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AÑO III NÚMERO XXV

EDICIÓN DE DICIEMBRE DEL 2010

LA SANTÍSIMA
TRINIDAD DE LAS 4 ESQUINAS
Editado en Arica- Chile 2010
Diseño: Daniel Rojas Pachas y Milvia Alata Tejedo
Cinosargo © Daniel Rojas Pachas y Milvia Alata
2000-2010
Contacto: carrollera@gmail.com
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derivadas 2.0 Chile
LA PRESENTE EDICIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, LA
INAUGURAMOS CON UN POEMA DE DIEGO MAQUEIRA
PERTENECIENTE AL LIBRO LA TIRANA.

LA SANTÍSIMA, SIEMPRE DEDICADA A LA LITERATURA NACIONAL...

MILVIA ALATA TEJEDO.


17/01/11
Alicia Galaz Vivar: Conocedora de los secretos y signos d
Escrito por Daniel Rojas Pachas

El presente ensayo procura abordar el genio de Alicia Galaz Vivar


enfocándose en dos de las principales líneas creativas que la
autora desarrolló en el ámbito de la literatura, la poesía y la teoría
y crítica literaria. En cuanto a la poesía he querido como lector
indagar en los distintos títulos que publicó a lo largo de la segunda
mitad del siglo veinte tanto en Chile como en el extranjero, sin
embargo, me he centrado con particular atención en su primer
periodo en el cual destacan poemas como Círculo Cerrado, Tarde
de domingo, Redondo es el amor, Hembrimasoquismo y La muerte
Gorda, extraídos de su obra “Jaula Gruesa para el Animal
Hembra” y de antologías como “Ocho poetas de la Universidad de
Chile, Sede Arica”. En este plano de su trabajo como artista de la
palabra, no he querido obviar su rol como directora a cargo de una
de las revistas más importantes del norte grande del país, me
refiero a “Tebaida Chile poesía” publicada entre las décadas del
sesenta y setenta. Todo este quehacer reconocido abierta y
extensivamente por sus pares y avalado por premios y distinciones
he procurado en gran medida analizarlo a la luz de los trabajos de
investigación e interpretación que Alicia Galaz Vivar también
publicó con destacado reconocimiento en diversas revistas del
mundo mientras trabajaba como académica en universidades de
Chile y posteriormente de Estados Unidos.
Por tanto el ángulo que he buscado dar a mi lectura de la obra de
Galaz prioriza destacar el nexo intertextual y dialogismo discursivo
que su estética y propuesta creativa mantiene y propugna con la
tarea metatextual y metacognitiva desplegada dentro de la crítica
literaria.
Labor que Alicia Galaz dedicó con especial énfasis a la poesía
hispanoamericana clásica y medieval gestando una particular
obsesión por desentrañar el arte del genio Gongorino y la mística
occidental.

Esta lectura de la producción lírica de Alicia Galaz en contraste con nociones que la autora desarrolló
en su acercamiento crítico a la poesía de otras voces y propuestas se traduce en el
perfeccionamiento de un tamiz de cruces y percepciones que atraviesan los géneros dando vida a un
hibridismo literario por una parte y una meta consciencia que fisura la barrera del leer y escribir como
actos hermanados y que los lectores y autores hemos dividido por comodidad metodológica. Esta
aseveración encuentra eco en la lectura que Fernando Alegría también hizo de la poesía de Alicia
Galaz en su obra “Poesía Chilena del siglo XX” la cual podemos consultar como primicia en la revista
Trilce número catorce. El destacado crítico nacional nos dice al respecto:
del siglo.

“En la poesía de Alicia Galaz Vivar maduran los secretos del siglo: no se habla de política, apenas si
se alude a la familiar angustia de las víctimas del terror y del desamparo. Sus mensajes se adivinan
(…) Digna y, acaso, altiva, Alicia Galaz sustenta sus verdades en las líneas de una poesía alusiva.
Tantos signos ha heredado de Góngora, su maestro, a quien estudia, antóloga, examina y
venera!”(Alegría 2006:10).

También vale la pena en este sentido y como introducción escuchar lo que la misma poeta y crítica
literaria Alicia Galaz Vivar nos tiene que decir al respecto:

“Todo poeta tiene sus admiraciones y rechazos en relación con la producción en el género de su
interés, sobre aquellas levanta la arquitectura de su arte, su inspiración y ciertos elementos de
técnica, a veces levemente transformados” (Galaz 1982:2).

Esta cita de Galaz tomada de su artículo titulado “Algunos escorzos comparativos de las poéticas de
Góngora y García Lorca a trescientos años de distancia” nos evidencia el dialogismo intertextual que
sostiene Lorca, otro de sus autores visitados críticamente, con Góngora.

De modo que Galaz nos plantea teóricamente una natural vinculación entre voces, citas sin
encomillado y la re-escrituración que se transparenta en un juego infinito de correferencias no sólo
semánticas al abordar temas o situaciones de un contexto similar y que se poetizan o ficcionalizan,
sino que el nexo se da en un nivel más profundo al abordar estrategias textuales, estructuras,
maneras de decir y giros que van delineando formas de interdependencia propias de la
concatenación del conocimiento, el legado poético y la retroalimentación que se produce en la
inevitable cadena cultural.
En síntesis, el siguiente ensayo pretende estudiar y revisar en la poética de Alicia Galaz su extenso
conocimiento de la tradición y vanguardia hispanoamericana y su capacidad de adoptar, mimetizar y
reformular desde su situación y experiencia, este contenido enciclopédico a fin de producir nuevas
formas y nuevos acercamientos a la creación poética, al punto de constituir para Chile y el norte
grande del país un eslabón imprescindible y rico en su variabilidad y propuesta. Tal como indica
Alegría: “Conocedora de los secretos y signos del siglo” (Alegría 2006:10).

Algunos de los temas de fondo para analizar la poética de Galaz serán criterios que ella misma
utilizó en su momento para estudiar a Lorca y Góngora, de modo que la lectura a su poesía será
realizada en lo posible y aunque suene ambicioso, como un homenaje a su ojo crítico y aguda
percepción lectora. Galaz nos habla en gran medida de:

a) Transformar los objetos a través de la sinestesia: El uso y aprovechamiento del color sin ignorar el
carácter visual de la poesía, imagen y claro oscuro.

b) Considerar el elemento místico y el poder alegórico del antropomorfismo.

c) Evitar lo anecdótico y analizar la imagen de mundo en una épica devastada.

Definamos algunos de estos términos y contrastémoslos a la luz de la poesía de Alicia Galaz Vivar.

Alicia Galaz en uno de sus estudios nos dice: “En este mundo imaginado que proyecta al lector a
ignotas e ingeniosas asociaciones en cadena, hasta llegar al descubrimiento del símil, Góngora
prefirió de todas las virtudes plásticas, la pictórica. En un poema con el tema del “Carpe diem” el
goce del color es destacado como suma y cima en la versificación” (Galaz 1982:5).

Esta afirmación sobre Góngora demuestra que las tonalidades corresponden a un deseo de
transfigurar los objetos, su recreación desdibuja sus contornos en una atmosfera impresionista. Los
siguientes versos tomados del poema “La Muerte Gorda” de Alicia Galaz, grafican esta idea:

“Todo indica apenas que la luz se duerme: sientes


ese relente húmedo, giran los cafés, son de ámbar
los periódicos
y cada cifra es un nombre”
(En: Revista Tebaida nª2).

Asimismo, la poeta aplica esta técnica de manipulación de los sentidos, la sinestesia como una
manera de movilizar y otorgar dinamismo a lo inerte resaltando en la composición lo que podría ser
un objeto secundario al tiempo que la imagen principal, ubicada en un segundo o tercer plano crece
en el vació exaltando la ignominia del abandono o la falta de vida en la cotidianidad, como ocurre en
el siguiente poema titulado “Tarde de domingo”.
“De asombro se esparcen
Las mariposas al movimiento de su escapulario
En el sencillo viento de agosto. Nada
En apariencia precipita la vida en esa zona
Del aire donde flotan los ruidos: Micaela
Urde otra hebra y se santigua, la alfombra
Cruje bajo sus pies, el gato la mira con un ojo.
El pregón de la tarde voltea la esquina de la casa,
Los moscardones se precipitan a la muerte” (Galaz 1975:9).

Estamos ante un cuadro, una imagen del día a día en que una mujer en su soledad como Penélope,
teje y desteje las horas en un abandono en que los objetos, insectos y animales que la acompañan
generan un contraste con el sonido, imagen, aroma y tacto que imponen a la escena a la par que van
dotando ésta de un patetismo y abandono mayor. El frío de agosto, el vuelo desesperado de las
mariposas en retirada, los ruidos lejanos, el crujir de la alfombra y la mirada juiciosa y lapidante del
animal de compañía.

En su trabajo crítico Galaz destaca también lo que Lorca dice sobre esta característica del cordobés al
buscar transformar los objetos: “Nadie más colorista que el poeta cordobés”.

Por su parte Lorca mismo se valía de esta técnica agrega Galaz: “Lorca subraya el carácter visual de
la poesía. En su plasticidad a veces están las formas y los colores intensificados con un profundo
dramatismo que refleja en un claro-oscuro psíquico. La presencia de lo oscuro frente a lo blanco en
tintes sombríos que aluden a la muerte es reiterativa” (Galaz 1982:5)

El siguiente poema transcrito, titulado “Tu nombre en las planillas busco” es clarificador:
“De día, de madrugada, de sobretiempo,
de polvo armada la veía sentarse cerca del fuego
con el frío algo turbio de las muletas en la puerta.
Reía llamándome a jugar.
Sus pocos años la salvaban.
Tiempo hace que en los estuarios del sueño,
vaciando su olimpo blanco,
la vi de negro,
las ojeras de vidrio,
entrando a la fábrica de perlina y radiolina envasador” (Galaz 1972).

Alicia Galaz en este poema nos muestra un día naciente pero a la vez marcado por el agotamiento,
por la oscuridad que lo anticipa, la madrugada y el término sobretiempo marca el inicio de una jornada
extenuante de trabajo. La vestimenta de la mujer también resalta lo turbio, el cansancio a través del
polvo que contrasta y se intensifica ante la luz del fuego, otra vez el claro-oscuro y el juego visual se
hace presente. Para culminar, la escena exhuma la nostalgia del paso del tiempo y su enorme poder
de negación y vaciedad capaz de borrar las vidas. Alicia Galaz nos dice: “vaciando su olímpico
blanco”.
La luz pesa sobre los objetos y seres y predispone un recuerdo a través de un fotograma mental que
nos descubre al personaje femenino vestido de negro pero proyectando una luminosidad menor en su
mirada frágil de vidrio ante el espacio que la engulle, la fábrica. El juego de los sentidos y de la
imagen matizada por la luz y sombra, eleva lo que pudiera ser mera descripción o diatriba social a un
estadio polisémico pues la atmósfera juega un rol en relación con el sentido profundo del mensaje.

En la atmósfera de violenta cotidianidad que dibuja Alicia Galaz con su poesía, bullen elementos
místicos y alegóricos que generan una “superatmósfera”. La autora amplía la significación de este
concepto dentro de su trabajo crítico definiéndolo a la luz de Lorca del siguiente modo: “Con la
reiteración de palabras, metáforas o símbolos, cuyo significado se asocia a la muerte, al silencio a la
nada. Lorca logra crear la superatmósfera, región donde el poema permanece incontaminado de lo
perecedero y es una sola presencia, sin anécdota ni color local, pero con sugestiva grandeza. Lo
cósmico mítico es el medio más eficaz para llegar a la creación de la superatmósfera”. Vemos esto
aplicado en la poesía de Alicia Galaz, tal como lo demuestran los versos transcritos a continuación:

“Micaela escucha las voces de sus hermanas,


Traen la turbamulta de los Germán, los Hugo
O los Miguel, el aroma de los mirtos visitados
A deshora, el temblor de los muslos en la ternura:
Emergen tras el obsceno árbol
Con la serpiente asomándose al paraíso del domingo” (Galaz 1975:9).

En el poema se ve una escena cotidiana, el cortejo juvenil, la pubertad, la excitación de las jóvenes
ante la presencia de sus pares masculinos y el paso de la ternura infantil al ímpetu de la juventud y el
descubrimiento de la escritura en el cuerpo, sin embargo, la poeta nos aleja de lo meramente
referencial y anecdótico como indica al definir la “superatmósfera”.

Se supera el contenido local y su explotación y lo poetizado se universaliza y proyecta como lectura


más allá de una imagen que podemos situar en la década de los setenta, el presente o la época
medieval. La presencia del árbol del conocimiento y la tentación alegorizada a través de la serpiente,
dota al poema de un carácter parabólico que termina su actualización más allá de los límites del texto
pues nos remite al génesis y a los albores de nuestra axiología occidental, el paraíso perdido y los
dogmas que han imperado en nuestra educación sentimental por siglos.

“Micaela teje sin ruido: dedal en dedo


urde la hebra por donde se le van los días
y las siete virtudes” (Galaz 1975:9).

La caracterización de Micaela en su paciente y obsesiva tarea de tejer, nos comunica con la imagen
de la esposa fiel de Ítaca y a la vez nos remite a la lucha que su deseo entabla en contra de los siete
pecados capitales ante el paso inclemente del tiempo. Por otra parte vale la pena señalar que este
personaje del poema “Tarde de domingo”, también nos retrotrae a la imagen de Las Moiras jugando
con el hilo de la vida. Figuras que han sido representadas innumerables veces en la mítica literaria
como tres viejas hilanderas o nostálgicas doncellas que en su cuidado del metafórico hilo de la vida,
controlan el destino de los hombres desde el nacimiento hasta su deceso.
El final del poema nos revela esta noción:
“Micaela detiene la aguja y sin decir nada
Se lleva a sus ojos viejos un blanco pañuelo bordado”(Galaz 1975:9).

Por último con respecto a lo mítico y el antropomorfismo podemos agregar las siguientes citas de
la poeta en su labor como crítica, al referirse a la obra de Francisca Josefa de Castillo. De modo
analítico la autora señala: “Sin duda el hecho místico se escapa a la comprensión de los no
iniciados. Todos los místicos coinciden en calificar esta experiencia de inefable” (Galaz 1990:1).

A través de su poética, Alicia Galaz busca acercar esta experiencia de lo abstracto e inmaterial
usando la alegoría y el antropomorfismo como técnica para conseguir que los objetos tomen las
cualidades humanas y sirvan para representar estados, piscologías, condiciones, dicotomías y en
general el complejo espectro de nuestro decurso como especie.

En el poema “Redondo es el amor”, la poeta, juega con términos como semilla y huevo y otros
elementos que comparten como campo semántico común la circularidad y desde este punto
genera la idea de recorrido y repetición, lo cual compendia el paso de la vida y el advenimiento de
la muerte, sin ignorar el papel que juega el tiempo y de este modo sin clichés o lugares comunes
la voz de la creadora aborda una de las inquietudes trascendentales del hombre y crea una
hermosa metáfora de nuestra existencia y su caducidad inminente.

“Redondo es el amor como la semilla o el huevo,


como el miedo a la memoria de la infancia
donde amarrabas avispas por la cintura; (…)
con los punteros del reloj marcando los años
en un tambor de hueso, y sin embargo,
como en una resaca, la marea del tiempo
te arrojas las avispas, cercenadas,
y no hay aliento ni primavera para la muerte
que te circunda, redonda como el amor” (Galaz 1975:12).

El fluir y deambular humano se grafica en una serie de movimientos y contradicciones que la


autora edifica gracias a la capacidad de crear una atmosfera mítica. A esta Galaz le atribuye un
valor perenne y de perpetuación del mensaje. Citando a Lorca, Galaz nos dice en uno de sus
estudios sobre Góngora:

“El secreto del antropomorfismo se basa, según Lorca, en que Góngora se dio cuenta de la
fugacidad del sentimiento humano y de lo débiles que son las expresiones espontáneas que sólo
conmueven en algunos momentos y quiso que la belleza de su obra, radicara en la metáfora
limpia de realidades que mueren, metáfora construida con espíritu escultórico y situada en un
ambiente extra-atmosférico” (Galaz 1982:8).

Esta cita reafirma el valor que la autora da a los juegos de color, a lo visual y en general a lo
sinestésico en su poesía sin descuidar el contenido simbólico y la transformación de la realidad
amparada en un sutil e indagatorio juego logrado a través de lecturas profundas del inconsciente
colectivo que como especie traspasamos a través de arquetipos universales que afloran en la
utilización del mito y que ella convoca y desnuda en nuestra recepción con sus letras.
Alicia Galaz referida a este punto, se detiene en sus textos críticos haciendo la siguiente afirmación
con respecto a Lorca y su estimación del arte: “Consciente de los peligros de su capacidad creadora
maravillosamente imaginativa y de su continuado esfuerzo por hacer poesía para la eternidad, Lorca
concibe en lo musical una fuente poética que sirve a este propósito esencial y nos dice: La voz debe
desligarse de las armonías de las cosas y del concierto de la naturaleza para fluir su sola nota. La
poesía es otro mundo” (Galaz 1982:7).

Se percibe en la obra poética de Galaz al igual que en Lorca, una consciencia que prevé lo precario de
la exposición nostálgica y descriptiva del medio. Por ello no crea una postal romántica o apologética,
pues esta no permite edificar una poesía sensible al conflicto del hombre, de modo que como el
español opta por enfocarse en una épica del devenir, la intrahistoria y emocionalidad del individuo
común que se debate ante un sistema que el mismo ha generado al punto de deshumanizarse y
repetirse en rituales absurdos de humillación de sus pares y autodestrucción. Lo que se nos revela
como aquella épica devastada del manierismo que tanto estudio Alicia Galaz y que no queda ausente
en su decir literario.

En el poema “Círculo cerrado” transcrito a continuación vemos el absurdo del eterno retorno a la luz de
las genealogías. A la manera de familias bíblicas Galaz nos muestra además la crisis del proletariado,
el hacinamiento y la depauperización de los descastados. Aquellos Juanes y Pedros que transitan sin
un apellido que los eleve más allá del círculo cerrado del mundo moderno.

El poema principia con el epígrafe “Yo no vengo a resolver nada” y continúa de este modo:
“La madre rosa tiene un hijo Juan y ese hijo Juan
tiene un hijo pedro, entonces la abuela Rosa
aconseja a su nieto Pedro que cuide de su padre Juan
en los últimos días de su vejez.
El hijo Pedro entierra a su padre Juan
y cruza por la vida engendrando a Francisco, Inés,
José, Mario y Jorge (…)
Enterrando y engendrando ad eternum” (Galaz 1972).

En otro de sus poemas titulado “hembrimasoquismo”, Alicia Galaz pone su atención en la mujer y en la
violencia que una sociedad falocéntrica promueve hasta en los quehaceres más simples por medio de
la herencia cultural y la imposición de roles, mostrando otra cara de esa épica degradada que devora a
hombres y mujeres. Aquel engendrar absurdo que la autora expone en círculo cerrado, acá lo
observamos al interior de la sociedad y las familias que lo componen pero desde la óptica de la mujer
cuyo útero está controlado, cuyas manos están predestinadas y cuyo cuerpo es transando como un
objeto de valor. El nexo con la idea de dote y el valor que tenía la mujer en las comunidades antiguas
de occidente, al ser un objeto de cambio, son expuestas en este poema que devela la sexualidad de la
hembra y el concepto de femenino como una condena tan gravosa similar al sino que pesaba sobre la
cabeza de los personajes míticos en las epopeyas.
“Clasificada nazco como mujer
Eterna esposa entre ollas, platos, calcetines,
escobas, cocinas, papillas y cedazos. (…)
Aséptica rechazo ambigüedades:
Defendiendo el legado-del-espíritu,
Mientras exorcizo el presupuesto” (Galaz 1972).

Las paradojas de esta épica desgarbada y desnutrida del día a día, Fernando Alegría también la atisba
y al respecto señala: “Esa rutina del trabajo institucional, del hogar mecánico, de las relaciones
codificadas, de pueblos y ciudades de calcomanías, ha sido definitoria. Alicia Galaz escribe a plena
consciencia de la fascinante trampa. Pero también escribe desde sus fronteras evaluando sus matices,
sus peligros, sus cargas y amenazas” (Alegría 2006:9).

Alicia Galaz al crear supera los moldes y fórmulas, se impone a los paisajístico de una poesía y
abandona la lectura fruitiva generando una atmósfera que desnuda en su tránsito vidas, conflictos y
percepciones que para un lector de hoy siguen siendo interpelaciones significativas e intervenciones
viscerales a la realidad que nos acosa.

Como síntesis de este trabajo puedo afirmar la capacidad de Alicia Galaz para integrar los discursos y
poder comunicarlos estableciendo redes de co-interpretación y co-producción entre lo que ella como
crítica literaria pudo observar y rescatar de los autores que constituían su interés, tomando lo mejor de
la tradición, apropiándose a su vez de la realidad que le circundo y mixturando estas experiencias para
dar origen a una obra que aún hoy sigue vigente, indaga y se introyecta a lo más profundo de la
psicología del hombre y los conflictos de la sociedad sin descuidar por un excesivo privilegio del
contenido, la técnica y pericia del arte literario consagrado en nuestra lengua.

En la producción de Alicia Galaz Vivar, teoría, estrategia literaria y sensibilidad se conjugan dando
origen a una voz sincera y dinámica. Accionar que se resume como ella misma dice apropósito de su
querido y estudiado Góngora: “Los poetas descubren en Góngora virtualidades y logros que tienen
semejanzas con las que existen en su propia circunstancia poética. En un lejano pasado Góngora
debió renovar la estética literaria renacentista” (Galaz 1982:1). Alicia Galaz emulando a su lejano
maestro sentó las bases de una poesía inesperada e impetuosa para su propio tiempo y que hoy es un
referente de voces actuales que estamos interesados en recordarla y actualizar su obra en un intenso
diálogo que seguirá felizmente abriendo interrogantes en el círculo abierto de la poesía, ad eternum.

Alegría, Fernando (2006) “Poesía Chilena del siglo XX” en Revista Trilce, tercera época número 14.
Galaz, Alicia (1972) Jaula Gruesa para el Animal Hembra. Ediciones Mimbre–Tebaida. Imprenta
Iglesias. Arica.
Galaz, Alicia (1975) Antología Ocho poetas de la Universidad de Chile Sede Arica. Imprenta Iglesias.
Arica.
Galaz, Alicia (1982) “Algunos escorzos comparativos de la poética de Góngora y García Lorca a
trescientos años de distancia” en Revista cuadernos Hispanoamericanos. Madrid.
Galaz, Alicia (1990) “Francisca Josefa de Castillo: Una mística del nuevo mundo” en Thesaurus,
Boletín del Instituto Caro y Cuervo, tomo XLV.
VISITE LA SANTÍSIMA TRINID
DAD DE LAS CUATRO ESQUINAS
Donoso perpetuo [por Carlos Amador Marchant]

Escuchaba una canción de hace tal vez década y media. En ella se hablaba sobre el corazón hecho
pedazos, de tristeza, de algún sufrimiento terrible en los caminos recorridos. Esto mismo me trae
preguntas, consultas sobre la tenacidad del hombre, aquel que quiere culminar sus días con metas,
con programas.

“El corazón hecho pedazos” está en todos los rincones aunque queramos eludirlo. Pero la tragedia,
aquella que persigue, que está acá escondida, que aparece y desaparece y luego se vuelve a instalar,
tiene olor a maldición.

Frente a este panorama me sitúo en los personajes de la última novela de nuestro José Donoso (la
última que entregó a editoras, que quede claro), quien, además, meritoriamente la culminó en los
momentos en que su cuerpo ya se encontraba desgastado por la enfermedad, en los instantes en que
la muerte pisaba talones. Y sin embargo, mantiene él esa férrea vocación (celebrada por cierto) de
quien culmina sus días sin dejar su pasión de siempre: la literatura. Me irritan, me neurotizan, me
asfixian, permítanme decirlo, aquellos escritores que “tocan techo” tempraneros, los que más allá de
grandes premios, culminan sus días sin escribir más o escribiendo con calidad ínfima. No es el caso
de Donoso, quien nos deja como herencia, precisamente, constancia y vocación.

Pepe Donoso subía penosamente las escaleras de su estudio del tercer piso para coger sus escritos,
para estampar una sílaba más, para decir que se avecina lo desconocido y por lo tanto hay que
terminar en buena forma lo que se ha programado. Este Donoso del final me es infinitamente extraño,
se expande hacia lo onírico. Pero lo observo casi gateando por las escaleras, sorteando, desafiando a
la muerte. ¿En qué pensaba este hombre en esos últimos días, más allá de su vida hecha a trazos,
desviando caminos y enderezándolos más tarde?

Pensaba, (pensó) seguramente, en lo que estuvo viendo desde siempre y lo que no tuvo a su diestra.
Fue un hombre, ya lo sabemos, que venía de una estirpe de profesionales, doctores, arquitectos, es
decir, de una familia de clase acomodada. Él, lejano, por cierto a Joaquín Edwards Bello, aquel de los
juegos, de las mujeres, del estar acá y allá, creo, a la larga, mantiene algo de su dicotomía.

Quiero concentrarme (repito) en el Donoso subiendo las escalas de su despacho, ad porta de su


muerte. Entiendo, entonces, que aparecen demonios que él quiere estampar. Primero, los
desaparecidos, que tienen que ver con la dictadura. Aquéllos que fueron lanzados desde helicópteros,
aferrados, maniatados con alambrepúas, importándoles un carajo la sangre. Donoso se diversifica,
trata de buscar otros cánones, pero en el fondo los fantasmas lo persiguen, los mismos que hicieron
de su vida una tentación juvenil de vivir a lo loco y luego ordenarse. Lo sigo viendo buscando sus
escritos finales, rescatándolos.
Su viaje a Lota en la década de los ochenta lo concentra en esta relación de los desaparecidos, sólo
que esta vez se trata de mineros que se pierden para nunca más volver tras un derrumbe. La tragedia
y la maldición a la que hice alusión al comienzo de esta crónica está personificada en La Elba, aquella
mujer que no está acostumbrada a mentir, subyugada en ese mundo de machos bravíos de los
mineros, tratada como “Animal-hembra (Alicia Galaz): “Anoche, cuando con el amor de Antonio mi
cuerpo comenzó a desentumecerse para esbozar una réplica, alcancé a vislumbrar la silueta de mi
placer, bosquejada apenas en mi horizonte. Para alcanzarlo me abandoné, agitándome bajo él, que me
pegó un bofetón: que no me moviera, me mandó. No te quejes. No me manosees. No goces. Yo soy el
que estoy culeando, no tú. Tú no eres una puta para que te revuelques en busca de tu placer. Recibe
mi placer: eso tiene que bastarte”.

Donoso nos transporta por pasajes del presente-pasado y a la inversa. Trata de confundirnos, pero nos
lleva de la mano al mundo que él quiso estampar en su final creativo y nos enlaza. Estamos hablando
de la maldición de la Elba, aquella mujer pisoteada por el machismo, reducida hasta la torpeza, la
misma que baja a la mina para llevar un miserable mensaje a su marido, a la mina donde no podía
bajar ninguna mujer porque la maldición acechaba. Más tarde “Toño”, su hijo, rescatando los ropajes,
gorros de lana y cualquier objeto de su padre Antonio Alvayay Medina, para darle una sepultura que
albergara por lo menos sus recuerdos (sin cuerpo).

He sentido admiración y me he deleitado viendo y escuchando a Donoso en distintas entrevistas


realizadas por periodistas españoles, tras instalarse en ese país en 1967.

Cuando releo los personajes de “El Mocho”, la Elba sumida en maldición con el cabello impregnado de
murciélagos que se le aferraban al cuero cabelludo, el circo pobre de la Bambina, Arístides y su
miserable personalidad, las imágenes de la pobreza desgarrada en las zonas del carbón, en fin, los
personajes, casi todos embadurnándose en la tragedia, uniones que culminan en desamparos, el
Mocho cayendo de un tren quedando descuartizado, sin piernas; la gente tratando de acoplarle éstas a
su tronco, la bambina atropellada en pleno centro de la capital, el mismo Mocho terminando sus días
como un cuchepo por las calles de Santiago, traen, sin duda, el sabor de alguien que quiso escribir o
describir la vida a su forma, tal vez haciendo un retrato, una escenificación de lo que percibió dejando
la dicotomía y haciéndose parte de los submundos.

Los fantasmas que persiguen o persiguieron a este autor salido de una familia acomodada se hacen
latentes, más latentes en sus días finales.

Hombre de éxitos este Donoso, habla en vida de sus constantes dolencias cuando trataba de escribir
“El obsceno pájaro de la noche”, de su úlcera maldita. Fuma un cigarro a medida que le interesa el
tema que aborda. Regresa a Chile en la década del 80 y crea su famoso taller que albergó a la
mayoría de los literatos jóvenes que forman el llamado boom chileno, aunque de ninguna manera
dejaría de lado a otros notabilísimos novelistas que no salieron de su alero y que hoy triunfan en el
extranjero.

Con todo, aun cuando el corazón esté hecho pedazos, en José Donoso me atrajo su acción de vida, la
tenacidad del hombre, aquel que quiere, como lo dije al comienzo, culminar sus días con metas, con
programas que van más allá de lo corporal, más allá del soplo que representa nuestro tránsito por la
tierra, el insomnio de sentirse ajeno a paredes reales, el existir en un sitio ajeno al que aspiraba.
YO TAMBIÉN LO LEÍ [Cecilia Castillo]
De la abundante producción literaria del poeta iquiqueño Alberto Carrizo, el libro que prefiero es, lejos, El
Horizonte y su Estallido.

La historia de este poemario es una historia romántica (en el mejor sentido de lo romántico). Fue impreso en
1972 en la Editorial Santa María de Tacna. Trae un comentario de Gonzalo Drago, muy pertinente y por
supuesto con la plusvalía que le dan las ilustraciones de ese gran artista, apenas reconocido en nuestro país,
Guillermo Deisler.

A fines de los 60s, plena efervescencia de idealismos, esperanza en un mañana luminoso, con la justicia y la
igualdad como metas, Alberto Carrizo Olivares también escribe acerca de la matanza de la Escuela Santa
María (tema del que tanto se habló en 2007 pero no sé cuánto se leyó).

Este es el poema:

21 DE DICIEMBRE DE 1907
A los mártires de la
Escuela “Santa María”
de Iquique.
Sábado cúspide
sobre la que dormita
fatiga,
sábado
día de tregua;
la sonrisa es una tristeza distinta
pero es sonrisa.
Sábado.
Quince horas y treinta:
la tarde es una tranquila mesa
y una taza de té con limón;
los hijos son moléculas de azúcar,
endulzan los días,
hora de tregua.
Quince horas y treinta.
Sábado, quince horas y treinta:
tres ráfagas, voracidad del odio
para la multitud petrificada;
tres cargas amenazando voces; apretados dientes,
vientres secos, espaldas duras, partidas cejas,
llagas rotas disecándose en segundos;
muerte muerte muerte para la clase obrera:
descansa la vida, la muerte trabaja aquel sábado
la muerte y el llanto apagado de mujeres y niños.
Sábado:
hoja desparramada con su noticia negra;
sólo trece palabras:
-“un peso vale un pan y sólo
ganamos tres pesos”.
¿Qué comeremos mañana?”

En primera lectura me llama la atención el cómo en este texto sólo las víctimas están presentes en su
condición de seres humanos: “mujeres y niños”, “voces”, “apretados dientes”, “espaldas duras”, “llagas rotas”.
Aparentemente son más especie humana que individuos: multitud petrificada, caídos, treinta mil cuerpos.
Pero, cuidado, que no despersonalizados (no puedo evitar pensar en “Masa” de César Vallejo); multitud
¿puede ser uno?

Mi interpelación al texto es ¿dónde están los verdugos? porque no se mencionan de manera explícita. No
obstante las referencias:

Tres cargas ametrallando voces


Tres ráfagas, voracidad del odio sugieren el sentir del hablante y el contenido de la narración. ¿No están
porque no merecen ser considerados humanos? ¿No están porque asquean? ¿Porque merecen desprecio?
Recordemos que hay documentos que prueban que la matanza de los obreros no fue una situación fortuita ni
provocada por las víctimas ni la reacción repentina de algún oficial, sino un hecho planificado y previsto por
autoridades locales y nacionales.
Esto que actualmente puede ser puesto en duda por quienes para todo buscan consenso, en la época en que
se escribió este poemario era un hecho conocido y aceptado en Iquique.

Pero quiero decir que no logro separar al hablante del poeta en todo este libro, puesto que conozco su
sensibilidad y su trayectoria de hombre político antes de 1973. No puedo dudar de su íntimo dolor y su
intención de denuncia social. Su verbo me comunica más dolor que odio. Más tristeza que impotencia:

“cada carreta
es un largo quejido sin rueda
atando la muerte a su madera;”
Uno de los poemas de este libro se titula “Pero de todos modos el hombre amaba”, que es como decir “pero
la vida continúa”.
En otros, la mayoría, su palabra es testigo de lo sufrido y vivido:
“ para que nadie confunda
con un antojo de los hombres
los desamparados cementerios de madera
y sus cruces con el largo exacto
de un gemido,
allí están los ripios:
altiplanicies del dolor petrificado
mesetas donde podría encontrarse
el remoto origen de una lágrima,
tumbas del pasado,
tortas del único pan que consumieron
los obreros
cuando tuvo el horizonte su estallido..”
porque es también intérprete de una vida que no alcanzó a ser la suya pero que está presente en el Iquique
de los 60s:
“Salgo a buscar
a explicarme donde las salitreras
donde quedaron;
salgo a buscar en el desierto…”
En una época en que las vivencias del obrero pampino todavía no eran frivolizadas en una telenovela o en
alguna literatura:
“Me ahogan las sacudidas
de la ventisca en el magro pimiento
veo cabezas de niños
inmóviles….”
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