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En el libro de génesis se hace referencia al trabajo desde la perspectiva de la tierra, por medio
de la cual se pasa al progreso y desarrollo no solo de sí mismo, si no a la cooperación de la
humanidad; se pasa de un asunto interno a uno externo.
“El hombre somete a la tierra”, es una frase que encierra un significado más profundo llegando
a su fin mismo que es el hombre sin importar el tipo de trabajo que se realice sea este físico o
intelectual
La tecnología frente al trabajo puede ser vista como un aliado o como un monstruo
dependiendo de la posición en que nos encontremos frente a esta, es fundamental
considerar que esta incluyendo en nuestra sociedad una nueva forma de hacer las cosas,
renovando y buscando otro tipo de trabajadores que estén dispuestos a encontrar soluciones
y no depender de un trabajo mecanizado; el hombre es esclavizado por la tecnología solo si no
es capaz de conocerla a profundidad y dominarla, así como un día domino la tierra.
El solo hecho de ser humanos y decidir por nosotros mismos hace que el trabajo tenga un
sentido más profundo, que no radica en el tipo de trabajo que se realice, si no en el ser
humano que lo hace, es así que posee una dimensión ética en sí mismo, por lo tanto el trabajo
depende del hombre y no lo esclaviza. Sin embargo no podemos cerrar los ojos
ante la situación actual donde el trabajador y el trabajo se negocia como una mercancía, que
tiene su importancia solo en lo económico, sin mirar ni siquiera en el trasfondo al ser humano
que constituye y que hace que una organización pueda funcionar, se hace del trabajo un
medio de opresión para el ser humano y no una forma de ejercer su libertad.
El estado es la entidad indirecta con mayor poder económico y social dentro de las naciones,
este debe velar por que las normas sociales y laborales se cumplan, teniendo la
responsabilidad para realizar cabios importantes o de realizar las peores injusticias producto
de la corrupción, en nuestro país aun estamos luchando contra el cumplimiento de los
derechos mínimos, dejando de lado las respuestas éticas de las cuales debería derivarse todo
orden social y moral de nuestro país. Por lo tanto debemos buscar que las organizaciones en
nuestro país den un paso más hacia un trabajo socialmente responsable en bien de toda la
sociedad y no solo su propio bienestar, debemos dejar de lado en abuso de ambas partes,
porque no debemos olvidar que existe abuso también desde el otro lado de la moneda, el
trabajador también puede atentar contra el mismo trabajo y las propias organizaciones
valiéndose de las ya conocidas huelgas, donde se afecta a demás el bienestar común.
ajaramillo99@gmail.com
ESCUELA DE TEOLOGÍA, FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
“La profunda y rápida transformación del mundo moderno pide urgentemente que no haya
ni uno solo que, despreocupado de la marcha de los tiempos o indolente en su inercia, se
entregue a una ética meramente individualista. Hoy el deber de justicia y de caridad lo cumple
el hombre cada día mejor si, contribuyendo al bien común según su propia capacidad y las
necesidades de los demás, promueve también y favorece las instituciones públicas o privadas
que, a su vez, sirven para transformar y mejorar las condiciones de vida del hombre.”[1]
Vista de esta manera, la economía debe desarrollarse y construirse poniendo como fin último a
la persona.
“El capitalismo, dice Mounier, “ha disuelto a la persona patronal en la sociedad anónima
irresponsable, sometida al poder anónimo del dinero. Ha oprimido toda empresa bajo el poder
de esta dictadura financiera; expropiando a los asalariados, los desinteresaba de su trabajo y
los libraba al odio y al deseo desesperado de ponerse en su lugar. El capitalismo pretende
defender los valores de la propiedad personal, y en la práctica los niega, excepto para sus
privilegiados, y aun de una manera caricaturesca.”[4]
Esta propuesta busca impulsar el crecimiento personal, para lo cual la libertad es esencial, la
democracia es indispensable, la igualdad de oportunidades es una condición, la vida en
comunidades es una necesidad y el Estado debe tener la capacidad y la eficiencia que le
permitan cumplir con su papel, tanto subsidiario como solidario, de cara al bien común.
“El personalismo es la afirmación del valor absoluto de la persona. Este plantea que el
centro de todo accionar político y económico debe ser, el ser humano. Partiendo de valores
del humanismo integral, se nos propone reconocer en cada hombre y en cada mujer una
persona, es decir, un ser humano único e insustituible, distinto de todos los demás, libre por
naturaleza y abierto a la trascendencia.”[5]
La sociedad del trabajo tiene que exigirse para diseñar máquinas, formas organizativas y
métodos de trabajo que, siendo eficaces, no reduzcan la persona a servidora de una máquina o
a una pieza de un mecanismo burocrático. La máquina ha de ser para el hombre y no el
hombre para la máquina. Las máquinas y el proceso de producción, entonces, tienen que estar
en función de la persona. El lucro desmedido, los salarios injustos, las legislaciones de
flexibilización laboral para favorecer el enriquecimiento de unos pocos, son ejemplos
concretos de la necesidad de iluminar la cuestión social del trabajo, donde debe primar el bien
para la persona trabajadora.
Los medios de producción han de servir al hombre a través del trabajo. Los recursos
disponibles utilizados en negocios rentables se ponen al servicio del trabajo haciendo posible
el acceso a los bienes necesarios para la vida a quienes no son propietarios, a través de la
remuneración del trabajo.
El mundo del trabajo requiere fortalecer los nuevos valores que surgen del nuevo concepto de
trabajo y de empresa, que deben estar por encima de la mera sostenibilidad económica:
excelencia, innovación y creatividad, confianza, lealtad, compromiso y participación, para
promover la prioridad y centralidad de la persona sobre las cosas, el capital y el individualismo.
La primacía axiológica del trabajo no excluye, como es obvio, la valoración económica del
trabajo y la búsqueda de los mejores resultados posibles, pero impide caer en el
economicismo, donde, al tomar los resultados económicos como criterio supremo para la
toma de decisiones, se subordinan las personas a las cosas. Por el contrario, una adecuada
ordenación de la actividad laboral ha de respetar la autonomía de la ordenación técnica y
económica del trabajo, pero subordinándola a la ética.[7]
De este modo, las personas, sus derechos inalienables y su desarrollo humano, no se
sacrificarán en aras del interés económico y de la sostenibilidad de la empresa, sino que la
técnica y economía se pondrán al servicio de las personas. Si se respeta este orden y se hacen
las cosas bien, los resultados económicos serán una consecuencia del desarrollo de las
personas, de la creciente confianza recíproca entre los implicados en la tarea y de una mayor
capacidad de trabajo, solidaridad y cooperación.
La Iglesia es enviada al mundo para proponer la oferta de salvación de Dios; sirve al mundo en
los problemas que le son propios en cuanto mundo, pero no se identifica con todas las
realidades del mundo. Su misión propia está en función de la realización del reino de Dios al
final de los tiempos, pero que debe manifestarlo y realizarlo en ella como una anticipación de
su realización definitiva. La misión religiosa de la Iglesia no es, por consiguiente, ajena a las
actividades de orden político, económico y social. Le corresponde al Magisterio de la Iglesia
iluminar estas realidades y a los laicos comprometerse en la transformación de la realidad
social como testigos de Dios en medio del mundo, en colaboración con todos los hombres de
buena voluntad. “El compromiso de la Iglesia con las realidades históricas consiste en predicar
el mensaje de Cristo, de tal manera que toda la actividad temporal de los fieles quede como
inundada por la luz del evangelio[9]”.
Por tanto, la Doctrina Social de la Iglesia es el resultado del compromiso eclesial por iluminar el
Evangelio en todas las realidades sociales. El trabajo es quizás uno de los elementos más
vertebrales: el trabajo es la clave de la cuestión social. La encíclica Laborem excersens expresa
profundamente la experiencia teológica de Juan Pablo II en el contexto de la persona situada
en el mundo con su experiencia vital, pero que adquiere su sentido por la acción que realiza en
él. Expone en esta Encíclica la subjetividad de la persona, del trabajo y de la sociedad. Afirma la
prioridad del hombre como sujeto de la acción humana y su consecuencia metodológica: la
acción como camino para entender a la persona. Utilizar la acción como vía para comprender
mejor qué significa ser persona es posible debido a que toda actividad transeúnte posee una
dimensión intransitiva sin la cual no puede apreciarse el actuar humano en sentido estricto.
Existe no sólo una prioridad, entonces, metafísica sino propiamente “praxeológica” de lo
humano cuando el hombre se realiza a sí mismo a través de la acción. Esta comprensión del
hombre que recupera fenomenológicamente la antigua doctrina sobre el “ágere” y el “facere”,
introducida como propuesta esencial, en esta Encíclica, donde se afirma la prioridad del
trabajo sobre el capital, y la prioridad de la dimensión subjetiva del trabajo sobre la
objetiva[10] .La fecundidad de la prioridad praxeológica de lo humano al interior de la acción
permitirá entender cómo la persona se construye a sí misma (construye en cierto sentido parte
de su subjetividad) al momento de construir el mundo. Además ayudará a entender que la
subjetividad de la persona se participa al ser y hacer-junto-con-otros. Por lo que será posible
hablar propiamente de que la sociedad posee «subjetividad» cuando el modo humano de la
acción, es decir, la acción solidaria, se establece como dinámica estable en una comunidad. Un
ejemplo de este modo de entender la persona en su acción de trabajadora es este:
En nuestro tiempo es cada vez más importante el papel del trabajo humano en cuanto factor
productivo de las riquezas inmateriales y materiales; por otra parte, es evidente que el trabajo
de un hombre se conecta naturalmente con el de otros hombres. Hoy más que nunca, trabajar
es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien. El trabajo es tanto más
fecundo y productivo, cuanto el hombre se hace más capaz de conocer las potencialidades
productivas de la tierra y ver en profundidad las necesidades de los otros hombres, para
quienes se trabaja.[11]
Para Juan Pablo II, con el trabajo el ser humano adquiere su dignidad y adquiere su tiempo en
la historia. El trabajo no es un mero elemento de la producción manual, sino que es una clave
de la antropología que nos permite comprender el ser y el actuar humano en todas las facetas
de su existencia.
Juan Pablo II da, pues, al trabajo una dimensión antropológica que va más allá de todas las
realizaciones económicas, políticas y culturales. Supera la clásica división entre el trabajo
“servil” de los esclavos y pobres y el “noble” de las actividades del pensamiento. Siglos de
herencia occidental se han construido sobre esa división del trabajo. El trabajo de la mente es
digno del hombre, el de las manos no lo es. Por el trabajo de la mente se organiza la sociedad
gracias al derecho, a la política, a la educación; por el trabajo de las manos tenemos acceso a
los instrumentos, a los objetos útiles o de consumo. Y sin embargo, el trabajo en uno y otro
caso ha sido una actividad humana valiosa por ser simplemente “acto humano” consciente y
libre[12].
El trabajo posee una causa eficiente que es el trabajador en sí mismo, el trabajador es causa
eficiente del producto, y la tecnología es causa instrumental. Pero la más importante es la
causa final: la eficiente termina en el producto y la final termina en las personas a las que se
quiere servir y dar valor.
El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios» es una
persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de
decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es pues
sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso
del trabajo; éstas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la
realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en
virtud de su misma humanidad.[13]
En la Laborem Excersens existen retos que nos tocan a todos, y que pueden contribuir a la
humanización del trabajo entendido como un aspecto de la dignificación de la persona. Estos
retos se comprenderán en la medida en que saquemos del pensamiento social de la Iglesia,
estos elementos que benefician integralmente a la persona que trabaja y se desenvuelve en el
mundo. Estos son los retos:
• El trabajador no debe ser considerado como un fin en sí mismo sino tan solo como un
medio para la producción.
• Adorar el fruto de nuestra inteligencia y de nuestras manos es olvidar que el ser humano
es quien lo ha creado.
• El trabajo tiene prioridad sobre el capital; la ética sobre la técnica, la persona sobre las
cosas, y el espíritu sobre la materia.
• ¿Cómo enfrentar una globalización económica que abre las fronteras para todo tipo de
producción en un “comercio libre”, y las cierra rigurosamente para los trabajadores de esos
mismos productos?
La Encíclica del Papa Juan Pablo II destaca también dos elementos cristológicos fundamentales
que se convierten en la base de una novedosa espiritualidad del trabajo. El anuncio misionero
de Jesucristo que tiene como destinatarios el mundo y la Iglesia: Él fue un trabajador concreto
y tiene una concepción del trabajo en su vida y en su doctrina, y la acción de Espíritu por el que
la persona que trabaja inserta sus finalidades en el Fin Absoluto del cosmos y de la historia y
anticipa de este modo la plenitud escatológica de los tiempos futuros. De esta manera, se
establece en cierto sentido un carácter sacramental en todo trabajo por ser señal visible del
Dios invisible. Al final, “comprendemos la feliz intuición de Wojtyla de considerar la persona y
su acción como un todo compacto del que forman dos polos fundamentales; del análisis de la
acción y de sus causas, llegamos al conocimiento de las personas y de sus capacidades”[15].
El hombre debe trabajar bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea
por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo. El
hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia,
pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera
familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al
mismo tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de
la historia. Todo esto constituye la obligación moral del trabajo, entendido en su más amplia
acepción. Cuando haya que considerar los derechos morales de todo hombre respecto al
trabajo, correspondientes a esta obligación, habrá que tener siempre presente el entero y
amplio radio de referencias en que se manifiesta el trabajo de cada sujeto trabajador.[16]
BIBLIOGRAFÍA
ARBOLEDA, Carlos (Director). Experiencia, Filosofía y Testimonio. U.P.B. Medellín, 2008. 171 p.
BURGOS, Juan Manuel. Antropología: Una Guía para la Existencia. Madrid, Palabra, 2003. 423
p.
CONCILIO VATICANO II. Constitución Pastoral “Gaudium et Spes”, sobre la Iglesia en el mundo
de hoy. In: Doce Trascendentales Mensajes. Bogotá: Kimpres, 1993. 649 p.
JUAN PABLO II. Carta Encíclica Centesimus Annus. In: Doce Trascendentales Mensajes.
Secretariado Nacional de Pastoral Social: Kimpres ed. 1993. 649 p.
JUAN PABLO II. Carta Encíclica ‘Laborem Exercens’. In: Doce Trascendentales Mensajes.
Secretariado Nacional de Pastoral Social: Kimpres ed. 1993. 649 p.
MELÉ, DOMÉNECH. Aspectos Éticos del Trabajo y de la Contratación Laboral. In: Empleo y
Trabajo: Previsión de Futuro. Barcelona: Biblioteca IESE, Universidad de Navarra, 1997. 2ed.
61p.
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[2] Cfr. COMIN, Tony. El Personalismo: Inspirador de una Economía Democrática. Fundación
Espíritu. [consulta: 22 agosto 2008]
[3] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Laborem Exercens. In: Doce Trascendentales Mensajes.
Bogotá: Kimpres, 1993. No. 12
[4] COMIN, Tony. El Personalismo: Inspirador de una Economía Democrática. Op. Cit. Idem.
[6] BURGOS, Juan Manuel. Antropología: Una Guía para la Existencia. Madrid, Palabra, 2003. p.
267
[7] MELÉ, Doménech. Aspectos Éticos del Trabajo y de la Contratación Laboral. In: Empleo y
Trabajo: Previsión de futuro. Barcelona: Biblioteca IESE Universidad de Navarra, 1997. 2ed. Op.
Cit., p. 100
[8] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Centesimus Annus. Op. Cit.. No. 5
[9] JUAN PABLO II. Constitución Pastoral Gaudium et Spes. In: Doce Trascendentales Mensajes.
Bogotá: Kimpres, 1993. No. 9
[10] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Laborem Excersens. Op. Cit. No.6
[11] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Centesimus Annus. Op. Cit. No.31
[12] ARBOLEDA, Carlos (Director). Experiencia, Filosofía y Testimonio. U.P.B. Medellín, 2008. p.
51
[13] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Laborem excercens. Op. Cit.. No. 6
[16] JUAN PABLO II. Carta Encíclica Laborem Excersens. Op. Cit.. No. 16