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VIVA + JESÚS

FLORES DE CONFIANZA Y DE AMOR.


(Pequeño manual sobre la confianza ilimitada
en el infinito amor misericordioso de Dios)

Propuesto
a las
ALMAS
RELIGIOSAS
Y ESPIRITUALES
por un
piadoso autor.

“Señor,
¡Feliz
el
hombre
que tú
instruyes
y
enseñas
en tu
ley!”
Salm 94(93),12

Monasterio de la Visitación de Santa María.


Apartado 912 Lima 100 Tlf.3590119
Ñaña - Perú
¡CONFÍA, BENIGNA!...
Benigna mía, tú quieres que te diga una sola
palabra y yo te la digo. CONFÍA, BENIGNA;
no te digo, confía, hija, porque eso es
demasiado general, si no CONFÍA, BENIGNA.

¿TIENES PENAS? Calla y confía,


tu Jesús proveerá.

¿TIENES TURBACIONES, INQUIETUDES


POR FALTASCOMETIDAS? Confía, tu Jesús
te las ha perdonado ya, y no sólo las repara,
mas con la humildad no se contentará con
hacer un bien cualquiera.

¿TIENES DESASOSIEGO SOBRE EL MODO


DE OBRAR EN LO FUTURO? Confía, tu Jesús,
que está dentro de ti, lo estará también entonces.

BENIGNA MÍA, di en tu corazón:


¡YO TENGO A JESÚS Y ME FÍO DE EL!

Oración para obtenerla gracia de una confianza ilimitada.


Dulcísimo Jesús mío, Dios infinitamente misericordioso,
Padre tiernísimo de las almas, y señaladamente de las
más débiles, de las más miserables, de las más enfermas,
a las que con ternura especial llevas y sostienes en tus
divinos brazos, vengo a Ti para pedirte, por el amor y los
méritos de tu Sagrado Corazón, la gracia de confiar en Ti,
para pedirte la gracia de confiar siempre más y más en tu
bondad misericordiosa, para pedirte la gracia de descansar
segura(o) en tus amorosos brazos, en el tiempo y en la
eternidad. Amén.

II)
AL PIADOSO LECTOR.
¡Gracias a Dios! Aquel ardiente deseo que
manifestábamos en el prólogo de la primera
edición española, de dar a conocer a las almas
espirituales las instrucciones dadas por Jesús
a su sierva Sor Benigna Consolata Ferrero, se
ha visto coronado, con creces, con la buena
acogida que el público ha dispensado al librito
en cuestión… Lo que Jesús prometió a Sor
Benigna cuando le ordenó que escribiera se
cumple: ”Tú escribe que yo haré que se lea
para que crean en el exceso de mi amor”
y hablándole del celo por las almas: “Tú eres
una de esas almas (escogidas). Ahora ejerces
esta misión en el interior de las familias, más
tarde lo ejercerás en el Monasterio y desde
el Monasterio se derramará por el mundo
el perfume de las virtudes que en ti cultivo
con tanto amor”. Y así se cumple. La Doctrina
consignada por la sierva de Dios es tan
sustanciosa como consoladora y alienta
tanto a las almas para buscar y proseguir el
camino de la virtud sólida y verdadera, que
no es posible conocer el librito sin sentirse
atraído a leer una y muchas veces.
“Tus escritos, dijo Jesús a Sor Benigna,
están destinados a hacer conocer mis
misericordias. Cada palabra que escribes
es como un canto de mis misericordias.
¡Escribe cuanto más puedas!... Yo quiero
tener necesidad de ti, pobre, insignificante,
nada, para hacer llegar mis misericordias
a las almas…El monasterio-añade- será el
III)
púlpito desde el cual me harás conocer.
Yo me apoyo en la debilidad, porque no
necesito fuerza; me sirvo de los ignorantes
para confundir a los fuertes…
“Yo te lo doy a ti, pero como una semilla;
debes escribir, bien es verdad que gozarías
más no escribiendo…El que escribe un libro
no se contenta de ningún modo con tener el
manuscrito, sino que lo hace imprimir y así lo
obtienen muchos; así tus escritos harán
el bien a muchas almas, y tú tendrás por ello
otro tanto de gloria accidental en el Paraíso.”
Continúa en otro lugar: “Nigna (así la halagaba con
dulzura con su diminutivo de su nombre Benigna),
pequeña secretaria de mi amor por las criaturas:
a ti te toca escribir, a los otros distribuir; a ti
saborear los dones de Dios en el silencio de
tu corazón; a los otros propagarlos para la
gloria de Dios; a ti descansar sobre el Corazón
de Jesús mientras Jesús te habla; a los otros
recibir de ti aquello que tú recuerdes y
distribuirlo a los demás;…para ti la parte
de María, para los otros la de Marta…”
Damos gracias a Dios por la publicación…
Que todo sea a honra y gloria de Dios
y salvación de las almas.

BREVE RESUMEN
DE LA VIDA DE
Sor Benigna Consolata Ferrero
De la Visitación de Santa María de Como (Italia)

Los aromas de dulcísima piedad, que exhalan


todas y cada una de las líneas de las FLORES
DE CONFIANZA Y DE AMOR.(Pequeño manual
IV)
sobre la Confianza ilimitada en la infinita
misericordia de Dios) despertaron desde
luego en todos el mismo legítimo deseo:
conocer el autor, llegar hasta esa florecita
encantadora, ver, en fin, el origen de donde
procedía ese buen olor de Jesucristo, y el
purísimo manantial de donde brotaban aguas
tan cristalinas. Porque esos perfumes de Cielo
traían escondido el secreto de dilatar las almas;
aguas tan frescas y limpias, y tan saludables
juntamente, sosegaban el espíritu como si
fuesen dulcísima mirada de Jesús.
Y fue así, que, al cabo de un año escaso de su
preciosa y santa muerte, fue menester descubrir
el nombre de la humilde religiosa que había
escogido el Corazón misericordioso de Jesús
para renovar y avivar en este mundo helado para
las cosas de Dios, el amor, la ternura, la confianza
ilimitada en su infinita misericordia; es sor Benigna
Consolata Ferrero, religiosa de coro de la Orden
de la Visitación de Santa María en Como, Italia.
Nació en Turín el 5 de agosto de 1885, y recibió
Al día siguiente, 6 del mismo mes, el santo Bautismo,
Y en él los nombres de María de la Consolación
(Consolata), Teresa, Rosalía y Filomena. Viviendo
en una familia distinguida no sólo por su elevada
posición social, sino por su vida fervorosamente
cristiana, dedicada enteramente al servicio de Dios
y de su Iglesia, no es de extrañar que la niña fuese
poco a poco empapando su alma en arraigado
espíritu de piedad, que consiguió nueva expansión
y crecimiento en las casas religiosas donde hizo
sus primeros estudios escolares. Con esto no tuvo
V)
que lamentar después el resfriamiento del fervor
que produce el trato y comunicación con tanta clase
de jóvenes como andan de ordinario confundidas en
las escuelas públicas. Esta piedad, no obstante,
jamás traspasó los límites de la más delicada
discreción, ni pretendió importunas imposiciones
en una familia como la suya, tan edificante y
religiosa. Le bastaba la más ligera insinuación de
sus padres para que María Consolata sacrificase
sin titubear sus particulares deseos y hasta las más
intimas comunicaciones con Jesús. No se puede
dudar que su carácter varonil, acompañado de no
sé qué inclinaciones meticulosas, le pusiese en
ocasión de no despreciables luchas, pero su fuerza
de voluntad, su continua vigilancia y, sobre todo la
divina gracia que a ojos vistos la ayudaba, cambiaron
maravillosamente su temperamento moral. El mismo
espíritu de sacrificio que tanto encantaba a los que
tenían la dicha de tratarla, no fue parte para que
jamás cediera en cosa que fuese en menoscabo
de cualquier derecho, ni siquiera al más insignificante
gusto del divino Esposo de las almas. En estas
ocasiones, su condescendencia ordinaria se trocaba
en invencible firmeza que la tenía muy alerta contra
toda familiaridad impertinente.
Fuera de estos casos se puede decir que era toda
condescendencia para el prójimo; odiaba de corazón
todo linaje de crítica y su genio expansivo formaba
las delicias de todos. Su clarísima inteligencia, su
trabajo ordenado y su incansable ocupación, la
sacaban muy airosa en todas las cosas que
emprendía; pero jamás consiguieron los justos
elogios que se tributaban hacer mella en su humildad.
Se diría que le cautivaban los objetos menos
VI)
agradables y ordinarios. Lo mismo sucedía en sus
relaciones con los otros, pues parecía buscar de
propósito ciertas maneras que otras evitan con
cuidado por juzgarlas humillantes. Mortificaba su
voluntad con exactísima obediencia desnuda de
toda réplica y razón, pero sobre esto domaba sus
sentidos y sujetaba la natural repugnancia a
algunas cosas, yendo en esto hasta el heroísmo,
como pudo verse claramente en la enfermedad
de un hermano suyo. La exquisita delicadeza de
su alma la movía a amar a todos los miembros
de su distinguida familia cuanto podía pedir la
caridad divina; pero supo sacrificar con prontitud
y valor los afectos más caros de su alma, como se
vio en la muerte del hermano querido de quien
hablamos arriba, y también cuando conoció que
Nuestro Señor la llamaba secretamente a que,
dejadas todas las cosas, abrazase la vida religiosa.
Porque ya entonces comprendía que el divino
Maestro le señalaba, como lugar propicio a la
vida interior del alma encaminada únicamente
a deseos de cielo, algún Monasterio de la
Visitación.
El Monasterio de Pignerol fue el primero que
abrió sus puertas a la señorita Ferrero. Desde
los primeros días vieron las religiosas y
admiraron las virtudes de la pretendiente, pero
permitió Nuestro Señor que les previniese en
contra de ella el camino verdaderamente
extraordinario de esta alma privilegiada. Con gran
tristeza de su espíritu, pero sin decaimiento
de ánimo, hubo de abandonar María Consolata
la casa del Señor y volver al seno de su familia.
Allí, crucificada con Jesús su Esposo, vivía en la
plena confianza de que al fin El mismo le
VII)
manifestaría el lugar donde conseguiría el logro
de sus ardientes aspiraciones. No era vana su
esperanza, porque Nuestro Señor le dio a
entender en lo interior de su alma que en el
Monasterio de Como, en Lombardía, encontraría
el agujero de la piedra y el nido de paloma
donde la quería. Y, por cierto, que ni siquiera
sabía que en esa ciudad hubiese tal Monasterio.
Tales fueron los caminos de la divina Providencia,
tales los medios ocultos y admirables por los
cuales introdujo Nuestro Señor a su sierva en el
lugar de su descanso, en el Monasterio de la
Visitación de Santa María de Como.
Admitida, a los pocos días de entrar, a la vida
y ejercicios del Postulantado, era muy de temer
que con tal cúmulo de dones y gracias
extraordinarias como la adornaban, la acometiesen
fuertes tentaciones de vanidad, tanto más cuanto
que su fidelidad a la gracia se acrecentaba cada
día su ya riquísimo espiritual tesoro. Discreta la
Maestra de novicias, fue larga con ella en avisos,
Humillaciones y reprensiones. Era nuestra
Pretendiente de natural muy delicado y, por tanto,
muy sensible a estas modificaciones; pero por
lo mismo, se aprovechaba de todo para conseguir
nuevas victorias, y viendo satisfecha así su sed
de mortificaciones, daba gracias a sus Madres,
para que así aumentasen las pruebas cada día.
Estaba, además, persuadida de que en su
persona no habían recibido en el Monasterio
más que pura nada y una nada pecadora,
indigna de vivir en el Monasterio, un poco
de basura cubierta con un poco de tierra…las
fragilidades de su infancia y las que, por
inadvertencia, cometía algunas veces, le
VIII)
parecían excesivamente grandes a la lumbre
de Dios. Corría por eso mismo de sus ojos, o
antes de su corazón entristecido por ellas,
una fuente de lágrimas que escondía con
disimulo cuando había algún testigo
impertinente. Por su gusto habría hecho mil
veces delante de todos una confesión general,
para que así la pusiesen en el último rincón de
casa, desconocida de todos, o tenida como un
andrajo que no se puede tocar ni siquiera
con la punta de los dedos, sino que a
puntapiés se le arroja de una a otra parte…
Y con tierno fervor suplicaba encarecidamente
a Jesús que diese a otros más dignos los favores
con que a manos llenas enriquecía su alma de
continuo.
Aunque era grande su discernimiento, no era éste
parte que nuestra joven religiosa no se alarmase
a la más ligera falta, cayendo en tal agonía de
conciencia, que le resultaba verdadero martirio.
Entonces bastaba una palabra de los
representantes de Dios, los Superiores, para que
se calmase esa tempestad, y consiguiese triunfar
de la excesiva desconfianza de sí misma. A su voz
se despojaba de toda mira y juicio propio y se
inclinaba, sin sombra de duda, a su parecer y
voluntad y aun a sus más ligeras indicaciones.
Cuando de agradar a Jesús se trataba, no había
inmolación que le costase ni sacrificio que no
hiciese. En una palabra, cuanto más recalcitraba
la naturaleza, tanto más enérgicamente
reaccionaba la voluntad para practicar lo más
perfecto. Jesús, por su parte, se complacía en
ofrecer a su fiel sierva ocasiones sin cuento, en
que se pudiese consagrarle lo que en sí misma
encontraba de más íntimo y más querido; estas
IX)
ocasiones eran casi diarias en los últimos años
de su vida. Jamás ella decía basta. Antes por lo
contrario, cuando se trataba de alcanzar alguna
gracia para la cual barruntaba que se le habían
de exigir grandes sufrimientos y costosos sacrificios,
entonces era cuando más se consolaba su espíritu,
y no paraba hasta conseguir próspero despacho
en su demanda. En una ocasión en que la gracia
que pedía había de resultar en notable provecho
de la Santa Iglesia, se ofreció en su fervor a una
cruz tan dolorosa que el mismo Salvador ni quiso
echarla encima de su sierva.
Entró en el Monasterio de Como el 30 de
diciembre de 1907, a la edad de veintidós años,
y recibió el santo hábito el 5 de noviembre de
1908 y con el nombre de Benigna Consolata.
Hizo la profesión de votos simples el 23 de
noviembre de 1909 y la de los votos solemnes,
el 28 de noviembre de 1912.Desde entonces no
puso esta Esposa de Jesús coto alguno a su
fervor, sino que emprendió con nuevos
entusiasmos los caminos más estrechos de la
perfección religiosa. Lo hacía todo con tal
sencillez, que sus mismas hermanas en religión
no caían en la cuenta de las maravillas que
obraba Dios en su alma. Sin embargo, y
traicionando a su humildad, se le echaba de ver
en su porte exterior, en la modestia de su rostro,
en sus palabras prudentes y medidas, en fin,
en toda la compostura de su cuerpo, que por
su alma pasaban cosas celestiales. Una persona
seglar, que tenía ocasión de verla muchas veces,
confiesa de sí tenía interiormente impulsos de
postrarse de rodillas a sus pies. Y es claro, ese…
X)

CONSAGRACIÓN
A LA INMACULADA VIRGEN MARÍA.

Dulcísima y amabilísima
Virgen María,
Hija predilecta del Eterno Padre,
Madre tiernísima del divino Hijo,
Santísima esposa del Espíritu Santo,
A ti vengo, oh amorosísima Madre,
para consagrarme toda a Ti.
Tú eres toda pura, toda hermosa;
Tú eres la Inmaculada,
Y yo, oh benignísima Madre,
no soy otra cosa que miseria,
culpa o inclinación al mal.
Tú, oh María, eres la Inmaculada
y siempre has constituido
las delicias de la santísima Trinidad;
Tú has robado el Corazón de Dios,
Tu Padre, Tu Hijo y Tu Esposo,
con el candor inmaculado
de tu alma santa.
Oh tiernísima Madre,
dirige una mirada piadosa
a esta pobrecita alma, hecha
blanco de las más brutales tentaciones,
y con tu poder, pon en fuga
al enemigo infernal.
En estos tremendos asaltos me refugiaré,
Oh piadosísima Madre,
en tu Corazón inmaculado;
Tú, oh piadosísima Reina de las vírgenes,
conserva mi lirio, y preséntalo
Tú misma a Jesús.
A)
Tiernísima Madre mía, te espero
en la hora de mi muerte, y ya desde ahora
te doy las gracias por ello, y te ruego
que me guardes totalmente, para que
todo cuanto hay en mí, agrade a Jesús.
Gracias, oh María. Amén.
B)

VISITA
AL SANTÍSIMO SACRAMENTO.
Oh Jesús mío,
mi único Amor,
mi Dios y mi todo,
vengo a Ti,
Divino Prisionero de Amor,
encerrado en nuestros tabernáculos,
por amor a tus pobres criaturas;
a ti vengo, Oh Jesús mío,
para traerte el peso de mis miserias,
la multitud de mis necesidades,
todos mis deseos
y los de las personas que amo.
Oh Jesús mío, tú estás ahora aquí
como en otro tiempo en el pozo
esperando a la Samaritana;
Jesús mío, Tú me pides
que te dé de beber,
y ¿qué quieres de mí, oh Jesús?
Dime, Jesús mío,
¿quieres mis debilidades,
mis miserias, mis deseos?
Sí, Jesús mío, todo te lo doy,
y en cambio te pido
que me des, por caridad,
tu misericordia,
tengo tanta necesidad
de ella.
Oh Jesús mío,
si tú tienes sed,
yo a mi vez también la tengo;
Tú tienes sed de mi santificación,
yo la tengo de darte el gusto y contento.
C)
Oye, Jesús mío, permaneceré aquí,
a tus pies, hasta que te dignes soportarme,
y, cuando haya de retirarme,
te dejaré, en prenda de mi amor hacia Ti,
mi pobre corazón el cual te ruega
que encierres contigo en tu Tabernáculo,
para que nunca jamás se aparte de Ti.
Amén.
Jesús mío, dame tu bendición.
D)

…atractivo que en todos ejercía, no era más que el


resultado de la fidelidad de esa joven religiosa en
seguir el llamamiento que le hacía Jesucristo a
reproducir en sí misma la vida de Jesús, viviendo
y hablando como lo haría el Salvador si estuviese
en su lugar.
La sed ardiente de la salvación de las almas que
devoraba el Corazón divino se ha había apoderado
también de su benjamina, como con cariño la llamaba.
No descuidaba medio alguno, por insignificante que
fuese, para saciar esta sed: penitencias, mil
intenciones piadosas, y sobre todo, sus oraciones
continuas, a este nobilísimo fin iban dirigidas.
A su vez, Jesús le aseguraba muchas veces que por
medio de ella eran muchos los pecadores que habían
entrado en el verdadero sendero de la vida.
Ese espíritu de mortificación, que podemos decir era
el alma de su vida interior, la arrastraba no pocas
veces a excederse en las penitencias exteriores; pero
la obediencia, brújula infalible para ella, le iba en eso
a la mano, no sin que por su parte tratase de
desquitarse cuanto le era dado, aprovechando todas
las ocasiones que se le ofrecían de crucificar su carne
inocente y sus inclinaciones naturales. Tampoco le
faltaba luego cumplido galardón a esta joven Amante
de la Cruz, y el premio consistía en la gracia de
comunicaciones extraordinarias e incesantes con Dios,
que levantaban su espíritu a la más íntima unión con El.
El modo divino como le daba Dios estas
comunicaciones y elevaciones sobrenaturales
era por medio de palabras interiores y de visiones
intelectuales.
Mandó además Jesús a su Secretarita, nombre con que
ordinariamente la llamaba, que fuese escribiendo los
XI)

coloquios íntimos a medida que los fuese recibiendo,


y por supuesto, que no hablase ni respondiese cosa
alguna sin consultárselo a El primero. Los escritos que
por obediencia dejó esta joven religiosa, manifiestan en
Primer lugar las extraordinarias virtudes que iban
desarrollándose en esta alma, entregada por
completo a la voluntad de Dios con una confianza
ciega, y además un conocimiento clarísimo de la
misericordia de Corazón de Jesús, de su
incomparable ternura, de las mil delicadezas con
que se dirige a los pobres pecadores, así como
los justos y a los santos, para la conquista de
una sola cosa: el amor de sus criaturas.
Nunca, al colmarle de regalados favores y gracias,
miró a su Esposo crucificado a quitarle ni menguarle
siquiera el padecer; por lo contrario sembró de
espinas y abrojos el corto sendero de su vida. Ya
dijimos antes algunos de estos sufrimientos. Los
más frecuentes, y justamente los más crueles, se
los proporcionaba el enemigo de las almas,
furioso al ver cómo le arrancaba las víctimas de
su odio. Para vengarse de ella asaltaba su
conciencia timorata con un sinnúmero de dudas,
de dificultades y de inquietudes, si es que no le
asediaba con violentas tentaciones. Y no fueron
los menos ordinarios de estos sus tremendos
sufrimientos los ocasionados por las frecuentes
ausencias de Jesús, espinas esas tanto más
agudas cuanto era el mismo Dios el que se
clavaba y luego la dejaba sin apoyo sensible.
Era, podemos decir, la participación más completa
de la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos.
Y no pararon aquí, porque Jesús le anunció que
al fin de la vida crecerían todavía los tormentas,
como en efecto sucedió. Y como conocía el
Señor la generosidad de su Sierva, le prohibió
XII)

También al mismo tiempo ir a buscar el natural


consuelo que produce el descansar en el corazón
de nuestros superiores. Pero al mismo tiempo
comunicaba entonces, a estos particular, luz y
compasión hacia la pobre víctima con que le
animaban a que les abriese su corazón, con lo
que no podían menos de aliviarse sus penas.
Resumiendo el pálido bosquejo que hemos
procurado trazar de su vida, diremos que Sor
Benigna Consolata, dócil a las enseñanzas de
lo alto, debía en lo exterior conformarse por
completo a la vida ordinaria de las otras. En lo
interior era, por lo contrario, extraordinario todo.
Como una vez suplicase a Nuestro Señor que
disminuyese sus larguezas, recelosa de que
padeciese algún menoscabo su humildad, le
prometió Dios que, antes de permitirle quiebra
alguna en la virtud predilecta de su Corazón,
le quitaría todos esos extraordinarios favores.
Las faltas e imperfecciones, sí, esas ya haría
El que se descubriesen, pero los dones
gratuitos y extraordinarios, esos cuidaría Él
de ocultárselos a los otros con un velo
impenetrable: no se puede negar que fue
este singularísimo favor.
Ascensiones in corde suo disposuit.-Cuando
Sor Benigna vivía aun en el siglo, le había pedido
Jesús que le ofreciese el voto del puro amor.
Cuando hubo entrado en religión le permitieron
que lo renovase de semana en semana. Al cabo
de algunos años de íntimas preparaciones y
purificaciones, Se lo exigió perpetuo el divino
Director de su alma. Y de esta misma traza usó
XIII)

con ella la infinita condescendencia del Señor


en los otros votos que fue exigiendo
sucesivamente a su fidelísima sierva, a saber:
el voto de humildad, el de abandono a su
querer y el de hacer lo más perfecto. Y así,
midiéndose en sus exigencias con las fuerzas
de su Benjamina, que temía siempre ser más
larga en sus promesas de lo que sería después
en el cumplimiento de ellas, fue Jesús con este
proceder dulce y progresivo a la vez, atrayéndola
a hacer sin miedo ninguno los más dolorosos
sacrificios. Y sucedió, que, rotas con estos cuatro
votos, las últimas cuerdas que le ligaban a la
naturaleza, los miedos e inquietudes que tanto
habían asustado a Sor Benigna Consolata,
cedieron el puesto a una tranquilidad tan grande
de su alma, que ensancharon los términos de la
paz, en que, a pesar de las borrascas interiores,
vivía siempre esta santa religiosa.
Desencadenada en 1914 la espantosa guerra
mundial, creyeron los Superiores de esta
confidenta de los secretos divinos que podían
forzarla a que obtuviese de Nuestro Señor el
término de un azote tan espantoso. Respondió
Jesús a súplicas tan fervorosas y repetidas con
palabras verdaderamente consoladoras. Porque
no era esa guerra, aseguraba Jesús, castigo
de justicia, que si a la justicia se mira, tiempo
hacía que habría aniquilado al mundo; era
castigo enviado por la divina misericordia, del
cual se servía el Señor para salvar infinidad de
almas que corrían desesperadas a la
condenación eterna.
XIV)

“Para salvar un alma, añadía Jesús, le basta


al Padre un instante de gracia…y hasta las
mismas almas obstinadas no dejaban de
participar de su misericordia al cortarles
la vida ahora, para que los tormentos de
la eternidad fuesen menos espantosos”
Y luego el misericordioso Corazón de Cristo
animaba a Sor Benigna Consolata a trabajar
con generosidad en la salvación de las almas,
empeñándole su palabra soberana de que a
los actos más insignificantes hechos con este
fin, correspondería El con gracias muy
particulares. En fin, el 4 de julio de 1915 exigió
Jesús de su sierva, que no lo sabía negar cosa
alguna, el sacrificio de su vida para conseguir
la paz según las intenciones del Romano
Pontífice. Y como propusiese a sus Superioras
la petición divina y éstas la aprobasen, se ofreció
con gran alegría de su alma a este supremo
sacrificio.
Lo que en todo caso es cierto que, emitidos estos
últimos votos de que ahora hablamos, el fuego
del divino amor que iba consumiendo el corazón
de este serafín, crecía con tal intensidad, que
cualquiera adivinaba las consecuencias que
traería. El mismo Jesús le hizo caer en la cuenta
de la enfermedad sobrenatural que poco a poco
minaba su existencia, y que por un linaje de
irradiación maravillosa la iba desprendiendo
más y más de todas las cosas de este mundo.
Ella, por su parte, se consideraba ya como
peregrina y extranjera en la tierra. Fruto tan
precioso estaba ya maduro para el cielo.
A fines de julio de 1916 invitó Jesucristo a su
Esposa a practicar los Ejercicios de cada año,
dedicando doce días a tan santa ocupación.
XV)

“No son muchos doce días para prepararte


a la muerte.”
Obediente a todos los deseos del Corazón
Divino, hizo esta querida víctima nueva y
diligente limpieza en su alma por medio de
una humilde confesión general. Le hizo Dios
por ella regaladísima merced de gracias y
ternuras inefables. Fue corona de estos
Ejercicios de amor una maravillosa fórmula
de voto de humildad que dictó el mismo Jesús
a su discípula y le obligó a pronunciarla en voz
alta delante de su Superiora, y a renovar al
mismo tiempo los otros cuatro votos de
perfección.
El divino Salvador en estos últimos días de julio,
a pesar del visible decaimiento de su Secretarita,
la animó y la sostuvo en el trabajo que tan
fructuoso debía resultar para la salvación de
las almas. Hasta la pérdida completa de sus
fuerzas tenía que escribir en secreto y en
silencio, pero siempre con la aprobación de
los Superiores, las cosas que Dios le iba
comunicando. Estos numerosos manuscritos
forman un tesoro de un valor incalculable, de
donde brotan fragantísimos aromas celestiales.
Cada día se ve con más evidencia que cuando
se leen y meditan con cuidado producen no sé
qué ensanchamiento de corazón y una ilimitada
confianza en el Corazón misericordioso que atrae
las almas con los encantos irresistibles de su
amor: los pecadores se conmueven y
convierten, los tibios se enfervorizan y los
corazones que del todo pertenecen a Jesús
se abrasan hasta consumirse en ese amor.
XVI)

Mas, llegada al término, y mejor diríamos al


apogeo de su perfección y de su privanza con
Dios, Sor Benigna Consolata, como verdadera
hija de Santa María, continuaba en la misma
vida ordinaria de Comunidad.
Sólo se sabe de dos de sus compañeras que
hubiesen parado particular atención en ella.
“¿De dónde saca, mi hermana Benigna
Consolata, cosas tan hermosas como
nos dice en la junta (1) después de Vísperas?”,
le preguntó un día una de esas dos religiosas.
De un Piadoso Autor, respondió sin inmutarse
la humilde Apóstol del Corazón Misericordioso.
Contenta con eso, la Hermana no preguntó más.
En la última semana de julio le faltaron del todo
Las fuerzas a esta heroica víctima del amor. No
tuvo entonces más remedio que manifestar su
estado a la Superiora, que le obligó a acostarse.
En los primeros días de agosto aparecieron ya
los síntomas de la enfermedad de pecho. Acudió
entonces el amigo fidelísimo Jesús a esta alma
privilegiada con auxilios y enseñanzas propias
para santificar aquel estado, pero al mismo
tiempo redoblaba el enemigo sus ataques,
tentándola de diferentes modos, ora con
tentación de orgullo. Ora de desconfianza;
preparando sin duda el asalto espantoso con
el cual confiaría quizá vencerla y derribarla.
Sencilla como una criatura -pues el rostro, ojos
….…………………………………………………….
(1)Es una reunión familiar en que, por disposición de
la santa regla, mezclan el trabajo manual con sus
pláticas devotas.
XVII)

vivos y sonrisa angelical y todo lo suyo conservaba


los encantos de la edad de la inocencia- nuestra
Hermanita se abandonaba a las caricias de Jesús,
a los cuidados de su Madre y de las enfermeras,

sobrellevando las molestias de la enfermedad con


aquella jovialidad que le acompañó toda la vida. A la
habitación de la enfermería en que estaba le dio el
nombre de Celda de la alegría, y no había más que
entrar en ella para convencerse de que el nombre le
venía de molde. Nunca, si no era en caso de absoluta
imposibilidad, omitía aun entonces el rezo del Oficio
ni de las otras oraciones en las horas determinadas
en el reglamento de la casa. Tenía siempre en los
labios el dulcísimo Nombre de Jesús, pasando las
largas horas de insomnio sentada en la cama, juntas
las manos, en profundo religioso recogimiento.
De su propio movimiento y movida de su fervor, pidió
El Sacramento de la extremaunción, que le fue
administrado el día 14 de agosto por la tarde. Lo
recibió con la misma devoción de ángel con que todas
las mañanas agasajaba a su Amado en el banquete
eucarístico. Recibía también diariamente antes de
comulgar la absolución de sus pecados,
acrecentándose con ella la hermosura y pureza de
su alma. Con tal visita diaria y con esos extraordinarios
auxilios no podía ser menos, sino que se aumentasen
extraordinariamente los ardientes deseos de ir cuanto
antes a la Jerusalén del cielo. A cada momento se le
iba el alma y el corazón al fervoroso Serafín a las
moradas de la gloria, y es que ya entonces no había
cosa alguna en ella que perteneciese a esta tierra
miserable.
Llegó al fin el día 28 de agosto, que por lo visto era el
escogido por Satanás para darle la tremenda acometida
XVIII)

que venía tanto tiempo preparando. Se echó con


encarnizamiento sobre su víctima: la hizo sufrir sin
descanso tormentos indecibles, con lo cual vino a
evidenciar, el mismo enemigo de las almas, cuán
amada era de Jesucristo un alma a quien Satanás
maltrataba con tanta furia.
Vencidos con el auxilio de Dios tan terribles asaltos,
pudo la santa moribunda recibir la absolución
sacramental y el santísimo Viático el día primero
de setiembre, que era aquel año el primer viernes
de mes. Decaían sensiblemente las fuerzas de su
cuerpo, pero su alma inocente conservaba cabal el
conocimiento y fervor, de modo que puede
asegurarse que la péndola que marcaba las
pulsaciones de su corazón virginal era el pronunciar
acompasado de los dulcísimos Nombres de Jesús
y de María. A la una y media repitió todavía, no sin
grande dificultad, el acto de contrición, y luego, con
la absolución del sacerdote, lavaba más su alma la
sangre del divino Salvador. En fin, mientras el
Ministro de Dios rezaba las oraciones de la Santa
Iglesia para la última hora de sus hijos, en presencia
de la Comunidad, que se hallaba reunida y arrodillada
alrededor de la cama, la Hermana Benigna Consolata
entregó plácidamente su alma en las manos de Dios,
muriendo en el ósculo santo de su Esposo divino.

Eran las tres de la tarde.

ANTONIO PICCINELLI, Pbro.


CAPELLÁN DE LA VISITACIÓN.

XIX)

ORACIÓN
POR EL SUMO PONTÍFICE
Y POR LA IGLESIA.
Jesús mío, te ruego que implores
continuamente de tu Eterno Padre
todas aquellas gracias que desea
el Sumo Pontífice, tu Vicario en la tierra,
te ruego por el triunfo de la Santa Iglesia
y, en fin, te pido que aplaques
y des gracias a tu Eterno Padre,
por nosotros, tus pobres criaturas. Amén.

“Dios mío,
Te amo,
Te amo,
Te amo;
quisiera,
si me fuera posible,
amarte
con un
amor infinito
y quisiera
asimismo
a costa
de sacrificarte,
un millón de veces,
mi propia vida,
quisiera hacer
que las
criaturas todas
te amasen
de igual manera…”

XX)

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