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ARGAN, Giulio Carlo

Arte moderno 1770-1970

Ed. Fernando Torres, 2 tomos, Valencia 1975-1977.

(t. o.: L'arte moderno (1770-1970))

INTRODUCCIÓN

El autor (1909-1992), arquitecto y profesor de Historia del Arte en la


Universidad de Roma, expone en esta obra la evolución de las Bellas Artes
desde la Ilustración. En siete capítulos de desigual extensión presenta las
principales corrientes y los periodos artísticos de estos dos siglos; cada uno
de los capítulos, a excepción del tercero, se completa con una sección
titulada Obras en que se presentan los principales artistas y obras
correspondientes a esos periodos. La edición que se comenta se dispone en
dos volúmenes, con paginación sucesiva. El primer volumen (hasta la
página 320) se inicia con un prólogo de Vicente Aguilera Cerni (pp. XV-XXI) y
una nota del autor. Recoge después los cinco primeros capítulos. El segundo
volumen (pp. 321-769) se dedica a los dos últimos capítulos que son los
más extensos. Se completa este volumen con un índice de artistas,
movimientos y términos. La edición que se comenta, al igual que la original,
está profusamente ilustrada con un total de 911 fotografías a las que remite
el texto mediante anotaciones marginales; esas ilustraciones son de dos
tipos: una serie, la mayoría en blanco y negro, acompañan el cuerpo de los
capítulos; las secciones dedicadas a la obras contienen, preferentemente,
fotografías en color.

La breve Nota del autor (p. XXIII) expresa su objetivo: explicar en qué
medida, y a través de qué procesos, las artes visuales han contribuido a
formar la ideología y el sistema cultural de la sociedad moderna,
participando de modo directo y autónomo en las tensiones, contradicciones
y las crisis de la época. Como procuraremos poner de manifiesto al exponer
de un modo sumario el contenido de la obra, en el discurso del autor se
encuentran presentes dos líneas de pensamiento: de una parte la historia
social del arte de Arnold Hauser que le hace contemplar el arte como reflejo
de los modos de producción, de otra la crítica del arte de Leonello Venturi
que le lleva a fijarse en el arte como expresión del artista, y a identificar
(siguiendo una línea iniciada por Benedetto Croce) historia y crítica del arte.
De algún modo los dos desarrollos paralelos seguidos en la obra (periodos y
corrientes de una parte, obras y artistas de otra) pueden tener aquí una
explicación, si bien el vigor argumental y la madurez crítica del autor le
permiten una compenetración de ambos planos, de modo que no faltan, en
el análisis de las obras concretas, la justificación de corte sociologista; y en
la presentación de las corrientes, el papel creador y original de los artistas.

Ya en la historiografía de Hauser aparecía una preocupación por explicar la


aportación personal del artista, sin menoscabo del papel primordial de los
factores sociales y la aceptación de una cierta autonomía en el arte; sin
embargo, ahora, la revisión marxista producida a partir del XX Congreso del
PCUS (1956) parece facilitar a Argan una mayor síntesis entre las dos líneas
(la sociologista y la personalista) a que nos referíamos arriba. Desde
algunas de las nuevas corrientes marxistas el arte se entiende no sólo como
reflejo, sino también como creación; al mismo tiempo se rechaza cualquier
influencia mecanicista entre la estructura económica y las superestructuras
culturales y artísticas. Coincidiendo con este cambio de orientación
filosófica, se comienza a proclamar —al menos por parte de determinada
crítica y de algunos artistas, bien comprometidos por otra parte con el PCI—
la autonomía del arte; es éste otro enfoque que queda reforzado en la obra
que comentamos.

Antes de exponer, aunque sea de un modo sumario, la interpretación que el


autor realiza de las distintas épocas artísticas, interesa analizar el núcleo de
su aportación crítica. Para ello puede servir, aunque sea sólo parcialmente,
el Prólogo del Prof. Aguilera Cerni, en el que se exponen las siguientes
características del pensamiento de Argan.

Ante todo, su visión de la muerte o agonía del arte, que aún se presenta
como una alternativa no mecanicista, ni alienante, al mundo tecnológico. De
este modo el arte se aleja del capitalismo, pero al no enfrentarse a él como
contradicción dialéctica, sino más bien como simple crítica del mismo arte,
acaba absorbido por el capital que lo convierte en mercancía. En esta
situación los artistas más comprometidos sustituyen ese arte crítico por un
análisis metódico de los componentes estructurales del arte.

Para Argan la línea que salvará esa posible muerte del arte consiste en
sustituir en las obras artísticas el actual dominio de la manualidad técnica
(lo que considera en sentido propio lo artístico) por lo estético (la
proyección, estructuración y diseño de formas); de este modo el capitalismo
encontrará frente a él una ideología con proyecto y no una simple utopía
que, carente de proyecto, puede ser absorbida.

El arte es para el autor no sólo un tipo de valor, sino también una praxis que
pertenece al campo socioeconómico, y por tanto a la estructura y a la
superestructura. Sólo hay arte cuando existe una conciencia que emite el
juicio de valor sobre esa obra; la historia del arte es pues historia de esos
juicios de valor; no interesa la obra de arte como reflejo de la historia, sino
la incidencia en la obra de arte (es decir, en el problema artístico, en el
juicio artístico) de la problemática de la historia.

Valora pues la obra de arte según su huella en la historia, según su


contribución a la formación de la cultura artística. En consecuencia, en la
relación del artista con el conjunto social hay que considerar no sólo las
condiciones de producción, sino también cómo el artista transciende los
límites de la producción y se instala en un nivel superior de creación de
proyectos, modelos y valores.

Sin embargo, hay que considerar que el Prof. Aguilera realiza su exposición
basándose, más que en el libro prologado, en distintos ensayos del autor (I
due Stadi della critica, 1973; L'artistico e l'estetico, 1972), de modo que los
planteamientos descritos están presentes en la obra sólo de un modo
implícito. Interesa, por tanto, destacar cómo aparece expuesto ese
pensamiento en las líneas generales de El arte moderno.

Para el autor la principal característica del arte a lo largo de este periodo es


su autonomía: el arte tiene en sí su propio fin; esto supone también el
rechazo de la naturaleza como un modelo para representar o imitar, y la
elección de la propia sociedad como motivo de mímesis para el arte. En
consecuencia, la autonomía del arte no significa ausencia de función,
significa sólo que la función del arte ya no está subordinada sino coordinada
(p. 17), de este modo arte autónomo no supone un arte evadido de la
realidad, sino por el contrario un arte con una patente función social.

Esta elección del arte hace que pueda afirmar: la historia del arte moderno
desde mediados del siglo XVIII hasta hoy, es la historia, a menudo
dramática, de la búsqueda de una relación entre el individuo y la
colectividad que no diluya la individualidad en la multiplicidad sin fin de la
colectividad, y que no la margine por extraña ni la rechace por rebelde (p.
14).
El arte desarrolla durante estos siglos su propio problema cognoscitivo,
revisa su conocimiento de la realidad, y expresa una relación sujeto-objeto
bien determinada. En definitiva, las cuestiones gnoseológicas desarrolladas
por la filosofía idealista, fenomenológica, existencialista, etc. tienen su
manifestación en la obra artística.

La modificación de las distintas poéticas aparece con frecuencia como un


proceso dialéctico, en que una oposición entre dos poéticas (representadas
por varios artistas cada una) es resuelta por una nueva poética, con cierta
frecuencia elaborada individualmente por un artista determinado.

Ediciones españolas.

Además de la edición que reseñamos, actualmente agotada, existe otra con


una ligera variación en el título, Arte moderno: de la Ilustración al
Movimiento Moderno, Editorial Akal, Madrid 1992. Esta edición sigue la
italiana de Sansoni, 1988, se publica en un solo tomo de 660 páginas y no
incluye prólogo ni nota del autor; en cambio cuenta con un apéndice escrito
por Lara-Vinca Masi ni con breves referencias biográficas de los principales
artistas del siglo XX; la traducción es de Gloria Cué.

El texto del autor, que abarca las primeras 601 páginas. se ha actualizado
ligeramente, añadiéndole algunos epígrafes más en las secciones dedicadas
a comentar algunas obras, reestructurando dos capítulos, y ampliando el
texto con algunos párrafos: señalaremos las diferencias substanciales al
exponer el contenido de la obra. Se ha incrementado también el número de
ilustraciones hasta llegar a 999, con una mayor proporción de fotografías en
color.

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