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1 – DEFINICIÓN DEL CONTENIDO NARRATIVO DE LA ESCENA

Para este primer apartado del trabajo, he recurrido como es natural a la fuente original, la Biblia.
La hechos relacionados con la vida de Moisés aparecen en el Antiguo Testamento, más
concretamente en el libro del Éxodo (quinto libro del Pentateuco), asi como Levítico, Número y
Deuteronómio. Tanto lo narrado en estos libros, como la figura y el papel de Moisés en ellos, es
clave para comprender no solo la historia del pueblo de Israel, sino las bases y pilares
fundamentales sobre los que se sustentan, a día de hoy, las tres grandes religiones del planeta.

A continuación están desglosados los pasajes más significativos relativos a Moisés, ejemplificados
con pequeños versículos de la Sagrada Escritura.

Bibliografía utilizada: (Relacionando ambas fuentes):

-Biblia de Jerusalén, Nueva edición revisada y aumentada. Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao
(1999)
-Iconografía cristiana, guía basica para estudiantes. Juan Carmona Muela .Madrid (1998)

MOISÉS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

• Los faraones convierten en esclavos a los israelitas y aprueban la ley que ordena la muerte
de los nacidos varones.

“ Los egipcios esclavizaron brutalmente a los israelitas, y les amargaron la vida con dura
servidumbre, con los trabajos del barro, de los ladrillos, del campo y con toda clase de
servidumbre. Los esclavizaron brutalmente. Además, el rey de Egipto dijo a las parteras de
las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Puá: Cuando asistáis a las
hebreas, fijaos bien: si es niño, matadlo: si es niña, que viva”. (Exodo 1, 13-16)

• Moisés conserva la vida al ser depositado en el Nilo en una cesta y recogido por la hermana
del faraón.

“ Un hombre de la casa de Leví tomó por mujer a una hija de Leví. La mujer concibió y dio
a luz un hijo; y, viendo la mujer que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. No
pudiendo esconderlo por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, (…) metió en ella al niño
y la puso entre los juncos, a la orilla del río. (…) Entonces, la hija del faraón bajó a
bañarse en el Río, (…) divisó la cestilla entre los juncos, (…) se compadeció de él, (…) lo
adoptó y lo llamó Moisés, diciendo: Del agua te he sacado.” (Éxodo 2, 1-10)

• Mata a un egipcio que maltrataba a un israelita y debe exiliarse al país de Madián, donde
vivirá como pastor.

“ Un dia, cuando Moisés ya era mayor, fue adonde estaban sus hermanos, y vio sus duros
trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo (…). Mató al egipcio y lo
enterró en la arena. (…) Cuando el faraón se enteró de lo sucedido, buscó a Moisés para
matarlo. Moisés huyó de la presencia del faraón y se dirigió al país de Madián”
(Éxodo 2, 11-15)

• Etapa de pastor: Dios se le presenta en forma de zarza ardiente y le encomienda la liberación


de su pueblo.

“ Se le apareció el ángel de Yahvé, en llama de fuego, en medio de una zarza. Moisés vio
que la zarza ardía , pero no se consumía. Dijo, pues, Moisés: Voy a acercarme para ver este
extraño caso. (…) Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios
de Jacob. (…). He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante
sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo de la mano de los
Egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que
mana leche y miel. (…) Así pues, ve: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los
israelitas, de Egipto.” (Éxodo 3, 2-11)

• Vuelta a Egipto: Al no querer los egipcios conceder la libertad al pueblo de Israel, vaticina
las diez plagas que, efectivamente, azotan el país hasta hacer ceder a los gobernantes de
Egipto.

“Moisés alzó el cayado y golpeó las aguas que hay en el río en presencia del faraón y de
sus servidores, y todas las aguas del río se convirtieron en sangre.” (Éxodo 7, 20)

• Éxodo: 40 años de viaje por el desierto, en los que recibirá las tablas de la ley de Yahveh y
tendrán lugar otros episodios como el becerro de oro. Muere antes de conocer la tierra
prometida.

“Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio,
tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios.” (Éxodo 31, 18)

“Al ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió en torno a Aarón y le
dijo: Anda, haznos un dios que vaya delate de nosotros, pues no sabemos que ha sido de ese
Moisés, que nos sacó del país de Egipto. (…) Aarón erigío un altar ante el becerro y
anunció: Mañana habrá fiesta en honor de Yahvé. (…) Moisés ardió en ira, arrojó las tablas
y las hizo añicos al pie del monte. Luego tomó el becerro que habían hecho y lo quemó, lo
molió, ,lo esparció en el agua y se lo dio de beber a los israelitas.” ( Éxodo 32, 1-20)

“ Esta es la tierra que bajo juramento prometí a Abrahán, Isaac y Jacob, diciendo: A tu
descendencia se la daré. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás de ella.”
(Deuteronomio 34 , 4-10)

Así pues, Moisés fue el primer gran profeta del pueblo de Israel. En las escrituras de hecho, se
dice que jamás hubo en aquel tiempo alguien a quien Dios hablase de tu a tu directamente. Es de
destacar que incluso el nombre de Yahvé también guarda relación precisamente con la historia de
Moisés. Dios solo recibe un nombre individual el día en que se revela a éste en el monte sagrado del
Sinaí. Moisés le dice: “Pues bien, iré con los hijos de Israel y les diré: El Dios de vuestros padres
me ha enviado a vosotros. Pero si me preguntaren cuál es su nombre, ¿que les diré? Respondió
Dios a Moisés: Yo soy el que soy.” Decir esta frase, convirtió a Dios en el dios de las cuato letas, se
designa en la Biblia por el tetragrama sagrado JHVH. Al vocaliza este tetragrama, los humanistas
hebraizantes del Renacimiento extrajeron la forma Jehová que fue universalmente admitida hasta e
siglo XIX y que hoy sabemos errónea, sustituida actualmente por YAHVÉ.

Si dejamos de lado las fuentes sagradas y buscamos testimonios históricos reales y libres de
dogmas, nos encontramos con que, ciertamente, hay razones para dudar de la historicidad de Moisés
(desde la correspondencia de su historia del Nilo y la cesta con otra leyenda egipcia, hasta la
nulidad total de documentos egipcios que hablen de esclavos israelitas sometidos a esclavitud, de un
pueblo extranjero superior en número al autóctono o un gran faraón muerto en mitad del mar
persiguiendo a un pueblo prófugo). Sin embargo, esto importa bastante poco desde el punto de vista
iconográfico.
PLASMACIÓN EN EL ARTE CRISTIANO

Ahora que conocemos a grandes rasgos los hechos que acaecieron a la figura de Moisés, podemos
empezar a relacionarlo con las representaciones artísticas que sobre él se han concebido a lo largo
de la historia en el arte cristiano.

Para los cristianos de la Edad Media, Moisés era tan real como San Luis. Para los teólogos de
este tiempo, Moisés prefiguraba en el Antiguo Testamento a Cristo y a San Pedro a la vez, el
Salvador y el Príncipe de los Apóstoles. De hecho, las correspondencias prefigurativas establecidas
entre la leyenda de Moisés y la historia de Cristo son particularmente numerosas. A continuación los
ejemplos más significativos de esta relación, según Louis Reau:

MOISES CRISTO
Natividad de Moisés Natividad de Cristo
Zarza ardiendo Maternidad virginal de María
Moisés huyendo de la corte Huida a Egipto
Atravesar el mar rojo/ brotar agua de la roca Bautismo de Cristo
Irradiación de la frente (bajada del Sinaí) Transfiguración
Elevación de la serpiente Elevación en la cruz
Liberación de los Israelitas en Egipto Liberación de los justos (en el infierno)

Pero encontramos más paralelismos entre ambos personajes haciendo un repaso por la vida de
ambos. Si bien Moisés había atravesado el mar Rojo, Jesús camina sobre las aguas. Así como él
hace llover maná en el desierto, Jesús, para alimentar a sus hambrienta asamblea, multiplica los
panes y los peces. Un buen ejemplo de esta forma de asociación Moisés – Cristo, lo encontramos en
la puerta de Santa Sabina, donde encontramos los temas representados por pares. Incluso nos puede
parecer una forma de díptico. Ejemplo: en el primer panel aparecen los milagros de Moisés en el
desierto, la conversión en agua dulce de las aguas amargas de Marah, la provisión de codornices y
maná para los niños de Israel y el agua manando de la roca en el desierto. En el panel de al lado,
están representados la curación del ciego, la multiplicación de los panes y los peces y el milagro del
vino en las bodas de Caná.

Exiten otro tipo de paralelismos que desbordan los límites de la Biblia, hablando ya no de
coincidencias o asociaciones entre dos personajes de la misma, sino con historias, mitos o
antecedentes de otras culturas de la antigüedad. En la obra “El arte paleocristiano, visión y espacio
de los orígenes de Bizancio” de Maria Antonietta Crippa, encontré una buena correlación de
emparejamientos: “Clemente de Alejandría confrontó los mitos paganos con los episodios bíblicos:
la descripción del mundo sobre el escudo de Aquiles core paralela al relato de la creación del
mundo en el Génesis, la historia de Tetis y de Océano coincide con la separación de las aguas y de
la tierra en el Génesis, la cración de Eva se compara con la de Pandora, el relato del diluvio se
aproxima al del Deucalion, y la historia de la torre de Babel a la de los gigantes colocando a
Pélion sobre Ossa. Ulises prefiguraba a Jacob. Minos anunciaba a Moisés. Orfeo era la imagen
de David.” Y esque Moisés es uno de los varios casos que encontramos en la tradición de
revelaciones directamente desde lo divino al ser humano, entregándole unas bases, normas, reglas o
preceptos que deberán regir su mundo. Tratando de conocer un poco más la figura de Minos,
encontré los escritos de Martín Schultze, investigador histórico-mitológico, que nos aporta la
siguiente explicación a historias como la de Moisés: “
“De dos cosas cuidaban principalmente los antiguos legisladores al formar y disponer sus leyes.
En primer lugar, era preciso que éstas excitasen en el pueblo la atención necesaria, y después, que
no fuesen olvidadas en todo ó en parte. Para lograr lo primero, es decir, para que el pueblo
aceptase y observase desde luego los nuevos preceptos, emplearon todos los antiguos compiladores
y ordenadores de leyes, con la más completa uniformidad, muy natural por otra parte, el medio de
atribuir éstas á un Dios ó á un héroe mítico, generalmente reverenciado, que no suele ser sino una
nueva imagen de otra divinidad más antigua. Con efecto; difícilmente se encontrará un pueblo
civilizado que no haya referido sus más antiguas instituciones á un dios ó á un héroe mítico
primitivo (Manu, entre los indios; Minos, entre los cretenses; Mneues, entre los egipcios, etc.).
Cuanto más iban perdiendo estos héroes primitivos su originaria naturaleza divina, y á medida que
en la memoria de los pueblos se trasformaban en personajes históricos, tanto más indispensable se
hacía que las leyes promulgadas en su nombre recobrasen el prestigio de nuevas divinidades, he
aquí por qué Manu hubo de recibir sus leyes de Brahama ó de Vischnu; Minos las suyas de Zeus”
(extraido de www.filosofía.org)

Continuando con este tema, vuelvo sobre algo sobre lo que ya di una pincelada anteriormente, el
parecido entre la historia de Moisés y otra leyenda Egipcia. Los especialistas en histoira comparada
de las religiones asimilan a Moisés con Tut, dios egipcio de la nueva luna, legislador y mago (como
veremos luego, Moisés es representado en los primeros tiempos con estos dos atributos, legislador y
mago). Observan que la leyenda del abandono en el Nilo y el salvamento por una princesa se
encuentra en la fábula del hijo de Neftis recogido por Isis. El vocablo “Moisés”, niño, vuelve a
encontrarse en el nombre del dios Tutmosis (hijo del dios Tut).

Por buscar otros parecidos, según Reau incluso podemos intuir en Moisés la figura de un papa
hebreo pues, de la misma manera que Moisés se rodeaba de consejos de setenta ancianos para
gobernar el pueblo de Israel, el papa gobierna a la cristiandad con igual número de cardenales.

TIPO ICONOGRÁFICO DE MOISÉS

En este apartado vamos a intentar buscar las características esenciales que, a ojos de los iletrados
fieles, hacía reconocible la figura de Moisés. Debemos recordar que gran parte de la población no
sabia leer ni escribir, por lo que la forma de llevar el mensaje de las escrituras al pueblo (aparte de
los sermones desde los púlpitos de las iglesias) era a través de las artes plásticas, de las
representaciones que jalonaban los pórticos, los frescos de los muros interiores, o los enormes
retablos. Este es el gran cometido del arte cristiano durante la mayor parte de sus siglos de vida.

Antes de tratar exclusivamente a Moisés es necesario ubicar las primeras representaciones de arte
cristiano en la historia. Es sabido que los dos primeros siglos de la Iglesia carecen casi por completo
de manifestación plástica alguna. Esto en algunos libros aparece explicado refiriéndose a ésta como
una época todavía convulsa para la religión cristiana, si bien hay otra explicación de mucho más
peso y en la que precisamente Moisés esta involucrado de pleno. Paradojas del destino, él podría ser
uno de los responsables de estos doscientos años de sequía artística y para explicarlo una vez más
debemos recurrir a las escrituras. En el libro del Éxodo se encuentran unos pasajes que explican este
miedo a la representación que padecieron las primeras generaciones de fieles cristianos: “Dios dijo:
Nos esculpirás ninguna imagen ni nada que se parezca a lo que hay allí en lo alto, en los cielos, ni
aquí abajo, sobre la tierra” (Éxodo 20, 4). También en el libro del Deuteronomio, encontramos
estas palabras en boca de Moisés, que renuevan y acentúan esta prohibición: “Cuidad de vosotros
mismos, porque no visteis ninguna forma del día en que Yahvé, en Horeb, os habló en mitad del
fuego, no prevariquéis ni esculpáis imágenes representativas: ni figura de hombre o de mujer, ni
figura de cualquiera de las bestias de la tierra, de los pájaros que vuelan por el cielo, o de los
reptiles que se arrastran bajo el sol, o de los peces que viven en las aguas debajo de la tierra”
(Detuteronomio 4, 15-18)
Indagando en los primeros pasos del arte cristiano, encontramos que la historia de Moisés (los
denominados ciclos) es uno de los temas figurativos (recordemos que el arte paleocristiano es en su
mayoría simbólico) más recurrentes en las pinturas de los frescos. Fue sin duda, uno de los primeros
temas con los que el cristianismo, que se había pasado casi tres siglos dando la espalda a las
representaciones figurativas de su historia sagrada, comenzó su andadura artística.

En el arte cristiano primitivo, hasta el fin de la época carolingia, está representado nuestro
protagonista con los rasgos de un hombre joven e imberbe que tiene en la mano una vara mágica.
Leyendo a André Grabar en sus “Vías de la creación en la iconografía cristiana”, encontramos este
rasgo de juventud (incluso adolescencia) como la tónica general de representación de los padres de
la Iglesia en este primer periodo. Tanto Moisés, como Isaías, Jesús , Pablo o Noé (algunos como
este último considerado de los personajes más longevos) aparecen representados como jóvenes. La
iconografía era quien los privaba de edad.

La tipología más clásica que nos lo presenta como legislador con barba que lleva las Tablas de la
Ley de Dios (junto con los cuernos, la otra característica determinante de que nos hayamos ante su
representación) aparece más tarde. Sus barbas se hacen mas largas y partidas a partir del
renacimiento, influyendo de forma trascendental en la estandarización de una forma de
representación para el personaje la escultura de Miguel Ángel para el sepulcro de Julio II, que
quedó inconcluso.

Los cuernos de Moisés

Sin embargo, hay un rasgo que merece especial mención, no solo por su función como atributo
que señala de forma incuestionable a Moisés en el arte, sino también por su curiosidad: los cuernos.
Si volvemos a lo expuesto en el primer párrafo y reflexionamos... ¿no podría fácilmente entender
un fiel en Moisés la figura del diablo mismamente, o relacionarlo con lo demoníaco al ver esta
característica? A lo largo de los tiempos, los historiadores y teólogos han especulado con varias
explicaciones para este extraño atributo que le da aspecto de fauno, o de dios de Pan. Algunas de
ellas, como la que pretendía entenderlo como un símbolo de fuerza y de poder, han ido cayendo en
favor de otra mucho más simple y aceptada hoy en día. Incluso hoy día sigue habiendo entre la
gente llana desconocimiento sobre el tema e hipótesis disparatadas de todos los colores, sobre todo
en internet. Cito el ejemplo más divertido que he encontrado: “Moisés, al volver del Sinaí, lleva en
la frente dos rayos luminosos en forma de macho cabrío lo que nos indica que había trabajado con
la fuerza sexual.”

En realidad, todo es fruto de un simple error de traducción en la Vulgata , una de las primeras
Biblias, que utilizaba el idioma hebreo. En el texto del Éxodo se lee: “Cuando Moisés descendió de
la montaña del Sinaí no sospechaba que la piel de su frente se había vuelto radiante mientras
hablaba con Diós. Los hijos de Israel observaban a Moisés y veían irradiar la piel de su rostro”.
Según todas las fuentes que he contrastado, lo más exacto parece ser que el idioma hebreo carecía
de un término apropiado para describir estos haces de luz que desprendía Moisés y utilizó la misma
forma gramática que significaba “cuernos” de esta forma: “Videbant faciem Moysi esse cornutam.”
Esta traducción defectuosa al latín dio aparición a lo que en diversos lugares aparece citado como
tipologia del “Moisés cornudo”.

Ha habido también a lo largo de estos siglos, quien se ha revelado contra esta interpretación
demasiado literal del texto. Santo Tomás explicaba como necesario el tomar cornudo en el sentido
de radiante: “Non intelligendum est eum habuisse cornua ad litteram, sicut quidam eum pingunt,
sed dicitur cornutus propter radios qui videbauntr esse quasi conua”. Sin embargo y pese a
esfuerzos como este, nunca tuvieron éxito estas rectificaciones, pues este tipo de representación con
cuernos de Moisés va a ser la dominante durante toda la Edad Media. Miguel Ángel mismo rescató
estos cuernos tras una de las pocas etapas en que se consiguió dejar un poco de lado esta tendencia
con pintores como Fra Angélico y Rafael.

Miniatura del siglo XII, Moisés al bajar del Sinaí.

No esta realmente claro donde o cuando empezó a utilizarse este tipo de representaciones de
Moisés. Un dato que nos hace ver el calado de esta interpretación como cuernos lo encontramos en
el teatro. A partir del siglo XII podemos probar que los actores de los Misterios representaban a
Moisés con cuernos. En el libreto de un drama de la Pasión de Ruán se encuentra una indicación
sobre la máscara del actor que nos la describe con cuernos. Sin embargo, todas las hipótesis apuntan
a que no debemos al teatro esta innovación como a veces se ha apuntado, pues se conservan
miniaturas anteriores, como el manuscrito originario de la abadía de Corvey, donde ya Moisés lleva
cuernos.

Tal fue el grado de expansión, la “tiranía” de este motivo (como lo denomina Louis Reau), que
podemos encontrar a Moisés representado con cuernos en escenas bíblicas anteriores al mismo
monte Sinaí Una vez más cobra importancia la claridad, la busca de la inequívoca identificación que
se precisaba en los fieles. Esta característica de la DIDACTICA del arte por encima de la búsqueda
de algo plástico o estético (y mucho menos realista), es heredera de otras culturas como por ejemplo
la egipcia. Nos movemos en un concepto de arte todavía muy primitivo, donde el papel del artista es
más bien el del mero artesano, donde la autoría cuenta poco, pues lo que prima es la
TRANSMISIÓN de un mensaje. En resumen, si un fiel había aprendido que si el personaje llevaba
cuernos era Moisés, de la misma forma que la llave identifica a Pedro o la espada a San Miguel, la
adopción de esta forma cornuda como dominante es totalmente comprensible.

2- DESARROLLO ICONOGRÁFICO DE ESTA ESCENA

Este segundo apartado consistente en ir haciendo un repaso a las formas en que ha sido
representado todo lo relacionado con Moisés. En las bases del proyecto se sugiere hacer un
recorrido cronológico, esto es, desde las primera representaciones paleocristianas, hasta finales de la
era medieval, en concreto el gótico. Sin embargo, para hacer esta relación de ejemplos en la
iconografía de Moisés, me gustaría usar un eje temporal diferente. Y es que su historia, junto con la
de Cristo, o la del Génesis, suele aparecer contada en ciclos, secuencias de imágenes que
representan los hitos más importantes de su vida. Si bien encontrar ciclos enteros representados no
es lo general, encontramos pues una temporalidad cronológica dentro de la misma historia muy bien
definida. Por eso aunque nos encontremos también muchas escenas sueltas de hechos puntuales de
su vida, sabemos claramente ubicarlos en el tiempo dentro de la narración.

Por eso la forma en la que voy a ir desglosando los temas iconográficos va a ser conjugando
ambas secuencias de tiempo en la historia: la interna (desde que Moisés nace y es abandonado en el
Nilo, hasta que muere a las puertas de la tierra prometida) y la externa (desde las primeras
representaciones cristianas hasta los ejemplos más cercanos.

Antes de comenzar, pondré un ejemplo tanto de representación como una imagen suelta, como de
representación en forma de ciclo

DOS TIPOS DE REPRESENTACIÓN: FIGURAS O ESCENAS AISLADAS / CICLOS

Como ya hemos señalado, son las


representaciones que cogen un
pequeño episodio de la vida de
Moisés y nos lo representan de la
forma más gráfica posible para no
dar lugar a equívoco. Cuando el
cristianismo comenzó a crear sus
manifestaciones artísticas, empezó
siendo bastante recurrente en dos
escenas de Moisés: Moisés haciendo
brotar agua de la roca y la revelación
de la ley. Es muy de destacar que
Moisés sea de los primeros temas
con los que los artistas cristianos se
atreven a lidiar de forma figurativa,
apareciendo con el tiempo más y
más escenas en la imaginaria de Primeras imágenes de Moisés. (brotando agua de la roca).
estos pioneros creadores. Catacumba Santa Domitila (Roma, Siglo II d.C)

Cuando se encadenan varias


escenas de forma cronológica y
narrativa, estamos ante esta
peculiaridad que llamamos ciclo.
En Moisés encontramos buenos
ejemplos ya desde el siglo V en
Roma. Los más completos son el
citado anteriormente de las
puertas de Santa Sabina y la serie
de mosaicos de Santa María la
Mayor. Para observar un ciclo
prácticamente al completo de
toda la vida de Moisés podríamos
unificar la obra dispersa de
Poussin, que dedicó gran parte de
su trabajo a la representación
separada de los episodios puntuales, o la “Historia de Moisés”, colección de diez tapices que data de
1685. (en la fotografía anterior, uno de los tapices, dedicado al pasaje del becerro de oro).

He observado además que no solo dentro de la vida de Moisés (o de Cristo, por ejemplo) aparece
un ciclo. La rueda de acontecimientos en la vida de Moises, es a la vez un engranaje de otra rueda
mayor. En ocasiones nos aparece representada la historia sagrada del antiguo testamento como una
sucesión de personajes en orden cronológico y asociados entre ellos para transmitir una idea o
mensaje. Esto, aunque utilizado en el arte, podemos directamente encontrarlo en la Biblia cuando
Yahvé dice a Moisés: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob.” Y es que si tomamos el ejemplo anterior citado de los mosaicos de Santa María la Mayor
vemos que representan los ciclos de Abrahán , Jacob, Moisés y Josué. Pero esta concatenación de
personajes juntos es a la vez un ciclo, el de la historia del pueblo de Israel a través de sus padres y
profetas, que quiere testimoniar la promesa que Dios hizo a su pueblo de la tierra prometida y su
ayuda para llegar a alcanzarla.

RECORRIDO ARTÍSTICO POR LA ICONOGRAFÍA DE MOISÉS

Como ya he dicho, iré comentando algunas representaciones artísticas de Moisés, comenzando


desde su nacimiento nos iremos deteniendo en cada hito importante y veremos cómo a
evolucionado ese tipo de representación a lo largo de la historia o si por el contrario, se ha
mantenido constante.

Moisés expuesto en el nilo

El primero de los hechos de la vida de Moisés, no sera sin embargo de los primeros en aparecer
reflejado en las manifestaciones artísticas. Incluso a lo largo de la historia, es más habitual la
representación del momento en que es encontrado el niño en su cesta a la deriva, que el instante en
el que la madre lo deposita allí, al amparo del río.

Moises salvado de las aguas

Un buen ejemplo de la representación de Moisés en este segundo episodio de su vida lo


encontramos en las pinturas de la sinagoga de Doura Europos, hoy en día en gran parte conservadas
en el museo de Damasco.

No es la única representación de Moisés que aparece en las paredes de esta sinagoga, pues
también aparecen escenas como la zarza ardiendo o se nos presenta a Moisés junto a otros profetas
como Josué, Esdras o Abraham.

Centrándonos en la que nos interesa, vemos a la princesa egipcia metida en lo que se supone un
rio (reafirmado por la vegetación que crece en ambas orillas), con el agua por debajo de la cintura
con el niño en brazos. Junto a ella se observa el cestillo de mimbre, que parece una caja. A lo largo
de la historia serán muchas las representaciones en las que la cuna mute su forma de cesta hacia
algo más parecido a una caja. Tras ella está la comitiva de sirvientas, que portan los útiles de baños
de la hija del faraón.

El tratamiento de los rostros confiere a este estilo su singular originalidad. Como en los relieves
religiosos y funerarios de esa misma época, los personajes están invariablemente pintados de frente,
con los ojos fijos en el espectador. El arte se dirige a un público bien definido y la acción
representada depende en gran medida también del espectador. La acción se abre al que mira y le
acoge en su espacio. Aunque borradas, las miradas parecen sumidas en una misma contemplación.
La hija del faraón y sus sirvientas son un ejemplo de esto: los gestos de las manos expresan la
acción de la escena apero los rostros de los actores se vuelven hacia el espectador. La acción
sobrepasa los límites del espacio pictórico ( el campo se abre a un contracampo).

Como ejemplo fuera ya de los límites cronológicos, uno de los mejores representantes de este
tema es Poussin. En esta imagen se nos presenta este pasaje de la vida de Moisés ( del que realizó al
menos tres versiones diferentes). La escena recoge el momento en que Moisés es recatado de las
aguas del Nilo, representado como dios fluvial. La princesa egipcia, que aparece apoyada en una
sirvienta, adopta un gesto típicamente romano. Por otra parte, choca con la representacion vista
anteriormente la importancia que se da aquí al paisaje, de un sereno equilibrio. Es, como postura
filosófica, una reflexión sobre el Destino y los designios de la Providencia divina.

Moisés mata al egipcio

La representación de Moisés quitando la vida a aquél capataz egipcio que golpeaba a sus
hermanos israelitas en el campo de trabajo no es muy representada en la etapa paleocristiana en la
pintura, si bien encontramos un pequeño ejemplo en una lipsanoteca (nombre con que se conoce a
un recipiente con tapa utilizado para contener pequeñas reliquias durante el período románico) y
que data del siglo V.

En esta pequeña representación, la cual forma parte de una de las caras de la lisapnoteca, toda ella
decorada con labras de diversos temas, encontramos a Moisés derribando al egipcio violentamente.
No advierte que a sus espaldas está siendo observado por tres isralitas. Esto causará que, pese a que
Moisés lo entierre en secreto, el rumor de esta muerte llegue al faraón y tenga que huir de Egipto.

La boda con Séfora

Para compensar a Moisés su valentía, el jetró de Madián, Ragüel, le da en matrimonio a su hija


Séfora y le confía la guarda de sus rebaños. Es así como Moisés pasa de vivir en Egipto a dedicarse
a pastorear.

Hay dos buenas representaciones de este episodio en lo que se refiere a los primeros siglos de arte
cristiano. La primera es un mosaico de Santa María la Mayor. En este mosaico, Ragüel frente a su
tienda en el desierto une las manos de ambos jóvenes, en presencia de otros personajes. Las miradas
de Moisés y Séfora se cruzan, pero el padre apela al espectador con su mirada frontal. La presencia
central, de brazos abiertos, reforzada por el dato de la mirada, hacen referencia a Cristo, es el Padre
representado a través de Ragüel, que tiene pensado ya lo que hará con Moisés.
…...............
Otra representación de este tema data del siglo VI y se encuentra en las puertas de madera de
ciprés de Santa Sabina en Roma. Como ya se explicó en otro apartado, estos paneles de las puertas
están labrados dos a dos, es decir, pretendiendo hacer un paralelismo entre la vida de Moisés y la de
Cristo.

La zarza ardiendo

Uno de los temas más recurrentes del imaginario cristiano. La zarza ardiendo que arde sin
consumirse, tiene en la Edad Media un triple significado: es el símbolo del pueblo de Israel que en
Egipto está hundido en el horno de la aflicción del cual el Señor lo hará salir lleno de vida; de Cristo
que sufre y muere como hombre, sin perjuicio alguno de su naturaleza divina; pero es también,
sobre todo, a medida que progresa el culto a la Virgen, la imagen de la maternidad virginal de
María, que permanece virgen después de haber concebido y amamantado al Mesías. Como Nuestra
Señora es la figura de la Iglesia, es también símbolo de la Iglesia que se quema sin consumirse en
las llamas de las persecuciones.
Con esta forma de concebir teológicamente la escena, en lo iconográfico se nos presentan dos
tipos de representaciones que a lo largo del arte de la Edad Media van a ser las dominantes para
aludir al episodio de la zarza.

Una, la primera, es en la que Dios se manifiesta a Moisés en la zarza ardiendo y un ángel le


ordena descalzarse ( a petición de Dios, Moisés debe desnudarse los pies, pues le dice que esta
sobre suelo sagrado). Recordemos la insistencia continuada de la Biblia en hacer entender a Yavhé
como un Dios invisible, se hace incapié en el hecho de que Moisés no lo ve, que él tan solo puede
oir su voz proveniente de la zarza. Así el arte cristiano debió inventar una forma de aludir al Señor
sin representarlo, y es cuando se le reemplaza por un ángel o se le simboliza solamente con la
“Mano de Dios”. Moisés se descalza siguiendo un rito que todavía en el siglo XXI siguen llevando
a cabo las culturas orientales, en especial los musulmanes, que se quitan los zapatos previamente a
su entrada en las mezquitas. Louis Reau apunta sobre esta representación que se trata de un “gesto
copiado de las representaciones de Jasón desatándose las sandalias. El calzado que se quita
Moisés designa simbólicamente los vínculos terrestres que el alma debe rechazar para entrar en
comunión con Dios”.

Otro elemento al que se suele dar importancia en estas representaciones a veces es la vara o
cayado de Moisés, la cual se convierte en serpiente (éste es el primer “prodigio” de Moisés, el cual
le concede el Señor para convencer al faraón de la autenticidad del dios de Israel).Como curiosidad,
aparecen pequeñas variantes en estas escenas, pues en los documentos más antiguos no es la zarza
la que arde sin consumirse, sino el propio monte Sinaí completo. A veces, en el siglo XV, la escena
se completa con la presencia del perro pastor de Moisés ladrando frente a la zarza ardiente.

Una vez más, los mejores ejemplos de este pasaje bíblico los encontramos en los dos ejemplos
paleocristianos que conservamos dedicados en parte a ciclos de Moisés: en los frescos de Doura
Europos, donde se nos presenta un Moisés que ya se ha quitado el calzado de sus pies y extiende la
mano hacia la zarza ardiendo; y en los mosaicos de Santa María la Mayor de Roma. (siglos IV y V,
respectivamente. Tambíen es las citada puertas de madera de la basílica de Santa Sabina se hace
referencia al episodio de la zarza ardiendo un siglo más tarde en un Moisés que aparece con las
manos veladas.

De todas las representaciones del siglo VI he elegido para ilustrar este apartado la de los mosaicos
de San Vitale en Rávena. Este es uno de esos ejemplos que hoy en día nos chocan pero que en su
día tenían plena validez para transmitir este fragmento de la historia de Moisés, ya que corresponde
con la variante que cité anteriormente: el monte ardiendo. En ella vemos a Moisés togado y con
nimbo, en el acto de desatarse las cintas de la sandalia y girando su cuello mirando hacia las nubes.
De ellas sale una mano en representación de Dios. Se nos representa en una ladera del monte, todo
el rodeado de ascuas y llamas que llenan toda la escena. Sobre el personaje aparece la inscripción
MOSES, por si quedase alguna duda en su identificación.

En cuanto a la otra variante que señalábamos al principio, la de la “virgen reinando sobre la zarza
ardiendo”, Louis Reau nos aporta lo siguiente: “buscaremos su explicación en la liturgia que
compara y asimila a la zarza incombustible la virginidad intacta de la Madre de Dios (Deipara,
penetrada pero no consumida por la llama del Espíritu Santo. En el Oficio de la Virgen se lee, en
efecto: Rubum quem viderat Moyses incombustum conservatam agnovimus tuam laudabilem
virginatem. (En la zarza que vio Moisés y que no se consumía, reconocemos la imagen de tu
virgindad milagrosamente preservada.) (…) Quizá esta representación mística se haya beneficiado
de la popularidad de los Árboles de Jesé, en cuyas cimas la Virgen se dilata como un florón”. El
origen del tema parece ser bizantino.
Ejemplos de esta variante podemos encontrarlos ya en el Tratado de la Anunciación de San Juan
Crisóstomo. En occidente se remonta cuando menos al siglo XII, ya que la podemos encontrar en la
portada de la catedral de Chartres. Sin embargo en el arte paleocristiano este formato en la
representación de la zarza no nos ha dejado ejemplos para comentar.

El cayado se trueca en serpiente

El contenido de esta escena nos narra como Moisés y su hermano Aarón van a ver al faraón para
que éste acepte devolver la libertad al pueblo cautivo de Israel. Según Dios había indicado a
Moisés, se presentaron ante el faraón y en su presencia realizaron el prodigio de convertir el cayado
de madera en serpiente.

Nos volveremos a dirigir a las puertas de Santa Sabina de Roma para ver un ejemplo de esta
tipología iconográfica, si bien podemos encontrarla también ilustrando algunos ejemplos de este
pasaje. También podemos encontrarlo ilustrando Biblias, como la de Carlos el Gordo en San Pablo
extramuros (caso en el que tienen cada cual su serpiente y la de Aarón devora a la otra), o la de
León.

Las diez plagas

Narró también el cristianismo a través del arte las diez plagas que azotaron el estado egipcio tras
las sucesivas negativas de su faraón a dejar marcar a los israelitas. Hagamos un repaso de estas diez
imágenes que tanto se han representado en el arte medieval:

1-El agua del Nilo se convierte en sangre.


2-Las plaga de las ranas.
3-El polvo se convierte en mosquitos.
4-Plaga de los tábanos.
5-Peste en el ganado.
6-Úlceras purulentas.
7-Lluvia de granizo.
8-Plaga de langostas.
9-Oscuridad o tinieblas.
10-El exterminio de los primogénitos.

Según Dios le había dado la orden, Moisés elevaba la mano o la vara hacia el cielo. Esto se
representa como una serpiente enrollada en círculo. Las diez plagas no suelen representarse al
mismo tiempo; no obstante, podemos observarlas todas juntas en algunos ejemplos como el Salterio
de San Luis. Es un tema que aparece en numerosas miniaturas que ilustran las Biblias de los siglos
medievales.

He subrayado la última pues la representación más habitual de todas es la de la décima plaga, la


más terrible de todas, asociada a otras dos imágenes, la de la pascua (representada por los artistas
como una prefiguración de la Cena)y la de el acto de marcar las casas con sangre del cordero
pascual.

Son buenos ejemplos en este apartado el retablo de Klosterneuburg, de Nicola de Verdún, el cual
realmente no es un retablo, pues se trata de un ambón: es como una especie de púlpito donde se
predicaba. Se encuentra entre el predicador y los fieles. Vemos como se encuentra dividido en 3
registros: en el superior tenemos escenas de la ante legem, es decir, antes de que Dios se pusiera en
contacto directo con el hombre; en el registro central tenemos escenas de la sub gratia (en este
registro es donde encontramos el único discurso narrativo); en el registro inferior aparecen escenas
de la sub lege, es decir, después de que el hombre recibiera las leyes. Cabe mencionar las
prefiguraciones tipológicas, pues cada pasaje evangélico del antiguo testamento hace referencia a
un pasaje del nuevo testamento. En este ambón, no predomina el discurso narrativo, pues no están
contanto ninguna historia (excepto el registro central, como comentaba antes). Se trata de recordar
como se construye un sermón. Por otra parte, y hablando de los elementos formales, es importante
mencionar que este ambón está impregnado de los modelos bizantinos: destacar la gran
expresividad que nos encontramos en la mayoria de las escenas.

La salida de Egipto y el paso del mar rojo

Este es un apartado de la historia de Moisés que figura poco en los primeros años del cristianismo
en lo que a representaciones plásticas se refiere. No lo encontramos en las catacumbas (curioso,
pues otra representación parecida es la estrella precisamente de este terreno: Moisés brotando el
agua de la roca). Esta omisión es “más sorprendente ya que los primeros cristianos podían
encontrar en el éxodo un símbolo de salvación por la protección de Dios tan impresionante como
Noé saliendo del arca, Daniel repetado por los leones o Jonás vomitado por la ballena.” según
Louis Reaou.

Las primeras representaciones de este tema se dan en miniaturas bizantinas y en un fresco de


Doura Europos. También podemos encontrarlo en los bajorrelieves de algunos sarcófagos de la
época. Podemos diferenciar en tres las obras según el momento de la narración que eligen para la
escena:

1-La huida y la persecución: Los hebreos se ponen en marcha conducidos por Moisés, una
columna de fuego los guía durante la noche. Son perseguidos por el faraón.
2-El paso. Moisés hace retroceder las aguas y el mar permite al abrirse que los israelitas
continúen la huida, cerrándose luego para aniquilar a las hordas del faraón.
3-Alegría. Los supervivientes son representados una vez cruzado el mar. Cuando llegan a la
otra orilla los hebreos dan gracias al Señor por la salvación.

La columna luminosa se representa en forma de árbol podado, o de una columna luminosa con
estrías helicoidales y un ángel que vuela a lo largo del fuste (a modo de prefiguración de la estrella
de los Reyes Magos). Otros elementos de la historia, se tradujeron en el arte con elementos
simbólicos/alegóricos, provenientes de la tradición alejandrina: el mar rojo se simboliza con un
anciano acostado que vacía su urna; el abismo, personificado por una mujer, coge por el cabello al
faraón de pie sobre su carro; el desierto y la noche están encarnados en una mujer que agita un velo
negro sobre el horizonte; y la muerte de los egipcios en la iconografía de los cuatro elementos
simbolizaría el agua.

He elegido para ilustrar este tema una imagen del Sarcófago del Paso del Mar Rojo, hoy en día en
el Museo Lapidario Cristiano de Arlés.

Moisés en el desierto con su pueblo

Dos de los milagros acaecidos en esta etapa de viaje por el desierto en busca de la tierra que Dios
les había prometido a sus antepasados son representados con frecuencia en el arte paleocristiano: la
lluvia del maná y Moisés brotando agua de la roca.

El primero nos habla del maná, esa lluvia de alimento que abastece al pueblo hebreo en mitad del
desierto, que está representado como una lluvia de hostias que Dios hace caer del cielo para
alimentar a los Israelitas. Por este motivo, se a señalado esta representación como una prefiguración
de lo que luego fue la eucaristía, la ceremonia del cuerpo y la sangre de Cristo. La recolección del
maná y la oblación de Melquisedec enmarcan con frecuencia a Cristo comulgando con los
apóstoles.

El milagro de brotar agua de la roca es una de las representaciones más antiguas de Moisés en el
imaginario cristiano. No sólo eso sino que además será una de las más repetidas sobre todo en los
tiempos de los primeros cristianos y sus celebraciones litúrgicas en las catacumbas.

Precisamente en las catacumbas, el milagro de las aguas sugentes en el desierto simboliza el


refesco procurado a los fieles por la gracia divina en este mundo y en el otro. En la edad media,
cuyo pensamiento se orienta hacia Cristo hasta el punto de estar obsersionada por laidea fija de un
Mesías latente en todas partes, ve en la roca al propio Cristo. En la fuente que Moisés hace brotar,
ve la prefiguración del agua salvadora del bautismo y también la sangre saliendo del costado del
Crucificado, herido por la lanza con la que le hieren los soldados romanos. Este arte medieval
representa a Moisés tanto imberbe como barbudo, dominando con su alta talla a los israelitas con su
estatura de niños que apagan su sed en el agua de la cascada que brota de la roca, que unas veces
aparece desnuda y otras cubierta de vegetación.

Desde el punto de vista de la moral cristiana, el golpe a la roca puede considerarse como la
imagen de la segunda de las Obras de Misericordia: dar de beber al sediento. Seguramente de allí
procede la extraordinaria popularidad del tema, cuyos ejemplos abundan como hemos dicho en el
arte cristiano.

Este milagro está presentado en este trabajo con imágenes de diversas catacumbas, como la de
Santa Domitila. Además podemos encontrarlo en un volumen que comprende veinticuatro hojas de
imágenes de la Biblia por W. de Brailes, un artista activo de Oxford en la mitad del siglo XIII. Siete
hojas de un mismo conjunto de imágenes se encuentran ahora en el Museo Marmottan de París.
Estas 31 hojas son todo lo que queda de un ciclo de imagenes que contenían al menos 98
miniaturas, y que fue el ciclo más largo de miniaturas de la Biblia superviviente del siglo XIII en
Inglaterra. Con toda probabilidad, estas imágenes eran en realidad el preliminar a un Salterio, ahora
en el Museo Nacional de Estocolmo.

Las tablas de la ley y el becerro de oro

Esta segunda Teofanía permanece envuelta en el misterio. Hemos dicho que Yahvé se
autodenomina y presenta como un dios invisible, incluso para Moisés. Para expresar este tabú, el
arte de la Edad Media invento fórmulas para salir del paso sin incumplir esta premisa. Lo más
habitual es que Dios aparezca en forma de ángel o de mano que sale de entre las nubes, en posición
de bendecir, o con las tablas o un pergamino enrollado en actitud de darlo a Moisés (representando
la ley de Dios siendo entregada al hombre.)

Al igual que ocurriera en la visión de la zarza ardiendo, Moisés, en señal de respeto, se quita la
sandalias antes de ascender al monte y se vela las manos para recibir las tablas de la ley. Cuando
despues de “cuarenta días y cuarenta noches” según la Biblia baja de nuevo, su frente irradia una
luz sobrenatural.

Así pues, uno de los momentos preferidos en el imaginario cristiano fue y continuó siendo hasta
nuestros días ese preciso momento en el que Moisés, con las tablas de la mano en la mano, baja con
su rostro iluminado del monte Sinaí. Las representaciones de un Moisés con las tablas de la ley son
inmensas (recordemos que tanto las tablas como los cuernos, son los atributos de los que se ha
servido el arte para dárnoslo a entender en la plástica).

Este episodio de Moisés y las tablas, suele aparecer también de diversas formas, ya que puede
sernos presentado así, en el momento exacto de la entrega de la Ley de Dios, pero también es muy
frecuenta otra forma. Esta segunda forma es la que representó Miguel Ángel y que nos lleva al
punto de la historia justo cuando Moisés descubre a su pueblo cometiendo un sacrilegio hacia su
dios verdadero: la adoración al ídolo pagano del becerro de oro.

Hay muchas obras que nos narran este episodio, yo he elegido una vez más un detalle de las
pinturas de labóveda de la nave de Saint- Savin-Sur-Gartempe (comienzos del siglo XII) y también
como no, la de Miguel Ángel.

Representaciones menos frecuentes

Hay otras escenas del Éxodo que no inspiraron apenas a los artistas paleocristianos (pese a que
alguno de estos temas luego en el renacimiento el barroco, si fueron utilizados como recursos para
escenificar la vida de Moisés, como por ejemplo en la obra de Poussin). Temas como la batalla
contra Amalec o la amargura de las aguas de Mara que endulzó Moisés con su vara, aparecen dentro
de ciclos como el de Santa María la Mayor, pero no en representaciones aisladas. Tampoco se
olvidó el arte de otros milagros que no hemos analizado detalladamente, como la lluvia de
codornices en el desierto (que aparece en las puertas de Santa Sabina, una vez más dentro de un
ciclo), aunque mucho menos que otros prodigios.

Sin duda hay un tema muy infrecuente merecería un tratamiento mucho más especial,
sorprendiendo que el arte cristiano, en su afán por trazar paralelismos y prefiguraciones de su propia
historia, no haya explotado este recurso. Hablo de la conversación que Moisés mantiene con los
doctores egipcios, y que pudo haber sido una prefiguración muy buena de la escena en que Jesús
habla con los sabios en el templo de Jerusalem.

El resto de libros donde se nos habla de Moisés, como el Levítico, han inspirado muy poco a los
creadores de esos años. Deberíamos salirnos ampliamente de los márgenes del periodo estudiado
por la asignatura para encontrar buenas representaciones de los hechos acaecidos entre las Tablas de
la Ley y el Arca de la Alianza y la entrada de los hebreos en la Tierra Prometida con Josué a la
cabeza de su pueblo.

OTRAS REPRESENTACIONES

Moisés y el molino

Es de señalar también que la iconografía cristiana a acuñado también otras formas de


representación, tanto de Moisés como de muchos otros temas. Este apartado pretende citar uno de
los casos más curiosos que me he encontrado, y que creo especial pues pone a Moisés en una acción
fuera de la sagrada escritura. Por primera vez, el arte utiliza al personaje para transmitir una idea,
alejado de los hechos estrictos de su biografía. Este ejemplo aúna dos niveles de significado, por un
lado el alegórico y por otro el tropológico. Es el “Molino de Vezelay”.

En este capitel románico de la catedral de Ste. Madeleine de Vezelay, encontramos a Moisés con
vestiduras de esclavo vertiendo en el embudo de un molino el contenido de un saco lleno de grano
que porta a la espalda. San Pablo, descalzo y con toga romana, recoge la harina en otro saco. La
rueda del molino es una cruz dentro de un círculo (alusión al crismón paleocristiano).

Los fieles estaban familiarizados con esta imagen gracias a los sermones, o al menos imágenes
semejantes y a la alegoría que las unía y daba significado. Se les invitaba así a pensar en la pasión
de Cristo, aquí simbolizada al mismo tiempo por el molino y la harina, el molinero y la molienda, y
representando “la Vieja Alianza transformada en la Nueva”. Asimismo, los fieles estaban
preparados para recibir la enseñanza moral de la alegoría. Y esque el molino no representa
solamente la pasión de Cristo y su papel en la historia de la Salvación, representa también la prueba
del sufrimiento y su papel en la vida espiritual de todo cristiano. Cada uno podía, a renglón seguido
y según su propia cultura religiosa, profundizar en el significado de la alegoría y en los detalles de
la misma.

3-ANALISIS ESPECIAL DE UNA OBRA: “Moises” (1515-1516) – Miguel Ángel

De todos los ejemplos, sin duda en el que aparece en nuestra cabeza el primero cuando hablamos
de representaciones en el arte de la figura de Moisés es la magnífica escultura de mármol de Miguel
Ángel Buonarotti. Sin duda la atracción que sobre mi ejerce esta obra fue la que me llevó a elegír
Moisés como tema de investigación y estudio para este trabajo.

He querido dedicarle un apartado especial y relacionarlo con algunos conceptos que he trabajado
en la asignatura de SEMIOLOGÍA, campo de muchísima relación con la iconografía (de la que se
nutre para sus estudios), y que vienen muy bien para comprender todo lo que esta obra esconde.

Aspectos connotativos y denotativos

Esta escultura es una de las más conocidas del maestro italiano. Una imagen potentísima y
cargada de mucha información en ambos niveles denotativo y connotativo.

Atenderé primero el aspecto denotativo, pues se refiere a todo lo que encontramos de “verdad” en
la representación realista de Moisés. En este nivel encontramos muchos detalles de la habilidad de
Miguel Ángel. Uno de los mayores logros denotativos de esta obra es la captación del momento,
justamente cuando Moisés vuelve la cabeza y va a levantase (consigue el denominado “movimiento
en potencia”), con las tablas de la ley de Dios entre sus manos. En su rostro vemos la denominada
“terribilitá” de Miguel Ángel, esa capacidad para dotar de alma y expresión profunda de ira
contenida a su personaje (ceño fruncido con gravedad). Es magistral este tratamiento de la
expresión pero, en lo estético, el artista busca también la belleza, entendida con el concepto clásico
de lo perfecto como lo bello. Esto le lleva a buscar siempre el grado máximo en el tratamiento
realista de la musculatura perfecta. Acabados igual de realistas nos regalan la barba y los paños y
telas que cubren a Moisés. También como apunte denotativo podemos citar algún rasgo de la
composición, como el contraposto, que favorece en gran manera esa sensación de veracidad
postural y anatómica de la acción en el momento exacto de la que hablábamos al principio.

Ya en el plano connotativo, a este “Moisés” se le han querido a lo largo de la historia encontrar


significados y connotaciones variadas por múltiples historiadores y estudiosos. Lo que si sabemos
con certeza es el simbolismo del tema que representa. Detrás del rasgo denotativo de la terribilitá,
más allá de una virtud técnica y de realismo en la capacidad de representar la expresión, se esconde
el verdadero significado de la obra. Y es que esa ira representa a Moisés a punto de estallar al bajar
del monte Sinaí con las tablas de la ley que el Señor le ha dado, pues encuentra que su pueblo, el
pueblo Israel, el pueblo de Dios, ha construido un ídolo pagano. Los israelitas están adorando en un
acto de paganismo a este icono, el “Becerro de oro”. El personaje está conteniendo la rabia que le
produce ver que su pueblo se ha rendido ante la adversidad del desierto y se ha entregado al culto de
un monigote dorado.

Un detalle interesante vuelve a ser, como ya habíamos hablado antes, esa especie de pequeños
cuernos que sobresalen de su cabeza y que se debe a un error de comprensión en la traducción de la
Sagrada Escritura. En este capítulo bíblico se nos narra como Moisés bajo del monte Sinaí de esta
manera: “su cabeza brillaba con rayos de luz”. Este malentendido surge porque en hebreo, el mismo
vocablo designa “cuernos” y “rayos”.

Encontramos otro tipo de connotaciones más allá del tema principal que hemos comentado en esta
representación. Miguel Ángel está en relación con la nueva corriente filosófica de la época del
“neoplatonismo” y esta forma de pensar la reflejará en varias obras. Por ello busca la perfección y
belleza natural máxima en la representación humana como expresión de un orden intelectual.
También en sintonía con estas ideas neoplatónicas, se aprecia una fusión entre la vida activa y la
vida contemplativa, entre la reflexión y la practica, modelo de hombre intelectual renacentista.

Otras teorías encuentran una alegoría de los elementos de la naturaleza en el sinuoso y perfecto
modelado de algunos detalles de la escultura. El fuego estaría simbolizado por el pelo y sus formas,
que contrastan con la sinuosidad y fluidez de la barba, por ejemplo (que representaría el agua).
También se discute una cierta intención de plasmar en la obra un autorretrato alegórico e
idealizado del propio artista e incluso de otras personas, como el papa Julio II. Siempre en base a
este pensamiento nuevo que ensalza la doble virtud de un personaje como el de Moisés: Gran
guerrero y líder de su pueblo, a la vez que líder moral y espiritual.

Desde la perspectiva de la pragmática

Citando textualmente a Van Dijk tenemos una definición resumida y sencilla de la pragmática:
“estudia las relaciones entre los signos y sus usuarios”. Y es que tanto en los textos verbales como
en los visuales (a mi juicio sobre todo en los últimos) es muy posible que se genere un error, una
incomunicación, un fallo en la conducción del mensaje que envía el artista al espectador a través de
su obra y la experiencia que nos genera a cada uno puede ser bien distinta.

Recuerdo cuando contemplé el “Moises” en directo en mi viaje a Italia. Resulta que hasta aquél
momento no había reparado en la cuestión de los famosos cuernos. Había visto como cualquiera
alguna imagen pero siempre bajo las escasas posibilidades de una reproducción en un libro de texto,
por lo que me generó una confusión que me hizo dudar en su identificación. En efecto aquí se
produce un buen ejemplo de error en las competencias del autor. Y ocurre que este libre albedrío en
la interpretación de los textos que se le concedió al maestro se olvida en parte de que el significado
de la obra se construye entre autor y espectador. No es posible comunicación sobre lo que se
pretende manifestar si no existe un convenio de ideas compartido por ambas partes sobre lo que se
esta representando.
Con todo esto se nos presenta un doble error pragmático, pues a ojos de un fiel iletrado o
analfabeto de la época y a ojos de un espectador moderno como yo mismo, la visión de los cuernos
está relacionada precisamente con lo contrario a lo que pretende representar. Nos evoca al demonio,
lo satánico, lo pecaminoso (cuando lo que realmente nos dice el texto bíblico es que los rayos que
salían de la cabeza de Moisés son el Espíritu Santo). Pero llegados a este punto cabe preguntarnos si
no deberíamos achacar este error semántico al autor del texto, al traductor o al idioma hebreo
directamente por su parquedad léxica. Miguel Ángel por tanto también fue victima de un error
pragmático en la transmisión de un mensaje, en este caso verbal. Que el idioma hebreo designe a los
rayos y a los cuernos con la misma palabra es un error que pudo haber sido corregido o matizado
durante quince siglos en la Sagrada Escritura y que seguramente habría evitado este nuevo estadio
de distorsión en el mensaje que experimentamos.

4-ARTÍCULOS RELACIONADOS

Este apartado lo voy a dedicar a un artículo de opinión que justamente leí cuando realizaba la
primera investigación (releer la Biblia) y que me pareció muy acertado.
“ESE MONUMENTO DE PAPEL” (Arturo Pérez Reverte).
XLSemanal - 04/4/2011
Pues resulta que voy a la librería de Antonio Méndez, en la calle Mayor, y le digo oye, compañero,
¿tienes la Biblia nueva que acaba de sacar la Conferencia Episcopal? Y Antonio, que es amigo
hace veinte años, me mira de reojo y dice te veo chungo, maestro, una Biblia a tus años. De qué
vas, Tomás. ¿Has visto la luz, o qué? Y yo le respondo que menos choteo, chaval, o la compro en el
Corte Inglés. Grandes superficies, que se dice ahora. Y además quiero dos, una para regalar. Pues
la tengo que pedir porque no la tengo, redunda Antonio. Y yo le digo: debería darte vergüenza. Un
librero sin Biblia nueva en el escaparate. Ya sé que no vas a misa ni yo tampoco, y que monseñor
Rouco y sus mariachis te caen, como a mí, igual que una patada en el duodeno. Pero no estamos
hablando de opio del pueblo, ni de tocapelotas nietos de Trento, ni de estragos históricos y
sociales, sino de cultura, chaval, que para ser librero no te enteras. De uno de los caudales de
sabiduría que nos hizo lo que somos, cóscate, Viejo y Nuevo Testamento, cultura judeocristana que,
combinada con el Islam mediterráneo, Grecia, Roma y toda la parafernalia, hizo lo que llamamos
Europa y de rebote Occidente: sitio que lo mismo también te suena, Antoñete; aunque a esa vieja
Europa, en tiempos referente moral del mundo, cuna de derechos humanos y crisol de cultura, ya
no la reconozca ni la madre que la parió. Dicho en lenguaje de librero, para entendernos, te hablo
del mayor bestseller de la Historia, necesario para quien pretenda estar al tanto de lo que es y lo
que hace. Para tenerlo tan a mano como a Cervantes, Shakespeare y Montaigne: cuatro patas de la
mesa donde algunos apoyamos los codos cuando estamos cansados. No sé si me explico.

Concluida la guasa entre Antonio y yo, una semana después tengo al fin esa nueva Biblia en casa;
y, aparte el pequeño inconveniente de maldecir en arameo el tacto áspero de su encuadernación en
tela bajo las guardas -la tela en los libros siempre me dio dentera-, disfruto con sus páginas de
papel sutil y agradable al tacto, la limpia tipografía y el peso reconfortante del volumen en las
manos. Es un hermoso ejemplar con la nueva traducción canónica de los textos sagrados al
castellano, que será utilizada en todos los actos litúrgicos y catequéticos, o como se diga, de la
Iglesia Católica de aquí. El canon, para entendernos, de la Biblia oficial en lengua de Cervantes.
Esto lo convierte en libro de extraordinaria importancia; pues, aparte la lectura íntima que haga
cada cual, su texto, leído en misa y utilizado a partir de ahora en las actividades relacionadas con
el asunto, influirá directamente, en la lengua que hablan y escriben varios millones de católicos de
habla hispana. Que se dice pronto.

Pero ésa, la de la peña practicante, sólo es una parte. Al fin y al cabo, la Biblia es también, y sobre
todo, un magnífico caudal de diversión, reflexión y conocimiento. Un monumento indispensable
para comprender sobre qué cañamazo se tejió lo que algunos cabrones reaccionarios y gruñones
como el arriba firmante todavía llamamos, con una mezcla de melancolía y de guasa escéptica,
cultura occidental; dicho sea sin ánimo -o con ánimo, qué puñetas- de ofender. En ese contexto, la
Biblia es una fuente extraordinaria de relatos, aventuras, batallas, traiciones, amores, emociones y
simbolismos; materia de la que hace tres mil años viene nutriéndose el mundo civilizado y que
inspiró a los más grandes filósofos y artistas de todas las épocas; literatura, música, pintura y cine
incluidos. Nadie que busque lucidez e inteligencia, que quiera interpretar el mundo donde vive y
morirá, puede pasar por alto la lectura, al menos una vez en la vida, del libro más famoso e
influyente -para lo bueno y lo malo- de todos los tiempos. El Antiguo y el Nuevo Testamento, para
unos historia sacra y revelación divina, y para otros llave maestra de cultura e ilustración, son
imprescindibles para comprender cómo llegamos aquí, lo que fuimos y lo que somos. Compadezco
a quien no tenga un Quijote y una Biblia en casa, aunque sólo sea para decorar un mueble y leer
cuatro líneas de vez en cuando. Y quien sí sea lector, que calcule. Sólo la Biblia, releída una y otra
vez, bastaría para colmar una vida entera. Y ojo. Insisto en que no se trata de religión, sino de
cultura. La de verdad; no esa papilla desnatada, presuntamente educativa, impuesta por quienes
legislan desde su cateta mediocridad. Oponer prejuicios a la Biblia es como oponerlos a una
catedral: no hace falta creer en Dios para visitarla y admirar su belleza. Para sentir lo majestuoso
de la memoria que atesoran sus viejas piedras.

5-RELACIÓN DE IMÁGENES E ILUSTRACIONES REFERENTES A LO ESTUDIADO

Puertas de la basílica de Santa Sabina, Roma. Madera de Arce. Siglo VI


Detalles de las puertas de Santa Sabina. Roma . Entrega de la Ley (arriba) y la Zarza
ardiendo (abajo).
Frescos de Doura Europos. Moisés rescatado del Nilo (arriba) y Moisés abriendo el
Mar rojo (abajo).
Códice de la escuela española. Cataluña. Siglo XIV (Biblioteca Nacional de Londres). Varias
escenas del Éxodo.

Códice medieval Biblia de Nurenberg) . La Plaga de las ranas.

Moisés y Korah. Manuscrito de la Biblioteca Nacional de Polonia. 1455


Grabado. Venecia 1521
Moisés y la zarza (arriba) y Moisés recibiendo las tablas de la Ley . Biblia de Admont. Siglo XII
(Abajo)
Plaga de la sangre en el Nilo
Plaga de las langostas.
Tercera Plaga . Willian de Brailes. Siglo XII (Warters Art Museum)
Moisés brotando agua de la roca . Willian de Brailes. Siglo XII (Warters Art Museum)
Séptima plaga . Willian de Brailes. Siglo XII (Warters Art Museum)
Moisés brotando agua de la roca. Catacumba romana del siglo IV (arriba) y Moisés ante la
zarza. Frescos de Doura Europos. Siglos III (abajo).
Matrimonio de Moisés y Séfora. Mosaico e Santa María la Mayor. Roma . Siglo IV (arriba)
y Capitel del llamado “Molino de Vézelay” (abajo).
La lluvia del maná. Anónimo . 1480. Galería Nacional de Hungría
“El Pozo de Moisés” (o de los profetas). Dijon. Siglo XIV
Mosaico de San Vitale de Rávena. Siglo VI
Moisés y Aarón explican la Ley a los Is israelitas. Códice ingles del siglo XII (arriba) y tapiz
de 1685 de la colección “Historia de Moisés”.
Dos representaciones de Poussin del allazago de Moisés en el Nilo. Siglo XVII
Moisés hace brotar las aguas. Catacumbas de San Calixto. Siglo II (arriba) y Moisés
recibiendo la Ley de Dios. Mosaicos de San Vitale de Rávena. Siglo VI (abajo)
Los hebreos ungiendo las puertas con la sangre del cordero y décima plaga (arriba) y Moisés
cruzando a los niños hebreos por el Mar Rojo (abajo) Nicola de Verdun, 1181. parte de un
retablo de 51 piezas.
Moisés de Miguel Ángel. Siglo XVI
Moisés descalzándose. Monasterio Bizantino. Siglo VI

LAMINAS FOTOCOPIADAS:
-Moisés en el paso del Mar Rojo. Catacumbas de Vía Latina. Roma.
-Detalle de las catacumbas de San Calixto. Moisés hace brotar las aguas.
-Dios entrega las tablas de la Ley a Moisés. Roma. Santa Maria Constanza.
-Lado posterior de la lipsanoteca del siglo V.
BIBLIOGRAFÍA

Libros y páginas web

-”Iconografía del arte cristiano, Antiguto Testamento” Louis Reau. Ediciones del Serbal.
Barcelona 1996

-”Iconografía del cristianismo” Luis Monreal y Tejada. Editorial El Acantilado. Barcelona


2000.

-”Las vías de la creación en la iconografía cristiana” Andre Grabar Editorial Alianza 1993

-”El arte románico” Marcel Durlait. Editorial AKAL 1992

-”El arte paleocristiano. Visión y espacio de los orígenes a Bizancio.” Maria Antonietta
Crippa, Julien Ries, Mahmoud Zibawi. Lunwerg Ediciones 1998

-”Biblia de Jerusalén, Nueva edición revisada y aumentada”. Editorial Desclée de Brouwer,


Bilbao 1999

-”Iconografía cristiana, guía basica para estudiantes”. Juan Carmona Muela .Madrid 1998

-”Lumieres de Vézelay” Raymond Oursel. Zodiaque 1993

www.todoarte.org
www.filosofia.org
http://www.homsonline.com
http://www.lessing-photo.com/display.asp
http://www.circuloromanico.com

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