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Capítulo 1 secretos, secretos y más

secretos
La familia Edwing vivía en Little College, Londres; eran una
familia normal, más normal de lo normal, todos los vecinos adoraban a
los Edwing y hablaban muy bien de ellos. Los hijos Edwing;
Bernard, Edward y Joannie, eran muy estudiosos y sacaban
muy buenas notas. Bernard era de pelo castaño, ojos verdes y se le
daban muy bien los deportes. Edward tenía el pelo negro muy
oscuro, con ojos azules y era el mejor en ciencias, geografía, historia
y matemáticas. Y Joannie tenía el pelo marrón oscuro y ojos verdes
claros, era muy buena en el arte en general y también el la poesía y
literatura. Y los padres Edwing; Brittanie y Josh, eran muy
tranquilos y vivían muy bien económicamente. Brittanie tenía el pelo
castaño y los ojos verdes y trabajaba en el instituto de la ciudad.
Josh tenía el pelo negro azabache y trabajaba en una empresa de
telefonía móvil. La vida de la familia era placentera y sobre todo muy
normal.

Una preciosa mañana del sábado la familia se reunía para desayunar


juntos en el jardín de su casa, la madre preparó huevos fritos,
salchichas, tortitas, tostadas y bacon, parecía un banquete. Cuando
ya estaba todo preparado, se pusieron a comer, y mientras comían
Joannie empezó a hablar con su padre: -¡Papá! ¡No te olvides de
que hoy me tienes que llevar al centro comercial! -Si,
cariño, te llevaré, pero antes déjame hacer unas llamadas y
estoy listo. Respondió Josh a su hija. -Bueno, vaaale... Dijo
Joannie algo ofuscada. Mientras Joannie y su padre hablaban,
Edward y Bernard, como siempre, se estaban peleando por una
tontería: -¡Estúpido idiota, no saber que la raíz cuadrada de
1830 es 42.77849927! Estaba gritando Edward a Bernard -
¡Primero! ¡Sabes que yo no soy muy estudioso! ¡Y segundo!
¡¿Quién narices va a saber hacer eso de cabeza y tan
rápido! Respondió Bernard. Edward cogió una de sus tiras de
bacon y se la tiró a Bernard en la cara. Edward se echó a reír
ante tal broma pesada, pero Bernard; en cambio, se levantó
bruscamente y fue a por Edward, éste corrió, pero todo lo que
sabía de matemáticas y ciencias le faltaba en la práctica de
deportes. Así que todo terminó en Edward tirado en el suelo del
jardín y Bernard encima pegándole y estirándole de los calzoncillos.
Ése era un tranquilo, pero a la vez ruidoso día de la familia
Edwing...

Los niños de los Edwing se fueron haciendo mayores y también los


padres; los hijos Edwing se fueron de casa cuando sacaron su
carrera y todo parecía ir perfectamente, hasta que murieron Josh y
Brittanie en un duro accidente de coche en el que los tres hijos se
culparon entre ellos y no se volvieron a dirigir la palabra.
Capítulo 2 el reencuentro de los
indeseables y el mago
Pasaron 90 años desde que murieron Josh y Brittanie Edwing, para
el gobierno, los hijos Edwing habían muerto, pero no fue así...

Era de noche y en el cementerio de Little College había un hombre


que aparentaba mediana edad, el hombre sacó de su mano, no se
sabe cómo ni de donde, una esfera le luz natural, como una pequeña
estrella, que producía la luz perfecta para poder ver. El hombre del
que hablamos tenía el pelo negro con alguna que otra cana y los ojos
azules, llevaba una túnica azul zafiro y portaba en la mano derecha
un pequeño papel doblado y arrugado. El hombre desdobló el papel y
se vio que era una fotografía de tres niños con sus padres, sonriendo,
felices, aunque, dos de ellos se peleaban y la madre les intentaba
separar a la vez que miraba a la cámara. El hombre soltó una pequeña
lágrima que cayó encima de la foto , entonces se oyó el crujido de
una rama, como si alguien estuviera cerca, así que el hombre se
sobresaltó por un momento, pero luego movió su mano para mover a la
vez la esfera de luz por el lugar en busca de alguien. El hombre miró
varias veces, pero no vio a nadie, sólo plantas muertas, ramas rotas
y murciélagos. De pronto los murciélagos que vio el hombre antes se
unieron en una bandada numerosa y se convirtieron por arte de magia
en una hermosa mujer de piel exageradamente pálida, pelo castaño
oscuro y ojos verdes claros que llevaba una gabardina negra azabache
y miraba al hombre con una mirada asesina.

La hermosa mujer iba a hablar, pero antes de poder decir ni una


palabra el hombre exclamó como insinuando que la mujer tramaba algo
malo allí, en el cementerio: -¿Qué hace usted, señorita, en un
cementerio a estas horas de la noche? A la bella mujer se le
quitó la mirada asesina y respondió con otra pregunta: ¿No debería
preguntar yo lo mismo? -Déjese de jueguecitos, señorita, ya
basta. -Perdone, es usted un poco fácil de enfadar, como mi
difunto hermano Edward, estaba buscando su tumba y la de
mis padres y mi segundo hermano. -Vaya, que casualidad,
yo también. ¿Cómo se llamaban sus padres y sus hermanos?
-Mis padres Josh y Brittanie y mis hermanos Bernard y
Edward, que ya se lo he dicho. El hombre se puso blanco y
empezó a susurrar: -No, no puede ser, es imposible. La
hermosa mujer preguntó un poco preocupada: -¿E, está usted bien?
-¿Qué? ¡O si, perfectamente bien, sí, perfectamente!
Perdóneme mi curiosidad, pero... ¿Cuál es su apellido? -¿Mi
apellido? Edwing ¿Por qué? -Porque ,yo , yo, yo soy Edward,
Edwing. A la hermosa mujer se le quedó el rostro e piedra, había
encontrado a su hermano, aparentemente muento, después de 90
largos años. -Joannie, soy yo, Edward, tu hermano. Joannie, la
hermosa mujer, abrazó a su hermano fuertemente, como si se fuera
a ir.

Después de unos minutos abrazados, los hermanos empezaron a


hablar: -Edward estás muy bien para haber pasado 90 años
ya, pero ¿cómo? -Yo debería preguntarte lo mismo, ¿no? -Sí,
bueno, conocí a un tipo en un viaje que hice a Transylvania
y resultó ser un... -¿Vampiro tal vez? -Sí, ¿cómo lo
sabes? -La reina de Inglaterra a mandado a los magos del
ayuntamiento de magia hacer fronteras contra estos seres,
son como una plaga. -¿Sabes que sigo aquí? -O, perdona, no
me he dado cuenta. Es que el ayuntamiento hizo hace siglos
archivos sobre seres indeseables con los que debíamos
tener cuidado de que no entraran, entre ellos están los
hombres lobo, los centauros, las harpías y los vampiros,
entre otros. -Así que por eso has vivido tanto tiempo, ¿he?
¡el repipi de mi hermano es un mago! -Si, si, y entrando en
temas serios, no sólo soy un simple mago, soy íntimo amigo
y consejero de la reina de Inglaterra y jefe supremo del
ayuntamiento, además de tener los títulos de mayor
cazador de bestias, el mejor conjurador y encantador de...
-Si, si te he entendido, eres alguien importante. Le cortó
Joannie para que se cayara de una vez. -Y, por cierto, ¿sabes algo
de Bernard? ¿Donde vivió o cuando murió? Preguntó Joannie.
-No, no tengo ni idea, además he venido de paso, porque
estoy de servicio, hay un hombre lobo suelto, parece que se
les escapó a unos inútiles del sector 13-K-49. -¿Y es muy
peligroso? -Dicen que no ha matado a nadie, aún, pero si ha
causado destrozos por algunos lugares del pueblo. -Bueno,
yo no tengo nada que hacer y soy una vampira con
superfuerza y supervelocidad, así que... -¿No insinuarás que
quieres venir conmigo? -Porfavooor. -No, es mi trabajo y si
me vieran con una vampira me hecharían del trabajo y me
destruirían junto a ti, ¡Insensata! -Voy a ir quieras o no. -¡He
dicho que no! -¡Y yo que sí!
Mientras los dos hermanos dicutían algo les hacechaba, a lo lejos,
escondido entre unos grandes matorrales, con ojos amarillos,
luminosos y penetrantes, esparando para atacar. Edward y Joannie
seguían dic¡scutiendo: -¡Voy a ir! Dijo Joannie. -No,
rotundamente no Joannie. Dijo Edward ya enfadado y como si
estuviera a punto de estallar de lo rojo que estaba. -¡Uno, voy a ir
contigo y dos, ahora me llamo Joanne! -¡He dicho que... Un
monstruo se abalanzó a Edward, era el que los miraba desde los
matorrales. El monstruo era bípedo Y tenía apariencia humana, sólo
que, además, tenía mucho pelo por todo el cuerpo, de color castaño,
garras en manos y pies, una cola y un rostro con orejas de animal,
hocico y mandíbula con colmillos como para desgarrar un coche.
Mientras el monstruo atacaba a Edward, Joanne se acercó en una
milésima de segundo y le dio una patada tan fuerte que cayó 10
metros atrás. Joanne ayudó a levantarse a Edward y le preguntó:
-No te habrá mordido o arañado? -No, tranquila, he tenido
cuidado. Y sobre lo de venir conmigo... Bueno, quizás me
seas útil. -Ya, como has visto mi potencial ahora si me
aceptas, hay que tener algo más de fe en las personas. -Ya,
pero es que tú no eres una persona, ¿recuerdas? Mientras
Edward se preparaba para atacar el monstruo ya se había
levantado y fue a por ellos corriendo muy rápido. Entonces
Edward exclamó: -Joanne, ahora me toca a mí, mira esto.
Edward abrió la mano y creó una barrera invisible que hizo que el
lobo se golpeara y no avanzara más. Luego hizo que la barrera se
convirtiera en una esfera que mantuvo dentro a la bestia. -Es muy
raro, he conocido a algunos hombres lobo y no son tan
destructivos. -Sí, pero cuando hay luna llena se convierten
en contra de su voluntad y se descontrolan, por eso están
en la lista de los indeseables.

Edward y Joanne llevaron al licántropo a una casa abandonada


donde los tres pasaron la noche, haciendo vigilancia. A la mañana
siguiente el licántropo ya era un hombre normal. El hombre era alto,
musculoso, de pelo castaño. Vieron que llevaba una cadena con su
nombre, ponía BERNARD EDWING. A Joanne le cambió la car por
completo y llamó bruscamente a Edward que estaba preparando el
desayuno en la cocina que había arreglado con un conjuro: -¡Edward,
Edward, corre ven! -¡¿Qué pasa Joanne?! ¡¿Te ha atacado?!
-No, Edward, no, pero mira esto. Edward miró y exclamó:
-Esto es imposible, no puede ser, no. Edward tocó el colgante
y en un segundo el hombre llamado Bernard se levantó de un salto y
echó atrás a Edward de un brusco golpe. Luego gogió a Joannie,
pero ésta le dio un golpe fuerte en las costillas y se lo quitó
fácilmente de encima. Seguidamente, Joanne, gritó: -¡Basta!
Edward, que se había levantado, se paró en seco, al igual que
Bernard. -¡No entiendo, (siguió Joanne), porqué hay que pelearse
entre hermanos!. -¿Hermanos? Dijo Bernard mientras soltaba un
reloj de pie que había cogido para atizar a Edward anteriormente.-
Sí, Bernard, aunque ahora seas más idiota que antes creo
que sabrás el significado de la palabra, ¿no? Dijo Edward con
voz chillona. -¿Soys Edward y Joanne? ¿De verdad? Preguntó
Bernard asombrado. -Sí, ¿es que necesitas que te hagamos un
plano o un mapa o qué? Volvió a decir a destiempo Edward. -Sí,
eres Edward, ¿Cómo no? El repipi que se creía dios. Pues
ahora te puedo hacer mucho daño, ¿sabes? -Eso habrá que
verlo. Edward apuntó con un dedo a Bernard e hizo crear una
bocanada de viento que se llevó todo por delante, pero Bernard lo
esquivó transformándose en un licántropo de nuevo y, seguidamente,
atacó a Edward, pero antes de que llegara a tocarlo Joanne cogió
de la cola a Bernard y le echó hacia atrás tan fuerte que se golpeó
contra la pared y la rompió. Los tres hermanos pasaron horas allí, en
la casa abandonada, hasta que, por fin, los dos hermanos varones
aceptaron estar juntos el uno al otro y no volver a pelearse, aunque
seguían enfadados.
Capítulo 3 la visita inesperada a la
casa desierta
Los tres hermanos, nuevamente reunidos, estaban apunto de irse de
la casa abandonada, pero, de repente, se escuchó un golpe en el
suelo, fuera de la cochambrosa casa. Entonces Edward lanzó una luz
hacia la puerta y esta se volvió invisible para él y sus hermanos y
pudieron ver como un hombre viejo y arrugado y un hombre
mugriento, sucio y que medía dos metros de alto estaban fuera,
apunto de tirar la puerta abajo. Rápidamente, Edward, sacó dos
botecitos de 2 mm. como mucho y que contenían un líquido dorado y
se los dio a Bernard y Joanne para que se los bebieran. Entonces
Joanne dijo: -¿Qué diablos es esto? -Será mejor que os los
toméis, ¡rápido!. Dijo Edward a sus hermanos un tanto histérico.
Bernard y Joanne se bebieron los líquidos dorados y pasó algo
extraño, la piel de Joanne se volvió de su color natural, sus colmillos
desaparecieron, era normal y lo mismo pasó en Bernard, que sus
músculos desaparecieron y sus ojos amarillos y penetrantes
cambiaron a color verde fuerte, como antes. Los hombres de afuera
tiraron la puerta abajo y entraron como si nada hubiera pasado,
entonces, el hombre viejo, dijo: -Vaya, vaya, Edward, ¿qué
hacías aquí escondido? -A, Artengus, hola, ¿que qué hacía?
Pues estaba investigando sobre el terrible y destructivo
hombre lobo y me encontré con estas personas que lo
vieron en el cementerio y decidí interrogarles. Respondió
Edward. -Ya veo, pero pensarías después quitarles la
memoria y dejarles en el sitio donde estaban ¿no? Replicó
Artengus. -Pues claro, no soy tonto. -Pues aveces lo
pareces. Dijo el repulsivo y alto hombre que estaba de pie, al lado
de Artengus. Bernard no pudo contener una pequeña risita, que
fue castigada después con un codazo de Joanne. Enseguida,
Artengus, pegó con un bastón que llevaba en la mano al repulsivo
hombre y le gritó: -¡Calla Bartiuss! ¡Los trolls no tenéis
derecho ha hablar! ¡Sucio y repulsivo engendro de cerdo! El
golpe no le dolió a Bartiuss, pero hizo que se asustara y se cayera,
pues los trolls eran sirvientes de los magos y brujas del mundo y sólo
algunos conseguían vivir lejos de éstos para estar en paz. -Sin
embargo, (siguió Artengus), tienes mucha razón, Edward eres
tonto, no, más que eso, eres idiota, sí, eso ¡eres un
completo idiota! ¡ja, ja, ja! Bartiuss se rió también, pero
enseguida Artengus le volvió a pegar con el bastón y éste se calló
de inmediato. -Bueno, Artengus, creo que ya está todo
zanjado, si me dejas trabajar... -¡No!, (Cortó Artengus a
Edward), ¡Aquí nadie se va menos tú! Yo mismo me
encargaré de estos dos, je, je, je. -Pero Artengus... ¡He
dicho que no y es que no!, (Volvió a cortar a Edward), ¡y vete
ya de aquí! ¡corre! -Sí, señor. Edward pasó al lado de
Artengus y Bartiuss, casi sin respirar por el horrible hedor del
asqueroso troll, para aproximarse a la puerta y salir. Artengus
levantó la mano para torturar con un hechizo a Bernard y Joanne,
que estaban abrazados y con los ojos cerrados del miedo que estaban
pasando, hasta que, un ruido ensordecedor se escuchó detrás de
Artengus y Bartiuss que se cayeron, cuando ya estaban en el
suelo, Bernard y Joanne pudieron ver que el que los había
desmayado era Edward. Los hermanos se abrazaron y Edward dijo:
-No creeríais que os dejaría aquí, a merced del pirado de
Artengus y de su esclavo Bartiuss. -No, pero... ¿Qué diablos
era lo que nos diste? ¡Ya no tengo mis poderes! Exclamó
Joanne. -Es mi pócima, inventada por mí, la llamo
indeseable purificado, pero no dura mucho, tengo que
cambiar la fórmula. -Sí, es verdad, mis músculos ya
aparecen. Dijo Bernard. -Y mis colmillos... (dijo Joanne)
¡rápido, Edward! ¡cierra la puerta! -O, sí, es verdad. Edward
cerró la puerta y pensó, luego exclamó: -Tenemos que atar a esos
dos y salir de aquí rápido, no nos pueden descubrir, si no,
nos matarían. Edward movió la mano y ató a Artengus y a Bartiuss.
Luego apuntó con el dedo a su hermana Joanne y su piel pálida cogió
color, como el de una persona normal. -¿Qué me has hecho?
Preguntó Joanne. -Tranquila, hermanita, es una película
protectora solar, que, además, le da a tu piel algo de color.
-Vayaaaa... Dijeron Joanne y Bernard. -Bueno, ¿nos vamos? Dijo
Edward. -Sí, pero ¿cómo? Y ¿adónde? Exclamó Bernard. -Muy
fácil. Dijo Edward, y con un movimiento grácil de su mano apareció
de la nada humo denso y de color grisáceo que les cubrió, luego éste
desapareció y los tres hermanos con él.

capítulo 4 el oscuro prado de las


voces en pena
El humo denso y grisáceo que se llevó a los tres hermanos volvió a
aparecer en un lugar desconocido para el mundo. El sitio era un
prado, sombrío, de hierva muerta y muy desolado. Cuando el humo
desapareció se pudo ver a los tres hermanos, solos y rodeados de
muerte y destrucción; sin embargo, se podían oír voces, voces que
susurraban: -Sois valientes al venir aquí, necios. Dijo una voz
carraspeare de mujer. -Sí, debéis ser muy estúpidos. Dijo otra
voz más aguda. -Iros, si no queréis morir. ¡Ja, ja, ja! Joanne y
Bernard estaban algo asustados, pero Edward no, él ya había estado
allí varias veces y sabía de donde venían las voces: -Tranquilos,
(empezó a decir Edward mientras sacaba un bote de detrás de su
capa), no pasa nada. -¿Qué son esas voces? ¿Y qué es eso?
Preguntó Bernard. -Ahora lo entenderéis. Respondió Edward.
Entonces, éste, abrió el bote que sacó antes y del mismo salió un
humo que cubrió todo el lugar que podían ver. Cuando el humo se
disipó aparecieron cinco encapuchados, en muy mal estado, sucios,
hambrientos y con aspecto de no estar por lo menos completamente
vivos. Bernard y Joanne se prepararon para atacar a aquellos seres,
pero Edward los paró: -Tranquilos, no son enemigos, sólo son
almas errantes, pero para verlas se necesita mi tubo de
humo para espectros, también producto mío. -Entonces, no
hacen nada. Pues más les vale, que si no, ¡les destrozaría!
Dijo Bernard chuleándose. -¿A sí? Pues prueba entonces sucio
licántropo. Respondió un encapuchado viejo, arrugado y de
prominente barba, y entonces Bernard se transformó en monstruo de
nuevo y fue a por el encapuchado con la mandíbula preparada para
desgarrar, pero cuando llegó a su presa, los colmillos de Bernard no
mordieron nada, todo él traspaso a aquel ser, es como si el
encapuchado no existiera. Bernard se golpeó contra el suelo y se
volvió a transformar en un humano, estaba acomplejado, asustado y
enfadado. Entonces, repipi como siempre, Edward le explicó a su
hermano lo que pasaba: -Querido hermano, no puedes tocar a
Bathastar ni a ninguno de sus compañeros, son como
fantasmas, almas en pena, que vagan por el prado del
sufrimiento, éste prado. Os presentaré a todos y espero que
no haya problemas. Éste de aquí que ya conoces es
Bathastar, el que está a su derecha Rishmassar, el que está
a la izquierda de Bathastar se llama Nushogsar y los dos
últimos Vestosar y Wiggtensar. -Como bien ha dicho Edward,
(habló Rishmassar, un espíritu femenino, que le faltaba gran parte de
la cara), somos almas en pena, y para que lo entendáis
mejor os contaré una historia a ti y a tu hermana, igual que
hice con Edward. Rishmassar empezó a contar una historia a
Bernard y Joanne, quienes se sentaron a escucharla como si de
párvulos se tratasen:

Hace siglos, en la vieja Inglaterra, hubo un pequeño


poblado que siempre era atacado por grandes señores de la
guerra por el oro que se encontraba en el lugar, que era
inmenso. El poblado siempre estaba protegiéndose de
ataques de varios reyes, pero nunca eran vencidos, pues
sus guerreros eran grandes. Sin embargo, un funesto día de
tormenta, uno de los hombres del poblado divisó a lo lejos
un ejército, casi infranqueable, que pertenecía ni más ni
menos que al rey más poderoso del lugar, que quería el oro
del poblado para él sólo, como todos... Ése día los pocos
guerreros estaban cansados de una batalla muy grande del
día anterior y no estaban en buenas condiciones, pero se
llenaron de coraje y fueron a defender su querido poblado.

Todos los aldeanos del poblado los apoyaban, todos, menos


cinco aldeanos, tres hombres y dos mujeres que pensaban
que el ejército del rey era demasiado para un pueblucho de
nada como el suyo, así que se adelantaron a los guerreros
de su poblado y les mostraron al ejército enemigo una
entrada por el bosque por la que dar una emboscada. Al
traicionar a su pueblo quedaron condenados de por vida, su
poblado murió y el mago del pueblo, en su último suspiro,
maldijo a los cinco traidores a vagar por el pueblo por
siempre. Sus cuerpos se pudrieron tanto como sus almas,
fueron tan olvidados que ni tocar se podían, fueron
olvidados que ni verles se podía, sólo de ellos se podían
sacar voces de sufrimiento y dolor que llevaba a cualquiera
a la locura y más tarde a la muerte.

-Exacto, (dijo Edward), y más tarde el pueblo se destruiría por


el olvido. -Edward, si aquí ha muerto mucha gente y tu ya
has estado aquí... ¡¿Cómo sigues vivo?! Dijo Joanne. -Lo de
que murió mucha gente es verdad, pero morían por una
manada de lobos que vivía aquí cerca antaño y atacaba a
los que se atrevían a pasar por aquí. Y sí, las voces de
nuestros amigos encapuchados desquiciaban, pero no hasta
la muerte. Bueno, será mejor que abra las tiendas. -¿Qué
tiendas? Preguntó Bernard. -Ya verás. Edward levantó la mano y
del suelo aparecieron tres grandes tiendas de campaña, muy bonitas y
espaciosas. Cuando entraron en las tiendas, cada una era como un
dormitorio de grande y tenía algunas comodidades, como una cama
mullida y blandita, un cuarto de baño con agua corriente y, además,
una pequeña nevera y una pequeña cocina. -Será mejor que nos
vayamos a dormir y ya veremos que hacemos mañana. Dijo
Edward con cara de sueño. Luego cada uno se metió en una tienda y
se fue a dormir.
Capítulo 5 la destrucción del prado
destruido

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