“Los dictadores se rodean de hombres malos y sin escrúpulos, solo para que los adulen y ningún hombre de espíritu abnegado los adulara”
Recientemente el alcalde de Carolina prefirió irse para los Estados
Unidos, a comprar muñequitos de plásticos para el legendario sin terminar museo del Niño, junto a la ineficiente Isamis Ayala “la negrita “que se cree blanca de Loiza, antes que ir a atender a los atribulados residentes de Carruzo, Cacao,Cedro y el sector Barraza asediados por la criminalidad y los robos domiciliarios, violaciones de mujeres, es algo amigo, muy grave y muy aterrador. Allí estuvo el representante Eric Correa, quien representa el área de Carolina, Canovanas y Trujillo Alto ante las cámaras de Representante, nadie tenia que invitarlo, ese es parte de su deber ministerial estar con el necesitado sirviéndole y buscando alternativas para resolver el problema que es de todos o debiera ser de todos. El Sr. Juan Ortiz Crespo Gerente de seguridad, el padrino de bodas del alcalde José Carlos Aponte Dalmau, lo dejaron mudo por su ineficiencia y su incapacidad para resolver la seguridad del pueblo Carolinense y les ha dolido tanto, que el Capitán Rubén Moyeno Cintrón junto al “teniente” Elías Marrero Correa, han iniciado una investigación criminal y persecución tipo fishing speditions para averiguar quien o quines, llevo o llevaron al curita de su pueblo esa noche, Eric Correa a esa reunión de sector publica, ¡que Bárbaros!, acusan ahora a la Sra. Irma Velazquez, una señora de pueblo que se preocupa por su comunidad y sus envejecíentes y que votó por el alcalde José Carlos Aponte Dalmau, Señora que mantiene su centro de envejecíente para darles servicios a los viejitos y a la Sra. Isabel (Chavela) quien les da almuerzo a los policías del área, de haber llevado a el Representante Eric Correa a la reunión, hasta eso hacen, politiquear y perseguir con la policía Municipal. Esa no es función de los policías, la función de la Policía es dar seguridad y protección, que no las dan, Moyeno y su sargento de pacotilla Marrero, deben ser llevado a Ética Gubernamental y al departamento de Justicia, una vez mas junto a sus recién nombrados por ser sus panas y alcahuetes, ¡Caramba! ¡Que desfachatez! Eric Correa no tan solo tiene derecho a estar en esas reuniones que realizan los residentes desesperados por la situación, sino que es su deber ministerial estar allí y lo aplaudimos por ello, ahora vendrá de la policía estatal a reunirse con los residente de todos los sectores, allí estaremos. Le trasladaron todos los policías Municipales del área que ayudaban a la comunidad y que le servían bien para poner los ineptos que tienen hoy, para que respondan a las directrices erradas de Moyano y su gente. El deber de Moyano y sus gendarmes los “moyenitos” mentaos, es desarticular la ganga que esta atacando a los residentes y que cometen asaltos domiciliarios y en negocios, diariamente en vez de enviar policías a velarle el sueño a Juan Ortiz Crespo a su casa con una escuadra con armas largas y todo, vestido de civil, y nada hacen por el pueblo, les confieso que los policías no tienen la culpa, ellos no quieren hacer ese trabajo los envían sus superiores, están desconcertados por ello, y se lo respetamos, pero sus jefes señores están de madre, donde se sospecha que el hijo de un alto funcionario del Municipio esta participando de esta ganga de forajidos asesinos y criminales. Y no perseguir a los ciudadanos que andan desesperados buscando soluciones al asunto. Les quiero traer hoy la historia de los dictadores, sus últimos minutos de sus andanzas, como quedan, ¡barco que se hunde ratas que huyen!, y les advierto a los gendarmes, ratas de dos patas, animales rastreros, ustedes no tienen donde ir después que esta dictadura de Carolina se acabe y caiga, los dictadores si, José Carlos Aponte Dalmau el dictador de Carolina y sus esposa tienen dinero robado ya del pueblo y cuentas fuera de Puerto Rico y se Irán de Puerto Rico, pero ustedes pagan las consecuencias alcahuetes, pichones de gendarmes. Aquí les van algunas historias de dictadores y sus últimos minutos. Manuel Estrada Cabrera, convencido de que la providencia le había confiado para siempre el poder en Guatemala, escuchó perplejo los cañonazos que su propio ejército, al que creía fiel hasta la muerte, dirigía contra su residencia de La Palma, ya el pueblo insurreccionado en las calles, y para más perplejidad, supo de un decreto del Congreso Nacional, donde sólo había incondicionales suyos, que lo declaraba loco. Hecho prisionero, fue a dar al calabozo de una estación de policía. El general Juan Domingo Perón, antes de iniciar su exilio errante, pasó encerrado en el camarote de una cañonera de la armada paraguaya anclada en el Río de la Plata que no podía partir por falta de combustible. El general Somoza Debayle, metido en su bunker en la más absoluta soledad, escribió él mismo a mano la lista de sus más íntimos que lo acompañarían en el avión que lo llevaba a Miami, ya sin regreso. Pareciera que los dictadores no fueran nunca a caer, pero caen. Es una inexorable ley de la vida y de la historia. Aunque tampoco es que caigan solos. ¿Cómo se desatan los acontecimientos que a lo mejor en pocos días, o semanas, fulminan los andamiajes de un poder pensado para la eternidad? A veces hay guerras costosas en muertos, heridos y destrucción para sacarlos del poder; a veces ocurre que de pronto, en medio del aire espeso que parece no se moverá nunca, en medio del miedo y de la inercia, basta una protesta por un alza de precios que de pronto se convierte en una manifestación de miles. Basta un disparo solitario que le quita la vida a un manifestante. Pero puede ser también que la gente salga a las calles y no se dispare un solo tiro, como ocurrió en la revolución de los claveles, cuando se desmoronó la dictadura militar tras la muerte de Oliveira Salazar en Portugal, otro que pensaba que su poder no tenía ni tiempo, ni límites. Hay decenas de ejemplos más. Lo he recordado ante las noticias de la caída del dictador de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí, que iba ya por su quinto período presidencial, y que había reformado la constitución para ser reelecto siempre. Otra vocación vitalicia, como tantas y a José Carlos Aponte Dalmau que se cree todo poderoso que hasta a su madre a deshonrado que heredo un trono como los príncipes de los reyes que nos es igual el hijo al padre y por mucho y lo dice todo el pueblo de Carolina a viva voz. Todo empezó el 19 de diciembre en Sidi Buzid, una ciudad lejana a la capital. La gente salió a las calles después que un humilde vendedor ambulante de frutas y verduras, Mohamed Buzazizi, decidiera prenderse fuego en protesta porque un policía le confiscó su mercancía y lo abofeteó recuerden no hay enemigo pequeño, aquí todo comenzó por perseguirnos y expulsarnos del equipo Doble A de carolina después de mis 13 años de servicios voluntarios. Murió. Su agonía duró hasta el 4 de enero, pero mientras tanto hubo más manifestaciones, tiroteos, más muertos y heridos, pero la gente ya no se detenía y más bien se multiplicaba, y los enfrentamientos llegaban a la capital. La policía ya no podía hacer nada frente a la situación, y el ejército salió a reprimir. Ya nada de eso servía para nada, ni la promesa de Ben Alí de irse del poder en 2014. En todas las ciudades del país las calles estaban colmadas de manifestantes que exigían su renuncia inmediata. Había pasado casi un cuarto de siglo desde que este hombre llegó al poder prometiendo la democracia y ahora contemplaba, perplejo, cómo todo se convertía en agua, o polvo, en sus manos. Y no tuvo más alternativa que buscar el exilio, a ver adónde querían aceptarlo. Un paria. Porque los dictadores caídos no dejan nunca de ser un estorbo. Perón le estorbaba a los gobiernos de los países por donde iba pasando. Le estorbó aún a Somoza, y peor a Trujillo, que le cobró caro, en dólares constantes, por darle asilo. Somoza le estorbó a los Estados Unidos, que no lo querían en Miami, y el dictador de Paraguay, Alfredo Stroessner, le cobró también la estadía. Ahora, los gobiernos de Francia, de Italia, de Malta, se negaban a autorizar el aterrizaje de un avión donde se creía que iba Ben Alí como pasajero desterrado, o dudaban en hacerlo, antes de saberse que su destino verdadero era Arabia Saudita. Ya apestaba. Pero viajaba en otro avión, escoltado por una escuadrilla de cazas de la Fuerza Aérea de Túnez hasta la frontera del espacio aéreo, más que como un honor último, pienso, como una manera de asegurarse de que de verdad se iba, y que se iba para siempre. A los destronados nadie los quiere, y hasta sus más fieles aduladores, los más obcecados serviles, los payasos y los bufones de la corte, dejan de quererlos. Pienso en lo que el anciano Ben Alí piensa en el momento de las carreras y apuros que preceden a su partida. ¿Cuánto puede cargar consigo de sus riquezas? ¿Cuántas obras de arte, joyas, muebles, pueden irse al exilio con él? ¿Cuántos trajes, cuántos pares de zapatos puede llevarse?, piensa su mujer, la odiada primera dama Leila Trabelsi, la antigua empleada de un salón de belleza a la que el pueblo llamaba ahora “La Regenta”. Es lo que debió pensar Imelda Marcos, la primera dama de Filipinas en los momentos finales de la partida: ¿cuántos centenares de pares de zapatos, de los miles que tenía, podía llevarse al exilio? Pero claro, está el consuelo de las cuentas bancarias en el extranjero. Porque esta Leila Trabelsi sí que era voraz. Ella y los miembros de su familia, privilegiados por los negocios mafiosos a la sombra del Estado, se habían venido haciendo dueños de todo lo que era rentable. Centros comerciales, hoteles, supermercados, cadenas de radio, estaciones de televisión, distribuidoras de vehículos, agencias inmobiliarias, compañías telefónicas. Si alguna empresa les atraía, el dueño no tenía más remedio que darles participación, o venderles. Muchas de esas empresas terminaron siendo incendiadas por la multitud enardecida. Que las dictaduras siempre terminan por caer, parece demasiado obvio, aunque a veces solemos olvidarlo. Por eso vale la pena recordarlo ante ejemplos tan recientes como el de Túnez. Un dictador más que huye, una tiranía corrupta más que se acaba, otra familia envanecida por el poder y la riqueza que abandona sin remedio negocios y palacios. Preapresen en Carolina Puerto Rico, sigan persiguiendo y sus actitudes dictatoriales de donde se meterán cuando se tengan que largar par otro mundo pagaran toda su maldad.
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