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Así no llegaremos a ningún Pereira

Francisco Javier Saldarriaga | Medellín | Publicado el 2 de mayo de


2011
"No le pago para pensar, obedezca y punto".

Esas actitudes son muy propias en personas incapaces de convencer con argumentos
sobre la bondad de sus decisiones. Generalmente emplean el terror, el miedo y la
sumisión como herramientas para hacer su gestión.

Ellos no delegan por temor a que el delegatario se lleve los honores, pretenden que sus
compañeros de trabajo dependan siempre de su aquiescencia para llevar a cabo
cualquier acción.

Los que se consideran imprescindibles en las empresas, (entre otras cosas deben ser los
primeros en salir, cuando de reestructuraciones administrativas de personal se trata)
son con mucha frecuencia capaces de convertirse en el obstáculo permanente para el
avance y el desarrollo de las políticas y estrategias empresariales.

Infortunadamente las decisiones que tienen que ver con estas situaciones no son parte
rutinaria en el razonamiento lógico de los directivos o miembros de junta; ellos las
delegan en los gerentes y prefieren eludir, en muchas ocasiones, su responsabilidad
señalando al que debe transmitir el mensaje a los afectados.

No sé si en el Ejército Colombiano o en todos los ejércitos del mundo está prohibido


pensar, pero las filtraciones que se han dado como explicaciones para el infamante
espectáculo originado por el llamado a calificar servicios al General Gustavo Matamoros
Camacho es una muestra innegable de la incapacidad directiva de quienes están ahora
al mando del país.

Es una vergüenza que este tipo de decisiones se comuniquen simultáneamente al


afectado y a los medios de comunicación y que, a renglón seguido, salgan a la luz los
supuestos motivos que dieron lugar a esa determinación.

No solamente eso, se da en un periodo de tiempo en el cual la gente está de asueto,


esperando que esto no tenga reacciones y que se tome como algo natural.

Si la decisión era sacarlo, como se sacó al Almirante Arango B., esto se debió hacer
desde el inicio de este mandato el 7 de agosto de 2010, cuando se nombró la cúpula de
las fuerzas militares.

El general Matamoros Camacho es por encima y de acuerdo con las informaciones que
han circulado en estos días, el militar más calificado para asumir el comando general de
las Fuerzas Militares.

Ahí empezó el problema y no lo generó el General, lo originó el señor Presidente que


nombró un Ministro, que se cree imprescindible y que busca su lucimiento sin importar
los resultados; ante cualquier cuestionamiento a sus apreciaciones, decide esconder la
cabeza y señalar a quien lo cuestiona como un palo en la rueda.

Como él requiere loas y quién le sobe el saco, busca entonces que sus subalternos no
tengan ideas propias ni piensen, solo obedezcan.

Para conseguir esto se buscan personas que no dominen el tema y se saca a quien lo
domina. En este Ministerio se prohíbe pensar y punto.

Postre: Pensar en una concesión para el dragado y explotación de los ríos navegables en
Colombia no es una locura. Ministro de Transporte, piense; usted no está en el Ministerio
de Defensa.

Un país (legalmente) inviable


Elbacé Restrepo | Publicado el 1 de mayo de 2011

Iba a titular simplemente "Un país inviable", para referirme a las vías, destruidas en casi
todo el territorio nacional, gracias a las lluvias, que tienen convertida la Nación en un
paisaje de desolación, miseria y tragedia.

Pero se me atravesó, hasta las lágrimas de rabia y de impotencia, el reguero de


corrupción por el que caminamos. A cada paso brinca un sapo podrido, como el de la
vieja Inés de nuestras retahílas infantiles, y no solo brinca, sino que, además, trae
pegados de la espalda otros peores.

Los "romanticotalegones", como yo, ingenuos crónicos de nacimiento, ignorantes y


desconocedores de los intríngulis y de los hilos invisibles del poder, todavía nos
sorprendemos ante los alcances de los corruptos, bien pertenezcan al nivel 1 del Sisbén
o al estrato más alto de nuestra sociedad.

La descomposición social no obedece necesariamente a la falta de oportunidades, tan


generalizada, sino que también puede venir de la formación en el hogar.

Desde la casa nos encargamos de invertir los valores, de manera cotidiana e


imperceptible: "diga que no estoy", cuando alguien con quien no queremos hablar llama
por teléfono o a nuestra puerta. Al quedarnos impasibles, y muy sonrientes, cuando nos
devuelven de más, ("quién los manda a ser tan elevados"), o cuando alguien, urgido de
un empleo, compra a precio de huevo un certificado pirata que le ayude a robustecer la
hoja "indebida". Estas y otras bagatelas por el estilo, son la cuota inicial de otros delitos
no tan inocentes:

Sobornar al agente de tránsito por no asumir la responsabilidad de una infracción, o al


contrario, permitir que entre cálculos, intimidación y multiplicaciones nos induzcan a
pagar un cobro ilegal para evadir la multa, es un círculo vicioso que no ofrece la
posibilidad de tener, algún día, un país viable en materia de legalidad.

Guardar silencio cuando algún servidor público se vende por unos denarios, o por
muchos millones, es una costumbre común pero no normal, para la deshonra de las
instituciones, que deberían estar por encima de estas prácticas viciosas, con visos de
delitos, que en sus investiduras se vuelven manchas que destiñen los colores de la
patria.

Pero tampoco ayuda la administración de la justicia, que no tiene pies ni cabeza.

Las contradicciones son denominadores comunes que no permiten creer en su eficiencia:


cuando suelta a los delincuentes apresados, aduciendo fallas en el procedimiento, bien
sea por mal trato al detenido o por alguna informalidad en el arresto, o cuando condena
a algunos inocentes.

Hay mucho actor con ansias de protagonismo en el escenario de la justicia, por encima
de las instituciones y del bien común. Difícil entender, de otra manera, que a unos
delincuentes les conviertan sus celdas en mansiones. Que a unos militares ancianos los
condenen a treinta y cinco años de cárcel y que a quienes han originado los
acontecimientos más funestos de nuestra historia los nombren funcionarios del Estado o
los elijan como gobernadores.

Por esa mala costumbre de tragar entero y de no hacer de la verdad un principio rector
de vida, la honradez y la justicia seguirán sepultadas en cada derrumbe de nuestra
geografía, aun en pleno verano.

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