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ALLÁ DONDE LAS LAGRIMAS NO EXISTIERON

Noviembre de 1957 en Varsovia, oscurece temprano, las calles solitarias, las pocas
personas que se pueda encontrar en ellas andan de prisa, silenciosas, ansiosas de
llegar a sus lugares de residencia, para refugiarse de la cortante brisa otoñal.
La única señal de vida son los tranvías con pocos pasajeros sonando sus timbres,
anunciando su presencia como si no bastaran los chillidos que hacen las ruedas al
rodar sobre los raíles, el sonido peculiar de los motores eléctricos acelerando o
frenando, chispas y explosiones provocadas por el trole al hacer contacto con los
cables aéreos que los alimenta.
Ese anochecer, no era distinto a otros anteriores,
Eva ha regresado mas temprano de lo normal se encontraba estudiando para un examen
que tendría al día siguiente, cuando llegó Francisco su prometido.
-Que frío hace aquí-
-No he tenido tiempo de encender la estufa-contestó Eva.
-Y adonde está Danuta?-preguntó Francisco.
-No sé, cuando llegué, ya no estaba y con mi examen de mañana no he tenido tiempo
de preocuparme, seguramente anda por casa de alguna amiga de la escuela-.
Francisco se dedicó a encender la estufa situada en el pasillo que unía las dos
habitaciones con la cocina y una pequeña sala de estar donde se encontraba Eva, en
la cual existía la entrada principal a la vivienda, y de una vez empezó a preparar
algo de comida.
Entretenido en la cocina no oyó a Eva que lo llamaba y le decía,
-Ábrele la puerta trasera a Danuta que no sé porqué esta tocando por esta puerta,
seguramente se le ha perdido la llave de la puerta trasera y cree que nosotros
estamos aquí, y que si toca la de atrás no la oiríamos.
Francisco va y abre le puerta y regresa adonde está Eva y le dice- allá atrás esta
una mujer con una niña pequeña, dice que esta es su casa, que ella vivía aquí
antes de la guerra y de aquí no se va hasta que no obtenga una respuesta correcta
de los que vivan aquí, mejor vienes y hablas con ella.
Eva molesta por la interrupción se levantó del sofá ofuscada y se dirigió a la
cocina en forma belicosa.
Diciéndole a la mujer,-mire haga el favor de salir de aquí, que yo a usted no la
conozco y esta casa perteneció a mis padres desde mucho antes de la guerra.
Emilia se quedo mirándola fijamente como si hubiera visto una visión y después de
un rato le pregunta
–Eres tu Eva, ¿verdad?
-Si le contesto- y a usted no la conozco, jamás la he visto en mi vida.
“Eva, ¿no te acuerdas de mi?, yo soy Emilia tu madre”

Despierto se pregunta cuantos días habrán pasado desde que oyera por primera vez
desde su estancia en esa prisión el sonido producido por sirenas, motores de
aviones y explosiones de bombas seguidos por el de ametralladoras antiaéreas.
Recordaba que eso sucedió en una noche de verano, ya que no sintió ese frío
agobiante del clima ruso.
La cuenta diaria perdida desde que fuera confinado a solitario en los sótanos del
edificio en el cual se encontraba, y en la que se confundía la noción del día y la
noche sin su acostumbrada rutina de interrogaciones y registros.
Allá abajo no se oían los gritos de los torturados ni los quejidos de sus vecinos
de celda ni los pasos de los guardias sobre el pasillo superior de vigilancia ni
las maldiciones de los guardias ni los tirones a las pesadas puertas sólidas de
acero con su mirilla superior y su trampa inferior por donde le pasaban una ración
de agua con caldo de ¿?, siempre se hizo la pregunta de que era ese caldo
prácticamente congelado.
Trataba de recordar cuando fue su último traslado de celda, hacia esta más
iluminada y en la que no existía el pasillo superior.
De lo que si estaba seguro era que su ración de comida tenia una frecuencia diaria
y había mejorado, que los registros personales habían cesado y que los guardias no
eran tan insolentes cuando se le acercaban, también que no había interrogaciones y
hasta lo afeitaron cada dos días, untándole agua de colonia con el perfume
característico de los miembros de la NKVD.
El ultimo comisario interrogador tenia otro tipo de uniforme y hasta le ofreció
cigarrillos con una sonrisa en sus labios, lo llamo General, informándole que se
encontraba en las celdas de detención de la NKVD(1) en la calle Lubianka.
Pensó, los perros se estaban mordiendo y que todo indicaba que a su mastin
carcelero no le iba muy bien en esta contienda.
Confinado a solitario cuando oso preguntar a un comisario interrogador si por fin
los nazis habían atacado la noche anterior a Moscú y que danos pudieron haber
hecho dada la distancia que esos aviones habrían tenido que volar para llegar
hasta allí o es que estaban tan cerca sus bases que podían volar y bombardear la
ciudad.
Prisionero por tropas soviéticas cuando herido en combate, convalecía en el
hospital de Lvov (Ucrania Occidental Polaca).
Siendo denunciado fue arrestado por la NKVD y trasladado a Moscú e interrogado por
interminables sesiones durante meses.
Lo que el General Anders no sabia era que la respuesta a sus inquietudes la
tendría muy pronto.
Apremiado por la agresión de su antiguo aliado Hitler, a Stalin no le había
quedado más remedio que reconocer al gobierno polaco en el exilio radicado en
Londres. Solicitando este ultimo la creación de un ejercito polaco en la URSS
formado por nacionales polacos presentes en territorios soviéticos, nombrando al
General Anders su General en Jefe.

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