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Sociología de la desviación
La sociología de la desviación es la rama de la sociología que se
encarga del estudio del consenso sobre las normas sociales, los
actos y comportamientos que se desvían de éstas y el sistema de
control social construido para evitar tales desviaciones.[1]
La desviación es un tema fundamental en sociología y desde el
nacimiento de esta disciplina ha sido una de sus principales
preocupaciones.[1] En este sentido las principales corrientes
sociológicas han dado su interpretación sobre el cómo y el porqué
del incumplimiento de las normas sociales.
La desviación ha sido analizada desde distintas disciplinas, como
la filosofía, el derecho, la biología o la medicina. Además, en los
últimos años se han desarrollado estudios en criminología,
disciplina con la que la sociología de la desviación está
íntimamente ligada. Si bien la primera se centra más en la relación
entre la víctima, el victimario y las leyes, la sociología de la
desviación analiza también las conductas que, sin estar prescritas
como delitos, son catalogadas como anormales y reciben algún El incumplimiento de las normas es uno de los
Las normas
El concepto de desviación está íntimamente
ligado al concepto de norma, ya que es de la
norma de lo que un comportamiento se
desvía. Por ello se afirma que donde no
existe norma no puede existir desviación.[1]
Las normas sociales se definen como
proposiciones que prescriben a individuos o
grupos el comportamiento adecuado en
determinadas situaciones, o bien las
acciones a evitar.[8] Pueden ser clasificadas
según diversos criterios, pero el más
habitual dentro de la sociología de la
desviación es agruparlas dentro de sistemas
normativos según el grado de la sanción que
se aplica al infractor. Con este sistema Diferentes tipos de normas y tipo de desviación que implica su incumplimiento.
obtenemos una clasificación de los
comportamientos desviados según su gravedad:
• Normas penales: Son las recogidas en el código penal, que representa el núcleo duro de cualquier sistema social.
Recoge las normas que tutelan los bienes fundamentales del grupo social —la vida, la propiedad, las instituciones,
etc.—. El incumplimiento de éstas es un delito y convierte al autor en delincuente. Conlleva el tipo de sanción
más grave: la pena.
• Normas jurídicas: Son las normas contenidas en reglamentos u ordenamientos; su violación es un acto ilícito y
conlleva sanciones de tipo pecuniario o administrativo.
• Normas sociales: Es un amplio grupo de normas socialmente reconocidas, como la moda, la tradición, los usos y
costumbres, etc. Su incumplimiento no implica una sanción institucionalizada, aunque sí algún tipo de
recriminación o reproche social. En las últimas décadas existe la tendencia a reconceptualizar estos
comportamientos de desviados en diversos
• Moral individual: Son las normas autoimpuestas del tipo no comeré nunca en un McDonald's. Incumplirlas tiene
escasa relevancia social, pero puede ser calificado como hipocresía.
En el diagrama puede observarse cómo los distintos sistemas normativos se agrupan unos dentro de otros. Esto se
hace para reflejar cómo, por ejemplo, no todas las normas sociales están en el código penal, pero todas las normas
del código penal son normas sociales. En realidad este modelo es una simplificación de cómo se interrelacionan los
sistemas normativos, ya que existen multitud de excepciones: es habitual que alguna de las normas sociales
existentes no sea aceptada por la moral individual de algunas personas, lo que da lugar a la aparición de las
subculturas; también sucede a menudo que algunas normas del sistema jurídico o penal no lleguen a integrarse
dentro de las normas sociales. Esto sucede, sobre todo, en los sistemas no democráticos, aunque también ocurre en
las democracias. Un ejemplo actual es la contradicción de muchas legislaciones con la aceptación social de las
Sociología de la desviación 3
descargas por internet. Cuando existen fuertes contradicciones entre los sistemas normativos puede producirse una
crisis que los modifique. Por este motivo, autores como Durkheim consideran la desviación como un motor del
cambio social.[4]
En los últimos años algunos autores han identificado la existencia de situaciones en las que se califica de desviado,
no a quien incumple la norma sino a quien la cumple con demasiado celo. Glenna Huls ejemplifica este fenómeno
con la concepción social del empollón o de quien paga religiosamente sus impuestos en la sociedad
norteamericana.[5]
Teoría clásica
Se denomina Teoría Clásica de la desviación a los esfuerzos teóricos del iluminismo por dar una definición objetiva
del delito y de la pena que sustituyese la concepción relativista y arbitraria característica del Antiguo Régimen. Esta
objetivización del delito era imprescindible para construir el Estado de derecho —base del Estado liberal— ya que es
un prerrequisito necesario del principio de legalidad, la seguridad jurídica o la igualdad ante la ley.
El autor más representativo fue Cesare Beccaria, que desarrolló sus ideas en un libro que se ha convertido en un
clásico del Derecho: De los delitos y las penas, en el que, en palabras del propio autor, se incluyen
Los presupuestos para una teoría jurídica del delito y de la pena [...] en el cuadro de una concepción liberal del
Estado de derecho, basada sobre el principio utilitarístico de la máxima felicidad para el mayor número de personas
y sobre la idea del contrato social.
Cesare Becaria.[9]
De acuerdo con estos principios del utilitarismo y el contractualismo, para Beccaria el hombre nace libre, pero
establece un contrato con el estado por el que renuncia a parte de su libertad a cambio de seguridad. El delincuente
sería alguien que incumple ese contrato, por lo que debe ser sancionado, pero la sanción no tiene un objetivo de
venganza sino de prevenir nuevos daños y servir de ejemplo disuasivo al resto de los ciudadanos.
La Teoría Clásica tiene los evidentes límites de que se centra en el delito —sin analizar el resto de desviaciones
sociales— y que no investiga sobre las causas de éste, lo que es el objeto principal de las teorías posteriores. Esta
teoría tendría una gran influencia sobre la Teoría de la Elección racional, llegando al punto de que algunos autores
denominan a esta última como Teoría Neoclásica.
Enfoque biológico
Uno de los primeros intentos para entender de manera científica el fenómeno de la desviación se hicieron desde el
ámbito de la Biología. Durante el siglo XIX se desarrollaron diversos estudios para intentar descubrir cuáles eran las
características físicas que convertían a las personas en desviadas. La idea de poder explicar la conducta delictiva en
base a rasgos biológicos tiene interesantes precedentes en algunas legislaciones medievales, en las que se
recomendaba a los jueces que dudasen entre dos sospechosos eligiesen a los más feos y deformes.[10] En 1876, el
médico penitenciario Cesare Lombroso elaboró una detallada teoría sobre las características físicas que provocaban
la delincuencia. Los rasgos físicos descritos eran básicamente simiescos: vello abundante, brazos largos, frente
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estrecha, mandíbula prominente, etc. Aunque los estudios de Lambroso alcanzaron una gran notoriedad en su época,
el determinismo biológico, tras las sucesivas críticas, fue cayendo en desuso hasta mediados del siglo XX, cuando
Willians Sheldon realiza un estudio con cientos de jóvenes en el que llega a conclusiones similares. Para Sheldon
existen tres tipos básicos de constitución física —endomorfo, mesomorfo y ectomorfo— a los que corresponden tres
personalidades diversas, siendo los mesomorfos —con constitución musculosa y atlética— los más predispuestos a
delinquir. Los datos de Sheldon fueron reanalizados por Eleonor Glueck llegando a la conclusión de que no puede
afirmarse que la constitución atlética sea un buen predictor de la delincuencia, y muchos menos su causa.[11]
Desde los años 80 se está dando una revitalización del enfoque biológico, basada en los avances de la genética. En
este ámbito se han hecho particularmente populares los estudios sobre el Síndrome del XYY —una anomalía
cromosómica por la que el varón recibe un cromosoma Y extra— que algunos autores relacionan con una tendencia
a la violencia, aunque numerosos estudios han confirmado que esto no se observa con frecuencia.[12] [13] [14] [15] [16]
Teoría funcionalista
Los teóricos funcionalistas se vieron ante la tarea de hallar
respuesta a la necesidad, por parte de algunos individuos, de no
cumplir las reglas. El primero en describir algunas de las funciones
sociales que cumplía la desviación fue Émile Durkheim. Aunque
parezca contradictorio, para Durkheim la desviación contribuye a
consolidar los valores y las normas culturales, ya que es parte
indispensable en el proceso de creación y mantenimiento del
consenso sobre las mismas. La base de esta idea es que sin el
delito no hay justicia ni es posible por tanto el consenso sobre las
ideas del bien y el mal. En este sentido la desviación contribuiría a
definir los límites morales. Definiendo a algunos como desviados
el resto de la sociedad puede observar claramente el límite entre el
bien y el mal. Otra función de la desviación sería el fomento de la
unidad social, ya que la respuesta unitaria frente a las acciones
extremas de desviación —asesinato, atentados— fortalece el lazo
social. Por otro lado la desviación también contribuiría al cambio
social, ya que el transgredir una norma invita a reflexionar sobre la
necesidad o la conveniencia de ésta, y representa un modelo de
Emile Durkheim, padre del funcionalismo.
conducta alternativo que puede llegar a convertirse en mayoritario,
ya que lo que hoy es una conducta desviada puede no serlo en el
futuro.[4]
Teoría marxista
Aunque ya desde sus inicios el marxismo había tratado temas relacionados con la desviación, es en los años 70
cuando aparecen obras sistemáticas sobre ésta desde una perspectiva marxista. Autores destacados en esta
sistematización fueron Iain Taylor, Paul Walton y Jock Young, que argumentaron que las teorías existentes obviaban
ciertos factores estructurales, como la desigual distribución del poder y la riqueza, que eran fundamentales para
entender las conductas desviadas.[17]
Este argumento fue posteriormente desarrollado por Steven Spitzer, que ejemplificó ampliamente cómo las personas
que son etiquetadas como desviadas suelen ser sujetos que obstaculizan el desarrollo del Capitalismo. Spitzer analizó
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cómo los sujetos que amenazan la propiedad privada, base del capitalismo, son siempre calificados como desviados;
sin embargo, los actos de las clases privilegiadas contra los intereses de las subordinadas, como una gran subida del
precio de la vivienda, lejos de considerarse desviadas, son asumidas como una legítima defensa de sus intereses.
También analiza cómo, al ser la explotación del trabajo otro de los fundamentos del capitalismo, quien no trabaja,
sea por imposibilidad —minusválidos, parados involuntarios—, sea por voluntad, tiene muchas posibilidades de ser
etiquetado como desviado. Ejemplos de esto los encontramos en la legislación contra vagos y maleantes.[18]
Teoría de la subcultura
Esta teoría se basa en el principio de que la conducta desviada —al igual que el resto de conductas— se aprende en
el ambiente en que se vive. Los actos desviados serían por lo tanto una consecuencia de la socialización en
ambientes con valores y normas distintos a los de la sociedad en general. La teoría fue elaborada por Clifford Shaw y
Henry Mckay y tiene su origen en los estudios etnográficos realizados por la Escuela de Chicago durante los años
veinte. Los investigadores dividieron la ciudad de Chicago en cinco zonas, realizando círculos concéntricos y
comparando la tasa de delincuencia y la relación entre el número de delincuentes y el total de la población de cada
zona. Los datos evidenciaron que el valor de la tasa disminuía conforme se alejaba del centro, y lo que es más
interesante, que entre 1900 y 1920 la relación entre las tasas de delincuencia de cada zona permaneció invariable, a
pesar de que en este periodo hubo grandes movimientos de población que cambiaron la composición étnica de cada
zona. Estos hechos hicieron llegar a los investigadores a la conclusión de que la subcultura desviada formaba parte
de la idiosincrasia de algunos barrios, por lo que era trasmitida a los nuevos habitantes.
Numerosos investigadores han desarrollado la teoría, comprobando que es común que los individuos con
comportamientos desviados pertenezcan a grupos en las que estas conductas son permitidas —o incluso prescritas—
por lo que tal conducta solo podría juzgarse como desviada respecto a las normas y valores de la sociedad, pero no
respecto a las de su grupo de referencia. Respecto a esto el criminólogo Edwin Sutherland escribiría que
La cultura criminal es tan real como la legal, y mucho más difundida de lo que se piensa habitualmente.
Edwin Sutherland[3]
Walter Miller estudió cómo se crean las subculturas de la desviación, llegando a la conclusión de que éstas suelen
aparecer entre los jóvenes de clase baja, ya que son los que tienen menos posibilidades de cumplir sus aspiraciones
por medios legítimos. Miller además individuó las características de estas subculturas, cuyos principales rasgos
serían: La rutinización del conflicto, la dureza, la sagacidad y la autonomía.[19]
desviado a quien lo comete, ni es visto así por los demás. Dentro de la secundaria estarían por el contrario los
incumplimientos que hacen cambiar la concepción que los demás tienen del autor, etiquetándolo como desviado.
Este etiquetamiento provocará que el autor reorganice la percepción de sí mismo asumiendo la nueva definición que
los demás dan de él.[21] La base de esta distinción está en el hecho de que, en realidad, prácticamente todo el mundo
ha cometido actos desviados. Es difícil encontrar a alguien que no haya mentido, cometido algún pequeño robo o
consumido alguna droga ilegal, pero pocas de estas personas son catalogadas —o autocatalogadas— como
mentirosos, ladrones o drogadictos.[3]
La desviación secundaria está muy relacionada con el concepto de estigma desarrollado por Erving Goffman,
definido como una marca social negativa usada para definir a una persona. El estigma se convierte en un rol
dominante del individuo y todos los actos pasados empiezan a reinterpretarse bajo la perspectiva del nuevo estigma,
en un proceso de distorsión biográfica conocido como etiquetaje retrospectivo. Goffman desarrolló la posibilidad de
que al estigmatizar a alguien —con mayor o menor motivo— se activasen una serie de mecanismos, como el rechazo
social, que le impulsaran a buscar compañía entre quienes no le censuran —otros estigmatizados— reforzando así la
identidad desviada e impulsándolo a continuar su carrera delictiva. De este modo la desviación podría ser una de esas
profecías autorealizadas que Robert K. Merton elaboró basándose en el Teorema de Thomas.
El control social
Además de las normas y su incumplimiento, el control social es el
otro gran campo de estudio de la Sociología de la desviación. Bajo
este concepto se integran el conjunto de mecanismos e instancias a
partir de los cuales toda sociedad, de una u otra forma, induce a
sus miembros a comportarse acorde con las normas, valores y
pautas culturales predominantes.[23] Por ello el control social es
mucho más amplio que las instituciones más visibles a las que
generalmente se asocia —policía, cárceles, juzgados...— e incluye
a otras como los manicomios, los trabajadores sociales o el sistema
educativo, siendo el rol de este último de especial importancia.[24]
Además de por estos agentes institucionalizados, el control social
es ejercido en gran medida por mecanismos informales y difusos.
Sociólogos como Talcott Parsons destacan, por ejemplo, el papel
que juega la familia en el proceso.[25]
La importancia de la familia y del sistema educativo viene dada Al ser uno de sus instrumentos más evidentes, las
cámaras de vigilancia han sido usadas con frecuencia
sobre todo por su función en el proceso de interiorización de las
como símbolo del control social.
normas, en el cual las normas sociales son transformadas en
normas morales, siendo así asumidas como propias por los
individuos. Este proceso permite que no se incumplan las normas aun cuando ningún factor externo lo impida y, lo
que es más importante, nos convierte a todos en agentes de control social, ya que mantendremos una actitud
reprobatoria ante quien las incumpla.[26]
En este sentido, la psicología social ha estudiado de forma experimental distintos mecanismos interiorizados del
control social. El experimento de Milgram demostró los actos que se pueden llegar a hacer si éstos son ordenados
por una figura de autoridad; el experimento de la cárcel de Stanford, la obediencia que se puede obtener con
ideología legitimadora; el experimento de Robber's Cave, cómo a través de la construcción del enemigo externo se
logra la unidad interna; los experimentos de Sherif y Asch, cómo se cambia la propia opinión para que ésta se adapte
a la de la mayoría. Estos experimentos, hoy ya convertidos en clásicos, muestran con qué naturalidad nuestros
comportamientos se adaptan a las exigencias de la norma, la normalidad y la autoridad.
Sociología de la desviación 8
El castigo
Debido a su función explícita de corrector de actos o
comportamientos, el castigo es una de las formas de control social
más investigada. Desde la sociología de la desviación se han
estudiado las distintas funciones que ha poseído el castigo y la
efectividad que los distintos castigos poseen para reducir el
comportamiento desviado.
Por otro lado, la cuestión de la eficacia de los castigos ha supuesto grandes debates entre los estudiosos, siendo la
prisión —que desde su aparición en el siglo XVIII se ha convertido en la forma generalizada del castigo penal— uno
de los centros del debate. Su eficacia ha sido puesta en duda por diversos autores, avalados por una gran cantidad de
estudios en diversos países que muestran el alto porcentaje de personas que retornan a la cárcel tras haber cumplido
condena. La reincidencia en los tres primeros años de la excarcelación es de un 40 a un 60%,[27] en Estados Unidos
el porcentaje de reincidencia estaría en torno al 60%[5] y en España entorno al 40%.[28] Estas cifras han llevado a
algunos autores a concluir que la prisión no es una institución eficiente en su función de modificar los
comportamientos y conductas delictivas.[29] Se señala también que la prisión puede tener aspectos que incluso
fomentarían el delito ya que los largos periodos de reclusión destruirían los lazos sociales, y el contacto casi
exclusivo con delincuentes fomentaría la creación y reproducción de la subcultura criminal. Las críticas han
provocado que las instituciones penitenciarias realicen pruebas experimentales sobre soluciones alternativas a la
simple privación de libertad, generalmente centradas en terapias de desintoxicación, que han dado resultados
notables.[30] [27] Otros autores continúan defendiendo como innegable el efecto disuasorio de las prisiones.[31]
Sociología de la desviación 9
La tendencia a abolir la pena de muerte, la aparición de las cárceles y la humanización de la pena en general, han
sido analizadas por Michel Foucault, en su clásico Vigilar y castigar. El autor analiza el gran cambio sufrido por los
castigos entre los siglos XVIII y XIX, en el que se pasa de la espectacularidad de las torturas y ejecuciones públicas
medievales a los castigos dentro de la institución burocrática y aséptica de la prisión. La perspectiva foucoliana
—que ya es un hito dentro del análisis del control social— sobre este proceso es que, lejos de producirse por motivos
éticos o morales, su causa es el aumento de la eficacia de la pena.
Estas limitaciones en las fuentes oficiales han obligado a desarrollar métodos alternativos para la cuantificación de la
delincuencia. Actualmente se utiliza tanto la autodenuncia, en el que se realiza una encuesta a una muestra de
población preguntándoles si han cometido algún delito y si este ha sido denunciado, como la victimización, que es un
método similar pero en el que se pregunta si se ha sido víctima de algún delito.
Véase también
• Criminología
• Filosofía del Derecho
• De los delitos y las penas (ensayo)
• Efecto del falso consenso
Notas
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Sociología de la desviación 11
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Enlaces externos
• Recopilación de textos sobre la Sociología de la desviación (http://www.sociology.org.uk/cload.htm) (en
inglés)
• Marcelo Pisarro, "Las paradojas de la desviación", Revista Ñ, 334, Diario Clarín, sábado 20 de febrero de 2010
(http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2010/02/21/_-02143757.htm).
Fuentes y contribuyentes del artículo 12
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