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CONTEXTO HISTORICO CULTURAL DE LA PRIMERA MITAD DEL

SIGLO XX

El presente trabajo literario desarrollará una visión de la revolución cultural que se


llevó a cabo en la primera mitad del siglo XX, dentro de la cual surgió la novela “La
Región mas Transparente” de Carlos Fuentes, que retrata al México de esa época
durante el desarrollo artístico de esta obra, ya que a través del relato de la historia y
vida de sus personajes se mencionan lugares, facetas, ambientes y contextos
referentes a esta revolución cultural.
Antes que nada será necesario deducir lo que es la revolución cultural, la cual
puede entenderse como cualquier corriente artística, filosófica y estética que
proponga y exponga expresiones creativas innovadoras, originales o libres y que de
alguna manera resultan antagónicas al canon o tradición cultural establecida a la
que los partícipes de tal revolución consideran retrógrada, alienante o asfixiante. Es
lo que se entiende por contracultura, pero cuando esta logra influenciar o incluso
transformar de una manera más o menos notable el entorno social, pero no por
haberse hecho una moda sino por crear conciencia. Usualmente están vinculados o
simpatizan con alguna visión política disidente o de crítica social ya que consideran
que la libertad cultural es un requisito para una sociedad libre y muchas veces
oponen la revolución cultural a la revolución industrial y el capitalismo por el hecho
de que aquella mecanizó la vida y la masificó despojándola de sus propios
creadores (los seres humanos) y el otro ha convertido todo en banalidad, mercancía
y por tanto objeto tan sólo de consumo por lo que de alguna forma los partícipes de
este movimiento cultural alternativo intentan lo que a su criterio sería devolverse a sí
mismos y a las demás personas la vitalidad perdida, no es un rechazo a la máquina
o a la producción económica sino a la maquinización y mercantilización de los
modos de vida.
En el siglo XX la ciencia y la tecnología se desarrollan a pasos agigantados;
los transportes en sí los medios de comunicación, ganan tiempo al tiempo; las
disputas neocoloniales, propician gobiernos militaristas. En sí, el siglo XX representa
los aspectos más complejos, que en ninguna otra centuria se había dado: guerras,
revoluciones, ciencia, etc. deja muy poco tiempo para apreciar la belleza, los
cánones de la estética tradicional se han perdido y el artista se interesa por lo nuevo;

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la tecnología también aportó nuevos materiales de trabajo, como el cristal, el acero,
la madera laminada, etc. el utilitarismo rebasa el ornamento. Lo espiritual está
también en crisis; se da un acercamiento entre artes mayores y menores, pues todos
sienten la capacidad de desarrollar sus facultades en cualquier campo. La ética que
tanta importancia tuviera, es hoy adaptada a la sociedad de consumo; pero a pesar
de que el artista del siglo XX rompe con el pasado, es un heredero ancestral de la
cultura de miles de años.
ARTES PLÁSTICAS
En la pintura del siglo XX, surgen varias tendencias básicas para su desarrollo
entre las cuales están:
Fauvismo: (del francés fauve pronunciado "fov": fiera), término español para
denominar el estilo pictórico de características expresionistas tales como el uso de
colores intensos, principalmente el verde. Destaca sobre todo por ese cromatismo
antinatural. Buscan la fuerza expresiva del color aplicando colores distintos a los que
pueden verse en la realidad, por ejemplo, árboles amarillo limón o rostros de color
verde esmeralda.
Como movimiento expresionista apareció con una base de protesta opuesto al
Positivismo, al Naturalismo y al Impresionismo. Sus principales influencias vienen de
Paul Gauguin y de las ideas de Zola, Nietzsche, Stirner y Huysmans. Aunque
concebían la actividad artística como un impulso vital, el punto de partida fue la
resolución de problemas puramente plásticos, como el uso del color en una función
plástica y constructiva al mismo tiempo. El maestro del grupo fue Gustave Moreau,
en cuya escuela estudiaron Matisse y Rouault, Marquet, Manguin, Camoin y Puy.
Moureau no enseñaba ninguna doctrina sino que forzaba a sus alumnos a pintar con
independencia y con la técnica que fuera más adecuada a su temperamento. De la
obra de Gauguin aprendieron la libertad en el uso del color, que llevaron al extremo
(los colores como cartuchos de dinamita, que diría Derain), así como la liberación del
temperamento y el instinto personal. También admiraban la capacidad de síntesis y
el sentido decorativo de la obra de Gauguin. Para los fauvistas el cuadro debía ser
expresión y no composición y orden.
Arte abstracto: Dentro de esta tendencia, cada artista deja toda la libertad a lo
imprevisto de las materias (gusto por la mancha y por el azar) y a la aleatoriedad del
gesto, rechazando el dibujo y el control, así como la concepción tradicional de la

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pintura y su desarrollo, que va de la idea a la obra terminada, pasando por los
esbozos y los proyectos; es una obra abierta que el espectador puede leer
libremente. La aventura pictórica es completamente nueva: en vez de ir de un
significado para construir signos, el artista comienza por la fabricación de signos y
da a continuación el sentido.
Las características plásticas de esta pintura son: la espontaneidad del gesto,
el automatismo, el empleo expresivo de la materia, inexistencia de ideas
preconcebidas, la experiencia de lo hecho hace nacer la idea, la obra es el lugar y el
momento privilegiado en que el artista se descubre; es el final de la reproducción del
objeto para la representación del tema que se convierte en la finalidad de la pintura,
con un aspecto a veces caligráfico, pudiendo hablarse de una (Abstracción
caligráfica).
El muralismo: nació en un momento en el que el marximo estaba en plena
ebullición. Los ideales marxistas estaban muy presentes en los países
latinoamericanos y en México en particular que había vivido su revolución en 1910.
Comenzó así un proceso en el que se quería acercar el arte al pueblo retomando el
arte autóctono, azteca y maya dejando de lado el academicismo europeo que era el
que imperaba hasta ese momento. En 1922 se fundó el Sindicato de Pintores,
Escultores y Obreros Intelectuales, desde el cual se apoyaba la importancia de la
comunidad frente a la individualidad que se había dado en la América precolombina,
reivindicando el cambio de las bases de la economía mexicana sobretodo en lo
referente a la propiedad de la tierra , tal como preconizaba la revolución de 1910.
Después de un proceso en el que cada vez más desde el gobierno se apoyó
la identidad nacional, José Vasconcelos, Secretario de Instrucción Pública, cedió
espacios públicos para que los artistas Diego Rivera, José Clemente Orozco y David
Siqueiros entre otros, pudieran realizar murales que pudieran contemplar todas las
personas, incidiendo mucho en las clases trabajadoras que no tenían posibilidad de
acceder a la cultura. Así en 1922 se inició la andadura del muralismo mexicano
decorando la Secretaría de Educación y la Escuela Nacional Preparatoria. Los
murales tenían gran tradición en la América precolombina, recordemos los murales
de Teotihuacán por lo que no extraña que retomaran este tipo de arte al intentar un
renacimiento del arte indígena. Se trataba de aleccionar al pueblo a través de los
murales tal y como había ocurrido en el pasado.

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Diego Rivera (1886-1957): había estudiado en Italia a los muralistas del
Renacimiento, especialmente a Giotto, que le influyó en la utilización de tintas planas
y en su estilo narrativo. Rivera sugería las formas y volúmenes mediante las
aplicaciones de juegos de contrastes entre las luces y las sombras. Como sus
compañeros trató de captar en su obra la esencia mexicana.
José Clemente Orozco (1883-1949): estuvo muy comprometido con la
revolución mexicana. A Orozco lo podemos relacionar con el movimiento
expresionista, en cuanto a que no estaba tan interesado tanto en el color o en la
forma como en plasmar el sufrimiento y la opresión del pueblo.
José David Alfaro Siqueiros (1896-1974): estuvo muy comprometido
políticamente, tanto que fue encarcelado en siete ocasiones. Varios movimientos de
principios de siglo influyeron en su obra, el expresionismo, al igual que en el caso de
Orozco pero también el futurismo y el surrealismo. Sus obras destacaron por el
intenso empleo del color y por su utilización de la perspectiva de una manera muy
intensa.
Hay que añadir que los muralistas mexicanos contribuyeron al
perfeccionamiento de la técnica mural utilizada en el Renacimiento, ya que tuvieron
que buscar los medios para adaptar la técnica a la climatología ya que en muchos
casos las obras se pintaban en el exterior. Se dieron cuenta que la pintura al óleo o
el fresco no podía soportar la intemperie y comenzaron a desarrollar la pintura
acrílica que debido a sus componentes permanecía estable ante cambios climáticos
y además se secaba rápidamente.
MÚSICA
En lo referente a la música encontramos una tendencia nacionalista que
comienza en la década de los años 30, la cual fue fructífera, y podría definirse como
la culminación de optimismo cultural inspirada por la revolución. En la obra de Pablo
Moncayo, se nota un arreglo sinfónico de melodías tradicionales (a la manera del
nacionalismo romántico del siglo pasado); con Silvestre Revueltas, apenas se hace
una que otra alusión folklorizante; su partitura es un ejemplo de nacionalismo
moderno, que ha llevado su contenido tradicional, a un estilo tan personal como
avanzado. En cambio la obra de Chávez (aunque cercana a la de Revueltas), fue
escrita con un objetivo similar a la de Gebrauchsmusik de Hindemith; para el uso de

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los grupos corales populares que, como se creyó en aquella época, en pocos años
iba a proliferar y a contribuir al urgente saneamiento de la música mexicana.
José Pablo Moncayo (1912-1958): el huapango fue estrenado el 15 de Agosto
de 1941, por la Orquesta Sinfónica de México. Podría definirse como un popurrí de
huapangos veracruzanos; pero la manera de presentarlos y organizarlos, unida a
una brillante orquestación, lo ha convertido merecidamente en una de las piezas
más populares del repertorio mexicano, al grado de presentarse como el segundo
Himno Nacional. Desgraciadamente esta popularidad ha eclipsado otras obras
sinfónicas igualmente valiosas de Moncayo.
Silvestre Revueltas (1899-1940): puso música en la última época de su vida a
varias películas de corto y largo metraje. Algunas de sus partituras se convirtieron en
suites de concierto, como entre “Música para Charlar”, “la Noche de los Mayas y
Redes”. La música de Redes.
La XEW: Desde su primera transmisión, fue penetrando sistemáticamente
todos los territorios del país. Gracias a ésta, el bolero mexicano tuvo un gran auge
de 1930 a 1960 y logró traspasar fronteras y hacer famosos a Agustín Lara, Pedro
Vargas, Pedro Infante, por mencionar sólo algunos.
El bolero mexicano llegó hasta Colombia cuando en la Segunda Guerra
Mundial Estados Unidos no podía enviar discos a América Latina, la XEW con su
amplio catálogo de artistas cubrió a la perfección la falta de producciones
discográficas. Por ese motivo, la XEW fue reconocida a nivel mundial como la
radiodifusora más grande de toda América Latina. Con el paso de los años las
campanas de identificación de la XEW, emitidas por un xilófono, dieron preámbulo a
los más grandes locutores de la época quienes desde su cabina, sabían promover la
cultura, la información y el esparcimiento. A la par de la historia de la radio surgieron
los anuncios comerciales. La primera empresa que realizó los estudios de mercadeo
y rating, que en aquel tiempo se le conocía como ‘encuesta casa por casa’, fue la
Colgate Palmolive. Dichos estudios arrojaban como resultado que en la mayoría de
los hogares de la capital del país sintonizaban la XEW, por lo que ambas empresas
llegaron a un acuerdo de comercialización muy importante en aquellos años.
Entre 1934-1958 poetas, literatos e intelectuales escribían guiones,
radioteatros y ‘jingles’ para ‘La Voz de la América Latina desde México’. Xavier
Villaurrutia, Salvador Novo, Alfonso Reyes, Ángel Rabanal, Chucho Elizarrarás,
Mauricio Magdaleno, Ricardo López Méndez, entre muchos otros elaboraban

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ingeniosos ‘jingles’ que atrapaban la atención de los consumidores, y que con el
paso de los años se convirtieron en clásicos. Uno de los ejemplos más notorios es el
escrito por Fernando Gónzalez Oviedo: ‘Mejor, mejora Mejoral. En la década de los
30, la XEW producía y transmitía algunas radionovelas; pero su auge llegó a partir
de marzo de 1941, gracias a la serie Ave sin nido, La vida apasionante de Anita de
Montemar, protagonizada por Emma Telmo. Para septiembre de ese mismo año
comenzó la transmisión de obras seriadas como: Lo que el viento se llevo, La vida
de Gloria, La dramática historia de Francisca Velasco, Los tres Mosqueteros
(segunda versión), entre muchas otras.
A partir de ese año la “Catedral de la Radio” comenzó a transmitir cinco
radionovelas al día que cautivaban al público de la W, entre ellas una de las más
famosas en la historia de este género: Chucho el roto. En los años 50 el éxito de las
radionovelas era indudable. Era la ‘hora de la comedia’, y las secretarias, amas de
casa, telefonistas, obreras, etc. sintonizaban la estación para escuchar vidas de
otros, que si bien no eran ciertas, arrancaban gritos, lágrimas, sollozos, lamentos,
risas y demás sentimientos a la menor provocación. El valor cultural de las
radionovelas o radio dramatizaciones era que tenían una función moralizante, es
decir, al cierre de cada capítulo el radioescucha se quedaba con una moraleja que
de una u otra forma adaptaba a su vida cotidiana, tal y como había adaptado las
demás producciones de la W radio.
CINEMATOGRAFÍA
En lo concerniente al cine, la época de oro significó la consolidación de los
esfuerzos realizados por cientos de personas para constituir la industria del cine
mexicano. Durante dos décadas, el cine mexicano gozó de un período de esplendor
y sus directores realizaron un gran número de películas que hoy son consideradas
joyas de la cinematografía nacional. Los directores mas destacados son:
Emilio Fernandez (1904-1986): apodado “el Indio”. El mito, la leyenda y el
genio se combinaron en este pintoresco personaje, bronco como un caballo salvaje
pero capaz de la ternura más cursi. El cine le llegó como consecuencia y lo convirtió
en el más célebre director del cine mexicano. Aunque los orígenes de la carrera de
Emilio Fernández se pierden en el mar de contradicciones que el mismo director
generó en sus múltiples declaraciones a la prensa y a sus biógrafos, es cierto que el
"Indio" se involucró en el quehacer cinematográfico a finales de los años veinte,

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durante su estancia en Hollywood. Sus participaciones como "extra" en la Meca del
cine lo llevaron a relacionarse con varios de los mexicanos que trabajaban en
aquella ciudad, muchos de los cuáles volverían a México unos años después para
integrarse a la naciente industria del cine nacional.
Alternando su carrera de actor con la de guionista, Fernández consiguió darse
a conocer en el naciente mundillo cinematográfico mexicano de los primeros años
del sonoro. Para 1936 ya había escrito el guión de La isla de la Pasión (Clipperton)
(1941), película que señalaría su debut como director. Realizada gracias al apoyo de
Juan F. Azcárate (un militar convertido en productor de cine) la primera cinta del
"Indio" obtuvo un éxito modesto pero suficiente para cimentar su carrera como
realizador. Dos años más tarde, Fernández se apuntaría éxitos consecutivos con
Flor silvestre (1943) y María Candelaria (1943). Durante los siguientes cinco años,
Emilio Fernández consiguió algo que ningún director mexicano hasta entonces había
logrado crear una estética propia influido por Eisenstein, John Ford y la pintura de
Diego Rivera y José Clemente Orozco y con la invaluable colaboración del fotógrafo
Gabriel Figueroa, el guionista Mauricio Magdaleno, la editora Gloria Schoemann y
los actores Dolores del Río, Pedro Armendáriz, María Félix y Columba Domínguez,
entre otros. El "Indio" construyó un México cinematográfico de nubes, magueyes,
haciendas y claroscuros que se convirtió, para bien o para mal, en la imagen de
nuestro país en el resto del mundo. La "fórmula" del cine de Emilio Fernández no
logró sobrevivir más allá de una década, pero su inolvidable presencia y constante
actividad lo convirtieron en un símbolo de continuidad para una maltrecha industria
cinematográfica que daba tumbos sin lograr recuperar su antiguo prestigio. En los
años setenta, con el apoyo del Estado, Fernández lograría filmar sus cuatro últimas
películas, ninguna de las cuales aportó mucho a su dispareja filmografía. Su
leyenda, sin embargo, estaba firmemente enraizada en el imaginario fílmico
mexicano, el cual no podría existir sin la presencia del "Indio" Fernández.
Ismael Rodríguez (1917-2004): inquieto, imaginativo, audaz y poseedor de un
inigualable olfato para el éxito taquillero; Ismael Rodríguez fue, indiscutiblemente, el
cineasta del pueblo mexicano. A los nueve años emigró con su familia a Los
Ángeles, California, donde sus dos hermanos mayores, Roberto y Joselito,
desarrollaron un sistema de cine sonoro. Regresaron a México para trabajar en la
película Santa (1931) de Antonio Moreno, en la que Ismael hizo una pequeña

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aparición. Tras realizar distintas labores de tipo técnico, Rodríguez debutó como
director con la cinta ¡Qué lindo es Michoacán! (1942).
Con sus hermanos, fundó Películas Rodríguez, empresa productora de larga
y exitosa trayectoria. Cineasta popular por excelencia, entre sus méritos está el
haber aprovechado las posibilidades histriónicas de Pedro Infante, actor al que
dirigió en dieciséis ocasiones, entre ellas, las comedias rancheras Los tres García
(1946) y Vuelven los García (1946) y los melodramas urbanos Nosotros los pobres
(1947), Ustedes los ricos (1948) y Pepe El Toro (1952), trilogía que alcanzó la
categoría de mito. Además de diversos reconocimientos nacionales e
internacionales, Ismael Rodríguez recibió en 1992 un Ariel de oro por la
trascendencia de su obra.
Luís Buñuel (1900-1983): a este cineasta le gustaba jugar con la idea de que
la casualidad fue la que lo trajo a México en 1946. Exiliado en los Estados Unidos
desde el triunfo del franquismo en España, el realizador de La edad de oro (1930)
trabajaba en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York como colaborador
de un comité de propaganda anti-nazi destinado a los países de América Latina.
Decidido a establecerse en América, Buñuel estaba a punto de adquirir la ciudadanía
norteamericana cuando se vio sin trabajo debido a una indiscreción cometida por su
antiguo amigo Salvador Dalí. Sin dinero ni proyectos, Buñuel acudió a una cena en
casa del cineasta René Clair en la que se encontró con Denise Tual, viuda del
intérprete de Un perro andaluz (1928). Tual tenía el proyecto de producir en Francia
una versión fílmica de "La casa de Bernarda Alba" de García Lorca y propuso a
Buñuel que la dirigiese. Aunque reticente en un principio, el cineasta terminó
aceptando el proyecto y comenzó a preparar su retorno detrás de la cámara.
Como la productora tenía que regresar a París pasando por México, Buñuel la
acompañó sin imaginarse que ese primer viaje suyo a un país latinoamericano
cambiaría su vida para siempre. Tras cancelarse el proyecto de filmación, el cineasta
se encontró en un país extraño que lo recibió con los brazos abiertos. En una
reunión, Buñuel conoció al escritor Fernando Benítez, entonces asistente del
secretario de gobernación del régimen de Miguel Alemán. Conocedor de su obra,
Benítez invitó a Buñuel a quedarse en México y le concertó una cita con el ministro,
quien le reiteró la invitación. De esta manera, en unos cuantos días, Luis Buñuel se
encontraba a punto de dirigir la primera de las veintiún cintas que filmaría en nuestro
país. Denise Tual lo había presentado con Óscar Dancigers, un productor francés

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que había emigrado a México huyendo de la persecución nazi. Aclimatado en la
pujante industria de la época de oro, Dancigers estaba preparando la producción de
Gran Casino (1946), filme con el que debutaría en México la estrella argentina
Libertad Lamarque. Esta cinta, primera dirigida por Buñuel en México, resultaría ser
un enorme fracaso y la causante de que no volviese a dirigir en tres años.
Buñuel estaba a punto de olvidarse del cine cuando el mismo Dancigers le
pidió que se hiciera cargo de la dirección de El gran calavera (1949) un vehículo
comercial para el lucimiento de Fernando Soler. El éxito de esta comedia sin
pretensiones (aunque llena de detalles buñuelianos) animó a Dancigers a aceptar el
proyecto de Los olvidados (1950), un filme más personal y arriesgado que levantó
ámpulas entre periodistas e intelectuales mexicanos al mismo tiempo que consagró
al cineasta en el panorama internacional. Quizás el detalle más significativo
alrededor de estas apreciaciones radique en la decisión tomada por Buñuel de
nacionalizarse mexicano en 1949. A pesar de que en sus años más gloriosos tuvo
diversas oportunidades de trasladarse a vivir en otros sitios, Buñuel continuó siendo
fiel a su modesta casa de la colonia del Valle de la Ciudad de México, en la que vivió
hasta los 83 años.
CONCLUSIONES
Durante la elaboración de este trabajo se ha observado que en México a
finales del siglo XIX y principios del XX, existe un periodo que se caracteriza por
dotar de nueva energía el arte a través de nuevas ideas. Se le denomina arte nuevo
y modernismo, y tuvo una marcada influencia francesa. En la pintura, se desarrolla
un estilo que ignora los cánones académicos dominantes en el siglo XIX; para
representar imágenes subjetivas, eliminando el detalle y simplificando aun mas los
elementos de la composición. El arte nuevo o sientetismo francés en la pintura,
estuvo presente en México en el pincel de Saturnino Herrán, el impresionista
Joaquín Claussel y Gerardo Murillo (Dr. Atl). Saturnino Herrán incluye en su temática
la vida nacional con sus tradiciones, fiestas, historia, etc; sus personajes son con
fisonomía mestiza o criolla, manifestando una clara visión entre la cultura indígena y
española. Se inicia una tendencia de nacionalización que comenzó en las artes, con
el paisajista José Maria Velazco que vio la necesidad de llevar temas locales a la
pintura; necesidad que surgió tanto por el ambiente, como por la corriente llamada

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“costumbrismo”, reflejando nuestras raíces y nuestra identidad como nación
independiente.
Se manejan sentimientos de libertad en las artes plásticas los cuales se
manifiestan en el uso del color, mediante el cual se dejaban escapar emociones,
temperamento, personalidad e instinto del artista, plasmando el sufrimiento y la
opresión del individuo y del pueblo; por esta razón, la pintura entre las demás artes
se consideraba vital para el ser humano, ya que era una manera armónica de
expresar los sentimientos de libertad e independencia que durante este siglo
tuvieron mayor auge. De esta forma se tiene la concepción de que todos tenemos el
derecho de expresarnos, de sentir, de vibrar y transmitir y contagiar estos
sentimientos a los demás, tratando de crear conciencia sobre la libertad que todos
debemos tener como individuos y como nación.
Mientras se desarrolla la acción central de la novela (1946-1952), en esos
mismos años la música toma gran importancia y aparece una tendencia nacionalista
y optimista inspirada por la revolución. El Huapango y el bolero son los géneros que
toman gran auge en aquella época, mientras que en el género romántico aparecen
grandes exponentes; tal es el caso de Agustín Lara, Pedro Vargas y Pedro infante.
La radio juega un papel muy importante en la difusión de la música, pero también en
la difusión de un nuevo fenómeno, la radionovela, que tiene sus mayores éxitos en la
década de los cincuenta y la más representativa de todas es “Chucho, el Roto”.
Como se observa este es el contexto en el que se desenvuelven los personajes de
la novela “La Región más Transparente” lo cual complementa las acciones y
ambientes en los que se desarrollan las escenas.
Dentro de la cinematografía nacional podemos ver un estilo y una época del
cine la cual fue llamada “La época de oro”. Estilos inigualables y una forma
excepcional de ver las cosas, por parte de los directores, fue lo que hizo posible
reflejar en la pantalla las diferencias sociales que existían en ese momento; un matiz
de injusticia social, donde la clase humilde, sencilla, fue seleccionada para plasmar
su vida y la cotidianidad de esta frente a las adversidades de un México en pleno
desarrollo, tanto político y social como artístico y literario, esto se logró gracias al
proceso de contacto que tuvieron los directores con la cultura, el folklore y la
problemática del país. El avance y esplendor del cine mexicano llego a tener un
reconocimiento a nivel internacional durante los años 40 y 50 principalmente, el cual
nunca mas ha podido ser igualado.

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BIBLIOGRAFÍA

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