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La concepción simbólica de la cultura

Gilberto Giménez

1. La formación histórica del concepto de cultura

La antropóloga Carla Pasquinelli en su disertación sobre las etapas de la construcción


del concepto de cultura en la antropología cultural norteamericana encuentra el origen
en la aparición de la obra Primitive culture de Edgard B. Tylor en 1871. La definición
reza así, “La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo
complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las
costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en
cuanto miembro de la sociedad” (Kahn, 1976). Esta definición amplia, evolucionista,
periódica y lineal del concepto abrió las puertas al debate acerca del concepto de cultura
hasta mediados del siglo XX.
En los años 20 y 30 del s. XX Franz Boas (heredero del historicismo alemán)
contrapone el concepto de particularismo histórico (diferencias culturales y la
imprevisibilidad) a dicha definición añadiendo la pluralidad como base del relativismo
cultural.
A partir de aquí el la elaboración del concepto atraviesa tres fases:
- Fase concreta (costumbres): conjunto de costumbres o modos de vida que
caracterizan a un pueblo. Esta es una contraposición concreta al modelo de
abstracción deliberadamente universal vigente.
- Fase abstracta (modelos): del 30 al 50. La atención se desplaza de las
costumbres a la abstracción de los modelos de comportamiento
circunscribiéndose a los modelos normativos, los sistemas de valores y
esquemas de comportamiento.
- Fase simbólica (significados): años 60 cuyo referente es The Interpretation of
Cultures de Clifford Geertz. La cultura se define como una telaraña de
significados o estructura de significación socialmente establecida. El saber
antropológico cultural es pues una interpretación de interepretaciones.
Esta última tendencia pervivió en los 70 y 80 hasta ser sometida a una cerrada crítica
deconstruccionista a cargo de la antropología postmoderna representada por James
Clifford y George Marcus entre otros. Para ellos el concepto de cultura como un todo
coherente es la proyección etnocéntrica de la razón fuerte de la modernidad occidental
en su pretensión de lograr un conocimiento totalizante del “otro” a pesar de que es
siempre opaco e incognoscible de modo que la descripción de su “sistema cultural” es
siempre arbitraria y etnocéntrica. Estos introducen el concepto de “yo narrador”, estilo
libre indirecto que diluye el concepto de objetividad. Esta crisis de identidad
antropológica dura hasta nuestros días con críticas del relativismo radical y su extremo
solipsismo.
Desde este momento la concepción simbólica de la cultura deja de ser monopolio de la
antropología y pasa a ser estudiado por todas las ciencias sociales lo que se denominará
“giro cultural” o “cultural turn”. En términos generales hoy en dia la tendencia es a
negarse a postular a priori la sistematicidad y la coherencia de las formaciones
culturales, y prefiere situar la cultura del lado de la agency, como cultura-en-acción, es
decir, un conjunto de prácticas simbólicas dispersas y descentradas.
Hay otros autores como Sewell que pretenden complementar la autonomía y coherencia
relativas a la cultura con los sistemas y prácticas ya que ambos se presuponen
recíprocamente.
2. La cultura como proceso simbólico

Nos basaremos en la siguiente premisa para definir la concepción simbólica o semiótica


de la cultura: “es posible asignar un campo específico y relativamente autónomo a la
cultura, entendida como una dimensión de la vida social, si la defendemos por
referencia a los procesos simbólicos de la sociedad”, de este modo es autónoma,
analítica con una semiótica o lógica propias particularizándose en “mundos culturales
concretos” (creencias, valores y prácticas) diferenciados unos de otros.
De alguna manera se referirá al conjunto de hechos simbólicos presentes en una
sociedad como la organización social del sentido, como pautas de significado
“históricamente transmitidos y encarnados en formas simbólicas, en virtud de las cuales
los individuos se comunican entre si y comparten sus experiencias, concepciones y
creencias” referidos siempre a contextos “históricamente específicos y socialmente
estructurados”, son “mundos culturales concretos”.
Asumimos pues que lo simbólico es el mundo de las representaciones sociales
materializadas en formas sensibles, tambien llamadas “formas simbólicas”, y que
pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o
relación, es decir, todo es susceptible de ser un soporte simbólico de significados
culturales.
De esto derivan tres grandes problemas:
1. La problemática de los códigos sociales: se pueden entender ya sea como
sistemas articulatorios de símbolos, en diferentes niveles, ya sea como reglas
que determinan posibles articulaciones o combinaciones entre los mismos en el
contexto apropiado. La dimensión simbólica de la cultura forma parte pues de la
dimensión constitutiva de todas las prácticas sociales. Esto acabaría con la
interpretación marxista de contenedores estancos sosteniendo un carácter ubicuo
y totalizador de la cultura (discurso, mito, rito, dogma, artefacto, gesto, postura
corporal, etc)
2. La problemática de la producción del sentido y, por tanto, de ideas,
representaciones y visiones del mundo, tanto en el pasado (capital simbólico)
como en presente (innovación de valores simbólicos). El símbolo no es
solamente un significado producido para ser descifrado como un texto sino
también un instrumento de intervención sobre el mundo y un dispositivo de
poder. En conclusión, los sistemas simbólicos son al mismo tiempo
representaciones (modelos de) y orientaciones para la acción (modelos para).
3. La problemática de la interpretación o del reconocimiento que permite
comprender la cultura también como “gramática de reconocimiento” o de
“interconocimiento social”.A pesar de constituir una sola dimensión analítica de
las prácticas sociales, la cultura manifiesta una relativa autonomía (porque
responde a la lógica de una estructura simbólica y porque el significado es mas
amplio del contexto y remite a otros contextos) y una relativa coherencia incluso
cuando se la entiende en un sentido plural (porque tiene un sistema de
oposiciones y diferencias)
Además los nudos institucionales poderosos (iglesia, estado, corporaciones y mass
media) buscan la administración y la organización de las diferencias mediante la
hegemonización, la jerarquización, la marginalización y la exclusión de
determinadas manifestaciones culturales. De aquí que ellos organizan y etiquetan
centralizando y diseñando la cultura dominante.

3. ¿Objeto de una disciplina o campo transdisciplinario de estudios?


Esta definición ha aunado distintas disciplinas teóricas muy diversas generando, como
dice Lotman, que, sobre el fondo de la no-cultura, la cultura interviene como un sistema
de signos. Cada vez que hablemos de los rasgos distintivos de la cultura como
“artificial, convencional, capacidad de condensar la experiencia humana tendremos que
enfrentarnos con distintos aspectos de la esencia sígnica humana”. Por eso es indicativo
como el sucederse de las culturas va acompañado de una decidida elevación de la
semioticidad del comportamiento”. Eco afirma que la semiosis es la humanización del
mundo por parte de la cultura.
De este modo no se ha determinado el objeto de una disciplina que imponga un solo
método o modelo unificado de investigación sino un vasto campo de fenómenos abierto
a disciplinas y modos de aprehensión semiótica: antropología estructural, tradición
marxista, gemología italiana, sociología de Bourdieu, semiótica cultural…).
La cultura podría definirse como el proceso de continua producción, actualización y
transformación de modelos simbólicos (acción y representación) a través de la práctica
individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente
estructurados.

4. Transversalidad de la cultura

La cultura penetra pues en todos los aspectos de la sociedad, de la economía a la


política, de la alimentación a la sexualidad, de las artes a la tecnología, de la salud a la
religión, es pues transversal, ubicua no sectorizable.
En cualquier caso nos podemos acercar:
- Nunca podemos experimental simultáneamente o sucesivamente la totalidad de
los artefactos simbólicos de nuestros diferente grupos de pertenencia o de
referencia, sino fragmentos limitados del mismo llamados “textos culturales”
(conjuntos limitados de signos o símbolos relacionados entre sí en virtud de que
todos sus significados contribuyen a producir los mismos efectos o tienden a
desempeñar las mismas funciones) que se metonomizan o interpretan tomando
la parte por el todo, es decir, condensan una problemática compleja y abstracta
en ciertos hechos concretos permitiendo la participación.
- Aborde sectorial: la realidad social cada vez esta mas delimitada y la cultura ha
seguido el mismo camino, sectorizándose en disciplinas y divisiones de trabajo.
- Enfoque dinámico: los sectores culturales pueden dividirse en 5 procesos que se
articulan entre si de manera estrecha: creación, crítica como legitimación,
conservación de obra, educación y difusión, consumo socio-cultural o modos de
vida. Esta división suscita autonomización y competencias, rivalidades y
conflictos.
- Estructura de clases: se da el supuesto de que la desigualdad social genera una
desigual distribución del poder que condiciona diferentes configuraciones o
desniveles ideológico-culturales. Cultura dominante vs. Cultura popular o
subalterna (con una cultura intermedia que es pretenciosa). Esto ha sido
duramente criticado por las teorías de la cultura de masas homogeneizando a la
amplia clase media a través de los mass-media. Esta teoría es inadecuada e
inefectiva en muchos contextos. Además hay otros autores que, apoyándose en
referentes empíricos, reconocen que la sociología sigue muy marcada por las
nociones de clase cultivada, media y popular. La postura gramsciana, muy
extendida en el ámbito anglosajón, proporciona una visión no determinista ni
economicista subrayando la influencia ejercida por la producción material de las
formas simbólicas y por las relaciones económicas dentro de las que se
producen. Además ofrece una teoría de la hegemonía que permite pensar la
relación entre poder, conflicto y cultura, esto es, la desigual distribución del
poder y los desniveles en el plano de la ideología, la cultura y la conciencia. Para
los neomarxistas anglosajones la división social no es únicamente de clases si no
entre generaciones, género, etc.

5. La interiorización de la cultura

En este momento introduciremos el debate de la distinción entre:


- Formas interiorizadas de la cultura o en palabras de Bourdieu formas
simbólicas y estructuras mentales interiorizadas.
- Formas objetivizadas de la cultura o en palabras de Bourdieu
símbolos objetivizados bajo forma de prácticas rituales y de objetos cotidianos,
religiosos, artísticos, etc.
La cultura es antes que nada habitus, disposición y cultura-identidad, es decir, cultura
actuada y vivida desde el punto de vista de los actores y de sus prácticas. La cultura
realmente existente y operante es la cultura que pasa por las experiencias sociales y los
“mundos de vida” de los actores en interacción.
Dejaremos a un lado la cultura objetivada y nos ocuparemos de las formas simbólicas
interiorizadas para cuyo estudio tenemos tres paradigmas:
1. El paradigma del habitus de Bourdieu
2. El paradigma de los esquemas cognitivos elaborado por la teoría cognitiva de la
cultura
3. El de las representaciones sociales elaborado por la escuela europea de
psicología social. Procedente de la teoría de Durkheim trata de consturucciones
socio-cognitivas propias del sentido común que pueden definirse como conjunto
de informaciones, creencias, opiniones y actitudes a propósito de un objeto
determinado. Son una forma de conocimiento socialmente elaborado y
compartido que tiene la intencionalidad práctica y contribuye a la construcción
de una realidad común a un conjunto social. No existe pues realidad objetiva a
priori sino que todo es representado, es decir, apropiada por el grupo,
reconstruida en un sistema cognitivo, integrada en un sistema de valores,
dependiendo de su historia y del contexto ideológico que lo envuelva. Esta
realidad estructurada constituye la misma realidad para el individuo y el grupo.
Asi entendido las representaciones sociales no son un simple reflejo de la
realidad sino una organización significante de la misma que depende de
circunstancias contingente y de contextos sociales, ideólogos, el lugar de los
actores sociales en la sociedad, la historia individual y grupal y los intereses en
juego.
Serge Moscovici ha identificado algunos mecanismos centrales de las
representaciones sociales, como la objetivización (tendencia a presentar de modo
figurativo y concreto lo abstracto) y el anclaje (tendencia a incorporar lo nuevo
dentro de esquemas previamente conocidos).
También está la afirmación del carácter estructurado de las representaciones
sociales. Estás se componen siempre de un núcleo central (condiciones
históricas, sociales e ideológicas profundas y define los valores fundamentales
del grupo) relativamente consistente y de una periferia (estereotipos, creencias e
informaciones) mas elástica que constituye la parte más accesible, vívida y
concreta de la representación que protege al núcleo. En conclusión, las
representaciones sociales son a la vez estables y móviles, rígidas y elásticas.
Permite explicar la multiplicidad de tomas de posición individuales a partir de
principios organizadores comunes. Esta escuela ha estudiado el fenómeno desde
procedimientos de similaridad, aplicación del análisis factorial y el análisis de
correspondencias referidos a datos culturales (entrevistas, encuestas,
cuestionarios evocativos, etc).
El paradigma de las representaciones sociales (homologable al habitus de
Bourdieu) es una via fructífera de análisis ya que permite detectar esquemas
subjetivos de percepción, de valoración y de acción de lo que nosotros hemos
llamado cultura interiorizada, lo que demuestra la necesidad de analizar en las
fronteras de las diferentes disciplinas sociales.

Afinaremos pues la definición de la siguiente manera: la cultura es la organización


social de significados, interiorizados de modo relativamente estable por los sujetos en
forma de esquemas o de representaciones compartidas, y objetivados en formas
simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente
estructurados.

6. Eficacia operativa de las formas subjetivadas de la cultura

Las funciones principales de las representaciones sociales o cultura interiorizada por los
sujetos son:

1. Función cognitiva: constituyen el esquema de percepción a través del cual los


actores individuales y colectivos perciben, comprenden y explican la realidad.
2. Función identificadora: ya que las representaciones sociales definen en última
instancia la identidad social. La identidad resulta de la interiorización selectiva,
distintiva y contrastiva de valores y pautas de significados por parte de los
individuos y los grupos.
3. Función de orientación: constituyen guías potenciales de los comportamientos y
de las prácticas de 3 maneras: interviniendo directamente en la definición de la
finalidad de la situación; generando un sistema de anticipaciones y expectativas
que implican la selección y filtración de informaciones y de interpretaciones que
influyen sobre la realidad para acomodarla a la representación a priori de la
misma; prescribiendo, en cuanto expresión de las reglas y de las normas
sociales, los comportamientos y las prácticas obligadas.
4. Función justificadora: permiten explicar, justificar o legitimar a posteriori las
tomas de posición y los comportamientos.
Resumiendo: la cultura interiorizada en forma de representaciones sociales es a la vez
esquema de percepción de la realidad, atmósfera de la comunicación intersubjetiva,
cantera de la identidad social, guía orientadora de la acción y fuente de legitimación de
la misma. En esto radica su eficacia propia y su importancia estratégica.
La ausencia de una cultura específica, es decir, de una identidad, provoca alienación y
anomía y conduce a la desaparición del actor.
La cultura no sólo está socialmente condicionada sino que constituye un factor
condicionante que influye profundamente sobre las dimensiones económica, política y
demográfica de la sociedad. Decía Talcott Parsons que la energía y los recursos
materiales condicionan la acción pero la cultura la controla y orienta. Por eso constituye
una pieza esencial para la comprensión de los determinantes de los comportamientos y
de las prácticas sociales. La cultura de una colectividad hace que cree, innove, se
adapte, intervenga sobre sí y sobre su entorno, ella hace existir una colectividad,
constituye su memoria, contribuye a formar la cohesión de sus actores y legitima o
deslegitima acciones.

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