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ANÁLISIS TESTAMENTARIO: UNA APROXIMACIÓN A LA VIDA

MATERIAL DE VALPARAÍSO EN EL SEISCIENTOS.

Jorge Abarca A.*

Resumen
Valparaíso, en el siglo XVII, no era más que una modesta agrupación de viviendas; la
mayor parte de sus moradores subsistían de algunas humildes actividades, mientras
que sólo unos pocos eran terratenientes o prestamistas. Sin embargo, humildes y
poderosos se hallaban relacionados entre sí; algunos de ellos eran indios o mulatos,
otros, en cambio, provenían de lugares lejanos, como Guayaquil. Por lo común, en
nuestra historiografía los estudios testamentarios siguen líneas de investigación que
conecten con manifestaciones espirituales, capellanías y censos. Nuestro estudio
testamentario por el contrario tiene por norte la vida material de los primeros habitantes
de Valparaíso.

Abstract
Valparaiso, in the 17th century, was no more than a modest group of houses; most of its
inhabitants survived with some humble activities, whereas only few were landowners or
lenders. Nevertheless, humble and powerful were somehow related; some of them were
indians or mulatos; others came from distant places, as Guayaquil. In general, in our
historiography, the testamentary studies follow research paths with links to spiritual
expressions, capellanías, and population census. The objective of our testamentary
research, on the contrary, are the conditions of life of the early inhabitants of Valparaiso.

Nuestra idea era acceder a la vida material del Valparaíso del seiscientos e inicios
del setecientos, utilizando para ello una fuente de primer orden como son los testamentos,
éstos los hallamos en el Fondo Notarios de Valparaíso, existente en el Archivo Nacional de
Chile. Dicho fondo está en la sección escribanos y notarial, consta de 26 volúmenes y se
extiende entre los años 1660 a 1813; de ellos sólo consultamos los cinco primeros
volúmenes, que abarcan el siglo XVII e inicios del XVIII.
Los volúmenes estudiados adolecen de falta de índice, muchas de sus fojas no
tienen una numeración correlativa y su cerrada encuadernación impide una lectura normal.
Numerosos documentos se hallan en mal estado de conservación y algunos tienen muchas
fojas extraviadas, dejando al lector un relato a medio camino.
Los volúmenes I y II tienen un total aproximado de 700 fojas, su estado de
conservación es menos que regular. El volumen III se halla en buen estado, pero no hay una
correlación numerada. Los volúmenes IV y V poseen un número similar de fojas y su estado
de conservación es igual al anterior: hay documentos incompletos y con roturas, como es el
caso del testamento de Margarita de Arse.
El criterio para escoger los testamentos fue por la variedad de información que
algunos ofrecían, prescindiendo de aquellos que parecían ser sumarios y escasos en
información sobre bienes y otros pormenores.
A través de un trabajo paleográfico, logramos rescatar más de treinta testamentos y

* Profesor de Historia y Geografía por la Universidad de La Serena, Doctor © en la Universidad de Chile.

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construir un relato que nos acercara a una idea de lo que fue la vida material de sus primeros
habitantes.
La historiografía economicista y sus otras hermanas- como la estructuralista y
cuantitativista- han estudiado los testamentos bajo el prisma del análisis serial; otros los
han abordado con el fin de hallar creencias colectivas o símbolos. Nosotros, siguiendo un
planteamiento trazado otrora por la escuela de los Annales y por la corriente braudeliana,
nos hemos propuesto examinar algo distinto, esto es, investigar la vida material y las
conexiones que puedan realizarse con algunas de las distintas formas historiográficas que
han mirado el pasado de Valparaíso, tales como la historia social y demográfica.
Un testamento es un documento excepcional, a causa de que desde su origen y en
su contenido mismo, el testar era un acto tanto jurídico como espiritual: quien testaba hacía
registro de su mundo material, de sus asuntos paganos a la vez que hacía confesión de fe, de
creencias y devociones, pero además los testamentos son un verdadero inventario del
mundo doméstico personal y familiar. El testamento nombraba al cónyuge y los hijos, pero
también a quienes lo acompañaban junto a lo material, constituido por la vivienda y sus
enseres. Precisamente, es en lo material donde se inscribe este estudio, en el objetivo de
aproximarse a través de este examen testamentario a la vida de los primeros moradores de
Valparaíso, análisis que no hubiese sido posible sin la colaboración desinteresada de
funcionarios y docentes que nos ayudaron en la difícil lectura paleográfica del siglo XVII.

Valparaíso en sus inicios. De la historia tradicional a las nuevas formas


historiográficas.

Dice Hobsbawm, que la historia de la gente corriente como campo de estudio


empieza con las agitaciones del siglo XVIII. El estudio por nosotros realizado comienza un
poco antes, en el seiscientos, y busca ilustrar sobre la gente corriente, sobre los moradores
de Valparaíso, así como de los objetos que ellos poseían y que no sólo les permitían
sustentarse, sino que además les daban rango en la sociedad en que vivían.
Nuestro estudio tal vez se parezca a un trabajo de erudición: la búsqueda de tal tipo
de prenda de vestir, de tal herramienta, la confusión ante una palabra no conocida por la
paleografía etc. Hobsbawm sostiene que el historiador encuentra sólo lo que busca y no lo
que ya le está esperando; en nuestro caso esto es valedero: hemos venido por una
información precisa y hemos intentado una metodología que nos permita abrir las puertas
del Valparaíso del seiscientos, hemos cotejado cada nombre que aparece con los estudios
genealógicos y de beneméritos de Indias; hemos cruzado cada nombre de testador con el de
otros para así hallar las conexiones. En este estudio, las cosas son tan importantes como sus
dueños, pues como lo decía Braudel, la vida material son los hombres y las cosas, las cosas y
los hombres; necesitamos saber: ¿cómo eran las viviendas?, ¿con que vestían sus
habitantes?, ¿cuáles eran sus herramientas?, ¿qué era el lujo para ellos? Generalmente los
testamentos son explorados para advertir cambios espirituales, actitudes ante la muerte,
mas nosotros buscamos acercarnos al modo braudeliano, modo que aparece contemplado
por una historiadora francesa, Marguerite Gonon, quien estudió más de diez mil
testamentos a fin de reconstruir la vida material de los habitantes de la zona del Lyonnais;
utilizando una especie de plantilla pudo dar luces sobre la vida de miles de personas que

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habitaron esa zona entre los siglos XIV y XV.


Nosotros, con este estudio muchísimo más modesto, hemos pretendido dar a
conocer algo de la vida material de los habitantes de Valparaíso para un período mucho más
corto que aquel realizado por Marguerite, utilizando para ello como fuente historiográfica los
primeros cinco libros notariales de Valparaíso y específicamente el testamento, que, dicho
sea de paso, ha servido al examen crítico de muchos historiadores sobre las capellanías o
censos o sus miedos y religiosidades etc., pero no ha habido un examen acerca de la vida
material que dicho documento puede y debe proporcionarnos. Julio Retamal Avila nos lo dice
cuando señala que un testamento nos permite conocer el patrimonio real con que cuenta la
persona al momento de testar, sus bienes, sus redes comerciales y sus relaciones sociales.
El mismo autor hace algunos años, en un estudio sobre la viña de Quilacoya,1 decía que la
tarea de conocer aspectos de la vida económica y social del siglo XVII chileno era algo a lo
cual recién se estaban entregando los historiadores. La mirada de historiadores nacionales
y foráneos no ha sido detenida y atenta cuando se trata del siglo en cuestión, tal vez se deba
al escaso volumen y frecuencia del comercio naviero de ese entonces y que tiene como
respuesta la ausencia de una información estadística seriada, y, lo que no es menor
también, a la escasa relevancia social del Valparaíso del seiscientos. Esta información
documental a menudo ni siquiera puede satisfacer lo que la historiografía económica
necesita saber; por ejemplo, John Lynch, en una de sus obras, escuetamente se refiere a
Valparaíso como un lugar desde el cual en el siglo XVII barcos peruanos transportan cobre,
sebo y pieles.2
En el pasado de nuestra historiografía se recogen muchas voces sobre Valparaíso.
Uno de los primeros, el cronista Alonso González de Nájera nos da una breve noticia en su
obra Desengaño y reparo de la guerra en Chile (1608); sin dar más detalles tan sólo
menciona a Valparaíso integrándolo a una lista de puertos que tiene el Reino.
Alonso de Ovalle, en 1646, decía que Valparaíso es un lugar desde el cual con
frecuencia entran y salen muchas personas por ser este puerto el de mayor comercio con el
Perú.
Diego de Rosales (1674) se explaya más que Ovalle y describe las ventajas de su
puerto, de su fondo aún no sedimentado, como lo señalara después José Toribio Medina,
que está poblado de algunos pocos españoles que se desempeñan en las bodegas y
almacenes, de la presencia de una iglesia parroquial, del convento de los agustinos y la
hospedería de los franciscanos. Habla de las estancias y casas de campo en sus contornos,
agregando que Valparaíso distaba unas veinte leguas de Santiago.
Vicente Carvallo y Goyeneche, en el tercer volumen de su Descripción Histórico-
Geográfica del Reino de Chile (1780-1796), nos da la ubicación latitudinal de Valparaíso,
sus condiciones como puerto y nos habla de los Castillos que la cuidan, de sus almacenes y
da una cifra de sus habitantes cercana a las tres mil personas; se refiere a su planta
irregular, sus cuatro quebradas, de los cerros que bajan al mar, sus casas pequeñas y muy
incómodas; habla del Almendral, donde hay dos conventos y numerosas huertas, y de lo

1 RETAMAL AVILA , Julio; “La producción de la viña de Quilacoya entre 1676 y 1682”, Cuadernos de Historia,
Vol. 5, Santiago, 1985 p.25
2 LYNCH, John, Los Austrias 1516-1700, Crítica, Barcelona, 2003, p. 691.

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expuesto que está a las inundaciones.


Benjamín Vicuña Mackenna,3 en el siglo XIX, escribía que Valparaíso no había sido
un pueblo, sino que una fortaleza durante el seiscientos y que sus cabañas esparcidas no
parecían sino las tiendas y ramadas propias de un campo militar.
Diego Barros Arana en su extensa Historia General no se interna ni brevemente
siquiera en el Valparaíso del seiscientos, pero tal vez se deba a su idea particular de no
mostrarse incauto y llamar ciudad a algo que en América española por lo común eran
agrupaciones de modestos edificios, que, según decía, no pasaban de ser unos pobres
villorrios integrados por mezquinas casas cubiertas de paja. Barros Arana agregaba,
lapidario, que Santiago, ya iniciado el siglo en cuestión, sólo tenía doscientas casas; de paso
nos menciona el número de milicianos que podía aportar en caso de defensa. Por tanto, bien
se comprende el escaso interés que Valparaíso debía representar para él.
Luis Galdames en su Manual de Historia de Chile (1941), le dedica sólo tres líneas
en las cuales nos informa sobre los almacenes de depósito para las mercaderías de
embarque y desembarque.
Francisco A. Encina en su característica de acentuar las tintas, asevera que
Valparaíso no es más que un pobre caserío de ranchos de paja en torno a una iglesia, y luego
agrega que en la segunda mitad del siglo, si bien no ha adelantado gran cosa en cuanto a
ciudad, sí lo ha hecho en sus bodegas.
Gabriel Guarda, en su Historia urbana del Reino de Chile nos habla del trazado
irregular de Valparaíso, de las limitaciones de su topografía, de su aspecto desordenado
ante su ausencia de cuadrícula, que en ese entonces sugería modernidad, del entresijo de
sus calles y casas, que a la mirada del espectador parecían luchar entre sí por apretujarse
junto a conventos e iglesias. El padre Guarda se adentra en el estudio de la población del
siglo XVII a través de los registros que ofrece la Iglesia Matriz y avanza algunas conclusiones,
una de las cuales es la del incremento poblacional por la afluencia migratoria.
René Salinas Meza, con suma prolijidad estudia los aspectos demográficos de
Valparaíso entre 1685 y 1830. Utilizando los Empadronamientos y los Registros
Parroquiales, da cuenta de los nacimientos, matrimonios y decesos, así como otros
indicadores más que permiten a su autor dar con los parámetros de la evolución del conjunto
de la población porteña.
Un aporte resultan dos tesis de grado, lamentablemente no publicadas, del Instituto
de historia de la Universidad Católica de Valparaíso, la primera, de Omar Alfaro, Jorge Bravo,
Ruth Millas y Sergio Ramírez (1966) que estudian los archivos parroquiales de la iglesia La
Matriz de Valparaíso entre 1685 y 1819, y la segunda de Eddie Arellano quien estudia el
núcleo antiguo de Valparaíso y su vigencia neohistórica entre los siglos XVI y XIX (1980).
Sergio Villalobos,4 destacado historiador que ha estudiado el siglo XVII en sus
últimas obras, en el volumen cuarto de su Historia del pueblo chileno, nos entrega un dato

3. Ver, PINTO, Sonia; “B. Vicuña Mackenna y la historia regional”, Cuadernos de Historia 7, Depto de Cs.
Históricas, U. de Chile, Santiago, 1987, pp. 147-153
4. VILLALOBOS, Sergio; Historia del pueblo chileno, Tomo IV, Editorial Universitaria, Santiago, 2000, p. 147 y
p. 190

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interesante, esto es, que desde Valparaíso salían al comenzar el siglo cerca de ocho barcos
rumbo al Perú, algunos de ellos escasamente cargados, y más adelante agrega que hacia
fines del siglo son treinta y cinco barcos. Para este autor, la situación de la economía chilena
durante el siglo XVII no es más que un largo paréntesis en que no es posible al ojo del
estudioso advertir que sea un cambio, una evolución o un incremento. La sociedad, en
general, parece tocada por un marasmo y sometida a un relativo encierro. Todo lo anterior no
era más que el marco para una pobreza generalizada, cuyas causas, dice Villalobos debían
de buscarse en la estrechez de los mercados y la modestia de las necesidades.
5
Rolando Mellafe veía las cosas con otros tonos, pues nos dice que a los inicios del
siglo XVII se advierte con más claridad un sector económico agrario, otro minero y otro de
comerciantes. La encomienda había dejado de ser en todas partes la principal poseedora de
mano de obra y de artículos agrícolas y manufacturados. Por exigencia de mercados locales
o extremos, las distintas regiones del continente habían especializado su producción, si bien
Mellafe atribuye a un período posterior (segunda mitad del XVIII) una mayor amplitud de los
mercados con nuevos monopolios, compra en verde, bodegueros, embarcaciones y fleteros,
importadores, etc. Nosotros sostenemos que algunos de estos cambios bien pueden
reconocerse de modo incipiente en nuestro estudio y nos ayudan a entender lo que sucede
en Valparaíso a partir de la segunda mitad del seiscientos.
La pregunta es ¿qué era Valparaíso en el siglo XVII?
Evidentemente no era como Santiago, una ciudad planeada con su trazado
delineado y dividido en solares; Valparaíso es, en cambio, un lugar de cerros y quebradas
que se precipitan sobre un breve plano, y donde no vamos a hallar encomenderos de nota o
comerciantes y funcionarios reales semejantes a los de la capital del reino. Encina tiene
razón cuando dice que Valparaíso no ha avanzado como ciudad, pero sí lo han hecho sus
bodegas y ello es clave; la historiografía no ha indagado sobre el carácter de sus habitantes;
arrieros, bodegueros, costureras, escribanos, huérfanos, indios, ganaderos, marinos,
milicianos, pardos, pescadores, prestamistas, pulperos, viudas etc. Mario Góngora dice que
un morador destacado debía poseer casa propia y ser hombre de riqueza ¿Había notables
en el Valparaíso de entonces? Sabemos por descontado que había pobreza, pero de lo
anterior sólo sabemos algunos nombres que menciona Vicuña Mackenna. Si las
edificaciones de Valparaíso recibían una nota negativa, ¿por qué algunas costaban tanto? Si
bien las naves no eran muchas, sus tripulantes sí podían hacer un comercio de pacotilla en
el que los moradores de Valparaíso bien podían estar representados. Para tratar de
responder a algunas de estas interrogantes, hemos hecho este estudio testamentario,
estudio que por lo demás debe ser enfrentado con reparos ¿Es el testador quien nos habla o
son los escribanos quienes lo hacen por el primero? ¿Son los bienes que aparecen los
únicos o fueron antes donados en vida? ¿Aparecen todas sus deudas? ¿El documento no ha
sido invalidado por algún codicilo? Los testamentos tienen un lenguaje lineal, discursivo y
diacrónico como dice Topolsky; debemos utilizar conocimientos extra-fuentes, es decir, un
marco de referencia que nos permita realizar una crítica.

5 MELLAFE, Rolando; “Latifundio y poder rural en Chile de los siglos XVII y XVIII”, Cuadernos de Historia, vol.
1, Depto de Cs. históricas, U. de Chile, Santiago, 1981, pp. 89,90 y 91.

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Vicuña Mackenna, ¿consultó realmente los archivos notariales en forma íntegra, o


se valió de información por terceros?
No deberíamos tener duda alguna si recordamos las descripciones que hace sobre
las fojas cubiertas por una película de grasa dejada por dedos de aquellos que curioseaban.
En el caso de Valparaíso, si bien expone por ejemplo el caso de la familia Deza y su sucesión
¿Cómo explicarse el que señale sólo una cofradía, en este caso de La Candelaria,6 cuando
había otras como la de Nuestra Señora del Rosario, la de Las Ánimas, y la de San Nicolás?
Tampoco hace algún alcance al uso de algunos vocablos que tal vez respondían a localismos
lingüísticos en el Valparaíso de entonces, y que en el siglo XVIII ya han quedado olvidados por
el desuso.
Valparaíso era un caserío, sin duda, pero no era cualquier caserío; allí también hay
historia y esta descansa sobre los hombros de sus artesanos, arrieros, comerciantes,
marinos, indios, mulatos y negros ¿Dónde están hoy sus historias? ¿Qué tipo de información
nos propusimos sobre estas fuentes? Primero identificar a los testadores; luego la calidad
de los mismos, si eran legítimos o naturales, si habían enviado las arras y recibido las dotes,
quiénes eran los herederos de sus bienes; luego sus albaceas y tenedores, las modalidades
de sus entierros, los bienes de los testadores, el capital que aparece, los censos y
capellanías, las cofradías, los oficios u actividades, los objetos de arte, devoción y cultura. El
círculo o red de deudores y acreedores que sobre cada testador se perfilan y cómo se
cancelaban algunos servicios o bienes sin servirse para ello de dinero alguno. Lo prolongado
de las deudas, lo largo de algunas inversiones en que aparecen cobrándose al cabo de
muchos años unos animales de cría. El número de bienes empeñados que los testadores
destinaban a liquidez ante una situación de precariedad, lo que los movía a convertir en
almoneda hasta sus casas, como señalara Vicuña, para paliar el atribulado desenlace de
sus existencias.

I. Las relaciones entre los moradores de Valparaíso; acreedores y deudores.

Examinamos el universo de todos los testadores de Valparaíso, e hicimos todas las


conexiones posibles que los documentos nos permitían; ello nos hizo visualizar el hecho de
que algunos ocupaban el centro de las conexiones como son por ejemplo, el arriero
Bartolomé de La Vega, y el escribano y bodeguero Juan Roldán cada uno de los cuales
respectivamente ha creado en torno de sí un círculo de acreedores y deudores que suman
once personas. Es así que el primero de La Vega, debe dinero a Francisco Reinoso, Francisco
Gómez, Diego de Arce, Juan de Escandolas y el mismo Juan Roldán. Nuestro personaje
arruinado sólo reclama unas espuelas, enjalma y jáquima, que dice le retiene Juan Orrego.
Distinta es la situación de Roldán, quien aparece como acreedor de Tomás de Jorquera,
Juana Jorquera, Gerónimo Flores y el mismo Bartolomé de La Vega.

6. VICUÑA MACKENNA, B.; Historia de Valparaíso, Tomo I, Universidad de Chile, Dirección general de
prisiones, Santiago, 1936, p. 544.

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El círculo:
En estas conexiones existen relaciones que enteran una vuelta o círculo,
regresando al testador que fue punto de partida de la conexión. Es el caso de Juan Roldán,
quien es acreedor por cinco pesos sobre Juana Jorquera, la que a su vez es acreedora de
Diego de Arce en cincuenta pesos, el que, a su turno, lo es de Bartolomé de La Vega en
cantidad indeterminada y este, finalmente, es deudor del mismo Juan Roldan.

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Cuadro nº 1 capital y deudas

Testadores Activo Pasivo


Alarcón 191 p 15 r 5p4r
Altamirano 38 1/2 p 117 p
Arse n.r n.r
Bilches n.r 10 p 4 r
Brito n.r n.r
Bruna n.r 64 ½ p
Carabantes 12 r 12 r
Castro Catalina 216 p 1 p 10 r
De Castro Juana 477 p n.r
De Grande 1.100 p 6p
De La Rosa n.r 8p
De La Vega 4p n.r
Deza 1.128 p n.r
Dias 17p 15r 15p 9r
Escobar n.r 13 ½ r
Farinas 132 p n.r
Flores n.r 205 p 1 r
Gomez 28 p 4 r n.r
Guerra 6p 50 p
Jorquera Juana 50 p 5p
Jorquera Tomas 890 p 13 p 6 r
Mendes 213p n.r
Ocón y Leiva 538 p 392 p
Ortis n.r 3p2r
Pardo n.r n.r
Rodríguez 8.594 p 300 p
Roldan Lorenzo 34 pat.34,5 p 4 r 3 pat. 9 p 34 r
Roldan Antonia n.r n.r
Romero 194 p n.r
Sanchez n.r n.r
Sidraque 700 p n.r
Soto n.r n.r
Vazques 600 p n.r
Totales 16.657p 69r y 34 patacones 1.203,5 p 95r y 3 pat.

Fuente; archivo notarial de Valparaíso, en adelante A.N.V. Volúmenes I,II,III,IV y V n.r : no registra

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Tomás Jorquera, es uno de los pocos ganaderos de Valparaíso, con 250 vacas (270
es el total hallado entre los testadores) 387 carneros, 241 ovejas, 11 bueyes, 4 mulas y 1
novillo.

Cuadro nº 2

Beneméritos de Indias entre los moradores de Valparaíso.


Entre los empobrecidos moradores de Valparaíso, había una capa de personajes
emparentados y relacionados con gobernadores, corregidores, oficiales de la Real Hacienda
etc., esto permite explicar las variadas interrelaciones entre algunos habitantes de
Valparaíso y Santiago, que aparecen bajo la forma de fianzas, obligaciones, poderes etc. que
tenían por alcance la venta de un esclavo, el cobro de una deuda en otra ciudad, el avío de
una nave etc, y que los testamentos muchas veces no rescatan. Pedro de Amassa y Pastene,
corregidor de Quillota, benemérito en 1683. Pedro de Prado y Lorca benemérito en 1678, se
relaciona con Juan Velásquez de Covarrubias, el que a su vez es pariente de otro benemérito
Alonso Velásquez de Covarrubias. Pedro de Prado tenía bodegas en arriendo y los registros
nos lo muestran vendiendo un esclavo, un sitio, una casa y cuatro cuartos en Valparaíso.
Francisco Díaz Pimienta es sobrino de Juan Velásquez de Covarrubias y es benemérito de
Indias desde 1623. Francisco de Carrera Iturgoyen, teniente general y gobernador de armas
de Valparaíso, es hermano de Ignacio de la Carrera Iturgoyen, benemérito de Indias desde
1683. Joseph Zorrilla de la Gándara, morador de Valparaíso, quien en 1685 aparece
vendiendo casas por dos mil pesos, figura como tesorero de la Real Hacienda de Santiago y

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benemérito del Reino desde 1661. José Vásquez de Ecija, hijo de María Deza y su tenedor de
bienes, es benemérito desde 1654, teniente de corregidor de Quillota y capitán de guerra del
puerto de Valparaíso.

II. Los testadores y sus bienes.

Son 16 hombres y 16 mujeres. De ellos sólo ocho usan el don o doña, aunque
creemos que esto es irrelevante, por cuanto Mariana Deza, mujer principal de Valparaíso, no
lo usa en el documento. 22 son hijos legítimos y 10 son naturales. 18 no firman el
testamento y sólo 9 lo saben hacer. De cuatro testadores no se sabe quién firmó, ya sea por
estar incompleto el testamento, como sucede con los casos de Ocón y Leiva y Margarita Arse
y un firmante Juan Dias, quien lo hace como mandatario de la difunta. 15 de los testadores
son casados, 9 son solteros, 2 son viudas y sobre 7 no hay datos. 17 de ellos piden cruz alta y
10 lo hacen con cruz baja, sorprendentemente una modesta mujer que vive en un ranchito
es llevada con cruz alta por decisión de su albacea, quien dice haberla ayudado durante
veinte años. Entre los testadores hay variados oficios por ejemplo; tres arrieros, un
bodeguero, tres comerciantes, un contramaestre, dos marinos, dos zapateros, un rentista
de aposentos, otros son prestamistas y eventualmente muchos varían de actividad. Hay dos
pardos libres y un indio; uno de los pardos sabe firmar, tiene casa tejada y es hermano del
cinto de San Agustín. El indio es de Guayaquil y declara ser marino. Siete de los testadores
tienen esclavos negros y sirvientes indios.

Cuadro nº 3
Año de Origen del
Nombres Calidad Actividad u oficio
testamento testador
Alarcón Fernando 1692 Concepción h.n Capitán
Sn Antonio
Altamirano Miguel 1704 h.l Comerciante
de Chacuo
Arse Margarita sin fecha Limache h.l viuda de G. Mendes
Bilches María 1692 Concepción h.n Costurera
Parda libre se declara
Brito María 1694 Santiago h.n
pobre
Bruna Juan 1706 Concepción h.n contramaestre de fragata
Carabantes Catalina 1694 Chiloé h.l Mujer sola con hijos nat.
Casada sin inf actividad
Castro Catalina 1692 Concepción h.l
marido
De Castro Juana 1705 Concepción h.l Mujer casada con piloto
De Grande Baltasar 1704 España h.l Rentista
De La Rosa Juan 1708 Guayaquil h.l indio marinero
De La Vega
1691 sin datos h.n Arriero
Bartolome.
Deza Mariana 1669 Santiago h.l Bodeguera
Dias José 1707 La Serena h.l Arriero

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Escobar María 1685 Santiago h.n Costurera


Farinas Antonio sin fecha Santiago h.l Pardo libre, zapatero
Flores Jerónimo 1692 Potosí h.l capitán reformado
Guerra Magdalena 1705 Concepción h.l viuda, 9 hijos
Jorquera Juana 1706 Santiago h.l Casada 2 veces, sin inf.
Jorquera Tomas 1688 Valparaíso h.l Ganadero y compra cobre
Mendes Gonzalo 1697 Valparaíso h.l Capitán tiene libro cuentas
Ocon y Leiva Gerardo sin fecha Quillota h.l productor de vino
Ortis Maria 1688 Valparaíso h.l Arriero
Pardo Luisa 1688 Valparaíso h.n Mujer muy pobre
Rodríguez Domingo 1685 Portugal h.l Comerciante y prestamista
Roldan Lorenzo 1672 Valparaíso h.n Rentista, comer. zapat.
Roldan Antonia 1695 Valparaíso h.n Mujer sola, 3 hijos nat.
Romero Juan 1694 Santiago h.n Prestamista
Sanchez María Mag 1685 Valparaíso h.l casada sin inf sobre marido
Sidraque Francisco 1694 España h.l Sin inf. precisa sobre act.
Soto Bartolina 1710 Valparaíso h.l casada con J.Rodriguez
Vasques Francisca 1692 Quillota h.l Mujer soltera sin inf.

La mayoría de ellos hicieron sus testamentos entre los años 1687 a 1698 (catorce
de los treinta y dos testadores) y luego entre 1705 a 1710 (siete de los treinta y dos
testadores). Del resto hay tres testamentos que no consignan data alguna.

El vestuario y las pretensiones de rango.

Juan Díaz de León es un morador que aparece heredando ranchos, y figura como
acreedor de Jerónimo Flores y es tasador en el inventario del alférez Gómez, y en todo ello
tenía mucho que ver su oficio de sastre; no cabe duda de que, si había sastres debía de
haber costureras, -las tres cajuelas de costura halladas parecen corroborarlo- una de las
cuales bien pudo ser María Bilches, pues, aunque entre sus bienes no hallamos una caja de
costura, tenía dos varas de puntas grandes nuevas, trece madejas de hilo alemán, cuatro de
hilo corto, cuatro varas y una cuarta de puntas pequeñas de Flandes usadas y tres varas de
puntas de Lorena colorada vieja.
El caso de Juana de Castro aparece muy ilustrativo sobre las dificultades que tenían
los moradores para mostrarse vestidos de acuerdo a las pautas de esa sociedad, de tal
modo que las palabras de Juana, expresando que al momento de casarse estaba vestida
sólo hasta donde alcanzaban sus fuerzas, refleja lo oneroso que resultaba presentarse
vestido de acuerdo a un grupo social que ellos mismos llamaban de bien. Por ejemplo, un
corte de lazo amarillo era avaluado en 10 pesos, cifra alta si comparamos con los seis reales

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que cobraba un arriero por una mula de carga entre Valparaíso y Catapilco.
La dueña de unos modestos ranchitos, Luisa Pardo de Figueroa, se cubría con una
mantilla vieja de bayeta de Castilla; el alférez Eugenio Gómez de Ayora hacía lo propio con un
saco de barracan7 (sic), el cual no costaba más de 13 reales la vara.
Gerónimo Flores, natural de Potosí a quien Vicuña Mackenna erradamente da por
fallecido en 1700, no tenía cómo alimentarse pero su preocupación por andar presentable
le acompañó continuamente, pues debía dinero al sastre y al zapatero. Juan Romero sólo
tenía al parecer modestas ropas, pues señala por suyas cuatro trapos viejos.
Juan de La Rosa, un indio de Guayaquil, dice tener un sombrero de vicuña negro y
una capa de paño de Quito. Mayor valor en sus trajes mostraban otros testadores; Fernando
de Alarcón, un capitán, quien tiene dos sombreros, de los cuales uno es nuevo y costó 20,
además de una camisa nueva de Bretaña con sus valonas 8 y seis pares de carpines 9 (sic),
señalaba haber entregado a un tercero 90 pesos para poder vestirse a los costos de Lima.
Catalina de Castro, una mujer abandonada por su marido, acerca del cual había oído
rumores de que residía en Quito, dice tener dos polleras de espumilla 10 nuevas, una de las
cuales destina a su sobrina. Entre sus pertenencias, aparecía un faldellín nuevo de tela
nácar con encajes de oro y plata.

Cuadro nº 4 vestuarios y calzado

Camisas 36 Coletos 2 Calzoncillos 2


Puntas de Flandes 4 Paños de cabeza 2 Capas y capotes 4
Mantos y mantas 5 Medias de seda 18 Medias de lana 5
Tapados 1 Faldellines 13 Sobretodo 1
Justador 4 Saca 1 Sayas 8
Casaca 1 Polleras 14 Calzones 37
Paños de mano y pañuelos 2 Calcetas de hilo 13 Zapatos (pares) 4
Enaguas 11 Cotones 6 Ceñidores 3
Valonas 6 Hongarinas 1 Armadores 9
Mantillas 11 Gregorillo 1 Escarpines 6
Arpillera 1 Jubones 6 Sombreros 9
Vestidos 3 Sacos 4 Chamarra 3

Catalina Carabantes era una mujer sola, con hijos naturales, y entre sus bienes se
hallaba un faldellín nuevo de chorreado11con un encaje de oro.

7. Barragán, abrigo hecho de tela de lana impermeable.


8. Cuello grande de lienzo sin pliegue.
9. Escarpines, zapatos de una sola suela y de una sola costura.
10. Espumilla, cierto género de lienzo delgado no muy tupido, llamado así por lo delicado y ralo. Diccionario
de autoridades, vol. II p. 615
11. Especie de raso antiguo, tela de seda lustrosa. Real Academia española de la lengua. (RAE)

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

María Vilches, mujer sola, que fue mayordoma de una cofradía, tenía una pollera
nueva de ormesí nácar con sus encajes y galón de oro.
Juana de Castro, mujer de un piloto, tenía tres faldellines de tela de Nápoles con sus
encajes, una casaca verde guarnecida con encajes de oro y ocho camisas guarnecidas. La
ropa era muy valorada entre los moradores de Valparaíso si tenemos en cuenta el que
Lorenzo Roldán, al referirse a Pedro Laso, quien es morador de Aconcagua, afirma haberle
entregado a la mujer del segundo un manto nuevo de Toledo a cambio del cual no le habían
dado mas que tres almudes de ají. A su vez, María de Escobar paga una bula con un jubón de
felpa. Curiosamente el hombre más rico, Domingo Rodríguez de Almeida, quien gastara dos
mil pesos en el funeral de su mujer, aparece parco en el tema de los trajes: sólo menciona
haber dado 40 pesos para comprar un vestido. Algunos de los nombrados claramente
aparecen infringiendo las disposiciones reales sobre el uso de oro y plata en las prendas. El
padre Ovalle, en 1684, en un informe al Rey, solicitaba el que la seda y el cambray no
estuviesen al alcance de la gente ordinaria. Un dato revelador es la presencia de botones de
plata e hilo de oro. María de Escobar, por ejemplo, tiene entre sus prendas un jubón de
rayadillo colorado con aforo con botones de plata, más otro jubón de felpa negro con aforo de
tafetán nácar y botones de hilo de oro.
Es interesante agregar que los valores de las telas importadas fueron bastante altos
en la segunda mitad del siglo XVII, que es justamente el período en que transcurre la mayor
parte de nuestro estudio.

El mobiliario y lo accesorio.

Hallamos dos grandes espejos propiedad de Juana de Castro, sólo dos camas una
de las cuales pertenecía a Gerardo Ocón de Leiva, nueve cujas,12 escasamente cinco mesas
grandes, ocho escritorios o bufetes, treinta y tres cajas con cerradura, quince mesas
pequeñas, tres cajuelas de costura, ocho petacas, once estrados y seis pabellones. Entre los
bienes, aparece un tintero de faltriquera, es decir portátil y no sabemos si su dueño el
capitán, Fernando Alarcón lo usaba asiduamente; este no era un hombre pobre pues
enviaba 120 pesos para que un tercero le trajese vestidos de Lima.
Escasísimo es el cristal entre los bienes de los testadores, si tenemos en cuenta el
que sólo se registran dos vasos.
Hallamos once espadas y sólo cuatro dagas; por lo común se habla de aderezo de
espada y daga, que incluía talabarte, tahalí y vainas. Alguna de las espadas es tasada en
sólo tres pesos, mientras que a otra le asignan sólo unos pesos de valor; un alférez
menciona una espada de su uso, acompañada de talabarte con hebilla de plata. Nos llama
la atención el que Jerónimo Flores posea una espada y daga del uso de alcaparrones,13 pues
hallamos el mismo tipo en posesión de un hombre rico del Perú, don Pedro Milachami,14sólo
que este último tenía su espada y daga plateadas. Algunos tenían en estado ruinoso sus

12. Armadura de la cama que podía ser rústica o más elaborada.


13. Cierto género de guarnición de espada. (al parecer decorada imitando el fruto de la alcaparra) RAE
14. ARELLANO, Carmen y Meyers, Albert; Testamento de Pedro Milachami, un curaca cañarí en la región de
los wanka, Perú (1662) versión pdf edición electrónica.

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Jorge Abarca A. - Revista Archivum año VIII nº 9

espadas y es probable que de portarlas no hubiesen osado mostrar sus hojas; en sus
testamentos las califican de viejas, derraídas, faltas de alinear e incluso uno confiesa
quebrada su hoja.15

Cuadro nº 5 mobiliarios

Mesas pequeñas 15 Cujas 9 Pabellones 6


Mesas grandes 5 Estrados 11 Papeleras 2
Cajuelas de costura 3 Camas 2 Alfombras 1
Cajones despensa 2 Tinajoncitos + de 1 Taburetes 15
Cajas con cerradura 33 Bufetes 8 Artesas 13
Cajas sin cerradura 20 Escaparate 1 Escaños 1
Espejos grandes 2 Sillas 3 Petacas 8
Bateas 4 Puertas 2

Había, además, numerosos objetos de devoción, como dos hechuras de santos, dos
cuadros religiosos, dos lienzos, dos objetos religiosos de oro y plata, un libro de ramillete16
que perteneció al alférez Gómez; este tipo de libros contienen meditaciones religiosas. En lo
profano, hay 8 cuadros de países, es decir de paisajes. Por último, hay 20 cuadros de
temática desconocida, pero que al parecer sería profana, pues por lo general el escribano
especifica cuando algún cuadro aludía a un santo.

Las joyas.

No tenemos forma de saber la calidad de las joyas que legan los testadores; su
número es escaso: sólo hay 22 objetos de oro frente a 58 de plata. Entre los primeros
abundan las sortijas y los zarcillos. En el segundo abundan los platos y sólo podemos
hacernos una idea, pues escasas veces se menciona su peso en marcos; por ello sólo
tenemos el dato de algunas piezas que en total pesan 24 marcos con 7 onzas.
Algunas de las testadoras tenían entre sus joyas zarcillos de higas y manillas de
coral, que con forma de pequeña manita mostraban el dedo pulgar asomado entre los
dedos: era una superstición de la época para alejar los males.
En plata se contabilizaron 20 platos, 8 cucharas, 7 vasos, 5 tembladeras, 5 saleros,
5 candelabros, 3 cucharones, 2 platones, 1 mate y bombilla, 1 jarro, 1 palangana y 1
bacinica.
La mayoría de estos bienes eran vendidos en almoneda, sólo muy pocos eran
legados a algún familiar a quien la difunta mostró en vida algún aprecio. Algunos testadores
especifican su valor y peso; en cambio otros no lo hacen. Llama la atención que Domingo
Rodrigues aparezca sin objetos de valor y, por su parte, Mariana Deza, quien dice poseer

15. Testador Fernando Alarcón


16. Según la Biblioteca Nacional de España los libros de ramillete eran muy abundantes en el siglo XVII.

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

algunos, no los precisa más que al bulto. María de Escobar y Catalina de Castro son las
testadoras que aparecen con más joyas, en total 18 objetos entre ambas, sobre un total de
31: brazaletes de granates falsos, un collar de granates finos, zarcillos de higas de oro
esmaltados con esmalte verde y gruesas perlas, tres collares de granates finos uno con
perlas de ágatas, un anillo de tumbaya,17 cinco sortijas de oro, cada una con sus esmeraldas,
unos aritos de oro con perlas y granates y, por último, unos zarcillos de mariposa con higas
de oro. Eugenio Gomes, el alférez inventariado, deja entre sus bienes un San Francisco de
plata que el escribano se adjudica en pago por sus servicios.

Cuadro nº 6. Joyas de oro, plata, coral y pedrería

Manillas de corales 1 Vasos de plata 1 Vasenica de plata 1 Aros de oro 2


Sortijas de oro 13 Saleros de plata 5 Platón de plata 2 Jarro de plata 2
Platos de plata 20 Zarcillos de oro 7 Cucharón de plata 3 Tembladeras 5
Mate y bombilla de plata 2 Cucharas de plata 8 Vasos de cristal 2 Piedras 4
Candelabros de plata 5 Fuentes de plata 3 Palangana de plata 1

Herramientas, mercancías y elementos de uso común e industrial.

En los textos mencionados se menciona un alambique, tinajas de guardar vino,


grandes pailas de cobre, hormas de zapato con sacaboqueado (sic) y tranchete,18 pastas y
libras de cobre y hierro, fanegas de harina, trigo y ají, quintales de hilo de acarreto y de pabilo.
Rodríguez, un comerciante, vendía hilo de acarreto, su alambique (alquitara) estaba en
poder de su yerno, Diego de Silva, quien probablemente lo utilizaba para destilar
aguardiente. Ocón y Leiva era un productor de vinos, pues tenía ocho tinajas de guardar,
además de una paila de cobre de 50 libras y un brasero de 18 libras; en torno a sus tierras
existían viñedos. Lorenzo Roldán y Antonio Fariñas eran zapateros, pues tenían hormas y
herramientas para confeccionar calzado; el primero, además, posee seis cueros nuevos de
echar vino breados; tiene dos sierras, una de hoja grande y otra pequeña, una azuela y dos
chopes,19 y cambia mantos por almudes de ají. Altamirano era un comerciante en harinas de
Aconcagua y poseía fanegas de trigo blanquillo apestado. Tomás Jorquera, además de
poseer ganado, compraba pastas y libras de cobre.

17. Tumbaya o tumbaga, cualquier sortija hecha con mezcla de cobre, Diccionario de Aut. Vol.3, p.615
18. Tranchete; instrumento que usan los zapateros, y es un cuchillo ancho y corvo, en figura de media luna.(
junto al sacabocado y tranchete figura una Tizona, ignoramos su significado) Diccionario de Aut. Vol. 3, p.
323
19. Chopes, vocablo que hallamos junto a azuela y hacha en España la palabra chopo designa a un árbol de
madera blanda y en lengua mapuche chope designa a un garfio.

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Jorge Abarca A. - Revista Archivum año VIII nº 9

Cuadro nº 7 Herramientas, mercancías y elementos de uso industrial.

Azadones de hierro 2 Pailas de cobre 7 Barretilla 1


Quintales de hilo de acarreto 1 Libras de cobre 39 Braseros 6
Hormas de zapato 34 Libras de hierro 8 Hachas 4
Paila de cobre de 50 libras 1 Libras de cera labrada 20 Sacaboqueado 1
Pailas de hierro 1 Pastas de cobre corriente 3 Fanegas de ají 1
Pailas de almidón 3 Tinajas de guardar vino 8 Pala de hierro 1
Asadores de hierro 5 Almudes de ají 3 Tranchete 1
Quintales de pabilo 1 2 Machete 1
Tijeras (chiquitas)
Fanegas de trigo blanco 50 Tablas de alerce y roble 6 Sierras 2
1 Chopes 2 Azuela 1
Brasero de 18 libras
Fanegas de harina 90 Alquitara 1 Pico 1
Cargas de leña de espino 20 Almirez 1

III. Sectores sociales.

Los arrieros.
Cuadro nº 8 Animales y aperos de arriero.

costales de vaca 40 Frenos mulares 5 Enjalmas 3


mulas de gran valor 1 Pares de espuelas 4 Jaquimontas 1
mulas mansas de arria 45 Mulas madrinas 4 Vaquetas 2
Aparejos de mulas 25 lanza de jinete 1 Caballos 1
resto de mulas 103 Mulas de camino 8 Yeguas 4
estribos baúles con chapas de fierro 2 Freno de jinete 1 Picas 2

Entre los treinta y un testadores aparecen tres arrieros, ninguno de los cuales figura
con capital activo significativo; si bien su número parece exiguo, hay más personas que
participan de la actividad algunos de ellos parientes que actúan en el negocio por su cuenta
o bien los asistían, ya fuese como ayudantes o arrieros. Los datos y las cifras tan mezquinas
no nos permiten establecer ninguna aproximación en esa actividad. Por otros estudios,
sabemos que los arrieros, no sólo se ocupaban de los quehaceres de llevar carga, sino que
además hacían suyo el traslado de diversos artículos o bien aceptaban pedidos de algunos
comerciantes con quienes temporalmente se asociaban. La importancia de la actividad la
da el que entre los testadores aparecen 25 aparejos de mulas y 40 costales y 5 frenos
mulares. En todo el universo de testadores no hay mención más que de un freno de jinete.

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

Bartolomé de La Vega, era un caso de arriero porteño; sabemos que tenía veinte
cargas de leña de espino en bodegas, probablemente cortada y cargada en algún viaje de
retorno. Cuando se casó, tenía solamente cuatro mulas y al final de sus días tenía cuarenta,
siendo cinco de ellas las más valiosas por ser de camino. Si bien no muestra algún dinero
significativo, al menos dejaba su vida terrenal sin deudas considerables. Vega en sus viajes
vestía un sencillo armador de bayeta, preparaba su comida en una olla y bebía en un vaso de
vidrio, objetos que aparecen entre sus bienes personales. Siempre lo acompañó y ayudó su
sobrino Tomás Roldán, quien tenía algunos de sus aparejos, y quien debió servirle fielmente,
pues le dejaba ocho mulas, más una de camino. Entre los instrumentos del oficio, Vega tenía
dos frenos mulares, dos pares de espuelas, un freno jinete, una enjalma20 de vaquera y
jaquimonta21 y una baqueta22 colorada. Entre sus deudores está Alejandro Castellanos -hijo
de la testadora Juana Jorquera- quien debía dos viajes de Catapilco a algún lugar que de
paso no menciona, quizás alguna hacienda: eran cuarenta cargas de sebo a seis reales cada
mula. Vega, al parecer, tenía un lugar para hospedarse en Santiago, donde poseía dos
sombreros, de los cuales uno nuevo, de vicuña, y una espada que había mandado alinear,
elementos con los cuales tal vez acostumbraba a presentarse fuera ya de las actividades
propias de su oficio.
Juana Jorquera alguna cercana relación debió tener con el negocio de la arriería,
pues aparece legando 20 mulas a Rafael Madrid, hijo de su primer matrimonio. Distinto es el
caso de María Ortis, una viuda con cinco hijos, que al parecer no había prosperado en el
negocio de ser arriero, pues declaraba ser pobre de solemnidad, pobreza que al parecer la
acompañaba desde hacía muchos años, pues refiere que su difunto marido, Juan de Soto,
no tuvo bienes “ni antes ni después de casado”; los bienes a repartir, y no sabemos su
cuantía, eran los de sus padres. A doña María le inquietaba ser sepultada sin el hábito
franciscano; entre sus deudas estaba una mula de carga avaluada en tres coronas, pero las
deudas no le impidieron integrar una cofradía, La Esclavitud del Santísimo Sacramento, y
cada año pagaba para ser “yndicna esclava”, a la que decía deber tres pesos con dos reales.
Doña María tenía menos mulas que Vega, sólo veinticinco, las cuales doña María legaba a
sus hijos Javier, Andrés y Bartolomé para que con ellas “trabajen y se batan”; difícil en verdad
resultaría el que tres personas con tan escaso número de mulas pudieran subsistir, por lo
que se comprende la ambición de sus vástagos por el resto del hato. Su hija Melchora,
cuando casó, había recibido en ayuda veinte mulas de parte de su hermano Juan Ortis al
momento de partir este a El Callao, en donde había fallecido. Estas mulas las trabajaba su
yerno Pedro de Jorquera; como ya apuntamos había una tirantez familiar por las
mencionadas mulas, pues doña María establece en su testamento que estas no podían ser
consideradas en la partición de los bienes, porque habían sido entregadas como ya dijimos,
en su vida (aunque temporalmente) como dádiva graciosa por su tío Juan a Melchora quien,
junto a su hermana Beatriz, no habían recibido cosa alguna de su madre.

20. Aparejo para los animales de carga


21. Parte del arnés del caballo
22. Cuero o piel de buey o vaca, curtido y adobado.

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Jorge Abarca A. - Revista Archivum año VIII nº 9

El alférez José Dias, oriundo de La Serena, tenía 47 mulas mansas de arria entre
ellas se contaban tres chúcaras y dos de camino, una de las cuales pertenecía a su mujer,
23
Agustina Vásquez, y otra madrina con dos crías hembras, que igualmente pertenecían a su
mujer, más tres madrinas chúcaras y un caballo que servían a tal propósito. Por último, tres
yeguas chúcaras y una yegua baya mansa. Además contaba Dias con 40 costales de vaca -
algunos de los cuales estaban en mal estado-, más 17 aparejos nuevos aviados, más 8
usados y bien tratados con todos sus avíos, dos enjalmas de vaqueta usadas y una vaqueta
negra, un freno mular y un par de espuelas. Dias había empeñado algunos de sus bienes con
el bodeguero Francisco de España, personaje que menciona Vicuña Mackenna en su obra
sobre Valparaíso.

Los Vecinos.

Entre los testadores de Valparaíso, hubo algunos que se declaraban pobres; otros al
hacer un postrer pedido de auxilio, evidenciaban lo angustiante de su situación. En cambio,
unos pocos vivían holgadamente: tenían tierras, ganados, casas, esclavos y sirvientes.
Recordamos el caso de Juan Velásquez de Cobarrubias y Lisperguer 24 (1650-1721), doctor
en Teología, presbítero, vicario foráneo de Valparaíso y comisario del Santo Oficio de la
Inquisición. Era hijo del oficial de la Real Hacienda, Juan Alfonso Velásquez de Covarrubias y
de doña Petronila de Lisperguer y Solórzano. Velásquez destaca por su caridad y sabiduría;
había hecho donaciones a los pobres de pisos para habitar en las quebradas. En 1697,
aparece en la venta de una esclava, y al año siguiente en la compra de otro. Era tío de
Francisco Díaz Pimienta, un benemérito de Indias. Tenemos la descripción que Vicuña
Mackenna nos hiciera de él; “alto, corpulento, hermoso de rostro, afable con los extranjeros,
instruído en todas las cosas de su ministerio…” 25
Mariana Deza, (1669) natural de Santiago, era sin duda la persona más acaudalada
de Valparaíso en ese entonces. Su capital, que no está repartido como en otros casos -entre
pequeños deudores- asciende a 1.128 pesos. Cuando se casó, su capital de dote fue de mil
pesos de oro más ajuar. Dueña de todo el Almendral, que a su pesar ya estaba ocupado por
numerosos moradores autorizados por uno de sus hijos, situación que a ella la contrariaba.
Vivió en una casa grande, cercada de tapias y tejada; en dicha propiedad había tres bodegas
grandes tejadas. Además, tenía una bodega y sitio con dos aposentos en el puerto.
Lamentablemente su testamento no registra las joyas y enseres de su propiedad. Pone un
sitio con casa y huerta por cuatrocientos pesos a censo al 5%, que destina a San Francisco
para salvación de su alma pide 200 misas rezadas-. Tenía una esclava negra de 18 años, dos
esclavos negros de 50 años y un mulato de año y medio, que destina a uno de sus hijos. Tenía
una capilla en el Almendral y pide ser sepultada con cruz alta, capa de coro y acompañada de
cura y sacristán.

23. Madrina o maorina; yegua con cría llamada madrina iba siempre a la cabeza de las mulas conducida por
un muchacho. FELIÚ CRUZ, Guillermo, Santiago a comienzos del siglo XIX, Andrés Bello 1970, Stgo., P. 147.
24. No figura entre los testadores, pero se relaciona con uno de ellos, Gerónimo Flores.
25. VICUÑA MACKENNA, B.; Op. cit., Tomo I, pp. 559-560

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

Gerardo Ocón y Leiva, terrateniente, bodeguero y viñatero, figura con un capital muy
disminuido -538 pesos- que presumimos repartió antes; sus deudas, afirma son injustas, y
de las cuales asegura haber cancelado una por 300 pesos. Posee tinajas de guardar vino,
sobre algunas de las cuales impone una capellanía. Tenía numerosas tierras aledañas a
viñedos. Entre sus esclavos figuran Lucía y Andrés Matamba, este último un negro ya viejo y
enfermo. Ocón y Leiva era padre soltero de un hijo mulato, a quien lega su cama y aderezo de
espada y daga. Pide ser sepultado en San Francisco con cruz alta y acompañado de cura y
sacristán.
Baltasar de Grande, (1704) natural de San Lucas de Barramea; España, su capital
es de 1.100 pesos. Señala que al momento de casarse su caudal era de tres mil pesos y que
esto era conocido en Valparaíso. Aparece relacionándose con bodegueros como Francisco
España. De Grande dice tener cuartos de alquiler y tienda. Su casa la adquirió a censo y en
su testamento ordena vender sólo una parte de ella. Tenía entre sus bienes obras de arte -
un cuadro grande y dos pequeñitos-. Pide ser sepultado con cruz alta y acompañado de cura
y sacristán.
Tomás Jorquera, (1688 ) cuyo capital era de 890 pesos, poseía ganado mayor y
menor: 228 vacunos, 187 carneros, 213 ovejas y 4 mulas. Entre sus bienes había pastas y
libras de cobre. No menciona cómo era su vivienda. Tenía una negra esclava llamada María,
a la que dice haber vendido en 500 pesos, además de un niño mulato de once años llamado
Pascual. Pide ser sepultado con cruz alta, capa de coro y acompañamiento de cura y
sacristán.
Luisa Pardo, (1688) mujer sola, muy pobre, a la cual han proveído de vestuario,
alimentos y sustento por espacio de 20 años. Posee varios ranchos que ha ido donando en
vida a su benefactor, Juan Días. Las únicas prendas nuevas que poseía eran unas camisas
de rúan, que una vez difunta, sirven para vestirla.
María Ortis(1688), que se declara pobre de solemnidad, vive de las mulas de carga
de las cuales dice tener 25. Al final de sus días sólo declara deudas.
Gerónimo Flores (1692) aparece lleno de deudas, que suman 205 pesos con un
real; fue capitán reformado, su única esperanza es que le cancelen los sueldos impagos que
alega merecer por haber servido como alférez de compañía pagada por cinco años. Dice
haber recibido de personas caritativas unos carneros para alimentar su familia. Uno de sus
últimos deseos es que su hijo sea entregado a la custodia de un fraile.
María Brito, (1694) mujer parda libre, natural de Santiago, se declara pobre; tenía
dos hijas naturales, a las que lega una caja. Posee un cuarto de solar en Santiago, el que
pide sea vendido.

Los comerciantes.

Juan Velásquez de Cobarrubias y Lisperguer, sin duda, era un prestamista, aparece


como acreedor de Jerónimo Flores por 124 pesos; este último, según Vicuña, había
participado en la guerra contra los piratas.
Juana de Castro figura como acreedora del capitán Damián de Noguera en 432
pesos, que los ha recibido en reales a un 8% de interés. Juana indicaba que Noguera le debía

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Jorge Abarca A. - Revista Archivum año VIII nº 9

un premio de 52 pesos, tras una ausencia de tres meses del señalado. Juana señala haber
realizado otro préstamo en la persona del capitán Matheo Piquer, el cual le debería 45 pesos
de una cantidad mayor. Juana refiere que estos préstamos los ha hecho ante escritura, lo
que llama nuestra atención, pues no ha sido con el conocimiento de su marido ausente,
quien es un marino ausente muchos años, y pide perdón postrero por haber ocultado estos
manejos a su esposo. En su testamento, Juana confesaba haber ocultado una gran cantidad
de dinero a su marido ausente, usando la expresión; “ los e onestado del dicho mi marido”.26
Juan Romero había prestado doscientos pesos a doña Juana Izquierdo con un 8% de
interés.
Domingo Rodríguez de Almeyda aparece con dieciocho préstamos por montos que
van desde los once pesos hasta los cuatrocientos sesenta pesos; un cuarto de su capital
aparece repartido entre numerosos deudores, cuatro de ellos residían entre el Cuzco y Arica
y uno en Chiloé. Rodríguez de Almeyda se relacionaba con escribanos, frailes, pilotos,
pescadores e inclusive un maestro de arpa. El capitán Juan Riquelme era su mayor deudor
por una deuda de 460 pesos, que señala restar de una cantidad mayor que le prestó.
Respecto a uno de sus deudores, que estaba en Arica, Rodríguez señaló que “lo cobro a la
sevillana”.27 No sabemos el significado de la alusión, tal vez se refería a un cobro por poder o
mediante alguien que oficiaba de banquero en Arica.

IV. Ser pobre en el siglo XVII

Entre los habitantes de las quebradas de Valparaíso vivían indígenas y pardos:


algunos al parecer eran sirvientes como sería el caso de Rosa, una india que vivía en el
rancho de Francisco Gómez.
Entre los treinta y un testamentos y dos inventarios aparecen veintiún integrantes
de castas, algunos de los cuales eran libres pero la mayoría eran esclavos. En el primer caso
(pardos libres) estaban por ejemplo: María Brito, con sus dos hijas, un capitán de apellido
Sojo, y los pardos libres Antonio Fariñas, Juan Gerónimo y Chombo.28
Los naturales estaban representados por Juan del Cristo, Juan de La Rosa, Flora y
otra sin nombre que habitaba en una quebrada. Ellos se relacionaban con los moradores
españoles de Valparaíso, sirviendo de zapateros o sastres, o bien, al haberse granjeado el
préstamo de algunos reales, como era el caso de Flora, quien debía algunos reales a doña
Catalina de Carabantes. Un mulato llamado Martin Clemente era hijo natural de un
terrateniente, Gerardo Ocón de Leiva, el cual no sólo le legaba la cama de su uso y un
aderezo de espada y daga, sino que también la disposición legal de que sea libre y que reciba
de manos de su hermana un pedazo de tierra. Antonio Fariñas, pardo libre, revela tener una

26. A.N.V volumen III, foja 815 “…que aunque los eonestado del dicho mi marido (h)a sido por considerarle
en el discurso de su vida (h)asta (h)oi sobre aguas del mar donde tiene su servicio para mantenerse y
mantenerme motivo para que no le dijiese tener este caudal y así lo declaro.”
27. A.N.V volumen I, foja 206 “ythen declaro que Pedro García Sidron que esta en arica me debe siento y
treinta y cuatro pesos que cobro a la sevillana de mi quenta mando se cobren por mis vienes.”
28. Chombo, en Panamá vocablo que alude a los negros antillanos.

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

29
hija natural llamada María Josefa, la cual dice haber tenido “en voz de matrimonio”, esto
es, que la engendró tras realizar promesa de matrimonio a alguna mujer, situación que la
iglesia aceptaba y que permitía al bajo pueblo acceder a relaciones carnales antes del
matrimonio. Agustina era una india de doce años, comprada a la usanza, por el capitán
Fernando Vásquez, tal vez con el propósito de servir y hacer compañía a su hija Josefa. Su
destino queda sellado en el testamento de María Escobar, continuando al servicio de la
heredera es decir Josefa. María, una negra esclava de dieciocho años, al servicio de doña
María Deza es separada, por el testamento de esta última, de su hijo de sólo año y medio,
que es entregado a Mateo e Inés, una pareja de negros esclavos de unos cincuenta años de
edad (¿tal vez sus abuelos?) para servir juntos a un hijo de su ama, mientras que María era
destinada a la nieta de la testadora.
Una parda libre, María Brito, natural de Santiago al parecer regentaba un lugar por
cuenta de doña Josepha Vasquez de Arce; al lugar en cuestión llegaban marinos a beber vino
y aguardiente. María, al momento de fallecer, tenía dinero que en pesos o reales le daban a
30
depositar estos marinos, uno de los cuales sabemos que era “compañero de San Francisco”
expresión que hemos visto en otros documentos para referirse al integrante de la tripulación
de una nave. Había diversas cuentas en las que figuraban distintos deudores.
¿Qué era precisamente ese lugar? ¿Una taberna? ¿Un lugar de vida alegre?
Difícil saberlo: la parquedad del documento legal no permite más. Entre los bienes
aparecen las ropas usadas por María, entre ellas una mantilla mora de bayeta de Castilla y
una pollera de tafetán. Resulta extraño el que aparezcan pocos muebles, en el inventario
sólo había una pequeña mesita. María Brito, empero, no era una mujer desvalida, pues era
dueña de un cuarto de solar en el barrio de San Juan de Dios en Santiago.

Las penurias materiales.

Un sombrero nuevo costaba veinte pesos, lo que equivalía al valor de ochenta ovejas
por lo que tener uno era difícil para un pobre morador.
Simón y Josefa Romero eran hijos naturales que reciben diez pesos cada cual de su
fallecido padre, cifra que equivalía al precio de un corte de lazo amarillo de seda, pero que no
bastaba para un manto nuevo de Toledo cuyo costo se empinaba por sobre los doce pesos.
Doña Juana Jorquera tenía por hijo a un huérfano y se preocupa de que a su muerte
este reciba diez pesos añadiendo la frase “por el amor que le tengo”.31
Un caso patético es el de Luisa Pardo de Figueroa, quien era dueña de algunos
ranchitos; muere sola, sin ningún familiar directo que la acompañe, sólo figura el interesado
directo en sus bienes, el sastre Juan Días de León, quien era su heredero y lo fundamentaba

29. A.N.V vol. II, f. 386 “…y esta mi ultima y postrimera voluntad se cumpla y guarde con declaración que
hago declarando por mi hija María Josefa la qual hube en voz de matrimonio.”
30. A.N.V vol. II, f. 215. “ …trece pesos que debe el sargento Pedro de la Serna dos pesos y dos reales Pedro
Godoy compañero de San Francisco cuatro pesos Alejandro Marina un peso y seis reales Mathias Pereira...”
Inventario de bienes de María Brito.
31. A.N.V vol. III, “ yten es mi voluntad que se le den a un huérfano que (ten)go en lugar de (h)yjo dies pesos
por el amor que le tengo”

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Jorge Abarca A. - Revista Archivum año VIII nº 9

con razones como las de que en el pasado había ayudado a su sustento y luego, con
desencanto y desenfado, pasa a afirmar que los bienes de la difunta apenas compensarán
todos los gastos en que ha incurrido. Si esto era así, ¿cómo es que Luisa Pardo recibe un
entierro mayor con doce misas rezadas? La testadora, sorprendida por la muerte, no habría
tenido tiempo de hacer su testamento y había señalado que su entierro sería al arbitrio de
Díaz. Ningún dinero aparece en el texto legal, sólo asoman los escasos bienes de la difunta y
entre estos había dos prendas nuevas de cierta calidad que la difunta ha llevado consigo al
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más allá. El notario escribió; “la dicha difunta lo llevó a la sepultura” ¿Por qué causas Luisa
Pardo de Figueroa, hija de español y natural quien decía ser de Santiago había llegado a
Valparaíso? Si Luisa Pardo subsistió en un principio de alguna actividad, pronto cayó en la
pobreza, pues hacía veinte años que era mantenida por Díaz, quien recibió en vida tres de
los cuatro ranchos que su protegida tenía ¿Cómo pudo Luisa adquirir cuatro ranchos y un
sitio si vivía en la pobreza? ¿Acaso había heredado dichos ranchos de algún desconocido
familiar? Son preguntas que no hallan su camino.
Jerónimo Flores, un capitán que alguna vez luchara contra los piratas, llega rodeado
de acreedores al final de sus días y en un estado de pobreza tal, que dispone la entrega de su
hijo Martín a Fray Joseph Munis. Su familia se alimentaba sólo de algunos animales que les
daba Tomas Roldán.
Catalina de Castro señala que, cuando se casó, sus padres no dieron cosa alguna en
dote, porque eran pobres. Ana era una niña huérfana, criada por Francisca Vásquez de Arce,
a quien legaba cien pesos. Juana Jorquera, señala cómo la dote que recibiera de sus padres,
con el paso del tiempo se convirtió en humo “sincuenta cavesas de ganado bacuno, dos
platillos de plata y huna fuentesita lo cual se bendió para el entierro del dicho mi marido, la
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plata labrada y en cuanto a las bacas todas se fueron menoscallando por su falta.”
Asimismo declaraba doña Juana de Castro que cuando se casó, “entre a su poder
bestida según alcanzaban mis fuerzas”, al contrario a su marido, al que señalaba vestido
con el tratamiento de hombre de bien. Atención preferente era para doña Juana su hermana
y su sobrina; le preocupaba que vivieran con “descario” para lo cual las nombraba
beneficiarias con una capellanía.
Francisco era un niño criado por José Díaz, a quien, al parecer, había dado su
apellido; legaba a este una caja de tercio y le rogaba a su mujer le diesen de sus bienes lo que
quisiere.

Conclusiones.

Los moradores de Valparaíso en el siglo XVII habitaban, en su mayoría, en ranchos


de paja: sólo muy pocos disponían de casas con tejas y aposentos para rentar. Algunos
subsistían como zapateros y arrieros; otros, en cambio, eran ganaderos, prestamistas o
viñateros. Mientras que los menos vestían camisas, usaban hilo de oro, botones de plata y
cubrían su cabeza con sombrero de vicuña o castor, los más tenían sólo un armador de

32. A.N.V vol. I, f. 181 “dos camisas nuevas de rruan La dicha difunta lo llevo a la cepultura=mas dos
sabanas mantas blancas=una mantilla vieja de bayeta de castilla=mas una petaca sin llave.”
33. A.N.V vol. III, f.

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Análisis testamentario: una aproximación a la vida material de Valparaíso en el...

bayeta para cubrirse.


Entre sus habitantes, al igual que hoy había seres marginados bajo la forma de niños
huérfanos e indios, los primeros lograron subsistir bajo la protección de viudas
compadecidas, mientras que los segundos habitaban las quebradas y en calidad de
sirvientes se relacionaban con las familias de los españoles.
Había conexiones entre sus habitantes con distantes lugares como Guayaquil y
Lima, era el caso de Catalina de Castro quien había oído rumores sobre su desaparecido
marido, María Ortis a quien desde El Callao le llegase la noticia de la muerte de su hermano y
María Deza que pierde a su hijo en Potosí.
Valparaíso en el seiscientos era un lugar en que escaseaban los objetos de cristal
(vasos y espejos), así como también caballos, libros, camas, sombreros. Por el contrario
abundaban estrados, taburetes, mesas pequeñas, cuadros de piedad y profanos, mulas,
cajas de tercio, objetos de plata y hormas de zapato.
Sus bodegueros comerciaban pastas y libras de cobre, así como hierro, hilo de
acarreto, pabilo, cera labrada, almudes de ají, fanegas de harina y trigo, además de producir
vino y destilar aguardiente.
En el puerto vivían algunos beneméritos con importantes parientes en Santiago,
algunos de ellos eran prestamistas como Juan Velásquez de Covarrubias y Lisperguer, en
esta modalidad crediticia también se hallaban mujeres solas que como Juana de Castro sin
permiso de su cónyuge facilitaban capital a quienes participaban en el comercio marítimo.
Chile en el siglo XVII permanece hasta hoy insuficientemente estudiado por nuestra
historiografía. Tras nuestro estudio testamentario asoman fleteros, bodegueros y
comerciantes cuyas actividades de manera incipiente iniciaron el camino que convertirá a
Valparaíso en el principal puerto del Pacífico Sur.

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