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La biotecnología divide a México en dos

Éste será el siglo de la célula y la biotecnología, como el pasado perteneció al átomo y la


industria química. México cuenta con los recursos necesarios para generar y exportar
tecnología biológica pero, si no toma las medidas adecuadas, corre el riesgo de perder los
derechos de explotación de la gran riqueza de su biodiversidad. Para hacer frente a este
reto, el mes pasado se promulgó la Ley de Bioseguridad y Organismos Genéticamente
Modificados (LBOGM), un importante instrumento para lograr el tránsito de una nación
fundamentalmente generadora de conocimiento hacia un país productor de tecnología y de
material biológico.

El impulso de la ciencia
México realiza importante investigación avanzada en biotecnología. El 50% de los
investigadores del país están relacionados con este ramo de la ciencia, según el Sistema
Nacional de Investigadores (SIN) y existen más de 140 entidades y 98 con alguna actividad
relacionada con la biotecnología. En los años 60 y 70 México era pionero en el desarrollo de
biotecnología tradicional, es decir, enzimas, desarrollo de proteínas, etc. Sin embargo, la
biotecnología -que después de la astronomía es la ciencia con más desarrollo en el país-
derivó conocimiento en otras áreas. La biotecnología ofrece nuevas y diversas oportunidades
de negocio a las empresas. Por ejemplo, la biotecnología ambiental además de generar
empresas exitosas en el tratamiento de aguas, ha permitido optimizar el procesamiento del
petróleo y ha disminuido los efectos contaminantes del mismo. En el ecosistema se trabaja
con microorganismos que son capaces de degradar una amplia gama de compuestos
contaminantes como grasas, detergentes, plásticos o plaguicidas. En el caso del sector
minero, la biotecnología ayuda mediante la utilización de bacterias a obtener metales como el
cobre y el oro. Sin embargo, la rama de biotecnología que ha registrado la mayor actividad y
ha polarizado la discusión sobre el tema ha sido la agrícola. El sector agrícola representa el
5% del PIB mexicano y más del 20% de la población depende directamente de esta
actividad, especialmente las clases más desprotegidas: los campesinos y los indígenas, que
se consideran amenazados por la Ley de Bioseguridad, a la que acusan de favorecer a las
grandes multinacionales.

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