¿De qué clase de justicia se habla?

Aquí dice: “Vuestra justicia”. La primera pregunta que surge es ésta: ¿De qué justicia está
hablando aquí el Señor? ¿Está hablando de esa justicia objetiva que es de Cristo, y que se
imparte gratuitamente a todo hombre que cree en él? ¿O es otro tipo de justicia?

Si se tratara de la justicia de Dios, entonces no tendríamos otra cosa que hacer ahora sino
alabar a Dios y darle gracias por este regalo.

Pero dice aquí: “Vuestra justicia ...” Si miramos el capítulo 6:1, dice: “Guardaos de hacer vuestra
justicia delante de los hombres ...” En el 5:20 dice “Vuestra justicia” y aquí en 6:1 otra vez dice:
“Vuestra justicia”. Si miramos el resto del capítulo 6 encontramos que habla de la limosna, de la
oración y del ayuno. Entonces, se trata de algo que es nuestro, y que es producto de un cierto
obrar y de un cierto hacer.

El Señor enseñó: “Guardaos de dar limosnas para que os vean, guardaos de orar para que os
oigan, guardaos de ayunar para que os alaben”. Aquí estamos hablando de una forma de vivir
que es propia de los que aspiran a entrar en el reino de los cielos. “Porque os digo que si vuestra
justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” Y
este “no entraréis” que aparece aquí, en el griego es más categórico todavía: Dice: “De ningún
modo entraréis.”

Hay, por tanto, una justicia objetiva, que es un regalo de Dios en Cristo, y hay también una
justicia subjetiva, que se va perfeccionando en nosotros en la obediencia del caminar diario.
Cuando esta justicia se cultiva y progresa en el creyente, llega un momento en que podemos
decir: He aquí un hombre muy parecido a Cristo. Por el hecho de poseer esta justicia, tenemos
dentro de nosotros la semilla, el germen de santidad, de rectitud que espera ser expresada en la
vida práctica.

La justicia de los escribas y fariseos

Los escribas y fariseos solían hacer ostentación de sus obras buenas. En el cap. 6 dice que
cuando daban limosna, hacían tocar trompeta delante de ellos, para que toda la gente se
enterase. Al hacerlo, subían a coro las alabanzas de los hombres. Con eso ya tenían su
recompensa. En el acto mismo de ser alabados, ya estaban recibiendo su recompensa. La
expresión “De cierto os digo que ya tienen su recompensa”, puede traducirse también: “Ya están
recibiendo (completa) su recompensa”.

También oraban en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los
hombres. Entonces, ellos recibían su recompensa, porque los demás decían: “¡Qué piadoso es
este hombre!”

También ayunaban. Y cuando lo hacían, dejaban que su rostro luciera la palidez propia de quien
no ha comido por algún tiempo, para mostrar a los hombres que ayunaban. Visitaban también a
las viudas y a los huérfanos. Pero en Mateo 23 dice que, en vez de ir a ayudar y a consolar, ellos
devoraban las casas de las viudas. Caminaban por las calles con solemnidad, y les gustaba que
la gente, al pasar, se inclinara y les dijera: “¡Cómo está, Rabí!”. Y también, dentro de sus hábitos
de justicia, ellos diezmaban de todo lo que ganaban.

La justicia de los escribas y fariseos era, en cierto modo, admirable. Si les miráramos
externamente, parecería que de verdad eran justos. Sin embargo, el Señor desnudó su justicia
una y otra vez, y dijo que eran hipócritas. La hipocresía supone un doble estándar. Supone
mostrar algo que no es. La hipocresía es un arte: es el arte de hacer ver como verdadero algo
que es falso. Es el arte de causar una impresión que no es real. Por eso el Señor les dijo en una
ocasión que eran semejantes a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero llenos de
huesos de muertos y de inmundicia por dentro. (Mateo 23:27-28). ¡Qué figura más fuerte usó el
Señor! ¡Un sepulcro! Lo podemos pintar por fuera, lo hermoseamos, si queremos lo adornamos
con oro, mármol, o lo que queramos, pero por dentro no deja de ser lo que es, no deja de tener
lo que tiene todo sepulcro: Huesos de muertos.

La justicia de los súbditos del reino

Luego el Señor nos da algunas muestras de cómo ha de ser nuestra justicia. “Súbditos míos –
parece que nos dijera el Señor–, ustedes no se pueden enojar contra su hermano. Ustedes no
pueden decirle ‘necio’, ni ‘estúpido’, ni ‘desgraciado’ a su hermano. Si lo hacen, se exponen a las
llamas del infierno.” La enseñanza antigua era; “No mates”. Con el hecho que no mataran, los
judíos ya llenaban la medida de su justicia. Sin embargo, el Rey dice: “No te enojes contra tu
hermano. No abras tu boca para maldecirlo; no uses epítetos indecorosos cuando te refieras a
él.”
¡Cuidado con las miradas impuras, súbditos del Rey! ¿Miraste una mujer para codiciarla?
¡Adulteraste! No estuviste en su alcoba, pero la miraste con lascivia, ¡adulteraste! Por tanto, si tu
ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo. Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala.
¡Súbditos del Rey!: No basta con pedir perdón por haber codiciado a una mujer extraña. Es
necesario sacarse el ojo y echarlo. Si esa costumbre que tú tienes te es ocasión de caer,
deséchala. Si ese hábito arraigado que tienes te es ocasión de caer, córtalo. No sólo el Señor
está diciendo que hay adulterio en tales casos, sino está enseñando cómo hacer para evitar
volver a caer en lo mismo.

Este es el abuso que se comete contra la gracia de Dios: La sangre está disponible, los pecados
son perdonados; por tanto, puedo seguir pecando. Pero el Señor dice: “Si eso te es ocasión de
caer, sácalo.” Así evitarás volver a caer. La voluntad del Señor no es que tú tengas que echar
mano a la preciosa sangre a cada rato. La voluntad perfecta del Señor es que quitemos aquello
que nos es ocasión de caer. ¿Qué cosas hay en la vida de los súbditos del Rey, que son ocasión
de caídas, de tropiezos, de pecados? ¿Qué cosas están haciendo provisión para la carne?

¡Cuidado, súbditos casados! Cuidado con repudiar a vuestras mujeres. Alguien pudiera decir:
“Yo no la he repudiado. Yo la sigo soportando”. ¿Dices “soportando”? ¿No es eso acaso una
forma de repudio? ¿Cuántas veces ha habido un repudio en el corazón que no llega al extremo
de despedir a la mujer, pero que sí alberga en el corazón sentimientos hostiles?

El Señor Jesús dijo: “Ojo por ojo y diente por diente, mas yo os digo: No resistáis al que es
malo”. Antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra para recibir
el segundo golpe. ¿Qué es lo que normalmente ocurre? Después que vino el golpe, huimos. O
bien damos el golpe de vuelta. A lo más que llega nuestra justicia es a huir. Pero ninguna de
esas dos opciones es el mandamiento del Señor. Él dijo: “Cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra.”

¿Alguien te puso un pleito para quitarte algo? La solución: Contrata un abogado. Así no va a
poder quitarte lo que quiere. No permitas que te quiten lo que es tuyo, lo que tú ganaste con el
sudor de tu frente. Pero el Rey dice: “Si alguien quiere quitártelo, dale también la capa. Si
alguien te obliga a llevar carga por una milla, ve con él dos”. No sólo has de hacer lo que es
justo, sino más que eso. No sólo la bondad: más que eso. Es una bondad absurda.
¡Humanamente es absurda!

Testimonios

Recuerdo la historia de un muchacho negro que vivió como 22 años solamente, pero en esos
pocos años mostró mucho del carácter de Cristo. Samuel Morris viajó en un barco desde África a
Estados Unidos. En el barco todos le hablaban duro; algunos lo pisotearon y golpearon. El
muchacho hizo exactamente lo que el Señor mandó aquí. Al terminar ese largo viaje, casi todos
en el barco se habían convertido a Cristo, desde el capitán para abajo. Y los hombres que
primero lo insultaban, al final de la travesía casi lo adoraban. ¿Qué había hecho él? ¡Era sólo un
muchacho negro! Pero tenía la vida de Cristo, amaba al Señor, y ponía en práctica lo que
conocía del Señor. Cuando lo golpearon, nunca reaccionó, puso siempre la otra mejilla. Siempre
obedeció las órdenes; cuando había uno enfermo, corría a ayudarlo, y cuando había uno
necesitado él era el primero en socorrerlo.

Nosotros somos demasiado racionales e inteligentes, y entonces comenzamos a cuestionar esta


Palabra y a decir: “No, esto es impracticable. Si yo hago esto, la próxima vez me van a pasar por
encima. Si yo hago esto, me van a usar como estropajo.”

Watchman Nee cuenta la historia de un hermano en China. Tenía un arrozal en una ladera y
almacenaba el agua para regarlo. Su vecino también tenía un arrozal al lado abajo del suyo. Un
día el vecino hizo un boquete en su estanque, para regar su propio arrozal. Y así hizo varios
días. El hermano cerraba el boquete y almacenaba agua para su arroz, y el vecino lo abría y
hacía correr el agua para el suyo. Él no dijo nada. No hubo ninguna injuria en su boca.
Simplemente, iba y corregía el asunto y recibía el agua para su arrozal. Sin embargo, no tenía
plena paz y gozo. Consultó con los hermanos, y le dijeron que no sólo debía soportar el daño,
sino que debía ir más allá. Así que el hermano comenzó a regar el arrozal del vecino por las
mañanas y el suyo por la tarde. Cuando el vecino se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo,
quedó perplejo. Al final, quiso conocer qué clase de gente era la que procedía así, y se entregó
al Señor.

Estas palabras del Señor hablan de una justicia que va más allá de toda lógica. Richard
Wurmbrand, en su libro “Torturado por Cristo” cuenta de sus 14 años en las cárceles de
Rumania por causa del Señor. Él fue testigo de la conversión de muchos carceleros que veían
cómo los cristianos, después de ser golpeados y privados de alimentos, los bendecían y los
amaban todavía. Eso no lo podían entender. Estaba fuera de toda lógica.

¿Qué hacéis de más?

Cuando leemos Mateo 5:43-48, ¿Qué vemos allí? ¿Qué hacen los publicanos? Ellos aman a los
que los aman. ¿Qué hacen los gentiles? Saludan a quienes los saludan. Pero vosotros ¿qué
hacéis de más? Mire la pregunta: “¿Qué hacéis de más?” (v.47). Saludar al que nos saluda es
hacer lo justo, lo que hacen todos. Es proceder según el sentido de la justicia natural. Amar a los
que nos aman es lo mismo que hacen quienes no conocen al Señor. Pero vosotros, ¿qué hacéis
de más? ¿Hacéis lo justo solamente, lo que demanda el buen criterio y la justicia de los
hombres? ¿O hacéis algo de más?

¡La justicia de Dios en nosotros consiste en hacer cosas de más! Consiste en ir más allá de la
bondad humana. Es ir la segunda milla, regalar la capa cuando nos quitan la túnica. Bendecir a
los que nos crucifican es hacer algo de más. Jesús desde la cruz pidió al Padre que perdonara a
quienes lo crucificaban. Cuando era maldecido, no respondía con maldición; él solamente
bendijo. ¿Cuál es la regla de nuestra justicia? Aquí hay tres reglas de medida: la de los fariseos,
la de los publicanos y la de los gentiles. Pero ninguna de ellas es digna de un súbdito del Rey
Jesús. Ninguna de ellas es suficiente.

Estas enseñanzas del Señor Jesucristo han sido por demasiado tiempo descuidadas, o han sido
guardadas en un baúl. Han sido leídas como se lee el diario. Pasamos rápido por ahí, porque no
nos conviene leerlas. Sin embargo, mira la gravedad del asunto: “Si vuestra justicia no es mayor
que la de aquellos, no entraréis de ningún modo en el reino de los cielos.” ¡Y algunos de
nosotros presumimos de estar tan seguros de entrar en el reino de los cielos!

Los afanes del mundo

“Los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de todas
estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”. ¿Qué hacen los gentiles, es decir, los incrédulos? Ellos se afanan por la
comida, por la bebida, y el abrigo. “¿Qué comeremos, qué beberemos, qué vestiremos?” – dicen.
Los gentiles buscan todas estas cosas. No tienen Dios. Ellos piensan que si no trabajan duro les
va a faltar el pan. Ellos acumulan dinero, procuran tener una cuenta de ahorro bien grande, o
adquieren terrenos y casas. Ellos están afanados. Piensan que si les falta ese dinero no van a
poder vivir. ¿Qué será del mañana? ¿Qué será de los hijos? ¿Qué será de la esposa? ¡Oh, qué
desesperación! ¡Hay que acumular dinero, hay que trabajar mucho! ¡Así hacen los gentiles!
¡Ellos no tienen Dios!
¿Pero qué hacen los súbditos del Rey? Cuando ellos ven un pajarillo cantando feliz en la rama
de un árbol, o dando saltitos en una pradera, dicen: “¡Qué lindo es ese pajarillo. No le ha faltado
de comer. No se ve lánguido. Está feliz. Él escarba en la tierra y encuentra qué comer. Va detrás
de los animales, y siempre encuentra. Así el Señor los sustenta”. ¿No hará mucho más a
vosotros, hombres de poca fe? “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. El reino de
Dios tiene una justicia. Es el reino y su justicia, su rectitud. Es la santidad propia del reino de
Dios.

En otra parte, la Escritura dice: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia,
paz y gozo en el Espíritu Santo”. ¿Por qué los hombres no conocen la paz y el gozo? Porque
ellos se afanan. Ellos no creen que Dios les sustentará, que Dios les guarda, que Dios les ama
más que a esas avecillas. Entonces se afanan tras los tesoros de la tierra. Entonces sirven a un
dios extraño que se llama Mamón, la riqueza idolatrada.

Las actuales hipocresías

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Noten ustedes las siguientes frases:
“No todo el que me dice, sino el que hace”. No se trata de decir, sino de hacer. “Muchos me
dirán en aquel día: Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” ¡Qué trabajos más santos son éstos!
“Entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” Dijimos antes
que la justicia de los fariseos consistía en hacer obras en público para ser alabados por los
hombres. Acá encontramos otro tipo de justicia. Es la justicia de predicar en el nombre del Señor,
de echar fuera demonios y de hacer milagros. Los que esto hacen también tienen una justicia
que exhibir. Tal vez podamos decir que aquella justicia –la de los fariseos– es la justicia del
Antiguo Pacto, y ésta la del Nuevo Pacto. (Más bien, la justicia de los hipócritas del Nuevo
Pacto).

Parece tan difícil de entender que estas gentes que hacían estas cosas tan buenas eran también
hacedores de maldad. ¿Podemos imaginarnos las dos cosas juntas? ¿Uno que profetiza y que a
la vez es hacedor de maldad? ¿Uno que echa fuera demonios que es también hacedor de
maldad? ¿Y uno que hace milagros y que es hacedor de maldad? ¿Es posible que se reúnan en
una persona esas características tan contrastantes? ¡Oh, es el Rey el que habla, amados! No es
Pablo, no es Pedro. ¡Oh, temamos a las palabras del Rey! “Hacedores de maldad ... no los
quiero ver, no los conozco ... apártense ...”. A ese extremo llega el repudio que le provoca al
Señor este tipo de personas.

Dones y rectitud

¿Por qué es posible que ocurra esto? Amados hermanos, tanto el profetizar, como el echar
demonios y el hacer milagros son acciones propias de la gente que tiene dones. Dios da dones a
los hombres. En la cristiandad hay hombres con esos dones. Pero los dones nunca han
equivalido a rectitud. No equivalen a santidad práctica. Así se entiende, entonces, el que se
pueda tener estos dones y ser un hacedor de maldad.

Un predicador argentino se preguntaba tiempo atrás cómo es posible que haya este tipo de
gente que teniendo tantos dones son reprobados por el Señor. Y él contaba que le preguntó al
Señor, orando con mucha aflicción. Y entre otras razones que el Señor le dio, recuerdo esta: Los
dones no son dados necesariamente a los más capaces. Para que nadie se gloríe. Un don es un
regalo, no una recompensa. Una segunda razón es que todos los que tienen dones han de temer
y temblar hasta el final. Esta es una buena advertencia. El día que el Señor nos retire su gracia,
nos hundimos.
La prudencia de oír y hacer

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace le compararé a un hombre prudente ...”
(Mateo 7:24). Noten ustedes estos verbos que hay aquí. “... Que me oye estas palabras y las
hace ... le compararé ... ¿A qué? ... a un hombre prudente” ...

La justicia de algunos cristianos es de un nivel muy bajo. Como decía antes, la justicia de
algunos maridos consiste sólo en soportar a su mujer. O la justicia de alguna esposa consiste en
apenas sobrellevar a su marido. La justicia de uno que antes era un vividor es apenas el hecho
de no salir por las noches, pero en su casa tiene todavía alguna forma de libertinaje. ¿Es esa la
justicia de alguien que aspira al reino de los cielos? La justicia de algunos cristianos es de un
nivel muy bajo, indigna del Señor.

Hemos hablado mucho de la santidad y de la justicia imputada, como verdades objetivas y


eternas. Hemos dicho: “Posicionalmente somos santos” y “posicionalmente somos justos”. Pero
subjetivamente nuestro estado ha andado muy lejos, contradiciendo nuestra posición.

¿Quiénes gobernarán con Cristo?

Amados hermanos y amigos: El reino de los cielos es santo, es justo, es puro. Es de tal nobleza,
que nunca se ha visto otro igual sobre la tierra. Y el Señor Jesús está preparando súbditos para
que reinen con él. ¿A quiénes pondrá él a gobernar en su reino? Solamente a los que son
prudentes, a los que han oído sus palabras y las hacen.

Miremos, por favor, la parábola del hijo pródigo. A nosotros nos gusta la parábola del hijo
pródigo. La figura de este muchacho que se va de la casa, que vuelve, que es perdonado, y que
es recibido con fiesta, nos enternece. Hay misericordia para él en la casa de su padre. Pero les
voy a hacer ahora una pregunta un poco difícil, a propósito de esta parábola: ¿A cuál de los dos
hijos el padre pondría a administrar su hacienda? ¿A cuál de los dos le daría la responsabilidad
de administrar dinero y de tratar con los jornaleros? Acuérdense de que el padre le dice a su hijo
mayor: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”. El hijo pródigo es digno de
misericordia, pero creo que no es apto para administrar los recursos en la casa de su padre.

El Señor está buscando súbditos a los cuales asignarles la administración de una ciudad, de un
reino. Está buscando a quienes entregarles la tuición sobre otros y sobre muchas cosas. Hay
cristianos que viven siempre con el ciclo del hijo pródigo, yéndose de la casa y volviendo a casa.
Lo único que ellos conocen es la vida disipada afuera y el perdón después en la casa del padre.
Su vida es un círculo vicioso. Se van y vuelven. Ellos nunca administrarán nada.

Amados hermanos santos: recibamos a los hijos pródigos, amémosles, perdonémosles, así
como nosotros hemos sido perdonados. Pero tengamos una meta más alta que ser
permanentemente perdonados por nuestros desvaríos. Tengamos un caminar en justicia.
Seamos personas a las cuales Dios les pueda asignar tareas, trabajos y responsabilidades. Que
el Señor nos socorra.

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012.p. Mensajes a la iglesia: El imperativo de dar fruto


Mensajes a la iglesia

El imperativo de dar fruto

Las enseñanzas del Señor Jesucristo suelen ser desconocidas o interpretadas


evasivamente; sin embargo, ellas contienen un fuerte imperativo de dar frutos. Si
no los dan, los cristianos se exponen a seguros castigos, imposibles de evitar o
suavizar, porque el que los estableció es el Rey.

Eliseo Apablaza F.

Por algunos años nuestra atención ha estado centrada en la persona del Señor Jesucristo y en
su obra. Obra, por lo demás, perfecta, acabada, que nos ha hecho perfectamente justos,
perfectamente santos, perfectamente aprobados delante de Dios, obra que nos ha salvado
eternamente.

Hemos hablado por años de estas cosas preciosas, de la obra del Padre, del Hijo, del Espíritu
Santo, que nos ha favorecido tanto, y que nos ha puesto en un sitial de honor. Sin embargo, en
estos últimos días, el Señor ha puesto la atención en que nosotros escuchemos sus enseñanzas.
En que nosotros, por algún tiempo, atendamos a lo que él nos ha dado para nuestra edificación,
y sobre todo, para nuestro caminar.

Las enseñanzas modifican nuestro caminar

Hemos dejado a un lado momentáneamente la justicia de Dios para hablar acerca de nuestra
justicia. Hemos dejado momentáneamente de hablar de la santidad de Dios para hablar de
nuestra santidad. Hemos dejado momentáneamente de hablar de los hechos de Dios para hablar
de los hechos que incumben a los hijos de Dios. Y cuando entramos en esta materia, suele
ocurrir lo siguiente: que los creyentes no siempre se alegran con las enseñanzas del Señor. No
porque no las amen o no las valoren, sino porque se dan cuenta que su caminar está muy por
debajo de ellas. Yo sé que en estos días ha habido hermanos que han salido tristes de aquí.
Pero esa no es una tristeza de la cual haya que arrepentirse. Antes bien, es una tristeza según
Dios que nos lleva al arrepentimiento y nos lleva a enmendar nuestras conductas.

Cuando nos introducimos en las enseñanzas del Señor Jesucristo, entonces algo dentro de
nosotros se remueve. Entonces nos damos cuenta de que no basta con creer en él. Que no
basta con confesar su nombre. Que no basta con haber recibido la salvación del alma, sino que
es necesario también obedecer. Las enseñanzas del Señor son radicales, son revolucionarias.
Las enseñanzas de Cristo cambian la dirección de una persona, sus perspectivas y prioridades.
Las enseñanzas del Señor Jesús vienen a trastocarnos por entero.

El peligro de interpretar sus enseñanzas

En la cristiandad muchas veces se han suavizado las enseñanzas de Cristo. O bien se ha


añadido una interpretación personal o el peso de la tradición. Los fariseos y escribas en los días
del Señor Jesús habían hecho lo mismo con las enseñanzas de Moisés, interpretándolas a su
manera o añadiéndoles cosas que Moisés nunca había dicho. El Señor Jesús varias veces les
recriminó por eso, porque habían invalidado la Palabra de Dios por seguir la tradición de los
ancianos.

Cuando estudiamos las enseñanzas de Cristo en las Escrituras, muchas veces le añadimos: “Lo
que el Señor quiso decir con esta enseñanza es...” Y lo que sigue a esa frase es lo que nosotros
entendemos que él dijo o lo que nosotros queremos que el Señor haya dicho. O bien le
añadimos el comentario de algún gran hombre de Dios y decimos, por ejemplo: “Es que Calvino
interpretó de esta manera esta palabra.” O, “es que Lutero interpretó de esta manera esta
enseñanza.” ¿Y qué ocurre, entonces? Que se invalida la palabra de Dios. Se le quita todo el
peso, y entonces sucede que esa espada que debería cortar, ya no corta. ¡Cuánto se ha
tergiversado y acomodado su enseñanza!

Permítanos el Señor revisar hoy algunas de sus palabras y rescatar con sencillez el sentido
original de lo que él enseñó.

Buenas obras

En Mateo 5: 15 y 16, el Señor dijo que nosotros éramos una luz puesta sobre el candelero para
alumbrar a todos los que están en casa. Luego dijo el Señor: “Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los
cielos.” ¿Cómo va a ser glorificado nuestro Padre que está en los cielos? Cuando vean nuestras
buenas obras. Si no tenemos buenas obras, ¿cómo glorificarán al Padre?

A los cristianos que creen que la fe basta, les pregunto: ¿Cómo y cuándo el Padre va a ser
glorificado delante de los hombres? ¡Cuando ellos vean nuestras buenas obras!

Los buenos frutos del buen árbol

Hay cristianos que dicen que basta con tener fe, y que no es necesario que esa fe tenga obras.
Que basta con ser un árbol, no importa que no lleve fruto. ¿Cómo dice Mateo 7:19? “Todo árbol
que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego”. Si no hay necesidad de dar buenos
frutos, ¿cómo es que dice que todo buen árbol tiene que dar buen fruto, porque si no es cortado
y echado en el fuego?

Quisiera preguntar si alguien tiene alguna buena interpretación, que haga decir a esta palabra
otra cosa que lo que dice. Tal vez alguien nos diga: “Lo que el Señor quiso decir es que si eres
buen árbol, entonces de alguna manera, algún día, tal vez, a lo mejor, si tú quieres, vas a dar
algún fruto”. ¡Hay cristianos que tienen una fe grande, pero que no tienen ningún fruto!

¿Cómo le torceremos la nariz a esta palabra del Señor? ¿Cómo le doblaremos la mano? “¡Todo
árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego!” Estas son las sanas palabras del
Señor.

¿Cuánto hemos dejado?

Mateo 9:9: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo sentado al banco de los
tributos públicos, y le dijo: “Sígueme”, y se levantó y le siguió.” Cuando el Señor llamó a Mateo,
éste, dejándolo todo, le siguió. Lo mismo ocurrió con Pedro y Juan. Cuando ellos estaban
trabajando junto al mar en las redes, el Señor vino, los llamó, y ellos, dejando sus redes, le
siguieron.

¿Pensamos nosotros que un Dios justo como es nuestro Dios va a recompensar igual con el
reino a uno que nunca dejó nada por seguir a Cristo? ¿Habrá la misma recompensa para Mateo
que para uno que nunca dejó nada para seguir a Cristo? ¡Imposible! Cristianos de hoy: ¿Cuánto
habéis dejado para seguir a Cristo? ¿A cuánto habéis renunciado por seguir a Cristo? Hay
cristianos que dicen: “¡Señor, Señor!”, pero no son capaces de renunciar a nada para seguirle.

Recompensas y castigos
Algunos dicen que no hay recompensas ni castigos para los cristianos. Pero si así fuera, ¿cómo
es que dice que seremos recompensados si recibimos a un profeta, a un justo o a un discípulo, y
más aun, que esas recompensas serán diferenciadas? (Mateo 10:40-42) ¿Cómo es que no hay
castigo, si dice la Escritura que de toda palabra ociosa que hablen los hombres tendrán que dar
cuenta en el día del juicio? (Mateo 12:36)

La diferencia entre los distintos tipos de tierra la hacen los frutos

Ustedes conocen la parábola del sembrador. Mateo 13:19 dice: “Cuando alguno oye la palabra
del reino ...” Aquí se dice cuál es la semilla que el sembrador sembró: “La palabra del reino ...”
Luego, se dice que hubo distintos tipos de tierra. Nosotros sabemos cuáles son los cuatro tipos
de tierra. En el versículo 23 dice: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno.” ¿No se enseña
en esta parábola que la diferencia entre una tierra y otra la hace el fruto que dan? ¿No hay
implícita aquí una alabanza del Señor a la buena tierra? Sin embargo, hay cristianos que no
llevan fruto, pero pareciera que están muy contentos de no llevarlo. Hay cristianos que son como
la tierra con espinos, consumidos por el afán de este siglo y por el engaño de las riquezas, y la
vanagloria de la vida (13:22). Hay cristianos que escuchan mensaje tras mensaje, pero después
de oírlos, llegan a su casa y se olvidan. Van a su trabajo y se olvidan. La palabra en ellos se
vuelve infructuosa, y no dan fruto; pero ellos parecen estar muy contentos.

¿Quién compra el tesoro escondido?

En la parábola del tesoro escondido, el hombre que lo halla vende todo lo que tiene para
comprarlo (Mateo 13:44). ¿No dice la Palabra que este tesoro es el reino de los cielos? Hay
cristianos que nunca han vendido nada y quieren comprar el reino de los cielos.

Hay una interpretación extraña (o que al menos no la entiendo), que dice que este hombre que
compró el tesoro escondido es el Señor Jesús. Que él vendió todo lo que tenía para comprar el
reino. Es una linda interpretación. El problema es que si esa es la interpretación correcta –la
única– entonces nosotros no tenemos nada que vender. Entonces podemos vivir la vida
relajadamente. Entonces los cristianos no tienen ningún sacrificio que hacer.

¿Quién es el mercader?

En la parábola de la perla de gran precio, ¿quién es el mercader? (Mateo 13:45-46). ¿Es el


Señor Jesucristo? No dice que sea él. Yo quiero entender esta palabra con sencillez, no con la
interpretación de algún hombre o de una corriente doctrinal. ¡Aquí se enseña que el reino de los
cielos se compra cuando un hombre aborrece todo lo que tiene (pues lo vende) por causa del
reino. Estamos hablando a cristianos, a creyentes. No estamos diciendo que la salvación es la
que se compra. No. Aquí se está hablando del reino de los cielos.

Conforme a sus obras

“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará
a cada uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27). Aquí se dice claramente que el Señor Jesús
pagará a cada uno conforme a sus obras. Usted tal vez me diga: “¿Y la fe, hermano, dónde dejó
la fe? Pero yo le digo: “¿Cómo dice aquí: “Entonces pagará a cada uno conforme a sus obras?”.
¡Lo que aquí tenemos son las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo! Note que un poco
más arriba el Señor habla de tomar la cruz y de perder la vida.

El precio que pagaron los eunucos


“Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos
eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del
reino de los cielos. El que se capaz de recibir esto que lo reciba” (Mateo 19:12). ¿Podemos ver
cuál es el sentido de esta palabra que dice que “hay eunucos que a sí mismos se hicieron
eunucos por causa del reino de los cielos”? ¿Encontramos aquí algún reproche del Señor a este
tipo de eunucos? ¿Hay algo aquí que diga que estos eunucos eran hombres fanáticos,
desquiciados? No hay ninguna palabra de desaprobación. Al contrario, aquí hay hombres que
por el reino de los cielos pagaron un alto precio.

Hay cristianos que piensan que el reino de los cielos se ofrece gratuitamente. Si así fuera,
¿cómo el Señor que es justo podría recompensar de igual modo a uno que se hizo eunuco por el
reino de los cielos que a otro que jamás se tocó la más pequeña célula de su cuerpo, sino que la
agasajó, que vivió en comodidades, en deleites, comiendo y bebiendo, y malgastándolo todo con
los borrachos? ¿Les podría dar la misma recompensa a unos y a otros? ¡No; imposible!

El vaso y el bautismo del Señor

La madre de Juan y Jacobo –y también ellos mismos– pidieron un lugar de privilegio en el reino
del Señor; pero la respuesta del Señor para ellos fue: “De mi vaso beberéis, y con el bautismo
con que yo soy bautizado seréis bautizados” (Mateo 20:23). ¿Qué significa el vaso del Señor y el
bautismo del Señor? El vaso fue esa copa amarga en el Getsemaní antes de morir. Y el
bautismo con que él fue bautizado fue haber estado en el corazón de la tierra tres días y tres
noches.

¡Hijos de Zebedeo!: ¿Queréis reinar? Tenéis que beber de mi vaso y recibir mi bautismo. Es todo
lo que os puedo decir. Sobre lugares de privilegio en mi reino, sólo mi Padre sabe. Cristianos del
siglo XXI: ¿Queréis reinar con Cristo en su reino? Tenéis que beber de su vaso, y ser bautizados
con su bautismo. Es lo único que tenéis que saber.

¿Hablar bien o trabajar?

“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy
a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y
acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo. Sí, señor, voy, y no fue.
¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto
os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo
21:31). ¿No nos enseña esta parábola que cuando el Padre manda a sus dos hijos a trabajar en
su viña vale más obedecer de hecho que de palabra? ¡Sí! En realidad, obedecer de palabra no
sirve de nada.

¡Cristianos del siglo XXI, que siempre le están diciendo al Señor: “Sí, señor, voy”, y nunca van.
Sepan que los publicanos y las prostitutas van delante de vosotros al reino, porque ellos han
dicho: “No, esto no es para mí”, pero después se han arrepentido, y han ido.

Los nuevos labradores malvados

Mateo 21:41: “Le dijeron (esta es la parábola de los labradores malvados) al Señor: A los malos
destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, que le paguen el fruto a su
tiempo.” En esta parábola, ¿no se enseña, acaso, que la viña del Señor le fue quitada a los
judíos y le fue entregada a los cristianos, para que éstos le paguen el fruto a su tiempo? Los
judíos tuvieron la viña por casi dos mil años, y nunca pagaron el fruto de la viña. Los cristianos
ya han tenido la viña por otros dos mil años, ¿y qué fruto le están pagando? El fin de aquellos
labradores malvados fue la destrucción. ¿Cuál creen ustedes que será el fin de los nuevos
labradores malvados?
Un siervo flojo

En Mateo 25, desde el versículo 14 en adelante se narra la parábola de los talentos. Un siervo
recibió cinco talentos y produjo con ellos otros cinco. Otro siervo recibió dos y produjo otros dos.
Pero el que había recibido uno, lo escondió en tierra. Cuando el Señor le pide cuentas, le dice:
“Siervo malo y negligente ...” La palabra negligente posiblemente no todos la entiendan. Es una
palabra suave. Diría mejor: “Siervo malo y holgazán”. “Siervo holgazán...” ¿Un sinónimo más
común todavía? ... ¡Flojo! “Siervo flojo ...”. “Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Y a
ese siervo inútil y flojo echadle a las tinieblas de afuera. Allí será el lloro y el crujir de dientes”.
¿Esto es para los incrédulos? ¡No! Es para los siervos de Dios.

¿Para quiénes está preparado el reino?

Desde Mateo 25:31 encontramos el juicio a las naciones. En el versículo 34 dice: “Entonces el
Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para
vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y
me disteis de beber ... Noten la primera palabra del versículo 35: “Porque ...” ¿Qué significa este
“porque”?. Significa que el reino ha sido preparado para ellos por la razón que se indica más
abajo. No ha sido sin razón, no ha sido al azar. Para ellos es el reino, porque hicieron lo que se
desglosa en seguida.

¿Cuáles son los benditos del Padre ahí? ¿No son acaso los que dieron de comer, de beber, los
que recogieron, los que cubrieron, los que visitaron ... ¿a quiénes? Versículo 40: “ … en cuanto
lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Pareciera ser que no
se trata de la gente del mundo, sino de los hermanos de Cristo. Los hermanos de Cristo sólo son
los hijos de Dios.

Una higuera sin frutos está próxima a ser cortada

“Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que
tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino
hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie
fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos” (Marcos 11:12-14).

Noten ustedes que el Señor maldijo a la higuera a pesar de que la higuera tenía una buena
excusa para no dar higos. Si hubiese tenido voz la higuera tal vez le hubiese dicho: “¿Por qué
me maldices? No es mi tiempo aún para dar higos”. Pero el Señor la maldijo. ¿Fue cruel? ¿Fue
severo? ¿Fue injusto? ¡Hermano: es el Señor quien lo hizo!

La Escritura dice en 1ª Corintios 10:11 que todas las cosas que están escritas, para nuestra
enseñanza se escribieron. Hay una ley por ahí respecto a los bueyes. Dice: “No pondrás bozal al
buey que trilla.” Y dice que eso no fue escrito por causa de los bueyes, sino por causa nuestra
(1ª Cor.9:9-10). Asimismo, creo que esta enseñanza no fue dada por causa de la higuera, sino
por causa nuestra. Una higuera con hojas, y sin fruto.

Los cristianos del siglo XXI tienen hermoso follaje, con verdes de distintos matices, pero que no
tienen fruto. Y sucede que las hojas no sirven para saciar el hambre de los hombres. Cada uno
de nosotros somos una higuera, y tenemos que dar fruto en todo tiempo.

Veamos Lucas 13:6-9: “Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su
viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que
vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?
El entonces respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor
de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.” Esta higuera también nos
representa a nosotros. Hubo una época en mi vida en que yo hubiese querido que esta parábola
no estuviese en la Escritura. Cada vez que llegaba a estos versículos mi corazón se me revolvía
por dentro. Y surgía una oración a Dios, diciendo: “Señor, por favor, dame un año más. No me
cortes todavía.” Yo no sé si tú has sentido ese pánico, pero si no lo has sentido nunca, tal vez
sería bueno que lo tuvieras.

Tres años sin fruto. Una higuera así no sirve, inutiliza la tierra. ¡Es una vergüenza! ¡Es un
derroche!

Los aptos para el reino no miran hacia atrás

“Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios” (Lucas 9:62). Aquí no hay términos medios. Se es apto o no se es apto. Aquí no
se habla de gracia, no se habla de perdón, no se habla de misericordia: se habla de ser o no
apto para el reino de Dios.

¿Cuándo dijo el Señor estas palabras? ¿Y a quién se las dijo? ¿Se las dijo a un hombre que
quería volver a su antigua vida? No; lean en el versículo 61 y verán a quién le dice eso: “Te
seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.” Tal vez tú te
sientas tentado a decir: “¡Señor, ¿cómo pudiste ser tan severo con ese hombre?! ¿Por qué no le
diste un ratito así no más para que fuera a despedirse de su casa?” No. Le dijo: “Si tú vuelves,
no eres apto.”

Tú no puedes mirar hacia atrás. No puedes sentirte todavía ligado a los afectos de la tierra.
Cuando Cristo está por delante, nada más vale la pena. Cuando Cristo está al frente tú no
puedes volver hacia atrás. Si Cristo está a este lado, tú no puedes ir para el otro. Hacia donde
está él, hacia allá tenemos que ir. Cualquiera otra dirección es incorrecta.

Las sanas palabras

Vemos al Señor aquí tan exigente al plantear sus demandas. Nosotros, en cambio, parecemos
tan flexibles y tan magnánimos. ¡Pero estas son las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo!

¿Por qué crees tú que son sanas estas palabras? Son sanas porque nos limpian. Son sanas
porque nos curan de nuestra presunción y desidia. Pareciera ser que él mete su mano dentro de
nuestra alma y se escucha un crujir adentro. Toda esa comodidad y esa blandura en la cual la
carne se recuesta y deleita, desaparece con una palabra así.

El buen samaritano eres tú

En Lucas 10:25-37 está la historia del buen samaritano. Se ha dicho que el buen samaritano es
Cristo. Que él vino, que nos curó cuando nos encontró tendidos, nos puso en el mesón, que
pagó por nuestra restauración, etc. Esta es una buena interpretación. ¿Pero dónde dice que fue
Cristo el que hizo eso? Es muy cómodo decir que Cristo es el buen samaritano, porque yo puedo
pasar de largo como el sacerdote o el levita. Si es Cristo, entonces esa interpretación no me deja
a mí hacer más por mi prójimo. (Ver Marcos 7:11-12). En cambio, lo que sí veo aquí al final es:
“Ve, y haz tú lo mismo.”

Las interpretaciones nos han hecho mal. Hemos menospreciado la Palabra a causa de las
interpretaciones de los hombres.

El privilegio de la manada pequeña


“No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino ...” (Lucas
12:32). Hasta ahí está todo bien. ¡Cuánto nos gusta la expresión “manada pequeña”! No son los
muchos; son los pocos; no es la gran manada; es la pequeña. No es la cristiandad; es el
remanente. “Para vosotros es el reino”.

Pero en seguida dice: “Vended lo que poseéis, Dad limosna. Haceos bolsas que no se
envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón” (12:33-34). ¡Hay
cristianos del siglo XXI que están afanados haciendo tesoros en la tierra, y todavía tienen la
desfachatez de pensar que van a reinar con Cristo! ¡Hay cristianos holgazanes que jamás han
tomado en serio las palabras, las sanas enseñanzas de Cristo, y ellos piensan que tendrán un
lugar de privilegio en el reino junto a Pedro o a Jacobo! ¡Sí; ellos piensan que reinarán junto a
aquellos santos hombres de Dios que no sólo vivieron por Cristo sino que lo dejaron todo por él y
que murieron por él! No; no será así. ¡No será así! Porque si así fuera, entonces estas palabras
no tendrían ningún valor. Entonces Cristo hubiera mentido de principio a fin.

La sal insípida es echada fuera

“Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para
el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:34-35). La sal
sirve para salar, para guardar la carne de la descomposición. ¡Qué buena es la sal! Pero si la sal
se hace insípida, si pierde su valor, no es útil para nada, ni para el muladar: la arrojan fuera.

¡Cuántos cristianos están perdiendo su sabor! El mundo se los está tragando. La manera de
pensar del mundo los está envolviendo. Satanás los está atrapando. Hay cristianos que no
tienen ningún sabor de sal. Ellos están prontos a ser arrojados fuera. ¿Interpretaremos esto de
una manera más suave? ¿Diremos que el Señor “lo que quiso decir con esto” fue otra cosa?

¿Cómo administramos las riquezas injustas?

“Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo


ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:11-12). Las riquezas de la
tierra son injustas, porque forman parte de un sistema injusto, de un mundo corrompido. ¿No
exige aquí el Señor que seamos fieles con las riquezas injustas? Ahora bien, si no somos fieles
con las riquezas injustas, ¿nos confiará Dios las riquezas verdaderas?

A veces hay cristianos pobres que momentáneamente llegan a tener un poco de dinero.
Lamentablemente ellos suelen ser un ejemplo de cómo se puede derrochar el dinero, gastándolo
en puras bagatelas. ¡Dale dinero a un cristiano carnal y vas a ver lo que puede hacer con esas
riquezas injustas! Posiblemente gaste el 10 o más por ciento de su dinero en vanidades en vez
de ofrecerlo al Señor.

Amados: ¿cómo administramos las riquezas injustas?

¿Dejaremos hablando solo al Rey?

Esta es la percepción que tenemos en estos días: Dios nos está hablando, y nos conviene poner
el oído atento. La palabra de Cristo suele ser fuerte. Una vez le dijeron al Señor: “Dura es tu
palabra, ¿quién la puede oír?” ¡Y se fueron! ¡Lo dejaron hablando solo! ¡A él, al Rey, lo dejaron
hablando solo!

Entonces, él les dijo a sus discípulos: “¿Ustedes también se quieren ir?” Ellos –unos pocos–
dijeron: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
¿De cuál de esas dos clases de personas somos nosotros aquí hoy? El Señor permita que todos
seamos de los que le dijeron: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y yo he
creído y confieso que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:60-69).

Que se nos conceda la gracia, no sólo de quedarnos con el Señor y confesarle con nuestra boca,
sino también de llevar mucho fruto para su gloria.

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012.q. Mensajes a la iglesia: Los tripulantes de la nave “Salvación”


Mensajes a la iglesia

Los tripulantes de la nave “Salvación”

¿Cómo han de conducirse los cristianos unos con otros? ¿Cuáles han de ser
sus normas de conductas? El Señor Jesús dio claras enseñanzas al respecto,
que aseguran una buena travesía en la nave “Salvación”.

Eliseo Apablaza F.

Quisiera proponerles en esta oportunidad una parábola.

La parábola del barco

Imaginemos que todos nosotros estábamos en un leprosario en una isla apartada. Allí
estábamos destinados a morir la peor de las muertes entre miles de otros leprosos. Pero un día
supimos que alguien enviaría a buscar a todos los que quisiesen ser sanados para siempre. Los
interesados en salir deberían esperar en una playa cercana una embarcación que vendría un
determinado día a una cierta hora.

La noticia del barco era tan increíble, y a la vez la pesadumbre de esa vida miserable era tanta,
que sólo unas pocas personas creyeron el anuncio, y acudieron al lugar indicado.

Así, sin saber cómo, nosotros nos encontramos de pronto arriba de una hermosa nave. Nos
empezamos a reconocer unos a otros y a ver que en nuestros cuerpos ya no estaban esas
heridas purulentas y malolientes. ¡Habíamos sido sanados! Nuestro rostro habría recuperado la
vitalidad y la belleza de nuestros mejores días, y aun más que antes.

Y también nos dimos cuenta que éramos muy pocos los que habíamos llegado a la cita. Y
entonces nos sentimos dichosos, y dimos gracias al Cielo, y nos consideramos los hombres más
felices. Más adelante nos llevamos una gran sorpresa, porque pudimos ver los registros del
barco, y allí encontramos nuestros nombres, que habían sido escritos mucho antes que nosotros
subiéramos a la embarcación. Así que, tuvimos un doble motivo de gozo. Gozo por haber sido
salvados de esa isla de muerte, y gozo por haber sido escogidos de antemano para esta
salvación.
El viaje continuó. Y a medida que íbamos navegando por un mar inmenso (y también peligroso),
al comenzar a convivir con los otros tripulantes, empezamos a tener algunas dificultades.
Aunque el barco era seguro, las instrucciones eran precisas y la dirección era clara, surgieron
dificultades. Empezamos a tener algunos desencuentros con los demás. Empezamos a mirarnos
con otros ojos, con un poco de desconfianza.

Fueron muchos los pequeños motivos que generaron diferencias y disputas. Por ejemplo,
alguien preguntó: ¿cuál de nosotros va a ser el primero? Otro sugirió que el orden de autoridad
debería basarse en el orden de llegada. Más de alguien dijo que debía ser según la edad.

Algunos de pronto se volvieron severos. Empezaron a juzgar y a maltratar a los demás. Otros se
volvieron envidiosos. En fin, nos comenzamos a entristecer por la clase de compañeros que
teníamos en el viaje. Antes habíamos estado gozosos; pero ahora habíamos hasta olvidado de
dónde habíamos sido salvados. La gratitud del comienzo dio lugar a la crítica, al juicio, a la
tristeza y a la amargura.

¿Qué hacer? La navegación se hizo difícil, y lo peor es que el Dueño del barco, el que nos salvó,
al final de la navegación nos llamará para pedirnos cuentas. Ahora todos los tripulantes están a
salvo. Pero al final de la travesía, unos serán aprobados y otros serán reprobados. A unos les
esperan coronas, a otros, les esperan azotes.

Esta es la historia del barco, y podemos pensar que es una alegoría de la iglesia local. Dios nos
sacó de un lugar terrible y nos puso en una embarcación segura. Aunque al capitán del barco no
le hemos visto nunca, sabemos que se mueve en forma invisible por todas las dependencias. Él
ha dado claras instrucciones acerca de cómo tenemos que relacionarnos, y cómo solucionar los
problemas que surgen entre los tripulantes mientras dure la navegación. Nosotros estamos
embarcados, ya no podemos bajarnos. La iglesia es una y no debe ser dividida. Nadie tampoco
debe caer al mundo. Nadie escogió a su compañero, pero hemos de aceptarnos porque cada
uno de nosotros somos objeto de la misericordia de Otro. Estamos obligados a ir juntos de la
mejor manera, y más aún, a amarnos. No tenemos opción.

Hermanos, ¿cómo han de ser las relaciones entre estos tripulantes en el barco? ¿Cómo han de
solucionarse los problemas que surgen durante la navegación?

Cada hermano representa una elección de Dios

Cuando el Señor Jesús debió escoger a sus doce apóstoles, él pasó la noche anterior entera
orando. (Lucas 6:12-13). Había muchos discípulos que le seguían, y que gustosamente habrían
querido integrar ese selecto grupo, pero era necesario escoger a unos pocos, según la voluntad
del Padre. Siendo un asunto tan importante, el Señor pasó la noche entera orando al Padre.
Según nos dice el evangelio de Marcos, el Señor “llamó a los que él quiso ... Y estableció a
doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Marcos 3:13-14). Notemos la
expresión: “a los que él quiso”. Aquí vemos una elección soberana, una elección que ni siquiera
fue producto exclusivamente de la voluntad del Señor Jesús. Hubo un acuerdo entre el Padre y
el Hijo acerca de cuáles habrían de ser los Doce.

Luego, después de enseñarles por más de tres años, llegó el momento en que él los dejó solos.
Entonces, ellos hicieron la obra del Señor. Los hermanos que iban llegando a la fe les
respetaban mucho, porque el Señor había puesto sus ojos en ellos. Había una elección que
pesaba sobre ellos.

Ahora bien, si el Señor se preocupó tanto antes de escoger a esos doce, ¿creen ustedes que la
elección de los apóstoles de hoy, de los ancianos de hoy, de los profetas de hoy, de los diáconos
de hoy y de los siervos de hoy es casual? Si al Señor le interesó tanto elegir bien, ¿creen
ustedes que ahora no le interese tanto elegir bien, y que los ancianos, y que los que sirven y que
el hermano que está sentado a tu lado ahora, fue elegido al azar?

Amados, lo que nos distingue a nosotros es la elección de Dios. Él te escogió a ti; él me escogió
a mí. Si yo le hubiese elegido a él, eso no me hubiese dado seguridad, pero el hecho de que él
me haya escogido, me da seguridad. ¿Cómo entonces va a ser la relación de unos con otros en
la vida diaria? La relación entre unos y otros se basará siempre en el hecho de que el Señor
puso sus ojos en ti, y puso sus ojos en mí.

Si lo vemos así, valoraremos a cada uno de los hijos de Dios y tendremos con ellos una correcta
relación. No descalificaremos al hermano, no lo atropellaremos, no lo menospreciaremos, no
trataremos de burlarnos o de aprovecharnos de él, porque él es un elegido de Dios, igual que yo.
Aunque le veamos claudicar a veces, o rodeado de debilidades; sin embargo, es un elegido.
Habiendo tantos que quedaron atrás, el Señor le escogió a él y me escogió a mí, y ahora vamos
navegando juntos. Tal como dice ese antiguo himno, “Salvo navego en la nave “Salud” (o
“Salvación”). ¡Sí, esta es la nave “Salvación”!

No hay peligro que alguien caiga al agua, a menos que alguien se tire al agua. Puede que la
navegación sea accidentada y difícil, pero nadie cae, porque ese Capitán invisible que la va
dirigiendo nos guarda. A veces ocurre que algunos hijos de Dios toman un bote y salen a dar un
paseo. Algunos de ellos han perecido. Los encontró un tiburón, o una ola grande y traicionera y
los volcó. Hay algunos Demas que han naufragado. Sin embargo, damos gracias a Dios por los
que estamos. Gracias a Dios porque ha tenido misericordia de nosotros. Nuestros nombres
estaban anotados antes que nosotros lo supiéramos. No fue una sorpresa para él el que tú y yo
hubiésemos llegado. (La salvación es una opción cuando estamos más allá de la cruz, pero más
acá de la cruz es una predestinación). ¡Hijos de Dios: fuimos predestinados desde antes de la
fundación del mundo!

Pero volvamos a nuestro asunto: ¿cuál es el modo correcto de solucionar las diferencias que
surgen entre los pasajeros en el transcurso de este largo viaje?

Ofensores y ofendidos

En Mateo 5:22-26 se presenta la situación de un hermano que ha ofendido a otro. ¿Qué debe
hacerse cuando un hermano ha ofendido a otro y se convierte, por tanto, en un ofensor?

Dice aquí que cuando él llega ante el altar del Señor “se acuerda” de que ha ofendido a un
hermano. En ese momento él debe interrumpir su adoración e ir donde su hermano agraviado,
reconciliarse con él, y luego volver a presentar su ofrenda delante de Dios. Este “acordarse” que
tuvo el hermano estando delante de Dios es la obra del Espíritu Santo. Si el hermano hace esto,
y se reconcilia con su hermano, entonces ha terminado el problema. Él puede volver a adorar.
(Por supuesto, el hermano ofendido, al escuchar las explicaciones, y ver el corazón contrito del
hermano, tiene que perdonarlo).

Si el ofensor no da el paso

Pero ¿qué pasa si el que ofende no da este paso? Si el ofensor no da el paso, entonces el
ofendido debe darlo. La enseñanza en ese caso está dada en Mateo 18, versículo 15-17: Dice:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has
ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de
dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano.”
Noten ustedes que en este caso se trata del ofendido que tiene que dar el paso, ya que el
ofensor no fue a pedirle perdón. Tiene que ir donde el ofensor y decirle: “Hermano, has pecado
contra mí. Yo estoy herido. Vengo a decírtelo para que te arrepientas, para que recuperes tu
comunión con Dios, porque mientras no sanemos esto, vas a tener problemas en tu relación con
el Señor.”

Si el hermano se arrepiente de su falta, se produce la reconciliación. Pero si no la reconoce, el


ofendido tiene que ir de nuevo con otros hermanos, y después tiene que decirlo a la iglesia. En el
caso de que el ofensor no se arrepiente dados todos esos pasos, debe ser tenido por gentil y
publicano.

¿Cuál es el objetivo de estos dos mandamientos? El objetivo es que no haya ningún pecado sin
perdonar, ninguna ofensa sin ser reparada en medio de la casa de Dios. El que ofende, debe
tener sensibilidad espiritual para darse cuenta que ha ofendido, e ir a pedir perdón; si no es así,
el que ha sido ofendido debe dar un paso o varios pasos –según corresponda– para que esa
situación sea sanada.

Si el hermano que ofende no reconoce su ofensa cuando la iglesia se lo representa, entonces


debe ser tenido por un mundano. Si el hermano ofendido a quien se le pide perdón no perdona,
dice la Escritura que debería ser entregado a los verdugos hasta que esté dispuesto a perdonar.

¿Qué pasa si el ofendido no va donde su hermano a representarle su pecado, y prefiere tragarse


el dolor, absorber la muerte? Esto puede parecer muy espiritual, pero este proceder acarrea
problemas. Por un lado él no ayudará a su hermano a darse cuenta del pecado que ha cometido.
Aquel hermano seguirá – tal vez sin darse cuenta– pecando y ofendiendo a los demás, y puede
ser que se endurezca por el engaño del pecado. Y por otro, la herida del propio corazón del que
ha sido afectado seguirá por mucho tiempo allí. Costará que esa herida se sane, y es posible
que en algunos casos nunca se sane.

Estos son los mandamientos del Señor Jesucristo en el caso de hermanos que ofenden y de
hermanos que han sido ofendidos.

La enseñanza está completa

¿Por qué tiene que subsanarse esto? Porque vamos juntos en una larga travesía. ¿Cómo
podríamos ir juntos si no estamos de acuerdo? ¿Cómo podríamos tener un buen pasar si
estamos enemistados unos con otros?

Así que, hermano que has ofendido a otro: debes ir, y reconciliarte con él. Hermano que has sido
ofendido, que has esperado varios días o tal vez meses que tu hermano venga y te pida perdón
y te restaure: tú tienes que ir al hermano, y decirle: Hermano, has pecado contra mí.

Algunos tal vez piensen que solamente se peca contra Dios. Pero aquí dice: “Si tu hermano peca
contra ti ...” Hay que considerar que también podemos pecar contra el hermano, y eso debe ser
motivo de preocupación. Así que, si Mateo 5 no se cumple, tenemos que dar el paso de Mateo
18. La enseñanza de Mateo 5 se completa en Mateo 18. Gracias al Señor, porque todo está
perfecto en su Palabra.

Veamos ahora otro asunto que tiene que ver con las relaciones de estos tripulantes del barco.

No juzgar
“No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados,
y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de
tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano:
déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga
de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.” (Mateo 7:1-5).

El mandamiento del Señor es no juzgar a los demás. ¿Por qué no debemos juzgar a los demás?
Vamos a dar algunas razones de por qué este mandamiento es tan claro y tajante.

Tres razones para no juzgar

Nosotros no tenemos un conocimiento pleno. No conocemos enteramente al hermano ni nos


conocemos enteramente a nosotros mismos. Podemos ver los defectos de los demás con cierta
facilidad, pero no somos capaces de ver nuestros propios defectos. Siempre tenemos una viga
en nuestro propio ojo – aunque no nos demos cuenta–, que nos impedirá juzgar con justo juicio.
Nos arriesgamos a juzgar a las personas basándonos en las apariencias. El Señor Jesús advirtió
sobre eso a los judíos, y les indicó que ellos juzgaban según las apariencias y no con justo juicio.
(Juan 7:24)

Una segunda razón que explica este mandamiento es que nosotros no tenemos un amor maduro
que nos permita cubrir los defectos y las debilidades de los demás, y que nos permita juzgar con
misericordia. Nuestro juicio suele ser severo y destructivo. Los defectos de los demás resaltarán
demasiado y las virtudes de los demás serán ignoradas. Se produce un sobre énfasis en los
defectos, y las virtudes quedan escondidas. Si nos comparamos con los demás nosotros somos
aprobados y ellos reprobados.

¿Por qué es tan fácil que eso ocurra? Porque nosotros conocemos nuestras motivaciones, pero
no conocemos las motivaciones del otro. Conocemos nuestras debilidades, pero no tanto las
debilidades del otro. Tal vez él se vio presionado para actuar de una determinada manera, y no
sabemos por qué lo hizo. Nuestro amor suele ser débil, de modo que no es capaz de cubrir al
hermano que ha pecado, y lo juzgamos con severidad.

Y la tercera razón por la cual no debemos juzgar a nuestros hermanos, es que al hacerlo nos
convertimos en jueces. El que juzga es un juez. (Ver Santiago 4:11-12) ¿Y quién nos hizo jueces
a nosotros? Somos apenas sobrevivientes de un leprosario, y estamos por misericordia en un
barco que no es nuestro.

El Señor y la iglesia juzgan

¿Pero entonces no hay juicio en la iglesia? En las Escrituras encontramos dos instancias que
pueden juzgar: El Señor Jesucristo es el Juez que juzgará a todos los hombres, y que nos
juzgará a todos nosotros. “Todo el juicio (el Padre) lo dio al Hijo” (Juan 5:27). Su conocimiento es
tan perfecto, su amor es tan maduro, que juzgará con justicia y equidad a todos los hombres.
Pero aquí en esta travesía hay otra instancia que sí puede juzgar, y es la iglesia. En 1ª de
Corintios capítulo 6 encontramos unas frases bien aclaradoras: “¿Osa alguno de vosotros,
cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O
no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros,
¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (vv.1-2).

¿Por qué la iglesia puede juzgar?

¿Por qué la iglesia puede juzgar? Porque la iglesia es una pluralidad. Cuando la iglesia juzga, no
juzga una persona individualmente. La iglesia es una pluralidad en cuyo centro está el Señor
mismo. El Señor Jesús dijo en cierta ocasión: “Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no
soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre” (Juan 8:15-17). Aun el juicio del Señor era
verdadero porque no estaba solo. ¿Cuánto más el nuestro?

El juicio de la iglesia no es el juicio limitado de una persona. La iglesia cuando juzga tiene una
visión integral. Hay muchas miradas que observan el problema que se está juzgando desde
distintos puntos de vista. La situación en toda su complejidad es observada. Ninguno de los
hermanos en la iglesia presume que su visión sea la correcta. Cada uno de ellos, en el momento
de juzgar una situación, está dispuesto a corregir su visión y su juicio al contrastarlo con el de los
demás.

Cuando los hombres de Dios en la iglesia juzgan, van tomando conocimiento de un problema,
van realizando pequeñas aproximaciones al problema, y van modificando su juicio a medida que
se van adentrando en él. Hay preguntas, hay respuestas, hay aclaraciones, etc., hasta que llega
un momento en que todos los que están juzgando tienen paz, porque han llegado al
conocimiento pleno. Ahora pueden decidir.

El juicio entonces es el resultado de una acción corporativa, estando el Señor Jesús presente en
medio de ellos, ejerciendo un conocimiento amplio y posibilitando que su amor se desborde en
los que juzgan. ¿Se dan cuenta que el juicio en medio de la casa de Dios no es un asunto de
que “yo vi algo” o “me pareció algo”, y en seguida emití un juicio y condené al hermano? ¿Por
qué no podemos juzgar al hermano? Porque el juicio es plural, porque el juicio es un acto serio,
profundo, que envuelve el conocimiento pero también el amor.

La presencia del Señor en medio de la iglesia es más gloriosa que en un individuo y es la


garantía de que ella no se equivocará. Los individuos tienen pasiones, limitaciones, defectos;
pero cuando estos individuos llenos de pasiones, limitaciones y defectos se sientan para juzgar,
sus limitaciones retroceden, sus pasiones son anuladas, sus debilidades van quedando a un lado
y se va imponiendo el sentir de Cristo.

Tal vez no haya instancia en que los hombres de Dios son más espirituales que cuando juzgan
en medio de la iglesia. Porque en ese momento están todas sus facultades espirituales
concentradas para interpretar la perfecta voluntad del Señor. Ellos tiemblan; temen equivocarse.

Por tanto, si sólo el Señor y la iglesia tienen la facultad de juzgar, es preciso que como creyentes
individuales nos abstengamos de todo juicio hacia el hermano.

Un problema que suele darse

Pablo dijo en cierta ocasión: “El espiritual juzga todas las cosas, pero él no es juzgado de nadie”
(1 Corintios 2:15). ¿Qué diremos a esa palabra? Esa palabra ha sido muy mal interpretada por
algunos siervos de Dios. Ellos han dicho: “Yo soy espiritual, la iglesia no es espiritual, así que el
juicio de la iglesia a mí no me alcanza. Yo estoy por encima del juicio de la iglesia”. Ellos no ven
que Pablo dijo eso referente a juzgar las cosas del Espíritu. Pero en ningún caso se está
refiriendo al juicio de las cosas prácticas, de los problemas que hay en el caminar de los
hermanos. Pablo mismo no se atrevió a juzgar él solo un pecado, aunque era muy evidente, sino
que sometió el juicio a la iglesia. (1ª Corintios 5:4-5).

Los espirituales no necesitan explicaciones

En Filipenses 1:9-10, Pablo ruega al Señor para que “vuestro amor abunde aun más y más en
ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor ...”. ¿Cuándo los hermanos podrán
aprobar o decidir lo mejor, es decir, cuándo podrán juzgar espiritualmente? Cuando su amor
abunde y cuando estén llenos de ciencia y de todo conocimiento. Pero el amor y el conocimiento
necesarios para juzgar sólo están en la iglesia, no en los individuos.
Amados hermanos, creo que esto está claro. El mandamiento, por tanto, no admite discusión:
Nos juzguéis para que no seáis juzgados. ¿No ves que tú tienes una viga en tu ojo? ¿Cómo te
atreves a decir que hay una pajita en el ojo de tu hermano?

No debería haber sido necesario dar tantas explicaciones a esta enseñanza. Los espirituales no
necesitan explicaciones para obedecer. El mandamiento es claro: “No juzguéis”. Y cuando haya
algo que juzgar, sometámoslo a los pastores. En vez de emitir un juicio contra un hermano, nos
conviene más preguntarle a alguno de los pastores: “Yo he visto esta situación en el hermano,
no sé si ustedes han juzgado ya esto”. Si el pastor dice: “Sí, eso está juzgado”, entonces no hay
nada más que decir.

Que el Señor nos ayude para ser sabios en nuestra forma de conducirnos y para que esta
navegación sea más llevadera.

Los tropiezos a los pequeños y a los débiles

Pero hay más instrucciones que tienen que ver con la relación entre los tripulantes.

Vamos a revisar brevemente un par más. Mateo 18:6: “Y cualquiera que haga tropezar a uno de
estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino
de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque
es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”.

En Romanos 14:1-4a, 21: dice: “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre
opiniones. Uno cree que se ha de comer de todo; otro que es débil come legumbres. El que
come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios le
ha recibido. ¿Tú quién eres que juzgas al criado ajeno? ... Bueno es no comer carne, ni beber
vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite”.

En estos pasajes se trata de los pequeños y de los débiles. Ambos son susceptibles de
tropiezos.

Los pequeños y los débiles suelen ser difíciles de sobrellevar. No son espirituales todavía. Ellos
son nuevos, vienen llegando. O bien, han tenido dificultades para crecer espiritualmente. Tal vez
se han negado a rendirse al Señor. Sin embargo, este mandamiento dice que debemos velar por
los pequeños, evitar causarles tropiezos y dificultades, y evitar hacer cosas que ellos no
entiendan, que los desalienten y que los hagan apartarse del Camino. En este mismo pasaje de
Mateo, un poco más abajo, el Señor dice que si una oveja se aparta del redil y se descarría, hay
que ir tras ella hasta encontrarla.

Entonces, ¿cuál sería concretamente el mandamiento del Señor? Primero, no causar tropiezos a
los pequeños o a los débiles. Debe producir un tremendo temor cuando eso ocurre. Debe hacer
que el hermano mayor se sienta realmente como exponiéndose al azote del Padre. Luego, debe
ir y restaurar al pequeño, y si se ha apartado, si la ovejita se ha descarriado, hay que ir allá,
cargarla sobre los hombres, y traerla de vuelta. Con cariño, con ternura, con paciencia.

Así pues, los más grandes en la iglesia ¿hacen lo que quieren? Los que tienen dones, capacidad
de liderazgo, los que tienen facilidad para hablar, ¿pueden hacer lo que quieren en la iglesia? En
este barco, los que tienen más capacidad intelectual, ¿pueden hacer lo que quieren con los
demás tripulantes? ¡No! No pueden hacer lo que quieren, antes bien, los más débiles, los más
indefensos, los más expuestos, son los que el Señor tiene más protegidos.
Hermanos, ¿podemos ver esto? ¡Que el Señor nos conceda su gracia para tener el trato
adecuado con los más pequeños y débiles!

La envidia

Mateo 20:12 en adelante. Esta es la parábola de los obreros de la viña. Unos fueron contratados
temprano, otros a mediodía, otros más tarde, y otros casi al terminar el día, y todos recibieron el
mismo salario. Entonces, el versículo 11 dice: “Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de
familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a
nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El, respondiendo, dijo a uno de ellos:
Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete;
pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O
tienes tú envidia, porque yo soy bueno?”.

Aquí está el problema de la envidia. El Señor Jesús dijo una palabra muy extraña, que es hasta
ilógica (e injusta) si la miramos desde el punto de vista humano: “Hay postreros que serán
primeros, y hay primeros que serán postreros.” El Señor no rechaza esto: él está afirmando una
realidad, él simplemente la declara. Ahora, preguntémonos, hermanos, ¿qué pasa con los
primeros que son hechos postreros? ¿Cómo se sienten? Ellos tal vez tengan este problema de la
envidia.

¿Qué podemos decirle al que es envidiado? ¿Al que llegó último y está primero? ¿Le diremos
acaso: “Mira cómo te envidian, no te fíes de nadie, te van a dar un golpe por detrás”? ¿Le
diremos cosas así? ¡No! Le diremos: “Hermano, tú eres un bienaventurado, así que sigue
mirando al Señor. Sigue corriendo la carrera con un corazón limpio y orando por aquellos que te
envidian.”

¿Y qué le diremos a aquél que siente envidia porque, habiendo llegado primero, quedó
postergado? Hermano: “La envidia es un pecado. No juzgues al que te pasó a dejar atrás. Antes
bien, humíllate delante del Señor para que él te muestre su gracia. Acaso puedas recuperar el
lugar que debió ser tuyo y que has perdido por tu negligencia.”

¿Qué recibiremos al final de la travesía?

Amados hermanos, que el Señor nos socorra, para que estas sanas palabras del Señor
Jesucristo sean realidad en cada uno de nosotros. Para que el Padre sea glorificado por
nuestras buenas obras, por nuestro caminar justo, santo, por nuestro andar piadoso y recto. Para
que nadie tome un bote y se arroje al mar. O para que a nadie, porque ya cansó a los demás
tripulantes y cansó al Señor de la nave, tengan que tomarlo y lanzarlo al mar.

Que el Señor permita que todos, al final de esta travesía, recibamos coronas y no azotes. Que
así sea.

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012.r. Mensajes a la iglesia: Más que mera obediencia


Mensajes a la iglesia
Más que mera obediencia

La sanidad de los diez leprosos no sólo nos muestra la misericordia del Señor
para con los hombres socialmente más despreciables, sino que nos permite
conocer un íntimo anhelo -apenas sugerido- que el Señor Jesús tiene respecto
de todos aquellos que ya han sido sanados.

Eliseo Apablaza F.

Lectura: Lucas 17:11-19.

Una historia en dos partes

Es posible que ustedes hayan oído más de alguna vez predicar sobre este pasaje. Es uno de los
más conocidos; es uno de los milagros más prodigiosos que el Señor realizó, una de las
demostraciones más palpables de la misericordia de Dios para con hombres totalmente
marginados de la sociedad. Hombres despreciados, repulsivos, que a la sola vista causaban
una impresión desagradable. Es esta una demostración del amor y de la misericordia de Dios.

Pero en esta ocasión quisiera, para comprender bien lo que el Señor nos quiere decir, dividir
esta historia en dos fragmentos. El primero, del versículo 11 al 14, y el segundo, del versículo 15
hasta el 19.

Jesús se pone al alcance

Veamos primero qué pasa entre los versículos 11 y 14.

Jesús va caminando hacia Jerusalén. Para caminar hacia Jerusalén desde Galilea normalmente
la gente atravesaba el Jordán y se iba por el lado oriental, para evitar pasar por Samaria. Para
los judíos, Samaria era una tierra casi maldita. Ellos no hablaban con los samaritanos. Los
samaritanos eran una raza mezclada. Eran judíos mezclados con gentiles.

Sin embargo, aquí encontramos al Señor Jesús, al igual que en otras ocasiones –por ejemplo
cuando habla con la samaritana junto al pozo de Jacob– haciendo lo que la mayoría no hacía.
Los demás sentían repulsión, hacían discriminación; el Señor Jesús, en cambio, se puso al
alcance de ellos. Él bajó del cielo para ponerse al alcance de todo hombre. Así como pasó por
Samaria –un lugar rechazado– también él vino aquí, a esta otra Samaria gentil, y se ha metido
en nuestras casas, y ha recorrido los barrios pobres, ha entrado en el hogar de la viuda, y en el
hogar del huérfano. Se ha metido en el hogar del atribulado de corazón, de aquel que había
perdido la esperanza, y allí nos encontró a nosotros. Hasta hoy él sigue entrando en las cárceles.
Allí donde están los que han sido castigados por la justicia, allí él todavía entra para darles
verdadera libertad. Sigue entrando en los hospitales, allí donde están aquellos con sentencia de
muerte, para salvar el alma, para recuperar lo que está a punto de morir.

El Señor Jesús se mete por esas calles angostas, esas calles a media luz donde los hombres
decentes no quieren entrar. Allí donde hay una mujer demasiado risueña, allí también él suele
entrar para salvar a la mujer atribulada que invoca su Nombre. Porque para él no hay hombres
de primera o de segunda clase, porque todos los hombres son objeto de su amor, porque por
todos los hombres él murió. ¡Cuán grande es Su misericordia!

Él sigue bajando a Samaria. Samaria es lo peor del mundo. Samaria es lo que no tiene
reputación. Samaria es aquello que se mira de lejos, o ante lo cual preferimos volver la mirada.
Lo que significa ser leproso

El Señor Jesús entró en ese lugar y estos hombres alzaron la voz: «¡Ten misericordia de
nosotros!». Tal vez nosotros nunca entenderemos lo que estas palabras significaban para ellos,
y el dolor que iba impregnado en esta frase. Para nosotros es sólo una frase que está entre
signos de exclamación aquí. Pero ¿qué significaba para ellos? ¡Cuántos dolores estaban
reunidos allí! ¡Cuántas angustias estaban empapando esa frase! ¡Pero cuánta esperanza
también!

La lepra era una enfermedad terrible. Los leprosos tenían que ser apartados de sus casas y de la
ciudad. Vivían en las afueras, en los montes, en las cuevas. Había lugares apartados para ellos
donde ningún hombre sano podía ir. Eran muertos vivientes. Se les caía la carne a pedazos. Si
por ventura tenían hijos a los cuales sus brazos habían cobijado alguna vez en sus días felices,
la lepra se los había arrebatado para siempre. La lepra los había separado de su mujer. Los
había separado de sus padres. La lepra los había separado de todos los afectos humanos. La
lepra era una sentencia de muerte. Ellos vivían, pero estaban muertos.

Esta es la condición de muchos hombres hoy en día. Ellos caminan muy erguidos por las calles,
sin embargo, desde su alma atormentada y tenebrosa se despide un olor putrefacto. Se están
cayendo a pedazos. Ellos tal vez sonríen en su trabajo, o mientras ven un programa de
televisión, pero están leprosos, están muriendo. No tienen esperanza, no tienen a Dios. Pueden
verse exteriormente bien, sin embargo, ellos están enfermos de muerte.

Bastó que ellos alzaran la voz

Estos diez leprosos no tuvieron que pedir audiencia, no tuvieron que realizar un engorroso
trámite para a ver si se les daba una posibilidad de hablar con el Señor. Bastó que alzaran su
voz, y el oído del Señor captó su clamor.

El Señor Jesús está al alcance de todo hombre. Su oído está pronto para oír, su mano está
extendida para salvar, su corazón amoroso y compasivo todavía se enciende de compasión por
los dolores del hombre. ¡Qué bendito es el Señor Jesucristo! Basta que un hombre le invoque y
es salvado. Como aquella mujer que fue detrás de él pidiendo por su hija enferma, o como Pedro
el discípulo que se hundía en las aguas, y le dijo: «Señor, sálvame.» O como aquel hombre que
tenía su criado enfermo, y le dijo: «Anda, Señor, y sana a mi criado.» Bastó que elevaran su voz
y el Señor los salvó.

No hay ninguno que haya acudido a él, que haya sido rechazado. Ni ayer ni hoy. Jesús es el
mismo ayer y hoy y por los siglos.

Los leprosos son sanados

El Señor los oyó, y les dijo: «Id, mostraos a los sacerdotes». ¿Cuándo un leproso tenía que ir a
mostrarse a los sacerdotes? Ciertamente no podía ir cuando estaba enfermo. El hecho de que el
Señor Jesús les dijera esto significaba que ellos debían estar sanos. Era un asunto, por tanto,
que desafiaba su racionalidad.

«Id, mostraos a los sacerdotes». Seguramente se miraron a sí mismos, todavía la carne faltaba,
todavía estaba la llaga purulenta. Al mirarse unos a otros, aún sus ojos estaban desorbitados.
Pero él dijo: «Id». Tal vez uno tomó la iniciativa, y les haya dicho a los otros. «Bueno, ¿qué
perdemos? Si nos quedamos aquí vamos a morir leprosos, y si obedecemos tal vez algo
suceda”. Y algo sucedió en el camino. Aconteció que mientras iban, fueron limpiados.
¿Por qué nos alegramos por esta palabra? Porque nosotros nos sentimos identificados con ellos.
Porque nosotros sabemos lo que es la lepra, sabemos lo que es el pecado. Sabemos lo que es
haber sido limpiados. Con sólo una palabra del Señor fuimos limpiados. Él nos dijo que con sólo
creer en el Hijo de Dios seríamos libres, seríamos sanos, seríamos salvos. Y esa palabra se ha
cumplido en nosotros. El Señor lo ha dicho y ha sido hecho. Hemos sido limpiados de nuestros
pecados para siempre.

¡Estamos libres del pecado! ¡Estamos libres de la lepra! ¡Estamos libres de condenación! Hemos
vuelto a nuestra familia, hemos sido recibidos de nuevo en casa. Podemos de nuevo compartir
con nuestra esposa, con nuestros hijos, hemos recuperado nuestra herencia. ¡Oh, ahora lo
tenemos todo! No sólo hemos dejado de estar contaminados y leprosos: hemos recuperado lo
que habíamos perdido. Hoy somos hijos de Dios. Hoy estamos de vuelta en la casa. Estamos en
la casa de nuestro Padre.

La reacción de los que fueron sanados

Dijimos que hasta aquí sería el primer fragmento de esta palabra; porque hasta aquí nosotros
encontramos un solo hecho bendito y glorioso: la misericordia de Dios para con estos hombres
enfermos de muerte, y la obra del Señor Jesucristo a favor de ellos. Ellos clamaron, él los
acogió; ellos pidieron misericordia, el Señor extendió su misericordia. ¡Hasta aquí está todo bien!
¡El Señor lo hizo todo perfecto!

Pero lo que sigue, amados hermanos, esta segunda parte, es distinta. Aquí tenemos como
protagonistas, no al Señor que sana, sino a estos diez leprosos que fueron sanados. ¿Qué
hicieron ellos? Dice que «uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios
a gran voz, y se postró rostro en tierra dándole gracias, y éste era samaritano”.

Llama la atención que fue sólo uno y no los diez. Este hombre, al parecer el único samaritano de
los diez, volvió al Señor glorificándole a gran voz. Se lanzó a los pies del Señor y le dio gracias.
Seguramente lloraba. Seguramente besó sus pies. ¡Pero fue uno y no los diez! Entonces, el
Señor Jesús le hace una pregunta: «¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve ¿dónde
están?»

Amados hermanos, esta es una pregunta que yo quisiera poner en el corazón de todos los que
ya han sido limpiados.

El Señor tenía una secreta esperanza

Podemos decir que la primera parte de este pasaje es un fragmento destinado especialmente a
los que no conocen al Señor, a los que están enfermos. Es un pasaje que les habla de salvación,
de que en el Señor Jesús encuentran misericordia.

Pero en este segundo fragmento, tenemos el siguiente asunto: ¿Qué hace uno luego que ha sido
sanado? El Señor pregunta: “¿No son diez? ¿Y los nueve dónde están?”. Cuando el Señor les
dice: «Vayan a los sacerdotes», los diez corrieron, los diez creyeron que iban a ser sanados, o
que algo iba a ocurrir. Sin embargo, uno sólo volvió. El Señor Jesús echó de menos a los otros
nueve. Aunque les dijo que fueran a los sacerdotes, él tenía una secreta esperanza, tenía un
anhelo, tenía un deseo. ¡Él quería, esperaba, anhelaba que volviesen los diez!

En ningún momento él les dice: «¡Vayan y vuelvan!» Él les dice simplemente: «Vayan». ¿Pero
qué es lo que había en su corazón? En su corazón había el deseo de que todos volviesen.
Amados hermanos, (y ahora le hablo a los creyentes): El Señor Jesús no sólo espera que
nosotros obedezcamos sus palabras, sino algo más que eso: espera que reconozcamos el
deseo íntimo de su corazón. Aquello que él no nos dice, pero que nosotros debemos descubrir.
Él no nos manda que seamos agradecidos, pero él espera que seamos agradecidos. Esa
pregunta: «¿Y los nueve dónde están?» refleja una tristeza. (¿No les parece a ustedes que
refleja una tristeza?) Seguramente él miró por el camino, y preguntó: «¿Y los nueve dónde
están?». Tal vez lo único que vio fue una polvareda que se perdía en la distancia.

Más que mera obediencia

Tenemos que hilar un poco más fino aquí. En este pasaje tenemos un mensaje sin palabras, un
deseo del corazón apenas sugerido.

Un diez por ciento ... ¿Será este, amados hermanos, el porcentaje de los hijos de Dios que luego
que han sido limpiados, sanados, que han sido recuperados, vuelven al Señor, y se postran a
sus pies para darle gracias? ¿Sólo un diez por ciento?

Noten ustedes que en el verso 16 dice: «Se postró rostro en tierra a sus pies dándole gracias». Y
el Señor dice en el verso 18: «¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios sino este
extranjero?». Para el samaritano, el acto de volver fue simplemente la expresión de gratitud. El
volvió para dar gracias por su sanidad. Pero para el Señor esa actitud de agradecimiento
significaba dar gloria a Dios.

Muchos cristianos dicen que quieren glorificar a Dios, y que Dios sea glorificado a través de
ellos. Sin embargo, lo único que se ve de ellos es la polvareda que ha quedado detrás, porque
están lejos. Ellos han obedecido un mandamiento formal, externo, un mandamiento de la ley de
Moisés. Ellos cumplen con su deber. Tal vez vengan a todas las reuniones, tal vez nunca hayan
negado al Señor; sin embargo, ellos no conocen el deseo íntimo del corazón del Señor. Ellos tal
vez tengan alguna excusa y puedan decir. «Señor, tú no me mandaste que hiciera eso, nunca
me dijiste que hiciera tal cosa». Pero el Señor tal vez le diga esto: «Siervo mío, yo estuve
esperando que tú te dieras cuenta de lo que yo quería, que tú descubrieras mi deseo. ¿Cómo te
voy a pedir que seas agradecido? ¿Cómo te voy a pedir que te postres ante mí? Yo no quiero
autómatas, no quiero gente traída a la fuerza. Yo quiero que tú vengas voluntariamente porque
has descubierto el anhelo de mi corazón.»

Volver al Señor cuando no es una obligación, es un acto de amor.

No huyamos del Señor

Ser sanados, ser objetos de su misericordia es todavía la mitad de la obra de Dios. La otra mitad
depende de nosotros. Dios ya hizo lo suyo. Nosotros tenemos que hacer nuestra parte. Dios
extendió su mano, nos dio su palabra. Ahora nos toca a nosotros. ¿Qué estamos haciendo con
nuestra vida? Tal vez usted, después de haber sido salvado, ha tomado la salvación del Señor,
se vistió con ella, tiró sus harapos, se puso un vestido nuevo, su conciencia está limpia, su
corazón está rebosante. Sus pies caminan con libertad. ¿Es eso todo? ¿Es la voluntad perfecta
del Señor?

Amado pueblo de Dios: quisiera invitarlos hoy a que descubramos lo que hay en el corazón del
Señor. Y que vengamos a él, que acudamos a él con gratitud, que nos postremos delante de él.
Tal vez alguno diga: «Yo no me atrevo a ir así al Señor, porque tal vez el Señor me coja, y me
diga: Ahora no te suelto más. Ahora eres mío, te tengo en mi mano. Y comience el Señor a
plantearme sus demandas, y sus demandas son terribles. No, no me acerco al Señor. Prefiero
caminar de lejos.»

¿Qué hizo el Señor con este samaritano que volvió a darle gracias? Él no lo retuvo. Le dijo:
«Vete, tu fe te ha salvado.» Si tú vienes al Señor y le rindes tu vida, tal vez el Señor te diga:
«Vete, anda a tu trabajo, sigue haciendo lo que estás haciendo». Tal vez él ni necesite de ti, así
que no seas presumido. Pero ¿sabes? Tu vida no será nunca igual que antes. Tendrá un nuevo
sentido, tendrá un nuevo sabor. Y no andarás fugitivo del Señor, pensando que tal vez él quería
retenerte. Si vas caminando hacia allá es porque el Señor te dijo que caminaras hacia allá, e irás
tranquilo.

Es bueno venir al Señor, postrarnos delante de él. A la mayoría tal vez le diga: «Vete». A otros
tal vez les diga: «Quédate. Te necesito.» Hermano, ¿y qué tal si él te dice: «quédate»? ¿Lo
tendremos como una pérdida? Algunos parece que lo pensaran así. Tal vez el Señor ha estado
hablando al corazón de algunos desde hace tiempo, y todavía luchan, y todavía se resisten.

Un testimonio de obediencia

Para terminar quisiera leerles una historia que encontré en un libro. Puede representar a muchos
aquí.

Cuando tenía 18 años un hermano fue a la guerra a otro país. Él era aún un inconverso. Dos
años después volvió de la guerra, y traía su pie herido por dos balazos. Le habían dicho que
nunca más podría caminar normalmente. Estaba desilusionado de todos los ideales que alguna
vez se forjó. En ese estado de desazón que tenía, conoció al Señor Jesucristo y luego comenzó
a inquietarse por servir al Señor. Pero comenzó una lucha en el corazón. Quería servirle, pero
temía y se retraía. Estaba comenzando a desesperarse. Había una insatisfacción profunda en su
corazón.

Un día se alejó de su casa, cojeando todavía con harto dolor, y se fue a las afueras del pueblo
para orar en voz alta, sin que nadie lo escuchara. Y le dijo: «Señor, ¿qué es lo que estoy
reteniendo? ¿Qué es lo que uso como una excusa para no servirte en cualquier lugar y como tú
quieras?”. Estuvo orando ahí un par de horas, y estaba como agonizando. Hasta que de pronto
se hizo la paz en su corazón. Y entonces tuvo una decisión firme y dijo: «Señor, donde quieras,
como quieras y de cualquier manera que quieras, iré, Señor, y comenzaré ahora mismo, al
ponerme de pie en este lugar, y mientras doy mi primer paso, Señor, por favor, considéralo como
un paso de total obediencia a ti.»

Se puso en pie, y dio un paso hacia delante. Ese paso para él significaba un paso de obediencia.
En ese preciso momento sintió un fuerte tirón en su pierna inválida. Con gran cuidado apoyó el
pie en el suelo, y se dio cuenta de que podía caminar sin dolor. ¿Qué había pasado? ¡No sabía!
Con mucho cuidado caminó de vuelta a casa. Y mientras caminaba un versículo le vino a la
mente: «Mientras iban, fueron limpiados». Desde ese día no cojeó nunca más. Y hasta el día de
hoy es un siervo de Dios que ha puesto su vida muchas veces por llevar la Palabra del Señor a
los países más allá de la Cortina de Hierro, desde los ’60 y ’70. 1

La fe desencadena los hechos de Dios

Amados hermanos, cuando nosotros nos decidimos a caminar en obediencia, entonces Dios
puede operar los milagros que él está esperando hacer. Es por fe. Si no hay fe, él no puede
hacer nada. Es la fe la que desencadena los hechos de Dios. Tal vez tú estés diciendo: «Yo no
sé. No puedo. ¿Qué debo hacer? Temo, Señor. Temo el precio que hay que pagar. Temo que tú
me retengas a tu lado. Prefiero ir lejos, hacer mi vida». Pero el Señor a algunos, a los escogidos,
a los que él quiere, los llama para que estén con él. A los apóstoles, a los doce, los llamó
primeramente para que estuviesen con él, y luego los envió.

Así que, si tú estás leproso debes clamar a él para ser sanado. Si ya has sido limpiado, debes
venir a los pies de Jesús para glorificarle. Nadie tiene excusa. Los brazos del Señor están
abiertos para recibirte.
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012.s. Mensajes a la iglesia: ¡Apártate de mí!


Mensajes a la iglesia

¡Apártate de mí!

A veces el Señor permite experiencias en que nos damos cuenta de quiénes


somos realmente, ocasiones en que tenemos un encuentro, por un lado, con la
gloria del Señor y, por otro, con nuestra propia miseria.

Gonzalo Sepúlveda H.

Lectura: Lucas capítulo 5: 1-11.

Meditemos en la escena que aquí se nos muestra. Hay una multitud de personas agolpándose
para oír la palabra de Dios, el Señor sube a una de las barcas y enseña a la gente. No se dice
qué es lo que enseña, sólo que habló la palabra de Dios. Luego da una orden, que es totalmente
contraria a lo natural y lógico del momento. Le dice a Simón: “Boga mar adentro, y echad
vuestras redes para pescar”.

Una extraña orden

El Señor Jesús, en lo natural, era “hijo de un carpintero”; seguramente desde niño fue
aprendiendo aquel oficio, pero la pesca no era su especialidad. En cambio estos hombres, Juan,
Jacobo y Pedro, eran pescadores de experiencia. Pero ese día ellos habían fracasado. No
habían pescado nada en toda la noche.

Por eso, ante este mandato del Señor, Simón no responde con un “sí” lleno de fe. No parte con
una obediencia inmediata. Es probable que haya pensado: “¿Cómo se le pueden ocurrir estas
cosas al Maestro? Yo soy un experto pescador, y yo sé que hoy no habrá pesca”. Sin embargo,
a pesar de los argumentos que pudo haber tenido, finalmente obedece, declarando: “En tu
palabra echaré la red”. Note usted que Pedro se refiere al Señor como “Maestro”, sólo como
“Maestro”.

Bueno, el milagro se produjo. Y era tal la cantidad de peces que las redes casi se rompían, y se
llenaron las dos barcas. Indiscutiblemente, allí ocurrió un milagro. Estaba absolutamente fuera de
todas las posibilidades naturales de aquel momento. Pero desde ahí la escena tiene un completo
cambio de giro. Noten que en todo el resto del relato, no se habla más de las redes ni de las
barcas. El milagro pasa a segundo plano. Y entonces ocurre algo en el corazón de los
protagonistas: se dice que todos se llenaron de temor. En seguida Simón viene a postrarse de
rodillas ante el Señor. Esto es interesante. Simón deja la barca y la pesca, viene a Jesús y se
arrodilla ante Él.

Una extraña petición


Había allí sobradas razones para celebrar. Pero en vez de alegrarse por la ganancia que
acarrearía aquella pesca tan espectacular, se produce algo en el corazón de este hombre. De
rodillas ante el Señor pronuncia unas palabras que sorprenden: “Apártate de mí Señor, porque
soy hombre pecador”.

Este es un lenguaje extraño, porque si en realidad deseaba tal alejamiento, ¿por qué no se
apartó simplemente del Señor? Aquí hay una contradicción; las palabras no concuerdan con la
actitud. Las palabras dicen “Señor apártate de mí, no soy digno de ti. Si tú hiciste este milagro,
entonces tú no eres tan sólo un maestro que enseñas cosas lindas acerca del reino de Dios. Tú
eres Señor de los peces del mar; has mostrado tu señorío sobre ellos. Tú señoreas sobre la
naturaleza. Tú tienes poder para hacer lo imposible. Tú eres una persona especial, y más
encima yo entro en contradicciones contigo. Tú me estabas diciendo una cosa y yo ¿quién soy
para argumentar contigo?”.

Después de ver este milagro, se contempló a sí mismo bajo una nueva luz y se sintió miserable.
“¿Quien soy yo para contradecirle? Si él tiene una voluntad, ¿quién soy yo para tener otra
voluntad? Si él tiene un deseo ¿por qué yo insisto en lo mío? ¡Cuán indigno soy yo de ti, Señor!
¡Apártate de mí, Señor; tú eres santo y yo soy un pecador!”

Un corazón dividido

Recordemos que esta no es la primera vez que Pedro se encontraba con el Señor. Su hermano
Andrés había “hallado al Mesías” (Juan 1:41-42) y se había encargado de conducirlo a él.
Después de aquel primer encuentro con Jesús, Pedro continuó en lo suyo, ocupado en su oficio.
Su corazón todavía estaba dividido. En esto se parece a muchos de nosotros, que habiendo
conocido al Señor, todavía tenemos el corazón en otro lado. El Señor aún no es lo
suficientemente atractivo como para darlo todo por él. Es cierto que lo queremos, lo amamos, lo
valoramos, pero aun está lo del Señor allá y lo nuestro acá.

Así estuvo Pedro, como en una balanza: “Sí, es verdad, es el Mesías –lo dijo mi hermano
Andrés–, él me miró y me dijo que yo sería cambiado de Simón a Cefas (¿transformado en una
piedra?). O sea, él tiene propósitos conmigo, pero... ¿y mi trabajo y todo lo que yo soy, todo mi
mundo?”. Así es el corazón ambivalente del hombre. Así queda de manifiesto su realidad. No era
uno que estaba siguiendo fielmente al Señor. Su corazón estaba dividido, pero el Señor permitía
esta situación.

Fíjese que el Señor no lo exhorta con violencia. No le dice: “¡Pedro, eres un tibio!”, o “¡Debes
dejarlo todo por mí!”. Simplemente le muestra quién es él, se le revela en forma indirecta. No
trata de quitarle lo que tiene, más bien ¡le muestra algo mejor! Se le muestra él mismo para que
tenga alguna idea acerca de frente a quién está.

Pedro le dijo: “Apártate de mí”. Pero si realmente hubiera querido eso, no habría venido a sus
pies. En realidad su corazón está diciendo otra cosa: “No merezco estar contigo, Señor, ¡pero
quiero estar! No soy digno de Ti, pero si me lo permites, yo quiero estar contigo. Señor, yo no te
merezco, soy un hombre pecador comparado contigo, ¡qué distancia tan grande hay entre tú y
yo, Señor! Tú eres tan alto, eres tan especial. Estoy empezando a conocerte, pero eres mucho
más de lo que yo me hubiera podido imaginar!”. Entonces, considerándose a sí mismo, sus
faltas, su miseria moral, su indignidad, sus tinieblas, en fin, todo lo suyo, ve el contraste inmenso,
el abismo que lo separaba del Señor; y entonces exclama: “No soy digno de ti. Pero en vez de
huir de ti, ¡vengo a ti!”

La necesidad del quebranto


Qué precioso es todo esto, hermanos. Creo que si algún creyente no ha pasado por una
experiencia de quebranto como ésta, tarde o temprano le ocurrirá. Y si le ha pasado una vez, lo
más probable es que le pasará una y otra vez a lo largo de su carrera. Cada vez que su carne se
comience a levantar, que el “yo” se comience a engrandecer, será una bendición que por un
medio u otro el Señor nos conduzca a sus pies para mostrarnos que sin él nada somos, y que si
en algo él nos ocupa, es por su infinita misericordia.

Así suele ser de contradictoria la vida del creyente. A veces el Señor permite ocasiones en que
nos damos cuenta de quiénes somos realmente, ocasiones en que tenemos un encuentro, por
un lado, con la gloria del Señor y, por otro, con nuestra propia miseria. Incluso Pablo, de quien
tenemos un alto concepto, en un momento de su vida cristiana llegó a exclamar: “Miserable de
mí” (Rom. 7:24).

Hermanos, si nosotros nunca hemos tenido un quebranto que nos permita ver lo que realmente
somos: hijos de Adán, hombres que arrastramos un cuerpo carnal, que tenemos una mente que
nos traiciona, que tenemos tanta actividad mundana, con afanes, carreras, deseos, ambiciones,
tensiones y sueños que no siempre concuerdan con la voluntad del Señor, entonces llegará el
día en que tendremos un encuentro con nuestra propia necedad e indignidad. Entonces
pensaremos: “¿Habrá que seguir o habrá que quedarse?”. Algunos no se hacen problemas:
simplemente dan media vuelta y se van; pero no fue así con Pedro. Él no estuvo entre aquellos
que volvieron las espaldas al Señor. Él dijo: “¿A quién iremos, Señor?, tú tienes palabras de vida
eterna; y aunque me dé cuenta de que hay miseria en mí y que soy indigno de ti, a pesar de
todo, tú tienes palabras de vida, yo me quedo contigo.”

Esta conmoción de Pedro podría interpretarse de tantas maneras. Por ejemplo, es como si él
dijese: “Yo no voy a ser capaz de perseverar; lo más probable es que yo te vaya a fallar; tal vez
te equivocaste de hombre; yo no voy a ser capaz de serte fiel”. No se recomendó a sí mismo.
¡Qué temeroso e intranquilo estaba en aquel momento!

La actitud del Señor

Miremos al Señor ahora. Pedro está postrado de rodillas ante él. ¿Podemos imaginar ahora
cómo lo miraba el Señor? Con toda certeza, no lo miró con desprecio, sino que lo miró con amor,
con misericordia. Lo mira, y lo ama. No lo mira en base a lo que es en sí mismo, sino en base a
lo que Él puede hacer con un hombre que viene ante él con el corazón quebrantado.

¿Qué tiene el Señor ante sí? Un hombre con el corazón quebrantado. Él ve a un apóstol en
potencia, a un siervo suyo. Está viendo a un pescador de hombres, una piedra viva de su casa,
una columna que sostendrá su testimonio con poder de Dios ante los hombres más
encumbrados. Este Pedro de rodillas ante Jesús no es visto como un fracaso. Fracasado ante sí
mismo, está claro, pero ante Dios está en las mejores condiciones para que pueda trabajar el
Espíritu del Señor en su corazón. Parece fácil imaginar los pensamientos del Señor en ese
momento: “Pedro no sabe lo que voy a hacer con él, pero yo confío en lo que haré. No sabe
cuántas cosas tendrá que vivir conmigo. Aún no conoce mi vida, ni mi poder. Ya conocerá mi
resurrección y cuánto yo puedo hacer con él.”

Todo este pensamiento se resume en una sola frase: “No temas”. Un temor espantoso se había
apoderado de todos los que presenciaron el milagro. Tan inquietos y admirados estaban que se
olvidaron del milagro. Toda la atención se vuelve ahora al autor del milagro, y Lucas escribe:
“Pero Jesús le dijo: no temas”. Aquí aparece la tranquilidad del Señor, su reposo ante una
escena dramática para el resto de los hombres, pero que para él es tan natural. “No temas,
desde ahora serás pescador de hombres”. Es la palabra serena de Aquel que tiene todo bajo
control.
Rendición

Hasta ese momento Pedro había sido un seguidor a medias. Fue a Cristo porque otro lo llevó.
Seguramente le pareció atractivo el Señor, simpatizó con él, no le negó su barca para que
predicase a la multitud. Posiblemente hasta se alegró con la palabra del “Maestro”. Hasta ese
momento le seguía externamente, por sus enseñanzas, o porque había sanado a su suegra,
pero desde éste momento comenzó a seguirlo interiormente.

Que así sea con todos nosotros, hermanos. Que no lo sigamos sólo por los milagros. ¡Gloria al
Señor por sus milagros! ¡Deseamos que abunden! Pero aun así, todavía estaríamos en el plano
de las cosas externas. El Señor nos bendice, él nos sana, nos provee todo cuanto tenemos.
Gracias por la comida, el vestuario, la casa, el auto y por todas sus bendiciones. Gracias por
todos sus dones materiales; pero qué pobres seríamos si tan sólo le siguiéramos por estas
cosas. ¡Que indigno sería! Nuestro bendito Señor es digno de todo honor, es digno de ocupar el
primer lugar en nuestras vidas y de que nos rindamos a él de todo corazón sólo por lo que él es.

Si usted no ha tenido una crisis similar a esta de Pedro, sin duda llegará a tenerla. El Señor
usará cualquier circunstancia, o utilizará a un hermano para mostrarle su verdadera condición.
En ese momento él nos muestra que no somos buenos en nosotros mismos, que sin el Señor
somos los más viles, miserables y despreciables pecadores, hasta que lleguemos a exclamar:
“En mí mismo nada soy”.

¡Ay de aquellos que se ofrecen, diciendo: “yo quiero”, “yo me ofrezco”, “yo puedo ocupar ese
puesto en la iglesia, es más, yo debo estar ahí”. ¡Ay de aquellos que tienen un altísimo concepto
de sí mismos! ¡Son tan dignos en sí mismos! ¡Cómo sufren cuando no se les considera!
¡Líbranos, Señor!

Él es el Señor y nosotros sólo somos sus siervos, sus servidores. Si él en su misericordia nos
toma en cuenta para su servicio, que así sea para su gloria. Si él quiere tomar esto vil para
utilizarlo, que lo haga. Gloria a Dios porque lo tomó, porque hoy somos sus hijos y sus siervos.

Nuestra indignidad no fue un tropiezo

Nuestra indignidad no fue un tropiezo para él. Aun así, él nos dijo: “Yo tengo un propósito
contigo”. El nos mira considerando el potencial que hay, es decir en las posibilidades tremendas
que hay y que aún no se han desarrollado. En cada creyente hay un gran potencial porque ¡tiene
nada menos que la vida de Cristo adentro! ¡Qué cosas puede llegar a hacer el Señor contigo y
conmigo!

Esa vida poderosa que Dios implantó en nuestros corazones seguirá trabajando, y seguirá
haciendo la separación entre lo que es del Señor y lo que es nuestro, haciéndonos conscientes
de nuestra indignidad personal para que nunca nos envanezcamos, por un lado, y por otro, para
que estemos muy conscientes también de la vida de resurrección que nos lleva de gloria en
gloria en su misma imagen.

Muchas veces caeremos de rodillas ante él, quebrantados, conscientes de una debilidad e
indignidad terribles: “Señor parece que hasta aquí no más llego; sujétame que ya fracaso”. A
Pedro mismo le esperaban grandes fracasos en su caminar y en su servicio, pero el Señor jamás
se inquietó por ello. Cuando le negó, Jesús lo supo de antemano y luego de la resurrección lo
mandó a llamar en forma especial. La incapacidad del hombre no fue un obstáculo para las
capacidades de Dios. Las debilidades del hombre no fueron un tropiezo para el poder de Aquel
que pudo tomar un vaso de barro –débil, frágil– y convertirlo en piedra viva, preciosa para él.
Que esta palabra sirva, por una parte, de exhortación para nosotros, y por otra parte de gran
aliento para cuantos, ante la conciencia de su debilidad e indignidad, se han visto tentados a
retroceder en su comunión y servicio al Señor. Alabemos al Señor porque él nos tomó en cuenta
a pesar de nosotros mismos, para tenernos en su casa y en su reino. ¡Gloria sea a su santo
nombre!

Nuestros fracasos y debilidades no fueron un tropiezo para Quien se propuso formar el carácter
precioso de su santo Hijo en cada uno de nosotros. Inclinémonos ante el mismo Señor que
estuvo allí en la playa del mar de Galilea. Hoy está en el trono, a la diestra de Dios Padre. Su
amor y su benevolencia no han cambiado. Es el mismo Cristo, glorioso, amoroso, restaurador.
Pronto llegará el día en que estaremos en su mismísima presencia contemplando su gloria
eterna. ¡Bendito sea su santo nombre!

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012.t. Mensajes a la iglesia: Cuando los sueños se rompen


Mensajes a la iglesia

Cuando los sueños se rompen

Los discípulos de Jesús tuvieron ideales, aspiraciones, sueños de grandeza, que


el Señor derribó, porque su reino no era de este mundo. A su tiempo, él los
reemplazó por otros.

Eliseo Apablaza F.

«Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver
el fin» (Mateo 26:58).

El pasaje del cual forma parte este versículo, corresponde al momento en que el Señor Jesús fue
llevado ante el concilio para ser juzgado. El Señor fue apresado en Getsemaní y llevado por una
turba de soldados al sumo sacerdote Caifás. La escena que ocurre allí la conocemos. Es una
escena dolorosa.

Pero en este versículo 58, encontramos a uno de sus discípulos más cercanos –a Pedro–, que
quería ser testigo de las cosas que allí iban a suceder. Se acerca como a escondidas, y se sienta
entre los alguaciles para ver el fin. Noten la expresión «…para ver el fin». ¿El fin de qué? ¿El fin
del Señor? Sí, eso esperaba ver Pedro allí. Pero creo que algo más también.

Los discípulos tuvieron sueños

Pedro y los discípulos del Señor, durante todo el ministerio del Señor Jesús, tuvieron una
aspiración. Ellos estaban persuadidos de que se iba a establecer el reino de Dios sobre la tierra,
de que Jesús sería el Rey, y de que ellos, los doce, serían algo así como sus ministros. Ellos
pensaban «que el Reino de Dios se manifestaría inmediatamente» (Luc. 19:11). Esa fue su gran
aspiración durante todo el tiempo que estuvieron con el Señor. Aun después de que el Señor
resucitó de entre los muertos, poco antes de ascender a los cielos, todavía le preguntaban:
«Señor, ¿restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?» (Hechos 1:6).
Durante el ministerio del Señor ellos nunca concibieron la idea de un Mesías sufriente que
debería ir a la cruz. En muchas ocasiones encontramos en los evangelios que los discípulos
manifestaron otras ambiciones. Acuérdense cuando Juan y Jacobo, los ‘hijos del trueno’, se
acercaron al Señor para decirle: «Concédenos que en tu gloria no sentemos el uno a tu derecha
y el otro a tu izquierda» (Marcos 10:37). Ellos estaban seguros de que el Reino vendría. En
realidad, habían escuchado decir al Señor: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado». Así que tenían algunas razones en qué fundar esos sueños.

Recordamos también a esos mismos hijos de Zebedeo cuando, en cierta ocasión que no fueron
recibidos en una aldea de samaritanos, le dijeron al Señor: «¿Quieres tú que enviemos fuego
desde el cielo para que los destruya?» (Luc. 9:54). Ellos pensaban que estaban siguiendo a un
rey poderoso, que por lo menos tenía el poder de Elías.

En otro momento, cuando Pedro supo que el Señor iba a la cruz, le dijo: «Señor, ten compasión
de ti. En ninguna manera esto te acontezca» (Mat.16:22). Ellos no querían que su rey se les
muriera; porque querían reinar.

¿Se acuerdan de la ocasión en que al Señor lo fueron a apresar al Getsemaní, y Pedro, que
tenía una espada, la desenvainó, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote le cortó la oreja? (Juan
18:10). Todavía, a esa altura, Pedro tenía esos deseos de poder, todavía quería establecer el
reino de Dios por la fuerza. Primero trata de evitar que Jesús vaya a la Cruz, después saca su
espada para evitar que lo capturen.

Los sueños se mueren

La palabra de Mateo 26:58 que hemos leído dice: «Pedro se sentó con los alguaciles, para ver el
fin». A la luz de todo lo que venimos diciendo, bien podemos pensar que Pedro se sentó para ver
el fin de sus ilusiones, de sus sueños, de sus aspiraciones de grandeza, de sus deseos de reinar
en la tierra, de ser como el ministro principal de Jesucristo. Estaba allí sentado con los
alguaciles, y él veía que todo eso se le venía al suelo.

Los discípulos, cuando anduvieron con el Señor, debieron de sentirse muy desconcertados a
veces, porque, de pronto, su maestro hacía cosas extraordinarias, y parecía ser un verdadero
rey. Aunque no llevaba corona, ni cetro, ni soldados, tenía ciertas actuaciones como de un rey
todopoderoso. Por ejemplo, despertaba temor. Acuérdense cuando Pedro, después de aquella
pesca milagrosa, se arroja a sus pies y le dice: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre
pecador!», o cuando sana a los enfermos, o cuando calma la tempestad.

Al igual que los grandes reyes cuando volvían victoriosos de la guerra y toda la ciudad se
alborotaba para recibirlos, así también Jesús había sido recibido por la multitud en Jerusalén. Se
le hizo una entrada triunfal con cánticos y con palmas. Pero, cosa extraña –y Pedro sabe–, Jesús
entró, no sentado en un brioso corcel blanco, sino sentado en un pollino, hijo de animal de carga.
Y, cuando llegó al templo, no había allí soldados con trompetas anunciando su llegada, sino sólo
unos niños cantando.

Ahora, cuando Pedro miraba, como por una rendija, qué pasaba con el Señor dentro en el patio
de Caifás, pudo ver que le ponían una corona y un atuendo de púrpura, como el que usaban los
reyes. Pudo ver cómo los soldados se arrodillaban delante de él, pero todo ello era una
pantomima, porque se burlaban y lo golpeaban. Debe de haber estado muy desconcertado
Pedro observando todo eso. Y, para colmo, cuando le crucificaron, pusieron sobre su cabeza
una inscripción que decía: «Este es Jesús, el rey de los judíos».

¡Cuántos sueños, cuántas esperanzas se les rompieron a los discípulos siguiendo a Jesús! Todo
su esquema de ambiciones se les quebró. En ningún momento el Señor Jesús usó su poder –
ese extraordinario poder con que cambiaba las circunstancias y hacía cosas increíbles–, para
herir a sus oponentes, o para zafarse de esas autoridades políticas que habían puesto un yugo
sobre la nación. Al contrario, cuando le pidieron que pagara los impuestos, los pagó, y cuando le
preguntaron acerca de la moneda, dijo: «Dad a César lo que es del César» (Mat.22:21).

Juan el Bautista también soñaba

Pero no sólo a Pedro y a los discípulos se les había venido el mundo abajo. ¿Se acuerdan
cuando Juan el Bautista, el que fue enviado delante del Señor como precursor, le mandó a decir
al Señor: «¿Eres tú el que habría de venir, o esperaremos a otro?» (Mat.11:3). ¡Extraña
pregunta! Juan el Bautista en ese momento estaba encarcelado. Tal vez se preguntó muchas
veces: “¿Por qué yo, si soy el principal de los profetas, estoy aquí encarcelado, y el Mesías, que
tiene poder para sanar y para detener los vientos, no me viene a libertar?”. Posiblemente se hizo
preguntas como ésta.

Era un rey extraño este Jesús. Cuando le hicieron la pregunta de parte de Juan, estaba
realizando la obra que acostumbraba hacer. Entonces, dijo: «Id y haced saber a Juan las cosas
que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los
muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que
no halle tropiezo en mí» (Mateo 11:4-5).

Aquí tenemos un Rey que se olvida de palacios, se olvida de soldados, de guardias, de caballos
briosos y se ocupa en sanar, consolar y anunciar el evangelio, como un humilde siervo que va
por las ciudades y por las aldeas, sin hacerse anunciar. Cuando Jesús llega al pozo de Jacob y
se encuentra con la mujer samaritana él estaba «cansado del camino», como cualquiera de los
mortales. A las doce del día, caminando por esos caminos polvorientos, estaba cansado.

Ahora, Juan estaba desconcertado en la cárcel. Y le llega la respuesta del Señor. Juan había
dicho de Jesús –imagino que con un tono grandilocuente, como para infundir temor–: «¡Su
aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la
paja en fuego que nunca se apagará!» (Mateo 3:12). Lo había mostrado como un juez que traía
juicios sobre la tierra, que suprimiría la opresión, derribaría a los hombres injustos y los
quemaría.

Ahora, Juan estaba en la cárcel, y su Mesías parece que no le prestaba mayor atención. Cuando
el Señor Jesús le contestó a Juan, citó una porción del libro de Isaías, que dice: «El Espíritu de
Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas
nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los
cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová» (Isaías 61:1-2). Para el Señor estas palabras eran muy gratas de pronunciar. De todo el
Antiguo Testamento, tal vez eran éstas las palabras con las cuales el Señor más se identificaba.
Cuando él va a Nazaret por primera vez, después de haber salido de la tentación del desierto, lo
primero que hace es tomar el libro de Isaías y leer este mismo pasaje. Allí se describía la misión
del Mesías: sanar, predicar el evangelio, anunciar libertad, sacar a los presos de la cárcel,
proclamar que hay una buena voluntad de Dios para los hombres. Era un pasaje muy querido
por el Señor.

Y ahora, cuando le responde a Juan, lo cita de nuevo. Pero noten lo que dice Isaías 61:2,
después de la última frase que citamos. Dice:»...a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro…» Seguramente Juan y los discípulos pensaban
que esta frase («y el día de venganza del Dios nuestro») se cumpliría en sus días, que el Señor
Jesús vendría a vengar la injusticia, traería juicios de parte Dios, y que los primeros en caer
serían los romanos. Pero el Señor nunca, en ninguna parte, citó estas palabras: «…el día de
venganza del Dios nuestro». Él vino a salvar, él vino a dar vida, vino a consolar, vino a libertar,
no vino a traer venganza.

Era fácil decepcionarse de Jesús

Las últimas palabras del Señor a Juan fueron: «…Bienaventurado es el que no halle tropiezo en
mí». Él notó que Juan estaba decepcionado, notó que tropezaba en la aparente debilidad que
Jesús mostraba. Ese «bienaventurado es el que no halle tropiezo en mi», significa algo así como
esto: «Ustedes me ven como un hombre común, nacido y criado en una familia de carpinteros.
No ven ninguna señal de realeza en mí, no hay corona, no hay criados, no hay demostraciones
de poder humano, y tal vez piensen –porque me ven tan débil, tan frágil– que no soy quien soy.
Ustedes piensan que porque no los he libertado del yugo romano, no soy el Cristo. Ustedes
piensan que porque no uso mi poder para ejecutar venganza, entonces no soy el Mesías». Juan
denota en su pregunta una gran decepción. Él también parece que tenía sueños de
independencia y de libertad.

Pero no sólo Juan sufrió esta decepción por causa de Jesús. ¿Se acuerdan de aquella ocasión
cuando, después de la resurrección, el Señor Jesús se acerca a los dos discípulos que iban
camino a Emaús? Ellos iban conversando con tristeza. En sus palabras se deja traslucir una
tremenda frustración. Dijeron a su ocasional compañero de viaje: «…Le entregaron los
principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. Pero
nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel» (Lucas 24:20-21). Noten el
tiempo pasado de la palabra «esperábamos». Lo esperábamos – eso es lo mismo que decir: “ya
no lo esperamos”. Y eso dijeron, pese a que ya circulaban noticias de que el sepulcro había sido
hallado vacío, y que el que estuvo muerto ahora estaba vivo. Estas palabras de los discípulos
indican que todas las expectativas que ellos tenían también se habían venido al suelo.

Simón el Zelote

No sé si ustedes se han fijado que uno de los doce apóstoles del Señor se llamaba Simón el
zelote, o Simón el cananista. La palabra «zelote» significa celoso, y también significa «fanático».
Los zelotes eran una secta de fanáticos religiosos. Se caracterizaban porque eran muy
extremados en sus posiciones. Por ejemplo, ellos se negaban a pagar tributos al César, porque
pensaban que el hacerlo era una traición a Dios – el único y verdadero Rey de Israel. Los zelotes
eran hombres fuertes, vivían un poco apartados de la sociedad, y clamaban por una vindicación
política.

¡Cuántas veces Simón, el zelote, habrá alimentado esos sueños mientras estaba con Jesús!
«¡Por fin tenemos un Rey! Y este Rey, al igual que los macabeos de hace dos siglos atrás, nos
va a llevar a luchar por nuestra independencia y a recobrar el reino para Israel». Ellos querían un
reino ahí, en ese momento. Seguramente Simón el zelote, en conversaciones con los apóstoles,
también promovería esta idea. (Sin embargo, los deseos de independencia no eran exclusivos
de los zelotes: todos los judíos esperaban al Mesías que los libertaría).

Todos los cristianos tienen sueños

Amados hermanos, tal vez ustedes estén pensando adónde quiero llegar con este mensaje.
Pedro había alimentado esperanzas de grandeza, los discípulos también, y Juan el Bautista
también. Pero, en realidad, todo hombre tiene sueños y esperanzas. Todo hombre quiere
alcanzar la honra y la gloria humana, todo hombre desea que el mañana le encuentre mejor
preparado que hoy: mejor afianzado en la vida, mejor posicionado en el mundo. Todo hombre
tiene sueños y llega un momento en que parece que esos sueños se van a concretar. Entonces,
reúne todas las fuerzas, los recursos, y los apuesta para la realización de ese sueño. Los
cristianos también.
Todos los cristianos, especialmente los que aspiran servir a Dios, los que aman al Señor, se
enfrentan –al menos en algún momento de su caminar– a esta disyuntiva: de utilizar al Señor
Jesucristo como líder, como un rey que los arrastre hacia la grandeza, la riqueza y el poder. Creo
que a todos los cristianos en algún momento se les pasa por la mente servirse de Cristo para
concretar el gran sueño de su vida.

Sin embargo, ¿cuál fue la actitud del Señor Jesús hacia esos sueños de sus discípulos? En
ningún momento él accede a esa pretensión de ellos. En ningún momento accede a ejercer su
poder para realizar esos ideales independentistas, reivindicativos. Podemos decir que el Señor
no mostró ningún interés por establecer su reino sobre la tierra. Al contrario, cuando estaba
frente a Pilato, él le dijo claramente: «Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este
mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no
es de aquí» (Juan 18:36). En otra ocasión, dijo a los discípulos: «Sabéis que los gobernantes de
las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas
entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo» (Mateo 20:25-26).
Naturalmente, los discípulos en ese momento no entendieron lo que el Señor les estaba
diciendo.

Jesús es un destructor de sueños

Los discípulos de Cristo, los de ayer y los de hoy, han tenido sueños. Pero el Señor, ayer y hoy,
destruye esos sueños, los quiebra como una caña seca. ¡Jesús es un destructor de sueños!

Hay cristianos hoy que usan sus dones, usan su poder –otorgado con fines espirituales– para
escalar una cierta posición. Hay líderes en la cristiandad de hoy que han medrado con el
evangelio, y que han alcanzado –o que han pretendido alcanzar– poder político. Otros han
levantado grandes empresas. Han pensado que pueden servirse de Cristo para concretar sus
sueños de infancia; o, a lo mejor, sanarse de algún complejo de juventud. Ellos usan a los que
están alrededor para que los levanten y les permitan concretar sus sueños.

Ustedes recuerdan que cuando el Señor fue tentado en el desierto, el diablo le dijo: «Todos los
reinos te daré, si postrado me adorares. Los reinos del mundo son míos y los doy a quien
quiero» (Luc.4:5-7). Hay un momento en que, a los que quieren servir al Señor, el diablo se les
presenta así también. Disfrazado, por supuesto, porque el diablo nunca aparece tal cual es. Y
con el aire más encantador, les dice: «Todo eso te daré, si postrado tú me adoras».

El Señor Jesús sabía que el reino de Dios comenzaría a operar desde el corazón del hombre.
Por eso, toda su preocupación fue sanar a los quebrantados de corazón, libertar a los cautivos,
consolar a los enlutados, poner óleo de alegría allí donde había luto. Y sabía también que no era
ese el tiempo para reinar sobre la tierra.

No es el tiempo de reinar

Los cristianos que aman al Señor y que han sido enseñados por él saben también que este no
es el tiempo de reinar sobre la tierra. Este es el tiempo para trabajar en el corazón de los
hombres, no para pretender grandeza humana. No es el tiempo para que nos vistamos de
esplendidez, ni para que hagamos negocios y nos enriquezcamos con los dones de Dios.

Jesucristo no tuvo dónde recostar su cabeza. Las zorras tenían cuevas; los pajarillos, nidos.
Pero él no tenía un hogar. Él fue expulsado de Nazaret, la ciudad donde se crió, donde tenía sus
conocidos y su ambiente. El primer mensaje que predicó allí fue motivo suficiente para que
quisieran matarlo. Lo sacaron de la ciudad y lo llevaron a un monte para despeñarlo. El Señor
Jesús vivió como un siervo, y sus seguidores también han de vivir como siervos.
Quisiera preguntarle: ¿Por qué razón está usted siguiendo a Jesús? Si tiene algún sueño propio,
alguna aspiración personal, si usted quiere ganar para sí algo sirviendo a Jesús; si quiere ser
reconocido, famoso; si quiere ser adinerado y que todos se postren a sus pies, entonces es
bueno que el Señor destruya esos sueños cuanto antes. El camino del Señor es el camino de la
humildad, del silencio y de las lágrimas. Por supuesto que hay paz; por supuesto que hay reposo
y hay consuelo en él. Pero no hay nada de aquello que los hombres tienen por sublime. El Señor
Jesucristo dice: «Mi reino no es de este mundo». Y nosotros también decimos: «Nuestro reino no
es de este mundo».

Dios pone otros sueños

Ese día que Pedro estaba sentado con los alguaciles mirando y esperando el fin, sabemos que
no fue el fin. Ese fue sólo el comienzo. Cincuenta días más tarde, ese Pedro que estaba allí con
el corazón compungido, temblando –y que negó al Señor más encima–, estaba parado frente a
una multitud, ¡predicando el evangelio de Jesucristo! Estaba continuando con la obra que el
Señor Jesús había comenzado a hacer. Cuando miramos a Pedro en el libro de los Hechos le
vemos ir de aquí para allá, consolando a los quebrantados de corazón, libertando a los cautivos,
sanando enfermos, dispensando las gracias de Dios, ¡lo mismo que su Señor!

Así que ese día no fue el fin, sino sólo el comienzo. Los sueños que él tenía se vinieron al suelo.
Pero Dios puso en su corazón otros sueños, otra visión. ¡Dios cambió su corazón! Cambió su
manera de pensar. Nunca más usó espada, nunca más evitó la cruz, nunca más vivió para sí,
hasta el día aquél en que, en cumplimiento de la palabra que el mismo Señor le dijo, murió
crucificado como él.

¿Cuáles han sido sus sueños, amado hermano? ¿Cuáles son sus aspiraciones al seguir a
Jesús? ¿Son los mismos de la cristiandad nominal apóstata, es decir, sueños de grandeza,
sueños de querer alcanzar poder político, de codearse con los gobernantes, de aparecer en los
medios de comunicación, de medrar con el evangelio? El Señor Jesús no vino a fundar
instituciones ni a establecer un reino sobre la tierra. Él vino a poner en el corazón de los hombres
una esperanza, una visión, una luz; vino a dar de comer a los hambrientos, a dar de beber a los
sedientos. Vino a recoger lo que estaba perdido, a recuperar lo que el diablo había maltratado.
Vino para establecer, no un reino de cosas visibles, humanamente importante o fastuoso, sino un
reino espiritual inconmovible.

El reino que el Señor Jesús vino a establecer, está asentado en el corazón de los que le aman, y
éste es un reino ¡que no tendrá jamás fin! Los cielos y la tierra pasarán, los elementos ardiendo
se fundirán, la tierra será quemada (2 Pedro 3:10), pero, cuando eso ocurra, los seguidores de
Jesús no estarán aquí en la tierra: Ellos habrán levantado el vuelo. Ellos estarán en otro lugar.
Los que sufrieron aquí, reinarán con él allí. «Si somos muertos con él, también viviremos con él;
si sufrimos, también reinaremos con él» (2 Timoteo 2:11-12).

El Señor es un destructor de sueños. Él pone el hacha a la raíz de los árboles para que caiga
todo lo que no plantó el Padre. ¡Cuántas cosas han caído en vuestros corazones, amados
hermanos! ¡Cuántos sueños humanos que ustedes traían han sido rotos! ¡Pero cuánta gloria ha
sido colocada en su lugar! ¡Bendecimos a nuestro Dios por esto!

¿Quieres unirte a este Rey rechazado?

¿Hay aquí alguno que quiera seguir incondicionalmente a este Señor, a este Rey extraño que no
ofrece grandezas humanas, a este Rey que dice: «Mi reino no es de este mundo», a este Rey
que es vituperado aquí, que es ignorado aquí? ¿Quiere usted, estimado lector, apegar
voluntariamente su corazón a este Rey rechazado, que fue crucificado con los malhechores?
¿Hay alguno que quiera identificarse con él, salir de las vanidades del mundo, y aun de los
sistemas religiosos en que esté, para venir a unirse para siempre con este Jesús rechazado
aquí, pero coronado allí?

Este es un mensaje extraño. Este mensaje no alienta vanos sueños ni esperanzas. Más bien,
habla de perder para ganar a Cristo. ¿Algunos de ustedes desea decir: “Yo quiero unirme a
Jesús, yo reconozco a este Rey?” ¿Hay alguien que quizá haya estado con preguntas,
cuestionamientos, dudas, después de ver tanta confusión en el mundo –aun en el mundo
cristiano– y que después de leer esta palabra quiera decir: “Yo quiero a Jesús solo, no quiero lo
de él, sino que lo quiero a él?” ¿Hay alguien que quiera participar de su oprobio? Que, como dice
la Escritura, quiera obedecer a ese llamado: «Salgamos, pues, a él, fuera del campamento».
¡Salgamos a él en su rechazamiento! ¡Salgamos a él, a su cruz! ¡Escapemos de la confusión que
hay en el mundo! ¡Escapemos de una cristiandad que se ha casado con el mundo, que ha
tomado sus grandezas para imitarlas! ¡Escapemos de allí! ¿Quiere usted hacerlo? ¡Venga a
Jesús ahora!

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013. El secreto espiritual de George Müller


Un testimonio acerca de cómo cultivar una sana y feliz relación con el Señor
cada día.

El secreto espiritual de George Müller


Mientras estaba enNailsworth, agradó al Señor enseñarme una verdad –con independencia de la
mediación humana, hasta donde alcanzo a entender– cuyo beneficio no he perdido, aunque han
pasado más de cuarenta años desde entonces.

La cuestión es la siguiente: Vi con mayor claridad que nunca que la tarea principal y mayor a la
que debía atender cada día era mantener mi alma feliz en el Señor. La primera cosa por la que
preocuparme no era cuánto podía servir al Señor o cómo podía glorificar al Señor, sino cómo
podía mantener mi alma en un estado de felicidad y cómo podía alimentar mi hombre interior.
Porque podía pretender mostrar la verdad a los inconversos, ser de ayuda para los creyentes,
liberar a los afligidos, buscar otras maneras de comportarme como hijo de Dios en este mundo y,
no obstante, si no era feliz en el Señor y no me alimentaba y me fortalecía en mi hombre interior
día tras día, no estaría ocupándome de todas esas cosas con un espíritu correcto.

Anteriormente, mi costumbre había sido, al menos durante los diez años previos, entregarme a la
oración como algo habitual después de vestirme por las mañanas. Ahora vi que lo más
importante que tenía que hacer era entregarme a la lectura de la Palabra de Dios y a la
meditación de la misma, para que mi corazón fuera consolado, animado, advertido, reprobado,
instruido; y así, al meditar, mi corazón podría ser llevado a experimentar la comunión con el
Señor. Por tanto, comencé a meditar leyendo en el Nuevo Testamento desde el principio,
temprano por la mañana.

Lo primero que hacía después de pedir con pocas palabras la bendición del Señor sobre su
preciosa Palabra, era comenzar a meditar en la Palabra de Dios, buscando en cada versículo
extraer alguna bendición no para el ministerio público de la Palabra, ni para predicar sobre lo que
había meditado, sino para obtener alimento para mi propia alma. El resultado que he encontrado
casi siempre es el siguiente: que después de unos minutos mi alma ha sido llevada a la
confesión, a la gratitud, a la intercesión o a la súplica; por lo que, aunque no me había propuesto
darme a la oración, sino a la meditación, casi inmediatamente me volvía más o menos a la
oración.

Cuando había permanecido durante unos instantes confesando, intercediendo, suplicando, o


dando gracias, continuaba con las siguientes palabras, o con otro versículo, volviendo a la
oración por mí o por otros, según me guiara la Palabra; pero siempre manteniendo ante mí
continuamente ese alimento para mi propia alma como el objeto de mi meditación. El resultado
de esto es que siempre hay gran parte de confesión, gratitud, súplica o intercesión mezcladas
con mi meditación y que mi hombre interior casi invariablemente es aun sensiblemente
alimentado y fortalecido. Así, para la hora del desayuno, con raras excepciones, estoy en un
estado de paz, cuando no de alegría, en mi corazón. Así también, el Señor se agrada en
comunicarme aquello que, poco después, encuentro para alimentar a otros creyentes, aunque la
intención al entregarme a la meditación no fuera buscar algo para el ministerio público de la
Palabra, sino obtener provecho para mi propio hombre interior.

La diferencia entre lo que hacía anteriormente y lo que hago ahora es la siguiente: Antes, cuando
me levantaba, comenzaba a orar lo más pronto posible, y por lo general invertía todo o caso todo
mi tiempo hasta la hora del desayuno en oración. Todas las cosas las comenzaba
invariablemente con oración ... Pero ¿cuál era el resultado? A menudo utilizaba un cuarto de
hora, o media hora, o hasta una hora de rodillas antes de ser consciente de recibir consuelo,
ánimo, humillación de mi alma, etc., y, a menudo, después de haber sufrido mucho porque mi
mente volaba de un sitio a otro durante los diez primeros minutos o un cuarto de hora, o incluso
media hora, cuando de verdad comenzaba a orar.

Ahora rara vez me pasa esto. Porque mi corazón se alimenta de la verdad y es llevado a
experimentar comunión con Dios. Hablo a mi Padre y a mi Amigo (a pesar de ser yo pecador e
indigno de ello) acerca de las cosas que ha puesto delante de mí en su preciosa Palabra.

Ahora me sorprende que no viera esto antes. En ningún libro había leído acerca de ello. Ningún
predicador me lo sugirió. Ninguna conversación con algún hermano me animó a hacerlo. Y sin
embargo ahora, desde que Dios me enseñó esto, para mí lo más claro es que lo primero que el
hijo de Dios tiene que hacer mañana tras mañana es obtener alimento para su hombre interior.

Como el hombre exterior no está capacitado para trabajar durante mucho tiempo a no ser que se
alimente, e igual que ésta es una de las primeras cosas que hacemos por la mañana, lo mismo
debería ocurrir con el hombre interior. Debemos proporcionarle alimento en la medida en que
pueda cada uno. Pero ¿cuál es el alimento para el hombre interior? No la oración, sino la
Palabra de Dios; y aquí de nuevo no la simple lectura de la Palabra de Dios, de manera que sólo
pase de largo por nuestra mente, como el agua corre por la cañería, sino considerando lo que
leemos, meditando en ello y aplicándolo a nuestros corazones ...

Insisto en forma especial en esto debido al inmenso provecho espiritual y refrigerio que soy
consciente de haber recibido yo mismo, y suplico afectuosa y solemnemente a todos mis
compañeros creyentes que tengan esto en cuenta. Por medio de la bendición de Dios, atribuyo a
esto la ayuda y fuerza que he recibido de él para pasar con paz por profundas pruebas de
diversas formas que nunca antes había experimentado; y después de unos cuarenta años
utilizando esta fórmula, puedo recomendarla con mayor conocimiento en el temor de Dios. ¡Qué
diferentes son las cosas cuando el alma encuentra refrigerio y felicidad temprano por la mañana,
de cuando, sin preparación espiritual, nos adentramos en el servicio, las pruebas y las
tentaciones del día!
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014. La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo


Capítulo 1
La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo

Lectura: Colosenses 1:9-29

La cláusula en el versículo 13 de Colosenses 1 representa ampliamente lo que hay en mi


corazón durante este tiempo: "el Hijo de su amor" (1); de ello resulta la posición que Cristo ocupa
conforme a la voluntad del Padre: "Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten", y en todas las cosas tiene la preeminencia: por lo cual "Cristo en vosotros, (es) la
esperanza de gloria". Podemos sintetizar todo esto en la frase: "La Centralidad y Supremacía del
Señor Jesucristo", y en ello ocupar íntegramente no sólo el tiempo presente, sino el resto de
nuestras vidas.

Entonces es a la centralidad y supremacía del Hijo de Su amor a lo que nos vamos a abocar
mientras el Señor nos permita. La Palabra de Dios trae a la vista cuatro esferas en que ese
pensamiento y propósito de Dios concernientes al Hijo de su amor serán comprendidos. Está la
esfera de la propia vida individual del creyente; en segundo término, la esfera de la Iglesia que
es su Cuerpo; en tercer lugar, la esfera de los reinos de este mundo, las naciones de la tierra; y
en cuarto lugar, Él como el ser central y supremo en el universo entero, el cielo y la tierra y lo
que está debajo de la tierra.

Nosotros no seremos capaces, en este tiempo, de alcanzar todas esas esferas y ver lo que la
Palabra de Dios tiene que decir sobre el Señor Jesús en relación con ellas, pero el Señor nos
capacitará por lo menos en el conocimiento de una o dos de ellas. Pero antes, le recuerdo esto:

La centralidad y supremacía del Señor Jesús son el eje y la llave de todas las Escrituras

Naturalmente, el Señor Jesús mismo nos lo dice en Lucas 24. Allí le encontramos citando a
Moisés, los Salmos, y todos los profetas, y lo que dicen concerniente a Él. Dondequiera que
leamos la Palabra de Dios, la interrogante que siempre debe estar en nuestras mentes es "¿Qué
tiene esto que ver con Cristo?". Si usted trae esa pregunta a su lectura de la Palabra de Dios,
dondequiera que usted lea (y esto no es dicho sin entendimiento) conseguirá una nueva
comprensión de la Palabra, usted hallará un nuevo valor en su lectura, porque las Escrituras
-todas las Escrituras- hablan de Él. Aunque usted a veces pueda tener dificultades escudriñando,
todavía Él está allí. El propósito final de todas las partes de la Palabra de Dios es remitirnos a
Cristo.

Usted no debe leer la Palabra de Dios como historia, narración, profecía, o como sólo un tema
en sí mismo sin hacerse siempre la pregunta: "¿Qué tiene esto que ver con Cristo?", y hasta que
pueda hallar esa relación con Cristo, usted no ha encontrado la llave. Usted probablemente
estará pensando en ciertas porciones difíciles de la Escritura. Pensará probablemente en el Libro
de Proverbios, y dirá: "¿Qué relación hay aquí con Cristo?" Una sencilla sugerencia iluminará
ese libro en seguida: Dondequiera que usted leyó la palabra Sabiduría, ponga a 'Cristo' en lugar
de 'Sabiduría'. Usted ha transformado el libro y captado su esencia, y eso es totalmente legítimo,
apropiado, correcto, y la lectura se lo demostrará. Él es la Sabiduría de Dios, el Logos Eterno.
Bien, sólo de pasada mencionamos esto porque lo que nosotros hemos de ver es la centralidad y
universalidad del Señor Jesús, y Él está, por la voluntad divina, en el centro de todo en el
universo, de cada fase y cada aspecto, y Él es su explicación.

También lo es la explicación de la Encarnación

No sólo es verdadero esto acerca de las Escrituras, sino que lo es también respecto del objeto y
explicación de su propia encarnación. Cuando usted está estudiando la persona, la vida y la obra
del Señor Jesús, debe haber una búsqueda divina en su corazón, y esa búsqueda debe apuntar
a los rasgos que sugieren su universalidad. Al acercarse de nuevo a la lectura de la vida del
Señor Jesús con este pensamiento, usted no querrá un simple estudio utilitario de la Biblia, sino
verá que su horizonte se amplía y se agranda su propio corazón, haciéndole sentir la maravilla
de Cristo.

Buscando esos rasgos de su universalidad no tendrá que ir muy lejos para encontrarlos. Ellos
pueden remontarse a las profecías sobre su encarnación o puede hallarlos en la anunciación;
pueden estar en las palabras de su precursor o bien en su nacimiento, con todas sus
asociaciones e incidentes. El universo está allí. También están esos rasgos en su circuncisión.
En la luz del resto de las Escrituras (que son ahora nuestras en el Nuevo Testamento) usted
encontrará que hay rasgos universales incluso en su circuncisión, o en su presentación en el
templo. También están en su visita a Jerusalén, en su bautismo, su ungimiento, su tentación, su
enseñanza, sus obras, su transfiguración, su pasión, su muerte, su resurrección, su ascensión,
su envío del Espíritu, su actividad presente, y su segunda venida. Lo que es universal está a la
vista. Cada una de estas cosas está marcada por los rasgos universales, que se extienden hasta
los mismos límites del universo y abrazan todas las edades, las eternidades y todos los reinos.
Este no nos es un terreno desconocido, pero lo reiteramos para refrescar en nuestra mente la
manera en que debemos considerar al Señor Jesús.

No estamos intentando hacerlo más grande de lo que Él es, sino de entender sus dimensiones
reales; y la necesidad del pueblo de Dios es tener una nueva comprensión de la grandeza de su
Cristo, una nueva apreciación del amado Hijo de Dios -y cuán poderoso, majestuoso, glorioso,
maravilloso Hijo es Él- y entonces recordar que el Hijo nos fue dado a nosotros. Esto nos
fortalecerá, nos dará crecimiento, y hará grandes cosas en nuestro caminar.

La centralidad y supremacía de Cristo en la vida del creyente

Viniendo ahora a las aplicaciones más específicas de esta universalidad, a las esferas de su
centralidad y supremacía ya mencionadas, consideramos primero su centralidad y supremacía
en la vida del creyente. Permítanos mirar de nuevo esta palabra: "Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria". Usted notará en el contexto que el primer capítulo de la carta de
Colosenses nos lleva en seguida a la mente y el corazón de Dios antes de que el mundo fuera, y
nos muestra qué está pasando en la mente y corazón del Padre en relación con Su Hijo.

Esto es llamado "el misterio", es decir, el secreto divino. Es impresionante ver que antes de que
cualquier actividad creativa comenzara, Dios estaba atesorando un secreto en su corazón. El
Padre tenía un secreto, algo que Él no había mostrado a nadie, ni dicho a nadie; un secreto
acariciado, relacionado con Su Hijo. Fuera del secreto de su corazón, que involucraba a Su Hijo,
en cada actividad suya a través de las edades, Él estaba ocupado de muchas formas, trabajando
con su secreto, envolviéndolo en esas muchas actividades, en esas muchas formas y maneras
de su autoexpresión. Nunca revelándolo, nunca proclamando lo que estaba en su corazón pese
a sus muchas palabras, sino escondiéndolo, ocultándolo dentro de símbolos y tipos y muchas
cosas. Todas ellas envolvieron un secreto, "el misterio".

Entonces a, la distancia, en la consumación, al final de estos tiempos, Él envió a su Hijo, el Hijo


de su amor. Entonces, por la revelación del Espíritu Santo, Él se agradó en dar a conocer el
misterio, contento de descubrir el secreto. Y el primer capítulo de la carta a los Colosenses
señala el acto incomparable, sin parangón, de quitar el velo del secreto del corazón de Dios
acerca del Hijo de su amor.

Léalo de nuevo, cada fragmento: ése era el secreto de Dios. Todo se resume en esto: "Para que
en todo tenga la preeminencia". "En TODAS las cosas"; y entonces -y esto me maravilla; es algo
que va más allá de nuestro entendimiento- todo ello, el secreto eterno del corazón de Dios en su
poderosa manifestación, era tener el principio de su realización dentro del corazón individual de
un creyente. En cuanto se refiere a la realización actual y práctica del misterio, el secreto de
Dios, éste comienza dentro del corazón del creyente individual. Este misterio es: "Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria". Este secreto de Dios, lo que Dios ha tenido en su corazón
desde la eternidad es: "Cristo en vosotros". Quiero enfatizarlo una vez más. Este secreto estaba
en el corazón de Dios desde la eternidad, para ser puesto a su tiempo en nuestros corazones. Lo
que estaba en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo, tiene su comienzo en la
recepción de Cristo en el corazón del creyente individual mediante la fe.

Pero éste no es el fin, es el principio. Lo que seguirá será la Iglesia, que es su Cuerpo. Esto se
ha previsto y está completo en el pensamiento eterno, pero seguirá a la recepción de Cristo por
los creyentes individuales.

Pero la Iglesia que es su Cuerpo tampoco es el fin. Será el centro de otra esfera: los reinos de
este mundo, las naciones que caminarán en su luz. Y entonces de nuevo, ése no será el fin, sino
que se extenderá al universo entero. No sólo la humanidad glorificada, sino los ejércitos
celestiales andarán en su luz.

Pero regresemos al individuo...

Dios empieza en el interior. Pablo tiene mucho que decir al creyente sobre este pensamiento
eterno acerca de Cristo y Su centralidad. Concerniente a esta materia, él nos habla
extensamente de su propia vida y su propia aspiración espiritual. Hasta donde puedo ver, él
reúne todo en cinco aspectos principales: la revelación interior de Cristo, Cristo viviendo en el
interior, la formación interior de Cristo, la habitación interior de Cristo, y la consumación de Cristo
en el interior.

I. La revelación interior de Cristo

Primeramente, la revelación interior de Cristo. Nos referimos a Gálatas 1:15,16. Regresamos al


versículo 12 y vemos lo que significa: "Porque yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino
por revelación de Jesucristo". "...agradó a Dios ... revelar a su Hijo en mí, para que yo le
predicase entre los gentiles". Esto representa el lado interno de la experiencia del camino de
Damasco. Hubo un suceso objetivo, externo. Hubo un lado interno en cual Pablo entró porque
esto ya había entrado en él, y creo que ese lado interior no estuvo confinado al momento
-probablemente muy fugaz- en que la luz del cielo sobrepasó el resplandor del sol. La fase
interior continuó al menos durante tres días.

Pablo anduvo tres días ciego, no viendo nada, y sin embargo todavía viendo. Observe la
secuencia: "cuando agradó Dios ... revelar a su Hijo en mí ... (inmediatamente)". Y si usted
vuelve a Hechos 9 encontrará que al final de los tres días, cuando Ananías puso sus manos
sobre él y recuperó su visión natural, había una revelación dada en lo íntimo: había sido quitado
el velo de Jesucristo. Agradó a Dios revelar a Su Hijo en él. Nunca sabremos cuánto significaron
esos tres días para Saulo. Fueron tres días poderosos, tremendos, terribles. Él estaba viendo al
Señor Jesús interiormente, y apenas le hubo visto así, predicó que Jesús es el Hijo de Dios.
Inmediatamente.
Amados, para nosotros este principio de la revelación interior de Jesucristo es tan válido como lo
fue para Pablo. Nuestras vidas como hijos de Dios están constituidas por eso, y todo lo que
somos y hacemos está fundado en esa revelación interior que ha resultado en Su centralidad y
supremacía en nosotros. Es así incluso para las personas religiosas -como lo era ampliamente
Saulo.

A menudo hay una reacción mental cuando hablamos de la conversión de Pablo y la naturaleza
radical de ella: "Sí, bien, nosotros nunca hemos tenido tal experiencia; Dios nunca nos ha hecho
lo que Él hizo a Saulo de Tarso; por consiguiente, no puede esperarse lo mismo de nosotros, y
esto no puede ser básico en nuestras vidas". Ahora, a pesar de tal actitud mental, queremos
reafirmar que usted y yo nunca seremos siervos del Señor con una vida espiritual real y efectiva
más allá de la medida de nuestra aprehensión interior del Señor Jesús. Esto es fundamental.

Muchos no han tenido una celosa revelación o conocimiento del Señor Jesús porque ellos
mismos no son celosos en nada. Saulo de Tarso era celoso y el Señor le halló en su propia
base, sobre su propio terreno, y porque él era tan celoso, el Señor fue celoso con él. "Y severo
serás para con el perverso". Y el Señor lo hizo. Si Ud. y yo somos más o menos descuidados
sobre cosas espirituales el Señor nos hallará sobre aquel terreno, y nunca llegaremos a ninguna
parte; pero cuando lleguemos al punto de estar quemados hasta la última onza en los intereses
del Señor, aunque podamos estar equivocados, sin embargo, Dios nos hallará completamente
sobre aquel terreno.

¿No es verdad que con muchos el Señor ha tenido que traerles al lugar donde esto era un
asunto de desesperación, la vida o la muerte que cuelga sobre un conocimiento nuevo de Él? Él
no ha podido darles esa revelación interior hasta que no habría más vida para ellos sino por un
conocimiento nuevo del Señor. Ellos no desearon vivir si el Señor no les viniera de un modo
nuevo. Pienso que el Señor muy a menudo trabaja para provocar esto. Bien, aun para personas
religiosas este principio se sostiene; todo depende, no de nuestra religión, no de nuestro celo
religioso, sino de la revelación interior de Jesús Cristo, el Hijo del amor de Dios. Cristo trae el
resplandor de la gloria de Dios a nuestros corazones, dice el apóstol, así como Moisés traía en
su rostro la gloria de Dios desde el monte al campamento. Esa gloria de Dios le hizo Dios para el
pueblo, porque el Señor dijo: "...y él te será a ti en lugar de boca, y tu serás para el en lugar de
Dios". De un modo más verdadero, absoluto, y esencial, Jesús trae el resplandor de la gloria de
Dios a nuestros corazones. "Porque Dios ... es el que resplandeció en nuestros corazones, para
la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo".

Todo probado por esta revelación interior

"... para que yo le predicase". Todo depende de eso. "... agradó a Dios ... revelar a su Hijo en mí,
para que yo le predicase", o proclamase a Él. El pronombre subrayado va al corazón de todo,
interroga todo, otorga el valor a todo: ¡Él! Desde el día de Pablo, mucha de la actividad cristiana
ha sido promover un movimiento, difundir una enseñanza, llevar adelante los intereses de una
institución. Pero el propósito de Dios no es establecer un movimiento en la tierra y conseguir
seguidores, adherentes, miembros, apoyo. No es una institución, aunque nosotros podríamos
llamar a esa institución la Iglesia.

La Iglesia no tiene existencia en el pensamiento de Dios aparte de la revelación de Jesucristo, y


se juzga según la medida en que el Hijo del amor de Dios es evidente en su existencia. No es un
testimonio, si por eso usted quiere decir una forma específica de enseñar, una doctrina
sistematizada. No, no es un testimonio. Examinemos lo que queremos decir cuando hablamos
sobre "el testimonio". Podemos tener en nuestras mentes algún arreglo de verdad, y esa verdad
contenida en ciertas formas de palabras, y así hablar sobre "el testimonio"; no es eso el
testimonio. No es la denominación, ni la "no denominación", ni la "interdenominación". No es la
cristiandad. No es "la obra". Oh, nosotros siempre estamos hablando sobre "la obra". "¿Cómo va
la obra?" "Estamos entregados a la obra, interesados en la obra...". No es una misión.
Es Cristo. "... para que yo le predicase". Si esta verdad hubiera permanecido central y
preeminente, todos los terribles celos desintegradores nunca habrían tenido una oportunidad; la
lamentable confusión que hoy reina en la cristiandad nunca habría sido tal. Es porque algo
específico en sí mismo -un movimiento, una misión, una enseñanza, un testimonio, una
comunión- han tomado el lugar de Cristo. Las personas han ido más allá, para proyectar aquello,
para establecer lo otro. No se confesaría, no obstante es verdad, que hoy no es tanto el énfasis
en Cristo como en nuestra obra.

Ahora, amados, una revelación interior es la cura para todo eso, y todo eso- ¿Estoy diciendo
algo muy duro, algo demasiado amplio? - la existencia de todo ello representa la ausencia de
una revelación interior adecuada de Cristo. Si Cristo, el Hijo del amor de Dios, es central y
supremo en el corazón del creyente, todo lo demás se desmoronará. Las cosas que dividen se
esfumarán en tanto que no son controversias con el Señor. Las controversias con Dios dividirán,
pero esas cosas artificiales resultantes de la actividad del hombre y su proyección de sí mismo,
su intromisión en los intereses de Dios, son cosas que no pueden morar donde hay una
revelación interior plena del Señor Jesús.

Estas dos cosas están ante nosotros: por una parte, a causa de la revelación de Jesucristo en
nuestro corazón nosotros tenemos una pasión por Él; por otro lado, debido a la ausencia de una
revelación plena de Cristo en nuestros corazones nos abocamos a otras cosas que nosotros
diríamos estaban en Sus intereses, y para Él, pero que nunca pueden satisfacer el corazón de
Dios. Es la satisfacción del corazón del Padre lo que está en la mira.

El secreto eterno de Dios

Desde la eternidad Dios tenía un secreto en su corazón. Yo digo un "secreto del corazón" porque
este término, esta designación, "el Hijo de Su amor" está asociada con el misterio, el secreto. No
era que Dios estaba intentando hacer a su Hijo un representante, un portavoz, en un sentido
oficial. No era alguna actividad (me perdona si parece irreverente) del gran administrador del
universo buscando promover a alguien en quien él tenía algún interés. No, era el Hijo de Su
amor. Su corazón estaba involucrado en ello, y había un secreto en su corazón concerniente a
su Hijo: Él es el amado del Padre.

Estudie las referencias al Señor Jesús desde el lado divino, la revelación del corazón de Dios
acerca de Cristo, y tendrá usted una nueva apreciación de lo que estamos diciendo.

El Señor Jesús, en la parábola de los labradores malvados, dice: "Finalmente, les envió a su
hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo". ¿Por qué ellos deben reverenciar a Su Hijo? Porque Él
era el Hijo del Padre. Debido a Aquél de quien él era Hijo, debido a la relación. Ellos trataron mal
a todos los sirvientes, pero con la venida del Hijo ciertamente cambiarán su actitud; ciertamente
ellos le reverenciarán, le respetarán, le honrarán. Y fue porque ellos dijeron: "Éste es el
heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad", debido a su rechazo absoluto
-rechazo de los derechos de Dios representado por Su Hijo- que fue pronunciado sobre ellos tan
grande juicio.

Bien, es el Hijo del amor de Dios, la satisfacción plena del corazón de Dios, ese secreto eterno
de su corazón. Eso queda bajo lo que nosotros somos y todo lo que hacemos. Nosotros somos
los creyentes en la posición de "Cristo en vosotros". "Cristo en vosotros" representa la
realización de los propósitos del corazón de Dios, es su manera de manifestar lo que estaba en
su corazón en la eternidad pasada, "Cristo en vosotros." Podemos decir que Dios nunca puede
cumplir el deseo de su corazón concerniente a su Hijo, sino cuando hay creyentes que reciben a
Cristo en sus corazones. Por consiguiente, no está convirtiendo a las personas al cristianismo, o
consiguiendo seguidores de un movimiento; es Cristo recibido, la satisfacción de Dios.
Entonces, cuando hemos recibido a Cristo, todo lo que hacemos en relación a él, todo aquello en
que tenemos una voz o una influencia, cualquier participación que tomemos en los intereses del
Señor, debe ser siempre total y absolutamente para la expresión y revelación de Cristo. Ninguna
asamblea, ninguna iglesia, ningún movimiento, ningún testimonio, ninguna comunión, justifica su
existencia desde el punto de vista de Dios, excepto en la medida en que Cristo se expresa por
ellos.

Amados, estamos hablando sobre el individuo. Ni usted ni yo estamos justificados declarando


ser cristianos, excepto en la medida en que Cristo se manifiesta en usted, en mí; y toda la fuerza
y el peso y el ingenio del infierno están en contra de esto. Los creyentes tienen más para
disuadirles a ser semejantes a Cristo que cualquier otro en este mundo. Los creyentes reciben
muchos más ataques para confundirles y hacerles traicionar a Cristo que ninguno. El infierno no
podría estar más en contra de la revelación de Jesucristo. Todo empieza con esto: la revelación
interior de Cristo.

Debemos tener muy presente esta revelación en nuestros corazones, en su doble expresión: en
la vida y el servicio. "Para qué estoy aquí? ¿Por qué llevo el Nombre de Cristo? ¿Cuál es el
significado de mi ser en relación al Señor? ¿Cuál es el propósito en mi salvación?" La respuesta
es: No mi satisfacción, no mi gratificación, no mi salvación como fin en sí misma, sino la
revelación de Jesucristo, la realización de Su centralidad y supremacía según el deseo del
Padre. Y en segundo lugar, la pregunta es: "¿Para qué voy a trabajar? ¿Para intentar establecer
alguna sociedad, alguna denominación, algún grupo no denominacional, para propagar una
enseñanza, o una interpretación, o un sistema de verdad? ¿Estoy consagrado a alguna cosa así,
o es a afianzar la absoluta centralidad y supremacía del Señor Jesús?" Cualquiera cosa que
nosotros podamos decir, nunca podrá superar a ésta, empezamos y acabamos allí. Cristo es el
principio y Cristo es el fin, la A y la Z, el Alfa y Omega.

Debemos relacionarnos seriamente con el Señor sobre una nueva comprensión interior y
apreciación del Señor Jesús. Es la única vía de liberación de toda indignidad y de cosas con que
podamos estar asociados. Es: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria", y la única esperanza
de gloria. Y si no es así, ciertamente llevará vergüenza y no gloria.

El Señor escriba estas reflexiones profundamente en nuestros corazones por causa de Su


Nombre.

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014.b. La centralidad y supremacía del Señor Jesucristo II


Capítulo 2
La centralidad y supremacía de Cristo para el creyente individual
(continuación)

Seguimos ahora con el segundo de los aspectos de "Cristo en vosotros", y nos hallamos con las
conocidas palabras de Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual
me amó y se entregó a sí mismo por mí".

2. Cristo, la vida interior


Tenemos la primera revelación de Cristo en nuestro corazón; después la vida interior de Cristo
en nosotros.

Es importante que no sólo sepamos la realidad de que Cristo mora en nosotros, no solamente
que Cristo está dentro nuestro, viviendo. Esto conlleva algo más que todo esto: que la vida
misma del creyente es Cristo. Él debe ser supremo y el centro en nuestra vida, y Él es nuestra
vida sólo en la medida en que él es todo y centro, ni más ni menos. Pero queremos entender de
qué forma Cristo en nosotros pasa a ser la vida del creyente. La carta a los Gálatas nos ayuda a
entenderlo.

No deseo ser demasiado doctrinal ni teológico, pero siento que en cuanto a las doctrinas de la
gracia, el pueblo de Dios debe de tener claridad. Por esto les pido que por un momento
consideremos el fondo de la declaración que tenemos ante nosotros.

Hablamos mucho acerca de Cristo siendo nuestra vida, y decimos cosas al respecto, que él es
nuestra vida misma. Usamos otra parte de la Escritura que no tiene exactamente el mismo
alcance: "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, también vosotros ...". El principio de Cristo
nuestra vida es el mismo, pero el trasfondo es más que sólo eso. No es solamente que Cristo es
la energía vital para nosotros lo que llamamos vida; por cierto, él es eso; él es vida; el Espíritu
Santo es el Espíritu de vida en nosotros, pero aquí esto se entiende por el contexto y se le da un
sentido más profundo. Si miran los versículos siguientes verán que lo que declara el apóstol
representa un cambio.

Esta epístola, como ya lo saben, trata con el legalismo en que los creyentes gálatas habían
caído, por lo que habían sido subyugados, atacados y engañados. Notarán cómo comienza el
capítulo 3: "Oh gálatas insensatos, ¿quién os hechizó?", literalmente, ¿quién les tendió este
hechizo a vosotros? Habían caído bajo un encantamiento, y era el hechizo de un legalismo falso.
Ahora lo que Pablo está diciendo en el v. 20 representa un cambio. Pablo había vivido en días
pasados guardando la ley. Su posición como judío era que bajo la ley el hombre tenía que vivir
por ella. La ley era: "No harás", y "Harás". Cuando se cumplía con estas dos partes y se evitaba
y obedecían los "No harás", entonces era guardada la vida del hombre por Dios. Si un hombre
deseaba vivir y alargar sus días sobre la tierra debía cumplir la ley, por lo que vivía aferrándose a
la ley, la ley de los mandamientos.

Y conocemos aun de uno como Saulo de Tarso que guardaba estrictamente la ley, que era una
carga inmensa, y representaba siempre muerte y condenación. Era como la espada de
Damocles siempre a punto de caer sobre uno. Un soplo de desviación y morirás; venías a
condenación, juicio y muerte. Y las observancias relacionadas con la purificación y perfecta
comunión con Dios jamás tocaban por un instante la conciencia, el corazón. Eran, como
podríamos decir, meras conveniencias momentáneas, eran sólo externas, y siempre quedaba la
sensación interna de que algo faltaba. Pero Saulo había vivido guardando la ley, toda su vida
aguantó la ley con toda su carga, cansancio, todas sus amenazas, juicios, condenación, y esa
sombra de muerte siempre presente. Esa fue su vida anterior.

Ahora, no se halló a nadie - como lo deja muy en claro Pablo en los primeros capítulos de
Romanos - que de su propia naturaleza satisficiera a Dios, perfectamente en todos los puntos y
requerimientos de su ley divina. Todos habían quebrado, habían fallado, y no se encontró en
ningún hombre justicia, rectitud de corazón. Jamás podría satisfacerse a Dios con una justicia
externa que no era innata en él, una justicia como teórica y no práctica, y jamás se había hallado
a un hombre justo de verdad, y toda la raza humana es incluida en la propia declaración de
Pablo sobre él mismo, con toda su justicia ceremonial: "Porque sé que en mí, esto es en mi
carne, no mora el bien".

La vida justificada en Cristo


Ahora, Cristo, el único que podía y pudo cumplir la ley hasta la última letra, porque dentro él era
recto y justo y satisfizo a Dios, no de manera externa, ceremonial, teórica, sino siendo "el justo",
sin pecado, había cumplido la ley en sí mismo interiormente y la quitó de en medio. Cristo la
quitó de en medio pues en él mismo la cumplió, e introduce una dispensación nueva, no de la
ley, sino de la gracia.

El introdujo un régimen nuevo, donde no se gobierna por los mandatos de "No harás" y "Si
hicieres esto o aquello". No un sistema de gobierno legalista sistematizado, sino uno de gracia, y
la nueva dispensación es la de la fe en Cristo; la fe en Cristo como uno que satisfizo toda
demanda que alguna vez Dios pudiere haberle pedido al hombre, y había satisfecho a Dios a
favor del hombre. Todos los que creen en él son representados y reunidos, y con los que así
actúan por causa de Él Dios está satisfecho. El produjo la justificación que Dios demandaba al
hombre y Dios queda satisfecho. El como hombre para el hombre la consigue y Dios queda
totalmente feliz y satisfecho.

Ahora que el Padre quedó completamente satisfecho en toda la materia de la justificación, por
Cristo, y él vive dentro del creyente, de manera que el creyente en Cristo tiene su justicia, y Dios
está conforme. Ahora el creyente no es un poco más justo que antes, sino que el Justo mora
dentro de él. Dios no nos mira a nosotros. Él ve a su Hijo en nosotros, así que ahora Cristo vive
en nosotros, y Pablo dice: "Ahora ya no vivo asiéndome a la ley de mandamientos, sino a Cristo,
y lo que me sujeta a Cristo es la fe." "Y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de
Dios". Estoy tomado a él por la fe, y por eso vivo. No hay entonces ninguna condenación, por lo
tanto, no hay muerte, porque está la justificación, y donde hay justificación no hay condenación.

No hay ningún pecado en él y no habiendo pecado en él, la muerte y el juicio no tienen poder, no
hay relación entre ellos. Él está en nosotros, por lo cual él es el que tiene el poder de una vida
indestructible e inexpugnable. "Yo vivo asido por la fe a él" ¿Cómo? Diciéndole al acusador
cuando viene con un cargo a mi puerta para tratar de condenarme y matarme: "Cristo es mi
justicia". Cuando ataca el acusador con dardo fiero y dice: "Estás desagradando al Padre"
(siempre que no estés voluntariamente en pecado, cometiendo a sabiendas algo que sí
desagrada al Señor, y el enemigo me hace sentir que estoy desagradando y querrá derrotarme),
yo le contesto: "Cristo satisfizo al Padre por mí, está en mí, el Padre está agradado con él y él
vive en mí.", y si por la fe me aferro a él, ligado a él, vivo en vez de morir, triunfo en vez de caer
en condenación, y de este modo en mí es la vida, la vida que yo vivo. Viviremos triunfantes no
luchando contra el pecado, no tratando de vencer al acusador en nuestras palabras y en nuestro
terreno, sino que por la fe presentándole y aferrándonos a Cristo en nosotros.

Cristo es el que agrada al Padre en nuestro corazón. ¿Qué más necesitas? Y la fe te sujeta a él,
la satisfacción de Dios. "Con Cristo he sido juntamente crucificado" ¿Para qué entonces me saca
a relucir: "Y ya no vivo yo"? ¿Para qué trata de cargarme con cosas? "El que murió fue
justificado del pecado" ... pero Cristo vive en mí". Si puedes acusarlo de un pecado a él, o le
puedes acusar a él de pecado, entonces no habría esperanza para mí, puesto que él es para el
Padre todo lo que requiere de mí, y yo por fe mantengo fuerte el vínculo de lo que él es para el
Padre por mí. Yo vivo; no muero. Vivo, él es mi vida, y es por eso que él pasa a ser mi vida.

Es, como puedes ver, algo más que considerando a Cristo como energía vital interior para
mantenernos vivos. Hay un trasfondo más grande para todo esto. Reúne todo lo que en su
persona Cristo es para el Padre, y toda la obra en la cruz de él para satisfacer al Padre, y ésta es
la porción dentro que se nos da a nosotros, y se une a esto la fe que la mantiene ligada, y
vivimos. "Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí".

Se ha puesto en forma restringida una gran parte de la Palabra de Dios, pero siento que
debemos abordarlo. Lo que está en juego es devolverle al Señor Jesucristo su lugar de
supremacía y centro como nuestra vida, y sólo e este lugar es que vivimos. Vivimos en Cristo.
Cristo es el sentido de nuestra vida. ¡Oh, respóndele al acusador con Cristo!
La "coraza de justicia" está dicha en forma de metáfora, una ilustración para entender esta
verdad. La coraza de justicia es Cristo. El es el Justo, él se tornó nuestra justicia, y sea para bien
o para mal, no sirve tratar con el enemigo en nosotros mismos, debemos atacarlo con (en)
Cristo, responderle con Cristo cada vez.

Y si el Padre tiene altas demandas, él ha preparado todo lo que necesita en su Hijo, y él nos dice
a nosotros: "Lo único que pido es que traigan ambas manos llenas de mi Hijo; ambas manos
llenas de él en su perfección; eso sólo me satisface". Cristo es la centralidad y la supremacía en
el creyente, como la vida misma del creyente. Desearía que aprovecharan más del Señor Jesús.
Toda la fuerza de estas palabras es lo que él es en la mente de Dios, y si lo aprehendemos
amorosamente, no sólo como una doctrina lo recibimos con el corazón llegaremos a saber lo que
es la victoria, sabremos lo que es la llenura.

Amados, estoy convencido de que en la medida en que seamos seducidos con el Señor Jesús
mismo, venceremos, salvaremos los obstáculos como hijos de Dios, y nada puede sustituir esto,
lo que es Cristo.

3. Cristo formado en nosotros

Pasaremos al tercer aspecto del Cristo interior, la esperanza de gloria. Gálatas 4:19: "Hijitos
míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros".

Primero tenemos: Cristo revelado en nosotros


Segundo, Cristo la vida interior
Tercero, Cristo formado en nosotros

Ahora, aquí hay que separar, hay pasajes parecidos en Romanos 8, o uno que parece ser
similar. Contiene palabras casi como estas, pero no son de la misma naturaleza, aunque
apuntan a lo mismo. Dice así: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó, para que
fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo". Aquí el creyente está siendo conformado a la
imagen del Hijo de Dios. Esto es Cristo en nosotros. Hay parecidos, hay diferencias, y nosotros
nos ocuparemos de lo que dice en Gálatas por su valor y significado específico. Veamos toda la
carta a los gálatas. Traiga a la memoria el objetivo, vea por qué motivo el apóstol la escribió:
para corregir un error. En haber caído en este error, dejarse embrujar bajo esa maligna
fascinación se debió a su inmadurez espiritual. Estos creyentes no habían caminado como
debían con el Señor y por causa de una madurez en penumbras habían caído presos fácilmente
en todo el asunto. Ahora el apóstol escribiéndoles para corregir el error puso su dedo justo en la
raíz del asunto, en el punto mismo, y dice esto: "Esto es a causa de que no está bien aclarado
Cristo en vosotros."

Si entienden la metáfora se darán cuenta por qué lo dice. El v.19 tiene el énfasis en "formado" ...
"hasta que Cristo sea formado en vosotros". Es fuerte la palabra. Él está diciendo esto: "Sí;
Cristo está en ustedes puesto que son hijos de Dios y creen, pero es un Cristo mal definido, un
Cristo deforme, un Cristo de facciones no terminadas, y a causa de esto hay tanta debilidad y
tendencia a ser mal conducidos o engañados. El Cristo que ustedes tienen es uno que no ha
sido formado." ¿Ven? Esto es diferente a Romanos 8:29. Esto apunta al crecimiento progresivo
hasta llegar a la imagen de Cristo, el Hijo de Dios. Esto es lo que está ocurriendo. Somos
formados con castigo, por sufrimientos, tribulaciones, dolor, disciplina, por las cosas que el Señor
permite que nos sobrevengan. Esto nos está formando en la imagen de Cristo.

Esto ocurre a diario, pero no era lo que en este caso estaba sucediendo. Esto implica el que
Cristo sea claramente definido en nuestros corazones. Si ellos estaban confundidos, indefinidos,
pues no habían visto que "Cristo es el fin de la ley para lo que creen" que realmente Cristo
cortaba de una vez la Antigua dispensación de la Nueva, el viejo orden del nuevo. Cristo cumplió
toda la ley y la quitó de en medio. No se habían aferrado a una definición clara en sus corazones
por Cristo y como no se apropiaron de estos aspectos y significado de la persona y obra de
Cristo, fueron presa fácil para lo que se presentara. Ahora bien, hay muchos en el pueblo de
Dios como ellos. Son presa de todo tipo de cosas, pues no se han dado cuenta lo que significa e
implica 'Cristo formado en'.

La necesidad de una aprehensión clara de Cristo

¿Por qué tantos en el pueblo de Dios son azotados, turbados y atormentados por el acusador
haciéndolos mirarse adentro analizándose a sí mismos, ocupados siempre en sí mismos, tan
atados por ellos mismos que no son de utilidad para Dios y para otros? ¿Por qué? ¿Es que no se
han dado cuenta lo completo que es Cristo, que Cristo ha respondido por ellos a Dios en todo lo
que se requería, no lo han aprehendido por fe. Es la forma de liberación de nosotros mismos.
Esto es el yo subyugado a Cristo. Pero aun persisten en agradar a Dios y es una lucha terrible.
No han visto los claros rasgos de Cristo. Cristo no es formado en ellos. Él es (si se pudiera con
perdón) informe e indefinido morador. Es bastante difícil explicarse, pero espero entiendan lo que
trato de decir.

Al instante de aprehender claramente lo que implica que Cristo mora en nuestro corazón,
llegamos al lugar firme, al descanso, llegamos al lugar donde ningún legalista puede venir y
sacarnos o movernos. Es lo que Juan quería decir cuando escribía sobre los anticristos, y del
pueblo de Dios ,diciendo: "Me pregunto si esto es bueno, si es la verdad. Se parece mucho".
"Pero la unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que
nadie os enseñe" (1ª Juan 2:27). Por la unción sabes en tu interior si acaso el asunto es bueno o
malo. No se puede expresar en palabras, no siempre se puede analizar, ni ordenarlo, pero tienes
dentro de tu corazón un testimonio de que algo anda mal y debes tener cuidado. Es diferente
sospechar, tener prejuicios del testimonio en tu interior.

No trates de guiar tu mente en algo, no pienses que debes adoptar una actitud sospechosa y
cuestionar todo para guardarte, no entres en prejuicios por causa de tu seguridad. Si estás en el
Espíritu, puedes dar la cara y tener una mente abierta, puedes estar sin temor, la unción en ti te
enseñará; lo sabrás; puede que no lo puedas expresar, pero dirás: "Siento algo intangible en mi
corazón, yo sé."

Aquellas palabras se escribieron por causa de los anticristos, y de algo en que el pueblo de Dios
no estaban seguros: "La Unción os enseñará". Esto es, "Cristo formado en vosotros." Pablo dijo:
"Estoy preocupado, yo sufro trabajo y angustia por Uds. mis hermanos. Vuestro estado me
produce una gran preocupación, hasta que lleguen al lugar donde sea definido Cristo en vuestros
corazones, y sea formado, y ya no sea un Cristo deforme." Esto es el significado de Gálatas
4:19.

4. Cristo habitando en nosotros

Y ahora la cuarta parte, Efesios 3:17: "Para que Cristo habite por la fe en vuestros corazones ..."
v.18: "... y con todos los santos seáis capaces de comprender". "Que Cristo habite en vuestros
corazones por la fe". Este es un anticipo de todo lo demás. No se darán cuenta, pero es un
avance. Esto no está diciendo que Cristo podría habitar en tu corazón. Esto no está diciendo que
Cristo podría entrar en tu corazón. Esto no quiere decir que Cristo podría encontrar una morada
en tu corazón. Esto está diciendo: "Para que Cristo habite en tu corazón.", y la palabra griega es
"hacer morada", "establecerse" en tu corazón. Es más que un alojamiento, es algo más que sólo
venir y estar allí. No toda casa es un hogar.
Algunos se acordarán de lo que dijimos sobre Betania, y se acordarán cómo en la exposición de
nuestra meditación, vimos que Betania era lo contrario de "Cuando él vino". El Creador de todas
las cosas vino a los suyos, y los suyos no le recibieron, así que él declaró sobre su presencia en
esta tierra: "Las zorras tienen cuevas, y las aves sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene
dónde recostar su cabeza". Esa era su situación en el mundo. Pero él vino a Betania y volvió a
venir, y en un tiempo de mucha tensión para él, cuando los acontecimientos se precipitaban al
final y pesaban sobre él, se retiraba muchas veces a Betania. El único hogar que parecía tener
en esta tierra era Betania. Era porque encontraba reposo su corazón en Betania. Siempre había
allí alguien que "seguía oyéndolo".

Como lo señalamos, la traducción literal sobre María escuchándole es: "Ella seguía escuchando
su Palabra". El necesitaba alguien, él quería un corazón en el que pudiera derramar lo que
estaba en él y encontrar acogida y aprecio, y él lo halló en Betania, el mejor de los lugares. Era
su corazón que se satisfacía, puesto que era escuchado, respondido y le hacía sentir que era el
mayor de los privilegios tenerlo a él ahí. "Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones".
Somos muchas veces como Marta antes que cambiara (gracias a Dios que cambió, y el último
cuadro de Betania es Marta aún sirviendo, pero ha cambiado ahora. Las tareas domésticas no
son más importantes que las actividades espirituales. Se arreglaron los errores), como Marta
antes de la corrección, estamos haciendo tantas cosas para el Señor, cuando lo único que el
Señor desea es que lo escuchemos.

El nos diría muchas veces: "Sí, sé que quieres trabajar para mí, sé que lo haces para mí, sé que
tus razones son buenas, yo aprecio eso, pero oh!, si me dejaras una chance para hablarte
algunas cosas. Oh, si me dieras la oportunidad para hablarte sólo al corazón, para mostrarte lo
que no sabes, haría una gran diferencia."

He aquí la razón por la que somos llamados a un lado a veces. Él nos sacaría de la febril
actividad de los "muchos platos" a un lugar donde sería oído. Y cuánto mejor si le diéramos
nosotros la oportunidad, antes de que él tenga que hacerlo. Debemos correr el riesgo de ser
malinterpretados por no estar haciendo algo, así como María fue incomprendida.

A veces tememos que las personas piensen que estamos aflojando si nos apartamos un poco
con el Señor. Está bien, el Señor sabe. Pero atiende esto: él vendrá y hará morada donde él la
encuentre (y le acomode). Es más que tener a Cristo de alojado (Perdonen la forma de decirlo).
Es Cristo sintiéndose en casa y quedándose a morar allí. Pídele al Señor que aplique en ti en lo
que te hace falta ahora.

Ustedes, obreros tan ocupados, recuerden que todos sus trabajos no podrán ocupar en la mente
de Dios el lugar que anhela para hablarles muchas cosas al corazón. Vuestras actividades no
tendrán vitalidad a no ser que les den a él un tiempo para que les hable y él vea que es
correspondido en sus nuevas revelaciones.

5. Cristo glorificado en el creyente

Ahora finalmente en 2ª Tes. 1:10: "Cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos
y ser admirado en todos los que creyeron". Es la consumación del Cristo formado. ¿No piensan
que es una declaración maravillosa, que es precioso lo que dice allí? Si esperamos verlo venir en
gloria, esperamos ver a Cristo glorificado, pero él está preparando entretanto algo que significa
que cuando él aparezca, su gloria se verá en los santos.

Esto es sólo el objetivo, Cristo viniendo en gloria, es el Cristo subjetivo manifestado en gloria. "Si
sufrimos con él para que seamos también glorificados". El oró para que veamos su gloria, y él
será glorificado en sus santos y será admirado en los que creen.
Desde el punto de vista del mundo, un campesino palestino común subió la montaña un día.
Podrían haber cosas sorprendentes sobre él, impresionantes, pero en casi todo lo demás era
como otros hombres. El alcanzó la cima de esa montaña, y de pronto él resplandeció y brilló con
gloria divina. Sus ropas se volvieron blancas y resplandecientes, transformado de repente, de un
hombre común --como diría el mundo - a la gloria de Dios, y también maravillando a los que
estaban allí, que no sabían qué decir cuando hablaron.

Ahora, amados, ese Cristo está en nosotros. Somos gente vulgar entre los hombres, no hay
nada llamativo, sobresaliente que nos distinga de los demás, pero llegará el momento cuando
eso que ocurrió en el monte de la transfiguración nos ocurrirá a nosotros. Cristo en nosotros va a
resplandecer en gloria a través de nosotros, y tal como aquellos en el monte se maravillaron con
él, así será él admirado en todos aquellos creyentes.

Esto es el final de "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria". La esperanza de esta gloria es


Cristo en ti; en otras palabras, Cristo, centro supremo. Desde el comienzo a la consumación de
la vida del creyente todo se trata de esto. Debemos repasar las cinco etapas y ver qué demanda
representa cada una. Hazlo tú solo.

Verás cómo Cristo revelado en el creyente es un vaso cautivo. Saulo de Tarso fue hecho
prisionero en el día cuando le fue revelado el Hijo de Dios. Desde ese día fue un prisionero. Él se
hacía llamar "prisionero de Jesucristo". Tú y yo debemos ser cautivados.

Lo que "Cristo en ti" demanda

Cristo viviendo en ti, formado, significa un vaso crucificado "Yo he sido crucificado", capturado.
Cristo formado en nosotros es un vaso que va junto al Señor no quedándose como los gálatas,
pero caminando. Cristo haciendo habitación en el corazón es unido a "estar arraigados y
cimentados en amor", y sigue la frase "con todos los santos". Así la comunión con el cuerpo de
Cristo y el amor mutuo es un principio de Betania, llevándose a que Cristo haga morada. Así que
cada cual representa la propia responsabilidad y demanda hasta que lleguemos a la
consumación, y verás que en el contexto de todo te mostrará cuál es tu demanda. En la
consumación, en la carta a los tesalonicenses, habla acerca de sus padecimientos, su gozo en
sufrir por causa del Salvador. De veras que sufrían, pues se volvieron de los ídolos para servir al
Dios vivo y esperar desde los cielos a su Hijo. Ellos sufrían, pero gozosos. Y la consumación de
gloria está relacionada con la fidelidad en el sufrimiento.

¿Ves que hay demandas para cada caso?

Que el Señor encuentre una respuesta a su propósito para hacer posible la realización del
secreto de su corazón: "Cristo en vosotros" centro supremo, la esperanza de gloria.

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014.c. La supremacía y centralidad de Cristo para la iglesia, la cual es


su cuerpo
Capítulo 3
La supremacía y centralidad de Cristo para la iglesia, la cual es su cuerpo
Lecturas: 1 Cr. 28:1-21, Col., 1:18.

La segunda esfera de la centralidad y supremacía del Señor Jesucristo es la de la iglesia, el


cuerpo. Para comenzar, fijémonos exactamente lo que se dice en este versículo: "...y él es la
cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos,
para que en todo él tenga la preeminencia". Esta traducción "él que es el principio" no es
suficiente; la traducción más completa y literal debería ser: "en que él es el principio". Le ayudará
a comprender lo que aquí se dice, leyéndolo así usted tendrá una más plena aprehensión de la
verdad. "Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, en que Él es el principio, el primogénito de
entre los muertos". Así usted ve que aquí la iglesia está relacionada a Cristo por Su resurrección.
"En que Él es el primogénito de entre los muertos". Él es la cabeza del cuerpo, la iglesia en Su
resurrección.

Resurrección y señorío

El señorío tiene dos facetas; en cuanto a posición. Él ocupa el lugar supremo; y en cuanto a
tiempo; ese lugar fue ocupado por Él en relación al cuerpo, la iglesia, en su resurrección. Por lo
que el señorío de Cristo sobre el cuerpo, la iglesia, es mediante su resurrección. Esto representa
más de lo que puede parecer en un momento, pero a medida que avancemos sé que usted verá
el contexto más grande y pleno. Habiendo hablado ya bastante sobre el señorío de Cristo y su
supremacía y centralidad en la vida del creyente en particular, debemos reconocer que el
señorío individual de Cristo no es, en lo que al creyente se refiere, una autoridad independiente.
Es relativo, en otras palabras, no hay tantas cabezas como creyentes, constituyéndose cada
creyente en una entidad de autoridad única, haciendo de cada creyente una autoridad
independiente. En tanto el señorío debe ser establecido en cada creyente individual, hay sólo un
señorío y no diez mil veces diez mil, o una innumerable multitud.

Una cabeza: significa que todo está relacionado y el verdadero sentido del cuerpo es el de una
unidad bajo una cabeza. La idea, la concepción de un cuerpo claramente representa el concepto
de una unidad bajo una cabeza. La supremacía individual de Cristo llevará al espíritu y al
principio del cuerpo. Quiero decir que si Cristo es realmente el centro absoluto en la vida
individual de los creyentes, el resultado natural, espontáneo e inevitable de todo esto será el
principio del cuerpo. Si Cristo mora en tu corazón por la fe - que hemos considerado como una
fase de la centralidad y supremacía individual de Cristo - si Cristo habita en tu corazón individual
mediante la fe, ello nos conduce a la siguiente parte del versículo: "... a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos..." Cristo
habitando en el corazón del individuo, inmediatamente nos lleva a "todos los santos".

El principio del cuerpo emana del establecimiento de la centralidad y supremacía o señorío de


Cristo en el individuo. Hay una contradicción, amados, si alguien dice que Cristo es absoluto en
su corazón y en su vida, pero él aún está marcado y caracterizado por acciones e intereses
personales e independientes. Hay una profunda contradicción aquí. Cristo no puede tener
supremacía absoluta en la vida de un individuo que aún mantiene una independencia e intereses
o actividades personales. Si alguno es ley para sí mismo en su espíritu - aunque él no quiera
admitirlo - si su vida asume una forma autónoma, separada, independiente, desligada del resto
del pueblo de Dios, siendo como un compartimiento hermético, hay una contradicción aquí,
Cristo no es supremo, Cristo no es central. Estas dos cosas no pueden ser reconciliadas, la
independencia y el cuerpo; la independencia y la supremacía del Señor Jesucristo, porque él es
supremo en la vida como cabeza, pero no meramente como cabeza de un individuo, sino la
cabeza del cuerpo, una cabeza sobre todo. El cuerpo, en relación con la resurrección de nuestro
Señor Jesucristo, opera al revés del espíritu de independencia.

El cuerpo de Cristo representa su victoria


Podemos ver que el cuerpo de Cristo representa una tremenda victoria. Ese cuerpo surge de su
resurrección o con su resurrección, y el preeminente ejemplo del ejercicio del poder divino en
este universo es la resurrección del Señor Jesucristo de los muertos, o de entre los muertos.
Esta resurrección de Cristo de entre los muertos mostrando el supremo ejercicio del poder
divino, representa la poderosa victoria de Dios en Cristo, y si el cuerpo de Cristo surge con y en
su resurrección, este cuerpo es parte de una expresión de esa poderosa victoria de Dios. Ahora,
Efesios lo aclara y confirma: "...la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los
que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo resucitándole
de entre los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales". El cuerpo de Cristo en
su realización es la poderosa victoria de Dios en Cristo. ¿Cuál fue la naturaleza de esta victoria?
¿Sobre qué fue esta victoria? Fue sobre aquel espíritu que entró en escena en el universo y
encontró directa y concreta expresión trayendo el cisma, la desintegración en el universo.

Todo era gobernado como una totalidad en Dios. Todo era uno en él. Él en la eternidad pasada,
reunió todas las cosas en su Hijo, el Señor Jesucristo, en el cual todas las cosas reunidas
subsisten; debía ser un todo corporativo reunido unitariamente en el Hijo de su Amor. Cuando
Satanás, Lucifer, vio la posición preeminente y la trascendencia de la gloria del Hijo de Dios, él
aspiró a ocupar una posición superior que aquella, tener una mayor, más alta, así que él rompió
la relación de todas las cosas con la cabeza, y con una independencia de espíritu, de acción y
motivación él actuó por sí mismo, separado de la cabeza divinamente establecida. El resultado
de esto trajo un cisma y un quiebre en el cielo; la unidad en los cielos fue quebrada, y los
ángeles no guardaron su dignidad, fueron arrojados de allí y reservados para prisiones eternas.
La unidad en los cielos fue rota. Pero Lucifer introdujo ese espíritu dentro de la creación; y
mientras Dios le había dado al hombre todas las cosas para tenerlas en Cristo (en su secreto
que aún él no había revelado a las edades, su misterio, el secreto oculto de su corazón
concerniente a su Hijo), el enemigo, Lucifer, de nuevo, provocó, indujo, tentó y atrajo al hombre a
actuar por sí mismo separado de Dios, y el hombre se movió independientemente de Dios, actuó
con un espíritu independiente, egoísta, para obrar por sí mismo y no según el querer de Dios.

Así, en la tierra, el cisma del cielo tuvo una contraparte: la unidad de todas las cosas en Dios se
quebró, y de ahí en adelante el principio de la raza caída es independencia, autodirección,
autorrealización y autoposesión; la carne es justo eso, y esto arranca de la historia terrible de
esa rebelión en los cielos y el desastre en la tierra. No hay unidad hasta que Cristo viene, Dios
en Cristo. En este punto, el adversario tiene que enfrentarse a Dios en Cristo, y cuando Dios
levantó a Cristo de entre los muertos y le trajo con él - como el primogénito de entre los muertos
- la iglesia, el cuerpo, él confirmó su respuesta a toda la obra del diablo, y la iglesia, el cuerpo de
Cristo, representa la victoria de Dios sobre la obra de desintegración, división y cisma del diablo.
Oh sí, esto es verdad a pesar de todo. De ahí en adelante, lo que el diablo hizo en el comienzo y
siempre ha hecho, ha perseguido con una energía incesante, es difamar a Dios, y él ha tratado
de difamar a Dios desde la resurrección del Señor Jesucristo, obrando entre los hombres,
azuzando la carne, aun entre los cristianos, para traer cismas y divisiones; la carnalidad está tras
todo esto. El enemigo lo ha hecho, y en este obrar ha tratado de contradecir la victoria de Dios.
Pero, amados, la unidad no es en nosotros, es en Cristo; la unidad no es nuestra unidad, es la
unidad de Cristo. La unidad es en una persona. Ahora puedes comprender la necesidad de que
Cristo sea absoluto y central.

Cristo, el centro unificador y el objetivo

Como hemos dicho antes, si tenemos algún otro interés que queremos promover, algo que
podríamos llamar un testimonio, quizás un sistema de enseñanza, o una forma de comunión, o
una denominación, o lo contrario, lo opuesto, cualquiera de estas cosas, bueno, igualmente la
historia será, de seguro, más divisiones. Si Cristo, sólo Cristo, central y absoluto, tenemos la
respuesta para el diablo; tenemos el secreto de la victoria, tenemos el secreto de la comunión,
tenemos el poder de Su resurrección. Oh, cuán importante es que veamos que el cuerpo
representa Su victoria. El cuerpo es Su victoria en el sentido en que es opuesto a toda
independencia, y que la independencia de espíritu o acción es una violación no sólo de la verdad
del cuerpo de Cristo, sino del poder de Su resurrección.

Ahora esto lo lleva a usted lejos. Si usted falla en reconocerlo, no tiene el secreto de la victoria
sobre la muerte y el poder del diablo. ¿No es exactamente lo que el apóstol decía a los corintios?
"...sin discernir el cuerpo de Cristo.
Por lo cual hay mucho enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen". Algunos han
muerto. Por supuesto, no todas las enfermedades y muertes son a causa de fracasar en
reconocer el cuerpo de Cristo, pero el Espíritu Santo pone su dedo en esto, y dice que una gran
mayoría se atribuye a esto. Esas enfermedades podrían haber sido tratadas y manejadas; esa
muerte, esas pérdidas, podrían haber sido innecesarias si es que hubiera existido un
reconocimiento de para qué está el cuerpo de Cristo y en aplicar el valor práctico de la vida
corporativa entre los santos. "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la
iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor". Ancianos, ¿por qué? ¿Por
qué esto? Es el reconocimiento del principio corporativo, es reconocer el cuerpo de Cristo.

Esos ancianos son sólo representantes del cuerpo, y están trayendo simbólicamente al cuerpo, y
ese cuerpo representa su victoria, y si el enemigo está detrás de este hecho, Cristo, la cabeza,
opera a través de su cuerpo, contra el enemigo. Nosotros podemos estar sufriendo un duro trato
más de lo necesario a causa de que hemos fallado en comprender el orden divino. El enemigo
podría estar causando más estragos de lo que debiera, porque hemos fallado en aplicar los
recursos divinos. Nos hemos guardado las cosas para nosotros mismos, y no nos hemos
integrado al cuerpo, no hemos hecho de esto un asunto corporativo. El individualismo nos puede
perjudicar mucho en todos los ámbitos.

La vida independiente contraría la voluntad de Dios

Pero yo estaba diciendo que el cuerpo se opone a la independencia, y nosotros transgredimos


algunas de las grandes revelaciones de Dios cuando hay independencia, separación, cuando
manejamos nuestro propio carro y aramos nuestro propio surco y no reconocemos que somos
parte de un todo. Toda la horrible obra que el enemigo ha hecho es revertida por el Señor
Jesucristo, y el producto de esta reversión es a través del cuerpo, la iglesia. Ese es su
instrumento en resurrección para dar a conocer, a través de las edades y siglos venideros, la
poderosa victoria sobre toda la obra desintegradora, la acción de independencia de Satanás y el
espíritu que él ha introducido en la raza humana. Pero esto está muy arraigado en nosotros; la
sutileza de la carne y su deseo imperceptible de gratificarse.

Si se nos preguntara directamente si acaso nos gustaría agradarnos a nosotros mismos, si


acaso estamos buscando nuestra propia gratificación, si acaso es nuestro placer y satisfacción lo
que está motivando y dirigiendo nuestra vida, de inmediato repudiaríamos vehementemente
estas sugerencias, y probablemente nos sentiríamos muy ofendidos por quien nos dijera esto;
pero, amados, más hondo que nuestra más profunda honestidad, más hondo que nuestra más
verdadera sinceridad, está la oculta constitución de nuestra naturaleza caída, que muchas veces
pasa inadvertida para el propio creyente, y ama la recompensa, la satisfacción personal, y no
quiere ser despojado y quedarse sin nada.

La gratificación y la gloria es la esencia misma de la carne, aunque estemos ocupados en la obra


del Señor. Realizando 'para el Señor', sí, pero las personas lo señalan y dicen: "Esta es obra de
él o de ella". ¡Y cómo nos gusta oírlo! Seguro que será un buen testimonio de fe, un gran
monumento - Sí, pero sutilmente es el monumento a 'nuestra' fe. Así es esta cosa horrible que
siempre aflora encubiertamente, en forma callada e imperceptible, usurpando la gloria que
corresponde al Señor. El remedio para eso es la aplicación práctica del principio del cuerpo de
Cristo. ¡Sí lo es! Por eso es tan difícil vivir la vida corporativa con otros creyentes, porque usted
tiene que ser totalmente crucificado. Nada demande más el ser crucificado que vivir a diario con
otros cristianos. Usted dirá: "¡Pero qué terrible es lo que está diciendo!", pero usted sabe bien a
qué me refiero. Tendrá que posponer, someter, consultar, sujetar y soltar. De una y mil maneras,
tiene que poner aparte sus propios agrados y desagrados para que el Señor cumpla Su
propósito. Oh sí, es el cuerpo de Cristo lo que salva. Es la vida corporativa el remedio, pero, oh
amados, ese es el camino al triunfo, el camino a la victoria. ¡Lo es! Es un poderoso remedio para
la carne, un poderoso remedio para la obra del diablo, pero también representa el majestuoso
poder de Dios obrando en nosotros.

Usted verá que nunca podrá integrarse al cuerpo de Cristo hasta no haber sido crucificado. Es
porque la carne no crucificada ha entorpecido la vida corporativa de los creyentes, por lo cual
hay tal contradicción y negación, puesto que el cuerpo representa la exclusión del hombre en sí
mismo, en su carne.

El cuerpo, necesario para la plena comprensión de Cristo

Ahora el cuerpo es esencial para la plena comprensión, crecimiento y expresión. El cuerpo es


esencial para la total comprensión. Ningún individuo, ni individuos aislados y desligados pueden
alcanzar la plena comprensión de Cristo. El Señor ha consolidado todo sobre este principio.
Usted piensa en la gran variedad de miembros del pueblo de Dios como siendo estandarizados
en una mente. Y dice: "Este es un enfoque que no me gusta". ¡Claro que sí! Yo quiero decir que
el mismo hecho de que el Señor nos ha creado diferentes a cada uno, hace posibles los variados
aspectos de comprensión, lo cual tiene su contribución particular. Y estoy en condiciones de
decir: "Bueno, el Señor te ha mostrado a ti aquello que yo no veo, pero es maravilloso"; yo gano
con esto. Y tú también estás en condiciones de decir: "Bueno, a mí nunca se me había revelado
eso, pero gracias al Señor también gano con ello". Y así es que todo el cuerpo es necesario para
la completa comprensión de Cristo. La oración del apóstol era que nosotros: "... seamos
plenamente capaces de comprender con todos los santos..." Se necesita que todos los santos
comprendan, y nosotros perdemos mucho cuando estamos desconectados, aislados, separados
espiritualmente.

El cuerpo, necesario para el pleno crecimiento en Cristo

El cuerpo es necesario para la total comprensión, también para el crecimiento, porque es el


cuerpo el que crece, que es edificado, y se edifica hasta que todos lleguemos a la medida de la
estatura de un hombre en Cristo. Tú y yo en forma individual jamás alcanzaremos la medida
completa de esa estatura. Nunca se me prometió que yo podría llegar a la estatura de Cristo de
manera personal, pero como un miembro, una extremidad, o aun una diminuta célula en este
gran organismo espiritual, con todos los demás puedo llegar a su plenitud. Se requerirá de todos
para llegar a su plenitud, y en la medida en que yo me desconecto, estoy limitado, paralizado. A
medida que me integro a la comunión del cuerpo y reconozco la voluntad del Señor, yo crezco
en la medida de Cristo.

El cuerpo, necesario para la plena manifestación de Cristo

En la expresión o manifestación de Cristo, rigen los mismos principios. ¿Se manifiesta Él por sí
mismo contra el enemigo? Bien, amados, yo tendré pocas esperanzas contra el enemigo si actúo
individualmente; pero si yo estoy en el cuerpo, aunque seamos dos o tres congregados en Su
nombre, eso representa al cuerpo, y allí está el principio del cuerpo en función y representación;
(y el Señor se compromete con este principio), él está en medio. El mínimo irreducible del Señor
para su cuerpo son dos miembros, no uno. Traed el cuerpo aun en su mínima representación, y
el Señor reconocerá el valor pleno del mismo, para su manifestación en su plenitud a través de
él.

Por eso es que, solos, muchas veces somos detenidos; muchas veces nos vemos impedidos de
avanzar, hasta que nos integramos en cooperación. El Señor nos sujeta a eso. Pero si el pueblo
de Dios en su mayoría comprendiera espiritualmente el señorío de Cristo en relación al cuerpo,
cuánto mayor sería la potencia del impacto de Cristo en su manifestación contra el enemigo, y
delante de los hombres. El cuerpo es necesario para la manifestación de Cristo en plenitud, y
este es el método divino determinado para la plena expresión de Cristo en los siglos venideros.
El señorío del Señor Jesús requiere del cuerpo. No muchos individuos aislados, sino el cuerpo;
porque una cabeza implica un cuerpo, requiere un cuerpo.

El individualismo es limitación y debilidad

Pienso que ya puedo cerrar esta fase por el momento; y al hacerlo quiero enfatizar una vez más
ciertas limitaciones que deben asociarse con el mero individualismo, el aislamiento y la
independencia. Aparentemente, pareciera que se consigue mucho con acciones independientes;
usted ve personas que son independientes y desligadas, y pareciera ser que han hecho grandes
cosas. Ahora, a pesar de esto, le puedo decir enfáticamente que eso no va a llegar a donde Dios
quiere que llegue. Pueden parecer obras amplias, pero superficiales, sin profundidad. Pueden
llegar hasta un cierto punto en las cosas espirituales, pero no avanzan más. Pueden lograr
conversiones; pero las conversiones, amados, no son el fin de Dios, son sólo el comienzo.
Pueden lograr mucho en ese ámbito, ¡gloria a Dios!, pero mientras nos regocijamos por cada
conversión y el trabajo que resulta de las conversiones, ¿podemos ver que la voluntad de Dios
es infinitamente más que eso?

La tragedia es que muchos que han sido llevados al Señor no han sido apacentados, y se han
estancado o han vuelto atrás, simplemente porque al convertirse no se les presentó en forma
adecuada la plenitud de Cristo. Todo se basó en que fueran salvos; pero Cristo no ocupó su
lugar absoluto, como soberano Señor y Cabeza, y muchas veces tienes que volver al principio
una y otra vez, simplemente porque se detuvieron. Bueno, tú puedes tener mucha actividad y
resultados aparentes - mi punto no es que ello no tenga valor, sino esto, que invariable e
inevitablemente, siempre hay limitación, si no avanzamos en ver que el cuerpo de Cristo
representa su plenitud, y no la vida u obra cristiana individual. No es nuestro servicio individual
para el Señor, es en el servicio del cuerpo al cual estamos unidos, lo que nos lleva a la plenitud.

Siempre habrá limitaciones y debilidades - ah, sí, y mucho más aún estaremos expuestos al error
en la línea del mero individualismo, expuestos al error, y cayendo en el error. ¿No hemos visto
esto una y otra vez? Las cosas concluyeron marcadas por un evidente engaño o confusión,
teniendo que volver al comienzo y a retractarse, y a la confesión de que se cometió un error, y
que los cálculos fueron erróneos porque había algo individual e independiente en todo el asunto.
Necesitamos la cobertura del señorío de Cristo en su cuerpo y entre sus santos para salvarnos
de todas estas cosas. Usted puede probarlo - en los frutos - que la independencia en la vida y
servicio individual del Señor tarde o temprano llegará a un punto de limitación, y a un elemento
de contradicción y confusión. De seguro será así. Inquirir en su casa es la forma de conducción
ordenada por el Señor. Si usted está luchando para tener una guía independiente del Señor,
luego le van a sobrevenir un montón de contradicciones; usted realmente no sabe dónde se
encuentra ni lo que es correcto. El Señor no le dará a usted aquello que se va a constituir en ley
para usted mismo en relación con él, él le dará en relación a sus propósitos. Compártalo con los
hijos de Dios, tráigalo a aquellos a quienes el Señor le ha constituido como compañeros, y en
esta multitud de consejeros encontrará la sabiduría. En la voluntad del Señor, encontrará la luz.

Usted ve que el principio es muy claro y nos vuelve al punto donde habíamos comenzado. No es
que el cuerpo lo sea todo - ¡Dios nos libre de ello! Es reconocer que el Señor Jesús como
cabeza del cuerpo, nos pone bajo su señorío para protección, para guía, para plenitud, para
todo, y nosotros reconocemos que somos miembros de un cuerpo, no sólo unidades
individuales. Nosotros nos gozamos con todo lo que es en Cristo, y que Cristo es como cabeza,
Soberano, en relación a los santos, en comunión con los santos, y no en una línea aislada
propia. ¿Deseamos el apoyo total del Señor? Lo obtendremos relacionados, no
independientemente.
Que el Señor le ayude a aceptar su palabra, guardarla en su corazón, porque estoy seguro que
este es el camino a una plenitud que hasta ahora no habíamos conocido, encontrándonos con lo
que el Señor es por designio divino, en una medida superior. Este es el camino. El Señor nos dé
gracia para abandonar nuestro apego a ser libres e independientes, y crucificar nuestra carne,
llevándonos a vivir bajo su suprema soberanía.

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014.d. La centralidad y supremacía de Cristo como "cabeza de todo


principado y potestad"
Capítulo 4
La centralidad y supremacía de Cristo como "cabeza de todo principado y potestad"

Lectura: Efesios 1:15-23; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:13, 2:10,15.

En una meditación anterior nos ocupamos de la centralidad y supremacía de Cristo en referencia


al individuo, luego fue su centralidad y supremacía en la iglesia, la cual es su cuerpo. Ahora
vamos a considerar lo que se refiere al versículo 10 del capítulo 2 de Colosenses: "...la cabeza
de todo principado y potestad". Junto a ello, la declaración del capítulo uno: "...el cual nos ha
librado de la potestad de las tinieblas".

El gran error de los Colosenses

Para apreciar en forma correcta y verdadera el valor de las declaraciones de la epístola, como
las que hemos leído, debemos tener en mente el trasfondo y la ocasión de la carta; y por un
momento nos vamos a ocupar de las cosas principales que resaltan en ella. Desde el comienzo y
en su totalidad, está la absoluta supremacía de Cristo. El Espíritu Santo guió al apóstol a escribir
esta epístola para dar luz y establecer a los creyentes en esta verdad. Fue a causa de un
movimiento surgido de una enseñanza llegada a Colosas, y cuyo efecto era sacar al Señor
Jesucristo de su posición preeminente y ponerlo en un lugar más bajo. Fue una corrección. El
contenido de tal enseñanza era una combinación de judaísmo con filosofía cristiana espuria.
Había elementos judíos y cristianos entremezclados en una filosofía fascinadora, y tenía que ver
con los seres sobrenaturales desde las más bajas a las más altas categorías espirituales:
principados y potestades de los ámbitos más bajos hasta los más altos, y estos órdenes de seres
sobrenaturales y espirituales eran descritos a través de las jerarquías de espíritus, ángeles y
arcángeles y entonces, como uno de ellos, pero de muy alto rango, era presentado Cristo. Y
ellos señalaban al Señor Jesucristo como uno de nivel superior, o quizás la única cabeza
superior de las fuerzas angélicas, de los órdenes angelicales, y a éstos se les rendía adoración.

Actuaban, dice el apóstol aquí: "...afectando humildad y culto a los ángeles..." Por lo cual él
quería decir que las personas asumían ser muy humildes, adorando a los ángeles, inclinándose
delante de cualquier persona superior en el ámbito espiritual, una humildad voluntaria y
adoración a los ángeles. Si lo vuelven a leer, se darán cuenta que el apóstol repudia todo esto
como algo terrenal, del hombre, pernicioso y diabólico, que tenía que ser desarraigado, porque
bajo la apariencia de una religiosidad sincera y honesta, sutilmente atentaba contra la
supremacía absoluta del Señor Jesucristo como Deidad. Era algo bueno. Expresaba adoración.
Y aun conducía a adorar a Jesús, le daba una posición muy alta en los órdenes celestiales;
representaba un alto grado de devoción, y con sus ritos externos sacados de las ordenanzas
judaicas, como se puede leer en la epístola, atrajo a muchos, y ellos lo aceptaron como una
revelación, una maravillosa revelación y como una verdad para ser recibida y obedecida.

Ellos estaban en riesgo de no percibir el peligro de este hecho, que aunque exaltaba a Cristo,
conducía a la adoración a Cristo, producía en los que lo aceptaban una actitud, aparentemente
espiritual, de reverencia y humildad, y tenía un efecto moral en ellos de algo los hacía ser
personas muy reverentes, muy humildes, gente ferviente, con una gran devoción a Cristo, y un
gran respeto por todo lo espiritual; pero esto los enceguecía para no ver lo profundo, lo sutil y
diabólico que había allí. Cuán lejos puede ir Satanás trayendo una fingida clase de devoción a
Cristo, y promover un 'cristianismo' (?) místico, mental, con elementos morales elevados, y
escondiendo en todo esto algo que es de sí mismo, los anhelos que él tenía desde los tiempos
en que fue arrojado de los cielos, aquello que podría quitarle al Señor Jesucristo su lugar
absoluto dentro de la Divinidad.

Esto es lo que se ve en el trasfondo de la epístola; y la epístola fue escrita para poner en


evidencia esta filosofía gnóstica, esta falsa espiritualidad, esta satánica devoción hacia el Señor
Jesús, y para probar que el Señor Jesucristo no solamente estaba en la cima de las categorías
angelicales, Él era la cabeza de todo principado y potestad, en el sentido que él era el Hijo del
amor de Dios, y que él era uno eternamente con el Padre en la Deidad. En él habitaba
corporalmente toda la plenitud de la Deidad.

Ahora, amados, por todo lo que hemos dicho, hay una orientación para nosotros en los postreros
tiempos; ustedes deben tomar lo dicho y aplicarlo a algunas cosas que ya tienen este mismo
carácter, que van a estar en boga sobre la tierra, pero que van a carecer de lo esencial. Pero
este no es el objetivo de lo que yo digo, aunque les va a ayudar en la comprensión, el
conocimiento y la guía para prevenirse. Cristo es cabeza de todo principado y potestad, Él es
absolutamente supremo, en una supremacía única, no como uno de más de ese orden, en la
cima de ese orden, sino Uno cuyo orden es por sobre todo otro orden, y cuya supremacía es
porque no hay otro semejante a él. Él no pertenece al orden angelical. Él no es un ser creado. Él
es eternamente Uno con Dios. Por supuesto, esto no es nada nuevo para ustedes, y no les
produce un gran entusiasmo, porque todos lo creemos de corazón. Espero que esto sea verdad
en ustedes; que lo crean, que se afirmen en ello, que de corazón, sin la más leve duda, estén
capacitados para confesar: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente".

La supremacía de Cristo demostrada por su obra

Ahora, habiendo dicho y visto esto, ustedes están capacitados para avanzar al asunto que tiene
relación con la parte medular de la epístola. Asociada con la absoluta supremacía de Cristo, está
la supremacía demostrada por su obra. Es aquí donde el apóstol nos muestra de qué forma
Cristo es diferente de, y superior a, todos los otros órdenes de ángeles, arcángeles, principados
y potestades. No es solamente la declaración del hecho de que él lo es, sino el demostrar cómo
lo es, de qué forma lo es; y es por razón de su obra. Pueden ver que esto aparece en la epístola.
Tomen la tremenda declaración de 1:13: "...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas,
y trasladado al reino de su amado Hijo". No se dice esto de ningún ángel o arcángel. No se
puede atribuir esto a ningún otro ser en el cielo o en la tierra. Esto representa su poderosa obra,
y fue lo que él hizo en lo que tú lees en el capítulo 2:15: "...y despojando a los principados y a las
potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz".

Cuando él hizo esto, nos libró de la potestad de las tinieblas, y fuimos trasladados al reino del
Hijo del amor de Dios. Ningún ángel lo hizo. Ningún arcángel despojó a los principados y
potestades. Él los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en su cruz. Fue Cristo quien lo
hizo. De Cristo es el reino. Es el reino del Hijo del amor de Dios, suyo es el reino; y el reino es
suyo a causa de haberlo conquistado, a causa de su victoria, por haber despojado a todos los
principados y potestades; por exponer públicamente en Su victoria a todos los demás que
buscaban tomar posesión de los reinos de este mundo. Suyo es el reino en virtud de su cruz: y
su cruz es el escenario de su enfrentamiento con toda otra autoridad y poderío en el universo
que pudiera en alguna forma tratar de usurpar sus derechos eternos, el heredero de todas las
cosas, como dice el apóstol aquí: "...todo fue creado por medio de él y para él". La supremacía
está basada en su obra.

Es, por supuesto, gran cosa reconocer la supremacía personal del Señor Jesucristo; es una
suma, amados, reconocer la grandeza de la obra lograda que lo hizo merecedor de esta
supremacía personal. En Filipenses 2 vemos el movimiento de descenso del Hijo Amado de Dios
de su posición de igualdad con Dios, bajando, bajando, humillándose hasta lo sumo: "él se hizo
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". "Sí" dice el apóstol: "Sí" - y no una muerte gloriosa,
no honorable ante los ojos de los hombres "muerte de cruz". "Por lo cual (por esta razón, por
este hecho, a causa de ello, la muerte de cruz) Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un
nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los
que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo
es el Señor, para gloria de Dios Padre". El terreno de su supremacía es la trascendencia sin
igual de su obra consumada.

Nuestra posición en esta supremacía

Ahora, el tercer punto que aparece en esta epístola nos incluye a nosotros. Todo esto es
glorioso, y nuestros corazones deberían conmoverse por esta objetiva realidad, la supremacía de
Cristo y su obra: pero nosotros tenemos que conocer cómo nos incluye, y una o dos porciones
nos ayudarán. Veamos Colosenses 2:12: "...sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis
también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a
vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida
juntamente con él, perdonándoos todos los pecados..." "Si habéis muerto con Cristo" -
podríamos dejar fuera el 'si' y transformarlo en una afirmación: "Habéis muerto con Cristo". "Si
fuisteis también resucitados con él..." Vean que anteriormente él ha hecho la declaración que
esto fue así, que fuimos sepultados juntamente con él, que fuimos resucitados con él. Ahora
veámoslo de esta forma, como una doble afirmación: "Habéis muerto con Cristo; y también
habéis resucitado juntamente con Cristo". "...buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios".

La diestra es considerada el lugar de honor y poder; ahí es donde está él. "Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios". "No mintáis los unos a los otros;
habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme
a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno; donde no hay griego ni
judío ... sino que Cristo es el todo, y en todos". Ese es el camino de todo lo bueno que hemos
estado diciendo y es necesario que nosotros consideremos la obra de Cristo en su total
dimensión. La total importancia de su absoluta victoria en el ámbito de los principados y
potestades, en el ámbito de la autoridad de las tinieblas - Reitero la necesidad de considerar su
obra en su dimensión plena. El perdón de pecados es una gran bendición, la expiación de
nuestros pecados es una gran bendición, ser salvos del infierno y llegar al cielo también es una
bendición, no podríamos minimizar o quitarles su grandeza a estas cosas ni un momento por
causa del precio infinito que fue pagado por nosotros, pero vuelvo a decir, es necesario que
nosotros consideremos la obra de Cristo en su totalidad, y su totalidad se halla en el ámbito de
los principados y potestades, está en el ámbito de la autoridad de las tinieblas, la jurisdicción de
las tinieblas.

Es importante que el pecador sepa, que no es sólo un asunto de ser perdonado de sus pecados
y ser salvo del pecado, sino que el pecador debería conocer que en la salvación toda la
autoridad, el poder de los principados y potestades, del adversario, Satanás mismo, ha sido
destruido y quebrantado, y fuera de aquella jurisdicción, aquella autoridad, el derecho que
Satanás tenía sobre ellos, han sido redimidos - porque esta es la palabra aquí - redimidos por
Cristo en su cruz; significa que ya Satanás no tiene poder, porque ya no tiene derecho. Su poder
depende de su derecho, y su derecho está basado en un estado de las cosas en nuestros
corazones, y la cruz trata con el estado de cosas y destruye o quita el terreno de su derecho y
quebranta su poder. Lo termina completamente. Ahora, todo esto lo tenemos en Cristo. Cristo en
sí mismo manifiesta su supremacía sobre el adversario, porque en él no hay terreno al cual el
adversario pudiera aferrarse para levantar un derecho de autoridad y sujetar en esclavitud.

En Cristo no hay tal terreno; Cristo está en nosotros cuando creemos y, como ya lo habíamos
señalado, esto apropiado por la fe significa que la autoridad de Satanás es quebrantada porque
en nosotros está Cristo, en el cual no hay lugar para la jurisdicción de Satanás. Ser librados no
sólo del pecado (déjenme decirlo de nuevo) sino de la autoridad de Satanás, es algo grandioso.
"¿Quién acusará a los escogidos de Dios? ... Cristo es el que murió y el que también resucitó".
¿Qué valor tiene esto? El acusador viene y trata de formular cargos contra nosotros. ¿Cuál es la
respuesta? Oh, el terreno de la respuesta es: "Cristo es el que murió; más aun, el que también
resucitó...". Esta es la forma de responder la acusación del enemigo: Cristo, que ha triunfado
sobre el pecado y sobre todos los terrenos de la autoridad de Satanás. Ustedes y yo nunca
podemos enfrentar al enemigo en nosotros mismos, él tendrá el mejor argumento cada vez, pero
si somos capaces de enfrentarlo con Cristo, ¿qué puede hacer? "...el príncipe de este mundo ha
venido y nada tiene en mí".

Son las palabras del Señor Jesucristo. ¿Qué poder tiene el diablo? Todo su poder fue destruido
con la muerte de Cristo y Su resurrección. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios" ..."Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria". ¿Comprende usted? Esta es la provisión que Dios ha hecho, y
si nosotros sólo tuviéramos una más plena y pronta aprehensión de Cristo encontraríamos el
camino a la victoria. ¿Cómo obra el Espíritu Santo para lograr la victoria en nosotros ahora? No
son nuestros esfuerzos por ser mejores. El Espíritu Santo nunca nos va a ayudar en nuestro
esfuerzo para ser mejores. Podremos luchar para siempre y morir luchando, y el Espíritu Santo
no nos va a ayudar si pensamos que esta es la vía por la cual vamos a ser salvados o
santificados.

¿En qué forma va a cooperar el Espíritu Santo? Es en nuestra comprensión por la fe y en


apropiarnos de Cristo como nuestra perfección y nuestra salvación. "Oh", dirá usted, "sí, pero
somos pecadores y hay tanto mal en nosotros; ¿cerraremos nuestros ojos a nuestra propia
realidad?". Usted tiene que poner la mirada en Cristo. Dejar de mirarse a sí mismo y a su pecado
y fijar sus ojos en el Señor Jesús como perfección para usted con Dios y de Dios hacia usted, y
cuando lo acepte a él por la fe - "No lo que yo soy, Señor, sino lo que tú eres" - "En mí mismo
soy malo: '...en mí, esto es en mi carne, no mora el bien', pero tú, Señor, eres mi salvación, tú
eres mi justicia, tú eres mi santificación, me aferro a ti para todo esto", su Santo Espíritu obra ese
bien en nosotros. Nuestra valoración de Cristo es el terreno de actividad del Espíritu Santo; tal es
la vía de liberación.

Cristo, la salida para el pecador

Escuchen a ese hombre miserable gimiendo: "...porque no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, eso hago". Y en esa vida con altos y bajos, prometiendo y fallando, al final él
clama: "Miserable de mí! ¿quién me librará? ... Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro".
¿Cuál es la salida para este desdichado? Apropiarse de Cristo. No sus luchas, ni sus promesas,
ni sus resoluciones, ni sus propios por esfuerzos por ser mejor este día, para volver a
arrepentirse al final de la jornada. ¡No, no! Nuestra fe arraigada en Cristo es la salida, el terreno
seguro de victoria. Pruébelo. Dios honra a su Hijo, y Dios honra nuestra fe en su Hijo. "Cristo es
el que murió; más aun, el que también resucitó", triunfante; y, "Cristo en vosotros ... la cabeza de
todo principado y potestad". Esto, para los inconversos, es una realidad inevitable.

Si al convertirnos hubiésemos sido fortalecidos en esto, habríamos sido creyentes más firmes
desde el comienzo. Si sólo hubiésemos conocido esto cuando recién fuimos salvos habríamos
hecho un gran avance en lo que vinimos a conocer años después. ¡Oh, que el mensaje de
salvación sea completo! Se obtiene una clase distinta de convertidos cuando se les comparte de
la obra del Señor Jesucristo en toda su proyección; cuando no solamente se predica el perdón
de tus pecados, y que irás al cielo y no al infierno - quizás un poco más que eso; sino
infinitamente más que eso, y si sólo predicáramos la obra de Cristo en su total significado,
tendríamos creyentes que irían adelante, aprisa, y alcanzando la madurez más pronto que la
mayoría, y veríamos que muchas de nuestras convenciones son innecesarias, porque son
mayormente para volvernos al lugar donde debiéramos haber llegado cuando recién nos
convertimos.

El predicador necesita conocer esto

Es necesario para el creyente; debo decir que es necesario para el obrero, el predicador del
evangelio, a todo el que tiene responsabilidad con almas. Por supuesto, si usted predica esto no
llegará a ser un predicador popular.

Encontrará más que nunca que el infierno, y aun muchos del pueblo de Dios se volverá y estará
contra usted, pero es necesario. Tome el ejemplo del pagano; aunque lo que vemos en los
paganos es obvio y notorio: lo mismo ocurre en el caso de los iluminados, civilizados, pero no es
tan obvio, ha sido encubierto por la civilización y una gran parte de tradición cristiana: pero en el
caso de los paganos es bien evidente. ¿Cuál es el problema con tantos convertidos del
paganismo? Ellos avanzan en el tema de la salvación y perdón de pecados, y en la fe en el
Señor Jesucristo, pero, oh, la cacería, la búsqueda, el temor persecutorio del mundo espiritual,
de los malos espíritus, la potestad de las tinieblas; los persigue, y muchas veces son justamente
estas cosas las que los empujan hacia abajo y los traen de nuevo a la esclavitud; y a causa del
temor de ello, y de las consecuencias de haber roto con las tradiciones de sus antepasados, el
temor a las consecuencias en el ámbito espiritual, de lo que les podría ocurrir, lo que les podría
sobrevenir, vuelven a caer en esclavitud de temor, dejan el camino y se vuelven atrás.

Si sólo pudiéramos llevarles en el poder del Espíritu Santo desde los comienzos, la proclamación
de que él "nos ha librado del poder de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo" y
poderlos introducir aquí, veríamos resultados diferentes. Entréguenles eso.

Amados, lo mismo se consigue en este país como en los países paganos, pero les está
encubierto. La potestad de las tinieblas es tan real aquí como entre los paganos, es necesario el
mismo evangelio, y ustedes se darán cuenta que mientras no se haya comprendido el impacto
de la obra de Cristo en el Calvario contra las fuerzas espirituales detrás de los hombres, no
habrán llevado a cabo su plena liberación. Nosotros creyentes ya conocemos al enemigo cuando
trata de volvernos a atenazar con el miedo concerniente a él mismo. La autoridad de las tinieblas
es algo real para nosotros. Hemos tenido experiencias, y si capituláramos o cediéramos ellas,
sería el fin para nosotros. Él trata de intimidarnos con su autoridad de las tinieblas, y si nos
rendimos a ello, capitulamos, sería nuestro fin. Si somos del Señor, Cristo está en nosotros, y
Cristo es absoluto, y debemos seguir aunque no lo sintamos, o si nos sentimos muy mal; cuando
pareciera que ya es lo último que somos capaces de decir, lo decimos porque es un hecho de
Dios, y cuando comenzamos a afirmar los hechos de Dios tenemos victoria. Los creyentes
conocen lo que significa para el enemigo tratar de hacerlos aceptar la autoridad de las tinieblas.
Afirmémonos sobre la verdad de Dios. Dios no cambia con nuestros sentimientos. Dios no es
alterado si nos damos cuenta o no de sus hechos.

Toda la vida nuestra está sujeta a variación, somos más cambiantes que el clima, pero él reina
inalterable, inmutable. Él "es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". Y si él habita dentro, él ha
venido a quedarse, y la victoria es por fe; creyéndolo, sosteniéndolo y aferrándose a ello, y
prosiguiendo así hasta la comprensión plena del hecho, que Él es Señor de todo, "cabeza de
todo principado y potestad". Satanás tratará a veces de hacernos creer que él está en el lugar
preeminente, el lugar de supremacía, pero desde el Calvario no lo está, lo estamos nosotros.
El Señor nos traiga un gozo renovado en el Hijo de su Amor, como absoluto en todo ámbito.
Resplandece en nuestros ojos el brillo de nuestra gratitud,
en gozo y en pesares, en confianza y en calma,
y a través de toda la vida y más allá,
conmovidos por la alabanza eterna.

Sí, a través de la vida, de la muerte, del dolor y el canto,


él me bastará, porque él es suficiente:
Cristo es el fin, porque él es el principio;
Cristo es el principio y el fin es Cristo.

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015. Dos maneras de conocer al Señor


La radical diferencia entre el conocimiento exterior y la iluminación interior.

Dos maneras de conocer al Señor


Watchman Nee

Lecturas: 2ª Cor. 5:16; Gál. 1:15-16; Jn. 20:11-18; Lc. 24:13-35; Jn. 21:1-14.

Desde la época de la resurrección del Señor hasta los días actuales, hay dos caminos distintos
por los cuales las personas conocen al Señor. Algunos lo conocen según la carne; algunos lo
conocen según el espíritu. Pablo claramente hace una diferencia. En su segunda carta a los
corintios él dice: «De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la
carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así» (2ª Cor. 5:16). Y,
escribiéndoles a los gálatas, él dice: «Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el
vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase
entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre» (Gál. 1:15-16). Tomemos diversas
ilustraciones concretas en la Palabra de Dios para mostrar esta distinción e indicar cómo
debemos buscar conocer al Señor.

María Magdalena

Cuando María Magdalena estaba llorando al lado del sepulcro donde el Señor había sido
sepultado, ella se detuvo y miró hacia adentro; allí vio a dos ángeles que le preguntaron por qué
estaba llorando. Ella respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han
puesto». Cuando terminó de decir estas palabras, ella se volvió y vio cara a cara al Señor. La
Palabra dice: «Se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús». ¿No es
increíble? Sí, pero es verdadero. María Magdalena, que durante muchos años había conocido a
Jesús y que había sido una de sus seguidoras más cercanas, realmente se quedó cara a cara
con Aquel a quien conocía y amaba tanto, y aun así, falló en reconocerlo.

¿Cómo pudo suceder que ella, que antes lo había conocido íntimamente, ahora no lo reconoció
en absoluto? Porque Aquel a quien ella había conocido tan de cerca, había sido crucificado
pasando por la muerte y la resurrección. El cuerpo natural, que ella había aprendido a reconocer
con sus facultades naturales, había muerto y sido sepultado, y quien estaba delante de ella
ahora, aunque era el mismo Jesús, era el Señor resucitado que no podía ser conocido por
ningún medio natural. Ahora, ella tenía que conocerlo de alguna otra forma. El Jesús histórico, a
quien ella reconocía, viéndolo, escuchándolo y tocándolo, había muerto en la cruz del Calvario y
el Señor resucitado no podía ser reconocido de esta forma. Él ahora no podía ser reconocido
según la carne; él sólo podía ser reconocido por el espíritu.

Cuando María Magdalena estaba mirando a Jesús con inconsolable pesar, él le preguntó:
«Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Los ojos de María lo habían visto pero fallaron al
discernir quién era él. Ahora sus oídos oían su voz, pero su corazón y su mente no registraban
nada. Hasta ese momento, María había usado sus ojos para diferenciar entre la apariencia de
Jesús y la de los otros hombres. ¿Será que sus ojos habían perdido la capacidad sensorial?
También antes ella usaba sus oídos para detectar su voz entre la multitud de voces. ¿Será que
su audición estaba menos aguda que antes? No, nada había sucedido con el Señor. Por cuanto
el Señor había pasado por un cambio, era necesario que hubiese también un cambio en María
para que pudiese reconocerlo. Ella necesitaba de una nueva revelación para poder tener un
nuevo conocimiento de él.

Entonces Jesús se dirigió a ella, llamándola por el nombre, y cuando él dijo: «¡María!», hubo un
reconocimiento inmediato y un alegre «¡Raboni!» brotó de sus labios. ¿Qué había sucedido? El
Señor se había revelado a María al llamarla por el nombre. Él no le dijo quién era, sino que vino
a ella la percepción espiritual cuando él la llamó por el nombre. Él no le ofreció explicaciones que
pudiesen haberle dada capacitación en su mente para que descubriese su identidad. Sin
embargo, de una manera intelectualmente indefinida, él llevó a su espíritu el conocimiento de
que él era el mismo Jesús que ella había conocido tan bien. Eso es revelación.

Aquí necesitamos ver un importante principio. La revelación no es recibida mediante los oídos, ni
por los ojos, ni por la percepción de la mente. Es recibida de una manera misteriosa, que está
más allá del conocimiento de los oídos, ojos y mente. Después que María conoció al Señor de
esta manera, ella rápidamente informó a los discípulos; pero para ellos fue difícil de entender.

Dos discípulos caminando hacia Emaús

Dos de los discípulos que habían oído las increíbles nuevas sobre la resurrección del Señor
partieron en aquel mismo día hacia la aldea de Emaús, y en el camino conversaban acerca de
los recientes acontecimientos en Jerusalén. Mientras hablaban acerca del Señor, él mismo se les
acercó, pero ellos no lo reconocieron. Ellos lo conocían según la carne, pero todo su
conocimiento anterior de él no les dio ningún indicio de su identidad, ahora que había resucitado
de los muertos. Ellos suponían que la resurrección era muy misteriosa para poder creer en ella.
Él, entonces, les abrió las Escrituras. «Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los
profetas, les aclaraba en todas las Escrituras lo que de él decían».

Aún así, no brilló ninguna luz para ellos. ¿No es espantoso que cuando él interpretaba, mediante
la Palabra de Dios, las cosas relacionadas a él mismo, ellos todavía no consiguiesen
reconocerlo? Oían las palabras que él les hablaba, las entendían y eran tocados con ellas –tanto
que sus corazones ardían dentro de ellos– y aún así no sabían quién era el que les hablaba.
Esto nos muestra que la enseñanza es diferente de la revelación. Ellos comprendieron las
Escrituras, pero no reconocieron al Señor; comprendían las enseñanzas acerca de Cristo, pero
no sabían quién era él.

El día ya declinaba cuando los discípulos llegaron a su destino. No queriendo separarse de su


Compañero, lo invitaron a entrar en la casa y cenar con ellos. Él, tomando el pan en sus manos
lo bendijo, y lo repartió; ahí sus ojos fueron abiertos y pudieron reconocer al Señor.

¿Usted puede ver que hay dos maneras de conocer al Señor? Usted puede adquirir un
conocimiento exterior de él al leer sobre él en las Escrituras; pero puede conocerlo con un
conocimiento interno cuando él le concede una revelación de sí mismo. Muchas personas han
leído la Palabra de Dios al punto de estar tan familiarizadas con las verdades tocantes a Cristo,
que pueden predicárselas a otros; aún así les falta el conocimiento del Señor que viene mediante
la iluminación interior. Felizmente están aquellos que lo conocen no sólo intelectualmente, sino
que espiritualmente, porque él abrió los ojos de sus corazones.

Tenemos que darnos cuenta que no sólo tenemos la Biblia, sino que también tenemos nuestra
revelación individual. En realidad, si no existiese la Biblia, no podría haber fe cristiana, pero por
favor recuerde: si no hay revelación, no podremos tener a Cristo personalmente.

Hay una dificultad entre los hijos de Dios. Mucho conocimiento es enseñado, es decir, pasado de
la boca de una persona a los oídos de otra. Entonces, es entendido por la mente del receptor y
pasado a los oídos de una tercera persona. Una vez que son transmitidos vía enseñanza, son
meramente teorías o instrucciones. Tenemos que tener en mente que es inútil tener un mero
conocimiento bíblico y aún así no conocer al Señor. Los dos discípulos conocían las Escrituras
hacía mucho tiempo. Incluso sus corazones estaban ardiendo interiormente mientras que el
Señor les abría las Escrituras, pero ellos aún no lo reconocían. El conocimiento interior del Señor
es el verdadero conocimiento. ¿Usted conoce al Señor así?

Los siete discípulos

Poco después que Jesús resucitó de los muertos, siete de sus discípulos estaban reunidos junto
al mar de Tiberias. Pedro se volvió a los otros seis y les dijo: «Voy a pescar». Los demás,
inmediatamente quisieron acompañarlo. Pero ellos pasaron toda la noche pescando y no
obtuvieron nada. Al amanecer Jesús apareció en la playa, pero no lo reconocieron. ¡Oh sus
frágiles facultades naturales era inútiles cuando se trataba de discernir al Señor resucitado.
Piense bien en esto: Pedro, Juan y Jacobo habían sido sus constantes compañeros. ¿Cómo
podía aquel trío especialmente privilegiado, tan íntimamente relacionado con él, fallar en
reconocerlo?

Cada uno de estos discípulos ya había visto a Jesús tanto antes como después de su
resurrección; ahora, sin embargo, ninguno de ellos le reconocía. Ellos necesitaban de otra
experiencia y de otra fuente de energía para conocerlo. Así, él vino en su auxilio y nuevamente
se reveló. «Hijitos, ¿tenéis algo de comer?», les preguntó. Cuando le dijeron que no tenían nada,
él dijo: «Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis». Ellos lo hicieron así y pescaron más
de lo que podían sacar. En ese momento, Juan, el discípulo amado, lo reconoció, y volviéndose
hacia Pedro, dijo: «¡Es el Señor!»; y Pedro, con los otros cinco, nuevamente lo reconocieron.
Poco antes de esto, todos ellos lo habían visto con sus ojos y lo habían oído con sus oídos, y
aún así no supieron quién era él. Ahora, de repente, inexplicablemente, lo reconocieron. Conocer
al Señor de esa manera es irrefutable e introduce una nueva energía a la vida del creyente.

Cuando los discípulos llegaron a la playa, vieron fuego encendido, y sobre él había pan y
pescado. Jesús los invitó a quebrar el ayuno y ellos consintieron. Sin embargo, la Palabra
agrega: «Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? Sabiendo que
era el Señor». ¿No les parecen estas palabras espantosamente paradojales? Si los discípulos
realmente sabían que era el Señor, ¿por qué pensaban en preguntarle quién era? Note que la
palabra no dice que ellos no le preguntaron, sino que no se atrevían a preguntarle. El hecho de
no atreverse a preguntar significa que no sabían y estaban temerosos de preguntar. No obstante,
la Palabra aquí también dice que ellos sabían que era el Señor.

En otras palabras, exteriormente no sabían, pero interiormente sí. Exteriormente no podían decir
quién era esa Persona, e interiormente sabían que él era el Señor. No era por su mirar, ni por su
voz. De acuerdo a su raciocinio, ellos querían preguntarle, pero interiormente no sentían la
necesidad, porque sabían que él era el Señor. ¿Ha tenido alguna vez una experiencia paradojal
como ésta? ¿Usted se imaginó alguna vez al mismo tiempo si realmente era el Señor que se
encontró con usted, o si aún estando tan seguro que era él, usted no se atrevió siquiera a pensar
en preguntar? Sí, hay veces en que, con nuestros ojos y nuestros oídos y todo nuestro poder de
raciocinio somos incapaces de confirmar el hecho de que es el Señor; aún así, de alguna
manera, en lo más profundo de nuestro ser sabemos que no puede ser otro sino él.

La verdadera revelación es así. La verdadera revelación es un conocimiento interior. Por eso,


¡bienaventurados son aquellos que actúan de acuerdo con la revelación! ¡Bienaventurados son
aquellos que conocen al Señor por revelación! Solamente tal persona puede recibir fuerza
delante del Señor, y solamente esa tal puede saber lo que el Señor es capaz de hacer.

El conocimiento exterior no puede sustituir a la revelación interior. Necesitamos conocer al Señor


interiormente. Si usted tiene esa seguridad interior, nadie podrá entristecerlo. Tenemos que
pedirle a Dios que abra nuestros ojos para que podamos ver aquello que no podemos
comprender por nosotros mismos. Lo que podemos conocer según nuestra mente y según
nuestros oídos y ojos no es sino al Señor Jesús según la carne. Tal conocimiento no nos traerá
ningún provecho, ni nos proporcionará mucha fuerza. Necesitamos orar para que Dios revele a
su Hijo en nosotros, de tal manera que estemos claros interiormente y lo conozcamos en lo
íntimo, sin la menor sombra de duda.

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016. Los enemigos del cristiano: el mundo


Estudios sobre la Vida cristiana

Los enemigos del cristiano: el mundo


El Bautismo

La primera cosa que un cristiano hace luego de convertirse es dar testimonio


público de su fe mediante el bautismo.

Entre nosotros, en nuestra civilización "occidental cristiana", el bautismo


parece ser una cosa de menor importancia, porque es generalmente
aceptado como un "ritual" religioso. Pero no sucedía lo mismo en tiempos del
la primitiva iglesia, cuando el evangelio era perseguido por los judíos y por los
romanos, ni tampoco sucede lo mismo hoy en día en naciones paganas o de
otras religiones intolerantes como la musulmana, por ejemplo. Cuando un
creyente se bautiza está rompiendo con todo lo que era su antigua vida, con
el mundo y con todo su sistema, incluida su religión. Esto suele traer
conflictos graves, que derivan, en algunos casos , hasta en la muerte.

El bautismo significa, en primer lugar, un testimonio ante el mundo. El


bautismo señala nuestra salida, nuestra salvación del mundo. Marcos 16:16
dice: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado." La salvación de la que se habla aquí no es del infierno, sino
del mundo. Debido a que el mundo está bajo condenación, es preciso ser
salvos del mundo y su sistema.

La mera posición de un hombre en el mundo, le ubica entre los que están


perdidos. El mundo está bajo el maligno, el mundo crucificó al Señor, por
tanto, es enemigo de Dios. Por eso, necesitamos ser librados de nuestra
relación con él y de nuestra posición en él.

Creer es el aspecto positivo, y ser bautizado es el aspecto negativo. Al creer,


somos salvos de toda condenación; al ser bautizados, somos salvos del
mundo, porque morimos a él. Cuando somos bautizados, todos reciben
nuestro testimonio, y el mundo sabe que nos ha perdido.

El bautismo, en otro sentido, representa también nuestra muerte y nuestra


resurrección. Romanos 6:3 declara la muerte y la sepultura del creyente: "¿O
ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte?". Y Colosenses 2:12 pone el énfasis en la
sepultura y la resurrección: "Sepultados con él en el bautismo, en el cual
fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le
levantó de los muertos."

Para que una persona pueda ser sepultada debe estar muerta, y para que
una persona pueda resucitar debe también haber sido muerta y sepultada
antes. La muerte del Señor en la cruz es inclusiva, es decir, nos incluyó a
nosotros. De la misma manera ocurrió con su resurrección.

Dios nos puso en Cristo Jesús (1ª Corintios 1:30), para morir y para resucitar.
Ya que Cristo murió, todos morimos; ya que Cristo resucitó, todos
resucitamos. Esto es, los que creemos en Él. Tenemos que aprender a ver las
cosas desde el punto de vista de Dios. Para Él, morimos, fuimos sepultados, y
resucitamos juntamente con Cristo, para andar en una nueva vida. ¡Gloria al
Señor!

Rompiendo con el pasado

Cuando nosotros nos convertimos, pasamos de muerte a vida. Sucedió una


verdadera revolución en nuestra vida. Todas las cosas las comenzamos a ver
de una manera distinta. Al saber -y sentir- que nuestros pecados habían sido
perdonados, experimentamos un alivio en nuestro corazón. Vivíamos ahora
en un nuevo mundo: en el mundo de las cosas eternas.

Sin embargo, la vida anterior nos había dejado una huella, y había
amontonado sobre nosotros una gran carga de muerte. ¿Cómo podíamos
-como pueden los que hoy están comenzando este Camino- desprendernos
del pasado en el mundo?

En la Biblia no se presta atención a lo que una persona hizo antes de creer en


el Señor. Toda la atención está centrada en lo que es preciso hacer después
de recibir la salvación. Sin embargo, hay algunos ejemplos acerca de cómo
proceder con las cosas del pasado.

Lo primero, debemos eliminar completamente todo lo relacionado con los


ídolos. En 1 Tesalonicenses 1:9 dice: "Os convertisteis de los ídolos al Dios
vivo y verdadero." 1 Juan 5:21 dice: "Hijitos, guardaos de los ídolos". 2
Corintios 6:16 dice: "¿Qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?".
No debemos adorar ninguna imagen, porque eso es abominación al Señor.
No debemos involucrarnos con la adivinación o los horóscopos. No tenemos
nada que ver con los juegos de azar, ni con los objetos de magia. Todo ello
pertenece al mundo y está bajo el maligno.

En Hechos 19:19 se nos cuenta que los nuevos convertidos de Efeso trajeron
los libros de magia y los quemaron. Ellos rompieron radicalmente con el
pasado. Ellos no vendieron los libros para ofrecer el dinero a la iglesia: ellos
los quemaron.

También hay que eliminar toda literatura esotérica y pornográfica, todo


aquello que tiene que ver con las fuerzas demoníacas que están en el mundo.

De la misma manera, nuestra forma de vestir debe experimentar un cambio.


Si se llevaba el vestido muy corto, se puede alargar; si era demasiado
llamativo, se puede llevar uno más sobrio. Todo aquello que da cuenta de la
antigua vida, y que es indecente o impropio de un hijo de Dios, debe ser
quitado.

Asimismo, debemos pagar nuestras deudas. Parte del sistema del mundo hoy
consiste en endeudarse. Muchas veces las deudas sobrepasan la real
capacidad de pago de las personas. Un cristiano ha de terminar con esa
costumbre.

Si antes de ser creyentes, obtuvimos algo por medios deshonestos, debemos


compensar el daño de manera adecuada. Es verdad que ya hemos sido
perdonados por el Señor, pero por causa de nuestro testimonio, debemos
solucionar todos estos problemas delante de los hombres, para que el
nombre del Señor sea santificado.

La separación del mundo

El cristiano ha sido llamado a salir del mundo. En la Biblia se presentan


muchos mandamientos respecto de nuestra salida del mundo. Uno de los
tipos más claros del Antiguo Testamento es el de la salida de Egipto.

En Exodo 12 se muestra cómo Dios salvó a los israelitas por medio del
Cordero pascual. La sangre del cordero puesta sobre el dintel y los postes de
las casas les libró de perecer. Luego, el pueblo debía salir de Egipto. Ellos
debían comer la carne apresuradamente, en actitud de marcha: ceñidos sus
lomos, el calzado en los pies, y el bastón en la mano. Tan pronto como ellos
habían sido salvados de la muerte por la sangre, debían salir de Egipto.
Egipto representa el mundo. El bastón en la mano nos habla de salir y
caminar. Desde el día que la sangre de Jesucristo nos redimió, nos
convertimos en extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

La historia del éxodo de Israel de Egipto nos muestra cuán difícil fue para
ellos salir de allí. Una y otra vez Faraón intentó retenerlos. Faraón representa
a Satanás, quien no quiere que salgamos del mundo para seguir al Señor.
Moisés, consciente de esta astucia, se negó a ofrecer sacrificios a Dios en
Egipto. Él insistió ante Faraón para que los dejara salir. Si un hijo de Dios se
conforma al mundo, terminará haciendo ladrillos para Faraón, y no gozará de
la libertad de Dios.

¿En qué áreas debemos separarnos del mundo?

Nuestro corazón es el que primero necesita separarse del mundo. Si no


ocurre así, es inútil hablarle al creyente de separación.

Ahora bien, el mundo tiene una idea muy clara acerca de qué cosas son
impropias de un cristiano. Ellos podrán ser indulgentes con ellos mismos,
pero no lo son respecto de los cristianos. Ellos le exigirán una cierta conducta,
y si los cristianos no actúan en consecuencia, murmurarán, y será para ellos
motivo de escándalo y de tropiezo. Por tanto, el cristiano ha de cuidar su
testimonio delante del mundo, en todo aquello que puede ser reprochado.

Hay trabajos que un cristiano no podrá desempeñar, actividades que no podrá


desarrollar, y sitios que no podrá visitar. Hay palabras que no podrá decir, y
comentarios que no podrá realizar. Los cristianos deben abstenerse de todo
lo que los gentiles consideran impropio, y aun de lo que los cristianos más
débiles consideran impropio. Pudiera ser que por causa de una determinada
conducta se afecte la conciencia del hermano, y se ponga con ello tropiezo al
hermano.

Hay una forma de saber qué es del mundo y de qué cosas debemos
apartarnos: todo aquello que apaga nuestra vida espiritual es del mundo. El
mundo inhibe nuestro celo y apaga nuestra comunión con el Señor. Por eso,
debemos apartarnos del mundo.

El mundo es el primer y gran enemigo de los cristianos. Si no conocemos


quién es el que lo gobierna y qué peligro encierra para nosotros, tarde o
temprano caeremos bajo su influjo mortal. La primera lección que hemos de
aprender es que la salvación de Dios y la redención por la Sangre de Jesús
no nos libra sólo de la condenación eterna, sino que hoy nos libra del mundo.
Si tenemos esto claro desde el principio escaparemos de un lazo de muerte, y
sabremos que nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al
Salvador, a nuestro Señor Jesucristo. (Filip. 3:20).

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017. Los enemigos del cristiano: El pecado


Estudios sobre la Vida cristiana

Los enemigos del cristiano:


El pecado
CÓMO SER LIBRES DEL PECADO

En el mismo momento en que una persona cree en el Señor Jesús es librada del pecado. No
obstante, puede ser que ésta no sea la experiencia común de todos los creyentes. Son salvos,
pertenecen al Señor y poseen vida eterna, pero todavía son asediados por el pecado sin poder
servir al Señor como desean.

Para alguien que recién ha creído en el Señor Jesús es una experiencia muy dolorosa ser
acosado continuamente por el pecado. Es sensible al pecado y tiene una vida que condena el
pecado, pero todavía peca. Esto da como resultado frustración y desánimo.

Muchos cristianos tratan de vencerlo usando sus propios esfuerzos. Creen que si renuncian a él
y rechazan sus tentaciones, serán librados. Algunos luchan constantemente contra éste con la
esperanza de vencerlo. Otros piensan que el pecado los ha hecho cautivos y que tienen que
emplear todas las fuerzas para librarse de sus ataduras. Pero éstos son pensamientos humanos,
no es lo que la Palabra de Dios nos enseña. Ninguno de estos métodos conducen a la victoria.
La Palabra de Dios no dice que luchemos contra el pecado con nuestras propias fuerzas, sino
que seremos rescatados del pecado, es decir, puestos en libertad. El pecado es un poder que
esclaviza al hombre, y la manera de acabar con éste no es destruyéndolo por nosotros mismos,
sino permitiendo que el Señor nos libere de él. El Señor nos salva del pecado anulando el
poder que éste tiene sobre nosotros. En Romanos 7 y 8 vemos cómo puede lograrse esto.

I. EL PECADO ES UNA LEY (Rom. 7: 15-25).

En los versículos 15 al 20, Pablo usa repetidas veces las expresiones "querer" y "no quiero" y
hace mucho énfasis en esto; pero, en los versículos del 21 al 25 hace hincapié en la ley. Estos
dos asuntos son la clave de este pasaje.

La ley es algo inmutable e invariable, que no da lugar a excepciones. Su poder es natural, no


artificial. Por ejemplo, la gravedad es una ley. Si lanzamos un objeto al aire, inmediatamente cae
al suelo, aunque nosotros no lo tiremos hacia abajo.

Romanos 7 nos muestra que Pablo trataba de librarse del pecado, porque deseaba agradar a
Dios. No obstante, al final tuvo que admitir que era vano tomar la determinación de hacer el bien.
Esto nos muestra que el camino a la victoria no reside en la voluntad ni en la firmeza del hombre.
El deseo está en uno, pero no el hacerlo. Después del versículo 21, Pablo nos muestra que aún
permanecía en derrota. Esto se debe a que el pecado es una ley. En su corazón, él estaba
sujeto a la ley de Dios, pero su carne se rendía ante la ley del pecado.

Pablo fue la primera persona en la Biblia que dijo que el pecado era una ley. Este es un
descubrimiento de suma importancia. Es una lástima que muchos cristianos aún no se den
cuenta de ello. Muchos saben que la gravedad es una ley y que la dilatación de los gases con el
calor es otra ley, pero no saben que el pecado es una ley. Así que, detrás de nuestros fracasos
hay una ley.

II. LA VOLUNTAD DEL HOMBRE NO PUEDE VENCER LA LEY DEL PECADO.

Después del versículo 21, los ojos de Pablo se abrieron, y pudo ver que su enemigo, el pecado,
era una ley. Entonces dijo: "¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" Él
comprendió que era imposible prevalecer sobre el pecado usando su voluntad.

¿Qué es la voluntad? Es lo que el hombre quiere y decide hacer; y está constituida de las
opiniones y juicios humanos. Una vez que la voluntad del hombre se propone hacer algo, lo lleva
a cabo. La voluntad del hombre tiene cierto poder; existe fuerza en la voluntad. Pero ahí yace el
problema. Cuando la voluntad entra conflicto con la ley del pecado, ¿cuál de los dos prevalece?
Por lo general, la voluntad prevalece al principio, pero finalmente gana el pecado. Supongamos
que usted sostiene con su mano un libro que pesa un kilo. Aunque hace lo posible por
sostenerlo, la gravedad lo atrae hacia abajo. La acción constante de la ley de gravedad
finalmente prevalecerá, y el libro caerá al piso. La gravedad nunca se cansa, pero su mano sí. El
libro se ha vuelto más pesado: la ley de gravedad ha triunfado sobre el poder de su mano. El
mismo principio se aplica cuando usted trata de vencer el pecado ejerciendo su voluntad. Esta
puede resistir por algún tiempo; pero al final, el poder del pecado vence al poder de su voluntad.

Es fácil ver que el mal genio es un pecado. Después que usted explota, reconoce que actuó mal,
y se promete que eso no volverá a suceder. Ora y recibe el perdón de Dios. Confiesa su pecado
a los demás, y su corazón vuelve a tener gozo. Usted cree que no se volverá a enojar. Pero al
tiempo, vuelve a enojarse, y así una y otra vez. Esto comprueba que el pecado no es un error
fortuito, sino que es algo que ocurre repetidas veces y que lo atormenta continuamente. Aquellos
que mienten siguen mintiendo, y aquellos que pierden la paciencia, la continúan perdiendo. Esta
es una ley, y no hay poder humano que pueda vencerla.

Una vez que el Señor nos conceda misericordia y nos muestre que el pecado es una ley, no
estaremos lejos de la victoria. Después de que Pablo lo descubrió, comprendió que ninguno de
sus métodos funcionaría. Este fue un gran descubrimiento, una gran revelación para él.

Debemos encontrar el significado de Romanos 7 antes de poder experimentar el capítulo 8. Lo


importante no es entender la doctrina de Romanos 8, sino haber salido de Romanos 7. Si uno no
ha visto que el pecado es una ley y que la voluntad nunca la puede vencer, se encuentra
atrapado en Romanos 7; nunca llegará a Romanos 8.

Puesto que el pecado es una ley, y la voluntad no puede vencerla, ¿cuál es el camino para
alcanzar la victoria?

III. LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA NOS LIBRA DE LA LEY DEL PECADO. (Rom. 8:1-2).

El camino hacia la victoria consiste en ser librado de la ley del pecado y de la muerte. Muchos
hijos de Dios piensan que es el Espíritu de vida quien los libra del pecado y de la muerte; no ven
que es la ley del Espíritu de vida la que los libra de la ley del pecado y de la muerte. Cuando el
Señor abre nuestros ojos, vemos que el pecado y la muerte son una ley, y que el Espíritu Santo
es también una ley. Descubrir esto es un gran suceso. Cuando nos damos cuenta de este hecho,
saltamos y exclamamos: "¡Gracias a Dios, aleluya!".

No necesitamos querer, ni hacer algo, ni aferrarnos al Espíritu Santo para que esta ley nos libre
de la otra ley, ya que el Espíritu del Señor está en nosotros. Si en momentos de tentación
tememos que el Espíritu del Señor no operará en nosotros a menos que nos esforcemos en
ayudarle, aún no hemos visto el Espíritu de vida como una ley que opera en nosotros. El
problema de una ley, sólo puede ser resuelto por otra ley.

La gravedad es una ley que atrae los objetos hacia el suelo. Pero si inflamos un globo de helio,
comenzará a elevarse, sin necesidad de que el viento u otra fuerza lo sostenga. Lo que lo lleva a
elevarse es una ley, y no necesitamos hacer nada para ayudarle. De la misma manera, la ley del
Espíritu de vida elimina la ley del pecado y de la muerte sin ningún esfuerzo nuestro.

Supongamos que alguien lo regaña a usted o lo golpea injustamente. Es posible que usted
venza la situación sin siquiera comprender lo que ha sucedido. Después de que todo pasa,
posiblemente se pregunte cómo es posible que no se enojó a pesar de haber suficiente motivo
para hacerlo. ¡Pero asombrosamente usted venció la situación sin darse cuenta! De hecho, las
verdaderas victorias se obtienen sin que nos demos cuenta, porque es la ley del Espíritu de vida,
no nuestra voluntad, la que actúa y nos sostiene. Mientras desconfíe de su voluntad y esfuerzo
propio, el Espíritu Santo lo conducirá al triunfo. Nuestros fracasos del pasado fueron el resultado
de una ley, y las victorias de hoy también son el resultado de una ley. La ley anterior era
poderosa, pero la ley que hoy tenemos es más poderosa.

Toda persona que ha sido salva debe saber claramente cómo ser librada.

Primero, debemos ver que el pecado es una ley que actúa en nosotros. Si no vemos esto, no
podemos proseguir.

Segundo, que la voluntad no puede vencer la ley del pecado.

Tercero, que el Espíritu Santo es una ley, y que esta ley nos libra de la ley del pecado.

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018. El predicador de la cruz


La cruz está en el centro de la vida y la predicación del ministro cristiano. Si
no tiene la experiencia y el espíritu de la cruz no podrá impartir la vida de la
cruz a otros.

El predicador de la cruz
Lectura: 1ª Corintios 2:1-4.

En este pasaje podemos notar tres cosas: 1, el mensaje que predica Pablo; 2, Pablo mismo; y 3,
cómo proclama Pablo su mensaje.

El mensaje que predica Pablo

El mensaje que predica Pablo es Jesucristo, y éste crucificado. Su tema es la cruz de Cristo o el
Cristo de la cruz.

Nosotros hemos de predicar la muerte vicaria de Cristo en la cruz para que Dios les conceda
vida a los que creen. De nada sirve que conmovamos a la gente con nuestro mensaje y le
induzcamos a arrepentirse si sus sentimientos son superficiales y la vida de Dios no penetra en
ellos. Nuestro objetivo es impartirles la vida de Dios para que sean salvos.

Es relativamente fácil hacer que la gente entienda un asunto determinado, y que reciba
mentalmente nuestra enseñanza, pero para que reciban vida y poder y experimenten lo que les
predicamos, Dios tiene que obrar por medio de nosotros, para dispensarles la vida más
abundante. Jamás debemos olvidar que todas las obras que hacemos tienen el propósito de que
seamos cauces de la vida de Dios, para que esa vida fluya al espíritu de la gente. Así que
necesitamos asegurarnos de ser los cauces que Dios pueda utilizar para transmitir vida a otras
personas.

Pablo mismo
¿Qué se puede decir de Pablo cuando predica la palabra de la cruz? El dice esto: "Y estuve
entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor". ¡El mismo es una persona crucificada!
En efecto, para predicar la palabra de la cruz se requiere una persona crucificada. Pablo no tiene
ninguna confianza en sí mismo. Su debilidad y su mucho temor y temblor son las señales
indubitables que lo caracterizan como un crucificado. En cierta ocasión declaró: "Con Cristo
estoy juntamente crucificado" (Gál.2:20). Además dijo: "... cada día muero" (1ª Co.15:31). Se
necesita un Pablo moribundo para proclamar la crucifixión. Sin la muerte del yo, la vida de Cristo
no puede fluir de él. Es relativamente fácil predicar la cruz; pero no es fácil ser una persona
crucificada cuando se predica la crucifixión. Si no somos hombres y mujeres crucificados, no
podemos predicar la palabra de la cruz; nadie recibirá la vida de la cruz por medio de nuestra
predicación, a menos que nosotros también estemos así crucificados. Quien no conoce la cruz
por experiencia, no es apto para predicar de ella.

Cómo proclama Pablo su mensaje

El mensaje de Pablo es la cruz y él mismo es una persona crucificada. Cuando predica la cruz, él
adopta el camino de la cruz. Una persona crucificada predica el mensaje de la cruz en el espíritu
de la cruz. Pablo escribió a los corintios que él no fue a ellos con "excelencia de palabras o de
sabiduría" cuando fue a anunciarles "el testimonio de Dios". Aquí el testimonio de Dios se refiere
a la palabra de la cruz. Pablo no usó palabras sabias y elevadas cuando proclamó el mensaje de
la cruz, sino que fue en el espíritu de la cruz; en efecto, él dijo: "Ni mi palabra ni mi predicación
fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de
poder." Tal es en verdad el espíritu de la cruz.

La victoria de Pablo radica en el hecho de que él es realmente una persona crucificada. Él


puede, por tanto, proclamar el mensaje de la cruz con la actitud, así como con el espíritu de la
cruz.

Al considerar la experiencia de Pablo, ¿no nos revela ella la causa de nuestro fracaso? ¿Con
qué espíritu, palabras y actitud predicamos la cruz? ¡Oh! Humillémonos profundamente al
encararnos a estas interrogantes, para que Dios tenga misericordia de nosotros y para que los
que nos escuchan puedan recibir vida.

¡El hecho de que la gente no reciba vida se debe indudablemente al fracaso de los predicadores!
No es que la palabra haya perdido su poder, sino son los hombres los que han fallado. Aquellos
que no tienen la experiencia de la cruz y por lo mismo carecen del espíritu de la cruz, no pueden
impartir la vida de la cruz a otros. ¿Cómo podemos dar a otros lo que nosotros mismos no
tenemos? A menos que la cruz se convierta en nuestra vida, no podremos impartir esa vida a
otros. El fracaso de nuestro ministerio se debe al hecho de que tenemos un gran deseo de
predicar el mensaje de la cruz, pero sin que esa cruz esté en nosotros. El que de veras sabe
predicar, debe haberse predicado la palabra primero a sí mismo; de lo contrario, el Espíritu Santo
no va a obrar por medio de él.

La palabra de la cruz que tantas veces proclamamos no es nuestra realmente, sino sólo
prestada; la hemos sacado de los libros que leemos o de las Escrituras que escudriñamos con
nuestra capacidad intelectual. Las personas inteligentes y las que están acostumbradas a
predicar son especialmente propensas a tal peligro. Me temo que todo lo que escudriñan,
estudian, leen y oyen hablar sobre los diversos aspectos del misterio de la cruz es para otras
personas y no primeramente para sí mismas. ¡El pensar de continuo en otras personas, con
descuido de nuestra propia vida espiritual, redundará finalmente en nuestro empobrecimiento
espiritual!

Al predicar el mensaje, procuramos presentar en forma diligente y cuidadosa lo que hemos oído,
leído y meditado. En efecto, podemos hablar tan clara y lógicamente, que puede parece que
quienes nos escuchan entienden todo lo que les decimos. No obstante, aunque nuestros oyentes
comprendan con el entendimiento, no hay en nuestras palabras ese poder apremiante para
hacerlos esforzarse por conseguir lo que entienden. Es como si el conocer la teoría de la cruz les
fuera suficiente. Ellos pueden llegar a sentirse satisfechos de entenderla, pero si no reciben vida,
no llega a ser experiencia en ellos.

Así que, nunca seamos presumidos, pensando que nuestra elocuencia puede influir en el ánimo
de los oyentes. Podemos conmoverlos momentáneamente, pero lo único que reciben de
nosotros son pensamientos y palabras. El no lograr impartir vida no contribuye en nada al andar
espiritual de los hombres. ¿De qué sirve darle a la gente tan sólo pensamientos y palabras?

Como hemos visto, las dos principales razones por las cuales no impartimos vida cuando
predicamos de la cruz son: a) nosotros mismos no tenemos la experiencia de la cruz, y b) no
predicamos la palabra de la cruz en el espíritu de la cruz ¡Que esto penetre profundamente en
nuestros corazones y nos haga reflexionar en la vanidad de nuestras obras pasadas!

Si de veras estamos unidos a la cruz, Dios nos hará triunfar en todas partes. Quiera Dios
despertarnos a todos los que somos siervos inútiles, para que lleguemos a ser obreros "que no
tienen de qué avergonzarse" (2ª Timoteo 2:15).

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019. Hacia la práctica de la oración


El ejercicio eficaz de la oración requiere del cumplimiento de ciertos
requisitos tanto espirituales como prácticos. Todo creyente debe atenderlos
desde el principio de la vida cristiana; si los descuida, corre el riesgo de no
llevar fruto. He aquí una enseñanza básica y eminentemente práctica sobre
la oración.

Hacia la práctica de la oración


Un derecho básico

Los creyentes tienen un derecho básico mientras están en la tierra hoy y es que sus oraciones
sean contestadas. Cuando la persona es regenerada, Dios le concede el derecho de pedir y de
recibir respuesta. En Juan 16 dice que Dios responde cuando le pedimos en el nombre del
Señor, para que nuestro gozo sea cumplido; y si oramos sin cesar, nuestra vida cristiana estará
llena de gozo.

Si oramos sin cesar y Dios no nos contesta o si hemos sido cristianos por años y Dios a duras
penas nos escucha o nunca nos responde, algo muy serio está pasando. Si hemos sido
creyentes por tres o cinco años sin recibir respuesta a nuestra oración, somos cristianos
extremadamente ineficaces. Aunque somos hijos de Dios, nuestras oraciones no son
respondidas. Esto jamás debe suceder.

Todo creyente debe recibir de Dios respuesta a sus oraciones, pues tal experiencia es básica. Si
Dios no nos ha contestado la oración por mucho tiempo, esto indica que algo se ha interpuesto
entre Él y nosotros.

Nos gustaría preguntarle a cada creyente: ¿Ha aprendido usted a orar? ¿Ha contestado Dios su
oración? Estamos equivocados si dejamos oraciones sin respuesta, porque las oraciones no son
palabras al viento, puesto que se ofrecen para ser contestadas. Si usted ha creído en Dios, Él
debe contestarle.

La oración puede considerarse el tema más profundo y a la vez el más sencillo. Es tan
insondable que algunos nunca han orado como es debido a pesar de haber oído acerca de la
oración toda su vida. Muchos hijos de Dios tienen el sentir de que jamás aprendieron a orar. Sin
embargo, la oración es algo tan sencillo que tan pronto una persona cree en el Señor puede
empezar a orar, y sus oraciones son contestadas. Si usted tiene un buen comienzo en su vida
cristiana, siempre recibirá respuesta a sus oraciones.

Condiciones para que Dios nos conteste

Pedir

Todas nuestras oraciones deben ser peticiones genuinas delante de Dios. Después de que un
hermano fue salvo, oraba todos los días hasta que un día una hermana le preguntó: “¿Ha
escuchado Dios alguna vez tu oración?” Esto lo sorprendió, pues para él la oración era
simplemente oración, y no veía razón para preocuparse si era contestada o no. Desde entonces,
cada vez que oraba, le pedía a Dios que contestara su oración. Empezó a hacer memoria de
cuántas oraciones no habían sido respondidas, y descubrió que sus oraciones eran vagas y sin
meta.

Si oramos sin esperar respuesta, como si fuese un ritual, no obtendremos respuesta. El Señor
dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt.7:7). Él quiere saber lo
que uno quiere y pide específicamente. Sólo así Él se lo podrá dar. Esto es lo significa “Buscad”
y “Llamad”. Si su padre le pide cierta medicina, usted va a la farmacia y pide el medicamento
exacto. Si no hemos recibido algo de Dios es porque no pedimos específicamente. El obstáculo
está de nuestro lado, no en el de Dios.

El creyente debe aprender a orar con un objetivo concreto. “No tenéis, porque no pedís”
(Stgo.4:2). Muchos oran sin pedir. No debemos levantarnos en la reuniones a orar por 20
minutos o media hora sin saber ni lo que decimos ni lo que queremos. Debemos aprender a ser
específicos en la oración y saber cuándo Dios contesta nuestra oraciones y cuándo no.

No pedir mal

Hay una segunda condición al orar y es que no debemos pedir mal. “Pedís, y no recibís, porque
pedís mal” (Stgo.4:3). No debemos orar sin dirección y sin control, ni pedir mal o
descuidadamente ni pedir cosas innecesarias o que agraden a nuestra carne, ya que si lo
hacemos, nuestras oraciones serán vanas.

Pedir mal significa solicitar más de lo que uno necesita o puede contener. Si uno se halla en una
necesidad seria, está bien que pida a Dios que la resuelva, pero si no tiene ninguna necesidad, y
pide cosas a Dios, está pidiendo mal. Sólo se debe pedir de acuerdo con la capacidad y
necesidad de cada uno.

Quitar de en medio los pecados

Algunos no reciben respuesta a sus oraciones debido a que algún pecado se interpone entre
ellos y Dios. El salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no
me habría escuchado.” Si una persona está consciente de ciertos pecados y no está dispuesta a
dejarlos, el Señor no le contestará las oraciones que haga. El Señor puede compadecerse de
nuestra debilidad, pero no permitirá que abriguemos iniquidad en nuestro corazón.
En Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y
se aparta alcanzará misericordia.” Uno debe confesar los pecados y también pedir al Señor ser
librado de ellos.

Creer

Por el lado positivo, la condición indispensable para que nuestra oración halle respuesta es la fe,
ya que sin ésta la oración es ineficaz. “Todo cuanto pidiereis en oración, creed que lo recibisteis
ya, y lo tendréis” (Mr.11:24.V.M.). Aquí no dice: “Creed que lo recibiréis”, sino “que lo recibisteis
ya”. Creer es tener la certeza de que Dios ya respondió nuestra oración, y no la convicción de
que Dios responderá nuestra oración. La fe genuina se expresa con la expresión hecho está, y
con agradecer a Dios por haber respondido nuestra oración.

En el evangelio de Marcos encontramos algunos ejemplos de fe. Vemos en él tres expresiones


que aluden de modo especial a la oración.

a) El poder del Señor: Dios puede. En Marcos 9:21-23 se ve el caso de un padre que intercede
por su hijo enfermo, quien le dice al Señor: “Si puedes hacer algo ... ayúdanos”. El Señor le
respondió con sus mismas palabras: “Si puedes creer, al que cree todo lo es posible.” El asunto
no dependía de si el Señor podía, sino de si el hombre creía. Cuando el hombres está en
dificultades, duda mucho y se le hace difícil creer en el poder de Dios. El Señor Jesús reprendió
al padre por dudar del poder de Dios. Cuando los hijos de Dios oran deben decir: “¡Señor, tú
puedes!” En nuestra oración necesitamos saber que “Dios puede” y que nada es imposible para
el Señor.

b) La voluntad de Dios: Dios quiere. En Marcos 1:41 el Señor dice a un leproso: “Quiero, sé
limpio.” Aquí nos planteamos la interrogante de si Dios desea hacer algo, no si Él puede. Si Dios
no desea sanar, la grandeza de su poder no tendrá efecto en nosotros. La primera pregunta que
hay que hacer es si Dios puede, y la segunda es si El quiere. En este caso, el Señor, lleno de
compasión, tocó al leproso (la lepra era una enfermedad inmunda según la ley de Moisés) y lo
sanó. “Dios puede” y también “Dios quiere”.

c) La acción del Señor: Dios la realizó. En Marcos 11:24 dice que Dios ya efectuó algo. La fe no
es creer que Dios puede hacer algo y que lo hará, sino creer que Él ya lo hizo. Cuando la fe es
perfecta, no sólo dirá “Dios puede” y “Dios quiere”, sino también “Dios ya lo hizo”.

Los creyentes deben aprender a orar en dos etapas. En la primera deben orar hasta recibir la
promesa, la palabra específica de Dios para ellos. Todas las oraciones comienzan por pedirle al
Señor algo y pueden continuar por un período de quizás tres o cinco años. Es necesario seguir
pidiendo. Algunas oraciones son contestadas inmediatamente, mientras que otras se tardan
años, y es entonces cuando se debe perseverar. La segunda etapa se extiende desde el
momento en que se recibe la promesa, la palabra específica de Dios, hasta que la promesa se
cumple. En esta segunda etapa no se pide, sino que se ofrece alabanza, hasta que la palabra se
haya cumplido. Este es el secreto de la oración.

En la primera etapa uno avanza en la oración desde no tener nada hasta recibir fe, y en la
segunda uno avanza en la alabanza desde que recibe la fe hasta palpar la realidad de lo pedido.

Si hacemos esto, recibiremos lo que pedimos, y la oración será una herramienta poderosa en
nuestras manos.

Perseverar en el pedir
Otro aspecto que requiere mucha atención en cuanto a la oración es que debemos perseverar y
nunca desmayar (Lc. 18:1). Ya que algunas oraciones requieren perseverancia, debemos orar
hasta que la oración agote al Señor y lo obligue a contestar. En Marcos 11 se nos dice que
debemos orar hasta que tengamos fe, y en Lucas 18 se nos dice que debemos pedir al Señor
hasta que Él se vea obligado a contestar. Estas dos clases de fe son diferentes, pero no son
contradictorias.

Muchas oraciones son oraciones sin sustancia. Una persona puede orar por uno o dos días, pero
después de tres meses se olvida por completo del asunto; otros piden algo una vez y no lo
solicitan por segunda vez, lo cual muestra que no están interesados en recibir lo que piden.
Cuente las veces que ha hecho la misma oración más de dos, tres, cinco o diez veces. Si usted
ya olvidó sus oraciones, ¿cómo puede esperar que Dios las recuerde? Si usted no tiene interés
en cierta petición, ¿cómo puede esperar que a Dios le interese escuchar? La verdad es que
usted no tiene el deseo de recibir lo que está pidiendo. Una persona orará persistentemente sólo
si tiene una verdadera necesidad, y sólo cuando es presionado por circunstancias difíciles. En
tales casos, esa persona perseverará por mucho tiempo, y no dejará de orar. Le dirá al Señor:
“¡Señor! No dejaré de orar hasta que me respondas.”

Si usted quiere pedir algo y verdaderamente lo desea, debe molestar a Dios y pedirle con
insistencia hasta que lo oiga. Al hacer esto, Dios no tiene otra alternativa que contestarle, ya que
usted lo ha forzado a actuar.

La práctica de la oración

Cada creyente debe hacer una libreta de oración cada año para anotar en ella sus oraciones,
como si se tratara de un libro de contabilidad. Cada página debe tener cuatro columnas. En la
primera anotará la fecha en la cual empezó a orar por algo; en la segunda, el objeto por el cual
ora; en la tercera, la fecha en la cual recibe respuesta a la oración; y en la cuarta, debe dejar
constancia de la manera en que Dios contestó la oración. Entonces, el creyente se dará cuenta
cuántas cosas ha pedido, cuántas el Señor ha respondido, y cuántas están pendientes.

La ventaja de anotar toda esta información en un solo cuaderno es que nos muestra si Dios
contesta nuestras oraciones o no, porque cuando Dios se detiene, debe de haber alguna razón
para que esto suceda.

Es bueno que los creyentes tengan celo al servir al Señor, pero tal servicio es inútil si sus
oraciones no reciben respuesta.

En cierta ocasión un hermano anotó los nombres de 140 personas y oró pidiendo que fuesen
salvas. Algunas personas fueron salvas el mismo día. Después de año y medio, sólo dos de ellas
no habían sido salvas. Este es un excelente modelo para nosotros.

Respecto de la oración, usted no puede ser negligente por ningún motivo. Debe aprender desde
el principio a ser estricto en este asunto y debe ser serio ante Dios. Una vez que comience, no
se detenga hasta que obtenga la respuesta.

Al usar su cuaderno de oración, note que algunas oraciones necesitan oración continua, y otras
sólo una vez a la semana. Este horario depende del número de peticiones que tenga anotadas
en el libro. Igual que los hombres organizan su agenda de actividades, también nosotros
debemos administrar nuestro tiempo de oración.

Las oraciones en que pide luz, vida y gracia y dones para la iglesia, son oraciones que se dirigen
a temas generales, no es necesario clasificarlas con nuestras oraciones específicas. Debemos
orar diariamente por estas grandes cosas.
Cuando un hombre cree en el Señor, debe aprender a orar sin cesar. Debe aprender bien la
lección de la oración antes de tener un conocimiento profundo de Dios y llevar fruto en
abundancia.

Watchman Nee (extracto)

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020. Confesión y restitución


¿Qué lugar ocupa la confesión en la vida espiritual de un hijo de Dios? ¿Es
innecesaria luego que ha sido limpiado por la sangre de Cristo? Si debe
realizarla, ¿cómo hacerlo? ¿ante quiénes? ¿basta la confesión sola, o debe
acompañarse de restitución?

Confesión y restitución
Desde que creímos en el Señor, debemos desarrollar el hábito de confesar nuestros pecados y
faltas. Y no sólo esto: debemos aprender a restituir o a compensar por el daño causado cuando
corresponda.

Por una parte, debemos confesar las ofensas a Dios, y por otra, debemos confesarla a los
hombres y reparar el daño. Si un cristiano no se confiesa ante el Señor, y no pide perdón ni hace
restitución al hombre, su conciencia fácilmente se endurecerá.

Una vez que la conciencia se endurece, se crea un problema serio y fundamental: se hace difícil
que la luz de Dios brille en el corazón del creyente. La confesión y la restitución nos permite
tener una conciencia sensible delante del Señor.

Con frecuencia ofendemos a otros. Si pese a esto, no tenemos ningún remordimiento en nuestra
conciencia, entonces ella debe estar enferma, o padece de una seria anormalidad. ¿Cómo
podemos comprobar si es este nuestro caso? Si ha transcurrido un largo tiempo desde nuestra
última confesión, entonces tenemos problemas. El tiempo transcurrido desde nuestra última
confesión indica si existe un problema entre nosotros y Dios. Si ha pasado un largo período, falta
luz en nuestro espíritu; si el tiempo es corto, nuestra conciencia sigue siendo sensible. A fin de
vivir bajo la luz de Dios, necesitamos de una conciencia sensible, y para que ésta permanezca
sensible, necesitamos condenar al pecado continuamente. Necesitamos confesarnos ante Dios,
y también necesitamos confesar al hombre la ofensa y reparar el daño.

Ahora bien, si hemos ofendido a Dios, y la ofensa no tiene nada que ver con el hombre, no
necesitamos confesar nada al hombre. En esto no debemos errar. Si confesamos una ofensa al
hombre cuando sólo Dios tiene conocimiento, podemos afectar al hombre.

Hay un principio fundamental que ha de regir nuestra conducta cuando ofendemos al hombre:
No basta con hacer confesión a Dios; también tenemos que confesar al hombre y hacer
restitución, si es el caso.

Este principio se encuentra tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.


La enseñanza en Levítico

Levítico 6:1-7 nos enseña que una persona que haya ofendido a alguien o transgredido contra
alguien en cosas materiales debe arreglar el asunto con los hombres antes de ser perdonado.
Resolver el asunto delante de Dios no es suficiente. Este arreglo implica confesión y restitución.

En este pasaje aparecen seis clases de transgresiones contra el hombre: mentir al prójimo con
respecto a un depósito encomendado, mentir al prójimo con respecto a lo dejado en su mano,
robar al prójimo, explotarlo (es decir, tomar ventaja ilícita sobre él valiéndonos de la posición o el
poder que tengamos), encontrar algo perdido y mentir al respecto, y jurar en falso. En resumen,
si hay algo deshonesto en cualquier cosa que hagamos, si hemos adquirido algo a expensas de
otros, o si hemos obtenido algo por uno de estos seis medios, hemos pecado, y debemos
solucionar el asunto delante de los hombres.

¿Cómo restituir? Levítico 4:6 dice: “Entonces, habiendo pecado y ofendido, restituirá aquello que
robó” (v.4). Restituir significa devolver al hombre por lo que se le quitó. ¿Cómo debe hacerlo?
“Lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte, en el día de
su expiación” (v.5).

Debemos hacer restitución completa (no una mera disculpa), y, además, añadir la quinta parte...
¡lo más pronto posible! ¿Qué significa esto de la quinta parte? ¿Significa que literalmente hemos
de añadir una quinta parte? El principio es que debemos restituir abundantemente. No debemos
ser mezquinos al disculparnos con las personas ni al devolverles lo que les hayamos hurtado.
Debemos ser amplios y generosos.

Algunos se disculpan diciendo: “Reconozco que en esta ocasión yo lo ofendí, pero no siempre ha
sido así; al contrario, usted me ha ofendido a mí.” Esto no es una confesión, sino un ajuste de
cuentas. Al confesar, seamos generosos. No nos disculpemos menos de lo que debemos. Al
confesar no debemos ser renuentes ni calculadores. Si cuando confesamos nuestra falta nos
preocupa la cantidad de dinero que debemos devolver, nuestro comportamiento no es el de un
verdadero cristiano. No retengamos nada en nuestra confesión y procuremos ser amplios.

Añadir una quinta parte a nuestra restitución debe recordarnos que ofender a otros es un
problema y que no debemos hacerlo de nuevo. Cuando un cristiano ofende a alguien, debe
darse cuenta que aunque por el momento haya obtenido ganancia, al final sufrirá pérdida.

Después de la disculpa y la restitución, todavía es preciso algo más. Levítico 6:6-7 dice que
hemos de acudir a Dios y buscar su perdón por medio de la sangre del Señor. Este es un asunto
muy serio. Si nos descuidamos, tomaremos ventaja de los demás y pecaremos contra ellos. Los
hijos de Dios deben devolver lo que pertenece a otros, y pedirle perdón a Dios.

La enseñanza en Mateo

Hemos revisado lo que enseña Levítico. Pero, ¿qué dice el Nuevo Testamento al respecto?
¿Hay una enseñanza diferente? Mateo capítulo 5 toca este asunto, y, por supuesto, no
contradice el Levítico. Más bien lo complementa, porque mientras Levítico trata de las
transgresiones contra el hombre con respecto a posesiones materiales, Mateo 5 va más allá de
lo material.

En los versículos 23 al 26 se refiere específicamente a las contiendas que hay entre los hijos de
Dios. Si usted le está ofreciendo algo a Dios, y se acuerda de que su hermano tiene algo contra
usted, esta memoria es la voz de Dios. El Espíritu Santo con frecuencia nos recuerda cosas que
han pasado. Cuando esto suceda, no haga este recuerdo a un lado, creyendo que no tiene
importancia.
Si recuerda que su hermano tiene algo contra usted, esto quiere decir que usted ha pecado
contra él, tal vez siendo injusto con él. El énfasis aquí no está en asuntos materiales, sino en lo
que ha hecho que otros estén en su contra. Un cristiano debe comprender que si ofende a
alguien y no le pide perdón, se verá en problemas tan pronto como la parte ofendida mencione
su nombre y clame delante de Dios. Dios no aceptará su ofrenda ni su oración. Si hacemos que
otros clamen ante Dios por causa nuestra, nuestra espiritualidad y nuestras ofrendas a Dios
serán anuladas.

Si deseamos ofrecer algo a Dios, hemos de reconciliarnos primero con nuestro hermano,
entonces podremos presentar nuestra ofrenda. Dios desea muestra ofrenda, pero primero
debemos reconciliarnos con los que hemos ofendido. Reconciliarse con el hermano significa
disipar el enojo del hermano. Posiblemente necesitaremos disculparnos o devolver algo, pero lo
más importante es satisfacer al hermano. No es un asunto de añadir la quinta o la décima parte,
sino de reconciliarse. Reconciliarse es satisfacer las exigencias del ofendido.

Si usted ha pecado contra su hermano, y él está molesto y piensa que usted actuó injustamente,
y si usted ha hecho que clame a Dios, la comunión espiritual entre usted y Dios se interrumpe.
Posiblemente no piense que está en tinieblas, y crea que tiene la razón, pero la ofrenda que
presenta ante el altar carece de significado. No podrá pedirle ni darle nada a Dios.

Puede haber ofrecido absolutamente todo en el altar, pero Dios no se complacerá en ello.
Aprenda a satisfacer tanto los justos requisitos de Dios como los de su hermano. Sólo entonces
podrá presentar su ofrenda a Dios. Esto es un asunto muy serio.

Debemos cuidarnos de ofender a los demás, particularmente a los hermanos, porque si lo


hacemos, caeremos de inmediato bajo el juicio de Dios, y no será fácil ser restaurados.

Todavía estamos en el camino

En el versículo 25, el Señor nos habla en términos humanos y nos muestra que nuestro hermano
es como el demandante en un tribunal. La expresión “mientras estás con él en el camino” es
maravillosa. Hoy todavía estamos en el camino. Nuestro hermano no ha muerto y nosotros
tampoco. Ambos estamos en el camino. Un día nosotros no estaremos en el camino o nuestro
hermano no estará. Mientras estemos, tenemos la oportunidad de hablar y de pedir perdón. La
puerta de la confesión no estará abierta para siempre. Muchos hermanos lamentan haber
perdido la oportunidad de confesar sus ofensas unos a otros. Tenemos que ponernos a bien con
nuestro hermano mientras aún estemos en el camino. Una vez que una de los partes no esté,
nada se podrá arreglar. ¡Tenemos que ver cuán serio es este asunto!

Luego, en 25 b y 26, el Señor no habla de un juicio futuro, ni de ser echado en una prisión física.
Lo que Él quiere es que nos reconciliemos hoy, que paguemos todos los cuadrantes hoy. No
debemos posponer el asunto esperando que después se resuelva. No debemos permitir que un
hermano tenga ninguna queja contra nosotros. No debe haber ningún reproche en nuestra
conducta ni pensar que los demás están equivocados y que nosotros tenemos la razón. No se
deben pasar por alto las quejas de los demás ni tratar de justificar las acciones de uno.

Si nuestra confesión es amplia, y restituimos hasta satisfacer al agraviado, entonces podemos


descansar, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. En algunos casos, hay
enfermedades que serán sanadas cuando hacemos confesión de nuestros pecados. (Santiago
5:16). Después de confesar nuestros pecados y restituir cuando correspondiere debemos tener
paz, no debemos sentirnos condenados por nuestra conciencia. Tampoco debemos permitirle a
Satanás que nos acuse.
El Señor nos ayude para mantener nuestra conciencia limpia. Si tenemos la conciencia limpia,
podremos experimentar un progreso considerable en nuestra búsqueda espiritual.

W. Nee (condensado)

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021. Filadelfia y Laodicea


Filadelfia y Laodicea son dos iglesias representativas de dos sectores de la cristiandad. Aunque son dos sectores
claramente diferenciables, uno surge del otro, y es la deformación de él.

Watchman Nee

Filadelfia y Laodicea
FILADELFIA (Apocalipsis 3:7-13)

"Fileo” significa “amar”, y “adelfos” significa “hermano”. Filadelfia es “amor fraternal”.

De las siete iglesias (de Apocalipsis capítulos 2 y 3), sólo dos iglesias escapan la reprensión, y
de éstas, sólo una, Filadelfia, es totalmente aprobada y alabada.

¿Cuál es la característica de Filadelfia? “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti
una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado
mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap.3:8). Lo que caracteriza a Sardis es una lucha con
la muerte. Porque, la iglesia de Sardis estaba mezclada con el mundo, y necesitaba luchar para
vivir y empezar de nuevo cada vez. Pero Filafelfia es el amor fraternal. Aquí hay un retorno al
amor de los hermanos. Ya no es el mundo, porque cada uno es un hermano. No tiene necesidad
de luchar para librarse de la muerte y las cosas de la muerte que tienden a adherirse. Filadelfia
es simplemente una restauración a la posición original de los hermanos delante de Dios, en que
todo es amor.

Como Sardis salió de Tiatira, lo mismo Filadelfia sale de Sardis. La iglesia Protestante sale de la
Iglesia Catolicorromana. No podemos señalar qué grupo es el llamado Filadelfia, pero es bien
evidente que es un nuevo movimiento del Espíritu Santo. Este nuevo movimiento levanta la
gente de la muerte de Sardis y los coloca en la posición del amor de los hermanos; en otras
palabras, en la posición del cuerpo en que sólo se reconoce la comunión que es del amor. Esto
es Filadelfia.

Guarda la Palabra

Filadelfia posee dos características especiales: una, que ha guardado la Palabra del Señor. Aquí
hay un grupo de personas que han sido llevadas por Dios para aprender la manera de conservar
la Palabra del Señor. Dios abre su Palabra a ellos de modo que puedan entenderla. No hay
ningún credo en medio de ellos, sólo la Palabra de Dios. No hay doctrina, sólo la Palabra. No hay
tradición, sólo la Palabra. No hay oportunidad para la opinión del hombre, sólo la Palabra de
Dios. Después de los apóstoles, ésta es la primera iglesia a la cual alaba el Señor, porque ahora
un grupo de personas ha regresado por completo a la Palabra del Señor. Para ellos no hay otra
autoridad que la del Señor, no hay enseñanza, ni credo que sea de ningún valor.

Es posible que haya personas que puedan predicar y entender la doctrina y con todo no
conozcan la Biblia. Es posible aprender un credo y aceptarlo sin conocer la Palabra de Dios.
¿Suena extraño esto? Si la iglesia necesitara un credo, el Señor se lo habría dado. Hoy, la gente
analiza la Biblia y de ella sacan un credo. La Biblia es infinita en su naturaleza, pero el credo es
definido. La Biblia es compleja, pero el credo es simple. Un credo puede ser entendido por una
persona sencilla, pero las complejidades de la Biblia sólo son inteligibles para cierto número de
personas, porque se requiere cierta condición para entenderla. La Biblia no puede ser
comprendida a menos que el lector tenga vida y singularidad de ojo delante del Señor, pero un
credo puede ser entendido por cualquiera que tenga una mente clara tan pronto como lo lee.

Las personas pueden pensar que el camino es demasiado estrecho; así que procuran
ensancharlo con miras a que entre más gente. Pero, los de Filadelfia rechazan los credos;
simplemente regresan a la Palabra de Dios. “Has guardado mi Palabra”, dice el Señor. En toda la
historia de la iglesia, sólo en la era de Filadelfia la Palabra de Dios ha sido tan bien entendida.
Sólo en Filadelfia la Palabra de Dios tiene el lugar justo. En otros tiempos, la gente aceptaba
credos y tradiciones, pero la iglesia de Filadelfia no acepta nada más que la Palabra de Dios.
Andan conforme a la Palabra de Dios. A lo largo de la historia de la iglesia nunca ha habido
tantos ministros de la Palabra de Dios como en Filadelfia.

No niega Su nombre

“No has negado mi nombre”, dice el Señor. Esto también es un rasgo especial de Filadelfia. En el
curso de una historia tan larga, en la iglesia, el nombre del Señor Jesús ha pasado a ser el último
nombre usado. La gente presta más atención al nombre de los hombres – quizá al de Pedro o de
otro de los apóstoles. O los cristianos pueden tener alguna otra preferencia suya como doctrina o
nacionalidad para su nombre. Estos muchos nombres dividen completamente a los hijos de Dios.
Parece como si el único nombre, el nombre del Señor Jesús, no fuera suficiente para separarnos
del mundo.

Si alguno te pregunta, “¿quién eres?” y tú contestas, “soy un cristiano”, el que interroga no va a


quedar satisfecho. Insistirá en conocer qué clase de cristiano eres. Recuerdo que, cuando
estaba en el extranjero una vez me preguntaron qué era. “Soy cristiano”. La persona replicó:
“Esto no basta”.

El mismo Señor considera que su nombre es más que suficiente para sus hijos. Pero, sólo en
Filadelfia es considerado suficiente su nombre. No hay necesidad de muchos nombres, porque
los nombres separan. ¡Su nombre basta! Recuerda, el Señor se considera muy afectado por esta
cuestión.

Los vencedores de Filadelfia

Muchos hermanos me preguntan: “¿Qué es lo que vencen los vencedores de Filadelfia?” ¿Te
das cuenta de la dificultad aquí? Los vencedores de Efeso, naturalmente, han vencido la
tendencia a olvidarse del primer amor; los vencedores de Esmirna han vencido la amenaza
externa de muerte; los vencedores de Pérgamo han vencido la servidumbre y tentación del
mundo; los vencedores de Tiatira han vencido las enseñanzas de la mujer; los vencedores de
Sardis han vencido la muerte espiritual; y los vencedores de Laodicea han de vencer la condición
de tibieza y el engaño del orgullo.

Pero, ¿qué es lo que han de vencer los vencedores de Filadelfia? Como el Señor está
complicado con todo lo que han hecho (de las siete cartas, ésta es la única que muestra la
aceptación completa del Señor), ¿qué otra cosa necesitan vencer? Todo ha sido aceptado, todo
está bien. Filadelfia es una iglesia según el mismo corazón del Señor. Con todo, a esta iglesia el
Señor todavía les da la promesa al que venza. ¿Qué es lo que ha de vencer? Parece que no hay
nada que necesite ser vencido de modo especial, porque parece que no hay ningún problema.

Sin embargo, el Señor da su advertencia aquí: “Mira que vengo pronto, retén lo que tienes, para
que ninguno tome tu corona” (3:11). Esta es la única advertencia en la carta a los de Filadelfia.
Los de Filadelfia tienen que ser cuidadosos en retener de modo firme lo que tienen. En esto
tienen que vencer. En otras palabras, no deben perder aquello que ya tienen. No cambiarlo o
alterarlo. Guardar lo que tienen y no dejarlo caer. Este es el único aviso a Filadelfia. El Señor
tiene un requerimiento: sólo guardar lo que tienen. No tienes que hacer nada más, pero has de
seguir haciendo lo que ya has venido haciendo. Has visto la bendición de Dios en lo que has
hecho. Ahora has de seguir de la misma manera.

LAODICEA (Apocalipsis 3:14-22)

De las siete iglesias, cinco son reprendidas, hay una a la que no se reprocha nada, y una sola es
aprobada por completo. La iglesia que es completamente aprobada es Filadelfia. La iglesia
Catolicorromana, la iglesia Protestante y Filadelfia, todas ellas continúan hasta la segunda
venida del Señor. Si Sardis salió de Tiatira, y Filadelfia salió de Sardis, luego, Laodicea salió de
Filadelfia. ¿No ves cómo la una engendra a la otra?

El problema que tenemos ahora es: si Filadelfia falla, pasará a ser Laodicea. No creas que
Laodicea es la iglesia Protestante, porque ésta está representada por Sardis. La iglesia
Protestante hoy sólo puede ser Sardis; nunca puede ser Laodicea. Se requiere la caída de
Filadelfia para pasar a ser Laodicea. Sardis es una mejoría sobre Tiatira. Sale de Tiatira y es un
avance. Filadelfia sale de Sardis y es también un avance. Laodicea viene de Filadelfia y es un
retroceso. Todas estas cuatro iglesias siguen hasta la segunda venida del Señor Jesús.

La pérdida del amor fraternal

Laodicea es una Filadelfia mutilada o deformada. Una vez se ha perdido el amor fraternal,
inmediatamente toman la dirección los derechos y opiniones de las personas. Este es el
significado de la palabra “Laodicea”. Era el nombre de una ciudad, que fue llamada según el
nombre (Laodios) de la esposa de un príncipe romano. El príncipe cambió el nombre de
Laodicea, que en griego significa “las opiniones o derechos de la gente”.

Cuando falla Filadelfia, el énfasis pasa a ser más sobre las “personas” que sobre los “hermanos”,
más sobre los “derechos de las personas” que sobre el “amor fraternal”. El amor se transforma
en derechos u opiniones. Cuando el amor fraternal es una cosa viva, los derechos de las
personas son una cosa muerta; pero cuando el amor fraternal desaparece (y la religión del
cuerpo con su comunidad de vida también desaparecerá), las opiniones de las personas
empiezan a prevalecer. La mentalidad del Señor no interesa a nadie; las cosas son resueltas por
la opinión de la mayoría. Filadelfia ha caído en Laodicea.

Orgullo espiritual

“Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!” (3:15). Este es
el carácter de Laodicea. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”
(3:17). Esto es lo que es Laodicea. Aunque no es frío ni caliente, está lleno de orgullo espiritual
delante del Señor. El decir: “Soy rica”, debería ser bastante; pero Laodicea hace énfasis sobre
ello con “me he enriquecido”; luego, aún esto es reforzado con “y de ninguna cosa tengo
necesidad”. Pero, el Señor ve la cosa de modo diferente, porque replica: “Tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. ¿De dónde le viene este orgullo espiritual?
Indudablemente está basado en su historia pasada. En un tiempo, los de Laodicea eran ricos; de
modo que ahora se imaginan que todavía lo son. Un tiempo, el Señor les mostraba misericordia;
ahora ellos recuerdan su historia pasada, aunque ya no están en contacto con la realidad de ella.

En la iglesia Protestante de hoy, uno raramente encuentra a nadie que se jacte de sus riquezas
espirituales. He conocido a muchos líderes de la iglesia Protestante, tanto en China como en el
extranjero. Su opinión en general era: “Nos quedamos cortos, no somos lo que deberíamos ser”.
No he encontrado aún a un hombre que fuera orgulloso en Sardis. Pero, los que eran antes de
Filadelfia, los que en un tiempo guardaban la Palabra de Dios y no negaban su nombre, pero que
ahora han perdido la vida abundante, estos son los que se jactan. Recuerdan su historia pasada,
aunque ahora hayan perdido su vida pasada. Recuerdan cómo se enriquecieron y no les faltaba
nada; pero ahora son pobres y ciegos. De veras os digo que sólo la Filadelfia caída, la Filadelfia
que ha perdido su vida y poder puede enorgullecerse de sus riquezas.

Aprender a ser humildes

Por tanto, hermanos y hermanas, si deseamos continuar en el curso de Filadelfia, hemos de


aprender a ser humildes ante el Señor. Algunas veces he oído a hermanos que decían: “La
bendición del Señor está en medio de nosotros”. Reconozco la verdad de ello, pero con todo
siento que necesitamos ejercer una precaución extrema para decir esto, para que, sin darnos
cuenta, no exudemos un aroma laodiceano. Si un día nos inclinamos a decir que somos ricos y
que nos hemos enriquecido y no nos falta nada, estamos muy cerca de Laodicea.

Recuerda, no hay nada que no sea recibido. Incluso si las personas que te rodean son todas
pobres, todavía no necesitas saber que eres rico. Los que viven delante del Señor no son
conscientes de su riqueza. Los que vienen de la presencia del Señor son ricos, pero, a pesar de
ello, no se dan cuenta de sus riquezas. Que Dios tenga misericordia de nosotros para que
podamos aprender a vivir de tal modo delante del Señor que, siendo ricos, no sepamos nada de
nuestras riquezas. Es mejor que Moisés no sepa que su rostro resplandece, porque, si lo sabe,
puede convertirse en Laodicea. Si lo sabe, puede terminar en la tibieza. Los de Laodicea lo
saben todo, pero nada de ellos es real delante de Dios. Si profesamos tenerlo todo, pero nada
puede inducirnos a renunciar a nuestra vida; si recordamos nuestra gloria pasada, pero
olvidamos nuestra condición presente delante de Dios; entonces el pasado era ciertamente
Filadelfia, pero ¡ay! El presente es sin duda Laodicea.

Cuidado con el orgullo

Deberíamos aprender a mantenernos en la posición de Filadelfia. Guardar la Palabra del Señor y


no negar su nombre. Permanecer en el terreno de la hermandad, no de los nombres. No ser
orgullosos. En el momento en que eres orgulloso, pasas a ser Laodicea. Ya no eres Filadelfia.
Hermanos y hermanas, ¿por qué camino estáis andando? Que Dios dé gracia a sus hijos para
que puedan andar por el camino derecho de la iglesia.

El curso a seguir por la iglesia que ha sido designado por el Señor es Filadelfia. El camino del
Señor para nosotros es sólo uno: Filadelfia. Anda en él. Ten cuidado de no caer en el orgullo. La
mayor de las tentaciones para los de Filadelfia es el orgullo: “¡Soy mejor que tú! ¡Mi verdad es
más clara y más amplia que la tuya! Sólo yo tengo el nombre del Señor. ¡No soy como tú que
tienes otros nombres!”. El orgullo nos hundirá en Laodicea. Los que siguen al Señor no tienen
nada de qué puedan estar orgullosos. El Señor escupirá de su boca a los orgullosos. ¡Que el
Señor tenga misericordia! ¡Os advierto que no pronunciéis palabras arrogantes! Vivid en la
presencia de Dios y absteneos de decir palabras jactanciosas. Viviendo constantemente en la
presencia de Dios, no veremos nuestras riquezas. Por tanto no seremos orgullosos.
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022. La corriente del Espíritu


Al estudiar la historia de la iglesia podemos observar las huellas de Dios. Su
caminar ha sido incesante, su propósito ha avanzado, y constantemente
está escogiendo personas con quienes avanzar en ese propósito.

Watchman Nee (1903-1972)

La corriente del Espíritu


Si nos remontamos a los movimientos de Dios a lo largo de la historia del hombre, podemos ver
el fluir de la actividad divina transmitiéndose de generación en generación; y podemos verlo en
esta generación — todavía ininterrumpido, todavía regularmente progresivo.

Tiempo atrás, quedé profundamente impresionado meditando sobre unos escritos de Wesley.
Dios hizo cosas tan poderosas por su intermedio que se duda si los efectos de su obra podrían
ser igualados hoy; pero el hecho es que Dios ha seguido avanzando desde los días de Wesley.
El fluir del Espíritu va siempre adelante. La corriente del Espíritu es siempre más profunda.

Aquí hay un principio digno de ser notado. Si usted en su día y su generación responde
totalmente a los requerimientos de Dios, usted encontrará que es llevado hacia adelante en la
corriente de Su propósito. En cambio, si usted se aferra al pasado, queriendo que Dios haga
como Él hizo antes; deseando que Él repita algo que en su estimación es de alto valor espiritual,
usted se encontrará fuera de la corriente de sus movimientos. Ser un Lutero en el siglo XVI era
una cosa buena, pero ser un Lutero en el siglo XX no supliría la necesidad. Ser un Wesley era de
gran valor para el Señor en el siglo XVIII, pero ello sería inadecuado en el siglo XX. Cada
instrumento que Dios levanta tiene una función específica, y su contribución a la Iglesia suple la
necesidad de cada hora; pero no serviría para edificarla en una etapa posterior de su desarrollo.

Lamentablemente, muchas personas no logran reconocer el fluir progresivo de la corriente viva a


lo largo de la historia de la Iglesia. Nosotros que estamos sobre la tierra hoy día hemos heredado
la enorme riqueza de los santos que ya han hecho su contribución. Nosotros no podemos
sobrestimar la grandeza de nuestra herencia, y tampoco podemos ser suficientemente
agradecidos a Dios por ello. Pero si hoy usted intenta ser un Lutero o un Wesley, usted será un
fracaso total. Usted quedará corto en el propósito de Dios para esta generación, porque estará
volviendo hacia atrás, mientras la corriente del Espíritu fluye regularmente hacia adelante. La
tendencia entera de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis, es una tendencia a ir hacia adelante. De
principio a fin, el registro bíblico es un desdoblamiento progresivo de los movimientos de Dios.

De Hechos a Hebreos

Una vez un hermano me preguntó sobre el significado de la epístola a los Hebreos. Le pregunté
si él había notado alguna diferencia significativa entre aquel libro y el libro de los Hechos. Aun en
el libro de los Hechos se advierte claramente la naturaleza progresiva de la actividad divina; pero
la revelación a través de la epístola a los Hebreos muestra un mayor avance todavía en el
desdoblamiento del propósito de Dios. El avance espiritual en Hechos es evidente, según el
programa mostrado claramente en el primer capítulo: «En Jerusalén, en toda Judea, en Samaria,
y hasta lo último de la tierra.» De Judea la corriente fluyó hasta Samaria; pero habiendo
alcanzado Samaria ella no se detuvo allí; sino que fluyó hasta Roma, y tuvo como destino lo
último de la tierra.

Aunque nosotros podamos mirar el avance regular del propósito divino a lo largo del libro de
Hechos, todavía hacia el final del libro encontramos que el concepto “cristiano” no ha sido
completamente clarificado. Sin embargo, cuando leemos la epístola a los Hebreos vemos que el
cristiano ya ha salido de una etapa de transición y su personalidad ha llegado a ser totalmente
definida. En los Hechos, él es tanto judío como cristiano. Él tiene comunión con otros cristianos
fuera del templo; sin embargo, todavía visita el templo. Pero cuando venimos al libro de Hebreos
encontramos que él no es más judío y cristiano; es simplemente cristiano. Y él nunca más se
encuentra con sus amigos cristianos a veces dentro del templo, y a veces fuera del templo. Lo
que él podía hacer cuando el Espíritu recién había sido derramado en Jerusalén, no lo puede
hacer ahora que la corriente del Espíritu está yendo hacia adelante a los finales de la tierra. En
Hebreos encontramos que el cristiano ha abandonado el templo por «el verdadero tabernáculo
que levantó el Señor, y no el hombre», y ha abandonado los muchos sacrificios por la “única
ofrenda» por la cual el creyente es hecho “perfecto para siempre.»

En Hechos leemos que Pablo entró en el templo para hacer un voto. No concluyamos tan
rápidamente que él estuvo equivocado. No nos atrevemos a aplicar el último estándar de Dios
para sus santos en cada época, porque el movimiento de Dios hacia su última meta es
progresivo. Lo que se requiere de usted y de mí hoy no es que logremos ese último estándar,
sino que nuestra medida corresponda a la etapa alcanzada en el desarrollo del propósito divino
en el tiempo presente. Usted y yo debemos ser hallados en el punto en que la corriente del
Espíritu ha llegado en el día de hoy –no la etapa alcanzada en alguna fecha del pasado, ni la
etapa que alcanzará en alguna fecha futura. Estuvo bien para Pablo purificarse en el templo
conforme al Antiguo Pacto; pero lo que estuvo bien en ese tiempo habría estado errado más
tarde. Por lo tanto, el escritor de Hebreos explica que la realización del propósito de Dios en
establecer el Nuevo Pacto consistió en la abolición completa del antiguo orden, al cual los
creyentes judíos se aferraron tan tenazmente. Una vez que el Antiguo Pacto hubo servido al
propósito de Dios tuvo que ceder su lugar al Nuevo.

El libro de los Hechos es progresivo de principio a fin, y cuando el registro se cierra con el
capítulo 28, el movimiento del Espíritu no cesa; la corriente sigue fluyendo a través de las
generaciones venideras, y todo el tiempo Dios continúa levantando instrumentos que harán la
contribución específica necesaria en la etapa específica que el Espíritu ha alcanzado en Su
poderoso movimiento hacia adelante.

Dios persigue un propósito

En el Antiguo Testamento vemos que en cualquier lugar donde la bondad de Dios se posó allí no
hubo esterilidad. Dios tuvo el propósito de tener una «simiente»; para que en ninguna generación
él sufriera la ruptura de la línea genealó-gica, porque para asegurar Su propósito necesitó la
perpetuación de aquella simiente. Por esta razón dependemos de nuestros antepasados
espirituales. Pero no sólo tenemos que aceptar la herencia que nos viene de ellos; tenemos la
solemne responsabilidad de pasarla a otros. La pregunta hoy no es: ¿Fluirá la corriente del
Espíritu en nuestra generación?, sino: ¿Estaremos usted y yo en esa corriente? Si no logramos
cumplir los requerimientos del propósito de Dios para este tiempo presente, Él encontrará otros
que suplan Su necesidad. ¿Dónde está el sello del Espíritu hoy? ¿Dónde está la autoridad
espiritual hoy? ¿Está con nosotros o no? Sólo si tenemos la autoridad del Espíritu seremos
hallados en esa corriente que avanza hacia adelante.

Explorando la historia mundial y la historia de la Iglesia vemos los caminos de Dios mientras Él
persigue Su propósito. Él levantó un Lutero cuando necesitó un Lutero, y aunque Lutero tuviera
sus debilidades, él era el instrumento adecuado a la necesidad divina de esa época. Usted y yo
debemos mucho a Dios por Martín Lutero, ya que somos el fruto de sus labores. Él en su día
ofreció un camino libre a la corriente del Espíritu para que siguiera su curso; y nosotros, que
hemos sido alcanzados por la misma corriente, tenemos el privilegio de ofrecernos a Dios para
que Él pueda avanzar un poco más allá en Su curso. Si Él puede abrirse paso a través de estas
vidas, eso será nuestra mayor gloria. Si no, Él dará la vuelta en otra dirección; pero eso
significará una pérdida trágica para nosotros. La corriente espiritual puede estar corriendo por
este curso actualmente, pero dónde fluirá en diez años más, no podemos saber. Debemos
aceptar que sea así. Cada día el Espíritu evita a uno y usa a otro. Si le resistimos hoy, Él tendrá
que abrirse paso en otro lugar. ¡Qué solemne pensamiento!

Desafiados por nuestra herencia

Desde los siglos de oscurantismo, cuando la luz que alumbró la iglesia temprana había sido en
gran parte apagada, el Espíritu Santo ha estado activo recuperando verdades perdidas por
medio de un instrumento u otro, para que ahora el cuerpo entero de verdad esté recuperado en
la Iglesia. Hace más de un siglo la necesidad de un ministerio corporativo llamó la atención de
los santos, y más recientemente, esta verdad ha sido enormemente acentuada; pero ha habido
una carencia triste en la realización práctica de lo que sabemos. La recuperación de la doctrina
acerca del ministerio corporativo es una cosa; la realidad del ministerio corporativo expresado a
través de la vida de la iglesia es otra cosa muy diferente. Como es nuestro privilegio el ser los
herederos de la riqueza enorme que ha sido recuperada a lo largo de los últimos siglos, nosotros
que vivimos en este siglo XX debemos asumir la responsabilidad a la que nos desafía una
herencia tan rica. Toda esta riqueza ha sido puesta a nuestra disposición no simplemente para
nuestro enriquecimiento, sino para el adelanto del evangelio. Nuestra herencia del cuerpo entero
de verdad nos desafía a un ministerio corporativo que abrazará cada aspecto de la verdad.

Cuando un amplio ministerio corporativo haya sido asegurado, creemos que proporcionará una
condición para la Venida del Señor. No es sólo la proclamación de la verdad entera que se
necesita hoy; es la liberación de la realidad espiritual que la verdad expresa, y que sólo puede
ser realizado cuando aceptamos ser llevados adelante por la corriente poderosa del Espíritu.

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023. El modelo de la vida de Cristo

El modelo de la vida de Cristo


“...dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí
mismo...” (Efesios 1:9)

"El misterio de su voluntad” es la frase que resume la totalidad de la epístola a los Efesios. Y
éste, precisamente, será nuestro tema en este Retiro. Imagino que ustedes conocen bien esta
carta. En estas sesiones la repasaremos, para que su Santo Espíritu pueda hablar nuevamente a
nuestros corazones a través de su Palabra.

Como saben, Pablo escribió trece epístolas, las que pueden dividirse en cuatro grupos:

Primer grupo: 1ª y 2ª a los Tesalonicenses.


Segundo grupo: Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a los Corintios.
Tercer grupo: Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón.
Cuarto grupo: 1ª y 2ª a Timoteo, y Tito.

A través de estas trece epístolas, Dios ciertamente descubre su corazón. Para comprender el
misterio de su voluntad, debemos saber que la voluntad de Dios no es solamente la voluntad de
Dios, sino que es también el misterio de su voluntad. Así que necesitamos las epístolas de Pablo
para poder explicar lo que eso significa.

La vida de Pablo puede ser dividida en dos períodos: antes y después de su encuentro con el
Señor. Ahora, su vida espiritual desde su conversión hasta su martirio abarca alrededor de 33
años. Cuando estudiamos la vida de Pablo, cómo va creciendo en la gracia de Dios –de una
etapa hacia la otra– descubrimos que esos 33 años se pueden dividir en tres períodos de once
años cada uno.

En sus primeros once años, él pasó por la infancia de su vida cristiana; en los once años
subsiguientes, pasó desde la infancia a la adolescencia, y en sus últimos once años, su vida ya
es madura en Cristo: de la adolescencia ya ha pasado a la vida adulta. Estudiando la vida del
apóstol debiéramos descubrir cómo nuestra propia vida cristiana evoluciona desde la infancia a
la vida adulta.
Ahora, ¿por qué Pablo se desarrolló de esta forma? Porque él dijo: “Ya no vivo yo, mas vive
Cristo en mí” (Gál. 2:20). Por consiguiente, la vida que está en Pablo se desarrolla según un
modelo de crecimiento. Al decir “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” nos indica que esta vida
ya no es la vida suya. Si fuera su propia vida, el modo de vida sería el modo de vida natural de
Pablo. Sin embargo, la vida que él vivió no era la suya, sino la de Cristo. Por tanto, cuando
creció, lo hizo de acuerdo a la vida de Cristo, según se puede descubrir en los evangelios.

El modelo de la vida de Cristo según el evangelio de Lucas

Si estudiamos el evangelio según Lucas, descubriremos esto a través de la descripción de un


médico. Los médicos conocen mucho acerca de la vida. A través de sus observaciones, el
médico Lucas había sido testigo del nacimiento y de la decadencia de la vida; de cómo nuestra
vida natural crece desde el nacimiento y luego decae; de cómo una vida que llega a este mundo
en una cuna termina finalmente en una tumba. Tal como dice en Génesis: “del polvo al polvo”.
Este es el modelo de la vida natural.

Cuando usted observa el proceso de la vida, todos los médicos le dirán que esta vida comienza
con el nacimiento. Cuando esta vida alcanza a los treinta años en el hombre, ha llegado a la flor
de la edad, y luego, de ahí en adelante, comienza a decaer, hasta que termina en una tumba.
“Del polvo al polvo”, es lo que observó el médico Lucas.

Lucas fue el único escritor griego entre los autores de los libros del Nuevo Testamento. De
acuerdo a la filosofía griega, todo hombre debe tener una meta en su vida: cuando la alcance,
ése será el día cuando llegue a la perfección. Ellos saben que a medida que vivimos en esta
vida, y vamos creciendo, estamos buscando la perfección. Ahora, ¿qué es la perfección para el
mundo griego? La filosofía griega lo trata de explicar: si quieres llegar a ser un hombre perfecto,
debes ser versado en literatura, y tienes que convertirte en un poeta. Y no sólo esto, debes llegar
a ser un buen abogado. Y no sólo esto, debes llegar a ser un buen sacerdote. Y aún más, tienes
que ser bueno para los deportes (por esto es que tenían los Juegos Olímpicos), porque cada
hombre quería llegar a ser lo más perfecto posible. Así que la perfección era la meta para todo
griego.

Como griego, Lucas conocía bien toda la literatura del mundo griego; como médico, tenía mucho
conocimiento acerca de la vida sobre la tierra. Por tanto, él tiene algo que decirle al mundo. Su
evangelio estaba dirigido originalmente al mundo griego. Hay un evangelio que Lucas tiene que
predicar.

Ahora, ¿cómo predicar el evangelio al mundo griego? Los griegos son intelectuales; ellos
piensan que están yendo a la perfección. Hoy conocemos cuál fue la contribución de los griegos
a nuestro mundo moderno, cómo el pensamiento griego ha influenciado el pensamiento actual.
Vivimos en un mundo que le debe mucho al pensamiento griego. Sin embargo, el pensamiento
griego no era el evangelio. Por eso ahora Lucas tiene algo que decir. Él trata de decir qué es lo
que ha descubierto en sus observaciones. Así que el evangelio de Lucas se convirtió en un
maravilloso registro hecho por un médico, después de su cuidadosa observación de esta vida, y
sabiendo que la meta de los griegos era alcanzar la perfección.

En este su informe –el evangelio de Lucas– él intenta contarnos que descubrió una vida única, la
única vida perfecta en toda la historia del hombre. Y él descubre el modelo de crecimiento de esa
vida, una vida totalmente diferente que no va desde la cuna a la tumba. Si ustedes quisieran
clasificar esta vida, no sabrían cómo hacerlo.

Muchos años atrás, en un país de América del Sur, hubo una peste, y el gobierno tomó medidas
drásticas: quemaron una gran extensión de terreno para acabar con ella. Si usted visita hoy esa
zona, no encontrará vida alguna allí. Todo lo que hallará será cenizas. Las cenizas son la forma
final de la muerte. El proceso de destrucción y muerte fue total en esa tierra, por lo que nadie
esperaba hallar vida allí. Pero algo muy extraño ocurrió. Dos años más tarde, apareció una flor,
una flor muy hermosa. Los botánicos trataron de analizar por qué esa vida que había emergido
de la muerte era tan hermosa. Era diferente a todo otro tipo de vida. Estudiaron sus libros,
revisaron sus archivos, pero –para su sorpresa– no supieron a qué especie de vida pertenecía.
Así que, finalmente, llegaron a la conclusión de que esta flor era un ejemplar único en su
especie.

Ahora, hermanos y hermanas, cuando la vida de Cristo apareció en la tierra dos mil años atrás,
cuando nuestro Señor caminó en este planeta, su vida era diferente de tu vida y de la mía. Su
vida es de una especie única. Esa vida se llama la vida de Dios, esa vida se llama la vida eterna.
¡Gracias a Dios, que después de recibir a Jesús como Salvador, nosotros recibimos esa vida
eterna! Así que esta vida única ahora mora en tu corazón y en el mío. Por esta razón Pablo dijo:
“Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Es una vida única. No se encuentra esta forma de vida en
ninguna parte del mundo.

Recuerdo una historia sobre san Agustín. Él fue uno de los más grandes pecadores de la
historia, y luego llegó a ser uno de los más grandes santos de la historia. De un pecador a un
santo. ¡Qué transformación! Cuando él vivía en pecado, era un intelectual, un profesor
universitario muy respetado por sus alumnos. Aún así, era un pecador. Y su madre oró por él.
Gracias a Dios, un día fue salvado maravillosamente, y escribió en la pared el Salmo 51, el
salmo de la confesión de David. Así que, cada noche, antes de quedarse dormido, él leía el
Salmo 51, y recordaba que había sido un gran pecador, pero que también una maravillosa
salvación lo había alcanzado y transformado.

Un día, Agustín iba caminando por la calle, y se encontró con una mujer pecadora con quien él
había tenido antes una aventura. En esos tiempos, las calles eran muy estrechas. Y cuando vio a
la mujer, trató de evadirla, pero no tenía por dónde escapar. Así que tuvo que saludar a aquella
mujer. Y ella le dijo: “¡Hola, Agustín!”. Él estaba muy nervioso, pero respondió: “Sí, yo soy
Agustín, pero ya no soy el mismo”. Él quiso decir: “Sí, yo soy. Yo era un pecador. Esta mujer es
una prueba de que yo era un pecador, pero ya no soy el mismo”. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí”. Hermanos y hermanas, esta es la vida de Cristo en san Agustín. Esta vida es única, no
se puede comparar con ningún otro tipo de vida. Es la vida que surge de la muerte.
Así que, hermanos, por esta causa, Lucas trató de describir esa vida. El médico Lucas hace un
maravilloso descubrimiento. Si quieres conocer la vida terrenal de nuestro Señor, sólo en este
evangelio descubres la descripción plena de cómo ella comienza, de cómo el Verbo se hizo
carne. En el evangelio de Marcos, en el primer capítulo, Jesús es presentado de inmediato como
adulto. Y es lo mismo con los otros evangelios. Así que, si quieren saber el comienzo de la vida
de nuestro Señor en este planeta, van a descubrir que sólo Lucas nos cuenta cómo esa vida
comenzó desde el pesebre.
El pesebre fue su cuna. Así es como él comenzó su vida. Luego, a través de todo su evangelio,
Lucas trata de decirnos cómo esa vida iba creciendo como un modelo. Y también descubrirás
que esta misma vida que está en ti y en mí, crecerá de la misma forma. Por esta causa, tenemos
que estudiar los cuatro evangelios. No queremos sólo saber la historia de nuestro Señor en la
tierra, queremos conocer cómo comenzó esa vida desde la cuna y se desarrolló hasta la
madurez. De la manera en que él creció desde el pesebre es la misma manera en que esta vida
crecerá en nosotros.

Tres etapas en la vida de nuestro Señor

Por esto, al estudiar el evangelio de Lucas es muy interesante ver que la vida de nuestro Señor
se divide en tres etapas. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque en este evangelio,
encontramos dos frases, dos declaraciones, que vienen desde el cielo. Esto es muy importante.
Hoy, para nosotros, es como si el cielo estuviera cerrado; pero un día, cuando nuestro Señor
estaba en la tierra, el cielo no sólo se abrió, sino también habló. Si estudiamos Lucas,
atendamos cuidadosamente a lo que el cielo habló.

En dos ocasiones, Lucas nos dice que el cielo habló. Los cielos tenían algo que decir. Ya no
podían callar. Dios es un Dios de paciencia, un Dios de silencio. Cuando quiere callar, él puede
mantener su silencio por edades. Pero algo ocurrió en este planeta cuando los cielos vieron en la
tierra el desarrollo de una vida diferente a cualquiera otra expresión de vida. Entonces los cielos
tuvieron que decir algo; ya no podían callar más. Por esta razón, en dos ocasiones en el
Evangelio de Lucas se nos dice que ellos rompieron su silencio. ¿Qué es lo que hablaron? La
Biblia dice, en estas dos ocasiones, casi la misma frase: “Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo
complacencia” (Lucas 3:22; 9:35).

Hermanos y hermanas, ¿pueden darse cuenta? Nuestro Padre celestial vio cómo el Verbo se
hizo carne, cómo aquella vida crecía desde el pesebre hasta la madurez, y cómo esa vida llegó a
una crisis. Fue maravilloso, fue delicioso para el corazón de nuestro Padre celestial. A causa de
ello, los cielos tenían que hablar. Nuestro Padre tenía un testimonio sobre su Hijo. Él quiso
presentarnos de una forma gloriosa a su Hijo. Algo ocurría ahora en la historia del hombre;
nunca se había visto algo semejante. Sólo el médico Lucas, después de su magnífico
descubrimiento, nos describió el desarrollo de esa maravillosa vida.

Así que, hermanos, está muy claro: sólo en dos ocasiones hablaron los cielos. “Este es mi Hijo
amado...” A partir de estas dos frases podemos dividir los treinta y tres años y medio de la vida
de nuestro Señor en tres etapas. Cuando él termina la primera fase según el propósito de Dios,
los cielos tienen que decir: “Este es mi Hijo amado”. Luego, él pasa la etapa siguiente; y el cielo
vuelve a hablar: “Este es mi Hijo amado”. Pero cuando llegamos a la tercera etapa, cuando
finalmente nuestro Señor concluye su vida en esta tierra, los cielos ya no hablan. En esta
ocasión, Dios hizo algo más que simplemente hablar, ahora Él actuó: Él recibió al Señor
Jesucristo en su presencia. Así que, termina la primera etapa con Dios hablando; Dios habla de
nuevo al final de la segunda etapa, y finalmente Dios actúa, al recibir a su Hijo en los cielos.

Ahora, hermanos, ustedes ven cuál es el modelo de crecimiento de la vida cuando estaba
nuestro Señor en la tierra. El desarrollo de esta vida no es desde el pesebre a la tumba, no del
polvo al polvo. ¡El patrón de crecimiento de esa vida comienza en el pesebre, pero termina en el
trono! Esta es la vida de Cristo. Así que, hermanos y hermanas, la vida que está en nosotros no
es del polvo al polvo. Es cierto que comenzamos en un pesebre, por esta razón tenemos que
tomar la cruz y seguirle. Este es nuestro comienzo. Así es como comenzamos nuestro viaje;
gracias a Dios, es desde el pesebre, desde la cuna.

Cuando nació nuestro Señor, la Biblia dice que un ángel les informó a los pastores dónde
encontrarían al Cristo. Según los judíos, el Mesías tendría que estar en un palacio, él tendría que
ser el rey. Por esta razón los sabios de oriente fueron a Jerusalén, porque si el rey de los judíos
había nacido, tendría que estar allí. Pero algo muy interesante ocurrió en Belén. Muchos niños
nacieron aquella noche. ¿Cómo saber cuál de ellos era el Cristo? Por esto, el ángel les dio una
señal: El niño estará envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Por tanto, si ves a un niño
en un pesebre, puedes estar seguro que has encontrado al Señor. Esto contradecía toda idea
judía acerca de que el Mesías tendría que venir con gloria y majestad. Imagínense, el Mesías
comienza con una vida tan desvalida, tan frágil, como un bebé. ¿Pueden creerlo? ¡Este es el
comienzo de la vida de Cristo!

Hermanos y hermanas, no olviden que así comenzó la vida de Cristo: en el pesebre. Pero luego
esta vida se irá desarrollando. El evangelio de Lucas nos dice que en los primeros treinta años él
creció en la presencia de su Padre “como raíz de tierra seca” (Isaías 53:2). Durante treinta años,
él vivió en la presencia de su Padre, en silencio, como una raíz en el suelo.

Aquí hay un trasfondo. Si viajas al desierto del Sinaí, encontrarás que hay solamente un tipo de
árbol. A la distancia, se ve como un paraguas. Nunca llegan a formar un bosque; cada árbol está
solo. Viajando por el desierto, encontrarás de pronto uno de estos árboles; viajas otros veinte
minutos, y probablemente hallarás otro árbol similar. Este árbol en la Biblia se llama acacia. La
acacia es muy interesante, porque fue diseñada para alimentar a los camellos. El camello es
muy alto; por esta razón, este árbol en el desierto de Sinaí también es alto. Pero este árbol no
sólo es muy alto, sino que también está lleno de espinas. Dios sabía muy bien que el resto de los
animales también querrían comer de él, y por eso, cuando creó la lengua del camello, le dio tal
estructura que pudiera comer las espinas sin herirse. Esto no ocurre con otros animales. Así, la
acacia es preservada especialmente para él.

Pero hay otro problema: en el desierto de Sinaí, durante el día, el calor del sol es abrasador e
insoportable; es como estar metido en un horno. Cuando un árbol está en este pedazo de tierra,
no recibe nada de ella. Normalmente, la raíz busca en el suelo una fuente de agua, pero la
acacia sobrevive en esta tierra seca no por causa de sus raíces. Sus raíces están ahí, pero están
en tierra seca; la tierra no contribuye en nada a su crecimiento. Entonces, ¿cómo sobrevive,
cómo crece? Hay algo muy interesante: la acacia tiene muchas, muchas hojas pequeñas, y cada
hoja se convierte en un receptor. En la noche, este lugar pasa al otro extremo. Durante el día es
casi como en el Ecuador, pero durante la noche es como en el Polo. Al anochecer, cuando va
bajando la temperatura, el vapor de agua en el aire se condensa y todas estas hojas se vuelven
receptoras para captar el agua desde el cielo. Este árbol siempre recibe algo del cielo, y así
sobrevive en el desierto de Sinaí.

Ahora, hermanos, si estudian el Antiguo Testamento, recordarán la historia del tabernáculo.


¿Cuál es el centro de todo el tabernáculo? El Arca. En el Nuevo Testamento, el arca simboliza a
Cristo. Cristo es el centro de la presencia de Dios. Cuando estaba en el Lugar Santísimo, el arca
en la Biblia se llamaba ‘el estrado de Dios’. David dice en uno de sus Salmos: “Entraremos en su
tabernáculo; nos postraremos ante el estrado de sus pies” (1) El estrado es un mueble en que se
apoyan los pies. Cuando usted viene al estrado de Dios, es como María sentada a los pies de
Cristo. Es por esto que en los tiempos del Antiguo Testamento el arca en el Lugar Santísimo
representaba el estrado de Dios, como si Dios tuviera sus piernas muy extendidas o muy largas.
Su trono está en los cielos, pero él extendía su presencia hasta la tierra. Por esto, necesitaba un
estrado en el cual pudiera apoyar sus pies.
Cuando te acercas al estrado de Dios, significa que entras en la presencia de Dios mismo, igual
que María sentada a los pies de nuestro Señor. Encima del arca había un propiciatorio.
Recordarás cómo el Sumo sacerdote traía la sangre una vez al año y la rociaba sobre el
propiciatorio. La Biblia nos dice que este fue el lugar donde Dios se reunía con Moisés; este es el
punto de reunión entre Dios y el hombre. Ahora puedes entender la importancia del arca, porque
el arca es el centro de todo el tabernáculo y del templo de Dios. Podemos ver que el tabernáculo
o el templo tipifican a la iglesia, pero el centro de la iglesia es Cristo mismo. Recuerden, Cristo es
el arca. El arca tipifica a Cristo. Y he aquí algo muy interesante: si estudian el Antiguo
Testamento, verán que el arca estaba hecha de madera de acacia.

Así comprendemos la vida de Cristo. En los primeros treinta años, él vivió en la presencia de
Dios como una raíz de tierra seca. Él crecía en la presencia de su Padre, siempre expectante
hacia los cielos –como los receptores– y siempre recibiendo su sustento desde los cielos.
Cuando todo el mundo lo rechazó, la sonrisa de su Padre le daba fuerzas para seguir adelante.

Cuando miramos un árbol muy frondoso, nosotros admiramos la vida de ese árbol. Sin embargo,
siempre nos olvidamos que esa vida consta de dos partes. La parte que percibes es solamente
la visible; pero hay una parte invisible: la raíz. Así, mientras nuestro Señor estaba en la tierra, él
vivió una vida oculta por treinta años. Él estaba lleno del Espíritu Santo. Él llegó a esta tierra con
una visión, él sabía muy bien la voluntad de Dios, y en cualquier momento estaba dispuesto para
ser usado por Dios. Pero, hermanos y hermanas, ¡él también estaba dispuesto a que Dios no lo
usara durante treinta años!

Es maravilloso ser usado por Dios. Ahora, hermano, si quieres ser usado por Dios, ¿cuál es el
secreto? Tienes que aprender a no ser usado por Dios. ¿Lo puedes entender? Tienes que vivir
una vida escondida delante del Señor. Por esta razón, en esos treinta años, él estuvo dispuesto
a no ser usado por Dios; aunque en todo momento, él estuvo listo para ser usado. Pero si
complacía a Dios que él viviera una vida escondida, como olvidado, sin los aplausos del mundo,
él siempre estaba satisfecho con tener esa sonrisa desde los cielos. Así es cómo esta vida vivía
en la presencia de Dios. Hermanos y hermanas, ¿cómo vamos a vivir nuestra vida hoy?
¿Podemos seguir sin los aplausos del mundo?

Como nuestro Señor vivió una vida escondida a lo largo de treinta años, a veces pensamos:
“¡Qué desperdicio! Él hubiera podido predicar el evangelio desde los dieciocho años. ¿Por qué
esperar hasta los treinta?”. Si no tienes nada que aportar, puedes esperar por muchos siglos.
Pero si tienes mucho que aportar, si estás lleno del poder del Espíritu Santo, si conoces la
voluntad de Dios, ¿puedes esperar? Recuerden: esa vida es siempre una vida dependiente. Esa
vida siempre depende del Padre. Él comenzó a moverse sólo cuando recibió la señal de su
Padre. Pero durante treinta años no recibió ninguna señal del cielo. Gracias al Señor, él vivió en
la presencia de su Padre, como una raíz en tierra seca.

Este es el único Árbol en la historia de la humanidad en que la parte invisible es mucho mayor
que la visible. De los treinta y tres años y medio, Cristo se dio a conocer al mundo sólo tres años
y medio. Pero, hermanos, el secreto de esos tres años y medio, la fuerza en esos años, era
debida a esa parte invisible.

Recuerdo a un gran evangelista en Escocia. Él no era muy conocido; no tenía los dones de un
Billy Graham o de un D. L. Moody. Sin embargo, era realmente un evangelista, tenía el espíritu
del evangelio. Era una persona muy sencilla, un minero; no tuvo mucha educación; pero, gracias
al Señor, Dios lo usó de verdad para ganar a mucha gente para Cristo en Escocia. Un día,
alguien le preguntó: “¿Cuál es su secreto?” Él dijo: “El tiempo que permanezco delante de Dios
es mucho más que el tiempo que paso delante de los hombres”. Ese era su secreto.
Hermanos y hermanas, ¿por qué hoy día no tenemos poder? ¿Por qué, cuando predicamos el
evangelio, o cuando somos usados por Dios, siempre es en forma muy limitada? Recuerden, la
vida de Cristo comenzó de esta manera.

Luego, después de treinta años, nuestro Señor llegó a una crisis importante. Ahora Dios
hablaría. Nuestro Señor era el agua de vida. Esa agua de vida debería fluir, pero Dios le puso
una represa, un dique. La vida fue acumulándose y acumulándose. Pero un día, después que él
pasó la primera etapa, el cielo habló: “Este es mi Hijo amado...” ¿Qué significa esto? El Padre
celestial estaba muy satisfecho. Esta forma de vida jamás había estado antes en la tierra.
Después de treinta años, nuestro Señor había sido tan obediente, tan dependiente de Su Padre,
que Dios ya no podía guardar silencio. Así que los cielos se abrieron. “¡Este es mi Hijo amado!”.
Éste era alguien que tenía la vida de Dios. ¡Él es el Hijo del Dios Viviente!

Era Dios quien daba testimonio de su Hijo. El Señor concluía la primera etapa de su vida, y Dios
abrió la represa. Los ríos de vida se derramaron y aquella vida conquistó el mundo. Y entonces
comenzó otra etapa: en tres años, el Señor recorrió muchos lugares y dio mucho fruto. No sólo
visitó las sinagogas. Siendo rechazado, se retiró al desierto, y a la orilla del mar. En todas partes
iba produciendo muchos frutos. En este período de su vida, Cristo se manifestó a sí mismo en
público; él estaba trabajando en la obra de Dios. En la primera etapa, somos testigos de la vida
de Cristo. En la siguiente, somos testigos de su obra.

Antes que él fuera nuestro Salvador, ya era nuestro amigo. Esto es lo que ocurrió en esos tres
años. Él era amigo de los publicanos y pecadores. Por eso sabemos que antes de ser nuestro
Salvador, era nuestro amigo. Él conoce nuestro sufrimiento, conoce nuestras necesidades, así
que él puede suplirnos. En estos tres años, nuestro Señor estaba ocupado. Si estudian el
evangelio según Marcos, la Biblia usa las palabras “en seguida”, “inmediatamente”. Cuando el
cielo tenía una encomienda, nuestro Señor la ejecutaba inmediatamente; estaba tan ocupado
que no tenía tiempo ni para comer.
Por esta razón, si tienen en mente todo lo que el Señor hizo, no nos sorprende que Juan nos
diga “Si escribiéramos la totalidad de lo que el Señor hizo, no cabrían en el mundo los libros...”
¿Por qué? Porque tres años en la vida de Cristo son como tres millones de años para ti y para
mí. Porque somos pecadores, y todo transcurre lentamente para nosotros.

Voy a poner un ejemplo: Tú deseas estudiar la Biblia, y dices: “Señor, quiero estudiar la Biblia
durante una hora diaria”. Así que te sientas y estudias tu Biblia. Los primeros diez minutos, estás
muy concentrado y puedes leer cada palabra. Pero después, tu mente comienza a vagar
alrededor del mundo, por Santiago, Nueva York y Tokio. Luego vas a los hermanos y hermanas.
Si en verdad estudiaste la Biblia por una hora, tendrías mucho que compartirme. Pero si eres
honesto, sólo aprovechaste diez minutos. Sólo diez minutos, porque somos hombres caídos. Lo
que nos habría tomado tres millones de años, a nuestro Señor, porque no tenía pecado, y
porque él es el Hijo de Dios, sólo le tomó tres años.

Un día, cuando él y sus discípulos subieron al monte de la Transfiguración, el cielo habló de


nuevo: “Este es mi Hijo amado”. ¿Qué significaba? Que nuestro Señor había cumplido con la
segunda etapa. La represa había sido abierta. Ahora podías verlo todo inundado con agua viva;
y te encuentras con frutos, uno tras otro. Él fue el siervo obediente de Dios. Después de aquellos
tres años, él nuevamente cumplió la voluntad de Dios, y por esta causa, el cielo estaba
satisfecho; por esto los cielos dijeron: “Este es mi Hijo amado”.

Recuerden que en el monte de la Transfiguración, nuestro Señor habló con Moisés y Elías. La
Biblia nos dice que hablaba con ellos acerca de su partida. Así es que él iba a partir desde el
monte de la Transfiguración. La palabra empleada es casi como la palabra “éxodo”. ¿Ustedes se
acuerdan cuando el pueblo de Israel salió de Egipto? Ahora, él conversa con estos dos siervos
sobre su partida. Vale decir, en ese monte estaban cumplidos los días de su vida y obra. Él ya
estaba preparado para ascender a los cielos. Por eso hablaron de su partida, de su éxodo.
Nuestro Señor podía subir a los cielos desde allí. Tenía derecho a ello, porque su vida era de la
cuna hasta el trono. Él había obedecido a la palabra de Dios.

Observemos los primeros treinta años de su vida, y observemos los tres años de su obra. Él
agradó de tal forma a Dios, que los cielos hablaron: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia. Estoy agradado con su vida, y también con su obra. Todo es perfecto”. Es casi
como una ceremonia de graduación. A través de la primera y la segunda etapa, esta vida
cumplió plenamente el propósito de Dios. Es la única vida en la historia del hombre, no sólo con
un propósito, sino también con un cumplimiento. Esta vida cumplió la voluntad de Dios.

Por cuanto él completó la voluntad de Dios, sin duda tenía derecho de ascender a los cielos.
Pero no lo hizo. Si hubiese sido así, habríamos sabido que sólo un hombre en la historia
realmente agradó a Dios y pudo subir a los cielos. Pero, ¿qué habría ocurrido con nosotros?
¿Qué sería de tus pecados y los míos? ¿Pueden darse cuenta? Por causa de tu pecado y el
mío, Cristo no podía ascender a los cielos en ese momento. Así pues, él descendió del monte
Hermón, yendo por el valle del Jordán y terminando en el Gólgota, donde murió por nosotros en
la cruz. Él no podía subir a los cielos antes de este tiempo: tenía que realizar la obra redentora
en la cruz, por nosotros.

De ahí en adelante, él decía siempre a sus discípulos: “Subamos a Jerusalén”. Jerusalén es el


lugar donde iba a morir por la voluntad de Dios. Estos son los últimos seis meses. En este
período, nuestro Señor hizo un largo trayecto desde el monte Hermón, la cumbre más alta,
descendiendo, descendiendo, descendiendo, y finalmente muriendo por nosotros en la cruz. La
Biblia llama a esto el camino de la cruz.

Ahora, si quieren saber lo que nuestro Señor hizo en Galilea, lean Mateo y Marcos; si quieren
saber lo que él hizo en Jerusalén, lean el evangelio de Juan. Pero, si quieren saber cómo
nuestro Señor hizo el camino de la cruz, estudien el evangelio de Lucas, del capítulo 9 al 19. Ahí
verán cómo descendió desde el monte Hermón hasta el Gólgota. Durante seis meses, anduvo en
sombras de muerte. Su muerte ocurrió en la cruz, pero antes hizo todo un recorrido hacia la cruz.
No olviden que en la última etapa –seis meses, ciento ochenta días– nuestro Señor anduvo bajo
la sombra de la cruz.

El camino de la cruz

Pero, hermanos, ¿cuál es el camino de la cruz? Ustedes recordarán que cuando el Señor estuvo
en el monte de la Transfiguración, Pedro le dijo: “Señor, hagamos aquí tres enramadas, una
para ti, una para Moisés y una para Elías”. ¿Qué significa eso? Significaba que la fiesta de los
tabernáculos estaba cercana. En aquellos días las personas habitaban en tiendas o enramadas.
Era la temporada en que maduran las uvas en los viñedos. Cada racimo representa la madurez
de la vida; cuando las vides tienen frutos maduros, tienen la plenitud de la vida. ¡Qué hermosura!
Pero el propósito de Dios para la vid no son los frutos, sino el vino. Así que en la fiesta de los
tabernáculos, muchas familias judías iban al viñedo y cosechaban la uva para llevarla a la
prensa, donde los frutos eran pisoteados. Poco después, toda la fruta llega a estar machacada,
desfigurada. Así se produce el vino, que fluye desde el lagar o prensa superior al lagar inferior.
Cuando llega al inferior a través de un tubo, todo el vino queda allí. Hermanos y hermanas,
¿pueden ver lo que esto representa?

El fruto de la vid son las uvas. Son tan redonditas y hermosas, que muchos pintores las toman
como modelo. Realmente ellas representan la madurez de la vida. Pero, si queremos cumplir el
propósito de esa vida, los frutos tienen que ir al lagar, ser machacados y reventados, y eso
significa que se pierden. Todos los pies están sobre sus cabezas, pisoteándolas. El sentimiento
de estos racimos es como si Dios hubiera permitido que todos los carruajes del mundo pasasen
por encima de sus cabezas. Esta es la experiencia del lagar. ¿Lo podemos comprender? El
mundo nos pisotea. Ahora estamos bajo muchos carruajes, somos quebrantados, olvidados y
estamos muertos; somos irreconocibles, hemos perdido nuestra identidad. Pero recordemos que
cuando estamos en el momento de la muerte, comienza a operar la vida. Y ahí descubres que se
está produciendo el vino. Del lagar superior al lagar inferior. Así que, hermanos, el lagar o la
prensa más alta significa la muerte, y la de abajo significa la resurrección.

Esto es lo que ocurría en la fiesta de los tabernáculos. Luego, ¿qué significado tiene? Cuando
nuestro Señor llegó al monte de la Transfiguración, él alcanzó la plenitud de su madurez. Ya
estaba preparado para ascender a los cielos. Pero, para poder impartir su vida a todos nosotros,
tenía que padecer, tenía que pasar por el lagar. La cruz era esa prensa. En la cruz él fue
desfigurado. Por una parte, resolvió el problema del pecado: porque éramos pecadores él tenía
que hacer en la cruz la obra redentora. Pero por otra parte, él tenía que padecer para impartir su
vida de resurrección a cada uno de nosotros. Para producir el vino, las uvas tienen que pasar por
el lagar. Su vida es derramada para que el mundo pueda beber ese vino.

Así que, recuerden, el Señor en sí mismo podía ascender a los cielos desde el monte de la
Transfiguración. Pero, por una parte, quiso morir por nosotros en la cruz como Salvador de la
humanidad, y por otra parte, él quiso impartirnos su vida. Por esta razón, él se sujetó a
padecimiento para que la vida pudiera ser impartida, tal como una madre tiene que padecer
cuando nace su hijo. Es un sufrimiento que va a impartir vida a una nueva generación. Y cuando
nace el niño, el corazón de la madre está lleno de gozo. Por esto, estamos seguros que nuestro
Señor podía ascender en el monte de la Transfiguración; pero, para darnos su vida a nosotros, él
tuvo que andar el camino de la cruz.

Ahora comprendemos que la cruz es el camino hacia la cosecha. La cruz es el camino a la vida.
No sólo nos lleva a la vida, sino a una vida abundante. Por esta razón, nuestro Señor caminó la
última milla, los seis últimos meses. Él anduvo el camino de la cruz, y finalmente murió por
nosotros en ese lagar, la cruz. Por esta razón, todos nuestros pecados han sido perdonados,
pero aun más que esto, él nos ha dado a beber de este vino. Tal como el vino en Juan capítulo
2, él cambió nuestra agua en vino. ¡Gracias al Señor! Por todo lo que pasó por nosotros en ese
lagar, él finalmente concluyó su vida en esta tierra. Entonces el Cielo ya no habló, como en las
ocasiones anteriores, sino que ahora actuó: Jesús fue recibido en los cielos.

Así pues, encontramos una vida que creció desde una etapa hacia la segunda, y desde allí hacia
una tercera. Desde el pesebre, todo el camino hasta la presencia de Dios; todo el camino hacia
el trono. El modelo de crecimiento es desde el pesebre hasta el trono. Nosotros llegamos a este
mundo horizontalmente, y nos vamos horizontalmente. Todos conocemos el proceso. Pero esta
vida fue diferente: ella entró al mundo horizontalmente, pero salió de él en forma vertical.
¿Pueden darse cuenta? ¡Este es el modelo de esta vida! Verticalmente quiere decir esto:
“Crecerás hacia la presencia de Dios”. Así que gracias al Señor, este es el modelo de la vida de
Cristo, la vida única.

La vida espiritual de Pablo en tres etapas

Cuando Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, significa que él ya no tiene una vida
para vivir; que él ya no puede vivir su propia vida: sólo puede vivir la vida de Cristo. Tal como
Cristo vivió en esta tierra, ahora Cristo vive en él. Y debido a que esta vida creció conforme a ese
modelo, no es una sorpresa que la vida espiritual de Pablo se pueda dividir en tres etapas.

En sus primeros once años, vemos a Pablo escondido, viviendo una vida escondida, tal como su
Maestro. Porque nuestro Señor dijo: “El discípulo no puede ser mayor que su maestro”. Cuando
el Señor vivió su vida en la primera etapa él estuvo oculto; lo mismo le ocurrió a Pablo. Luego,
Dios levantó el dique del río de vida. Por tanto, en los siguientes once años, Pablo realizó tres
viajes misioneros. Visitó casi toda el Asia Menor y la mitad de Europa, y las millas que recorrió
equivalen casi a la mitad del círculo ecuatorial. No usó automóvil; casi siempre caminó de un
lugar a otro. Y muchas personas se convirtieron a Cristo. No sólo llevó el evangelio al mundo
hebreo, sino también al griego, y finalmente al romano. Él había conquistado el mundo para
Cristo. Esos once años fueron los más fructíferos. Cuando alcanzó la cima de su ministerio, fue
tal como su Maestro en el monte de la Transfiguración.

La obra de Pablo realmente agradó al Padre. Pero cuando estaba en la cúspide de su vida,
encontramos a Pablo encadenado. De ahí en adelante, él estuvo limitado, perdió su libertad. Si
exceptuamos a nuestro Señor, sabemos que las manos de Pablo fueron las manos más útiles en
la historia del hombre. Este siervo de Dios estaba preparado y sus manos fueron muy usadas.
“Dios debería haberlas usado por otros once años, y muchos otros once años, y así todo el
mundo hubiera sido evangelizado”. Pero los caminos de Dios son más altos que los nuestros.
Cuando Pablo estaba en la cima de su vida, de pronto, fue hecho prisionero; estuvo
encadenado, limitado. Así vivió sus últimos once años, bajo la sombra de la cruz, once años
andando el camino de la cruz.

¿Qué significa entonces “no más yo, sino Cristo”? Significa que la vida de Cristo crecerá en
nosotros según el modelo celestial. Y debido a eso, en la niñez espiritual de Pablo, él creció en la
presencia del Padre, como una raíz de la tierra; una vida oculta en la que, al mismo tiempo, el río
de vida se iba acumulando. Finalmente, Dios levantó el dique, y esa agua corrió como un río de
agua viva. Dios usó a Pablo en una forma maravillosa, y cuando llegó a la cúspide de su vida era
como si hubiese sido llevado al monte de la Transfiguración.

¿Por qué ocupo tanto tiempo explicando esto? Pues porque, sin comprenderlo, simplemente no
entenderíamos Efesios. Cuando Pablo escribió esta epístola, él había experimentado mucho a
Cristo. La visión tiene un costo. En la Biblia, la carta a los Efesios es el libro más alto
concerniente a la visión. A veces pensamos que conocemos Efesios, pero realmente no es así.
La razón es muy simple: ver esta visión nos costará nuestra vida. Por ello, tenemos que entender
cómo Pablo recibió esta revelación; cómo él entendió la voluntad de Dios. Su visión siempre era
proporcional a su vida. Por esa razón, nosotros hemos de crecer en Cristo. Cuanto más crece
usted en el Señor, más diáfana será su visión.

Ahora, la visión no es sólo una declaración, una proclama. He oído personas gritando proclamas.
Cuando usted grita una proclama, sólo grita palabras, entiéndalo o no. La voluntad del Señor es
que todos comprendamos y que todos recorramos el camino de la cruz. Tenemos que vivir “no
más yo, sino Cristo en nosotros.” Es fácil proclamar: “¡No yo, mas Cristo!” como un slogan. Pero,
si usted realmente vive esa vida, descubrirá que ella recorrerá todo el camino desde el pesebre
hasta el trono. Finalmente nosotros creceremos en la presencia de Dios.

De las trece epístolas, debemos averiguar cuándo Pablo escribió Efesios, en qué fase la luz
realmente vino a él y nos dio este libro maravilloso. De esta manera, lo entenderemos con mayor
profundidad. Agradó al Padre revelar la Palabra a Pablo. Basados en este contexto, cuando
regresemos a Efesios, descubriremos que esto vierte mucha luz en esa carta. Entonces
empezaremos a entender el misterio de Su voluntad. Que el Señor hable realmente a nuestros
corazones.

Recuerde que la vida que está en usted es la vida de Cristo. Pablo dijo: “Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria”. Esa vida en nosotros es un gran potencial que un día hemos de completar.
Estamos empezando desde el pesebre, como niños en Cristo, pero un día alcanzaremos el
trono, y reinaremos con Cristo. Así que, recuerden, éste siempre es el modelo de nuestro
crecimiento. Pero nuestra comprensión, nuestra visión, es proporcional a nuestra vida. Eso es
muy importante.
Por consiguiente, si usted quiere ayudar a sus hermanos o hermanas a ver algo, el secreto es
ayudarles a crecer. A veces los creyentes dicen: “Nosotros hemos visto la iglesia, tenemos la
vida de la iglesia. Los demás no lo ven; ellos son sectarios, ellos no son la iglesia; nosotros
somos la iglesia”. En tal caso, hermanos y hermanas, ustedes no han visto la iglesia. Si usted
realmente ve la iglesia, y otros hermanos y hermanas no la ven, no intente conquistarlos con su
capacidad intelectual, no trate de convencerlos con su doctrina bíblica: el secreto es ayudarles a
crecer. Si ellos todavía aún son bebés en Cristo, ¿cómo podrán entender las cosas que
pertenecen a los adultos? Lo que ellos pueden hacer es ir al jardín de infantes y jugar. Ellos
disfrutan todo el tiempo, se tornan centrados en sí mismos y todos los familiares los disfrutan
muchísimo, pero están esperando que un día crezcan. Ese día el padre dará toda la herencia al
hijo. ¿Pueden ver eso? En ese tiempo la voluntad del Padre estará cumplida. Esto es
importantísimo.

Damos gracias al Señor, y por su gracia nos vamos a ocupar nosotros con el tema del misterio
de su voluntad. Pero debemos recordar los temas básicos para introducirnos en el propósito de
Dios. En la siguiente sesión, continuaremos revisando el trasfondo de la carta a los Efesios, y
todo el proceso por el que Pablo hubo de pasar.

Ahora Pablo tenía la luz. Estrictamente hablando, mientras iba camino a Damasco, vio algo de
luz, pero fue necesaria la palabra de Dios para explicarle esa luz que había recibido en el
principio. En Efesios, no sólo tenemos la luz, sino también la Palabra. ¿Pueden verlo? En el
camino a Damasco solamente se puede ver la luz, pero casi no se ve la Palabra. A medida que
va creciendo esa vida en Pablo, también crece la Palabra de Cristo. Sólo la Palabra puede
explicar la luz de Cristo más claramente.

Damos gracias al Señor por Pablo. Sin él, ni siquiera podríamos saber lo que es la Iglesia.
Cuando Pablo declara que la iglesia es el cuerpo de Cristo, ¿pueden entender cuánta
experiencia había adquirido él para poder hablarnos de ello? ¿Cuántas lágrimas había
derramado Pablo? ¿Cuánto sufrimiento había pasado? Y, ¿saben cuántas veces estuvo Pablo
en peligros? Aun él corría el riesgo de conducir erróneamente a la iglesia de Cristo. Gracias a
Dios, Pablo fue corregido; fue regulado. Pero aún a través de todas estas experiencias, él nos
presenta la luz.

Gracias al Señor si es que puedes conocer cuán costosa es la visión; si llegas a darte cuenta
cuán costosa es esta declaración: “La iglesia es el cuerpo de Cristo”. Hermanos, gritar un slogan
es fácil; sin embargo, experimentar la realidad toma toda una vida. Te costará la vida, te llevará
al camino de la cruz. Gracias a Dios, al final de ese camino, te encontrarás con una cosecha
dorada. Hermanos, esto es lo que el Señor desea enseñarnos y hablarnos al corazón.

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024. El modelo de la vida cristiana en la vida de Pablo

El modelo de la vida cristiana en la vida de Pablo


“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en
pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y
asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:4)
Estamos compartiendo sobre el misterio de Su voluntad, basados en la epístola a los Efesios.
Pido al Señor que nos revele su voluntad. Para poder introducirnos en la profundidad de esta
carta, comenzaremos con la vida de Pablo, por cuanto la vida del apóstol nos instruye sobre el
modelo de la vida cristiana.

Sabemos que después de su conversión, la vida espiritual de Pablo duró treinta y tres años. Se
parece mucho a la vida terrenal de nuestro Señor Jesucristo. Porque Pablo dijo: “Ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). Así que el modelo del crecimiento de su vida fue la vida de
Cristo.

El modelo de la vida de Cristo

De acuerdo al evangelio de Lucas, la vida de Cristo comenzó en un pesebre y terminó en el


trono. Así que este es el modelo de crecimiento de esa vida. Recordemos cómo Su vida se
dividió en tres etapas. Los primeros treinta años fueron de silencio; en ellos, nuestro Señor vivió
en la presencia de su Padre como una raíz de tierra seca. También vimos cómo se fue
acumulando el agua de vida en él. Y que cuando la primera etapa concluyó, el cielo habló: “Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

Esto nos hace recordar que al finalizar los treinta años, el Padre estaba complacido, no sólo con
su vida, sino también con su obra. Y cuando Dios levanta el dique, vemos cómo el río de aguas
vivas lo inunda todo, cómo nuestro Señor produjo mucho fruto. Los primeros treinta años fueron
de silencio, y ahí residía el secreto del poder de la vida de Cristo. Ahora, con este poder, brotan
los ríos de vida con mucho fruto.

Luego, en el monte de la Transfiguración, los cielos vuelven a hablar: “Este es mi amado Hijo, en
quien tengo complacencia”. Esto quiere decir que la vida de nuestro Señor tomó otro rumbo.
Ahora nuestro Señor estaba en el monte Hermón, su vida había llegado a la cúspide, y él ya
podía ascender al cielo. En lo concerniente a la vida y a la obra de Cristo, él ya había obedecido
la voluntad de Dios. Ahora estaba listo para volver al Padre. Pero, como lo sabemos bien, se
negó a ascender a los cielos. Por causa de tu pecado y del mío, él debía morir en la cruz, tenía
que realizar su obra de redención por nosotros.

Pero aún más, por cuanto él es el unigénito Hijo de Dios, la vida está en él, él es el origen de la
vida, y sólo en él encuentras la fuente de la vida. Él era el Hijo unigénito, su vida era única, y por
esto la Biblia dice que él es el Hijo único de Dios. Así que en el universo entero, sólo en Cristo,
en el único y amado Hijo de Dios, encontrarás la gloria y hermosura de aquella vida. Sin
embargo, le plació al Padre no sólo revelar a su Hijo en nosotros, sino de acuerdo a la eterna
voluntad de Dios, Dios se conseguirá muchos hijos por medio de Cristo.

En el principio, él era el unigénito de Dios; pero, a causa de su obra y resurrección, él llevaría


muchos hijos al Padre. ¿Cómo podía ocurrir esto, si esa vida sólo estaba en Cristo, el Hijo
unigénito? La vía es esta: él tenía que derramar su vida; él tenía que impartir su vida a las
personas. Para poder derramar su vida, para poder impartir esa vida y para liberarla, él tenía que
pasar por el quebrantamiento, tenía que pasar por la prensa. Todos esos granos de uva estaban
maduros, lo cual nos habla de plenitud de vida. Pero recuerden que él iba a impartir su vida a
otros. Si esta vida iba a liberarse, nuestro Señor tenía que pasar por la prensa.

Así que, hermanos, ahora entienden el significado del camino de la cruz. Este era el camino para
nuestro Señor. Y, ¿qué significó cuando él finalmente llegó a la cruz? Significó que él llevó a
cabo la obra de redención. Esta obra fue hecha sólo por nuestro Señor Jesús. ¡Él estaba tan solo
en la cruz! Él estaba solo y era el único que podría realizar la obra de redención. Nosotros no
tenemos participación en ella, porque sólo él nos puede salvar, y él es nuestro Salvador. “Porque
no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Recordemos que esta era una obra que sólo Cristo podía efectuar en la cruz. La cruz también
era como una prensa que tiene un lado positivo: la redención. Vemos la redención por la cruz.
Pero hay otro aspecto: la comunión de la cruz. Muchas veces nosotros sólo conocemos la
redención de la cruz, y tendemos a olvidar la comunión de la cruz. Y en aquella cruz –porque
nuestro Señor ha pasado por la prensa, por ese sufrimiento, tal como una madre en un trabajo
de parto– aquel no fue un sufrimiento merecido. No es porque la madre haya hecho algo malo
que ella tiene que sufrir para que nazca el niño. Hermanos, por esta causa ahora comprendemos
que la cruz es el paso a la gloria; la cruz es el camino a la cosecha. “Si el grano de trigo no cae
en la tierra y muere, permanece solo”. Pero cuando llega a morir por nosotros, él trae mucho
fruto.

Ahora entendemos cómo el camino de la cruz lleva a la cosecha; luego, él llevará muchos hijos a
la gloria. Hermanos, ahora comprenderán por qué en la última parte de la vida de nuestro Señor
Jesús, durante seis meses él caminó bajo la sombra de la cruz. Él descendió de la montaña más
alta en Israel, el Hermón, y bajó hasta el río Jordán. Luego siguió bajando y bajando hasta que,
finalmente, murió por nosotros en la cruz, pasó por la prensa. En aquella cruz, en aquella prensa,
esa vida maravillosa que había alcanzado la cumbre, fue desfigurada, quebrantada, rota, al
pasar por la muerte. Pero gracias al Señor, por lo que él había efectuado en la cruz, ahora el
vino fluía desde la prensa superior al lagar más bajo. Desde allí, aquel vino está comenzando a
inundar el mundo entero. Entonces, hermanos, ustedes ven que esta es la vida de nuestro
Señor.

Tres etapas en la vida de Pablo

El discípulo nunca puede ser mayor que su maestro, y el apóstol Pablo era uno de los discípulos
de nuestro Señor. Si el Maestro ha vivido tal vida, entenderemos el secreto para la vida de
Pablo, porque él dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Puesto que esto es así, hermanos,
entonces descubrimos que la vida de Pablo también puede ser dividida en tres etapas de once
años cada una. Porque aquella vida no pertenecía a Pablo, y él podía solamente vivir la vida de
Cristo. “No más yo, sino Cristo”.

Si esta vida en verdad creció dentro de Pablo, ¿cuál es el modelo de crecimiento de esta vida?
Si nuestro Señor empezó en el pesebre y terminó en el trono, lo mismo se aplica a Pablo.
Descubriremos cómo él creció en estas tres etapas desde el pesebre hasta el trono. Los
primeros once años fueron años de silencio en la presencia del Padre. En los segundos once
años, los más fructíferos, hizo tres viajes misioneros, y trajo todo el mundo a Cristo. ¡Qué vida
llena de frutos fue la vida de Pablo! Pero el secreto está en los primeros once años. Ese es el
modelo de crecimiento. Y cuando Pablo alcanza el punto más alto de su segunda etapa,
descubrimos que él está preso. En once años, estuvo dos veces en la cárcel. En esta etapa
Pablo siempre caminó bajo la sombra de la cruz. Otra vez, estos últimos once años nos hacen
recordar el camino de la cruz.

A veces nosotros pensamos: “Qué desperdicio. Dios tendría que haber usado a Pablo más que
cinco, más que once años”. Después de veinte años de entrenamiento, después de veinte años
de trabajo, finalmente encontramos en él un vaso preparado para el uso de su maestro. Pablo
era un hombre de tres mundos: el mundo religioso de los hebreos, el mundo cultural de los
griegos, y el mundo político y militar de los romanos. Por eso, él verdaderamente conquistó el
mundo para Cristo. De esa manera Dios usó a Pablo. Nosotros oramos para que Dios levante
más Pablos, y nos olvidamos que costó veinte años preparar un vaso como él. Pensamos que
Dios tendría que usarlo muchos, muchos más años. Sin embargo, cuando Pablo alcanzó el
punto más alto de su ministerio, por una razón que nosotros desconocemos –sólo podemos
obtener sugerencias de la Palabra de Dios–, encontramos que en sus últimos once años de vida
él vivió bajo la sombra de la cruz. Este es el modelo de crecimiento de la vida de Pablo, y es el
mismo modelo para ti y para mí.
Algunas veces nos preguntamos: ¿Por qué el camino de la cruz? Porque este es el único camino
hacia la cosecha. Y a veces pensamos cuán limitado estaba Pablo en la cárcel. Si Pablo en
verdad hubiera tenido las manos libres, ¡cuántas más almas podrían haber sido llevadas a
Cristo! Sin embargo, los caminos de Dios son siempre más altos que los nuestros. El discípulo
nunca puede ser mayor que su maestro. Si nuestro Señor anduvo en esa senda, y si nosotros
somos seguidores del Cordero, entonces no hay otro camino.

Así, hermanos, intentaremos entender las epístolas de Pablo en el contexto de su vida. A partir
de su maravillosa experiencia con Cristo, Pablo recibió revelaciones, y en base a ellas escribió
trece epístolas. Ahora bien, hay una cosa importante aquí: A nosotros nos gustaría saber cuándo
escribió estas cartas. Me gustaría darles la información, y les ruego que intenten acordarse de
estos hechos, porque son muy importantes. Esto no es solamente información, porque a partir de
ella seremos capaces de obtener principios espirituales muy importantes. Y no es de sorprender
que el hermano Watchman Nee diga que si uno descubre los hechos de la Biblia, tiene la mitad
de la luz que va a recibir del Señor. Algunas veces no tenemos luz, porque no conocemos los
hechos de la palabra de Dios. Entonces, hermanos, por favor, vamos a acordarnos de estos
hechos que voy a mencionar.

Es maravilloso sentarnos a los pies de nuestro Señor Jesucristo y escuchar sus palabras. Sin
embargo, tenemos que recordar algunos hechos importantes. Ya mencionamos tres grupos de
once años. Los primeros once años, Pablo pasó por la etapa de la niñez. Entonces, alcanzó el
segundo grupo de once años, su período de adolescencia. En la etapa final, es un adulto. Once
años, once años y once años.
En los primeros once años, no encontramos que Pablo haya escrito ninguna carta. Cuando su
vida en verdad maduró, cuando alcanzó la etapa de la adolescencia, en medio de esos
segundos 11 años, entonces escribió sus dos primeras cartas, 1ª y 2ª a los Tesalonicenses.
Recuerden esos primeros dos libros. Este es el primer grupo.

Cuando llegamos al final de la segunda etapa, Pablo escribió el segundo grupo de cartas:
Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a los Corintios. Y llegamos a la tercera etapa de la vida de Pablo. En
medio de ese período, Pablo escribió el tercer grupo de cartas. En aquel tiempo, él estaba en
una prisión romana. Estaba en cadenas. Sin embargo, allí escribió cuatro cartas, en la mitad de
la tercera etapa: Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón. Finalmente, antes de su martirio,
escribió los últimos tres libros: 1ª y 2ª a Timoteo, y Tito.

Vamos a revisar una vez más. Primer grupo, en medio de la segunda etapa: 1ª y 2ª a los
Tesalonicenses. Al fin del período de la adolescencia, cuatro libros: Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a
los Corintios. Y cuando él había madurado aún más, cuando en verdad había crecido hasta la
madurez, en medio del último período, estando en la cárcel, tenemos el tercer grupo de cartas:
Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón. Y cuando Pablo llega a la etapa final de su vida,
antes que él se tornara una libación sobre el altar, escribió 1ª y 2ª a Timoteo, y Tito. Esas son las
trece epístolas. ¿Está claro?

Las epístolas de la infancia

Es muy importante saber que una vez que Pablo pasó su infancia, ya tenía aprendidas muchas
lecciones de esa etapa. Cuando el Señor lo usó en sus tres primeros viajes misioneros, en la
mitad de la segunda etapa, entonces Pablo escribió las epístolas a los Tesalonicenses.
Recordemos que cuando Pablo escribió estas dos cartas, la iglesia en Tesalónica era recién
nacida; ellos tenían solamente algunos meses de vida.

¿Cómo un bebé que tiene sólo siete meses de vida va a sobrevivir sin su madre? Podemos
imaginarnos cómo el corazón de Pablo estaba íntimamente unido a aquel bebé recién nacido.
Pablo era un gran erudito de la Biblia. Sin embargo, ahora él estaba delante de un bebé recién
nacido. ¿Cómo iba a ayudar a crecer a aquel bebé? En esta carta, Pablo se dirige a ellos, y
derrama su corazón hacia esos hermanos. Es como una madre que está alimentando a su bebé.
Pero también era como un padre para con ellos.

Entonces, hermanos, si estudiamos estas dos cartas, vamos a descubrir que Pablo está
intentando ayudar a una iglesia recién nacida, una iglesia que estaba en su etapa de infancia.
Aunque él era un erudito de la Biblia, no podía traer la sala de clases hasta la cuna del bebé.
Sólo podía alimentarlos con leche. Cuando el padre intenta enseñar a los niños, nunca es como
el profesor que enseña en una sala de clases. Cuando los adolescentes están en la escuela, y
estudian Física, Álgebra e Historia de Chile, todo es sistemático, todo tiene una lógica, porque ya
la vida ha crecido hasta un punto en que están preparados para el alimento sólido.

No es de sorprender que cuando estudiamos estas primeras dos cartas, aunque sin duda vemos
que son las palabras de Dios –Pablo sólo podría alimentarlos con la Palabra de Dios–; sin
embargo, descubrimos que estas dos cartas son muy distintas de Romanos. Cuando uno estudia
Romanos, la justificación por la fe, luego la santificación por la fe y la glorificación por la fe –
capítulo 1 a capítulo 8–, la palabra de Dios está llena de sabiduría, llena de lógica. La palabra de
Dios es una palabra sistemática, exactamente como su universo. Hay un gran y exacto diseño
por detrás del universo. Pero recuerden, Pablo escribió a los romanos cuando la iglesia en Roma
había alcanzado la estatura de su adolescencia. Porque Pablo había aprendido algo desde su
niñez, él intentó escribir todo lo que había aprendido en la presencia del Señor.

Pero si estudiamos estas dos cartas –1ª y 2ª Tesalonicenses– entenderemos cómo se vive en la
infancia, qué tipo de tentaciones vamos a encontrar en esta etapa, cuáles son las dificultades
que tenemos que afrontar. Por medio de estas dos cartas, conocemos la vida cristiana en su
infancia, porque Pablo intentaba enseñarles a ellos así como un padre enseña a sus niños. Por
ejemplo, él habla acerca de la voluntad de Dios, pero no usa la expresión “el misterio de su
voluntad”. Aquello sería mucho para los bebés. ¿Verdad? Usted puede ser un buen profesor, un
maravilloso maestro, sin embargo aquí tenemos bebés recién nacidos. Usted es muy grande
para ellos. ¿Comprende?

Pablo era grande, pero a fin de poder ayudar a la iglesia en su infancia, veamos cómo él en
verdad lo hizo. Él habló de la voluntad de Dios. Pero recuerden que para un bebé la voluntad de
Dios es muy, muy abstracta. Un bebé sólo puede aprender de su experiencia. Por ejemplo, una
madre ama a su bebé. El bebé entiende lo que es el amor. Ahora, ¿cómo el bebé va a aprender
a corresponder a ese amor? El amor es muy abstracto. Sin embargo, la mamá necesita enseñar
a su bebé cómo amar. Yo no sé si ustedes conocen aquí el queque con semillas de sésamo.
Cuando la madre está intentando enseñar el amor a su bebé, ella quiere que él corresponda a su
amor, pero ese amor es muy abstracto. Entonces, le dice: “Este queque de sésamo es para ti”. Y
luego le pide algo de él: “¿Me amas? Si me amas, yo no quiero todo el queque, quiero solamente
una semilla”. Cuando el bebé le da una semilla, entonces ella le dice: “¡Ahora estás amando a tu
mamá!”. ¿Entienden?

Del mismo modo, el Señor nos enseña cómo amarle. Todo nos ha sido concedido por nuestro
Señor, así como el queque dado por la mamá. Sin embargo a veces, Dios dice: “¿Te gustaría
darme tu semilla? No te pido todo el queque, aun cuando yo te lo he dado”. En ocasiones,
nosotros le decimos: “Señor, te doy la semilla”. Y vemos cómo la madre está contenta comiendo
en la presencia del bebé. De esta manera, el bebé comienza a entender cómo amar a su madre;
comienza a entender el significado del amor. Algo que es muy abstracto, gradualmente se hace
parte de su vida.

De esta manera Pablo intentó enseñar a los tesalonicenses la voluntad de Dios. En 1ª a los
Tesalonicenses, descubrimos que cuando Pablo habla acerca de la voluntad de Dios dice: “Esta
es la voluntad de Dios”. ¿Pueden verlo? Porque para un bebé es verdaderamente muy difícil
conocer la voluntad de Dios, él dice: “Esta es la voluntad de Dios...” ¿Cuál es la voluntad de
Dios?: “...vuestra santificación”. La voluntad de Dios es nuestra santificación. (1ª Tesalonicenses
4:3).

Para los bebés tiene que explicarlo detalladamente. Entonces dice: “Esto es, que os apartéis de
fornicación”. Entonces es más fácil de comprender. Pablo no habla acerca de la santificación por
la fe, no presenta una teoría acerca de la santificación. Este es el mínimo requisito para nuestra
santificación: “Que cada uno de vosotros sepa tener su propio vaso en santificación y honra”. De
esta manera, Pablo les enseñó la voluntad de Dios: “La voluntad de Dios es vuestra
santificación”. ¿Y qué es vuestra santificación? Que cada uno de vosotros sepa tener su propio
vaso en santidad. Aquí nos habla de nuestro cuerpo, de la parte física de nuestro ser. No es algo
muy alto, pero es la voluntad de Dios. Por esa razón, Pablo habló detalladamente sobre ello. (1).

Y más aún, si vamos al versículo 5:16 leemos: “Estad siempre gozosos”. Es solamente un
versículo. “Orad sin cesar”. Una frase muy corta. “Dad gracias en todo, porque esta es la
voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. Ahora, ¿cuál es la voluntad de Dios?
“Estad siempre gozosos”. Si uno está siempre gozoso significa que está obedeciendo a la
voluntad de Dios. “Orad sin cesar”. Cuando usted hace eso, está obedeciendo a la voluntad de
Dios. “Dad gracias en todo”. Cuando usted hace eso, está obedeciendo a la voluntad de Dios.
“Que tengáis vuestros propios vasos en santificación”. Esta es la voluntad de Dios. Para los
bebés, la voluntad de Dios es algo muy abstracto. Esta es la lección que Pablo aprendió cuando
pasó por su primera etapa: “Estad siempre gozosos ... orad sin cesar ... dad gracias en todo”.

Ahora hermanos, Pablo nos dijo: “...Porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en
Cristo Jesús”. Está muy claro que cuando él intentó enseñarles, habló detalladamente acerca de
la voluntad de Dios. Estas son sus dos primeras cartas, cuando la iglesia estaba en su infancia.
Ahora entendemos cómo Pablo trató de ir a través de la experiencia. Si usted está gozoso, ora
sin cesar, si está haciendo todo eso, está obedeciendo la voluntad de Dios. Después que usted
realmente obedece a la voluntad de Dios, entonces tiene la experiencia; cuando habla de la
voluntad de Dios, entiende por medio de su experiencia. Y entonces, cuando tiene su propio
cuerpo en santificación, cuando resiste a las tentaciones del enemigo, usted recuerda: “Esta es
la voluntad de Dios”. Cuando pasamos por esa etapa, cuando tenemos todas esas experiencias,
empezamos a saber lo que es la voluntad de Dios. Esta es la primera etapa. Debido a que en las
primeras dos cartas la iglesia estaba en su niñez, Pablo intentó enseñarles lo que él había
aprendido en su infancia. Esto es muy importante. Estas son las primeras dos cartas.

Las epístolas de la adolescencia: La Escuela de Cristo

Cuando Pablo alcanzó el final de su adolescencia en su vida cristiana, escribió cuatro cartas:
Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a los Corintios. Cuando escribió estas cartas, la iglesia en Roma, las
iglesias en Galacia y la iglesia en Corinto habían llegado a su adolescencia. Por eso Pablo los
lleva a la escuela de Cristo. En la escuela de Cristo ellos han de pasar por un proceso de
aprendizaje; tienen que conocer la voluntad de Dios. Debido a que ahora están en la escuela de
Cristo, ya no están en la atmósfera familiar. Si comparamos las cartas a los Tesalonicenses con
la de Romanos, vamos a encontrar muchas diferencias, porque Pablo presenta ahora la palabra
de Dios de una manera muy sistemática.

Los primeros ocho capítulos de Romanos se pueden dividir en dos partes. En la primera,
predomina la palabra ‘pecados’ en plural. En la segunda parte predomina la palabra ‘pecado’ en
singular. ¿Cómo vamos a tratar con los pecados en plural? Mediante la sangre de Jesús. ¿Cómo
tratamos con la naturaleza pecaminosa? La solución es la cruz.

Cuando Pablo presenta la palabra de Dios en Romanos, lo hace como si estuviera presentando
el universo de Dios. Dios es un Dios de sabiduría. En el principio, tenemos la justificación por la
fe, luego en el medio, la santificación por la fe, y al final de los ocho capítulos, la glorificación por
la fe. Ahora, como aquellas personas estaban en la escuela de Cristo y habían alcanzado su
adolescencia, necesitaban muchas correcciones. Cuando un árbol está en su infancia crece
simplemente como quiere. Sin embargo, cuando llega al período de la adolescencia, es el tiempo
en que vienen las correcciones. Si el árbol está inclinado en cierta dirección, para que pueda
crecer sano, tiene que ser corregido.

Cuando estamos en la escuela de Cristo, el Señor nos dice que tenemos que negarnos a
nosotros mismos, que debemos tomar nuestra cruz y seguirle. La obra de la cruz intenta
corregirnos, intenta ajustarnos. Vamos a descubrirnos a nosotros mismos, tal como un niño.
Cuando llega a la adolescencia, él no solamente descubre la voluntad del padre, sino también su
propia voluntad. Cuando está en la infancia, la mayoría del tiempo sólo tiene que decir: ‘Sí’. Sin
embargo, cuando crece más y más, la tendencia es siempre decir ‘No’. ¿Por qué ‘No’? Porque
cuando se descubre a sí mismo, descubre que tiene su propia voluntad.

Ahora, amados hermanos, cuando llegamos a la escuela de Cristo, conocemos la voluntad de


Dios y también descubrimos nuestra propia voluntad. Y ambas voluntades entran en conflicto.
Pero recordemos que estamos en la escuela de Cristo. Por un lado, uno vive una vida de
conflictos, pero si uno se rinde a la voluntad de Dios, finalmente va a llegar a una armonía.

Sin embargo, en Romanos 7, Pablo descubre que: “...en mí, esto es, en mi carne, no mora el
bien”. Este es su gran descubrimiento: reconoce que en sí mismo no hay nada bueno. Descubre
que querer es una cosa y hacer es otra. El quería hacer el bien, y al final terminaba haciendo lo
malo. Entonces dice: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Pablo
tenía un problema, tenía un conflicto aquí. Él deseaba hacer la voluntad de Dios, pero al final
hacía su propia voluntad. En sí mismo, en su carne, no moraba el bien. Sin embargo, más tarde
descubre, en el capítulo 8, una gran armonía.

Hermanos y hermanas, cuando el Espíritu Santo controla nuestra vida, después de los conflictos,
encontramos la armonía. Recordemos que cualquier adolescente tiene que pasar por esos
períodos: conflictos, armonía, conflictos, armonía, hasta que finalmente él crece. A veces
experimentamos lo de Pablo en Romanos 7, y no sabemos lo que está ocurriendo, pero es
porque estamos pasando por el proceso de crecimiento, por los dolores del crecimiento. Sin
embargo, gracias al Señor, en la escuela de Cristo aprendemos a negarnos a nosotros mismos,
a tomar la cruz y a seguir al Señor.

Así pues, en el segundo grupo de cartas están Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a los Corintios. Si
buscamos una palabra que describa estas cuatro cartas, esa palabra es la Cruz. Usted descubre
que si quiere crecer, la carne es el obstáculo, el mundo es el obstáculo, Satanás es el obstáculo.
Sólo la cruz puede remover todos esos impedimentos, y entonces podemos crecer.

En el segundo grupo de cartas, Pablo presenta la voluntad de Dios en forma sistemática en dos
formas. En Romanos y Gálatas, enseña la palabra de Dios como la palabra de la verdad del
evangelio. En 1ª y 2ª Corintios, presenta la palabra de Dios como la palabra de la cruz. Estos
cristianos, ahora en su adolescencia, están listos para recibir el alimento sólido, están listos para
escuchar la palabra de la verdad del evangelio, están listos para escuchar la palabra de la cruz.

En estas cuatro epístolas, Pablo habla acerca de la voluntad de Dios, pero no a la manera de 1ª
y 2ª Tesalonicenses. Ahora dice: “Presentaos en sacrificio vivo”. Y entonces habla de la
agradable voluntad de Dios. En griego, la palabra ‘voluntad’ está en singular. En la primera
etapa, uno ve que la voluntad de Dios es nuestra santificación – que estemos “siempre gozosos
y demos gracias por todo”. De acuerdo a nuestra experiencia, pensamos que Dios tiene varias
voluntades. Sin embargo, cuando leemos Romanos 12, esa voluntad es singular. Ahora
podemos entender. Cuando uno llega a la adolescencia es capaz de apreciar que la voluntad de
Dios es agradable.
En lo concerniente a la revelación, cuando Pablo alcanzó el final de su segundo período, cuando
escribió Romanos, Gálatas y 1ª y 2ª Corintios, la revelación que recibió casi llegó a su punto más
alto. No hay duda que a través de Gálatas y Romanos nosotros empezamos a conocer la
palabra de la verdad del evangelio, y que en 1ª y 2ª a los Corintios comenzamos a entender la
palabra de la cruz. En la escuela de Cristo, toda esa revelación viene por medio de la palabra de
la verdad del evangelio o por medio de la palabra de la cruz. Si desea saber cualquier cosa
acerca de nuestra salvación, lea estos cuatro libros. Si desea saber cualquier cosa acerca del
camino de la cruz, lea estos cuatro libros. No es de sorprender que la palabra ‘cruz’ sea una
síntesis de estos libros.

Pablo escribió estos cuatro libros hacia el final de la segunda etapa de su vida cristiana. En otras
palabras, su ministerio alcanzó el punto más alto cuando él llegó al final de su adolescencia.
Recordamos muy bien que cuando Pablo se despidió de los ancianos de la iglesia en Éfeso, les
dijo: “No he rehuido anunciarles todo el consejo de Dios. No hay nada que yo no les haya
predicado a ustedes”. En otras palabras, cuando él estuvo en Éfeso, verdaderamente pasó dos
años ministrando la palabra de Dios. Y a veces nosotros nos preguntamos: ¿Será posible saber
cuál era la enseñanza de Pablo en esos dos años? Estuvo allí dos años, e impartió enseñanza
en el local de una escuela. En aquella escuela ellos tenían una costumbre, como en Chile: clases
por la mañana y probablemente también después del almuerzo. Iban a sus casas y a la tarde,
cerca de las cinco, empezaban la otra sesión. Pablo ocupaba el período entre el almuerzo y las
cinco de la tarde en predicar la palabra de Dios.

De acuerdo a la Biblia, todas las personas en aquella región de Asia escucharon la palabra de
Dios por dos años, casi cinco horas cada día. Entonces nos preguntamos: ¿Cuáles eran las
enseñanzas de Pablo? De acuerdo con sus palabras a los ancianos de Éfeso, “No he rehuido
anunciarles todo el consejo de Dios. No hay nada que yo no les haya predicado a ustedes”. ¿Lo
ven? En otras palabras, su revelación llegó al punto más alto en ese tiempo, al final del segundo
período, cuando él estaba en Éfeso.

¿Deseamos vislumbrar de alguna manera lo que es el consejo de Dios? Pues bien, si usted
desea saber lo que Pablo estaba enseñando en ese tiempo, debe leer Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª
a los Corintios. Todo lo que el Espíritu Santo quiso preservar está registrado en esos cuatro
libros.

¿Cuál es el tema de esos cuatro libros? De acuerdo con Pablo, ese es todo el consejo de Dios,
según la luz que él había recibido hasta entonces. En otras palabras, cuando Pablo alcanzó el
final de su segunda etapa, su revelación alcanzó el punto más alto. Nosotros podríamos pensar
que su revelación no podía llegar a un punto más alto que aquel cuando escribió la carta a los
Romanos.

Roma era el corazón del imperio. Pablo estaba preparado para llevar el evangelio a los confines
de la tierra. En aquel tiempo, si uno alcanzaba a Roma, había alcanzado a los confines de la
tierra. Entonces Pablo dijo: “Iré a Roma”, porque deseaba llevar el evangelio hasta allá. Cuando
él se dirigía a las personas en Roma, estaba dirigiéndose al mundo. Estaba diciendo en verdad
lo que es el evangelio de Dios. En lo que respecta al evangelio de Cristo Jesús, estos cuatro
libros son la revelación más alta hasta entonces. Tenemos que admitir, hermanos, que ese era el
mejor tiempo en la vida de Pablo. Había muchos frutos de su obra. De acuerdo con sus propias
palabras, las puertas del evangelio estaban ampliamente abiertas, y eran muy efectivas.

Pablo predicó el evangelio en Éfeso con gran impacto. Y, más que eso, con respecto a la
revelación, él también había alcanzado el punto más alto en relación a su vida, la cima de su
adolescencia. Ahora empezamos a ver las señales de madurez en Pablo. Nosotros pensábamos
que Pablo ya no podía ir más alto, que esta era la mayor contribución de Pablo para el mundo.
Pero, hermanos, Pablo era muy pequeño, Dios es mucho mayor. Y Dios nos sorprendió.
Así que, en el segundo grupo de libros somos llevados a la escuela de Cristo. El Dios de la
Trinidad está trabajando aquí. Cuando estamos en la infancia, tenemos una atmósfera familiar.
Dios es nuestro Padre celestial. Así fuimos creciendo en aquella atmósfera. Luego, cuando
crecemos, Dios el Hijo toma el control. Ahora estamos en la escuela de Cristo, y empezamos a
conocer la palabra del evangelio de verdad. Ahora vamos a empezar con los ajustes de la vida, a
experimentar la operación de la cruz. Ella es dolorosa, sin embargo, sabemos que es parte del
proceso de crecimiento.

Pero, hermanos y hermanas, luego que nosotros somos perfeccionados en la escuela de Cristo,
¿eso es todo? ¿Pablo ya llegó al punto más alto? ¿Pablo está muy maduro ahora? ¿Ha recibido
mucha revelación? Él fue uno de los siervos más utilizados por Dios en toda la historia de la
humanidad. ¿Qué podría esperar Pablo más que eso?

Dios el Padre nos da un ambiente familiar para que podamos crecer. Sin embargo, Dios el Hijo
nos da la escuela de Cristo, para que lo podamos seguir, tomando nuestra cruz. Pero más aún,
cuando leemos Romanos 8, el Espíritu Santo está orando por ti y por mí. Nosotros no sabemos
cómo orar, pero él sabe cómo orar por nosotros; sabe lo que necesitamos; sabe que ya
alcanzamos la adolescencia. Nosotros estamos satisfechos; sin embargo, el Espíritu Santo no lo
está. Él tiene una meta, y a menos que alcancemos esa meta, él nunca va a parar de trabajar.
Entonces, el Espíritu Santo ora, el Padre responde, y todas las cosas operan juntamente. ¿Por
qué juntamente? ¿Por qué no por accidente? Nada es accidental para los cristianos. Porque el
Espíritu Santo ora por ti y ora por mí con un propósito: que un día tú y yo seamos conformados a
la imagen de Cristo. Dios nunca va a detener su obra antes que alcancemos este punto.

Las epístolas de la madurez

A causa de esto, no hay solamente una atmósfera familiar, y no hay sólo una atmósfera de
escuela. Ahora Dios va a usar nuestras circunstancias difíciles. Todas las cosas operarán
juntamente. Ahí viene el viento del norte; de allá viene el viento del sur, de acá el viento del
oriente, de allá el viento de occidente, con un propósito: que la fragancia de Cristo sea esparcida.
Cada uno de esos diferentes vientos –todas las cosas– cooperan juntamente para probarnos.
Dios está escuchando la oración del Espíritu Santo. No tenga usted miedo de ninguna
circunstancia; todas las cosas nos ayudan a bien. ¿Por qué? Porque por medio de todas estas
diferentes circunstancias somos conformados a la imagen de Cristo. No solamente Dios el Padre
está haciendo la obra, no solamente Dios el Hijo está haciendo la obra: Dios el Espíritu Santo
también está haciendo su obra.

Cuando sopla el viento del norte, y cuando sopla el viento del sur, no debe olvidar que hay un
propósito en ello. La única respuesta para sus circunstancias es que a través de ellas, él nos va
a transformar a su imagen. En otras palabras, vamos a madurar por medio del viento del norte,
del sur, del oriente y del occidente. Algunas veces, ellos soplan juntos, y esto, en la Biblia, es un
torbellino. En el torbellino, los vientos de todas las direcciones soplan juntos, y esto ocurrió a
Job. A veces no entendemos que Dios usó ese torbellino para promover a Job desde un nivel de
perfección hacia otro nivel de perfección más alto.

Ahora, hermanos, esto es lo que Dios estaba haciendo con Pablo. Cuando Pablo llegó al final del
segundo período, cuando recibió la revelación más alta, descubrió repentinamente que estaba
en cadenas. Fue arrestado en Jerusalén, y pasó un tiempo allí. Finalmente, estuvo en cadenas
todo el camino hasta llegar a Roma. Ahora, hay una cosa que nos cuesta entender. Sabemos
que cuando Pablo alcanzó el final del segundo período, él debería haber alcanzado el punto más
alto, pero no debemos olvidar que Dios deseaba la madurez de Pablo. Por tal razón, Dios
permitió que él fuese arrestado y que fuese puesto en prisión.
En estas cuatro epístolas –Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón– Pablo siempre nos
recuerda sus cadenas. No tenía sus manos libres cuando escribió esas cartas. Él estaba
limitado, estaba confinado en la prisión, estaba encadenado. Usted descubre que por la mano
soberana de Dios, Pablo estaba creciendo hacia la madurez. Él fue más libre, pero esta libertad
procedía de su encarcelamiento. Cuanto más limitado estuvo, tuvo más vida; cuanto más bajo
llegó, más alto subió. Efesios, Colosenses y Filemón fueron escritas en el mismo tiempo; la
misma revelación gobernó esas tres cartas; en ellas encontramos el pensamiento del Espíritu
Santo

Con este trasfondo seremos capaces de penetrar en la profundidad de Efesios.

Recordemos que estas cartas fueron escritas cuando Pablo estaba preso. De acuerdo con
Romanos, él estaba muy sorprendido; no estaba preparado para eso. Según sus planes, tras su
viaje a Jerusalén, él iría a Roma con un corazón gozoso, y aun alcanzaría hasta España. De
acuerdo a su cronograma, la palabra de Dios sería extendida hasta tierras remotas, incluyendo
España. Pablo escribió a los romanos diciéndoles: “Deseo ir a Roma con un corazón gozoso”.
Por una parte, Dios respondió su oración, porque finalmente llegó a Roma. Sin embargo, Dios no
siguió los planes de Pablo. Él pensaba llegar a Roma como un hombre libre, con un corazón
gozoso, pero llegó allí encadenado. Debió de ser una sorpresa muy grande para él; no estaba
preparado para ello. Él estaba listo para predicar el evangelio a los romanos; sin embargo, ahora
estaba preso. ¿Cómo podría hacerlo? De acuerdo con sus métodos, era el fin de su ministerio.
Encadenado, era el fin de su servicio. Allí en Roma, pasó dos años en prisión.

Recordemos que Pablo no era un ángel. Él tenía la misma carne y sangre que tú y yo. Era como
cualquier otro ser humano; además, era una persona muy activa. Sin embargo, ahora estaba
confinado. Estaba encadenado. Piense en eso, hermano. Si usted es una persona muy activa, y
un día, para su sorpresa está paralizado, la mitad de tu cuerpo no se puede mover... Si uno
estudia la sicología de las personas que están confinadas, podrá entender cuán frustrante debe
de ser, y cuán grande es su depresión. Habiendo sido libre para moverse a todos lados, ahora la
mitad de su cuerpo está paralizado. Podemos imaginarnos a Pablo en la cárcel, él
probablemente pensaba que estaba como una persona paralizada.

Pablo fue el siervo más útil en las manos de Dios. Ahora ya no es más útil. ¿Podemos imaginar
así a un siervo de Dios que estaba activamente involucrado con la obra de Dios? Dios lo usó, y
no solamente lo usó, lo usó de una manera grandiosa. Pablo podía ver sus propios frutos, sus
realizaciones. Pero, para nuestra sorpresa, en vez de ir a Roma con gozo, llegó allá con tristeza,
encadenado. ¿Cuál es su futuro? ¿Cree usted que Pablo puede ir más alto? ¿Cree usted que
Dios lo continuará usando? ¿Cree usted que su vida continuará creciendo encarcelado? Cuando
era tan activo, la vida crecía, pero cuando está preso, ¿cómo se puede esperar que la vida en la
prisión vaya a crecer? Para que la vida pueda crecer, es necesaria una buena tierra. Uno no
espera que la vida pueda crecer en la prisión. Entonces uno puede imaginarse que en la mente
de Pablo éste debería haber sido el último capítulo de su vida. Él trabajó para Dios, derramó
lágrimas por las iglesias, las iglesias lo necesitaban. Sin embargo, ahora estaba preso; ya no era
un hombre libre. ¿Puede imaginar usted eso? De alguna manera Pablo sintió que estaba
paralizado.

Hay algo muy interesante, hermanos. Cuando uno está enfermo, entonces descubre que tiene
un cuerpo. Mientras uno está sano, no siente que tiene un cuerpo. Supongamos que tenemos
una herida en la mano. Normalmente usted usa su mano; sin embargo, nunca ha sentido que su
mano existe. Pero cuando su mano está herida, sus ojos siempre miran hacia la herida.
Entonces, podemos imaginar que cuando Pablo estaba preso –de acuerdo con la reacción
natural, de acuerdo con la vida natural–, sus ojos en verdad se volvían hacia sí mismo, porque
para alguien que está en prisión es como si fuera llevado hacia un pozo muy profundo.
Al hacer un estudio de la Biblia, vemos que muchos de los grandes siervos de Dios alcanzaron
las alturas celestiales; sin embargo también pasaron por los pozos más profundos. Esa emoción
insoportable es la depresión. Uno nunca sabe cuánta depresión puede sufrir si nunca estuvo en
un punto extremo. La depresión es insoportable. Si un día el Señor te ha usado, si un día has
estado en la cima, puedes imaginarte luego a Pablo en prisión, no sólo en una prisión romana,
sino en la prisión de Pablo. Cualquiera que está en prisión, por cierto está en la prisión de sí
mismo. Depresión significa que alguien ha caído profundamente dentro de su propia prisión.

¿Cuál es la interpretación de todo esto que ocurrió? ¿Cuál es el significado de la prisión?


Gracias al Señor, por medio de estos cuatro libros –Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón–
vamos a descubrir algo. Nosotros pensamos que Pablo estaba en la prisión. Pero no, hermanos,
él dice que nosotros estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales. Es el lugar más
inesperado donde podríamos encontrar a Pablo mientras él estaba en la prisión. Gracias al
Señor, ahora –cuando estaba tan bajo– empieza la obra de Dios. Pablo estaba en prisión, pero
la obra de Dios fue llevarlo a los lugares celestiales. Entonces, escribió acerca de su experiencia.
Nosotros pensamos que Pablo estaba en prisión, pero de acuerdo con él, nosotros estamos
sentados con Cristo en los lugares celestiales. Si uno estudia estas cartas de Pablo,
descubrimos que Pablo en verdad está en los lugares celestiales. Es verdad que estaba en
prisión, pero también es verdad que estaba en los lugares celestiales. ¿Pueden ver eso? Este es
el misterio de la voluntad de Dios. ¿Cuál es el misterio de su voluntad? Sí, estamos en prisión,
sin embargo estamos en los lugares celestiales. ¿Podemos entender esto? Recordemos:
Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón, fueron en verdad el producto de esta experiencia de
Pablo.

Cuando escribió Romanos, Gálatas y las dos cartas a los Corintios, él era todavía un judío típico.
El sueño de todo judío es que un día vendrá la edad dorada del reino mesiánico. Cuando eso
suceda, Israel no será más la cola, sino la cabeza de todas las naciones. Entonces, en este
contexto judío, si uno lee el Antiguo Testamento, desde el nacimiento del sol hasta el lugar
donde se pone, el nombre del Señor va a ser exaltado. Ese es siempre el sueño de cualquier
judío. El Mesías vendrá con gloria, y el conocimiento de Jehová llenará toda la tierra, como el
agua cubre el mar. Pablo era un judío típico. En su mente pensaba: “Yo voy a alcanzar todo el
mundo; puedo ganar todo el mundo para Cristo”. Era su sueño. El padre del pueblo judío era
Jacob. La Biblia dice: “Gusano de Jacob”. (2). ¿Por qué? Porque la bendición de Dios es
siempre para el pueblo de Israel con respecto a este planeta; sus bendiciones son siempre
bendiciones terrenales. Por esta razón, cuando el gusano se está moviendo, sólo tiene un
concepto de dos dimensiones. Puede conquistar el mundo, una tierra llana. Esa es la promesa
que Dios dio al pueblo judío. Es muy claro.

Para sorpresa de Jacob, él vio la escalera que tocaba el cielo. Él nunca imaginó que existía una
tercera dimensión llamada cielo. Ese es el sueño de Jacob para un judío normal, su mundo es
este planeta. Un día, el reino mesiánico ha de ser un reino planetario. Pero, hermanos y
hermanas, eso es Romanos, Gálatas y 1ª y 2ª Corintios. El evangelio va a salir y alcanzar a todo
el mundo. Aquí tenemos el concepto planetario, bidimensional. Cuando estudiamos el segundo
grupo de las cartas de Pablo, vamos a descubrir que tiene una visión así. Pablo nunca esperó
que existiera una tercera dimensión, pero Dios lo puso en prisión con un propósito: que él
pudiera vivenciar algo que nunca había experimentado antes. Cuando escribió Romanos y
Gálatas, estaba casi en el punto más alto. Sin embargo, en la prisión Dios llevó a Pablo aún más
alto, su visión se extendió aún más allá.

Ahora, hermanos, ¿cómo escribió Pablo la epístola a los Efesios? Su historia es simplemente
como la historia del gusano de seda. Éste pasa por un proceso. Un día, él está preso en un
capullo, y cuando está allí, su vida está limitada, está confinada. Pero el gusano tiene una vida
de resurrección, la vida de una mariposa. Está confinado en prisión, pero a causa de la vida de
mariposa, finalmente la mariposa romperá el capullo y podrá volar por los cielos. Entonces ella
experimenta la tercera dimensión llamada cielo.
Pablo estaba en la prisión, era un gusano, su visión era solamente terrenal. Sin embargo, ahora
Dios deseaba extender su visión. Cuando Pablo vivía como un gusano, su visión era grande,
pero nunca alcanzaba el cielo. Mas Dios deseaba hacer algo más. A causa de esta maravillosa
vida, cuando Pablo estaba en prisión, empezó a extenderse. Cuando él menguó, en verdad
empezó a crecer. Su visión pasó de una visión planetaria a una visión universal.

Ahora, cuando estudiamos Efesios y Colosenses, empezamos a ver todo el universo. El universo
es mucho mayor que el planeta. Por tal razón, no es de sorprender que cuando estudiamos
Efesios, Colosenses y los otros dos libros, por un lado, Pablo esté en la prisión, pero al mismo
tiempo, él esté sentado con Cristo en los lugares celestiales. No más depresión, no más él
mismo, él ha sido libertado de sí mismo hacia Cristo, libertado desde la tierra hacia los cielos.
Esta experiencia es la experiencia de la ascensión. No es de sorprender que en el primer
capítulo Pablo habla acerca del poder de la resurrección, y también del poder de la ascensión.
Hermanos, a través de ese poder de ascensión, aun cuando él está en la prisión, está también
en los lugares celestiales.

Cuando leemos estos cuatro libros, ¿cuál es la impresión que recibimos?: Que hay una vida
sobre la tierra, una vida en prisión, y que, sin embargo, hay una vida en los lugares celestiales.
Entonces, hermanos, nosotros estamos en la tierra, y sin embargo estamos en los cielos. ¡Esto
es el cielo en la tierra! En estos cuatro libros vamos a aprender cómo vivir el cielo sobre la tierra.
Gracias al Señor por esta visión universal.

Cuando vemos que la iglesia es el cuerpo de Cristo, descubrimos un Hombre universal. La


Cabeza de ese Hombre está en los cielos, en tanto su Cuerpo está sobre la tierra. Por tal razón,
nuestros ojos tienen que ser abiertos. Es maravilloso tener una visión terrenal amplia. Sin
embargo, Dios es el Dios del universo, es quien ha creado ese universo. Así Pablo debía llegar
más alto. Nosotros somos llamados a vivir esta vida celestial.

Si intentamos usar una palabra para sintetizar estos cuatro libros, la palabra es “Cristo”. En el
segundo grupo de libros, es “la cruz”. En el tercer grupo, es Cristo, Cristo celestial. Aquí
descubrimos al Hombre universal. Por esa razón vemos que Pablo fue más alto aún. Y ahora él
aprendió a vivir el cielo en la tierra. Él estaba en la prisión; sin embargo, encargaba a los
hermanos en Filipos: “Regocijaos; otra vez os digo: regocijaos siempre”.

Hermanos y hermanas, este es el trasfondo de la vida de Pablo. Cuando llegamos al misterio de


Su voluntad, podemos entender que en esta etapa Pablo estaba siendo transformado en la
imagen de Cristo.

Un resumen de las trece epístolas

Finalmente, vamos a hacer un resumen de estas trece epístolas. El primer grupo representa la
primavera de la vida de Pablo. El segundo grupo, el verano de la vida de Pablo. El tercer grupo,
el otoño. Y finalmente, 1ª y 2ª Timoteo, y Tito, representan el invierno de la vida de Pablo. “Ya no
vivo yo, mas vive Cristo en mí”. ¿Qué significa esto? No es un slogan. Nosotros podemos gritar
consignas, y a los dos minutos olvidarlas. Sin embargo, esta declaración va a estar con nosotros
para siempre. Nosotros vamos a pasar por la primavera de nuestra vida, luego por el verano, por
el otoño y finalmente por el invierno. De esta manera, realmente vamos a crecer.

Tengo que decir, hermanos, que muchas personas piensan que tienen conocimiento acerca de
la carta a los Efesios. Ellos son inteligentes y se ufanan de haber leído libros referentes a
Efesios. Pero sólo en la medida que pasemos por las mismas experiencias que Pablo, vamos a
apreciar esta maravillosa carta.
Y más que eso, no sólo vamos a descubrir que Pablo está en los lugares celestiales: también
descubriremos que él fue llevado a la eternidad pasada. Pablo fue capaz de penetrar en la
eternidad pasada. Vio cómo nosotros fuimos escogidos antes de la fundación del mundo. En la
eternidad pasada, Dios tenía una voluntad, y según esa voluntad, Dios tenía un plan eterno, y
basado en ese plan eterno, él empezó a trabajar. Hermanos, sólo en Efesios y Colosenses está
expresada la eterna voluntad de Dios. La eterna voluntad de Dios significa esto: desde la
eternidad pasada ya Dios tenía una voluntad y deseaba revelar esa voluntad. Esto es llamado “el
misterio de su voluntad”.

Ahora, hermanos, pienso que estamos listos para escudriñar este misterio de Su voluntad. Por
esta razón, tenemos que estar preparados. Por esa razón, Pablo oró por nosotros, para que
tengamos espíritu de sabiduría y de revelación. Y ésta debería ser nuestra oración en estos días.
Cada uno de nosotros debe orar pidiendo al Señor que nos conceda espíritu de sabiduría y de
revelación. De otro modo, es posible que ustedes oigan la Palabra sin saber su significado. Ver
esta luz es un privilegio maravilloso.

Hermanos y hermanas, en el libro de Efesios y en Colosenses, por primera vez en la historia


humana, Dios revela el secreto de este universo. Este secreto está conectado con el misterio de
Su voluntad. Damos gracias a Dios por tener tan grande privilegio de venir a entender el misterio
de Su voluntad. Pienso que con este trasfondo, estamos capacitados para entrar en este gran
tema que está revelado en la carta a los Efesios

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025. La voluntad eterna de Dios

La voluntad eterna de Dios


“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto
de su voluntad … dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había
propuesto en sí mismo … En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito
del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad … alumbrando los ojos de vuestro entendimiento,
para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en
los santos” (Efesios 1:5, 9, 11, 18).

Hermanos y hermanas, estamos aquí para compartir acerca del misterio de Su voluntad. Antes
de entrar en las riquezas de la epístola a los Efesios, hemos ocupado dos sesiones para
entender los fundamentos de esta carta. Con esa base, ahora podemos entrar en ella. Es claro
que nuestro pensamiento central gira alrededor del misterio de Su voluntad.

Pablo en prisión: una mariposa volando en el cielo

Sabemos que cuando Pablo escribió esta epístola, estaba preso en Roma. Cuando había
alcanzado el punto más alto de su vida, la cima de su ministerio, para su sorpresa, Dios le puso
en prisión. Por muchos años, Pablo estuvo en cadenas. No era ya un hombre libre como antes,
sino que estaba confinado en un lugar pequeño, siempre en cadenas. Se convirtió en el
prisionero de nuestro Señor Jesús. Y al perder tanto de su libertad, su mundo se fue haciendo
más y más pequeño. Sin embargo, cuanto más limitado estuvo, más se extendió; cuanto más
bajo estuvo, más alto subió.
En el comienzo del capítulo 1 de Efesios, no nos parece que él estuviera preso, pero no
debemos olvidar que en realidad estaba en la prisión. Pablo realmente estaba en esta tierra, y
muy confinado. Pero, gracias al Señor, de alguna forma su espíritu había sido arrebatado. ¡En
verdad, Pablo había sido levantado a los lugares celestiales! En el versículo 3, él dice: “Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo”.

Como judío, el límite de la visión de Pablo era este planeta. Él había alcanzado todo el planeta,
su visión era una visión planetaria. Si nosotros vamos al Antiguo Testamento, la máxima visión
para los profetas de entonces era desde el lugar de donde nace el sol hasta el lugar donde el sol
se pone. Un día, el reino mesiánico iba a abarcar todo el planeta, y entonces Israel ya no sería
más la cola, sino la cabeza de las naciones. Ese era el sueño de todo judío común.

Para los romanos y para los griegos, su gloria estaba en el pasado. Sin embargo, para el pueblo
terrenal y para el pueblo celestial de Dios, o sea, para los judíos y para la iglesia, su época de
oro está en el futuro. Cuando éstos miran hacia su gloria, no miran hacia atrás, sino siempre
hacia el futuro. Los judíos miran hacia una edad dorada en que el Mesías va a reinar sobre la
tierra. Entonces verán la gloria de Dios en todas partes, desde donde el sol nace hasta donde el
sol se pone. Estudie el Antiguo Testamento, y si realmente comprende la visión, verá que el
alcance de ella es el planeta entero.

Cuando Pablo alcanzó su punto más alto, Dios lo usó para escribir Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª a
los Corintios. Había un mensaje con el que Pablo quería alcanzar el corazón del Imperio
Romano. Por eso escribió a los romanos. En esa epístola, presentó el maravilloso evangelio de
Dios, con la oración de que un día fuese llevado a todo el mundo. El sueño de Pablo era que un
día todo el mundo fuera llevado cautivo hacia el evangelio de Cristo. Él tenía esta ambición,
quería conquistar el mundo para Cristo, quería ganar todas las almas del planeta para el
evangelio de Cristo.

Nosotros pensábamos que en estas epístolas Pablo había alcanzado la cima de la revelación, y
de acuerdo con el saber de Pablo en aquel tiempo, este era casi todo el consejo de la voluntad
de Dios. Pero, gracias a Dios, Dios es mucho mayor que Pablo. Creíamos que Pablo había
alcanzado la cúspide, pero en verdad él podía ir más alto aún. Estas son las insondables
riquezas de Cristo. No sólo las riquezas de Cristo: las insondables riquezas de Cristo.

A veces nosotros empleamos el océano para describir el amor de Dios –lo cual es bastante–,
pero el océano está limitado a este planeta. Sin embargo, cuando Pablo habla acerca del amor
de Dios, habla de la altura, de la profundidad, de la longitud y de la anchura. El océano es muy
pequeño comparado con el universo. Entonces, cuando estudiamos Efesios, nos damos cuenta
que aún hemos visto muy poco. Nosotros no sabemos cuán grande es Cristo, no conocemos
cuán grande es el universo.

Cuando Pablo estaba limitado en la prisión, muy probablemente sus ojos estaban sobre sus
heridas, sus ojos veían siempre sus cadenas. Sin embargo, cuando escribió Efesios, Dios le
llevó más arriba. Dios le puso en prisión, le puso en el capullo. Dios sabía que había vida en
aquel gusano, y esa era la vida de la mariposa. Cuando Pablo estaba confinado en el capullo,
aquel mundo pequeño se tornó en una prisión para aquel gusano. Entonces se preguntaría: “Yo
estaba acostumbrado a desplazarme en la tierra extensa, toda la tierra era mi bendición, yo
disfrutaba la libertad. ¿Por qué ahora este capullo tan pequeño? ¿Por qué estas cadenas?”.
Gracias a Dios por ese pequeño capullo, gracias a Dios por la prisión en Roma, porque desde
allí irrumpió la vida y descubrimos una mariposa volando en el cielo. Ahora esta mariposa va a
descubrir todo lo relacionado con el cielo.
Esta es la carta a los Efesios. Pablo estaba en prisión, pero al mismo tiempo estaba en los
cielos. Él en sí mismo no era más que un gusano; sin embargo, en Cristo, descubrió una vida
resurrecta, una vida de ascensión, la vida celestial. Pablo vio todo eso para transmitirlo a
nosotros.

Cuando estudiamos Efesios tenemos que recordar que aunque Pablo estaba preso, pudo
experimentar el cielo en la tierra. Así, si estudiamos Efesios, nos preguntamos: ¿de qué trata
esta carta? Esta carta nos habla de la vida del cielo en la tierra. Sí, él está en la tierra; sin
embargo, está en los cielos. Los cielos son nuestra posición; sin embargo, para Pablo, los cielos
no son sólo una posición. Después que somos salvos, nosotros tenemos una posición celestial
en Cristo. Comenzamos en esa posición y luego vamos a vivir una vida llamada ‘vida celestial’.
Para Pablo, el cielo no es sólo una posición, sino además una experiencia. Hablando
posicionalmente, él dijo: “Dios nos ha resucitado con Cristo y nos hizo sentar con Cristo en los
lugares celestiales”. Esa es nuestra posición.

Cuando fuimos salvos, inmediatamente descubrimos que esa es nuestra posición celestial. Pero
esta posición no es solamente una cosa objetiva, es también algo que podemos experimentar.
En otras palabras, nosotros tenemos que experimentar la vida del cielo aquí en la tierra. A veces
pensamos que un día iremos al cielo, pero de acuerdo con Pablo, los cielos son hoy, el cielo es
ahora. Sí, estamos en la tierra, pero en verdad estamos sentados con Cristo en los lugares
celestiales.

Tres palabras claves en Efesios

Cuando leemos toda la epístola, descubrimos que esta es nuestra vida. Por esta razón, vamos a
encontrar tres palabras claves en Efesios. En los primeros tres capítulos, una palabra. Y en los
tres capítulos siguientes, dos palabras. Pablo escogió cuidadosamente estas tres expresiones:
“Sentaos... Andad... Estad firmes”. La Biblia nos dice que Dios nos hizo sentar con Cristo en los
lugares celestiales.

Desde el capítulo 1 hasta el 3 nos habla de nuestra posición celestial. Nosotros no empezamos
caminando; empezamos nuestra vida espiritual sentándonos. Cuando nos sentamos, ponemos el
esfuerzo sobre la silla; permitimos que la silla nos soporte. Usted no hace ningún esfuerzo.
Ahora su posición es una posición de descanso. Hermanos y hermanas, este es el evangelio:
nosotros empezamos sentados con Cristo en los lugares celestiales.

Cuando tenemos la posición celestial, entonces empezamos a aprender a caminar. Los capítulos
4 al 6 nos muestran cómo caminar por esta tierra, cómo ser buenos esposos y esposas, cómo
vivir una vida de familia. Sí, estamos en la tierra, pero, ¿cuáles son los principios que deben
gobernar nuestro caminar mientras estamos aquí? Cuando caminamos, no somos gobernados
por los principios del mundo. Andamos aquí, pero somos gobernados por los principios
celestiales. Hermanos, esta es una figura maravillosa.

Finalmente, nos ponemos en pie. “Estad firmes” (6:14). ¿Qué es, entonces, la vida cristiana?
Cuando vivimos en la presencia de Dios, nuestra posición es sentados. Cuando vivimos en la
presencia del mundo, nuestra posición es andar. Y cuando estamos en la presencia del enemigo
de Dios, nuestra posición es estar firmes. ¿Cómo uno puede caminar sobre esta tierra? ¿Cómo
uno puede estar firme contra el enemigo de Dios? El secreto es que empezamos sentados con
Cristo en los lugares celestiales.

En toda esta epístola realmente vamos a aprender el secreto de la vida cristiana. La vida
cristiana cubre en verdad estos tres aspectos: cómo vivir en la presencia de Dios, cómo vivir en
la presencia de este mundo, y cómo vivir en la presencia del enemigo de Dios. Para con Dios,
nosotros estamos sentados con Cristo; en el mundo, nosotros caminamos; ante el enemigo de
Dios, estamos firmes. Estas son las tres claves que nos abrirán la carta a los Efesios.

Bendiciones espirituales en los lugares celestiales

En el primer capítulo, Pablo trata de introducirnos en el maravilloso evangelio de Cristo. Si


comparamos Efesios con la carta a los Romanos, ambas relatan el evangelio de Cristo. Sin
embargo, hay una diferencia. Romanos empieza con la pobre condición del hombre. Cuando
Pablo presenta su evangelio, comienza con el hombre y su condición. No sólo los gentiles, sino
también los judíos han pecado. “...por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios” (Romanos 3:23). ¿Por qué el evangelio de Cristo? Porque somos pecadores. Es el pecado
el que nos apartó de Dios. Por tal razón, Dios tuvo que realizar su obra de redención mediante
su Hijo. Así leemos Romanos. Cuando Pablo presenta el evangelio de Dios, comienza con el
hombre, con la condición terrenal, y cuando llegamos al capítulo 8, entonces alcanzamos el
cielo. Romanos empieza con la tierra y termina con el cielo; comienza con el hombre y termina
con Dios.

En Efesios, Pablo presenta exactamente el mismo evangelio, pero descubrimos que todo se
inicia en los lugares celestiales. La prisión de Pablo representa este mundo pequeño, pero de
alguna forma su espíritu ha sido arrebatado, y él está en los lugares celestiales. Por eso empieza
diciendo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.

Como judío, Pablo conocía muy bien acerca de las bendiciones de Dios, de las promesas de
Dios a Abraham y a toda su descendencia. Tenemos que ser muy cuidadosos, porque para el
pueblo terrenal la bendición es esta tierra; son bendiciones terrenales. No es de sorprender que
hoy, si se dividen las riquezas de este mundo en tres partes, una de ellas es de los judíos,
porque es lo que Dios les prometió.

Por mil ochocientos años, ellos estuvieron dispersos por el mundo, no tuvieron hogar. Sin
embargo, sabemos muy bien que el pueblo judío es un pueblo único en este mundo, porque es
el pueblo escogido por Dios. Por eso, aun cuando estuvieron en exilio, aun cuando perdieron su
hogar, de alguna forma, a través de la historia, ellos construyeron el mayor imperio invisible. Les
gusten los judíos o no, recuerden que las bendiciones de Dios, las bendiciones terrenales, sin
duda están con ellos.

Recordemos que en Alemania, en el tiempo que Hitler persiguió a los judíos, un 10% de los
médicos eran judíos. Si conocemos un poco más la historia, veremos cómo ellos llegaron a
liderar el mundo financiero e intelectual. Si usted visita hoy las mejores universidades
norteamericanas –Harvard, Yale, Columbia–, descubrirá que la mayor parte de los profesores
son judíos. Einstein, Marx, Freud, eran judíos. ¿Por qué? Porque Dios les prometió las
bendiciones terrenales. Y si estudia la historia de los descubrimientos, y revisa quiénes son los
ganadores de los Premios Nobel, le sorprenderá saber cuántos de ellos son judíos.

Aún más, hoy, cuando uno sintoniza CNN, eso tiene algo que ver con los judíos; cuando usted
bebe Coca Cola, eso tiene algo que ver con los judíos. Cuando conecta la televisión y el mundo
de la entretención, aun en ese círculo, los más exitosos son judíos. ¿Qué significa eso? Que a su
pueblo terrenal Dios le ha dado la tierra. Incluso, un día, en el reino mesiánico, cuando Cristo
reine sobre la tierra, Israel ya no será más la cola, sino la cabeza de las naciones. Nuevamente,
esa es una bendición terrenal.

Hermanos, no me entiendan mal, espero que tengan un entendimiento correcto. Si deseas hacer
negocios con un judío, debes ser muy cuidadoso. Si un judío es tu socio, ¿sabes lo que ocurrirá?
Dios le ha bendecido a él, así que el dinero que estaba en tu bolsillo irá al suyo. Entonces dirás:
“¿Y qué hay conmigo?”. ¡Tú eres un cristiano, eres del pueblo celestial! Dios les ha dado todas
las bendiciones terrenales a ellos; sin embargo, cuando tú lo has perdido todo, lo has ganado
todo. ¿Por qué? ¡Porque te han sido dadas las bendiciones celestiales! “Dios ... nos bendijo con
toda bendición espiritual en los lugares celestiales”. Entonces, hermanos y hermanas, ¿cuál es
nuestra bendición? Seguimos leyendo, y Pablo las va enumerando una a una. Para los judíos,
Coca Cola, CNN, Hollywood. Esas son todas sus bendiciones. Puedes citarlas una por una.
Pero, ¿cuáles son nuestras bendiciones? Pablo trata de enunciarlas una a una.

Ahora, ¿cuáles son nuestras bendiciones terrenales? Hermanos, esto es muy importante.
¿Significa que nosotros no tenemos bendición terrenal? Recuerden, Dios nos ha dado
principalmente bendiciones espirituales. Pero, si buscamos el reino de Dios y su justicia, en otras
palabras, si verdaderamente buscamos las bendiciones celestiales, de acuerdo con nuestro
Señor, las demás cosas nos serán añadidas. ¿Qué son esas cosas? ¡Bendiciones terrenales!
Hermanos, cuando nosotros los cristianos tenemos bendiciones terrenales, son una añadidura.
Por ejemplo, cuando usted tiene un libro, lo lee entero, pero al finalizar encuentra una pequeña
parte llamada Apéndice. ¿Qué es el apéndice de un libro?

Lo principal es el contenido mismo del libro, pero aparte de eso, el autor añadió una cosa más a
él. Ahora, comprendemos que lo principal es que tenemos las bendiciones celestiales. ¡Gracias a
Dios por ello! Ahora entendemos también cómo Dios pudo cambiar una prisión en un lugar
celestial.

El propósito de Dios es que nosotros podamos recibir las bendiciones celestiales; pero no
olvidemos que si nos ocupamos de su reino y su justicia, entonces las bendiciones terrenales
también serán añadidas.

El mundo busca las bendiciones terrenales, las riquezas, la familia, la buena salud. Sin embargo,
nuestro Señor nos dice: “Busca primero el reino de Dios y su justicia ... No te preocupes de lo
que comerás o lo que vestirás, porque tu Padre conoce tus necesidades”. Y así descubriremos
que no tenemos que pedir por ello; eso es añadido. Entonces, ¿por qué preocuparnos acerca del
mañana? Hoy, algunas personas pueden ganar todo el mundo, pero ellos están siempre
preocupados acerca del futuro. Hermanos, la única cosa que debería preocuparnos es
preocuparnos. “No os afanéis por el día de mañana”, dice nuestro Señor.

Recordemos que Dios nos ha escogido antes de la fundación del mundo. Nosotros tenemos una
posición celestial. No solamente estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales, sino
también nos ha dado toda bendición espiritual en los lugares celestiales.

Entonces, empezando en el versículo 4, dice: “...según nos escogió en él antes de la fundación


del mundo”. ¿Qué significa esto? Ahora Pablo intenta enumerar esas bendiciones una a una. Si
leemos desde el capítulo 1 al 3, estos capítulos nos van a citar cada una de las bendiciones
espirituales en los lugares celestiales. Si seguimos leyendo, vamos a descubrir que hay muchas,
pero voy a simplificarlas para ustedes.

Cuando Pablo escribió esta porción de la palabra, en verdad él tenía dos líneas de pensamiento.
Esto es muy importante. Nosotros tenemos que entrar en el pensamiento del Espíritu Santo;
tenemos que basar nuestra interpretación sobre la propia Palabra.

Antes de hacer eso, déjenme tratar de enfatizar algo más. Cuando Pablo intenta decirnos cuáles
son nuestras bendiciones espirituales, él no comienza su historia desde cuando nosotros fuimos
salvos. Déjeme decirlo de esta manera: lo que nosotros tenemos es la vida de hoy. Nuestra vida
de hoy, comparada con la historia del universo, es una sección muy pequeña de sólo setenta
años. Desde que nosotros aparecimos en este planeta, ¿cuál es la cosa más maravillosa que
ocurrió en nuestras vidas? Lo sabemos muy bien: aquel día cuando recibimos a Jesucristo como
nuestro Salvador. Así que, si usted es salvo, usted tiene dos cumpleaños: Uno, cuando nació de
su madre, y el otro, el día cuando creímos en Jesucristo como nuestro Salvador. Si alguien no
tiene dos cumpleaños, entonces tendrá dos días de muerte. Cuando muere, es el primer día de
muerte. Y un día va a experimentar la muerte eterna, que es el segundo día de muerte.
Hermanos, gracias a Dios, fue un día maravilloso en nuestra corta vida aquél cuando recibimos a
Cristo Jesús como nuestro Salvador.

Cuando hablamos acerca de bendiciones espirituales, deberíamos empezar en el momento que


fuimos salvos. La historia comienza con el día de nuestro nacimiento espiritual, sea en Chile, en
China o en Norteamérica. En otras palabras, nuestra historia comienza en esta corta vida y
también en este planeta.

Si deseamos enumerar las bendiciones celestiales, en verdad comenzamos en esta vida


presente. Pero hay algo muy interesante: cuando Pablo intenta citar las bendiciones espirituales
en los lugares celestiales, vemos inmediatamente que está en los lugares celestiales, y entonces
él ve todo desde allá.

Hay una historia acerca del hermano T. Austin-Sparks. Un día visitó a otro estudioso de la Biblia,
F.B. Meyer. Había una figura en la pared con dos palabras en inglés: “Look Down” (Mire hacia
abajo). Austin-Sparks quedó intrigado. En aquel momento, Meyer entró en su oficina, y se dio
cuenta de lo que Sparks estaba mirando. Entonces intentó explicarle: “La razón porque estás
intrigado es a causa de tu posición. Esta expresión tiene sentido si tú estás en una determinada
posición”. Hermanos, ¿cuándo nosotros tenemos que mirar hacia abajo? Cuando estamos en los
lugares celestiales. Estando allí, todo está bajo nuestros pies.

Hoy ustedes experimentan muchos problemas y dificultades. Ellos están sobre ustedes,
alrededor de ustedes. Algunas veces se sienten tan disgustados, se sienten presionados,
deprimidos. La razón es muy sencilla: están en su prisión. Pero, gracias a Dios, ustedes ven que
todas las bendiciones espirituales son bendiciones en los lugares celestiales, y cuando están en
los lugares celestiales, miran hacia abajo y no hacia arriba. Cuando miran hacia abajo, nada va a
tocarles.

Un día, nuestro hermano Watchman Nee y su esposa fueron a una boda. Él llevaba puesto un
elegante traje, pero no tuvo mucho cuidado –porque su mente siempre estaba en alguna otra
parte– y manchó su traje, que era obsequio de su esposa, dejándolo arruinado. La señora Nee
dijo: “Mire, vamos a una boda y usted está tan sucio.” ¿Y sabe usted cómo respondió nuestro
hermano Nee? “No olvide, soy yo quien lleva el vestido, no el vestido el que me lleva a mí.”
¿Entienden, hermanos y hermanas? Permítame usar otra ilustración. Al hermano Nee le gustaba
siempre hacer una declaración: “El dinero es la cosa más barata en este mundo. Si alguien
quiere un poco, permítale tenerlo.” A veces, cuando yo intento decirle esto a mi esposa, ella dice:
“¿Ah, sí? ¿Por qué no me lo da a mí, entonces, si es tan barato para usted?”. Hermanos,
nosotros usamos el dinero, pero el dinero nunca debe usarnos. El dinero es el mejor siervo, pero
es el peor amo.

Ustedes recuerdan la historia de Rebeca. La Biblia nos dice que ella iba cabalgando en un
camello a través del desierto. En el Antiguo Testamento, el camello era un animal inmundo. Sin
embargo, aquel camello podía conducir a Rebeca hasta Isaac. El secreto es este: Rebeca debía
estar sobre el camello, y no el camello sobre ella. ¿Qué significa eso? En cada ocasión ustedes
deben mirar siempre hacia abajo, porque están sentados con Cristo en los lugares celestiales.
Esto es muy importante.

Hubo un hermano llamado Robert Chapman. Cuando algunas personas le escribían, sólo ponían
como dirección “Universidad del Amor”, y aun así, cada carta llegaba a él. Cuando Robert
Chapman estaba con los Hermanos, tenía desacuerdo con varios de ellos acerca de algunas
verdades bíblicas. Por ejemplo, él tenía una comprensión diferente acerca del arrebatamiento de
la iglesia. Darby y sus colaboradores creían que toda la iglesia iba a ser arrebatada antes de la
tribulación. Robert Chapman, en cambio, creía en el arrebatamiento parcial, es decir, no creía
que toda la iglesia sería arrebatada antes de la tribulación, sino solamente los vencedores. A
causa de las diferencias en sus puntos de vista, algunos co-obreros de Darby criticaban a
Chapman, para agradar a Darby. Para su sorpresa, Darby se entristeció y comentó: “Hermanos,
nosotros estamos hablando de estar sentados con Cristo en los cielos. El hermano Chapman
está allá. Nosotros sólo hablamos acerca de ello, él ya está en los lugares celestiales”. ¿Qué
significa esto? Que nuestro hermano vivía el cielo en la tierra. Recuerden: los lugares celestiales
son la posición en que deberíamos estar; nosotros también hemos de tener esta experiencia
maravillosa.

Entonces, cuando Pablo habla acerca de las bendiciones espirituales, él comienza con los
lugares celestiales, pero más que eso, nos lleva hasta antes de la fundación del mundo. Cuando
intenta describir la historia del evangelio, él no comienza aquí y ahora, sino allá en los lugares
celestiales, y nos lleva a la eternidad pasada.

La voluntad eterna de Dios: primer aspecto


Predestinados para la filiación

El tiempo comienza con la fundación del mundo. ¿Qué está antes de la fundación del mundo? La
eternidad. En otras palabras, la obra de Dios no ha comenzado en nuestro tiempo. Para
nosotros, cuando fuimos salvos –dos, cuatro o treinta años atrás–, comienza nuestra historia,
aquí y ahora. Cuando hablamos acerca de las bendiciones celestiales, recordamos que un día
cuando estábamos en pecado, cuando éramos miserables, fuimos a una reunión evangelística,
escuchamos el evangelio y entonces fuimos salvos, como si la misericordia y la gracia hubieran
empezado allí. No, hermanos, aun antes que nosotros existiéramos, antes de la fundación del
mundo, antes que existiera el tiempo, Dios ya había hecho algo. Pablo usa dos verbos para
describir su obra: “Nos escogió” (V. 4). “...habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos
suyos (o, mejor, para la filiación) por medio de Jesucristo” (V. 5).

Cuando él primeramente nos escogió, lo hizo antes de la fundación del mundo; de la misma
forma, cuando él primeramente nos predestinó para la filiación –otra vez– lo hizo antes de la
fundación del mundo. Y más que eso: “...habiéndonos predestinado para la filiación por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.(1) Entonces, cuando nos predestinó antes de la
fundación del mundo, la voluntad de Dios ya existía; por eso, la llamamos “la eterna voluntad de
Dios”. Significa que esa voluntad de Dios, el propósito de Dios, ya estaba allí, antes de la
fundación del mundo. ¿Lo ven? Ahora saben cuán pequeño es nuestro mundo. Nosotros nos
tornamos en el centro de todo. “Jesucristo me ama, Jesucristo murió por nosotros en la cruz, yo
soy el centro”. Hasta la misma salvación es para mí.
Pablo, en Efesios, comienza con los lugares celestiales. Con respecto al espacio, menciona los
lugares celestiales; con respecto al tiempo, nos lleva a la eternidad pasada. Antes del tiempo,
antes de la fundación del mundo, Dios ya había empezado su obra. Primero nos escogió, nos
predestinó, y todo ello ocurrió antes de la fundación del mundo. En aquel tiempo, él ya tenía un
maravilloso plan; porque en el comienzo existía la voluntad de Dios, y basado en esa voluntad, él
determinó un plan. Dios tenía un propósito, él deseaba hacer algo con nosotros.

Nosotros fuimos salvos, pero nuestra salvación es una parte de la voluntad de Dios. Él ya obraba
antes de la fundación del mundo. Antes que nosotros existiéramos, Dios ya había trabajado.
Hermanos y hermanas, si desean saber cuál es la voluntad de Dios, cuál es el misterio de su
voluntad, ahora estamos hablando de la voluntad eterna de Dios. Aun antes del inicio del tiempo,
Dios ya tenía un plan, y él quería llevar adelante ese plan. Entonces, de acuerdo a la Palabra
aquí, empezamos a conocer la voluntad eterna de Dios.
Si en verdad deseamos conocer lo que es la voluntad de Dios, está muy claro en el versículo 5:
“...habiéndonos predestinado para la filiación por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad”. ¿Por qué la filiación? ¿Por qué predestinados para ser hijos suyos? Ahora, “de
acuerdo a su voluntad”, esa es una parte de su voluntad. Ustedes, hermanos, ¿conocen cuál es
la voluntad eterna de Dios? Basados en el verso 5, somos capaces de responder esta pregunta.
¿Cuál es la voluntad eterna de Dios? De acuerdo a la Palabra, no a nuestras palabras,
“...habiéndonos predestinado para la filiación por medio de Jesucristo, según el puro afecto de
su voluntad”. El “puro afecto” en griego también significa “propósito”. “Según el propósito de su
voluntad”.

Ahora tenemos una respuesta muy clara. ¿Cuál es el misterio de su voluntad? ¿Cuál es la
voluntad eterna de Dios? ¡Es la filiación! Nos predestinó para la filiación en Cristo Jesús. La
palabra filiación es muy malentendida. En griego, esta palabra significa poner a alguien en la
posición de un hijo.

En el mundo romano había muchos esclavos, pero los esclavos no tenían herencia. Imaginemos
a alguien que es muy rico y tiene un hijo, heredero de toda su casa. Un día, todo lo que es del
padre va a ser suyo. De acuerdo con Gálatas, cuando eran pequeños, el padre ponía a sus hijos
con los esclavos, pues había esclavos que tenían muchos conocimientos, y que llegaban a ser
maestros de los hijos. Por esa razón, aunque el hijo era el heredero de la familia, cuando era
niño jugaba con los esclavos y era enseñado por uno de ellos. El hijo crecía en aquel ambiente.
Sin embargo, estaba entre los esclavos, y al verlo, las personas podían pensar que también era
uno de los esclavos.

El padre tenía muchas haciendas; sin embargo, al niño no le era posible administrarlas. El padre
tenía sus negocios, pero el hijo era muy pequeño y no podía manejar los negocios de su padre.
Por esa razón, el padre esperaba que su hijo creciese. Cuando alcanzaba la mayoría de edad, el
padre invitaba a todos sus parientes y amigos, y hacía una ceremonia. Él estaba muy feliz con su
hijo y lo presentaba a todos: “Este es mi hijo amado. Ya está maduro, ya no es un niño. Es el
heredero de la familia. A partir de ahora, voy a pasarle mi hacienda, voy a pasarle mis negocios.
Él va a heredar todo lo que yo poseo”.

En esa ceremonia, este padre ponía a su hijo en la posición del hijo. Eso es lo que en la Biblia se
llama filiación. ¿Comprenden? Desafortunadamente, se ha traducido aquí como ‘adopción’. Sin
embargo, en verdad, significa filiación, porque el hijo ya creció, y está capacitado para ser
responsable de todos los negocios y la hacienda de su padre. Es el momento que el padre
estaba aguardando. Ahora el hijo no sólo puede entrar en el gozo de su padre, sino también
disfrutar de las insondables riquezas de aquél. Hermanos, este es el significado de la filiación. La
Biblia dice que Dios nos predestinó para la filiación, no sólo para ser salvos.

Sí, nosotros somos hijos de Dios. Sin embargo, hay un momento que Dios está esperando: que
un día nosotros seamos maduros, que pasemos desde la infancia a la adolescencia y a la
adultez. Ahora entienden por qué estudiamos detenidamente el modelo de crecimiento. Sin ese
conocimiento, sólo sabríamos que somos hijos de Dios. Lo somos, pero más que eso, Dios está
esperando el momento en que pueda colocarnos en la posición de hijos, porque somos maduros
en Cristo. A causa de ello, la Biblia dice que todo el universo está gimiendo, esperando la
manifestación de los hijos de Dios. ¿Qué significa eso? Que un día todos los hijos de Dios van a
llegar a la madurez. Gracias a Dios por los hijos de Dios. Sin embargo, si conocemos el corazón
de Dios veremos que él tiene una gran esperanza en cada uno de nosotros.

Recuerdo una madre que tuvo un bebé. Ella estaba muy ocupada con la leche, con los pañales;
sin embargo, tres días después de haber nacido su hijo, me llamó y me dijo: “Hermano, hay
muchas universidades en nuestro país. Dime, ¿a cuál universidad debería ir mi hijo?”. El bebé
sólo tenía unos días, pero la madre ya estaba pensando en veinte años después, con el
propósito de que un día él fuera a cierta universidad. Los padres tenían ya un plan maravilloso.
Aunque eran muy pobres, querían hacer todo lo posible para que su hijo un día tuviera la
madurez suficiente y pudiera ir a la universidad. Eso había en el corazón de los padres, y lo
mismo sucede con nuestro Padre celestial.

Nosotros nos damos por satisfechos con mucha facilidad. Cuando somos salvos, sabemos que
ya no somos más pecadores y que iremos al cielo. Eso es todo lo que nos preocupa. Estamos
contentos con ser salvos, contentos porque iremos al cielo, pero permanecemos como niños.
Ahora, ¿cómo sabemos que alguien es un niño? Porque está centrado en sí mismo. El bebé
puede llorar a veces a medianoche. “¡Quiero comer, no me importa si la mamá trabaja mañana o
no, porque tengo hambre!”. La madre es para el bebé, el padre es para el bebé, todo el mundo
es para el bebé.

Ahora, ¿cómo sabemos que alguien ha madurado? Cuando uno ha madurado, no significa que
sea perfecto. No. ¿Cuál es la señal de la madurez? Toda hija cuando es pequeña, siempre está
centrada en sí misma. La mamá es para ella, el papá es para ella, porque es aún una niña. Pero
un día cuando aquella joven ya es una madre, entonces, aunque sea medianoche, y a ella le
gustaría dormir, si oye al bebé llorando, se niega a sí misma y se levanta a cuidarlo. Hermanos,
aunque esta madre tiene sólo veinte años de edad, está mostrando señales de madurez. ¿Ven
eso, hermanos?

Hoy, Dios tiene muchos hijos. ¡Gracias a Dios! Cuando nos reunimos, si somos solamente niños,
¿qué deseamos, qué esperamos de la reunión? Vamos a cambiar nuestra reunión en un
kindergarten; vamos a venir a jugar, vamos a disfrutar. Pero, recuerden, lo que Dios desea es la
filiación, es decir, que un día seamos suficientemente maduros.

Se supone que vamos a recibir una herencia. Entonces vamos a experimentar cuán rica es la
familia a la cual pertenecemos. No es de sorprender que Pablo haya usado la expresión las
insondables riquezas de Cristo. Hermanos, cuando ustedes son niños, viven como los esclavos,
saben que su Padre es rico, pero no saben realmente cuán rico es él. Un día, cuando estén
maduros, no solamente entrarán en el gozo del Padre, sino también en las riquezas de su Padre.

Hermanos, esta es una línea de pensamiento. En el primer capítulo, esa es la voluntad de Dios:
no sólo que seamos salvos, sino que vayamos hacia la madurez. Este es el significado de
predestinación en la Biblia. Lamentablemente, en la historia de la iglesia, Juan Calvino y sus
seguidores limitaron la predestinación solamente a la salvación, a nuestra salvación inicial. Sin
embargo cuando leemos la Biblia, la palabra predestinación se refiere a la filiación. Hermanos,
esa es la voluntad de Dios, no sólo que seas salvo, sino que crezcas desde la infancia hacia la
adolescencia, y finalmente hasta ser un adulto. Esta es la voluntad eterna de Dios. Pero esta es
solamente una línea, una parte de la historia.

La voluntad eterna de Dios: segundo aspecto


Cristo, centro y Cabeza del universo

Si yo les pregunto: “¿Cuál es la voluntad de Dios?”, la respuesta del versículo 5 es correcta; sin
embargo, necesitamos de uno más, del versículo 9: “...dándonos a conocer el misterio de su
voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo...” Ahora, hermanos, hay
algo muy interesante aquí. ¿Cuál es la voluntad de Dios aquí? “...de reunir todas las cosas en
Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como
las que están en la tierra” (v. 10).

¿Cuál es el propósito de Dios en sí mismo? Descubrimos que un día habrá una reunión de todas
las cosas en Cristo, y eso significa todas las cosas en el universo, tanto las que están en los
cielos como las que están en la tierra. En otras palabras, un día, todo el universo va a ser
reunido en Cristo. ¿Qué significa esto? Que Cristo va a ser el centro del universo, y no sólo el
centro, sino en verdad la cabeza del universo.
¿Cuál es el propósito eterno de Dios? Por un lado, que nosotros lleguemos a la madurez, a la
filiación.

Esta es una línea de pensamiento. Nosotros tenemos pecados, nosotros caímos; por eso
necesitamos de la obra de redención. Por causa de que Adán cayó, el hombre cayó; y por eso
necesitábamos ser redimidos. Pero ¿cuál es el propósito de Dios? Que nosotros no solamente
fuésemos redimidos, sino también que alcanzásemos la madurez. Gracias a Dios, este es en
verdad un aspecto de la voluntad de Dios.

En segundo término, después de la caída del hombre, vemos que el pecado entró en este
mundo y todo el universo se contaminó. Entonces, no sólo el hombre tiene que ser redimido, sino
todo el universo. Por causa del pecado, no sólo nosotros nos rebelamos contra Dios, sino todo
en el universo se rebeló contra Dios. Aun los animales también siguieron nuestro patrón.
Entonces entendemos que el universo ya no está en armonía, se ha desintegrado, se ha roto en
pedazos. El pecado hizo que el universo se distorsionara. Entonces, por un lado, nosotros
tenemos que ser restaurados, y tenemos que madurar para llegar a ser herederos con Cristo.
Pero esta es sólo una parte de la historia, es sólo la mitad del universo roto, el universo que se
ha desintegrado. ¿Comprenden? Satanás, el enemigo de Dios, intentó ser la cabeza, quiso ser
igual a Dios, intentó usurpar el trono de Cristo. Por causa de eso, el caos entró en este universo.
Entonces descubrimos la desintegración del universo. El universo está roto, ya no está más en
armonía.

Hermano, cuando lee esta carta a los Efesios, usted ve los dos aspectos de la voluntad de Dios.
Por un lado, que necesitamos ser redimidos; por otro lado, que el universo también tiene que ser
redimido. Gracias a Dios, cuando el Señor regrese, cuando el tiempo sea cumplido, todo el
universo será reunido en Cristo. Entonces Cristo será el todo y en todo. Cristo es el centro del
universo. Esta es la voluntad eterna de Dios. Hermanos, ¿ven eso? Una cosa es la filiación, y
otra es reunir todas las cosas en Cristo. Esto representa la voluntad de Dios.

Nuestra herencia y la herencia de Dios

Aquí hay algo muy interesante. Pablo continúa diciendo algo aún más práctico: “En él asimismo
tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las
cosas según el designio de su voluntad...” (V.11). Él habla otra vez sobre la filiación. ¿Por qué la
filiación? Para obtener la herencia. Él habla sobre la filiación y habla de la predestinación. El
versículo 11 nos muestra que el pensamiento de Pablo vuelve hacia la filiación. Pablo habla de
nuestra herencia, de cómo el Espíritu Santo es la garantía de nuestra herencia. Recuerden,
cuando hablamos sobre herencia, estamos hablando sobre la filiación. Sólo cuando somos
suficientemente maduros podemos entrar en toda la herencia. Esta es la otra línea de
pensamiento, la línea que sigue la filiación. Si usted sigue leyendo, le será muy claro; percibirá
que la voluntad de Dios es la filiación. En él nosotros tuvimos herencia, “...habiendo sido
predestinados conforme a su propósito...” Ahora sabemos por qué Dios nos ha predestinado
para la filiación. Sólo cuando estemos maduros se supone que podremos disfrutar la herencia de
Cristo.

Sin embargo, no sólo se trata de “nuestra herencia”. En el versículo 18 dice: “...alumbrando los
ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Aquí tenemos otro pensamiento
que sigue a la reunión de todo el universo en Cristo. Estamos acostumbrados a la definición de
nuestra herencia; pero en la voluntad de Dios –para nuestra sorpresa– no sólo se supone que
nosotros tengamos nuestra herencia, sino de acuerdo al versículo 18 hay “la gloria de su
herencia en los santos”. Ahora vemos que no sólo es nuestra herencia, sino Dios también va a
tener su herencia. ¿Dónde tendrá Dios su herencia? En sus santos.
Es muy fácil para nosotros entender que Cristo es nuestra herencia, porque Cristo es rico; todas
las riquezas de Dios están en él. Nosotros entramos en Cristo como nuestra herencia, y
descubrimos que nuestros ojos necesitan ser abiertos para ver las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos. Si hemos recibido nuestra herencia, nosotros estamos satisfechos. Pero,
pregunto: ¿Está Dios satisfecho? De acuerdo a la palabra de Dios, un día Dios va a tener su
herencia en los santos. ¿Qué significa esto? Si seguimos leyendo, la respuesta es muy sencilla.
¿Cuál es su herencia en los santos? Es la iglesia, el cuerpo de Cristo. La iglesia es la plenitud de
Cristo.

Hermanos, tenemos que leer el contexto. Cuando leemos acerca de su herencia en los santos,
nos gusta mucho hablar acerca de nuestra herencia y nos alegra tanto, porque estamos tan
centrados en nosotros mismos. Nunca pensamos en el corazón de nuestro Padre, que un día él
va a querer tener su herencia. ¿Cuándo acontecerá esto? El capítulo 5 dice que un día él se
presentará a sí mismo una iglesia gloriosa. La iglesia no es sólo una organización. Descubrimos
que en verdad la iglesia es celestial, y cuando leemos el último versículo, “... (la iglesia) es su
cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”.

Recordemos que hay dos líneas de pensamiento. La voluntad de Dios es la filiación y también la
reunión del universo en Cristo. Muy claro. La reunión significa, en el original, “todo encabezado
por Cristo”. Cristo es cabeza del universo. Por esta razón, Dios: “...sometió todas las cosas bajo
sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia...” Cuando hablamos de reunir
todas las cosas en Cristo, para que esto sea cumplido, la voluntad de Dios es la iglesia.
Solamente la iglesia gloriosa, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Cuando eso acontezca, todo el universo será reunido en Cristo. Ahora entendemos cuán
importante es la iglesia.

Si desean saber cuál es la voluntad de Dios, cuál es el misterio de su voluntad, está muy claro:
Es Cristo y su iglesia. Un día, todo el universo será reunido en Cristo. ¿Cómo podrá ocurrir eso?
Cuando todos los hijos de Dios lleguen a la madurez, cuando la iglesia se torne santa y sin
mancha. La iglesia como cuerpo de Cristo no es algo terrenal, es también una parte de las
bendiciones celestiales.

En el capítulo 2, Pablo continúa explicando cómo la iglesia es el cuerpo de Cristo, y cuando


llegamos al tercer capítulo, nos lo muestra en forma muy clara, diciendo: “...conforme al
propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor...” (V. 11). Y en el versículo 10: “...para
que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares celestiales...” ¿Por qué a los principados y potestades en
los lugares celestiales? Porque hubo una gran rebelión en el universo, y por la rebelión de estos
principados y estas potestades –ángeles malignos seguidores de Satanás–, el universo hoy no
está en armonía. Pero un día, Dios reunirá el universo en Cristo. ¿Cómo va a cumplir Dios su
propósito? ¡Por medio de la iglesia!

Vemos cuán importante es la iglesia dentro del propósito de Dios. A veces pensamos que la
iglesia es solamente una asociación o una congregación; pero, hermanos y hermanas, si
verdaderamente conocemos la voluntad eterna de Dios, veremos que la iglesia es totalmente
celestial, que la iglesia es un vaso en las manos de Dios. Finalmente, todo el universo, las cosas
en los cielos y en la tierra, van a tener a Cristo como su cabeza. Entonces él será el todo y en
todo, y Dios habrá cumplido su maravilloso propósito.

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026. Cristo y la iglesia

Cristo y la iglesia
La iglesia como cuerpo de Cristo

Sabemos que la carta a los Hebreos se refiere algunas veces a la Palabra de Dios mientras
nuestro Señor estuvo en la tierra. Cuando leemos el versículo 5 del capítulo 10, el escritor nos
informa que cuando el Señor entró en el mundo dijo: “Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me
preparaste cuerpo”. Y luego en el versículo 7: “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad”. A partir de ellos, sabemos que cuando nuestro Señor estuvo en la tierra, dijo
al Padre: “Me preparaste cuerpo ... He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”.

Un cuerpo fue preparado para Cristo. Es el cuerpo que preparó el Padre a nuestro Señor por
medio de María, para que el Verbo se pudiera hacer carne. Con este cuerpo, él caminó en este
planeta y se convirtió en amigo de los publicanos y de los pecadores. Es así como él se acercó a
los quebrantados de corazón.

Con este cuerpo, él se humilló a sí mismo. Recordemos cuando los fariseos trataron de obligarlo
a juzgar a la mujer adúltera. Ellos estaban tan orgullosos de sus logros. Allí descubrimos a Aquel
que no tiene pecado. Él realmente se humilló, se rebajó, inclinado hacia el suelo, y escribía en la
tierra con el dedo. Luego se puso en pie y dijo estas palabras: “El que de vosotros esté sin
pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Jn. 8:7). Con ese cuerpo, con el lenguaje
de ese cuerpo, vemos cómo la humildad se hizo carne. Con ese cuerpo que Dios preparó para
nuestro Señor, él murió en la cruz por ti y por mí. Agua y sangre brotaron de su costado. Con ese
cuerpo en la cruz, vimos que Dios es amor.

Hermanos y hermanas, ¿por qué Dios preparó un cuerpo para nuestro Señor? Oímos su oración
en el versículo 7: “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Por medio
del cuerpo que Dios le preparó, él podía decir: “He aquí que vengo ... con este cuerpo ... para
hacer tu voluntad, oh Dios”. Aquí aprendemos una lección: el cuerpo de Cristo, el cuerpo de
nuestro Señor era para un propósito muy importante. Con ese cuerpo que Dios le preparó, podía
ser llevada a cabo la voluntad de Dios.

Eso fue real mientras nuestro Señor estuvo en la tierra; pero, un día, él ascendió a los cielos.
Mas, gracias a Dios, él continúa hoy llevando adelante su voluntad. Por esta razón, a partir de su
resurrección y ascensión, en el día de Pentecostés, descubrimos que Dios preparó otro Cuerpo
misterioso, el cual es la iglesia.

Por medio de la iglesia, su cuerpo, ahora el Señor puede continuar diciendo: “He aquí que
vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Ahora entendemos el significado de la iglesia como el
cuerpo de Cristo. En un comienzo, Dios preparó un cuerpo por medio de María, para llevar a
cabo su propósito. Y en el día de Pentecostés, Dios nuevamente usó el cuerpo que él había
preparado para su Hijo, la iglesia, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo. Ahora sabemos cuál
es la voluntad de Dios y cómo ella puede llevarse a cabo. Esa vía, ese vaso, es la iglesia, el
cuerpo de Cristo.

Al comienzo del libro de los Hechos, cuando Lucas menciona su evangelio –el evangelio de
Lucas–, él lo considera el primer tratado acerca de nuestro Señor Jesucristo: “En el primer
tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar...”
(Hch. 1:1). En el evangelio según san Lucas, su autor, como médico, describe muy
detalladamente el nacimiento de Cristo, y cómo Dios había preparado un cuerpo para nuestro
Señor por medio de María. Ese es el contenido del primer tratado. Con ese cuerpo que Dios
preparó para nuestro Señor Jesús, Lucas hace mención de “todas las cosas que Jesús comenzó
a hacer y a enseñar”. ¿De qué trataba el evangelio de Lucas? De todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar. Era sólo el comienzo de lo que Jesús hacía y enseñaba mediante
el cuerpo que Dios le había preparado a través de María.

Pero el versículo 2 –“hasta el día en que fue recibido arriba”–, se refiere a su ascensión. Ese
cuerpo ascendió a los cielos. Pero, gracias a Dios, en el día de Pentecostés, nació la iglesia. En
esta tierra, en este planeta, descubrimos que Dios había preparado otro cuerpo, un cuerpo
misterioso, un cuerpo espiritual. Ahora, en Hechos, Lucas nos relata los hechos de los apóstoles.
Este es el segundo tratado. El primero era acerca de todo lo que Jesús empezó a hacer y a
enseñar; pero en el segundo tratado vemos que el cuerpo de Cristo está todavía en la tierra, aun
cuando nuestro Señor ya ascendió a los cielos. Cuando ustedes ven la iglesia, inmediatamente
se dan cuenta de que Jesús continúa obrando y enseñando.

¿Cuál es el descubrimiento en el libro de los Hechos? ¡Que Jesús continúa obrando y


enseñando! Y más que eso, cuando ustedes van al final, descubren algo muy significativo: este
libro no tiene final. Todos los otros libros de la palabra de Dios tienen una conclusión, pero éste
no la tiene. ¿Por qué? Porque Jesús continúa obrando y enseñando aun en el siglo XXI, incluso
en esta tierra de Chile. ¿Cómo sabemos que Jesús continúa obrando y enseñando? Porque la
iglesia de Cristo está aquí. ¡La iglesia es el cuerpo de Cristo! Hermanos y hermanas, ¿ven esto?
Por esta razón, nuestro Señor Jesucristo dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad”.

¿Por qué está la iglesia de Cristo aquí en Chile? ¿Por qué la iglesia de Cristo está aún en la
tierra? Porque ella es un vaso por medio del cual va a llevarse a cabo la voluntad de Dios.

Con este conocimiento, ahora podemos regresar al primer capítulo de Efesios.

En dos pasajes de este capítulo se expresa claramente la eterna voluntad de Dios. Por medio de
ellos intentaremos escudriñar el misterio de su voluntad. Uno es el versículo 5: “...habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos (‘para la filiación’) por medio de Jesucristo, según
el puro afecto de su voluntad”.

Ya hemos mencionado que la filiación en la Biblia significa la ubicación en el lugar de hijo.


Cuando los hijos todavía eran muy pequeños, jugaban con los esclavos, y aun eran enseñados
por éstos. Pero un día, cuando el hijo llegaba a la madurez, el jefe de familia invitaba a todos sus
amigos a una solemne ceremonia, y hacía un anuncio: “Aun cuando mi hijo era el heredero de la
familia, cuando era niño estaba entre los esclavos. Hoy ha llegado a la madurez; por tanto, todo
lo que tengo le pertenece, porque él es el heredero de la familia. Ahora que ha llegado a ser
adulto, quiero colocarlo en el lugar de hijo”. ¿Ven eso?

En lo relativo a la vida, él era hijo desde el comienzo, pero esa vida debía madurar. Él no sólo
recibía la herencia del padre, sino que ahora podría administrar los negocios del padre, las
riquezas del padre, pues había alcanzado la madurez. Este es el significado de filiación.

En otras palabras, nosotros somos hijos de Dios desde el principio, cuando nacimos de nuevo.
Por esta razón, la Biblia dice que somos hijos de Dios, porque tenemos vida eterna. Pero hay un
día que Dios siempre está aguardando. Su voluntad no es sólo que seamos salvos, no es sólo
llevarnos al cielo. Gracias a Dios, pues nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, y
más que eso, nos predestinó con un propósito, y sólo estará satisfecho cuando alcancemos ese
propósito.
Así que, hermanos y hermanas, la voluntad de Dios es la filiación por medio de Jesucristo
“según el puro afecto de su voluntad”. Y esta es la voluntad eterna de Dios, porque cuando nos
predestinó, lo hizo antes de la fundación del mundo. Esta predestinación fue hecha de acuerdo a
su voluntad, en la eternidad pasada. Ahora, su voluntad es que un día seamos posicionados
como hijos, y debido a eso, vamos creciendo hacia la madurez: esta es la eterna voluntad de
Dios.

El universo será reunido en Cristo por medio de la iglesia

Este es un pensamiento importante; pero, como ya hemos mencionado, hay dos líneas de
pensamiento aquí en Efesios, porque al menos dos veces en este capítulo se nos habla del
beneplácito, del puro afecto de su voluntad.

Vamos ahora al segundo punto, versículo 9. “...dándonos a conocer el misterio de su voluntad,


según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en
Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como
las que están en la tierra”. “Todas las cosas” aquí significan el universo, no sólo las cosas del
cielo y de la tierra. Todo esto está de acuerdo a su beneplácito, el cual se había propuesto en sí
mismo. Ahora sabemos que la voluntad eterna de Dios es que un día se reúnan todas las cosas
en Cristo. En otras palabras, que todo el universo sea reunido en Cristo.

¿Cómo puede ser hecho esto? ¿Cómo puede Dios llegar a realizar su propósito de que un día
todo el universo esté en armonía por medio de Cristo? Sabemos que, por la gran rebelión de
Satanás en la historia, el pecado contaminó todo, el universo se volvió roto y corrupto; se
desintegró, se volvió caótico. Hay una total confusión en este mundo. Pero la voluntad de Dios
no es sólo que nosotros seamos redimidos y que un día maduremos y tengamos la filiación por
medio de Jesucristo. Esa es sólo una parte, pues todo el universo también ha de ser redimido.
Cuando eso ocurra, todo el universo estará reunido en Cristo.

¿Cómo puede Dios alcanzar este propósito? Pablo continúa diciéndolo en dos líneas diferentes,
en dos líneas paralelas. En el versículo 11 está escrito: “En él asimismo tuvimos herencia,
habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el
designio de su voluntad”. Se nos dice que hemos obtenido una herencia en Cristo; que somos
hijos de Dios. Y aquí de nuevo habla de predestinación. ¿Qué significa esto? Nuevamente, es la
filiación. Hermanos y hermanas, cuando hablamos de la filiación, estamos hablando acerca de
nuestra herencia. Luego Pablo continúa hablando acerca de las arras, de la garantía de nuestra
herencia. Esto tiene que ver con la filiación, con nuestra madurez. Por eso hemos ocupado dos
sesiones hablando de cómo llegar desde la infancia a la madurez. Esta es la eterna voluntad de
Dios.

Luego tenemos la otra parte de la historia, en la última frase del versículo 18: “...cuáles las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Aquí hay una expresión maravillosa: “Su
herencia”, vale decir, la herencia de Dios. Creo que nosotros entendemos bastante bien nuestra
herencia: Cristo es nuestra herencia, lo que Pablo llama “las inescrutables riquezas de Cristo”.
Pero aquí hay algo que no podemos entender: Pablo habla acerca de Su herencia, es decir, de
que Dios tiene también su propia herencia. Pero lo más sorprendente de esto es su herencia “en
los santos”. Y entonces nos habla de la gloria de Su herencia, que no sólo es un poco de gloria,
sino de “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. Esto realmente está más allá de
nuestro entendimiento. ¿Por qué Dios habla de su herencia?

Cuando hablamos de nuestra herencia, nos referimos a algo que nosotros obtendremos; pero
cuando Dios habla de su herencia, se refiere a lo que él obtendrá. Ahora entendemos que el
misterio de su voluntad tiene dos aspectos: uno es respecto a lo que vamos a recibir nosotros, y
el otro, a lo que Dios va a obtener. Por eso, hay aquí dos líneas de pensamiento: nuestra
herencia y Su herencia.

Pablo trata de describir cuál es Su herencia, que se relaciona con reunir todo el universo en
Cristo. Dios alcanzará su meta cuando todo el universo esté resumido en Cristo. (Es un poco
difícil traducir al castellano el término, pero al decir resumido se quiere significar que Cristo es el
centro y la cabeza. Por ejemplo, si quisiéramos resumir en una palabra el segundo grupo de
cartas de Pablo –Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª Corintios–, esa palabra sería la cruz. Así, la palabra
“cruz” reúne en sí todo el significado que fue revelado en ese grupo de libros. Y si vamos al
tercer grupo de libros –Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón–, podemos resumirlos con la
palabra Cristo).

Después que el pecado entró en el mundo, éste se desintegró; el universo fue roto. Pero un día
Dios cumplirá su propósito resumiendo todas las cosas en Cristo. Todas las cosas en el universo
tendrán como cabeza a Cristo. Esta es la eterna voluntad de Dios. Entonces nos preguntamos:
¿En qué forma Dios va a cumplir este propósito? En la maravillosa oración de Pablo, el Espíritu
Santo nos revela el secreto: cuando Dios obtenga su herencia, el universo entero estará
resumido en Cristo.

Prosiguiendo con la lectura del texto, descubrimos que hay una conexión entre su herencia en
los santos y la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Es importante leer todo el contexto. Para
estudiar la palabra de Dios, no traten de interpretarla por sí mismos. Hay que interpretar la
Palabra de Dios por medio de la misma Palabra. Entonces, ¿qué es su herencia en los santos?
Si leemos el contexto, éste culmina diciendo que la iglesia es el cuerpo de Cristo. ¿Por qué
Pablo menciona aquí el cuerpo de Cristo? Porque la iglesia de Cristo es verdaderamente su
herencia en los santos. En otras palabras, el universo entero será un día resumido en Cristo por
medio de la iglesia. ¿Lo ven? La iglesia es un vaso muy importante. Con el cuerpo de Cristo, él
puede decir hoy: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. La eterna voluntad de
Dios de reunir todo el universo en Cristo se cumplirá a través de la iglesia, a través del cuerpo de
Cristo.

Así que un día, Cristo se presentará a sí mismo una iglesia gloriosa. En aquel día nosotros
seremos testigos de las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Si deseamos conocer
la voluntad de Dios –en pocas palabras–, ésta es Cristo y su iglesia. Un día Dios alcanzará su
meta: por un lado, la filiación, y por otro, el señorío de Cristo. Y entonces veremos a Jesucristo,
el Rey de reyes y Señor de señores. Cuando reflexionamos sobre estos dos aspectos de la
voluntad de Dios, por una parte vemos a Cristo, y por otra a la iglesia. Entonces comprendemos
cuán importante es la iglesia de Cristo, porque está íntimamente conectada con la eterna
voluntad de Dios.

Vayamos al versículo 3:4: “...leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el
misterio de Cristo...” He aquí por qué estamos hablando acerca de dos líneas. Aquí tenemos la
expresión: “el misterio de Cristo”. Si leemos el contexto, entenderemos que se refiere a la iglesia.
La iglesia es el misterio de Cristo. Pero al leer Colosenses, vemos que Cristo es el misterio de
Dios. Así, pues, Cristo es el secreto de Dios, y la iglesia es el secreto de Cristo. Cristo estaba
realmente en el corazón del Padre, y la iglesia está en verdad en el corazón de Cristo.

Versículo 3:10: “...para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio
de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito
eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor...”.

Según el contexto aquí, el eterno propósito de Dios es que la multiforme sabiduría de Dios sea
ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales. Recuerden: “por medio de la iglesia”. La voluntad de Dios va a llevarse a cabo por
medio de la iglesia, por medio del cuerpo de Cristo. Por medio de su cuerpo, Cristo puede decir:
“He aquí, Dios, que vengo para hacer tu voluntad”. Y entonces, ¿qué ocurrirá? Que, un día, la
multiforme sabiduría de Dios será dada a conocer por medio de la iglesia. Hoy día conocemos el
poder de Dios, pero un día todo el universo podrá conocer la multiforme sabiduría de Dios,
porque esa multiforme sabiduría será dada a conocer a los principados y potestades en los
lugares celestiales. En otras palabras, esa multiforme sabiduría será dada a conocer a los
ángeles y a todo el universo.

¿Por qué se hace mención a los ángeles? Porque hubo una gran rebelión en el universo. Un
tercio de los ángeles siguió a Satanás. Tras la rebelión de Satanás y sus ángeles, el universo fue
roto, y está esperando ser redimido, está esperando ser liberado. A causa de esa gran rebelión,
hoy día el universo no está totalmente reunido en Cristo. Sin embargo, el eterno propósito de
Dios es que Cristo sea por siempre el centro del universo.

Ahora, hermanos, debido a esa rebelión, ¿cómo Dios tratará con Satanás? Dios es el Creador,
Satanás una criatura. El trato del Creador con una criatura habría sido muy simple: eliminarlo.
Algunas veces nos preguntamos: ¿Por qué no lo hizo? Si Dios hubiera eliminado a Satanás en
un instante, ciertamente éste habría desaparecido, y no habría habido ningún problema para
nosotros. ¿Por qué Dios no hizo eso en el comienzo? Ahora les diré, hermanos. Es verdad,
mediante el poder de Dios, Satanás habría sido destruido en un segundo. Era muy sencillo. Sin
embargo, si Dios hacía eso, todos los ángeles dirían: “Tú eres Dios, tú eres el Creador, tú eres
todopoderoso; por supuesto que puedes acabar con Satanás simplemente así”. Pero entonces
los ángeles sólo verían el poder de Dios.

Si Dios hubiera eliminado a Satanás en un instante, los ángeles no podrían ver la multiforme
sabiduría de Dios. La voluntad de Dios no es sólo manifestar su poder, sino también su
multiforme sabiduría. ¿Así que, hermanos, dónde está la sabiduría de Dios entonces? Para el
Creador era muy simple tratar con Satanás aniquilándolo. Pero, en su multiforme sabiduría, Dios
creó a Adán, dio vida a otra criatura. Satanás fue creado y Adán también fue creado. Y así
vemos que Dios quiso utilizar a una criatura para tratar con otra criatura.

Si Adán realmente comía del árbol de la vida, estaría obedeciendo a la voluntad de Dios, estaría
del mismo lado de Dios. Él diría Sí a la voluntad del Padre. Adán fue creado con libre albedrío,
con la capacidad de decir Sí o decir No. Pero a partir de su libre albedrío, si él decía Sí a Dios y
al árbol de la vida, y No al árbol del conocimiento del bien y del mal, habría puesto a Satanás en
vergüenza. Ambos son seres creados, y, si Adán realmente recibía el árbol de la vida, el
enemigo de Dios habría sido humillado.

La forma en que Dios trató con Satanás, la forma en que Dios quiso resumir todas las cosas en
Cristo, fue por medio de la creación del hombre. Pero desafortunadamente Adán cayó. Adán falló
en cumplir el propósito de Dios. En vez de ponerse de parte de Dios, se puso en su contra. Por
esa razón, nuestro Señor tuvo que morir en la cruz, para traernos de vuelta al Paraíso. A causa
de su muerte en la cruz, su salvación fue consumada, y todos nosotros hemos nacido en Cristo.
Hoy somos salvos; y no sólo eso: la iglesia de Cristo nació en el día de Pentecostés. Ahora,
debido a que somos redimidos, el cuerpo de Cristo es el cuerpo redimido de Cristo. Nosotros
éramos pecadores, y hoy somos salvos por gracia. Gracias al Señor, hoy la iglesia de Cristo está
en la tierra.

El cuerpo de Cristo se mueve en la tierra. Desde que recibimos a Cristo como nuestra vida,
hemos comido del fruto del árbol de la vida. La iglesia llegó a ser el vaso. Cuando decimos Sí al
Padre, cuando decimos Sí a la eterna voluntad de Dios, cuando sostenemos este maravilloso
testimonio, entonces el enemigo realmente es avergonzado.

La iglesia como herencia de Dios


Dios quiere enseñar a todos los ángeles una importante lección: que ellos vean que todos somos
maduros en Cristo, que vean la iglesia gloriosa, santa y sin mancha. El universo entero está
expectante; los ángeles, los principados y potestades en los lugares celestiales están esperando.
Y todo el universo verá la manifestación de los hijos de Dios.

Pablo dijo que: “...toda la creación gime a una ... y nosotros también gemimos” (Ro. 8:21,23).
Hace unos veinte años atrás, en Cambridge, Inglaterra, hubo un descubrimiento maravilloso. Un
estudiante graduado captó una señal del universo. Por primera vez en la historia de la
humanidad, los científicos en Cambridge pensaron que habían recibido una señal del espacio
exterior. En el principio, creyeron que probablemente eran alienígenas tratando de enviarnos
señales. Estaban muy impresionados: “¡Por fin tenemos comunicación con extraterrestres!”. Pero
luego descubrieron que no eran señales de alienígenas, sino que una de las estrellas que Dios
creó estaba llegando al final de su vida, y antes de morir, emitía una señal semejante a un
gemido o un llanto. Cada cierto tiempo, percibían una señal como de alguien que estuviese
gimiendo.

Hermanos y hermanas, Pablo estaba en lo cierto: el universo está gimiendo, porque anhela la
manifestación de los hijos. Pero, ¿cuándo ocurrirá esta manifestación de los hijos? Cuando los
niños de Dios estén maduros, y Dios los ponga en su lugar como tales. Todo el universo aguarda
ese momento, porque esto es parte de la eterna voluntad de Dios.

Cuando hablamos de vidas individuales, nosotros somos los hijos de Dios que seremos
manifestados; pero en lo que se refiere a la vida corporativa, llegará un día, antes de que el
Señor regrese, en que él se presentará a sí mismo una iglesia gloriosa.

La iglesia es como la luna en el cielo. Ella no tiene luz propia. Nunca entrega luz de sí misma.
Sabemos que la luna absorbe la luz solar, y la luz que proviene de ella es luz reflejada del sol. La
iglesia es tal como la luna. No tenemos ninguna gloria en nosotros mismos, pero Cristo es el sol,
porque él es el Sol de justicia. Como la luna, nosotros contemplamos al sol, absorbemos su luz y
la reflejamos. Cuando las personas ven la luz de la luna, en realidad están percibiendo la luz
solar. Un día, la iglesia será madura. Por haber absorbido toda la luz del sol, podrá reflejar esa
luz. Se verá la iglesia gloriosa, santa y sin mancha. Ese es el momento que Dios está esperando,
porque tal es su eterno propósito.

Por medio de Cristo, cuando la iglesia madure y sea su esposa, cuando estemos todos en pie, el
enemigo será avergonzado. Todos los ángeles serán testigos de las bodas de Cristo y la iglesia,
y habrán aprendido una lección.

En las ceremonias de bodas hay muchos invitados, la novia luce muy hermosa y el novio muy
apuesto. Cuando caminan por la alfombra roja, los testigos presencian lo que está ocurriendo; es
un momento muy emotivo, muy hermoso. Algunas personas lloran, porque detrás de esta bella
escena hay una maravillosa historia de amor. Así también, un día, en la celebración de las bodas
del Cordero, todos los ángeles estarán observando. Cuando eso ocurra, Satanás y todos sus
seguidores serán avergonzados. Entonces, la multiforme sabiduría de Dios será dada a conocer
a los principados y potestades en los lugares celestiales por medio de la iglesia. Ahora
entendemos lo importante que es la iglesia ante los ojos de Dios.

A veces pensamos que la iglesia es el local de reunión. Y alguien dice: “Olvidé mi paraguas en la
iglesia”, porque cree que la iglesia es el edificio. Pero es mucho más que eso. ¿Cómo puedes
dejar tu paraguas en el cuerpo de Cristo? Y aun más, la iglesia tampoco es sólo una
congregación. Eso es el Antiguo Testamento. ¡La iglesia es el cuerpo de Cristo! Cuando seamos
edificados como iglesia, cuando la iglesia madure, cuando la iglesia refleje –como la luna– la luz
del Sol, todos los ángeles, todos los principados y potestades en los lugares celestiales
aprenderán una lección, empezarán a entender la multiforme sabiduría de Dios.
En aquel tiempo, Dios dirá: “He obtenido mi herencia en los santos”. En el día de las bodas del
Cordero, el corazón del Padre estará satisfecho. En una boda, cuando un padre lleva a su hija
caminando a través de esa alfombra, es mucha su emoción. De ahí en adelante, él va a extrañar
a su hija. Él recuerda cómo esa pequeña niña estuvo en su hogar en los últimos veinte años.
Pero, ahora va a entregarla a otro, a este joven en quien él confía. A partir de este día, este
hombre determinará el futuro de su hija. Tiene un sentimiento mezclado: por un lado, no quisiera
que su hija se fuese, pero por otra parte, quiere que su hija se vaya, pues hay un brillante futuro
para ellos. Esta no es una analogía completamente exacta, porque hay muchos matrimonios
fracasados en la tierra, mas no será así con Cristo y su iglesia.

Cuando todos los ángeles estén contemplándolo, cuando Cristo y su iglesia estén de pie y
caminen juntos, el corazón del Padre estará completamente satisfecho. El padre crió a su hija
desde la niñez hasta la mayoría de edad. Hubo muchos sufrimientos y muchas dificultades, pero
finalmente ella llegó a la madurez. Entonces, cuando vemos a la pareja caminando por esa
alfombra, podemos decir que la voluntad del padre está satisfecha. Por lo tanto, no es de
extrañar que al final del Apocalipsis, el Espíritu y la esposa dicen: “Ven”. ¿Qué significa eso?
Que todos deberían venir y ver. Por medio de la obra del Espíritu Santo, la novia está preparada.
Todos pueden venir, venir y ver la multiforme sabiduría de Dios.

Filiación y señorío

Ahora ustedes pueden entender por qué desde el capítulo primero al tercero de Efesios hay dos
líneas de pensamiento: la filiación y el señorío. Ustedes pueden ver estas dos líneas. Cuando los
cuerpos celestes se mueven, siempre lo hacen en órbitas elípticas. Cualquier cuerpo que se
mueve en el espacio –de acuerdo a los físicos–, no se mueve simplemente en círculos, porque
esto significaría que sólo hay un centro. Si algo se mueve en una forma elíptica, la órbita elíptica
tiene dos centros focales. Eso es lo que ocurre a todo cuerpo celeste en su movimiento. Lo
mismo se aplica a la voluntad de Dios.

Aquí tenemos dos puntos focales: la filiación, y el señorío del Señor Jesucristo. Cuando
hablamos de la filiación, se refiere a nuestra herencia; pero cuando hablamos del señorío de
Jesucristo, esa es la herencia de Dios. Y, ¿cuál es la herencia de Dios? La iglesia gloriosa, el
cuerpo de Cristo, la plenitud de Cristo. Está muy claro todo esto en los capítulos 1 al 3. Si
realmente quieren conocer el misterio de su voluntad, tienen que leerlos muy cuidadosamente.

Ahora regresemos a una cuestión muy importante: ¿cómo conectamos “su herencia en los
santos” con “la iglesia”? Tenemos que regresar a la palabra de Dios. Leamos Efesios 1:18:
“...alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él
os ha llamado y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”. ¿Los hermanos
perciben que los ojos de nuestro corazón deben ser alumbrados? Pues de otro modo no
veremos los hechos que vienen a continuación. Uno de esos hechos gloriosos es que podremos
ver las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Pero ahora, ¿cómo puede Dios
alcanzar su propósito? El versículo 19 es, sin duda, una clave muy importante.

La supereminente grandeza de su poder

En el capítulo 3 se nos dijo que la iglesia es el eterno propósito de Dios, y el versículo 20 nos
muestra el secreto: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”.
¿Cómo Dios va a obtener su herencia? ¿Cómo podrá madurar la iglesia? No lo olviden: porque
Dios es capaz de “hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos”. Esta es la obra de Dios “según el poder que actúa en nosotros”. Sabemos cómo
Dios obra: él puso un poder en cada uno de nosotros, y este poder actúa dentro nosotros. Ahora,
¿cuál es ese poder?
Regresemos al versículo 1:19: “...y cuál la supereminente grandeza de su poder para con
nosotros los que creemos”. Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador, recibimos la
vida de Cristo y también el poder de Cristo. Y no sólo eso, sino que este poder está obrando en
nosotros todo el tiempo. Esto es lo que Pablo llama “la supereminente grandeza de su poder”.

Dios tiene dos poderes. En su universo creado, el poder más grande es el poder nuclear. Cada
noche que vemos brillar las estrellas, sabemos que es a causa del poder nuclear; este es el
poder más grande en este mundo material. Cuando contemplamos el cielo nocturno, vemos que
ese gran poder nuclear está trabajando en el universo.

Pero Dios tiene otro poder. En su obra redentora, descubrimos ese otro poder, un poder que está
en ti y en mí. Y ahora Pablo intenta describir cuán grande es este poder, y por eso nos habla de
“la supereminente grandeza de su poder”. Utiliza una palabra superlativa para calificarlo. Con tal
poder, el Padre va a obtener su herencia. Con tal poder, Dios va a hacer que su iglesia madure.
Nosotros deseamos conocer mejor este poder que está en nosotros. Este poder está de acuerdo
a “...la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales”.

¿Qué poder es este con el cual Dios resucitó a Cristo de los muertos y le hizo sentar a su
derecha en los cielos? Es el poder de la resurrección.

Ustedes saben cuán grande es el poder de la resurrección. El cielo de este planeta es como la
cubierta de un ataúd, y la tierra es el fondo de éste. Nosotros estábamos todos muertos en el
fondo de esta urna. Nadie podía salir de este encierro. Tan grande era el poder de la muerte, que
nos confinaba en este gran ataúd sin que nadie pudiera escapar de él. La muerte es el más
grande enemigo de Dios. Todos nosotros éramos sus prisioneros, y nadie había atravesado la
cubierta de ese ataúd. Pero dos mil años atrás se manifestó un poder, el poder de Dios, y con
este poder, Dios levantó a Cristo de los muertos. Cristo fue el primer fruto, las primicias. Él fue el
único que quebró esa cubierta y ascendió a los cielos.

Ahora entendemos cuál es el poder de la muerte, pero el poder de la resurrección es aún mayor
que el de la muerte. El día en que Jesús fue resucitado, fue el día de la muerte para la muerte.
La muerte nunca moría, pero gracias a Dios, el día de la resurrección fue el día de la muerte
para la muerte. ¿Quién derrotó a la muerte? ¡Cristo la venció! ¡Él es el gran vencedor! ¿Lo ven,
hermanos? Este es el poder de la resurrección. Pero más aún, la Biblia no sólo habla del poder
de resurrección. Cuando dice: “resucitándole de los muertos”, se refiere a la resurrección. Y
luego dice “...y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”. ¿Qué es esto? Es el poder de
la ascensión. No sólo fue resucitado, sino también fue ascendido a los cielos.

Pero debemos recordar que en los lugares celestiales, de acuerdo a Efesios 6, encontramos
huestes espirituales de maldad. Cuando Cristo ascendió a los cielos tuvo que atravesar territorio
del enemigo. Si, de alguna forma, él pudo ascender a los cielos, significa que llevó cautiva la
cautividad. Porque tras su victoria en la cruz, cuando pasó hacia los lugares celestiales, se
encontró con huestes espirituales de maldad, porque Satanás y sus seguidores están en el
espacio exterior. De acuerdo a la Biblia, cuando pasó por allí, Jesús conquistó, limpió, todo el
terreno, y llevó cautiva la cautividad. Y ustedes se dan cuenta de que todo ese territorio quedó
limpio. Él ocupó todo el espacio exterior, y de acuerdo a la terminología de Pablo, cuando el
Señor lo ocupó y conquistó, él llenó todo el universo.

Originalmente, había tinieblas llenando el universo; pero debido a su ascensión, cuanto más
ascendía al cielo, más quedaba el enemigo bajo sus pies. Y finalmente llenó el universo, todos
los territorios que habían estado en manos del enemigo. Ahora debido a ese hecho, en su
ascensión, él no sólo fue victorioso, sino también triunfante. Esto es muy importante. Por tal
razón, leamos el versículo 21: “...sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre
todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Cuando él
ascendió a los cielos quedó muy por encima de todos. Esa es su posición de victoria. Hermanos,
cuando ustedes están en la posición celestial, significa que están en una posición victoriosa.
Todos los problemas, todas las dificultades, todos los enemigos están bajo sus pies.
Originalmente, el enemigo ocupaba ese espacio, pero ahora Cristo lo llena todo.

Entonces, vemos que este poder no es sólo el poder de la resurrección: es el poder de


ascensión. Y más que eso, cuando él ascendió a los cielos, “...sometió todas las cosas bajo sus
pies” (v. 22). Este es el comienzo del propósito de resumir todas las cosas en Cristo. Porque
Dios puso todo el universo en sujeción bajo sus pies, y más que eso: “...lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia”. Ahora, el versículo 22 es la explicación del versículo 10. ¿Qué se
entiende por “reunir todas las cosas en Cristo”?

Aquí está muy claro. Dios puso todas las cosas en sujeción bajo sus pies. Todo está bajo sus
pies, porque él ascendió a los cielos. Esa es su posición gloriosa, su posición triunfante, su
posición de victoria. Pero, más que eso, “...lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”.
Debido a que todo está bajo sus pies, nuestro Señor ha llegado a ser el Rey del universo, la
Cabeza del universo. Así que, cuando hablamos de Cristo como cabeza de la iglesia, no
olvidemos, que antes de ser nuestra cabeza, él ya es la cabeza de todo el universo. ¡Él es el Rey
de reyes y Señor de señores!

Y eso es lo que aconteció cuando el Señor ascendió a los cielos. Gracias a Dios, por medio del
gran poder de resurrección, venció a la muerte y más que eso, también conquistó al enemigo en
los lugares celestiales, marchando victoriosamente hasta la cima, el lugar más alto del universo.
Todo mediante el poder de Dios. Gracias a Dios, debido a ese poder, nuestro Señor ascendió a
los cielos. Con ese poder, Dios “...sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza
sobre todas las cosas...” Esa es una posición celestial y victoriosa. Ese es nuestro Señor, ese es
Cristo, ese es el Cristo ascendido. La Biblia menciona sus pies, y también su cabeza. Cuando
hablamos acerca de Cristo, cuando hablamos de su victoria, la Biblia dice “bajo sus pies”, y
también habla de la cabeza. Y después dice “...a la iglesia”. Ahora, ¿qué es la iglesia? Pablo nos
dice que la iglesia es “su cuerpo”.

Miremos a los lugares celestiales, miremos a la cima del universo. ¡Cristo está ahí! Vemos la
cabeza, vemos sus pies. Y, ¿dónde está su Cuerpo? ¡La iglesia es su cuerpo! ¿Dónde está la
iglesia? Cuando Cristo tomó esa posición celestial, descubrimos por qué el Espíritu Santo
descendió en el día de Pentecostés. Esto significa que la iglesia nació desde los lugares
celestiales, la iglesia nació de arriba. Cuando decimos que “hemos nacido de nuevo”, en el
griego, “nacer de nuevo” significa “nacer de lo alto”.

Todos nosotros, como individuos, hemos nacido de lo alto; pero cuando nos referimos a la
iglesia, ella también nació de lo alto. La iglesia está en los cielos. La iglesia es celestial. La
iglesia es algo que existe gracias a la ascensión de Cristo. Esta es una visión maravillosa que
Pablo nunca había visto antes.

El doble propósito de la prisión de Pablo

Ahora, recuerden por qué él fue arrestado. La última vez que fue a Jerusalén, se encontró con
Santiago y otros hermanos y les compartió todo lo que sabía. Santiago trató de darle un consejo.
En Jerusalén muchos miles de judíos habían creído en el Señor. Pero, desafortunadamente,
Santiago agregó una frase: “...y todos son celosos por la ley” (Hch.21:20). Cada uno de ellos era
celoso por la Ley. Ahora, en Gálatas, en Colosenses, ustedes recuerdan cómo Pablo luchó por la
verdad del evangelio, porque muchos judíos cristianos intentaban engañar a las iglesias en
Galacia y en muchos otros lugares, y estos judíos provenían de Jerusalén. Ellos decían: “Si has
creído en el Señor Jesús, está bien, en verdad tú entras por el Espíritu Santo; sin embargo, si
quieres crecer, tienes que guardar la ley de Moisés”. Ahora, hermanos, este es otro evangelio.
Incluso cuando Pedro cometió un error, ustedes recuerdan cómo Pablo lo reprendió
severamente. ¿Por qué? Porque Pablo conocía la verdad del evangelio: Pues somos justificados
sólo por la fe, sólo por gracia, todo es gratis. De tal manera que no es por fe más las obras de la
ley. Esta es la verdad del evangelio.

Los apóstoles en Jerusalén habían visto una portentosa obra de Dios. Tres mil habían sido
salvos. Luego cinco mil. Y ellos estaban ocupados edificando la iglesia de Dios, pero
desafortunadamente olvidaron las palabras de nuestro Señor, que el evangelio comenzaría en
Jerusalén y luego se extendería hacia Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. Debido a que
su trabajo fue tan próspero, lo que ellos tenían era una megaiglesia. Veían que en Jerusalén
había obreros, había bendiciones maravillosas; era necesario edificar la iglesia. Así, decidieron
permanecer allí, olvidando la palabra de Cristo. Finalmente, Dios usó la persecución para
dispersar a sus santos, y de esta manera los discípulos fueron más allá, y el cuerpo de Cristo se
movió. Entonces nació la iglesia en Antioquía, y muchas otras. Y Pablo llegó a ser un apóstol
para ellas. Esto es lo que sucedió en aquel tiempo.

Pedro, Santiago, e incluso Juan, amaban la obra de Dios y querían edificar la iglesia. En ese
tiempo, de acuerdo a la Biblia, Santiago –el hermano de nuestro Señor– era sin duda uno de los
grandes líderes. Pero era también un ‘nazareo’, estrictamente hablando, un judío típico. Se
cuenta que sus rodillas estaban endurecidas, porque él siempre estaba arrodillado orando; tenía
lo que se llamaba “rodillas de camello”. Era realmente un hombre muy piadoso. Bajo el liderazgo
de Santiago y de los otros apóstoles, inconscientemente –debido a que el hombre es un hombre
de tradiciones, no importa si es ya una nueva criatura–, ellos eran gobernados por sus
tradiciones. Nosotros desconocemos el poder de la tradición.

Entonces, inconscientemente, por una parte, todos creían en el Señor Jesús, pero por otro lado
eran celosos por la ley de Moisés. Entonces podemos ver lo que ocurrió en la iglesia en
Jerusalén.

No es de extrañar que, ante los ojos de los judíos o de la gente del mundo, la iglesia de Dios era
como otra rama del judaísmo. ¿Cómo lo sabemos? Porque todos eran celosos por la ley. La
diferencia era que ellos creían en Jesucristo como su Mesías. Pero, sin darse cuenta, como
habían vivido en el judaísmo, eran automáticamente influenciados por su pasado.

¿Saben ustedes cómo se reunía la gente en el judaísmo? Tenían dos formas de reunirse: como
una congregación alrededor del templo y, después del cautiverio, en las sinagogas. Diez
personas podían formar una sinagoga. Había muchas sinagogas en Jerusalén. Y ahora que la
iglesia de Dios había nacido, ¿cómo se reunirían? ¿Cómo debían adorar? ¿Cómo debían
continuar? Santiago era un nazareo; Pedro y Juan conocían muy bien el Antiguo Testamento.
Así, ustedes pueden imaginar que en este período de transición –cuando la luz de la verdad del
evangelio no era tan clara todavía–, inconscientemente, ellos fueron gobernados por sus viejos
conceptos y tradiciones.

Por tales razones, cuando Pablo volvió a visitar Jerusalén, Santiago le sugirió que demostrara
que no estaba contra la ley de Moisés: “Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen
obligación de cumplir su voto. Tómalos contigo y purifícate con ellos, y paga sus gastos...” (Hch.
21:23-24). Y cuando estaban esperando el término de su purificación, Dios ya no pudo esperar
más. Era el tiempo en que él tenía que interferir. Si Pablo realmente hubiese completado esos
siete días de purificación, ustedes pueden estar seguros que la iglesia en adelante habría sido
sólo otra rama del judaísmo. ¿No es eso lo que ocurrió en la historia de la iglesia. Si estudian la
historia de la iglesia verán que cuando la iglesia estaba en la época oscura, la gente convirtió la
mesa del Señor en una ‘misa’. La mesa se convirtió en un altar, y la copa y el pan se convirtieron
en el mismo sacrificio. Y a aquel que ofrece el sacrificio se le llama ‘sacerdote’. Por eso es que
hay ‘sacerdotes’ en algunas iglesias. Eso es judaísmo.
¿Cómo es que el judaísmo entró en la iglesia? Esa es la historia de la iglesia, es una parte de
ella. Después de la Reforma, inconscientemente, el pueblo volvió al modo de reunirse de los
judíos. En vez de adorar en el templo, tenían sinagogas. Diez personas pueden constituir una
sinagoga. Fue exactamente lo que sucedió tras la Reforma. Así, no es extraño que estemos
divididos. En el comienzo, el templo era el centro de adoración. Y en la época oscura de la
iglesia, se volvió al judaísmo, y lo mismo después de la Reforma, reuniéndose de acuerdo al
modelo de las sinagogas. Cada diez personas: si ustedes son carpinteros, ustedes pueden tener
una sinagoga; si son mineros, pueden tener una sinagoga de mineros. De acuerdo a su gusto,
de acuerdo a su clase. Si eres rico, con tus iguales. Si eres pobre, con tus iguales. Y aquella es
una sinagoga intelectual. Y ésta es una sinagoga sin formación universitaria. ¡Con qué facilidad
caemos en la trampa de nuestras tradiciones!

Así que Dios ya no podía esperar más, no podía permitir que Pablo siguiera ese camino. Y tuvo
que interferir. Y desde allí en adelante, Pablo fue arrestado, Pablo estuvo en cadenas.
Hermanos, el sufrimiento de Pablo tiene dos aspectos: por un lado, fue puesto en prisión, así
como el capullo para la mariposa. Pero, por otro lado, Dios quería corregirlo. Dios sabía que si
Pablo cometía ese error, todo el propósito de Dios se desvirtuaría. Debido a eso, gracias a Dios,
Pablo fue apresado.

Ahora, hermanos, mientras él estuvo en prisión, mientras estuvo en la presencia del Señor,
recibió la revelación de Dios, los cielos le fueron abiertos. Entonces comenzó a ver que la iglesia
era algo celestial, que había nacido de lo alto como consecuencia de la resurrección y ascensión
del Señor. Y más aún, que la iglesia era no sólo una congregación, sino en realidad un
organismo: el cuerpo de Cristo. No una rama del judaísmo. Él recordó las palabras de nuestro
Señor: “El vino nuevo en odres nuevos se ha de echar” (Lucas 5:38). El judaísmo es un odre
viejo. Si se pone el vino nuevo en un odre viejo, el odre se romperá. El judaísmo no puede
contener a Cristo, es imposible. Por tal razón, Dios necesitaba un odre nuevo. Cristo es el vino
nuevo, y la iglesia es el odre nuevo. Es un nuevo tipo de vaso. Para sorpresa de Pablo, la iglesia
ya no era una organización ni una religión, la iglesia no era una parte del judaísmo. La iglesia es
el cuerpo de Cristo.

Esa luz liberó a la iglesia de Dios. Por esa luz, ahora tenemos un camino. Sabemos cómo
edificar juntos la iglesia. ¿Ven eso, hermanos? Estando en prisión, Pablo encontró el camino de
la iglesia. Todo comenzó desde allí: La iglesia es el cuerpo de Cristo, la iglesia es celestial.

Cristo y la iglesia celestiales

Por esa razón, al final del primer capítulo de Efesios, vemos a Cristo celestial y también vemos
una iglesia celestial. Usted ve su Cabeza y ve sus pies. Entonces, ¿dónde está el cuerpo? La
Biblia nos dice que la iglesia es el cuerpo de Cristo. Así que, gracias a Dios, la iglesia nació a
partir de la ascensión de Cristo. No nos extraña que la iglesia sea celestial; no nos extraña que la
iglesia sea victoriosa. Si todo está bajo los pies de Cristo, entonces todo está también bajo los
pies de la iglesia. Entonces, ¿ven los hermanos la posición maravillosa de la iglesia de Cristo?
Cristo está allí por el poder de Dios, el poder de resurrección y el poder de ascensión. Cristo está
allí, y la iglesia también está allí. ¡Qué interesante! En el capítulo 1 de Efesios la iglesia está en
los cielos, y en el capítulo 2, la iglesia está en la tierra.

Gracias a Dios, Cristo no sólo ascendió a los cielos. Ahora el Espíritu Santo ha sido derramado.
¿Por qué el Espíritu Santo debía ser derramado? Porque hoy el Espíritu de Dios está visitando
esta tierra para traer la iglesia aquí a la tierra. Así que, hermanos, cuando estamos en la iglesia,
tenemos los cielos aquí en la tierra. No nos extrañe que ésta sea la puerta de los cielos. Ustedes
recuerdan que cuando Jacob tuvo ese sueño, al despertar, dijo: “Este lugar ... es casa de Dios”.
¿Qué es la casa de Dios? Él dijo: “...y puerta del cielo”. Desde aquí, tú entras en los ámbitos
celestiales. La iglesia está en los cielos, pero también está aquí hoy, como los cielos en la tierra.
Este mundo quiere saber cómo ir a los cielos. Si ellos vinieran a la iglesia, descubrirían la puerta
hacia los cielos.

Este es el cuerpo de Cristo. Este cuerpo puede moverse aquí en la tierra, de la misma forma en
que se movió el cuerpo que Dios le preparó al Señor por medio de María hace dos mil años.
Hoy, nuestro Señor puede decir: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad, oh Dios”. Así que,
hermanos y hermanas, es muy interesante, la forma en que Pablo describe la ascensión de
nuestro Señor. Dice: “...sentándole a su diestra en los lugares celestiales...” Esa es la ascensión.
Pero lean en el capítulo 2:6: “...y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en
los lugares celestiales con Cristo Jesús”. ¿Ven eso? Ese poder de ascensión no solamente obró
en Cristo, sino –de acuerdo a la Biblia–, ese poder de resurrección y de ascensión también opera
en nosotros. Y si es así, ¿cuál es la consecuencia? ¡Que estamos sentados juntamente con él en
los lugares celestiales!

Así que, hermanos, sí estamos en la tierra, sí estamos en prisión; pero, gracias a Dios, al mismo
tiempo, estamos en los cielos. ¿Por qué? Porque ese poder es como el de un águila, cuya vida
le permite remontar los cielos y casi instantáneamente descender a la tierra. No debe
extrañarnos que en el evangelio de Juan, la Biblia usa el águila para describir la vida
trascendente de Cristo. En el evangelio de Juan, hay expresiones que lo describen
descendiendo de los cielos y sin embargo aún estando en los cielos. Esa es la vida del águila,
que en un segundo desciende de los cielos y luego está de nuevo en los cielos. Tal es nuestra
vida, una vida de ascensión, llevando al águila desde la tierra hasta los cielos, en un segundo,
pero todavía estando en la tierra.

Gracias a Dios, los lugares celestiales, no son sólo nuestra posición, sino también nuestra
experiencia. Transitamos en esta tierra a través del desierto, lleno de sufrimientos, de tristezas,
de lágrimas; pero, gracias a Dios, podemos vivir los cielos en la tierra. Sí, estamos en la tierra,
pero todos nuestros dolores y sufrimientos están debajo de nuestros pies, porque esta vida nos
eleva por sobre todos nuestros problemas. Entonces, no hay razón para que estemos
deprimidos. Para los cristianos, estar constantemente deprimidos es vergonzoso, porque esta
vida es una vida de ascensión para vivirla aquí en la tierra.

Gracias a Dios, esta es una maravillosa revelación que él dio a Pablo: ahora entendemos el
misterio de su voluntad: la filiación y el señorío; nuestra herencia y Su herencia. Nuestra
herencia son las inescrutables riquezas de Cristo. Su herencia es que, un día, él se presentará a
sí mismo una iglesia gloriosa. Todos los ángeles están mirando, toda la creación, el universo,
gimen aguardando ese momento. Un día, nuestro Novio y su Esposa, su iglesia, caminarán
juntos, y ese día el corazón de nuestro Padre estará satisfecho.

Desde antes de la fundación del mundo, Dios ya había trazado este plan. Como cuando el bebé
está aún en el vientre de su madre, y los padres sueñan cómo él conducirá a su hija a través de
esa alfombra. Es lo mismo para nuestro Padre celestial. Esta es la maravillosa voluntad eterna
de Dios. Así que, hermanos, esta visión va a revolucionar nuestras vidas. Nosotros seremos
como los hombres sabios que cuando vinieron a Cristo, no regresaron por la misma senda.
Cuando volvamos a nuestras ciudades, no podemos regresar a nuestros viejos caminos.

Hermanos y hermanas, que el Señor tenga misericordia de nosotros, porque somos atrapados
fácilmente por nuestras tradiciones. La iglesia de Cristo tiene dos mil años de tradición. El
problema reside en que muchas veces queremos usar nuestros métodos para edificar la iglesia
de Cristo, e inconscientemente somos gobernados por las tradiciones. Aun Pablo estuvo en gran
peligro. Tenemos que ser muy cuidadosos.

Gracias a Dios, él no pudo esperar más, y tuvo que arrestar y corregir a Pablo. Dios no podía
permitirle que continuara en esa dirección. De otra forma, no habría esperanza para la
edificación de la iglesia, y el cristianismo habría llegado a ser sólo otra rama del judaísmo. ¿Qué
es el cristianismo? La gente puede decir que es una de las muchas religiones que hay en el
mundo. Pero no, hermanos, la iglesia es el cuerpo de Cristo. Es la plenitud de Cristo.

Que el Señor realmente pueda hablar a nuestros corazones.

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027. La iglesia como expresión de Cristo

La iglesia como expresión de Cristo


“...y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23).

La visión de la iglesia como cuerpo de Cristo

Como ustedes bien saben, en la prisión de Roma, Pablo recibió una visión. Él vio algo en su
espíritu, y entonces escribió lo que había visto. De esta manera sabemos que, después de que
Cristo ascendió a los cielos, Dios “...sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza
sobre todas las cosas a la iglesia”. Aquí vemos la cabeza y los pies de Cristo. Ahora, ¿dónde
está el cuerpo de Cristo? Y recordamos: la iglesia es su cuerpo.

Cuando nuestro Señor ascendió a los cielos, descubrimos que la iglesia también está allá. En
sus dolores de parto, de su costado fluyó agua y sangre. Mas él resucitó de los muertos y
ascendió a los cielos. Por medio de su obra, de su crucifixión, de su resurrección y de su
ascensión, nació la iglesia. La iglesia nació de lo alto; su posición es celestial.

Sin embargo, el cuerpo de Cristo debía estar en este planeta. Cuando el Verbo fue hecho carne,
Dios preparó un cuerpo para nuestro Señor por medio de María. Con ese cuerpo, nuestro Señor
Jesús pudo morir por nosotros en la cruz. Con ese cuerpo, la humillación se hizo carne, el amor
se hizo carne. El amor era una cosa muy abstracta. Sin embargo, la muerte del Señor en la cruz
con ese cuerpo que Dios le había preparado, nos habla del amor. Por eso él dijo: “He aquí que
vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Cuando nuestro Señor vino a la tierra –de acuerdo a
Lucas–, empezó a obrar y a enseñar. Y después de su ascensión, él continuó obrando y
enseñando.

Gracias a Dios, porque la iglesia, el cuerpo de Cristo, nació de lo alto. Con este cuerpo, nuestro
Señor puede decir hoy: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. De esta manera, la
multiforme sabiduría de Dios puede ahora ser dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares celestiales. Cuando los ángeles observan, están
aprendiendo algo. Mediante este cuerpo, la voluntad de Dios puede ser llevada a cabo.

La iglesia está en una posición celestial, pero ella debía estar en este planeta. Por esta razón, el
Espíritu Santo fue derramado después de la ascensión de nuestro Señor. Desde el día de
Pentecostés, el Espíritu Santo habitó en esta tierra, y trajo aquí a la iglesia. ¿Cómo sucedió
esto? Es muy claro: En el día de Pentecostés, había una congregación de ciento veinte personas
en el aposento alto. Sin duda, era una maravillosa congregación. Pero entonces, de acuerdo a 1ª
Corintios, cuando el Espíritu Santo fue derramado, bautizó a esas ciento veinte personas en un
cuerpo. Esos ciento veinte santos se convirtieron en ciento veinte miembros del cuerpo de Cristo.

En el día de Pentecostés nació la iglesia, y desde ese tiempo, Jesús continúa obrando y
enseñando, por medio de este misterioso ‘cuerpo de Cristo’. Por eso tenemos el libro de los
Hechos. Gracias a Dios, esta es la visión que Pablo tuvo en la prisión romana.

Sin embargo, estrictamente hablando, esa no fue la primera vez que Pablo tuvo una visión de
Cristo y su iglesia. Recordemos que en el camino a Damasco, Pablo en verdad vio al Señor
resucitado. Tuvo un encuentro con Cristo, y por primera vez conoció lo que era la gloria de Dios.
La condición de Pablo está descrita en Génesis 1. En el camino a Damasco, Dios dijo: “Sea la
luz”. Y la luz del evangelio brilló sobre Pablo. Por primera vez, él descubrió la gloria de Dios en la
faz de Jesucristo. Tuvo una visión de Cristo.

Entonces, nuestro Señor le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Es una pregunta muy
extraña. Pablo en verdad estaba persiguiendo a los seguidores de Jesús, y Aquél a quien había
encontrado era el Señor resucitado, el Cristo celestial. Si Cristo estaba en los cielos y Pablo
estaba en la tierra, ¿cómo era posible que lo estuviera persiguiendo? Eso era un enigma para
Pablo: “No lo entiendo. Sé que estoy persiguiendo a los seguidores de Jesús, pero me es
imposible perseguir a alguien en los lugares celestiales”.

Esta fue una visión celestial, un sueño celestial. Pablo soñó a Cristo, él se encontró con Cristo.
Más tarde, comentó: “...agradó a Dios ... revelar a su Hijo en mí” (Gál.1:15-16). En el camino
hacia Damasco, Dios le reveló su secreto, y Pablo tuvo un encuentro cara a cara con Cristo.
Pero, he aquí había una pregunta que no podía comprender: “¿Por qué me persigues?”. Pablo
preguntó: “¿Quién eres, Señor?”. Y nuestro Señor respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú
persigues”. ¿Qué significaba eso? Pablo entendía que estaba persiguiendo a la iglesia, pues
cuando recuerda el pasado, declara: “Yo fui perseguidor de la iglesia”. Mas, el Señor le dijo: “Tú
me persigues a mí”. ¿Qué significaba eso?: “Que cuando golpeas mi cuerpo, me estás
golpeando a mí, porque la cabeza y el cuerpo son una misma cosa”. A causa de ello, cuando
Pablo pensaba que sólo estaba persiguiendo a la iglesia, nuestro Señor le dijo: “Es a mí a quien
persigues”.

La Cabeza está en los cielos, pero su Cuerpo está en la tierra. Y más aún, allí Pablo no sólo tuvo
una visión de Cristo, sino también una visión de la iglesia: la iglesia es el cuerpo de Cristo. Esto
no era algo nuevo cuando Pablo escribió Efesios, porque en el camino a Damasco fue la primera
vez que tuvo aquella visión.

La visión más la cruz es vocación

Todos nosotros podemos ser soñadores, podemos soñar sueños maravillosos. Pero, la cuestión
es: ¿Se cumplirá tu sueño? Puedes soñar que un día serás presidente, pero el problema es:
¿Cómo se concretará ese sueño?

En el Antiguo Testamento, José fue un soñador. ¿Recuerdan su sueño? Once espigas se


inclinaban delante de él. ¿Qué significaba eso? Significaba que un día él estaría en gloria. Ese
era su sueño, y por eso sus hermanos no estaban en absoluto contentos. Cuando José los fue a
visitar, dijeron: “Aquí viene el soñador”. Hermanos, aquel soñador era diferente de mí y de ti.
Nuestros sueños pueden no verse realizados. Pero, gracias a Dios, el sueño de José tuvo
cumplimiento. Un día él se sentó en un trono, llegó a ser primer ministro. Cuando hubo hambre
en toda la tierra, él abrió los graneros.

Aquel soñador era diferente, pues vio cumplidos sus sueños. Él tuvo cuatro sueños. ¿Cómo se
cumplieron? En la vida de José hubo cuatro vestimentas. La primera de ellas era la túnica de
colores que le regaló su padre. La segunda vestimenta, la que sus hermanos, después de
venderlo, tiñeron con sangre de un cabrito. Cuando su padre vio aquella sangre, creyó que su
hijo había sido destrozado. José fue traicionado y vendido como esclavo. En casa de su amo, la
mujer de éste intentó seducirlo. Mas José era temeroso de Dios. Conocemos la historia.
Finalmente, él dejó sus vestiduras en manos de aquella mujer, y aquello se tornó en la evidencia
de su ‘pecado’, aunque en verdad él era inocente. Ahora no sólo era esclavo en Egipto, sino
además estaba en prisión. Pero más tarde, recuerden, él llegó a ser primer ministro, y la Biblia
menciona otra vestimenta, que nos habla de su gloria.

Entonces, hermanos, un medio por el cual nuestros sueños pueden llegar a hacerse realidad es
a través de las cuatro vestimentas. Sólo por el camino de la cruz arribaremos finalmente a la
gloria. Si no hay cruz, no habrá corona. Hermano, ¿quieres soñar, queremos soñar de Cristo y
su iglesia? Ese sueño te va a costar tu vida y va a costar la mía, porque a José le significó andar
el camino de la cruz. Pero, finalmente, su sueño llegó a ser realidad.

La visión es muy importante. Nuestra visión habla de nuestros sueños. Pero muchas personas
son sólo soñadores, y sus sueños nunca se ven cumplidos. Ahora bien, nosotros necesitamos
tener sueños, necesitamos tener visión. Pero la visión en sí misma no es suficiente. Sólo la
visión, más la obra de la cruz, tornará la visión en vocación.

Ahora entendemos que, cuando Pablo estaba en prisión, las cadenas fueron el secreto de la
realización de su sueño. Sí, él había tenido aquella visión maravillosa veinte años atrás. Gracias
a Dios por aquella visión, porque ella gobernó toda la vida de Pablo. Por eso, dice: “...no fui
rebelde a la visión celestial” (Hch. 26:19). En todos esos años, aquella visión gobernó su vida.
Entonces, ¿por qué la prisión, por qué las cadenas? Porque a través de aquellas cadenas, y de
los más de veinticinco años de trabajo del Espíritu Santo en su vida, aprendió el secreto: si
tienes la visión tú solo, aunque vivas de acuerdo a esa visión solo, nunca podrás compartirla con
otros; serás una persona única en el universo. Pero no, hermanos, esa visión debía ser para
cada uno de nosotros. A fin de que otras personas puedan recibir la misma visión, necesitamos
esas cadenas, necesitamos la obra del Espíritu Santo por medio de la cruz.

El Espíritu Santo siempre nos va a llevar hacia el Calvario, pero el Calvario siempre nos
conducirá a Pentecostés. El Espíritu Santo nos lleva hacia la cruz, y la cruz nos lleva de vuelta al
Espíritu Santo. He aquí cómo obra el Señor. Para Pablo, aquella visión había ocurrido veinte
años atrás, y él no fue desobediente a la luz celestial. Sin embargo, para que él pudiera
compartir la visión con cada uno de nosotros, era necesaria la Palabra de Dios. Era necesaria la
Palabra para fijar, para interpretar, aquella luz. No sólo Pablo podría entender, sino también toda
la iglesia de Dios. La visión no está limitada sólo a unas pocas personas. A veces, tú tienes la
visión, pero no tienes la Palabra. En ese caso, no es de extrañar que sólo un grupo de personas
puedan avanzar y que los demás hermanos simplemente sigan como ciegos. Este no es el
propósito de Dios. Nosotros hemos de compartir nuestra visión con todos los hermanos y
hermanas. ¿Cómo? Mediante la Palabra de Dios.

Cuando Pablo estaba en prisión, después de veinte años bajo la disciplina del Señor, tenía
acumuladas algunas palabras. El Espíritu Santo verdaderamente transformó el ‘logos’ en
‘rhema’. Desde la prisión, fue capaz de indicar a la iglesia el verdadero camino. Éste no es el
judaísmo, porque si sigues el patrón del judaísmo, copiarás el modelo del templo o el de las
sinagogas. El modelo del templo terminará con sacerdotes, y es lo que ocurrió a la iglesia en la
Edad Oscura. Por otra parte, si seguimos el modelo de las sinagogas, entonces vendrá la
división, como ocurre hoy. Por esa razón, cuando Pablo estaba esperando siete días en el
templo, Dios no pudo permanecer en silencio por más tiempo, y tuvo que corregirlo.

Gracias al Señor, mientras Pablo estuvo en prisión, mientras estuvo encadenado, estuvo en la
presencia del Señor, y la misma Luz volvió a él. Aquella luz se tornó mucho más brillante, como
podemos ver en los cuatro libros que explican aquella luz, especialmente acerca de la iglesia
como el cuerpo de Cristo. Cuando leemos esas cartas, no sólo vemos la luz, sino también la
plenitud de la luz. Y más que eso, no es sólo un sueño, sino un sueño que puede tornarse real.
Si aquel sueño fue hecho realidad para Pablo, también lo será para ti y para mí.

Hermanos y hermanas, gracias a Dios, nosotros somos como José. Nuestro sueño es ser
conformados un día a la imagen de Cristo. Es un sueño de gloria, pero ¿cómo podremos verlo
realizado? ¿Cómo podría ser manifestada la hermosura y la gloria de Cristo si andamos en
nuestra carne, si amamos al mundo? La cruz tiene que hacer su obra. Dios tiene que remover
todos los obstáculos –nuestra carne, nuestros pecados, el mundo, Satanás– que tratan de
impedirnos avanzar hacia la madurez.

Por esta razón, cuando Pablo escribió Efesios, habló acerca de la iglesia como el cuerpo de
Cristo, y nos dio la plenitud de la revelación. Cuando estudien esta carta otra vez, empezarán a
ver más clara esta luz maravillosa. En el capítulo 2 descubrirán que, mientras en el capítulo 1 la
iglesia está en los lugares celestiales –la iglesia ha nacido de lo alto–, por otra parte, en el día de
Pentecostés, ese cuerpo está en la tierra, porque el Espíritu Santo bautizó a aquellas ciento
veinte personas en uno, el cuerpo de Cristo; las convirtió en ciento veinte miembros del cuerpo
de Cristo.

Ahora bien, ¿qué es el cuerpo de Cristo? En el capítulo 2, Pablo trató de enfatizar dos aspectos
del cuerpo de Cristo. Recordemos que la iglesia es un odre nuevo, un nuevo vaso para el vino
nuevo. Ya no podemos seguir la tradición; por lo cual, si queremos conocer el camino para la
iglesia, Pablo ya lo ha dejado claramente establecido.

La iglesia expresa en la tierra al nuevo Hombre

Cuando llegamos al capítulo 2, en verdad estamos ocupados con dos pensamientos principales.
Como disponemos de poco tiempo, sólo vamos a mencionar de paso estos dos aspectos.

El primero tiene relación con Efesios 2:14: “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos
hizo uno, derribando la pared intermedia de separación...”. Aquí Pablo nos habla de dos grupos.
Se refiere a los gentiles y los judíos. Pero no encontramos gentiles y judíos en los lugares
celestiales; sólo los encontramos en esta tierra. Entonces, hermanos y hermanas, el cuerpo de
Cristo está sobre esta tierra.

Luego el versículo 15: “...aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos
expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre,
haciendo la paz...”. Aquí hay una expresión muy interesante: “un nuevo hombre”. ¿Qué es la
iglesia? La iglesia es el cuerpo de Cristo. Pero, ¿qué es el cuerpo de Cristo? El Espíritu Santo
continúa explicando: cuando uno ve el cuerpo de Cristo, en verdad ve un nuevo hombre. ¿Por
qué cuerpo de Cristo? Porque este es su cuerpo. Cristo es una persona, él tiene una
personalidad. Hoy, cuando se reúne el cuerpo de Cristo, estrictamente hablando, lo más
importante es que, a través del mover del cuerpo, pueda ser vista la personalidad invisible de
Cristo.

Quiero dar un ejemplo. Supongamos que tenemos aquí a un gran pianista. Cuando él está
tocando, sus dedos van desplazándose por el teclado, y sus ojos están leyendo las notas
musicales. Vemos un cuerpo tocando el piano, sus dedos están ocupados en mil doscientas
acciones, pero al mismo tiempo sus ojos están en la partitura, leyendo esas mil doscientas notas.
Al concluir, vemos que ese cuerpo trató de manifestar de alguna forma la plenitud de la
personalidad de esa persona. Allí tenemos un músico.

En cierta ocasión, un niño tocaba el violín y Einstein estaba presente. Al final, el físico felicitó al
niño y le dijo: “Querido niño, por medio de tu interpretación, veo la existencia de Dios”. Aquí
encontramos una personalidad, vemos cuán dotada de dones está. Ahora, supongamos que esa
personalidad no tiene un cuerpo, sabemos que la personalidad está allí, que hay una plenitud de
hermosura en ella, sabemos cuán dotada es, pero todo está en su mente, todo está oculto. Sólo
vemos esa personalidad cuando aquel cuerpo empieza a moverse.

Cuando nuestro Señor estuvo en la tierra, él anduvo de un lugar a otro. Cuando murió en la cruz
por nosotros, derramó su sangre. Con aquel cuerpo, conocimos que Dios es amor. Nos
acordamos cómo él oró en la cruz. Con el cuerpo que Dios le dio por medio de María, su
personalidad invisible se hizo visible. Hermanos y hermanas, esta es la misión de la iglesia hoy.
Cuando el cuerpo de Cristo se mueve sobre este planeta, en esta parte del mundo, el mundo
debe ver, no a la iglesia, sino a Cristo. ¿Por qué la Biblia dice que nuestros cuerpos tienen que
estar vestidos? Porque así las personas ven sólo la cabeza.

Entonces, ¿cuál es el testimonio de la iglesia? Que Cristo sea visto por el mundo. Cuando las
personas ven a Cristo, ellas no ven el cuerpo, porque el cuerpo está cubierto. Entonces Cristo, y
sólo Cristo es quien debe ser visto por el mundo.

Pensemos esto: Cuando nos reunimos todos, si alguno que no es creyente entra a la reunión,
¿qué verá? ¿Un grupo de chilenos, un grupo de chinos, por su cultura o por su apariencia? No,
hermanos. Cuando los creyentes se reúnen, si cada cual está escondido en Cristo, sólo la
Cabeza será visible. Más aún, la gente verá una personalidad: verá la hermosura y la gloria de
Cristo. He aquí porqué debemos madurar en el Señor: cada uno de nosotros debe alcanzar la
filiación. La filiación es nuestra meta. Hermanos, no se preocupen tanto de cómo hay que
reunirse. El cuerpo de Cristo es un organismo, no una organización. Gracias al Señor, no hemos
de preocuparnos por aquello, porque si somos maduros en el Señor, si crecemos en el Señor, de
alguna manera él estará obrando en nuestras vidas.

Déjenme tratar de explicar lo que es la iglesia: La iglesia es un nuevo hombre. En la iglesia no


vemos judíos, ni gentiles; brasileños, ni chilenos. ¡Es un nuevo hombre! ¿Comprenden? Esta
personalidad no representa una cultura; sólo expresa a Cristo. ¿Qué queremos mostrar al
mundo? ¿Qué es la iglesia? La iglesia es un nuevo hombre. Cuando la personalidad de Cristo es
vista en este mundo, entonces la iglesia funciona como un nuevo hombre. Esto es muy
importante. He aquí por qué tenemos el cuerpo de Cristo: pues, por medio del mover de este
cuerpo, ha de ser manifestada la personalidad de Jesucristo.

La naturaleza y el carácter de Cristo

Ahora, ¿cómo y cuándo debería ser manifestada la personalidad de Cristo?

Permítanme explicarlo. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, recibimos la vida de
Cristo. Y esa vida tiene una naturaleza. Nosotros la llamamos la naturaleza de Cristo. En esta
naturaleza, tenemos el amor de Cristo, la paciencia de Cristo, la humildad de Cristo. Después
que hemos sido salvos, una vez que la vida de Cristo está en nosotros, de tiempo en tiempo,
manifestamos aquella naturaleza maravillosa. A veces somos impacientes, pero gracias al Señor
–porque tenemos la maravillosa comunión con él–, la vida de Cristo fluye de nuestro interior.
Esta vida tiene una naturaleza: a veces es humildad, a veces es paciencia, y gracias a Dios,
después que fuimos salvos, este es nuestro testimonio: hemos sido cambiados completamente,
porque ahora somos participantes de la naturaleza divina.

Ahora, ¿qué es naturaleza? Supongamos que tenemos algunas gallinas aquí, y unos patos acá.
Cada cual tiene su propia naturaleza. Una gallina es una gallina, un pato es un pato. ¿Cómo
sabemos que su naturaleza es diferente? Si llevamos a unos y a otros cerca del agua, aun sin
darles lecciones, los patos entrarán al agua y las gallinas no. ‘Gallina’ puede tener dos
significados. Por una parte, es un ave doméstica, y por otro lado, es alguien temeroso. Esa es la
naturaleza de una gallina. Cuando se acerca al agua, no querrá avanzar más. Sin embargo,
cuando los patos ven el agua, entran en ella. ¿Lo ven? No es necesario enseñarles. Está en su
naturaleza.

Después que has sido salvo, las personas pueden ver la paciencia de Cristo en ti, especialmente
tu esposo. Aún más, la esposa descubre en su esposo la humildad de Cristo. Es muy natural
después de haber sido salvo, porque la vida de Cristo está en ti. Empezamos a vivir aquella vida,
natural y espontáneamente, sin esfuerzo. Esto es muy natural. A esto llamamos la naturaleza de
Cristo.

Pero entonces, hermanos, nos encontramos con un problema. En verdad tenemos la naturaleza
de Cristo, y de vez en cuando manifestamos su paciencia y su maravillosa humildad. Sin
embargo, tenemos problemas, pues esto ocurre sólo en forma ocasional; no sucede todos los
días. Anhelamos que la paciencia de Cristo venga cada día, pero no es así: a veces tenemos un
volcán adentro, aunque no vivamos en Villarrica. Y aunque no vivamos en Toltén, allí en la
familia vamos a sufrir a veces un maremoto. Aunque amas al Señor, no puedes ayudarte a ti
mismo. Te gustaría tener la paciencia de Cristo cada día, pero parece que la paciencia de Cristo
viene y se va, la humildad de Cristo viene y se va. Entonces oras: “Señor, te ruego que la
paciencia de Cristo pueda permanecer en mí todo el tiempo”. Y el Espíritu Santo va a obrar más
aún. Él comenzó con la naturaleza de Cristo, pero ahora va a transformar esa naturaleza en el
carácter de Cristo.

El carácter de Cristo se forma cuando el Espíritu Santo transforma la paciencia de Cristo en


nuestro carácter. Así, la paciencia de Cristo permanecerá en nosotros todo el tiempo. ¿Lo ven?
Cuando decimos carácter, nos referimos a una característica especial. Yo tenía un alumno que
usaba barba, y siempre tenía una peineta en su mano. Yo pensaba que era para peinar sus
cabellos; pero no, era para peinar su barba. Eso es carácter. Siempre que uno lo veía, él estaba
peinando su barba. Si la paciencia de Cristo llega a ser tu carácter, cada vez que la gente se
encuentre contigo, siempre verá la paciencia de Cristo. Ésta habrá llegado a ser tu característica.

Déjenme contarles una historia real. Hudson Taylor, el fundador de la “Misión al Interior de la
China” fue un gran hombre de Dios. Mucha gente preguntaba a los misioneros que lo conocían:
“Dime, por favor, cuando te encuentras con Hudson Taylor, ¿cuál es el punto en que él te
recuerda a nuestro Señor?”. Entonces los misioneros respondían: “Una de sus características es
ésta: es un hombre muy ocupado. Su tiempo es como el oro”. En la Misión al Interior de la China
había casi mil misioneros, así que, sin duda, era uno de los hombres más ocupados sobre la
tierra. Sin embargo, los misioneros decían: “Siempre que uno habla con él, una cosa te hace
recordar a nuestro Señor: cada vez que él habla contigo, es como si tu asunto fuera el asunto
más importante de todos, y como si él fuera alguien que no tiene nada que hacer. Él deseaba
hacer todo para servirte. Cuando un hombre muy importante habla contigo, siempre está
mirando su reloj, para recordarte que él es un hombre muy ocupado. Sin embargo, Hudson
Taylor nunca miraba su reloj”. Cada vez que los misioneros venían a él, realmente los
impresionaba mucho. ¿Qué significa eso? Que algo del carácter de Cristo había sido trabajado
en la vida de Hudson Taylor.

Cuando estuve en Santiago, permanecí con una familia en que había una niña muy amorosa.
Ella tenía una habilidad maravillosa para trabajar en cerámica grabada. Si usted tiene un plato y
desea decorarlo con un diseño, hay un problema: el diseño puede ser muy hermoso, pero si uno
aplica mucha fuerza sobre el plato, puede destruirlo. Es muy fácil dañarlo. Pero nuestra hermana
tiene una habilidad: después que ella moldea el plato, lo decora, y lo pasa por el fuego. De esta
manera, la figura queda grabada en forma permanente. Luego, aunque se use la fuerza para
intentar borrarlo, la figura permanecerá allí. Esta es una ilustración del carácter de Cristo.

¿Cómo la naturaleza de Cristo se va a tornar en el carácter de Cristo? Primero, tenemos que dar
al Señor su tiempo. Tenemos que consagrarnos a nosotros mismos, tenemos que presentar
nuestros cuerpos en sacrificio vivo, y permitir pacientemente que el Señor pueda trabajar con
nosotros. Tenemos que dar tiempo al Señor –su tiempo– para que él pueda obrar en nuestra
vida. A veces, él puede tomar tres años, otras veces diez años. Nosotros no lo sabemos. ¿Está
tu tiempo en las manos del Señor? ¿Permitirás que él trabaje en tu vida? En segundo lugar, es
necesaria la obra de la cruz. Solamente cuando el plato pasa por el fuego, el diseño quedará
grabado para siempre allí; la hermosura estará siempre allí. De este modo descubrirás que algún
rasgo del carácter de Cristo llega a ser tu propio carácter. Y, cuando las personas te encuentren
nuevamente, verán la hermosura y la gloria de Cristo.

Pero no olvides que a través de toda tu vida, sólo tendrás algunas de las características de
Cristo, porque es imposible que una sola persona las reúna todas. Será necesaria toda tu vida,
para que la paciencia o la humildad de Cristo sean formadas en ti. ¿Qué significa esto? Que tú
no eres perfecto. Sólo la paciencia, o quizás la humildad, harán que las personas vean un reflejo
de nuestro Señor en ti. Pero, en otros aspectos, tú no eres perfecto. Cada uno de nosotros tiene
que pasar por el fuego, por la obra de la cruz. Por esto, los maremotos y los terremotos son una
cosa necesaria.

Tu esposo es el mejor esposo, diseñado en un cien por ciento para ti; tu esposa ha sido cien por
ciento diseñada para ti; sin embargo, con nuestra maravillosa familia a veces pasamos por el
fuego. Gracias al Señor, de esta manera vamos siendo conformados a la imagen de Cristo.

Hermanos, ahora vemos cuán importante es el carácter de Cristo. ¿Tienes el carácter de Cristo
en ti? ¿Tienes la naturaleza de Cristo en ti? Pues, ahora tienes que permitir que la obra de la
cruz actúe profundamente en tu vida. Es por eso que no siempre todos los rostros o todas las
voces nos son agradables. Gracias al Señor, esas personas son gente amorosa –quizás tu
esposo, quizás tu esposa, quizás tus hijos–. Ellos te hacen feliz, pero también te hacen sufrir.
Gracias a Dios, pues debido a este fuego, vamos adquiriendo madurez.

¿Sabes cómo Jacob maduró, cómo pasó de gusano a mariposa? Dios usó sus cuatro esposas,
sus hijos e hijas. ¡Gracias al Señor, tenemos solamente una! ¡Jacob tenía cuatro! Cuántos
volcanes había en aquella familia. Y también los niños. Cada niño es un volcán. Pero, hermanos,
gracias a Dios por nuestra familia. Y más aún, cuando vienes a una reunión, amas a tus
hermanos, los abrazas y los besas. Estás en el período de la luna de miel. Pero aguarda,
después que termine la luna de miel, sabrás qué tipo de sufrimientos vas a pasar en la iglesia.
Entonces descubrirás las diferencias. Sin embargo, gracias a Dios, nunca los dejarás, porque
son parte de tu familia.

Recuerdo la historia de dos jóvenes enamorados. Ella hablaba, él escuchaba. Después que se
casaron, en la luna de miel, él hablaba y ella escuchaba. ¡Qué bello es esto! Después de la luna
de miel, los dos hablan, ¡y los vecinos escuchan!

Hermanos, a veces decimos: “Yo sueño con el cuerpo de Cristo”. No sabemos qué tipo de sueño
tenemos. Dios nos va a dar todo tipo de hermanos y hermanas. Algunos de ellos son amorosos,
otros no lo son tanto. Sin embargo tú tienes que amarlos. Por esta vía, la paciencia de Cristo, la
humildad de Cristo, van siendo formadas en ti. Por esta razón, Pablo decía que sufría dolores de
parto. Por eso el Espíritu Santo está obrando hoy.

La iglesia como expresión de la personalidad de Cristo

Gracias al Señor por la maravillosa visión de Cristo y su cuerpo. La iglesia de Dios ha de


manifestar la personalidad de Cristo. ¿Dónde vamos a encontrar esa personalidad? El secreto es
este: Cuando pones todas las características de Cristo juntas, cuando las sumas todas en sus
diferentes aspectos: su humildad en uno, su paciencia en otro, luego, cuando nos reunimos, la
suma total de ellas conforma la personalidad de Cristo. ¿Qué es tu personalidad? Coloca juntas
todas tus características, los diferentes aspectos de tu carácter, y entonces súmalos: eso es tu
personalidad.

La personalidad de Cristo es la imagen de Cristo. Entonces, cuando decimos que estamos


siendo transformados a la imagen de Cristo, esto significa que el mundo verá la personalidad de
Cristo. Cuando decimos que estamos siendo transformados a la imagen de Cristo, necesitamos
todo el cuerpo de Cristo para expresarlo. Las personas ven algo en ti, algo en él, algo en ellos.
No lo olviden, sólo cuando la iglesia esté reunida junta, el mundo va a ver la paciencia en ellos,
la humildad en ellos; de esta manera, verán la hermosura de Cristo, la personalidad de Cristo. Y
gracias a Dios, en la iglesia, vamos siendo transformados a la imagen de Cristo.

Ahora entendemos cuál es el error del misticismo en la historia de la iglesia. Los místicos sabían
que ellos debían ser transformados a la imagen de Cristo, pero pensaban que cada uno podía
alcanzar individualmente esa imagen, y nunca lo lograron. Gracias al Señor, algunos aspectos
del carácter de Cristo fueron vistos en ellos. Pero su error fue que ellos se ocultaron en
monasterios, se alejaron de los hombres, y nunca vieron la iglesia. Aquellos santos en la historia
de la iglesia, como san Agustín, san Francisco, soñaron un sueño que nunca se realizó.

¿Qué es un santo? Es alguien que está siendo transformado a la imagen de Cristo. De acuerdo
a la tradición, san Francisco era tan santo que un día tuvo en sus manos y en su ckstado los
estigmas de Cristo. Este santo estaba siendo transformado a la imagen de Cristo, pero esa no es
la transformación de acuerdo con la Biblia. Por esta razón, nadie debería ser individualista; cada
uno de nosotros tiene que ser humilde. Ninguno de nosotros es indispensable. La razón es muy
sencilla: tú nunca vas a arribar allá solo; es necesaria toda la iglesia de Cristo para llegar allá.

Necesitamos a nuestros hermanos para poder ser transformados a la imagen de Cristo.


Entonces podemos entender por qué nuestro Señor es el primogénito entre muchos hermanos.
Cuando el mundo ve esta personalidad, queda claro que él es la Cabeza de la iglesia. Él es el
primogénito, y él va a llevar muchos hijos a la gloria. Ahora, cuando estamos siendo
transformados a la imagen de Cristo, esa es la iglesia gloriosa, santa y sin mancha. Hermanos y
hermanas, ¿pueden ver estos aspectos maravillosos?

Por eso la Biblia habla acerca de un nuevo hombre. Tú tienes una nueva personalidad. Todo es
nuevo en la nueva creación. Esto no representa la cultura de los judíos, ni la de los gentiles; ni
de los chilenos, ni de los brasileños. No, hermanos. Ahora, ¿qué veremos? Cuando el Cuerpo se
mueve en esta parte del mundo, el mundo no dirá: “Ese es otro movimiento”. No. Ellos dirán:
“Hemos visto a Cristo, hemos visto la personalidad de Cristo en medio de ellos”.

Por esta razón, la filiación y el señorío van entrelazados. Cuando todos somos maduros en
Cristo, gracias al Señor, de alguna forma Su carácter está siendo formado en nosotros cuando
nos reunimos. Este es el testimonio para el mundo. “Esto no es sólo una congregación; no es
sólo un tiempo en que nos juntamos y estamos muy contentos”. –Gracias al Señor, algunas
veces estamos gozosos; pero este es sólo un pequeño detalle–. Si ustedes realmente sueñan
con el cuerpo de Cristo, tomará un largo tiempo hasta que ese sueño venga a ser realidad.

Por medio de la cruz somos transformados en la imagen de Cristo

Hay algo muy interesante en el estudio de la vida de José. Dios hizo algo en su vida. José llegó a
ser un tipo de Cristo. En tiempos del Antiguo Testamento, si Dios deseaba tomar a alguien como
un tipo de Cristo, él arreglaba la vida de aquella persona. Entonces, aunque Cristo iba a nacer
después de dos mil años, y José nació mucho antes que él, Dios arregló la vida de José, siempre
de acuerdo al patrón de la vida de Cristo. Por causa de que Cristo tuvo primero la cruz y después
la corona, lo mismo sucedió con José. Por eso José tenía que ser vendido, tenía que ser
rechazado, aun cuando era la delicia de su padre, tal como Cristo era la delicia de su Padre
celestial. José vino a los suyos, mas ellos lo rechazaron, lo vendieron.

José vivió su vida, no de acuerdo a sí mismo, sino de acuerdo a Cristo. Porque Cristo primero
sufrió, después fue glorificado. Primero la humillación, luego la ascensión. Primero la cruz, luego
la corona. Por eso, un día José llegó a ser un tipo de Cristo. Él no vivió su propia vida. Tuvo un
patrón, un modelo. Aunque José vivió más de mil años antes, cuando Dios arregló su vida, lo
hizo de acuerdo al modelo de Cristo.

Recordemos que, cuando estuvo en prisión, había dos criminales con él: uno fue salvo, el otro
murió. Conocemos muy bien la historia. Lo mismo sucedió cuando nuestro Señor estaba en la
cruz. Había dos criminales junto a él. Uno fue salvo, el otro pereció. Sin embargo, nuestro Señor
era inocente, no tenía pecado. Cuando José estaba en prisión, aunque él era inocente, estaba
en medio de los criminales. Es claro que la vida de José fue creada de acuerdo a la vida de
Cristo. No es de sorprender que entre los personajes de la Biblia, José es realmente el que más
se asemeja a Cristo. Es el mejor tipo de Cristo en la Biblia, porque aun los pequeños detalles nos
remiten a él.

Ahora podemos entender los sueños de José. Un día él estaría en la gloria. Eso significa que él
anhelaba vivir una vida como la del Señor Jesús. Un día, cuando él estuvo en el trono, en su
tiempo, casi había sido transformado a la imagen de Cristo. Entonces, hermanos, ¿cuál es
nuestro sueño? Nuestro sueño es que un día nosotros seamos transformados a la imagen de
Cristo. El secreto para que este sueño pueda ser realizado es que los cuatro sueños requieren
cuatro vestimentas. Así descubrimos que José realmente alcanzó su meta.

Con este ejemplo, cuando retornamos a Efesios, sí, en verdad somos soñadores. Sin embargo,
nuestro sueño debería tornarse realidad. El modo por el cual un día este sueño se hará realidad
es a través de la obra de la cruz en nuestra vida. Ahora sabemos que cuando la iglesia esté
madura, el mundo verá la personalidad de Cristo. En otras palabras, nosotros estamos siendo
transformados a Su imagen. Cristo, y sólo Cristo será visto por el mundo. Este es el testimonio
de la iglesia.

Es vergonzoso que el mundo vea solamente a la iglesia y no vea a Cristo. Ese es siempre el
peligro: nuestra tendencia a promover la iglesia, promovernos a nosotros mismos. Por esta vía,
las personas ya no ven a Cristo. Ven que hay personas maravillosas, ven un movimiento
maravilloso. Pero, ¿dónde está Cristo?

Un hermano escribió un libro llamado “Considerando los odres”. Un día, un hermano preguntó a
un hermano anciano –una persona muy experimentada en las cosas del Señor– lo que pensaba
acerca de ese libro, el cual habla de la iglesia, del cuerpo de Cristo. Nuestro hermano hizo sólo
una declaración: “Sí, en verdad veo los odres; pero, ¿dónde está el vino nuevo?”. Esta debería
ser nuestra pregunta todo el tiempo. A veces estamos tan ocupados con los odres, que
olvidamos que el cuerpo es sólo un vaso para que la personalidad de Cristo pueda ser vista por
este mundo. Nuestro cuerpo debería estar cubierto, pues cuando lo exponemos, es vergonzoso.
¿Por qué el cuerpo tiene que estar cubierto? Porque solamente la cabeza debe ser visible.

Como Rut en los campos de Booz

Hermanos y hermanas, nuestro tiempo ha terminado. En verdad, hay dos puntos principales en
este capítulo. He intentado cubrir ambos, pero no nos alcanza el tiempo para ver detalladamente
el otro aspecto. Sin embargo, éste es muy sencillo. Veamos Efesios 2:19-22: “Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo
santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios
en el Espíritu”.

¿Qué es el cuerpo de Cristo? Es la morada del Padre. No tenemos tiempo para revisar esta
expresión a través de la Biblia. Es otro aspecto fundamental acerca del cuerpo de Cristo. En el
Antiguo Testamento estaba el templo de Dios; pero aquél era solamente una sombra. La realidad
es el cuerpo de Cristo. Lamentablemente debemos detenernos aquí. Sin embargo, confiamos en
que el Espíritu Santo continuará hablando a cada uno de nosotros.

De nuevo, les agradezco su paciencia. Sé que ustedes no están acostumbrados a mensajes tan
extensos, y admiro su paciencia. Sin embargo, mi oración es que verdaderamente el Señor hable
a cada uno de ustedes a través de esta maravillosa carta a los Efesios. Como lo han notado, no
hemos concluido su análisis; aunque teníamos la ambición de verla completa, sólo pudimos
empezar su estudio.
Ustedes conocen cuánta riqueza tiene la palabra de Dios. Nunca vamos a terminar de
escudriñarla por completo. Por la gracia del Señor, somos solamente como Rut en los campos
de nuestro Booz. Espigamos un poco aquí, un poco allá, y aun con esa cosecha estamos
satisfechos. Que el Señor continúe hablándonos.

Vamos a orar: Amado Señor, te damos gracias por esta maravillosa oportunidad de estar
sentados a tus pies, con todos los hermanos y hermanas. Ha sido una semana de oro.
Verdaderamente has hablado a cada uno de nosotros. Oramos para que esta semana sea una
semana especial en nuestras vidas y tú puedas hacer una gran obra en medio nuestro, para tu
testimonio. Amado Señor, habla a nuestros corazones de una manera muy viva y muy poderosa.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Que tu corazón quede
satisfecho. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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028. ¿Dónde moras?

¿Dónde moras?
(Entrando en la intimidad con Cristo)
Juan 1:29-42

Juan el Bautista ve a Jesús y comienza a dar testimonio de él, diciendo:

- He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Sin embargo, nada especial parece ocurrir.

Al día siguiente, Juan ve otra vez a Jesús, y vuelve a decir:

- He aquí el Cordero de Dios.

Esta vez, le oyen dos de sus propios discípulos, los cuales siguen a Jesús.
Juan se los queda mirando, sin hacer nada por retenerles. Juan sabe que tiene que perder para
que Jesús gane. O, como dice el evangelio, tiene que menguar, para que Cristo crezca (Juan
3:30). Su misión como precursor es predicar a Cristo, procurar que todos le vean y le sigan.

Entretanto, Jesús se da cuenta de que le vienen siguiendo. Entonces se vuelve, y les pregunta:

- ¿Qué buscáis?

Esta es una pregunta muy interesante. Y directa. Sí, ¿por qué le seguían?

¿Qué buscáis?

Al menos en dos ocasiones, Jesús confrontó a las gentes con las verdaderas motivaciones que
tenían al seguirle. En ambas, él fue directo y hasta severo. Como si no le interesara que le
siguieran.

En la primera, el Señor les plantea las altas demandas para el discípulo:

- Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y


hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo ... Cualquiera de vosotros
que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:25-26,33).

Esto significa, nada menos, que aborrecer a todos, y renunciar a todo. No era ésta una palabra
popular, ni pretendía granjearse el favor de la gente.

En la segunda ocasión, el Señor les representa la mezquindad de corazón con que le seguían.
Luego de multiplicar el Señor los panes y los peces, ellos desean hacerle rey; pero como se les
escabulle, le buscan y le siguen, incluso hasta más allá del mar.

Al encontrarle, le preguntan:

- Rabí, ¿cuándo llegaste acá?

El Señor, que conocía perfectamente lo que buscaban, les dice:

- De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque
comisteis el pan y os saciasteis. (Juan 6:25-26).

Estas motivaciones, así como las preguntas de la gente, y las respuestas del Señor, son muy
recurrentes, y se siguen dando hasta el día de hoy.

Muchos se acercan al Señor sólo para ser saciados, o sanados, o defendidos (como si él fuera
un talismán). Sólo para eso. Pero el Señor, que no puede ser engañado, que sabe lo que hay en
el hombre (Juan 2:25), nos confronta con este asunto, directamente.

¿Dónde moras?

Los discípulos de Juan tuvieron, sin embargo, una motivación muy distinta.

Ellos le dijeron:

- Rabí, ¿dónde moras?


El Señor les dijo:

- Venid y ved ...

El Señor no rechaza a los "intrusos" (porque la pregunta de ellos era indiscreta), sino que les
invita a la casa donde alojaba. Él no los había llamado, pero tampoco les rechaza. Él solía decir:

- Al que a mí viene, no le echo fuera (Juan 6:37).

Sin embargo, en uno de sus discursos, el Señor también les diría:

- Vosotros no me elegisteis a mí, sino que yo os elegí a vosotros. (Juan 15:16).

¿Cómo se cumplió esto con esos dos discípulos? ¿Los escogió él, o ellos se ofrecieron?

No es que se hayan ofrecido. A ellos también los llamó el Señor, lo que sucede es que la forma
del llamamiento fue distinta. Él inquietó sus corazones y los atrajo hacia sí, de modo que le
siguieron. ¿Quién podría seguirle si él no llama?

Ellos fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día. En el acto de seguirle, ellos
manifestaron interés por su persona. A diferencia de las multitudes, ellos no querían obtener algo
de Jesús, sino que querían conocerle. Les atraía Jesús mismo.

¿Qué vieron estos hombres en él? Seguramente en esa casa no había nada que les pudiera
llamar especialmente la atención. Al menos, nada de lo que a los hombres les llama la atención.
Sin embargo, ellos debieron de haber visto algo en Jesús, porque a la mañana siguiente, uno de
ellos, Andrés, encontró a Simón, su hermano, y le dijo:

- Hemos hallado al Mesías.

Pedro debió de sorprenderse muchísimo al oír esta frase. Porque decirle eso a un judío, por
ignorante que fuera, era darle la noticia más espectacular jamás oída. Para escándalo o para
gozo, era espectacular. Era una noticia esperada por siglos.

Fue todo un hallazgo el de Andrés. ¿Qué había visto él esa noche, qué cosas oyó de labios de
Jesús, qué extraño fulgor vio en su mirada, qué acento percibió en sus palabras? ¿Qué le quemó
allá en lo profundo de su alma? ¿Qué cosa tan grande fue lo que él vio y oyó -podemos
sospecharlo- para que saliera hablando así?

Andrés no esperó a que su hermano se repusiera de su sorpresa, sino que en seguida le trajo a
Jesús.

Seguramente Pedro le miró y remiró. Le escuchó atentamente, colando cada palabra, con esa
actitud cazurra de la gente de pueblo, que desconfía de todos y de todo.

Pero Pedro también se quedó con él. Para siempre.

Es un honor ser invitado

El Señor Jesús vino a salvar a todos los hombres, pero también vino a hacer discípulos. Él no se
complace tanto en los que le buscan para ser sanados (aunque igualmente los atiende, porque
es misericordioso y compasivo), sino en los que vienen preguntándole dónde mora.
Eso deseaba en aquel tiempo, y eso mismo desea hoy. Él quiere que nosotros vengamos a ver
dónde él mora, y que nos quedemos con él para siempre. Luego, él también desea que cuando
hagamos discípulos los confrontemos con la misma pregunta que él le hizo a aquellos discípulos
de Juan.

Las multitudes de hoy siguen a Jesús por las mismas motivaciones que las de antaño. Tal vez
cambien los matices y el ropaje de ellas, pero en el fondo sus motivaciones siguen siendo las
mismas. También los discípulos de Jesús le siguen por la misma motivación de aquellos dos
discípulos, al margen de las multitudes. Ellos conforman un grupo íntimo que se interesa en
conocerle a él, en contemplarle, y seguirle de cerca.

No podemos contentarnos meramente con formar parte de la 'cristiandad', tan interesada y


veleidosa. Ella lo nombra porque él forma parte del 'totum' social, como un ente aglutinador y
como mero sustrato de sus tradiciones. Ella le celebra, es cierto, pero también celebraría a
cualquiera otro que le reemplazase, así como los hindúes celebran a Buda y los musulmanes a
Mahoma.

Por eso, hemos de apartarnos de esa marea, para venir donde él mora, y quedarnos con él.

Algunos hemos venido como estos dos discípulos, no sabiendo todavía quién era de verdad; le
hemos hablado (a veces con impertinencia, otras con temor), y él no nos ha rechazado. Antes
bien, nos ha atraído, descubriéndonos su corazón, de modo que ha sido imposible no amarle.

Tal vez él te conceda a ti también el privilegio de seguirle. Es posible que él te esté haciendo oír
su voz. Si es así, considérate un bienaventurado, y síguele sin pensarlo más. No sea que su voz
pase de ti, y dejes de oírla.

Seguirle no depende de que uno se ofrezca, sino de que él llame. Y su llamado es inconfundible.
Puede ser una voz casi audible, o puede ser una voz sin palabras, una inquietud, un deseo. Sea
como fuere, si lo sientes, sabrás que es él. Entonces, tienes que seguirle hasta la casa donde
mora, porque es un honor que él te concede.

Jesús es el Señor, y nosotros no le escogemos a él, sino que él escoge a quienes van a su
morada.

Discípulos, no meros seguidores

Ser "discípulo" es más que ser "uno que le sigue".

En cierta oportunidad, Pedro le dijo al Señor:

- Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

El Señor respondió:

- De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o
hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo
venidero la vida eterna. (Lucas 18:29-30).

Pedro era inconstante, arrogante y ambicioso (además, negó al Señor), pero lo dejó todo por
Jesús. Sí, eso hizo Pedro. Así que, antes de juzgarlo por todo lo reprobable que hizo,
preguntémonos cuánto hemos dejado nosotros por el Señor.
En una ocasión, en que todos se volvían atrás, el Señor dijo a sus íntimos:

- ¿Queréis acaso iros también vosotros?

Entonces Pedro le respondió:

- Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y
conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. (Juan 6:68-69).

Pon tu nombre

De los dos discípulos de Juan que aquel día siguieron a Jesús, conocemos el nombre de sólo
uno de ellos: Andrés. ¿Quién era el otro? No lo sabemos.
Hay allí un discípulo innominado; hay allí un vacío que tal vez esté esperando por ti. Tal vez haya
quedado así para que pongas allí tu nombre.

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029. ¿Qué tienes conmigo, mujer?

¿Qué tienes conmigo, mujer?


(La tentación de la popularidad)
Juan 2:1-4

Esta escena ocurre en el comienzo del ministerio de Jesús, en Caná. Son las bodas de Caná.

María, su madre, se acerca a Jesús, y le dice:

- No tienen vino.

Esta es una simple frase, pero dice mucho más de lo que las palabras dicen.

Sabiendo Jesús de qué se trataba, le responde, tajante:

-¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

María sabe quién es su hijo, y qué cosas puede hacer su hijo. Es más, ella sabe qué cosas está
destinado a hacer su hijo.

Por eso le expone esa necesidad. Ella piensa que si Jesús está allí no tiene por qué haber
necesidad de nada. No tiene por qué haber un novio sufriendo la falta de vino en su boda.

Pero el Señor le dice a María, su propia madre:

- ¿Qué tienes conmigo, mujer?


Mucho se ha dicho acerca de estas palabras, muchos por qué y para qué. Pero ¿qué significan
en realidad? No pretendemos pontificar, pero hay aquí, en estas palabras, algo muy simple. Si el
Señor hace allí un milagro, causará un tremendo impacto, correrá la voz, y la gente vendrá.
Bueno, él sabe qué clase de revolución van a causar sus palabras y sus milagros más adelante.

Sabe de qué modo los sacerdotes, por envidia, se le van a oponer. Y sabe cómo, por esa
envidia, le van a llevar a la muerte. Pero ¡ay!, ella no sabe.

Todavía no es el tiempo. Sin embargo, María quiere empujarle hacia la popularidad, hacia el
embelesamiento de las gentes. Hacia la muerte.

Pero aún no es el tiempo.

Escapando de las turbas

No sólo en esta ocasión Jesús intenta evitar el reconocimiento de la gente. Recordemos otros
casos.

Después de sanar al leproso, le dice:

- Mira, no lo digas a nadie; sino, ve, muéstrate al sacerdote. (Mateo 8:4).

Después de sanar a los dos ciegos, el Señor les encarga rigurosamente:

- Que nadie lo sepa (Mateo 9:30).

Cuando Pedro confiesa a Jesús como el Cristo, el Señor le prohíbe divulgarlo (Mateo 16:20); lo
mismo ocurrió luego de hacer algunos milagros (Marcos 5:43; 7:36). Incluso a los demonios les
prohíbe que lo identifiquen (Marcos 3:11-12).

Jesús rehuía el reconocimiento, porque eso le acarrearía la muerte. "Después de estas cosas
-dice Juan 7:1- Jesús no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle." Si las
gentes le ensalzaban, y le reconocían como el Cristo, los sacerdotes se espantarían (como se
espantaron) y le crucificarían. (Ver, además, Marcos 9:30-31).

Por supuesto, no siempre él podía esconderse, ni rehuir a la gente. Sus milagros eran
demasiado grandes como para pasar inadvertidos. Además, su meta era salvar, sanar y libertar,
no esconderse; ni menos escapar de la muerte. Si podía hacer todo aquello en secreto -si de él
dependía- lo hacía en secreto. Pero no siempre se podía. Normalmente, la gente salía dando
voces y proclamando a todos lo que Jesús les había hecho.

Jesús era popular a pesar suyo.

Nosotros, en cambio, buscamos serlo, a costa de todo, no importa cómo.

A nosotros, la popularidad seguramente no nos acarreará la muerte. No, al menos, en el sentido


que le significó a Jesús; aunque sí puede traerla en otro sentido.

Es posible que la popularidad no nos encuentre bien preparados. (En verdad, es difícil que nos
encuentre bien preparados). Si ella crece rápidamente, y nuestra base de sustentación es
demasiado débil, nos vendremos al suelo. La popularidad segura (y merecida) requiere de un
respaldo de vida, de poseer un carácter más que de poseer ciertas habilidades o dones. Para ser
popular y no caer estrepitosamente después, se requiere más de sabiduría que de inteligencia.
Para ser popular y no venirse abajo se requiere tener mucho de Cristo.

Si nos afanamos por alcanzarla, tal vez cedamos en lo que no debemos, y nos afirmemos en
aquello que desagrada a Dios.

Entonces, lo habremos perdido todo.

Así que, cada vez que la popularidad venga a tentarnos, digámosle con desenfado:

- ¿Qué tienes conmigo, mujer?

Y añadámosle:

- Aun no ha venido mi hora.

No es hora de ser conocidos, sino de morir

Este episodio con María sucedió en el comienzo del ministerio de Jesús, en Caná de Galilea.
Pero hay otro hecho de similar significado que ocurrió bastante después, casi al final de su
carrera.

En efecto, poco antes de ir a la cruz, vinieron unos griegos buscándole. Estos hallaron a Felipe, y
le dijeron:

- Señor, quisiéramos ver a Jesús.

Felipe se lo dijo a Andrés, y ambos fueron a decirle al Señor que unos griegos querían
conocerle. Entonces él les dio la respuesta más sorprendente que pudieran haberse imaginado:

-Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que
si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
(Juan 12:23-24).

En otras palabras, les dijo:

- No es hora de ser conocido, sino de morir.

¿Qué importancia tiene el ser conocido para uno que tiene la cruz encima? ¿Qué importa el
halago de vivir para uno que está a las puertas de la muerte? Lo único que importaba en ese
momento era que tenía que morir, y morir bien.

Luego agrega, para que no quede ninguna duda:

- El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la
guardará.

Así que, tanto en el comienzo de su ministerio, como al final de él, su actitud no varió. Él vivió
siempre a espaldas de la opinión de la gente, como huyendo de su aplauso.

Jesús vivió para morir


Después de la transfiguración en el monte, el Señor Jesús dijo a los discípulos:

-No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. (Mateo 17:9).

Antes de la cruz, no había lugar para el reconocimiento, sino para hacer la obra que el Padre le
había dado. Antes de la cruz, él miraba hacia la cruz, y vivía en el principio de la cruz. Después
de la resurrección habría lugar para lo demás.

Antes de la cruz, hacía callar a quienes decían que él era el Cristo; después de la resurrección,
en cambio, él mismo les habría de demostrar a sus discípulos que lo era. (Lucas 24:26-27).

La popularidad, hoy

Hoy la popularidad se busca con afán y hasta con cinismo. Esto ocurre en el mundo -lo cual no
debe extrañarnos- y también ocurre en los ambientes cristianos - lo cual sí debiera extrañarnos.

Muchos cristianos buscan, al igual que el mundo, promocionarse, darse a conocer, y para ello
crean --igual que el mundo- organismos y estrategias de 'marketing' - igual que el mundo.

Muchos cristianos hoy son como esas estatuas pequeñas levantadas sobre pedestales altos.
Cuanto más alto el pedestal, más esmirriada es su figura. O como esas pinturas que de lejos
lucen bien, pero de cerca no lucen tanto.

De lejos, ellos se ven rodeados de aureolas, por el efecto de las luces y de toda la parafernalia
circense. De cerca, se ven sólo como hombres; demasiado humanos. Y entonces, decepcionan,
y causan tropiezos.

Hay cristianos que usan sus dones para alcanzar la fama, no para edificar a la iglesia. Hay
cristianos que utilizan a otros para alcanzar la cima, no para bendecir a la iglesia. Hay cristianos
que cantan para hacerse un nombre, no para compartir a Cristo. Hay cristianos que escriben
libros sólo para satisfacer demandas editoriales, no para hacer la obra de Dios.

Ser conocido hoy, en esta era de las comunicaciones, es relativamente fácil. Ser conocido para
el éxito y ser conocido para el fracaso. Ser conocido en lo que es bueno y ser conocido en lo que
es malo. Pero ser uno que muere cuando quieren conocerle, es bastante más difícil.

Así que, seamos resueltos para decir, sin ambages, sea a la señora popularidad, a la señora
vanidad, o a nuestra propia madre:

-¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.

Y bien podemos agregar:

Sólo seré conocido después de mi muerte, y a causa de ella.

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030. Limpiando el templo


Limpiando el templo
(La santificación del cuerpo)

Juan 2:13-22

La escena de la purificación del templo es muy conocida. Estaba cerca la fiesta de la pascua -la
principal entre los judíos-, y Jesús subió a Jerusalén.

En el templo halló a los mercaderes vendiendo, a los cambistas transando, y entonces Jesús,
tomando un azote de cuerdas, los echó a todos con vehemencia.

El templo santo había sido convertido en casa de mercado, y Jesús -el Señor de la Casa- no lo
pudo soportar.

La alegoría del templo

El templo santo tenía tres partes: el atrio, el lugar Santo y el lugar Santísimo. El atrio era el patio
exterior que todos podían ver y visitar. Allí se ofrecía una adoración externa consistente en
animales que se traían al altar. Luego estaba el lugar santo, donde sólo los sacerdotes podían
entrar. Ellos estaban cerca de Dios, pero por estar afuera del velo, todavía no estaban en la
presencia misma de Dios. La parte de más adentro era el lugar Santísimo, donde nadie podía
entrar excepto el sumo sacerdote, una vez al año. Allí la única luz que se permitía era la de Dios
mismo.

Las Escrituras dicen que nosotros somos seres tripartitos, es decir, que tenemos cuerpo, alma y
espíritu. (1ª Tes.5:16). Esta triple conformación nos permite asociar nuestro ser con la estructura
del templo santo. Nuestro cuerpo con el atrio; el alma con el lugar Santo, y el espíritu con el lugar
Santísimo.

Al purificar el templo, el Señor Jesús se ocupó específicamente del atrio exterior, porque allí, en
la entrada de él, se habían instalado los mercaderes y cambistas.

En efecto, el problema no estaba en el lugar Santo ni en el lugar Santísimo, sino en el atrio


exterior, porque allí se ofrecían los animales que los mercaderes vendían. De las tres partes que
tenía el templo, el atrio exterior era la más expuesta.

Así que, el templo en este pasaje nos habla del cuerpo. El Señor mismo hizo la analogía del
templo con su cuerpo (Juan 2:21). De manera que la purificación del templo por el Señor Jesús
nos habla de la santificación del cuerpo.

La santificación del cuerpo es el primer paso en la santificación del creyente. Por eso Pablo
habría de decir después a los hermanos de Roma:

- Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1).

En esa epístola Pablo diserta extensamente sobre los principios básicos de la vida cristiana
(caps. 3 al 8); después de lo cual concluye en un llamado a la consagración, que comienza con
el cuerpo.

El templo del cuerpo


Así como el atrio exterior era la parte más expuesta, porque por allí trajinaban centenares de
personas diariamente, así también ocurre con el cuerpo, porque es la parte que nos comunica
con el mundo exterior. Los diversos estímulos que el mundo envía sobre nosotros entran a
nuestra alma a través del cuerpo.

El cuerpo es un ente físico, provisto de sensaciones, apetitos y deseos. Los terminales nerviosos
que están diseminados a través de toda su extensión son verdaderos radares que captan todo lo
que nos circunda. Los sentidos físicos (vista, oído, tacto, sabor, olfato) son verdaderas
'parabólicas' que lo captan todo. Son como tentáculos que siempre andan en busca de
sensaciones gratificantes. Estos sentidos nos inducen siempre a buscar el placer y a evitar el
dolor.

La actitud del Señor con los mercaderes y cambistas nos habla claramente de cuál debe ser
nuestra actitud para con los apetitos del cuerpo. Pocas veces el Señor fue tan severo como esta
vez. Él mismo hizo un azote de cuerdas, y con él echó a los que vendían y cambiaban. Este es
también el camino que hemos de tomar con nuestro atrio exterior, para que no contamine ni
entorpezca el funcionamiento de las partes más íntimas de nuestro ser.

Amo, mayordomo y criado

Un hermano ha propuesto una alegoría muy útil con el espíritu, el alma y el cuerpo, que nos
ayuda a visualizar la función que debe desempeñar cada uno de ellos en la vida del cristiano.

Él ha dicho que nuestro espíritu ha de ser como un amo, nuestra alma como un mayordomo y
nuestro cuerpo como un criado. El amo encarga asuntos al mayordomo, quien a su vez ordena al
criado para que los lleve a cabo. El amo da órdenes al mayordomo en privado, y éste las imparte
después al criado. Aunque el mayordomo parece ser el dueño de todo, el dueño de todo es, en
realidad, el amo.

Ahora bien, si este amo es de verdad quien gobierna en nosotros, seremos espirituales. Si el
mayordomo es quien manda, seremos cristianos carnales; si el criado es quien hace su voluntad,
entonces somos como un incrédulo que vive por los apetitos del cuerpo.

Debido a que el cuerpo y el alma están estrechamente ligados (así lo confirma la existencia de
muchas enfermedades psicosomáticas), el cuerpo puede ser un escollo para que el alma llegue
a ser un dócil mayordomo. Un cuerpo consentido inevitablemente pretenderá ejercer dominio
sobre el alma del creyente. Siendo el cuerpo la parte más expuesta de nuestro ser, sus
requerimientos suelen ser totalmente opuestos al espíritu; por tanto, debemos ejercer sobre él el
debido gobierno.

Nos conviene ser amos de nuestro cuerpo y no esclavos de él.

Golpeando el cuerpo

Con todo, el cuerpo no es -como dicen los ascetas- un estorbo del que debemos deshacernos, ni
tampoco es la fuente de todo mal.

Al contrario, hay dignidad en el cuerpo de un creyente. Esa dignidad queda demostrada por el
hecho de que el Hijo de Dios tomó forma de hombre, y habitó en un cuerpo como el nuestro.

No obstante, la Escritura nos enseña que debemos refrenar los apetitos del cuerpo (Santiago
3:2), y que debemos golpearlo reduciéndolo a esclavitud (1ª Corintios 9:27), para que así llegue
a ser un siervo obediente y no un amo rebelde. Esto no es ascetismo, como pudiera pensarse:
es la autodisciplina necesaria para hacer de nuestro cuerpo un consiervo en nuestro servicio al
Señor.

El término "golpear" usado por Pablo no es suave. Como tampoco lo fue la actitud del Señor con
los mercaderes y cambistas. Esto nos sugiere que hay que tomar algunas medidas para el
tratamiento del cuerpo.

- ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el
premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene;
ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que,
yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el
aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo
para otros, yo mismo venga a ser eliminado. (1ª Corintios 9:24-27).

La enseñanza de Pablo está dada en el contexto de un atleta que participa en las carreras
olímpicas. Muchos son los que corren, pero uno solo se lleva el premio, por tanto, hay que correr
de tal manera que lo alcancemos.

Nosotros sabemos lo que significa participar en una competencia atlética. Previo a la carrera
debe alcanzarse un riguroso control sobre el cuerpo. La expresión "de todo se abstiene" sugiere
que no se debe permitir que el cuerpo haga exigencias excesivas: su libertad debe ser
restringida.

Siendo legítimas las exigencias del cuerpo -como la comida, la vestimenta, el descanso, la
recreación- el servicio al Señor es una exigencia mayor. Cuando el Señor requiere ser servido,
debemos estar en condiciones de responder. Y nuestro cuerpo no podrá hacerlo a menos que
esté ejercitado. Este ejercicio debe comenzar en los períodos de vida normal, para que así el
cuerpo se encuentre preparado para cuando haya que servir.

¿Aliado o enemigo?

Esta es una pregunta que hemos de hacernos honestamente todos los que queremos servir al
Señor. Si nuestro cuerpo no es un esclavo sino un amo, jamás podremos prestar un servicio útil
y fructífero, ni podremos alcanzar tampoco la plenitud de vida en Cristo.

Los discípulos en Getsemaní no pudieron vencer el sueño (Marcos 14:37), porque no estaban
ejercitados en tener control sobre su cuerpo (Marcos 14:38). El Señor, en cambio, pudo
conversar con Nicodemo, aunque era tarde en la noche, y pudo atender la necesidad espiritual
de la mujer samaritana pese a su propia necesidad de comida.

Cuando los discípulos le rogaban que comiese él les dijo:

- Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.

Y:

- Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra (Juan 4:31-34).

Hay veces en que los cristianos deben ayunar (cuando la situación así lo requiere); en otras
deben adaptarse a situaciones muy precarias; y a veces deben sobrellevar una porfiada
enfermedad. Para todo ello nuestro cuerpo ha de estar ejercitado.
El Señor hizo el cuerpo, y lo hizo con ciertos impulsos, pero él quiere que sea nuestro siervo y no
nuestro amo. Sólo así podremos servirlo como debemos.

Pablo temía ser eliminado de la carrera, si no reducía su cuerpo a servidumbre. ¿Qué diremos
nosotros, que somos menores que Pablo? ¿No hemos de temer también lo mismo?

Por amor al Señor, ordenaremos nuestro cuerpo para que, por el poder de la resurrección de
Cristo, sea nuestro aliado y no nuestro enemigo en la obra de Dios. Tomaremos la autoridad del
Señor para echar de este templo todo aquello que ofende la santidad del Señor.

Este es el primer paso en nuestra santificación, y, a la vez, es una forma muy práctica de
comenzar a morir a nosotros mismos.

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031. Un trueque de aguas

Un trueque de aguas
(Espíritu por alma)
Juan 4:1-24

El Señor le dice a la mujer samaritana:

- Dame de beber.

La mujer se sorprende. ¿Cómo era posible? Era un judío quien se lo pedía, y judíos y
samaritanos casi no se podían ver.

- ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? - le responde la
mujer.

El Señor le dice:

- Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te


daría agua viva.

La mujer se sorprende todavía más por estas extrañas palabras.

Luego el Señor agrega:

- Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que
salte para vida eterna. (Juan 4:7,10,13-14).

Dos tipos de agua


En este pasaje se mencionan dos tipos de agua: el agua del pozo y el agua viva. Notemos que el
Señor le pide a la mujer agua del pozo, y luego le ofrece agua viva. El Señor le pide del agua
estancada para satisfacer su necesidad física, y a cambio le ofrece un agua que saciará el
espíritu de ella.

El agua del pozo no sacia para siempre. Por eso era necesario que la mujer fuera a sacar agua
una y otra vez. Pero el agua que el Señor le ofrece es un agua que la saciaría para siempre.

A la luz de Juan 7:38-39, el agua viva es el Espíritu. ¿Y el agua del pozo? El agua del pozo
representa el alma, porque ella no sacia ni se sacia jamás.

Así que, en realidad, lo que el Señor le decía a la mujer era:

- Dame tu alma y yo te daré de mi Espíritu. Cuando tú bebas de él, no tendrás sed jamás.

¿Del alma o del espíritu?

Como tú sabes, hay una gran diferencia entre ambos tipos de agua, tanto natural como
espiritualmente.

En el plano natural, el agua del pozo suple una necesidad de beber, pero su calidad no es la
mejor, porque suele contaminarse con facilidad. Además, está sujeta a los vaivenes temporarios,
porque en verano, o en días de sequía, escasea.

Distinta es la situación del agua viva. Esta agua tú la encuentras allá arriba, en lo escarpado de
las montañas, lejos del "mundanal ruido". Para llegar a ella es preciso bregar bastante, y pocos
son los que pueden beberla.

Pero tú también la encuentras bajo tierra. Cuando se hace un hoyo profundo (de unos 30 ó 40
metros), se pqede encontrar un río de agua viva que nunca se seca. Aunque haya escasez en el
pozo, en el río profundo no hay escasez. Y para beberla no debes ir lejos, porque estás encima
de ella.

Tú sabes. Los ríos de Dios están fluyendo allá arriba en los lugares celestiales; ellos fluyen
desde el trono de Dios. Pero también los que somos de Cristo tenemos esos ríos fluyendo por
nuestro interior. No tenemos que ir allá o acullá para encontrarlos. Están dentro de nosotros, en
la parte más profunda, más allá aun del alma.

Cuando le hemos entregado el agua estancada de nuestro pozo al Señor, él nos ha dado a
beber de su Espíritu. Cuando eso ocurrió por primera vez, nuestra vida sufrió un cambio absoluto
y radical; fue la experiencia más preciosa de nuestra vida. Sin embargo, es posible que hoy esos
ríos se hayan estancado, o que hayan llegado a ser meros chorrillos. O puede ser que, después
de disfrutar con fruición del agua viva por algún tiempo, hayamos vuelto a beber, al mismo
tiempo, del agua del pozo. Es posible que estemos dependiendo demasiado todavía de los
apetitos del alma y que todavía andemos sedientos buscando cómo satisfacerla.

¿Cómo saber si éste es nuestro caso?

Cuando una persona anda desesperada por tener cosas probablemente signifique que esté
viviendo por la vida del alma. Y como el alma se sacia momentáneamente con las cosas, cuando
uno tiene alguna cosa nueva hallará una satisfacción momentánea. Pero después vuelve otra
vez la sed abrasadora.
Puede ser también que tú andes detrás de los logros. Si eres un estudiante o si trabajas, tú
quieres ser el mejor. Quieres tener la satisfacción de desarrollar bien tu tarea y recibir una
felicitación al final de ella. Para alcanzarlo te esfuerzas; te levantas muy temprano y te acuestas
muy tarde. Si esto te está ocurriendo, puede ser una señal de que estás bebiendo del agua de tu
pozo.

Pero debes saber que ésa es un agua que no sacia.

En el mundo uno suele ver esto: Las gentes quieren ser los mejores, los más reconocidos y
aplaudidos. Ellos buscan satisfacción en esas cosas. ¿Deberá ocurrir así también con nosotros?

Puede ser también que estés inmerso en una religión de obras, y te esfuerzas por agradar a
Dios, por cumplir con las demandas de tu ley, pero todo te resulta pesado y oneroso. ¿Qué
ocurre en tal caso? Tú no estás bebiendo del río de Dios, sino de tu propio pozo.

El Señor dice:

- Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo
le daré no tendrá sed jamás, porque será en él una fuente que salte para vida eterna.

Adoradores

En su diálogo con la mujer, el Señor llega a decirle lo siguiente:

- Mas la hora viene y ahora es cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los
que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. (4:23-24)

¿Qué tiene que ver esto con las aguas de que venimos hablando? ¿Qué tiene que ver con la
adoración a Dios? Digámoslo así: ¿Con qué adoran los que adoran a Dios? ¿Con cuál agua?
¿Con la del pozo? No; es con las otras, las que fluyen dentro de nosotros: con las aguas vivas.

Pudiera parecer extraño que una conversación sobre el agua acabe tratando sobre la adoración
en espíritu. Pero no lo es. El Señor nos da de su Espíritu para hacernos adoradores.

El Señor quiere que bebamos de su agua para que lleguemos a ser verdaderos adoradores. El
agua de nuestro pozo ha de irse secando para que no queramos echar más mano de ella.

Dios permita que veamos cómo verdaderamente está esa agua, y que la hallemos contaminada
y nauseabunda. El agua de nuestro pozo no es cristalina, no sabe bien, no es pura. Debemos
aborrecer esa agua y beber del agua que él nos da, para que seamos verdaderos adoradores.

Si nosotros bebemos el agua de nuestro pozo vamos a ser cristianos muy fuertes en nuestra
alma, muy capaces intelectualmente, muy emprendedores y exitosos -y también muy bien
recibidos en el mundo- pero muy pobres espiritualmente. O bien, llegaremos a ser muy
respetados en el ámbito de nuestra religión, pero insatisfechos.

Preguntémonos: ¿a qué nos ha llamado Dios? ¿Nos ha llamado a ser bebedores de pozo, o nos
ha llamado a ser adoradores?

A nosotros también el Señor nos dice ahora:


- Yo quiero que bebas de mi agua para que seas un adorador; para que, cuando estés delante
de mí, tu boca no se cierre. Para que tu corazón no se sienta como un desierto. Para que tu
agua no sea un chorrillo, sino un torrente.

Para que eso sea posible, el Señor nos ha dado a beber de su Espíritu.

En una ocasión, el Señor se paró entre los judíos que estaban en el templo, y alzando la voz dijo:

- Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. (Juan 7:38)

Esto lo dijo del Espíritu Santo, que fue después derramado en Pentecostés. Para nosotros está
vigente esta invitación. Él quiere que bebamos de estos ríos. Y si ya estamos bebiendo de ellos,
él quiere que aumentemos su caudal. Pidámosle que las aguas vivas no dejen de fluir, sino que
estén cada día más prevalecientes en nosotros.

Hagamos correr el agua viva

Se dice que cuando una persona pierde el uso de alguno de sus sentidos físicos, se desarrollan
más los otros. Así también, cuando restringimos nuestra alma, se fortalece el espíritu. Cuando
nos secamos espiritualmente, se fortalece la vida del alma. Pero si le negamos al alma sus
apetitos, favorecemos la vida del espíritu.

Así pues, dejemos las aguas de nuestro pozo y hagamos correr los ríos de agua viva.
Entreguémosle al Señor nuestra agua contaminada y recibamos de él un mayor caudal de su río,
porque Dios no da el Espíritu por medida. (Juan 3:34).

¡Siempre que Dios nos pide algo, es que quiere darnos mucho más!

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032. Los que bota la ola

Los que bota la ola


(La dicha de los desdichados)
Juan 5:1-18

Había en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo "Betesda",
el cual tenía cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos,
que esperaban el movimiento del agua.

Las aguas se volvían milagrosas cada vez que descendía un ángel y las tocaba. Entonces, el
primer enfermo que bajara al agua después del ángel, quedaba sano de cualquier enfermedad
que tuviese.

Un enfermo especial
Entre esos muchos enfermos había uno especial. No lo era por alguna razón externa. Lo era por
su extrema indefensión, por su máxima orfandad. Era un paralítico.

En los días del Señor Jesús, muchos fueron sanados, y entre ellos hubo muchos con largas y
penosas enfermedades. Una mujer fue sanada de flujo de sangre tras haber padecido 12 años la
enfermedad. Otra mujer fue sanada de su espalda tras 18 años de andar encorvada.

Sin embargo, este paralítico era el más extenuado; su enfermedad era la más larga. Llevaba 38
años postrado. Más que aquellas dos mujeres juntas.

Muchos enfermos habían sido sanados cuando fueron a Jesús. Algunos habían sido osados y
habían corrido detrás de él para reclamar un milagro (como la mujer sirofenicia), otros habían
gritado junto al camino hasta ser oídos.

Pero éste estaba en peor condición que todos ellos, porque yacía allí, junto al estanque, sin
poder moverse. No tenía esperanza de sanidad.

Cada vez que el ángel removía el agua del estanque, él tardaba mucho en bajar. Y siempre
había otro que se le adelantaba. Aun los ciegos y los cojos le ganaban.

Así que, el hecho de que el ángel bajara no significaba ya mucho para él. Cada vez que esto
ocurría, era una nueva frustración que se añadía a la anterior.

Un día especial

Pero un día sucedió algo extraordinario.

Jesús se apartó de las multitudes que siempre le acosaban, y se fue derecho hacia Betesda. Se
abrió paso por entre la gente; no miró a nadie más. Ese día el Señor tenía una sola silueta en el
corazón, un solo nombre en sus labios.

Cuando llegó junto al hombre, le dijo:

- ¿Quieres ser sano?

Fue una breve pregunta, pero seguramente debió de producir una reacción en cadena en el
corazón del paralítico. ¿Qué significaba?

Era una pregunta que admitía una sola respuesta. Pero de tan obvia, era casi absurda. ¿Que si
quería ser sano? Llevaba 38 años deseándolo; llevaba toda una vida necesitándolo.

Por eso, su respuesta no fue una afirmación. No fue, como pudiera haberse esperado, un canto
de fe y gozosa expectación. Fue más bien un lamento, un gemido. Fue el desborde de su alma
amargada, con esa amargura acumulada por casi cuatro décadas.

Entonces, el Señor no preguntó más. Seguir haciéndolo habría sido como poner la mano en la
herida y ahondar más la llaga. En realidad, la respuesta del paralítico equivalía a mil "síes".

Jesús le dice:

- Levántate, toma tu lecho y anda.


Al instante aquel hombre fue sanado. Entonces, tomó su lecho y se fue.

Esta clase de hombres

¿Qué importancia tiene esta historia para los cristianos de hoy? Aparte de mostrarnos la
compasión de Jesús por el hombre, y su poder para sanar toda enfermedad, nos enseña algo
más.

A hombres como éste -que no pueden acudir a él- Dios busca para sanar. A hombres como éste,
imposibilitados, víctimas de la mayor de todas las enfermedades, Dios usa para edificar su casa,
que también es Betesda (Casa de misericordia).

No son los vencedores de las grandes lides, las estrellas fulgurantes en la constelación del
universo cristiano; no son los que deslumbran: Son los paralíticos, los abandonados de la suerte,
los olvidados y desechados aún por la mano compasiva del hombre.

Esta clase de hombres, los que no tienen nada, por los cuales nadie da nada, son los que Dios
usa para mostrar su gloria y edificar su casa.

Las evidencias

Ellos son fácilmente reconocibles, porque hay algunas evidencias que los delatan.

Ellos, por ejemplo, aún llevan su lecho a cuestas. Ellos no pueden olvidar de dónde Dios los
sacó. No pueden encumbrarse, porque su lecho los denuncia. Por más que quieran esconderlo,
ellos muestran su origen: ellos son viles, son comunes.

Ellos también se reconocen porque renguean. Durante 38 años sus músculos estuvieron
entumecidos, secos, agarrotados. Ellos no tienen la gracia y el donaire para pasearse por las
pasarelas. Su andar inseguro y torpe denuncia los 38 años de parálisis. Ellos no lucen bien en
los escenarios del mundo; antes bien, son abucheados allí.

Si el Señor los hubiese ignorado, ¿quién lo habría sabido?, ¿quién podría habérselo
reprochado? Nadie hubiera sabido de ellos; y a nadie le hubiese importado su olvido. En ese
estanque de miseria hubieran podido seguir hasta que sus huesos se hubiesen vuelto polvo. Y
nadie habría derramado una sola lágrima por ellos.

Lo que bota la ola

Dicen que el mar admite en su seno sólo aquello que tiene vida. Lo que está muerto, es
desechado y arrojado a la orilla. Lo que arroja la ola está muerto.

El gran mar, que es el mundo, tiene a muchos arrojados a las playas en calidad de desperdicio.
Entre ellos estamos nosotros, los discípulos de Jesucristo.

El mundo no nos halló valiosos. No le éramos de ninguna utilidad, así que nos arrojó.

Por demás presumimos diciendo que hemos dejado un mundo que nos necesitaba, o que
salimos de allí desdeñosos. No. El mundo nos arrojó, como la ola arroja lo que está muerto para
el mar.
Así, abandonados en la orilla, nos halló el Señor. Nos recogió por ser quienes éramos,
inservibles e inútiles, como un vaso quebrado.

Amado cristiano: hay algo en tu carácter, o en tu temperamento, que te hace despreciable para
ellos. Tus habilidades, por muy valiosas que te parezcan, no logran encubrir aquélla tara. Eras
un caso perdido, y todavía lo serías si lo olvidaras, y te envanecieras. Dios no te ha escogido
porque fueras más que otros, sino porque eras el más insignificante, y porque, a pesar de eso, él
te amó. (Deuteronomio 7:7-8).

Dios te ha escogido, no por lo que eras, sino a pesar de lo que eras. Tal vez Dios haga en ti y a
través de ti algunas cosas, pero no lo hará debido a ti, sino pese a ti. Tal vez él te lleve adelante
-si le place- pero ten presente que si lo hace, no será porque eres una persona especial. Si él te
lleva en cierta dirección, no pienses que es porque tú ibas en esa misma dirección; al contrario,
lo que mejor haces es presentarle tenaz resistencia. Sin embargo, él te lleva a pesar de eso.

Tú vas como frenando el carro que él tira; así que, si avanzas, es que él te lleva, pese a ti. Tú
crees que eres una clase especial de hombre; y lo eres, pero no por tus habilidades, sino por tus
torpezas. Eres especialmente torpe, y chambón, y obstinado. Lo eres, y tanto, que Dios te halló
en Betesda y no en otro lugar. Él quiso ir allí, y sanarte. Así, de pura gracia, porque tú eras, de
todos los paralíticos y ciegos y cojos, el más abandonado, el peor de todos. Humanamente, no
tenías vuelta.

Eras lo que había botado la ola.

Otros casos

Si tú crees que exageramos, vayamos a las Escrituras. En ellas hallamos muchos casos que
confirman lo que venimos diciendo.

Cuando Abraham habló con Dios tocante a Sodoma, dice de sí mismo que es sólo "polvo y
ceniza" (Génesis 18:27). Job le responde al Señor: "He aquí yo soy vil, ¿qué te responderé?"
(Job 40:4). Gedeón se consideraba a sí mismo como "el menor de la casa de su padre" (Jueces
6:15). Moisés decía -hablando con Dios-: "soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Ex.4:10).
Jeremías no pensaba diferente: El dijo: "No sé hablar, porque soy niño" (Jer.1:6). Y Pablo, ya
apóstol, reconocía ser "menos que el más pequeño de todos los santos" (Ef.3:8).

Sin embargo, eso aún no es nada comparado con lo que el gran rey David, el dulce cantor de
Israel, decía de sí mismo. Él gustaba de compararse nada menos que con un perro muerto o con
una pulga (1 Sam.24:14).

Sólo quien nunca ha visto a Dios puede estimarse como grande. Sólo quien no ha visto la gloria
de Dios puede presumir.

No méritos; sólo deméritos

Por causa de ser tú quien eres, y del lugar de donde el Señor te sacó, en adelante tú sabes que
no tienes derechos, sino deberes.

Tú has escuchado -lo mismo que el ex paralítico- decir al Señor:

- Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. (Juan 5:14).
Lo único que importa saber ahora es que no debes pecar más. Tal vez cuando te veas sano, y
robusto, puedas pensar que eres alguien, y comiences a exigir derechos. Pero debes saber que
en la Casa de Misericordia no hay derechos; sólo hay deberes. ¿Por qué? Porque allí hay puros
ex-paralíticos. Y ellos han oído decir al Señor estas mismas palabras.

En esta Betesda, que es la iglesia, no hay hombres con méritos; sino sólo con deméritos.

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033. El valor de la Palabra

El valor de la Palabra
(Para incrédulos, seguidores y discípulos)
Juan 5:38; 8:31-32; 14:15, 21, 23-24

Escogeremos en el evangelio de Juan tres dichos del Señor sobre la Palabra de Dios, dirigidos a
tres auditorios distintos. Ellos nos van a aclarar qué lugar ocupa la Palabra en la vida de un
creyente que aspira a caminar con Cristo.

Los judíos incrédulos

En Juan 5:38, el Señor Jesús tiene un reclamo contra los judíos:

- No tenéis la palabra de Dios morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.

Los judíos poseían una gloria, que incluso Pablo les habría de reconocer: a ellos se les había
confiado la Palabra de Dios (Romanos 3:2). Desde sus orígenes como nación, en el Sinaí, ellos
fueron los albaceas de la Palabra de Dios.

Poseían todo un aparataje para preservarla, estudiarla y enseñarla. En los días de Jesús,
existían varias escuelas teológicas, las cuales rivalizaban entre sí en su celo por la ortodoxia de
la doctrina. A sus niños los instruían rigurosamente -magistralmente- en la ley de Moisés.

Sin embargo, el Señor Jesús les derriba toda su gloria al decirles que ellos no tenían la Palabra
de Dios morando en sus corazones.

Ellos tenían la palabra fuera de ellos, pero no dentro de ellos. O, dicho de otra manera, tenían
mucha palabra fuera de ellos, pero nada dentro de ellos.

Ellos conocían la Palabra de Dios como un sistema doctrinal, como un cuerpo muerto que es
objeto de disección teológica, pero no como alimento y sostén diario.

Las palabras del Señor a éstos judíos no dejan lugar para la esperanza; ellas son un juicio fuerte
y definitivo. Por causa de no tener la Palabra morando en ellos no podían creer en Aquel a quien
el Padre había enviado. Los ojos de ellos estaban cegados y no podían ver a Dios; sus oídos se
habían ensordecido, así que no podían oír a Dios.
Es la Palabra morando en el hombre la que hace el corazón dócil, vuelve el alma sumisa, y los
sentidos espirituales dispuestos para agradar a Dios. Sin la palabra morando, no hay nada de
eso.

Pese a su amplio conocimiento de las profecías tocante al Cristo, los judíos no pudieron discernir
que Jesús de Nazaret era el Cristo. Las muchas citas de los profetas que habían aprendido eran
un mero contenido de estudio guardado en la mente, pero no una revelación de Dios por el
Espíritu. A la hora de aplicar ese conocimiento, no tenían la capacidad espiritual para hacerlo. Al
saber que Jesús era de Nazaret, no veían cómo eso podría cumplir la profecía de que el Cristo
nacería en Belén. Como si ambas cosas no fuesen posibles con sólo un pequeño movimiento del
dedo de Dios.

La ceguera de los judíos en tiempos de Jesús nos enseña que las Escrituras estudiadas como
un ejercicio mental, y no como una búsqueda espiritual delante de Dios, en humillación y
quebrantamiento, no sirven de mucho. Más que aclarar, confunden el alma.

Las Escrituras daban testimonio de Jesús, pero eso no les servía de nada, porque ellos las
estudiaban con presunción. Si lo hubiesen hecho con un corazón contrito, temblando ante la
Palabra, hubiesen corrido a postrarse a los pies de Jesús, porque hubieran reconocido que él era
Aquel de quien ellas daban testimonio.

La actitud de los judíos -que nos parece una locura- no es extraña en nuestros días. Pese al
triste antecedente, todavía hay quienes caen en el mismo mal. Las Sagradas Escrituras
estudiadas con métodos "científicos", o "humanistas" -como si ellas fueran un libro más-
desmerecen su mensaje, relativizan sus demandas, y hacen nula la voz de Dios. Excelentes
cristianos se han extraviado de Dios, al enredarse en los lazos de la teología, y en los mil
vericuetos de las sutilezas doctrinales.

Esto es extremadamente delicado.

Si no está la Palabra morando en nosotros, no podremos discernir la dirección en que Dios está
obrando. Podremos entender -examinando la Historia- cómo actuó ayer, pero eso no nos sirve
necesariamente para saber cómo él hará hoy.

Los caminos de Dios no se repiten. Su propósito no avanza en círculos, sino en una larga línea
que tiene un principio y un fin. Dios suele darles una sorpresa a los que van siguiéndole con los
sentidos de la carne y la sangre. Para seguirle de verdad se requiere de algo más.

Los judíos creyentes

En otra ocasión, Jesús dijo a los judíos que habían creído en él:

- Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis


la verdad, y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32).

Esta palabra es para los judíos que habían creído en él. Hay aquí, por tanto, un panorama
distinto del anterior. Éstos no tienen la puerta cerrada; al contrario, para ellos se abre un
venturoso camino, el cual comienza con una demanda. Si ésta es cumplida, podría producir en
ellos un avance notable en su condición delante del Señor: llegarían a ser sus discípulos, y
conocerían la verdadera libertad de Cristo.

La condición para que todo esto acontezca es una y simple: que permanezcan en su Palabra.
Los judíos de los que hablábamos antes no tenían la Palabra de Dios morando en ellos; aquí la
demanda es permanecer en la Palabra, lo cual implica que ya la tienen. La tienen, pero deben
permanecer en ella. Esto exige una experiencia íntima, personal, con la Palabra de Dios. No se
trata sólo de conocerla, sino de permanecer en ella, es decir, familiarizarse, apegarla al corazón,
comer de ella, gustarla, creerla, vivir por ella.

Así como los niños aprenden en los colegios esas largas poesías para recitar en una ceremonia,
así el creyente ha de interiorizar las promesas, exhortaciones, y acciones de gracias inspiradas
que enriquezcan su espíritu, y bendigan, de paso, a otros cuando sean pronunciadas. Un río de
vida fluye de los labios del cristiano cuando la Palabra es citada oportuna y fluidamente.

Luego, para cada necesidad, o aflicción; para cada prueba o gozo, habrá una palabra a flor de
labios, o aflorará el súbito recuerdo de una palabra por el Espíritu.

Al permanecer en la Palabra, el seguidor de Cristo alcanza la dignidad del discípulo.

¿Qué es un discípulo? Un discípulo es uno que camina tras los pasos del Maestro, y que "anda
como él anduvo" (1ª Juan 2:6). Es uno que ha aprendido de él cómo reaccionar ante las cosas,
como responder a las necesidades; aun más, cómo pensar, como sentir y cómo amar. En
definitiva, es uno que llega a ser como él.

Esto traerá consigo, a su vez, el conocimiento de la verdad. Nótese que aunque estos judíos
habían creído en él, todavía no eran sus discípulos, ni habían conocido la verdad. Siendo Jesús
la verdad, ellos no se la habían apropiado aún.

Conocer la Verdad -así con mayúsculas- como una realidad global y abarcadora, no era
suficiente. Cristo es la Verdad, pero de ella se desglosan miles de verdades, las que, aplicadas
al creyente y a su caminar, van permitiéndole conocer la Verdad en plenitud.

El creyente trae de su pasado sin Cristo un bagaje de mentiras, de medias verdades o abiertos
engaños que deben ser denunciados, corregidos o erradicados. Por cada mentira de Satanás,
una verdad de Dios debe establecerse en el corazón, reemplazándola.

¿Cuál es la verdad de Dios respecto de nuestra forma de pensar, de reír, de cantar, de soñar, de
esperar, de amar, de airarnos, de caminar, de reaccionar; de relacionarnos con el mundo, con el
jefe, con el vecino, con la esposa, con los hijos? ¿Cuál es la verdad respecto de la victoria
espiritual, de la unidad de los creyentes, del cielo y del infierno, de la vida y de la muerte?

Si permanecemos en su Palabra, miríadas de pequeñas verdades se irán descubriendo ante


nuestros ojos, las cuales, creídas, aceptadas y seguidas, nos harán verdaderamente libres.

Estas verdades -destellos de la Verdad- se asentarán en el corazón y producirán la


emancipación del creyente de toda atadura del pasado. Todas estas verdades provienen de
Jesucristo, la Verdad absoluta, luminosa, y perfecta. Por eso, se puede decir fehacientemente:
"Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan 8:36).

A los doce

En Juan 14 el Señor se dirige a un auditorio todavía más íntimo que el anterior. Son los doce
apóstoles que, reunidos esa noche postrera antes de la cruz, reciben de su boca las últimas y
más preciosas enseñanzas.

El Señor les habla al corazón, y les dice:


- Si me amáis, guardad mis mandamientos ... El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése
es el que me ama; y el que ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a
él ... El que me ama, mi palabra guardará; y mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras ..." (Juan 14:15,21,23-24).

Aquí el tono es familiar. El Señor ha estado tres años con ellos, entonces él puede apelar al
amor. Y es porque ellos le aman que deberán guardar su palabra.

Todavía hay, sin embargo, una expresión que está como condicionada, como si todavía no
estuviera seguro de si ellos albergan los sentimientos correctos para con él. Entonces les dice:

- Si me amáis ...

Para saber si de verdad era amado, no habría otra forma más segura de saberlo que ésta:
guardarían sus mandamientos.

Lo que significa "guardar"

El término "guardar" tiene un uso muy desteñido hoy en día en algunos ambientes cristianos. Se
habla de "guardar" un día, de "guardar" unas fiestas, etc., como una simple observancia.
Normalmente eso alude a un acto exterior, sin mayor significación ni alcances espirituales. Su
uso suele ser el que hizo de esta palabra el joven rico en su diálogo con el Señor Jesús. (Mateo
19:20).

En el Nuevo Testamento griego hay dos palabras que se traducen como "guardar", una es 'tereo'
y la otra es 'phylasso'. La primera significa una obediencia de corazón, y la segunda, sugiere una
mera observancia exterior. Cuando el Señor le dice al joven rico que si quería entrar en la vida
guardara los mandamientos, se usa 'tereo'; pero cuando el joven le contesta, usa 'phylasso'. El
Señor dijo correctamente, pero el joven rico contestó de manera insuficiente.

Este segundo "guardar" es el que se hace como un mero hecho exterior para lucir ante los
demás, para alcanzar una justicia propia. En cambio, 'tereo' indica una obediencia por amor,
como en este pasaje de Juan.

En efecto, el guardar los mandamientos de Jesús es un asunto de amor, de devoción interior. El


Señor abomina una ofrenda sólo de labios, que no tenga la calidez del corazón de sus amados.
Es el amor y no otra la motivación que ha de impulsar a un discípulo a obedecer a su Maestro.

La Palabra trae a Dios

El versículo 21 enfatiza el tener y el guardar los mandamientos. Luego, está la gloriosa promesa
para los que así hagan: él y el Padre les amarán, y se manifestarán a ellos y harán morada con
ellos.

Obedecer así trae consigo una recompensa mayúscula, porque no hay en el mundo una realidad
más gloriosa que ésta: que el Padre y el Hijo hagan morada en el corazón de un hombre.
Entonces, toda la vida tiene sentido para él, y hallará plena satisfacción aun en los días más
grises, en medio del dolor y la adversidad.

A los judíos, Jesús les habla con firmeza; a los judíos creyentes, con exhortación; a los doce, les
habla al corazón, y les demanda por amor.
El guardar su palabra es -y no otra- la comprobación de que el corazón le ama de veras. La
palabra será recibida con la fruición de la miel que destila del panal, con la anhelante solicitud del
que busca buenas perlas y las halla, con la gozosa expectación del que encuentra un rico filón
de oro, y lo explota gramo a gramo, porque no quiere que se pierda nada.

Luego, esa palabra atesorada y guardada, nos servirá de luz, y será el único referente en el
caminar diario, en el día en que hay que vivir en la tierra como extranjeros y peregrinos. Cuando
la marea de la incredulidad aumenta, y la filosofía humanista se impone en los ambientes
cristianos, nos volvemos a la pura y preciosa palabra de Dios, para hallar en ella la sabiduría que
fluye de su boca.

La palabra recibida, y guardada trae consigo al mismo Dios que la inspiró. Su presencia será
consuelo al alma, y refrigerio a los huesos.

En la Palabra viene Dios mismo, como morador permanente.

Nos mostrará el camino

En ella hallaremos también la guía para dar los pasos de fe en la dirección correcta.
Conoceremos no sólo lo que Dios hizo en el pasado, sino también lo que Dios está haciendo
hoy, y quiere hacer en los días que vienen. El Dios bendito que ha venido a nosotros, nos
hablará cada día.

Por la Palabra, Dios nos persuadirá para que vayamos con él, estrechamente, dependiendo sólo
de su voz. Nos mostrará el camino y nos dará la fuerza para andarlo. ¡Qué dulce es el camino
con él, y con la guía de su Palabra santa!

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034. Vida a contrapelo

Vida a contrapelo
(Oposición, preguntas y controversias)
Juan 7

Juan capítulo 7 está lleno de oposición, preguntas y controversias.

Los hermanos de Jesús

Primero, son los hermanos de Jesús. Ellos le hablan con sorna:

- Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque
ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si éstas cosas haces, manifiéstate al
mundo.

Y Juan, el evangelista, agrega, lacónico: "Porque ni aun sus hermanos creían en él".
Este menosprecio sarcástico no era nuevo. En una ocasión anterior, ellos le habían ido a buscar,
decididos a llevarle de vuelta a casa, porque pensaban que estaba loco. (Marcos 3:21).

Sus hermanos le habían visto crecer, habían jugado con él. Era tan familiar para ellos, que -a sus
ojos- era imposible que fuese el Hijo de Dios.

Mucha oposición familiar habrían de sufrir los cristianos después, así que él debía probarla
primero. Muchos dolores, incomprensiones y menosprecios habrían de sufrir sus profetas en los
siglos por venir, así que él debería ser el primero en experimentarlo.

Él dijo:

- No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. (Marcos
6:4).

Dos de sus hermanos habrían de ser sus siervos después en la obra de Dios (Santiago y Judas,
los autores de las epístolas respectivas), pero ahora sus ojos estaban cegados para verle.

Indefectiblemente, este es un precio que tienen que pagar también los que siguen a Jesús de
cerca. Sus pasos están claramente marcados en las Escrituras, y ellos han de seguirlos.

Preguntas

Este capítulo siete tiene también varias preguntas que despertaba el Señor en la gente. Las más
de ellas no tenían respuesta, porque tampoco el Señor se preocupó de contestarlas. Sus
enseñanzas (dichas en parábolas) eran enigmáticas, y sólo su círculo íntimo tenía acceso a la
interpretación.

En aquella fiesta judía, los judíos preguntaban:

- ¿Dónde está aquél?

Había expectación por verle y oírle. Pero todos hablaban de él a escondidas, por miedo a los
judíos.

Luego, al escuchar su sabiduría, se decían:

- ¿Cómo sabe éste letras sin haber estudiado?

Al verle cómo enseñaba libremente en el templo, se preguntaban:

- ¿No es éste a quien buscan para matarle? Pues, mirad, habla públicamente, y no le dicen
nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo?

Algunos que creían en él (aunque imperfectamente) agregaban:

- El Cristo, cuando venga, ¿hará más señales que las que éste hace?

Cuando le oían hablar sobre su partida, ellos se inquietaban:

- ¿Adónde se irá éste, que no le hallemos? ... ¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis, y no
me hallaréis? ...
Cuando los sacerdotes y los fariseos envían a él alguaciles para prenderle, éstos regresan con
las manos vacías.

-¿Por qué no le habéis traído? - les dicen.

Y al ver la admiración que ellos sienten por Jesús, les replican:

- ¿También vosotros habéis sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes,
o de los fariseos?

A Nicodemo le contestan ásperamente cuando él sugiere que se le dé a Jesús una oportunidad


de hablar ante ellos.

- ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta.

Todas estas personas tal vez podrían haber hallado satisfacción si Jesús se hubiese preocupado
de responderles. Todas estas preguntas podrían haber tenido respuestas tranquilizadoras. Sin
embargo, no hizo así. Incluso los discípulos solían estar tan intrigados como ellos.

En una sola ocasión, ellos le dijeron:

- He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices.

Esto era más bien una excepción, que la regla. ¿Por qué hacía Jesús así?

Las verdades espirituales no dependen de una clara respuesta, o de una ordenada explicación
para ser entendidas. Ellas requieren una cierta clase de corazón para ser recibidas. Aunque
Jesús hubiera hablado claramente, no le podían creer, porque sus corazones eran incrédulos y
malvados.

Por eso solía decir:

- El que tiene oídos para oír, oiga.

Pablo, haciéndose eco de estas palabras, decía también a los corintios:

- Lo que os escribo son mandamientos del Señor. Mas el que ignora, ignore. (1ª Cor.14:37-38).

Incluso, hablando a las iglesias de Asia, el Señor diría después:

- El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apoc.2 y 3).

Buscando respuestas

Si nosotros hubiésemos estado en el lugar del Señor, tal vez nos habríamos apresurado a
preparar respuestas, para evitar la incomprensión y la persecución. Nos hubiésemos esforzado
por disipar cualquier malentendido.

Pero nuestra tarea no es esa. Nuestra tarea no es escapar de la oposición, sino caminar hacia la
cruz. No es crear las condiciones para ser aplaudidos, sino decir la verdad de Dios, aunque nos
duela después.
Erróneamente, ofrecemos demasiadas respuestas y generamos pocas preguntas. Procuramos
que la gente sepa cosas que nunca nos ha preguntado, en vez de despertar en ellos preguntas
cruciales que transformen sus vidas.

Controversias

Los judíos en Jerusalén se dividieron por causa de Jesús: "Y había gran murmullo acerca de él
entre la multitud, pues unos decían:

Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo" (Juan 7:12). "Entonces algunos de
la multitud ... decían:

"Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían. Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿de
Galilea ha de venir el Cristo?... Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él" (7:40-
41,43).

Jesús vino a establecer la verdad de Dios en medio de las tinieblas. Las tinieblas trataron de
apagar su luz, porque él las hería de muerte, pero no lo lograron. Si Jesús hubiese seguido el
cauce de ellas, no habría recibido oposición. Sin embargo, su camino era diferente. Su palabras
eran luz, espíritu y vida. Y por serlo, él recibió persecución por parte de las tinieblas, de la carne
y de la muerte.

Pero no sólo Jesús fue objeto de controversias. También lo fue Pablo en sus días, y todos los
que después han caminado con Jesús. El camino de Jesús es también el de sus discípulos.
Recién convertido, Pablo provocó conflictos en Damasco (Hechos 9:22-23), y también en
Jerusalén (9:28-29). La solución fue llevárselo lejos (9:30), porque no podían evitar que los
provocara.

Después de él, y más aun, después de los largos siglos de oscurantismo que sobrevinieron en la
historia de la Iglesia, casi cada nueva verdad de las Escrituras ha sido recuperada con dolor y
persecución, porque la verdad hiere la mentira, rompe la inercia de las tradiciones, y golpea de
muerte el 'statu quo'.

Los cristianos de hoy no deben sorprenderse por estas cosas. Pese a vivir en un siglo que se
gloría de las libertades, y de los derechos del hombre, en materia de fe existe todavía la más
obcecada tozudez, y muchas veces se alzan, aquí y allá, nuevos Tribunales de Inquisición que
pretenden defender con la fuerza de la carne, viejas mentiras con cara de verdad.

Lo que significa caminar más cerca

Esto es algo que los cristianos de hoy deben recordar: Caminar más cerca de Jesús implica vivir
en carne propia Juan capítulo 7.

Esto es, la burla de nuestros hermanos de sangre, las preguntas, muchas veces absurdas y
capciosas de las gentes, y la controversia-persecución de todos, especialmente de los grupos de
interés.

Si tú no has vivido estas cosas, es posible que sea por alguna de estas dos razones:

a) No has estadk suficientemente cerca.


b) Has mezclado la verdad, y contemporizado con la mentira.
En breve este problema se agudizará porque el mundo (también el mundo occidental "humanista
y cristiano") se volverá más y más hostil hacia los que aman a Dios. La locura de persecución se
ha desatado ya en algunos extremos de la tierra, y no pasará mucho tiempo hasta que llegue a
ti.

Por lo pronto, puede comenzar muy cerca: allí mismo donde tú comes y duermes, allí donde
trabajas y donde te reúnes.

Vida a contrapelo

El panorama no es muy alentador. ¿Qué debemos hacer? Muchas veces nos sentiremos
tentados a tomar precauciones para que no nos hieran, o a movernos a la defensiva. O bien, a
pagar con la misma moneda.

Si decidimos hacer esto último, entonces, cuando se nos opongan los de casa usaremos todos
los recursos para ajustar cuentas cada vez que sea necesario. Utilizaremos una y mil argucias
para contraatacar de tal manera que les duela, y no nos vuelvan a molestar.

Si se trata de los de más afuera, hallaremos también las vías adecuadas. Daremos
explicaciones, pediremos disculpas (no por humildad, sino para no ser incomprendidos), nos
someteremos al 'establishment'.

Pero todo esto es bajo, es vil, e indigno de un discípulo del Señor.

¿Cuál ha de ser nuestra actitud y conducta? El Señor Jesús nos da la clave en este mismo
capítulo.

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:

- Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. (7:37-38).

Al final de esa jornada de menosprecio, burla y desprestigio, el Señor invitó a los sedientos a
beber de él. ¡Esto es admirable! Ellos le habían estado acosando, pero él tenía vida para
ofrecerles. Ellos habían estado disparando contra él todo su arsenal de muerte, pero él sólo tenía
palabras de bien para ellos. Sólo uno con un corazón limpio puede hacer eso. Sólo uno que ama
profundamente puede ofrecer a los demás agua viva.

Así que cuando todo vaya en contra, cuando todo se oponga a tu caminar, cuando se levanten
oleadas de desprestigio, tú no tienes opción: tú tienes que conservar tu corazón puro, sin
resquemores. Tu única opción es entregar vida. De tu boca no ha de salir maldición; sino sólo
bendición. Tú eres una fuente que sólo ha de dar agua dulce.

Así hizo tu Maestro y así has de hacer tú también. Esa es tu honra y tu hermosura.

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035. La oposición de las sinagogas


La oposición de las sinagogas
(Un viejo problema redivivo)
Juan 9

La sanidad del ciego de nacimiento, en Juan capítulo 9, nos pone sobre el tapete una importante
cuestión, que tarde o temprano afectará al cristiano sincero.

Para entenderlo bien, resumamos la historia de este hombre.

El testimonio de un ex ciego

Cuando el ciego fue sanado, se produjo una extraordinaria efervescencia entre todos los que le
conocían. Primero entre los vecinos, luego entre los fariseos. Todos le interrogaron acerca de lo
que le había sucedido.

Su testimonio acerca de Jesús en un comienzo fue débil. Cuando le preguntaron:

- ¿Cómo te fueron abiertos los ojos?

Él dijo:

- Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y
fui, y me lavé, y recibí la vista.

Más adelante, los fariseos le dijeron:

- ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?

Él contestó:

- Que es profeta.

Cuando los fariseos le preguntan a sus padres, ellos dijeron:

- Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o
quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él
hablará por sí mismo.

La Escritura añade: "Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los
judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de
la sinagoga" (9:22).

Más adelante, cuando de nuevo los fariseos le preguntan al ex ciego acerca de Jesús, él les
dice:

- Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.

Cuando dijo esto, le expulsaron de la sinagoga.


Notemos que cuando el ex ciego se refirió a Jesús como "Aquel hombre ..." no tuvo mayores
problemas. Cuando dijo que era un "profeta", tampoco. Pero cuando dijo que había venido de
Dios, lo cual equivalía a decir que era el Mesías, entonces le echaron de la sinagoga.

La importancia de estar en la sinagoga

En los tiempos de Jesús, la sinagoga era el centro de la vida religiosa y social judía. Ser
expulsado de ella era pasar a ser un marginado, un proscrito. Por eso los judíos temían ser
expulsados de ella. Los padres del ex ciego, pese al gozo que sentían al ver a su hijo sano, no
se atrevieron a exponerse a ser echados de ella dando un testimonio favorable acerca de Jesús.

Los padres no quisieron comprometerse, a pesar de que tenían razones poderosas para haberlo
hecho.

Lo mismo sucedió con otros, que eran seguidores secretos de Jesús. José de Arimatea "era
discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos" (Juan 19:38). Nicodemo también
lo era (Juan 3:1-2; 7:50-52; 19:39-42). Y otros muchos: "Aun de los gobernantes, muchos
creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la
sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios" (Juan 12:42-43).

Los padres de ese hombre tenían apenas una pequeña honra, porque eran los padres de un
mendigo, pero aun así no quisieron perderla. José de Arimatea, Nicodemo y los gobernantes
poseían, en cambio, mucha honra, así pues, ¿nos extrañaremos de que no quisieran perderla?
Ellos no confesaban abiertamente que Jesús era el Cristo -aunque en el corazón lo creían- para
no ser expulsados de la sinagoga.

Estar en la sinagoga era para ellos tener a Dios y a los hombres de su lado. Por eso, no
convenía que se expusieran a perderlos por cualquier causa.

Pero seguir en la sinagoga después de creer en Jesús era tener problemas con la conciencia.
Ellos seguramente no tenían paz, porque no podían defender a Jesús cuando los demás
hablaban mal de él.

Ellos no aparecen en el libro de los Hechos (aunque tal vez estuvieran con los cristianos).
Posiblemente no tuvieron la dicha de seguirle, porque amaban más la gloria de los hombres que
la gloria de Dios.

El problema de las sinagogas

Existe una gran similitud entre las sinagogas judías de los tiempos de Jesús y las sinagogas
cristianas en nuestros días.

Hay, al menos, dos claras semejanzas:

Las sinagogas judías eran una institución que no estaba contemplada en las Escrituras. Habían
surgido por razones políticas y sociales en el período intertestamentario. De manera que cuando
vino Jesús, se encontró con este sistema no escritural, el que, sin embargo, sobrellevó. Él se
crió, como todo niño judío, en torno a la sinagoga, y, siendo ya grande, fue a ellas para compartir
las Escrituras, como todo Rabí. Sin embargo, en sus discursos dirigidos a los fariseos y escribas,
les solía decir:

- Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.


Y:

- Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: ... En vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. (Marcos 7:13,7). (Ver también Mateo
cap.23).

De la misma manera ocurre con las sinagogas cristianas de nuestros días: ellas no son una
enseñanza bíblica, sino una institución nacida de la buena voluntad del hombre por agradar a
Dios, con muchos agregados no escriturales.

La segunda semejanza es todavía más grave.

Como toda construcción humana, su naturaleza se desvirtúa con el paso de los años, al
sistematizarse y anquilosarse. Lo que surgió en un principio al calor de una visión, como un odre
que debería contener (o que ayudaría a contener) el vino de Dios, se transformó en una
estructura rígida, con existencia autónoma, que finalmente se quedó sin vino.

Cuando vino Jesús, las sinagogas eran un engendro incapaz de reconocer al Mesías. Allí
estaban las Escrituras, pero el testimonio espiritual que ellas daban no era oído. Allí se acogían
las Escrituras, pero no al que las había inspirado, y por quien ellas existían. ¿Podrá hallarse un
absurdo mayor?

En el día de hoy, cuando nos encontramos a las puertas de la segunda venida del Señor, la
situación no es muy distinta. En las sinagogas cristianas de hoy están las Escrituras, pero no
está el testimonio espiritual que ellas dan, de modo que si él viniera a ellas, sería ignorado y
rechazado de nuevo.

Las sinagogas funcionan perfectamente sin que él esté presente, sin que se le oiga ni se le
atienda. Las sinagogas han adquirido existencia propia, tienen su rutina establecida y existirán
aunque oyeran a Dios asegurándoles que él no está allí.

Las sinagogas no reciben el testimonio

En tiempos de Jesús, y después, en los días de Pablo, las sinagogas no recibieron el testimonio
acerca del Cristo.

En Nazaret, los paisanos de Jesús quisieron despeñarle luego de oírle en la sinagoga (Lucas
4:16-30), y de seguro lo habrían hecho de no ser por la autoridad que el Señor ejerció en el
momento crítico.

En muchas ciudades de Israel y fuera de él, Pablo fue amenazado de linchamiento por las turbas
judías encolerizadas a causa del testimonio que daba de la resurrección de Jesucristo.

Para los judíos en días de Pablo, Jesús era sólo un galileo blasfemo que se hacía pasar por Hijo
de Dios. En las sinagogas de hoy, Cristo es un ente histórico, ausente de la liturgia. Recordado,
pero ausente. Su figura luce bien como objeto de veneración, siempre y cuando no estorbe la
rutina ni rompa el protocolo.

A Cristo se le conoce afuera

En las sinagogas de ayer y de hoy Cristo no es verdaderamente aceptado ni conocido.


El ex ciego no tuvo un conocimiento real de su Sanador mientras estuvo dentro de la sinagoga.
Recién le vino a conocer después que le echaron.

Revisemos la escena.

"Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo:

- ¿Crees tú en el Hijo de Dios?

Respondió él y dijo:

- ¿Quién es, Señor, para que crea en él?

Le dijo Jesús:

- Pues le has visto, y el que habla contigo, él es.

Y él dijo:

- Creo, Señor; y le adoró." (9:35-38).

Notemos algunos hechos importantes aquí.

Cuando supo el Señor que el hombre había sido expulsado de la sinagoga (lo cual debe de
haber afectado mucho al hombre), le buscó y le halló. Había estado dispuesto a alinearse con
Jesús, a sabiendas del precio que tendría que pagar, así que el Señor le busca para confirmar su
fe y revelarse a él.

Él había declarado que Jesús había venido de Dios, así que Jesús se le revela como tal: como el
Hijo de Dios.

Jesús concedió al ex ciego un privilegio dado a muy pocos. Un privilegio que sólo otorgó a los
desechados por la mano de los hombres, como la mujer samaritana (Juan 4:25-26). A ella se
reveló como el Cristo; al ex ciego, como el Hijo de Dios. Estos dos descubrimientos que hace
Jesús de sí mismo contienen toda la verdad respecto a su persona (Mateo 16:16; Juan 20:31).

Entonces, cuando el hombre que había sido ciego recibió este segundo milagro, esta revelación
(que es un milagro mayor que el primero) cayó en tierra y le adoró. Él podía haber permanecido
en pie ante "Aquel hombre que se llama Jesús", o ante el "profeta" Jesús, pero no ante Jesús, el
Hijo de Dios.

Esta escena termina con el ex ciego postrado, adorándole. Su postura final es simbólica de una
vida consagrada a Cristo a causa de la grandeza de la gloria que le había sido mostrada.

Conocer a Jesús no es asunto de acoger las Escrituras y estudiarlas. No consiste tampoco en


ser un fiel y comprometido participante de una sinagoga. Conocer a Jesús como el Hijo de Dios
es recibir de él mismo una revelación que traspasa el alma, rompe los moldes, y produce un
derramamiento de nuestro espíritu delante de él, para siempre.
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036. Sus ovejas oyen su voz

Sus ovejas oyen su voz


(De pastores y asalariados)
Juan 10

El capítulo 10 de Juan reviste una primordial importancia a la hora de asegurar el corazón en


Dios.

La Puerta

Todo comienza con la puerta. La alegoría del rebaño y su pastor comienza con la puerta. Sólo
entrando por ella se puede pertenecer al rebaño y ser considerado una oveja por el pastor.

La puerta sirve para entrar, y también para salir. Pero en este caso, el énfasis se pone en el
entrar.

- El que por mí entrare, será salvo.

Se sugiere claramente que hay otras formas de entrar. Se puede "subir por otra parte". En tal
caso, el pastor no lo acogerá, sino lo considerará un delincuente. Sin duda, hay muchas otras
formas de entrar en los ambientes cristianos aparte de la puerta. Aun más, después de haber
entrado así, se puede permanecer y prosperar allí. Sin embargo, aunque se hayan burlado las
restricciones de los hombres, no se burlarán del ojo avizor del único Pastor de las ovejas.

Se puede "subir" al rebaño de muchas extrañas maneras. Por lazos familiares, por razones
sociales, por convicción moral, o por temores diversos. Sin embargo, nada de esto, aunque sean
buenas razones, justifica "subir por otra parte". Sólo Cristo es la puerta válida, el único lugar
donde podemos encontrarnos con Dios y con los que aman a Dios.

El ladrón

¿Qué diremos de los ladrones y salteadores? Estos no son de los que pretenden burlar al pastor
y pasar por una oveja más; sino son los malvados que entran para robar ovejas, o para matarlas.

Ellos son seguidores y discípulos del gran ladrón, que viene para "hurtar, matar y destruir". Las
intenciones de éste son precisas y funestas. Nada bueno hay en él. Puede ser que "hurtar" sea
todavía un delito menor; pero "matar" y "destruir" revisten la mayor gravedad.

Muchos hombres yacen esquilmados por la obra de este ladrón, asesino y destructor. Muchos se
han ido al infierno por su causa.

Pero el buen Pastor vino para dar vida y vida en abundancia.

El juicio para el ladrón es claro y definitivo. Jesús, el buen Pastor, le venció en la cruz y decretó
para él una sentencia de muerte.
Los secuaces que le siguen, recibirán también el justo pago -el severo pago- que se otorga a los
ladrones y salteadores.

El buen Pastor

Es interesante notar que, en este capítulo, se habla del pastor y del buen Pastor. En los primeros
versículos (2-4) se habla del pastor, y en otros posteriores (11,14-15) se habla del buen Pastor.

Al pastor se le identifica porque: entra por la puerta; es reconocido por el portero; las ovejas
reconocen su voz; él conoce sus nombres; y las saca y le siguen.

El buen Pastor, en tanto, es el que conoce y es conocido por las ovejas, y, sobre todo, es el que
da su vida por las ovejas.

El pastor (de los primeros versículos) puede ser tomado como un modelo de los pastores
terrenales; pero el buen Pastor es uno solo, y es celestial. El buen Pastor también hace lo que
hace el pastor, pero va más allá. Lo que lo distingue es que da su vida por las ovejas.

En Lucas 15 se dice que cuando el pastor pierde una oveja, deja las demás en el desierto y va
tras la que se perdió hasta encontrarla. Esto también hace el buen Pastor. Él lo hizo al venir a
buscarnos y salvarnos en la cruz, y lo sigue haciendo cuando nos salva cada día.

En la tierra no hay pastores buenos; sólo hay pastores. El buen Pastor es sólo uno, y nos
pastorea desde el cielo. También se le conoce como el "Príncipe de los pastores" (1ª Pedro 5:4).
Él es quien tiene el mayor derecho sobre las ovejas. En realidad, es el único que tiene derechos
sobre ellas.

Algunos de estos derechos son: disponer de ellas, reclamar obediencia y ser seguido. Cuando el
buen Pastor va adelante, debe ser seguido. Pero también cuando una oveja pequeña se
extravía, él sale en su busca. Es tan grande, que debe ser seguido por todas, pero a la vez es
tan tierno y compasivo, que va en busca de la pequeña que se ha perdido.

El asalariado

El asalariado llegó a estar a cargo de las ovejas, pero no pagó nada por ellas. Su afecto es el
que ha surgido del compromiso laboral, y del contacto diario, pero no es el amor de quien da su
vida por ellas. Cuando hay peligro, ese afecto es demasiado pequeño como para sobreponerse
al temor del lobo, así que deja las ovejas y huye.

El asalariado no espera que las ovejas estén bien cuidadas y alimentadas. Simplemente espera
que llegue el día en que ha de recibir su paga. Si muere alguna, la pérdida deberá correr por
cuenta del dueño, él dirá que no estuvo en su mano salvarla.

El asalariado es negligente. Él no se preocupa demasiado de fortalecer a la oveja débil, ni de


curar a la enferma. No venda a la perniquebrada, ni trae de vuelta al redil a la extraviada. El sólo
es diligente a la hora de beber de la leche, y vestirse de su lana; sólo corre para degollar la
engordada y comer de su grosura.

De manera que hay una gran diferencia entre el pastor y el asalariado. El asalariado cuida las
ovejas con el desgano del asalariado y disfruta de ellas como teniendo los derechos del pastor;
en cambio, el pastor las cuida con abnegación de pastor y disfruta de ellas como si no tuviera
ningún derecho.
Pero hay más. Los pastos del asalariado están resecos; las aguas escasean. Las ovejas dan
tenues voces lastimeras. El hambre y la sed les agobian el alma.

Entonces el buen Pastor las oye, y su corazón se inflama de compasión. Acude presuroso, las
toma en sus brazos, y se las lleva por esos montes deleitosos.

El asalariado espera ser seguido por las ovejas, y desea comer de la grosura de ellas. Pero
cuando las ovejas oyen la voz del buen Pastor, escapan de la mano de los asalariados para
subir a sus brazos. Entonces, ellos se quedan rumiando su amargura y tramando su venganza.

Ellos no quieren saber que sus derechos no pueden exceder a sus negligentes cuidados, que el
buen Pastor es el único que da su vida por ellas, y que lleva a sus ovejas donde quiere.

Ser o no ser

Jesús les dijo a los judíos:

- Vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas.

Y añadió:

- Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.

Aquí hay dos grupos excluyentes: uno conformado por aquellos que no son de sus ovejas, y otro
formado por sus ovejas. Los primeros son los que no creen; los segundos son los que oyen su
voz.

Para los primeros hay una sentencia lapidaria. Por eso los judíos, al sentirse identificados con
esas ovejas, tomaron piedras para tirarle. Para los segundos, en tanto, hay la más completa
seguridad.

- ... Y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es
mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

La condición de oveja de Jesús no se alcanza por haber tocado un resorte humano. No es por
decisión de carne y sangre. Jesús dice:

- Mi Padre que me las dio ...

Sólo el Padre puede decidir si tú eres o no una oveja de Cristo. Para que tú llegaras a serlo, el
Padre tuvo que haber pensado en ti y haber decidido a tu favor. Este es el privilegio más grande
que puede tener un hombre sobre la tierra.

Así que, hay sólo dos opciones: ser o no ser. ¿Cuál es tu realidad? ¿Eres o no eres una oveja de
Cristo, el buen Pastor?

Un rebaño y un pastor

La meta de Dios es que todas las ovejas conformen un solo rebaño y tengan un solo Pastor. A la
hora de decidir cuál ha de ser este pastor, no hay duda. Uno solo es el que dio su vida por las
ovejas. Uno solo es el que tuvo el poder de poner su vida por ellas, para luego volverla a tomar.
De manera que Cristo es el buen Pastor, y su iglesia es el único rebaño. Por supuesto, no se
trata de un único rebaño formado por alianzas humanas. Dios no reconoce esos acuerdos. Se
trata de la iglesia que él ganó por su sangre, de la iglesia que él edifica, del rebaño que él
apacienta.

¿Cómo llegará a formarse este único rebaño? Cuando el pastor sale del aprisco, llama a cada
una de las ovejas por su nombre, y las saca. Luego, cuando ha sacado fuera todas las propias,
va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. (10:3-4).

El rebaño único está formado por aquellos que reconocen la única Voz digna de ser oída. Ellos
se parecen en sólo esto: en que reconocen la voz del Pastor y le siguen. ¿Adónde? ¿Cómo?
¿Cuándo? El Pastor sabe adónde, cómo y cuándo.

En estos días su voz se está oyendo por muchos lugares, en el mundo entero. Y sus ovejas
están oyendo su voz y le están siguiendo.

¿Puedes tú oírle? Entonces, síguele.

Y, de paso, conocerás a las demás ovejas.

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037. Los amigos también tienen que morir

Los amigos también tienen que morir


(El "caso Lázaro")
Juan 11

En este capítulo 11 de Juan está el relato de la muerte y resurrección de Lázaro. Esperamos que
el Señor nos dé una nueva luz sobre este pasaje tan conocido, y que sea útil para los que
desean servir al Señor.

Un hogar en Betania

Había en Betania un hogar especial. Un hogar donde el Señor encontraba descanso después de
un día de camino agotador. Cuando llegaba allí, sus pies eran lavados, y su alma era refrescada.

Era el hogar de Lázaro, y de sus hermanas María y Marta.

Tal fue el afecto que el Señor tuvo por ellos, que les amó de una manera especial. El Señor
llamaba a Lázaro su amigo (11:11). Tres veces se dice en Juan 11 que Jesús amaba a esta
familia.

Pues bien, pese a esto, hubo un día en que el sol se puso para ellos.

Un día enviaron a Jesús un mensaje muy urgente:


- Señor, he aquí el que amas está enfermo.

Esta expresión "el que amas" no era una presunción. Era verdad: Jesús amaba a Lázaro. Sin
embargo, el Señor reaccionó extrañamente a ese llamado. En vez de acudir a él, "se quedó dos
días más en el lugar donde estaba".

El Señor Jesús amaba a estos tres hermanos, pero cuando supo que Lázaro estaba enfermo no
hizo lo que se esperaba que hiciese. Se esperaba que él se levantase y fuese rápido para
impedir que Lázaro muriera. Sin embargo, hizo exactamente lo contrario: se quedó allí dos días
más. En vez de tenderle la mano, le dejó caer.

Este es pues, el asunto. Jesús amaba a Lázaro, pero no hizo nada para evitar que muriera. Tan
sólo cuando se hubo cumplido el tiempo, es decir, cuando ya estuvo muerto, "vino, pues, Jesús,
y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro" (v.17)

Lázaro hedía

Cuando Jesús llegó, Marta fue a encontrarle, y le dijo:

- Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

María, su hermana, le dice poco después casi lo mismo:

- Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.

Ellas tenían toda la razón. Siendo el Señor Jesús quien es, era imposible que donde él estuviese
pudiese haber muerte. La muerte huía de él, porque él es la resurrección y la vida. Y cuando el
Señor Jesús está en un ambiente, la muerte tiene que huir, y la vida fructifica, florece y se
expande.

Ellas estaban seguras de esto, porque conocían al Señor.

Luego se acercaron al sepulcro, y el Señor dijo:

- Quitad la piedra.

Entonces Marta dijo:

- Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.

Si Lázaro hedía, entonces significaba que estaba bien muerto.

Una alegoría

Lázaro nos representa a todos nosotros. Lázaro somos tú y yo. Después de haber recibido la
visita del Señor en nuestra casa por algún tiempo; después de habernos sentado a la mesa con
él y de haber gozado de su afecto y de su palabra, llega un momento en que el Señor se aleja de
nosotros.

Mejor dicho, nosotros lo alejamos.


Es como lo que sucedió con aquella mujer sulamita en el libro de los Cantares. (cap.5:2-3). En
un momento en que ella dormía, oyó que la voz de su amado la llamaba, y le decía:

- Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de
rocío, mis cabellos de las gotas de la noche.

El Señor venía como siempre, amable, afectuoso, diciéndole dulces palabras, e invitándole a que
le abriera. Sin embargo, ella le responde:

- Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? Me he lavado mis pies; ¿cómo los he de


ensuciar?
Ella se ha acostumbrado tanto al Señor, y a sus afectos, que llega un momento en que lo
menosprecia. Ella está cómoda en su cama, se ha lavado, y yace plácidamente recostada. Él, en
cambio, viene con su calzado sucio, y cubierto con el rocío de la noche. Es una molestia pararse
y abrir la puerta.

Así también sucede con nosotros. Habiendo disfrutado de la amistad del Señor, de pronto nos
envanecemos, y lleguemos a pensar que nosotros le hacemos un favor con servirle. Nos hemos
afanado sólo en su obra, y nos ha ido tan bien en ello -aparentemente-, que nos parece que
podemos seguir realizándola, sin necesitar de él.

Llegamos a ser expertos, y podemos dictar conferencias sobre nuestros éxitos. Entonces, en
éste que parece ser nuestro mejor momento, el Señor se aleja por algún tiempo, y entonces la
obra, que es nuestra gloria, se comienza a marchitar, y nosotros nos empezamos a morir.

El corazón -que es engañoso- no siempre reacciona para ir tras él, como lo hizo la sulamita.
Entonces el desdén se transforma en una indiferencia tal, o en una porfía a seguir en nuestro
camino, que nos lleva espiritualmente a la muerte. Entonces, el Señor se queda lejos dos días
más. Hasta que nosotros, y todos los que nos rodean, sepan que hemos muerto.

Llega la desesperanza

Es posible que quienes están a nuestro alrededor desesperen. La esposa se da cuenta primero,
y después los hijos. Ellos preguntan:

- ¿Qué pasa contigo?

Es que hay una gran insensibilidad, una dureza de corazón o una angustiosa incapacidad de
salir del atolladero.

El Señor está lejos. Pareciera que él se ha escondido, que su mirada está vuelta hacia otra
parte. Entonces, la situación se vuelve dramática, la muerte nos rodea. Nos damos cuenta -un
poco tarde- que sin él todo es tinieblas. Sin él, las fuerzas del mal se nos abalanzan y amenazan
con tragarnos.

Sin él no hay gozo, ni fe, ni esperanza. No hay limpieza de conciencia. Se ha secado en la


garganta esa alabanza que fluía de nosotros mientras andábamos en la calle. Hay sequedad,
esterilidad, desierto. Hay hastío y pesadumbre.

Entonces los que nos ven en esa condición, le dicen al Señor:

- Señor, las cosas han ido muy lejos.


Y añaden, con lágrimas:

- Si tú hubieses estado aquí ... Si hubieses intervenido ... ¿Por qué no lo salvaste? ¡Señor, ha
muerto!

La mañana de la resurrección

El relato de Juan 11 dice que, al ver el Señor a las hermanas llorando, él lloró también. Esto
significa que él no se alegra con nuestra muerte y con el dolor de los que nos rodean. Él no se
alegra con nuestro sufrimiento, más bien, se conduele con nosotros.
El Señor lloró.

El Señor sintió profundamente el dolor por su amigo Lázaro muerto. Sin embargo, él le había
dejado morir.

Pero tras la noche oscura del alma, tras el túnel de la muerte, hay una luz que resplandece. Más
allá de los cuatro días hay una mañana de resurrección.

Y llega el momento en que el sepulcro se estremece, en que el ángel de la muerte se aparta, y


los demonios huyen. ¿Cuál es la causa? El Señor Jesús ha dicho, simplemente:

- Lázaro, ven fuera.

Cuando ya no había esperanza; cuando Marta había postergado la resurrección para el día
postrero, y cuando todos ya habían llorado en sus funerales, el Señor sacó a Lázaro, atadas las
manos, los pies con vendas, el rostro envuelto en un sudario.

A Lázaro, y también a nosotros. A ti y a mí.

Para un amigo de Jesús, la muerte no es el fin de todo. Siempre más allá de ella hay un mañana
de resurrección. Los hombres temen la muerte, porque no ven nada más allá de ella. No tienen
esperanza. Pero para los que aman a Jesús, la muerte es sólo el paso a una vida superior. Es
recién el comienzo de todo.

Los amigos también tienen que morir

Juan 11:51-52 nos dice que Jesús tuvo que morir para salvar a la nación y para congregar en
uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Jesús hizo lo que tenía que hacer. Él murió. Eso
está muy claro. Ahora les corresponde a sus amigos hacer lo propio.

Lázaro era un amigo del Señor. Pero no sólo él lo era.

El Señor les dijo en otra oportunidad a todos sus discípulos:

- Vosotros sois mis amigos ...

Y eso nos lo dice también a nosotros.

- Vosotros sois mis amigos.

Si tú eres su amigo, tienes que saber esto:


- Los amigos también tienen que morir.

Tal vez tú digas:

- Esto es absurdo. ¿Por qué tengo que morir?

O:

- Esto es para otros.

Mientras tú estás en el pináculo de la gloria, o en el monte de la transfiguración, podrías pensar


que no es necesario que mueras.

Sin embargo, Lázaro murió, y todos los demás amigos de Jesús también tienen que morir.

Catalepsia

Hay algo muy parecido a la muerte. Se llama catalepsia. ¿Qué significa? La catalepsia es la
pérdida de la sensibilidad exterior y del movimiento, pero sin pérdida de conciencia. Una persona
que está en estado de catalepsia está aparentemente muerta, pero razona.

Es posible que en algún momento lleguemos a entender la doctrina acerca de nuestra muerte y
la aceptemos. Es posible que estemos de acuerdo en que el Señor quiere que muramos. Y
entonces hacemos arreglos para producir nuestra muerte, y -mejor- para que parezca realmente
que morimos. Sin embargo, al Señor no lo podemos engañar. Él no permitirá que nos
conformemos con un simple adormecimiento. Él se alejará de nosotros todo el tiempo necesario
hasta que estemos bien muertos.

¿Cuánta revelación, cuánta vida, cuánta comunión está siendo impedida porque algunos de
nosotros no estamos dispuestos a morir de verdad? Lázaro murió, y todos los amigos del Señor
tienen que morir.

Ser un simpatizante es fácil, porque él va, escucha y se vuelve. Y luego dice:

- Estuvo linda la enseñanza.

- Buena la predicación.

- Fue hermosa la alabanza.

Pero ser un amigo del Señor, es algo mucho más delicado, y también comprometedor. Lázaro
murió. Y en Juan 15:14 dice:

- Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.

¿Y cuál es su mandato para usted y para mí? Hoy el Señor nos manda a morir, y a morir de
veras.

El Señor se quedó otros dos días más lejos de Betania, para que quedara muy claro que Lázaro
no sufría de catalepsia. El mal olor de su cuerpo indicaba que no tenía catalepsia. Lázaro estaba
realmente muerto.
Los frutos del morir

La muerte de Lázaro provocó uno de los hechos más prodigiosos del ministerio del Señor Jesús:
la resurrección de Lázaro. Sin la muerte de Lázaro no podía haber resurrección. ¿Y qué pasó
cuando Lázaro resucitó? "Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a
María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él" (v.45).

Si no dejamos morir a Lázaro, no habrá resurrección, y si no hay resurrección, no creerán los


incrédulos que esperan ver proezas y milagros. Cuando Lázaro resucita por el poder de Dios,
entonces la noticia se esparce y muchos llegan a ver.

El versículo 51 dice que Jesús tenía que morir por la nación y también para congregar en uno a
los hijos de Dios que estaban dispersos. Y él murió.

En estos días, hay mucho pueblo de Dios que está disperso. Hay muchos que están extraviados,
que se sienten lejos del redil.

Otros están hambrientos y sedientos. Dios los quiere reunir.

Si Lázaro se niega a morir, Dios no podrá usarlo para alcanzar a otros. Porque -usted debe
saberlo- hay una obra que Dios está haciendo hoy: él está salvando a muchos, y está
congregando a todos los dispersos en uno.

Pero para realizar esta obra, tú, al igual que Lázaro, debes morir.

Ellos no quieren morir

Hay muchos por ahí comiendo algarrobas. Hay muchos que no conocen la Casa de Dios. Para
reunirlos en uno, el Señor Jesús tuvo que morir. Y para que él los pueda reunir en uno hoy, sus
amigos tienen que morir.

Necesitamos romper las ligaduras de impiedad; necesitamos abrir camino, orar intensamente,
por las mañanas y las noches. Pero hay hijos de Dios que aman el dormir. Ellos no quieren
morir.

Es preciso negar los apetitos de la carne, pero hay hijos de Dios que no quieren morir.

Hay lazos de impiedad que no se rompen, porque el pueblo de Dios no ayuna. Hay ofensas que
se reciben, hay pequeñas cosas que hacen que el corazón, o el alma se duela, hay rencores,
hay rencillas. Pero los hijos de Dios no quieren morir.

Hay pequeños sacrificios que hacer, pero los hijos de Dios no quieren morir. Por tanto, los
dispersos seguirán dispersos, y los hambrientos seguirán hambrientos.

Hay hijos de Dios que trabajan de sol a sol, porque tienen muchas cosas que comprar, y muchas
deudas que pagar. Ellos no quieren restringirse. Ellos no quieren morir.

Ellos viven para trabajar y para ganar mucho dinero. Aunque con la mitad tendrían lo suficiente
para sus gastos y los de su familia, ellos sienten que necesitan ganar más. Tienen que mantener
un estándar de vida, un cierto 'status'. Tienen que cambiar el auto y mejorar la vivienda. Ellos no
quieren morir.
Entonces, que los que están afuera, sigan congelados; que sigan muriendo de hambre. Que
sigan estando con el estómago vacío.

Que sigan dispersos los hijos de Dios, porque estos Lázaros no quieren morir.

Amados: ¡Esto no es sólo una interpretación de Juan 11! Esto es un llamado al corazón del
pueblo de Dios. A los amigos de Jesús.

No es para los extraños: es para los amigos.

Los Lázaros no quieren morir. Ellos se esfuerzan por aparentar que están bien, aun lejos del
Señor. El Señor ya no da testimonio en sus corazones, ni respalda la obra de sus manos, pero
ellos no quieren morir. Se aferran desesperadamente a su vida y a su gloria.

Si esa es tu condición, amado hermano, debes saber que El Señor se va a quedar lejos dos días
más, hasta que mueras.

¿Por qué? Porque tú eres su amigo, porque él te ama y porque quiere ocuparte.

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038. El perfume

El perfume
(Anatomía de un derroche)
Juan 12:1-5

El episodio de Betania, con Lázaro y sus hermanas de nuevo en torno a la mesa, y con Jesús
como invitado de honor, tiene ribetes muy especiales.

Aquí es María la que da muestras de la más fina sensibilidad espiritual. Igual que en aquella
escena en que, sentada a sus pies, le oye hablar (Lucas 10:38-42), y en aquella otra cuando
Lázaro ha muerto (Juan 11:32-35). Allí, los oficios de Marta quedaron opacados por el ejemplo
de esta mujer que escogió "la buena parte"; acá, el gemido de María había tocado el corazón de
Jesús, que se conmueve hasta las lágrimas.

Pero ahora es el perfume. Es el nardo puro, de mucho precio, que derrama sobre los pies del
Señor. Ahora es su perfume que llena de grato olor toda la casa.

Un vaso quebrado

Marcos nos refiere que María quebró el vaso de alabastro para derramarlo sobre Jesús. (Marcos
14:3). Esto de quebrar el vaso debe de tener un significado espiritual, o si no, no hubiera ocurrido
así, o bien no se hubiese registrado. No hay razón para quebrar un vaso que podía haberse
abierto.
El vaso en las Escrituras es el cuerpo y también el alma, es decir, todo lo que conforma
esencialmente nuestro "yo", nuestra compleja personalidad psicosomática. (Ver 2ª Corintios 4:7-
10). Un vaso quebrado es, por tanto, un alma quebrantada, y ofrecida al Señor sobre su altar. El
grato olor del nardo puro es, consecuentemente, el del espíritu humano liberado como producto
del quebrantamiento anterior.

Un poco antes, el Señor había profetizado:

- El que cayere sobre esta piedra será quebrantado ... (Mateo 21:44).

La piedra es Cristo, y el que cae sobre él es todo aquel que viene a él para ser su discípulo. Para
un discípulo sólo hay esa opción, porque la otra que aparece en la segunda parte del mismo
pasaje, es para los réprobos:

- ... y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.

De manera que este es el camino obligatorio para quien desea servirle. O somos quebrantados
ahora, o seremos desmenuzados después. Por supuesto, aquel sobre quien la Piedra cae, no
sirve para nada.

De manera que María nos ilustra aquí muy gráficamente el camino del servicio espiritual.

El vaso quebrado es el alma derramada

El vaso de alabastro es, entonces, el alma que se derrama a los pies del Señor. María no sólo
ofreció su perfume; en ese perfume iba toda su alma derramada delante del Señor. ¿Hubo
lágrimas? ¿Hubo sollozos? ¿Fue esta escena similar a esa otra en casa de Simón el fariseo
(Lucas 7:36-50). ¿K las lágrimas de aquella mujer procedían de una indignidad que María no
sentía?

Si hubo lágrimas, no debieron de ser menos que las de aquélla. Si hubo gratitud allí, aquí debió
de haber más, porque Lázaro, que había muerto, estaba sentado a la mesa con ellos ahora. La
escena no nos ha sido descrita con todo su brillo, pero lo que está dicho basta para atraer
nuestro corazón a los pies del Maestro.

Los discípulos se oponen

Primeramente fue Judas el que se opuso (Juan 12:4), luego fueron "algunos" discípulos (Marcos
14:4), y finalmente, fueron todos, quienes se opusieron a María en su acción (Mateo 26:8).
Todos ellos esgrimieron la misma razón: que eso era un derroche; que el perfume podría
haberse invertido mejor. Los pobres hubieran sido, en opinión de ellos, objetos más dignos de
una inversión así.

Lamentablemente, en ese momento no hubo nadie (aparte del Señor y María) que tuviese los
ojos ungidos para ver espiritualmente las cosas. Hubiese sido muy digno para ellos si al menos
uno hubiera dicho lo que el Señor tuvo que decir para explicar el sentido de las cosas.

Nadie alzó la voz para vindicar al Señor en ese momento. Para todos ellos era un derroche, con
lo cual menospreciaban hasta la ofensa a Aquel que estaba sentado con ellos.

Cuando el Señor habla, él sale en defensa de la mujer; no de sí mismo.

- ¿Por qué molestáis a esta mujer? - dice, como si no importara si él hubiese sido molestado.
La oposición de los discípulos se ha seguido repitiendo cada vez que un alma se ofrece como
una ofrenda valiosa a los pies del Señor. Entonces, todos sacan cuentas de cómo hubiese sido
mejor invertirla. Y le dan una ubicación u otra, pero siempre referida a algo de la tierra. Tal vez
una atractiva carrera, o un camino seguro hacia el éxito en las aulas universitarias. Pero no se
suele tomar en cuenta sobre quién se está derramando el nardo puro.

Perfume para la casa

Junto con ser una ofrenda al Señor, el alma quebrantada es también un motivo de bendición
para la Casa. Todos los que estaban presentes aquella noche de Betania pudieron comprobar
cuán exquisito era el perfume, y cuán alto debía de ser su precio. 1

La casa cambió de olor; el ambiente se volvió refinado, si es que antes no lo era. Cristo estaba
presente. Pero también había el grato olor del perfume de María.

En la iglesia hoy, cada vez que ésta se reúne, Cristo está presente. Su presencia quita la muerte
e introduce la vida. Pero cuando hay nardo derramado, también la iglesia lo sabe, porque ofrece
el toque de excelencia, el ambiente digno a tan augusta Presencia.

Si está Cristo en Betania, debe de haber alguna María que le dé el marco real a esa gloriosa
escena. Si Cristo está en su iglesia (y sabemos que está), los vasos de nardo no pueden estar
guardados como buscando una mejor ocasión, porque no la habrá. Dejarlo para más tarde, será
una pérdida irreparable. El grato olor del perfume derramado sobre él debe inundar ya toda la
casa.

Los nardos de hoy

En la casa de Dios hoy escasea el perfume de nardo puro. Si es que hay perfume, es un nardo
aguado, o bien es un nardo "alternativo". Cuando hay alguna ofrenda, la ofrenda es mezquina.
No se ofrecen las almas para él, sino que se ofrecen a una "causa", a una "obra", al "evangelio",
todo lo cual es algo distinto de él mismo.

La obra de Dios comienza por Cristo. Así que, más vale que los siervos se ofrezcan a él, o no se
ofrezcan a nada. Empezar por otro lado es hacer una inversión pésima, que no glorificará al
Señor, ni perfumará la casa.

Ofrecerse a Cristo es algo demasiado etéreo para el alma carnal. En cambio, ofrecerse a una
"causa" es algo claro, palpable, con metas claras y cronograma definido.

Permítanos el Señor tener los ojos ungidos de María, para ofrecer nuestro nardo puro, de alto
precio, en el momento justo y a quien corresponde. Completamente. Poniendo en ello toda el
alma. Aunque los demás se opongan, y el diablo ruja.

Para que su Nombre reciba gloria, y su casa esté perfumada, como es digno de él.

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039. El grano de trigo


El grano de trigo
(La carne bajo sentencia)
Juan 1:12-13; 3:5-6; 6:63; 12:24-25

Desde el primer capítulo de Juan se viene conformando sutilmente una enseñanza (un poco
aquí, otro poco allá) que desemboca definitiva y claramente en las siguientes palabras de Jesús:

- De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo;
pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en
este mundo, para vida eterna la guardará. (Juan 12:24-25).

Con este dicho del Señor se hace la luz completa en un asunto de vital importancia para el
cristiano. Sin embargo, para entenderlo bien tendremos que seguirle su curso desde el principio.

Engendrado de Dios

En Juan 1:12-13 dice que los hijos de Dios "no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios". Los términos "sangre", "carne", y "voluntad de
varón" nos remiten a la esfera de lo terreno, de lo humano; en tanto la expresión "de Dios" nos
levanta hacia las alturas de lo divino. La contraposición es evidente.

En ella, lo terreno es puesto, según la valuación de Dios, en un lugar muy desventajoso. Nada de
la tierra puede producir algo divino. Nada de "carne" o "sangre", o de "varón" puede generar algo
espiritual. La carne y la sangre pueden engendrar hijos de carne y sangre, pero no pueden
engendrar hijos de Dios. Asimismo, la voluntad del hombre (que es su punto fuerte) queda
excluida de raíz.

Nacido del Espíritu

El Señor Jesús le dijo a Nicodemo, aquella noche de preguntas y respuestas en secreto:

- Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Y también le dijo:

- El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. (Juan 3:5-6).

En Juan 1:13 se habla de engendrar; aquí se habla de nacer. Allí Dios es el que engendra un hijo
de Dios; aquí es el Espíritu el que hace nacer un nuevo hombre que pueda entrar en el reino.

La carne y el espíritu siguen dos carriles diferentes, paralelos, que nunca se podrán encontrar.
Lo que es nacido de la carne, carne es. Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Espíritu y vida

- El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha - dice el Señor en Juan 6:63.

En Juan 3 se nos habla del carácter irreconciliable de los carriles de la carne y del espíritu; aquí
se nos muestra qué es lo que hay al fin de cada uno de esos carriles.
Al final del carril del espíritu está la vida; al final del de la carne está lo que no aprovecha. Eso
que no aprovecha está aclarado por Pablo en dos lugares de sus epístolas. En Romanos 8:6 nos
dice que es la muerte, y en Gálatas 6:8 nos dice que es la corrupción.

Luego, el Señor completa la idea diciendo:

- Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.

Aquí se indica cuál es el fin que tiene el carril del espíritu: la vida. En Cristo todo es coherente.
Desde principio a fin hay sólo una línea. Él no admite intromisión de la carne (con sus secuelas,
la muerte y la corrupción); él se asocia con el espíritu y con la vida. Más estrictamente, sus
palabras son (no sólo "contienen") espíritu y vida.

El repertorio de la carne

Toda vez que se habla de la carne y de sus manifestaciones acudimos a Gálatas capítulo 5,
versículos 19 al 21. Esto está bien. Y de esa larga lista es muy claro que cosas como el
adulterio, la fornicación, la inmundicia y la lascivia, las borracheras y las orgías, por ejemplo, al
ser tan grotescas, son evidentemente carnales. Pero no siempre hay el mismo acuerdo para
juzgar como tales otros pecados "menores", y que suelen admitirse casi como normales aun en
medio del pueblo de Dios, tales como las enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las
contiendas, las disensiones (divisiones), las herejías (o sectas), y las envidias.

Así, una primera cosa que hemos de considerar aquí son esas manifestaciones menos grotescas
de la carne (tan cercanas a las debilidades, y como tales, casi excusables), y darles el nombre
que realmente tienen.

Hay cristianos que se han acostumbrado tanto a ellas, que aceptan convivir con ellas, adaptarse
a ellas, y bromear acerca de ellas con el más absoluto desparpajo. Quienes hacen así no
advierten el dolor que ellas causan en el corazón de Dios, ni el retraso que provocan en su obra,
ni el descrédito en que sume a la preciosa fe ante los incrédulos.

Los celos, las contiendas y las divisiones que Pablo atacó tan fuertemente en los corintios (1ª
Corintios 3:3) suelen ser hoy asuntos banales y aceptados casi sin reproche. Esos males, tan
sancionados por Pablo, son los mismos que hoy separan a los líderes cristianos y a los hijos de
Dios en multitud de facciones. Cada facción es un signo claro de que en algún lugar y en alguna
circunstancia determinada, hubo alguien (o algunos) que no quisieron morir, y que dejaron libre
pasada a su carne. Que hubo alguien (o algunos) que admitieron en su corazón esos "pecados
menores" de la carne como son las enemistades, los pleitos, las disensiones y las envidias.

Las bondades de la carne

Sin embargo, hay una manifestación de la carne que es todavía más sutil que la anterior. La
carne no es sólo lo malo que describe Pablo en Gálatas 5. Hay mucho bueno en la carne, y que
por serlo (al menos ante los ojos no ungidos espiritualmente) no es juzgado, ni menos
aborrecido.

Cuando Pedro, lleno de compasión por el Señor, quería evitar que su Maestro fuese a la cruz,
manifestó, no un rasgo del espíritu, sino la bondad natural de su carne. (Mateo 16:22-23). La
compasión y el deseo de sobrevivencia para su Amigo y Maestro no es una cosa reprobable a
los ojos no ungidos, pero el Señor los dejó al descubierto: eran simplemente carne y, más aun,
carne utilizada por el Maligno. La carne de Pedro -como todo lo que es de la carne- no ponía la
mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Cuando Pedro, poco después, en el monte de la transfiguración, pide al Señor que autorice el
que se hagan tres enramadas, también estaba discurriendo carnalmente. (Mateo 17:1-5). Por
eso, el Padre lo interrumpe desde la nube para dar testimonio de su Hijo amado. La idea de
Pedro no honraba al Señor, porque le ponía a la misma altura que sus siervos Moisés y Elías.
Así que su buena intención es, de nuevo, contraproducente, y en vez de ayudar, molesta.

Cuando los discípulos disputaban entre sí acerca de quién sería el mayor, no necesariamente
tenían una mala intención. (Lucas 22:24-27). Simplemente querían reconocer un orden entre
ellos para enfrentar mejor la obra futura. Querían establecer una especie de organigrama "para
un mejor funcionamiento", lo cual en el mundo es una buena cosa. Sin embargo, espiritualmente,
eso era reprobable. Así que el Señor les dijo cómo lo que se estilaba entre las naciones no era
aplicable a ellos, y cuál era la diferencia entre el proceder de la carne y el del espíritu.

Cuando los discípulos se durmieron en el Getsemaní, aquella noche terrible en que no pudieron
velar junto a su Maestro, él les dio la explicación de su pesadez (Mateo 26:36-41). Les dijo:

- Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la
carne es débil.

La oración era de verdad una buena cosa que ellos podían y debían hacer junto a su Señor
sufriente; sin embargo, ellos eran carnales todavía, y no podían hacerlo.

Así, derivamos una conclusión importantísima para todo cristiano: que en el reino y en la obra de
Dios, lo que la carne puede hacer, no sirve; y lo que sí sirve, ella no lo puede hacer.

La carne y la obra de Dios

Pese a lo anterior, en la realización de la obra de Dios suelen ocuparse muchas bondades de la


carne, y suele echarse mano a muchos buenos recursos del mundo. En la predicación del
evangelio, en el establecimiento de iglesias, en la formación y financiamiento de los "ministerios",
en la edificación de los creyentes, es decir, en prácticamente todo, hay muchas estrategias
carnales en acción.

¿Cómo podría Dios respaldar aquello que se originó en la carne? El espíritu y la carne son
entidades irreconciliables, y los recursos de la carne no pueden producir ningún fruto espiritual.

Si hay algún fruto en medio de toda esa profana parafernalia "cristiana" de hoy no es porque en
ella se hayan invertido muchos recursos humanos, sino porque, en algún momento del 'show', el
animador (o el cantante o el teleevangelista) dejó caer, como al pasar, alguna buena palabra de
Dios en el corazón hambriento, que dio fruto para vida. Es la Palabra y sólo la Palabra la que es
espíritu y vida. De lo demás, nada aprovecha, porque todo eso es carne y nada más que carne.

Dios respalda su Palabra, y la Palabra que sale de su boca no vuelve vacía. De todos los
ingredientes del 'show', es una porción minúscula y casi despreciable hoy lo que da fruto para
gloria de Dios. ¡Cuánto mayor fruto habría si se invirtiesen los énfasis y las prioridades de Dios
reemplazasen las nuestras! ¡Cuánto mayor fruto habría si nos despojásemos de las armas de
Saúl, y tomásemos una honda y unas cuantas piedrecillas del arroyo para derribar los Goliats
que se levantan en nuestros días!

La verdad completa
Al llegar a Juan 12:24-25 encontramos el desenlace de toda esta preciosa enseñanza que se va
diseminando poco a poco a través del evangelio de Juan. Retomemos las verdades anteriores y
veamos cómo se reúnen en este pasaje.

Si la carne y la sangre no sirven para engendrar un hijo de Dios (1:13); si la carne no puede
introducir a nadie en el reino de Dios (3:5-6); si la carne no aprovecha para nada (sólo trae
muerte y corrupción) (6:63), entonces, la carne debe caer en tierra -como un grano de trigo- y
morir. Eso es todo.

El grano de trigo es -como se explica en el versículo 25- la vida "en este mundo". Es la vida
humana, la vida del yo, con todos sus deseos y sus apetitos; pero no sólo con sus malos deseos
y sus apetitos pecaminosos. Es la vida del alma con todas sus ideas, sus buenas intenciones, y
su repertorio de bondades. Cuando esta vida va a la muerte, se turba el alma (Juan 12:27); se
desconcierta y sufre, pero igualmente tiene que morir.

La vida del alma (o de la carne) es parte tan íntima nuestra, que nos duele más que una espina
arrancarla de nuestros afectos. Pero tenemos que hacerlo. Si no lo hacemos, nos quedaremos
sin fruto. El espíritu, encerrado en las fortalezas de nuestra alma, no podrá salir para vivificar a
otros. El grano de trigo se quedaría solo, y su muerte final no sería para nada provechosa.
Moriría de viejo, pero no voluntariamente. Su muerte no traería gloria para Dios.

Así que, lo que comenzó en Juan 1:13 como un asunto en que la vida de Dios engendraba vida
en los hombres, concluye aquí (Juan 12:25) como un asunto en que el hombre muere para que
la vida de Dios se manifieste.

¡Que el Señor nos ayude a aceptar nuestra muerte, para que cuando se nos turbe el alma, no
volvamos atrás, sino sigamos hasta que el grano de trigo muerto se vea en muchos granos
nuevos, para la gloria de Dios!

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040. Las manos más poderosas toman la toalla

Las manos más poderosas toman la toalla


(La señal de nuestra riqueza)

"Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios
iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó." Juan 13:3-4

En estos versículos vemos dos cosas contrastantes: la grandeza del Señor, su dignidad (y la
conciencia de esa dignidad), y su humillación ante los hombres.

El Señor ha llegado al fin de su ministerio. Todo lo que debía hacer, lo ha hecho. Sólo falta la
cruz. Pero aun antes de ella, ya el Padre ha decretado que él es el heredero de todas las cosas,
y ha puesto todas las cosas en sus manos.

Bien puede el Señor descansar. (Ya ha agradado el corazón del Padre, ¿qué más podría
desear?). Sin embargo, no descansa. Hay algo más que él debe hacer.
Con esas mismas manos que el Padre generosamente ha llenado de poder y de autoridad, él
realiza algunas acciones. Algunas extrañas acciones. Acciones consideradas viles, dignas de un
criado.

Precisamente ahora, cuando todo lo tiene en su mano, ahora que le ha sido dada toda potestad,
realiza acciones de esclavo.

Bien podría usar sus manos para ejercer alguna forma de gobierno, o demandar sumisión.
Podría alzar sus manos con majestuosidad y reclamar obediencia y veneración. Todo eso sería
perfectamente legítimo.

Sin embargo, lo que hace es insólito. Se quita su manto (era hermoso, tal vez lo único que
humanamente le daba algún atractivo), toma una toalla y se la ciñe, pone agua en un lebrillo, y
comienza a lavar los pies de los discípulos, enjugándolos con la toalla.

En sus manos bien podría haber habido un bastón de mando, pero ¡vedlo!, ¡ha tomado una
toalla!

¡No es la conducta del más grande Rey! ¡No es el gesto mayestático del favorito de Dios!

"Sabiendo Jesús ..."

Jesús escoge este momento para darnos la suprema lección de humildad. La verdadera
humildad no es la impotencia del pobre y desamparado que no tiene otro camino que aceptar el
atropello. No es la impotencia del débil que no puede zafarse del escarnio, pero que lo sufre
hirviendo de ira por dentro.

La humildad tampoco es una consecuencia del menosprecio hacia sí mismo, o de una


conciencia de indignidad. Al contrario.

La humildad parte del conocimiento de Dios y de lo que tú eres para Dios. La humildad parte de
un corazón pleno, de unas manos que han sido bendecidas por Dios. La verdadera humildad
comienza con tu riqueza, con tu descanso en Dios. Por cuanto eres algo para Dios, tú puedes
humillarte ante los hombres. Tu corazón se siente tan satisfecho en Dios que no importan los
menosprecios o las incomprensiones de los hombres.

Cuando Jesús supo que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, tomó la toalla.

Cuando te sabes precioso para Dios, y sabes que eres rico, y que lo que tienes está
perfectamente asegurado en Dios, puedes exponerlo, y puedes llegar al extremo de tomar la
toalla.

Si sabes de dónde vienes y hacia dónde vas, puedes humillarte. Si sabes que tienes todas las
cosas en Cristo, ¿qué importa que los hombres vanamente quieran tomar todas las cosas por su
mano? Si Dios ha decidido darte (y su voluntad es inquebrantable), ¿quién podrá quitarte?

La toalla en tu mano no es una pérdida en tu dignidad: es una honra. Es desgranar divinidad a


los pies de los hombres.

El temor de perder

Quienes no están dispuestos a tomar la toalla, y, en cambio, sí lo están para sentarse y ser
lavados; quienes no quieren servir, sino ser servidos, no se saben lo suficientemente
enriquecidos en Cristo; tienen inseguridad, así que no quieren perder ante los hombres lo poco
que creen tener.

La altivez, la soberbia, la presunción, delatan una gran pobreza espiritual, y una suma debilidad
interior. Si no se defienden, si no gritan sus derechos, se quedan sin nada.

Tras la falta de humildad hay un abismo sin fondo. Si no reafirman su personalidad, no tienen
personalidad; si no se esfuerzan por obtener protagonismo, no tienen protagonismo; si no gritan,
no son escuchados; si no dicen: "¡Estoy aquí!", nadie les prestaría atención.

No son nada aquí abajo (al menos, así lo sienten), porque no tienen el testimonio de ocupar un
lugar en el corazón de Dios. Les parece que el cielo está cerrado para ellos, que Dios no les
quiere, ni los respalda.

Si más encima toman la toalla, serán no sólo pobres, sino que parecerán pobres. No sólo serán
pequeños, sino que lo parecerán.

Interviene Pedro

Si después de mucha cavilación, ellos deciden humillarse, si han comenzado a lavar los pies de
otros más pequeños que ellos; si en ese momento algún Pedro les dice: ¿"Tú me lavas los
pies"?, ellos no tiene reparo en detenerse; antes bien, les parece que era la objeción que
estaban esperando; sienten que ella confirma sus aprensiones, y que es lo que les conviene.
¿No les evita una humillación? ¿No honra su posición ante los hombres?

Por si todavía albergan alguna duda, ese Pedro insiste, diciendo: "No me lavarás los pies jamás".
Entonces, lo confirmarán del todo.

Con ello, termina la hora (quizá fueron sólo unos minutos) de su humillación y comienza la de su
exaltación. Desde ahí estarán dispuestos a recibir sin ambages toda la honra que venga.

Allí mismo se habrá perdido la ocasión de descender, y de dar una lección de humildad a los
demás.

Comienza así a establecerse el ego en el corazón, con todas sus altiveces, en vez de entronizar
el espíritu de Cristo.

El Señor no hizo así, sin embargo. Él debía llegar hasta el fondo en su descenso, y lo hizo.
Pedro no pudo impedírselo. Nada debía paliar la cuota de su humillación. El tenía que ser
ejemplo. Y lo fue, perfectamente.

Un llamado a comprometerse

Jesús le respondió a Pedro:

- Si no te lavare, no tendrás parte conmigo

La respuesta del Señor fue una orden a comprometerse. Era como decirle:

- Si no dejas que te lave, entonces no me conoces.


Si Pedro lograba que el Señor no lo lavara, él podría perfectamente negarse después a lavar a
otros. En cambio, ahora, había tenido que aceptar que el Señor se humillara ante sus pies; así
que él debería hacerlo ante otros.

- Pedro, o te comprometes, o no tienes parte conmigo.

Esa misma voz resuena para nosotros. Él nos ha lavado los pies, y nosotros debemos lavarlos a
otros. Él se humilló ante ti, así que tú tienes que humillarte ante otros. Y esos otros deberán
seguir el ejemplo hasta llegar al último discípulo.

Judas también

"Después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa ..."

Esta frase indica claramente que Jesús cumplió su tarea con todos sus discípulos. Pero ... ¿con
todos?

Entre los doce hay uno que miraba con sorna lo que hacía Jesús. Sus pensamientos bullían por
dentro.

- ¡Vean cómo luce el que se dice Hijo de Dios! ¡Arrodillado como el más vil de los esclavos!

Es Judas. ¡Judas también estaba presente! Podemos entender que Jesús lavara los pies de los
once, pero ¿debía lavar también los de Judas?

También los de Judas.

Evitarlo le habría sido muy fácil. Bastaba con decirle que saliera unos minutos antes. De todas
maneras, él iba a salir en seguida para entregarle. (Juan 13:27).

¿Por qué no lo hizo así?

Es que no hubo límite para la humillación de Cristo; para que ninguna humillación nuestra fuera
superior a la suya; para que nadie se gloríe en sí mismo, sino en él.

Humillarse ante Pedro podría resultar relativamente fácil; humillarse ante Juan, el discípulo
amado, también. ¿Pero, humillarse ante el que le había de entregar?

No hay límite para la humillación a la que debe estar dispuesto uno que ama a Dios y que sigue
a Jesús.

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041. La perfección del amor

La perfección del amor


(El sello de nuestro discipulado)
"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos
a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros." Juan 13:34-35

La mayor evidencia de la calidad de la vida divina es el amor. Según las palabras del Señor, el
amor habría de ser el sello característico y relevante del discipulado.

Veamos cómo es este amor.

Como yo os he amado

La calidad del amor con que se aman los que son de Dios está asegurada por ser de la misma
clase e intensidad que el amor de Cristo. En realidad, es el amor de Cristo mismo.

El Señor dijo:

- Que os améis unos a otros, como yo os he amado ...

¿Cómo nos amó Cristo?

Cristo demostró de manera fehaciente la calidad e intensidad de su amor, porque dio su vida por
amor.

Muchas otras formas puede haber para demostrar el amor, pero ésta es la mayor. Él mismo lo
dijo así en otra oportunidad:

- Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

Este amor de Jesús ofrecido hasta la muerte tiene, en las Escrituras, tres connotaciones: como
el Amigo puso su vida por los amigos (Juan 15:13); como el buen Pastor, dio su vida por las
ovejas. (Juan 10:11), y como el Amado y Esposo, se entregó a sí mismo por su amada, la
iglesia. (Efesios 5:25).

¿Eres tú un amigo de Jesús? Jesús puso su vida por ti. ¿Eres una oveja de Jesús? El dio su vida
por ti. ¿Eres un miembro del cuerpo que es la iglesia? Jesús se entregó a sí mismo por ti.

Esta es la maravillosa y definitiva demostración del amor de Cristo.

Su muerte sustitutiva

Así pues, la máxima demostración del amor es ofrecer la vida por otros. O sea, ir a la muerte.

Cuando nosotros estábamos bajo condenación, y no podíamos salvarnos, él fue nuestro sustituto
en la cruz. Él tomó el lugar de nuestra muerte en la cruz.

Las Escrituras nos ayudan a visualizar esto.

El cordero manso

Los judíos en el tiempo de la ley acudían al tabernáculo cada cierto tiempo. Ellos iban siempre
con algún animal -preferentemente un cordero- para ofrecer en el tabernáculo por sus pecados.
Pues bien, cada uno de esos corderos, o becerros, o machos cabríos, estaba hablando de uno
que habría de venir, y que habría de cargar el pecado de todos nosotros.

Si hubiésemos estado allí para preguntarle a un judío:

- ¿Para dónde vas con ese cordero?

Él nos hubiera respondido:

- Voy a la casa de Dios. Por este cordero yo soy salvo. He cometido muchos pecados, pero este
cordero me hará volver en paz. He infringido muchos mandamientos, pero este cordero me dará
la vida. Cuando caiga su sangre en tierra, yo seré libre.

En el tabernáculo había preparado un lugar -el atrio-; el cordero sería puesto encima, y los
cuchillos caerían sobre él.

Esos corderos, que no emitían voz al morir, que no se resistían; esos cientos y miles de corderos
que fueron sacrificados así, hablaban de Jesús. Todos los días de su ministerio sobre la tierra,
Jesús supo que él era un cordero. Y como tal, su destino estaba fijado de antemano. Y él no hizo
nada por cambiarlo, aunque podía haberlo hecho.

- Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para volverla a tomar - decía él.

También decía:

- Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo (Juan 10:17-18).

¿Qué significan esas palabras? Que no fue la impotencia la que le llevó a la cruz. No fue la
debilidad.

Fue el amor por sus ovejas; fue el amor por sus amigos.

El pararrayos de la ira de Dios

Este mismo amor de Cristo que le llevó a ofrecerse como nuestro sustituto en la cruz tiene
también otra connotación: Cristo fue como un pararrayos, que detuvo al ira de Dios por el
pecado.

Tú debes recordar el día que Dios le dio la ley a Israel en el monte Sinaí. (Éxodo 20:18-21;
Hebreos 12:18-21). ¿Qué hubo en ese monte? Recordarás que fue aquél un espectáculo terrible.
Había truenos y relámpagos, y sonido de trompetas. El monte entero ardía en fuego y humeaba.
El pueblo temblaba, y Moisés también.

¿Qué ocurrió allí? El Dios de justicia, que no tolera el pecado, estaba dando a conocer las
demandas de su santidad. El pueblo que estaba abajo, al pie del monte, era un pueblo pecador.
Por tanto, ese fuego era la ira de Dios por el pecado.

Retengamos, por un momento, ese monte humeante en nuestra retina. Y ahora miremos hacia
otro monte: el Calvario.

En un extremo está el Sinaí, llameante, y en el otro está el Calvario, lóbrego y sombrío. Veamos
ahora cómo esos rayos, esos truenos y relámpagos atraviesan el aire, las edades, los siglos y
caen sobre el Gólgota. Las demandas de la justicia de Dios que salen del Sinaí caen sobre el
Calvario. Y veamos a Cristo, clavado sobre la cruz, como un gran pararrayos, deteniendo la ira
de Dios, para que ella no te alcanzase a ti ni me alcanzase a mí.

Ese fue el amor de Cristo.

Ese día en el Gólgota, él dijo:

- Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?

Uno que nunca había dado motivos para ser dejado, o abandonado; uno que no tenía ninguna
tacha ni pecado, había sido objeto de las iras de Dios. Por nosotros fue hecho maldición.
(Gálatas 3:13).

En aquel momento, era como si Jesús dijera:

- Padre, tus demandas son para mí. Caigan tus juicios sobre mí. Caigan tus iras sobre mí, pero
no los toques a ellos.

La gallina y sus polluelos

Este mismo amor, que se ofrece para defender al hombre de las iras de la justicia divina, está
también representado, en su ternura y en su fuerza, por una gallina y sus polluelos.

Jesús lamenta sobre Jerusalén:

- ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y
no quisiste! (Mateo 23:37).

No sé si tú has visto cómo una gallina cubre a sus polluelos. Sobre ella viene el peligro, pero ella
no cuida de sí misma. Ella extiende sus alas para cobijar a todos sus polluelos, para que ninguno
sea tocado por el mal. Podrá venir el viento fuerte, o la agresión, pero los polluelos están
seguros bajo sus alas.

Tal vez tú no sepas lo terrible que puede ser una gallina que cubre a sus polluelos. Ella no quiere
que ninguno sea tocado. Por eso el Señor dijo:

- De los que tú me diste ninguno se perdió.

Jerusalén no quiso cobijarse allí. Pero bienaventurados son los que hoy se cobijan bajo la
sombra de su amor.

Su vida sustitutiva

Tal como Cristo fue nuestro sustituto sobre la cruz para morir y también para recibir el juicio de
Dios que a nosotros nos correspondía, hoy él es también nuestro sustituto dentro de nosotros.

Antes no podíamos salvarnos de la muerte (le necesitábamos a él); hoy no podemos vivir por
nosotros mismos (le necesitamos a él). Ahora estamos libres de condenación; sin embargo, no
podemos vivir sino por su vida.
Como hemos sido juzgados en Cristo en la cruz del Calvario, hoy podemos vivir la vida suya.
Como estamos muertos, él puede vivir su vida en nosotros.

El amor de Cristo no es una aspiración, ni es objeto de imitación. Es una realidad que vivimos
porque Cristo vive en nosotros.

La perfección del amor

Hemos revisado algunas demostraciones palpables del amor de Cristo. Pero veamos ahora un
asunto que nos toca directamente a nosotros. ¿Cómo es el amor de Cristo en nosotros? ¿Cómo
se puede conocer y expresar el amor de Cristo en la iglesia?

Vayamos a Pablo.

Seguramente al apóstol Pablo le preguntaron muchas veces:

- Pablo, ¿podrías tú describirnos el amor de Cristo?

Entonces, en Efesios capítulo 3, Pablo intenta hacerlo. Sus palabras son muy interesantes.

Dice: " ... A fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de
conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la
plenitud de Dios" (17-19).

Aquí Pablo trata de expresar lo inefable. Y entonces habla de la anchura, de la longitud, de la


profundidad y de la altura del amor de Cristo. Pablo dice aquí que el amor tiene medidas, que es
algo tridimensional. ¿Qué importancia tiene esto? La explicación que Pablo da sobre el amor no
es algo muy lógico que digamos: es una explicación espiritual.

¿Qué cuerpos tridimensionales se describen en la Escritura? Hay uno especialmente


significativo. En las Escrituras, las cosas perfectas de Dios tienen forma de un cubo. Un cubo es
perfecto, porque tiene las mismas medidas en cada una de sus caras.

Dos importantes cosas tienen esa forma en las Escrituras.

Una de ellas estaba en el tabernáculo, y era el lugar Santísimo. Recordemos que en el


tabernáculo estaba el atrio, el lugar Santo y el lugar Santísimo. Los dos primeros lugares eran
muy importantes, pero el lugar Santísimo lo era aún más, porque allí habitaba Dios. Dios es
perfecto y él habitaba en un ambiente perfecto.

La segunda es la nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:16). La Jerusalén celestial no es sólo una


ciudad, sino que es también la desposada, la esposa del Cordero. (Ap.21:9-10).

Así que, tanto el lugar Santísimo, como la Santa Ciudad -la iglesia- tienen forma de cubo. Y
Pablo nos da a entender que el amor también es como un cubo. ¿Por qué?

Porque el amor de Cristo es perfecto. Así como lo era el lugar donde Dios habitaba bajo la
antiguo Pacto, y así como es también el lugar donde Dios habita hoy en el Nuevo.

El amor es tridimensional
Es importante ver que la descripción que Pablo hace del amor de Cristo es tridimensional, y no
bidimensional.

Tú puedes dibujar un cubo en un papel, y tenerlo en tu mano. Y también puedes poner en tu otra
mano un cubo tridimensional. Así, en ambas manos tú tendrás un cubo.

Pero hay una gran diferencia entre ambos. En la primera, tú sólo tienes un papel que tiene
dibujado un cubo. En la otra, tú tienes un cuerpo -con volumen- cuya forma, peso y textura
puedes percibir en tu mano. Es un objeto, por tanto, se puede palpar. Es de verdad un cubo, no
una mera figura de él. Es algo perfecto en sí mismo.

Esto tiene una profunda significación espiritual.

El amor es perfecto, y no es sólo una descripción, o una idea. Es una realidad, que tú puedes
palpar y ver.

Por eso el Señor dijo:

- En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

El amor es algo que todos podrían ver, y comprobar.

El amor de Cristo se expresó entregándonos su vida, así el amor de los cristianos se expresa en
hechos concretos, palpables y visibles. El amor de los cristianos se expresa cuando ellos están
dispuestos a morir por sus hermanos. Para que todos vean, y conozcan cómo es Dios.

Cuando Lázaro murió, Jesús fue a la tumba, y lloró. Y los judíos que estaban a su alrededor
dijeron:

- Mirad, cómo le amaba.

Así también debe oírse hablar de los cristianos en el mundo:

- Mirad, cómo se aman.

La iglesia es eso. Es un ambiente donde los hombres y las mujeres de Dios se aman. Un
ambiente donde el amor es vivido, y palpado. Donde es tan visible y perfecto como un cubo.

La plenitud de Dios

Pablo dice en Efesios 3:18 que el amor es un asunto que debe ser comprendido y realizado "con
todos los santos". Esto significa que el amor es la práctica de la iglesia, no el atributo de una sola
persona, o de cristianos individuales.

Si conocemos este amor, que excede a todo conocimiento, seremos llenos de toda la plenitud de
Dios. La plenitud de Dios es el amor de Cristo, que se niega a sí mismo y que se da por los
otros. Es la vida que se ofrece hasta la muerte por los demás. Es el amor derramado, vivido,
experimentado, en el seno de la iglesia.

Cristo murió por amor; sus amigos también han de morir por amor. Cristo demostró que amar no
es fácil; que no es un mero asunto de palabras.
Los que le siguen y moran con él, aman así, porque él vive en ellos.

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042. Sin él, nada

Sin él, nada


(El problema del permanecer)
Juan 15:1-6

Un amigo de Jesús debe saber que sin él no es nada, y no puede hacer nada.

La relación entre el Padre, el Hijo y el cristiano están muy bien figurados en este símil de la vid:
El Padre es el Labrador, Cristo es la vid, y cada cristiano es uno de los pámpanos.

Las tijeras van y vienen

Extrañamente, este símil comienza con dos advertencias:

- Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para
que lleve más fruto. (Juan 15:2)

Quitará y limpiará, dice la versión Reina-Valera 1960. La Biblia de Jerusalén traduce: "Lo corta" y
"lo limpia"; en tanto que la Versión Moderna dice: "Lo quita", y "lo poda". Estas últimas
traducciones son preferibles.

Si nos fijamos bien, estas dos acciones están en presente, y ambas operan en relación con el
fruto del pámpano. El "quitar" es porque no hay fruto, y el "podar" es porque hay fruto. Estas dos
acciones constituyen el trabajo presente del Labrador. Hoy quita aquel pámpano que no está
dando fruto, y hoy poda aquel que sí lo está dando.

Así que, lo primero es una advertencia. Temamos, pues, porque el Labrador está quitando y está
podando. Sus tijeras van y vienen sobre nuestras cabezas, ya sea para lo uno o para lo otro. El
Labrador no nos tocará injustamente, así que no temamos por eso; pero sí temamos de no llevar
fruto. Las tijeras cortarán al pámpano inútil; pero aun si un pámpano lleva fruto, sus tijeras
también lo tocarán de tiempo en tiempo. La poda es inevitable.

La vid necesita ser podada cada año, porque la tendencia a llenarse de hojas es muy fuerte y
muy letal para el buen fruto. Y cuando la vid es podada, ella "llora".

Hablando espiritualmente, hay muchas iniciativas de la carne que no sirven a Dios; ellas han de
ser quitadas de en medio. Pero cuando eso ocurre, nos duele profundamente, porque habíamos
cifrado en ellas muchas esperanzas.

La poda también abarca cada vez nuevas áreas, no tocadas antes. Después de una poda, nos
parece que el pámpano quedó tan limpio que no necesitará una poda nueva, pero a poco andar
-a la vuelta del ciclo de la vida- aparecen otra vez renuevos que es preciso cortar.
La deformidad del alma humana y la energía natural son de tal envergadura que requiere
severos cortes de tijera para no malograr las perspectivas de fruto que el Labrador tiene de cada
pámpano.

Hay un problema adicional que suele presentar este asunto del fruto.

Lo normal es que la vid dé uvas, y eso es lo que espera el Labrador. Sin embargo, hay
pámpanos que están dando un fruto diferente: manzanas, por ejemplo. Hay pámpanos que están
dando ricas, hermosas y atractivas manzanas. Ellas se pueden contar por miles, se pueden
envasar y también comerciar. Con todo, el Señor Jesús es una Vid, y el Labrador espera frutos
acordes con la naturaleza de su Vid.

Una tonelada de manzanas no vale lo que un racimo de buenas uvas a los ojos del Labrador.
(Ver 1ª Corintios 3:13).

Limpieza por la Palabra

La palabra es como una espada que corta, que limpia y depura. Esta palabra es el 'rhema', de la
cual hablaremos más adelante (cap.17). Hay pámpanos llenos de impurezas, porque no han
dejado que la palabra haga su trabajo en ellos.

Ellos están, tal vez, demasiado ocupados en producir manzanas, así que no tienen tiempo para
la palabra. Están demasiado ocupados en construir viviendas en Babilonia, así que no tienen
tiempo para la palabra. Están demasiado ocupados en amontonar hojarasca sobre sus eras, paja
en sus graneros y madera en sus cofres, así que no tienen tiempo para la palabra. (1ª Corintios
3:12-13).

El Señor dijo a sus discípulos:

- Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (15:3)

¿Por qué ellos estaba limpios? Estaban limpios por la palabra; y su palabra no era común.

Él dijo en otra oportunidad:

- Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. (Juan 6:63)

Aquí quisiéramos hacer una pregunta a los ministros de la palabra. Amado apóstol, profeta,
evangelista o maestro: ¿Qué lugar ocupa esta palabra (que es espíritu y vida) en tus
predicaciones? Tal vez hayas creído conveniente renovar tus mensajes quitándoles esos "viejos
dichos de Jesús", esa "rancia doctrina bíblica" para introducir, en su lugar, interesantes citas de
sabios filósofos, curiosas anécdotas, novedosas interpretaciones, todo, a la medida y gusto del
hombre moderno. Quizá hayas estimado aquellos viejos personajes bíblicos demasiado
repetidos y obsoletos ya por el paso del tiempo, y carentes de mayor interés.

¡Ay!, si ésta es tu situación, amado, entonces tú mismo eres un pámpano impuro, y tus oyentes
lo son aún más.

¿Cómo podrías tú y ellos dar fruto - más fruto, mucho fruto? Sólo la palabra como 'rhema' tiene
poder para hacerlo. Sólo la palabra que es espíritu y vida puede limpiar los pámpanos y
habilitarlos para que lleven más y mucho fruto.

Permanecer
Pero tal vez los problemas mayores no sean los que hemos visto hasta aquí. Tal vez el mayor
problema que nos plantea la parábola de la vid sea el de permanecer.

- Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros
los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de
mí nada podéis hacer. (15:4-5)

Para permanecer en la vid, primero hay que cumplir un requisito básico: hay que estar unido a la
vid, es decir, hay que ser un pámpano.

Este es un requisito imposible de cumplir por el hombre. Nadie llegó a ser un pámpano porque
se lo haya propuesto, o porque haya superado ciertas etapas de autoperfeccionamiento.

Por eso, Dios mismo se hizo cargo: Él nos hizo pámpanos de su Vid. Así que, comparado con
éste, el segundo requisito -el de permanecer- es una nodada, o al menos así debiera ser. Se
trata, simplemente, de seguir siendo lo que el Padre nos hizo ser, y permanecer allí donde él nos
puso.

Esto es fácil, aparentemente; pero en la práctica no lo es. ¿Por qué? Porque "permanecer"
implica, en primer lugar, estar quietos, y muchas veces, en silencio.

Pedirle a la carne que se esté quieta es pedirle un imposible. La carne es impulsiva,


emprendedora, "no se sujeta a la ley de Dios y tampoco puede" (Romanos 8:7). Tiene muchas
ideas que quiere llevar a cabo -brillantes, grandiosas, bien intencionadas- pero ninguna de ellas
le sirve a Dios. 1

Permanecer nos cuesta, porque nos resulta más fácil movernos, discurrir, emprender. Nos
parece que permanecer es como "no hacer nada". Sin embargo, no es lo mismo que "no hacer
nada". El permanecer es una quietud con ganancia, porque estás quieto en Cristo y delante de
él. Es una quietud sólo aparente, porque debajo de la superficie, Dios está preparando en tu
corazón el fruto que vendrá. Y también está obrando en las circunstancias, y en las personas
que te rodean, para que todo esté en orden cuando tú debas actuar.

Mientras tú permaneces en silencio allí, la vida de la Vid hace su operación silenciosa dentro de
ti, para que cuando llegue la primavera puedas lucir las flores y en el verano el fruto.

Así pues, una de las primeras grandes cosas que Dios le demanda a un creyente es que se
quede quieto.

Permanecer implica también respetar las leyes y los ciclos de la vida. Todas las formas de vida
-incluida la de una vid- están sujetas a ciertas leyes y a ciertos ciclos. Hay que respetarlos,
porque ellos han sido establecidos por Dios. (Marcos 4:26-29). Así como después de la noche
viene el día, también viene la primavera después del invierno. Cuando Dios hizo pacto con Noé,
nos aseguró a todos que sería así mientras la tierra permanezca. (Génesis 8:22).

En la vida de la Vid hay inviernos y veranos. Los inviernos suelen ser largos y el verano tarda en
llegar. Los inviernos son estériles, silenciosos y helados. ¡Son tan largos comparados con la
primavera anunciadora del verano! En esos inviernos, los pámpanos sienten que nada está
sucediendo, que todo es una pérdida de tiempo. O que, tal vez, no haya nunca más verano.
Para evitar esta amarga experiencia, a nosotros nos gusta romper los ciclos de la vida. Nos
gusta zafarnos de los inviernos. Nos gusta cosechar sin haber sembrado primero, o bien,
sembrar poco y cosechar mucho. Esto es un problema.

Permanecer es esperar con paciencia.

En 15:2 dice que la limpieza del pámpano le permitirá llevar más fruto; pero el permanecer en la
vid, le ayudará aún más, porque gracias a eso podrá llevar mucho fruto (15:5).

Separados

- El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y
los echan en el fuego, y arden. (15:6).

¿Cómo puede un cristiano -que ama al Señor y quiere agradarle- separarse de la vid?
Naturalmente, los pecados no confesados son la primera razón de la separación entre un
cristiano y su Señor. Pero aquí no se trata de eso. Aquí hay una razón no suficientemente
considerada y que debemos atender.

Para saberlo, Pablo viene en nuestra ayuda. Hablando a los gálatas, él dice:

- De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. (Gálatas
5:4).

Pablo enseña aquí que los que se justifican por la ley se desligan (o separan) de Cristo. ¿Qué es
justificarse por la ley? ¿Es guardar la ley de Moisés? No necesariamente. Si esto fuera así, no
sería problema para nosotros.

Justificarse por la ley es algo más sutil, y algo a lo cual estamos expuestos todos nosotros, aun
en estos tiempos de gracia.

Justificarse por la ley es caer de la gracia a las obras de la carne. Es crear o adoptar un sistema
de obras que, a nuestro parecer, nos hace justos o nos hace aceptos delante de Dios.

Separarnos de Cristo es dejar de poner toda nuestra confianza en él, y ponerla en nosotros, o en
algo aparte de nosotros, pero que no es Cristo.

Por ejemplo, si tú confías en lo que oras, o en lo que ayunas; si confías en tu conocimiento de


las Escrituras, o en el hecho de saber griego o hebreo; si confías en que estudiaste en el mejor
Seminario; si confías en que tu conducta es limpia, en que nunca has pecado groseramente; si
confías en tu buena crianza, en tu carácter, en tu porte, en tus amistades, o en tus contactos,
entonces tú has caído de la gracia a tus obras de justicia, y de nada te aprovecha Cristo.

Cada vez que te apoyas en algo que no es Cristo, tú te separas un poco de más de él.

El mundo y el diablo permanentemente te están diciendo:

- ¡Tú puedes!

Pero el Señor Jesús te dice:

-Separado de mí, nada puedes hacer.


El diablo te va a presentar muchas ocasiones para que digas:

- Por fin, aquí hay algo que puedo hacer solo, sin la ayuda de Cristo.

Si lo haces, y ese acto se transforma -para tu desgracia- en una costumbre, tú estás perdido
como siervo de Dios.

El diablo querrá que eches mano a tus propios recursos. Te citará las Escrituras, (probablemente
te cite un versículo tan hermoso e incomprendido como Filipenses 4:13); y si tú no tienes claro
cuán funesto es para ti y para tu obra confiar en ti mismo, caerás en ello: entonces le habrás
seguido el juego al diablo y habrás perdido el secreto de tu fuerza.

Que el Señor nos permita permanecer quietos, confiando en Cristo plenamente, en todas las
cosas. Amén.

1 Ver Mateo 17:4; Marcos 10:37; Mateo 26:33; Lucas 9:54; 57,61.

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043. El Espíritu, primero

El Espíritu, primero
(Luego nosotros)

- El Espíritu de verdad dará testimonio acerca de mí, y vosotros daréis testimonio también ... Juan 15:26-27

De estas palabras del Señor Jesús, y de otras que revisaremos a continuación, podemos derivar
que el verdadero testigo de Cristo es el Espíritu Santo, y que ninguna habilidad o buena
intención de los creyentes puede reemplazarlo.

La expresión: "Y vosotros daréis testimonio también" supone un antecedente, que es el Espíritu.
El Espíritu Santo daría testimonio, y luego -también- lo darían los discípulos. Esto los ponía a
ellos -y nos pone a nosotros- en un segundo lugar.

Aquí, como en todas las cosas que hemos venido viendo, el creyente es restado, para que Dios
pueda intervenir. Hay veces en que Dios nos concede la gracia de fracasar en nuestro intentos
por hablar de Cristo para que podamos entenderlo. Pero aún así sigue siendo un problema para
muchos de nosotros.

En efecto, una de las cosas más difíciles de entender por los cristianos -debido a su buen deseo
y noble intención de servir a Dios- es que ellos no pueden hacer la obra de Dios. Gran parte de
esta obra -la más importante- es dar testimonio de Jesucristo.

El Señor dijo:

-Y cuando él (el Espíritu Santo) venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
(16:8).
El Señor fue claro al afirmar que la obra la realizaría el Espíritu, no el hombre. Antes que el
Espíritu Santo viniera, no podía el mundo ser convencido de pecado, de justicia y de juicio.
Siguiendo la misma línea de pensamiento podemos decir: ahora que el Espíritu Santo ya vino -y
está- nadie puede ser convencido sino es por él. Fue bueno que él viniera, pero es también muy
bueno que le permitamos a él -ahora que ya está- que actúe en nosotros y a través de nosotros.

Comprender que es el Espíritu y no nosotros quien hace la obra de Dios, puede producir en
nosotros dos reacciones:

a) nos humilla, porque nos quita protagonismo, o


b) nos reafirma, porque vemos el grande socorro que Dios nos ha dado, a causa de nuestra
pequeñez. Quien va delante de nosotros, a quien nosotros seguimos, es Dios mismo, el cual da
testimonio de la verdad.

¿Quién puede dar testimonio de Jesús, sino el Espíritu de Dios? Nadie más puede dar testimonio
de él, porque es un asunto demasiado elevado para la carne y la sangre.

La impotencia de la carne

El Señor les habría de decir a sus discípulos poco antes de ascender a los cielos:

- Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
(Lucas 24:49).

La orden era quedarse quietos hasta recibir poder. Ellos no podrían dar testimonio de Jesús ni
hacer la obra de Dios sin recibir poder. En esta tarea, la carne es impotente e inútil.

Muy a menudo vemos cómo se hacen esfuerzos por predicar a Cristo echando mano a los
recursos de la carne. El resultado es, por supuesto, desastroso.

Tú puedes hacer un hermoso poema o decir un florido discurso; pero tus palabras sonarán
huecas y vacías; se oirán falsas, sin trasfondo y sin sustancia sin el Espíritu. Tus pensamientos
son sólo pensamientos humanos, pobremente humanos, que intentarán vanamente describir lo
inefable.

Tú pretenderás alabar a Jesús, pero no podrás hacerlo sin el Espíritu. Sentirás tus palabras
gastadas, sin brillo, sentirás que son como prendas harapientas puestas sobre su excelsa
Persona.

Aun el Señor Jesús no podría haber dado testimonio del Padre sin la gracia otorgada por el
Espíritu; así también, y mayormente nosotros, no podremos dar testimonio de Jesús sin el
Espíritu.

Un solo tema

La obra y función del Espíritu Santo es muy diferente a lo que nosotros pensamos que debe ser
la obra y función de un buen testigo de Cristo. El Espíritu Santo no se avergüenza de tener un
solo tema: el Señor Jesucristo.

Nosotros queremos ser variados y sorprendentes en nuestro discursos. Queremos ser


motivadores en nuestros sermones. Sin embargo, el Espíritu dice siempre lo mismo (aunque con
el frescor de la vida); él no hace nada ni dice nada sin dar testimonio de Jesús. Buscará siempre
exaltarlo en cuanta obra o enseñanza nos guíe.
Así como Cristo fue muy reiterativo para hablar del Padre y glorificarlo en todas las cosas; así el
Espíritu, en esta dispensación, es insistente en dar testimonio de Jesús.

Las palabras que usa el Espíritu

Hay quienes piensan que las cosas profundas de Dios han de ser dichas con un lenguaje
especial, y entonces inventan palabras extrañas. Piden ayuda al latín, al griego y al hebreo, y
crean un lenguaje artificial para decir verdades que Pablo y los demás apóstoles dijeron
sencillamente, con las palabras de todos los días.

Ellos crean un lenguaje de especialistas, para gente especial. Ellos hacen lo que un médico o un
ingeniero. Ellos encierran su profundo saber en términos incomprensibles para el común de las
gentes. Ellos crean un metalenguaje, es decir, un lenguaje que está más allá del que hablamos
todos. Ellos se entienden entre sí, pero excluyen a los que no tienen su saber. Ellos se rodean
de un halo de misterio ante los demás, por poseer un saber que está vedado para el resto.

Que lo hagan gentes del mundo, en disciplinas humanas, puede excusarse, por causa de lo que
es el hombre. Pero que ocurra también entre los hijos de Dios, en ambientes donde la sencillez
debe primar, no es tan excusable. ¿Qué han logrado con eso quienes tal hacen? Ellos han
alejado la verdad de Dios de la gente común, han hecho pensar que las verdades de Dios no son
para gente sencilla, sino para quienes conocen latín, hebreo o griego.

¿Qué vemos en las Escrituras? ¿Qué palabras usa el Espíritu? El Espíritu acomoda lo espiritual
a lo espiritual. Hay palabras -precisamente las de las Escrituras- que fueron escogidas por el
Espíritu, y que son adecuadas para expresar las cosas espirituales. No son exóticas, ni tampoco
rebuscadas. Ellas están en la boca de cualquiera, al alcance de todos. El Espíritu siempre
hablará así, y desea que nosotros también hablemos así. Cuanto más recurramos a ellas, más
puro y transparente será nuestro mensaje.

Pablo diría después a Timoteo:

- Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor
Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira
acerca de cuestiones y contiendas de palabras ... (1ª Timoteo 6:3-4).

Las sanas palabras de Jesús, traídas a la memoria y puestas en la boca por el Espíritu Santo,
serán el medio más eficaz para predicar el evangelio y edificar a los santos.

Pablo también dice a los corintios:

- Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y
sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido
en el mundo, y mucho más con vosotros. (2ª Cor.1:12).

La sencillez y la sinceridad son la consigna de Pablo al hablar de Cristo. ¿Cuál es la nuestra?


¿Será necesario inventar palabras nuevas para decir las verdades que -como algunos
presumen- "hemos descubierto y que nunca han sido dichas antes"?. Si alguna palabra tuvo que
crear el Espíritu para dar a conocer las verdades de Dios -tal vez "redención", tal vez
"propiciación"- ellas ya están en nuestro corazón, usémoslas por el Espíritu, y veremos cómo el
mismo Espíritu que las inspiró las usará de nuevo para hablar del amado Hijo de Dios, de su
persona y de su obra.

Deificación de los dones


Hay quienes piensan que el Espíritu vino para llenar a los cristianos de dones espectaculares,
que asombren a las gentes y que les den a ellos un aura de espiritualidad. Sin embargo, el
Espíritu fue derramado para algo más alto y noble que eso. Él vino para dar testimonio de
Jesucristo.

Debemos dejar ya los "juegos espirituales", los énfasis infantiles, la deificación de los dones,
para venir a lo verdaderamente espiritual: el testimonio de Jesucristo. El Señor se ha quedado
por mucho tiempo casi sin testigos, por causa del extravío de los cristianos en pos de su propia
vanidad, en discusiones interminables sobre los dones del Espíritu.

Tenemos que devolver el protagonismo al Espíritu Santo, porque él es el único que saber hablar
de Jesús.

Enseñar y recordar

El Señor Jesús dijo a los discípulos:

- Mas el Consolador, el Espíritu Santo ... él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo
que yo os he dicho. (Juan 14:26).

Esta doble función, la de enseñar y recordar, le pertenece al Espíritu Santo. ¿Qué cosas
enseñará? Todas las cosas. ¿Qué cosas nos recordará? Las palabras de Jesús. Es decir, todas
las cosas que están centradas en Jesús.

La memoria más ágil es demasiado frágil para esto. El cerebro más lúcido es torpe para tal
empresa. ¿Cómo confiaremos en lo que es carne y sangre? Nuestro maestro y recordador es el
Espíritu Santo.

¡Ay, qué impotencia para la carne! ¡Qué humillación para el presumido orador! ¡Qué revés para
el que se acostumbró al aplauso de un auditorio enfervorizado con la verba humana! Nada sino
el Espíritu es capaz de hacerlo.

Si la Palabra que hoy recibimos nos vivifica y nos alienta, es porque el Espíritu la toma y la aplica
a nuestra necesidad presente; él nos la hace real y vívida.

Él me glorificará

- El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber - dijo el Señor a sus discípulos.
(Juan 16:14).

El Señor dijo en otra oportunidad:

- Gloria de los hombres no recibo (Juan 5:41)

¿Qué significan estas palabras? Dios no necesita del hombre y de su vano aplauso. Todo lo que
el hombre pudiera ofrecerle de sí mismo, es una excusa para su propia gloria. Es una tarima en
la cual él mismo se exhibe ante los hombres. La más grande oración sin el Espíritu es como la
más larga oración del fariseo, sin vida ni fruto alguno.

Cristo dijo que el Espíritu Santo le glorificará, y no el hombre. ¿Está suficientemente claro para
nosotros? ¿O tendremos que seguir fracasando en nuestros intentos de hacerlo para llegar a
entenderlo alguna vez?
Permítanos el Señor la gracia de ceder ante el Espíritu, para que él tome la dirección de nuestras
palabras y acciones, de manera que lo que hagamos y digamos glorifique realmente al Señor
Jesucristo. Sólo así se cumplirán estas palabras del Señor en nuestras vidas:

- Y vosotros daréis testimonio también ...

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044. Guardados

Guardados
(El enemigo hiere por detrás)
Juan 17:11-12, 15

La oración del Señor Jesucristo en Juan 17 tiene tres peticiones que el Señor hizo al Padre a
favor de los suyos.

En este capítulo desarrollaremos la primera, y en los capítulos sucesivos, las otras dos.

Mencionada tres veces

- Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que
me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. (v.11 b)

- Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los
guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se
cumpliese. (v.12)

- No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. (v.15)

Esta primera petición aparece en tres versículos de este capítulo, lo cual le confiere suma
importancia. En cada ocasión aparece con algunas variantes, lo cual la hace más interesante
aún. En la primera se menciona en asociación con el mundo; en la segunda, se relaciona con el
ministerio del Señor a favor de sus discípulos, y en la tercera, con la necesidad de ser guardados
del maligno.

En resumen, aquí se demuestra claramente la necesidad que tenemos de ser guardados del
mundo y del maligno. Tan importante es el asunto, que Cristo pide al Padre que los guarde.
Mientras estuvo en la tierra, él había velado por sus discípulos: ahora necesitarán los cuidados
del Padre.

El peligro del mundo

Una de las cosas más difíciles para un maestro de la Palabra es convencer al pueblo de Dios de
que el mundo reviste para él un gran peligro. Hablar contra el mundo parece cosa extemporánea,
propia de viejos frustrados que ya no pueden disfrutar de sus deleites.
El mundo se viste con tales galas, con tal atractivo, que es casi imposible conocer su verdadera
naturaleza, a menos que el Padre nos la revele. En el mundo, como se suele decir, "hay más
amor que odio", "hay más luz que tinieblas"; el mundo suele ser solidario, y posee una bondad
natural que muchas veces asombra. Sus artes, su filantropía, su educación, su humanismo, etc.,
parecen ser cosas tan evidentemente buenas, que difícilmente se verá en ellas algún ribete
oscuro.

Sin embargo, la Palabra de Dios es clara y conclusiva al respecto. Dice, por ejemplo: "Ahora el
príncipe de este mundo será echado fuera" (Juan 12:31)."En el mundo tendréis aflicción" (Juan
16:33), "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si
fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí
del mundo, por eso el mundo os aborrece" (Juan 15:18-19). "... siguiendo la corriente de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia ..." (Efesios 2:2). "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra
Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios"
(Santiago 4:4). "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él" (1ª Juan 2:15). "El mundo entero está bajo el maligno"
(1ª Juan 5:19).

El diagnóstico que hace la Palabra del mundo es lapidario y contundente. No verlo, es ceguera
voluntaria. El peligro mayor consiste en no ver el peligro que significa el mundo, porque eso nos
vuelve confiados, y hasta nos hace entusiasmarnos con él.

Pareciera ser cosa inocua escuchar una buena pieza musical, ver una buena película (que
destaca "sanos valores"), o asistir a un espectáculo deportivo. Nada de eso nos resulta
sospechoso. Pero ¿es realmente inocuo? ¿O hay algo más detrás de eso? ¿Cuál es el origen de
las cosas del mundo? ¿Es espíritu o es carne? Cuando le dedicamos tiempo y energía a ello,
¿estamos sembrando para el espíritu o para la carne?, ¿nos da paz o nos quita la paz?

Mucha cosecha de muerte realizan los cristianos permanentemente, sin saber cuál fue la mala
siembra que hicieron, porque han olvidado la divina sentencia: "Porque el que siembra para su
carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna" (Gálatas 6:8). Los ojos no parecen estar suficientemente abiertos como para verlo.

El engaño de querer mejorar al mundo

Otro engaño en que suelen caer los hijos de Dios es en llenarse de un afán redentor, y pretender
mejorar al mundo con los elementos del propio mundo. Así se embarcan en proyectos
educativos, sociales o filantrópicos, y crean instituciones que, siendo buenas, no cumplen los
objetivos de Dios. La severa expresión de Jesús: "Deja que los muertos entierren a sus muertos"
(Mateo 8:22) debiera ser suficiente para nosotros, porque tiene aquí plena aplicación.

Si hubiese sido la intención del Señor que los cristianos emprendiesen obras de este tipo,
hubiese dado instrucciones precisas en tal sentido. Sin embargo, no hay ninguna expresión suya
que lo avale. Expresiones como "Mi reino no es de este mundo", o "A los pobres siempre los
tendréis con vosotros", descartan claramente que esas sean las verdaderas prioridades del
evangelio.

Así pues, la oración del Señor abarca más allá de lo que a primera vista podríamos pensar. Ser
guardados del mundo implica no sólo ser guardados de la maldad que hay en él, sino de todo el
sistema del mundo, incluido aquello que es aparentemente bueno, en especial, de la filosofía
humanista que impera en el mundo, que presta una desmesurada atención a la criatura antes
que al Creador.
Muchos ambientes cristianos están alterando las prioridades peligrosamente, hasta el extremo
de convertirse en instituciones de bien social, antes que un cuerpo espiritual que impacte
espiritualmente el mundo que le rodea.

Tras la escena, una mente

Hay una importante verdad en este respecto que debemos atender: El mundo visible es dirigido
por lo invisible. Detrás del sistema del mundo hay una mente y una voluntad que se opone a
Dios. "El mundo entero está bajo el maligno". Este es Satanás, el diablo, "el que está en el
mundo" (1ª Juan 4:4), quien es "el príncipe de este mundo", y que "engaña al mundo entero"
(Apoc.12:9). Su propósito es sentar las bases y crear las condiciones para el reinado del
anticristo. Si examinamos la marcha del mundo, notaremos que todo apunta a eso. La
globalización, con su sistema económico-político-judicial unificado será la obra maestra del
diablo, previo a la aparición del anticristo.

Por eso, el mandamiento es claro: el cristiano "debe guardarse sin mancha del mundo" (Santiago
1:27).

"Yo los guardé"

La tarea que cumplió el Señor Jesús no sólo consistió en escoger discípulos para formar en ellos
los apóstoles que habrían de extender el evangelio, sino también en guardarlos. Lo que Adán no
supo hacer en el huerto, cuando Dios le encargó que lo guardara (dando a entender con eso que
había un enemigo que acechaba), Jesús lo hizo con sus discípulos. Ninguno de ellos se perdió,
excepto "el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese."

La tarea de predicar y sanar se veía doblemente gravada por esta preocupación adicional. Había
un peligro que se cernía sobre ellos. Si Satanás lograba destruirlos cuando aún estaban en
cierne, la propagación del evangelio habría abortado tempranamente.

Ellos no sabían guardarse todavía. No estaban en condiciones para sostener espiritualmente una
batalla, ni siquiera defensiva, con Satanás.

El ejemplo está dado para todos los cristianos que tienen responsabilidad sobre otros cristianos.
Los mayores han de cuidar de los menores, y ejercer delante de Dios un sacerdocio eficaz a
favor de ellos. Así, cuando Satanás los pida para zarandearlos como a trigo, no podrá
destruirlos, porque habrá quienes rueguen por ellos. (Lucas 22:31-32).

El Maligno hiere por detrás

"No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" 1 (Juan 17:15). El maligno
opera en forma aleve y traicionera; por tanto, los hijos de Dios deben ser guardados por Dios
mismo. Un gran enemigo tiene que ser resistido por nadie menos que el Todopoderoso.

Dios le dijo a la serpiente en el Huerto que la simiente de la mujer le heriría en la cabeza, y que
ella le heriría en el calcañar. (Génesis 3:15). Desde entonces, Satanás acostumbra a herir por
detrás. Así lo hizo con el Señor, y así también querrá hacerlo contigo.

Difícilmente un cristiano va a perder una batalla contra Satanás cuando se ha preparado para
ello. Satanás no vence a los cristianos cuando éstos están en el púlpito o cuando acuden a
enfrentarlo con armas espirituales. Satanás, que tiene una astucia de siglos -más aun, de
milenios- esperará con paciencia la ocasión propicia, cuando encuentre al cristiano
desprevenido. Probablemente sea después que éste ha experimentado una resonante victoria, y
esté disfrutando el dulce sabor del triunfo. O puede ser cuando esté descansando. Los cristianos
no sufren derrotas en las batallas sino en el descanso.

Muchos cristianos que ayer alardeaban de sus poderes, de su santidad, de su unción, y que
llevados por el entusiasmo del momento amenazaban a Satanás y se burlaban de él, hoy están
avergonzados e inutilizados. Ellos fueron silenciados hábilmente por Satanás cuando fueron
heridos por la espalda, lejos del campo de batalla.

Si el Señor Jesús menciona tres veces este asunto en su oración de Juan 17, hay que darle la
debida importancia.

No nos metas en tentación

La oración al Padre aquí es para que guarde a sus hijos de la tentación. Cuando Satanás tienta,
siempre busca aliarse con la carne o con el mundo. Así intentó hacerlo cuando tentó al Señor en
el desierto. Primero, sirviéndose de una necesidad física; luego buscando despertar en él la
vanidad de ser adorado, y la vanagloria de tener el mundo a sus pies.

Estas tentaciones se basaban en argumentos legítimos, porque él era el Hijo de Dios, y tenía en
su mano el poder para transformar las piedras en pan, y los derechos para recibir el aplauso de
los hombres y los reinos del mundo. Sin embargo, lo que es legítimo en sí, no lo es si no procede
de Dios, y en el momento escogido por él para recibirlo.

La tentación viene en el momento de nuestra extrema necesidad, apela a nuestros derechos


legítimos, e implican un atropello a la voluntad de Dios.

Para escapar de ella no vale nuestra astucia (Satanás lo es más), sino sólo el estar anclados en
la Palabra de Dios, tener el corazón inclinado hacia Dios, y desear agradarle.

Líbranos del mal

En la oración del Señor, él nos enseñó también a pedir al Padre:

- Líbranos del mal.2

Esta petición ha de formar parte del ruego diario del cristiano. No sólo el Padre nos tiene que
guardar por petición de Cristo, sino que nos tiene que guardar por petición nuestra.

El Padre tiene esta oración permanentemente delante de sí a favor de nosotros, por causa de
nuestra insolvencia, y de nuestra extrema necesidad.

Si pedimos a Dios que nos libre, es porque no podemos hacerlo nosotros. Precisamente, al
pedirlo, lo estamos reconociendo.
No seamos tardos en proceder de la manera estipulada, para que experimentemos victorias sin
reveses, y para que no caigamos a la vuelta de la esquina. No menospreciemos la enseñanza, si
no queremos quedar postrados cualquiera de estos días.

1 La Biblia de Jerusalén traduce "Maligno" en lugar de "mal"; lo mismo hace Francisco Lacueva en su "Nuevo Testamento
Interlineal Griego-Español".
2 Aquí también "mal" debiera traducirse mejor "Maligno".
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045. Santificados

Santificados
(La obra del 'rhema')

"Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." Juan 17:17

Esta es la segunda petición específica que hizo el Señor al Padre a favor de los suyos.

Santificar es consagrar. Consagrar es apartar para el servicio santo. Los apóstoles y los que
creyeron por boca de ellos (hasta nuestros días) son separados del mundo para realizar un
servicio santo. La verdad, es decir, la Palabra, cumple el importante papel de consagrarlos, de
prepararlos para este servicio.

La palabra realiza una obra de purificación, similar a la que realiza el agua.

El lavamiento del agua

"Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra", dice Pablo en
Efesios 5:26. Aquí vemos que la purificación por la palabra precede a la santidad. Más
exactamente, es lo que hace posible la santidad.

Aquí la palabra griega usada es una forma derivada de 'rhema, y no de 'logos'. Esto, que pudiera
parecer un asunto meramente formal, no lo es. Hay una gran diferencia entre estos dos términos.

En castellano, ambos se traducen como "palabra", porque no tenemos otro vocablo que precise
la diferencia que ellos tienen en el griego. Pero hay una importante diferencia que debe ser
clarificada.

El lavamiento de la iglesia por la palabra no se produce por acción del 'logos', sino del 'rhema'.
Cuando uno tiene la posibilidad de escuchar sermones, uno suele recibir un gran caudal de
bendición, pero cuando uno escucha un cierto sermón, uno dice: "Dios me habló". Así sucede
también con la Escritura. Siempre se obtiene gran provecho leyéndola, pero hay veces en que
uno dice: "Dios me ha hablado por este versículo".

La palabra como 'logos' nos ilustra, pero a través de la palabra como 'rhema' Dios nos habla al
corazón. Cuando esto ocurre, se produce un milagro en él: tenemos una palabra de Dios que
orientará nuestra vida, suplirá una necesidad específica, o nos sacará del laberinto en que nos
hallábamos. Cuando Dios nos habla así, somos purificados y lavados.

Entonces somos santificados.

Como puede verse, esto no es necesariamente un asunto de conocer el Libro, ni es someterlo a


pruebas de su veracidad. Aquí se trata de oír a Dios.

Lavamiento diario
Así como necesitamos lavar nuestro cuerpo todos los días; y también alimentarlo todos los días,
así el lavamiento del agua por la palabra debiera ocurrir todos los días.

El maná era recogido todos los días de madrugada por los israelitas en el desierto; así también
hemos de recoger el pan de vida, el 'rhema' de Dios, cada mañana, antes de que salga el sol.

Si la Palabra es mera información que queda acumulada en la mente, no servirá de mucho


añadirle todos los días un poco más. Su depósito puede llegar a estar lleno y la mente puede
saturarse. Pero la Palabra como 'rhema' no sobrará jamás. Nunca nos sentiremos atiborrados de
ella, porque a medida que la recibimos queremos seguir recibiendo más.

Los grados mayores de purificación exigirán una purificación mayor para agradar a Dios de mejor
manera.

La Palabra reemplazada

En nuestros días hay muchos énfasis en la cristiandad, y algunos de ellos reemplazan


peligrosamente el ministerio de la Palabra.

Existe el énfasis en los milagros, y así, suele suceder que grandes ministerios y muchos
espacios en la ministración de los santos está dedicada a la realización de milagros. Sin
embargo, la iglesia no es purificada ni lavada por los milagros. Existe también el énfasis en la
música, en la alabanza y la adoración. Esto, que tiene legitimidad, que es algo santo, justo y
bueno, no es lo que lava y purifica a la iglesia. Existe también un marcado énfasis en el estudio
bíblico, pero esto no nos asegura que el pueblo esté recibiendo el 'rhema' de Dios. A lo más,
imparte el 'logos'.

Por ellos yo me santifico

Para que un ministro de la palabra pueda poner el 'rhema' delante del pueblo de Dios, tiene que
santificarse primero a sí mismo, y estar en el secreto de Dios. El Señor dijo en su oración:

- Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
(Juan 17:19).

El Señor se santificaba primero, para que su palabra pudiera lavar a los discípulos. Así también
ha de ocurrir con los ministros de la palabra. Si ellos no aman el 'rhema' de Dios, ni lo buscan, el
pueblo se quedará sin 'rhema'. Si el pueblo se queda sin 'rhema', tendremos un pueblo
enclenque, sin edificación. Ellos no podrán realizar el servicio santo. Vivirán en la esfera de lo
profano: sus pensamientos serán bajos, su corazón tendrá motivaciones impuras, su alma
claudicará siempre entre dos pensamientos. Ellos no podrán servir a Dios.

Muchos no se explican el porqué de tanta deserción en las filas de los creyentes. He aquí una
importante causa de fracaso entre los hijos de Dios. Escasea el 'rhema', por tanto, la debilidad
suele llegar al extremo de la deserción.

Con temor pero con firmeza podemos decir -tomando estas palabras del Señor- que si él no se
hubiera santificado a sí mismo, no habría conseguido los frutos que consiguió con sus discípulos.
Nosotros no podremos conseguir nada con quienes nos oyen -menos nosotros- si no tenemos el
'rhema'.
El pueblo de Dios está hoy en día muy debilitado e incapacitado para ejercer el servicio santo,
porque los que debían entrar en el secreto de Dios para oírle están dedicados a cosas menos
nobles, entretenidos en juegos religiosos de menor cuantía.

Dadles vosotros de comer

¿Qué decir de los que están afuera, aquellos que no han escuchado jamás a Dios? ¿Son las
palabras de Dios un regalo sólo para el pueblo santo?

El Señor dice a los ministros de hoy lo mismo que les dijo a los discípulos cuando las multitudes
estaban hambrientas:

- Dadles vosotros de comer.

Allí estaban los agotados por las largas caminatas, en una espera silenciosa en torno al Maestro.
Allí estaban las multitudes, desamparadas y dispersas, como ovejas sin pastor. ¿Y hoy? Hoy
están allí también.

Está el hambre del alma insatisfecha, la angustia lacerante, está la desesperanza que invita al
suicidio, la sequedad del alma atormentada por el peso de la culpa, por el mañana incierto, o por
un mundo hostil. Está el temor de los que han defraudado, o de quienes han sido abandonados
por sus seres más queridos; está el fracasado, el endeudado con la sociedad. Ellos no conocen
el descanso, ni la paz de espíritu, ellos no saben de los ríos de gozo, de la dicha del perdón, del
dulce sabor de la gracia. Ellos no han comido nunca del fruto apacible de justicia. ¡Ellos tienen
hambre! ¡Hambre de Dios!

- Dadles vosotros de comer - dice aún el Maestro.

¿A quiénes lo dice? Lo dice a todos los que le aman y desean servirle.

¿Dónde están hoy los profetas del Dios Altísimo? ¿Los evangelistas, los maestros ungidos por el
Espíritu Santo? ¿Dónde están?

¿O, luego de haber sido ellos ya saciados, de haber sido favorecidos con los dones del Cielo,
duermen la plácida siesta del mediodía?

Su mesa está abastecida, ricos manjares hay en ella. ¿No podrán dar un mendrugo al pordiosero
que toca a su puerta?

Pidámosle al Padre que nos conceda su Palabra, y que por ella nos santifique para realizar el
servicio santo.

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046. Unidos

Unidos
(El camino hacia la unidad)
Juan 17:21-23

La tercera petición que el Hijo hace al Padre a favor de los suyos es que sean uno.

Para que ello sea posible Jesús nos ha dado la gloria que el Padre le había dado.

Por otro lado, el modelo de la unidad, el grado y la calidad de ella están dados por la unidad que
existe entre el Padre y el Hijo.

- Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. (Juan 17:21).

- Como nosotros somos uno. (17:22)

- Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad. (17:23).

Como vemos, la unidad de los cristianos es un hecho espiritual, depende de otro hecho espiritual
y la calidad de ella es absolutamente espiritual. La unidad de los cristianos no es asunto de
acuerdos, de negociaciones, porque ellos sólo tocan la epidermis, y sólo se reducen a unos
cuantos papeles y apretones de mano.

Si no conocemos la gloria del Hijo y si no vemos que Cristo está en nosotros, la unidad será sólo
un concepto. Por eso es que los caminos para la unidad están tan extraviados.

Si, como suele decirse, todos los caminos conducen a Roma, no todos los caminos que se
trazan en estos días para la unidad conducen a ella.

Algunos caminos

De tiempo en tiempo, y más aún en los nuestros, se alzan por aquí y por allá "promotores" de la
unidad.

Ellos dicen:

- Vengan a mí, y seamos uno.

Ellos quieren que todos se conviertan a su causa para encontrar en su camino, el secreto de la
unidad. Ellos están dispuestos a realizar un gran "sacrificio" para producir la unidad de los
cristianos.

Invitar a la unidad desde una particular doctrina, o desde un reducto estructurado, es una
ingenuidad, una presunción, o bien una frescura. Es la ingenuidad de quien no se conoce a sí
mismo; la presunción de pensar que su camino es el correcto, o la frescura de pensar que todos
los demás son ilusos y que no se darán cuenta de que algo anda mal con ese tipo de propuesta.

Hay quienes confían en las doctrinas. Hay "vendedores de doctrinas"; de correctas, famosas, y
ancestrales doctrinas. Ellos pretenden que sus doctrinas (en realidad no son suyas: son
prestadas) sean el camino para la unidad. Pero esas "probadas" doctrinas no son el camino de la
unidad.

Quienes esgrimen doctrinas como medio para la unidad no saben, o no se dan cuenta, cuán
moldeados suelen estar ellos mismos por sus doctrinas.
La historia de la Iglesia nos demuestra que el énfasis en las doctrinas no une a los cristianos,
sino que los divide.

Otros piensan que si los cristianos se alinearan tras algún gran hombre del pasado, y caminaran
en pos de su visión y de su teología, podrían alcanzar la unidad. Los líderes del pasado
-reformadores, profetas- resultan atractivos como aglutinadores para la cristiandad.

Sin embargo, quienes así piensan suelen comprometerse de tal manera con esa especial visión,
que pierden el sentido de las proporciones. La amplia y rica verdad de Dios -el consejo de Dios-
es reducido a una visión plana, de una sola lectura, estéril y unívoca. Así, ellos caen a merced de
la mente de un hombre, por más espiritual que éste haya sido.

La visión del más grande hombre de Dios es demasiado estrecha como para que Dios pueda
poner en ella sus amplios pensamientos y servirse de ella hasta el fin de las edades. Lo que él
dijo en sus días puede que haya sido lo que Dios tenía que decir en ese momento (aunque, tal
vez, no todo lo que Dios tenía que decir, ni tampoco en la forma en que lo hizo, pero, en fin, Dios
es misericordioso, y no puede esperarse más de vasos tan viles), pero diez, o cien años
después, esa visión ya es evidente y lamentablemente insatisfactoria.

Si resulta que, de allá hasta acá, Dios ha querido "atreverse" a decir algo diferente, o a "añadir"
algo a lo que en sus días vio aquél gran hombre, lamentablemente ¡no será tomado en cuenta!,
porque esta nueva acción de Dios no aparece ni siquiera esbozada en ninguna de la multitud de
obras escritas por aquél. Su cuerpo de doctrinas está tan bien configurado, su sistema es tan
hermético, tan pulido y brillante, que ni siquiera Dios puede penetrar en él para modificarlo.

Y de nuevo tenemos el mismo viejo problema: los árboles no dejan ver el bosque, Dios no puede
ser escuchado ni obedecido porque esa particular interpretación de la Palabra de Dios no lo
permite, y porque los grandes hombres de Dios ya le pusieron molde a lo que Dios debe decir en
el futuro.

Otro camino que se está empezando a abrir en nuestros días es el de los grandes acuerdos a
nivel de cúpulas. Los líderes de las grandes transnacionales religiosas se están sentando a la
mesa de diálogo. Ya se han elaborado documentos conciliadores entre las dos más grandes
corrientes cristianas de Europa. Y también hay acercamientos en el mismo sentido hacia el Este
europeo.

Los que en otro tiempo se descalificaban, hoy buscan darse la mano por encima de las
diferencias. Entonces, la redacción de los acuerdos tiene que poner en la balanza cada palabra,
cada coma y cada tilde, para que ninguno se sienta menoscabado.

Es necesario oír a Dios

Sin embargo, la unidad de los hijos de Dios no se producirá por los caminos antes examinados.
Tales vías son inadecuadas, porque se quedan en un nivel muy superficial: la mente.

La unidad de los hijos de Dios es espiritual y sólo puede ser espiritual. ¿Cuáles son los resortes
que la harán posible?

Necesariamente, los cristianos llamados a la unidad son aquellos que han visto algo de parte de
Dios, los que han visto la gloria de Dios. Si todos nos pusiéramos delante de Dios con un
corazón abierto, recibiríamos una visión de Dios. Y luego, al confrontar esa visión con las que
Dios ha dado a otros siervos en otros lugares, veríamos que es posible la unidad, porque Dios no
se contradice a sí mismo.
Dios no tiene dos voluntades diferentes para una misma generación. Podrá tener énfasis
distintos para alcanzar ciertos propósitos específicos en áreas determinadas, pero en lo
sustancial no puede diferir. Porque se trata de la voluntad de Dios, del propósito de Dios y de la
obra de Dios.

Cuando estamos delante de Dios, comienza a producirse una obra profunda y gloriosa en el
corazón: Podemos ver a Dios y oír a Dios. A la par que nuestros argumentos se silencian, los de
Dios comienzan a oírse. Y se va produciendo una transformación, porque caen nuestras grandes
doctrinas, nuestros pequeños y grandes ídolos, y nuestros prejuicios se ven muy pequeños ante
la grandeza de Dios. Nuestro corazón va siendo desvinculado de las muletas que hasta ese
momento nos sostenían, y vamos percibiendo un nuevo grado de libertad que no conocíamos.
Seguramente nos invadirá también el pánico en más de algún momento, nos sentiremos
aterrados -como quien va cayendo en el vacío- pero entonces podremos sentir que una Mano
superior nos sostiene.

Los patrones de un avivamiento anterior

Es demasiado fácil y cómodo tener una religión perfectamente estructurada. Todo está claro y
definido. Pero en esa rígida estructura Dios tiene dificultades para hacerse oír. Porque sus
caminos son más altos que los nuestros, y sus pensamientos sobrepasan nuestra más alta
imaginación.

Las estructuras de la mejor de las corrientes obedecen normalmente al patrón de algún


avivamiento anterior. A un estado de cosas relativamente ideal, a algún nuevo Pentecostés. Pero
Dios quiere introducirnos en la corriente de su Espíritu, que va más allá del avivamiento anterior.
Dios quiere llevarnos a un estado de cosas más avanzado, el cual siempre será más y más
parecido al principio, al génesis del la Iglesia.

Normalmente nos sentimos atados a nuestro pasado, (al nuestro en particular, o al de nuestra
denominación o grupo), pero no sentimos que debemos volver al más remoto pasado de la
Iglesia, al Pentecostés de Hechos 2 y al modelo que le fue mostrado a Pablo, según vemos en
sus epístolas; único modelo que merece tenerse como ejemplo, con todas sus consecuencias en
cuanto a la vida de iglesia.

Llevar su vituperio

El Señor dijo que nos había dado su gloria para que fuésemos uno. Sin gloria no hay unidad. Sin
libertad no hay gloria. Porque donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad. (2ª Corintios
3:17). De manera que el camino de la unidad no comienza en el hombre, sino en Dios, en la
gloria de Dios.

¿Cómo podemos tener la gloria de Dios? La gloria de Dios la tenemos cuando estamos
dispuestos a menospreciar la gloria de los hombres (Juan 5:44). Hay un sinfín de cosas que
perdemos (de valor bastante relativo, en todo caso) cuando tomamos el camino del desprecio de
los hombres, pero, sin duda, ¡ganamos la gloria de Dios!

Es preciso salir del campamento llevando su vituperio. (Hebreos 13:13). No podemos


permanecer dentro de los sistemas y pretender que Dios nos revele su voluntad perfecta.

Dentro de los sistemas, la voluntad de Dios será vista al tamiz del sistema. Ella (la voluntad de
Dios) tendrá las mismas distorsiones y deformidades del sistema. Si el énfasis del sistema es la
sanidad de los enfermos, entonces conocer la voluntad de Dios significará saber cómo podemos
sanar a más enfermos. Si el énfasis del sistema son los dones espirituales, entonces conocer la
voluntad de Dios significará saber cómo podemos tener más dones espirituales.
Es preciso salir de eso y auscultar el corazón de Dios.

Algunos signos alentadores para la unidad

Si un hijo de Dios tiene alguno de los síntomas que a continuación se señalan (mejor si los tiene
todos), está en el camino de la unidad.

La insatisfacción

La insatisfacción que sentimos en la obra que estamos haciendo es un buen síntoma para
buscar el camino de la unidad. La insatisfacción es fruto de todo lo que es menor que Cristo, o
de lo que excede a Cristo. Cuando estamos perfectamente en Cristo haciendo la obra de Dios, la
insatisfacción desaparece.

Los caminos del hombre son rutinarios, secos, y pesados; no así el camino de Dios. El camino
de Dios podrá acarrear infinidad de sufrimientos, pero nunca producirá insatisfacción. Los ríos de
Dios fluirán sin parar porque es Dios mismo quien está en el río. Es preferible sufrir en medio del
río, que gozar en la sequía de una religión sistematizada. La rutina de los programas, la carga de
la infinidad de estrategias, la inoperancia de los énfasis, la desacertada visión del camino a
seguir, serán insufribles, aunque todo lo hagamos en el nombre del Señor y para -como lo
decimos- su exclusiva gloria.

El sentido del fracaso

Otro síntoma alentador para la unidad son los repetidos fracasos que hemos tenido, a pesar de
los ingentes esfuerzos por evitarlos. Dios sólo puede hacer su obra con gente fracasada. Dios
puede obrar sólo con aquellos que se han pasado algunos años levantando su propia obra, sin
frutos. O con aquellos que han estado alzando su voz desaforadamente para hacerse oír, sin
que nadie les haya prestado atención. Con hombres como éstos, fracasados, cansados,
quebrantados, que, en el colmo de su desesperación miran al Cielo en busca de alguna
respuesta, de alguna explicación, Dios puede producir la unidad.

El hombre exitoso tiene una receta para todo. La vanidad de sus pequeños triunfos le lleva a
pensar que todo puede ser mejorado si sólo le dan la oportunidad para hacerlo. Su mente ágil,
su experiencia de años, sus altas dotes, no pueden ser sino una señal de que es un vaso
escogido, y por tanto, de que él está llamado a dirigir este asunto, o de que él tiene mucho que
decir al respecto. Los demás, ¡a escuchar!

Un hombre exitoso podrá ser necesario en una empresa alicaída, o en una transnacional
ambiciosa, pero nunca tendrá derecho a voz -ni menos a voto- en la obra de Dios. Si no ha
aprendido que es un inútil absoluto, un cero a la izquierda, un ser destinado -y con pleno
merecimiento, sin excusas- al fracaso, un esclavo torpe, un vocero tartamudo, un guerrero
cobarde, un guía ciego, y un pecador desnudo, no podrá tener parte en la obra de Dios.

Dios junta a los fracasados

Luego, suponiendo que estos cristianos fracasados hayan aprendido algo delante de Dios acerca
de su nulidad, deberán pasar a otro punto, directamente relacionado. Deberán ver que a los
fracasados, Dios los quiere juntar para que caminen juntos. Serán juntos una turba de
amargados de espíritu, con un pasado negro a cuestas, que llorarán sus desgracias a coro y sin
tapujos delante de Dios. Ellos aprenderán a amarse y a soportarse allí, en el más ignominioso
lugar: en la cueva de Adulam. (1 Samuel 22:1-2).
Allí Dios les revelará a su propio y único David: al Señor Jesucristo, perfecto en hermosura, feliz
remedio para sus males, y único contentamiento para su alma. En ese lugar oscuro podrán ellos
comprobar cuán maravillosa es su luz esplendente; en ese lugar inhóspito podrán ellos ver que
se puede estar muy bien en su compañía, que, en realidad, no necesitan nada más, que no
desean nada más. En ese lugar serán sanados de toda dolencia del alma, y vendados de toda
herida de muerte. Sus amarguras serán trocadas en paz; sus rencores darán paso al perdón
generoso. Toda tiniebla dejará de ser y la luz irrumpirá, irresistible.

Con Cristo en la cueva de Adulam compartirán la dicha del auxilio oportuno y del exilio feliz.
Afuera rugirán los Saúles, con sus armas sofisticadas, y sus ejércitos incontables. Pero ¿qué
importa? Aquí adentro está el Dechado de hermosura, que hace bien al corazón, que quita el
temor, y da perfecto descanso al alma.

Aquí conocerán el verdadero compañerismo, el amor fraterno que está sólo un punto más bajo
que el amor sumo (2ª Pedro 1:7).

Conocerán, además, al verdadero amigo, al que les socorrerá en el día malo, al compañero de
milicia, al dulce hermano. Los títulos quedaron allá afuera, aquí somos todos hermanos. Ahora
podremos conocer de verdad la familia de Dios, a Dios como nuestro Padre y a Jesús como el
Primogénito de ella.

Perfil sicológico de los fracasados

Definir la sicología de un fracasado (o de un quebrantado por Dios) es de lo más difícil. Su


semblanza podría parecer la de un loco, o de uno clínicamente desahuciado. Los quebrantados
por Dios son gente extraña.

Ellos pudieron haber alcanzado en el pasado algunos títulos, algunas honras humanas, pero hoy
no cuentan con nada de eso. Y no es porque, en un acto de humildad, accedan a renunciar a
eso con una escondida satisfacción. Más bien, no quieren hablar ni oír hablar de ello. Hasta
pueden sentirse avergonzados de haberlos tenido. Todo aquello ha sido pesado en la balanza de
Dios, y de ello no ha quedado nada en pie. Lo espantoso de tal certeza llena el alma de una
profunda contrición, de un sentimiento de irreparable pérdida, porque saben que, en lo futuro,
todo lo que salga de ese cauce llevará el mismo estigma de muerte, ¡que nada de eso servirá de
nada, para absolutamente nada!

Ellos tuvieron en el pasado una cierta firmeza de carácter, un repertorio de principios muy claros
y definidos, por los cuales podían darlo todo. Hoy ya no están seguros de nada, sino sólo de que
Dios es bueno y de que para siempre es su misericordia. Si pueden tener alguna certeza, algún
rasgo de firmeza, es totalmente extraña a ellos, algo que saben que no procede de su
deleznable corazón.

Ellos, tal vez, amaban el arte, las sutilezas del "espíritu" humano. Ellos creían en las cosas
buenas del mundo, en la grandeza de los hombres, en la nobleza de las buenas intenciones.
Ellos podían mezclar con la fe todas las innumerables ciencias humanas, podían hacer una
perfecta simbiosis de fe y razón. Ellos se sentían orgullosos de tener en sus filas profesionales
"cristianos", artistas "cristianos", políticos "cristianos". Les parecía que aquellos cristianos
inmersos en el gran mundo podrían reivindicar la fe, y hacer más noble la profesión cristiana. Les
parecía que ellos podrían vengarles de tantos ultrajes que los cristianos recibieron en el pasado.
Cada concierto, cada intervención pública, cada página de los diarios era una palmada más en la
espalda de Cristo, de lo cual hasta él mismo debería sentirse orgulloso.

Estos derrotados por Dios vieron que todo eso no tenía sentido. Que era una pura farsa, una
presunción que a Dios no le interesaba en absoluto. Que a Dios no le interesa que su Cristo sea
levantado de esa manera. Su Cristo es mucho más, es infinitamente más grande, como para
necesitar ser manoseado, exhibido, como imitando la grandeza del mundo.

Los derrotados por Dios no sienten ninguna satisfacción en nada de la tierra, ni aunque aparezca
asociado al precioso Nombre.

Antes bien, una sensación de horror y espanto suele embargarlos cuando se le representa tan
mal, cuando se le muestra como deseando alguna reivindicación histórica.

Los derrotados por Dios son una gente extraña. Ellos perdieron la fisonomía de un carácter
ordinario, contemporizador, amoldado a los cánones de la cosmovisión de turno. Ellos no
piensan -no al menos en el sentido de los que aman sus propios pensamientos-, porque sus
pensamientos son inseguros, son corruptos, son indignos de confianza.

Ellos vuelven su mente a la Fuente de la inteligencia, de la eterna sabiduría. Saben que sólo en
Cristo hay seguridad. Los moldes humanos se han roto. Las estructuras mentales en boga en el
mundo (léase Aristóteles y compañía, Kant y compañía, Heidegger y compañía) cayeron, o van
cayendo estrepitosamente. ¡Escuchen: Parece el sonido de mil espejos que se quiebran!

Antes gozaron de los razonamientos de la filosofía aristotélica, del racionalismo alemán y del
idealismo inglés. Pero ahora ¡lo han perdido todo! Ellos ahora han retrocedido a épocas remotas
cuando la gente podía llorar en público ¡sin avergonzarse!. Su debilidad es evidente, y suele
causar lástima en quienes los rodean. Ellos, mientras hablan, tiemblan, mojadas las manos - sus
rodillas amenazan con doblarse. Son gentes con evidentes síntomas de irracionalidad.

En realidad, tal cuadro no es tan extraño a la luz de las Escrituras. David, el rey de Israel, era
permanentemente aquejado de estos mismos males. Al leer sus salmos, vemos su alma
desnuda, sus penitencias, temores y fracasos. David era también un fracasado.

Sin embargo, de alguna manera, por alguna extraña razón, él era un hombre que agradaba el
corazón de Dios, más aun, era un hombre "conforme a su corazón". (1 Samuel 13:14). El hecho
de que él haya sido un rey, el mejor de todos, el más victorioso, es casi una simple anécdota. Lo
que contaba para Dios era su corazón contrito y quebrantado.

Los fracasados saben que Dios hace una doble obra en el corazón de sus hijos. Que destruye y
que edifica. Y que en ese trabajo, Dios no se detiene nunca. Aunque duela. Cuando un hombre
se ha abierto a la obra de Dios, Dios lo tomará para no soltarlo jamás.

Y aunque cada golpe destructor trae un ¡ay! lastimero, en su lugar va quedando más palpable el
dulce carácter de Cristo. Los fracasados lo saben, y tan a gusto lo sufren, que han llegado a
amar la mano que los lastima.

Son una extraña gente estos hombres, pero son los únicos que Dios utiliza para su obra. Y son
los únicos que estarán dispuestos a perderlo todo en aras de la unidad. Si tú, por casualidad, ves
alguno que no lleva estas marcas, tal vez te hayas equivocado de hombre, o bien tendrás que
mirar más atentamente, para ver que detrás de esa aparente normalidad -y aun de esa
entereza-, hay un yo hermosamente quebradizo, ¡hay un milagro de Dios!

Una visión

Como ya se ha dicho, la unidad -como toda obra de Dios- sólo es posible a partir de una visión.
Si hemos visto algo de parte de Dios, podemos adherir a ella. Si hemos visto algo de parte de
Dios, podemos ser convencidos por ella.
Ocurrirá algo en la esfera de nuestro espíritu, superior a nuestros razonamientos, que nos llevará
a consentir con Dios. Algo sucederá dentro de nosotros inexplicable, tal vez, o al menos, muy
difícil de expresar con palabras humanas. Habrá ocurrido un acto de revelación, de
descubrimiento. Algo de Dios, alto y sublime se habrá metido en nuestros huesos y arderá por
dentro. Algo superlativamente más grande de lo que habíamos conocido hasta entonces nos
llenará la mirada, y nos sobrecogerá el alma.

Entonces se acabarán los argumentos, y nuestras pequeños glorias desaparecerán. Nuestros


pequeños feudos serán derribados, nuestros grandes planes parecerán irrisorios, y nuestras
grandiosas ideas parecerán tan sólo imaginación de niños.

La iglesia no será más vista como una organización, un sistema, sino será vista como Dios la ve:
como un Cuerpo. La iglesia es un Cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Entender esto tiene profundas y
gloriosas implicancias.

Quien ha visto el Cuerpo de Cristo no ve cristianos de primera o de segunda clase. No ve


tampoco organizaciones admirables. Ve simplemente hijos de Dios por aquí y por allá
diseminados, más o menos alimentados, más o menos despiertos, y que necesitan ser
bendecidos, alentados, edificados. Ve la obra de Dios salvando y edificando. No ve reductos
humanos creciendo en rivalidad unos con otros. Simplemente, ve hijos de Dios, y procurará
alcanzarlos a todos, abrazarlos a todos, servirles a todos.

Ver el Cuerpo de Cristo es ver a todos los hijos de Dios unidos a la Cabeza, recibiendo su vida, y
su suministro. Es ver a la iglesia viva, y muchísimo más amplia que la reunión de los hermanos
con quienes camina día tras día. Es trascender los límites -todos los límites- para sentir cómo
siente el corazón de Dios, y pensar cómo piensa él.

Siendo muy diversa la condición de los hijos de Dios -sea por su grado de crecimiento o por
cualquiera otra consideración-, verá que hay una base mucho más sólida que toda diferencia
para reunirnos eternamente: el precioso Nombre de Jesús y la autoridad del Espíritu Santo.
Luego, observando atentamente esa diversidad de condiciones, podrá comprobar cuáles hijos de
Dios le están buscando de verdad, le están amando con todo el corazón, y verá en ellos las
marcas de la obra que Dios está haciendo en estos días.

No todos los hijos de Dios permiten que Dios los guíe. Todos tal vez lo pidan, pero muy pocos lo
aceptan a la hora de la verdad. Dios tiene serios problemas -por decirlo así- para llegar al
corazón de sus hijos. El Espíritu Santo hace denodados esfuerzos para llamar la atención de los
cristianos, pero pocas veces éstos le prestan atención.

La unidad no es posible sin ver qué cosa es el Cuerpo de Cristo. Por eso la unidad es una obra
de Dios, no del hombre.

Más que acuerdos

Así que, el camino de la unidad es más que un ponerse de acuerdo, porque el mejor de los
acuerdos es un hilo tan frágil como una hebra de cáñamo puesta al sol. El camino de la unidad
se halla delante del trono de Dios y pocos son los que lo hallan. La diversidad, la disparidad, la
atomización, son la triste realidad del pueblo cristiano hoy en el mundo. Y este es el fruto de la
diversidad, la disparidad, la atomización de sus pensamientos, opiniones, propuestas, hipótesis y
conclusiones.

Sólo en Cristo somos uno. Cristo único y suficiente. Es en el amor de Cristo que somos
amasados, en él perdemos las pequeñas y las grandes diferencias. En él nos sumergirnos para
que no se levante más lo que antes éramos. En Cristo desaparecemos definitivamente todos, y
nos levantamos uno solo, precioso y perfecto.

Por dónde va el camino de la unidad

El camino de la unidad corre al margen de los promotores de unidad, de los vendedores de


doctrinas acerca de la unidad, de los grandes líderes del pasado, de los sistemas religiosos
-cualquiera sea el nombre, calidad, fundador, énfasis, estructura, extensión, solvencia, o doctrina
fundamental.

El camino de la unidad sigue la escondida senda del silencio y de la sencillez de los


quebrantados por Dios, de la visión del Cristo glorioso y de su bendito Cuerpo, de los que han
apegado su corazón al corazón de Dios para oír su delicado latir.

Quienes aman la unidad no procurarán buscarla en conciliábulos con los hombres, como para
lograr algún acuerdo que llene sus expectativas. No se producirá en una mesa de diálogo ni en
una reunión de negocios. La unidad se producirá en el trono de Dios, y él tomará la iniciativa,
ordenará las circunstancias, nos pondrá a los unos en el camino de los otros, y juntos seremos
testigos de una obra que Dios habrá hecho en nuestros corazones.

A lo más, nuestra participación será testimonial. No seremos artífices de la unidad, sino testigos,
declaradores de lo que Dios ya ha hecho. Así dadas las cosas, y en ese preciso momento, el
Espíritu nos mostrará que nuestros caminos se han unido, que tenemos un mismo norte, una
misma esperanza, y que no podemos seguir separados. Llegaremos a sentir la convicción nítida
de que separarnos equivaldría a negar todo lo que Dios ha hecho y de lo cual somos
responsables.

La unidad del Cuerpo de Cristo es obra de Dios, y él la llevará a cabo paso a paso, sin
descansar. A los que amamos al Señor, y amamos la unidad del Cuerpo, lo único que nos resta
por hacer es esperar, con el oído atento, con los ojos muy abiertos, para ver las señales que el
Señor irá poniendo a nuestro paso, y que nos irán guiando en esta preciosa obra de restauración
postrera, para que todos seamos uno, para que todos seamos reunidos y amasados
perfectamente en Aquel único digno de ser amado, exaltado y servido: Cristo Jesús, nuestro
Señor, bendito por los siglos de los siglos. Amén.

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047. Unidos (II)

Unidos (II)
(Morir para ser uno)
Juan 17:21-23; 11:52

Dos remezones

En Juan 17 hay dos aspectos fundamentales de la obra de Dios que no tienen cumplimiento aún
en el pueblo de Dios, pese a que fueron objeto de la oración íntima del Señor:
a) la disociación de los cristianos y el mundo.
b) la unidad de los que son de Cristo.

Tal parece que los procesos han resultado al revés: hay una amalgama de los cristianos con el
mundo, y una disociación de los cristianos entre sí.

Por eso, es preciso que volvamos a nuestros fueros. Que la cordura vuelva, al menos en los que
aman de verdad su santo Nombre.

La unidad es posible, como se ha dicho, sólo en aquellos que han visto su gloria (Juan 17:22).
Cuando ésta se manifiesta, toda boca se cierra (Mateo 17:5).

También es preciso que haya revelación de Dios acerca de la unidad indisoluble entre los que
son de Cristo con Él (Yo en ellos), y de la unidad del Padre y el Hijo (Y Tú en mí). La visión de
estas dos cosas hará que sean "perfectos en unidad".

Cuando Cristo está en un hombre, caen todas las demás cosas ante la gloria de su Presencia.
Lo que antes nos diferenciaba y separaba, cae (Ef.2:14-16).

¿Qué impedía la unidad entre judíos y gentiles en días de Jacobo? (Hechos 15). Algunos
asuntos relacionados con la circuncisión (15:1). Y eso -la circuncisión- no es Cristo, sino parte de
un sistema mediante el cual los hombres (los judíos) se acercaban a Dios en el pasado. Cuando
se dejó claro que la circuncisión no era un requisito para la justificación, se dio un importante
paso hacia la unidad de los cristianos. Cuando comienzan a caer los sistemas en el corazón de
los hombres, nos acercamos a la unidad.

¿Cómo y cuándo caerán si ellos están tan arraigados en el corazón? Esto ocurrirá cuando venga
un remezón fuerte en el corazón de los cristianos, y en el mundo. Deseamos que vengan
algunas experiencias gloriosas -y también algunas dolorosas- que permitan ver que los sistemas
son inútiles, que secan el espíritu, y que separados no podemos caminar. Entonces buscaremos
la unidad.

Cuando veamos, por otro lado, que el mundo se nos opone más y más; y cuando comprobemos
que realmente está bajo el Maligno, que su corrupción desborda todo límite, que nada podemos
esperar ya de él, entonces estaremos dispuestos a dejar el mundo, y a amar la comunión con
todos los hijos de Dios.

Estos dos terremotos, uno en nuestro corazón y otro en el mundo, nos ayudarán a soltar lo que
excede a Cristo (y nos separa), para llenarnos de Cristo y de amor por todos los hijos de Dios.

La Casa ha estado dividida, y una casa dividida no puede permanecer. ¿Será necesario que
amenace un enemigo externo para que los díscolos miembros de la familia de Dios olviden sus
diferencias y refuercen sus lazos fraternos? Así ocurrió en los países tras la cortina de Hierro
hace algunos años, y así ocurre en China hasta nuestros días bajo la represión comunista.
Aunque sea una paradoja, allí no hay obstáculos para la unidad. El común peligro externo los ha
derribado. ¿Deberá ocurrir una persecución generalizada en Occidente antes que la unidad de
los hijos de Dios sea posible?

Morir para que la unidad sea posible

Pero hay otro asunto aun más importante que lo que venimos diciendo.
En Juan 11:52 dice que el Señor Jesús murió no sólo por Israel, "sino también para congregar en
uno a los hijos de Dios que estaban dispersos."

Allí, Caifás fue usado por el Señor -por causa de que era sumo sacerdote aquel año- para
profetizar la muerte del Señor Jesús, necesaria para la salvación, y también para la unidad de los
hijos de Dios.

Respecto de la muerte expiatoria de Cristo, ningún cristiano puede aducir que la ignora. Pero el
otro aspecto que le llevó a la muerte -la unidad de los hijos de Dios- no ha sido suficientemente
enfatizado. Cristo no sólo oró por la unidad en Juan 17, sino que murió por ella. Debemos ver
esto con claridad para poder tomar conciencia de lo que esto significa para Dios.

Respecto de lo primero, podemos afirmar sin lugar a dudas que Jesús no murió en vano, pues
por la eficacia de su muerte en la cruz fueron borrados nuestros pecados. Pero respecto de esto
otro, ¿qué diremos? ¿qué murió en vano?

Pablo demostró en sus días que la muerte de Cristo había operado eficazmente para derribar la
pared que separaba a judíos y gentiles, y producir la unidad. Pablo lo creyó, lo predicó y lo
defendió. Pablo tuvo "éxito" en su misión. ¡Qué duda cabe!. Mas no ha sido creído ni defendido
de la misma manera por los cristianos de nuestros días. Las paredes divisorias se alzan por
doquier y nadie parece incomodarse por ello.

Se hace preciso rescatar del olvido este aspecto de la muerte de Cristo. El murió para congregar
en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Espiritualmente, eso se cumplió ya, porque los
hombres son uno en Cristo delante de Dios. Sin embargo, no estamos viviendo ni disfrutando
esa unidad hoy. Ni ella está siendo un testimonio para el mundo (Juan 17:21,23).

Pablo se tomó muy en serio este asunto, y batalló para lograrlo en su generación. Por decirlo así,
él murió también por eso. Esto era para él motivo de oprobio (Gálatas 6:12-17), y por ello tuvo
que pagar el más alto precio. Pero estuvo dispuesto a pagarlo.

Es preciso, pues, que en nuestro días los hijos de Dios que han visto algo en su secreto, amen la
unidad, la propicien y la defiendan, no sólo por lo que la unidad es en sí, sino, sobre todo, porque
Cristo murió por ella.

Aunque para alcanzarla, sea preciso que ellos mueran también.

El problema de Pablo

Gran parte de las persecuciones que Pablo sufrió en sus días se debió a que él predicó la unidad
de los creyentes en torno a Cristo, al margen de la ley. Por supuesto, los judíos (que tenían
mucho que perder) lo atacaron, en tanto los gentiles se gozaban. (ver Efesios 2:14-22; Gálatas
6:12-17).

Nosotros no tenemos el mismo problema que tenía Pablo en sus días, como tampoco Pablo tuvo
el problema que tenemos nosotros hoy. Hoy los judíos no son un problema para nosotros, como
tampoco los muchos sistemas cristianos eran un problema para Pablo.

Este es nuestro problema hoy: la cristiandad está dividida. Hay casi tantas divisiones como arena
en el mar. Primeramente, hay dos grandes corrientes. Estas son muy fuertes, están muy bien
definidas desde los días de la Reforma. Pero esas dos grandes corrientes están también
divididas en sí mismas. Hay multitud de bandos, multitud de paredes que las separan, de manera
que la división ha venido a ser algo normal.
La división de la Iglesia universal no es tan dolorosa, sin embargo, como la división de la iglesia
local, en casi cada ciudad y aldea en el mundo. Allí los cristianos, que se ven casi todos los días,
han aprendido a ignorarse y aun a aborrecerse unos a otros.

¿Cómo recuperaremos la unidad del principio?

La unidad producida por un fuerte liderazgo (como ocurre en una de las principales corrientes
cristianas) no es real, no es espiritual.

Entre los que aman al Señor ese tipo de unidad no podría prosperar. La unidad entre los que
aman al Señor sólo la puede producir el Espíritu Santo, al llevarnos a la visión de la gloria de
Cristo (Juan 17:22).

El camino de la unidad tiene otra dirección.

¿Cómo habríamos enfrentado nosotros el problema de Pablo? ¿Cómo hubiera enfrentado Pablo
el problema nuestro? Pablo no derribó el judaísmo. Pero multitud de iglesias fueron levantadas al
margen de él por todo el mundo. Pablo no pudo lograr la unidad dentro del sistema judaico (era
demasiado fuerte y estaba demasiado estructurado como para permitirlo), así que tuvo que salir
de él para hallarla.

Dentro de los sistemas hoy existentes tampoco hallaremos la unidad, así que debemos salir de
ellos. La única forma en que los sistemas pudieran alcanzar alguna forma de unidad es por la vía
de los acuerdos, para formar un macrosistema. Pero como la iglesia no es un sistema (es un
Cuerpo) no puede llegar a la unidad por vía de los acuerdos, ni puede llegar a ser un
macrosistema.

La iglesia es espiritual, y sólo el Espíritu de Dios puede lograr la unidad, si es que le dejamos
obrar.

Muy posiblemente, la unidad de los sistemas religiosos para formar un macrosistema ocurrirá. Y
como los sistemas son instrumentos muy útiles a la política y al poder, este macrosistema será
codiciado por los sistemas del mundo, y buscarán establecer alianzas con él, y de hecho lo
lograrán. Cuando esto ocurra, el macrosistema cristiano ya no tendrá ninguna fuerza espiritual.
Si hasta ahora los muchos sistemas cristianos han podido ejercer alguna influencia espiritual en
el mundo, este macrosistema no podrá hacerlo más. Será una sal sin sabor.

En esa encrucijada, los cristianos sinceros que todavía estén allí, se darán cuenta de que la
salida es inevitable. Si todavía guardaban alguna esperanza de que era viable, entonces la
perderán por completo. Y entonces oirán la voz del Espíritu resonar muy claramente en sus
oídos:

- Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré.


(2ª Corintios 6:17).

El problema de los líderes

¿Se cumplirá, pues, en nuestros días el segundo de los objetivos por los cuales Cristo murió?
¿Se congregarán en uno los hijos de Dios?

Hay todavía un problema más que debe ser resuelto. Hay un problema con los líderes, porque
los más de ellos están ensimismados en su propia obra, y hacen alarde de sus dones.
¿Cómo atacar este problema doble? ¡Sólo Cristo revelado en el corazón y experimentado! ¡Sólo
la cruz de Cristo operando en un líder puede sanarlo de su egolatría! ¡Los dones no le sanarán
de esta enfermedad! Al contrario, ellos contribuirán a agravarla. Es la cruz y los tratos
disciplinarios del Espíritu Santo; es la disciplina del Padre y los tratos del Espíritu Santo los que
le pueden sanar.

Normalmente, los llamados a la unidad que hacen los líderes tienen como centro su propia
bandera. Quien así hace no logra disimular bajo ese buen discurso un gran afán de liderazgo y
hegemonía.

Los que de verdad están en condiciones de colaborar con la unidad son los que se
menosprecian a sí mismos; los que consideran a los demás como superiores a sí mismos; los
que, en definitiva, están dispuestos a ir a la cruz y permanecer en ella todos los días de su vida.

Los líderes que han sido conducidos por el Señor a ministrar colectivamente tienen una primera
oportunidad de vivir -al menos en un esbozo- la unidad del Cuerpo. Sin embargo, éste es sólo el
primer paso, porque puede haber todavía un abismo que los separe de otros ministerios
colectivos. Para servir colectivamente (y en un mismo espíritu) se precisa una profunda
operación de la cruz, pero para servir junto a otros conglomerados de hermanos más allá de mi
colectividad es preciso todavía una operación más profunda.

Si Dios, en su gracia, obra en muchos conglomerados cristianos derribando todo aquello que
excede a Cristo - mediante los tratos a su alma, y mediante la disciplina, entonces ellos estarán
más y más dispuestos a caminar junto a otros cristianos. Entonces los líderes ya no serán un
problema.

Entonces, el camino de unidad se abrirá ante nosotros.

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048. ¿Cómo morir?

¿Cómo morir?
(El itinerario de la cruz)

Cuando un cristiano se postra ante el Señor y decide hacer su voluntad, él le guiará por su
camino. En este camino hay mucha gloria, pero también está la cruz. Sobre todo, está la cruz.

Como la cruz es una experiencia permanente, conviene al discípulo saber cómo opera y cómo él
ha de reaccionar cada vez que ella opere.

Así, pues, el asunto es este: ¿Cuál es la forma correcta de morir? Para saberlo, tenemos que
mirar al Señor Jesús. ¿Cómo murió él? ¿Cuál fue el itinerario de su muerte?

Su muerte no sólo fue sustitutiva, sino también el modelo de la muerte de todos sus discípulos.
Sus padecimientos vienen a ser también una metáfora de los nuestros; su cruz, lo es de la
nuestra.
Revisemos atentamente estos episodios, para que después, cuando los estemos viviendo, no
nos extrañemos. Si los vivimos, será porque estaremos yendo en el camino correcto.

Dios te ayudará a sufrir, pero no te ayudará para no morir

Cuando Jesús estaba en Getsemaní (esa terrible "prensa de aceite") orando intensamente;
cuando su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra, se le acercó un
ángel del cielo para fortalecerle (Lucas 22:43); sin embargo, ninguno de los ángeles que
formaban las incontables legiones celestiales movió un dedo para evitarle la cruz.

Ninguno se movió tampoco después, para impedir que los clavos taladraran sus manos, o la
lanza su costado. Ninguno de los ángeles hirió a los soldados romanos encargados de
crucificarle. El poder de los cielos estaba como impotente el día de su muerte.

Dios te ayudará a morir, pero no te evitará morir.

Hay un amigo entre los matadores

He aquí algo espantoso: hay un amigo -un íntimo, un familiar- entre los matadores. "Y estaba
también con ellos Judas, el que le entregaba" (Juan 19:5). "El que come pan conmigo, levantó
contra mí su calcañar" (Juan 13:18). Judas no es el enemigo declarado, sino el traidor solapado,
de quien no se habría esperado tal cosa: "Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría
soportado; no se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; sino tú,
hombre, al parecer íntimo mío, mi guía y mi familiar; que juntos comunicábamos dulcemente los
secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios" (Salmos 55:12-14).

Lo que hace más dolorosa la muerte es la traición del amigo, es el beso en la cara y, al mismo
tiempo, la puñalada por la espalda.

Sin embargo, ¿cómo le recibió el Señor aquella noche en el huerto? ¿Con una mirada furibunda?
No, él le dice:

-Amigo, ¿a qué vienes? (Mateo 26:50)

O, como traduce la Versión Moderna:

- Compañero, ¡a lo que has venido ...!

Su voz es una exhalación de tristeza por su amigo, tantas veces acogido y bendecido, ahora
convertido en traidor.

La puñalada por la espalda no provoca ninguna reprensión: sólo un profundo dolor por el amigo
que se ha perdido.

Puedes escapar, pero no quieres

Cuando la compañía de soldados llegó a prender a Jesús, ellos cayeron a tierra con sólo el
hablar del Señor. (Juan 18:6). Cuando Pedro cortó la oreja de Malco, él la restauró con solo
tocarlo. (Lucas 22:51). Su poder estaba intacto, pero no lo quiso usar para escapar de la cruz.
Tenía poder para sanar, pero no para rechazar a sus capturadores.

Sin duda, hubiera podido hacerlo si hubiese querido. Él dijo a Pedro:


- ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce
legiones de ángeles? (Mateo 26:53).

Así también será contigo. En el trance previo a tu muerte, tú te das cuenta que podrías escapar,
si quisieras. Pero no lo haces. Tienes a la mano alguna argucia, algún escape, pero te lo quedas
mirando, y lo dejas ir como si fueras un tonto. Otros, tal vez, te digan que eches mano a él, pero
tú sabes que es la hora de morir, así que no lo harás.

No acarreas a otros contigo

Cuando prendieron al Señor, él dijo a los capturadores:

- Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos (Juan 18:8).

La turba buscaba al Señor, así que el Señor rogó por sus discípulos. Los sentimientos humanos
buscan la solidaridad de los demás. Uno se sentiría acompañado, alentado, si comparte su dolor
con otros. La angustia de la propia muerte se mitigará si hay otros muriendo con él
(especialmente si son más culpables que él).

En el mundo se oye decir:

- Si caigo, no voy a caer solo.

Con eso, el que es sorprendido en alguna falta amenaza con arrastrar a otros. Su venganza será
ver que otros también llevan el oprobio.

Sin embargo, ¡fue tan diferente con el Señor! Él llevó solo nuestra vergüenza, cargó solo el
pecado de todos nosotros. Y pidió que sus discípulos fueran dejados libres.

Cuando nos llega la hora de nuestra muerte -en esta metáfora de la muerte al yo- no debemos
acarrear a otros con nosotros. Es a nosotros a quien "buscan", así que nosotros debemos morir.
Los demás tendrán su hora, si es que al Padre le place así. Por ahora, sólo importa que
muramos nosotros, y que muramos de la manera correcta.

La muerte es la copa del Padre

En la vida de todo cristiano que desea servir al Señor llegará el día en que se dará cuenta que la
voluntad de Dios para él y su muerte son una misma cosa. Entonces, la muerte no será para el
una desgracia, ni habrá deseo alguno de buscar culpables, ni tampoco deseo de escapar a ella.

La muerte es, simple y claramente, la copa que el Padre nos da a beber.

- La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? (Juan 18:11).

Los amigos te abandonan

"Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron" (Marcos 14:50).

Los discípulos son los que compartieron más de tres años de amistad, y de sueños con el Señor.
Seguramente, hubo innumerables momentos en que le prometieron fidelidad, como aquella tan
sonada de Pedro (Lucas 22:33), o aquella de Tomás (Juan 11:16).
Ellos se sentían llamados a una gran misión, junto a su Maestro. Sin embargo, a la hora de la
prueba, todos escapan a una, como una pequeña manada de conejos.

El más fiel te niega

Pedro era el que tomaba la iniciativa en todo. Para ofrecerse y para servir. También en la hora
de la cruz, fue el primero en maldecir jurando que no le conocía.

Pedro estuvo en la intimidad de la transfiguración, en la casa de la muchacha resucitada, y en


Getsemaní. Negarle era la bajeza mayor. Pero Pedro no pudo escapar a ella.

Nosotros también le negamos en Pedro. ¿Nos extrañaremos, entonces, que nuestro amigo, el
más íntimo, niegue que nos conoce?

¿O que se avergüence de conocernos?

Vas de mano en mano y de boca en boca

Después que el Señor Jesús fue apresado, fue enviado a Anás, quien le interrogó. Luego, éste le
envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote. Éste, después de oírle, le declara blasfemo y decreta
su muerte. Entonces, se le lleva ante Pilato, al pretorio.

Pilato le recibe, le interroga, le saca al pueblo, y lo introduce de nuevo en el pretorio. Luego, lo


vuelve a sacar. Negocia largamente con los judíos. Cuando supo que Herodes estaba en
Jerusalén, le envía a él. Herodes lo quería conocer, pero le zahiere.

De vuelta a Pilato, éste, después de lavarse las manos, le entrega a los soldados para su
ejecución.

En todo este ir y venir, Jesús es sometido a las mayores vejaciones y a los más humillantes
denuestos. La autoridad religiosa y la autoridad política se confabulan contra él. Y por su causa,
dos de ellos se hacen amigos desde ese día. Pero él es enviado a la cruz, como un malhechor.

Pablo, cuando era detenido, tenía alguna defensa y podía exigir algunos derechos, porque era
ciudadano romano, pero nuestro Señor y Maestro, no tuvo defensa ni derechos. Antes bien, fue
de mano en mano y de boca en boca.

Es posible que esto te ocurra -en alguna pequeña medida- alguna vez a ti. Debes estar
consciente de ello.

Porque tú eres un amigo de Jesús.

Que no se sepa quiénes ni cómo te pusieron los clavos

No hay ninguna referencia en los evangelios acerca de cuál haya sido la reacción de Jesús en el
momento en que fue clavado.

Ninguna descripción hay que despierte en nosotros algún sentimiento de compasión. El relato es
parco, preciso y hasta frío.
Cuando estés en la cruz no has de hacer ninguna alharaca. Que nadie sepa cuánto estás
sufriendo. Y después, que nadie conozca el nombre de quienes te clavaron (tú los sabrás), ni la
forma en que lo hicieron.

La crucifixión ha de ser vista por Dios, porque es su demanda, y es grata para él. Los hombres
se han de enterar de ella sólo por la vida que fluye de tu muerte.

Ah, y no olvides esto: Si mueres rápido (si eres obediente para morir), nadie te quebrará las
piernas.

No buscas refugio en tu madre, sino buscas refugio para tu madre

Cuando Jesús vio a su madre junto a Juan al pie de la cruz, le dijo a ella:

- Mujer, he ahí tu hijo.

Y a Juan:

- He ahí tu madre.

A la hora de morir (y de morir una muerte injusta), los sentimientos afloran y reclaman su lugar.
En Jesús no fue así. No hay ningún reclamo, ni autocompasión. No pensaba en sí mismo, sino
en los demás. También en su madre.

Esa mujer tenía una espada traspasada en su alma (Lucas 2:35) viendo morir a su primogénito,
sin poder hacer nada para evitarlo, aun sabiendo quién era. A eso se sumaba el que,
probablemente, no tenía marido a esa altura de su vida. Ella necesitaba cobijo, y un hijo que
reemplazase al que perdía. Entonces, el Señor se lo procuró desde la cruz.

Tú debes morir, pero debes procurar que los tuyos estén bien.

De tu boca sale bendición, y de tu costado, agua

Cuando Jesús estaba en la cruz, dijo:

- Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. (Lucas 23:34).

Y más tarde, una vez ya muerto, cuando uno de los soldados le abrió el costado con una lanza,
al instante salió sangre y agua (Juan 19:34).

Estar dispuesto a morir no es suficiente. La demanda es morir bendiciendo a los matadores y


rogando por los enemigos. La voluntad de Dios es que a causa de nuestra muerte, el agua de
vida lave a muchos.

No basta morir; hay que morir como Cristo murió.

Los que se compadecen

Luego de muerto el Señor, José de Arimatea y Nicodemo se acercaron para ungir su cuerpo y
sepultarle. Ellos no formaban parte del círculo íntimo de sus discípulos, pero en ese momento
quisieron ayudar. No pudieron evitar su muerte, pero al menos quisieron honrarle después de
muerto.
Así también sucederá contigo. Otros, los más ajenos pero compasivos, te querrán ayudar. Tú
verás llenarse sus corazones de una gran nobleza, y ellos intentarán mitigar un dolor que no han
causado.

La resurrección

Después que has muerto, las cosas cambian: los amigos secretos se manifiestan, y te favorecen.
Aun los ángeles te acompañan.

Tu cuerpo ha cambiado: ahora puedes llegar a lugares donde nunca pensaste. Tu ex-amigos se
asombran de ti, y te siguen con ánimo renovado.

Los hermanos de sangre, que antes te despreciaban, tal vez ahora te honren (Santiago 2:1;
Judas 1:1). Dios multiplicará tu vida en otros muchos a través de ti, porque el Espíritu Santo
habrá descendido para llenarte hasta rebosar.

Hay tres procesos casi simultáneos que tú experimentarás entonces: hay un tránsito del llanto a
la risa, porque habrá llegado la mañana de la resurrección (Juan 20:11-18); del estupor pasarás
al gozo, porque comprobarás que estás vivo de nuevo, pero en una dimensión más gloriosa y
real (20:19-29); y de la escasez pasarás a la abundancia, porque Cristo mismo ha multiplicado
sus dones sobre ti (21:1-14).

Cuando lo compruebes, entonces dirás con tu corazón ensanchado:

- ¡Gracias, Señor, porque no quitaste tu mano hasta lograrlo! ¡Tuyo es el mérito, y toda la gloria!

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049. El golpe de gracia

El golpe de gracia
(El último diálogo de Jesús y Pedro)
Juan 21

El Señor pregunta

Algunos pudieran pensar que Pedro, después de la negación y de la restauración que el Señor
hizo de él en esa mención sutil pero tan precisa de Marcos 16:7, ya estaba bastante preparado
para asumir el servicio al cual el Señor lo había llamado.

Sin embargo, no era así. Faltaba aun un toque final y definitivo. Un toque absolutamente
demoledor.

El golpe de gracia ocurrió aquella mañana junto al mar de Tiberias (Juan cap.21). Después de la
pesca infructuosa de aquellos siete discípulos, y de comprobar la abundancia que hay en Cristo,
se produjo un diálogo altamente significativo entre el Señor y Pedro.
Hay tres preguntas de Jesús y más adelante una respuesta. Pedro, por su parte, tiene tres
respuestas y una pregunta.

Las tres preguntas de Jesús tienen un diferente grado de intensidad, y están hechas en orden
descendente.

El Señor pregunta, en sucesivos momentos:

- Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?

- Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?

- Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres? 1

Las preguntas tienen una especial fuerza y solemnidad, al ir encabezadas por el nombre
completo de Pedro.

Como puede verse, las preguntas pretenden demostrarle al primero de los discípulos que su
amor no tiene mucho valor. Ese amor no sirvió a la hora de ser interrogado por las criadas en el
patio de Anás, así que ahora es puesto en su verdadero lugar. Una tras otra, las preguntas lo
desnudan, y lo demuelen. No acaba aún de reponerse de la primera, y ya va la segunda, y en
seguida la tercera, sin la más ligera pausa.

No sólo no estaba claro ahora si Pedro amaba al Señor más que los otros discípulos; tampoco
estaba claro si le amaba de verdad, o si siquiera le quería.

Veamos ahora las respuestas de Pedro:

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

- Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. (Ésta fue dicha con tristeza).

Pedro nunca dice que lo ama. De modo que, de partida, reconoce que no hay la debida
intensidad en su afecto como para usar la palabra "amor".

En la segunda respuesta, no sale todavía de su sorpresa por la repetición de la pregunta, y


contesta igual que la vez anterior. Pero en la tercera, la respuesta dada y la tristeza que la
acompaña, son reveladores del conocimiento que Pedro ha alcanzado de sí mismo. Que era lo
que, en definitiva, el Señor quería que Pedro alcanzara.

Pedro dice:

- Tú lo sabes todo.

Bajo esa frase hay el reconocimiento de su precariedad, y de que el Señor le ama a pesar de
eso. ¿Qué podrá esconderle a él?

Antes había presumido; ahora deja en manos del Señor la valoración de su amor.
Pedro sabe que, de alguna manera, él ama al Señor. Pero ya no confía en sí mismo como para
ni siquiera decirlo.

La presunción de Pedro es definitivamente hecha pedazos.

De ahora en adelante, la prueba concreta de su amor al Señor no será una hermosa y


vehemente respuesta, sino un hecho concreto, reiterado tres veces por el Señor: Apacentar al
rebaño de Dios.

Amar al Señor no será decir algo bien, sino hacer lo que el Señor le pide que haga.

El Señor responde

Pero todavía falta la estocada final, para que otro aspecto del viejo Pedro caiga. Después de
esto, ya estará preparado para Pentecostés.

Mientras el Señor y Pedro hablaban, se acerca Juan. Pedro le ve y le pregunta al Señor:

- Señor, ¿y qué de éste?

El Señor le dice:

- Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.

La actitud de Pedro aquí es la misma de los labradores de la viña, que estaban contentos con su
salario, mientras no miraron el salario que habían recibido los demás. (Mateo 20:1-16). La
envidia les transformó el gozo en amargura.

Pedro miró a Juan, y tuvo envidia. Sabía que Juan era el amado del Señor, y ahora les venía
siguiendo, como reclamando el lugar que sabía que ocupaba en el corazón del Maestro. Ahora
que Pedro se sabía confirmado en la obra de Dios, ¿qué papel ocuparía Juan? ¿Sería su rival en
ella?

El Señor le dice a Pedro, y también nos dice a nosotros:

- Yo veré lo que hago con mis otros siervos. A ti no te debe importar el lugar que ellos ocupen en
mi obra. Lo que te debe importar es que me sigas tú.

Pedro y Juan habrían de vivir muchas gloriosas jornadas juntos. Pero eso fue posible porque
Pedro -el impetuoso y avasallador- había muerto ya, junto al mar de Tiberias.

Tres preguntas y una respuesta

Estas tres preguntas del Señor, y la respuesta que da a la pregunta de Pedro debieran ser
suficientes para derribarnos también a nosotros. El Señor conoce nuestra realidad y lo engañoso
de nuestro corazón. El problema es que nosotros no lo conocemos.

Por eso, nos hace bien ver a la luz de este diálogo, nuestra propia desnudez, nuestra absoluta
precariedad; y convencernos no sólo de que no le amamos, como presumimos, sino de que
tenemos un corazón envidioso, que nos impide caminar en paz con otros siervos.
Si lo vemos, y nos juzgamos, habremos vencido en una importante batalla con nosotros mismos,
habremos vindicado al Señor, y habremos reunido las condiciones mínimas para que Dios pueda
comenzar a utilizarnos de verdad.

1 Seguimos aquí la traducción de la Biblia de Jerusalén, más apegada al griego.

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050 Evolución

Evolución
La evolución es la teoría de que la vida se desarrolló por azar a partir de
materia inorgánica y luego creció en complejidad y variedad, lo suficiente
como para llenar la tierra con todas las especies que hoy existen. Las fuerzas
que impulsan la evolución son la mutación y la selección natural. Las
mutaciones proveen nueva información genética y la selección natural
(predación, condiciones ambientales, etc) quita o impide que las mutaciones
no beneficiosas se propaguen. Aquellos organismos que sobreviven pasan la
nueva información genética "mejorada" a sus descendientes quienes, si
sobreviven, la pasarán a los suyos y así sucesivamente.

La evolución se hizo inicialmente popular a partir del libro de Charles Darwin,


El Origen de las Especies. En él, Darwin describió la teoría de la evolución, de
lo simple desarrollándose en lo más complejo, y buscó sustanciar su teoría
con el registro de los fósiles. No hace falta decir que su teoría causó mucha
controversia. Hoy, la ciencia la ha aceptado en gran medida: "La evolución del
mundo animal y vegetal es considerada por todos aquellos calificados para
juzgar como un hecho que no requiere pruebas adicionales ... Todos los otros
puntos de vista diferentes de los conceptos básicos de Darwin han sido
completamente desacreditados." [Goldschmidt, Richard B.:Evolution, as
Viewed By One Geneticist (La evolución vista por un genetista). American
Scientist,Vol. 40 No. 1, enero de 1952, p.84.]

Sin embargo, aunque muchos científicos respetados dice que la teoría es un


hecho, otros científicos no menos respetados disienten: "Esta teoría puede
llamarse la ‘Teoría General de la Evolución’ y la evidencia que la apoya no es
suficientemente firme como para permitirnos considerarla como algo más que
una hipótesis de trabajo." [Kerkut, G. A.: Implications of Evolution
(Implicaciones de la Evolución), New York, Pergamon Press, 1960 p.157.]

Otro científico dice: "La evolución es un cuento de hadas para adultos. Esta
teoría no ha ayudado en nada al progreso de la ciencia. Es inútil." [Profesor
Louis Bouroune, citado en ‘The Advocate’, 8 de marzo de 1984, p. 17. Él fue
Presidente de la Sociedad Biológica de Estrasburgo y Director del Museo
Zoológico de Estrasburgo, y luego Director de Investigación en el Centro
Nacional de Investigación Científica francés].

"En lugar de encontrar el desarrollo gradual de la vida, lo que los geólogos del
tiempo de Darwin, y hasta el día de hoy, en realidad hallan es un registro fósil
muy desigual o por saltos; es decir que las especies aparecen muy
repentinamente en la secuencia, muestran escaso cambio o ninguno durante
su período de existencia, y luego abruptamente desaparecen. Y no siempre
resulta claro –de hecho, rara vez resulta claro- que los descendientes
estuviesen mejor adaptados que sus predecesores. En otras palabras, el
mejoramiento biológico es difícil de hallar." [Dr. David Raup (Curador, Museo
Field de Historia Natural, Chicago), ‘Conflicts between Darwin and
paleontology’(Conflictos entre Darwin y la paleontología). Field Museum of
Natural History Bulletin, vol. 50 (1), 1979, pp. 22-29.]

Hay Muchos Problemas Con La Teoría De La Evolución

Primero, está el problema de que la vida haya surgido espontáneamente "de


la nada". Para que la vida surgiese por azar (ver la página 000 sobre la
improbabilidad matemática de que esto ocurriese) se hubiese requerido una
increíble cantidad de tiempo y una increíble cantidad de combinaciones de
moléculas. Auqnue muchos científicos dicen que ambas condiciones se
dieron en la tierra, esto es matemáticamente hablando, virtualmente
imposible. Discutiremos esto luego.

En segundo lugar, está el problema de la formación continuada de nuevo


material genético. El desarrollo de nuevo material genético dentro de los
organismos es también un problema muy serio. La molécula de ADN es tan
compleja que es básicamente imposible que una aparezca por azar.

[Nota del Traductor: El ADN o ácido desoxirribonucleico es la molécula


fundamental del código genético. Se organiza en genes, muchos de los
cuales codifican proteínas; los genes se organizan en cromosomas en las
especies que poseen núcleo celular (eucariotas). El ADN está formado por
nucleótidos, que son compuestos de una base cíclica o nucleósido, un azúcar
(desoxirribosa, de ahí el nombre "ADN") y un residuo fosfato. Los nucleótidos
se disponen lado a lado formando una cadena de miles o millones de ellos.
En el ADN hay solamente cuatro nucleótidos, a saber: adenosina, citosina,
guanina y timidina. En realidad el ADN consta de dos cadenas que forman
una hélice. En ella, la adenosina de una de las cadenas siempre se liga con
una timidina de la otra, y la guanina siempre se liga con una citosina de la
otra. Por tanto, se dice que las cadenas son complementarias, ya que
conociendo la estructura de una cadena se puede reconstruir la otra (hecho
fundamental en la reproducción de la célula). Desde el punto de vista formal,
el ADN posee un lenguaje con sus propias palabras, gramática y reglas de
puntuación. Un grupo de tres nucleótidos o codón especifica un aminoácido
determinado. Los aminoácidos son los compuestos que forman las proteínas.
Una secuencia de codones puede, por tanto, especificar la cadena de
aminoácidos de una proteína. Existen 64 codones posibles; 61 codifican
aminoácidos y los restantes sirven como signos de puntuación. En el ADN
presente en una célula, se encuentra la información necesaria para la
construcción de todas las proteínas propias de la especie a la cual la célula
pertenece. Es como una gran biblioteca de referencia, la cual es
selectivamente leída y copiada (como ARN o ácido ribonucleico) para producir
las proteínas que determinan la estructura y función celular. El conjunto de
genes de una especie se denomina genoma. El genoma humano, por
ejemplo, consta de cerca de tres mil millones de pares de bases.]
En tercer lugar, está el problema de la línea ancestral de la especie humana,
la cual está llena de lagunas. La evidencia histórica acerca de la línea de los
ancestros de los seres humanos (o linaje de los homínidos) puede clasificarse
en tres categorías: simio puro, hombre puro, y fraudes. Esto significa que el
linaje evolutivo del hombre en realidad no existe. Hay enormes huecos. Usted
ha oído la expresión "el eslabón perdido". Lo que no ha oído seguramente es
el "eslabón descubierto" o el "eslabón hallado." Esto es porque hasta ahora
sigue sin ser hallado.

En cuarto lugar, está el problema de los eslabones perdidos de todas las otras
especies. Ninguno de los linajes evolutivos de cualquier animal terrestre, ave
o pez , ni de los vegetales, ha sido establecido. Todos aparecen
repentinamente. Es por esta razón que se propuso una teoría llamada de
equilibrio interrumpido. Afirma que la razón de que no haya fósiles de los
eslabones evolutivos entre las especies es que la evolución tuvo lugar en
grandes saltos, con incrementos cada 100 mil a 300 mil años durante
diferentes períodos de la historia terrestre. Esto es revelador porque implica la
admisión por parte de los científicos de que el registro fósil es tan incompleto
que era necesario formular una teoría que explicase los grandes paréntesis
que regularmente aparecen.

Entonces, pues, ¿dónde está toda la evidencia que demuestra que la


evolución es un hecho? Veremos esto en breve.

Evolución Teísta

Una variante del tema de la evolución es la evolución teísta. Afirma que Dios
inició la vida en la tierra y permitió que los principios evolutivos llevasen el
hombre hasta donde está, tal vez con un poco de ayuda divina aquí y allá.
Esta teoría al menos incluye a Dios. Sin embargo, esta teoría fue desarrollada
en parte por gente que creía en la Biblia y que pensaba que la evolución tenía
algún mérito. Además, es un intento para responder los muchos problemas
que existen no solamente en el registro fósil sino también de cómo la vida
pudo en alguna forma haberse desarrollado de la nada. Debido a problemas
como estos, algunos creen que los hechos pueden explicarse simplemente
añadiendo a Dios en el cuadro: Dios dirigió la evolución.

Para quienes sostienen que la Biblia es la Palabra de Dios, el evolucionismo


teísta no es una opción. La Biblia dice: "Reconoced que Jehová es Dios; él
nos hizo..." (Salmo 100:3). Las Escrituras afirman que Dios creó. Dios dijo
"Hágase..." y fue hecho. Las Escrituras hablan de la palabra creadora de
Dios. Cuando Dios dice algo, ese algo ocurre. El dijo "Hágase..." y así fue. No
dice "Hágase un lento desarrollo a través de un proceso evolutivo."

Dios dijo en Génesis 1:26, "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme


a nuestra semejanza" ; y tenga potestad sobre los peces del mar , las aves de
los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra
sobre la tierra." La palabra hebrea traducida "hacer" en este versículo y en el
anterior (donde Dios hace a las bestias) es asah. Significa hacer, producir,
obrar. Este no es simplemente el limitado entendimiento hebreo de principios
evolucionistas.

Los animales terrestres fueron hechos de manera diferente que el hombre.


Los animales fueron hechos de la tierra, pero el hombre fue hecho
directamente por Dios: "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra,
sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente" (Génesis
2:7). La evolución afirma que el hombre evolucionó a partir de formas de vida
que se desarrollaron en el océano. Aquí, en cambio, dice que Dios hizo al
hombre del polvo de la tierra, no del agua del océano.

Si tanto la evolución como la Biblia son ciertas, ¿cómo se explica la formación


de Eva? Ella fue creada de una de las costillas de Adán (Génesis 2:22). No
hay forma de explicar esto si la evolución teísta es verdad; es decir, a menos
que uno desee decir que Eva no fue hecha del costado de Adán. Y si hace
eso, estará dudando de la Palabra misma de Dios.

Asimismo, Jesús dijo en Marcos 10:6 "pero al principio de la creación, hombre


y mujer los hizo Dios." El comienzo no era el limo evolucionista; en el principio
de la creación Adán y Eva fueron.

Aunque esta información es breve y dista de ser completa, debiera ser obvio
que la evolución teísta no puede armonzarse con las Escrituras.

La Cronología Del Eslabón Perdido

Lo que sigue es una lista del supuesto registro evolutivo del hombre. Si el
evolucionismo es cierto, entonces debiera existir evidencia de él. Empero, la
evidencia es muy débil, como veremos.

1. Ramapithecus hace 14 a 10 millones de años

2. Australopithecus hace 4 a 1 millones de años

a. Australopithecus afarensis hace 3,6 a 3 millones de años

b. Australopithecus africanus hace 3 a 2,5 millones de años

c. Australopithecus robustus hace 3 a 1,8 millones de años

d. Australopithecus boisei hace 1,8 millón de años

3. 3. Zinjanthropus

a. También conocido como el hombre de Africa oriental hace 2


a 1,5 millones de años

4. Homo habilis hace 2 millones de años

5. Pithecanthropus hace 500 000 años

a. Hombre de Nebraska, conocido también como


Hesperopithecus haroldcookii

b. Hombre de Piltdown, también conocido como Eanthropus


dawsoni, u hombre de Dawn.

6. Homo erectus hace 300 000 años.

a. También conocido como hombre de Java

b. También conocido como hombre de Pekín o Sinjanthropus


pekinensis

7. Homo Sapiens

a. Neanderthal hace 30 000 a 75 000 años

b. Cro Magnum hace 10 000 a 50 000 años

c. Moderno hace 10 000 años

d. Homo Sapiens presente

Ramapithecus

El Ramapithecus consiste meramente en un puñado de dientes y fragmentos


de quijada. El Ramapithecus era considerado un homínido (ancestro evolutivo
del hombre) solamente sobre la base de sus características dentales [E. L.
Simons, Annals of the New York Academy of Sciences, Vol. 167, p. 319
(1969); E. L. Simons, Scientific American, Vol. 211, p. 50 (1964); D. R.
Pilbeam, Nature, Vol. 219, p. 1335 (1968); E. L. Simons and D. R. Pilbeam,
Science, Vol. 173, p. 23 (1971). David Pilbeam, quien fue uno de los primeros
en afirmar que el Ramapithecus era un homínido dijo que ahora no está tan
seguro de que el Ramapithecus fuese un ancestro de los humanos. Dijo que
había hallado nuevos fósiles de la especie que invalidan conclusiones previas
[New York Times, 18 de febrero de 1979 (Section L, p. 41).

Australopithecus

El primer hallazgo de esta criatura lo hizo Dart en 1924. Su nombre completo


es Australopithecus Africanus. El hallazgo consistió en un cráneo, mandíbula
y dientes, con fragmentos de la pelvis, miembros y pie. Los Australopithecinos
se clasifican en dos especies principales: Australopithecus Africanus y
Australopithecus Robustus. Se considera que el Australopithecus no es un
ancestro del humano. [C. Oxnard, University of Chicago Magazine, Winter,
1974, pp. 11-22; A. Montagu, Man: His First Million Years (El hombre: su
primer millón de años), World Publishers, Yonkers, N.Y., 1957, pp. 51-52].

Zinjanthropus

En 1950 Louis y Mary Leakey hallaron 400 fragmentos de un cráneo en el


cañon Olduvai, en el Africa. Dijeron que era un ancestro homínido de 1 750
000 años de antigüedad. Se determinó dicha edad por la datación de las
rocas en las cuales se hallaron los fragmentos óseos, según el método de
potasio –argón. En 1960 los mismos investigadores hallaron el cráneo de un
niño con características más humanas, en un estrato rocoso 30 cm inferior.
Entonces Leakey dijo que el Zinjanthropus no era un homínido, sino
completamente simio. La datación con carbono 14 de huesos de mamífero en
el mismo estrato sugiere una edad de solamente 10 000 a 3 100 años.

Hombre de Nebraska

En 1922 un geólogo llamado Cook halló un diente en la Quebrada de la


Serpiente, en Nebraska (EE.UU.). El profesor Osborn, con el Museo de Nueva
York, y Sir Smith, de Londres, dijeron que el diente pertenecía a un homínido.
Posteriormente se determinó que era el diente de una especie extinguida de
cerdo . S. K. Gregory, Science Vol. 66, p. 579 (1927), citado en Evolution the
Fossils Say No (Evolución: Los fósiles dicen No), p. 130, por Duane T. Gish,
Ph.D. Creation Life Publishers, 1981, San Diego. CA.

Hombre de Piltdown

En 1912 Charles Dawson y otros hallaron una bóveda craneana, una quijada
y dientes en una ripiera de Sussex (Inglaterra). A partir de estos restos,
reconstruyeron un hombre simiesco que llamaron hombre de Piltdown y
dataron 500 000 años a.C. En 1953 científicos británicos descubrieron que la
quijada pertenecía a un mono y había sido coloreada para simular
antigüedad. Los dientes habían sido limados para que pareciesen humanos.
La "bóveda craneana" era en realidad un hueso de la rodilla de un elefante.
La falsificación engañó a los expertos por muchos años. S. Zuckerman,
Beyond the Ivory Tower (más allá de la torre de marfil), Taplinger Pub. Co.,
New York, 1970, pp. 75-94, citado en Evolution the Fossils Say No (Evolución:
Los fósiles dicen No), p.132, por Duane T. Gish Ph.D. Creation Life
Publishers, 1981 San Diego. CA.

El hombre de Java

En 1892 Dubois halló en Java una bóveda craneana, dientes y un fémur, a


una distancia aproximada de 18 metros uno de otros. Afirmó que pertenecían
a un mismo ancestro homínido y que su edad era de cerca de 500 000 años.
Dubois omitió mencionar que en virtualmente el mismo nivel de excavación él
había hallado dos cráneos humanos. En 1908 la expedición alemana Selenka
halló que los flujos de lava en Java tornaban imposible una edad superior a
los 500 años. En 1936 Dubois finalmente admitió que el "hombre de Java" no
era sino un simio. W. Howell, Mankind in the Making (La hechura de la
humanidad), Doubleday and Co., Garden City, N.T. 1967, pp. 155-156 citado
en Evolution the Fossils Say No (Evolución: Los fósiles icen No), p. 125, por
Duane T. Gish Ph.D. Creation Life Publishers, 1981 San Diego. CA.

El hombre de Pekín

Entre 1922 y 1939 se descubrieron huesos pertenecientes a 38 individuos en


Choukoutien, al suroeste de Pekín. Experos de diferentes países dijeron que
pertenecían a homínidos. Msgr. O’Connell, misionero en la China, sostiene
que el lugar era una fosa de cal, y que los humanos mataban monos para
comer sus sesos. Cuando el cerro se colapsó, la gente quedó enterrada y se
fosilizó. La mezcla de huesos de simios y monos se usó para crear un
homínido. Los especímenes originales se perdieron durante la Segunda
Guerra Mundial. O’Connell dice que el "hombre de Pekín" es completamente
humano.

El hombre de Neanderthal

Los primeros huesos del hombre de Neanderthal fueron hallados en


Dusseldorf (Alemania) en 1856. Indican una postura semierecta. Se dijo que
estaba un escalón por encima de los simios y se lo dató en 200 000 años.
Posteriormente se halló que sufría de artritis. Desde entonces se han hallado
esqueletos que indican una posición erecta en cuevas de Palestina. Su
cerebro tenía mayor tamaño que el del hombre moderno.

El hombre de Cro-magnon

Se han hallado huesos del hombre de Cro-Magnon en cuevas de Francia. Se


los data en 50 000 años. El tamaño cerebral del hombre de Cro-Magnon es
mayor que el del hombre moderno.

La información aquí presentada apenas rasguña la superficie de algunos de


los problemas de la teoría de la evolución.

Para mayor información que documenta y trata evidencia contraria a la


evolución, los siguientes libros pueden ser útiles:

• Darwin’s Enigma (El enigma de Darwin), por Luther D. Sunderland,


Master Book Publishers, Santee, CA 1984

• Evolution The Fossils say No! (Evolución: Los fósiles dicen ¡No!), por
Duane T. Gish, Ph.D. Creation Life Publishers, San Diego, CA. 1981.

• The Truth: God or Evolution? (La verdad: ¿Dios o la evolución?), por


Marshall y Sandra Hall, The Craig Press, 1974.

• Man’s Origin, Man’s Destiny (El origen del hombre, el destino del
hombre), por A. E. Wilder-Smith, Bethany House Publishers,
Minneapolis, Minnesota, 55438, 1975.

• [Nota del traductor: Otros libros recientes sobre el mismo tema se


listan a continuación]

• Proceso a Darwin, 2ª Ed., por Philip E. Johnson. Grand Rapids,


Portavoz, 1995.

• Los hombres-simios - ¿Realidad o ficción?, por Malcolm Bowden.


Terrassa, CLIE, 1984.

• The collapse of evolution (El colapso de la evolución), 2nd Ed., por


Scott M. Huse. Grand Rapids, Baker Books, 1993.

• Defeating Darwinism by opening minds (Cómo derrotar al darwinismo


abriendo las mentes), por Philip E. Johnson . Downers Grove,
InterVarsity Press, 1997.

• Bones of contention. A creationist assessment of human fossils


(Huesos en discusión. Una evaluación creacionista de los fósiles
humanos), por Marvin L. Lubenow. Grand Rapids, Baker Books, 1992.

• Darwin’s black box: The biochemical challenge to evolution (La caja


negra de Darwin: El desafío bioquímico a la evolución) por Michael
Behe. New York, Free Press, 1996.

Citas Citables Contra La Teoría General De La Evolución

Las siguientes citas no provienen de cristianos que tengan mala voluntad


contra la teoría de la evolución. Por el contrario, se han tomado de personas y
fuentes que son favorables a la teoría. Como podrá ver, la teoría no llega a
ser un hecho, como algunos quieren hacernos creer.

"La mutación es, entonces, la fuente última de la evolución, pero la evolución


es más que mutaciones ... La mtación sola, no controlada por la selección
natural, resultaría en el desmoronamiento y posterior extinción de la vida, no
en una evolución adaptativa o progresiva." [Dobzhansky, Theodosius.
Genetics of the Evolutionary Process (La genética del proceso evolutivo). New
York: Columbia University Press. 1970 p. 65.]

"Uno debe concluir que, en contra a la actual sabiduría establecida, un libreto


que describa la génesis de la vida sobre la tierra por azar y causas naturales,
que pueda aceptarse sobre la base de los hechos y no por fe, no se ha escrito
aún." [Dr. Hubert P. Yockey, ‘A calculation of the probability of spontaneous
biogenesis by information theory’ (Un cálculo de la probabilidad de la
biogénesis espontánea mediante la teoría de información). Journal of
Theoretical Biology, Vol. 67, 1977, p. 398.]

"Debe ser significativo que casi todas las narraciones evolucionarias que
aprendí como estudiante ... han sido ahora refutadas." [Dr. Derek V. Ager
(Departmento de Geología, Colegio Imperial de Londres), ‘The nature of the
fossil record’ (La naturaleza del registro fósil). Proceedings of the Geological
Association, Vol. 87 (2), 1976, pp. 132-133.]

Citas Sobre Los Hominidos

"Discutiré los patrones generales de la evolución homínida, un ejercicio que


se hace divertido por la necesidad de integrar diferentes clases de
información, y que utiliza esto como un vehículo para especular sobre el
origen de los homínidos, un suceso para el cual no hay un registro fósil
reconocido. Por tanto, es una oportunidad para ejercitar un poco la
imaginación." [Distinguished Lecture; Hominoid Evolution and Hominoid
Origins (Conferencia Destacada: Evolución homínida y orígenes homínidos),
by David Pilbeam. American Anthropologist, Vol. 88, No. 2 June 1986. p. 295.]

"Generalmente se ha datado al Homo erectus entre 500 000 y 700 000 años.
Ahora esta especie deberá ser datada al doble de dicha edad. Richard E.
Leakey anunció esta semana el descubrimiento de un cráneo completo de
Homo erectus que ha sido confiablemente datado entre 1,5 y 1,8 millón de
años... Este cráneo ayuda a probar una hipótesis que él ha sostenido por
mucho tiempo, a saber, que el verdadero Homo coexistió con el má simiesco
Australopithecus en lugar de descender de éste... Ahora parece claro que el
Homo y el Australopithecus convivieron hace más de 3 millones de años y
que el Homo continuó evolucionando después que la línea del
Australopithecus se extinguió hace cerca de un millón de años." [Science
News, 13 de marzo de 1976/No. 11, p. 164, Evolution Revolution (La
revolución de la evolución)]

"Hay implicaciones más amplias para nuestro entendimiento de la evolución


humana. Primero, estos resultados implican que los diversos
Australopithecinos no eran realmente muy semejantes a los humanos. Por
tanto, se torna un problema interesantísimo por sí mismo el dilucidar
exactamente qué eran estas criaturas. Ellos pueden haber sido bípedos,
hacedores de herramientas y cazadores; pero si lo fueron, no lo fueron al
modo humano." [Oxnard, Charles E., Human Fossils: New Views of Old
Bones (Fósiles humanos: Nuevas vistas de viejos huesos). The American
Biology Teacher, mayo de 1979. vol. 41. No. 5 p. 274; 1986, Vol. 88, No. 2.
Distinguished Lecture: Hominoid Evolution and Hominoid Origins (Conferencia
Destacada: Evolución homínida y orígenes homínidos). p. 29.]

Citas Sobre El "Eslabon Perdido"

"El eslabón perdido entre el hombre y los simios ... es meramente el más
fascinante de toda una jerarquía de criaturas fantasmales. En el registro fósil,
los eslabones perdidos son la regla: la historia de la vida está tan
desarticulada como un programa de noticias silencioso, en el cual las
especies se suceden unas a otras tan abruptamente como los primeros
ministros de los Balcanes. Cuanto más han vuscado formas transicionales
entre especies, más frustrados han resultado los científicos. La evidencia de
los fósiles ahora apunta abrumadoramente en una dirección diferente del
darwinismo clásico que la mayoría de los estadounidenses aprendieron en la
escuela secundaria..." [Newsweek, Is Man a Subtle Accident? (¿Es el hombre
un accidente sutil?) 3 de Noviembre de 1980 p. 95.]

"La ausencia de evidencia fósil de etapas intermedias entre las principales


transiciones en el diseño orgánico, de hecho nuestra incapacidad, siquiera en
nuestra imaginación, de construir intermediarios funcionales en muchos
casos, ha sido un problema persistente y molesto para los relatos gradualistas
de la evolución." [Stephen Jay Gould (Profesor de Geología y Paleontología
de la Universidad de Harvard), "Is a New and General Theory of Evolution
Emerging? (¿Está emergiendo una nueva teoría general de la evolución?) .
Paleobiology, Vol. 6, January 1980, p. 127]

"Los eslabones están ausentes exactamente donde más fervientemente los


deseamos, y es extremadamente probable que muchos ‘eslabones’ continúen
perdidos." [Jepsen, L. Glenn; Mayr, Ernst; Simpson, George Gaylord.
Genetics, Paleontology, and Evolution (Genética, paleontología y evolución),
New York, Athenaeum, 1963 p. 114.]

"...eslabones intermedios? La geología ciertamente no revela ningún cambio


orgánico tan finamente gradual, y esta es quizás la más obvia y seria objeción
que puede presentarse contra la teoría." [Charles Darwin, "The Origin of
Species," (El origen de las especies) 1859, Capítulo11, "On the imperfection
of the geologic record." (Sobre la imperfección del registro geológico)]

"Tomemos, por ejemplo, la transformación de pez a anfibio ... faltan las


formas de transición ... las tres principales clases de vertebrados capaces de
volar, los pterosaurios (reptiles voladores hoy extintos), las aves y los
murciélagos, pero de nuevo hay una enorme brecha entre el primer
representante de cada una de estas tres clases de vertebrados voladores y
sus supuestos tipos ancestrales más próximos." [Denton, Michael. Evolution:
A Theory in Crisis (Evolución: Una teoría en crisis), Warwickshire, Burnett
Books Limited, 1985.]

"Muchos grupos nuevos de plantas y animales aparecen súbitamente, al


parecer sin ningún ancestro cercano. La mayoría de los grupos principales de
organismos –phyla, subphyla y aún las clases- han aparecido de esta manera.
Este aspecto del registro es real, no meramente el producto de una
recolección defectuosa o prejuiciada. Una explicación satisfactoria de la
evolución está obligada a tomar esto en consideración y proporcionar una
explicación ... El registro fósil, que ha causado este problema, no es de
mucha ayuda en su resolución." [Olson, Everett C. The Evolution of Life (La
evolución de la vida) The New American Library, New York and Toronto.
1965. p. 94.]

"Cada especie de reptil semejante a los mamíferos que ha sido hallada


aparece súbitamente en el registro fósil sin ser precedida por la especie
inmediatamente ancestral a ella. Desaparece algún tiempo después, de
manera igualmente abrupta, sin dejar una especie directamente
descendiente." [Kemp, Tom. The Reptiles that became Mammals (Los reptiles
que se tornaron mamíferos), New Scientist, vol. 93 No. 1295, 4 de marzo de
1982, p. 581.]

"Un hombre honesto, armado de todo el conocimiento disponible actualmente,


sólo podría afirmar que en algún sentido, el origen de la vida parece por el
momento ser casi un milagro, tantas son las condiciones que deberían
haberse satisfecho para iniciarla." Denton, Michael. Evolution: A Theory in
Crisis (Evolución: Una teoría en crisis), Warwickshire, Burnett Books Limited,
1985.]

Los probabilidades están contra La Evolución

"La probabilidad de que la vida se hubiese originado por azar en una de las
1046 ocasiones es pues de 10-255 . La pequeñez de este número significa que
es virtualmente imposible que la vida se haya originado por una asociación
aleatoria de moléculas. La proposición de que una estructura viviente pudo
haber surgido en un único acontecimiento por medio de una asociación de
moléculas al azar debe ser rechazada." [Quastler, Henry. The Emergence of
Biological Organization (El surgimiento de la organización biológica), New
Haven and London, Yale University Press, 1964, p. 7.]

"Obtener una célula por azar requeriría por lo menos cien proteínas
funcionantes que aprecieran simultáneamente en un lugar. Esto equivale a
cien acontecimientos simultáneos, cada uno con una probabilidad
independiente que difícilmente pudiera ser superior a 10 –20 , lo cual da una
probabilidad máxima combinada de 10 –2000 ." [Denten, Michael. Evolution: A
Theory in Crisis (Evolución: Una teoría en crisis), Warwickshire, Burnett Books
Limited, 1985]

"Cuanto más estadísticamente improbable es una cosa, más nos cuesta creer
que ocurrió por ciego azar. Superficialmente, la alternativa obvia al azar es un
Diseñador inteligente." [R. Dawkins, "The Necessity of Darwinism" (La
necesidad del darwinismo) . New Scientist, Vol. 94, 15 de abril de 1982, p.
130.]

(Algunas de las citas de esta sección fueron tomadas de The Quote Book (El
Libro de Citas), compilado por John Mackay; y col., publicado por Creation
Science Foundation Ltd. 1984.)

LA IMPROBABILIDAD MATEMÁTICA DE QUE LA VIDA SURGIESE POR


AZAR

La teoría de la evolución sostiene que la materia inanimada, mediante


combinaciones al azar de moléculas, dio finalmente origen a la vida. En esta
sección, examinaremos la probabilidad matemática de que esto ocurriese.
Empero, si usted no está familiarizado con la notación exponencial no podrá
sacarle tanto provecho como si lo estuviera. Por tanto, para hacer más fácil
las cosas para quienes desconocen la notación exponencial, una simple
explicación e ilustración debiera aclarar las cosas.

Un ejemplo de notación exponencial es 3 2 . Se lee "tres a la dos" o "tres al


cuadrado". Esto significa 3 x 3, o 9. Tres es la base, y 2 es el exponente . El
exponente indica cuántas veces debe multiplicarse la base por sí misma para
obtener el número expresado. Así, 10 2 = 10 x 10 = 100; 2 3 = 2 x 2 x 2 = 8; 10
3
= 10 x 10 x 10 = 1000. Nótese que cuando la base es diez, el exponente
indica el número de ceros después del uno. Así, 10 2 tiene dos ceros (100), 10
3
tres ceros (1000), y 10 4 cuatro ceros (10 000). Cuando no se indica
exponente, se entiende que es 1 ( 10 1 = 10). Un exponente también puede
ser negativo; 10 –1 = 1/10 ó 0,1; 3 –3 significa 1 dividido 3 x 3 x 3 ó 1/27.
Cuanto mayor sea el exponente negativo, menor será el número
representado. Veamos la ventaja de esta notación con una rápida ilustración.

Si usted tomase un trozo de papel de 0,05 mm de espesor, lo cortara en dos,


y pusiera las dos mitades una encima de la otra, tendría un espesor total de
0,1 mm. Si a estos trozos los cortase por la mitad obtendría cuatro pedazos,
que si los cortase por la mitad darían 8 pedazos, y así sucesivamente. Si uno
repitiese la operación un total de cincuenta veces, ¿cuán alta sería la pila?
Matemáticamente, la ecuación sería 250 trozos de 0,05 mm cada uno, y la
respuesta quedaría expresada en milímetros. Después de leer esta frase y
antes de leer la respuesta, examine de nuevo la ecuación y piense cuán alta
le parece que sería la pila. Adelante, adivine. ¿Ya lo hizo?

La respuesta es muy sencilla. Hay un solo problema: no está en milímetros,


sino en kilómetros. Exactamente 56 294 995 340 000 kilómetros.
Sorprendente, ¿no es cierto? La sorpresa en la enorme respuesta se debe a
la notación exponencial 2 50 que, dicho sea de paso, equivale a 1 125 899 906
842 624 , es decir mil ciento veinticinco billones ochocientos noventa y nueve
mil novecientos seis millones ochocientos cuarenta y dos mil seiscientos
veinticuatro. Evidentemente, es más sencillo decir "dos a la cincuenta".

He aquí otra ilustración más simple. El número total estimado de átomos


presentes en el universo es de 1079 , es decir un 1 seguido de 79 ceros. Es
mucho más sencillo expresar el número con un exponente. Esta es la ventaja
de la notación exponencial.

Cuando en lo que sigue se cita gente que emplea esta forma de notación,
usted tendrá ahora una idea más clara de lo que dicen.

La evolución enseña que en el comienzo la materia inanimada, a través de


incontables combinaciones durante un período larguísimo, llegó a constituir
las complejas formas de vida hoy presentes sobre la tierra. Veamos lo que
dicen los expertos.

"Cualquiera familiarizado con el cubo de Rubik [cubo constituido por cubitos


más pequeños con seis colores diferentes; el juego consiste en que todos los
cubos de cada una de las seis caras queden con el mismo color] admitirá que
es casi imposible que un ciego que moviese las caras al azar resolviese el
juego. Ahora imagínese 1050 ciegos, cada uno con un cubo de Rubik con sus
colores mezclados, e intente concebir la probabilidad de que simultáneamente
todos ellos resolvieran el juego. Entonces uno tendría la probabilidad de
arribar, por mezcla al azar a uno solo de los muchos biopolímeros [grandes
moléculas, como los ácidos nucleicos ADN y ARN, o las proteínas] de los
cuales depende la vida. La noción de que no solamente los biopolímeros sino
además el programa operativo de una célula viva, pudiese lograrse por azar
en una "sopa" orgánica primordial aquí en la tierra es evidentemente un
extremadísimo disparate."

Esta cita proviene de de Sir Fred Hoyle, un profesor de investigación


honorario de la Universidad de Manchester y el Colegio Universitario de
Cardiff. El fue un docente de matemática en la Universidad de Cambridge. Se
trata de un científico conocido y muy respetado. En su opinión, el desarrollo al
azar de la vida en la tierra es un "extremadísimo disparate."

Hoyle asimismo dice en otro trabajo dedicado a las biomoléculas:

"... uno debe contemplar no solamente un único suceso para obtener una
enzima, sino un número inmenso de intentos como los que se supone
ocurrieron en una sopa orgánica tempranamente durante el desarrollo de la
Tierra. El problema es que hay cerca de dos mil enzimas, y la probabilidad de
obtenerlas todas en un ensayo al azar es de solamente 1 en (10 20) 2000 o 1
dividido 10 40000 , una probabilidad ridículamente pequeña que difícilmente
ocurriría aunque todo el universo fuese una sopa orgánica."

Lo menos que puede decirse es que la probabilidad de que los biopolímeros y


enzimas formándose y ensamblándose espontáneamente son, en opinión de
Hoyle, "ridículamente pequeñas."

Otro escritor observa que "La probabilidad de que la vida se hubiese originado
por azar en una de las 1046 ocasiones es pues de 10-255 . La pequeñez de
este número significa que es virtualmente imposible que la vida se haya
originado por una asociación aleatoria de moléculas. La proposición de que
una estructura viviente pudo haber surgido en un único acontecimiento por
medio de una asociación de moléculas al azar debe ser rechazada."

Algunos otros científicos con puntos de vista similar en lo referente a la


biogénesis (origen de la vida) han hecho comentarios igualmente
desalentadores: "Obtener una célula por azar requeriría por lo menos cien
proteínas funcionantes que aprecieran simultáneamente en un lugar. Esto
equivale a cien acontecimientos simultáneos, cada uno con una probabilidad
independiente que difícilmente pudiera ser superior a 10 –20 , lo cual da una
probabilidad máxima combinada de 10 –2000 ."

Hay muchas citas similares disponibles, pero estas pocas son representativas
de la inmensa improbabilidad matemática de que la vida se formase
espontáneamente en cualquier parte de la tierra. Las probabilidades están
decididamente contra ello. Es imposible. Los evolucionistas, sin embargo, no
consideran estas cifras de extrema improbabilidad como obstáculos
invencibles. A menudo replican: "Si la probabilidad es tan pequeña, entonces
hay que darle suficiente tiempo y ocurrirá." Bien, hagamos una prueba con
esta idea.

¿Cuáles son las probabilidades de que se forme un organismo que tuviese


sólo cien partes (ninguna célula viva tiene tan pocos componentes) si por 30
mil millones de años –una más que generosa estimación de la edad del
universo- hubiese un millón de millones de millones de millones de millones
de millones (un sextillón) combinaciones de sus partes en cada segundo?
Esto equivale a 10 36 combinaciones por segundo. En otras palabras, ¿es este
tiempo suficiente? Esto es fácil de calcular.

La molécula básica del código genético es el ADN. Cuanto mayor cantidad de


partes tiene un organismo, más complejo es. Las formas biológicas más
simples (aunque carecen de capacidad para reproducirse por sí mismas) son
los virus. Un virus tiene miles de nucleótidos de ADN o ARN o "partes." Para
simplificar, inventemos un virus que tenga sólo cien partes. Si existe sólo una
forma correcta de que las partes se ordenen las probabilidades de que ello
ocurra en un único suceso son de 1/100! . Esta cifra se lee "uno sobre cien
factorial" , y "cien factorial" (100!) significa 100 x 99 x 98 x 97 ....y así
sucesivamente hasta ... x 3 x 2 x 1.

Permítame un ejemplo de combinación. Si uno tuviese dos bloques de


madera, ¿de cuántas formas podría disponerlos en línea recta? La respuesta
es 2! , es decir 2 x 1 = 2. Si tuviese tres bloques, las combinaciones posibles
serían 3! , ó 3 x 2 x 1 = 6 combinaciones. Si tuviese 4, serían de 4! , o 24 (4 x
3 x 2 x 1).

Cuanto mayor sea el número de partes, mayor será el número de


combinaciones posible. Técnicamente, las "partes" de nuestro virus podrían
disponerse de manera distinta que una línea recta, con lo cual crecería
muchísimo el número de combinaciones posibles. Pero estamos siendo
generosos aquí.
Ahora bien, combinar 100 en una línea recta puede hacerse en
aproximadamente 9,33 x 10 157 formas diferentes. Sin embargo, en el caso de
los seres vivos no cualquier combinación servirá. La vida supone un delicado
equilibrio y por tanto una combinación muy precisa de las partes
componentes.

Nuestro problema ahora consiste en determinar si 30 mil millones de años son


suficientes para que 100 partes se combinen a una tasa de 1036
combinaciones por segundo y ello resulte en vida. La ecuación es simple.
Treinta mil millones de años son 3 x 10 10 años. En segundos, 3 x 10 10 años x
365 (días) x 24 (horas) x 60 (minutos) x 60 (segundos) este tiempo
corresponde a cerca de 9,46 x 10 17 segundos.

Si este número de segundos se multiplica por el número de combinaciones


que ocurren en cada segundo en nuestro ejemplo, el resultado es 9,46 x 10 17
segundos x 10 36 combinaciones por segundo = 9,46 x 10 53 combinaciones,
que podemos redondear a 1054 combinaciones. Si bien es un número grande,
resulta extremadamente pequeño comparado con las 10 157 combinaciones
posibles. La resta de 10 157 - 10 53 da 9,999 ... x 10 156 . Por tanto, ni todo el
tiempo del mundo esta siquiera cerca de ser suficiente para que una sola
célula simple con 100 partes surja a la vida. La probabilidad no difiere
prácticamente de cero.

Si observásemos células con otros cientos de partes, restringiésemos el


tiempo disponible (unas ocho a diez veces menor según los propios
evolucionistas) y agregásemos algunos detalles más realistas referentes al
número de combinaciones y las condiciones ambientales, las probabilidades
en contra serían todavía muchísimo mayores. Sin embargo, los evolucionistas
sostienen que la formación espontánea de la vida en la tierra es un hecho.
¿Cómo pueden creer tal cosa? Me parece que tienen muchísima menos
evidencia de la que tenemos los cristianos para creer en Jesús.

Una Comparación entre el Evolucionismo y La Biblia

La Biblia : Todas las cosas fueron creadas por Dios (Génesis 1:1).

El evolucionismo: El universo y la tierra se formaron de materia inorgánica


preexistente.

La Biblia: Dios hizo la vida en la tierra.

El evolucionismo: La vida se desarrolló a partir de una célula única que


espontáneamente surgió a la vida en el océano y a partir de ella todas las
cosas vivas evolucionaron hasta producir las incontables formas que hoy se
ven.

La Biblia: Dios hizo al hombre a Su propia Imagen (Génesis 1:26).

El evolucionismo: Ninguna imagen llevó a que se formase el hombre, sino la


mutación al azar junto con las restricciones ambientales.
La Biblia: Supervivencia del manso y humilde en el Reino de Dios (Mateo 5)

El evolucionismo: Supervivencia del más apto en un mundo hostil.

La Biblia: Dios en Su amor se hizo carne, llevó nuestros pecados y murió en


nuestro lugar para restaurarnos a la comunión con El (Juan 3:16, 1:1,14; 1
Corintios 1:9; 1 Pedro 2:24).

El evolucionismo: No hay Dios ni otro ser supremo. Nosotros y la evolución


somos nuestros propios amos.

La Biblia: Dios existe (Génesis 1:1; Juan 1:1)

El evolucionismo: Dios no existe.

Como puede verse, un sistema excluye al otro. No pueden ser ambos


correctos. Ambos requieren, sin embargo, fe para ser aceptados.

La evolución en sentido darwiniano se enseña como un hecho demostrado en


las escuelas y en la televisión y raramente es cuestionada o examinada
críticamente. Este es un hecho muy desafortunado. Si se le demostrara al
público general que el evolucionismo es erróneo, lo único que podría llenar el
vacío sería Dios. Los incrédulos no quieren un Dios soberano que gobierne el
universo. Ellos desean un dios (la evolución) que puedan examinar, exhibir y
proclamar en el mundo secuarizado e irreligioso. El evolucionismo es una
doctrina peligrosa y condenatoria para las almas de los hombres. Es una
vacuna poderosa de Satán contra el cristianismo. De todos modos, la verdad
y la evidencia aún tienen mucho peso.

La información precedente es solamente una parte muy pequeña del amplio


trabajo que científicos e investigadores extremadamente competentes en el
campo de la evolución han realizado. Para mayor información, vaya a su
librería cristiana y pida libros sobre la evolución. ¡Los hay muchos y muy
buenos!

Algunos Sapos Refutan La Evolución

La propuesta de Darwin acerca de que la evolución ocurrió a través de muy


pequeñas modificaciones sucesivas no puede aplicarse a toda criatura
estudiada. Darwin admitió: "Si pudiese demostrarse la existencia de cualquier
órgano complejo que no podría haberse formado por modificaciones
numerosas, sucesivas y leves, mi teoría se derrumbaría por completo."

Proveeremos algunos ejemplos difíciles de explicar. El sapo de Surinam es


mencionado por Huxley y Wells como un ejemplo de cómo un anfibio terrestre
resuelve el problema de la falta de agua.

La hembra pone sus huevos en su propia espalda por medio de un largo


oviducto. Luego de que los huevos son puestos, la piel de su lomo crece en
torno de los huevos y forma una incubadora para las crías.

Uno tendría grandes dificultades para explicar cómo podría haber


evolucionado este sapo. Quizá un darwinista diría que esta conducta, y las
estructuras fisiológicas asociadas con ella, evolucionó en un tiempo en que el
agua era escasa y tal comportamiento era necesario.

Sin embargo, se requeriría la evolución concomitante de tres fenómenos o de


lo contrario el sapo de Surinam se hubiese extinguido. Primero, debía
evolucionar el largo oviducto; segundo, la piel del lomo debe haberse tornado
capaz de rodear los huevos, o éstos se hubiesen secado rápidamente en el
lomo del animal. Finalmente, las dos estructuras hubiesen sido inútiles si el
sapo ignorase cómo usarlas.

No hay en absoluto razón para que cualquiera de las citadas estructuras


evolucionase por sí misma. Un sapo sin agua que poseyese solamente un
largo oviducto está tan condenado a la extinción como un sapo sin tal
oviducto en cuya piel pudiesen alojarse los huevos, pues este último no
podría colocarlos en su espalda. La descendencia de un sapo que cumpliese
con sólo dos de las condiciones moriría irremisiblemente. Este es un ejemplo
de estructura que no pueden surgir a través de modificaciones pequeñas y
graduales. Si todo no está presente al mismo tiempo, es inútil.

Una solución diferente es empleada por otro sapo que vive en un ambiente
seco. La hembra pone los huevos en la boca del macho, cuyos sacos vocales
devienen una incubadora. De nuevo, hay varias cosas que deberían de haber
evolucionado simultáneamente para ser útiles. La hembra debería de haber
aprendido a poner los huevos en la boca del macho; el macho debería de
haber aprendido a no comerse los huevos, y además haber desarrollado la
capacidad de transformar sus sacos vocales en una incubadora. La falta de
cualesquiera de estos aspectos hubiese condenado la especie.

En los dos casos citados, el único impulso concebible para el desarrollo de


estas estructuras y comportamientos sería que se secasen las aguas en el
área en donde los sapos vivían. El sapo no requeriría estas cosas millones de
años después de desaparecida el agua, sino inmediatamente, antes de que el
agua se secase por completo, ya que el renacuajo debe desarrollarse en un
ambiente acuoso. Tales cambios deben ocurrir rápidamente o sería
demasiado tarde.

(Tomado de Josh McDowell y Don Stewart. Reasons Skeptics Should


Consider Christianity (Razones por las cuales los escépticos debieran
considerar el cristianismo), Campus Crusade for Christ, Inc., 1981, p. 160-
161.)

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