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En la lengua alemana, la afinidad está caracterizada como el opuesto del parentesco.

La "afinidad" es parentesco con reservas... es parentesco pero... (Wahlverwandschaft,


equivocadamente traducido como "afinidad electiva", un flagrante pleonasmo, ya que
ninguna afinidad puede ser no electiva; sólo el parentesco está pura y simplemente, se
quiera o no, predeterminado...). La elección es el factor calificador: transforma el
parentesco en afinidad. Sin embargo, también delata la ambición de la afinidad: su
intención es ser como el parentesco, tan incondicional, irrevocable e indisoluble como el
parentesco (eventualmente, la afinidad se entrelazará con el linaje y se hará indiscernible
del resto de la red de parentesco; la afinidad de una generación se convertirá en el
parentesco de la siguiente). Pero ni siquiera los matrimonios —contrariamente a la
insistencia de los sacerdotes—se realizan en el cielo, y lo que los seres humanos han unido
puede ser disuelto por los seres humanos.
Por supuesto, nos encantaría que el parentesco estuviera precedido por la elección, pero
también que, luego de la elección, el parentesco fuera exactamente lo que ya es:
firmemente resistente, duradero, confiable, persistente, indisoluble. Ésa es la ambivalencia
endémica de toda Wahlverwandschaft, su marca de nacimiento (una peste y un encanto,
una bendición y una pesadilla) que no puede borrarse. El acto fundante de la elección es el
poder de seducción de la afinidad y su condena.

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