Anikar es pequeñita y muy blanca, podrías pintarla
de azul e iría coloreando a su paso todo lo que
tocara. Pero no, ella prefiere permanecer muy blanca, casi transparente, así no la ves tan fácilmente. Aún no entiende para qué son esas cinco patitas, porque no le sirven para transportarla a ningún lado y mucho menos para volar. Y ella quisiera volar apresurada cada vez que Lucky se acerca, no sabe por qué. Lucky es azul y un poco más grande que Anikar, sus cinco son frías y de puntas muy obscuras ¿será por eso que nunca pasa desapercibido? Pero le cae bien, porque con su mente soñadora le cuenta historias fantásticas e increíbles que la hacen reír. A veces Anikar quiere también compartirle sus historias, pero le parecen tan sencillas y sin chiste que mejor cierra los ojos, respira profundo y se busca un pretexto para huir. El otro día llovía muy fuerte y Anikar tuvo que esperar agarrada de un paraguas gigante, a que bajara el agua de la esquina de la calle. Estaba cansada y pensativa; pero mientras esperaba le pareció escuchar a lo lejos una música muy hermosa… era un piano que se escuchaba un poco doloroso y solitario, pero que al mismo tiempo le trajo recuerdos de sonrisas, abrazos y apapachos. La mágica música provenía de un pequeño café que estaba justo a la vuelta de donde ella estaba, y como el agua seguía corriendo, sacudió el paraguas gigante y entró. Cuál fue su sorpresa que quien tocaba era Lucky. Cambiando de gris a rojo le sonrió al verla, y tocó entonces notas que ella jamás había escuchado, únicas e irrepetibles. Las notas acariciaron a Anikar, sacudiendo todo sentimiento y emoción que vivía en ella. Las notas fluían en cada célula de sus patitas, su ser descansó por un momento. No lo pudo evitar y corrió a abrazar a Lucky, y entonces tuvieron sentido sus patitas, una razón de ser. Se entrelazaron y se despertó la magia, les recorrió un calorcito, mientras miles de mariposas revoloteaban en su interior. Anikar respiró profundo y descansó… ¡Qué delicia!