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La espiral del silencio es un mecanismo sociológico estudiado por

Elisabeth Noëlle-Neumann por el cual dentro de un grupo


determinado, aquellos que saben que sus opiniones son minoritarias
permanecen callados para no romper el falso consenso.

Noëlle-Neumann parte de la idea que todos poseemos cierta intuición


social que nos permite barruntar cuando nuestras opiniones son
minoritarias o no. Como somos seres sociales buscamos la
integración social, por lo que si sabemos que nuestras ideas provocan
rechazo no las haremos públicas. Otra razón para que en una
deliberación pública no expresemos nuestras ideas es que si sabemos
que el debate está ganado por nuestros adversarios ¿qué necesidad
tenemos de expresar ideas que van a ser rechazadas?

La espiral de silencio no funciona con rigidez matemática y queda


rota en muchas ocasiones. Una personalidad fuerte o independiente
no tendrá inconveniente en
manifestar una opinión contraria a
la mayoría, creo, incluso, que hay
personalidades que precisamente
cuando saben que sus opiniones
son minoritarias sienten un acicate
para manifestarlas.

El error básico de los que caen en


la espiral del silencio es no
comprender que el ámbito de las
ideas y de las personas son
espacios separados. Las ideas de
una persona pueden generarnos
rechazo sin que esa persona nos parezca rechazable. Por otro lado,
aunque digamos que las ideas diferentes aportan intensidad y riqueza
a los debates, no todos creen que así sea, en la práctica muchos
siguen considerando que un ataque a sus ideas es un acto
malintencionado contra él mismo.

Me importa subrayar hasta que punto las estructuras de poder


intentan fomentar la espiral del silencio entre los miembros
coaccionados por la estructura. Para ello se suele usar la táctica de
manipulación conocida como “creación de consenso”: se martillea a
un grupo con una idea que se considera mayoritaria (lo sea o no) y se
intenta transmitir la impresión de que esa idea es asumida como
válida unánimemente. Los llamados “valores democráticos” son,
ciertamente, presentados como valores unánimemente admitidos y
aceptados, fuera de ellos solo existe el gueto ideológico o la
radicalidad. En reuniones de trabajo me he encontrado
frecuentemente esta táctica: el líder de un grupo plantea un proyecto
como mayoritariamente aceptado, como unánimemente admitido sin
pulsar realmente la opinión del grupo; si no existe alguien en ese
entorno que no tema romper la espiral del silencio, es seguro que ese
proyecto será admitido por el grupo.

La espiral de silencio nos hace ver la importancia de establecer un


compromiso firme entre nuestras ideas y nosotros manteniendo
siempre la distancia entre lo personal y lo ideológico. También nos
invita a ser prudentes cuando se nos presenta un consenso como “ya
dado”, de un modo u otro esta actitud suele encubrir el deseo de
fomentar la aquiescencia del silencio cauteloso.

En fin, que no siempre el que calla otorga, así que es mejor no callar.

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