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VOCES ROMPIENDO EL
SILENCIO DE UTATLAN
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© Directora de Proyecto:
Yedra García Bastante
© Inicio y Desarrollo del Proyecto:
Julio Víctor Cochoy Alva
© Ejecución del Proyecto:
Yedra García Bastante
© Entrevistas realizadas por:
Julio Víctor Cochoy Alva, Yedra García Bastante y Margarita
Pérez Soc
© Traducciones de K´iche´ a Español:
Julio Víctor Cochoy Alva, Silvia Menchú Batz y Francisco
Sánchez Pérez
© Foto de Portada de COVUSLU a mitad de los años ochenta
© Fondo Contraportada:
Servilleta típica de Santa Lucía Utatlán (Sololá)
© Diagramación:
Nawal Wuj
Asociación
Pro Derechos Humanos
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con apoyo financiero del Gobierno de Noruega, a través de
su Programa de Participación de la Sociedad Civil - PASOC, hizo posible la presente publicación.
La información contenida en esta publicación no necesariamente refleja la posición de Naciones Unidas ni del Pro-
grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
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JUNTA DIRECTIVA2004
DELCOMITÉ DE VÍCTIMAS UNIDAS DE SANTALUCÍAUTATLÁN
-COVUSLU-
Presidenta:
Margarita Pérez Soc
Vicepresidenta:
Cristina Avendaño Pineda
Secretario:
Marcos Arturo López Vásquez
Tesorera:
Fermina Candelaria Xitamul
Vocal I:
Santiago Xitamul Meletz
Vocal II:
Dorotea López
Vocal III:
Margarita Ajú Barreno
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ÍNDICE GENERAL
Dedicatoria ......................................................................................................................................................... q 9
Agradecimientos ............................................................................................................................................... q 11
Prólogo ................................................................................................................................................................. q 13
Introducción ....................................................................................................................................................... q 17
Testimonios ................................................................................................................................................... e o 6 9
Desaparición forzada de Enrique Gerardo Casimiro Cochoy Ixcol (agosto de 1980) .................. r e 83
Ejecuciones extrajudiciales de Felipe Norberto Alva Ajanel y Gaspar Alva Yac y desapariciones
8
forzadas de Pedro Mercedes Xitamul Excun y Domingo Noj Xaminez (31/X/81) ...................... y u 1 2 7
Desplazamiento forzado por intimidaciones a Santiago Xitamul Meletz (octubre de 1982) .... i T 1 7 5
Desaparición forzada de Bernardo Simón Castro Cul (año 1982) ................................................... o q 181
Anexo .............................................................................................................................................................. p E 2 1 3
DEDICATORIA
Por la dignificación de las víctimas directas; por la justicia
histórica hacia las víctimas indirectas de la
“Guerra Revolucionaria-Reaccionaria en Guatemala”
en el contexto de la “Guerra Fría”
El ruido del silencio:
atormenta sus almas,
no las deja dormir en paz,
consume sus cuerpos,
suena a carcajadas del verdugo,
devora y esconde la historia,
nutre la injusticia,
acepta la opresión,
difunde el engaño y la mentira
huele a pólvora, suena a metralla y fusil.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Dios por fortalecernos en nuestro duro caminar por el desierto
de tristeza, dolor y llanto y que ahora nos permite dar un suspiro de aliento
expresando lo que se ha callado durante años; también a nuestros seres queri-
dos que descansan en un lugar de paz donde ya nada ni nadie les prive de su
existencia porque desde lo alto nos han dado valor para seguir con nuestro
peregrinar.
La Junta Directiva del Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
(COVUSLU) agradece a cada una de las integrantes del Comité por haber com-
partido su testimonio para ser difundido en este libro. La Junta reconoce su
valor y dignidad al narrar la injusticia de la que fueron objeto, a pesar del dolor
que conlleva. Y demuestran así, su voluntad y fe de contribuir a la reconcilia-
ción nacional, a través de la práctica de la compasión y el perdón.
La Directiva también agradece el aporte de cada persona e institución
involucrada en el proyecto: Voces Rompiendo el Silencio de Utatlán.
En la etapa de elaboración del proyecto, fue valiosa la ayuda de Mathias
Rull y María Jesús Cajal. Gracias amigos por compartir la información y tecno-
logía.
Durante la validación del proceso de recolección de testimonios, agrade-
cemos la voluntad y participación de la Oficina Sub-Regional de MINUGUA
Sololá, La Auxiliatura Departamental de los Derechos Humanos Sololá y la
Cooperación Española.
El financiamiento del proyecto es por parte del Programa de Participa-
ción de la Sociedad Civil (PASOC) del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Nuestro más sincero agradecimiento a cada integrante del
programa. Infinitas gracias también, al equipo pro Derechos Humanos de San-
ta María Visitación, por su apoyo y trabajo administrativo.
En la recopilación de la información para conocer la historia y las tradi-
ciones de Santa Lucía Utatlán, fue valioso el aporte en conocimientos e infor-
" Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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#
PRÓLOGO
El Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán (COVUSLU) reúne
a víctimas indirectas de la violencia de la “Guerra Revolucionaria-Reacciona-
ria” en Guatemala, que inició en la década de los sesenta y finalizó en 1996 con
la firma de Los Acuerdos de Paz. Se organizan para romper el silencio predo-
minante a través de sus TESTIMONIOS. Por medio del presente libro, difun-
den su voz, su palabra, para que se cristalice en la conciencia crítica de la
sociedad utatleca y guatemalteca.
Durante el Proceso de Paz “Las Partes” reconocieron el derecho que asiste
a todo el pueblo de Guatemala de conocer plenamente la verdad. En su testimo-
nio, una de las víctimas indirectas de Santa Lucía Utatlán dice:
… Créame, era inocente… me hicieron tanto daño, tanto daño que lo
voy a llevar hasta el fin de mi vida, hasta que me muera se me va a
olvidar lo que me hicieron nunca jamás se me va a olvidar… porque
lo que hicieron con nosotros fue una gran injusticia, de habernos
quitado a nuestros esposos, de dejarnos solas con nuestros hijos…
mi única esperanza que un día hagan justicia de veras y que nos
reparen un poco el daño que nos hicieron.
Los testimonios encierran un profundo contenido humano, social e histó-
rico. Representan la demanda de justicia y reparación de daños de las víctimas
de la violación de derechos humanos de Santa Lucía Utatlán.
Ninguna de las víctimas mortales tuvo la oportunidad de un juicio, con-
templado en un “estado de derecho”. Ningún tribunal les dictó sentencia por
delito alguno, siguiendo su “debido proceso”. Los familiares de las víctimas
son indiscutiblemente los testigos de su inocencia. De ahí surge su demanda de
que se les crea y se les escuche; para romper la estigmatización y culpabilización
de las víctimas de la guerra, actitudes generalizadas en Guatemala. Para que
predomine en la conciencia social la afirmación de que ERA INOCENTE Y LO
MATARON y no la idea de que lo mataron porque “andaba metido en algo”. En
su calvario y agonía, una de las víctimas mortales en sus últimas palabras
(que el libro inmortaliza) deja constancia de eso, al pronunciar:
$ Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán %
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& Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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INTRODUCCIÓN
A principios de los años ochenta, un grupo de viudas del municipio sololateco
Santa Lucía Utatlán, se unieron para trabajar conjuntamente y conseguir apo-
yo, a fin de poder dar alimento y educación a sus hijos e hijas; ya que la desapa-
rición y/o asesinato de sus esposos había dejado a sus hogares sin el apoyo
afectivo y el sustento económico que los mismos les proveían.
Fue un trabajo duro y a veces provocó desilusión y desesperación por
parte de sus integrantes, puesto que las ayudas eran escasas y en muchas oca-
siones no cubrían las necesidades básicas familiares. Muchos de los hijos y las
hijas de estas viudas perdieron la oportunidad de poder estudiar, a pesar de
que sus familias consideraban que el estudio era la base para poder seguir
adelante y salir de la situación de pobreza en la que se encontraban.
A consecuencia de todas estas dificultades, se produjo por parte de las
viudas y sus dependientes una gran insatisfacción y frustración constante, al
tener que luchar para subsistir y verse truncadas sus expectativas de un futuro
mejor por medio de una educación formal.
En el año 2003, a raíz de la aprobación por parte del Gobierno Guatemal-
teco del Acuerdo Gubernativo que da vida al Programa Nacional de
Resarciminiento, el grupo decidió elaborar un documento en el que contaran lo
sucedido durante el conflicto armado en el municipio de Santa Lucía Utatlán,
como forma de promover la reconciliación nacional y hacer justicia a sus fami-
liares secuestrados, torturados y asesinados durante esta etapa de violencia.
El 30 de julio del año 2003, un grupo formado por personal de la Misión
de Naciones Unidas en Guatemala, del Programa Nacional de Resarcimiento,
de la Auxiliatura de Derechos Humanos en Sololá y de la Agencia Española de
Cooperación Internacional asistieron a la grabación de los testimonios de dos
integrantes del Comité (Margarita Pérez Soc y Berta Escún Ixcol); como forma
de validar el trabajo que se estaba realizando en ese momento.
( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán )
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HISTORIA DE SANTA
LUCÍA UTATLÁN
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2 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Cedido por el Proyecto “Participación Ciudadana con Enfoque de Género”, Lagun Artean
- Entre Amigos, financiado por el Gobierno Vasco.
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LA CONQUISTA
El 7 de mayo del año 1524 los españoles conquistaron el reino K´iche´ de Q´umár
Ka´j (llamado Utatlán en idioma Nahuatl) y según relata el Memorial de Sololá
Anales de los Kaqchiqueles 1 , párrafo 147, en cuanto a la llegada de Pedro de
Alvarado (Tunatiw):
El día 4 K´at fueron quemados vivos el rey Ajpop y su adjunto Ajpop Qamajay . No
se había satisfecho con la guerra el corazón de Tunatiw. Pronto un mensajero de Tunatiw
vino a los reyes Kaqchiqueles, solicitando soldados: “Que vengan los guerreros de los
Ajpop Sotz´il y Ajpop Xajil a la matanza de la gente K´iche´”. Así habló el mensajero de
Tunatiw a los reyes. Luego fue satisfecha la demanda de Tunatiw y salieron cuatrocientos
hombres a la matanza de la gente K´iche´. Pero salieron únicamente los de la ciudad, pues
la mayoría de guerreros se negó a obedecer a los reyes. Hasta la remesa de guerreros se
logró imponer el tributo a la gente K´iche´. Nosotros también fuimos a recibir a Tunatiw
¡Oh hijos míos! 2 .
Según se ha ido trasmitiendo por medio de la tradición oral, un grupo de
K´iche´s huyendo de los españoles que habían conquistado el reino K´ich´e de
Q´umár Ka´j; se establecieron en Santa Lucía Utatlán, lugar lleno de barrancos
y montañas, ya que para los K´iche´s suponía un lugar estratégico adecuado
para defenderse de una nueva llegada de los conquistadores. No hay vestigios
mayas que puedan demostrar este acontecimiento pero de generación en gene-
ración se ha ido trasmitiendo de manera verbal esta historia. Aún así, el
arqueólogo Edwin M. Shook a mitad del siglo pasado exploró este municipio y
mostró interés en los dos cerros que se encontraban en el centro de la población,
1Según Jorge Luján Muñoz (coordinador CIGDA de la Universidad del Valle de Guatemala): El Memorial de Sololá
es, entre las llamadas “crónicas indígenas” de nuestro país, el documento de mayor carácter histórico, tanto para la
parte precolombina final, como para la conquista española y todo el siglo XVI. En él se recogieron impresiones y
observaciones de primera mano, que permiten apreciar y comprender los efectos y características de las luchas y
rivalidades prehispánicas, la conquista española y la subsiguiente dominación, luego de la rebelión en contra de
Alvarado y los suyos entre 1524 y 1530.
2
Memorial de Sololá Anales de los Kaqchikeles, edición facsimilar del manuscrito original. Traducido del Kaqchikel
por Simón Otzoy Calí. 1999. Comisión Interuniversitaria Guatemalteca del Descubrimiento de América.
1
4 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
UN NUEVO HOGAR
Este grupo de K´iche´s, al principio se ubicaron en el valle de Chuchexic (aldea
perteneciente al municipio de Santa Lucía Utatlán y que originalmente se cono-
cía con el nombre de Siguan Tinamit que significa Pueblo en Barrancos) pero a
raíz de la “aparición” de la Virgen de Santa Lucía, la población finalmente se
ubicó en el lugar donde se encuentra actualmente.
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1
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 5
LA APARICIÓN DE LA
VIRGEN DE SANTA LUCÍA Altar Maya Cueva de Batzibal
En el lugar donde está actualmente el
cementerio (Chichimuch3 ), había un
anciano ciprés y a los pies del mismo “apareció” una imagen de la Virgen de
S a n t a L u c í a 4 . La población K´iche´ llevó dicha imagen hasta el valle de
Chuchexic, su lugar de residencia; pero al día siguiente la imagen regresó “mi-
lagrosamente” a Chichimuch. Esta misma operación se llevó a cabo tres veces
y siempre la Virgen volvía hasta Chichimuch; por lo que, los K´iche´s desistie-
ron de su intento y construyeron en ese mismo sitio un templo para adorar a la
Virgen.
Donde se encuentra en estos días la iglesia católica, se estableció el ce-
menterio del municipio (posteriormente, a causa del terremoto de Santa Marta
3
En realidad el nombre es Choch Imuch que significa frente al cerro Imuch.
4
Cabe resaltar que por medio de esta táctica de “apariciones milagrosas”, los españoles consiguieron poner bajo sus
órdenes a la población indígena en numerosos lugares del continente americano.
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6 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 7
habían denunciado los testigos ni el fiscal. Pero cuando iban a casarse los descubrió fray
Cristóbal de Olivera, quien hizo justicia en la propia iglesia. Se azotó a todos, fiscal y testi-
gos, recibieron 80 y 60 azotes, respectivamente y trabajaron dos meses en la huerta. La mujer
trabajó seis meses en la casa del corregidor y no fue azotada, pero se le retuvo más tiempo en
la cárcel, por haber descubierto los testigos que ya era casada mucho tiempo antes...
Además, el mismo documento en su párrafo 223, referido a sucesos del
año 1591, señala:
También fueron retirados los alguaciles del fiscal, “Que se quede solo”, dijo el señor.
Con el encargo de estricta seguridad y firmeza dieron posesión al fiscal. El recibió los
impuestos para gastos públicos, fue mucho el dinero que aportaron los señores, y luego
procedieron a pagar a todos los oficiales castellanos. No quiso retirarse el señor sin dejar
arreglado todo esto, en seguida partió para Santa Lucía...
De lo anterior se extrae que para el año 1590 ya se impartía justicia según
el sistema castellano y en 1591 se cobraban tributos en el municipio.
Por otro lado, según el Diccionario Geográfico de Francis Gall, el fraile
Francisco de Zuaza el 8 de junio de 1689 hizo una relación de los conventos
franciscanos y haciendo referencia al convento ubicado en la cabecera departa-
mental (Sololá, en esa época Nuestra Señora de la Asunción de Tecpán Atitán o
Tepanatitán), escribe que:
No hay en ellos ni en este de Tecpán Atitán interpolación de gente ladina, si no es el
Alcalde Mayor y su familia. Los cinco pueblos son: San Jorge, Santa Cruz, San Marcos y San
José, están aorillados a la laguna en sus riberas y ensenadas, y el de Santa Lucía, que está
tierra adentro entre montañas y cerros, en tierra montuosa y camino fragoso. Tiene este
pueblo de Santa Lucía cuatrocientas personas de confesión, y dista tres leguas del convento...
a todos los cuales se administra en la lengua cacchiquel, que es la materna de dichos pueblos.
Este municipio también era conocido como Santa Lucía Ustatam. El arzo-
bispo doctor Pedro Cortés y Larraz5 en su visita pastoral realizada a su dióce-
sis entre 1768 y 1770, relata:
El pueblo está también en malísima situación; todo es barrancas, está sitiado de
cerros; los jacales muy esparcidos, algunas pero pocas casas cubiertas de tejas. No hay
tantas imágenes como había la otra vez de Cristo Crucificado, vestidas; pero la del Calva-
rio está de la misma manera. De poco tiempo ha es vicaría, sin más pueblo anexo, pertene-
5Cortés y Larraz fue elegido por Carlos III para hacer un informe (la Descripción) sobre la situación de corrupción
y miseria que se vivía en el reino de Guatemala. Por esta razón, recorrió en mula el reino e informó de la situación
de extrema pobreza y esclavitud en que vivía la población indígena.
27
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8 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
ciendo a la canónica de Sololá. ... Salí del pueblo de Santa Lucía Ustatam para el de Santa
Clara, que dista cuatro leguas de norte a sur...
También apunta el señor arzobispo que los cultivos de la zona eran maíz,
trigo y algunas papas; además de existir ganado lanar como otra forma de
manutención de la población. Según se observa de lo anterior, la única familia
no indígena que habitaba en Santa Lucía Utatlán era la del Alcalde Mayor y el
resto de población era indígena.
6
Carmack, Robert M. Historia Social de los Quichés. Editorial “José Pineda Ibarra”. 1979.
28
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 9
Yrigoyen Fajardo, Raquel. Pautas de Coordinación entre el Derecho Indígena y el Derecho Estatal. Fundación Myrna
7
Mack. 1999.
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0 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Los Mayores de Cabildo eran elegidos por el Alcalde Indígena y las per-
sonas integrantes del Consejo de Principales. Se elegían a cuatro mayores quie-
nes contaban con veinticuatro Alguaciles cada uno, lo que daba un total de
noventa y seis Alguaciles. Los Alguaciles eran elegidos por sus Mayores que
tenían repartido el trabajo por turnos para cubrir las cuatro semanas del mes,
de tal manera que una semana al mes tenía que trabajar ad-honorem uno de los
Mayores con sus Alguaciles. La función principal de los Alguaciles era el con-
trol del orden en el municipio, tal como si fueran Policías.
Las esposas de los Principales conformaban el grupo de las Tutuxeles,
que portaban un traje distintivo: huipil ceremonial de Santa Lucía Utatlán y
tocoyal. Ellas se encargaban de organizar las fiestas religiosas del municipio y
elaborar las capillas para la celebración de los diferentes rituales religiosos de
cada cofradía.
Algunas de las Tutuxeles formaban parte de la cofradía de la Cruz, la
cual tenía un servicio social de apoyo tanto a la población utatleca como a la
forastera. De esta manera, si una persona caía enferma y no tenía recursos sufi-
cientes, se dedicaban a solicitar contribuciones en el municipio. Por otro lado,
si la persona no era del municipio y moría en Santa Lucía Utatlán, ellas arre-
glaban todo lo necesario para el enterramiento, lloraban al muerto como si fue-
ra su propio familiar y cumplían con la realización de la novena.
Durante el conflicto armado, los Alcaldes Auxiliares fueron perdiendo
privilegios e importancia y en algunas ocasiones fueron reemplazados por
Comisionados Militares o puestos bajo el control de los mismos.
En Santa Lucía Utatlán, a mediados de los años setenta se eliminó la figu-
ra de la Alcaldía Indígena, todo su sistema de organización y el servicio que
prestaban.
Los largos años de guerra (más de tres décadas), la militarización (reclutamiento
forzoso y masivo de jóvenes indígenas, la presencia de patrulleros y comisionados milita-
res en todo el país durante el enfrentamiento armado), la secular presencia de la iglesia
católica, la penetración de sectas fundamentalistas (junto con el proceso de militarización
de las comunidades), la estratificación y diferenciación social indígena, los procesos
migratorios (internos y externos, especialmente hacia México y los Estados Unidos) y
30
1
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán !
LA REFORMA
A raíz de su ubicación tan poco accesible, el municipio permaneció relativa-
mente aislado hasta finales del siglo XIX9 , durante el gobierno liberal de Justo
Rufino Barrios quien por medio del Decreto nº 170 de 1877 estableció que:
... Se procederá a la redención de los capitales representativos del valor del dominio
directo de los terrenos concedidos en enfiteusis, ya sean urbanos o rústicos, correspon-
dientes a todos los municipios de la república.
Yrigoyen Fajardo, Raquel. Pautas de Coordinación entre el Derecho Indígena y el Derecho Estatal. Fundación Myrna
8
Mack. 1999.
9
Rand Bridges, Terese. Revitalización de la Lengua K´iché en Santa Lucía Utatlán. Primera Feria Hemisférica de la
Educación Indígena. 2001.
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1
" Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Así, las tierras comunales que la población indígena se repartía por me-
dio de un sistema de rotación para el uso de las mismas, perdieron su base
legal y poco a poco fueron pasando a propiedad de la población no indígena (el
70% de las tierras comunales se vio afectada por este Decreto). Esta legislación
venía a favorecer varios intereses gubernamentales: por un lado, el Gobierno
del General Justo Rufino Barrios quiso agradecer con tierras, a los soldados que
lucharon en la guerra contra la separación de la Federación Centroamericana;
por otro lado quería la reubicación de población no indígena en regiones que
fueran de población maya, para tener un mayor control político en el altiplano;
y además para cumplir las exigencias de la nueva economía cafetalera, era necesario
consolidar el poder de los Jefes Políticos y enganchadores ladinos que se encargarían de
garantizar el orden económico y político en los departamentos del altiplano, cuya pobla-
ción mayoritariamente indígena quedó convertida en reserva de mano de obra forzada a
trasladar a las plantaciones agro exportadoras10 .
La manera de formalizar la adquisición del terreno era por medio de es-
critura de propiedad acordada por el Alcalde o Síndico ante un Escribano pú-
blico o, en su ausencia, ante el Juez de Primera Instancia11 . Fue así como la
población no indígena reubicada en el altiplano adquirió la mayoría de las
propiedades comunales y se ubicó en el centro de la población.
De este modo, las tierras comunales del municipio fueron pasando a ma-
nos privadas, en algunos casos como forma de pago de las deudas que la Mu-
nicipalidad contraía con la población no indígena, otras como sanción a la
población indígena por no cumplir con las obligaciones que establecía el Re-
glamento de Jornaleros (Decreto nº 177 de 3 de abril de 1877) o por favores
políticos. Esta situación se prolongó durante varios años y de hecho, con fecha
27 de octubre de 1915, existe un acta del Juzgado 1º Municipal de Santa Lucía
Utatlán en el que se indica lo siguiente:
...nosotros los que constituimos la actual Corporación Municipal de este pueblo por
una parte y los vecinos principales que al final se mencionarán todos de entero acuerdo,
tomando en cuenta las urgentes necesidades del pueblo que por hacer la medida y titula-
ción del terreno comunal se contrajo una deuda que con las contribuciones de los vecinos
no ha sido posible acabar de pagar y se considera muy oneroso seguir dando contribucio-
10
Arenas, Clara. Se Cambió el Tiempo, Conflicto y Poder en Territorio K´iche´ 1880-1996. AVANCSO 2002.
11
Falla, Ricardo. Quiché Rebelde. Editorial Universitaria de Guatemala, 2000.
32
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán #
nes; no encontrando otro recurso como cancelar las deudas municipales, hemos dispuesto
vender un lote de terreno sin dueño particular, de nuestros ejidos...
Algunos de los predios que con anterioridad eran comunales y pasaron a
manos privadas son: terrenos de la aldea el Novillero, Caserío Pacoxom (Santa
Rita), la montaña La Paz, algunos terrenos de Chirij Cruz, cerro Chichimuch,
aldea Chuimanzana y algunas tierras que están en el área urbana.
La legislación laboral que apoyó el General Justo Rufino Barrios por
medio del Reglamento de Jornaleros (Decreto nº 177 de 3 de abril de 1877)
otorgó mano de obra semi gratuita a la población no indígena dueña de lati-
fundios, empobreciendo aún más a la población indígena que vivía con una
economía de subsistencia; el Reglamento de Jornaleros en su artículo 30 esta-
blecía que:
Cuando algún particular desee para sus trabajos un mandamiento de jornaleros,
deberá solicitarlo al Jefe Político del Departamento, cuya autoridad designará el pueblo
que deba proporcionarlo. En ningún caso excederá de sesenta el número de jornaleros de
cada mandamiento.
Esta situación provocó que las personas latifundistas pagaran salarios
bajísimos, por la posibilidad de solicitar al Jefe Político del Departamento más
trabajadores jornaleros, eliminó la oportunidad de la libre contratación y per-
mitió al patrón determinar el tiempo que el trabajador se quedaría en su finca;
ya que, a pesar de que el artículo 17 del citado Reglamento establecía un perío-
do máximo de cuatro años de trabajo, este plazo se podía prolongar hasta que
el jornalero estuviera al día en sus pagos con el patrono, situación que en raras
ocasiones se producía pues el trabajador al ser enviado forzadamente a la finca
a trabajar en situaciones tan precarias, contraía deudas con el patrono para
poder subsistir en la finca (en la tienda del finquero era en el único lugar donde
podía comprar, debido a la ubicación tan aislada de las fincas) y le iba adelan-
tando pagas que se convertían en deudas onerosas difíciles de cumplir. Así,
por medio del “libreto de jornaleros” se llevaba un control del debe y haber de
cada trabajador y éste terminaba instalándose en la finca con su familia y la
deuda pasaba de generación a generación12 .
En el municipio de Santa Lucía Utatlán no había fincas cafetaleras, por lo
que este trabajo forzado no se produjo dentro del municipio, pero sí se obligó a la
12
Martínez Peláez, Severo. La Patria del Criollo. Ediciones en Marcha. 1994.
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$ Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán %
RÉGIMEN UBIQUISTA
Con la llegada del General Jorge Ubico al poder (1931 a 1944) se suprimió el
endeudamiento forzoso y la retención de los jornaleros en las fincas por deu-
das; ya que por medio de la aprobación de la Ley Contra la Vagancia (Decreto
1996 de 10 de mayo de 1934) y su Reglamento (de 24 de septiembre de 1935) se
tornó innecesaria tal medida puesto que dicha legislación sirvió mucho mejor
a los intereses cafetaleros al establecer que:
Serán tenidos por vagos y castigados como tales, los jornaleros que no porten cons-
tancia debidamente registrada extendida por el o los patronos con quienes haya trabajado
cierto número de días y jornales. Cada jornalero está obligado a trabajar en la siguiente
proporción: cien días o jornales en el año, el que comprueba poseer cultivo propios o por lo
menos de diez cuerdas de veinte brazadas de maíz, frijol, arroz, trigo.... y ciento cincuenta
días en el año, el que no tenga cultivos propios.
Esta legislación obligó a la gente campesina a trabajar en situaciones de
semi esclavitud para poder tener en regla su documentación, la cual debía in-
dicar los días que había trabajado durante el año, y no ser castigada por las
autoridades; quienes no tenían ningún reparo en encarcelar a las personas,
poner cepos y provocar daños físicos a las mismas.
El castigo que se daba a los presos era por medio de un cepo: dos maderas
con hoyos en los que se metían las manos y los pies (a veces también la cabeza
si el delito era considerado más grave), unían las maderas con un candado y la
persona tenía que permanecer con el cepo durante el tiempo que se le imponía
como sanción. A las mujeres se les ponía a moler cal, lo que provocaba quema-
duras en el cuerpo. Y si era un matrimonio el que estaba dando problemas, se
les ponía a caminar descalzos sobre granos de maíz o sobre piedrín.
Pese al rigorismo y el control que había sobre la población, durante el
régimen de Jorge Ubico, las personas ancianas del municipio afirman que ha-
bía muchísima seguridad en ese entonces, se respetaba a las autoridades y ha-
bía mayor control sobre los funcionarios por lo que no se escuchaban casos de
corrupción. Este punto de vista lo tiene la población indígena y la no indígena,
pese a que la primera sufrió más fuertemente los duros golpes del régimen.
Esto en cierta medida nos muestra lo arraigado que estaba en la gente indígena,
su situación de inferioridad y de sumisión ante las exigencias de los criollos.
35
1
& Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
También en este régimen se aprobó la Ley de Vialidad que fue otra herra-
mienta usada por el Gobierno para tener mano de obra gratuita. En esta Ley se
establecía que la población debía prestar una semana al mes de trabajo para la
comunidad, el cual no era remunerado y suponía aumentar la situación de
pobreza en la que vivían los jornaleros. Esta Ley promovía el trabajo de mante-
nimiento y apertura de carreteras a lo largo del país. Bajo el amparo de dicha
ley, se construyó la línea férrea del Pacífico; para la realización de esta obra se
contó con el trabajo forzado de k´iche´s utatlecos, costándoles la vida a algunos
de ellos a causa de las condiciones infrahumanas en las que se les mantenía.
En el marco de estas legislaciones que cubren los períodos desde Justo
Rufino Barrios hasta Jorge Ubico, en el municipio de Santa Lucía Utatlán se
construyeron por medio de los trabajos forzados de la población indígena: la
Municipalidad, el empedrado de las calles, la iglesia católica, la carretera ha-
cia la cabecera municipal y algunas casas particulares de gente importante del
municipio.
REVOLUCIÓN DE OCTUBRE
A nivel nacional, en el año 1944 comenzó un movimiento de protesta en contra
de las políticas tan restrictivas e intimidatorias del General Jorge Ubico. La
población K´iche´ del municipio se sumó a estas protestas, uniéndose a los
grupos que se dirigían a la ciudad capital. Algunas de las personas entrevista-
das comentan que en medio de esta situación, el Jefe Político mandó su escolta
a caballo para que fueran a atajar a los manifestantes; los jinetes atacaron al
grupo que se dirigía hacia la capital y los caballos pasaron por encima de algu-
nas vecinas y vecinos del municipio. No obstante, las personas que no salieron
dañadas continuaron su marcha a la capital.
Nuestros abuelos utatlecos
Por clamar justicia,
Dignidad
Y autodefensa
Se declararon en resistencia continua,
En resistencia indomable.
¡Con justa razón!
Sus cuerpos
Desnutridos,
36
1
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán /
Machacados,
Venas saltadas y
Ojos húmedos
Por la ley de vialidad,
Dura carga,
Trabajos forzados,
Encomiendas,
Repartimientos inhumanos
Crueles castigos.
El desprecio agujereaba su dignidad y
La miseria producía muertos.
Sus espíritus:
Temblorosos,
Pisoteados
Despreciados y
Condenados.
La única “ciencia” que estudiaban
Era sobrevivir, sobrevivir...
Y en tres jornadas
Mañana,
Tarde y noche.
La “Audiencia” dictó sentencia.
Con cincuenta pesados fusiles en las manos
Y a empujones
Fueron sacados nuestros abuelos
Dejando sus milpas abandonadas
Cual manojos de esperanza que crecían;
Verdes ilusiones
Que soñaban con su punta enfilando al cielo azul
Sobre las cabezas de mis abuelos.
37
1
( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
LA “PRIMAVERA DEMOCRÁTICA”
Durante los 10 años conocidos como “Primavera Democrática” (1944-1954), no
se observaron cambios sustanciales en el municipio de Santa Lucía Utatlán en
cuanto al funcionamiento del mismo; aunque sí se puede observar que hay una
mayor sensibilización a la situación de la población indígena, por medio de
legislación aprobada por los gobiernos de Arévalo y Arbenz. De esa cuenta, con
fecha 11 de febrero de 1946, a razón de una visita que realizó el Inspector Su-
pervisor de los Juzgados de Paz al municipio de Santa Lucía Utatlán dejó cons-
tancia en el Libro de Actas lo siguiente:
...Que no se haga ninguna discriminación racial en las diligencias.
Y en otra visita que realizó el 11 de febrero de 1948 manifiesta:
En estas partidas se observa que contra disposición legal vigente, se emplea la pala-
bra “indígena”, discriminación social que debe omitirse en lo sucesivo.
13
Extraído del poema Levantamiento Indígena en Utatlán. Velásquez Saquic, Félix Lorenzo (Hermano Chichimuch).
Utatlán por Siempre. Editorial Nojib´sa. 2000.
38
1
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán )
39
2
= Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Pallejuth 14 ” de esta población a los campesinos pobres y que sean vecinos del municipio;
que además manifiesta que si la Corporación autoriza lo antes expresado, que se autorice
un libro para levantar las actas que servirán de título de propiedad, a los vecinos favoreci-
dos con las tierras municipales; pero que estas tierras sean únicamente las que sean
sembrables.
Finalmente esta entrega no se hizo efectiva debido al golpe de estado que
sufrió el gobierno del momento por parte del Coronel Carlos Castillo Armas,
apoyado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA); ya que el gobierno de
Arbenz con su política de reparto de las tierras ociosas afectaba a los intereses
financieros de las empresas estadounidenses en el país.
14
En esa época, los Secretarios Municipales que acompañaban a la Corporación no eran originarios del municipio,
por lo que, probablemente el lugar al que se refiere la Corporación Municipal en esta acta es en realidad Payaj-Ut y
el Secretario lo escribió incorrectamente.
40
2
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 1
15
Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. Era Tras la Vida por lo que Íbamos. 2004.
Guatemala Nunca Más. Tomo III. El Entorno Histórico. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guate-
16
41
2
2 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
final de los años setenta constituyó grupos sociales, asumiendo cada obispo la
responsabilidad de su organización. El grupo Acción Católica, cuyo origen se
remonta en Momostenango (Totonicapan) a finales de los años treinta; experi-
mentó una época de mayor auge en los años setenta, por su trabajo pastoral y
social y fue objeto de las persecuciones del aparato estatal. También es cierto
que chocó con algunas comunidades debido a su idea de reformar la manera
tradicional de practicar religión y su rechazo a las Cofradías que mantenían vivas las
tradiciones indígenas 18 .
A este respecto, en el Libro de Sesiones Municipales de Santa Lucía
Utatlán, en acta de fecha 18 de enero de 1975; se anota lo siguiente: ...el suscrito
Alcalde les habla a la concurrencia, lo relacionado a las venidas a decir las misas en la
iglesia de esta localidad, porque según rumores que hay se anda diciendo que las venidas de
monseñor son para cambiar costumbres a lo que el señor Alcalde les dijo que el sería el
primero en defender los derechos del pueblo y que no se lleven de lo que la gente les diga, ya
que sólo ocasionar problemas quieren.
No obstante lo anterior, vecinos del municipio se erigieron como líderes
de Acción Católica en sus comunidades y fueron perseguidos por el ejército a
pesar de que su labor no era política, sino religiosa y social.
El municipio de Santa Lucía Utatlán vivió con cierta tranquilidad hasta
el año 1978, ya que durante la etapa 1962-1970, las operaciones se concentra-
ron en el oriente del país, la ciudad capital y la costa sur; de 1971 a 1977 se
dispersaron los operativos de represión abarcando más áreas del país; en el
período de 1978 a 1985 los operativos militares estuvieron más enfocados en el
altiplano, las Verapaces, la costa sur y la ciudad capital, afectando
mayoritariamente a la población indígena; y del año 1986 hasta la firma de la
paz (1996) hubo un carácter más selectivo en el ejército y se dirigió casi en las
mismas proporciones a la población indígena y la no indígena 19 .
EL TERREMOTO DE 1976
En febrero de 1976 se produjo un terremoto que afectó duramente al país. A
pesar de que el municipio de Santa Lucía Utatlán no se incluyó dentro del plan
de emergencia que desarrolló el Banco de Desarrollo BANDESA, la población
se organizó creando varios Comités de Reconstrucción Local y haciendo un
18 Idem.
19
Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala Memoria del Silencio. 1999.
42
2
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43
2
4 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
20
Bastos, Santiago / Camus, Manuela. Entre el Mecapal y el Cielo. Desarrollo del Movimiento Maya en Guatemala.
FLACSO / Cholsamaj. 2003.
44
2
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 5
LA GUERRILLA EN EL MUNICIPIO21
El primer contacto de la población con la guerrilla fue el 11 de diciembre de
1979. En plena feria, un grupo de guerrilleros que se identificaron como de la
Organización del Pueblo en Armas (ORPA) llegaron a hablar a la población,
explicaron a las vecinas y vecinos presentes su ideología y la situación en la
que tenía el Gobierno a la población. Como un acto provocador, entraron en la
sub-estación de Policía y agarraron a un policía nacional, al cual lo sentaron en
una silla colocada donde estaban haciendo su discurso. Preguntaron en alto a
las personas presentes si la Policía se estaba comportando correctamente en el
municipio, a lo que la población por miedo a las autoridades contestó afirmati-
vamente, por lo que, lo dejaron marchar. Posteriormente, la guerrilla se mar-
21
En este apartado y en el titulado El Ejército en Santa Lucía Utatlán, se contó con la información de las entrevistas
a n de los señores Antonio Vicente Cochoy Alva, Ramón Ixcol Chávez, Élfego Abelardo Ovalle de León, Moisés
Quezada de León y Federico Tomás Sazo Ulario.
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6 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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22
Información extraída del testimonio de la familia Alva contenido en este documento.
48
2
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 9
quedarse con parte del dinero destinado para la alimentación del alumnado.
Como consecuencia de ests hechos, al día siguiente el ejército secuestró a dos
estudiantes considerados como los cabecillas de la revuelta:
Estaba becado en un internado de Santa Lucía Utatlán, del departamento de Sololá.
En el internado la comida era muy escasa y los alumnos consideraban que los maestros
estaban haciendo negocio con la misma, por lo que hicieron huelga. El ejército intervino en
el conflicto escolar, acusó a los alumnos de ser parte de la guerrilla y los amenazó para que
no volvieran a realizar otra huelga, a lo que los alumnos no atendieron. Durante la segun-
da huelga el ejército secuestró a dos alumnos y fueron desaparecidos…23
El objetivo del ejército era tener un control absoluto sobre la población y
frenar cualquier tipo de sublevación porque podía ser el origen de algún movi-
miento guerrillero.
Por parte del destacamento militar, era común avisar a la población de
las fechas en que la guerrilla iba a atacar al municipio, produciéndose tiroteos
en las calles. Muchos de los tiroteos eran entre los propios soldados del ejérci-
to, con la intención de crear un clima de inseguridad en Santa Lucía Utatlán
para que la gente creyera que necesitaba de la seguridad que le “proporciona-
ba” el ejército.
Otra situación que generó más desconfianza de la población hacia el ejér-
cito fue las “agarraderas” o “Chaponik” (en K´iche´): el ejército hacía redadas
en los municipios y a los jóvenes indígenas de más de 14 años que encontraba
por la calle (salvo que tuvieran algún defecto grave), los metían en un camión
y se los llevaban para hacer el servicio militar obligatorio. Esta práctica se
llevaba a cabo desde la época de Justo Rufino Barrios, pero fue durante el con-
flicto armado cuando se abusó más de este sistema de reclutamiento forzoso, a
fin de tener una base amplia de soldados que apoyaran al ejército en su política
contrainsurgente. En la mayoría de los casos, se le daba un trato humillante y
cruel a los jóvenes capturados, con el objeto de que ellos mismos fueran un
agente multiplicador de las barbaridades que habían sufrido. Esta práctica fue
común por parte del ejército hasta poco antes de la firma de la paz.
LAS PATRULLAS DE AUTODEFENSA CIVIL
Muchos de los jóvenes que volvían a su comunidad después de su servicio
militar, se convertían automáticamente en los Comisionados Militares de las
mismas. Otras personas que no habían estado dentro de las filas del ejército,
49
2
0 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
24
Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. Nunca Más. Tomo II. Los Mecanismos del Horror.
Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica. 1998.
50
2
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán !
25
Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. Era Tras la Vida por lo que Íbamos. 2004.
51
2
" Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
26
Extraído del poema Una Tarde del poeta utatleco Moisés Quezada de León.
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%
TRADICIONES Y LEYENDAS
2
&
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/
COFRADÍAS
Las cofradías fueron creadas para
el control religioso del mundo indí-
gena. Sin embargo, los indígenas
aprendieron a utilizar y apropiarse
de estas instituciones coloniales para
elaborar formas de resistencia cultu-
ral detrás de la aparente práctica de
la religión católica27 .
Las cofradías están organi-
zadas por medio de un sistema
de cargos, anualmente se rotan
los mismos entre las personas
que integran la cofradía. Las
principales labores de los cofra- Imágenes de las Cofradías Indígenas
des son custodiar la imagen dig-
na de su veneración y organizar las fiestas de los santos patronales.
27
Yrigoyen Fajardo, Raquel. Pautas de Coordinación entre el Derecho Indígena y el Derecho Estatal. Fundación
Myrna Mack. 1999.
2
( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
58
2
)
BAILES
TRADICIONALES
La danza viene a ser una de las manifestaciones humanas más antiguas de la historia que,
incluso se remonta a la prehistoria y a los albores de la cultura de la tierra. Toda evidencia
que surge de la imitación de los bailes de ciertos animales como los pájaros y algunos
antropoides. Es indispensable para su aparición cierto ritmo de los movimientos y de los
sonidos creados con las palmas de las manos, zapateando la tierra o produciéndolos con
objetos tomados del medio ambiente. Todo ello nos indica que la danza es y ha sido en sí
misma un elemento de cohesión social de inestimable valor…28
En las celebraciones del Corpus Chirti se interpreta el baile de los
Chanchayes y el baile de los Patzcares (también llamado la Pandanga o el Baile
Inglés). El último domingo del mes de noviembre, preludio de las fiestas del
municipio se hace el Baile del Convite.
En la feria titular del municipio (13 de diciembre) se interpretan el Baile
de Lucío, el Baile de la Conquista y el Baile de los Mexicanos. No se danzan los
tres bailes cada año porque es muy cara la contratación de los bailarines (para
el caso del Baile de Lucío) que tienen que venir de otros municipios, al igual
que los marimbistas que conocen los sones de cada baile y el alquiler de los
trajes. Por lo que, según las posibilidades económicas de las personas que or-
ganizan los bailes, cada año se interpretan más número de bailes o menos.
28
García Escobar, Carlos René. Talleres, Trajes y Danzas Tradicionales de Guatemala. Editorial Universitaria. 1992.
3
= Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
blanca, estos bailarines visitaban las cofradías del pueblo y danzaban, asimismo acompa-
ñaban las procesiones de las imágenes en las famosas celebraciones del Corpus. En esa
oportunidad los chanchayes veneraban a la imagen del niño Jesús de la cofradía, mencio-
nados bailadores, un día antes de la festividad del Corpus, en la sede, es decir la cofradía,
cocían los tamales, los envolvían en hojas de milpa y en lugar de agua para el cocimiento
les echaban “CHICHA”, bebida alcohólica que ellos mismos elaboraban, se encargaban del
resto de los alimentos los que servirían a los mayores y cofrades del lugar, antes de dar
paso al servicio de los sagrados alimentos, en señal de fiesta y de respeto les colocaban los
sombreros a las mujeres de los alcaldes y de los mayordomos, se las cargaban y bailaban
con ellas. El mero día jueves de Corpus, es decir el día principal de la festividad, los
Chanchayes tomaban la Alcaldía Municipal de la población, siendo el principal bailador
quien ese día administraba la justicia quitándole por completo la autoridad al Alcalde de
turno.
Una vez que el bailarín principal ocupaba el puesto de administrador de
justicia por un día, el pueblo comenzaba a expresar sus demandas ante él y sus
querellas, acusando a las personas del municipio que estaban perturbando a la
población. Se analizaba el caso con la persona acusada y si se determinaba que
era culpable, se le sentaban en un banco en el corredor que tenía el anterior
edificio municipal, se le metían en la boca huesos de perro o caballo y se le
propinaban tres arrobas de latigazos.
Este baile servía para ridiculizar al Alcalde Municipal, haciéndole ver
los problemas del municipio y la forma de hacer valer su autoridad y sus leyes29 . En
la actualidad, esta costumbre se ha perdido en el municipio.
60
3
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 1
30 Idem.
61
3
2 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
instrumentos. Los bailarines, al regresar con las hojas, dan vueltas en la pila
de la plaza pública, recorren las calles y las cofradías hasta llegar al cemente-
rio para homenajear a los abuelos fundadores del municipio ya fallecidos.
El miércoles reparten las hojas en las Cofradías, en la casa del Alcalde, en
la del Alcalde Indígena y en la Municipalidad para que hagan los tamalitos.
Estas primeras hojas no se pueden tirar y la gente las deja en una esquina de la
cocina hasta la cosecha del siguiente año (en el área urbana ya no se respeta
tanto esta tradición, más se hace en el área rural).
El siguiente día (jueves) todos comen los tamalitos hechos con las hojas
de las milpas que trajeron los bailadores. Durante ese día, el viernes y el sába-
do están bailando los bailadores.
El último día (domingo) es el llamado de las siguientes maneras: de la
estirada del cuero, de la vuelta del plumero, de la estirada del lazo, de la jaladera
del toro y de la muerte del toro. En este baile, se hace una competencia de fuer-
zas, se tiene un lazo largo (de 60 varas de largo y con una pulgada de grosor) y
se hacen dos grupos, en el que uno de ellos jala el lazo para un lado y el otro
grupo lo jala para el otro lado. En cada punta del lazo hay un toro y una mujer
con un incensario prendido con incienso, acompañando en la estirada del lazo.
Es una representación de una hacienda, en la que los vaqueros tratan de arras-
trar al ganado. Al final de la competición (a las seis de la tarde), se sirve un atol
de maíz quebrantado y de tamalito tostado quebrantado (llamado Q´utuj) y se
simula la comida del ganadero. Para finalizar, los bailarines empiezan a dar
saltos de gato, ya que según las creencias, así se van a poder convertir en perso-
nas comunes.
BAILE EL LUCÍO
Es una analogía de la vida en las fincas y las condiciones de trabajo en las
mismas. Trata de dramatizar a los trabajadores de la finca donde hay un pa-
trón, su esposa (la Margarita), un caporal, un administrador, guardaespaldas,
negritos y el ganado de la hacienda.
El baile dura de ocho a diez horas al día (se danza durante cuatro días) y
cada son tiene una dramatización diferente; de esta manera, el baile está es-
tructurado según se ve a continuación:
62
3
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 3
BAILE DE LA CONQUISTA
La danza de la conquista, de origen hispánico, es en sus aspectos coreológicos una varia-
ción de las danzas de moros y cristianos europeas adaptadas a la situación originada por
la conquista del “nuevo” continente31 .
Los principales pasos o sones del baile son los siguientes:
! El rey K´iche´ se queja de las desgracias que le esperan con la llegada de
los españoles y manda a llamar al Capitán Tecun Uman (Tucum Uman
significa Aglutinador de los Intereses de los Abuelos).
31
Sáenz de Tejada, Ricardo. La Danza de la Conquista en Sololá. Una Institución Socio-Cultural. Universidad de San
Carlos de Guatemala. 1999.
63
3
4 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
64
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 5
jando correr la imaginación de cada participante del mismo; pero, desde hace
unos años la gente prefiere alquilar los mismos.
Mientras se va desarrollando este baile que simula las zarabandas, las
reuniones sociales y los carnavales; se van dejando notas en las casas que ese
año tienen que dirigir la novena a la Virgen Santa Lucía, ya que el baile se
celebra más o menos dos semanas antes de la feria titular.
32
Revista cultural y literaria Voces de Chichimuch. Homenaje a las Fiestas Lucías 1968.
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6 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
66
3
7
LEYENDAS
La leyenda es esencia de inmortalidad, porque en sus entrañas campea lo eterno, acaso
porque es el lenguaje con que se hablaron los dioses del pasado y siendo ello así lo divino
nunca muere; o porque recoge en sus venas: la nostalgia de los tiempos idos, suspiros de
algo que nunca volverá, por su misticismo, su heredad y misterio; por su voz serena; voz
del pueblo en el devenir de las generaciones. Porque cierto es que la leyenda es el alma de
los pueblos; porque los pueblos se viven en la leyenda y si bien la leyenda no tiene alma: por
qué entonces la leyenda llora, ríe y canta. Por eso allí donde está una leyenda, está un
pueblo; y en la leyenda un misterio y con ella una canción dormida de los siglos.
EL CHILÓPEZ
Cuando murió el ciprés en donde se “apareció” la Virgen Santa Lucía a la
población K´iche´ de Utatlán, cayó sobre un pozo (el Chilópez) que era propie-
dad de una sacerdotisa maya del municipio que vivió a principios del siglo
XX, Juana Par.
3
8 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Desde esa fecha, a partir de las seis de la tarde las vecinas y vecinos del
municipio no se aventuraban a pasar cerca del Chilópez, ya que afirmaban que
ahí se aparecía la Siguanaba33 .
Juana Par donó a la Municipalidad media cuerda de terreno, en donde se
encontraba ese ojo de agua, la cual ha servido para suministrar el servicio de
agua potable municipal a la población y hoy en día está surtiendo a la comuni-
dad de Chichimuch.
BARRANCO CULUM
Cuentan algunas y algunos vecinos del municipio que, en las noches del mes
de junio, desde el cerro se escucha música de marimba. Las personas más atre-
vidas se han acercado a investigar de dónde provienen las melodías y abajito
mismo del Barranco Culum han visto enanos que tocaban marimba y bailaban
para divertirse.
Cuando se quería asustar a los niños y niñas que se portaban mal, se les
contaba esta historia del Barranco Culum.
33
La Siguanaba es una mujer con el pelo muy largo y muy hermoso. Nunca muestra su rostro, pero al parecer tiene
cara de caballo. Intenta seducir a los hombres y los que le han llegado a ver la cara, han aparecido muertos.
68
3
9
TESTIMONIOS
ROSALINA TUYUC
Presidenta de la Comisión Nacional de Resarcimiento
(extraído del discurso de 25 de febrero de 2004, en conmemoración
al Día Nacional de la Dignificación de las Víctimas)
3
0
3
!
34
Entrevistas realizadas a dos de los hijos de la víctima, Natanel Cristóbal y Elidia Vicente Saquic Saquic; y a Mar-
garita Pérez Soc Presidenta del Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán y amiga de la difunta esposa de la
víctima. El hecho se produjo en Jutiapa, pero la familia era y sigue siendo residente del municipio de Santa Lucía
Utatlán.
3
" Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
… Y así se quedó nada más, no pensó ella que era para muerte, pero saber
cómo fue que allá, ese mismo viaje que hizo él fue que lo mataron de una vez y
así es como sé yo que pasó las cosas.
… Nos llegaron a avisar porque él apareció en ese lugar y como él siempre
andaba sus documentos... “Pero por qué si se fue en la mañana, no puede ser
ahorita ya haigan matado a mi esposo” dice que... pero lo mataron. Es cierto
pues ella otro día que fue ella a reclamar, de veras ahí estaba su esposo muerto
ya. Y fue así cuando lo descubrieron las personas o autoridades de por allá y
por medio de su cédula de vecindad se avisó acá… Bueno, lo que sabemos es de
que a él lo mataron con arma de fuego pero calibre no, la verdad no; pero parece
que tenía una en la frente, tres balazos en la cabeza.
… Lo cierto es de que el apareció muerto en el campo de avión allá en esa
cabecera departamental de Jutiapa, entonces pues eso pasó sin que hubiese
motivo alguno pues. El lo único que hacía era dedicarse a su trabajo, traer unos
animalitos, los vendía... era eso su ocupación y pues por razones pues que se
desconocen creemos que el ejército fue, el ejército o la guerrilla, a ciencia cierta
no sabemos pero lo que sí sabemos que fue víctima pues del conflicto armado
interno que se vivió aquí en Guatemala y por consiguiente mi papá murió y
nosotros nos quedamos en la orfandad, con tres hermanos, tres varones y una
niña pues.
… Dice que llegó allá (la esposa de la víctima) y ya tenían el cadáver allí
en la morgue del hospital allá en Jutiapa, entonces dice que dijo “sólo vengo a
traer mi esposo” dice que dijo “y quiero ver si es cierto que él es” dice que dijo.
… Tenía las balas y como le digo tenía amarradas sus manos y parece que
los pies también lo habían amarrado.
… Había un grupo que se dedicaba a controlar a los miembros de una
comunidad a qué se dedican, qué trabajos tienen y tal vez porque él viajaba,
salían y venían; entonces ya esas personas tal vez creyeron que tenían conexión
con la misma guerrilla, entonces pensamos pues de que pueda que sea por esa
razón que lo secuestraron y posteriormente lo mataron.
… De ahí que ella (la esposa de la víctima) estuvo a cargo de nosotros, ella
no tenía profesión, no tenía un oficio y por medio de luchas ella nos sacó ade-
lante y fue así que pues, por mi parte pues yo estudié en una escuela normal
aquí abajo pero por una beca que tuve, una beca que tuve no porque ella haya
podido pues económicamente mandarme a un colegio a estudiar, sino que por
72
3
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán #
medio de una beca del Gobierno yo pude estudiar, de ahí mis otros hermanos
no estudiaron. Saben leer y escribir pero no tienen una profesión.
… Sí, tuvo (la esposa enfermedades a causa del impacto), porque en ese
entonces PAVIH que es el Programa para Viudas y Huérfanos, en ese entonces
daba exámenes a las señoras, exámenes a los huérfanos y llegamos a contactar
de que ella había sufrido mucho la violencia que había pasado en su casa.
Había sufrido mucho y entonces ella posiblemente de eso ha venido pues el
dolor que ella ha tenido y por eso se murió.
73
3
$
3
%
Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a su esposa, Rosa Petrona Yac Saloj, y a una de sus hijas, Lucrecia Graciela
35
Saquic Yac.
3
& Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Qué si entraron en la casa, fueron cuatro los que entraron en la casa, pero yo me
fijé que fueron soldados, a uno sí lo reconocí, pero sí eran soldados y los otros
estaban enmascarados; le dijeron “arréglate y nos vas acompañar”; y yo les
pregunté “¿a dónde lo van a llevar?”; ellos me contestaron “no tenga pena
señora, duérmase tranquila, nosotros sólo le vamos a preguntar unos dos, tres
palabras y lo vendremos a dejar entre un rato” me dijeron. Uno de ellos me
empujó y me dijo “¡acuéstese!” me empujó y yo me asusté, me agarró los ner-
vios me estuve temblando.
Entonces yo me levanté cuando se habían ido porque mis perros no se
calmaban de ladrar, hasta que amaneció siguieron ladrando y como a él lo
fueron a traer a las diez, toda la noche no me dormí. Yo estuve orando y había
un mi pequeño hijo durmiendo conmigo y él se levantó, sólo él era mi compa-
ñía; ahora los otros estaban durmiendo a parte en otros cuartos, yo los quería
despertar pero tenía miedo porque se me entró ese miedo de que algo sucedió
en nuestra casa y en eso amaneció, hasta allí les hablé…
… Fueron cuatro los que entraron en la casa más los que estuvieron afue-
ra, ellos estuvieron hasta el amanecer, estuvieron alrededor de la casa entre las
cañas de milpa, los perros no se calmaban de ladrar y casi amanecieron. Yo a
eso de las cinco me levanté porque tenía miedo, hasta las cinco cuando yo me
levanté y ya no estaban…
… Desperté a mi cuñado Carlos y le dije, desperté a mi papá les expliqué
todo, como a las cinco de la mañana los estuve despertando y cuando amaneció
lo empezamos a buscar; no les informamos a otros porque los soldados estaban
por allí encima de los árboles en el día, pero no sé por qué ¿acaso hemos hecho
algo malo?...
… Mi abuelo (padre de la víctima) fue a dar parte allá en la Municipali-
dad. Y mi abuelo, él quería pasarse con los soldados pero como tenía centinelas
arribito a donde fueron a estar los soldados, entonces donde está el destaca-
mento de ellos; entonces mi abuelo él iba a caballo y le habló a alguien de ellos
“voy a pasar”; “no señor, aquí no se puede pasar” le dijeron; “sí, voy a pasar si
este es mi camino” le dijo él “y mi hijo también a saber quiénes fueron a sacar
anoche” le decía mi abuelo a los centinelas; y le dijeron uno de ellos “mire
señor, si usted va a pasar aquí lo vamos a matar” le dijeron y él sólo en otro
extravío se fue. Y eso fue el día que se terminó el día jueves, de allí empezamos
a buscar a mi papá porque oímos nosotros pues que los secuestrados siempre
se aparecían muertos, pero a él nada supimos de él…
76
3
Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán /
… Por envidia, por envidia le hicieron eso porque así como le estaba di-
ciendo, que un señor él es el que cuenta esas palabras que, por qué le hicieron
a él así porque él fue a dejar comida de la guerrilla decía; pero eso no fue cierto,
ni una vez mi papá fue, él sale de viaje como le dijimos pues que él era ganade-
ro, se va al Progreso, se va al oriente pero a traer ganado a revender y no es eso
que él nunca vimos nada de él que fuera política o fuera otra cosa con la guerri-
lla, no hacía nada mi papá; y él era buena gente, casi toda la gente también se
quedaron tristes por él, porque es muy amistoso con la gente también, era así.
… Además también después del secuestro de mi papá, un señor también
que es Comisionado Militar le fue a decir a mi mamá “mirá Rosa, mirá sacá a
tus hijas aquí en la casa porque dicen los soldados que vienen a violar a tus
hijas” le fue a decir a mi mamá; y nosotras empezamos a dormir con los veci-
nos, nos vamos con unos, nos vamos con otros en las noches, así en la hume-
dad de la tierra nos fuimos a quedar como dos o tres meses porque así le fueron
a decir a mi mamá y por miedo ya no estuvimos en la casa en las noches y
pidiendo posada, refugiando por allí…
… Es un dolor lo que yo siento porque se fue mi esposo, ya no está y como
se quedaron sus hijos a mi responsabilidad. La niña por ejemplo apenas tenía
cuatro años y están los otros. Además dos de ellos estaban estudiando, pero
gracias a Dios que pude mantenerlos para sus estudios a esos dos; posterior-
mente hizo el esfuerzo para darles estudios a los otros dos y eso es lo que yo
hice, luché con ellos, sembré maíz, sembré trigo… estuve comprando pollos y
después los vendía, estuve destazando pollos para vender. Gracias al Señor
pude vender, me iba a Sololá, me iba a Xela, a Nahualá, iba a comprar cosas
para vender, compraba frutas, verduras para después vender, eso es lo que
hice para mantener a mis hijos, con eso pude mantener a mis hijos… Como me
decía que su esposo sí va a regresar y así pasó el tiempo, lo estuvimos buscan-
do y no lo encontramos, se fueron mis hijos a buscarlo pero no lo encontramos
y yo estuve confundida, estuvimos confundidos porque ya no lo encontramos,
¡a saber donde lo fueron a dejar!. La gente nos decía que “posiblemente lo ha-
yan matado”, así nos decían…
… Pero ahora mi corazón está contento porque mis hijos me dan dinero y
ahora tengo crianza de cerdos, tengo ganado vacuno, o sea tengo algo para
obtener dinero; con eso me estoy manteniendo porque ahora pues estoy ya sola,
eso es a lo que me dedico y estoy contenta, me dedico a cantar en la casa para
alegrar un poco el corazón, aunque hay poco de dolor pero ya va pasando el
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( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
tiempo, van pasando los años y hasta ahora ya no puedo esperar nada. Yo lo
estuve esperando y no volvió y eso es lo que puedo decir. Además mis hijos me
llegan a visitar para consolarme, para darme ánimos, Ahora estoy contenta con
ellos, nos vamos juntos con ellos a la iglesia, me voy a la misa, me voy a la
celebración, allí llego a contentarme, digo ¿qué es lo que le pasó a mi esposo
Señor?, y allí estoy ahora y sólo eso son mis palabras.
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3
)
EJECUCIÓN EXTRAJUDICIAL DE
TEODORO ESCUN YAC (15/VIII/1981)36
Lo que le pasó a mi esposo es que él salió el día quince de agosto… Él ya había
preparado sus cosas para viajar a Guatemala y le había dicho a su hijo que lo
acompañara y al amanecer a las cinco de la mañana, de repente nosotros escu-
chamos que estuvieron tocando la puerta de la casa las personas; en eso mi
esposo les abrió la puerta y le agarraron sus manos y lo jalaron para afuera mi
esposo. En eso yo seguí a mi esposo y uno de ellos se paró en la puerta de la
casa y me puso el arma en mi pecho y yo me di cuenta que las balas que conte-
nía el arma eran de color rojo y luego me empujaron; en eso yo los estuve vien-
do en una ventanilla en donde habían dos soldados entre ellos y los otros en-
mascarados y se llevaron a mi esposo… Son muchas personas, no podría decir
cuántas pero sí eran bastantes… Yo quise seguirlos y un mi hijo salió a verme,
en donde él se dio cuenta que habían más personas entre las milpas; habían
entre unos cuatro o cinco hombres decía mi hijo, el sombrero de mi esposo lo
habían dejado tirado entre la milpa a orillas de la carretera… Llegaron en carro,
sólo pude ver en la ventanilla que tenían un carro de color blanco; seguramente
allí lo metieron, ya no lo pude ver bien, ya no lo pude ver porque primero me
empujaron y después me acerqué en la ventanilla para verlos, en eso se fueron
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a la esposa de la víctima, Vicente Catarina Ixcol Xaminez.
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a la hermana de la víctima, Elena Bernardina Cochoy Ixcol.
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4 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
unos ocho o quince días que él se fue, dejaron de buscarlo y nunca más pre-
guntaron por él.
Lo último que recordamos es que él agarró el camino del kilómetro 148
porque vivimos en Sexampual. Después ni le vimos ni escuchamos nada. To-
dos los muertos que aparecían en Sololá y en la Cuchilla, yo iba a verlos para
saber si alguno era mi hermano. Hubiera sido mejor encontrarlo para saber si
estaba muerto.
Nunca lo denunciamos, ese tiempo era tremendo y sólo nosotros sabía-
mos de su desaparición y nadie le contamos, sólo nosotros le despedimos. Ese
momento fue duro, casi le obligamos a que se fuera y que buscara trabajo en
otro lado, pero que nunca saliera de su trabajo; y que tal vez eso iba a calmarse
y él podría regresar. Esa era nuestra esperanza. Nunca dijimos nada, ni lo de-
nunciamos porque era menor de edad, aún no tenía cédula.
Pedro Pixabaj era el Alcalde, pero jamás le contamos. Creo que ya lleva
veintidós o veintitrés años de haber desaparecido. Ha pasado mucho tiempo,
era nuestro último niño, el bebé de la casa. Ya estamos olvidando su rostro.
Sufrimos mucho y mi mamá sufrió bastante. Hasta la fecha no sabemos si
está muerto o no, pero pienso que murió. Lo único que tengo es su foto.
Mi mamá murió hace dos años y mi papá ya es un anciano. Desde que él
se fue, sufrió mucho. A los tres años de su partida, empezó con una enfermedad
en el pie, se le encogía, o los dos. Decían que era derrame. Le afectaba más
cuando llovía pero era la única temporada que ella quería saber salir porque
también estaba amenazada, tenía mucho miedo en salir. Todo calmó pero él
nunca apareció.
Sufrimos mucho tiempo pero ya nos está pasando, lo único que no vimos
si murió o qué pasó, sólo Dios sabe qué pasó. Pienso que murió porque nunca
hemos sabido nada más.
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Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a la esposa de la víctima, Anastacia Cush Muy, y a uno de sus hijos, Pedro
de León Cush.
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De lo que yo sé es que no tenía ningún delito, pero como la gente no le gusta que
uno está trabajando tampoco le gusta que uno no trabaja, pero a él eso le pasó.
Pues no supimos nada del cuerpo hacia donde haya llegado… Algunos
dicen que en Santiago Atitlán se fue, otros dicen otra cosa, a saber qué habrá
pasado, pues que en el Volcán Santiago Atitlán decían que lo mataron, pues
son esas gentes que los habrían llevado para allá.
Sí, se les fue a preguntar (a la Policía) pero dijeron que no hay nada, ya no
se encontró. Buscamos en todas partes, hicimos todo lo posible para que lo
encontráramos pero no hubo nada, nos quedamos muy tristes con sus hijos. Es
lo que puedo decir ya que dos de ellos se han muerto y cinco están vivos, entre
ellos tres varones y cuatro mujeres. En Santiago Atitlán habrían llevado el cuer-
po, si lo enterraron o si perros, si zopilotes quienes habrán comido el cuerpo,
no sabemos dónde está, sólo escuchamos que en ese lugar mataron a la gente.
… Sí fuimos allí mismo (con el Alcalde Municipal) pero no hubo nada, así
como les decía que en todo lado se dio información, se informó que se desapa-
reció el señor Ajú y que ahora ya no está se dijo, se buscó durante más de un
mes, tres meses o dos meses…
… Como tres o a cuatro meses (lo buscamos), sí, porque de todas maneras
lo buscamos, de todos lados. Salieron a otro mi tío de su casa también y como
yo soy pequeño todavía me acuerdo todo pero por lo menos pues de que, nos
dejó mi papá con mi mamá y gracias a Dios también que ella luchó con noso-
tros; si ella no hubiera luchado con nosotros, a saber que nos hubiera pasado,
pero gracias a Dios que ha luchado con nosotros y mi papá también como nos
enseñó a trabajar; mis abuelitos también nos dieron la mano pues y gracias a
Dios aquí estamos y por el momento pues no sabemos que es lo que pasó o
quién se lo llevó, allí sí no podemos decir nada…
… Lo que es como en tiempo de Lucas, es cualquier cosa que se hace se lo
llevan porque con él es sin perdón. De todo eso lo que pasó, no podemos decir
otra cosa porque en el tiempo de Lucas, es cualquier cosa que hace uno bueno o
malo, lo matan o lo llevan por alguna cosita muy pequeña o sencilla que diga-
mos nosotros, pero de todas maneras así fue…
… Me he quedado con siete hijos, dos han fallecido y cinco están ahora y
seis por todo con mi persona… Los primeros son los que se murieron, mujer la
primera y la otra también es la que le sigue a la primera…
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Entrevista realizada a la propia víctima.
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están persiguiendo. Entonces así fue y después cuando se fue de 1978 - 1979
cuando me salí de aquí, me fui del cantón del pueblo de Santa Lucía y me fui a
huir en otro lugar.
Viví en la costa, en las fincas me metí entre las cuadrillas para no encon-
trarme a los enemigos, y así fue. Y cuando fue la muerte de mi madre el 12 de
diciembre de 1980 y cuando me avisaron de que se murió mi mamá, me vino y
cuando en ese rato llegué están todos los ejércitos a Santa Lucía porque es la
fiesta de Santa Lucía. Es el 12 de diciembre cuando se fue el entierro y a media-
dos del entierro en el cementerio cuando me decían unos compañeros: “Ya es-
tás rodeado del ejército, tenga cuidado porque seguro que te van a agarrar” me
decían; “Bueno” yo les dije “porque para dónde ya estoy en medio de eso”.
Y después otros amigos me buscaron donde salirme en el cementerio y en
frente de la iglesia de Santa Lucía me agarraron los ejércitos y después logré de
correr hasta donde está la pila. Como seis soldados y tres así particulares. En-
tonces me agarraron en ese rato como fue a las tres de la tarde del 12 de diciem-
bre de 1980 y cuando me agarraron y me metieron en una casa en donde está
ahora el Centro Cultural de Intervida de Santa Lucía Utatlán (en ese momento
campamento militar). Y ahí en esa casa me metieron y en ese lugar encerrado
de todo habían gentes, mujeres y hombres, se han traído no sé dónde; pero ahí
me empezaron a hacer los golpes; y me amararon los pies, me amarraron las
manos y me empezaron a pegar y un soldado se paró en mi cara y otro se paró
en mis pies y estoy amarrado y otro se paró en mi estómago y me empezaron a
hacer círculos y me dieron muchos golpes y si no contestaba y si gritaba me
daban unos culatazos en la cara, un buen golpes así, ¿ve?; y estoy amarrado así
desnudo, me quitaron la ropa. Y así fue cuando fue el tiempo pues que sufrí,
que sufrí en ese rato. Me dejan unos 15 ó 20 minutos vuelven otra vez a pregun-
tarme: “¿Cuántos has matado del ejército?” me decían. Yo contesté que “nada,
no he matado a ninguno”. “Pero sos guerrillero, sos jefe de la guerrilla” me
decían.
Y así fue que pasó mucho tiempo, muchas horas y el siguiente día en la
mera fiesta, cuando me decían “si no decís la verdad de lo que estás haciendo
entonces aquí, hoy en la noche te van a matar” el soldado me dice. Dos días
estuve ahí. El siguiente, casi entrando la noche cuando me dice el teniente que
“si ya sólo ese rato que vas a vivir si no contestás quiénes son tus compañeros
y te vas a morir” me dijo.
Y cuando ellos se descuidaron en una ventanilla pude yo escapar y salí y
como es fiesta, llena la gente de la calle, hay parrandas, hay muchas tradicio-
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán !
nes, procesiones y otras gentes, me metí en medio de ellas y logré de salir y por
eso es que estoy viviendo aquí ahorita.
… Casi no recibí nada de apoyo médico porque da pena de hacer un con-
sulta en una clínica, en un lugar, hay muchos médicos que me conocen ex
compañeros del trabajo, los enfermeros; pero no puedo ocupar porque en ese
tiempo es muy delicado de oír o de hacer su curación. Sino que yo aguanté
todos los golpes, una de mis rodillas como medio zafada, cuando yo pude salir
no pudo correr sino que arrastrando con mis dos manos y me metí entre los
montes, entre las milpas hasta logré, no llegué a mi casa si no que llegué a una
familia para pedir auxilio, me dieron unas pastillas para el dolor, me hicieron
unos lienzos de agua caliente, así sólo personas así conocidas o familias me
llegaron a ver, no recibí ni un tratamiento médico.
… Pues fíjese que sufrí por un tiempo largo por el sistema nervioso, yo
siento que cuando algún bulla, algún sonidos que oigo yo siento que viene
gente o viene atrás o viene a abrir la puerta y ese es el sufrimiento que yo pasé.
Me quebraron las clavículas con los golpes que me hicieron, pero también aquí
hay señores que curan pues, que compongan huesos sólo con ellos, no me fui
con médico no me pusieron yesos y ese sufrimiento, pero pasó a través de años,
a través de meses se me quitó los nervios y se me recuperó un poco esta fractura
que sufrí.
Me retiré de aquí, me fui por la costa, viví casi como cuatro o cinco años.
A mediados de los cuatro años y medio cuando regresé y juntamente con otros
compañeros que de aquí ya están desaparecidos y mi hermana también se desa-
pareció, se retiró de aquí del cantón y se fue a parte de Méjico y vivió mucho
tiempo ahí. Se regresó con su familia, se regresó porque entró la amnistía en ese
tiempo; pero después de la amnistía que él aceptó, pues si se murió todavía,
todavía lo agarraron y lo secuestraron y se desapareció, Justo Germán López.
Yo también acepté la amnistía por eso que regresé, entonces estoy nuevamente
otra vez aquí pero el sufrimiento así pasó, pasé bastantes penas y a través de
esas noticias, de esas tilde que me han hecho la gente; ya no nos aceptan de
trabajar en un lugar, me decían:
“Son ladrones, son matones”…
… Por el momento sólo esto es lo que pasé, que pasó en esta vida, pues de
que estoy, la voluntad del Ajaw que nosotros estamos y estamos recuperados
de salud. Tuve que mantener a mi familia, son pequeñas pero ahora ya son
mujeres, ya son grandes pero en ese tiempo ya son pequeñitas, le dieron mu-
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Entrevista realizada en idioma K´iche´a la esposa de la víctima, Valentina Concepción Xitamul Ajú.
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en la cooperativa. “Eso ya van a venir, tal vez se atrasaron o algo les pasó” me
decían los de la cooperativa; “está bien” dije yo y me regresé.
Regresé a la casa, yo lo estuve esperando porque no hay nada que llegaba
y después comimos en la hora del almuerzo y de repente al rato supimos por-
que me llegó la información que ya estaban muertos. No sabemos cómo lo su-
pieron los de la cooperativa porque son los de la cooperativa. ¡A saber cómo lo
supieron!.
Pues ellos (estaban) en Mazatenango y los sacaron por Patulul. Allá en
Mazatenango los fueron a encontrar, pues dice que en Patulul los encontraron
y de ahí los llevaron para Mazatenango y allí los fueron a traer… El sábado los
encontraron al amanecer.
En el camino, los encontraron muertos en el pick-up o no se cómo habrá
sido porque yo no lo fui a ver, pero sí andaban con el pick-up y este pick-up lo
dejaron baleado.
Fueron avisado la cooperativa, después fueron los de la cooperativa a
traerlos allá en Mazatenango, hasta allá los fueron a traer, los llevaron de
Patulul hacia Mazatenango, hasta allá los fueron a encontrar en el hospital. …
Al amanecer el domingo, cuando llegaron, al amanecer el domingo porque el
día sábado no llegaron ese día; al amanecer el domingo, me recuerdo que como
a la una de la mañana o a las dos de la mañana llegaron allá. Lo velamos,
desde la hora que llegaron, ya no nos dormimos y de ahí al amanecer domingo
lo fuimos a enterrar.
Eso es lo que yo no entiendo, por qué los mataron, no entiendo por qué les
hicieron eso, como ellos eran trabajadores, no son delincuentes, si fueran delin-
cuentes pues habría razón de que les hayan hecho eso, pero ellos eran trabaja-
dores. ¡A saber por qué les hicieron eso los soldados!.
Tenía cuatro (hijos). Era pequeño todavía (el más grande de los hijos)
como unos siete años u ocho años. El más pequeño que quedó es como de tres
años, sí como de tres años.
Sí, estuvieron (los señores de la cooperativa), lo fueron a enterrar y siem-
pre nos ayudaron, porque nosotros no teníamos dinero, como él no tenía nada
y sus hijos se quedaron pequeños todavía.
Pues en este momento yo agradezco porque estamos reunidos aquí, en
este mes de julio, que están elaborando este documento, para preguntarnos de
lo que les pasó a nuestros esposos pues. Estamos explicando pues yo digo en
este momento pues, los que nos quedamos, yo pues estoy triste porque me que-
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán %
dé con mis hijos. Lástima que mis hijos aún eran pequeños cuando se queda-
ron conmigo, yo tuve dificultades con ellos, mis hijos sufrieron también, mis
hijos no estuvieron en la escuela porque nadie los podía mantener, nadie les
daba dinero, mis hijos no estuvieron en la escuela. Sólo uno de ellos estuvo un
año o estuvieron un año, pero ya no pudieron seguir, ni siquiera sexto grado
sacaron, no sacaron; es por eso que yo siento ese dolor, de lo que les pasó a
nuestros esposos. Porque así como digo yo, que no tenían ningún delito, pero
son las personas quienes sabrán por qué les hicieron eso, porque yo me fijé que
ellos trabajaban pues, no eran delincuentes, o si yo me hubiera fijado que ellos
no trabajaran… Ellos sí trabajaban, pero lástima pues que así les hicieron a
nuestros esposos.
Así como decía, yo me siento triste porque se quedaron mis hijos, aunque
dos ya se casaron y los otros dos todavía están conmigo, siempre yo estoy triste
con ellos y siento ese dolor porque nos quedamos con ellos sin nada. Mi esposo
no pudo construir nuestra casa porque teníamos como doce o trece años (de
estar juntos) en ese momento cuando los mataron, no pudo construir nuestra
casa y así como digo ahora que en el terreno de mi hermano estamos, o sea que
terreno sí tenemos pero la casa en donde nos quedamos es de mi hermano. Pues
esto es lo que les puedo decir en este momento, estos son mis palabras lo que
puedo decir y gracias.
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Él se quedó en una tienda y los señores pues que llevaban son de Nahualá,
aquí de Santa Rita, entonces ellos me vinieron a informar de que “tu esposo se
quedó allí”; “está bueno” le dije yo. Y después ese día dice que él pidió una
cerveza ahí en una tienda y tomó una cerveza, en eso se quedó él y ellos me
dijeron de que “ya va a venir tu esposo, ya va a venir, se quedó ahí en el 148”
me dijeron; “va está bueno” les dije yo.
Yo estuve esperando mi esposo ese día, esa tarde, entró la noche… estoy
esperando ya no llegó y luego pues, tengo una hija, ella tenía siete años y ella
rápido lo soñó “que mi papá, mamá, ¿dónde está mi papá?, mi papá yo vi está
entre un camionada del ejército” así me dijo mi hijita pues. Son chiquitos pero
ella ya rápido lo soñó y entonces “está bueno mija” le dije yo.
Yo no le hice caso pues porque yo estoy esperando al siguiente día. Qué si
en ese día ya no regresó, ya no, de una vez se fue y como en ese tiempo, en ese
día había muchos muertos se encuentran en el camino; tengo mis sobrinos y me
vinieron, fueron a verme, estoy allá abajo, fueron a verme “no se pone triste tía,
vamos a ir a ver dónde encontramos su cadáver”. Y se fueron ellos a Nahualá
porque se oyó pues, se escuchó hay dos señores, dos hombres lo encontraron
allí y ya están muertos, están ahí en Nahualá pero no es mi esposo, son otros
señores también. Y en ese tiempo no salieron muchos pues, porque está muy
peligroso el tiempo, no pueden salir; así sólo fueron a ver en la cárcel, en los
hospitales, en los barrancos, en el barranco aquí de Chuitzam (Chwi Atzan) y
fueron a ver allí. Pero después me vinieron a comentar que “tu esposo lo encon-
traron allí en Pamezabal, allí lo encontraron y lo mataron en tres tiros”; “¿y
dónde lo mataron?”; “allí en un aguacatal lo enterraron” me dijeron ;pero así
me vinieron a decir la gente y otro también “no, tu esposo él lo llevaron, lo
llevaron por un carro y fueron a... él digamos corriendo estaba, lo están
correteando por unos señores y él rápido entró en una iglesia evangélica y está
el pastor, están sus miembros allí y él fue a decir de que “hoy sí le voy a aceptar
porque ya me están persiguiendo, porque ya me van a matar” decía; “está bue-
no”; oraron ellos por él y después lo llevaron, lo tiraron en ese carro porque ya
está parado el carro allí. Entonces lo llevaron con esos señores, lo tiraron en el
carro; “cuidado no van a decir que venimos a traer ese don porque si lo van a
decir que nosotros venimos a traer, entre quince días entre un mes así hacemos
con ustedes, les venimos a traer a ustedes” le dijeron al pastor digamos de esa
iglesia.
… Era un carro blanco dijeron ellos, de plano son de la militar, sí. Y enton-
ces así fue mi esposo ahí, buscando y yo esperando y llorando todos los días
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán )
con mis hijos, ¿qué les voy a dar a ellos?. Son seis mis hijos, ¿qué les voy a dar
a ellos?...
… Al mes, cuando mi esposo se ha desaparecido, me fui allí en Santiago
Atitlán porque yo escuché porque ese tiempo cuando se desapareció mi esposo,
el destacamento militar está ahí en Pamezabal y muchos me dijeron pues tam-
bién de que “de plano ellos lo agarraron tu esposo, ahora lo llevaron en Santia-
go Atitlán”.
Vaya, me fui yo, cargaba a mi hijita, tenía un su año; me fui, fuimos a pie
desde Santa Clara fuimos a buscar en Santa Clara La Laguna, no hay; entonces
fuimos en Santiago Atitlán en camioneta, me regalaron mi pasaje pues, para ir
a buscar a mi esposo y yo llegué allí en la entrada del destacamento de Santiago
Atitlán y entré allí y ahí sí están los militares entre el zacatón, ahí están entre
los zacates y ellos me pidieron: “¿qué fue su esposo?, ¿qué camisa lleva?, ¿de
qué edad?” y yo vi allí un militar sólo así en la planta de su mano lo apuntó
todo lo que yo le decía; “Vaya, pase adelante, entre” me dijeron. Yo temblando
pero yo buscando a mi esposo, ¿dónde está?; y cuando yo llegué ahí en el mero
pues y le hablé al coronel y me dijo: “¡Ay!, mija no llorás mija, no llorás; mirá
tenemos comida hay arroz, hay frijol... vas a comer, vas a comer”; “no, yo no
vengo a comer aquí a buscar comida, yo buscando a mi esposo” le dije; “ah!,
entonces no, tu esposo” me dijo “no, él no está con nosotros o tal vez pero
ahorita no lo podemos decir”. Sólo me pidieron, me sacaron dónde vivía yo, en
qué lugar; yo le dije “parte de Santa Lucía Utatlán, ahí del Novillero” le dije;
“¡ah!, está bueno mija, no tengás pena, no llorés no llorés, hay que tener pacien-
cia, tu esposo de plano allí con los guerrilleros se fue tu esposo” así me dijeron;
“yo no sé” le dije “yo no sé si... tal vez allí con ustedes porque yo escuché que
ustedes están allí en (el kilómetro) 148, allí en Pamezabal y por eso yo vine aquí
a buscar a mi esposo; tal vez lo trajeron ustedes” yo así le dije a ellos claro le
dije yo; y “no, no, no mija, no, no está tu esposo aquí, vas a comer, vas a comer
con nosotros, ya están preparando nuestro almuerzo” me dijeron.
Sólo así me dijo el coronel y ya estuvo, pero yo lo que presentí allí que allí
está mi esposo, allí está porque yo sólo vi de, digamos uno se le nota pues qué
es lo que hay, qué es lo que... yo sí sentí que ahí está mi esposo, pero ellos
nunca me dijeron pues de que sí lo agarraron o no, así fue.
… “Tenemos gente, tenemos señores aquí pero tu esposo no está aquí” me
dijeron y sólo así me regresé otra vez y ya no me dio tiempo de venir. Ahí en el
corredor de Santiago Atitlán entre bultos de duraznos de un señor, me quedé
ahí con mi hijita en mi pecho pues ahí llorando también y allí sí yo vi todo la
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noche pasaron los militares corriendo en las calles, averías que están haciendo
ellos y así fue y, al fin pues, ya no apareció mi esposo. De una vez ahora no sé
dónde se quedó, dónde lo enterraron; muchos decían de que ahí en Pamezabal
lo enterraron porque había un clandestino allí, lo enterraban muchos señores,
allí nos dijeron pero en ese tiempo pues no puede ir uno. Tengo un mi hermano
en paz descanse un mi hermano, se murió, me dijo “yo voy a buscar mi esposo
allá” le dije; “no, mija no, no hermana no te vas a ir a buscar porque si no a
nosotros nos vienen a traer si vas a ir a ver a tu esposo, si lo enterraron allí de
plano lo enterraron, no te vas por favor, pensá por nosotros, nosotros estamos
aquí con nuestra familia” me dijo un mi hermano.
Pues sí así fue mi vida digamos, de verdad hace poco estuve yo llorando
de veras con mis hijos, contando en el hogar, este mi hijo me decía “mami no
llorés, ya no contás” me dijo mi hijo. De verdad pues nuestros esposos, tene-
mos el recuerdo cómo hace él, cómo come, cómo hace todos los días con ese su
trabajo el que le conté y de veras tuvimos mucha tristeza pues, yo de día, de
noche lloraba, lloraba me recuerdo mucho de mi esposo pero digamos así pasó,
así fue. Llorando yo con mis hijos, no hay quién por nosotros, de verdad yo fui
a buscar digamos trabajo por ahí para sostener a mis hijos, voy a hacer lavado
de ropa, voy a aporrear maíz por ahí con mis vecinos y ellos me regalan una mi
poco de maíz o mi jabón o mi para lavar la ropa de mis hijos. Y así fue.
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Entrevistas realizadas a la esposa de la víctima, Margarita Pérez Soc, y a una de sus hijas, Angélica María Tax Pérez.
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a la madre de la víctima, Clotilde Olivia de León Ixcol quien posteriormen-
te perdió a su esposo (Ricardo Benito Can Can).
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… Cuando llegamos en la casa, allí estaban los vecinos, pero en ese tiem-
po era delicado, ya no se tenía que estar con iluminación a las seis de la tarde;
pero los pobres sólo llegaron a visitarme y se retiraron y yo estaba con mi espo-
so y con un mi hijo con su esposa. Sólo éramos nosotros los cuatro que nos
quedamos allí, después del entierro todos los vecinos se fueron, no hubo nadie,
nadie, ya después de las seis de la tarde ya nadie debe de tener luz y no se podía
hablar.
Eso es lo que nos pasó, pero siempre hubo gente que nos acompañó.
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Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a una hermana de la víctima, Valentina Concepción Xitamul Ajú que
anteriormente relató la ejecución extrajudicial de su esposo (Cruz Maximiliano Vásquez y Vásquez), y una de las hijas
de la víctima, Fermina Candelaria Xitamul Morales.
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" Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán #
lo fueron a meter en esa casita que estaba allí… allí lo fueron a meter y mi papá
quería salir o sea que él ya golpeado, salió y subió; cruzó la carretera y subió y
mi tío ellos lo había encerrado allí, cuando vieron los soldados que mi papá ya
se había escapado y lo fueron agarrar otra vez. Y allí de plano los mataron, los
mataron y lo metieron en el camión. Sí, habían unos vecinos allí cerca de la
escuela, ellos vieron que los metieron allí ya muertos, o sea que se metieron los
soldados todos, un camión de soldados habían allí, se metieron lo llevaron el
cuerpo y lo vinieron a tirar por San Lucas (Tolimán).
… No dijeron cuál eran sus delitos, no dijeron nada, no supimos el por
qué les hicieron eso, porque media vez ellos son trabajadores, son trabajadores;
si hubieran sido delincuentes, pues tal vez los hubieran matado por esos deli-
tos, pero como ellos son trabajadores…
… Sí estuvieron (los soldados en el entierro), como siempre estaban allí
en Santa Lucía los soldados y acompañaron, cuando fue el entierro acompaña-
ron, estuvieron en el camposanto. Ellos (los soldados) no dijeron nada.
Nosotros estuvimos muy tristes, estuvimos pensando por los niños, a
ellos les decíamos que iban a regresar porque ellos preguntaron “¿dónde está
nuestros papás?, ¿a dónde fueron?, ¿por qué no han regresado?” decían. Noso-
tras les decíamos que “van a venir, van a venir” les decíamos, cuando ya sa-
bíamos de lo que les habían pasado en ese momento.
… La verdad eso si no sabemos porqué, porque mi papá ellos trabajaban
y todo, o sea que trabajaban y allí en la comunidad eran bien buenos, tenían
amistades por todos lados y no sabemos por qué, porque en ese tiempo siempre
sacaron a mucha gente, y mataron a muchos pues no sólo a mi papá ni a mi tío
sino que mataron a muchos.
… La verdad es que nosotros nos sentimos muy tristes porque nosotros
nos quedamos huérfanos con mis hermanos por mi papá y mi mamá, porque
mi mamá ella no soportó todo, ella por la tristeza, ella se murió y nos queda-
mos cuatro. La verdad es que hoy en día los necesitamos o sea que mis herma-
nos ya maduros crecieron pero sin papá y sin mamá y no tuvimos calor de una
madre, de un padre, un cariño de mi papá, no tuve ni un cariño de él porque era
bebé todavía, la verdad es que hoy en día lamentamos mucho. No es justo lo
que hicieron con mi papá, lo mataron a él y o sea que él trabaja todo, hoy en día
pensamos con mis hermanos que estuvieran vivos nuestros papás, mi papá y
mi mamá, tuviéramos un estudio o algo un trabajo pero no tuvimos nada. Mis
hermanos querían estudiar, pero nos quedamos con mi tía y mi tía tenía cuatro
hijos y con nosotros éramos ocho y ella no podía mantenernos, no podía darnos
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$ Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
lo que nosotros queremos como ropa, zapatos, estuvimos sin zapatos sin nada,
a veces comíamos a veces no porque ella no podía darnos todo. Éramos ocho
por todo.
La verdad es que sufrimos mucho, porque nos quedamos huérfanos pues
sin nada, mi mamá también murió porque no soportó todo, ella estuvo triste y
también nos dejó, ella se murió; es por eso que hoy en día lamentamos mucho
de lo que habíamos pasado todo y mis hermanos también. Mi hermano mayor
tenía como ocho años cuando él se quedó y él estaba en la escuela y mis otros
hermanos también, casi no tuvimos ningún estudio, sólo un hermano él que
quería estudiar o sea que intentó estudiar pero como casi nada, estudiar nece-
sita mucho dinero y todo. Él se vino aquí en Sololá pero sólo como dos meses
vino a hacer y ya no siguió porque necesitaba dinero para sus trabajos y todo y
se quedó así sin ningún estudio, nada, no tenemos nada. Hoy en día aunque
nosotros queremos trabajar en algo, pero lo que nos piden ahora es algo con
estudio pues, que uno tenga algún estudio, así le dan trabajo, pero la verdad es
que no tenemos nada de un trabajo… Lamentamos todo lo que nos pasó.
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%
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a su esposa, Matea Pascual. Este caso va íntimamente unido al anterior, ya
que fueron secuestrados y ejecutados conjuntamente.
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Además con muchas tristezas, qué hacer con los trabajos de la milpa que había
dejado sembrado mi esposo, la verdad es que fue de mucho daño que nos hicie-
ron los soldados… La verdad es que nos quedamos sin nada, sin dinero, yo
casi me iba a morir con mis hijos, me adelgacé, ya no tenía apetito para comer,
ya no tenía ganas de caminar, además yo no tenía experiencia de salir a traba-
jar, sólo en la casa, era mi esposo, yo me responsabilizaba de cuidar a los hi-
jos… Había algunas cositas, como una grabadora, una guitarra que lo había
comprado, yo lo vendí para los gastos y estuvimos prestando dinero también,
eso es lo que estuve sufriendo con mis hijos. Mis hijos quisieron que yo les
hubiera mandado en las escuelas, hasta todavía vendí algunas mis pertenen-
cias para mandarlos a la escuela y la tía también me ayudó en algunos centa-
vos, para comprarles sus cuadernos. Mis hijos me dijeron que nos vamos a la
escuela también, pero no teníamos dinero, los mandé a la escuela. Todavía las
primeras de mis hijas, la primera y la otra quisieron exigirme para que estudia-
ran pero nada, ninguna de ellas dos pudieron estudiar, fue muy duro para mí;
por eso que estas mis hijas desde pequeñas fueron a trabajar de oficios domés-
ticos… Hasta todavía ahora reclaman que “¿por qué no estudiamos?” decían;
“pero es que no tuve dinero, no pude con ustedes” les decía “se habrán dado
cuenta ustedes que yo me iba a morir y para que les pudiera dar estudio” les
decía.
… Yo digo ahora que necesito dinero para curarme, quisiera ir con un
doctor para que me curara, pero no tengo dinero; ahora con mis hijos estoy, si
mis otros hijos ya hubieran salido conmigo ya estuviera sola en la casa mante-
niéndome, así como digo, ahora sólo de mi pie me estoy quejando, sólo de mi
cabeza, sólo de mis ojos, sólo de mi corazón, hay veces que en las noches me
empieza a molestar el corazón. ¿Con qué algo bueno me puedo tratar si no
tengo dinero?. Esto es lo que digo.
118
5
)
DESAPARICIÓN FORZADA DE
LUCÍO DE LEÓN SAQUIC (22/X/81) 46
En el caso de mi esposo, pues en el tiempo de la violencia que lo mataron la
gente allá en Chupol… Fue que lo mataron la gente allá y mi esposo fue el 22
del año 1981, se fue y ya no regresó a la casa pues y nosotros estamos esperando
pues si él va a venir, pero ya no regresó. Yo me puse con preocupación pues,
porque me dio una tristeza en mi corazón, porque qué voy hacer con mis hijos
y yo no puedo dar estudio a ellos pues; y Nohemí también estaba afectada de la
vista y yo luché con ella de comprar un prótesis de poner a ella pues, para que
se quede bien porque ella estaba mala de la vista, luché con ella pues.
Así fue la vida de nosotros que fue desaparecido él pues, ya no regresó y
nosotros buscamos. Lo pagué a una patoja para buscarlo, salió a Los Encuen-
tros a pie se fue y llegó a Chupol a buscarlo pues, buscaron en los hospitales, en
las cárceles pero no había nada pues, así fue.
Salió de las siete de la mañana (de la casa)… Como era mozo ahí, sí era
mozo allí y se fueron junto con un su hijo de ese señor (del patrono)… Fue
desaparecido también, los dos de una vez se fueron, aja, porque dicen, según la
noticia pues que llegó con nosotros; dicen la gente que si lo vamos a matar sólo
a Lucío, entonces el otro va a dejar aviso allá en la casa que nosotros fue.
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a la esposa de la víctima, Dorotea López.
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= Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Al siguiente día, el siguiente día, el viernes por la tarde nos fueron a avi-
sar… donde está trabajando… comprando ganado. De plano que fueron los
soldados que lo agarraron, sí, eso son ellos… Unos (vecinos) de Santa Lucía, de
plano que con los soldados lo acusaron, sí.
… Porque me avisaron que agarraron allí, agarraron allí y dice que lo
mataron allá en, en el (kilómetro)149, lo mataron allí me dijeron a mí y después
lo llevaron allá en Chirij Cruz dice, le echaron aceite y lo quemaron allí y allí lo
dejaron enterrado dice.
… Fuimos a buscar, por eso le estaba diciendo que lo buscamos y que pedí
favor a una patoja pues, quienes se fueron y andaban como unos cinco o seis
patrulleros atrás de ella, salieron allá de los Encuentros a pie, hasta Chupol, sí
hasta Chupol.
… Siguieron buscando, siguieron buscando, buscando y buscando como
por allí unos tres meses, tres meses… La gente dicen que lo mataron, sí, eso ya
lo mataron, lo vieron dicen algunos pues porque según la noticia llega pues, sí
así es.
… Me quedé con la pena con mis tres niños, una de cuatro, de dos y de
cinco meses, me quedé con ellos y con las preocupaciones que nos quedó. Tam-
bién mi suegra y mi suegro que también sufrieron mucho porque la verdad es
que fueron sus dos hijos, pues que se desaparecieron y ya nunca volvieron; y es
por eso que se quedaron con una tristeza.
Ellos también me ayudaron un poco para el mantenimiento de los niños,
ayudaron con el crecimiento de los niños, pues la ley que yo me daba cuenta en
ese tiempo, pues no se aplicaba para nosotros para que nos ayudara, por el mal
Presidente que nunca ayudó pues. Porque la verdad es que nos hubieran ayu-
dado, porque la verdad es que esa ley que estuvo vigente, a saber yo no sé esa
ley que aplicó ese Presidente Lucas que aplicó en contra de nosotros, en donde
lo mataron a la gente. Y eso es lo que yo digo: ¿será que no existe alguna ley que
se puede aplicar, sobre lo que se hizo en ese tiempo?... Para que hubiera una ley
que nos viniera ayudar pues, como los tres huérfanos que se me quedaron, así
como lo que dije pues que en ese tiempo se desapareció mi esposo y mi familia
María Nohemí que se quedó, pues de cuatro años, afectada de la vista pues y
creció como una señorita; y me decía “mamá, ¿qué me vas hacer?, no estoy bien
de una vista” me decía.
Y yo tuve tanto sufrimiento pues, yo luché a veces, de veras, que cuando
me iba con algún doctor me pedían tanto dinero, me voy en otro lado, también
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Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a la madre de la víctima, Margarita Nicolaza Barreno Tay, al padre,
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Genaro Pablo Ajú Chávez, y a la hermana, Margarita Ajú Barreno (quien también fui víctima directa de intimidaciones).
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4 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
abrí la ventana, “¡que entren!, ahora me voy a morir” decía yo. Eso es lo que
pasó, así es lo que nos hicieron, fue al final del mes, un día sábado, al treinta y
uno de octubre, eso es lo que nos hicieron.
… Si les hubiéramos hablado (a los soldados) nos hubieran matado, para
qué hacer mentiras, la verdad es que no les hablamos, estuvimos muy asusta-
dos, no les hablamos. Por ejemplo cuando yo abrí la ventana me hicieron así
por la espalda con el arma, bastantes habían afuera, si les hubiéramos hablados
ya no estuviéramos ahora, ya no estuviéramos; sí, ya no estuviéramos.
¿Acaso nos hablaron?, no nos hablaron; sólo fueron a jalar a él, aventaron
la puerta; ¿acaso hablaban?, no nos hablaron, lo fueron a jalar a él, habrá al-
guien quien demandó con ellos, sólo Dios sabe, sólo aventaron la puerta y lo
fueron a jalar a él y nada nos dijeron; le jalaron la chamarra, sí le jalaron, sólo
su camiseta tenía puesto, no tenía zapato, sin ponerse suéter. Eso fue lo que le
hicieron, no tenía zapato, sólo su camisa, sólo lo que tenía puesto, sólo era eso,
sin zapato, sin suéter, lo jalaron y se fueron. ¿Acaso hablaban?, no hablaron y
no les hablamos, si les hubiéramos hablado ya no estuviéramos, seguramente
ya no estuviéramos; quién les iba a hablar estábamos asustados, andaban ar-
mados, nosotros les tuvimos miedo no les hablamos, nosotros no les hablamos.
… Con la tembladera del susto, los nervios nos afectó y esta enfermedad
es lo que hemos tenido, con el susto ya no podíamos hacer nada, ya no podía-
mos ir a conseguir agua, ya no podíamos salir a lavar la ropa porque nos esta-
ban controlando atrás de la casa, ya no podíamos salir, ¡nada!. Eso es lo que
nos hicieron, tanto es lo que fue, así como una vez mandé hacer mandado a mi
hija, le dije “vaya a comprar una libra de azúcar porque ya no tenemos azúcar
para el café, déjeme el nene” le dije; y ella me dejó su pequeño hijo y se llevó su
perraje, en eso ella no llegaba y no llegaba que si por allí cerca lo agarraron a mi
hija, le quitaron su perraje a mi hija, le quitaron su perraje, que si no fuera por
nuestro padre Dios que le ayudó, por poquito se le llevaban a ella. ¿Acaso
estaba haciendo algo malo?; ella sólo iba a comprar una libra de azúcar, ese
azúcar ya ni lo fue a comprar porque estuvieron por allí cerca, tanto es lo que
hicieron. Nadie les impedía de todos los daños que hacían, por esto es la enfer-
medad que encontré, solo enfermedades, ya nada bueno, esto me enfermó la
vista, ya no puedo ver, como también de mis pies, ya sólo inyecciones, sólo
inyecciones, sólo inyecciones, consultas y consultas, y ahora subió a ciento
cincuenta, ciento cincuenta, cuando salgo es para ir a gastar doscientos
quetzales; seiscientos fue que cobraron por las inyecciones, ya a puras penas
he estado viviendo, esto es lo que fue Señor, esto fue lo que nos hicieron.
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pero no, nada de eso, trabajaba, es por eso que lo estuvimos buscando. Mi espo-
so estuvo pidiendo apoyo con otras personas, “¡ah no!, nosotros tenemos mie-
do”. … Escuchaba noticia, hay muerte en Sololá, me iba para Sololá, que hay
muerte en Panajachel, me iba para Panajachel, que hay muerte en Xela, me iba
para Xela, pagaba transporte Escún, ahora ya no existe; o si existe algún muerte
me iba, hasta me fui a Mazatenango, nada, de balde gastando pisto, no hay
nada de eso.
… En la casa de él se hacían las tortillas (del Comisionado Militar) hasta
nosotros fuimos a tortear, el Comisionado nos dijo que fuéramos a tortear; “está
bien” le dijimos y fuimos, llevábamos leña… Esto fue doloroso.
… Lo que yo pienso ahorita, o sea lo que a mí más me interesa es dónde
fueron a dejar ese cuerpo porque nosotros fuimos viajando en todas partes pero
ya no encontramos, ya no supo dónde está ya no sabemos dónde se fueron a
dejar, lo enterraron o a dónde fueron a dejar esos cuerpos pues porque sabemos
que... sentimos el dolor por esos cuerpos pues no como si fuera un chucho o un
pollo porque sólo es... hasta todavía nos da lástima pues y mucho más es un
ser humano, saber dónde fueron... eso es que nosotros queremos dónde fueron
a dejar, eso queremos saber.
… ¡Ay!, en toda la vida, hasta que me voy de la tierra, tal vez se calma la
tristeza. Está en mi vida en todo momento, si voy al trabajo o estoy en la casa
aunque estoy acostado, donde quiera que esté, aquí está mi hijo de una vez se
quedó sentado, firmado, sellado aquí en mi corazón, en la cabeza nada que se
me sale. Si voy por aquí, si voy por allá, voy al trabajo o no sé dónde, pero mi
hijo está aquí de una vez insertado en el pecho.
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Entrevistas realizadas en idiomas K´iche´ y español a Cecilia Inés Alva Yac (hija de Felipe Norberto Alva Ajanel
y hermana de Gaspar Alva Yac y Domingo Noj Xaminez), Tomasa Lucía Alva Yac (esposa de Pedro Mercedes Xitamul
Escun y mismo parentesco que Cecilia Inés Alva Yac con las otras víctimas) y Cristina Avendaño Pineda (esposa de
Gaspar Alva Yac).
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y mas mis sobrinos que son hijos de mi cuñada Lucía, estaba Felipe Xitamul
Alva, Vicenta Xitamul Alva y Manuel Xitamul Alva y ella estaba embarazada,
esperando a su hijo y yo también estaba embarazada esperando a una mi hija,
el otro niño es el de la otra mi cuñada que es madre soltera que tenía su hijo,
Cipriano Alva. Eran todos los niños.
Entonces a los otros dos yo les pedí de favor que lo hicieran por sus hijos,
le dije a mi concuño: Pedro “hágame el favor, salga” le dije; como ellos me
engañaron y me dijeron que no les iban a hacer nada, entonces yo les pedí de
que salieran. Qué si cuando sólo salieron al otro cuarto y los sacaron para
fuera.
A empujones y los empezaron a patear y a patear y a darles de culatazos
y se los llevaron. Saber si se los llevaron arrastrando o caminando porque no
tenían vehículo. Entonces yo les dije que “por qué habían hecho eso si me ha-
bían prometido no hacerles daño”. Entonces ya no me contestaron los que esta-
ban ahí sino fueron otros, como eran bastantes los que se llevaron a los otros
dos. Y en ese instante nos quedamos nosotros ahí. Yo pedí auxilio, que auxilia-
ran a mi esposo porque él estaba vivo todavía, mi suegro también estaba vivo.
Entonces yo les pedía que llamaran a una ambulancia o a unos Bomberos o a
ver qué hacían por ellos. Entonces me dijeron que sí iban a llamar a los Bombe-
ros y dice que llamaron a los Bomberos. Mi suegro ya no aguantó y murió
rápido, murió como una hora antes que mi esposo. Mi esposo todavía tardó y lo
triste para mí y no lo puedo olvidar es los lamentos de ellos cuando me llama-
ban, “¡Tina!” me llamaba uno, iba con él. “¡Tina!” me decía el otro me llamaba
me iba con él. Regresaba con el otro. Y en eso cuando murió mi suegro, yo le dije
a mi cuñada Nesh “ya se murió su papá” le dije “por favor no le digas nada a tu
hermano, tal vez él se va a lograr” le dije; cuando en eso me dijeron «alístense
porque ya vienen los Bomberos”; cuando llegó un carro ahí en la calle, cuando
mi esposo ya no aguantó y se me quedó mirando y se le quedó mirando a los
soldados que estaban rodeándonos porque nos estaban custodiando para que
no saliéramos ninguno y él todavía en sus ultimas palabras les dijo: “¡ingra-
tos!, por qué me mataron si yo no debo nada, yo soy inocente” les dijo. Y des-
pués me dijo a mí “bueno Tina, te quedas” me dijo “ahí te encargo mucho a mis
hijos” me dijo. Y esas Palabra a mí me suena en los oídos porque yo le prometí
en el lecho donde él estaba muriéndose que yo iba a sacar adelante a sus hijos
y que si tenía un viaje a donde ir que se fuera tranquilo que yo iba a ver a sus
hijos.
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vieja guerrillera nos la vamos a llevar” dijeron. Tenía sesenta años. Yo les dije
“no, a ella no se la van a llevar porque ella va a enterrar a su esposo porque yo
tengo que enterrar al mío” les dije “no sean cobardes no se la lleven”; yo se las
quité entonces le pegaron un empujón y como ella era bien delgadita y estaba
enferma porque ella sólo enferma se mantenía y le pegaron un empujón y la
dejaron. A ella todavía la dejaron, ella empezó a estar enferma, enferma y le dio
artritis en todo el cuerpo y ella se quedó invalida a causa de eso, del susto que
ella llevó, ella vivió cuanto años así inmóvil que sólo las hijas la sacaban al
sol, la bañaban, la cambiaban y ella de esa causa murió.
… Entonces esa misma noche quedamos las tres viudas ahí en la casa
porque mataron a mi esposo y mi suegro. A mi cuñado y mi concuño se los
llevaron vivos, ¡saber dónde los fueron a dejar! porque ya nunca supimos de
ellos…
… Se los llevaron (a Domingo Noj Xaminez y a Pedro Mercedes Xitamul
Escun) y no sabemos a dónde se los llevaron ni dónde los fueron a dejar, si
están vivos o están muertos, nosotros nunca llegamos a saber nada de ellos,
con la esperanza de que cualquier día llegaran o que algún día los íbamos a ver
pero lamentablemente pasaron ya cuántos años y nunca supimos nada de ellos.
… Pues fíjese que ellos se los llevaron, nosotros nos atormentamos pero
como todavía habían mandado a traer a mi suegro y a mi esposo a
Quetzaltenango. Yo le dije a mi cuñada “vamos a pedirlos”; fuimos a la Co-
mandancia donde estaban ellos “vamos a exigirles que nos lo devuelvan” le
dije qué los hicieron y yo a pesar de todo lo que estábamos pasando, yo no
quería que les pasara algo a ellos porque mi cuñada también tenía a sus hijos y
nos fuimos a reclamarlos… Eso fue como a las 10 de la mañana del 1 de no-
viembre, yo les fui a reclamar les fui a decir que qué les habían hecho, dónde
los tenían, que nos los devolvieran, que si ellos ya habían matado a mi esposo
y a mi suegro que tan siquiera a ellos los dejaron vivos porque nos íbamos a
quedar sólo las mujeres… Entonces ellos me contestaron que mejor mirara qué
hacía, que me preocupara por mis cosas y que ya no anduviera metido mis
narices donde no me importara porque entonces sí me habían dejado viva,
entonces que sí nos iban a matar.
… Como ellos (los soldados) se habían robado todo, se llevaron unas es-
crituras de unos terrenitos que tenía mi suegro, se llevaron la escritura, se lle-
varon papelería de su negocio de él, facturas y todo lo que tenía y entonces yo lo
fui a reclamar con mi hijo mayor, con mi hijo que tenía trece años, como ningu-
no se animaba a irse conmigo porque nadie quería, entonces yo le dije “mijo
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán #
andate conmigo”; “muy bien mamá” me dijo, vamos y nos fuimos. Le fuimos a
reclamar al teniente que estaba ahí, ya ni me recuerdo del nombre del teniente
y me dijo que ahí no había nada y le dije yo “sí claro, sí” le dije “se trajeron un
cofre pequeño” le dije “donde tiene toda la documentación de mi suegro y yo le
exijo que me lo entregue”. Y me lo entregaron. “Sí, es cierto aquí está” dijo un
soldado y lo fueron a traer y lo pusieron sobre de la mesa, pero no me dejaron
salir de ahí hasta que no vieron todo lo que contenía porque ellos dijeron que
era papelería de los subversivos y nosotros no teníamos nada porque no cono-
cíamos esa gente, la verdad nunca conocimos a nadie.
… Ahora la pregunta que me hizo de que por qué (los mataron), al poco
tiempo agarraron a mi hermano (hermano de Cristina Avendaño Pineda) para
el ejército y se lo llevaron, lo reclutaron al cuartel en Santa Lucía, ahí sí que a la
fuerza lo agarraron y se lo llevaron… Entones yo lo lloraba y le decía a mi
hermano “no te vayas que te dejen, yo les suplico a los soldados que te dejen”
le dije a mi hermano; “no vos” me dijo “fíjate que mejor me voy” me dijo “por-
que así te ayudo con unos tus centavos porque si yo me quedo aquí, más seguro
que terminen conmigo” me dijo “porque como soy hombre y soy de tu familia”
me dijo “me van a matar” me dijo. Entonces yo acepté que se fuera “antes de
irme, te voy a contar algo” me dijo; “¿qué será?” le dije; “fíjate que me hice
amigo de un soldado y me contó, me dijo de que tu suegro tenía un enemigo
porque él le debía dinero por mercadería de tu suegro, me dijo que él le había
dado fiado; entonces fue que él dice que fue él que lo denunció que eran guerri-
lleros” me dijo “pero no era cierto que eran guerrilleros sino para venganza,
para no pagar su deuda, él los denunció”.
Los denunció con los del ejército, ahí en Santa Lucía porque él en el día se
mantenía con los soldados y dice que en la noche él se iba con los subversivos,
él les llevaba y les traía mandados, él era el que era subversivo y dice que él
acusó a mi familia pues de que ellos eran los subversivos y eran mentiras.
… El más grande (de los hijos de Cristina Avendaño Pineda) estaba muy
triste pero no hablaba, no decía nada y todos lloraban y no se podían explicar
qué era lo que había pasado y no decíamos nada ni ellos ni nosotros. No sé qué
nos pasó, nos quedamos traumados, nos quedamos ¡saber ni cómo!; pero mis
hijos gracias a Dios ellos no han sufrido ninguna enfermedad. Pero el más
grande por causa de eso yo creo que a él se le metió en la cabeza que él vio lo
que le hicieron a su papá. Muy patojito, de 14 años se metió al ejército y de ahí
se fue a presentar a Quetzaltenango, dice que no lo recibieron. Después se vino
para acá a la zona de Sololá, ahí sí lo recibieron.
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cuando me acuerdo lo que pasamos. Tristeza y miedo. Y tanto luché por mis
hijos, por mi gasto…
… Al llegar a Santa Lucía yo me siento tan triste, pienso en el cementerio
en donde enterré la sangre de mi esposo, el lugarcito de ahí en la casa donde
vivimos a mí me trae tantos recuerdos, pocos son los recuerdos alegres que se
me recuerdan, es más lo triste que pasamos. Eso le afectó tanto a mi hijo mayor
porque él decía el recordaba tanto y decía “cómo mataron a mí papá” porque
como era el más grandecito recordaba tanto... era el que tenía trece años, era el
que más se acordaba; los demás casi no recuerdan tanto porque eran más pe-
queños; pero ese sufrimiento que nos han dado, mire que de veras yo siento
que, que hay ratitos digo yo: “no voy a aguantar más, no voy a soportar y para
mí me hicieron tanto daño, tanto daño que lo voy a llevar hasta el fin de mi
vida, hasta que me muera, se me va a olvidar lo que me hicieron, nunca jamás
se me va a olvidar”.
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49 Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a Venancia Ajú Vásquez, madre de la víctima; y Ana Bernardina Cux Ajú,
hermana de la víctima.
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( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
dijo “¿o es que me están reclutando para la zona a prestar servicio militar?”
pero el en español les habló. “Vos cállese, cállese la trompa” le contestaron;
“¿por qué? si yo soy libre de preguntarles a ustedes” contestó mi hermano “¿por
qué me están haciendo esto?” volvió a preguntar. “Después vas a averiguar
pero nos tenés que acompañar” le dijeron.
Luego mi hermano huyó todavía. Se fue por el lugar donde está el tan-
que... y ahí lo volvieron a agarrar, esta vez lo agarraron con patadas, lo revol-
caron a mi hermano, entonces lo fueron a poner donde esta ahora el CECMAYA
(sede del campamento militar en ese entonces) ahí lo metieron. Entonces ahí sí
vimos que fueron los soldados los que lo agarraron, luego se lo llevaron y
delante de nosotros lo patearon, luego lo metieron dentro de un costal y ama-
rraron la punta, como que si fuera un cochito lo hicieron, amarraron la punta
del costal, brincaron sobre la espalda de mi hermano. De ahí nos dijeron “uste-
des, salgan inmediatamente, retírense de aquí antes de que las matemos” nos
dijeron. Así de verdad nos dijeron. Nosotros empezamos a llorar, ellos nos
dijeron “váyanse a su casa” nos dijeron “váyanse inmediatamente porque este
su hijo es” ¿de cómo le dicen a esos? “es de la guerrilla, según nos informaron
éste está en la guerrilla”, así dijeron. Pero la verdad, delante de la luz de Dios,
no era de la guerrilla mi hermano, sino que era un sastre, era todavía un joven,
menor de edad.
“¿Qué pasó con el muchacho?, ¿qué pasó?” yo me asusté mucho, me asusté
bastante “¿qué hago?, ¿qué digo?”. Yo no sabia qué hacer, ya no podíamos
hacer nuestra compra. De una vez, esa fue la última vez que vi a mi hijo, ya
nunca le hablé. Eso fue lo que me pasó mi hijo eso fue lo que me hicieron.
Entonces me puse triste, me asusté, nos regresamos con mis hijas, ya no estaba
mi hijo con nosotras, a dónde se fue, lo buscamos y ya nunca lo encontramos.
Y a los dos días era la fiesta de Santa Lucía, pero nosotros ya no lo cele-
bramos. Nos fuimos a buscarlo, nos fuimos a, como se decía que en Los En-
cuentros los tenían, nos fuimos a Los Encuentros. Sólo a los del ejército fuimos
a encontrar en Los Encuentros, no había nada, sólo lo que hacían pues es mos-
trarnos sus armas, entonces nos asustamos de ellos, nos fuimos al camino que
va para el Quiché, nos regresamos y no encontramos nada. Pero recordamos
que se lo llevaron en un costal como de seis arrobas, habían amarrado la punta
y se lo llevaron en un camión… Ahí metieron a mi hermano, con una patada lo
metieron, hasta con la culata de sus armas le dieron en la espalda de mi herma-
no, pobre el patojo se fue a caer adentro. Nosotras empezamos a gritar. Aquí en
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán )
Santa Lucía, en el edificio que esta frente a la Municipalidad, donde esta ahora
el Centro Cultural (sede del campamento).
… Pero en ese momento mejor decidimos ir a ver qué pasaba con mi her-
mano. Pero luego ya sólo noticias tuvimos que a mi hermano lo tiraron a un
carro rojo, un Pick up, eran como las 6 de la tarde o seis y media de la tarde.
Entonces se lo llevaron a Los Encuentros y había una casa allá, cerca de la
gasolinera y ahí en una casa blanca mataron a mi hermano, pero nunca encon-
tramos a mi hermano. Lo único que escuchamos es que sí lo mataron, que sí
seguramente mataron a mi hermano, pero hasta aquí no sé si lo enterraron o
quemaron a mi hermano, eso sí no lo sabemos. Pero luchamos para buscarlo,
escuchamos que había un grupo de muertos en el Cantón Vásquez, hay que ir
a buscarlo allá se dijo y fuimos. Luchamos pero no estaba mi hermano entre
ellos. Se encontraron otros muertos en Sololá dijeron y nos fuimos a ver si ahí
estaba mi hermano, después nos fuimos al Quiché, nos fuimos a todas partes a
buscar a mi hermano pero nunca lo encontramos.
Y nosotros con la pena, llorábamos, pensábamos que podía ser que él sólo
se estuviera ocultando, puede ser que lo soltaron porque no cometió ningún
delito el patojo, nosotros verdaderamente sólo trabajábamos, legalmente ganá-
bamos nuestros centavos y teníamos un pedazo de terreno de mi papá, como
cinco cuerdas de mi papá y mi hermano cultivaba ese terreno de maíz y eso era
lo que nosotros agarrábamos, eso era con lo que mi hermano nos mantenía; y
ahora cuando se llevaron a mi hermano nosotras nos quedamos sin padre y sin
ningún hermano, nosotras éramos dos mujeres, mi hermana mayor, yo y mi
mamá.
Alguna envidia, sólo vendieron a tu hermano, alguna envidia lo delató
por eso agarraron a mi hermano. “Pero ustedes calladitas, cuidado si dicen o
denuncian porque de una vez los quemamos a todos ustedes” nos dijeron, nos
amenazaron. Entonces, nosotros, desde ese momento, agarramos miedo, sólo
escuchábamos a los perros ladrar y nos asustábamos, a temblar nos poníamos.
Y mi mamá luego de llegar a casa, como dos días después de que ya no estaba
mi hermano, pues no llegaba, se fueron dos o tres días y él no llegaba; cuando
vimos nosotros, se calló mi mamá delante de nosotros, desde entonces se le
murió su pierna, se le paralizo la pierna. Nosotros le decíamos “mamita coma,
por favor coma”; ella decía “ya no. ¿dónde está su hermano, dónde está?” decía
“vayan a traer a su hermano, ¿a dónde se fue su hermano?” decía “¿dónde esta
mi nene?” decía porque el era él bebé de la familia, “vayan a traerme a mi
nene” decía.
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Entrevista realizada a la propia víctima, hermana de Juan Víctor Ajú Barreno (caso de víctima anteriormente
relatado).
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los conocemos pero usted dice que para defender vienen pero por qué nos hace
daño; ahora seis semanas lo llevaron a mi hermano Víctor, Juan Víctor; enton-
ces por eso que ahora por qué no nos entrega” le dije yo “porque no son nada de
eso”… Empezaron a decir un montón de cosas, me agarra con el puñal “¿qué
vale esto?”; y yo le empecé a decir “¡ay!, no me agarre porque me van a regañar
mi esposo, está alguacil mi esposo” le dije; “¿vale el alguacil o vale el ejército?”
me dijeron cuando me amenazaron con el puñal y con el pistolo o pistola, no sé,
es un armamento que trae que me pusieron en el oído… “¿Y por qué me aga-
rran?” le dije; “andá a preguntar donde quiera y usted quiera”; “pero no sé
dónde voy a preguntar yo” le dije “por qué, por qué deja por qué nos ha hecho
a nosotros; no mire, usted nos conoce bien porque venimos a hacer las comi-
das, las tortillas, vengo a hacer las comidas aquí, por qué me agarran”.
… Nosotros fuimos, nos fueron a mandar el comisionado que va a ir a
hacer las comidas, el que no se van como son en contra de eso, dice; pero como
nosotros la verdad que no somos contra de los ejércitos fuimos a hacer las
comidas a cada ocho días o cada quince días, ya no me recuerdo pero sí van a
tocar el turno porque todas las mujeres de Santa Lucía fueron a hacer las comi-
das de los ejércitos, entonces por eso usted nos conoce porque llegan varios
ejércitos ahí a traer, nos conoce digo yo pues qué casualidad no nos conoce pero
que somos de ahí del pueblo.
“Te mato ahorita”· me dijeron. Traía un granada. Yo le dije “sí, me van a
matar pero déjame ir, voy a traer a mis dos pequeñitos porque tengo a mis dos
pequeñitos en la casa, entonces que me mate pero con mis hijos, no me maten
sola porque qué van a hacer y mi esposo no es un responsable como toma...
para qué van a sufrir mis hijos; mejor máteme pero voy, déjame ir y voy a traer
a mis hijos” le dije.
Estaba yo en el camino pidiendo que me suelte y en ese momento que me
dijeron cuando yo pidiendo, tanto le pido “por favor déjame, hágame un gran
favor que no me maten ahorita aquí, yo soy de acuerdo que me maten pero a mi
casa o voy a traer a mis dos hijitos porque yo tengo mis dos hijitos, tengo mis
nenes” le dije.
En eso cuando me hicieron así, no sé por qué Dios me ayudó tanto me oyó,
yo si ya no puedo hablar, cuando me dio un paso; no sentí cómo salir en sus
manos, no me expliqué cómo se me dejaron soltado, no sé pero yo temblando
sentía un frío pero ya no pudo parar. De un momento, no sé qué pensará Dios
que no me dejó, me ayudaron mucho, cuando yo me di un paso y cuando yo
sentí, ya sentí cuando ya estaba en la calle pues de enfrente el municipal y ahí
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 3
estaba pero no sentí cómo me fui para salir allí en el puente, yo no sentí cuando
sentí ya estoy ahí.
… Yo le pedí un gran favor a la señora doña Imelda ahí pedí yo un favor
“que hagan favor que me dejan permiso para pasar ahí con mi papá”; “está
bueno” dice la señora. Me fue a dejar don Ángel, ella me encaminó pero ya
cuando yo llegué en la casa ya no hablaba yo, ya no puedo hablar y me dijo
“¿dónde venís?, ¿y qué pasó?”. Pero yo ya no puedo hablar, ya no puedo hablar
y casi a las dos horas u hora y media cuando yo podía hablar me dio un vasito
de agua y un poquito de sal me dio mi mamá. Se quedó asustada otra vez
porque no sólo que a pensar de que acaban de sacar a mi hermano Juan Víctor
y ya luego que me quieren matar a mí, me amenazaron pues allí.
... Y de ese tiempo me dio una enfermedad y al siguiente día yo ya no
puedo salir en la calle, cualquier, como un mes me tardé que ya no puedo salir
en la calle; yo sentía que ya me van a agarrar otra vez como si fuera hecho algo,
yo ya no puedo salir; estaba ahí en la casa. Cuando me fui a hacer mi compra en
el mercado, yo llevaba cargada mi hijo pequeñito y el otro abrazado porque no
quería yo estar, fui a prestar otra criatura para llevar los tres porque ya tengo
miedo de salir, yo ya sentí la muerte y como le dije yo ya no tengo miedo a la
muerte pero por mis hijos le dije yo a los ejércitos, yo que me muera... yo sé que
polvo me nací y polvo me volveré, yo sé que nos vamos a morir todos, usted
también tiene que morir algún día porque todos no somos dueños de este pla-
neta, tenemos que morir pero lo que a mí me da lástima esos mis hijos, esos mis
pequeños. Tiene cinco años el Genaro y el Miguel menos de un año y (embara-
zada) con el Rodrigo.
… Y al siguiente tiempo me dio esa enfermedad sólo me mantengo enfer-
ma y como mi hijo Rodrigo cuando nació, el nació de enfermedad. Hasta ahora
yo me he dado cuenta cómo me da lástima ese patojito, todo ese susto que a mí
me dio; él también le dio porque ese Rodrigo cómo sufre mucho por el enferme-
dad y tal vez por eso, consecuencia de eso porque todo que he pasado yo y a los
cinco años me dio esa enfermedad que ya no podía, se encogió mi mano, mis
pies, todo; pero yo sentía que ese tiempo, ese momento cuando me agarraron
los ejércitos como ese día que me dio esa enfermedad y yo no puedo, pues no
sale. No explico como no tengo dinero para curarme no me fui con un doctor
hasta que me pusiera grave, entonces hasta que me fui con el doctor pero yo
vendí un cuerda de terreno para haberme curado y así de que ese es nuestro
vida, nuestro pasamos, nuestro pasado que nos sufrieron mucho y entonces es
lo que nosotros queremos pedir que nos apoye o que nos ayude porque no es
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justo lo que hicieron con nosotros pues porque es la verdad que nos sufrimos
mucho no sólo yo, no sólo mi mamá, no sólo mi papá... ya son viejitos, ya son
viejitos mi mamá y mi papá y ya no podían hacer nada y sólo se mantiene
enfermo, mi mamá, mi papá sólo se mantiene enfermo. Le dio una su enferme-
dad todas esas cosas que nos sufrimos, todas esas violencias pues que hicie-
ron...
… La verdad que los que hicieron daño se fueron sin hacer nada, no se
fueron bien hasta aquí como digo yo. Muy bien gracias nos dijeron eso es todo,
se fueron sin un problema sin una novedad se fueron sin un justicia se fueron y
ahora están tal vez están vivos los que hicieron daño, tal vez viven bien con
sus familias quizá que tienen un buen sueldo, lo ganaron un buen sueldo pero
nos dejaron a nosotros esa tristeza, esas dolencias, ese dolor. No podemos olvi-
dar para nada, así decía mi papá así decía yo, hasta que nos morimos nos va a
salir toda dolencia, todo el dolor porque ese son unos seres humanos los que
llevaron y no podemos recuperar, sabemos que todos nos morimos pero por
nuestra enfermedad, naturaleza o por un accidente; pero esos directamente vie-
nen a sacar de nuestras casas, nuestras propias casas nos vino a sacar y eso
queremos nosotros que haga un poco de justicia o que nos ayuden un poco
porque eso es lo que nosotros deseamos, lo que anhelamos porque no pudimos
hacer nada nosotros porque la verdad y no sólo la verdad porque cuando mi
caso a mí cuando me agarraron los ejércitos me agarraron y yo le expliqué a mi
esposo, le cuento todo en vez de que me apoyó el me dijeron que ese es su
amante, ese es su amante por eso te agarraron me dijeron. Es lamentablemente
yo sufrí bastante porque en vez de que me escuchara en vez de eso me entendie-
ron, me empeoraron la vida me dieron un vida fue un fastidio como yo no tengo
salida para allá y para allá... y ahora nos hemos separado, diez años nos hemos
separado por tal vez, eso también nos ha afectado mucho.
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a Ri carda Venita Elías Tzapinel, esposa de la víctima.
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que andaban alumbrando linterna atrás de la casa, como estaba oscuro; ade-
más porque siempre andan gente por allí porque es camino, no nos imaginába-
mos.
De repente llegó la linterna en el patio, llegó en la puerta de la cocina, con
eso ya no había forma de esconderse o de escaparse, ya no pudo hacer nada
porque llegó en la puerta de la cocina y en eso nos dimos cuenta que… Eran tres
soldados uniformados que portaban armas pues, después lo llamaron, no es-
cuché lo que le dijeron, lo llamaron y le dijeron “nos vas acompañar, te vas con
nosotros” le dijeron pues. Seguramente se asustó, ya no hallaba qué hacer, ya
no me habló, yo tampoco le hablé y se fue, se lo llevaron… Estamos en la orilla
de la carretera y no nos dimos cuenta (de si venían muchos soldados), dice que
bajó el camión, dice que entre los árboles en frente de la normal dejaron parado
el camión decían, porque hubo quiénes los vio, ya que aún eran a las siete de la
noche y se dieron cuenta que allí lo habían dejado parado el camión y después
subirían a pie.
… Se fueron para abajo, yo pensé y dije “¡Dios mío!”. Mi cabeza, mi senti-
do se descontroló, ya no encontraba qué hacer, “¿por qué será que le hayan
hecho eso, será que lo van a regresar todavía, qué le van hacer?” dije yo. Des-
pués estaba yo saliendo cuando regresó uno de ellos a pedirme lazos, pero
cuando me pidió yo no le contesté para nada, mejor se regresó hacia abajo, y
como en la carretera, esa vez era diciembre, había mucho polvo y se lo llevaron.
Se fue, yo porque me asusté no lo fui a ver; se lo llevaron y se fueron para abajo,
se llevaron para abajo. En ese momento yo le fui a avisar a la mamá de mi
esposo, le fui a decir que “lo fueron a sacar de la casa y que se lo llevaron” le
dije. Ella se puso nerviosa, nos descontroló la mente porque él acababa de salir
con su mamá y esa noche no dormimos para nada, esa noche no hubo nada.
Yo pensé que de repente lo vinieron a tirar en el patio, de repente que lo
hayan venido a dejar; pero cuando amanecía, toda esa noche estuvimos muy
preocupados. Eso sí que sólo llorando estuve esa noche, viendo llegar la media
noche. A las tres de la mañana, a las cuatro, a las cinco de la mañana me levan-
té, como nosotros ya estábamos aparte, mi mamá estaban hasta por acá, noso-
tros vivimos por Los planes.
… Uno de seis años, uno de cuatro años y uno de año y medio, son tres mis
hijos. Pues en ese tiempo, los niños se habrán confundido, además todavía no
estaba completo sus sentidos, pero sí se dieron cuenta, ellos lo vieron y se asus-
taron mis hijos; además yo estuve llorando con ellos, pero de todos modos
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 7
como el que tenía seis años ya reconocía a su papá, ya bien conocido de todas
maneras, la verdad es que se me enfermaron mis hijos.
A las cinco de la mañana me levanté, estaba oscuro todavía, “puede ser
que lo hayan venido a dejar en el patio o puede ser que lo hayan matado y
hayan venido a dejar en el patio de la casa” decía yo. En eso salí viendo en el
patio de la casa y no había nada, bajé por el camino, “¡Dios mío!” decía yo,
lloraba por la tristeza. Y después, como en ese tiempo había mucho polvo en el
camino, seguramente cuando llegaron en la carretera todavía estuvieron allí,
posiblemente lo amarraron porque se juntaron allí todavía, ya sólo pude ver
las huellas de los zapatos. Yo seguí, seguí esas huellas hasta llegar en las lo-
mas arribito de la escuela normal, hasta allí, los perdí las huellas, me regresé.
Como antes pues, se les decía que deben de hacer turnos, les dijeron tur-
nos: “deben hacer sus turnos” les dijeron… Pero como mi esposo, podemos
decir que él no se mantiene por aquí, trabaja en Guatemala o se va en la cuadri-
lla… Lo que pasa es que para ganar un poco para nuestros gastos y para man-
tener a los hijos, él no se mantenía (en la casa), venía a hacer unos ocho días,
unos quince días y se iba; se venía, así hacía en ese tiempo, en ese momento.
Fue en diciembre cuando vino, cabal ocho días vino a hacer en su casa, el diez
de diciembre llegó y el dieciocho se fue, no vino a tardarse. Pero así como decía-
mos, la verdad es que los vecinos lo tomaron como que él fuera una persona
mala y juntaron a muchos vecinos, esto lo supimos muy bien, pero fue hasta
después que lo supimos de que se habían reunidos en contra de él… Para noso-
tros no había ningún problema, nada, ninguno, podría ser que por no cumplir
con los turnos o no sabemos por qué habrán pensado eso…
… El siguiente día como ese fue día sábado, al amanecer el día sábado, ya
no estaba; entonces como está viva todavía su mamá y como la mamá se había
casado por segunda vez, entonces al amanecer el día sábado dijeron que es
mejor que nos fuéramos al pueblo y como existe el destacamento en el pueblo:
“y vayamos a preguntar allí en caso que allí está” dijo la mamá… Entonces
primero le consultamos al Alcalde, él dijo que “lo mejor es no ir a hablarles a
ellos, que no intenten entrar con ellos porque si van a hablar de repente los van
a matar” nos dijo el Alcalde. “¡Dios mío!, ¿ahora qué vamos a hacer?” dijimos
“si es así, pues qué se puede hacer, no los vamos a molestar” dijimos. Ya no
fuimos con el teniente en el pueblo y nos regresamos, nos regresamos; llegamos
en la casa y estuvimos pensando que como estaba Rosalío Chávez trabajando
en el hospital y él era bien conocido por los muchachos, “entonces llevémosle
la foto al hospital, ya que en ese lugar donde se ven los muertos, allí llegan en
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8 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
el hospital”. Entonces fue mi mamá a hablarle a Rosalío y él dijo que “deje las
fotos aquí, ellos son bien conocidos, en caso de que van a venir, pues aquí los
vamos a ver” dijo, y se dejó las fotos en el hospital de Sololá. Entonces se dejó
las fotos y así se quedó, como no hubo nada… Rosalío dijo que no los vio nada,
los que llegaron allí son de otros lugares. Así paso el tiempo y no hubo nada y
actualmente está desaparecido ya no se encontró.
Y nos fuimos, allí mismo fuimos (al destacamento de Chupol, Quiché) a
consultar y ellos dijeron que “se hubieran venido más antes, si hubieran veni-
do antes, en esa fecha o en el segundo o tercer día cuando lo sacaron, hubiéra-
mos ido a ver”; pero si nos hubieran dicho nos hubiéramos ido pues, pero na-
die nos dio esa idea: “pero ahora no hay nada” nos dijeron… y como andába-
mos con unos nuestros pequeños hijos, ellos regalaron una bolsa de dulces a
cada uno de nuestros hijos. Eso es lo único que pasó, que nos hubieran hecho
algo o dicho algo, no, no hicieron nada o que nos hubieran insultado o que nos
hubieran pegado, nada, no nos hicieron nada, solo una pregunta les fuimos
hacer y nos regresamos.
… Inicié con la agricultura, sembré maíz, desempeñé la función de un
hombre y de mujer entre mis hijos, me iba a trabajar pero andaban conmigo mis
hijos; la verdad es que no hubo ningún momento que yo les haya abandonado,
si nos íbamos a trabajar siempre juntos, preparábamos la comida, me levanta-
ba temprano para prepararlo y los llevábamos al trabajo. Hacíamos nuestro
propio trabajo, todo lo que hacíamos para ganar de comer. La verdad es que
Dios permitió mi vida, permitió la vida de mis hijos que ya están grandes aho-
ra, pero me da mucha lástima la vida de mis hijos… pero por lo menos apren-
dieron algo mis hijos, esto es lo que ha sido toda mi vida que ha pasado con mi
familia, agradezco al Señor, ahora pues ya descansé un poquito porque ya cre-
cieron mis hijos, ya son ellos que me mantienen, la verdad es que son inteligen-
tes, tienen buena inteligencia, la verdad es que ellos me valoran, ya he descan-
sado un poco y estoy con ellos, estos son mis testimonios.
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Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a la esposa de la víctima, Sebastiana Ajú Cux, y a una de sus hijas, Secilia
Dorotea Ixcol Ajú. Este testimonio está muy relacionado con el anterior, las víctimas eran hermanos y desaparecie-
ron el mismo día.
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Lucía, como allí está ese destacamento en Santa Lucía cuando ese tiempo se
fue.
… Amaneció y en eso pasó la camioneta, como en ese tiempo había esa
camioneta creo que se llama Reina me parece, pasó, estuvimos llorando senta-
dos a la orilla de la carretera, pero nadie nos habló, nadie nos habló de esa
hora, no hubo nada, unas cuantas semanas casi no comimos.
… Hasta tal vez después de unos quince días o veinte días, fuimos allá en
Chupol a preguntar. Porque dijo un vecino que “andá preguntá, tal vez está
allá” nos dijo. Y nos dijeron (en Chupol) “por qué no vinieron antes, desde
cuándo lo sacaron, ahora ya no está, ya lo mataron” nos dijeron… “Si se hubie-
ran venido antes los hubiéramos salvado todavía, si no tenían ningún delito,
se hubieran venido antes” nos dijo el capitán… Y nos regresamos. Y cuando
regresamos con ellos, como llevábamos nuestros hijos, sólo una bolsa de dul-
ces les dieron a cada uno.
Cuando nos levantamos pues, porque la hora en que fue nosotros no lo
supimos que si desde hace una semana que hicieron la demanda. Son cuarenta
y cinco personas hicieron una reunión en la casa de una señora… Dijeron que
son guerrilleros la gente dice que dijeron… Sí, es guerrillero dijeron. Allá arriba
de la casa de nosotros (se reunieron las cuarenta y cinco personas) con una
señora…
… Pues ese día, como nosotros somos católicos, entonces ellos le decían
que se convierte en creyente (en evangélico) decían, para que se le quite el vicio
de tomar aguardiente le decían… Entonces, cuando nosotros nos dimos cuenta
que se aburrió que le decían eso, él decía “mejor ya no me voy con ellos porque
ya me aburrieron” decía “soy católico que me ha enseñado mi papá, mejor sigo
allá” decía.
Ya no volvió con ellos, ese fue el delito que cometió con esas personas
para que lo acusaron de guerrillero; y mi esposo era trabajador y el esposo de
mi hermana (caso de Santos Juan Ixcol Sazo), acababa de regresar hace una
semana de la costa. Y mi esposo ya no regresó, se dedicó a cortar leña, eso es lo
que fue.
Entonces de repente escuchamos nosotros, nos dijeron a nosotros, que
habían hecho esas cosas. Después como unos quince días o veinte días nos
visitó un vecino, ¡ah no! son tres reuniones que hicieron, en una casa allá arri-
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán !
ba hicieron esas tres reuniones. Juntaron los delitos de los delincuentes y los
sacaron, pero sólo Dios sabe qué les puede pasar porque esto y esto lo que les
acusaron, decían que eran de la guerrilla.
… Como a los dos meses, en eso yo tenía quince días de haber dado a luz,
nos fuimos a Guatemala a entregar fotografías y sus papeles en Guatemala,
para que investiguen a dónde se fueron, en dónde están desaparecidos, en dón-
de los fueron a dejar; pero ya no los encontramos. En la policía de quejas, en la
Universidad de San Carlos y en la Corte Suprema de Justicia, allí los fuimos a
dejar las fotos.
… Sí, yo sufrí mucho con mis hijos, ganábamos un pan con ellos pero por
hacer tapisco o recoger fríjol… La primera (de las hijas) es Secilia Dorotea Ixcol
Ajú, el segundo Santos Domingo Ixcol Ajú… y estaba embarazada de la tercera.
… Y nosotros nos quedamos en la calle, no tenemos nada, como esta nues-
tra casa lo dejó empeñado mi esposo cuando salió… Él nos sacó el terreno (un
vecino de Pamezabal) y lo vendió, yo me quedé en la calle… Porque teníamos
un poco de fiado (nos quitó el terreno), solamente eran tres cientos quetzales y
nos quitó las cuatro cuerdas y media.
… Porque la mera verdad es que me quedé sin casa, ese señor me lo em-
bargó y nos quedamos en la calle con mis hijos; gracias a mi concuña, que nos
hizo favor de vivir con ella, nos llevamos bien con ella. Ha sido un gran dolor
para mí, y gracias al Señor que estamos vivos, que le ha dado vida a mis hijos.
Allí estuvimos, allí nos encomendamos, estuve para arriba para abajo para
buscar el sostén de mis hijos para sobrevivirlos, se dieron cuenta mi papá y mi
mamá cuando se llevaron a mi esposo, pero a Dios gracias estamos vivos aho-
ra, superamos los sufrimientos de lo que nos tocó vivir ahora que estamos
vivos.
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7
"
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#
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Entrevista realizada en idioma K´iche´ a la esposa de la víctima, Clotilde Olivia de León Ixcol, que perdió unos
meses antes a su hijo Santos Francisco Can Ixcol, en circunstancias parecidas (caso relatado anteriormente).
7
$ Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
voy a pasear allá ya que no hay trabajo y voy a Escuintla nos dijo, esta bueno le
dijimos y él se fue para Escuintla” decían “ese día fue y no regresó ese día de la
navidad, y sus compañeros ya estaban en la galera pues, llegaron a la finca;
entonces llegó el tiempo que debería de regresar, no llegó. Pasó el día sábado no
hubo nada, pasó el día domingo, nada; entonces se habrá ido en Guatemala con
su hermano, de repente allá se fue dijimos nosotros, y nosotros nos fuimos al
trabajo” decían pues sus compañeros que son vecinos “lo estuvimos esperan-
do pues, lo estuvimos esperando sábado, domingo y llegó el día lunes en donde
bajó el contratista a traernos” decían “porque se terminó el tiempo en donde
teníamos que volver a traernos el contratista” decían “eso fue el día lunes”
decían “¡Señor! ¿qué habrá pasado con él? decíamos, entonces a Guatemala se
habrá ido dijimos. Y se quedó sus cosas, lo dejamos recomendado con otras
personas de ahí” decían esas personas que habían regresado.
No, no hubo nada, nada de razón y como fue en la finca, nadie lo conocía
en la finca… Para saber de lo que le pasó o si lo hubieran visto de que lo hayan
detenido. Pero como no lo conocían, en la finca nadie lo conocía, nadie nos dijo
que a él lo habían detenido, o este es lo que le pasó pero nada porque no lo
conocían en esa finca.
Estuvimos esperando y nada, pasaron los ocho días y nada. “¡Dios mío!,
¿qué le habrá pasado?, entonces con su hermano se habrá ido en Guatemala”
dijimos. Entonces se fue un mi hijo: “voy a preguntarle a mi tío, de repente allá
llegó”. Se fue ese mi hijo a Guatemala a preguntar y le dijeron que “él no está
aquí, no hay nadie que haya venido aquí” eso decía su hermano “si hubiera
venido lo hubiéramos mandado o estuviera tomando por aquí, lo hubiéramos
mandado” decía.
… Lo buscamos todavía, yo creo que fue en tres fincas donde fueron a
buscar mis hijos, fueron a preguntar sobre su paradero, de repente alguien lo
haya encontrado, en dos, tres fincas lo fueron a buscar pero no hubo nada, no
dieron razón. Se había quedado sus cosas allá, pero no dieron alguna razón, no
hubo nada, aunque habían uno o dos que bien lo conocían porque él viajaba
muy seguido a la finca, muy seguido se iba en la costa, sólo en la costa iba ir a
trabajar y habían uno o dos que bien lo conocían y decían que “sí, lo vimos que
estuvo trabajando aquí, pero cuando se fue de aquí no nos fijamos cuándo fue
y no lo hemos visto regresar” decían esa gente que estaban allí “nosotros cono-
cemos a Ricardo, pero ahora no lo hemos visto para nada, sólo estuvo aquí en
el mero día de la Navidad pero ya no regresó, ¡a saber! o de repente se fue para
su casa decíamos nosotros” decían esa gente que estaban allí.
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Entrevista realizada a Roselia Rosales Rosales, esposa de la víctima. Aunque este asesinato no se produjo en Santa
Lucía Utatlán, la esposa de la víctima reside en la actualidad en el municipio y es miembro del Comité de Víctimas
Unidas.
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( Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
kilómetros de San José Poaquil, cuando luego el ejército salió y los mataron en
el camino y de ellos dieron siete y quedó uno, uno que era mi cuñado; y él fue el
que nos trajo la noticia a la una de la tarde de ese mismo día de que “a ellos los
iban matado en el camino”; y nosotros luego le preguntábamos a él de que si el
iba conocido quién los iba matado; y el decía que “era el ejército”.
Y todavía por la tarde el ejército fue con nosotros a recoger los muertos y
a cada uno en esa noche, como a las siete de la noche, nos los entregaron en el
Juzgado de San José Poaquil y como nosotros nos encontrábamos en una situa-
ción bien tremenda, sin ni un centavo, ahí sí que sin comida, yo luego esperaba
a la otra niña; a mí me daba pena porque estábamos todo ese día sin comida
porque no teníamos dinero de la desgracia que teníamos a como salimos de la
aldea, no teníamos nada.
Y entonces, luego fuimos juntamente con el ejército, fue con nosotros a las
seis de la tarde a recogerlos y luego nos los entregaron a nosotros y como no
teníamos dinero ni para comprar una caja, no más los vecinos nos regalaban
pedacitos de tabla para hacer un cajón para enterrar cada uno a sus muertos…
Pero la verdad es de que todavía a mí me da una tristeza, en veces cuando yo
me recuerdo porque cuando lo llevábamos al cementerio, todavía colgaba un
su brazo que no alcanzaban las tablas para haberle completado el cajón.
… Mi cuñado nos vino a decir pero él dice que se tuvo que meter dentro de
pozas de agua para que a él no lo pudieran matar y así fue como él escapó y nos
fue a avisar a la casa a donde vivíamos en San José Poaquil. Entonces cuando
nosotros nos avisaron yo me puse bien mal, como estaba esperando a la niña,
del susto que nos dieron y luego salimos a la calle del Calvario a ver. Ya había
un poco de gente ahí reunida, como había más familiares de los otros mucha-
chos que mataron… Y luego llegó el ejército y nos llevó en un camión a recoger
a los muertos y luego lo llevaron al frente del Juzgado, haciendo un mitin de-
cían ellos que no se querían echar la culpa a ellos, pero mi cuñado gritaba de
que el ejército los había matado; y luego nos entregaron a cada uno de los due-
ños de los muertos y cada uno los llevó a la casa, los velamos por la noche y al
siguiente día los enterramos, en esos pedazos de tablas porque no había ni
para una caja.
Y todo esto nos ha traído una desgracia de enfermedad porque de veras
yo quedé bien mal de los nervios, de ver visto que después de que les dieron
bala y los degollaron, dejaron su cabeza casi colgando cuando nos los entrega-
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán )
ron a nosotros... Entonces para mí ha sido una tristeza todo esto, quedarme con
mis dos niñas; mis dos niñas también nunca pudieron tener un estudio porque
quedamos en una desgracia de pobreza porque no pudimos sacar, pero ni la
ropa que teníamos en la aldea y hasta hoy pues gracias a Dios.
Dios nos ha ayudado, pero de veras necesitamos que el Gobierno pues
más que todo se pusiera la mano en la conciencia y nos ayudara con algo aun-
que yo pienso, en lo que yo pienso, de que en que nos dieran miles y miles... No,
ya no recuperamos a la víctima, pero para ayudarnos con los niños. Por eso es
de que yo cuento esta desgracia y además de todo esto, de veras de que es una
tristeza lo que a nosotros nos pasó porque no fue sólo mi esposo el que se
perdió, se perdieron cuatro hermanos míos de que ya no supimos qué los hicie-
ron, dónde los dejaron. Pero a mi esposo sí lo recogimos pero ya muerto. Y fue
el ejército porque mi cuñado conoció que fue el ejército el que mató a los siete.
… Y desde entonces a mí me ha costado bastante salir avante con mis
hijos porque tengo que trabajar por ellos, desde que estaban pequeños; ahorita
ya son un poco grandes pero se encuentran sin trabajo, no tienen un trabajo
como depender de ellos mismos, entonces ellos viven conmigo y además de eso
todavía tengo otros dos mis hijos yo con otro esposo, pero sí viven conmigo que
tengo a cargo cuatro niños.
… De veras que muchas veces me pongo a pensar qué dura estuvo la
muerte para él sin deber nada de veras, porque yo soy testiga de que él no
estaba metido en ningún problema para que le hayan dado esta muerte que le
dieron. A mí todo esto me ha causado una enfermedad en el corazón porque es
una tristeza, somos humanos y nos hallamos con nuestros esposos y cuando
los matan de esa manera a uno le duele demasiado. He llorado demasiado y tal
vez todo eso me perjudica mi corazón porque desde que a él lo mataron mi vida
fue bien triste, pero gracias a Dios que Dios nos ayuda y hasta aquí el me ha
ayudado bastante.
159
8
=
8
1
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Entrevista realizada a la esposa de la víctima, Berta Escun Ixcol quien en ese mismo día perdió además a su herma-
no.
8
2 Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán
Dice que me juera de aquí, pero que sea rápido… No sé, dice que una persona,
unas personas, un rumor por ahí, que me andan buscando… No me voy, ¿por
qué me voy a ir?, yo no le debo a nadie”.
… Y pasó el tiempo. Entonces yo le dije de que juera ahí en el Cuartel
General y al Guardia de Honor a Mariscal Zabala, que juera y que le den una
carta de recomendación sobre la mercadería que estaba sacando. “¿Sabés qué?”
porque como había ya rumores pues de la violencia y todo… entonces yo le dije
“vamos con _____, como el es Comisionado Militar, vamos”. Incluso yo estaba
embarazada. … “Mire usted me conoce a mí y nos conoce que somos una fami-
lia muy pobre y todo y él tiene su mercadería y esto y esto y yo no le oculto nada
pues, precisamente hoy escuché esto y yo le dije que juera a sacar las cartas de
recomendación”; “está bien”. Entonces él los leyó. “¡Ah, sí pues!” dijo “sí, yo
había escuchado unas cosas sobre esta mercadería” dijo “¡Ah, bueno!”. “No
tengan pena, yo como Comisionado Militar los conozco a usted; sí, don Manuel
es buena persona”.
… Y entonces pasó el tiempo, pasó el tiempo, ya no se oyó rumor ni nada;
fue cuando esa fecha cuando del veintiuno de marzo del 82, nosotros juimos al
pueblo en la mañana… Eso eran como las 10:00 de la mañana y entonces “voy
a ir con Pablo” dijo. Entonces se fue… Eran como las entre once y media y doce
menos cuarto, cuando oí venir… “¡Ah, mi amor!, ya veniste, yo pensé que te
estabas tomando ya tus cervezas”; “No, mamita, fijate que me vienen a bus-
car… ahorita regreso, sólo me voy a ir con los señores porque dicen que me
llaman de parte de la Municipalidad”.
Entonces yo salí al patio, salí así al jardincito y entonces dije “¿y quién
están, quienes son los señores?”. Cuando vi, estaban dos señores ahí nada más
ahí abajito en el camino; y uno estaba tirando una ficha de a veinticinco y lo
recibía así con la mano y en eso pues, lo tiró otra vez, cuando yo iba bajando
ahí, cuando lo tiró yo vi una pistola… Entonces se fue con ellos aquí y entonces
cuando llegaron ahí en el camino, no fueron lejos si no que subieron ahí en el
monjón; y cuando yo iba corriendo detrás y ya lo llevaban hasta allá arriba.
“Mire Pablo hágame un gran favor” le dije yo “váyase conmigo” le dije
“es que fijate que a Manuel lo llevaron unos señores, pero yo no los conozco;
pero qué pasaría, tal vez hizo algún relajo, yo no sé nada”… Y como el doctor
tenía carro… Arrancaron el carro y cuando me pasaron trayendo... Entonces
nos fuimos (a seguir a los señores que se llevaron a Manuel Magdaleno
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Comité de Víctimas Unidas de Santa Lucía Utatlán 3
Velásquez)… y entonces ahí hicieron esos señores (los secuestradores) los dos,
pidieron como que había pasado algo al carro y entonces cuando, entonces el
doctor pasó adelante del carro y se fue hacia allá. “Abra un poquito aquí, voy a
hablar con mi esposo” dije… Entonces yo le dije, le dije “disculpe, ¿y dónde van
a llevar a mi esposo?” entonces “yo me quiero ir con él” le dije. “No, me dijo,
usted no se va a ir, es que no lo llaman de aquí de Santa Lucía señora, para
sacarle de dudas, no le llaman de aquí de la Municipalidad, lo llaman los
Guardias de Hacienda de Sololá… No tenga pena señora, solamente queríamos
hablar un momento con él” dijo ese muchacho. Entonces “no tenga pena, ya le
vamos a dejar libre”.
“No tengas pena mi amor, no me ha pasado nada; ahorita nos vamos
para la casa” dice (el esposo). Y subimos en el otro carro y ese carro donde
estaban los dos hombres se fueron, se pararon “no tenga pena señora, no ha
pasado nada” y se fueron… Y juimos, llegamos allí en la casa de Francisca…
No me dijo, nada nada me comentó, no me dijo qué le dijeron. Y entonces des-
pués y tomaron una cerveza, una cerveza tomó el allá y uno mi hermano por-
que llegó. Cuando terminaron de tomarse nos venimos para abajo, eran como
las seis y media ya, vinimos y llegamos ahí con mi primo don José Ixcol, enton-
ces ya la familia Chuital estaba ya aquí en la casa como supieron todo, ¿ver-
dad?; y vino doña Juana, don Felipe, ya estaban aquí en la casa esperándonos
con comida porque a todo eso, ya no había, ya no hubo almuerzo ni nada… En
eso cuando no sé quién de los niños dijo “ahí, miren miren!, bajó el ejército,
bajó el carro del Alcalde”… “está yendo el ejército para abajo, pero iba muy
despacio, se quedaba mirando para acá” dijo no sé quién.
“Vamos pues mi amor, vamos”. Con eso que llegamos aquí en la casa…
Eso fue como a las siete de la noche… Entonces él se fue otra vez para allá
dentro y vino, si él no hubiera venido tal vez… se hubiera él escondido aunque
sea debajo de la cama como, pero yo no sabía nada, entonces cuando tocaron él
estaba conmigo, estaba así con la mano contra la pared… Tocaron la puerta,
cuando yo abrí la puerta estaba un puño de hombres ahí. Ellos venían así de
particular pero donde se miraba el pantalón era del ejército porque el pantalón
era largo y el pantalón particular era así, les quedaba tal vez corto porque se
miraba; y yo los conocía a ellos porque en ese tiempo pues yo fui a hacer la
comida de ellos, yo fui a hacer tamalitos, fui a lavar la ropa…
“¿Está don Manuel Magdaleno Velásquez?” pronunció el nombre de mi
esposo; “sí” le dije porque él estaba ahí, yo no podía ocultar pues; “queremos
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hablar con el”. Entonces yo no sé por qué le dije “bueno, platiquen, pasen ade-
lante”. Entonces yo quería encender la luz; “no queremos luz” cuando me die-
ron a mí una manada aquí en el pecho “no queremos luz, ¡apague la luz!”. Y yo
apagué rápido la luz, cuando dijo “vos, salite” le dijo a mi esposo; “ahorita
voy” dijo él… “Esperen un momento” dijo mi esposo “sólo voy a ir a traerme
una chumpa” dijo él… Se fue mi esposo y él quiso huir, él quiso salvarse; tenía-
mos una gavetera grande de un trinchante ahí en esa ventana, estaba lleno de
los trastos… Mi esposo quiso, él quiso huir, quiso salir cuando, lamentable-
mente, el trinchante se vino, no pudo él salir en la ventana. Cuando oyeron del
ruido quería entrar uno; cuando sacaron una bala así en el aire y mi esposo
pudo salir en la ventana pero todo esto, como que fuéramos nosotros ladrones
o qué, tenían rodeado todo, todo, toda la casa… Y entonces fue cuando salía
atrás, agarraron atrás agarraron a mi esposo….Y entonces cuando lo agarraron
a él, pero yo oí que el todavía batalló contra ellos, después cuando oí empezó él
a llorar “¿por qué me hacen así?, ¿qué les he hecho?, ¿qué les debo yo a uste-
des?” dijo él y lo agarraron.
… Cuando oyó el balazo mi hermano, él se vino corriendo… Y se fue mi
hermano a casa, entonces llegaron y dicen que lo encontraron allá, allí abajito
de la casa de mi primo, allí dicen que lo encontraban a mi hermano; de plano él
le dijo que lo dejaran y batalló contra ellos para que le dejaran a mi esposo y
dice que mi esposo lo llevaban así enchanchado y todo… Y era mi hermano,
Juan Isabel Yaxón se llama él (quien estaba enchanchado). Y entonces así fue y
los llevaron (al hermano y al esposo) y entonces yo... nosotros nos quedamos,
mis hijos pues como estaban pequeños.
… Y yo dije “mejor me voy a ir”. A todo esto, fue hasta el día martes y
entonces me fui, llevé a las niñas pues; entonces yo dejé de comer el día domin-
go, lunes, martes... Como que me entró una valentía, ¿verdad?; y llevé esas tres
cartas de recomendaciones y la cédula de él, porque él tenía su tarjeta de afilia-
ción en ese tiempo y lo dejó tirado allá.
Y nos fuimos. ¡Saber en qué plan estaba yo!. Y nos fuimos para arriba y
cuando llegamos allí enfrente, atrasito de la fila allá, cuando yo vi estaba el
comandante o teniente que estaba allí ya. “Quiero hablar con el teniente o co-
mandante” no sé qué le dije… “¿Qué le puedo servir señora?”. Le conté todo y
todo el secuestro de ayer, de anteayer que pasó con mi esposo. “¡Ah, señora!, sí,
lo que pasa es que yo me fui a Chuipol, hubo un enfrentamiento allá y entonces
yo por eso no pude estar”… “¿Tiene los papeles de él?”; “Sí” le dije “tengo los
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papeles, aquí están” le dije “aquí tengo tres cartas de recomendaciones donde
recomiendan una mercadería que el sacó de parte de tal y tal”; “démela” me
dijo.
Y cuando lo leyó “¡Ah, la gran puta hombre!. ¿Qué pasó aquí?”. Empezó
a caminar como que le dio pena, como que no sé qué pasó. “¿Usted por qué no
vino?, ¿por qué no vino ese día, ese mismo momento que secuestraron a su
esposo?, ¿por qué no vino a reclamar a su esposo?”; “para saber si aquí estaba,
yo hubiera venido directamente, además ¿qué puede sentir usted en un mo-
mento que le secuestran a su madre o a su esposa o a sus hijos?, ¿qué siente
usted?, ¿será que le dan ganas a usted de salir, acaso no lo dejaron todo tem-
blando esa gente?, iban armados y todo”. Empezó a decir malas palabras. “Lás-
tima” me dijo “usted viera de mí”. “No tenga pena señora, yo voy a mandar a
pagar, usted no va a pagar ni un sólo pinche centavo de la casa, eso déjennos a
nosotros”. Pero como yo no exigí nada por escrito pues aunque me dieran algu-
na cosa que consta que ellos tienen que pagar… No me dio las tres cartas de
recomendación ni me dio unos papeles de lo que es de la casa.
“No tenga pena, yo ahorita voy a mandar a unos alguaciles para que
vayan de casa en casa a decirle qué le ha pasado a usted y le va llegar víveres
y todo”. Y cabal ellos mandaron en algunas casas que me trajeran a mí víveres
y entonces fue cuando, eso fue día martes; y me vine y ni pensaba en eso: por
qué dejé los papeles, mejor lo voy a ir, nada, nada; sólo la cédula y me vine otra
vez a esperar aquí en la casa: tal vez viene, tal vez o llama, tal vez qué cosa...
¡nada!. Pasó martes, pasó miércoles, pasó jueves.
... Cuando venía un alguacil “sólo les venía a avisar de que… ya los en-
contraron, dice que están en el hospital de Sololá, están en la morgue”. Y yo ni
sabía qué era morgue en ese tiempo. “No se vaya usted, no se vaya a ir, quéde-
se; no le conviene irse” me decía (el primo). Y me quedé con mis niños, como
estaba dando de mamar a mi niño pues no me fui. ... Llevaron un camioncito, se
fueron y cuando llegaron ese lugar, cabal ellos, cabal muertos. A mi hermano le
quitaron la cabeza de plano lo torturaron demasiado él, a mi esposo le quita-
ron, le pusieron unas letras aquí, parece que allí, según dice en la certificación
de defunción, mire cómo lo dejaron a él y cuando llegaron aquí, cuando yo vi
mucha gente aquí en la casa, ya tenían frijol, ya tenían maíz, estaban cocinan-
do por todos lados; yo ya era la viuda de Velásquez pues, sin pensar, sin sentir
qué era lo que me estaba pasando.
… Ejército estaba en el pueblo, no querían que ellos se vinieran aquí en la
casa “no” dijo “ellos que no se vayan, ¡vayan y llévenlo directo al cementerio!”
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dijeron todavía así y entonces; pero no sé quién dijo “no” dijo “pobrecito él,
cómo va a ser” y los trajeron en unas cajas rústicas así de madera pues pero
madera rústica; en eso lo traían y todavía pagaron un permiso a ellos (a los del
ejército) para que los traigan aquí en la casa. Y vinieron ellos aquí en la casa y
los vimos, los arreglamos un poquito y ya sólo que vayan a dar vuelta y sin
velar sin nada, sólo que vayan a dar vuelta y vino un sacerdote a bendecirlos,
a ungirlos y luego nos fuimos al entierro y cuando llegamos al pueblo, ¡ay,
Dios!, qué escándalo que burla lo que hicieron y se subieron unos ahí arriba de
la Municipalidad y se subieron en las casas esas que están ahí y quemaron y
sacaron unas balas en el aire y va de gritar... una cosa que no sé cómo llamarle,
fíjese.
… Nosotros queremos tener también recuerdos de nuestros esposos por-
que es una injusticia lo que se cometió con nosotras y entonces ese es lo que de
mi testimonio que doy el día de hoy.
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Entrevista realizada a la esposa de la víctima, Josefa Cupertina Ixcol Morales quien dos años después perdió
también a su padre. Este hecho se produjo en el municipio sololateco de San Lucas Tolimán, la familia era oriunda
de Santa Lucía Utatlán, pero por miedo se trasladaron al municipio vecino.
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los soldados cuando nosotros llamamos aquí están campando aquí en, pues no
sé, en Godínez 56 , no sé, estaban campando ahí, ahí estaban campando cuando
nosotros pues los llamamos…. Ya no hallaba qué hacer para dar de mi nene, lo
tengo cargado el nene, pues. Ocho meses tenía… Fui a dejar de dar parte, regresé
otra vez a ver, después cuando llegaron los soldados, como nada pues, como
nada hicieron ellos. Se fueron a levantar, se fueron a levantar, lo tiraron, hicieron
un palo así como una escalera lo levantaron, lo tiraron sobre esa escalera pues, lo
sacaron del barranco y nos venimos; solita yo me vine con él en el Hospital aquí
a Sololá. Los bomberos lo trajeron, sí los bomberos lo trajeron.
Y me vine con él pues; y como la verdad y se quedó la mamá allá. Ya sólo
yo pues. miré de ver cómo hacer para sacar, para llevar allá otra vez para
enterrar allá; porque la verdad que solita yo pues, porque tiene un su hermano
pues es un poco, no está cabal su cabeza, pues, entonces no entiende bien.
… Llegó el cadáver de mi esposo y también están los dos ahí en la camilla
(de otras dos personas que también asesinó el ejército ese mismo día). Sí todos,
los vi cómo están después, todo. Por eso yo me recuerdo de todo eso pues, no
sólo de mi esposo. Él no tiene la culpa, no ha participado de un pues, un nada
sino que trabaja decentemente pues para ganar el pan para nosotros pues, la
verdad para su mamá porque la está manteniendo a su mamá también… Se
quedó ahí el viernes en la tarde pues, llegamos ahí como a las seis de la tarde
en el Hospital y se quedó allí y mi papá me llevaron allá con mi abuelita. En el
Molino, pues más que todo en Santa Lucía. Me llevaron y me fui a quedar allá
para amanecer el día sábado. Solita yo y mi pobre papá también que luchó
bastante, también sacamos en el Hospital, fuimos a enterrar allá (en Agua Es-
condida) y de todo la verdad que a mí pues, nunca la verdad que nunca me
quita como el dolor repite pues, yo misma lo fui a encontrar pues; y los solda-
dos fueron los que lo mataron mi esposo pues, que la verdad ese dolor, pues
ninguno se lo quita pues porque causaron la muerte de uno pues tan feliz…
como matar a un chucho de una vez así lo hicieron mi esposo, pero el no tiene
la culpa, no se ha metido en un cosa con la guerrilla, nada nada; sino que él
decentemente trabajando pues, para ganar, para pagar esa casa pues, nosotros
debemos; como la casa la verdad es de BANDESA (Banco de Desarrollo), como
nosotros estamos un poco pobres, pues…
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Sede de otro campamento militar perteneciente al municipio de San Andrés Semetabaj, Sololá.
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… A Santa Lucía otra vez, me fui a quedar mis dos años con mi papá
pues, sí ese momento pues cuando yo pues ya sentí un poquito pues, ni tanto
pues, por el dolor pues; pero ya trabajaba pues para mantenerme, mi hijito pues
porque de plano, como yo le digo mi hijito se quedó muy afectado por el susto
pues, porque jaló todo del pecho pues porque yo le daba de mamar, ya no ma-
maba pues, ya no nada, ya no quería. Tuve que llevar con el doctor para curarle
pues, para pues que no se muera pues, porque la verdad quedó muy afectado.
¡Vaya!. En ese día pues, cuando mi papá trabajaba y salió mi papá a trabajar
como a las ocho o nueve de la noche, cuando nosotros oímos que mataron a mi
papá, pues, lo mataron en la misma carretera y unos vecinos dijeron que fueron
los soldados pararon el camión de los soldados y ahí lo dejaron matado. Así
nos contaron y nos afectó otra vez pues, porque la verdad que acaba de pasar la
muerte de mi esposo y otra vez con mi papá y esto es pues. La verdad es que
son muchos, no podemos dar muchos los testimonios porque la verdad mata-
ron mi esposo, mataron mi papá (Juan Obispo Ixcol Yaxón), mataron mis tíos
(Santiago Ixcol Yaxón y Rufino Ixcol Yaxón), todos. Sí, mataron mis tíos. Por
eso pues es un dolor tremendo para nosotros pues, porque la verdad que no
puede uno reparar el dolor que nos dejaron los soldados.
… Por eso pues, a mí ese dolor jamás se me quita y ojala que reconozcan
pues, los soldados pues que ellos fueron pues quien lo mataron. Son muchos,
no sólo una nada más, porque la verdad que muchas las mujeres se quedaron
viudas, pues no sólo nosotros, la verdad esta historia pues, nunca se termina,
porque la verdad como yo digo pues que ahora pues, ahora reconozcan los
soldados que ellos fueron los que, ellos fueron los que secuestraron a mi espo-
so, como yo miré con mis propios ojos.
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8
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Entrevistas realizadas en idioma K´iche´ a la esposa, Juana Queché Raxtun; a la madre, Lucía Matías Ajú; al padre,
Hilario Roquel Ajú; y a la hermana de la víctima, Juana Francisca Roquel Ajú. Estas personas son vecinas del muni-
cipio de San José Chacayá (Sololá) y en ese municipio ocurrieron los hechos relatados.
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hacer lo que quería, pero ya no fue posible, ya no tuvo ese gusto. Lo que le
hicieron es que le quitaron su vida, es lo que pasó pues y con las penas que se
sufrió la familia y lo que le hicieron injustamente para nada, sentimos el dolor.
... Esos hijos (los de Rosalío Roquel Ajú) no tuvieron estudios, aunque no
fuera mucho los estudios pues, pero sería un favor para mis familiares, como
mis familiares pues le dieron estudio, una niña pequeña, Lucía (tenía cuatro
años ese entonces); en cambio Rosalío (del que estaba embarazada la esposa
cuando sucedió el asesinato) ya no tuvo estudio porque yo me di cuenta pues
de que no hay a dónde ir a traer su mamá, es por día o por meses trabajaba y no
pudo dar estudio a Rosalío y se quedó sin estudio pues y un dolor pues que los
soldados mataron a mi hermano y él estuvo sin estudio.
... Mi corazón a veces siento que está hinchado y hay veces, pero más,
más mi oído que se perdió y mis ojos por tanto llorar, estuve llorando mucho y
es por eso que mis ojos ya no miran bien y no escucho con una sola vez. Pues lo
que me hacía él pues, cuando venía su sueldo “¡ay mamá!, no tengo nada que
darte, con estos centavos de repente te gusta la carne, de repente te guste alguna
cosa o alguna cosa que usted necesite en el mercado, cómprelo mamá”; enton-
ces él hacía la mitad de su sueldo, porque sólo veinte quetzales ganaba y diez
me daba y diez se le quedaba a él, eso es lo que hacíamos con su esposa tam-
bién. Y ahora ya no tengo nada de él y en ese tiempo yo estaba muy alentada, yo
estaba buena, no tenía enfermedad, ni siquiera había enfermedad en que me
quejaba, ni mi cabeza, ni mi corazón, ni mi pié, ni mi mano, nada. Pero ahora
puramente por llorar, ya no ya me he perdido, solo lloradera, lloradera, lloradera
que estuve haciendo, en las calles en donde me hablan yo lloraba y contaba de
ese tiempo de lo que me pasó, de lo que hice, de todo eso lo que me está pasan-
do, pues me ha dado enfermedades, qué ayuda me darán ahora pues, qué ayu-
da me van a dar por todos esos dolores que me pasó, eso es lo que tengo hasta
ahora.
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Entrevista realizada a la propia víctima. Este caso también se produjo en el municipio de San José Chacayá (Sololá).
Santiago Xitamul Meletz es cuñado de Rosalío Roque Ajú (caso anterior).
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detrás de mi persona pues dijeron “¿qué está pasando aquí?”. Y en ese enton-
ces, cuando yo agarré fuerza, yo no sé cómo que me zafé las manos de esta
gente, me metí entre la gente y todo y llegué hasta el campo… Busqué camino
hasta que llegué por el Quiscáp (el río), un puente Quiscáp que le dicen, y de
ahí agarré para San José Chacayá.
… Pues quieran que no es una trauma que me entró ese día, en la noche no
podía dormir y todo, ¿verdad?; remedios caseros me dieron mis familiares…
Que ya después de eso, me llegaron a buscar nuevamente en la comunidad
donde yo estaba trabajando y me dicen que llegaron en un carro blanco Land
Rover, entonces preguntaban por mí. Entonces la gente me vino a decir “mejor
ya no se venga, Santiago”. Ya con este temor tuve que emigrarme para la capi-
tal, llegué al Instituto Indígena Santiago y hablé con el hermano Oscar ahí y
entonces le conté mi situación. “Bueno, vení pues, sólo que si te va a gustar, te
voy a dar un local aquí, vas a vivir aquí”. Fue que cuando estuve viviendo
parte del mes de octubre, noviembre y a medidos del mes de diciembre me tuve
que venir porque qué comía yo allá.
… 15 días estuve viviendo allá (con un cuñado) y no sólo eso de que
afortunadamente me salió la plaza con el Ministerio de Educación y ahí mis-
mo, en la comunidad tenía que quedarme y yo le dije a la Coordinadora Admi-
nistrativa “de ahí ya no puedo, aunque es mi comunidad porque ahí me están
buscando, yo estoy dispuesto si me manda a ver dónde, con tal de que para que
tenga el trabajo y para que no me secuestren”. Me cambió el nombramiento, es
decir me mandó para Santa Catarina Palopó y allá fui a trabajar; llevé a mi
familia todo a vivir allá (dos hijos, el primero de dos años y el segundo de
meses) y no quise decir a nadie más que ahí en la población... los que sabían
únicamente mi mamá, mis hermanos, donde me dieron el trabajo… Pues temía,
pues porque de todas maneras ni modo, ¿qué tal si se daban cuenta, si llegaban
por ahí? y a Dios gracias ya no hubo nada, pues verdad.
Pues, esa es la parte de mi testimonio, de la historia que tengo, pues hasta
la fecha. En ese tiempo con la trauma que me dieron y que me enfermé de los
nervios y a causa de eso, porque mi familia nadie es no vidente, qué casual soy
el único dentro de mi familia que ahora uso lentes para leer y durante de ese
tiempo hasta la fecha, siempre tengo trastornos mentales, más que me he trata-
do pues con Neurobión y todo, más o menos, como para estar hasta en esta
fecha.
Pues, lo que digo yo es de que lleguen Gobiernos que en verdad que ha-
gan algo con los Acuerdos de Paz, los convenios, Derechos Humanos,
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MINUGUA que hagan algo por nosotros con tal de que en verdad podamos
vivir en nuestros municipios, en nuestro país, todo lleno de paz para que si no
haiga otras cosas más. Entonces mi esperanza aunque nosotros, muchas veces
digo yo que tenemos un pie en el cementerio, pero nuestros hijos que vienen
detrás, que aprovechen ellos esa libertad, que en verdad sea libertad y no un
país lleno de violencia.
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Entrevista realizada en Idioma K´iche´ a la madre de la víctima, Cecilia Cul.
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Entrevistas realizadas en Idioma K´iche´ a Hilaria Feliza Vásquez, esposa, y Petronila Alicia Ixcol Morales, hija
de la víctima.
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“¿con qué los voy a mantener a los niños?” decía. Empecé a sufrir con los
niños, la verdad es que si yo estuviera normal pues podría andar para arriba
para abajo para mantenerlos pero yo estaba embarazada, la verdad es que no
tenía ni dónde ir a traer para darles, tuve que esforzarme de ir a lavar ropa para
con mis obligaciones, para poder hacer crecer a los niños. Eran pequeños aún,
que si fueran ya grandes; pero aún estaban pequeños todavía, se quedaron de
muy pequeños, así como las niñas de pequeñas se quedaron, sólo el varón Juan
Vicente quien estaba grande, ahora las cinco niñas y otros cuatro que también
estaban pequeños.
… Y total es que me enfermé y varias veces casi me iba a morir delante de
mis hijos porque me alteró mucho los nervios, una vez me fui con el apoyo de
mi hijo quien me llevó a Guatemala al hospital, con el doctor Ángel allí me
trataron con quince inyecciones para esa enfermedad, a parte las pastillas que
me dieron allí con el doctor Ángel, eso es lo que me ayudó. Hasta ahora estoy
un poco mejor porque la verdad es que varias veces estuve a punto de morir
delante de mis hijos, me atacaba los nervios cuando habían pleitos o proble-
mas, la verdad es que mis hijos han visto la cercanía de mi muerte durante esta
vida en que me he quedado y hasta ahora mi papá me ha ayudado en superar
con todos los problemas, las tristezas y todos.
… Lo que de cómo estoy ahora, pues estoy algo alegre porque como mis
hijos están conmigo, dos que no se han casado, una que es mujer que no tiene
esposo pues, ahora porque ya no soy la responsable de todas las necesidades;
ya está en la responsabilidad de ellos para el maíz, los gastos y todo. Un mi hijo
varón que me ayuda para los gastos y mis yernos están conmigo también, eso
es lo que me hace sentir algo bien, por el momento pues sí estoy triste pero ya es
poco; no como antes yo era la responsable de todo: de leña, de maíz y todo yo
estaba al frente de eso, todo el trabajo estaba a mi cargo; pero ahora ya son ellos
los encargados de todo eso, encargados del trabajo, encargados de la leña, en-
cargados del maíz, ya no estoy pensando nada esto, ahora ya más o menos
estoy bien.
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camino como algo así que..., bueno yo no había matado, no había yo robado, no
había hecho nada malo; lo malo que yo había hecho es dar a conocer a mi
pueblo, pues yo dije “voy a regresar, por la Amnistía, si es que la verdad yo
quiero estarme en mi pueblo, tengo mi casa, tengo mi terrenito y quiero estarme
en mi casa, no he hecho nada” dije… Me presenté al Jefe de Comisionado Mili-
tar de mi pueblo, pero en eso mandó a traer un convoy militar; el convoy militar
llegó en mi pueblo y yo estaba en la cárcel, me pusieron en la cárcel de mi
pueblo, ya ahí en mi pueblo, llegó el convoy militar frente a frente; me metió en
la Alcaldía del Alcalde Municipal, me hizo unas preguntas que “¿cuál era mi
seudónimo, cuál era mi nombre, cuál era mi puesto en la guerrilla?” me decían;
“no, yo no, yo no estoy en la guerrilla” les dije, así les dije yo “yo porque traba-
jaba o sea como que daba a conocer esto que como quien dice una pelea entre el
ratón y el león” le dije “que la parte poderosa era el león y yo el ratoncito” le
dije “vi que esta pelea no se podía, mejor lo dejé y por eso aquí estoy con uste-
des, aquí estoy al lado, en frente de mi pueblo y quiero labrar la tierra, quiero
servir a mi Dios y no quiero meterme en cosas ya”…
… Me llevaron a Chupol, me tuvieron en Chupol; en Chupol sí me iban a
matar. A media noche llegó un soldado alto, negro, moreno pues, de lentes
oscuros: “aquí el que manda aquí soy yo, aquí te trajo el teniente que dice pero
aquí el que dirige aquí soy yo, así es que tienes que hablar, si no, aquí te vas a
morir”; “no, pero yo lo que sé es que hay una Amnistía nacional que me ampa-
ra aquí, por eso estoy aquí. Yo venía confiado con el ejército, yo confiaba ya en
las instituciones del Gobierno, pero el teniente me dijo a mí que nada me iba a
pasar, pero veo que si algo me va a pasar, sería un engaño entonces” le dije. Al
día siguiente me mandó a llamar el teniente de ese destacamento, platiqué con
el “no tengas pena” me dice “no tengas pena, te vamos a mandar para otro
lado”.
Bueno, esa noche me mandaron para Chimaltenango, a la zona militar
número 3 de Chimaltenango, en los Aposentos; me entraron allá. Otra vez tam-
bién me enfrenté con los capitanes de ahí y por último con el coronel, ahí es
donde me ofrecieron trabajo, me tuvieron veintidos días ahí, estuve encerrado
en Chimaltenango. Me ofrecieron trabajo diciéndome pues de que sí era para
mí era un buen trabajo, suave porque me dijeron de que “te vamos a dar un
trabajo, vas a trabajar para nosotros en el ejército porque sabemos que tu tienes
capacidad para contrarrestar a nuestro enemigo, la subversión” me dijeron.
Dije yo “si voy a trabajar con ustedes” le dije yo al capitán “voy a trabajar para
el ejército de un momento a otro me pone una emboscada la guerrilla y si traba-
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Entrevista realizada en Idioma K´iche´ a Juliana López Ixcol, hija de la víctima. La víctima es suegro de Ramón
Ixcol Chávez (caso anteriormente descrito), quien en su relato narra cómo fue agredido y estaba perseguido a causa
de las amenazas que recibía su yerno.
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Esto fue pues. Hay veces pienso que ahora que ojala pudiera encontrar a
mi papá, ojala que de repente me diera cuenta que él regresa, que de repente
estuviera; pero seguramente ya es difícil porque eso fue ya desde hace muchos
años, ya no hemos tenido informaciones, ya no ha habido nada.
Es muy doloroso, para mí es muy doloroso porque es mi legítimo papá, y
ahora ya no tengo papá. Así como decía que si él hubiera estado enfermo, lo
hubiéramos vigilado, lo hubiéramos tratado, hubiera estado en cama, pero como
no fue así. A él lo fueron a secuestrar, se lo llevaron, con los pies y manos sin
ningún impedimento; pero ya no lo pude ver con vida, ya no pude ver su muer-
te también. Y antes hace como unos seis, siete, ocho, nueve años yo decía que de
repente regresaba todavía mi papá, pensé que de repente pudo escaparse, pero
pensaba también que estaba en manos del ejército y estaba en el calabozo, pues
seguramente no pudo escaparse y en ese calabozo se habrá muerto.
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Entrevista realizada en Idioma K´iche´ a Jorgelina Dolores Saquic Joj, esposa de la víctima.
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le dijeron, tenía siete años esa vez, y de ahí ella comenzó a temblar, yo y ella
comenzamos a temblar.
Estuvo como unos veinte minutos (el militar que se quedó en la casa),
como aquí en este cuarto no había luz y estaba llena de blok; entró aquí, traía
linterna, estaba alumbrando allí y como dijeron que “ustedes tienen dinero”;
“busquen” les dije yo “si hay de plano que lo van a encontrar, si no hay pues no
hay” le dije yo “nosotros somos pobres no tenemos dinero” le dije yo.
De ahí nos quedamos nosotros con el susto. De ahí salí yo a decir a mis
tíos, a mi familia; se fueron en un carro, se fueron a alcanzar todavía, pero
como ellos llevaban armas… Y de ahí se asustaron, se regresaron y después me
vinieron a traer a mí y nos fuimos en la zona de Sololá. Fuimos a dar parte y nos
dijeron que “no estaba aquí, están equivocados, no fue la militar que fue a traer
sino que eso fueron los guerrilleros” nos dijeron.
… Cuando nosotros nos fuimos a Sololá y se quedaron los niños y fui a
pedir a otra mi prima que ya es grande… Se quedó cuidando y de ahí comenza-
ron a tirar piedra en la lámina gente pues, de plano son Comisionados, como
así están con los militares y de ahí comenzaron a tirar piedra, asustar,
somatando las puertas, asustando a los niños porque se quedaron solitos y de
ahí nosotros nos fuimos a Sololá.
Pero yo los conocí que eran la militar, no son guerrilleros; pero después el
siguiente día fuimos otra vez en la zona y fuimos a la G266 y dijeron que “no
eran los soldados que eran guerrilleros”; pero yo los conocí el arma y la cara
pues que no son naturales los que vinieron a traer a mi esposo, sino son ladi-
nos. De ahí dijeron que nos van ayudar y van a averiguar “todavía tal vez está
en una zona si son los militares, vamos a averiguar, vienen a averiguar otra
vez, a preguntar”.
De ahí nos fuimos a Santa Lucía Utatlán, fuimos a dar parte al señor Juez
y de ahí el Alcalde; y de ahí le fui a decir yo, dijo que “no sabía nada” pero yo sé
que él sabía de ese secuestro pues. Y de ahí no hicieron nada porque dijo él que
“tenemos que preguntar, tenemos que averiguar, tal vez está en alguna parte
de la zona y de ahí” así dijo. Pero no ayudó ni la Jueza, ni el Alcalde no hay
nada.
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“… La 2 se convirtió en una estructura sombra o poder paralelo dentro del Ejército que amplió su influencia al
aparato civil del Estado y los multiplicó a través de agentes y confidenciales hacia toda la sociedad”. Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. Guatemala Nunca Más, Tomo II Los Mecanismos del Horror.
1998.
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Y de ahí en la zona fui todavía a preguntar como unas tres o cuatro veces
de ahí, hasta con el dolor yo con mi nena estaba esperando cuando se lo lleva-
ron; de ahí hasta con el dolor bajé yo a Sololá, en la zona de ahí ya no supimos
nada de él. Su cuerpo no apareció ni vivo ni muerto y cuando ese día lo lleva-
ron, me quedé yo enferma.
A los once días que lo han secuestrado a mi esposo cuando me compuse
con el nene, estaba esperando y de ahí yo sufrí mucho porque yo no comía, ya
no dormía; soñaba los militares que estaban en mi casa, el día en que llevaron
a mi esposo. No podía dormir, no podía comer, no podía nada. En serio, es una
tristeza para mí porque mi esposo bien joven cuando se lo llevaron, ni tenía
treinta años cuando se lo llevaron y él nunca no tenía problemas con la gente
aquí en Pamezabal Central. Él no es ladrón, él no viola a mujeres, nada; no
tiene problema pues, es amable con la gente, es cariñoso. Sólo Dios sabe qué es
o por qué lo llevaron y no sé.
… Tenía yo quince días o menos de quince días (de haber tenido al bebé),
cuando vino una nota de Sololá… Entonces mandó a decir que vaya a ver a su
esposo don Luciano López Osorio, se encuentra muerto en el hospital en Sololá.
“Está bueno” dije yo. Ni siquiera me había levantado yo (por la recuperación
del parto), me llevaron mis tíos en carro lo fuimos a ver, como a las once de la
noche fuimos a ver por dónde se dejan los muertos. Yo lo fui a ver que si no era
mi esposo, sólo no mas un susto me fui a encontrar porque no era mi esposo
que lo fuimos a ver y de ahí regresamos y de ahí ya no apareció.
… Yo sufrí con mis hijos, me fui a la capital a ganar para dar a mis hijos
sus ropas, sus comidas; se quedaron chiquitillos, sufrieron mucho y yo tam-
bién me he enfermado mucho porque la primera vez que salí lloraba yo: ¡saber
si tienen comida ellos o sólo yo lo que estoy comiendo bien! y comienzo a llorar.
Me da la tristeza, pero sí luché por mis hijos, sufrimos mucho y quién es el
causante, quién fue a acusar pues en la zona… No son gentes particulares, son
militares los que lo llevaron a él y yo he enfermado mucho y Dios gracias que
estoy bien, pero he sufrido mucho.
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Impreso en
Litografía Nawal Wuj
1a. Ave. 9-18, zona 1, Telefax: (502) 2 232 8568
Guatemala, Guatemala C. A.
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