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5.2 El caso fortuito y la fuerza mayor como causa de exoneración para el dueudor
Históricamente, el deslinde entre caso fortuito y fuerza mayor ha sido complejo
y problemático, pues las propuestas doctrinales esbozadas al respecto no han encontrado
siempre correspondencia con las previsiones normativas oportunas. Los hechos
provenientes de la naturaleza serían casos fortuitos, como los terremotos, maremotos,
etc., los eventos nacidos de la actuación humana, como las guerras o los robos e
incendios, originarían supuestos de fuerza mayor. Atendiendo al dato de la
imprevisibilidad o inevitabilidad del suceso, se proponía sin embargo que los sucesos
imprevisibles deberían considerarse casos fortuitos, mientras que los inevitables
deberían ser calificados como supuestos de fuerza mayor.
Quizás por ello, los redactores del Código optaron por no utilizar ninguna de
tales expresiones en el artículo 1.105, limitándose a disponer que, salvo precisiones, el
deudor quedará exonerado de responsabilidad en el caso de que el incumplimiento de la
obligación se debiera a la presencia de sucesos tanto imprevisibles cuanto inevitables.
Aunque, por lo general, acreditar la existencia del caso fortuito o de la fuerza
mayor, es evidente que será el deudor que pretenda exonerarse del cumplimiento de la
obligación quien haya de probar el efectivo acaecimiento de circunstancias
objetivamente insuperables a su capacidad de acción.
La tendencial exoneración de responsabilidad del deudor en los supuestos de
concurrencia de caso fortuito o fuerza mayor es una regla general legalmente
establecida que, desde luego, no tiene carácter absoluto ni hade producirse de forma
necesaria. La norma contenida en el artículo 1.105 carece de carácter imperativo y, por
consiguiente, es libremente disponible para los sujetos de la obligaciones, quienes
pueden pactar legítimamente la pervivencia de la responsabilidad del deudor en caso de
incumplimiento inclusive cuando éste se deba al acaecimiento de algún supuesto de
caso fortuito o fuerza mayor.
No obstante, hay excepciones, en las que el deudor responderá incluso en casos
fortuitos y de fuerza mayor:
Cuando destina la cosa a un uso distinto de aquel para el que se le prestó o la
conserva en su poder por más tiempo del convenido.
Cuando la cosa se le entregó bajo tasación.
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La culpa.
El artículo 1.104,1 define la culpa o negligencia como la “omisión de aquella
diligencia que exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de
las personas, del tiempo y del lugar”.
Los factores a considerar para determinar el grado de diligencia exigibles son
múltiples y muy variados, requiriendo en todo supuesto real una determinación concreta
y ad hoc, pues la diligencia exigible al deudor podrá ser sustancialmente diferente
incluso en relaciones obligatorias que resulten similares, si no idénticas, atendiendo a la
naturaleza o al contenido de la prestación.
Pero todo esto queda oscurecido por el párrafo segundo al establecer que
“cuando la obligación no exprese la diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento,
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El dolo.
El dolo en el cumplimiento consiste en una actuación consciente y deliberada del
deudor que, malévolamente, se resiste a cumplir cuanto debe. La actuación dolosa del
deudor se encuentra presidida por la mala fe o por la falta de buena fe en relación con el
cumplimiento de lo debido. Basta con que el deudor, a sabiendas, infrinja el deber de
cumplimento que pesa sobre él.
La actuación dolosa del deudor en el momento de cumplimento de las
obligaciones es considerada por el ordenamiento jurídico de mayor gravedad que la
culposa, por eso el Código Civil prohíbe:
Que los Tribunales puedan moderar o mitigar la responsabilidad dimanante de
dolo, mientras que les encomienda dicha moderación en caso de conducta culposa.
Que el acreedor renuncie anticipadamente a exigir la responsabilidad derivada
del dolo. Esta regla tiene un carácter imperativo, excluyendo en consecuencia que la
autonomía privada pueda contradecirla. La razón de semejante imposición, por otra
parte, es indiscutible, pues se funda en la irrenunciabilidad de los derechos que
contradigan el orden público.
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El Código utiliza dos nociones diversas de dolo: como vicio del consentimiento
en la celebración del contrato y como conducta del deudor reacio al cumplimento o dolo
causante del incumplimiento. El alcance y significado respectivo de tales significados
son notoriamente diferentes en el ámbito del Derecho patrimonial, pese a que ambos
tipos de dolo tengan la común característica de requerir una actuación contraria al
principio de la buena fe.
5.4 La mora del deudor
El retraso en el cumplimiento y presupuestos de la mora.
Se habla de mora del deudor cuando el cumplimiento de la obligación no tiene
lugar en el momento temporal prefijado. Mora equivale a retraso en el cumplimiento.
En determinadas ocasiones, el simple retraso en el cumplimento equivale al
incumplimiento total. Ocurre así en los supuestos en los que el cumplimiento de la
obligación ha sido sometido a un término esencial. Por tanto, sólo tendrá sentido hablar
de mora cuando el cumplimento, aunque tardío, resulte satisfactorio para el acreedor; al
mismo tiempo que la falta de cumplimiento sea imputable al deudor.
Quiere ello decir que la mora no es incompatible con la culpa o el dolo. La mora
encuentra su causa en la falta de diligencia o en la actuación dolosa del deudor. Si el
retraso en el cumplimiento ha sido originado por el caso fortuito o fuerza mayor y, por
tanto, no es imputable al deudor, éste no podrá ser constituido en mora.
De otra parte, la mora sólo entra en juego en las obligaciones positivas de
entregar o hacer alguna cosa.
La obligación ha de ser así mismo exigible, y en el caso particular de las
obligaciones pecuniarias, debe tratarse de deudas líquidas.
Efectos de la mora.
El deudor moroso queda obligado a:
1ºCumplir la obligación y, además, indemnizar los daños y perjuicios causados al
acreedor por su retraso.
Este efecto es común a cualquier tipo de incumplimiento: “quedan sujetos a la
indemnización de daños y perjuicios causados los que en el cumplimiento de sus
obligaciones incurrieren en dolo, negligencia o morosidad y los que de cualquier modo
contravinieren al tenor de aquéllas”.
Sin embargo, es necesario subrayar que, conforme el artículo 1.108 del Código
Civil: “Si la obligación consistiere en el pago de una cantidad de dinero, y el deudor
incurriere en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en
contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, el
interés legal”.
2ºResponder por falta de cumplimiento de la obligación incuso en los supuestos
en que el cumplimiento resulte imposible a consecuencia de caso fortuito o de fuerza
mayor.
El deudor moroso ve agravada su responsabilidad, pues la existencia de caso
fortuito o de fuerza mayor no le libera del cumplimiento, como normalmente ocurre. La
aludida agravación de responsabilidad suele denominarse perpetuatio obligationis.
Por el contrario, el deudor que se ha retrasado en el cumplimiento, pero no ha
sido constituido en mora:
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Las moratorias
Dado que la constitución en mora requiere, en principio, la reclamación del
cumplimiento o incumplimiento por parte del acreedor, es obvio que, cuando éste
concede un nuevo plazo de cumplimiento al deudor, la mora queda total y
absolutamente excluida de la relación obligatoria.
A esta prórroga del plazo o término del cumplimiento se le denomina moratoria.
Conviene distinguir entre:
Moratorias convencionales, esto es, dimanantes de la autonomía privada.
Moratorias legales, que encuentran su base de existencia en disposiciones
legales.
Las moratorias legales son mucho menos frecuentes, pese a su gran
trascendencia social, y suelen establecerse por Decreto-Ley en caso de catástrofes
(terremoto, inundación, sequía, etc.) que imposibilitan o dificultan una ciudadana
normal.
La ejecución forzosa.
La forma forzosa constituye, pues, el último paso que ha de dar el acreedor para
ver satisfecho su interés de cobrar. Para ello, ha de dirigirse al Juez o Tribunal
competente reclamando su intervención, a efectos de que se lleve a cabo el
cumplimiento de lo declarado en la sentencia. De no existir tal posibilidad, la mayor
parte de las sentencias se quedarían en papel mojado.
La ejecución forzosa podrá tener lugar de dos maneras:
a)En forma específica, o sea, mediante el denominado cumplimiento in natura, y
b)En forma genérica o mediante el cumplimiento por equivalente pecuniario.
La denominada ejecución forzosa en forma en forma específica consiste en
obtener judicialmente la prestación tal y como quedó prefijada en el título constitutivo
de la obligación. En este caso se habla también de cumplimiento in natura.
En el caso de que ni siquiera el Juez pueda obtener el cumplimiento in natura,
éste habrá de reconvertirse a un puro resarcimiento pecuniario una vez que el Juez
determine el montaje del mismo. Se habla en tal caso de cumplimento por equivalente
(pecuniario) en razón de la suma de dinero fijada en sustitución de la prestación debida
propiamente dicha, equivale al valor patrimonial de la prestación no ejecutada.
El Código Civil se refiere a la ejecución específica en diversos preceptos en
atención a la diferente naturaleza de la prestación. La prestación in natura podrá
conseguirse, trámite la autoridad judicial, mediante su ejecución por un tercero, siempre
a expensas del deudor incumplidor (esto es, el deudor correrá con los gastos de dicha
ejecución).
1ºObligación de dar: “Cuando lo que deba entregarse sea una cosa determinada,
el acreedor, independientemente del derecho que le otorga el artículo 1.101, puede
compeler al deudor a que realice la entrega.
Si la cosa fuere indeterminada o genérica, podrá pedir que se cumpla la obligación a
expensas del deudor” (artículo 1.096).
2ºObligación de hacer: “Si el obligado a hacer alguna cosa no la hiciere, se
mandará ejecutar a su costa. Esto mismo se observará si la hiciere contraviniendo el
tenor de la obligación. Además podrá decretarse que se deshaga lo mal hecho” (artículo
1.098).
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