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PARTICULAR DE LOJA
La Universidad Católica de Loja
MODALIDAD ABIERTA
Y A DISTANCIA
HISTORIA DEL
CRISTIANISMO
Guía Didáctica
25304
3
ciclo
DATOS DE IDENTIFICACIÓN:
ISBN-9978-09-179-3
Derecho de autor No.: 021619
Reservados todos los derechos conforme a la ley. No está permitida la reproducción total o parcial de esta guía, ni su tratamiento informático, ni la
transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo
y por escrito de los titulares del Copyright.
Enero, 2006
64 ejemplares
Primera edición
Segunda reimpresión
GUÍA DIDÁCTICA: HISTORIA DEL CRISTIANISMO
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................. 5
OBJETIVOS GENERALES ................................................................................................ 7
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................. 8
ORIENTACIONES METODOLÓGICAS PARA EL ESTUDIO .................................. 9
ACTIVIDADES RECOMENDADAS ............................................................................ 10
PRIMER BIMESTRE
OBJETIVOS ESPECÍFICOS ............................................................................................. 11
CONTENIDOS ................................................................................................................. 12
DESARROLLO DEL APRENDIZAJE ........................................................................... 13
PRIMERA PARTE:
LA IGLESIA DE CRISTO EN LA ANTIGÜEDAD PAGANA
SEGUNDA PARTE
LA ÉPOCA DE LOS PADRES
TERCERA PARTE
LA CONVERSIÓN DE LOS PUEBLOS BARBAROS
SEGUNDO BIMESTRE
OBJETIVOS ESPECÍFICOS ............................................................................................. 53
CONTENIDOS ................................................................................................................. 54
DESARROLLO DEL APRENDIZAJE ........................................................................... 55
CUARTA PARTE
CAPÍTULO I: LA CRISIS DE LA CRISTIANIDAD EL PONTIFICADO
DE AVIÑÓN .................................................................................................................... 55
QUINTA PARTE
LA IGLESIA DE LA EDAD CONTEMPORÁNEA
CAPÍTULO I: LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y LA RESTAURACIÓN ............... 65
EVALUACIONES A DISTANCIA
INTRODUCCIÓN
Tal como señala en la Introducción José Orlandis, autor del libro base de la
materia, es de gran importancia conocer la historia del Cristianismo tanto
para Católicos, porque se trata de una historia de familia, que inicia en los
orígenes de la fundación de la Iglesia por Cristo constituyendo a Pedro como
cabeza de ella “Tú eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” como
para cualquier persona porque constituye una parte esencial de la historia de
la humanidad en los dos últimos milenios que han sido decisivos en nuestra
civilización y forman la Era cristiana.
Como señala el autor, esta obra de Historia de la Iglesia es, por su temática, un
libro de historia religiosa pero que se encuadra dentro del contexto social,
cultural y político que vivieron los cristianos desde sus orígenes hasta hoy y
por ello, para una mayor comprensión de ello, al final de la obra se incluye una
tabla cronológica que ayudan a contextualizar los acontecimientos.
Finalmente el propósito del autor de esta obra es, que cualquier persona con
un nivel cultural común a nuestros días, al terminar su lectura pueda formarse
una idea de cómo han sido y lo que han representado los veinte siglos de Historia
del Cristianismo.
En cada bimestre el alumno debe desarrollar una Evaluación a Distancia Distancia, que tiene el
valor equivalente al 30% de la calificación total de la asignatura (6 puntos) y una Evaluación
Presencial que tiene el valor equivalente al 70% (14 puntos)
puntos). Sumados ambos valores dan
un total de 20/20 calificación final de cada bimestre.
Tome en cuenta que en cada bimestre, sumados los puntajes de la evaluación a distancia
y de la evaluación presencial, debe alcanzar una calificación mínima de 14/20. Si obtuviera
una nota inferior a ésta, deberá presentarse a un examen supletorio. Por lo tanto, para
aprobar la materia, comprendidos los dos bimestres debe alcanzar la nota mínima de
28/40
28/40. El estudio responsable de todos los contenidos y el aporte crítico son indispensables
para una preparación eficiente y para que pueda desarrollar las evaluaciones presenciales
de manera correcta y sin dificultad.
Recuerde que en la Educación a Distancia hay que tener disciplina y trabajo diario para
poder ir asimilando los contenidos de las distintas materias. No dude en consultar
cualquier dificultad que tenga y le deseo EXITO en sus estudios.
OBJETIVOS GENERALES
Valorar los hechos más significativos que se han dado en el desarrollo del
Cristianismo, con el fin de establecer su contribución en el convivir
armónico del hombre a través de los tiempos.
BIBLIOGRAFÍA
BÁSICA
COMPLEMENTARIA
COMBY, Jean: Para Leer la Historia. de la Iglesia, del siglo XV al XX, Edit.
Verbo Divino, Torno 2, Navarra, 1999.
Hay que destacar que en la presente Guía, a través de las correspondientes notas
a pie de página, se ha intentado algunos términos o hechos históricos para facilitar
la comprensión del estudiante.
Provéase de los materiales necesarios para su trabajo, tales como: texto básico,
guía de estudio, cuaderno de apuntes, diccionarios, máquina de escribir o
computadora y otros materiales indispensables.
ACTIVIDADES RECOMENDADAS
Vaya sacando las ideas principales de cada uno de los temas estudiados
para que obtenga mayor claridad y comprensi6n.
P rimer
BIMESTRE
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
CONTENIDOS
PRIMERA PARTE
LA IGLESIA DE CRISTO EN LA ANTIGUEDAD PAGANA
SEGUNDA PARTE
LA EPOCA DE LOS PADRES
TERCERA PARTE
LA CONVERSION DE LOS PUEBLOS BARBAROS
ESTRATEGIAS DE ESTUDIO:
«Jerusalén, la ciudad santa del pueblo judío que fuera teatro de la pasión y muerte y
resurrección de Cristo, es la cuna de la lglesia naciente. El día de Pentecostés una de las
más solemnes fiestas judías, recoge entre sus muros a personas de todas las partes del
imperio romano. Van a asistir al acontecimiento más extraordinario de la historia de las
religiones: la venida del Espíritu Santo, prometido por Cristo a sus discípulos antes de
subir al cielo( ... )Desde hace nueve días los apóstoles están reunidos en el Cenáculo. Con
ellos está la Virgen y algunos discípulos de Jesús. Todos rezan fervorosamente. De pronto
se siente como un huracán que llena toda la casa ( ... ) Es el Espíritu Santo, que forma con
este puñado de hombres, la primera comunidad Cristiana. Inmediatamente los apóstoles
comienzan a testimoniar la fe en el Señor, expresándose en diversas lenguas. La Iglesia
acaba de nacer»
PRIMERA PARTE
LA IGLESIA DE CRISTO EN LA ANTIGÜEDAD PAGANA
Capítulo I
LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO
Por Cristianismo entendemos la religión fundada por Jesucristo, el Hijo de Dios hecho
hombre, es decir, la segunda persona de la Santísima Trinidad que se encarna, asumiendo
nuestra naturaleza humana en un momento preciso de la historia de la humanidad y en
un lugar determinado de la tierra. La persona de Jesucristo y sus enseñanzas constituyen
las bases fundamentales sobre las que se asienta el Cristianismo. El lugar de su nacimiento
fue Belén de Judá, cuando reinaba en Judea Herodes el Grande y Quirino era gobernador
de Siria, todos ellos bajo la suprema autoridad del Emperador de Roma de aquel entonces,
César Augusto. Desde el momento de su Encarnación comienza la historia de la salvación
que culminará con su Pasión. Muerte y Resurrección el 14 de Nisán del año 30 de la Era
cristiana cuando Caifás era Sumo Sacerdote y gobernaba Judea el “procurador” Poncio
Pilatos y era Emperador Tiberio.
Jesucristo se presenta ante todo el pueblo de Israel como el Mesías anunciado por los
Profetas y esperado por todos. Pedro confiesa abiertamente, inspirado por el Espíritu
Santo que Él es el Mesías en Cesarea de Filipo y Cristo le responde “Bienaventurado tú,
Simón, hijo de Jonás porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre sino mi Padre
que está en los Cielos.
Jesucristo hace confesión pública de su divinidad como Hijo de Dios y como el Mesías
que el pueblo esperaba pero la concepción del Mesías que dominaba en esa época era la
de un caudillo terrenal del que se esperaba la liberación del yugo romano y la restauración
del Reino de Israel. Como Jesús no responde a esta imagen no es Por ello reconocido
como tal como afirma San Juan” Vino a lo suyos, y los suyos no le reconocieron”. Pero su
labor evangelizadora, sus prodigios y milagros constituyen el refrendo de su Mesianidad.
Todo ello fue decisivo en el seguimiento de los apóstoles y en la adhesión de sus discípulos
a pesar de que todos ellos estaban influidos por los prejuicios de la época que les dificultaba
el poder comprender en toda su dimensión la Persona y misión de Cristo confirmado
por el desconcierto que provoca en todos su Pasión y Muerte.
Cristo que tras anunciar la Buena Nueva del Evangelio y dar testimonio de su Padre
Celestial es condenado y muere crucificado el en monte Calvario, resucita a los tres días.
La Resurrección de Cristo es el dogma central del Cristianismo y la prueba decisiva de la
verdad de su doctrina tal como afirmar San Pablo en la 1ra. Carta a los Corintios en el
cap. 15, versículo 14: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana es nuestra predicación y
vana es vuestra fe”.
Jesucristo, como hemos dicho es el origen y fundamento del Cristianismo pero Él mismo,
funda en la persona de Pedro su Iglesia como nuevo Pueblo de Dios a la que nos
incorporamos por medio del Bautismo y la que permanecerá hasta el final de los tiempos.
Este Nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia fundada por Cristo se consolida el día de
Pentecostés y a partir de ese momento en que los Apóstoles, reunidos con María en el
Cenáculo, reciben el Espíritu Santo y sus dones, comienza propiamente su historia.
Capítulo II
LA SINAGOGA Y LA IGLESIA UNIVERSAL
Cristo había advertido a sus apóstoles que no es el discípulo mayor que el maestro y que
si le habían perseguido también a ellos les perseguirían. Y efectivamente fue así. La
hostilidad de las autoridades de Israel que habían procesado, condenado y dado muerte
de Cruz a Jesucristo perseguían también a los Apóstoles que daban testimonio de sus
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enseñanzas y anunciaban a Jesucristo Crucificado. Por ello, el Sanedrín intentó silenciar
a los Apóstoles a lo que Pedro, fiel al mandado del Maestro de “Id y anunciad a todas las
gentes la Buena Nueva, respondió “es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Esta “desobediencia a este tribunal tuvo como consecuencia persecuciones, dolores y
violencia que lo vivieron con gozo “por haber sido digno de sufrir oprobio en nombre de
Jesús” tal como es el caso del primer mártir de la Iglesia, el diácono San Esteban que a la
vez señaló el inicio de una época de persecución a los cristianos y abrió una brecha más
patente y profunda entre el judaísmo y el cristianismo.
1
(Tribunal supremo nacional de los judíos, establecido en la época de los Macabeos. Estaba compuesto
por 71 miembros y presidido por el nasi (en hebreo, ‘príncipe’), junto al cual se erguía Ab-Beth-Din (en
hebreo, ‘padre del tribunal’). Puede haber habido dos grupos similares: un cuerpo secular del Sanedrín
dominado por los saduceos cuyo sumo sacerdote era el nasi, y otro religioso gobernado como una
democracia compuesta por eruditos afines a las doctrinas fariseas. Es probable que el cuerpo posterior
fuera un descendiente del Gran Sanedrín. Los límites jurisdiccionales del Sanedrín, y todo lo relativo
al cuerpo gobernante, no son conocidos, pero parece ser que en cierto momento, las decisiones
supremas sobre la vida y la muerte dependían del Sanedrín.
Enciclopedia Microsoft ® Encarta ® 2003.
La victoria del Universalismo cristiano tenía aún que superar un último obstáculo: si
bien los gentiles eran admitidos en la Iglesia muchos judeo-cristianos, aferrados a las
viejas tradiciones exigían que para que pudieran los gentiles ser salvos debían al menos
circuncidarse y observar prescripciones de la Ley de Moisés. Estos hechos molestó a los
cristianos venidos de la gentilidad pero sirvió también para plantear abiertamente las
relaciones entre la Vieja y la Nueva Ley y establecer la independencia de la Iglesia respecto
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a la Sinagoga . Para tratar todo esto se reunió en el año 49 el “concilio” de Jerusalén en el
cual Pablo y Bernabé dieron testimonio de las maravillas que Dios obraba entre los gentiles
y a la vez Pedro habló con autoridad en defensa de la libertad de los cristianos respecto a
la observancia judía. El “Concilio” a propuesta de Santiago, obispo de Jerusalén acordó
no imponer cargas innecesarias a los conversos gentiles. De este modo se resolvió el
problema de las relaciones entre el Cristianismo y la Ley Mosaica.
No cabe duda que los promotores de la expansión del Cristianismo fueron los Apóstoles
y aunque por falta de fuentes históricas no podemos conocer la actividad misionera de la
mayoría de los Apóstoles sabemos que Pedro tras permanecer en Antioquía, fijó su
residencia en Roma, Capital del Imperio y donde sufrió el martirio bajo el Emperador
Nerón. San Juan se trasladó a Éfeso donde vivió muchos años por lo que las iglesias de
Asia le consideran su apóstol. Las noticias sobre la acción apostólica de San Pablo son las
más abundantes por lo relato de los Hechos de los Apóstoles y fue sin duda el Apóstol de
los Gentiles fundando numerosas iglesias en Asia Menor y Grecia hasta su martirio
acaecido en Roma.
Tras la acción apostólica de los Apóstoles son muchos los que extendieron el Evangelio
de tal forma que cuando en el siglo IV se dio plena libertad a la Iglesia, ésta había echado
ya raíces en varias poblaciones urbanas del Oriente Próximo y en Roma y África latina,
así como en el valle del Nilo, regiones de Italia, España y las Galias.
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Sinagoga (en griego, ‘lugar de asamblea’; en hebreo beit kneset), en el judaísmo, casa o asamblea
para la oración comunal, el estudio y el encuentro; institución central comunal. Los judíos de la Europa
central y oriental llamaban a sus sinagogas shules (en yidish, ‘escuelas’); a veces los judíos reformistas
usan la palabra templo.
CARACTERÍSTICAS
La arquitectura de la sinagoga nunca ha reflejado un único modelo, pero los siguientes elementos
son casi invariables y poseen gran importancia: el arca que acoge los rollos de escritura de la Torá (el
Pentateuco, los cinco Libros de Moisés escritos sobre pergamino en hebreo arcaico), la cual está
siempre en la pared orientada hacia Jerusalén; el Ner tamid (‘llama perpetua’), luz siempre encendida
ante el arca; la gran mesa en una plataforma elevada (bimá), donde se lee la Torá ante la congregación;
un pequeño atril de lectura desde donde se preside y se anima el servicio y desde donde reza el
rabino; también se distinguen los asientos para la congregación. Por tradición, los hombres y las
mujeres se sientan en secciones separadas, pero las sinagogas conservadoras y las reformadas no
observan esta costumbre. Un candelabro de siete brazos (menorá) es un signo habitual en el culto.
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La primera reunión de los cristianos que puede llamarse concilio está recogida en los Hechos de los
-Apóstoles- 15,1-31. El llamado concilio de Jerusalén fue un encuentro de Pedro, Pablo y los dirigentes
de los cristianos de Jerusalén en torno al año 50. En él se discutió la mejor forma de convertir a los
gentiles.
Capítulo III
EL IMPERIO PAGANO Y EL
CRISTIANISNO: LAS PERSECUSIONES
Amplio espacio geográfico por la unidad del mundo greco-latino y dominado por
una misma autoridad suprema.
Facilidad de comunicaciones entre las diversas tierras del Imperio que favorecían
la circulación de las ideas. Las vías romanas y las rutas del mar latino fueron cauce
para la difusión del Cristianismo por todo el Mediterráneo.
Pero ¿cuáles fueron las razones que determinaron el gran enfrentamiento entre el Imperio
Romano y el Cristianismo si éste inculcaba en las personas el respeto y la obediencia
hacia la legítima autoridad y por otra parte el Imperio era religiosamente liberal y admitía
fácilmente nuevos cultos y divinidades extranjeras? La razón principal fue el que los
cristianos se negaron a rendir adoración al Emperador porque este culto de adoración
sólo Dios era digno del mismo. Este hecho desencadenó las persecuciones.
PERSECUCIONES
La del Emperador Nerón (año 54-68) Los cristianos son acusados de ser autores del
espantoso incendio de Roma y este hecho crea un estado de opinión pública hostil al
cristianismo que fue considerado por importantes historiadores como “superstición
detestable, nueva y peligrosa” “enemigos del género humano” y por esta opinión se les
atribuía los más monstruosos desórdenes.
Desde el siglo I el “nombre cristiano” constituía delito y esto explica que muchas de las
persecuciones del siglo II no se debieran tanto a iniciativa de los Emperadores cuanto a
agitaciones y denuncias populares. Por tal motivo el cristianismo gozó también de largos
períodos de paz pero sin ninguna seguridad jurídica.
En cambio en el siglo III las persecuciones tomaron otro cariz. Ante la decadencia del
Imperio Romano por un período de “anarquía militar”, una de las principales medidas
fue la restauración del culto a los dioses y al Emperador. La Iglesia cristiana prohibía a
los fieles participar en este culto y fue vista, por ello, como un poder enemigo que
desencadenó una nueva oleada de persecuciones desde la autoridad imperial con un
alcance mucho más amplio que las anteriores. Veamos ahora las más importantes:
Edicto del Emperador Decio: Ordenaba a todos los habitantes del Imperio participar
personalmente en un sacrificio general en honor de los dioses patrios. Los cristianos
eran numerosos ya en esta época y tras un largo período de paz su temple se había
reblandecido. Por ello, aunque hubieron mártires que se negaron rotundamente a
lo establecido en el edicto imperial, otros en cambio claudicaron y recibieron el
“libelo” de haber sacrificado a los dioses lo cual afectó a la Iglesia por las
controversias que surgieron en su seno tras estos hechos.
La del Emperador Diocleciano al inicio del siglo IV fue la mayor de todas bajo el
“colegio imperial” de cuatro miembros “Tetrarquía” que se distribuían la
administración de los inmensos territorios del Imperio. Este gobierno atribuía a la
religión tradicional una gran importancia en la regeneración del Imperio. Diocleciano
tras 18 años en el gobierno imperial e influido por el César Galerio, comenzó una
durísima y violenta persecución con el propósito de terminar para siempre con el
Cristianismo y con la Iglesia. Esta persecución tuvo numerosos mártires pero el
resultado final de esta última persecución fur un absoluto fracaso y Diocleciano,
tras renunciar al trono imperial vio terminar las persecuciones y el inicio de una
época de libertad para la Iglesia.
Capítulo IV
LA VIDA DE LA PRIMITIVA CRISTIANDAD
Siglo I
Muchas iglesias fueron fundadas por los Apóstoles y por Pablo, apóstol de los gentiles, y
mientras ellos vivieron estaban bajo su autoridad superior y dirigidas por un “colegio”
de presbíteros.
Cuando los apóstoles murieron se generalizó el episcopado local. El obispo era el jefe de
la iglesia local y poseía, como sucesor de los Apóstoles, la plenitud del sacerdocio y la
potestad necesaria para el gobierno.
La clave de la unidad de las iglesias locales dispersas por el orbe, fue la institución realizada
por Cristo en Pedro del Primado Romano como institución permanente, signo de
perennidad de la Iglesia y válida hasta el fin de los tiempos.
El ejercicio del Primado Romano ha estado condicionado por las circunstancias históricas
(persecuciones, difícil comunicación…) Pero la Historia da testimonio del reconocimiento
por las demás iglesias de la Primacía que correspondía a la Iglesia Romana y la que
ejercía el Obispo de Roma sobre la Iglesia Universal. De la conciencia que tenían de esta
Primacía los Obispos de Roma ha quedado un testimonio que se remonta al siglo I ante
un grave problema suscitado en la Iglesia de Corintio, el Papa Clemente I intervino
prescribiendo lo que procedía hacer y exigiendo obediencia a sus mandatos. Esta
intervención del papa es acogida de forma respetuosa y dócil por la iglesia de Corintio.
Las antiguas comunidades estaban formadas por todo tipo de personas. Desde la época
apostólica la Iglesia dio cabida a todos: judíos y gentiles, pobres y ricos, libres y esclavos.
Si bien es cierto que los cristianos de los primeros siglos fueron personas humildes también
hay que destacar que desde el siglo I abrazaron el Cristianismo personalidades de la
aristocracia romana de tal forma que uno de los edictos de persecución del Emperador
Valerio estuvo dirigido especialmente a los senadores, caballeros y funcionarios imperiales
que fueran cristianos.
El Obispo de la Iglesia local asistido por el clero cuyos grados superiores –presbíteros
y diáconos- eran, como el episcopado de institución divina.
Los ascetas y las vírgenes que por “amor al Reino de los Cielos abrazaban el celibato
y en palabras de San Cipriano, -constituían “la porción más gloriosa del rebaño de
Cristo”.
Los primeros cristianos sufrieron además de las pruebas externas una prueba interna no
menos importante: la defensa de la verdad frente a corrientes ideológicas que atentaban
contra los dogmas fundamentales de la fe cristiana (herejías). Entre ellas cabe destacar
tres tipos:
Herejía por el fanático rigor moral, estimulada por la creencia de un inminente fin
de los tiempos. La más conocida, en el siglo II, fue el Montanismo y en el África
latina de inicios del siglo IV el Donatismo.
Herejía gnóstica: Fue la de mayor amenaza para la Iglesia. Consistía en una corriente
ideológica tendente al sincretismo religioso. El Gnosticismo constituía una verdadera
escuela intelectual que se presentaba como sabiduría superior y dentro del
cristianismo su propósito fue desvirtuar las verdades de la fe. La Iglesia reaccionó
con entereza y los Padres Apostólicos demostraron la absoluta incompatibilidad
entre el Cristianismo y el Gnosticismo.
Capítulo V
LA IGLESIA EN EL IMPERIO ROMANO-
CRISTIANO
Como hemos visto en el capítulo III la mayor y más violenta persecución se debió a
Diocleciano, instigado por el césar Galerio y fue precisamente Galerio el primero en sacar
consecuencias prácticas de su rotundo fracaso. Por ello, próximo a su muerte promulgó,
en el año 311, un edicto que marcaba nuevas pautas a la política del Imperio frente al
Cristianismo y establecía un estatuto de tolerancia y aunque ello no significaba la plena
libertad religiosa por primera vez el Cristianismo dejaba de ser una “superstición ilícita”
que significó una conquista trascendental.
El paso de la tolerancia a la libertad religiosa se produjo con gran rapidez con los 4
emperadores Constantino y Licinio que en el año 313 promulgan el “Edicto de Milán” a
través del cual se respetan plenamente las opciones religiosas de todos los súbditos del
Imperio incluidos los cristianos quedando, de esta manera, abolida toda la legislación
discriminatoria contra el Cristianismo y la Iglesia recupera los lugares de culto y
propiedades. Constantino se convertía en el instaurador de la libertad religiosa en el
mundo antiguo.
Dentro de este clima de libertad religiosa en todo el Imperio Romano, Constantino fue
decantándose por el Cristianismo ya que incluso antes del Edicto de Milán, en la Batalla
del Puente Silvio contra su adversario Majencio su victoria la considera una señal del
cielo y lleva en el lábaro como insignia propia el Monograma de Cristo. Aunque el
bautismo cristiano no lo recibió hasta las vísperas de su muerte (año 337) a lo largo de
todo ese tiempo su simpatía por el Cristianismo se hacía patente tomando medidas contra
las prácticas cruentas o inmorales del paganismo a la vez que favorecía a la Iglesia con la
construcción de templos, ayuda al restablecimiento de la unidad de la fe afectada en
África por el cisma donatista y en Oriente por el Arrianismo. El Evangelio fue fuente de
inspiración que dio origen al Derecho romano-cristiano.
El Imperio Romano se dividió en dos partes que cristalizó en dos Imperios: Oriente y
Occidente. La parte occidental que coincidía con las regiones de lengua y cultura latina
tuvo como única sede apostólica Roma y por ello el romano Pontífice fue también Patriarca
de Occidente. En la parte Oriental de cultura griega, siria y copta, sobresalieron varias
sedes de fundación Apostólica: Alejandría, Antioquia y Jerusalén. El Concilio I de
Constantinopla elevó la sede de esta ciudad a rango Patriarcal y atribuyó a sus obispos la
primacía de honor dentro de la Iglesia después del Obispo de Roma. Surge de esta manera
el nuevo Patriarcado de Constantinopla, ciudad que era capital del Imperio Oriental.
La libertad de la Iglesia permitió, por otra parte, un ejercicio más efectivo del Primado de
los Papas que se esforzaron por definir el fundamento dogmático del Primado romano:
la primacía concedida por Cristo a Pedro de quienes los papas son legítimos y únicos
sucesores. Pese a ello prevaleció una tendencia favorable a la autonomía jurisdiccional,
favorecida por el desarrollo de los Patriarcados y de forma especial el de Constantinopla.
Este hecho llevó a que el Oriente Cristiano atribuía al obispo de Roma la primacía de
honor de toda la Iglesia y su autoridad en el terreno doctrinal pero desconocían la potestad
disciplina y jurisdiccional de éste sobre las iglesias orientales.
La libertad de la Iglesia trajo consigo un nuevo hecho de gran importancia para el futuro
el emperador cristiano que tomaba conciencia de que le correspondía ser defensor de la
Iglesia. Y aunque así fue también sus interferencias en la vida eclesiástica produjeron
numerosos abusos, especialmente en Oriente, cuya máxima expresión es el
“Cesaropapismo” 5. En Occidente, la autoridad del papado, la debilidad de los
“Cesaropapismo
emperadores y la lejanía geográfica de los orientales contribuyeron a la salvaguardia de
la independencia cristiana.
5
Sistema de relaciones entre el poder civil y religioso por el cual el poder civil se atribuye el derecho de
intervenir en todo el ámbito de la vida religiosa de la Iglesia. Se manifestó ya con Constantino cuando
asumió la antigua carga imperial de Máximo Pontífice por parte de los Emperadores romano-cristianos;
se difundió en el mundo bizantino, donde los soberanos se definieron iguales a los apóstoles. Esta
teoría y práctica política fue posteriormente hecha propia por el Zar de Rusia. Contra el Cesaropapismo
luchó la Iglesia Católica de forma especial con Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII. Al comenzar
la Baja Edad Media algunas monarquías nacionales y entre las primeras la de Francia de Felipe el
Hermoso se orientaron hacia las intervenciones de tipo cesaropapismo (Galicanismo).
SEGUNDA PARTE
LA ÉPOCA DE LOS PADRES
Capítulo I
LA PRIMERA LITERATURA CRISTIANA:
LOS PADRES APOSTÓLICOS
Además del Nuevo Testamento que recoge los 4 evangelios, los Hechos de los Apóstoles,
las cartas paulina y las católicas y el Apocalipsis, en total 27 libros, la literatura de la
Antigüedad cristiana surge queriendo reflejar fielmente la vida de la Iglesia Primitiva
que crece y tiene que afrontar, como ya se ha visto en capítulos anteriores, peligros externos
(las persecuciones) y peligros internos (las herejías). Todo esto ayuda por otra parte a
que adquiera un grado de madurez y sienta la necesidad de elaborar sistemáticamente la
doctrina de la fe.
La literatura cristiana de esta época corresponde a escritores de los siglos I y II que escriben
en griego y que se les ha denominado “Padres Apostólicos” porque todos ellos reúnen
las siguientes características:
o Sus escritos son de índole pastoral y entro de estos destaca la Didaché: el tratado
más antiguo de disciplina eclesiástica.
o Carta de San Clemente a los Corintios
o Siete carta de San Ignacio de Antioquia.
o Epístola de San Policarpo de Esmirna.
o El “Pastor” de Hermas de gran importancia para la Historia de la penitencia.
Por otra parte la Iglesia Primitiva es la iglesia de los mártires. Los cristianos deseaban
conocer los hechos heroicos de los que daban su vida por la fe en Jesucristo. Por ello,
estos escritos cuentan con todas las garantías de la más estricta veracidad. Existen Actas
Notariales de los procesos judiciales a los que eran sometidos, antes de la condena, muchos
cristianaos y muchos conseguían copia literales de estas Actas. También cuentan con
gran valor las “pasio” relatos escritos por los cristianos contemporáneos, testigos de los
hechos: páginas conmovedoras que se leían en el aniversario.
En el siglo II aparece un nuevo género literario que refleja las luchas que los cristianos
sostuvieron internamente (por las herejías) como externamente (por las persecuciones).
Destaca entre este tipo de escritos el tratado “Contra las herejías” de San Ireneo de Lyon
que consiste en una refutación de las doctrinas gnósticas.
Respecto al Imperio los “Apologistas” del siglo II afirmaban la plena lealtad de los
cristianos en el cumplimiento de sus deberes y destacando el ofrecimiento a los
emperadores del mejor de los bienes: la oración.
Por otra parte, ante la oposición y desprecio intelectual hacia el cristianismo en círculos
de ilustrados, la réplica de los Apologistas defendió que la doctrina cristiana constituía
una sabiduría infinitamente superior a la Filosofía griega. Algunos de estos escritores
empezaron a producir literatura no polémica que reflejaba la madurez alcanzada por la
Iglesia.
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Orígenes fue uno de los eruditos bíblicos más destacados de la Iglesia Primitiva debido a su
sobresaliente actividad como exegeta y estudioso del Antiguo Testamento. Fue un autor prolífico y
entre sus obras se distinguen cartas, tratados de teología dogmática y práctica, apologías, exégesis
y críticas de textos. Contra Celso es una larga y razonada obra apologética que refuta los argumentos
de Celso, filósofo platónico muy influyente en Alejandría en el siglo II y quizá el primer crítico serio del
cristianismo. En Hexapla, su obra más importante, Orígenes realizó una crítica textual de las versiones
bíblicas que conocía; dispuso, en seis columnas paralelas, el texto hebreo, el texto hebreo transliterado
al griego, y cuatro traducciones griegas (la Septuaginta y las realizadas por Áquila, Símaco y Teodoción).
Además, está considerado el fundador del método alegórico de interpretación de las Escrituras. Enseñó
el principio del sentido triple, que se corresponde con la división triple de la persona en cuerpo,
espíritu y alma, entonces un concepto aceptado. Como filósofo de orientación platónica trató de
combinar la filosofía griega y la religión cristiana. Desarrolló la idea de Cristo como Logos o Palabra
encarnada, que está con el Padre desde la eternidad, pero también enseñó que el Hijo se encuentra
subordinado al Padre en poder y dignidad, doctrina que, además de otras como la de la preexistencia
del alma, fueron criticadas con severidad por muchos de sus coetáneos y autores posteriores. Las
teorías que se desarrollaron a partir de sus doctrinas fueron el eje de controversias importantes
durante la edad media.
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Capítulo II
LA FORMULACIÓN DOGMÁTICA DE LA
FE CRISTIANA: LOS CONCILIOS ECUMÉNICOS
Llegada la libertad para la Iglesia, había llegado también el momento de formular con
precisión la doctrina sobre los fundamentos de la fe cristiana, es decir:
o Santísima Trinidad.
o El Misterio de Cristo.
o El problema de la Gracia.
El dogma católico se llevó a cabo en medio de batallas teológicas frente a las herejías y
con ellas las divisiones que se producían en el seno de la Iglesia. El instrumento esencial
de esta defensa del dogma fueron los concilios ecuménicos, ocho en total que se celebraron
entre los siglos IV y IX y que constituyen el primer ciclo de la historia conciliar de la
Iglesia.
Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las
visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido
unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre,
por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la
tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó,
se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a
juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo.
Mas a los que afirman: Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado
no fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hipóstasis o de
otra sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la
Iglesia Católica.
Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, hacedor de todas las cosas visibles e
invisibles. Y en un solo Señor nuestro Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del
Padre, esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero
de Dios verdadero, nacido, no hecho, de una sola sustancia con el Padre (lo que en
griego se llama (homousion), por quien han sido hechas todas las cosas, las que hay
en el cielo y en la tierra, que bajó por nuestra salvación, se encarnó y se hizo hombre,
padeció y resucitó al tercer día, subió a los cielos y ha de venir a juzgar a los vivos
y a los muertos. Y en el Espíritu Santo.
A aquellos, empero, que dicen: «Hubo un tiempo en que no fue» y: «Antes de nacer,
no era», y: «Que de lo no existente fue hecho o de otra subsistencia o esencia», a los
que dicen que «El Hijo de Dios es variable o mudable», a éstos los anatematiza la
Iglesia Católica y Apostólica.
Reunido durante el pontificado del Papa San Dámaso y el Emperador Teodosio el Grande,
reafirmó la divinidad del Espíritu Santo. Contra los macedonianos.
De esta forma, antes de finalizar el siglo IV queda fijada la doctrina católica de la Santísima
Trinidad.
Reunido por el emperador Teodosio II, compone una profesión de fe en la que se formulaba
la doctrina de la “unión hipostática” de las dos naturalezas en Cristo y se llama a María
con el título de “Madre de Dios”.
León I El Magno.
Magno Contra los monofisitas. El Emperador Marciano, condenó el
eutiquianismo, que no reconocía en Cristo la distinción de las dos naturalezas perfectas.
Las dos naturalezas en Cristo están unidas (personalmente), no confundidas ni mudadas
ni alterada de ninguna manera.
7
[Versión sobre el texto griego]
Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas
visibles o invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes
de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido no hecho, consustancial con
el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra
salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen, y se
hizo hombre, y fue crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato y padeció y fue sepultado y resucitó al
tercer día según las Escrituras, y subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre, y otra vez
ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos; y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu
Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado
y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica. Confesamos
un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del
siglo futuro. Amén.
Magisterio del Concilio Ecuménico de Calcedonia (IV ecuménico contra los monofisitas)
Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a
uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el
mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente
hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad,
y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a
nosotros, menos en el pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en
cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación,
engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de
reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia
de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su
propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o
dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor
Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo,
y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres [v. 54 y 86].
Así, pues, después que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros
redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será lícito
profesar otra fe, ni siquiera escribirla o componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás.
Reunido por el emperador Justiniano, por ausencia del papa Vigilio. Contra los Tres
Capítulos. Condenó los escritos de Teodoro de Mopsuestia y de Teodoro de Ciro contra
San Cirilo y el Concilio de Éfeso.
En Cristo hay dos voluntades, como hay dos naturalezas, aunque sea una sola la Persona,
que es la del Verbo.
Papa San Agatón I y Papa San León II. Contra el monotelismo. Condenó a Honorio.
El culto de las imágenes arranca desde los principios del Cristianismo, como se puede
ver en las catacumbas romanas donde se ocultaban los cristianos perseguidos. En los
siglos VIII y IX la (Iconoclastia), destrucción de imágenes, estuvo en auge y se convirtió
en abiertas persecuciones promovidas por los emperadores orientales. No faltaron grandes
defensores del culto de veneración a las imágenes como San Juan Damasceno y San
Germán de Constantinopla, y muchos otros que fueron mártires por defender ese culto.
En estas circunstancias se reunió el concilio de Nicea.
El presente santo y universal Concilio recibe fielmente y abraza con los brazos
abiertos la relación del muy santo y muy bienaventurado Papa de la antigua Roma,
Agatón, hecha a Constantino, nuestro piadosísimo y fidelísimo emperador, en la
que expresamente se rechaza a los que predican y enseñan, como antes se ha dicho,
una sola voluntad y una sola operación en la economía de la encarnación de Cristo,
nuestro verdadero Dios [v. 288]. Y acepta también la otra relación sinodal del sagrado
Concilio de ciento veinte y cinco religiosos obispos, habida bajo el mismo santísimo
Papa, hecha igualmente a la piadosa serenidad del mismo Emperador, como acorde
que está con el santo Concilio de Calcedonia y con el tomo del sacratísimo y beatísimo
Papa de la misma antigua Roma, León, tomo que fue enviado a San Flaviano [v.
143] y al que llamó el mismo Concilio columna de la ortodoxia.
Acepta además las Cartas conciliares escritas por el bienaventurado Cirilo contra el
impío Nestorio a los obispos de oriente; signe también los cinco santos Concilios
universales y, de acuerdo con ellos, define que confiesa a nuestro Señor Jesucristo,
nuestro verdadero Dios, uno que es de la santa consustancial Trinidad, principio
de la vida, como perfecto en la divinidad y perfecto el mismo en la humanidad,
verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, compuesto de alma racional y de
cuerpo; consustancial al Padre según la divinidad y el mismo consustancial a
nosotros según la humanidad, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado
[Hebr. 4, 15]; que antes de los siglos nació del Padre según la divinidad, y el mismo,
en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nació del Espíritu Santo y
de María Virgen, que es propiamente y según verdad madre de Dios, según la
humanidad; reconocido como un solo y mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos
naturalezas, sin confusión, sin conmutación, inseparablemente, sin división, pues
no se suprimió en modo alguno la diferencia de las dos naturalezas por causa de la
unión, sino conservando más bien cada naturaleza su propiedad y concurriendo en
una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o distribuído en dos personas,
sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Verbo de Dios, Señor Jesucristo, como de
antiguo enseñaron sobre Él los profetas, y el mismo Jesucristo nos lo enseñó de sí
mismo y el Símbolo de los Santos Padres nos lo ha trasmitido [Conc. Calc. v. 148].
Glorificamos también dos operaciones naturales sin división, sin conmutación, sin
separación, sin confusión, en el mismo Señor nuestro Jesucristo, nuestro verdadero
Dios, esto es, una operación divina y otra operación humana, según con toda claridad
dice el predicador divino León: «Obra, en efecto, una y otra forma con comunicación
de la otra lo que es propio de ella: es decir, que el Verbo obra lo que pertenece al
Verbo y la carne ejecuta lo que toca a la carne» [v. 144]. Porque no vamos ciertamente
a admitir una misma operación natural de Dios y de la criatura, para no levantar lo
creado hasta la divina sustancia ni rebajar tampoco la excelencia de la divina
naturaleza al puesto que conviene a las criaturas. Porque de uno solo y mismo
reconocemos que son tanto los milagros como los sufrimientos, según lo uno y lo
otro de las naturalezas de que consta y en las que tiene el ser, como dijo el admirable
Cirilo. Guardando desde luego la inconfusión y la indivisión, con breve palabra lo
anunciamos todo: Creyendo que es uno de la santa Trinidad, aun después de la
encarnación, nuestro Señor Jesucristo, nuestro verdadero Dios, decimos que sus
dos naturalezas resplandecen en su única hipóstasis, en la que mostró tanto sus
milagros como sus padecimientos, durante toda su vida redentora, no en apariencia,
sino realmente; puesto que en una sola hipóstasis se reconoce la natural diferencia
por querer y obrar, con comunicación de la otra, cada naturaleza lo suyo propio; y
según esta razón, glorificamos también dos voluntades y operaciones naturales
que mutuamente concurren para la salvación del género humano.
Habiendo, pues, nosotros dispuesto esto en todas sus partes con toda exactitud y
diligencia, determinamos que a nadie sea lícito presentar otra fe, o escribirla, o
componerla, o bien sentir o enseñar de otra manera. Pero, los que se atrevieren a
componer otra fe, o presentarla, o enseñarla, o bien entregar otro símbolo a los que
del helenismo, o del judaísmo, o de una herejía cualquiera quieren convertirse al
conocimiento de la verdad; o se atrevieren a introducir novedad de expresión o
invención de lenguaje para trastorno de lo que por nosotros ha sido ahora definido;
éstos, si son obispos o clérigos, sean privados los obispos del episcopado y los clérigos
de la clerecía; y si son monjes o laicos, sean anatematizados.
Bajo el Pontificado del Papa Adriano I. Contra los iconoclastas. La Emperatriz regente,
Irene. Regula la querella de los iconoclastas pronunciándose por el culto de las imágenes,
pero distinguiendo cuidadosamente el culto de veneración del culto de adoración, que
sólo es debido a Dios.
Entre Oriente y Occidente, y entre sus capitales imperiales como fueron Roma y
Constantinopla hubo siempre antagonismo ya fuere en el aspecto político como en el
religioso. Si el Papa es el primero en la cristiandad, el segundo lugar lo ocupa, sin duda,
el patriarca de Constantinopla. A mediados del siglo noveno un ambicioso personaje
ocupó la silla patriarcal, su nombre fue Focio; cometió toda clase de arbitrariedades y
exacerbó los ánimos de los orientales contra Roma. Esta grave situación decidió la apertura
de un nuevo concilio.
Papa Adriano II Contra el Cisma del emperador Focio. Con el apoyo del emperador
Basilio el Macedonio.
Condenación de Focio. Confirmación del culto de las imágenes. Afirmación del Primado
del Romano Pontífice.
Los ocho primeros concilios se desarrollaron en el Oriente por ser ahí donde se
originaron las controversias. En el siglo once el Oriente se separa de Roma y los
concilios - trece más hasta el presente - se celebraron en el Occidente de Europa.
Capítulo III
LOS PADRES DE LA IGLESIA: SU
IMPORTANCIA PARA LA TRADICIÓN.
LA PATRÌSTICA ORIENTAL Y OCCIDENTAL
El inmenso esfuerzo de formulación del dogma expuesto en el capítulo anterior fue llevado
adelante gracias a la acción de una serie de personajes excepcionales que se conocen con
el nombre de “Padres de la Iglesia”. Los Padres reunían en sí la ciencia sagrada y la
santidad que públicamente la Iglesia reconocía. Este rasgo de santidad les diferenciaba
de los simples “escritores eclesiásticos”.
La Patrística va del siglo IV al VIII pero la edad de oro fueron los siglos IV y V. Se distinguen
los Padres Occidentales que escribieron el latín y los Padres de Oriente que escribieron
además de en griego en sirio, copto, armenio, georgiano, árabe, etc. Trataremos en este
capítulo de los principales Padres tanto orientales como latinos.
Juan Pablo II en la Carta Apostólica Patres Ecclesiae (27-I-1980) afirma que: “Padres de la
Iglesia se llaman con toda razón a aquellos santos que con la fuerza de la fe, con la
profundidad y riqueza de sus enseñanzas la engendraron y formaron en el transcurso de
los primeros siglos.”. Éste término se aplica a los grandes escritores, anteriores al año 750
que reúnen en sí tres rasgos: ortodoxia de la doctrina, santidad de vida y aprobación de
la Iglesia
Iglesia.
Capítulo IV
LA VIDA ASCETICA Y EL MONACATO
La palabra ascética viene del verbo griego askéo que significa “ejercitarse” y se refiere al
conjunto de medios para alcanzar la perfección espiritual cristiana. La vida ascética se
remonta a los orígenes del Cristianismo. Durante los tres primeros siglos hombres y
mujeres abrazan una vida de plena imitación de Cristo. Hacen promesa de guardar
perfecta castidad “por amor al Reino de los Cielos” y se ejercitan en la oración, penitencia
y obras de misericordia.
La tradición ascética cristiana da paso, desde el principio del siglo IV al monacato que
tanta importancia habría de tener en la Historia de la Iglesia. El Monacato se caracteriza
por un estado de consagración a Dios retirándose del mundo, saliendo del ambiente de
poco fervor que se manifestó después de la libertad de la Iglesia por la llegada de
muchedumbres de neófitos de espíritu mediocre y costumbres paganas. Veamos a
continuación dos figuras relevantes del origen del Monacato: San Pacomio y San
Basilio de Cesarea.
El período que siguió a las persecuciones, con la aceptación del cristianismo por
Constantino y la integración definitiva de la Iglesia en la sociedad y el abandono de
muchos de los postulados y principios en que el cristianismo se había basado hasta
entonces, debió acelerar e intensificar el proceso. El anacoretismo se convirtió en
una forma de rebelión y de protesta social y religiosa y el ejemplo se trasplantó a
otros muchos lugares del Imperio. Pero nunca fue un movimiento organizado. Era
el tiempo del individualismo, de la protesta individual, que no aspiraba a
transformar ni a crear algo nuevo que reemplazase aquello de lo que se huía.
Representó la concepción del cristianismo como salvación del individuo frente a
una concepción social, en grupo, urbana y civilizada defendida por ejemplo en san
Pablo y su idea del «cuerpo místico». El anacoreta lucha solo y los enemigos que
tiene que vencer son enemigos personales, el cuerpo y su expresión más cuajada, la
sexualidad, y el demonio. Para él no existe el concepto de pecado social, todos los
pecados son individuales.
8
http/www.geocities.com/pro-ortodoxia/06
En este contexto surge la figura y la obra de San Pacomio, que trató de dar una
organización y una sistematización a este movimiento ascético. San Pacomio fue
uno de estos miles de campesinos egipcios que se sintieron atraídos por el desierto
en la segunda mitad del siglo III e iniciaron una vida anacorética. Pero, como otros
muchos, experimentó pronto las deficiencias que ofrecía y los peligros a que daba
lugar la vida solitaria. Esta experiencia había llevado a muchos a formar colonias
de anacoretas que llevaban una cierta vida en común, reuniéndose para celebrar
algunos servicios, como los actos litúrgicos. Se trataba, a lo que sabemos, de
comunidades embrionarias y escasamente organizadas. San Pacomio fue, si no el
primero que lo intentó, sí el primero que logró una sistematización y organización
de estas colonias que dio lugar a una forma de vida comunitaria o cenobítica (koinos
bios). La implantación y la generalización de ésta supuso un notable avance sobre
lo que ya existía y dio origen a las primeras formas de vida comunitaria que serán
el punto de partida de todas las formas de monacato posteriores.
San Pacomio es, en mayor medida aún que San Antonio, un típico representante de
los propietarios campesinos egipcios escasamente influidos por la civilización
urbana mediterránea. Originario de una aldea de la Alta Tebaida, Esne, pertenecía
a una familia de campesinos pagana, y fue durante su servicio militar en el ejército
romano cuando se convirtió al cristianismo y experimentó la llamada del desierto».
Sus biógrafos narran su conversión a partir de una experiencia vivida recién enrolado
en e! ejército: conoció a unos cristianos que se dedicaban a ayudar y consolar a los
reclutas enrolados de mala gana. Este ejemplo le llevó a convertirse al cristianismo
y hacer la promesa de dedicarse a ayudar a los demás si lograba librarse del ejército.
Poco después fue liberado contra toda esperanza. Cabe preguntarse si en esta
narración no se oculta una explicación «piadosa» de su deserción del ejército.
Hacia el 320 llevó a cabo la fundación del primer cenobio o koinonia en Tabennesi,
cerca de su lugar natal, y a éste le siguieron otros hasta un total de nueve, dos de
ellos femeninos. Del mismo modo que San Antonio no fue iniciador del anacoretismo
sino que con él adquirió éste carta de naturaleza, tampoco San Pacomio ideó por
vez primera la vida en común, pues ya antes de él había habido otros intentos que
habían tenido escaso éxito, al igual que fracasaron los primeros intentos del propio
San Pacomio. De estas experiencias frustradas, propias y ajenas, debió extraer las
consecuencias para la organización de sus comunidades. Estas, en efecto, se
presentan como una experiencia imaginativa y eficaz, pero basada en una perfecta
organización de la vida comunitaria capaz de satisfacer las aspiraciones de las
personas que acudían.
La clave del éxito de San Pacomio creemos que radica en que supo hacer compatible
el espíritu individualista y las exigencias de una vida en común organizada. Cada
koinonia constaba de una serie de «casas» dispersas en un amplio recinto cerrado
por un tapial. En cada una de estas «casas» vivían unas veinte personas que llevaban
una vida con gran independencia, con su propia celda individual o para dos
personas. Incluso, aunque existían una serie de servicios comunes (cocina, comedor,
despensa, biblioteca, etc.), cada monje gozaba de una amplia libertad para asistir a
los servicios comunes, rezos, comida, trabajo... Pero, basado en una fluida jerarquía,
creó un perfecto entramado en el ámbito de cada koinonia y de éstas entre sí. Cada
Se impone de modo evidente que San Pacomio organiza sus comunidades tomando
como modelo la sociedad egipcia que lo rodea y que a partir de ésta trata de montar
una comunidad independiente. Si el anacoreta huía al desierto como acto
individualista de rechazo de la sociedad en que vive, Pacomio lleva más adelante
esta protesta organizando una sociedad paralela a la sociedad civil imperante, pero
tomando a ésta como punto de referencia. Cada koinonia se configura como una
aldea, e incluso algunas fuentes las denominan «pueblo», formada por familias
agrupadas en «casas». El recinto que las rodea es un verdadero «témenos» que
marca esta condición de separación y apartamiento y resalta su condición de lugar
sagrado, separado del mundo. Se trata de verdaderas «repúblicas» independientes
plasmadas sobre el modelo de organización de las aldeas egipcias y de la estructura
administrativa romana.
La piedad y las prácticas religiosas preconizadas por San Pacomio muestran también
su adaptación al medio popular y campesino egipcio. Pacomio huye de los duros
ejercicios ascéticos que caracterizaban a los anacoretas, su regla es moderada y
clemente, la piedad se basa en la recitación de salmos y otros pasajes bíblicos,
aprendidos de memoria, dos veces al día. En todo esto se refleja la concepción de
un cristianismo popular, que se reafirma en el hecho de que el propio Pacomio y
sus inmediatos sucesores no fueron ordenados presbíteros, ni tampoco quería que
lo fuesen sus monjes. La contraposición con el cristianismo oficial imperante es
evidente. Aunque San Pacomio no rompe con la jerarquía eclesiástica y es respetuoso
con ella, sin embargo no recomienda el acceso de sus monjes a las órdenes sagradas,
consejo que se basa en que generalmente son «origen de celos, envidias y discordias».
Cuando surge el problema del arrianismo, San Atanasio, como es bien sabido, se
convirtió en uno de los principales defensores y portaestandarte de la teología nicena,
y en la lucha que emprendió contra los arrianos supo atraerse el apoyo de los monjes
egipcios. La Vita Antonii le ofreció la oportunidad de consolidar y difundir esta
alianza presentando una imagen del gran anacoreta leal a la causa del obispo y al
credo niceno. Este hecho tuvo una enorme trascendencia pues, cuando, tras la muerte
del emperador Valente (378), se impuso en Oriente la teología nicena, la mayoría
de los monjes egipcios eran seguidores de esta concepción, lo que facilitó en gran
medida el entendimiento entre la Iglesia y los monjes. La importancia que este hecho
tuvo se puede deducir de la comparación con lo que sucedió en el siglo siguiente
con el monofisismo: en este caso la mayor parte de los monjes orientales, en Siria y
Egipto principalmente, se adhirieron a esta doctrina, lo que provocó una ruptura
de hecho de estos países con el Estado bizantino y abrieron la vía a la conquista
musulmana de estos territorios.
Contemporáneo, aunque más joven que San Atanasio, fue San Basilio de Cesarea.
También Basilio jugó en el campo doctrinal junto con los otros obispos denominados
Padres capadocios, a saber, su hermano San Gregorio de Nisa y su amigo San
Gregorio de Nacianzo, un papel decisivo en el triunfo de la teología nicena. Pero
fue su actividad en el ámbito del movimiento monástico lo que aquí queremos
resaltar. San Basilio pertenecía a la aristocracia helenizada de las regiones interiores
de Asia Menor que había aceptado pronto el cristianismo. Fue un hombre
profundamente imbuido de la cultura clásica, estudió en Constantinopla y Atenas,
pero cuando iniciaba una brillante carrera como rétor y político se sintió también
profundamente atraído por el ascetismo monástico. El principal difusor de éste en
el interior de Asia Menor era en esta época Eustacio de Sebaste, quien preconizaba
un ascetismo extremo con marcada influencia encratista. Eustacio se había ganado
a la hermana y a la madre de San Basilio y después al propio Basilio, que se hizo un
ferviente seguidor suyo. Llevado del afán por conocer mejor las experiencias
monacales realizó un viaje por Oriente y Egipto, donde entró en contacto con el
cenobitismo pacomiano. Esta experiencia debió influir profundamente en él. Vuelto
a su tierra hacia el 358, se retira a una propiedad familiar en el Ponto, donde con un
grupo de seguidores, entre ellos San Gregorio Nazianceno, crea una comunidad.
Pero esta experiencia de retiro ascético iba a durar poco. Hacia el 362 o 364 el obispo
de Cesarea de Capadocia, Eusebio, le convenció para que se ordenara sacerdote, se
convirtió en un auxiliar indispensable suyo e inició en la diócesis una enorme
actividad pastoral y social. Ésta se incrementó cuando en el 370 fue elegido sucesor
suyo, como obispo de Cesarea y metropolitano de Capadocia. Hasta su muerte en
el 378 desplegaría una acción incansable en todos los órdenes, eclesiástico, social y
político, que harán de él uno de los personajes más representativos e influyentes de
su época.
Si nos hemos detenido en señalar una serie de datos biográficos de San Basilio, se
debe a que consideramos que resultan imprescindibles para valorar la influencia
que tuvo en la evolución de la historia del monacato antiguo, pues le dio un rumbo
nuevo y una nueva concepción que lleva el sello de las experiencias fundamentales
que marcaron su propia vida: el componente ascético y rigorista de Eustacio de
Hemos señalado antes los diversos factores que influyeron en su formación. A ello
hay que añadir que en San Basilio se dan casi todas las características del «hombre
nuevo» que encarnan las élites dirigentes del bajo Imperio en el Oriente del mismo:
aristócrata y terrateniente, profundamente apegado a la vida urbana, rétor y amante
de la cultura griega, pero con profundas convicciones cristianas, monje, presbítero
y obispo. Hubo un hecho que creemos resultó decisivo en su vida: cuando, llevado
de sus entusiasmos ascéticos, vivía retirado en lo que él consideraba una vida casi
idílica en sus posesiones de Annesi, a orillas del río Iris en el Ponto, cedió a las
presiones del obispo de Cesárea para ser ordenado sacerdote y compartir con él las
responsabilidades del gobierno de la metrópoli. San Basilio aceptó, pero no renunció
a seguir siendo monje. Hizo compatible la vida monacal con su actividad incansable
al frente de la Iglesia. Este ideal nuevo de monje y hombre de acción, de asceta y de
miembro de la jerarquía eclesiástica que él realizó en su vida, trató de infundirlo en
su concepción del monacato que va desglosando a lo largo de sus obras literarias.
Sacó a sus monjes del retiro de las montañas del Ponto y los convirtió en
colaboradores activos de sus labores benéficas, asistenciales y eclesiásticas. La vida
monástica se convirtió para él en una simple preparación o «noviciado» para la
vida activa. Más que en una serie de peculiaridades formales respecto a los modelos
cenobíticos anteriores, creemos que radica aquí el gran giro que Basilio acertó a dar
al monacato y que determinó de modo decisivo el futuro de la Iglesia y de la vida
monástica.
CONCLUSION
El destino de Occidente fue muy diverso. Allí el monacato sirvió seguramente para
desintegrar aún más una sociedad que ya estaba profundamente dividida. La historia
del monacato occidental es otra historia distinta. San Benito se inspirará en san
Basilio, pero el monacato que implanta se corresponde con unos ideales y una
sociedad totalmente diferente. San Benito abandonó Roma para retirarse a Subiaco
y Monte Casino; San Basilio abandonó su retiro del Ponto para integrarse en su
ciudad natal. El destino de una y otra parte del Imperio fue totalmente diferente: la
diversa fortuna del monacato entre finales del IV y comienzos del V marcan
claramente las diferencias entre dos tipos de sociedad. Esto no significa no reconocer
el papel desempeñado por el monacato occidental en la conservación de la cultura
antigua, sino que esto se realizaría en Occidente de distinta forma, hasta evolucionar
(siglos mas tarde) a las formas políticas y religiosas típicas de la sociedad medieval
de cuño latino, cuya realidad era absolutamente diferente a la del Mundo bizantino
medieval bajo la ocupación islámica.
TERCERA PARTE
LA CONVERSION DE LOS PUEBLOS BARBAROS
Capítulo I
LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO DE
OCCIDENTE Y LA CONVERSIÓN DE LOS
PUEBLOS BÁRBAROS
En este primer capítulo de la tercera parte del libro base vamos a ver cómo, tras la caída
definitiva del Imperio Romano de Occidente, el cristianismo abre sus puertas a otras
culturas, lo que se conoce en la historia como invasiones bárbaras que por diversas
circunstancias llegan a territorios del Imperio Romano. Esto constituye un hecho de gran
importancia para la Historia del Cristianismo pues con estas invasiones se expande entre
estas culturas.
Pueblos germánicos
germánicos: No se convierten directamente del paganismo al cristianismo Católico
ya que pasan por un estadio intermedio que es el Arrianismo que se introduce en el
mundo germánico a través de los
visigodos, pueblo asentado en la Dacia
9
y que presionado por los hunos
solicitan al Emperador Valente poder
establecerse en suelo imperial
manifestando su disposición de aceptar
las leyes romanas e incluso a hacerse
cristianos. El Emperador acepta y como
era arriano envía miembros de este
movimiento a evangelizar a los
visigodos por lo que antes de finalizar
el siglo IV el pueblo visigodo estaba
totalmente arrianizado. De esta forma
el arrianismo llegó a ser la religión de
los pueblos germánicos instalados en
tierras del Imperio Occidental.
9
Los hunos son un pueblo de pastores nómadas que invadieron la Europa del SE hacia el 370 y
crearon un enorme imperio en los ochenta años siguientes. (Los heftalitas que invadieron Irán e India
en los siglos V y VI y los hiung-nu que acosaron anteriormente China son a veces identificados como
hunos, lo que no es del todo seguro). Quizá sean el pueblo llamado en chino xun (los griegos los
llamaron jounoi), quizá parte de los hiung-nu mencionados por las fuentes chinas, de familia turca y
escritura rúnica. Cruzaron el Volga después del 350, cayeron sobre los alanos (entre el Volga y el
Don), ostrogodos (entre el Don y el Dniéster) y visigodos (Dacia) y forzaron el limes romano del
Danubio.
Es de destacar en este contexto histórico en que todos los reinos germánicos profesan el
arrianismo, que el pueblo franco, su opción religiosa fue directamente el cristianismo
católico que culminó con el Bautismo del res franco CLODOVEO.
Pero hay que señalar que no todo fue beneficio para el avance del Cristianismo ya que en
ciertas regiones, las invasiones bárbaras, provocaron un retroceso del Cristianismo como
es el caso de la antigua Bitania Romana que se convirtieron mucho más tarde por iniciativa
del papa Gregorio Magno.
En los siglos sucesivos el Cristianismo llega a los pueblos del Centro y Oriente de Europa.
La conversión de estos pueblos se hace coincidir con el Bautismo de sus respectivos
príncipes:
Pero en realidad la cristianización de estos pueblos es una larga labor que se prolonga
durante siglos como es el caso de los pueblos eslavos. Tanto la Iglesia latina (Roma)
como Bizantina (Constantinopla) se proponen su evangelización, pero son los hermanos
Cirilo y Metodio los que logran su evangelización. Eslavos Occidentales se unen a la
Iglesia Latina y los eslavos orientales quedan en el Patriarcado de Constantinopla.
Por último la cristianización de Escandinavia y los Países Bálticos donde los wikingos
ofrecieron una gran resistencia por su vigoroso paganismo que atacaba violentamente la
fe cristiana, surgiendo, más tarde, entre ellos un clero autóctono que fue el más eficaz
para cristianizar a su pueblo.
Pero el Cristianismo del mundo mediterráneo sufre, en el siglo VII, un duro golpe por la
invasión islámica que se extiende rápidamente tras la muerte de Mahoma apoderándose
de una buena parte del Oriente Cristiano y en el año 711, desde el Norte de África penetran
en la Península Ibérica en la que permanecen durante casi ocho siglos.
Capítulo II
EL CRISTIANISMO EN LA EUROPA
FEUDAL
En este capítulo se estudiará las relaciones de la Iglesia con el reino de los francos una vez
que no cuenta con la protección del Imperio Oriental, que había sido durante siglos el
brazo protector del Pontífice Romano, pero que en esta época está agobiado por la
constante presión del Islam. El reino franco le ofrece el apoyo que el Papa necesitaba.
Tras una pregunta al Papa Zacarías del mayordomo del Reino franco, Pipino el Breve, la
respuesta tiene graves consecuencias políticas ya que señala el fina del reino merovingio
y el nacimiento de la Francia Carolingia con unción regia de Pipino por el papa Esteban
II.
Carlomagno, hijo de Pipino y que le sucede en el trono es una de las figuras sobresalientes
en la forja de la Cristiandad medieval y que es coronado en San Pedro de Roma por el
papa León III, renaciendo así el Imperio Occidental frente al griego de Constantinopla.
La principal misión del Emperador era la protección de la Iglesia y de la Sede Romana.
Pero el Imperio de Carlomagno, ideado por él a su medida, tras su muerte inició una
decadencia de la autoridad suprema y la crisis de la sociedad por la disgregación feudal
y que afectó de forma importante a la Iglesia que al igual que la sociedad civil se vio
amenazada. El exponente más representativo de este impacto producido por la crisis
feudal fue lo que se ha venido en llamar ”Siglo de Hierro” del Pontificado que abarca
desde el inicio del siglo X hasta mediados del XI. La débil autoridad imperial dejó a la
sede Apostólica sin su protección y la consecuencia fue que la Iglesia cae en manos de
señores feudales que ejercen una opresora tiranía sobre la sede papal. Algunos de estos
señores feudales dispusieron a su antojo del Pontificado que fue ocupado por adolescentes
y hombres de una moral lamentable. La supervivencia de la Iglesia en este período es
claro signo de la asistencia divina sobre ella.
Pero no todo fue negativo. En esta misma época surgen varios procesos históricos que
confluyen en un esplendor religioso y cultural de la Cristiandad medieval como fue la
erección del Monasterio de Cluny que ejercerían una gran influencia en la vida espiritual
y social de Occidente. Este monasterio en directa dependencia del Romano Pontífice y
por lo tanto estaba exento de toda autoridad inferior tanto eclesiástica como civil. La
llamada Orden de Cluny se extendió por todo el occidente y los cluniacenses representaron
un movimiento de gran importancia en la renovación cristiana.
Otra figura relevante en la construcción de la Europa cristiana fue el rey germano Otón I.
Tras la victoria contra eslavos y magiares fue coronado emperador en Roma. De esta
forma el Imperio Germánico venía a suceder al Carolingio como imperio cristiano
occidental. Otón I asumió la misión de proteger los Estados Pontificios y el control de las
elecciones papales. Su sucesión en la figura de Enrique III puso final definitivo al domino
feudal de la Sede Pontificia.
Capítulo III
EL CISMA DE ORIENTE
Vamos a ver en este capítulo cómo la división del Imperio Romano en dos, Oriente y
Occidente abra una brecha entre el mundo latino y el mundo griego, brecha que se hace
siempre más profunda con el correr de los tiempos hasta cristalizar en el enfrentamiento
y el cisma.
Una de las causas más relevantes de tensión y discordia entre el Oriente y el Occidente
cristiano fue el encumbramiento del Patriarcado de Constantinopla ya que el Concilio de
Calcedonio le otorgó autoridad y jurisdicción sobre territorios que no pertenecían a los
otros tres Patriarcados Orientales por lo cual se convirtió en el principal Patriarcado del
Oriente, que competía con el Pontificado romano y por otra parte Roma se alejaba cada
vez más por su vinculo con emperadores francos y germanos. Estos hechos provocan un
largo proceso de debilitamiento de la comunión eclesiástica.
Por otra parte está lo que el autor denomina el problema de los búlgaros. Bulgaria, en el
Este de Europa, se convierte al cristianismo a través de su príncipe Boris quien en un
Capítulo IV
LAS RELACIONES ENTRE EL
PONTIFICADO Y EL IMPERIO
En la Europa medieval el Cristianismo unía a varios pueblos que formaban una amplia
comunidad espiritual y cultural por encima de particularidades y estructuras políticas.
La política consideraba a la Cristiandad, un organismo vivo a cuya cabeza estaban dos
supremas autoridades:
Esta unidad llegó hasta la Baja Edad Media, la época de los Estados y las soberanías
nacionales. Pero la Cristiandad no llegó a constituir una Institución Supranacional porque
los reyes de Francia, Inglaterra y España no reconocían poder superior al de ellos en la
tierra. Este hecho trajo consigo conflictos, como ya se ha indicado en capítulos anteriores,
en las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
La estrecha relación existente entre las dos supremas autoridades legó a tal punto que el
rey era coronado Emperador por el Papa y a su vez, el Emperador controlaba el buen
orden de la elección Pontificia, Pero llegó la discordia porque tanto el poder espiritual
del Papa como el temporal del Emperador pretendieron la supremacía sobre la
10
Los griegos sostienen que el Espíritu Santo procede del Padre y no del Hijo, y rechazan la palabra
Filioque
El Pontificado no podía seguir dependiendo del Emperador por lo cual los Papas
Alemanes y los eclesiásticos romanos lucharon por la ”libertad de la Iglesia”. Esa fue la
meta de los Papas Gregorianos que detectaron tres males que sufría el clero:
Este último mal enfrentó al Papa Gregorio VII con el Emperador Enrique IV. En la mente
del Papa correspondía al Pontificado implantar en el mundo la ”justicia cristiana”, en
virtud del axioma gregoriano de que la supremacía en el mundo pertenecía al Papado,
titular del poder espiritual en la Cristiandad y que esta supremacía se extendía al orden
temporal.
Capítulo V
EL APOGEO DE LA CRISTIANDAD
Los siglos XII y XIII son de gran relevancia para la vida de la Iglesia y de la sociedad en
general, de tal forma que son conocidos como los siglos cumbres de la Cristiandad. La
figura central de esta época es el Papa Inocencio III que representa la supremacía del
poder espiritual en relación al poder temporal. La firme autoridad de Inocencio III sobre
reyes y príncipes logró evitar males políticos y espirituales obteniendo la aceptación y
obediencia de toda la cristiandad. Su increíble vitalidad renovó con admirable creatividad
la vida espiritual y humana de la Cristiandad.
Esta época también fue Conciliar. Hasta esta época ningún concilio se había reunido en
Occidente pero en este período se celebraron 6 concilios y sínodos que, a diferencia de los
anteriores, fueron convocados y presididos por el Papa y trataron sobre asuntos
disciplinares relativos a la vida del clero y de los fieles. El gran concilio de esta época fue
el IV de Letrán.
En el siglo XIII, época en la que el Pontificado había alcanzado su más alto poder temporal
y un afán de lucro impulsa a la burguesía, surgen dos hombres: Francisco y Domingo
que reivindican la pobreza evangélica como virtud fundamental de la vida religiosa y
fundan conventos en el corazón de las ciudades. San Francisco (+ 1226) funda la orden de
los ”Frailes Menores” y en 1209, Santo Domingo de Guzmán, funda la orden de
Predicadores que desempeñó una gran labor en la defensa de la fe.
Fue también la época clásica de las ciencias sagradas. La Teología Escolástica que había
nacido en el siglo XI, aporta una cosmovisión basada en el conocimiento natural y
sobrenatural transmitido por la Revelación. Son muchas las figuras destacables dentro
de la Teología Escolástica y el siglo XIII destaca por constituirse el aristotelismo cristiano
preparado por San Alberto Magno y llevado a término por Santo Tomás de Aquino que
por su gran obra doctrinal recogida en la ”Suma Teológica” el Papa León XIII dispuso
que fuera la base de enseñanza en los Centros de Estudios Eclesiásticos.
Por otra parte, en esta época se ponen también las bases de lo que será más tarde el
Primer Código de Derecho Canónico en 1917.
Otra característica cristiana de estos siglos fue la Cruzada en la cual, bajo la dirección del
Papa, príncipes y pueblos tomaron el camino de Oriente para liberar el santo Sepulcro,
en manos de los musulmanes.
Capítulo VI
LA HEREJÍA MEDIEVAL
Resulta paradójico que junto al esplendor alcanzado por el cristianismo en los siglos XII
y XIII se vea amenazada la unidad de la fe por el surgimiento de movimiento heréticos.
Uno de estos brotes de herejía tiene su origen en las expresiones extremas de la pobreza
franciscana representada por grupos radicales (”humillados” y ”fraticelos”) que dan lugar
valdeses
valdeses” que llegaron a una ruptura total con la Iglesia y que más tarde se integraron
a los ”valdeses
a la Reforma Protestante.
11
Pero la gran herejía de la época fueron los ”cátaros” o ”albigenses” rebrote tardío de
una vieja corriente religiosa que mezclaba elementos gnósticos con otros dualistas y que
11
Cátaros: Difundidos con sorprendente rapidez por el Mediodía de Francia, en la región de Albi (donde
se hicieron muy poderosos y recibieron el nombre de albigenses) y por la Italia septentrional (donde
se les dio también el nombre de Patarinos), los cátaros (del griego = puros, perfectos) constituyeron
entre los siglos XI y XII la más peligrosa herejía, no sólo dentro de la Iglesia sino también dentro de la
sociedad civil.
El catarismo era una extraña mezcla, sobre un fondo decididamente maniqueo, de herejías pasadas
como el docetismo y el gnosticismo, y de religiones orientales. Según los cátaros más rigoristas, los
dos principios del bien y del mal, siempre en perpetua lucha en el mundo, son igualmente eternos y
omnipotentes; según los cátaros más mitigados, el principio del mal es una criatura de Dios, un ángel
caído, llamado Satanás, Lucifer o Luzbel, y que habría creado el mundo visible de la materia, en
oposición al mundo invisible de los espíritus buenos creados por el principio del bien. La creación del
hombre es obra del principio del mal que logró seducir y aprisionar en los cuerpos algunos espíritus
puros. Para poder salvar a estos espíritus puros encerrados en cuerpos humanos, Dios envió su
Palabra por medio de un mensajero, Jesús, que era un ángel fiel y que Dios, por esta aceptación
redentora, le llamó su Hijo. Jesús bajó a la tierra y, con objeto de no tener ningún contacto con la
materia, tomó un cuerpo aparente y vivió y murió aparentemente como un hombre. Jesús enseñó que
el camino de la salvación consiste en renunciar a todo aquello que tenga sabor carnal si quiere uno
liberar el espíritu puro que está encerrado y aprisionado dentro de nosotros. Por eso es pecado no
sólo el matrimonio sino también el uso de los alimentos carnales; el ideal de santidad sería el suicidio
como medio para escapar y sustraerse voluntariamente a la influencia del principio del mal. Al fin del
mundo, todos los espíritus se verán libres y gozarán de la gloria eterna; no habrá infierno para nadie
puesto que cada uno habrá obtenido la salvación a través de reencarnaciones purificaciones.
Los seguidores del catarismo se distinguían en puros o perfectos y en creyentes. Los puros o perfectos
vivían en absoluta separación de los bienes de la tierra, en rigurosa ascesis, y evitaban todo contacto
carnal («el matrimonio es un lupanar» y dar hijos al mundo significa procrear diablos: «Rogad a Dios
que os libre del demonio que lleváis en vuestro seno», decía un puritano de la secta a una mujer
encinta); los puros llegaban a este estado con una especie de imposición de las manos y del libro de
los Evangelios. Un ritual cátaro de Lyon nos ha conservado las particularidades de este rito de los
puros; la ceremonia se iniciaba con el servitium, o sea, con la confesión general hecha por todos los
presentes; después, el candidato se ponía ante una mesa en la que estaba apoyado el Evangelio, y
respondía a las preguntas que le hacía el decano de los perfectos o puros; después se pasaba al
melioramentum, que consistía en la confesión del candidato, tras lo cual el decano le signaba con el
Evangelio. Decano y candidato recitaban una estrofa del Pater noster. Después llegaba ya el
consolamentum, que era una especie de promesa por parte del candidato de renunciar a los alimentos
carnales, a la mentira, al juramento y a la lujuria. Al principio se les imponía el vestido negro de la
secta, que podía ser sustituido por un cordón negro en tiempo de persecuciones.
Los creyentes, por su parte, debían venerar y respetar a los elegidos y alimentarlos; no estaban
obligados a las abstinencias carnales; en lugar del matrimonio se les aconsejaba el concubinato,
pues no teniendo éste como finalidad la procreación de los hijos, no prolongaba la obra de Satanás;
sólo en el lecho de muerte podían los creyentes recibir el consolamentum, que era su regeneración.
El culto de los cátaros comprendía: la comida ritual, en la que un perfecto bendecía y partía el pan
que, luego, se dividía entre los presentes; el melioramentum, que tenía lugar cada mes y consistía en
una confesión general seguida de tres días de ayuno. Todas las ceremonias concluían con el beso de
paz que todos los presentes al rito se daban sobre ambas mejillas.
El catarismo desapareció muy pronto debido a la feroz represión existente bajo el nombre de cruzada
contra los albigenses, dirigida por Simón de Monfort y concluida con la batalla de Muret, el 12 de
septiembre de 1213.
Entre los apóstoles evangelizadores de los países contaminados de catarismo es preciso recordar a
San Bernardo, al obispo español Diego de Acevedo y a la Orden de los Frailes Predicadores fundada
por Santo Domingo de Guzmán.
Gregorio IX que instituyó la Inquisición Pontificia para salvaguardar la fe. Esta Institución
tuvo graves defectos pues no se justifica la muerte por el hecho de ser hereje.
También, en la Baja Edad Media surgieron otras doctrinas heréticas en las que hay que
destacar los escritos del profesor de la Universidad de Oxford, Wiclef y las doctrinas del
sacerdote y maestro de la Universidad de Praga Juan Huss. Las doctrinas de éste último
tuvieron una gran acogida en su tierra de Bohemia y su condena por hereje y muerte en
la hoguera hizo que sus compatriotas lo tuvieran como mártir religioso y héroe nacional
surgiendo así los husitas y dentro de ellos los husitas moderados que recibieron la
denominación de ”utraquistas”
S egundo
BIMESTRE
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
√ Conocer las heridas que el cristianismo sufre en la edad moderna por dos grandes
cismas.
CONTENIDOS
CUARTA PARTE
LA IGLESIA EN LA EDAD MODERNA
QUINTA PARTE
LA IGLESIA EN LA EDAD CONTEMPONAREA
CUARTA PARTE
Capítulo I
LA CRISIS DE LA CRISTIANDAD
EL PONTIFICADO DE AVIÑON
En el Capítulo anterior hemos apuntado la rivalidad que existe entre el poder
político, representado en el Emperador Federico II, que ejercía sus derechos
soberanos sobre Nápoles y Sicilia y el poder eclesiástico del papa Inocencia III,
que veía los Estados Pontificios rodeados por los dominios germánicos. Esta
rivalidad se prolongó con el Pontificado de Gregorio IX y de Inocencio IV que
fueron grandes adversarios del Emperador lo que generó un conflicto que
dividió a Italia en dos bandos: los ”güelfos” partidarios del Papa y los
”gibelinos” seguidores del Emperador.
Con la crisis del Imperio y la falta de unidad cristiana surge, entre los pueblos
germánicos, un resentimiento contra Roma y a la vez, en el seno de la Iglesia,
se siente el gran deseo de un Pontificado más espiritual. Tras asumir el papado
un ermitaño que toma el nombre de Celestino V y que renuncia a los pocos
mese, consciente de su incapacidad para gobernar la Iglesia, es elegido papa
Bonifacio VIII que está más preocupado por la primacía de su autoridad que
por su misión evangelizadora.
francés por un largo período. En esta sede el papado se afrancesó perdiendo universalidad.
En esta época aparecieron famosos doctrinarios antipapales. Marsilio de Padua, que había
sido rector de la Universidad e París fue el autor de una obra antipapal Defensor Pacis
que rompía abiertamente con la tradición doctrinal cristiana. La nueva política proclamaba
la absoluta soberanía del Estado, sin dependencia alguna del Pontificado.
El anhelo de los mejores espíritus de la Iglesia era el retorno a Roma del Papado. La
pacificación de los Estados Pontificios facilitó el retorno y por fin, Gregorio XI abandonó
Aviñón y regresó a Roma entre el fervor popular.
Parecía que había finalizado esta época triste de la Iglesia pero con la muerte de Gregorio
XI se abrió de nuevo la larga crisis de la Iglesia: El cisma de Occidente.’’
Capítulo II
EL CISMA DE OCCIDENTE Y EL
CONCILIARISMO
En este capítulo veremos en qué consistió el Cisma de Occidente. El Papa que de nuevo
estableció en Roma la sede papal, Gregorio XI después de catorce meses moría. El sacro
colegio de cardenales tenía que elegir sucesor y contaba con una gran mayoría de
cardenales franceses pero el pueblo romano deseaba un papa italiano ante el riesgo de
un nuevo retorno del papado a Aviñón. En un clima de pasión popular el Cónclave eligió
Papa a un italiano que tomó el nombre de Urbano VI. A los pocos meses, la mayoría
francesa de los Cardenales del Sacro Colegio abandonó Roma y declaró inválida la elección
papal alegando que se había realizado bajo la presión del pueblo, por lo cual este grupo
mayoritario de cardenales franceses ese mismo año, 1378 designó para a uno de ellos que
tomó el nombre de Clemente VII y que se instaló nuevamente en Aviñón. Los dos papas,
Urbano VI en la sede de Roma y Clemente VII en Aviñón se excomulgaron mutuamente
quedando abierto el Cisma.
Se planteó entonces un dilema ¿Cuál de los dos era el legítimo Papa? ¿Había influido el
pueblo romano en el ánimo de los cardenales hasta el extremo de privarles de libertad y
hacer por lo tanto inválida la elección de Urbano VI? Si la primera elección había sido
válida, era Urbano VI el legítimo papa pero si no lo había sido, Clemente VII era el
verdadero Papa. La confusión creada por el Cisma hizo que la Cristiandad se dividiera y
los reinos de unieran a una u otra obediencia. El Cisma se prolongó por largo tiempo y se
sucedieron los papas en ambas sedes pese al deseo de unidad que existía en el pueblo
cristiano pero en un deseo de resolver el problema un grupo de cardenales romanos y
otros de Aviñón celebraron un concilio en Pisa para poner fin al Cisma. En este concilio
se depuso tanto al Papa de la sede de Roma como al de la Sede de Aviñón y eligió como
único Papa a Alejandro V. Este hecho, lejos de resolver el problema lo agravó porque
ninguno de los dos Papas abdicaron con lo que la cristiandad quedó dividida no en dos
sino en tres obediencias.
Ante la grave situación de la Iglesia surge la idea de que sólo un Concilio universal podría
poner fin a esta situación tan lamentable. Fue entonces cuando el recién Emperador alemán
Segismundo, obtuvo del ”papa de Pisa Juan XXIII” la convocatoria del concilio ecuménico
de Constanza en el que se dieron convocatoria todas las naciones cristianas de Europa.
Un hecho singular fue el sistema de votación por naciones: francesa, inglesa, alemana,
italiana y española y otro voto más al Colegio de Cardenales, pero el hecho de mayor
transcendencia del Concilio se dio cuando el papa Juan XXIII no quiso renunciar huyendo
de Constanza. En ese momento el concilio promulgo el decreto Sacrosancta por el que se
proclamaba así mismo instancia suprema de la Iglesia Católica a la cual estarían sometidos
todos los poderes incluso el del Papa. De este modo surgía en la Asamblea de Constanza
la doctrina conciliarista. Finalmente se procedió a la elección papal por los cardenales
presentes en Constanza más las seis naciones conciliares. El cardenal Otón Colonna fue
elegido con el nombre de Martín V y reconocido por todo la Cristiandad poniendo fin al
Cisma de Occidente
Aunque el Concilio de Constanza había logrado acabar con el cisma sus decretos
conciliaristas despertaron recelos en el nuevo Papa que no los confirmó por lo cual se
produjo un enfrentamiento entre el Papado y la doctrina conciliarista. El concilio de Basilea
durante el pontificado de Eugenio IV se radicalizó hasta convertirse en una asamblea de
clérigos con un mínimo porcentaje de obispos. Los conciliares de Basiliea declararon
depuesto al Papa y eligieron como antipapa al duque Amadeo de Saboya que tomó el
nombre de Félix V. El Papa Eugenio IV respondió condenando la doctrina conciliarista.
Los reinos cristianos abandonaron el grupo cismático y terminó así la crisis del
conciliarismo.
Capítulo III
LA REFORMA PROTESTANTE
Todos los abatares por los que pasa la Iglesia y que han quedado reflejados en los capítulos
precedentes fueron terreno propicio para la Reforma Protestante iniciada y llevada a
término por el fraile alemán agustino Martín Lutero que supo encarnar los sentimientos
de muchos alemanes. Desde su inicio en la vida religiosa como fraile agustino vivó
angustiando por asegurar su salvación. La teología de Ockam en la que se había formado
a la vez que proclamaba el voluntarismo arbitrario de Dios, sostenía que la libre voluntad
del hombre bastaba para cumplir la Ley divina y alcanzar así la bienaventuranza pero
para él esta doctrina chocaba violentamente con sus propias vivencias. La meditación del
versículo 17 del capítulo primero de la Epístola a los Romanos —el justo vive de la fe— le
hizo salir de su profunda crisis de angustia. Entendió en él que Dios misericordioso
justificaba al hombre a través de la fe.
ningún valor para la salvación por lo cual tampoco tenía sentido el sacerdocio ministerial,
ni la mayoría de los sacramentos, ni los votos religiosos, ni el Papado que lo consideraba
máxima invención del Anticristo. Rechazaba todo elemento constitucional de la Iglesia y
el Derecho Canónico. La Iglesia no era depositaria de la Revelación: la ”sola Escritura”
era para él la única fuente de la Revelación y su interpretación correspondía a cada fiel en
particular, directamente inspirado por Dios.
Las doctrinas de Lutero fueron bien acogidas por muchos: la supresión del celibato
eclesiástico fue acogida por un buen número de sacerdotes de bajo nivel moral, la
supresión de los votos religiosos representó una liberación en las comunidades religiosas
poco fervientes, el antirromanismo luterano agradaba a los humanistas, etc.
El proceso histórico de la Reforma arranca con la predicación por los dominicos de las
indulgencias para obtener limosnas destinadas a las obras de la basílica de San Pedro en
Roma. La reacción de Lutero fue: la publicación en 1517 de 97 tesis contra la Teología
escolástica y el envío al arzobispo de Maguncia de 95 tesis contra las indulgencias. La
fama de Lutero se acrecienta y es llamado a Roma pero no acude asistiendo sin embargo
a las dietas imperiales de Augsburgo y Leipzig adoptando posturas religiosas cada vez
más críticas. Elegido emperador Carlos V Lutero publica en 1520 tres escritos que implican
la ruptura con la Iglesia por lo cual queda excomulgado en 1521. El Emperador Carlos V
determina ”emplear sus reinos, señoríos, amigos, su cuerpo y sangre, su vida y su alma”
para combatir al autor de la Reforma.
Lutero muere en 1546 y la Reforma se había extendido por gran parte del territorio alemán
12
y ese mismo año se abría el Concilio de Trento que el Emperador Carlos V había
reclamado hacía 15 años.
12
Concilio de Trento. 1545-1563.
Papa Paulo III. Julio III. Pío IV. Contra los errores del protestantismo y por la disciplina eclesiástica.
Fue transferido durante dos años a Bolonia. En veintidós reuniones logró oponer una verdadera y
sabia reforma de la Iglesia a los excesos y a los innumerables errores de la reforma protestante.
El Concilio de Trento señala un cambio en la historia del mundo cristiano, pues muestra el dogma
católico no sólo en su esplendor de verdad revelada, sino con su valor de vida sobrenatural. Comenzó
en 1547 siendo papa Pablo III, y terminó en el año 1563, después de varias interrupciones. Conviene
distinguir en el tres partes: el concilio de Paulo III, de 1545 a 1547; el concilio de Julio III, de 1549 a
1551; y, finalmente, el concilio de Pío IV, de 1561 a 1563. La obra doctrinal del Concilio de Trento
fortificó la disciplina eclesiástica frente al protestantismo; renovó la disciplina eclesiástica y estrechó
los lazos entre el Papa y los miembros de la Iglesia.
El concilio de Trento, el más largo de todos, dieciocho años, fue suspendido en varias ocasiones y se
reanudó hasta su conclusión en l563.
La causa principal fue la revolución protestante de Martín Lutero, que socavó profundamente los
cimientos de la fe cristiana.
Capítulo IV
LA REFORMA CATOLICA
Se conoce con este nombre al movimiento renovador de la Iglesia universal promovido
por el papado y posterior, en el tiempo, a la Reforma Protestante. Pero el anhelo de reforma
venía desde hacía mucho tiempo antes. En este momento histórico hay un país occidental
que aparece como el adelantado de la Reforma Católica: la España de los Reyes Católicos.
Ellos consideraron esencial la reforma eclesiástica dentro de la obra general de la
restauración del Estado tras la larga permanencia en España de los musulmanes.
Obtuvieron el derecho de presentación de los obispados del reino de Granada y después
de todos los demás y ello les permitió arrancar el episcopado de manos de la nobleza y
elegir obispos a personas que se destacaban por su espíritu religioso y por su ciencia.
Uno de estos hombres, el cardenal Cisneros reformó los conventos franciscanos y la vida
monástica y fundó la Universidad de Alcalá de Henares como centro de estudios teológicos
que publicó la famoso ”Biblia Políglota Complutense”. Se puede afirmar que en el primer
tercio del siglo XVI, la iglesia española tenía el mayor nivel espiritual y científico de
Europa y ello explica el gran papel que tuvieron los teólogos españoles en el Concilio de
Trento.
Este anhelo de renovación cristiana se daban también en esta misma época en otros países:
Italia donde surgieron comunidades de clérigos que vivían en comunidad y emitían los
votos religiosos (Teatinos, Barnabitas, Somascos, etc.) Pero la fundación religiosa más
El concilio hizo una revisión general de toda la doctrina, ya fuere sobre la Biblia, sobre cada uno de
los Sacramentos, como la legítima autoridad que le asiste a la Iglesia y la misión que debe cumplir en
el mundo.
La Iglesia, como madre y maestra de la fe, tuvo que aclarar conceptos dudosos, afianzar verdades,
promulgar nuevas leyes y anunciar sanciones disciplinarias a los infractores.
Defensa de la Sagrada Escritura. Doctrina sobre el pecado original, la santificación y la gracia, sobre
los Sacramentos, especialmente sobre la Eucaristía y la Misa, sobre el culto de las imágenes y las
indulgencias.- Condenación de los errores de Lutero.
importante del siglo XVI fue la Compañía de Jesús fundada por San Ignacio de Loyola
que junto con otros cinco compañeros hizo en París los votos religiosos. Su primer deseo
fue peregrinar a Jerusalén y consagrarse al servicio de las almas. Al no poderlo realizar,
él y sus compañeros acordaron permanecer unidos y ponerse a la plena disposición del
Papa con un cuarto voto de obediencia a él. La compañía de Jesús, conocida como ”jesuitas”
tuvo un rápido desarrollo llegando a 13,000 miembros medio siglo más tarde de la muerte
de Ignacio de Loyola.
La renovación religiosa llegó también, en esta época, a las antiguas Órdenes religiosas
destacando la de los franciscanos, benedictinos y el Carmelo con Santa Teresa de Jesús y
San Juan de la Cruz.
A pesar de que el Concilio de Trento no logró la unidad religiosa que una extraordinaria
obra en el campo doctrinal y disciplinar de la vida de la Iglesia Católica. El período que
siguió al Concilio se caracterizó por la gran renovación que en él se había operado.
Surgieron obispos ejemplares que se esforzaron por la aplicación de los decretos
conciliares. Un ejemplo de ello fue San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, San Felipe
Neri en Roma, San José de Calasanz, San Francisco de Sales.
Capítulo V
JANSENISMO, REGALISMO E
ILUSTRACION ANTICRISTIANA
El siglo XVII fue el gran siglo francés. Las guerras de religión terminaron por un
13
compromiso: el rey francés, Enrique IV se convirtió al Catolicismo y los hugonotes
recibieron a través del Edicto de Nantes un estatuto de tolerancia con garantías. Comenzó
una época de esplendor religioso en la que abundaron grandes figuras de santos y nacieron
nuevas congregaciones religiosas. Pero fue también un siglo de disputas teológicas entre
las que se destaca la relación entre la gracia divina y la libre voluntad humana en la
justificación (salvación) del hombre. Si bien el Concilio de Trento había declarado que la
gracia divina y la libertad humana concurren en la realización de las obras meritorias
para la salvación, pero no se había pronunciado sobre el modo de esa cooperación. El
”Molinismo” del padre Luis de Molina, ponía el acento en la libertad humana para la
salvación personal y contrario a él, el padre Báñez consideraba que esta doctrina no respeta
la omnipotencia divina. Surge así una gran disputa entre los seguidores de ambas posturas:
los jesuitas ”molinistas” acusaban a los ”bañecianos” de aceptar aspectos del calvinismo
y los dominicos ”bañecianos” consideraban el ”Molinismo” como una doctrina
semipelagiana, reductora de la acción de la gracia.
14
En este ambiente surge la postura de Cornelio Jansenio, (Jansenismo) que expuso en su
tratado Augustinus, basado en las más rígidas tesis formuladas por San Agustín en su
13
«Hugonotes» fue el nombre que se dio a los protestantes calvinistas de Francia a partir de mediados
del siglo XVI. El protestantismo fue introducido en Francia entre 1520 y 1523 y, aunque toparon con
cierta oposición inicial (en 1521 la facultad de Teología de la Sorbona los condenó por heréticos), sus
principios fueron aceptados por muchos miembros de la nobleza, los círculos intelectuales y la clase
media. En un principio, el nuevo grupo religioso gozó de protección real, sobre todo por parte de la
reina de Navarra Margarita de Angulema y su hermano, el rey Francisco I de Francia. Sin embargo,
hacia el final de su reinado, Francisco I retiró su apoyo a los protestantes, política mantenida por su
sucesor, Enrique II. No obstante, el número de protestantes franceses aumentó. En su primer sínodo
o consejo nacional (1559), estuvieron representadas quince iglesias. En el siguiente, celebrado dos
años después, más de 2.000 iglesias enviaron representantes.
Un nuevo enfrentamiento tuvo lugar durante el reinado de Enrique III, sucesor de Carlos IX. Los
hugonotes, ahora encabezados por Enrique de Navarra, derrotaron (1587) a los católicos en Coutras.
Las disputas entre los propios católicos, que dieron lugar a los asesinatos del duque de Guisa en
1588 y de Enrique III en 1589, ayudaron a la causa hugonote. Con la muerte de Enrique III se extinguió
la Casa de Valois, y Enrique de Navarra, el primero de la línea dinástica de Borbón, se convirtió en rey
de Francia con el nombre de Enrique IV. Para evitar más enfrentamientos civiles, concilió a los católicos
convirtiéndose al catolicismo en 1593. En 1598 Enrique IV promulgó el Edicto de Nantes, que
proporcionaba a los hugonotes una libertad religiosa casi completa.
14
Jansenismo: Cornelio Jansen (1585-1638), obispo de Ypres, Holanda, dejó a su muerte un libro, el
Agustinus, que fue publicado dos años después, en 1640. Las doctrinas en él contenidas habían sido
ya maduradas desde el año 1620, cuando, siendo profesor en Lovaina, Jansen escribió a su amigo
francés Duvergier de Hauranne, abad de Saint-Cyran, anunciándole que había descubierto la verdadera
doctrina de San Agustín sobre la gracia y la predestinación. La obra fue inmediatamente condenada
por la Inquisición en 1614 y, al cabo de un año, por Urbano VIII; sin embargo, encontró ardientes
defensores en Duvergier de Hauranne y Antonio Arnauld, tras los cuales estaba todo el importante
Monasterio de Port-Royal que se convirtió pronto en una fortaleza inexpugnable.
controversias con Pelagio, la irresistible fuerza de la Gracia otorgada por Dios a los
predestinados y la impotencia del hombre para obtener la salvación.
Este clima de disputas se hizo también sentir en las misiones orientales. Dentro de este
clima de controversias religiosas del siglo XVII es de destacar un acontecimiento de gran
Inocencio X, en la bula Cum Occasione del 31 de mayo de 1653, condenó 5 proposiciones contenidas
a lo largo del libro de Jansen. Dos años después, Antonio Arnauld, con la Segunda carta a un duque
y semejantes, a pesar de que aceptaba la condena de las cinco proposiciones, defendió y sostuvo
que tales proposiciones no se encontraban en el libro de Jansen o que, por lo menos, no correspondían
al sentido que él les había querido dar (cuestión de derecho y no de hecho). Alejandro VII, con la
constitución Ad Sacram beati Petri Sedem, del 16 de octubre de 1656, se decidió también por las
cuestiones de hecho, declarando que las cinco proposiciones habían sido declaradas en el libro de
Jansen y condenadas en el mismo sentido que él les daba. La controversia entre jansenistas y católicos
se encendió todavía más con la publicación de las Provinciales de Pascal (1656-1657), y como la
contienda no tenía trazas de apagarse, la Asamblea del Clero propuso un formulario que debían
firmar todos los miembros del Clero, los monasterios y los conventos del reino. Las religiosas de Port
Royal se resistieron y se negaron, por lo que fueron excomulgadas. La paz clementina apagó la
controversia, pero pocos años después, con el Compendio de la moral del Evangelio, de Pascasio
Quesnel, oratoriano (1634-1719), impreso y desarrollado en cuatro tomos de El Nuevo Testamento
con reflexiones morales, el jansenismo reapareció todavía más fuerte y peligroso. Clemente XI, con
la constitución Vineam Domini del 16 de julio de 1705 renovó las condenas precedentes y precisó
que no bastaba el silencio obsequioso sostenido por los jansenistas, sino que se requería la adhesión
interna. Con la constitución dogmática Unigenitus del 8 de septiembre de 1715 se condenaron 101
proposiciones de Quesnel. Los jansenistas se indignaron terriblemente y apelaron a un concilio general
(de donde el nombre de apelantes). De este movimiento de los apelantes surgió la iglesia jansenista
cismática de Utrecht el año 1723, la cual cuenta actualmente con cerca de 10.000 fieles, 30 sacerdotes
y 3 obispos.
En el siglo XVIII el jansenismo encontró seguidores también en Italia; entre ellos el más famoso es
Escipión de Ricci, que convocó el sínodo de Pistoya el año 1786 y fue condenado con la bula Auctorem
fidei del 28 de agosto de 1794. La doctrina jansenista queda resumida en las cinco proposiciones
condenadas el año 1653.
Algunos preceptos divinos son imposibles de poderse cumplir por parte de las almas justas, a pesar
de sus buenos deseos y sus esfuerzos, y además falta a estas almas la gracia que haría posible su
cumplimiento;
en el estado de naturaleza caída no se resiste nunca a la gracia interior;
para merecer y desmerecer en el estado de naturaleza caída no se requiere la libertad interior; es
suficiente la libertad exterior o ausencia de obligación y presión externa;
los semipelagianos admitían la necesidad de una gracia interior proveniente para todos los actos,
incluso para el inicio de la fe; su herejía consistía en creer que esta gracia era de una naturaleza tal
que la voluntad podía, a su arbitrio, resistir u obedecer;
es semipelagiano afirmar que Cristo ha muerto y ha derramado su sangre por todos los hombres.
El jansenismo, además, afirmaba que el hombre después del pecado original está radicalmente
corrompido en sus facultades naturales, no es enteramente libre de hacer el bien, puesto que está
arrastrado por la concupiscencia que le induce necesariamente al pecado; y si, por otra parte, obra
bien es porque no puede resistir a la gracia, la cual siempre se le da y es necesitante, irresistible y
concedida solamente a los predestinados, o sea, a aquellos por los que Cristo ha muerto sobre la
Cruz. Por consiguiente: «los paganos, los judíos, los herejes y otros del mismo estilo no reciben
ningún influjo de Cristo»; todos los amores de las criaturas son siempre concupiscencia y, por lo
mismo, pecaminosos; cada acto que no vaya movido por el amor perfecto y directo de Dios es un
acto inmoral: «todo aquello que no proviene de la fe sobrenatural que obra por amor es pecaminoso».
En la historia del jansenismo, hace notar Cayré, deben distinguirse dos fases principales: en la primera,
el jansenismo es ante todo un sistema teológico en torno a la gracia y a la predestinación; en la
segunda fase, además, se convierte en un partido de oposición política parlamentaria, filosófico-
religiosa durante un período de tiempo que va desde los últimos años del siglo XVII y que dura, con
alternas vicisitudes, hasta la Revolución francesa.
relevancia: el proceso de Galileo. Sus tesis que afirmaban la inmovilidad del sol y la
rotación y traslación de la Tierra fueron condenadas por una comisión de teólogos que
las consideraron heréticas y contrarias a pasajes de la Biblia. Es indudable que los teólogos
que lo condenaron incurrieron en un grave error al juzgar con métodos teológicos una
hipótesis científica, sin respetar la autonomía de la ciencia, pero de este hecho no se
puede aducir la incompatibilidad entre religión y ciencia.
Es de destacar también al absolutismo del Rey Sol, Luis XIV de Francia que abrió el
camino al Despotismo Ilustrado del Antiguo Régimen europeo. Surgen recelos frente a
la Santa Sede y el Catolicismo es considerado como única religión del Estado pero
concebida como un servicio público. Nace así el Regalismo monárquico del siglo XVIII
que tiene las siguientes características: Catolicismo oficial, desconfianza hacia la Santa
Sede e intervencionismo del Estado.
En los 35 últimos años del reinado de Luis XIV de Francia maduró un cambio de ideas y
mentalidad que dio paso a la Ilustración anticristiana del siglo XVIII. Factores que
influyeron en este cambio fueron:
La Revelación fue sustituida por la mera religión natural, conocida como Deísmo
que no negaba a Dios como el ateísmo pero lo difuminaba y alejaba del hombre.
La Masonería. El Deísmo dio paso a este movimiento que consistía en una sociedad
secreta que rechazaba toda religión positiva y en especial el Cristianismo y
fomentaba entre sus miembros la fraternidad y la filantropía.
A la muerte de Luis XIV los filósofos formaron una auténtica secta en la que desta-
ca Voltaire que hizo las funciones de pontífice máximo. Inspirado en el Deísmo de
Beyle y Spinoza reflejó en sus escritos el odio por el Cristianismo y a la Iglesia.
QUINTA PARTE
LA IGLESIA DE LA EDAD CONTEMPORANEA
Capítulo I
LA REVOLUCIÓN FRANCESA Y LA
RESTAURACIÓN
Francia sigue siendo protagonista a finales del siglo XVIII y primeros años del XIX de
hechos importantes que influirían en la vida del Cristianismo y de la Iglesia en lo que se
ha venido a conocer con el nombre de Revolución Francesa que comienza en 1789 y
termina en 1815.
12 de julio de 1790: la Asamblea aprueba la” Constitución civil del clero”. Surgía sí
la Iglesia galicana, al márgen de la autoridad pontificia ya que los obispos y párrocos
son elegidos por el pueblo. La Asamblea exige a los sacerdotes juramento de
fidelidad a la Constitución política ya que dentro de ella se encuentra la
”Constitución Civil”. El Papa Pío VI prohibe el juramento y excomulga a los
sacerdotes que lo han realizado surgiendo así el cisma entre los sacerdotes
juramentados y los no juramentados.
1797 – 1799: Se recrudece la persecución religiosa cuando los franceses ocupan Roma
y se proclama la República romana.. El Papa Pío VI es deportado a Siena, Florencia
y finalmente a Francia donde muere, el 29 de agosto de 1799, a los 81 años.
Capítulo II
CATOLICISMO Y LIBERALISMO
Frente a la doctrina tradicional cristiana, el poder no procede de Dios sino del pueblo,
fuente de toda legitimidad.
La Revolución de 1830 dio pie a una alianza entre católicos y liberales belgas para
liberar a Bélgica del dominio de la Monarquía Calvinista
Junto a estos beneficios también encerraba peligros del liberalismo en otros países
de Europa y de forma especial para la Sede Apostólica. Italia con la fiebre del
”Risorgimiento
”Risorgimiento», camino hacia la unidad nacional pasaba por la desaparición de
los Estados Pontificios y la conversión de la Roma papal en Capital del Reino de los
Saboya.
Pío IX, italiano de corazón, rehusó encabezar la liga nacional contra los austriacos
que dominaban el norte de Italia. En febrero de 1849, Mazzini proclamó la República
y el Papa tuvo que huir a Gaeta en el Reino de Nápoles. Cuando regresó en 1850 a
Roma, impresionado por las amargas experiencias vividas, consideró el Liberalismo
como un movimiento que tenía que combatir porque perseguía un ideal no cristiano.
De 1850 a 1870 dura la defensa del poder temporal de los Papas. En 1870 estala la
guerra franco-prusiana se retiran de Roma las tropas francesas y los soldados de
Víctor Manuel II hacen de Roma la capital de la nueva Italia. El Papa se recluía
como voluntario prisionero en el Vaticano y se abría la ”cuestión romana” que
tardó 60 años en resolverse.
La postura de la Iglesia ante los principios ”liberalistas” fue fijada por Pío IX en la
Encíclica Quanta cura del 8 de diciembre de 1864 donde se resumían y se
condenaban los ”errores modernos”.
El Pontificado de Pío IX fue, pese a todos los avatares, una época de florecimiento
de la vida interna de la Iglesia con la renovación de varias órdenes religiosas y el
nacimiento de otras nuevas como los Salesianos de San Juan Bosco. El estado del
clero mejoró sensiblemente con aumento de vocaciones. Muestra de ello es la figura
de San Juan María Vianney, el santo cura de Ars.
relevantes entre los que se destacan lo ocurrido en el seno del Anglicanismo donde
muchos quisieron retornar a sus genuinos orígenes, es decir, a las puertas de la
Iglesia y algunos dieron un paso decisivo al volver al catolicismo.
Haciendo una evaluación de la época de Pío IX a pesar de todos los avatares y adversidades
que se producen, considerada en su plena y auténtica dimensión podemos decir que fue
una época netamente positiva para el Cristianismo y la Iglesia y abrieron el período
histórico del Pontificado moderno. Se produjo un acercamiento entre el Papa y el pueblo
de Dios a través de los medios de comunicación que fueron surgiendo. Fue un Papa
querido por los católicos como un padre.
Capítulo III
LA IGLESIA ANTE LAS NUEVAS
REALIDADES SOCIALES
El liberalismo tuvo una grave carencia: su despreocupación por la ”cuestión social” que
sin embargo era un hecho relevante del siglo XIX debido a la revolución industrial que
había dado paso a una nueva clase social —el proletariado—. La situación de esta clase
social bajo el dominio del capitalismo liberal era totalmente deplorable debido a los abusos
que con ella se cometieron. Este problema social suscitó reacciones orientadas a luchar
contra la injusticia. Surge el Anarquismo que planteaba acabar con el Estado y la injusticia
con acciones de violencia.
El proletariado había emigrado a las grandes ciudades desde sus pueblos y aldeas y esto
fue terreno abonado para que se propagara fácilmente entre esta clase social las doctrinas
anarquistas y marxistas que impregnaban de sentimientos hostiles a la Iglesia y el
Cristianismo.
Desde la mitas del siglo XIX también muchos católicos se sensibilizaron ante la ”cuestión
social” aunque se tardó en que esta sensibilidad se generalizara. Los países latinos menos
afectados por el fenómeno anticlerical, registraron una presencia activa de la Iglesia en el
mundo laboral como por ejemplo en Estrado Unidos e Inglaterra donde existía una
numerosa población trabajadora de católicos irlandeses, el sindicalismo tuvo raíces
cristianas.
Capítulo IV
EL PONTIFICADO EN EL SIGLO XX
Los primeros años del siglo XX, hasta la primera Guerra Mundial en 1914 es un período
brillante y feliz para la historia Europea. Pero desde el punto de vista de la vida cristiana
no fue un período fácil ya que hubieron problemas de índole interno y externo a la vida
de la Iglesia que fue gobernada durante todo este período por un Papa que ha merecido
la gloria de los altares: San Pío X (1903-1914). Durante esta época continuaron los
movimientos anticlericales en los países latinos de Europa: Portugal, España y de forma
especial en Francia. Los gobiernos franceses que hacían gala de un laicismo militante
provocó un enfrentamiento con la firme entereza de Pío X y a raíz de ello Francia rompió
las relaciones con la Santa Sede y todas las consecuencias negativas que este hecho tuvo
para al Iglesia en Francia.
Pero lo peligros más graves fueron de orden interno, en el seno mismo de al Iglesia. El
”Americanismo” ya en tiempos de León XIII que animaba a que en Europa la Iglesia se
adaptase a los nuevos tiempos pero la gran crisis doctrinal fue al crisis modernista.
Pío X en los años de su Pontificado anteriores al inicio de la primera guerra mundial dio
un vigoroso impulso espiritual a la Iglesia. Los ”intereses de Dios” fue el criterio supremo
que le guió en todo momento. Prueba de ello fue su preocupación por la santidad de los
sacerdotes, la redacción de un nuevo catecismo, la concesión de la primera comunión a
los niños y en su tiempo se empezó a trabajar en el que sería el primer Código de Derecho
Canónico de la Iglesia que se publicaría en 1917.
Pío X fallece a las tres semanas de estallada la Primera Guerra Mundial y su sucesor, el
Papa Benedicto XV que se esforzó inútilmente por lograr la paz entre los estados
beligerantes. Al terminar la guerra en 1918 la Santa Sede fue excluida de la mesa donde
se negoció el Tratado de Versalles que no trajo la paz sino veinte años de ”entreguerras”.
Mientras se fragua el grave error político de la destrucción del Imperio austrohúngaro
cuya consecuencia sería el desmantelamiento de la Alemania Católica. La católica Polonia
renace de sus cenizas y también Irlanda consigue la Independencia nacional pero el hecho
de relevancia y que influiría decisivamente en la historia fue la Revolución Rusia de 1917
y con la victoria bolchevique la URSS entraba en el escenario mundial como primer estado
marxista de la historia.
Otros hechos destacables de este período fue la expansión misionera en Asia y África y la
edad de oro de la Acción Católica movimiento apostólico multiforme que había sido
impulsado por el Papa San Pío X y que Pío XI le dio una organización como instrumento
de cristianización de la sociedad. Se establece la fiesta de Cristo Rey y se publican varias
encíclicas.
Como contrapunto a este período de fecunda espiritualidad de la Iglesia está n las terribles
y sangrientas persecuciones del Cristianismo en Rusia y que afectó sobre todo a la Iglesia
Ortodoxa y en España la guerra civil donde 7000 sacerdotes ofrendaron su vida como
consecuencia del ”odio a la religión”. En la tercera década y ante la amenaza de los
totalitarismos ateos o paganos dos célebres documentos pontificales exponían con claridad
la postura de la Iglesia frente a estas ideologías.
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Los Pactos Lateranenses del 11 de febrero de 1929 proporcionaron el reconocimiento mutuo entre
el entonces Reino de Italia y la Ciudad del Vaticano. Los pactos fueron negociados entre el Cardenal
Secretario de Estado Pietro Gasparri en nombre de la Santa Sede y Benito Mussolini, el líder fascista
y primer ministro italiano. Existen tres pactos diferentes:
* Un pacto que reconoce la independencia y soberanía de la Santa Sede y que crea el Estado
de la Ciudad del Vaticano.
* Un concordato que define las relaciones civiles y religiosas entre el gobierno y la iglesia en
Italia, y que se resume en el lema «Iglesia libre en Estado libre».
* Una convención financiera que proporciona a la Santa Sede una compensación por sus pérdidas
en 1870.
Capítulo V
LAS GUERRAS MUNDIALES Y LOS
TOTALITARISMOS
La expansión del Comunismo afectó también a los continentes asiático y africano a la vez
que el Cristianismo experimentaba auge en los Países del Tercer mundo. Esto llevo a la
Iglesia a una mayor universalidad y cuando el Papa Pío XII acabada la guerra nombró 32
nuevos cardenales cuatro fueron italianos y 28 de otras nacionalidades poniendo fin al
predominio italiano dentro del Sacro Colegio.
Pío XII, el Papa de la segunda Guerra Mundial ejerció un infatigable magisterio con la
publicación de varias Encíclicas entre las que revista capital importancia Humani generis.
El sucesor de Pío XII sería Juan XXIII que anunció e inauguró el Concilio Vaticano II.
Capítulo VI
EL CONCILIO VATICANO II
Este hecho de gran relevancia en la Iglesia de nuestro tiempo. La finalidad de su
convocatoria fue ”Promover el incremento de la fe católica y una saludable renovación
de las costumbres del pueblo cristiano, y adaptar la disciplina eclesiástica a las condiciones
de nuestro tiempo”. Lo abra el Papa Juan XXIII el 11 de Octubre de 1962 que sólo viviría
durante el primer período de sesiones del Concilio. Su sucesor, el Papa Pablo VI lo llevó
adelante hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965.
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Los acuerdos de Yalta: Del 4 al 11 de Febrero de 1945 Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt
y Joseph Stalin se reparten Europa en el balneario de Yalta en la Crimea entonces Soviética, hoy
Ucraniana.
El Concilio desarrolló una gran labor que se plasma en los numerosos documentos
emanados del mismo: Constituciones, Decretos y Declaraciones que trazaban un
importante programa de renovación cristiana. A través de las cuatro Constituciones
Lumen gentium (sobre la Iglesia) Dei Verbum (sobre la Sagrada Escritura), Sacrosanctum
Concilium (sobre la liturgia) y la Gadium et Spes (sobre la Iglesia en el mundo actual)
puso de relieve algunos puntos fundamentales de la doctrina y del comportamiento de
los cristianos. Pero también en torno a la época de su celebración afloró una profunda
crisis de en la vida de la Iglesia, traducida en un sin fin de abusos cometidos. En la sociedad
eclesiástica se produjo una violenta explosión ”neomodernista” de alcance universal,
Para estos innovadores la Redención no tendría como finalidad primordial la salvación
eterna del hombre, sino la liberación de la humanidad de opresiones y servidumbres
terrenas y por lo tanto es concebida la misión de la Iglesia como lucha contra las estructuras
injustas de la sociedad y la desigualdades entre personas, pueblos y clases sociales.
En el llamado ”mundo libre” el desarrollo económico hace surgir en los países más ricos
una ”sociedad e bienestar” que ha demostrado tener una gran capacidad de disolución
del espíritu cristiano donde se conjuga el consumismo, el materialismo práctico y un
afán hedonista de gozar sin medida de las cosas terrenas. Fruto de todo ello es entre
otros, la crisis del matrimonio y de la institución familiar por la plaga de divorcios, los
atentados contra la vida de los más inocentes e indefensos a través del aborto, la violencia.
El Magisterio supremo de la Iglesia ha proclamado incansablemente la doctrina católica
en toda su integridad y entre los numerosos documentos de Pablo VI destaca la encíclica
Humanae Vitae sobre los problemas del matrimonio y la familia.
En medio de todos estos avatares el Espíritu Santo, tal como lo prometió Cristo sigue
asistiendo a la Iglesia hasta la consumación de los tiempos y al final del segundo milenio
se ha podido observar con claridad esta acción del Espíritu con movimientos que han
renovado la Iglesia como es, entre otros, el Opus Dei.
Capítulo VII
LA IGLESIA ANTE EL TERCER MILENIO