Você está na página 1de 3

El paradigma ontológico biopolítico

Quisiera dialogar, en esta oportunidad, con la hipótesis que inaugura el


artículo “Gobierno de los hombres, teología económica. Derivas agambenianas
de la genealogía del gobierno foucaultiana” de Paula Fleisner, publicado
recientemente en la revista Perspectivas Metodológicas. Allí Fleisner afirma
que para delimitar la huella foucaultiana en la elaboración de la genealogía del
gobierno propuesta por Agamben es preciso realizar, previamente, algunas
consideraciones metodológicas con el objeto “de poner en evidencia el vínculo
insoslayable entre el modo de trabajo y el proyecto de una ontología que la
historia de la recepción parece a veces separar artificialmente”.
El objetivo del presente trabajo es, entonces, ahondar en esa revisión
metodológica que propone Fleisner, para explicitar así el vínculo que, de
acuerdo con el paradigma biopolítico, une la metodología con la ontología. Para
ello haremos referencia, en primer lugar, a la noción de ejemplo, tal y como
aparece en “¿Qué es un paradigma?”, el primero de los tres artículos que
componen Signatura rerum. Sobre el método, de Giorgio Agamben. En dicho
texto, la noción de ejemplo es trabajada a partir de la idea de paradigma, en
función de la noción de analogía. La tríada paradigma-ejemplo-analogía es
esencial para comprender en qué sentido la interpretación que allí propone
Agamben conduce al filósofo italiano a la aceptación de una lógica de tipo
derrideana, donde la cuestión de los indecidibles es definitoria a la hora de
proyectar una ontología. En este sentido, Fleisner afirma que valiéndose de
numerosas fuentes -Aristóteles, Platón, Kant, Heidegger y Warburg- [...]
“Agamben logra construir un método arqueológico-paradigmático que trabaja
con una lógica de la analogía para hacer legible el presente a través del
pasado. Pero, a su vez, este método se corresponde con una ontología
ejemplar, de entes singulares que, como el sol del poema de Wallace Stevens
[Agamben cierra el texto “¿Qué es un paradigma?” con el poema Description
without place de Wallace Stevens] son en su parecer.” Incluso, y según el
propio Agamben, es el poema de Stevens la mejor definición de esta nueva
ontología que no se deja presentar sino proyectar o exhibir a través del más
biopolítico de los métodos: el método paradigmático. Así juntos, ontología y
método, in-auguran la “condición paradigmática” sobre la que vuelve
Agamben hacia el final del artículo. Dice: “Si se pregunta, finalmente, si la
condición paradigmática reside en las cosas o en la mente del investigador, mi
respuesta es que la pregunta no tiene sentido. La inteligibilidad que está en
cuestión en el paradigma tiene un carácter ontológico, no se refiere a la
relación cognitiva entre un sujeto y un objeto, sino al ser. Hay una ontología
paradigmática”.
Por todo lo que hasta aquí ha sido afirmado, en segundo lugar, el
presente trabajo tendrá que ocuparse de la noción que, según el propio
Agamben, funciona en espejo con la de ejemplo: se trata de la idea de
excepción, tal como aparece formulada en Estado de excepción. Se diría, en
principio, que la excepción ante todo nos ofrece la otra cara de la ontología
agambeniana, es decir, la que por medio del ejemplo se proyecta como
ontología paradigmática. Pero, ¿qué significa esto: ser el anverso ontológico de
una ontología semejante? La respuesta se desprende, simplemente, de la cita
anterior: si “hay una ontología paradigmática” y también hay su reverso, es
porque la excepción congrega el revés de lo que hay. En este sentido, Agamben
sostiene en “¿Qué es un paradigma?” que […] “el ejemplo es la contracara
simétrica de la excepción: mientras que esta se incluye a través de su
exclusión, el ejemplo se excluye a través de la exhibición de su inclusión” Este
ordenamiento de una tensión en función de dos polaridades -ordenamiento
que incluso da la cifra de toda la problemática biopolítica- es común al ejemplo
y la excepción. Es lo que ambos comparten. Sin embargo, en la idea de
excepción la densidad de esta tensión bipolar se da de un modo espectacular,
negativo. Sucede que encontrarnos con la excepción agambeniana supone
también, encontrarnos con el lado más nietzscheano de Giorgio Agamben. No
sería tanto la presencia de Nietzsche en su literalidad (como sucede, por
ejemplo en el texto “Arqueología filosófica”, el último artículo de Signatura
rerum, en donde Nietzsche es tematizado via Foucault) lo que aquí nos
interesa. Se trata más bien de tomar en cuenta ciertas alusiones, aquellas
concepciones que aparecen en Agamben y funcionan en la estela de una
filosofía nietzscheana que deja su trazo como r-excepción de Nietzsche (esto
es, Nietzsche como ejemplo de una singularidad radical). La idea misma de
excepción, de estado de excepción, es un ejemplo de esto. Así, cuando
Agamben declara cuál es el objetivo de la indagación que lleva por título
Estado de excepción afirma: “en el campo de tensión de nuestra cultura actúan
dos fuerzas opuestas: una que instituye y pone y una que desactiva y depone.
El estado de excepción es el punto de su máxima tensión y, a la vez, lo que al
coincidir con la regla hoy amenaza con volverlos indistinguibles”. Sostener que
toda nuestra cultura es un campo de tensión en el que actúan dos fuerzas
opuestas, es una hipótesis nietzscheana. Es la hipótesis que organiza, por
ejemplo, El nacimiento de la tragedia, pero también Sobre verdad y mentira... y
Más allá del Bien y del Mal.
En este sentido, advertir esta misma densa polaridad como característica
del pensamiento biopolítico y de la filosofía de Agamben, sería algo más que
una mera consecuencia de la hipótesis nietzscheana. Porque así como el
ejemplo y la lógica del indecidible propuestos por Agamben en Signatura
rerum permitirían proyectar una nueva ontología; la idea de excepción
postulada en Estado de Excepción desarticula completamente esta posibilidad.
No hay ontología por delante cuando el concepto de excepción mismo exhibe
“el derecho en su no-relación con la vida”. En este sentido, la idea de
excepción más que proyectar alguna ontología, parece conjurar su misma
posibilidad. En “Arqueología filosófica” Agamben sostiene que el término
francés conjurar une en sí dos significados opuestos: evocar y expeler y que
quizá “ambos sentidos no se oponen entre sí, porque para conjurar algo -un
espectro, un demonio, un peligro- es preciso ante todo evocarlo.” Es evidente
entonces que en esto consiste la potencia más nietzscheana de la biopolítica
filosófica de Giorgio Agamben: proyectar una ontología paradigmática no sería
sino conjurar, a la vez, el peligro de la ontología en general. Se trata entonces
de evocar y repeler para afirmar una ontología que, parafraseando a Nietzsche,
critique y destruya el pasado para hacer posible la vida. En este punto es
preciso volver al diálogo que inicia el texto, al artículo de Paula Fleisner. En el
partado denominado “Lo que resta”, la filósofa augura “La eterna promesa
todavía incumplida de un cuarto tomo de Homo Sacer donde se aborden los
conceptos de “uso” y de “forma de vida” quizás nos permita comprender el
modo en que Agamben propone continuar la herencia foucaultiana y
deleuziana en torno a su pensamiento de la “vida” que ya no consista en la
fricción constante entre bios y zôe sino en 'una potencia que incesamente
excede sus formas y sus realizaciones' .”

Você também pode gostar