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TEXTO PARA COMENTARIO CRÍTICO

Ahora lamento no haber dicho a mis padres que el hermano Salvador me vigilaba, porque
el día que se presentó en casa de improviso no estaban prevenidos. Llegó dando patadas a la
puerta y gritando. Mi madre no tuvo más remedio que dejarle pasar. Recuerdo que la casa
estaba casi sin muebles porque se los estaba llevando gente desconocida por razones que no me
atrevía a preguntar pero que yo atribuía a su pobreza y no a la nuestra.

Entró como una exhalación llamándome y no dejó de vociferar hasta que me encontró en
la cocina fingiendo leer Alicia en el País de las Maravillas. Me preguntó cómo estaba, me
arrancó el libro de las manos, me lo devolvió inmediatamente y me pidió, sin esperar mi
respuesta, que le dejara hablar un momento con mi madre.

Durante muchos años me ha atormentado el remordimiento por haber invocado a los


leprosos para que se comieran a ese energúmeno que estaba haciendo daño a mi madre, porque
cuando acudí aterrorizado al oír sus gritos, vi cómo mi padre, desangelado e impotente, se
abalanzaba sobre el hermano Salvador que estaba a horcajadas sobre ella, que se protegía el
rostro con las manos para evitar el aliento de aquel puerco que hocicaba en su escote. Mi padre
había salido del armario.

(Los girasoles ciegos, capítulo 4º, de Alberto Méndez)

Tema: La agresión sexual del padre Salvador a Elena.

Resumen: Lorenzo lamenta no haber advertido a sus padres de la vigilancia del padre Salvador
sobre él y recuerda cómo el cura irrumpió un día violentamente en su casa e intentó violar a su
madre. En ese momento, el padre de Lorenzo salió del armario y socorrió a su esposa.

Organización de las ideas:

1.Llegada violenta del padre Salvador a casa de Lorenzo (primer párrafo). Podemos observar en
esta primera parte el lamento de Lorenzo por no haber advertido a sus padres de la vigilancia
del padre Salvador, así como una pequeña alusión al estado de la casa, casi vacía.

2.Diálogo del cura con el niño (párrafo segundo)

3.Agresión sexual del padre Salvador a Elena (párrafo tercero):Aquí podemos observar cierto
arrepentimiento de Lorenzo por desear que al cura se lo comieran los leprosos y la actitud del
padre que sale de su escondite y se abalanza sobre el cura para salvar a su mujer.

Como puede observarse, la estructura se basa en los momentos nucleares de la narración,


que sigue, en general, el orden lineal de los acontecimientos.

Comentario crítico

Estamos ante un texto narrativo de carácter literario perteneciente a la obra Los


girasoles ciegos, de Alberto Méndez. Se trata de un escritor perteneciente a la narrativa
actual, conocido principalmente por esta obra, que es un conjunto de cuatro cuentos crueles y
angustiosos ambientados en la época de la posguerra española. Cada cuento supone una
“derrota”. Este fragmento pertenece a la “cuarta derrota”, que se titula igual que la obra
completa (Los girasoles ciegos). En este relato se habla de Ricardo, un topo escondido en un
armario debido a sus ideas republicanas. Su familia, compuesta por su mujer Elena y su hijo
Lorenzo, lo protege entre miedos y silencios. El texto en cuestión nos muestra el final del
cuento, cuando Ricardo decide salir del armario para salvar a su esposa, acosada
libidinosamente por el padre Salvador, un diácono profesor del hijo del matrimonio. Aunque la
historia ocurrió cuando Lorenzo era pequeño, es narrada en primera persona por un Lorenzo
adulto.

El tema del texto, por tanto, es la agresión sexual del cura a Elena. Este hecho es criticable
desde dos puntos de vista: por una parte, es un caso más de violencia de género; por otra parte,
el texto muestra un caso claro de denuncia de la actitud libidinosa de un cura. Los casos de
abusos sexuales por parte del clero no eran un asunto nuevo en la época de la posguerra. Es un
tema del que, con razón o sin ella, se ha hablado en múltiples momentos de la historia.
Recordemos, sin ir más lejos, cómo se está viendo afectada la Iglesia Católica en las últimas
semanas por las denuncias de abusos sexuales a menores, como podemos escuchar a través de
los medios. En esa época, sin embargo, el alcance de esos abusos aumenta porque el poder del
estamento clerical va unido al hecho de que el clero está ligado al bando de los ganadores de la
Guerra Civil Española. El autor, en concordancia con su ideología republicana, muestra en el
texto y en toda la obra una actitud anticlerical. El anticlericalismo goza también de gran
tradición literaria: en los Milagros de Nuestra Señora tenemos el sacristán fornicario, en el
Lazarillo de Tormes, el fraile de la Merced, en los cuentos de Samaniego numerosos casos de
prácticas sexuales poco lícitas… Y el refranero popular presenta también numerosos ejemplos
de anticlericalismo (Cuando vieses un fraile de la Merced, arrima tu culo a la pared), etc.

El padre Salvador es un cura obsesionado sexualmente con Elena y lo demuestra a través


de la violencia física (dando patadas…, gritando, me arrancó el libro, a horcajadas sobre ella…
hocicaba en su escote…). Se trata de un caso característico de personalidad desequilibrada
debido a la imposición de un cristianismo extremo y deformado, y al influjo de la educación de
la época que imponía una mentalidad judeocristina temerosa de Dios y del castigo. Ni siquiera el
niño, educado en familia republicana, está libre de esta manera de hablar que suena a
catecismo, a remordimientos, a gran temor de Dios: Durante muchos años me ha atormentado
el remordimiento por haber invocado a los leprosos para que se comieran a ese energúmeno
que estaba haciendo daño a mi madre.

Tan importante como el tema de la agresión de Elena es la anagnórisis de Ricardo, su


marido, para evitar que llegue a consumarse la agresión sexual. Esa aparición, este “salir del
armario” que en la actualidad tiene connotaciones bien distintas, en el texto significa que
renuncia a esconderse más, que prefiere salir a la luz para salvar a su mujer de esa agresión y
atenerse a todas las consecuencias que de ello se derivan. Las consecuencias para un topo que
salía a la luz eran la cárcel y la muerte. En España se llamó “topos” a las personas que vivían
escondidas tras la Guerra Civil Española para escapar de la represión franquista. El autor,
Alberto Méndez, de ideología comunista, se solidariza en el libro con esta figura reprimida y
humillada, víctima de la falta de libertad del régimen.

Al margen de ideologías políticas, lo que queda claro con respecto al contenido del texto
es que debemos denunciar las actitudes intolerantes y represoras que hacen que las personas se
encierren (Ricardo, escondido en el armario), sientan miedo y sufran. Y en esto, estamos todos
de acuerdo: no porque seamos de un bando ni de otro, sino porque la libertad es un derecho del
ser humano, que, desgraciadamente durante muchas épocas ha brillado por su ausencia. Este
texto y esta obra pretenden ser un testimonio de ello que debe servirnos para la reflexión y
para evitar en el futuro, sobre todo por parte de los jóvenes, repetir los errores del pasado.
REFLEXIONES SOBRE LOS GIRASOLES CIEGOS:

La obra, escrita por Alberto Méndez Borra, desarrolla cuatro relatos cortos ambientados en la
Guerra Civil Española a los que titula “Derrotas”. La perspectiva personal del autor, militante de
Partido Comunista hasta 1982, se deja sentir en la selección y enfoque de las historias y
protagonistas. Todas tienen en común un tema, la motivación para la supervivencia personal
después de las vivencias horrendas de una guerra civil, la muerte en todos los casos, justifica el
título de “derrota”, ninguno logra encontrar los medios o los resortes necesarios para seguir
viviendo.

En la primera historia, el capitán Alegría elige el bando nacional, el bando vencedor en la guerra,
pero decide entregarse como “derrotado” la víspera de la victoria. No es un militar, de hecho carece
de espíritu militar y sus dotes de organización lo hacen medrar en un puesto de intendencia que
desarrolla con todas sus habilidades. Hemos de pensar que elige el bando libremente, pero sus
vivencias lo llevan a no aceptar ser vencedor tras sus experiencias en la guerra. Cabe plantearse
algunas interrogantes que nos ayudarán a desarrollar un buen comentario crítico:
¿el fin justifica los medios?, ¿puede uno sentirse vencedor -el bando no importa- con
la muerte de tanto ser humano?, ¿tiene la guerra alguna justificación posible o no?
Desde la perspectiva de un militar, los hechos descritos en el relato están justificados. La última
fase de una guerra es la “explotación del éxito”, significa perseguir y eliminar al enemigo más allá
de la derrota para evitar que en el futuro pueda seguir siendo un peligro. No hay piedad posible
porque no hacerlo bien podría suponer el resurgir del conflicto. El vencedor no lo va a permitir.
Esta idea es la que se expresa en los manuales al uso del ejército, de cualquier ejército, y es lógico
desde la perspectiva de un militar que justifica la guerra como la “prosecución de la diplomacia por
otros medios”. Pero cuando la realidad te obliga a presenciar el exterminio y la carnicería, incluso
cuando ya el vencido carece de medios para defenderse, ¿podemos seguir viviendo en conciencia?.
La respuesta del protagonista es que no, ha sido derrotado por la experiencia, por una realidad que
no puede asumir, la muerte desalmada de tanto ser humano.
Ante la desesperación podría optar por el suicidio pero ¿por qué no lo hace?, la muerte se le
resiste, sobrevive a un fusilamiento, al hambre y la interperie, sobrevive con ayuda de sus propias
víctimas. ¿Es una forma de compensar la balanza el convertirse a sí mismo en víctima?
En la segunda derrota, el amor podría haber sido el móvil de la supervivencia, al morir la amada,
joven, en el parto de su propio hijo, la vida deja de tener sentido. Encuentra un segundo móvil en
la criatura recién nacida, supone una justificación para su propia supervivencia, a ella se aferra de
forma automática. Pero carga en la conciencia con sus decisiones mal tomadas, el permitir que su
amada lo acompañara a un viaje sin rumbo, a un escapar de la muerte segura para encontrar una
muerte incierta. ¿Es el amor una fuerza de supervivencia en la vida? ¿Puede el amor impulsarte a
mantenerte con vida? ¿Es un motor de lucha vital? En este caso lo es, y la derrota lo es por las
propias circunstancias, el frío y la inanición; pero la criatura, su hijo, lo impulsa a continuar más
allá de la frustración y el horror vivido. En esta historia, centraría la reflexión en el amor -a la
amada, al hijo- como motor de vivencia y supervivencia ante la vida, como algo que nos ayuda a
elevarnos sobre los sinsabores y horrores de lo cotidiano incluso en los casos más extremos,
incluso con un alma sensible como la del protagonista que nos hace partícipes de su historia en
primera persona.
En la tercera derrota, el miliciano arrestado podría haber sobrevivido manteniendo su historia
inventada. Estamos ante el cuento de Sherezade que logra sobrevivir a la cruel sentencia del sultán
instigando su curiosidad. Cada día un nuevo cuento interrumpido. Pero para mantenerse vivo hay
que querer seguir vivo, y para lograrlo necesita sublimar como héroe a quien no fue sino un vulgar
ladrón, un delincuente común. No lo soporta y renuncia a seguir vivo. Muchas veces en la vida,
podemos lograr mantenernos en nuestro puesto de trabajo, o mantener relaciones de amistad
cultivando la mentira para sobrevivir, la pregunta clave estará en dónde pondríamos el límite entre
el instinto, la necesidad de supervivencia y la dignidad y la conciencia personal. El protagonista no
quiere su vida a costa de la exaltación de una mentira que abomina. ¿Y nosotros? ¿Podríamos
plantearnos esta cuestión llevada a la vida cotidiana?
En la última derrota enfrentamos la supervivencia a la necesidad de vivir ocultos. La habitación
oculta puede ser una simple alegoría de ocultarnos a nosotros mismos ante los demás, no darnos a
conocer. Podemos sobrevivir pero ¿tiene límites? En el relato que nos ocupa, el límite aparece
cuando la mujer está siendo violada. El protagonista no puede aceptar ese precio y prefiere su
propia destrucción.
¿Dónde ponemos nosotros el límite? A veces, sobrevivir consiste en admitir, aceptar y administrar
condiciones que nos superan y van en contra de nuestra conciencia, no sólo en tiempo de guerra
sino en cualquier circunstancia. ¿Dónde pondríamos nosotros nuestro propio límite? ¿Dónde
debería estar?

Usar el libro como un manual ideológico puede ser un error, centrarse en lo malos que fueron unos
y lo buenos que fueron otros, o derivar el tema hacia las fosas y los enterrados de la Guerra Civil y
la memoria histórica, porque podríamos caer fácilmente en un lenguaje panfletario carente de
argumentación, en una concatenación de peticiones de principio. Si optamos por esta vía, sería
interesante razonar el por qué del resurgir de una dialéctica del “cainismo” fratricida cuando la
transición trató de primar la reconciliación. Pablo García Baena, en su obra Córdoba (Almuzara,
2009, pág. 124), hablando de la revista Praxis, donde colaboraban José Aumente y Carlos Castilla
del Pino, allá por 1960, nos informa del espíritu que alentaba a sus colaboradores: “Serenos,
progresivos, tolerantes, fueron siempre sus escritos en la búsqueda de una verdad de
reconciliación, verdad que a veces, en los últimos tiempos, le separaba de alguna de las actitudes
radicales de sus compañeros políticos, y que nos recordaban el “no es eso, no es eso” orteguiano,
pues siempre la honradez, como la de los viejos leones republicanos, fue su verdad suprema”.
Podríamos destacar el horror de la guerra en sí, cómo el hombre se anula por la masa en
condiciones determinadas -película “La ola”, de Dennis Gansel, 2008-, como el poder contamina y
transforma al ser humano hasta convertirlo en aquello mismo contra lo que luchaba -Rebelión en
la granja, de Orwell-, cómo el miedo y la inseguridad pueden llevarnos a situaciones extremas en
las que realicemos actos totalmente contrarios a nuestros criterios serenos habituales, cómo es
necesaria la coherencia vital para lograr el deseo de vivir más allá de la realidad, etc. De todo ello
podemos encontrar ejemplos en la historia con todos los tintes políticos e ideológicos que
queramos, incluso religiosos. También podemos encontrar ejemplos fáciles en los que la violencia
extrema se justifica en determinadas circunstancias -”El patriota” de Gibson, 2007, por ejemplo- y
que, a través del cine y la televisión, siguen alentando esa posibilidad en el subconsciente
individual y colectivo.

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