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Alfred J.

Ayer: la palabra "ser", origen de


pseudoenunciados

Un ejemplo más simple y claro de la forma en que la


gramática conduce a la metafísica es el caso del concepto
de Ser. El origen de nuestra tentación de plantear
cuestiones sobre el Ser, que ninguna experiencia concebible
podría capacitarnos para confesar, descansa en el hecho de
que en nuestro lenguaje las sentencias que expresan
proposiciones existenciales y las sentencias que expresan
proposiciones atributivas pueden tener la misma forma
gramatical. Las sentencias "Los mártires existen" y "Los
mártires sufren", por ejemplo, constan ambas de un nombre
seguido de un verbo intransitivo, y el hecho de que tienen
gramaticalmente la misma apariencia lo lleva [al
metafísico] a suponer que pertenecen al mismo tipo lógico.
Se advierte que en la proposición "Los mártires sufren" se
atribuye determinado predicado a los miembros de una
especie dada, y se supone a veces que lo mismo ocurre en
una proposición como "Los mártires existen". Si esto fuera
en realidad así, se habría podido, por cierto, especular
legítimamente sobre el Ser de los mártires, así como es
lícito meditar sobre sus sufrimientos, Pero, como señaló
Kant, la existencia no es un predicado. Cuando asignamos un
predicado a una cosa, afirmamos tácitamente que ella
existe: de manera que si la existencia misma fuera un
predicado, se seguiría de ello que todas las proposiciones
existenciales positivas serían tautologías y que todas las
proposiciones existenciales negativas serían
contradicciones, y no es así. De manera que los que
plantean cuestiones sobre el Ser basadas en la suposición
de que la existencia es un predicado se hacen culpables de
seguir la gramática más allá de los límites del sentido.

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Lenguaje, verdad y lógica, Eudeba, Buenos Aires 1965, p.
50-51.

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