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EXTRAVAGANTE: BAMBINO

VICENTE FABUEL.

Un buen recopilatorio puede hacer milagros por cualquier artista que nunca
termine de llegar del todo. Pero al gran Bambino (Utrera, Sevilla, 1940-1999)
nunca le alcanzó uno de esos buenos. Le cayó de lo habitual, lo que suele usarse
en estos casos: bienintencionadas antologías hechas por admiradores fieles,
estériles tributos en forma de prescindibles versiones a años luz de la grandeza
original (1) o vulgares recopilaciones tipo casete de mercadillo, modalidad en la
que el cantante batió sonados récords. En el peor de los casos –si no con el
material más apropiado siempre de pedigrí– por lo menos lograron llegar a su
viejo público, que quizás ya no disponía de los antiguos discos, algo es algo, pero
de ninguna manera logró ampliar la proyección del cantante.

Coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte, fecha que apenas agitó su


recuerdo, el pasado año Universal publicó clandestinamente el doble CD + DVD
“Artista de artistas”, el más amplio documento que nunca sirvió al cantante de
Utrera, y aun así, bienvenido sea, pues, tristemente exento de unos cuantos
clásicos irrenunciables (2). Otro buen embajador de la causa pudo haber sido
Almodóvar, pero al manchego no se le ocurrió otra que incluir un par de sus
clásicas („Voy‟ y „Cuando nadie te quiera‟) en uno de sus trabajos menos
celebrados, el corto “Tráiler para amantes de lo prohibido” (1985), con la
consiguiente y exigua repercusión. Una ocasión perdida. Así es que con
Bambino, tras once años de su muerte, están los de siempre.

Figura cumbre de un género algo disperso, dudoso cartel y escasamente


codificado en enciclopedias (esa cosa golfante a base de copla, bulería, ranchera
y bolero más el compás rumbero más fatalista, casi de luto), que si él mismo no
se había “sacao” de la manga como un príncipe, desde luego lo había patentado
como nadie, pocas veces sus canciones llegaron más allá de su histórico núcleo
duro de nocturnos seguidores canallas y subterráneos. Revelador el momento
en los inicios de su carrera que relata la estupenda biografía que del artista
publicó Santiago González (“La fiesta infinita”, 2003) cuando Bambino se
percata de que las sesiones de tarde en los teatros donde actúa, digamos, ante
un público más familiar, apenas logran interesar a sus seguidores. De modo que
si resulta difícil atrapar al inaprensible Bambino en una sola compilación, tarea
imposible, y tengo que elegir uno de sus discos, debo de quedarme con éste
porque el que iba a resultar su último LP hecho en plenitud, me parece cumbre:
“Soy lo prohibido” (1985), su último vinilo, tras el cual únicamente vendría ya
un paréntesis de once años en blanco y el doliente y final “Resucité” (Ediciones
Senador, 1996), con el que el artista haría mutis artístico.

Disco potente con mayúsculas, aún no habían llegado a la garganta del artista
los días del aliento menor, “Soy lo prohibido” resultó un trabajo grande, entre
muchas otras cosas, claro, porque se benefició de la producción de Gonzalo
García Pelayo en la primera y única vez que llegaron a trabajar juntos. Aunque
el disco nunca fue uno de los favoritos del cantante, el trabajo de García Pelayo
puso en evidencia la inexistencia de esa figura en buena parte de los discos de
Bambino. Infraproducidos por sistema (y por tradición en el mundo flamenco):
micrófonos de ambiente situados estratégicamente junto a la voz, el guitarrista y
las palmas, el combo que habitualmente acompañaba al gitano necesitaba de
más vuelo. Palmeros, bongós, guitarristas, bailaores… todo eso que en argot se
llamaba “jaleo”. Y en este disco aún más porque el productor se trajo las
percusiones de Tito Duarte y el bajo eléctrico de Manolo Toro. Pero que nadie se
asuste, “Soy lo prohibido” no era flamenco de evolución, que por ahí no hubiera
pasado Bambino, aquí nada daba el cante excepto el titular de la causa. Y cómo.
Con un repertorio que salvo la ausencia de Alfonso Santisteban (3), lograba
recuperar las grandes líneas maestras de su repertorio: la ranchera (aquí de José
Alfredo Jiménez y Juan Gabriel); el bolero, aquí con Roberto Cantoral (4) y la
copla renovada de Manuel Alejandro y Manuel Sánchez Pernía, al disco se unía
la participación al toque de Enrique Melchor y Juan Ramón Priego, desde
siempre guitarristas de acreditada solvencia, pero en este caso expuestos junto a
Bambino con una proximidad y compenetración hasta hora poco vista en los
discos anteriores del utrerano. Con más propiedad que ninguno lo explica el
doble corte „Cuando el destino‟ / „Pobre del pobre‟, números mexicanos ya
grabados anteriormente por separado en su disco “¡Bambino!” (Philips, 1969), y
que aquí juntos lo muestran trágico, exultante y rabioso en una de las
especialidades de la casa: la historia (aquí, interclasista) de desamor. Imposible
resistirse a transcribir su letra:
“No vengo a pedirte amores, ya no quiero tu cariño,
si una vez te ame en la vida no lo vuelvas a decir
me contaron tus amigos, que te
encuentras muy solita, que maldices a tu suerte, porque piensas mucho en
mi
Es por eso que he venido, a reírme de tu pena, yo que a Dios le había pedido
que te hundiera mas que a mi
Dios me ha dado ese capricho y he venido a verte
hundida para hacerte yo en la vida lo que tu me hiciste a mi
ya lo ves como el
destino todo cobra y nada olvida
ya lo ves como un cariño nos arrastra y nos
humilla
que bonita es la venganza, cuando Dios nos la concede yo sabia que la
revancha te tenia que hacer perder
ahí te dejo mi desprecio, yo que tanto te
adoraba para que veas cual es el precio
de las leyes del querer.

“Te vas a casar … queriéndome a mi …


No tuve dinero pa´ haberte comprado tu felicidad
Te vas a casar, que seas muy feliz.
Deseo que la dicha sea la recompensa por tu falsedad…
Que importa mi amor, si al fin pobre soy
Yo se que el dinero cubre los anhelos de tu corazón
Yo nunca lloré por ningún querer
Pero me ha llegado al fondo del alma tu cruel proceder…”

Llega el clásico „Soy lo prohibido‟, de Cantoral, un Bambino enorme se muestra


con él brillante y sorprendentemente seco, sin el afectado melodrama de la que
hizo grande al número, Olga Guillot, y a pesar de la calculada ambigüedad de su
texto, sitúa al artista en otra de las constantes de su carrera: la inevitable cita
presente en cada disco en la que de forma soterrada jalea, maldice o se
enorgullece de su condición sexual. Una circunstancia que saltaría por los aires
cuando en 1973 publicó en single (5) el tema de Rafael de León „Mi amigo‟, que
el poeta había compuesto en 1967 para Rocío Dúrcal, y que sería interpretado tal
cual sin que el cantante variase ni un ápice su texto. Y dado que habrá que
terminar esto alguna vez, se escogerá otra de sus joyas para que nos explique
alguna de las no comentadas gracias de su autor, por ejemplo, cómo se
empleaba nuestro hombre cuando hacía suya una canción ajena. Cojamos una
de las grandes de Manuel Alejandro aquí presente (¡pueden descubrirse, si lo
desean!): „Voy a perder la cabeza por tu amor‟ (6), en la que Bambino exhibe
como pocos ese su prodigioso sentido de la contención y el arrebato en la misma
estrofa. Si hablásemos de un crooner extranjero usaríamos eso de “cool”, pero
Utrera es de aquí y allí los gitanos hablan de rajo, compás y duende, y de eso
Bambino sabía más que nadie. Definitivamente, las canciones no le daban
miedo. Pobre del que venga después. Me gusta imaginar que al acabar de grabar
tamaño disco, artista y guitarrista se abrazarían emocionados.
Y en llegando a este punto, pletóricos de emociones los corazones, no hay más
que retirarse porque llega el ofuscamiento. Se exige un rigor analítico y una
capacidad descriptiva incapaz de atrapar lo que suena por los altavoces. Y es que
el que suena es Bambino. Así es que uno se retira.
-
NOTAS:
(1) En 2004 se publicó el recopilatorio de homenaje “Bambino, por ti y por
nosotros” (BMG). De entre el reducido grupo de artistas participantes de calado
(Sabina, María Jiménez, Serrat…), sorprende la inocua versión del „Podría
volver‟ a cargo de Los Planetas, un perfecto ejemplo de autocomplacencia
entregando esa descosida versión de una canción a la que Bambino se había
entregado con una donosura desarmante. La canción no es de Bambino, éste
hacía una versión del original mexicano de Juan Gabriel cantándola con una
letra bastante fiel a la original (y es una canción incluida en este LP comentado,
“Soy lo prohibido”). El cantante y compositor mexicano continuaría
posteriormente en esa línea de trasvase entre la copla y México con los discos
“Desde Andalucía” y “Así fue”, de Isabel Pantoja cantando composiciones suyas.
La versión de Los Planetas tiene una letra que varía en algún punto respecto a la
original. Quizás ahora se pueda entender la paradoja de los discos de homenaje.
A menudo parece que los ejecutan sus enemigos, pero no. Todo consiste en que
el artista calle y deje cantar a los seguidores. Y ya está, su figura emergerá con
rabia.
(2) ¿Por qué nunca ha rescatado nadie su rumba más blanca, galana y
ensoñadora, „Te adoraré‟? Compuesta por J. Ruiz Venegas en 1965, uno de los
grandes letristas de Bambino durante aquellos primeros días de carrera, años
más tarde y cantada por el actor Manuel Banderas fue incluida en la banda
sonora del film “Demasiado corazón”, de Eduardo Campoy (1991). Tampoco le
han echado muchas cuentas, entre otras, ni a la divertida primera canción que
llegó a grabar, „Bambino Picolino‟(1964), ni, sobre todo, a la conmovedora copla
popular dedicada a la memoria de su madre Frasquita, „Plegaria a Consolación
de Utrera‟ (1964), una de las favoritas del cantante. Y por supuesto, para dejar
claro que esa estrofa del himno del Atlético de Madrid no es de Sabina, su
versión del „Qué manera de perder‟ (1973) del mexicano Cuco Sánchez.
(3) El hoy justamente recuperado músico jazzy y groove Alfonso Santisteban
(entonces firmando como Alfonso Carlos Santisteban), fue el primer gran
compositor que desde 1964 a 1968 trabajó como fijo al lado de Bambino. Cuenta
en su divertida y recomendable autobiografía “El mundo del espectáculo y la
madre que lo parió” (Ediciones Foca, 2004) que lo hizo gustoso sobre una
disciplina (la de la rumba y la copla) sobre la que desconocía prácticamente
todo. De no hacer pública tamaña y sincera confesión, ni el más docto de los
flamencos se hubiese percatado de ello.
(4) El cantante y compositor Roberto Cantoral murió este pasado agosto en su
México natal a la edad de 75 años. Choca el escaso eco del suceso en este país si
tenemos en cuenta que su glorioso cancionero, cantado por él mismo en
solitario, con su grupo los Tres Caballeros u otros intérpretes („El reloj‟, „La
barca‟, „Soy lo prohibido‟, „El preso nº 9′, „Regálame esta noche‟, „El triste‟…) ha
sido (y será) santo y seña de varias generaciones de españoles.
(5) El tema „Mi amigo‟ fue publicado únicamente en single (Columbia, 1973), y
nunca llegó a aparecer en ningún LP. En el año 2000 fue incluida en el CD
recopilatorio “Canciones de amor prohibido” (BMG), siendo considerada
actualmente uno de sus clásicos más reveladores.
(6) Enorme y totémico tema, verdadera canción de farra, alcohol y despecho, y
a la que desgraciadamente muchos han servido de forma más villana que
señorial. Aunque probablemente las mejores versiones del prodigio se hayan
hecho improvisada y anónimamente tras salir de cualquier tugurio a deshoras,
así a bote pronto ahí tienen la grotesca versión deconstruida de Bunbury, las
melífluas de Julio Iglesias o Andrés Calamaro o la risible de Raphael, aunque
también se ha disfrutado con la recia versión original de José Luis Rodríguez “El
Puma” o la jonda de Jose Mercé, sin duda ésta última la más recomendable tras
la de Bambino.
VICENTE FABUEL.
Publicado el 12 de septiembre del 2010 en efe eme

RINCÓN BAMBINO: http://www.rinconbambino.com/

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