Você está na página 1de 18

ALÍ BABÁ Y LOS CUARENTA LADRONES

1)

NARRADOR: Hace mucho tiempo, en una ciudad de la antigua Persia, vivían


dos hermanos a quienes el destino distribuyó su fortuna de manera tan
dispar como lo es el día de la noche. El uno llamado Qasim, se había
casado con una mujer que pronto heredó una tienda llena de espléndidas
y variadas mercancías, por lo que su riqueza rápidamente fue en aumento
y se convirtió en uno de los comerciantes más adinerados de la ciudad.
Por el contrario, su hermano Alí Babá, se había casado con una mujer
igual de pobre que él, vivían en una chabola de las afueras, todo su
beneficio provenía de vender la leña que cortaba en el bosque y su única
posesión era un burro pardusco donde cargaba su mercancía hasta el
mercado.

2)

Un día, Alí Babá tuvo que dejar a su animal pastando y atado a un árbol
mientras él se deslizaba por una zona escarpada del bosque en busca de
ramas secas. Había descendido un centenar de metros cuando, en un lugar
protegido por grandes rocas, encontró lo que buscaba. En ese momento le
pareció oír el retumbar de cascos de caballos, se incorporó y vio una nube de
polvo que se acercaba. Enseguida distinguió a un grupo numeroso de jinetes al
trote que gritaban como salvajes. Temeroso de que algo pudiera pasarle, Alí
Babá se subió a un frondoso árbol y se escondió entre las ramas. Poco
después los jinetes, de siniestro aspecto y armados hasta los dientes, pasaron
justo por debajo del árbol donde él se encontraba y fueron a apearse de sus
caballos un poco más allá ante una enorme roca de paredes lisas y aislada de
todas las demás. Eran exactamente cuarenta individuos que inmediatamente
descargaron de sus monturas un gran número de pesados fardos. Entonces Alí
Babá se le abrieron los ojos y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, ¡eran
una banda de ladrones que, sin duda, volvían de realizar alguna fechoría!. Con
el corazón casi saliéndosele del pecho vio que el que parecía ser el jefe de
todos ellos se adelantó hasta la enorme roca que tenía enfrente y, con voz alta
y clara, dijo:

CAPITÁN: “¡Ábrete, Sésamo!”.

1
NARRADOR: Entonces ocurrió algo extraordinario. Una parte de la roca
comenzó a moverse hacia un lado, como si de una puerta corrediza se tratara,
hasta dejar un agujero oscuro y profundo por el que podían entrar varios
hombres a la vez. En efecto, así hicieron cargados con los sacos del botín
todos y cada uno de los ladrones hasta que, por último, entró su capitán y la
puerta se cerró. Durante largo rato, Alí Babá esperó paciente y silencioso el
suceder de los hechos. De pronto, la roca se movió de nuevo y por el agujero
vio salir al capitán y detrás de él al resto de sus secuaces. Entonces, para que
la puerta se cerrase, el jefe gritó:

CAPITÁN: “¡Ciérrate Sésamo!”.

NARRADOR: Acto seguido montaron en sus caballos y se fueron por donde


habían venido.

3)

Alí Babá, desconcertado ante lo que había visto y con el miedo todavía metido
en el cuerpo, tardó un tiempo en reaccionar, al cabo del cual, visto que los
ladrones se habían perdido en el horizonte, bajó del árbol y casi sin darse
cuenta se encontró enfrente de la roca. La miró largamente, como hechizado.
Luego, con una voz que no le parecía la suya, grito:

ALÍ BABÁ: “¡Ábrete Sésamo!”.

NARRADOR: Y.. ¡oh, prodigio!, la roca se abrió de nuevo por el mandato de su


voz.

Lo que aconteció después resulta difícil describir con palabras. Alí Babá entró
en la cueva y tras él la puerta se cerró, pero esto no le produjo alarma alguna
puesto que estaba en el conocimiento del secreto que la haría abrirse de
nuevo. Entonces vio un lugar excavado en la roca, de amplias dimensiones,
tenuemente iluminado a través de una abertura realizada en el centro de la
bóveda. Pero fue el efecto de esa luz sobre los objetos depositados en el suelo,
lo que verdaderamente sobrecogió a nuestro hombre. Allí, en un desorden
acumulado durante el tiempo de muchas vidas, yacía un tesoro que ni la más
fértil de las fantasías humanas podría concebir. ¿Qué se os ocurre?. Veamos,
había multitud de cofres y tinajas que no solo eran joyas en si mismos, por la
finura de sus diseños y la riqueza de sus incrustaciones, sino por lo que
guardan en su interior, repletos como estaban de oro, plata y piedras preciosas.
¿Decís alfombras?, las más bellas y valiosas, apiladas entre telas de seda y
brocados. ¿Decís joyas?, las más puras y delicadas que hayan podido salir de
manos de artesanas. ¿Decís maderas acaso?, las más nobles y olorosas de
oriente, en forma de muebles y ornamentos tan antiguos como el hombre. Todo
era como la escenificación de un sueño. Y como para despertar de él, Alí Babá

2
se pellizcaba una y otra vez hasta que acabó por rendirse ante este nuevo
acontecer de su realidad. Entonces decidió coger aquello que, en su situación,
le sería más útil. Sobre varias telas depositó todas las monedas de oro que
podría cargar en su burro, formó varios hatillos y con ellos sobre su hombro
pronunció la fórmula para abrir la roca. Una vez fuera de la gruta ordenó que se
cerrara y, feliz regresó a su casa.

4)

Cuando llegó, condujo el burro al establo y luego entró en su habitación con los
hatillos que depositó a los pies de su esposa:

ALÍ BABÁ: “Mira lo que traigo, mujer”.

NARRADOR: Ella abrió las telas y al ver toda aquella riqueza dirigió una mirada
de sospecha a su marido:

ESPOSA DE ALÍ BABÁ: “¿Qué has hecho Alí Babá, qué significa esto?”.

ALI-BABÁ: “Nada de lo que tengas que preocuparte esposa mía. Hoy, el


destino tenía dispuesta para mí una extraña aventura. Todo comenzó porque
no encontraba leña en el lugar habitual...

NARRADOR: Y de esta manera, Alí Babá relató a su mujer punto por punto
todo lo que le había ocurrido e insistió en la necesidad de no revelárselo a
nadie. Al fin, ella quiso contar todas las monedas una por una, pero el marido
tenía otras ideas al respecto.

ALÍ BABÁ : “Esposa mía ¿Para qué quieres contar lo que ya tenemos?,
tardarías demasiado y el tiempo apremia. Sería nuestra perdición que cualquier
visita inoportuna descubriese nuestro secreto. Voy a cavar un hoyo ya guardar
el dinero en él.”

ESPOSA DE ALÍ BABÁ: “¿Qué hay de malo en saber la cantidad?. Voy a la


casa de tu hermano a pedirle un recipiente de medir y así terminaré antes de
contarlas”.

ALÍ BABÁ: “De nada servirá lo que quieres hacer, mujer, pero ya que es tu
deseo, hazlo. Eso sí, no olvides guardar el secreto”.

3
5)

NARRADOR: Movida por su curiosidad, la mujer se dirigió a la cercana casa de


Qasim, pero él no estaba y la atendió su esposa. Esta, curiosa a su vez de
saber qué era lo que su cuñada quería medir, untó la base del recipiente con
un poco de sebo. Y hete aquí que cuando la mujer de Alí Babá devolvió el
recipiente a su cuñada, ésta descubrió con gran asombro y envidia, una
moneda de oro que se había quedado pegada en el fondo. Ni que decir tiene,
que cuando llegó Qasim, le soliviantó las ideas que tenía con respecto a su
hermano Alí Babá.

ESPOSA DE QASIM: “Eres un ingenuo si crees que Alí Babá es el pobre diablo
que aparenta ser”..

QASIM: “¿Qué estás diciendo, mujer?. Explícame porque hablas así de mi


hermano”.

ESPOSA DE QASIM: “¿Ves esta moneda?, vino pegada al recipiente que me


pidieron y que yo me apresuré a untar con sebo para saber qué era lo que se
trían entre manos. No puedo ni imaginarme cuántas de éstas tendrán, cuando
es una medida lo que necesitan para contarlas.”

NARRADOR: La insidia de su mujer penetró hasta tal punto en la mente de


Qasim que, en vez de alegrarse por la buena estrella que acompañaba a su
hermano, le despertó una envidia tan feroz que no pudo dormir en toda la
noche.

6)

Al amanecer del día siguiente, Qasim se dirigió a casa de Alí Babá con la
moneda de oro. Ante la evidencia de la prueba que traía su hermano, debida a
la obstinación de su propia esposa, Alí Babá comenzó por contarle una parte
de su aventura en el bosque, la aparición de los ladrones y el descubrimiento
de la cueva...

ALÍ BABÁ: “...y así, por pura casualidad, o acaso por un juego del destino me
encontré con un sinfín de monedas y otros objetos de mucho valor al alcance
de mis manos. Pero ya que estás en el conocimiento de la situación, te ofrezco
compartir el tesoro que guardo en mi casa, si sabes guardar el secreto.”

QASIM: “De acuerdo, pero has de decirme dónde está exactamente esa cueva
y la forma de acceder a ella, de lo contrario te denunciaré y caerá sobre ti todo
el peso de la justicia”.

4
NARRADOR: A Alí Babá no le atemorizaron las amenazas, pero dado que era
su hermano y por el afecto que a pesar de todo sentía por él, acabó por
contarle todo lo que quería saber, incluida la fórmula que le permitiría entrar y
salir de la cueva.

Y así, en el camino de regreso a su casa, Qasim urdió un plan para hacerse


con todo el tesoro.

7)

Al día siguiente muy temprano, partió en solitario con diez de sus mejores
mulos. Cuando llegó ante la roca que Alí Babá le había descrito, se hizo con las
alforjas que había traído y, embargado por la emoción, pronunció la formula
aprendida:

QASIM: “¡Abreté Sésamo!”

NARRADOR: La gruta se abrió e inmediatamente Qasim se introdujo en ella.


Lo que vieron sus ojos lo excitó tanto que ni siquiera se dio cuenta de que la
puerta se cerró de nuevo detrás de él. Dejó las alforjas a un lado y torpemente
al principio, pero descontrolado después, comenzó a recorrer y tocar todas las
maravillas que se le ofrecían, mientras la avaricia dibujaba en su cara un rictus
más propio de la locura, que de la admiración, Perdió el sentido del espacio y
del tiempo, estaba borracho de riqueza, poseído ya de todos los males que
ésta trae a quienes ignoran su más profundo y verdadero sentido. Llenó sus
alforjas de todo lo que quiso poseer y se dispuso a salir. Entonces le ocurrió
algo que no había previsto. En su agitación, no conseguía recordar las palabras
que su hermano le había enseñado para que la puerta se abriese. De pronto
algo acudió a su memoria y gritó:

QASIM: “¡Ábrete, trigo!”.

NARRADOR: Pero ante su asombro, la roca permaneció cerrada. Él sabía que


la palabra mágica correspondía a una planta, ¡no, a un grano!:

QASIM: “Si, eso es, un grano. Mmmmm... ¡Ábrete Arroz!”. Mmmmm... ¡Ábrete,
cebada!".

NARRADOR: Y así, víctima de una creciente desesperación, gritó los nombres


de todos los granos que se le vinieron a la memoria excepto aquel que tenía el
poder de abrir la puerta. En su esfuerzo por recordar, Qasim comenzó a dar
vueltas y se dio cuenta del peligro que estaba corriendo. Entonces el miedo
recorrió sus venas y la confusión invadió su mente. Ya no podía ver el tesoro
allí acumulado como tal, sino como objetos inanimados, como cebos
multiformes de una misma trampa.

5
Entonces oyó el sonido de la muerte, que venía de afuera en forma de tropel.

8)

Todo fue muy rápido. Los ladrones vieron los burros de Qasim en las
inmediaciones de la roca y sospecharon lo que estaba pasando.....

CAPITÁN: “¡Ábrete Sésamo!”.

NARRADOR: ... grito el jefe de los ladrones. La puerta se abrió y Qasim, con el
último aliento de esperanza, arrancó a correr para huir de la desgracia en
busca de la salvación. En su escapada tropezó con el capitán y lo derribó por el
suelo; siguió corriendo entre los ladrones y esquivó al primero, al segundo, al
tercero, pero como eran cuarenta, no pudo escapar a todos. Uno de ellos lo
alcanzó y le dio tal lanzada en el pecho, que la punta del arma apareció
brillando por la espalda. Qasim murió en medio de estertores.

Después, y con la intención de escarmentar con él e intimidar a cualquier otro,


los ladrones cortaron su cuerpo en cuatro partes y las colgaron detrás de la
puerta, para que sirviese de ejemplo a todos aquellos que se atrevieran a
penetrar en dicho lugar. Luego cerraron la puerta y partieron a la búsqueda de
nuevas víctimas.

9)

Al día siguiente, la mujer de Qasim preocupada ante la tardanza de su marido


acudió a casa de su cuñado para contarle la situación.

ESPOSA DE QASIM: Alí Babá, tu hermano partió ayer hacia la cueva del
tesoro y no ha vuelto. Tengo el presentimiento de que algo terrible le haya
ocurrido, pues no corresponde a su costumbre faltar tanto tiempo sin dar aviso.

NARRADOR: Alí Babá observó que Qasim había faltado a su promesa de no


revelar el secreto a nadie, pero tranquilizó a su cuñada e hizo que regresara a
su casa. Inquieto a su vez por su hermano, montó en su burro y fue a buscarlo.
Cuando llegó a la cueva hizo que la puerta se abriera y entonces, horrorizado,
vio la terrible suerte que había caído sobre su querido e insensato Qasim. Allí
mismo le lloró y rezó para que el Más Misericordioso se apiadara de él. Luego
envolvió sus restos en un tapiz y todavía recogió todo el oro que podía llevar,
después de lo cual hizo que se cerrara la puerta de la cueva y regresó a la
ciudad.

6
10)

Al llegar a casa de su cuñada Alí Babá llamó a la puerta. Le abrió la esclava


que servía como criada que le hizo entrar en el patio, allí Alí Babá le dijo: "Ha
llegado tu hora Morgania, necesitamos tu consejo..."

Morgania, que así se llamaba la muchacha, acompañó a Alí Babá mientras


éste entregaba los restos de su hermano a su cuñada. La mujer de Qasim lloró
amargamente y observó hasta dónde le había llevado el inmiscuirse en asuntos
ajenos.

11)

Por su parte, como era costumbre en ese país y en esa época. Alí Babá se hizo
cargo de la magnífica casa y del resto de las propiedades de Qasim, acogió a
la viuda y actuó con rapidez, pues había que dar sepultura a su hermano sin
despertar sospechas de lo acaecido. Así pues, llamó a Morgania, y le dijo:

ALÍ BABÁ: Es preciso hacer creer en la ciudad que el fallecimiento de mi


hermano ha sido natural. Nos va la vida en ello. Busca la manera de
recomponer su cuerpo y que la intervención de terceros no viole este secreto.

MORGANIA: Confiad en mí señor, se hará como vos decís.

NARRADOR: Morgania era una de las esclavas más hermosas, y por el talle, la
más esbelta; sus dientes eran pequeños; su aspecto dulce; tenía los ojos
negros, y era perfecta en todas sus partes. Pero lo mejor de todo era que era
una mujer de buen consejo, de entendimiento penetrante, de gran resolución,
y de un valor igual al del hombre cuando era necesario, e incluso superaba en
inventiva al hombre más experto y avisado.

12)

Morgania conocía muy bien la ciudad y sus gentes. Acudió a un viejo zapatero
muy famoso en la comarca por ser capaz de coser cualquier material sin que
se notara el hilo, de modo que, sin importar el número de piezas que hubiese
cosido, a la vista parecían ser una sola. Se llamaba Mustafá y abría su tienda
antes de que hubiese gente en las calles. Era muy alegre y observador,
además de gran parlanchín. Nada más llegar, Morgania le ofreció una moneda

7
de oro que Mustafá se apresuró a coger y comprobar su pureza entre los
dientes.

MUSTAFÁ: ¡Aaah!, ¡ésta si que es una buena forma de comenzar el día!. Y


decidme muchacha ¿qué buscáis de mí al amparo de esta hora tan temprana y
solitaria?.

MORGANIA: Tendréis dos más de éstas si me acompañáis a realizar un


trabajo que requiere de vuestras habilidades. Pero habréis de acompañarme
ahora mismo y con los ojos vendados.

NARRADOR: El viejo aceptó, no sin antes ofrecer la resistencia a la que le


obligaba su honor, pues sospechaba que algo turbio podría esconderse en la
propuesta. Pero Morgania reaccionó con presteza depositando otra moneda de
oro sobre su mesa. En este punto, Mustafá se dejó llevar por la mujer hasta
cierto lugar donde ella le vendó los ojos y desde allí, fue conducido por
diferentes lugares hasta el interior mismo de la casa en cuestión. Una vez que
los restos de Qasim estuvieron recompuestos, Morgania vendó de nuevo al
viejo zapatero y lo guió de vuelta hasta el lugar del que habían partido. Allí le
pagó la última de las monedas acordadas y regresó para concluir con la labor
que le había sido encomendada.

Una semana después de las exequias, Alí Babá se trasladó con su familia a la
casa que había sido de su hermano y que ahora, según la costumbre, sería
suya, quedando su cuñada como un miembro más de la familia. Luego dispuso
que su hijo, un joven de muy buena planta y excelentes aptitudes, se ocupara
de la tienda de Qasim. Y así, con la bonanza de estos cambios, continuaron su
vida.

13)

Mientras tanto los cuarenta ladrones regresaron a la cueva y comprobaron


alarmados no sólo que el cuerpo de Qasim había desaparecido, sino también
que alguien se había llevado una cantidad considerable de monedas de oro.

CAPITÁN: ¡Camaradas!: es indudable que algún otro extraño está en el


conocimiento de nuestro secreto, eso no es bueno para nosotros. Nuestro
tesoro, tan fatigosamente acumulado, corre peligro de desaparecer si no
descubrimos quién ha estado aquí en nuestra ausencia y lo mandamos al otro
barrio. ¿Estáis todos de acuerdo?, ¿buscaremos y liquidaremos a ese
miserable ladrón de ladrones?.

TODOS: ¡¡Si!!.

NARRADOR: El capitán propuso inmediatamente que un voluntario fuese a la


ciudad para averiguar si entre los fallecimientos recientes había alguno por

8
espada, como el que ellos habían provocado en la figura de Qasim. Para
asegurarse del éxito de ésta importantísima misión, el capitán, con el
beneplácito de todos los presentes, impuso una severa condición: si el
voluntario tenía éxito recibiría su peso en oro, pero si fracasaba, sería
ajusticiado por sus propios compañeros.

14)

Disfrazado con los hábitos de un comerciante, uno de los ladrones se desplazó


durante la noche a la ciudad. Cuando llegó, era tan temprano que todavía no
había gente por las calles, entonces dirigió sus pasos hasta el mercado. Allí no
vio nada abierto, excepto la pequeña tienda de Mustafá que llevaba ya un buen
rato metido en su labor.

LADRÓN: Muchos encargos debéis tener cuando robáis horas al sueño para
coser vuestros zapatos.

MUSTAFÁ: Al sueño no le robo nada puesto que a mi edad se duerme poco.


En cuanto a mis encargos, en efecto, tengo muchos y muy variados, pues no
sólo a botas y zapatos doy forma sino, y aunque no lo creáis, incluso al
desmembrado cuerpo de alguno que fue ajusticiado por la espada.

LADRON: ¿Ajusticiado por la espada?. ¿Qué queréis decir?, explicáos.

MUSTAFÁ: Veo que además de forastero sois curioso y os interesan temas de


los cuales sois ajeno, pero de mi boca no saldrá una sola palabra más pues, de
tontos es hablar cuando se debe estar callado.

NARRADOR: Al ladrón se le iluminaron los ojos al darse cuenta de que le


destino, que une o separa a los hombres según el diseño de Allah, lo había
conducido a la persona justa. Concierta displicencia sacó una moneda de oro
de su bolsa y la depositó sobre la mesa del zapatero.

LADRON: No es curiosidad lo que me mueve a preguntaros, si no el ansia de


conocimiento que todo buen creyente tiene la obligación de satisfacer. No
hablaré pues, si es secreto lo que guardáis, pero mostradme al menos el lugar
donde habéis cosido ese y yo sabré recompensaros.

MUSTAFA: Tened la moneda de nuevo, puesto que no estoy en condiciones de


ayudaros. El día que hice ese trabajo, que por cierto me pagaron con tres
monedas como la que me ofrecéis, me llevaron hasta cierto lugar y desde allí,
me condujeron con los ojos vendados hasta la misma habitación del difunto.
Después hicieron lo mismo para el regreso.

NARRADOR: Al ver que la oportunidad se le escapaba, el ladrón le dio otra


moneda al zapatero y lo convenció de ir con él al mismo lugar dónde le habían

9
vendado los ojos y desde allí, tratara de recordar aproximadamente, los
diferentes giros y pasos que había caminado en aquella ocasión. Y así hicieron
hasta que Mustafá creyó haber llegado al punto. Efectivamente, en cuanto se
quitó la venda, comprobó con una pizca de orgullo que no se había
equivocado, estaban enfrente de la casa de Alí Babá. El ladrón entonces
despidió al viejo zapatero con tres monedas de oro; una vez que éste se alejó,
hizo una señal en la puerta de la casa con una tiza que llevaba y volvió a su
guarida.

15)

Pocos minutos después quiso el azar que Morgania tuviese que salir de
compras al mercado. Al ver la señal en la puerta quedó extrañada pues, según
le vino al pensamiento, ello no era cosa corriente ni motivo para confiar. Así
pues, dibujó en todas las puertas del entorno la misma señal que en la suya y
prosiguió con sus quehaceres.

16)

Por su parte el ladrón, cuando llegó junto a sus compinches, tuvo a bien
explicarles con satisfacción todo lo acaecido, al cabo de lo cual el capitán tomó
la palabra.

CAPITÁN: Gracias a la sagacidad y buen hacer de nuestro compañero,


podremos al fin liquidar a ese perro que nos ha robado. Iremos a la ciudad en
pequeños grupos para no despertar sospechas, con las armas bien
escondidas entre las ropas. Una vez allí os reuniréis frente al mercado
mientras yo iré con nuestro espía a la casa señalada y comprobar la forma que
mejor nos convenga para actuar.

NARRADOR: Pero hete aquí que al llegar a la calle donde vivía Alí Babá, había
no menos de diez puertas señaladas, por lo que el espía entró en gran
confusión y no pudo distinguir cuál era la que él había marcado. Con gran
indignación, el capitán ordenó a sus hombres que regresaran a la cueva. Allí el
espía pasó a mejor vida sin que ello impidiera que otro voluntario se ofreciese a
realizar la misma operación. Y en efecto, otro ladrón volvió a la ciudad,
corrompió con su oro al viejo Mustafa que lo llevó hasta la misma puerta de Alí
Babá, luego señaló la puerta con pintura roja, pero de nada sirvió pues la
astuta Morgania, al darse cuenta, dejó la misma señal roja en todas las puertas
de la vecindad. Y de nuevo vinieron los ladrones y se confundieron y mandaron
al segundo espía al otro barrio.

10
17)

Ah... pensó el capitán:

CAPITÁN: ¿Qué clase de mal acecha sobre nosotros que me ha hecho perder
a dos de mis mejores hombres?. Iré yo mismo a hacer las averiguaciones y
esta vez no dejaré posibilidad alguna a la confusión.

NARRADOR: No bien tuvo este pensamiento, el capitán volvió a la ciudad sin


compañía alguna. Una vez más, el viejo zapatero (que a esas alturas debía ser
ya un hombre rico) cobró su oro a cambio de indicar la casa de Alí Babá, pero
en esta ocasión, en vez de marcar la puerta, el capitán se fijo bien en el lugar y
tomó todo tipo de referencias para no equivocarse cuando regresara a cometer
su venganza. Luego, volvió impaciente a la cueva para contar a sus secuaces
el plan que había maquinado.

CAPITÁN: "...Y una vez que todos duerman, iré a avisaros. Estar pues atentos,
porque para mayor seguridad debemos de acometer juntos lo que más nos
conviene a todos: borrar del mapa a aquel que conoce nuestro secreto.
¿Alguien tiene algo que objetar?".

TODOS: "¡¡Nooo!!".

CAPITÁN: "Pues entonces camaradas, ¡Pasemos a al acción!".

TODOS: (Diferentes voces) "¡Siii, actuemos de una vez!. ¡Viva nuestro capitán!.
¡En marcha!. ¡ Acabemos con ese perro!".

NARRADOR: El plan consistía en transportar en un carro de mulas, treinta y


ocho tinajas grandes de boca ancha. Dentro de ellas irían escondidos y
armados hasta los dientes, los treinta y siete ladrones que quedaban, la tinaja
sobrante la llenarían de aceite, pues como comerciante de este preciado
líquido habría de pasar el capitán.

18)

Y así fue. Una vez que llegaron a la ciudad, a la hora del atardecer tal y como
estaba previsto, el capitán dirigió el carro hasta la misma casa de Alí Babá.
Este, que casualmente estaba sentado a la puerta de su casa, lo vio llegar,
pero no pudo reconocer en él al capitán de los ladrones debido a su disfraz.

CAPITÁN: "Veo señor que reposáis de las labores del día".

11
ALÍ BABÁ: "De las labores y del calor de la jornada. No hay como reflexionar
un poco al fresco antes de acostarse. ¿Qué os trae por aquí, mercader?".

CAPITÁN: "Habéis observado bien, puesto que mercader soy de un excelente


aceite que espero vender mañana en el mercado. Pero he llegado demasiado
tarde a la ciudad y no sé a donde dirigirme para encontrar hospedaje. Sin
pretender abusar de la confianza que me inspiráis, quisiera pediros hospitalidad
por esta noche. Os pagaría gustosamente lo que me pidierais".

ALÍ BABÁ: "Me ofendéis si habláis de dinero, mercader. No lo necesito para


ofreceros mi casa. La hospitalidad es un precepto para todo buen creyente".

NARRADOR: Alí Babá dio inmediatamente órdenes a sus sirvientes para que
diesen cobijo a las mulas, guardasen el carro en el patio y preparasen una
habitación para el huésped.

Mientras Morgania preparaba la cena, el capitán pidió permiso a Alí Babá para
comprobar el estado de su mercancía, cosa que el anfitrión le pareció
completamente natural. Así, el conspirador visito todas y cada una de las
tinajas, avisando a sus hombres que esperasen la señal suya antes de salir de
su escondite. A continuación regresó junto a Alí Babá sin que éste pudiese
sospechar nada de lo que estaba ocurriendo.

19)

En la cocina, Morgania quiso reponer de aceite las lámparas que se le estaban


apagando, pero encontró que se le había terminado. Ante esta contrariedad,
tuvo la idea de coger un poco del aceite mercader. Salió al patio, apenas
iluminado por la luz de la luna en su séptima noche y al acercarse a las tinajas
golpeó sin querer la primera de ellas. Cual no fue su sorpresa al oír una voz
apagada, que desde el interior del recipiente preguntó

LADRÓN: "¿Es la hora jefe?"

NARRADOR: Morgania se quedó paralizada por un breve instante. No era


temor lo que sentía, pues era una mujer valiente, sino una gran extrañeza que,
tal como era habitual en ella ante las más dispares situaciones, le hizo activar
su mente para buscar una respuesta. Entonces, en un susurro, dijo:

MORGANIA: Todavía no.

Voces de fondo: "¿Es la hora jefe?/ Morgania: Todavía no".

12
NARRADOR: Y así, Morgania recorrió todas las tinajas, respondiendo lo mismo
a la misma pregunta que le hicieron todos los ladrones. Cuando llegó a la
última, comprobó que ésa si tenía aceite. Para entonces ya sabía lo que estaba
ocurriendo: la casa y los que habitaban en ella corrían grave peligro.

20)

Rápidamente tomó una decisión. Tumbó la tinaja llena de aceite y la condujo


rodando hasta la cocina. Una vez allí llenó las lámparas y, ante la dificultad
para avisar a Alí Babá, que conversaba con para avisar a Alí Babá, que con el
falso huésped en el salón, ordenó a una de las esclavas que sirviera la cena y
que la disculpara ante su amo diciendo que estaba muy ocupada en la cocina
como para servir ella misma, según la costumbre. Después, trasegó todo el
aceite de la tinaja a una marmita y la puso al fuego. Cuando el aceite comenzó
a hervir, la cena ya había terminado y todos en la casa se encontraban ya en
sus aposentos. Con gran esfuerzo, Morgania llevó la marmita al patio y vertió el
aceite hirviendo en todas las tinajas por el agujero que los ladrones habían
dispuesto para respirar. Tal fue el eficaz remedio que Morgania llevó a cabo
para mandar al otro barrio y de una vez a todos los malhechores.

Pero faltaba uno y, para controlar su reacción, la mujer volvió de inmediato a la


cocina, apagó el fuego y todas las lámparas y se quedó vigilando el patio
protegida por la oscuridad de un rincón.

21)

Ya muy entrada la noche oyó unos ruidos.

Sonido de fondo: crujido lejano de madera en PP.

Alguien estaba bajando por las escaleras que conducían a las habitaciones de
la primera planta. Morgania abrió bien los ojos y todavía acertó a coger un
cuchillo que apretó con fuerza entre sus manos. El corazón comenzó a batirle
con fuerza en el pecho y su respiración se aceleró, pero mantuvo la calma.
Entonces, pudo ver en el patio la figura de un hambre que, con mucho sigilo,
encaminó sus pasos hacia las tinajas. Vio sus gestos al comprobar lo que allí
había y, por último lo vio correr desesperado por el patio y saltar la tapia del
mismo. Morgania se quedó vigilando todavía durante un buen rato. Luego,
cuando sintió que la calma había vuelto a la casa, se fue a dormir.

13
22)

Al día siguiente, la valerosa esclava, contó a Alí Babá todos los pormenores de
su singular aventura, incluido el misterio de las señales en la puerta de la casa
que, a la luz de los hechos, no parecía haber sido otra cosa que una parte del
fatídico plan que los ladrones tenían preparado.

ALÍ BABÁ: "No pasará un solo día de mi vida en el que yo deje de sentir
agradecimiento hacia ti por haber salvado no sólo mi hacienda, sino la vida de
todos nosotros. En verdad que eres una mujer extraordinaria y a partir de este
momento, declaro que eres una mujer libre".

NARRADOR: Pero Morgania, a pesar de su nueva condición, quiso continuar


viviendo en la casa, pues según ella sentía, ése era su lugar. Por su parte, Alí
Babá silenció a la muchacha su conocimiento de que los ladrones eran
cuarenta y no los treinta y ocho que, contando con el capitán habían pasado
por su casa. No obstante, se apresuró a tomar todas las precauciones
necesarias para no dejar rastro de lo sucedido aquella noche.

23)

Pero volvamos con el desdichado capitán, pues es a través de él que continua


esta historia.

Una vez que huyó aterrorizado de la casa de Alí Babá, corrió a refugiarse en la
cueva del tesoro. Durante varios días se lamentó por la desaparición de sus
camaradas. Él, que tantas previsiones había tomado, no había podido imaginar
semejante desdicha. No obstante, la determinación por proteger de los
extraños su incalculable tesoro, prevalecía sobre todo lo demás y concibió un
nuevo plan para eliminar a Alí Babá de una vez por todas. Con esa esperanza
pudo al fin conciliar el sueño, después de muchas noches sin dormir.

24)

Al día siguiente, el capitán comenzó a tejer los hilos de su nueva estrategia. Se


cortó el pelo y la barba, excepto el bigote, se vistió con las ropas propias de un
rico comerciante de telas y se dirigió a la ciudad. Allí alquiló un local del bazar
que pronto llenó con ricas telas y tapices provenientes de la cueva. Siguiendo
las pautas de su plan, estableció relaciones de buena vecindad con los
comerciantes cercanos y muy especialmente con un joven de mucho talento,

14
que tenía su tienda enfrente de la suya y con el que pronto entró en amistad.
No había pasado mucho tiempo, cuando el capitán vio justamente en dicha
tienda al sujeto de su acariciada venganza, supo entonces que el joven que
regentaba ese local era ni más ni menos que el hijo de Alí Babá.

A partir de entonces, el falso comerciante de telas intensificó su relación con el


joven ofreciéndole su género al mayor y a unos precios con los que nadie podía
competir, pues como nosotros sí sabemos, al capitán le habían salido gratis.

Así, tal y como él había previsto, al cabo de poco tiempo el capitán gozó de tal
consideración en la casa de Alí Babá, que fue invitado a ella por su hijo durante
uno de los paseos que realizaban juntos después del cierre del bazar:

25)

HIJO DE ALÍ BABÁ: “Estimado amigo: mi padre sabedor de la amistad que nos
une y de los muchos beneficios que me habéis ayudado a adquirir, me ha
pedido que le concedáis el honor de conoceros, y me ha encargado que os
invite a cenar esta noche, si ello os place y el momento os resulta adecuado”.

CAPITÁN: “Oh, me siento muy halagado aunque no sea merecedor de tantas


alabanzas, y os aseguro que nada sería tan grato para mí como el
complaceros. Pero mi estimado y joven amigo, no quisiera sumar molestias a
los muchos quehaceres a los que sin duda y dada su posición, se verá obligado
vuestro padre...”.

NARRADOR: Con este hacerse de rogar, el capitán trataba de ocultar al


máximo el acumulado interés que tenía por entrar de nuevo en la casa de Alí
Babá y segarle al fin la vida. Así pues, estaba a punto de despedirse
premeditadamente del joven con sus falsa excusas, cuando este exclamó:

HIJO DE ALÍ BABÁ: “Mirar a dónde hemos venido a parar. Justo ante la casa
de mi padre. Ahora sí que no podréis negaros”.

NARRADOR: Haciendo uso de la amistad que le procesaba, el inocente joven


cogió al falso comerciante de la mano y, sin darle tiempo a protestar, lo
introdujo en le interior de la casa.

15
26)

Con el aplomo y la seguridad de quienes se saben ejecutores de un plan


perfecto, el capitán logro aparecer irreconocible ante los ojos de Alí Babá,
quien lo recibió con suma cortesía a la vez que le manifestaba su
agradecimiento por las atenciones que había tenido con su hijo. A continuación
la cena fue servida, como de costumbre por Morgania, quien nada más entrar
en la sala ...¡reconoció de inmediato al capitán de los ladrones! No obstante,
sin dejar traslucir su observación ni sus sentimientos, Morgania continuó con su
labor hasta que sirvió los postres. Fue entonces cuando vio la empuñadura de
un cuchillo que sobresalía por encima del ancho fajín del invitado. La
muchacha salió del comedor e inmediatamente fue a su habitación dispuesta a
realizar un audaz golpe de mano, y nunca mejor dicho.

Como había hecho otras veces en festivas ocasiones, pero con la clara
intención de resolver de una vez por todas y para siempre aquella pesadilla que
se cernía sobre Alí Babá y su casa, se vistió de bailarina para danzar delante
de los comensales a modo de entretenimiento. Una vez que obtuvo el permiso
para hacerlo, irrumpió en el comedor con una pandereta en la mano y una daga
oculta entre los pliegues de su vestido.

Morgania, que era una gran bailarina y poseía una melodiosa voz, inició así
una serie de danzas y cantes que había aprendido de su familia cuando era
niña, y que nunca pensó que algún día pudieran servirle para llevar a cabo la
acción que estaba a punto de realizar.

Baile..................

En cierto momento, la muchacha sacó el afilado puñal con su mano derecha, lo


que inicialmente causó sorpresa entre los presentes, pero los sedujo de nuevo
con otra danza, más rítmica si cabe que las anteriores, dando a entender que
todo formaba parte del espectáculo. Entonces se acercó a Alí Babá y, sin
perder el ritmo de su baile, extendió hacia él su brazo izquierdo, con la
pandereta en la mano a modo de cuenco. Alí Babá, sonriente, depositó una
moneda de oro en la improvisada bandeja. Luego Morgania se acercó al hijo,
que siguió el ejemplo dado por su padre. El pérfido capitán, que vio como la
hermosa joven se le acercaba, se apresuró a sacar de su bolsa unas monedas,
cuando sintió un inesperado golpe en su pecho que le abrió el corazón y de
inmediato le hizo perder el conocimiento y la vida. Morgania había cumplido
con su propósito.

16
27)

Sorprendido por su repentina acción Alí Babá y su hijo dieron un vuelco en sus
cojines.

ALÍ BABÁ: “¿Qué has hecho, mujer, acaso has perdido el juicio? ¡Acabas de
destrozar nuestras vidas con tu despropósito!".

MORGANIA: “Antes bien diréis que vuestra pesadilla ha terminado. Fijaos en


este hombre y veréis en él al falso mercader de aceite que no hace mucho
tiempo estuvo a punto de quitaros la vida, del mismo modo que lo habría hecho
hoy. ¡Mirar!”.

NARRADOR: Morgania entonces mostró el afilado cuchillo que el capitán de


los ladrones guardaba en su fajín. Ante tal evidencia, y después de reconocer
en aquel hombre a su temible perseguidor, Alí Babá abrazó conmovido a
Morgania y le dijo:

ALÍ BABÁ: “Por dos veces me has salvado la vida. Mi agradecimiento y mi


afecto por ti son tan grandes que nada me causaría mayor felicidad que el que
entraras a formar parte de mi familia”.

NARRADOR: Después de expresar su deseo y retirar el cadáver de la sala, Alí


Babá se retiro a su habitación dejando solos a los dos jóvenes. Éstos se
quedaron largo rato mirándose a los ojos, y al cabo, pudieron sentir como la
imprevisible llama del amor se encendió suavemente en sus corazones.

28)

Las bodas de los dos enamorados duraron varios días con sus respectivas
noches, y fueron recordadas durante mucho tiempo como las más espléndidas
que se habían celebrado en aquella comarca.

Por su parte, Alí Babá desechó durante un tiempo prudencial la idea de


regresar a la cueva del tesoro, pues suponía que los dos ladrones que faltaban
en sus cuentas estaban todavía vivos.

En la primavera del año siguiente, visto que no fue objeto de ningún atentado,
decidió volver al lugar a lomos de su más veloz caballo, por si hubiera alguna
contingencia de la que escapar. Cuando hubo llegado, se acercó con mucha
cautela y pudo ver cómo la maleza se había apoderado del camino, lo cual le
tranquilizó. Una vez ante la roca dijo:

ALÍ BABÁ: “Ábrete, Sésamo”

17
NARRADOR: Impulsada por el misterioso resorte que activaban aquellas
palabras, la puerta se abrió. Una vez dentro, Alí Babá observo que nadie
parecía haber entrado allí en mucho tiempo, puesto que el lugar era visitado
por muchos pájaros que tenían sus nidos en los huecos de la piedra, y los
objetos estaban cubiertos por telas de araña. Supo entonces que nadie más
que él estaba en el conocimiento del secreto de la cueva, y que aquel inmenso
y escondido tesoro estaba a su disposición. Cogió entonces una alforja que
traía y la lleno de oro, plata y algunos pequeños objetos de gran valor. Luego
salió, cerró la puerta y regresó al galope a su casa.

Cuando llegó contó a su hijo el secreto, con la consigna de que así obrase él
también con sus hijos, y éstos a su vez con los suyos hasta el fin de los
tiempos, pues tal era la magnitud del tesoro allí guardado.

29)

Alí Babá volvió a la cueva en diferentes ocasiones acompañado por su hijo y en


cada visita se proveyeron con mesura de su riqueza. Vivieron espléndidamente
y fueron siempre reconocidos como personas respetuosas, solidarias, correctas
y generosas por las gentes de aquella ciudad.

18

Você também pode gostar